El cine “catástrofe” tuvo su verdadero auge en la década del setenta con maravillas como “Aeropuerto” (Airport, 1970), “La Aventura del Poseidón” (The Poseidon Adventure, 1972), “Terremoto” (Earthquake, 1974) e “Infierno en la Torre” (The Towering Inferno, 1974), como para citar algunas. Películas que conminaban la acción trepidante, el drama más humano, la aventura, un elenco súper destacado y, por supuesto, los últimos avances de la época en efectos especiales. A partir de la década del noventa, directores como Michael Bay (“Armageddon”), Mick Jackson (“Volcano”), Mimi Leder (“Impacto Profundo”) y Roland “te rompo todo” Emmerich trataron de reflotar este subgénero con mayor y menor éxito, haciendo uso y abuso de las nuevas técnicas por computadora y totalmente alejados de ese espíritu de hermandad y heroísmo que exudaban los clásicos setenteros. Las historias se volvieron ñoñas, los efectos se convirtieron en los verdaderos protagonistas y el “cine catástrofe” en sinónimo de explosiones y temas melosos de Aerosmith. Ahora, el director Brad Peyton –un tipo con poca experiencia tras las cámaras, pero que ya incursionó en la aventura de la mano de “Viaje 2: La Isla Misteriosa” (Journey 2: The Mysterious Island, 2012)- anda con ganas de devolverle al género un poco de dignidad y el resultado, a pesar de quedar a mitad de camino, no es tan malo. “Terremoto: La Falla de San Andrés” (San Andreas, 2015) sigue las peripecias de Ray (Dwayne Johnson), un experimentadísimo piloto de rescate que en medio del desastre debe buscar la forma de atravesar toda California para llegar hasta San Francisco junto a su ex esposa (Carla Gugino) para rescatar a su única hija Blake (Alexandra Daddario), atrapada en una ciudad que se derrumba en medio del peor terremoto al que estuvo sometida la costa Oeste norteamericana. El guión de Carlton Cuse (“Lost”, “Bates Motel”) juega con el drama familiar –una pérdida que desencadenó la separación-, cierta “verosimilitud científica” y el espíritu de supervivencia de los personajes, pero el protagonista principal sigue siendo el caos y el desastre que se cuela por todos los rincones de la pantalla, sin darnos respiro para prestar atención a los detalles, ni a los afectados a encontrar un lugar donde guarecerse. Todo se derrumba, se inunda, explota… pero de la mano de la joven Blake y los dos hermanos ingleses que la acompañan en la travesía (incluyendo al pequeño Rickon Stark - Art Parkinson-), el relato no parece tan descabellado y consigue un par de situaciones bastante creíbles. Claro que hay un poquito de romance en medio de la tragedia, y es papá y mamá los que llegarán al rescate, pero Daddario consigue convertirse en la heroína ocasional que sabe desenvolverse en medio del caos sin histeriquismos, usando sus habilidades y la cabeza. “Terremoto: La Falla de San Andrés” está a años luz de “Mad Max: Furia en el Camino”, pero sigue la misma línea de igualdad femenina que parece querer ponderar las películas de acción del siglo XXI. Las chicas dejan de ser víctimas o damiselas en peligro, para tomar al toro por las astas y las cartas en el asunto. Así, el film se divide en dos: las peripecias de Blake en San Francisco y la de sus padres yendo a su encuentro mientras California colapsa bajo la falla geológica más famosa del mundo. El desastre es exagerado y la historia no puede evitar los lugares comunes, pero se permite usarlos a su favor y cumplir el objetivo de entretener y maravillar al espectador con sus escenas catastróficas que se disfrutan mucho más de la mano del 3D. Peyton se contiene y no cae en el absurdo sin sentido de Emmerich, pero en ningún momento nos olvidamos que estamos ante una película cargadísima de acción protagonizada por The Rock que, por suerte, acá le acierta al personaje, un rudo que se permite demostrar sus emociones. “Terremoto: La Falla de San Andrés” es puro entretenimiento y exceso, pero no indigna al punto de Miguelito Bay. A los científicos se los pondera (de la mano del siempre genial Paul Giamatti), todos la pasan mal por igual y la naturaleza avanza sin que nadie la pueda detener.
Warner Bros. nos trae Terremoto: La Falla de San Andrés, una nueva producción de cine catástrofe, dirigida por Brad Peyton y protagonizada por Dwayne The Rock Johnson. La Falla de San Andrés Ray (Dwayne Johnson) es un experimentado rescatista y piloto de helicóptero de Los Ángeles. En la primera escena de la película se puede ver claramente que Ray es la persona en quien confiar en caso de emergencia. Ray y Emma, su ex mujer, tienen una hija, Blake (Alexandra Daddario) que está por empezar la universidad y debe viajar a a San Francisco. Paralelamente, el sismólogo Lawrence Hayes (Paul Giamatti) y su equipo de especialistas tratan de encontrar la manera de predecir los terremotos, más específicamente aquellos que se producen en la Falla de San Andrés (límite entre dos placas tectónicas que atraviesa el estado de California). Cuando parece que Hayes y su equipo logran predecir un terremoto, se desencadena una de las peores catástrofes de la historia de la Falla de San Andrés, con su epicentro en San Francisco. Ray irá en busca de su hija, que no es ninguna damisela en peligro sino todo lo contrario: una joven lista para hacerle frente al terremoto. Cómo actuar ante un terremoto La primera escena es una secuencia agotadora y genial, con una puesta de cámara y el 3D al servicio del vértigo. Es necesario destacar que el 3D está muy bien utilizado durante la película, no se limita a arrojarnos objetos por la cabeza (prácticamente no lo hace), sino que aumenta la profundidad. Las actuaciones están correctas, no se destacan por sobre los demás aspectos. La película mantiene el ritmo y no deja que la tensión decaiga en ningún momento. La parte científica de los terremotos se muestra bastante verosímil y como dato curioso cabe mencionar los diversos los tips de supervivencia ante un terremoto que se muestran a lo largo de la película. Afortunadamente, no tiene un tono solemne, como suele pasar con las películas de este género, salvo en su final, pero se lo perdonamos porque Terremoto: La Falla de San Andrés es, principalmente, una catástrofe en clave de aventura. Nos importa que sus protagonistas sobrevivan más allá de lo que pase con el resto de los habitantes de San Francisco. Los distintos terremotos y réplicas son espectaculares, una catarata de destrucción que no parece tener fin. Conclusión Terremoto: La Falla de San Andrés es cine catástrofe del bueno, sin demasiado sentimentalismo ni solemnidad, y para ver agarrado a la butaca del cine y apretando los dientes. Casi dos horas de aventura narradas con un ritmo que nunca decae y con un uso del 3D que nos envuelve en una catarata de destrucción.
Sálvese quien pueda Terremoto: La falla de San Andrés (San Andreas, 2015), dirigía por Brad Peyton, es un película de tono apocalíptico en todo sentido, de extremo desarrollo visual, sobre la destrucción misma -debido a razones inexplicables primero, científicas después- que provocan la catástrofe de varias ciudades de Estados Unidos. Todo se vuelve cada vez más intenso para remover los sentidos y pensar que nada quedará vivo sobre la pantalla. Sin embargo, es la único apuesta de esta película, ya que lo demás queda poco creíble, plástico e impostado. En ciudades de Estados Unidos comienzan a haber movimientos telúricos que son inexplicables por su magnitud y origen. Los movimientos se están yendo hacia el norte. Un grupo de científicos especialistas en dicha rama, van sacando las razones: todo tiene que ver con la Falla de San Andrés que al erosionar sus bloques desatarán terremotos de mayor intensidad, casi nivel 9 o 10. En ese contexto un piloto rescatista (Dwayne Johnson) logra ponerse en contacto con su ex mujer (Carla Gugino) para ir a buscarla en el estado de California y sacarla de allí. Lo mismo sucede con su hija en San Francisco. Viaja en su helicóptero pero al intentar rescatarlas unos impresionantes terremotos harán que la tarea parezca imposible. Sin duda la idea de Dwayne Johnson como salvador, capaz de todo, con pasado trágico, con familia desarmada, resulta poco creíble. Aunque ponga toda su entereza y fuerza en un film que también es de acción, poco es lo que puede ofrecer. Además, la película es un constante cliché, altamente predecible, empezando por todas las frases de películas norteamericanas de desastre, que están aquí. Al igual que los romances y los momentos donde alguien que aparentemente se va a morir, se salva. Surge el esquema poco profundo, pues la película trata sobre el padre perfecto que sufre por su drama, que regresa con la esposa perfecta con quien va a buscar a su hija perfecta, que al verse engañada por su novio perfecto, va a encontrar un chico que valga la pena y que se volverá perfecto con un hermanito ultra inteligente a quién le interesa la ciencia, para todos reconstruir entonces, un mundo perfecto. Lo único que vale y que puede ser relevante son las escenas de los terremotos. En 3D su magia destructiva se luce en todo su esplendor. Pero después, no se obtiene nada más. No es una película insalvable pero puede producir cierta indiferencia luego de la extrema experiencia de la catástrofe. Aquí no son monstruos ni seres venidos de otras galaxias, es solo la tierra que está un poco molesta. El film también sabe a poco, siempre lejos de las grandes películas de desastre de años anteriores o cualquiera que uno desee recordar.
La seriedad como rasgo principal de la catástrofe. El cine catástrofe siempre se las ingenia para aparecer en la escena blockbuster: el año pasado el director Paul W.S. Anderson en Pompeya había hecho un menjunje entre película de corte péplum y película de “volcán que arrasa con todo”. Terremoto: La Falla de San Andrés es mucho más directa y menos enrevesada que la de Anderson, lo que no define una cualidad necesariamente. Hay un correlato que busca inyectarle cierta base científica: aquí Paul Giamatti es un profesor experto en terremotos que trabaja para el famoso CalTech; su invento para predecir movimientos de placas tectónicas tiene una simultaneidad con los movimientos de La Falla de San Andrés, capaces de destruir toda California, de norte a sur. La justificación de mostrar un terremoto a gran escala e inédito -que no resiste ningún archivo- parece siempre surgir como un mal necesario. Esa excusa pasa por la trama familiar que se teje automáticamente para legitimar la destrucción general. Claro que los géneros brindan la comodidad tanto en la producción como en el reconocimiento pero no hay escape narrativo para el cine catástrofe -al parecer- más que el de marcar la antítesis del desastre desde el rearmado de relaciones entre parejas, familias, amigos, etc. en un contexto de desunión forzada. Terremoto… se ocupa, como si fuera poco, de ser el alumno modelo del género. Todo se resume en los reposos de las situaciones extraordinarias, donde se despachan y se purgan las culpas para reencausar el ordenamiento de las vidas, aquí de los personajes de Dwayne “The Rock” Johnson y Carla Gugino, quienes interpretan a una pareja separada pero unida por la fuerza paterna de rescatar a la hija adolescente de ambos (Alexandra Daddario), perdida en el epicentro del terremoto. El director Brad Peyton parece ser consciente de muchos de los condicionamientos para purgar sus verdaderas intenciones, aunque se las arregla para nutrir a las secuencias de mayor adrenalina con capas de tensión que tienen un ritmo preciso para entrar en la atmósfera de la historia, casi cronometradas, lo que representa el único punto fuerte de la película. Así como Volcano -por mencionar otra película que presentaba un desastre en California- se reía de sí misma con situaciones risibles, inverosímiles y vergonzantes incluso para el Roger Corman más indulgente, acá Terremoto frunce el entrecejo y se zambulle en el drama sin importarle demasiado abordar un costado cómico, pero no desde one liners sino desde las situaciones, las que de por sí se ubican en el amable territorio de la clase B. Así es que el CGI como mantra visual se impone en la creación de extras digitales, espacios físicos y fondos en los escenarios “naturales”. Tan solo el cameo de Kylie Minogue -en tono ultrabitch- da lugar para una carcajada fuerte, que se enlista a salir en muchos otros momentos de la película pero que, por su tratamiento exageradamente serio, se anula por completo.
