Tuvieron que pasar 33 años para que sepamos por que el Nostromo recibió una señal de auxilio desde la luna de ese planeta totalmente desconocido. AL PRINCIPIO Prometeo era el titan amigo de los Mortales (No, no era Martín Palermo), era honrado por nosotros porque se choreó el fuego de los dioses y nos lo presto para que juguemos un rato, el tema es que Zeus se entero y Prometeo fue castigado. UN VISIONARIO El primer guion de Alien se titulaba Bestia Estelar y lo había escrito un tipo que se llama Dan O’Bannon, al final lo termino reescribiendo Walter Hill y David Giler ya que la película casi no tenia acción. Vos te estarás preguntando porque te estoy contando esto, bueno, la cosa es que para esta precuela se tomaron elementos del guion de O’Bannon que fueron descartados, digamos que tan gil no era. TECNOLOGÍA Prometheus (no me gusta como suena en español), nos cuenta el viaje que hacen varios tripulantes a bordo de una nave privada, el viaje es de descubrimiento y observación, ya que dos de sus tripulantes, los científicos Charlie Holloway y Elizabeth Shaw, han descubierto lo que podría ser una invitación a conocer a nuestros creadores, lo que ellos no saben es que están llegando a un lugar donde nada es lo que esperaban. FANTASTIC BOYAGE La película la dirige el genial y nunca oxidado Riddley Scott, con guión de dos geeks como Jon Spaihts y Damon Lindelof (este ultimo mas recordado como uno de los creadores de Lost). Si vamos a dejar algo claro es esto, Prometheus es una clara precuela de Alien, punto, ustedes ya verán porque digo esto. El inicio de la película no tiene desperdicio, es absolutamente genial e impensado, últimamente me estaba pasando que el trailer me contaba la película y ya sabia exactamente que iba a ver, bueno este no es el caso, Scott hace los deberes muy bien y no permite que la ansiedad le gane para echar a perder un film de ciencia ficción como este. De parte del guión el film se construye de manera muy misteriosa, nos va adentrando a la trama con pequeñas cosas, vamos descubriendo este universo paralelamente con los personajes y ese es el punto mas alto de la película. Sin embargo algunos personajes están poco desarrollados y nos da la sensación de que no es necesario que formen parte de este universo. Inclusive hay una escena (no voy a decir cual) donde son tantos los echos graves que suceden que no nos da tiempo a digerir cada una de las cosas que acabamos de ver y así poder tomar verdadera conciencia de lo que estamos viviendo. Creo que este es el punto mas bajo de la película. Que podemos decir de la parte técnica, es verdaderamente excelente como cualquier película que vean de Sir Riddley Scott, al muchacho no le falta un plano para contar nada. La banda sonora es oscura desde el primer frame y solo aparece en momentos de verdadera necesidad, no es una película con música incidental, todo va de la mano con verdadera sincronía. Todas las actuaciones están adecuadas pero Michael Fassbender el robot de turno es el que se roba el film, el otro personaje alto en la historia es Charlize Theron la enviada de la corporación Weyland para controlar a estos nerds y obviamente sacar provecho de su descubrimiento. Aunque parezca descabellado la religión se pone detrás del personaje de Noomi Rapace que a pesar de ser una persona de ciencia la fe es lo que la mueve y esto funciona muy bien. CONCLUSIÓN Prometeo cumple considerablemente, tiene algunos puntos bajos que debido a tanta expectativa como suele suceder con películas así le resta bastante, igualmente quiero dejar en claro que es un film que tenemos que ver, hay muchas explicaciones que van a gustar. La verdad es una pena que no se estrene en IMAX en nuestro país, yo tuve la oportunidad de verla en 3D pero sinceramente es una de las cosas que se pueden obviar si quieren pagar un poco menos la entrada. Trato de hacer esta conclusión desde el lugar de fanático para tratar de no contarles mucho más. Vayan a ver Prometeo, eso si, no comas antes de entrar al cine.
En busca del Alien perdido Teniendo como único participante a cualquiera de los tantos nerds cinéfilos que fueron jóvenes en los '80, se podría hacer una prenda con la consigna “Sin repetir y sin soplar, similitudes y diferencias entre Alien y Prometeo, ¡ya!”. La lista es larga, y comienza, por supuesto, con obviedades como los nombres compartidos de Ridley Scott y Walter Hill (acá también como productor), la protagonista femenina, la nave espacial, el bicho inmundo que se mete por la boca y sale convertido en algo muchísimo peor, la pesadilla corporal y paranoica en asfixiantes pasillos intergalácticos... Después de años erráticos, con comedias románticas aceptables (que es sinónimo de aburrido) como Un buen año, con Rusell Crowe, y versiones malísimas de Robin Hood, también con Rusell Crowe -y algún Gladiador en el medio, con... bueno, ¡ya!- Ridley Scott vuelve a hacer algo que valga la pena mirar. Aunque sea porque moleste. Porque, para los fanáticos irredentos de la primera o primeras Alien, Prometeo puede ser una ofensa indigerible, a menos que recuerden que en el medio pasaron 33 años y unas cuantas cosas más. Del olor industrial, no sólo de Alien sino de buena parte del cine de la bisagra '70s-'80s, no queda mucho, y menos todavía quedan chicas rudas y fibrosas como Sigourney Weaver, Linda Hamilton o Brigitte Nielsen, que uno siempre podía imaginar levantando pesas en musculosa en una fábrica abandonada, brillosas de sudor. La protagonista de Prometeo (Noomi Rapace, la chica de la saga Millennium en la versión original sueca) es una científica no muy alta y con un aire aniñado en el flequillo pelirrojo que, antes que ser una heroína de acción, se define por un rasgo más acorde con la sensibilidad de la época: es la que cree (y así la van a ver cargando una cruz en el cuello más que extemporánea durante casi toda la película, como recuerdo de un mundo perdido). Esa cruz, por supuesto, no tiene nada que ver con la Iglesia, pero sí remite al gran tema de Prometeo, más cercana en esto a Sunshine: Alerta solar y sus inquietudes místicas que a la vieja Alien (si todavía no vieron Sunshine, por favor búsquenla pronto porque es perfecta). Acá, una expedición científico-corporativa atraviesa el espacio guiada por un mapa obtenido de la combinación de murales, dibujos y grabados de civilizaciones perdidas. Ya saben: mayas, egipcios, sumerios, y todo el repertorio que podría formar parte -tanto como el argumento de Prometeo- de un número especial de la revista Muy interesante. Parece ser que estos pueblos antiguos tuvieron contacto con extraterrestres a los que adoraban como dioses, y que nos dejaron pistas para que volvamos a encontrarlos. La película, ya de vuelta de la muerte de Dios, persigue este origen como una nueva posibilidad de acceder a las respuestas sobre el sentido de la existencia humana y la mortalidad. Y dentro de la película, bueno, cada uno persigue lo que puede: está el magnate corporativo que sólo quiere vida eterna para sí mismo (Guy Pearce), los científicos que buscan el conocimiento como náufragos en el desierto, los humanoides creados gracias a la ciencia que prologan una cadena de dioses y demiurgos caprichosa y profana. En un acierto de casting genial, estos casi-robots son Charlize Theron y Michael Fassbender, y el insoportable (con fama de intenso) de Fassbender por primera vez está perfecto en su traje de 2001, odisea en el espacio, haciendo un comic relief que se decolora el pelo para parecerse a Peter O`Toole en Lawrence de Arabia. Como en 2001, acá se trata de búsquedas filosóficas interestelares, pero hasta ahí nomás. O solamente en tanto esas búsquedas sean la excusa perfecta para embarcarse en aventuras, ponerse trajes de astronautas, andar en moto por la superficie de un plantea con anillos. Prometeo, más cerca de aquella querida serie Elige tu propia aventura que de la solemnidad de Avatar, es una película infantil, lúdica (y en ella efectivamente se puede elegir, recorrer distintas líneas). O bueno, tanto como puede serlo un pegote de penes y vaginas en el espacio, porque el diseño básico de Alien se mantiene, algo simplificado y menos sucio, menos pringoso (por eso acá, los aliens en su fase “renacuajo” son inequívocamente penes, así que las violaciones son igual de explícitas), para devolver como broma la idea de que una expedición que buscaba el origen de la vida se encuentre con la sexualidad en estado ampliado y monstruoso, y escape horrorizada.
Treinta y tres años separan al estreno de esta película dirigida por Ridley Scott de "Alien", aquella memorable cinta de ciencia ficción que catapultó al realizador a la fama. Con muy buenas actuaciones y con una estética que representa un trabajo original, dedicado y hermoso de diseño artístico, esta precuela funciona introduciendo nuevas preguntas a la historia, y contestando otras pocas, pero desarrollando un entretenimiento que no decepcionará a los seguidores del buen cine de género.
Treinta son los años que separan a Prometheus de la última incursión de Ridley Scott en el mundo de la ciencia ficción con Blade Runner. En estas tres décadas el director ha madurado y buscado diferentes ángulos para volver al mismo universo que él mismo creó. Que es una precuela de Alien, que no, muchas versiones se barajaron y muchas similitudes se fueron encontrando a medida que el material promocional fue apareciendo. Y si bien es una gran película de ciencia ficción, no hay que caer en el error de esperar una nueva Alien porque no lo es. Con una duración de unas sólidas dos horas, Prometheus arranca y, tras su introducción, entra en un espiral inmenso de ritmo y tensión en donde prácticamente no hay huecos para descansar. Ridley Scott demuestra así que sigue teniendo el pulso de hierro al rellenar la película con escenas no aptas para cardíacos, repletas de suspenso que bordean el horror puro y duro. Quizás los más acérrimos de la saga esperaban respuestas concretas de una vez por todas a las grandes incógnitas de la saga, pero serán esos los que salgan decepcionados al saber (y entender) que la película no es una precuela sino actúa más bien como un spin-off dentro del mundo de Alien que ocurre años antes de las aventuras de Ripley. El guión de John Spaihts (The Darkest Hour) con un lavado de cara hecho por Damon Lindelof (Lost) funciona por la presentación de varias ideas religiosas y existenciales, pero hace aguas al intentar (o no) contestarlas. Lo más lacerante del mismo, si bien tiene personajes bien presentados, es que deja demasiadas preguntas sin respuesta; claramente, Scott apunta a una trilogía en donde dichas preguntas finalmente sean contestadas. Repito, los más afectados serán aquellos que esperaron toda una vida por la verdad, pero tal parece que tendrán que esperar un poco más. Varios detalles destacan y uno oscurece; primero, el elenco se luce con una mezcla de talentos variopintos como la heroína aguerrida de Noomi Rapace o la fría y rastrera Vickers de Charlize Theron, sumando el talento de Michael Fassbender como el androide de turno, David. Del resto, Idris Elba hace un papel interesante, y es de buen ver que la mayoría de la tripulación tenga un fuerte acento británico. Segundo, los escenarios naturales están más que bien utilizados y se acompañan muy bien con un justificadísimo 3D que brilla en cuanto las imágenes holográficas se hacen presentes. Y, una vez más, se agradece el uso de efectos prácticos por sobre los mínimos computarizados, ya que aportan mucho más realismo en escena. Quizás lo que afecte un poco la sensación de miedo y terror es la elección de la música a cargo de Marc Streitenfeld, demasiado solemne para ciertos momentos en los que se necesitaba una vuelta de tuerca musical más asfixiante. Prometheus se hizo esperar mucho y, ahora que llegó, demuestra que es una firme candidata a ser una de las mejores películas de ciencia ficción del año. Denle tiempo y puede que se convierta en una joyita de culto, siempre y cuando no se la compare a rajatabla con la inmensa Alien.
En 1979, un monstruo espacial se coló en la nave Nostromo... y también en la cultura pop. Alien, El Octavo Pasajero cuenta las desventuras de siete tripulantes a merced de la citada criatura, que ataca desde las sombras y resulta difícil de matar, ya sea por su capacidad escurridiza o por su sangre ácida. Lo que a simple vista parecía una simple película de horror y ciencia-ficción, al estilo de las que se hacían en los ’50, Alien le dio nuevo impulso a ambos géneros. Para empezar, fue un megahit que recaudó millones y se ganó el respeto de los críticos más exigentes, que la analizan hasta el día de hoy. Además, originó secuelas, imitaciones, parodias, merchandising en cantidades industriales; se invirtió la misma cantidad de dinero en filmar la película y en publicidad (las propagandas no mostraban demasiado pero ayudaban a crear el clima), convirtió en estrella a Sigourney Weaver... “En el espacio, nadie escuchará tu grito”, rezaba el eslogan, y no se equivocaba en nada...
El rey de la monstruosidad Ridley Scott confirma con Prometeo (Prometheus, 2012) sentirse muy a gusto dentro de una nave espacial o un planeta habitado por alienígenas. En esta precuela de Alien, el octavo pasajero (1979) primero, derivada en nueva franquicia después, convierte a la ciencia ficción en una historia épica sobre el misterio de la creación (o de la destrucción) para presentar el origen de su criatura. Estamos en el año 2094 y una tripulación de científicos e ingenieros viaja a un desconocido planeta tras las huellas de una nueva forma de vida. Una suerte de raza superior que ayudaría a entender el misterio de la creación. No sería la teoría darvinista el origen de nuestra especie sino otros seres humanoides nuestros creadores. Tras ese rastro encuentran los restos de una civilización devastada por sucesos desconocidos. ¿Suena conocido? La historia es muy similar a Alien, el octavo pasajero la película que por allá por 1979 el director de Hannibal (2001) dirigía e inauguraba una marca registrada del cine de suspenso actual: el monstruo acechando a los humanos. Pero a diferencia de aquella, aquí Scott también productor cuenta con todos los medios, económicos y tecnológicos, para hacer de esta precuela una épica acerca del origen de la humanidad. Y no sólo eso, porque si algo que queda claro en toda la filmografía de Scott es que la creación de la humanidad está íntimamente ligada a todo acto de destrucción, ¿No es un parto el mayor momento de creación y destrucción al mismo tiempo? En Prometeo Scott lleva esta premisa hasta las últimas consecuencias, haciendo un culto a las entrañas humanas y los fluidos desgarradores. La escena del aborto es de una tensión extraordinaria, una de las mejores del film. Prometeo es una gran película porque pone en dimensión a todo el resto del cine de ciencia ficción o terror, escaso de ideas que justifiquen los constantes sobresaltos en la butaca, así como los motivos de supervivencia de sus protagonistas. Prometeo es otra cosa, cargada de ideas que le dan consistencia a los monstruos que emergerá luego. El director de Blade Runner (1982) demuestra tener el oficio necesario, con más de treinta años de carrera en este tipo de producciones, para manejar los tiempos y el suspenso del relato, logrando con Prometeo una de sus mejores y más acabadas obras hasta la fecha. El rey de lo monstruoso ha vuelto en cuerpo y alma.
Es todo un tema ponerse a reseñar películas de Ridley Scott cuando se estrenan en el cine porque desde que inventaron el dvd y el Blu-ray las obras del director se descubren realmente en su profundidad cuando llegan en esos formatos. Los cortes para la pantalla grande de Scott se convirtieron en un anticipo de lo que podremos disfrutar después en su verdadera esencia. Con excepción de Un buen año y Red de mentiras no hubo trabajo del director en el último tiempo que no tuviera modificaciones importantes cuando se editaron las versiones extendidas. En el caso de la edición especial de American Gangster tuvo un final más desarrollado y en Robin Hood se amplió mucho más la historia y los personajes secundarios. Con Prometeo no sería extraño que ocurriera lo mismo. Por ejemplo en esta versión para cine Charlize Theron está totalmente desperdiciada a tal punto que uno se pregunta por qué habrá aceptado trabajar en este proyecto. Su labor acá es muy intrascendente y hay momentos del film donde su personaje desaparece sin explicación durante mucho tiempo en el conflicto. No va a ser una sorpresa sin en el corte del director su rol se desarrolla más con nuevas escenas, como ocurrió con William Hurt en la versión extendida de Robin Hood. En términos generales Prometeo dentro de todo es entretenida y sorprende por su conexión con el universo Alien. Escribo la palabra sorprende porque se había anunciado en su momento que la historia no iba a tener nada que ver con aquel clásico, salvo por el hecho que la trama ocurría en el mismo universo de ficción. Bueno, la verdad que no es tan así y si bien el film tiene identidad propia prácticamente es una clara precuela de Alien. Hay muchísimos elementos que conectan a este film con las historias de esa saga y que no voy enumerar porque ya las van a ver en el cine. Prometeo comienza bárbaro con un argumento que plantea ideas interesantes. En este caso se trabaja el tema de que la raza human habría sido creada por civilizaciones alienígenas. Un concepto que Jack Kirby (co creador del Capitán América) trabajó hace 40 años atrás en esa excelente colección de cómics de culto que fue Los Eternos. En los ´70 a Kirby se le cagaban de risa en la cara por las cosas que escribía y hoy muchos científicos no se toman tan a la ligera está cuestión que es un asunto profundo y provocador, ya que desafía muchas creencias culturales. Lamentablemente Prometeo hace muy poco con este material y lo que era una temática interesante sobre los posibles orígenes del hombre en poco tiempo se transforma en un predecible film sobre monstruos. El gran problema de este estreno es el guión, que ni siquiera está a la altura de lo que fueron los trabajos del director en el pasado dentro de este género. Ya de movida que en la trama el personaje más querible y carismático sea un androide (excelente Michael Fassbender) dice bastantes cosas del argumento. En mi opinión esa es la gran debilidad que tiene el film. Los personajes no son interesantes y cuesta conectarse con ellos justamente por este motivo. Alien no fue un suceso por el monstruito, sino porque tenía personajes fuertes por los que te preocupabas e interesabas por ellos cuando estaban en peligro. Era una historia atrapante y aterradora. Prometeo carece de esas cualidades y durante el transcurso de la trama se diluyen los conceptos de interés que se planteaban en el comienzo. Desde la realización el film por supuesto es impecable y no se le puede objetar nada porque está al nivel de lo que Scott suele ofrecer como realizador. Tal vez esa es la otra gran cuestión. Hubo mucho laburo con los aspectos visuales y no le dieron bola al guión. A Prometeo le faltó tensión y suspenso y si bien no es para nada una mala película, tampoco es un regreso memorable de Scott a la ciencia ficción. Creo que la mejor recomendación que se puede hacer con esta propuesta es bajar drásticamente las expectativas. Más que nada para pasar un buen rato en el cine. Vino muy inflada esta película con las ilusiones que había con el retorno del director al género, más las campañas virales que se hicieron y la verdad que no es para tanto. Si bien el film se deja ver y tiene un buen trabajo con el 3D creo que va a ser interesante esperar el corte del director donde podría haber una diferencia con esta versión que llegó a los cines. Al margen de estas cuestiones creo que este film es un aporte innecesario a una historia que no necesitaba más capítulos. Estaría bueno que en Hollywood se pusieran a laburar en relatos originales de ciencia ficción (como la excelente Moon de Duncan Jones) en lugar de tanta continuación y precuela que terminan cansando.
Les cuento que ví las tres "Alien", como todo buen amante de la ciencia ficción que se precie debería hacer y pienso que la primera es, francamente, insuperable. No es que Ridley Scott no haya hecho buenas cosas, pero aquel "octavo pasajero" de 1979, es una de las páginas grandes en la historia del cine de género. La franquicia fue cosa seria, siempre tuvo alto nivel y transformó en estrella a Sigourney Weaver, sus cuatro episodios (más allá de los desniveles en las últimas dos), tuvieron lo suyo... (no vamos a contar "Alien vs Depredator" aquí). "Prometheus" es, aunque a Scott no le guste reconocerlo abiertamente, una precuela. El origen de "Alien". De ahí que, si bien podés verla perfectamente sin haber visto las anteriores de la saga, lo ideal es que tengas presente ese universo para que te sea familiar y no te distraiga de lo que vas a vivir. Extrañamente, al salir de la sala, los colegas intercambiabamos impresiones (no siempre lo hacemos), decodificabamos signos, conductas, pequeñas escenas y homenajes que habíamos percibido durante la película. Cada uno de nosotros tenía un registro distinto de lo que habíamos experimentado. Hay tanta sutileza en el escenario y los recursos desplegados que puede que haya información vital que se te filtre, si no estás atento. Lo primero que hay que decir, es que este film tiene cierta envergadura filosófica que deja mucha tela para cortar. Indudablemente, el tema del monstruo en el espacio exterior, atacando a los tripulantes de una nave (lo que ya conocíamos como recorrido, la lucha contra el extraterrestre hostil), era bastante familiar y estaba casi agotado, así que para generar interés en la potencial audiencia, había que instalar una cuestión novedosa, metafísica, que envolviera la trama y la elevara por encima de, al menos, los productos que pueblan el mercado en este tiempo. Sabíamos que a Scott le sobraba pasta para dar batalla. A todo nivel. Las secuencias de apertura (prestar atención y llegar temprano a la sala, llegar unos minutos más tarde puede ser fatal) preludian lo que será el tono de la película: la búsqueda del origen de la humanidad y las conjeturas que surgen en un grupo de científicos acerca de cómo fue creada nuestra raza. Una pareja de científicos, Elizabeth (Noomi Rapace) y Holloway (Logan Marshall-Green) descubren en el año 2058 excavaciones que contienen restos que podrían demostrar que los humanos fueron creados genéticamente por una raza alienígena avanzada. Encuentran en varios lugares del planeta una especie de secuencia que podría funcionar como "mapa estelar" para ubicar a quienes crearon vida sobre la tierra. Una corporación privada se hace cargo de la investigación de esa hipótesis y envía a la nave espacial Prometheus a explorar el planeta donde supuestamente se hallan los creadores de la humanidad. A la cabeza de este equipo corporativo encontramos a Meredith (Charlize Theron), jefa de la expedición y a un particular androide, David (Michael Fassbender), quien será pieza vital para entender mucho de lo que sucede dentro y fuera de la nave. El resto, se lo imaginan. La nave llega a destino y al comenzar a explorar una cueva particular, comenzarán los eventos esperados... Es importante si destacar que, al instalar este escenario, "Prometheus" tratará de llevar adelante dos misiones paralelas: Por un lado, ofrecerse como vehículo de ideas sobre este apasionante tópico (los extraterrestres nos crearon y no Dios? y si así fuera, por qué nos formar parte de nuestra vida, de alguna manera tangible? cómo se generó el ADN humano desde esta conjetura?) y por el otro, dejar contentos a los fans más con una interesante cuota de suspenso de la vieja escuela (ahí si, lo que ya conocemos, persecusiones, ambientes "pegajosos", robots que saben más de lo que dicen, etc, etc...). Funciona entonces la alquimia de "Prometheus"? Para honesto, debo decir que el costado más luminoso es el filosófico, que si aporta material para la discusión y es, por lejos, el más interesante. Las secuencias de acción están bien filmadas aunque el ambiente no es tan claustrofóbico como suponíamos (cosa que se extraña). Sí sentimos que el guión de Jon Spaihts y Damon Lindelof ofrece (al menos en el corte que vimos, quizás en versiones del director más extensas, no sea así) poca fuerza en la caracterización de algunos personajes y un equipo que, excepto el marcado lucimiento de Rapace y Fassbender, no deja recuerdos al cerrar su recorrido. Sentimos que Scott buscó revitalizar este universo desde un costado místico, que le da sustento al film y que sus seguidores amarán. Sin embargo, para el público más tradicional del género debemos decir que "Prometheus" se toma un tiempo largo para aclimatar la butaca y hacerte vibrar en ella. Id advertidos. Más allá de eso, es una buena película y de obligada visión si lo tuyo es la ciencia ficción.
