Adiós, Robert La película final de Robert Redford antes de anunciar en agosto de 2018 su retiro definitivo de la actuación a los 82 años, Un Ladrón con Estilo (The Old Man & the Gun, 2018), funciona como un homenaje tanto a la extensa carrera del señor como a la disposición natural a desempeñarse en la profesión que sea, por más que hablemos específicamente de asaltar bancos (la verdad de fondo del rubro vuelve a aparecer: “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”). La obra en sí retrata el derrotero criminal de Forrest Tucker, un norteamericano que se transformó en una figura popular legendaria porque se pasó casi todo el Siglo XX entrando y saliendo de prisión, pergeñando fugas de diversas cárceles y en suma dando rienda suelta a su fetiche cleptómano, ese que lo llevó a jamás abandonar los asaltos -incluso en su vejez- y a vivir una “doble existencia” a espaldas de sus sucesivas esposas a lo largo de los años. El guión del también director David Lowery, aquel de las atendibles Mi Amigo, el Dragón (Pete’s Dragon, 2016) y A Ghost Story (2017), está basado en un artículo de David Grann de 2003 -publicado en The New Yorker- aunque decididamente debe haber pasado por muchas revisiones ya que el film se aparta bastante de los hechos reales para rendirle honores -de manera previsible/ comprensible- a un Redford/ Tucker desde ese clasicismo entre ensoñado y nostálgico que caracteriza a Lowery, aquí más que nunca adaptándose a la mítica figura del séptimo arte que tiene delante suyo. Así las cosas, el relato se divide entre los atracos en 1981 de un Forrest muy veterano con sus dos compinches, Teddy (Danny Glover) y Waller (Tom Waits), su acercamiento romántico a Jewel (Sissy Spacek) y la persecución policíaca de la que es objeto por parte del oficial John Hunt (Casey Affleck). Si bien por momentos la propuesta se torna algo repetitiva y morosa a nivel narrativo, lo cierto es que posee un corazón muy querible principalmente debido a que deja brillar al natural a un Redford que no necesita de diálogos cancheros ni chistecitos de manual ni escenas de acción rimbombantes para dejar en claro que tiene un carisma enorme frente a cámaras, planteo que a su vez está apuntalado en un casting prodigioso en el que se destacan en especial una maravillosa Spacek, toda una experta en eso de infundir de humanismo a cualquier proyecto en el que participe, y un Waits inmejorable que nos regala un monólogo navideño muy hilarante que responde en un cien por ciento a su cosecha personal de siempre. Quizás el rol de Affleck, el actor fetiche del realizador, se siente un poco forzado y/ o fuera de lugar al comienzo de la trama sin embargo por suerte con el correr de los minutos el personaje va ganando envergadura a medida que la admiración hacia Tucker, un sutil caballero del robo y el arte de porfiar ante todo, se va acrecentando. Lowery llega al punto de incluir referencias bien claras a Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969) y El Golpe (The Sting, 1973), amén de metraje concreto de La Jauría Humana (The Chase, 1966) y Carretera Asfaltada en Dos Direcciones (Two-Lane Blacktop, 1971), en este último caso porque el director identificó similitudes entre Tucker y el personaje de Warren Oates, G.T.O., del clásico contracultural de Monte Hellman. Sin ofrecer ningún elemento novedoso dentro de la iconografía del film noir hollywoodense, de todos modos Un Ladrón con Estilo es una epopeya minimalista más que digna que subraya el carácter de librepensadores/ forajidos/ diletantes elogiables en lo suyo de dos hombres -las dos leyendas de turno, el hombre real y el actor, Forrest y Robert- que se llevaron puestas a las execrables estructuras institucionales de sus respectivos ámbitos de trabajo para no dejarse someter por nada ni por nadie, regalándonos de paso una autodespedida encantadora que equivale tanto a las lágrimas como a las sonrisas en una escala agridulce similar a la vida…
Robert Redford se despide de la actuación, y lo hace con The Old Man & The Gun (una traducción cordial sería “El Caballero y la Pistola”, aquí la llamaron "Un Ladrón Con Estilo"), una anécdota basada en hechos reales que es mas chiquita de lo que uno piensa. Si no estuviera Redford (y estuviera otro veterano de nombre ignoto) o si no supieramos de que se jubila (después de una impresionante carrera como actor, productor, director y organizador del Sundance Festival), el filme valdría menos. Es pequeño, simpático, respetuoso, algo repetitivo y, como no tiene tanta historia, le deja un montón de espacios en blanco para que Redford los llene con su carisma casi intacto. Se le notan los años (sobre todo en el andar), pero el tipo sonrie y guiña, y te compra (y es lo que pasa con el resto de la audiencia). Hay viejas fotos (y fragmentos de antiguas películas) de Redford, y todo es un show servido en bandeja para la estrella. Y sí, es delicioso y uno se lo devora entero aunque no haya mucha historia. Mas allá de la trama policial – que es muy breve, casi enseguida dan con la identidad del personaje de Redford y empieza la cacería -, la historia de fondo trata sobre la razón principal de nuestras vidas. ¿Qué es lo que nos hace felices?. Para Redford lo suyo es el trabajo y su trabajo es robar bancos; y no se trata de dinero (porque el tipo tiene acumulada una fortuna), sino del ejercicio en sí, esa rutina de entrar al banco, mostrar el arma sin sacarla, entregarle el papel al gerente o cajero (que le dice que se trata de un robo), contestar con respeto y despedirse con una sonrisa. Y la mayoría habla maravillas de él, desde la falta de violencia hasta la cortesía a la hora de robar. Mientras esa parte es la gracia del filme, por otra parte la cinta no se encarga de sondear demasiado a Forrest Tucker / Redford como persona. Que ahora lo veamos viejo, respetuoso y galante (con Sissy Spacek, una viuda que tiene la vida hecha pero que se asoma a la vida de Redford en busca de un poco de diversión en su existencia), no implica que el testimonio cruel de su hija (cameo de Elisabeth Moss) lo pinte como lo que es, un ladrón compulsivo, un egoísta que no duda en mentirle a su familia de que va a rehabilitarse, un tipo que desaparece y abandona a sus seres queridos porque el impulso de robar es mas fuerte. ¿Acaso el romance con Spacek es la redención?. No, solo es una parada interesante sobre el final del camino. Preso o libre, lo primero que va a hacer es pispear los movimientos del banco (como un defecto profesional medir todo: ver la cantidad de guardias, los horarios del camión del dinero, las salidas posibles) y al toque va a enfilar hacia la caja. Es la adrenalina lo que lo mueve, ya que podía haberse jubilado hace rato. The Old Man & The Gun es una película amable, disfrutable. No hay mucha sustancia, solo un ejercicio de estilo en replicar cómo filmaban cine en los años 70 (rodando incluso en un celuloide de colores tibios y textura granulada), y en darle a una leyenda del cine un cálido vehículo de despedida. Y sí, lo vamos a extrañar mucho.
Robert Redford no necesita presentación. No solo ha sido uno de los actores más populares de los últimos cincuenta años sino que además ha sido también uno de los galanes más reconocibles durante varias décadas. El concepto de belleza masculina estuvo mucho tiempo asociado a él. Pero desde que se convirtió en estrella en la segunda mitad de la década del sesenta, Redford siempre intentó que era algo más que una cara bonita. No se convirtió en alguien popular de forma automática. Estuvo haciendo mucha televisión hasta que varios papeles en cine lo hicieron ascender rápido y con Descalzos en el parque y, por supuesto, Butch Cassidy (1969), junto a Paul Newman, pasó al primer plano mundial, donde permanecería durante las dos décadas siguientes. Del resto de la carrera de Robert Redford también se sabe mucho. En cuanto pudo se volvió productor y luego director de cine. Le sumó a su sueño el fundar el Sundance Festival, cuyo nombre es obviamente un homenaje al más famosos personaje que el interpretó en toda su carrera: Sundance Kid. Este festival, ubicado en Park City, Utah, cambió en gran parte la historia del cine norteamericano, siendo la cantera de muchos grandes directores independientes. El lugar elegido por Redford para hacerlo está relacionado con su propio matrimonio y su amor por el Oeste norteamericano. Utah se transformó en su lugar en el mundo, así como el de sus hijos y sus nietos. Redford participó de clásicos como El golpe (su única nominación al Oscar hasta el 2018 en la categoría mejor actor), Los tres días del cóndor, El gran Gatsby, Todos los hombres del presidente, El mejor y África mía, por mencionar algunas, no necesariamente las mejores. Como director ganó un Oscar a mejor director en su debut con Gente como uno (1980), película que también ganó el Oscar a mejor film de año. Como productor también obtuvo una única nominación con Quiz Show, otro de los films que dirigió. En el año 2002 recibió un Oscar honorario por su carrera y por la creación del festival Sundance. Su carrera ha estado marcada por una enorme popularidad, una fama extra cinematográfica por ideas progresistas, incluido un profundo compromiso político que llega hasta la actualidad. Amante de la naturaleza, es natural que también se haya preocupado por la ecología también. Nunca terminó el prestigio de otros colegas actores, como por ejemplo Paul Newman, pero aun así ha tenido premios de toda clase y un enorme cariño de la industria, aunque no sea de las personas que más participan de la vida social de Hollywood. Todo este largo prólogo es para llegar a la película que se estrena ahora: The Old Man & the Gun, que en Argentina se estrena con el título de Un ladrón con estilo. Filmada y estrenada en el 2018, el propio Redford anunció que será su última película. Con un aviso de esa clase, es casi imposible no sentir el deseo de repasar su carrera, de hecho la película, a su manera, lo hace. The Old Man & the Gun cuenta la historia de Forrest Tucker (nada que ver con el homónimo, gran actor) un hombre especializado en robos de banco que cayó presos varios veces, logrando escapar en todos los casos. Este personaje, ahora anciano, sigue con sus andadas, incapaz de dejar eso que se su forma de vida y también, en muchos sentidos, su pasión. Tucker, interpretado de forma relajada y simpática, es uno de esos roles que a Robert Redford le quedan como un guante. Con ochenta y dos años, el actor tiene un estilo juvenil y ligero que ha sido su marca de fábrica. Esta es la clase de roles que, irónicamente, le han impedido ser prestigioso y ganador de premios, pero por los que el público lo recordará también. No es una mala elección despedirse siendo fiel a sí mismo, y sin duda Redford lo sabe. No es por su anuncio que la película consigue su tono agridulce, crepuscular, de despedida. La hermosa relación entre él y una mujer que conoce en la ruta, Jewel, interpretada magistralmente por Sissy Spacek. Esa historia de amor, el vínculo que estableces Tucker con sus víctimas, el policía que debe en un comienzo investigar su caso, John Hunt (Casey Affleck) y cada detalle de los personajes remite a una figura de otra época. Su condición de delincuente es una anécdota para la historia, el propio Redford, elegante, encantador, con estilo, es quien protagoniza la verdadera historia detrás. Muchas citas, sutiles y no tanto a sus anteriores películas y hasta un clip de La jauría humana (The Chase, 1966) en un flashback, dejan en claro que la ficción y la realidad se van fundiendo. Lo mismo que parece haber hecho este año Clint Eastwood con The Mule o en 1976 John Wayne con The Shootist, de Don Siegel. Pero en estos dos títulos mencionados estamos frente a películas extraordinarias. Redford no pretende tanto, él solo quiere ser recordado como Tucker, con una sonrisa en la cara al decir su nombre. Tal vez no sea buena prensa para una artista, pero Robert Redford da toda la impresión de haber tenido una carrera feliz, aunque no todas sus películas sean ligeras y amables como esta.
El director de “A Ghost Story” y “Pete’s Dragon” nos trae esta historia basada en hechos reales que cuenta las desventuras de Forrest Tucker (Robert Redford), un ladrón de bancos que pasó la mayor parte de su vida en la cárcel o intentando escapar de ella. De hecho, logró fugarse en 18 ocasiones y cometió su último atraco en el año 2000 cuando tenía 80 años. Este film se une a “The Mule” de Clint Eastwood y a otros tantos relatos de criminales de la tercera edad que, a pesar de la vejez y los achaques de la misma, continúan ejerciendo su profesión. Lo atractivo del film pasa por su estética que recuerda a los films policiales de los ‘70/’80, período en el cual también se desarrollan varios de los acontecimientos de la vida del señor Tucker, pero, además, a ese atípico acercamiento a los relatos de criminales que roban bancos. La trama se enfoca más en cómo este hombre y sus socios (interpretados por Danny Glover y Tom Waits) continúan delinquiendo a pesar de los años y en cómo disfrutan de esos atracos que consideran su profesión. Igualmente, el largometraje se centrará, sobre todo, en la figura de Redford y en cómo consigue gozar más que nada de la impunidad a través de su carisma y buenos modales. Por otro lado, Forrest Tucker se verá involucrado sentimentalmente con Jewel (Sissy Spacek), una mujer solitaria que disfruta de una estancia y del cuidado de sus caballos, representando varios aspectos de la vida del fugitivo que solía descuidar o daba por sentado y que ahora lo tienen cavilando al respecto. Todo esto mientras el oficial de policía John Hunt (Casey Affleck) descubre varios puntos en común entre una serie de robos que lo llevan a pensar en Forrest y sus socios. La película, sin representar algo totalmente novedoso, se nutre de la interpretación de Redford, que compone al carismático ladrón, al igual que de un acertado elenco de actores secundarios y una historia atractiva por su relación con la realidad. Si a eso le sumamos una reproducción de época muy atinada y una edición impecable que le dan un ritmo y una estética muy lograda al relato obtenemos una cinta atrapante y entretenida, donde lo que resalta es la forma en que está contada más allá de la simpleza de la trama. Por otro lado, la obra se beneficia de la sensibilidad de Redford y su entrega que componen supuestamente el punto final a su larga trayectoria como actor. Un rol que le calza perfecto y que nos recuerda (al menos un poco) al timador que interpretó en el exitoso film “The Sting” (1973). “The Old Man and the Gun” es uno de esos relatos sumamente disfrutables, que sin descollar nos hace pasar un rato agradable gracias al talento de sus intérpretes. Resulta interesante cómo esta tratada la relación afectiva de la pareja protagónica, al igual que la relación con el pasado del personaje principal. Por otro lado, esa persecución entre el criminal y la policía, que no se da de una forma típica también ayuda a que el film se eleve por sobre el resto de este estilo de películas.