Todos a los botes, aviones y helicópteros Inmensas destrucciones –siempre principalmente en suelo norteamericano-; un buen hombre con los créditos necesarios intenta salvar a su familia en medio de la devastación y un grupo de científicos con la información adecuada para predecir el desastre, pero que en su momento, “nadie los escuchó”: No es la gran El día después de mañana (2004), ni la olvidable 2012 (2009), es Terremoto, la falla de San Andrés (San Andreas, 2014), dirigida por Brad Peyton y protagonizada por Dwayne ‘The Rock’ Johnson. El largometraje cae en todos los lugares comunes del cine catástrofe, impresiona con efectos especiales, pero al fin de cuentas, ni el gran carisma de The Rock ni la facilidad de Paul Giamatti para llevar el rol de científico, dejan a este film en buen puerto. En la escena inicial presentan, con gran credibilidad, al gigante samoano en la piel del jefe rescatista Ray en acción, salvando a una chica de un fuerte sismo, previo al plato principal. Luego de la apertura es donde los lugares comunes entran uno a uno: los problemas maritales del héroe, el nuevo novio de su ex esposa, el esfuerzo que emplea en ser el padre perfecto y, en paralelo el científico experto en sismología Lawrence – un Paul Giamatti que cumple sin salir del piloto automático- descubre toda una cadena de sismos (en la falla de San Andrés, obvio) que ponen en peligro toda la costa oeste de Estados Unidos. Lancha, helicóptero, avión y camionetas son los medios por los cuales el rescatista Ray desfila durante los 107 minutos de película, tanto alejándose de terremotos -con las damiselas en apuros- por aire o tierra, como encarando a un tsunami en una simple lancha, próximo a golpear el Golden Gate, en San Francisco, o yendo a rescatar por tierra a su hija (Alexandra Daddario). Sin dudas, el punto fuerte de la película son los efectos especiales y el paso que del director eligió para llevar la película, ya que de principio a fin se siente la enormidad de la catástrofe y hacen que una película básica llegue a resultar entretenida –para un domingo- y ágil en su avance. Pero esto se ve menguado por lo fácil que le resulta al héroe sortear todos los problemas que enfrenta y como siempre, los clichés resuelven el trámite.
El terremoto que no sentimos Hace tiempo que no llegaba a la pantalla grande un film que, sin hacer uso de superhéroes, destruyera toda ciudad y edificio que se le cruzara por el camino. Hace tiempo que no llegaba a nuestras salas un exponente del tan mal llamado ¨cine catástrofe¨. La verdad que se estaba tardando la aparición de uno de estos tanques que a fuerza de efectos especiales quisiera llevarse todo por delante, y ahora que ha llegado podemos dar por sentado que nadie la extrañará cuando se vaya. Terremoto no promete demasiado, es la típica producción que copia una y otra vez a sus predecesoras del género, agregando o sacando detalles a lo largo de su duración, pero siempre cayendo en el mismo argumento una y otra vez, casi hasta el punto que lo podríamos repetir de memoria sin siquiera haber leído la sinopsis. Sacando de lado la inevitable comparación con cualquier película moderna del género, el film concentra la atención del espectador en los efectos digitales a los cuales ya estamos tan acostumbrados, sorprendiendo por momentos con escenas impactantes de destrucción, y juega con el lado sensible del público con argumentos tan cliché como lo es de por si la historia central. Cabe destacar que entre tanta idea repetida y falta de argumento, Dwayne Johnson (The Scorpion Kin, Hercules) resulta salir airoso con una interpretación acorde al protagónico entregado y que puede llegar a sorprender a más de algún espectador. Si bien Terremoto no termina siendo la gran apuesta que algunos podrían esperar, no desilusiona para pasar un rato de entretenimiento a base de destrucción y efectos digitales bien llevados a cabo. Y si vale hacer una recomendación a quien vaya a verla, es que no se preocupen por buscar la versión 3D, ya que para esta ocasión no es más que un mero accesorio secundario.
Antes que nada, una nota de descargo: ¿realmente esperan una película sesuda de la mezcla entre una catástrofe natural y Dwayne 'La Roca' Johnson en la misma pantalla? ¿Hace falta que una reseña los convenza de comprar la entrada, si no lo han hecho desde el momento que vieron el primer avance? La verdad es que no, pero San Andreas se merece un voto de confianza para todo aquel que no tenga en cuenta verla en una sala de cine a rebosar de espectadores, curiosos por ver cómo los norteamericanos una vez más destruyen todo a su paso de manera espectacular. El concepto catastrófico que presenta el film de Brad Peyton -con el cual Johnson ya trabajó en Journey 2 y volverá a trabajar en su secuela- no es nada novedoso y es mucho menos solemne que las destrucciones masivas que presenta cada tanto Roland Emmerich. Su hermano Toby acá actúa como productor ejecutivo, pero no pasa de ahí el asunto. Lo que distingue a San Andreas es que sabe qué tipo de propuesta es, y si bien mantiene un nivel de dignidad ridícula -con diálogos pomposos y ejecución acorde- el regusto que deja luego de terminada es más distendido y agradable que otras compañeras de género. Johnson es, obviamente, el héroe cuyo nido familiar ya fracturado por una tragedia pasada vuelve a encontrarse vulnerado, y es su misión volver a unirlos. En el camino hay un par de personajes secundarios, algunos odiosos, otros agradables y otros diseñados específicamente para exponer el costado científico del vibrante asunto que azota a California. Todos los tópicos son tocados, pero con ligeros cambios en el guión que demuestran que la fórmula puede que no esté del todo agotada. Firmada por Carlton Cuse -Lost, Bates Motel- la historia de San Andreas es una constante situación de peligro tras otra, que Johnson y compañía van sorteando poco a poco. Como si fuese un videojuego, cada nivel es más caótico que el anterior y las escenas de destrucción masiva aumentan la apuesta conforme pasan los minutos. Lo interesante es ver cómo ciertos estereotipos se ven modificados y los personajes no quedan como si fuesen de cartón corrugado, unidimensionales. El pilar que ejerce la presencia de un hombre rudo y servicial se transmite por ósmosis a las mujeres de la familia, y tanto la madre interpretada por Carla Gugino como la hija adolescente de Alexandra Daddario no se limitan a ser damiselas en peligro sino que tienen recursos, ases bajo la manga que han aprendido del oficio de su ex-marido y su padre respectivamente. Sí, desde el guión hay momentos en los que requieren ayuda externa, pero se valen mayormente de sí mismas para salir de situaciones peliagudas o ayudar, y eso es un punto extra que se lleva la película. Hay un gran elenco de por medio y todos hacen un estupendo trabajo creyéndose que la situación es realmente verídica. Paul Giamatti es el científico al que nadie le cree hasta que desgraciadamente todo resulta cierto, y es encargado de soltar las líneas más bruscas y llenas de humor sarcástico. Ioan Grufudd es deliciosamente siniestro como el hombre que se toma muy en serio lo de sobrevivir a toda costa, y hasta Kylie Minogue se da el lujo de aparecer en un puñado de escenas antes de hacer su salida dramática. El otro protagonista excluyente son los efectos especiales, que incluso con el agregado del 3D no dejan de ser impresionantes. Ellos son el aliciente perfecto luego de The Rock para entrar a la sala, y no decepcionan en ningún momento. Temblores, edificios desmoronándose, incendios, transatlánticos y barcos cargueros bamboleándose de un lado a otro, olas gigantes, todo está absolutamente bien pensado para ser un espectáculo. Díganme si no hay nada mejor en este mundo que ese efecto en donde la tierra ondula cual hoja de papel y procede a irse al garete en cuestión de segundos. El cine catástrofe es así, cuando te da, te da con fuerza. San Andreas no modifica para nada el panorama del género, pero es una nueva y lúdica adición al sinfín de propuestas pochocleras que sobran en este 2015 cargado de adrenalina. La Roca versus el terremoto, ¿se puede pedir algo más?
Terremoto: La falla de San Andrés es una típica película de Roland Emmerich (2012) que tiene la particularidad de no haber sido dirigida por Emmerich. En este caso la realización corrió por cuenta de Brad Peyton (Como perros y gatos 2, Viaje 2: La isla misteriosa), un director de secuelas de los estudios Warner que en esta oportunidad incursionó en el cine catástrofe. Un género que es tan viejo como el invento del cinematógrafo y cada tanto vuelve a las salas. Si bien antes de la década de 1930 ya se pueden encontrar varios antecedentes, este tipo de propuestas empezaron a tener una gran popularidad con El huracán (1937), dirigida por John Ford, y San Francisco (1936), que recreaba el terremoto que destruyó esa ciudad en 1906. Los estudios Pixar estuvieron a punto de debutar en el cine live action con una remake de esta historia dirigida por Brad Bird pero el proyecto luego se canceló. El cine catástrofe explotó a nivel comercial en los años ´70 con clásicos memorables como Aeropuerto (1970), La aventura del Poseidón (1972), Terremoto (1974) y La torre del infierno (1974). Películas que reunieron en su reparto a las estrellas de cine más importantes de aquellos años y le dieron jerarquía a estas historias que presentaban su mayor atractivo en los efectos especiales. No deja de ser impresionante como involucionó este subgénero con el transcurso de las décadas pese a que el campo de los efectos visuales al mismo tiempo creció a pasos agigantados. Comparadas con este nuevo film protagonizado por The Rock (no puedo llamarlo Dwayne Johnson, es más fuerte que yo), las viejas producciones del cine catástrofe de los ´70 parecen escritas por Ernest Hemingway y Arthur Miller. La debacle se originó en los años ´90 con el resurgimiento del género en filmes como Volcano e Impacto profundo donde el drama humano de las historias quedó completamente opacado por el cotillón visual. En Terremoto: La falla de San Andrés esta cuestión queda expuesta de un modo evidente. Dentro de los campos técnicos la película representa el trabajo más ambicioso del director Peyton y el espectáculo que ofrece es impecable. No hay una sola secuencia de acción de este estreno que se vea artificial y toda la destrucción al mejor estilo Roland Emmerich es imponente. Lamentablemente el film presenta uno de los guiones más idiotas que brindó Hollywood en el último tiempo con numerosas situaciones inverosímiles que terminan por convertir a esta propuesta en una comedia. Es increíble que ningún productor o ejecutivo del estudio Warner reparara en las situaciones tontas que presenta el guión de Carlton Cuse, quien escribió muchos episodios de la serie Lost. Salvo por el viejo y querido cliché del perro sobreviviente (considero una falta de respeto su exclusión), Terremoto presenta todos y cada uno de los lugares comunes que se te puedan llegar a ocurrir, donde no quedaron afuera obviamente la oda patriótica, el héroe con pasado trágico que busca redención y los personajes que se enamoran en cinco minutos. Una ventaja que tuvo esta producción es que su protagonista es una estrella de Hollywood de Kevlar. A The Rock le rebotan todas las balas y con su carisma saca adelante cualquier guión mediocre. Si la misma historia la protagonizaba Chris Pratt (Guardianes de la galaxia), por poner un ejemplo, esto hubiera resultado un bodrio insufrible. Cabe destacar también a otro gran actor de Kevlar como Paul Giamatti, quien con una profesionalidad impecable remó el personaje del clásico científico de los filmes de Roland Emmerich. Terremoto: La falla de San Andrés es un buen exponente de las películas malas que divierten. Tiene momentos desopilantes que se suponen deberían ser serios y si querés ver escenas épicas de destrucción masiva no vas a salir decepcionado. Sin embargo, no hay mucho más que eso y si la idea es disfrutar de una gran propuesta pochoclera la mejor opción en cartel sigue siendo Mad Max.
Terremoto cinematográfico... con fallas Hacía unos cuantos años que el mundo no se destruía en la pantalla grande por causas naturales. Terremoto: La falla de San Andrés rompe la sequía imaginando un desplazamiento en el accidente geológico del título que desata una andanada de derrumbes, incendios y muertes. Muertes que, claro está, apenas se esbozan y quedan en fuera de campo, decisión que responde menos a una cuestión artística que a las aspiraciones mainstream del producto. Terremoto... arranca con la presentación de su protagonista, un piloto de helicóptero de búsqueda y rescate interpretado por el cada día más montañoso Dwayne Johnson, amo y señor de una historia concebida para su lucimiento personal y la exhibición de sus dotes al mando de cualquier vehículo. Las malas nuevas comienzan cuando descubra que su hija (Alexandra Daddario, la amante de Woody Harrelson en True Detective) está en pleno San Francisco durante el temblor, obligándose a ir hasta allá para rescatarla no sin antes hacer lo propio con su ex mujer (Carla Cugino), atrapada en las alturas de una torre de Los Ángeles. El film no propone nada que no se haya visto en los exponentes clásicos del subgénero cine catástrofe de los '70. Incluso podría decirse que propone prácticamente lo mismo, sólo que magnificado por la espectacularidad de la era 3D, aunque sin el humor y la autoconciencia de, por ejemplo, Roland Emmerich. Así, entre la gravedad de un guión empecinado en tomarse en serio a sí mismo (allí está los traumas del pasado como prueba) y una sucesión de efectos especiales, Terremoto... flota en una nube de polvo de la que ni siquiera el innegable carisma de The Rock logra rescatarla.
