Bienvenida esta secuela del spin off de El Conjuro. Todo aquello que la primera parte de Anabelle no había logrado, en esta oportunidad se concreta y potencia. La maléfica muñeca toma posesión de un improvisado orfanato en donde nadie saldrá ileso del pasado, el que vuelve para tomar aquello que se le quitó de manera imprevista. La tensión y el suspenso atrapa hasta la última escena, de una saga que, a esta altura, ya se espera otro capítulo.
Annabelle 2: El regreso (triunfal) de la muñeca maldita Si te encantó El Conjuro (The Conjuring, 2013) y esperabas a Annabelle (2014) con ansias pero te decepcionó, no te aflijas, Annabelle 2: La Creación (Annabelle: Creation, 2017) es todo lo que esperabas y más. Dicen que “segundas partes nunca son buenas”, pero algunos se olvidan que, cuando la primera es un fracaso, la segunda (si hay viabilidad) puede mejorar el universo ya creado y potenciarlo. Esto sucede con Annabelle 2: La Creación: la secuela del spin-off (uff!) de esta muñeca que apareció en el universo de James Wan regresa para contarnos sus orígenes, la verdad del por qué de todo. Y no defrauda al contar una historia que cumple lo que promete: ASUSTARTE. A mediados de los años 40, el matrimonio Mullins pierde a su hija en un terrible accidente y deciden recluirse en su hogar hasta que, una década más tarde, deciden albergar en su casa ya visiblemente deteriorada por el abandono personal y emocional, a una monja con un grupo de niñas que sufrieron el cierre de su horfanato. Dato de interés: Samuel Mullins (Anthony LaPaglia) es un fabricante de muñecas que crea una versión limitada de la que más tarde conoceremos como la famosa “Annabelle”. Las huérfanas tienen toda la casa Mullins para ellas, excepto el antiguo cuarto de la pequeña fallecida y el dormitorio donde yace enferma la señora Mullins (Miranda Otto). Si bien la mayoría de las niñas se adaptan perfectamente, Janice (Talitha Bateman) siente trsiteza al creer que no será adoptada nunca por una familia debido a sus secuelas tras la poliomielitis que sufrió. Su mejor amiga y compinche, Linda (Lulu Wilson), es el pilar donde se apoya ante la adversidad, pero la debilidad interior de Janice hará de ella un blanco para la presencia oscura que habita la casa y se irá apoderando de ella poco a poco. Debo confesar que luego de haber visto la primera parte de este spin-off, asistí con pocas (o nulas) expectativas para ver esta secuela/precuela, y tengo que decir que me equivoqué horriblemente: Annabelle 2: La Creación es un film que expande el universo de The Conjuring pergeñado por James Wan, y esto es mérito de su director David F. Sandberg, al que conocemos por sus cortometrajes perturbadores y luego por extender su más famosos en el largo Cuando las luces se apagan (Lights Out, 2013), que si bien no fue de mi agrado, fue la entrada por la puerta grande de este realizador. Sandberg sabe manejar momentos de tensión, la iluminación, el montaje y la música para crear un ambiente tétrico en lugares comunes, como el interior de una casa. Claro que hay muchos clichés del género en este film, pero la manera de contar la historia hace que no les des importancia y sigas esperando que va a pasar en el momento siguiente. Otro de los aciertos es el casting: la dupla de niñas protagonistas son muy carismáticas, tanto Bateman como la experimentada en el género, Wilson quien ya actuó en Ouija: El Origen Del Mal y Deliver Us From Evil. El resto del cast cumple y son funcionales a la trama correctamente. Por último quiero agregar que Sandberg utiliza los mismos métodos de susto (como los Screamers) pero en menor medida, y el film no espera para dar a conocer el Mal que habita en la casa, proporcionándole un ritmo que no decae luego de la primera media hora. Y a estar atento, porque el “Universo Wan” se expande metiendo referencias a próximos spin-off de The Conjuring, ademas de tener dos escenas post-créditos. Anabbelle 2: La Creación es un digno film de horror, que se complementa y expande el universo creado por James Wan, y esta vez sí que vale la pena.
Pregúntame sobre mi muñeca maldita Annabelle 2: La Creación (Annabelle: Creation, 2017) es la precuela de la precuela de El conjuro (The Conjuring, 2013) y viene a servir de historia de origen para la epónima muñeca maldita, aún si las películas anteriores no dejaron mucho a la imaginación. La película es la cuarta de la serie (con dos más en camino) y representa el esfuerzo de la productora Blumhouse en ahondar la mitología de su franquicia, ignorando que cuanto más explican y más reveses inventan menos terror inspira la muñeca y la actividad paranormal que la envuelve. Por otra parte, las películas Blumhouse suelen prescindir de violencia cruenta y favorecer una construcción más bien artesanal del terror, utilizando ángulos de cámara y montaje manipulativo para desarmar al espectador y construir sustos. Al menos así empiezan y por un rato la audiencia sufre con gusto la anticipación de cada pequeño susto, para el que le gusta eso. Por esta vez incluso la película tiene el buen gusto de no acompañar estos momentos con ruidos de estruendo o algo por el estilo. Pero inevitablemente todas deben terminar exponiendo un monstruo risible y escenificando un desenlace cargado de acción pero desprovisto de toda lógica o interés psicológico. El director es el sueco David F. Sandberg, mano de obra barata pero efectiva importada directamente de YouTube. Sandberg se inició creando videos de terror en su canal y pueden buscarlos - “Lights Out, “Cam Closer” - para comprobar con qué poco arma pequeños momentos de temor. Pero lo que funciona en un video de 2 minutos en YouTube padece un tanto a lo largo de 109 minutos en la pantalla grande. La película se hace larga para ser algo de pura técnica, y pura técnica es lo único que tiene, porque la historia es débil y no muy interesante. La casa embrujada en cuestión podría ser la misma de cualquiera de las demás películas de la serie, incluso otras como La noche del demonio (Insidious, 2010) o Sinister (2012). Todas montan el mismo tipo de locación - una solitaria mansión victoriana - y esencialmente tratan sobre personas (usualmente niños) que salen a explorar la mansión de noche, atraídos por algún ruido o presencia maligna. En este caso hay media docena de jóvenes huérfanas recién llegadas al hogar del matrimonio Mullins (Anthony LaPaglia y Miranda Otto), que obviamente esconden algo. Lamentablemente no es misterio para la audiencia, así que las averiguaciones de las protagonistas carecen de tensión. La falla inevitable de estas películas, de convertir al miedo en franquicia, es que a la larga la lectura psicológica se vuelve obsoleta; la historia deja de ser sobre los personajes y pasa a ser sobre el monstruo insignia, que no representa nada y posee lazos superficiales con los protagonistas de turno. El resultado es que Annabelle 2: La Creación no trata sobre nada en particular, no desarrolla ningún tema, no le da siquiera un arco narrativo a sus protagonistas. Es un paseo por una casa embrujada que sangra estilo e inteligencia minuto a minuto.
Anita y las huerfanitas ¿Por qué negarlo, verdad? Cualquiera que haya tenido la desgracia de ver Annabelle (2014) -la primer entrada de este spin-off surgido gracias al éxito de El Conjuro (The Conjuring, 2013)- tendría justificadas reservas respecto de Annabelle 2: La Creación (Annabelle: Creation, 2017), segundo capítulo de la saga de la muñeca posesa más popular del nuevo milenio. Pues para sorpresa de varios, esta continuación, que a fines prácticos precede a los hechos retratados en el film previo, reúne méritos más que suficientes para ser uno de los pocos casos en que una secuela de un spin-off (hasta es complicado explicarlo) supera a su antecesora. Como si de un cómic se tratase, la trama nos ubica en el año cero de Annabelle, creada por Samuel Mullins, un artesano que vive junto a su mujer Esther y la hija de ambos, Annabelle (sí, leyeron bien). Cuando un terrible accidente termina con la vida de la pequeña, todo cambia. 12 años después, la pareja decide recibir en su hogar a un grupo de huérfanas que se quedó sin techo, y ahí es cuando la cuestión se pone espesa a pura posesión, hechos sobrenaturales, sustos y otros elementos marca registrada del género. El joven director David F. Sandberg –Cuando las Luces se Apagan (Lights Out, 2016)- hace un trabajo correcto al no recurrir a los jump scares o sustos fáciles que normalmente abundan en este tipo de películas para impresionar a la audiencia, sino que construye gracias a personajes con la suficiente profundidad como para lograr interés y relevancia dentro del relato. Para los que crecieron en los ‘90, es lo más parecido al Chiquititas, de Cris Morena, pero en vez de un Rinconcito de Luz las huérfanas están atrapadas en un caserón de oscuridad… y con una muñeca espeluznante. Las historias mejores logradas son aquellas que esconden múltiples líneas de interpretación. El paso de la niñez a la adolescencia es una problemática universal y uno de los temas que también aborda esta narrativa; ese momento en que las mentes más jóvenes comienzan a tener mayor comprensión del mundo real, un mundo que no le escapa a la maldad en sus múltiples formas. Gracias a un terror que se toma su tiempo para desplegar detalles a través de la trama y evita en gran medida los lugares comunes, Annabelle 2: La Creación representa un salto cualitativo respecto de su antecesora, y una forma más que digna de mitigar la espera de los próximos films unidos al universo sobrenatural craneado por James Wan.
Las películas de terror últimamente vienen siendo películas que buscan el susto fácil. El ruido fuerte luego del silencio, sin darle mucho interés a la trama. Esto mismo sucedió con la anterior película de la muñeca maldita, fue un bodrio y estaba repleta de cliches del “salto”. Este es uno de esos (pocos) casos en que la segunda película es mejor que la primera. Si bien este film también tiene clichés, no son de los que buscan el susto fácil (hay de esos, pero son los menos) con un guion interesante que nos muestra la creación de Annabelle, actuaciones de las pequeñas actrices que vale la pena remarcar. La ambientación está bien realizada, nunca nos enteramos en que época suceden los hechos, pero es algo que le suma la historia. Es una película de terror que está bien, no es perfecta, tiene sus momentos que miras a la persona con la que fuiste con cara de “WTF?!” y algunos momentos que dan risa de lo colgado y fuera de lugar Mi recomendación: Si te gusta el cine de terror, anda a verla al cine está bien.
