La fraternidad de los parias. Dentro de lo que viene siendo la producción reciente de Pixar, Intensamente (Inside Out, 2015) en primera instancia constituyó un regreso con gloria a los años dorados del estudio (nos referimos a la etapa intermedia entre los pasos iniciales y la adquisición definitiva por parte del emporio Disney, con la subsiguiente fetichización de las secuelas) y en segundo término volvió a elevar esa vara cualitativa a partir de la cual podemos juzgar cada trabajo según su contexto (guste o no, la comparación siempre será una de las herramientas del análisis crítico de cualquier disciplina artística). Las repercusiones fueron inmediatas y sin duda a Un Gran Dinosaurio (The Good Dinosaur, 2015) le tocó jugar el rol de “víctima” en la cadena: el primer opus posterior a aquella epopeya emocional/ esquizofrénica fue un film amable que retomaba algunos paradigmas del Disney clásico, sin llegar a lucirse del todo. Ahora bien, aquí estamos ubicados en otro nivel porque la mejoría es más que sustancial y los artífices de la faena que nos ocupa son Angus MacLane y Andrew Stanton, este último responsable de dos de las obras maestras fundamentales de Pixar, WALL-E (2008) y Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003). De hecho, Buscando a Dory (Finding Dory, 2016) no sólo es un corolario muy bello de la segunda sino que además se abre camino como la continuación más interesante que ofreció el estudio hasta la fecha, consiguiendo la doble proeza de conservar la esencia freak de los protagonistas y expandir un entorno que los define -y que suele limitarlos- en tanto “diferentes”. Si antes teníamos un puñado de personajes con problemas psicológicos y/ o trastornos corporales, hoy nos topamos con una fraternidad improvisada de parias que crecieron bajo el peso del encierro institucionalizado. En este sentido, conviene aclarar que el film encara una embestida sutil e inusitada contra los acuarios, lo que podríamos leer como un eco retórico de Blackfish (2013), aquel enérgico documental de Gabriela Cowperthwaite que denunciaba la crueldad de mantener en cautiverio a animales inteligentes como las orcas. El título de por sí nos indica que en esta ocasión estamos ante un enroque de papeles ya que ahora es Nemo quien une fuerzas con Marlin (dos peces payasos, hijo y padre respectivamente) para rastrear a Dory (una hembra de pez cirujano regal): el horizonte del relato -y del trío principal- es encontrar a los progenitores de Dory, cuyo destino resulta un misterio. La pesquisa los lleva hacia el Instituto de la Vida Marina, un centro de rescate y acuario, pero terminan separándose y quedando a merced de los empleados, los visitantes y las subdivisiones del establecimiento. La propuesta una vez más funciona como una entrañable carta de amor dirigida a aquellos que sufren patologías dolorosas y reales, quienes jamás deberían ser confundidos con los arquetipos vetustos hollywoodenses del “inadaptado” o el “antihéroe”, figuras que apelan a los preceptos históricos de la izquierda para luego traicionarlos gracias al conformismo del mainstream de nuestros días y esa estupidez propia de los consumidores más lelos y acríticos. Obviando dicho oportunismo conceptual, Buscando a Dory se sumerge en la amargura del no poder superar del todo ciertas peculiaridades congénitas y en la felicidad del saberse respaldado por los seres queridos y con la imperiosa capacidad de transformar las debilidades en fortalezas. Mientras que en el pasado la paternidad era el gran eje de la trama, hoy la libertad, la reparación identitaria y el afecto a secas son los núcleos centrales. Ya metiéndonos en los padecimientos de turno, Marlin sigue con vestigios de agorafobia, Nemo con su aleta inusualmente pequeña y Dory con su amnesia crónica, que le impide retener información más allá de lapsos reducidos. Los secundarios, asimismo, están muy bien trabajados y enriquecen el pulso febril y convulsionado de la experiencia en general: como “ayudantes” en la misión de Dory descubrimos a Hank (un pulpo con un tentáculo faltante), Bailey (una beluga que considera que perdió su habilidad de ecolocalización) y Destiny (un tiburón ballena miope). Cayendo apenas por debajo de Buscando a Nemo, la película pone de relieve que la excelencia en las segundas partes es posible y que para alcanzarla siempre deben primar la perspicacia narrativa y el desarrollo de personajes por sobre la catarata contemporánea de lugares comunes, vanidad y escenas bobas de acción…
Buscando la identidad se encuentra la liberación. Trece años después de Buscando a Nemo (2003), llega al cine su secuela, Buscando a Dory (2016), escrita y dirigida nuevamente por Andrew Stanton, pero en esta ocasión cambia de dupla para la codirección (antes lo acompañaba Lee Unkrich y hoy Angus MacLane). Con un prólogo muy original, el relato inicia con breves vaivenes temporales que nos muestran a Dory de niña junto a sus padres. Luego retoma en donde inicia el largometraje anterior, para pasar exactamente a un año posterior. En esta oportunidad el viaje de aventuras será con el objetivo de encontrar a los padres de Dory, y de esa odisea no sólo participarán sus amigos entrañables Nemo y su padre Marlin, sino que también se reencontrará con amigos del pasado y hará otros nuevos, como el pulpo camaleónico Hank. A través de pequeños disparadores Dory se contactará con su pasado e irá recuperando recuerdos de su niñez temprana, alcanzando -como en las novelas de bildungsroman- el autoconocimiento. En este viaje Dory buscará su propia identidad y se dará cuenta de que lo que la define no es la pérdida de la memoria sino el “¿qué haría Dory?” en tal o cual situación. Es decir, la tierna moraleja del relato consiste en aceptarse a uno mismo y ver que aquellos que parecen defectos en realidad lo dotarán a uno de originalidad y virtudes únicas que le permitirán lograr sus objetivos. Buscando a Dory es un film lleno de momentos divertidos -sobre todo los que interviene la actriz Sigourney Weaver, quien ya había prestado su voz para WALL-E (2008)- pero también muy emotivos, tanto para chicos como para grandes. En un análisis exhaustivo, al igual que Liberen a Willy (1993), el film está a favor de la liberación de los animales en cautiverio bajo el lema “rescate, rehabilitación y liberación”. Incluso es necesario decir que en este sentido -y a nivel narrativo- es más profunda y compleja que Buscando a Nemo. Si Buscando a Nemo finalizaba con el tema musical Beyond the Sea como síntesis del relato, Buscando a Dory finaliza con What a Wonderful World, dejando un mensaje utópico sobre el mundo y enfatizando la liberación y el respeto por el reino animal. Pixar, después de haber perdido la magia de Toy Story (1995) y Monsters, Inc. (2001) con sus respectivas secuelas (o precuela, en el caso de Monsters, Inc.), el año pasado volvió a lucirse con Intensamente (2015). En adición, Buscando a Dory definitivamente demuestra que Pixar ha vuelto a lo esencial y emotivo de sus inicios, esperemos que esta creatividad -tanto desde lo audiovisual como en lo narrativo- sea permanente. Bonus Track: Como es habitual, todos los largometrajes de Pixar comienzan con un cortometraje, en el caso de Buscando a Dory lo precede Piper (2016). En dicho corto se narra la historia de una pequeña ave llamada Piper (al igual que una compañía que fabrica aviones), la cual comienza a salir al mundo. Su hábitat está cerca del mar y allí se topará con nuevas aventuras que asimismo traerán miedos. Piper, con una animación muy mimética y realista, trata sobre crecer y enfrentar los medios. Este pequeño pajarillo aprenderá que lo que no nos mata nos fortalece, y podrá disfrutar de aquello que en un principio le daba miedo. Sin dudas vale la pena verlo, ya que al igual que Buscando a Dory, está lleno de emociones y explora los vínculos paternales: ambos constituyen un regreso al origen del estudio, en una línea temporal que va desde For the Birds (2000) a Piper y nos entrelaza al vuelo de las aves.
Las segundas partes a veces funcionan Dentro del mundo de las películas animadas ha habido un sinfín de títulos que marcaron a generaciones enteras. Desde todas las apariciones de Mickey Mouse en la pantalla grande, pasando por El rey león (1994) y Toy Story (1995), o más cerca en el tiempo Monsters Inc. (2001). En estos largometrajes tan icónicos, sin dudas Buscando a Nemo (2003) es uno de los más queridos por los espectadores. Su secuela, Buscando a Dory (2016), explota las más hilarantes características de los personajes, sus virtudes y con una excelente historia de trasfondo.
Navegando en la memoria Hace años, los estudios Pixar lograron uno de sus mayores éxitos: Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003), la historia sobre un desesperado padre que, con la ayuda de un grupo de personajes diferentes entre sí, buscaba de manera urgente a su pequeño hijo perdido en la inmensidad del océano. En ese universo imaginado, lleno de peces, pulpos, animales marinos y demás, una pequeña pez azul llamada Dory (Ellen DeGeneres), sorprendía por su falta de memoria, siendo aprovechada desde la estructura narrativa como uno de los puntos de conflicto y a la vez, uno de los personajes más recordados hasta la fecha. Por eso, ni lerdos ni perezosos, los estudios le encargaron a Andrew Stanton una suerte de secuela llamada Buscando a Dory (Finding Dory, 2016) en la que la olvidadiza sería el centro de una historia que emule el sentimentalismo de la primera entrega pero que además potencie todas las características que el film familiar poseía. Así, Buscando a Dory se presenta como una historia -una vez más- de búsqueda, que en este caso será no sólo de alguien, sino también de una identidad necesaria para poder configurar el contexto y la situación de la protagonista. Los hechos suceden un año después de [#Pelicula,2953], con Dory conviviendo en aparente tranquilidad con Nemo (Haydence Rolence) y Marlin ([#Persona,12324]), pero atormentada por las ráfagas del pasado que acuden en forma de flashbacks pesadillezcos para exigirle una pronta resolución. Desatendiendo a los consejos de sus amigos, emprende una búsqueda, que termina en un viaje iniciático y épico hacia los detalles necesarios para sentirse contenida dentro de una familia y reencontrarse con sus padres, a quienes hace años que no ve. Stanton, hábilmente, mezcla la aventura encarada con imágenes provenientes de los recuerdos de una Dory niña, junto a sus progenitores, quienes intentan a toda costa que pueda superar su problema de memoria con ejercicios y rutinas destinadas a fortalecer su débil fijación de ideas, pero también, necesarias para que pueda recordar en dónde vive y quiénes son ellos. Así, mitad recuerdos, mitad viaje, Buscando a Dory construye su relato, con una animación tradicional y un cuento plagado de emoción y entretenimiento, sumando una impronta que evoca a su predecesora pero que, a partir del carisma de la protagonista, puede despegarse y sumar personajes secundarios como el pulpo, la beluga y la ballena tiburón (Ed O’Neil, Ty Burrel, Kaitlin Olson, respectivamente) que aportarán, desde sus particularidades, el acompañamiento para que la pequeña pez pueda cumplir con el sueño de reencontrarse con familia. El dinámico guion, del propio Stanton, permite que la narración pueda ir y venir en el tiempo con el objetivo de lograr una potenciación del conflicto que la funda: la posibilidad de crear un mito desde el desconocimiento y a partir de allí reelaborar categorías relacionadas a la amistad, el amor, el trabajo en equipo, y, principalmente, la consolidación de la identidad al encontrar el núcleo perfecto para conocerse y construir a futuro una historia con los suyos.
Luego de 13 años desde el estreno de Buscando a Nemo, Disney/Pixar nos lleva nuevamente al arrecife, donde nos encontramos con Nemo (Hayden Rolence) , Marlin ( Albert Brooks) y Dory (Ellen DeGeneres) viviendo juntos. Dory asiste a la escuela del maestro Raya (Bob Peterson) junto a Nemo, y durante una de las lecciones comienza a tener flashbacks de su pasado, recordando así que tiene una familia. Dory, espontanea como siempre, quiere salir a buscarlos, y Marlin, súper protector, quiere pensarlo bien antes de volver a atravesar el océano. Pero debido a las experiencias que los unieron, y la presión de Nemo, deciden comenzar el viaje. Durante esa búsqueda Dory se separa de Nemo y Marlin, y aquí comienzan los desencuentros, llevándonos al Instituto de la Vida Marina en California, donde los animales marinos son llevados para su Rescate, Rehabilitación y Liberación a su habitat natural. Allí la protagonista encontrará más personajes (perfectamente caracterizados con la personalidad que tiene cada espécimen en la naturaleza) que la ayudarán en la búsqueda de su familia. Destiny (Kaitlin Olson) , una tiburón con problemas de vista, Bailey (Ty Burrell) una beluga con problemas de eco localización… Pero además conocerá a Hank (Ed O´Neill), un pulpo mal humorado y muy histriónico, que la ayudará a cambio de un favor. Mientras que Marlin y Nemo también buscan a su amiga, y forjan nuevas amistades, con un par de leones marinos, Fluke (Idris Elba) y Rudder (Dominic West) y un ave muy especial llamada Becky. Durante toda su búsqueda Dory, que sufre pérdida de memoria a corto plazo, recuerda pequeños momentos de su vida temprana, y estos flashbacks son realmente tiernos. La pequeña pez cirujano es puro ojos, y su dulce voz nos llega al corazón. La música como siempre, acompaña perfectamente los momentos emotivos, y de tensión, los paisajes marinos son muy bellos. Muy emotiva, sin llegar a las lágrimas, con momentos divertidos, aunque no tantos como la primera, pero adecuados. Para niños muy pequeños no es súper graciosa, ya que no se escuchaban carcajadas de niños en la sala, o realmente estaban muy atentos. Pero sí, algunas risotadas de sus padres. Para los adultos es una joya, al igual que lo fue la primera película. Para los niños, una hermosa historia sobre la familia, y el verdadero hogar, con un ejemplo de no darse por vencido, además de dar lecciones sobre la vida marina. No se retiren de la sala hasta el final de los créditos, ya que la película termina dando un cierre a lo ocurrido en Buscando a Nemo. PIPER El corto de Pixar no podría ser más real. Se trata de un pequeño pajarito playero que debe aprender a procurase el alimento por su propios medios. Pero algo lo asusta y deberá enfrentar sus miedos. El detalle de la arena, el agua, y la luz son impresionantes. El realismo de este corto es sorprendente, y la historia es divertida y tierna. Excelente!
