Historia de una Relación Todo lo que voy a escribir a continuación sobre la trama de El Juez, película dirigida por David Dobkin (responsable de Los Rompebodas, 2005), se podría resumir con una sinopsis de tan sólo una oración: Es la historia de la relación entre un padre y su hijo. El contexto en el cual comienza la película ya no es alentador. Nos encontramos en las vísperas de un divorcio entre el abogado Hank Palmer (interpretado por Robert Downey Jr.) y su mujer Lisa, debido a un engaño cometido por esta última. El mayor problema es que tienen una hija en común y el resentimiento parece que va a jugar un papel fundamental por la tenencia de la pequeña Palmer. Sin embargo, esto es una breve introducción a lo que vendrá después, ya que todo se ve interrumpido cuando, en medio de un juicio, le avisan por teléfono a Hank que su madre ha fallecido. Por este motivo decide volver después de muchos años a su pueblo natal, en el cual se encontrará con el juez Joseph Palmer (Robert Duvall), su padre, con el cual ha estado enemistado por motivos que se develarán a lo largo de la película. Todo este entramado familiar se complejiza aún más cuando, Joseph Palmer, es sospechado de atropellar y matar apropósito con su auto a un ciclista. Dios nos vigila El Juez es un drama que está construido con un guión bastante sólido: cuenta con un primer acto consistente, un desarrollo llevadero aunque con algunos golpes bajos (va de enfermedades físicas y mentales hasta incesto) y concluye con un final esperable. Asimismo, su extensa duración de dos horas y veinte, se hace casi imperceptible. Digo "casi" porque pispeé un par de veces el reloj y el crítico de al lado se quedó dormido, entonces hago un promedio entre ambas situaciones. Su estética posee todas las características clásicas del género, excepto por algunos planos "aéreos" llamativos, que sinceramente no logré interpretar adónde iba el director Dobkin con esto, si es una visión del ser supremo que acompañaba al personaje de Robert Downey Jr. o quería estrenar un drone que había adquirido recientemente. Quizás, lo más destacable de esta película sean las actuaciones de Robert Downey Jr. y Robert Duvall, que alcanzan unas interpretaciones admirables como un hijo arrogante y rebelde y un padre recto y terco. Juntos conforman un vínculo que traspasa la pantalla y el espectador termina disfrutando de sus diálogos. Conclusión El Juez es una película que funciona para quien busque conmoverse en la sala de cine, un drama border que por momentos cruza la línea para dar golpes bajos, algunos ya vistos en Hollywood y otros no. Con dos grandes actores que mantienen a flote el film y logran que la duración se haga más que llevadera. En fin, es una película que si cuentan con el capital, el tiempo y las ganas, pueden ir al cine y dar su opinión al respecto, sino no pasa nada.
Choque de lugares comunes. Desde el título, El Juez, tiene un planteamiento genérico, como si no hubiera escape a la menor de las inflexiones, ni siquiera las más ligeras que podrían pensarse para desarrollar la premisa de un abogado de la gran ciudad (Robert Downey, Jr.) en camino a su pueblo natal para asistir al funeral de su madre y enfrentarse con los demonios de su niñez y adolescencia, casi todos generados por su padre, un juez septuagenario (Robert Duvall), quien en la noche del entierro atropella a un hombre al que condenó años atrás. La continuidad de situaciones no es más que un desenvolvimiento de pase de facturas, de achaques, rencores y muchos otros motivos de los dramas familiares, género al cual Hollywood inocula sus modos particulares, sin distanciarse considerablemente de las estructuras narrativas básicas. Lamentablemente el director David Dobkin (Los Rompebodas) se aferra con fiereza a las recetas tradicionales, sin aprovechar -por ejemplo- los componentes actorales, quizás los más fuertes (al menos en una primera mirada superficial) por tratarse del hombre del momento para la industria del cine estadounidense, Robert Downey Jr., y de una leyenda de los últimos cuarenta años, Robert Duvall. También por tratarse de un choque de estilos: mientras el protagonista de la saga Iron Man derrocha histrionismo, el actor de El Padrino lo confronta con sutileza. Ni siquiera el séquito interesante de secundarios como Vincent D’Onofrio, Vera Farmiga y Billy Bob Thornton (el más desperdiciado de todos) permiten descarrillar mínimamente de la prolijidad de la historia. El Juez ni siquiera aprovecha la iconografía del film de juicios, porque le importa simplemente desplegar los clichés de las familias fracturadas y es así que el caso judicial se pierde en escenas desganadas, como si fueran puentes para llegar rápidamente a las tensiones “puertas adentro” de los personajes. El cine clásico de Hollywood (con el que dialoga este film) si se caracterizó por algo fue por contar historias que a su vez tuvieran un correlato, el cual operaba de manera invisible, como acompañante silente. Dobkin invierte este procedimiento, la historia que tendría que progresar tácitamente se hace carne de manera grosera y empuja a la marginalidad narrativa a la otra. Tampoco las subtramas (en especial la de Downey Jr. y Farmiga) apuntalan a la historia principal, sino que aportan más lugares comunes. Si no había un escalafón más subterráneo a las transposiciones de los mamotretos literarios de John Grisham, El Juez lo ha creado.
Iron Man regresa Conocido por su inclinación hacia las comedias, David Dobkin (Los Rompebodas) nos presenta una nueva propuesta que lo introduce en el universo dramático, sin dejar de lado el tono cómico que lo caracteriza, principalmente a través de los gags verbales del personaje de Iron Man… digo de Hank. Hank Palmer (Robert Downey Jr.) es un abogado exitoso que debe regresar a su ciudad natal en Indiana solo para descubrir que su padre, el juez Joseph Palmer (Robert Duvall) es el primer sospechoso de un crimen. La primera impresión que genera El juez (The judge, 2014) es que posiblemente vamos a encontrarnos con otra de ESAS películas: Personaje exitoso que abandona su pueblo natal para tener que regresar por X motivo, X años después y revolver asuntos de un pasado que tanto tiempo le llevó dejar atrás. ¿Cuántas veces nos encontramos ante esta premisa? Miles, las mediocres No me olvides (Sweet home Alabama,2002) y Todo sucede en Elizabethtown (ElizabethTown, 2005), forman parte de algunos ejemplos de comedias predecibles que siguen este tipo de argumento. En este caso, el film presenta un giro inesperado: El respetado juez se ve envuelto en un crimen que no recuerda haber cometido, y será el trabajo de Hank defender a su padre y descubrir la verdad sobre los hechos. Lo interesante es que se manejan dos líneas narrativas: por un lado la historia familiar y por el otro, la del enigma policial que se teje en torno al delito y a distintas preguntas que se irán respondiendo principalmente en la instancia del juicio. Como punto en contra, en vez de concentrarse única y exclusivamente en la relación deteriorada de padre e hijo, también se le da un lugar a la ex novia de Hank (la desaprovechada Vera Farmiga). Una historia que resulta completamente innecesaria y que inclina al film para el lado del culebrón. Por otro lado, no podemos dejar pasar que Robert Downey Jr. y Robert Duvall no logran salir de su zona confort, y tampoco nadie les brinda esta posibilidad, claro: En el caso del primero, se trata de un Iron Man sin traje, pero igual de exitoso, canchero y millonario que el reconocido personaje de Marvel, y con Duvall, nos encontramos ante el necio y sencillo hombre de pueblo que ya le vimos interpretar en tantas otras ocasiones. De todos modos, logran destacarse en ambos roles, porque se trata de dos actorazos, cuyos personajes tienen como denominador común la “coraza” que forman y que en primera instancia parece inquebrantable, pero por la que es posible entrar y dar como resultado a dos hombres que en el fondo… son puro corazón. En fin, que tiene sus clichés los tiene, que tiene dos actores que no van a ofrecer fórmulas nuevas también, pero más allá de estos detalles, El juez no deja de ser un film que se destaca por algunos muy buenos momentos y con una seguidilla de giros dramáticos no del todos predecibles.
David Dobkin es un artesano de tiempos y logra en "El juez" (USA, 2014) ponerse a la altura de un duelo actoral entre Robert Downey Jr y Robert Duvall en un intrigante drama que va mutando de registro. La película comienza cuando Hank (Downey Jr.) en medio de su separación debe regresar a su Carlinville Indiana natal para el funeral de su madre. Mientras se adapta al lugar los recuerdos y rencores familiares afloran, principalmente por parte de su padre Joseph (Duvall), un juez extremadamente correcto y a quien Hank nunca pudo acercarse y tambien algunos resquemores con sus hermanos (Vincent D’Onofrio y Jeremy Strong). Hay un drama que explora las miserias y mentiras que el núcleo familiar se dijo y que esconde algunas verdades dolorosas para seguir adelante, pero también hay una fuerte y hermética sinergia entre el pueblo, las fuerzas y un caso del pasado que vuelve para empañarlo todo. Porque Hank llega a su pueblo renegando de todo y comienza casi sin quererlo un proceso de trasformación en el que deberá no solo asumir su pasado sino que, principalmente, deberá bucear profundamente en el para poder así enfrentarse a un presente doloroso. A punto de partir una noticia inesperada, su padre cometió un delito, lo hará prolongar su estadía asumiendo el rol de abogado defensor de ese juez, su padre, que aparentemente algo malo hizo pero no se sabe qué. Dobkin registra los inmensos paisajes rurales con bellos travellings y tomas aéreas que dotan de amplitud a las escenas y narra la historia con un dejo revisionista del mejor cine social de los años setenta. Downey Jr asume el rol de Hank con una entrega y un registro diferente al que nos ha acostumbrado en esta nueva etapa de su carrera y se coloca a la altura de Duvall, quien compone un papel fuerte, estoico, adusto y sin medias tintas. Hablar del regreso a un lugar estático, con seres inmutables en los que solo se vislumbra una necesidad por permanecer en una zona de confort (el personaje de la ex novia de Hank interpretada por Vera Farmiga es el claro ejemplo de esto) aun a costa de renunciar a sueños y deseos es uno de los vectores de la película. Porque "El Juez" no es una película más de procedimientos, juicios e investigación, todo lo contrario, es un filme sobre lazos en carne viva que duelen y se resienten a pesar de todo el amor que se pueda pensar que deben tener. La puesta en escena de las miserias familiares y el intento de superar situaciones dolorosas como la muerte, la enfermedad, los errores del pasado y el seguir adelante a pesar de todo. Intensa.