No sólo la muñeca es de madera En verdad es una precuela y no una secuela, y cuenta el origen del juguete poseído. ¿Qué sería del género de terror si los personajes no hicieran -siempre- aquello que se les dice que no deben hacer? Annabelle 2 no sólo es ejemplo de ello, sino que reitera algo que había sucedido en su antecesora estrenada en 2014. Si aquella primera era un despropósito y se alejaba mucho de El conjuro, la película que la originó, ya que Annabelle era un spin-off casi inmediato del filme de James Wan de 2013, esta Annabelle 2 suma efectismo y resta credibilidad al resto. Porque en definitiva estos spin-offs no le suman al universo de El conjuro otra cosa que dinero por la venta de entradas, pero qué mal le hacen al conjunto… En realidad Annabelle 2: la creación sería un Anabelle -1, ya que es una precuela de Annabelle. En los ’50, Samuel Mullins (el australiano Anthony LaPaglia, envejecido y regordete) fabrica muñecas artesanales. Vive con su esposa Esther (otra australiana, Miranda Otto, Eowyn en El Señor de los anillos) y su hija Bee en una semi mansión alejada de todo, a la que se llega por un camino de tierra. Hubo un accidente en la ruta y Bee ya no está más con sus padres. Esther también habría sufrido otro accidente, porque Samuel la tiene encerrada en su habitación de la planta baja. Al lugar llegan unas huérfanas y una monja. ¿Por qué? No tienen dónde ir y se alojan allí... Dos de las huerfanitas son chicas, son rubias, son preciosas y amigas. Son Linda, tímida, y Janice, que no camina bien porque tuvo polio. La muñeca Annabelle era el centro de las investigaciones paranormales de Ed y Lorraine Warren en El conjuro. Así que saber, conocer su origen puede despertar curiosidad. Y la curiosidad es lo que origina el desbande que plantea esta película. La cantidad de incongruencias en el guión, al margen de que la trama sea fantasiosa, atenta no ya con lo verosímil o mínimamente aceptable, sino con la atención del espectador. El director David F. Sandberg (Cuando las luces se apagan… y no se enciende nada ingenioso) no le da nada al filme que no tiene pies ni cabeza. Y a Sam, al final de cuentas, todo lo que le pase lo tiene merecido por lo feo que le salió la muñeca. Lo único a favor es que Annabelle 2 cierra con Annabelle, sin dejar espacio para otra historia entre las dos. Pero si con una muñeca de madera, se hicieron ya dos películas de madera… Nunca se sabe.
Con la idea de seguir expandiendo el universo de la franquicia El Conjuro, Annabelle 2:La Creación funciona como precuela ideal de la película estrenada en 2014 que coloca nuevamente a la muñeca siniestra como centro de la acción. Lo más atrapante del film, cuya acción se sitúa en la América rural de mediados del siglo XX y su final linkea directamente con el comienzo de Annabelle , reside en los climas creados por el director David F. Sandberg -el mismo que acertó en Cuando las luces se apagan-, quien recurre a una narración clásica del género que supieron acuñar realizadores como John Carpenter,Joe Dante y George A. Romero, por citar a algunos. Acá el miedo viene representado en la muñeca siniestra oculta en una habitación cerrada la casa y explica las causas de lo que el público vio en la película original. Un fabricante de muñecas -Anthony LaPaglia- y su esposa, reciben a una monja -Stephanie Sigman- y a un grupo de niñas huérfanas en su hogar, años después de la trágica trágica de su pequeña hija. El film reelabora el concepto clásico del miedo a través de situaciones que inquietan y perturban al espectador, en un constante juego de figura y fondo, claroscuros y apariciones que van sembrando el terror en los recién llegados al nuevo orfanato. La presencia de un espantapájaros, la muñeca cubierta con una sábana al mejor estilo Noche de brujas y un viejo aljibe -una referencia a La llamada-, son aciertos del director y de la visión del productor James Wan, que disfrutan del género y entregan un bienvenido producto lleno de sobresaltos con una historia que sitúa a la franquicia varios peldaños -la secuecia de la escalera es muy lograda- por encima del resto de las producciones que se ven últimamente. Una suerte de tren fantasma en el que no faltan posesiones, muertes, presencias diabólicas que azotan a las niñas que llegan al lugar y situaciones de terror diurno que no opacan la atmósfera lograda a lo largo del metraje. Lo que no es poco.
Desde su breve pero intensa aparición en la película El Conjuro, la muñeca Annabelle y su historia quedaron arraigadas en el imaginario del espectador, a tal extremo que los responsables de aquel film notaron inmediatamente el potencial para hacer una película en solitario. A pesar de las críticas negativas, la apuesta favoreció a los realizadores en materia taquilla. Y cuando los números cierran mejor de lo esperado, las secuelas no se hacen esperar. Esta no iba a ser la excepción. Muñeca Pepona en liquidación: En 1943, Samuel Mullins (un fabricante de muñecas) y su esposa Esther pierden a su hija al ser atropellada en la carretera. 12 años más tarde, todavía de luto, ellos deciden abrir las puertas de su casa para recibir a las niñas de un orfanato que ha sido cerrado. Entre las niñas encontramos a Linda y Janice, con un vínculo prácticamente de hermandad que será puesto a prueba cuando la segunda descubra una de las creaciones de Samuel encerrada en un armario: la muñeca poseída en cuestión. A partir de este descubrimiento empiezan a ocurrir una serie de incidentes sobrenaturales a lo largo de la casa para las cuales no están preparadas. El guión de Annabelle 2 inicialmente muestra promesa y una historia más arraigada en lo emocional. Lamentablemente, a medida que avanza el metraje deja atrás -de a poco- esa sutileza que pudo haberla hecho una propuesta diferente. En cambio elige favorecer los sobresaltos, los inverosímiles, deslindando paulatinamente a las protagonistas de responsabilidad narrativa alguna. Por otro lado, debe destacarse el endeble intento de hacer asociaciones con las otras películas de El Conjuro, franquicia de donde procede este concepto. Un intento nada sutil, metido con calzador, que no ayuda ni a la película ni a generar expectativa por las siguientes. Por el costado interpretativo, las niñas protagonistas entregan un prolijo trabajo actoral, igual que Stephanie Sigman (a quien probablemente tengan fresca del inicio de Spectre), quien da vida a la religiosa que está a cargo de ellas. No obstante, debe señalarse que los puntos altos de este apartado son sin lugar a dudas Miranda Otto y, en particular, un sorprendente Anthony LaPaglia, con una labor de pocas palabras y parca expresión. Respecto de la labor técnica, tenemos una prolija fotografía que responde a las necesidades de clima. Pero es la Dirección de Arte el aspecto que consigue ir más allá, sumergiendo efectivamente al espectador en las dos épocas en que se mueve el film. Conclusión: Si bien es efectiva a la hora de crear ciertos climas propios de su género y cuenta con un apartado actoral equilibrado, Annabelle 2 termina fallando como un todo por un guion que hace a un lado sus aspectos más promisorios al elegir jugar a lo seguro. ¿Una evolución respecto de su antecesora? Seguro, pero no necesariamente mejor, ni como secuela, ni como película por su propio derecho.
Es lo que nos toco, cuando hay un éxito las grandes empresas cinematográficas exprimen el producto y como no les va mal son capaces de hacer la precuela de la precuela como es el caso de este film. Luego del éxito de “El Conjuro” de 2013 centrada en el matrimonio Warren expertos en lo oculto y de una efectiva secuela en el 2016, ya se habla de “Conjuro 3”. Pero además están los “spin off” y así llegaron “Anabelle” (2014) una muñeca depositaria del demonio y ahora su historia anterior. Y ojo que ya se viene “The Nun” la monja satánica que aparecía en “El conjuro 2” reclamando su protagonismo y que veremos en el 2018. En este film se cuenta como en una casa grande y alejada, viven un matrimonio y su pequeña hija. El es fabricante de muñecas y crea a la del titulo. Luego sobrevendrá la tragedia y muchos años después el matrimonio admite en su casa a una monja y un grupo de huérfanas al cierre de un orfanato. Las nenas inquietas y de distintas edades exploran y como suele ocurrir despiertan al juguete maldito que comienza a ejercer sus habilidades terroríficas. Nada de la acción escapa de lo convencional, incluso la muñeca en cuestión, según el argumento que va por provocar sobresaltos más que por seguir una lógica se muestra a veces imbatible y otra sumisa. El resultado es obvio, convencional pero tiene a su favor los buenos climas, la música, la casa penumbrosa, los encuadres. Para los amantes del género es superior a la media que ostentas otros films del género.
Otra muñeca maldita. Siguiendo con la tendencia de explotar las franquicias incluso después de dar pruebas fehacientes de su agotamiento, llega a las salas argentinas Annabelle 2: La creación. Se trata del segundo episodio de la saga de la muñeca maldita, que es en realidad una derivación de otra saga, El conjuro, que también lleva dos películas, ambas dirigidas por James Wan, y que seguramente acabará convirtiéndose en un clásico del cine de terror de los 2010, aunque no tenga demasiados argumentos válidos para llegar a tanto. En este caso se trata de rastrear los orígenes de ese objeto diabólico con forma de muñeca vintage que apenas era presentado en la primera El conjuro (2013) y que ya tuvo un primer acercamiento en 2014. Lo curioso y quizá lo más interesante de la saga Annabelle es que las dos películas van recorriendo la historia de la muñeca en sentido inverso. Si El conjuro la mostraba en el marco de una historia ambientada en los años 70 y los hechos narrados en Annabelle (2014) tenían lugar sobre los últimos años de la década anterior, los sucesos de esta segunda entrega se desarrollan en algún punto entre la década de 1940 y mediados de la siguiente. Enmarcada en el paisaje vasto y solitario del oeste rural, Annabelle 2 comienza con la historia de un juguetero artesanal y su mujer, quienes pierden trágicamente a su pequeña hija en un accidente de tránsito. La escena en que una vieja camioneta de campo atropella a la niña en un camino polvoriento está no sólo dentro de lo mejor de la película, sino también en el trailer, revelando así uno de los momentos de mayor impacto emotivo del relato. Doce años después, aquel matrimonio recibe en su casona a un grupo de huérfanas y a la monja que las cuida. Claro que el cuarto que perteneció a la niña es una zona tabú dentro de la casa, lo mismo que la habitación donde la madre vive recluida. Por supuesto, enseguida empezarán a pasar cosas raras de las que sólo las pequeñas huéspedes serán testigo. Como ocurre con la mayoría de las películas de terror, incluyendo en el conjunto tanto a las buenas como a las malas, la segunda parte de la muñeca maldita vuelve a parecerse a un manifiesto de propaganda cristiana, donde el mal siempre responde a un infierno, sus amanuenses son demonios que respetan hasta el protocolo de tener cuernos y la salvación procede solo de las palabras impresas en su libro santo. Por supuesto que hay films como La bruja (The VVitch, Robert Eggers, 2015) que se permiten releer esa tradición de modo más rico, yendo más allá de las convenciones, buceando en motivaciones psicológicas y hasta históricas para enriquecer dicho universo. El problema es que no hay nada de eso en Annabelle 2, sino todo lo contrario: un estilizado refrito de lo que ya mostraron incluso sus antecesoras de saga, construido a partir de una estructura de scketches terroríficos que el relato va encadenando. Algo que también hereda del segundo episodio de El conjuro.
Una muñeca maldita recargada La muy floja Annabelle (2014) surgió como un desprendimiento (spinoff en la jerga de la industria) de la notable El conjuro (2013), que el año último tuvo una más que digna secuela. La doble saga continúa ahora con la segunda parte de Annabelle, que, sin ser ninguna maravilla, resulta ampliamente superior a su predecesora. Tras dejar en claro su capacidad para el género en Cuando las luces se apagan, el director sueco David F. Sandberg ratifica sus condiciones de sólido narrador y regala, a partir de un guión elemental que apela a elementos básicos del género de terror, como las muñecas diabólicas, los niños con (y en) problemas y las viejas casonas, unas buenas dosis de suspenso, tensión y, claro, unos cuantos sustos. Samuel Mullins (Anthony LaPaglia), que se dedica a fabricar y vender muñecas artesanales, y su esposa, Esther (Miranda Otto), pierden a su hija en un insólito accidente. Doce años más tarde (plena década de 1940), aún devastados por la tragedia, abren su casa a seis huérfanas y a la monja que las cuida. Entre ellas aparece Janice (Talitha Bateman), la más vulnerable de todas porque la poliomielitis la ha dejado con una pierna ortopédica y luego en silla de ruedas. Ella será la protagonista de un film construido con indudable profesionalismo y que, por suerte, está más cerca de los hallazgos de la saga de El conjuro que de la mediocre entrega inicial de Annabelle.
