La ciudad tiene sus planes La nueva película de Woody Allen, Un Día Lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019), es sin duda uno de sus trabajos más libres y honestos en mucho tiempo, un film que en buena medida le escapa a sus estructuras narrativas predilectas, vinculadas a los relatos clásicos del formato introducción/ nudo/ desenlace, con el objetivo de centrarse en cambio en una progresión retórica más súbita y agitada que si bien indaga en las obsesiones excluyentes de la carrera del mítico realizador y guionista, como por ejemplo la influencia del azar en la dialéctica del corazón y sus diversas idas y vueltas, lo cierto es que la trama prefiere jugar con los encuentros casuales de los dos protagonistas a lo largo de esa jornada gris a la que alude el título; detalle que asimismo nos reenvía al costado más lúdico de la trayectoria del señor y al cariño que manifiesta para con los recorridos caóticos que suelen proponer las grandes urbes en un doble juego existencial/ espacial que abarca tanto a los habitantes tradicionales como a aquellos turistas que pretenden conocer tamaña vastedad. El catalizador narrativo pasa por el viaje que emprenden a la Gran Manzana Gatsby Welles (Timothée Chalamet), un joven experto en la escala de probabilidades del póker y las apuestas en general, y Ashleigh Enright (Elle Fanning), una estudiante de periodismo que escribe para un periódico de su universidad: lo que a priori estaba pautado como un fin de semana romántico para la pareja, en esencia orientado a que Ashleigh pudiese visitar por primera vez los puntos turísticos más interesantes de la metrópoli, pronto deriva en una serie de desencuentros entre ambos que los llevan a atravesar las calles y avenidas de modo independiente, por supuesto descubriendo que lo que daban por sentado no es así del todo y que las sorpresas más bizarras pueden esperarlos a la vuelta de la esquina. La excusa oficial para el derrotero es la oportunidad de ella de entrevistar a su director preferido, Roland Pollard (Liev Schreiber), un eximio autor de vieja cepa del ámbito cinematográfico que está atravesando una crisis creativa de esas que suelen tener los artistas, bien de corte narcisista. Mientras que ella, perteneciente a una familia de banqueros, se transforma en eje del afecto espiritual, emocional y sexual de tres hombres que la ven como una panacea repentina a sus problemas y/ o inseguridades de distinta índole, léase -respectivamente- el propio Pollard, su guionista de cabecera Ted Davidoff (Jude Law) y un galancito latino de la gran pantalla que responde al nombre de Francisco Vega (Diego Luna), Gatsby por un lado hace lo que puede para evadir una velada muy elitista que brindará en simultáneo su madre (Cherry Jones), una adalid de la alta burguesía local, y por el otro se topa con ex compañeros de colegio, algún amigo convertido en cineasta, su propio hermano a punto de casarse, Hunter (Will Rogers), y hasta con la hermana menor de una ex novia, Shannon (Selena Gómez), señorita que de a poco despertará su pasión/ interés de una forma bastante similar a lo que Ashleigh sentirá con respecto a Pollard y Vega, sobre todo considerando que Davidoff está más preocupado por la infidelidad de su esposa Connie (Rebecca Hall) con su mejor amigo. La sutil proeza detrás de la película se reduce al talento de un Allen muy veterano que sabe perfectamente cómo maquillar sus tópicos favoritos bajo un andamiaje expositivo que ya ha utilizado en varias ocasiones en el pasado pero que sigue siendo relativamente marginal dentro de su obra en términos macro, nos referimos a este sustrato de apariencia aleatoria aunque ultra pensado de encuentros citadinos cotidianos y entrelazados entre sí; desde ya dando a entender que el trasfondo maniático, paranoico e hipocondríaco de los personajes poco importa a fin de cuentas porque la ciudad -y la vida misma, por añadidura- posee sus propios planes al extremo de imponer su agenda, aquí representada vía un bello ecosistema enrevesado que sigue la lógica de los caprichos ontológicos más inaprehensibles y del paradigmático devenir de los artistas, siempre a mitad de camino entre lo creativo en crisis y los delirios de divos que parecen sustraerse en -o a veces maximizar- sus miserias, como si en serio fuesen un enclave o “raza aparte” dentro del rubro humano y su mega estupidez. Proponiéndose con enorme inteligencia colocar el acento en el desarrollo dramático y no tanto en los remates de sus diálogos irónicos marca registrada, Allen vuelve a analizar el carácter contradictorio de sus criaturas y celebra la capacidad que atesoran al momento de reinventarse y crecer a nivel íntimo/ psicológico, un proceso educativo que se condice con esa destreza adicional tácita para superar sus errores y aprender de las malas decisiones que fuerzan situaciones y sensaciones que deberían ser más naturales para no traicionarse a sí mismas. Un Día Lluvioso en Nueva York es más que otra carta cariñosa a la ciudad que tanto ama el octogenario realizador, también funciona como una prueba irrefutable de que si bien los mejores años profesionales de Allen quedaron en el pasado, hablamos de las gloriosas décadas del 70 y 80, hoy el cineasta continúa demostrando una sabiduría narrativa inconmensurable que le pasa por encima a lo que tienen para ofrecer casi todos sus colegas de nuestros días y del nuevo milenio en general, toda una legión de anodinos sin remedio…
Gran regreso de Allen con una pequeña comedia de enredos y romances en donde las aspiraciones de una joven periodista comienzan a chocar con sus deseos y los de su pareja. Los hombres son depredadores, las mujeres no se doblegan, y el vodevil y la inteligencia se despliegan en cada escena y diálogo. Un Allen de antaño. Chalamet deslumbra sin imitar al director, y Ellen Fanning y Selena Gomez están muy por encima de las circunstancias.
Estás mojada, ya no te quiero. Crítica de “Día de Lluvia en Nueva York” de Woody Allen. Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) son una joven pareja enamorada de universitarios que se dispone a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. El lluvioso fin de semana estará plagado de encuentros, desencuentros y equívocos. Por Bruno Calabrese Con una narración en paralelo de las dos historias (Ashley y Gatsby se separan por unas horas y tiene cada uno encuentros fortuitos que ponen en riesgo su frágil relación amorosa), el cineasta refiere la rápida transformación del joven bohemio, adicto a los juegos de azar, la música y el cine de autor, en un hombre escarmentado y sentimentalmente maduro, lo cual tiene efectos sobre su atolondrada novia de ocasión. Ella va a entrevistar al reconocido cineasta Roland Pollard (Liev Shreiber), que pasa por un momento de crisis creativa, y durante su azarosa aventura conocerá al cautivador actor Francisco Vega (Diego Luna). Por su parte, Gatsby también conocerá a una joven, Chan (Selena Gómez), que le ayudará a poner en orden sus sentimientos. Un Nueva York luminoso y azotado por la lluvia es el fondo que el veterano cinematógrafo Vittorio Storaro realza con maestría. Una obra lúdica, alejada de intensos dramas realistas como “Blue Jasmine” o “Wonder Wheel“, pero también de la liviandad de títulos como “Vicky Cristina Barcelona”. A través del personaje de Gatsby Welles, un dandy despreocupado y rico, Allen elabora su autorretrato como artista joven enamorado de Manhattan, el jazz y la comedia fílmica de los años 50, los clásicos literarios y mujeres tan cándidas y entrañables como la joven Ashley, o tan sensuales y avispadas como Chan, el personaje que interpreta Selena Gómez. Gatsby quiere mostrarle a su novia la melancólica retro Manhattan que ama. Un joven que está luchando para siempre con el cumplimiento de las expectativas familiares y que trata de eludir todo contacto con ese mundo snobista con el que su madre pretende que se relacione. Aunque en todas sus películas siempre tiene un magnetismo especial, Chalamet es el menos convincente de los personajes principales, que igualmente nos entregará el momento más destacado en ese monólogo deslumbrante de su madre, interpretada por Cherry Jones, donde descubrirá un lado oculto de ella, clave para decidir sobre su futuro. Elle Fanning es quien nos hipnotizará con su carisma especial, una mezcla entrañable de joven que quiere mostrarse como autosuficiente, pero cuyas limitaciones saltan a la vista. Un personaje estereotipado, que provocará polémicas en el contexto actual pero que funciona perfecto para el tono cómico de la película. Wooddy Allen no se caracteriza por mantenerse al día con los contextos sociales actuales o con los discursos progresistas, y es difícil que haga películas diferentes a las que él inventó. Pero aunque “Un día lluvioso en Nueva York” no es la mejor película de Allen, nos sigue regalando frases ácidas que sólo él podría escribir, y su sello inconfundible como narrador de historias todavía lo ubican un escalón arriba de los demás directores. Una comedia romántica nostálgica, agridulce y con encanto, en una ciudad pasada por agua que, como Woody, no pierde su magia ni en los días más oscuros. Puntaje: 80/100.
La extensa trayectoria de Woody Allen (en 1969 estrenó su primera película y, salvo en 1970, 1974, 1976 y 1981, en cada año lanzó un largometraje) se vio afectada por los escándalos sexuales donde él se encuentra sumergido. “Un día lluvioso en Nueva York” tenía su fecha de estreno en 2018, pero dadas aquellas polémicas, se había pospuesto por tiempo indefinido, siendo la primera vez en 38 años que no salió a la luz uno de sus films. Sin embargo, el 7 de noviembre, se lanzará en Argentina esta nueva entrega dentro de la prolífica obra de este director. Gatsby Williams (Timothée Chalamet) y Ashleigh Enright (Elle Fanning) son novios, quienes se conocieron en la Universidad. Allí, Ashleigh consigue la oportunidad de viajar a Nueva York para entrevistar a un particular y famoso director de cine, Roland Pollard (Liev Schreiber). Entonces, Gatsby decide organizar un fin de semana allí para que su novia pueda hacer su trabajo y, además, llevarla a conocer la ciudad. Allí, ambos serán parte de una serie de eventos peculiares que pondrán en conflicto su relación. No es noticia que Woody Allen sitúe esta historia en Nueva York: algunos de sus films rememoran aquella ciudad y se apoyan en la nostalgia de una época que se desvanece cada vez más a medida que el tiempo transcurre. En este film, cuyo guion fue escrito por él, el recurso es el mismo. Igualmente, ante esta aparente repetición, la historia se desarrolla con soltura y el ambiente generado por la música de fondo y el trabajo del director, hacen de ésta una película disfrutable. Si a aquello se le suma el humor inteligente de Allen y un buen desarrollo de los personajes, en cierto punto es una fórmula que jamás puede fallar. Chalamet y Fanning forman una dupla interesante, donde es posible ver cómo encarnan a dos personas con características opuestas pero que, igualmente, se comprenden. Ambos tienen la posibilidad de desenvolverse frente a la cámara no sólo como dúo, sino también individualmente ya que el director va jugando con las aventuras por las que cada uno atraviesa. Quizás cueste un poco introducirse en la trama en términos de identificación, pero al final, el entretenimiento es alcanzado. En la música, en la escenografía y en ciertos elementos a los que se hace referencia dentro de los diálogos, Woody Allen vuelve a homenajear a Nueva York. Ni hablar del nombre del protagonista, que rememora al singular magnate creado por el escritor F. Scott Fitzgerald (en su libro “El gran Gatsby”). A su vez, el director realiza una crítica social un poco fuerte pero que se suaviza con sus característicos gags humorísticos, creando un producto interesante y en el cual es posible observar la marca de Woody Allen.
Viaje emocional en Manhattan. Woody Allen regresa a la pantalla grande con A rainy day in New York (2019), una comedia romántica, dulce y algo nostálgica, que contiene todos los ingredientes para satisfacer a sus fanáticos y al público en general. A simple vista, se trata de una pareja que tiene planes para un fin de semana los cuales son interrumpidos por situaciones inesperadas. Sin embargo, relatado por Allen, no sólo es gracioso y pasa por temas recurrentes en sus films, como el sexo, las infidelidades y el eterno dilema del hombre con su madre, sino que nos retira de lo cotidiano y pone el ojo en la espontaneidad e improvisación de la vida, que la describe como maravillosa y jamás aburrida. Reímos al estilo del director, en esta exquisita película en la cual podemos vislumbrar al mismo Allen camuflado en el protagonista. Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) son una joven pareja de universitarios con diferentes personalidades, dispuesta a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella va a entrevistar al reconocido cineasta Roland Pollard (Liev Schreiber), que pasa por un momento de crisis creativa, y durante su azarosa aventura conocerá al cautivador actor Francisco Vega (Diego Luna). Por su parte, Gatsby también se encontrará con Chan (Selena Gómez), que le ayudará a poner en orden sus sentimientos. El lluvioso fin de semana estará plagado de encuentros, desencuentros y equívocos. El ingenioso Allen se mueve como pez en el agua en Dirección y Guión, es unUn día lluvioso en Nueva York: Viaje emocional en Manhattan 3 trabajador obsesivo y talentoso que logró plasmar su estilo en cada película, con el humor que lo define. El escenario elegido es su amada Manhattan, mostrándola con sofistificación, encanto, elegancia y quizás, relate la confusión y la simulación de cierta apática burguesía estadounidense, en lo que bien podría interpretarse como una crítica a la sociedad, presente en todas sus películas. Además elige la lluvia para aclimatar externa e interiormente la trama. Técnicamente muy buena, utiliza de manera atractiva las luces que realzan los rostros y diálogos, una refinada paleta de colores, y un permanente juego con la lluvia. Por otra parte, el gran trabajo de Vittorio Storaro en fotografía, un acierto en interiores y exteriores, y la música que retratan la impronta del director como cineasta y su puesta en escena. Una vez más, disfrutamos de su ingenio que sigue intacto y de la mirada de un cineasta que continúa siendo el mejor retratista de su ciudad y de su fauna. Con respecto al inmejorable reparto, la construcción de los personajes es genial, un trabajo que dominó siempre, conoce la psiquis de sus personajes y los diálogos son muy divertidos y fluidos. Eligió a exitosos actores, en especial Timothée Chalamet que brilla una vez más con su talento, y, sin lugar a dudas, los actores lo eligieron a él; presentando con encanto a una nueva generación y otorgando una brisa de juventud, en contraste con la renovación en su estilo de filmar exigido por la prensa. En cuanto al alma de la película y el mensaje a transmitir, considero que es sumamente difícil relatar una historia simple, con la coherencia, gracia, humor, sutileza y, sobre todo, que esté tan presente el guionista en cada escena. Si algo caracteriza a Woody Allen, es su rebelde personalidad y su inmenso talento. En este film tan esperado por todos, vale decir los que aman su cine y los que sólo lo critican, por motivos que nada tienen que ver con su profesión, el cineasta se dirige a todos entregándonos otro excelente trabajo y sin darnos lo que exigimos de él, una gran obra maestra, sino una película. A esta altura de su exitosa carrera, nada tiene que demostrar como profesional, lo cual considero plausible y de un trabajador que ama su profesión. Una entrega que nos hará reflexionar sobre temas cotidianos, con el que nos sentiremos identificados, pero vistos de otra manera y lo más importante, nos hará reír, algo sumamente necesario para todos.