No estoy segura que me sedujo más, si el título o el relato en “The Judge”. Si puedo afirmar que particularmente me llega por esa relación padre e hijo brillantemente encarnada por dos actores con una química tan feroz como elocuente. El juego de miradas sostenidas con rudeza, hacen verosímiles a sus personajes y capturan todo píxel de la pantalla con su escencia. No se si se duda de como terminará el film. Creo que la vuelta no es su final, sino el cómo en el transcurso de la cinta se va desarmando la madeja familiar, los resentimientos y las cuentas impagas del pasado. David Dobkin (“Wedding Crashers”) dibuja un padre (Robert Duvall) hosco, rígido, altivo, de tan sólida coraza que no esboza el sentimiento que su hijo desea contemplar. Un hijo que hizo méritos suficientes para ganarse el título de 'oveja negra', un abogado arrogante, un hijo irreverente y rebelde. La tensión que surge de dos personas, ligadas por la sangre, por el amor no expresado y por reclamos ahogados en silencio mantienen atenta la mirada del espectador que busca comprometerse, conmoverse. Nos conduce a repensar el pasado, reconfigurar los roles, actualizarlos y verlos real. Una historia con algunos clichés, pero que no cae en la vacuidad de escenas repasadas en la mente. Tiene cierto dejo de “Agosto” en ese desorden familiar que cada integrante comparte y el director no duda a la hora de usar algunos gags que distienden momentos muy bien logrados como el de ambos actores en la escena del baño, una de las mejores de la película, con una variación de tono excelente. Duvall y Downey Jr garantizan placer visual, ambos ponen todo de sí para que el drama que se propone en el guión sea creíble y pueda captarse mas alla de la pantalla. Lo logra con eficacia. Hank (Downey Jr) quien se encuentra resolviendo su divorcio y la custodia legal de su hija de 7 años y en medio de un juicio recibe la noticia de la muerte de su madre. Debe viajar a su pueblo natal, lugar del cual se fue hace ya muchos años para nunca mas volver y en donde su padre Joseph Palmer es un respetable y correcto juez. Dolor por la pérdida de su madre y por la relación áspera y resquebrajada que sostiene con su padre, además de su escueta vinculación con sus hermanos Glen (Vincent D'onofrio) y Dale (Jeremy Strong) dejan a Hank listo para huir nuevamente del lugar. Sin embargo, un hecho inesperado que pone en el banquillo de los acusados a su progenitor, lo conducen a redimir su dèbil relación, representandolo en un juicio. Dobkin sabe aprovechar a sus actores y le saca rédito al hecho de que sus personajes son miembros de una profesión de 'ley'. Inunda la narración de pirotecnia verbal y talento para la exhibición retórica. El uso correcto de la elipsis, mantiene la linealidad temporal del relato sin que el espectador resulte agobiado. Dobkin logra magníficamente transmitir la complicada dinámica de un padre y un hijo que, bajo la excusa del juicio hacia su padre como manera de acercarlos(trama criminal), de fondo reluce la verdadera trama sustentada en el ambiente familiar y sentimental del personaje. Aunque por momentos no resulta del todo pareja, la cinta de Dobkin tiene sus perlas. La nómina de secundarios le dan mas lustre, con Una Vera Farmiga (una novia del pasado) que sabe como robarse los planos. Billy Bob Thorton (abogado)compone un personaje intimidante; Jeremy Strong (Dale) con un papel cálido. Y quién dice, quizás de este film, surja algún nomindado para la preciada estatuilla, por tamañas interpretaciones. Yo, ya tengo mi favorito. Anda a verla. No decepciona
Los filmes que se centran en pleitos judiciales en el pasado brindaron una larga lista de producciones memorables (Ver nota: Grandes películas de abogados). El juez es una propuesta bastante particular ya que en principio parece otra típica historia ambientada en los tribunales de justicia. El conflicto gira en torno a un juicio y los protagonistas son abogados, sin embargo, la película tiene muy poco que ver con los clásicos relatos de John Grisham. La complicada relación padre e hijo que se desarrolla entre Robert Duvall y Robert Downey Jr. representa el verdadero núcleo de la trama. David Dobkin, quien hasta ahora venía dirigiendo comedias como Los rompebodas y Shangai Kid en Londres (Jackie Chan), en esta ocasión presentó un drama que sobresale por las interpretaciones de los dos protagonistas. Si hay un motivo por el que vale la pena recomendar este estreno se debe al tremendo trabajo que brindaron las dos figuras principales, quienes comparten juntos escenas fabulosas. Además estuvieron rodeados por un buen reparto de actores en roles secundarios donde se destacaron Vera Farmiga, Billy Bob Thornton y Vincent D´Onofrio. El punto débil que tiene esta propuesta es que durante el desarrollo del argumento el director se enfoca en otras subtramas innecesarias que generan que la película se alargue sin sentido en 141 minutos. Sobre todo porque el argumento se expande con hechos que tampoco se trabajan en profundidad (como la paternidad y las relaciones sentimentales de Downey Jr,) que no hacen otra cosa que dispersar la atención del conflicto central. Más allá de estas cuestiones que se le pueden objetar a la película, El juez brinda un atractivo drama que nos permite disfrutar una vez más a Robert Duvall en uno de sus mejores trabajos de los últimos años.
No hacen falta más de cinco, diez minutos, para darse cuenta del recorrido que hará el protagonista de EL JUEZ a lo largo de ésta, la primera película dramática de David Dobkin, conocido director de comedias como LOS ROMPEBODAS o SI FUERAS YO. Son tres informaciones lanzadas al espectador en cadena. La primera: Robert Downey como un abogado presumido y millonario que defiende sin escrúpulos a clientes culpables. La segunda: su joven mujer, modelo, lo engaña. Tercero: muere su madre y debe volver a su pueblo de nacimiento. Y hay una cuarta, dicha al pasar a su hija: “Mi padre está muerto… para mí”. Es ese reencuentro –con el pueblo y su padre, con un infancia y su pasado, con lo que era y ya no es– lo que trabajará esta película, cuyo planteo narrativo no difiere demasiado del de THIS IS WHERE I LEAVE YOU, otro estreno de Warner Bros. anunciado para diciembre y que cuenta una historia muy parecida solo que en tono más cómico. Si el cine americano tiene beats narrativos previsibles, EL JUEZ los cumple con casi todos, salvo con uno: la capacidad de síntesis. La película, al querer acercarse a su tema desde dos ángulos distintos (el drama familiar se verá mezclado con un caso policial con juicio incluido) se extiende acaso demasiado, tardando bastante más que lo necesario en cerrar con moño todas sus puertas abiertas. Sin embargo, como sucede con buena parte del cine de Hollywood, muchas veces las películas logran trascender por momentos sus planteos previsibles y volverse nobles, amables, emotivas gracias al talento de sus actores y a la resolución de algunas escenas. TheJudgeLo que sucede cuando Downey vuelve a su pueblo es que no le queda otra que convivir con su padre, un veterano juez (Robert Duvall, notable como siempre), a lo largo del velorio y entierro de la madre. Allí se encuentra también con un hermano con una carrera frustrada como beisbolista (Vincent D’Onofrio) y otro con algunas fragilidades psicológicas más que evidentes. También reaparecerá una antigua novia (Vera Farmiga) y, más que nada, un mundo muy diferente al de la Chicago en la que vive. La película elige sumar otro ángulo a la trama que intenta cruzar la manera de trabajar y, si se quiere, las filosofías de vida de padre e hijo enfrentados entre sí. Tras el entierro, Duvall vuelve a beber después de muchos años y atropella con su auto a un hombre que fue sentenciado a prisión por él mismo durante 20 años y ahora el enjuiciado es él. ¿Fue a propósito o un accidente? El hombre no parece saberlo ya que su memoria (su salud) es frágil y a su hijo no le queda otra que, casi a regañadientes, defenderlo en el juicio, ocasión propicia para enfrentar sus visiones de la profesión, del mundo, de su propia historia familiar y de sacar para afuera los traumas no resueltos del pasado. Poco y nada de lo que sucede, decíamos, escapa a lo previsible. El hijo quiere ganar a toda costa el juicio, sin siquiera importarle si el padre atropelló o no a propósito a ese hombre (el abogado de la otra parte lo encarna un sinuoso aunque bastante desaprovechado Billy Bob Thornton). El padre, por su cuenta, no sabe bien qué pasó y su relación con la verdad tiene sus bemoles, algo que nos iremos enterando en el transcurso del relato, lo mismo que los hechos que los distanciaron a ambos de manera tan notable y hasta violenta en el pasado. the-judge.10066005.87Ese “realismo hollywoodense” visto mil veces (hasta el propio “pueblo chico” parece escapado de una publicidad de gaseosas que transcurre en un “pueblo chico”, con sus personajes, sus casas y escenarios típicos, un paso en falso para la notable carrera del director de fotografía Janusz Kaminski) conspira muchas veces contra la credibilidad del filme, pero ahí donde casi toda la puesta en escena propone poco de interés están los actores para recordarnos porqué estas películas muchas veces atraviesan como cuchillos filosos sus propios clichés. Downey es un excelente actor que puede pasar del humor a registros emotivos con una facilidad asombrosa y ya no queda mucho por agregar respecto a la categoría de Duvall, un maestro para hacer mucho con aparentemente poco, especialmente cuando le toca interpretar a este tipo de personajes. Son ellos dos, sacándose chispas en peleas, en discusiones y en el propio juicio, los que le dan una verdad a la película que no tiene por casi ningún otro lado. Sobre los créditos finales, se escucha una versión del veterano cantante country Willie Nelson (cuyo video en YouTube copio aquí abajo) de un popular tema de Coldplay, “The Scientist”. Escuchándola me quedó claro que respetaba a la perfección la idea de la película, ya que ahí Nelson encuentra una verdad emocional casi propia en una canción que, en su versión original, bordea casi todos los clichés del éxito pop. Como en la película, Nelson/Duvall trascienden a sus propios productos y los transforman en otra cosa, en una especie de vieja y noble poesía (norte) americana.
La vuelta al hogar El exitoso Robert Downey Jr. regresa a la pantalla grande con este trabajo que podría significarle una nominación al Oscar. Alejado del millonario Tony Stark, su personaje es Hank Palmer, un abogado exitoso que hace lo imposible por ganar juicios y sacar el mejor rédito de su profesión. Sin embargo, su caso más complicado está por llegar: su padre, el juez del pueblo (Robert Duvall), de quien mantiene distancia, es el sospechoso de un asesinato. Con esta premisa, el director David Dobkin (Los rompebodas y Si fueras yo) elige un film de corte tribunalicio para mostrar las asperezas de una familia que evidentemente conoció un pasado mejor. La repentina noticia de la muerte de su madre trae a Hank al pueblo de su infancia, donde se reencuentra con un hermano -con problemas- (Jeremy Strong) que registró los momentos del clan en una Super 8, y con otro mayor (Vincent D´onofrio) que ha construído su propia familia. El eslabón perdido es un padre enfermo, pero con un carácter que parece no apaciguarse con el paso de los años, y al que deberá defender a capa y espada para evitar que sea condenado. A los buenos momentos de suspenso tribunalicio (con flashblacks incluídos) se suman los chispeantes diálogos entre Duvall y Downey Jr. en un verdadero duelo de actores, y sin olvidar las siempre medida actuación de Billy Bon Thornton en el rol del abogado de la víctima. La escena del lago seguramente quedará en las retinas de los espectadores por mucho tiempo.