La edad dorada de la nada A través de su virtuosismo técnico, no así narrativo, James Wan se convirtió en poco más de una década en uno de los pilares del horror americano contemporáneo. Y que su éxito esté más ligado a la técnica que a los aspectos narrativos no es casualidad sino síntoma de la coyuntura: en los últimos tiempos el efectismo le ganó espacio a la narración en casi todos los géneros. Annabelle 2: la creación, producida por el susodicho y dirigida por el también efectivo y efectista David Sandberg, es una nueva entrega relacionada a El Conjuro -aquella película pulpo algo sobrevalorada del año 2013-, en esta ocasión, la precuela de su spin-off del 2014. Como en Lights out (2016), ópera prima de Sandberg basada en su corto homónimo, lo que prevalece en esta segunda parte de Annabelle son los clichés. Durante toda la película se suceden distintos lugares comunes del género sin ninguna reformulación. El conservadurismo que ya había mostrado Wan en El Conjuro 2 (2016) con relación a la puesta en escena, está también presente acá. Si en Insidious (2011) o en la primera parte de El Conjuro se podían rescatar viejos elementos del horror que paradójicamente le otorgaban al género vitalidad, en esta oportunidad –así como en las últimas producciones de Wan- sólo se percibe la repetición de fórmulas y el abuso de jump scares; muy bien ejecutados por cierto, no olvidemos que estamos en la era de la técnica. Si algo le aporta a la película una partícula de vida, es la presencia del actor australiano con padre tano Anthony Lapaglia. Su personaje, Samuel, es el artesano creador de la muñeca Anabelle; juguete que será portador de una entidad maligna luego de que Samuel y su esposa pierdan a su hijita en un accidente. La obsesión de Wan con los muñecos ya se había visto en la simpática Dead Silence del 2007; tal vez su película más clase B (al menos en espíritu, ya que se gastaron unos veinte palos y fue una de sus películas más caras). Incluso antes, en Saw (2004), en la que un muñeco en triciclo era el que anticipaba las torturas. Y luego, claro, en El Conjuro, con la primera aparición de la muñeca maldita hoy protagonista. Luego de una elipsis, y por esas magias del guión, la pareja transformará su casa en un miniorfanato presidido por una monja que además de ser rectora de las niñas es el link a la nueva producción de Wan: The Nun; otra muestra de que el malayo utiliza técnicas actuales de marketing tal como suelen verse en las películas de superhéroes y que ubican a parte del cine actual de Hollywood más cerca de una juguetería que de una usina de arte. A pesar de trabajar con presupuestos más acotados, el plan que lleva adelante Wan para el horror es análogo al del cine de superhéroes, tanto desde el aspecto comercial como desde el artístico. De hecho, él ya forma parte de ese universo: dirigirá la adaptación cinematográfica de Aquaman, mientras que David Sandberg hará lo propio con Shazam. Luego de un arranque prometedor ¿Será Wan finalmente lo peor que pudo pasarle al horror?
James Wan demostró hace años tener el toque de Midas en términos de terror, siendo capaz de inaugurar lucrativas franquicias como Saw, Insidious y The Conjuring. La última es un caso todavía más complejo dado que es un universo en sí mismo y, mientras que se la continuó en forma tradicional con una secuela, también se pusieron en desarrollo desprendimientos paralelos como Annabelle o las próximas The Nun y The Crooked Man. Y la riqueza de esta idea, de darle historias de origen a las entidades malignas que enfrenta el matrimonio Warren, alcanza otro nivel de la mano de Annabelle: Creation, precuela de una calidad notablemente superior a la de su antecesora, que ayuda a olvidar esa pobreza que John R. Leonetti entregó en el 2014.
En el 2017 llegaba a los cines "El Conjuro", una película que trataba sobre un matrimonio de parapsicologos que se enfrentaban a fuerzas sobrenaturales que no eran de este mundo, dicha película logro la aclamación por parte de la crítica y la audiencia, en esa primera cinta conocimos a Annabelle, una muñeca poseída, la verdad que causaba mucho miedo su presencia en todos los momentos en que la cámara estaba fija en ella, de esta manera los productores decidieron darle una oportunidad y que se contara la historia de dicho personaje en su propio spin-off, esa película fue un desperdicio total, no atrapo al público y la historia era densa y aburrida, ahora la muñeca vuelve para de alguna forma redimirse ante el publico con esta segunda entrega. Los Mullins son una familia a la que se le derrumba dl mundo tras la muerte de la pequeña de la familia, Samuel era un fabricante de muñecas, pero abandona su oficio para comenzar su largo luto, Esther, su mujer se aísla totalmente de la sociedad, con el pasar de los años el matrimonio Mullis decide albergar en su morada a un grupo de niñas huérfanas, de esta manera lograr que en su hogar se vuelva a respirar aire de juventud, entre estas niñas se encuentra Janice, una jovencita con Poliomielitis, una enfermedad que dificulta caminar, Janice se ve apartada del resto del grupo por su discapacidad, ella será la primera en darse cuenta que en la casa suceden algunas cosas raras y que la llevaran a horrores inesperados. Bueno, ya de por si es todo un alivio que esta segunda entrega de Annabelle supere a su predecesora, la primera entrega me había dejado un gusto amargo, esta segunda parte al menos resulta mas llevadera, destaco mucho al elenco infantil, por desgracia la parte adulta del elenco no logra lucirse, una lastima por Anthony LaPaglia, su personaje pudo haber resultado mas interesante y no dejado de lado al final de la trama, se nota mucho la evolución del director David F. Sandberg, quien el año pasado nos había traído "Cuando se Apagan las Luces". Bueno, ya de por si es todo un alivio que esta segunda entrega de Annabelle supere a su predecesora, la primera entrega me había dejado un gusto amargo, esta segunda parte al menos resulta mas llevadera, destaco mucho al elenco infantil, por desgracia la parte adulta del elenco no logra lucirse, una lastima por Anthony LaPaglia, su personaje pudo haber resultado mas interesante y no dejado de lado al final de la trama, se nota mucho la evolución del director David F. Sandberg, quien el año pasado nos había traído "Cuando se Apagan las Luces".
El origen del mal Annabelle (2014), el spin-off de El conjuro (The Conjuring), no se acercó ni remotamente a lo que fue esta película de 2013 con personajes interesantes, una nueva mitología, terror del bueno y planos impresionantes. Toda la historia que se podía aprovechar de la muñeca Annabelle que tantos sustos nos había dado, alcanzaba solo para decir que era una película más del montón dentro de un género bastardeado. La noticia de una segunda entrega ya nos resultaba un poco molesto, pero no causó sorpresas dado los millones recaudados en cines. Finalmente Annabelle 2 llega a los cines de Argentina, y curiosamente resulta esa rareza de que una secuela supera en muchos aspectos a la original. El film tiene lugar antes de los eventos de la primera película de Annabelle y nos relata cómo la muñeca se convierte en ese oscuro ser. El elemento que da vida a la mitología maligna funciona muy bien, a lo que se le suman personajes atractivos para la historia. Charlotte (Stephanie Sigman) es una monja que le busca un hogar donde quedarse a un grupo de huérfanas. Afortunadamente (o no) un fabricante de muñecas se ofrece a darles asilo, luego que junto a su mujer perdieran a su propia hija en un accidente años antes. No pasará demasiado tiempo cuando cosas extrañas comiencen a suceder y una fuerza maliciosa se dirija a Janice (Talitha Bateman), una de las niñas y la más débil de todas, junto a su mejor amiga Linda (Lulu Wilson). Las dos pequeñas actrices llevan de forma excepcional sus roles y la química entre ambas hace que resulten creíbles en ellos. Sobre todo Janice, cuyo personaje sufre de polio, pero a la vez la realza mostrándonos que es sumamente inteligente y capaz. Las participaciones del creador de muñecas (Anthony LaPaglia) y su esposa (Miranda Otto) pasan bastantes desapercibidos en la historia, sobre todo porque prácticamente viven en las sombras de lo que significa su hija fallecida y la propia muñeca. Posiblemente hubiera sido mejor otorgarles mayor acción dentro del film, pero aun así no hay nada malo con sus actuaciones. En Annabelle: La creación podemos encontrarnos una historia que no juega a ser algo excepcional (incluso mucho de lo que sucede suena previsible) pero se plantea de formas inesperadas, que resulta en que la tensión vaya creciendo. Y los laureles se los lleva también la propia Annabelle, a quien supieron inculcarle lo mejor de El conjuro e incluso de La noche del demonio (Insidious, 2010). David F. Sandberg viene de dirigir Cuando las luces se apagan (Lights Out, 2016) y en esta ocasión plantea unas cuantas escenas que resultan frescas para el género de terror. Próximamente The Nun nos situará en 1952, en el monasterio de Cârţa en Rumania, donde una monja, un sacerdote y un noviciado investigan un secreto impío y se enfrentan a una fuerza malévola en forma de monja demoníaca. Y luego será el turno de The Crooked Man, el personaje que supo aparecer en la última entrega protagonizada por Patrick Wilson y Vera Farmiga como Ed y Lorraine Warren. Es así que Annabelle: La creación nos da muestras sobradas de que un spin-off es bien recibido cuando hay ideas atractivas y potencial para llevarlo adelante. Y que la saga de los Warren no termina en su conjuro.
La muñeca maldita sigue en actividad La muñeca que ocupaba el prólogo de "El conjuro" sigue haciendo estragos en esta segunda precuela que mejora, un poco, el nivel de la película anterior. Esta vez, la historia va directamente al origen de la pesadilla, mostrando las penurias de unas chicas que, cuando cierra el orfanato donde viven, se mudan a la mansión de un fabricante de juguetes que perdió a su hija en un accidente doce años atrás. La película empieza más o menos tranquila dada las circunstancias, y hay que darle un poco tiempo antes de que los sucesos horripilantes empiecen a sucederse uno tras otro. El director David F. Sandberg intenta un clima de terror clásico que por momentos rinde, aunque también se torna un tanto repetitivo en las típicas escenas de heroínas deambulando por pasillos oscuros. Por suerte, el nivel de horror va creciendo en intensidad sobre todo cuando los hechos también empiezan a pasar a plena luz del día, lo que da lugar a algunas de las mejores escenas. La fotografía es excelente, igual que la dirección de arte que se luce especialmente con el diseño no sólo de la muñeca sino también de algunos de los juguetes de época que, por supuesto, siempre aparecen en las numerosas escenas sobrenaturales.
