¿Qué pasó hace 4 años? Por tercera y última vez, ¿qué pasó ayer? Absolutamente nada. Esta vez no hay orgía, no hay resaca, no hay enigmas por reconstruir a la mañana siguiente. El director y escritor Todd Phillips parece haberse dejado avergonzar por las malas críticas de la segunda película, y ha decidido abandonar la epónima fórmula del “qué pasó ayer” a favor de… no queda muy en claro. Está al nivel de la peor película de las Una película de miedo, que invariablemente es la más nueva. La premisa: Chow, el tipejo desagradable que va y viene en estas películas, está siendo buscado por el criminal Marshall, quien enlista la ayuda del trío de idiotas conformado por Bradley Cooper, Ed Helms y Zach Galifianakis para encontrarle. El incentivo es que si no lo hacen pronto, Marshall hará matar a Doug (Justin Bartha, alias la quinta pata). El resto de la película trata sobre los intentos de “la manada” de atrapar a Chow, que los lleva a Tijuana y eventualmente Las Vegas, que no es una ciudad tan graciosa como podríamos llegar a recordarla de la primer película. ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009), amada u odiada, partía de un guión que derivaba naturalmente en comedia: el mundo entero posee la ventaja sobre los personajes por el mero hecho de saber algo que ellos no saben. Están condenados a la humillación y el fracaso por una leve desincronización con la realidad. Cuanto más parecen acercarse a dominar la situación, los eventos que les frustran se vuelven más y más absurdos, y el conflicto crece exponencialmente – una rutina que ha probado su efecto en miles de caricaturas. El punto, se entiende, es que el humor viene de las situaciones, no de sus personajes. Los personajes en sí son aburridísimos. Phil y Stu son indistinguibles uno del otro. La película ordeña la mayor parte de su pretendido humor de Alan y Chow, cuyo chiste consiste en comportarse como niñatos en algunas escenas, y sembrar muerte súbita en otras. Algo así como las primeras películas de Adam Sandler, sólo que en lugar de un sociópata bipolar, el papel se escinde en dos: el pasivo e infantil Alan, y el agresivo y sádico Chow. Se aborda la violencia con una saña inusitada, casi como si se compensara por no haber matado lo suficiente en las películas anteriores. Una vez que hemos abandonado la expectativa de otra resaca catastrófica – entrados ya los cuarenta minutos – nos queda una hora de infiltraciones y persecuciones. Nos suenan familiares, pero no despiertan ninguna sensación de risa o suspenso porque siempre sabemos exactamente por qué ocurren y hacia dónde se dirigen. Mientras tanto, John Goodman es desaprovechado en un papel que no le da una mísera línea graciosa, y algunos viejos conocidos de la serie regresan para pasar la tarjeta. La película, en realidad, trata sobre la maduración de Alan, y el tercer acto intenta demostrar desesperadamente que esta ha sido la idea durante toda la serie, volcándose a un sentimentalismo de último minuto. Como si todo este tiempo se hubiera estado construyendo un relato épico en tres entregas a fin de dejar una única enseñanza acerca del personaje de Zach Galifianakis. Como si no fueran, como diría Homero, “sólo un montón de cosas que pasaron”. Quédense durante los créditos para ver cuán cierto es esto.
Vuelve el Wolf Pack, el trío protagonista de las primeras resacas, una en Las Vegas y la otra en Bangkok. Pero la idea original de las películas, el hecho de que estos tres personajes se despertaran tras una despedida de solteros y comenzaran a cuestionarse qué pasó la noche anterior, al encontrar, por ejemplo, un tigre en su cuarto, o encontrarse uno con un tatuaje en la cara, en esta tercer parte no está. Aquí los cuatro (porque el cuarto en general es el que desaparece y es por eso que es sólo actor secundario, Justin Bartha) se reúnen con el propósito de ayudar a Alan, el personaje interpretado por Zach Galifianakis. Este es un niño en cuerpo de adulto (uno de 42 años), caprichoso hasta el fin de vivir metiéndose a él y a la gente que lo rodea en líos. Pero lo que empieza como un simple viaje hacia aquel lugar donde van a hacer la "intervención" junto a él, deriva en otra cosa. Aparece "el villano", John Goodman, y tras llevarse de rehén a uno de ellos (adivinen a quién) los extorsiona para que traigan a Chow y a los millones de dólares en oro que éste les robó. De hecho, la película empieza, además de con un homenaje a "The Shawshank Redemption", con el personaje de Chow, o mejor dicho, sin él: con su celda vacía. Y es que además de una comedia sobre amigos y no tan amigos que se ven forzados a salir adelante sólo acompañándose, es una película de acción, una absurda y disparatada película de acción. Con muchas citas a las dos películas anteriores de la saga (por ejemplo, el personaje que interpreta Goodman ya fue mencionado antes), la película además es el regreso de estos tres muchachos a aquel lugar al que prometieron no volver: a Las Vegas, aquella ciudad que "debería ser destruida", como dice uno de ellos. Sin duda los dos personajes que luchan constantemente por robar pantalla, son el de Alan y el de Chow. Son los dos que se la pasan ocasionando problemas, sean o no buenas sus intenciones (las de uno lo son, las del otro... no tanto). También se permite jugar con el lado seductor del más lindo del grupo, Bradley Cooper, seduciendo tanto a mujeres como a hombres, esta vez más lo último, teniendo en cuenta que durante gran parte de la película sólo aparecen personajes masculinos. Todd Phillips (director) nos trae la menos inspirada y divertida de la saga, pero aún así una película que asegura un buen rato, sobre todo para quienes son fanáticos de los protagonistas y de sus desventuras. Y si bien, insisto, es la que menos mantiene la idea original de la película, hay una escena en la mitad de los créditos que está puesta especialmente para aquellos que la siguen desde un principio. Pero además si en algo es efectivo su director, es en saber retratar la amistad masculina, esta especie de hermandad, de fraternidad que pueden generar. Y logra mostrar, por fin, un cambio, un crecimiento en un personaje al que le llevó más tiempo de lo común madurar, o por lo menos algo cercano a eso, y pudo hacerlo sólo con la compañía de estos amigos
Una innecesaria tercera parte Cuando una película con fines mayormente comerciales tiene éxito, generalmente Hollywood la convierte en franquicia y en consecuencia, cada vez que las ganancias son mayores, es muy probable que haya varias nuevas entregas de un producto triunfante en las taquillas. Un claro ejemplo resulta ser ¿Qué Pasó Ayer? de Todd Phillips...
Creo que el principal desacierto de Que paso ayer? Parte 3 es la excusa que eligieron para que el grupo salga a las andadas nuevamente, pues la premisa no es muy divertida en sí misma, y por lo tanto es poco y nada lo que se puede armar alrededor de la misma. El prólogo es entretenido pero luego cuando comienza el desarrollo con...
Inspiración interrumpida Pasó lo que tenía que pasar: la primera Hangover fue novedosa y divertida, la segunda repitió el esquema pero en general también gustó y la tercera es definitivamente un simulacro de comedia donde todos pierden. En particular el confiado espectador que imaginaba imposible que el cierre de la trilogía no esté a la altura de las circunstancias. La sorpresa dejará asombrado a más de uno porque el realizador y guionista Todd Phillips en esta pálida ¿Qué pasó ayer? Parte 3 perdió la inspiración, el sentido del humor y casi cualquier vestigio de inteligencia para despedir con honores a los atolondrados Phil, Stu y Alan que vuelven a ser interpretados, respectivamente, por Bradley Cooper (se nota que está en la película sólo por el vil billete), Ed Helms y el inefable Zach Galifianakis que con sus salidas insólitas es el único motivo concreto para reincidir cuando ya no hay nada que estimule el interés. Ni siquiera el respetado John Goodman es capaz de darle un instante de lucimiento a su personaje de mafioso de caricatura. Ni hablar del insoportable Mr. Chow que encarna Ken Jeong con un entusiasmo digno de mejor causa. ¿Si no es gracioso, y coincidamos que no lo es, por qué insisten en seguir dándole minutos de pantalla hasta convertirlo en un protagonista más? Todd Phillips nos tiene acostumbrados a un piso de cierto nivel cuando se trata de comedias. Recordemos que el tipo dirigió pasatiempos bastante logrados como Viaje censurado, Aquellos viejos tiempos, Starsky & Hutch y Todo un parto. No puede haberse olvidado tan fácilmente de su oficio. Sin embargo esta vez se extraña su gran manejo del género y la multiplicidad de recursos de Galifianakis no puede condonar un guión perezoso, chato y reiterativo en el que todos los demás actores restan en lugar de sumar. Phillips tomó nota de las críticas a la entrega anterior y por ende junto a su colaborador autoral Craig Mazin resolvió buscar una línea argumental que no repitiera la premisa utilizada hasta el momento. Si bien no se destaca por su originalidad no es ése el inconveniente de ¿Qué pasó ayer? Parte 3 sino la escasa convicción de todos los involucrados para sacar el proyecto adelante. Bradley Cooper y Ed Helms brindan interpretaciones horrendas refritando sus roles en piloto automático. Para completar el círculo el filme hace regresar a los amigotes a Las Vegas, tal como en aquella historia estrenada en 2009, pero el delirio aquí vuela bajo y sólo Galifianakis, cual Alfredo Casero yanqui, logra arrancar alguna que otra carcajada sonora explotando su físico rollizo con un desparpajo absoluto. No siempre acierta pero cuando lo hace su trabajo sobresale por mérito propio. La rara condición de Alan, un niño / hombre casi subnormal, al actor de Locos por los Votos le cae como anillo al dedo y rara vez se puede anticipar lo que hará. Ojalá pudiera afirmar otro tanto de la trama… ¿Qué pasó ayer? Parte 3 cuenta como la pandilla vuelve a juntarse por motivos de fuerza mayor: primero para convencer a Alan de que se interne en una clínica psiquiátrica y luego para tratar de recuperar una carga de lingotes de oro que Mr. Chow le robó al narcotraficante Marshall (Goodman). Caso contrario Doug (Justin Bartha, eterno segundón de la trilogía) será ejecutado por sus peligrosos compinches. El asunto no es mucho más que esta somera descripción. En su desesperado afán por salirse un poco de la ruta preestablecida en los títulos previos Phillips cambia de registro bruscamente hacia el humor negro incorporando algunas muertes poco habituales en una comedia. El resultado no podía ser más desalentador. Quienes lo hayan visto descubrirán que el tráiler revela los gags más rescatables y recién en el post final nos encontramos con una escena que le hace justicia a aquella despedida de soltero original devenida en un rompecabezas de cierto ingenio. Palabra que, por cierto, no existe en esta triste comedia de 100 millones de dólares de presupuesto. Mucha plata para tan pocas ideas.
Un final épico para una de las sagas humorísticas más irreverentes de todos los tiempos. Todd Phillips, elige Las Vegas, en donde todo comenzó, para desarrollar una historia plagada de humor negro (la escena de la jirafa en la autopista es de las mas salvajes que ha dado el genero en toda su historia), autorreferencias a las dos anteriores películas (con la participación de todos los personajes de la serie) y cierto clima de redención general por parte del trío principal. A diferencia de las anteriores películas, aquí Alan, el más bizarro y freak de la manada, cobra un protagonismo tal, que deriva en una serie de secuencias disparatadas. Zach Galiafinakis se vale de toda su gestualidad para cargarse el filme al hombro, secundado por Bradley Cooper y Ed Helms, correctos y efectivos en los gags que les tocan en suerte. Es el cierre de un ciclo seminal, el de la comedia fiestera, que se disfruta con amigos, y que invita a relajarse y gozar.