El héroe, la familia y las grietas El cine catástrofe arremete con un producto que concentra lo mejor y lo peor del género. Un piloto de rescate -Dwayne Johnson- intenta salvar a su hija y recomponer la familia en medio de temblores y destrucción total. No hacía falta tanto desastre para lograr la recomposición de una familia en esta nueva muestra de cine catástrofe, género que tuvo su esplendor en la década del setenta con títulos emblemáticos como Terremoto, La aventura del Poseidón, Aeropuerto e Infierno en la Torre. El film de Brad Peyton -Director tambíen de Viaje 2: La isla misteriosa- sigue los intentos de Ray -Dwayne Johnson- un piloto de rescate que, helicóptero y avión mediante, atraviesa California junto a su ex-esposa Emma -Carla Gugino- para salvar a su hija Blake -Alexandra Daddario-, que quedó atrapada en un estacionamiento. Terremoto: La falla de San Andrés concentra lo mejor y lo peor del cine mainstream al que Hollywood nos tiene acostumbrados. Desde el aspecto visual resultan sorprendentes las escenas de destrucción de edificios, el dique donde comienza el desastre y sus repliques en San Francisco. En la misma película el espectador se encontrará con temblores, un tsunami, inundaciones y rescate en las alturas. Todo por el mismo precio. El guión de Carlton Cuse -Bates Motel- presenta estereotipos: el millonario Daniel Riddick -Ioan Gruffudd-, la nueva adquisición amorosa de Emma, y constructor de edificios que tampoco se salvan del caos; el dolor de Ray y Emma por la pérdida de una hija en un accidente y la bandera norteamericana que flamea a pesar del horror que se desparrama sin pausas. Esta película tuvo una versión filmada en 1974 que contó con el efecto de sonido Sensurround que daba la sensación de temblores y vibraciones en un desaparecido cine de la calle Lavalle. Actualmente el recurso del 3D no aporta demasiado, a excepción de algunos objetos que vuelan hacia cámara. El costado científico lo aporta la presencia de un siempre eficaz Paul Giamatti que anuncia el horror que se avecina. Con algunas simiitudes vistas en El día después de mañana -Dennis Quaid salía en busca de su hijo Jake Gyllenhall- y Riesgo Total, en su escena del comienzo, la pelìcula ofrece momentos de adrenalina y recuerda a los planteos apocalípticos de los trabajos de Roland Emmerich. Entre grietas familiares y la tierra que devora lo que encuentra en su camino, dos hermanos londinenses también cobran protagonismo durante su estadía en San Francisco.
Festival de efectos especiales. Primero el buenazo y forzudo de Dwayne “The rock” hace un rescate espectacular. Es un aperitivo, porque después vienen terremotos, remezones, más terremotos, el “big one”, el legendario y temido papá de todos los terremotos, y de frutilla de postre un tsunami. Le ponían un huracán y cartón lleno. En el medio, niña con buen cuerpo, romance, reconciliación. Entretenimiento asegurado para los amantes de las catástrofes supermagnificadas. Nadie le va a pedir otra cosa.
Otra vez el cine catástrofe El mayor atractivo de este nuevo producto “rompan todo” digital es Dwayne “The Rock” Johnson, héroe exclusivo y todo terreno de una película que vuelve sobre tópicos bien conocidos y transitados, pero sin siquiera un atisbo de humor o autoconciencia. Antes del inicio de la proyección de prensa de Terremoto: La falla de San Andrés, un video de quince segundos trajo un mensaje de Dwayne Johnson para augurarles a periodistas y críticos el disfrute de la función especial. Esas palabras son un guiño canchero, pero también la oficialización de lo que en la previa era una sensación: el actor con bíceps tamaño IMAX es uno de los atractivos de un film que se ha hecho antes (desde los ‘70 hasta toda la filmografía de Roland Emmerich) y mejor. Claro que si Terremoto se hace cargo de la condición de estrella del ex luchador brindándole todas las herramientas posibles para su lucimiento, el segundo punto de interés se diluye debido al carácter bombástico de la parafernalia audiovisual que impera en la pantalla. Así, la pertenencia del film al paradigma audiovisual pos 11S, imperado por la vampirización de las imágenes de aquel día y el posterior quiebre de la iconografía del cine catástrofe mediante la irrupción de cuerpos empolvados huyendo por calles plenas de escombros, es un detalle inmerecidamente secundario, casi casual.Johnson encarna aquí a Ray, enésimo servidor público orgullosísimo de serlo en la historia de Hollywood, un tipo divorciado, solitario, devoto de su hija y siempre listo para someter su fuerza de Transformer a los operativos del equipo de rescate que preside. Y qué fuerza: la primera secuencia concluye con él solito arrancando la puerta de un auto encastrado en un risco justo antes de su caída al vacío. Corte a un profesor y especialista en terremotos (Paul Giamatti, genial como siempre) alertando a sus alumnos acerca del atraso en la reubicación de la placa tectónica sobre la que se erige California, escena que marca, a su vez, que ese personaje encarnará la voz científica y expositiva encargada de desentrañar la lógica de los sucesos a la platea. Un sismo en una zona inédita completa el combo que preludia el desastre y, claro está, la puesta en movimiento de Ray. Movimiento enteramente motorizado, ya que se trata de un auténtico grandmaster del volante que durante el metraje manejará helicópteros, autos, aviones y lanchas.Su vocación de servicio encuentra el límite cuando descubra que la nena (Alexandra Daddario, la amante de Woody Harrelson en True Detective) está en peligro. Así, como si no supiera qué es una cadena de mando ni mucho menos un acto de subordinación, el ex The Rock no duda en rumbear sus músculos hacia San Francisco no sin antes rescatar de un rascacielos de Los Angeles a su ex (Carla Cugino), excusa más que ideal para incluir con fórceps una vertiente humanista encarnada en una charla pendiente a raíz de la muerte de la hija menor. Los pases de factura del ex matrimonio, todos plagados de lugares comunes, puntean el tono de un relato poco dispuesto a asumir la vacuidad de su premisa. A diferencia del goce festivo de Roland Emmerich (El día después de mañana, 2012) o las grasadas irresponsables de Michael Bay (toda la saga Transformers), el director Brad Peyton (el mismo de la aceptable Viaje 2: La isla misteriosa) no concibe a la comedia ni mucho menos a la autoconciencia como potenciales medios para encauzar el desarrollo de una propuesta gastada, convirtiendo a su apocalipsis en dos horas de destrucción digital, pesadumbre y gravedad. Y contra eso no hay remedio: Dwayne Johnson tendrá carisma y porte, pero no hace magia. O al menos no todavía.
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Un desastre Todo se derrumba delante de los anteojos 3D: edificios, credibilidad, el guión, las actuaciones. ¿Qué puede haber peor que un terremoto? Dos. ¿Quieren más? Súmenle un tsunami. Es que en Terremoto: La falla de San Andrés pareciera que todo tiene que ser grandilocuente y a la énesima potencia. Como Ray, el protagonista, encarnado por Dwight Johnson, cada vez más grande (de físico). Ray, que hoy es padre de adolescente linda, próximo a ser ex marido y piloto de helicóptero de bomberos, antes fue rescatista en Afganistán. No se sabe cuál de todos los motivos lo vuelven más heroico. El asunto es que mientras un sismólogo (Paul Giamatti) está feliz porque está próximo a poder prevenir movimientos sísmicos, la alegría le dura bien poco, porque la falla de San Andrés, en la costa Oeste de los Estados Unidos, se activa y produce un terremoto. Ya dijimos, habrá dos, y un tsunami, por si el espectador desprevenido se perdió algo, o salió a rellenar el balde de pochoclo, o al baño. Siempre una catástrofe habrá en pantalla. Como la familia de Ray, a quien le llega la carta de pedido de divorcio y en pocos minutos se entera de que su (ex) mujer se mudará con ricachón metido en el negocio de un edificio moderno y alto en San Francisco -los guionistas aprovechan todo- y con ella se mudará su hija Blake. La Naturaleza es sabia, dicen, pero ocasionar la muerte de centenares de miles para que la familia vuelva a estar junta, tal vez, puede ser demasiado. Al margen de que los edificios vayan cayendo de a uno en vez, y no todos juntos -la peli dura casi dos horas, hay que amortizar los costos de efectos digitales-, por ejemplo, ¿nadie cuestiona a Ray que, siendo un bombero en actividad, tome un helicóptero por su cuenta y se mande a rescatar en misión personal a su hija, en vez de ponerse a las órdenes de sus superiores en medio de semejante catástrofe? Ok, Blake (Alexandra Daddario, de True Detective) alegra con su presencia la pantalla. En una escena el letrero de Hollywood se desarma. ¿Premononición? Nah: la película no hará sucumbir a la Meca del cine occidental. En este cine de realismo cero, con Kylie Minogue en un cameo, como una de las víctimas, tanto del terremoto como de la película, ¿nadie le dijo a Emma -Carla Gugino- que se saque los zapatos de taco para correr entre escombros -y ¡arriba!- de una torre que se viene abajo? En fin, que nadie es tan literal y previsible, porque cuando el sismólogo dice a cámara “No puedo hacer suficiente énfasis... Tienen que irse. Ahora”, no le hacemos caso y no abandonamos la sala.
Si hace mucho que esperabas una película catástrofe... ¡acá llegó! ¡Y con todo! "Terremoto: La Falla de San Andrés" te aseguro que te va a dejar sin aliento... al menos a mí me pasó eso (y para que me envidies, la ví en el primer cine 4D de Los Angeles, o sea, una experiencia inolvidable). Dwayne Johnson me sorprendió con un personaje diferente, por supuesto que sin dejar de lado la acción y su perfil de héroe que tanto nos gusta. Alexandra y Carla, las co-protagonistas, hermosas y muy bien dirigidas por Brad Peyton, director que ya había trabajado con "La Roca" en "Viaje 2: La Isla Misteriosa" y que en esta oportunidad demuestra todos sus dotes en una película repleta de efectos especiales increíbles y super verdaderos que dan escalofríos. El trayecto de la historia hace que quieras saber que sucederá al final, sin que te aburras para nada, porque siempre sucede algo. Si queres poner play en el video y ver lo que charlé con Dwayne en Los Angeles, hacelo ya y de yapa, al final, podes elegir ver el resto de las entrevistas y el tráiler, que es IMPRESIONANTE.
La demolición como entretenimiento Imaginen una película sobria. Ahora imaginen todo lo contrario: eso es Terremoto: la falla de San Andrés, cine catástrofe en modo bestia, animal, con cero trauma para narrar a gran velocidad, con vibraciones, ruido y música que por sí solos provocan temblores en la sala de cine. Visualmente, Terremoto es un prodigio: la destrucción de edificios, aeropuertos y manzanas enteras, la tierra desgarrada y las olas gigantes ostentan un realismo que prueba una vez más el avance prodigioso de la tecnología digital. Los efectos, que pueden ocasionar desastres inconducentes como la última Godzilla, aquí hacen sistema con una historia simple, gruesa pero contundente. Un rescatista valiente, gigante y noble en medio del mayor terremoto de la historia tiene que salvar a su ex mujer y a su hija. Hay un pasado trágico, un malvado de una maldad digna de comedia paródica, unos nobles hermanos ingleses y un científico, también noble, que pone a prueba sus teorías. Desde la primera secuencia, Terremoto plantea sus coordenadas: una chica maneja por un camino de cornisa, se distrae, y cada distracción es un guiño cómico a las convenciones cinematográficas de accidentes en la ruta. La tierra se mueve un poco y el auto cae de manera bestial, pero ¡hay posibilidad de rescate! La chica ostenta grandes senos, característica que tendrán en común las dos protagonistas, madre (Carla Gugino) e hija (Alexandra Daddario). Esto no implica una opinión sobre sus actuaciones, simplemente la película impone pechos -y también los pectorales del protagonista Dwayne Johnson- en movimiento con desparpajo clase B y de cine de explotación. Terremoto es una película con nula capacidad de mostrar, decir y trabajar sutilezas. De ahí que las referencias al 11 de septiembre de 2001 sean gruesas y directas, y que se imponga sin filtros la noción de orgullo estadounidense. Todo es grande, gigante, melodramático, vibrante, vertiginoso, en extremo inverosímil y de una consistencia y una inteligibilidad inobjetables si se acepta la propuesta. Cada una de las secuencias de acción sigue el mismo esquema: cuando uno ya cree que se llegó al mayor peligro, se agrega algo más, que en general lleva a que el personaje del actor antes conocido como The Rock exhiba más cualidades intrépidas. Por supuesto, Terremoto no es para quienes consideran la contención y la sobriedad cualidades irrenunciables del buen cine. Sin embargo, esta película festiva y plebeya de Brad Peyton -de la también atractiva y también con Johnson y también de aventuras sin complejos Viaje 2: la isla misteriosa- prueba que hay muchas encarnaciones posibles del buen cine.