En Un ladrón con estilo Robert Redford interpreta al asaltante de bancos más encantador del mundo. La película del director de Ain't Them Bodies Saints, Mi amigo el dragón y A Ghost Story se centra en los robos que Forrest Tucker cometió, cuando tenía más de 70 años, junto a dos cómplices de su misma edad, interpretados en el film por Danny Glover y Tom Waits. La estrategia criminal del ladrón se basaba en un trabajo de inteligencia previo y se apoyaba también en su buen aspecto y trato caballeroso. Los testigos de sus atracos siempre coincidían en señalar en sus declaraciones la sonrisa del asaltante, que parecía ser un hombre feliz. Con una fabulosa estética del cine de fines de los años ’70 y principios de los ’80, época en la que se cometieron estos golpes, Lowry construye una película con tanto encanto como su protagonista. Redford y el rol que interpreta son el uno para el otro. Todo lo inverosímil de la historia, aunque haya pasado realmente, resulta creíble gracias a él. El juego de gato y ratón en el que se ve envuelto junto al detective que encarna Casey Affleck y la adorable historia de amor maduro con la estanciera que interpreta Sissy Spacek suman capas y le dan otra dimensión a la historia. Un ladrón con estilo se ve con una sonrisa constante. Esa felicidad que irradiaba Tucker es la misma que logra Redford desde la pantalla, aun cuando el film también se encarga de esbozar la idea de que los actos criminales del personaje son parte de una adicción, no al dinero sino a la adrenalina del hecho. Como si fuera una forma de vida que no puede abandonar.
Pudimos ver “Un ladrón con estilo” antes de su estreno el día Jueves 21 de Marzo en los cines argentinos. En esta historia veremos a Robert Redford por ultima vez en el cine, ya que se despide la actuación y te contamos que nos parece esta historia basada en hechos reales……..mayoritariamente.
Una joyita! ¿Qué es verdad y qué es mentira? Casi todo lo relacionado con el personaje de Forrest es real, pero no tanto con el de Jewel, ya que si bien está basado en su tercera esposa, han cambiado varias cosas, como por ejemplo que...
Una vida plena. ¿Para qué sirve un atraco? Cuando se piensa en él lo primero que nos viene a la mente es el botín, sin el cual carecería de sentido. El riesgo es asumible por el valor de la recompensa, en este caso una recompensa fácilmente cuantificable, reducible a números. The Old Man and the Gun es una película de atracos, pero no de botines, al menos de los que todos esperaríamos. Basada, más o menos, en hechos reales (así lo señalan los créditos iniciales), nos cuenta la actividad delictiva de una curiosa banda integrada por tres hombres ya ancianos que poseen todo el tiempo del mundo para recrearse en su tarea y que disfrutan más del proceso que del resultado. El planteamiento no renuncia a las claves del género: bancos, atracador de espaldas, maletín para el dinero, plano de sus pies saliendo de la oficina bancaria que acaba de asaltar, radio de la policía que es interceptada y por lo tanto burlada, huida en coche… Pero de inmediato aparece el elemento que propicia el giro de la historia. Los atracos serán la excusa para construir una tenue pero elegante historia de amor entre dos seres que se encuentran desde posiciones antagónicas, y es esa diferencia la que les permite, en su libertad, acercarse, enriquecerse. Forrest Tucker (un gran Robert Redford, posiblemente en los mejores momentos que nos haya dado), el atracador, es un ser errante. Transita por diversos estados, no aspira a encontrar un cobijo definitivo. Su vida se limita a moverse sin fin, y las entradas y fugas de la cárcel son una manera de no acomodarse. Abandonó a su familia porque una familia aprisiona y él es un ser libre. Como los viejos vaqueros del oeste (los viejos westerns que se ven en televisión) hace del camino su morada, y de la persecución su alimento. No se trata, como muy bien señala a modo de resumen de su comportamiento, de ganarse la vida, sino de la vida misma. Tiene también un estilo, algo que pocos son capaces de alcanzar. Es el mismo estilo que se transmite en la película. Todo ocurre de manera reposada, como si no tuviera importancia, alejado de cualquier urgencia. Comenzando por los mismos asaltos, que casi se producen de manera secreta, sin que los clientes de los bancos adviertan nada, y siguiendo por las relajadas conversaciones entre los personajes, teñidas de esa calma otoñal de quien no está dispuesto a invertir más energías de las necesarias, pero que no por ello duda de sus convicciones. Lo que más destaca de la actitud de Forrest en sus robos es que es feliz. En ello se resume su vida. Asalta bancos porque es feliz haciéndolo. Se fuga de la cárcel porque disfruta con la huida. Es su manera de sentirse vivo. No importa tanto el ser apresado porque de esta manera se abre una nueva puerta a recomenzar lo que de verdad le da sentido a su existencia. Y en esto que aparece Jewel (una descomunal Sissy Spacek, con esa belleza que dan las huellas del paso del tiempo cuando no se las combate, cuando son testimonio de una vida intensamente vivida), también de vuelta de muchas cosas, con el pasado a sus espaldas pero con una mirada limpia al futuro. Encuentra en Forrest un interlocutor, un alma gemela, aunque con raíces bien distintas. Jewel está aferrada a una casa, a un lugar. Tanto es así que le fascina la inscripción que aparece del antiguo dueño, se siente interpelada por ella, como si fuera la continuadora de un fuego sagrado que hay que mantener vivo. Sus hijos le aconsejan que venda esa especie de rancho perfectamente delimitado por una cerca en el que pasa sus días, y en el que se colaba el caballo del vecino hasta que se quedó a vivir allí. Pero ella, a pesar del alto coste que debe afrontar, no lo hace. Es su lugar en el mundo y no lo abandona. Entre ellos surge, de manera sutil, serena, la atracción. Hay un momento en el que la cámara lo cuenta con una delicadeza exquisita. Se encuentran los dos en el bar al que suelen acudir, y entonces se produce una ligera panorámica que nos muestra el resto de los clientes, todos jóvenes. Como si ellos recobraran la juventud, aquellos sentimientos ya lejanos, el ímpetu que permanecía adormecido. Arranca así un tour de force en el que la atracción tiene sus peajes. La manera en que se conocen ya es un perfecto diseño del campo de batalla: Forrest anda huyendo y se encuentra con Jewel, que intenta reparar su furgoneta averiada. Se detiene a ayudarla, aunque en realidad es una estratagema para burlar a la policía. Forrest es el movimiento que se ve interrumpido, Jewel la permanencia que retiene. Él seguirá atracando bancos, pero poco a irá cayendo en las redes de ella. Más bien habría que decir rindiéndose a su encanto, entrando en su lógica, porque Jewel no es una taimada manipuladora que planifique su captura. Lo que se produce es más bien el choque entre dos mundos y el intento de hacerlos compatibles. El viejo ladrón acude al banco y trata de pagar la hipoteca del rancho en el que ella vive sin que se entere, lo que significa asentarla definitivamente en ese lugar, que es tanto como echar él mismo raíces, encontrar, confirmar un punto de referencia. Más tarde accederá a devolver el brazalete robado. Es muy clarificadora esta escena. En ella se produce la lucha entre dos actitudes ante la vida, y es la de la mujer la que resulta vencedora. Pero el momento crucial se da cuando ella le pide que no rellene la última casilla de sus fugas. Esa es la renuncia máxima que puede asumir. Y la asume. El proceso, con toda la sencillez, la amabilidad y la dulzura del mundo, ha sido el del sometimiento. Una pelea con armas de gomaespuma, armas que no disparan, que parece que no hieren, pero que lo hacen. La salida de la cárcel es otro momento brillante de la película. Desde la posición de cada uno, alejados entre sí, se nos ofrece un plano del otro donde aparecen diminutos, solitarios. Libres aún. De ahí se corta al interior del coche, donde ya están juntos. Pero a Forrest se le ve incómodo, como enjaulado. Ha salido de la prisión y parece que siga aún preso. Y se instalan en la casa. Ella le dice que puede quedarse el tiempo que quiera. Él lo agradece, pero parece que se quejará. Los planos son interiores, con Forrest mirando al exterior por la ventana. Y el vestigio del primer dueño enmarcado, el ancla. Parece que ella ha vencido, que su modo de entender la vida se ha impuesto, pero eso sería matar a Forrest, y él no está dispuesto a morir. Este es el esqueleto de la película. Complementándolo aparece también un policía perseguidor, en una interpretación más que discutible de Casey Affleck, alguien fascinado por el delincuente a quien trata de atrapar, aunque la descripción que de él se hace es mucho menos cuidadosa, centrada en reproducir, como en un espejo, las características del anciano (también la persecución como forma de vida, la necesidad de que no acabe nunca), aunque sin conseguir la coherencia lograda con éste. Cobran importancia, en ese protagonismo del paso del tiempo (recuerdos de la niñez, cumpleaños, proyectos aún no realizados, como montar a caballo, vista cansada, constantes alusiones a los distintos momentos de la vida de los personajes…) la presencia de los niños, como una especie de recordatorio de un nuevo comienzo, como la cesión de un testigo. El marco histórico de los hechos lo delimita la época del mandato de Ronald Reagan a cuyo atentado se hace referencia. Pero se usa también como contrapunto, pues se oponen las turbulencias del momento a la placidez de la América rural en la que acontece la historia que se cuenta, placidez acentuada por las constantes referencias de la televisión, que apenas dan importancia, si es que llegan a reparar en ellos, a los asaltos que se están produciendo. Robert Redford, que también figura como productor, anuncia que con esta película se despide de la interpretación. Su gran trabajo es un cierre magnífico a su carrera, la cual es repasada en un brillante recorrido que confunde al actor con el personaje. Posee el aroma de la despedida y es también una rendición de cuentas. Como Forrest con los atracos, Redford ha hecho del cine su modo de vivir, y lo que falta saber es si de verdad será capaz de renunciar a él.
Por amor al cine El mundo necesita más gente que ame lo que hace. Fácilmente se pueda trasladar esa afirmación tan cierta como idealista a The old man and the gun (Un ladrón con estilo), el último film del director David Lowery que sitúa al icónico Robert Redford reviviendo gran parte de su legado como galán y criminal simpático, en lo que probablemente sea su despedida del cine con un papel a la altura de su extensa trayectoria. El mundo necesita más gente que ame lo que hace. Fácilmente se pueda trasladar esa afirmación tan cierta como idealista a The old man and the gun (Un ladrón con estilo), el último film del director David Lowery que sitúa al icónico Robert Redford reviviendo gran parte de su legado como galán y criminal simpático, en lo que probablemente sea su despedida del cine con un papel a la altura de su extensa trayectoria. Basada en un artículo de la revista The New Yorker, la película cuenta la historia del atracador Forest Tucker, un anciano de más de 70 años que robó bancos durante toda su vida hasta su vejez, pero con la particularidad de hacerlo con extremada buena educación, y sin tener que portar un arma o activar alguna alarma durante sus tantos asaltos. Y es que un hombre tan amable y considerado, capaz de pedir por favor que abrieran la caja fuerte y que ningún empleado pudiera resistirse a su encanto, no podía ser interpretado por otro que no fuera Robert Redford y su carismática sonrisa. Sin embargo, si esto suena a la clásica romantización hollywoodense de un forajido es porque realmente lo es, ya que la verdadera razón por la que el protagonista continúa con su vida delictiva no es precisamente el dinero, sino por la diversión que esto le genera. Algo que termina mimetizándose con la felicidad contagiosa de Redford a la hora de ponerse una vez más frente a cámara haciendo lo que mejor sabe hacer: Obligarnos a ponerse de su lado. De esta manera es que tras varios años de estar prófugo con su equipo – conformado por otros dos actores históricos como Danny Glover y Tom Waits –, Tucker se cruza con Ruby (Sissy Spacek), una mujer viuda con la que empieza un romance basado en la seducción mutua y la despreocupación de la tercera edad. La atracción de ambos es entrañable, con gestos y miradas que marcan una relación por demás profunda sin la necesidad de ponerlo en palabras, y en gran medida gracias a la química de Spacek y Redford, como si se tratara de dos amantes que se conocieran de toda la vida. Y eso que es la primera vez que trabajan juntos. Pero por más que Forest y compañía sean los ladrones más educados de la historia, era cuestión de tiempo para que la policía comenzara a perseguirlos, con el detective John Hunt a la cabeza – un Casey Affleck lleno de matices, que vuelve a trabajar junto a Lowery después de la emotiva Ghost Story –. No obstante, la obsesión de Hunt por el caso crece cuando es testigo directo de uno de estos robos amables sin siquiera haberse enterado. Lo que genera uno de los atractivos más interesantes del film: Mientras el perseguidor más se acerca a su presa, más cariño le va tomando, y más difícil se le hace seguir su rastro. Algo que incluso su mujer le termina haciendo notar cuando menciona que sí logra atrapar a Tucker, ya no tendrá la motivación de seguir persiguiéndolo, de la misma forma que el ser perseguido resulta también un desafío para Tucker en esta lucha de egos. David Lowery decide situar al film a principios de la década del 80’, tanto visual como narrativamente, partiendo de la musicalización folk-rock y la tipografía vintage acorde con el cine de la época, el uso de planos largos y escenas bien descriptivas como constante, y hasta el agregado de una estética granulada, característica de las cámaras de rollo con sus colores saturados. Casi todo en The old man… tiene impronta retro. Hasta su título. Pero el homenaje no queda solo en un guiño al exploitation de ladrones de guante blanco, sino que la película es una sumatoria de situaciones para venerar la leyenda que significa Robert Redford en la industria, con cantidad de referencias a su carrera, aunque principalmente situándolo como el envejecimiento lógico de lo que podría haber sido en la actualidad su mítico Sundance kid junto a Paul Newman. Un regalo diseñado especialmente para que pueda recibir los aplausos en vida y no desde una placa póstuma durante una entrega de premios. Al igual que Forest Tucker acepta con una sonrisa que su afición por los atracos puede llegar en cualquier momento a su fin, existe también un dejo de confesión en Redford por la forma en que decide disfrutar la recta final de su carrera. Algo que trasciende a su personaje, incluso a la película, para dejar que su legado hable por sí solo.