Duelo de actores Especialista hasta ahora en comedias de enredos con excesos escatológicos, el director David Dobkin sorprende con este salto a una ambiciosa película que combina melodrama sobre una tensa relación padre-hijo, thriller judicial y romance con una narración que apuesta por un bienvenido clasicismo old-fashioned. En el arranque, vemos a Hank Palmer (Robert Downey Jr.), un inescrupuloso, arrogante y exitoso abogado de Chicago, que suele lograr con múltiples artimañas que sus poderosos clientes salgan en libertad. "Los inocentes no pueden pagarme", le contesta a un colega con su habitual cinismo y desparpajo. Hank está a punto de divorciarse y, aunque es un padre ausente, está convencido de que logrará quedarse con la custodia de su hija de 7 años. En medio de un caso, recibe una noticia inesperada: su madre ha muerto. No tiene, por lo tanto, más remedio que volver a su pueblo natal de Carlinville, en Indiana, al que había jurado no regresar jamás. Enemistado con todos, pero muy especialmente con su padre, el juez local Joseph Palmer (Robert Duvall), asiste al funeral mirando (y mirado) de reojo, entre la culpa y la incomodidad. Se reencuentra en un bar con su novia de juventud (Vera Farmiga) y, cuando está listo para salir volando del lugar, un incidente lo obligará a quedarse bastante más tiempo del que había pensado. Así, el drama sobre familia disfuncional se abre hacia el terreno judicial a-lo-John Grisham con el hijo tratando de defender a su padre, que, además de acusado por un crimen, está gravemente enfermo, lleva 42 años en el cargo, es una eminencia en el pueblo y está obsesionado con su "legado". Todo eso ocurre en los primeros minutos del film, ya que luego viene el largo juicio que obligará a profundos replanteos no sólo entre Hank y su implacable progenitor, sino también con sus dos hermanos (Vincent D'Onofrio y Jeremy Strong). Dobkin aborda demasiadas subtramas y vueltas de tuerca que no conviene adelantar, y no todos los conflictos son resueltos de forma convincente (hay estereotipos y lugares comunes en los planteos), pero cuando la película parece trastabillar, aparecen los notables actores para rescatarla e insuflarle una credibilidad y una hondura psicológica que el esquemático guión no tiene. Más allá de sus clichés y sus excesivas derivaciones, estamos ante un duelo actoral de primer nivel con dos intérpretes de características opuestas (un Downey Jr. más expansivo y un Duvall más contenido), pero igualmente brillantes en su pirotecnia verbal. Son sobre todo ellos y los actores secundarios quienes terminan haciendo de El juez un film valioso e intenso.
Un padre sospechado de asesinato Filme de efectos y reacciones pasionales, con un argumento que no pudo elevarse, pero que sin embargo llega y emociona a veces. Replantea temas como las relaciones familiares, la cuestión ética en el ámbito jurÃdico y los sistemas de evaluación de la vida que realizan padre e hijo. La historia no es nada original. Un abogado joven, consagrado en la ciudad a defender los intereses de los más poderosos y no siempre inocentes, enterado de la muerte de la madre vuelve al pueblo natal donde su padre, juez de la ciudad va a ser sometido a juicio por sospecha de asesinato. Reconocer los problemas familiares, reiniciar su relación con el padre y distinguir la verdad son las tareas que se propone Hank Palmer. A su alrededor los otros hermanos, el mayor que pudo ser un buen jugador de béisbol, el más chico, a media máquina en todo, hasta en la mente, la cantinera, ex novia de Hank, con una buena dosis de sentido común, el abogado defensor, un peligro latente. VIEJA ESCUELA PelÃcula filmada como en la vieja escuela con mucho diálogo y quizás un metraje excesivo, "El juez" sin embargo interesa por la problemática humana de fácil reconocimiento, ciertos clichés atractivos dentro del género policial y de juicio y por el talento de sus intérpretes, especialmente la dupla que integran Robert Downey Jr. y Robert Duvall, dos peso pesados de diferentes épocas, capaces de enfrentarse a cara descubierta y exhibiendo todas las armas. Ver a Duvall-Downey y también al defensor Dwight Dickham (Billy Bob Thornton) en esa suerte de ring es un espectáculo especial en esa ciudad. Ciudad de la que Hank (Robert Downey Jr.) quiso deshacerse y olvidar y por la que Joseph, juez en el pasado, se jugó la vida sin dudarlo. Filme de efectos y reacciones pasionales, con un argumento que no pudo elevarse, pero que sin embargo llega y emociona a veces, "El juez" cuenta con un elenco de primer nivel, fue producida por el mismo Downey y replantea temas como las relaciones familiares, la cuestión ética en el ámbito jurÃdico y los sistemas de evaluación de la vida que realizan padre e hijo.
El regreso de las togas y los martillos Hubo una época en la que Hollywood producía películas que hacían de la argumentación oral un auténtico arte, historias de complejidad variada y resultados diversos, pero siempre hiladas por la necesidad de un espectador dispuesto a armarse de paciencia y concentrar la atención auditiva en el seguimiento de la esgrima dialéctica. Así, convirtiendo palabras en dagas dispuestas a socavar la resistencia intelectual del rival, las películas de juicios se vinculan con las tradiciones más saludables del cine norteamericano, con 12 hombres en pugna y Anatomía de un asesinato como sus exponentes emblemáticos. Tradición saludable y tristemente perimida, ya que después de su esplendor en los ’90 y primeros años del 2000 (Cuestión de honor, La verdad desnuda, Tiempo de matar, Una acción civil, Tribunal en fuga y siguen las firmas) y la expansión a la televisión (La ley y el orden, Los practicantes, Boston Legal), el género entró en un franco declive irrumpido por excepciones cada vez más esporádicas, con la subvalorada Culpable o inocente (2011) como último ejemplar. Dicho esto, la buena nueva detrás de El juez es el regreso de las togas, los martillos, los abogados, los jurados y los denied a las pantallas nacionales, más no sea entreveradas en un dramón acerca del pasado irresuelto de los vínculos familiares y un somero homenaje a los impartidores de la ley. El film de David Dobkin, el mismo de las comedias Los rompebodas y Si fueras yo, bien podría llamarse Agosto en el estrado. Como en la adaptación de la obra de Tracy Letts, el punto de partida para el pase de facturas es el reencuentro familiar a raíz de una pérdida, generada en este caso no por la desaparición abrupta del patriarca, sino por la muerte de la madre. Esta situación es la excusa perfecta para el regreso de ese próspero, exitoso y algo pedante abogado que es Hank Palmer (Robert Downey Jr.) a su pueblito natal. Allí quedaron sus dos hermanos y, claro, el padre y respetado juez de la comunidad (Robert Duvall a puro gruñido estilo Eastwood en Gran Torino). Los cuarenta minutos iniciales están dedicados al reencuentro del protagonista con su pasado (primera novia incluida), la puesta al día con sus hermanos (Vincent D’Onofrio y Jeremy Strong) y la exhibición de las primeras rispideces entre padre-hijo. La segunda parte arranca cuando el juez vuelve a casa con el auto destruido y el paragolpes pintarrajeado de sangre la misma noche en la que aparece un cadáver arrollado a la vera de la ruta. Para colmo, el letrado tenía algunos asuntos pendientes con el fallecido. Pero Estados Unidos es, según el film, un país justo y no hay reputación que valga, así que Palmer Sr. pasará un tiempo entre rejas. Salvo, claro, que consiga un buen abogado. Como Hank, por ejemplo, quien mientras comienza a bucear en el caso seguirá embarcado en la aventura de reencontrarse con el hombre que alguna vez fue. Con todas las cartas ya presentadas, El juez cocinará las diatribas familiares a fuego lento y previsible, entre fojas, estrategias y vericuetos legales ante el inminente juicio. Juicio cuya resolución es secundaria, ya que el centro es la contraposición de las visiones sobre el pasado y el presente personal de cada uno de los protagonistas, los fundamentos laborales y los secretos silenciados durante años. Que ambas vertientes convivan sin tirarse de los pelos e incluso con cierta armonía es producto de una narración hecha con oficio y soltura (otra vez Eastwood como referente, ahora como cineasta) y de un elenco lustroso y justísimo dispuesto a salvaguardar la integridad del film evitándole el golpe bajo y la lágrima fácil.
No sé hasta qué punto podemos considerar el talento de Robert Downey Jr. como una cualidad versátil. Ya sea en su gran regreso con el fantástico Tony Stark o como el renovado Sherlock Holmes, sus papeles de ahora en más tienen ese cinismo y verborragia que el multimillonario vengador de la saga Marvel posee. En The Judge, Downey Jr. es un abogado bastante inescrupuloso y canchero, un Stark de saco y corbata, pero la fuerza dinámica de su actuación, sin un traje especial ni efectos por computadora donde esconderse, le ayudan a conseguir estabilidad en una historia pequeña pero con corazón. Perteneciente a la veta de películas identificadas como courtroom drama, que transcurren en la totalidad de un juicio, The Judge se nutre de muchos tópicos de género para armar su trama: gran abogado de pueblo pequeño que regresa a su ciudad natal tras la muerte de un progenitor, un estilo de vida espectacular pero casi en ruinas, una mala relación con la familia y una gran lista de etcéteras comportan el exoesqueleto narrativo. El núcleo es el regreso del protagonista y la colosal batalla de egos entre él y su padre, un testarudo juez local que por primera vez en 42 años se verá del otro lado del banquillo, como acusado. Entre el juicio y los encontronazos familiares transita el film de David Dobkin, director abocado a la comedia que demuestra que puede conducir un drama familiar con mucho pulso para que el espectador no se aburra en las más de dos horas que dura la película. Eso ya es mucho crédito para un género tan limitado y exclusivo, que se basa en muchos diálogos y exploraciones de carácter humano. De haber recortado y pulido un poco los condimentos extra de la trama que no van a ningún lado -esa relación pasajera que deviene en algo más con la moza interpretada por Leighton Meester es totalmente innecesaria-, el peso dramático del film hubiese estado más consolidado. Hay un gran elenco detrás de la dupla principal -genial la sutileza trabajada de Vincent D'Onofrio y Jeremy Strong como los hermanos del protagonista, la siempre agradable Vera Farmiga como una ex-novia, la solidez de Billy Bob Thornton como el abogado opositor- pero el peso dramático de Downey Jr. y un inspirado Robert Duvall son la razón de peso para animarse al drama judicial. Ambos se entregan a la tarea de destrozarse verbalmente como dos personas que se callaron muchas cosas durante mucho tiempo, y los choques que tienen son dignos momentos para marcarlos cual rounds de pelea de boxeo. Aún cuando el guión los empuje a situaciones donde el drama está subrayado con una brocha muy gruesa, ambos salen airosos y con muchas chances para entrar a la carrera del Oscar en febrero. Gracias a los colosos de Robert Downey Jr. y Robert Duvall es que The Judge sobrelleva sus limitaciones narrativas. Con mucho sabor a una historia dramática de Stephen King -ayuda mucho a pensar esto el hecho de que la música está conducida por Thomas Newman, compositor del clásico The Shawshank Redemption- y un gran elenco es como el film logra un visto bueno, donde sus lugares comunes no dañan.
