La estafa tiene cara de mujer. Las ideas, cuando no abundan, tienden a reciclarse. A veces para bien, otras veces para mal, pero si dentro de ese batido con licuadora puede salir algo interesante, nunca está de más darle una chance. La trilogía conocida por estos pagos como La gran estafa, que protagonizaron en su momento George Clooney, Brad Pitt y gran elenco; tuvo su buena cosecha de miradas positivas, a tal punto que casi 20 años después del estreno de la primera entrega, nos encontramos con esta secuela con tufillo a reboot. ¿La novedad? Las protagonistas son todas mujeres. ¿La historia? Lo mismo de siempre. Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana del conocido estafador Danny (personaje que interpretaba Clooney en la trilogía original) sale de prisión después de 5 años y con la ayuda de su socia Lou (Cate Blanchet) reclutan a un variopinto grupo de mujeres para llevar a cabo el robo de un collar de diamantes en la Gala del MET. Hasta acá, cuento conocido. Lo que se suele esperar de una premisa tan parecida a su antecesora es que aporte algo nuevo, algo que parece que surgirá conforme la película avanza, pero queda a mitad de camino. Para empezar, los personajes de Debbie y Lou son un calco de los viejos Danny y Rusty (y cuando digo un calco, me refiero hasta en el color de pelo). La dupla cerebro de toda la operación mantiene el mismo estilo y porte, con la diferencia que no se ve la misma química ni el mismo ensamble. Pese a las actuaciones correctas de las protagonistas, no se genera empatía por ninguna, por no mencionar a quienes las secundan, que casi están para rellenar un poco el elenco y darle continuidad a la trama (una lástima que Anne Hathaway esté tan deslucida). La femineidad y elegancia son participantes omnipresentes de principio a fin, algo que la fotografía ayuda a realzar con cada plano detalle de los cuadros, esculturas y decorados del museo víctima del robo. Lamentablemente, el guion no corre con la misma suerte, demostrando unos baches argumentales imposibles de disimular. La trilogía predecesora está presente siempre, como si hubieran buscado hacer una continuación real, pero los actores originales no hubieran aceptado. En su lugar, recurren a las fotos, a cameos, a inventarle la muerte a uno de ellos, todo muy tirado de los pelos y sin acompañarlo con ningún elemento que ayude a desarrollar a los personajes principales o al menos dar una explicación coherente de por qué hacen lo que hacen. Pareciera como si lo más importante fuese hacer lucir a las mujeres con los mejores vestidos de diseño, pero con eso solo no alcanza. No alcanza con querer instalar la cuestión de “continuidad” cuando en realidad no se propone nada nuevo más que cambiar el género de los protagonistas. Esta película, que llega en pleno auge del #MeToo y el nuevo rol de las mujeres en la industria, aporta el entretenimiento justo y necesario que se puede esperar del género, con la salvedad de que no se puede ver más allá del glamour y el cotillón que la empapan.
El robo perfecto Finalmente llegó una nueva entrega de la saga de atracos de la familia Ocean, esta vez con un elenco enteramente femenino a cargo de las afamadas Sandra Bullock, Cate Blanchett, Rihanna, Sarah Paulson, Anne Hatthaway, Helena Bonham Carter, Awkwafina y Mindy Kaling. Este dream team será el encargado de dar nuevos aires al ya tan emblemático genero de los atracos millonarios, con la particularidad de resignificar el rol de la mujer como algo mas que un elemento decorativo o interés romántico. De esta forma cada una de las protagonistas tendrá un rol particular en el atraco. Debbie Ocean (Bullock) luego de pasar cinco años en la cárcel sera la mente detrás del plan, pero su ostracismo social la lleva a tener pocos contactos en el mundo de la delincuencia y para reclutar el equipo ideal necesitará de Lou (Blanchett) quien lograra formar el equipo completo. Una experta en informática (Rihanna), una joyera (Kaling), una diseñadora (Carter), una carterista (Awkwafina) y una experta en logística (Paulson) completan el equipo. ¿El lugar elegido para el gran golpe? No es otro que la gala del MET, evento anual newyorkino que engloba a lo más alto de la sociedad y la alta moda. Allí será donde una actriz poco sociable llamada Daphne Kluger (Hathaway) porte un costosísimo collar de la firma Cartier que se convertirá en el precioso botín a robar. A partir de la formación del team y las elucubraciones típicas de este tipo de films se construye un universo propio que es totalmente independiente de la saga anterior (si bien se hacen presentes algunos cameos de la misma) y tiene una personalidad e impronta propias. Un párrafo aparte merece el vestuario del film a cargo de Sarah Edwards quien se ocupó de delimitar a través de las prendas la personalidad de cada una de las timadoras. Edwards diseñó distintos looks para cada miembro, introduciendo su talento especial. “Es importante que todos sean reconocidos al instante porque todo se mueve demasiado rápido en un atraco”, manifestó en una entrevista. La líder del grupo, la falsificadora de arte Debbie Ocean, es “tranquila, elegante y pulida como su hermano” Danny (George Clooney) con ropa minimalista de Stella McCartney, Alaia y Prada, mientras que su mejor amiga, el dueña del club nocturno Lou, es todo rock ‘n’ roll. “Tratamos de traducir a Keith Richards en un personaje femenino con algunos toques de Debbie Harry “, señala Edwards, quien utilizó diseños de Burberry para realizar trajes de terciopelo para la apariencia andrógina y glamurosa de Blanchett, salpicando con toques de Saint Laurent y las pieles vintage. El personaje de Anne Hathaway es una “actriz clásica como Elizabeth Taylor” tuvo su vestuario al estilo Cinq a Sept y joyas de Cartier, mientras que Rose es una “diseñadora de moda pasada de moda”, que es una mezcla de “Vivienne Westwood o Grace Coddington”. Tratando de evitar el look de diva, Rihanna interpreta a Nine Ball, una pirata informática del Caribe. “Tiene un sentido tan increíble de estilo personal, y aquí la puse en estos enormes jeans holgados con botas y una chaqueta del ejército, que abrazó por completo”, dice Edwards. De esta forma y bajo la dirección de Gary Ross el film nunca pierde su ritmo y, si bien mantiene la impronta de los films anteriores, no cae en feminismos baratos ad hoc que tan comunes son en el cine que atiende el fan service de moda. La narración fluye con el encanto de los planes milimétricamente realizados y al igual que sus antecesoras requieren de ciertas suspensión del verosímil para alcanzar el máximo disfrute. Pero convengamos que es un precio bajo a pagar para disfrutar de estas actrices de primera línea que enamoran ni bien aparecen en pantalla.
Ocean´s 8 es un refrito olvidable y devaluado de La gran estafa de Steven Soderbergh, producto de la pereza de un director y un grupo de productores a quienes no se les cayó una idea para hacer algo diferente con este concepto. No termina de quedar en claro el sentido de copiar una película popular con un reparto femenino sino se hace un mínimo esfuerzo por contar la historia desde una mirada diferente. Al final las actrices terminan emulando los roles masculinos de la obra original en una producción inferior, ya que lo único que hicieron fue cambiarle el sexo a los personajes originales de Ocean´s Eleven. El resto es una copia pobre del film del 2001. Alternaron el casino de Las Vegas por un evento del mundo de la moda en Nueva York pero sigue siendo lo mismo, por más que establezcan una conexión con las entregas previas. Si bien este estreno no se hace odiar coma la remake idiota de los Cazafantasmas resulta decepcionante porque el reparto que reunieron se podía haber aprovechado mejor. El director Gary Ross, quien en el pasado brindó buenas películas como Pleasantville y Sea Biscuit en este caso sorprende con su incapacidad para generar mínimas situaciones de suspenso que se podían esperar en una propuesta de este estilo. La historia comienza de un modo prometedor con la presentación del personaje de Sandra Bullock (lo único rescatable de este film) y enseguida se desinfla cuando se convierte en un calco de la remake del 2001. El guión de Ross tiene dos graves problemas que tiran abajo esta propuesta. La falta de un antagonista sólido y situaciones que generen suspenso. Las estafadoras lideradas por Sandra Bullock son mujeres perfectas que hacen todo bien y no encuentran un mínimo obstáculo en la operación que planean, que por cierto, tiene más agujeros que un colador. En consecuencia, la trama se desarrolla de un modo predecible ya que les sale todo bien y nunca enfrentan algún contratiempo grave o peligro. Inclusive el supuesto giro sorpresivo de la historia se da tal cual se podría prever en los avances. Otra desventaja donde queda mal parado el equipo de Debbie Ocean (Bullock) es que carecen del carisma y la camaradería de los estafadores originales y en esto no tiene nada que ver el sexo del reparto sino la manera en que están escritos los personajes. Es un grupo aburrido que no trasmite nada. Rihanna está muy bien en su rol y la reina indiscutida de la sobreactuación, Anne Hathaway, le pone onda pero no alcanza. Hacia el final la presencia de James Corden levanta un poquito la historia con un buen personaje que se perfilaba como antagonista de Sanda Bullock pero aparece tarde y tiene un rol muy limitado. Esta producción se deja ver y es entretenida, como lo podría ser también un documental del oso panda en Animal Planet, pero eso no significa que sea una buena película. Si la intención es que las mujeres tengan mejores papeles en Hollywood dentro de la era post Harvey Weinstein, deberían crear historias originales que cuenten con una impronta femenina real, en lugar de producir estos refritos absurdos que quedan en el olvido media hora después que saliste del cine.
La pasé muy bien viendo esta película. Dos horas que pasaron volando, en las cuales me entretuve y me reí. La “Saga Ocean” siempre supo mantener un cierto nivel de excelencia por su cast de alto calibre. Y si bien cada secuela empeoró un poco en comparación con su predecesora, ninguna fue mala. Más de una década después del último estreno, llega un nuevo gran robo, pero con un cambio de paradigma (y director). Ahora el elenco está compuesto por grandes y renombradas actrices, con Sandra Bullock a la cabeza, quien hace de Debbie Ocean, la hermana de Danny (George Cloney). Ella acaba de salir de la cárcel, y en sus cinco años de cautiverio estuvo planeando su gran golpe. Con la misma fórmula que ya se ha probado vemos como se ensambla el cast y hacen la inteligencia previa. Todo con buenos diálogos, y con un necesario toque de mujer. No es casual que esta película llegue justo en un año como el que estamos transitando. El director es Gary Ross, quien sin ser Steven Soderbergh, hace un buen trabajo siguiendo una línea y estilo pre-establecido, y lo ayuda mucho el montaje. En cuento al elenco, es de primera línea, compuesto por: Anne Hathaway, Sandra Bullock, Cate Blanchett, Mindy Kaling, Rihanna, Helena Bonham Carter, y Sarah Paulson. Están todas muy bien (salvo por el exceso de botox que tiene Bullock en la cara) y cada una tiene su momento. Me sorprendió Rihanna, quien no es una actriz consagrada y no es opacada por ninguna de sus coprotagonistas. En definitiva, es una buena película para pasar el rato y que te deja con ganas de ver más a este grupo.