Espectacularidad y superacción a base de efectos digitales Casi todas las reglas del cine catástrofe han sido respetadas en esta superproducción que usa y abusa de todos los efectos digitales disponibles para destruir con toda la furia todos los sitios reconocibles del estado de California. Luego de los ejemplos épicamente pasados de rosca de Roland Emmerich culminados en el apocalipsis global de "2012", que incluia prácticamente todas las variantes catrastróficas en una sola película, esta "Terremoto: la Falla de San Andrés" plantea un desastre más localizado pero no por eso menos pantagruélico- al servicio de una trama minimalista en la que un padre se arriesga a todo por salvar a su ex mujer y a su hija. El detalle diferente es que el personaje de Dwayne Johnson se dedica justamente a rescatar víctimas de catástrofes desde su helicóptero, lo que le da una ventaja sobre otros héroes de terremotos californianos del Hollywood clásico, como Clark Gable y Spencer Tracy de "San Francisco" (el film más taquillero de 1936), o el Charlton Heston de "Terremoto" (que en 1974 multiplicó mas de diez veces su presupuesto de 7 millones de dólares al basar su publicidad en el sistema "Sensurround"). Igual que en casi todo film del género que se precie, aquí el desastre natural sirve para reunir a la familia dispersa del protagonista, que para salvar a su hija (Alexandra Daddario), necesita la ayuda de su esposa (Carla Gugino). de la que recién se está separando. Si bien la trama muestra catástrofes masivas sin preocuparse demasiado por otros dramas que no sean los de sus personajes principales, también incluye gestos de heroísmo, cobardía, astucia juvenil o genialidad científica de otros miembros del reparto, por ejemplo, Paul Giamatti como el científico que descubrió cómo predecir sismos, justo a tiempo para el gran evento. Lo que falta, entre otras cosas, es un elenco multiestelar como los de las superclásicas catástrofes de los 70. Y, por suerte, lo que no falta para nada es la superacción delirante y divertidísima, con momentos culminantes con represas quebradizas, olas gigantes y rascacielos destruidos de las maneras más imaginativas y espectaculares posibles.
Espectacularidad y superacción a base de efectos digitales Casi todas las reglas del cine catástrofe han sido respetadas en esta superproducción que usa y abusa de todos los efectos digitales disponibles para destruir con toda la furia todos los sitios reconocibles del estado de California. Luego de los ejemplos épicamente pasados de rosca de Roland Emmerich culminados en el apocalipsis global de "2012", que incluia prácticamente todas las variantes catrastróficas en una sola película, esta "Terremoto: la Falla de San Andrés" plantea un desastre más localizado pero no por eso menos pantagruélico- al servicio de una trama minimalista en la que un padre se arriesga a todo por salvar a su ex mujer y a su hija. El detalle diferente es que el personaje de Dwayne Johnson se dedica justamente a rescatar víctimas de catástrofes desde su helicóptero, lo que le da una ventaja sobre otros héroes de terremotos californianos del Hollywood clásico, como Clark Gable y Spencer Tracy de "San Francisco" (el film más taquillero de 1936), o el Charlton Heston de "Terremoto" (que en 1974 multiplicó mas de diez veces su presupuesto de 7 millones de dólares al basar su publicidad en el sistema "Sensurround"). Igual que en casi todo film del género que se precie, aquí el desastre natural sirve para reunir a la familia dispersa del protagonista, que para salvar a su hija (Alexandra Daddario), necesita la ayuda de su esposa (Carla Gugino). de la que recién se está separando. Si bien la trama muestra catástrofes masivas sin preocuparse demasiado por otros dramas que no sean los de sus personajes principales, también incluye gestos de heroísmo, cobardía, astucia juvenil o genialidad científica de otros miembros del reparto, por ejemplo, Paul Giamatti como el científico que descubrió cómo predecir sismos, justo a tiempo para el gran evento. Lo que falta, entre otras cosas, es un elenco multiestelar como los de las superclásicas catástrofes de los 70. Y, por suerte, lo que no falta para nada es la superacción delirante y divertidísima, con momentos culminantes con represas quebradizas, olas gigantes y rascacielos destruidos de las maneras más imaginativas y espectaculares posibles.
Cine catástrofe puro y duro. No busquen un argumento creíble, ni actuaciones naturalistas. Aquí DWAYNE JOHNSON juega el juego que mas le gusta, el de héroe de acción irrompible, capaz de superar las fuerzas de la naturaleza por salvar la vida de su hija adolescente. Los efectos que muestran la destrucción de California (que incluyen dos movimientos sísmicos y un tsunami) son logrados y creíbles, en definitiva lo único importante para un filme pochoclero hasta la médula.
"Destrucción en California" La historia comienza con la vida de Ray (Dwayne “The Rock” Johnson), un piloto de helicóptero especializado en rescates. Está separado de su mujer, con la cual tuvo dos hijas. Pero todo va a cambiar cuando la falla de San Andrés empieza a activarse, provocando graves consecuencias en la zona de California. De esta manera, podemos catalogar a “Terremoto: La falla de San Andrés” como una película de catástrofes y así hay que tomarla para saber cómo funciona. Tal vez no tenga una historia original; se observan muchos clichés como que el protagonista tiene un trabajo y rol primordial que le va a facilitar sobrevivir y ayudar a los suyos frente al hecho, la relación con su ex mujer, se aporta la visión profesional de un científico, entre otras cosas. Sin embargo, nada de esto importa, ya que no es lo que buscamos en películas de este género. Nos centramos más en las destrucciones y en los efectos especiales, que en el argumento o una historia original, y esto se encuentra logrado a la perfección. Tenemos terremotos, tsunamis, incendios y ciudades enteras destrozadas. Asimismo, el guión también funciona muy bien, con incluso hasta momentos para la risa entre tanto caos. Es una película que casi no da respiro, proporcionándonos a cada rato un nuevo obstáculo a vencer. El elenco es muy completo y se desenvuelve de una muy buena manera, liderado por Dwayne Johnson, pero que también se encuentran actores de renombre como Carla Gugino, Alexandra Daddario e Ioan Gruffudd. Cada personaje cumple un rol fundamental dentro de la historia e incluso las mujeres tienen un papel fuerte. No solamente siguen instrucciones de los hombres, sino que toman decisiones propias y acertadas para sobrevivir. En síntesis, “Terremoto: La falla de San Andrés” cumple con todos los requisitos de una película del género catástrofe y reúne todos los condimentos con los que uno se espera encontrar, proporcionándonos entretenimiento puro. Si queres desenchufarte un poco de la realidad y ver como toda California se cae a pedazos, este film es para vos. Samantha Schuster
Terremoto: lo que ves es lo que hay ¿Qué pasaría si el mayor terremoto jamás registrado en la historia hiciera que la falla de San Andrés finalmente colapse? Básicamente es lo que plantea "Terremoto: La Falla de San Andrés", y con ese argumento el espectador no puede más que esperar destrucción por doquier. Y es lo que le dan. Ray Gaines (Dwayne Johnson) es un veterano de guerra que trabaja como piloto de helicóptero de búsqueda y rescate en Los Ángeles. Más allá de las dificultades de su trabajo, su vida transcurre tranquila. Lo único con que tiene que lidiar es con la separación de su esposa Emma (Carla Gugino) y la noticia de que ella se muda con su nuevo novio Daniel (Ioan Gruffudd). Pero también está la luz de sus ojos, su hija Blake (Alexandra Daddario), con quien va a pasar el fin de semana antes de que ella comience la universidad. Claro que todos los planes quedan cancelados cuando un terremoto destruye una represa con todo a su alrededor y Ray tiene que brindar sus servicios. Daniel se ofrece a llevar a Blake, haciendo una parada antes por San Francisco, y asunto arreglado. Mientras tanto, un experto en sismos (Paul Giamatti) logra descubrir la manera de predecir cuándo y en dónde van a ocurrir los terremotos. Y es así que da la alerta de que un sismo de una magnitud nunca antes registrada va a golpear la ciudad de San Francisco destruyéndola prácticamente toda. Cuando esto ocurre, Ray, después de rescatar a Emma, hará todo lo posible para ir en busca de Blake y tratar de ponerla a salvo. Antes de seguir adelante hay que marcar algo, esta película no califica dentro del género de cine catástrofe. Esa clase de películas, que tuvieron su auge durante la década del setenta y tiene grandes exponentes como "Aeropuerto" o "Infierno en la Torre", entre otras, cumplían ciertas reglas: un suceso catastrófico, pequeñas historias con varios personajes encarnados por actores conocidos que, indefectiblemente, en algún momento morían haciendo que el espectador sufriera mucho por esto. "Terremoto: La Falla de San Andrés", que nada tiene que ver con el largometraje protagonizado por Charlton Heston -Terremoto-, tiene más que ver con films como "Twister" o "El Día Después de Mañana". Lo que vemos acá es la aventura o recorrido de un par de personajes mezclada con la grandilocuencia de la destrucción masiva de algo. Ser exigente con un producto como éste sería demasiado. Está claro que una película así está hecha para disfrutar del pochoclo y la gaseosa y no pensar en absolutamente nada hasta el final. El espectador va a quedar asombrado con todas y cada una de las escenas en la que se destruyen edificios, puentes, casas, etc. Realmente son impactantes y logran transmitir esa sensación de vulnerabilidad de una persona ante la fuerza de un desastre natural. Hay varias cosas que parecen un tanto exageradas e inverosímiles, pero no molestan tanto tampoco. Paul Giamatti es el que más espíritu aporta, Carla Gugino está bien, Dwayne Johnson está bastante contenido con respecto a la acción y Alexandra Daddario eclipsa la pantalla con su belleza. Y nada más. Si buscan profundidad, contenido, reflexión, saquen entradas para otro largometraje. "Terremoto…" no da ni busca más de lo que su título nos promete. Al menos hay que reconocerle que es honesta y que no aspira a vendernos algo que no es. Lo que es seguro es que este fin de semana va a hacer temblar y sacudir la taquilla de los cines… Perdón, había que hacer el chiste.
Cuenta con escenas espectaculares e impactantes. Los espectadores vibrarán es sus butacas. El género catástrofe con el transcurso de los años ha dado un buen rédito. Trenes sin control, vuelos a la deriva, tsunamis, meteoritos, volcanes en erupción, incendios, naufragios y situaciones insostenibles. Muchos recordarán aquella “Terremoto” de Mark Robson protagonizada por: Charlton Heston y Ava Gardner, en 1974, la cual fue galardonada con el premio Oscar 1975 al mejor sonido y además recibió un premio Oscar Especial de Reconocimiento a los efectos visuales y giraba en torno a un terremoto que destruye la mayor parte de la ciudad de Los Ángeles, California, llegando a un 9,9 en la escala Richter. En esta oportunidad, la película tiene como pareja principal a Ray (Dwayne Johnson) y Emma (Carla Gugino, “Una noche en el museo”). Él es piloto de bomberos que con su helicóptero busca y rescata a distintas personas cuando lo necesitan, ahora con Emma están a punto de divorciarse y uno de los vínculos que los une es su hija Blake (Alexandra Daddario, “Percy Jackson: el mar de los monstruos”). Su ex piensa en casarse con un famoso arquitecto Daniel Riddick (Ioan Gruffudd, “Titanic”) un millonario que tiene varios defectos que el espectador descubrirá con el desarrollo de la historia. Ray se muestra como un hombre generoso, bonachón, amable, solidario y que aun se siente enamorado de su ex. Se encuentra solo y vuelca todas sus energías al trabajo rescatando a toda persona que lo necesite en el Departamento de Bomberos de los Ángeles. Emma, Daniel y Blake se alejan yéndose de viaje; mientras tanto varios temblores van azotando a distintas zonas de Estados Unidos y se van notando algunos indicios que anticipan que algo terrible está a punto de suceder. Varios ciudadanos desconocen lo que se avecina, pero los Doctores Lawrence Paul Giamatti) y Kim Park (Will Yun Lee) no tardan en conocer que un terremoto de 9 grados se origina en California, provocando una enorme tragedia natural. Como es de prever Ray debe salvar la vida de varios y entre ellos la de su ex esposa e hija, quienes se encuentran en peligro. La réplica cada vez es más intensa, el caos, el pánico y la destrucción es generalizada y nadie está a salvo. En los primeros minutos del film nos damos cuenta rápidamente que la historia es simple, bien previsible, cumple ofreciendo: catástrofe, tensión, suspenso, acción, aventura, toques emotivos y puro entretenimiento. Espectacular despliegue de efectos especiales, resulta deslumbrante visualmente, ayuda en varias secuencias el 3D, todo se derrumba, cables eléctricos que estallan, hay fuego, inundaciones, heridos y gente atrapada. Los protagonistas intentarán salvar a su familia con valentía, hay heridas del pasado que necesitan superar, se desplazan por tierra, navegando, volando y hasta asumen riesgos saltando en paracaídas. Una vez más The Rock vuelve a desplegar su carisma y el resto del elenco acompaña correctamente.