Amor por una ciudad. De toda la filmografía de Woody Allen, Un día lluvioso en Nueva York es la que más difícil lo ha tenido para lograr ser distribuida. Tras las críticas provocadas por el movimiento “#MeToo”, la cinta se vio retrasada indefinidamente y con peligro real de no llegar a los cines. Allen demandó a Amazon Studios por 60 millones de Dólares por no estrenar la cinta y romper el contrato que tenían. Finalmente, tras muchos titulares y polémicas, la película ha conseguido ser distribuida en Europa, aunque más difícil lo tendrá en Estados Unidos donde por el momento no tiene fecha de estreno. Todo esto explica que la nueva película del director neoyorkino esté siendo rodada en San Sebastián, con una importante participación y producción española. Pero dejando polémicas a un lado, ¿Es Un día lluvioso en Nueva York una buena película? La respuesta es sí. Incluso podría situarte entre los 15 o 20 mejores trabajos de su extensa filmografía. Es una historia tan sutil, inocente y divertida que es imposible no dejarse atrapar por la propuesta. Woody Allen nos cuenta la historia de dos jóvenes que llegan a Nueva York en un día lluvioso. Una visita exprés que se irá llenando de encuentros y situaciones increíbles. Un punto de partida con el que Allen introducirá sus famosos diálogos rápidos e ingeniosos, personajes neurasténicos y ese humor cínico que ha estado presente en toda su carrera. No estamos ante una nueva Annie Hall/ Dos extraños amantes o Manhattan, pero esta película (la número 50) respira un cierto aroma que la empareja con estas dos obras maestras. Hay mucha nostalgia y blanco y negro en esta película en color. Durante los 92 minutos que dura la cinta nos encontramos con una Nueva York idealizada, bohemia y excesivamente aristócrata. Una ciudad fotografiada (nuevamente gran trabajo de Vittorio Storaro) y filmada con gran amor y en la que sus personajes se mueven por un Central Park y un Soho de cuento de hadas. Allen, con sus casi 84 años, sigue manteniendo la misma forma de rodar y de entender las grandes urbes. En esta ocasión es una visión más nostálgica que de costumbre, parecida a la que nos ofreció en Medianoche en París. Los seguidores de Woody Allen se sentirán entusiasmados por una propuesta que desprende una gran cantidad de clasicismo y de amor (loco) de juventud. Eso sí, todo es maravillosamente ingenuo e inocente. Cualquier tiempo pasado fue mejor podría ser el subtítulo de esta película. No es ningún descubrimiento decir que Allen es un gran director de actores (véase el ejemplo de Penélope Cruz). Uno de los grandes pilares de esta película es un reparto coral que funciona y se complementa a la perfección. Empezando por un magnífico Timothée Chalame que, manteniendo el gran nivel que ya demostró en Call me by your name, construye un personaje bohemio y muy divertido. Una especie de Woody Allen de 20 años que disfruta de los piano bar, el champán y el póquer. En la parte femenina Elle Fanning está fantástica en el papel de periodista inocente y seductora. Selena Gómez, Jude Law o Diego Luna completan un reparto que hace grande a la historia. En conclusión una película muy interesante dentro del mundo de Woody Allen. Su fórmula se mantiene igual de viva que siempre. Cine con nostalgia de calidad.
Se estrena “UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK”, la última película de Woody Allen, la cita habitual con el cineasta de Manhattan, luego de sus últimos trabajos, la maravillosa “Wonder Wheel – La rueda de la Maravilla” y “Café Society”. Muchos dirán que Woody ya ha perdido la magia, que con sus más de 80 años su cine luce cansado, falto de ideas, reiterativo, sin demasiadas novedades para contar. Otros verán sin embargo, esa pulsión de seguir escribiendo y ganarle al tiempo, el encuentro anual con sus seguidores, sus personajes que innegablemente parten de su pluma con todas sus obsesiones, sus manías, sus neurosis y sus búsquedas recurrentes en toda su filmografía. Personajes que no se involucran ni con modas, ni con imposiciones, ni con determinadas coyunturas: Woody sigue escribiendo lo que él quiere mostrar, escribe desde su propia esencia sin ningún tipo de complacencias y enfrentando cualquiera de los rumores que circulan en las primeras planas de los medios respecto de su vida privada. “UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK” sigue siendo una cándida historia de personajes, de esos que siempre han poblado el cine de Woody invariablemente. Lo que emerge a primera vista es que Woody se sirve de personajes que apenas rondan los treinta, pero sus problemáticas, los conflictos que plantea en su cine, siguen siendo aquellos que encajan mucho mejor en el universo de los que ya pasaron (pasamos) holgadamente los cuarenta. Algo de esto hace ruido en un principio y parece, por momentos, una pareja salida de una película de los años ’50 con modales que no parecen condecir con un universo millenial, pero una vez más, se ha rodeado de un elenco soñado, y como gran director de actores que ha demostrado ser a lo largo de toda su carrera, logra interpretaciones notables que permiten que esta disonancia sea salvada y que algunas de las líneas de diálogo que parecen no sincronizar con sus protagonistas, puedan ser completamente “perdonadas”. En este caso narra la historia de Ashleigh (Elle Fanning), una periodista estudiantil que es enviada por su Universidad a la Gran Manzana, a entrevistar a un renombrado director de cine, Roland Pollard (a cargo de Leiv Schreiber) que está lanzando su última película en el medio de una enorme crisis existencial. Si bien ese director insatisfecho con sus últimas producciones, inseguro, al borde del ataque de nervios puede ser claramente identificable con alguna de las facetas de Woody en los tiempos que corren, donde se lo podrá ver reflejado con mucha más precisión, es en el personaje de Gatsby Welles, el novio de Asheligh, a cargo de Timothée Chalamet (el mismo de “Call me by your name” “LadyBird” o “Beautiful Boy”). Chalamet se convierte en su alter ego perfecto, brindando una composición realmente sorprendente: aparecen rasgos de Woody en sus gestos, en su decir, en su andar, en su halo de intelectual neurótico que intentará, como en una suerte de Pigmalion urbano, acompañar a su novia a esa Nueva York que él tanto parece conocer, para que la descubra junto a él, de su mano, bajo su mirada y compartir esos rincones que quiere develarle. Pero nada de lo planificado sucederá cuando Ashleigh llegue a esa ciudad completamente cosmopolita, absorbente y magnética. Su carga naïf e ingenua y su simpleza pueblerina se estrella con el mundo de ese director en crisis que la va llevando, casi sin proponérselo, a su círculo de fiestas, actores estrella, productores, “los cinco minutos de fama” y el showbizz. De esta forma Ashleigh conocerá al guionista del film (Jude Law) y tendrá un flechazo (?) con el actor principal y estrella de ese filme de ficción (Diego Luna), todos ellos mostrando, junto con el director entrevistado, dudosas intenciones respecto de su acercamiento a la joven estudiante. Woody parece por momentos desafiar al sistema con un personaje completamente a contrapelo de las mujeres empoderadas que pueblan el cine en la actualidad, volviendo sobre los temas que le interesan y construyendo una vez más a su protagonista desde la candidez que tenía por ejemplo Mira Sorvino en “Poderosa Afrodita”, Evan Rachel Wood en “Si la cosa funciona” o Emma Stone en “Magia a la luz de la luna”, como para mencionar algunos ejemplos de sus heroínas más recientes y que le sienta tan perfectamente bien a Fanning. Como en todo buen opus de Allen que se precie de tal, hay diálogos jugosos, mucho humor e ironía, referencias y autoreferencias de todo tipo, tanto a su propio cine como a la industria en general. Si bien en algunos tramos se extraña el sarcasmo y el espíritu burlón que había desplegado sobre el mundo de los artistas en “Disparos sobre Broadway”, hay algunos dardos que, en tono de comedia, constituyen los mejores momentos del filme. Gatsby por su parte, quedará como vagando en esa New York que él parece conocer en cada recoveco, pero que sin embargo le depara un viaje diferente, un viaje hacia su propia historia que redefinirá el vínculo con su madre y hará que reflexione sobre el golpe de timón que su vida necesita para seguir su propia corazonada. Nada asombra en “UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK” pero tampoco nada desentona: quizás Woody no tenga nada demasiado novedoso para contar pero nos lleva nuevamente de la mano, en una historia de amores desencontrados y de nuevas oportunidades, en la ciudad que mejor le sienta y que más hemos conocido gracias a sus películas. Nueva York, aún bajo la lluvia, sigue luciendo hermosa, bajo la luminosidad indiscutible que logra en cada trabajo el ojo entrenado para una fotografía perfecta, como sólo Vittorio Storaro puede hacerlo. Al ritmo de un jazz, a veces de un blues, Woody vuelve a seducir una vez más con una historia pequeña, simple –extrañando esa profundidad con que su cine nos ha seducido en plenos ’80-, pero dejando que su pluma nos lleve, como siempre, a estos personajes adorables que su cine frecuentemente nos regala y que lo mantiene vital y filmando, con más de 50 películas detrás de la cámara.
Un melancólico y lluvioso Allen en La Gran Manzana Rodada hace poco más de dos años, la última película de Woddy Allen finalmente se estrenará luego de las polémicas y en este caso nos trae una elegante y sofisticada comedia protagonizada por un estudiante universitario que hace las veces de alter ego del director neoyorkino, encarnado por Timothée Chalamet. El cineasta nos lleva de la mano de una pareja de jóvenes amantes que vivirán situaciones simples pero extremadamente intensas a raíz de una cadena de hechos y enruedos fortuitos. Todo comienza cuando Gatsby (Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) dejan el campus universitario para pasar un romántico fin de semana en Nueva York, luego de que ella realice una entrevista a un reconocido director de cine (Liev Schreiber). Pero la suma de encuentros y desencuentros harán sus planes muy diferentes. Apoyada en la nostalgia, Un día lluvioso en Nueva York dibuja un autoretrato de un joven que parece pertenecer a otra época. Se viste distinto, disfruta de la cultura y las costumbres de alguien del pasado y no parece tener un destino claro en su vida. La interpretación de Chalamet, realmente muy buena, parece carecer de la chispa cómica que solía tener el propio Woody Allen al hacer personajes de estas características, pero no se puede negar su talento dramático. Fanning, por su parte, sale airosa con frescura en un trabajo muy entretenido entre la ingenuidad y la necedad. El resto del reparto acompaña a nuestros protagonistas con calidad, y cada uno tiene sus momentos para sobresalir. El guión, un aspecto que el veterano director domina casi como nadie, apuesta más por los intelectuales y divertidos diálogos que por la verosimilitud de las situaciones. Crisis existenciales, críticas al status quo, política, religión, aprecio por las artes y evocación a otras épocas que "fueron mejores", son algunos temas que mantiene de su obra en general. Por el lado de los aspectos técnicos, la increíble fotografía de Vittorio Storaro realza la belleza de Nueva York, aportándole magia al relato junto con la banda sonora. En definitiva, una película que tiene divertida y entrañable que compone un capítulo más dentro de los cantos de amor que el director de "Annie Hall" y "Manhattan" le ha hecho a su ciudad. Puntaje: 7/10 Por Federico Perez Vecchio
Un día lluvioso en Nueva York: Cualquier tiempo pasado fue mejor. El gran Woody Allen regresa a la pantalla grande con una nostálgica comedia sobre su amada Manhattan. Una historia sencilla con enredos, peleas, celos, sexo y más enredos. En Un día lluvioso en Nueva York (A rainy day in New York, 2019) se lo puede ver a Woody Allen camuflado bajo la piel del protagonista, el joven Chalamet con el alma de uno de los directores más grandes de la historia; un autorretrato del enamorado más famoso de Manhattan, de los clásicos literarios, los clubes de jazz y las mujeres seductoras. La torrencial lluvia es el contexto que Vittorio Storaro le da al relato. El fin de semana estará plagado de más desencuentros que encuentros, humor cínico y los famosos diálogos veloces del director, enfocándose en los encuentros casuales entre los protagonistas, como algo lúdico. Con una mezcla inspiracional entre Annie Hall (1977) y Manhhattan (1979), esta nueva obra maestra está llena de nostalgia. Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh Enright (Elle Fanning) son una joven pareja de universitarios enamorados. Ella, estudiante de periodismo, debe viajar a Nueva York para entrevistar al famoso cineasta Roland Pollard (Liev Schreiber), que pasa por una crisis creativa y personal. Gatsby, su novio experto en apuestas y de padres ricos, decide acompañarla, con el romántico plan de hacer que ella conozca la ciudad. Pero llueve y esto cambia, o parece ser el detonante del curso de las cosas. Lo que en principio iba a ser un fin de semana para consolidar a la inexperimentada pareja, termina siendo una aventura para ambos (pero por separado). Ella conocerá también al guionista de Pollard, Ted Davidoff (Jude Law) y al sensual actor Francisco Vega (Diego Luna). Por su lado, Gatsby se encontrará con Chan (Selena Gómez), la hermana de una amiga de la infancia, que le ordenará, a base de ironías y golpes bajos, sus sentimientos. El reparto coral es inmejorable, junto con la construcción de cada personaje, donde sus personalidades encastran como las piezas de un puzzle en manos del gran director de actores. Se puede decir, ya a viva voz, que Timothée Chalamet (Call me by your name, 2017) es uno de los mejores actores del momento, con un talento incomparable a sus jóvenes 23 años. En este caso, se mete en la piel de lo que podría ser un Woody Allen de 20 años. Elle Fanning (Maleficent, 2014), por su parte, hace una excelente interpretación de la jovencita divertida que seduce incansablemente con su inocencia provocadora. Chalamet y Fanning conforman una dupla llamativa, donde es interesante ver a dos personas con características diferentes pero que se comprenden y se respetan para poder desenvolverse como pareja romántica y también seres individuales con sus propias aventuras. Además, acompañan Selena Gómez, Jude Law, Liev Schreiber y Diego Luna, haciendo más grande aún la narración. Cabe destacar que esta película llega con una gran polémica de fondo dada por las críticas a Woody Allen por los escándalos sexuales, en el marco del movimiento #MeToo. En Estados Unidos, no tiene fecha de estreno, así que por ahora se verá en los cines de América Latina y Europa. Fue la primera vez en casi 40 años que no se estrenó una película del cineasta. Allen inició una demanda a Amazon Studios por USD 60.000.000 por no estrenar su obra. Ya se conoce que la próxima película de Allen está siendo rodada en España debido a todo este problema, por lo que hay que disfrutar el Manhattan visto con los ojos del excelso director, una vez más, sin saber si habrá nuevas oportunidades. Con la lluvia de pretexto y el excelente trabajo al que nos tiene acostumbrados Vittorio Storaro en fotografía, nada puede salir mal. Un día lluvioso en Nueva York (2019) es una gran película con una historia sencilla. Woody Allen demuestra, una vez más, que es un maestro del cine contemporáneo con una inteligencia como pocas a merced del desarrollo dramático y la construcción de las psiquis de los personajes creados. Durante la hora y media de duración, idealiza Nueva York, la ciudad que tanto ama el director y guionista de 84 años, ofreciendo amor, humor e ironías, en una historia nostálgica y atrapante. No es su mejor película, pero tiene su inconfundible sello y eso ya marca una diferencia. Los seguidores de Woody, agradecidos por esta vuelta. Y quienes no lo son, también tienen una propuesta excelente de buen cine para disfrutar por las calles de La Gran Manzana.
Manhattan Regresa Filmada hace dos años y retirada por Amazon Studios en vísperas del #MeToo, Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019) finalmente recibe un estreno limitado en salas comerciales. Woody Allen es un realizador tan prolífico que en 50 años ha hecho más de 50 películas y suele promediar una obra maestra entre alguna que otra obra menor. Aun cuando no sorprende, siempre es interesante. Nadie escribe y dirige una auténtica ‘screwball’ (comedia de enredos) como él. Allen no imita al género: piensa en sus términos. Por ello hay algo necesariamente anticuado en todos sus films. La clave es el diálogo, que se intercambia entre los personajes - todos locuaces e intelectuales - con la cadencia e intensidad de un partido de tenis. El diálogo determina el ritmo acelerado de la escena, y las escenas se desenvuelven con la espontaneidad de una farsa teatral. Es un registro difícil de abordar como realizador o espectador, pero funciona gracias al nivel del parlamento, las ideas en juego y la dirección minuciosa de un gran elenco. Hasta el personaje más ínfimo tiene capas para pelar. Un día lluvioso en Nueva York no es nada que el realizador no haya hecho antes en su extensa obra, que a grandes rasgos trata sobre el eterno dilema entre lo que es cómodo y seguro y lo que es riesgoso pero más deseable. Y sin embargo verla es disfrutarla. Es ver a un maestro en acción creando algo que ya no tiene receta. Una de las críticas recurrentes que se le hace al artista es cuan anacrónicas se sienten sus películas, como si fuera algo deleznable. Va de la mano con un género desaparecido como el ‘screwball’, y el tono nostálgico de una historia que por más que se narre en tiempo presente siempre tiene la textura de un recuerdo. La trama trata sobre una pareja de jóvenes enamorados, Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning), que viajan a pasar un fin de semana en la ciudad que nunca duerme. Ella va porque ha conseguido una entrevista con un renombrado director y él la acompaña para mostrarle la ciudad a la que ama. Tienen todo el día planeado, pero por una serie de coincidencias y desencuentros la pareja se separa. A su manera, cada uno se deja seducir por la ciudad, recorriéndola en paralelo y descubriéndose a sí mismos en la ausencia del otro. Ashleigh queda obnubilada por un jet set de cineastas que idolatra y con el que se fetichiza mutuamente, pasando rápidamente de una “entrevista” a otra: un director (Liev Schreiber), un guionista (Jude Law) y un galán (Diego Luna), cada uno torturado por su propio genio. Gatsby pasea por la ciudad, visitando conocidos y evitando otros, replanteándose su relación con su novia y una vida que no tiene una dirección concreta. Chalamet, el hípster melancólico por excelencia, continúa la tradición de encarnar vívidamente las neurosis e inquietudes existenciales de Woody Allen en las películas que no tienen al director de protagonista. La moda hoy en día es redoblar la apuesta con una situación ridícula tras otra, inevitablemente solapándose con el cine de acción o aventura, pero no hay nada demasiado absurdo o implausible en la película (salvo por un intento mediocre de slapstick en la tumba de Tutankamón). El diálogo, nominalmente ingenioso, puede sonar un poco pretencioso a veces pero va la mano con el elenco de dandies y bohemios que pueblan la historia. El humor nace naturalmente del conflicto interno de sus protagonistas: ella entre la culpa y el deseo, él entre su necesidad de establecerse y la de rebelarse. Así como la película es entretenida también tiene un gusto agridulce. A fin de cuentas, la gracia es ver cómo responden los tórtolos a la metralla de estímulos que los van separando física y emocionalmente a lo largo de un día de lluvia.