Llega el fin de la trilogía con situaciones divertidas, más humor negro y el cierre de la historia donde comenzó todo. Esta película comenzó en el 2009 dirigida por Todd Phillips, protagonizada por Bradley Cooper, Ed Helms, Zach Galifianakis y Justin Bartha, obtuvo un gran éxito y hasta un globo de oro a la mejor comedia.Un grupo de amigos se iban a Las Vegas, se instalaban en el Caesars Palace, el motivo: se casa Doug Bilings (Justin Bartha) , y sus amigos Phil Wenneck (Bradley Cooper), Stu Price (Ed Helms), y Alan (Zach Galifianakis), le organizan una despedida de soltero. El problema es que al día siguiente no recuerdan nada y perdieron al novio. En el 2011 llega la segunda parte con la misma dirección y protagonistas, viajan a Tailandia para celebrar la boda de Stu a Lauren (Jamie Chung), se incorporan otros personajes y surge un conflicto similar al de la película anterior y superó la recaudación de la anterior. Esta nueva entrega comienza donde terminó la anterior luego del arresto en Bangkok, Leslie Chow (Ken Jeong) está en la cárcel y logra escapar. La trama continua con Alan (Zach Galifianakis), que ya tiene 42 años, toma cerveza mientras conduce y se lo ve feliz con una jirafa que acaba de comprar, pero surge un imprevisto, y se abre con una escena de acción y dramáticamente. Tras un fuerte enojo el padre de Alan (Jeffrey Tambor), muere, Alan entra en una depresión, después de una reunión familiar, sus amigos proponen llevarlo a una clínica psiquiátrica. Como siempre, siguen juntos y en cada decisión emprenden el viaje y en el camino son interrumpidos por un grupo de hombres, esta Doug negro (Mike Epps) y un jefe misterioso Marshall (John Goodman) y los obliga a que encuentren a Leslie Chow, quien le robó 21 millones en lingotes de oro y para que cumplan secuestra a Doug y solo les restan 72 horas. Quien tiene información de Chow es Alan (mas chiquilín) por lo tanto emprenden el viaje a Tijuana, México, salen nuevamente a la aventura, donde se van encontrando con situaciones muy divertidas, conflictos y eventualidades. A lo largo de la historia se recuerdan escenas de las dos entregas anteriores, y las situaciones que pasaron con el personaje de Chow (ahora esta re loco). Y en el guión se encuentran personajes ya conocidos de Heather Graham como Jade (la stripper que se casa con Stu en el primer film) ahora embarazada y, esta su hijo, a quien Alan había apodado Carlos, aquí hay momentos que te conmueven y a la vez te divierten. Aparece como villano John Goodman y lo acompaña un personaje conocido como “el Doug negro”, el personaje interpretado por Mike Epps en el primer film. Y no faltan hechos locos como unos gallos alimentados con cocaína, entre otras. Existen los personajes claves para el humor como: Ken Jeong, Zach Galifianakis y el de Cassie (Melissa McCarthy, “Damas en guerra”, su rol le valió una nominación al Oscar) una conocedora de la comedia cuya presencia enaltece la historia. Nuevamente participa Mike Tyson, el mono capuchino hembra “Crystal” ("Una noche en el museo"-2006; " Un zoológico en Casa"-2011; "El guardián del zoológico"- 2011), entre otros. Y como ya nos tienen acostumbrados quédate a ver los créditos finales porque hay Yapa para que te sigas riendo. Tiene una soberbia banda sonora y fotografía, además de muy buenos sponsor. Quienes vuelvan a elegir este film ya saben que van a ver, la trama es super conocida, situaciones y personajes divertidos, perdura la amistad, una comedia de humor negro y esta termina donde comenzó todo.
La manada está de regreso en esta tercera y última parte de la que se ha convertido en una exitosa trilogía que le propuso al espectador ser testigos de lo que le sucedía a cuatro amigos el día después de una despedida de soltero en Las Vegas, la cual desencadenaba una alocada serie de eventos que los llevó a cruzar su camino con todo tipo de personajes, entre ellos el psicótico Sr. Chow (Ken Jeong), y peligros relacionados con las drogas, la mafia y los secuestros. En esta oportunidad, Phil (Bradley Cooper), Stu (Ed Helms) y Doug (Justin Bartha) han dejado atrás los incidentes de "la ciudad del pecado" (en la parte I) y de Bangkok (en la parte II) para vivir una vida más o menos tranquila. El único que continúa sin encontrar el rumbo es Alan (Zach Galifianakis), la oveja negra del grupo. Debido a su falta de límites y su actitud inmadura -factores que llevan a su padre a la muerte (Jeffrey Tambor)-, su familia y amigos toman la decisión de realizar una intervención para ayudarlo a atravesar una crisis personal. Sus tres "mejores amigos" son los encargados de trasladarlo hasta una clínica de rehabilitación, pero en el trayecto son interceptados por Marshall (John Goodman), un mafioso que los obliga a recuperar algo que cree que perdió por su culpa y cuyo responsable es el Sr. Chow. Claro que esto tiene que ver con un hecho que toma lugar en la primera película. Esta vez, no hay despedida de solteros. No hay boda. ¿Qué podría salir mal? A diferencia de sus predecesoras, "Qué Pasó Ayer? Parte III" es divertida y entretenida pero no es tan irreverente como aquellas. Todd Phillips, quien ha sido el director de todas las películas de esta franquicia, y el guionista Craig Mazin, han decidido que la trama no se desarrolle como producto de una resaca con pérdida de la memoria, sino todo lo contrario, ya que rompe con esa estructura narrativa recayendo sobre la lucidez de los protagonistas.
IMPORTANTE: hay una escena larga de hora y media antes de los títulos de apertura que preceden a los 3 minutos que dura la película súper graciosa. Esa es la sensación que me dejó ver Qué pasó ayer parte III. Si la escena final que vas a ver luego de los títulos no hubiese existido, hubiera pensado que estos tipos perdieron toda la chispa. Esa escena final es delirante, todo lo que viene antes es... aburrido. Y no va de la mando de las dos anteriores. O sea cláramente viendo esa escena final no perdieron la chispa, pero es una pena que se hayan reprimido durante toda la película con un guión tan liso. Acá Todd Philips hizo una historia similar a la que mechó luego de la primera Que pasó ayer, que fue la aburrida Todo un parto. A Cars 2 la arruinó tanto protagonismo de Mate. Acá el chino está demasiado tiempo y ya no provoca sorpresa. Uno podría decir que a esta película le faltó Sal, pero si la comparamos con las anteriores, donde la uno sorprendió y la dos repitió esquema permitiendo buenas risas en la sala, acá definitivamente hizo falta ají picante, y sólo tiene nuez moscada. En fin... un triste retiro, que igual sacará unas risas, pero que no hacen honor a la historia.
La gran lección que deja esta película es que algunas historias no deberían tener continuaciones. El director Todd Phillips tomó nota de las críticas que se le hicieron a la segunda entrega de esta serie, que fue un refrito burdo y poco creativo de la película original, y en esta nueva producción brindó algo completamente diferente. Tal vez demasiado. ¿Qué pasó ayer? Parte 3 prácticamente es un thriller de humor negro, donde los protagonistas en este caso se ven envueltos en situaciones más peligrosas donde lidian con mafiosos y asesinatos. Si bien el film tiene momentos graciosos la trama ni por asomo en materia de humor está a la altura de la original, aunque que por otra parte resultó un poco mejor que la segunda entrega. Más allá que el concepto de la historia sea diferente, las situaciones graciosas nunca llegan a ser desopilantes y como mucho te sacan una sonrisa. Es extraño porque la verdad que la película es entretenida y no la pasás mal. Inclusive Zack Galifianakis y su insoportable personaje genera algunas situaciones cómicas, pero al final te queda la sensación que esta fue una secuela forzada. En ese sentido me impactó mucho el trabajo de Bradley Cooper, quien acá ofrece una interpretación completamente desganada como si no hubiera tenido ganas de hacer este film. También fue una decisión poco feliz que el argumento se enfocara demasiado en el señor Chow (Kan Jeong), uno de los personajes más irritantes y estúpidos que brindó Hollywood en los últimos años. La escena extra que hay en los créditos finales es el momento más gracioso del film y es ahí en donde te das cuenta que la propuesta que ofrecía el conflicto central no funcionó. Reitero, la película dentro de todo es entretenida pero queda claro que a estos personajes no se los puede explotar más. ¿Qué pasó ayer? cumplió un ciclo y siempre nos quedaremos con el recuerdo de la primera película que revivió después de mucho tiempo las comedias con humor zarpado en el cine norteamericano.
Un viaje reparador El elenco de las dos primeras comedias se vuelve a unir en esta tercera entrega de la exitosa saga que retoma algunos personajes de los films anteriores y, de manera circular, vuelve a la ciudad donde todo comenzó: Las Vegas. ¿Qué pasó ayer? Parte III, anunciada como el capítulo final, agrega además del humor sus cuotas de acción e intriga que la hacen más interesante para el público. Acá no hay bodas ni despedidas de solteros y la trama se inicia con el escape del prisionero Chow (Ken Heong) de una cárcel de Bangkok. Después de la muerte de su padre, el inestable Alan (Zach Galifianakis) es convencido por sus amigos Phil (Bradley Cooper) y Stu (Ed Helms) para ser llevado a un instituto donde pueda recuperarse. En el camino son secuestrados por un millonario (John Goodman) que reclama unos lingotes de oro que le fueron robados. Esto unirá los caminos del inseparable trío y del ex convicto Chow, que está mas loco que una cabra. Con esta estructura, la nueva película del director Todd Phillips se muestra menos episódica que sus antecesoras, y ofrece más ritmo en una historia que viene cargada de traiciones, escapes, el secuestro del cuñado de Alan y mansiones que esconden un cuantioso botín. Entre Tijuana y la ciudad mundial del juego, el film también se permite un romance y peligro en las alturas del hotel Caesar bajo una mirada reparadora sobre la amistad y la "infancia" eterna que atraviesa Alan.
Esta tercera y según aseguraron sus creadores última entrega de la exitosa saga de humor negrísimo arranca con un violento motín en una cárcel ubicada cerca de Bangkok, que permite la fuga del desquiciado Chow (Ken Jeong), quien tendrá un papel protagónico en el film; y sigue con una escena en la que un muy feliz Alan (Zach Galifianakis) lleva en un trailer una jirafa que acaba de comprar. A los pocos segundos, la cabeza del animal rodará por el asfalto tras chocar contra un puente, lo que desatará además un accidente en cadena en la autopista? Así de delirante, exagerado y ridículo es este tercer film de la "deforme" franquicia que ha conseguido decenas de millones de fans en todo el mundo a fuerza de un absoluto desprejuicio. Que su promedio de eficacia de gag por minuto está por debajo de las dos primeras partes, que se percibe cierto desgaste, que se la nota un poco más desganada y con "piloto automático"? Puede ser, pero así y todo sigue siendo una bienvenida anomalía en el universo de las comedias hollywoodenses y una más que digna despedida para estos patéticos y a la vez queribles personajes que ya se han ganado su lugar en la historia del género. La "trama" es (algo) así: Chow se ha quedado con unos lingotes de oro. El mafioso Marshall (John Goodman) secuestra a Doug (Justin Bartha) y les da un plazo de tres días a Alan, Stu (Ed Helms) y Phil (Bradley Cooper) para que encuentren al psicópata asiático y recuperen el botín. ¿Dónde terminarán nuestros antihéroes en la segunda mitad del film? Allí donde todo empezó: en los hoteles de lujo y los tugurios de Las Vegas, capital de los contrastes y los excesos. Y habrá tiempo incluso para una historia de amor entre Alan y Cassie (la gran Melissa McCarthy). Aun con algunas escenas de "relleno", de esas que no lucen tan inspiradas como en los films previos, con un poco más de apuro y menos de timing cómico, ¿Qué pasó ayer? Parte III está lejos de ser la decepción que tantos críticos estadounidenses anunciaban. Con sus altibajos, se sigue disfrutando. Y a este cuarteto de amigos ya empezamos a extrañarlos? P.D.: Conviene no abandonar la sala raudamente una vez que arrancan los créditos finales. Hay una larga y delirante escena (quizá la más delirante de todas) que justifica quedarse en la butaca unos minutos más.
