Los modales hacen al hombre. En un ámbito cinematográfico dominado por la uniformidad mainstream y un medio pelo independiente cada vez más anodino, una película de las características de Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service, 2014) constituye una rareza más que bienvenida. Mientras que la mayoría de sus contrincantes en el rubro “thriller de acción/ espionaje” juega todas sus fichas a una pose derruida vinculada a la hipérbole, el ridículo consciente y una petulancia de cotillón (carente de vuelo conceptual y encerrada en una prepotencia tan almidonada como vacua), el film que hoy nos ocupa va un paso más allá al construir personajes con un anclaje concreto en el mundo y prestos a defender su ideario. A esta altura podemos afirmar que el realizador Matthew Vaughn comprende que en el entorno actual hay pocas cosas más patéticas que la sentencia somnolienta y anacrónica del “arte por el arte en sí”, lo que genera que sus obras una y otra vez estén enmarcadas en una definición muy particular del entretenimiento masivo, casi siempre alejada del facilismo infantiloide de la industria y en sintonía con una desproporción de pulso anárquico, en la cual la violencia de la sociedad funciona como un arma de doble filo que suele hacer trastabillar a los protagonistas. Salvo por la mediocre Stardust: El Misterio de la Estrella (Stardust, 2007), todos sus convites llevan consigo esta interesante contradicción a cuestas. Bajo la milenaria premisa del “camino del héroe”, el director y su colaboradora habitual, la guionista Jane Goldman, apuntalan con buen timing el derrotero de Gary Unwin (Taron Egerton), un lumpen que por circunstancias del destino se topa con Harry Hart (Colin Firth), un agente que le ofrece la chance de incorporarse a una enigmática organización que hace gala de su caballerosidad e independencia transnacional. La historia, plagada de estereotipos aunque eficiente al mismo tiempo, combina los pormenores del proceso de selección al que es sometido Unwin con el retrato del villano de turno, Richmond Valentine (Samuel L. Jackson), un magnate con un plan bastante bizarro para salvar al planeta Tierra. De hecho, los principales puntos a favor del opus son su desparpajo narrativo, la tonalidad vintage y la efusividad delirante de las secuencias de acción. Sin caer en exabruptos bobos a la Quentin Tarantino ni en el atolladero del CGI omnipresente símil Robert Rodriguez, Vaughn respeta los homenajes a los primeros y aparatosos eslabones de la franquicia 007 que guiaban al comic de base de Dave Gibbons y Mark Millar, éste último también responsable de Kick-Ass (2010). Al igual que en el caso de la susodicha, Layer Cake (2004) y hasta X-Men: Primera Generación (X-Men: First Class, 2011), el hiperrealismo trash y enajenado nos regala ciertos desniveles formales y un final muy ambicioso, a toda pompa…
Todo lo que “El Destino de Júpiter” (Jupiter Ascending, 2015) hace mal en cuanto a la explotación de un género como la ciencia ficción, la nueva película dirigida por Matthew Vaughn lo ejecuta con maestría tomando como base las clásicas películas de espías ingleses y sus derivados. “Kingsman: El Servicio Secreto” (Kingsman: The Secret Service, 2015) tiene de todo. Acción sin respiro, aventura, entretenimiento, humor negro, referencias a la cultura pop y un elenco tan distinguido como inverosímil (en el mejor de los sentidos), porque admitámoslo, ¿quién podría creer que Colin Firth patea traseros de la forma en que lo hace, sin perder ni por un segundo el glamour y el porte británico que tanto lo caracteriza? “Kingsman” es James Bond recargado. Toma cada uno de sus elementos formales, los da vuelta como una media, los mastica y luego los regurgita en un amasijo de violencia desenfrenada que hace ver al agente del MI6 como un niñito de pecho que apenas está dando sus primeros pasos. La violencia es gráfica y es mucha, y un mecanismo esencial en las películas de Vaughn cuando no tiene que apegarse al formato “para toda la familia”. Es el hilo conductor de esta historia y el fundamento de esta parodia que no es parodia, sino una nueva vuelta de tuerca al subgénero de espionaje que ha gozado de altos exponentes en la última década, tanto televisivos como cinematográficos. Esta es apenas la quinta película del director, guionista y productor inglés, todas adaptaciones con mayor o menor éxito. Tras haber llevado a la pantalla grande sus versiones de “Kick-Ass” (2010) y “X-Men: Primera Generación” (X-Men: First Class, 2011), vuelve a probar suerte con los cómics de la mano de “The Secret Service”, una historia de Dave Gibbons y Mark Millar publicada en el año 2012. Junto a su coguionista de cabecera, Jane Goldman, tomaron la esencia de la novela gráfica para contar su propia historia demencial sobre Kingsman, una organización ultra secreta de espías ingleses destinada a proteger al mundo de las amenazas terroristas más diabólicas. Diecisiete años atrás, el agente Harry Hart (Colin Firth) -también conocido como Galahad- fue salvado por un novato que dio su vida a cambio, un sacrificio que lo puso en deuda con la viuda y su pequeño hijo que jamás supo las circunstancias en las que falleció su padre. El pequeño Gary 'Eggsy' Unwin no creció siguiendo los heroicos pasos de su viejo, pero sí una vida mundana llena de maltratos que lo convirtieron rápidamente en un delincuente callejero, más allá de sus grandes aptitudes, su astucia e inteligencia. Tras el rescate fallido del profesor Arnold (Mark Hamill), cautivo en una cabaña en las nevadas montañas de Argentina (¿?), Kingsman pierde a uno de sus hombres clave, Lancelot (Jack Davenport), a manos (mejor dicho piernas) de la cruenta Gazelle (Sofia Boutella), asesina despiadada y asistente personal del extravagante multimillonario Valentine (Samuel L. Jackson). Ahora, cada miembro de la organización debe proponer a un joven candidato capaz de ocupar el lugar que quedó vacío entre los Caballeros de esta moderna Mesa Redonda liderada por Arthur (Michael Caine). Un prospecto que se someterá a un estricto programa de reclutamiento y eliminación del cual, tal vez, no salga enterito. Saldando las deudas del pasado, Eggsy (un ignoto y brillante Taron Egerton) se convierte en el discípulo de Harry y pasa las siguientes semanas aprendiendo sobre el recontra espionaje: lidiando con sus compañeros, las misiones asignadas y un pequeño perro, todo esto bajo la estricta vigilancia de Merlin (Mark Strong), algo así como la activa contrapartida de “Q” en este multiverso ultraviolento. Al mismo tiempo, una nueva amenaza se extiende por el mundo. Entre secuestros de famosos y mandatarios, Valentine -todo un genio de la electrónica- se prepara para dar su gran golpe. Es tarea de los Kingsman descubrir que maquiavélicos propósitos se encuentran detrás de este extraño personaje, más precisamente de Galahad, el más experimentado de todos ellos. “Kingsman: El Servicio Secreto” atrapa desde los títulos. Súmenle una increíble banda sonora ochentera -que va desde Dire Straits hasta Bryan Ferry- muy al estilo de “Guardianes de la Galaxia”, unas estrambóticas escenas de acción, una cámara vertiginosa y grandes actuaciones (acá nadie desentona y los estudios deberían fichar a Egerton para cualquier vacante de joven superhéroe); pero más allá de todo funciona porque juega con las convenciones de la clásica película de espías y se ríe de ellas en su propia cara, haciéndonos que nos descostillemos de risa a la par. Acá, lo predecible es impredecible y viceversa. Nada es lo que parece, pero todo en algún punto se asemeja. “Kingsman” es irreverente y violenta, es clásica y moderna y, ante todo, muy, pero muy inglesa.
La ecuación Espías + Cine no sólo suele ser garantía de entretenimiento sino que sabe originar una interesante cantidad de íconos. Durante los ‘60, el salto de James Bond de los libros a la pantalla grande en El Satánico Dr. No sirvió de puntapié para secuelas, imitaciones y parodias, constituyendo un subgénero que, cada tanto, ofrece impactantes sorpresas. Como Kingsman: El Servicio Secreto. Harry Hart (Colín Firth) parece el típico dandy británico, sólo que puede deshacerse él mismo de un grupo de terroristas. La capacidad propia de todo buen Kingsman, una organización inglesa más oculta que la reconocida M16. Cuando uno de sus colegas muere durante una misión, Harry -alías Galahad- acude a un potencial reemplazo: Eggsy (Taron Egerton), el hijo de un ex compañero muerto por su culpa. Eggsy anda a la deriva por la vida, lidiando con una madre asustada y un padrastro golpeador, cerca de convertirse en otro criminal de los barrios bajos londinenses. Ingresar en el duro programa de reclutamiento de la organización significará la oportunidad de reencauzar su vida y aprovechar sus destrezas físicas y mentales. Al mismo tiempo, Valentine (Samuel L. Jackson), un estrambótico magnate de los medios, está a punto de implementar un plan sumamente diabólico. Por supuesto, el enfrentamiento entre héroes y villanos está a la vuelta de la esquina. La quinta película del director Matthew Vaughn es también su obra maestra. Para empezar, potencia los aciertos y corrige los errores de sus creaciones más recientes y famosas: Kick-Ass y X-Men: Primera Generación. Al igual que las andanzas de Dave Lizewski, está basada en un comic escrito por Mark Millar y conserva el estilo corrosivo y las referencias al universo en el que se mueve, ya no el de las historietas sino el de las películas de espionaje, principalmente las de Bond protagonizadas por Roger Moore, como Vivir y Dejar Morir (un 007 más elegante, mujeres más despampanantes, gadgets más curiosos, malos más megalómanos). Al mismo tiempo, evita los problemas de tono y las subtramas inútiles de KA. De Primera Generación toma la espectacularidad, la rutina de adoctrinamiento -antes, de jóvenes mutantes; ahora, de aspirantes a espías- y hasta se da el lujo de evitar caer en la misma mínima pero llamativa equivocación geográfica: una vez más, en los primeros minutos muestra un paraje nevado de Argentina, pero ahora no especifica qué lugar exacto. En las aventuras de los Hombres X, la ciudad balnearia de Villa Gesell iba acompañada… por montañas y un lago, propios de la Región Patagónica. ¿Una manera de redimirse, la de Matthew? Si bien es conocido por sus roles de caballero parco, Colin Firth aquí demuestra que también resulta convincente repartiendo patadas y piñas, pegando saltos y disparando armas de diferentes tamaños, sin perder la parsimonia que lo caracteriza. Nada que envidiarle al bebé literario de Ian Fleming, y una muy interesante opción para hacer de John Steed si la serie de los 60 Los Vengadores vuelve a tener una oportunidad en el cine. Además, un gran apoyo para la revelación, Taron Egerton. El joven actor tiene con qué para convertirse en una estrella: estuvo por formar parte de X-Men: Apocalipsis, es candidato a encarnar al Hombre Araña y actuará junto a Tom Hardy en el film de gangsters Legend. No menos formidable es el trabajo de Samuel L. Jackson, y vale destacar que Valentine es de origen estadounidense y no europeo o asiático o latino, cosa que pasa muy pocas veces en esta clase de películas. Por su parte, Michael Caine (aquí es Arthur, el M de los Kingsman), tiene amplia experiencia en el rubro espionaje, debido a que fue el antibondiano Harry Palmer en la saga que comenzó allá por 1965 con The Ipcress File (Vaughn confesó que ese personaje le sirvió de inspiración para crear a Hart). La debutante Sophie Cookson es Roxy, otra aspirante al puesto de agente; un papel que podría remitir a Hit-Girl de Kick-Ass, sólo que no sabemos mucho de su vida ni llega a opacar al protagonista como hacía Chlöe Grace Moretz con Aaron Taylor-Johnson. Completan el elenco Mark Strong (una suerte de Q, pero más activo), la bailarina franco-argelina Sofia Boutella (mortífera secuaz de Valentine) y Mark Hamill, quien vuelve al cine clase A en esta producción y en la inminente Star Wars: El Despertar de la Fuerza, donde retomará al inolvidable Luke Skywalker. Tan fresca y divertida como enérgica, audaz y demoledora, con giros inesperados y una banda sonora utilizada de manera extraordinaria (Dire Straits, Iggy Azalea, KC & The Sunshine Band y una sorpresa al final), Kingsman: El Servicio Secreto recupera la mejor tradición del cine de espías, siempre conservando un universo y personajes propios, sin quedarse en el mero homenaje. Sin duda, la cultura pop cuenta con un nuevo gran agente (no tan) secreto.