No requería un gran esfuerzo de creatividad hacer una película decente con la muñeca Annabelle porque la primera entrega fue muy mala. Las expectativas con este estreno eran bajas y la verdad es que resultó ser una grata sorpresa, ya que es mejor de lo que se esperaba. No es un dato menor que este film tuvo un desarrollo muy diferente a la producción del 2014 que la compañía Warner hizo a las apuradas con un reparto mediocre. En esta oportunidad el estudio aumentó el presupuesto, reunió un buen elenco de actores y delegó la dirección en David F, Sandberg, quien aborda el género de terror con respeto. Su ópera prima, Cuando las luces se apagan, tenía buenos momentos de tensión (aunque después la historia no terminaba de cerrar demasiado) y ese es el mejor ingrediente que el director le aportó a esta propuesta. A diferencia de otros grandes muñecos célebres del género, como Chucky o los psicópatas de Puppet Master y Demonic Toys, Anabelle tiene un papel más pasivo en la trama. Es decir, ella no ataca literalmente a la gente sino que genera situaciones paranormales. Este enfoque que se le dio al personaje en este caso fue muy bien utilizado por el director, quien elaboro secuencias sólidas de suspenso. Sandberg creó muy buenas atmósferas de terror para trabajar el miedo desde los aspectos piscológicos en lugar de presentar escenas de susto trilladas. Una característica del film que se vio beneficiada con el reparto reunido, donde se destacan Antony LaPaglia, Miranda Otto y las jóvenes protagonistas, Talitha Bateman (La quinta ola) y Lulu Wilson (La Ouija), quienes le otorgaron credibilidad a sus personajes. El film presenta además una estética más cuidada que la que tuvo la primera entrega y es claro que la intención de los productores fue acercar este capítulo a lo que suelen ser los trabajos de James Wan. Esto no significa que van a encontrar una propuesta del nivel de El conjuro, pero por la manera en que se realizaron los momentos más intensos de la trama, se puede percibir una clara influencia de Wan. Si nos ponemos a analizar en detalle esta producción no deja de ser otra clásica historia de posesiones demoníacas que vimos hasta el hartazgo. Sin embargo, el modo en que se cuenta el relato es lo que vale la pena destacar, ya que el director consigue que los espectadores sigan con atención el desarrollo que tiene el conflicto y los personajes. Algo que no suele ser habitual en los estrenos mediocres que llegan todos los meses a la cartelera. Hay dos escenas post- créditos que no aportan absolutamente nada y supongo tiene la intención de vender este multiverso forzado que el estudio busca crear con la franquicia de El conjuro. Pronto veremos en que deriva esta idea de expandir las historias del matrimonio de parapsicólogos Warren. En resumen, Annabelle 2 es una película de terror efectiva que logra ser muy entretenida y se puede disfrutar en una pantalla de cine.
La muñeca Annabelle tuvo una gran introducción en El Conjuro (2013) a tal punto que consiguió su propio spin-off en 2014, pero dicha película no estuvo a la altura ya que fue mal planteada desde la dirección, y si bien presentó una buena sincronía con ese universo, fue un film del montón sin nada para destacar. Todo cambia en esta oportunidad bajo la dirección de David F. Sandberg, quien viene de hacer Lights out (2016), una propuesta que resultó ser bastante original dentro del género. Lo primero y principal para destacar es que cumple con su máximo cometido: asustar. Hay un par de secuencias que te hacen saltar de la butaca. Sandberg toma varios elementos narrativos de James Wan, y volvió a posicionar a Warner como una fuerza indiscutida en materia terror si tenemos en cuenta el costo de estos films y su recaudación. Este estreno costó 15 millones de dólares, algo bajo y una rareza hoy en día dado a que el denominado “costo medio” está desapareciendo. Con técnicas de la vieja escuela y sin CGI, Annabelle: La creación te atrapa de inmediato a través del relato del origen de la muñeca. Sí, hay clichés, pero están tan bien llevados que aún sabiendo que va a venir una “secuencia de susto y sobresalto” funciona igual. El cast está muy bien elegido, sobre todo si se tiene en cuenta que la gran mayoría recae sobre niños debutantes. Lo único que le resta a esta cinta es su previsibilidad e inevitable comparación con sus dos películas madres (El Conjuro y su secuela) pero ahí también gana en comparativa con la primer parte de Annabelle. En definitiva nos encontramos ante una gran propuesta del género que será muy bien recibida tanto por fans como por público casual que se anime. Nos deja ganas de más, por ello quedan avisados que hay una escena post créditos y que el año que viene se estrena una nueva película de esta franquicia: The Nun (La monja) personaje que vimos el año pasado en El Conjuro 2.
Llega una nueva película del universo del que se apropió James Wan, en este caso Annabelle 2: La Creación, una precuela sobre la muñeca maldita dirigida, esta vez, por David F. Sandberg. Los Warren y los casos paranormales con los que ese matrimonio se ha encontrado durante toda su vida han dado, y seguirán dándole, fruto a James Wan, quien supo consolidarse con El Conjuro. En este caso, haciendo de productor, la precuela de la fallida entrega sobre la muñeca Annabelle pretende mejorar lo que salió mal en su predecesora, pero se queda a medio camino. Por un lado, el director David F. Sandberg (a quien su cortometraje viral Light out le cedió la oportunidad de entrar a Hollywood dirigiendo su propia versión en largo) sigue demostrando que tiene un estilo visual interesante y se permite jugar en algunas de las escenas de terror con las luces y las perspectivas, lo que está en primer plano y lo que se esconde detrás. Por el otro, el guionista vuelve a ser Gary Dauberman (y seguirá siendo parte del universo con The Nun, prevista para el 2018), aquel que inundaba de inconsistencias aquella primera película sobre la muñeca maldita. Si bien acá repara algunos errores no puede evitar caer en una trama predecible y con una resolución apresurada. Con Annabelle 2: La Creación nos encontramos justamente ante los orígenes de esta muñeca que genera terror sin siquiera moverse. Estamos en la década de los ’40. Un matrimonio (el hombre, fabricante de muñecas) con una niña pequeña que fallece de manera trágica y repentina y que los deja en un estado de aislamiento y desolación. Años más tarde deciden dar hogar a una joven monja y un grupo de huérfanos, ya que la casa es grande y se encuentra, se supone, vacía. Es entonces que, a partir de este momento, nos vamos a encontrar ante una típica película de casa embrujada, con algunos sustos más efectivos que otros. Son dos niñas las principales protagonistas: Janice, a quien la polio no le permite caminar sin una ayuda ortopédica, y su mejor amiga, Linda, interpretada por Lulu Wilson -a quien se la pudo ver recientemente en otra precuela que mejora una saga que parecía destinada al olvido Ouija: el origen del mal (claro que allí estaba el ya experimentado director y guionista Mike Flanagan)-. Ambas comienzan a sentir curiosidad y atracción hacia el dormitorio que está cerrado e intacto, y sin querer van dejando salir lo que en él se encierra. En medio de un reparto desparejo, ellas dos son las que mejor se destacan. La fe, los demonios, la noción de familia son algunas de las temáticas que se vuelven a poner en foco, aunque no funcionan como estudio ni de uno ni de otro. Como la construcción de los personajes, todo termina sintiéndose bastante plano y superficial.
Annabelle 2: La Creación levanta la mala imagen que dejó la película anterior de la muñeca maligna y renueva la fe en los spin-offs de El Conjuro. Esperamos con fe las nuevas entregas de la saga de James Wan y cruzamos los dedos pidiendo que el estudio vuelva a confiar en cineastas experimentados y talentosos para los films de La Monja y The Crooked Man. Es indudable el talento de James Wan a la hora de diseñar películas de terror. El director y guionista de Saw (2004) nos entregó dos de las mejores sagas de horror de los últimos tiempos: La Noche del Demonio (Insidious, 2011) y El Conjuro (The Conjuring, 2013). Especialmente esta última saga tuvo una excelente respuesta por parte del público y la crítica. Las historias (ficcionalizadas) de los casos (reales) investigados por Ed y Lorraine Warren fusionan el encanto old school, la buena creación de atmósferas de terror, personajes bien construidos y unos geniales sustos. Era imposible que el estudio no tomara su gema y la hiciera pasar por la máquina de crear franquicias. Los demonios, embrujos y fantasmas que se cruzan con el matrimonio Warren son el perfecto material para explotar con precuelas, secuelas, spin-offs y derivados varios. La primera incursión en el Universo Cinematográfico del Conjuro (?) vino con Annabelle (2014), película que expandía la historia de la muñeca poseída que aparece en el prólogo de The Conjuring. Annabelle resultó ser un desastre en la crítica más allá de su enorme éxito comercial. Por suerte, para esta nueva entrega el estudio decidió confiar en un director con experiencia a la hora de realizar films de terror y lo que parecía una receta para el desastre (la secuela que en realidad es la precuela de un spin-off cuya primera entrega fue todo menos buena) termina resultando en una película bastante competente. Samuel (Anthony LaPaglia) y Esther Mullins (Miranda Otto) son un matrimonio de fabricantes de juguetes que perdieron a su hija Bee (Samara Lee) en un horrible accidente. Doce años después de su tragedia reciben en su hogar a un grupo de niñas provenientes de un orfanato que cerró y a la hermana Charlotte (Stephanie Sigman), la monja que las cuida. Entre ellas se encuentran Linda (Lulu Wilson) y su amiga Janice (Talitha Bateman), una niña afectada por la poliomielitis con problemas para caminar. Ellas entran a un cuarto prohibido en la casa de los Mullins donde hallarán una siniestra muñeca que oculta el espíritu de la niña muerta… y algo más oscuro. Annabelle 2 se impone sobre su precursora debido a un factor fundamental: su dirección. No solo David Sandberg (director detrás de la más que correcta Lights Out, 2016) está mucho más capacitado que John R. Leonetti (cineasta detrás de grandes “gemas” como Mortal Kombat: Annihilation 1997 y Wish Upon 2017) para hacer un film de terror sino que también sabe manejar mucho mejor el relato y crear una buena atmósfera de tensión donde los sustos brotan naturalmente. La iluminación, el tratamiento sonoro y el manejo de la cámara están muy correctos, acentuando los momentos de mayor tensión. Los clichés típicos de cualquier film de terror (screamers, jump-scares, personajes incapaces de cumplir con instrucciones simples) están presentes, pero no se abusa de ellos y se los utiliza bien. Las actuaciones de todos están bien logradas, destacándose especialmente las dos niñas protagonistas que se ponen la película al hombro (Lulu Wilson ya tiene experiencia en películas de terror. Apareció en Deliver Us from Evil, 2014 y Ouija: Origin of Evil, 2016).
