Las escenas de acción y las de romance están bien dosificadas, de tal forma que no prevalece ni una ni la otra, manteniendo de esta manera un buen ritmo. Pero lamentablemente la química entre Affleck y Rebecca Hall...
Casta de malditos En su segunda película como director luego del sórdido, elogiado y desgarrador melodrama Desapareció una noche, Ben Affleck ratifica sus dotes de inteligente, sólido, elegante narrador con este thriller sobre unos asaltantes de camiones de caudales y de bancos en Boston (una verdadera "industria", tal como anuncia un cartel en el inicio del film, especialmente en el barrio obrero de Charlestown, de amplia comunidad irlandesa). Como en la reciente El ocaso de un asesino, Affleck (además coguionista del film) propone examinar la dimensión humana, las contradicciones íntimas, el existencialismo y la búsqueda de redención de un "profesional" del crimen como Doug MacRay (el propio BA). Las secuencias de robos y persecuciones son correctas (secas, crudas), pero no parecen ser el principal interés de su creador. Ni en su descripción del submundo del hampa, ni en su observación de los inmigrantes irlandeses, ni en la exploración de los golpes a las sucursales bancarias, BA va más allá de lo que, por ejemplo, hicieron Clint Eastwood en Río Místico, Stanley Kubrick en Casta de malditos, Quentin Tarantino en Perros de la calle o Spike Lee en El plan perfecto. Hasta el protagonista (típico antihéroe con un dejo trágico y a la vez querible) se ríe admitiendo que es un fan de la serie televisiva CSI, aunque aquí el principal referente es, sin dudas, la filmografía del cada vez más influyente y revalorizado James Gray. Si Atracción peligrosa (ay, ese título local) no transita caminos demasiado novedosos, al menos regala una tensa y atrapante narración, buenos protagónicos -a Ben Affleck se le suman el enorme Jeremy Renner (en un papel muy distinto al de Vivir al límite), Rebecca Hall como el objeto del deseo de MacRay y Jon Mad Men Hamm, como el líder del FBI que intenta desbaratar la banda), así como muy dignos personajes secundarios. Algunos excesos sentimentales, un poco de pirotecnia visual algo "grasa" (los cielos que cambian a toda velocidad como paso del tiempo) y cierta búsqueda de un lirismo no demasiado sutil conspiran contra el resultado final, pero no alcanzan a dañarlo. Atracción peligrosa es una digna película y Ben Affleck -un actor muy desparejo- ya es bastante más que una promesa, para convertirse en una auténtica realidad detrás de cámara.
Cuando la Ciudad se Despierta… Películas sobre ladrones, asaltantes de bancos, etc existen desde que el cine es cine. De hecho, a mi criterio la primera obra maestra cinematográfica e insuperable en ritmo y narración es El Gran Robo al Tren (1903) de Edwin S. Porter. Mezcla de western con thriller, Porter revolucionó el nuevo séptimo arte con esta historia de unos ladrones que robaban el tren que llevaba el dinero de los bancos. Ha pasado más de un siglo y el género de “robos” sigue más vigente que nunca. Quizás porque los asaltos siguen siendo cosa de todos los días, quizás porque resulta muy atractivo las nuevas tecnologías que usan los ladrones para asaltar, o simplemente porque siempre satisface ver una película de acción inteligente con ladrones inteligentes, personajes bien delineados y mucha, mucha acción. Hay ejemplos de todo tipo. Desde fines de los años ’30 hasta principios de los ’50 el film noir tomaba como protagonistas a los criminales, los humanizaba, pero al mismo tiempo castigaba sus fechorías. Por esos años, aproximadamente, se empezó hacer lo mismo en Francia con Jean Pierre Melville a la cabeza, e incluso hay buenos ejemplos en Argentina como El Asalto o Apenas un Delincuente de Hugo Fregonese. Muchas veces se dijo que el género murió con la llegada y difusión del cine color. En parte se perdió el misterio, el perfil romántico de los personajes que interpretaban principalmente Humphrey Bogart y Robert Mitchum en sus años mozos, pero en cambio se ganó en crudeza y realismo… En los ’70 esto quedó claro con policiales que incluyeron asaltos y persecuciones como Contacto en Francia (1971) de William Friedkin; Harry, el Sucio (1971) de Don Siegel o Tarde de Perros (1975) de Sidney Lumet. Por supuesto, que también la comedia dio pie a excelentes películas sobre robos: personalmente me encantó el trabajo que hizo George Roy Hill con El Golpe o Butch Cassidy con la dupla Redford / Newman. Por otro lado, un clásico también podría decirse que fue, con un tono seudohumorístico, Bonnie & Clyde del recientemente fallecido Arthur Penn. Y una comedia sobre robos de bancos que fue muy subvalorada, pero es muy divertida y original es No Tengo Cambio (1990) dirigida y protagonizada por Bill Murray. Todas ellas sumadas, a las dos mejores obras sobre robos de banco hechas, Mientras la Ciudad Duerme (1950) de John Huston y Casta de Malditos (1958) de Stanley Kubrick, fueron influencias para que una nueva generación de realizadores intente reproducir la tensión, el suspenso, el misterio y la humanización de los personajes de los film noir, con la crudeza de los ’70. La violencia de los asaltantes se pone frente a usos pocos dogmáticos de las fuerzas policiales. Ojo, no corruptos, pero sí con métodos inusuales, mostrando policías inteligentes, honestos, pero a la vez, antimoralistas. Némesis que en realidad provienen del mismo sitio, pero que cada uno decidió ponerse en veredas opuestas. No voy a incluir películas mafiosas destacadas como Los Infiltrados de Scorsese (o la versión original china) o Brasco, sino los mejores asaltos de los últimos años: Punto Límite (1990) con Keanu Reeves y Patrick Swayze de la ganadora del Oscar Kathryn Bigelow, Fuego contra Fuego de Michael Mann con la perfecta dupla Pacino / De Niro y sobretodo, uno de los más inteligentes asaltos vistos en la década (con esta se van a sorprender), El Caballero de la Noche, de Christopher Nolan. Sí, la última de Batman representa el espíritu de los film noir y la crudeza de los ’70 en su mejor nivel. Y una de las cualidades de los films de robos filmados en colores es su aspecto brillante y diurno. Películas muy nítidas, veloces… en fin, como los robos de hoy en día. Dentro de estos conceptos, Ben Affleck, retoma las riendas de la dirección cinematográfica y filma. En Busca del Destino (de la nota) Un grupo de ladrones que provienen de los barrios suburbanos de Boston, los barrios más humildes y marginales, se convierten en la pesadilla de la ciudad. Siempre usando disfraces diferentes tratan de no herir a nadie en el camino, gracias a que su líder, Doug (Affleck) es un tipo pacífico dentro de todo. La película comienza con un asalto con muchos remanentes del comienzo de El Caballero… Golpean al subgerente del Banco (Victor Garber) y se llevan a la gerenta (Rebecca Hall) como rehén, dejándola en un playa sola. Sin embargo a Jem, el miembro más violento de la banda (Jeremy Renner) esto no le gusta y Doug decide ir a vigilar sus acciones, pero termina enamorándose de ella. Al mismo tiempo, por un tenaz y persistente agente del FBI (Jon Hamm). Y la banda seguirá tocando… Affleck, criado en los suburbios pobres de Boston, situó en el mismo sitio su guión (supuestamente co escrito con Matt Damon) de En Busca del Destino (Good Will Hunting). Sus protagonistas están rodeados por las bandas callejeras que frecuentaba Will (Damon) en la misma película, y un entorno de drogas y prostitución. Generalmente los trabajadores de la zona son obreros o trabajan en la construcción. De hecho es bastante divertido ver en un momento a Affleck con el mismo traje que usaba en la película de 1997. Entre ambas vale recordar una película por demás curiosa como Desapareció una Noche, más cercana a un Clint Eastwood que a un Michael Mann, este thriller dramático sobre una nena que era secuestrada en complicidad con la policía planteaba debates interesantes sobre las consecuencias de ser criado en un ámbito social “peligrosos”. ¿Dónde debía recaer la educación y crianza de un infante de 6 años si la única cuidadora era una madre soltera drogadicta y alcohólica? ¿Mandarlo a un orfanato, lugar donde, según las perspectivas de los personajes, comenzaban las pandillas juveniles o dejarlo con la madre?, Ben Affleck daba un happy end con sabor ambiguo en dicha película. Esta vez, deja de lado las sutilezas, y le da prioridad a la acción antes que al debate social, que también está pero no tanto en primer plano. Quizás a modo de desafío, se tomo más en serio otros aspectos como el montaje y la fotografía, antes que la historia en sí, la cuál no escapa de los lugares comunes de las películas mencionadas previamente. Sin embargo no descuida a sus protagonistas y al igual que Eastwood encara una dirección actoral clásica. Las mejores actuaciones las logra, aunque sorprenda, de él mismo y sobretodo de Rebecca Hall. No digo que Affleck haya mejorado mucho, pero desde Hollywoodland ha madurado. Mientras tanto Hall, es maravillosa, un milagro interpretativo descubierto principalmente por Nolan en El Gran Truco y explotado por Woody Allen en Vicky Cristina Barcelona: sensible, dura, inteligente, una perfecta femme fatale, aun cuando el personaje no es malo. Pero ha tener en cuenta. Me recuerda un poco a Ava Gardner. En su frialdad hay algo muy sensual… En cambio, otros personajes son llevados al borde del absurdo y lo caricaturesco, como Jeremy Renner, totalmente acelerado y sobreactuado (en contraste con la frialdad que mostraba en Viviendo al Límite) y sobretodo Jon Hamm (el actor de Mad Men, con un gran parecido físico entre John C. MacGinley y Christopher Reeves), excesivamente superficial. Es más interesante la actuación y el personaje del asistente, Titus Welliver (el hombre de negro de Lost) Al elenco se suman la atractiva y prometedora Blake Lively, y dos monstruosos trabajos de dos sólidos veteranos como Chris Cooper y Pete Postlewhite. Atracción Peligrosa es más ágil que Desapareció… tiene buenas cuotas de acción, dramatismo (sin caer en lo telenovelesco) y reflexión. No alcanza la profundidad psicológica (ni la duración, por suerte) de Fuego contra Fuego, pero sí nos presenta a un actor, que muchos ya daban por muerto, encarando nuevamente un rol detrás de cámaras por demás interesante. Robert Elswitt como director de fotografía, ayuda que cada plano de la película tenga atracción para el ojo del espectador (excepto los flashbacks en blanco y negro, que están de más). Atracción… es un thriller de la vieja escuela, bien pensado, un poco frío en ciertos aspectos, y no tan humanizador (más cerca de Kubrick que de Huston se podría decir), que no sale de algunos estereotipos y situaciones previsibles, pero estos aspectos no le juegan demasiado en contra. Esperemos que mientras la ciudad duerma, esta nueva casta de malditos liderada por Ben Affleck, quizás en una tarde de perros en punto límite, siga dando golpes de este tipo… y que nuevas generaciones sigan honrando la memoria de Edwin S. Porter.
Dirigida y protagonizada por Ben Affleck, Atracción Peligrosa (The Town) es una adaptación de la novela de Chuck Hogan, “The Prince of Thieves”. Donde el filme se centra en Doug MacRay (Ben Affleck), un criminal y líder de un grupo de implacables ladrones de bancos, quienes acostumbran robar lo que quieren y siempre salen limpios. Aunque este vez, Doug, papel correctamente interpretado por Ben, tiene miedo de perder a alguien cercano a él, una joven gerente de un banco que robaron y la además tomaron como rehén. La cinta tiene varios condimentos: acción, buenas interpretaciones del reparto en general, una interesante trama; más el agregado para el protagonista de tener un padre preso, una madre que lo abandonó y un romance capaz de cambiar el curso de la historia. El argumento tiene potencial, el FBI está tras ello, Doug trata de tomar otros rumbos pero ni las amistades, ni la presión mafiosa se lo harán fácil. El film cumple su cometido, atrapa y seduce, a la vez que crea una empatía con el villano, quién está a punto de la redención o de la prisión.