Ocean’s 8 – Las estafadoras: Un robo decepcionante. Llega la versión femenina del icónico film de robos, con estupendas actrices desaprovechadas, un guion errado y extrañando a Soderbergh. Cuando haces una diferente versión de una gran película, tomando hasta el nombre y personajes de ese film al cual haces referencia, hay que tener en cuenta que estás adaptando. Tomar el título, la misma base de robos y grupo de gente, conlleva que el espectador llegue con una predisposición al film, trayendo consigo una gran expectativa, debido a que la trilogía Ocean’s 8 (Preferiblemente la primera) es una de las mejores películas sobre robos que se hayan hecho. La comparación va a estar a la orden del día. Los realizadores de Ocean’s 8, las actrices, los guionistas, y todos los responsables de esta película sabían esto, por lo que genera una gran decepción al espectador. A la vez podríamos esperar algo nuevo con respecto a robos, o algo aún mejor que la versión de Clooney y Pitt, pero la película no llega ni a ser original en ningún sentido. El film comienza con una buena presentación de la protagonista, Debbie Ocean, la hermana de Danny Ocean, que recién salida de la cárcel decide realizar un robo que estuvo planeando por mucho tiempo. Ella desea robar un collar valuado en más de cien millones de dólares de la MET Gala de Nueva York. Pero antes de planear eso, el film nos presenta una secuencia de ella obteniendo lo que quiere sin ningún problema. Aquí hay ritmo, una buena edición combinada con una entretenida música, clásica de la saga Ocean. Hasta ahí la película se ve prometedora, pero luego ella quiere juntar a un grupo de mujeres para realizar el robo del collar. La adrenalina del robo existe pero dura poco, y las sorpresas que quieren emular de las otras películas de Soderbergh no impresionan. Esto quizá suceda porque en Ocean’s Eleven (2001) seguían la historia implementada por los guionistas originales (George Clayton Johnson, fallecido en 2015, Jack Golden Russell, Harry Brown, Charles Lederer) donde el robo era a unos cinco casinos de Las Vegas. En la Ocean’s Twelve (2004) decae el nivel, pero tienen a un regio guionista como George Nolfi (The Bourne Ultimatum, The Adjustment Bureau) y en Ocean’s Thriteen (2007) vuelve a subir la calidad del film, pero sin llegar a lo icónica que fue la primera. Lo que salvó a estas dos últimas películas fue la calidad de Steven Soderbergh en dirigir e implementar esas secuencias de montaje con música, para no aburrirnos en la preparación del robo, además de encariñarnos con los personajes desde el primer film. Cuenta también la habilidad de dirigir a varios personajes en una película como lo hizo en Traffic (2000) que le valió un Oscar, o el equipo detrás de cámaras que juntó, como el excelente editor Stephen Mirrione (Birdman, Babel, The Revenant) En cambio el director Gary Ross (Los Juegos del Hambre – 2012), que también es guionista, se deshace de aquel ritmo prometedor mostrado al principio de Ocean’s 8, para ir hacia su cadencia tranquila con respecto a la narrativa, algo parecido a lo que vimos en su última película Free State Of Jones (2016). Ocean’s 8 no es lenta, sino que más bien su regularidad en la narración no es acorde al tipo de película esperada. Quizá por eso además está como co-guionista Olivia Milch, (quien recién empieza su carrera dirigiendo un film llamado Dude – 2018, donde un grupo de adolescentes tratan con la vida después de la secundaria), intentando imponer en Ocean’s 8 una dinámica entre mujeres que en este caso no parece natural en ciertos momentos. Ross, igualmente, tiene galardones en que apoyarse, al ser nominado como mejor guion original en la película Quisiera Ser Grande (1988) o Dave (1993), también nominado a mejor guion adaptado y mejor película con Seabiscuit (2003). Con éste último film quizá distingamos como puede mostrar lo emocionante que son las carreras de caballos, transferido al robo de Ocean’s 8 que realizan las protagonistas. Ellas y la trama… Teniendo una gran cantidad de talento actoral, hay muchas situaciones desperdiciadas. Desde Sandra Bullock interpretando a Debbie quien es la que lleva la película con su liderazgo organizativo frío y calculador. Hasta Lou, la bellísima Cate Blanchett que es casi como imitar al personaje Rusty de Brad Pitt, pero sin tanto enfoque en ella. Todo comienza con la presentación de los personajes y una secuencia de montaje alejadísima al film de Soderbergh. Mindy Kaling (The Office) es Amita la experta en diamantes, Sarah Paulson (AHS, Carol) es Tammy, la clásica ex ladrona que quiere estar con su familia y alejarse de ese mundo, pero a la vez no lo logra, siendo muy fácil introducirla en el grupo. Akwafina (Neighbors 2) tiene más original su nombre que al personaje Constance que interpreta, la estafadora con mano veloz, al igual que Rihanna la hacker o pirata informática llamada “Nine ball” que sabe muchas cosas más que las protagonistas con más edad que ella. Dos personajes habituales en estos films como necesarios para lograr su cometido. El comodín que podría haber salvado la mano es el personaje de Helena Bonham Carter llamada Rose Weil, la diseñadora cuya carrera decae, por lo que Debbie y Lou recurren a ella para tener una forma de llegar al collar. Pero no llega a sorprender demasiado, forzando situaciones cómicas. Y finalmente la quizá mejor de todas, pero también de las más desaprovechada, Anne Hathaway interpretando a la modelo Daphne Kluger, a la cual quieren usar como elemento sorpresa pero desde el título, hasta el tráiler, ya te spoilea ese giro “inesperado” que nos quieren generar y que llega hacia el final de la película. El guion no ayuda. Las actrices no pueden hacer demasiado con unos diálogos básicos diluidos en agua, sin nada de vodka en ellas, haciendo referencia al trabajo que realizaba Lou antes del robo. Intenta implementar algunos conversaciones graciosas, pero algunas no funcionan, y otras te pueden generar una pequeña sonrisa. Pareciera que la película no pudiera hacer alarde de si misma, como sucedió con Julia Roberts cuando interpretaba a un personaje que se parecía a Julia Roberts en una de las anteriores películas de Oceans. La trama posee algunos huecos incómodos de ver, con personajes que realizan una acción, pero luego no sabemos cómo logró su cometido sin que la atrapen. Los tradicionales obstáculos que tiene que tener la preparación de un robo son resueltos de manera rápida, fácil y muy simple. De la nada aparece alguien que sabía hacer la tarea que necesitaban, y con una simple explicación, sin ni siquiera jugar con la cámara, ya es resuelto. Todo lo que puede ser normal en ciertas películas de robos grupales, pero en este caso a veces resultan aburridos, quizá por no estar acompañados con la cámara o edición. Por ejemplo, lo divertido del hacker que tenían los Ocean’s Eleven, fue que era torpe y nervioso, en este caso Rihanna lo hace demasiado bien, sin ningún problema, y hasta buscaron cualquier excusa para que salga de su combi donde operaba el robo, y así en una secuencia poder mostrar su cuerpo exuberante con un vestido brillante. Otro tema del guion es que no había un antagonista claro hasta un poco más de la mitad del film. Aparece James Corden casi hacia el final, pero ya es demasiado tarde. Eran solo ellas realizando un plan, y resolviendo todo sin ningún problema o sin ver un posible problema a futuro. No había sentido de peligro, ni de inmediatez. Sin embargo, hay algunos momentos divertidos e intrigantes. Entretiene a pesar de su estructura y narrativa excesivamente industrial. El Robo Durante la preparación podríamos decir que a diferencia de los otros robos de Ocean´s, parece mucho más accesible. No hay helicópteros, o grupos de seguridad máxima para hacerse pasar por ellos. O no hay mini coopers que manejar por trayectos angostos, o tampoco hay necesidad de poseer artefactos tecnológicos complejos (Solo una impresora 3D). Pero tampoco, como se mencionó, hay sentido de peligro. Es como si el espectador estuviera esperando a ver como roban el collar sin mucha oposición, lo cual puede resultar aburrido, o puede ser como algunos otros films genéricos de atracos grupales. Hasta que llega el momento del robo, que es lo mejor de la película, a pesar de seguir con las fórmulas ya vistas, pero su escasa duración deja con ganas de más. Aquí si hay adrenalina, sin embargo también es en donde aparecen los agujeros del guion mencionados anteriormente. Solo resultó ser una película más de robos, y hasta quizá por debajo de la media. Finalizando se podría decir que los cameos no son para nada distinguidos, con excepción de dos personajes de las anteriores películas de Ocean’s, pero ninguno de renombre. Otra diferencia con la primera película de la versión masculina, es el final que genera una sensación de que por el resto de sus vidas, los personajes nunca tendrán que volver a trabajar. Mientras que en Ocean´s 8 el final dejó con ganas de mucho más, de que vuelvan a trabajar y a explotar aún más el talento de las grandísimas actrices que componen esta película. Para que Debbie y Lou puedan maquinar un robo por fuera de la sencillez de la industria, creando ese mundo difícil de conseguir y que pareciera que, desgraciadamente, solo existe para los hombres.
Han pasado cinco años, ocho meses, doce días, y contando. Ese es el tiempo que Debbie Ocean lleva ideando el robo más importante de su vida. Ella sabe lo que necesitará: un equipo de las mejores del sector, que empieza con su cómplice, Lou Miller. Juntas, reclutan a un grupo de especialistas. El objetivo son unos interesantes 150 millones de dólares en diamantes, diamantes que adornarán el cuello de Daphne Kluger, la actriz de fama mundial que será el centro de atención en el evento del año, la Gala del Museo Metropolitano de Nueva York. El plan es más sólido que una roca, pero todo debe salir a la perfección si el equipo quiere entrar y huir con las piedras. Y todo a plena vista. Es casi imposible olvidar una película como La Gran Estafa (2001), remake en la que George Clooney se ponía en la piel de Danny Ocean, un estafador experto que apenas sale de la cárcel planea un robo simultáneo a tres casinos. Pero La Gran Estafa es la historia de Danny. Hoy estoy acá para hablar Las Estafadoras (Ocean’s 8),este spin-off que se centra en su hermana, Debbie Ocean (Sandra Bullock) y está dirigida por Gary Ross (The Hunger Games, Seabiscuit) Debbie Ocean Debbie pasó cinco años en la cárcel planeando un importantísimo robo. Al salir de la de allí lo primero que deja en claro son sus habilidades criminales. Recurre a su amiga y compañera Lou Miller (Cate Blanchett) con quien espera contar para llevar a cabo su plan. Robar un collar valuado en 150 millones de dólares el día de la Gala en el Museo Metropolitano de Arte del cuello de una famosa modelo. Debbie y Lou Para esto deberán reunir un equipo eficiente y confiable. La primera en entrar al equipo es Rose (Helena Bonham Carter) , una diseñadora excéntrica y en quiebra que deberá vestir a Daphne Kluger (Anne Hathaway) y lograr que saquen el collar de la bóveda para esta ocasión especial. Tammy (Sarah Paulson) se infiltrará en la organización del evento, Bola Nueve (Rihanna) es la hacker, Amita (Mindy Kaling) la experta en joyas y Constance (Awkafina) es rápida con relojes y billeteras. Para ser sincera la fórmula Bullock-Blanchett funciona de maravilla, ambas actrices son excepcionales por igual. En cuanto al resto del equipo a ninguna le sobra o faltan escenas en pantalla, cada una cumple el rol que se le asigna y le aporta algo propio. Es divertida e inteligente, si disfrutaron la trilogía anterior esta no defrauda. Quizás con unos minutos menos hubiera funcionado mejor pero el final lo justifica. Es una de las películas más esperadas del año y está a la altura de sus antecesoras.
Hay un dato insoslayable en medio del #Me Too en Ocean’s 8: Las estafadoras. No sólo la participación femenina es mayoritaria -las ocho ladronas son mujeres- sino que el golpe que realizan comandadas por la hermana de Danny Ocean sería imposible de realizar… si existieran los baños mixtos. Sin spoilear más, la trama del filme dirigido por Gary Ross -el de la primera Los juegos del hambre- es un golpe maestro. ¿Dónde? Durante la gala anual del Metropolitan Museum of Art. Daphne Kluger, una celebrity (Anne Hathaway, en su regreso al cine tras su maternidad) lucirá en su cuello una joya de Cartier, el Toussaint valuado en US$ 150 millones. Y es Debbie Ocean quien, tras purgar años en prisión y cranear allí el robo, tiene todo fríamente calculado. Obviamente esta Ocean’s 8 es casi un calco de las anteriores cuando el team era dirigido por Danny (George Clooney: aquí se da por hecho que falleció). Esto es: La planificación + la ejecución + la vuelta de tuerca final. Pasaron once años de la última de Clooney. Pero todo está estructurado igual, cameos incluidos de algunos de los actores de la saga masculina. Así, lo que queda es ver cómo cada actriz se luce o desluce su papel. Presten atención a Sandra Bullock (Debbie) apenas abre el filme: parece más hermana de Michael Jackson que de George Clooney. La acompañan, entre otras, una desteñida, literal y no tanto, Cate Blanchett, una Rihanna que sí se roba la película, Helena Bonham Carter, que se cree en una película de su pareja, Tim Burton, puro mohín y muecas . También hay muchas estrellas en la Gala que hacen de sí mismas, que van de Katie Holmes y Kim Kardashian a Anna Wintour y Tommy Hilfiger. No hay innovación, no hay riesgo que se corra. Simplemente se cambiaron estrellas masculinas por femeninas. Cono diría Discépolo, todo es igual, nada es mejor.
Ya no está Steven Soderbergh, realizador de La gran estafa (2001), La nueva gran estafa (2004) y Ahora son 13 (2007), al frente del proyecto, pero -en un cambio aún más importante- tampoco están los hombres como protagonistas. La ficha técnica de esta cuarta entrega de la saga podrá decir que Gary Ross ( Los juegos del hambre) es el director y uno de los dos guionistas, pero el principal atractivo de la propuesta es el seleccionado de actrices convertidas en las encantadoras ladronas y glamorosas heroínas de este thriller con aires de comedia. En medio de una estructura coral es Debbie Ocean (Sandra Bullock) quien encabeza y justifica el relato. Hermana de Danny Ocean (George Clooney no aparece), ella sale de la cárcel bajo palabra y no tarda en demostrar sus dotes de estafadora en un shopping y en un hotel de lujo. Al poco tiempo se reencuentra con Lou (Cate Blanchett), dueña de un club nocturno, y la convence de dar un golpe decididamente audaz: robar el collar Toussaint de Cartier -cuyos diamantes están valuados en 150 millones de dólares- que usará la diva Daphne Kluger (Anne Hathaway) en el marco de la sofisticada gala anual del Metropolitan Museum of Art. Para ello, arman un equipo de ladronas y hackers integrado también por Rose Weil (Helena Bonham Carter), una diseñadora de moda en decadencia, Nine Ball (Rihanna), Tammy (Sarah Paulson), Amita (Mindy Kaling) y Constance (Awkwafina). Más allá de su impronta femenina -Debbie intentará vengarse además del egocéntrico galerista Claude Becker (Richard Armitage)- y de que hasta los cameos son todos de mujeres (Anna Wintour, Heidi Klum, Katie Holmes, etc.), Ocean's 8: Las estafadoras es una historia de robo con cierto ingenio en sus vueltas de tuerca e indudable carisma por parte de sus protagonistas (varias merecían mayor espacio para su lucimiento), pero que termina siendo un thriller convencional, sin aportes demasiado novedosos ni mucho menos disruptivos. La maquinaria de Hollywood aprovecha estos nuevos tiempos (como hace dos años con Cazafantasmas) para "maquillar" sus productos, pero -al menos por el momento- sin verdaderos cambios de fondo.
Cuando la serie de Ocean no tuvo más jugo a Steven Soderberg y a George Clooney (director y protagonista de las tres anteriores) se les ocurrió que ya erael turno de ellas. Y la produjeron. Pensaron en un elenco soñado encabezado por Sandra Bullock, Cate Blanchett, Elena Bonham Carter, Anne Hathaway, Rihanna y siguen los nombres. Se les dio el marco perfecto: una gala de moda y joyas valiosas en el MET, cuestión de mostrarlas de fajina y con todo el glamour de vestidos de grandes firmas. El resto es un robo fantástico que necesita un mecanismo de relojería apenas verosímil y sumamente entretenido para pasar casi dos horas amables. Es que los personajes están apenas dibujados y se apoya esencialmente en el carisma y la presencia de cada una de las protagonistas. Con un plus de James Corden como detective y una venganza para un amante que no se porto bien. ¿Con eso alcanza? Si uno tiene cierto corazón de fan y poca exigencia para un divertimento liviano. Es inevitable sentir que deja sabor a poco, con una realización de parte de Gary Ross (hizo la primera de “Los juegos del hambre”) que no levanta mucho vuelo, a pesar del ingenio puesto en el robo y la gran producción.
Publicada en edición impresa.