Una película que lo que carece en originalidad lo compensa en entretenimiento. Gary "Eggsy" Unwin (Egerton) es reclutado por Kingsman, la misma agencia de espionaje ultra-secreta en la que sirvió su padre hasta el momento de su muerte. Mientras Valentine (Jackson), un magnate de la informática, amenaza al mundo con su nueva creación, Eggsy deberá completar su difícil entrenamiento y detenerlo con la ayuda de Galahad (Firth), su mentor, antes de que sea demasiado tarde. Todos los hombres del Rey El 2015 será el año de los espías en el cine. Kingsman, El Servicio Secreto es el primer estreno de una lista que incluye nuevas secuelas de Misión: Imposible y James Bond, como también la remake de la serie The Man from U.N.C.L.E. a cargo de Guy Ritchie, casualmente ex socio de Matthew Vaughn, responsable del film que aquí nos compete. Si crecieron durante la década del 90, quizás recuerdan una serie de dibujos animados de corta duración llamada James Bond Jr.. Esta contaba las andanzas del sobrino del mítico 007, un joven que buscaba seguir los pasos de su tío y junto a jóvenes versiones de viejos conocidos (había algún familiar de Q por ahí) luchaba contra villanos que se asemejaban mucho a los de las viejas películas, pero con una vuelta de tuercas todavía más caricaturesca. Kingsman bien podría ser una versión de carne y hueso de aquella desaparecida serie de animación, ya que los puntos en común abundan. Pero en realidad está basada en el comic The Secret Service, publicado por Dave Gibbons y Mark Millar. Vaughn demostró desde el comienzo cierta facilidad para moverse de un género a otro. Su carrera como director dio el puntapié inicial con la cinta de gansters Layer Cake, para luego pasar a un film de fantasía y aventuras como fue Stardust. Luego vendrían dos películas de superhéroes muy distintas entre sí: Kick-Ass (también basada en un comic escrito por Millar) y X-Men: First Class. Y es justamente esa rebeldía que le imprimió al cine de superhéroes con Kick-Ass la que traslada ahora al cine de espías. Cosa que termina por volver a Kingsman en un divertido entretenimiento tanto para los fanáticos de la intriga y como de la acción. En Kingsman se quejan del rumbo que tomaron las películas de espías. "Ahora son muy serias", coinciden los personajes del héroe (Colin Firth) y el villano (Samuel L. Jackson). Es por eso que la película vuelve el género a las raíces pero sin olvidar los tiempos en que vivimos. A si mismo es auto-consciente, permitiéndose desdoblar algunas reglas y regalándonos algunos giros en el guión que tomarán por sorpresa al espectador. Pero, en el fondo, Kingsman es una historia que ya vimos varios veces, desde el dibujo animado previamente mencionado hasta Alex Rider: Operación Stormbreaker. En ese sentido no so nos ofrece ninguna novedad, pero cual Stacy Malibú con nuevo sombrero, hay tantas secuencias de acción de extrema y gráfica violencia, filmadas con estilo y buen humor, que son suficientes para hacernos olvidar que Vaughn y compañía están navegando por aguas previamente exploradas. Si bien hay mucho mérito del director en hacer funcionar de buena manera una historia conocida, quizás el mayor de sus aciertos está en el elenco que logró reunir. El joven Taron Egerton es Eggsy, el nuevo recluta de Kingsman. A través de él nos sumergimos en este mundo de espías del nuevo milenio que todavía mantiene algunas viejas costumbres. Harry Hart (a.k.a. Galahad) es su mentor y está interpretado por un Colin Firth como nunca antes vimos. No solo vuelve a demostrar sus buenos dotes para la comedia, ahora resulta que también puede hacer acción y sin perder clase. Samuel L. Jackson es Valentine, el villano de turno, y aunque su personaje nunca tiene el desarrollo que merece, hay unos cuantos detalles que lo vuelven muy divertido. Michael Caine y Mark Strong acompañan en papeles que irán ganando protagonismo con el correr de los minutos y, aunque correctos como siempre, al igual que sucede con Jackson, algo más de desarrollo (sobre todo en el caso de Caine) los hubiera beneficiado tanto como a la historia. Mención aparte para Mark "Luke Skywalker" Hamill, quien tiene una pequeña pero entretenida aparición. Conclusión Si bien en el fondo no es nada que no hayamos visto antes, Vaughn termina por entregarnos una muy divertida cinta de espías con una pizca de rebeldía, y quizás hasta un tanto subversiva. Logradas escenas de acción, buen humor y un elenco de primera linea deberían ser razones suficientes para disfrutar de esta película que lo que carece en originalidad lo compensa en entretenimiento.
Espía y pandillero Cuando hace unas semanas asistimos a la parodia de las películas de espías con Mortdecai, el artista del engaño (Mortdecai, 2014), nada haría suponer que nuevamente visitaríamos el mundo de los agentes secretos en Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman The Secret Services, 2014). El director de Kick-Ass (2010), Matthew Vaughn, adapta su propio comic con frescura y originalidad como hace tiempo no se lograba. La primera referencia que viene a la cabeza cuando se habla de agentes especiales es por supuesto, James Bond (007), con su habilidad para dilucidar casos imposibles y enfrentarse a los más peligrosos villanos, además se evocar su particular cosmogenia relacionada al mundo que lo rodea (mujeres, autos, armas especiales, etc.) y que perdura más allá de quién lo interprete. Pero Kingsman: El Servicio Secreto además de tomar los estereotipos y claves del género para acercarlo a las nuevas generaciones, impone una dosis de humor -y del corrosivo- para potenciar su narración e historia con un ritmo trepidante y un dinamismo que crea su propio tempo dentro de este tipo de films. La película arranca cuando un miembro del ultra secreto servicio de espionaje, que da nombre al film, muere en pleno proceso de entrenamiento y como la tradición de la ancestral institución lo indica, el reemplazo será escogido de una serie de candidatos seleccionados por cada uno de los miembros del equipo. Así es como Harry (Colin Firth) guiará a su “elegido” Eggsy (Taron Egerton), un joven con el que tiene una deuda y para pagarla hará lo imposible por introducirlo en Kingsman. Pero Eggsy no estará solo, y mientras compite en una evaluación constante con otros postulantes, aparece una amenaza real que está “desapareciendo” a líderes y científicos de todo el mundo, nucleada por el súper villano de turno Valentine (Samuel L. Jackson). La película posee dos partes bien diferentes entre sí: una relacionada al proceso de selección, del cual finalmente sólo quedarán dos personas, y una segunda en la que ese proceso debe coincidir con una amenaza que pondrá en vilo al equipo “titular” de Kingsman. Entre Harry y Eggsy además se producirá una suerte de reversión de Pigmalión (o de Educando a Rita, tal como dicen los propios protagonistas) que llevará al extremo la decisión del primero por intentar introducir en Kingsman al joven, hasta poner su propia vida en juego y enfrentarse con Valentine y su misteriosa y letal asistente Gazelle (Sofia Boutella) en diferentes oportunidades. Kingsman: El Servicio Secreto se ríe de sí misma, y esa es su principal virtud, utilizando el estereotipo del espía y agente secreto como construcción de un verosímil particular e irónico sobre sí mismo. Pero la película también habla de otras cuestiones ajenas al espionaje, como la incomunicación en la familia, la misoginia, el exceso de la sociedad de consumo y la poca habilidad de los líderes para poder encontrar un camino hacia el bien común, temas pocas veces tratados en este tipo de film. Matthew Vaughn narra con ralenties, aceleramientos, efectos especiales, largos planos generales, paneos, y todo lo que encuentra en su camino con tal de hacer volar la pantalla (la secuencia inicial es de antología y un ejemplo de cómo los títulos pueden ser objeto de atención), además de otorgar una entidad particular a cada uno de los personajes que va más allá de una simple definición en un script o ficha de vestuario. Los personajes de Kingsman: El Servicio Secreto, al igual que los de Kick-Ass, son seres entrañables de inmediata empatía con el espectador, además de ser capaces de generar diálogos perdurables, que trascienden a la propia película a la que pertenecen. Una vez más, la habilidad del director está no sólo en poder generar una historia que nunca decae, sino que también toma de la cultura popular varios elementos para resignificarlos y así poder construir una nueva sinapsis que termina por explotar en la pantalla en cada escena. Kingsman: El Servicio Secreto es un film con una habilidad para el punchline y la ironía que terminan dotándola de una visión sobre el mundo de los agentes secretos, que supera a sus predecesoras pidiendo una secuela en el corto plazo.