Creo haber puesto algo en su momento en la crítica de Desapareció una noche... Ben Affleck busca la redención. ¿Quien hubiera pensado hace unos años, que ese actor mediático al lado de JLo lograría ser reconocido como un gran director? Vamos, en serio... si para todos era solo el mandíbula dura! Con Atracción peligrosa demuestra que lo suyo no fue casualidad. Seguramente en su tercer película podría ya exigir que no lo bastardeen con el título... la primera era Gone Baby Gone, y esta 2° se llama The Town... Pero el tipo se banca hasta esos títulos que algún trasnochado le pone pensando que lo puede ayudar con las ventas. La gente no le va a recomendar a sus amigos que vean "Atracción peligrosa"... van a decir, "mirá el buen policial que se mandó Affleck", porque su laburo va mucho más allá de un titulito. El hizo desde el guión y amoldó desde la dirección una historia sólida y fuerte como pocas. Al igual que en su película anterior se apoya en un elenco súper sólido, pero sin grandes estrellas. En aquella no estaba al frente de las cámaras, y ahora se pone como protagonista absoluto sin caer en gestos o mañas de su pasado. Si tengo que destacar a algunos, empiezo por la brillante Rebecca Hall, que algún día tendrá la super marquesina que se merece. Se dió el lujo de trabajar con grandes directores como Nolan (en El gran truco) o Woody Allen (en Vicky Cristina Barcelona) y ahora Ben se la trajo como amuleto, y mal no le va. Es una actriz maravillosa que se rumoreó en su momento como la nueva Gatúbela (otra vez con Nolan). Yendo al otro extremo del cariño con los personajes, es para moler a palos a Pete Postlethwaite. Este maldito inglés que suele hacer de irlandes, se aleja mucho del papel conmovedor de En el nombre del padre, para caer en un ser asqueroso y despreciable. Brillante interpretación. Pero volvamos al que armó todo esto. El guión es muy sólido, y Ben logra darle ritmo a todo el relato. Y en esta nueva película además se luce con escenas de persecución de autos y tiroteos impresionantes. Muchas escenas lograron perturbarme por el suspenso y la ansiedad que genera saber que va a pasar con los personajes. Es un policial sin partes grises. Es una gran historia que dura lo justo y que muestra lo que tiene que mostrar, sin caer en ninguna exageración. Esta fue su 2° película como director, pero si este muchacho sigue por este camino, no será de extrañar que se lo empiece a comparar con alguien que tuvo en sus inicios que remarla detrás de cámaras... porque fue inevitable pensar que al viejo Clint Eastwood le hubiera gustado estar en esta película... "de un lado o del otro". Ben Affleck, me pongo de pie y brindo por vos. GRACIAS POR ESTA PELÍCULA
El nuevo Clint Eastwood Bajo el encasillamiento fácil de “película de robos”, en Atracción peligrosa (The town, 2010) palmita un implacable drama sobre la soledad, el encierro y la pertenencia, involuntaria o no, a un espacio de tiempo y espacio. Clasicista en forma y narración, el opus de Ben Affleck es, además de un film excelente, un acto de validación: el tipo es un gran, enorme director. La ciudad del título original es Charlestown, barrio al sur de Boston donde el lumpenaje se trasmite por genes: de padres a hijos, ya no es una necesidad sino una vocación. En ese contexto vive Doug MacRay (Ben Affleck), líder de una banda especializada en el saqueo de bancos, al que el hastío empieza a carcomerme el alma. Más aún cuando un golpe falla y una testigo pone en peligro su libertad (Rebecca may) . Y allí irá él, en un acercamiento en principio por interés que rápidamente muta por amor. Ella es el empujón emocional que necesitaba. Ahora no le caben dudas. Debe dejar el robo y salir de ese templo de la perdición en el que el destino lo tiene encerrado. Vaya uno a saber en qué momento ocurrió, qué gracia divina lo hizo posible. Porque era imposible imaginarse al galancito de Pearl Harbor (2001) filmando, porque era imposible no caer ante la tentación de trasponer sus escasas condiciones actorales al sillón de director. Pero sorprendió con Desapareció una noche (Gone baby gone, 2007), un intenso drama sobre el secuestro de una niña que no sólo no era bochornoso sino demostraba un pulso clasicista envidiable. Tres años después, el estreno de su segunda película se presumía fundamental: o aquello había sido una mera casualidad, un capricho del destino empecinado en colocarlo en un lugar no correspondido, o Affleck es efectivamente un buen director. Es lo segundo. Y por varias razones La primera, negativa, le viene de rebote. La elección de Atracción peligrosa como traducción de The town bien merece un mea culpa de la mente poco brillante perpetradora del rebautismo. Se sabe que las nomenclaturas estadounidenses a veces resultan poco “traducibles” al español, no tanto en el sentido literal sino en la acepción hispana de los modismos locales. O que un título, al fin al cabo envase de un producto, debe tener la encomiable tarea de aprehender la atención de los ocasionales espectadores, y que cada cultura funciona como una microcosmos con reglas propias a las que éste debe adaptarse. No es éste el caso. The Town La ciudad. Seco, tajante, sugestivo, invita a un relato centrado en ella, en sus peripecias y vicisitudes. Y justamente de eso se trata. Porque Charlestown es una ciudad-cárcel de la que no hay salida, habitada por seres inconscientes de su condición presidiaria en cuerpo y alma. Como en Gran Torino (2008), las calles son el campo de una batalla silenciosa de la muchos optan por mantenerse fuera. Si en aquella Walt Kowalski sale con los tapones de punta encarando la batalla como propia, Doug en cambio se recluye en un hipotético viaje. Y Affleck lo muestra solitario, embutido en un corsé de mediocridad y chatura, con una posición de cámara perfecta. Como los personajes, como la medianía que impera la vida en The Town, el lente observa la acción desde media altura o baja altura. De allí el clasicismo formal que atraviesa la película. Como en aquellos films blanco y negro, aquí casi hay techos, hay un cielo que se presume encapotado por la página gris que envuelve todo, vida y obra de sus pobladores. El encuadramiento de Affleck como heredero del clasicismo remite invariablemente a Clint Eastwood. Su compañero de clase bien podría ser James Gray. Por que ambos no sólo saben cómo y dónde poner la cámara sino que demuestran una enorme sapiencia para la narración. Porque el robo del banco inicial es una trabajo de relojería impecable, porque el discurrir romántico de Los amantes (Two lovers, 2008) y The town avanza sin agilidad pero con la seguridad propia de un norte claro, con una observación silenciosa a la espera de que el proceso vincular se solidifique paro luego sí concretar el amor: Leonard besa con suavidad a Michelle, el primer beso entre Doug y Claire es más fruto del destino que acto hormonal. The town es un film de múltiples aristas concebido con partes iguales de reflexión y entretenimiento. Con él mismo a cargo del protagónico (que por si fuera poco no lo hace mal) y como los buenos directores, Affleck construye un mundo con peso y lógica propia. La claridad en sus conceptos y la solvencia de su forma hacen de The town una película formidable.
¿Y si el crimen no paga? Vertiginoso thriller, de y con Ben Affleck, en la dinastía del mejor Scorsese o Eastwood. Cuando Atracción peligrosa (título que poco tiene que ver con The Town , el original) se presentó en el Festival de Toronto rápidamente se la emparentó con Los infiltrados , de Martin Scorsese, y con cierto estilo narrativo que emparentaba a la película de Ben Affleck con el cine de Clint Eastwood. Y no era un parámetro errado ni muho menos. Affleck es dueño de un lenguaje entre seco e impactante, se desenvuelve muy bien en las escenas de acción que Atracción peligrosa le pedía desde el guión que redactó con Peter Craig (debutante en el rubro, hijo de Sally Field). El nervio con que rige las escenas ya era un rasgo destacable en su opera prima Desapareció una noche (2007). Aquí Affleck también asume el rol protagónico. Es Doug MacRay, un ladrón de bancos al mando de una banda pequeña -reducida en cantidad de miembros, pero enorme en cuanto a la magnitud de sus golpes- en Boston, quien de manera eventual y azarosa traba relación con una empleada de una entidad a la que robó (Rebecca Hall, la Vicky de Vicky Cristna Barcelona ), quien había sido tomada como rehén. Pero Affleck no se queda sólo con el costado romántico del asunto, al que igualmente le da su despliegue, sino que sabe cómo elevar a protagonistas al resto de la pandilla, cada uno con su problemática, y al agente del FBI detrás de los pasos de MacRay (Jon Hamm, quien cambia su parsimonia de la serie Mad Men por un personaje igualmente inteligente pero doblemente retorcido). Porque si el espectador está del lado de los criminales, es porque algo en la historia hace que su corazón se vuelque hacia ellos. Llámenlo carisma, capacidad de seducción... o talento narrativo. Con todo ese material, el actor de En busca del destino se despacha con dos horas de vértigo, no entendido como aceleramiento, sino como dinamismo puro. El filme arranca con el golpe, y de allí en más el ritmo no decaerá jamás. La rica pintura de los personajes, con un elenco que es un auténtico seleccionado (Jeremy Renner, de Vivir al límite , con su toque Cagney, como su amigo; Chris Cooper, su padre; Pete Postlethwaite, en el papel del capo mafia camuflado como florista; la bella Blake Livelly) no hace más que sumar sorpresa tras sorpresa, en uno de los mejores thrillers sobre el crimen de los últimos años.
Sólido drama policial con buenos actores Atracción peligrosa confirma las virtudes del intérprete como director en este retrato de un barrio de Boston Salvo por el premiado guión de En busca del destino , que coescribió con Matt Damon, la fama de Ben Affleck siempre se debió más a su apostura física que a su limitada capacidad expresiva. Pero la imagen se alteró bruscamente hace unos tres años, cuando su sólido debut como director de un perturbador drama sobre la misteriosa desaparición de una chica de cuatro años ( Desapareció una noche ) mereció el entusiasta elogio de la crítica. Ahora, The Town (increíblemente rebautizada aquí como Atracción peligrosa ) no sólo confirma su pericia como narrador: también disipa dudas respecto de sus dotes interpretativas en un personaje que carga con el mayor peso. Es cierto que este viaje de exploración por el interior del mundo del hampa no aporta demasiadas novedades a una temática que ha sido explotada con tanta lucidez por Scorsese, Tarantino o Michael Mann, y que la novela de Chuck Hogan que le dio origen no desborda originalidad ni desecha clisés y lugares comunes, pero la realización es de una solidez incuestionable. Arranca a puro ímpetu, apenas se ha informado que en Charlestown, la zona de Boston donde transcurre casi toda la historia, hay más robos de bancos y transportadores de caudales que en todo el resto de los Estados Unidos. Uno de esos violentos asaltos -el enésimo que concretan los enmascarados profesionales encabezados por Doug McRay (Affleck)- pone en marcha la acción y da claro testimonio de la autoridad con que el ahora cineasta se mueve en el terreno de la acción. Se la apreciará también en otros momentos, de las persecuciones a la gran batalla en torno de un estadio de béisbol. Pero tendrá desafíos más complejos porque el film, además de seguir los vericuetos de la pesquisa policial y de aludir a las fricciones que crecen en el interior de la banda, apunta en otras direcciones: por un lado, la descripción de la dura realidad en Charlestown, de la que provienen casi todos los personajes, incluido algún investigador; por otro, los conflictos íntimos del protagonista, seriamente agravados cuando, ocultando su identidad, inicia una relación con la joven gerente del banco que fue su rehén. No sobra originalidad y tampoco demasiado rigor en el dibujo de los personajes, incluidos los dos centrales, pero Affleck mantiene la tensión y tiene el apoyo de actores notables como Jeremy Renner, Rebecca Hall, Chris Cooper, Pete Postlewaite y Blake Lively.
El extraño caso de Dr. Ben & Mr. Affleck Si la actuación de Ben Affleck luce afectada e impostada, su tarea delante de la cámara muestra la contracara: el director narra con nervio y sobriedad, sabe hacer cine de género y filma escenas de acción que son como clases magistrales del rubro. Hay dos clases de directores-actores. Están los que dirigen como actúan y los que no. Clint Eastwood dirige como actúa: seco, económico, sin desbordes o sensiblerías. Takeshi Kitano, lo mismo. Ben Stiller también. A la altura de su segunda película como realizador, puede afirmarse que Ben Affleck no dirige como actúa. Por suerte: Benjamin Geza Affleck-Boldt (tal su nombre completo) sigue siendo un actor espantoso. No hay más que ver Atracción peligrosa para confirmarlo. Se pasa la película entera posando de duro, careteando, haciéndose el lindo. Pero sucede que, oh sorpresa, del otro lado de la cámara este extraño caso del Dr. Ben & Mr. Affleck no se permite la menor pose o afectación. Va directo al corazón del asunto, narra con nervio y sobriedad, sabe hacer cine de género sin que la película se agote en eso, construye tensión durante dos horas y la compacta en escenas de acción que son como clases magistrales del rubro. Su ópera prima, Desapareció una noche (2007), lo mostraba como realizador a seguir, aunque la novela en que estaba basada tirara para abajo. Ahora, Atracción peligrosa (descabellada traducción local para el original The Town) lo confirma. Sigan a Affleck, es la consigna de aquí en más. A Affleck director, se entiende. Basada, como la anterior, en una novela (Prince of Thieves, de Chuck Hogan), Atracción peligrosa confirma la fidelidad que Affleck guarda, a la hora de narrar, con su ciudad natal. The Town es el nombre que se le da en Boston al barrio de Charlestown, donde “hay más robos a bancos y camiones blindados que en cualquier otra parte de Estados Unidos”, según informa un cartel inicial. Como en Cabalgata infernal (The Long Raiders, 1980), el primer robo que comete la banda liderada por Doug McRay (Affleck, con el pelo cortado estilo militar) y James Coughlin (Jeremy Renner, protagonista de Vivir al límite) no sale del todo bien, y eso tiñe las dos horas restantes de un prematuro aire de fatalidad. Está tan calculado y sincronizado como cualquier robo de verdaderos profesionales, pero ocurren dos cosas que van a traer cola. Nueva coincidencia con aquella obra maestra de Walter Hill, uno de los integrantes de la banda (Coughlin) se muestra peligrosamente adicto al gatillo fácil. Pero además toma la decisión de secuestrar a la gerenta de la sucursal, para después soltarla. La chica no vio nada: los secuestradores en ningún momento se sacaron sus máscaras. ¿O algo vio u oyó? En cualquier caso, la idea de McRay, de acercársele para ver cuánto sabe, se probará tan peligrosa como afirma el título de stock con que The Town se estrena aquí. Cine de género, la película de Affleck respeta tropos fijos del policial. Uno es que, claro, la relación entre McRay y la chica, Claire (Rebecca Hall, el bombonazo con pecas de Vicky Cristina Barcelona), no va a quedar en un simple cafecito, y eso suma riesgo al asunto. Otro son las dos líneas de relato paralelas, que atienden por un lado las internas dentro de la banda y por otro la investigación policial. Investigación que, encabezada por el duro, obsesivo agente del FBI Adam Frawley (Jon Hamm, de la serie Mad Men), va cerrando el círculo alrededor de ellos. Pero ése es sólo un esquema básico: como en Desapareció una noche, Affleck engorda el relato multiplicando subtramas. Por un lado está la ex del protagonista, Krista, a la que en algún momento el despiadado Frawley explotará en beneficio de la investigación (la rubia Blake Lively, junto con el propio Affleck lo más careta del elenco). Por otro, la relación entre Doug y su padre (el gran Chris Cooper), que, en prisión desde hace rato, funciona como espejo negro de su propio futuro. Y la que Doug sostiene con cierto florista muy pesado, que, contrariamente, lo remite al peor de sus pasados (y a quien el escocés Pete Postlethwaite le da un aire francamente ominoso). La clásica oposición entre el gangster de cabeza fría (McRay) y el de tiro fácil (su socio Coughlin) agrega leña al fuego y todo irá a parar a un último golpe, donde el botín es tan alto como el riesgo que se corre. ¿Que no hay nada nuevo aquí? El espectador de género sabe que lo que importa no es la novedad, sino la necesidad. Que todo lo que se cuenta luzca como necesario, aun siendo cliché. Que se lo narre con savoir faire y dientes bien apretados. Con cojones, digámoslo de una vez. Es eso y no los dobles, los tiros o los choques lo que hace de las escenas de acción de Atracción peligrosa las mejores que se hayan visto desde... ¿desde Fuego contra fuego? Sobre todo dos de ellas. Una es una persecución automovilística que –no por espectacular, sino por visceral– califica entre lo más alto del género. La otra es la larga secuencia final en el estadio de los Red Sox, construida con infinidad de centros de atención y líneas de fuga, homenaje de Affleck al equipo de la ciudad. Ah, sí, como el título original indica, The Town es, entre otras cosas, una película de barrio. Como las primeras de Scorsese. ¿Terminará Affleck, como “Ex corsese”, convertido en estrella de Hollywood? En este caso parecería tratarse, por suerte, del trayecto inverso.