Robert Redford, el actor de Butch Cassidy, Tres días del Cóndor y El gran Gatsby, por citar sólo tres de su prolífica carrera como actor,productor, director y creador del Sundance Festival, da su último golpe antes de retirarse de la actuación con esta película simple y efectiva basada en una historia real reportada por David Grann en el New Yorker en 2003. Forrest Tucker -Redford- ingresa a un banco y lo asalta con la corrección de un caballero, sin violencia y sin dejar heridos. Con una pistola que nunca saca, un sombrero y un bigote postizo, Forrest tiene planificado todo al detalle luego de una larga tarea de observación. No es la primera vez que lo hace ni la última -el último golpe lo dio a sus 80 años- en un relato cargado de nostalgia, ambientado en los años ochenta y que muestra además sus 18 escapes de cárceles y lugares de máxima seguridad. Tras sus pasos se lanza John Hunt -Casey Affleck-, el policía que casi lo tiene en la mira al igual que a sus secuaces -Danny Glover, Tom Waits-. En una larga persecución en la ruta, Forrest se topa con Jewel -Sissy Spacek, la actriz de Carrie- a quien decide ayudar. Su vida cambia a partir de ese encuentro y se enamora de la mujer que se divierte con sus anécdotas y altera su estilo de vida -la escena de la joyería-. Así como huye de la policía también lo hace de un pasado turbulento y de una familia que dejó por amor a lo que hace: el robo. El relato recupera el tono de las película de los años setenta, sin estridencias, concentrando la narración en el lucimiento de su protagonista y del buen elenco que lo respalda. Con guiños a El golpe y un fragmento de La jauría humana, el filme funciona como un autohomenaje, una despedida y una bienvenida mirada al cine de antaño.
El viejo y el cine Un ladrón con estilo (The Old Man & the Gun, 2018) es una simpática despedida del cine de parte de Robert Redford, como las que protagoniza Clint Eastwood cada tantos años pero sin la amargura o el arrepentimiento. Redford se está divirtiendo y haciendo lo que mejor sabe así como su personaje, Forrest Tucker, asalta bancos por diversión y con elegancia. La película se basa en la carrera criminal de un hombre con un récord impresionante de robos y escapes, pero funciona sobre todo como metáfora para la carrera de Redford. Al director y guionista David Lowery le interesa menos el aspecto criminal o verídico de la historia - la cual se presenta como “mayormente real”, utilizando el mismo eslogan de Butch Cassidy and the Sundance Kid (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969) - y más celebrar a la estrella de cine con una larga meditación sobre su indomable espíritu y deleite personal. El éxito y la fortuna parecen haber sido secundarios tanto para Tucker como para Redford. Transcurriendo en 1981, Tucker ya se encuentra entrado en años pero todavía haciendo atracos. Su método es sencillo: mostrar un arma y dejar que su carisma haga el resto. Tiene dos compinches, interpretados por los veteranos Tom Waits y Danny Glover, aunque la película es inconsistente sobre su participación o relación con Tucker y no los caracteriza demasiado. Escapando de un asalto Tucker conoce a la viuda Jewel (Sissy Spacek), con quien comienza un tierno cortejo romántico, y pronto lo persigue un joven policía (Casey Affleck) y padre de familia. La trama es bastante predecible pero no menos disfrutable gracias a la presencia de Redforf y los duetos actorales que se forman, sobre todo con la igualmente formidable Spacek y el personaje de Affleck, que se va formando como joven admirador de la leyenda. Waits y Glover son desperdiciados salvo por un monólogo claramente improvisado por Waits. Es tan común lamentar el desperdicio de buenos actores así como consolarse de que “hacen lo que pueden con el material que tienen”; en este caso las estrellas de la película elevan un simple policial a la altura de una parábola. Es un proceso engañosamente sencillo: mucho depende de la mera presencia de los actores, de lo que no se dicen, de los silencios que comparten, como delineando algo más grande que sí mismos y que habla por sí solo. Un ladrón con estilo se aproxima a la esencia de un personaje más grande que la vida misma: quiere ser un homenaje a Redford y a su carrera. Cuando la película finalmente pasa lista año por año a los fabulosos escapes de Forrest Tucker es como si estuviera repasando la filmografía de una estrella, contemplando el largo trayecto hacia la celebridad. El tributo no queda del todo a la altura de sus hits más grandes, y pasa por varias partes que resultan lánguidas, improbables o derivadas de un cine similar, pero el resultado es sentido y emocionante.
Esta película va a ser recordada, si Robert Redford cumple con su palabra, y no hay por qué pensar que no, como la despedida de la actuación del intérprete de Butch Cassidy, de El golpe, de Africa mía, de Todos los hombres del presidente. Redford, hoy de 82 años, ha forjado una carrera delante de la cámara como mucho más que un galán. En los filmes mencionados dio sobradas muestras de talento y de crear empatía con el público. Eso que llaman carisma, Redford lo tiene en demasía. Y así es que decidió dejar la actuación para seguir en la producción y/o la dirección, y aceptó la propuesta del realizador David Lowery, quien lo había dirigido en Mi amigo el dragón para encarnar a Forrest Tucker, un ladrón de bancos real, que escapó 18 veces de prisión. Lo cierto es que ni Tucker, ya septuagenario, ni Redford necesitaban trabajar. Es la adrenalina lo que los mueve. Tucker, que guardaba los botines de sus robos debajo del piso de madera de sus casas, siguió asaltando bancos con dos compinches también viejitos, aquí encarnados por Danny Glover (Arma mortal, la película) y Tom Waits. Y lo cierto es que Tucker le calza como un guante a Redford. El tipo era comprador hasta el extremo de que cuando el policía que interpreta Cassey Affleck pregunta a los gerentes de las entidades robadas cómo era el asaltante, siempre le responden que era amable. “¿Está sonriendo?”, se pregunta cuando lo descubre en una filmación de las cámaras de seguridad. Sí. Tal vez Un ladrón con estilo, que transcurre en los ’80 y tiene la gráfica y hasta la manera de estar filmada de las películas de la época, no sería lo mismo sin Redford. Pero quién mejor puede construir también una historia de amor adulto, maduro, con el personaje que interpreta Sissy Spacek. Obvio que Lowery le puso enfrente actores como para que le devuelvan cada diálogo como si fuera una pared en el fútbol: cortita y al pie. Y también incluye, en imágenes, fragmentos de La jauría humana, donde vemos aun Redford jovencito. Sí, Un ladrón con estilo puede pasar como un homenaje a Redford, quien ya no sonreirá más ni nos guiñará un ojo, pero no uno indulgente o de mirada condescendiente, y el que nos deleita es él.
Tras haber filmado películas tan disímiles (pero igualmente valiosas) como A in't Them Bodies Saints, Mi amigo el dragón y A Ghost Story, el guionista y director David Lowery se puso al servicio de una leyenda viviente de la actuación como Robert Redford en la que todo indica será su despedida del cine. Si el papel de Forrest "Woody" Tucker, un ladrón de bancos que pasó buena parte de su vida en prisión y se hizo famoso tanto por fugarse en 18 oportunidades de distintas cárceles como por la elegancia y aplomo con que concretó cada uno de sus incontables robos, es efectivamente el canto del cisne de este intérprete -que en agosto próximo cumplirá 83 años-, entonces quedará como una despedida digna de su brillante trayectoria. Hay algo mítico en reconstruir la historia real de un veterano asaltante de bancos (la acción transcurre en 1981, con una estética propia de esa época) y, sin caer en la mera exaltación de un criminal (por más simpático que su accionar pueda resultar), la película de Lowery constituye una oda de impronta nostálgica a ciertos códigos de antaño que en la ficción respetan tanto el detective que investiga el caso (Casey Affleck, actor-fetiche de Lowery) como el propio Tucker, en un fascinante juego de gato y ratón en el que importa más la dimensión psicológica que los vericuetos de la trama policial. En tiempos en que las películas "importantes" buscan hacer más complejas y virtuosas sus estructuras, a Un ladrón con estilo le bastan noventa minutos netos para exponer el perfil del protagonista (un galán maduro que concreta sus golpes con una singular convicción y capacidad de seducción) y de su perseguidor, proponer una subtrama romántica (otoñal) con la encantadora Jewel que interpreta Sissy Spacek y regalar unos muy simpáticos pasos de comedia. Nada es demasiado presuntuoso en Un ladrón con estilo, una película sin regodeos, excesos ni ostentaciones. Esa aparente sencillez no quiere decir que Lowery se quede en la superficie o que caiga en la simplificación banal: la mixtura de géneros y elementos funciona a la perfección. Se trata, por lo tanto, de un ejemplo eficaz de clasicismo, en la línea del de otro sobreviviente (y resistente) de la vieja escuela como Clint Eastwood. Un cine que ya casi no se hace..., pero que por suerte todavía algunos pocos siguen haciendo.
La despedida de un gentleman Moldeado a la medida de su protagonista, el film de David Lowery pone el foco en las vicisitudes de la vejez y el paso del tiempo. “Es un tipo viejo que antes era joven. Y le gusta robar bancos”, dice el detective John Hunt cuando su mujer le pregunta por el caso que investiga con la tenacidad habitual de los servidores de la ley del cine estadounidenses, en especial aquéllos que encuentran en su perseguido una némesis perfecta para desafiar todo lo que pensaban sobre el oficio. Y vaya si Forrest Tucker representa un desafío: furtivo, sagaz y escurridizo, tiene un prontuario que incluye más de una docena de fugas de cárceles y reformatorios, además de un sinfín de robos a bancos que realizó sin haber disparado un tiro, siempre huyendo con su maletín cargado de dinero sin que prácticamente nadie se dé cuenta. Pero lo peor para Hunt es una apariencia bien alejada del arquetipo de delincuente, en tanto Tucker supera los 60 años y camufla con arrugas su verdadero estilo de vida. Como el transportista de cocaína de Clint Eastwood en La mula, podría decirse, con la salvedad de que éste muta hosquedad y gruñidos por un aire bonachón y una galería de sonrisas encantadoras. Sonrisas que solo alguien como Robert Redford puede hacer en una película moldeada a su medida, que le calza como un guante. Un ladrón con estilo, entonces, como un dispositivo pensado para, por y desde la búsqueda de su lucimiento. El protagonista de Todos los hombres del presidente y Los tres días del cóndor ha dicho en varias entrevistas que este trabajo marcaría el fin de su carrera actoral. Resulta imposible no poner en perspectiva su carrera ante esta película. Más aún si David Lowery, quien ya había trabajado con Redford en Mi amigo el dragón, le imprime a su sexto largometraje como realizador un aire crepuscular y melancólico que dialoga tanto con la filmografía del actor -en un momento él mismo mira La jauría humana, uno de sus primeros trabajos famosos de los ‘60- como con un tipo de cine que ya casi no se hace. O no al menos a través de los canales tradicionales de producción. Un ladrón con estilo hace gala de un relato reposado y de perfil bajo, construido con la misma sabiduría old school con la que Tucker y su compañeros de banda (Tom Waits y Danny Glover) realizan sus trabajitos. Ya en la primera escena queda clara su metodología: entra a un banco, se acerca a una cajera o pide hablar con el gerente, y luego enseña su arma para avisar que se trata de un robo, que por favor le llenen la valija con billetes verdes. Eso sí, siempre sonriendo y con modales de caballero. Tucker es, pues, un tipo de códigos a la vieja usanza, alguien para quien el robo es menos una necesidad que una forma de vida, un divertimento. Lo mismo que para la película. Circunscripta a un periodo que abarca varios meses de 1981, época en la que los bancos no eran las fortalezas de seguridad informática que son hoy, la película se apropia de esa levedad para plantear, por un lado, la investigación policial a cargo de Hunt (Cassey Affleck, actor fetiche del realizador), un tipo familiero, alegre y, por lo tanto, el detective menos traumatizado que se haya visto en años. Pero el foco central no es tanto el inevitable juego de gato y ratón que se iniciará entre ambos, sino las vicisitudes de la vejez y el paso del tiempo. Allí está Sissy Spacek, otra actriz que remite a una época cinematográfica que se ha ido para no volver, en la piel del interés romántico de Tucker. Con ella se cruza en medio de un escape, y la rotura de su auto le sirve para, otra vez, mimetizarse con un entorno para el cual difícilmente alguien con su fisonomía podría ser un ladrón de bancos. En el primer encuentro surge una química innegable que Lowery capta a través de planos mayormente conjuntos, con los dos ocupando la totalidad de la pantalla mientras la charla casual deviene en juego de seducción. Un juego del que la película también forma parte, aun cuando deje en la boca el retrogusto agridulce de una despedida.
Se despide Robert Redford con un relato a su medida. Una historia que desanda los pasos de un ladron que supo hacer un arte de la delincuencia y de cómo a lo largo de los años, al igual que Redford, pudo posicionarse como el mejor en su “trabajo”.
Un hombre feliz “Un Ladrón Con Estilo” (The Old Man & The Gun, 2018) es una película cómica basada en la vida del criminal Forrest Tucker. Está dirigida y escrita por David Lowery, reconocido por los filmes “Mi Amigo El Dragón” (Pete’s Dragon, 2016) y “A Ghost Story” (2017). Protagonizada por Robert Redford, el reparto se completa con Sissy Spacek, Casey Affleck (Manchester By The Sea), Tika Sumpter, Danny Glover, Tom Waits, Teagan Johnson, Ari Elizabeth Johnson, entre otros. Tuvo su premiere mundial en el Festival de Cine de Telluride y Redford obtuvo una nominación en los Globos de Oro como Mejor Actor – Comedia o Musical. Se cree que ésta es la película con la que Redford decidió retirarse. En 1981, a los 58 años, Forrest Tucker (Robert Redford) está huyendo de la ley ya que se escapó de la Prisión Estatal de San Quentin. Al conducir por la autopista, Tucker fija su atención en una mujer a la que se le averió su vehículo y decide brindarle su ayuda (en un principio esto lo hace para beneficio de él ya que así será más sencillo despistar a la policía de Texas). Agradecida por la colaboración del caballero, Jewel (Sissy Spacek) lo invita a cenar en un restaurante. Aunque Tucker no le dice a Jewel su nombre verdadero, sí se anima a comunicarle qué es lo que hace de su vida: Forrest roba bancos por diversión y, si es atrapado, no le es muy difícil salir de donde está encarcelado (tiene mucha práctica). Con el detective John Hunt (Casey Affleck) pisándole los talones al caer en la cuenta que los diversos asaltos de la zona fueron cometidos por la misma persona, Tucker seguirá disfrutando de su mayor hobby junto a sus secuaces Teddy (Danny Glover) y Waller (Tom Waits) a la vez que iniciará una relación con Jewel. Para culminar su carrera actoral, Robert Redford eligió una película que cuenta una historia real chiquita pero muy bien construida. Con un acertado guión y una estética súper cuidada que recuerda a los filmes de antes, la construcción del personaje principal atrapa al espectador por no ser el típico ladrón: Tucker consigue lo que desea siendo completamente amable y, si es necesario, mostrando la pistola que tiene guardada en su bolsillo, pero nunca usándola para disparar. El hecho de que este hombre sea una persona feliz con una estrategia que siempre le da resultado marca el tono del film, haciéndolo muy ligero y entretenido. Por otro lado tenemos a John Hunt, el cual toma como objetivo personal el atrapar a Tucker. Entre ellos dos se forma como una especie de juego que no da ganas de que acabe por más que Forrest deba ser capturado por sus delitos. El director logra que sea fácil empatizar con el protagonista por más de que sea un ladrón: su manera de ser nos demuestra que no hay que guiarse por las apariencias. Con agradables escenas entre Forrest y Jewel (una Sissy Spacek que siempre da gusto volver a ver en pantalla grande), “Un Ladrón Con Estilo” seguramente no se convierta en un filme inolvidable, sin embargo el buen momento que hace pasar en la sala de cine es innegable. A Robert Redford el papel de Forrest le calza a la perfección y con esta película reafirma que se lo echará mucho de menos en la actuación.
