La nueva película del director iraní, Copie conforme, en la que se destaca el co-protagónico de Juliette Binoche junto a William Shimmel, nos lleva a conocer la Toscana italiana, región del centro de Italia cuya capital es Florencia. La conocemos a través del recorrido que hacen estos dos personajes que nunca sabremos si se acaban de conocer o si se conocen hace más de 15 años y simulan desconocerse. En una primera instancia el título se corresponde al libro que vino a presentar el personaje de Shimmel a Italia, que atraído por las “garras” de Binoche -dueña de un local de antigüedades- se deja llevar por ella que juega de local y lo lleva a conocer espacios que supuestamente el no conoce, como la Plaza de la Signoria. En una segunda instancia todo esto queda en duda, cuando comienzan a hacer de cuenta que son pareja hace muchos años. Finalmente poco importa, nunca podremos distinguir la realidad de la ficción, la copia del original. Abbas Kiarostami nos lleva de las orejas a través de su paciente y calma cámara, que contempla el recorrido de los personajes, gracias a quienes al mismo tiempo que nos apropiamos de sus historias hacemos lo propio con el lugar. Con una semejanza a Antes del amanecer (y atardecer también) caminamos con ellos, los escuchamos, andamos en auto, nos sentamos a almorzar, etc. Todo de una manera que pareciera simple, documental, pero que bien sabemos que detrás de esto hay una gran producción y dirección que vale la pena ver. Aunque habrá que esperar al estreno (19 de Mayo en Argentina), porque las 2 funciones del BAFICI ya ocurrieron.
Como una especie de “Antes del amanecer / atardecer” de Richard Linklater, dos seres (un escritor inglés y una galerista de arte francesa) deambulan por las callecitas de la Toscana, en el sur de Italia, y debaten sobre el arte, el amor, el matrimonio. Y eso es todo; y ese todo es muchísmo. Reconocida remake (o podríamos decir, copia certificada) de “Te querré siempre” de Roberto Rossellini, en el filme parece que no pasa absolutamente nada a lo largo de su metraje. O bien, suceden pocas cosas. La trama es muy sencilla, pero su nivel de profundidad es equitativamente complejo. El paseo comienza como un encuentro entre dos personas que intentan seducirse intelectualmente, intercambiando conceptos sobre arte. Pero, de a poco, la incomunicación entre ambos gana terreno y se hace cada vez más evidente en las banales conversaciones, en los reproches y la mutua indiferencia. La vida de los protagonistas es como que se escinde y, sin elipsis, los dos casi desconocidos pasan a ser (o representar, tal vez) una pareja casada desde hace años. Por lo tanto, nunca queda demasiado evidente si acaban de conocerse o si son un matrimonio; o ambas cosas a la vez… Tal vez no importa y toda la trama del filme es sólo una excusa para asistir a diversos momentos que puede atravesar una pareja: enamoramiento inicial, seducción, amor, hartazgo, apatía, abandono. Y en todas esas charlas, en todos esos conceptos vertidos por ambos, se logra una identificación que nos acerca a ellos. Notable obra de Abbas Kiarostami, minimalista en su puesta en escena (aunque sobran bellos encuadres) pero compleja a la vez por lo antedicho sobre el doble juego de los personajes. Juliette Binoche es simplemente magnética en este rol: exuda naturalidad y no por nada ganó el Premio a la Mejor Actriz en Cannes 2010. Un filme para un público selecto (especialmente adorador del realizador iraní) que desee regocijarse con las bellezas naturales de un escenario encantador, identificarse con muchas de las reflexiones planteadas y enredarse en un interesante juego de representación.
Con reminiscencias a Antes del Atardecer de Linklater y Summertime de Lean, la “copia certificada” del titulo original, se refiere a la novela que el escritor James Miller, interpretado por William Shimmel acaba de presentar. Un libro que no tuvo éxito en su lugar de orígen. Juliette Binoche interpreta a una mujer que ha asistido a la presentación y demostró interés en conocer a James. Esa mañana, salen a recorrer por las pocas horas que tiene James para coger un viaje, entre ellos, Toscana. Caminando por las calles descubrimos personajes que se van adhiriendo a la historia que están viviendo los principales, ir a tomar un café o encontrarse con una pareja que apenas acaba de contraer matrimonio. El entorno influye sobre cada una de las conversaciones que mantendrán a lo largo del film, cada uno expone su opinión, muchas discrepancias salta a la luz. Al ser confundidos de ser un matrimonio, la trama rota con un vuelco de amplio interés. James comienza a jugar a un rol que no le pertenece y ella tambien. Copie Conforme tiene muchos ingredientes que nos gustan ver en cine, ejecutados por una director cuya cámara acompaña al elenco hasta en los mínimos gestos. Link a la web oficial del festival, conferencia de prensa Abbas Kiarostami y Juliette Binoche: http://www.festival-cannes.com/en/mediaPlayer/10614.html
La pareja "perfecta" El creador de El sabor de la cereza, el iraní Abbas Kiarostami, se caracteriza por un cine despojado de artilugios y que lleva su sello personal. Esta realización paseó por prestigiosos festivales, resulta su primera experiencia europea, e invita al espectador a reflexionar sobre el valor de lo original y las copias en el arte. Hablada en italiano, francés e inglés, Copia certificada es la historia del encuentro entre un escritor (William Shimell) que llega a un pueblo italiano del sur de la Toscana para brindar una conferencia sobre su último libro, y una galerista de arte de París (Juliette Binoche). El concepto de lo verdadero y falso en las obras de arte se traslada con varios cuestionamientos al tema de la pareja. "La Toscana es el lugar donde la gente se promete amor eterno" asegura ella, que está separada hace 15 años y se hace cargo de su hijo varón, mientras recorre con el escritor distintos lugares y hasta se los confunde con un matrimonio. El film tiene minutos de más pero enmarca con precisión el periplo de estos dos seres solitarios y sugiere varias interpretaciones para el espectador. La misma historia no deja claro si ella es dueña de una imaginación frondosa (cuando habla a cámara dirgiéndose a su ex marido) o simplemente cree revivir con el recién llegado los años de su relación anterior. Entre una anciana conocedora de los secretos del matrimonio y jóvenes parejas que se casan, el relato sigue su marcha con estos dos personajes que dialogan, callan y sufren, quizás una suerte de paréntesis emocional que atraviesan los protagonistas entre los extremos de la juventud y la ancianidad que expone el relato. Juliette Binoche siempre está impecable en los roles que asume, mientras que William Shimell impone una máscara más rígida para un hombre que vive presionado por los llamados y un tren que lo espera para un regreso incierto.
Kiarostami transforma la campiña toscana en otra de esas rutas fluctuantes de su Irán natal para contar la historia de un hombre y una mujer (Juliette Binoche) que apenas se conocen, o que tal vez simulan no conocerse. Copie Conforme (Copia Certificada) es la última película de Abbas Kiarostami, uno de los cineastas más influyentes del cine iraní, así como también uno de los directores más prestigiosos del cine mundial. Se centra en la relación que se desarrolla entre James Miller (William Shimell), un escritor inglés, y una galerista francesa interpretada por Juliette Binoche. El filme más comercial del director, el primero que rueda fuera de Irán, vuelve al cine narrativo que le hizo ganar el reconocimiento de la crítica y el público, luego de algunos trabajos experimentales. Desde el primer momento Kiarostami dejará en claro que el rumbo de su realización es el que se plantea desde el título. En la presentación de su nuevo libro, Miller diserta sobre el tópico que guía su obra, un análisis sobre la relación entre copias y originales. El viaje que emprenden los protagonistas está teñido por teorías y planteos acerca del valor de una buena copia certificada por encima de un mal original. Este camino se seguirá hasta que ellos, quienes actúan como si no se conocieran, desayunen en una cantina de la Toscana ante la mirada de la dueña italiana, mujer que dará comienzo a una nueva película. Ocurre que la señora concluye que ambos son pareja y la galerista sigue ese juego, contando detalles maritales que no se sabe si son reales o inventados. A partir de entonces la historia toma otro rumbo mejor, centrándose en la desgastada relación de la pareja y los intentos de la mujer por reanimarla. Ambos protagonistas conducen sus papeles con soltura, brindando muy buenas interpretaciones entre las que se destaca gratamente la de Juliette Binoche, que con toda naturalidad emociona o divierte, tan sólo con alguna inflexión en la voz o sus miradas. En los dos recae la totalidad de un filme íntimo y en ellos, por supuesto también en el director, está el logro de mantener el misterio acerca de la realidad de la pareja hasta el final. En suma se trata de un buen trabajo por parte del iraní, con dos mitades bien definidas sobre las cuales podrán emitirse distintas opiniones. Habrá quienes la amen en su totalidad u otros que elijan una sobre la otra, por mi parte valoro la segunda, cuando el pasado de amor queda al descubierto frente a un presente distante, pero sobre todo cuando se deja de aleccionar al espectador acerca de las copias y sus originales.
Antes del atardecer El resultado de esta primera incursión del realizador de El sabor de la cereza, Y la vida continúa..., A través de los olivos y El viento nos llevará en Europa (la película transcurre en los bellísimos exteriores de Arezzo y Lucignano en la Toscana italiana) es muy estimulante. Aunque no pocos cinéfilos extremos denostaron tras su estreno en la sección oficial del Festival de Cannes 2010 la "occidentalización" de Kiarostami, otros -en cambio- consideraron muy positivo el hecho de que este reconocido cineasta se haya animado a filmar una historia de amor bastante más clásica y accesible que sus trabajos previos. Binoche se luce (como siempre, como nunca) en el papel de una galerista francesa que pasa un día en compañía de un escritor inglés (un no del todo convincente debut en la actuación del cantante de ópera británico William Shimell). La película envuelve un misterio que se irá disipando en parte (nunca se sabe qué es verdadero o no) con el transcurso del film, y que es mejor no develar. Más allá del apuntado desnivel interpretativo, Kiarostami construye un relato inteligente, luminoso, magnético y perturbador a la vez, que remite en su esquema al díptico Antes del atardecer / Antes del amanecer, de Richard Linklater; y a Viaggio in Italia, de su admirado Roberto Rossellini, sin dudas su principal fuente de inspiración. Su demorado estreno comercial (en varias buenas salas) no deja de ser una buena noticia en estos tiempos de penurias en el circuito comercial argentino. Nota al margen: en los últimos años, muchos reconocidos autores de países periféricos (Tsai Ming-liang, Brillante Mendoza, Hou Hsiao-hsien, Alejandro González Iñárritu y un largo etcétera) rodaron en Europa (y sería esta una buena tendencia para el análisis). En este sentido, y aunque Copia certificada para mi gusto no alcanza el nivel de sus mejores películas iraníes, creo que Kiarostami sale muy bien parado de este desafío.
Bajo el sol de Toscana Con Copia certificada (Copie conforme, 2010), Abbas Kiarostami recupera la trascendencia mundial que alcanzó en los ’90. En su nueva película sobresale Juliette Binoche, ganadora del Premio a la Mejor actriz en el Festival de Cannes. Un hombre y una mujer bellísima, un paseo por el sur de Italia, una charla extensa, la degustación de un vino. Una especie de superficialidad recorre Copia certificada. Pero entiéndase bien: una superficialidad delicada y sensible. La cámara de este relato por momentos se confunde con la mirada de un turista, para el que todo es novedoso y la voluntad de apreciar la belleza prima por sobre todas las cosas. Ella (Binoche) es una galerista francesa que asiste a la conferencia de James, un escritor inglés bastante arrogante (William Shimell). Cuando ésta finaliza, lo lleva a su local. Pero finalmente deciden tomar el auto y salir de paseo, antes de que él parta. A medida que transitan bellísimos paisajes del sur italiano, dialogan sobre el arte, las relaciones amorosas, la vida misma. La película no desarrolla muchas más acciones que la del diálogo mismo, al que los actores aportan convicción y naturalidad. Es a través de la palabra que se seducen, y de la mezcla del paisaje y las palabras se va gestando un tono sugestivo, embriagador. Abbas Kiarostami comenzó su carrera en los ’70, aunque el reconocimiento en todo el mundo le llegó a partir de El sabor de las cerezas (Ta'm e guilas, 1997) y El viento nos llevará (Le vent nous empotrera, 1999). Interesado por el formato digital, hacia la siguiente década se encargó de diversos proyectos que le permitieron filmar sin necesidad de recurrir a grandes fondos. Con Copia certificada ha vuelto de algún modo a las “ligas mayores”, contando con la presencia de una estrella de cine. Muchos consideran que el cineasta se ha depurado de sus marcas autorales. Más allá de las discusiones, no estamos frente a una película exenta de ideas formales, que claramente no son radicales pero sí poco visibles en el cine más masivo. Su estructura nos recuerda al díptico de Richard Linklater: Antes del amanecer (Before sunrise, 1995) y Antes del atardecer (Before sunset, 2004). En los tres films la acción está anclada en el deambular, con extensos diálogos enmarcados en planos secuencia. Las elipsis son reducidas, pues lo importante es que se imprima la sensación del mismo paso del tiempo para el espectador y la pareja protagónica. Esta elección narrativa produce en Copia certificada un deseo por que el encuentro llegue a un destino concreto. La película tensa esta expectativa hacia la mitad del metraje, cuando el relato de un punto de giro al hacer un cuestionamiento sobre lo real y lo ficcional dentro de la propia historia. ¿Ella y William son dos desconocidos que juegan a ser un matrimonio consolidado, o es al revés? Poco importa. Kiarostami privilegia lo sensorial por sobre lo conceptual. Aquí no se trata de resolver un misterio, ni decodificar un juego. Se trata, por el contrario, de asumir el recorrido como una suma de miradas en donde no es posible saber qué es original y qué copia, mientras que dos seres enigmáticos hacen de su paseo una invitación al regocijo. Binoche reconfirma su indiscutida presencia cinematográfica, la autoridad de una actriz que supo transitar diversas cinematografías sin perder una pizca de intensidad en la pantalla grande. A esta altura del año, Copia certificada es para la cartelera local una de las sorpresas. Bienvenida sea.
Estrenada en el BAFICI de este año, Copia Certificada ha llegado a nuestras carteleras con las presencias del iraní Abbas Kiarostami en la dirección y la siempre interesante Juliette Binoche, acompañada por el debut actoral del cantante de opera inglés William Shimell. En su primera experiencia europea Kiarostami nos contará el encuentro de una galerista y un escritor en un perdido pueblo de la Toscana italiana. Con algunos puntos de contacto con Antes del Amanecer, la historia no trata mucho más que la breve descripción que hago más arriba, aunque lo más hermoso justamente de este film es la profunidad con la que logra dotar Kiarostami a una trama tan pequeña como entretenida y atrapante. En menos de dos horas sabremos que Elle es una cabrona, brutalmente honesta y pasional francesa que no repara en hacer ningún reproche hacía sus seres más queridos. James es en cambio un frio inglés bastante egoísta y egocéntrico que pone su mayor empeño en romper todas las posibles teorias que elabora su compañera de viaje. Estos personajes son creados por el realizador iraní con total maestría y ejecutados por Juliette Binoche y William Shimell de manera brillante. Si digo que uno es un espectador al asistir a ver una película no estoy descubriendo absolutamente nada, pero en Copia Certificada ese rol que cumplimos frente a la pantalla se potencia de sobremanera debido a que Kiarostami se encarga de no usar ningún elemento, como por ejemplo la música extradiegética, que nos saque de las charlas, y así lo que se gesta entre los protagonistas en la Toscana italiana genera una compenetración fascinante y una experiencia muy interesante. Incluso la poca intervención en el sonido para aliviar los ruidos ambientales favorece totalmente a los sentimientos que describo más arriba, al igual que la escasa utilización de las elipsis. Uno no "ve" Copia Certificada sino que de alguna manera la "espía". No tomen esto como un dato negativo sinosimplemente como una manera de describir la agradable sensación que tiene su visionado. A lo largo del relato no intervienen muchas personas ajenas a nuestra pareja protagonista, pero cuando los "intrusos" aparecen en escena aportan dos grandes momentos en el film. La primera intervención se da en el bar a cargo de la dueña del mismo teniendo unas líneas brillantes y anticuadas con Juliette Binoche, mientras que la segunda se da casi llegando al final del metraje con el "pequeño pero gigante" consejo por parte del hombre de la pareja a la que se le pide opinión sobre la escultura. Hacia la mitad del film se da un bien llevado gran giro en la historia donde los reproches y conflictos comienzan a poblar la trama, en la cuál uno no termina de comprender bien los roles que ocupan y ocuparon nuestros protagonistas, siendo justamente esta duda la encargada de hacer de Copia Certificada un film atractivo y encantador de visión obligatoria para quienes sean afines a este tipo de propuestas. Antes de finalizar la reseña no quería dejar de destacar nuevamente las formidables actuaciones de Juliette Binoche y de William Shimell, que lograron interpretar perfectamente el mensaje que el realizador iraní quería transmitir por medio de sus personificaciones.