ANÁLISIS: BUSCANDO A DORY (FINDING DORY, ANDREW STANTON, ANGUS MACLANE, 2016) VOLVER A LA HOME Por: Jessica Blady TAGS: PixarFinding DoryAndrew Stanton AddThis Sharing ButtonsShare to WhatsAppShare to TwitterShare to Facebook Una de las mejores películas de Pixar vuelve en forma de secuela y no decepciona. Una de las mejores cosas que nos regaló “Buscando a Nemo” (Finding Nemo, 2003), además de ser una de las historias más tiernas de Pixar, es uno de sus personajes más queridos y reconocidos. A lo largo de su primera aventura acuática nos enamoramos y nos reímos con Dory (aunque también un poquito de ella), sin darnos cuenta de lo trágica que podía ser su historia personal a causa de su condición. Desde el vamos, “Buscando a Dory” (Finding Dory, 2016) podría considerarse una mala idea, pero todo cobra sentido cuando nos damos cuenta que no sabemos absolutamente nada de la vida de esta azulada criatura. Por ahí viene la mano de esta nueva secuela del estudio de la lamparita, una continuación que tardó trece años en materializarse, pero valió realmente la pena. Dory (voz de Ellen DeGeneres en su versión original) es uno de los personajes más optimistas que tiene el universo animado, y esta característica tan particular es, justamente, su mejor instrumento para asimilar los problemas (los propios y los ajenos) y no dejarse amedrentar por sus limitaciones o, en tal caso, por lo que piensen los demás. Un mensaje simple y sencillo que cala hondo, más allá de las humoradas y las aventuras, sobre todo si pensamos que no deja de ser una película para los más chicos. La historia arranca un año después de que Marlin (Albert Brooks) cruzara el océano para reencontrarse con el pequeño Nemo. Dory pasó a formar parte de esta anaranjada familia de peces payasos, más que nada, por no tener otro lugar a dónde ir. Pero pronto empieza a tener algunos recuerdos aislados, flashes que van y vienen de sus destartalada memoria, que le indican que, allá afuera (y alguna vez), formó parte de una hermosa familia junto a su mamá y su papá, peces cirujanos (es la especie, no su profesión, ja) que hicieron todo lo posible para preparar a su retoño para enfrentarse a un mundo en desventaja. Esta pulsión interior de pertenecer, tan propia de los seres humanos, es lo que impulsa a la pececita a iniciar una nueva odisea, casi imposible, para hallar a su familia en algún lugar de California. Una vez más, su falta de memoria a corto plazo y la incapacidad para seguir instrucciones es su mayor obstáculo, pero Marlin y Nemo se ofrecen a acompañarla, porque eso es lo que hacen los amigos. Así comienza una nueva travesía, de esas que siempre forman parte del nudo central de las películas de Pixar, donde los personajes (generalmente) deben encontrar la forma de volver a casa. Sólo que acá es diferente: Dory no está perdida (desde un punto de vista literal), está buscando su verdadero lugar en el mundo. Esta búsqueda los acerca hasta el Instituto de la Vida Marina, un acuario gigantesco cuya misión principal es rescatar, rehabilitar y liberar a los animalitos que más lo necesitan. La determinación de Dory la lleva a adentrarse en las instalaciones del lugar para encontrar a sus papás y, de paso, hacer buenas migas con Hank (Ed O'Neill), un pulpo malhumorado con su propia agenda, y un montón de criaturas que podrán, o no, ser de ayuda en esta misión. Todo aquello que nos enamoró de Dory (y nos hizo reír hasta las lágrimas) cobra un nuevo significado con esta segunda parte. Nada queda librado al azar y se nota la maestría de Andrew Stanton a la hora de delinear personajes y un sinfín de situaciones hilarantes (realmente hilarantes) que esconden otras más emotivas y llenas de buenos sentimientos. Dory es la verdadera protagonista, pero es su interacción con los otros lo que impulsa esta gran historia. Visualmente, “Buscando a Dory” no tiene punto de comparación. La hiperrealidad del océano y sus criaturas, enseguida se contrasta con lo caricaturesco de algunos personajes, una cualidad muy especial que debe estar presente porque, al fin y al cabo, esta es una película sobre animalitos parlanchines. Mi recomendación es verla en su idioma original (y quedarse hasta el final de los títulos). Los chistes toman mucha más relevancia y algunas sorpresas se pierden en el doblaje latino, correcto pero con falta de efecto en cuanto a ciertas voces se refiere. Igual, esto es sólo un detalle menor porque la esencia sigue estando en su historia y sus personajes, algunos de ellos increíblemente bizarros (y muy queribles) que se suman para esta segunda parte. Al final resulta que “Buscando a Dory” era algo que necesitábamos sin siquiera saberlo. Una secuela totalmente necesaria que le da un poquito más de sentido, y una hermosa historia de fondo, a este entrañable personaje. Dejen el raciocinio de lado y sumérjanse (literal y metafóricamente) en esta nueva aventura pixariana liderada por una protagonista que comprende a la perfección sus limitaciones, pero no por ello deja que las adversidades ganen la partida. Nada mejor que seguir el consejo de Dory, porque cuando las circunstancias de la vida nos derrotan sólo se puede seguir adelante…, obviamente nadando.
La secuela de "Buscando a Nemo" llega trece años más tarde y redescubre la fascinación por esta heroína que sufre de pérdida de memoria a corto plazo. El film de animación combina acertadamente comedia, acción y toques emotivos sin olvidar su mirada didáctica para los más chicos. Trece años más tarde del suceso de Buscando a Nemo, llega esta secuela enfocada en uno de los personajes más encantadores que dio el cine de animación: Dory, la heroína que sufre la pérdida de memoria a corto plazo, quien inicia un largo viaje por toda la costa de California para encontrarse con su familia. Con este puntapié argumental, Buscando a Dory, de los directores Andrew Stanton -Buscando a Nemo, Wall-E y John Carter- y Angus MacLane, coloca la mira en el tema de la recomposición y el reordenamiento familiar cuando sus integrantes quedan separados y a merced de varios peligros en las profundidades del mar. Buscando a Dory sigue con los tópicos de Disney -ausencias paternas, mezcla de diferentes especies para ir tras un mismo objetivo, el valor de la amistad- y también pone su acento en el tono didáctico que ofrece la historia pensada para los más chicos. Rica en detalles visuales y con lo último en materia de tecnología digital, impresiona el realismo que tienen los fondos y las escenas fuera del agua mientras los personajes hacen gala de su simpatía e irán tras la búsqueda de la felicidad. La acción alterna las escenas en las profundidades y las que suceden en Tierra, con un instituto que se dedica a la preservación de las diferentes especies enfermas que son enviadas a Cleveland. Dory, con la ayuda de un pulpo que se camufla con habilidad, se someterá a los laberintos de un acueducto y de su mente a través de "flashbacks" que muestran determinados momentos de su infancia junto a sus padres, y nadará contra la corriente para llegar a destino. Por otro lado, Nemo también emprenderá la búsqueda desesperada de Dory en esta trama que combina la comedia, la acción y los toques lacrimógenos, apoyándose en personajes secundarios que tienen protagonismo dentro de la historia: la ballena de vista corta y un ejemplar que utiliza su radar especial para ayudar a los héroes de turno. La secuencia del camión que traslada a los personajes a Cleveland imprime vértigo y es una de las más destacadas de esta propuesta que también llega con un corto que la antecede: Piper, otra aventura relacionada con el mar, y que cuenta la historia de un pichón que sale por primera vez del nido para buscar comida y encuentra en las olas de la playa una gran amenaza. El cortometraje cuenta con la dirección de Alan Barillaro, animador de Bichos, Monsters INC. y Wall-E.
Pixar se levanta de buen humor. Un año después de ayudar al pez payaso Marlin (Albert Brooks) en la peligrosa búsqueda de su hijo Nemo (Alexander Gould), la olvidadiza Dory (Ellen DeGeneres) se reencontrará con una vieja y corrosiva duda… ¿quién fue su familia?. Con vaguísimas pistas brindadas por su amnésica mente, los protagonistas se embarcarán en un viaje a las costas californianas para investigar un centro de investigación de vida marina en el que esperan tener suerte y hallar respuestas para la pececita azulada. “¡Qué maravilla de película!”, fue lo que casi pensé en voz alta al finalizar esta genialidad animada titulada “Buscando a Dory”. A pesar de haber tenido algunos tropezones en los últimos años, Disney P.I.X.A.R vuelve a ser sinónimo de calidad, ofreciéndonos un producto rápido e inteligente idóneo para todas las edades. En esta ocasión el estudio se arriesga y decide llevar a cabo una secuela de “Buscando a Nemo” (2003), uno de sus clásicos mas respetados. Todos (y me incluyo) temíamos que la continuación solo sea una vaga excusa para seguir explotando personajes que, a pesar haber sido creados hace trece años, siguen estando igual de vigentes que siempre. Por suerte nos cerraron la boca. La película mantiene la calidad de su predecesora, con excelentes chistes ubicados a la perfección y un guión que no deja ningún elemento fuera de lugar. Todo esta nivelado, nada sobra ni nada falta. El cineasta Andrew Stanton, también director de la primera entrega, se encarga de la espectacular dirección de esta segunda parte junto a Angus MacLane. Ambos nos muestran un océano exquisitamente diseñado que cuenta con un trabajo artístico que nos hace sentir como si estuviésemos viendo un documental en Discovery Channel. Sin duda, el diseño y personalidad de los personajes secundarios es otro de los condimentos fuertes del proyecto. Tenemos a Hank (Es O’Neill), un neurótico pulpo con especialidad en el camuflaje que hará una dupla divertidísima con la protagonista, a la ballena miope Destiny (Kaitlin Olson) y a Bailey (Ty Burrell), una beluga en plena recuperación. La historia de la película es más que fluída, nos mantiene enganchados sin abusar de las referencias a la primera entrega. Las secuencias de planeación que tanto identifican a los personajes de este universo se mantienen y son el pegamento de un intenso e hilarante (aunque un poco extenso) climax que no tiene desperdicio alguno. No tengo dudas que van a amar la banda sonora del compositor Thomas Newman, que captura la esencia del acuático mundo. Me olvidaba mencionar al elemento que ya es tradición de la casa, el grosisimo corto telonero “Pipper”, una moraleja simple y perfectamente animada digna de una nominación futura. Sin dudarlo, recomiendo al 100% esta secuela. Como fan exigente del cine animado les aseguro que no se van a arrepentir. “Buscando a Dory” nos demuestra que las segundas partes no siempre son malas.
Dory, Nemo y Marlin en una odisea marina inocente y llena de gracia Trece años se tomó el guionista y director Andrew Stanton para la secuela de Buscando a Nemo, una de las películas más queridas de los estudios Pixar. La espera valió la pena, ya que esta segunda entrega, con la olvidadiza Dory ahora como protagonista y con Marlin y su hijo como personajes secundarios pero decisivos en el desarrollo de la trama, mantiene la emoción, la sensibilidad, la belleza y la eficacia narrativa. La película arranca con un prólogo en el que vemos a Dory de pequeña acompañada por sus sobreprotectores padres. Nuestra heroína irá creciendo hasta que el presente de la historia se ubica un año después de las aventuras de Buscando a Nemo. Con sus problemas de memoria a corto plazo a cuestas (que tienen consecuencias tragicómicas), ella empezará a tener algunos mínimos recuerdos que la llevarán a buscar a sus progenitores. Para ello deberá cruzar el océano con la leal compañía de Marlin y Nemo hasta llegar al Instituto de Vida Marina en California, un inmenso parque y acuario donde se desarrollará buena parte de los conflictos. La principal incorporación de esta segunda parte es un divertidísimo y algo desquiciado pulpo mimético llamado Hank, aunque también se destacan los lobos marinos Fluke y Rudder. La película es premeditadamente inocente, siempre querible y quizás el único reparo sea su tendencia a subrayar demasiado las moralejas sobre los valores familiares que busca rescatar y exaltar. Nada grave. Se trata, en definitiva, de otra joya artística (la animación es hermosa) de la factoría Pixar. Tres consejos Recomendación 1: Lleguen con tiempo a la función. Antes de Buscando a Dory se proyecta el corto Piper, sobre las experiencias de un pajarito recién nacido que debe aprender a alimentarse a orillas del mar. Una delicia artística y narrativa (no hay un solo diálogo). Recomendación 2: No se vayan durante los créditos finales. Hay una simpática escena tras los títulos. Recomendación 3: Si no concurren con niños busquen en la cartelera las funciones subtituladas (habrá muy pocas). Los aportes en las voces originales de Ellen DeGeneres, Albert Brooks, Ed O'Neill, Kaitlin Olson, Diane Keaton, Eugene Levy, Ty Burrell, Idris Elba y Dominic West son extraordinarios y en la versión doblada se eliminaron por completo las hilarantes referencias a Sigourney Weaver. Una pena.
A zambullirse de nuevo Con una vuelta de tuerca (la pececita Dory quiere hallar a sus padres), Pixar logra unir ternura y humor. Bien sabemos que las películas de Pixar -al menos, las mejores- tratan en el fondo o al frente sobre temas que atañen tanto a los más chicos como a los adultos que los acompañan y/o los utilizan como excusa para ver las maravillas que suelen lograr John Lasseter y sus amigos. En Buscando a Dory, por una cuestión lógica, hay uno que es recurrente, es el mismo que en Buscando a Nemo: el sentimiento de pérdida. Eramos varios los que nos preguntábamos para qué hacer una secuela de una de las mejores películas de la compañía junto a la saga de Toy Story. Y si bien Buscando a Dory hará miles de millones de dólares en la taquilla y probablemente sea ése el para qué, los cerebros de Pixar le encontraron una vuelta de tuerca, si no original, divertida. No muestran al alarmista Merlin perdiendo de nuevo a Nemo, sino que tomaron a la pececita azul y amarilla que padece falta de memoria a corto plazo, quien de pronto tiene una imagen de su infancia. Y de sus padres. Dory, que sí, es más buena que Lassie e incapaz de pensar que alguien puede hacerle daño, se larga a la aventura de reencontrar a sus padres, si se acuerda que los quiere reencontrar, claro. ¿Ingenua? ¿Extremadamente bondadosa y solidaria? Podrán decir que es una soñadora, pero no es la única. Si Buscando a Nemo jugaba con el relato en paralelo entre lo que pasaba con Nemo en la pecera del dentista -con sus nuevos peces amigos en cautiverio- y la amistad que forjaban Merlin y Dory para ir a buscarlo, aquí el modelo se replica, ya que en algún momento y por alguna circunstancia que no adelantaremos Merlin y Nemo perderán a Dory, y entonces se dará la paradoja de que unos buscan a ésta, y ésta busca a todos (si es que se acuerda). En lo que también se parecen las dos Buscando es en la calidad de la animación -ha avanzado muchísimo, y el agua parece cada vez más agua-, en la riqueza de los personajes creados para secundar a los protagonistas (el pulpo Hank, que como Nemo tiene una capacidad diferente, ya que le falta un tentáculo, ya merece su propia película), la sorpresa, las vueltas de tuerca, el humor y la ternura. Es casi imposible que si usted, padre, u otrora niño, disfrutó y aplaudió Nemo, no se conmueva con Dory. Bajo el mar o en la superficie, lo mismo da. Pixar lo ha hecho de nuevo, cómo no, y los temores se disipan ni bien aparece Dory.
Un prodigioso viaje al fondo del mar. La aceptación de la pérdida, la superación de los propios límites y la complejidad de las familias ensambladas son temas que atraviesan esta nueva aventura del gran director de Buscando a Nemo y Wall-E, que después de la fallida John Carter recupera su mejor nivel. Tras su paso en falso en el cine hecho con actores (o live action, acción en vivo, según su designación en inglés), Andrew Stanton vuelve a los dibujos animados. Y lo hace, claro, a través de Pixar, que es algo así como “la casita de los viejos” para él y la media docena de artistas como John Lasseter, Peter Docter, Brad Bird, Lee Unkrich y Dan Scanlon, que a través de esa compañía le dieron forma a la última gran revolución cinematográfica, creando además la filmografía más extraordinaria y regular de los últimos 25 años. Cuatro años después de la fallida John Carter –fallida como adaptación de la novela Una princesa de Marte, de Edgar Rice Burroughs, pero sobre todo fallida como película–, Stanton regresa a esa gran usina de ideas de la cual surgió para filmar Buscando a Dory, segunda parte (o spin off) del que fuera su trabajo consagratorio, la increíble Buscando a Nemo, estrenada en el año 2003. Si algo demostró Stanton en aquella película y revalidó luego en la no menos lograda Wall-E (2008) y que extrañamente brillaba por su ausencia en John Carter, es una capacidad infrecuente para utilizar el lenguaje cinematográfico para transmitir emociones. Y eso sin despegarse nunca de una estructura narrativa eficiente y construyendo personajes que siendo vulnerables desde lo emotivo, sin embargo no presentaban puntos débiles en su función de piezas necesarias de esa estructura. A partir de la excelencia en el manejo de esas herramientas, ambas películas conseguían el milagro, infrecuente en el cine, de proponer un mensaje claro pero sin subrayados groseros y sin olvidar que en realidad las buenas películas, solo por eso, por ser buenas, tienen el poder, muchas veces incluso a su pesar, de transmitir alguna enseñanza. Buscando a Dory no es la excepción. Stanton sabe lo que quiere contar y no pierde una sola escena en hacer algo que no sea funcional a ese objetivo. Planteada al principio como un montaje paralelo entre el pasado y el presente de Dory, aquella pescadita que parece salida de un libro de Oliver Sacks, pero que a pesar de sus graves problemas con su memoria de corto plazo en la primera película ayudaba al pez payaso Marlín a encontrar a su hijo perdido, Buscando a Dory avanza sin pausa. Lo cual no significa que abrume al espectador ni mucho menos que se desentienda de él, sino que nunca se demora en plantear los conflictos sobre los cuales girará la historia. Tampoco se excede en explicaciones retóricas ni pierde tiempo en presentar a los nuevos personajes, ni permite que ellos abusen de la herramienta del discurso para hacer explícito todo aquello que puede ser expuesto desde la acción. De ese modo se puede decir que Buscando a Dory es una película de acción, no porque pertenezca estrictamente al género de las persecuciones y las prodigiosas coreografías kinéticas (aunque incluye ambas cosas de manera soberbia), sino porque Stanton es consciente de que las acciones son el motor del drama y dirige la película con esa máxima como norte. Si todos esos méritos cinematográficos no fueran suficientes, en Buscando a Dory no sólo funcionan todos los resortes indispensables en una película de animación contemporánea (esas que nunca se olvidan que los que pagan las entradas son los padres), sino también los de la comedia, el drama y, como ya se dijo, la acción. Y además encaja a la perfección con el sentido que hereda de la primera parte, Buscando a Nemo, complementándose con ella con precisión. Si en aquella toda la aventura de búsqueda que Marlín y Dory emprendían al ir tras el rastro de Nemo no era sino una grata excusa para hablar del valor de las diferencias, de la aceptación de las limitaciones y de los vínculos de padres e hijos, aquí se dan algunos pasos más en la misma dirección, pero un poco más allá. La aceptación de la pérdida, la superación de los propios límites y la complejidad de las familias ensambladas son temas que atraviesan esta nueva aventura, que tampoco se priva de incluir una escena de escape que supera incluso a lo que suelen imaginar la mayoría de los blockbusters en la actualidad. Y se atreve incluso a las bromas cinéfilas, como las reiteradas citas a Aliens, de James Cameron.