Una película con Robert Downey Jr. y Robert Duvall juntos es un evento cinematográfico, y justamente eso es lo que pasa en "El Juez". Si te gustó "Agosto" (Julia Roberts, Meryl Streep, etc) este es un proyecto que va por ese camino pero con un elenco 100 % masculino en donde se habla exclusivamente de sentimientos familiares (ojo, también hay mucho juicio). Las escenas que comparten los Roberts son INCREIBLES (clase de actuación en pantalla grande), sobretodo una que sucede en el baño de la casa de Joseph (Duvall). Quizás dura mucho - 2.28 hs - que al menos al comienzo se vuelven un poco densas. Buena música, planos más que interesantes y una historia que, a pesar de esos minutos aburridos que hay que pasarlos, no decae en ningún momento. "El Juez" es un obligado este fin de semana.
Et iudicem quis iudicavit? Algo queda claro desde el inicio mismo del filme, y es que Hank Palmer (Robert Downey Jr.) es un abogado tan exitoso como inescrupuloso, de esos que no tienen culpa alguna en defender al mismísimo demonio si fuera posible. Pero a mitad de un juicio recibe la noticia más dolorosa: su madre ha muerto. Inmediatamente Hank viaja a su pueblo natal en Indiana, donde se reencuentra con sus hermanos y su padre Joseph (Robert Duvall), el juez del lugar. Algo distanció a padre e hijo, apenas si se saludan y la tensión en el lugar es notable. Hank se propone cumplir con estar presente en el funeral y regresar a la gran ciudad, pero sucede un accidente que tiene a su padre como responsable ante la ley y es entonces cuando las diferencias deben hacerse a un lado y el hijo tendrá trabajar en la defensa de su progenitor. Pero no será tan fácil. Orgullo, reproches y viejos rencores salen a la luz para mantener la distancia entre padre e hijo. En ese conflicto está el nudo del relato, y en la formidable actuación que brindan los dos Robert, Downey y Duvall, el motivo por el cual este filme merece ser visto. Toda la película está llena de lugares comunes y situaciones melodramáticas que la mayoría de las veces no suman la relato, pero que sí la ponen en valor en la carrera de los Oscar. Sí, esta es una película hecha para la Academia, como las actuaciones de Meryl Streep. Prácticamente no hay escena en la que Robert Downey no esté presente, él carga el peso de la historia y hace llevadero el cuento de casi dos horas y media de duración en el que se presentan otros conflictos; familiares, amorosos, conyugales, pero que apenas sirven para dar sentido a los personajes secundarios, algunos de ellos estupendos como el de Vincent D´Onofrio, en el rol del hermano mayor de Hank, o el de la siempre talentosa y apetecible Vera Farmiga. En el centro del conflicto se dirime la ética del individuo y su honor, algo que sí logra plantear muy bien el director David Dobkin, y que encuentra en el gran Duvall a un intérprete de excelencia. Por lo demás, el filme exhibe una cuidada producción y fotografía, además de un puñado de escenas de antología entre los dos protagonistas.
Robert Downey Jr. está omnipresente en este filme sobre un abogado sin escrúpulos. En un momento, Robert Downey Jr. hizo un clic y dejó de hacer de pendenciero rebelde -aunque se ve que lo de fanfarrón le sale naturalmente, porque lo mantiene película tras película- y pegó un giro en su carrera. Claramente lo benefició, y en esto nada deberían tener que ver sus adicciones, hoy abandonadas, y sus meses en prisión. No. Downey Jr. creció y no sólo en edad. Además de ser Iron Man, produce dramas como El juez -del director David Dubkin, hasta aquí especialista en comedias como Los rompebodas-, que también protagoniza, y aunque en ella todo parece regido por el esquema de Hollywood, él y Robert Duvall, su padre en la ficción, están un escalón más arriba. La trama, sí, lo tiene en el centro de la escena. Aquí personifica a un abogado al que suelen contratar tipos que sabe que son culpables, pero él es exitoso y los hace liberar o ganar los juicios por dinero. Mucho dinero. Habrá que ver si puede evitar que su padre, del que está distanciado desde hace años (y la película se irá encargando de decir los motivos), no termina en la cárcel por un homicidio culposo. El juez del título es un Robert Duvall cascarrabias, que acaba de perder a su esposa y que tiene otros dos hijos allí, en Indiana. La película se olvida un tanto de estos dos (uno con retraso mental, el otro -Vincent D’Onofrio- bastante apacible) para quedarse en la tensa relación padre hijo. Pero como tal vez creyeron que esa línea no podría sostener todo el relato, le agregaron subtramas -la mujer le pone los cuernos; en el pueblito que abandonó, Henry reencuentra a su ex novia-, pero siempre, siempre ¿eh?, Downey Jr. está en pantalla. Así, entre el entorno del personaje -familiar y de relaciones amorosas- y el conflicto judicial, la cosa termina a dos aguas. ¿Importa saber si el papá de Henry atropelló a propósito, o no, al occiso? ¿Henry volverá con su mujer? ¿Se quedará con la ex novia? ¿Volverá algún día a la gran ciudad a terminar el juicio que abandonó porque falleció su mamá? Entre tantas preguntas deambula El juez, por momentos un filme recalcitrante en su demagogia, cuando no remarca con trazos fuertes lo que debía mostrarse con sutileza. Apartando las actuaciones, es tan salido de manual todo lo que sucede en pantalla que estaríamos hablando de un patrón estereotipado, al que la bandera flameando no le agrega ni le quita nada. Eso sí, gracias a Downey Jr., Duvall, Vera Farmiga, D’Onofrio y compañía.
Dos estupendos actores que merecen ser nominados Al director David Dobkin se lo conocía hasta ahora localmente sólo por dos comedias: “Los rompebodas” y “Si fuera yo”. “El juez” (“The Judge”) representaba un gran desafío al encarar una obra dramática, en las antípodas de sus películas anteriores. Y lo menos que puede afirmarse es que sale totalmente airoso al enfrentar tamaño cambio de género. Claro que el primer mérito es el acierto en el casting al haber seleccionado a dos señores actores para personificar a un padre, que da título al film, y a su hijo, un abogado exitoso. Alejados desde hace años sólo un hecho trascendente como es la muerte de la esposa del magistrado llevará a que Hank Palmer (Robert Downey Jr) se traslade a un pueblito perdido del estado de Indiana, donde reside su progenitor (Robert Duvall), ejerciendo desde hace 42 años la carrera judicial. También será la oportunidad para que Hank reencuentre a sus dos hermanos: el mayor Glen (Vincent D’onofrio) casado y feliz y el menor Dale (Jeremy Strong) con algún leve retardo mental. Pero la trama se irá enredando cuando. a punto de despegar el avión que lleva al abogado de regreso a Chicago, reciba un llamado telefónico que lo obligue a volver al hogar paterno. Y la causa de tal cambio de planes es la noticia de que el juez sería el principal sospechoso del asesinato, a borde de su auto, de un ex convicto al que juzgó. Joseph Palmer, tal el nombre del acusado, se resiste a que sea su hijo quien lo defienda y en su lugar elige al novato C.P. Kennedy (Dax Shepard), aceptando a regañadientes que éste sea asesorado por Hank. Claro que enfrente tendrá que lidiar con el fiscal, que encara el últimamente poco visto en cine Billy Bob Thornton. La terquedad del padre llevará a que su hijo le diga en algún momento: “eres imposible de defender” o también le haga notar que “nunca estuvo en el banquillo de los acusados”. De allí en más será el espectador quien empiece a preguntarse si acaso fue el juez quien lo mató en la ruta y, en caso afirmativo, si la muerte fue intencional o producto de un accidente. Lo hasta aquí adelantado es lo máximo que se puede develar pero vale la pena señalar que habrá otras subtramas entre las cuales un reencuentro del abogado con Samantha, un amor de su juventud, una eficaz caracterización de Vera Farmiga (“El niño con el pijama de rayas”, “Amor sin escalas”). “El juez” no es apenas una película más de tantas norteamericanas, donde hasta último momento no se sabe si el acusado es culpable o inocente. Es también un film rural, casi un género conocido como “Americana” (hubo incluso una bella película con ese título, dirigida y actuada por David Carradine). Y “last but not least” es una historia familiar con dos estupendas actuaciones que merecerían que Robert Downey Jr sea nominado como mejor actor principal así como Robert Duvall en el rubro actor de reparto.
Estamos ante uno de los grandes conflictos familiares fílmicos del año, en la línea de la recordada AGOSTO, pero que se fusiona con la intriga y el suspenso de los mejores dramas judiciales. Cuenta además con un ROBERT DUVALL en el papel más memorable y logrado de los últimos años. Verlo compartir escenas con DOWNEY JR. es un placer para los sentidos. La relación "padre-hijo" de ambos actores traspasa la pantalla a fuerza de pasión y sentimiento. Los roles secundarios, a la altura de las circunstancias nos entregan tremendas performances de VINCENT D'ONOFRIO y BILLY BOB THORNTON. EL JUEZ, es sin dudas una cinta que atrapa, entretiene y que cala hondo en el corazón de los espectadores.