Mucho más que dos Abbas Kiarostami dirige a Juliette Binoche en una historia sobre un raro encuentro amoroso en la Toscana italiana. Un viaje a Italia. Es eso lo que inicia, de dos maneras diferentes, la trama y la experiencia cinematográfica de Copia certificada , de Abbas Kiarostami. Ese viaje, literalmente, es el de un ensayista inglés que va hasta la región toscana a presentar un libro suyo que lleva el título del filme. Y si de historia del cine se trata, el Viaje a Italia es el título de un clásico filme de Roberto Rossellini sobre el que esta película, cual “copia certificada”, parece cabalgar. Kiarostami tiene aquí un paisaje de tarjeta postal y a Juliette Binoche demostrando su talento para la actuación y los idiomas, pero en lo fundamental poco ha cambiado de su época de oro de los ’90: su filme es la crónica de un viaje zigzagueante, sinuoso, con historias y personajes que parecen ir mutando en esas mismas curvas del camino, y un límite cada vez más difuso, ya no entre realidad y ficción, sino entre capas de ficción. A primera vista, la premisa es simple. James, el escritor (el cantante de opera inglés William Shimmel), conoce a una francesa (Binoche) que tiene allí su galería de arte. Juntos salen de paseo en auto por la Toscana y se detienen Lucignano, donde caminarán, tomarán un café, comerán algo, verán bodas, plazas y museos y, básicamente, conversarán (sobre el arte, sobre ellos, sobre “la vida”) en un plan de aparente seducción mutua. Pero las cosas no son tan simples y claras como parecen. De la misma manera que en Close-Up, El sabor de la cereza o A través de los olivos , Kiarostami pondrá en duda, a partir de mitad de la película, nuestras certezas sobre esos personajes: quienes son, quienes dicen ser. No conviene revelar más porque es parte de la intriga y el disfrute del filme, del giro que tuerce la trama, el que lo vuelve más complejo y enigmático, más misterioso y hasta aterrador. Copia... no es una película sobre el mundo del arte, sino una que usa el arte (el cine) para hablar de las relaciones entre las personas. ¿Somos quienes decimos ser? ¿Vemos en el otro a quien es o a quien queremos ver? ¿Cuánto de persona y de personaje hay en cada uno? ¿Cuánto de actor, de espectador? Estas preguntas no están llevadas a la pantalla de una manera densa o pomposa. Kiarostami se propone un acercamiento lúdico, falsamente naturalista, usando similares elementos al de aquel filme de Rossellini: la historia de una relación de pareja a través de un viaje sin aparente destino. Sólo que aquí le agrega un elemento autoconsciente, como si Binoche y Shimell jugaran a ser Ingrid Bergman y George Sanders en aquel filme. En cada diálogo, Copia... va anunciando –a veces, sutilmente; otras, no tanto- hacia donde se dirige. “No hay nada simple en ser simple”, dice él. Hablan de Jasper Johns, de Andy Warhol. El se niega a ver cuadros y esculturas que Kiarostami no nos muestra. Ambos hablan mirando a cámara. Una camarera confunde (o no) sus identidades. Y así... Da la impresión de que ellos (y Kiarostami) juegan un juego a través del cine de arte europeo de los ’50 y ’60 escapándose siempre por alguna tangente. Pero, más que eso, la suya es una historia de amor sobre las historias de amor, sobre cómo proyectamos nuestras vidas en las vidas de otros y llamamos a eso Arte.
La actuación de Juliette Binoche descuella en un luminoso film del iraní Abbas Kiarostami Abbas Kiarostami puede haber cambiado de escenario, -la Toscana en lugar de Irán-; de lengua -inglés, francés e italiano en lugar del familiar farsí-, y hasta de intérpretes -esta vez profesionales y con una estrella europea al frente-, pero sus preocupaciones son las de siempre. La condición inapresable (irrepresentable) de la vida, la aspiración de reflejarla que guía al cine, el difuso límite entre realidad y ficción y la concepción del arte como mentira para alcanzar una verdad, son algunas de ellas. Una sombra que aparece prueba la existencia del sol: él prefiere interesarse en las sombras antes que dirigir la mirada al sol enceguecedor. En las sombras, como en los reflejos o en las copias encuentra los medios para acercarse a las múltiples dimensiones de la vida. Y en este caso, para abarcar desde distintas perspectivas la fascinante introspección de una pareja (no importa tanto si ya lleva años o acaba de establecerse) sobre los distintos momentos del amor, el matrimonio, el deseo, la incomunicación, la imposibilidad de comprender (al otro, a uno mismo), y la posibilidad de renunciar a esa pretensión y aprender a vivir igualmente juntos. En Copia certificada , la reiterada discusión sobre la relación entre una obra de arte y su reproducción no es más que un pretexto para reflexionar sobre la condición humana. Un pretexto que se integra naturalmente en la trama ya que es, precisamente en la presentación de un libro sobre el tema, donde se inicia la historia del encuentro entre James Miller un escritor (el autor del libro, encarnado por el cotizado barítono británico William Shimell), y una mujer cuyo nombre no se menciona (Juliette Binoche) y que tanto puede ser su esposa como una admiradora a la caza de ejemplares firmados. Ella, francesa y dueña de una casa de antigüedades donde se ofrecen reproducciones de esculturas famosas, lo acompañará todo el día y lo conducirá hasta Lucignano, donde se conserva una célebre falsificación que durante largo tiempo fue venerada como obra de arte. Copias y originales en el arte y en la vida, así como el decisivo valor de la mirada, serán tema de conversación durante la larga secuencia del viaje en auto, una constante en Kiarostami que esta vez se desdobla en tres planos superpuestos, y también después. El juego que comienza (o termina) en medio del film y que conviene no revelar abre otros interrogantes y suma ambigüedad, pero ensancha las perspectivas de observación y en cierto sentido conduce a descubrir verdades de la pareja que trascienden la historia particular y cobran un alcance más universal. Viaje a Italia , de Rossellini, es aquí una clara referencia, pero no un modelo. El luminoso film de Kiarostami (realzado por la descollante labor de Binoche) tiene entidad propia y libera una rica variedad de contenidos y de bellezas que la mirada de cada espectador sabrá valorar.
El juego de los espejos rotos Más allá de un comienzo con un tratamiento típico de Kiarostami, su nueva película ensaya una reformulación de temas, enfoques e inquietudes en la que tiene mucho que ver el formidable trabajo de Juliette Binoche y el cantante William Shimell. En respuesta a los signos de repetición que podían advertirse en El viento nos llevará (1999), a fines del siglo pasado Abbas Kiarostami abandonó el cine, al menos en su versión “normal”. Durante la década siguiente incursionó en toda una serie de investigaciones y desvíos, que incluyeron desde exposiciones fotográficas hasta instalaciones de video, además de documentales y films-ensayo. Ahora, el realizador de El sabor de la cereza vuelve al cine narrativo con una película que lo muestra apretando el botón de reinicio en (casi) todos los equipos. Presentada en Cannes 2010, Copia certificada es la primera que filma para una compañía cinematográfica de las grandes (la francesa MK2), la primera rodada guión en mano (aunque no lo haya respetado todo el tiempo; ver entrevista), la primera con una actriz profesional (Juliette Binoche, impulsora del proyecto) y también la primera que podría considerarse “de género”. Reinicio pero también reformulación de temas, enfoques e inquietudes que siempre estuvieron presentes en el cine de Kiarostami. En su muda elocuencia, en la atención que pone en la observación de lo real, en el aireado tempo narrativo que establece, el muy minimalista primer plano de Copia certificada revela, de entrada, que no estamos ante una película común. Con ruido de fondo (típico del realismo iraní, la importancia dada al sonido directo), se ve un escritorio sobre un estrado. Sobre el escritorio, un par de micrófonos y un libro que lleva, en italiano, el mismo título que la película. Todos los créditos desfilan sobre ese encuadre. Al cabo de ellos, un presentador (se trata de Angelo Barbagallo, uno de los productores del film) anuncia la pronta llegada del disertante. En otras palabras, ese plano no presenta otra cosa que un espacio de representación, en el que la propia película se incluye (el título del libro). Tras esa suerte de prefacio, Copia certificada se organiza como pas de deux, con el autor del libro, un crítico de arte inglés llamado James Miller (el cantante lírico William Shimell, sin experiencia previa en cine) y una mujer a la que antes había podido verse entre el público, que resulta ser una galerista francesa (Juliette Binoche) como solistas, acompañados de partenaires circunstanciales. De modo típico en Kiarostami, la primera parte de Copia certificada narra un viaje en auto, con los paisajes de la Toscana “doblando” los típicos caminitos iraníes, cipreses en lugar de olivos y abundancia de referencias al tema que constituye la especialidad del autor: la tesis, sin duda transgresora, de que en arte no deberían establecerse diferencias de valor entre el original y la copia. Una vez que la mujer y el escritor llegan, de modo que parecería casual, a un pueblito de Arezzo, al quiebre narrativo que lleva del movimiento a la quietud le corresponde no sólo una ruptura dramática (de la fuga al enfrentamiento), sino incluso representacional. A partir de una aparente confusión ya no se sabrá si el escritor y la galerista juegan a ser un matrimonio o si, por el contrario, se trata de un matrimonio que había jugado a no serlo. Como sugieren la figura del espejo (en un plano conviven dos reflejos simultáneos, en otros la cámara ocupa frente a los protagonistas el lugar de un espejo) y la posición de la cámara, a la que por momentos los actores hablan de frente –como quien juega a tirar abajo la “cuarta pared”– en Copia certificada es a través de la representación que se llega a la verdad. El juego de espejos lo completan ciertas parejas con las que los protagonistas se cruzan, como proyecciones de sí mismos, en distintas etapas de su relación: unos recién casados, en traje de boda (o sea, disfrazados), una pareja sesentona (él es el guionista Jean-Claude Carrière, en un cameo), un matrimonio de ancianos. Paradójicamente, cuanto más se multiplican los efectos de representación más a fondo la película se mete en la intimidad de los personajes, hasta alcanzar niveles tan descarnados y viscerales como desde Bergman no se veía. Como en Bergman, si algo caracteriza al hombre es su egoísmo. A la mujer, el entregarse a la emoción sin la más mínima concesión, mientras cuida su maquillaje. También como en Bergman, la pareja de actores da todo de sí, en una gimnasia que habrá sido extenuante (Binoche ganó una Palma en Cannes, Shimell es una revelación absoluta). Tratándose de un cineasta tan refractario a cualquier coqueteo cinéfilo, resulta impensado que Copia certificada promueva un posible diálogo no sólo con Escenas de la vida conyugal sino con Viaggio in Italia, de Rossellini, y hasta con el dueto Antes del amanecer/Antes del atardecer. Películas que funcionan, en relación con ésta, del mismo modo que las parejas con las que se cruzan los protagonistas: como espejos rotos, como proyecciones o reflejos. Una película que muestra el mundo, mientras se piensa a sí misma: Kiarostami puro. Y una nueva obra maestra, para un cineasta que parecería no poder producir otra cosa que eso.
El aura que se disipa Original y copia; idea y concepto; realidad o ficción son las ideas directrices que atraviesan el universo de Copia certificada, nuevo desafío del director iraní Abbas Kiarostami completamente en sintonía con sus tópicos pese a estar filmada en la Toscana (dicen que esa ciudad es una copia de Florencia) y protagonizada por un elenco europeo, encabezado por la genial Juliette Binoche y William Shimell en los roles principales. La intertextualidad entre las reflexiones estéticas sobre las obras de arte como pretexto de desarrollo dramático de los diferentes estadios por los que pasa una relación entre un hombre y una mujer, alcanzados por el abrupto paso del tiempo y los cambios, encuentra un correlato casi directo con el concepto de aura del filósofo alemán Walter Benjamín como ese entretejido muy especial de espacio y tiempo; aparecimiento único de una lejanía, por más cercana que pueda estar. Si la pareja protagónica se conoce desde hace tiempo o simplemente pasan a representar a un matrimonio en crisis (idea de cercanía y lejanía en cuanto a la relación espacio tiempo) poco importa en un microcosmos donde realidad y ficción se funden en un plano absolutamente subjetivo en el que el viaje por las calles de Toscana; el descubrimiento de diferentes lugares y personajes son el centro de atención entre las disertaciones y los diálogos banales de la pareja. Abbas Kiarostami parte de un encuentro entre un hombre y una mujer; él es un crítico de arte inglés que llega a la Toscana para presentar su libro -que da título a la película- y ella una galerista francesa, participante de la audiencia en la charla. Ambos parecen dos extraños al comienzo para ir luego desandando un camino que termina por mostrarle al espectador que en realidad aparentemente se conocen hace 15 años y que la percepción sobre la pareja difiere en cada punto de vista. No son en vano las comparaciones con los filmes de Richard Linklater Antes del amanecer y antes del atardecer en cuanto a la idea del encuentro y desencuentro entre los personajes en la fugacidad de las cosas, aunque en el caso del director iraní ese paseo o deambular errante opera como pretexto de una trama más profunda y abstracta en la que además entran en juego las ideas de representación cinematográfica. Lejanía y cercanía, entonces, que se resignifican en la futilidad de las relaciones humanas; en los soplos de deslumbramiento del amor y en el inexpugnable devenir de la vida, pese a que el cine intente atraparlos en una imagen.
Una y todas las historias de amor En la primera película de Abbas Kiarostami en Europa, el cineasta narra el encuentro de un escritor y una galerista que emprenderán un paseo por la ciudad y debatirán acerca de la vida, el arte, el matrimonio, la felicidad y la ruptura.Existen varias razones para ver Copia certificada de Abbas Kiarostami, una obra maestra y el mejor título estrenado hasta ahora.Se trata de la primera incursión del cineasta iraní en Europa, filmada en Italia (al sur de Toscana) con una intérprete reconocida (Binoche) y un debutante (Shimell, voz de la ópera). La historia es simple pero la narración es compleja, y permite un montón de interpretaciones que no resultan suficientes en una primera visión. Al principio se cuenta el encuentro de un escritor inglés con una galerista nacida en Francia; él presenta su último libro y ella, con la compañía inquieta de su hijo adolescente, concurre a la conferencia de prensa. De allí en más se producirá un paseo de ambos por la ciudad, donde estos dos personajes que no se conocían adquirirán los roles de esposos en conflicto de pareja, disertando sobre la vida, el arte, el matrimonio, la felicidad, la ruptura, la profesión, el futuro.Kiarostami tomó como eje a otro gran film como Viaggio per Italia (Te querré siempre, 1953) de Roberto Rossellini, con Ingrid Bergman y George Sanders encarnando a un matrimonio en crisis durante su travesía por las calles y las ruinas de Pompeya. Pero no se queda en el homenaje y la cita respetuosa, sino que da varias vueltas de tuerca (como el auto que pasea a la pareja), construyendo una historia donde la ficción se mezcla con la realidad y el cine triunfa como el arte de la representación.Sólo un hombre, una mujer y ocasionalmente un auto serán los protagonistas de Copia certificada. Pero habrá personajes satelitales o periféricos que harán reflexionar a la pareja central sobre su futuro (en este punto, la conversación que Binoche tiene con la dueña de un café, hablando en italiano, constituye un momento sublime del film).El paisaje toscano no está reflejado de manera turística sino que funciona como espejo dramático dentro de la historia y hasta en varias ocasiones permanece en off, articulado desde los rostros de los protagonistas. Kiarostami recurre al fuera de campo para no caer en un cine turístico y de postal.Las idas y vueltas de “ella” y “él” manifiestan todos los estadios sentimentales que constituyen a una pareja: pelea, reconciliación, rechazo, admiración, ajuste de cuentas. Y Kiarostami cuenta todo esto con una sutil sabiduría narrativa que se fusiona a la emoción que transmite la historia. En efecto, es una historia de amor que reúne a todas las historias de amor y a los momentos que vive cualquier pareja.Copia, falsificación, remedo. Kiarostami habla de su propio cine (El sabor de la cereza; Detrás de los olivos; Close Up) y coquetea con la propia falsificación de su obra. Del riesgo europeo y del poder económico francés salió más que victorioso.Binoche y Shimell conforman una pareja con muchas preguntas y no podría imaginarse a Copia certificada sin ellos, sin sus rostros, sin su andar vacilante, sin sus figuras recortadas en un paisaje.“Ella” derrama un par de lágrimas y la pantalla se derrite de placer. “Ella” es Juliette Binoche y vale preguntarse si el cine de los últimos 20 años ofreció un rostro tan luminoso como el de esta extraordinaria actriz de 47 años.