Si hay algo cierto en la vida es que al final el tiempo se queda corto, por ello debemos luchar por lo que nos gusta, lo que nos mantiene vivo. Cuando uno consigue lo que ama, es difícil salir. Robar bancos con una sonrisa es lo de Redford, y a pesar de que sea algo ilegal, terminamos brindado por él. Dirigida por David Lowery. El reparto lo conforman: Robert Redford (le valió una nominación al Globo de Oro como Mejor Actor Comedia o Musical), Tom Waits, Sissy Spacek, Casey Affleck, Danny Glover, entre otros. Nuestra opinión: Muy Buena. La historia, ambientada en los inicios de los 80′, es sobre Forrest Tucker, hombre que logró fugarse 18 veces de prisión, la última con 70 años. Esto, tras cometer robos a bancos de manera única y simple, junto a un equipo de veteranos. John Hunt (Casey Affleck), es un agente encargado de atrapar a Tucker. Un ladrón con estilo termina siendo una película sencilla basada en una historia casi verdadera. El mayor punto de la cinta es que es exageradamente entretenida. El carisma de Redford es único de él. La manera surrealista con la cual roba los bancos es muy graciosa, junto a un equipo y a un policía que hacen en todas las escenas hace pequeños homenajes a cintas como The Italian Job o Catch me if you can. Al mismo tiempo no es una cinta que se centra solo en los robos, termina siendo un tour de fuerza para los protagonistas que son Redford y Affleck. Mientras que el ladrón trata de adaptarse un poco a la vida normal ya que conoce a Jewel (Sissy Spacek) su interés amoroso, Affleck se encuentra deprimido por que no le consigue emoción a su trabajo, siente que no logra nada en la estación, hasta que se pone como meta atrapar a Tucker. La cinta juega con la pasión por lo que hacen ambos personajes y funciona como búsqueda personal. Está grabada de una manera simple, con toques vintage que terminan haciéndola una película tradicional pero con la función de homenajear al cine de los 70′ y mismo 80′. La historia solo se centra en el ladrón, el interés amoroso y el policía. Los demás actores están como para darle una última mano a Redford en su última presentación. Destaca mucho la actuación de Affleck. Sin embargo, la estrella es nuestro protagonista. Ganador a un Oscar, otro honorifico, un Globo de Oro, otro por trayectoria y un BAFTA. Actor de películas inolvidables como All the president’s men. Robert Redford deja el mundo de la actuación, con un acto que irradia carisma y pasión. La suma de todo el estilo de su carrera. Todo un caballero, con su pistola.
Adiós, vaquero. Robert Redford, leyenda viva de Hollywood con una larga trayectoria como actor, director y productor, ha decidido retirarse con un film que es una carta de amor a su carrera además de una sentida reflexión sobre el paso del tiempo y lo que se hace con ello al final de una vida. David Lowery, director de Mi amigo el dragón y Una historia de fantasmas, construye una narración cargada de nostalgia entre quienes conocen la carrera del actor de Butch Cassidy y Sundance Kid y la entrañable verdadera historia de Forrest Tucker, el longevo ladrón de bancos que interpreta Redford en el film. El director narra con un montaje ágil que deposita al personaje en las escenas del crimen a la vez que alterna con la calma del personaje que intenta pensar y vivir la vida bajo sus propias reglas. Forrest forma equipo con dos ancianos compañeros, Teddy (Danny Glover) y Waller (Tom Waits), quienes están allí no solo para darle cierta comicidad a la llamada “Pandilla cuesta abajo” sino para poner en mayor foco al personaje de Forrest y entender su placer por lo que hace. Los asaltos jamás son llevados a cabo con violencia, siempre hay presente una amabilidad y caballerosidad tan propia de la imagen de Redford que con su carisma se gana el aprecio de sus propias víctimas. Es una persona que, pese a estar a mitad de sus 70s, necesita la dicha que le otorga la vida criminal sin necesidad de que alguien salga lastimado —de allí que cada robo cometido es realizado con una galante sonrisa en su rostro. El film se desarrolla alternando entre la ola criminal que acompaña a los bancos que recorre Forrest y la bella relación entre él y Jewel (Sissy Spacek), una mujer que conoce al darle un aventón tras haber cometido un asalto. La romántica amistad le brinda al film esa mirada nostálgica del ayer además de los interrogantes que se presentan en el ocaso de sus vidas. De esta manera, el tiempo es uno de los temas fundamentales del film, el cual envuelve a los personajes en torno a las decisiones tomadas en la vida, reflejando la idea de aprovechar cada instante lo más posible. Esto lo logra sin caer en la cursilería, apelando a la gracia y al carisma de sus protagonistas —sobre todo de Forrest— sin avalar sus actos criminales, sino mostrando los errores y virtudes que describen el poderoso espíritu que lo mantiene en movimiento. La historia cuenta con otra línea narrativa en paralelo que concierne al detective de policía John Hunt (Casey Affleck), quien pareciera ser el único que realmente quiere entender y dar caza al líder de la banda criminal. Si bien este arco va en una sintonía armónica en relación al resto de la trama principal, quizás sea el aspecto que menos funciona del film, en gran parte porque la presencia en pantalla del personaje de Affleck no logra empatía alguna como sí ocurre con el resto del elenco. Hay algo entrañable en el encuentro de John y Forrest, el entendimiento tácito a través de las miradas y la comprensión del policía al conocer más del hombre al que intenta apresar, pero en el arco individual de este personaje hay cierta falta de ritmo y personalidad que mientras se desarrolla es imposible no desear que la historia vuelva rápidamente al querido protagonista. Siendo imposible separar a protagonista de personaje, Robert Redford se adueña de la historia y sabe lograr, a sus 82 años de edad, una de las interpretaciones más entrañables de su carrera. La manera en la que se luce en pantalla y el corazón puesto en el espíritu indomable de su personaje, hacen que su despedida del cine sea algo de admirar —y por supuesto, difícil de aceptar. El trabajo en conjunto entre Redford y el director deposita respeto y amor por el séptimo arte con una emotiva historia, de esas que dejan una cálida sensación de bienestar luego de verla. Adiós vaquero, y gracias por tan bello cine.
Robert Redford se retira de la actuación por la puerta grande, con una película en la cual se respira nostalgia y que homenajea mucho a un cine que ya no existe. Queda claro que no nos encontramos delante de su mejor film, ni de su mejor performance. Solo basta recordarlo en papeles tales como los que hizo en El Golpe (1973), Todos los hombres del presidente (1976) o África mía (1985). Pero aquí hay algo especial, no seleccionó esta cinta por nada, y el paralelismo con su personaje no pasa desapercibido. Un ladrón (con códigos y de la vieja escuela) que está por retirarse pero que las circunstancias y su deseo de sentirse vivo no lo deja. A sus 82 años, Redford está increíble. Se retira en buena forma, lúcido y con el carisma intacto. Si bien seguirá ligado al cine como productor, su elección de no estar más delante de las cámaras, estando él así, es motivo para aún más admiración. En esta despedida está muy bien acompañado por una deliciosa Sissy Spacek y un correcto Casey Affleck. Pero es en su relación con Danny Glover, otro viejo sabueso, donde se nota aún más el corazón y el espíritu de lo que se quiere contar aquí. El director David Lowery crea el ambiente adecuado y le imprime un estilo narrativo propio de los films de los 70s. The old man and the gun (título original), no es perfecta ni marcará a nadie, pero sin dudas tiene algo especial, porque marca un punto, uno final, en la carrera de uno de los actores más importantes en la historia del cine. Solo por eso, que no es poca cosa, es una obligación verla.
The Old Man & The Gun no es un título muy llamativo, pero pasa a ser indispensable si tenemos en cuenta que el legendario Robert Redford la anunció como la película con la cual se aleja de la pantalla grande. Si tomamos como verdad absoluta su retiro -después de todo, nunca digas nunca a menos que la muerte te alcance-, entonces el más reciente proyecto de David Lowery (Ain’t Them Bodies Saint, Pete’s Dragon, A Ghost Story) es una más que amable manera de cerrar la cortina y despedirse con gloria de parte del ganador del Oscar.
Para su despedida como actor, Robert Redford eligió al director de su anterior película, la excelente “Mi amigo el dragón”, David Lowery. Se trata de un realizador que encara el cine de género con un toque personal casi propio del cine de arte, y este giro es lo que vuelve atractivo a este policial de la tercera edad –un género que se ha vuelto más común a medida que actores como Michael Caine se niegan a interpretar únicamente dramas o comedias geriátricas, y prefieren seguir haciendo hampones. En “Un ladrón con estilo”, Redford es el personaje del título, un asaltante de bancos que no apela a la violencia sino a la amabilidad, eso a pesar de que siempre tiene un arma de fuego a mano. Pero lo que sus víctimas suelen recordar es que se sintieron bien durante el robo, tal vez porque del ladrón emanaba felicidad. Mientras el protagonista continúa con sus asaltos, a veces solo, a veces con sus secuaces Danny Glover y Tom Waits, el policía Casey Affleck se empieza a obsesionar con atraparlo. Hay un juego del gato y el ratón entre ambos, y también una historia paralela de la relación entre el delincuente y una viuda, que no termina de entenderlo, que interpreta Sissy Spacek. Desde ya, con el elenco bastaría para recomendar “Un ladrón con estilo”. Pero lo que la que la termina por convertir en una película excelente es la fluidez con la que el director cuenta esta curiosa historia de un ladrón feliz.
Forrest Tucker parece un apacible anciano, o más bien, todo un caballero de la tercera edad. Pero en realidad es un experimentado ladrón de bancos, y escapista de cárceles. Luego de dar otro golpe exitoso, conoce Jewel, una mujer de su misma edad, con la que tiene química de inmediato. De a poco Forrestdeberá poner en la balanza si quiere pasar sus últimos años con Jewel, o seguir sintiéndose vivo con la adrenalina de los delitos. Un ladrón con estilo llega con el añadido, de que es la última película donde veremos al gran Robert Redford actuar; y es que a sus ya 82 años, el señor seguramente nos regale un par de films más como director, pero hasta acá llega en su carrera como intérprete. Pero no solo hay que ver Un ladrón con estilo por eso, no. El film es bastante entretenido, y consiente de que tiene una historia chiquita, es por eso que el director y guionista David Lowery sabe exprimir cada segundo de la hora y media que tiene su película; logrando que jamás tengamos momentos muertos o bajonazos de guion. Aunque si podríamos decir que el final se extiende un poco. Pero lo importante son las actuaciones. No solo con Redford robándose la película a base de carisma y galanura; sino que está muy bien secundado por Sissy Spacek y Casey Affleck (a quien no vemos desde hace tiempo). La primera interpretando a una mujer mayor fácilmente querible, y el segundo a un policía que al igual que Forrest Tucker, solo la adrenalina de la persecución (física y mental) es lo único que lo hace sentir vivo. También debemos destacar la ambientación. La totalidad de la película sucede en los 80, y debemos recalcar que la fotografía, con apenas unos segundos, ya nos transporta a dicha década. Lo mismo que el trabajo de vestuario, los coches y atrezo que vemos. Por buscarle algún punto negativo, podemos repetir que el final se nos hace un poco chicloso, estirando demasiado un epílogo que ya se intuía. O que apenas conocemos la dinámica de la banda de vejetes liderada por Forrest Tucker, con apenas intervenciones de los otros dos integrantes. Un ladrón con estilo es una linda despedida de la actuación por parte de Robert Redford; y en épocas donde solo se estrenan grandes tanques hollywoodenses, se agradece que se nos ofrezcan otras opciones. Aunque nobleza obliga, tenemos que decir que la película nos llega con demasiado retraso con respecto a Estados Unidos.
Un Ladrón con Estilo no tendrá destino de clásico pero recupera esos valores mínimos indispensables que necesita una película para entretener; sin bombardeo de efectos visuales ni exceso de recursos melodramáticos. Un Dandy Encantador “Era todo un caballero”, esa es la declaración que daban todos y cada uno de los empleados y clientes de los bancos atracados por el protagonista interpretado por Robert Redford. Lo curioso es la extrañeza con la cual emiten la frase, una extrañeza propia de alguien que considera impensado cometer semejantes crímenes incurriendo en agresión alguna. Esa actitud que propone unos valores más de antaño (sin perder de vista que al fin y al cabo hablamos de un asaltante) va a caballo con los valores narrativos de la película, irradiando sencillez. Si hay algo para destacar dentro del flujo narrativo de Un Ladrón con Estilo es la coherencia temática que predomina tanto en la trama del asaltante como en la del policía que lo persigue, y dicho tema es el de “sentirse vivo”. Un objetivo en apariencia intangible, pero el desarrollo de los personajes y los obstáculos dramáticos se encargan de llevar esa filosofía hacia un terreno más palpable para el espectador. La diferencia recae, por supuesto, en cómo policía y ladrón encaran esa filosofía. El ladrón encarnado por Redford lo hace de una manera que podríamos decir lúdica, adjetivo que se acentúa no solo en los actos criminales a perpetrar sino en la hermandad que tiene el personaje junto a sus cómplices. Desde luego este ludismo encuentra un párate en los momentos de redentora madurez que tiene el protagonista junto al personaje de Sissy Spacek. Por otro lado, el “sentirse vivo” del policía que lo persigue, encarnado por Casey Affleck, va más que nada por el lado de recuperar el interés en su trabajo, un salir de la apatía muy necesario por momentáneo que sea. La naturalidad en los interpretes veteranos por momentos da la sensación de que están interpretando un guion escrito y filmado en otra época. La capacidad en su entrega interpretativa es la que hace que se nos pase de largo que estamos hablando de actores muy entrados en años que prácticamente se comportan como jovencitos. Esta es una cuestión que podría ser una contra, aunque si tomamos en consideración el “sentirse vivo” al que apunta la película, se vuelve uno de los apartados más sólidos que tiene que ofrecer.