Debo confesar que tenía miedo con esta secuela. Pixar tuvo una continuación de historia brillante en las dos Toy Story, pero barranca abajo con Cars y Monsters, por eso acá estaba presente el miedo. Y si bien no tenemos una historia que enternezca como Buscando a Nemo, si hicieron una película muy simpática, con todo el foco puesto en Dory y la búsqueda de su familia "pese a su problema". La inserción de Nemo y su papá, Marlín, quedó muy bien. También es bueno ver al profesor raya y a las tortugas locas. El guión tiene varios guiños a la historia original y también a los padres por lo que la película es un disfrute permanente para todas las edades. Los personajes nuevos van en línea con los conocidos, por eso es una secuela que ha salido muy bien realmente. Buscando a Dory no tendrá la sorpresa de Buscando a Nemo, pero realmente es una de las buenas películas de Pixar que vale la pena disfrutar en familia en el cine.
Pixar tiene esa gran habilidad de tocarnos ciertas fibras y gatillos que tenemos dentro para disparar un sentimiento grande y Buscando a Dory es un gran ejemplo de eso. Cuando en 2003 se estrena Buscando a Nemo todos nos enamoramos no solo del pececito perdido sino también de la compañera casual de su padre Marlin, aquella que sufría de pérdida de memoria a corto plazo: Dory. El personaje llegó a ser tan o más popular que el protagonista principal porque muchos de los mejores momentos del film pasaban por ella y también por lo que ocurría en el mundo real dado a que su voz (en idioma original) pertenece a la popular comediante Ellen DeGeneres. Por algún motivo tardaron bastante en anunciar la secuela y pasaron 13 años para que podamos meternos en las profundidades del océano del universo Pixar una vez más. En esta ocasión descubrimos los orígenes de Dory desde chiquita, pasando por su encuentro con Marlin y Nemo hasta que emprende su propia aventura en búsqueda de sus padres porque a pesar de su falta de memoria algunos recuerdos comienzan a asomarse. En ese gran rompecabezas que es su mente es donde radica la grandeza de este film por la ternura con la cual es abordado su conflicto, su pertenencia y los vínculos que genera no solo en la historia sino también con el espectador. Pixar tiene la fórmula para hacernos querer a sus creaciones en cuestión de segundos y por lo tanto nos emocionamos y sufrimos con ellos entre risas y lágrimas, eso pasa con Buscando a Dory. Con los viejos amigos y los nuevos (dos ballenas más que simpáticas y un pulpo que se roba todas sus escenas) y con la animación de excelencia a la cual ya nos tienen acostumbrados, este estreno rankéa muy fuerte dentro de las obras maestras que ha sacado el estudio y hace que Un buen dinosaurio (su último estreno) realmente parezca que es de otro sello. Todo es elogios para Dory y sus amigos porque puede ser disfrutada por todos los públicos y causar algo que muy pocas películas logran: salir con una sonrisa de la sala. Nota aparte: antes de que comience Dory proyectan el corto “Piper” y es otra genialidad como lo son siempre todos estos trabajos.
AVENTURA, ACCIÓN, ENCANTO La tan esperada película que le da el protagónico a ese encantador personaje que es el pez cirujano que carece de memoria a corto plazo y que es un verdadero hallazgo. Ella vive feliz con Nemo y Marlin, pero extrañamente recuerda que tiene una familia y se lanza en su búsqueda. Terminara en un centro de rehabilitación de acuarios, se hará amiga de un pulpo, una ballena beluga y un tiburón ballena y no solo encontrara a los suyos, también ayudara a la liberación de sus amigos. Un ritmo de aventuras constante, humor zumbón, ironías y dedicatorias al mundo adulto y delicias para los más chicos. Es una recomendación para disfrutar en familia, dirigida por Andrew Stanton (el de “Buscando a Nemo” y “Wall-E”). No se la pierda.
Crítica emitida por radio.
Nadaremos, nadaremos Hace 13 años Pixar estrenaba su quinta película, la divertida y conmovedora historia de un pez payaso llamado Marlín que buscaba a su único hijo. Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003) se convirtió en un éxito en taquilla y la que más recaudó de la empresa hasta la llegada de la imbatible Toy Story 3 (2010). Uno de los personajes más entrañables de Buscando a Nemo fue Dory, una pez cirujano con pérdida de memoria a corto plazo quién se convirtió en la aliada principal de Marlín y por donde pasaron los momentos más cómicos. En esta secuela la adorable pececita será la protagonista. Pasaron seis meses de lo sucedido en la primera película, Dory (Ellen DeGeneres) vive feliz con Marlín (Albert Brooks) y Nemo (Hayden Rolence) pero de a poco se irán manifestando pequeños flashes sobre su pasado y sus padres Jenny (Diane Keaton) y Charlie (Eugene Levy) por lo que decidirá ir a buscarlos acompañada por Marlín y Nemo. Los tres terminarán separándose cuando Dory, siguiendo una pista, caiga en el Instituto de Vida Marina de California y padre e hijo deban buscar un método para meterse al lugar. Allí Dory continuará con su búsqueda pero no está sola y será ayudada por algunas especies que residen allí, ellos son: Hank (Ed O´Neill), un pulpo gruñón pero que en el fondo tiene buenos corazones, Destiny (Kaitlin Olson), una ballena tiburón corta de vista y Bailey (Ty Burrel), una beluga macho con su eco localización dañada . Estamos en presencia de una las mejores películas de Pixar, inclusive supera a la anterior, desde que se empieza a desarrollar el conflicto la trama avanza naturalmente y no porque al guionista se le ocurrió que debe pasar tal o cual cosa, algo que es bastante difícil de lograr. Andrew Stanton, director de Buscando a Nemo y Wall-E y Angus MacLane, quien ha sido el responsable del excelente corto Toy Story de Terror (Toy Story of Terror, 2013) dirigen esta segunda parte donde nada sale mal y no requiere haber visto la anterior. Hay algunos cameos de personajes ya vistos, pero salvo Marlín y Nemo el resto sólo está como un guiño, se centra más en los nuevos, de los cuales Hank es el mejor, los más cómicos son Destiny y Bailey y la parte emotiva pasa, obviamente, por Jenny y Charlie. Como todas las películas de Pixar (y de Disney Studios) en Buscando a Dory hay un corto que la antecede. En este caso se proyecta Piper sobre un pequeño pajarito que sale al mundo por primera vez a buscar comida. Sencillamente hermoso Al final de los créditos hay otro guiño que mejor no develar, no dice mucho pero vale la pena verlo.
Vuelve la aventura marítima de Pixar que fue éxito en el 2004 y ocupó el segundo puesto de las películas de animación más vistas durante varios años. La diversión regresa de la mano de la olvidadiza Dory y una nueva búsqueda para encontrar a sus padres. Sí, Marlin y Nemo también serán parte de este spin-off/secuela. Más de una década de espera, un lapso exageradamente extenso, fue el tiempo que se tomó la gente de Pixar/Disney para realizar la secuela de un film exitoso como Buscando a Nemo (Finding Nemo). La primera parte de esta divertida aventura en el fondo del mar llena de animales parlanchines tardó 12 años en volver a la pantalla grande y, obviamente, no se debe a la falta de presupuesto. Pero ha sido un éxito tan grande que el regreso tenía que ser arrollador y no sólo en la taquilla. La vara de la creatividad, técnicas de animación y venta de tickets estaba muy alta como para perder todo en acelerar una secuela. Ok, pero tampoco había que enfriarla. Pese a la distancia y una jugada arriesgada, entre película y película, la mística sigue intacta. Shawn Robbins, analista de BoxOffice.com, aseguró que esta película podría convertirse en el mejor estreno en la historia de Disney y Pixar. Los expertos auguran una apertura situada entre los 115 millones y los 120 millones de dólares, frente a los 70 millones que consiguió la primera parte. La pregunta es: ¿valió la pena esperar tantos años? Para ellos, si estas predicciones se cumplen, claramente sí. Buscando a Dory (Finding Dory) es una película que cumple: divierte, emociona, transita con fluidez todo el tiempo y presenta personajes adorables como el querido pulpo y ese par de leones marinos que son el deleite del film. Un año después de haber cruzado el océano para encontrar al extraviado Nemo, Dory decide quedarse a vivir con el pecesito y su padre, y formar una gran familia hasta que un día, luego de un accidente, ella comienza a recordar a sus padres. ¿Dónde están? ¿Qué es de su vida? ¿La abandonaron? Luego de este recuerdo, Dory comienza a recibir otras piezas de su infancia hasta que decide ir a buscarlos. Marlin y Nemo, pese a que el primero no quería volver a salir de su hogar y cruzar todo el océano, acepta ayudarla y en ese punto es donde comienza la historia. ¿Es una secuela innecesaria? Tal vez, pero valió cada momento marca registrada de Pixar. Una vez finalizada la película, la pregunta inmediata que el espectador puede llegar a realizarse es “¿Nemo y Marlin buscan a Dory o ella es la que busca a sus padres?”. Lo cierto es que suceden ambas cosas, pero el título hace alusión a la búsqueda de la protagonista, o sea la subtrama. Una manera sutil de realizar la transición del protagonismo, mantener la mística de la franquicia y hacer que la película cumpla su función de secuela y spin-off Como en la mayoría de sus películas, Pixar está comprometido a hacer de los espectadores mejores seres humanos y esta no es la excepción. Al igual que Intensamente existe un mensaje siempre difícil de desarrollar en una película infantil. En este caso, un pez cirujano que padece pérdida de la memoria a corto plazo en vez de sufrir por su afección, de lamentar sus limitaciones, intenta mejorar y persiste en recordar cada detalle para encontrar su identidad y a sus padres. Andá a buscarla al ángulo. A menos que tengan que llevar a sus hijos, ahijados, sobrinos o nietos, traten de esquivar la versión doblada o se perderán del excelente trabajo de Ellen DeGeneres (Dory), Albert Brooks (Marlin), Ed O’Neill como el gruñón pulpo Hank, e Idris Elba y Dominic West, dos ex The Wire, aportando sus deliciosos acentos británicos a una pareja de leones marinos llamados Fluke y Rudder. Además Sigourney Weaver realiza una participación especial la cual se pierde por completo en la versión para los más chiquitos. Colores, diversión, amistad, familia, enredos y una elocuente cadena de eventos desafortunados son todos los condimentos de Buscando a Dory, una pez cirujano que un día recuerda que tiene un hogar, padres e intenta volver a sentir aquel amor perdido. Usted, lector, que irá a ver esta película, ojalá reviva lo que sintió 12 años atrás por Nemo y sus amigos y creía perdido.
Claramente, este 2016, es el año de las secuelas, pero bien por "Buscando a Dory" que realmente se merece todos los aplausos de este jueves. Película para toda la familia, al igual que "Buscando a Nemo", pero repleta de emociones que van sucediéndose a medida que transcurre la historia, que dicho sea de paso, está tan tan tan bien escrita que se te va a pasar volando la hora cuarenta que dura. Dory, Nemo, Destiny, Hank y muchísimos personajes nuevos te van a llevar de paseo por el océano para dejarte más que una lección. La animación, a cargo de Pixar, es para la ovación, pero ya nos tienen acostumbrados a cosas buenas... Los colores, los detalles, la emoción, la acción, las persecuciones y la intriga están dispuestos y pensados para que nosotros como espectadores la pasemos demasiado bien. Más que recomendada, super recomendada. Bonus Track: no llegues muy sobre la hora porque el corto de inicio, llamado "Piper", es otra perfección de los estudios que tenes que disfrutar. Ah! Y aprovecho para contarte que si tenes Twitter o Instagram, publicá algún mensaje utilizando el hashtag #QueSiganNadando, o compartí en Facebook el video que está disponible en las fanpages de "Compromiso Disney" y "Disney Películas", que Disney donará un dólar, hasta alcanzar los USD 50.000, que se destinarán al programa Roots&Shoots del Jane Goodall Institute, iniciativa global que conecta a los niños con la naturaleza y los inspira a actuar para proteger el planeta, incluyendo los océanos y la vida marítima. Buena oportunidad para concientizarnos.
A trece años de haber enamorado a los cinéfilos de todo el mundo con la historia de Marlin y Nemo, padre e hijo que, junto con la ayuda de la olvidadiza Dory tienen que reencontrarse física y metafóricamente, Disney – Pixar nos trae Buscando a Dory, una innecesaria pero aun así efectiva secuela. Un año después de haberse embarcado con Marlin en una aventura que la hizo recorrer todo el océano, Dory tiene repentinamente un recuerdo que la lleva a una pista de donde puede estar su hogar, el de sus padres y únicos familiares. Insistente e impulsiva como es, arrastra a Marlin y Nemo en una aventura a través del océano para poder encontrar a su familia y así poder recuperar una parte de su vida que creía olvidada (y perdida) para siempre. El guion es básicamente un refrito de Nemo, en el cual Marlin vuelve a ser ese pez miedoso y demasiado cauteloso, desconfiado de todo y de todos (como si todo lo aprendido en la película o aventura anterior no hubiese existido), Nemo vuelve a estar en desacuerdo con él, y el gran cambio es que acá es Dory quien se pierde accidentalmente por culpa de los tratos sobreprotectores de Marlin. Buscando a Dory es claramente una película para un público más chico que aquel que disfruto de su predecesora, y así está planteado su guion. Escenas cortas, colores versus sombras, la acción dividida en muchos pequeños momentos y los obstáculos son acá mucho más claros y menos metafóricos también. El punto fuerte en esta entrega vuelve a ser el elenco. La gracia que la voz de Ellen Degeneres puede lograr es innegable, cada frase que dice tiene la perfecta tonalidad y el remate de los chistes es perfecto. El resto del elenco está a la altura de este tipo de películas que más se parece a la saga de La era del hielo que a una película de Disney – Pixar. La gran pregunta que nos dejan estos films es ¿para qué hacer una secuela? No parece haber detrás de Buscando a Dory una necesidad real de contar una historia como si pasaba con Nemo, sino más bien un intento de ampliar una película que era perfecta en su concepción inicial, haciendo de este film un producto bueno, pero más bien innecesario.
Pixar nunca fue un estudio escaso en ideas innovadoras, siempre fue una vanguardia animada, que entregó película a película vastos mundos ricos en detalles y personajes inolvidables. Su aproximación a las secuelas de películas adoradas no sigue un camino irregular, sino que todas resultaron o excelentes -Toy Story 2 y Toy Story 3- hasta pasables -Cars 2, la menos querida de toda la filmografía del estudio-. Es por eso que el anuncio de Finding Dory resultó al mismo tiempo un estallido de euforia y un silencio de expectativa. Después de todo, Finding Nemo es una de las aventuras animadas más estimadas por el público de todas las edades, con momentos imborrables que cimentaron la fama de la compañía como una gran casa narradora. Han pasado trece años y, si bien el regreso al mundo acuático ya no es similar, es una estupenda continuación que aprieta todos los botones nostálgicos correctos. No sé hasta que punto se puede hablar de nostalgia si no han pasado tantos años, tanto en la vida real como dentro de la historia, donde ha transcurrido un año desde la gran aventura de Marlin, Dory y Nemo. La familia marítima está más contenta que nunca, hasta que Dory comienza a tener flashes de su vida de pequeña, junto a sus padres, antes de extraviarse en una escena tan triste como esperanzadora mientras el tiempo corre y la tierna y pequeña Dory crece y se convierte en el personaje que todos conocemos y amamos. Esta conveniente artimaña del guión la fuerza a emprender un viaje para reconectarse con su familia biológica. Lo que se antoja como una nueva travesía resulta un poco desconcertante porque el tiempo de viaje resulta cortísimo para llegar a un solo lugar, la Joya de Morro Bay, donde tiene lugar la mayoría de las escenas del film. Hay prácticamente muy pocos personajes conocidos que se extrañan -la tortuga Crush tan sólo tiene una escena, muy corta-, todo para presentar a la nueva tirada de animales que acompañarán a Dory en su búsqueda. Dichos personajes tendrán su prueba de fuego para quedarse en la retina de los espectadores, pero resultan peculiares y adorables, como la increíble beluga Bailey de Ty Burrell, la ballena tiburón miope Destiny de Kaitlin Olson o el escurridizo pulpo Hank de Ed O'Neill. Por supuesto, toda la atención está puesta en la maravillosa Dory de Ellen Degeneres, que regresa al adorado pez azul como si no hubiese pasado un día desde que le dio vida con su voz. Algunos momentos de drama son creados para que los personajes se peleen entre sí, lo cual parece muy extraño porque el drama en Pixar siempre se siente natural y doloroso en sus mejores peores momentos. No alcanza el nivel de lágrimas del basurero en Toy Story 3, pero hay escenas en Finding Dory que tendrán a muchos conteniéndolas. El director Andrew Stanton parece haber rebotado del mundo live action con la aburrida John Carter y volvió con todo en la secuela animada, que se ve hermosa y casi palpable en sus imágenes como cualquier producto animado, a lo que se le suma un puñado de escenas de persecución muy interesantes -todo dentro de los confines del santuario marino donde tiene lugar la acción- y un par de aplaudibles momentos de comedia. Uno de ellos, totalmente inesperado, es la mención de una gran figura de Hollywood que se interpreta a sí misma y causa risas cada vez que hace aparición en escena. Finding Dory es una vibrante y entretenida comedia animada que le da su momento de brillar a la pez azul y la acompaña en un viaje único, que alcanza cotas inusitadas de locura cuando debe y, cuando no, es una sentida continuación a una de las películas animadas mas repetidas hasta el cansancio en la niñez de cualquiera.