Kiarostami certifica el valor de su cine El iraní Abbas Kiarostami es un artista integral. No sólo dirige cine, sino también hace poesía, instalaciones y fotografía. Su estilo es muy particular, posee una perspectiva estética única y singular que le permite abordar múltiples ángulos de una historia desdibujando lo obvio y entrelazando diversos niveles de mensaje con llamativa naturalidad. Y si esto fuera poco, muchas de sus historias más impactantes poseen una alta carga metafísica y/o intelectual ("El sabor de la cereza", "El viento nos llevará", por ejemplo) que no se ve habitualmente en nuestras salas. Es uno de esos sujetos que siempre sorprenden, aunque es válido decir que algunos de sus films requieren del espectador cierta atención para decodificar emociones, estados, ideas y secuencias. Kiarostami compone su trabajo atendiendo a una lógica que el público debe descubrir si quiere disfrutar la película. No es cine fácil ni accesible (aunque tampoco es tan difícil como otros de su escuela), pero si requiere una cierta predisposición que hay que tener a la hora de degustarlo. Eso hace que tenga, como muchos genios, detractores que lo defenestran y furiosos simpatizantes por cantidades iguales. "Copie conforme" es su última cinta. Parte de un guión que, como él mismo dice, va cobrando vida a medida que se indaga sobre las concepciones que le van surgiendo durante la preproducción y el rodaje... Junto a la conexión que sus actores establecen con sus personajes y el feedback que entre ellos se da. Digo esto porque la mayor dificultad que tendrán los que se "inician" en Kiarostami con este película será entender cómo se estructura la realidad que estas dos personas viven y que escenario temporal atraviesan. Esa aparente "confusión" que el espectador tiene es absolutamente deseada por el director. Dentro del terreno que maneja con soltura el hábil iraní, los sujetos que se vinculan aquí nunca estarán expuestos a una realidad estática y mundana. Por el contrario, serán originales y copias (a la vez) de un registro que se disfraza en los sugerentes diálogos que pueblan de misterio la relación entre los protagonistas. Este film en particular de Kiarostami sembrará de cuestionamientos a su público y fomentará debates entre los que quieren cotejar sus impresiones con la de otros, para iluminar los supuestos oscuros de un paseo de verano en la Toscana italiana que a todos nos representa algo distinto. La película abre con una presentación. Un famoso escritor inglés, James (William Shimell) está en Italia promocionando su último trabajo "Copia certificada". En él, habla sobre la importancia de las reproducciones que hacen quienes se dedican al arte y cómo la gente subestima el valor de quienes hacen copias. En su discurso, James verá a una inquieta Elle (Juliette Binoche), que desde la primera fila, escucha parte de su alocución mientras se distrae con un niño que va y viene por la sala. Elle le da al representante de James un papel con su dirección y teléfono y le dice que está abierta a encontrarse con el hombre de letras, tener una cita con él. Acto seguido, los vemos a los dos encontrandose para salir. Elle es una mujer llena de engimas, es francesa y trabaja en una galería de arte. Hasta ahí sabremos de ella. Así es que esta pareja saldrá a recorrer la deliciosa Toscana al sol, en verano. Aunque tratandose de Kiarostami no piensen que será una simple historia de amor... Ya al llegar al pequeño poblado italiano elegido para la excursión, veremos como algunos pilares de la convención entran a desdibujarse. Para empezar, el lenguaje formal. Se habla italiano, francés e inglés. Se combinan, de acuerdo al dramatismo o la circunstancia escénica. Interesante. Luego, lo visible, (Elle se siente muy atraída por James) comienza a cambiar. Y lo que parecía previsible termina por dar un vuelco. Pero no queremos anticipar más, creemos que "Copie conforme" es una película sobre el valor de lo auténtico. De lo que se ve como real y lo que se juega a serlo. En este universo de bellas imágenes que pueblan la cinta, el prestigioso y veterano Abbas desarma el vínculo que sostiene la trama, varias veces. Pone el lente para hacernos cómplices de diálogos ricos y ásperos que describen momentos, imaginarios o concretos, de la relación que James y Elle tienen. Y son, absolutamente absorbentes. Binoche está magnífica. Pasa por todos los estados de ánimos imaginables en una situación con la que se presenta, con gran soltura. Su actuación es de las mejores de su larga carrera, cosa que no sucede con el debutante Shimell, quien es cantante lírico y se le nota bastante en el juego que propone Kiarostami: su inglés es demasiado duro y frío para la intensidad del relato. Quizás ese sea el punto más flojo de esta enorme película, un actor de mayor experiencia le habría puesto una piel más interesante que la vista en pantalla por el popular vocalista británico. Pero más allá de ello, hay que volver a decir que esta no es una película directa o unidimensional. No, aquí hay mucho por hacer para seguir las pistas que el relato propone si se quiere entender la auténtica intención del director en este trabajo. Creo que una buena opción es verla más de una vez. De hecho, yo la ví dos para poder escribir sobre ella. La primera vez quedé impactado por la historia y la segunda pude hilvanar otros conceptos que son valiosos en esta cinta y que pude ir descubriendo al volver a verlos. Si les gusta el cine de calidad, esta es su película de la semana. Arte en estado puro.
Y el verbo se hizo carne Kiarostami no deja de sorprenderme. A esta altura he leído tanto de Copia Certificada que tengo un frangollo en el cerebro que no puedo asegurar qué tan bien quede este artículo. Y les adelanto que si no vieron el film se van a encontrar con mucho spoiler asique mejor la ven y al rato vuelven. Es que para acercarse a esta obra, para hablar de ella, no me queda otra que recurrir a varias escenas y acotaciones que pueden embromar el visionado de aquellos que aun no la han visto. Muchos lamentablemente comparan este film con "Te querre siempre" (Viaggio in Italia, 1954) de Roberto Rossellini, y de allí parecerían asociar la noción de copia con original, sin embargo sería realmente una visión menesterosa quedarse con eso, después de todo si de comparar copias con originales- si al menos de ideas hablamos- Shakespeare hubiera echado por tierra el intento de cualquiera por escribir historias. Copia conforme es una historia universal, una historia que es eternamente contada en el cine y en la literatura: el amor entre el hombre y la mujer. Pero lo que sorprende es la forma en que Kiarostami lo hace, haciendo que la palabra, los diálogos, dibujen realmente la escencia del drama. Por empezar el film abre con una imagen de un escritorio vacío, en él vemos dos micrófonos, dos vasos de agua, una botella, un libro y algunos papeles. De fondo escuchamos el bisbiseo de voces que nos adelantan lo obvio en compañía de la imagen: alguien va a dar una conferencia, alguien viene a hablar y se hace desear porque ese plano dura por lo menos casi dos minutos hasta que un italiano irrumpe en la escena para avisarnos que el conferencista está retrasado, ausencia que se reafirmará de alguna manera a lo largo del film. La historia parece moverse finalmente cuando una grandiosa Juliette Binoche- Dios cómo amo a esta mujer- conoce a ese conferencista y salen a pasear en su auto. Hasta entonces nos parece que una anticuaria francesa que vive en la toscana con su hijo tiene la suerte de conocer a un ensayista inglés al que admira, pero de pronto terminan en un café y el balurdo de idiomas (él habla inglés, ella francés e italiano, ambos de pronto el francés) abre la puerta para uno de los temas centrales: la comunicación. Esta escena es casi la más importante del film porque de pronto vemos al inglés salir un momento para hablar por teléfono y la dueña del lugar asumiendo que se trata de un matrimonio se pone a hacer preguntas y comentarios, al principio son comentarios superfluos, de esos que cualquiera puede tener con un extraño, finalmente termina en una verdadera reflexión sobre el matrimonio. Aquí la asunción de la dueña de que se trata de un matrimonio disloca la narración para crear la realidad de la ficción, ahora sí son un matrimonio, ahora sí que toda esa disertación intelectual sobre la copia y el original tiene sentido: es que ¿qué es mejor? ¿el amor original y verdadero o el simulado?. Pero entonces en la confusión de esa distorción narrativa algo nos zumba en la cabeza... las palabras que dijera el inglés sobre el concepto de "originalidad", y sobretodo, el diálogo madre-hijo que se da después "Estás haciendo esto sólo porque quieres verlo otra vez". Entonces... ¿ya se conocían?. La respuesta es que no importa, no importa porque Kiarostami como tantas otras veces no hace un drama o una comedia o una historia de amor, él hace un ensayo, él explora las posibilidades de un concepto y le da vueltas, él poetiza. Entonces Kiarostami nos recita, nos recita sobre el amor, la verdad y la mentira, la idealización, la soledad, los recuerdos, las culpas. Destaco en este sentido el tema del lenguaje. En la escena del restaurante vemos cómo la pareja empieza a discutir y terminan hablando idiomas diferentes. Ella habla en francés, el iniste en el inglés, ambos manejan ambos lenguajes pero no concuerdan en usar ninguno de los dos. Cada uno se aferra a su propia lengua, a su propia visión como una vez nos dijera Ludwig Josef Johann Wittgenstein: " Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo". Y así deambulan estos dos personajes por las calles de la encantadora Toscana sin decidirse muy bien dónde ir, tan perdidos como su propia relación, tan sin rumbo como el final de su propia historia. Que este es el film más europeo del director iraní, que parezca alejarse de las fronteras de su propia Irán para traernos a una Italia contenedora del arte y del amor, no es gratuito; Kiarostami se planta en el corazón del arte y del mundo para ponernos de frente a un espejo y lograr aquello que ya nos dice al principio del film: "Así que la preocupación sobre la originalidad, el concepto de verdadero y falso, desde siempre ha ocupado las mentes de nuestros antepasados, tal como ahora ocupa la nuestra. La palabra ''original'' tiene inherentes fuertes connotaciones positivas. Auténtico, verdadero, confiable, durable, dotado de un valor intrínseco.La etimología de la palabra también es interesante: viene de la raíz latina "orini", que significa Surgir o Nacer.Me parece muy interesante que la palabra "Original" se refiere al nacimiento.Me gustaría llevar esta idea a un paralelismo extremo, entre la reproducción de arte y la reproducción de la raza humana. Después de todo, podemos decir que somos réplica del ADN de los antepasados. Analizar las obras originales, significa cuestionar sus orígenes, explorar los fundamentos de nuestra civilización". ¿Y cuáles son depués de todo los fundamentos de nuestra civilización sino el amor?
En el transcurso del tiempo. Hay un efecto esencialmente enigmático y movilizador en algunas películas de Abbas Kiarostami. Algo que no se alcanza a describir cabalmente pero cuya circulación se percibe de manera secreta entre sus personajes. A veces, a primera vista no pasa nada: la apariencia cristalina que se desprende del modo en el que están concebidas muchas de sus escenas –los travellings elegantes y casi imperceptibles, diseñados para acompañar a los personajes más que para hacer que perdamos conciencia de ellos, distraídos con la destreza del director; la belleza etérea que imponen suavemente el aire y la luz, con una autoridad y sencillez que Kiarostami acostumbra desgranar como si trabajara directamente sobre los elementos de la naturaleza– contribuye a menudo a crear una sensación de suspensión satisfecha, una especie de “estar ahí” de las cosas frente a la que al cineasta solo le queda plantar la cámara para cosechar alguna clase de verdad última del mundo. Si sus personajes charlan, uno puede tender, en una mirada temprana e insuficiente, a verlos como figuras plenas de sol, embargadas de una placidez un poco estática y arrebatadoramente primitiva. Pero ocurre que en ese intercambio enseguida se puede advertir que hay algo que avanza y se materializa entre esos mismos personajes, arrastrado súbitamente con el ímpetu de una pasión soterrada, tallado con perseverante y sutil energía en los cruces de miradas, en los gestos –a veces casi invisibles de tan leves– que oscilan y estallan brevemente. Copia certificada parece empeñarse, precisamente, en ese costado particular del cine de Kiarostami, esa tensión nerviosa que en otras de sus películas suele permanecer como un esbozo o una insinuación. Cuando un hombre y una mujer (Binoche y Shimell, admirables) suben a un auto, de inmediato hay ahí un par de planos muy concretos que remiten en forma conciente a Viaje en Italia, la película de Rossellini. Específicamente la toma de la ruta que atraviesa un paisaje agreste, vista desde arriba del auto en movimiento, y la de la mujer que maneja, que se ve obligada a frenar la marcha y que reniega porque alguien o algo le obstruye el paso. Esta pareja, al revés que la de Rossellini (que empieza su película in media res, decidido a describir un momento oscilante y peligroso de un matrimonio constituido desde hace lustros), se acaba de conocer hace unas pocas horas. Pero resulta que, con un ligero desvío de prestidigitador operado en mitad de la narración, Kiarostami se las arregla para contar una relación sentimental de quince años en el transcurso de poco más de una tarde. Es como si el director retomara una misteriosa frase aislada de la película del maestro italiano (“Si no nos conocemos, podemos empezar de nuevo”) para inventar ese sorprendente momento de tránsito. Si Viaje en Italia funciona casi a modo de original emotivo, Copia certificada establece un horizonte autónomo, justamente interrogándose sobre su propio estatuto respecto de aquella. Todo parte de una cuestión que anida en la lengua. Estamos en la región de la Toscana, en Italia, y la encargada de una fonda observa a la pareja hablar en inglés, sin entender una palabra de lo que dice. Cuando el hombre sale para atender una llamada en el celular, se pone a charlar con la mujer, ahora en italiano, y esta se da cuenta de que los toma a ella y a su acompañante por un matrimonio. Sin embargo, no se molesta en sacar de su error a la encargada. Minutos después, en una escena fabulosa en la que se verifica una vez más la maestría suprema del director iraní para disponer con gracia y precisión los elementos que juegan dentro del plano, los protagonistas se encuentran con un matrimonio de turistas que se les acerca hablando en francés. Después de charlar un rato con ellos, el extraño (interpretado por el mítico guionista Jean-Claude Carriere) se lleva al personaje de Shimell aparte y le dice en el mismo idioma que no sabe cuál es la raíz de su problema pero que, por lo que pudo observar, lo que su mujer necesita si quiere reconquistarla es que camine junto a ella con la mano en su hombro. Kiarostami dispone un cruce constante de lenguajes que parece ocurrir en un planeta helado, inalcanzable: de golpe, toda esa maraña flotante de palabras, esas capas tejidas de disquisiciones y de réplicas –que pasan del modo en el que se conforma la validez de la obra artística a la pertinencia del carácter fluctuante del amor– que chocan y se imbrican unas con otras, muestran un carácter de melancólica prescindencia. Una de las conclusiones más evidentes es que si viéramos a Binoche y a Shimel deslizándose sobre una pantalla muda, y siguiéramos su recorrido desde el inicio de la película hasta el final sin oír una palabra, tendríamos una historia de amor completa en tres actos, en una línea de tiempo que va desde la seducción al hastío y de allí a la aridez desamparada del último minuto. Copia certificada permanece en un estado de implacable alerta respecto de las pequeñas vacilaciones, miradas y estocadas gestuales de sus dos protagonistas y consigue trasmitir, así, la emoción genuina de una guerra sin cuartel en la que el sentimiento amoroso se constituye en el huidizo motor de la ficción.
Amor verdadero James (William Shimell) es un escritor que presenta su libro ante un nuevo público, luego de varios desengaños previos. En ese lugar conoce a Elle (Juliette Binoche), galerista francesa y madre soltera, que le invita como quien no quiere la cosa, a compartir una caminata y quizás algo más. A medida que el día transcurre, el espectador comienza a dudar sobre la exacta relación de los personajes. ¿Son conocidos ocasionales? ¿Son una pareja en ciernes? Lo cierto es que el título del filme tiene mucho que ver con las reflexiones que les surgen a los personajes, y conviene no revelar mucho más para dejar que el espectador haga su propio camino. El iraní Abbas Kiarostami regresa a los paisajes devoradores y las pasiones enigmáticas, sutiles, en esta película que tiene el valor de retomar un tema ya conocido (la intimidad y los entretelones de una relación de pareja), dándole un toque personal que vuelve a la película una experiencia única no sólo en lo argumental, sino en lo visual. Un fascinante juego de personalidades, un laberinto espejado donde cada cabo de la trama revela nuevas facetas. Si la estrella innegable de este dúo protagónico es Juliette Binoche (este rol le valió el galardón como mejor actriz en Cannes), no hay que omitir de ninguna manera a William Shimell, que debuta cinematográficamente justo en una película como ésta. Y su debut está a la altura de lo esperable, si no más. La sintonía entre los dos es la que hace que esta historia funcione de manera lógica y armoniosa, como una danza ejecutada de manera precisa. Asimismo, y si bien el tema es lo suficientemente universal para encajar en cualquier escenario, la Toscana italiana constituye un ingrediente fuerte en un plato que tiene tanto de clásico como de novedoso. Quizá lo menos destacado de esta película es su dificultad para encontrar un público que le haga justicia. Aún si tuviera cincuenta salas más, hay que estar muy en sintonía con el cine de Kiarostami (o de otros que se le parecen, tampoco hay que irse muy lejos) y, más bien, con el Cine en sí. Ese Cine con mayúsculas que hoy por hoy, paradójicamente, ocupa espacios cada vez más reducidos.