No esconda la cabeza y acéptelo: nada es más catártico en el cine que ver una destrucción bien masiva. Vaya uno a saber si tiene que ver con nuestra reacción interna a la vida urbana, a la presión impositiva o porque sí, lo cierto es que cada película que nos promete un “rompan todo” nos resulta atractiva. Esta Terremoto, que no es una remake de la película con Charlton Heston de los gloriosos setenta (“¡En Sensorround!”) aunque es casi lo mismo, se basa en el gran miedo de que la península de California se quiebre del continente. Y lo que aquí sucede es eso, justamente, lo que acaba con Los Angeles, San Francisco y aledaños. El problema es que después viene el tsunami y del temblor no se salva ni Nueva York. Mientras tanto, tenemos a Paul Giamatti haciendo un gran papel como tipo muy preocupado, a Carla Gugino más linda que nunca y a esa mole de carisma y autoironía inocente, ese tal Dwayne “The Rock” Johnson al que aprendimos a querer gracias a los rápidos y los furiosos. Aquí el señor Piedra es un rescatista en helicóptero y justo le toca el tembleque. Pero como no hay desastre sin una aventura, encima su hija anda por ahí con tremenda necesidad de que papá la rescate. No, no nos estamos burlando de la película: es divertida y es noble, y si no fuera por la plata gastada en efectos, digna representante de la buena y querida Clase B.
Una nueva película del cine catástrofe ocupa un lugar en nuestra cartelera. Se trata de “Terremoto: La Falla de San Andrés”, producción que reúne al actor Dwayne Johnson con el director Brad Peyton y el productor Beau Flynn luego de su trabajo juntos en “Viaje 2: La Isla Misteriosa” (2012). Y no sólo eso, sino que “La Roca” también vuelve a coincidir con Carla Gugino, con quien compartió protagonismo en “La Montaña Embrujada” y “Venganza Letal”. Como bien nos anticipa el título de esta película, plagada de espectaculares efectos visuales (la misma será proyectada tanto en 2D como 3D), el límite entre la placa tectónica del Pacífico y la placa de Norteamérica, conocido por ser el responsable de producir grandes y devastadores terremotos, cede. Este hecho no desencadena un terremoto sino un megaterremoto de 9 puntos de magnitud en el Sur del estado de California. Pero ahí no queda el asunto. Éste es seguido por otro de 9,6 en el área norte, más precisamente en la ciudad de San Francisco. Como es habitual en estas películas, los rascacielos se desmoronan, hay incendios, caos en las calles con gente desesperada y una represa que se quiebra. El terreno se agrieta originando enormes abismos y hasta un tsunami. En medio de este contexto, un piloto de helicóptero de búsqueda y rescate llamado Ray (Johnson) y su ex-esposa Emma (Gugino) viajan juntos desde Los Ángeles hasta San Francisco para rescatar a su única hija, Blake (Alexandra Daddario, conocida por sus participaciones en la saga “Percy Jackson”, “La Masacre de Texas: Herencia Maldita” y la serie “True Detective”), quien en medio de la situación encuentra el amor en un chico que cruza su camino con ella, encarnado por Hugo Johnstone-Burt. A pesar de los hechos que se presentan en la película, no podemos olvidarnos que, si bien la Madre Naturaleza es cada vez más feroz cuando se producen desastres naturales, estamos ante una historia de ficción. Tan de ficción, que el protagonista se adueña del helicóptero para uso propio (es entendible… ¿quién no lo haría para salvar a sus seres queridos?), dejando de lado su labor hacia la comunidad. Por ésto y por una u otra afirmación científica, algunas situaciones se tornan creíbles y otras no. Que ni siquiera podrían ocurrir en la realidad; por ejemplo, cuando un sismólogo del Instituto de Tecnología de California, interpretado por Paul Giamatti, toma en cuenta una serie de pulsos magnéticos para dar aviso de la inminente llegada de este terremoto de proporciones épicas. Este género siempre tiene algo para cuestionarle. Más allá de estos detalles técnicos (por ejemplo en Caltech nunca se corta la luz y la computadoras siguen funcionando por más que tengan un buen generador); de momentos que provocan risa más que asombro, lo que el guión elaborado por Carlton Cuse (escritor de la serie “Lost”) quiere mostrar es el drama personal, aunque no muy profundo, con el que carga el personaje de Dwayne Johnson, quien se vio obligado a alejarse de su fragmentada familia, con la que obviamente, después de todo lo que atraviesan, volverá a unirse. ¿Entretenimiento? Sí, 100 por ciento una película para pasar un buen rato, de eso no hay duda. Vale mencionar que esta película se comenzó a promocionar justo cuando ocurrió el terremoto en Nepal, por lo que la campaña de marketing se orientó a donar dinero y concientizar sobre cómo actuar ante este tipo de desastres.
No te mueve nada: pulgares para abajo Lejos de resucitar el cine catástrofe, la película Terremoto, la falla de San Andrés ni siquiera resulta entretenida y abusa de los golpes bajos y los efectos especiales. Hace falta un terremoto para volver a unir a una familia. Esa es la forma más rápida de resumir cómo se conectan entre sí la gran historia y la pequeña historia de Terremoto, la falla de San Andrés. La gran historia es la catástrofe en la costa Oeste de los Estados Unidos, mostrada de manera espectacular, con represas que se derrumban, edificios que se desploman y toda la parafernalia imaginable de incendios, explosiones e inundaciones, aunque con una alarmante falta de ritmo. Vinculada a esa destrucción masiva, hay una trama tangencial, casi parasitaria, que incluye a un sismólogo (Paul Giamatti), a su equipo de trabajo y a una periodista, que aun cuando sufran algunos sacudones sólo están incluidos para brindar datos científicos e informativos sobre la magnitud del fenómeno. La pequeña historia es la de un jefe rescatista (Dawyne Johnson), su esposa y su hija. Se trata de una familia separada (después nos enteraremos de que el origen de la separación es una tragedia), pero que todavía se quiere y sólo parece necesitar, bueno, un terremoto para volver a unirse. Así como para mostrar la catástrofe la película de Brad Peyton abusa de los efectos especiales, para exponer los vínculos familiares abusa de los efectos emocionales. Es como mezclar mermelada con miel. Ambos dulces son ricos por separado, pero juntos te empalagan. Precedida por las ambiciosas declaraciones de sus creadores, que pretendían resucitar el cine catástrofe, Terremoto ni siquiera llega a ser entretenida. Por corrección política, uno puede obviar el detalle genético de que un tipo como Johnson tenga una hija como Alexandra Daddario. Más difícil es tolerar los diálogos de reconciliación conyugal en medio del desastre y la falta de integración entre el primer plano y el fondo en las escenas donde los personajes deben interactuar con los efectos especiales digitalizados.
Los bomberos salvan corazones y hogares Es imposible evitar comparaciones cuando hablamos de cine catástrofe. Si cada vez que llega cualquier desastre natural a la pantalla grande lo hace multiplicado por dos (Armagedon vs Impacto Profundo, Volcano vs Dante’s Peak, Twister vs Tornado) es comprensible que surja esta suerte de cotejo. Sin embargo el motivo principal de esta dicotomía, creo, es la falta de empatía del espectador con el factor humano -familia disfuncional, héroe devenido a menos, patrioterismo berreta, etc.- donde la espectacularidad de los efectos especiales son el motivo real por el cual se paga la entrada. Este es el caso de Terremoto: La Falla de San Andrés (San Andreas). Ahora bien, si continuamos con las comparaciones Terremoto… (Brad Peyton) tiene bastantes puntos en común con 2012 (Roland Emmerich, 2009). Sin lugar a dudas el más importante es la vorágine destructiva que ambas películas desatan sobre nuestro querido planeta tierra. Es impresionante ver como avanzó la tecnología en pos de recrear escenarios apocalípticos a ese nivel de realismo. Empero, la gran diferencia es que en una se nota que es joda (John Cusack sobrevive al fin del mundo y jamás se saca la corbata, ídolo!) y en otra existe cierta solemnidad reprochable, aún más teniendo en cuenta los hechos catastróficos que se suceden a lo largo del film (yo también me hubiera ido a la mierda del estacionamiento, chupala nena). No obstante, Terremoto: La Falla de San Andrés funciona. ¿Por qué?… Por Dwayne Johnson. La Roca te rema cualquier cosa. Es mundialmente conocido por sus apinochados dotes actoriles, pero el tipo exhala carisma. Como acertadamente dijo Hugo Zapata “con cualquier otro la película hubiese sido un bodrio insufrible”. Lo extraordinario es que uno realmente cree que él puede salvar a su familia, en extremos opuestos de San Francisco, en el intervalo de una tarde, durante el peor terremoto de la historia registrada!! Esto no pasaba desde los años dorados de Stallone o Schwarzenegger. Todo merito personal. La trama en general es bastante absurda, vista infinidad de veces, y el elenco no cobra mayor importancia más allá de ser relleno. Dwayne Johnson exhala carisma. Debo admitir que antes de comenzar a ver la película, me cayó demasiado bien el homenaje y agradecimientos que dedican a los bomberos de Argentina por la labor voluntaria que hacen a diario, remarcando en todo momento que son ellos realmente los héroes. Me predispuso de forma positiva y eso también es un acierto del equipo de marketing de Warner. Finalizando, Terremoto: La Falla de San Andrés no será recordada exceptuando alguna antología de género en Wikipedia pero si ya viste Mad Max (película inflada que me pareció mala) es una opción súper entretenida para tener en cuenta.
Mucha destrucción para poco relato El cine catástrofe no necesita presentación. Terremoto: La falla de San Andrés cumple con todas las reglas del género desde su nacimiento hasta hoy. Y lo que importa: cuando llega el terremoto, este es espectacular. No hay manera de no seguir asombrándose por las posibilidades que el cine ha explotado a partir de la era digital. Esta película es una de las que ha logrado reproducir con mayor espectacularidad los efectos devastadores de un terremoto sin precedentes. Edificios enteros se desploman frente a nuestros ojos de forma completamente real. Pero lamentablemente con eso sólo no alcanza. Lejos del melodrama del cine catástrofe de los '70 (edad de oro del género) esta nueva película explora un simple drama familiar como centro de la trama. Apenas si le da espacio a un experto en terremotos para que acompañe en una trama paralela toda la historia. Pero fuera de eso, se muestra la vida de un experto en rescates en pleno divorcio, su mujer al borde de formar nuevamente pareja y la hija de ambos. Queda un tercero en discordia que es un cliché de manual de cine catástrofe y dos hermanos ingleses para completar. Pero en el cine catástrofe menos es menos, y que frente a semejante destrucción sigamos a tan pocos personajes no termina de funcionar. Los actores son buenos, las situaciones son visualmente poderosas, pero el drama está muy concentrado en una familia y el resultado no es del todo logrado. Sin quererlo, la película parece no preocuparse por el destino de la mayoría, y cualquier espectador quiere saber algo más que la vida de estas tres personas. Siempre para lograr que los espectadores se identifiquen, las grandes tragedias deben contarse a partir de pocos personajes, pero en el cine catástrofe, la narración coral funciona muy bien. Lo mejor del film es el prólogo –pura tensión– y las escenas iniciales, que también cumplen con las reglas del género. Pasado estos primeros minutos –y por el motivo mencionado– la película deja gusto a poco. Casi dos horas y sin embargo no alcanza para que la película tome vuelo. La perfección técnica convence en lo visual, pero no en la historia. Algunos momentos disparatados, como de cine clase B, mantienen el atractivo, y hay escenas de tensión hasta el final, pero más allá de eso, el guión no logra conmover, porque hay una distancia enorme entre los protagonistas y el destino de toda la sociedad.