Cuentapropistas de los suburbios Durante los últimos años se han estrenado varios policiales duros que se desarrollaban en la ciudad de Boston, en el estado de Massachusetts, y que compartían numerosos rasgos en común, por lo que a esta altura ya se ha comenzado a hablar de un subgénero que engloba películas tan diversas como Río Místico (Mystic River, 2003), Los Infiltrados (The Departed, 2006) y La Isla Siniestra (Shutter Island, 2010). Luego de la maravillosa Desapareció Una Noche (Gone Baby Gone, 2007), el insólito Ben Affleck continúa firme por el buen camino y vuelve a sorprender con otra historia hardcore de marginales al filo de la ley que hoy nos llega bajo el lamentable título de Atracción Peligrosa (The Town, 2010). La obra en cuestión aglutina algunos leitmotivs de las “caper movies” -opus centrados en atracos- que vienen siendo reproducidos sin grandes modificaciones desde Casta de Malditos (The Killing, 1956) del genial Stanley Kubrick: una banda conformada por personalidades antagónicas, un “trabajo” final antes del retiro, frustraciones de todos los colores, problemas enraizados en el universo femenino y la angustiante posibilidad de ser capturados. De hecho, la propuesta presenta en paralelo el accionar del grupo de ladrones y la persecución por parte de los agentes de la policía y el FBI, ambas facciones recorriendo desesperadamente las calles de Charlestown, cuna barrial de la mayoría de los criminales. Como en los otros representantes de esta vertiente contemporánea del film noir, aquí tenemos mucha crudeza suburbana, un ritmo narrativo sosegado, detalles slang, balaceras esporádicas y un tono realista que no se anda con vueltas en lo referido a la construcción del contexto y el delineamiento de personajes. En la primera escena vemos cómo una cuadrilla comandada por Doug MacRay (Ben Affleck) y su mano derecha James Coughlin (Jeremy Renner) asalta en tiempo record un banco y toma de rehén a la pobre gerenta de la sucursal Claire Keesey (Rebecca Hall). Una vez libre, descubren para su desconcierto que vive en el mismo vecindario y rápidamente deciden vigilarla por temor a ser reconocidos. Mientras que Doug se pasa de la raya enamorándose de la mujer, el jefe de los federales Adam Frawley (Jon Hamm), con la asistencia local de Dino Ciampa (Titus Welliver), va cerrando el cerco alrededor de la pandilla. Más allá de la sutil fotografía de Robert Elswit y la compacta edición de Dylan Tichenor, sin dudas dos aliados de peso, el director de por sí supo redondear con singular maestría un relato agridulce que recupera la meticulosidad de su opera prima aunque en esta oportunidad relajando la tensión melodramática: así la orientación mainstream, una estructura indefectible y el cambio de tópico reemplazan la pesadez existencial del pasado y acompañan a un convite tan clasicista como eficiente. Debemos destacar el desempeño del elenco en su conjunto, con una mención especial para la revelación absoluta de Vivir al Límite (The Hurt Locker, 2008), el extraordinario Jeremy Renner (también se agradecen las participaciones de Pete Postlethwaite y Chris Cooper). Sin embargo resulta innegable que el que se roba la función es el mismísimo Affleck, quien para variar entrega una interpretación estupenda en la línea de las recientes Hollywoodland (2006) y Los Secretos del Poder (State of Play, 2009). El actor/ guionista/ realizador no sólo se redime artísticamente sino que además apabulla con magníficas secuencias de acción basadas en el escabroso devenir de estos cuentapropistas sardónicos símil Michael Mann…
Un robo de película En 2007 asistimos al debut de Ben Affleck como director, y la impresión fue positiva por demás. "Desapareció una Noche" significó un debut auspicioso, el cual puso el listón muy en alto, y obviamente provocó que éste, su segundo largometraje, fuera observado con mucha atención. Desde ya podemos asegurar que "Atracción Peligrosa" -caprichosa traducción del título que no le hace ningún favor al filme- está lejos del nivel de su predecesora, pero alcanza a cumplir con lo justo para no ser denostada. En la ciudad de Boston todos comparten códigos mafiosos. Robar un banco es cosa de todos los días, los delincuentes planean robos como si fueran salidas al cine. La banda que comanda Doug (Affleck) tiene un especialista en cada rama necesaria: sistemas, manejo de vehículos, logística, y por supuesto hay uno que siempre está a punto de desquiciarse y provocar una masacre. Esto es un problema para Doug, ya que se jacta de hacer robos con mínima violencia y hasta con gestos de caballerosidad. El problema se llama Jimmy, a cargo de un brillante Jeremy Renner, quien merced a su carácter durante un atraco tiene un descuido que pone en peligro a la banda. Consecuencia de eso, Doug debe vigilar a la joven gerente de ese banco para evitar que los delate. Pero, como es de prever, la situación se volverá romance. Es imposible dejar de sentir que todo lo que se ven en pantalla ya fue visto antes. Sin embargo Affleck consigue entretener y llevar con buen pulso los momentos de acción. Las buenas actuaciones son registradas y potenciadas por tomas vertiginosas y un montaje que honra al género. Sin embargo, es en las escenas más calmas, donde el díalogo manda, y el tono se vuelve más intimista, donde el director abusa de las tomas y contratomas, se vuelve básico, impersonal. Si bien estamos ante un relato previsible y salpicado de historias antes contadas con mayor hondura, "The Town" ofrece entretenimiento de buena calidad, con actuaciones notables y destacable producción.
Tradición, barrio y honor Una vez más, Ben Affleck dirige y actúa una historia ambientada en Boston, ciudad que conoce a la perfección y que funciona como marco ideal para un gran asalto que se va complicando. Al principio, un texto en la pantalla revela que el barrio Charlestown, en Boston, es el territorio donde tienen su base de operaciones las numerosas bandas que asaltan bancos en la ciudad. Esta introducción supone que durante las próximas dos horas se verán planes maestros, eficaces ejecuciones y el después de una serie de golpes a cargo de los profesionales del crimen. Mientras la película comienza a desandar el relato, se puede especular que habrá un romance y que, como es usual, las cosas saldrán mal. Pues bien, todas estas suposiciones son más o menos ciertas, y contado así se parece a las decenas de títulos que año a año fatigan la cartelera. Sin embargo, Atracción peligrosa es todo eso pero bastante más. Doug MacRay (Ben Affleck) fue un prometedor jugador de hóckey sobre hielo que por problemas de conducta nunca llegó a nada. En el presente, lidera una eficaz banda especializada en el robo de bancos junto a su lugarteniente James Coughlin (Jeremy Renner, Vivir al límite). En uno de los asaltos, el grupo se ve obligado a tomar como rehén a la gerente de la entidad, Claire Keesey (Rebecca Hall), a la que dejan libre cuando logran escapar del cerrojo policial. Mientras la división creada para proteger el sistema bancario comienza a sospechar que la ex rehén fue cómplice del golpe, los ladrones deciden que hay que mantenerla vigilada porque creen que puede identificarlos. Allí va MacRay, a tenerla controlada y claro, a enamorarse inevitablemente. La segunda película como director de Ben Affleck, luego del oscuro drama Desapareció una noche (2007), toma muchos tópicos del género, pero presenta algo así como la “inevitabilidad social”, es decir, nadie puede escapar del entorno, en este caso el distrito de Charlestown, que tiene una larga historia de generaciones dedicadas al delito. Así, la oscura visión de la película de Affleck da como resultado un interesante mix existencial que incluye la tragedia de la determinación que da lugar de origen, al estilo de Río místico (dirigida por Clint Eastwood), junto a la adrenalina fatal de desvalijar un banco a punta de pistola, como en Enemigos públicos (del director Michael Mann). Después de todo, el honor de estos irlandeses, un poco locos y bastante nobles, se asienta sin ninguna insospechada pretensión intelectual, en la citadísima y siempre vigente máxima de Bertolt Brecht: “Mejor que fundar un banco es robarlo.”
Antes que nada quiero expresar que la persona que tradujo el título de esta película merece la misma pena que los ladrones de bancos de la historia. Cómo llegaron de The Town al pedorrísimo nombre de Atracción peligrosa es algo que no comprendo. Podría aceptarlo para un policial ochentoso con Gerardo Romano y Rodolfo Ranni pero para este gran trabajo de Ben Affleck me parece una falta de respeto. Lo cierto es que The Town (me niego usar la traducción local) es una de las mejores películas que vas a encontrar este año en el cine. En la actualidad la supremacía absoluta del género policial es patrimonio de Corea del Sur que en estos últimos años no paró de brindar títulos memorables,que desde todo punto de vista, superan a las propuestas que vienen de Estados Unidos y Europa. Este trabajo de Affleck claramente está a la altura de títulos policiales coreanos memorables como The Chaser, Memories of Murder o No mercy y en el caso de China la extraordinaria saga de Johnnie To, P.T.U, que pronto reseñaré en mi blog. Ben demuestra con este film que su ópera prima Gone Baby Gone no le salió de carambola. El tipo tiene un claro manejo del género y con esta historia vuelve a presentar un trabajo donde la prioridad ante todo la tienen los personajes. Sus relaciones personales y los conflictos que atraviesan logran que nos interesemos por ellos y no miremos el reloj durante el film para ver cuando termina. Me encantó lo que hizo con el personaje del agente del FBI que investiga el caso que es totalmente realista. Últimamente ocurre con este género, sobre todo se dio con las novelas pseudo policiales de Millenium, que mientras más patéticos y sufridos son los personajes parecería que mejor es la trama y eso es una mentira. Afortunadamente Affleck no presenta en su película policías atormentados porque mataron a una embarazada por accidente en un tiroteo o tipo perdidos por el alcohol que se convirtieron en un cliché nefasto. Acá tenés policías reales como los que suelen aparecer en las series grosas como La Ley y el Orden que simplemente hacen su trabajo y no andan con tantas vueltas. Por otro lado están los ladrones y mafiosos que también tiene sus motivaciones y el espectador llega a comprender las decisiones y caminos que toman en su vida. Eso es lo grandioso de The Town. Es un policial inteligente que no cae en el conflicto tonto de buenos contra malos. En este caso, Affleck se enfocó mucho más en la acción, apoyado por un gran director de segunda unidad como es el chileno Alexander Witt (Residente Evil 2), y en los procedimientos de investigaciones policiales. Desde las primeras escenas se construye un clima de tensión que el director logra sostener de manera contundente y no decae hasta el final, debido al buen desarrollo que tienen los personajes. El trabajo del elenco es fabuloso y Jeremy Renner y Affleck son los que roban el film con muy buenos momentos. Hace bastante tiempo que Hollywood no brindaba un gran policial de este nivel y la verdad que esta nueva etapa en la carrera de Ben se celebra. Ojalá siga por este camino. Los fans del género van a estar más que agradecidos. Unos de los grandes estrenos de este año.
Sin dudas, Ben Affleck es mejor director que actor. Un narrador clásico, que pone a la historia y a los personajes por encima de todo; pero sobre todo, un realizador con una visión personal, un autor a seguir. Atracción peligrosa (título que acá le pusieron a The Town) es una prueba de ello. Si bien la historia es muy conocida —un criminal (más precisamente, un ladrón de bancos) que encuentra la oportunidad de redimirse cuando se enamora de una chica que tuvo como rehén—, está en el cómo el encanto de la película. Primero que todo, funciona como un fresco de los suburbios de Boston: la idiosincrasia de su gente, la familia, los amigos, los “buenos”, los “malos”... Pero, sobre todo, la importancia que se le da a los códigos. Por más terribles que sean los actos que uno cometa, mucho peor es ser un soplón (“Ratas”, como le dicen los lugareños). Por supuesto, además del drama y el romance hay tiroteos y persecuciones digas del mejor William Friedkin. De hecho, estas secuencias están filmadas con un tono realista, sin florituras ni movimientos de cámara delirantes. Ya mencionamos las prioridades del Ben Affleck director. ¿Y B.A. como actor? Esta vez, a diferencia de Desapareció una noche, su ópera prima, protagoniza su propio film. No está mal. Dentro de su limitado rango actoral, se desempeña muy bien. Una labor naturalista. Ayuda bastante el hecho de que se haya criado en Boston, en los mismos lugares que retrata en sus creaciones (que incluyen el guión de En busca del destino, que escribió con Matt Damon y que les mereció el Oscar por ese rubro). Mejor es el trabajo del resto del elenco. La actriz inglesa Rebecca Hall, con su talento y su belleza simple, no inalcanzable, cautiva a Dough —el personaje de Aflleck— y al espectador. Jon Hamm, famoso por su Don Draper de la serie Mad Men, interpreta a un agente del FBI tras la pista de los asaltabancos. Hamm está cada vez más en boga, al punto que se lo relacionó con la nueva película de Superman que prepara Zack Snyder. Pete Postlewhite y Chris Cooper aparecen pocos minutos, pero se lucen en el rol de semidioses en el arte de los atracos (aunque Cooper, quien encarna al padre de Dough, esté en prisión, donde la pasa muy mal). Jeremy Renner merece un párrafo aparte. Si bien actúa desde hace tiempo, su rol del sargento William James en la Oscarizada Vivir al límite lo consagró como un actor clase A. En Atracción peligrosa le pone el cuerpo y el alma a Jem, amigo —casi hermano— de Dough; un hijo pródigo de esa zona, un individuo salvaje capaz de explotar en cualquier momento, pero también un ser humano con principios, dispuesto a dar la vida por los suyos, como toda persona con algo de códigos. Al verlo ajusticiar a quien se le cruce, ametralladora en mano, hace pensar en que estamos ante la reencarnación de James Cagney. Otra actuación intensa la de Renner, quien será visto próximamente en Misión Imposible 4, en lo nuevo de Paul Thomas Anderson y en la esperada película de The Avengers, como Hawkeye. Atracción peligrosa tiene serias chances de obtener varias nominaciones a los Oscar. Claro que uno nunca sabe hasta que llega el día del anuncio. Pero sí es seguro que en Ben Affleck hay un director a seguir. Esperemos verlo más detrás de cámara que delante (ojo, todo bien, pero...)
Historia de dos ciudades Si bien el insípido rótulo local del filme sugiere lo contrario –su contrastante título original es The town, “la ciudad”–, hay que reconocer que Atracción peligrosa se despega de los blockbusters mediocres para acercarse más al policial “de autor”: aquel que hoy representan pesos pesados como Michael Mann y directores en acenso como James Gray. Y la mención del director no es gratuita, porque el responsable de Atracción peligrosa no es otro que Ben Affleck, quien ya había demostrado un talento inusual como realizador en Desapareció una noche (2007). En este nuevo acierto, Affleck (quien también actúa), se aleja del thriller turbio para adentrarse en las persecuciones vertiginosas del policial, casi con igual virtuosismo. Y la verdad que este segundo filme de Affleck convence más cuando es The town que cuando es Atracción peligrosa: el retrato de la gangsteril comunidad irlandesa afincada en el barrio de Charlestown, con sus dramas familiares y rígidas lealtades, junto a los impactantes asaltos que ésta perpetra en Boston (y de allí las dos “ciudades” aludidas en el título, la metrópolis ostentosa y el suburbio criminal), se imponen por sobre la titubeante historia de amor que hace de contrapunto de todo el drama antes descripto. En ese sentido, destacan las actuaciones secundarias de los emblemas de cada “ciudad”: Jeremy Renner (Vivir al límite), es el inquebrantable asaltante de bancos que mantiene a Doug McRay (Affleck) en la vía del crimen, y lo hace como inequívoca entrega al barrio, a la “familia”; en la esquina opuesta está el agente Adam Frawley (Jonh Hamm, el Don Draper de la serie Mad Men), quien al igual que el gélido y altruista Christian Bale de Enemigos públicos, se pone el FBI al hombro para acabar de una vez con tanto crimen organizado (y con McRay, su acérrimo archienemigo). El pálido romance entre Claire Keesey (Rebecca Hall), una gerente de banco, y McRay (que primero la toma como rehén y después la persigue hasta enamorarse, al punto que su carrera criminal entra en crisis) le da aire fresco al filme a la vez que lo llena de lugares comunes; los mismos que éste intenta esquivar casi con la misma perseverancia y sagacidad con la que la pandilla irlandesa asalta los lujosos bancos bostonianos.