Humor burlón para un nuevo pichón de 007 Una agencia de espías super secreta prueba, entrena y recluta a un joven inexperto en esta historia que conjuga humor burlón, referencias a personajes populares del género y un clima vertiginoso para sus escenas de acción. Basada en un aclamado cómic de Mark Millar y Dave Gibbons, la nueva película dirigida por Matthew Vaughn -el mismo realizador de Kick Ass y X-Men: Primera Generación- muestra la compleja estructura de una agencia de espías super secreta que busca reclutar a un joven inexperto que deberá, finalmente, desbaratar los planes del villano de turno. A priori, cualquiera afirmaría que se trata de la nueva aventura de un pichón de 007, pero la película se guarda sorpresas bajo la manga y una burla constante al género de espionaje que la hace sumamente atractiva. Eggsy Unwin-Taron Egerton, sale airoso de un duro entrenamiento al que se somete junto a otro grupo de jóvenes para formar parte de la agencia y seguir los pasos de su mentor Harry Hart -Colin Firth-, un veterano agente con paraguas antibalas y de la vieja escuela, que debe investigar la desaparición de celebridades y desenmascarar al millonario y filántropo Valentine -Samuel L. Jackson-, un extravagante personaje con problemas en la pronunciación, miedo a la sangre y mal vestido que tiene planes de purificación mundial. Con ritmo vertiginoso y un aire de estudiantina combinado con acción, la película esconde -al igual que la sastrería en la ficción- una sucesión de escenas bien logradas y con oportunos toques de humor que hacen referencia a James Bond, Jason Bourne y hasta el mismísimo Super Agente 86. El tono elegido -y también exagerado en muchos tramos- desemboca en un bienvenido relato en el que no falta ningún tipo de atractivos desde lo visual con sus transiciones y recursos de pantalla dividida. Una de las claves del film descansa en el ajustado elenco: un atildado Colin Firth siempre resulta convincente, incluso en las escenas de acción; el distinguido Michael Caine aporta lo suyo y Taron Egerton es la correcta elección para el chico de barrio -con problemas de violencia familiar- devenido en espía. Como en toda película del género tampoco falta la colección de armas secretas -zapatos con navajas y lapiceras con veneno- para combatir al enemigo, quien aparece acompañado en esta ocasión por una diabólica mujer con las piernas muy afiladas. Entre la pirotecnia visual del desenlace y un prólogo que transcurre en medio de montañas nevadas de Argentina, la lucha del Bien contra el Mal queda nuevamente expuesta en este recomendable producto pensado para aquellos que disfrutan los desafíos de los agentes secretos que pueblan la pantalla.
Una película al servicio del cine de espías. La nueva producción de Matthew Vaughn (Kick-Ass, X-Men: primera generación) posee todos los elementos de acción e intrigas, sumando toques de comedia pero sin ridiculizar a la saga de James Bond. Y con buenos actores. Una de espías, o de superespías, que remite a Bond, a James Bond, pero sin la parafernalia de efectos visuales y sonoros y la destreza física y mental del 007 interpretado por Daniel Craig en tramas cada vez menos interesantes. Una de espías que mira a Bond sin ridiculizarlo, sin tomárselo en broma, sin caer en el gesto paródico. Kingsman: el servicio secreto emprende un camino parecido al de Flint, agente secreto (1966) con el gran James Coburn, que miraba a aquel Sean Connery como 007, pretendiendo ser como él, no mofándose de sus hábitos y costumbres. Por eso, la película de Matthew Vaughn (Kick Ass y X-Men: primera generación) describe un universo archiconocido desde el argumento y la puesta en escena, aquel de espías y superespías, pero sumándole toques personales, simpatía, algunas situaciones que irradian originalidad y una sensación de lúdico placer que transmiten los personajes centrales y secundarios. Por lo tanto, entre otros, allí están el experto espía Harry Hart que encarna Colin Firth (estupendo); el aprendiz Eggsy con destino lumpen (Taron Egerton); Valentine, el villano que sesea (Samuel L. Jackson) y el adoctrinador al estilo "Q", interpretado por Mark Stong. Y un secundario notable, con unas piernitas muy especiales, personificado por la bailarina Sofía Boutella. Pero Kingsman no sólo es una colección de nombres actorales sino una puesta al día de reminiscencias pop de los años '60, que se conjugan con lo flemático y la ironía que bien les pertenece a los británicos. Como si se hubieran fusionado escenas de films con los Beatles junto a instantes del free-cinema inglés de aquellos años más la pirotecnia artesanal de los primeros títulos de James Bond con Connery como 007. De este mejunje muy british emerge una visión cálida y disfrutable del asunto, sin profundizar demasiado en el verosímil pero tampoco en la caricatura y en el gesto demodé y cómodo de cierto cine británico muy creído en sí mismo. De allí que las acrobacias de Hart y su instinto asesino y elegancia inglesa, el aprendizaje y las pruebas que debe afrontar su elegido, las indicaciones y órdenes del personaje de Strong sobre el tema y las maquiavélicas decisiones del malo desatado que encarna Jackson, pueden verse desde el cristal de la simpatía, sin regodeos cinéfilos ni citas inútiles, proponiendo una especie de déjà vu sin culpas donde una película como Kingsman navega cómoda y feliz. Además, la banda sonora, con Dire Straits, KC and the Sunshine Band y Roxy Music suma puntos.
Humor negro y delirio satírico. No es la primera vez (y probablemente no será la última) que se hace una parodia de las películas de agentes secretos, sobre todo de las de James Bond. Lo bueno de esta comedia de acción a cargo de Matthew Vaughn es que no se trata de un simple derivado, de un mero reciclaje de los elementos más obvios del universo de 007, sino que alcanza vuelo propio con una relectura desprejuiciada y pop de los tópicos del cine de acción con ese siempre distinguido sello británico. Algo así como la saga de Austin Powers, pero con mejores resultados. Fanático de las clásicas películas de Bond, pero también de series de su país como Los Vengadores o de apuestas estadounidenses como El agente de Cipol, Vaughn decidió tomar como punto de partida para Kingsman un cómic de Mark Millar, de quien ya había adaptado la no menos absurda y desquiciada Kick-Ass. Ambas películas (e historietas) parten de la idea de un muchacho sin demasiadas luces y no pocos problemas de conducta que se convierten en impensados héroes. En este caso, el protagonista es Gary "Eggsy" Unwin (Taron Egerton), un joven que es rescatado del submundo más sórdido de Londres por el agente secreto Harry Hart (un impecable, en todo sentido, Colin Firth), quien decide devolver un viejo favor a un colega ya fallecido y lo suma a un exigente plan de entrenamiento para jóvenes aspirantes a sumarse a sus huestes. Entre desafíos extremos (hay muy buenas coreografías de lucha) y los inevitables gadgets de este tipo de películas aparece un malvado tan exagerado como divertido interpretado en plan Goldfinger por Samuel L. Jackson. Su presencia -siempre acompañado por una letal asesina con afiladas piernas prostéticas que remeda a la Uma Thurman de Kill Bill- lleva a Kingsman al terreno puro del cómic con una segunda mitad totalmente jugada al gore (cuerpos despedazados, cabezas que explotan) y al delirio disparatado y satírico. No es, por lo tanto, una propuesta para todo tipo de sensibilidades, pero quienes gusten del humor más negro y de los excesos como provocación seguramente la pasarán muy bien.
Bienvenida la parodia. Una película de espionaje, que está entre los primeros filmes de Bond y la parodia de Austin Powers. Colin Firth, en traje a medida. Justo entre los primeros filmes de James Bond y la versión paródica de Austin Powers. Allí se ubica Kingsman: El servicio secreto, del director de Kick-Ass y X-Men: Primera generación. El mundo del recontraespionaje, contado con humor, sorna, acción, exageración... Las cosas, aquí, a veces se desmadran, como si se tratara de una película de los hermanos Wachowski. Hay personajes que tienen una vida dedicada al espionaje. Y hay uno que debe insertarse en ese mundo -por lo que Kingsman es una película de iniciación-. No hay misterios. Aunque los autores del cómic original pudieron ponerle al protagonista las iniciales JB -por James Bond, Jason Bourne o Jack Bauer-. Pero no, las obviedades no están al orden del día. Harry Hart (Colin Firth), alias Galahad -cada agente tiene como seudónimo o nombre de guerra el de alguno de los caballeros de la mesa redonda; el jefe es, claro, Arthur (Michael Caine)- se siente como en falta con Lancelot. Hace unos años, Lancelot le salvó la vida, tirándose arriba de un malvado con granada en la boca, y Galahad quiere hacerle una devolución de favores, reclutando a su hijo, que era un niño cuando su padre falleció en plena misión. Así que cuando se hace un agujero en la sastrería londinense -la pantalla de este servicio ultrasecreto- Galahad sugiere a Eggsy (Taron Egerton), el hijo semihuérfano, un chico casi de la calle que soporta como puede los maltratos de su padrastro (que le pega también a su madre). Eggsy tiene que pasar una selección con otros candidatos, por lo que Matthew Vaughn- que no en vano ya dijo que se anota para dirigir un nuevo Indiana Jones- tiene tiempo para presentar personajes y demostrar qué tan grande Eggy tiene el corazón, y el ego, para sumarse o no a Kingsman. Por supuesto que hay un malvado, malísimo. Richmond Valentine es el nombre del maligno y depravado de turno, que personifica un seseoso Samuel L. Jackson. Lo secunda -siempre el jefe de los malos tiene quien se haga cargo de ensuciarse las manos u otras extremidades, como se verá- Gazelle (la bailarina Sofia Boutella), que en vez de piernas tiene cuchillas filosas. Así que el malo es estadounidense, el bueno, británico, educado, reservado, pero letal. El malo quiere transformar violentamente a millones de personas al activar unas tarjetas para el celular que entregó gratis… Populismo puro. ¿Más? En el comienzo está un casi irreconocible Mark Hamill, Luke Skywalker en Star Wars, prisionero de los malos en... la Argentina. Ridícula a veces, entretenida siempre, las vueltas de roscas le quitan el sabor de la aventura para convertirla en comedia. Y observen cómo Galahad pide su cóctel favorito.