Lo primero es la familia Terremoto: la falla de San Andrés contiene un dato del que no se hace cargo, pero que no deja de ser atractivo: Ray, el rescatista que interpreta Dwayne Johnson, viaja en helicóptero hacia el episodio del desastre, donde se ha producido un terremoto tremendo, pero en el camino descubre que su ex esposa y su hija están en problemas. Por eso, decide ir a rescatarlas, abandonando su responsabilidad principal y preocupándose por los suyos. Es decir, no entiendo mucho de lo que implica legalmente ser rescatista (si tienen algún tipo de juramento como los médicos), pero no hace falta ser una luz para darse cuenta que el tipo está usando un instrumento que le pertenece al Estado (ese helicóptero) para salvar a su familia. Es decir, el fulano es un irresponsable de campeonato, un individualista absoluto que se caga en su deber y se mira el ombligo. Estoy seguro que las intenciones del film van por otro lado, que esto es totalmente casual y que es una línea que la película no explota. Pero no deja de ser interesante este grado de insensatez clase B con un héroe que no es tan heroico, por cierto. Y lo bueno es que la película no se da cuenta de eso, o se hace directamente la tonta. Otro detalle del film de Brad Peyton es que, acostumbrados a como estamos a tantas películas catástrofe (y catastróficas), acá no aparece ningún alcalde, presidente o dueño del mundo libre que venga a salvarnos. Apenas la palabra precisa la aporta la ciencia (en la piel de un sobresaltado Paul Giamatti) y lo que nos rescata, al fin de cuentas, es la familia: por eso, el pequeño villano que contiene el film (tan pequeño que podría no estar y la película funcionaría igual; otra irresponsabilidad, en este caso del guión) es alguien que no tuvo hijos porque se dedicó a construir edificios (?). Terremoto: la falla de San Andrés mantiene de aquellas viejas películas sobre destrucciones el núcleo vincular y se olvida de lo contextual-político, algo de gravedad que vino adosado en esa reformulación del subgénero en los 90’s, con los discursos patrioteros que remedaban la experiencia audiovisual de la guerra del Golfo y la novedad de la tecnología como modo de acercar el mundo: y veíamos cómo el desastre repercutía en Francia, Inglaterra, y en un país polvoriento de Africa donde muchos negros se juntaban alrededor de una tele ochentosa. En Terremoto: la falla de San Andrés, por el contrario, el cuento se circunscribe al grupo familiar del protagonista, y a dos o tres personajes recurrentes que sirven para airear el film. Por eso, también, el desastre es algo tan local como la falla de San Andrés, un fenómeno excluyentemente norteamericano. Ante esto, la película de Peyton luce sintética, achicada y compacta en su estructura (la presentación de personajes es explícita en esto): hay unas cuantas secuencias de destrucción muy bien pensadas, alguna sobresaliente como la del bote intentando superar la ola de un maremoto, pero en lo básico no se nota un estiramiento, una repetición forzosa con finales múltiples y agotadores. Cada secuencia tiene su coherencia dentro del conjunto, y dispara nuevos inconvenientes para los protagonistas. Claro que Terremoto: la falla de San Andrés es una de esas películas que ofrece lo que promete, y no mucho más. En todo caso es un problema del subgénero, que en algún momento (los 50’s y los 70’s) era un vehículo para exorcizar los miedos de la sociedad y que ahora es sólo una forma para explotar las posibilidades de la técnica en el cine. El CGI crea esas imágenes imposibles y lo que hay que tener, en todo caso, es criterio para no atragantarse con el recurso. Sin ser un Cameron, un Spielberg o un Zemeckis, Peyton demuestra que sabe dominar la tecnología, que la misma no se come su película sino que es funcional al relato. Usted dirá que es un talento menor; pero no lo es tanto: si no fíjese el desastre que es capaz de hacer un tipo como Michael Bay con la misma tecnología y cantidad de dinero. Peyton es alguien hábil con la cámara, que sabe desde donde encuadrar para que el desastre tenga la perspectiva adecuada sin perder de lado el elemento humano. Y hay imágenes realmente impactantes y espeluznantes. En Terremoto: la falla de San Andrés todo se entiende y sin llegar a la distancia irónica de tanto canchero que no confía en lo que está contando, se incluyen momentos de humor que funcionan a partir de lo hiperbólico del asunto. Como decíamos, no es más de lo esperable y ese es un límite del subgénero. Pero en todo caso, una película que con su cuota de irresponsabilidad (y el infaltable patrioterismo insertado de forma para nada elegante, que por eso mismo genera risa) se permite el divertimento veloz y salvaje que tanta demolición habilita sin sutilezas.
California vuelve a ser el objetivo perfecto para destruir en este nuevo tanque industrial, Terremoto la falla de San Andrés que tiene a Dwayne Johnson como máximo héroe intentando salvar y unir a su familia (en todo sentido). Para Hollywood, la familia es lo primero. Por eso, no importa cuanto se deba destruir en el camino, lo importante es que el héroe de guerra recupere a su familia. Si no fuera por el tono solemne y patriótico, estaríamos frente a una de las mejores comedias de los últimos tiempos. Ray –Dwayne Johnson- es un ex soldado que ahora se gana la vida como rescatista en el Valle de San Fernando. Su esposa le está pidiendo el divorcio y encima se está casando con un empresario de la construcción, que desea quedarse con su familia. Cuando un terremoto sacude California, Ray agarra el primer helicóptero que encuentra para ir a rescatar su esposa en el centro de Los Ángeles, y a su hija que se encuentra en San Francisco. Esta es la excusa argumental de un típico film de desastres que se nutre en demasía de las películas de Roland Emmerich, especialmente 2012 y El día después de mañana, pero mientras el alemán siempre encuentra espacio para adosar su relatos de humor infantil y una sutil –ingenua- crítica sociopolítica, Brad Peyton se toma demasiado en serio la historia, y, sin pretender ser demasiado verosímil- construye una película demasiado absurda con secuencias bastantes ridículas y divertidas. Más allá de la acumulación de lugares comunes y clisés, es demasiado notorio el robo a demasiadas películas de acción y la poca atención que se pone a los detalles en este tipo de films. Brad Peyton pretende hacer un relato emotivo y concientizador acerca del cuidado del planeta. No le sale. La falta de tensión del relato, es compensada por las disparatadas situaciones que viven los protagonistas del film, prácticamente, sin despeinarse y apenas rajuñados. No sea cosa que le suban la calificación al film por contener escenas gore que perjudiquen la mentalidad de los jóvenes. Si se quiere ver un exponente grasa de la ideología conservadora de los ejecutivos de Hollywood –con sugerentes referencias religiosas en el medio- Terremoto: la falla de San Andrés es el mejor ejemplo. Aunque no hay que ser hipócritas. El film desde la primer escena desnuda su artificialidad e inverosimilitud. Dwayne Johnson es un figura atractiva, indispensable para este tipo de películas, uno de los mejores héroes de acción de los últimos tiempos, pero no tiene el carisma de un Bruce Willis o un Schwarzenegger, que saben acotar una sonrisa en los momentos más tensos para dosificar la acción. Al film le falta humor consciente y provoca efectos hilarantes sin pretenderlo.
Este fin de semana se estrenó en las salas de México Terremoto: La Falla de San Andrés (San Andreas) estelarizada por Dwayne Johnson “The Rock”, Carla Gugino, Paul Giamatti y Alexandra Daddario y dirigida por Brad Peyton (Journey 2: The Mysterious Island, Como perros y gatos: La venganza de Kitty Galore). La premisa es sencilla, Ray (Johnson) es un rescatista del departamento de bomberos de Los Ángeles y padre de familia divorciado. Su hija Blake empezará la universidad en la ciudad de San Francisco por lo que viaja a esa ciudad para instalarse. A su vez, el sismólogo Lawrence Hayes (Giamatti) encuentra la manera de predecir terremotos y es en ese momento cuando se desencadena una serie de temblores, siendo el epicentro la Falla de San Andrés, por lo que Los Ángeles y San Francisco quedan devastados. Y es cuando Ray, junto con su ex esposa Emma, tratarán por todos los medios posibles de llegar a San Francisco y rescatar a su hija. Pero la trama es lo de menos, es un pretexto para mostrar un espectacular despliegue de efectos visuales bastante impresionante y en eso radica gran parte de la esencia de las películas de desastres, y en este caso podemos ver cómo un terremoto de 9.9 grados en la escala de Richter arrasa con imponentes y emblemáticas construcciones. Actuaciones correctas para un filme de este tipo, Dwayne Johnson sabemos que no es el actor que ganará un Oscar pero si es lo suficientemente carismático para llenar la pantalla y sentirnos protegidos por su presencia heroica. Con un ritmo vertiginoso que no deja que la tensión y la emoción decaiga y sobre todo con efectos especiales bastante espectaculares y que son tan socorridos en una trama así, pero con una dosis exacta, sin saturar. Siguiendo con la tradición de películas de desastre tipo Earthquake, 2012, Tornado, entre otras, Terremoto cumple con todas las expectativas de un filme de este tipo. Cine de desastre sin tanta solemnidad y donde el mensaje es que pase lo que pase, la familia tiene que estar unida y apoyándose, lo demás no importa. Terremoto es una cinta cumplidora, competente, emocionante en ciertas secuencias, palomera y perfecta para ir al cine “de bajadita y en neutral”.
La verdadera catástrofe es el guión Lo que tanto habían advertido los científicos finalmente se concretó: la península de California colapsa por culpa de un terremoto. Entre la devastación que azota a Los Ángeles y a San Francisco un experimentado oficial de bomberos intentará rescatar a su ex esposa y a su hija. Algunos apuntes, al cabo de casi dos horas de “Terremoto: la falla de San Andrés”: - Qué suerte tuvo la ex esposa de Dwayne Johnson. El terremoto la agarró en el último piso de un edificio y él justo andaba por la zona en helicóptero. - No se puede avanzar por la ruta a causa de una grieta gigantesca. Pero no hay problema: en medio del desastre el héroe se topa con un piloto varado en el camino, ¡que le presta su avión! ¡Y está ahí cerca, como si fuera una bicicleta! - La ciudad se hunde, el mundo se pierde. Dwayne y su ex se tiran en paracaídas y caen justo, pero justo, en el medio de un campo de béisbol. “Hace mucho que no llegamos a segunda base”, le dice él. Sonrisas. - La nena está aplastada en un estacionamiento de San Francisco, entre polvo y hierros retorcidos. Su papá anda en helicóptero por Los Ángeles. La llamada entra sin problemas. ¿Vieron que en el primer mundo no hay problemas con la señal? - Más que bombero, Dwayne es Aquaman. ¿Cómo hace, si no, para maniobrar bajo el agua durante tanto tiempo? No es cuestión de que el cine catástrofe, por más pochoclero que se venda, le tome el pelo al espectador. De terremotos y tsunamis está hecho el universo de los efectos especiales. Ya nada sorprende ni justifica por sí mismo el precio de una entrada. La de Brad Peyton es una película tan impactante en lo visual como huérfana de una historia más o menos decente. Hay personajes efímeros, algunos sin pies ni cabeza (como el ricachón que juega Ioan Gruffud); diálogos ramplones, besos en medio del caos y actuaciones de cartón. Todo absolutamente previsible. Sólo faltó el perrito saliendo en medio de las ruinas. Hubiera sido demasiado.
En 1974, y con colaboración en el guión de Mario Puzo (El Padrino), se estrenaba el estremecedor "Terremoto" protagonizado por Charlton Heston y Ava Gardner. Lo más impactante de esta peli era que había salas que estrenaban el sistema "Sensorround" y era más que una sensación, pensando en la tecnología de hace 40 años. Y es que la Costa Oeste de los EE.UU. vive, como los japoneses esperando ese gran terremoto que tal vez separe el estado de California del continente americano. En 2015, dirigida por Brad Payton ("Viaje 2: La Isla Misteriosa", "Como Perros y Gatos 2: La Venganza de Kitty Galore"), llega esta otra versión del apocalipsis de la costa dorada. Dwayne Johnson será el dedicado rescatista al frente de la misión que puede también sea la redención de un hecho pasado que hizo que terminara separándose de su esposa. Ahora, su hija adolescente, justo, entrará a la universidad y planea con su papá, siempre ocupado por rescatar a los demás, un fin de semana acampando antes de que la jovencita parta. En ese exacto momento, la tierra comienza a temblar y Blake, queda al cuidado de la nueva pareja de su madre que es un ricachón constructor de edificios invulnerables e indestructibles (no importa la fuerza del terremoto que se le plante). El Sr. Riddick entonces, separa a padre e hija, y en el medio queda, Emma (Carla Guggino, la de Mini Espías, ¿se acuerdan??, la ex esposa. Bien, esto es lo básico, además del personaje de Paul Giamatti que intenta junto con su equipo predecir los terremotos antes de que sucedan por la liberación de energía desde las fallas. En principio, con un colega, llegar a alegrarse por ver que se viene uno grande; lo que no alcanzan a divisar es que es el mayor de la historia mundial. No le podemos pedir mucho a una peli de estas características, sino entretenimiento, espectaculares efectos visuales (en 3D) y sonido envolvente. Esta es la evolución desde aquella de 1974. ¿Saben qué? Igual me parece que la gente se asustó más en la primera versión. El guión es predecible y quizá peque de spoilear algún detalle, pero los protagonistas siempre tendrán a mano lo que necesitan. Ojalá fuera tan fácil en la vida real. Y es lo que digo, lo que más me gusta del cine catástrofe es que cuando uno sale, le parece que todo está muy tranquilo y apacible. Como despertarse de una pesadilla y ver que sólo fue un mal sueño. Al igual que en Godzilla y otras de su género, lo visual es para verlo en el cine y si es posible en la pantalla más grande que encontremos. Es como ir a la montaña rusa. Detallecito para los seguidores de "The Good Wife": Archie Panjabi, que en la serie la juega de investigadora, misteriosa, casi una doble agente de mirada incisiva, es en este filme, una periodista, que con su equipo tratará de poner los medios de comunicación al servicio de salvar a cuanta gente pueda. En este punto, sí hay algo a favor y es que se enseña qué se debe hacer frente a un terremoto y descartar algunas prácticas que parecen efectivas pero no lo son, escogiendo las que realmente sirven. Brevemente, sé que muchos siguen a La Roca (Johnson) y les gusta la acción, si es por esta razón, vayan a verla.