Rudo y cursi. La película comienza con dos citas opuestas: una destaca el orgullo de pertenecer al barrio y la otra afirma que ese lugar alberga toda clase de ladrones. El relato divide la historia en dos entidades que incitan a extender la oposición dialéctica a todos los campos de acción de la película. Desde la más clásica entre policías y ladrones, con un desplazamiento progresivo de algunos personajes de un lado de la barrera hacia el otro, hasta las más exageradas, como el marcado contraste entre el protagonista calmo y reflexivo, y su amigo bruto, impulsivo y sin escrúpulos. Con una mirada tosca, consensual y maniquea, la película muestra cómo la miseria y la ociosidad producen violencia y desigualdades. El director subraya los efectos para resaltar el dilema moral que atormenta a un hombre deseoso de extirparse del barrio y de su vida criminal sin dejar caer a sus compadres. Un primer robo que sale mal obliga a la banda de Doug a tomar a una empleada del banco como rehén. Luego de haberla liberado sin problemas, se dan cuenta de que vive a dos pasos de su guarida. Doug se propone seguirla para averiguar si ella puede reconocerlos y finalmente cae enamorado. La película avanza al ritmo de este doble juego, con un suspenso previsible cargado de situaciones densas que frenan la evolución del relato. El primer encuentro entre los dos amantes se produce en un lavadero donde la joven va a enjuagar las manchas de sangre que permanecen sobre su blusa. Entonces el trauma del asalto vuelve a la superficie y Doug se da cuenta que un robo puede hacer mal y dejar secuelas psicológicas. Con el mismo trazo grueso se marca la diferencia entre la ex novia de nuestro héroe, una drogadicta rubia y golpeada con un nene en brazos, y la bella y cándida banquera. El desarrollo del relato y sus múltiples personajes tienen el modelo de Fuego contra fuego, pero mientras en la película de Mann el juego del gato y el ratón tomaba la forma de una confrontación fundamental para la propia supervivencia, en la de Affleck la acción se dispersa con temas demasiado trillados como el perdón, la culpa y el determinismo social. Por otro lado, la rigidez del registro intimista inserta escenas de una cursilería incompatible con la trama y el medio que representa la película. La puesta en escena coloca el énfasis en una cámara que se desplaza en todos los sentidos con un montaje clipero, simplista e ilustrativo, salpicado con música omnipresente y sin carácter, e imágenes tan poéticas como unas nubes veloces que anuncian el paso del tiempo o la tarjeta postal que comenta el sentencioso final. Atracción peligrosa no ofrece siquiera el módico placer de seguir la confrontación entre una banda de maleantes y los agentes del FBI, porque a los policías les falta carisma y relieve, y la descripción de los ladrones carece de profundidad. La película se queda a mitad de camino entre la fábula coral y el romance afectado. Ben Affleck pretende abarcar demasiados temas, se pierde en consideraciones generales y no consigue desplegar la intensidad dramática necesaria para transformar a sus personajes en otra cosa que simples figuras arquetípicas.
Ben Affleck se afianza como director en este nuevo policial duro con fuerte presencia de melodrama intimista. El equilibrio narrativo en una trama que se vale de los códigos de películas sobre atracos imperfectos para el desarrollo de sus personajes es el principal mérito, así como las sólidas actuaciones y la pericia del director a la hora de desarrollar escenas de acción con eficacia dramática y prolijidad…
Filiaciones, herencias. tatuajes I- Hay películas que uno defiende (El silencio de los inocentes, Sexto sentido, Bajos instintos) pero que han dejado una herencia nociva, con subproductos bastante reprochables. Por otra parte, paradójicamente hay películas que a uno le han pasado por al lado, cuando no llegado al fastidio, y que sin embargo se han convertido en una referencia positiva para el cine: un ejemplo en ese sentido es Fuego contra fuego, de Michael Mann, que en sus extensas tres horas construía un relato coral de policías y ladrones bastante derivativo, pero que contenía dentro suyo un par de escenas de acción notables, fundamentalmente el robo a un banco con un tiroteo donde los balazos sonaban reales y la puesta en escena daba una idea física de ese momento. Mann, dentro de un film bastante regular -y sobrevalorado por una parte de la crítica-, construyó inconscientemente un pequeño instante que es un paradigma visual en sí mismo: los robos a bancos en el cine tienen que ser vistos hoy como en Fuego contra fuego. Si no, no son robos a bancos. II- La mención al film de Mann no es casual: indudablemente Ben Affleck vio Fuego contra fuego y así planificó dos instantes de alta tensión en The town (el título local es indigno y estúpido), su segundo film como director y uno que confirma todo lo bueno que habíamos dicho de él luego de la intensa Desapareció una noche. La importancia de la construcción narrativa del robo al banco está dada no sólo porque ha inspirado a un tipo humilde y relajado como Affleck, sino también a un grandilocuente y pedante como Christopher Nolan, que en el arranque de El caballero de la noche -no de gusto su mejor película- jugaba también a ser Michael Mann travestido de superhéroe. Pero en Affleck, a diferencia de tipos como Nolan, las referencias cinéfilas no son una declaración, sino una definición. En Affleck, por las películas que filma y por los libros que lee (sus dos películas son adaptaciones de novelas policiales), las referencias son tatuajes, están impregnadas en su piel. Uno puede ver en The town a Clint Eastwood, a Michael Mann, a Martin Scorsese, pero no desde la copia o el guiño, sino desde el espíritu, la esencia, la filiación. Si Affleck filma así es porque su educación audiovisual está compuesta por la coherencia de los personajes de Eastwood, el romanticismo de Mann y los códigos barriales de Scorsese. III- El tatuaje es un elemento clave también dentro The town. Durante el robo perpetrado por Doug (Affleck), James (Jeremy Renner) y el resto de la banda al banco donde Claire (Rebecca Hall) trabaja como gerente, a pesar de que los asaltantes llevan máscaras de látex (y uno recuerda también a Punto límite de Kathryn Bigelow), esta divisa en la nuca de James un tatuaje. Este elemento, que servirá para generar algo de suspenso en determinada escena, tiene una relevancia étnica: no es cualquier tatuaje, es una especie de duende irlandés, un personaje que sienta identidad en el contexto del lugar donde se desarrollan las acciones. Y el lugar es Charlestown, Boston, según la historia policial de los Estados Unidos el barrio donde más robos a camiones blindados hay dentro de todo el país. Un lugar de gente trabajadora, que también alberga a peligrosas bandas delictivas. Un submundo masculino, de testosterona torpe, donde las cosas se arreglan a las piñas o no se arreglan. Ahí, también la violencia seca y brutal de Eastwood, Mann y Scorsese, reconstruida por Affleck, no desde el homenaje sino desde la herencia. Una herencia de sangre, claro está, como los lazos que unen a los personajes de The town, ladrones o policías todos ultra profesionales, y que divisan una luz de esperanza en el fondo del túnel, con curvas de mujer. IV- Affleck se vincula también con los citados por la forma en que le da entidad, aún en un universo musculoso y sudoroso, a los personajes femeninos. Y esto todavía cuando Scorsese parece tener con las minas un vínculo patológico; Mann se esfuerza por entender lo femenino sin demasiada fortuna, pero se esfuerza; y donde Eastwood resulta ser el único capaz de darles verdadera dimensión a las mujeres. Affleck está más unido al director de Río místico (recordar que el autor de la novela en la que se basaba era el mismo de Desapareció una noche), aún cuando la construcción de Claire es uno de los puntos más débiles de su película. Uno no entiende demasiado el sentimiento que surge de ella hacia Doug, una vez que el delincuente se topa con su víctima y comienzan una relación compleja. IV- Uno de los problemas de The town es precisamente la historia de amor, que nunca termina ser de a dos. Y esto es así porque lo que prevalece en la película es el barrio, la pertenencia de Doug a Charlestown que ve en Claire -una chica que no pertenece a ese lugar- una forma de escape. Si hay amor en The town, es de Doug hacia el lugar, el espacio, uno que lo constituye, que lo forma y que lo lleva en su esencia como James lleva ese duende irlandés en la nuca. Es entonces The town una historia de huída, de alguien que avizora un destino trágico y que desea separarse de él. Y la única forma que encuentra Doug, apegado como está a los suyos por el delito pero también por los sentimientos encontrados, es terminar su trabajo, cerrar de alguna forma su historia con ese lugar y alejarse. Claro que no será fácil, y la película se vinculará con el drama romántico sobre los lazos que nos unen y aquello que nos ata inconscientemente. V- Y también hay otro amor, implícito, que es el de Affleck al cine clásico. En las filiaciones de su cine mencionamos a Eastwood y a Scorsese, pero también a Mann. Son tres nombres vinculables de alguna forma con el policial clásico, pero también hay allí algo revisionista, experimental en Mann y potenciado en Scorsese. Affleck, por el contrario, se apega a las fórmulas y las herramientas clásicas, sin aportar una mirada modernizadora o cínica. No hay relectura, sino una reconstrucción formal directa. Affleck demuestra con su segundo film que posee una sensibilidad mayúscula, que sabe dónde poner la cámara (veamos las briosas secuencias de acción que construye; la excelente última media hora de The town; el plano final de Desapareció una noche) y que construye sus películas alrededor de las emociones y sensaciones de sus personajes. Affleck respeta una poética y una lógica que no traiciona la coherencia del relato. Tampoco hablamos de un formalista o de un esteticista: representa, cabalmente, lo mejor de cada uno de los nombres citados. VI- Si The town está un escalón por debajo de Desapareció una noche -aunque a esta altura a quién le importa; son dos grandes películas- es porque en aquel film Affleck lograba atravesar los tópicos del policial y construir un cuento moral que generaba una duda en el espectador y lo movilizaba internamente. Se podría decir en contra de The town, que aquí no hace más que sumar elementos ya mil veces vistos y contarlos con solidez y elegancia y sentimiento, sí, pero no mucho más que eso. La novedad no está presente en The town. Sin embargo, el último plano del film y su última línea de diálogo, que sin adelantar demasiado dice “te veré de este o del otro lado”, instala al film en otro lado, en el del romanticismo más extremo, pero no uno que se limita exclusivamente a la historia de Doug y Claire, sino además al género y al cine clásico. Ese plano, que construye el mito, y esa línea que habla de un lado y del otro, y que es espejo de otra dicha anteriormente por otro personaje, habla de los universos que se debaten en el film, sin juicios de valor y con una nobleza que abruma: el de los ladrones y los policías; el de la ley y el de la ilegalidad; el del bien y el del mal; el de los moderados y los tensos; el de los que pertenecen al barrio y el de los que vienen de afuera; el del paraíso y el terrenal. Cielo e infierno que son uno solo y que tienen, claro que sí, el apacible aspecto de un barrio de clase media.
Un jueves con dos grandes películas No es habitual que en una misma semana se estrenen dos películas definitorias a la hora de hablar del cine del año. Este 21 de octubre ofrece dos títulos (que pueden conformar un muy placentero doble programa) altamente recomendables. Si hacen el doble programa empiecen por Red social (The Social Network o, más popularmente, “la película de Facebook”). Sí, Red Social es eso: la película sobre la creación de Facebook, no sobre cómo es Facebook (aunque sí se pueden apreciar algunos de los motores básicos del éxito de esa red). Y sobre los litigios legales en torno a la idea y la propiedad del sitio. A priori, este tema no parecía “lo más cinematográfico del mundo” para alguna gente. Ahora bien, esto de considerar que hay asuntos cinematográficos y otros que no lo son nunca me convenció demasiado. Como sentencia en El lenguaje del cine V. F. Perkins, “el qué es el cómo”. Es decir, lo que importa es cómo se muestra eso que se muestra, cómo se concreta en cine. Ya Horacio Quiroga lo sabía en la década del 10 del siglo pasado: el cine puede tratar todos los temas. Sí, es cierto que la creación y los conflictos legales alrededor de Facebook parece “menos cinematográfico” que la historia de un asesino a sueldo en retirada. Pero de vuelta, el qué es el cómo. Y ahí tienen la catástrofe esta protagonizada por George Clooney, El ocaso de un asesino. Y tienen el brillo endiablado de Red Social, que combina diálogos cortantes y ultra veloces dichos por personajes geniales. Personajes geniales: mezquinos estudiantes de Harvard con sus reglas de mundo paralelo, desde los de clase alta pero alta alta hasta el geniecillo más –pongámosle–, pobre. Ese geniecillo es el protagonista: Mark Zuckerberg, levemente inadaptado para las reglas sociales, extraordinariamente dotado para la informática y, lo más importante para que la película funcione, alguien que no para de lanzar disparos verbales hirientes, dañinos, astutos, letales, los dichos de alguien que se sabe superior al resto en un aspecto pero inferior y temeroso en otros. El guionista es Aaron Sorkin, alguien evidentemente obsesionado con el poder y en particular por el poder de los diálogos: Cuestión de honor (A Few Good Men), Mi querido presidente (The American President), Juego de poder (Charlie Wilson’s War), películas de diálogos como dardos (también fue el guionista de la serie The West Wing). El director de Red social es David Fincher, es decir, el desconcertante responsable de la perturbadora Seven, la polémica El club de la pelea, la excelente Zodíaco, y la tan-inexplicablemente-mala-que-me-debo-estar-perdiendo-algo El curioso caso de Benjamin Button. Red Social podría pensarse, en algún aspecto, como El ciudadano de estos tiempos: una película que define una época, o más bien una manera de ser de una época, desde las tribulaciones de uno de los protagonistas del poder. En este caso, uno de los poderes más omnipresentes y a la vez menos conocidos, el que define, por ejemplo, que esta crítica llegue a más gente, porque la voy a linkear en Facebook. Luego de ver Red social, llena de diálogos y de acción verbal, pueden seguir por la otra muy buena película de la semana, la más silenciosa y de mucho mayor acción física Atracción peligrosa, es decir, The Town. Ya hablamos de títulos idiotas, y ya se dijo en todos lados, pero es necesario decirlo otra vez: ¡basta de usar estas palabras como atracción, obsesión, peligro, juego, honor, etc. para crear títulos de estreno en argentina, títulos olvidables, confundibles, insoportables y descerebrados! Bueno, dicho esto, pasemos a The Town, que es la segunda película como director de Ben Affleck (sobre su sorprendente debut, Desapareció una noche, escribí esta crítica en su momento en El Amante). Affleck continúa con su apuesta clasicista en la línea de Clint Eastwood. Si Gone Baby Gone era una relectura de Río místico (las dos películas estaban basadas en libros, de temática similar, del mismo autor), The Town es una suerte de Fuego contra fuego (Heat, de Michael Mann) pero de ladrones de barrio obrero (es decir, no vestidos de Armani como los ladrones de Mann) y de tono mucho más calmo, aunque la tensión sube y mucho en las sobresalientes secuencias de los asaltos. The Town es una de esas películas tersas, bien narradas, una de policías y ladrones “como las de antes”, como las que se hicieron con brillo en los setenta, como las que siguió haciendo Eastwood. Ben Affleck (sí, ese actor que participó de algunas cosas tremendamente malas y hasta dañinas como Pearl Harbor) se confirma con The Town como uno de los principales baluartes desde los que hoy resiste el clasicismo en Hollywood.