No todo lo que brilla es oro Desde el vamos, ¿Qué pasó ayer? 3 denota la ausencia del carácter resacoso, el descontrol, la idea del título del filme. Mal presentimiento: acá no hay ningún disparador de boda, despedida de solteros, un despertar en situaciones hilarantes o fotos locas al final de la película. No, como si fuese una película aparte, lo nuevo de Todd Phillips (también a cargo de las precuelas) se centra en la figura del barbado Alan (Zach Galifianakis) quien busca ser intervenido por su familia debido a su particular comportamiento donde no le importa nada ni nadie. No madura con sus 42 años viviendo junto a sus padres. ¿O cómo entienden que se compró una jirafa de puro gusto y la decapita por error en una autopista produciendo una serie de choques al mejor estilo Destino final? Un motín carcelario en cámara lenta (que recuerda al hit de YouTube Harlem Shake) ambienta el escape de un preso muy especial: el histriónico y sobreactuado Mr. Chow (Ken Yeong) apresado en Bangkok, la capital tailandesa donde se desarrolló el festín de la parte dos. No quieran saber cómo hace este oriental para secuestrar 21 millones de dólares en lingotes de oro, o entrar a una terrible mansión custodiada solo por dos perros y alarmas vulnerables. En esta ocasión, Phil (Bradley Cooper), Stu (Ed Helms), Alan y Doug (Justin Bartha), sufren el secuestro de este último a cambio de la cabeza de Chow y el oro robado. Todo está digitado por el malvado Marshall (John Goodman) de lo mejorcito de este filme sin sentido donde la troupe fiestera debe dar con su ¿amigo? estafador. ¿En dónde? sí, en Las Vegas, la ciudad del pecado de la que ellos esta vez quieren escapar. Los excesos parecen que les provoca alergia. Con toques heavies en la banda sonora (caso Mother ´93 de Danzig) y el Caesars Palace como epicentro -donde Mr. Chow arma una estroboscópica fiesta más cercana al sueño que a la realidad-, el trío hace lo imposible para atraparlo y sufren sus habilidades en escalada y hasta en el uso del ¡parapente! Si queremos rescatar algo, los flashbacks hacia las precuelas (la aparición de la embarazada stripper Jade y el ya crecidito Carlos) o el romance entre Alan y Cassie (Melissa McCarthy), una empleada de una casa de empeños, con la escena del chupetín y el comentario sobre la “tensión sexual” del momento. ¿Qué pasó ayer? III escapa de su esencia, quiere sofisticarse y pierde la brújula por no recaer en lo básico: hacer reír desde el exceso. Es el fin.
Todo está en manos de Alan Las sagas se cansan y esta nueva incursión de los amigos en problemas demuestra que lo que alguna vez fue altamente efectivo y divertido es ahora un simple dispositivo que pocas veces funciona y que descansa todo su peso en el carisma de Zach Galifianakis. “¿Viste? Me compré una jirafa”, le sonríe Alan a un chico que va en el auto de al lado. Chocho de la vida con el bicho de cuello de metro y medio, el no muy sensato Alan no tuvo en cuenta que no hay ingeniero vial en el mundo que para calcular la altura de un puente tome como referencia una jirafa subida a un trailer. Por lo cual... Bueno, en fin. Así empieza la tercera parte de ¿Qué pasó ayer?, y el comienzo es lo mejor de la tercera parte de ¿Qué pasó ayer? En rigor, lo único verdaderamente bueno. Buenísimo, en realidad. No por una cuestión de cantidad o calidad de gags, sino por algo más de fondo. En ese comienzo, la película dirigida una vez más por Todd Phillips hace algo que las anteriores no hacían, y que ésta tampoco hará, tras haber enterrado al papá de Alan: desarrollar un personaje. El personaje obviamente más interesante de la saga, el de Zach Galifianakis, que ahora toma volumen. El problema es que una vez que eso sucede, la saga vuelve al terreno de la peripecia. Lo cual no está mal de por sí: fue sobre esa base que las anteriores propulsaban lo que podría llamarse “teoría del caos” de Todd Phillips. Cosa que ésta no logra, porque está demasiado cansada para hacerlo. Las sagas se cansan y ¿Qué pasó ayer? lo está. En la tercera parte, el barbado Alan adquiere un matiz bastante más siniestro del que hasta ahora tenía. Alan adquiere aquí un matiz bastante más siniestro del que hasta ahora tenía. Se sabía que el tipo era capaz de llevar un diente en el bolsillo, dejar que la panza le asome por debajo de la camisa o colgarse un mono al hombro. Estaba claro que se daba el lujo de comportarse como un chico egocéntrico. Lo suficiente para permitirse todo lo que los “normales” no suelen permitirse, funcionando como cable suelto y tiro al aire. Lo que no se le había visto hacer era ponerse a escuchar “My Life”, de Billy Joel, despreocupadamente enterrado en sus auriculares, sin importarle un pito lo que le pasó a la jirafa ni a los que andaban por la autopista en el momento de la catástrofe que él provocó. Ni dar la espalda a la muerte de su padre, de puro egoísta (la escena es genial, puramente visual, un verdadero tratado sobre la disociación sonora y la relación entre el primer plano y el fondo de la imagen), desear la muerte de su no menos siniestra madre en el funeral de su padre (el gran Jeffrey Tambor) o decirle a un chico que su padre no es el que él creía. En la tercera parte de ¿Qué pasó ayer?, Alan Garner pasa de friquito divertido a fricón preocupante. Pero ¿Qué pasó ayer? es, por definición, una película de protagonismo triple, y aquí queda más a la vista la chatura de los otros dos, que en medio de la locura desatada de las anteriores importaba menos (para no hablar del cuarto, el inconcebible Justin Bartha, a quien por algo todas las tramas dejan afuera). Aquí no hay exceso alcohólico, resaca descomunal y un mundo que funciona de manera disfuncional, sino lugares comunes extraídos sobre todo del cine de acción (el hampón encarnado por un John Goodman que tampoco se destaca, un asunto de drogas, la rivalidad con un capo rival), que hacen que lo que antes era puro desajuste (un tigre en el baño, el casamiento borracho con una prostituta, la perversidad polimorfa de Chow) se vuelva una previsible tramadispositivo, destinada a insertar en ella a los tres protagonistas. De los cuales sólo uno es cómico, sólo uno tiene interés, sólo uno es un verdadero personaje. Como Messi mal acompañado, Alan no está en condiciones de desatar la locura por sí solo, quedando reducido a la jugada individual del one liner salvador. O a un slapstick tan torpe que en una escena hasta se nota que las cosas no se le caen encima, sino que se las tira (otros síntomas de negligencia de la película son la notoria digitalización de la jirafa y un parabrisas que, tras haber sido atravesado y astillado, reaparece impecablemente entero). Además de Alan, las otras cartas marcadas de las que Phillips y su coguionista echan mano son el asiático Chow (Justin Keon), que no aporta nada que no se haya visto antes (incluido el micropene que luce en un desnudo final), y Melissa McCarthy, la gorda guaranga de Damas en guerra, en un típico papelito, con perdón por la expresión, de relleno.
Un final de fiesta apocado La nueva entrega de esta saga no tiene el efecto de las anteriores, aunque conserva su incorrección. Pese a algunos momentos, queda en evidencia el agotamiento de la fórmula. La tercera y última parte de la saga comienza de manera inmejorable, con un montaje paralelo que muestra a Leslie Chow (el formidable Ken Jeong) escapando de una prisión de máxima seguridad de Bangkok mientras que Alan (Zach Galifianakis) pasea feliz con su auto por una carretera remolcando un trailer con su última adquisición, una jirafa –"siempre quise tener una"–. Lo que sigue es que Leslie logra salir de la cárcel por los desagües en medio de un motín y Alan provoca un accidente que involucra un puente, la cabeza de la jirafa, un choque masivo y por supuesto, Alan sin un rasguño y sin dimensionar las consecuencias de sus actos. El arranque es políticamente incorrecto pero absolutamente efectivo en el eje guarro que siempre tuvo la franquicia, pero se va diluyendo a medida que pasan los minutos, en un relato que tiene muchos buenos momentos pero que no alcanza la altura de las dos películas que la precedieron. Esta vez no hay una boda inminente, tampoco una salvaje despedida de soltero, los protagonistas no actúan bajo los efectos de alguna droga lisérgica y menos aun hay una reconstrucción de los hechos a través de fotos prohibidas. En su lugar hay una intervención a Alan, con familiares y sus amigos, Phil, Stu y Doug (Bradley Cooper, Ed Helms, Justin Bartha), para convencerlo de que debe internarse y recuperar la cordura. Un excusa para emprender un viaje, esta vez a una clínica, el viaje donde todo puede pasar, otro de los tips de la saga. Y lo que pasa es Marshall (John Goodman), que está buscando a Leslie desde que le robó algo más de 20 millones de dólares en oro. Los tipos comunes que siempre están en el lugar y el momento equivocado, son entonces los únicos que pueden encontrar a Leslie y para garantizar el trabajo, Marshall va a tener de rehén a Doug, custodiado por el Doug Negro –ahí se complica la historia para los que no vieron las películas anteriores, el chiste entre el Doug Negro y el otro remite al primer film–. Con el protagonismo de Leslie en primer plano y Alan secundándolo, ¿Qué pasó ayer? Parte 3 ya no es tan virulenta, los protagonistas están más domesticados y el encargo de entregar a Leslie y a su botín transita un camino sin sorpresas, salpicado aquí y allá por buenos gags, la aparición de personajes antiguos –como el mencionado Doug Negro o Jade (la gran Heather Graham), la prostituta de Las Vegas que se casaba con Stu– y otros como Marshall y Cassie (Melissa McCarthy) totalmente desaprovechados. En solitario y con algunos ajustes que borrarán las referencias de los títulos anteriores, la película sería una buena comedia desbordada, pero como parte de una saga original y efectiva, muestra el agotamiento de una fórmula y la melancolía de un final de fiesta apocado.
Sigue sin pasar nada Todo un desafío el que tomó el director Todd Phillips al intentar remontar una saga que viene de una pésima segunda entrega. Si aquel filme apostaba a repetir y exacerbar la fórmula de la primera película, esta vez cambia el eje, baja el tono y -hay que decirlo- deja en el camino aquello que le hizo conquistar tantos fans. En esta ocasión la propuesta está muy lejos del disparate zafado que presentaban las entregas anteriores. En lugar de excesos y disloque, hay más acción y una trama mafiosa, otra vez con Las Vegas como fondo. El guión está centrado en el personaje de Mr. Chow, quien acaba siendo el hilo conductor de la trama y responsable de mucho de lo sucedido en la saga. Si algunos pasajes causan más o menos gracia dependerá, por ejemplo, de la tolerancia que se le tenga a Zach Galifianakis, comediante al que se lo toma o deja, sin grises. Luego de un brutal suceso, la familia de Alan decide internarlo y para ello buscan la complicidad de sus amigos. Así se reúne nuevamente el "wolf pack" que por tantas desventuras pasó y que ahora cae en manos del mafioso Marshall, encarnado por el gran John Goodman, quien desea recuperar algo que Chow le quitó. El conflicto se presenta cuando los muchachos deben ir en busca del chino mientras Marshall mantiene a Doug como rehén. El guión es de lo más flojo de la serie, los personajes estás desdibujados a la sombra de Ken Jeong, quien sí le saca partido a su inescrupuloso, sucio y delirante Mr. Chow. Los gags se notan forzados, todo parece a la deriva y francamente daría lo mismo si los intérpretes son otros. Los que vayan por el descontrol ofrecido en los filmes anteriores van a tener que esperar hasta después de los títulos para ver un poco de lo que querían. Pero será tarde.