Elenco femenino, mirada masculina Las relecturas de obras recientes en el cine es un fenómeno específico de las remakes, que existen casi desde el nacimiento del medio, pero en los últimos años la brecha temporal entre la obra original y la versión se acortó drásticamente. También se han recortado los argumentos para retomar una película: si antes a la variable comercial se le adosaban las variaciones del color (junto a otros avances técnicos), el contexto, la barrera idiomática (en el caso de los films extranjeros), etc., ahora solo se mantiene la posibilidad de exprimir monetariamente una narrativa. Ocean’s Eight: Las estafadoras es un caso que articula el concepto de remake y el de spin-off a la vez porque toma la historia original de La gran estafa (2001) para releerla pero también refocaliza y extiende el mundo de su protagonista, Danny Ocean. Ahora el personaje principal es su hermana Debbie (Sandra Bullock). Recién salida de la cárcel, la protagonista pergeña un plan para robar el collar más caro de la historia en la próxima gala del Met de Nueva York, y así organiza un equipo junto a su amiga Lou (Cate Blanchett). Hasta aquí tenemos una estructura similar a la del film del 2001, con Bullock y Blanchett interpretando los papeles de Clooney y Pitt respectivamente. Los problemas de las remakes no se hallan en la reproducción narrativa de una obra original, sino en la carencia sustancial de las variaciones que exige una versión. El caso de Caracortada (1983) es testigo de una remake perfecta: sostiene la historia original pero la hace atravesar por un contexto bien diferente al del film fuente, cambia la época de la Ley Seca por el de los exiliados cubanos en Miami. Más de medio siglo separa la película de Hawks de la de Brian De Palma, y allí radica un punto para pensar por qué fallan las remakes de estos últimos años: no existe una distancia temporal entre films para desarrollar grandes cambios, bajo ninguna dimensión. Ni formal, ni temática, ni de época. Ocean’s Eight: Las estafadoras no cumple con ninguna condición para ser una buena remake, en primer lugar porque el reciclaje que propone es hacer un baño de género (sexual) superficial, al presentar a ocho mujeres que llevan a cabo un robo en un evento icónico de la moda. Gary Ross escribe y dirige una heist movie edulcorada de mujeres ladronas, bien vestidas, con refinados gustos pero incapaces de hacer un atraco como los de Clooney y compañía. Si en La gran estafa la motivación del protagonista era robar el casino del nuevo novio de su ex, aquí es el despecho de una mujer; porque el hombre conquista y la mujer se venga. Más allá del discurso, Hollywood mantiene algunos clichés machistas tradicionales. Esta mezcla de remake y spin-off ni siquiera funciona como film de género, pues ignora los factores de tensión y de peligro necesarios para una historia de robos. Tampoco aprovecha los talentos cómicos de algunas actrices secundarias como Mindy Kaling (The Mindy Project). Lo peor, con todo, es el ensamble fallido de las dos actrices principales, que no pueden repetir la química lograda entre Clooney y Pitt. Ocean’s Eight: Las estafadoras fracasa porque, pese a contar con un elenco femenino, mantiene una mirada estrictamente masculina y limitada sobre el mundo de las mujeres. Nada de todo esto sorprende, más aún si el realizador es un patán como Gary Ross. A fin de cuentas, los verdaderos cambios se verán cuando las mujeres tengan mayor participación en el guión y en la dirección de las películas, rubros que definen el hacer cinematográfico.
“Ocean’s 8: Las estafadoras”, de Gary Ross Por Hugo F. Sanchez Se sabe, hace casi cinco décadas el Rat Pack, el bonito y heterogéneo grupo de amigotes conformado por Frank Sinatra, Dean Martin, Peter Lawford y Sammy Davis Jr. entre otros, eran los elegantes y sofisticados protagonistas de Ocean’s Eleven que saqueaban nada menos que cinco casinos en Las Vegas y entraban a la historia del cine como una de las grandes películas encuadradas en ese sub género que comprende a los robos ingeniosos y casi imposibles. De la mano de Steven Soderbergh en 2011 llegó su remake, La gran estafa y sus secuelas, La nueva gran estafa (2004) y Ahora son 13 (2007). Y bien, el rebbot 2018 es Ocean´s 8: Las estafadoras, con un grupo de estrellas mujeres. Y sin Soderbergh. La estructura es más o menos la misma que sus predecesoras, esta claro que ese es el chiste, la cuestión es qué se podía aportar de nuevo el team de actrices súper famosas, porque hay que decirlo, es el único cambio en el cuarto capítulo de la saga. Resulta que Danny Ocean (George Clooney, que no está)tenía una hermana, Debbie (Sandra Bullock) y ella es el motor de Ocean´s 8: Las estafadoras. En el comienzo sale de la cárcel, se abastece en tiendas de lujo y se aloja en un hotel sin gastar un dólar, claro. En prisión tuvo cinco años para planear el robo de un collar de Cartier valuado en 150 millones de dólares, que va a estar en el cuello deDaphne Kluger (Anne Hathaway) engala del Metropolitan Museum of Art. Así que casi de inmediato comienza a convocar al equipo necesario para el golpe: su vieja amiga Lou (Cate Blanchett) dueña de un boliche,Rose (Helena Bonham Carter), una diseñadora de ropa,la hacker Nine Ball (Rihanna), la estratega Tammy (Sarah Paulson), Amita (desaprovechadísimala gran comediante Mindy Kaling) y Constance (Awkwafina), una ratera infalible. Bueno, pasan cosas, hay cierto ingenio aunque no demasiado, las chicas hacen los que pueden a las órdenes de Gary Ross, que va por el camino de algo así como el trhiller humorístico. El robo se concreta y así. Volviendo al principio, el principal problema de Ocean´s 8: Las estafadoras es que no está Soderbergh, que le había dado a la saga una combinación de sofisticación, humor en serio y una espléndida pátina de grasitud, mientras que aquí los mismos elementos pero mal dosificados dan como resultado que la continuidad que se pretende dar a la saga -con varias apelaciones y truquitos de guión que apelan a la memoria de las películas anteriores-, desemboque enlo peor deSex and the City, pero en plan gran robo gran. OCEAN’S 8: LAS ESTAFADORAS Ocean’s 8. Estados Unidos, 2018. Dirección: Gary Ross. Intérpretes:Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter, Mindy Kaling, Sarah Paulson, Awkwafina, Rihanna, Richard Armitage y James Corden. Guión: Gary Ross y Olivia Milch. Fotografía: Eigil Bryld. Música: Daniel Pemberton. Edición: Juliettte Welfling. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 110 minutos.
Las sospechosas de siempre El quinto largometraje del realizador norteamericano Gary Ross, responsable de la adaptación de la exitosa novela de Suzanne Collins Los Juegos del Hambre (The Hunger Games, 2012), es un nuevo episodio de la historia de la familia de estafadores Ocean, creada por George Clayton Johnson y Jack Golden Russell, el primero escritor de películas como Logan’s Run (1976) y episodios de La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone), la famosa serie de Rod Serling. Si bien la primera película de 1960, dirigida por Lewis Milestone y con un guión de Harry Brown y Charles Lederer, fue la más exitosa y tuvo un elenco antológico compuesto por cinco personajes del entretenimiento ligados a la vida de Las Vegas, Peter Lawford, Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis, Jr. y Joey Bishop, Ocean’s 8: Las Estafadoras (Ocean’s 8, 2018) es la última y digna entrega de la serie cinematográfica creada por Steven Soderbergh en la dirección y los guionistas de turno que trabajaron en cada uno de los tres films de la serie, Ocean’s Eleven, Ocean’s Twelve y Ocean’s Thirteen. Ross reemplaza a Soderbergh en esta versión femenina con una historia previsible, el robo de unas joyas de Cartier valuadas en 150 millones de dólares y guardadas en una bóveda. Cuando Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny Ocean, el protagonista de los films anteriores interpretado por George Clooney, sale de la cárcel por buen comportamiento le propone a su antigua socia Lou (Cate Blanchett) un plan para robar la joya de la exclusiva gala del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York y así comienza a rodar la historia de las estafadoras. Para ello reclutan a una conocida diseñadora de los años noventa con problemas financieros, Rose Weil (Helena Bonham Carter), a una experta en joyas, Amita (Mindy Kaling), a una hacker, Nine Ball (Rihanna), a una timadora y ladrona callejera, Constance (Awkwafina), y a una antigua colega embaucadora, Tammy (Sarah Paulson). Con este staff se inicia la operación para que Rose diseñe el vestido de una conocida actriz, Daphne Kluger (Anne Hathaway), con el objetivo de conseguir que Cartier le ceda la joya para la velada. Este es el punto de partida para la intriga y la planificación del robo que tiene una serie de cameos de distintas estrellas del espectáculo y del diseño de indumentaria. El propio Gary Ross firmó un guión -junto a Olivia Mitch- que remite constantemente al relato de los films de Soderbergh como homenaje y anclaje narrativo para justificar la construcción de los personajes y los comentarios de la protagonista sobre la historia familiar. Sin sorpresas, Ocean’s 8: Las Estafadoras crea una trama circular que solo pretende distraer con la premisa de un buen desarrollo de personajes icónicos y referentes de la industria del entretenimiento que sostienen con sus interpretaciones la trama. Aunque claramente inferior a las películas a las que remite, el film mantiene el ritmo vertiginoso del género y logra crear una propuesta basada en la diversidad femenina, que aunque por momentos construye estereotipos distintivos termina funcionando gracias a las buenas actuaciones de actrices muy versátiles como Cate Blanchett, Anne Hathaway y Helena Bonham Carter, acompañadas por una buena labor de Sandra Bullock y la siempre divertida Mindy Kaling, que le aporta una cuota cómica muy necesaria a una película que no defrauda pero tampoco asombra, como sí lo hicieron los opus originales en su época.
El gender swap sigue pisando fuerte en Hollywood. Los estudios se dieron cuenta que buena parte de la población mundial es mujer, con lo que entre las incontables remakes, reboots, reinterpretaciones, secuelas, precuelas, desprendimientos y más que se ponen en desarrollo de propiedades conocidas, una variante adicional es la del intercambio de género. Y con los tiempos de cambio que se viven en la industria, difícilmente sea una tendencia pasajera. El último caso en sumarse a la lista es Ocean’s 8, que ofrece una contrapartida femenina a la trilogía de Steven Soderbergh. Y supone otro buen ejemplo de lo que representan este tipo de proyectos, tanto con sus puntos fuertes como sus limitaciones.
Sandra Bullock, la hermana del famoso Ocean de Las Vegas, sale de la cárcel y decide dar el mayor golpe en la historia de los robos de joyas, y de paso vengarse del tipo que la delató y metió en la cárcel. Para eso va conchabando una serie de mujeres con habilidades especiales, o que simplemente estarán en el lugar y momento adecuados. Por ejemplo, Anne Hathaway, una supermodelo que será la reina de la gala más exclusiva del mundo y que, gracias a la idea de la diseñadora Helena Bonham Carter, lucirá un collar de diamantes que Cartier tiene escondido en una bóveda subterránea hace 50 años. "Ocean's 8" es una película liviana y divertida, muy al estilo de las películas de las populares estafas protagonizadas por George Clooney que hicieron tan exitosa esta franquicia. Pero también hay que reconocerle la originalidad de ser la primera película de robo imposible donde todos los criminales son mujeres. Hay actuaciones realmente graciosas, y sobre todo un excelente montaje y sólido pulso narrativo a cargo del director Gary Ross. La música lounge de Daniel Pemberton es otro de los atractivos de esta comedia policial.
Joyas, robos y vestidos lujosos Es cierto que las comparaciones son odiosas, pero en este ¿spin-off, reboot? del grupete de galanes que atracaban con ingeniería un casino, se nota que falta la mano de Soderbergh a la hora de generar nervio y suspenso. Aquí, una de sus protagonistas Debbie Ocean (Sandra Bullock y la hermana de Dany en la ficción), sale de la prisión después de que un ex novio le juega una mala pasada. Es así que se unirá a su antigua socia de andanzas, Lou (una espléndida Cate Blanchet), y conformarán un equipo de mujeres de lo más hábiles para el robo de guante blanco. El plan: sustraer un collar Cartier excesivamente caro, en la Gala del Met, el evento benéfico súper exclusivo que da inicio a la exposición de moda anual del Instituto del Vestido del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Si bien la cinta sigue la tónica de la franquicia, el plan ideado por estas bellas mujeres sale tan perfecto, que se pierde el ritmo y la acción adrenalínica de la historia. Parece que Gary Ross, el director de Ocean´s 8: Las Estafadoras, diera por sentado que ya vimos sus predecesoras y no se le cae una idea original, salvo que ahora las protagonistas son mujeres. Misma fórmula, pero con un despliegue aún más superficial que el de los chicos piolas y guapos. Aquí también el montaje se va estructurando plano a plano, para mostrarnos todas las tretas, y también complejidades, que deben sortear las estafadoras a la hora del robo maestro. La sobre explicación excede, encima hacia el final aparecen situaciones y personajes que nunca tuvieron un dejo de complicidad con el espectador, como sí se venía dando a lo largo del relato. También es cierto que los personajes tienen un desarrollo tan pobre, que conocemos muy poco sus motivaciones, situación que no ayuda nada a la hora de generar empatía. Las marcas, la ostentación… vemos una New York glamorosa, enmarcada con un reparto de lujo que salva algo de esta historia reciclada y ya tan vista, que por momento nos lleva al sopor.
La derivación femenina de la saga de estafadores tiene todo para atraer: un elenco de súper estrellas divinas, un vistoso diseño de producción (y moda, y makeup), la exclusiva gala del Met como contexto y música divertida. Es lástima que semejante combo, aún en una deliberada apuesta por la liviandad, no salga de lo inocuo ni consiga despegar de una chatura que anula cualquier brillo de comedia, excepto por algunos momentos gentileza de algunos intérpretes -James Corden, Anne Hathaway-. Simpática y desperdiciada.