A quién buscábamos?. Estel spin off de "Buscando a Nemo" mantiene la misma dinámica y estética de su filme predecesor, pero como indica el título quien se ha perdido ahora es Dory. El relato comienza en la infancia de Dory, cuando sus padres hacen todo lo posible para combatir su falta de memoria a corto plazo, tratando de que aprenda a arreglárselas sola en el mar a pesar de no poder retener información alguna. Cuando algunos eventos del presente traen nuevamente a la mente de Dory vagos recuerdos de su familia decide ir a buscarla, y tras ella van Nemo y su papá, acompañándola en la nueva aventura. Tan dinámica como la anterior, pero con mucho más humor y un tono entre absurdo y surrealista aportado por la graciosa protagonista, el filme de casi dos horas (algo largo para la atención de un niño) recorre la costa de California y se sumerge en el extraño mundo de los centros marítimos, donde abundan una galería de personajes disparatados que detrás de vidrios y rejas tienen una particular visión de los humanos, lo que aporta mucho humor al relato, con grandes dosis de ironía que pueden disfrutar más los padres que los chicos. Dory recorre kilómetros de mar para encontrarse a sí misma, para saber quién es y conocer a esos seres que ama profundamente aunque no los recuerde, lo que se aprovecha para crear un par de escenas lacrimógenas que Disney parece no poder -o querer- evitar. Como era de esperarse, la estética del filme es elogiable; Pixar recrea nuevamente un extraordinario mundo submarino con hermosas especies de flora y fauna. En la versión subtitulada es destacable la interpretación de Ellen DeGeneres, quien con su voz le aporta a Dory esa personalidad absurda y positiva que la hace tan adorable. Demostrando que segundas partes a veces son buenas, esta secuela centrada en la extraordinaria Dory es un filme animado de aventuras tan efectivo y entretenido como el anterior, pero con una clase de humor diferente que no subestima a los chicos y que entretiene también a los adultos.
Buscando a Dory es un film profundísimo. Es increíble la habilidad de Pixar para mover fibras y tocar nervios de la psiquis humana,..[Escuchá la crítica completa]
La pececita olvidadiza vive su propia aventura Buscando a Nemo” (Finding Nemo, 2003) ocupa un lugar privilegiado en el Top Five de la Mejores Películas de Animación (y porqué no infantiles) de toda la historia, al menos para este periodista. Tuvo cuatro nominaciones al Oscar y se llevó el premio al de Mejor Película Animada, convirtiéndose en el primer largometraje de Pixar en ganar esa estatuilla. Esta gema también nos regaló uno de los mejores y más queridos personajes de todos los tiempos: Dory. Para que se den una idea, en Facebook tiene más de 25 millones de likes, convirtiéndola en el personaje más querido de entre todos los de Disney o Pixar. No es casual entonces que tengamos entre nosotros el filme “Buscando a Dory” (Finding Dory, 2016), en el que la olvidadiza pez cirujano es la protagonista. Sólo otros dos personajes secundarios lograron lo mismo en una secuela: Mate en “Cars 2” (2011) y Mike en “Monsters University” (2013). Han pasado seis meses desde que Marlin y Dory emprendieron su gran aventura para encontrar a Nemo y ahora viven todos juntos felizmente en el arrecife. Pero un día, mientras el Maestro Raya habla en la clase sobre la familia, a Dory le llegan recuerdos de la suya, y se da cuenta de que podrían estar buscándola. La pececita recurre a la ayuda de los peces payaso para emprender un viaje hasta la “Joya de Morro Bay”, el Instituto de Vida Marina, en donde cree que puede encontrarlos. En este centro de rehabilitación y rescate -y a la vez un acuario de primer nivel– se encontrará con varios personajes que le ayudarán a alcanzar su objetivo: Hank, un pulpo cascarrabias que quiere que lo trasladen hasta un acogedor centro en Cleveland, donde disfrutará de una pacífica vida en soledad; Destiny, un tiburón ballena miope que la conoce de su infancia; y Bailey, una beluga que está convencida de que sus habilidades biológicas de ecolocación están averiadas. Todos ellos intentarán hacer realidad el sueño de encontrar a los padres de la pececita desmemoriada. No era fácil hacer esta segunda parte, ya que pasaron 13 años desde que se estrenó la primera. Y en todo ese tiempo, “Buscando a Nemo” fue creciendo más y más, agigantando su leyenda; y esta secuela tenía que rendirle homenaje. Porque hay veces que se continúa una saga no por el dinero, sino porque es necesario hacerlo y darle al público lo que pide. Por suerte Andrew Stanton volvió a escribir el guión y a dirigir, y Lee Unkrich le dejó su lugar como codirector a Angus MacLane, en su primer largometraje después de una larga carrera como animador (en Pixar siempre le dan oportunidades a sus empleados). El largometraje es, sencillamente, maravilloso. Como su antecesora, encanta, toca fibras sensibles, emociona, hace reír y llorar. Agreguen a la galería de sus personajes favoritos al pulpo Hank, que es la contraparte ideal de Dory, así como ella lo fue de Marlin en la primera. El filme está acompañado, como siempre, por un corto. En este caso se trata de Piper, sobre un ave de playa recién nacida que da sus primeros pasos fuera de su nido. Quédense hasta el final porque hay una escena –muy graciosa– y una sorpresa que les sacará más de una sonrisa. Todo esto precedido por la canción “Unforgettable”, interpretada por Sia. ¿Logrará lo mismo que Robbie Williams con “Beyond the Sea”? Veremos. Mientras tanto, vayan a buscar a Dory a los cines que lo mejor que les puede pasar es encontrarla.
Regreso con desmemoria La esperada secuela de una de las mejores películas de Pixar de todos los tiempos no sólo cumple con las expectativas sino que las supera ampliamente y hasta se da el lujo de prometer una tercera parte Pasaron ya trece años desde el estreno de la película original pero ni los fanáticos de Buscando a Nemo ni los pequeños que la conocen desde hace poco tiempo pueden olvidarla. La emotiva historia del pequeño pez payaso y su padre Marlin no serían lo mismo sin el agregado de Dory, la divertida compañera de viaje que le dio el toque de humor con su pérdida de memoria a corto plazo. Pero este pez cirujano llegó a alcanzar tanta popularidad que a la hora de planificar una secuela se convirtió en la opción obvia para encauzar la historia. ¿Cómo es que Dory no se perdió en la inmensidad del océano antes si no puede recordar dónde estuvo hace tres minutos? De esta manera, llega a los cines este jueves esta nueva historia en la que la pecesita logra recordar algunos detalles sobre su vida anterior y decide partir en busca de su familia de origen en compañía de (muy a pesar suyo) Marlin y el pequeño Nemo. La corriente (y el guión) llevará a estos personajes a un acuario ubicado en la costa oeste de los Estados Unidos en el conocerán a una galería de personajes que nada tiene que envidiarle a los de la película original y que le darán inesperados giros a una historia que se zarandea entre la ternura y el humor de manera continua. Esta nueva entrega cuenta con la dirección de la anterior película así como también de Wall-E; y de Angus MacLane que realizó algunos cortos de Wall-E y Toy Story para la televisión. Y realmente se nota que la realización corrió por cuenta de dos personas ya que no parece haber nada librado al azar en un producción que funciona como un mecanismo de relojería: todos los gags se encuentran espaciados por el tiempo suficiente como para recuperarse del anterior, la música llega justo a tiempo para acompañar las escenas más emotivas y, por sobre todo, los escenarios, que se muestran tan realistas que parecen haber sido filmados en lugar de generados por la computadora. Este grado de realismo actúa de forma tan efectiva que es un ingrediente más en una película que lleva al espectador a "sumergirse" en la historia de la que no puede escapar incluso hasta después del cartelito de "fin" que corona la película. Termina de cerrar el programa para este fin de semana largo el corto "Piper" que narra la historia de un hambriento polluelo que se aventura fuera de su nido por primera vez para excavar en busca de comida en la orilla del mar. Sencillamente maravilloso. Y una última mención: el pulpo Hank, que se logra llevarse las palmas a pesar de que el protagonismo absoluto lo mantiene Dory a lo largo de toda la película. Un hallazgo que merece una película para él solo la próxima vez que se les ocurra hacer una secuela.
Comienza con un corto animado de Pixar Animation Studios, tierno, dulce y divertido titulado “Piper” un hambriento ave playero recién nacido que sale de su nido por primera vez para buscar comida en la orilla del mar, se encuentra dirigido por Alan Barillaro (Supervisor de Animación en “Valiente”, “Wall-E”). Nuestro pez protagonista ha perdido a su familia y va recorriendo distintos lugares con una única idea encontrar a su lugar, pero ella sufre de pérdida de memoria a corto plazo, quienes la ayudan son: Nemo y Marlin, luego se suman a la gran aventura: leones marinos (Idris Elba y Dominic West), ave marina, un tiburón ballena corto de vista, el pulpo Hank (Ed O'Neill) que tiene una cualidad es como un camaleón puede cambiar de color según la ocasión, además tiene la posibilidad de transformarse en diferentes cosas por ejemplo en: un gato atigrado, una planta espinosa y una baranda de color amarillo, entre otros personajes, y además voz celestial de Sigourney Weaver (resulta divertida y novedosa). Recorre varios lugares, es bien colorida, contiene colores brillantes y una azul profundo muy lindo, varias escenas ingeniosas entre ellas la del camión en la carretera. La música acompaña en todo momento a la perfección como los temas: “Beyond the Sea”, “What a Wonderful World”. Con buenos mensajes como por ejemplo: el amor y la amistad entre otros. Un final divertido. Quédate hasta el último de los créditos porque tenes escenas extras.
La aventura de Dory es tan cautivante como la de Nemo La era de oro de Pixar, y por ende de la animación digital, probablemente debe tener que ver con el gigantesco éxito de taquilla de 2003 "Buscando a Nemo", con un pececito con la voz de Albert Brooks decidido a atravesar imposibles distancias y profundidades oceánicas con tal de recuperar a su hijo, el Nemo del título. En la dramática hazaña participaba la despistada pececita azuleja Dory, que justamente es la que ahora hay que buscar. Es que habiéndose despistado del todo por un problema amnésico, Dory anda realmente perdida, y Nemo y su padre ahora son los que deben tratar de ayudar a que se reúna con su familia. La amnesia que domina la trama y más de la mitad de los diálogos de Dory (Ellen DeGeneres en la versión no doblada) podría verse como un chiste interno del director y guionista y pionero de Pixar Andrew Stanton acerca de la dificultad de recordar los detalles del argumento y los personajes del film de 2003. Luego de más de una década, lo digital ha mejorado mucho, y justamente un punto a favor del nuevo film es el cuidado para mantener los diseños originales (los seres humanos son modelo "Toy Story"), más allá de que técnicamente los cartoons computarizados hayan dado pasos abismales. En cambio, lo cierto es que conceptualmente el guión es menos audaz que su predecesor. No sólo no cabe duda de lo cómico del asunto desde la amnesia inicial, sino que además el argumento no deja que la búsqueda se extralimite mucho, dado que las correrías de Dory están centradas en una institución ecológica mucho menos vasta que los siete mares. Aunque no por eso carente del inconfundible humor negro del Pixar original, con personajes delirantes como un pulpo de interiores, y las imágenes asombrosas dignas del caso. Más algunos gags contundentes y toques geniales, como por ejemplo que en la versión original Sigourney Weaver aporte su voz a ella misma.
Regreso con gloria Ya pasaron trece años desde que un pez payaso con una aleta más pequeña se perdiera y su sobreprotector padre cruzara el océano para buscarlo. Sí, leyeron bien, ya pasaron trece años de “Buscando a Nemo” y aún así Disney tenía una deuda pendiente: conocer la historia de Dory y darle una familia que le dé el amor que su encantador personaje se merece. Pero ¿cómo podían contar el origen de un personaje que pierde la memoria cientas de veces por día? Los hechos en esta nueva aventura ocurren un año después de la reunión de Nemo con su padre Marlin. Dory se ha quedado a vivir en el arrecife con ellos y sus vecinos, haciendo nuevos amigos, y todo parece ir bien. Sin embargo un día, un pequeño hecho despierta la memoria de Dory, quien tiene un flash de imágenes mezcladas de su familia y su hogar. Por supuesto este recuerdo mezclado y confuso le dura lo que un suspiro, y sólo puede sacar en limpio una frase; que luego veremos hace referencia a un parque acuático al mejor estilo “Mundo Marino”. Allí es donde ella intentará llegar, siendo acompañada por Nemo y Marlin, aunque este último no vaya de muy buena gana. En un momento de la industria donde todo parece ser secuela o remake, o demás fórmulas para evitar comenzar una idea de cero; la secuela de una película que ya tiene más de una década tiene un gran desafío enfrente. La historia tiene que ser buena y necesaria para explicar cabos sueltos de la primera parte, pero a su vez debe ser orgánica, sin que acabe convirtiéndose en un añadido demasiado artificial. Es un gran desafío, y esta película lo cumple al 100%. Ninguno de los personajes ha perdido la esencia, lo cual es un gran logro. Además, a los nuevos no podemos más que amarlos. Es ejemplo de esto Hank el pulpo, un duro que es tierno en el fondo, pero resulta mucho más que un típico cliché al estilo Disney. Por otro lado, también debemos hacer mención aparte a la animación. Es bien sabido que el agua es lo más difícil de animar por computadora, y probablemente por eso la gente de Pixar tardó tanto en animarse a esta secuela. El agua se mueve en formas tan impredecibles que es un dolor de cabeza para cualquier animador. Sin embargo, es otro desafío que pasa con un sobresaliente. Si observamos la primera parte, veremos que la diferencia en la animación es abismal: ha mejorado muchísimo en relativamente pocos años. Esto lo notamos particularmente en la gama de texturas diferentes que han creado, lo que hace que el ambiente sea muchísimo más realista. Lo mismo ocurre con la iluminación, cuyo efecto no tiene nada que envidiarle a los reflectores reales. Este es sin duda el tanque de Disney para estas vacaciones de invierno, y no va a decepcionar. Se han embarcado en un desafío enorme, y no sólo cumplen sino que superan las expectativas. Es divertida, tierna, y emotiva, con los personajes entrañables de siempre y otros nuevos. Una secuela absolutamente necesaria para darle a un personaje tan querido como Dory el reconocimiento que se merece.