Woody Allen no para de filmar. En éste caso es la historia de una joven pareja de estudiantes, Gatsby Welles (Timothée Chalamet), perteneciente a la alta sociedad, muy afortunado en el juego y amante del piano, medio neurótico, ansioso y frustrado (muy Allen) y Ashleigh Enrigth (Elle Fanning) quienes planean un fin de semana en la New York porque ella tiene la oportunidad única de hacerle una entrevista a un gran director, Rolland Pollard (Liev Schreiber), por encargo del diario de la Universidad y su novio la va a acompañar. A su vez él quiere pasar desapercibido en la ciudad, especialmente lejos de la vista de su madre (Cherry Jones), que planea un evento benéfico en su casa, al que él no quiere asistir. En 90 minutos el incansable guionista y director nos atrapa en un cuento ágil y entretenido que jamás decae. La idea del joven es que después de la entrevista él pueda mostrarle la “gran manzana” a su novia, sus museos y todo lo que tiene para ofrecer, pero las cosas se irán complicando y ella, sin mucho carácter, no logra escapar del espiral de dificultades que se suscitan. A su vez, mientras la espera, Gatsby se encuentra con Shannon (Selena Gómez), la hermana menor de una ex-novia, a quien redescubre. En la esperada entrevista hace su aparición el guionista de Rolland, Ted Davidoff (Jude Law), quien la envuelve en un tema con su mujer (Rebecca Hall), conoce a un famoso actor, Francisco Vega (Diego Luna) y la prensa la confunde con su nueva conquista. Un film lleno de enredos, con buenos diálogos, la habitual acidez e ironía de Allen encarnada por su élter ego, en éste caso Chalamet, maravilloso, y la frescura e inocencia de Fanning, que es su contracara. Sin dudas, sabe rodearse de excelentes actores y llevar a cabo una dirección formidable que llega a buen puerto. Todas estas situaciones bajo una lluviosa ciudad muy bien fotografiada por Vittorio Storaro. El jazz y las referencias al cine no pueden faltar en un film del director, que se ve con agrado. --->https://www.youtube.com/watch?v=IwRsgSN7iR8 TITULO ORIGINAL: A Rainy Day in New York DIRECCIÓN: Woody Allen. ACTORES: Timothée Chalamet, Elle Fanning, Jude Law. ACTORES SECUNDARIOS: Diego Luna, Suki Waterhouse, Liev Schreiber, Selena Gomez. GUION: Woody Allen. FOTOGRAFIA: Vittorio Storaro. GENERO: Comedia . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 93 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Digicine FORMATOS: 2D. ESTRENO: 07 de Noviembre de 2019
Woody Allen toma a sus dos grandes amores, la comedia romántica y Nueva York, y crea de manera eficaz un relato entretenido y simple gracias sus aptitudes como director y a la gran elección del elenco. Escrita y dirigida por Woody Allen, Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019) presenta a Gatsby (Timothée Chalamet) y su novia Ashleigh (Elle Fanning), una pareja de jóvenes universitarios que deciden ir a pasar un fin de semana a la Gran Manzana debido a que ella consiguió una oportunidad única de hacer una entrevista a un reconocido director de cine. Gatsby, nacido en Nueva York, planeará una estadía de ensueño para pasar con su novia, pero la ciudad tenía otros planes para ellos. Si hay algo que se le puede reconocer a Woody Allen es que es un gran escritor de comedia, siempre utilizando recursos simples pero efectivos sus películas suelen reconocerse de inmediato en cada uno de sus diálogos cómicos. Otro ítem que también es notablemente reconocible es la estética, una conjunción de música y fotografía logran establecer la puesta en escena perfecta para trasponer la idea del director a la pantalla haciendo y creando una hermosa vista rápida de una ciudad que enamora de inmediato. Ahora, burdamente podríamos decir que todas las películas de Woody Allen son iguales y que siempre hace lo mismo cómo también estaríamos mintiendo si dijésemos que todas son diferentes y es ahí donde el autor, porque su cine es un muy buen ejemplo de cine de autor, logra destacarse hace más de 30 años. Porque es verdad que toda su filmografía presenta características similares y sin embargo logra sorprender, entretener y garantizar una hora y media de disfrute para el espectador sin fisuras ni huecos, sin pretensiones ni sobre exigencias. A nivel guion, la trama y los diálogos construyen una fluidez en el relato propias de su cine y resulta inevitable no sentir simpatía por la historia y engancharse de inmediato con lo que pasa. Si hay algo cuestionable a lo largo de toda la película es que llega un punto que resulta obvia, no tanto por los caminos que transita el film sino por los lugares comunes del propio género y por otro lado, Woody Allen es un cineasta al cual, como director, lo han cuestionado en demasía por temas personales en el último tiempo y a lo largo de la película hay subtextos muy claros donde él se desquita de sus detractores con una bajada de línea bastante clara que termina siendo un poco pesada y repetitiva y que incluso pueden ser tomados como una provocación para quienes lo han criticado. De una manera bastante similar, el director juega con hacerse guiños a sí mismo que resultan simpáticos pero que llega un momento que también parecen forzados y repetitivos. A nivel actuaciones en esta oportunidad el director opta por un elenco con el cual no había trabajado antes y deja sus actores fetiches de lado para trabajar con la nueva generación de intérpretes y allí es donde gran parte de la eficacia de la película tiene su sustento. A los ya mencionados Chalamet y Fanning, quienes tienen un trabajo muy bueno y que con su simpatía y carisma logran convencer al espectador de inmediato, se les suman en roles más secundarios pero que hacen que la historia fluya de la mejor manera: Selena Gomez, quién con su labor hace querer verla mucho más seguido en la gran pantalla, y en papeles mucho menores a Jude Law, Diego Luna, Liev Schreiber. Estos tres últimos si bien no tienen grandes minutos en pantalla, cada una de sus intervenciones le dan el salto de calidad necesario para que la atención no disminuya y el entretenimiento siempre se haga presente. La nueva de Woody Allen está lejos de ser cómo aquellas obras que supieron catapultarlo al estrellato, pero sin dudas es de lo mejor que ha hecho en el último tiempo. Graciosa y efectiva, Un día lluvioso en Nueva York es el tipo de películas que no abundan en el mercado y que hay que aprovechar que ahora llega a la cartelera.
Ni Woody era un genio con cada diálogo o conflicto que planteaba en su época de oro ni ahora es el artista vergonzante que Amazon desprecia, los intelectuales atacan y las feministas defenestran. Un día lluvioso en Nueva York, que debió estrenarse en 2018 pero fue “cajoneada” por su productora porque hoy Allen es poco menos que un paria en los Estados Unidos, puede verse como (y probablemente sea) una película menor, sin grandes hallazgos ni sorpresas, que recicla varios temas que obsesionan a su guionista y director (las diferencias generacionales, las miserias del ambiente cinematográfico, las angustias, costumbres y traumas de la burguesía neoyorquina, la tentación del hombre maduro frente a una mujer mucho más joven, la infidelidad, el esnobismo de los jóvenes universitarios), pero incluso con su narración por momentos algo cansina no deja de ser una propuesta simpática y casi siempre placentera. Muy lejos de esa “basura” que la mayoría de los críticos norteamericanos ha despreciado (a esta altura creo que por prejuicios, odios y motivos más ligados a la corrección política del #MeToo que por cuestiones estrictamente artísticas) en reseñas hirientes hasta lo irrespetuoso. Aclaro: no creo que ningún realizador -por mejor filmografía que tenga- deba ser “perdonado” si hace un mal largometraje, pero con Woody en general y con Un día lluvioso en Nueva York siento que hay algo de saña, de sadismo, de encarnizamiento. ¿De qué va la película? Del viaje que dos jóvenes hacen desde la universidad en la que estudian (una del tipo Harvard) a Nueva York. Proveniente de una familia adinerada de Manhattan, Gatsby Welles (Timothée Chalamet) quiere ser una suerte de guía para su novia Ashleigh Enright (Elle Fanning). Pero apenas llegan a la Gran Manzana todo lo que puede salir mal termina peor. Ellos se separan, ella -que estudia periodismo- se obsesiona con Rolland Pollard (Liev Schreiber), un director de películas de arte en plena crisis creativa, luego termina vinculada por la prensa con una estrella latina (Diego Luna), mientras que él comenzará a frecuentar a Shannon (buen trabajo de Selena Gomez). El tono ligero de comedia de enredos de estructura coral y aire casual le va bien a la película, que resulta por momentos un poco caótica, inverosímil y caprichosa, pero con varias escenas y situaciones encantadoras. La nostalgia de tiempos mejores, la melancolía exacerbada por una lluvia omnipresente (y no solo en el título), el inconformismo de unos personajes que vagan por las calles de Manhattan y cierto bienvenido romanticismo casi naïf hacen de Un día lluvioso en Nueva York un divertimento simple que se sigue y se disfruta sin grandes exigencias.
Quizá resulte difícil, para muchos, abstraerse de todo lo que rodea a la nueva película de Woody Allen -nueva porque acaba de estrenarse, porque estuvo guardada por Amazon casi un año-. Aún así, Un día lluvioso en Nueva York tiene el encanto de las viejas (o habituales) comedias románticas del director deAnnie Hall, Todos dicen te quiero o Medianoche en París. Con una magia distinta a la de esta última, claro, pero es evidente que el Allen de Un día lluvioso... ve las cosas hasta desde una perspectiva en la que los personajes jóvenes tienen todo: las ansias por vivir, el amor sincero y más genuino, el futuro. Los adultos deambulan más que pisan con pie firme. Los protagonistas son Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning), cada uno a su manera, los prototípicos personajes que son Allen en la pantalla. Así como el director consiguió que hasta Gene Hackman se moviera y hablara como él, Chalamet es un Allen impetuoso, conflictuado por los desencuentros que tiene con su novia Ashleigh. Ambos son estudiantes universitarios que deciden pasar unos días en Nueva York. Él no quiere cruzarse con sus padres, pero como proviene de una familia adinerada, reserva una habitación a todo lujo en un hotel frente al Central Park. ¿Para qué? Si nunca estarán allí, porque la eventual separación en Nueva York -ella tiene la suerte de entrevistar a un talentoso cineasta independiente, pero sus compromisos van alargándose y alejándola de Gatsby- le abrirá, más a Gatsby que a Ashleigh, lo que realmente son y quieren en sus vidas. Lo dicho: Un día lluvioso en Nueva York no solamente devuelve a Woody a su ámbito ideal -la ciudad que ama y se diría en la que late mejor- sino con la comedia, después del drama que significó La rueda de la maravilla. También, el humor zumbón, con personajes que cada vez que abren la boca lo hacen para decir frases ingeniosas (el de Selena Gomez, por ejemplo). Y esa diferencia entre los adultos, intelectuales que desean conquistar de alguna manera a Ashleigh (que interpretan Liev Schreiber, Jude Law o Diego Luna), una joven entre inocente y crédula, cándida y franca. Un día lluvioso en Nueva York es divertidísima, tiene apuntes sarcásticos (hablan de la profesión más antigua del mundo, y alguien pregunta si es el periodismo), todas buenas actuaciones, una luz excepcional. El director de fotografía es Vittorio Storaro, el de Apocalypse Now, habitual de Allen desde Café Society, quien refleja tanto en interiores como en los exteriores el mundo que pinta Allen con encanto y seducción, hasta en un día nublado como el que le toca vivir.
Es inevitable acercarse a la película más reciente de Woody Allen (si no consideramos la que acaba de filmar en el País Vasco, hoy en posproducción) sin tener en cuenta el accidentado contexto que congeló su estreno durante casi dos años. Estaba lista para estrenarse en 2017 cuando estallaron las acusaciones contra Allen por un supuesto abuso sexual, causa que sigue abierta. Después llegó todo lo conocido: la decisión de Amazon de romper el contrato que iba a financiar las próximas cinco películas del creador neoyorquino (ésta era la primera) y la distancia pública que tomaron de él muchos colegas suyos, algunos de los cuales trabajaron en esta obra. De haber sido la última película en la vida de Allen -posibilidad que llegó a manejarse en un momento- ese virtual testamento iba a tener los contornos ligeros y muy disfrutables de una agridulce comedia romántica 100% alleniana ambientada en la actualidad, pero con aires visibles de otro tiempo. Gatsby Welles ( Timothée Chalamet), es un muchacho nacido en cuna de oro, estudiante universitario, que está a punto de vivir un soñado fin de semana en su Nueva York natal junto a su novia ( Elle Fanning), estudiante de periodismo. Chalamet se suma aquí a la larga lista de actores que vienen adoptando y recreando desde hace tiempo en el cine de Allen todos los tics, los gestos y las fobias típicas de su creador, pero con un visible agregado de languidez y nostalgia que lo destacan visiblemente en esta lista. Afortunado solo en el juego, Gatsby sufre al ver cómo su novia empieza a distanciarse de él, atraída sucesivamente por un atormentado director mucho más grande que ella, por los problemas afectivos de su guionista (víctima de una infidelidad) y por los escarceos seductores de un galán latino. Un juego de equívocos constantes que el propio Gatsby también experimenta por su parte a través de varios encuentros y reencuentros que parecen azarosos, pero encuentran siempre un propósito y un sentido. Los resplandecientes colores de la fotografía de Vittorio Storaro dejan en claro que Allen no habla tanto del presente, sino desde la añoranza de un lugar que hace tiempo dejó de ser como lo imaginaba. Allí es posible, por ejemplo, seguir hablando de vínculos afectivos en los que la diferencia de edad no resulta una incomodidad. Hay bromas y frases filosas sobre éste y otros temas clásicos de Allen (sobre todo lo esquiva que puede ser la felicidad en el amor) desde una trama de constantes vaivenes afectivos que siempre fluye y se disfruta. No estará entre las mejores obras del creador de Annie Hall, pero tiene su marca de siempre: dulce y melancólica.
Fanning está pasando por uno de sus mejores momentos, con tres películas en simultáneo en cartelera, y aquí logra lucirse una vez más en su faceta cómica. Si se la compara con Chalamet, gana por varios puntos: el actor de “Llámame por tu nombre” se puso en modo-Allen-neurótico y parece casi una imitación de los mejores roles actorales del director. Prácticamente todos los personajes parecen haber perdido la autocensura y dicen lo que piensan sin filtros, no estamos acostumbrados a eso y allí los grandes momentos de risas de “Un día lluvioso en Nueva York”. Woody Allen despliega todo el cinismo posible hacia esa ciudad a la que ama profundamente y permite que todos los actores, aún los de roles más pequeños, tengan su posibilidad de lucirse. Eso habla de la calidad del guión construido por Allen, siendo una película disfrutable aún sin ser de las mejores de su filmografía.