Luego de la interesante, bien lograda y dramática "Desapareció una Noche" el actor Ben Affleck continua brindando talento en el cargo direccional en lo que es una película muy bien lograda desde lo visual, muy bien dirigida y con un guión que no cae en las repeticiones ni los lugares comunes del género, convirtiendo a "The Town" en una sorpresiva propuesta cinematográfica.
DE ESTE LADO O DEL OTRO El segundo film de Ben Affleck como director muestra una sólida coherencia con respecto a su primer film y lo confirma como un talentoso y a la vez complejo realizador. Los temas de esta nueva película mantienen la fuerza emocional y moral que ya había mostrado anteriormente. El título original del film es The Town, y así deberíamos llamarla siempre. El cine es arte. Cada película es una mirada sobre el mundo, una reflexión sobre el ser humano. A partir de esto, hay tantas miradas como películas. Algunas son descuidadas, incoherentes, superficiales. Otras, por el contrario, son definidas, complejas, lúcidas y profundas. No es sólo una obligación, sino también un derecho, del espectador el preguntarse acerca de la mirada que el film transmite acerca del ser humano. Cuál es su moral, su ética, cuál es su filosofía. Hay films más personales que otros, hay films de género, hay otros que son el resultado del trabajo de muchos y hay también algunos que son inequívocamente personales y poseen un solo responsable final de esa cosmovisión que llega a los espectadores. ¿Qué sentido tiene salir de ver un film como The Town preguntándose detalles de lógica o del relato? No es lo que tenemos que ir a buscar al cine, eso es solo la cáscara, la superficie de las películas. Hay superficies más bellas o menos bellas, más fáciles y más áridas, pero en todos los casos existe una manera superficial de conectar con las películas y otra más valiosa de hacerlo. The Town–es emblemático el absurdo título local que le pusieron– es una película que muchos podrían ver como un policial, como una versión ambientada en el barrio de Fuego contra fuego. Y aunque esto puede en principio parecer así, es apenas en la superficie. Lo que verdaderamente diferencia a un film de otro es lo que dice, lo que piensa, lo que propone, lo que reflexiona. Y en ese sentido The Town es la antítesis de todos esos films que se auto venden con bombos y platillos para obtener premios. No es que sea un film de perfil bajo, pues no lo es, sino que es un film que no se la pasa señalando los temas que el espectador y/o el crítico (el crítico es un espectador) deberán debatir a la salida. Y eso, hoy por hoy, con el ritmo que llevan los medios y la ligereza con la que se vive la experiencia cinematográfica es un acto de valentía y una declaración de principios. The Townes un film personal, que se lanza de lleno a dilemas éticos y morales como pocos films lo hacen y que además está filmado como un espectáculo cinematográfico de alta calidad y buena dosis de entretenimiento. The Town, al igual que Gone Baby Gone (Desapareció una noche, el anterior film de Affleck), es una película sobre dilemas morales. Sin embargo, a diferencia de muchos cineastas que se escudan en “dejar decidir al espectador”, acá el director dice lo que piensa y coloca a su personaje protagónico frente a decisiones que éste toma sin esquivar, y que definen finalmente la moral del film. Ben Affleck puede ser muchas cosas, pero por lo pronto es un cineasta que expone su manera de pensar, arriesgándose a la aprobación o desaprobación del espectador, pero jamás especulando con caerle bien a todos. The Town es a la vez un film sobre la lealtad y sobre los códigos, pero también sobre cómo los valores de cada uno muchas veces pasan por encima y por debajo de esos códigos. Los códigos nefastos no son aquí reivindicados ni ensalzados. Como en la película anterior de Affleck, otra obra maestra, acá el entramado moral tiene muchos matices, diferentes dilemas que enriquecen y nutren a una película ambiciosa y brillante. El film transcurre en Charlestown, un barrio dentro de Boston, un espacio donde abundan los ladrones de bancos, donde la moral interna del barrio difiere de la moral de la sociedad en su conjunto. En ese marco, por supuesto que los códigos necesariamente tienden a ser más férreos y por lo tanto más valiosos para el drama cinematográfico. No es un film sobre ladrones de bancos, es un film con ladrones de bancos, gran diferencia. Con un aura trágica dictada por el primer robo –con fallas– que se produce, presenciamos al empezar la película el comienzo del fin. Profesionales al máximo, herederos de una tradición, en este primer robo el sistema que los contiene y lo asfixia sufre una grieta que se irá ampliando a lo largo de toda el film. Una grieta se abre entre Doug (Ben Affleck) y James (Jeremy Renner), el primero atormentado por una madre que lo abandonó y un padre preso, el segundo hundido en el resentimiento y la violencia. En ese primer robo suena una alarma para Doug, literal y metafóricamente. Y la que acciona esa alarma –literal y metafórica– es Claire (Rebecca Hall), la gerenta del banco. Aunque no le hacen daño, se la llevan con ellos por seguridad. La abandonan luego frente al río, donde le dicen que no descubra sus ojos hasta que el agua toque sus pies –en muchas culturas, un símbolo de purificación. Sin embargo Doug, imaginando que la policía iniciará una investigación, decide acercarse a ella para ver cuánto sabe. Pero ese acercamiento a un ser puro es la forma en la que Doug busca separarse de sus compañeros, diferenciarse de ellos y tomar un nuevo rumbo. Entonces este vínculo que surge entre ellos obviamente entra en frontal oposición con respecto a los códigos de lealtad del barrio y de los ladrones. Como en la película anterior de Affleck, el dilema crece, ya que aquí James podrá ser un personaje violento, pero Doug le debe la vida. Doug siente afecto por sus pares, son su gente, pero a su vez, la alarma una vez que suena despierta en él una conciencia que ya no podrá acallar. Son varios los personajes con dilemas en el film y cada uno deberá tomar una decisión límite. Todos son puestos a prueba. The Town, como Gone Baby Gone, es un film también de fuertes ideas religiosas. La frase que le dice el padre a Doug cuando se despide de éste en la cárcel es significativa: “Nos veremos, de este lado o del otro”, luego la misma frase se repite al final, cuando Doug se la dice a Claire. En ese final queda claro que los actos tienen una consecuencia. Qué cada decisión lleva a un resultado y aunque la frase es literal en el film y se aplica a situaciones concretas, no queda esto invalidado si lo leemos como una idea de un más allá en donde nos volveremos a reunir. Y de un lado o del otro parece apuntar a una diferencia entre justos y pecadores. Por el contrario, quitándole la connotación religiosa, queda claro que en el film hay muchos espacios que dividen a las personas. Que ese lado o el otro son los caminos que se abren a partir de cada decisión y, al ser Ben Affleck un cineasta profundamente moral, no hay duda de que este es un tema capital en su aun breve pero extraordinaria filmografía.
El oficio de ser ladrón. Un grupo de ladrones vive en una ciudad donde ser ladrón es moneda corriente. Ese es el hilo conductor de “Atracción peligrosa”, el filme de Ben Affleck que peca de pretencioso, porque no cumple todo lo que promete, aunque goza de un ritmo narrativo intenso. El chico de la película no es otro que Affleck, quien interpreta a Doug MacRay, un delincuente que quiere dejar esta vida de riesgo para no andar esquivando balas hasta la vejez. Al conocer a Claire (la bella y buena actriz Rebecca Hall), piensa que puede cambiar de rumbo. Pero hay lazos de sangre que no le harán tan fácil su propósito. La película remite a tantas otras de hábiles ladrones enmascarados, como el caso de "Punto límite" (1991). Y sigue siendo alarmante la inexpresividad de Ben Affleck.
The Town (me niego rotundamente a llamarla con el patético título con que la nombraron acá), es la vuelta de Ben Affleck a la dirección luego que en el 2007 debutara con la sorprendente Desapareció una Noche. Entrando en un clasicismo digno de comparación (con comparar no quiero decir igualar) con el bastión más clásico de todos los directores en la actualidad, Clint Eastwood, The Town nos contará la historia de un grupo de experimentados ladrones de bancos pertenecientes a un barrio de clase baja de los Estados Unidos llamado Charleston. Allí residen y se forman las mayores calañas de delincuentes especializados en este rubro. No es casual que el poster enuncie "Bienvenido a la capital de robos bancarios más grande de Estados Unidos". Todo parece estar controlado por la banda que tiene como integrantes principales a Doug MacRay (Affleck) y James Coughlin (Renner), y de hecho nada parece quedar librado al azar. A tal punto que luego de perpetuar cada robo se encargan de borrar o inundar de los lugares asaltados las pruebas de ADN que puedan incriminarlos. En el primer robo que nos alcanza nuestro amigo Ben, encontramos a la poderosa banda entrando a un simple atraco más, que se ve complicado cuando alguien acciona la alarma silenciosa. Allí Coughlin decide tomar como rehén a la gerente del banco Claire Keesey (Hall) para que no sea baleado su transporte en caso de una persecución. En ese momento todo parece cambiar para estos inseparables camaradas, porque el líder Doug se enamora de Claire y de la mano de ese amor tratará de escapar del camino que ha transitado hasta ese momento. Obviamente que ese amor se irá dando paulatinamente y ocultando su condición de ladrón/secuestrador a Claire. Es obvio que este director se encuentra influenciado por el viejo Clint, pero con The Town descubrimos que también tomó varias cosas prestadas de Michael Mann para poder llevar adelante una película muy bien filmada y altamente atrapante. Las escenas de robos a los bancos y los tiroteos son una fiel muestra de la afirmación anterior. Siguiendo con Ben Aflleck, que parece manejar al género policial de taquito y que acá además se animó a ayudar con el guión, hay que aclarar que no tenía una fácil labor aquí, debido a que tenía que revalidar y superar las excelentes intenciones que demostró con Gone Baby Gone. Por suerte esto es algo que ocurrió con creces y The Town es una película bastante más rica y completa que su opera prima. Sin dudas lo mejor de la película son las excelentes escenas de acción que destaqué más arriba, pero el último robo, que encima evade totalmente el lugar común de robar un camión blindado o un banco que recibía una gran suma de dinero, es en donde Affleck desplega su gran poder de fuego y manejo de las escenas, filmando unos 30 minutos de secuencias llenas de tiros y altamente tensionantes, que se convierten en otro pilar fundamental a destacar del film. Por otro lado, pero siguiendo valorando la gran labor del director, encontramos a unos actores que demuestran el buen ojo que tuvo Affleck para formar un casting que sin grandes estrellas tiene a un Jeremy Renner interpretando un papel totalmente distinto al brindado en The Hurt Locker, con el que demuestra ser un versátil actor y que además se come ampliamente la película. Rebecca Hall fue otra buena contratación y también es otro de los valuartes de The Town dando una muestra de gran expresión con cada gesto y mirada. Y por otra parte encontramos a "Mad Men" Jon Hamm y "Gossip Girl" Blake Lively que fueron convocados para papeles secundarios pero de bastantes minutos -más el primero que la bella segunda- que acompañan y resaltan perfectamente varias de las escenas en las cuales son llamados. Por último dejamos al gran protagonista de esta película -un rol en el que nadie lo hubiera contratado para que haga- y que fue sorteado de una manera sólida y sobria. Obviamente que si hilamos fino seguramente encontraremos algunas fisuras, pero más allá de eso creo que Ben Affleck sumó una buena interpretación a su irregular, y no pésima como muchos afirman, filmografía. The Town es el fiel reflejo de que Ben Affleck dejó de ser una promesa de buen director para convertirse en una cita obligatoria con el cine en sus próximas películas.
Confirmación de un buen director Convencional pero intensa, The town confirma la capacidad de Ben Affleck (1972, Berkeley, EEUU) como director, después de Desapareció una noche (2007), sórdido drama con el que llamó la atención tres años atrás. Abona, de esta manera, cierta tradición de los actores de Hollywood de revelarse idóneos (y a veces perspicaces) como realizadores, agregándose a una lista en la que figuran desde Robert Redford y Al Pacino hasta Sean Penn. En The town, además de director y co-guionista, Affleck encarna a Doug, el líder de un grupo de ladrones de bancos en el barrio obrero de Charlestown, en Boston. Con trazo melodramático, los guionistas hacen que se enamore de una joven después que ésta ha sido tomada como rehén en uno de los asaltos (aunque Atracción peligrosa suene vulgar como título en castellano, no resulta desatinado respecto a lo que ocurre en la película). Cuesta tomar en serio la rapidez con la que avanza esta relación, y ni hablar de algunos diálogos o de la esquemática caracterización de la pareja: si ella demuestra a cada paso que es buena y sufrida, a él no le falta ninguna de las condiciones previsibles en un héroe romántico (es rudo pero sensible, pendenciero pero buen amigo, disputado por las mujeres, violento pero con intenciones de salir del mundo del delito). Sin embargo, a pesar de su trivialidad argumental, el film tiene méritos poco frecuentes en el cine contemporáneo. Así como los thrillers actuales suelen nutrirse de una abrumadora parafernalia tecnológica, absorbiendo la estética de los videogames y cubriendo baches narrativos con explosiones y efectos digitales, The town está cerca del buen cine de acción de los años ’70. Por un lado, no está adornado con ambientes sofisticados sino que respira clima de barrio, con sus bares, lavanderías, clubes con chicos y callejones angostos. Por otro, con excepción de la pareja central (irrita la inexpresividad de Affleck en escenas en las que su personaje atraviesa momentos difíciles, mientras que Rebecca Hall sonríe histéricamente casi todo el tiempo), hay buenos actores en roles secundarios, empezando por Jeremy Renner, nominado al Oscar este año por Vivir al límite, y siguiendo con Jon Hamm, Pete Postlethwaite y Chris Cooper. Además, a cierta crudeza en los diálogos se suman secuencias de persecuciones y balaceras impecablemente resueltas, en las que diversos elementos (gestos, miradas, movimientos, música, algún silencio imprevisto) se combinan admirablemente, logrando un nivel de tensión pocas veces conseguido en el cine reciente. Por estos atributos se ha relacionado a The town con el cine de Martin Scorsese, aunque también parece afín a la obra de James Gray (La traición, Los dueños de la noche) e incluso de Kathrlyn Bigelow (los asaltos del grupo camuflado con máscaras recuerda a Punto límite, los enfrentamientos con la policía en plena calle tienen la fuerza de los de Testigo fatal). Igualmente encomiable es el hecho de que, en los últimos minutos –trayendo a la memoria el hermoso desenlace de Sueños de libertad (1994, Frank Darabont)–, no triunfe la ley sino el afecto hacia los protagonistas.