El caso de la hermana Los cinco años que pasó en la cárcel por estafa los dedicó a planear lo que haría al salir, pero los sueños de Debbie Ocean (Sandra Bullock) no incluyen reformarse y abandonar la vida de crimen que marcó a toda su familia, sino todo lo contrario: llevar a cabo el robo de joyas más grande de la historia. Y de paso vengarse de quien la mandó a la cárcel, algo similar a como hizo su hermano Danny en la primera entrega de la franquicia. También siguiendo la misma estructura de la primera película, apenas recupera la libertad se reúne con su antigua cómplice para convencerla de participar y juntas reclutar un diverso equipo que las asista en el rebuscado proyecto: para quedar bien con todo el mundo incluye a una hacker negra, una carterista asiática y una rubia madre de familia. Entre todas organizan el robo de un collar de 150 millones de dólares durante la gala más exclusiva del año en el museo de Nueva York, con la involuntaria ayuda de la celebridad que oficiará de anfitriona del evento. No hace falta exprimir el océano Tomar una historia que ya se contó con éxito y acompañarla de caras conocidas es una fórmula que a los estudios les gusta explotar para recaudar, incluso cuando (como en este caso) algunas de esas caras ya están irreconociblemente más jóvenes que cuando se hicieron famosas. Por lo tanto no se le puede exigir algo diferente a Ocean’s 8: Las Estafadoras, su única meta es buscar el entretenimiento con una trama que intenta sorprender con giros que desconciertan al público mientras intenta adivinar lo que está sucediendo. Sin embargo, esta película tampoco lo logra muchas de las veces que lo intenta, contando una historia chata y anticipable. Cuando le conviene para avanzar la trama elige ignorar factores antes plantados como dificultades. En la etapa de planificación, los conflictos que se supone llegan para complicarles la vida a las estafadoras se resuelven mágicamente en un minuto, sin influenciar mayormente el plan. Pero cuando finalmente lo ejecutan, algunos de ellos ni siquiera se tienen en cuenta. Por más que sea una propuesta que pretenda ser entretenimiento directo (e incluso dejando de lado aparatos y situaciones inverosímiles en el mundo real), cuando los factores que le dieron forma al plan solo son relevantes si les hace falta y desaparecen mágicamente sin dar explicaciones pues hace falta que no estorben, demuestra que la película tiene serias dificultades para sostener su propia lógica interna. No hay grandes problemas con que un film de robos espectaculares sea inverosímil en el mundo real y de hecho es parte de su gracia. Pero el necesitar giros que rompen las propias reglas establecidas un rato antes para engañar al público, eso ya es otro tema más difícil de aceptar. Sin mucha sorpresa, Ocean’s 8: Las Estafadoras termina siendo apenas otro intento de exprimir al mismo tiempo una franquicia que dejó de dar jugo después de su primera entrega, más la tendencia de responder a los reclamos de baja representatividad femenina sin preocuparse mucho por entenderlos. Más allá de la debilidad de la trama, que en una historia de robos complejos debería ser ya de por sí un problema importante, muchas de estas historias se sostienen por el carisma de sus personajes e intérpretes. En este caso, las integrantes de la banda son mayormente tan chatas que resultan irrelevantes e intercambiables; están definidas apenas por un par de pinceladas gruesas que no le dan mucho con que trabajar a las actrices por fuera de sus estereotipos, y ni siquiera les alcanza como para mostrar buena química entre ellas más que en momentos muy esporádicos. Conclusión Incluso valorándola como un producto pasatista, Ocean’s 8: las estafadoras es otra secuela innecesaria sin mucho para ofrecer, con una trama que no soporta un análisis ni al menos compensa brindando un entrenamiento sostenido.
Le llegó el turno a las chicas...después de la trilogía de Soderbergh con los hombres liderados por Danny Ocean (George Clooney), ahora es su hermana Debbie Ocean (Sandra Bullock), quien luego de cumplir una condena en la cárcel, sale dispuesta a vengarse del hombre que la traicionó y para eso forma un grupo de estafadoras junto a Lou (Cate Blanchett). El plan que tiene la astuta Debbie es robar un collar valuado en una suma millonaria que será usado por la famosa actriz Daphne Kluger (Anne Hathaway) en una Gala Benéfica en el Met de Nueva York. El plan es perfecto, sólo deberán reunir a las mejores: una diseñadora con problemas económicos que no duda en sumarse,llamada Rose Weil (Helena Bonham Carter), la experta en joyas Amita (Mindy Kaling),como una hacker, Nine Ball (Rihanna), otra ladrona llamada Constance (Awkwafina), y su vieja amiga Tammy (Sarah Paulson). Con este equipo de mujeres se pone en marcha el robo, y todo está milimétricamente planeado, por lo que la película resulta entretenida, sobre todo por los diferentes cameos de actrices y celebridades que pasan ante la cámara y el despliegue de lujo en el vestuario para las que amamos ese rubro. La edición es otro punto a favor, lo mismo que las actuaciones de cada una de las actrices, todas con sobrado oficio, salvo Rihanna, que no es actriz, pero no desentona. Una película glamorosa a la que le faltó un poco de riesgo... en ningún momento tememos por las estafadoras de tan bien que les sale todo. De todas formas, es entretenida. ---> https://www.youtube.com/watch?v=n5LoVcVsiSQ ---> TITULO ORIGINAL: Ocean's Eight ACTORES: Anne Hathaway, Sandra Bullock, Cate Blanchett. Mindy Kaling, . Rihanna, Helena Bonham Carter, Jaime King, Sarah Paulson, Matt Damon, Olivia Munn. GENERO: Policial . DIRECCION: Gary Ross. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 110 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años FECHA DE ESTRENO: 07 de Junio de 2018 FORMATOS: 2D.
Una película entretenida, con un guión que funciona de manera correcta, buen ritmo y entretenido, sumado a un necesario elenco femenino que no brilla por su originalidad, pero pasa desapercibida. Mucha expectativa se generó con el spin-off de la famosa trilogía de La Gran Estafa, estrenando la primera en 2001, la segunda en 2004 y la última en 2007. Las tres fueron dirigidas por Steven Soderbergh y protagonizadas por super-estrellas hollywoodenses como George Clooney, Brad Pitt y Matt Damon. Por razones como éstas, el director Gary Ross (Los Juegos del Hambre) reunió un gran elenco para Ocean’s 8 conformado por Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Sarah Paulson, Helena Bonham Carter, Awkwafina, Mindy Kaling y Rihanna. La historia comienza con Debbie Ocean (Sandra Bullock) saliendo de una cárcel después de haber pasado cinco años en prisión. Acto siguiente va directamente al cementerio a visitar la tumba de su hermano -y protagonista de las precuelas- Danny Ocean (George Clooney). Ese tiempo en prisión logró que sea sumamente productivo al idear un robo multimillonario. Se trata de un collar de 150 millones de dólares. Para lograr el objetivo, Debbie y su mano derecha Lou (Cate Blanchett) encuentran a las chicas adecuadas para conformar un equipo. El film pasa el primer tercio buscando y convenciendo a las integrantes para participar de semejante estafa. Cada una tiene una habilidad diferente y perfiles claramente distinguibles. Pero siempre hay complicaciones. El guión funciona de manera correcta, con buen ritmo y entretenido, pero no maravilla. Los giros narrativos no son lo suficientemente sorprendentes y el humor falla en reiteradas ocasiones, lo cual es una lástima porque cuenta con grandes comediantes en su elenco como Hathaway, Kaling y Paulson. Se vuelve insoportable la cantidad de PNT (publicidad no tradicional) que contiene el film, mostrando marcas constantemente que no le suman nada a la historia. Resulta muy entretenido encontrar cameos de estrellas (Dakota Fanning, Sharapova, Serena Williams) como también apariciones de personajes de la trilogía original como Reuben Tishkoff (Elliott Gould) y Yen Rogelio (Shaobo Qin). Rihanna hace un trabajo impecable, completando la pantalla con su sola presencia. La dirección es muy similar a lo hecho en las entregas anteriores. A pesar de ser otro el encargado, logra unificar la saga con una misma forma de filmar/editar. La música a cargo de Daniel Pemberton es excelente, típica del género, acompaña de manera perfecta cada escena. Ocean’s 8 es una película entretenida, con un necesario elenco femenino que no brilla por su originalidad, pero pasa desapercibida.
A la saga “Ocean” le robaron el swing En pleno apogeo del protagonismo femenino en Hollywood, la cuarta entrega de la serie iniciada por La gran estafa es todo un gineceo. El problema es que ya no está al timón Steven Soderbergh, ahora meramente productor, y al director Gary Ross le falta sentido del ritmo. Como en la trilogía liderada por George “Danny Ocean” Clooney – La gran estafa (2001), La nueva gran estafa (2004), Ahora son 13 (2007)– elenco no le falta a Ocean’s 8: Las estafadoras. Pero tal como indica su título, ahora las encargadas de llevar a cabo un nuevo golpe del siglo son todas mujeres. Signo de los tiempos. La industria del espectáculo suele ser rápida de reflejos y en pleno apogeo del protagonismo femenino en Hollywood la cuarta entrega de la serie Ocean es todo un gineceo. Lo que no quiere decir que Las estafadoras sea un film feminista, precisamente. En los minutos iniciales, lo primero que hace la protagonista, después de salir de la cárcel, es pasar por una lujosa casa de cosméticos y robarse todos los lápices labiales y perfumes que estén al alcance de su mano. Como para que quede claro cuáles son las prioridades de las chicas... Pero ése, claro, no es el atraco del siglo, sino apenas una necesidad perentoria de Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana del recordado Danny, que aparentemente estaría muerto, algo de lo que ella misma duda. El robo, la estafa y el escamoteo, en su versión más lúdica y mágica, está en la sangre de la familia y los cinco años que Debbie pasó en prisión estuvo planeando cómo quedarse con un collar de diamantes de Cartier valuado en 150 millones de dólares. Aquí ya no estamos en los hoteles de Las Vegas, preferidos por la rama masculina, sino en la cena de gala del Museo Metropolitano de Nueva York, la más exclusiva de los Estados Unidos, y en la que de acuerdo a la idea que sigue teniendo Hollywood de la mujer se pueden lucir en pantalla todo tipo de joyas, vestidos y maquillajes, como si la película fuera una versión en movimiento de las revistas Vogue y Vanity Fair. Para el atraco, Debbie arma el mejor equipo de los últimos cincuenta años, compuesto íntegramente por mujeres y que –de acuerdo también a la corrección política imperante– es multiétnico y respetuoso de las minorías, en tanto incluye a la morocha Rihanna como una súper rasta-hacker fumona y a la asia-americana Awkwafina como una punga de alta gama. No se sabe muy bien cuál es la especialidad de Cate Blanchett, salvo darle las réplicas a Bullock, pero lo que resulta evidente es que entre ambas pareciera existir un tácito concurso de cirugías estéticas, al punto de que a veces parece imposible recordarlas tal como eran antes del botox. Las más divertidas y zafadas son Anne Hathaway, como la estrella que deberá portar en su cuello la quincallería de Cartier, y su modista personal, Helena Bonham-Carter, que por su atuendo y actuación parece escapada de alguna película de su ex Tim Burton. Por lo demás, está todo lo que tiene que estar en una película de robos –la planificación, las dificultades, los disfraces, los gadgets– pero lo que se extraña, y mucho, es al director Steven Soderbergh, aquí simplemente productor ejecutivo. Su reemplazante, Gary Ross, sin duda está acostumbrado a manejar producciones de gran presupuesto, como la primera parte de Los juegos del hambre, pero tiene la mano pesada. Este tipo de películas, livianas como una pluma, requieren de todo aquello que a Soderbergh le sobra –ligereza, ritmo, swing– y que a la película de Ross le falta, como si se lo hubieran robado.
LAS CHICAS SOLO QUIEREN DIVERTIRSE La principal virtud de las entregas de las que se desprende la presente Ocean’s 8 era el juego, el espiritu lúdico, esa misma sensación de que en la pantalla todo el mundo se estaba divirtiendo mientras hacía divertir al resto. Y éstos últimos, nosotros los espectadores, a mitad de camino entre el cholulismo exacerbado y el entretenimiento real, disfrutabamos que Brad Pitt y George Clooney complementaran sus diálogos hasta el hartazgo (y la rídiculez), realizaran referencias de sus vidas personales (el final de Ahora Son Trece) y cometieran los robos de guante blanco mas inverosímiles de la historia del cine. A su vez, la trilogía de Steven Soderbergh era una remake del famoso rat pack, aquel grupo de amigotes que marcó el cine de posguerra de los ’60 a base del carisma de un puñado de películas (incluida la Ocean’s Eleven original) y estaba integrado por Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr. y Peter Lawford. Como si lo anterior no hubiese sido tan hiperbólico como efectivo, la nueva entrega nos introduce a Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny (fallecido en la película), ¿y adivinen que quiere hacer? Sí, robar cosas: en este caso es un importantísimo colgante Cartier valuado en 150 millones dólares. Pero el ejericio de Gary Ross resulta fallido, en casi todos sus intentos. En Ocean’s 8 la reminiscencia termina en una mala copia, porque las secuencias de reclutamiento y el montaje dinámico con la voz en off (sobre) explicando lo improbable, lo hemos visto ya varias veces y como Bourne (Paul Greengrass, 2016), la repetición de la misma formula a través de distintas generaciones (de público y tecnología) raramente funciona. Por otro lado, el errado ejercicio reflexivo que intenta abordar el empoderamiento femenino parte de la interpretación de Gary Ross y la guionista Olivia Milch, al asumir que el mismo es motivado a partir (del engaño) de una figura masculina. Tema que sobrevuela toda la película de forma decididamente torpe (los hombres son relegados a un ridículo tercer plano, no existen en el mundo de Ross), este enfoque devuelve a foja cero todo intento reflexivo sobre el papel de la mujer en el género de los grandes robos. La vuelta de tuerca del final de Ocean’s 8 solo aporta más barullo a una narrativa que venía trastabillando y convierte a Ocean’s 8 en una entrega con más pretensiones que realidades, aunque ésta no logre más que divertir.
LAS CHICAS SOLO QUIEREN DIVERTIRSE La principal virtud de las entregas de las que se desprende la presente Ocean’s 8 era el juego, el espiritu lúdico, esa misma sensación de que en la pantalla todo el mundo se estaba divirtiendo mientras hacía divertir al resto. Y éstos últimos, nosotros los espectadores, a mitad de camino entre el cholulismo exacerbado y el entretenimiento real, disfrutabamos que Brad Pitt y George Clooney complementaran sus diálogos hasta el hartazgo (y la rídiculez), realizaran referencias de sus vidas personales (el final de Ahora Son Trece) y cometieran los robos de guante blanco mas inverosímiles de la historia del cine. A su vez, la trilogía de Steven Soderbergh era una remake del famoso rat pack, aquel grupo de amigotes que marcó el cine de posguerra de los ’60 a base del carisma de un puñado de películas (incluida la Ocean’s Eleven original) y estaba integrado por Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr. y Peter Lawford. Como si lo anterior no hubiese sido tan hiperbólico como efectivo, la nueva entrega nos introduce a Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny (fallecido en la película), ¿y adivinen que quiere hacer? Sí, robar cosas: en este caso es un importantísimo colgante Cartier valuado en 150 millones dólares. Pero el ejericio de Gary Ross resulta fallido, en casi todos sus intentos. En Ocean’s 8 la reminiscencia termina en una mala copia, porque las secuencias de reclutamiento y el montaje dinámico con la voz en off (sobre) explicando lo improbable, lo hemos visto ya varias veces y como Bourne (Paul Greengrass, 2016), la repetición de la misma formula a través de distintas generaciones (de público y tecnología) raramente funciona. Por otro lado, el errado ejercicio reflexivo que intenta abordar el empoderamiento femenino parte de la interpretación de Gary Ross y la guionista Olivia Milch, al asumir que el mismo es motivado a partir (del engaño) de una figura masculina. Tema que sobrevuela toda la película de forma decididamente torpe (los hombres son relegados a un ridículo tercer plano, no existen en el mundo de Ross), este enfoque devuelve a foja cero todo intento reflexivo sobre el papel de la mujer en el género de los grandes robos. La vuelta de tuerca del final de Ocean’s 8 solo aporta más barullo a una narrativa que venía trastabillando y convierte a Ocean’s 8 en una entrega con más pretensiones que realidades, aunque ésta no logre más que divertir.