Desencuentros en la Gran Manzana “Un día lluvioso en Nueva York” (A rainy day in New York, 2019) es una comedia romántica dirigida y escrita por Woody Allen. Protagonizada por Timothée Chalamet (Llámame por tu nombre, Lady bird) y Elle Fanning (Super 8, Mary Shelley), el reparto se completa con Selena Gomez (Monte Carlo), Liev Schreiber, Jude Law, Diego Luna Cherry Jones, Kelly Rohrbach, Rebecca Hall, Suki Waterhouse, entre otros. El filme fue seleccionado para abrir la noche en el Festival de Cine estadounidense de Deauville. La historia gira en torno a Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh Enright (Elle Fanning), dos jóvenes que se conocieron en la universidad de artes liberales de Yardley y comenzaron una relación. Al ser reportera estudiantil, a Ashleigh le asignaron entrevistar a Roland Pollard (Liev Schreiber), un famoso director de cine que está próximo a estrenar una nueva película. El encuentro debe darse en Manhattan, por lo que Gatsby ve esto como la oportunidad perfecta para acompañar a su novia y pasar unos días allí mostrándole los lugares turísticos más lindos de la Gran Manzana. Sin embargo, los planes de Gatsby no salen de acuerdo a lo planeado ya que Ashleigh se verá involucrada en una serie de acontecimientos inesperados con Pollard, el guionista Ted (Jude Law) y el reconocido actor Francisco Vega (Diego Luna). Decepcionado y triste por no poder usar esas mini vacaciones para reconectar con Ashleigh, Gatsby se encontrará de casualidad con Chan (Selena Gomez), estudiante de moda que es hermana de su ex novia. Encantadora, graciosa y entrañable. Las películas de Woody Allen pueden tener personajes parecidos o abordar temáticas ya tratadas en su filmografía, sin embargo cada vez que hay una nueva producción en cartelera la fórmula narrativa de este director continúa funcionando a la perfección. Este filme no es la excepción. Durante hora y media Allen logra que nos desconectemos del mundo real para embarcarnos en las aventuras de unos personajes súper bien desarrollados, que viven una serie de aventuras fortuitas en una Nueva York lluviosa que nunca lució tan mágica (en gran parte gracias a la bonita fotografía del italiano Vittorio Storaro, ganador de tres premios Óscar). Con tomas que transcurren en el Central Park, el lujoso bar del hotel Carlyle y el imponente Museo Metropolitano de Arte (“the Met”), la película atrapa al espectador desde el comienzo, ya sea por su inteligente guión, la atmósfera melancólica, las buenas actuaciones o la agradable banda sonora. Neurótico, singular y muy pensador, el personaje principal sin lugar a dudas nos recuerda a Allen, el cual no falla a la hora de tirar chistes sobre el judaísmo, el desapego a su familia de clase social alta o el manojo de nervios con el que lidia al ahogarse en un vaso de agua porque su novia está en una sintonía muy diferente a la de él. Por otro lado, Elle Fanning ilumina la pantalla con su emoción al tener en frente a uno de los directores que más admira. Charlatana y entusiasta, Ashleigh es la responsable de mantenernos con una sonrisa en la cara durante la mayoría del metraje. En cuanto a Selena Gomez, la cantante ya había demostrado sus dotes actorales al interpretar a la religiosa Faith en “Spring Breakers” (2012). Luego de varios papeles menores o de dar voz a personajes animados, por fin podemos verla en un rol que tiene mucho peso en la trama. Gomez se desenvuelve naturalmente en cada una de sus escenas y, aparte de tener gran química con Chalamet, sus líneas de diálogo son realistas e ingeniosas, logrando que uno se quede con ganas de verla en más películas que la tomen en serio. Aunque la subtrama sobre el pasado de la madre del protagonista queda bastante descolgada con lo que se venía narrando, “Un día lluvioso en Nueva York” es pleno disfrute. Gracias a un desenlace ideal, el filme consigue hacernos sentir felices por mucho tiempo después de que acabe.
Gatsby es un estudiante universitario, se viste de tweed y juega al poker. Tiene una novia que estudia periodismo y que debe entrevistar a uno de sus directores preferidos en Nueva York. A Rainy Day in New York es la última película de Woody Allen y con ella regresa a su gran amor, al retrato de esa ciudad. Y con varias virtudes y algunos problemas, vuelve a poner el nombre del problemático director en el mapa.
Ciudad romántica. “Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas”. La cita que pertenece a un poema de E.E. Cummings es referenciada en un clásico del cine como lo es Hannah y sus hermanas. Ese mismo romanticismo en relación a la lluvia se encuentra presente en lo más reciente de Woody Allen, quien vuelve una vez más a su amada Nueva York, luego de una serie de inconvenientes que parecían peligrar el estreno de su último film. A raíz de las denuncias de abuso por parte de su hija Dylan Farrow, el estreno y distribución de Un día lluvioso en Nueva York fue cancelado, haciendo que la productora encajonara al film y que por primera vez en años Allen no estrenara su habitual producción anual. Sin embargo, el último trabajo del director neoyorkino finalmente vio la luz y trajo consigo una nueva visión romántica de la ciudad de la gran manzana. Con un uso ágil del humor y una hermosa fotografía a cargo de la leyenda cinematográfica viva que es Vittorio Storaro, la nueva comedia de Allen es toda una invitación al disfrute. El protagonista de esta historia es Gatsby (Timothée Chalamet), personaje que nuevamente funciona como alter ego de la personalidad del director, un joven bohemio con un gran coeficiente intelectual que reniega de su vida privilegiada perteneciente a su círculo familiar de clase alta. Neurótico y brillante, Gatsby vuelve por un día a su ciudad natal junto a su novia Ashleigh (Elle Fanning). Mientras él planea un día perfecto para su pareja conozca la gran ciudad, ella lleva la tarea de entrevistar a Rolland Rollard (Liev Schreiber), un reconocido cineasta en crisis. Así, los distintos enredos que ambos protagonistas vivirán a lo largo del día los mantendrá separados el uno del otro, atravesando sus propios miedos y anhelos que Nueva York y sus habitantes despiertan en ellos. La trama que concierne a Ashleigh se rige por un registro de humor mucho más absurdo que el de su contraparte protagónica, algo que tiene que ver con el hecho de tratarse de una joven de no muchas luces y algo inexperta que comienza a vivir las primeras oportunidades que le ofrece la ciudad de los rascacielos. Es así como su joven espíritu ingenuo representa una bocanada de aire fresco para las distintas estrellas que halla en su camino: una suerte de musa inspiradora para el director que perdió la pasión por el arte; un fuerte anhelo de deseo para el guionista Ted Davidoff (Jude Law) que siente la pérdida de su hombría ante una infidelidad, o un afrodisíaco al ego para el galán de cine Francisco Vega (Diego Luna). Mientras que desde las líneas de dialogo del guión el encanto de Ashleigh reside en su torpe inocencia, el realce fotográfico con el que la describe Storaro refuerza las ideas de ese esplendor nuevo y genuino que nace del personaje femenino y la forma en que afecta a quienes la rodean, siendo un elemento que funciona a la perfección en oposición con el enfoque que la luz le brinda a Gatsby, donde la personalidad insegura y nerviosa juega un rol más acorde al clima lluvioso. El encuentro con Shannon (Selena Gomez), una vieja conocida y hermana de una ex novia, y las diferencias entre los personajes sumado al factor humorístico como resultado de ellas, permite explorar a fondo las dicotomías y conflictos de Gatsby. La mirada y el deseo de un romanticismo que solo puede existir en esa ciudad y, más aún, en el mundo de la ficción cinematográfica, se ve resaltado por el equilibrio de las tonalidades doradas y grises como descripción de las personalidades y sentimientos tanto de Ashleigh como de Gatsby. Las diferencias y similitudes de ambos personajes se ven enlazadas por la comicidad y esa idea ingenua pero romántica del amor y los sueños que tan bien funcionan dentro de la diégesis cinematográfica. De esta manera, Allen explora la relación de los personajes consigo mismos, y sobre todo con los rincones de una ciudad que es recorrida por ellos y que a la vez los recorre sentimentalmente a ellos. Los personajes de Un día lluvioso en Nueva York son jóvenes, intelectuales y nostálgicos, algo que evidencia más las diferencias generacionales entre ellos y el director, pero eso no supone un problema. Todo lo contrario. El film funciona perfectamente debido a esa falta de realismo que crea y acentúa con el trabajo de su director de fotografía, haciendo uso del encanto de una escritura tan propia del autor. El mismo no busca realismo alguno, sino resaltar la importancia y el artificio del cine que tan bien nos hace —lo logra, y por un instante, la lluvia de un día gris no resulta molesta sino que es placentera en la compañía de la persona adecuada… o del film acorde para disfrutar acompañado del sonido del repiquetear de las gotas de fondo.
El director y guionista Woody Allen regresa con una comedia romántica similar a las anteriores, en la que no se destaca demasiado ni el elenco ni la ciudad. La pareja de universitarios Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) planean disfrutar un fin de semana romántico en la Gran Manzana, pero una sucesión de hechos los separan por más tiempo del esperado. Durante un día de llovizna en Nueva York, descubrirán aspectos propios que ellos mismos desconocían. Allen recurre a la narración que lo caracteriza: numerosos y diversos personajes que se cruzan y generan enredos. Por momentos la fórmula funciona y hay escenas divertidas; por otros, la eficacia es menor. La buena música también está presente, al igual que las escenas de la ciudad, que en este caso son menos vistosas por el clima que unifica al film. Ideal para pasar un rato entretenido, Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019) presenta un elenco coral, encabezado por Chalamet y Fanning, que se completa con Selena Gomez, Jude Law, Diego Luna y Liev Schreiber. Bastante producción para una historia que pasa, sin decir mucho.
Un día lluvioso en Nueva York es la nueva película escrita y dirigida por Woody Allen, protagonizada por Timothée Chalamet y Elle Fanning como una pareja de novios que viajan un fin de semana a Nueva York. Y como suele pasar en la obra de este director los acompañan una serie de populares actores en roles secundarios, que en este caso son Selena Gómez, Jude Law, Liev Schreiber, Rebecca Hall y Diego Luna, entre otros. La película cuenta la historia de Gatsby (Chalamet), un joven que acompaña a su novia Ashleig (Fanning) a Nueva York un fin de semana, para que pueda entrevistar a un prestigioso director de cine llamado Roland Pollard (Schreiber) y de paso recorrer juntos la ciudad. Pero una serie de acontecimientos imprevistos hace que tomen caminos diferentes y pongan en riesgo su relación. Es innegable que la trama de esta película es similar a la de Medianoche en París, pero en este caso Woody Allen no recurre al realismo mágico, sino que toma los lugares comunes de la comedia romántica y les imprime su estilo. Es por eso que a pesar de transcurrir en la actualidad el joven Gatsby se viste con un saco marrón y escucha jazz, y Ashleigh se viste con suéter y pollera y es una apasionada por el cine de autor. Por eso los principales indicios de que la película transcurre en la actualidad están en el uso de teléfonos celulares y en el vestuario de Shannon (Selena Gómez), un personaje que sirve como punto de vista de los espectadores, porque no forma parte de ese universo de intelectuales y bohemios y cuestiona a su protagonista masculino. La fotografía vuelve a estar a cargo del tres veces ganador del Oscar Vittorio Storaro, quien no se luce tanto bajo las órdenes de Woody Allen como lo hizo con La rueda de la Maravilla, pero captura imágenes de una peculiar belleza que permiten apreciar el amor a Nueva York que tiene su director. Y en ellas se pueden apreciar los barrios más lujosos de la ciudad, donde viven millonarios e intelectuales cuyos problemas trata con su clásico humor ingenioso en esta ocasión. En conclusión, Un día lluvioso en Nueva York tiene todos los elementos que caracterizan a las comedias de Woody Allen, entre los que como siempre se destacan los comentarios ingeniosos con referencias sexuales como la frase “Mi compañera piensa que eres lo mejor que ha aparecido desde que se inventó la píldora del día después”. Y es esta apuesta por lo seguro lo que la hace funcionar y una vez más satisfacer a su público.
Notablemente entretenida propuesta de un celebrado realizador. Aunque cajoneada en Estados Unidos por la controversia de público conocimiento, América Latina y Europa podrán ver en cines Un Día Lluvioso en Nueva York, la última película del guionista y director Woody Allen. Lo encuentra de vuelta en su querida Gran Manzana, con una comedia de enredos fiel a su estilo. Gotas de lluvia veo caer. Un Día Lluvioso en Nueva York es increíblemente entretenida y con unos personajes de notable idiosincrasia. El guion primero separa a los personajes, detonando el conflicto. Luego, cada uno por su lado en busca de resolver un problema individual, acaban por meterse en otro problema; al querer resolver ese se vuelven a meten en otro, hasta crear un enredo que termina por enfrentar al protagonista con su miedo, con lo que realmente desea. Todo realizado, claro está, con ritmo, fluidez y los ácidos diálogos característicos del humor de Allen. Que el protagonista se llame Gatsby puede parecer un homenaje obvio a la conocida novela que lleva su nombre, y sin embargo hay algo en el tono de la aventura que evoca en cierta forma el clima de joie de vivre que se aparenta en la novela de Francis Scott Fitzgerald. Desde luego sin el lúgubre subtexto y consecuencias trágicas de la misma. Un Día Lluvioso en Nueva York tiene detalles de puesta en escena notables. Por ejemplo, cuando el hermano de Gatsby le dice que se quiere separar de su prometida porque tiene una risa extraña: esto aparece cuando Gatsby está junto a la cámara con una lámpara muy cerca de su cabeza. Como si sutilmente apareciera en ese momento la idea de la infidelidad de su novia o una que pudiera llegar a tener él. En materia visual, al mejor estilo Woody Allen, explota un único plano hasta sus últimas consecuencias, para luego rematar la escena en un plano-contraplano bien cerrado. El corte como último recurso. Todo acentuado por la lograda fotografía de Vittorio Storaro, donde con muy pocos recursos consigue su insigne paleta de intensos naranjas. Las dos colaboraciones previas del célebre italiano con Allen fueron en filmes de época, donde si bien destaca por su oficio es esperable por el contexto. La manera en la que Storaro le da vibrante color al más cotidiano de los escenarios no hace más que ratificar la obviedad de que es uno de los mejores directores de fotografía vivos. En materia actoral, Timothee Chalamet destaca como un mini Woody Allen al que solo le faltan los anteojos. El actor pudo adoptar hasta el particular tono de voz del realizador neoyorquino. Elle Fanning entrega un personaje de gran picardía e ingenuidad que despierta muchas risas. Liev Schreiber, como un inseguro director, y Jude Law, como su desesperado guionista, también entregan momentos de entretenida neurosis. Sin embargo, debo señalar que el gran valor de todo el reparto es Selena Gomez en el papel de la hermana de la ex novia del protagonista. Una interpretación ácida, irónica, pero no por ello exenta de un leve halo de ternura.
Una Nueva York lluviosa, iluminada por el maestro Vittorio Storaro, de la mano de un recorrido teñido de una nostalgia que no se corresponde con la edad de los protagonistas, que le da al último film de Woody Allen un toque de melancolía personal que todo lo impregna, como la lluvia persistente que empapa a los personajes. Dos estudiantes universitarios. Ella, oriunda de un pueblito de Arizona, que esta revolucionada porque tiene la posibilidad de una entrevista importante, a un director que idolatra. El, criado en Manhattan, culto y refinado, renegado de su familia poderosa, jugador exitoso de poker. El viaje a Nueva York es el resultado del trabajo de ella y el dinero de él, pero con expectativas distintas, la ilusión del primer trabajo para el ella, el fin de semana romántico para él. UN desencuentro inevitable. El muchacho solo y triste recorre lugares de una ciudad que fue, con recuerdos ajenos y reminiscencias literarias que van desde el nombre de ficción de protagonista, Gastby Welles y sus gustos refinado. Para ella todo el descubrimiento, la fascinación y el deseo de los hombres famosos que encuentra. No es, sin dudas, una de las mejores películas de Allen, pero tratándose de él, el nivel siempre es superior a la media. Y además algunos momentos son realmente únicos. Una película rodeada de conflictos, que no se estrenó en Estados Unidos, (fue rodada hace dos años) que contó con el repudio de algunos de los actores, y el apoyo de otros. Que tendrá entre sus admiradores quienes separan las aguas y quiénes no. Un creador cuestionado pero también único.