Delicias y fastidios de la vida en pareja Esta es una de esas películas que se aprecian mejor recién dos o tres días después de haberlas visto. Quien vaya a verla sin conocer al autor, o sin respetarlo mucho, quizás empiece desconfíando ante lo que parece ser sólo una conversación vacua de un historiador inglés de arte con una galerista francesa. Él da una charla, ella se lo charla a la salida y lo lleva en su auto. Tema del día, las copias que llegan a ser mejores que los originales. Si el asunto poco le interesa al espectador, ahí tiene para distraerse unos lindos paisajes y unos rincones preciosos de Cortona, Lucignano, y otros lindos pueblos de Toscana. Cayó en la trampa, se distrajo. Porque de pronto le asalta la duda: ¿esa mujer evidentemente dispuesta a seducir, y ese tipo que se hace el reticente, no serán un matrimonio, o, por lo menos, no tendrán un pasado en común, y ahora se encuentran jugando a los desconocidos? Porque el tema de fondo ya no es ese asunto artístico-legal de la relación entre copias y originales. La conversación fue tomando otros carriles, lo que ahora les atrapa son las delicias y amarguras de la vida en pareja, y en ese asunto se entrometen cada tanto otras personas, para ofrecerles la alegría de dos recién casados, o algunos buenos consejos que permitan soportar el desgaste. O simplemente para cruzar frente a ellos, mostrándoles lo que es la vida cuando dos personas van llegando juntas al final de la vida. El tema de fondo, entonces, es el intento de sentir de nuevo el ensueño, la dedicación mutua de otros tiempos, forzar los sentimientos, obligarlos, y en una de esas, quién sabe, esa segunda etapa pueda ser igual que la primera, y hasta mejor, al menos por un día. Ese es el asunto. Se esconde un poco bajo una serie de juegos de estilo y dobles lecturas que el autor dispuso para lucimiento personal y entretenimiento de sus seguidores, pero ahí está, para placer de todos. El autor es el persa Abbas Kiarostami, que no hacía una romántica desde su ya lejana y emotiva «Detrás de los olivos», sobre el amor adolescente. Ahora hizo ésta, sobre el amor en la madurez, que es también su primera ficción hecha en Europa con artistas profesionales. Y qué artistas: Juliette Binoche, con toda la gama y las etapas del amor en su rostro, el barítono William Shimell, elegante y firme hasta que más o menos afloja, y, para el recuerdo, dando consejos a la pareja, la veterana Gianna Giachetti al frente de una cafetería (¡cuánto tiempo ha pasado desde que apareció al fondo de un burdel en «La viaccia»!), y, en una placita, el siempre benevolente Jean-Claude Carriere, guionista de Buñuel y tantos otros grandes. Hablando de guiones, «Copia certificada» es en partes una relectura de «Viaje a Italia», del maestro Roberto Rossellini con Ingrid Bergman y George Sanders, muy indicado para quien quiera ver algo más sobre el mismo tema. Pero esa ya es otra historia.
Tournée existencial y poética El iraní Abbas Kiarostami es un maestro en convertir las situaciones cotidianas de sus protagonistas, en una tournée existencial a la medida de las circunstancias que cuenta. En este caso se trata de un hombre y una mujer, que debaten sobre el sentido de la vida, el arte y el amor, aunque detrás de esas reflexiones, subyace un inquietante desasosiego interior, al que Kiarostami tiñe de inusuales matices poéticos, inmersos en una melancolía, que mucho tiene que ver con el escenario elegido: La Toscana, italiana. El filme plantea el reeencuentro entre un escritor cuyo libro refiere a las copias de las obras de arte y una galerista, coleccionista de obras de arte. INDIVIDUALIDADES Entre ambos hubo una relación amorosa que intenta reveerse, quizás reconstruirse, aunque ni uno ni otro parece querer renunciar a una individualidad no exenta de pasión. "Copia certificada" encierra el sabor de una melancolía, a través de la que sus protagonistas, podría decirse, intenta recuperar, aprehender un pasado que ya no está. Quizás esos mismos postulados se refieran a la propia vida del cineasta, censurado en su patria, por este filme, el primero que decide rodar lejos de su país, Irán. La historia muestra la llegada de ese hombre, que viaja a dictar una conferencia y a presentar ese libro, mientras en la platea y un poco tarde hace su presencia la mujer, acompañada de su hijo. REENCUENTRO Una discusión posterior entre madre e hijo, deja en claro que el reencuentro entre ella y el escritor despierta varias expectativas. A través de ese relato, Kiarostami se cuestiona que es realidad y qué es ficción, o que hace que un original sea más valioso que una buena copia de una obra de arte. A veces una copia es más perfecta que el original, señala en algún momento el escritor y a partir de ese momento, surgen discusiones, sentimientos y reflexiones, que esconden más de lo que muestran entre sus protagonistas. No obstante esas situaciones permite disfrutar de una exquisita actriz como Juliete Binoche, dueña de una frescura interpretativa, tan espontánea como fascinante. Más allá de las cualidades de Kiarostami para filmar, la película vale verla por esta actriz a la que no se disfruta con tanta frecuencia y a la que se recuerda por producciones como "El paciente inglés". La acompaña y muy bien el inglés William Shimell.
La poética de un artista consolidado. El realizador iraní Abbas Kiarostami siempre se destacó por crear obras complejas acerca de las relaciones e inquietudes humanas. A través de films como A Través de los Olivos o El Viento Nos Llevará hizo destacar inteligentes narrativas enmarcadas en universos de una belleza visual incomparable. En cada película del asiático el tiempo de la imagen será fundamental, cada plano resulta exhaustivo acerca de los detalles de la escena en cuestión, siendo que el director siempre planteó una filosofía del interior de cada uno de sus personajes a través una característica manera poética de relatar las cosas. En Copia Certificada, su último film, Kiarostami vuelve a poner en el sentido principal de la historia a un personaje femenino como lo hizo en Ten, una de sus más prolíferas películas. En esta reciente producción narrará la historia de una mujer madura francesa (Juliette Binoche) que se interesa en conocer al escritor británico James Miller (William Shimell) que presenta en Italia (lugar en el que vive ella) su nueva obra sobre diversos postulados del arte. Ambos emprenderán un pequeño viaje al pueblo italiano de Lucignano, transcurso en el que mantendrán una relación muy particular. El film, a partir de las acciones que realizarán a lo largo de un día un hombre y una mujer que acaban de conocerse, al estilo Antes de Amanecer de Richard Linklater, expondrá las distintas y eternas disputas sobre la historia del arte, acerca de lo genuino y el valor o no de una copia a través de los diálogos y situaciones que manifestaran los personajes principales. Pero Copia Certificada no solo desplegará el tema del arte, sino que mayormente profundizará en la filosofía interior sobre los métodos de vida de los personajes de Binoche y Shimell, ya que de simples comentarios o acciones comunes se podrán desarrollar los más profundos sentimientos e inquietudes de las personas en cuestión. A parte de su compleja y llevadera estructura narrativa, el punto saliente del film es la interpretación de Binoche: cada uno de sus gestos, movimientos, o palabras que pronuncie resultan estupendos; la actriz francesa concreta una de las mejores actuaciones de su carrera, y deja en claro porqué distintos directores de gran prestigio en el cine europeo como Kiarostami la prefieren en sus films, desde Jean-Luc Godard en Yo te saludo, María hasta el fallecido Krzysztof Kieslowski en Blue (aunque también ella tendría participaciones en Blanc y Rouge). Copia Certificada es otra gran película de Kiarostami que confirma la madurez de un cineasta consagrado, que a través de un cine muy poético se hace destacar nuevamente con una obra sumamente compleja que conlleva un relato cautivante con el que destaca interesantes postulados filosóficos sobre la existencialidad de las cosas.
En principio, me veo obligado a confesar que en mi caso, Abbas Kiarostami es una materia pendiente. Un poco por eso mismo fue que me despertó gran curiosidad enterarme de su presente estreno y sentí la necesidad de anotarme aunque mi ignorancia hacia la mayoría de su obra anterior pudiese influir negativamente sobre mi análisis. El inicio de la película me pareció, en gran medida, aletargado. Hay que tener en cuenta que, si bien esto no es exactamente correcto, el nombre del artista hace que muchas veces la mayoría esperemos una genialidad, cuando en realidad, más allá de las gigantescas obras alcanzadas por el mismo, este no deja, a fin de cuentas, de ser una persona y de tener sus momentos de mayor y menor brillantez. Esto es algo que me pasó por ejemplo, en películas como Tetro, de Francis Ford Coppola (la que filmó acá). Me pareció una obra perezosa, sobrecargada, teatral, y me costó mucho ver a Coppola, o por lo menos al Coppola que conocía fílmicamente. Tiempo después me pareció, contrariamente, muy rescatable, al volverla a ver, que Coppola con todos sus años, películas y estilo a cuestas, tuviese la habilidad para evitar parecerse a si mismo, para probar cosas nuevas, para irse a otros lugares, más allá de que la película me siguiese pareciendo extremadamente burda. Hacen falta agallas para, con semejante nombre, moverse por caminos absolutamente nuevos. Y eso es muy apreciable. En Copia Certificada, los primeros minutos, me comencé a dar cuenta de mi absurdo comportamiento. En medio de la verborragia inacabable que llevaban a cabo ambos protagonistas, yo me intentaba engañar a mi mismo tratando de convencerme de que el diálogo y la situación eran igualmente interesantes. ¡Oh! Claro. ¿Por qué se trata de Kiarostami, verdad, zapallo? Una batalla comenzaba a librarse dentro de mí: “¿Sos tan cobarde que no te atreves a decir que esta película te parece una m…?” “No, para, vamos a ver que pasa, no es posible. Es Kiarostami” “¿Por qué no es posible? ¡Acordate de la primera vez que viste Stalker!“. En el medio, los personajes continuaban con un diálogo exageradamente filosófico, que parecía haber salido de algún post bloguero del filósofo macrista Alejandro Rozitchner: “los niños son perfectos, disfrutan cada momento mientras nosotros vivimos preocupados por lo que pasará”. Me comenzaba a salir humo por las orejas. No entendía porque internamente intentaba “salvar” la película, cuando a todas luces no me parecía interesante en lo absoluto, y me cansaba de leer los eternos subtítulos de aquel diálogo inacabable acerca de la vida y el arte; fluctuando caprichosamente entre el francés, el inglés y el italiano. Hasta que todo se aclaró. Las voces callaron. Qué viejo pillo es Kiarostami, ¿eh? Alta jugarreta nos estaba metiendo ahí. Esa era justamente la estrategia. Mantener al espectador en vilo, exasperarlo, hacerlo esperar muchísimo más de lo que ofrecía la película para, súbitamente y, por sobre todo, sutilmente, hacer un giro absolutamente insólito, cambiando la situación de punta a punta, pero, sin embargo, y esto es justamente lo más brillante, sin alterar absolutamente nada de ella. Manteniéndola viva en su esencia. Con esto, la película, con gran elegancia, plantea una idea y varios interrogantes: ¿dónde está el original y dónde está la copia? ¿Puede la representación convertirse en realidad? ¿Cuál sería, precisamente, la Copia Certificada? Me explico: resulta que un hombre da una conferencia, presentando un libro del que es autor, en Italia, llamado Copia Certificada. Estando en Italia se encuentra con una mujer que estaba en la conferencia, y que parecía muy ansiosa de conocerlo. A medida que sucede el encuentro, paseando por Italia en coche, la mujer se decepciona cada vez más de este hombre y de su forma de ser, y entre ambos se generan situaciones por demás incómodas. Finalmente, en una trattoria, tomando un café, pasa algo muy curioso. Él sale a hablar por celular y ella se queda allí, triste por algo que le acaba de contar él, que extrañamente la involucra a ella. Mientras él habla por celular, ella conversa en italiano con la encargada del café, la cual cree que ambos personajes están casados. Al volver él, como sólo habla inglés, cualquier palabra que dice parece estar siguiendo el juego. Ella le explica lo sucedido y a partir de allí los roles se superponen entre sí. Ahora bien, el juego que aquí propone Kiarostami es magistralmente simbólico y metafórico. En efecto: ¿son ellos la copia fiel de lo que nunca fueron? ¿hay un límite exacto y palpable entre la representación y la realidad? De a ratos la película me hacía recordar a Cortázar, a los interminables paseos entre Oliveira y La Maga, esas situaciones que Cortázar, a través de su personaje, resumió magistralmente en una línea de Rayuela: “andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. Los personajes de Copia Certificada representan, valga la redundancia, la copia fiel de ese Otro que encuentran repentinamente, quizás sin haberlo buscado, pero por el hecho de haberlo encontrado, deben jugar ese juego: el juego del encuentro, el juego de recordar lugares donde quizás nunca habían estado, el juego de inventar discusiones acerca de hechos que quizás nunca sucedieron. De alguna forma en este tramo la película también me remitía a Smoke, una película de Wayne Wang, escrita por Paul Auster. En un libro titulado “Smoke & Blue in the Face” donde comenta todo el proceso de escritura y filmación, y que incluye ambos guiones; Auster interrogaba con justeza sobre la idea que lo movía internamente al escribir Smoke: ¿qué es mentir? ¿Qué es decir la verdad? ¿Cuál es la verdadera ficción, o mejor dicho, la verdadera realidad que nada tiene que ver con la ficción? ¿Existe acaso? En dicha película, al final, no tenemos certeza respecto a si la historia que le cuenta Auggie al escritor es verdadera, pero sin embargo es una historia que sabemos que vale la pena escuchar. Kiarostami de alguna manera propone interrogantes que siguen la línea de los anteriores, propone un juego de símbolos donde queda en evidencia que no hay forma de huir de la representación, de la copia, de la interpretación. Con una magistral, bella, perfecta Juliette Binoche y un correcto William Shimmel. Es interesante ver, además, a Jean Claude Carriere metiendo un bocadito.
Un debate sobre el arte, la soledad y el amor en medio de la hermosa Toscana italiana. James Miller (William Shimell) es un reconocido autor que acaba de escribir su nueva obra: Copia certificada. En ese trabajo, Miller postula que muchas veces, en el arte, las copias superan a las obras originales. Y, ¿qué mejor lugar para presentar un libro de este tipo que en Italia, específicamente en La Toscana, un lugar -como dice un fugaz personaje- “que parece un museo al aire libre”? En esa hermosa ciudad italiana se cruzará con una mujer (Juliette Binoche, cuyo personaje no tiene nombre) que maneja una galería de arte y antiguedades. La temática del libro de Miller los unirá y comenzarán a hablar sobre lo real y sobre las copias. Pero algo pasa, algo surge o se esconde entre los dos, ya que de repente, y a partir de lo que pareció una broma, ellos comienzan a tratarse distinto. De la nada estos dos personajes se convierten en una pareja con 15 años de matrimonio y con un hijo pre adolescente. Comienzan a ser distantes, frios, con la llama del amor casi extinta. ¿Qué es lo real?, ¿qué es la copia? No lo sabemos. Tal vez sean dos desconocidos jugando a ser marido y mujer, tal vez sean marido y mujer jugando a los desconocidos, ¿qué es lo más real?, ¿lo que imitan o lo que son? Esta compleja temática es abordada con maestría por Abbas Kiarostami, el talentoso director iraní, responsable de obras maestras como El sabor de las cerezas. Cada plano, cada toma, tiene su por qué. Largos planos secuencia en los que vemos a los protagonistas caminar por las antiguas calles de La Toscana, o primeros planos estáticos y eternos que nos hacen detener en los gestos y las miradas que intercambian estos dos ¿enamorados?, ¿enemigos?, ¿desconocidos? Los reflejos en ventanas, parabrisas y espejos son frecuentes, mostrando (y poniendo en duda) la realidad: la mejor copia de cada uno ahí, enfrente, planteando un dilema casi borgeano, ¿cuál es el de verdad?, ¿el reflejo o el que se ve frente a la cámara? Y lo que se ve frente a la cámara, ¿no es también una falsificación, una interpretación de algo que, tal vez, sucedió? Y hablando de ellos, el labor que realizan es sorprendente. No actúan, son ellos. Intercambian palabras con tanta naturalidad que nos hacen sentir que los conocemos, o incluso que, en algún punto, somos ellos. Juliette Binoche es maravillosa. Su sonrisa y sus incomodidades son tan creibles que hacen que el espectador en seguida tome empatía con ella. En cambio, el duro William Shimell interpreta el lado de la razón, del pensamiento científico y práctico, y muchas veces, por eso mismo, peca de pedante. No es una crítica, claro que no, así es su James Miller, y por eso funciona como funciona. Otro punto interesante de esta obra es con la naturalidad que los protagonistas cambian de idioma. Sencillamente, comienzan hablando en inglés, pasan por el francés, siguen por el italiano y así, sin motivo ni explicación. Podemos pensar que las personalidades de cada uno cambian, que con 15 años de matrimonio es más coherente hablar en francés, la lengua madre de la mujer, que en medio de la pasión iracunda acude naturalmente a su boca. Para hacer una referencia sencilla, Copia certificada recuerda mucho a las dos obras maestras de Richard Lintlaker, Antes del amanecer y Antes del atardecer, en donde Juliette Delpy y Ethan Hawke sencillamente caminaban y hablaban sobre la vida, la muerte, los miedos, el arte y tantas otras cosas. Aquí es similar, pero diferente, aquí hay algo más que no se nos muestra. Aquí, como en el arte, la respuesta queda exclusivamente en manos del espectador.