Trapitos al sol. Un subgénero algo olvidado por la maquinaria hollywoodense como el de las películas de juicios vuelve -aunque a medias- en el nuevo filme de David Dobkin, El Juez. El director, acostumbrado a la comedia y que viene de ponerse tras las cámaras en películas como Si Fueras Yo o Los Rompebodas, aquí cambia completamente de registro y nos brinda un dramón familiar con toques de “trial film”. Nos cuenta la historia de un exitoso abogado de Chicago (Robert Downey Jr.), enemistado con su padre, que debe volver a su ciudad natal en Indiana para defender a su padre (Robert Duvall), un eminente juez de gran trayectoria, en un juicio. Sin embargo, lo que finalmente importa no es el veredicto del jurado sobre el acusado, sino el del viejo juez sobre su propio hijo. El caso que convoca al abogado, un arrollamiento y muerte que involucra a un potencial enemigo del juez, sirve aquí como un importante elemento de intriga. Pese a que todo indica que el viejo es culpable, el juez no sabe -o no cuenta- qué fue lo que sucedió. Una serie de tópicos van apareciendo en el tapete: el honor, el legado, la honestidad, la ley como única igualdad de los hombres y todo eso se mezcla entre la historia “legal” y el pasado familiar, todas aquellas viejas heridas que dejaron más que algunas cicatrices. El apartado actoral es, sin la menor duda, lo mejor del film. En especial cuando se dan los tan mentados “duelos” entre los dos protagonistas. Las acaloradas discusiones, los diálogos hirientes, pero también los pocos momentos de acercamiento entre estas dos almas dolidas, devienen en escenas logradas, capaces de conmover aún en las situaciones en donde es más fácil caer en la chabacanería o la cursilería. El guión encamina correctamente la historia, intercalando la temática judicial con la familiar, pero en especial por la manera en que va diseminando la información y develando los misterios, pequeñas dosis de verdad que ayudan que ambas progresiones dramáticas se desenvuelvan. Sin embargo, los guionistas Nick Schenk (Gran Torino) y Bill Dubuque fallan enormemente al decidir que esas dos vías narrativas confluyan literalmente en una sola, como si el tribunal se convirtiera en el living de una casa o en el consultorio del terapeuta. El otro desacierto es la constante intromisión de personajes secundarios (con un elenco que incluye a Vera Farmiga, Billy Bob Thornton y Vincent D’Onofrio) e historias divergentes desaprovechadas que solo sirven para sumar minutos innecesarios al metraje y desviar la atención del conflicto principal. En conclusión, El Juez es una película dispar, tan lejos de ser memorable como de algunas de las poco inspiradas obras dirigidas por el director en el pasado. Ya sea que los espectadores valoren más sus defectos que sus aciertos o viceversa, lo que indefectiblemente vale la pena es ver en pantalla nuevamente a Robert Duvall, haciendo un papel que le cae como anillo al dedo.
Sinceridad y aprendizaje La semana pasada se estrenó Perdida, una película que se va construyendo a partir de la exposición capas, de superficies discursivas, que son deconstruidas en función de una narración plenamente consciente de sí misma, que a pesar de su tono indudablemente sarcástico, ácido y cínico consigue llegar a lo más profundo del espectador y sacudir sus perspectivas. No deja de ser llamativo que una semana después Hollywood nos traiga El juez, otro film de capas, de lugares comunes bastante engañosos, también utilizados con total consciencia, pero con un objetivo totalmente distinto: si la cinta de David Fincher lo hacía para desnudar sus mecanismos internos y su carácter mentiroso, la de David Dobkin lo hace para convertir a esos lugares comunes en herramientas de verdad. En un monólogo memorable de Ratatouille, el crítico culinario Anton Ego afirmaba, entre otras cosas, que los críticos solemos descansar y prosperar en los textos destructivos, que suelen ser fáciles y hasta divertidos de escribir. Esto es totalmente cierto y se puede notar cuando hay que escribir sobre una película como El juez, que está repleta de personajes que se refugian en la negatividad, que utilizan las verdades a medias, el rencor, el sarcasmo, las ironías hirientes e incluso el miedo como escudos frente a la verdad (completa, sin más vueltas) y la posibilidad de reconciliación. ¿Por qué es que los personajes no quieren enfrentarse a la verdad y a la chance reconciliación? Porque reconciliarse implica perdonar, y perdonar lleva a volver a querer. Y cuando se vuelve a querer, estamos en el horno, porque vuelve a hacerse presente el temor a la pérdida, es decir al dolor, a ese vacío que uno siente cuando la persona a la que se quiere ya no está. Eso es lo que le irá pasando a Hank Palmer (Robert Downey Jr.), un abogado cínico y canchero, que puede hasta darse el lujo de decirle a un colega “no tengo problema en defender siempre a los culpables: ellos son los que pueden pagarme, no los inocentes”. Cuando reciba un llamado donde le avisan que su madre ha muerto, deberá volver para el funeral a su pequeño pueblo de origen, en Indiana, del cual huyó raudamente en su juventud con la intención de no retornar. Allí deberá lidiar no sólo con su hermano mayor Glen, ex deportista frustrado (Vincent D´Onofrio) y su hermano menor Dale, quien tiene retraso mental (Jeremy Strong), sino también, y principalmente, con su padre Joseph, el juez del pueblo (Robert Duvall), con quien directamente no se lleva, básicamente porque se odian mutuamente. Sin embargo, no podrá irse tan fácilmente, ya que el padre es acusado de homicidio, luego de atropellar y matar a un hombre al que en su momento había condenado por homicidio. Si ya la mezcla de drama familiar con thriller jurídico poseía una cantidad de estereotipos alarmante, El juez no se intimida y -de forma casi desafiante- sigue acumulando otras convenciones y subtramas: está la enfermedad terminal del padre, la potencial reconexión con un antiguo amor, Samantha (Vera Farmiga), y una posible paternidad recién descubierta, todo mientras Hank sigue tratando de dilucidar cómo conservará el vínculo con su hija Lauren, ya que su matrimonio se está cayendo a pedazos. Y lo cierto es que algunas líneas narrativas -más que nada la central- están mejor resueltas que otras, pero siempre se percibe en el film una voluntad por hacerse cargo de que lo que está contando ya ha sido transitado miles de veces, pero que aún puede ser contado nuevamente. Hay un par de escenas que resumen el trabajo del guión, ciertas decisiones en la puesta en escena del director y las actuaciones de Downey Jr. y Duvall, que sirven para explicar cómo los potenciales defectos de El juez pueden transformarse en virtud: en la primera, Hank le explica a Lauren, que está por conocer al Juez -porque así lo llaman a Joseph, como reconociendo su carácter de autoridad permanente-, que bueno, que el abuelo puede ser un poco temible, pero que no se lo tome a mal. Lo que sucederá es lo previsible: el Juez se comportará como un abuelo que ve por primera vez a su nieta, es decir, como alguien que necesita casi desesperadamente brindar cariño. Uno puede intuir que hay una exageración calculada e impostada en el discurso previo, aunque también hay elementos de verdad, porque Hank lo ve a su padre realmente así, como un ogro al cual teme y odia al mismo tiempo, aunque también quiere amar. La segunda escena transcurre en el baño de la casa familiar: el Juez está cada vez peor de salud, vomita en el baño, se hace caca encima y ahí tendrá que estar Hank para ayudarlo, para evitar que se caiga, para ponerlo en la bañera y limpiarlo, mientras los dos tratan de disuadir a Lauren de que entre, diciéndole que se rompió una cañería, que el piso está resbaloso, que puede ser peligroso. La cámara no se regodea en toda la tragedia, se mantiene cercana y distanciada a la vez, y permite que en lo patético surja cierto aspecto hilarante, que hace a la situación mucho más llevadera, aunque lo que termina importando es lo que le sucede a los personajes. Ya el Juez es simplemente un juez más, un viejo más, un hombre al borde de la muerte, temeroso por el legado que dejará una vez fallecido y a Hank ya no le sirven las canchereadas típicas de su profesión, porque el asunto trascendió lo legal y es ahora familiar, él ha vuelto a ser el hijo, y encima es el hijo que empieza a darse cuenta que su madre ya no está y que su padre está también por irse muy pronto, aunque hay personas que van a seguir en su vida, y una de ellas está golpeando la puerta del otro lado. Todo esto se ve y se siente porque Dobkin sale del estilo zumbón, ruidoso y frenético de Los rompebodas y se deja contagiar por el tono reposado y paciente de un guión donde sobresale la pluma de Nick Schenk (guionista de Gran Torino). Pero también a causa de que Downey Jr. toma su habitual pose relajada del “yo ya fui y volví” -que funciona, nos gusta a todos, pero corría el riesgo de empezar a desgastarse-, para problematizarla, para empezar a decirse y a decirnos que quizás le falta ir y volver unas cuantas veces más. Y porque Duvall sigue profundizando una estética de la fragilidad en sus apariciones, situando su capacidad de ser un referente en un lugar donde ya comenzó una despedida. Y también porque -vale decirlo- esto se extiende al resto de las actuaciones: hay en todo el film, a partir de las performances de D´Onofrio, Strong, Farmiga e incluso Billy Bob Thornton (como el fiscal que lleva el caso contra el Juez), personajes con varias pieles, con muchas cosas para decir desde sus miradas y gestos. El juez es una película de cuerpos: de cuerpos desgastados por el tiempo, por el dolor, por los rencores, por el miedo. Cuerpos que atravesaron demasiado pero que descubren que tienen bastante aún por aprender. Cuerpos encarnados por figuras actorales que dieron mucho, que pasaron unas cuantas cosas, pero que revelan que puede barajar y dar de nuevo. Film de pérdidas, de despedidas, de reencuentros, de revelaciones, de dolor, El juez es más que nada un film de aprendizajes, siempre enlazados con la necesidad de ser coherente, sincero, honesto, consigo mismo y con los demás. El juez, como sus personajes, también realiza un proceso de aprendizaje a medida que transcurren sus minutos. Sin ser espléndida, aún con sus defectos, aprende a ser una gran película.