No fue menor la presión del director Todd Phillips al tener que realizar una tercera película de la saga ¿Qué Pasó Ayer?. No fue menor porque ya en la segunda fue difícil, y el resultado de esa segunda parte, si bien satisfactorio para mi, se agota rápidamente y no deja mucho margen para seguir explotando la fórmula. Entonces la segunda se convierte en una reversión de la primera, que utiliza el mismo esquema pero en nuevas circunstancias, tratando siempre de ir un poco más allá para no ahogarse en la mera repetición. En esta tercera parte, con el recurso de la repetición agotado, el desafío era realizar algo nuevo, y el resultado es algo confuso. Por un lado necesita mantener la referencia al episodio de la primera película, lo que es entendible. El problema es que para no repetir situaciones cae en la referencia directa, con citas textuales en diálogos forzados e incluso citas visuales en más de una oportunidad. Esta parece ser la manera más fácil y desprolija de conectar los hechos. La sobreexplicación, en boca de un desaprovechado John Goodman interpretando al mafioso Marshall, de las razones por las cuales esta película se conecta con la primera es de un grotesco argumental desconcertante. Por otro lado eligieron transformar algunas cosas para no volver a repetirse. El tono general se oscureció. Lo que era festividad anárquica en las dos primeras partes se convirtió en una comedia con peligro real de fondo. Hace su aparición la muerte como una posibilidad. En el inicio vemos una gran escena de un personaje muriendo en segundo plano, luego los asesinatos sin sangre nos van a posicionar en un lugar en el que no habíamos estado. En la película original la muerte no era una opción, el ataque de un tigre, un derechazo de Tyson, un choque a alta velocidad, eran gags humorísticos más que situaciones donde la vida se ponía en juego. Con la entrada en escena de la muerte el tono festivo cambia y transforma ese sinsentido alegre en algo más real y palpable. Y ese tono que muta viene de la mano de un cambio importante en el disparador del argumento: ya no es una fiesta lo que lleva a Phil, Stu y Alan a hundirse en sus aventuras. La idiotez de Alan (Zach Galifianakis) ya no es meramente humorística. La preocupación de su familia por su salud mental también nos baja a la realidad de los hechos. Sus frases infantiles pasan primero por la mirada intranquila de sus amigos y luego nos llegan a nosotros despojadas ya de esa irresponsabilidad de las primeas películas. Algo parecido pasa con un personaje que ganó mucha importancia desde la primera parte y que en esta tercera sufre una mutación que lo despoja de su gracia natural: me refiero a Mr. Chow, ese oriental poco dotado interpretado por Ken Jeong. Afeminado y de frases ácidas en la primera película, ahora es una suerte de agente secreto altamente peligroso que repite algunos chistes pasados pero que ya no surgen el mismo efecto. Pareciera que ¿Qué Pasó Ayer? Parte III se conecta más con Todo un Parto (Due Date), también dirigida por Todd Phillips, que con las anteriores partes de la saga. Pero ese nuevo tono adoptado, que tan bien funcionó en la película protagonizada por Robert Downey Jr., no termina de cerrar en una saga cuyo valor dependía mucho de ese clima festivo e irresponsable de las primeras partes. Luego de los títulos que siguen a un flojo final, la película se extiende unos segundos más en un nuevo final totalmente ajeno al resto de la película que intenta volver a lo conocido, aunque ya es demasiado tarde.
Disparatados enredos en Las Vegas Divierte más que las anteriores y se destaca especialmente a Zach Galifianakis (Alan) y Ken Jeong (Mr. Chow), médico y cómico en la vida real, de ascendencia coreana. Aunque también cumplen con una buena actuación Bradley Cooper (Phil), Stu (Ed Helms) y Justin Bartha (Doug). Sabemos que esta es una franquicia. Ya hubo dos de "¿Qué pasó ayer?" y tuvieron mucho éxito comercial, encuadradas dentro de la línea "amigos para siempre" -cuyo grupo está conformado por Phil (Bradley Cooper), el imposible Alan (Zach Galifianakis) y Stu (Ed Helms), a los que se suma Doug (Justin Bartha)-, con historias descabelladas, absolutamente superficiales, zafadas y divertidas. Esta vez la historia se inicia con un simpático gángster, conocido como Mr. Chow (Ken Jeon), que huye de una cárcel de Bangkok, Tailandia, hacia Tijuana, México. Pero de inmediato la película pasa a Estados Unidos para seguir la nueva locura de Alan, que como siempre, respetando su carencia de límites y su poco juicio, conduce por la carretera estatal, llevando en un pequeño remolque, una increíble jirafa. Con la que por supuesto desencadenará el caos por no calcular la altitud de un puente que se lleva puesto parte del pobre animal. LOS DIALOGOS Con este comienzo, bastante delirante se inicia la nueva película de esta serie, que muestra mayores inquietudes que las anteriores, cierta inteligencia en los diálogos y un humor más delirante, además de su característico ritmo vertiginoso. Desenfrenado y un poco loco, el filme va a meterse con el hampa, representada por un mafioso llamado Marshall (John Goodman), mostrar una buena escena de secuestro en medio de la ruta y el personaje de Mr Chow (Ken Jeong) en pleno desarrollo de una comicidad almodovariana, con ciertas vueltas de tuerca en el argumento, que van a convertir a los protagonistas en algo así como hampones de alto vuelo, capaces de desvalijar casas de magnates o protagonizar increíbles huídas por las terrazas de impensables hoteles de Las Vegas, donde sucede buena parte de la historia. Con atractivas locaciones en Las Vegas y más tarde algunas tomas en la ciudad de Tijuana, más un excelente ritmo y algunas escenas para recordar, como el singular diálogo entre Alan y Marshall (John Goodman), enfrentado a la pandilla que se completa con Phil, Stu y Doug. "¿Qué pasó ayer? Parte III" divierte más que las anteriores y se destaca especialmente a Zach Galifianakis (Alan) y Ken Jeong (Mr. Chow), médico y cómico en la vida real, de ascendencia coreana. Aunque también cumplen con una buena actuación Bradley Cooper (Phil), Stu (Ed Helms) y Justin Bartha (Doug).
Definitivamente The Hangover: Part III es muy diferente a sus antecesoras. Por un lado, no ostenta con soltura el título que la hace digna de la saga -no hay borrachera ni drogas de por medio esta vez- y, por el otro, no alcanza las cotas de gracia de la primera ni toca fondo como la segunda. Es un híbrido extraño entre comedia negra y una película de gángsters modernos, que se aleja bastante de los parámetros histriónicos y zarpados que se establecieron como moneda corriente anteriormente. No se si sea generalización propia, pero los personajes de Zack Galifianakis y Ken Jeong son dos sujetos insoportables en dosis separadas, pero juntos hacen un combo suicida imposible. Mas allá de que se encasillen en los mismos papeles una y otra vez, muy a mi pesar son los dos motores de esta entrega. El papel de Jeong está extendido y es una parte vital de la historia, que se acopla al propósito de La Manada de encaminar la vida de Alan, el estrepitoso y vulgar gordito que de cariñoso no tiene nada y es egoísta, idiota y extremadamente peligroso. El as bajo la manga que resulta el mafioso encarnado por John Goodman intenta agregar de manera infructuosa un poco de suspenso y apuestas para el grupo de amigos que deberá recuperar dinero robado por el asiático antes de que uno de ellos sufra una muerte temprana. No causa gracia ya que Stu grite su muletilla "What the fuck is going on?" por enésima vez, no causan gracia los mañierismos de Chow ni su irreverencia, no causan gracia las actitudes de Alan para con la vida, metiendo una y otra vez a sus amigos en problemas por su total carencia de sentido común. Pero eso es exactamente lo que hace que The Hangover sea The Hangover, las estupideces de este dúo de imbéciles que son un imán de mala suerte y generan situaciones que van empujando la trama de a poco. Estamos frente a una secuela diferente, que juega sus cartas en un intento de ser novedosa y apenas sale airosa. No sólo por tener un par de cameos de personajes de anteriores aventuras y el mentado regreso a Las Vegas signifique que todo cierre con moño dorado una saga que fue debilitándose poco a poco. ¿Ya dije que no soporto a Galifianakis? Vuelvo a repetirlo, me parece una persona imbancable, pero su personaje sirve, funciona a la trama, y hay que ir con la corriente en este sentido. Jeong es harina del mismo costal, impresentable, no genera risas su papel y la extensión de su participación me resulta francamente preocupante. Bradley Cooper y Ed Hemls, cuyas popularidades dispararon con el film de 2009, vuelven a repetir sus posiciones de mentes pensantes del asunto, mientras que Justin Bartha queda relegado una vez más de la acción principal. Y si de acción estamos hablando, el director Todd Phillips tiene una carrera más que potable en el cine de suspenso, porque la infiltración al penthouse del Caesar's Palace es una escena brillante que se destaca por su tono angustiante. The Hangover: Part III es un gran avance frente al mal gusto de su predecesora, pero queda grande ante la original. Entretiene, pero es un giro radical a cómo se mantiene la narrativa de este film. Por supuesto, tiene un golpe final después de los créditos que amerita una secuela. ¿Es necesaria? No lo creo, pero como cierre puntilloso funciona y nos saca una sonrisa final antes de bajar la cortina.