La novedad de Ocean’s 8: Las estafadoras es que está protagonizada por mujeres. Lo malo es que se parece más a un desfile de moda que a una buena película de atracos. El director Steven Soderbergh fue quien inició, en 2001, la saga de Ocean conocida como La gran estafa (Ocean’s Eleven), que a su vez era la remake de Ocean’s 11 (1960), dirigida por Lewis Milestone. En Ocean’s 8: Las estafadoras, Soderbergh ya no está detrás de cámara (sólo figura como uno de los productores) y la película tampoco cuenta con su grupo masculino de estrellas, que lideraba Danny Ocean (George Clooney). La novedad de esta cuarta entrega es que se trata de la versión femenina de aquellas calculadísimas hazañas delictivas de Ocean. El nuevo director, Gary Ross, cuenta con un elenco de mujeres integrado por figuras como Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway y Rihanna. Sin embargo, el resultado no llega a estar a la altura de los grandes exponentes del género. Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny, sale de la cárcel después de cumplir una condena de cinco años. Pero Debbie no se pasó cinco años en la cárcel paspando moscas, sino que los usó para idear el golpe que le salvará la vida: robar el collar Toussanit de Cartier, valuado en 150 millones de dólares. El latrocinio se realizará en el evento anual del Metropolitan Museum of Art, cuando la supermodelo Daphne Kluger (Anne Hathaway) llegue a la ceremonia con el collar millonario. Para llevar a cabo el robo, Debbie se reúne con su vieja compañera Lou (Cate Blanchett) y juntas arman un equipo de chicas especialistas en distintas ramas del robo. Esto sirve para presentar a las otras protagonistas, cada una con una personalidad diferente. No se sabe muy bien en qué momento el cine de Hollywood se bastardeó y empezó a ser incapaz de preocuparse por la coherencia lógica de sus productos. Quizás el asunto empeoró cuando comenzaron a abundar más los técnicos y geeks especializados en publicidad que en el arte cinematográfico. Ocean’s 8: Las estafadoras no hace más que desalentar al espectador amante del género, que exige lo que la película no hace: que la planificación y ejecución del golpe no deje huecos, que no haya inconsistencias lógicas y que todo cierre. El guion se toma demasiadas licencias y no hace coincidir los tiempos de las acciones llevadas a cabo con lo que después muestran en los flashbacks. De la continuidad de las escenas se podría decir, irónicamente, que el montajista es un maestro de la elipsis. Ocean’s 8: Las estafadoras es una película publicitaria, un largo desfile de modelos auspiciado por Cartier y Vogue. Sin embargo, es justamente esa referencia al mundo de la moda y a las marcas, y a algunas de sus personalidades, lo que le da una leve singularidad en comparación con el resto de la saga.
Ocean’s 8: Las estafadoras es el spin-off de La gran estafa (Ocean’s Eleven, 2001, Steven Soderbergh) y llega a la pantalla más de 15 años después de aquella primera entrega, repitiendo la misma fórmula que caracteriza a la saga, pero refrescando casi por completo el elenco. Debbie Ocean, la hermana de Danny Ocean (George Clooney en la saga original) sale de la cárcel luego de haber sido injustamente acusada de una estafa que ella no cometió. Apenas libre, y a riesgo de violar su libertad condicional, Debbie organiza a un grupo de mujeres para cometer un robo que, por haber sido planeado y pulido en la cárcel durante 5 años, ya aparenta ser perfecto. Así las siete estafadoras se infiltran a la gala anual del Met y planean el robo de una joya de valor multimillonario perteneciente a la casa Cartier. El film no es muy pretencioso y calca, casi a la perfección, la trama de aquella primera entrega, pero apuesta a un elenco de (casi todas) mujeres para renovar la audiencia, probablemente. El grupo de actrices es más que atrayente, pero sus dos protagonistas principales (Sandra Bullock como Debbie Ocean y Cate Blanchett como Lou) tienen tanto botox y operaciones en la cara (especialmente Bullock) que vuelven poco disfrutable su habitual carisma. Los puntos más altos terminan cayendo en Helena Bonham Carter y Anne Hathaway, pero sus personajes tampoco llegan a tener el desarrollo que se merecerían. El resto del reparto es correcto, pero nadie sobresale. Ocean’s 8: Las estafadoras tiene como gran mérito que fluye en su narración, las casi dos horas de duración se pasan volando y el montaje es muy ágil, aunque extremadamente repetitivo. Los gags no funcionan muy bien pero como todo avanza tan rápido, no hay oportunidad para que el espectador se aburra. Los sucesos ocurren uno a continuación del otro, imparables, y eso hace que la trama avance muy bien. El momento en que finalmente se nos da un respiro, es cuando aparece el investigador de la compañía de seguros, que interpreta el carismático James Corden y que le agrega un valor interesante al film, aunque más no sea desde la simpatía que irradia el personaje.
EXCESO DE IMPERSONALIDAD A esta altura, la saga de Ocean´s ya es una clara paradoja: por un lado es puro artificio, con sus personajes entre glamorosos, distantes y despreocupados, y sus robos estrafalarios; pero por otro es realista al extremo, en el sentido de que nunca ofrece más de lo que promete y se sostiene en un pacto implícito con un espectador que acepta espiar una fiesta ajena, de la que a lo sumo participa mínimamente desde la mirada. Ocean´s 8: las estafadoras pretende ser un nuevo capítulo inofensivo, que profundiza el sinsentido de la franquicia y hasta muestra sus pocos recursos agotados. En cierto modo, lo que vemos es más una remake más pequeña y concentrada del film del 2001 que una reversión en clave femenina. Esta vez es Debbie Ocean (Sandra Bullock), la hermana de Danny, quien sale de la cárcel buscando revancha contra el hombre que la hizo caer en prisión y de paso llevarse una montaña de dinero por métodos ilegales: ahora el blanco es un legendario collar de diamantes de la casa Cartier, al que buscará robar durante la Gala Met junto a un pequeño y selecto grupo de criminales. Lo que vemos es previsible: la protagonista retornando a lo que mejor sabe hacer; el reclutamiento de las personalidades, dejando de lado a los hombres porque “siempre se hace notar”; la revelación del improbable objetivo y el armado del plan; un par de obstáculos y contingencias de último momento; y la concreción del golpe perfecto a pesar de que cuando nos lo ponemos a pensar no era tan perfecto. Hay una sensación continua a lo largo del metraje de que estamos ante la hermana menor de la franquicia –por más que las intenciones de realizar más entregas esté a la vista ya en el número del título-, pero hay que reconocer que el film es honesto al respecto. El problema es que quizás Ocean´s 8: las estafadoras es demasiado honesta, o que solamente tiene para brindar sinceridad. La pose cool de todas las figuras involucradas (Cate Blanchett, Sarah Paulson, Rihanna, Anne Hathaway, Mindy Kaling, Helena Bonham Carter y unas cuantas más, todas haciendo versiones apenas distintas de sí mismas) ya directamente lleva a un desapasionamiento en las actuaciones, lo cual se traslada a la estructura narrativa y la puesta en escena. En el film falta hasta cierto placer por el acto criminal (algo fundamental en la seducción de estos relatos), las dinámicas grupales son muy limitadas (los personajes son totalmente superficiales y prácticamente no generan empatía), el villano que encarna Richard Armitage es irrelevante y la tensión (aún en toda la secuencia del robo) es casi nula. Ni siquiera adquiere carnadura la veta melancólica que era saludablemente palpable en Ocean´s 13, la anterior entrega de la saga. Esto podía ser esperable e incluso previsible, pero me permito decir que no deja de generarme decepción por el realizador involucrado detrás de cámara: Gary Ross escribió grandes películas como Quisiera ser grande y Presidente por un día, pero también venía de dirigir la notable Alma de héroes, la sólida Los Juegos del Hambre y la interesante El valiente, pero acá se muestra excesivamente servicial a los egos involucrados, sin aportar su personalidad como cineasta y abordando la comedia en piloto automático. El resultado es lógico: Ocean´s 8: las estafadoras es un film intrascendente, cansino en su andar y definitivamente repetitivo, donde todos los guiños y chistes lucen agotados al instante, aunque no llegue a los niveles desastrosos de Ocean´s 12. Steven Soderbergh, realizador de la trilogía previa y productor de este film, tuvo que alejarse de la saga para construir una película de robos con personalidad y sensibilidad como La estafa de los Logan. Quizás Ross deba hacer lo mismo.
En época de vacas flacas (en la taquilla y ni hablar de las ideas), Hollywood recurre cada vez más a las remakes, las secuelas, los spin-off y cualquier fórmula que permita explotar éxitos del pasado. "Ocean's 8: Las estafadoras" es una mezcla de estas tres categorías, y el resultado es un cóctel desabrido y demasiado revuelto. La película del director y guionista Gary Ross ("Los juegos del hambre") es una suerte de versión femenina de "Ocean's Eleven", que en 2001 recaudó millones con un elenco de súperestrellas masculinas (George Clooney y Brad Pitt, entre otros). La historia, para empezar, es similar. Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana del personaje que interpretaba Clooney, acaba de salir de la cárcel y tiene un plan maestro: robar un collar valuado en 150 millones de dólares que usará la diva Daphne Kluger (Anne Hathaway) en la gala anual del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, la fiesta más exclusiva de EEUU. Para esto debe reunir a un equipo de especialistas que incluye a su amiga Lou (Cate Blanchett), una diseñadora de moda en decadencia (Helena Bonham Carter), una hacker (Rihanna), etc. La estructura es clásica —thriller más comedia blanca—, pero el director sólo logra subir la tensión por momentos y no hay una sola escena que mueva a la risa. Hay mucho glamour y cameos de famosos, pero a los personajes centrales les falta brillo y ninguna de las actrices alcanza a lucirse. Bullock (con la cara "planchada" por las cirugías) y Blanchett (lamentablemente desperdiciada) no funcionan como dupla antagónica, mientras que el resto del elenco se pierde entre vueltas de tuerca y otros truquitos del thriller de manual. "Ocean's 8" es la típica película que confía de antemano en su elenco de estrellas y parece dejar librado al azar todo lo demás.
Tiene algunos puntos a favor, quizás el más importante es que lograron reunir un gran elenco femenino, muy convocante, fabuloso, unas diosas. Por un lado la mentora es Debbie Ocean (Sandra Bullock), su hermano era Danny Ocean (George Clooney, “Ocean’s Thirteen”), quien parece que ha fallecido, ella paso varios años en la cárcel y convence a quien le dará su libertad condicional el oficial Parole Board (Griffin Dunne) que se portaba bien hasta que vuelve a las andadas, idea un plan para robar unas joyas muy valiosas y para ello reúne a su equipo. También Debbie intentará vengarse de quien fue su pareja ya que por él fue a la cárcel. Previo al gran golpe va a una tienda con gran habilidad roba varias cosas: maquillaje, ropa, una valija y hasta pasa unas horas en la suite de un hotel de lujo. La compinche de Debbie es Lou (Cate Blanchett) cualquier cosa que pase, esta queda a cargo de la operación, participa una diseñadora de moda venida a menos Daphne Kluger (Helena Bonham-Carter), una hacker Nine Ball (Rihanna), Nine Ball (Awkwafina), Amita (Mindy Kaling), Tammy (Sarah Paulson) y un modelo que lucirá la valiosa joya Daphne Kluger (Anne Hathaway). Ellas le dan agilidad a su narración, tiene humor, es divertida, con buen ritmo y puro entretenimiento. Aunque es previsible resulta un buen pasatiempo. La banda sonora es bellísima e ideal, cuenta con la estupenda fotografía de Eigil Bryld (“Escondidos en brujas”), James Corden como el investigador privado John Frazier, hay cameos, como por ejemplo el de Matt Damon y personalidades de la moda como: Zac Posen, Heidi Klum, Anna Wintour. Además se encuentra llena de sponsors. Este film es la continuación de la trilogía de “La gran estafa” (ahora son mujeres) de Steven Soderbergh,, quien aquí es el productor.
Crítica emitida en Cartelera 1030 por Radio Del Plata (AM 1030) el sábado 9 de Junio de 19-20hs. Recordemos que hay tres películas anteriores a esta, Ocean´s 11 (2001), Ocean's 12 (2004) y Ocean's 13 (2007), está más que secuela es un spin off, puesto que el único vínculo con las anteriores es el tema del robo a cargo de un equipo, y fundamentalmente que el personaje de Sandra Bullock es la hermana de Danny Ocean, el personaje de George Clooney en las otras películas. No casualmente ella se llama Debbie, es decir, que tiene las mismas iniciales. Además, en esta película hay un cambio de director. . Debbie sale de la cárcel tras cumplir 5 años de condena. Pero no pierde el tiempo, decide reunir a un equipo de mujeres para cometer un gran robo en el museo MET de NY. Como estamos ante un universo femenino parece que las mujeres sólo son idóneas para robar de lo que se supone que "más saben" que es joyas y diseño de moda, esto puede ser peyorativo si se lo Lee desde la teoría de género, de todas formas ésto es si uno "hila fino". . Sin embargo, el gran elenco coral resulta efectivo compuesto por la ya mencionada Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter, en otras. La actriz que más se destaca es Blanchett que demuestra una vez más que es adaptable a cualquier personaje. Es más que evidente que la elección de este elenco de mujeres empoderadas tiene que ver con el feminismo latente en los tiempos que corren (el cual celebro por supuesto). También pasó con la nueva versión de Cazafantasmas (2016) que pasó de un elenco masculino a cuatro mujeres en su nueva versión. CONCLUSION: es entretenida y dinámica, pero no muy inteligente ni profunda, nada súper original y quizás dependiendo del éxito o no, tenga su secuela.