La nueva película de Pixar entretiene, divierte y es una de las mejores opciones de la cartelera. Para chicos y grandes. Ovídense de Buscando a Nemo, vayan a ver Buscando a Dory como si se tratara de una película autónoma, ya que es un spin-off que funciona sin que se tenga que haber visto la animación de 2003. Y sí, cuando la película llega al magistral plano final en cámara lenta, con la canción What A Wonderful World de fondo, ya podemos decir tranquilos: “Pixar lo hizo de nuevo”. Buscando a Dory es maravillosa. Quizás su mayor defecto sea su exceso de perfección técnica (se recomienda ver en 3D para apreciar mejor la intensidad de la paleta de colores). Pero, claro, no todo se reduce a la técnica ni al departamento de tecnología y arte y producción, sino también al cine, que es lo que hay que tener en cuenta por sobre todas las cosas. El argumento es magnífico: se trata de un deambular permanente de Dory (un pececito de color azul y amarillo) en busca de sus padres, a quienes pierde por carecer de memoria a corto plazo. Es increíble el trabajo que hacen los directores Andrew Stanton (también responsable de Buscando a Nemo) y Angus MacLane a partir de esta simple premisa, ya que entienden que el cine es, ante todo, desplazamiento y obstáculos para sortearlos y seguir avanzando (la quintaescencia del género de aventuras). En ese recorrido oceánico, la amnésica Dory se va encontrando con una fauna marina variopinta y personajes tan encantadores como ella (el pulpo Hank, el pajarraco de prominentes ojos rojos, la ballena medio ciega llamada Destiny, entre otros), salvo un pulpo gigante de un solo ojo que aparece al comienzo como la única amenaza verdadera. Te vas a sorprender: Buscando a Dory en números. Es que aquí no hay enemigos que quieran devorar a los pequeños peces multicolores, o al menos se mantienen siempre en fuera de campo. Y este es su mayor acierto. En todo caso, el enemigo son sus propias decisiones. Cada mala decisión le puede costar la vida. La historia se desarrolla un año después de las aventuras de Buscando a Nemo. Las dificultades que se le presentan a Dory en el camino están encadenadas sutil y mágicamente, como si fueran pasadizos secretos y tuberías ultramarinas por las que entra para salir en otra parte. Antes de la película se proyecta el corto Piper, que es pura ternura y que trata de un pajarito que tiene que aprender a alimentarse. Buscando a Dory tiene paisajes pintorescos y, a su modo, es una película de climas, donde el estado de ánimo de su personaje principal y las decisiones que toma importan mucho. El mensaje del filme es claro como el agua donde nadan los peces: no hay que tener planes, porque las mejores cosas suceden al azar. La vida es así.
Era tan difícil atreverse a una segunda parte del clásico Buscando a Nemo que Pixar se tomó trece años. La expectativa era máxima con esta especie de secuela que en realidad es un spin off, pues toma a un personaje secundario, la adorable y olvidadiza Dory, y lo transforma en protagonista. Ahora es Dory la que busca, pues recordó que tiene unos padres, y eso dispara la aventura en la que la acompañarán una serie de personajes nuevos, mientras Nemo y su padre la buscan a ella. Dory, ya saben, es un personaje riquísimo, una poética y conmovedora caja de sorpresas cuya vida es de por sí una aventura, entre el inconsciente y los recuerdos, las lagunas y las revelaciones. Buscando a Dory es una declaración de amor por la aventura, en varios sentidos capaces de emocionar profundamente. Sensible y divertida, de un nivel artístico y una belleza apabullantes, vuelve a demostrar, por si había algunas dudas después de la neurocientífica IntensaMente, que la mejor factoría de animación del mundo es capaz de hablar de cuestiones complejas también a un público infantil. Y de regresar con gloria, una década después, a uno de sus territorios más sagrados. Te vas a reír y vas a llorar de la manera más genuina.
Seguramente quedaron maravillados con Buscando a Nemo hace quince años. Está muy bien porque esa película no solo contaba cómo nace un cuento sino que, además, mostraba el grado de locura creativa de los estudios Pixar. Que siguen estando muy arriba respecto de la tecnología y la creación de imágenes, pero que hace bastante que no nos regala personajes tan queribles como los de Nemo, Toy Story o Monsters Inc. Por eso es que estas secuelas (con la deshonrosa excepción de Cars) están dentro de lo mejor que realiza la firma en los últimos años. Aquí la pecesita Dory, que sigue con sus problemas de memoria, recuerda que quizás haya una familia que la está esperando. Se pierde -es claro-, encuentra nuevos amigos y se establece una aventura cuyo molde no es demasiado diferente del film anterior pero se basa, sobre todo, en los personajes. La gran virtud de esta película es asumir que hay un mundo que ya conocemos, que tiene sus reglas -y las respeta-, y que la innovación pasa por ampliarlo en lugar de jugar a algo demasiado diferente. Y los gags funcionan: Pixar mantiene intacta la habilidad de combinar lo dramático con lo cómico en un tono medio que es de dificultad extrema (y que, dicho sea de paso, es el más cercano al “tono” de la vida real). Hay, eso sí, cierto peso alegórico en relación con las diferencias, con no ser perfecto, etcétera, que a esta altura suenan mucho más como una obligación para justificar la diversión que fruto de la trama. Pero el film, como espectáculo, funciona perfectamente.
Crítica emitida por radio.
La querible pez Dory que conocimos en Buscando a Nemo se encuentra viviendo feliz en un arrecife cuando repentinamente recuerda que tiene una familia en algún lugar que puede estar buscándola. Así, la pez azul junto a Nemo y Marlin se aventuran en una búsqueda plagada de peligros, nuevos amigos y muchas aventuras. Esta segunda entrega del clásico de PIXAR está a la altura de la original y de las mejores producciones del estudio. Andrew Stanton construye un relato con mucho de viaje iniciático, valiéndose de flashbacks que sirven para conocer más del pasado de la protagonista y unir una historia redonda, que fluye como el agua corriente, y apela al humor más clásico. La animación, tradicional, recrea el fondo del mar de manera majestuosa, un azul profundo que contrasta con los colores estridentes de los peces protagonistas. Es además una fábula sobre el amor incondicional de padres e hijos, la superación de los miedos y el poder de la amistad. Claramente además de ser muy entretenida, contiene un mensaje hermoso que emocionara a grandes y chicos por igual.
Trece años después de la exitosa Buscando a Nemo, Pixar pone en primer plano a uno de sus personajes más simpáticos: la olvidadiza Dory. Esta secuela, también dirigida por Andrew Stanton, quien comparte su tarea con Angus MacLane, se ubica un año después de las hazañas del pez payaso. En esta oportunidad veremos la historia de Dory, cómo llegó a conocer a Marlín y a su hijo, y conoceremos detalles de su infancia.
Adorable cine de animación, secuela de “Buscando a Nemo”, también bajo la dirección de Andrew Stanton con producción de Pixar y la distribución de Disney. Las voces de todos los personajes están maravillosas, incluyendo la de la encantadora pececita Dory que es Ellen DeGeneres, conocida presentadora de tv y actriz en los Estados Unidos. Este bello animalito acuático sufre de pérdida de memoria y se extravía, alejándose de su familia, hacia aguas profundas. Pero en su cabecita extraña a papá y mamá que sabe estarán muy preocupados por ella. En su desesperada búsqueda por reencontrarse se hará amiga de adorables seres acuáticos que le darán una mano. Nadando y nadando y sin tanto pensar, llegará hasta la costa de California a un gran acuario llamado Instituto de Vida Marina donde 3 capos la ayudarán por agua y por tierra de ser necesario. Ellos son Bailey una ballena beluga, Destiny un tiburón blanco y Hank un simpatiquísimo pulpo. Quiero resaltar una gran cuota y efecto de humor la participación de la voz de Sigourney Weaver. Desopilante. Hay un corto que antecede al film llamado “Piper” realizado por Alan Barillaro. Hermoso mundo, con mucha calidad en el arte digital de animación que dan vida a esos pequeños seres. Para disfrutar en familia, chicos y grandes Dory los esta buscando!
La memoria del agua no puede fallar “Buscando a Dory”, la segunda aventura de los adorables pececitos supera a su antecesora. Es divertida todo el tiempo y mantiene la ilusión de que todo es posible, valores que los chicos deben concientizar. Pasaron trece años desde el estreno de “Buscando a Nemo”, pero a la gente de Pixar parece no importarle el estigma que podría causar ese número y a partir de hoy está en salas de todo el país la segunda aventura de los adorables pececitos, con la amnésica Dory como protagonista en esta oportunidad. Conscientes del tiempo que trascurrió en el medio, los animadores más profesionales del cine saben que Nemo se transformó en una cinta inolvidable y a partir de ello hacen una historia que si bien mantiene una línea narrativa similar, es autónoma, novedosa y con gags propios (no robados o duplicados). Historia con ritmo Resulta que un año después de haber concluido la anterior aventura, Dory (Ellen DeGeneres) recuerda porciones de su infancia y cómo perdió a sus padres. Con esa mínima información sale a buscarlos junto a sus grandes amigos Marlin y Nemo. Deberán recorrer todo el océano para sumar pistas y todo terminará en el Instituto de la Vida Marina, un centro de rehabilitación y acuario en California. Los animalitos entablarán nuevas amistades que los acerque a encontrar a los padres de Dory, siempre con el obstáculo inicial de su falta de memoria. Un pulpo malhumorado, dos leones marinos copados, unas adorables nutrias, un tiburón y una beluga con ganas de ayudar a pesar de su miopía y problemas de identidad y un pájaro loco servirán de ayuda para el grupo de expedición. Más allá de la historia muy bien contada y entendible para los más chicos, lo que sobresale e incluso la hace superior a su antecesora, es que Dory lidera. Con sus pequeñas fallas para rememorar pero su gran histrionismo (también gran trabajo de las actrices que ponen su voz al filme) ya había sido la favorita desde la búsqueda de Nemo, y ahora el rol principal no le queda grande para nada (vale recordar el fiasco de “Minions”, que acompañando a Gru eran graciosos pero en su spin-off su fueron cuesta abajo). Completamente recomendable para ver en familia, “Buscando a Dory” ayuda a la integración (ser distinto no está mal), es divertida todo el tiempo y mantiene la ilusión de que todo es posible, valores que los chicos deben concientizar.
La memoria de los peces A veces parece que las fórmulas para seducir al público infantil se agotan, al menos en lo que respecta al cine de animación. Pero Pixar, del grupo Disney, siempre tiene un as bajo la manga. Y este es el caso de "Buscando a Dory", que sin ser un compilado de explosión creativa ni mucho menos tiene más que suficiente para entretener, emocionar y hasta dejar un mensaje positivo, tanto para chicos como para grandes. La secuela de "Buscando a Nemo" (2003) parte del derrotero de Dory, un pez cirujano hembra que padece de "pérdida de memoria a corto plazo". Salvo los primeros veinte minutos, que la película muestra cierta lentitud para arrancar con la acción, el filme de Andrew Stanton impacta de lleno en el espectador. Dory buscará a su familia, pero primero tendrá que recordar situaciones, rostros, charlas y lugares que la contacten con su pasado. En esa espiral tragicómica está lo mejor de esta animación, porque permite hurgar en los afectos y en la importancia de los amigos, como son los casos de Merlin, Nemo, el pulpo Hank y los lobos marinos Fluke y Rudder. Ellos serán la familia de Dory y ese vínculo la llevará a hacer lo imposible en un acuario, y en la carretera, para recuperarlos. El momento en que cae el camión al agua con el tema "What a wonderful world" es el punto más alto. También es logrado el corto "Piper", en la previa del filme. Para disfrutar y esperar la tercera búsqueda.
Para Pixar la oportunidad de hacer una secuela de BUSCANDO A NEMO era tan atractiva como complicada. Aquel filme recaudó más de 900 millones de dólares en todo el mundo en 2004 y durante un largo tiempo fue la segunda película de animación más vista de la historia (ahora ha bajado unos puestos, tras MINIONS, FROZEN, etc) y la más exitosa de Pixar (superada luego por TOY STORY 3). No por nada tardaron doce años en encontrarle la vuelta. Como joyita de la compañía que es, merecía una segunda parte cualitativamente comparable a la de la trilogía de los juguetes más que a MONSTERS UNIVERSITY o CARS 2, que son productos menos canónicos de la empresa. Estas últimas secuelas pueden haber hecho dinero, pero no fueron amadas, ni consideradas clásicos. Son más celebradas por el departamento de marketing de Pixar –y los accionistas– que por la parte creativa. BUSCANDO A NEMO necesitaba una secuela para la posteridad, no solo para romper la taquilla. Y no era sencillo porque se trataba de una historia autocontenida. Como alguna vez se menciona en BUSCANDO A DORY, la idea de buscar a alguien perdido y encontrarlo no se hace más de una vez, por lo cual debieron cambiar el eje y armar algo que está a mitad de camino entre la secuela y el spin-off. Como todos los que no tengan “pérdida de memoria de corto plazo” recordarán, Dory era un personaje secundario en NEMO, el pez que no podía recordar nada más allá de unos diez segundos y que provocaba muchas de las situaciones más graciosas de aquel filme. Y es en ése personaje (que tiene la voz de Ellen DeGeneres en la versión subtitulada) que la secuela se centra, con el riesgo de que la pequeña broma que era simpática de a ratos se vuelva algo densa y reiterativa, como sucede claramente en MINIONS. Pero si hay algo que la gente de Pixar sabe –y es por eso que se toman años en preparar cuidadosamente estos productos– es cómo conectar las necesidades narrativas y comerciales de una película con una complejidad temática inusual para el cine infantil. En ese sentido, BUSCANDO A DORY parece combinar el universo del filme original con una temática más cercana a la de la reciente INTENSA MENTE. Y lo hace de una manera mucho más orgánica que aquella, si bien por momentos cae también en cierto costado terapéutico un tanto líneal. El título, admitámoslo, es un poco engañoso. Aquí es Dory, la olvidadiza, la que busca y no la buscada (ok, Nemo y su padre la buscan a ella también, pero su parte es una subtrama). Tras una intro en la que se nos muestra su infancia y los problemas que le generaban sus constantes olvidos, vemos a Dory separarse de sus padres y perderlos para siempre. Lo cual, finalmente, no parecería ser un problema para ella porque, bueno, tampoco parece recordar que tenía padres. La película la reencuentra ya adulta, luego del episodio de Nemo, y es allí donde empieza la aventura ya que ciertos recuerdos básicos e inconscientes (es aquí donde aparece la línea INTENSA MENTE del filme) reaparecen y Dory sale a buscar a sus padres, con lo difícil que para ella es emprender una misión que podría olvidar a cada rato. Esos flashes de memoria le servirán de mínima guía, lo mismo que Nero y su padre Marlin, que la acompañarán durante parte del viaje y luego la perderán también. No conviene adelantar mucho más. Solo decir que aparecen varios personajes nuevos, que la aventura en algún momento pega un vuelco para abandonar el mar y adentrarse en una suerte de parque temático marino y que la mente de Dory sigue siendo un lugar fascinante del que van saliendo todo el tiempo cosas inesperadas, aún para ella. Su “incapacidad” termina siendo el eje temático de BUSCANDO A DORY, una película que bien podría ser leída por algunos padres como una historia acerca de un amor paterno-filial que sea capaz de superar todo tipo de dificultades y temores. Sí, los chicos pueden parecer frágiles e indefensos (o, en este caso, tener una incapacidad real), pero sabrán arreglárselas en la vida, especialmente si encuentran a otros seres con quienes conectarse y formar nuevos grupos. Algo que, en cierto modo, también repercutía como tema en la otra gran película de Pixar dirigida por Andrew Stanton, WALL-E. Y así, también, la película se convierte en una defensa de la aventura. Si algo caracteriza la actitud ante la vida de Dory es que, a falta de recuerdos inmediatos, no hay cálculos ni análisis de lo que debe o no debe hacer. Eso la vuelve un personaje que toma riesgos constantemente ya que no parece ser muy consciente, ni quedar traumada, por las consecuencias de lo que hace. Esa es la otra línea temática fuerte (una que el filme transforma en el mantra “¿qué haría Dory?” para tratar de entenderla y encontrarla) y una que se conecta sin forzamiento alguno con la propia aventura que viven los personajes. Ese “hacer” antes de “pensar” es un condimento que da miles de variables a la acción. Ni hace falta destacar el suntuoso trabajo visual del filme, en especial en su creación de un mundo submarino de belleza por momentos subyugante, y el gran aporte que le dan muchas voces reconocibles. Allí, además del gran ritmo staccato del habla de la propia Dory/DeGeneres, se lucen Albert Brooks como el nervioso y temeroso Marlin, Ed O’Neill como el gruñón pulpo Hank, e Idris Elba y Dominic West, como dos criaturas marinas con acento británico. A ellos habría que sumarle una aparición muy especial de Sigourney Weaver, la que, según me han dicho, lamentablemente desaparece en la versión doblada. Con la línea evolutiva de TOY STORY como eje, BUSCANDO A DORY se convierte en una gran secuela de una película que ya es un clásico de la animación. Si no fuera por ciertos excesos “freudianos” no sólo temáticos (lo que sería perfectamente lógico y normal), sino ya convertidos en imágenes y concretos disparadores narrativos, y una cierta desorganización narrativa cerca del final (la película se estira un tanto más de la cuenta a la hora de cerrar) estaríamos hablando de otro clásico. Tal vez no llegue a las alturas de la original, pero es una película sensible y creativa que emociona, divierte y desnuda las limitaciones de la mayoría de sus rivales de la animación ultrataquillera. Por suerte, cuando algunos empezabamos a dudar de la consistencia de algunos de sus productos, aquí hay que celebrar que Pixar lo hizo de nuevo.