La copia y el original Kiarostami filma por primera vez fuera de Irán. Juliette Binoche se pone al hombro un film emocionante y complejo. Apuntes afiebrados de una verdadera película hablada. Lo que son las cosas. Copia certificada y Bailando por un sueño hacen uso de una búsqueda representacional en varios puntos similar. Corramos –por un momento- un tupido velo sobre todo prejuicio moral, ético. La temporada pasada quien suscribe pasó algunas veladas de incrédula expectación ante el grandilocuente programa catódico. Como siempre el preceptor Marcelo Tinelli hacía pendular su show del rito ficcional a la preocupación real por la vida de los danzantes, sin solución de continuidad. Parejas de baile exaltadas, encontronazos violentos con el jurado, un patovica se le planta al conductor, la hiena Barrios entra al estudio televisivo para patotear a Fort y Cía, una vedette declara su amor antes de ser “sentenciada”. Ese flujo de acontecimientos sin inscripción precisa y coherente en un registro de actuación, recorta un espectador que desconfía de las imágenes que ve, que se pregunta en buena medida por la autenticidad o el artificio de aquellas imágenes que se le ofrecen. Es también, de alguna manera, la densidad que deja ver en su superficie el film de Abbas Kiarostami. Todo esto para señalar que no hay que buscar en el corazón de Copia Certificada simplemente un ejercicio formalista, metatextual que nos permite reflexionar sobre el valor del original y de las copias de las obras de arte. Esos procederes autorreflexivos ya forjan la cultura toda, el borramiento de las fronteras de lo ficcional y lo real nutren la tardomodernidad hace tiempo. Porque si abonamos solamente esta interpretación, claro,, Copia certificada se sabe a sí misma canchera, lúcida, altanera en su capacidad de síntesis reflexiva. Porque al axioma que encontramos en el Godard de las Histoire (s) du cinéma (Qué es el cine: Nada. Qué quiere el cine: Todo. Qué es capaz de hacer: Algo), Abbas Kiarostami responde soberbiamente que ese algo de que es capaz el cine es nada más y nada menos que un poder reflexivo inigualable para pensar (impugnar) sus propios procedimientos. ¿Pero acaso no lo sabíamos desde Close up (1990)? Sí, la pareja protagónica deja ese margen de ambigüedad para que nos cuestionemos si acaban de conocerse o son íntimos desde hace años, esboza ese desequilibrio latente sobre la veracidad de sus palabras, de su relación. Pero las disertaciones sobre lo real y su apariencia cobran menos importancia ante pliegues temáticos que al comienzo del film no mostraban todo su espesor: algunas meditaciones sobre el amor, sobre la idea de compromiso y responsabilidad conyugal. Tal vez, por ese eje temático, no sea caprichoso pensar que Copia certificada está más cerca de Antes del atardecer que de sus anteriores exploraciones sobre el estatuto de verdad de la imagen en movimiento. Kiarostami recurre a una descollante Juliette Binoche (rostro de matices gestuales imposibles) para decirnos que los parlamentos pueden ser una matriz esencial de la retórica cinematográfica, que en los diálogos de una pareja que divaga por sus sentimientos en el sur de Toscana existe una incomparable capacidad de transformación afectiva (bendita maestría para hacer que una larga conversación dentro de un auto no sea asfixiante). En definitiva; que el cine es capaz de volver a ser más grande que la vida.
VideoComentario (ver link).
Mientras la andanada de películas 3D para adolescentes y niños sigue devorando pantallas sin ton ni son, por suerte aparecen algunas películas que nos recuerdan qué es el cine y para qué existe. La semana próxima sucederá –paradójicamente– con un film fantástico de adolescentes; esta, con una película igualmente fantástica (en otro sentido) puramente adulta. “Copia certificada” es el primer film europeo de Abbas Kiarostami, el maestro (porque enseña cosas, por ejemplo cómo hacer grandes películas) de “Detrás de los olivos” y “El sabor de la cereza”. Juliette Binoche es una vendedora de arte divorciada y con un hijo; William Schimell es un erudito que ha escrito un libro sobre la copia en el arte. Se encuentran y, en un par de horas fingen –o no– ser una pareja que se conoce, que se enamora, que se casa, que entra en crisis, que se separa. Y mientras, alrededor, el ojo preciso e irónico de Kiarostami muestra que, después de todo, el paisaje emocional europeo no es excepcional, que las taras son universales. Ver a esa vieja italiana que dice a la mujer que se quede con el hombre para no morirse de hambre; ver la molesta celebración de casamiento que acompaña las acciones, oír al hombre de paseo que da pésimos consejos conyugales, por ejemplo. En lugar de hacer una película para agradar a los europeos, el iraní les enrostra su propia mediocridad. Pero, eso sí, respeta a sus personajes y sus emociones. Hubo pocas obras maestras en el año, así que aproveche que acá hay una: bella, emotiva e inteligente.
Copia Certificada (Copie Conforme, 2010) es la nueva entrega del iraní Abbas Kiarostami, y esta vez cuenta con una enorme Juliette Binoche y, como es habitual en su trabajo, con un actor no profesional, en esta ocasión William Shirmell. Los paralelismos con Te Querré Por Siempre (Viaggio in Italia, 1954) de Roberto Rossellini son muchos, ya que en ambos films vemos a lo largo de la historia una simplificación y al mismo tiempo una amplificación del “el periodo amoroso”, aunque Kiarostami da un paso más allá. El guión del iraní puede llegar a confundir a más de uno que no esté prestando atención al film, ya que en base a un quiebre drástico que da la historia -impagable escena con la mesera-, el director/guionista nos muestra dos estadios de una misma relación: el encuentro y conquista y el desgaste luego de una vida juntos. De esta forma transita desde una aparente primera cita hasta las confesiones más crueles que puede hacerse una pareja, incluidos esos típicos desplantes papelonezcos en público que todos sufrimos o hicimos. Abbas también muestra su talento detrás de la cámara, a través de travellings o de primeros planos frontales a los actores que nos hablan directamente a nosotros mirándonos a los ojos, haciendo que el espectador sea testigo perfecto de los vaivenes de la pareja, o también sintiéndose como la otra parte del dialogo en el plano contra plano, logrando transmitir la incomodidad de las situaciones. Pero esto es nada comparado con el excelente juego que se hace con la profundidad de campo, pero con la profundidad de campo del personaje que no está en pantalla pero podemos ver a través de espejos. Simplemente para disfrutar y aplaudir. Otro punto en la que se apoya este genial film es el trabajo actoral. El actor no profesional William Shirmell cumple a la perfección “los dos papeles” que le toca jugar, el del filosófico escritor escéptico hasta del propio amor, y el del marido desgastado por el trabajo que ignora y no valora a la mujer que tiene al lado. Pero la que de verdad se luce es la hermosa Juliette Binoche, quien por esta labor ganó el premio a Mejor Actriz en Cannes 2010. Si bien su papel es más homogéneo a través del film, la construcción que realiza la actriz para recrear una madre soltera desdoblada en su labor de educar pero, sobretodo, una mujer necesitada de cariño y afecto, es sorprendente y no hace más que justificar la obtención del premio. También cabe destacar la fotografía de Luca Bigazzi, que dota a la película de una naturalidad y realidad tan difícil pero necesaria a la hora de filmar casi un 90% en exteriores. La belleza de la Toscana se puede apreciar perfectamente dado a la inteligencia del director de fotografía. En conclusión, Copia Certificada es un ensayo sobre los dos polos de una historia de amor, perfectamente construida desde el guión, filmada de forma soberbia y actuada aún mejor por la pareja protagonista. Tan redonda y lograda como la mejor copia. Un saludo discutiendo por todo.
Disfraces Abbas Kiarostami lo hizo otra vez. Pocos cineastas pueden preguntarse con esta frecuencia por el estatuto del cine y de la realidad –con siempre renovadas ansias de refundar su carrera, para seguir siendo fiel a sí mismo– y, a la vez, brindar una película tan disfrutable como rica y engañosa. Ladino. Según el Diccionario de la Real Academia Española: “se decía de quien habla con facilidad alguna o algunas lenguas además de la propia” (tercera acepción de esta palabra). Sí, claro, al ser iraní Kiarostami habla persa o farsi, pero lo importante aquí es tener en cuenta que Kiarostami ha sido uno de los formadores de la lengua, de la manera de expresarse, del cine iraní moderno. Sus largometrajes del siglo XX, desde el imprescindible y futbolero The Traveler (1974) hasta El viento nos llevará (1999) ofrecen en un cuarto de siglo una filmografía tan consistente como influyente. (Paréntesis: si no vieron Y la vida continúa, de 1992, y Close-Up, de 1990, hagánlo, son dos películas fundamentales). El ladino Kiarostami no solo habla farsi y la lengua del cine iraní, también ha hablado en experimental (Five, 2003), en digital, ha ido a África, ha hecho películas-puente entre Asia y Europa como Shirin (2008) o su colaboración con Ken Loach y Ermanno Olmi en Tickets (2005), para ahora hacer una película europea como Copia certificada. ¿Europea? Bueno, Kiarostami habla el lenguaje del cine europeo, con claras referencias a Viaje en Italia (1954) de Roberto Rosseliini. Y esta película-paseo-conversación-tensión de ¿pareja? también remite a los dos Linklaters “europeos”: Antes del amanecer (1995) y Antes del atardecer (2004). Copia certificada es una película en la que la francesa Juliette Binoche y el inglés William Shimell juegan a que son especialistas en arte (una vendedora, un escritor) que pasean un día por Italia, por unos pueblos de la Toscana. ¿Cuál es la relación entre estas dos personas? No conviene adelantar ese tipo de información, y de hecho la película no concluye interpretativamente. El relato, los personajes, el estatuto de la realidad de la pareja, de la ficción dentro de la ficción, se van modificando con el correr de los minutos y no terminan en ninguna cristalización segura. Kiarostami juega al cine, hace que habla la lengua del cine europeo y sigue hablando de los temas que le interesan (entre otros la figura del impostor, de la impostura, como en Close-Up). De paso, Kiarostami les recuerda a no pocos entumecidos cineastas europeos actuales que el mejor cine del continente estaba lejos de la linealidad, que podía disfrazarse y que podía, siempre a partir de la reflexión vivificante, ser inteligente. Copia certificada es una película de disfraces, de lo que ocultan y de lo que suman las copias en relación con el original, del ir y venir entre idiomas, de desplazamientos entre las artes (Shimell actúa de escritor y es cantante lírico), una de esas películas que al terminar nos dejan con muchas preguntas y nos hacen volver a verla, desde el principio, depositando nuestra atención en detalles que cambian de significado. Y como medio para todo esto, Kiarostami entrega una película de especial consistencia para pensar la pareja, la maternidad, las indiferencias y esos momentos en que todo parece poder salvarse y derrumbarse a la vez. Que Juliette Binoche sea una de las mujeres más eróticamente fotogénicas de la historia del cine es pura yapa.
Homenaje a una película de Roberto Rossellini, Viaggio in Italia, 1953 (traducida en español como Te querré siempre y protagonizada por Ingrid Bergman y George Sanders), y como tal, cita y fantasma del doble, enmarca una historia de amor en la problemática de la copia, de la reproducción dentro del arte, versus el original. En efecto, el viejo debate de la autenticidad atraviesa esta historia protagonizada por una marchand de antigüedades y un ensayista que está de gira presentando su libro sobre la originalidad en el Renacimiento y defiende las bondades de una copia. Esto sucede en Toscana, en un viaje maravilloso mentando a Florencia y la Plaza de la Signoria (cuna del David de Miguel Angel y sus numerosas copias) y pueblos periféricos como Arezzo y sobre todo Lucignano. El tema del original y la copia, del original y la traducción también está planteado en la riqueza de lenguajes en juego. Binoche habla al mismo tiempo en italiano, francés e inglés, enfocando la cuestión de las lenguas francas de la Comunidad Europea, la circulación y la comunicación. Hay un intercambio idiomático permanente. A momentos el hombre,inglés, habla francés y la mujer, francesa, inglés, tensionando el lugar tradicional del anglosajón como lengua franca del mundo. Se recomienda ampliamente. Es una película europea en la tradición de su mejor cine y a su vez se nota la mano de Kiarostami (las secuencias del viaje en auto permiten volver a las secuencias desde la camioneta en el comienzo de Detrás de los Olivos, así como el tema del paisaje y el contexto), y además, imperdible, el trabajo de Juliette Binoche de quien sin dudas no puede esperarse menos, proyectada como la gran actriz francesa de su generación.
Un hombre y una mujer Si bien Abbas Kiarostami cambia el ritmo y las características de los personajes de sus acostumbrados relatos en suelo iraní ("El sabor de la cereza" "A Través de los olivos" "Donde está la casa de mi amigo?") no cabe la menor duda que su última creación "Copia Certificada - Copie Conforme" respira su cine, su talento y su inigualable manera de contar una historia. Un crítico de arte inglés llamado (el cantante lírico William Shimell, en su debut en el cine) presenta su último libro en la Toscana italiana cuyo título es justamente el título del film -primer guiño que se plantea en la primer escena de la película-. El tema fundamental del ensayo es dentro del mundo del arte, particularmente asomarse al mundo de las copias que emulan, superan, imitan, se comparan con sus originales. Copias cautivantes que son casi tenidas en cuenta como verdaderas creaciones cuando en realidad son copia fiel de algún original que es el que verdaderamente tiene el mérito y rango de obra de arte. Una mujer que asiste a la presentación de este libro (Juliette Binoche). Ella está interesada en el tema porque es galerista y justamente se gana la vida en el mercado de las copias certificadas. Pero hay otros intereses secundarios (?) que hacen que los dos personajes inicien un viaje en el cual importa menos el viaje en si mismo, que los velos que se van corriendo a medida que esta pareja comience a interactuar. Un hermoso camino de cipreses nos remite a la marca registrada de los caminos con los que Kiarostami trazaba otrora sus viajes iniciáticos. Ésta y otras sutilezas y detalles en la puesta, nos van encaminando a que acompañemos a estos dos personajes quienes debaten sobre el significado del arte y entablan una especie de juego de seducción, sin darnos cuenta que nos van envolviendo en un juego donde nos perderemos enteramente como en un laberinto de espejos. Una de las paradas del "via crucis" de esta pareja es un bar en un pueblito en donde paran a tomar un café, a comer algo. La mujer que atiende este pequeño lugar los "confunde" con un matrimonio. Es a partir de este momento en donde tras este punto de quiebre, la historia comienza a replegarse y multiplicarse en sí misma como en un juego de cajas negras que se van abriendo al mismo tiempo que escondiendo información, datos que nos permiten o no, cerrar el rompecabezas. Kiarostami nos confunde ex profeso, se burla de la linealidad de cualquier historia, ya no importa si esta pareja se está por formar, se formó hace quince años, si se va a disolver apenas terminen su recorrido o si tienen asuntos pendientes que tratar y los resolverán justamente en este momento donde somos testigos. Y cuando tengamos la sensación de comenzar a tomar con alguna certeza las riendas de la historia, cuando la luminosa belleza de Juliette Binoche nos comparta a la cámara un dato que parece ubicarnos en un terreno seguro, nuevamente aparecerá otro que nos arrojará irremediablemente y una vez más al terreno de la incertidumbre. Pareciera que Kiarostami quiere fusionar en esta pareja, otras parejas (matrimonios, parejas establecidas, parejas ancianas) y borrar cualquier intento de referencia para que Binoche y Shimell sean dos y sean muchos a la vez. Cuenta indudablemente con un trabajo impresionantemente rico de Binoche, con una sensualidad a flor de piel, lleno de matices y visitando casi todos los registros. Como plus, es exquisita cuando habla francés, deliciosamente entonada en italiano y sobria cuando se expresa en inglés. No sólo hay una diversidad de idiomas conviviendo en Binoche sino también un abanico de emociones y una máscara dúctil capaz de transmitir cualquier expresión, con unos primeros planos de una cámara completamente enamorada de su protagonista. Schimell la acompaña muy dignamente en su debut cinematográfico formando un sutil pas de deux donde en un momento se seducen como en una primer aproximación y doblando a la esquina parecen tener un hijo en común, quizás no se conozcan o quizás estén buscando un lugar donde hace más de quince años se amaron por primer vez. Mientras ella habla en francés, él le contesta en inglés, o dialogan los dos en francés o dialogan los dos en inglés. No hay lengua, historia, lazo, vínculo que nos haga definir a nuestros dos protagonistas. Pero sin embargo, esa falta de certezas es justamente lo que hace que la historia sea más interesante aún. Con un dejo de el dueto de Linklater "Antes del amanecer"/"Antes del atardecer" la pareja guarda todo ese márgen de ambigüedad hasta que suenen las campanadas y como en un cuento de Cenicienta moderno quizás tengamos que salir del hechizo de esta historia de amor que es una y todas al mismo tiempo.