Una película para ver porque une razones. Por un lado el director y guionista David Lowery eligió una historia real, basándose en un artículo de The New Yorker, escrito por David Grann, donde contaba la historia de un ladrón de bancos legendario, Forrest Tucker, famoso por asaltar mostrando un arma sin empuñarla y además nunca la llevaba cargada, y que cuando fue apresado fue protagonista de espectaculares e ingeniosas fugas. Pero el realizador eligió a Robert Redford para encarnarlo, justo él que es casi un especialista en “ladrones glamorosos” y además este film se anuncia como el último de un verdadero símbolo de Hollywood. Lowery hizo muchas elecciones correctas además de elegir a Redford, tomó lo que quiso de la historia real, la filmó en 16 mm y la ambientó con el estilo de los años 70 y nos regala, junto al actor, una nostálgica reflexión sobre el paso del tiempo, el llamado del deseo, la pulsión de una pasión y las últimos cartuchos de un delincuente querible que Redford encarna con astucia, elegancia y seducción, fundiéndose en ese personaje otoñal. Y además de este hombre que cumple rigurosamente con lo único que lo hace feliz, hay una leve y encantadora historia de amor, a puro clima y seducción con la gran Sissy Spacek. Y un policía desencantado que le encuentra destino a su profesión atando cabos y relacionando asaltos para tratar de atrapar a ese ladrón tan personal. ¿Será el adiós definitivo del actor? Es una bella y encantadora manera de hacerlo con un director talentoso.
Todo gira en torno a un ladrón de bancos que en 1981 logró escapar varias veces de prisión (desde 1936 se escapaba de prisión demostrando gran habilidad), Forrest Tucker (Robert Redford a sus 82 años) es muy profesional, agradable, atento, fino, tiene estilo y sus robos los lleva a cabo con una sonrisa, sin herir a nadie y con elegancia, otros de los ladrones que lo acompañan son Teddy (Danny Glover) y Waller (Tom Waits). También tiene su toque romántico, como cuando Tucker conoce el amor de Jewel (Sissy Spacek, Carrie), desconociendo quien es en realidad. Ellos juntos logran tener buena química y carisma. Quien lo persigue es John Hunt, (interpretado por Casey Affleck que ya trabajó con este director David Lowery en “A Ghost Story”, 2017), un policía casado y padre de dos hijos que le tiene gran respeto y todo se va transformando como un juego entre el gato y ratón. El film cuenta una historia sencilla, cuenta con una buena ambientación, mostrando que cada uno puede ser feliz a su manera, resulta tierna, con toques de buen humor, con una narración que tiene cierto tono agridulce, incluye imágenes de otras películas haciendo un auto homenaje al mismo Redford de los años 60, (alguna lagrimita tal vez se te escape) es entretenida y tiene ese plus especial de estar basada en hechos reales.
Una despedida a la medida Y finalmente llegó el día… Un ladrón con estilo es la película en la que el reconocido actor Robert Redford decide retirarse del mundo del cine. La película está escrita y dirigida por David Lowery, donde lo hemos visto recientemente en la película independiente A Ghost Story (2017). Redford personifica a Forrest Tucker, un famoso ladrón, amable y encantador, que junto a sus compañeros Teddy (Danny Glover) y Waller (Tom Waits) van robando bancos de distintas ciudades de EE.UU sin poder ser interceptados por la policía. Todo cambia para Forrest cuando, por una maniobra suya para no ser capturado, se detiene a ayudar a una mujer con su auto a un costado de la ruta. Aquí conoce a Jewel (Sissy Spacek) una mujer totalmente distinta a él y a su estilo de vida, que con su tranquilidad y su historia, logra a cautivar a Forrest. Mientras ocurren los múltiples robos, el detective John Hunt (Casey Affleck) va detrás de cada paso de esta particular banda sorprendiéndose al escuchar solo cosas buenas de los testigos que pudieron intercambiar palabras con este carismático ladrón. La película es una gran sorpresa, ya que cada línea que la conforma esta brillantemente ejecutada. La estética de los años ’70 y ’80 está muy bien en cada detalle, ropa, autos y hasta en el hilo conductor del film. Desde que comienza hasta que finaliza sentirás las influencias de Westerns y películas de ladrones antiguas que van recorriendo la trama, y que van transformándola y amoldándola. Párrafo aparte las actuaciones de Sissy Spacek, Casey Affleck, Danny Glover y Tom Waits. Cada uno en su rol logra destacarse e imponer su propia impronta. Algo que era muy importante para que la película sea totalmente disfrutable y también para mimar a Redford en este último paso por el mundo del cine. Un ladrón con estilo es una gran película muy nostálgica, que te hace empatizar con la mayoría de los personajes y que logra ser la despedida perfecta para un hombre que le dio mucho al séptimo arte y que no se merecía menos.
Un ladrón con estilo representa la despedida como actor de uno de los artistas más relevantes que tuvo la industria de Hollwood en las últimas cinco décadas. Robert Redford no sólo es una figura importante por todas las películas memorables que protagonizó y dirigió en el pasado (ver nota), sino que además fue uno de los principales promotores del cine independiente en los Estados Unidos. Esta es la última vez que podremos disfrutarlo como actor en una propuesta basada en una curiosa historia real. La trama de este film está inspirada en la vida de Forrest Tucker, un delincuente que logró escaparse de prisión 18 veces y se convirtió en millonario gracias a los numerosos bancos que robó sin ejercer ningún acto de violencia. Un claro discípulo de la vieja escuela de John Dillinger, quien junto a sus socios concebía operativos que desconcertaban a la policía. Un aspecto insólito del caso Tucker, que está muy bien trabajado en este film, es que los robos no estaban motivados por una necesidad económica o de codicia, sino por la adrenalina que le generaba al ladrón el hecho de cometer un delito y burlarse de las autoridades. En otras palabras, Tucker era adicto a los robos de bancos. La dirección del film corrió por cuenta de David Lowery, quien había trabajado con Redford en la remake de Mi amigo el dragón de Disney. En este caso narra la historia del célebre delincuente a través de una biografía con tintes policiales que evoca la clase de producciones que protagonizó Redford en la mejor época de su filmografía, que tuvo lugar entre finales de los años ´60 y comienzos de la década de 1990. La película fue concebida claramente para el lucimiento del actor, pese a que está rodeado de grandes figuras en roles secundarios, como Danny Glover, Tom Waits (a quien me hubiera gustado ver en más escenas con el personaje que encarna) y Sissie Spacek, con quien compone una muy buena dupla. No obstante, la figura más destacada después del protagonista resulta Cassie Affleck, quien interpreta un personaje muy interesante. Un policía hastiado por la rutina de su trabajo que vuelve a encontrar una motivación en su vida con el caso Tucker que resulta más complicado de lo esperado. La presencia y carisma de Redford conforman la principal atracción de esta propuesta donde el artista se despide con un gran trabajo. Un ladrón con estilo es una gran recomendación para disfrutarlo por última vez en la sala del cine e integra a partir de este jueves uno de los mejores estrenos de la cartelera.
Robert Redford se retira de la actuación con esta comedia basada en hechos reales y, de alguna manera, en su propia filmografía. David Lowery viene haciendo las cosas muy bien detrás de las cámaras, sin llamar demasiado la atención pero juntando muchos elogios, con fantasías de alto perfil como “Mi Amigo el Dragón” (Pete's Dragon, 2016) o pequeñas joyitas independientes como “A Ghost Story” (2017). Su último largometraje pasó bastante desapercibido durante la temporada de premios y nos llega un tantito tarde, pero bien vale la pena pasar por una sala de cine amiga para disfrutar de esta comedia “como las de antes”. Hay un clasicismo en el estilo del realizador que ya no se puede negar, y “Un Ladrón con Estilo” (The Old Man & the Gun, 2018) refuerza esta idea desde lo narrativo y lo visual. Por eso, tal vez, Lowery eligió esta historia basada en hechos reales y ambientada en una época más ‘ingenua” donde la palabra y los buenos modales tenían muchísimo más peso (e influencia) que los datos archivados en la base de una computadora. Hay, por ejemplo, mucho en común de este relato con “Atrápame Si Puedes” (Catch Me If You Can, 2002) de Steven Spielberg, no porque ambos se concentren en criminales encantadores, sino porque hace alusión a una era más inocente y menos violenta de lo que nos muestran reiteradamente las noticias de hoy. Forrest Tucker (Robert Redford) es un criminal de carrera, y un mago del escapismo carcelario (de los presos famosos que logró huir de San Quentin) que, en 1981 y con seis décadas a cuestas, puso en vilo a las autoridades del Sur de los Estados Unidos con sus constantes atracos a los pequeños bancos de la zona, casi siempre acompañado de su pandilla de la ‘tercera edad’: Teddy Gree (Danny Glover) y John Waller (Tom Waits). Lo suyo no es necesidad, más bien un estilo de vida que no piensa abandonar por los caprichos de la edad, ni la constante persecución de la policía. Tucker es un caballero, un sujeto lleno carisma que jamás tuvo que disparar su arma ni lastimar a otro ser humano durante uno de sus asaltos. La vida le da más satisfacciones cuando conoce a Jewel (Sissy Spacek), una viuda que vive en su granja rodeada de caballos, que también termina cayendo bajo sus encantos. Bueno, el tropezón es mutuo, pero Forrest no es un hombre vaya a sentar cabeza, en cambio, planea un golpe más grande junto a sus compinches, esta vez, llamando la atención del FBI. La intrusión de los agentes federales no le cae nada bien al detective John Hunt (Casey Affleck), policía de Dallas que viene siguiendo las huellas de esta banda desde hace ya un largo tiempo, e incluso llego a estar de testigo en uno de los atracos. Hunt y Tucker no hacen más que jugar al gato y al ratón y nosotros, desde acá, no hacemos más que disfrutarlo. De esta manera, “Un Ladrón con Estilo” parece resumir gran parte de la carrera cinematográfica de Redford, que en más de una ocasión representó a bandidos de todo tipo. Así, la película se convierte en una suerte de metáfora para el actor que decidió retirase de la industria tras finalizar esta historia. El guión de Lowery -basado en un artículo de The New Yorker, escrito en 2003 por David Grann-, que se hace eco de esta historia “en su mayoría real”, nos traslada derechito a comienzos de la década del ochenta, gracias a una gran puesta en escena y, sobre todo, a la textura del formato de 16 mm en el que está rodado el film (ese grano no lo logra una cámara digital, ni el mejor CGI del mundo). Este viaje nostálgico se completa con la presencia de Redford y los incontables guiños a su filmografía, desde “Dos Hombres y un Destino” (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969), hasta “El Golpe” (The Sting, 1973), demostrando que el realizador en su fan número uno, y un fan del cine de todos los tiempos. Relaciones no tan peligrosas La hipnótica presencia de Redford -para el espectador y para todos aquellos que tuvieron la mala (o buena) suerte de cruzarse con Tucker- es el alma de esta comedia con algunos momentos de acción, nada muy grandilocuente ni agitado, porque los involucrados ya no están para estas corridas (¡viejos son los trapos!). La química con Spacek se da de forma natural, así como su eterno enamoramiento; y ni hablar de sus jueguitos con Affleck, aunque, a diferencia de otras historias similares, el poli no se lo toma tan personal y relaja cuando las cosas no le salen. “Un Ladrón con Estilo” es una película de 1980 concebida en 2018, y ese es el mejor cumplido que se le puede hacer porque, al igual que la coyuntura sociopolítica y cultural que atraviesa el relato, también refleja una manera de hacer cine que ya no está tan en boga. La dirección de fotografía de Joe Anderson, la música de Daniel Hart, el elenco y la dirección de Lowery se conjugan para crear algo único y poco visto por estos días, claro que hablamos de algo sencillo y bastante nostálgico, pero que sabe cómo llegar a la audiencia. Así, encantadora y con un giño complice, al igual que su protagonista.