Cuando Hollywood busca impactar con un género como el de catástrofes, al que siempre vuelve cuando anda rezagado de ideas y de taquilla, sabe que debe sumar recursos que superen a predecesores que sentaron las bases narrativas de este tipo de filmes, como una posible salida. En el caso de “Terremoto: La Falla de San Andrés” (USA, 2015) de Brad Peyton, el 3D llega para aumentar la tensión de una película con muchos estereotipos y lugares comunes, pero que supera algunos baches gracias a una puesta contundente y específica y unos efectos especiales que impactan y estremecen. En la historia de un rescatista (Dwayne Johnson), muy exitoso, pero con una situación familiar y sentimental complicada, que intentará proteger a los suyos y a quien sea ante la inesperada actividad sísmica de la falla de San Andrés, hay una búsqueda de acercarse no sólo al género de catástrofe, sino que también se busca llegar a películas como “Riesgo Total” en la que una persona por sí sola podrá asistir a los demás ante eventualidades. Pero como también sucedía en esa cinta protagonizada por Silvester Stallone, con una fuerte impronta personalista, acá a Johnson le pasó algo en el pasado por lo que intentará, primero no hablar mucho de ello y segundo, tratar que ante la eminente repetición del suceso trate a toda costa de evitarlo. El filme arranca bien arriba, con una torpe adolescente a punto de ser arrollada y embestida en su auto por las miles de distracciones que ella misma se genera en el automóvil que maneja, pero que finalmente es la naturaleza, a partir de un desprendimiento rocoso en la ruta, la que termina haciéndola caer al vacío. Allí entrará en acción Ray (The Rock) dirigiendo a una elite de rescatistas que buscará poder sacar a la joven del auto sin siquiera correr riesgo alguno. Pero claramente esto es sólo el mecanismo para presentar el accionar del personaje que ante los obstáculos que le irán poniendo presentará batalla Claro está que al ser “La Roca” todo lo que le pase será superado y potenciado y si uno puede entender esa veta de “superhombre” con sentimientos que le endilgan, podrá disfrutar de un espectáculo que merece ser visto en el cine. “Terremoto: La Falla de San Andrés” es la película de un eterna fuga, una carrera contra reloj en la que la naturaleza se lleva las de ganar, pero en la que sus protagonistas buscarán lograr llegar con vida a poder terminar de concretar sus sueños. Y cuáles son esos sueños, pues nada más ni nada menos que poder estar con la persona que eligieron pasar el resto de su vida, con aquellos que los acompañaron en el camino para llegar a ser quiénes son y con los que desean pronto poder volver a su hogar, aunque este no exista más. Los malos son los que peor se las llevan en la película, a la nueva pareja de la ex de Ray (Carla Gugino) por haber abandonado en medio del caos a la hija de éstos lo aplasta un contenedor transatlántico, mejor se los trata a los que pudieron prevenir a través de la ciencia los sismos (Paul Giamatti), porque en el nuevo orden que se organizará tras el terremoto no hay lugar para los desalmados, oportunistas y todos aquellos que creen que en el desastre está la oportunidad de crecer y avanzar sin mirar con quien se lo hace. ¿Es “Terremoto: La Falla de San Andrés” la mejor película del género catástrofe? No, pero sí es la que trabaja mejor la dicotomía entre actuar rápidamente o dejarse influenciar por los sentimientos y esperar para tomar decisiones y plasmarlo en una cinta que es puro entretenimiento.
La falla de siempre Antes de que empiece la película se nos presenta un saludo grabado por Dwayne Johnson para los bomberos voluntarios argentinos. En el spot destaca los valores y cualidades de los abnegados servidores de nuestro país, valores que no tiene el personaje que Johnson interpreta en el filme. Porque lo que da sentido a la labor del bombero voluntario es su carácter solidario, su consciencia de lo social y lo comunitario. Cuando un terremoto se declara y todo se derrumba en Los Ángeles, Ray (Dwayne Johnson) decide cambiar el recorrido que hace con su helicóptero de rescate para ir a salvar a su ex esposa (Carla Gugino) y luego, con el mismo helicóptero destinado a ayudar a los contribuyentes, decide ir hasta San Francisco para rescatar a su hija (Alexandra Daddario). No importa que los edificios caigan a su alrededor y miles de personas que necesitan de su ayuda mueran, Ray pone sus afectos personales por delante de su deber social. Así, con las cosas claras, asistimos a un festival de efectos especiales y lugares comunes del género catástrofe, llevados a extremos risibles. Sobre "The Rock" Johnson podemos decir que tiene lo necesario para encarar este tipo de filmes, con registros que superan lo esperable en el manual de prejuicios cinéfilos. Una vez más, la esencia estadounidense aflora con plenitud, el individualismo a tope y con final patriotero como frutilla de un postre que ya sabe rancio.
El bombero rescatista Ray Gaynes entra a una mansión. Fue a ver a su hija para explicarle que no van a poder pasar el fin de semana juntos acampando porque hubo un terremoto y lo llamaron a servir en la zona del desastre. La hija está al tanto de todo, no necesita que le explique nada; cuando entran a la casa, Ray ve a su ex mujer (aunque no están divorciados todavía) con su nueva pareja, un ingeniero multimillonario que la abraza y, delante de nuestro héroe, le propone mudarse con su hija a su casa. El plano siguiente muestra a Ray lidiando de la peor manera con la noticia y, de fondo, un televisor con imágenes de escombros y derrumbes; el verdadero terremoto no está ocurriendo ahí, en esa pantalla, parece sugerirnos la película, sino en la del cine, al interior de la mole que tenemos frente a nuestros ojos: la inmensidad de Dwayne Johnson se estremece discretamente, disimulando en realidad un temblor de grandes proporciones. Se trata, ni más ni menos, que de uno de los mejores ejemplos de eso que a veces se llama un poco gratuitamente actuación “física”: actuar “con el cuerpo” (con qué actuar, si no) no es correr de acá para allá, a los gritos, exagerando las torsiones, recibiendo golpes o exhibiendo alguna clase de gasto corporal, no, es eso otro, aprovechar el cuerpo del actor, hacerle decir algo que otro actor no podría, ponerlo a jugar con su entorno. El director Brad Peyton, uno de esos artesanos competentes que acumulan trabajos ignotos en su currículum, ya había trabajado con The Rock en Viaje 2: La isla misteriosa, y quizás haya sido ahí, en esa película hecha a las apuradas para cumplir con las obligaciones de un género extinto (el de aventuras -pueden leer algo al respecto acá), donde Peyton seguramente haya aprendido a filmar a Dwayne Johnson y a medir su verdadero espectro interpretativo. En otro momento de Terremoto: La falla de San Andrés, Ray y su mujer hablan por primera vez de la muerte de una de sus hijas, tragedia y posterior silencio que los distanció uno del otro: El director obtiene de su protagonista la actuación más corporal posible pero, de nuevo, sin necesidad de sobreactuaciones ni excesos, solo poniéndole la cámara cerca y observando con cuidado como las distintas partes de esa montaña muscular se conmocionan alternadamente mientras el personaje recuerda el hecho; primero la cara, después los ojos, en algún momento también los brazos buscan apoyo, los hombros caen lentamente y cambian la postura; son todos signos que expresan el dolor hondo de un padre y excelso rescatista que trabaja de salvar vidas pero que no pudo evitar perder la de su propia hija. Los ojos de The Rock se llenan de alguna clase de líquido que no termina de conformar lágrimas (de nuevo: otro terremoto, este bastante más terrible), y Peyton remata la escena con un detalle que confirma nuestras sospechas sobre su capacidad para explotar al máximo la fisicidad de sus actores: la mujer, Carla Gugino, ya reconciliada con su esposo, le pone su mano chiquita sobre la nuca; la mano se pierde enseguida en esa suerte de paisaje que dibuja la silueta de The Rock y el director consigue generar emoción sin abuso de recursos, solo aprovechando sus materiales más primarios. La línea silenciosa (y no tanto) que recorre la película es, al igual que en el resto del cine catástrofe moderno, la del reencuentro familiar: el terremoto es tanto una desgracia como la condición necesaria para la reunión, casi un regalo del cielo que cae a los pies de Ray, el rescatista que ahora tiene una segunda oportunidad para salvar a su familia de derrumbes, incendios e inundaciones. A esta altura parece obvio que la familia es el tema profundo de casi todas las películas de The Rock: en Viaje 2 y Hada por accidente, por ejemplo, el tipo hace a un padrastro que debe ganarse esforzadamente el afecto de los hijos de otros. Habiendo triunfado y pasado a formar parte de esos núcleos familiares, el cine, a la manera de una continuación, lo pone a prueba duramente cuando le encomienda la tarea de defender a los suyos, protegerlos de cuántos males se abalanzan sobre ellos, como en El infiltrado o, ahora, Terremoto. No recuerdo otro actor de películas de acción y aventuras que volviera siempre al mismo tema: la familia, ya sea la ausencia de ella o la amenaza de su resquebrajamiento, vuelve insistentemente en la filmografía de Dwayne Johnson. A la par de ese drama intimista, Peyton despliega un dispositivo de destrucción masiva bien calibrado que demuestra que el cine, sobre todo el actual, puede reproducir como ningún otro medio la verdadera escala de una catástrofe: los edificios tiemblan, la tierra se abre, cuadras enteras se sacuden; en las alturas el fuego lo consumo todo, mientras que en las zonas más bajas el agua se abre paso a lo largo de toda la ciudad. El director cumple a rajatabla y con un poco de autoconsciencia las demandas del género: hay varios salvatajes de último minuto y el héroe realiza proezas que rayan en lo inhumano, en sintonía con el cuerpo hiperbólico del protagonista (como esa carrera frenética que botes, lanchas y barcos emprenden contra un tsunami, por lejos una de las escenas más recordables del año). Por ejemplo, el género exige una variabilidad étnica notoria, pero como Terremoto transcurre en una porción geográfica relativamente pequeña, Peyton resuelve el problema rodeando al sismólogo de personajes provenientes de distintas nacionalidades. Cuando su colaborador japonés muere al principio, un estudiante ruso lo releva en sus deberes de sidekick exótico, y enseguida llega para entrevistarlo una periodista latina: a eso súmenle los hermanos británicos que viajan con la hija de Ray y listo, la dosis étnica mínima está completa sin demasiado gasto narrativo. El resto del tiempo, la película asume el género con alegría sin tratar de aggiornarlo o de reírse de sus convenciones: el director recorre todos los lugares comunes del cine catástrofe y los ejecuta hábilmente, logrando mantener el interés incluso cuando ya se sabe de antemano el destino que les espera a sus protagonistas.
No es por nada pero, más allá de mencionar que el protagonista de esta producción es rescatista, experto, musculoso, determinado, fuerte, bombero, padre divorciado con una hija preciosa, y una esposa algo insegura, inteligente y… y… determinado. Y fuerte y rescatista y musculoso: ¿Cuál se imagina que es la historia de una película llamada “Terremoto: La falla de San Andrés”? Aparentemente, luego de”Titanic” (James Cameron, 1997), ningún guionista parece poder salir de la idea de que el eje dramático del cine catástrofe tiene que sí o sí ser una historia de amor, o una de familia que aprende a fuerza de tornados, tsunamis, o accidentes aéreos, que divorciarse o separarse está muy, pero muy mal, y que la unión hace la fuerza. “El día después de mañana” (2004) y “2012” (2009) ambas de Roland Emmerich, “Lo imposible” (J.A. Bayona, 2013), o “!En la tormenta” (Steven Quale, 2014), por mencionar algunos casos, y mencionamos “Titanic” como el ejemplo contundente de poder contar una buena historia a millones de personas que antes de sentarse en la butaca sabían exactamente como terminaba. La única excepción, de las bien realizadas, amagaba durante casi dos horas a ser cine catástrofe, pero mantenía en vilo al espectador con prácticamente un par de personajes y un tren sin control porque, en efecto, en “Imparable” (Tony Scott, 2010) no había historias de amor ni de familia. Total, que la introducción es digna del mejor Spielberg. Una mujer va manejando su auto en una ruta al borde del precipicio mientras habla por celular, se distrae… un accidente esperando a suceder, y sin embargo todas estas imprudencias salen impunes. Pero viene la presentación del monstruo, el “villano” de turno. La descuidada nadadora de “Tiburón” (1975) era tomada por sorpresa por donde menos se esperaba (ella, no nosotros), y así ocurre en esta producción. La naturaleza semi-dormida le chanta cincuenta rocas al auto y este va dando tumbos hasta quedar en la posición más insólita de la historia del cine. A partir de ese momento, lo mejor que le puede suceder, como en todas las producciones mencionadas anteriormente, es no tomarse absolutamente nada en serio. Pero nada ¿eh? Esa será la única manera de gozar en 3D de la verdadera estrella de éste espectáculo: los efectos especiales. Desde el desprendimiento de una represa a un tsunami que da vuelta un barco y se lleva puesto el puente colgante de San Francisco, todo en “Terremoto: La falla de San Andrés” es deslumbrante. Hay que ser un poco snob para no dejarse sorprender por la evolución de la tecnología, de la misma manera que hay que ser ingenuo para creer algunas líneas de diálogo o determinadas situaciones (como la del dueño de una corporación de la industria de la arquitectura y construcción). Justo en el medio de estas dos combinaciones (tecnología / guión) está la clave para quedarse o levantarse y abandonar la sala. Un detalle a tener en cuenta respecto del guión, tiene que ver con el casting: Dwayne Johnson está intentando que le pase algo en la cara en las escenas dramáticas, pero no se mueve. Está ahí, estática como rulo de estatua. Tiene que llorar, pero las lágrimas, si están, no parecen poder atravesar la gruesa osamenta. Alexandra Daddario (Anna en la saga de Percy Jackson 2010-2013) es preciosa, senos divinas, ojos de cielo y muestra algunas pinceladas interesantes. Quiere llorar y compungirse, pero las lágrimas, si están, no parecen poder atravesar la tonelada de belleza. Carla Guggino (que ya no sabe qué contrato agarrar) está bien buscada respecto del parecido con su hija. Es eso. La presencia del desconocido Hugo Johnstone-Burt (alguien le pintó los dientes de blanco cuando dormía) es inexplicable. No por sus cualidades actorales, sino por su impronta de señorito inglés. Su personaje de futuro enamorado de la hija, tiene un hermano interpretado por Art Parkinson. Este chico va a andar muy bien sino se deja obnubilar por los ceros de su cheque. Es lejos el mejor actor de esta producción en la que, nuevamente, el guión no logra empatar la plata del nivel de producción. Entretenida y efímera.