Alien era dios, nos enseñó papá Inicio: plano de planeta imaginario, digno de 2001 Odisea del Espacio, continuado por amplios planos generales desde el aire en los que vemos bellos paisajes, seguido de un rito de sacrificio de un extraterrestre y finalizado dentro de una cueva con dibujos rupestres (donde miramos, dibujados en la pared de la caverna, los “caballos en movimiento” que encontró Herzog en La Cueva de los Sueños Olvidados...
Monstruos sagrados A finales de los 70 Ridley Scott saltaba a la fama con un film que se transformó en un clásico de la del terror: Alien. Unos años después realizó otro clásico, esta vez, de la ciencia ficción: Blade Runner. De allí en más ya nunca sería el mismo. Devorado por la obviedad y un dudoso gusto, se debatió entre la taquilla (y en ocasiones en el imaginario popular, lo que no es poco) y la intrascendencia. Nunca pudo regresar a la senda de profundidad cinematográfica de aquellos primeros films. Este retorno a la saga Alien parecía ser un híbrido entre aquel cine visceral del comienzo y su "correcto" cine posterior. No resulta extraño el producto final de este revoltijo, gigante en pretensiones y presupuesto, pulcra con sus toques violentos, de una quintaesencia metafísica filosófica propia de la mejor ciencia ficción pero con fallas narrativas. La historia comienza con dos arqueólogos que encuentran signos que confirman la teoría de que durante la antigüedad diferentes civilizaciones fueron atravesadas por el contacto con seres del espacio exterior. La suposición de estos científicos es que estos extraterrestres (Los arquitectos) están vinculados al origen del hombre. Años después parten en un viaje científico/empresarial a resolver este misterio. Esta expedición esta formada por la pareja de arqueólogos (Noomi Rapace y Logan Marshall- Green), representantes de la corporación Weyland (financistas del viaje), científicos, navegantes contratados y David. David (Michael Fassbender) es un androide, y sirve como una de las formas de medir el film. Sobre él se afirma el relato, lo que no es un desacierto ya que es por lejos el mejor personaje de la historia. Un personaje que por momentos irrita y por otros, expresa un enigma que sirve (y mucho) a la idea del film: cuál es el origen del hombre. Es justo protagonista ya que él también es una creación (del hombre) y además de ser siniestro, resuelve la máxima angustia humana, la mortalidad. Siempre joven, siempre vivo. Dentro de las falencias de la película uno puede caerle a la historia, no alcanza una solidez y coherencia para tanta trascendencia pretendida. Es gratamente amarga pero esterilizada, restándole dureza. La contaminación y asfixia de aquel cine primigenio de Ridley esta transformado en uno de espacios abiertos, luminosidad y CGI. Si uno añoraba ese viejo espíritu crudo puede sentirse defraudado. Pero es lógico, hoy el cine es otro. La cuestión es que esta estilizada corrección se traslada a sus personajes, seres pocos más que lineales y automáticos. El científico que sacrifica en busca de su verdad, hija que busca aprobación del padre, antihéroes que dejan su cinismo por un bien mayor y algunos más que mejor no adelantar. Se concretan situaciones escabrosas, pero como esos ascéticos pasillos de nave, todo lo que les sucede a los personajes solo por momentos escapa a la frialdad. También se ven claros los discursos expresados por la necesidad de empujar la historia y atar cabos, lo mismo con lo forzado de ciertas acontecimientos como por ejemplo la circunstancia de que los dos científicos que se van antes por temor son los que resultan atrapados en el templo espacial. Pese a todo el manejo de la intriga y ciencia ficción/horror es logrado, alcanza para arrastrarnos a ese mundo fantástico. Hay situaciones que impactan. Pero me cuesta no sentirme decepcionado con un film que prometía mucho y que tiene demasiados huecos, perdiéndose entre un pasado visceral y un presente comercial, resultando una operación demasiado calculada y carente de sangre.
¡La criatura sigue viva! Hace un par de años, Ridley Scott estrenó una innecesaria versión de Robin Hood. Si bien el film en sí no resultaba completamente fallido, se trataba de un mero entretenimiento que se parecía demasiado al film de Kevin Reynolds de 1991 y aportaba muy poco al mito del personaje -y mucho menos a la historia del cine-...
Un insulto a la nostalgia cinéfila Las tres primeras películas de Ridley Scott le hubiesen bastado para quedar grabado a fuego en la historia del séptimo arte. Los Duelistas, Alien: el Octavo Pasajero y Blade Runner causaron una honda impresión a fines de los setentas y comienzos de los ochentas. Todo lo realizado a posteriori por el inglés, famoso por su afán perfeccionista, ha quedado ensombrecido por el brillo de esos títulos. La nostalgia, tan cara al espectador de cine, sólo ha magnificado el impacto de esa fabulosa tríada fílmica convirtiéndola en objeto de culto a nivel mundial. Desde un plano meramente estético Alien quizás haya quedado un poco más rezagada que las otras (visualmente asombrosas) pero en mi opinión es la mejor de todas. Lo revolucionario del concepto en verdad era de una simpleza absoluta: trasladar al espacio la premisa de la casa tétrica que en su interior esconde un monstruo que ataca a sus ocupantes. Para la ocasión se reconvirtió la casa en una nave espacial, a las víctimas en tripulantes de una misión espacial y se cuidaron muchísimo los detalles sobre el origen del villano extraterrestre dando pie, sin saberlo en ese momento, al nacimiento de una mitología bellísima para la ciencia ficción de las últimas décadas. Luego de Star Wars no hay otra más importante. Años después llegaron las desparejas Aliens (El regreso), Alien³ y Alien: Resurrección que ampliarían con excelsa imaginación ese universo fascinante concebido por Dan O’Bannon y Ronald Shusett en el filme de Scott. A treinta y tres años de entregarnos su obra maestra, el mayor de los hermanos Scott vuelve al género que lo encumbrara con Prometeo, suerte de coletazo derivado de la saga Alien. Las expectativas depositadas en esta precuela van mucho más allá de la feroz campaña publicitaria emprendida por la Fox. Por eso duele el doble el resultado artístico: Prometeo es un fiasco no por tocar tangencialmente la mitología por todos conocida sino fundamentalmente por no haber sabido darle una coherencia a la historia que arranca en un tono filosófico/poético llamativo para ir desdibujándose de a poco. Es casi como si hubieran interferido los ejecutivos del estudio, más preocupados por darle a la gente “lo que la gente quiere ver” antes que respetar la visión de sus creadores (y estoy siendo generoso con esta teoría). La más de media hora inédita que quedó en la sala de edición tal vez aporte alguna claridad a esta inquietud al editarse el Director’s Cut en DVD. Por lo pronto es una pena que no se tomó el material con la seriedad que el proyecto merecía. Después de la experiencia con Lost cada vez que leo el nombre de Damon Lindelof en la ficha de alguna película francamente me pongo a temblar. El tipo arruinó (o ayudó a arruinar) una de las más fantásticas series que hayan existido jamás y me temo que ha hecho lo mismo con Prometeo (Jon Spaiths es el otro guionista copartícipe del delito). Lindelof sigue con la fórmula implementada en Lost: sembrar intrigas y acumular misterios que a la larga nunca se resuelven o lo hacen de manera insatisfactoria. Es evidente que al hombre, a quien respeto porque es un talento para atrapar incautos y domina indudablemente su métier, le importa más el viaje que el destino. Esto se observa con nitidez en el desastroso tercer acto de Prometeo, que anuda como puede todas las puntas argumentales que se fueron presentando y deja abierto el desenlace para la llegada de la secuela que se rumorea podría llamarse Paradise. Si se tomaran apuntes de todas las inconsistencias del guión podríamos escribir un libro. No son cuatro o cinco cositas sueltas por lo que es imposible dejarlas pasar. Si más allá de estos defectos la trama tuviera garra, escenas de acción y/o suspenso o al menos UNA secuencia que quede en el recuerdo podríamos negociar algo de piedad. Ni siquiera los personajes dan la talla en esta inflada producción que tampoco se destaca por la dirección de Ridley Scott. ¿Sólo una puesta en escena elegante y llevada a cabo con buen gusto? ¿Dónde quedó el genio con ínfulas de Kubrick? Si alguien lo sabe que me avise… Prometeo es el nombre de la nave espacial que transporta a un grupo de científicos y tripulantes de la Compañía Weyland con destino a un lejano planeta en el cual se sospecha reside el origen mismo de la humanidad. La protagonista es la Dra. Elizabeth Shaw (la sueca Noomi Rapace), que pese a ser una mujer de ciencia también cree en que hay algo más allá del plano físico. Como es habitual en estas misiones la supervisión técnica, además de la computadora de la nave, recae en un androide (interpretado por Michael Fassbender) aficionado al cine de David Lean. Liderando a todos en representación de la empresa se encuentra la fría Meredith Vickers (Charlize Theron) y la responsabilidad de que el Prometeo llegue a buen puerto depende del algo irreverente capitán Janek (Idris Elba). Además del marido de Shaw (Logan Marshall-Green), él mismo también un científico, tenemos varios personajes secundarios irrelevantes que no vale la pena enumerar aquí. El único personaje digno de mención por mérito propio es el anciano multimillonario Peter Weyland (Guy Pearce, irreconocible bajo una montaña de maquillaje y apliques prostéticos) que subvenciona la expedición por un motivo (supuestamente oculto) que a cualquier espectador se le puede ocurrir con sólo ver su caracterización. La obviedad en este aspecto es realmente imperdonable. El inquietante y hermético prólogo de Prometeo, lleno de imágenes suntuosas y paisajes de ensueño, debió prender una luz de alarma en nuestro cerebro pero por desgracia no lo hizo. Nos arrastraron de las narices a lo largo de toda la historia, como el burro que sigue la zanahoria, con la promesa de que la respuesta a la intriga planteada capa tras capa cubriría todas las necesidades del público. Una vez más ha quedado expuesto que detrás de todo el aparato de producción hollywoodense las películas requieren de un tratamiento y esmero artesanal para que den en el blanco. Caso contrario tenemos sólo una megaproducción a la que le sobra plata pero le faltan ideas, ingenio y una visión rectora que cohesione todos los elementos puestos en juego. A las pruebas me remito: Ridley Scott ya no está para estos trotes…
Verás que nada es mentira La precuela de “Alien” entusiasmará a los fanáticos, pero también a los no iniciados. Gran utilización del 3D. Tal vez obedezca más a las necesidades del marketing de hoy en día, donde lo viral excede el campo de lo artístico, pero todo lo que fue rodeando a la producción y el esperado estreno de Prometeo llevaron a que el público potencial no supiera si en verdad esta película de Ridley Scott es o no una precuela de Alien (1979). Su realizador se sumó a la -llamémosle- confusión, diciendo que si en un principio la pensó como tal, la historia había generado su propio núcleo y había desechado la idea. Mentira. Prometeo tiene muchos puntos de contacto con aquella obra maestra del terror en el espacio, como personajes o secretos (en la expedición de Alien , el enorme cadáver del conductor extraterrestre de la nave del que los tres tripulantes humanos descubren que algo le explotó desde adentro). Pero siguiendo en el rubro a qué otra película se le siente espíritu o el aliento, es decididamente a Blade Runner (1982), otra obra de Sir Scott. Es que el origen de la humanidad, el descubrimiento de la creación es la base en la que la trama de Prometeo no dejará se asentarse. Podrá haber más o menos truculencias –que las hay-, morirá algún personaje importante en la historia, pero las preguntas que se hacían los replicantes de Philip K. Dick son las mismas que perturban a los antropólogos Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), el robot –se sabe enseguida- que interpreta el omnipresente Michael Fassbender y hasta el empresario que, ya muerto, financia la expedición a millones de años luz, y a fines de este siglo, para saber si algunos “ingenieros” del espacio exterior crearon la vida humana. Y luego –vaya uno a saber por qué- decidieron aniquilarla. Para que de una película se hable –mucho- no sólo se necesita que ésta sea buena. También puede ayudar generar una serie de incógnitas a su alrededor. Como en la saga de Matrix o la serie Lost , o como preguntarse si Deckard era o no un replicante en Blade Runner . Otro punto en común que tiene Prometeo con Alien es que la protagonista es una mujer –Sigourney Weaver en la saga de cuatro filmes, Noomi Rapace, la actriz de la Millennium sueca, ahora-, que desconfía de todo y es más valiente y aguerrida que el Che Guevara. Aquí, como James Cameron logró en Avatar y muy pocos más, el 3D cumple un rol preponderante. Realmente estamos en la nave espacial, o sobre territorio desangelado. Scott siempre cuidó los aspectos visuales, más allá de la fotografía, y Prometeo es un festín para los ojos detrás de los anteojitos. No es una película “de actuación”, si no de emociones. Prometeo va creando su propia mística a medida de que va progresando su metraje. Y con las secuelas por venir, tal vez nos enteremos si Cristo tuvo algo que ver en esto.
El film de Ridley Scott crea un mundo, un diseño visual y una mitología propia que, en parte, lo aleja de Alien Con ese impactante clásico del terror cósmico que fue Alien, el octavo pasajero (1979) y con la no menos influyente Blade Runner (1982), Ridley Scott se convirtió en uno de los directores más admirados por los fans de la ciencia ficción. Tras aquellos memorables trabajos, su carrera -bastante irregular- se diversificó hacia otros temas y registros hasta que recién ahora, tres décadas más tarde, regresa al género que lo hizo famoso (aunque antes ya había hecho una joya como Los duelistas). La primera incógnita que proponía Prometeo era dilucidar si funcionaba o no como una precuela directa de Alien. Hay -en términos de nombres de planetas, de época en la que transcurre, de características de personajes (algunos, incluso, androides), de conflictos y hasta de diseño visual- múltiples elementos en común, pero lo cierto es que aquí la idea no es simplemente remontarse al origen de aquel film de 1979 sino construir una nueva saga, presentar un universo propio, proponer una mitología que le permita a Scott y al estudio 20th Century Fox iniciar otra serie de películas. Así lo deja planteado, además, un final que seguramente generará más de una polémica. Como en todo intento de crear una nueva "franquicia" en el cine actual, Prometeo abre gran cantidad de interrogantes, de líneas argumentales, de posibles derivaciones que, en muchos casos, quedan abiertas. Esas preguntas sin respuestas pueden generar cierta dosis de insatisfacción en el espectador (sobre todo, el más ansioso). A cambio de esos "puntos suspensivos", Scott regala un embriagador, elegante (por momentos algo suntuoso) despliegue visual que incluye un aprovechamiento notable de las posibilidades de los efectos 3D, que permite sumergirnos en la acción y no sentirnos invadidos por ella. Si la película puede resultar algo ambigua en su planteo y demasiado pretenciosa en sus explicaciones sobre la genética y en sus búsquedas filosóficas y religiosas sobre el origen de la raza humana (aquí, el indudable referente es 2001, odisea del espacio, de Stanley Kubrick), Scott construye varias secuencias de antología, que van desde irrupciones del terror hasta frenéticos momentos, como cuando el personaje de la científica Elizabeth Shaw (Noomi Rapace, la Lisbeth Salander de la saga sueca de Millennium) debe practicarse a toda velocidad una operación (una cesárea) en su propio cuerpo. También es posible que ciertas motivaciones y comportamientos de los personajes (sobre todo del robot David, que interpreta con notables recursos Michael Fassbender) no queden demasiado claros, pero es probable que esa falta de información no provenga de una falla de los guionistas Jon Spaihts y Damon Lindelof sino de una intención consciente de develar ese y otros misterios en los films por venir. En medio de un elenco muy sólido -en el que cada personaje tendrá la oportunidad de exponer sus dudas y sentimientos- se destacan el apuntado Fassbender (su David tiene ciertas similitudes con el androide que hacía Ian Holm en Alien, pero también con los de AI: Inteligencia Artificial y 2001.) y la Elizabeth Shaw de Rapace, que se aleja por completo de la rudeza y la imponencia física de la Ripley de Sigourney Weaver y se convierte con el correr del relato en una heroína de acción sensible, contradictoria y vulnerable, más acorde con estos tiempos.
Recuerdos del futuro en 3D Más allá de sus desmentidas, parece difícil no encontrar en el regreso del director de Blade Runner a la ciencia-ficción el ADN de Alien, no sólo en su planteo estético, sino sobre todo en su historia, que apunta al mito de origen de la saga. En el comienzo, fue Alien. Para bien o para mal, todo en Prometeo –la película con la cual el director inglés Ridley Scott vuelve a la ciencia-ficción, treinta años después de Blade Runner– remite a su propio clásico de 1979, que fue un film fundante, en muchos sentidos, y no sólo porque dio origen a una infinidad de secuelas, autorizadas y espurias. El propio Scott ha venido negando una y otra vez que su nueva película sea eso que en Hollywood se llama “prequel”, un invento con el cual la industria le sigue sacando jugo a un producto, ya no a partir de lo que viene después, sino a lo que habría sucedido antes. Pero más allá de sus desmentidas (“la historia se desarrolla en un sentido totalmente distinto”), parece difícil no encontrar en Prometeo el ADN de Alien, no sólo en su planteo estético, sino sobre todo en su historia, que apunta al mito de origen de la saga. ¿Eso es un problema? No necesariamente. Al fin y al cabo, la primera secuela, Aliens (1986), dirigida por James Cameron, llegó a ser celebrada como superior incluso al original... Algo que el tiempo probó que no era cierto. En todo caso, la cuestión con este Prometeo está en que a diferencia del primer Alien –que funcionaba con la capacidad de síntesis y de concentración dramática propia del mejor cine clase B, una lección que el Hollywood de los ’70 aprovechó como nunca– esta nueva variación sobre el mismo tema luce, como corresponde a esta época de inflaciones, sobre-producida, sobre-escrita, hinchada de importancia. Si el primer Alien alcanzaba a abismarse hacia una suerte de miedo metafísico, que iba mucho más allá de lo que en apariencia podía provocar una mera película de terror, lo hacía justamente porque no proclamaba esa ambición a los gritos desde el guión ni desde los diálogos de los personajes, sino a través de la precisión de su puesta en escena, capaz de catalizar todo aquello que remitía a una angustia profunda: el encierro, la oscuridad, la soledad del espacio exterior, el temor a lo Otro, el monstruo como metáfora de un cáncer que va haciendo “metástasis” en toda la tripulación, etcétera. Por el contrario, desde el comienzo mismo, cuando en el prólogo se asiste a un ritual extraterrestre que habría dado comienzo a la Humanidad, nada menos, todo en Prometeo antepone las ambiciones del proyecto a sus logros, como si Ridley Scott y sus guionistas –entre quienes está Damon Lindlof, uno de los libretistas de la serie Lost– hubieran tenido la pretensión de estar a la altura de 2001: Odisea del espacio. El resultado final, sin embargo, parece más cerca de Recuerdos del futuro, el libro y el documental de Erich von Däniken, que sugerían la creación del hombre por seres extraterrestres. (Triste descenso con respecto al Alien original, que encontraba mucha de su inspiración en la literatura de Joseph Conrad.) De hecho, ésa es la hipótesis con la que en el año 2093 parten dos científicos (Noomi Rapace y Logan Marshall-Green) hacia las fronteras del espacio exterior, en una nave muy similar –aunque más sofisticada– a la de Alien, en una expedición financiada igualmente por un contratista privado. Lo que los científicos no saben (como tampoco lo sabía la teniente Ripley) es qué intenciones guarda su empleador y para qué piensa utilizar los hallazgos que se desprendan de ese viaje. Explicitar más detalles de la trama sería injusto para con el potencial espectador, porque el atractivo del film se supone que radica en las sucesivas revelaciones que irá aportando el relato, pero no se puede dejar de mencionar que al frente de esta nueva nave está Meredith Vickers (Charlize Theron), una mujer tan gélida como eficiente, secundada por David (Michael Fassbender), una suerte de mayordomo todo servicio que no es otro que un perfecto androide. Es en estos dos personajes –y en las impecables encarnaciones Theron y Fassbender– donde hay que buscar los mayores logros de Prometeo. En el caso de Vickers, porque su ambigüedad va más allá de sus intereses e intenciones, al punto de que puede llegar a sospecharse que ella también quizá sea un robot, por más que para probar lo contrario se avenga a una noche de sexo casual. Por el contrario, David es un cyborg demasiado humano, tanto como lo eran los replicantes de Blade Runner. En él resulta más sincero que en los científicos la pregunta por su origen (¿Quién me creó? ¿Para qué?). Y no deja de ser conmovedora su fascinación casi homosexual por Peter O’Toole en Lawrence de Arabia, al que imita en todos sus gestos y textos, para terminar pareciéndose en cambio, en una extraña operación mimética, al andrógino Bowie (también David) de El hombre que cayó a la Tierra. Estos hallazgos de casting se dan de bruces con la elección de la sueca Noomi Rapace (Lisbeth Salander en la primera versión para cine de la saga Millennium), que no tiene ni la presencia física ni la personalidad de Sigourney Weaver, en un papel que le demanda muchas de las mismas exigencias por las que atravesaba la teniente Ripley, entre ellas la de practicarse a sí misma una cesárea para extirparse una criatura que crece en su vientre a una velocidad abrumadora a pesar de haber sido “inseminada” apenas diez horas atrás. En la columna del “debe” también hay que anotar una música bombástica y omnipresente, que contrasta con el ominoso y eficaz silencio que reinaba en el primer Alien, mientras que en la del “haber” hay que apuntar el elegante uso del 3D, que aprovecha muy bien las posibilidades de la profundidad de campo en vez de agredir al espectador con objetos contundentes lanzados hacia su cabeza. Si el titán griego Prometeo fue castigado por robarles el fuego sagrado a los dioses del Olimpo para ponerlo al alcance de los hombres, el Prometeo de Ridley Scott no parece, en todo caso, capaz de hacer enojar a nadie, salvo a aquellos que ya vean en su final el comienzo de una nueva secuela... otro recuerdo del futuro.