El viejo y querido juego de espías La idea del director es oponer y entrelazar la pulcritud de James Bond con el oscuro y falso realismo de Jason Bourne. Claro que finalmente inclina la balanza para el lado 007 de la vida. En primer lugar puede decirse que la película propone un juego cinéfilo interesante: el de oponer y entrelazar a James Bond con Jason Bourne, los dos personajes más influyentes de la historia de las sagas de espionaje, que implican dos formas contrapuestas de abordarlas. Es sabido que el pulcro 007 creado por el novelista inglés Ian Fleming fue la referencia ineludible del género durante casi cuatro décadas, desde su desembarco cinematográfico en el film El satánico Dr. No (1962), con Sean Connery en la piel del agente al servicio de Su Majestad y Ursula Andress inaugurando un largo linaje de chicas Bond. Sus películas nunca apelaron al realismo, sino que más bien se dedicaron a jugar con dos fantasías: la del espionaje como actividad high class y la de la tecnología creativa al servicio de un arsenal tan letal como absurdo. James Bond encarnaba la pretensión de la supremacía occidental durante la Guerra Fría, frente a una amenaza que era un enigma del que se conocía muy poco y por eso se la caricaturizaba.Pero el siglo XXI vino a terminar con la inocencia y los peligros inocuos que en el fondo representaban los villanos ilusorios de Bond. La llegada de Jason Bourne vino a cubrir con su realismo sombrío el mundo del espionaje. No es que la saga que se inaugura con el estreno de Identidad desconocida (2000) sea menos fantasiosa que la serie Bond: su protagonista es el non plus ultra de la invulnerabilidad física y la eficiencia mental. El realismo de la saga no está dado por su héroe, sino que pasa por un críptico escenario geopolítico que de alguna manera vino a predecir el estado del mundo post 11/9/2001. Kingsman se debate entre estas dos tendencias, que reparte entre sus protagonistas: por un lado, Harry Hart, un agente muy a la british old school, elegante, seductor, amante del Martini y afecto a los gadgets; por el otro, Eggsy Unwin, un adolescente aprisionado entre una vida familiar decadente y las pequeñas delicias de la delincuencia juvenil londinense, que se convierte en aspirante a espía y protegido de Hart. Cuando la película se centra en el primero y su investigación sobre Valentine, un millonario que planea el dominio mundial ofreciendo Internet y telefonía gratis para todos, la película juega a Bond; pero cuando gira hacia el entrenamiento de Eggsy, sin perder el tono general, el espíritu Bourne gana algunos puntos.Pero lejos de mantenerse en la indecisión, Kingsman sabe bien lo que quiere y su director elige recuperar el terreno perdido, inclinando la balanza para el lado 007 de la vida. Valentine, el villano ceceoso que con gracia encarna Samuel L. Jackson, no tiene nada que envidiarles a aquellos a los que suele enfrentar Bond: un representante genuino de esos dementes carismáticos y megalómanos que siempre van acompañados por un adlátere letal y algo absurdo. Sin embargo, esa decisión de volver a foja cero la evolución de los héroes del espionaje sea, tal vez, la gran dificultad que enfrente el espectador de Kingsman, que deberá olvidar el oscuro (y falso) realismo Bourne, para permitirse aceptar la propuesta paródica, juguetona y finamente volcada al disparate de la película. Un equipo de dandys ingleses, como Colin Firth, Michael Caine y Mark Strong, todos ellos de probada experiencia en films de espías, sostiene la credibilidad del trabajo de Vaughn. Aunque tal vez pierde más tiempo del necesario en la construcción de sus personajes y en dejar claras las reglas de su propio universo, Kingsman se propone antes como juego de espías que como thriller de espionaje, y su sólida ligereza representa una bienvenida bocanada de aire fresco ante tanta paranoia terrorista convertida en cine. 7-KINGSMAN, EL SERVICIO SECRETO Kingsman: Secret Service, Reino Unido, 2014.Dirección: Matthew Vaughn.Guión: Jane Goldman y Matthew Vaughn basados en la novela gráfica The Secret Service, de Mark Millar y Dave Gibbons.Duración: 129 minutos.Intérpretes: Colin Firth, Taron Egerton, Mark Strong, Samuel L. Jackson, Michael Caine y Mark Hamill.
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El mundo se salva una vez más kingsman, El Servicio Secreto: El mundo se salva una vez másMatthew Vaughn, el director de X-Men: primera generación, conquista con esta película que transpone el cómic co-creado con Mark Millar: una vuelta de tuerca al subgénero de espionaje. Galahad (Colin Firth), engañado y bajo manipulación, se cargó a todos los fieles de una iglesia de Kentucky (de las del tipo ''Dios odia a los homosexuales'') en mitad de la misa. Es el único sobreviviente de la masacre y está herido. Valentine (Samuel L. Jackson) le dice: “Esta es la parte en la que te confieso mi plan diabólico y pienso en una forma retorcida de matarte”. “Pero no”, agrega: “No estamos en una de esas películas”. Galahad o Harry Hart, su nombre real, es un espia de la agencia internacional de inteligencia Kingsman, con sede en una sastería homónima. Es un gentleman bien al estilo 007, de los que no salen a la calle sin los gemelos puestos y siempre tienen a mano un muy simpático aunque letal gadget. Valentine, el villano, es un magnate de la tecnología y las comunicaciones, un genio de la talla de Steve Jobs, aunque con un plan perverso para dominar al mundo. En realidad, Kingsman sí es ese tipo de película. Afirmar lo contrario en boca de un personaje es una forma de desmarcarse, de mostrar su autoconciencia. Porque la película dirigida por Vaughn, que se suscribe al prototipo del subgénero en cuestión, el cine de espionaje, cumple al pie de la letra con el contrato expectatorial (el placer de ser espectador de género reside más en la reafirmación de ciertos procedimientos que en la novedad, como ya lo dijo Rick Altman, que algo sobre esto sabe). Kingsman: El servicio secreto deja bien en claro en qué tradición se inscribe – el intertexto James Bond aparece casi que obligatoriamente, pero también la referencia a Los intocables, aquella serie televisiva de los años sesenta y setenta, que tuvo su debut en el cine de la mano de Brian de Palma, en 1987. En otras palabras, el esquema es preciso y se conserva más o menos estable. Ya sabemos lo que va a ocurrir, lo único que resta saber es cómo en esta oportunidad y Kingsman seduce especialmente porque llega con un grado de orginalidad que revitaliza la fórmula. Para muestra, un botón: El villano (un increíble Jackson que cecea cuando habla y viste como Jay-Z), delicioso personaje escrito por el mismo Vaugh y su compañera de fórmula, Jane Goldman, es un activista ecológico que convence a los líderes mundiales (al “progresista” Barack Obama, por ejemplo) de que el exterminio de las mayorías es la solución más adecuada (y la que mejor cuadra con sus intereses económicos/corporativos) para resolver la problemática del calentamiento global. La maquinaria ideológica del género alimentada por Bond (el famoso agente del poder que defiende a los ''buenos'', es decir a Inglaterra, contra el mundo anticapitalista) se invierte al menos por un rato para mostrar que estos relatos genéricos también pueden ser un poco menos conservadores.
"Primera clase" Tras la exitosa “Kick-Ass”, Matthew Vaughn y Mark Millar vuelven a unir fuerzas con el objetivo de regalarle a la pantalla grande una de las películas de espías más originales, divertidas y violentas de los últimos tiempos. En “Kingsman: El servicio secreto” los fanáticos de ésta clase de films no van a encontrar un cambio radical dentro del género, sino que se van a topar con una rebuscada y eficaz vuelta de tuerca que sin miedo al ridículo ni a los lugares comunes ofrece más de dos horas de grandes aventuras. Por su parte, aquellos que se acerquen al cine con la intención de satisfacer su sed de violencia, groserías baratas y anarquía encontrarán un ejemplo perfecto de cómo el buen cine de acción puede ser elegante, sofisticado y sobre todo tener modales a la hora de entretener. “Kingsman”, al igual que “Kick-Ass”, también es un film basado en un cómic escrito por el mismísimo Millar, pero a diferencia de aquella historia que funciona como una verdadera parodia y burla al mundo de los superhéroes, este relato protagonizados por espías y poderosas organizaciones secretas tiene como objetivo agrandar y enaltecer la figura de estos personajes a través de la exageración y el absurdo. Lejos de ser ridícula como “Austin Powers” y también del realismo que tuvieron las últimas producciones de Jason Bourne y Jack Ryan, “Kingsman: El servicio secreto” parece ser un punto intermedio entre los disparatados argumentos que ofrecían las películas de “Mini Espías” y la espectacularidad con tintes fantásticos que nos regalaban las no tan lejanas producciones de James Bond protagonizadas por Pierce Brosnan, Roger Moore o Sean Connery. De hecho, el villano que interpreta Samuel L. Jackson mezcla varios elementos de algunos de los enemigos más emblemáticos que tuvo que enfrentar el espía creado por Ian Fleming, como ser el Dr. Kananga (“Vive y deja morir”), Francisco Sacramanga (“El hombre de la pistola de oro”), Elliot Carver (“El mañana nunca muere”) y el mítico “Número 1” (“Al servicio secreto de su majestad”). Uno de los principales aciertos que presenta el nuevo trabajo de Vaughn es el amplio abanico de personajes en los que se apoya para narrar la película, ya que no todo el peso de la misma recae sobre los hombros del joven Taron Egerton ni el experimentado Colin Firth, sino que los secundarios interpretados por Mark Strong, Michael Caine, Sofia Boutella y el ya mencionado Jackson tienen sus momentos para vanagloriarse. Quizás los únicos que realmente están desaprovechados en este sentido son el viejo y querido Mark Hamill (atentos a como Vaughn corrige el grosero error de locación en “X-Men: Primera generación” durante la presentación de este sujeto) y la joven Hanna Alström, cuyo personaje a diferencia del primero sí tiene peso dentro de la historia llegando incluso a ser clave en momentos determinantes de la trama. Grandes y logradas escenas de acción (la secuencia de los paracaídas es simplemente genial), personajes divertidos, diálogos picantes y políticamente incorrectos, algunos giros imprevistos y originales son algunos de los elementos de los que se vale “Kingsman: El servicio secreto” para llegar a una imperdible media hora final que la catapulta como una de las propuestas más divertidas de este 2015. Sí los modales hacen al hombre, “Kingsman” es la primera clase a la que tendrán que asistir aquellos que verdaderamente se consideran fanáticos del buen cine pochoclero.
Con la ironía y el humor negro que les sienta a los espías. Esta comedia de espías surge de un comic de los autores de "Watchmen" y "Kick-Ass", Mark Millar y Dave Gibbons, lo que da la pauta de que la idea es imprimirle ese tono irónico antes aplicado a los superhéroes al servicio secreto estilo James Bond. Por otro lado, hay un director que conoce perfectamente este tipo de mezcla entre acción surgida de un comic y elementos dramáticos que otorguen verdadero interés a un film: Matthew Vaughn, que además de hacer producciones fantásticas como "Stardust", se lució al filmar la precuela de los X-Men, "Primera generación". Aquí vuelve a lucirse con un tipo de ironía y humor negro que sienta especialmente bien al cine de espías. Otro que se luce es Colin Firth en el rol del superespía elegante y eficaz a toda prueba que decide enrolar a su sobrino adolescente (Taron Egerton) en el servicio secreto. El chico es un vago, con problemas de drogas, todo un pequeño delincuente que ofrece un panorama prometedor para el trabajo de campo de inteligencia, en caso de sacarlo bueno, lo que implica un entrenamiento intensivo que incluye algunas escenas realmente imaginativas filmadas con todo el talento del director. Luego, por supuesto tiene que haber un incremento en la tensión, lo que sucede cuando un villano (Samuel L. Jackson) plantea una temible amenaza global que debe acelerar el accionar del novato, que de delincuente juvenil callejero de golpe debe estar listo para salvar el mundo. Vaughn hace un gran trabajo mezclando humor y acción, gadgets y decorados propios del cine de espías con excelentes actores totalmente a sus anchas, empezando por el veterano y siempre bienvenido Michael Caine, y otros actores de reparto como Mark Strong y Mark Hamill. Tal vez las únicas quejas son la falta de más presencia femenina al estilo de las chicas Bond, y que con sus más de dos horas, el film se estira un poco. Por lo demás, la música es excelente y la fotografía de George Richmond le pone la imagen perfecta a cada escena.