Muñeca maldita Cuarta entrega de este universo terrorífico que combina las historias de Annabelle y El Conjuro. En este caso nos encontramos con la producción de David F. Sandberg (Lights Out), una precuela que cuenta los orígenes de este personaje que nos fuera presentado en 2014 y que sabemos que mucho tiene que ver con los protagonistas de El Conjuro y ese final con la tétrica muñeca como uno de los tesoros rescatados por Ed Warren. La historia tiene lugar en algún momento del siglo XX que, por los hechos ocurridos en las demás producciones de la saga, bien podríamos precisar entre las décadas del 30 y 40. Los Mullins, alegre pareja que vive por y para su pequeña hija Bee, será protagonista de una verdadera tragedia cuando esta les sea arrancada de sus brazos casi literalmente luego de un violento accidente de tránsito. Lo único que sabemos de ellos, además de este episodio, es que la profesión del señor Mullins consiste en la fabricación artesanal de muñecas de madera que vende a pequeñas tiendas de su pueblo y esa en particular, de vestido blanco y mirada macabra, es una de sus más preciadas creaciones. Con una ambientación que sigue los lineamientos de sus predecesoras, esta nueva producción nos traslada a una casa desolada que, entre sus paredes, esconde una tragedia familiar que lejos está de haber quedado en el pasado. Porque los nuevos protagonistas, un grupo de seis huérfanas criadas por la hermana Charlotte, vivirán en carne propia los horrores que allí tuvieron lugar 12 años antes cuando sean alojadas por el señor Mullins en un acto de redención que este se propone realizar al invitarlas. Muñecos con expresión macabra que esconden una fuerza maligna en su interior, niños inocentes que juegan con ellos, hechos violentos ocurridos en el pasado que no han sido satisfactoriamente explicados, culpas sin expiar y una sombra que lo cubre todo. ¿Fórmula perfecta de película de terror o compendio de ingredientes ya vistos rejuntados en largometraje de dos horas? Bueno, si tenemos en cuenta que la justificación narrativa para todos los hechos de inexplicable terror que ocurren en esta historia se corresponden con la desesperación de una pareja que recientemente ha perdido a su hijita y que, descreída de Dios y de toda fe que alguna vez tuvo, se encomienda a cualquier fuerza sobrenatural que le permita recuperar al menos algo de esa felicidad solo para obtener como recompensa la entrada a sus vidas de un espíritu maligno que, lejos de ser su pequeña Bee, se erige como una presencia de pura maldad que se manifiesta por medio de una macabra muñeca de madera con el objetivo de encontrar un alma pura de la que alimentarse, creo que estamos más cerca de contestar a la pregunta del párrafo precedente con la segunda opción. Y es que con apenas cuatro o cinco escenas de terror clásico y por demás visto, la película se conforma y opta por descansar en el nombre que su saga ha sabido ganarse con otras producciones y que acá pretende ofrecer una gran revelación cuando nos damos cuenta de que Bee es el cariñoso apócope que los Mullins usaban para llamar a su hija de nombre Annabelle. Listo, nada más. Dos horas de una muñeca que aparece en todos lados menos en el último lugar donde la dejaron y una casa antigua repleta de puertas y cuartos secretos que no esconden nada solo para eso.
La muñeca maldita está de regreso en la precuela spinoff de El Conjuro. Esta película dirigida por David F. Sandberg (Lights Out) eleva un poco el entretenimiento y calidad que brindó su antecesora del año 2014 -lo cual no es muy difícil de lograr- no obstante no quiere decir que Annabelle: Creation (Annabelle 2 de modo argento) sea buena. En efecto, Annabelle: Creation se disfruta mucho más que ese primer intento fallido que vimos hace 3 años y un gran motivo de ello es el elenco que posee. Anthony LaPaglia y Miranda Otto se encargan de dar seriedad y clase al film de Sandberg. Es bueno ver a LaPaglia fuera del rol de mobster que comúnmente suele interpretar y Otto brinda misterio e incertidumbre con un rol que ofrece un buen inicio y opuesto a todo lo que ofrece en un principio, un pésimo final. Dos actores reconocidos que muestran presencia y sólo eso, que no se pida más. La historia es simple: tras la muerte de su hija, un matrimonio (LaPaglia y Otto) decide dar hospedaje a un grupo de huérfanas pertenecientes a la comunidad eclesiástica de su pueblo. En esos vaivenes de presentación de personajes desechables, Janice (Talitha Eliana Bateman), una joven víctima de polio, descubre un objeto oculto para el mundo, y ese objeto es nada más y nada menos que Annabelle. Horror gastado y sin sorpresas se hace presente en un guión desinteresado por brindar novedades en el género. La película va en cámara lenta en 70 de los 100 minutos de duración y fracasa en captar la atención del espectador. Situaciones cliché acompañadas de una sobredosis de paneos generales predisponen a la sala a prepararse para alguna reacción abrupta arruinando momentos efectivos de sustos; tampoco ayuda en nada que las escenas más interesantes se muestren en los avances. En estos tiempos hay que decir la verdad: ¿quien se puede seguir asustando con un movimiento de cabeza de un muñeco con cara de feliz cumpleaños? De todas formas, el film transporta de muy buena manera al espectador a aquellos años en que la historia cobra vida (principios de 1940). Una excelente escenografía funciona a la par con un gran trabajo de vestuario y exteriores que convencen al público que estamos en una época exacta y no flotando en un universo atemporal. Se agradece de esta forma cómo se mantiene el nexo, la conexión, con la película Annabelle original. Para finalizar hay que reconsiderar el camino que algunas productoras están tomando con respecto al género de horror. Annabelle 2 podría haber funcionado mejor con un lanzamiento directo a dvd/bluray y no de la forma en que se presentó, como una película que requiere atención de las masas sin importar género, edad y gustos. Annabelle: Creation triunfa para su selecto grupos de fans; para el resto del público, absolutamente no. Y en el camino favorable que tomó Ouija: Origins of evil (Lulu Wilson trabaja en estas dos precuelas presentadas), el film en cuestión recorre esa misma senda trastabillándose una y otra vez para poder lograr una aceptación que nunca logra.
Derrota digna para la muñeca La segunda parte del spin-off de "El Conjuro" trata sobre un matrimonio que perdió a su hija y alberga a unas niñas huérfanas. Una de ellas será la víctima de una oscura presencia. La funcionalidad del terror en el mundo del entretenimiento es tan constante, que ni malas críticas o mala recaudación logran bajar proyectos. Para bien o para mal, la cantidad de estrenos del género, temporada tras temporada, demuestra que los sustos en pantalla grande son redituables. Ese es uno de los motivos por los que, tras la olvidable "Annabelle" -spin-off de "El conjuro" en 2014-, hoy llega a las salas argentinas la segunda parte de la historia. Y más allá de lo penosa que resultó esa primera parte, la franquicia recuperó un poco su dignidad. En este caso vemos el comienzo de la historia de Annabelle, y nos remontamos a la década del 50. El matrimonio Mullins (Anthony LaPaglia y Miranda Otto) perdió a su hija en un accidente y eso los estancó en la vida. Lo que ellos creían que era el alma de su hija pidiendo permiso para poseer la muñeca (el padre es un fabricante de estos juguetes), era en realidad algo oscuro. Creyendo que podían librarse fácilmente del tema, la esconden tras una pared. Años más tarde, cumpliendo una especie de penitencia, deciden albergar a unas niñas huérfanas. Todas las pequeñas están contentas por el nuevo lugar, excepto Janice (Talitha Bateman), una chica que padeció poliomielitis y por ello está postrada en una silla de ruedas. Como se vio en reiteradas ocasiones en este tipo de ficciones, el dolor o la inseguridad son aromas que obsesionan a los seres de la oscuridad, y por este motivo ella será la víctima de la presencia maligna. La premisa de una muñeca diabólica es atractiva, porque en la historia del cine y la literatura los seres animados siempre han generado espanto, pero la mala manipulación de las ideas jugó en contra en la primera ocasión. En esta segunda parte aparecen nuevos factores que, si bien son efectistas, ayudan de buena manera: amalgamar inocencia (niñas huérfanas y una de ellas, inválida) con religión (una monja que acompaña) para contrastarlo con demonios y lobreguez resulta hasta armonioso. Buenas actuaciones, previsibles escenas pero que de todas formas cumplen con su cometido de asustar a base de sobresaltos, son recursos de manual pero bienintencionados y llevados por los carriles correctos, entretienen en tanto nadie se ponga exigente. En la comparación directa con su antecesora, "Annabelle 2" sale victoriosa aunque crudamente deba decirse que no es más que una derrota digna disfrutable.
El regreso de la muñeca maldita Surgida del Universo de "El Conjuro" la siniestra muñeca logró ganarse un lugar en el corazón de los fanáticos del horror fílmico Ambientada en la década del cincuenta en una zona rural de los Estados Unidos, nos presenta a Samuel Mullins (Anthony LaPaglia), un fabricante de muñecas, y su mujer Esther (Miranda Otto), quienes años después de que perdieran a su hija de siete años en un dramático accidente, deciden convertir su hogar en un orfanato. Así reciben a la hermana Charlotte (Stephanie Stigman) y a varias niñas huérfanas. Pronto una de las chiquillas desencadenará involuntariamente una fuerza maligna que reside en la muñeca que titula el filme. A diferencia de las dos entregas de El Conjuro, la primera cinta en solitario de Annabelle, resultó una clase B muy floja y con pocos sustos originales. Por suerte esta secuela recupera los climas de las películas de James Wan, y a manera de precuela, narra el origen y cómo la muñeca se convirtió en recipiente del mal. El director David Sandberg ya demostró en Cuando Las luces se apagan que sabe manejar muy bien el suspenso, la tensión y sobre todo las secuencias de oscuridad, que aquí abundan y aterrorizan por igual tanto a las niñas protagonistas como a los espectadores. El elenco de jovencitas huérfanas cumple con creces y el miedo que trasmiten los ojos y los cuerpos temblando de cada una de ellas, logran traspasar la pantalla. Además del buen uso de las luces y las sombras, el filme se destaca tanto en la dirección de arte como en el diseño del sonido, fundamental para que los sustos funcionen. Annabelle, presente en todo el metraje, no es el único "monstruo" en el filme. Hay demonios y hasta un tétrico espantapájaros compartiendo los momentos más escalofriantes. El clímax del filme se reserva una interesante y original conexión con la anterior entrega de la saga, y hasta un homenaje a la muñeca original que inspiró el filme. Sin lograr la excelencia de la saga El Conjuro, esta entrega es un ejercicio de vouyerismo terrorífico que funciona, inquieta y asusta. Todo lo que uno pide de un buen filme de terror.