Copia certificada (Copie conforme - Roonevesht barabar asl) fue estrenada en Francia en mayo del 2010. La película dirigida por Abbass Kiarostami puede verse en los cines de Buenos Aires desde el jueves 28 de julio. Este film ganó la Espiga de Oro de la Semana Internacional de Cine de Valladolid y su actriz protagónica, Juliette Binoche, el premio a la mejor actriz en Cannes. Podríamos destacar que es la primera vez que este gran director iraní trabaja con actores profesionales (salvo William Shimell que por lo menos hasta ahora no lo era) y que debió cumplir con las exigencias de los productores de contar con un guión previo, cosa que no acostumbra hacer. También que hablando persa o farsí realizó una película en la que los personajes hablan el inglés, el italiano y el francés y que filmó fuera de Irán y con técnicos italianos. Pero, más allá de estos y otros datos anecdóticos, lo más interesante de destacar y viniendo de Kiarostami no nos sorprende es que ha logrado una excelente película. La sinopsis refiere el encuentro entre un hombre y una mujer. James Miller, un escritor inglés (William Shimell) viaja a Italia para dar una conferencia con motivo de la presentación de su nuevo libro “Copia certificada” que acaba de ser elegido como el mejor ensayo extranjero del año y conoce a una mujer (Juliette Binoche), dueña de un negocio de antigüedades que lo acompañará hasta que deba abordar el avión de regreso. La relación irá creciendo y modificándose a lo largo del relato mientras recorren diversos lugares del sur de Toscana en la región central de Italia. El libro que ha sido premiado en la ficción gira alrededor de los conceptos de “original” y “copia” y sirve de disparador para las reflexiones de los personajes en la pantalla y de los espectadores en las butacas. Pero el film de Kiarostami logra ir más allá promoviendo y estimulando nuestra percepción e induciendo a la reflexión no solamente acerca de las relaciones humanas, el amor o la soledad, lo verdadero o lo falso, sino también acerca de las imágenes y de la esencia de lo cinematográfico. Como suele ocurrir al mirar una obra de arte, no es sencillo determinar cual es el original y cual es la copia. Lo mismo ocurre cuando nos referimos a otros objetos, situaciones o personas. ¿Interesa determinar si algo es original? ¿es importante? Lo original, ¿está en el objeto o en la mirada? Estas cavilaciones que en principio están dirigidas al arte constituyen un punto de partida para reflexionar sobre la originalidad y la copia pero no sólo desde lo que se dice a partir de los personajes (el guión de por sí es muy bueno) y de las acciones que se van desarrollando sino además por la narración que efectúa la cámara que juega constantemente con lo verdadero y lo falso, con imágenes que muestran todo el tiempo los múltiples facetas de la realidad y el tiempo sin recurrir a recursos que en el cine resultarían simples o efectivos como el flashback. Los personajes empiezan a conocerse pero un momento se produce un giro en el cual todo podría ser distinto y esto no ocurre sólo desde lo que se cuenta en palabras sino a partir de la narración de las imágenes. ¿Cuál es la situación verdadera? ¿Qué relación tienen estas personas? ¿Las que se muestran al principio o después? ¿Cuál es la copia y cual el original? ¿Importa saberlo? Originalidad y copia se superponen, alternándose o coexistiendo. La cámara juega con imágenes especulares mostrando situaciones concordantes pero opuestas. Mientras los protagonistas discuten sobre la copia y el original, otras parejas le devuelven distintos reflejos de su propia realidad y es a la vez la imagen la que reflexiona sobre su propia existencia con múltiples juegos de espejos mostrando contrastes de una misma mirada. Esta pelicula es una obra de arte. ¿original? ¿copia? ¿Existe lo original o todo es infinita variación de supuestos originales previos? No lo se. Es un interesante planteo, como tantos otros posibles, para hacerse después de verla. Una película cuyas consecuencias no se agotan con los títulos finales sino que queda dando vueltas por la cabeza, a partir del relato de los personajes o a partir de la maestría del director en la narración o de las numerosas sensaciones, a veces encontradas, que uno puede experimentar al verla. ¿Qué elementos tiene de “Te querré siempre” de Rosselini del 54? ¿Que hay de Ingrid en Juliette y de Binoche en Bergman? También la de Kiarostami podría haber comenzado sin un guión previo porque al igual que el director que cambio la historia del cine moderno, tiene muy claro lo que quiere mostrar. Una exquisita y cálida actuación de Juliette Binoche y una acertada elección de William Shimell para acompañarla. Como toda obra permite múltiples aproximaciones y eso la hace interesante y disfrutable. Es de esas películas que uno podría ver varias veces y siempre encontraría algo distinto en que pensar. Desde el argumento que nos cuenta de una mujer separada que debe ocuparse de su hijo, el encuentro con un hombre, la seducción, los ciclos en la evolución de las parejas... o desde las imágenes que propondrán siempre distintas miradas dándonos la posibilidad de volver a verla y elegir otra perspectiva. Escribo sobre una película pero en realidad lo hago sobre el recuerdo de ella, ¿no es cierto?. Ahí encuentro la mirada de Juliette Binoche y en mi montaje mental se funde con la de Ingrid Bergman y luego con la de otra y otra... ¿original? ¿copia? Arte sobre arte.
VERDADES Y MENTIRAS El salto de Abbas Kiarostami al cine europeo es, en el fondo, un elemento anecdótico dentro de su nueva película, porque tanto en la superficie como en la profundidad, el director iraní mantiene una coherencia formal y temática absolutas. Abbas Kiarostami es una leyenda dentro del cine contemporáneo. Durante más de treinta años, y a partir sobre todo del éxito mundial de El sabor de la cereza, el realizador iraní se ha convertido en uno de los nombres más prestigiosos del cine. Varias obras clave dentro de la ficción, el documental y hasta el cine experimental, lo han posicionado como un referente indiscutido. Su obra, coherente y poderosa, se ha ganado por mérito propio ese espacio, y con Copia certificada parece dar un nuevo paso, aun cuando se trate de un film tan nuevo en su cine como parecido a sus obras más representativas. La filmografía de Kiarostami, tanto en su vertiente experimental como de ficción o documental, ha estado siempre muy cerca a ciertos temas e inquietudes estéticas comunes. Esto permite reconocer un film de Kiarostami con gran facilidad. Y es justamente eso lo que pasa con Copia certificada (Copie conforme, 2010), una coproducción entre Francia, Bélgica e Italia. En el plano que abre el film, todo espectador que conozca la obra de Kiarostami deberá ya sentirse seguro de que está frente a una obra del director. Porque no sólo se trata de un plano bello y sugestivo, sino que además anuncia lo que vendrá después. Copia certificada es un film sobre la representación, sobre el discurso, sobre el límite entre la ficción y la realidad, entre el original y la copia. Estos límites y estas ideas aparecen en varias de las mejores películas del realizador, como Detrás de los olivos o Primer Plano. Nunca falta quien aventure que estamos frente a un film donde no pasa nada, pero eso es, generalmente, un error de apreciación o un prejuicio del cual el cine iraní suele ser víctima. Porque en Copia certificada, como en toda la obra de Kiarostami, pasa mucho. Y esta idea de que no pasa nada, bastante irritante a esta altura, se refiere a que la película trabaja sus temas de una manera no clásica en la narración. Y busca mayormente un espacio teórico para los temas, pero igualmente plástico y bello en el encuadre. Si el primer plano que aparece en esta película es significativo, el plano final es de una belleza arrebatadora. En un mundo de tanto encuadre feo o irrelevante, Kiarostami consigue transmitir con puras imágenes gran cantidad de ideas. De Kiarostami se pueden decir muchas cosas, pero no que no habla a través del lenguaje del cine. La imagen en Kiarostami es la herramienta fundamental. Y aunque su cine es moderno en la estructura dramática, sus temas no lo son tanto. Salvando las distancias, el plano de apertura de Copia certificada es tan claro como el plano de apertura de La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock. Y los héroes de películas como La vida continúa, Primer plano o Detrás de los olivos, tienen el coraje y producen la emoción del más convencional de los héroes hollywoodenses. El cine de Kiarostami no es un cine de otro planeta, no refiere a una especie distinta a la humana. ¿No es el final de Detrás de los olivos el final de cientos de films románticos de la historia del cine? La respuesta es sí. ¿Entonces cuál es la diferencia? La diferencia es la manera en que Kiarostami lo filma, la diferencia está en la forma. Allí donde todos ponen un primer plano de él, un primer plano de ella y luego un plano de ambos, Kiarostami pone un plano general lejano, pero el tema sigue siendo el mismo. Pero si el ascetismo lo vincula con Ozu y Bresson, la originalidad en la puesta en escena suma a esa lista a Ford, Hitchcock y Welles. Porque si se presta un poco de atención –y los que dicen que en Kiarostami no pasa nada, no suelen prestar nada- se verá que ningún gran director filma de manera convencional, todos tienen ideas de puesta en escena que los vuelven irrepetibles. El ascetismo de Kiarostami parece simple y se ve simple, pero como bien dice el personaje protagónico: “No hay nada simple acerca de ser simple”. Copia certificada es una película simplemente apasionante, como lo son Y la vida continúa, Detrás de los olivos o Primer plano. Como en todos los films de Kiarostami –incluyendo el inolvidable documental Alumnos de primer grado- los personajes argumentan, explican y convencen, y nuevamente es el protagonista el que pone en palabras su envidia por la gente que simplemente cree en algo. Y luego agrega que lo complicado es tener que convencer a alguien más. ¿Hay algo más dramático que el tener que convencer a otro de una idea? ¿Hay ejercicio más complejo? En todas las sinopsis del film se repiten las mismas: “Es la historia del encuentro entre un hombre y una mujer en un pequeño pueblo italiano del sur de la Toscana. Él es un escritor inglés que acaba de dar una conferencia. Ella es una galerista francesa. Se trata de una historia universal, que podría sucederle a cualquiera, en cualquier lugar.” La sinopsis lo dice todo, y sin embargo no dice nada. Como siempre, pero mucho menos en este caso. No fueron pocos los que vieron una conexión entre esta película y Antes del amanecer yAntes del atardecer, de Richard Linklater, pero esa similitud me parece que está “en la sinopsis” más que en el corazón mismo de la película. Más significativo me pareció el vínculo con Con ánimo de amar, de Wong Kar-wai, en la idea romántica y amarga de actuar roles y dramatizar un conflicto de pareja. Pero una vez más, Copia certificada podrá copiar, inspirarse o simplemente parecerse a estos films (como también a Viaje a Italia, de Rossellini) pero su búsqueda es otra. Si un film de Hitchcock es más que un film de suspenso, y muchas veces es una reflexión sobre la naturaleza misma del cine, uno de Kiarostami realiza la misma operación. Los límites entre la ficción y la realidad -tema tan propio del director iraní- cobran aquí el mismo sentido complejo que en sus otros films mencionados. A medida que la trama avanza (atención: develaré cuestiones importantes de la historia) estos desconocidos que aceptaron actar como matrimonio comienzan cada vez más a mostrarse como un verdadero matrimonio, a punto tal que se podría sospechar que lo son, pero la película no lo aclara, y de hecho lo deja en un espacio de gran ambigüedad. ¿Son un verdadero matrimonio o son una copia de un matrimonio? ¿Es ficción o realidad? No por nada cuando se encuentran con una pareja y discuten sobre una fuente, el señor mayor que le da un consejo al protagonista es nada menos que Jean Claude Carriere, uno de los guionistas más famosos de la historia del cine. Un consejo romántico en manos de un guionista, un guiño casi secreto dentro de un film que de todas maneras juega con esas lecturas a lo largo de toda la trama. Como cierre me gustaría citar un gran film con el cual Copia certificada guarda muchas similitudes: F de falso (Vérités et mensonges, 1974), de Orson Welles. Ese (¿Falso?) documental de Welles es una de las joyas dentro de su filmografía y narra la historia, incluyéndose, de varios falsificadores. De muchas de las cosas que se habla en el film de Welles, se habla también en el film de Kiarostami. F de falso es una película barroca. Magia, cine, arte, estafa, verdades y mentiras, casi una comedia alocada por momentos. Pero en esencia comparte muchos temas con Copia certificada. Allí Welles afirma: “Sin dudas casi todas las historias incluyen alguna forma de mentira”, y viene al caso entonces citar a Kiarostami, quien afirma: “Para atrapar la verdad es preciso en parte traicionar la realidad”. Y estas afirmaciones no se refieren solo al arte en Copia certificada, sino que también hablan de la vida.
Arte cinematográfico en estado puro ¡Que lindo es el cine cuando se propone serlo! Ya sé, suena tonto pero, que quiere que le diga. Lo de Abbas Kiarostami invita a enamorarse de nuevo del séptimo arte. James Miller (William Shimell) es un escritor a punto de dar una conferencia sobre su último libro “Copia certificada” (o copia fiel). En esa conferencia nos enteraremos del subtexto que plantea el guionista-director en su realización: ¿Qué diferencia hay entre el arte original y una copia? ¿Por qué uno tiene más mérito que otro? Mas aún, ¿No es el original de un pintor, una copia de aquello que lo inspiró? Ella (Juliette Binoche) llega tarde a la charla. Se sienta en la primera fila del pequeño auditorio, aunque se ha perdido parte de esta introducción al libro. La toma es plano entero de ella jugado a dos puntas respecto al fuera de campo: a su derecha (desde nuestra perspectiva) el escritor hablando de su obra de frente a ella, y su hijo con el cual dialoga mímicamente. La vemos a Ella en situación, sí, pero en ese plano suceden muchas cosas a su entorno mostrado en tomas sucesivas. Kiarostami cierra los planos de sus personajes para abrirnos una ventana a sus mundos a través de los grandes diálogos interpretados brillantemente por Shimell y Binoche. Ella logra encontrarse con él y salen a pasear por el sur de Toscana. Los que hayan seguido la trayectoria del realizador iraní (“A través de los olivos”, “El sabor de la cereza”), apreciarán esa marca registrada que siempre llama la atención. La imagen de la gente dentro de sus autos, como si quisiera simbolizar la discrepancia metiendo a sus personajes en un mismo vehiculo, en un mismo camino, pero separados desde la perspectiva visual. En ese viaje es donde el director, a partir de un personaje secundario que confunde la situación de los protagonistas, pondrá a prueba la teoría que sobre la que James Miller escribe. Miller y Elle toman la posta con ese disparador y accionan distinto sobre la relación que los une. El espectador se adentra en el juego propuesto para dilucidar cuál fue la idea original de Kiarostami y cuál la copia. ¿Nunca se conocieron? ¿Siempre se conocieron? El abanico de lecturas posibles está sutilmente manejado tanto por el realizador como por el fotógrafo Luca Bigazzi quien logra momentos visualmente poéticos, sobre todo en la escena final. Estos son los factores en los que la producción se apoya para lograr una empatía especial por ese hombre centrado en sus ideas, pero distante de los sentimientos, y una mujer que no se resigna a aceptar las situaciones planteadas por su partenaire. Excelente dirección de actores, logra amalgamar los diálogos con silencios, y expresión física, sustentada en una sólida labor de los protagonistas, con la mesurada y sutil exposición de William Shimell, a la par de una composición de fino entramado psicológico logrado por Julette Binoche, trabajo por el cual fue galardonada como mejor actriz en el Festival de Cannes. “Copia certificada” es cine en estado puro. Una gran película que inspecciona los recovecos de las relaciones mientras alrededor el mundo sigue su curso, aunque no lo veamos.
Sensatez y sentimientos Copia certificada es una película de discusión: se discute sobre el estatuto del arte, se discute sobre la vida en pareja y se discute, en definitiva, sobre la verdad, sobre la ficción y sobre lo fácil en que la primera se puede transformar en la segunda según en el lugar en que nos paremos a mirar. Es que, como en toda discusión, hay tantas verdades posibles como argumentos se nos puedan ocurrir y todos pueden sonar reales si se muestran con la suficiente convicción o con indicios de sinceridad. Y ahora me saco de encima rápido el compromiso de contar el argumento porque de todo lo que podamos decir de esta película de Kiarostami, creo, es lo menos importante. William Shimell (en la vida real parece que es un cantante de ópera) es un escritor inglés que escribió un ensayo medio chapucero en el que sostiene que la copia de cualquier obra de arte puede ser tan valiosa como la original siempre que tengamos la inocencia o la decisión de disfrutarla. Este escritor comparte una tarde de paseo por Toscana con Juliette Binoche, una señora galerista (francesa, por supuesto) elegantemente chiruseada, muy apasionada y bastante agobiada por el deber de crianza para con su hijo preadolescente. Primero se histeriquean un poco, debaten apasionadamente y después las cosas se van confundiendo progresivamente hasta agarrarse de los pelos como si llevaran quince años de casados. Digo que las cosas se van confundiendo y, en realidad, los que nos confundimos somos nosotros, porque promediando la película estos dos han hecho y han dicho lo suficiente para que no sepamos si en realidad son un matrimonio que juega a no conocerse y a veces se van de personaje o si son dos desconocidos que intentan ser pareja por un rato. Con este mareo Kiarostami parece decirnos que poco importa la realidad sino su forma de representación, o mejor dicho, los pequeños indicios que se pueden sembrar de distintas realidades. Por ejemplo, Binoche guardándole un pancito a su pareja para que no pase hambre después de una rabieta, resulta una prueba de matrimonio más convincente que una libreta con firma de juez y todo; así como Shimell, de pie, contándole gallardo y apasionado una historia en el medio de un bar es mucho más un evidente intento de seducción a una extraña que una propuesta indecente o un guiño de ojo. Miles de indicios genuinos, todos discuten, se contradicen y nos convencen un poco. La puesta y el montaje también siguen el planteo. Los protagonistas circulan en su paseo por Italia y Kiarostami los acompaña de cerca con travellings tan imperceptibles que la cámara parece un peatón más de la travesía. Pero sin embargo, en un par de escenas, curiosamente en las que los protagonistas verbalizan más expresamente sus emociones, el director abandona esa estética naturalista para plantar la cámara frente a la cara de los actores en un primer plano fijo. Ellos hablan, se conmueven frente a las palabras del otro, se quedan solos en la pantalla y de golpe, por este recurso de montaje tan artificial, nos acordamos que lo que vemos no es la vida, que estamos en el cine y que esa gente esta actuando esas emociones que vemos: el lente está reflejando, pero también interviniendo y cuestionando lo que existe. Con plena conciencia de estar haciendo cine y total uso y disfrute de sus herramientas, Kiarostami nos coloca en un lugar tal de indecisión que nos obliga a seguir la tesis del libro que le da nombre a la película, renunciar por un rato a la búsqueda de algún tipo de verdad y abandonarnos al dulce disfrute de una obra de arte tan arbitraria y caprichosa como la emoción que nos hace sentir que esto que estamos viendo nos está gustando mucho, así porque sí nomás.