"Un día lluvioso en Nueva York": Woody perezoso El largometraje número 48 del realizador funciona apenas como un refugio rápido y fácil en el cual se permite algunos ajustes de cuentas con el periodismo. Filmada hace más de dos años y archivada desde entonces en los Estados Unidos por Amazon, el estudio que la produjo, a raíz de la tormenta mediática y judicial que Woody Allen viene atravesando por acusaciones de abuso sexual de una de sus hijas , Un día lluvioso en Nueva York vendría a ser algo así como “la película prohibida” del director de Dos extraños amantes. Nada más lejos, sin embargo, de esa aura nefanda que el abúlico largometraje número 48 del realizador y el primero que lleva en su título –Manhattan o Broadway Danny Rose no cuentan, porque son distritos o calles-- el nombre de la ciudad que ama y a la que le ha dedicado gran parte de su obra. Suerte de nuevo paréntesis en su largo y seguro exilio europeo, al que acaba de regresar , A Rainy Day in New York es poco más que lo que promete su título. Una joven pareja llega a la Gran Manzana desde su espléndida residencia universitaria para pasar el fin de semana en la ciudad, pero se tropieza con distintos azares que los separan en vez de unirlos en lo que imaginaban una escapada romántica. El (Timothée Chalamet) se llama Gatsby y --como sugiere el nombre del protagonista de la novela de Francis Scott Fitzgerald-- es alguien no sólo acostumbrado al lujo sino a todo aquello que se asocia con la sofisticada Nueva York de otras épocas: el jazz, el penumbroso Café Carlyle, las comedias musicales en blanco y negro. En fin, una suerte de alter ego de Allen, pero de 23 años. Ella se llama Ashleigh (Elle Fanning) también nació en la riqueza, pero en Tucson, Arizona, y por lo tanto no tiene ni la cultura ni el roce social de su novio. Se podría decir que es la invariable rubia tonta y provinciana, que en el cine clásico que Allen tanto admira seguramente hubiera sabido dar vuelta su suerte, pero a quien aquí el director no le permite esa oportunidad. En Un día lluvioso en Nueva York es más evidente que nunca algo que siempre estuvo de manera más o menos latente en las últimas dos décadas de la obra de Allen (lo que no es decir poco, considerando que filma al ritmo de una película al año): la pereza, la dejadez, la falta de rigor, el todo vale, como si Woody ya no quisiera tomarse la molestia de pegarle una segunda revisada al guion o de pensar alguna solución a la puesta en escena que no sea el más ramplón y cómodo plano y contraplano con elemento decorativo de fondo. Ese abandono tan evidente en muchos de sus tours cinematográficos por Europa –como en la bochornosa A Roma con amor(2012)-- había gozado de una bienvenida tregua en Café Society(2016) y La rueda de la fortuna (2017), sus dos películas inmediatamente anteriores, también filmadas en los Estados Unidos y donde se advertía un esfuerzo por construir mundos y personajes más allá de los estereotipos. Un día lluvioso en Nueva York, en cambio, es lo que Hitchcock llamaba un “run for cover”, un refugio rápido y fácil en el cual Allen apenas si se permite algunos ajustes de cuentas dedicados al periodismo (“la profesión más antigua del mundo después de la prostitución”) en medio de su guerra personal con los medios, al punto de que dice del New York Times que “al final todos los periódicos se vuelven sensacionalistas”. ¿Lo mejor de su nueva, anacrónica película? Las actuaciones secundarias de Liev Schreiber y Jude Law como un director y su guionista, respectivamente famosos y también alcohólicos y mujeriegos. Y la banda de sonido, por supuesto, que en plan neoyorquino depresivo-melancólico incluye como leitmotivs dos baladas eternas: “Misty”, por su autor, Erroll Garner, y “Everything Happens To Me”, interpretada por el propio Timothée Chalamet. ¿Lo peor? Algún chiste de mal gusto sobre la risa ridícula de la cuñada del protagonista (que no hace nada por ganarse el afecto de quienes consideran misógino a Allen) y el tremendo error de casting de Selena Gomez y Diego Luna, fatales ambos, como si el productor lo hubiera convencido de incluirlos para satisfacer al mercado latino. ¿El virtuoso fotógrafo Vittorio Storaro? Bien, gracias. Si no hubiera pintado un artificioso atardecer en los rostros de los personajes aún cuando está lloviendo, la película luciría un poco menos falsa.
“Un día lluvioso en Nueva York”, de Woody Allen Por Jorge Bernárdez - 7 noviembre, 2019 Compartir Facebook Twitter La película del escándalo, la película por la cual se abrió una grieta entre los actores que participaron en ella, la película que rompió la relación de Amazon con Woody Allen y le hizo ganar al director un juicio millonario. Lo que no logró Allen es que está última producción se estrene en Estados Unidos y todo parece indicar que por un tiempo, sus títulos seguirán siendo estrenados en Europa y en otros países pero no en el de Woody. Ellos se lo pierden. El relato es una celebración de la ciudad de Nueva York a través del seguimiento de las aventuras de dos jóvenes que están en la ciudad para cumplir con algunas cuestiones y de paso, tener su fin de semana de aventuras. Gatsby (Timothee Chalamet) y su novia Ashleigh (Elle Fanning), llegan a la ciudad y a poco de andar se separan con la promesa de volver a juntarse al terminar el día para ir al cumpleaños de la madre. El derrotero de cada uno pone en tensión la relación. Gatsby va a conocer una chica, se va a ir a jugar al poker y va a caer al cumpleaños de la madre con una prostituta. Mientras tanto, su novia va a vivir una historia en el mundo del cine que va a terminar en el lujoso departamento de un galán estereotipado. Cuando se vuelven a juntar, ninguno de los dos es el mismo. Por supuesto que con más de ochenta años, las obsesiones de Woody Allen, sus referencias culturales y sus temas recurrentes son conocidos y es un territorio que para el cinéfilo es un gusto volver a ver. En este caso el elenco reúne actores jóvenes que se lucen todos y algunos provocan sorpresa, como Selena Gómez que no desentona junto a otros actores experimentados. Detrás de las cámaras además de Woody Allen se luce el genial Vitorio Storaro, que desde hace años trabaja con el director y crea la paleta de colores necesaria para cada uno de sus filmes brille y sea bello. Allen retoma algunas cuestiones que le interesa, arroja dardos contra la corrección política y contra el periodismo y tiene diálogos interesantes y ágiles. Aún cuando sus cine se vea un poco falto de energía, queda un creador ligeramente libertino que no le importa lo que pasa a su alrededor y le rinde honores a sus obsesiones. Así que sigue siendo un gusto que cada año sume una nueva obra. UN DÍA LLUVIOSO EN NUEVA YORK A Rainy Day in New York. Estados Unidos, 2019. Dirección y Guión: Woody Allen. Elenco: Timothée Chalamet, Elle Fanning, Liev Schreiber, Jude Law, Selena Gómez, Diego Luna, Cherry Jones, Rebecca Hall, Will Rogers, Kelly Rohrbach. Producción: Erika Aronson y Letty Aronson. Distribuidora: Digicine. Duración: 92 minutos.
Por temas de público conocimiento, y los cuales no se abordarán en esta reseña ya que competen a la justicia, el año pasado no se pudo estrenar esta película, la número 48 en la filmografía de Woody Allen como director (sin contar cortos y episodios de tv). Y debo decir que es excelente, una de las mejores que hizo en los últimos tiempos, en la senda se su obra de finales de los años 70s y principios de los 80s. No solo por ver a los protagonistas caminando por las calles de Manhattan y hablando sobre las maravillas y misterios de la bella New York, sino también por la neurosis total de sus protagonistas. Que no es otro que el mismísimo Allen pero en la piel de Timothée Chalamet, uno de los actores del momento y que en este film está genial al igual que el resto del elenco. Personajes y sus sueños, personajes y sus traumas, personajes y sus ambiciones, esos siempre han sido el motor del guionista y director. Y aquí vuelve a brillar por eso. Alguien podrá mirar de manera negativa a que el realizador siga abordando los mismos temas (de la misma manera) que hace 40 años, pero lo cierto es que como sociedad seguimos enfrascándonos en lo mismo. Más aún en una gran urbe. No es casualidad el poco uso (casi nulo) de teléfonos celulares en esta historia. Queda bien claro que no entran en la narrativa de Allen. Es preferible los desencuentros y el azar. Así es como nos enamoramos sin saber bien por qué de Elle Fanning, mientras la seguimos en su gran periplo donde todo puede ser posible. Ella rompe con sus estructuras y de a poco vemos la gran ambición que se encuentra bajo la apariencia de chica de pueblo. Su Ashleigh Enright, nombre poderoso y que hay que explicar, es uno de los dos grandes reflejos de Allen. El otro es el de Gatsby Welles, interpretado por el ya mencionado Chalamet. Tampoco es casual que su nombre de pila sea el mismo que el del célebre personaje creado por F. Scott Fitzgerald, lo que supone una gran ironía. Aquí el protagonista escapa sin saberlo, estando desmotivado y encuentra la pasión en su ciudad y en otro personaje. Selena Gomez representa eso que él no tiene y que desea. Representa una fantasía que puede llegar a cumplir, y se la topa de manera cinematográfica (literalmente). El resto de las participaciones también son excepcionales. Ya sea Jude Law, Diego Luna, Rebeca Hall o Liev Schreiber. La fotografía a cargo de Vittorio Storaro es magnífica. Su entendimiento con Allen funciona como reloj suizo y le da lo necesario para que se luzcan aún más la historia y los personajes. Un día lluvioso en Nueva York es una de las mejores películas de Woddy Allen en los últimos años, tal vez la mejor en la última década. Los que aman su obra disfrutarán mucho este estreno.
Había una vez una pareja muy particular y con mucha plata. Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) vivían felizmente con su noviazgo relativamente bueno y relativamente arreglado, hasta que surge un inesperado viaje a la lluviosa ciudad de Nueva York, donde vivirán una serie de aventuras que los hará encontrarse con ellos mismos y dividirá sus caminos para siempre. Para comenzar, es necesario hablar de los aspectos técnicos, que es lo que resalta en el film por encima de la historia. Es todo muy Woody Allen, quien ya tiene como costumbre característica realizar comedias románticas ambientadas en Nueva York. Es su zona de confort, y cada película es una nueva carta de amor dedicada a la ciudad. De hecho, podemos ver a Gatsby, un joven bohemio, romántico y maduro, como la personificación de Nueva York (y obviamente, del mismo Allen). Siguiendo con la ambientación, la película cuenta con planos muy largos y generales, siempre dando prioridad e importancia al espacio que rodea al personaje. Tengo que resaltar los planos de las esquinas de la ciudad, que me volvieron loca, y la fotografía junto con el uso de la iluminación “natural”. La fotografía define a los personajes y las situaciones en las cuales se encuentran. La iluminación marca cada lugar y su respectiva conexión. Da la sensación de que toda la película fue grabada en la famosa golden hour (exceptuando las escenas donde los personajes decaen y se aprecia un color azulado junto a un clima nublado) y la lluvia, como su título avisa, es utilizada como un elemento poético y profundo que marca el desarrollo de toda la historia. En el caso de Gatsby, a quien le gusta la lluvia y tiene un gran simbolismo para él, siempre está presente a medida que le van pasando cosas que generan cambios en su persona, mientras que en los demás personajes, sucede lo mismo, pero siempre que este hecho afecte negativamente su vida. Esto lo podemos ver claramente en el personaje de Ashleigh, quien es completamente opuesta a Gatsby, y en toda la historia se la pasa recalcando su rechazo por la lluvia mientras vive sus aventuras como una adolescente inocente. Incluso en el diálogo final que tiene la pareja, culmina con una frase relacionada a la lluvia en la ciudad, y lo que significa para ambos. Algo que me gustó mucho también es como se muestra a los artistas y sus respectivas crisis, lo randoms que pueden ser (como en un dia les sucede de todo porque viven su vida como si fuese un episodio más de alguna exitosa serie), las relaciones a través del cine y el arte, como el trabajo se suele oponer al amor, lo complicados que son (y si) y como se dejan fluir por la ciudad de las oportunidades. Cualquiera que se adjudique el papel de artista va a disfrutar de aquellos detalles, e incluso se van a sentir identificados y empáticos ante ciertas situaciones. Por otro lado, tenemos el casting. Repleto de reconocidos actores que resaltan sutilmente en la película. Personalmente, Elle Fanning no es mi actriz favorita, pero acá realiza una gran interpretación, muy cómica, natural e inocente para una ciudad como Nueva York donde queda fuera de lugar. Creo que su actuación junto con Timothée Chalamet estan bastante bien. Hay que darle crédito a Selena Gomez también, quien cumple con el estereotipo de morocha en el cine clásico de Hollywood, y realiza una buena interpretación. Jude Law, Diego Luna y Liev Schreiber destacan simplemente por ser ellos y brindan una actuación acorde a su reconocimiento propio como actores de renombre en Hollywood. Finalizando con el guion, como ya mencione, quedó opacado por los demás aspectos del film. Ambos personajes viven aventuras opuestas en paralelo. Mucho diálogo y poca acción. Tiene giros inesperados y momentos emocionantes. Los personajes evolucionan de tal manera, en un fin de semana, que cambian completamente su forma de ser y terminan tomando caminos distintos, ya en un mundo transformado. Algo interesante para opinar es que se presenta un conflicto muy sutil con la madre de Gatsby, a quien menciona al principio del film pero de forma que casi ni se percibe, por lo cual cuando llegamos a la escena donde tiene un diálogo inesperado con su madre que habla de su pasado, por lo menos yo, quede fuera de lugar. Pero después me di cuenta que tiene sentido, él pensaba que estaba enamorado y al final madura después de la charla con su madre, dándose cuenta que no, siendo su madre y como ella prácticamente arreglo la pareja lo primero que menciona de su relación. Por otro lado, tiene algunos diálogos muy típicos de Allen, que mantiene un humor algo anticuado pero que funciona en sus películas. De hecho, la voz en off de Chalamet remonta todo el film con su humor. Y, lo que más me gustó fue el final. Como concluye su relación con los comentarios sobre que a él le gusta la lluvia y a ella no, y como aparece el amor al otro lado del puente, culminando con la lluvia sobre ellos y un destello de sol tan sutil que adrede hicieron que dura medio segundo, pero que está, dándole un trasfondo significativo que le otorga un valor superior a la obra. Conclusión. Muy hermoso como muestran Nueva York, algo típico del director. Sabe cómo mostrar la ciudad y darle su personalidad. Fotografía y dirección de arte excelentes. Buen casting, bien dirigido. Es una comedia romántica que no presenta nada nuevo por parte de Allen, no se arriesga. Esto hace que no sea un film que pueda llegar a trascender o marcar de alguna forma la carrera del director. Es una película para ver y dejar pasar. No destaca. Incluso con el humor que toma la película. Siento que no se puede adaptar a lo contemporáneo. Y tiene sentido, está perfecto, es su forma de trabajar, por ello hay que darle la valoración que merece a partir del conocimiento previo sobre el director. Es exclusiva para sus fieles seguidores. No está entre sus mejores películas, pero tampoco entre las peores. Recomendable para disfrutar de una tarde tranquila y acompañado. Reírte un poco y apreciar la mejor forma de admirar Nueva York, con una película de Woody Allen. Por Estefanía Da Fonseca
JUVENTUD ACUMULADA Fue sobre fines de los 90’s que Woody Allen comenzó a buscar álter egos, tal vez cuando se cansó de verse a él mismo en la pantalla o cuando se dio cuenta que sus personajes ya no encajaban tanto con su edad. Recuerdo en Celebrity, por ejemplo, a un esforzado Kenneth Branagh ocupando el rol que el director y guionista ocupaba hasta una película antes. Pero fue en 2003 con La vida y todo lo demás que, además de un álter ego, lo que empezó a buscar Woody Allen fue juventud, intérpretes generacionales para refritar sus obsesiones y temas de siempre; como si pudiera vampirizar aquellas hormonas juveniles para tomar nueva vida cinematográfica. Allí fueron Jason Biggs y Christina Ricci los encargados, como más acá en el tiempo Jesse Eisenberg y Kristen Stewart los que recrearon la pareja woodyalleniana, aquella compuesta por un hombre histriónico y obsesivo y una mujer mucho más centrada y liberal. En este contexto, una película en apariencia ligera y menor como Un día lluvioso en Nueva York es que cobra mayor sentido y se vuelve necesaria. Porque Allen encuentra en Timothée Chalamet y Elle Fanning no sólo dos intérpretes que replican estereotipos habituales de su cine, sino que además representan dos fuerzas naturales muy energéticas que le dan verdadero brío e intensidad al relato. Un día lluvioso en Nueva York no presenta ninguna novedad, como no lo presenta ninguna película de Allen desde los años 90’s hasta el presente. Desde entonces que Allen vuelve tras sus pasos una y otra vez, volviéndose tal vez autorreferente de una manera que su cine no lo era antes. Si en sus películas siempre estuvo presente una suerte de caricatura de él mismo, fue en los 90’s y a partir de las disputas y denuncias con Mia Farrow que además de la caricatura de él mismo comenzó a filtrarse una cierta referencia a su vida privada, la cual era traficada con algunos dardos envenenados contra la prensa, contra Hollywood o contra las instituciones, como pudimos ver en Maridos y esposas, Los secretos de Harry o La mirada de los otros. En Un día lluvioso en Nueva York, por ejemplo, cuando un personaje señala retóricamente al oficio más antiguo del mundo, alguien pregunta “¿el periodismo?”. Pero digamos que esta comedia romántica protagonizada por Chalamet y Fanning es tan diáfana y ligera (fotografiada increíblemente por Vittorio Storaro, como Café Society), que esa pequeña maldad que se filtra es algo de lo poco que Allen se permite. En Un día lluvioso en Nueva York los temas y conflictos son los mismos de siempre, los hombres adultos seducidos por mujeres jóvenes, los jóvenes con sus inseguridades y sus frivolidades a cuesta, los sectores intelectuales como espacios de una banalidad y esnobismos supinos, la gente del cine como adultos absolutamente frágiles, la distancia cultural entre la gran ciudad y los que llegan desde el interior norteamericano. Los personajes de Allen podrán usar ahora smartphones, pero el tiempo parece congelado en un imaginario donde la tecnología no ha modificado para nada las relaciones humanas. Y no sólo los temas y los conflictos son los mismos, sino además los resortes y recursos que utiliza Allen para contar su historia son los que hemos visto infinidad de veces, tomando elementos de varias de sus películas y volviéndolas a mezclar. Por ejemplo aquí, en la subtrama que protagoniza Fanning tenemos algo de lo ya visto en la pobre De Roma con amor, y que era a su vez un homenaje a El sheik de Federico Fellini. Tenemos a una pareja de jóvenes, ambos universitarios, que planean unos días en Nueva York: él, en verdad, espera poder escapar de una reunión social organizada por su madre mientras le muestra su ciudad a la chica. Los amantes se separan por medio de esos giros antojadizos de las películas de Allen y lo que sigue será el vagar de ambos por la ciudad, en solitario, mientras se cruzan con diversos personajes y surge el típico relato coral, la comedia de enredos. Nada nuevo bajo el sol… o bajo la lluvia, en este caso. ¿Qué hace especial a esta película, entonces? La clave son Chalamet y Fanning, dos jóvenes talentos que se entregan enteros y divertidos al juego de la representación del universo alleniano, en una suerte de reconocimiento generacional al maestro (lo que hayan dicho después ya es anécdota porque no pertenece al momento de concepción de la película). Es como si por medio de la vitalidad que ellos le aportan al relato (también Selena Gómez) la película y el propio Woody tuvieran una energía que le faltaba al cine del autor en los últimos años. Allen ha tenido buenas y malas películas, pero aquí estamos ante un caso diferente: Un día lluvioso en Nueva York es una de esas del montón que Allen ha intentado filmar en los últimos 20 años y que raramente le salen. No es demasiado esforzada (no es Blue Jasmine, no es Café Society), pero es alegre y amable, con varios onliners perdurables, con algo de aquella chispa perdida, capaz de hacer de cada giro repetido una novedad. En Un día lluvioso en Nueva York, además, se respira esa lluvia, ese olorcito a tardecita de ciudad, esa urbanidad, ese cemento, esa inquietud intelectual que Allen ha estampado como el motor de la juventud y la lápida de la vejez. Es como si el director hubiera recuperado su juventud al rodar nuevamente en su ciudad, y luego de su larga estadía europea (que ahora amenaza con volver). Como dirá algún personaje sobre el final: “Necesito el monóxido de carbono para vivir”.