Desde Londres con amor Ni James Bond, ni Jack Bauer, ni Jason Bourne. Ellos son los Kingsman: miembros de una agencia de espionaje ultra secreta en Londres que se vale de una sastrería como pantalla de su verdadera misión: proteger al mundo de cualquier amenaza inminente. Pero antes de ser agentes, son caballeros regidos bajo el lema de “los modales hacen al hombre”. Por eso sus nombres en clave son, naturalmente, los de los Caballeros de la Mesa Redonda. El británico que logró adaptar la brutalidad del comic en el que se basan los superhéroes más realistas del cine con Kick-Ass, y supo revivir la saga de los mutantes con X Men: Primera Generación, vuelve a basarse en un cómic de Mark Millar, esta vez sobre el mundo del espionaje. Por lo tanto, Kingsman: El servicio secreto es, antes que nada, la declaración de amor de Matthew Vaughn a las películas de James Bond de los años sesenta y setenta, y a la variedad de gadgets alocados que portaba el super agente clásico: desde propulsores submarinos, mochilas-cohete y transmisores hasta una pistola de oro conformada por una pluma, un mechero y una caja de cigarrillos. Los Kingsman poseen lapiceras venenosas que recuerdan a las utilizadas por Sean Connery para respirar debajo del agua en Operación Trueno y que luego reaparecerían en Otro día para morir. También utilizan lentes, pero no como los polarizados que le permitían a Roger Moore observar a sus enemigos a la distancia en Una vista para matar. Los de estos caballeros ingleses sirven para divisar los datos secretos de sus misiones, desplegados dentro de cuadros antiguos y también para realizar conferencias virtuales con agentes alrededor del mundo. Otro de los beneficios de ser un Kingsman es el acceso a un anillo que llevan en su dedo meñique, pero que en vez de sacar fotos como el de Roger Moore en Una vista para matar, sirve como picana para inmovilizar al enemigo. A este festín de chiches se le suma un encendedor-granada que viene a ser una actualización más sofisticada de la pasta de dientes explosiva que se detonaba a través de una caja de cigarrillos en Licencia para matar. Como un cruce idílico entre James Bond y Mi bella dama del gran George Cuckor, Kingsman: El servicio secreto recrea la fórmula de las antiguas películas del espía creado por Ian Fleming con el amor y el compromiso correspondientes, pero también con la capacidad para no llevar a cabo esa tarea demasiado en serio. Por eso puede reírse de inverosimilitud de las tramas de James Bond cuando Valentine -el villano interpretado por Samuel L. Jackson- le dice a Galahad, el refinado agente que hace Colin Firth: “Ahora viene la parte en la que encuentro una manera retorcida de torturarte y vos una más retorcida de escaparte”. Pero esta no es ese tipo de películas. Si bien el hombre de la inteligencia británica y el villano son fanáticos del cine de espionaje y disfrutan de ese juego de roles en el que saben cuál será el próximo paso del otro, también desean eludir lo predecible; Kingsman: El servicio secreto es de esas películas que sorprenden cuando uno menos se lo espera, esas que saben moverse dentro del molde pero que también entienden cuándo salirse de él. “Las películas de espías de hoy en día son demasiado serias”, le dice el propio Valentine a Galahad, y tiene razón. Matthew Vaughn también lo sabe. Por eso no pretende una caída libre hacia la solemnidad y se aleja del retrato de un héroe oscuro y atormentado, para entregarse con plena libertad a su parte más lúdica en la que cualquier objeto puede convertirse en un arma letal. Por ejemplo, una tarjeta SIM que al ser activada envía una onda neurológica a todos los usuarios, provocando la desinhibición de la violencia para crear una masacre mortal que ponga fin a la sobrepoblación en el planeta. Ese es el malvado plan del ridículo y excesivo Valentine para dominar al mundo. Un villano que sesea y se marea si ve sangre, siempre acompañado por su fiel asistente con filosas cuchillas como piernas, que funciona como una suerte de versión femenina del Tiburón interpretado por Richard Kiel en la saga del agente secreto más famoso del mundo. Las habilidades de Matthew Vaughn como director van más allá de las secuencias de acción: se extienden a las más reposadas que funcionan como un breve descanso para luego aplicarnos un shot de adrenalina cuando llega el esperado clímax: una maravillosa secuencia surrealista que incluye cráneos explotando en forma de fuegos artificiales multicolores. Algo así merece definitivamente una secuela. Larga vida a Kingsman.
"Kingsman: de Inglaterra con amo" Llega hoy a nuestras salas “Kingsman: Servicio Secreto”, un film lleno de acción, espionaje y humor que se perfila como una de las grandes sorpresas del año (sí, aún teniendo tan poco calendario en nuestro haber). Basada en el comic “The Secret Service” y dirigida por Matthew Vaughn (“Kick Ass” y “X-Men Primera Generación”), “Kingsman” cuenta la historia de Gary ‘Eggsy’ Unwin un joven inglés de clase baja quien, delimitado por su realidad social y entorno, alterna sus días horas entre el pub y la delincuencia. Eggsy sin embargo decide poner fin a este estilo de vida cuando Gary “Galahad” Hart (Colin Firth) lo recluta para formar parte de un selecto equipo de jóvenes, quienes se entrenarán en pos de ocupar un lugar en el codiciado servicio de espías conocido como “Kingsman”. A su vez, sus agentes secretos más experimentados (cuyos alias están tomados de los legendarios caballeros de la leyenda Arturiana), tendrán que solucionar un par de conflictos internos para poder poner fin a una amenaza promete crear un escalofriante nuevo orden mundial. Con infaltables (y más que esperables) homenajes a varias películas del género, por sobre todo al histórico James Bond, el film ofrece una trama bastante simple, con un toque de imprevisibilidad pero siempre manteniéndose dentro de la fórmula del género. Abundan los guiños a películas de culto a lo Tarantino y Guy Ritchie (esto último no sorprende ya que Matthew Vaughn fue productor de sus primeros dos films), peleas perfectamente coreografiadas, música que acompaña a la perfección y un toque de humor inglés como solo ellos le pueden (y saben) dar. Sin embargo, la frutillita del postre es el elenco que le pone -literalmente- el pecho a las balas: un más que encantador Colin Firth, un correctísimo Mark Strong y qué decir de Samuel Jackson y Michael Caine que no se haya dicho antes. A esta lista de experimentados del 7° arte se le suma un elenco joven igual de prometedor que comprende – entre otros – a Taron Egerton, Sophie Cookson y Sofia Boutella. Aunque por momentos puedan presentarse algunas fallas en el guión o más bien omisiones propias que corresponden a una adaptación, la película ofrece dos horas de entretenimiento puro y adrenalina por doquier. Ya sea por nostálgico amante del género , por comiquero o por cinéfilo va a ser muy difícil que “Kingsman” no deje una buena impresión en quien sea que vaya a verla.
La mejor manera de describir el delirio que es Kingsman: The Secret Service es con la ecuación Kick-Ass + James Bond con un toque de Guy Ritchie bien coreografiado. Hace rato que no se veía una película de acción con altos niveles de testosterona, parodia y tan divertida como la presente, donde nuevamente la historia se nutre de un cómic para narrar el inicio de lo que podría ser una lucrativa franquicia enfocada en el espionaje. Como si se tratase de una historia de orígenes del agente 007 pero ligerísima, Kingsman encuentra a nuestro protagonista Eggsy, un matón de la calle -la próxima estrella en ascenso Taron Egerton- en la mira del agente secreto Harry Hart -Colin Firth en modo Liam Neeson en Taken-, que siente le debe un favor a Eggsy y su familia por la vida descarrilada que llevan. Una cosa lleva a la otra y pronto nos encontramos con un destacado grupo de jóvenes, dispuestos a ser parte de la agencia secreta si sobreviven a su entrenamiento. En el camino, los jóvenes y la agencia en sí misma se encontrará en el camino de un villano muy peculiar con la cara de Samuel L. Jackson, un plan para acabar con el mundo, guardaespaldas con piernas ortopédicas con cuchillas de por medio y violencia pura y dura, pero muy divertida. Al director Matthew Vaughn debería otorgársele una medalla honoraria por la enorme y fantástica filmografía que se armó en un par de años. Por las venas del británico corre tinta y tiene un ojo muy particular para hacer saltar a personajes de papel hacia la pantalla grande. Ya lo hizo con Stardust y Kick-Ass y se agenció la fantástica precuela X-Men: First Class. Las escenas de acción, contundentes y frenéticas desde su coreografía, se mezclan perfecto entre el seco humor británico y la divertida lluvia de sangre en pantalla, sumado al intermitente hablar del villano de Jackson y el apoyo logístico de grandes figuras como Michael Caine y Mark Strong en el ruedo. Y si pensaban que el final de la malograda The Interview era controversial y escandaloso, esperen a llegar a los minutos finales del film de Vaughn. Detrás de la explosiva acción hay un aire lúdico de videojuego y una trama subversiva que nunca cumple lo que promete, pero con apagar el cerebro y no buscarle muchas vueltas el resultado es mucho más promisorio. Salir de la experiencia de Kingsman en una sala grande se traduce en un estado de éxtasis absoluto. Es un film extravagante que sabe cuáles son sus fuerzas y sus debilidades, y que no tiene miedo de coquetear con el ridículo constantemente. Una delicia.
Numerosos destellos de originalidad la diferencian de otras parodias de James Bond Mezclado entre el grueso de las películas más nominadas al Oscar aparece de pronto en la cartelera un estreno británico de notable factura técnica, artística y comercial. “Kingsman: el servicio secreto” es el quinto largometraje del inglés Matthew Vaughn (“Stardust”, “Kick-Ass”, “X-Men: primera generación”) con un reparto en su mayoría de igual origen y un nivel parejo de actuaciones, con actores por un lado consagrados como Colin Firth, Michael Caine y Samuel L. Jackson y otros casi debutantes. Se trata a no dudarlo de una parodia de las películas de James Bond con la enorme ventaja de exhibir numerosos destellos de originalidad, algo difícil de lograr a esta altura de la historia del cine. La acción es casi continua como se ve desde la escena inicial en que desde un helicóptero dos agentes secretos ultiman a unos rebeldes al compás de la canción “Money for Nothing” de Dire Straits. Corre el año 1997 y en la siguiente toma veremos cómo, para desgracia de Harry Hart alias Galahad (Firth), muere un colega en acción. Cuando poco después le comunique a la esposa del fallecido la mala nueva entrará en contacto con Eggsy, el pequeño hijo de la viuda. Les ofrecerá un medallón en cuyo reverso figura su teléfono; la culpa lo carcome por lo que les ofrece que en casi de poder de alguna manera ayudarlos no dejen de contactarlo. 17 años después el relato se traslada a un paisaje nevado de… Argentina curiosamente. Y recién habrán pasado quince minutos de una película que dura algo más de dos horas, que no se sienten. El siguiente será el momento en que el ahora joven Eggsy (el novel Taron Egerton), portador del medallón, a punto de ser condenado a prisión llame al número de teléfono del mismo y sea salvado por quien se lo había entregado. De allí en más, junto a otros ocho jóvenes será reclutado para aspirar a ser quien, entre los nueve aspirantes, sea incorporado a Kingsman, la agencia internacional de inteligencia independiente como se lo explica Galahad, su mentor. El instructor de nombre Merlin , buena caracterización de Mark Strong (“El código Enigma”) los someterá a una serie de ingeniosas pruebas donde se irán eliminando varios de los candidatos hasta quedar sólo tres, obviamente Eggsy, Roxy (Sophie Cookston en su primer largometraje) y otro joven. La historia se bifurcará con la aparición del inevitable “malo”, Valentine (Samuel L. Jackson) cuya ambición es dominar al mundo y Gazelle (Sofia Boutella) su asistente, con extrañas extremidades inferiores que parecen y se comportan como cortantes cuchillos. Colin Firth, ganador del Oscar por “El discurso del rey”, vuelve a lucirse como lo hiciera hace poco en “Magia a la luz de la luna”. Pero su carrera arranca hace ya 30 años con su impactante debut en un rol protagónico, junto a Rupert Everett, en “Historia de una traición” (“Another Country”). Aquí personifica a la figura principal pero no excluyente de este relato que en su segunda mitad se apoya fuertemente en los personajes de Eggsy y Valentine. Se confirma una vez más que los actores ingleses, aquí mayoría salvo Samuel L. Jackson, son la garantía de calidad interpretativa que explican en gran medida los méritos de “Kingsman”.