LA NOVIA DE CHUCKY El universo terrorífico de WB se sigue expandiendo, para bien o para mal. Mientras varias secuelas se desploman, y otros tantos universos cinematográficos extendidos se estrellan incluso antes de despegar, James Wan y su modesto conjunto terrorífico siguen sumando porotos, cierta coherencia y un estilo de terror más clásico que logró captar la atención del público. Lo que comenzó con “El Conjuro” (The Conjuring, 2013) y las historias basadas en hechos reales protagonizados por los Warren, fue creciendo de a poquito para convertirse en una nueva franquicia expandida que suma spin-off de otros objetos y criaturas macabras. No hablamos de lo mejor del género, ni lo más taquillero, pero la relación presupuesto/ganancia reditúa y, de vez en cuando, las críticas acompañan. Pronto tendremos “The Nun” (2018) y “The Crooked Man”, desprendimientos de “El Conjuro 2” (2016), pero antes llega “Annabelle 2: La Creación” (Annabelle: Creation, 2017), segunda entrega centrada en esa muñeca maldita que conocimos en 2013. El sueco David F. Sandberg se hace cargo de esta precuela que cuenta los orígenes de Annabelle. El realizador debutó con bastante suceso de la mano de otra historia de sustos –“Cuando las Luces se Apagan” (Lights Out, 2016)- y pronto probará suerte con el género superheroico gracias a “Shazam!” (2019), una de las pocas producciones del DCEU que ya están confirmadas y en marcha. “Annabelle 2: La Creación” es una película más del montón, aunque bien filmada a pesar de su escueto presupuesto de 15 millones (ya superó los 217 palos en todo el mundo); no puede evitar los lugares comunes y los perores clichés del género, pero rescata ese espíritu narrativo más clásico tan propio de la década del setenta, mucho mejor utilizado por Wan que por sus compañeros de franquicia. Igual, Sandberg logra dar un paso más adelante en relación a “Annabelle” (2014), viajando al año 1943, específicamente a la granja de los Mullins donde Samuel (Anthony LaPaglia) -un fabricante de muñecas-, su esposa Esther (Miranda Otto) y su pequeña hija Bee viven felices y sin preocupaciones a la vista. Todo cambia cuando la nena fallece en un accidente, empujando a los Mullins al dolor y el aislamiento. Doce años después, en 1955, deciden abrir las puertas de su casa para acoger a la hermana Charlotte y a un grupo de seis huerfanitas que se quedaron sin hogar. Apenas ponen un pie en la vivienda, cosas extrañan comienzan a ocurrir, pero es durante la primera noche donde todo se desata. Janice, una de las nenas (lisiada a consecuencia de la polio), escucha ruidos fuera de su habitación. Así llega hasta la habitación de Bee, ahora misteriosamente sin llave, donde descubre a Annabelle encerrada en un armario empapelado con páginas de la biblia. Sin saberlo libera a un espíritu maligno que empezará a acosar a los habitantes, especialmente a la frágil Janice, quien podría convertirse en el cuerpo anfitrión que tanto anda necesitando. No hace falta que les contemos nada más porque pueden imaginarlo. Acá no hay muchas sorpresas ni giros inesperados, pero Sandberg igual se las ingenia para crear buenos climas de suspenso y algunos sustos; y no molesta tanto (bueno, sí) que los personajes hagan todo mal porque, al fin y al cabo, estamos lidiando con pequeñines ingenuos. Esta es la única justificación de la película para caer en tanto cliché narrativo. A su favor podemos decir que no se inmuta a la hora de torturar (física y psicológicamente) a sus protagonistas más jóvenes (que logran conmovernos con sus actuaciones), aunque sin llegar al extremo del gore o el “exploitation” de otras sagas terroríficas. “Annabelle 2: La Creación” cumple con lo mínimo y necesario, sin aportar nada nuevo al género. Más bien sirve como una buena excusa y un aglutinante para esta franquicia exitosa que sigue creciendo y logra encadenar cada una de sus historias, tal vez un poco agarradas de los pelos, pero de forma efectiva y, sobre todo, con poca inversión y riesgo para un Hollywood que no está pasando su mejor momento.
Crítica emitida por radio.
¿Qué podemos pedirle a Annabelle 2? Teniendo en cuenta sus predecesoras, El Conjuro (2013), Annabelle (2014), la más floja y aburrida, y El Conjuro 2 (2016)? ¿Originalidad? No, pero al menos la explicación de todo, el “ansiado” génesis. En esta secuela (que en realidad es la precuela de la de 2014), un matrimonio (Anthony LaPaglia y Miranda Otto ) pierden tragicamente a su pequeña Annabelle, y doce años después, deciden acoger en su casa a una monja y un grupo de niñas tratando de convertir el lugar en un orfanato, y de alguna manera salir adelante (qué mala idea tuvieron ¿No pensaron que no les convenia?) Toda esa situación despertará el mal instalado en la casa, y en la muñeca, que el mismo padre creó con sus laboriosas manos una década antes. Casi al final de la película contarán como llegaron a eso, como el mal invadió la casa, para que no queden dudas, y para que todo cierre perfectamente. El director sueco David F. Sandberg logra varias escenas de terror, todas bien llevadas, tampoco para saltar de la butaca, pero que incomodan al público. Ambientada en los años ´40 le da un toque más terrorífico, alejados de toda ciudad, y concentrando la historia en una gran y vieja casona de madera. Donde no hay celulares, y no puede googlearse nada. Tampoco hay recortes de diarios, solo la inocencia en las niñas. Siempre la fe y las cruces llenan los espacios, junto a la Santa Biblia. No hay mucho diálogo, eso no es molesto. Hay poca luz, pero también durante el día la presencia diabólica acecha. Una franquicia que va a seguir funcionando (como hace años funcionó Chucky, y lo sigue haciendo, aunque sea para reirnos un rato) De igual manera no solo se habla de un muñeco, sino de toda la historia: la oscuridad y los demonios que existieron (¿y aun existen?) La sobresaliente actuación de las niñas, suma a la hora de analizar esta película. En especial de Janice (Talitha Bateman), siendo la protagonista de la película, junto a Linda (Lulu Wilson), son lo mejor del film. En Annabelle 2 nada de lo que suceda nos va a sorprender, siempre hay un niño poseído, siempre veremos a la entidad hacer movimientos extraños con el cuerpo, acompañado de estruendos que nos harán cerrar los ojos, y que nos recordarán a Linda Blair en El Exorcista. Hay clichés, es una película de terror, por supuesto que esperamos que pase lo que finalmente pasa, no hay sorpresas, no hay un giro inesperado, pero aun así está bien lograda, y va atando cabos con el pasado, dejando puertas y ventanas abiertas para seguir con la historia. Apela a elementos básicos del género de terror, probablemente lo que el público no tan exigente quiere, pero funciona.
Crítica emitida el sábado 2 de septiembre de 20-21hs. en "Cartelera 1030" Radio Del Plata (AM 1030)
Sólo dos estrellitas para la secuela de la precuela de El Conjuro. El filme está flojo de ideas. Un grupo de niñas huérfanas se va a vivir a la casa de una pareja que hace varios años perdió a su hija en un accidente. El hombre se dedica a hacer muñecas y entre sus creaciones se encuentra Annabelle. Mientras pasan los días, en la casa comienzan a ocurrir sucesos extraños que ponen en peligro a las recién llegadas y a los propios propietarios. Annabelle 2 vuelve a poner en pantalla a la muñeca poseída y desarrolla un poco más el universo de El conjuro, que incluye dos películas elogiadas por la crítica y el público. Es una precuela de Annabelle, que a su vez es precuela de El conjuro. Esta nueva entrega, que cuenta el surgimiento del juguete diabólico, no sólo resulta tan decepcionante como la primera sino que además debilita las expectativas de cara a lo que viene (hay programados más filmes con El conjuro como disparador). Para empezar, las escenas que pretenden dar miedo llegan muy avanzada la historia. Y cuando ocurren, tampoco resultan aterradoras. Los sustos son predecibles, los recursos muy trillados y la muñeca menos espeluznante de lo que se podría suponer. De cualquier manera, el filme se las arregla para mantener la tensión hasta el final. Además, para los seguidores de la saga, hay varios elementos que remiten a las otras películas, como una breve aparición de la monja de El conjuro 2. Y también se presentan potenciales hilos para próximas cintas: ¿se viene la película del espantapájaros? Entre los puntos fuertes de la película se puede mencionar el elenco. La pareja que da asilo a las niñas (Miranda Otto y Anthony LaPaglia) tienen oficio de sobra, aunque quizá no esté explotado al máximo, y Talitha Bateman se roba la película como una niña que padece polio y sufre el acoso del espíritu de la muñeca. Por otro lado, la estética retro que caracteriza tanto a Annabelle 2 como a todo el universo creado por James Wan, le brinda un plus a la hora de recrear la atmósfera de terror. La casa, el paisaje desolado y el vestuario son para destacar, pero no alcanzan para contrarrestar un guion pobre y sin grandes ideas.
En esta oportunidad nos lleva a conocer el origen de “Annabelle la creación” que regresa después de tres años, ahora de la mano del director David F. Sandberg (“Cuando las luces se apagan”). Maneja bien los sobresaltos, los sustos y la música, todo dentro de una atmósfera llena de suspenso manteniendo la atención de los espectadores, con una buena utilización del plano secuencia que genera lo que el género necesita y con toques de terror psicológico. Vemos algunas secuencias similares a una gran película como fue “El exorcista” (1973). Cuenta con las buenas interpretaciones de Talitha Eliana Bateman (esta tiene 8 años y trabajo en “Mi papá es un gato”, entre otras) y Lulu Wilson (tiene 11 años, “Ouija: el origen del mal”). El resto de las actuaciones resultan algunas más logradas que otras. Tiene un cierto hilo conductor similar a sus predecesoras como: “Conjuro 1 y 2” y “Annabelle”.
**ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE RESEÑA PUEDE CONTENER SPOILERS, AUNQUE NADA QUE NO SE HAYA VISTO EN EL TRAILER*** Annabelle 2 es uno de esos casos atípicos en una saga de terror en los cuales la segunda parte es mejor que la primera. Aún si el director David F. Sandberg (el mismo del cortometraje Lights Out, que el año pasado se convirtió también en película) no está ni remotamente cerca del horror que es capaz de generar James Wan (creador de esta saga que se desprende de El Conjuro), lo cierto es que este segundo capítulo es una digna entrada en un universo compartido por las mencionadas películas, y las futuras La Monja y The Crooked Man. Aunque en los países de habla hispana se conozca como una segunda parte, en verdad la historia de la muñeca maldita aquí en verdad parte de sus orígenes, por lo cual técnicamente se trata de una precuela. Todo comienza con un feliz hogar en una parte rural de Estados Unidos, compuesto por una niña, su madre y el paterfamilias que resulta ser un fabricante de juguetes. Como en una película de terror la felicidad no está permitida, no tardará demasiado en asomarse la tragedia: un accidente automovilístico arruina la paz de la pareja, y la niña pasa a mejor vida. Su nombre, por supuesto, era Annabelle. Unos cuantos años más tarde, la devastada familia toma una decisión importante para seguir adelante: ofrecer de manera voluntaria su hogar, una imponente casa que naturalmente les queda demasiado grande, como un orfanato para niñas exclusivamente. La oferta tentadora recae en la hermana Charlotte (Stephanie Sigman), quien no demora en trasladar a su grupo de jovencitas a la casa, ignorando que la misma alberga una gran tragedia. El resto es predecible, pero no por ello inefectivo: será apenas cuestión de minutos para que comiencen los autos, anclados principalmente en la fantasmagórica muñeca, así como también demonios y otras apariciones. Al igual que en El Conjuro, el mal se manifiesta bajo la figura de una posesión, y por ello no hay aquí espíritus buscando resolver absolutamente nada: cuando una asustadiza niña le pregunta a la entidad qué es lo que quiere, ésta responde desde ultratumba: “tu alma”. Annabelle 2 es una película sencilla pero entretenida, cuyo mayor aporte al género es una excelente fotografía, que por momentos parece salida del “Gótico Americano” de la obra pictórica de Grant Wood o el ruralismo de Edward Hopper. En todo lo demás, es una historia repleta de clichés pero que aún así funciona.