Después del escándalo en el que se vio envuelto con las polémicas acusaciones del #MeToo, Woody Allen logra, al fin, estrenar su película número 50. Si bien se encuentra lista hace ya un año, para la entrega anual a la que el director nos tiene acostumbrados, Amazon la mantiene inédita. El gigante decidió desentenderse de los derechos de exhibición, por lo que el guionista realizó una demanda de casi 70 millones de dólares por romper un contrato que incluía la financiación y distribución a futuro de cinco proyectos de largometraje. De hecho el estreno en Estados Unidos todavía no tiene fecha (ni siquiera en la propia Nueva York), al igual que tampoco verá la luz, al menos por ahora, en una considerable cantidad de países del globo. En Argentina tiene fecha para el 7 de noviembre. Día de lluvia en Nueva York (A Rainy Day in New York) cuenta la breve e intensa visita de Gatsby y Ashleigh a La Gran Manzana. Gatsby, excéntrico con traumas familiares de niño rico, (un fresco Timothée Chalamet como alter ego de Allen en el papel que éste solía interpretar de joven) planea todo un día para recorrer la ciudad natal junto a su novia, aprendiz de periodista, que realizará una importante entrevista en la ciudad (la divertida y genial Elle Fanning). Pero su fin de semana romántico se ve truncado para ambos, y lo que prometían ser 60 minutos de separación se estirarán de forma inevitable hasta pasadas la medianoche. Cada cual va a vivir un día donde la lluvia no aflojará y donde nada saldrá según los planes. Si algo tiene de destacable esta película no son las sorpresas (improbables causalidades), ni los temas abordados (los mismos 5 de siempre), ni los diálogos existencialistas (aunque sutiles y logrados). Lo elogiable es descubrir que en el quincuagésimo film del director la fórmula mágica Nueva York + desencuentros + jazz sigue siendo efectiva. No es la mera zona de confort de Allen, sino su forma de ratificarse y de volver al mismo lugar, los mismos gestos, la misma melancolía, pero de otro modo. Volver a mirar con distancia y enmarcar todo bajo la hermosa y elegante luz de la lluvia. Y para darle ese preciso tono la elección para director de fotografía sigue siendo Vittorio Storaro, por tercera película consecutiva. El agua cubre las calles de la gran ciudad, las paletas jazzeras tiñen los bares neoyorkinos que podrían confundirse con los años ´30, y los relojes cantan en un Central Park triste, mojado. El destacado DF, que comenzó a trabajar junto a Woody en el 2016 con Café Society y continúa a su lado, brinda un clima asincrónico, distinguido, lleno de una melancolía cómica, característica de la firma Allen. Por último, muchas cosas pueden decirse de este nuevo título y de su director (por ejemplo la diferencia de lugares que se les otorga a hombres y mujeres y su evidente relación con las acusaciones) acerca del poco arriesgue, o de la falta de interés en las explicaciones y concordancias o el hecho de no tener la cantidad suficiente de chistes ni de introspección, y quedarse a medio camino de ser una película de humor o drama. Lo cierto es que Woody nunca necesitó ningún extremo más que el de neurótico para crear un patrimonio de películas con producción continua e ininterrumpida. Películas que incluso en sus versiones menos destacadas mantienen una calidad mayor al promedio de cualquier industria cinematográfica. La máquina Allen continúa cayendo de pie.
“Un día lluvioso en Nueva York” (“A rainy day in New York”) es una comedia con el identificable sello Woody Allen, que se reconoce en las excentricidades y ese humor entre inglés y judío, por momentos casi tonto, que encierra una fuerte ironía. El guión desarrolla una historia mezcla de nostalgia y comedia de enredos, con situaciones grotescas. Con una cierta mirada a lo que no fue, con personajes que se expresan sin tanta neurosis ni verborragia, como es habitual en su cine, con una serenidad sugestiva, Woody Allen regresa al campo de batalla con un producto no tan personal y más cercano a la realidad cotidiana de la juventud, que como la de todas la épocas busca afirmar su identidad a través de actos un tanto alocados. Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh (una fantástica Elle Fanning), joven ingenua de padres republicanos, estudiante de periodismo en Yardley College (un sustituto de Bard) en Dakota, que desean pasar un fin de semana juntos, en New York, aprovechando que Ashleigh intenta hacer una entrevista, para la revista estudiantil al importante director Roland Pollard (Liev Schreiber), quien tiene serias dudas existenciales. Ashleigh logra la entrevista con el director y a partir de allí todo se torna caótico. Asediada por el director, luego por el petulante y cínico guionista Ted Davidoff (Jude Law), que también está deprimido, y por último por un actor latino, exitoso y seductor, Francisco Vega (Diego Luna), quien logra llevarla a su departamento de donde debe escapar a toda velocidad casi desnuda. El regreso inesperado de la novia del actor frustra el encuentro. Gatsby, curioso nombre al que recurre Allen para su personaje, ya que en cierta forma parece ser un homenaje a F. Scott Fitzgerald con su “El gran Gatsby” escrito en 1925, en donde igual que él explora los temas de decadencia, idealismo y el exceso de ciertas clases sociales. Al igual que Fitzgerald, Roland Pollard quiere llevar a Ashleigh a la Riviera francesa en un bizarro viaje para olvidar los malos momentos que está pasando. Woody Allen, con detalles simples coloca a sus personajes dentro de una atmósfera atemporal, evanescente y glamorosa. A pesar que el uso de celulares y ciertos detalles en la vestimenta los acerquen al siglo XXI, los “millennials” se comportan como gente de los años ‘50, y hablan usando citas a Cole Porter y “Guys and dolls”. Pero a través de ellos realiza una crítica a la sociedad actual y vuelve a valerse de su escenario ideal, New York, con un protagonismo casi hegemónico, utilizando diferentes encuadres para hacerla resaltar bajo una luz que se difumina entre interiores y exteriores. En la búsqueda infructuosa de su novia bajo lloviznas y torrenciales aguaceros, Timothée Chalamet llega a uno de los lugares de encuentro el Café del Hotel Carlyle (un espacio muy frecuentado por la banda Woddy Woody Allen The Eddy Davis New Orleans Jazz Band en el cual ofrece conciertos varios lunes al año), se sienta al piano y canta “Everything happens to me”, la canción de Matt Dennis y Tom Adair, en la inconfundible voz de Chet Baker: “I fell in love just once, and then it had to be with you. Everything Happens to Me…”. Afuera, en Manhattan, no deja de llover. Con cierta semejanza también en su construcción a la narrativa de J.D. Salinger, quien utiliza un narrador intradiegético para expresar toda la rebeldía adolescente en “El guardián entre el centeno”, con padres un tanto ausentes y ocupados en rituales mundanos, Woody Allen presenta a una inolvidable madre interpretada Cherry Jones, que en medio de una fiesta realizada en su casa le dice que ella fue prostituta. Timothée Chalamet, quien se propuso donar lo que ganara en el filme a obras de caridad, posee características muy semejantes al Holden Caulfield de Salinger: un joven descorazonado criado con boletos de temporada para el Metropolitan Opera House y veranos en el sur de Francia, que se encuentra en una rebelión silenciosa contra su familia y todo lo que ella representa. El punto de vista de Woody Allen apunta a la inocencia, la juventud, la ingenuidad y la credulidad de la juventud, pero también a la petulancia y al lujurioso ambiente cinematográfico haciendo hincapié en personajes superficiales, penosos y corrompidos, así como también destaca la frescura y luminosidad de un personaje casi intemporal Shannon, la hermana menor de una ex novia, interpretado por la sugestiva Selena Gomez, colmado de matices, y que sobre delinea todo el entramado de lo que quiso contar. Exquisitamente filmado por Vittorio Storaro (que ha estado trabajando con Allen desde “Café Society” (2016) en tonos pastel, que acentúan la identidad melancólica del filme y provocan la ilusión de un mundo fantástico e irreal.
Volvió Woody Allen al mundo, excluyendo a los Estados Unidos donde, paradójicamente, se sitúa la película, como el nombre lo indica. En fin, no vamos a entrar aquí nuevamente en la cuestión acerca de la vida privada de Allen, sus problemas con la ley y con las acusaciones. Hablemos de cine. Es evidente que Woody no tiene mucho más para decir respecto del mundo, y que, con el tiempo, se ha vuelto un poco más misántropo aunque todavía cree en cierta forma del amor. Aquí hay varias historias, cuyo núcleo es el personaje de Elle Fanning, una chica que no solo tiene que pasar un fin de semana con su novio en Nueva York sino, también, realizar algunas entrevistas para un trabajo relacionado con el mundo del cine. Esto se estructura con personajes que ya son modos de Woody: la chica que parece ingenua y termina ridiculizada, la joven buena, el joven inseguro y un poco neurótico, los señores con poder y un poco o un mucho lascivos. De algún modo, todos estos personajes son destilados del propio Woody, más allá de la obviedad de que pertenecen a su cerebro. Son, también, la representación ambigua de su Nueva York, ciudad amada pero siempre vista un poco como esas cosas que nunca se alcanzan, a la que en última instancia –como a la protagonista– se ridiculiza un poco. Hay buenas frases, buenas secuencias y buen humor. Y hay una idea en tiempos en que la juventud se ve como vanguardia del mundo: la edad no garantiza bondad o inteligencia. Ni para mal ni para bien. No es poco.