Licencia para jugar. Paródica y festiva, Kingsman, servicio secreto, la película basada en el comic The Secret Service se destaca por las escenas de acción y la actuación de Colin Firth. En el travelling hacia atrás sobre un estéreo, un poco antes de que un helicóptero irrumpa en el cuadro transformándose en el centro de la escena, registro sostenido por un (falso) plano secuencia en el que se ven todo los procedimientos de un rescate que tiene lugar en el Medio Oriente durante 1997, Kingsman: el servicio secreto expone cierta ambición formal que podrá corroborarse a lo largo de toda la película. Ambición aquí no significa seriedad, pues la liviandad de tono es una regla, incluso cuando vuelen cabezas y un cuchillo pueda finalizar su trayectoria en el ojo de un hombre. En esa misión en Medio Oriente perderá la vida uno de los agentes de este servicio secreto británico conocido como Klingsman, organización secreta nacida en el siglo XIX, como le explica en algún momento el experimentado agente Harry a Eggsy, un joven aspirante que intentará ingresar a la organización de espías. El pasado los reúne, ya que el padre de Eggsy, alguna vez agente, perdió la vida en defensa de Harry, como también queda en claro en la segunda escena del filme, un poco antes de que toda la historia salte a nuestro tiempo, cuya primera secuencia transcurre en Argentina. Ahí aparecerán los malos: Samuel L. Jackson, interpretando a un demente típico de estas películas, acompañado por una joven guerrera capaz de partir al medio un cuerpo con sus zapatos-prótesis. El problema de fondo -según el antihéroe en cuestión- es que la humanidad es demasiado numerosa, de lo cual surge un plan de exterminio en el que los hombres se matarán entre sí inducidos por un sistema de manipulación de la conducta. Así, la estructura narrativa en Kigsman: el servicio secreto se desdobla entre el entrenamiento de Eggsy y las pruebas que tiene que pasar para ganarse un lugar entre los agentes y la contienda final entre la agencia de inteligencia y el malvado de turno. Paródica y festiva, esta transposición del cómic The Secret Service a cargo de Matthew Vaughn (Kick-Ass) tiene un par de secuencias notables: la percepción especial y el seguimiento del movimiento de los cuerpos en el pasaje en el que Colin Firth lucha con un paraguas contra varios matones es ejemplar, y en cierto sentido también excepcional, dada la constante torpeza con la que suelen filmarse en la actualidad las peleas cuerpo a cuerpo. Si bien la verosimilitud no está entre los objetivos del filme, como tampoco insinuar un contexto político, las citas constantes a James Bond e incluso Jason Bourne no son meros reconocimientos al paso. La aproximación lúdica no exime cierta lucidez: el héroe del filme no es justamente un prototipo de la aristocracia inglesa y el rol de las mujeres es bastante más ambiguo de lo que parece, aunque aquí se recupera el típico giro machista del 007 por el cual el agente siempre terminaba su misión encamándose con una mujer hermosa. El puritanismo sacrificial del último Bond quedará entonces para el oficialismo del espionaje, al igual que cierta tendencia a un existencialismo grave.
"Kingsman" no es ni James Bond, ni Jason Bourne, ni Jack Bauer, es un "Servicio Secreto" que llegó para quedarse... o eso es lo que quiero que suceda. PE LI CU LON... No puedo creer lo que ví (es IMPRESIONANTE). Acción, humor, violencia, efectos especiales y un elenco de lujo para una historia excelentemente dirigida por Mattew Vaughn. Si te gustan las pelis de espías que no se detienen, que te generan adrenalina y que encima tienen secuencias espectacularmente rodadas, esta es tu opción. Colin Firth, que desparrama estilo cool, es el capo absoluto total mundial (jajaja), ya me vas a entender cuando lo veas. Samuel L. Jackson, ceceoso, "zi zi, zezeozo", te va a volar la cabeza de risa. Michael Cane, impecable, y el resto del elenco joven, hacen que lo que vas a ver en pantalla sea un festín para aplaudir de pie. La música, otro personaje importante (vas a salir queriendo tener la banda sonora). No te digo más nada, haceme caso, sacá la entrada que esto sí es diversión asegurada.
Espiar con estilo Kingsman es una organización británica de espías súper secreta, cuyos miembros visten formalente y con elegancia. Hay mucho de James Bond en el filme, pero también del flemático John Steed de "Los Vengadores", especialmente cuando los agentes usan sus paraguas como armas y evitan perder la compostura, aún durante feroces peleas. La organización debe reemplazar a un agente caído, y para ello cada miembro debe postular a un novato, a quien además apadrinará. Harry Hart (Colin Firth) opta por darle una oportunidad al hijo de un viejo camarada que dió su vida por él. El joven no tiene nada de refinado y es bastante pendenciero, pero tiene cierto potencial; por ello es entrenado para cubrir el rol del agente Lancelot, tal el nombre de guerra que le corresponderá. Mientras tanto, un villano más digno de Austin Powers que de Bond -a cargo de Samuel L. Jackson-, planea crear caos en el mundo mediante un cotidiano implemento que toda la población usa. El experimentado Hart asume la misión de atrapar al villlano y desarticular su plan, una misión que lo llevará al límite, y para la cual necesitará la ayuda del novato. El director Matthew Vaughn, de quien disfrutamos "Kick Ass" y "X-men: First Class", nos propone un filme cargado de humor, acción y violencia, esa que sabe mostrar al extremo y con ingenio. Las escenas de pelea son estupendamente coreografiadas, con los efectos especiales al servicio de lo quiere mostrarse. "Kingsman: El Servicio Secreto" es un filme algo burlón sobre el mundo de los espías, sin más pretención que la de entretener con calidad. Y lo logra con creces.
En los últimos años, el realizador Matthew Vaughn hizo conocido su deseo de dirigir un film de James Bond, sin lograr resultados positivos ya que no convenció a los productores de la saga del agente 007. En consecuencia, Vaughn se ha dedicado incluir elementos (y a gente del equipo técnico) de Bond en sus propios films, culminando con Kingsman: El Servicio Secreto, un homenaje no sólo al super agente secreto sino también a otros films o series de espías de los años '60 y '70. Kingsman: El Servicio Secreto retrata el viaje de iniciación de Gary "Eggsy" Unwin (Taron Egerton) en mundo del espionaje de la mano de su mentor Harry Hart (Colin Firth). Esta premisa se ha utilizado en el cine durante mucho tiempo pero Vaughn y su equipo no sólo utilizan elementos familiares (o clichés del género) sino que los modifican a gusto. Kigsman es precisamente un homenaje/deconstrucción del género de espías británico: el uso de artilugios tecnológicos, martinis, viene de Bond. La aparición de Michael Caine es una clara alusión a su recordado papel de Harry Palmer (¿y a su participación en Austin Powers?) en The Ipcress File, Funeral in Berlin y Billion Dollar Brain. La entrada secreta de Kingsman a través de un negocio de ropa es en referencia a El Agente de CIPOL (The Man from U.N.C.L.E.) y el clima general y la actitud bien británica del film recuerda más a la serie de TV Los Vengadores (que no son los superhéroes de Marvel) que a Bond, quien siempre tuvo una cualidad más internacional. Kingsman no es solamente homenaje y alusiones a sus influencias, sino que tambien tiene personalidad propia, expresada en una actitud más contemporánea: un montaje por momentos alocado, una trama que no se aferra al realismo o verosimilitud, un inusual villano estadounidense, también se retrata las diferencias entre las clases sociales británicas y algunos de los problemas actuales en el mundo. Quizás el cambio más importante es el uso del personaje principal, Eggsy, ya que el protagonista no pertenece a la elite social que los films británicos de espías suele retratar. Otro elemento distintivo es la violencia, que se muestra mucho más absurda, cómica y sangrienta que en otros films de espías británicos. Kingsman: El Servicio Secreto es, más allá de algún problema de ritmo, un film de espionaje con tono liviano (sin llegar a ser parodia o cómica) y ciertos toques de humor que, a su vez, toma a sus personajes en serio. Kingsman es un producto alocado que disfruta de su exhuberancia y su extravagante violencia sin llegar a niveles ofensivos. Es un perfecto James Bond del siglo XXI hecho por fanáticos del mítico personaje. ACLARACIÓN: En la Argentina se estrenó una versión del film con una escena censurada.