Otra mirada para el mismo objeto Ben Affleck se consolida como un realizador muy interesante dentro del panorama del cine estadounidense. Acabo de leer la crítica publicada en fancinema.com.ar escrita por Mex Faliero sobre The town (no pretendan que me refiera a ella como Atracción peligrosa, que es un título que parece salido de una peli de acción grasa con escenas eróticas publicitarias). Mex, que siempre se tira para abajo, ya debería empezar a creérsela de una buena vez: es un excelente crítico y este último texto es sólo una prueba más. No sólo está muy bien escrito, sino que aporta nociones, miradas, conceptos, que van mucho más allá de las reseñas que he leído hasta ahora sobre el filme. La forma en que encuentra filiaciones en la película de Affleck con Scorsese, Eastwood y Michael Mann es más que pertinente y la estructuración es sumamente precisa. Sin embargo, debo disentir con algo en particular: su concepción de que The town está muy bien contada y desarrollada, pero no más que eso, pues sólo se limita a acumular elementos ya conocidos. Para ir cimentando y justificando este disenso, tengo que remitirme al innegable vínculo del nuevo filme Affleck con Michael Mann, con Fuego contra fuego como ejemplo prototípico, pero también con el de Kathryn Bigelow, que en Punto límite exploró tópicos similares. Ellos no dejaban de mirar con simpatía a los ladrones y criminales -en Mann esto es aún más recurrente: pensemos en Thief, Made in L.A. , Enemigos públicos-, con una visión particularmente romántica de esos grupos y/o personas al margen de la ley, con sus propios códigos enfrentados a la despiadada falta de ética y moral del contexto. Affleck toma las mismas situaciones, los mismos rasgos característicos de los personajes, los contempla sin juzgarlos, pero eso no le impide distanciarse de sus discursos, deconstruyendo sus esquemas y cómo diversos actores avalan, legitiman y se aprovechan de estas formas de vida. Lo que termina pintando es una sociedad en la que ley, la familia, la amistad, el profesionalismo, mutan en códigos barriales hipócritas que cercenan toda iniciativa individual y la chance de alcanzar una identidad propia. Pero Affleck no se queda ahí, no sólo hace foco en las responsabilidades colectivas, sino que asimismo pone en cuestión al individuo. Hay una escena muy particular, donde el policía interpretado por Jon Hamm (que termina componiendo a un ser que por momentos es siniestro en su búsqueda de efectividad antes que de justicia) entrevista a la encarnada por Blake Lively (que no está, es necesario decirlo, del todo bien desarrollado, al igual que otros integrantes del reparto), quien, ya totalmente desesperada y desbordada por la situación, le termina preguntando “¿por qué termino siendo siempre yo la que es usada?”. El policía no contesta, y lo que queda flotando es la sensación de que a la chica la usan en buena parte porque se deja usar. The town es un filme sobre gente que usa y gente que es usada. Y también sobre un hombre que busca dejar de ser usado y manipulado, que quiere ser de una vez por todas el protagonista de su propia historia. Al igual que en Desapareció una noche, la capacidad de elección y el hacerse cargo de lo que esa preferencia implica es un factor determinante. Es llamativo cómo The town cuestiona el romanticismo de Mann y Bigelow con una operación estética y narrativa que es también romántica: un tipo que de repente conoce a la mujer de su vida y que a partir de ahí escoge no el destino trágico que parece tener trazado, sino el huir para adelante, sin dejar de ser conciente del pasado. Es un romanticismo al cuadrado, donde se configura un escenario con características idealistas y hasta utópicas, pero que no dejan de ser posibles, incluso probables. El filme de Affleck traslada estos dilemas a la relación de los cuerpos con el espacio. Esto se ve, por ejemplo, en las escenas de acción, resueltas en general a través de planos cortos en espacios pequeños, claustrofóbicos, con un preciso trabajo de montaje: una vez más, los protagonistas pulsionan por salir de sus respectivos encierros. Es cierto que The town representa un descenso en comparación con Desapareció una noche (un filme casi perfecto), pero aún así consolida a Ben Affleck como un realizador muy interesante dentro del panorama del cine estadounidense, que elude el cinismo pero no la crítica constructiva, buscando nuevas alternativas. Un cineasta político, que considera viables nuevas estructuras en la sociedad.
La música que escuchan todos. La segunda película de Ben Affleck se recuesta en una pregunta cuya formulación es sencilla solo en apariencia. No se trata tanto de irse o no irse del barrio sino en cómo registrar la necesidad de la partida. El título en castellano suena muy mal pero acierta en parte al describir el maelstrom en el que dan vueltas los personajes. La vida del barrio tiene por lo menos una cara mortal, un punto de fuga por el que se cuelan el desaliento y el rencor. Doug (interpretado por el propio director) y James (Jeremy Renner), su amigo de toda la vida, roban bancos pero no parecen poder acceder con ello a ninguna clase de prosperidad demasiado evidente. En el fondo siguen siendo contratados, obreros del crimen en una organización que se asemeja a un sistema de castas cuya esencial desigualdad pretende redimirse con un obligado aire de familia, una invocación remota que perpetúa la opresión bajo la máscara de las vivencias compartidas “desde siempre”. En un violento asalto, algo no sale como se lo esperaba y los ladrones se llevan también consigo una rehén. La joven mujer es liberada pero resulta que vive a pocas cuadras del lugar donde paran los asaltantes. El protagonista sigue sus pasos y queda prendado fatalmente de ella. El barrio (The Town, como indica el nombre original de la película) es un espacio en el que se verifica una convivencia forzosa. La aparición de la mujer en la vida de los personajes termina de establecer las diferencias que se disimulaban debajo de una vida de rutinas y de gestos comunes. De pronto, la música diaria –los “códigos” que alimentan y moldean al grupo– empieza a revelar su carácter insuficiente para acallar del todo el rumor del descontento. Doug se descubre un día como un sobrio rodeado de alcohólicos: un animal enfermo de soledad al que el calor de la manada (o de la monada) apenas alcanza a rozar. Las escenas que describen el breve romance de la inesperada pareja lucen débiles y parecen ejecutadas sin mucha convicción. Pero acaso lo que en verdad importa es el papel melodramático que juega la mujer como portadora de un salvoconducto liberador. Como si reemplazara la figura de la madre que el protagonista perdió de niño, la mujer interpretada por Rebecca Hall guía a su pesar los pasos del personaje. Affleck se muestra como un sólido director a la hora de diseñar secuencias enteras durante las que la violencia y la tensión apenas si dejan respirar. Por su parte, las rutinarias tomas aéreas, que proporcionan una idea general de los puntos en los que va a tener lugar la acción, más el uso predecible y particularmente insustancial de la música, constituyen algunos de los trazos más visibles de la factura industrial de la película. El director se sirve sin pruritos de varias puntadas con hilo grueso para enmarcar el centro devastador de su tema que, en cambio, solo ofrece interrogantes arrojados a contrapelo del lugar común. ¿Qué es el barrio, al final? ¿Una idea nefasta con demasiada prensa a favor? ¿Uno de los círculos menos reconocidos del infierno? El título local advierte de manera tosca acerca de su poder de encantamiento. Hay que salirse, entonces, cortar amarras de una vez. En una escena planificada con una sobriedad exquisita se expresan los ribetes dramáticos del conflicto que la conciencia le impone al protagonista. Imposibilitado de actuar, observa la persecución y la caída de su amigo bajo los disparos de un policía. Si ese hombre no oyera una voz dentro suyo no habría ningún problema. Atracción peligrosa exhibe el filo cargado de ambigüedad de la conciencia del sujeto que ya no pertenece a ningún lado y mira la suerte de su compañero como si se hubiera vuelto un extraño de sí mismo. La película tiene un final agridulce. ¿Podría haber sido de otro modo? Los desbordes de una juventud curtida en las adicciones, la violencia gratuita y el delito se curan lejos, en la otra punta del país. Una serie de planos muestra al personaje de Affleck con una barba con la que por fin parece asumirse la condición de adulto y con pilchas de andar vacacionando, todo bajo la luz de un atardecer que pretende propiciar de manera sumaria la reflexión y la sensatez. En ese vergel hecho de paradojas no parece quedar mucho lugar para el amor, sin embargo, sentimiento al que solamente se puede evocar como una promesa trunca, tristemente en suspenso.
Tras un prometedor debut como director con el film "Gone Baby Gone", Ben Affleck presenta como segundo trabajo un policial de acción que remite a las producciones del género de los años 70, en donde predominaban los tiros y persecuciones de autos por sobre los efectos especiales. Basándose nuevamente en una novela policial, Affleck escribió junto a Aaron Stockard (co-guionista de "Gone Baby Gone") este guión que combina drama, suspenso, acción y romance. Cabe aclarar que la historia no es de lo más original, sobre todo para aquellos que recuerden "Heat", aquel policial de Michael Mann protagonizado por Robert De Niro y Al Pacino. Si comparamos ambos largometrajes, son varios los puntos en común: el grupo profesional de ladrones de bancos, el líder inicia una relación con una mujer que desconoce su "trabajo", el integrante de la banda violento y descontrolado, la policía los conoce y sigue sus pasos desde el principio, el gran golpe seguido de un enfrentamiento entre los dos bandos, e inclusive en el final se encuentra una escena similar que ayuda a cerrar la historia. Affleck tiene un personaje parecido al de De Niro, Jeremy Renner al de Val Kilmer, Jon Hamm al de Al Pacino, Pete Postlethwaite al de Jon Voight y Rebecca Hall hace una combinación de los personajes de Amy Brenneman y Ashley Judd. Igualmente, el guión está bien trabajado y presenta varios personajes interesantes, algunos más desarrollados que otros. Además de escribir y dirigir, Ben Affleck también se da el gusto de interpretar al personaje principal. Tras desaparecer por un tiempo, luego de una etapa de sobreexposición con su pareja de ese momento (Jennifer Lopez) y una serie de malas películas ("Man about Town", "Surviving Christmas", "Gigli") que terminaron afectando su carrera, Affleck vuelve al protagónico (ya había tenido buenas participaciones secundarias en "Hollywoodland" y "State of Play") interpretando al líder de la banda, Doug MacRay. Un hombre con conflictos personales que busca alejarse de su vida delictiva. El actor cumple una buena tarea, logrando que uno simpatice con su personaje. Jeremy Renner ("The Hurt Locker") es quien realmente se luce en el rol de James Coughlin, la mano derecha de MacRay, un delincuente implacable, un James Cagney moderno. Rebecca Hall ("Vicky Cristina Barcelona") interpreta a la nueva pareja de Doug MacRay, una mujer dulce y frágil. Jon Hamm ("Mad Men"), como un agente del FBI, Blake Lively ("Gossip Girl"), como una drogadicta, Chris Cooper, como el padre preso de McRay, y Pete Postlethwaite, como el jefe mafioso, completan un destacado elenco del que el director/actor supo rodearse y sacar muy buenas actuaciones. Al igual que en "Gone Baby Gone", Affleck filmó en los barrios de Boston donde se desarrollan los hechos y utilizó residentes en papeles menores para darle más realismo al relato. Las secuencias de acción de los tres robos, que incluyen una tremenda persecución de autos y muchos tiros, están muy bien filmadas y acompañadas de un impecable trabajo de edición. Con "The Town", Ben Affleck demuestra que su logrado debut como director no fue una casualidad y se gana un lugar dentro del selecto grupo de actores/directores que incluye a Clint Eastwood, Robert Redford y Mel Gibson, entre otros.
Tras los pasos del viejo Clint Vigoroso thriller, de narración magnífica y unas increibles actuaciones es esta segunda oportunidad tras las cámaras de Ben Affleck, actor de dudoso manejo actoral anterior pero definitivamente dueño de una carga notable como realizador y co-guionista. Si nos sorprendió con ese excelente drama llamado "Desapareció un noche" hace un par de años, ahora nos demuestra su buena intencionalidad de contar historias por su cuenta, y la paradoja es que está tras la huella de Clint Eastwood, recordemos que varias décadas atrás todos decian -criticos incluídos- de la madera actoral que solia parecer el director de "Los puentes de Madison" y "Gran Torino", sin embargo el viejo Clint los mandó al diablo mismo descolgándose con un deshecho de buenisimos filmes, dirigidos maravillosamente y actoralmente marcados. Es decir se repite: Affleck y Eastwood son como buenos vinos, envejecen y para mejor. En esta historia se muestra al actor/director como jefe de una banda de atracadores de bancos, sus decisiones, sus choques y hasta cuela una mini historia pasional con significados atrás. Todo ocurre en un sitio como Charlestown (Boston), un barrio bravo por asi decirlo, donde hay inmigrantes irlandeses lo que es a Nueva York con los inmigantes mafiosos italianos "alla Scorsese". Affleck no inventa nada, no descubre pólvora alguna, narra con presición una entretenidísima historia de crímenes y pasiones, al igual que Kubrick en "Casta de malditos" o Huston en "Mientras la ciudad duerme" por citar dos ejemplos clásicos y perennes de la historia del cine. Además de ritmo sostenido, gran fotografía, B.A. camina su papel de la mejor manera, haciendo un personaje creible todo el tiempo, Rebecca Hall que ya nos había enamorado en "Vicky Cristina Barcelona" brilla, Jeremy Brenner -el gran actor de "Vivir al límite"- es de lo mejor, y el agente del FBI a cargo de Jon Hamm es soberbio, o sea un relato de primera, que por momentos hace que uno dude porque nos están cayendo tan bien estos tipos recios, duros, que no tenemos ganas de que sean atrapados por la poli, será por aquella maldita frase de Brecht: "Quién es más inmoral, el que funda un banco o él que lo roba..?".