En defensa de Selena Gomez Amable. Ligera. Estos son los dos primeros adjetivos que vienen a la mente después de ver la última película de Woody Allen. Hay algo entre nostálgico y anacrónico en su forma actual de hacer cine. Un día lluvioso en Nueva York es difícil de ubicar dentro de la filmografía del controvertido director –controvertido no por sus films (aunque quizás por ciertas zonas de ellos también; en esta, por ejemplo, se filtra cierto maniqueísmo en la construcción de personajes que se puede llegar a confundir con misoginia)–. El film bien podría ser una comedia romántica de los noventa, algo así como Un día inolvidable, aquella adorable (acá se cuela otro calificativo demodé) película en la que Michelle Pfeiffer y George Clooney se turnan para cuidar a sus pequeños vástagos y, de paso, se enamoran. No está lejos, entonces, de ser una rom-com de reminiscencias a otros tiempos del cine. De hecho, pasaría por cine clásico, con ese aire a musical de la época dorada de Hollywood que posee a pesar de que a los personajes no se les dé por cantar y bailar de la nada, si no tuviera tantas marcas de la contemporaneidad, tanto repliegue sobre sí misma. Hay dos razones por las cuales no es una comedia romántica y tampoco es clásica, dos motivos que se ayudan y se apuntalan entre sí (aquí entran, por fin, los sustantivos): artificio y parodia. Pero antes de explicar estos caminos de la deriva, es necesario ubicar al lector. Gatsby Welles (sí, nombre Gatsby y apellido Welles, así, tal cual), interpretado por Timothée Chalamet, es un joven diletante y bon vivant que organiza disfrutar un fin de semana VIP en su Nueva York natal junto a su novia Ashleigh (Elle Fanning). Ella, sureña, ingenua y estudiante de periodismo, tiene la oportunidad, durante su estadía en la Gran Manzana, de entrevistar a un aclamado cineasta. Es allí cuando los senderos se bifurcan y la narración empieza a correr en dos tramas argumentales paralelas. Por un lado, Gatsby deambulará por la ciudad encontrándose azarosamente con algunos conocidos, visitará a su hermano, participará en el rodaje de una película indy dirigida por un amigo, batallará verbalmente con la hermana de una ex novia y, finalmente, irá a ver a su madre que le aguarda con una revelación (acaso sea justo en este fragmento, cuando la cámara se acerca para hacer un primer plano de la madre, el momento de mayor trazo grueso del relato). Mientras tanto, Ashleigh será la protagonista de una comedia de enredos que involucrará a un director de cine en plena crisis creativa (soberbio Liev Schreiber), al guionista que vigila a su infiel esposa, y al actor latino en boga. En medio de un paisaje neoyorkino tan bello como impostado, se disfrutan por igual el deambular de Gatsby y las correrías de Ashleigh. La película no se toma en serio a sí misma –su mayor logro es este–, revela su propia construcción y deja marcas de su propuesta lúdica en todo su entramado: desde la misma lluvia que enmarca muchas de las escenas, pasando por la fotografía que torna mítica a la ciudad, hasta la marcación de los actores: todo es de una artificialidad evidente. (Digresión: ¿Por qué lo artificial tiene tanta mala prensa cuando todo arte es artefacto, es artificio?). No hay nada “real”, ningún intento fraudulento de hacer pasar lo verosímil por lo verdadero. Los personajes están trabajados desde la parodia, con sus rasgos exagerados y su batería de clisés. Más que personajes son verdaderas caricaturas: el Woody Allen de turno (en versión más joven y más lindo), la rubia bimbo, el latin lover, el artista tortuoso e incomprendido, el guionista sesudo aunque inseguro. Contrariamente a lo que se podría pensar, lo paródico no les quita interés, sino más bien los vuelve atractivos. ¡Qué aburridores serían estos tipos tipificados si no fuesen tomados en sorna! Todo esto, sumado a unos cuantos chistes bien puestos y a una musicalización que no le va a la zaga, le da una ligereza a la fábula que se está contando que resulta como un pequeño oasis entre tanta cinematografía ampulosa o grave o las dos cosas a la vez. Por último, es necesaria una mención particular para Selena Gomez. Ninguneada en muchas de las reseñas de esta película (¿será que su pasado Disney es una mancha?; ¿hay todavía tal esnobismo en la crítica “cultural” periodística?), su Shannon, la sparring verbal de Gatsby (sería más preciso decir que Gatsby es el sparring verbal de Shannon), encarna por sí sola la comedia romántica que no fue. Había allí un atisbo de esperanza para un género caído en desgracia. Al mismo tiempo, Gomez interpreta –de forma precisa, balanceada– al único personaje que no está jugado para el lado paródico y es gracias a esto mismo, al contraste que supone, que se puede apreciar la importancia de la parodia en todo el film, su función como eje estructurador del relato. Recapitulando, es llamativo que lo que empezó como un intento de reivindicar el trabajo con lo artificial en esta película y su reconocimiento como práctica contemporánea del cine termine siendo en realidad una loa a Selena Gomez. Sin embargo, no está nada mal.
Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) parecen quererse. Son muy jóvenes y de hogares adinerados, pero él es un pedante aspirante a intelectual de Nueva York y ella, una estudiante de periodismo de Arizona. El decide mostrarle la ciudad el fin de semana y ella, entrevistar a un director de moda (Liev Schreiber) para el periódico universitario. Suerte de comedia de las equivocaciones, batido de peripecias donde todo puede suceder, "Un día lluvioso en Nueva York" es una comedia de los "70-"80, con jazz de los "40 y personajes que ya acompañaron a Woody en su juventud. Así, Gatsby es el Woody quejoso, nada conforme con su destino de hijo de ricos, pero aprovechador del momento para disfrutar un fin de semana y un hotel de lujo, pagados con el dinero de sus padres, en tren de deslumbrar a su noviecita rural. Ni pensar que las cosas de la vida lo harán volver a su madre, con apariencia de señorona y pasado innombrable, para convertirse en su confidente. Con ellos se mezcla un guionista engañado (Jude Law), amigo del director veterano entrevistado por Ashleigh, y también aparecerán la dispuesta Shannon (muy bien Selena Gómez) y el tal Diego Luna (un pariente del Zorro), otro anacronismo de este salpicón elegante, con su presencia de galán mezcla latino-español deslumbrando a un público que nunca puede ser el de esta época y que responde al amado recuerdo vintage del imaginario Allen. Y para completar la galería de personajes, la millonaria madre de Gatsby (destacada Cherry Jones), que tras su nivel de anfitriona del jet set esconde un oscuro pero divertido secreto. Una rica fauna desplazándose en los lugares amados por Woody, el Central Park, las exposiciones del Met, el art déco del Hotel Carlyle, bien fotografiados por un Vittorio Storaro fiel a su teoría de la relación entre los colores y la percepción de las emociones. A FAVOR Y EN CONTRA Que a algunos les parezca un guion descabellado o pasado de moda, que a otros les resulten graciosas las situaciones, como en algunas de las viejas comedias de Woody, o que a algún tercero le provoquen disonancias sus reiteraciones y las piense como zombies en plan vintage:, todos tienen razón. Pero hay momentos en que los nostalgiosos mueren por esas corridas bajo la tenue lluvia neoyorquina, con música de jazz o el piano del insoportable Gatsby (un insípido Chalamet), convocando a Chet Baker y su "Todo me pasa a mí". Mientras otro antiguo admirador del director de "Manhattan" asocia a Ashleigh (la desbordante Elle Fanning) con una vamp que se llamó Marilyn Monroe y que los millennials desconocen. Es que la memoria se recicla y aunque los viejos juegos ya no se juegan con calidad, antiguos compases y amarillentas imágenes, que alguna vez fueron amados, suelen convocar realidades imposibles de olvidar.
Tras una espera de más de un año, finalmente se estrenó en salas de cine la penúltima película de Woody Allen, esto teniendo en cuenta que su obra más reciente es la que ya filmó en el País Vasco, y que actualmente se encuentra en proceso de posproducción. La reiterada denuncia por abuso que le cruzó al legendario cineasta su hija adoptiva, Dylan O'Sullivan, puso la carrera del eterno adorador de Manhattan en un largo stand by que parecía condenado a un abrupto final. En plena tensión por las declaraciones que Dylan dio en televisión, el gigante del streaming Amazon canceló el contrato que tenía para financiar los siguientes films del realizador, lo que derivó en un millonario pleito judicial que terminó con un acuerdo entre ambas partes hace pocos días. En términos estrictamente legales, hasta el momento Allen no ha sido declarado culpable por ninguno de los cargos alegados por su hija adoptiva, mientras la enorme familia Farrow se muestra marcadamente dividida en medio de una encrucijada entre Woody y las acusaciones de su ex mujer, la actriz Mia Farrow. Tal vez en una desafortunada mezcla de conceptos, gran parte de la crítica internacional tendió a masacrar a Un día lluvioso en Nueva York. En cambio, la prensa especializada argentina elogió a esta amable película que está pasando su segunda semana en el top 10 de los títulos más vistos en las salas nacionales. Allen juega con soltura las cartas de la comedia de enredos en esta historia que protagoniza una pareja de estudiantes universitarios interpretados por un acertado Timothée Chalamet (incorporando en su actuación los habituales tics y manías de Woody), y una encantadora Elle Fanning (oscilando con destreza entre la ingenuidad y la seducción). Los tortolitos llegan a Manhattan para pasar un fin de semana diseñado de antemano y con detalle por el novio, que proviene de una familia rica y ha transitado buena parte de su vida en la Gran Manzana. Pero claro, esos planes tan estructurados pronto cobran caminos impensados, mientras la ciudad y la lluvia funcionan como algo más que un simple telón de fondo de una serie de aventuras inesperadas que cada cual correrá por su parte. Como buen exponente de este tipo de comedia en donde las situaciones se descarrilan por completo, el guionista y director logra atravesar orgánicamente la experiencia, recuperando la notable cuota de frescura que había perdido en sus últimos films; y generando un puñado de exquisitos momentos que se dividen entre un humor agridulce y un estado de sensibilidad a flor de piel. Un día lluvioso en Nueva York discurre de manera cristalina con una fluidez poco frecuente en el panorama del cine actual. En ese andar liviano está la magia de un relato que no se erige sobre pretensiones innecesarias, y que vuelve por enésima vez y con gracia renovada sobre temas que Allen ya transitó a lo largo de casi toda su carrera. La incertidumbre que llega cuando se quiebra el orden establecido, el latente acecho de la infidelidad, y los vínculos inter generacionales abordados sin pruritos; son algunos de los ingredientes de una historia que cuenta con el inmejorable marco visual aportado por el talentoso director de fotografía Vittorio Storaro, que imprimió su impronta estética a clásicos contemporáneos como Apocalypse Now y El último emperador. Como tantas otras creaciones de Woody Allen, más allá de la dupla protagónica, el relato está estructurado desde una narrativa coral que orquesta escenas en las que cada personaje tiene su magnético momento de lucimiento. Selena Gomez está descollante interpretando a la hermana menor de una ex novia del protagonista. El reencuentro entre ambos queda sellado en medio de un rodaje que él literalmente se cruza en plena calle, cuando un amigo que está detrás de cámara le pide que actúe en una escena cuyo contenido no conviene anticipar. Por otro lado, Liev Schreiber, Jude Law y Diego Luna se ponen respectivamente en la piel de un aclamado director de cine en plena crisis creativa, un guionista en un pico de tensión con su esposa, y una suerte de afamado latin lover; todos ellos orbitando alrededor de Elle Fanning, la joven estudiante de periodismo que pasa el día desencontrada con su novio y envuelta en en una serie de peripecias. Timothée Chalamet calza muy bien el traje de Woody Allen, y la película cumple con creces en una escena fundamental en la que se ve al lánguido joven forzado a asistir a un evento topísimo organizado por su madre (superlativa Cherry Jones). En varias oportunidades, él anticipa que lo que menos quiere en ese fin de semana en Manhattan es toparse con sus padres, suceso que de antemano sabemos que de alguna manera ocurrirá. Sin dar detalles sobre esa instancia, lo único que se puede adelantar es que además de un compendio de situaciones entre desopilantes y ligeras, Un día lluvioso en Nueva York también es capaz de ofrecer una de las charlas más sinceras entre madre e hijo que haya dado el cine en los últimos tiempos. Lejos de su puñado de gloriosos títulos creados indiscutiblemente en los años '70 y '80, el octogenario Woody Allen mantiene encendido su encanto, ya despojado del pesado lastre de dar con su obra maestra definitiva. A rainy day in New York / Estados Unidos / 2019 / 92 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Woody Allen / Con: Timothée Chalamet, Elle Fanning, Selena Gomez, Liev Schreiber, Jude Law, Diego Luna, Cherry Jones.
Volvió Woody Allen a la ciudad que tanto ama. Este nativo neoyorquino, nacido un 1 de diciembre de 1935, supo transmitir al celuloide la esencia de Manhattan como nadie. Ni siquiera Spike Lee. Desde “Annie Hall” (1977) a “Un Día Lluvioso en New York”, el cine de este inagotable realizador destila un imperecedero amor por la ciudad que nunca duerme. Una mística sin igual que cobra vida en el celuloide, como una eterna carta de amor a la ciudad que lo vio triunfar. Woody lo sabe: los fantasmas existen en New York, y son encantadores. Sin embargo, a esta película le precede un rosario de situaciones infructuosas, en absoluto alicientes. Su rodaje finalizó hace dos años, al tiempo que una serie de problemas legales, escándalos y acusaciones -que son de público conocimiento y sobre los que no vale la pena profundizar- hicieron poner en suspenso, no sólo el estreno de esta película, sino la continuidad de la carrera cinematográfica de unos de uno de los directores más importantes de la cinematografía mundial. Desde hace más de 40 años, atravesados por la brillantez de una prolífica trayectoria, Allen había mantenido la grata costumbre de estrenar, al menos, una película por año. Rodando rápido y a bajos costos, se permitía semejante gusto personal. A veces actuando, otras veces no, pero siempre en su rol de guionista y director de sus propias historias. Este singular emblema del cine de autor, dueño de un estilo cinematográfico único e imitable, alabado por su legión de fans y cuyas obras poseen un plus atractivo desde sus clásicos títulos iniciales, vio su racha tristemente interrumpida cuando, ante el escándalo perpetrado por los tumultos judiciales citados, llevará a que Amazon rompiera el contrato vigente con el director para producir sus próximas cinco películas, de la cual la presente era la primera de ellas. A dicho alboroto se le sumó la reprobatoria que sufriera el propio cineasta por varios de los integrantes del elenco (el conflicto inundó los tabloides durante la pasada ceremonia de premios), con lo cual el proyecto quedó en una peligrosa nebulosa. Woody, lejos de dar el brazo a torcer, inició acciones legales y finalmente consiguió contar con la película y los derechos de ésta en su poder y conseguir fechas de estreno en algunos cines alrededor del mundo. Sin embargo, aún no se prevé su proyección en Estados Unidos. A través de una historia de amor y desamor, de encuentros y desencuentros que vivencia una pareja de adolescentes a lo largo de un fin de semana en la bulliciosa New York, Woody Allen nos convida de su fino paladar cinematográfico. Puede que la historia de “Un día lluvioso en New York” no sea de lo más atractiva ni lo más original en la carrera del cineasta, pero no por ello dejará de fascinarnos. Entregándose a la aventura de los seductores mundos de ficción tramados por este eterno explorador del alma humana, el cinéfilo más nostálgico se verá cautivado por citas cinematográficas deliciosas. Allen nos inunda del mundo artístico que vibra en las calles neoyorkinas, haciéndonos visitar museos y galerías de arte como inmejorable escaparate en una tarde de lluvia, seduciéndonos con sus clásicas melodías que suenan exquisitas en los majestuosos pianos que engalanan bares nocturnos o decoran los salones de las residencias aristocráticas. Como un artista que dibuja sobre un lienzo finas pinceladas, Allen nos hipnotiza trazando sobre nosotros un mapa imprescindible de la cosmopolita y vertiginosa ciudad de New York. Atiborrada de vehículos y transeúntes, ataviada por la magia de sus bares y hoteles, el autor nos convida de la impronta de sus calles y su gente, sin convertir a la propuesta en un city tour de lo más banal. En absoluto, la travesía se propone deliciosa. El creador de “Días de Radio” nos revela una urbe rebosante de cultura y habitada por personajes de lo más variopintos. Luego de su periplo europeo, a lo largo de la última década y conformando una saga qué lo hizo visitar las principales ciudades del viejo continente -como Barcelona, París, Londres y Roma-, el inclaudicable Woody retornó hace un par de años a su mejor forma fílmica rodando en suelo americano, y aquí pretende continuar dicha senda. Inclusive sin la perspicacia y la sagacidad de obras mayores, este film de Woody Allen resulta un digno ejemplar dentro de su vasta filmografía. Una precisa pesquisa sobre la crisis existencial de dos jóvenes quienes, entre despertar sexual, anhelos de prosperidad profesional, citas literarias y reflexiones filosóficas, se abren a un mundo de incontengencias y desafíos; al tiempo que persiguen sus sueños y anhelan encontrar su vocación y rumbo personal. No obstante, no lograrán encontrarse el uno con el otro. Al menú pergeñado no le faltarán los típicos bocadillos judíos y algún que otro chiste de mal gusto (rozando la superficialidad de un humor negro que cuadraría mejor en un film de Adam Sandler), no obstante se trata de un film que ofrece cuotas de profundidad y un amplio espectro de análisis acerca de la imperfecta naturaleza humana. Allí hace su aparición la punzante mirada del autor, satirizando los vicios y las apariencias sociales, con intención de desnudar disfuncionalidades familiares con su habitual sarcástica mirada. Aspecto que disimula ciertas falencias de la trama al a no otorgar el peso dramático específico a conflictivos vínculos humanos aledaños al protagónico compartido que plantea y que resuelve (por momentos) con llamativa simplicidad y liviandad. Sin embargo, la vertiente social más comprometida del autor, se deja ver a través de una serie de líneas puestas con inmejorable timing, deslizando síntomas de una debacle económica dictada por las laxas modas de nuestra era moderna, prefigurando el alma de un lugar cuya esencia ya no es lo que supo ser. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Allen nos interpela y responde con más de una alegoría: estrellas del cine de antaño hacen su aparición gracias a la profundidad de campo: Cary Grant y compañía parecieran observar desde las alturas una fiesta de lo más absurda y frívola. La cinefilia podría ser el antídoto perfecto del director, cuando todo alrededor parece desvanecerse. Acaso un escondite inmejorable, en tiempos de naufragio intelectual.Allí estarán las citas al cine clásico, que el entendido en la materia disfrutara: Renoir, De Sica, Kurosawa. Cineastas que Woody Allen homenajea y admira; monumentos del propio Olimpo del que forma parte este diminuto neoyorkino. Inquieto, como de costumbre, las citas literarias, oportunas y reflexivas no eximen a la risa de la reflexión, mientras las clásicas melodías de jazz denotan el buen paladar musical que ‘la gran manzana’ respira. Aquí, la película encuentra su momento de mayor resplandor, y el vuelo metafórico (paradójicamente) traza una analogía entre estos seres de corazones heridos, emociones palpitantes y almas apesadumbradas con la lluvia gris que tiñe las calles de una nostálgica New York, esa que recuerda con imperecedera magia a las instantáneas logradas por Allen en “Manhattan” (1979), “Historias de New York” (1989) y “Misterioso Asesinato en Manhattan” (1993). La sensibilidad del autor para trazar relaciones humanas resquebrajadas y abismales vacíos existenciales se muestra efectiva al examinar, con frescura y certera lógica, la prisa por madurar que experimenta su joven pareja protagonista. En la figura del joven Timothee Chalamet (su talento ya no sorprende, lo vimos brillar en “Beautiful Boy” y “Llámame por tu nombre”) se resumen las neurosis, las obsesiones y las ansiedades que, alguna vez, un joven Woody Allen interpretara el mismo en pantalla. El joven llamado GatsbyWelles es el enésimo homenaje intertextual a su erudición literaria y la confirmación de que los films de Allen provocan nuestro conocimiento a cada tramo del metraje. Un inconfundible guiño que celebra al enorme Orson, cruzándolo con el aristocrático protagonista creado por Scott Fitzgerald. Se trata de un joven que reniega de su estatus social, que ama cada rincón de New York y que posee una avidez y una curiosidad artística que lo convierte en un ser sumamente sensible y estimulado intelectualmente. A medida que el personaje de Chalamet busca encontrar el rumbo en su vida (¿afortunado en el juego, desafortunado en el amor?) vivirá un auténtico tour de forcé existencial: descubrirá su verdadera vocación, se reencontrará con viejos idilios y correrá el velo a las fantasías fraguadas sobre su compañera de estudio, cual cupido doliente. Dispuestos a una travesía por Manhattan que nunca llega a materializarse, otros planes se entrometen en esta precipitada jornada que viven los jóvenes en la febril metrópoli. Con carisma y una melancolía que puede palparse, el novel intérprete compone a un personaje que nos enternece por completo. Su compañera de estudios se ve reflejada, con indudable magnetismo, gracias a una acertada Elle Fanning. Esta rubia superficial e impostada, atolondrada sexualmente, nada inocente y deslumbrada en demasía por las luminarias de las grandes estrellas del cine (más que por el encanto de la gran ciudad que la cobija) prefiere la pose, la apariencia y el golpe de suerte que le brinda la inesperada seducción de un galán de la gran pantalla a los planes románticos le propone su atribulada y ocasional pareja. Las pruebas (entre varios desencuentros y desafíos intelectuales no compartidos) dictaminan que no son, precisamente, dos a quererse. Dentro de la exquisita galería de personajes que suele regalarnos Woody Allen,van desfilando, a lo largo del relato, una serie de figuras que se intercalan protagonismo, con mayor o menor suerte: la pretendiente de la adolescencia convertida en seductora mujer –bonita, ignorada y despechada, provee líneas de diálogo filosas-encarnada por el ícono del pop latino Selena Gómez; un obsesivo director en extremo perfeccionista, neurótico y ensimismado como el que interpreta Liev Schreiber; un levemente desdibujado Jude Law haciendo las veces de un talentoso guionista cinematográfico convertido en esposo engañado y un irresistible y engreído -en símiles dosis- galán latino prefigurando el estereotipo que cobra vida en la piel del mexicano Diego Luna. Con más logros que desatinos, “Un día lluvioso en New York” nos regala la vigencia de un director qué sabe reinventarse con el paso de los años y continúa inspeccionando la, a menudo laberíntica, psiquis humana. En este caso, desentrañando anhelos típicos de juventud y posibilitando postergados encuentros amorosos como pasaporte a un amplio abanico de conductas sociales. Desnudando mezquinas competiciones de clase -anteponiendo férreos códigos referentes a la idiosincrasia citadina versus la parsimonia y la monotonía pueblerina-, nos provee una mirada sobre las miseras del mundillo cinematográfico, pesquisa similar que afrontara en su anterior y efectiva “Café Society” (2016). Inclusive sin el brillo de otros tiempos, Allen posee una enorme habilidad para mostrarnos las mezquindades que abundan en la fábrica de sueños en celuloide, también el sensacionalismo de cierto sector de la prensa a la búsqueda de una ‘primicia’-como en “Scoop”, 2006-. No teme ridiculizar a directores estrellas colocados al borde del colapso nervioso, tampoco en endiosara galanes engreídos para luego ponerlos en aprietos. A fin de cuentas, el negocio ofrece sus cinco minutos de fama a costa de ceder la propia honestidad intelectual. Esa a la que el viejo Woody no ha renunciado, inquebrantable en poder, finalmente, estrenar su postergada ‘película maldita’.
Protagonizada por Timothée Chalamet, Selena Gomez y Elle Fanning, llega a los cines Un día lluvioso en Nueva York, la nueva comedia romántica dirigida por el ya consagrado Woody Allen. Un día lluvioso en Nueva York se rodó hace más de dos años, pero su lanzamiento fue postergado múltiples veces (de hecho aún no cuenta con fecha de estreno en los Estados Unidos), luego de que, en el marco del Movimiento #MeToo, volviera a cobrar fuerza la denuncia de violación que Dylan Farrow presentó contra el director. Como ya nos tiene acostumbrados el director, esta película es una comedia romántica sobre una relación entre dos personalidades disparejas. Además, en cada escena se nota la marca que Woody Allen construyó a través de sus años en la industria. Los edificios imponentes, el clima que parece acompañar la suerte de los diferentes personajes, un protagonista excéntrico y poco comprendido por quienes lo rodean. En cada toma se siente la esencia del neoyorquino. Timothée Chalamet (quien demuestra, una vez más, ser uno de los actores de esta nueva generación que mejor se adapta frente a las cámaras) se pone en la piel de Gatsby Welles, un joven que nos rememorará automáticamente a aquellos personajes que más le gustaba interpretar a Allen durante su época frente a la cámara: nervioso, excéntrico pero tímido, torpe pero culto. Este joven no sabe muy bien qué hacer con su vida, sólo parece tener dos cosas en claro: que es muy bueno para las apuestas y que ama a Ahsleigh Enright (Elle Fanning), su pareja desde hace algún tiempo. A la risueña Ahsleigh, cursante del último año de periodismo, se le presenta la oportunidad de entrevistar a su director de cine favorito. Es así que los enamorados emprenden un viaje (con intenciones románticas por parte del joven) a la Gran Manzana. Luego de que su novia le va cancelando prácticamente todos los planes acordados para los días de estancia, Gatsby inicia un recorrido solitario por las calles de Nueva York. Es ahí que se reencuentra con Shannon (Selena Gomez), la hermana menor de una de sus ex novias. La química entre ellos es instantánea. Como en muchas de las películas del neoyorquino, la ciudad en sí es un punto clave para abordar este relato (más si tenemos en cuenta que la historia se desarrolla en Nueva York). La Gran Manzana se destaca, entre decenas de cosas, por su contraste en sus edificaciones (y también en sus ciudadanos). Los dos mundos que parecen coexistir en este lugar -uno completamente lujurioso/ostentoso y otro donde reina la nostalgia de lo antiguo- generan un paralelismo tanto con Gatsby como con Ahsleigh. Quienes, definitivamente, buscan destinos diferentes en sus vidas. Un día lluvioso en Nueva York no es una de las mejores películas de Allen, ni tampoco una de las mejores comedias románticas de la historia. Aun así, es una propuesta entretenida, que nos brinda una mirada simple (aunque algo estereotipada) sobre las relaciones personales. El final resulta completamente predecible y ciento por ciento cliché, pero no deja de ser emocionante y bello (tanto desde lo narrativo como desde lo visual). Allen tiene una larga experiencia en retratar el amor en general (y el romanticismo en particular) y este film, claramente, no es la excepción a esta marca tan reconocida que tiene el director. Un día lluvioso en Nueva York podría resultar una película romántica más del montón, pero la marca de Woody Allen se hace presente para rescatarla de ese lugar. No es bella sólo por su historia en general, sino también por su fotografía. La imponente ciudad con sus edificios tan diferenciados generan un contraste particular con cada personaje. Finalmente: Timothée Chalamet ¡gracias por existir!
Woody Allen es una leyenda viviente dentro de la historia del cine. A pesar de sus años de popularidad y prestigio, el director sabe que cada vez menos gente lo conoce y que muchos espectadores buscan a los nuevos protagonistas de sus películas. Con un elenco bastante juvenil, Allen construye aquí una ligera comedia dramática acerca de lo volátil y dinámico que puede ser el afecto, el deseo y las relaciones. La pareja de jóvenes protagonistas viaja a Nueva York por dos días e inmediatamente se separa, cada uno para vivir una azarosa e inesperada aventura por las calles de la ciudad de Nueva York. Aunque no es nada sofisticada en la manera en la que está filmada, Woody Allen logra igualmente que la película sea muy entretenida, mucho más que el promedio general del cine actual. Y la ligereza del tono no debe confundir al espectador. Allen no hace una película superficial, sino una comedia feliz, luminosa y optimista. Pero allí están los temas del director, sus obsesiones y sus reflexiones sobre el ser humano. La manera dinámica y vital en la cual los seres humanos se relacionan, cambian de opinión, se enamoran y se desenamoran a lo largo del tiempo o incluso de un día. Un día de lluvia sin ir más lejos. Por primera vez Nueva York aparece en el título de una película de Woody Allen. A juzgar por todos los problemas que ha tenido Allen para estrenar esta película, tal vez su ciudad sea una manera de identificarla más allá de los prejuicios y los cambios de época.
Una comedia menor que podría haber funcionado mucho mejor de transcurrir hace sesenta años en lugar de en la actualidad, lo nuevo de Allen cuenta las paralelas desventuras en Manhattan de una pareja de veinteañeros interpretados por Timothée Chalamet y Elle Fanning. Más allá de alguna que otra excepción, las mejores películas que hizo Allen en los últimos tiempos transcurren en el pasado, como es el caso de sus dos más recientes films, CAFE SOCIETY y WONDER WHEEL. Viendo UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK se entiende la razón. Es que, lo quiera o no, sus películas parecen datadas en una época que no se corresponde del todo con el presente. Los diálogos, las actitudes y referencias de sus personajes, los motivos, la estética y hasta la fotografía parecen pedir a gritos ser trasladadas al pasado. Vivirían más a gusto allí. Seguramente como él. Su nueva película transcurre en la actualidad pero si uno le cambia tres bromas, un par de celulares y los modelos de algunos coches bien podría transcurrir en algún punto entre 1955 y 1960. Si alguno ha visto la serie THE MARVELOUS MRS. MAISEL, que sí transcurre a principios de los ’60, podrá darse cuenta de sus parecidos. El problema del film de Allen es, en cierto punto, su anacronismo, ya que no se trata de un presente exagerado para parecer salido de una vieja época, sino uno que –da la impresión–, Allen entiende como natural. Y de natural no tiene nada. Dicho de otra manera, de haber puesto un cartel en el que se leyera “1958” al principio, la película tendría otra gracia. Mejoraría mucho. Así y todo, para ser lo anacrónica que es, UN DIA EN NUEVA YORK es bastante amable, simpática y entretenida. Sus chistes funcionan de la manera en la que funciona cierto humor de salón, casi de fiesta familiar en la que algún tío simpático sabe algunas bromas y las cuenta con picardía. Es la historia de una pareja de novios de la universidad que viajan a pasar un fin de semana a Nueva York ya que ella tiene la suerte de que le han concedido una entrevista con un famoso cineasta y él, neoyorquino de pura cepa, aprovecha el viaje para acompañarla y mostrarle la ciudad que él ama. O, digamos, las partes y lugares de la ciudad con las que se siente a gusto. Que no son todas. Sí, el personaje se llama Gatsby Welles (lo interpreta Timothèe Chalamet, en una versión más lánguida y un poco menos neurótica que la habitual imitación de Allen que hacen los protagonistas de sus películas) y ya el nombre nos pone en el terreno del retro. Es un personaje que podría haber salido de EL CAZADOR OCULTO, de J.D. Salinger: un rebelde a lo Holden Caulfield, cuyo universo es el de los bares de jazz a media luz, los salones de juegos de cartas, el coqueteo con la prostitución y los restaurantes de los hoteles clásicos de Manhattan. Quizás, digamos, la suya era una posible forma de rebeldía hace 60 años. Hoy, más bien, parece el protagonista de un tour guiado para visitantes nostálgicos de una Nueva York que no existe más. Y acaso, sin saberlo, lo sea. Este rebelde multimillonario (los valores de las propiedades de Manhattan en las que circulan sus familiares lo dejan en claro) no quiere saber nada con sus muy tradicionalistas padres que lo ven como un hijo díscolo y no quiere que sepan que él estará en la ciudad, ya que justo ese fin de semana sus padres organizan uno de esos eventos culturales para amigos que él tanto desprecia. Su plan es hacer la suya con su chica, pero una vez que ella se enreda con su admirado cineasta, el viaje ideal del muchacho se complica. Y no importa que él se llame Welles. Ella prefiere al otro. Ashleigh Enright (Elle Fanning) es la clásica chica simpática y un poco tontuela tan cara al cine de Allen. Parece haber descubierto el cine –y casi cualquier manifestación cultural– anteayer y haber aprendido las referencias de memoria para impresionar a su novio. Su día está marcado por una serie de enredos que empiezan con la crisis del director en cuestión (Leiv Schreiber), siguen con los problemas amorosos del guionista de sus films (Jude Law) y continúan con un fortuito encuentro con un galán de turno (de turno en 1945, digamos) que encarna Diego Luna. Es así que la chica planta al bueno de Gatsby, quien a su vez se topa con viejos conocidos en ese pequeño barrio que es Manhattan. Entre todos ellos se destaca Shannon (Selena Gomez), hermana de una ex novia, con la que se ve involucrado casualmente en la filmación de una película. La idea permite a Allen volver sobre algunos viejos hábitos, haciendo una especie de grandes éxitos de su humor más accesible apoyándose en el evidente tono anacrónico del asunto, algo que la fotografía de Vittorio Storaro empuja aún más a la superficie. Lo que es imposible de dejar de lado –y es ahí donde lo anacrónico se confunde con lo obtuso– es su visión recalcitrantemente sexista y su imposibilidad de representar algo que mínimamente se asemeje a la realidad de las vidas de una pareja de estudiantes universitarios de hoy. Es cierto, UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK es orgullosamente “anticuada”, se apoya fuertemente en un imaginario nostálgico que precede todavía al cine del propio Allen. Y es por eso que funcionaría mejor como un film de época. Es difícil tomárselo en serio en tiempo presente sin sentir que buena parte de las cosas que podrían funcionar en 1958, digamos, ya no funcionan más. Son personajes y situaciones desfasadas en el tiempo (no en la realidad, ya que eso en este contexto importa poco) y, a la hora de las resoluciones dramáticas y actitudes de los personajes ante determinados conflictos, ese ruido se siente. De todos modos, si uno no se pone excesivamente fastidioso con este tipo de cosas (o si el lector es un fan de Woody Allen acérrimo que no quiere ni le importa discutir nada en su obra) disfrutará bastante de UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK. Es una película menor pero no es mala y es una pena que su distribución internacional esté empañada por asuntos que no tienen nada que ver con el cine (ni, al parecer, con la Justicia). Es una distinción que es importante hacer. El cambio de época ha permitido notar en el cine de Allen ciertas ideas, si se quiere, bastante retrógradas respecto a varios asuntos. Pero solo sirven para pensar y analizar su obra. El resto, en este más que complicado caso, es un asunto que no le compete a la crítica cinematográfica.