Matthew Vaughn y otro de sus prólogos Matthew Vaughn había tenido un debut interesante con Crimen organizado, un policial de 2004 protagonizado por Daniel Craig cuando aún no era James Bond. Su segunda película, Stardust: el misterio de la estrella, dejaba entrever a un realizador preocupado por la deconstrucción de estereotipos y las herramientas narrativas sin descuidar el humor y la empatía con los personajes. Pero luego decidió dedicarse a los prólogos, a las introducciones y presentaciones de distintos mundos y personajes. Y aunque esto no está necesariamente mal, la sensación es que a esta altura está desperdiciando buena parte de su verdadero potencial y talento. Kick-Ass contaba la creación y el surgimiento de un mundo de superhéroes y villanos en el mundo “real” desde el mismo público que se había alimentado con los cómics y películas que lo constituían, en un relato que era un guiño permanente hacia las diversas construcciones narrativas. Era una historia que se topaba con los propios límites que se había autoimpuesto, a tal punto que a la hora de los bifes terminaba siendo un film de superhéroes más, que se preguntaba sobre las responsabilidades y consecuencias de enfrentarse al crimen organizado. X-Men: Primera Generación mostraba los orígenes de personajes emblemáticos y cómo fueron recorriendo el camino que los terminó consolidando en sus personalidades heroicas. Ambos films son correctos en sus realizaciones, sólidos en sus tramas y entregan lo prometido, pero a la vez evitan grandes riesgos, recostándose en lo que esperan sus espectadores, sin permitirse ir un poco más allá de lo predecible. Y es así que llegamos a Kingsman, el servicio secreto, otra adaptación de un cómic de Mark Millar, que se mira al espejo de James Bond y otros espías como Jason Bourne y Jack Bauer (hay una secuencia donde se hace un chiste bastante explícito al respecto). Hay un evidente intento de ir configurando una operación nostálgica y actualizada a la vez del género de espionaje, donde el 007 es el modelo esencial que seguir y romper a la vez, a partir de la historia de una organización de espías que recluta a un joven poco elegante pero con un gran potencial para que se integre en sus filas. En el film van dándose paso todos los lugares comunes, a los que Vaughn transita con pasmosa efectividad, precisamente porque ya los conoce de sus films anteriores: el tutor altamente experimentado al que se lo intuye en una etapa cerca del retiro; el adolescente rebelde que viene eludiendo su destino, hasta que se va haciendo cargo de lo que sabe y puede hacer; el durísimo y peligroso entrenamiento donde se trabaja la noción de grupo; el entrenador rígido pero leal en sus convicciones; el desfile de armas y artefactos insólitos; el villano megalómano que roza lo inverosímil, con una secuaz despiadada, etcétera, etcétera, etcétera. Vale decir que es difícil señalarle grandes defectos a Kingsman, el servicio secreto: es un producto redondo, con unos cuantos momentos festivos y hasta delirantes, en el que Colin Firth, siempre con su elegancia distante, y Samuel L. Jackson, en su continua parodia de sí mismo, son plenamente funcionales a lo que se está contando. Lo mismo se puede decir de Mark Strong y Michael Caine, e incluso Taron Egerton demuestra estar a la altura de lo que se le pide en el protagónico. Pero no deja de ser llamativo que una película que se la pasa cuestionando y analizando las propias estructuras que habita, no termina de proponer elementos sustancialmente distintos ni de entregarse a un delirio que sea realmente impredecible. Hay una escena donde los personajes de Firth y Jackson conversan sobre cuánto les gustaban los films de Bond cuando eran chicos y cómo la calidad de cada uno de ellos se definía por el villano que tenía, pero que al final se tenían que hacer cargo que ya estaban grandes. Sin embargo, Kingsman, el servicio secreto no termina de definirse entre reivindicar plenamente el espíritu infantil de esos inverosímiles films de espionaje o patear el tablero para ir hacia otro lugar. Se queda a mitad de camino, en un disfrute cool donde hay también un poquito de culpa, ofreciendo el mismo cuentito de siempre, que sigue funcionando pero ya ha sido visto miles de veces. Mientras tanto, Vaughn sigue atado a los prólogos, realizando correctas pero convencionales presentaciones para futuras franquicias. Da para preguntarse si volverá la etapa de Stardust, a recorrer todo el camino que les queda a sus personajes, o si permanecerá en ese lugar cómodo aunque intrascendente en el que está actualmente.
Cóctel La historia dice que antes de la aparición del mítico (Bond) James Bond el martini se tomaba revuelto y no agitado. Así de importante fue la irrupción de este personaje de Ian Fleming. Un héroe glamuroso, seductor e inmortal, un ícono en cuanto al tópico de espionaje. Dicen las leyendas (y los fanáticos de la saga) que todo tiempo pasado fue mejor, y que su era dorada fue la más artificial. La aparición (y éxito) de Jason Bourne implicó la necesidad de aggiornarse, incorporando un tono más sombrío y crudo, llevando las circunstancias a lo terrenal: menos humor, menos fantasía. En mi caso, para ser sincero, siempre fui más amigo de El Superagente 86 (Get Smart) que de cualquier otro agente secreto. ¿A qué viene esta remembranza de espías? A que la presente Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service) juega con todas esas variables. La sofisticación, las circunstancias imposibles, la fantasía, la parodia y la crudeza. En ese cóctel, Kingsman queda un poco agitado, y otro tanto revuelto. Disfrutable, aunque no logre mezclar todos sus elementos de manera homogénea para despegarse de la mera relectura de las películas de espionaje. Está adaptación de un comic de Mark Millar (creada junto a Dave Gibbons) es llevada a la pantalla otra vez Matthew Vaughn. En 2010, su adaptación de Kick-Ass (de Millar también) lo había puesto en el mapa. Se entiende la repetición del director. Ambas comparten el mismo nivel de delirio, humor negro, crudeza y lectura del género. En Kick-Ass era el mundo de superhéroes. En ésta, los espías ingleses. Con un estilo fantasioso y desinhibido, se juega constantemente con la referencia de Bond, y en menor medida, la figura de Bourne. Consciente de su reflejo con el género de espías, se identifica y también se desmarca. Van a estar los gadgets de espionaje, el archienemigo caricaturesco, la organización ultra-mega-secreta escondida en un lugar ingenioso (en este caso un local de trajes). Kingsman: El Servicio Secreto trata de desatar el espíritu juguetón y descontrolado al que no se atreve la saga del 007. La cuestión es que cuando llegue al punto de repetir viejos esquemas narrativos, se esfuerza en romperlos mediante brutalidad, humor y autoconciencia. Kingsman: El Servicio Secreto trata de desatar el espíritu juguetón y descontrolado (con dosis de mortalidad y sorpresa) al que no se atreve la saga del 007. Y para eso era vital el malo de turno. Samuel L. Jackson encarna a un millonario, filántropo, ecologista, y monstruoso, lleno de particularidades: le da impresión la sangre, tiene un problema de habla y es groncho como él solo. La falta de sutileza del personaje de Jackson es la medida del film: los chistes son groseros, los contrastes son obvios y el esquema del relato está calculado (aún en los puntos donde debe sorprender). Parte de esto es culpa de la repetición del esquema Kick-Ass. Otra de Matthew Vaughn, un director que demuestra similitudes con su compatriota Guy Ritchie en su regodeo en la canchereada visual, la brocha gorda, y la dirección acelerada para imponer vértigo. No es que todo esto sea malo per se, pero toda esa energía puesta en romper el molde expone el sistema, y aligera el impacto de la originalidad buscada. Aún así, Kingsman: El Servicio Secreto no falla en entretener, exponiendo lucidez respecto a su relectura de Bond y el poder reinante en el mundo. Y por si fuera poco, en el final, entrega una explosión catártica de bellísima anarquía.
Kingsman, el servicio secreto, es un excelente thriller de espionaje de la vieja escuela, pero modernizado con lo último en tecnología, que te deja con muchas ganas de ver una secuela lo más pronto posible. Las escenas de lucha cuerpo a cuerpo son imperdibles y fabulosas. Tienen una estética impactante gracias a...
Después de Tarzán, James Bond es probablemente el personaje de ficción que más imitaciones y parodias generó en las últimas décadas. Desde Casino Royale (la primera versión de 1967 con Peter Sellers) hasta The Last of the Secret Agents? (Nancy Sinatra), Austin Powers, Cody Banks, Alex Rider y más recientemente Johnny English, podemos encontrar muchísimos personajes que le deben su existencia a 007. Estos son apenas algunos de los numerosos casos donde la creación de Ian Fleming tuvo una influencia importante, ya sea en la historia o la personalidad de los héroes. Kingsman, la nueva película del director Matthew Vaughn, es la más grande celebración que brindó Hollywood sobre el cine de James Bond. La trama es una adaptación de la historieta El Servicio Secreto, de Mark Millar, el autor responsable de Kick Ass, que también fue llevada al cine por el mismo realizador. En esta ocasión nos encontramos ante una situación muy especial, ya que se trata de una película que supera claramente a la versión original del cómic. El director tomó una historieta intrascendente de Millar y la convirtió en un divertido tributo al cine de Bond. Lo aclaro para que no se malinterprete. El Servicio Secreto si bien presentaba un thriller decente de acción que se dejaba leer, no era una historia apasionante que uno hubiera esperado ver en el cine. Una situación similar a lo que ocurría con Red, de Warren Ellis. Era un buen cómic, pero nadie pedía a gritos que se adaptara en la pantalla grande. El director Vaughn junto a la guionista Jane Goldman (Kick Ass, X-Men: Primera generación) desarrollaron una historia que trabaja con fidelidad la trama original de Millar, con la particularidad que le dieron un enfoque más entretenido y cinéfilo al conflicto. Kingsman está plagada de referencias a la saga de 007 y hasta se incluye una fabulosa objeción al Bond de Daniel Craig que se puso muy serio en los últimos años. Desde la primera secuencia de acción, Vaughn captura la atención del espectador con este universo de ficción que es muy atractivo por las personalidades que tienen los protagonistas. Dentro del reparto de lujo que presenta el film se roban la película Colin Firth, en su impactante debut en el cine de acción, y Samuel Jackson, en el rol de un maravilloso villano que trae al recuerdo a los viejos enemigos extravagantes de Bond, como Dr.No, Goldfinger, Francisco Scaramanga (El hombre del revólver de oro) y Karl Stromberg (La espía que me amó). Un detalle interesante del personaje de Jackson es que si bien evoca a estos grandes íconos del cine, el actor compuso un personaje muy carismático que no se limita a copiar a los clásicos villanos del pasado y tiene momentos fabulosos. Como todo buen psicópata que aspira a conquistar el mundo, Richmon Valentine cuenta además con una asesina implacable representada en Gazelle (Sofía Boutella), otro personaje extravagante inspirado por la saga de 007 con una pisca de espíritu tarantinesco. Estos personajes, junto con el rol de Firth, eran mucho más serios en el cómic original de Mark Millar y en este caso los cambios que aportaron el director y la guionista enriquecieron muchísimo a la película. En materia de acción, Vaughn se luce con varias secuencias fabulosas donde sobresale una original persecución de autos en Londres y la presentación del personaje de Colin Firth a las piñas en un pub inglés. Debo destacar también a Taron Egerton, un actor nuevo al que el director le confió el rol protagónico que está muy bien como el héroe de la trama. Sería injusto no mencionar la labor del diseñador de producción Paul Kirby (El mañana nunca muere), quien creó ambientaciones fabulosas que traen al recuerdo esos cuarteles maravillosos que solía construir Ken Adam en los filmes de Bond. En resumen, Kingsman es una película muy entretenida que fusionó a la perfección la comedia con el cine de acción para homenajear a uno de los grandes héroes del género. Una sorpresa enorme que resultó mucho más interesante que la propuesta que vendían los trailers. La verdad que Matthew Vaugh en materia de adaptaciones de cómics no defrauda para nada y con su nuevo trabajo brindó una de las mejores películas de su filmografía. El mejor estreno de esta semana que recomiendo no dejar pasar en el cine. El Dato Loco: Por segunda vez, luego de X-Men: Primera generación, el director Vaughn ambientó una escena de la película en Argentina con una locación bizarra. Al comienzo del film hay una escena donde se le informa al espectador que el lugar es una región de nuestro país, pero el paisaje se parece más a Suiza. En el cómic de Mark Millar la locación original mencionaba a esa nación europea. En este film, por razones inexplicables, se cambió por Argentina.