LOS PECES DE LA BUENA MEMORIA Buscando a Dory es una secuela y fundamentalmente un spin-off, dos conceptos que habitualmente el imaginario popular adjudica a la falta de creatividad. Y son conceptos que, en el fondo, exhiben el sentido más industrializado del cine: ese que manufactura películas pensando en el público previo que un producto puede tener y su rendimiento futuro en la taquilla. Para más detalles, Buscando a Dory es secuela y spin-off de Buscando a Nemo, una de las películas más exitosas en toda la historia de la compañía Pixar, y en su momento el film animado más taquillero de todos los tiempos. Industrializado, manufactura, producto, compañía, taquilla, términos administrativos que remiten al capitalismo y parecen lejanos al cine, que es un arte y que por eso -se supone- debería estar motorizado por la imaginación y el espíritu filantrópico. Pero en ese océano llamado Pixar, estas nociones duras (y oxidadas) sobre el cine tienden a quebrarse y a demostrar que tras las secuelas, spin-off y precuelas puede haber ideas, bellas, que amplían un mundo resignificándolo y justificándolo fotograma a fotograma. Aunque muchos arruguen la nariz, lo de las secuelas no es nuevo para Pixar. La tercera película de la compañía, por ejemplo, fue Toy Story 2. Incluso han incursionado en la precuela con Monsters University y ya Cars 2 fue una suerte de secuela con spin-off. Y en ninguno de los casos, más allá de buenas o malas películas, se puede hablar de pereza o falta de imaginación. Si hubo pifies fuertes (Cars 2), todo tiene que ver con una apuesta que resultó fallida, nunca con ir a lo seguro. Toy Story fue cimentando film a film una reflexión sobre los vínculos y el paso del tiempo que profundizó en la angustia existencial de sus personajes (y de nosotros, espectadores); la precuela de Monsters Inc. transitó con creatividad, inteligencia y emoción el subgénero de películas universitarias; y la citada Cars 2 se pensó desde el lugar del niño que puede usar un autito de juguete (ese autito, el Rayo McQueen, metalenguaje del merchandising incluido) para involucrarlo en una historia de acción y aventuras, en clave Bond como para sumar pertinencia cinematográfica. ¿Cómo ingresa entonces Buscando a Dory en la ecuación? Hay que pensar antes nada que 2015 fue un año particular para Pixar: sus dos estrenos (Intensa-Mente y Un gran dinosaurio) fueron conceptos nuevos, algo que en el cine de alto presupuesto actual parece impensado. Los resultados fueron dispares, Intensa-Mente fue un éxito descomunal, de público y de crítica, y Un gran dinosaurio fue castigada con apatía por la crítica y desdén por el público: fue el film menos exitoso de la compañía. Desde lo personal, tengo que decir que Intensa-Mente resulta una película decididamente insatisfactoria, que apuesta a preceptos que se alejan profundamente de lo que sostuvo históricamente la obra de Pixar. Va definitivamente por el mensaje sobre lo narrativo, pierde el humor y ritmo habituales, y más allá de aciertos esporádicos es un film que se sostiene en la sobre-explicación y en la supuesta complejidad de un andamiaje más ingenioso que inteligente. Es la apuesta de Pixar por atraer otro tipo de público, ese que pretende al cine como herramienta. Nunca como un fin en sí mismo. Un gran dinosaurio es otra cosa, es el regreso del mejor Pixar, ese capaz de emocionar de manera sofisticada (el vínculo Arlo-Spot, su acercamiento a partir de las ausencias que comparten, la resolución del conflicto sin la necesidad de diálogos es de las cosas más bellas que ha firmado Pixar), creando personajes imperecederos y que se definen por medio de la acción. Claro, su apuesta inicial por el cuento infantil y su estructura simple la hicieron ver como una película tradicional, demasiado tradicional, quedando soslayada toda su genialidad impresa en imágenes descomunales, tanto interior como exteriormente. Entonces Buscando a Dory aparece en este horizonte como el reaseguro de Disney sobre Pixar (el momento en que ambas empresas terminan fusionándose es clave en toda esta historia) para consolidar una audiencia en un camino que parece estar regado a futuro por incontables secuelas, precuelas y spin-off, pero también por productos originales que traten de instalar conceptos novedosos. Lo importante en el fondo es siempre el trabajo y el cuidado sobre el producto entregado, y tras la historia de Buscando a Dory hay trece años de laburo, trece años de pensar el por qué una historia merece ser contada. Lo que se ve en pantalla, entonces, es el resultado feliz de ese trabajo, de Andrew Stanton retomando aquel universo para indagar y poner la lupa en el lugar adecuado. Y, fundamentalmente, en descubrir qué hacía indispensable a la película original, su esencia, su espíritu. Porque lo que se observa en cada continuación de Pixar es que no hay una necesidad de extender universos porque sí. El análisis de lo que se va a contar es minucioso. Si Toy Story era sobre la infancia y el paso del tiempo, y Monsters Inc. representa el ala político y social de la compañía, Buscando a Nemo es la aventura y la diversión como revalidación de los personajes y las familias disfuncionales. Cada continuación, entonces, respeta ese espíritu sin por eso apostar al “más de lo mismo”. Por todo esto es que no estamos ante Buscando a Nemo 2, con el pececito perdiéndose nuevamente, sino frente a Buscando a Dory, donde aquella pez olvidadiza -que antes era secundaria- y su conflicto se ponen en el centro: la búsqueda de sus orígenes, aquello que ha perdido, especialmente su familia. Y no es curioso que a esta altura del camino, Pixar se pregunte por su espíritu y su propia esencia, por qué cosas se han perdido en el camino y qué es lo que hay que recuperar. Y Buscando a Dory responde energéticamente con una historia que reproduce el andamiaje de aquella (es un viaje oceánico con búsquedas multiplicadas de lo extraviado: Merlin y Nemo buscando a Dory, Dory buscando a sus padres), pero que presenta objetivos bien claros. El trabajo de guión es preciso, quirúrgico, y construye un camino repleto de momentos de emoción con set-pieces que reproducen el espíritu aventurero y divertido fundacional. Buscando a Dory está hecha de los mismos materiales que Buscando a Nemo (la road movie, la enorme cantidad de personajes memorables, las imaginativas escenas de acción articulando el relato), por eso inconscientemente opera de una forma singular sobre nuestra percepción: acorta el tiempo, reduce esa brecha temporal de trece años entre una película y la otra, y nos queda la sensación de estar redescubriendo a Pixar, de que no pasaron veinte años, de que somos niños otra vez. La película imprime con sabiduría que la ansiedad por el reencuentro suspende el paso del tiempo. Buscando a Dory trabaja entonces sobre la memoria, sobre aquello que la constituye, y lo hace empecinadamente a través del vínculo entre los objetos y los recuerdos. Pero lo más importante es que hace todo esto mientras vemos a los personajes moviéndose, tomando decisiones, enfrentándose a desafíos, en medio de un diseño de espacios y personajes apabullante por lo precioso, y a una catarata de chistes memorables. La última media hora está entre lo mejor de la historia de Pixar. Y es decir… Puede que en relación a otros productos de la compañía, Buscando a Dory plantee las emociones y los sentimientos de una manera más básica y directa. En todo caso estamos ante una licencia, un tipo de historia que precisa de estas formas ante otras que pueden permitirse ser más sofisticadas como Un gran dinosaurio, Wall-E, Ratatouille o Toy Story 3. En ese océano inagotable llamado Pixar hay espacio para todo. Buscando a Dory nos invita a sumergirnos con todas las ganas, y a divertirnos como la primera vez.
Pixar planta bandera a la hora de anunciar sus próximas películas. Con un positivo historial que reivindicó a la compañía luego de algunos tumultos tras haber sido absorbida por Disney, Monsters University demostró que los ya conocidos personajes todavía pueden ofrecer algo de su carisma. Buscando a Dory planea ser otra más de las exitosas secuelas de Pixar (por lo menos en taquilla) mientras esperamos por Los Increibles 2 y Cars 3, entre otras. Al igual que en Cars 2, los guionistas y productores, posiblemente pensando en lo que rindió el merchandising de los juguetes y suvenires de las primeras partes, dedican sus secuelas a un personaje que originalmente era secundario y lo transforman en protagonista. La pregunta para muchos era si realmente Dory funcionaría como personaje principal o si su lugar era ser la ladera de Marlin (papá de Nemo). La pérdida de memoria de Dory no afecta a los espectadores quienes recordarán que su predecesora ofrecía una historia muy parecida y de proporciones más épicas que esta secuela/spin-off que no logra estar a la altura de las expectativas. Así Buscando a Dory sufre el inevitable inconveniente de tener que luchar contra la idealización de una exitosa primera parte y una falta de frescura de un argumento que ya se ha visto con la única variable nueva de algunos personajes que debutan acompañándola en su nueva aventura. Aun así el sello de lo mejor de Pixar, con todas sus virtudes, se hace presente en buena parte de la película. Una vez que sienta las bases del nuevo argumento cerciorándose que nadie que no haya visto Buscando a Nemo se quede atrás, Dory logra trazar su propio camino con algunas escenas entretenidas que también se guardan el efecto Disney de dramatismo que no logra evitar el golpe bajo y la oportunidad de angustiar a algún que otro niño o adulto desprevenido.
Secuela del film “Buscando a Nemo” (2003) que nos trae de regreso a esta simpática pez cirujano azul llamada Dory que sufre de pérdida de memoria a corto plazo. La historia comienza un año después de aquella maravillosa odisea en la que Dory acompañó a Marlin para buscar a su hijo desaparecido Nemo. Ahora Dory vive feliz en el arrecife junto a Marlin y a Nemo, pero de pronto comenzará a recordar que en alguna parte del vasto océano podría tener una familia propia, sus padres Jenny y Charlie, con quienes vivía de pequeña. Y esas imágenes se irán intercalando a lo largo de la película con el presente, para ir revelando el misterio que encierra el pasado de Dory. Según el director del film Andrew Stanton (Buscando a Nemo / Wall-E), este era un tema que había quedado pendiente de ser contado, ya que a él le preocupaba saber acerca de Dory, quien debido a su problema de pérdida de memoria a corto plazo podría volver a perderse, y por tal motivo decidieron explorar un poco esa posibilidad, al mismo tiempo que lo concerniente a la familia de Dory y si alguna vez volvería a reunirse con ellos, ya que quizás ahora ella habría formado una nueva familia junto a Marlin y a Nemo. ¿De dónde proviene Dory?, ¿Dónde están sus padres?, estás preguntas serán respuestas al final de esta película. Cuando Dory recuerda que en alguna parte podrían estar sus padres, aunque no sabe cómo y en qué momento los perdió, decide inmediatamente salir en su búsqueda, y para ello pide ayuda a Marlin y a Nemo, así los tres se embarcarán en una nueva aventura que los llevará hasta el Instituto de Vida Marina de California, un centro especializado que se ocupa de rescatar peces en problemas o enfermos, para rehabilitarlos y devolverlos a su hábitat natural, pero también posee un enorme acuario donde permanecen aquellos que no podrán sobrevivir por sí mismos en el mar. Es allí donde Dory conocerá a Hank, un pulpo malhumorado que vive escapándose de los empleados del instituto y que prefiere la seguridad de un acuario a la libertad del mar abierto; pero también hará amistad con Bailey, una beluga que está convencida de que sus habilidades biológicas de ecolocación están averiadas, y con Destiny, una tiburón miope muy agradable. En medio de toda esta búsqueda Dory volverá a perderse varias veces, por lo cual Marlin y Nemo deberán encontrarla antes de que se meta en más líos debido a su propio despiste. El relato habla en primer lugar de la familia y de la amistad, pero tiene que ver con superar las deficiencias físicas y salir adelante a pesar de los obstáculos, reconociendo las propias fortalezas, y por último se refiere a la búsqueda personal de Dory para encontrarse a si misma. Un film que posee grandes dosis de humor que se complementan a la perfección con el drama personal de la protagonista, dando lugar a un relato tragicómico pero a la vez profundo y emotivo. Desde lo visual resulta impresionante por el colorido y las texturas, pero desde el guión es brillante como casi todas las producciones de Pixar Animation Studios. Por todo esto es sin duda una gran segunda parte que está más que a la altura de la primera. Andrew Stanton dirige la película junto a Angus McLane, el guión es de Andrew Stanton y Victoria Strouse, sobre una historia escrita por ambos junto a Bob Petersen, basada en los personajes creados por Stanton. Estas son las voces originales de los personajes principales: Ellen DeGeneres (Dory), Albert Brooks (Marlin), Ed O’Neill (Hank), Kaitlin Olson (Destiny), Hayden Ralence (Nemo), Ty Burrell (Bailey), Diane Keaton (Jenny), Eugene Levy (Charlie) y Sigourney Weaver (como ella misma, en una aparición muy especial). Completan el elenco de voces: Idris Elba, Dominic West, Bob Pertersen, Andrew Stanton, Bill Hader, Willem Dafoe. La película se estrenó en diferentes versiones: 2D, 3D, Imax 3D (Norcenter), 3D XD (Cinemark / Hoyts), Xtremo (Cines Multiplex) y en las salas con Dolby Atmos (Sala 6 Village Recoleta / Salas Monsterscreeen (Village Pilar y Neuquén). Además varias salas la proyectan en versión subtitulada por la noche, aunque la mayoría la tiene doblada. “Buscando a Dory” se exhibe con un corto titulado “Piper”, que relata la historia de una pequeña ave que tiene miedo de enfrentar la vida. Es un bello poema visual que no posee diálogos, solo sonidos.
Una muy buena película para disfrutar en familia con el requisito indispensable de verla en pantalla grande. Visualmente es deslumbrante. El relato, si bien es muy cálido y está repleto de humor y aventuras, no reluce por su...
En los últimos veinte años el cine de animación no paró de crecer a pasos agigantados. La llegada de las técnicas digitales parece haber democratizado el ambiente y haber terminado con el reinado de unos pocos. Sin embargo, existe ese momento específico del año en el que sabemos que no vamos a ver una más de las varias que se estrenan. El estreno de una película de la gente de Pixar marca la diferencia. El estudio creado por John Lasseter, que vio la luz dentro de LucasFilm para luego crear una unión perfecta con Disney; parece estar tambaleando (según opiniones de algunos) pero siempre vuelve a erigirse y demostrar cómo son las cosas. Este año fueron a lo seguro, podrían decir, se inclinaron por la secuela de uno de sus títulos más famosos y prestigiosos. Sin embargo, Buscando a Dory viene a tirar por tierra ese preconcepto de ir a lo seguro y no solo redobla la apuesta, reboza de originalidad. El secreto está en el cambio de eje. Sí, hay una nueva búsqueda, los mismos personajes principales, y un desarrollo similar, pero el foco esta vez esta puesto en otra protagonista, la simpática pez cirujano regal, Dory. Luego de una escena inicial en la que habrá que habrá que estrugir nuestros corazones para no derramar una lágrima, se nos ubica tiempo después de finalizados los hechos de Buscando a Nemo. Marly y Nemo viven felices en el arrecife junto a Dory, lejos de todo peligro y complicaciones. Pero el destino quiere que la frágil memoria de Dory traiga un recuerdo del pasado, algo borroso, pero latente, ella tiene una familia, solo que se extravió siendo muy pequeña. Como un llamado de la naturaleza, Dory debe cruzar nuevamente el Océano en busca de sus padres hasta California; y a Nemo y Marly (este a regañadientes) no le queda más remedio que acompañarla. A partir de entonces, el director Andrew Stanton y el nobel Angus MacCale (en remplazo de Lee Unkrich) nos introducen a una verdadera montaña rusa sin frenos, plagada de aventuras, con ritmo permanente, pero que jamás abruma. A un gag le sigue otro, a un salto un golpe, corridas, diálogos ligeros, y escenas para el lucimiento personal de cada uno de los personajes. La historia se divide en dos planos, por un lado, Dory llega primero al oceanario en el que supone viven sus padres, pero como en el primer film sucedía con Nemo, es capturada. Mientras, Marly y su hijo la buscan por su lado. Este desdoblamiento (como ocurría ya en la primera entrega) permite una paleta de personajes amplísima, todos nuevos y diferentes. Hay algún cameo a lo Pixar para los más atentos, pero la atención está puesta en presentarnos al pulpo Hank, un tiburón ballena hembra llamada Destiny, la beluga Bailey, el par de lobos marinos Rudder y Fluke, y por supuesto a Charlie y Jenny los padres de Dory. Cada uno con personalidades y tics diferentes para ganarse nuestra simpatía. La esencia de lo que diferencia a la factoría Pixar de sus rivales queda expuesta una vez más en este film. No se plantean como films animados; la animación pareciera ser el vehículo que más libertad creativa les permite, pero antes que eso, son perfectas comedias, dramas, y films de aventuras, que no subestiman a su público y le ofrecen calidad en todos los rubros. El guion, a cargo de Stanton, Victoria Strouse y Bob Peterson; si bien se maneja en el tono ligero para el público infantil, presenta una complejidad de situaciones y análisis psicológicos dignos de un drama bien potenciado. El manejo de los golpes bajos, necesarios, es tan delicado que lejos de molestar cumplen su cometido, las lágrimas van a estar presentes más de una vez. Y si se tiene un corazón de piedra y las lágrimas no vienen por el lado de la emotividad, con la comedia no hay lagrimal que aguante. Los gags son un compendio de originalidad, timing y efectividad. Si Dory se coloca en el centro del plano, era de esperarse una catarata de chistes sobre la pérdida de la memoria, lo llamativo es que esa catarata no luce a acumulación y menos a repetición, siempre se la rebuscan para que el chiste sea nuevo y fresco. La animación, pensada para ser vista en la mayor calidad posible, es nítida brillante y cálida a la vez; los escenarios no pueden lucir más reales y el trabajo en los personajes es completo en detalles y particularidades. Por suerte esta vez existe la posibilidad en determinadas salas de disfrutarla en su idioma original, allí podrán disfrutar además de las voces de Ellen DeGeneres y Albert Brooks, a Diane Keaton, Eugene Levy, Ty Burrell, Ed O’Neil, Idris Elba, Kaitlin Olson y Dominic West entre otros. De todos modos, quienes opten por ir en familia (opción muy apropiada) y se topen con el doblaje, encontraran las mismas voces de la original, en un trabajo muy bien amalgamado. Buscando a Dory es más que un prodigio de la animación (que lo es y con creces), es una de las mejores comedias del año y un film que respeta a su público entregándole más por lo que pagó. Pixar vuelve a ser una cita ineludible entre las mejores propuestas para correr a la sala más cercana, la recompensa es enorme. Por último, no lleguen tarde a la función, como ya es costumbre, el corto animado previo al film, Piper, es igual o mejor que el platillo principal. Como para una degustación completa.