Sola, fané y descangallada A todo el mundo le pasa que frente a la posibilidad de ver ciertos films, uno se maneja (como en tantas otras cosas de la vida) con prejuicios, tales como que la franquicia per se no es muy atrayente: lo mejor que puede decirse de las tres historias anteriores del carismático estafador Danny Ocean, dirigidas por Steven Soderbergh, es que están bien, aunque este discreto halago sea más mérito de la versatilidad de su elenco que de la maestría de su realización. Por otra parte, el nuevo nombre a cargo de esta última entrega de la saga puede causar ciertos escrúpulos: el escueto currículum de Gary Ross como director se perfila con una impronta de inestabilidad, de la digna Alma de héroes (2003) –sobre la leyenda de Seabiscuit– a la vacua Los juegos del hambre (2012). Sin embargo, en general, cuando los resquemores son infundados, tanto mayor es el placer al descubrir que la película a la que tan reacio se asiste sorprende con su ingenio, su hechura y su belleza. Este no es, sin lugar a dudas, el caso de Ocean’s 8: Las estafadoras. Esta nueva secuela de La gran estafa (Ocean’s Eleven) no solo confirma cualquier prejuicio acarreado a la sala de cine, sino también los profundiza y, de paso, le da un nuevo significado al concepto de insustancial. Del esquematismo hollywoodense y de su inclinación a esas fórmulas de guion de ya probada eficacia mucho se ha hablado. De su propensión, en más de una ocasión, a la estereotipia, el clisé y la ingenuidad, también. ¿Es que hoy alguien puede creer que porque se reemplaza todo un reparto masculino por uno femenino se está tomando una postura política comprometida o se está diciendo algo sobre el feminismo o el rol de la mujer en una sociedad contemporánea que aún ostenta un machismo anacrónico? Uno puede más bien sospechar (otro prejuicio devenido juicio) que se está siendo políticamente correcto y de la manera más burda. Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana del protagonista anterior –papel interpretado por George Clooney–, tras salir en libertad luego de cinco años presa por una estafa con obras de arte pergeñada por su –en aquel momento– novio galerista y de la cual ella fue copartícipe (a pesar de que la narración intente ubicarla en el lugar de la víctima: que no haya delatado a su secuaz no la hace menos culpable), contacta a su antigua compañera de fechorías, Lou (Cate Blanchett), para poner en funcionamiento un nuevo y grandilocuente atraco. El botín será un especialísimo collar de diamantes que la casa Cartier guarda en una bóveda infranqueable (mujeres robando joyas, ¿really?) y que solo saldrá a la luz cuando una famosa actriz (Anne Hathaway) lo luzca en la súper exclusiva gala anual del Metropolitan Museum de Nueva York. Un golpe de tal envergadura necesita un equipo de especialistas: una hacker todo terreno (Rihanna); una afinada carterista (Akwafina); una diseñadora de alta costura con problemas financieros (una Helena Bonham Carter pletórica de mohines vetustos); una especialista en piedras preciosas (Mindy Kaling); y una –no queda claro su especialidad– vieja cómplice de felonías (Sarah Paulson). Entonces, si se contabiliza siete criminales y si se tiene en mente el ocho del título de la película, hasta el menos avezado de los espectadores puede concluir cuál será una de las vueltas de tuerca finales de un relato que maneja un nivel de sofisticación rayano en la inexistencia. En este sentido, por ejemplo, en la postproducción al parecer decidieron que cuando una escena perdía ritmo introducirían una canción como para reaprehender el interés del espectador, lo que resultó en una banda sonora tan constante como intrusiva, que desvirtúa la importancia de la música, niega la necesidad del silencio y opera por iteración y pleonasmos fallidos. La película hace gala de un guion tísico que apela a las arbitrariedades no como un recurso del lenguaje posmoderno sino como una falencia constitutiva de su deshilachada confección. La cita, por otra parte, injustificada, sobre la irrupción del street artist Banksy en el Met es una clara muestra de esta tendencia. El descangallo imperante de una trama fané, en las que unas hábiles estafadoras planean un robo buscando ideas en la revista Vogue (mujeres mirando revistas de mujeres, ¿really?) se ve intensificado por una puesta cinematográfica que nada le agrega y que, en todo caso, resta con su falta de pericia para sostener el entretenimiento, para afinar la cohesión de las escenas o para aprovechar los momentos lúdicos. En medio de semejante desmadre, la constelación de estrellas protagónicas está sola, desamparada, y hace lo que puede con la nada que le han brindado. Ni siquiera se ha podido hacer una utilización eficaz de la aptitud para la comicidad que varias de las intérpretes poseen. Del talento de Blanchett, en particular, o de Hathaway apenas si se ve un chispazo; en cambio, la rigidez actual del rostro de Sandra Bullock parece haberse trasmutado a su actuación, carente de cualquier tipo de animación. Para colmo de males, toda la motivación de su personaje para cometer lo que en los términos de esta historia es el robo del siglo reside en tomar revancha de su antiguo novio y, de yapa, ganarse el respeto de Danny Ocean (ladrona se venga de amante y busca estar al mismo nivel que su hermano, ¿really?). Cuando el dinero importa más que las ideas, y las actrices son llamadas a brillar y no a actuar, el resultado es este: una estafa descuajeringada que sirve como flaca excusa para un desfile de celebridades de Hollywood, vestidas en haute couture, con cameos innecesarios y pueriles. Pura brillantina y glamur, cero cine. Además, ¿a quién le puede caer muy simpático que la víctima del robo sea un museo al que asisten cientos de personas diariamente? No resulta aventurado por todo ello cualquier prejuicio que se pueda tener sobre Ocean’s 8: Las estafadoras. De hecho, aquí se confirma algo ya sospechado: la estupidez y la superficialidad no es solo dominio de hombres.
En tiempos en donde el patriarcado está dejando su lugar a la mujer, a fuerza de marchas, gritos, reclamos y un inevitable espíritu de época inspirado en la sororidad y el poder femenino, las películas comienzan a transitar caminos anteriormente inimaginados. Sin entrar en detalles y mucho menos en utilizar el famoso test de Bechdel, son pocos los relatos protagonizados 100 por ciento por mujeres y que no caigan en lugares comunes y estereotipos. Para aquellos que no conocen este test, el mismo fue creado por la artista Alison Bechdel en su comic “Dykes to Watch Out For”, en donde uno de los personajes protagonistas manifiesta que para ver una película tiene que cumplir al menos tres requisitos. El primero de éstos es que aparezcan al menos dos personajes femeninos en la cinta, el segundo es que mantengan una conversación entre ambas en algún momento y el tercero es que en esa conversación no hablen sobre algún hombre. Con el correr de los años la prueba se fue utilizando para determinar la inequidad de género que predomina en la industria del entretenimiento, con algunas variantes como por ejemplo que los personajes femeninos que interactúan tengan nombre, o que hablen durante al menos dos minutos a lo largo de la película. Si se aplicara a “Ocean’s 8: Las Estafadoras” (2018) el resultado sería satisfactorio, porque si bien hay mujeres hablando sobre hombres, el resto de la película sus diálogos son sobre ellas mismas y sobre la gran estafa que van a cometer en la gala del Met. El cambio de paradigma comienza a repercutir en Hollywood, y una película como ésta, años atrás hubiese sido imposible de imaginar, y mucho menos con el elenco de figuras y estrellas consagradas que tiene como protagonistas. Y si bien la película está plagada de clichés y lugares comunes, y hasta el desarrollo de personajes con trazos gruesos, “Ocean’s 8: Las Estafadoras” viene a aportar lo suyo al entretenimiento, mezclando dosis exactas de glamour, star system, nostalgia y mucha tensión. De premisas simples, todo comienza con la salida de la cárcel de Debbie Ocean (Sandra Bullock), quien tras las rejas imaginó un plan para poder quedarse con una de las joyas más caras del mundo, el Toussaint, durante un gran evento. Para poder llevar a cabo el robo se rodeará de las mejores especialistas, quienes aportarán no sólo su conocimiento, sino, principalmente, el trabajo en equipo necesario para poder, de alguna manera, conseguir el objetivo. Utilizando a una IT girl (Anne Hathaway) el las ocho mujeres que secundarán a Ocean (Bullock) dividirán las tareas para llegar a buen puerto el día de la gala, planificando y estudiando cada paso necesario. Cate Blanchett, Mindy Kaling, Sarah Paulson, Rihanna y Helena Bonham Carter son el resto de las mujeres que avanzarán en el plan, y que aportarán su carisma a un guion sólido, que refuerza la dirección de Gary Ross (“Los juegos del hambre”, “Amor a colores”) y que inevitablemente juega con clichés para reforzar momentos de humor, tensión y acción del largometraje.
La cuarta entrega de la saga iniciada por Steven Soderberg, "Ocean’s Eight: Las Estafadoras", de Gary Ross, es un propuesta que cumple con el entretenimiento que propone. En 2001, el estreno de La gran estafa, no solo produjo el tardío ingreso de Steven Soderberg al cine más comercial y pochoclero, significaba la unión de las máximas estrellas de Hollywood en ese momento, unidas en una sola película. ¿Síntomas de época? En ese equipo figuraba una sola mujer, Julia Roberts. Lo mismo sucedió con sus dos secuela, La nueva gran estafa que remplazaba a Roberts por Catherine Zeta Jones, y Ahora son trece con Ellen Barkin en el declive de la franquicia. Las épocas han cambiado, y en tiempos en los que se cuestiona el rol de la mujer en la sociedad, y más específicamente, la cuota de protagonismos femeninos en Hollywood, el relanzamiento de la saga se produce con "Ocean’s Eight: Las estafadoras", cuyo “gancho” es, lo mismo que las anteriores, pero con un todo elenco femenino. Hilando fino, quizás este no sea un elenco tan dream team como el de la primera trilogía (sobre todo el de la primer película), o por lo menos no se trata de las estrellas actuales en el punto más alto de su carrera; un detalle. El hilo conductor, y unión con la anterior historia es Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny, el personaje que George Clooney hizo en las películas anteriores - que igual puede verse como una película individual - . Debbie lleva tan en la sangre el oficio de estafadora como su hermano, al que, de algún modo, rinde pleitesía. Son los genes de la familia. Ella sale de prisión, con sed de venganza por una ex pareja, y con deseos de llevar a cabo sin tardarse demasiado una gran estafa que estuvo planeando desde el primer momento que ingresó a prisión. En el subsuelo del Museo de Arte Metropolitano (Met) de Nueva York, se encuentra un famoso collar Cartier perteneciente a Elizabeth Taylor. Por supuesto, una joya que no sale a la luz en cualquier ocasión. Pero la gran gala anual del Met no es cualquier ocasión. Debbie desea hacerse de esa joya, y para eso, tiene todo planeado. Solo necesita del equipo ideal, de siete integrantes (ella incluida), y no quiere hombres. La primera en ingresar es Lou (Cate Blanchett), la regenteadora de un boliche tan de mala muerte como para rebajar hasta el límite el vodka con agua, ex compañera de prisión, y de fechorías, con Debbie. Entre ambas se encargan de reclutar al resto, sobre todo Debbie, que parece conocer a todos en ese ámbito: Amita (Mindy Kaling, más divertida y más centrada que Un viaje en el tiempo) falsificadora de joyas express; Bola nueve o Nine Ball (Rihanna, más desenvuelta que en Battleship y Valerian) una habilidosa hacker; Constance (Awkwafina) una ladronzuela rápida con las manos; y Tammy (Sarah Paulson) una ama de casa contrabandista ¿retirada? y también ex compañera de Debbie. La séptima integrante es una pieza clave del plan. La idea, es hacer que la super modelo Daphne Kluger (Anne Hathaway), quien no parece poseer todas las luces, utilice el collar durante la gala, y robarlo de su longitudinario cuello. Para eso, necesitan que alguien le aconseje a Daphne usar el collar, ese alguien será la estrafalaria diseñadora de moda caída en desgracia y deudas Rose Weil, y si decimos estrafalaria pensamos en Helena Bonham Carter (y eso que acá está más medida que en otras ocasiones). Ocean’s Eight: Las estafadoras no es más que eso, el planeo y llevada a cabo de este robo a gran escala, y no necesita de más. Cuenta con todos los ingredientes necesarios y que se esperan. Sí, durante la gala verán desfilar a un montón de celebrities (más que nada del mundo de la moda) interpretándose a sí mismas. Gary Ross es un director modesto, quizás no tenga la chapa Soderberg, pero sin sobresalir, cumple, más para este tipo de propuestas que ya salen pre horneadas desde la producción de un gran estudio. Teniendo en cuenta que Soderberg hizo Logan’s Lucky emulando su saga de Ocean’s, Ross sale ganando en la comparación, menos pretenciosa, más efectiva. Igual, Pleasentville sigue siendo su mejor y más inspirada película. El elenco es variado, y hasta se encarga de ser multi racial con morochas, rubias, estadounidenses, europeas, una hindú, una afroamericana, y una asiática (muchachos, me faltó la latina). Lógicamente, ellas son el mayor atractivo. El feminismo en el film no es muy marcado, pero se hace notar en los roles que asumen. Ya lo comparamos con las Oceans originales (ni hablar de la original original de los ’60 con Angie Dickinson como único rol femenino muy secundario); si lo comparamos con otro film de ladronas como "Las estafadoras" (con Sigourney Weaver y Jennifer Love Hewitt como madre e hija amantes cazafortunas), de 2002, las posturas son bien diferentes positivamente. No es ninguna novedad que Sandra Bullock ya no es la pope de las comedias románticas de hace unos cuantos años, pero se divierte, y nos hace divertir, es la indicada para este tipo de películas. Lo dije, Helena Bonham Carter está más medida que en otras películas, de todos modos, le alcanza con dos o tres gestos y miradas para demostrar que es ella, y destacarse con su forma de ser. Sarah Paulson es quizás la más perjudicada, se ha probado con más libertad en comedias como Abajo el amor. Aquí no cuenta con la cantidad de escenas individuales para su lucimiento. De todos modos es una correcta actriz en comedia. Cate Blanchett es el elemento extraño, una actriz de fuste, más ligada al drama ¿Su fórmula? Tomárselo en joda, y le sale bien, no se luce por sobre sus compañeras, pero se diferencia por su presencia, y en cada escena en que aparece, las miradas se posan sobre ella. Por lo menos no está tan afectada como en "Thor Ragnarok". El trío restante del team de estafadores es claramente roles secundarios, cumplidores en lo suyo. Anne Hathaway, (la que cierra el eight del título), cuenta con un rol de menor a mayor importancia a medida que avanza el relato, y por lo tanto también su lucimiento. Lo sabido, es un gran comediante llena de carisma y gracia. "Ocean’s Eight: Las estafadoras" no será recordada como una gran película, tampoco se lo propone, es un entretenimiento, con estafas no muy verosímiles (esto no es Nueve Reinas), pero que entretiene de principio a fin. En definitiva, lo que muy probablemente el público fue a buscar.