HUBO UN TIEMPO QUE FUE HERMOSO Con las herramientas del cine clásico y una estética que asimila el estilo del cine de los 70’s, el director David Lowery construye un hermoso vehículo para Robert Redford y, según anunció, su despedida de la actuación. Basada en un artículo del New Yorker donde se narra la historia de Forrest Tucker y la serie de asaltos a bancos que cometió cuando septuagenario (además de sus memorables fugas carcelarias, una de ellas de San Quintín), la película utiliza el “basado en hechos reales” como carretera y nunca como destino. Esta sola lección, la de que el cine sigue siendo más grande que la vida y las estrellas de cine son eso, entelequias (cada plano sobre Redford es una suerte de mapa sobre la magia que representaba el cine del pasado), es una de las tantas lecciones de un relato fascinante y sumamente romántico. Un ladrón con estilo, título administrativo y mucho más genérico que el perfecto y poético The old mand and the gun, es un drama con elementos policiales que nunca olvida el buen humor y la amabilidad. Casi como ha sido la presencia de Redford ante las cámaras, un actor menospreciado, cuya aparición se dio en un contexto donde el método exigía otras cosas: piensen en la fricción entre los estilos de Redford y los de Robert DeNiro, Al Pacino o Marlon Brando, modelos de actuación que implicaban otro tipo de entrega, mucho más explícita. En Redford hay persistencia en un tono y en un modo, y la elección de este proyecto para su despedida es de una perfección asombrosa: Un ladrón con estilo sintetiza al actor de una manera que, tal vez, sólo Clint Eastwood había alcanzado con Gran Torino. Redford y Lowery ya habían colaborado en Mi amigo el dragón, otro film hermoso que parecía proceder de otro tiempo. Hay en ambas películas un hecho particular: el director utiliza recursos del cine clásico, que se aplican a la aventura o al policial, recursos que en ocasiones se resumen en gestos de estilo como zooms y un ritmo que desprecia la velocidad como cáscara del vacío. Sin embargo, Lowery logra ir más allá de la superficie y permite que el relato se impregne de un aire clásico, y eso tiene que ver decididamente con la construcción de personajes con una determinación y honorabilidad que no es propia del cinismo contemporáneo. En esto, Lowery le saca una distancia a otros directores que creen que asimilar una época es cuestión de guiños y estética. Otra gran virtud de Un ladrón con estilo es la de desmarcarse olímpicamente de ese subgénero actual de los films geriátricos. No hay en la película actualización de los códigos de la ancianidad para quedar canchera, sino más que nada gente grande haciendo cosas de gente grande, algo que en el cine actual parece una provocación. Cada charla entre Redford y Sissy Spacek resume sabiduría, parece el encuentro de dos amigos que se conocen hace tiempo y se cuentan su vida justo cuando el horizonte comienza a hacerse más finito y todo se tiñe un poco de un fatalismo tenue. Precisamente lo que busca Forrest Tucker es estirar esa línea lo más que pueda, llevarla lejos a pura vitalidad y espíritu libertario. Lowery decide, con inteligencia, no encerrar a su personaje en las paredes del relato moral, aunque la pertinencia o no de sus actos esté en juego, y es lo que marca su vínculo con los personajes que lo rodean: su amante, el policía que lo busca obsesivamente, su hija. No hay juicio en Un ladrón con estilo, sólo el registro de un viejo sabio que al calor del hogar lo siente como prisión y no puede más que seguir huyendo, en autos, a pie, a caballo. Un film de un romanticismo extremo, de un cariño absoluto por sus formas y sus personajes; una película de otro tiempo como hacía tiempo no se veía.
Un ladrón con estilo, David Lowery.- Es un homenaje más allá de todo. Se anuncia como la despedida actoral de Robert Redford, una figura descollante que dejó su marca en el buen cine. Para su adiós, eligió una historia a su medida, sin notas extremas, respetuosa de una manera clásica de hacer cine, con un protagonista capaz de robar bancos y escaparse de la cárcel con buenos modales, un hombre solitario que encontró en la adrenalina su mejor compañía. El realizador David Lowery asume casi como una reverencia las exigencias de un Redford que no está para andar asaltando bancos ni para meterse en la cama con nadie, pero que aún tiene rostro y presencia para aguantarse una historia otoñal y darle modesto atractivo a un film sencillo y leve. A su lado se destaca una Sissy Spacek llena de matices, que le da vida y sensibilidad a una viuda que viene que se suma a esta despedida. La historia es muy liviana, demasiado, con un poco más de imaginación y atrevimiento podría haber encontrado mejores momentos para esta comedia de acción que cuenta las andanzas de un ladrón que no roba porque le guste la plata, sino para probarse que sigue siendo el que fue, un asaltante amable que tiene su complemento en un detective con códigos que lo persigue mas como un admirador que como un adversario. Esta viñeta simpática y algo socarrona circula con fluidez, aunque las escenas de acción (escapadas y asaltos) son de historietas. “Un ladrón con estilo” vale como el saludo final de un artista que en la actuación, en la producción, en la dirección y sobre todo en el impulso al buen cine, dejó una valiosa marca.
La historia de un ladrón que termina con su carrera interpretada con elegancia por un actor que termina con su carrera no puede no ser irresistible. La historia de un ladrón que termina con su carrera interpretada con elegancia por un actor que termina con su carrera no puede no ser irresistible. Esta película cumple con lo que promete (buenas actuaciones y humor amable), y con el tono “medio” americano, ese que no es ni trágico ni cómico pero que abreva de ambos de un modo equilibrado, tan difícil de conseguir. En su clasicismo y su generosidad es, visto lo que tenemos cada semana, una rareza total, casi un ovni en las carteleras.
“Un ladrón con estilo”, de David Lowery Por Mariana Zabaleta Un final, una conclusión que llega y nos deja solo un gesto. La sonrisa de Robert Redford se esparce por la pantalla como una firma, su firma. Nos cuelga un final con dulce melancolía para abandonarnos a la deriva de tiempos mucho más veloces. Oda al tiempo y a la belleza, su carrera nos permite acompañar el crecimiento de un icono que ahora pertenece al pasado. Historiografías, recortes temporales que poco a poco las disciplinas van abandonando frente al peso de la inmediatez. El cine no es excepción de ello, el Star Systemrenueva sus generaciones con propuestas ligadas desde otros valores estéticos. Un ladrón con estilo reflexiona sobre ello, sin dejar de ser una historia sencilla y sorprendente, el peso de Redford dispara sentidos en múltiples direcciones. La camaradería con Danny Glover y Tom Waits es grandiosa al interpretar a un grupo de hombres mayores divertidos en saquear bancos. Hasta da picardía pensar que pocas propuestas del cine de acción contemplan la posibilidad de tomar actores mayores en su reparto: ¡estas estrellas aun saben cómo hacerlo frente a una cámara! Recordando los inicios, su título en inglés, bien podría haber sido el de una película western. Allí el rostro curtido de Redford habría tenido nuevamente el espacio para tensionar el tiempo con la mirada, penetrar las distancias en un simple flechazo y dejar a todos los espectadores pasmados en idilio. Una historia de amor y muchos robos darán dinamismo a la propuesta, ningún disparo pondrá en peligro la vida de este singular ladrón. El hombre que es bello sabe que se gana con estilo; este protagonista llamado Forrest Tucker tiene muy presente dicha consigna. No habrá intimidación ni violencia de ningún estilo, una confiable sonrisa logra los mismos cometidos. La pulsión por cometer el delito esta retratada con ingenio, va más allá de los lugares comunes. Se muestra atractiva y viril; alabanza a la masculinidad tan trasgresora como infantil. Tanto Tucker como Redford se reencuentran con su fuerza más íntima, la de ser artistas del hurto de nuestros corazones. UN LADRÓN CON ESTILO The Old Man & the Gun. Estados Unidos, 2018. Dirección y Guión: David Lowery. Elenco: Robert Redford, Sissy Spacek, Tom Waits, Casey Affleck, Danny Glover, Tika Sumpter, Ari Elizabeth Johnson, Teagan Johnson, Gene Jones, John David Washington. Producción: Robert Redford, Jeremy Steckler, James D. Stern, Toby Halbrooks, Bill Holderman, James M. Johnston, Anthony Mastromauro y Dawn Ostroff. Distribuidora: BF + París Films. Duración: 93 minutos.
LOS VIEJOS HÁBITOS NUNCA MUEREN Las dos películas otoñales que nos deja el año 2018 son La mula de Clint Eastwood y Un ladrón con estilo de David Lowery con Robert Redford. Tienen muchas cosas en común. Por empezar, los protagonistas son viejos y no temen a mostrar sus rostros ajados por el tiempo, dos eternos pergaminos que se resisten a ser olvidados. También se muestran obsesivos por lo que hacen, al punto de romper cualquier estructura de existencia equilibrada, puesto que no hay lugar en el mundo para conciliar la pasión con la familia. Curiosamente, Un ladrón con estilo parece contener gran parte de la filmografía de Eastwood, como si buscara forjar una memoria mnemónica a partir de marcas particulares: el apellido falso de Redford como ladrón es Callahan (el mismo de Harry el sucio) y en una secuencia lo vemos calzarse un poncho para andar a caballo al igual que “el hombre sin nombre” de la trilogía de Sergio Leone. Sin ambargo, pese a todas las similitudes, la película de Lowery es apenas un clon menor de La mula. Esto no la desmerece, pero señala una distancia importante en cuanto a intenciones y logros. Claro está: Redford nunca fue Eastwood. Si existiera la posibilidad de asimilar el atributo de la amabilidad al cine, Un ladrón con estilo podría ubicarse en el podio. En los años treinta ser un gángster implicaba la aparición de un héroe trágico, un producto social tempestuoso cuya fatalidad se inscribía como destino inevitable. Esto era una manera de castigar y neutralizar la empatía que generaban estos personajes desbordados (James Cagney, nuestro Dios de siempre) en los espectadores. Hoy los tiempos han cambiado, ha corrido mucha agua debajo del puente y Forrest Tucker (el viejo hombre con traje y con un arma encima) es un tipo elegante y parece pertenecer a una época en la que todo es más fácil, es decir, se entra a un banco y de manera educada se lleva lo que hay, no sin antes esbozar una sonrisa. Si uno hace lo que le gusta con pasión, no puede menos que sonreír. Forrest y sus compinches (Danny Glover y Tom Waits) conforman una longeva banda denominada “La pandilla cuesta abajo” y su razón de ser, a pesar de los años, es buscar siempre el último gran golpe. Tucker, cual Don Juan que no se resigna e intenta siempre la conquista más difícil, se da el lujo además de intentar una relación sentimental con Dorothy (la gran Sissy Spacek), una mujer viuda a quien asistió en la ruta mientras escapaba con el botín de un banco. Del otro lado de la vereda está John Hunt (Casey Affleck) cuyo apellido es una ironía respecto del rol que le toca jugar en esta historia. La elegancia de quien es perseguido contrasta con el desaliño de este policía, padre de familia (está en pareja con una hermosa mujer negra y tiene dos hijos). No obstante, la pasión del primero también se opone a la frustración del segundo que, no solo no logra cazar a su presa, sino que es burlado con frecuencia. Es más, ante los testimonios de los testigos le llama la atención que Tucker se ría, señal de que la felicidad del otro es el tormento personal de él. Todos aquellos que son víctimas y deben declarar ante los policías no pueden disimular la contradicción de ser seducidos por un ladrón (al igual que en las películas de la década del treinta los espectadores amaban a sus gángsteres). Pero si la película se ahogara solamente en la trama de policías y ladrones, estaríamos hablando de la sabida cadena de repeticiones genéricas. En una reunión de la pandilla en la que analizan las posibilidades de éxito de un asalto inminente, el personaje de Glover dice que uno sabe que es en la vejez, no qué puede hacer realmente. A partir de allí, la existencia de estos hombres cambia. La frase cae como un mazazo. Sin embargo, el gran acierto consiste en eludir cualquier forma de sentimentalismo gratuito. Ni siquiera la dramática confesión de la hija de Forrest da lugar a ello. Todo lo contrario, nunca se pierde el punto de vista del protagonista, que tiene muy en claro algo: no habla de ganarse la vida robando, sino de la vida misma. Y ese es su fin en el mundo. Vivir la adrenalina, sentir los pasos de la policía, permitirse una distracción de vez en cuando y convertirse en una leyenda. Con respecto a esto último, dos pasajes se consagran a alimentarla. Primero, una sucesión de fotos del propio Redford como si su vida fuera esa película que se resiste a terminar, como si el ícono en toda su materialidad aún pudiera conservar los rasgos de seductor (a diferencia de Cary Grant, por ejemplo, cuyo retiro quiso evitar que se viera viejo en pantalla). Luego, ese momento notable en que Hunt y Tucker coinciden en un café. El elegante ladrón mira a ese policía que había visto de costado en televisión y no puede creer (su mirada lo dice) que sea tan torpe, que se vuelque la bebida en el saco. Y como un inútil no puede ser parte de una leyenda, lo va a buscar al baño, para sentirlo y, de paso, tirarle alguna punta. Lo anterior es parte de la sutileza del director. Más importante que la estética de colores apagados y el marco temporal recreado, Un ladrón con estilo es una película sobre la resistencia a desaparecer de una estrella; más que una despedida es la confirmación de que los viejos hábitos nunca mueren. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
A modo de gran homenaje despedida, "Un ladrón con estilo", de David Lowery, es una propuesta al servicio de Robert Redford en su última aparición en la gran pantalla. Lo conocimos en los años ’60, y saltó a la fama compartiendo cartel con Marlon Brando y Jane Fonda en "La Jauria Humana", y fue un ícono de esa década y la siguiente. Los ’80 lo presentaron como director en "Gente como uno" ganando tanto admiración como rencor por algún premio que quizás no merecía. Los ’90 lo recibieron de brazos abiertos como EL galán maduro, gracias a la propuesta que le hacía a un todavía no muy conocido Woody Harrelson de pasar una noche con su pareja Demi Moore ("Propuesta Indecente") ¿Para el Siglo XXI será el villano de la película de Marvel con más adeptos? Creador y promotor del Festival de Sundance. Una de las personalidades más amadas y respetadas del star system hollywoodenses. Robert Redford estrena "Un ladrón con estilo", una película que se presenta como su retiro delante de la pantalla. Que esto vaya a ser cierto o no, es cuestión del futuro (nunca digamos nunca); lo cierto es que en ella, entrega lo que promete bajo esa idea; un film pensado para el retiro de una estrella… lo cual no quiere decir que esté a la altura del actor, o por lo menos no de sus más recordados hitos. "Un ladrón con estilo" cuenta la historia de Forrest Tucker (Redford), un personaje de la vida real, con una historia que pide a gritos ser narrada en el cine. Un hombre que a los 78 años fue arrestado en Florida luego del robo a cuatro bancos; y que contaba con el curioso historial de haberse fugado de cuanta cárcel lo haya apresado; en total unas 18 veces… y no es que a esa edad el hombre necesitaba de salir a robar, es puro arte delictivo. En 2003, el periodista David Grann escribió una nota para The New Yorker, narrando la vida de Tucker, mediante una entrevista a su última esposa Jewell Center (en la película Sissy Spacek); y es este artículo de notable popularidad – que lleva el mismo título que el original de la película – el que sirvió de inspiración para Un ladrón con estilo. En la década del ’80, un ya mayor Tucker conoce a Center a la salida de uno de sus robos; y entre ambos se genera una conexión inmediata, y una historia con varios ribetes. Forrest tiene dos cómplices, Waller (Tom Waits) y Teddy (Danny Glover); y entre los tres tienen una fórmula tan sencilla como el uso del carisma y la convicción. Tucker simplemente necesitaba mostrar un arma y hacer uso de su labia y encanto. También entra en la historia John Hunt (Cassey Affleck), un policía joven que lo persigue, y que puede funcionar como una antítesis de lo que es Forrest Tucker, a la vez que lo admira. Si bien la historia real del ladrón es conocida (en EE.UU. fue un personaje bastante popular hasta su fallecimiento en 2004, y elevado a la figura de mito a partir de entonces); será mejor no adelantar mucho más, y dejar que puedan disfrutar con todo lo que sucederá entre estos personajes. David Lowery es un director y guionista bastante ecléctico. Con apenas un año de diferencia pudo pasar de dirigir "Mi amigo el dragón" (probablemente la mejor de las adaptaciones live action de Disney) a la peculiar y taciturna "Un cuento de fantasmas" (que todos recordarán como la película en la que Casey Affleck anda con una sábana blanca encima con agujeritos en los ojos, cual cliché fantasma); y anteriormente "En un lugar sin ley" (que también hablaba de un escape de prisión y de un romance, pero en un tono totalmente diferente al de "Un ladrón con estilo"). Quizás, el hilo común que podamos encontrar en sus obras – de las cuales siempre se encargó también del guion – sea la simpatía o el carisma que generan, pese a pasar de algo más apacible y taciturno como las anteriores, a algo con más brío como "Un ladrón con estilo". Otro punto en común, es que el modo de narración siempre parece ser sencillo, y esta no es la excepción. Esta es una propuesta bastante simple, casi de manual, sin grandes atributos ni en su guion, ni en sus rubros técnicos. Toda la atención está puesta en el grupo de actores, con Redford a la cabeza. Para el actor de "Algo muy personal", es casi una labor de taquito. Forrest Tucker le permite desplegar todo el encanto que ya le conocemos. Puede enamorarnos con esa sonrisa y esa mirada; puede hacer uso de ese hablar tan galanesco. Redford es "Un ladrón con estilo". Estamos frente a una película digna para un retiro, que celebra la vitalidad de los personajes mayores, y les otorga un lugar de privilegio. Es mucho más de lo que pueden decir otros actores de sus películas de retiro, como Sean Connery o Gene Hackman. Probablemente no llegue ni al top diez de sus mejores películas, pero cumple con dejárnoslo ver hacer lo que mejor sabe, a sus anchas. Como plus, puede homenajear a uno de sus roles más famosos en "Butch Cassidy & The Sundance Kid". Sissy Spacek también encanta como esta mujer perdida ante los dotes seductores de Tucker, y dispuesta a todo para seguirlo. Sus encuentros son la salsa de la película. Casey Affleck (actor fetiche de Lowery) es un excelente contrapunto. Ya no hace falta que demuestre ser un gran actor, pareciera estar bien en todo lo que hace, y en roles diversos. Aquí juegan con Redford a algo similar a "Atrápame si puedes", con la diferencia de edad invertida. Waits y Glover quizás necesitaron de algo más de espacio, pero el tiempo que están, la película crece, demostrando ser una celebración de los personajes más adultos. "Un ladrón con estilo" es una propuesta simpática, con momentos briosos; y sobre todo, digna de un elenco talentoso que se ubica por delante del resto de los rubros ¿Que pudo esmerarse y tener pasta como para ser una gran película? Es cierto, pero ahí está como una cálida despedida a uno de los soles más brillantes de Hollywood.