El extranjero “El barrio me gusta, y creo que ella tambien…” (El barrio, Manuel Moretti) “Love it or leave it”, gritaba a los cuatro vientos Tom Cruise en Nacido el 4 de julio como proclama patriótica frente a los que no apoyaban la guerra de Vietnam, y así de excluyente parece ser el lema en The Town (apócope para Charlestown, ciudad de Boston y también título original de la película) y de quienes profesan esa especie de religión que es el barrio. Es que en The Town el barrio es casi un personaje más y es quien marca el destino de sus habitantes, los townies. Ben Affleck (como ya se dijo hasta el hartazgo) es un director de impronta clásica. Sus personajes están definidos por sus acciones y son profesionales comprometidos en sus tareas. Como James Caan en Ladrón de Michael Mann (1981), Doug roba porque es lo que sabe hacer y porque es bueno haciéndolo. Los dos manejan los códigos locales, manejan a sus pandillas/familias, pero tienen moral y ambición. Doug, al igual que el personaje de Caan, quiere enderezar su vida, ya sea dejando el barrio o (en el caso de Caan) formando una familia, los dos tratan de redimirse y de ser mejores a través de una mujer. Pero el espíritu de Michael Mann no circula solamente alrededor del personaje de Doug, sino de toda la película. Tanto Mann como Affleck retratan mundos sumamente masculinos en los que tipos duros y profesionales no pueden lidiar con sus vidas personales, con lo que les depara la cotidianeidad. Es justamente ahí donde radican las flaquezas de The Town, en la relación que establece el personaje de Affleck con el de Rebecca Hall (la mujer más hermosa del mundo según varios). Es como si el personaje de ella fuera simplemente funcional, una especie de agente externo que impulsa a Doug a dejar el barrio pero que carece de toda complejidad interior. Es la chica buena, eso se sabe, no creció en Charlestown y esto le acarrea llevar el mote de “toonies” (como contraposición a “townies”): es una extranjera en el barrio, y por eso es quien va a poner en jaque todas las reglas hasta ahora aceptadas, los códigos de lealtad. Es que en algún punto, la verdadera historia de amor y traición es la de Doug con el barrio a través de su amigo/hermano Jem (Jeremy Renner, genial y completamente desquiciado), que lo ata a un mundo al que ya no quiere pertenecer. Esa relación cargada de pasado entre ambos personajes (junto a la de Doug con su Boston natal) constituye el verdadero motor de la acción que se desarrolla en The Town. Y es justamente en las escenas de acción donde Affleck más se luce como director. Desde las persecuciones de coches que remiten al cine de John Frankenheimer (Affleck admitió en una entrevista la influencia de Ronin a la hora de situar las cámaras cerca de los conductores y filmar con planos cerrados, para lograr que la acción sea mas íntima) hasta en las escenas de tiroteos, nunca se deja de entender perfectamente dónde está ubicado cada personaje dentro de la secuencia. Es justamente en la última gran escena de acción, luego del último robo (el que le permitiría a Doug liberarse finalmente de su pasado y comenzar una nueva vida) cuando al ser rodeado por la policía y el FBI ya no le queda otra opción que ser espectador de la caída de los que alguna vez fueron su familia. Es que abandonar el nido y olvidar nuestro pasado no es fácil y siempre traerá consecuencias, parece decirnos Affleck, generando así una sensación de amargura que ronda toda la película, y que ni el edulcorado plano final puede evitar.
Hace apenas tres años, “Desapareció una noche” del actor devenido director Ben Affleck sorprendió a prensa y público internacional. El rol principal lo tenía su hermano menor Casey, bien secundado por Morgan Freeman y Ed Harris entre otros. La carrera de Ben Affleck como actor no había sido hasta entonces demasiado brillante. Sus inicios, en la primera mitad de la década del ’90, tuvieron al menos el mérito de que fuera dirigido por interesantes directores independientes. Richard Linklater y Kevin Smith, en varias oportunidades, rodaron con él. Pero al entrar al nuevo siglo y cobrar notoriedad con “Pearl Harbor”, “La suma de los miedos” y sobre todo con la no estrenada “Gigli” (un desastre cinematográfico), ganó convicción la sensación de que su fuerte no era la actuación. Al ver ahora su segundo largometraje como realizador, se comprueba aún más esa dicotomía que además se refuerza con su también acertada y corta carrera como guionista. En efecto, junto a su amigo Matt Damon supieron ganar un Oscar al mejor libro cinematográfico en 1997 con “En busca del destino”. “Atracción peligrosa” (“The Town”) hubiese probablemente sido mucho mejor si Ben Affleck se hubiese limitado a dirigirla. Pero al asumir el rol central de Doug McRay, un ladrón de los que según se dice en el film abundan en Charlestown, un barrio popular de Boston, la película pierde parte de su encanto. El comienzo es trepidante con un robo en un banco en que no se ve el rostro de los asaltantes cubiertos con máscaras. Situaciones similares se repetirán y en una de ellas las máscaras usadas representarán a monjas que “protagonizarán” una persecución de autos y patrullas policiales de notable dinamismo. Podría afirmarse que mientras no se le ve el rostro al actor, cubierto por una máscara, resulta soportable su interpretación. Pero cuando Doug decide acercarse a la cajera del primer robo, quien obviamente no lo reconoce ahora sin máscara, empezarán los traspiés actorales. No tanto por el lado de ella, Rebecca Hall, vista como Vicky en uno de los más recientes films de Woody Allen, sino de su contraparte. Entre los roles secundario se lucen Jon Hamm como agente del FBI y Jeremy Renner, recordado por su papel central en la ganadora al Oscar “Vivir al límite”. “Atracción peligrosa” podría haber sido un excelente film. Las limitaciones actorales antes citadas y escenas algo trilladas le restan algo de mérito, conformando sin embargo un producto entretenido y con buen ritmo.
INTENSO POLICIAL DE UN PROMISORIO DIRECTOR Ben Affleck suele ser considerado por la crítica y por gran parte del público poco más que un actor mediocre, que no logró ser tenido tan en cuenta en el medio cinematográfico más respetable (a pesar de su Oscar 97 como guionista por “Good Will hunting”) hasta su excelente debut como director de la enorme "Gone Baby Gone" en 2007. Se confirma ahora, con “Atracción peligrosa” (desvergonzado título local del original "The Town"), como un realizador con un gran futuro, a pesar de seguir sin poder destacarse en el terreno interpretativo. Esta vez eligió ser Doug, un roba-bancos que ha tenido una oportunidad para evitar seguir las huellas criminales de su padre. Sin embargo, se convirtió en el líder de un grupo de despiadados ladrones que se ufanan de robar sin matar a nadie. Pero a Doug empieza a aparecerle su costado sensible, y termina por enamorarse de la gerente de uno de los bancos, a la que previamente él y el resto de su banda habían tomado como rehén. Esto le traerá muchas dificultades, mientras trata, además, de escapar de un agente del FBI, capaz de todo por arrestarlo. Tras el último trabajo de la banda, Doug intentará cambiar de vida y de ciudad, pero no le va a resultar fácil lograrlo. El protagonista atrapado por su pasado, se encuentra envuelto en un círculo sin salida y sin posibilidad de redención. Tanto en los espacios interiores (lavanderías, florerías, departamentos, bancos) como en las persecuciones post-atraco a través de delgadas calles entre edificios, “The town” hace de la ciudad de Massachusetts no sólo un escenario, sino un personaje con entidad propia. Al mejor estilo de los viejos policiales norteamericanos de la década del ´70, durante las hipnóticas escenas de acción, rodadas con gran soltura por su director, transcurren los mejores y más vibrantes momentos del filme, intercalados por otros más íntimos y sentimentales, plasmando la historia romántica, tal vez algo forzada pero atrayente. En el reparto, encabezado por un Affleck que, aunque no realiza una gran entrega actoral, tampoco está tan mal, figuran Rebecca Hall, Jon Hamm, Jeremy Renner, Blake Lively, Pete Postlethwaite y Chris Cooper, todos muy correctos y comprometidos en cada escena. La película resulta un gran entretenimiento y un momento muy gozoso para el espectador, gracias a lo antedicho sobre las potentes escenas de robos y las grandilocuentes persecuciones por las calles de la ciudad (excelente manejo de la cámara y el montaje visual y sonoro). Pero también tiene un peso dramático fuerte, que muestra al protagonista en relación con sus socios, su padre encarcelado y su nuevo amor, lo que permite que el espectador se ponga "del lado" del ladrón y no del FBI o la policía, logrando la empatía necesaria para vivir en carne propia los destinos de la banda de maleantes. Sin dudas, Ben Affleck ha logrado sortear el mote de actor/galán de moda, para insertarse en la industria como un prometedor contador de historias interesantes.
Sólo contra el mundo La carrera de Ben Affleck ha sido toda una montaña rusa no sólo para él en sus diversos roles (guionista-actor-productor-director) sino también para nosotros, desde este lado de la platea. Porque si En busca del destino (película por la que ganó un Oscar) era el inicio de una prometedora carrera como escritor de films, sus constantes baches como intérprete y sus correrías mediáticas al lado de parejas que eran las delicias de los paparazzi comenzaron a ser un karma para esta joven promesa en potencia. Sin embargo, el 2007 fue un año revelador para mister Ben: por primera vez se sentaba en la silla de realizador. Y honestamente, entregó un film memorable. Desapareció una noche era la reivindicación de todo lo malo que hasta allí había logrado. En ese punto de su carrera, una nueva película sería trascendental… corroborar su talento como narrador o poner en evidencia que aquel desgarrador drama era sólo producto de la casualidad. Para erradicar cualquier tipo de duda, llegó Atracción peligrosa (otra vez, un desacertado nombre local para The town, su título original). Y a esta altura hay que decirlo. Affleck es un excelso realizador. Porque con esta película entrega un policial como hace tiempo no se veía en el cine norteamericano. Por suerte para él, Atracción peligrosa puede tener ciertos rasgos en común con Los infiltrados, o Fuego contra fuego (es decir, con el cine de Scorsese y Michael Mann). En la cinta, Affleck encarna a Doug, el líder de una banda de ladrones de bancos en un barrio bajo de Boston. Después de un golpe en el que deben secuestrar a la gerente del lugar (Rebeca Hall) tendrán que seguir de cerca a la única mujer que podría colaborar con el FBI y entregarlos. A partir de allí, el propio jefe del grupo comando se verá en una paradoja: acercarse a la mujer que fue su víctima para alejarse del mundo en el que vive. La verdadera fuerza del relato no está en su originalidad. Sino en el clasicismo que inteligentemente plantea el Affleck director. De la misma forma, una rica gama de personajes secundarios complementan el film y disparan historias secundarias que motivan y dan fuerza al resultado general. El resto del elenco, entre los que aparecen un genial Jeremy Renner (protagonista de la oscarizada Vivir al límite), el siempre eficiente Pete Postlethwaite y Chris Cooper, entre otros, también le aportan credibilidad y química a la interacción de los personajes. Atracción peligrosa, no desborda originalidad, pero sí ofrece una película de género con momentos verdaderamente buenos (las persecuciones en autos y la escena en el estadio de los Red Soxs), que no buscan generar en el espectador una sorpresa audiovisual, sino mostrar un contenido sólido, fuerte, crudo y por supuesto crítico. En un cine donde merma el relato por sobre la secuencia, este Ben Affleck director llega para demostrar que es uno de los nuevos y más interesantes realizadores que Hollywood haya brindado en los últimos años. Y por otro lado, refuerza la idea que detrás de la calidad, también puede haber entretenimiento.
La ciudad de los clichés Atracción peligrosa (título tan imaginativo como el original en inglés) arranca más que bien. Trae rápidos recuerdos de algunos policiales recientes (y buenos) como Los infiltrados de Scorsese, El plan perfecto de Spike Lee, y algunos clásicos del cine policial "sucio" que transcurre en calles con un alto índice de criminalidad. Charlestown es la ciudad donde se desarrolla toda la historia, donde el jefe de un equipo de asaltadores de bancos se enamora de su rehén. Ahora, ustedes pueden pensar que esta relación ya la vieron varias veces (sean o no ávidos espectadores de cine) y podrían tratar de adivinar, con razón, qué es lo que va a pasar durante el resto de la película. Y no se van a equivocar. Eufemismos de la crítica local (e internacional) se usan para hablar del segundo largometraje del actor de Pearl Harbor (aquel papelón, mínimo, de Michael Bay). Algunos dicen que Affleck es un director "clásico" como Eastwood. Ese "clásico" podría significar que a Affleck no se le ocurre ninguna idea nueva, y por eso copia (con buen ritmo y pulso, hay que decir) a grandes maestros del género como los antes mencionados. Como hay varias secuencias (o 2, para se exactos) de robos a bancos, no pueden faltar las menciones a Michael Mann (el director de Fuego contra fuego y Colateral). Aunque desbordan espectacularidad, y Affleck filma bien (la acción se entiende, es prolija) ninguna secuencia me impresionó, digamos, como el robo al banco de Fuego contra fuego. Está bien: muy pocas películas pueden lograr eso. Habría que aclarar que si uno se siente cómodo en esta ciudad de lugares comunes, va a disfrutar mucho más Atracción peligrosa. No es una mala película, y hay mucho talento en ella. Desde la fotografía de Robert Elswit (ganador del Oscar por Petróleo sangriento) hasta el elenco, donde todos están más que bien (bueno... Affleck es mejor detrás que delante de las cámaras). Pero incluso allí hay problemas. Hey, entre las menciones, me olvidé de los "homenajes" a Punto límite, la película de acción de Kathryn Bigelow con los asaltantes enmascarados. Rebecca Hall (la mujer de David Frost en Frost/Nixon) sin dudas es lindísima, pero su relación con Affleck (ella es la rehén, Affleck es el líder del grupo de criminales) está forzada. En ningún momento recibí el impacto emocional que flechó a Doug MacRay (así se llama el protagonista) para quedar enamorado. Plus: hay una secuencia cliché -cliché del cliché- donde Doug decide ir a darle una paliza al bravucón que se mete con su chica. Momento: ¿un ladrón que asaltó un banco mantiene una relación con la única persona que podría identificarlos? Sí, porque Doug es bueno, busca la redención, etcétera. Cuidado: también está el reo James Coughlin (Jeremy Reener de The hurt locker, el mejor actor de la película) que es el ladrón malo, o rebelde. Como sea, se supone que deberíamos sentir algo de simpatía por ambos. El verdadero villano (o mejor dicho, en inglés, asshole) es el detective del FBI, que no deja que los buenos muchachos se diviertan. Hubiese sido mejor que Affleck convirtiera a este detective en un ser despreciable, así por lo menos resulta más fácil identificarse (o querer) a los ladrones. Pero no: lo que hace el agente es simplemente su trabajo, y sin embargo, debe apreciar a Doug, porque, en su historial de pobre angelito, no tiene ningún muerto. El otro, James, sí, porque ese es el malo (o mejor dicho: el "rebelde"). No sólo hay problemas en el desarrollo, sino también en la ética de la historia. Ustedes ya saben: si les gusta viajar por lugares que conocen hasta el hartazgo, visiten Charlestown en Atracción peligrosa. A mí, en cambio, me gusta disfrutar de lugares nuevos cada tanto. Y si viajo a los lugares que conozco, me gusta que al menos sean memorables. El resto es efímero.