Carrera contra el olvido Difícil era la tarea de entregar una secuela a la altura de un precedente que supuso uno de los picos más altos de la compañía de animación Pixar, el mayor recinto de creatividad de Hollywood en las últimas dos décadas. Pero la apuesta era fuerte, y Dory, quien quizá sea el secundario más inolvidable parido por la firma, pasa aquí a estar en el centro, a ser estrella del relato. Trece años han pasado desde la gran aventura familiar Buscando a Nemo, tiempo suficiente para que hayamos extrañado a sus personajes y que su director, Andrew Stanton, pudiese pensarse bien la historia. En el interín, también nos entregó otra joyita (Wall-E), así como una fallida película de acción real (John Carter). Aquí Stanton retoma la compañía, y con ella el buen camino. Buscando a Dory cambia el eje esta vez y se centra en la historia previa de esta simpática pececita con problemas de memoria a corto plazo. Gracias a ciertos indicios que la memoria a largo plazo, la buena, le va dando, Dory es orientada en la búsqueda de sus padres, a quienes perdió siendo una niña. Es así que, repitiendo la fórmula de travesía y descubrimiento, esta obra está provista de toda la inteligencia y la creatividad que caracteriza a Pixar, con una nueva docena de personajes maravillosos además de escenas descollantes, como un secuestro a un camión por parte de la protagonista y un pulpo camaleónico, una muestra del mejor Stanton en estado de gracia. En este caso, la búsqueda del título (en inglés sería "encontrando" en lugar de "buscando", pero la lectura se mantiene) no sólo refiere al extravío y búsqueda de Dory, sino que la misma Dory es la que está buscándose y encontrándose a sí misma, escarbando en su memoria y en su historia pasada. Pero a pesar de ser una película muy entretenida y a la altura de sus firmas, no llega a alcanzar el vuelo de su predecesora. Si bien Dory era un personaje maravilloso como secundario y como comic relief, esas características que la volvían un compañero ideal de aventuras no operan de la misma forma siendo ella el personaje principal. Marlín, protagonista en Buscando a Nemo, puede parecer a priori menos interesante, pero al ser un personaje temeroso y desconfiado, su recorrido a través del océano para dar con su hijo –que además estaba enclaustrado en una pecera, dentro de un apartamento– se presentaba como una tarea realmente quijotesca y titánica, agregándole una sostenida tensión al asunto. Dory en cambio es valiente y arrojada y, aunque su memoria a corto plazo pueda ser un problema, sus instintos siempre la llevan por buen camino y la llevan a superar siempre todos los obstáculos, y esto es algo que se sabe desde el primer minuto. Por eso, desde un comienzo lo imposible se relativiza y se ve en esta película como algo factible de realizarse (a los pocos minutos de metraje los personajes ya están atravesando el océano montados en tortugas gigantes). Pero además este particular perfil olvidadizo y algo verborrágico en un protagónico se vuelve un poco incompatible con la idea de un personaje central que llame a una identificación efectiva y que sufra una transformación interna, además de presentar un eje moral sólido. Todo ello se encontraba en el sí, menos simpático Marlin, pero Buscando a Nemo contaba con una mirada y una progresión dramática que la convertía en un viaje épico y clásico, una lucha contra sí mismo y los elementos. Este crecimiento y esta progresión, en cambio, aquí parecerían ausentes.
Los que rondamos los 30 años de edad y gustamos del cine, tenemos cierta fascinación particular por los productos de Pixar. Porque nos han acompañado a lo largo de nuestras vidas desde la pantalla: hemos crecido juntos, y el principal valuarte de este crecimiento conjunto fue la saga de Toy Story. Si las cintas de Woody y Buzz Lightyear se tratan de crecer, la (ahora) saga de Nemo, que nos llega más de grandes, se trata de aceptar. Aceptar las diferencias, los defectos propios, los ajenos, y a esa aceptación se llega a través de la búsqueda. Buscando a Dory versa sobre las desventuras de la desmemoriada Dory, que de pronto recuerda que tenía padres y quiere encontrarlos. En una especie de Memento animada en las profundidades del océano, Dory va recogiendo vestigios de sus recuerdos para navegar, acompañada de Marlin y Nemo, a buscar a sus padres. Hasta que se desencuentran y la búsqueda se desdobla: Dory, con todos sus defectos y virtudes a cuesta sigue tras su objetivo, mientras padre e hijo tratan de dar con su paradero. Es sumamente divertida la inversión de roles desde inicio de la cinta respecto a lo que ya hemos visto sobre estos personajes, con una Dory tomando la iniciativa, y quienes actúan como ayudantes son Marlin y Nemo. Dory supo ser una excelente sidekick en la película original: su falta de memoria a corto plazo mezclada con su entusiasmo y su inventiva funcionaban de maravillas al lado de la determinación de Marlin a la hora de buscar al perdido Nemo. Pero, ¿qué sucede si es ella quien dirige la batuta? ¿Si es ella quien lleva la historia adelante? ¿Qué haría Dory ahora? La secuela no es una mera repetición de la fórmula precursora simplemente cambiando el eje, sino que introduce riquísimas variantes a nivel argumental. La búsqueda, por ejemplo, no se basa en la separación física, al contrario, están todos más cerca de lo que creen: si en Buscando a Nemo los personajes sabían exactamente adónde ir pero tenían que atravesar una gran distancia, ahora el recorrido se basa en ir juntando indicios para llegar al final del camino. Indicios que, en su mayoría, están perdidos dentro de la cabecita de Dory. Y creo que aquí es donde hace más juego el título de la cinta: Buscando a Dory pasa más por una búsqueda de identidad y de pertenencia de la propia Dory que una búsqueda física de seres separados. Porque si no recuerda su propio pasado, armar el rompecabezas se hace más y más difícil. La introducción de nuevos personajes y nuevos entornos le da a nuestros viejos amigos una bocanada de aire fresco, gracias a lo cual los vemos haciendo algo realmente diferente. En lo personal, desde el título de la cinta, me daba mucho miedo que sea "igual que buscando a Nemo pero a la que hay que rescatar es a Dory". Tal como el estudio nos tiene acostumbrados, hay una gran investigación sobre el entorno de los personajes, en este caso las profundidades del océano, caracterizando a cada integrante con rasgos del comportamiento real del animal/molusco/cetáceo/lo que sea. Más allá de la lección moral que puede tener la película sobre luchar contra nuestras propias dificultades, también existe cierta enseñanza académica sobre la naturaleza que (por temática) no hay, por ejemplo, en la grandeza de Toy Story. El punto flojo es que está orientada a un público completamente infantil. Por supuesto, nosotros que somos adultos y sabemos que Pixar puede hablar otro tipo de lenguaje más profundo, decimos que es un punto flojo claramente desde la envidia, porque nos encantaría tener cinco años a la hora de ver esta secuela. VEREDICTO: 7.00 - CORRECTAUUUU Definitivamente la gente de Pixar ha hecho algún tipo de pacto con el diablo. Sin lograr la certeza de la trilogía de Toy Story o la perfección matemática de su predecesora, Buscando a Dory emociona de principio a fin. Salís de la sala sonriendo, con los ojos húmedos, olvidándote que la historia que te contaron es quizás un poco infantil.
Algún día entenderá Hollywood que ya son los inventores del millón de maneras de hacer plata con la industria cinematográfica a fuerza de miles de ideas a lo largo de los años, razón por la cual sería interesante que hagan una lista de las 50 ó 60 películas que deben quedar como están: Puras, inmaculadas, preciosas, magistrales, intocables. A las obras maestras (masterpiece, como a ellos les gusta denominar) se las llama así porque justamente son concebidas en un tiempo y una forma únicas e irrepetibles. En el caso del cine no necesitan más que ser proyectadas una y mil veces, e inequívocamente pasarse de boca en boca, de generación a generación. No hay La Gioconda 2, Miguel Angel no hizo un David agachado juntando el jabón y Rodin no necesitó contar con otra estatua qué demonios estaba elucubrando El Pensador. El cine no parece aprender de esto. Realmente da a pensar que la única razón por la cual no hay secuelas de “El ciudadano Kane” (1941) o “Casablanca” (1942) es que los protagonistas murieron, aunque nunca se sabe. Siempre habrá un guionista dispuesto a escribir sobre un hijo no reconocido de Rick que reclama la herencia del bar en Africa, u otras monstruosidades. Ahora que se estrenó “Buscando a Dory”, una de las mejores obras de animación de todos los tiempos, “Buscando a Nemo” (Andrew Stanton, 2003), sufre un toqueteo innecesario. ¿Para qué? Sin negar las virtudes de éste estreno, que las tiene bien ganadas, uno no deja de insistir en que hay obras que deberían ocupar sin manchas su lugar en la historia. Lo mejor de lo nuevo de Pixar se produce antes de la proyección del largometraje con un corto brillante llamado “Piper”. En él, se sintetiza la vida y sus avatares a partir del nacimiento de un pichón en la costa del mar. Al nacer ve a su madre ir por comida y se instala cómodamente con el pico abierto esperando que ella provea. Impacto directo en el plano siguiente cuando la madre lo invita a buscar su propia comida, a valerse por sí mismo, a usar el ingenio. Es decir, en dos minutos la lección (de cine también) se transmite de manera contundente. No hace falta contar el resto que es aún mucho mejor, y claro, candidato al Oscar del año que viene. Ya instalados en “Buscando a Dory” el espectador se encontrará con una introducción que nos la presenta cuando era un pequeño pececito, ya con problemas de perdida de la memoria inmediata. Así sabremos cómo es que su condición fue progresando a partir de perder a sus padres, hasta encontrarse con el desventurado Merlín en busca de su hijo, conectando literalmente la historia original. Pero luego el guión esquiva todo esto para centrarse en el afán de Dory por encontrar a sus padres y expiar su eterno sentimiento de culpa. Por supuesto que al repetirse el título (salvo por el nombre propio) se reitera también la estructura narrativa y dramática de hace 13 años, es decir, Dory también emprenderá (junto a Nemo, cuya presencia termina siendo algo intrascendente, y su padre) un viaje por las corrientes oceánicas. La naturaleza los separará eventualmente, y se trabajará en montaje paralelo la forma en la cual ella intenta llegar a sus progenitores, y las desventuras que pasan padre e hijo para volver a encontrarse con su amiga, convencidos de que sola y desmemoriada no tiene chances de sobrevivir. En esta bifurcación de la trama aparecerá Hank, el personaje más interesante de la película por sus deseos de no volver al océano, de no pertenecer más al mundo natural. Pixar conoce de memoria el material con el cual cuenta, por eso se agradecen los personajes laterales, aportando comicidad y buenos gags, pero también el trabajo que se han tomado para abordar temas como “no poder recordar” opuesto a “querer olvidar”. También la fe en uno mismo y, claro, el concepto de la unión familiar. Las variaciones de la banda de sonido de Thomas Newman, sobre su propia partitura original, conectan la emoción y el universo ya conocido. Ni hablar del prodigio técnico para recrear el agua y los entornos. “Buscando a Dory” tiene a genios detrás de su producción. Le sobran argumentos para establecerse como uno de los tanques del año. Eso sí… Lejos, muy lejos de la original.
Dos películas excelentes que están en cartel transcurren en el mismo año: 1977. Y ambas tienen directores tan capaces que pueden incluso recrear un aire de época mucho más allá de los decorados. Son películas actuales, no anacronismos nostálgicos ni ejercicios de estilo oxidados, pero sí tienen el encanto, el poderío del cine de los setenta. Estos milagros se materializan bajo la dirección de James Wan y Shane Black, que ya habían demostrado varias veces su valía en sus carreras. No es sorpresa entonces que El conjuro 2 y The Nice Guys (bueh, acá le dicen Dos tipos peligrosos) sean así de tersas, de excepcionales, de emocionantes. En ellas está el espíritu del cine, que todavía no se rinde. En El conjuro 2 Wan repite el esquema narrativo de la uno, vuelve a hacer una de terror sin trampas, sin golpes arteros, con una construcción sobria del miedo. Cada secuencia va un poco más allá, construye no sólo la amenaza del mal sino, y sobre todo, la empatía con los personajes, con la familia amenazada y también, y esta vez con mayor importancia, con la pareja de investigadores, los Warren. Lorraine (Vera Farmiga) y Ed (Patrick Wilson) tienen química evidente. Se prueba durante todo el relato, desde el principio, cuando Lorraine empieza con las premoniciones que amenazan a su marido, cuando ambos charlan por separado con la chica que sufre el acoso sobrenatural y le dicen la misma frase, al modo del cine clásico, con ese aplomo, con esa confianza en la ficción. Porque de eso hablamos, entre otras cosas, al hablar del cine americano de los setenta: un cine que tenía a mano la sabiduría clásica, la capacidad narrativa asentada, un modo de producción decantado y a la vez pasado por una crisis de identidad como la de los sesenta y una nueva generación de cineastas que ya pudieron entender ese período de gloria y supieron apropiarse de él de forma personal, con miradas singulares. Y cuando Ed le canta a Lorraine “Can’t Help Falling in Love” se evidencia esa ganancia de las grandes películas, ese ir más allá: la película de terror que también puede operar de manera brillante como película romántica, con un arrebato emocional al que se llega sin necesidad de forzar situaciones ni dar grandes golpes. En El conjuro 2 el relato fluye con tal convicción que Wan se permite, otra vez, la rareza argumental de la 1. Esta es una película de terror en la que, a diferencia de lo que pasa en el género… No, como estamos en el siglo XXI no vamos a incurrir en eso del spoiler, que tanto preocupa a tanta gente. Wan hace una película que sigue enseñanzas que están ahí para ser aprendidas y utilizadas, pero la mayoría del terror contemporáneo prefiere rapiñar otro tipo de recursos, de mucho menor valía, de raíces mucho menos nobles. Shane Black, uno de los creadores fundamentales de Hollywood de las últimas tres décadas -ojalá fuera más prolífico con este nivel de calidad- presenta en The Nice Guys el nada corriente logro de una comedia policial en la que los elementos no solo no se repelen sino que congenian. Para eso, dispone un casting sorprendente: Russell Crowe ya ha dado muchas muestras de que puede funcionar en este perfil, pero lo de Ryan Gosling es una revelación cómica, una consagración; y la chica Australiana Angourie Rice tiene un potencial innegable, un carisma descomunal. The Nice Guys es, además, una película de extraordinaria inteligencia para plantear temas de los setenta con corrosión, con momentos desopilantes como el de los “muertos” de la protesta. O esa capacidad para desparramar muertes sin prolegómenos, de forma seca y brutal. El modo seco, crujiente, claro, directo de la entrada de los chistes, esa velocidad, ese timing, están en toda la película, hasta el final, sin reblandecimientos. Por último, The Nice Guys se permite poner como objeto fundamental de una trama a puro MacGuffin a una lata de celuloide. Esta tercera película de Black como director podría haber sido un gran éxito hace treinta o cuarenta años -porque las comedias podían serlo- y hoy en día es un producto de mediano alcance que no tiene chances de triunfo frente a los éxitos globales como las series de superhéroes, las adaptaciones de best sellers e incluso las felices excepciones del terror como El conjuro. Tampoco frente a los productos animados más teledirigidos, como por ejemplo esa secuela inadmisible por haragana, por explicativa, por inane, por artera, por una molicie narrativa de la que recién se despierta en los últimos 15 minutos. Una de esas secuelas animadas que antes se admitían como productos televisivos y ahora se lanzan globalmente e inundan las pantallas (que les quedan) grandes. Esas cosas como Buscando a Dory, que olvidaron el juego y el placer del cine en aras de la repetición machacona de naderías.