¿Sueñan los ingenieros con humanos? A 33 años de la filmación de Alien, el mismo director encaró la producción de una precuela que retoma muchas de las preguntas que no no fueron explicadas en ese film ni en las siguientes películas de la ya legendaria saga. La legendaria nave de carga Nostromo que investigaba una señal de socorro de una colonia ubicada en un planetoide desolado, los túneles cavernosos diseñados por el artista plástico Hans Rudolf Giger, la baba asquerosa impregnándolo todo, los rostros de los cadáveres en una última mueca de terror, los huevos humeantes a punto de vomitar sus crías letales, y sí, el bip-bip de los aparatos que registraban una presencia que no debería estar allí pero estaba y que de pronto se descolgaba de un techo o salía del piso para almorzar con su formidable doble mandíbula a los pobres infelices de turno –que hay que decirlo, tampoco debían estar allí– mantener alguno vivo en función incubadora y claro, combatir y a la vez coquetear con la sensual Ripley, en bombacha y dispuesta a arruinarle el banquete. Desde sus comienzos en 1979, la saga de Alien sentó las bases de un universo terrorífico plagado de criaturas perfectas, bellamente siniestras en su cometido de masacrar a todos los seres humanos que tuvieran a mano e intentando llegar a la Tierra para continuar la tarea a gran escala. El responsable fue Ridley Scott, un director que recibió el encargo de Alien - El octavo pasajero, que tres años después hizo nada menos que Blade Runner (1982) y abandonó la ciencia ficción. Hasta ahora. El origen del depredador perfecto –cuerpo casi blindado, sangre ácida– siempre fue un enigma y Prometeo viene a ser el comienzo de una respuesta que aunque Ridley Scott afirmó una y otra vez que no se trata de una precuela, seguramente se extenderá por un par de películas más hasta enlazar, cronológicamente hablando, con el primer título de la saga. Unos cuantos años ante de que el bicho hiciera su aparición triunfal desde el vientre del oficial Kane en El octavo pasajero, la nave de exploración Prometeo llega a un planeta con un grupo de científicos comandados por doctora Shaw (la sueca Noomi Rapace, bien lejos de la Lisbeth Salander que compuso para la saga Millennium), en busca de los orígenes de la humanidad. Shaw cree que unos seres de una civilización infinitamente avanzada, “Los ingenieros”, fueron los creadores de los seres humanos, mientras como en un mantra circular, allí está la poderosa corporación con sus ocultos intereses que financia el viaje representada por la fría Meredith (Charlize Theron) y el inquietante androide David (Michael Fassbender, el crítico de cine de Bastardos sin gloria) y los tripulantes que acompañan de mala gana por apenas un sueldo. El grupo descubre a una criatura gigantesca, uno de los ingenieros –que remite al traje espacial fosilizado con un agujero en el pecho que encontrarán en el futuro la expedición del Nostromo–y luego se topan, por así decirlo, con otra de las creaciones genéticas de estos seres, infinitamente más letales y que por lo visto, tampoco respetan a sus creadores. Con una fuerte línea argumental que apunta al pecado de la manipulación y la soberbia sobre los que juegan a ser Dios, Prometeo sienta dignamente las bases de la precuela y como todo buen adelanto, incita la curiosidad del espectador sobre qué pasará en las siguientes entregas. Nada mal para una saga que en poco más de 30 años parecía que había dado todo de sí.
ADN para todos El viejo Ridley se puso pretencioso. Mucho es lo que quiere abarcar en un filme de ciencia ficción con una módica cuota de suspenso. Lejos está de la notable “Alien, el Octavo Pasajero”, de la cual esta que nos ocupa es su indudable precuela. La escena inicial nos presenta a un humanoide que se inmola por lo que sería, aparentemente, un bien superior. Inmediatamente después Scott nos lleva hacia el futuro, donde una pareja de arqueólogos, Charlie y Elizabeth, hacen un descubrimiento fundamental y decisivo para la humanidad. Esto los pondrá como parte privilegiada de la tripulación de una nave en la que viajarán hacia un planeta distante, todo financiado por un anciano filántropo que busca hallar el origen del hombre. Nada más, nada menos. A partir de ahí empiezan los problemas en el guión. Scott se mete en un lío cuando intenta mezclar religión con ciencia y teorías teológicas inabarcables para un ser que solo hace buenas películas de ciencia ficción. Porque “Prometeo” se pone buena cuando se despliegan los efectos especiales, los bichos basados en la imaginería de H.R. Giger cobran protagonismo y toda la producción se pone al servicio de la acción. El resto, pura charlatanería barata. Lejos de aportar certezas el filme dispara más de una pregunta, las que acabarán siendo dudas. Lo que puede ser presentado como algo abierto hacia el público para que este saque sus conclusiones, bien puede también ser considerado como caprichoso. El personaje de Michael Fassbender es un buen ejemplo en ese sentido. Por momentos escapa a la lógica de su propia historia, demasiadas licencias para un androide como el que interpreta. Porque no sólo los humanos se preguntan por su origen, aparentemente los robots también. David es un cyborg fabricado por la empresa que financia la aventura. Es de todo menos un "humilde servidor". En su mirada, y sus acciones, se nota una soberbia que no se preocupa por esconder. Al fin y al cabo tiene razón: es el más brillante de todos, el que maneja los idiomas antiguos, puede hacer andar máquinas milenarias; y su frustración, si es que un robot puede sufrirla, es depender de un humano que lo programe. La sueca Noomi Rapace, a quien vimos en la saga original de “Millenium” y en “Sherlock Holmes 2”, es la que se lleva los aplausos por su interpetación a puro nervio de Elizabeth, mujer que motorizada por sus propios temores se anima a lo impensado. Charlize Theron aporta su gelidez tan característica, pero precisa, en un rol más humano que el de su despiadada bruja en “Blanca Nieves y el Cazador”. En el final, todo queda servido para que -éxito de taquilla mediante- esta aventura continúe, seguramente queda algo de ADN para mezclar.
Ridley Scott regresa a la ciencia ficción. Después de Alien el octavo pasajero, que revolucionó la forma de hacer el género en el cine, replicada hasta el cansancio. Esta precuela es esperada con ansias por sus seguidores. Muestra cómo fue el origen del género humano, pero también el germen de su destrucción. Los interrogantes se multiplican, y el final deja las respuestas para una segunda “Prometeo”. Para los fanáticos, escenas espectaculares, suspenso, preocupaciones lights y acción sangrienta. Michael Fashbender es un robot misterioso, otro posible androide, y una humana Noomi Rapace protagoniza algunas escenas escalofriantes. Estéticamente poderosa, con defectos, pero muy atractiva.
El comienzo del fin En 1979 el director Ridley Scott sorprendía con Alien, película que revolucionó el género de terror espacial y que tuvo tres secuelas e imitaciones. Treinta y tres años después, arremete con Prometeo, esta precuela (aunque él niegue el término) que recupera el universo creado en Alien e instala algunas vueltas de tuerca interesantes en la historia. Antes fue la nave Nostromo (o después según desde donde se mire) que llegaba a un planeta desconocido y encontraba una extraña forma de vida que iba aniquilando a toda la tripulación. En Prometeo, un equipo de exploradores descubre una pista sobre los orígenes de la humanidad en la Tierra, lo que los lleva a una travesía emocionante por los rincones más oscuros del universo. Las similitudes con Alien no son casuales y hay que aclarar que el personaje que encarna Noomi Rapace (de la saga Millennium), Elizabeth Shaw, no es el mismo que interpretó Sigourney Weaver en el film original y en sus sucesoras. Una mujer de ciencia que acá se ve vapuleada por su fe y creencias. La nueva historia también incluye a un robot (para rememorar los tiempos de Blade Runner y el replicante que hizo Ian Holm en el film de 1979) que todo lo sabe y va un paso adelante que el resto. El irlandés Michael Fassbender se roba la película y su personaje tiene mucho peso. El reparto se completa con Charlize Theron, como la enviada de la corporación Weyland que controla y saca tajada del descubrimiento; un irreconocible Guy Pearce; además de Kate Dickie, Logan Marshall-Green, Idris Elba (en el puesto de Yapeth Kotto), Sean Harris y Kate Dickie. Si hay algo que no se puede negar es que Scott sabe contar historias y hace que la nave llegue a buen puerto. Acá entrega un eficaz planteo (el comienzo con presencia extraterrestre) y una atmósfera envolvente desde su concepción visual que continúa los pasos del relato original. A la hora de proyeccción comienza quizás lo que el espectador espera y sólo en los minutos finales se muestra los orígenes de la criatura alienígena que tanto espantó al público. Temas como el origen de la humanidad y la eterna lucha entre ciencia y fe, están expuestas con tecnología de punta (las esferas rojas que trazan un mapa del lugar desconocido) que siempre está al servicio de la historia. Es cierto también que el 3D sólo se aprecia en algunas secuencias, pero está de moda, y es la primera de Scott en este formato. Si el espectador busca inspiración mitológica (Prometeo es el benefactor de la Humanidad), dosis de intriga, terror y una mesa quirúrgica que opera con la rapidez de un rayo láser, los encontrará en este realización que hace gala de un misterio que abre sus puertas (y estómagos) para una nueva entrega.
Preguntas sin respuestas Ridley Scott vuelve a demostrar con este film las razones que lo llevaron a marcar tendencia en la ciencia ficción, género que reinventó con Alien seguida de Blade Runner, una de las películas de ciencia ficción más influyentes de nuestra época. Prometeo podría ser una precuela a la saga de Alien, pero en realidad es el comienzo de una historia que revela el origen de aquel Octavo Pasajero del film de 1979, que deja muchos interrogantes sin respuesta como, por ejemplo, para qué y por qué 33 años después abordara la nave Nostromo de Sigourney Weaver. A su vez plantea, desde lo visual y narrativo, nuevas incógnitas que devendrían en nuevos films capaz de esclarecer dudas del futuro o virar el rumbo e indagar sobre el pasado. Así es como Prometeo hereda muchas de las características narrativas y detalles visuales que la conectan con aquella de 1979, como el universo donde se desarrolla la trama, el protagonismo femenino y la convivencia de diferentes etnias y rangos, por citar algunos. Pero suma una de las particularidades de este director que llevaron a consagrarlo en la película Blade Runner, y que tienen que ver con el planteo acerca de la vigencia de ciertos valores éticos y las constantes contradicciones humanas llevadas a un nivel metafísico. Prometeo toca temas como el origen del ser humano y su destino, la inmortalidad, la sed de conocimiento llevada al límite, la manipulación genética, el poder y la fe. Una propuesta ambiciosa que (en esta aparente primera entrega) deja muchos interrogantes sin responder. Quizás el acierto mas interesante de Prometheus resida en la utilización del 3D y el talento de R. Scott para exponer majestuosamente los escenarios donde se desarrollará la acción, aportando mucho mas realismo a los espacios y permitiendo que el espectador pueda sumergirse en el universo de un relato que con poca acción, diálogos precisos y acertadas actuaciones, logra mantener el misterio hasta el final. Con una estética donde no faltan los displays, láser y lucecitas por doquier, siguiendo aquella estética posmoderna (al borde de la publicitaria) que en cierta medida supo inaugurar con Blade Runner, y una banda sonora que no deslumbra pero aporta lo necesario. Sin embargo, ciertos detalles no se explican bien y a pesar de ser un género que admite ciertas licencias, algunas situaciones terminan siendo inverosímiles o dejan varios cabos sueltos. Por ejemplo, como es que al científico (Logan Marshall-Green) el liquido negro lo mata y al arqueólogo lo transforma en un zombi súper fuerte. O por que David (Michael Fassbender) contamina al científico. ¿Si aquello que los ingenieros diseñaron para eliminar la raza humana se les volvió en contra y terminó con casi todos ellos, porque matar al humano que le vuelve a dar la posibilidad de repara el error?. Demasiadas preguntas para un film que promete dar respuestas en sus secuelas.
Los androides apuestan al futuro El filme de Ridley Scott es perfecto técnicamente, tiene buenas dosis de horror, impresionantes locaciones, dos androides que interesan más que los protagonistas humanos (Michael Fassbender y Charlize Theron) y estupendos efectos especiales. Si uno piensa que va a ver la última película del gran Ridley Scott (‘Blade Runner’, ‘Alien’), que se comenta que es algo así como una continuación de Alien, aquella bomba de la ciencia ficción y el horror de hace treinta años, el resultado no es de los mejores. La situación cambia si uno dice, ‘‘voy a ver una película de ciencia ficción’’. La idea central es que se organiza un viaje interespacial para investigar estudios basados en la creencia del origen alienígena de los hombres. Dos jóvenes investigadores, habrían deducido esta hipótesis luego de comparar pictografías alejadas en el tiempo de distintas civilizaciones que concluyen en la idea de que todos venimos de extraterrestres. La nueva heroína es una chica pelirroja muy enérgica, Noomi Rapace, que hace de médica y arqueóloga, y en sus orígenes nórdicos era una hacker modernosa que un gran director como Niels Arden Oplev lograba transformar en un sugestivo ente, casi tan fascinante como el salido de la escritura de Stig Larsson (‘Los hombres que no amaban a sus mujeres’). CHICA INOCENTE Esta chica, bastante inocente y esperanzada, cree en algo superior y respeta lo que su padre le dijo sobre la necesidad de elegir y aceptar otras opiniones sobre los orígenes. Embarcada con su pareja en el viaje solventado por las empresas Weyland, no sabe que va a ser protagonista de una operación en cápsula médico-espacial, inédita y espantosa. El filme de Ridley Scott es perfecto técnicamente, tiene buenas dosis de horror, impresionantes locaciones, dos androides que interesan más que los protagonistas humanos (Michael Fassbender y Charlize Theron) y estupendos efectos especiales. Lo que se extraña es un guión a la altura de tales logros estéticos, ese estremecimiento casi metafísico que acompañaba al Alien original y hasta la compasión hacia el replicante perseguido. El susto ahora es algo pedestre y el horror no tienen la cuota extra de misterio interestelar y hasta la impactante figura inicial del mitológico ser es, para veteranos sesentistas, una réplica del personaje interespacial que el Parakultural albergó en la década del ’80 en una de sus performances. Nuevos rostros con ideas añejas en un buen filme de ciencia ficción.
“Prometeo” intenta resucitar a “Alien” Después de tres décadas, Ridley Scott vuelve a la ciencia ficción, género en el que hizo sus dos mejores películas. «Blade Runner» y «Alien, el octavo pasajero», de la que este nuevo «Prometeo» funciona como especie de velada precuela, dado que si bien cuenta una historia nueva con marcianos de otro tipo que el de la famosa franquicia de la Fox, transcurre en el mismo lejano planeta donde en el film original Sigourney Weaver y otros miembros de una nave espacial de carga encontraban al indigesto alienígena. Luego de un doble prólogo entre místico y pretencioso en el que un extraterrestre crea un mundo, tesis sostenida miles de años después por una pareja de científicos (Noomi Rapace y Loghan Marshall-Green), la película va rectamente al espacio y comienza con el androide Michael Fassbender estudiando a Peter OToole en el film «Lawrence de Arabia», mientras el resto de la tripulación hiberna tal como el espectador lo ha visto en todas las películas de la saga. Una gélida Charlize Theron, a la que en un momento le pregunta si también es un androide, les muestra a los viajeros un video-holograma donde el anciano dueño de la empresa que financia la misión (un avejentado, irreconocible Guy Pearce) explica que antes de morir estaba decidido a tratar de que la humanidad conozca a su creador, tal como creen la pareja de científicos a bordo de la nave guiados por su mística sed de sabiduría. Pero no hace falta ser adivino para saber que encontraran todo tipo de vida hostil, y que sentirán en el estomago algo más que una fuerte indigestión. A diferencia de «Alien», una película casi perfecta, en «Prometeo» las fabulosas imágenes de un vuelo creativo antológico están bastante desasociadas de un guión elemental, que por momentos recuerda a las viejas películas clase B con ese tipo de astronautas que exploraban un planeta desconocido sin tomar la más mínima precaución, como si fuera un día de picnic. Al menos, el argumento logra que la película nunca deje de ser entretenida, y por momentos da llegar a escenas realmente espectaculares, intensas y a veces terroríficas, en general sufridas por la excelente heroína Noomi Rapace (al lado de las cosas que le pasan a su personaje, la Ripley de Sigourney Weaver casi estaba de vacaciones). Otro intérprete que se luce es Michael Fassbender que compone un androide que se parece mas a David Bowie que a los replicantes de «Blade Runner». Pero en todo caso aquí las estrellas no son tanto los actores como las imágenes, con nuevos diseños del ominoso H.R.Giger que bastan por sí solos para recomendar la película, además de una concepción distinta del 3D digital, ya que Scott logra que algunos momentos del guión realmente lo justifiquen y no sea sólo un atractivo visual gratuito. Al final queda claro que lo que buscaba Scott era volver a dignificar un poco la franquicia de Alien que había sufrido un poco luego de tantas películas y sobre todo de sus dos enfrentamientos con Depredador. El objetivo está logrado ya que, de manera literal, con «Prometeo» renace el viejo y baboso Alien que todos conocemos.
Un viaje hasta los confines del universo para conocer el origen de la humanidad. En los últimos días, el buzz de Prometeo online fue gigante. Los espectadores que ya la vieron y los críticos no hicieron más que pelearse por la película. Para algunos, es una nueva obra maestra de Ridley Scott, para otros, deja muchísimo que desear y queda a mitad de camino en decenas de cosas. En lo personal, voy a pararme en el medio. Pero vamos desde el comienzo. Luego de la excelente escena que da comienzo a la película (que no voy a adelantar, el chiste está en la sorpresa), nos ubicamos en el año 2089, donde nos presentan a un grupo de arqueólogos encabezados por Elizabeth Shaw y Charlie Holloway (Noomi Rapace y Logan Marshall-Green, respectivamente) que descubren una nueva imágen en una cueva que continúa un patron visto decenas de veces: un hombre señalando a un grupo específico de estrellas. Con esto, de alguna forma, confirman que alguna vez hicimos contacto, y de hecho redoblan la apuesta, postulando que la humanidad le debe su existencia a estos seres, a los que informalmente llaman Ingenieros. Años más tarde, en 2093, vemos cómo Holloway y Shaw forman parte de la tripulación de Prometeo, una nave espacial financiada por el empresario Peter Weyland (Guy Pearce avejentado) que viajará hasta la constelación señalada por las pinturas para conocer a nuestros creadores. En la nave también están David (Michael Fassbender), un robot que vivió con Weyland y se convirtió en su mano derecha, Meredith Vickers (Charlize Theron), representante de Weyland en la tripulación y Janek (Idris Elba) el tripulante del Prometeo. Luego de años en viaje, llegarán a un planeta con atmosfera similar a la de La Tierra, en donde encontrarán una construcción en la cual podrían esconderse los secretos que están buscando. Pero apenas llegan, se dan cuenta que algo malo sucedió allí, y si se quedan mucho tiempo, eso mismo podría sucederles a ellos. Prometeo (Prometheus, 2012) es la primera aproximación de Ridley Scott al universo de Alien desde 1979, cuando estrenó la película que daría el puntapié inicial a una franquicia de varias entregas y hasta crossovers, como Alien Vs. Depredador. Durante todo el tiempo, se menciona a Prometeo como una precuela de Alien, y esto es tan cierto como falso. Es decir: Hay muchos elementos que son parte del universo Alien, pero es difícil mencionarlos sin spoilers. Desde el vamos, el hecho de que la compañía que sacó al Prometeo al espacio sea Weyland, y que nuestros Ingenieros sean de la misma raza que el misterioso Space Jockey visto en la primera entrega de la saga Alien ya nos deja en claro que estamos en el mismo universo, unos 30 años atrás. Ahora, la gran diferencia de Prometeo, en donde planta una bandera, es que puede funcionar como una saga en si. Esta es la historia de los Ingenieros, no de los Xenomorphs, pese a que los guiños sobran. Si se hace, como se está diciendo, una saga de Prometeo, el camino que tomarán será distinto, y hasta paralelo al de Alien. Aquí la curiosidad va por otra parte, por un debate teosófico que enfrenta a los hombres de ciencia con los hombres de fe, y no solo eso, sino que también cuestiona la mismísima fe de los creyentes, aunque -como verán en la película- eso depende de muchos otros factores. La película tiene tres grandes problemas, que incluso pueden subdividirse en más, pero vamos a generalizar. Por un lado, los climas de la película cambian rotundamente. Parecen dos obras distintas pegadas, ya que al comienzo es todo suspenso y ciencia ficción, y luego nos captura una sensación "Alien" de la que es difícil salir, más cercana al terror y hasta al gore. Por otro lado, las preguntas sin respuesta y las cosas que suceden porque sí pueden irritar al espectador. Esto no es de extrañarse, viendo que el guión viene de la mano de Damon Lindelof, uno de los escritores de Lost, que siempre dijo que solucionar las incógnitas no era lo que más le interesaba en los argumentos. Y está bien, podemos negociar con eso porque sabemos que si hay una saga, habrá respuestas. Algunas al menos. Pero con las cosas que suceden porque sucedes en difícil convivir, y ahí está el verdadero punto flojo de Prometeo. Otro inconveniente es el elenco, que más allá de Noomi Rapace, Idris Elba, Charlize Theron y el magnífico Michael Fassbender que hace suya la película, no aportan nada y, de hecho, no nos interesan en absoluto. Ni siquiera Weyland, que encarna uno de los mayores misterios de la película, se convierte en alguien con quien podamos congeniar. Otra cosa a tener en cuenta es el 3D. Verdaderamente vale la pena pagar un poco más para ver Prometeo con los anteojitos. Ridley Scott se convirtió en un nuevo gurú de esta tecnología, ya que pocos (casi nadie) realizaron un trabajo tan fino y bello a la vista como lo que se hizo en esta cinta. Si van a ver la película, lo mejor que pueden hacer es no pensar en Alien, eso los tirará abajo, ya que en general son historias muy distintas. Prometeo es una gran película de ciencia ficción con un puñado de fallas, que pueden mejorar o empeorar a lo largo de la saga. Claro, pensar en dejar cosas mal para arreglarlas "después" suena a flojo, pero hoy en día el mercado funciona así y, de nuevo, hay que negociar ciertas cosas si queremos disfrutar el cine. Y Prometeo, sin dudas, es un gran ejemplo de cine para disfrutar y, sobre todo, para debatir, ya que los fanáticos de armar teorías amarán las posibilidades que les deja la película.