La resaca del éxito comercial. Como toda industria que se precie, cuando un producto irrumpe y es bien aceptado por el público, se tiende a extender su producción lo máximo posible a fines de lograr un gran boom de ventas, lo cual es lícito siempre y cuando esta producción en serie no se aparte de las características fundantes que hicieron que el público eligiera el producto inicial. ¿Qué Pasó Ayer?, en su primera entrega, fue una desopilante comedia que paso a paso invitaba a los espectadores a tratar de reconstruir una noche de locura en base a los dispersos vestigios que los protagonistas encontraban en su camino. Y cada descubrimiento era una fiesta, cada ocurrencia era más osada e incoherente que la anterior y ese era su encanto: cada pieza del rompecabezas era delirio y disfrute puro. La segunda entrega utilizaba similar recurso resacoso, pero trasladando la acción a Tailandia. La novedad del argumento inicial, en este caso, era reemplazada por la ajenidad del paisaje y las situaciones que se veían enmarcadas en la calurosa y agobiante metrópolis. Esta tercer entrega centra su mirada en Alan (el genial Zach Galifianakis) quien solitario y sin su Wolf Pack no solo no encuentra el norte de su vida, sino que ha abandonado su medicación, dándole rienda suelta a su extrovertida y delirante personalidad. Se hará más que necesario ponerle un coto a su locura y allí es donde intervendrán sus amigos para intentar internarlo en una clínica psiquiátrica, aunque sea por un tiempo. Pero como bien sabemos nada nunca sale como ellos lo planean y en el camino a esa internación son interceptados por un mafioso (John Goodman) el que les encargará una misión para realizar a cambio de la vida de Doug (Justin Bartha). El grupo se verá obligado a comenzar una serie de aventuras para nada semejantes a una resacosa reconstrucción de hechos y más similar a una serie de espías poco calificados y torpes. La estructura original es así abandonada para dar paso a muy pocas situaciones divertidas y casi ninguna del nivel de delirio de las primeras entregas. Los protagonistas que llevan adelante la acción son sin lugar a dudas Alan y Chow con su particular manejo del absurdo, pero ni siquiera ellos logran arrancarnos una sonrisa sincera, al nivel que lo hicieran en la primera de las resacas infames. Tal vez la escena más desopilante del film esté luego de los créditos, así que les recomendamos que, si realmente quieren reírse, no se retiren de la sala hasta verla y entonces sí, salir con una sonrisa bastante postergada. @Cariolita
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Todd Phillips cierra (?) esta trilogía rompiendo con todos los cánones de las anteriores, en esta tercera parte si hay recuerdos y muchos. R3SACÓN Aunque no lo crean el título de arriba es el que le puso la distribuidora en España y aunque parezca lo mas ridículo del mundo, es mas acertado que el que conocemos nosotros. Vos te estaras preguntando ¿Y a mi que carajo me importa eso?, bueno, básicamente porque en esta tercera parte no hay desmemoriosos, los personajes no pierden el conocimiento en ningún momento y toda la película va sobre una linea recta hasta llegar a la conclusión. En una forma mas básica de decirlo esta película es la resaca de las otras dos, los hechos y situaciones que los tres protagonistas vivieron en Las Vegas y Tailandia tendrán sus consecuencias en este film. INTERVENTION Como no me interesa revelar tanto del argumento voy a decirles esto: Después de la muerte del padre de Alan (Zach Galifianakis) la manada decide juntarse de nuevo para llevar al personaje de Zach una institución que pueda arreglar su personalidad y estupidez. Nunca llegan. En el camino, un gangster de los antiguos (John Goodman) los secuestra, ya que Chow (Ken Jeong) le robó 21 millones de dólares en oro puro. Ahora la manada es el único grupo que puede encontrar a Chow antes de que Doug (Justin Bartha) muera a mano de este mafioso. ¿Qué pasó ayer? Parte III se puede ver sin haber visto las anteriores, pero obviamente vas a estar más al tanto ya que tiene referencias exactas a las otras películas que componen esta trilogía. Este film también es una comedia de situaciones como nos tiene acostumbrado su director Todd Phillips pero se basa mas en el subgenero de “road trip”, con un objetivo claro y diferente de las otras, encontrar a Chow y llevarlo a las manos de Marhsall (John Goodman). La película es clara y no se distrae en ningún momento del objetivo pero hace agua por todos lados. Los protagonistas van desde California, pasando por Tijuana y volviendo a Las Vegas. Volver a Las Vegas es genial para el culto de esta película, volver donde todo comenzó, pero es irrelevante e inclusive ridículo para el argumento, poco desarrollado y sin ningún tipo de lógica. Hoy en día estamos acostumbrados a films subidos y pasados de tono, pero Todd Phillips vira su humor para el mal gusto, e inclusive mucho mas a la estupidez que al humor de las consecuencias que generan ciertas situaciones que eran graciosas en las dos anteriores. Phillips recurre a referencias del cine como Sueños de Libertad, Zoolander o Star Trek para generar humor pero hay cosas que no quedan claras. LA RESACA Tres cosas puedo rescatar de esta pelicula: Primero: La secuencia que aparece Melissa McCarthy es impecable a nivel tensión, actuación y comedia. (presten mucha atención a esto) Segundo, la técnica: ¿Qué pasó ayer? Parte III es muy old school en ese sentido, esta toda filmada en 35 mm y tiene una fotografía realmente genial, en este caso donde el argumento a veces aburre, esta bueno descansar la vista en secuencias que están bien fotografiadas. Tercero, la Música Si algo que mantiene de las anteriores Todd Phillips es la banda sonora, música como la de Billy Joel o grupos como The Coasters dan ganas que las secuencias de transición o de localización sean de mayor duración. CONCLUSIÓN ¿Qué pasó ayer? Parte III entretiene, pero esta lejos de ser el gran final que se esperaba para esta trilogía, la comedia por momentos es absurda y te hace dudar si de verdad te tenes que reír o sentir lastima por los personajes, pero, vayan a verla porque si vieron las otras dos, esta se vuelve inevitable.
De la primera ¿Qué pasó ayer? a esta tercera y última parte cambiaron muchas cosas. Por ejemplo, el título dejó de ser pertinente, tanto el original como la versión local: ya no hay resaca (hangover) ni noche de juerga olvidada. También el equilibro de los personajes se modificó: el trío dejó de ser una unidad en la que Alan sembraba el desconcierto para convertirse casi en un unipersonal del personaje de Zack Galifianakis; Stu y Phil perdieron matices y ahora solo se limitan a rodear a Alan, a reaccionar frente a sus disparates. Como Galifianakis no puede sostener sobre sus hombros toda la película, el guión reparte el peso entre él y el chino Chow. Ahora que Stu y Phil parecen retirados de las aventuras descontroladas, Alan y Chow permanecen como un residuo de los impulsos de la primera película; ellos conservan algo de ese desquicio inicial y se resisten a abandonar su pasado alocado como si se tratara de un puesto de combate: es solo a través de ellos y de los desmanes que generan que la película consigue los materiales para su relato. Ese relato, como en una buena cantidad de películas hollywodenses actuales, habla de la necesidad de madurar. Alan, con su locura y sus arranques impredecibles, debe ser curado, pero justo cuando sus mejores amigos (compañeros de fiesta ahora devenidos agentes de reeducación) lo llevan a destino, una trama de gángsters y robos los desvía del camino y los lleva por rumbos más cinematográficos. Se sabe que el cine americano cuenta siempre el mismo cuento de adaptación y que el final moralizante muchas veces es una excusa para mostrar un paisaje distinto (sí, en el final de Los rompebodas los protagonistas se casan, pero después de haber vivido a lo grande una historia de excesos, sexo libre y burla del matrimonio). Pero en ¿Qué pasó ayer? Parte 3 ya no queda nada para traficar en esa trama de lingotes de oro y brutales mafiosos orientales: los protagonistas tratan por todos los medios de cumplir con la misión que les encomienda Marshall solo para salvar a Dough, y nada más. La película de Todd Phillips es terminal en varios sentidos, pero sobre todo en el hecho de correrse totalmente de cualquier cosa que se acerque a los excesos de las dos primeras. Stu y Phil están cansados, no quieren correr más peligros, y no hay nada de malo en eso, pero entonces se acaba esa tensión entre el plan que les reservaba la sociedad y sus propios deseos que la primera resumía en una salvaje despedida de soltero de la que nada recordaban. Lejos de la desconfianza con que observaban el matrimonio, ahora son ellos los que acompañan a Alan en su proceso de adecuación. Los personajes aceptan su destino mansamente, sin rebelarse, aunque tampoco tratan de convencernos de las bondades de su vida actual; la película tampoco resulta tan segura de su ideario, y por eso el asesino, loco y codicioso que hace Ken Jeong es perdonado y se lo deja ir solo con una enseñanza tímida acerca de los excesos que nada tiene que ver con los castigos que el cine le propina a los gángsters. La comedia de Phillips es seria, el director se toma en serio a sus personajes y los construye cuidadosamente, más preocupado por los detalles que los definen que por el humor fácil. Por eso es que la película tiene relativamente pocos gags y muchos no alcanzan los picos de otras comedias; la comicidad de ¿Qué pasó ayer? Parte 3 trabaja los chistes y no los lanza a la pantalla hasta no tenerlos procesados del todo, y cuando lo hace los explota lo más que puede. Como ese chiste de Stu y Chow entrando a la mansión como si fueran perros: al comienzo, el gag apenas funciona, pero a medida que transcurre la escena y que el guión insiste, el humor crece. Lo mismo pasa al principio con la jirafa decapitada de Alan: hacen falta varios planos en los que no ocurre nada para preparar el terreno para la explosión que implica el corte de cabeza. De hecho, no debe ser casual que algunos de los mejores chistes se hagan con animales (también está la escena de los pollos de Chow), como si algo de la irreverencia de la primera se condensara toda en el acto ridículo de andar en cuatro patas y comer comida de perro o en el descabezamiento gratuito de una jirafa. En esos gags, con su fascinación casi surrealista y apenas disimulada por los animales, incluso a pesar de no buscar la carcajada (o quizás por eso mismo) permanece algo de la búsqueda de libertad de la primera película, cuando los protagonistas no sabían con seguridad lo que querían y todavía eran capaces de imaginar otra vida posible y de fabricársela como podían al menos por unos días.
El Señor Inimputable y sus escuderos Voy a dejar algo en claro desde un comienzo: la saga de ¿Qué pasó ayer? es para mí el clásico ejemplo de cómo una saga consigue dividir al público y la crítica al extremo, cuando en realidad no valía la pena tanto lío. El primer film poseía una gran habilidad narrativa, pero sus chistes, que coqueteaban en muchas ocasiones con la misoginia, el conservadurismo, el machismo y la homofobia, le restaban muchos puntos. La segunda entrega apenas si era una copia carbónico, bien realizada, pero sin un gramo de novedad, aunque era mucho menos conflictiva a nivel ideológico y moral. Allí ya se percibía un agotamiento en la construcción, como si el director y coguionista Todd Phillips nunca hubiera esperado tener que hacer una secuela (raro, porque el éxito de la primera en cierto modo era muy predecible) y la única idea que se le hubiera caído de la cabeza era repetir el modelo de su predecesora. De ahí que todas las discusiones que se habían generado respecto a la primera película (que había sido el equivalente a Matrix en la comedia, es decir, una obra tan sobrevalorada como subvalorada) se hayan reducido sustancialmente de cara al cierre de la trilogía, que llega sin causar demasiadas expectativas, tanto positivas como negativas. Phillips parece ser consciente de la poca expectativa previa y en cierto modo con ¿Qué pasó ayer? Parte III busca barajar y dar de nuevo. Ya no hay boda, despedida de soltero y resaca, y el enigma pasa por otro lado: Alan (Zach Galifianakis) sigue totalmente desequilibrado y, luego de la muerte de su padre, Stu (Ed Helms), Phil (Bradley Cooper) y Doug (Justin Bartha) son los encargados de llevarlo a una especie de centro de rehabilitación. Sin embargo, durante el camino son interceptados por una banda de mafiosos liderada por un tipo llamado Marshall (John Goodman, bien en plan “gordo sorete”), quien secuestra a Doug y obliga a los demás a encontrar a Mr. Chow (Ken Jeong), recientemente fugado de la cárcel, y con quien tiene una cuenta pendiente, amenazándolos con matar a Doug si no cumplen su objetivo en menos de 72 horas. Hay un evidente retorno al tono cuasi policial, reforzado además por la vuelta a la locación original, que era Las Vegas. Pero de lo que principalmente se hace cargo Phillips es que la saga de ¿Qué pasó ayer? es sobre Alan, ese ser inimputable, al que indudablemente le faltan un par de jugadores, que nunca se hace cargo de nada, que siempre está en su mundo y que en determinados momentos puede ser terriblemente irritante para la mirada “racional” de Phil y Stu, quienes siempre tienen que contemplar cómo el mundo se les pone patas para arriba. Con esta decisión, la película gana y pierde a la vez: por un lado, la solidez en la interpretación de Galifianakis, experto en este tipo de personajes, permite que la trama fluya y que cierta incorrección política se filtre de forma efectiva; pero por otro lado, el resto de la “Manada” queda desdibujada, siendo apenas espectadores de los acontecimientos que protagoniza Alan, o a lo sumo meros soportes para los momentos cómicos. De hecho, el único que le disputa presencia en pantalla a Galifianakis es Jeong, básicamente porque su personaje comparte códigos y conductas con Alan. En consecuencia, ¿Qué pasó ayer? Parte III se convierte, más que en un épico final de la trilogía, como promete la propaganda, en una historia de amistad atravesada por lo policial, donde también intervienen la noción del aprendizaje (si antes lo era para Stu y Phil, ahora es para Alan, al que no le quedará otra que asumir algunas responsabilidades) y el romance, a través del personaje de Cassie (Melissa McCarthy, en perfecta sintonía con Galifianakis), quien tendrá con Alan una historia de amor tan dulce como hilarante, pero absolutamente coherente, que lleva además a que el giro “conservador” del final sea razonable y verosímil dentro de la historia. Con el mismo tono absurdo de siempre, sin chistes superlativos pero con un piso lo suficientemente alto, ¿Qué pasó ayer? Parte III funciona sin problemas como clausura de la saga cómica más exitosa de los últimos tiempos. Su tono melancólico y su aire a despedida terminan produciendo cariño por sus protagonistas, en especial Alan, para siempre en el panteón de los “seres especiales” de Hollywood. Amenlo u ódienlo, a él no le importa.