Grandes actores en lugares comunes Robert Duvall y Robert Downey Jr. como padre e hijo sostienen esta endeble trama sobre una mala relación filial, que se asemeja más a un drama de telefilm que a una obra cinematográfica. De juicio y policial, poco y nada. l exitoso y cínico abogado Hank Palmer (Robert Downey Jr.) vuelve al pueblo de su infancia cuando muere su madre. Allí se reencuentra con su padre, el juez Joseph Palmer (Robert Duvall), con quien Hank nunca tuvo una buena relación. Pero cuando el juez es acusado de homicidio por atropellar intencionalmente a alguien, será su hijo quien tomará el caso como defensor. Esto es el punto de partida tanto para el caso policial y el clásico film de juicios, así como también para una muy trillada historia de padre e hijo con una mala relación. Quienes estén esperando que la balanza se incline finalmente por un film de juicio, atrapante de punta a punta, no busquen aquí. La película apuesta más al drama familiar que al policial. Y el relato no logra tampoco conducirse de forma interesante, las escenas tienen un timing que las vuelve largas y eso se ve en la injustificable duración de más de dos horas que la película tiene. Se trata más de un drama de telefilm que de un gran relato cinematográfico para ver en la pantalla grande, con pocas novedades genuinas para ofrecer. No todo está perdido, claro, en El juez, porque el guión y el director no son los únicos responsables de esta película. Por suerte, en este caso, están los actores. Todo lo que sostiene este pobre guión es la grandeza de un elenco más que sólido. Justamente, los dos protagonistas, Robert Downey Jr. y Robert Duvall, son famosos por actuar dándolo todo aun en películas menores. La versatilidad y el oficio de ambos se nota claramente, lo mismo para Vincent D'Onofrio, Vera Farmiga y Billy Bob Thornton. Es interesante como al estar frente a actores tan carismáticos se hace más llevadera cualquier historia. Downey brilla con ese humor tan particular en las primeras escenas, donde demuestra porque es una de las grandes estrellas del cine actual y Duvall logra emocionar en algunas situaciones que su talento de veterano sabio construye. Aun así, y mal que nos pese, hay muchos momentos en la película en los cuales ni con los dos protagonistas se logra convencer. El desparejo director, David Dobkin, responsable de Los rompebodas, Shangai Kid en Londres, Si fueras yo y Fred Claus, entre otras películas no es de los más sólidos representantes del cine americano actual, y aquí demuestra nuevamente que sus cintas no superan la medianía o directamente fallan. Por eso, si de actores se trata, no son pocas las películas que Downey Jr. y Duvall han hecho, muchas de ellas son preferibles antes que El juez y son fáciles de conseguir.
Algunas escenas quedarán grabadas en las retinas de los espectadores. Todo comienza mostrando a un exitoso abogado Hank Palmer (Robert Downey Jr.), arrogante, ambicioso, agrandado, que gana sus casos y suele decir que los inocentes no pueden pagarle, se encuentra divorciado de su esposa y lucha por lograr la tenencia de su hija. Un día recibe un penoso mensaje ha muerto su madre y vuelve al hogar de su niñez, una vez allí se reencuentra con sus afectos, como así también con su padre, que es el juez de la ciudad, Joseph Palmer (Robert Duvall), de gran prestigio. Pero ellos tienen una pésima relación, repentinamente su padre es sospechoso de asesinato por la muerte de un ciclista cuya sangre coincide con la que el policía acaba de encontrar en su coche, entre otras pruebas. Su hijo Hank decide descubrir la verdad y defender a su padre, quien llevo de manera intachable 42 años en sus funciones y además este hombre se encuentra enfermo, de esta forma se van mezclando los problemas familiares con los del juicio, como así también su relación con: sus dos hermanos Glen y Dale Palmer (Vincent D'Onofrio y Jeremy Strong), la novia de la juventud Samantha Powell (Vera Farmiga, "Infriltrados") y Carla Powell (Leighton Meester), la hija de esta. No cuenta con un gran guión, la trama gira en torno al juicio, siendo un thriller de abogados, pero también está el ambiente sentimental y familiar, afloran las situaciones sin resolver, con el fin de distender un poco al espectador hay varios gags. Las actuaciones de Robert Downey Jr. y Robert Duvall, crecen en cada parlamento, van creando diferentes climas que son excelentes, que lo van llevando al espectador a meterse cada vez más en la trama. Un duelo actoral y las escenas que están juntos en pantalla sacan chispas y tiene momentos memorables. Quizás le sobren algunos minutos y por eso caigan en lugar comunes, pero las secuencias que se encuentran ellos son sublimes. También se lucen los actores secundarios: Vera Farmiga, Vincent D´Onofrio y Billy Bob Thornton; uno de los problemas es que contiene muchas subtramas algunas funcionan y otras no tanto y hay una buena vuelta de tuerca. Es muy probable que los protagonistas se encuentren nominados en la próxima entrega a los Premios Oscar.
Duvall y Downey Jr. justifican un drama tribunalicio-familiar Los dos actores que justifican ver esta película ya tenían cierta experiencia tribunalicia: Duvall fue el asesor legal de los Corleone en los dos "Padrinos" de ley, y además tuvo una de sus primeras apariciones como personaje secundario del superclásico "Matar a un ruiseñor" de Robert Mulligan (que no podía dejar de ser mencionado en esta película). Menos legal, Robert Downey Jr. coprotagonizó un gran film semiolvidado, "Solo ante la ley (True Believer), de Joseph Ruben, donde interpretaba a un novato fascinado por la carrera de un legendario abogado defensor (James Woods) dedicado casi exclusivamente a sacar narcos de la cárcel. El asunto es que "El Juez" no es un drama judicial a secas. Aunque no suene nada bien, la idea es llevar el género tribunalicio en el que brilló Sidney Lumet hacia el drama familiar. Duvall es un Juez acusado de homicido, y Downey Jr., un abogado rico y famoso especializado en los peores criminales, es su hijo y abogado defensor. La mezcla de géneros lleva hacia la esperable confrontación padre-hijo que sólo es digerible gracias a estos dos grandes actores, que si bien se sacan chispas en algunas escenas culminantes, en realidad no tienen la mejor química del mundo. Y aunque hay ironía en muchos diálogos, el humor negro en el que se especializa Downey Jr. no abunda, algo curioso teniendo en cuenta que la película está dirigida por David Dobkin, el de comedias políticamente incorrectas como "Los rompebodas". Pero en verdad el problema es que, una vez que la trama se centra en el duelo padre-hijo, la intriga judicial pierde interés, y con casi dos horas y media de metraje, el asunto puede resultar excesivo. Un elenco con Billy Bob Thornton y Vincent D'Onofrio -más o menos bien aprovechados- y la fotografía de Janus Kaminsky, son factores determinantes que equilibran todo a favor.
Ver a Robert Downey Jr y Robert Duvall juntos, brillando con sus talentos ya es una buena razón para elegir el film. La historia de un juez, acusado de asesinato en primer grado, defendido por su hijo, un abogado brillante y cínico. Entre los dos tienen una relación pésima. La larga trama sirve para que los secretos mejor guardados de la familia salgan a la luz. Algunas escenas señalando la decrepitud del juez innecesarias y algunas cuestiones ideológicas discutibles no invalidan lo genuino que logran los actores (ya suenan para el Oscar).
El juez: duelo actoral Hank Palmer (Robert Downey Jr.) es un famoso e inescrupuloso abogado de la gran ciudad que no tiene reparos en usar todos los métodos y trucos que conoce para ganar… aunque sus defendidos sean culpables. Si bien en su trabajo es el mejor y le va bien, su vida familiar deja mucho que desear. Su esposa lo engañó por haberla descuidado y ahora se enfrenta a la posibilidad de un divorcio y la pelea por la tenencia de su pequeña hija. Como si esto fuera poco, recibe un llamado en el que le comunican que su madre murió. Ahora debe volver a su pueblito natal para asistir al funeral y enfrentarse a uno de los problemas que marcó su vida: el distanciamiento con su padre Joseph (Robert Duvall). Para que el combo sea complicado, su papá es un respetado juez y, a diferencia de suya, su sentido de la justicia es diferente. O sea, cree en aplicar bien. Por supuesto que Hank no la pasará para nada bien y, cuando está a punto de volver a su hogar, recibe la noticia de que su padre es acusado del asesinato de un hombre. A pesar de la negativa de éste, decide participar de la investigación del caso y representarlo. Poco a poco irá restableciendo la relación con los suyos y los secretos más oscuros que los distanciaron irán saliendo a la luz. Primero que nada, hay que agradecerle a este filme por darnos la oportunidad de poder ver a Robert Downey Jr. en otro papel que no sea el de Tony Stark/ Iron Man. l actor tiene una gran calidad profesional y sin dudas es uno de los mejores de su generación. Dicho sea de paso, ¿ustedes creen que la saga del superhéroe hubiera sido tan exitosa con otro actor en el rol? La respuesta es no. Además, acá tiene la oportunidad de magnificarse por tener al lado al gran Robert Duvall que, con 83 años, le basta sólo un par de líneas para brillar en pantalla. Y eso es lo mejor que tiene El Juez, cada escena entre estos grandes artistas brinda un duelo actoral que es uno de los mejores que se han visto en los últimos años. Los diálogos, conversaciones y hasta peleas entre ellos son una delicia. Vale decir que el director David Dobkin, cuyos pergaminos son comedias como Shanghai Kid en Londres (Shanghai Knights, 2003) o Si Fueras Yo (The Change-Up, 2011), sale bastante airoso de su primera incursión en un drama. Seguramente lo ayudó tener un gran elenco, que se completa con Vincent D'Onofrio y Jeremy Strong, que personifican al hermano del protagonista; y Vera Farmiga como el interés amoroso de Hank en su juventud. Todos ellos impecables. El punto flojo del film es las vueltas que da la historia para llegar a lo que quiere decir. A la película le sobran veinte minutos, y abre puertas que no le agregan nada a la trama y que no termina de cerrar. ¿Será porque cuando se devela el misterio profundo de la trama es verdaderamente crudo y violento? ¿Habrán querido los guionistas suavizar todo antes de mostrarlo? Vaya uno a saber, pero no lo favorece mucho al film. También hace un poco de ruido que después de esta fuerte revelación el personaje reaccione de la manera en que lo hace, que -sin tirar ningún spoiler- es muy "curiosa", por decirlo de alguna manera. Demasiada tranquilidad para lo que le acaban de manifestar. Y más de eso no diremos. Todo lo relacionado al juicio, los problemas familiares y hasta las situaciones cómicas están muy bien planteados y mantienen el hilo e interés (demasiado tiempo, eso sí). Veremos si El Juez logra imponer su justicia en las salas de los cines. El veredicto lo tienen ustedes.