AMAR ES CONVERSAR Tras 10 años ausente en las carteleras vernáculas se estrena un film de Abbas Kiarostami, otra obra maestra del director de El viento nos llevará. Después de Shirin, una película que ha sido olímpicamente ignorada y subvalorada (quizás se trate de una de las grandes obras de Kiarostami), el debut extranjero de Kiarostami con Binoche y el barítono inglés William Shimell despertaba interés. La buena noticia es que Kiarostami es Kiarostami donde sea que filme. En efecto, Copie certificada es una película reconocible como suya para cualquier seguidor de quien ha sido responsable de películas extraordinarias como Primer plano y El sabor de la cereza, aunque el cambio de territorio determina algunas variaciones. En ese sentido, hay en toda la película una secreta indagación de la(s) lengua(s) extranjera(s), de los efectos que tiene el lenguaje sobre los sujetos y sus comportamientos, de lo que se predican modalidades de argumentación, formas afectivas de expresión y una musicalidad distinta si el lenguaje se orienta hacia lo poético. En casi todo el cine iraní los intercambios lingüísticos tienen una riqueza particular. Son otros silogismos, otras lógicas las que ponen en juego. Películas como Primer plano dan cuenta de otros patrones de razonamiento, que están enraizados en otra experiencia del lenguaje. Copie certificada es una larga conversación entre Binoche y Shimell, una mujer vinculada con las artes y un escritor exitoso que acaba de publicar un libro de título homónimo al film y que llega a Italia a presentar la versión en italiano. Después del evento, los dos pasearán por la Toscana. Primero en auto, en una típica escena de Kiarostami. Luego seguirán a pie y casi nunca dejarán de charlar. El tema de fondo es filosófico y de carácter estético: ¿qué determina la naturaleza original de una obra? Shimell dará una primera explicación, y, como buen inglés, será una solución de índole naturalista (y analógica): la reproducción biológica no es muy diferente de la creación artística. El origen es una copia o, dicho en otros términos, la creación es una derivación insólita de algo heredado, o una combinación extraña de elementos dados. Kiarostami hace una operación inteligente y arriesgada: sobre el original del vínculo entre Binoche y Shimell, el director propone, a medida que avanza el relato, una reinvención lúdica y lúcida de este vínculo. Es decir, en algún momento ellos imitarán y se apropiarán de elementos de sus propias vidas; así copiarán sus experiencias pasadas y jugarán a que son experiencias compartidas. En uno de los momentos más felices del film, que transcurre en una cantina, una matrona italiana los confundirá con una vieja pareja, error de percepción que será tomado por Binoche al pie de la letra. De ahí en adelante, copiando secretamente datos de sus propias vidas, se establece un juego amoroso, sublimado por la conversación y quizás resuelto en un fuera de campo magnífico que empieza justo cuando termina el film. Algunos planos de Kiarostami son inconfundiblemente suyos: cuando se decide por un plano y contraplano, su método de trabajo es inconfundible. Casi con seguridad, Binoche no está hablando con Shimell sino directamente con el propio Kiarostami. La película transmite una obsesión con los espejos, que suelen cumplir una función específica en el montaje: simular la lógica del plano y contraplano. La interacción entre clases sociales constituye una marca del cine de Kiarostami: aquí, sus dos personajes pertenecen ostensiblemente a una clase pudiente. No obstante, un encuentro callejero con unos ancianos, el vínculo esporádico con un mesero y el intercambio de Binoche con una mujer mayor sugieren la vigencia de una preocupación verificable en casi toda su obra. Esencialmente peripatética y formalmente impecable, la nueva película de Kiarostami es un examen placentero de la conversación como una erótica y una estética. Un hombre y una mujer se enlazan en las palabras, y en el intercambio de signos escriben sus identidades.
Principio de incertidumbre En tiempos donde las últimas grandes convocatorias de público a las salas se basan exclusivamente en películas que invitan a turistas para dar una vuelta por París y regodearse en su enciclopedismo (perdón Allen, lo tenía que decir) o en rescates inverosímiles (a los pitufos no les pido perdón), uno se lamenta de que Copia certificada no se estrene en algunos lugares o permanezca poco tiempo en cartelera. En fin… La última obra de Abbas Kiarostami, en todo caso, insiste en espectadores que miren, descubran, a la vez que recrea los rasgos de una estética propia de autor, que no envejece, en un filme que muchos temieron y hasta desdeñaron como occidental, de una vitalidad notable. El primer plano ya representa una apuesta en ese sentido: mientras transcurren los títulos, vemos una mesa, un micrófono preparado, un libro y la pared de fondo. No hay música y se escuchan los sonidos fuera de campo de gente que habla. La duración permite armar el marco paulatinamente; luego, alguien aparece por el borde de la pantalla y se dirige al auditorio (que aún no vemos) para anunciar la llegada del hombre que dará la conferencia. A continuación, el contraplano general muestra al público sentado y bien atrás, apenas perceptibles, los tres personajes que serán relevantes en esta historia: el escritor, una mujer y un niño. El director no utiliza artilugios manipuladores para dar vida a sus criaturas, las coloca para que las descubramos, para que indaguemos en el interior del espacio/pantalla (no necesariamente en una primera visión). Esto implica una determinada concepción de la realidad cinematográfica como una entidad compleja, sin efectos deformantes, el signo propio de una tensión entre ficción y documental que el director iraní ha sabido construir desde su primer largo, a saber, una cierta idea de transparencia a través de la cual las cosas se muestran como son mediante el registro de una cámara. Esta idea, por supuesto, nada tiene que ver con el reflejo de la vida, sino con la posibilidad, en todo caso, de acentuar su carácter ambiguo o el encanto propio de la incertidumbre. Lo maravilloso es que Kiarostami no recurre para tal fin a ningún recurso que apele a lo sobrenatural. En efecto, esta pareja (en más de un sentido posible) conformada por William Shimell y la extraordinaria Juliette Binoche inicia un recorrido por Toscana durante un día, sin embargo, en algún momento del trayecto, en una escena memorable dentro de un café con una lugareña, lo aparentemente cotidiano cede el lugar a un juego de apariencias, a otra instancia de lo real que progresivamente ganará terreno en el relato. Es allí donde las preguntas surgen y se produce justamente la interrogación sobre la naturaleza de aquello que consideramos lo real. Como si se tratara de un procedimiento cortazariano en literatura, Kiarostami produce un extrañamiento en la mirada del espectador y lo involucra en el mismo juego que sostienen los personajes. Hay un momento en que lo cotidiano se abre hacia otro ámbito y el tiempo se suspende. Aquí aparece otra de las constantes de su filmografía: la suspensión temporal iniciada a partir de un viaje o recorrido (como en otra obra maestra del director, ¿Dónde está la casa de mi amigo?). El trayecto que desarrolla la pareja tiene como fondo la hermosa ciudad italiana, sin embargo, se elude en todo momento la postal turística, ya sea a través de imágenes que apenas se filtran por los vidrios de un auto o por la intromisión a ciertos rituales que acentuarán la ambigüedad de la situación. Son momentos en los que el tiempo se dilata, donde cada parada (corta en su duración real) tiene una densidad que la hace eterna. Ciertas líneas de diálogo refuerzan lo anterior. Él le dirá dentro del auto “no es nada sencillo ser simple” o “prefiero viajar deliberadamente sin rumbo”, dos frases que pueden vincularse con el cine del director. Por otra parte, como en todo viaje, las identidades se transforman (al igual que la alteración de una obra de arte); la genialidad aquí consiste en disimular dicha transformación. Copia certificada no sólo participa del conjunto de películas que hacen grande al cine sino que también actualiza el comentario de Godard luego de ver Viaje a Italia de Rossellini: para hacer una película sólo se necesitan dos personajes y un auto.
Un escritor inglés llega a la Toscana para presentar su nuevo libro referido al valor de las copias en el mundo el arte. Allí conoce (¿o se reencuentra?) con una galerista francesa que lo llevará a descubrir algunos de los puntos turísticos más importantes de la zona de Lucignano. Esta co-producción francesa, italiana y belga dirigida por Abbas Kiarostami está basada en una anécdota del director que la propia Juliette Binoche (alma del filme) insistió para que la transformara en una historia fílmica. A lo largo de las casi dos horas de metraje el realizador aprovecha a analizar el concepto de originalidad, hecho que se remonta a la época romana donde los comerciantes vendían réplicas de las obras egipcias. Las connotaciones de esa palabra hacen un paralelismo entre la reproducción del arte y la reproducción de la raza humana. Los primeros cincuenta minutos de esta narración trilingüe (inglés, italiano y francés) recuerdan mucho el estilo impreso por Richard Linklater en su binomio “Antes del Amanecer/Atardecer”. Pero Kiarostami no se conforma con ello y decide hacer un viraje total del relato mediante una pequeña gran revelación, recurso que no mencionaremos aquí. El director aborda diversos temas, como las relaciones conflictivas (“no se supone que seamos simples, somos seres complejos por naturaleza”, desliza por allí el personaje de Binoche), el verdadero sentido de la vida, el placer en oposición al deber, los sueños versus la realidad cotidiana, el arte como industria cultural (“no importa el objeto expuesto sino la percepción que tenemos del mismo”). El dialogo que se da con la cantinera italiana es una mezcla de emociones tan dispar que lo convierten en uno de los highlights de esta historia.
El arte de los sentimientos El mandato de la originalidad en el arte es puesto en duda y entredicho por Abbas Kiarostami en Copia certificada . “Mejor una buena copia que el original”, señala el conferencista Julien Miller (William Shimell) en defensa de su ensayo sobre arte. El auditorio en un lugar de la Toscana lo escucha con admiración. En la primera fila, una mujer (Juliette Binoche) discute por señas con su hijo adolescente. Pero la película habla de muchas otras cosas. ¿Es posible sostener alguna originalidad en las relaciones humanas más profundas y complejas? Kiarostami va envolviendo al espectador en un relato que es un breve viaje por Toscana, un encuentro entre Julien y la mujer que conduce el auto mientras plantea muchas preguntas. ¿Qué es lo auténtico, verdadero, perdurable?, señala Kiarostami por boca de Julien y su ensayo. Mientras se escuchan las campanadas de domingo, ellos hablan. Julien mira un paisaje fuera del alcance del espectador. La cámara se instala auto adentro, en el rostro de una Binoche magnífica. Ella habla de su hermana Marie, tan simple y del marido. “No es sencillo ser simple”, señala Julien, entre molesto y distraído. El espectador percibe gestos sin nombre cuando entran al café en la Villa de Lucignano. El nerviosismo de ella se convierte en tristeza infinita. “La mirada cambia el valor del objeto”, dice Julien mirando la fila de cipreses. Entran al museo donde las novias se toman fotografías, copias de otras tantas novias que pasaron por el lugar. Él cuenta una anécdota en Florencia, el impacto que sintió al mirar a una mujer y su hijo de diez años. La película ocurre entre los diálogos casi privados y la omnipresencia del entorno, la euforia de los recién casados, ‘la dulce ilusión’ de la joven que emociona tanto al personaje de Binoche que mira desde un restaurante. La actriz compone un personaje estupendo, cargado de un dramatismo que va creciendo mientras él contesta, acorralado por sus argumentos. Se revela el valor de ese encuentro y Kiarostami logra así sondear la forma inicial de los sentimientos vividos por sus propios autores.
La vida continúa bajo el sol de Toscana Copie conforme (copia certificada), a pesar de ser un film realizado en Francia y contar con la luminosa actuación de Juliette Binoche, conserva todas las marcas autorales de su director, Abbas Kiarostami (1040, Teherán, Irán), y, a la vez, plantea un juego de espejos con el Rossellini de Viaje por Italia (1954). Pero la película se disfruta por sí misma y su notable sistema narrativo es capaz de combinar con maestría ligereza y oscuridad, amor y desamor, para crear la copia más original que se haya visto. Una mujer vinculada con una galería de arte a la que nunca se nombra asiste a la conferencia de un exitoso escritor inglés recién llegado a Toscana para presentar la versión italiana de su último libro llamado, precisamente, Copie conforme, en el que teoriza sobre la idea del arte como eterna copia, como combinación de elementos predefinidos. A ella no parece importarle demasiado el asunto pero terminará viajando hasta el pequeño poblado de Lucignano para visitar una obra de arte que podría poner en perspectiva la teoría de él. El centro de la historia es la conversación durante el viaje entre estos personajes interpretados por una inspirada Binoche y un sorprendente William Shimell (que no es actor sino barítono). Un paseo en auto por una bella Toscana que nunca se transforma en postal es la excusa perfecta para que hablen prácticamente de todo, algo que ya sucedía en la obra citada de Rosellini y, entre muchas otras, en Antes del amanecer (1995) y Antes del atardecer (2004), disfrutables películas de Richard Linklater. El talento principal de Kiarostami reside en sumar estas capas de referencias (paseando además por la comedia romántica americana y los rasgos más reconocibles de sus propias películas previas) sin empantanarse ni resentir en absoluto un resultado final, generando algo nuevo de todo ese desandar caminos transitados y desafiando, de paso, la teoría inicial. Kiarostami logra salir airoso de todas las trampas en las que podría haber caído con esta mixtura de elementos “artísticos” y de cualquier prejuicio relacionado con su paso al cine europeo. Basta mencionar como ejemplos de todo esto las conversaciones en el auto (su marca registrada) o en el bar, en donde a pesar del contexto cambiante Binoche es a la vez sorprendente, graciosa y verosímil, o el uso de espejos y su función dramática. Todo encaja a la perfección, pero aún nos aguarda una sorpresa que no será aquí revelada, para terminar configurando un oxímoron perfecto, que amaga con ponerse profundo y se simplifica, o con volverse demasiado leve y se oscurece, con promover el romance y dejar latente el reflejo del desamor. En ese vibrante juego especular solo nos queda especular con lo que pudo o podría suceder realmente.
Cuando un director se atreve filmar una película que trata sobre un juego protagonizado por dos personajes de la actualidad, hay que reconocer su temerario coraje para enfrentar un mundo regido por el utilitarismo, blandiendo, como única arma, su capacidad para soñar. Quizá por esa razón esta película no batirá marcas en las recaudaciones, ni se mantendrá por mucho tiempo en las carteleras. Sin embargo, vale la pena ir al cine para admirar la gran actuación de Juliette Binoche, enmarcada por una sucesión de fotografías que hacen añorar la región de la Toscana, aún a aquellos que no la conocen. Soñar, en la primera década del siglo XXI, es posible. Eso es lo que dice el iraní Abba Kiarostami con su peculiar filme, que parece provenir de otros tiempos.