Resaca algo menor pero divertida Como ya no daba para repetir por tercera vez la misma fórmula acerca de un grupo de amigos que emergen de una resaca formidable en estado calamitoso, para intentar comprender los detalles de la juerga y resolver la situación desastrosa en la que están, esta nueva ¿Qué pasó ayer? se queda con los mismos personajes, pero los mete en una serie de entuertos desafortunados, más al estilo del After hours de Martin Scorsese. Nadie puede esperar que una segunda secuela pueda volver a funcionar igual que las dos formidables películas previas. Esta es despareja y, en general, no tan extrema en su incorrección política, lo que no implica que no sea divertida, incluyendo gags aislados fuertes y eficaces dignos de las anteriores. El detonante de la nueva gira sórdida y misteriosa son dos muertes: la de una jirafa degollada por un puente demasiado bajo en una autopista, disgusto que provoca un comprensible soponcio a un personaje secundario de la saga. Como siempre, el centro de todos los desastres es el desquiciado Alan, nene de mamá que interpreta Zach Galifianakis, pero las catástrofes no se multiplicarían tanto sin las insensatas decisiones tomadas por sus amigos serios (Bradley Cooper, Ed Helms, Justin Bartha). Esta vez la maratón apocalíptica también es responsabilidad de un personaje que cobra más protagonismo: Mr Chow; el desalmado gansgter oriental vicioso y depravado de maneras inimaginables que compone Ken Jeong casi se roba la película con increíbles y oscurísimos gags de crueldad surrealista, detalle que lo vuelve hasta algo querible. Se podría decir que en la competencia de comportamiento obtuso, Chow por poco no le gana a Alan, tal vez porque el experto en narcotizar sin aviso a sus amigos, ahora encuentra su verdadero amor. También reaparece Heather Graham, la prostituta del primer film (su bebé, ahora ya más grandecito, sufre nuevas experiencias traumáticas), y hay un nuevo personaje a cargo de John Goodman, pero sus apariciones no aportan nada esencial. Innegable punto débil de la trilogía, la nueva ¿Qué pasó ayer? divierte y merece verse, sobre todo, por sus intermitentes exabruptos de comicidad salvaje. Justamente, nadie debe abandonar el cine en los créditos del final, interrumpidos por un gag hilarante hasta lo pesadillesco, verdadero momento imperdible de esta saga desquiciada.
Galifianakis and friends Si nos remitimos a las comparaciones, resultaba casi lógico incluso antes de su estreno que esta tercera entrega sería inferior a la primera, pero así y todo no se la puede catalogar como una mala película ni mucho menos; divierte, se pasa rápido y mantiene (en mucha menor medida) esa dosis fresca y algo alocada en las aventuras de estos carismáticos personajes. En esta ocasión, los protagonistas son embestidos en la carretera por la banda de John Goodman, a quien se había mencionado como un tal Marshall en la edición anterior. Éste, los obliga a capturar y servirle en bandeja a quien se robó sus lingotes de oro, nada más ni nada menos que a Mr. Chow (Ken Jeong), a quien se le da bastante rodaje y lleva a cabo una interpretación entretenida para el espectador. Las fallas o aspectos negativos del film probablemente se noten o evidencien cuando el público se remita a comparaciones con el inicio de la saga, aquella que en el 2009 generó una gran impresión tanto en la gente común que fue a verla como en la crítica de prensa. El grado de originalidad, de imprevisibilidad y de locura es bajo respecto de The Hangover Part 1; pero si lo analizamos de manera independiente es de fácil digestión, aunque sin mucha presencia de situaciones realmente embarazosas o tensas, de esas que hacen a uno oscilar entre la risa y la incomodidad propia que suelen ocasionar los buenos momentos tragicómicos de cierto tipo de comedias. Sin suscitar carcajadas, un Galifianakis afilado y extravagante (como de costumbre) es el que más aporta desde el punto de vista gracioso, contribuyendo a convertir a ¿Qué pasó ayer? Parte 3 como una “aventura” amena, disfrutable que no pasa a mayores. LO MEJOR: la dinámica, la participación de Goodman y algún comentario o accionar de Galifianakis. LO PEOR: es mucho menos alocada que las anteriores. No genera grandes momentos de comedia. PUNTAJE: 6
La de Qué pasó ayer es indudablemente una saga atípica dentro del cine Hollywoodense. En general los films que vienen en serie desde allí pertenecen al terreno de la acción o el terror, entre otras tendencias que incluyen la ciencia-ficción y el género fantástico. El humor bizarro y corrosivo, en general, no caracteriza a films con secuelas, o al menos, con más de una continuación. En este caso, la buena idea que dio origen al disparatado film original, indudablemente trasgresor y divertido pero también machista y grosero, fue la combinación que permitió la franquicia. Y la historia de ¿Qué pasó ayer? Parte III se dispara para un lado diferente a los dos primeros opus de la de la saga, en los que las despedidas de soltero eran el origen del descalabro. Aquí la trama por momentos entra en el género policial, con gangsters, un atraco de guante blanco, y hasta algunas muertes a balazo limpio. Dos años después del último desenfreno, con Phil, Stu y Doug alejados de aquel pasado caótico, deben socorrer a un Alan en plena crisis, tras lo cual entrará en escena el inefable Leslie Chow y un mafioso llamado Marshall, y las cosas se complicarán de manera vertiginosa. Además los cuatro terminarán en Las Vegas, el marco de la primer y recordada aventura descontrolada. El entretenimiento está correctamente diseñado, con algunos chistes divertidos pero con un tono algo más moderado, un humor más sutil que produce sonrisas antes que carcajadas. De todos modos no habrá que perderse una formidable escena extra que asoma tras el cast, que puede despertar aquellas típicas risotadas y que más oficiar como cierre propiciaría una descabellada cuarta parte. Y el arranque, con dos gags bastante negros. Con la participación del gran John Goodman, Zach Galifianakis vuelve a destacarse como comediante frente al resto del eficaz cuarteto.
Anexo de crítica La necesidad de un cambio de aire para encarar la innecesaria ¿Qué pasó ayer? Parte 3 – The hangover Part III- busca sin conseguirlo despegarse de la ecuación olvido/descontrol para suplirla por otra mucho menos atractiva: policial esquizofrénico con curva de maduración y guiños auto referenciales. La trama se concentra en la parábola del proceso madurativo de Alan, esta suerte de niño malcriado y caprichoso en el cuerpo del multifunción Zach Galifianakis, quien se carga la película a la espalda cuando otro personaje completamente secundario, que aquí cobra un protagonismo absurdo, como Chow se encarga de tirar ese peso mientras todo el resto sobra. Un relato desganado que acumula situaciones no graciosas y que trata con mucho esfuerzo cobrar un sentido de seriedad y sentimentalismo en el tercer acto, que para los fines de un producto de este nivel de mediocridad resulta penoso más que ridículo. Esperemos que esta sea la última porque las drogas y el alcohol siempre causan adicción y las malas películas también.
DANZA CON LOBOS Al momento de abordar la difícil tarea de continuar con un film exitoso, un realizador pude decidir entre hacer algo más grande o hacer algo mejor. Tomemos el caso de ¿QUÉ PASÓ AYER? (THE HANGOVER, 2009). Con Bangkok en lugar de Las Vegas y sexo con un travesti en vez de casamiento con una stripper, la secuela ¿QUÉ PASÓ AYER? PARTE II (THE HANGOVER: PART II, 2011) era claramente algo más grande, pero no necesariamente mejor. Usaba confiada y descaradamente la misma estructura de su predecesora, incorporando solo algunos chistes nuevos. Pero para la recién estrenada tercera parte, el director Todd Phillips hizo caso a las críticas y entregó un film con un esqueleto totalmente diferente que ayuda a cerrar la saga con la cabeza nuevamente en alto. ¿QUÉ PASÓ AYER? PARTE III (THE HANGOVER: PART III, 2013) no es más grande que el film anterior, pero sí mucho mejor (aunque nunca se pone a la altura del primero). Con la frescura de una estructura completamente nueva, el film funciona perfectamente a modo de despedida. No así a modo de comedia. El humor a puñada de loco de las primeras películas es remplazado aquí por situaciones simpáticas, ácidas o delirantes, pero esparcidas a lo largo de un libreto mucho más serio y con menos sorpresas, que no se preocupa tanto por hacernos reír, sino por darles a sus personajes (en especial a Alan y a Chow, y a su relación) el cierre que se merecen. Aun así (y sumando la épica escena post-créditos finales de la que todos hablan), la sala se llenará de risas. Esto es por el simple hecho de que amamos a la Manada de Lobos, sin importar la situación en la que se encuentren. Y aunque nos preocupamos por ellos, más disfrutamos verlos sufrir. Es el corazón mismo de la comedia: es divertido ver a alguien tropezar y caerse. Y más aun si es gordo. Como siempre pasa en Hollywood, aquel que agrada al público recibe más participación en la secuela. Esta vez, Zach “Alan” Galifianakis es quien lleva la historia (Bradley “Phil” Cooper lo hizo en PARTE I y Ed “Stu” Elms en PARTE II), la cual a veces se vuelve tan impredecible como su personaje: Luego de causar un accidente de tránsito que involucra una jirafa decapitada (una escena que roza el “¡Naaah! ¡Déjate de joder, Todd Phillips!”), Alan hace enfadar a su padre al punto de causarle un ataque cardíaco. Tras su muerte, el cuarentón con corazón y mente de niño (con déficit de atención) sufre una crisis nerviosa. Para ayudarlo, el único ser racional de la saga, Doug (Justin Bartha), propone llevarlo a una clínica junto a Stu y Phil. Pero en el camino son interceptados por Marshall (John Goodman), un criminal que los obliga a encontrar a Leslie Chow (un desatadísimo Ken Jeong), con quien tiene una rivalidad que nos remonta al primer film. Y como no podía ser de otra manera, Doug es secuestrado a modo de seguro y la Manada de Lobos al fin se encuentra, por primera vez, en la situación real de tener que salvar a un amigo en manos de verdaderos criminales (en la PARTE I y II solo creían que pasaba eso, pero todo el asunto terminaba siendo mucho más inocente). Esto hace probar los límites de cada uno de ellos, en situaciones con más violencia, crueldad y peligrosas a los que acostumbran (en las que los actores se desenvuelven sin problemas). Al no contar con la clásica estructura previa, el film mantiene al espectador interesado. Da varias vueltas, pocos tropiezos e introduce, cada tanto y cuando es necesario, escenas con su desprejuiciado humor característico - algunas excelentes (como la de la intervención de Alan, el descenso del techo del Caesars Palace o aquellas que involucran a Melissa McCarthy), otras algo forzadas (como la de los gallos o la entrada a la mansión) y un par ya vistas (¡Hay un momento de Alan con una maqueta que es idéntico al de ZOOLANDER!) -. Pero resta puntos el hecho de que el film a veces alcanza niveles de oscuridad, emotividad y drama demasiado intensos para una comedia. Al tratarse del final de su trilogía (del caos, la desesperación y las malas decisiones), Phillips decidió tomarse las cosas un poco más en serio, lo cual no le favorece del todo. Su guión es más honesto y duro, pero no tan festivo. Entretiene (casi) siempre, pero no hace reír siempre. Ese aspecto de cierre de saga también brinda una autorreferencialidad que se hace notar con la reaparición de varios personajes (Black Doug, el bebé Carlos y Jade, ¡pero no Mike Tyson!) y el ansiado (aunque no tan épico) retorno de The Wolfpack a Las Vegas. Pero lo importante en la película no es el regreso a la Ciudad del Pecado de sus hijos pródigos. Tampoco es ver a la Manada de Lobos haciendo de las suyas en una nueva ciudad (Tijuana, un lugar que nos recuerda mucho Bangkok). Más que nada, la película explora cómo el primer encuentro entre Alan y Chow desencadenó una sucesión de eventos que casi arruina la vida de un grupo de adultos. Juntos son un cáncer para Phil, Stu y Doug, y ¿QUÉ PASÓ AYER? PARTE III profundiza en la idea de ese vínculo y en si Alan puede volverse un ser racional, capaz de dejar de hacerle caso al diablito sobre su hombro llamado Chow, que le dice cómo divertirse. Con Alan como protagonista y Chow consagrándose aquí como otro de los grandes villanos del cine, el guión tiende a descuidar mucho esas dosis de humor y de otros elementos que caracterizan a la franquicia (es la menos ofensiva y zarpada). También descuida a actores de la talla de Cooper, Helms y Goodman, que no tienen la participación que se merecen. Pero lo que sí se agradece es que ¿QUÉ PASÓ AYER? PARTE III representa un giro interesante en la filmografía de Phillips. La masculinidad (no confundir con machismo) y la amistad entre hombres, algo tan presente en las primeras dos entregas - así también como en AQUELLOS VIEJOS TIEMPOS (OLD SCHOOL, 2003) y TODO UN PARTO (DUE DATE, 2010) -, son remplazadas por esa subtrama acerca de la maduración (un teme que tocaban sus previos films, pero en menor medida). Y así, el mismo director madura con su filmografía. O al menos eso creemos: En medio de los créditos finales, una brillante y delirante escena bien hangover nos hace estallar a carcajadas y nos demuestra que La Manada siempre será La Manada, que Chow siempre se portará como Chow, que en Stu siempre habrá un demonio interno y que THE HANGOVER siempre será comedia. Porque aunque lo encerremos bajo un montón de momentos dramáticos, trabajos aburridos y anillos de casados, el lobo siempre estará allí adentro. Esperando. Dispuesto a recibir el néctar (alcohol, droga, fiestas) que lo hace aullar en la noche e ir en busca de strippers y cocaína.