Justicia de intérpretes El juez es un drama predecible y con clichés, pero las interpretaciones de Robert Duvall y Robert Downey Junior salvan la película. El reencuentro entre padre e hijo es el gran mito sensible del cine estadounidense. No importa el género: puede ser una batalla galáctica (La guerra de la galaxias), una aventura en búsqueda del Grial (Indiana Jones 3), el encuentro de un beisbolista fantasma con su hijo (El campo de los sueños) o la reconciliación obligatoria que tendrá lugar entre un padre éticamente severo y uno de sus hijos, el más rebelde y el único signado por diferenciarse de sus orígenes, como sucede en El juez. La insistencia en el tema es notable, la eficacia simbólica de este tipo de películas un misterio casi universal. Robert Downey Jr. compone a un abogado exitoso y sin escrúpulos cuyo matrimonio está en crisis. Su único interés fuera de lo económico es el amor por su hija. La ley y la ética son dominios inconmensurables en su praxis profesional, pues sólo pagan bien los que más tienen. En medio de un juicio, se entera del fallecimiento de su madre y debe volver a Indiana, lugar que desprecia conscientemente. Volver al hogar dista de ser aquí un emblema del paraíso: la distancia con su padre (Robert Duvall) es abismal, algo que se repite en menor medida con sus dos hermanos. Pero algo inesperado sucederá con su padre, quien de ser un juez respetable por más de 40 años pasará a ocupar el lugar de los acusados. Lógicamente, será un hecho jurídico el que cambiará todos los vínculos entre los personajes y el que empujará a la película a revivir el mito sagrado. Un director de comedias como David Dobkin prueba con el drama y elige todos los lugares comunes del catálogo hollywoodense en materia de sensiblería profunda: la música, las elecciones de iluminación, los encuadres, los diálogos, nada escapa en la puesta en escena a reproducir los trucos que disparan las emociones que se pretende tanto explotar como reivindicar. Pero si El juez no se convierte enteramente en cine chatarra para adultos se debe a la notable labor de sus actores, que mitigan el lugar común a través de un compromiso dramático ostensible. Tan sólo una escena que transcurre en un baño entre Duvall y Downey Jr. justifica la entrada. Es que en ese pasaje la propia materia del cuerpo de Duvall vence a la pantomima de hondura psicológica; la vejez no se actúa, se impone, y el cuerpo no miente. Y no son ellos solamente los artífices de estos instantes de verdad; el gran Vincent D'Onofrio y Jeremy Strong, como los otros dos hermanos, o la vieja novia del pueblo interpretada por Vera Farmiga, suman en esa dirección. Afortunadamente, lo que sucede en la interacción es más poderoso que los dictámenes del guion. Y es justamente allí donde El juez encuentra su redención y una amable justicia cinematográfica. Dos gestos, una mirada pueden ser más relevantes que contar una historia y perpetrar un mito del que nadie duda.
Sentencia positiva "El juez" muestra a Robert Downey Jr. en el papel de un exitoso abogado que debe defender a su padre, un magistrado del que se encuentra distanciado. Cualquier película que tenga como principales protagonistas a dos grandes como Robert Downey Jr. y Robert Duvall, es difícil que sea mala. El juez es uno de los estrenos de esta semana en Córdoba, pero no se queda exclusivamente como un filme donde lo único rescatable es el elenco. Se trata de un drama que se desarrolla en el mundo de los tribunales de justicia, aunque la raíz de fondo nada tiene que ver con estrados o leyes, sino con la revisitada pero rendidora crisis familiar. Downey interpreta a un exitoso abogado llamado Hank Palmer, que se encuentra en el proceso de divorcio con su mujer, con el agravante de que tienen una hija en común y las cosas están revueltas. Esto es el prolegómeno para presentar cómo viene la mano con la vida de uno de los dos protagonistas, porque a los pocos minutos se entera de que su madre falleció. Pero al drama que significa esta pérdida, se suma el hecho de que Hank no puede ni verse con su padre, Joseph Palmer, un tipo áspero que también tuvo una gran carrera en los ámbitos de la Justicia, como magistrado. Claro que las razones de tal distanciamiento son muy profundas y se irán dosificando a lo largo de las casi dos horas y media de extensión de la cinta. Como si esto resultara poco, al hijo se le presenta una encrucijada: deberá defender a su padre desde el estrado, porque es acusado de matar a un ciclista con su vehículo. Trapitos al sol. Desde las primeras escenas, el espectador que gusta de las películas donde las actuaciones constituyen el plato principal, se dará cuenta de que con El juez tendrá para darse una panzada. El duelo que mantienen los personajes se traslada al oficio actoral, y esto es ayudado por un libro donde los diálogos y las situaciones se van desgranando con naturalidad, más allá de lo escabroso de la historia familiar. El juez es también una película de búsqueda, porque de alguna manera, el hijo que regresa al lugar donde hacía años no regresaba, deberá lidiar con cosas que creía olvidadas o perdidas, cosas que hacen a su esencia y a lo que lo llevaron a ser como es en la actualidad. No faltan las situaciones donde se sacan los trapitos al sol, donde se desempolvan miserias que estaban bajo candado, y donde se ven las tensiones que generan el resentimiento, el rencor y los reproches. Duvall y Downey Jr. llevan adelante un gran trabajo que hace creíble todo esto, por eso El juez es recomendable para los que quieren un drama con actuaciones sólidas y condimentos sórdidos.
Crítica emitida por radio.
Voto cantado Hank Palmer, un abogado engreído y algo inescrupuloso, detiene un juicio en el que va a pérdida tras notificarse de la muerte de su madre. Uno diría que a Hank (Robert Downey Jr.) lo salvó la campana; pero no. Hombre citadino, con un matrimonio que va a pique, el regreso a su pueblo de Illinois lo sensibiliza; recompone la relación con su hermano (Vincent D’Onofrio) y apunta a reconquistar a su novia de la adolescencia (Vera Farmiga), pero fracasa en el intento de reconciliarse con su padre, el insigne juez del pueblo Joseph Palmer (Robert Duvall). Entonces, un accidente fatal pone a Joseph en el banco de los acusados y el hijo debe defenderlo, restituyendo así una historia compleja y la herencia de la profesión. Habiendo alcanzado renombre con Los rompebodas y mayor éxito comercial con el drama familiar Agosto, el director David Dobkin hace un segundo intento en esta fórmula sin conseguir, de nuevo, brillo más que en la actuación de los protagonistas. El juez es llana como un drama para TV, seria hasta cuando parece paródica (“¿quién recuerda a Ronald Reagan?”, dice a cada rato Joseph) y larga cual epopeya, pero cuenta con los hilos emocionales que le asegurarán a Dobkin otro éxito de taquilla.
En esta oportunidad, Robert Downey Jr. (uno de los actores mejores pagos de Hollywood) deja de lado las películas de acción como "Iron Man", "The Avengers" y "Sherlock Holmes", para meterse en la piel del talentoso abogado Hank Palmer, que de un día para otro y sin previo aviso, deberá intentar resolver algunos complejos e inesperados problemas familiares. Si bien la película tiene una duración de 141 minutos, en ningún momento se torna aburrida o repetitiva, quizá eso se deba a que, si bien es un drama, hay varios gágs a lo largo de la historia que tratan de no generar un clima tan dramático/trágico para el espectador. El interesante trabajo de dirección por parte de David Dobkin, se ve reflejado en Robert Downey Jr. y Robert Duvall, quienes despliegan todo su talento a la hora de recrear esta ríspida relación padre e hijo que mantienen los protagonistas. Y si bien el guión puede caer en algunos lugares comunes, los trabajos actorales de Downey Jr. y Duvall merecen que los espectadores vayan al cine más cercano y disfruten de "El juez" en la pantalla grande.
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DEFENDIENDO AL PADRE Hank Palmer (Robert Downey Jr.) es un abogado de la gran ciudad, quien regresa al hogar de su niñez para el funeral de su madre. Y allí se reencontrará con su distante padre, el juez (Robert Duvall), sospechado de haber cometido un asesinato. Todos tienen algo que ocultar. Y Hank buscará una doble verdad: la que puede inculpar a su padre y la que ha desgastado a su familia. Tema denso con muchas resonancias que se desperdicia ante la falta de hondura de una narración muy superficial. La historia se dispersa, tiene innecesarios agregados (la separación de Hank, el viaje de su hijita, una riña en el bar) y deja muchos cabos sueltos. Y hasta el nudo central aparece estereotipado. A falta de buenas ideas, la historia adopta uno de los remedios más gastados: acumular desgracias (funeral, reproches, hijo con dificultades, divorcio, infidelidad, crimen, venganza) para ir preparándonos para ese final tan anunciado, tan de película, tan calculado. Hasta las escenas del juicio, algo que Hollywood sabe explotar muy bien, parecen falsas.
El juez es una pelicula que entretiene de principio a fin y gusta mucho más en su tramo final. La idea del argumento no brinda nada que ya no se haya visto: un reencuentro familiar por un determinado motivo donde comienzan a salir trapitos al sol (sin ir más lejos tenemos a Agosto), pero al entrelazarlo con un asesinato se enriquece la archi-conocida premisa. Las mejores escenas son...
A la medida de Duvall y de Downey Jr “El juez” se mece y se estremece a merced del huracán Robert Downey Jr. Él arrastra la película, le marca el tono, la acelera o la ralentiza. Es un proyecto tan personal que se encargó de producirlo junto a su esposa, Susan. Hank Palmer es un personaje que Downey Jr. se calza como un traje de Armani. Cínico, atormentado y brillante. Así es Hank y así hemos aceptado a Downey Jr., sobre todo porque es un actor extraordinario al que da gusto apreciar. Claro que para que “El juez” funcione Downey Jr. necesita a su némesis, y allí está Robert Duvall, octogenario, sabio e inoxidable. Las escenas que comparten son muchas y constituyen lo mejor de la película de David Dobkin. También revelan que la historia fue pensada y escrita para ellos. Los Palmer, padre e hijo, están en el baño, bajo la ducha. Hank auxilia a Joseph. Es un pasaje dramático, pero también gracioso. Hay tensión y a la vez mucho amor. Semejantes actuaciones sostienen un relato extenso (casi dos horas y media), por momentos de trazo grueso en el subrayado de situaciones a las que hubiera salvado una viñeta. Pasan muchas cosas en “El juez”, demasiadas; pequeñas tramas paralelas en las que se metieron Dobkin y los guionistas Nick Schenk y Bill Dubuque y que debieron solucionar a las apuradas. El drama familiar de los Palmer corre en paralelo con el proceso que afronta el patriarca del clan. Dobkin incursiona entonces en ese subgénero tan transitado que es el de “películas de juicios”. Ahí entra en escena Billy Bob Thornton en la piel de un fiscal durísimo y Downey Jr. apela a todos los artilugios legales que conoce para salvar a su padre. Desde la elección del jurado a la lectura de la sentencia, Dobkin recorre religiosamente todos los clichés conocidos en la materia. Se habla de “El juez” como de una futura aspirante al Oscar. Puede que en los roles actorales se mezcle en la pelea grande. Esa es la fortaleza de una película que estaba para mucho más.