Secuela codependiente pero entretenida. Durante toda la función cada tanto me tuve que aguantar a un nenito haciéndole preguntas a la madre, y la madre le tenía que contar la historia de la primera película. Podría dejar pasar este incidente como una mera cuestión de convivencia en la sala, pero este sencillo hecho termina por demostrar dos cosas: Uno, que ni en una función subtitulada uno se salva de la inquietud y la hiperkinesia de los nenes en el cine y Dos, que una secuela no sólo tiene la difícil prueba de tener que igualar o superar la calidad de la original, sino que también debe demostrar que puede ser una película en su propio derecho. Lamentablemente este es el problema esencial de Buscando a Dory. Más de una búsqueda Dory es una pescadita que vive feliz con sus padres, quienes la ayudan con su memoria a corto plazo. Un día ella se encuentra en el océano, y habiendo perdido rastro de sus padre se pasa el resto de su vida buscándolos. Hasta que un día se cruza con un pez payaso llamado Marlin y se producen los eventos de Buscando a Nemo. Un año más tarde, los tres viven en el arrecife, y mientras llevan a Nemo a un viaje de estudios, a Dory se le activa un recuerdo sobre sus padres en un lugar llamado “La joya de Morro Bay, California”. Es entonces cuando van en busca de los mismos. El guion de la película posee una estructura decente y como todas las películas de Pixar posee una temática marcada sobre la familia (postiza o de sangre) que se pierde y se encuentra, así como de no rendirse a pesar de todo. Aunque cuenta con un arco de personaje más que satisfactorio, el desarrollo de la trama carece de fluidez y algunos de los conflictos se resuelven medio como de casualidad (algo de lo que Pixar siempre se preció de evitar). La comprensión de la historia en puntos vitales del argumento descansan en el conocimiento previo de la película anterior. ¿Es esto malo? No, pero le quita puntos el que no pueda sostenerse por sus propios medios, sobre todo con el público infantil, que si bien no son el target absoluto de la película, si es uno prioritario. Por el costado de la técnica, se inclinaron a no arreglar lo que no está roto y tanto los escenarios como el diseño de personajes son de una gran riqueza de colores, pero al igual que su historia, no posee muchas novedades. Conclusión Buscando a Dory no es una decepción, pero tampoco una maravilla. Es una narración entretenida, con sus temas bien planteados y con suficiente emoción, pero que no puede sostenerse por sí misma más allá de su asociación con la primera película. Es el título que pone en evidencia una de las pocas —cuando no, la única— debilidades de Pixar que son las secuelas (Toy Story no cuenta). Los chicos seguramente la disfruten, pero antes háganles ver la primera película para evitar preguntas incómodas durante la proyección.
Publicada en la edición #284.
Publicada en la edición #284.
¿Cómo harán los mega maestros de Disney/Pixar para sostener una película entera con un personaje con memoria a corto a plazo?, fue la pregunta que me formulé antes de entrar a la sala a ver Finding Dory (Buscando a Dory), la secuela de la genial Finding Nemo. El spin off de Dory, la encantadora pececita “paleta de pintor” -muchos niños ya la quieren en su acuario- se estrena trece años después de la gran precuela, y desde entonces todos deliramos con la historia del pez payaso que es buscado insistentemente en las aguas de la Bahía de Sídney. Aventura, drama y pasos de comedia se presentaban en esta película que he visto incansablemente. Pensar en una segunda parte y con Dory de protagonista, me generaba incertiduDory es un personaje secundario en la primera parte, pero conforma una dupla resultona con Marlin, el papá de Nemo. La voz de Dory en su idioma original es la de la genial Ellen DeGeneres – la amamos- que posee a Dory de una manera irrisoria. Cada palabra repetida, cada loop de la pececita azul repitiendo una y otra vez los parlamentos, hicieron que Andrew Stanton, director icónico de Disney/Pixar (además de Buscando a Nemo, hizo la gran Wall-E) se centrara esta vez en este personaje femenino. La apuesta comienza con un flashback de Dory en su infancia, viviendo una vida feliz con sus padres. La ternura de esos ojos inmensos – Dory tiene una ternura única- y la musicalidad en la vida en armonía, propician un comienzo incierto. Y la pregunta obligada surge espontáneamente: ¿Cómo va a sostener Dory, hora y media de película?. El chiste animoso acerca de la pérdida de memoria se sostiene con una gran película basada en la melancolía y en la búsqueda de identidad por parte de Dory. Los recuerdos, ese flash repentino, y las ganas de reencontrarse con su pasado, envuelven a Dory en un viaje de iniciación y madurez. En su aventura estarán los imponderables Marlin y Nemo – quienes ceden su protagonismo a la “mujer” de la historia- y nuevos personajes que le dan a la película un tono de comedia delirante. Tenemos a Hank, un cangrejo gruñón (la voz está a cargo del gran Ed O’Neill) que es la dupla de Dory; a Fluke y Rudder (los gags de estos dos lobos marinos son de lo mejor de la película); a Destiny, un tiburón ballena amiga de la infancia de Dory; y a Bailey, una ballena beluga – ¡Dory habla en cetáceo!- todos ellos pertenecientes a “La Joya de Morro Bay, California”. Juntos armarán una película divertida, con la cuota justa de nostalgia – no cae en ningún momento en la tristeza típica del mundillo “Disney”- y con un personaje femenino que quiere y necesita redescubrirse ante el mundo. Con un final hermoso, Finding Dory es una película que hay que ir a ver, especialmente en familia. Atención: No se vayan rápido de la sala, los créditos son muy graciosos y generan que uno salga con una sonrisa del cine. Háganme caso y disfruten.
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Pasó más de una década para que se estrenara en los cines la secuela de una de las películas más exitosas de la factoría Pixar, Buscando a Nemo (2003). Esta continuación de la historia bajo el mar deja muy en claro que la espera valió la pena en muchos sentidos: una trama emocionante y cautivadora; a la par de un trabajo de imagen a la altura de lo que el estudio más exitoso de animación de los últimos tiempos pudo saber dar; sumado a una narrativa exquisita que da lugar a una forma muy particular de contar y describir lo que sucede. Definitivamente "Buscando a Dory" bebe de la misma fuente de su predecesora, manteniendo la delicadeza, inquietud, dramatismo y vigencia. Las "segundas partes" siempre cargan con cierto karma o críticas previas injustificadas desde el vamos: supuestamente deben igualar o superar la calidad de la original y, además, demostrar que puede ser una película autónoma en lo que a su historia respecta. Quizás el único punto débil de "Buscando a Dory" sea que para aprovecharla al máximo hay que tener conocimiento de lo sucedido en la anterior. Igualmente, la historia se sostiene por sus propios elementos basándose en una narración ágil y divertida, una caracterización de los personajes muy a la altura, y finalmente el suspenso y la emoción tan propias del sello Pixar. La historia comienza con Dory durante su infancia acompañada por sus padres sobreprotectores, actitud que nos recordará a la relación de Marlin con su hijo Nemo en la anterior película. Nuestra protagonista irá creciendo, ¿abandonada por sus progenitores?, hasta que el inicio del filme se ubicará un año después de los acontecimientos que dejaron atrás en "Buscando a Nemo". Con sus problemas de memoria a corto plazo, ella comenzará a tener algunos recuerdos leves sobre su pasado que la llevarán a tomar la decisión de descubrir sus orígenes y de rencontrarse con sus padres. Para cumplir semejante objetivo deberá embarcarse en una aventura cruzando todo el océano con la compañía de sus amigos y varios nuevos personajes hasta llegar al Instituto de Vida Marina en California, un gigante acuario donde, supuestamente ella nació, y se desarrollará gran parte de la historia. Más allá de los personajes ya conocidas de la saga -la ahora protagonista Dory, junto a Marlin y su hijo Nemo como personajes secundarios- se suman algunos más que le asignarán a la trama características propias y diferentes: desde el misterioso pulpo Hank; pasando por los delirantes lobos de mar Fluke y Rudder; sin olvidarnos a la adorable tiburón ballena Destiny y su compañero de estanque Bailey, una ballena belga que está convencida de que su sonar biológico está roto. Además, en su versión subtitulada, los grandes aportes en las voces originales de Ellen DeGeneres, Albert Brooks, Ed O'Neill, Kaitlin Olson, Diane Keaton y Dominic West son extraordinarios. En lo que respecta al plano musical, no podemos olvidar la elección de la banda sonora con dos clásicos de la música mundial como Louis Armstrong y Frank Sinatra. Un consejo final: no se muevan de sus butacas durante los créditos finales ya que podrán saber qué fue lo que pasó con los personajes que ayudaron a Nemo, en su debut cinematográfico, a escapar de la pecera del odontólogo.
Una de las mejores sensaciones que nos suceden mientras buscamos a Dory, es encontrarnos nuevamente con la escencia de Pixar, el estudio que nos supo regalar genialidades como “Toy Story“, “Monster Inc“, e “Intensamente“, vuelve al origen que supo conmover, esa combinación de historias atractivas con personajes tanto principales como secundarios que se vuelven simplemente adorables. En esta ocasión su guionista y director, Andrew Stanton, (responsable de la entrañable Buscando a Nemo) cambia de dupla en la codirección, (antes lo acompañaba Lee Unkrich y hoy Angus MacLane), y no solo logra a estar a la altura de aquella búsqueda del pequeño pez payaso Nemo, si no que posiblemente logre algo inusual, que una secuela supere, aunque no por mucho , a su predecesora. El film inicia con Dory en su infancia donde conocemos a sus padres y retoma luego con el inicio de la película anterior donde conoce a Marlin, el padre de Nemo y dan inicio a la aventura de su búsqueda. Un año después todo parece estar en orden, este trío de peces han conformado una familia, sin embargo distintos flashes de recuerdos vienen a la afectada memoria de Dory, lo que dará el pie al inicio de la nueva peripecia: encontrar a sus papás, de los cuales nadie tiene la menor idea donde pueden estar. Esto llevará a los protagonistas a encontrase con nuevos compañeros en la búsqueda, desde Hank, un pulpo camaleónico al que le falta un tentáculo (tal vez el mejor personaje de esta historia), Bailey (una beluga que considera que perdió su habilidad de ecolocalización) y Destiny (un tiburón ballena miope). Es notable la construcción de cada personaje, si hay algo que destaca tanto en esta como en la primera entrega son los personajes que parecieran ser secundarios pero que dotan al film de una calidad excelente, sin caer en golpes bajos y acompañando en calidad al personaje principal. Si bien la búsqueda trata sobre los padres de Dory, no es equívoco el título, ya que realmente el relato implica una búsqueda personal de esta pez cirujano con problemas de memoria de corto plazo, acerca de cómo logra superar lo que pareciera una desventaja y la convierte en un don, destacando la valentía en su carácter, el poder de improvisar, de vivir sin un plan determinado y lograr sin más los objetivos que se propone. Existe en el film una sutil crítica a los acuarios, hay escenas incluso que retrotraen a la inolvidable película “Liberen a Willy“, con la cual comparten la premisa de la importancia de la liberación de los animales en cautiverio, y el respeto que se impone por el reino animal. La escena donde suena la canción What a Wonderful World, compone simplemente un momento inolvidable del film. Pixar logra una historia de emoción pura, de hecho en eso es quizás donde supera a Nemo, existe una reflexión más profunda por parte de los personajes, de su mundo interior, y de cómo encarar y superar los obstáculos que el mundo exterior les presenta, si bien la familia es un tema central, ya sea por la falta o la presencia de una, Buscando a Dory se convierte en un viaje personal, de aventuras, de amistad, de lazos y vínculos de fidelidad absoluta, donde la idea de vivir una vida no tan planificada puede llevarnos a la felicidad que tanto buscamos.
El gran estreno A 13 años de "Buscando a Nemo" llegó una secuela que supera en velocidad a aquel enorme suceso y se convierte en otro récord. La noticia es que Buscando a Dory, se convirtió en el mejor estreno animado de la historia de Norteamérica al recaudar más de 136 millones de dólares en su debut, el pasado fin de semana, en salas de cine en Estados Unidos y Canadá, de acuerdo con cálculos que la firma comScore realizó el domingo. En lo que atañe a Argentina, sumó 571.835 entradas vendidas para 426 pantallas, superando con creces la convocatoria de la cinta de terror sobrenatural El conjuro 2 -segundo estreno en los cines bahienses-, que este fin de semana llamó a 360.940 espectadores a 391 salas, aunque en el acumulado desde el estreno en el país superó la barrera del millón. Ya pasaron 13 años desde que Pixar estrenara Buscando a Nemo, precuela de Buscando a Dory y un filme que se convertiría en uno de los más taquilleros y que terminaría ganando un Oscar de la Academia de Hollywood. Contaba la travesía oceánica de un pez payaso para hallar a su hijo perdido, acompañado por Dory, una hilarante pez cirujano con serios problemas de memoria. Ahora, Disney y Pixar presentan a una Dory que comienza a recordar detalles de su infancia que podrían ayudarla reencontrarse con su familia. Así que emprende viaje hacia las aguas de California, seguida por Marlin y Nemo y al encuentro de todo tipo de personajes. Buscando a Dory ocurre seis meses después de la historia de Buscando a Nemo, del 2003. Dory vive en el arrecife de corales australiano con Marlin y Nemo (Hayden Rolence), cuando de pronto recuerda que tiene una familia. Junto a sus amigos, Dory decide emprender viaje hacia el Instituto de Vida Marina de California, un centro de rehabilitación y acuario. En su travesía para buscar a su madre y padre, Dory consigue la ayuda de tres residentes del Instituto: Hank, un pulpo un poco malhumorado; Bailey, una ballena beluga con problemas de localización y Destiny, un tiburón ballena con vista corta. El filme es dirigido una vez más por Andrew Stanton, realizador detrás de Buscando a Nemo y un veterano de Pixar que también firmó WALL-E y la película John Carter de Disney, además de codirigir Bichos y colaborar en los guiones de Monsters Inc. y la saga de Toy Story. El elenco de voces originales vuelve a incluir a Ellen DeGeneres como Dory y Albert Brooks como Marlin, y suma a Ed O'Neill, Ty Burrell (Modern Family), Kaitlin Olson (It's Always Sunny in Philadelphia), Diane Keaton (Alguien tiene que ceder), Eugene Levy (American Pie: El Reencuentro), Idris Elba (Zootopia) y Dominic West (The Affair). El sueño cumplido Durante años DeGeneres abogó por una nueva película de Nemo, pero aun así la sorprendió cuando la llamaron, especialmente porque Stanton le dijo que Dory era el personaje principal. Es el papel más grande para DeGeneres desde Buscando a Nemo. La actriz grabó fragmentos de la voz de Dory a lo largo de tres años en la misma cabina donde se hizo Nemo hace más de una década. "Para mí, esto es más difícil que actuar con tu cuerpo y tus expresiones faciales -explica la presentadora-. Es un reto actuar solo con la voz". En una escena en la que Dory llora, DeGeneres tenía lágrimas de verdad: "Me encanta poder expresarme de maneras diferentes y emocionarme y no ser solo graciosa todo el tiempo", concluye. Un placer de película Nada es casual. Buscando a Nemo asentó bases con elementos legítimo: excelente producción, guión, dirección y animación para un espectáculo que conquistó a todas las generaciones posibles en una familia y lo convirtió en un espectáculo a disfrutar en veces repetidas, con detalles a descubrir en todas y cada una de las sesiones. Todavía, a trece años de su estreno sigue convocando a través de sus reemisiones por canales de cable. Buscando a Dory continúa la fórmula y utiliza un argumento en esencia similar con diferencia en los niveles de protagonismo que le permite desarrollar a un personaje hilarante que en la primera entrega había sido un excelente partenaire. Con esta jugada, y a diferencia de otros productos de Disney-Pixar y sus proyectos por separado, no agota a los personajes iniciales y le da a la historia un aire de frescura que, desde la butaca, se agradece. Como todos los títulos de estas dos firmas unidas, el show que de propone bien vale el pago de la entrada, ya sea para la versión 2D, como para la 3D que resulta inmejorable.