Lujuria con recaudos Algunas películas están condenadas al éxito y "¿Qué pasó ayer?" sin dudas es una de ellas. No sólo por haber apostado a un humor disparatado y absurdo desde la primera entrega, también por haber cultivado un público fiel predispuesto a entregarse a grandes dosis de risa. La tercera parte hizo un cambio de rumbo convirtiéndose casi en un filme de acción con tintes de comedia. Por momentos los actores parecen haber olvidado esas lujuriosas noches en Las Vegas o en Bangkok donde robarle un tigre a Mike Tyson, tatuarse la cara o casarse con una prostituta fueron los actos más ingenuos. Resulta que Phil (Bradley Cooper), Stu (Ed Helms) y Doug (Justin Bartha) viven vidas felices, lejos de sus pecaminosos pasados. Pero no sucede lo mismo con Alan (el brillante Zach Galifianakis) cuyo único destino parece ser un centro de rehabilitación. Pero cuando sus amigos deciden llevarlo hasta el lugar, el panorama cambia repentinamente y el caos vuelve a ser el protagonista de la vidas de estos cuatro amigos. Así se embarcan en una aventura de mafia, asesinatos y drogas. Ya no hay despedida de soltero, ya no hay resaca. Pero sigue mandando la amistad, lo único que salvará a estos amigos de cualquier enredo. ¿Las carcajadas más ruidosas? ¡Cuando empiecen los créditos no se vayan del cine!
Divertido sólo por momentos Tercera y supuestamente última entrega de la saga que nació en 2009 como un producto de la Nueva Comedia Americana, expresión de humor absurdo e historia de lealtad masculina. Pero de aquellas iniciales peripecias ambientadas en Las Vegas y del festival machista y de hilaridad brutal que fue la segunda parte, en esta tercera quedan sólo los personajes y la voluntad de los autores de aprovechar comercialmente sus desatinos. Porque aquí ya no hay bodas ni despedidas de solteros que operen como disparadores de la historia, sino una propuesta que oscila entre la comedia de aventuras, el filme de gangsters también en tono de comedia y el drama de un personaje que se niega a crecer. En este caso se trata del barbado Alan Garner (Galifianakis), un sujeto insondable, de reacciones anómalas y excéntrico sin conciencia de serlo. Un niño caprichoso en un cuerpo adulto, que a pesar de sus 42 años sigue viviendo con sus padres y dispuesto a hacerles la vida imposible. La última locura de Alan es comprar una jirafa, lo que deriva en el mejor gag de la película, la muerte por infarto de su padre y el intento de sus amigos, el galán Phill (Cooper), Doug (Bartha) y el odontólogo Stuart (Helms) de internarlo en un centro de rehabilitación. Es en ese tren que hace su aparición el gangster Marshall (Goodman), quien secuestra a Doug (¿por ser el menos dotado de los actores?) y le exige a los otros que en un perentorio plazo de tres días encuentren al asiático Leslie Chow (Jeong), para que le devuelva los lingotes de oro que le habría robado. Y en esta tarea se va la historia. Cabe acotar que en el inicio de la historia, el perverso, amoral, arrojado, sobreactuado e ingenioso Chow estaba preso en una cárcel situada cerca de Bangkok, capital de Tailandia, quien aprovecha un motín para escapar y reaparecer en Tijuana, México. Puede ser que lo que pase en Las Vegas se queda en Las Vegas, reza un eslogan de esa ciudad, conocida como la "capital del pecado". Pues bien, la resolución de esta historia, como no podía ser de otra manera, también ocurre en Las Vegas, con una especial referencia al legendario hotel Caesars Palace. Allí los patéticos y graciosamente humanos animadores de esta saga vivirán sus últimas aventuras, aunque sin alcanzar la identidad, el humor negro, la irreverencia y la incorrección política de las dos versiones anteriores. Así, esta tercera parte queda reducida a un entretenimiento más, de los muchos que anualmente lanza la industria de Hollywood al mercado, divertido sólo por momentos, pero cuya estructura narrativa y calidad artística no resisten los rigores de una crítica más ajustada.
La primera fue impactante, humor zafado, creatividad, invitados especiales, un impacto difícil de olvidar. La segunda flaqueó un poco, pero sus seguidores respondieron. La tercera y última-hacen bien en terminar la saga- pierde audacia, es más una comedia alocada, pero mantendrá la leyenda de un público que adora a estos personajes.
Final de fiesta Todd Phillips, el creador de aquella original primera ¿Qué pasó ayer? y de la no tan brillante segunda parte, decidió que no iba a soltar la franquicia, que la tercera es la vencida y apostó a lo seguro. En este caso, en lugar de basar el poder de la comedia en un guion inteligente y humorístico, prefirió hacer hincapié en los dos personajes más celebrados por los fans de la saga. Así, ¿Qué pasó ayer? parte 3 es un cuerpo endeble que si se mantiene en pie es porque se apoya en los hombros de Alan (interpretado por el gran Zach Galifianakis) y el señor Chow (el ultra solicitado en toda comedia reciente, Jamie Chung). Entonces, valga esta advertencia para quienes disfrutaron de los dos filmes anteriores: el camino del director Todd Phillips, esta vez, es el más fácil, pero no por eso menos efectivo. La idea inicial es sencilla: Phil (Bradley Cooper), Stu (Ed Helms) y Doug (Justin Bartha) llevan vidas estándares de adultos: casados, con trabajo estable y prudentemente lejos de Las Vegas. El que está perdido es Alan, que sigue viviendo como un niño de 13 años en el cuerpo de un hombre de 40 y dejó de tomar sus medicinas. Así que los amigos deciden acompañarlo en un viaje hacia una clínica psiquiátrica. Pero en el camino se encuentran con el señor Chow, el escuálido personaje chino que en tantos problemas los metió en Las Vegas y Bangkok. Para darle algún toque más a la trama, John Goodman se pone en la piel de un mafioso de pocas pulgas. Y ya. No hay muchos detalles más en el desarrollo de la historia, en adelante la receta es conocida: malentendidos en relación a las drogas, intrigas mafiosas en las que ellos terminan metidos, secuestros imprevistos, excesos conocidos y un par de animales exóticos. Eso sí, esta vez no hay amnesia de la noche anterior y la frecuencia de los gags desciende. Esta pereza creativa del guion, en la que la aventura es casi una anécdota, se equipara sin embargo con el desarrollo de los dos personajes. Chow regresa como un maquiavélico villano (que es el único que hace avanzar la trama) con algunas escenas para coleccionar. Zach Galifianakis, en tanto, le pone a su personaje Alan matices nuevos, demuestra que es un comediante de sangre y que rema el barco sin cansarse. El resto del elenco, los acompaña sin estridencias. El descontrol deforme y adictivo de los dos filmes anteriores pasa por un filtro en esta ocasión, y la película funciona casi como homenaje y cierre de sus predecesoras (el director y productores juraron que esta era la última, más vale que cumplan) y se asemeja más a un filme de acción con espacio para la comedia que una película desenfrenada e incorrecta. No es quizá la frutilla más sabrosa para coronar la torta, pero tampoco decepciona. Y hay que quedarse en la sala después de los créditos. ¿Qué pasó ayer? parte 3 Comedia Calificación: Buena Guion: Todd Phillips, Craig Mazin. Dirección: Todd Phillips. Con Zach Galifianakis, Ed Helms, Bradley Cooper, John Goodman y Jamie Chung. Duración: 100 minutos. Apta para mayores de 16 años. 0 Cine » ¿Qué pasó ayer? 3
OTRA LOCURA MAS Es el mismo equipo, pero esta vez han dejado las despedidas de soltero desaforadas para meterse en un baile más peligroso, con asesinos y todo. Nuevo capítulo sobre la vida atropellada de estos inmaduros que viven como si la vida fuera una eterna despedida del secundario. Pero la fórmula va mostrando su cansancio: los gags son menos graciosos, las réplicas más sabidas, las sorpresas más anunciadas. Y para sostener se recurre al remedio de siempre: forzar el modelo farsesco, buscar efectos por todos lados y darle cada vez más protagonismo a ese atolondrado irresponsable que compone con mucha soltura Zach Galifianakis. Comedia grosera, con más exageraciones que humor, pero siempre efectiva y con algunos momentos logrados. El público se ríe menos que otras veces, pero así y todo la historia de estos loquitos desatados, funciona. Dirige Todd Phillips, un astuto director que en la secuencia final parece anunciar que se viene la parte 4
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Cierre un tanto amargo Se ve que el dicho "la tercera es la vencida" se cumplió para la franquicia humorística de Todd Phillips, "The Hangover". Lamentablemente, este 3er trabajo no es ni remotamente tan divertido como lo fue el 1ro, de hecho los viejos chistes ya no causan mucha gracia y los nuevos son poco efectivos y hasta violentos de más. Que Zach Galifianakis se orine en los pantalones por presenciar un asesinato no es divertido... Tampoco lo es que Mr. Chow tire frases trilladas mientras mata mafiosos. La diversión en las entregas anteriores pasaba por otro lado. Creo que Phillips quiso explorar nuevos senderos y probar los límites del gusto aceptable en la comedia, algo que personalmente aprecio y valoro, pero debo decir que el resultado al que se llegó finalmente no fue bueno. Si hubiera presentado la misma dinámica de su antecesora, me habría parecido peor y directamente le hubiera quitado una estrella más, pero como se arriesgó le doy un poco de crédito. Lo que verdaderamente divertía del Wolf Pack era esa dualidad entre las personalidades compuestas y hasta aburridas de cada personaje, y la locura que se desataba cuando se tomaban unos copetines de más y se drogaban por accidente. Phillips debería haberle buscado la vuelta para mantener esa esencia y ofrecer algo creativo sin modificarla tanto. En esta entrega la fiesta no existe, sino que se trata de una sucesión de situaciones que toman el género de acción con una clara intención de ridiculizarlo y producir el deseado efecto de "comedia de acción", algo que casi no se logró durante el metraje. Todo el humor se sostiene sobre los hombros de Alan (Galifianakis) y Chow (Ken Jeong), que a duras penas logran uno que otro gag interesante. Sólo puedo nombrar 3 escenas divertidas del film, la 1ra es cuando comienza y Alan circula en auto por la autopista con una jirafa que acaba de comprar, la 2da es cuando conoce a Cassie, interpretada por la grosa de Melissa McCarthy, y la 3ra escena es la que tiene lugar post créditos con la que nos daremos cuenta donde fue que le pifió el director. Los personajes de Bradley Cooper y Ed Helms estuvieron bastante flojos, como desganados, lo que lógicamente atentó contra la performance de la trama y la comedia. La intervención de John Goodman no tuvo mucha relevancia y bien podrían haber puesto a cualquier otro actor y hubiera sido lo mismo, es decir que se desaprovechó el carisma y la profesionalidad de un grande como él. Qué se yo... me queda un gusto amargo. La 2da entrega ya había sido bastante floja y le había perdonado ciertos pecados por el hecho de que mantenía la fórmula que nos hizo morir de risa en la 1ra, pero este cierre de la trilogía fue el más débil sin dudas. Hay ciertos productos que más allá de sus evidentes fallas, son complacientes con sus seguidores, pero acá eso no se dio. Creo que hasta los más fanáticos de "The Hangover" van a despotricar.