El pasado en el banquillo “El juez” es varias películas en una. Quizás porque recorre tópicos ya transitados, pero combinándolos con frescura y un juego de intensidades que al principio parecen confundir al espectador, pero que luego atrapa: quizás porque la vida es así, está la tragedia, las bromas en momentos inconvenientes, las deudas del pasado. La vuelta al pueblo natal del citadino para lidiar con su pasado y encontrar el amor es un tema ya tratado por “Todo sucede en Elizabethtown” de Cameron Crowe, y por la subestimada “Tiempo de volver” (“Garden State”), de Zach Braff, por citar ejemplos. El reencuentro familiar para sacar los trapitos al sol explotó como nunca en “Agosto” (John Wells sobre Tracy Letts). Y también alguno podrá acordarse de “Ed”, aquella serie del abogado corporativo de Nueva York que, divorciado y despedido, se vuelve al pueblo natal y se encuentra con la que no le dio bola en la secundaria. Entre esas constelaciones se mueve en “El juez”, sumándole la trama policial-judicial con la que se promociona, pero que en realidad es más el eje organizador del relato que el argumento de “una película de juicio”. Conflictos Henry “Hank” Palmer es un aplomado abogado de un estudio neoyorquino, que cobra fortunas por defender delincuentes de guante blanco y ricos que puedan cometer algún delito penal. Tiene el auto, la casa y la familia perfectos. Cuando le avisan que murió su madre, su partida al funeral revelará dos cosas: que su matrimonio está en crisis y que no quiere saber nada con volver a encontrarse con su padre, Joseph, histórico juez de su pueblo natal en Indiana. De a poco, y a lo largo de la cinta, se irán desgranando las razones de esa tensión, y sus relaciones con los otros personajes, especialmente los hermanos de Hank: Glen, la ex promesa del béisbol que vende neumáticos, y Dale, el hermano con retraso mental pero puro corazón y cámara Súper 8 en mano. Y no puede faltar la novia de juventud, Samantha, la que amó siempre el lugar contra las ganas de Hank de irse. En el medio de todos esos reencuentros, pases de facturas, enigmas sobre el pasado, “qué hubiese pasado si...”, “¿por qué hiciste eso?” y demás, un ex convicto aparece muerto, y su sangre en el auto del juez Palmer. Así, Hank se verá retenido en el pueblo como abogado de su propio padre, un hueso duro de roer que de entrada no quiere saber nada con tener semejante letrado. La historia firmada por el director David Dobkin y Nick Schenk, y guionada por Schenk y Bill Dubuque, tiene su fortaleza en las situaciones, en la intensidad de las escenas y en el paulatino desgranamiento de la información sobre el pasado. También es varias películas en cuanto al uso de los planos (y la cámara fija o en mano), y en ese aspecto se luce la fotografía del laureado Janusz Kaminski. Relaciones Pero todo esto no se podría hacer sin el despliegue de talentos en el elenco, que obviamente arranca con los dos nombres centrales. Uno es Robert Downey Jr., que puede dotar a su Hank de su estilo locuaz y mandaparte (que lo hizo brillar como Tony Stark) y a la vez de una hondura dramática importante. El otro es Robert Duvall, con la justa economía de recursos para ser al mismo tiempo un juez pícaro, un padre insoportable, un abuelo cariñoso y un hombre mayor en decadencia psicofísica. Entre los dos tienen momentos increíbles: la secuencia del baño es impactante en realismo y humanidad, e incluso humor. A ellos los secundan Vincent D’Onofrio como Glen, el mayor de los hermanos, la contracara de Hank; y Jeremy Strong como Dale, el alma sensible de esa familia: su composición es mesurada y justa para un personaje que puede integrarse en la vida social y puede decir lo que otros no (además, su cámara será el hilo conductor de cruces temporales). En la piel de Samantha, Vera Farmiga aparece gigante en su rol de mujer madura, con los pies en la tierra, un poco en sintonía con su trabajo en “Amor sin escalas”, y “aterriza” la lengua y las monerías de Downey, haciendo con él buena pareja romántica. Hubiese sido interesante que el rol de Carla (la hija) fuese interpretado por Taissa Farmiga, pero el parecido hubiese arruinado uno o dos enredos de la trama. Leighton Meester (belleza sin aditamentos y pura frescura) cumple bien esa tarea. A Billy Bob Thornton le alcanza con su estampa, su presencia escénica y dos o tres gestos para darle vida al fiscal Dwight Dickham, duro en apariencia. Dax Shepard convierte a C.P. Kennedy (el abogado local) en un pelotazo en contra pero querible en el fondo. Y el descubrimiento del casting: Emma Tremblay como Lauren, la hija de Hank: una niña muy natural y con buena química con el protagonista.
David Dobkin es más bien conocido por hacer comedias (los caza novias, Si Fueras yo, El Hermano de Santa) que por hacer drama. Por eso resulta extraño dirigir un filme con tintes oscuros con actores de la talla de Robert Duvall y Robert Downey Jr. Pero sabemos que el drama no es un género nada fácil y se nota por todos lados. La historia es simple, va de un abogado, Hank Palmer (Downey Jr.) con tintes de Iron Man y Sherlock mezclados en un mundo más contemporáneos, es un brillante abogado que regresa a su tierra natal para el funeral de su madre. Es ahi cuando se entera que su padre, el respetable juez Palmer, ha sido acusado de asesinato. Deberán superar sus diferencias si quieren trabajar juntos y salir libres de los cargos. Su larga duración (2 horas y 30 minutos) la hacen pesada y soporífera. Pareciera que a Downey Jr. ya se le olvidó que posee el suficiente talento para entregar actuaciones dignas y sus últimas ocasiones ha interpretado al mismo personaje pero con diferentes máscaras: Palmer es una mezcla entre el extraño Tony Stark y el inteligente Sherlock Holmes. La película recae en el grandísimo talento de Duvall que le ha merecido una nominación a mejor actor de reparto en los oscar, pero el guión tiene tantos huecos y fallos que es difícil tomar en serio un filme así. Y ojo, que la historia podría ser buena, pues un juez intachable y de larga carrera de repente se ve acusado de asesinato en un pequeño pueblo justo después de la muerte de su esposa. Pero como lo hemos mencionado antes, el dirigir drama no es nada fácil y no cualquiera lo puede hacer, y Dobkin sale mal parado de su primer acercamiento al género
Melodrama judicial "El Juez" es un melodrama familiar, sí, es eso. No es un thriller, no es un drama judicial, es la historia de un padre y un hijo que se llevan pésimo pero se quieren. Dejo esto en claro porque muchas personas me comentaron que se sorprendieron, algunos para mal, con el tipo de género que presenta la peli. En cuanto a la trama, el film trata sobre Hank Palmer (Robert Downey Jr.), un abogado exitoso pero sin escrúpulos que se ve forzado a volver a su pueblo natal por la muerte de su madre. Allí se encuentra con sus familia, con la cual tiene un pésima relación por heridas del pasado que no fueron superadas. Acá comienza una historia al mejor estilo novela de Pol-Ka, en la que nos exponen a un juego de humor y drama para desbaratar la compostura y terminar llorando y riendo al mismo tiempo. Sí, tiene algunos golpes bien bajos y hay secuencias que se notan están creadas 100% para emocionar al espectador. Por este tipo de recursos utilizados, le bajo puntos a la propuesta. En el cine se debe ser muy cuidadoso de exhibir algo que emocione al espectador, ya que esto tendría que mostrarse de una forma bien natural y no forzada, donde se note justamente lo contrario de algo artificial pensado con el único fin de desarmarlo. Sino pongamos niños con enfermedades terminales y riendo en el hospital mientras se van muriendo de a uno y listo. La interacción de Downey Jr. y Duvall (el padre en la ficción) es magnífica y deberían haberse centrado en esto, no en ponerlo al último en el rol de viejito debilitado mostrando las miserias de la vejez para despertar la catarata de lágrimas. Si se fijan bien, el film es todo ellos dos, los protagonistas máximos de esta historia cuya carisma rebalsa los límites de lo habitual. Downey Jr. está fabuloso en un rol que le sienta como anillo al dedo, el tipo engreído y ácido pero de buen corazón en el fondo. Duvall hace gala de su carácter de tipo fuerte y nos muestra a la vez una faceta más frágil de su personalidad desplegando toda su experiencia. El reparto compuesto por Vera Farmiga, Billy Bob Thornton, Vincent D'Onofrio, Dax Shepard y Jeremy Strong acompaña bien al dúo dinámico. El punto más fuerte de esta propuesta está acá, en los intérpretes y sus laburos. Otra cuestión que por momentos se vuelve interesante es el juego judicial, involucrando al espectador en los procesos y dándole lugar a que se anticipe a adivinar qué rumbo va tomando la historia. En general se puede decir que "El Juez" es un buen entretenimiento, con puntos muy fuertes en lo que a interpretaciones se refiere y un tratamiento divertido de la escena judicial norteamericana. Lo que la tira abajo es el melodrama excesivo exhibido por momentos, lo que la da un aura de film televisivo de los que presenta Virginia Lago en canal 12 por la siesta. Más allá de esto último, se puede disfrutar bastante.
Juez y parte. A pesar de la escasa versatilidad de Robert Downey Jr., quien ya comienza a aburrir con su siempre simpático, sarcástico y carismático, pero notablemente invariable estilo de personaje, The Judge es una gran película; no por su protagonista en particular, sino por todo lo circundante, incluyendo la cinematografía, el resto del reparto y un guión sobresaliente. Esta vez Robert no viste un traje de hierro ni ensaya deducciones asombrosas, pero aun así es súper: un súper abogado. No hay casi diferencias en el perfil de este exitoso legista y Tony Stark, o incluso Sherlock Holmes. Esto no quiere decir que el protagonista no posea complejidad, pero es una complejidad demasiado familiar como para que el espectador genere empatía. En ese aspecto, esta propuesta fue por lo seguro: apelar al carisma de un personaje ya probado exitoso. En todo lo demás, sin embargo, la película sorprende gratamente. The Judge es un drama muy bien guionado, con una historia que se va revelando en detalle a lo largo de toda la narración, agregando sustancia al relato a medida que avanza la cinta. También es una película muy sólida en lo técnico, gracias al eximio trabajo de su director. Hay una gran variedad de recursos fotográficos y dos o tres tomas excelentes, de esas que ahorran palabras a la hora de entregar un mensaje. Las palabras que no se ahorran, por otro lado, son las justas. Los diálogos entre los protagonistas nutren la trama y completan la experiencia más que satisfactoriamente. The Judge es una entrega muy por encima del promedio en su género. Es una historia sensible y muy bien contada, con altos estándares cinematográficos y una premisa fundamental: imprimir en el espectador un mensaje indeleble. Sin lugar a dudas lo logra.
Publicada en la edición digital #267 de la revista.