El padre de todos los relatos Ridley Scott regresa con una fábula futurista sobre el origen de la humanidad, precuela de la recordada película "Alien, el octavo pasajero". El maestro Ridley Scott no se priva de nada en Prometeo, la precuela de Alien, el octavo pasajero. El procedimiento refiere a una estrategia de mercado, ya que esta nueva película de ciencia-ficción instala, aunque trabajosamente por la cantidad de información que el montaje estructura, sus propias reglas de juego. La hipótesis científica con respecto al origen de la humanidad parte de la recurrencia de los dibujos de una galaxia recreada en distintos lugares y épocas por civilizaciones antiguas. En 2089, la doctora Elizabeth Shaw sigue la intuición y comienza la búsqueda a bordo de la nave Prometeo. El guionista Damon Lindelof (Lost) debe de haber disfrutado la suma de significados posibles al abrir cada ventana en el relato. La actriz sueca Noomi Rapace que deslumbró en la trilogía Millenium es la heroína que lidia con el contrapeso visual y actoral de Charlize Theron, representante, entre otras cosas, de la corporación que paga el viaje. A bordo saca sus propias conclusiones David, el androide interpretado por Michael Fassbender, personaje que remite a Blade Runner. El diseño de la película en general, y la sofisticación motriz de los alienígenas creados por H.R. Giger; la fotografía en distintas escalas, el maquillaje y los chiches letales hacen de Prometeo una película atiborrada de estímulos. En el camino del ADN, concepto e imagen que Scott sostiene, la tripulación se enfrenta con el silencio equívoco del cosmos habitado. Los seguidores de Alien volverán a encontrar superficies raras y viscosas, fluidos mortíferos, tormentas y peleas fenomenales, alienígenas con metros de tentáculos inteligentes; cuerpos incinerados o desfigurados. Como aquella sorpresa que Scott firmó en 1979 ya no es la misma, la película vira hacia el discurso filosófico, con el juego de ideas y creencias entrelazadas en un amasijo que une lo heroico y lo monstruoso. Scott propone una fábula de la creación muy lejos del amor. Ha sido, quizás, sólo cuestión de poder irradiado desde algún agujero del universo. "Decido creer" dice Elizabeth que, como dice un personaje, 'desecha tres siglos de darwinismo'. De todos modos, la mujer se aferra a una cruz que le regaló su padre. El director, con una estética lujosa (amplificada en 3D), propone un relato de matriz masculina, deudor de la historia de las ideas de Occidente. En ese camino misterioso pretende más de lo que logra, como la doctora Elizabeth.
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Las primeras tres películas de Ridley Scott merecen figurar en la historia grande del cine. Especialmente Alien y Blade Runner mostraban una preocupación metafísica y un rigor en la puesta en escena notables. Después algo pasó y sus buenas películas carecen de ese peso que las fija en la memoria. Prometeo se promociona como una “precuela” de Alien y lo es, dado que narra el primer viaje a aquel planeta mortal y el origen de aquellos monstruos. Pero es también y a su modo una precuela de Blade Runner, dado que el film gira alrededor de David, un androide, el personaje interpretado por Michael Fassbender, que vive preguntándose cosas sobre el mundo y lo somete a prueba de un modo al mismo tiempo inocente y cruel. La historia es la del encuentro entre la Humanidad y sus creadores en un lugar remoto, y de la indiferencia o directo odio de los creadores por sus criaturas. Es raro, pero su virtud y su defecto son el mismo: tomarse su tiempo para mostrar el mundo que nos presenta e introducirnos paso a paso en los problemas que plantea. Hay terror y hay horror fisiológico, pero estalla en algunos momentos puntuales -una mujer que se realiza una operación a sí misma, joya del espanto visceral- para otorgarle mucho más peso a las dudas de los personajes. Hay además, cierto humor y alusiones sexuales, aunque todo gira, constantemente, alrededor de la duda metafísica sobre el origen y el sentido de la vida, ni más ni menos. Un film paradójico: espectacular a escala humana.
EN EL ESPACIO, NADIE PUEDE ESCUCHAR TUS PREGUNTAS ¿De dónde venimos? ¿Para qué estamos en el mundo? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Existe (un) Dios? ¿Quién creó a nuestro creador? Si hay algo para destacar en PROMETEO (PROMETHEUS) es la forma en la que contagia a los espectadores la misma sed de conocimiento que tienen los protagonistas. Actualmente, no son muchos los films que te dejan pensando una vez que terminan de pasar los créditos y eso es digno de mención. El problema es que un montón de buenas dudas no son suficientes para hacer una buena película: aquí hay un débil desarrollo de los personajes y una falta de suspenso (especialmente en la segunda parte). Esto último resulta curioso si tenemos en cuenta que PROMETEO es una precuela de ALIEN (1979), que si hay algo que la caracterizaba era el bueno uso del “no mostrar demasiado”. PROMETEO muestra demasiado en ciertos aspectos (por ejemplo, su contundente inicio, que no deja lugar a las dudas del espectador y resta sorpresa a la historia), pero no dice todo: eso no está mal, a menos que se haga en exceso. Es que, además de que el guión presenta demasiadas ambigüedades, sólo hemos visto la mitad de la historia: tanto el director Ridley Scott como el guionista Damon Lindelof han confesado que la idea, desde el principio, era hacer un relato en dos partes y ese final, demasiado abierto, lo confirma. Así, muchas de las preguntas que se plantean en el film sólo llevan a más preguntas. Es el año 2093 y la tripulación de la nave Prometeo despierta luego de más de dos años de sueño inducido. Entonces, se les informa el objetivo del viaje: deberán descender en la luna LV-223 para tratar de encontrar a los Ingenieros, unos aliens que serían los responsables de haber creado a la raza humana, según las investigaciones de los arqueólogos Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green). Entre los tripulantes se encuentran el resolutivo androide David (Michael Fassbender) y la arrogante Meredith Vickers (Charlize Theron), quien está a cargo de la misión. Hay en PROMETEO un puñado de buenas actuaciones: Fassbender logra otorgarle todo el carácter de artificialidad que requiere David, el personaje más interesante de la película: nunca podemos saber en que está pensando el androide y eso, sumado a las intrigantes frases que expresa, a veces da más miedo que cualquier criatura alienígena. Theron, por su parte, cumple en el rol de hacerse odiar como la soberbia Vickers. Rapace no es la nueva Ripley, aunque tampoco parece que se haya buscado eso desde el comienzo: Shaw se muestra más indefensa que la protagonista de ALIEN, por lo menos hasta el tramo final, pero la actuación de Rapace no es lo suficientemente intensa. PROMETEO plantea el interesante debate de la ciencia contra la fe (algo que también estaba presente en “Lost”, serie de TV co-creada por Lindelof), aunque a veces las reflexiones y las referencias religiosas parecen algo forzadas y, en ocasiones, pretenciosas. Las preguntas planteadas (las filosóficas y las relacionadas con el guión de la película) acompañarán al espectador al salir del cine, como si hubiera sido infectado por el virus de la duda: hay quienes disfrutarán eso, pero no todos. Además, los fanáticos de ALIEN podrán entender algunas cosas sobre el misterioso Space Jockey y tendrán nuevas piezas para añadir al rompecabezas de la saga. Sin embargo, todavía faltan cosas por decir. La película cuenta con atractivos diseños de la maquinaria, de los paisajes extraterrestres y de las grotescas criaturas: es en estos tres aspectos donde se notan algunas de las referencias visuales a ALIEN. A eso se le puede sumar el buen uso del 3D (especialmente cuando se desata una feroz tormenta) y una acertada puesta de cámara del director. En PROMETEO lo que no convence del todo es el guión, que no dejará satisfechos a la mayoría de los espectadores. Antes, el guionista Damon Lindelof ya había querido demostrar con “Lost” que no siempre tendremos todas las respuestas. Y en la oscuridad del espacio no parece haber nadie a quien preguntarle.
La esperanza fantástica El cine fantástico o de ciencia ficción se encuentra en una evidente crisis. Esto se debe, en principio, a la carencia de argumentos complejos, ya que los actuales oscilan entre lo banal y lo obvio, pero más que nada este declive se debe a la pérdida de la magia en el plano visual. Los brillantes universos, artefactos o personajes, producto de la concatenación de una fotografía acorde y excelentes trabajos creativos y mucho más artesanales de dirección de arte y efectos especiales, que de a poco fueron siendo absorbidos por la digitalización, son la principal causa de esto que fue progresivamente contaminando el verosímil de estas historias. Films como 2001: Una Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, Naves Misteriosas de Douglas Trumbull, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo de Steven Spielberg o Alien y Blade Runner de Ridley Scott ya parecen tesoros perdidos en el tiempo...
Anexo de crítica: -Tanto prometía Prometeo que finalmente defrauda a pesar de los estériles intentos del director Ridley Scott por querer despejar todo contacto con el mundo Alien y su mística cuando estamos frente a una nave parecida al Nostromo; Alien parido por un humano y el terror claustrofóbico que el 3D a veces logra realzar y otras apaciguar. El problema de Prometeo es su desmedida ambición de querer alcanzar a 2001, Odisea del espacio y de dejar en manos de uno de los guionistas más aplaudidos y repudiados por Lost un relato de pretensiones metafísicas que parte de tantos interrogantes como de ideas que no llegan siquiera a esbozar una respuesta coherente e inteligente. Superando este escollo, el mérito de Scott recae en el apartado visual y en entregar un relato que no pierde ritmo, tensiona, fluye -en el buen sentido- pero que se cae a pedazos a la hora de resoluciones facilistas e incluso desafía la paciencia de los fanáticos de la saga del monstruo espacial.
Alien recargado Hasta no hace mucho tiempo, las películas de ciencia ficción que llegaban a las salas de estreno eran aisladas y recordables. No es que todo tiempo pasado sea mejor, pero Terminator (1984, James Cameron), Jurassic Park (1993, Steven Spielberg) o Escape de Los Ángeles (1996, John Carpenter), por ejemplo, se distinguían por su concisión narrativa, por aportar una mirada nueva sobre los conflictos trajinados por el género –los desbordes de la ciencia, la visión apocalíptica del futuro– y porque era posible apreciar en ellas una visión personal y estética consecuente con la obra de sus respectivos directores. A ese conjunto corresponde la primera Alien (1979, Ridley Scott), de la que Prometeo, deliberadamente o no, toma varios elementos. Pero, al menos en este género, las cosas no han cambiado para mejor en el mundo del cine, y si aquélla Alien basaba su atractivo en el clima de encierro en medio del espacio estelar y en el sinuoso combate de la protagonista con un esquivo y viscoso ser que no se dejaba ver en casi todo el film, Prometeo se bifurca, se dispersa, suma monstruos y sobresaltos, luce desbordada en sus subtramas y exuberante en sus pulidos efectos visuales. Del puñado de personajes ideados por los guionistas Joh Spaihts y Damon Lindelof, Prometeo elige seguir los pasos de una joven científica (Noomi Rapace) que, llegada a un lejano punto del universo para indagar en el origen de nuestra especie, va transformándose en heroína perseguida, al estilo de la inolvidable Ripley (Sigourney Weaver) de Alien. La sucesión de peligros y peripecias que la mujer debe atravesar incluye una cirugía realizada a sí misma, en una impresionante secuencia de la que no conviene contar detalles, variante de la ya célebre salida del alien de un vientre humano. Mientras las naves, los rayos y los bichos estrafalarios van y vienen, se deslizan entrelíneas sobre temas que han desvelado a la humanidad durante siglos: la posibilidad de vida lejos de nuestro planeta, la manipulación de la ciencia, la existencia de un Creador, incluso –ingresando en un terreno más psiconalítico– el miedo a parir. De más está decir que estas reflexiones asoman como al pasar, a años luz (valga más que nunca la expresión) de lo que Andrei Tarkovski (1932/1986) planteaba en films como Stalker o Solaris. Es indiscutible la majestuosidad de las formas escenográficas, el tratamiento funcional de la luz y la eficacia de los trucos, al servicio de un relato poco compacto pero rebosante de imágenes visualmente atrayentes. Hay un claro sentido del espectáculo, que responde a cierta incitación del cine actual para acceder a niveles de grandiosidad y efectos 3D que sólo pueden apreciarse en las salas. Y es, también, parte del estilo de Ridley Scott (1937, South Shields, Inglaterra), quien, después de la exquisita Los duelistas (1977), supo incorporarse cómodamente al cine estadounidense, cuyos clisés reaparecen aquí tanto en los personajes mascando chicle y haciendo chistes cancheros, como en el glamour de Charlize Theron –que, más que actuar, posa– o en el hecho de evitar las escenas de sexo. Las citas a criaturas mitológicas y las múltiples referencias a films previos como 2001: Odisea del espacio, Blade Runner, Star wars, Inteligencia artificial, Scanners y hasta Wall-E (el androide de Michael Fassbender disfruta viendo un clásico de Hollywood como el amigable robot) insuflan a Prometeo de ingredientes, dando por resultado un suntuoso mejunje con destellos de fría belleza.
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Ultimamente venimos en una onda de películas muy desparejas y Prometeo no es la excepción: durante los primeros 90 minutos el filme desarrolla una apasionante e inteligente historia de ciencia ficción y, en los últimos 20 minutos, decide transformarse en otra película, re-cargada de acción y saturada de criaturas de todo tipo atacando gente. El problema con esos 20 minutos finales es que la trama y los personajes cambian tanto que terminan resultando irreconocibles y, lo que es peor, no aparecen las respuestas a las preguntas planteadas durante todo el desarrollo previo. Es imposible negar que la película es buena e interesante, pero uno se queda con la misma sensación de coitus interruptus que ocurría al final de Kill Bill: para saber todas las respuestas, habrá que esperar un par de años para ver la secuela (si es que se filma) Prometheus es una especie de precuela de Alien. El problema con el término "especie de precuela" es que la gente va a ir al cine a ver una de extraterrestres babosos destripando gente y se va a topar con algo más cerebral que trata sobre los orígenes alienígenas de la raza humana. Ok, como para que la gente no los putee a mansalva los libretistas decidieron meter el mencionado emparche de los 20 minutos finales, en donde vemos algunos engendros verdosos masacrando actores y que comparten algún que otro rasgo con el marcianito dientón que todos conocemos. Pero el punto es que ese climax se siente como un forzado injerto que no va con el resto del filme. La precuela toma como punto de partida el cadáver del ser extraterrestre que encontraban los miembros de la Nostromo en la Alien original, y al cual se lo conoce como "el piloto espacial" o space jockey - un gigante que piloteaba una nave alienígena y al cual parece haberle explotado el pecho -. Aquí los space jockey vienen a ser los "ingenieros", una raza extraterrestre que inventó a los humanos en una probeta y los soltó en el planeta Tierra en el principio de los tiempos. Siguiendo el camino danikeniano de Recuerdos del Futuro, nativos de todo el mundo dejaron pinturas, artesanías y todo tipo de pruebas sobre la visita de esos dioses astronautas, e incluso dibujaron un mapa estelar con referencias sobre su mundo natal. Precisamente la expedición científica que comanda Noomi Rapace cruza medio universo hasta llegar a ese planeta, intentando encontrar respuestas sobre el origen de la humanidad. Durante todo ese tiempo, Prometeo se muestra como un filme de ciencia ficción pensante, muy a lo Arthur C. Clarke. Hay numerosas tesis sobre el cómo y el por qué de la creación - como la excelente escena en donde el robot que interpreta Michael Fassbender confronta a un miembro de la tripulación preguntándole el por qué de su propia existencia; "te creamos... porque podíamos hacerlo", a lo cual Fassbender le responde: "quizás eso mismo es lo que pasó con ustedes" -, las cuales amenazan desembocar en algún tipo de revelación trascendental a lo 2001, Odisea del Espacio. Considerando que todos los grandes directores (desde Soderbergh a Danny Boyle, sin mencionar a Darren Aronofsky) han querido imitar el clásico de Kubrick - o al menos, construir algo tan elaborado y provocador desde el punto de vista intelectual -, ésta vendría a ser el intento de Ridley Scott por aproximarse al maestro. El problema es que el filme empieza a mutar. Es difícil entender el por qué - si es que los guionistas se vieron cortos de imaginación a la hora de responder las preguntas que ellos mismos se habían planteado, o si se vieron forzados a meter de apuro elementos canónicos de Alien como para maquillar a la película y emparentarla con el resto de la saga -. Tenemos otra nave alienígena abandonada, otros extraterrestres muertos en extrañas circunstancias, otros bichos que mutan en la oscuridad y atacan a los miembros de la tripulación, y hasta otro androide con una agenda cargada de siniestras intenciones. Y mientras que esas rutinas están ok, tampoco son tan impresionantes o aterradoras como la Alien original. Quizás el problema sea que su inclusión se ve forzada y parece pertenecer a otro filme, ya que no se condicen con las expectativas "intelectuales" que venía planteando la película. Considerando el tiempo que ha llevado esta precuela - comenzó a gestarse en el 2000; en un momento James Cameron estuvo interesado y, cuando por fin Ridley Scott se hizo cargo, apareció el cross over Alien vs Depredador que terminó por espantar al director y puso al proyecto en el limbo hasta el día de hoy -, el resultado final podría haber quedado más pulido. Hay cierta contradicción de intenciones, como si el libreto hubiera sido escrito por turnos por dos guionistas que pensaban de manera muy diferente y que, incluso, terminaron rehaciendo (o pisando) lo que el otro había escrito. (alerta spoilers) El caso más obvio es el del robot David, que termina transformándose en aliado de aquellas personas a las cuales le arruinó la vida, y que logra escaparse de un castigo más que merecido. Pero, además de los incomprensibles cambios que sufren los personajes en esos dichosos 20 minutos finales, figura la ausencia de respuestas cruciales para la trama, como qué pasó con la nave de los ingenieros que nunca pudo despegar del planeta, por qué se murieron todos, o por qué los extraterrestres tenían las intenciones de volver a la Tierra para masacrar a toda la humanidad. Yo me imagino al codicioso productor del filme arrancando la última página del guión (la que contenía todas estas explicaciones) y diciendo "con esto vamos a hacer 2 o 3 películas más!". (fin spoilers) Prometeo es una muy buena película, a pesar de sus cambios de tono y de sus preguntas sin respuestas. Hay grandes ideas, excelentes efectos especiales y buenas actuaciones - aunque el papel de heroína le queda algo grande a Noomi Rapace -. El punto es que, para poder apreciar la película como corresponde, hay que olvidarse de toda la publicidad que le hicieron y no tomar a esto como una precuela literal de Alien (con todas las expectativas que eso conlleva), sino como un pariente lejano, con ideas propias y con algún que otro punto común con el extraterrestre carnívoro que todos conocemos.