Ventana abierta a la pareja y el arte A sus setenta años y desde una filmografía que parte de los inicios de los años 70, el director ofrece un relato minimalista que plantea un continuo juego de representaciones en un escenario que el arte y la vida misma van ofreciendo. En el Festival de Cannes 2010, evento en el cual el controvertido film de origen tailandés El hombre que podía recordar sus vidas pasadas obtuvo la Palma de Oro, la actriz Juliette Binoche mereció el máximo galardón a la mejor actuación femenina por su labor en este film de Abbas Kiarostami, Copia certificada, que hoy puede verse, tras una larga espera, en sala. De origen iraní, Kiarostami, a sus setenta años y desde una filmografía que parte de los inicios de los años 70 (aquí recién se comenzó a conocer a partir de su film del 97, El sabor de la cereza), nos ofrece un relato minimalista que pone en juego situaciones que se van planteando como un continuo juego de representaciones en un escenario que el arte y la vida misma van ofreciendo. Ambientada en una zona de la Toscana, pero no por ello abierto a un recorrido turístico. Copia certificada nos propone un itinerario que se abre en múltiples direcciones, a partir de una situación inicial en la que un escritor presenta ante un auditorio sus propias reflexiones sobre esa obra, Copia conforme, que ha merecido el reconocimiento del ensayo del año. Sus apreciaciones iniciales, ante un entusiasta grupo de expectantes oyentes, entre los cuales se destaca una mujer que irrumpe de manera muy particular, van poniendo en crisis ciertos conceptos que nos llevan a reformular versiones sobre la historia del arte, tales como obra original e imitación, copia y reproducción, traducción. Sin que el film de Abbas Kiarostami defina a lo largo de todo su trayecto los límites entre ficción y realidad, Copia certificada otorga libretos a dos personajes, un hombre y una mujer, aquel escritor y ella, una mujer con un hijo, a cargo de una tienda de antigüedades, quienes tras "un breve contacto inicial", deciden, como en tantos otros films de Kiarostami, emprender un viaje. Ahora a la pequeña población de Lucignano: asoma aquí la resonancia sonora del vocablo luce, luz, algo que se habrá de experimentar ante una imagen que por durante mucho tiempo, tal como el guía lo señala en italiano, y ella lo traduce al inglés. En ese mismo lugar, y desde la mirada de otro personaje, una mujer ya entrada en años, dueña de una cafetería, la situación, el vínculo entre ellos puede llegar a ser de otra manera. Desde ese otro recorrido de mirada, desde ese juego invertido de espejos que la propia puesta en escena arma para nuestros personajes y para nosotros, ella y él, un tal James Millar, interpretado por el barítono William Shimell, autor de ese libro de ensayos Copia conforme, asumirán ahora, o fueron entonces en un tiempo pretérito, lo que los otros creyeron ver. Entre el ser y el parecer, frente a esa pareja en crisis que nos lleva a recordar a Ingrid Bergman y George Sanders recorriendo las tierras de Nápoles en el film de Roberto Rossellini Viaje en Italia. A lo largo de un día, ella y él nos piden que los acompañemos en ese recorrido, que escuchemos hasta el resonar de los pasos, las voces que se cuelan en los diferentes espacios, las referencias que nos llevan, desde el deseo de Abbas Kiarostami a volver a trazar un puente, entre la Toscana y Nápoles, entre el film de Rossellini y el film que él, hoy a sus 70 años nos lega, suerte de testamento fílmico en el cual se cifra su concepción sobre el cine, sobre el arte, como recorrido de la mirada. Podríamos decir que a lo largo de todo ese día, ella y él, desde sus relatos, en una partida de dobles y sus reflejos, de cambio idiomático entre el inglés, el francés, el italiano, como acontecía en El pasajero de Michelangelo Antonioni, interpretan sus propias historias de amor, desde lo presenta a lo ausente, de lo que fue o lo que tal vez pueda llegar a ser, desde lo que realmente ocurrió o desde lo que alguna vez se soñó, sin que se sepa si esa coppia (en italiano, pareja) pueda llegar a diferenciar si se trata de un original o de un duplicado, ante nuestra mirada. ¿Qué es lo que vemos? ¿Cómo lo pensamos? ¿Qué historia creamos a partir de esto? ¿Cómo continúa nuestra historia desde este hecho, desde nuestros lugares, desde las campanadas, que ahora forma parte de la memoria de nuestra mirada? Fascinante, conmovedor, el film de Kiarostami. Definido desde una teatralidad cinematográfica, explora, indaga, se detiene, le da lugar a la palabra. Kiarostami enfatiza en la profundidad del gesto, en la intuición, en el aleteo de las emociones. Y nos hace llegar una conmovedora reflexión en el primer tramo del film sobre un nombre propio de un ser amado desde una voz que tartamudea. Mientras que en el segundo momento, y en el centro de una plaza de Lucignano, nos permite escuchar de la propia voz de Jean?Claude Carriere una serena y emotiva interpretación sobre lo que, tal vez, se deseó transmitir, ante la lectura que se hizo de una imponente pieza escultórica. Sobre la complejidad de los afectos, sobre la belleza, sobre nuestras flaquezas e imperfecciones, sobre el redescubrimiento de lo humano y la aceptación de lo que somos, Copia conforme irá abriendo lenta, pausada y pudorosamente otra ventana ante nosotros.
Simuladores del Amor Copie Conforme es una realización del cineasta iraní Abbas Kiarostami, escritor y director de películas independientes como "El Viento Nos Llevará" y "El Sabor de los Cerezas" por la cual ganó una Palma de Oro en 1997. Venerado entre la crítica mundial y maestro del cine arte, nos trae una (supuesta) historia común, en la que se encuentran en la Toscana italiana 2 personas y conectan, por una lado Elle, una galerista francesa interpretada por Juliette Binoche, y por el otro James, un escritor inglés actuado por William Shimell. Debo decir que más allá de la evidente pericia de Kiarostami para hacer una original puesta en escena, Copia Certificada no me copó tanto como a muchos de mis pares que no repararon en tirarle todas las flores habidas y por haber. Me quedo con otros trabajos como "El Sabor de las Cerezas" o "Ten", con temáticas mucho más interesantes de la que se presenta en este film. Por momentos espléndida, como la escena del bar donde se entabla una conversación interesantísima entre Elle (personaje de Binoche) y la moza, o una de las 1ras escenas donde interactúa con su hijo y tiene un diálogo bastante divertido. Por otros momentos... un poco densa, pero no por el estilo de Kiarostami para filmar, sino por lo intrascendente del espíritu de la cinta, llevando al espectador a vivenciar una crisis típica de pareja, con mucha clase, es verdad, pero una crisis de pareja al fin. Las actuaciones están muy bien, al igual que la fotografía muy poderosa y por supuesto, el planteo comunicacional que hace el director. Por lo demás... me parece que no hay tanto para resaltar. Para la señora o novia que está insistiendo a su hombre para que la lleve a verla, ¡Ojo!, no es la típica historia de amor drama al estilo "Bajo el Sol de Toscana", sino que en este film hay varios componentes del cine arte que se hacen presentes y no siempre responden a los paradigmas regulares de un drama de amor, esto es, hay algunas cuestiones en la peli que no tendrían sentido bajo los parámetros del cine comercial. También abunda la escasez de explicaciones sobre lo que sucede y se deja que el espectador vaya descubriendo, pensando y re pensando como se va dando la trama. Si tiene training de cine independiente la disfrutará, sino absténgase.
ESTO QUE REPRESENTO El Sabor de la Cereza fue insoportable. Tenía 14 años y el cine iraní estaba de moda. Quería ser inteligente, entonces iba a funciones de salas independientes los domingos a la siesta. Dormir en una butaca hubiese sido lo más lúcido, pero desinteresarse por la obra maestra delataba al impostor. Entonces me acreditaba dos horas de cine iraní y trataba de imbécil a cualquiera que deje pasar la película. El falso interés se interpretaba tan bien que no dudaba de mi coeficiente cinéfilo. El snob monstruoso masticaba al adolescente triste. ¿Qué pasó durante estos años para que Copia Certificada me parezca impactante y perfecta? ¿Completé la metamorfosis? No. Detesto lo existencialmente aparatoso y al cine rumano ni lo tengo en cuenta. Copia Certificada se olvidó de ser una obra maestra porque es una película superdotada. Película que piensa de verdad; desde sus formas estéticas y poderes narrativos. Suponer que una película pensante es existencialista porque “uh, mirá vos, se pone en jaque”, es un error grave. Pensar es violento: estruja la realidad y hace de la percepción una guadaña loca. Kiarostami piensa al cine desde su propio cine, convirtiéndose en un metafísico fílmico. Lo hace sin grandilocuencia y se lo agradezco, pero también reconozco que sus películas me aburren mucho. Copia Certificada marca de entrada una diferencia: pone en escena a Occidente. Los protagonistas son intelectuales histéricos y desdichados cerebrales. No vemos nenes pobres o mujeres reprimidas por sociedades antipáticas. Que esté Occidente en la mira te aproxima la película, haciéndotela auténtica. Además, la primera mitad dispara una polémica contundente: en el arte la originalidad no sirve. El genio creador se eclipsa ante una copia mejorada de lo mismo. No está mal: los guiños western de Tarantino son mejores que los westerns y Súper 8 es técnicamente superior a cualquier cine ochentoso. Con estas ideas salpicando, Binoche y Shimell discuten y expanden el problema. La antinomia original/reproducción se vuelca sobre relaciones humanas y prefijos culturales. El asunto va poniéndose áspero, Binoche y Shimell sobrevuelan el conflicto realidad/ficción y Copia Certificada alcanza un límite siniestro de complejidad. Ahí Kiarostami aplica al máximo la violencia del pensamiento; no se conforma con el devaneo de la pareja, obliga a que el espectador haga su ajuste perceptivo. Decidir qué película se está viendo o qué personajes se acompaña es difícil. Gracias a este estímulo Copia Certificada es inteligencia pura, rechazando ser una obra maestra obesa masturbada por cinéfilos. Copia Certificada necesita a sus espectadores como partes activas del relato. Necesita ser reproducida constantemente para drenar su genio. Imbécil cualquiera que la deje pasar.
Reversible y auténtica Ella (Juliette Binoche) es una galerista de arte en la Toscana y él (William Shimell) un reconocido escritor y ensayista británico. Él se encuentra de paso por Italia ya que está presentando un libro en el cual reivindica el valor de la copia de la obra de arte, restándole interés a la “autenticidad” de los originales. Ella, madre soltera, siente una clara atracción por él, y lo lleva de paseo por el pueblo Lucigniano, en un deambular –casi a tiempo real- en el que dialogan extensamente. Como no podía ser de otra manera, el director Abbas Kiarostami dilata los tiempos, la acción se vuelve mínima, e importan más los pequeños gestos, el contexto, y lo que les ocurre interiormente a los personajes que lo que efectivamente dicen. Pero también es justo notar que ésta es de las películas más “dinámicas” del director iraní; y seguramente, una de las mejores. Hay un fuerte parentesco con la brillante Viaje a Italia (1954) de Rossellini, clásico que inspiró a los cineastas de la nouvelle vague en el cual una pareja dialogaba y discutía airadamente en un viaje hacia Nápoles. Como en esa gran película, como en Bergman, como en Rohmer, como en el cine del coreano Jang Sun-woo, se despliega notablemente ese enrevesado y doloroso universo sentimental en el que a veces los adultos nos sentimos tan perdidos, ya que los bagajes de ideales e ilusiones rara vez se condicen con lo que toca vivir. Pero Kiarostami dobla su apuesta con un guión que confunde y que busca confundir, ya que, a partir de cierto punto clave, se deja de saber qué es verdadero y qué no. Es decir, a partir de determinado momento las situaciones que se suceden podrían obedecer a un “juego” que los personajes despliegan para sí, pero por otra parte también podrían estar siendo ellos mismos, diciéndose unas cuantas verdades. Es así que, de golpe, Copia certificada se desdobla, se convierte en una película reversible, interpretable desde ópticas distintas y contradictorias. Kiarostami, obseso de las diversas capas de realidad y del desvelamiento del artificio, lleva sus fijaciones a un extremo, aportando elementos, “pistas” que llevan a pensar alternativamente en una hipótesis o en la otra. ¿Cuál es la realidad?, ¿qué es lo original y qué una copia? y finalmente, ¿importa eso?, ¿acaso no son creíbles, fidedignos los sentimientos que están teniendo lugar, esos torbellinos emocionales que atraviesan los personajes? Binoche, inmensa y bellísima, es seguramente el punto más alto de esta película y deja para la posteridad una interpretación repleta de matices y cambios de registro que cortan el aliento. No en vano es y ha sido la opción de grandes cineastas, entre los que se destacan Kieslowski, Haneke y Hou Hsiao-hsien. Es verdad, ésta es la clase de películas que gusta mucho a los críticos y no tanto al público en general; quizá la clase de ensayos meta-cinematográficos de los que se disfruta más reseñando que vivenciando directamente. Pero de todos modos, es innegable que se trata de una obra intensa, sugestiva y rica de significaciones; de esas que crecen al verse más de una vez, y que se prestan para hacerlo.
Variaciones sobre el amor El fin de semana que pasó ha sido, sin dudas, el mejor del año en lo que hace a oferta cinematográfica: dos verdaderas obras maestras se pudieron ver en nuestra ciudad, aunque una de ellas ya estará fuera de cartelera cuando usted lea este comentario, así que la dejaremos para otra ocasión (por ejemplo, para su estreno en DVD, si llega a ocurrir, pues se trata de una película imprescindible para esta parte del mundo: La vida útil, del uruguayo Federico Veiroj, proyectada en el Cineclub Municipal Hugo del Carril). La sobreviviente, cuya existencia en las carteleras tal vez no pase del miércoles (únicamente se proyecta en el Showcase), es Copia Certificada, gran regreso del iraní Abbas Kiarostami, aquel recordado maestro de Primer Plano, A través de los olivos o El sabor de la cereza, que ha vuelto en su mejor forma tras 10 años de ausencia en los grandes cines. Reflexiva y secretamente popular, Copia Certificada es cine en estado puro: un filme capaz de dialogar con el mundo mientras lo piensa, y se piensa a sí mismo. Es, por ello, una película con el sello de Kiarostami, quien por primera vez filmó en Europa (y para una gran compañía francesa, MK2) pero sin perder por ello su identidad ni sus principios, a saber: concebir al cine como un modo de (auto) conocimiento, una forma privilegiada de pensar, experimentar y relacionarnos con nuestro entorno y con nuestros pares. Ensayo sobre el amor, la pareja y el paso del tiempo, exploración filosófica del concepto de originalidad en todos los órdenes, Copia Certificada es además una película plena de libertad, que vuelve a invitar al espectador a un juego gozosamente cinematográfico: la posibilidad (mágica) de reinventarse en cada plano, de apostar a la multiplicidad de sentidos y concebir a la ficción como un modo predilecto de acceso a la realidad. La llamada “puesta en abismo” (el cine dentro del cine o la construcción de una narración sobre otra narración) es uno de los ejes narrativos del filme: un reconocido escritor y crítico de arte, llamado James Miller (el cantante lírico William Shimell, en un excepcional debut), abrirá la película con una disertación que problematiza el concepto de “obra original” en el arte, y plantea que toda creación es, a fin de cuentas, una copia de otros modelos y otras fuentes (lo que implica que la copia puede tener el mismo valor que el original). A mitad de la conferencia, sin embargo, el filme se irá detrás de una espectadora (Juliette Binoche, siempre luminosa, ganadora del premio a mejor actriz en el Festival de Cannes por este papel), que resultará ser una vendedora de arte francesa, madre soltera de un hijo un tanto problemático. Pronto, el camino de ambos se cruzará y aquí iniciará la verdadera película, una excepcional conversación filmada casi en tiempo real entre Miller y Binoche, que comenzará con un recorrido en auto por la Toscana italiana y derivará en diferentes paseos por las callejuelas y lugares típicos de un pueblo de la región. Las especulaciones sobre la autenticidad de toda creación se irán desplazando lentamente hacia otros ejes temáticos que comenzarán a dominar al filme, relacionados al amor, la pareja, la maternidad, el paso del tiempo y el compromiso conyugal. Y es que la película misma se permitirá transgredir las convenciones sobre los límites entre realidad y ficción (un tema que atraviesa toda la filmografía de Kiarostami) al punto de que los protagonistas comenzarán a interpretar su propia ficción y jugarán a ser (¿o acaso ya lo eran en realidad?) un matrimonio en su quinceavo aniversario, que ha entrado en crisis por la rutina, la incomunicación y el cansancio. Lúdica y fantástica, Copia Certi-ficada termina constituyendo así un gran ensayo sobre el amor, que repasa con elegancia y sutileza las diferentes etapas de una pareja desde que se conoce y se enamora, hasta que se casa, enfrenta la rutina, entra en crisis y posiblemente se separa (el final deja un gran, excepcional, fuera de campo para que el espectador adopte su propia interpretación). El mismo filme apuesta a multiplicar las especulaciones a partir de un juego de espejos con otros personajes que se cruzan por el camino de los protagonistas (una boda popular que se desarrolla en las calles, una pareja de ancianos, otra de turistas), constituyendo una narración siempre abierta, siempre en estado de revisión y cambio. La emoción, empero, no le es para nada ajena (y en este sentido se acerca a otro filme excepcional: Antes del Atardecer, de Richard Linklater, donde la unidad narrativa también era el diálogo), y difícilmente el espectador pueda sentir indiferencia ante estos amantes en continua exposición de su propia intimidad.
Hace ya casi dos décadas, “El sabor de la cereza” puso de moda durante un tiempo al cine iraní y lanzó a la fama internacional al director Abbas Kiarostami. La gente se removía bastante en las butacas, pero había que callarse porque esa aparente morosidad respondía a otra cultura. El fenómeno trajo una serie de películas para el olvido. Ahora, Kiarostami filma en Europa con figuras prestigiosas, pero su manera de narrar no ha cambiado mayormente. Un ensayista inglés viaja hacia la Toscana a presentar un libro (que lleva el título del film). En el lugar conoce a una galerista francesa. Pasean en coche, toman café, comen, asisten a una boda, hablan sobre arte y sobre la vida misma. No sucede nada espectacular, pero por suerte está allí Juliette Binoche para disimular los tiempos muertos. Siempre da gusto verla. Se supone que los silencios, una vez más, esconden revelaciones.