Chapada a la antigua Como buenos ladrones de bancos, Forrest Tucker y su pandilla tienen un modus operandi muy claro: entran al lugar elegido, piden hablar con el gerente, muestran su arma con una parsimonia de lo más respetuosa y solicitan, muy amablemente, que se les coloque un montón de dinero en su maletín marrón claro. Todos los empleados de los lugares elegidos se sorprenden al entender que están siendo asaltados por ciudadanos de la tercera edad, encarnados por nada más ni nada menos que Tom Waits, Danny Glover y Robert Redford. Pero lo que todos estos robos tienen en común, lo que los destaca por sobre los demás, es la gentileza con la que son llevados a cabo. Ese es el detalle que se repite, invariablemente, en los relatos de las víctimas: que Tucker fue, después de todo, un verdadero caballero. Un ladrón con estilo cuenta la historia real de Forrest Tucker, convicto histórico que se pasó toda su vida saliendo y entrando de la cárcel en distintas puntas de los Estados Unidos. Famoso principalmente por su escapada épica de San Quentin a sus 70 años, Tucker cumplió pocas de las decenas de condenas que recibió en su totalidad, y logró escapar con el mismo encanto y la misma calma con la que consiguió entrar en primer lugar. La película cuenta su historia después de aquella epopeya, y nos lleva a recorrer los distintos bancos que cayeron víctimas de su astucia. En el medio de una fuga tras el primero de estos robos, Forrest conoce a Jewel, una viuda de su edad con un fanatismo por los caballos, una calma casi zen y una sonrisa fácil ante todo comentario astuto del seductor caballero que es Tucker. The old man & the gun, así, oscila entre el retrato criminal de un eterno prófugo y las postales de una pareja que se encuentra para acompañarse en un momento muy peculiar de la vida. En este punto, Spacek se destaca con una actuación honesta y preciosa. Un ladrón con estilo es un clásico relato de gato persiguiendo al ratón, concretado por el detective John Hunt, un hombre algo triste y resignado que encuentra en esta caza un motivo para reconectarse con su profesión elegida. Cabe destacar la obviedad de su nombre: Hunt significa “cazar” en inglés. Un ladrón con estilo es, precisamente, así de clara e incluso obvia. Esto no quiere decir que sea predecible y aburrida, sino que honra la vieja fórmula de aquellas películas chapadas a la antigua, donde es solo uno el detective que logra entender los códigos del astuto criminal, y donde el vínculo de rivalidad que esta realidad debería generar se convierte casi en uno de complicidad. La película decide presentar un aspecto harto interesante de esta clásica caza a través del personaje de la hija pequeña de Hunt, quien desea que su padre no dé con el ladrón porque luego no tendrá a nadie a quien buscar, poniendo en evidencia el loop casi necesario en el que deben mantenerse tanto criminal como policía para encontrarle un sentido a sus vidas. El objetivo nunca es escaparse o encontrar a quien se busca sino, más bien, tener algo de qué escapar, y alguien a quién buscar. Por otro lado, el personaje de Tucker en sí mismo es, también, un criminal chapado a la antigua, un hombre que utiliza su intelecto por sobre su violencia para escabullirse por las rendijas de la ley. En un retrato adorable de un criminal al que no se llega a glorificar pero sí, en total medida, a perdonar, Redford encuentra lo que fácilmente puede ser su despedida del cine. Sería un final digno de un caballero. Y es que Un ladrón con estilo es como todos los robos de los que trata: es simple, efectiva e incluso enternecedora, pero no es espectacular. Con una excelente musicalización y un gran trabajo de cámara, la película jamás aburre. No cambiará vidas, pero sí las entretendrá aunque sea por dos horas. Como todos los robos de los que trata, la película entra a la pantalla buscando generar un efecto y produciendo precisamente eso, sin estruendos ni desprolijidades. Con ladrones así, da gusto ser la audiencia a la que le roban un par de horas de su vida.
Asaltante de bancos por amor al arte (de robar), Forrest Woody Tucker se fugó 18 veces de la cárcel y desconcertó a la policía con su rasgo distintivo: era elegante y cordial, "parecía feliz". Así lo describe una tímida cajera en esta película que se parece a su personaje. Un ladrón con estilo es un film old school, elegante y cordial, que hace de su falta de pretensiones, de su simpleza, su principal virtud. El director David Lowery regala, generosamente, un paisaje de imágenes de esos principios de los '80 -viejas carreteras, cafeterías, lacónicos espacios abiertos- en el que su protagonista, el veterano Robert Redford, deambula con una presencia y una naturalidad asombrosa. Un film hecho para él, seguramente. Y si pensado para su despedida del cine, se diría que perfecto. A pesar de que es un film de género atracos -que Tucker cranea con dos compinches, interpretados por Danny Glover y un ¡Tom Waits!, bastante desaprovechado-, todo parece suceder con la cadencia de su protagonista, suave y tranquilamente. Con esa sonrisa a la que no puede resistirse su improbable novia, una viuda dulce y solitaria (Spacek) que le regala su amistad. Policial, comedia, historia imposible basada en una real, Un ladrón con estilo puede leerse además en clave de guiños a la propia carrera de Redford, que parece mirarla con la misma satisfacción con la que su personaje muestra la pistola bajo la manga. En ese caso es, también, una poética despedida de la pantalla de uno de sus grandes íconos. Un galán arrugado, pero con su intacta cabellera dorada.
Las crónicas y los catálogos del mundo marcarán que el 28 de septiembre pasado se estrenó en USA, su país de origen, la última película con Robert Redford trabajando como actor según su propio anuncio. Para el público, para la enorme masa de gente que ha ido a ver sus películas desde que era un pibe, allá por la década del ‘60, se retiró una de las figuras icónicas que ha tenido la industria cinematográfica del mundo. Cada uno tendrá preferencia por uno u otro papel, pero en definitiva (si cumple su palabra, claro) se jubila uno de los buenos, dicho en el más amplio sentido de la palabra porque fue buen esposo, buen padre de familia, buen millonario, buen convicto, fue un gran beisbolista, buen jugador, buen millonario, buen ladrón; pero por sobre todo, Charles Robert Redford es un buen actor. En “Un ladrón con estilo” interpreta la historia real de Forrest Tucker, un tipo que se escapó 18 veces de distintas cárceles a lo largo de muchos años, a las cuales entró condenado por robo. David Lowery, en su cuarta realización, vuelve con un tema que lo apasiona: escapar. Así lo hizo en sus dos primeras película y de alguna manera en la tercera, aunque “Una historia de fantasmas” (2017) hablaba de las razones del regreso. Pese a la baja calidad de sus trabajos anteriores aquí logra redimirse por virtud de una mejor calidad de paciencia para desarrollar la trama y el personaje central; pero sobre todo gracias a un guión sólido, coescrito con David Grann, que logra salirse de las tonterías planteadas en los últimos años cuando se trata de películas sobre ancianos jugando a hacerse los nenes traviesos. La última muestra de esto se estrenó hace un par de semanas, ¿recuerda? Sí, “Rey de ladrones” (James Marsh, 2018) también se une al conjunto de dudosos productos como”¡Mi abuelo es un peligro” (Dan Mazer, 2016), “Último viaje a Las Vegas” (John Turteltaub, 2013) o “Un golpe con estilo” (Zach Braff, 2017), todas ellas salvadas en mayor o menor medida por el oficio de enormes elencos. El viejo y el revólver sería una posible traducción del título original, suena más a un western, y de alguna forma lo es, como también será insoslayable la enorme cantidad de coincidencias conceptuales con “La mula”, el último opus de Clint Eastwood estrenado hace dos meses. Forrest sale de prisión. Está viejo y lo sabe. Es consciente que los tiempos han cambiado y los años hicieron mella en su cuerpo. Pese a las promesas que le hace a Jewel (Sissy Spacek) volverá a las andadas con su particular forma. Forrest se relaciona amablemente con sus víctimas sin un solo signo de violencia, pero con la firmeza del peligro latente como estandarte. Él y su banda integrada por Teddy (Danny Glover) y Waller (Tom Waits) ostentarían el sorprendente número de sesenta bancos robados en un mes, sin víctimas ni hechos que lamentar, más que el robo per sé. De alguna manera el espectador va entendiendo que hay razones más poderosas que llevan al protagonista a hacer lo que hace y, como suele suceder en estos casos, es inevitable no sentir afinidad con el criminal. Por supuesto que habrá un antagonista en la figura de John Hunt (Cassey Affleck), el agente encargado de dilucidar el entramado y agarrar al ladrón. Lejos de aquellos guiones a los que hacíamos referencia en los cuales se construía más la situación que los personajes, “Un ladrón con estilo” es una invitación a dos paseos al mismo tiempo: El del personaje real y el del actor. Ambos confluyen en varias características comunes como la edad, trayectoria, etc; pero tal vez la inevitabilidad de la pasión por aquello que uno ama hacer es la que los define e impulsa. Uno por el robo y su modus operandi, el otro por actuar frente a una cámara. A su vez, los cinéfilos tendrán la emotiva experiencia de interpretar la enorme cantidad de guiños y referencias a la carrera del actor como si fuese una suerte de museo vivo. Por mencionar algunos: “mucho de lo que sigue a continuación es verdad” dice la frase de inicio, casi idéntica a la que abría Butch Cassidy and the Sundance Kid” (George Roy Hill, 1969); Cassey Affleck se pasa un dedo por la nariz, la misma señal que usaban los convictos en “El golpe” (George Roy Hill, 1973), y la película “La jauría humana” (Arthur Penn, 1966) se ve de fondo en algún momento. Hay muchos más. Claro está que aquí no se inventa la pólvora en términos de originalidad. Si no fuese por la contundente presencia del calendario, se podría decir que “Un ladrón con estilo” pertenece a otra época. Una más romántica si se quiere, y acaso todo en esta realización, desde la banda sonora a la dirección de fotografía, y desde el registro actoral al estilo de compaginación, es un verdadero homenaje. Entretenido, ameno y por qué no, emotivo.