La pesadilla del "Nostromo" ha vuelto El género de la ciencia ficción en el cine no admite medias tintas: gusta o no gusta. En el primer grupo, además, se distinguen los fanáticos; a ellos está dirigida en gran medida esta producción dirigida por Ridley Scott. Los que hayan visto "Alien, el octavo pasajero" (aquel gran filme de 1979) tendrán motivos extra para disfrutar de esta entrega, que marca el regreso de Scott a la ciencia ficción después de aquel hito en el género que fue "Blade runner", estrenada en 1982. Una vez más, el argumento tiene que ver con las preguntas fundamentales que se hacen los seres humanos (¿y también los androides?) en los filmes de Scott: de dónde venimos y hacia dónde vamos. Están también presentes los choques entre los intereses científicos y los de los empresarios que financian las investigaciones, y la posibilidad (o la imposibilidad) de compatibilizar la existencia simultánea de distintas formas de vida. Sobre este andamiaje conceptual Scott dosifica las escenas de suspenso y de terror que implican los encuentros de los seres humanos (y de los androides, claro) con los "alien"; y todo esto se realiza en un marco visual estupendo, con hallazgos que siguen regocijando a buena parte de la platea desde que las formas extraterrestres concebidas por H.R. Giger deslumbraron a todos hace ya más de tres décadas. En los recorridos de los tripulantes del "Prometeo" por las extrañas y umbrías cavernas descubiertas en un planeta remoto y hostil están los mejores momentos del filme. Mucho se habló y se escribió antes del estreno de esta película acerca de su condición de "precuela" de "Alien"; lo que queda claro es que si no fue concebida así, funciona perfectamente como tal. Quizá algunos nostálgicos recuerden como mejor logrados los aterradores momentos en los que la presencia monstruosa del alien se sugería en lugar de mostrarse, pero esto no quiere decir que "Prometeo" no esté contada con gran tensión dramática. Hay muchas referencias a la película de 1979; aquella odisea del "Nostromo" y la pesadilla desatada a bordo vuelve con gran intensidad y los memoriosos van a encontrar una serie de guiños o de referencias intencionadas. Hay aquí, otra vez, una tripulación que sale de la hibernación para desembarcar en un planeta remoto, reacciones diferentes de los miembros del equipo ante la presencia de vida extraterrestre, intereses encontrados que chocan estrepitosamente y la reacción personal de una de los miembros de la expedición especialmente aguerrida aunque, por cierto, no aparentaba ser la más fuerte del grupo. Todo esto (además de la estructura conceptual del argumento y de la narración en tono de suspenso y terror) remite inevitablemente a "Alien": pero también es importante aclarar que la película perfectamente puede disfrutarse en plenitud aún cuando no se haya visto aquel ilustre antecedente.
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Apelando a la imaginería visual y expresiva con que supo dotar a dos de los mejores films de ciencia-ficción de todas las épocas, Alien y Blade Runner, Ridley Scott, tras varias décadas, vuelve al género con renovadas ínfulas, a través de este Prometeo que esboza una nueva mitología que gira alrededor del primer título mencionado. Aquella El Octavo Pasajero que supo integrar de manera sorprendente el cine futurista y espacial con el más puro y descarnado terror, funciona aquí como punto de partida, transportándonos al “pasado” del original, en una aún fecha muy lejana en el tiempo. Más allá que se trate de otro producto signado por el tan en boga mote de precuela, propone una trama que recupera trazos argumentales dejados de lado (según se ha revelado) del guión de la primer Alien, y aprovecha para hurgar en el origen de la raza humana, sembrando dudas acerca de nuestra condición de terráqueos. Surcada de una intriga bien dosificada, acción, espanto y alta tecnología, Prometeo va amalgamando elementos que dan por resultado un film con pasajes verdaderamente fascinantes, más aún para aquellos que admiran los recursos estéticos de este cineasta. Scott, que luego de la sobrevalorada Gladiador en los últimos años revalidó su talento con la excelente American Gangster y la más que interesante Red de mentiras, retoma con la misma capacidad un género que maneja como pocos. Y si bien deja cabos sueltos y alguna situación no del todo bien resuelta, el espectáculo está asegurado y los seguidores del género y la cultura Alien no saldrán defraudados. Por otra parte las actuaciones superan con holgura lamedia habitual en este tipo de films, con nombres de excelencia como Michael Fassbender (el brillante protagonista de Shame), la camaleónica sueca Noomi Rapace y -como siempre- una bella e impecable Charlize Theron.
La angustia se mantiene impecable Alien ha instaurado una mitología de sostén propio. Con mayores o menores aciertos, lo que sigue y seguirá como lugar inamovible es el horror despierto por el engendro sin ojos pergeñado por H. R. Giger para el film de 1979. Películas e historietas posteriores, así como un merchandising de compañía, han provocado un lugar cultual alrededor del monstruo bio?mecánico y su película, cortesía de Ridley Scott, Dan O'Bannon, Moebius, Walter Hill, entre otros. La vuelta de Scott sobre su obra maestra (tan maestra como su Blade Runner, así como ambas tan cualitativamente lejanas de su cine posterior) no puede ser vista de manera superflua. Sea o no sea precuela, no importa. Lo cierto es que su clima, tipografía, grupo humano, puesta en escena, operan de modo simétrico al film aquél, con un crescendo agobiante de cara a la develación final -?o primera, tal la búsqueda divina de sus protagonistas-?. Es decir, Prometeo es pretendidamente otro film Alien. Y se suma a una estela de gritos vacíos que muestra aún su vigencia. Aquí la excusa estará en el viaje en el tiempo. Criogenizarse para llegar lejos en el espacio, al lugar último que dibujos y pinturas de civilizaciones antiguas indican. Rastrear una historia humana que es línea de tiempo, con el fin, quizás, de vencer su carácter unívoco. Alcanzar esa meta última para la respuesta a la pregunta primera. Un nido de recuerdos maquinales y antropomórficos da la bienvenida al contingente humano. Situación obligada, en este sentido, para la redecoración cinematográfica desde el prisma de pesadilla soñado por Giger. Entre la nave y este nido de cavernas habrá idas y vueltas, entradas y salidas que amenazan de manera progresiva. Nada más que decir sobre el argumento, pero sí sobre las caracterizaciones, acompañadas de la gelidez de Charlize Theron, la simpatía Peter O'Toole del androide de Michael Fassbender (cada vez más gran actor, tan cercano aquí al ánima Blade Runner), o las contradicciones entre fe y razón encarnadas por Noomi Rapace, arqueóloga del grupo. Los lugares comunes al mundo alien aparecerán otra vez, o por primera vez, dado el espíritu de precuela; es decir, la relación mujer/monstruo, madre/hijo, deseo/horror. Más un aire lovecraftiano que se respira y plasma de manera clara, tan afín al espíritu que guía a esta búsqueda de principios olvidados, colores imposibles y tentáculos sin océanos. No es ninguna obra maestra. También tiene sus tonterías habituales: argucias que justifican lo que sucederá, o hacer correr a los personajes para que la nave no se les caiga encima. Tal como se lee. Pero tiene la dignidad suficiente como para saber situarse dentro de un mismo esquema sígnico, respecto del cual la artesanía Giger ocupa su lugar central, inconmovible. Lugar nodal que hubo de provocarse, en última instancia, desde una película ya de culto. Hacia ella, todavía, habrá de volverse la vista. Tantas veces como sea necesario. Con una angustia que sigue impecable.
La pregunta por el Ser Por Matías Gelpi Ridley Scott es un director generalmente muy pretencioso, lo que explica la irregularidad de su filmografía. Autor de algunos bodrios y pifies como Robin Hood y Hannibal, se ganó su prestigio componiendo dos grandes películas de ciencia ficción a fines de la década de los 70 y principio de la de los 80: Alien en 1979, con guión del querido Dan O’Bannon, y Blade Runner en 1982, adaptando a uno de los grandes novelistas del genero, Philip K. Dick. Y como todos queremos el retorno a un pasado que recordamos feliz, Scott intenta (o le sale) en Prometeo una pre-historia de Alien, de Blade Runner, de su propia filmografía y de la humanidad. Todo esto que suena tan interesante, no convierte necesariamente a Prometeo en una gran obra maestra, sino en un film (como diría José Pablo Feinman) profundamente filosófico, que con sus limitaciones a cuestas, se pregunta por el origen y obtiene algunas aterradoras respuestas. En Prometeo se comienza contando la historia de los arqueólogos Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), quienes descubren cierta analogía entre pinturas y arte rupestre de diferentes lugares del mundo creados en diferentes épocas. Al parecer, todas las obras muestran un mapa intergaláctico, un sistema solar donde, según estos científicos protagonistas, pueden estar los creadores de la vida (sobre todo humana) en la Tierra. Por supuesto viajan allí y en ese lugar repleto de misterios comienza la aventura. Siempre va a ser tentador buscar las respuestas a la existencia fuera de nosotros: siglos de pensamiento, sistemas filosóficos y teorías científicas tienden a la conclusión de que nada tiene un verdadero sentido. Simplemente estamos, pero podríamos no estar. Mejor se lo explica Nanni Moretti a uno de los obispos de su maravillosa Habemus Papa, cuando le cuenta que la belleza del darwinismo es que demuestra la posibilidad de la existencia de la vida con una carencia absoluta de sentido. Y a esa búsqueda tentadora se lanza Scott en la nave Prometeo, viajando distancias imposibles arriesgando la vida sólo para preguntar ¿por qué?. Tal es esta angustia, que por eso los personajes del film están incómodos mientras viajan, pues saben que hay posibilidades muy altas de encontrarse con que todo en lo que elegimos creer no sea más que caos y nada. Y para recordarles a nuestros personajes lo que es jugar a ser Dios, deambula por la nave un androide llamado David, interpretado por el siempre sólido Michael Fassbender. Es decir, la parte explícitamente “Blade Runner” de esta historia. David es una maravilla tecnológica que imita y mejora la vida humana de manera altamente eficiente, y es una de las paradojas más interesantes del film: los humanos lo hicieron esencialmente porque podían hacerlo, entonces quizás nuestros creadores no tuvieron más pretexto que este para crearnos. De lo que se desprende que Darwin estaba equivocado y que ¡tenía razón Erich Von Daniken! Somos la creación de unos seres de las estrellas increíblemente poderosos que no tenían ningún pretexto, ni motivo trascendental para crearnos. Resultado: angustia y mas angustia. Entonces: ¿logra Ridley Scott convertir todo esto en un film que valga la pena? Sí, Prometeo vale la pena, más allá de cierta falta de ritmo y de alguna actuación floja como la de Noomi Rapace. Además es finalmente una precuela indirecta de Alien, aunque esa historia sea algo lateral en el film. Podemos decir que Scott sale bien parado con este proyecto, inmiscuyéndose una vez más con la ciencia ficción, género que le sienta bien. Y no deja que su recurrente solemnidad se apodere de todo, dejando espacio para la asquerosidad, el terror y, por supuesto, la angustia.
Prometeo viene a demostrar la robustez incombustible del universo Alien. No es casualidad que, después de Ridley Scott, por la serie hayan pasado grandes directores como James Cameron y David Fincher y algún otro del montón como Jean-Pierre Jeunet y que la calidad de las películas, más allá de sus búsquedas particulares, sea de buena para arriba (la cuarta, aunque respetable, es la menos interesante de todas). Tampoco lo es la enorme cantidad de productos que se alimentaron y alimentan todavía hoy de Alien: cómics, juguetes, videojuegos, incluso la obra artística de H.R. Giger (el diseñador de la primera) tuvo muchísima atención después de presentar su creación monstruosa, y todo eso sin contar el ya antológico cruce con la figura de Predator (que dio lugar, a su vez, a muchos otros cómicos, juguetes, videojuegos, etc). La inteligencia de Scott pasa por saber aprovecharse del mundo creado por él mismo en Alien sin parasitarlo, tocando algunas de sus notas de manera siempre elusiva y entrecortada. Prometeo es una precuela que anuncia constantemente la presencia terrorífica de una criatura que no se nombra (no es conocida, al menos por los humanos que son los que hablan) y no se muestra hasta la última escena, pero la compañía de un androide servicial y amenazante, una nave gigantesca de atmósfera aséptica que contrasta con sus pasillos largos y siniestros, las imágenes de criaturas chorreantes que incuban crías mortales; todo eso alcanza para construir el clima característico de Alien. Justamente, por que la estrella que se espera ver la constituye la salvaje y furiosa máquina de matar extraterrestre, es que Scott no genera demasiado suspenso alrededor de los humanoides que los personajes llaman los “ingenieros”: uno de ellos aparece mostrado exhaustivamente al comienzo como diciendo que nuestra curiosidad no tiene que estar dirigida hacia ese lugar; el verdadero misterio se reserva para los aliens, centro silencioso del relato. El hecho de recuperar la serie como clima en vez de historia (salvo por el nombre de Weyland, Prometeo no tiene ninguna conexión con el relato de las anteriores) es lo que ayuda a la película a sortear los problemas que aparecen sobre todo cerca del final, cuando los diálogos se vuelven torpes y surgen los grandes temas como la familia, la muerte, la culpa de la especie humana, etc. No importa que los personajes se vuelvan cada vez más unidimensionales, que el relato ate cabos de manera desprolija e inverosímil (el sacrificio final del capitán y sus oficiales) o que la historia se prolongue bastante más de lo debido. No importa porque el planeta que crea Scott es una roca desolada y gris (levemente azulada, como la primera Alien, Bladerunner y muchas de sus películas) que funciona a la perfección como escenario para su historia; porque el robot David es un personaje tan inquietante como llamativo (al igual que sus intentos finales por comunicarse con otros); porque el antepasado de la especie humana que van a buscar los protagonistas resulta ser un asesino ciego e implacable tan terrible como los aliens por venir. Los problemas del final no importan tampoco porque la misión espacial es una empresa de proporciones épicas y metafísicas, noble y turbia a la vez: detrás del viaje en busca del origen de la vida hay motivaciones ocultas por parte de Weyland, la sospechosa corporación que planea durante años la expedición y que podría querer traer especímenes de vuelta al planeta para utilizarlos con fines espurios). Lo de Scott es casi una lección para todos los que se dedican a refritar personajes, series y películas. A Prometeo apenas si le cabe el mote de precuela; lo que hace el director es contar una historia marcada por sus temas recurrentes (como la relación entre ciencia y técnica o el deseo de conocer los mecanismos que producen la vida) y demostrar una vez más que tiene un pulso extraordinario para la confección de climas; su película se sostiene por sí sola sin necesidad de trazar vínculos con las otras.
Hace un tiempo se anunciaba el regreso de Ridley Scott a la ciencia ficción, el resultado fué: expectativa, fotos de la realización de la futura peli, más expectativa, un teaser de la peli, aún más expectativa, campañas virales, expectativa en crecimiento, un trailer, más y más expectativa, más trailers, tv spots, fotos, virales y una expectativa que no entraba ni en el garage de George Lucas. Apostar a una película, invertir en buena publicidad y demás, no es malo, al contrario, pero a veces en inflamiento desmedido termina jugando un poco en contra. En este caso, amí no me pasó, porque como de costumbre, solo veo el primer trailer y no me quemo más nada, porque odio los spoilers; pero estoy seguro que a muchos les habrá pasado. En un principio se vendió como una precuela de Alien, lo que armó revuelo, pero luego salieron a decir que apenas estaría en el mismo universo y no tendría relación directa con Alien. Mintieron y me alegro infinitamente. Es una precuela bastante directa de Alien y está bastante bien. La dirección está a cargo, obviamente, de Ridley Scott (Alien, Blad Runner) y el guión es de Jon Spaihts (The Darkest Hour) y Damon Lindelof (Muchisimos capítulos de LOST). Frenemos en el guión. Se plantea, al igual que en los trailers, virales y demás, la teoría interesante de que los humanos fuimos creados por alienígenas, vamos viendo el film que nos prometieron y preparando el cerebro para entender y captar un posible exceso de información nerd. Empezamos a notar que todo empieza a girar al rededor de la supervivencia y casi que termina siendo otra película de monstruos, no mala, pero algo casi de más de lo mismo. Lo que le juega en contra a la peli es lo que pasó en otras oportunidades con films del mismo director: están editadísimos. Los productores le piden y hasta le exigen que acorte la duración del film, el director saca muchas escenas y genera que terminemos viendo una versión "pochoclera", más vistoza y recortada del mismo. Al punto que de no saber que están haciendo algunos personajes en ciertos momentos, caso puntual el personaje que interpreta Charlize Theron... en un momento desaparece, así de la nada. Éste tipo de cosas nos lleva a pensar, una vez más que la versión del director o la versión extendida será muchísimo más disfrutable y cerrará más por todos lados que la que vemos en el cine. El 3D? bien, gracias. Otra vez (y van...) los típicos transfers de profundidad que solo terminan estorbando. Uno quiere ver bien la película, no sentarse dos horas a ver que un personaje está 2 cm más atrás que una roca. Sacando el 3D, las escenas de acción y el trabajo de efectos especiales es fantástico, no decepciona para nada. El plus es que Scott dijo que, al igual que en sus pelis viejas, usaron muchos escenarios armados y poca pantalla verde "No me gusta ver a mis actores intentando imaginarse donde están, un escenario es bueno para que se aclimaten". En fin, el regreso de Ridley Scott a la ciencia ficción no es malo, pero no supera a su filmografía anterior, aún así es una película altamente disfrutable y super-entretenida. Esperaremos la versión extendida, que seguramente disfrutaremos el doble.
Se ven los esfuerzos de Scott que nunca consigue construir climas suficientemente opresivos y/o fascinantes, quedándose en el artificio visual y sonoro. Tres figuras son claves en Prometeo, esta precuela-spinoff de la saga Alien, que generaban una cierta expectativa. La primera es Ridley Scott, quien entre fines de los setenta y principios de los ochenta entregó tres grandes filmes, prácticamente obras maestras: Los duelistas, Alien-el octavo pasajero y Blade runner. Era películas donde exhibía una gran destreza visual combinada con economía de recursos, más una asombrosa habilidad narrativa. Después a Scott se le acabó la nafta, quedando apenas como un cineasta de superficies: muchos de sus filmes presentaban una gran ambición (Gladiador, Thelma y Louise, Robin Hood, Cruzadas), aunque al final terminaban siendo un conjunto de obviedades. A otros, como Hannibal, Los tramposos y Un gran año, se los nota hechos a desgano y por pura rutina. A tal punto decayó su nivel, que hasta su hermano, ese señor orgullosamente grasa llamado Tony Scott, terminó siendo mucho más interesante en sus diversas propuestas. En este retorno a las fuentes que es Prometeo, Ridley analiza los orígenes de la humanidad, su cine y un subgénero dentro del ámbito del terror y la ciencia ficción. La segunda figura es Damon Lindelof, co-guionista del filme, quien saltó a la consideración como co-creador de Lost, una serie que supo hacer de la arbitrariedad y lo inverosímil virtudes. Al igual que en ese hito televisivo de la última década, Lindelof busca tomar elementos ya vistos y fusionarlos en un universo propio, original y reconocible a la vez, con personajes básicos pero también atractivos, y una historia que abra varias puertas. La tercera figura es Noomi Rapace, quien interpreta a la protagonista, Elizabeth Shaw, una arqueóloga que, junto a su pareja, descubren una sucesión de pinturas rupestres que indican un camino hacia otro planeta que podría estar habitado por seres que posiblemente crearon a los seres humanos. Su personaje viene a reemplazar (o más bien a actualizar) a la heroína Ripley, esa mujer fuerte y decidida, capaz de erigirse en salvadora. Los antecedentes de Rapace, habiendo encarnado a Lisbeth Salander en la saga Millennium, la convertían en una candidata casi ideal para el papel. Todo lo dicho anteriormente sobre las chances que tenía Prometeo se queda en meros presupuestos. Scott tiene mucho para decir sobre nuestros orígenes, se ven sus esfuerzos, pero nunca consigue construir climas suficientemente opresivos y/o fascinantes, quedándose en el artificio visual y sonoro, y sólo una escena (una cesárea realizada por una máquina) es realmente escalofriante. Lindelof nunca puede darle la suficiente fuerza y dinamismo al guión, como si el formato cinematográfico, en vez de darle alas, lo ahogara y condicionara sus ideas. En cuanto a Rapace, carece de la presencia necesaria para erigir a su personaje como foco dramático. El resto de los personajes tampoco cobran trascendencia en el filme y unos cuantos actores (Charlize Theron, Idris Elba, Guy Pearce) deambulan, casi sin propósito, o explicándolo permanentemente mediante diálogos pomposos y redundantes. Se le puede reconocer a la película cierta apuesta por intentar una progresión dramática distinta a la media del mainstream hollywoodense. Pero sólo se queda en eso, en intenciones, y tanto en la vida como en el cine no se puede vivir de intenciones. De ahí que Prometeo nunca cobre vida propia y termine vagando por el panorama cinematográfico con un respirador artificial.
Muchas veces, y esta es una de ellas, uno va a presenciar un filme con determinadas expectativas otorgadas por varios elementos, en este caso principalmente el nombre del director, el mismo de “Los duelistas” (1977) “Alien, el octavo pasajero” (1979), “Blade Runner” (1982) hasta “Thelma y Louise” (1991), pasando por muchas otras que lo confirmarían como uno de los mejores realizadores de la actualidad. Pero su trayectoria es muy ecléctica y tiene demasiados altibajos. Sumémosle a las expectativas el nombre del filme: “Prometeo”. De esta variable me hago cargo individualmente. Prometeo es en la mitología griega el Dios Titán que lucha a favor de los hombres, le roba el fuego a los Dioses del Olimpo para traerlo a la tierra, razón por la cual es castigado por Zeus, (¿la antorcha de las Olimpiadas?). En esta producción sólo es el nombre de una nave espacial que no cumple ninguna función específica limitándose a ser el transporte de los personajes. Gran decepción, vuelvo a insistir, para mí. Por otro lado la inclusión en el reparto de figuras en pleno ascenso como Noomi Rapace, la protagonista de la trilogía sueca de Milenium (2009), Michael Fassbender, Guy Pierce, Charlize Theron., entre otros, apoyarían en gran parte esta cuestión de ir a verla con grandes perspectivas. El cuento presenta a un grupo de científicos y expedicionarios del futuro en busca de los creadores de la humanidad. Qué encontraran en el espacio, en otros planetas, es todo un misterio. De lectura inicial rápida, fugaz, superflua, parecería ser un texto antieclesiástico, pero finalmente queda aclarado exactamente lo contrario. Uno de los personajes lo expresa en un momento en que se plantea la cercanía de lo buscado, sin saber que es. ¿Un ser vivo? ¿Un objeto? ¿Alguien tiene que haber creado esto mismo? Respuesta Obvia, Dios. Por ende, y como resultado del cuestionamiento del personaje, Darwin y sus textos a la basura. El punto es que en principio plantea alguna cuestión filosófica más que interesante, para desvanecerse en el metraje y transformarse en algo hasta del orden de la simpleza extrema, pasando por elementos ya vistos en otra tanta cantidad de filmes como “Even Horizon” (1997), donde se repiten mucho de estos personajes. Para mantener la atención del espectador el relato abre, y despliega, una infinidad de subtramas, con historias de amor incluidas, deseos personales de los protagonistas, malvados ocultos hasta ultimo momento, pero con la certidumbre que los espectadores no se darán cuenta que nada de todo lo presentado cierra de forma lineal, apacible, posible, o sencillamente por decantación, sino que lo hacen a los apurones. Todo puesto para finalizar en un Alien que coloca al producto en el lugar exacto para producir, tal como se viene realizando, una precuela de la ya nombrada, la maravillosa “Alien, el octavo pasajero”. Es verdad que “Prometeo” cuenta en su haber con momentos muy logrados, pero no alcanzan para una mejor calificación. Empero es dable destacar los rubros técnicos, de muy buena factura, el diseño de arte que copia, pero lo hace muy bien, en tanto el montaje clásico es funcional al texto fílmico, con la fotografía y la música en un plano superior dando climas y tensión donde no parece constituirse demasiado firmes estas variables y, por supuesto, las actuaciones que se destacan como lo mejor del filme, principalmente Charlize Theron, quien vuelve a demostrar que es mucho más que una bellísima modelo.