Explotando un poco más la franquicia iniciada con "El Conjuro", "Annabelle 2: La Creación", intenta corregir varios de los problemas de su primera entrega. Pero repite el inconveniente principal de aquella, su falta de inspiración para crear una atmósfera propia. El género de terror suele ser bastante repetitivo. Cuando alguien encuentra una nueva fórmula que le da resultado, suelen venir pegado a ella, decenas de películas que la copian con mayor o menor calidad y resultados dispares. Todo hasta que se agota y aparezca la nueva moda. Algo así sucedió en 2013 con El Conjuro. Terror de alto presupuesto, tomado en serio, y que, en base a “historias reales”, volvió a instalar las películas de posesiones en casas embrujadas. Probablemente poniéndole fin al fagocitadisimo subgénero del found footage. El éxito del "El Conjuro" fue tan grande que hasta creó una suerte de mitología o universo propio. Universo que los mismos productores no están dispuestos a dejar descansar. De eso se trata "Annabelle 2: La Creación". Durante las promociones de "El Conjuro" nos mostraban a una muñeca terrorífica en una silla mecedora, que en los hechos solo aparecía en las primeras escenas introductorias de la película. Al año siguiente esta muñeca tuvo su propia película que intentaba contarnos el origen de su posesión. Como aquella fue otro éxito de taquilla pero en las opiniones dejó poco contentos a los fans, ahora hay otro capítulo en esta historia que nos cuenta un episodio anterior al de aquel origen, o sea ¿Un verdadero origen? Pues veamos. Todo comienza con un juguetero, Samuel Mullins (Anthony LaPaglia) que crea muñecas de porcelana a pedido o en pequeñas series. El hombre está casado y tienen una pequeña hija, Bee (Samara Lee). Pero esta felicidad no va a durar demasiado, a los pocos minutos, vemos como un accidente al costado de la carretera se lleva la vida de la niña. Pasan doce años, y un grupo de huérfanas, dirigidas por la joven monja Charlotte (Stephanie Sigman) y el sacerdote Massey (Mark Bramhall), se dirigen a un nuevo hogar. Sucede que el matrimonio Mullins ofrece su casa como refugio para aquellas niñas y los religiosos, y hacia allí se dirigen. De inmediato, se puede apreciar que en el lugar hay secretos que mejor dejar ocultos. Un dormitorio cerrado con llaves; Esther (Mirando Otto), la mujer de Samuel, que se mantiene oculta, recostada, y parece tener algún problema mental,;y la actitud de Samuel que tampoco es la más placentera. En definitiva, hay dos niñas huérfanas, Linda y Janice (Lulu Wilson y Tahita Bateman, respectivamente), la segunda con problemas para caminar, y serán ellas el centro de atención para el mal que aguarda en el lugar. ¿Y Annabelle? Uno de los problemas que tuvo el film anterior a este era la dificultad para sortear el embrollo de meter miedo con un objeto inanimado. No, Annabelle no es Chucky ni Puppett Masters, no es muñeca que camina, es una muñeca con un demonio adentro. La solución, darle menos entidad. Si bien "Annabelle 2: La creación" nos contará otro origen de la posesión que “sufre” la muñeca (sin borrar los hechos posteriores que ya nos contaron), su historia pasa por otro lado, algo más grande. Hay que decirlo, si bien la transforma en historia genérica, ese es uno de sus aciertos y lo que la hace superior a la primera entrega. La muñeca deambula en los brazos de Janice y se entiende que es central para todo lo que sucede, pero el terror no viene directo de ella sino de los sucesos extraños que suceden en toda la casa. Samuel, Esther, Linda, Janice y Charlotte son buenos personajes, así como también algunas de las otras huérfanas, generan algo de empatía o temor, depende de quienes sean, y cuentan con interpretaciones correctas para este tipo de propuesta que buscan más que nada a aquel que pegue el grito más aterrador. Sin embargo, "Annabelle 2: La Creación", aunque un paso adelante sobre el film de 2014, no llega a concretarse como el film que pudo ser. Las causas, esta vez, quizás deban encontrarse en el film anterior de su director David Sandberg, Cuando las luces se apagan. El exceso de jump scares, o golpes de efecto. Todo parece que en el film tiene que generar clima. El tema es que es un clima falso, que termina por generar rutina. Cuando realmente llegue el terror real, la propuesta se apuntala, gana en dinamismo, pero ya quedó resentida por todo aquel tramo en el que nos intentaron asustar con bajas armas. Al engaño al espectador, súmenle una historia con varias incongruencias y agujeros imposibles de disimular; y un permanente intento por introducir a film dentro del universo más grande de "El conjuro", y terminan por debilitar algo que, puede ser aceptable, pero realmente pudo ser mucho mejor. En los aspectos técnicos se nota buena producción, buen clima creado por la locación y el trabajo de fotografía, y buen presupuesto. Es eso lo que, por un lado nos hace pensar que estamos viendo algo mejor que la media “barata” y sin sentido, pero, a su vez, que, con tanto presupuesto, se pudo conseguir un resultado más sólido. "Annabelle 2: La Creación" intenta ir por los mismos caminos de la mucho más lograda "Ouija 2" (si hasta se lleva a la pequeña Lulu Wilson) para apuntalar una flaca primera entrega. Pero no posee la inspiración que sobraba en aquella. Al igual que la primera Annabelle todo nos hace sentir que estamos frente a un producto menor que sirve para tapar el bache de ansiedad entre el plato fuerte de las "El conjuro".
Precuela del spin off nacido de ese clásico contemporáneo del terror que es El Conjuro. Aunque el origen y pertenencia a una mitología es poco importante frente a la entretenida eficacia de este susto, más elegante que su predecesor en el retrato de la América de los cincuenta, en torno al matrimonio fabricante de muñecas que años después de perder a su hija recibe a seis huérfanas, ignorantes de esa maltrecha, de rostro pálido, que se esconde detrás de una puerta cerrada. Todo es arbitrario y efectista, pero divertido.
Es un poco (un poco) mejor que la primera Annabelle. Pero no espere algo como “El Conjuro” o su secuela: esas películas siguen demostrando que el buen cine requiere de un autor tras las cámaras, alguien que tenga algo más que decir. Aquí hay un artesano que sabe cómo encuadrar o iluminar para conseguir el efecto terrorífico que desea. Pues bien, la película narra el origen de la muñeca poseída, que les hace la vida imposible a una monja y unas cuantas pupilas que caen, porque sí, en la casa del fabricante que perdió trágicamente a su hija doce años atrás, etcétera. Ya se imaginan por dónde va la trama, incluso con sus vueltas de tuerca. Si quiere sustos, varios de los que incluye la película funcionan como se debe y probablemente la cuota quede bien servida con ellos. Si quiere una buena película que además es de terror, no va a encontrarla con este título.
Annabelle es una muñeca maligna. No se mueve ni habla, pero vive dentro de ella el espíritu de una nena muerta en un accidente de tránsito. De aquí parte la idea central de esta película de terror, derivada de la exitosa “El conjuro” (2013), donde uno de los casos estaba basado en la muñeca. Ésta nueva realización, que pretende mejorar la versión inaugural, comienza con una larga introducción explicativa de cómo la casa de la familia Mullins se transformó en un orfanato donde persevera la presencia de la difunta. Ambientada en los años ´40, la casa ubicada en las afueras de un pueblo, está cerca del taller que utiliza Samuel (Anthony LaPaglia) para fabricar las muñecas que comercializa. El hombre vive con su esposa Esther (Miranda Otto) y su pequeña hija Bee (Samara Lee). Pero la apacible vida familiar se trunca cuando fallece la niña. A partir de este momento nada será igual para el matrimonio, y unos años después, para sentirse acompañados y tener ocupado el caserón, deciden convertirlo en un hospicio para chicas. Hacia allí se dirigen 6 nenas y una monja, pero como se sabe que en este tipo de films nada va a ser cómo lo esperaban, y el mal, resurgirá. El director David F. Sandberg utiliza todos los recursos disponibles y conocidos en este género cinematográfico para llevar adelante la historia, que sea atractiva y lograr que asuste, aunque sea, un poco. La realización es prolija, bien ambientada, tiene buenas intenciones, pero es una narración que no sorprende salvo en ciertos momentos, es más de lo mismo. Cuando una de las nenas, asustada por el monstruo, grita varias veces en el pasillo de la casa, nadie la escucha y todos duermen tranquilamente, sucede el efecto contrario al que el realizador pretendía provocar, porque la situación no es verosímil, sólo lo hace para que la historia fluya sin importarle demasiado lo que piense el espectador. Se pueden destacar las actuaciones de las chicas que perciben más de cerca a Annabelle y la padecen, tanto Linda (Lulu Wilson) y Janice (Talitha Bateman) les aportan a sus personajes una credibilidad en cada escena, que el resto del elenco no acompaña y desbalancea aún más la historia. Por más que se intente exprimir el producto hasta el final, e incrementar el negocio, para buscarle una vuelta de tuerca a una película proyectada anteriormente que haya sido taquillera, no todas ameritan realizar el esfuerzo, a menos que se tenga una gran idea innovadora que deslumbre al público.
MUÑECA BRAVA Ya es tradición en innumerable cantidad de películas del género con relativo éxito, que se intente bucear en el origen de las historias que les dan pie para terminar, en la mayoría de los casos, matando ese delicioso misterio que rodea al enigma planteado en lugar de seguir cultivando el interés. En el caso de Annabelle, aquella criatura demoníaca que ocupaba a la muñeca en El conjuro, ya tuvo su spin-off que fue hacia atrás en el tiempo pero, como al parecer era necesario retroceder aún más, hoy tenemos esta precuela (¿debería llamarse Annabelle 0 en lugar de 2?) en la historia para presentarnos un nuevo origen. Todo comienza cuando, a mediados de los años `40 del siglo pasado, Samuel Mullins (Anthony LaPaglia), un fabricante de muñecas artesanales, sufre una tragedia familiar y queda seriamente afectado en su casa, retirada de la ciudad, en la que tiempo después recibe a una monja y un grupo de pequeñas niñas y adolescentes pupilas que buscan ser adoptadas, en una suerte de armado de orfanato improvisado, creemos que con el objetivo de que termine llenando su vida de la gracia perdida en el incidente. Dos de las niñas recién llegadas son muy amigas (Linda y Janice) y permanecen un tanto aisladas del resto del grupo hasta que una de ellas, Janice, que tiene una leve discapacidad heredada por haber sufrido polio, descubre el escondite en el que hay una muñeca de aspecto escalofriante que no parece ser un objeto pasivo sino una entidad maligna con locomoción propia. A partir de ese momento, todos se verán afectados por su influencia de uno u otro modo. David F. Sandberg es un director cuyo corto Lights out se viralizó con tanta masividad que logró convertirse en película de estudio major. Cuando las luces se apagan quizás no estuvo a la altura de lo que se esperaba pero para la pobreza de contenidos que hoy ofrece el género, trajo algo de aire fresco. El problema con Annabelle 2: la creación es que tampoco es una muestra de innovación sino un entretenimiento eficaz que se apoya mucho en esta manía que tiene el director de esconder más de lo que muestra. Lo cual no está mal, pero al igual que la sobre exposición, puede cansar como recurso si es utilizado en exceso. Los momentos más escalofriantes de Annabelle 2: la creación son bastante predecibles y responden al manual del buen asustador. Detalles aterradores que suceden en segundo plano y fuera de foco, oscuridad de la que surgen sonidos no identificables y hasta homenajes a clásicos del género (como el terrible guiño a la Noche de brujas de Carpenter en uno de ellos). Por otra parte, los personajes son bastante estereotipados aunque no forzados: el padre atormentado y de pocas palabras que compone LaPaglia es sólido aunque no tenga una sola arista que sorprenda; la madre en las sombras (Miranda Otto) también es un estereotipo en sí mismo que aparece en el momento indicado para contarnos lo que no vimos pero podemos suponer; y la monja (Stephanie Sigman) resulta un contenedor endeble que no logra imponer algo de personalidad a pesar de que probablemente tenga algo que ver en el otro spin-off del “universo cinemático de El conjuro” sobre la monja de la segunda parte. Parece que Marvel instaló una nueva manera de hacer cine con “gancho” y es contagiosa, como todo lo que produce dinero con cierta garantía de base. A pesar de eso, los momentos de tensión están logrados y son muy eficaces, aunque no sean más que eso y en ningún momento se justifique la maldad de la entidad como no sea por su carácter intrínseco. Sé que a veces nos quejamos de lo contrario y de que se explique en exceso con argumentos tan poco creíbles como innecesarios, pero cuando el mal se contiene en entidades sobrenaturales, el conocimiento de las motivaciones mejora ostensiblemente el background. Si bien lo que se explica es gracias a que fue a parar al interior de la muñeca, nunca se profundiza en el porqué del fenómeno aunque se le dé un carácter religioso, casi como en Vampiros, otra de Carpenter que sin dudas es un gran referente para el director. Podría intuirse una tercera parte con esa información, pero resultaría muy abusivo que la historia se remonte aún más hacia atrás. Por las dudas que tengan esa intención, me encantaría sugerirles a los productores desde mi humilde lugar que no hace falta subestimar tanto al espectador. Sí cabe destacar que esta segunda entrega levanta la puntería respecto a la floja primera parte, con la que quiere conectarse de manera forzada, pero aquí tanto la dirección artística como la fotografía son notables. Sandberg es amigo de la oscuridad y sabe cómo jugar con ella, aunque le convenga cambiar un poco el repertorio para no terminar aburriendo. Anabelle 2: La Creación no es una pieza que ayude a entender nada de lo que sucede fuera de ella aunque lo intente, pero sí suma algunos sustos para coleccionar momentos en la propia mitología de este nuevo muñeco maldito.