VideoComentario (ver link).
Por su argumento y sus personajes estereotipados, Terremoto, La falla de San Andres, no es muy recomendable, pero como show espectacular y sin respiro es imperdible. Si te gusta el cine catástrofe, esta película es ideal para relajarse y disfrutar del fabuloso...
Desde el trailer ya sabíamos de qué se trataba la película: de recaudar dinero. Ese morbo que genera el cine catástrofe, de ver el mundo caerse pero atisbar una luz de esperanza sigue funcionando a la perfección: la película recaudó en EE.UU. y Canadá, el fin de semana de su estreno, la nada despreciable suma de 53,2 millones de dólares. Y sigue en carrera. Quiero destacar en primer lugar el mensaje de Dwayne "The Rock" Johnson al principio: mirando a cámara, en un estudio, explica que en la película interpretará a un rescatista y que le dedica la cinta a los Bomberos Voluntarios de Argentina, repitiendo Argentina varias veces, con una perfecta modulación. Tribunero a más no poder, pero estas cosas a uno lo compran un poco, como que sabés que vas a ver un bodrio pero lo ves con una sonrisa. A grandes rasgos, Ray (Johnson, Fast & Furious 6), es un experimentado rescatista (que te maneja helicópteros, aviones y surfea tsunamis con lanchitas) que está yendo a socorrer a las víctimas del primer sismo (porque la falla geológica es así, primero se sacude un poquito y va aumentando de intensidad hasta romper todo), pero se desvía para salvar a su esposa Emma (Carla Gugino, Night at the Museum, Watchmen), y en el camino se enteran que el nuevo novio de Emma, Daniel (Ioan Gruffudd, Fantastic Four, en el papel más cuadradamente estereotipado del mundo) dejó abandonada a Blake, la hija de ambos (Alexandra Daddario, True Detective)... y a la mierda el rescatismo, el altruismo y el servicio a la comunidad: se van a rescatarla. Todo en la película se debe a la casualidad, y esta misma casualidad que hace avanzar la acción se encuentra justificada desde los diálogos: eso hace al filme endeble, débil, inverosímil, forzado. Los diálogos también rozan lo bizarro (en el sentido bizarro que aplicaríamos a Zulma Lobato) cuando , por ejemplo, antes de la catástrofe, Emma almuerza con una señora, la cual le pregunta más o menos: "¿Vos tenías otra hija aparte de Blake que se murió ahogada, no?". Se supone que la pérdida de una hija fue lo que destruyó la familia en el pasado, pero no genera ningún tipo de empatía de la manera en que está contado: los diálogos se parecen a las novelas argentinas de principios de los noventa, donde atendían el teléfono y sobreactuaban frases del tipo "¿Que la abuela tuvo un accidente? ¿Y está internada muy grave?". En paralelo a este rescate, se desarrolla la historia de Lawrence (el siempre impecable Paul Giamatti, Sideways), un geólogo que se da cuenta que desarrolló un sistema que puede predecir los terremotos. Toda esta trama también transcurre por casualidad, pero quería hacer un aparte para mencionar a Giamatti, lo mejor de la película. ¿El 3D? Bien, gracias. Los edificios se desmoronan según la ley de gravedad, para abajo, y la puesta de cámara es mayormente frontal, así que la tercera dimensión se utiliza poco y nada. VEREDICTO: 5.0 - CATASTRÓFICA Todavía tengo fe en la existencia de una película de catástrofe con un guión sólido, que cuente algo, que no sea una sumatoria de pavadas con final feliz. No es el caso de Terremoto, la falla de San Andrés. A seguir esperando nomás...
Crítica emitida por radio.
Más desastres naturales flojos de trama Llega un nuevo tanque cinematográfico sobre desastres naturales y esta vez nos trae como protagonistas al ascendente Dwayne "The Rock" Johnson y a la falla de San Andrés en la costa oeste de California. Lamentablemente esta nueva propuesta de desastres naturales cae en los mismos lugares comunes que la mayoría de estos films, aunque por suerte no se toma tan en serio como la han hecho "2012", "El día después de mañana" o "Armageddon". En primer lugar tenemos a la familia de nuestro protagonista, compuesta por su ex mujer Emma (Carla Gugino) y una de sus hijas, Blake (Alexandra Daddario). La otra hija lamentablemente murió en un accidente de rafting y ese acontecimiento fue causa de la separación con Emma. Esta cuestión me da la sensación de que se podría haber explorado un poco más, no desde el morbo de repasar como murió la hija, sino desde cómo esto moldeó el carácter de nuestro héroe. Se quedaron a mitad de camino. Las consecuencias de la muerte de una de sus hijas sólo se percibe en algún que otro recuerdo distribuido a lo largo del metraje y en algunas caras de Ray (Dwayne Johnson). Esta situación está concebida para que el público empatice más rápido con el protagonista y no por una razón interesante o que enriquezca la trama. Luego tenemos cosas ridículas a lo Michael Bay, como por ejemplo a Emma sorteando las grietas del terremoto más fuerte del mundo en tacones de 10 cm, un helicóptero que vuela por debajo de edificios colapsando y coincidencias inverosímiles (cuando ambos padres están buscando a su hija la encuentran por casualidad en un edificio) para una gran ciudad como San Francisco. Otra cuestión que me pareció pobre y que no aportó casi nada fue el rol que le dieron al pobre de Ioan Gruffudd ("Los 4 Fantásticos", "Forever") que no la viene pasando bien profesionalmente. Lo hicieron figurar como un villano de manual básico, forzado y sin ningún tipo de contribución a la historia. Si no hubiera estado era prácticamente lo mismo. Por el lado técnico, sí, los efectos especiales están bien elaborados y son espectaculares, aunque como suele pasar con este tipo de film, por momentos resultan demasiado exagerados al punto de que pierden fuerza y credibilidad. La destrucción es tal que termina siendo algo normal dentro del contexto y esto significa que el impacto acaba desvaneciéndose. Un entretenimiento menor, con mucha pirotecnia visual pero poco corazón puesto en la trama. Lo bueno es que no se da aires de apocalipsis dramático como otros exponentes del género y es consciente de su esencia pochoclera. Sólo para fanáticos de los desastres naturales cinematográficos.
Terremoto, La Falla de San Andres, es el típico producto de la maquinaria de cine de verano Hollywoodense. Dwayne “The Rock” Johnson es un rescatista de la ciudad de Los Ángeles, mientras Paul Giamatti es un científico y profesor de la universidad de Caltech, que al principio de la película nos vaticina lo que vendrá. La tierra tiene 1.300.000 terremotos por año, y la Falla de San Andres, que atraviesa el estado de California, debería acomodarse cada 150 años... Hace 250 años que no pasa... asi que hagan las cuentas. La primera escena de la película ya marca el tono que tendrá. Un accidente de auto plagado de efectos digitales, y completamente inverosímil, es resuelto por nuestro protagonista arriesgando su vida, pero salvando a todo el mundo en el proceso, llevando más allá de los límites a su equipo, tanto humano como mecánico. Como contrapunto, cuando un sismo muy fuerte le cobra la vida a un colaborador de Giamatti, al mismo tiempo que trata de predecir futuros terremotos, nuestro científico intenta advertir al mundo de lo que puede llegar a pasar, y pasara: toda la falla de San Andres se ha activado, y destruirá a la mitad de California. Esa es la premisa principal de la película, que para variar, sigue todas las fórmulas del cine catástrofe cliché por cliché. El científico al que no le creen (pero que tenia razón), el héroe divorciado, la ex que se casa con alguien aparentemente mejor (mas rico, con mas tiempo, etc.), la familia del héroe que corre peligro, una hija que rescatar, un enamorado de la chica que la ayuda, una ex que recuperar, un pasado traumatico que marco a nuestro héroe pero que se redimirá, un niño gracioso para hacer comentarios divertidos y miles de personajes secundarios para matar sin que nos importe. Solo le falta un presidente negro para cantar bingo. Mas allá de los efectos, que son extraordinarios, la película no ofrece nada nuevo. Lo único que hace ruido, y mucho en este caso, es la elección de la profesión del protagonista. En la mayoría de las películas, el héroe se obsesiona con salvar a la familia, pero es un guionista con poca suerte (2012), o algún otro trabajo “normal”. En este caso, el protagonista que es RESCATISTA, básicamente ignora al resto de la población para buscar a su familia, y los ayuda cuando le queda tiempo… algo que queda muy claro en la escena del edificio donde rescata a la ex esposa... Pasa por 10 rascacielos colapsando, sin inmutarse por los demas. En pocas palabras, nada nuevo, excepto los efectos especiales.
Una roca contra las placas tectónicas La nueva película del astro de acción Dwayne Johnson cumple con lo que promete, y si bien no va a revolucionar la historia del séptimo arte, invita a la aventura. Terremoto: La Falla de San Andrés es la nueva incursión fílmica de Dwayne Johnson, un actor que en los últimos años se ha convertido en un factor decisivo a la hora de convertir una película en un éxito de taquilla. No era así una década atrás cuando –tras un exitoso debut en La Momia Regresa (2001)- el ex campeón de catch, y ex jugador de futbol americano parecía destinado a cumplir el limitado ciclo que sus colegas solían recorrer en Hollywood: apariciones esporádicas en filmes de poco presupuesto o escaso valor cinematográfico. Quizá el nombre artístico con el que solía aparecer en sus filmes, "The Rock", no ayudara mucho en su carrera porque lo cierto es que desde que utiliza el que figura en su documento de identidad le va mucho mejor, tal como atestiguan los números que dejaron las tres últimas entregas de Rápidos y Furiosos, entre otras. En Terremoto: La Falla de San Andrés, Johnson interpreta a Ray, el jefe de un equipo de rescate aéreo que debe hacer lo imposible para rescatar a su hija Blake (la bellísima Alexandra Daddario de las dos entregas de Percy Jackson y varias series de TV, para quien desee saber más sobre ella tras ver el filme) que ha quedado atrapada en la ciudad de San Francisco luego de un masivo terremoto ocurrido a lo largo de toda la costa oeste de los Estados Unidos. Entre tanto desastre natural y gente cayendo de los rascacielos de Los Angeles, Ray se unirá a su ex esposa Emma (la inalterable Carla Gugino) para emprender el rescate desde esa y ambos podrán ver la devastación producida por el movimiento telúrico que los norteamericanos han temido que ocurra desde la conquista del oeste. El gran acierto del filme, y contra lo que suele ocurrir en otros recientes exponentes del género como 2012, es que la historia se centra casi exclusivamente en los cinco protagonistas, con excepcionales momentos en el que un estudioso del tema (un correcto Paul Giamatti) adelanta a una periodista lo que ocurrirá a continuación con las placas tectónicas que se encuentran debajo de sus pies. De esta manera, el film gana en narración e incluso hay tiempo para que Johnson siga practicando "actuación" dentro del género que mejor le sienta. Lo único que se le puede achacar en las cuestiones técnicas al director Brad Peyton (que ya trabajó con Johnson en Viaje 2: La Isla Misteriosa) es que en los planos generales de la costa de San Francisco se notan demasiado las maquetas y eso le resta espectacularidad. Las escenas de acción, en tanto, están filmadas correctamente y cumplen con todos los cánones y clichés del género, aunque los guionistas se han reservado una o dos sorpresas como para que no sea tan previsible. Sin embargo, el trailer el film no promete innovación ni imposibles (Peyton es consciente de su capacidad) y por eso, la película es como alimento para los consumidores del cine catástrofe, del que no hubo muchos títulos en los últimos tiempos.