Anexo de crítica: -Siendo la obra del realizador de dos clásicos, el resultado es decididamente frustrante. La frustración, sin embargo, no está dada por la grandeza de las primeras, sino por las malas decisiones de esta última. La película tiene un ritmo respetable y entretiene livianamente. El problema no está allí, no se trata de una torpeza en el ritmo o por la falta de agilidad en la acción, sino de una decidida metida de pata en la estructura misma del relato. Más allá de las preferencias de cada quien sobre las distintas versiones que la ciencia ficción potencialmente permite, a mi gusto, aquella que versa sobre el determinismo de la humanidad a partir de una raza de seres superiores que nos ha creado, está más cerca de la metafísica religiosa que de una auténtica reflexión sobre los límites de lo humano, y sus condiciones de autoproducción. Dejando ese aspecto de lado, pues -repito- es una mera preferencia personal que no merece mayor atención, el primer problema es la gratuidad con que se presentan en la película el personaje de Charlize Theron, y el resto de la tripulación, incluido el marido de la protagonista, cuya razón de ser no se explica, no se entiende, ni se justifica en ningún momento del film. Hubiera alcanzado con que estén la mujer y el androide solamente, y nada se hubiera perdido. Por otra parte, hacia el final del relato hay un cambio en la historia (de los ingenieros que nos han creado a esta raza de seres monstruosos que han querido nuestra muerte) sin solución de continuidad, sin que medie algún tipo de explicación o justificación, que bien hubiera ameritado alguna reflexión sesuda sobre ese aspecto, alrededor del final de la película.-
Un film que tiene mucho de "Alien, el octavo pasajero", nos traslada en un viaje a los orígenes del universo. En versión 2D y 3D.Se trata de la precuela del clásico de 1979, "Alien" (aquella que atrapo a varios seguidores), esta historia tiene algunas vueltas de tuerca interesantes, si te gusta el género de ciencia-ficción la vas a disfrutar, porque se encuentra extraordinariamente bien filmada, atrapante visualmente, su fotografía es asombrosa, a lo largo de la trama existen momentos de interrogantes y donde nos vamos a introducir en los rincones más oscuros del universo, ¿Estamos solos en el planeta?, ¿Cuáles son nuestros orígenes?, y se pone en juego la teoría "Darwiniana". Un grupo de arqueólogos en el año 2089 descubren varios dibujos en una cueva perdida, data de varios años, allí el hombre primitivo, se encuentra mirando las estrellas, estos bosquejos tienen algunas similitudes con otras que ya habían encontrado en otra oportunidad, y en estas cavernas se encuentran civilizaciones antiguas de todo el mundo. Nos situamos en el año 2093 cuando un grupo de científicos y exploradores a bordo de "Prometeo" viajan para descubrir los orígenes de la humanidad y surgen las preguntas más profundas sobre la vida, aquí dos científicos jóvenes y sobresalientes, Shaw (Noomi Rapace, la actriz de “La chica con el tatuaje del dragón” ) y Holloway (Logan Marshall-Green), lideran la expedición, a ellos se les suman en esta gran aventura el capitán de la nave Janek (Idris Elba), David, el androide (Michael Fassbender, su personaje está relacionado con Blade Runner), y Meredith Vickers (Charlize Theron), una representante de la Corporación Weyland quien invirtió en el proyecto. Y como la trama se centra más en el suspenso, la tensión y en la intriga nos es conveniente dar más datos. Una película visualmente impresionante, la música muy bien seleccionada viene de la mano de Marc Streitenfeld, quien trabajó en varias películas junto a Ridley Scott, la historia tiene horror, fluidos mortíferos, tormentas, peleas extraordinarias, monstruos, alienígenas, cuerpos incinerados y desfigurados, escenas fuertes ( una mujer que se realiza una cesárea a sí misma sin anestesia),y algún momento para el humor, alrededor de la duda metafísica sobre el origen y el sentido de la vida, si les digo que el guionista es Damon Lindelof (Lost), está todo dicho¿ no les parece?, con alucinantes imágenes aconsejables para el 3-D, asombrosos personajes y una puerta abierta que deja planteada la posibilidad de una segunda parte.
CREACIÓN Y DESTRUCCIÓN La textura del mito Antes de escribir opiniones, antes de enunciar teorías, antes incluso de introducir este análisis, antes que todo, los invito- si es que aún no lo han hecho- a que recorran la web en busca de las diversas críticas o análisis que han sido publicados de Prometeo. Más allá de estar de acuerdo o no con lo que se dice sobre dicha película, algo es seguro: casi todos dicen lo mismo. O sea nada. Que las mejores películas de Ridley Scott son Alien y Blade Runner, que el film genera muchas preguntas pero contesta pocas, que si es o no es una precuela de Alien, que presenta muchas similitudes con dicho film (particularmente que ambas películas suceden en gran parte en una nave espacial o en un planeta lejano y que ambos films son protagonizados por mujeres, dos descubrimientos fascinantes y reveladores), y una larga lista de etcéteras en los cuales no vale la pena ahondar. Pocos- muy pocos- intentaron echar luz al film por otro lado, ya ni digamos a nivel cinematográfico (cada vez más dejado de lado), sino a nivel del relato con sus cuestiones de índole filosóficas, de cuestionamiento moral, existencial y hasta religioso, factores que abundan, como en gran parte de las películas pertenecientes al género de la ciencia ficción (el alcance de la ciencia, la vida en otro planeta, la posibilidad de conocimiento de lo remoto, el rol del ser humano frente a lo inconmensurable del espacio) en Prometeo. Es menester entonces intentar analizar este film desde su condición cinematográfica y desde sus connotaciones antes que caer en el dato anecdótico que nada otorga a la comprensión del film y que, en todo caso, se puede leer en cualquier crítica. El momento del descubrimiento, el acto de reconocerse como ser creado. La mejor forma de comenzar este análisis es mediante una leve comparación con Alien. No hablo de comparar ambas películas con el fin de definir cuál es mejor (eso sería, como mínimo, una falacia) ni de encontrar similitudes, sino con el objetivo de comparar el método troncal utilizado en ambas, justamente porque funcionan como opuestos. Es entonces que si hay algo que se destaca de Alien es su capacidad sintética. En el film de 1979, Ridley Scott supo utilizar los recursos que tenía a mano, y si no los tenía, hacer de esta limitación un recurso. Es así que en Alien, el factor del terror se basa en lo que no se muestra, en esa presencia que casi siempre es ausente ya que está allí pero no la podemos ver. Y en esa incapacidad de ver, Ridley Scott dio en el centro del máximo terror humano: lo desconocido. Allí radica su poder sintético: es a través de los climas y del fuera de campo que se genera esa tensión constante. En Prometeo sucede exactamente lo contrario. No hay nada que no se nos muestre, y la utilización del fuera de campo se encuentra notablemente ausente. Como si la cámara fuese un deíctico (deformado: audiovisual) constante, nos señala todos los hechos y hace al espectador partícipe omnipresente del relato. Frente a esa sobriedad y esa síntesis presente en Alien, queda lo opulento, lo barroco y lo desmedido en Prometeo. Ya desde el comienzo, en la secuencia inicial del film, asistimos a un supuesto "nacer" de la vida humana en la Tierra. Así, a partir de este momento, somo cómplices de un saber que nos pondrá en una posición de privilegio con respecto a los protagonistas del relato posterior. Sabemos con certeza (porque lo hemos visto) lo que ellos suponen e investigan: toda su teoría, la que los embarca en el viaje hacia aquel planeta, nosotros ya la sabemos como cierta. Y así será a lo largo de todo el film: es muy claro al final, una vez que la nave ha sido destruida, cuando David le dice a Elizabeth que el "ingeniero" se dirige hacia donde ella se encuentra. Y aquí resulta interesante trazar nuevamente un paralelismo con Alien: en aquel film, esta escena hubiera sido manejada con absoluto suspenso, ocultando a la protagonista y al espectador el monstruo y creando el terror a partir de la presencia ausente del mismo. En Prometeo, sin embargo, a los segundos de enterarnos, junto con Elizabeth, de la amenaza que se acerca, vemos a aquel "ingeniero" traspasar una puerta y dirigirse hacia la protagonista- vemos todo antes que ella. Es así que se ve una clara decisión por parte de Ridley Scott: que el espectador sepa más que los protagonistas. Este es uno de los temas principales de Prometeo: la capacidad de ver. Si el mito de Prometeo habla de este titán que robó el fuego (el saber) de los dioses para dárselo a los mortales y fue castigado por ello, en el film la ciencia cumple un falso saber, y lo que se busca- las respuestas- son aquel fuego. Es entonces que por preguntarnos el por qué (pregunta principal de la filosofía) somos condenados, en este caso, con la creación de un monstruo- el alien (en el mito, la caja de Pandora). Y la creación de este monstruo lleva implícita la misma tortura que aquella que le fue dada al titán Prometeo: en el mito, el mismo fue estacado al aire libre, para que todos los días un águila le devorara las entrañas. Esta capacidad de "ver" gracias a la ciencia se ve en varios momentos del film. La protagonista de la historia, Elizabeth (Noomi Rapace), mientras se encuentra investigando los restos aparentemente abandonados de una antigua civilización junto con otros miembros de la expedición, pregunta más de una vez en su comunicación con la nave: "Prometeo, ¿estás viendo esto?". El saber constante y la posibilidad de verlo todo es algo sobre lo que el film hace hincapié, un trazo que encuentra su analogía con el rol de la ciencia misma. Así es que vemos todo- vemos hasta los sueños de la protagonista, a través de David, el robot orgánico interpretado por Michael Fassbender, vemos también sucesos de hace dos mil años, aquellas grabaciones que quedan en la nave de sus anteriores ocupantes. Es notorio como, por ejemplo, ni siquiera una tormenta de silicio cargada de estática puede separar a la nave de los investigadores, y así pueden comunicarse entre ellos constantemente: la ciencia y la tecnología como realidad absoluta, como paradigma de aquel presente futuro al que todos se encuentran habituados. Y frente a este saber incuestionable, se encuentra, en absoluta oposición con él, el otro elemento clave de Prometeo: la fe. La decisión de creer por creer, sin necesidad de encontrar un fundamento en la teoría, la determinación de poner en tela de juicio la racionalidad del saber. Lo dice el padre de Elizabeth en el sueño que vemos: "Es lo que decido creer." Y también lo dice Elizabeth, casi al final del film, cuando habla con David. Y contra esa determinación (egoísta como cualquier decisión personal) no hay ciencia que valga. Elizabeth representa a la fe, y David a la ciencia. La fe no hace preguntas: cree; la ciencia se pregunta el cómo. Hay un diálogo muy interesante en Prometeo, en el que David le pregunta a Charlie la razón de que lo hayan creado a él, un robot. "Los creamos porque podemos", responde Charlie. "Imagínese que decepción sería enterarse de que lo hicieron porque podían", retruca David. David (Michael Fassbender) en uno de los momentos más sobresalientes del film. Hay una serie de factores que remiten a una fuerte carga religiosa en el film, encarnada en Elizabeth. De esto son evidencia los sueños de su niñez, la cruz que siempre carga consigo, e incluso la imposibilidad de la protagonista de tener hijos: su embarazo resulta entonces milagroso, y da lugar a un ser monstruoso que a su vez engendrará, en el cuerpo de uno de los "ingenieros", al primer alien (el argumento es todo menos sencillo). Pero hay, a su vez, factores ajenos a ella, aún más alevosos aunque quizá menos evidentes, que connotan una teoría oscura que no queda muy clara en Prometeo (se trata de un film mutilado e incompleto; sobre esto volveremos más adelante). No es menor el hecho de que sea Navidad el día que se desencadena todo (según el calendario católico, el nacimiento de Cristo), y de que dentro de aquel "templo" en el que los investigadores encuentran aquella enorme cabeza humanoide, en la lápida de una tumba, se vea claramente la figura del xenomorfo crucificado. Estos son indicios invisibles, signos que no quedan claros a no ser que se vea más de una vez el film y de que se investigue sobre el mismo. Y la estrecha relación con el concepto del paraíso cristiano: la humanidad condenada al sufrimiento (al pecado) por su afán de saber. Por último, es interesante reiterar el paralelismo con Alien en lo que respecta a la sexualidad. Aquí, a diferencia de aquel film en que la sexualidad se representaba como algo visceral y opresivo en la figura del alien, la sexualidad está más ligada a la creación de vida. Justamente, el momento en que Elizabeth tiene relaciones sexuales con Charlie y, simultáneamente, Janek (el capitán de la nave, interpretado por Idris Elba) con Meredith Vickers (Charlize Theron), es el instante en que vemos a aquellas criaturas similares a culebras (lo fálico aquí es evidente) penetrar a Millburn (Rafe Spall). Y es, claramente, el comienzo del fin, el inicio del mal. Queda claro entonces que en el momento de la procreación es cuando este mal se hace evidente, se muestra. Y este mal no es otra cosa que la muerte. Y nada más fálico que la nave Prometeo- y el momento final, en el que intercepta a la nave del "ingeniero", resulta un extraño acto sexual: este falo se dirige a toda velocidad a aquella nave con forma de herradura, con forma femenina. Hay una gran frase en Prometeo, y se da en ese momento del film. Elizabeth pide a Janek que impida que la nave comandada por el "ingeniero" despegue. "Lleva a la muerte, y se dirige hacia la tierra". Este tipo de diálogos, que rozan lo ontológico, dejan ver lo que pudo ser Prometeo y no fue, esa capacidad mítica que pudo haber adquirido el film pero de la que sólo se percibe la superficie, la textura. Porque se trata, en definitiva, de una película incompleta. Esto está claro a lo largo de su metraje: personajes que no se desarrollan, hechos que no cierran ni, a veces, comienzan, acciones inconclusas, grandes baches de información. Todo esto (es una hipótesis personal, y en esta parte del análisis debo desviarme del núcleo del mismo para aclarar un hecho en concreto), a mi parecer, se debe en gran parte al recorte del que sufrió Prometeo para su estreno comercial. Ridley Scott es conocido por sus "Director's Cut" que van directo a DVD una vez que el film sale de las salas, versiones con mucho más metraje que tienen un ritmo más pausado y se dedican a profundizar las relaciones entre los personajes. No sé si esa versión será una gran película (por lo pronto, Prometeo dista de serlo), pero seguramente ampliará el universo creado y se entenderá mucho más de su mitología, esa que queda implícita en esos signos invisibles de los que hemos hablado. Un ejemplo concreto. Uno de aquellos factores interesantes que no queda para nada claro en el film involucra al agente infeccioso creado por los "ingenieros" para destruir a la humanidad. En el momento en el que vi Prometeo, la escena más innecesaria del film me pareció aquella en la que el personaje de Fifield reaparece pero cambiado, con mutaciones en su rostro y en su cuerpo y una fuerza sobrehumana. Al leer sobre el tema, di con los bocetos del diseñador de criaturas del fim, Ivan Manzella, y entendí algo que se encuentra velado debido al recorte de metraje: los humanos, al ser infectados por aquel líquido, sufren una transformación y se convierten en una especie de xenomorfo-humanoide con necesidad destructiva. La ausencia de este tipo de explicaciones es la que irritó a gran parte del público: convierte a Prometeo en un relato irregular, complicado (en un nivel casi laberíntico) y carente de unidad y de coherencia interna. La acertada composición de cuadro se combina con la magnificencia propia de los escenarios naturales. Ese es quizá su mayor problema: suceden demasiadas cosas. Y esto empeora cuando se le suma lo espectacular del medio (el uso del 3D es uno de los mejores que he visto hasta el momento). La gran fotografía a cargo de Dariusz Wolski otorga a todos los escenarios (en su mayor parte naturales) una grandilocuencia de una carga abrumadora. En lo que respecta a los intérpretes, destacan Noomi Rapace, Idris Elba y Michael Fassbender (quizá el personaje más logrado del film). Al resto (particularmente a Guy Pearce y a Charlize Theron) se los nota algo desdibujados, truncados (nuevamente, algo a rever en la versión del director). Por otro lado, hay dos grandes escenas por las que ya vale ver Prometeo: aquella en la que el androide David se encuentra en el medio de aquellas galaxias, navegando entre estrellas separadas por millones de años luz y sopesando entre sus manos al planeta Tierra (de una belleza visual y un uso del 3D completamente avasalladores), y la (ya) antológica escena en la que Elizabeth se hace una cesárea de emergencia en aquella máquina quirúrgica para extraer de su interior a aquel feto similar a un molusco, que luego será el fecundador del primer alien (que resulta de la unión entre este molusco y el "ingeniero"). El tiempo del montaje, la estética (la sangre virulenta contra el blanco aséptico de aquella máquina) y la actuación de Rapace son elementos perfectos de esta grandísima secuencia. Hay, para finalizar este análisis, otro concepto sumamente interesante en Prometeo. El hecho de que el creador tenga la necesidad, luego de haber creado, de destruir a su propia creación. Y es quizá la pregunta de mayor relevancia del film: ¿por qué alguien que nos creó querría destruirnos?. ¿Qué hemos hecho mal?. No es casualidad que el Frankenstein de Mary Shelley se titule "Frankenstein o el moderno Prometeo". En él, el científico que da nombre a la novela crea, a través de la ciencia, vida, y luego comprende que debe destruirla, porque, en definitiva, nunca debió haber sido creada. Esto tiene una conexión muy interesante con el arte mismo, y el rol del artista. Porque el artista crea, y muchas veces para crear, previamente debe destruir. Es, quizá, lo que sintió necesario hacer Ridley Scott: destruir Alien, acabar con su creación. Hacer lo opuesto, no imitarse a sí mismo sino intentar renovarse. Crear una nueva obra a partir de las cenizas de aquella de la que se nutre. Lo dice David en el film "¿Acaso no queremos todos matar a nuestros padres?". La paternidad está tan presente en la película porque el mismo Ridley Scott es padre de Alien, y para que Prometeo exista debe ser por mérito propio, no por dependencia de aquel film tan trascendental. Puede que no sea un producto muy logrado, pero hay una búsqueda, una inquietud constante en Prometeo que excede cualquier ambición: el cuestionamiento del arte (y en particular, del cine: David, el androide, es fanático del film Lawrence de Arabia- hasta cita frases célebres del mismo). Y este cuestionamiento radica en la esencia del ser humano, porque el arte es, en definitiva, la única respuesta- el manotazo de ahogado de alguien que se sabe finito: la gran pregunta existencial que hace Prometeo tiene como respuesta, nada más ni nada menos, al arte mismo.
Prometeo es una película ideal para los fanáticos del género que si bien no tiene una súper historia, brinda un entretenimiento visualmente impresionante repleto de buena calidad. El relato está bien pensado pero el guión tiene varios altibajos ofreciendo secuencias sumamente atrapantes (como la de la cesárea, por nombrar alguna) junto a otras bastante densas..