Hay un problema de base con esta serie. Si la segunda película resultó una especie de remake que funcionaba como una parodia de la primera exacerbando el costado -digamos- sádico del asunto, en esta tercera ya no quedan muchs más piruetas por hacer. Hay cuatro personajes en estado de caos inducido que revisan sus decisiones y revisitan con un poco más de sabiduría (apenas un poco más) los viejos escenarios. Por cierto, dado que se trata de excelentes comediantes -y muy buenos cómicos, cuidado que no es lo mismo- logran momentos donde el suspenso y el peligro se combinan perfectamente con la risa, y eso alcanza para que el espectador salga al menos satisfecho. Sin embargo, algo falta: no específicamente el elemento sorpresa (ni siquiera uno lo esperaba, en cuanto a la historia se refiere, en la primera entrega) sino la frescura. Ya sabemos cómo son estos personajes y también qué alternativas se les presentan; también imaginamos cómo habrán de llegar a cierta manera de la felicidad o casi. Lo que nos queda es esperar al nuevo gag, al momento donde el malabarismo posible de estos actores nos entregue el estímulo para la risa. Por suerte, lo consiguen en más de una ocasión. No es una mala despedida, después de todo, para intérpretes que, a partir de un esquema que muchos consideraron trivial, encontraron la forma de convertirse en estrellas. Se los despide con no poca risa y con mucho agradecimiento.
En ¿Qué pasó ayer? Parte III, Todd Philips decidió dar un giro y focalizar toda la atención hacia los personajes de Alan y Chow. Y, aunque esta cinta es mejor que la segunda, no alcanza a ser tan divertida como la primera parte. La película comienza con un motín en la cárcel de Bangkok que aloja al personaje más loco de toda la trilogía. Chow escapa y este será el detonante de una cadena de eventos desafortunados que deberá afrontar el Wolf Pack. Luego veremos a Alan transportando a una jirafa que ha comprado. Por un error de cálculo la situación se le va de las manos y genera un caos que se imprimirá en la tapa de todos los diarios. Doug (Justin Bartha), Phil (Bradley Cooper) y Stu (Ed Helms) ofrecen llevarlo a una clínica para que pueda recibir un tratamiento adecuado. Pero en el camino se cruzan con un mafioso (John Goodman) que tomará como rehen a Doug hasta que encuentren a Leslie Chow, quien le ha robado unos lingotes de oro. De esta manera, los tres amigos volverán a Las Vegas y se reencontrarán con Jade (Heather Graham), la prostituta con la que se casó Stu en la primera parte, y su hijo Carlos. Esta vez no hay resaca ni pérdida de memoria por ingerir drogas. Philips ha optado por el lado del arco emocional y por concentrarse en Alan y su recuperación que se verá interrumpida por el maniático de Chow. Y, si bien ellos dos conservan la misma intensidad en la interpretación de sus personajes, parece que Ed Helms y Bradley Cooper han elegido continuar con la saga por una cuestión monetaria. ¿Qué pasó ayer? Parte III no está a la altura de la primera parte pero supera a su antecesora ampliamente ya que ésta era prácticamente un mala copia de la película estrenada en el 2009. Philips ha decidido cambiar un poco las cosas y ofrecer una comedia suave que opta por lo emocional y no por lo zafado y lo incorrecto. La participación del gran John Goodman como el mafioso que quiere recuperar el oro robado por Chow contribuye al resultado final. Asimismo, Melissa McCarty da sobradas muestras de su talento en las dos escenas que comparte con Zach Galifianakis. En fin, parece ser la despedida de este trío que a fuerza de estupefacientes y alcohol ha arrancado más de una carcajada. Pero esta continuación demuestra que, con el paso del tiempo, las franquicias tienden a hacerse obvias e inexorablemente repetitivas. No obstante, luego de los créditos hay una escena que rescata el espíritu de aquel film estrenado hace cuatro años que traía de regreso a un género que Hollywood parecía haber dejado atrás. 3/5 SI Ficha técnica: Dirección: Todd Philips Guión: Todd Philips & Craig Mazin Género: Comedia Estreno (Argentina): 30 de Mayo de 2013 Origen: Estados Unidos Duración: 100 minutos Clasificación: AM 16 Reparto: Zach Galifianakis, Ed Helms, Bradley Cooper. Melissa McCarthy, Heather Graham, John Goodman, Ken Jeong, Justin Bartha.
Sobrios, pero aún re-sacados La Manada compuesta por Bradley Cooper, Zack Galifianakis y Ed Helms vuelve al ruedo por última vez para una película en la que no hay resaca, pero sí mucho descontrol, como en las anteriores dos entregas de esta trilogía dirigida por Todd Phillips. Nuevos personajes y un tono mucho más sombrío son los elementos más llamativos de un cierre a la altura del universo desmesurado que logró el maestro de las road movies. En esta ocasión no hay fiesta, no hay casamiento, ni alcohol, sino un simple disparador emocional y psicológico en uno de los personajes, que empieza a desencadenar una serie de hechos bastante salidos de control, que no le escapan a las secuencias de acción y a un cine arriesgado desde la puesta en escena. Esta vez ya no importa el desempeño actoral, clave en el éxito de la primera parte, sino más lo que ocurre y lo que los altera. Los personajes son funcionales a una narrativa muy fluida, que va tomando color a medida que las cosas se ponen peores. En definitiva, una más de ¿Qué pasó ayer? como bien sabe hacerla Phillips y su “manada”. Lo curioso es como esta vez no se centra todo en la comedia, sino más bien en lograr un clima y escaparle al género. Los elementos de un policial, acción, suspenso y obviamente todo lo que se necesita para una road movie, terminan siendo mucho más gigantescos que los gags, que son puestos a cuentagotas, con una sutileza ya característica de la casa. Y es sólo en estos tramos en que importa el arrollador trabajo que hace Galifianakis con su ya mítico personaje. Su inestabilidad emocional y su facilidad para tirarse a lo grotesco funciona a la perfección cuando se pone a dúo con el excéntrico Ken Jeong, el factor extremo que esta vez marca el tempo de la trama como nunca lo había hecho. Y es ahí cuando todos los detractores de esta trilogía (los amargos que se toman demasiado en serio una serie de películas que ni siquiera lo intentan) deben callarse y apreciar la evolución que logró Phillips con el personaje de Mr. Chow. De villano en la primera, a ladronzuelo chistoso en la segunda, a criminal protagonista, todo coronado con la escena inicial del filme, la mejor forma de introducir la importancia que tendrá en esta última entrega. A pesar de ciertos momentos de inverosimilitud ya vistos en la segunda, y algún dejo de nostalgia que se sale un poco de la propuesta jocosa, ¿Qué pasó ayer? Parte III tiene mucha risa garantizada para el espectador, y nuevamente no busca la grandeza. Se sabe poco solemne, aunque juegue un poco con eso, y mantiene el tono que la hizo memorable. No es mejor que la primera parte, pero sí se pone en un lugar privilegiado de la filmografía de Todd Phillips, para reafirmar su condición de director que sabe lo que quiere, sabe lo que hace, y cuenta historias con la simpleza y categoría necesarias para brindarnos un momento sumamente disfrutable.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Publicada en la edición digital Nº 6 de la revista.
Publicada en la edición digital #251 de la revista.
La tercera es la vencida La última entrega de la saga es la menos efectiva de la trilogía. Aunque llega despojada del famoso interrogante que plantea el título, logra algunos momentos graciosos. Lo que ocurrió con la saga de comedias de Qué pasó ayer? es quizá lo más recurrente cuando se desarrolla una idea y se le exprime casi todo en el punto de partida: en las sucesivas paradas el vehículo empieza a perder aceite. La primera de las películas provocó un fenómeno en boleterías y, a decir verdad, lograba cumplir con el principal cometido del género que es el de hacer reír al espectador, o por lo menos sacarle una sonrisa. El gancho estaba precisamente en el interrogante que se planteaba desde el título: después de la resaca más tremenda de la historia un grupo de personajes varados en Las Vegas no tiene la menor idea de lo que vivieron en las horas previas. Y mientras van desenmarañando la nebulosa, los guionistas metieron algunos gags ocurrentes, acertaron con algunas incorporaciones (Mike Tyson, por ejemplo) y el loquito que interpreta Zach Galifianakis resultaba entrador. En la segunda se replicó el esquema, aunque se trasladaron hasta Asia, y fue más de lo mismo pero en un país como Tailandia que en lo que a placeres respecta el descontrol siempre está a la orden del día. Agotado el golpe de efecto, en esta tercera parte que se estrenó el jueves en las salas cordobesas el título ya no es lo que interesa. Y a producto visto, parece que el interés estaba en sacarle algunos dólares más de rédito aprovechando que varios de los actores están en la cresta de la ola. Adiós a Las Vegas. Aquí no hay resaca, no hay celebraciones que den para la borrachera. Es más, pasó el tiempo y los muchachos encarrilaron sus vidas. ¿Cuál es la excusa entonces para que el grupete regrese a la ciudad del juego y el placer? El desopilante Chow tiene un botín que el malo interpretado por John Goodman quiere de vuelta, y para asegurarse de eso secuestra a Doug (como siempre, papel a cargo de Justin Bartha). Entonces el trío conformado por Alan, Stu y Phil son los que deben buscar a Chow para recuperar a su amigo. Y el lugar donde sucederá todo por supuesto que será Las Vegas, la urbe desenfrenada bañada de neón donde nació esta maratón de humor negro y escatológico. Es llamativa la merma, con respecto a las anteriores cintas, en lo que se refiere a la secuencia de chistes, escenas y situaciones que provocan carcajadas espontáneas. Este desequilibrio se nota más si se tienen en cuenta (atentos quienes vayan al cine) los minutos iniciales y la parte final. Es allí donde se encuentra lo más jugoso, con una pobre jirafa que cobra protagonismo por la idiotez de Alan (los avances ya mostraron lo que le pasa al bicho) y el delirio que se desata cuando arrancan los créditos. Esas dos situaciones quizá valgan la entrada para los que busquen pasar un rato divertido viendo la ¿despedida? de estos tipos a los que les pasa de todo. Al espectador no le conviene entrar a la sala con la expectativa de ver una continuación de las dos anteriores películas. Esto es una comedia aparte, protagonizada por el mismo grupo de personajes, en un contexto geográfico similar, pero sin el dolor de cabeza posterior a una noche de juerga y sustancias peligrosas.