La redención del captor Ben Affleck ya había sorprendido con su ópera prima como director, Gone Baby Gone (2007), y con ella se convertía en uno de los realizadores más prometedores de la década. Ahora con su nuevo film, The Town (2010), reafirma su seguridad detrás de cámara, una clara tendencia al hiperrealismo, y ante todo, su condición de cineasta con intención de mostrar la mugre que se guarda bajo el sofá. Si bien pasea por lugares comúnes, la película intenta salirse de lo convencional para contar una historia que como trasfondo tiene los finos trazos de un paisaje urbano manchado por la delincuencia, la corrupción y el desasosiego de los habitantes de esa ciudad que, lejos de buscar partir, intentan hacer de su vida lo menos miserable posible. Y aquí no se habla de miseria en términos económicos, sino de seguridad en tanto despliegue policial y conflicto de instituciones. Affleck, además de entregar una actuación formidable y sensible como plus a su gran trabajo detrás de cámara y escribiendo el guión, logra amalgamar dos universos totalmente opuestos como lo son el crimen y la guerra interna en la búsqueda de un futuro mejor. El personaje Doug McRay expresa eso: indecisión pero pasión, convicción y sensatez en el trabajo sucio, y una dicotomía existencial mezclada por el inexplicable amor que siente por la víctima de uno de sus atracos a un banco de la ciudad. Dicha amada está interpretada bellísimamente por Rebecca Hall, cuyo personaje es presa fácil de un síndrome de Estocolmo involuntario. La secuencia inicial, que finaliza con la secuestrada caminando hacia el mar: impagable. Hay que hacer hincapié en la velocidad de la historia, su timing, objeto loable que Affleck y sus co-guionistas lograron con éxito para reducir el melodrama (que lo hay, para qué negarlo) y aumentar la tensión de la historia, para dar más lugar al thriller policial que al drama romántico entre ladrón y doncella engañada. No obstante, a pesar de esa decisión que se puede palpar en el frenesí del metraje, hay una poesía en las secuencias de The Town que la hacen única. Un nuevo acierto en la jóven (y ojalá prolífica y extensa) filmografía del que alguna vez fue abucheado por un público que hasta hoy día no soporta sus actuaciones a fines de los '90 y principios de los '2000. The Town es una historia sobre la redención, sobre los cambios, sobre las decisiones en la vida. El papel que encarnan exquisitamente tanto Jeremy Renner como Blake Lively en sus respectivos papeles son claves para el desenvolvimiento de estas premisas que se pueden captar, así como también el sutil pero imponente aporte de Chris Cooper como el padre del personaje de Affleck. El director de Gone Baby Gone dejó un poco de lado el noir para apostar un poco más a un público general, con una historia que puede conmover tanto a los amantes de los tiros (la secuencia de la persecución automovilística en los suburbios es muy buena) como a los paladares que gustan por las historias algo trilladitas pero bien contadas (cabe que convenir que el desenlace deja muchísimo que desear). The Town, lo nuevo de Affleck, se muestra intensa, frenética, sensible y cruel, más no tan profundamente realista como su predecesora. Oh, sí... el dire va por buen camino...
Se hace camino al andar El "ex actor mediático" Ben Affleck sorprendió a todos cuando, en 2007, se puso tras las cámaras para rodar Desapareció una noche, aquel gran thriller sobre una niña desaparecida que hacía acordar al caso Madeleine y que la protagonizaban su hermano Casey, Morgan Freeman, Ed Harris y Amy Ryan -con una actuación que le valió una nominación al Oscar-. De inmediato, muchos -este blog fue uno de ellos- festejaron su traspaso a la dirección y recomendaron que se dedique solo a su nuevo rol. Con Atracción peligrosa el buen Ben nos da la razón y también nos contradice: si bien su nueva propuesta es un recomendable filme de acción, el protagonista -con una actuación de las más decentes que nos haya brindado- es él mismo. Atracción peligrosa cuenta la historia de un grupo de ladrones que viven en el barrio de Charlestown, en Boston, cuna de los mejores del país, según cuenta la leyenda que aparece antes de los créditos de inicio. Luego de un robo bien ejecutado, los malhechores secuestran a una empleada y la liberan, pero sospechan que la joven puede haber percibido algunas de sus señas particulares y temen que los denuncie. Doug Mc Ray (Affleck) se hará cargo de mantenerla vigilada para asegurarse de que no los meta en problemas, pero el muchacho terminará sintiéndose atraído por la mujer, lo que generará una serie de conflictos para él y su equipo. Nos encontramos con una película de género, clásica y contada de manera severa. No hay lugar en el metraje para gags, chistes o momentos relajados. El guión de Peter Craig y el propio Affleck -a los que se le sumó luego Aaron Stockard, el mismo de Desapareció una noche- y basado en la novela de Chuck Hogan "The prince of thieves" está armado de manera lineal, muy sobria y con una acción creciente que deriva en escenas finales que por más que están muy bien logradas desde el punto de vista visual, flaquean un poco en lo que cuentan. De todas formas, y a pesar de que no se trata de un guión demasiado original -la historia es realmente trillada: el ladrón bueno que quiere dejar el trabajo y al enamorarse de una chica encuentra la excusa para hacerlo-, el filme logra salir más que airoso porque nos cuenta un relato conocido pero con un muy buen trabajo de la dirección que nos hace disfrutar de un ritmo frenético y de grandes escenas de acción. Seguramente Alexander Witt, director de segunda unidad responsable de peliculones como Gladiador, Máxima velocidad, Casino Royale y Gangster americano haya tenido mucho que ver con eso. Es por eso que podemos decir que lo de Ben detrás de las cámaras es todo un hallazgo y debemos estar ansiosos de esperar su próximo trabajo. La película tiene escenas de acción realmente grandiosas, como la del robo inicial o la persecución por las pequeñas calles del barrio. Se trata de fragmentos adrenalínicos, intensos, capaces de cortarnos la respiración como no estamos acostumbrados a que lo hagan. Y Affleck también se hizo cargo en este caso del papel protagónico, lo que le agrega aún más heroísmo a su labor. El elenco funciona bien, especialmente el papel de Jeremy Renner (Vivir al límite), el bruto de la banda de ladrones, que a esta altura ya se puede convertir en el clásico actor para hacer de treintañero inestable (ahora que Edward Norton ya está un poco más quemado). Rebeca Hall (Vicky, Cristina, Barcelona) también tiene una tarea destacada como la banquera secuestrada, lo mismo que el gran Pete Postlethwaite (que lamentablemente falleció hace pocos días) como el "puntero" del barrio. El único al que le hubiera faltado un poco de garra es al personaje de John Hamm (un actor con una carrera hecha en variadas series como Mad Men, 30 Rock y The unit), pero es probable que haya sido un problema de guión y no de actuación. Atracción peligrosa es una confirmación de que lo de Desapareció una noche no fue una casualidad para Ben Affleck. Como si fuera poco, en este filme se reivindica como actor -a pesar de no tener una performance que le vaya a valer nominaciones, no deja de ser el protagonista y hacer el trabajo con holgura- y nos cierra la boca a muchos. Pero como si eso fuera poco, Atracción... es una de las mejores películas de acción serias que haya dado el año y una de las candidatas a rankear en el Top Ten del 2010. Quizás tambalea sobre el final con escenas inocentonas y resoluciones demasiado convencionales, pero no deja de ser una gran propuesta de género, con secuencias de acción memorables y una gran labor desde la dirección de parte de Ben Affleck.
Cuando un actor se presenta nuevamente como director y escritor… y además lo hace con un buen trabajo se agradece. “The Town” o como espantosamente la llamaron en Latinoamérica “Atracción peligrosa” aparentemente es otra historia de robos pero en realidad hay mucho más. Hacía mucho tiempo que no veía una película con drama y acción por igual, la historia es simple: Doug McRay se dedica al robo de dinero y en su último asalto a un banco se enamora de la gerente del mismo, posteriormente Doug tratará cambiar su destino. Debo confesar que soy amante de escenas de persecución y esta película tiene una que me parece excelente, no tiene grandes explosiones o mucha velocidad, en su realismo cae la intensidad con que se vive la escena, Ben Affleck se toma su tiempo para hacer que la secuencia te provoque una descarga de nervios y adrenalina, seguro te tendrá al borde del asiento o jugando nerviosamente con las manos. De hecho tiene un muy buen ritmo porque lleva de la mano al espectador hacía el gran final, no tiene momentos flojos sino que continua agregando más intensidad lentamente. Aunque yo diría que las escenas de sexo salen sobrando o son muy románticas para el tipo de película, aunque se justifican. En realidad el conflicto principal no es el romance, sino la forma de vida en Charlestown, un barrio de Boston donde desde pequeño se aprende a vivir de la delincuencia. Es un retrato de la sociedad que se vive en muchos lugares del mundo contado de manera realista y en eso recae el hecho de que conmueva tanto. Me gustó mucho la selección del score, no se escucha mucho rap o hip hop, como estamos acostumbrados de hecho en una conversación importante se alcanza a percibir una melodía con violines, interesante elección. Es una película con alto contenido dramático sin duda alguna y tal vez es esto lo que la hace especial, porque no estamos viendo sólo robos perfectamente planeados sino vivimos una historia importante de fondo, nos encariñamos con los personajes y hasta los entendemos. En cuanto a las actuaciones y el diseño de los personajes me gustaría resaltar la actuación de Jeremy Renner (James Coughlin) que no sabes si odiarlo o amarlo, cuando un actor logra esa dualidad en el espectador es porque está haciendo bien su trabajo, Blake Lively a quien identificamos como “la niña bonita” de pronto llega con su personaje de Krista Coughlin a decirnos que también puede hacer otro tipo de papeles y los hace bastante bien y Pete Postlethwaite (Fergus “Fergie” Colm) un personaje frío, que casi no habla pero que con la mirada dice todo, genial. No llegues a la sala esperando ver mucha sangre, golpes o sudor, posiblemente eso sea lo mejor, es una película inteligente, bien pensada que transmite mucho y logra hacer click con el espectador sin ser pretenciosa o cliché. Cabe destacar que llega a ser inesperada y es grato no adivinar con exactitud lo que el personaje hará. Esta es una película que te mantiene preguntándote no en qué pasará sino en qué está pasando y te ayuda a disfrutar cada escena.
El popular comentarista Leonard Maltin la destacó como “una de las mejores películas del año” en su programa “Entertainment Tonight”, pero Maltin suele ser generoso. En su triple condición de guionista, director e intérprete, Ben Affleck se pone al frente de un thriller con secuencias de extrema tensión y desenlace con sorpresas. Habitante de los suburbios de Charlestown, Boston, Ben planea un robo maestro que lo aleje para siempre de su barrio y de su vida. Desde hace tiempo, lidera una banda de asaltantes de bancos con diversa suerte. No es tarea fácil manejar a ese grupo con personalidades tan conflictivas. Deberá cuidarse, además, de un implacable agente del FBI que no le pierde pisada. Habrá que agregarle la complicación sentimental, cuando entra en relación con una empleada del banco. Affleck conoce el oficio y arma con astucia una intriga policial que no deja espacio para el bostezo. El saldo es un producto sólido, que avanza aceitadamente y nos lleva de la nariz.
El cine y la velocidad Los fines de semana suelen traer un tropel de estrenos cinematográficos a la ciudad, un número inabarcable de películas que por eso mismo, o por méritos propios, suelen irse de nuestras carteleras así como llegaron, sin pena ni gloria. Pero el último jueves, la avalancha prometía dos de los supuestos mejores filmes del año, según la crítica que los precedía: The Town (traducido horriblemente como Atracción peligrosa), segunda película como director de Ben Affleck, y Red Social, aquella obra de David Fincher que hundía sus garras en la génesis de Facebook, sin duda uno de los fenómenos de la década. Si algo tienen en común ambas películas es un cierto espíritu de época, una estética particular que se construye a partir de la velocidad del montaje, especie de ethos narrativo que se entiende sagrado en Hollywood, por más que la mayoría de las veces conspire contra la propia experiencia cinematográfica (y aquí, particularmente contra el clasicismo que ambas profesan). La forma cinematográfica condiciona el modo en que nos relacionamos con las imágenes, puede ayudar a liberarnos o todo lo contrario, ponernos límites y clausurar no sólo la reflexión, sino también el placer del espectador. Veamos. Empecemos por la más sólida, The Town. Policial de aires clásicos, heredera del cine de Michael Mann y Clint Eastwood (y compañera generacional de James Gray), la película de Affleck es sin dudas uno de los mejores thrillers del año, lo que no significa que esté a la altura de las obras más logradas de sus referentes. Se trata sí de una película narrada con rigurosidad y oficio, capaz de recrear un universo social y cultural muy específico, y utilizarlo como motor esencial de sus protagonistas. Es, también, una tragedia de clase, una película de ladrones/obreros que se enfrentan a estructuras de poder siempre más fuertes con la ilusión de escapar de su pantano, un planteo clásico que no por eso pierde pertinencia. Dicho universo es el barrio de Charlestown (Boston, la ciudad de Affleck), verdadero protagonista del filme, que tiene el dudoso mérito de haber producido el mayor número de ladrones de bancos de Estados Unidos, según informa un texto inicial. La idea es pues revisar esa circunstancia a partir de una pequeña banda liderada por Doug McRay (el propio Affleck) y James Coughlin (Jeremy Renner), dos amigos de la infancia que trabajan para un mafioso local. Ya en las escenas de apertura se podrá apreciar su profesionalismo: junto a dos secuaces, ambos se encargarán de vaciar un banco en pleno mediodía, aunque las cosas no saldrán del todo bien pues deberán llevarse a un rehén en la escapatoria, Claire (Rebecca Hall), a quien luego liberarán. Como en toda tragedia, ése pequeño error bastará para complicar todo, pues a partir de allí su suerte irá en descenso: primero, Doug deberá acercarse a Claire para averiguar si sabe algo que los pueda incriminar y se terminará enamorando, mientras su amigo James irá enajenándose cada vez más en un círculo de violencia y resentimiento, volviéndose peligroso para Doug. La trama se completa con una tercera línea narrativa: la investigación policial del FBI liderada por Adam Frawley (Jon Hamm), un agente obsesivo que esconde cierto desquicio, y que irá cerrando la pesquisa en torno a nuestros protagonistas, confluyendo todo en un último robo de dimensiones épicas. Affleck es un director con oficio, que sabe manejar los tiempos narrativos y concentrar la tensión sin perder un gramo de interés: su filme es un crecimiento continuo del suspenso hasta del desenlace final. El segundo asalto es incluso un prodigio de la puesta en escena, pero su tendencia a fragmentar los planos (no hay ninguno que dure más de 30 segundos, y el promedio debe ser de cuatro segundos), se vuelve contraproducente (e incluso va en contra del espíritu comunitario de la película), y a fin de cuentas hace la diferencia para que la gran obra que se esconde en su seno nunca llegue a surgir, y se quede apenas en una buena película. Tampoco hay planos de más de 30 segundos en Red Social, un filme bastante menor cuyo casi único mérito es constituirse en testimonio de una generación: la de los jóvenes digitales. Biopic heterogéneo sobre uno de los mitos vivientes de la cultura norteamericana, el joven creador de Facebook Mark Zuckerberg (JesseEisenberg), Red Social es una película que intenta abordar críticamente el estado de la juventud contemporánea pero termina sucumbiendo ante la admiración ingenua que provoca el mundo que aborda, por más que su tesis sea clara: junto al dinero y el poder vienen la soledad, en una época en la que la amistad se pierde en el vacío del mundo virtual. El trabajo con los diálogos parece el mayor logro formal: especie de screwballcomedy, Red Social irá girando hacia el drama íntimo de Zuckerberg a medida que crezca su invento, que progresivamente lo irá separando de sus afectos más genuinos. La moraleja quedará entonces servida. Por Martín Ipa