Del visionario Riddley Scott nos llega a las pantallas Prometheus, filme que, con las actuaciones de Noomi Rapace, Michael Fassbender y Charlize Theron, nos llega a las pantallas este verano con una alta expectativa después de la intensa (y muy interesante) campaña viral a su alrededor. Es así que entre dimes y diretes, sobre si era precuela, secuela o reboot de la exitosa Alien (1989) y si sobre tenía que responder a unas cuántas preguntas existenciales, nos encontramos ante una película bastante fuera de lo común que desde ahora mismo les digo que se convertirá en una cinta de culto. Antes de hablar de las cualidades y/o errores del filme, empecemos a hablar un poco de la filosofía. Como habrán notado (y para quien no lo sepa), el título de esta crítica lleva también el de un libro de Milan Kundera: La Insoportable Levedad del Ser. Y aunque propiamente no es un libro de filosofía pura, al estilo griego, si lo es de una filosofía profunda, esa a la que todos en algún momento de nuestras vidas nos enfrentamos: ¿de dónde venimos? ¿qué somos? ¿a dónde vamos? ¿quién nos creó?. Pueden existir una y mil respuestas a estas preguntas, al fin y al cabo, cada quién elige en lo que cree. Y ésta es la verdadera premisa de la película. Rapace interpreta a una científica que, a pesar de tener una religión, quiere conocer el orígen de la vida desde ambos puntos de vista. Y es en pinturas rupestres provenientes de distintas civilizaciones antiguas, en donde encuentra una secuencia repetida que resulta ser una especie de mapa estelar, y decide ir, con apoyo de una compañía privada, iniciar un viaje espacial para llegar al planeta y saber si efectivamente ahí residen nuestros creadores, y poder preguntarles cuál fue la razón para que nos hicieran. La película se desarrolla en medio de un suspenso y un drama envolvente. Y se nota que es Scott quien la creó, desde referencias con Alien y Blade Runner, hasta Gladiador y Robin Hood; en una especie de collage, donde todo el peso recae sobre los magníficos Rapace (a quien siempre he admirado desde que la vi en la versión sueca de Los Hombres Que No Amaban a las Mujeres) y el talentosísimo Michael Fassbender, quien, en la piel de un robot, nos entrega otra sólida actuación y es quien creo que carga el mayor parte del peso de la película. Y lo digo, porque es en él en quien empiezan a recaer todas las preguntas de las que ya hemos hecho mención allá arriba. Y aquí agregaríamos unas cuantas más: ¿Existen el bien y el mal por naturaleza o somos nosotros quienes dictamos esas diferencias? ¿De qué somos capaces los humanos en nombre del amor y de nuestras creencias? Con unos efectos increíbles, unas locaciones maravillosas, y un elenco increíble, la historia se desarrolla en una especie de universo paralelo al de Alien. No es una precuela en el sentido estricto de la palabra, porque no es hasta la última escena donde establecemos una conexión verdadera con ésta última. Pero tampoco es una secuela directamente, al establecerse las pautas para una nueva saga (típica producción hollywoodense, con un final abierto). Y es este final abierto lo más interesante de la película. Porque aparte de plantearnos muchas preguntas, algunas de las cuáles se van resolviendo a lo largo de las poco más de dos horas que nos dura el filme, nos deja muchísimas cuestiones abiertas, y no para resolverse en una segunda parte, sino para reflexionar uno mismo. Y por eso es ya una cinta de culto, porque no es el espectáculo comercial y entretenido que cualquiera disfrutaría y saldría satisfecho del cine (que, a pesar de todo, vaya que si se disfruta), sino porque es de ese cine extraño, reflexivo, no apto para todo tipo de gente. Pero maravilloso a su manera. Sin duda, Riddley ha regresado a lo que mejor sabe hacer: historias épicas de ciencia ficción donde no busca complacer a la gente, sino plantearle nuevas dudas, quizá las mismas dudas que él, como ser humano, tiene, y que buscó una manera original para plasmarlas en una película. Quizá haya por ahí un par de escenas que salen sobrando y que por un instante la película pareciera que decae. Pero esperen un buen producto en este verano lleno de blockbusters. Al menos, este no creo que entre en la categoría de uno de ellos, pero si en una excelente función que no defrauda.
El que mucho abarca... ¡Cómo me cuesta ponerle esta nota al maestro Scott! La verdad es que tenía una expectativa muy alta con respecto a su vuelta a la ciencia ficción pero me terminó quedando un gustito raro... Recordemos que el director inglés Ridley Scott nos ha entregado trabajos como "Blade Runner", "Alien", "Gladiador", "Gangster Americano" y "Thelma & Louise" entre otros títulos que engrandecen la historia del cine, por lo que la decepción suele ser siempre mayor. Repasando el film hay cuestiones que son fantásticas y componen la mayor parte del atractivo como por ejemplo el mundo futurista que elabora Scott, donde se combina de manera realista aspectos del presente con posibles avances futuros de la humanidad, donde el detalle cuidado y de alta calidad se evidencia hasta en el diseño de los cascos retro futuristas que utilizan los protagonistas. El mundo de los "Ingenieros" (ya se darán cuenta en la peli cuando lo vean) es absolutamente maravilloso, los efectos visuales y de sonido son increíbles y hasta los colores usados en pantalla son evidencia de un verdadero profesional del cine. Otro ingrediente que agrega valor es el cast de actores que dieron vida a los personajes, un cast que incluye nombres como la ganadora del Oscar Charlize Theron ("Snow White and the Hunstman", "Young Adult", "Monster"), las nuevas estrellas Michael Fassbender ("Shame", "X-Men: First Class") y Noomi Rapace (trilogía "Millenium"), Guy Pearce ("Memento", "El Discurso del Rey") y muchos más. Los mejores sin dudas fueron Noomi Rapace y Michael Fassbender. Vamos con lo negativo... Con respecto a la trama, creo que se quiso abarcar tantos aspectos como la creación de la humanidad, la ciencia, los marcianos, la ambición de las corporaciones, la evolución, la auto crítica como especie destructora y demás temas que en vez de agregar calidad, terminó quitándosela. "El que mucho abarca, poco aprieta" suele decir un dicho popular, y creo que se aplicó de ley a esta producción. Hay muchos huecos e incoherencias que confunden al espectador, lo cachetea de un lado y del otro durante todo el metraje para dejarlo con muchas dudas al final. Sí, se explica el origen del famoso "Alien" que tanto disfrutamos durante 2 décadas, pero el desenlace de la explicación termina siendo torpe. Hay gente que se traiciona pero termina junta, hay gente que con su pura presencia genera interés como es el caso de Charlize Theron y Guy Pearce que fueron desaprovechados con roles desabridos y de poca monta que se les asignaron, hay gente que se muere rápido y que debería haber tenido más protagonismo, hay gente que de repente saca un héroe desinteresado de la nada y se sacrifica por toda la misión... hay en conclusión, muchos huecos que no supieron sellarse con material de buena calidad. Es una película que tiene muy buen suspenso y una puesta impresionante, que entretendrá a los amantes de la ciencia ficción, pero para los que somos seguidores de Scott y de "Alien" supondrá un vuelta accidentada que esperemos sepa remendar en su próximo proyecto.
En los confines de la humanidad En 1979, Ridley Scott hizo su revolución en la ciencia ficción con “Alien, el octavo pasajero”; tres años después “lo hizo de nuevo” adaptando la novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, de Phillip K. Dick, convirtiéndola en la también mítica “Blade Runner”. Scott dejó a la pobre oficial Ellen Ripley en manos de James Cameron, quien con “Aliens (El regreso)” (1986) comenzó a ganarse la fama de ser “el mejor realizador de segundas partes” (lo confirmó con “Terminator 2”, superándose a sí mismo). Tras el batacazo de Cameron con “Avatar”, parece que al viejo Scott le vinieron ganas de retomar el espíritu de la vieja ciencia ficción, de la mano del guión escrito por Jon Spaihts y Damon Lindelof (uno de los cerebros, junto a J.J. Abrams, detrás de “Lost”). Así surgió una película grande, no tan apabullante como “Avatar”, ni tan pequeña como la primera de “Alien” (que a fin de cuentas transcurría en buena medida en los espacios cerrados del Nostromo). Para los seguidores de la saga (amigo lector: vaya conociendo la relación de este filme con aquellos) será una vuelta al origen (en más de un sentido, ya que estamos), con su secuencia de presentación de la tripulación, enigma, terror y batalla apoteósica con final abierto. El origen El disparador de la historia es intrínseco a la humanidad misma: las preguntas sobre el origen de la especie y, de paso, sobre la finitud de la existencia. La idea de una expedición buscando respuestas sobre las fuentes es un tópico de la ciencia ficción más clásica, en obras como “Vuelta a empezar”, de Michael Shaara, o “Más vasto que los imperios y más lento”, de Ursula K. Le Guin. Aquí todo comienza (luego de una escena inicial que introduce al espectador en el misterio) con un descubrimiento arqueológico a cargo de la pareja integrada por Elizabeth Shaw y Charlie Holloway, quienes convencerán al moribundo magnate Peter Weyland para fletar una expedición espacial en busca de un sistema que figura en un mapa estelar repetido en diferentes hallazgos de culturas antiguas. La idea es que allí vive una raza de “Ingenieros” que gestaron a la especie humana (recordar qué corporación rentaba el viaje del Nostromo). Así, se conforma la tripulación del Prometheus (bautizado como el titán amigo de los mortales, quien robó el fuego de los dioses para darlo a los hombres para su uso y posteriormente ser castigado por Zeus), en la que también revistan el androide David (la contracara de la pulsión humana por buscar un Creador) y la fría Meredith Vickers, representantes de los verdaderos designios de Weyland. Finalmente, habrá un hallazgo de vida inteligente, y de algo más, la muerte desconocida, los miedos más primarios. Y el descubrimiento de males peores que habrá que evitar a toda costa. Los que yacen Nada de todo esto sería lo que es sin el aporte conceptual del artista Hans Rudolf Giger, creador del Alien original y de la estética del primer filme, a quien aquí se reconoce en los créditos iniciales, aunque el trabajo quede en otras manos. Porque toda la puesta visual respira una atmósfera gigeriana, desde los tonos verdeazulados de la fotografía de Dariusz Wolski y el diseño de producción de Arthur Max, junto a quien trabajaron los directores de arte Marc Homes, John King y Karen Wakefield, la escenógrafa Sonja Klaus y la vestuarista Janty Yates. Por eso, está en los trajes de los “Ingenieros”, en los murales, en todas las criaturas que se derivan de la fusión de lo biológico con ese líquido negro que recuerda un poco al de “Los expedientes secretos X”, algo así como un ADN recombinante que transforma todo en otra cosa... Todo el filme está atravesado por las “imágenes paganas” del ilustrador de las visiones de Howard Phillips Lovecraft sobre males ancestrales, góticos, extraterrestres, inconcebibles para la mente humana. La atmósfera que se respira habla de cosas que yacen y que no deberíamos despertar: a fin de cuentas, una vuelta de tuerca sobre las pesadillas literarias del mítico escritor fantástico nacido en Providence. Vuelta de tuerca en la que Lindelof también “lo hace de nuevo”, como en Lost, fascinando, intrigando, enganchando al espectador aunque sienta “que no está entendiendo nada”. Porque el guión se mueve casi como la adaptación de una novela preexistente, quizás sacrificando explicaciones en pos del avance del relato (que comienza a paso lento y va in crescendo), hasta llegar al conflicto final, físico, de vida o muerte. Y ahí aparece la mano del veterano Scott, un capitán ideal para tripular un barco tan grande, haciéndolo funcionar en todos sus detalles: parece que estuviésemos hablando poco de él, pero es todo lo contrario. Cuerpo y alma Por el lado de las actuaciones, la sueca Noomi Rapace sigue sorprendiendo, como lo viene haciendo desde su composición de Lisbeth Salander en “Millenium”: aquí compone una heroína (Shaw) a su estilo, tan frágil como imparable, tan aguerrida como la recordada Ripley. Michael Fassbender luce bien como David, aunque queda la sensación de que quedan aspectos del androide sin explorar. Charlize Theron hace “de taquito” a su gélida Vickers, y el resto del elenco juega en los márgenes de la corrección: especialmente Logan Marshall-Green como Holloway, Idris Elba como el sacrificado capitán Janek, Kate Dickie como la científica Ford, Sean Harris como el alocado geólogo Fifield y Rafe Spall como el temeroso biólogo Millburn. Llama la atención la elección de Guy Pearce para interpretar al anciano Weyland... pero “alguna explicación habrá”. Como dijimos, el final es abierto en muchos sentidos: en cuanto a la continuación de la búsqueda original pero también al nacimiento de un ser mítico para la cultura popular. La decepción del espectador por querer saber más se combina con la fascinación de lo desconocido, a fin de cuentas otra pulsión humana: la de querer descubrir qué hay más allá, incluso cuando eso implique despertar inhumanos males que sería mejor dejar dormidos.
Que sensaciones raras que deja esta película tan esperada por los fanáticos de la ciencia ficción. Por un lado representa el regreso de Ridley Scott al genero donde realizó sus dos más grandes clásicos, "Alien, el octavo pasajero" y "Blade Runner", después de la decepcionante "Robin Hood" En ese sentido la película no falla. Ojo, tampoco esta a la altura de aquellos mitos fílmicos pero en lo que se refiere a Scott esta muy bien dirigida, con una primera mitad del film impecable en imágenes y obsesivas hasta el más mínimo detalle en lo que se refiere a marcación de actores y el suspense logrado, puntos que Scott maneja de taquito. Además hay que agregar un diseño de producción magnifico que recrea todo el ambiente de la primer "Alien" gracias a los decorados diseñados (o mejor dicho revisitados) por el genio suizo H. R. Giger. Pero la conexión entre los dos films merece un párrafo aparte. ¿Que mata a la peli en su segunda mitad, después que estos astronautas arqueólogos llegan a este raro mundo y comienzan a investigar? Que el guión se vuelve casi chato en situaciones y se convierte en una seguidilla de situaciones gore, algunas bastantes inquietantes (nuevamente gracias al buen oficio de Scott) y otras absurdas y tiradas de los pelos, directamente sin lógica o explicación: personajes que se mueven primero con respiración artificial pero después andan por el planeta como si nada, sistemas de emergencia diseñados para un solo genero (??) y muchos mocos más de ese estilo aparecen a cada rato. Y si encima se agrega toda una secuencia final pensando exclusivamente en una próxima secuela, no es nada difícil ver por donde viene el eslabón débil de la película. Una pena porque la idea base estaba muy buena pero los guionistas prefirieron irse para el lado del pochoclo sin mucho sentido. Primero "Cowboys vs. Aliens", ahora esto... ¡¡deje de decepcionarme, señor Lindeloff!! Y hablando de eslabones...¿es una precuela de "Alien"? Digamos que sí, hay suficientes elementos que vuelven a aparecer en el filme de 1979 e incluso hay escenas pensadas exclusivamente para dejar prolijita la continuidad entre las dos pelis; el problema es que hay otras cosas que son contradictorias pero la pregunta que realmente hay que hacer es...¿era necesario? "Prometheus" parte de otra idea y se nota muy de lejos que si tiene secuela va a seguir por un lado muy distinto a la saga de los xenomorfos escupe-ácido; la verdad que no era necesario ambientarla en el mismo universo de Aliens. La historia hubiera funcionado igual de bien sin las referencias forzadas e incluso mejor porque se ahorraba de cumplir con el tramite de ser secuela/ spin-off (una nueva saga en el mismo universo y continuidad que la anterior) al mismo tiempo, pudiendo desarrollar mucho más la trama. Y claro esta, no entremos en el tema de la tecnología porque es un mal común a todas las "precuelas", el hecho que una nave use tecnología 3D u holografica mientras que las que aparecen en films "posteriores" todavía tienen monitores monocromaticos. Un punto que si hay que destacar del film y que ayuda a que rasguñe el "buena" es la actuación de Michael Fassbender, el Magneto de "X-Men: Primera generación", que compone en David (el androide de la peli, un elemento infaltable de toda Alien que se precie) un personaje muy ambiguo y rico en matices, mucho más logrado que el resto de los personajes. Charlize Theron también se defiende con su rol de perra fría, igualito a los que viene haciendo últimamente y que cada vez le salen mejor. El resto del casting cumple en roles estereotipados y vistos miles de veces, incluyendo la tripulación (capitán y pilotos) que esta formada por un negro, un asiático y un (casi seguro) latino. Más políticamente correcto imposible. Tanto que hasta la protagonista (Noomi Rapace, estrella de las adaptaciones suecas de la trilogía "Millenium") aunque esta empeñada en descubrir el origen 100% científico de la humanidad igual cuida su rosario como si fuera de oro. ¿Contradictorio, no? Eso sí, está Sean Harris (Micheleto en "The Borgias") que siempre se luce. En conclusión, una peli por momentos incoherente que ni a palos llega al status quo de "clásico de la ciencia ficción" que ya le están dando muchos cebados, pero que entretiene y justifica el valor de la entrada. Me cebó lo suficiente como para esperar una segunda parte con más contenido y menos dependencia de otros films.
El 25 de diciembre de 1979 no fue una Navidad como cualquier otra para muchos cinéfilos, ya que coincidió con la fecha de estreno en nuestro país de uno de los títulos mayores de la historia del cine de ciencia ficción. Ni siquiera cayó jueves (sino martes), aunque en esos años las fechas de Navidad y Año Nuevo, cualquiera fuera el día de la semana, eran habitualmente las elegidas para estrenar títulos de fuerte impacto en el espectador. “Alien, el octavo pasajero” catapultó a la fama a Ridley Scott, un director inglés cuya única película anterior (“Los duelistas”) había cautivado a un público selectivo aunque poco masivo. Luego siguieron varias producciones destacadas y en particular tres inolvidables: “Blade Runner” (1982), “Thelma y Louise” (1991) y “Gladiador” (2000). “Prometeo” es la vigésima película de Scott y se la suele calificar como “precuela” (horrible neologismo) de “Alien”. Esta tuvo varias secuelas incluyendo “Aliens”, la segunda de la serie, que mantuvo el nivel de la primera gracias al virtuosismo de un director, James Cameron, que en ese momento (1986) seguramente no imaginaba lo que le depararía el futuro una década más tarde. La novedad, que también aplicó Cameron en “Avatar”, es el uso inteligente del 3D que aquí encuentra nuevamente su justificación al potenciar la sensación de profundidad en el espacio estelar. La trama no es muy diferente de tantas otras películas del género fantástico con una nave espacial (Prometeo) que llega a los confines del universo en un futuro algo lejano – corre el año 2093. La tripulación incluye a varios científicos entre los cuales la doctora Elizabeth Shaw, personaje central que interpreta Noomi Rapace (muy lejos del personaje de Lisbeth Salander de Millennium que le dio fama). La acompaña su colega Charlie Holloway (Logan Marshall-Green) y el androide David con notable caracterización del ya consagrado y muy habitual Michael Fassbender (“Un método peligroso“, “Shame”), también presente en otro estreno de esta semana (“La traición”). Hay aún otro personaje misterioso, Meredith Vickers, dueña de la nave a quien presta su gélida máscara la muy bella Charlize Theron. Y por supuesto una gran variedad de seres extraterrestres, algunos que se nos parecen y otros con tentáculos y fauces dentadas ya vistos en las diversas “Aliens”. Durante algo más de dos horas el espectador asistirá a juegos visuales que difícilmente se le borrarán de la mente, siempre y cuando sea afecto a este tipo de cine. El cronista nunca olvidará la película de 1979 y recordará (con tristeza) el lacónico y preciso comentario que le hiciera su progenitor (que la vio primero) al afirmar que era un film muy cruel. Y ese calificativo puede también aplicarse a esta nueva película. Hay al menos una escena antológica protagonizada por el personaje principal femenino, que ocurre una vez que ella descubre que está embarazada de su colega Charlie. Pero lo significativo es que la criatura que se está gestando rápidamente en su vientre no es del género terrestre por razones que el espectador descubrirá al ver el film. Lo notable es que la nave espacial de alta tecnología, recordemos que estamos a fines del presente siglo, dispone de una máquina capaz de operar y extraer el “intruso”. Es una escena fuerte y hasta cruel para el espectador sensible, aunque no gratuita y totalmente justificada. Habría bastante más para comentar pero a modo de síntesis se puede señalar que habrá una segunda nave, esta vez extraterrestre, que tendrá un rol fundamental en la última parte del film. Y que al final de cuentas el viaje no será otra cosa que la búsqueda por parte de los humanos de sus antepasados y en definitiva del origen de nuestra especie.
Por la vuelta El alto oficio de Ridley Scott con más (Los duelistas, Alien el octavo pasajero, Blade Runner, Thelma y Louie, Hannibal, La caida del Halcón Negro, Gangster americano) o con menos (Hasta el límite, Gladiador, Cruzadas) pero siempre ofreciendo un amplio sentido del gran espectáculo en cine lo hace un nombre instalado en el arte fílmico. Aquí el descubrimiento de una pinturas rupestres hacen pensar que bien la raza humana podría ser una creación de alguna cultura superior extraterrestre, así un grupo de expedicionarios viaja hacia un remoto planeta en busca de la verdad, donde no se hallarán con situaciones relajadas sino por el contrario, inquietantes y espeluznantes. La galería de personajes que se embarca en la gran aventura son científicos, geólogos, incluye algún robot casi humano (estupenda labor actoral de Fassbender), sumados a los cachetes llamativos de Noomi Rapace y la frialdad villanesca de Charlize Theron. A manera de precuela de la ya clásica joya del terror cósmico "Alien", la trama posee atractivos tan suficientes como entretenidos de una peli que se deja ver muy bien, y que es acompañada por una fotografía notoria, buenisimos efectos especiales y un marco sonoro significativo y acorde. Vayamos por la vuelta de los extraños bichos, que valen la pena y sobre todo para ser disfrutados en la inmensidad de una sala a oscuras.
Treinta años tuvieron que pasar para que Ridley Scott ("Alien, el octavo pasajero", "Blade Runner") dirigiese nuevamente una película de ciencia ficción; y retorna al género, nada más ni nada menos que con "Prometeo", un proyecto que está inmerso dentro del mismísimo universo "Alien". El film narra la historia de una joven pareja de arquéologos -Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y su novio Charlie Holloway (Logan Marshall-Green)- que descubre en el año 2089, una cueva que contiene antiguos pictogramas y lo que parece ser un mapa estelar muy similar a otros pertenecientes a antiguas civilizaciones que fueron encontrados anteriormente a lo largo y ancho del planeta. Ellos creen que la humanidad fue creada por una raza avanzada de alienígenas e interpretan al mapa como una invitación para buscar y conocer a los que ellos denominan "los ingenieros". Un viejo y moribundo Peter Weyland (Guy Pearce), presidente de la Corporación Weyland, financia la creación de una nave de investigación (cuyo nombre le da título al film) en la que pasarán los próximos dos años de su vida en animación suspendida esperando llegar a destino. Durante todo ese tiempo la tripulación es continuamente cuidada y monitoreada por un androide (interpretado por Michael Fassbender). Al llegar a destino en el año 2093, la tripulación, compuesta por Meredith Vickers (Charlize Theron), el Capitán Janek (Idris Elba), Milburn (Rafe Spall) y Fifield (Sean Harris) entre otros, despierta de su larga hibernación y poco a poco se irá dando cuenta de que el lejano planeta al que fueron por respuestas que explicarían el orígen del hombre esconde aún muchos más misterios, que nada es lo que parece y que, en cambio, deberán luchar por sobrevivir a horrores inimaginables. Esta película, que cuenta con un impecable guión escrito por Jon Spaihts (The Darkest Hour) y Damon Lindelof (Lost) -y que puede verse tanto en 3D como en versión tradicional- posée una ambientación increible, tanto en lo técnico como en lo estético y está plagada de pequeños detalles que nos indican que aunque no lo veamos, el Alien está al acecho.