Cuando se está en el lugar exacto En la recreación de vida de un ladrón de bancos, la actuación de Robert Redford inscribe su impronta ética, y cifra la síntesis artística del actor y su desafío sostenido. El placer que significa ver a Robert Redford interpretar, encuentra tinte de rúbrica en Un ladrón con estilo. No sólo por lo que significa un papel que podría ser el último, de acuerdo con declaraciones vertidas por el propio actor, sino porque lo que sucede en este film es la constatación de que "si aquel niño del pasado está contento con quien soy hoy, entonces estoy en el lugar exacto". Así se lo dice Forrest Tucker (Redford) a Jewel (Sissy Spacek), esa dama con la que se encuentra durante una de sus fechorías y de la que comienza, tal vez, a enamorarse. Tucker es un ladrón de bancos y sí, esta es otra de esas historias basada en hechos reales. Así es como lo indica la película misma, de una manera lúdica y atenta con un aire de aventura, que si se quiere opera a la manera de un racconto sobre la vida cinematográfica del actor. Tanto es así, que en determinado momento el film de David Lowery (Historia de fantasmas, Mi amigo el dragón) hará síntesis entre las fugas carcelarias de Tucker y la vida fílmica de Redford, como si fuese un recorrido apretado sobre su filmografía. De hecho, para graficar una de estas huidas se elige un fragmento de la película La jauría humana, de Arthur Penn. La elección de ese film -coprotagonizado por Redford, Marlon Brando y Jane Fonda- no es un dato menor, sino elección estética que debe atribuirse al actor -sin ir en menoscabo del realizador-, habida cuenta de su mirada progresista y dilemática. A saber, La jauría humana (1966) es una de las más contundentes películas sobre la violencia social (no sólo) norteamericana, así como expresión crítica de un cineasta autor (Penn) y de una época y una generación, cuando el cine de Hollywood tenía la fuerza estética necesaria para soñar con ser algo bien distinto a lo que es hoy. Lo ratifica la película que Spacek y Redford van a ver al cine: Two-Lane Blacktop (1971), la road movie de otro autor indómito, Monte Hellman. Evidentemente, Redford (también productor del film) se ha preocupado por trazar una película que oficie como repaso metafórico y aseveración de su comportamiento político. Lo señala la propia elección de un ladrón de bancos y fugitivo permanente, a quien la cárcel le resulta parecida a otros encierros que el film (no tan) disimuladamente enuncia: hay que prestar atención a las pesquisas que el detective John Hunt (Casey Affleck) practica con los familiares del ladrón. A la vez, el mismo Hunt es el contrapunto de Tucker. Policía y padre de familia, Hunt se siente abatido, prácticamente vencido, pareciera depositar sus últimas energías cansinas en atrapar a este grupo de viejos ladrones que integran Redford, Danny Glover y ¡Tom Waits! De paso, y vale reparar en ella, hay una escena casi misteriosa, que sitúa frente a frente a Hunt y Tucker. Es nodal porque da cuenta del duelo entre los dos. Pero también misteriosa, porque no hay continuidad clara con lo que sucede antes y después: todo ocurre dentro del baño del bar, a espaldas de las mujeres de cada uno. Nunca se lo ve a Redford ingresar a este baño. Tampoco se muestra lo que sucede inmediatamente después. Tal vez no se trate de otra cosa más que de la fabulación que en uno de ellos se entreteje. De este modo, el film logra un momento mayúsculo, cercano a la artesanía del viejo Hollywood. Desde ya, la afrenta que Tucker significa, al apuntar sus robos en los dólares que las cajas y bóvedas de los bancos guardan (y también roban) es toda una declaración de principios, que Redford asume de manera amable, bien vestido, cuidando de las buenas formas, educado al hablar, sin disparar un arma de fuego. Toda una composición (nominada al Globo de Oro, además) que valida una manera de entender el cine (y la vida). Allí cuando Un ladrón con estilo (título bien tonto, que nada tiene que ver con el original: "The Old Man and the Gun", definición precisa sobre lo que este personaje es) amenace con redondear los entuertos para el logro de un happy end bienintencionado -guiño irónico hacia una manufactura cinematográfica falsaria, a la que Redford se ha enfrentado-, el último giro del guión devuelve todo a su sitio, allí cuando el personaje sabe que está en el lugar exacto, porque se trata -ni más ni menos- que del sueño que alguna vez tuvo, allá lejos, cuando era sólo un niño.
En "Un ladrón con estilo" (The Old Man & The Gun) Robert Redford roba por última vez nuestros corazones despidiéndose así de la pantalla grande. Basada en la historia que salió publicada en el periódico New Yorker en 2003 sobre la vida de Forrest Tucker, un ladrón de bancos que pasó la mayor parte de su vida en la cárcel o intentando escapar de ella, y que logró fugarse en 18 ocasiones cometiendo su último atraco en el año 2000 cuando tenía 80 años. La película nos muestra a este encantador y carismático ladrón ya en el ocaso de su carrera. También nos muestra a este encantador y carismático actor ya en el ocaso de su carrera. Y parte del juego está ahí. Así como aprovechó Iñárritu con Michael Keaton en “Birdman” la similitud entre actor y personaje, aquí también vemos este recurso funcionando perfectamente al servicio del film, dejando que no sea un mero guiño al espectador, y aprovechando todos los recursos y el oficio que Redford tiene a su alcance: lo vemos interesante, original, cautivador, orgánico y espontáneo. En más de una escena nos deja joyitas, sutilezas para los fanáticos de las actuaciones reales y no tan grandilocuentes. Pero no dejemos que esto sea sólo una oda a Redford y hablemos un poco del film que tiene mucho para brindarnos. David Lowery pareciera en esta oportunidad manejarse en un punto medio entre los trabajos comerciales y de alcance masivo que ha hecho por encargo, y un cine más personal y arriesgado (“A Ghost Story”, una joya del 2017 dónde podemos encontrar un plano fijo de 5 minutos de Rooney Mara comiendo una tarta) en dónde juega en algunos casos con el tono onírico que ofrece Terrence Malick en sus películas. Aquí podemos ver cierto dinamismo y toques de humor para hacer todo más llevadero, pero también hay poética y puede tomarse su tiempo cuando así lo precisa. Acompañando está la música a cargo de Daniel Hart que impregna todo con el sabor de la nostalgia. La industria de Hollywood todavía sigue en lucha consigo misma en su esfuerzo por ser inclusiva y adaptarse a los nuevos cambios de paradigma. Es por esto que al día de hoy sigue siendo poco habitual ver historias de amor que no sean de personas jóvenes, bellas y heterosexuales sin que sean mostradas como rarezas. Tal vez por esto, o gracias a un gran trabajo actoral de la pareja protagónica (completada por Sissy Spacek, otra icónica figura) fue que me pareció muy bella y verdadera la historia de amor que se muestra entre estas dos personas mayores. Pero Lowery no escatimó actores sólo para la dupla protagonista. Cuenta también con su actor fetiche, Casey Affleck, con la verdad a la que nos tiene acostumbrados, y no puedo dejar de destacar al entrañable Tom Waits. El paso del tiempo, la libertad, la búsqueda de la felicidad son temas recurrentes en el director que aquí también resuenan. En el film escuchamos recurrentemente el sonido de un reloj. Ese reloj que cronometra cada salidera bancaria, pero también es el reloj que marca el inevitable paso del tiempo que cae sobre nuestro protagonista. Y que recae también sobre uno de los grandes íconos vivientes de Hollywood. Si sos amante del cine “The Old Man & The Gun” es un suceso para ver (contiene un gran momento con imágenes de otras películas de Redford donde todo fanático se llenará de nostalgia), dado que a pesar de ser una película que tiene mucho para ofrecernos debemos admitir que siempre será recordada como la última película de Robert Redford. Por Matías Asenjo
Ese hombre encantador Luego de que finalizara su rodaje en Un Ladrón con Estilo (The Old Man & the Gun, 2018), bajo las órdenes de David Lowery, el actor Robert Redford anunció que este sería su último trabajo frente a la cámara, y desde aquel entonces las expectativas fueron muchas. Entre la elegancia y el carisma que lo caracteriza, Redford interpreta a Forrest Tucker, un particular ladrón de bancos que a sus 61 años lleva cometiendo una infinidad de robos y tiene fama de ser un verdadero artista del escape. El relato se encarga de intercalar algunos flashbacks que rememoran la trayectoria criminal de Tucker, al momento que intenta comenzar una relación con una solitaria mujer (la grandiosa Sissy Spacek), y planea una serie de atracos junto a sus cómplices de siempre (los veteranos Tom Waits y Danny Glover). En la vereda opuesta tenemos a Casey Affleck (quien continúa con su carácter ofuscado y deprimido), como el policía de turno empecinado en atrapar a Tucker mientras investiga su enigmático pasado. Si bien Lowery compone un trabajo refinado (tanto en los diálogos como en la fotografía), cabe destacar en especial la secuencia que recrea las diferentes fugas carcelarias de un Redford rejuvenecido durante sus días de gloria, la cual sirve a modo de homenaje respecto a la carrera del actor, y nos regala un momento sumamente melancólico como broche de oro. En cuanto al resto de la película, lo mejorcito que tiene para ofrecernos se ubica en el aporte de los secundarios, sobretodo Spacek y Waits. Un Ladrón con Estilo es, lo que se dice, una despedida a lo grande. Por Enrique D. Fernández
Despedida con estilo Robert Redford retoma a algunos de sus personajes clásicos para encarnar a otro encantador de serpientes que hace del robo una de las bellas artes. Más allá de que política e ideológicamente parezcan estar en veredas opuestas, Robert Redford y Clint Eastwood quizás sean dos caras de la misma moneda. Los dos últimas representantes de ese tradicional (anti) héroe norteamericano que el cine clásico (y el no tan clásico de los ‘70) nos hizo aprender a amar. Si bien sus carreras y sus vidas tomaron caminos muy diferentes a lo largo de los años, sus últimas películas –posiblemente sus mutuas despedidas del cine– los muestran muy cercanos, en roles e historias bastante conectadas entre sí. Es que, como la reciente La mula, que Eastwood protagonizó y dirigió (algo que Redford, mucho menos prolífico como realizador, acá no hizo), Un ladrón con estilo celebra con cierto humor y liviandad al criminal de poca monta, al ladronzuelo (de bancos aquí, transportador de narcos allá) que se mete en peligros casi sin darse cuenta o hasta por placer. Aquí, Redford es un ladrón de carrera. No es, como Eastwood en La mula, alguien llevado al delito por una serie de circunstancias y necesidades. Redford lo hace porque ama el engaño, el pase de magia que implica el robo y la trampa permanente. Y lo ha hecho desde que tiene memoria. Estuvo muchas veces en prisión, pero cada vez que sale no puede evitar volver a la acción, ni aun cuando una relación amorosa parezca hacerlo cambiar de vida. Es un viejito pícaro, sí, pero también un profesional consumado que parece saber muy bien lo que hace. Y cómo hacerlo. A lo largo de esta entretenidísima película dirigida por David Lowery –un realizador de una carrera muy cambiante en estilos, pero muy pareja en logros– Redford retoma un poco sus personajes de Butch Cassidy And The Sundance Kid y, especialmente, el de El golpe, para encarnar a otro encantador de serpientes que hace del robo una de las bellas artes. Es de esos tipos que, cuando la víctima se descubre robada, más que enojo le genera una sonrisa por el talento del ladrón para el engaño sutil. Forrest Tucker fue un personaje real y la película se inspira en la vida criminal que llevó en su última etapa, alrededor de 1980. Ladrón de carrera, fue preso 16 veces y se escapó… 16 veces. Ha robado más bancos de los que recuerda. Y nada que se parezca a la culpa lo atraviesa. A lo largo del tiempo que cuenta el film de Lowery, que sigue a su última fuga y a su reinicio en la carrera del crimen, iremos conociendo cosas de su pasado, pero también lo veremos en un presente en el que un incipiente romance (con otra genial actriz como es Sissy Spacek, en escenas compartidas que son un deleite) lo hace dudar qué le provoca más placer: si el amor y el compañerismo de una querible pareja o seguir haciendo el cuento del tío y robando lo que le pongan por delante. Ya verán lo que sucede. Mientras tanto lo persigue un agente texano (Cassey Affleck) de manera similar a la que Bradley Cooper lo hacía con Clint en La mula, aunque con mucha más info sobre él –aunque no sepa cómo ni pueda usarla–. Forrest y su bandita de veteranos del gremio (los geniales Tom Waits y Danny Glover) van armando sus pequeños y no tan pequeños robos que Lowery encara y filma de manera efectiva pero liviana, sin cargar demasiado las tintas dramáticas ni policiales. Para que se den una idea: Tucker nunca llevó un arma cargada a un robo. Lowery homenajea en el tono que usa aquí las citadas películas de bandido simpático y querible que cimentaron buena parte del mito de Redford. Y Un ladrón con estilo se convierte en un homenaje a ese tipo de cine, con esa escala, esa humanidad, esa compresión de la lógica y características de sus protagonistas que son las que llevan adelante un relato. Sé que esto suena a nostalgia por un cine que parece perdido y es casi irrepetible, pero Lowery filma hoy, y si bien su encantadora película lleva puestas las comillas del homenaje, ya ha dejado en claro en otros films suyos como el reciente Mi amigo el dragón (y otras más indies como A Ghost Story) que lo que más le interesa es construir a sus personajes de manera tal que el resto fluya casi solo. Tucker/Redford se planta frente a una cajera de un banco y el resto de la película surge sola. Como de ese sueño nunca del todo suplantado por los efectos especiales llamado cine clásico.
Anunciada como la despedida de la actuación de Robert Redford, mito viviente de Hollywood, Un ladrón con estilo es un retrato nostálgico de un aplomado caballero que, en el ocaso de su vida, sigue sintiendo la misma adrenalina que tuvo siempre por cometer robos y escaparse de la cárcel. La arcilla en la que está moldeada esta película se basa en el carisma de Robert Redford que nunca se acomodó en su temprano estrellato, sino que siempre fue por más y se convirtió en sólido director tras su debut detrás de cámara en Gente como uno. Y redoblando la apuesta fundó un festival que se convirtió en el emblema del cine independiente, el Sundance Film Festival, que toma el nombre de uno de los personajes que le diera más fama: Sundance Kid. El guionista y director David Lowery toma un hecho real y lo ficcionaliza a la medida de Robert Redford, quien encarna a Forrest Tucker, que fue un ladrón que utilizaba un arma para atemorizar y una sonrisa seductora para hechizar a los empleados de los bancos. Ayudado por dos secuaces igualmente entrañables: Tom Waits y Danny Glover. En una de las huidas se topa con una viuda a la que se le rompió el auto, Jewel (Sissy Spacek). De ese encuentro nace una relación basada en un coqueteo de miradas y flirteos cómplices con una química especial de dos personas en el ocaso de sus vidas. Pero todo bandido que escapa tiene detrás un detective que investiga. En este caso, John Hunt (Casey Affleck), un policía a mitad de camino entre la fascinación por la historia del delincuente que persigue y su deber por hacer cumplir la ley. Ambientada a principios de los años ochenta, la película tiene su correlato en la imagen granulada del cine de esa época y en la música con acordes jazzísticos que perfuma todo el relato. La historia de un tipo que está al margen de la ley, que vive frente a un cementerio, consciente de que sus últimos días están cerca, pero no por eso baja los brazos. Pero también es la historia de un hombre que busca redención en sus últimos actos. Si bien el mayor peso actoral está puesto en los hombros de Redford -al cual el film homenajea incluyendo funcionales fragmentos de algunas de sus películas-, todos los actores que lo secundan tienen un gran lucimiento en algún momento, como en esas piezas teatrales en las que los secundarios se “roban” la escena. Especialmente en dos secuencias: un monólogo de Tom Waits y una declaración de la hija de Tucker, a la que no ve desde niña, y que está personificada por Elizabeth Moos.