Ya muy lejos del ratpack la saga Ocean’s se adentra en una nueva serie protagonizada por un -casi- integro elenco de grandes actrices: Sandra Bullock, Cate Blanchett, Rihanna, Anne Hathaway, Helena Boham Carter, Mindy Kaling, Sarah Paulson y Awkwafina, estan listas para realizar un nuevo robo. Ocean’s 8 es simple comparada a sus entregas previas, hay un plan y hay un equipo pero la nueva película de Gary Ross (Seabiscuit, Free State of Jones) se concentra, y tal vez demasiado, en el ofrecer un panorama extenso del objetivo. Esto es un gran punto en contra ya que la saga Ocean’s posee el encanto de mostrar un ambiente de lujo y empapar al espectador en él. Esta nueva película quita de lado el encanto del planeamiento y su ambiente – lamentablemente también el desarrollo de personajes – para ofrecer un espectáculo que se basa solo en “el motivo del robo”. Ocean’s 8 es pura y exclusivamente personal y no logra sorprender en ningún momento. Entre el enorme talento de su elenco, la película carece de química actoral, esa camaradería que vimos en las anteriores películas, aquí es inexistente. A pesar de la indudable experiencia de estas divas del séptimo arte, la película funciona como una seguidilla de monólogos que no logran interconectarse – casi – en ningún momento. Se destacan Bullock, Blanchett y en una escena particular Hathaway, pero el resto simplemente no está en sintonía con el plan pactado. El colmo: el personaje de Sarah Paulson no logra definir su especialización y en la película la tenemos como un simple “haz lo tuyo Paulson!”. Con un ritmo sorprendentemente desfasado para el género Ocean’s 8 opera como un nuevo intento de renovación. Es interesante ver a estas grandes actrices compartiendo en pantalla y es todavía más interesante el cuestionamiento sobre la eficacia de este nuevo grupo; afortunadamente la calidad total del film no consigue decepcionar del todo y sin dudas se agradece el intento, pero las piezas de este nuevo juego cinematográfico no encajan del todo y la experiencia no logra llegar al nivel que se prometía, o al menos, que intentaba distinguir. ¿Innecesaria?- No. ¿Una perdida de tiempo?-Tampoco; es más, las posibilidades que ofrece a futuro esta spinoff son muchas y si se instala en buenas manos, tal vez en algún futuro nos encontremos con Ocean’s 21… Valoración: Buena.
El collar más preciado “Ocean’s 8: Las Estafadoras” (Ocean’s 8, 2018) es una comedia que funciona como spin-off de la trilogía Ocean’s (2001, 2004 y 2007), dirigida por Steven Soderbergh (ahora pasa a estar a cargo de la producción). Gary Ross se ocupó de la dirección y co-escritura del guión. El reparto incluye a Sandra Bullock, Anne Hathaway, Mindy Kaling, Cate Blanchett, Helena Bonham Carter, Sarah Paulson, Rihanna, Awkwafina, Richard Armitage y James Corden. También hay apariciones de Dakota Fanning, Katie Holmes, Kim Kardashian, Anna Wintour, entre otras. Luego de pasar cinco años en la cárcel, Debbie (Sandra Bullock) se reúne con su amiga Lou (Cate Blanchett) y, como robar está en su sangre por ser hermana de Danny Ocean, le cuenta su próximo plan; éste consiste en juntar a un grupo de mujeres con diversas habilidades para asistir a la Met Gala, evento fashionista que se realiza cada año en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Debbie sabe que la celebridad Daphne Kluger (Anne Hathaway) estará presente ese día, por lo que su primer objetivo será que la famosa utilice un collar de marca Cartier valuado en millones de dólares que se encuentra protegido dentro de una bóveda. El desafío será sacárselo de su cuello sin que nadie se dé cuenta y las acuse. ¿Podrán lograrlo? Estamos ante un film que sólo leyendo qué actrices lo integran dan ganas de verlo. Hay varias similitudes entre Debbie y Danny Ocean (interpretado por George Clooney en la trilogía), sin embargo el escenario en el que se da el robo es totalmente distinto y eso hace que la película sea muy atractiva. Aquí el foco está puesto en una de las galas yankees más exclusivas, por lo que las joyas, maquillajes y vestidos debían estar a la altura. El director logra transmitir esa noción de glamour al espectador, a la vez que nos brinda un relato de lo más entretenido. Con respecto al reparto, todas funcionan muy bien aunque al ser varias no se pueda profundizar demasiado. Anne Hathaway se destaca al encarnar a una mujer muy superficial, Helena Bonham Carter fue la elección ideal para dar vida a una diseñadora de moda y Rihanna sale bien parada teniendo en cuenta que su carrera actoral no es muy extensa. No obstante a medida que pasan los minutos las estafadoras siguen siendo siete, por lo que se vuelve demasiado previsible quién será la octava. Como en las Ocean’s anteriores, los métodos que se utilizan para llevar a cabo el hurto no requieren de mucho razonamiento para llegar a la conclusión de que “esto sólo puede pasar en una película”. ¿Es esto una desventaja en el spin-off? Para nada, ya que uno nunca pierde el interés por el plan a llevarse a cabo; aparte de que las complicaciones que van apareciendo (y deben ser resueltas con rapidez antes de la gala) aportan mucho dinamismo a la historia. “Ocean’s 8: Las Estafadoras” tiene sus mejores escenas dentro del museo artístico, cuando ya es hora de que el proyecto pase a transformarse en las respectivas acciones de sus protagonistas para obtener el preciado collar. Tan ingeniosa como sencilla en su contenido, te hará divertirte y pasar un agradable tiempo en el cine lleno de poder femenino.
Ahora las chicas Ocean's 8: Las estafadoras (Ocean’s 8-2018) es una nueva versión de lo que fue La gran estafa (Ocean's Eleven-2001). La particularidad está en que ahora el elenco protagonista está conformado solo por mujeres. Un equipo de estafadoras de lujo se propone una ambiciosa y arriesgada misión: robar una joya multimillonaria. En cuanto al argumento no hay mucho más que decir, es una aventura que está al nivel de sus antecesoras, que entretiene mientras no se le exija demasiado verosímil ni genialidad. Muy funcional a esas salidas en grupo en un plan híper relajado en el que se le perdona todo a la película en cuestión. Una de las motivaciones más grandes para verla es el casting de estrellas: Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Mindy Kaling, Sarah Paulson, Rihanna y Helena Bonham Carter, que están siempre regias y que el público disfruta el solo hecho de verlas porque las adora desde antes. Además todas tienen papeles con mucho estilo, por lo que verdaderamente no hay ningún prestigio en juego por el que preocuparse. Si había un miedo generalizado era que aprovecharan para intentar colgarse de las luchas de género con bajadas de línea berretas y tiradas de los pelos. Sin embargo uno de los mejores aciertos de la película es justamente que presenta nuevas protagonistas de una historia sin regodearse del hecho. En sí misma la propuesta de un grupo de mujeres estafadoras ya las pone en un lugar de protagonismo y poder sobre el que no hace falta agregar nada más, sería redundante. Por suerte, entendieron y lo manejaron con mucho acierto. Ocean's 8: Las estafadoras no tiene demasiadas luces y a medida que se reflexiona se descubren los mil y un baches, pero un poco forma parte de la gracia de estas películas. Por último, ya existen La gran estafa (Ocean’s Eleven), La nueva gran estafa (Ocean's Twelve, 2004) y Ocean's Thirteen (2007)… Con Ocean's 8: Las estafadoras (Ocean’s 8) quedan dos baches en el medio… ¿Será una trilogía y vendrán Ocean’s9 y Ocean’s10 con este nuevo elenco?
Ocho diosas dan todo por una joya El film trata sobre Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana del personaje de George Clooney en la saga de estas películas. Su único objetivo es robar junto a sus cómplices una joya de diamantes valuada en 150 millones de dólares Al salir de la cárcel tras cinco años de encierro, Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny (George Clooney, en la saga de estas películas de atraco), sale con una sola idea en la cabeza. Si bien para obtener la libertad por buen comportamiento alega que quiere una “vida simple”, está lejos de llevarlo a cabo. Debbie planeó, durante su tiempo a la sombra, el robo de una joya de diamantes valuada en 150 millones de dólares, perteneciente a la famosa marca Cartier. Súper elenco femenino en "Ocean's 8" Para ello, primero contacta a Lou Miller (Cate Blanchett). Para la logística, necesitan a varios cómplices más, pues lo más complejo es hacer que la gargantilla que desean salga de la bóveda subterránea en la que está guardada. La idea, entonces, será lograr que la actriz de fama mundial Daphne Kluger (Anne Hathaway) use la joya en la famosa Met Gala, que reúne a los más reconocidos artistas, deportistas y filántropos de Estados Unidos. Para ello, contactarán a Rose Weil (Helena Bonham Carter), una diseñadora a punto de irse a la quiebra, que no duda en ayudarlas y manipulando la situación, logra transformarse en la modista de Kluger. Una hacker ( Rihanna), una carterista profesional (Awkwafina), una experta en joyas (Mindy Kaling) y una ladrona de camiones (Sarah Paulson) también serán parte imprescindible del grupo femenino que participe de este proyecto delictivo. Más allá de ser catalogada como una película de “robo” o “atraco”, lo que sobresale en el filme dirigido por Gary Ross, es su intención cómica, aunque en muchos casos los gags no terminan siendo lo suficientemente divertidos. Súper elenco femenino en "Ocean's 8" Además, más allá de que es interesante que el elenco protagónico sea netamente femenino (Bullock alienta antes del robo diciéndoles que en algún lugar hay una nena que de grande querría ser criminal, y que deben hacer todo bien para servirle como ejemplo), el hecho de que el robo sea de una joya y todo esté ligado a la moda, le otorga un tufo heternormativo que parece querer sesgar la audiencia. Evidencia de esto, es que hace poco hubo una avant premiere del filme promocionada por marcas de ropa y a la que asistieron personalidades e influencers de ese universo “fashion”, como si lo femenino siempre debiera estar ligado a esa forma de ver el mundo. Desgraciadamente, esos rasgos son fuertes dentro de la película (obligadamente muestran los vestidos de las actrices en extendidos planos) y corren la atención de lo importante. Dicho esto, el filme es entretenido todo el tiempo, aunque carece de la complejidad en el operativo que supieron tener las tres películas estrenadas en la década pasada. Incluso, los obstáculos que se presentan ni siquiera son alarmantes, lo que suprime la tensión y la posibilidad de un plot twist, imprescindibles para este tipo de películas. También se extraña la presencia de un villano, una cara visible a la cual odiar para empatizar con las figuras en contraposición. Esto determina que la armonía funcione tan aceitada en la narrativa, que no tracciona con ningún elemento en contra, incluso cuando las coartadas parecen caerse a pedazos.
Otra secuela. Otra más. Empezando por el concepto básico de caer en la inevitable repetición se debe pensar muy bien el tema de las secuelas antes de hacerlas, aun cuando la intención primaria sea la de hacer dinero fácil. Es cierto que en Hollywood todo parte de una premisa dictada por la boletería, y en este aspecto la decisión de seguir adelante con las continuaciones de productos exitosos debería ser, al menos, honesta con su público. Además, claramente no es lo mismo la saga de Harry Potter, taquillera por donde se la mire pero a su vez basada en siete libros respaldando su continuidad; que las 6 “Locademia de policía”, también taquilleras pero basadas sólo en la recaudación y malos libretos que nunca justificaron su continuidad. “Ocean’s 8: Las estafadoras” se inscribe en este segundo grupo. Ya en la segunda no había más nada para contar de los personajes involucrados en robos hiper, profesionales con el gancho de un elenco multiestelar, y sin embargo se llegó a una tercera. La necesidad de una cuarta es todavía menos justificada desde su contenido, pero coincidente con la conformación de un súper elenco. Claro, en tiempos de reivindicación de los derechos de la mujer las campañas #Me Too, #Ni Una Menos, y el final del discurso de Frances McDormand en la última entrega de los Oscars (en el cual reclamaba garantía de inclusión femenina en los proyectos), el hecho de contar con una banda de estafadores integrada únicamente por mujeres hace sonar todo muy oportuno y a la vez oportunista y forzado. Siguiendo los pasos del difunto Danny Ocean (George Clooney) su amada Debbie (Sandra Bullock) acaba de salir de prisión pero, no obstante, decide llevar a cabo uno de esos imposibles robos de joyas. En particular un famoso collar de Cartier que, obviamente, puso mucha plata como sponsor. Así nacerá la banda integrada por las actrices Cate Blanchett, Anne Hathaway, Mindy Kaling, Sarah Paulson, Awkwafina, Rihanna y Helena Bonham Carter. Por supuesto estará el momento del reclutamiento, la planificación, y la cuenta regresiva hasta el día del robo. Justamente las películas de este estilo, que suelen estar cortadas por la misma tijera, apuntan a lo mismo: captar la atención y la empatía del espectador por los ladrones. Es decir, nos enamoramos de los delincuentes. Hay algo entre la picardía y lo romántico provocado por esas personalidades que deciden ir contra el sistema, y que siempre resulta seductor a partir del magnetismo del elenco, el ritmo narrativo y los elementos de la comedia dosificados con la tensión misma que genera la ejecución del golpe. Salvo esto último, el guión de Gary Ross nunca logra nada de lo anterior. Es extraño viniendo del hombre que escribió “Quisiera ser grande” (Penny Marshall, 1988), o la gran”Alma de héroes” ,que también dirigió en 2003. Por el lado del elenco no hace falta resaltar el talento de todas, y sin embargo solamente Awkwafina parece haber entendido el código e intenta algo diferente del resto que cae en una letanía alarmante. Una actitud hasta displicente que resalta la gran diferencia entre ser y hacerse el canchero. Tal vez por eso la música de la banda de sonido (en el mismo tenor de las anteriores) se escucha exageradamente resaltada, como si nos avisara del estado de ánimo con el cual tenemos que abordar la siguiente escena. Ahora bien, supongamos que uno estuvo en un mal día y todos estos conceptos sean muy subjetivos; lo innegable del libreto es la ausencia de conflicto. Hay apenas un esbozo del mismo, un anuncio que se evidencia pero nunca se desarrolla: el deseo de venganza que subyace detrás de este plan, sin embargo, el director no planta elementos psíquicos ni morales que se ofrezcan siquiera como contradicciones para poner a los personajes principales en una disyuntiva y así, “Ocean’s 8…” termina siendo la historia de un afano de joyas en cuyo desarrollo sucedieron un par de cosas, que casi casi salen mal. Como secuela es intrascendente al no lograr una verdadera conexión con el universo planteado en las tres anteriores, y como producto es un estereotipo. De lujo si se quiere, pero estereotipo al fin. Hay algunas pinceladas de humor entregadas por virtud de las actrices, y tal vez un par de micro escenas bien logradas, además de despliegue escénico, pero sólo eso. Aburre este estreno. No hay nada peor para un cine que está pensado para entretener.