Gracias por el fuego Ridley Scott supo ser el creador de dos de las más influyentes películas de ciencia-ficción de todos los tiempos, Alien (1979) y Blade Runner (1982). Irónicamente, o no tanto, el director prestigioso fue mutando hasta convertirse en un replicante, y en casi toda su obra posterior alternó cierto vuelo visual y talento para la puesta en escena con grandilocuencia y predilección por ideas gastadas. Prometeo condensa toda la carrera de Scott en un solo trabajo (que sin duda dará inicio a una nueva saga). Todo lo bueno y lo no tanto. Esta nueva/vieja película adhiere a la casi siempre detestable moda de las precuelas, pero de una manera saludablemente lateral que revisita el universo creado en la primera entrega pero no abusa nunca de ello, genera nuevas (grandes) preguntas y, afortunadamente, no puede responderlas. Se permite algunos diálogos ingeniosos y desarrolla a sus personajes principales (no así a los secundarios). Y con todo esto le alcanza para desmarcarse del cine anabólico que supimos conseguir. Los dos protagonistas, Michael Fassbender y Noami Rapace, si bien se están transformado en figuritas repetidas, cumplen a la perfección con sus papeles. Una mención aparte merece la escena de la “césarea” que retoma la entrañable (literalmente) y antológica escena de la mesa de operaciones de la primera para crear otro momento inolvidable. Scott redobla la apuesta con una mágnifica edición y, claro, un estilo visceral. Seguramente lo mejor de la película. Habría que ver si en otro de los denominados “tanques de Hollywood” existe semejante alegato a favor del aborto.
Publicada en la edición digital de la revista.
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Especies: Aliens, Robots y humanos Interesante película donde el terror y el suspenso se nutren de la ciencia ficción para plantear las más diversas teorías sobre el comportamiento humano y su existencia. Sin embargo, la audacia y creatividad puesta en la creación de un universo único con respuestas que generan más preguntas tiene sus mayores defectos a la hora de narrar la historia. El terror brilla por su ausencia y la intriga solo se genera a partir del asombro, nunca de la progresión de sucesos. La película podrá ser técnicamente brillante pero el atractivo de la misma sólo se da en desmedro de sus personajes. Un error fatal. "Prometeo" marca el regreso de Ridley Scott a la ciencia ficción y esto no es poca cosa, ya que él fue la persona que dirigió dos de los más grandes hitos del género: "Alien" y "Blade Runner". Ambas son muy valoradas hoy en día y como "Prometeo" se trata de una suerte de precuela de "Alien", el interés es todavía mayor entre los cinéfilos. Pero, ya casi 30 años después de la original, todo demuestra que los tiempos han cambiado y en donde se supo disfrutar de un relato lleno de terror con monstruos creciendo dentro de uno mismo, ahora entendemos que nuestra destrucción proviene de la necesidad de saber de donde venimos. Claramente el problema de la película es que solamente se basa en el interés del espectador por la especulación. Es decir, nos muestran una puerta cerrada y enseguida queremos saber que hay detrás de la misma; o también se hacen preguntas que no obtienen respuesta para que especulemos sobre la misma. Nada en este relato forma una linea narrativa desarrollada sobre los personajes. Aunque la intriga es una herramienta muy poderosa a la hora de generar tensión si no es acompañada por interesantes personajes con el correr del tiempo esto va afectando a la historia y culmina en un climax emocionalmente menor al que podría haber sido. Hay 17 tripulantes de los cuales muchos sobran y ninguno tiene características que nos hagan preocuparnos por ellos. Tenemos a la pareja de científicos cuya historia romántica es irrelevante y sobredimensionada, una relación de padre-hija bastante banal y superficial y una tripulación que sólo cumple ordenes porque vinieron por el dinero. Básicamente su función es más simbólica que otra cosa, están los aterrados ante su creador, los que se fascinan y los indiferentes pero nerviosos de las consecuencias del posible encuentro. El verdadero protagonista de la película es el androide David quien cumple órdenes porque fue programado para ello, pero que manipula a sus amos e incluso les guarda secretos o realiza experimentos con ellos. A pesar de creerse superior a los humanos se siente intrigado por su forma de razonar o comportarse. Aunque su personaje realmente tiene un desarrollo específico e interesante, se podría también pensar que la razón por la cual el espectador logra sentirse identificado con él es el hecho de que él es el único que realiza cosas en la nave. David es la causa de todo lo que sucede en la película: abre las puertas, despierta a las criaturas e incluso trae las respuestas a los conflictos. Es curioso que los humanos estén a merced de sus creadores y creación. Ahora, David, es la clave para entender el principal problema de los personajes. Primero el actúa y se mete en lugares misteriosos, pero es imposible tener miedo por su fortuna ya que es un robot. Después, él maneja todo tipo de artefactos alienígenas sin ningún tipo de problemas, por lo tanto da la sensación que estamos en un ambiente controlado. Tercero, como toda máquina, es fuerte y temeroso y si él es él que lleva la acción adelante, va investigando y consiguiendo respuestas, poco nos va a importar el destino de los humanos (mueran total tenemos a David que él nos va a dar las respuestas). Por último e importante, el eclipsa todo lo que va sucediendo en la nave y entonces el hecho de que el trabaje sólo y no establezca comunicación real con los demás tripulantes, acentúa más el desinterés hacia el destino de los problemas que vayan teniendo. En otras palabras, si el geólogo y el biólogo se pierden y quedan solos en la nave, no va haber razón para que yo tenga un interés genuino por su destino si no afecta a los demás. La escena funciona bien por si sola, pero si no tiene una repercusión mayor, el espectador se plantea la razón de existir de la misma. Lamentablemente hay muchas escenas similares. En conclusión, una buena historia se basa en buenos personajes y su interacción con el mundo. Si sólo se trabaja en generar un universo atractivo, lo único que se logra es tener un cascarón sin alma. "Prometeo" es una hermosa hipótesis sobre la vida y sus implicancias en el comportamiento humano, pero no hay nada más que eso.
En 1979, un film de aparente ciencia-ficción se publicitaba con una señal de alerta: “En el espacio nadie oirá tus gritos”. Nos estaba diciendo que no se trataba de una mera aventura intergaláctica. “Alien”, dirigida por Ridley Scott, se proponía como una mixtura de géneros. Mezclaba el horror con la anticipación. La tripulación de la nave Nostromo, tras descender en un planeta desconocido, retomaba su ruta con un pasajero no invitado. La criatura hacía estragos entre los tripulantes hasta que la Teniente Ripky conseguía dispararla al espacio. Se sumaron las secuelas y ahora llega la quinta, también dirigida por Scott, en realidad una precuela. Unas excavaciones arqueológicas insinuarían que los humanos fueron creados genéticamente. La nave Prometheus va en procura de esos orígenes. La doctora Elizabeth Shaw comanda la misión y habrá que estar atentos a la relación que se establece con el androide David.
Publicada en la edición digital #2 de la revista.
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El primer pasajero Robado de los dioses, la antorcha con el fuego está en manos de los hombres. Zeus será el encargado de castigar al responsable. La mitología griega da a Prometeo el papel de la traición pero, a su vez, cumple un papel benefactor para la Humanidad. Ese acercamiento entre la leyenda y los habitantes de la Tierra tiene en el último film de Ridley Scott, su lograda adaptación en clave ciencia ficción: futurista y en 3D. Según la película, las principales civilizaciones antigüas rindieron adoración a objetos provenientes del cielo. La pleitesía hacia un ser superior es el eje de Prometeo donde el director de Alien busca descifrar el futuro de la humanidad, desafiando algunas de nuestras ideas científicas y filosóficas más apreciadas. El comienzo de la película es más que interesante metiendo al espectador en el inabarcable y existencialista (característica que prima en el film) enigma de ¿cuál es el punto de partida de todo?, ¿qué hay después de la muerte?, ¿Dios existe, con qué fin?. “Es el relato de una búsqueda épica del origen de la vida”, sintetizaría el director en una entrevista. Presentada como una precuela de Alien (1979), Prometeo deriva en una interpretación bastante libre y flexible de su famosa segunda parte. Según Scott, la noción de su nuevo trabajo comenzó con una figura que apareció brevemente en Alien, y que parecía haber sido olvidada una vez que el supuesto xenomorfo estalla, literalmente, en escena. El sujeto en cuestión es el conductor de una nave extraterrestre que marca el único rasgo de vida en un lejano planeta al que un grupo de científicos arriban para estudiar el supuesto origen de la raza humana en la Tierra. Los líderes de la expedición son Shaw (la sugerente sueca Noomi Rapace) y Holloway (Logan Marshall-Green), ella es una creyente que desea conocer a estos “dioses” para acercarse a sus creencias religiosas, mientras que él busca desmitificar este tipo de nociones espirituales. Su trabajo como arqueólogos dio con un grupo de pictogramas en cavernas de civilizaciones antiguas de todo el mundo, que todas apuntan hacia el mismo lugar en el espacio distante. En escenarios naturales de Islandia y Escocia, Ridley construyó “el patio de recreo alienígena más grandioso del mundo” donde la tridimensionalidad se complementa con las locaciones reales sin necesidad de recaer obligatoriamente en la superficialidad tecnológica. Un gran acierto y, quizás, lo más valioso de Prometeo. La bellísima y sugernte Meredith Vickers (bajada a Tierra por Charlize Theron) junto a David, (el robot encarnado por Michael Fassbender) que con su carencia de rasgos calza más que bien en este ser cibernético papel más allá de su correcta interpretación. Scott, realizador también de Blade Runner hacía tres décadas que estaba alejado de la ciencia ficción y, sin dudas, con Prometeo volvió para crear un universo singular que puede apartar el legado Alien, aún con todos los guiños de la obra del genial H.R. Giger, mastermind de la criatura extraterrestre. La película tiene un guión sostenido que al promediar la historia comienza a decaer con clichés típicos del cine de ciencia ficción y momentos inverosímiles como la lucha contra las tormentas espaciales o los combates ante las fuerzas superiores. Esos pasajes deshilachan la trama original y apaga el misticismo que concibió. Ya se rumorea una segunda parte, llamada Paraíso. ¿El cielo podrá esperar?
"El Messi de la ciencia ficción" No quiero caer nuevamente en un terreno habitual para mi que es elogiar la carrera del director Ridley Scott. De forma muy resumida, eso si, quiero asentar que este es el único de mis directores favoritos que jamás me desilusionó con sus trabajos, pese a ofrecer a veces propuestas muy superiores en relación con otras de su filmografia. Mucho tiene que ver en esto, claro, el hecho de que es un director que trabajo en casi todos los géneros existentes. Dentro de ese grupo privilegiado de films están “Alien” (1979), “Blade Runner” (1982) y “La Caída del Halcón Negro” (2001), a las que considero pilares indispensables dentro de sus respectivos géneros y de más esta decir que las recomiendo fervientemente a aquellos que todavía no las hayan visto. En “Prometeo” Scott vuelve al género que él mismo redefinió con sus primeros trabajos: la ciencia ficción. Y aunque muchos piensen que ahí hay frase armada, cliché u lugar común, la realidad no hace más que golpearnos la cara y nos demuestra realmente que esto es así. “Alien” no solo es un hito en la ciencia ficción, sino que además re elaboró el concepto del terror hacia lo desconocido de forma avanzada y casi definitiva. Y no solo por ese extraño xenomorfo que acechaba a la tripulación del Nostromo, sino también por los descubrimientos que el espectador realizaba junto con los personajes del film en un infinito espacio, donde además se respiraba una atmósfera tan tensa y violenta como impredecible. Todo en ese film ya clásico nos adentraba en un futuro tan vacío y oscuro como el espacio mismo en donde transcurría la historia, integrándonos a un circulo vicioso en donde el terror tomaba cualquier forma y la sorpresa iba desde encontrarnos con inmensos cadáveres de seres extraterrestres hasta enterarnos de que uno de los tripulantes del viaje es un particular androide. Que decir de “Blade Runner”, película en la que se nos presenta un futuro apocalíptico y tenebroso, sin la necesidad de contar con monstruos babosos ni sangre ácida. Con un guión firmado por Hampton Fancher y David Peoples, basado en un cuento corto de Philip K. Dick y con la cámara de Scott que le sigue los pasos de cerca a nuestros protagonistas (un grupo de androides llamados replicantes y un policía encargado de asesinarlos) “Blade Runner” es el retrato de las consecuencias que trae la ambición humana que busca constantemente obtener respuestas a preguntas existenciales. Un clásico de clásicos (incluso para mi, más trascendente que “Alien”) que inmortalizó la escena en donde uno de nuestros protagonistas reflexiona sobre su existencia y ofrece una de las frases más memorables del cine moderno: “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lagrimas en la lluvia”. Si hay algo en lo que “Prometeo” no decepciona es el hecho de que encaja, no solo de forma perfecta dentro del universo de “Alien” que tanto extrañamos y adoramos, sino también dentro de esa concepción, dentro de esa visión del género que tienen los grandes responsables de haberle dado la trascendencia que hoy lo caracteriza. La ciencia ficción es por lejos uno de los mejores géneros del cine por que no solo permite liberar la imaginación de todos aquellos que participan en ella (realizadores y en gran medida espectadores) sino por que además permite también reflexionar y cuestionar sobre cuestiones que se mantienen (y se presupone que se mantendrán) presentes por un largo tiempo, como ser la vida, la muerte, la creación del universo y el por qué de nuestras existencias. En este sentido, “Prometeo” puede incluso ser un arma de doble filo, por que si las expectativas pasan solo por encontrar relaciones o guiños hacia “Alien” (1979), o cualquiera de sus secuelas, el resultado no va a ser tan placentero como lo esperábamos. Si bien queda clarisimo de que estamos frente a una precuela lejana de aquel mítico film (la escena final es exclusivamente para la platea), es muy interesante el enfoque que le dieron al film los responsables, ya que este adquiere la magnitud necesaria para independizarse y desprenderse de aquella historia y ofrecer algo en pequeñas medidas original. Y digo pequeñas medidas originales no por desprestigiar al ultimo trabajo de Scott, sino que al contrario para hablar bien del mismo ya que “Prometeo” se acerca bastante a clásicos como “2001: Odisea en el Espacio” (1968), “2010: El año que hicimos contacto” (1984) y “Blade Runner” (1982). Eso en gran parte se debe a que uno de los personajes centrales del film es el androide interpretado por Michael Fassbender quien recuerda en igual medida al Hal 9000 del clásico de Kubrick y al replicante Roy Blatty interpretado por Rutger Hauer, no solo por sus planteamientos existenciales que dan pie a la reflexión sino también por una mitad siniestra que le pone pimienta a gran parte de la película. En lo personal, incluso, me parece que también es una especie de guiño a la excelente “Inteligencia Artificial” (2001) no solo por que comparte el nombre con el protagonista de aquella película dirigida por Spielberg (y soñada por Kubrick) sino también por la búsqueda que realizan ambos robots. Sin spoilear nada (de ninguno de los dos films) la búsqueda de respuestas que realizan estos personajes es casi idéntica y tiene además los mismos justificativos. “Prometeo” funciona cuando juega con temas tales como el origen de la vida en la tierra por la intervención de extraterrestres, cuando nuestros protagonistas se preguntan que hay más allá de la muerte y cuando la ambición de los mismos los lleva a realizar lo impensable. Por eso, cuando la historia le sigue los pasos a David (Fassbender) y Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) adquiere un ritmo distinto que cuando se concentra en el resto de los personajes que, además de ser secundarios, están mal desarrollados. El caso más llamativo de esto es el de Charlize Theron, cuyo personaje es casi insignificante pese a que quisieron darle peso argumentativo a través de un par de ideas carentes de sentido. Algo parecido pasa con el piloto de la nave, interpretado por el correcto Idris Elba, que termina siendo el pie cómico lo cual ya habla un poco mal del film, ya que desperdician talento de un gran actor. De todas formas, Scott suele acostumbrar a llenar sus películas de caras conocidas en pequeños papeles, por lo que tampoco estamos frente a un caso excepcional, pero si ante uno bastante llamativo. Lo mismo también tengo para decir de otra extraña característica del realizador ingles que aquí también dice presente: Scott afirmó a la prensa que cuando “Prometeo” se edite en formatos caseros se incluirán más de 20 minutos de metraje que quedaron afuera. ¿Por qué? ¿Con qué necesidad?. Desde que ofreció las impresionantes versiones caseras de “Gladiador” (2000) y “La Caída del Halcón Negro” (2001) Scott se volvió un enfermo de los director’s cut al punto tal que “Blade Runner” (1968) incluso tiene 4 versiones distintas. Una locura. Vaya a saber uno los verdaderos motivos. Lo que si es evidente, es que por momentos el film parece estar bastante recortado y eso da la sensación de que todavía queda algo por ver. En cuanto al apartado técnico, el film es impecable. Desde los primeros minutos con unos magníficos planos de unas montañas el 3-D dice presente de la mejor forma y a medida que avanza el film va tomando cada vez más protagonismo. Obviamente, cuando ya paso más de media hora del metraje uno deja de darle bola a este aspecto y se concentra en otras cosas, pero sin embargo, Scott se las ingenia para recordarnos que estamos frente a una película que utiliza el sistema tridimensional en todas sus vertientes. Sí, Scott también tira algunas cositas al espectador. Para variar. Sin dar más detalles. Los efectos especiales están a la altura de las circunstancias y combinan en medida perfecta el CGI con lo artesanal (aunque con un presupuesto como este poco tiene de lo ultimo) ofreciedo un trabajo magnifico e impactante. Los últimos 45 minutos del film son un despilfarro visual absoluto en todas sus medidas, concluyendo con una escena tan grandilocuente y explosiva como nos tienen acostumbrado otra clase de directores un poco más pochocleros que Scott. Para ir cerrando, estamos frente a una película que aprovecha el fanatismo y el universo del mundo “Alien” para crear una historia que se relaciona de forma directa con aquella película, pero que a su vez también se desprende de lo previsible para ofrecer una interesante propuesta que encaja perfecto en el género de la ciencia ficción. Como ya lo dije anteriormente, Ridley Scott llegó a un punto en su carrera en el que difícilmente le podamos pedir algo más después de todo lo que nos dio. Si tenemos que trazar un paralelismo, hoy Scott es el Messi del cine: solo le falta ganar el titulo más importante para coronarse rey del mundo. Ver “Prometeo” hoy es el equivalente de ver a la pulga jugar con la camiseta del Barcelona, en el Camp Nou. Es así. Están en su mejor momento. Muchos estarán de acuerdo, muchos no. Pero para mi, Scott es de esos directores que pagan una entrada de cine sin importar demasiado que es lo que tiene para ofrecer. En este caso, ni más ni menos, es una peli de ciencia ficción. ¿Que más podes pedir?.
1. Entre la segunda película de Ridley Scott y la última han pasado más que treinta años: la distancias entre Alien y Prometeo deja ver con claridad el paso del clasicismo a la posmodernidad: Del mundo cerrado amenazado por una fuerza exterior que amenazaba destruirlo (no en vano la nave “Nóstromo” tenía el nombre de una clásica novela de Conrad) al compendio abrumado de citas y fuentes (la película-nave “Prometeo” como robo a los dioses clásicos). De la “marca” a la explotación de “franquicias” (del cruce genérico de Alien a la hibridación de temas sci-fi sin ton ni son). Prometeo quiere ser un film sobre todo y termina siendo una nadería oculta bajo su grandilocuencia, un gran espectáculo vacío que ni siquiera sabe hacerse cargo de su historia (ni la del film, ni la de su venerable antecesor). Si Alien era un film materialista (la corporación no era menos monstruosa que ese organismo de perfección letal), Prometeo pretende una metafísica efectista (cadenas de adn destruyéndose como naves más allá de Orión) para terminar en un credo reducido a su pura exterioridad (el crucifijo como amuleto intergaláctico), angustiado o cínico ante su propia fatuidad. No es de extrañar entonces que su verdadero protagonista (como la película misma asume desde el inicio) sea un robot. 2. A diferencia de la saga Alien, en Prometeo el robot (un “replicante” perfecto) no representa ya el frío cálculo egoísta (como agente de la corporación que consideraba a la tripulación “sacrificable” a sus intereses), sino la evolución misma de lo humano en su búsqueda de la perfección (por eso su obsesión con un Lawrence de Arabia que representa lo humano llevado a su límite: saber atravesar el dolor y el desierto). De hecho el robot, nada curiosamente, es el personaje más desarrollado (el que más capas de humanidad porta), algo que ya sucedía en 2001. Pero si el tema de Kubrick era la inhumanidad (el hombre convertido en máquina, la máquina convertida en hombre), en Scott sólo se trata de lo maquinal en sí (empezando por filmar maquinalmente, claro). Como si fuera él mismo un replicante, lo que viene desarrollando desde Blade Runner (una película que Kubrick pudo envidiar) es un cine sin alma. Pero siendo un realizador de dos clásicos modernos del género, Prometeo marca algo más que la constatación del agotamiento personal de un director: Scott es el robot perfecto de la corporación. 3. Lawrence de Arabia (el film de Lean en el que el robot busca su inspiración) es en ese sentido el modelo imposible para la máquina cinéfila (el robot, pero también el film): Prometeo no puede hacer más que repetir, sin crear. Lo que es una gran ironía para una película que pretende hablar del origen de todo, pero cuya escena más recordable consiste es un aborto (realizado por otra máquina, por supuesto). Si Lean (y todo el cine clásico) era un constructor de mundos, Scott (y su película) no hacen más que rendirse ante la destrucción. Si algo queda claro después de ver Prometeo es que no alcanza con aferrarse a un amuleto.