Video Review
Funcionando como una precuela de Anabelle, la segunda entrega, aporta la reconstrucción de cómo fue el proceso que dio origen a la muñeca malvada del cine. De duración extensa y con un repertorio de lugares comunes propios del género, Annabelle 2 deja bastante que desear. David Sandberg toma la posta y pone en escena la segunda parte de un filme que, en su momento, tuvo una pésima recepción de la crítica. Tal vez por cometer el mismo defecto que presenta Annabelle 2: una historia cliché y eternos planos descriptivos que concluyen con un golpe de efecto sonoro. El filme narra el comienzo, la creación de la muñeca que aterroriza a más de uno. Con un perfil demoníaco, el juguete toma vida propia poseída por el mismísimo diablo quien se personifica de manera bastante similar a la fisonomía de Babbadook. Al parecer, las referencias son más que homenajes. Las representaciones de la entidad diabólica comparten no sólo un profundo color negro, sino la forma y textura de su cuerpo: largas extremidades rugosas que parecen poder abrazar la inmensidad y nacer de la nada misma. Luego de la muerte de su pequeña hija la familia Mullins queda devastada, dejando a la madre confinada a su habitación y a un padre que, claramente, guarda un secreto. Pero tras doce largos años de silencio y aislamiento, los Mullins deciden acoger en su casa a un grupo de huérfanas en tránsito. Será este contingente de pequeñas inocentes la excusa perfecta para el desarrollo de una larga y tediosa puesta en escena de cómo “el mal” va cobrando protagonismo en sus almas, sobre todo en la de Janice, una bella niña coja por culpa de las secuelas de la polio. Acompañadas por una monja de origen latinoamericano, las niñas pronto comienzan a vivenciar experiencias sobrenaturales. Pero lamentablemente, la acción tarda en aparecer y al momento de hacerlo le cuesta situarse dentro de la diégesis propuesta. Los efectos se agotan, y una vez hartos de la puertita que se abre sola, ya no queda más nada que esperar. Annabelle 2, no aporta nada significativo a lo que fue su pobre primera parte. Sin embargo, repone elementos anteriores a la historia que se cuenta en la primera versión. Y ese conjunto de datos se agradece, porque es la construcción de este micro universo, un mundo intrigante que, por lo visto, aún ningún director logra explotar en su totalidad. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
Crítica emitida por radio.
Chucky en el podio: Los bienaventurados seguidores de las películas de juguetes se pegaron un metejón con la posibilidad de ver una película cuya protagonista fuese la muñeca de las trenzas doradas. Se viene a mi cabeza de fan absoluta del género de terror, la imagen del muñeco más maldito del cine: el pelirrojo y pecoso Chucky. Desde que me soplaron por la cucaracha que se estrenaba la nueva película de Annabelle, también otros tantos muñecos aterradores viene na mi cabeza: el payaso del bonete azul, sí el de Poltergeist, Billy la marioneta que anda en bicicleta de Saw o, si nos vamos treinta y seis años atrás el muñecote que se revela de su amo ventrílocuo – una especie de chirolita y Chasman- protagonizado por un jovencísimo Anthony Hopkins, en la gran Magic, todos memorables y evocables. Muñecos diabólicos atrae, sí es una fija, pero la mala experiencia con Anabelle en el 2014, condicionó un tanto mi visionado de esta precuela. Pero comencemos por el principio, por Anabelle 2014 el spin off que se desprende El conjuro. ¿Dónde está la muñeca?: Había muchas fichas puestas en el spin off de la muñequita Annabelle, idea surgida del prólogo de una de las mejores películas de terror de los últimos diez años, El conjuro, y de yapa, en el tagline de la gráfica mencionaba – como inspiración- a otro peliculón Insidiuos –acá estrenada como La noche del demonio– ambas películas del gran director malasio James Wan. El conjuro, ambientada en los esplendorosos setentas – el trabajo de la imagen para lograr crear una ambientación de época es genial- realmente mete miedo, una pareja de investigadores de sucesos paranormales, se adentra en la casa de la familia Perron. Los Perron, un matrimonio con cinco hijas, – la gran Lili Taylor, una actriz bien indie, interpreta a la madre de la familia- padecen sucesos inexplicables, aterradores, y todo indica que un espíritu yace en la casa. El homenaje a las películas grandiosas de los 70 – quizás la década que mejores películas de terror nos dejó- se siente en todo el metraje, Wan crea un clima en donde la sugestión es el leit motiv. Un acontecimiento sucedió en esa casa, que se devela promediando la película, este misterio mantiene al vilo al espectador. El exorcismo del final, uno de los mejores del cine de los últimos años, deja al público temblando un buen rato y voy a confesar – generalmente nunca admito que una película del género me impactó y me perturbó- que las última secuencia del El Conjuro, ese plano fijo – inmenso- de esa cajita de música me traumó bastante. Annabelle no es la segunda parte, es sólo un desprendimiento narrativo del El conjuro, los productores vieron potable cortar sola a la muñeca y hacer una peliculita sobre la posesión de Annabelle uno de los objetos exhibido en el mausole de los Warren. “Muñeca que mete miedo” siempre funciona para los amante del género. Pero las expectativas por Annabelle 2014 se desvanecieron ya en los primeros minutos de metraje. Annabelle 2014, al igual que El conjuro, es situado en los 70, la muñeca, que sólo es protagonista en la gráfica y en los títulos iniciales, es el regalo de Jhon a su encantadora esposa Mia– coincidencia o estrategia de venta, pero la protagonista también se llama Annabelle- quien está embarazada de algunos meses, Mia es coleccionista de muñecas antiguas y la blonda muñeca de la sonrisa siniestra va a parar a su vitrina. Los primeros planos de Annabelle, son buenos, y si la historia se hubiese centrado en la muñequita correteando con poderes malignos hacia Mia y hacia Jhon y hacia la bebe – lo mejor de la película sin dudas- todo hubiese funcionando, pero, el guion se centra en los miembros de una secta que en un intento de evocación espiritual, interrumpen en la plácida casa de Mia y John. La pareja de espiritistas son interceptados por la policía y la mujer, llamado Annabelle, toma posesión de la muñeca. Las secuencias que siguen y que se disponen en toda la película, intentan dar cuenta de este hechizo, sin mostrar demasiado a la muñeca, el protagonismo lo tiene el espíritu de la verdadera Anabelle – y de otros entes- que atormentan a Mia y a la bebe sin siquiera meter un sólo susto. Quizás hay una secuencia que está bastante bien lograda y fue la única que me produjo una leve, muy tibia, sensación de pánico: Mia se dispone a ir a la azotea del edificio a sacar la basura, de noche, sola, y un ente diabólico la ataca, la persecución y la torpeza de la muchachita por hacer funcionar el ascensor y bajar rápido genera un clima tenso que moviliza, pero no altera. ¿Y la muñeca cuando mete terror? es la pregunta obligada en toda Annabelle, NUNCA, – el spoiler es adrede- la muñequita de las mejillas rozagantes, aparece como parte del decorado, y si bien, tiene algunos planos, y en el final aparece inerte – uno de los peores finales de películas de terror- irónicamente ELLA no es “la” protagonista de su película, convirtiéndose sólo en un cameo. Anabelle: La creación: El gancho son las niñas: Pasaron tres años y la insistencia por Annabelle regresa, esta vez con mayor dignidad pero con los mismos defectos que su secuela. David Sandberg (light out), le pone un poco más de emoción a esta precuela y la vuelve un melodrama que por momentos funciona. La historia se centra en la familia Mullins. Samuel y Esther han perdido a Bee su hija en una accidente y la desolación ha invadida la casa de estos artesanos de muñecas, el misterio se presenta como una amenaza. En el comienzo se muestra a una Annabelle sentada, como siempre, en su mecedora. Sandberg juega el mismo juego que Leonetti (director de la primera) pero le sale mejor. Impone a una Anabelle estéril, despojada de vida (la posesión la otro) pero pone en escena a un grupo de niñas (las que temerán y la pasaran mal) que actuan bien y que le dan fuerza al género. Los Mullins, doce años después de la pérdida de su hija, reciben en su hogar a un grupo de huérfanas, quienes se meterán en este laberinto de figuras fantasmagóricas e imágenes siniestras. Janice (brillante Thalita Bateman) la chica en silla de ruedas, comenzará a sentir la presencia del mal en la casa. La sordidez de la atmósfera que logra crear Sandberg por momentos mete miedo, esa casa particularmente aterradora, en el medio del campo, y con esa cancioncita folk en loop que asusta tímidamente, promete evoca por un rato El conjuro 1 y 2. Pero la insistencia por mostrar a una Anabelle quieta, llevan a que el espectador se sienta aburrido. Si la muñeca hablara o se mostrara enérgicamente diabólica (como Chucky o Tiffany por ejemplo) pienso que el spin off funcionaría. Hay un detalle que le suma bastante a la película y es el final, no voy a adelantar la trama, pero el epílogo refuerza la idea de precuela, y le da un vuelco creativo a último minuto. De todas formas, la película de la muñequita se queda a medio camino, viejas épocas quedaron cuando los muñecos metían miedo y nos hacían soñar de noche con ellos. Esperemos la llegada este año del tanque El culto de Chucky en donde el muñeco más resultón vuelve con elenco original.