Algún día habrá que hacer la historia de películas como Ocean’s 8, que parecen tenerlo todo y sin embargo no pasan de ser objetos grises e insípidos, casi como si no existieran. El punto de partida promete mucho: actrices de primera línea todas juntas jugando a ser ladronas de alta gama en un caper film; el guion invierte lo necesario en comedia, incertidumbre y algunos giros narrativos, como para amenizar el asunto y que haya un poco de todo. El relato no para ni un segundo: salta de un personaje a otro, los sigue a lo largo de toda clase de preparativos y puestas a punto del robo. El golpe, previsiblemente, es un oasis de acción: puro movimiento, gente que va de un lado para el otro siguiendo una coreografía secreta que se nos revela con cada nuevo paso y cada nuevo peligro. Nada podía salir mal, ahí estaba el género con sus leyes y su eficacia, solo había que ejecutar con un poco de empeño la fórmula y todo listo. El director Gary Ross parece cumplir con todos los requisitos del caper con cierta pericia, pero algo falla. El humor, por ejemplo, que no funciona la mayor parte del tiempo, además de la relación entre las mujeres, que aparece desbalanceada (hay personajes de los que no se sabe nada y que deambulan por la historia apenas como proveedores de gags rápidos). El comienzo se vuelve interminable y solo resulta tolerable gracias a los intercambios entre Sandra Bullock y Cate Blanchett, que brillan cuando se juntan. La secuencia del robo está bien, es como si el género aportara por default el ritmo del que Ross carece, pero después sobreviene una investigación que tal vez sea la decisión más anticlimática que se haya visto en años (aunque ahí, hay que decirlo, aparece el detective que hace James Corden que consigue él solo todos los chistes que a la película entera no le habían salido hasta ese momento). En el final, el guion dispone dos vueltas de tuerca seguidas imposibles: una resignifica por completo a uno de los personajes más ambiguos (y, por eso mismo, más interesantes), y la otra es totalmente gratuita, un agregado narrativo que se emparcha sin mucha delicadeza y que prolonga por unos minutos más la tensión del golpe cuando todo ya se había resuelto. ¿A qué clase de cine pertenece Ocean’s 8, entonces? No es de las películas que carecen de recursos, ni de las que desconocen las reglas de los géneros (o que intentan subvertirlas), ni de las que tratan de inventar una cosa nueva y les sale mal. No, es una película distinta, por ahí más difícil de nombrar: un cine del esfuerzo mínimo, de la premisa elemental (“vean: un caper con mujeres”), sin ambición, del que no puede decirse que fracase porque para fracasar hay que arriesgar algo.
Ladronas de medio pelo El guión de Ocean’s 8: Las estafadoras no está a la altura de un elenco impresionante de actrices extraordinarias y carismáticas. Es cierto que uno lo dice con el diario del lunes, pero da la sensación de que la continuación natural de la franquicia de La gran estafa era esta: una versión protagonizada por un elenco solo de mujeres. No era tan evidente cuando hicieron lo mismo hace dos años con Cazafantasmas y es de esperar también que Ocean’s 8: Las estafadoras tenga una recepción mejor por dos motivos: La gran estafa no forma parte del acervo de nostalgia que los fans vieron mancillado con la nueva Cazafantasmas, y la valoración del rol de las mujeres en el cine cambió exponencialmente en estos dos años que separan una película de la otra. Pero es injusto: la película de Paul Feig era muy buena y no tenía nada que envidiarle a la original de Ivan Reitman; Las estafadoras, en cambio, está lejos de aquella extraordinaria película de Steven Soderbergh. No es que esté tan mal tampoco. Soderbegh –que acá solo produce y delegó la dirección en Gary Ross, un tipo que no es ningún improvisado: fue responsable de la primera Los juegos del hambre y de la extraordinaria Alma de héroes– hizo lo que se esperaba para una película como esta: juntó un elenco de estrellas y las largó a la cancha. Pensemos que así comenzó todo: La gran estafa era una remake de Once a la medianoche, una película de 1960 protagonizada por Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis, Jr. y Peter Lawford, cuatro actores y amigos en la vida real que conformaban el célebre Rat Pack. La única virtud de esa película, una de las últimas dirigida por Lewis Milestone, era esa: ver al Rat Pack robando los mismos casinos en los que cantaban y en los que perseguían meseras en la vida real. Para La gran estafa, Soderbergh consiguió a George Clooney, Brad Pitt y Matt Damon. Y en Las estafadoras no se quedó atrás y hasta quizás se haya superado: Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter, Sarah Paulson, Mindy Kaling y hasta Rihanna. El problema es que cualquiera que haya visto con atención La gran estafa, sobre todo comparándola con Once a la medianoche e incluso con sus dos secuelas, se da cuenta de que su gran virtud no está en el elenco, de que no se trata de juntar un elenco de estrellas y largarlas a la cancha. Por supuesto que ese es el corazón de la franquicia, que resulta un punto de partida encantador y ganchero, y que es fundamental. Pero lo verdaderamente bueno de La gran estafa está en otro lado, en lo más importante de todo, en el centro de la película: la estafa. A la manera de las películas de Jean-Pierre Melville (en especial Bob le flambeur y El círculo rojo), La gran estafa se detenía en los detalles del robo, dosificaba la información, y al final nos hacía admirar a esos once tipos ingeniosos e inteligentes que habían logrado algo que parecía imposible, y lo habían hecho a la perfección. Esa es la parte que falla en Las estafadoras. El cambio de robar plata de un casino a robar un collar de la Gala del Met es una gran idea que tenía el potencial de, por un lado, poner en marcha el costado Jean-Pierre Melville del asunto, y por el otro, jugar con humor con todo lo femenino. El plan para robar el collar resulta bastante inverosímil y facilista, repleto de agujeros (¿unos lentes que transmiten por wifi la arquitectura exacta de la joya?, ¿una máquina que fabrica una réplica exacta tipo impresora 3D?, ¿unos guardias que no entran al baño junto con la joya porque es de mujeres?, vamos), y todo el humor y la ironía que uno podía esperar se diluyen en un par de comentarios al pasar. El cameo de Anna Wintour, por más simpático que sea, es el adorno que acentúa la fealdad del adornado. A pesar de todo esto, cerca del final hay una vuelta de tuerca atractiva que ubica a Anne Hathaway en el lugar de la gran estrella de la película y que me hizo salir del cine con una sonrisa. Las estafadoras pierde en comparación con La gran estafa (no así con sus dos secuelas y mucho menos con la original de 1960) pero no es por culpa de las actrices, que merecían poder protagonizar un robo como Dios manda.
¡CHORRA! VOS, TÚ VIEJA Y TU PAPÁ ¿Cuántas chicas se necesitan para robar 150 millones? Los vientos de cambio hollywoodenses abogan por espacios de trabajo inclusivos, igualitarios y seguros. Movimientos como el #MeeToo y Time’s Up comenzaron dentro de la industria del entretenimiento, pero pronto se expandieron hacia otros ámbitos con la esperanza de que las mujeres empiecen a recibir el respeto, el trato y el lugar que se merecen. Una de las consecuencias más inmediatas de estos cambios (más allá de las valientes denuncias por acoso sexual), fue la proliferación de representantes femeninas, tanto delante como detrás de las cámaras. Las historias también dieron un vuelco, y aunque siempre tuvimos heroínas de todos colores y tamaños, los géneros cinematográficos dejaron de ser exclusivos con la única intención de que todxs se sientan representados. Claro que “Mad Max: Furia en el Camino” (Mad Max: Fury Road, 2015), “Cazafantasmas” (Ghostbusters, 2016) y “Los Últimos Jedi” (The Last Jedi” (2017) tienen sus buenos detractores. Podrán poner las excusas que quieran pero, en el fondo, se entienden los verdaderos motivos. Los mismos que menosprecian una película como “Mujer Maravilla” (Wonder Woman, 2017), sin dudas, lo mejor que nos dio el universo extendido de DC y el género superheroico de los últimos años, y los mismos que se van a poner en contra de “Ocean’s 8: Las Estafadoras” (Ocean’s 8, 2018), una nueva “feminización” de un clásico 100% masculino. Sí, salimos con los tapones de punta porque ya nos imaginamos ciertos argumentos, pero lo cierto es que vamos a juzgar esta historia por lo que realmente es: una película de atracos con un elenco integrado totalmente por mujeres, porque las chicas también quieren (y pueden) divertirse. En el año 2001, Steven Soderbergh reversionó “La Gran Estafa” (Ocean's Eleven), aquel clásico del Rat Pack, ahora encabezado por George Clooney, Brad Pitt y Matt Damon. Después de tres entregas que fueron perdiendo brillo y calidad, el director se hace a un lado y deja que Gary Ross -responsable de “Los Juegos del Hambre” (The Hunger Games, 2012), entre otras cosas- le dé una nueva vuelta de tuerca a esta historia, adaptándola un poquito más a los tiempos que corren. ¿Por qué no? Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny (Clooney), pasó una pequeña estadía en prisión aparentando “rehabilitarse”, aunque, en realidad, estuvo invirtiendo cada minuto de encierro planeando el robo del siglo, y un poquito de venganza contra Claude Becker (Richard Armitage), el gil que la traicionó y la puso tras las rejas. Una vez en libertad, Deb no pierde sus malos hábitos y ni un sólo segundo, y contacta a su vieja amiga y compañera de andanzas, Lou (Cate Blanchett), para poner en marcha sus planes. La idea: robar un collar Cartier valuado en 150 millones de dólares, una joya de tres kilogramos que hace rato no ve la luz, pero que van a intentar sustraerla en medio de la celebrada Gala del Museo Metropolitano de Arte (MET), esa plagada de estrellas, que se lleva a cabo cada año en la ciudad de Nueva York, durante la primera semana de mayo. No hay mejor escenario para que el glamour, la femineidad y los atracos se den cita. Debbie y Lou sólo deben encontrar al mejor equipo y un objetivo capaz de lucir dicha joya. La elegida es Daphne Kluger (Anne Hathaway), famosa actriz que será la cara más visible del evento. Para convencerla de llevar el Cartier está Rose Weil (Helena Bonham Carter), diseñadora caída en desgracia que acepta unirse al grupo ya que tiene demasiadas deudas. Con Kluger como objetivo, sólo falta el resto de las chicas: Nine Ball (Rihanna), la hacker capaz de juguetear con las cámaras y la seguridad del museo; Tammy (Sarah Paulson), ama de casa con un gran talento para los robos masivos; Amita (Mindy Kaling), la experta en diamantes que hará “desaparecer” esta gran joya; y Constance (Awkwafina), una joven skater y ladrona de guante blanco. Todo lo que queda es un plan minucioso que debe cumplirse al pie de la letra, algún que otro contratiempo y la necesidad de matar dos pájaros de un tiro, ganando millones y evitando la cárcel en el camino. Ross va a lo seguro y sigue la línea de Soderbergh: una historia canchera y entretenida que se posa sobre los hombros de un gran elenco y sus personalidades bien definidas. Cada una tiene su rol y su intervención en el atraco, y más allá de que Bullock y Blanchett se pongan a la cabeza, “Ocean’s 8: Las Estafadoras” se siente y se disfruta como un todo, donde el protagonismo se reparte como los millones del botín: por partes iguales. No hay un humor forzado, no hay necesidad de hablar del pasado (o la familia) o entuertos amorosos. Sí, hay un poquito de resentimiento por parte de Debbie, pero los “negocios” están por encima de todas las cosas. El guión de Ross y Olivia Milch no se preocupa por cuestiones morales. Las chicas no les roban a los pobres, y al igual que sus homónimos masculinos, se la agarran con gente platuda muy bien asegurada. Lo divertido es ver la planeación, los pormenores del atraco y si hay triunfo al final. Lamentablemente, los realizadores no corren ningún riesgo y todo se siente demasiado seguro y triunfalista para nuestro dream team. A “Ocean’s 8: Las Estafadoras” le falta ese condimento, esa necesidad de preocuparnos por las protagonistas y sus historias. No hace falta que nos cuenten su vida y obra, pero el robo termina siendo algo sumamente anecdótico y sin peso específico para la mayoría de las involucradas. Una excusa para esta “versión femenina” que se merece un poquito más de trasfondo. Ross filma con estilo, el elenco lo es todo y lo bueno es que la película no tiene la necesidad de justificar su “femineidad”. Es una historia, como cualquier otra, protagonizada por mujeres inteligentes y capaces que pueden llevar a cabo un robo impresionante sin perder el glamour o su identidad. Hay cameos, giros y conexiones con las películas anteriores, pero no las necesita para marcar su propio camino. Esta es una aventura independiente que mezcla la complicidad, la amistad y las metas personales, aunque carece de la profundidad que se merece. LO MEJOR: - Cumple con el objetivo de entregar una gran historia de atracos. - Queremos a este equipo para el Mundial (¿?). - Las chicas pueden protagonizar cualquier cosa. LO PEOR: - Lo anecdótico de su relato. - Que no se moleste en desarrollar a los personajes.
Este es un “spin-off” (es decir, un producto derivado) de la divertida y ligera trilogía de Steven Soderbergh La gran estafa. La protagonista es la hermana del personaje de George Clooney, interpretada por Sandra Bullock, y hay cameos de algunos de los personajes de la otra serie. Hay un robo complicadísimo, un equipo todo de chicas tras un botín fabuloso, y personajes que a uno le caen bien de entrada. Todo lo demás es una especie de oda al ingenio que se dibuja con placer ante los ojos del espectador. Lo que le da un toque especial a esta película es la dirección de Gary Ross. Ross ha realizado algunos films interesantísimos, entre ellos el bello Seabiscuit y la a veces demasiado declamativa Amor a colores (que también es bella de ver, dicho sea de paso). Sabe manejar muy bien a las actrices (lo demostró además en la primera -y mejor- Los juegos del hambre), y ejerce una notable sensibilidad para equilibrar el puro espectáculo de las personas en movimiento -hay que ver cómo se mueven Blanchett y Bullock, por ejemplo- con la capacidad de pintar personajes con lo mínimo, separándolos de la pura superficie. El resto es un grupo de comediantes que se divierte mucho con lo que hace y quiere compartirlo. Hay pocas ocasiones de ver un divertimento alejado de la crispación o la intensidad a reglamento como este, un puro juego que contagia al espectador.
Entretenimiento dinámico y garantizado. Los más exigentes seguramente van a extrañar la creatividad, complicación y originalidad de los robos anteriores, ya que si hacemos comparaciones este es bastante sencillito, pero...
Crítica emitida por radio.