Una típica película de espías, pero mejor. Eggsy, un adolescente rebelde, sin padre, madre despreocupada y padrastro borracho tiene todos los motivos para no ser nadie en su vida a pesar de sus grandes calificaciones y entrenamiento militar pero un día necesita ayuda y Harry Hart lo saca del aprieto (se lo debe a su padre). Harry le presenta a Eggsy un mundo nuevo, le cuenta la vedad sobre su padre, lo mete en Kingsman. ¿Qué es Kingsman? Es una organización de espías ultra secreta, de la cual nadie sabe nada, solo sus integrantes, que se encargan de salvar el mundo, salvar personas o cualquier cosa a cambio de nada. ¿Es tan fácil entrar? No, Eggsy debe primero pasar muchísimas pruebas, él y un grupo de adolescentes que quieren lo mismo, entrar a Kingsman, solo uno lo logra. Mientras tanto Valentine, un multimillonario diferente al resto de los villanos del mundo quiere acabar con gran cantidad de gente en el mundo para solucionar el problema de la superpoblación. Entonces, Iggsy quiere entrar a Kingsman, Valentine dominar el mundo y Harry Hart salvarlo. Todo esto hace que Kingsman sea una película que sin dudas uno disfruta una, dos o cuántas veces quiera porque tiene todo lo que queremos ver.
Al servicio secreto de su majestad Este muy buen ejemplo de cómo se construye una parodia abre con una escena de extremo impacto visual, explosiones, aviones, locaciones volando en pedazos con la canción “Money for nothing” (Dinero para nada) por Dire Strait. La interpretación de éste, algo más que un detalle, queda a cargo de cada uno. Pero ya inmersos en ese registro de manera abrupta y genial, nos pueden llevar para donde quieran, no sólo en la construcción de un verosímil, sino en las posibilidades estructurales del relato, desde la composición de los personajes, hasta la presentación y resolución del conflicto presentado. Claramente se advierte que el texto de origen al cual se lo intenta representar de manera risueña es James Bond, pero realizado con mucho respeto, tanto por el personaje creado por Ian Fleming como por el espectador. Del mismo modo se puede reconocer elementos de otras sagas, como la británica “Los vengadores” (serie de TV 1961-1969), o la yankee “Los agentes de C.I.P.O.L” (srie 1964-1968). El director Matthew Vaughn, el mismo de “Kick-Ass” (2010), y “X-Men: Primera Generación” (2011), adapta un nuevo cómic del guionista escocés Mark Millar y le da el tono flemático inglés del agente 007. Intrínseco de esa cualidad característica de lo que representa la traslación de una historia gráfica, termina por diseñar algo nuevo y diferente. “Kingsman: El servicio secreto” cuenta la historia de un delincuente adolescente, huérfano de padre, que vivió siempre por los barrios bajos de Londres, y que pronto verá que su vida cambiara radicalmente (no estoy haciendo ninguna apología política en este caso), gracias a la ayuda de un misterioso hombre. De criminal pasa, casi inexplicablemente, a ser elegido APRA, e incorporarse a la elite de agentes al servicio de la reina, ser parte de la lista de los espías más importantes del país: su tarea es proteger sin ser registrado, digamos siendo invisible y en secreto, las calles que antes usaba únicamente en su beneficio propio. La historia cierra con un plano del final de la espalda de una princesa escandinava, que esta por devolver favores a nuestro héroe que acaba de rescatarla. Esa sola escena seria un muy buen ejemplo, cuasi perfecto, de lo que es el film, eso que ya se suele esperar del incitante estilo del director londinense, una sensacional mixtura entre el clasicismo cinematográfico más ortodoxo y la revolución rítmica tecno acelerada de finales del siglo XX y principios de éste con swing, rock, el conspicuo camino de elegir lo mejor del “camp” y mostrarlo como el peor “kitch” para saltear al mal gusto. No es casual el subtitulo de la producción que hace referencia al filme con el que se titula esta nota, y que está como perdida en la memoria de todos, hasta de los seguidores de la serie Bond, la única interpretación del agente 007 realizada por el actor australiano George Lazenby. Esta realización está plagado de escenas llevadas casi al paroxismo visual, e inmediatamente presenta una colección de gadgets ocurrentes, no detiene, suma, incluyendo varias subtramas, la principal seria la de selección y formación a lo X-Men, de los futuros integrantes del grupo de elite, ardides de espías en plan tipo “Casino Royal” la de 1954, pero con montaje y rítmica casi futurista, que acaban por argumentar cualquier giro de matriz del género. Lo que termina por producir una armonía energética entre la acción tipo de los dibujos animados y la construcción, evolución y desarrollo del drama basado en los personajes, la argamasa crece, la historia empuja y ya en su cuenta regresiva del fin del mundo, el tan mentado humor inglés del texto y del elenco jamás la deja desplomarse. Hablar de los rubros técnicos sería una redundancia, pues aplican a la perfección con toda la producción. Y por si fuera poco, el filme cuenta con un reparto de lujo entre los que se destacan Colin Firth, increíble, Samuel L. Jackson, como el antagonista perfecto, Michael Caine, casi un padrino inglés, y Mark Strong, un perfecto emulo, o “mimesis”, de M: Todo un seleccionado. Divertida, ocurrente, inteligente, a pura acción.
Kingsman: El servicio secreto me hizo feliz. No se ven muy seguido películas como esta y, cuando aparecen, arrojan un fulgor que ensombrece a las demás. Kingsman logra algo tan fresco, entretenido e inteligente echando mano a recursos tan nobles y hasta cierto punto sencillos que parece fácil, una película más, y sin embargo, si así fuera, estaría lleno de películas así y no, aparecen muy cada tanto. Por supuesto que el gran responsable es Matthew Vaughn, su director, que ya había adaptado un comic de Mark Millar con la extraordinaria -y en muchos aspectos parecida- Kick-Ass - Un superhéroe sin super poderes, y que después había dirigido la mejor película de la franquicia de los X-Men (X-Men: Primera generación). Acá vuelve con energía, imaginación y sentido del humor para adaptar otro comic no de superhéroes sino de espías, pero con la misma autoconsciencia de Kick-Ass. Ya desde el comienzo, Kingsman explota al máximo su tono lúdico cuando unos helicópteros bombardean un palacio de Medio Oriente al ritmo del riff de Money for Nothing, de Dire Straits. Sentadas esas bases, la cosa nunca deja de ponerse cada vez más jocosa con un villano ceceoso (extraordinario Samuel L. Jackson), su socia con cuchillas en lugar de pies (Sofia Boutella), un cameo de Mark Hamill y cabezas explotando al ritmo de la música. La historia: Arthur (Michael Caine) es el líder de los Kingsmen, un grupo de espías ingleses. Tras la muerte de uno de ellos, tienen que buscar un reemplazante, y varios jóvenes son entrenados en diversas pruebas mortales en una especie de Hogwarts del espionaje. Uno de ellos es Eggsy (Taron Egerton), hijo de otro espía que murió varios años antes. Al mismo tiempo, los Kingsmen tienen que encontrar al asesino de su compañero y así dan con el millonario filántropo Richmond Valentine (Jackson) que secuestra celebridades (Iggy Azalea es una de ellas) en una especie de Arca de Noé. Cada escena es una fiesta (hay hasta una persecusión de autos en reversa) y si bien no es una película de misterio ni pretende tener muchas vueltas de tuerca, cualquier cosa puede pasar; si bien la película tiene un tono ligero y de comedia, mueren personajes importantes. Kingsman es una película de espías autoconsciente pero que no se regodea en la cita y funciona por sí misma. Sí hay un delicioso diálogo entre el héroe (Firth) y el villano (Jackson) en el que los dos añoran las viejas películas de espías que no eran tan serias. También hay referencias explícitas a James Bond, Jason Bourne y hasta Jack Bauer. Pero si bien no hay que ser un cinéfilo recalcitrante para entender estas referencias, son pocas, justas y apenas agregan pimienta: Kingsman es un placer que no precisa credenciales para ser disfrutada y Matthew Vaughn es un director, además de talentoso, querible, que ojalá nos de muchas más películas como esta.
En KINGSMAN: EL SERVICIO SECRETO COLIN FIRTH es Jack, un espía retirado que decide entrenar a su sobrino Gary, un joven delincuente que opera en las calles de Londres, para convertirlo en un agente del Servicio Secreto Británico. MATTHEW VAUGHN adapta una novela gráfica homónima para regalarnos una nueva, violenta y original perspectiva del mundo del espionaje. Visualmente heredera del video clip, la cinta avanza con ritmo frenético a base de referencias y parodias de clásicos del género, de esta manera el director apela a todos los tópicos de la acción extrema y el humor más brutal para narrar una historia entretenida hasta la médula. Giros dramáticos inesperados redondean un guión contundente en donde el elenco se luce, sobre todo COLÍN FIRTH un lord inglés en su salsa y SAMUEL JACKSON apelando a un trabajo vocal desopilante. KINGSMAN es una montaña rusa fílmica que hay que ver para creer.
JUEGOS DE GÉNERO Medio Oriente, 1997. En medio de bombardeos, un grupo de agentes vestidos de negro interrogan a un terrorista. A pesar de las minuciosas medidas de seguridad, el líder de la banda comete un error garrafal: pasa por alto que el hombre apresado tiene una granada escondida. Otro de los agentes advierte lo que va a ocurrir y, a manera de escudo humano, protege a sus compañeros tirándose encima del terrorista. El novato, entonces, se convierte en héroe. Para honrarlo como merece, Galahad, el descuidado líder y apodo del agente Harry Hart (Colin Firth), le entrega una medalla de honor a su viuda Michelle Unwin (Samantha Womack). Dolida por la pérdida de su esposo, Michelle rechaza tanto la condecoración como cualquier ayuda ofrecida por el servicio. Sin resignarse, Galahad le ofrece la distinción al pequeño Eggsy con la promesa de que, en cualquier momento que necesite ayuda, llame al código inscripto y diga la contraseña “Oxford no perforado”. Los caballeros de la mesa rectangular perderán a un nuevo agente 17 años después, también de forma heroica, por lo que Arthur (Michael Caine), el líder de la agencia, les pedirá a todos los miembros que postulen un candidato para un nuevo Lancelot. Lejos de las proezas de su padre, Gary “Eggsy” Unwin (Taron Egerton) dejó a un lado su inteligencia para convertirse en un delincuente. Un día, cansado de las golpizas de su padrastro hacia su madre y hacia sí mismo, le roba el auto a uno de sus protegidos. Pero la broma se vuelve una estupidez cuando es atrapado por la policía. Sin salida y como último recurso, Eggsy recuerda la promesa que una vez le hizo Galahad y pide ayuda. Ya fuera de la cárcel y en compañía de su maestro y protector, Eggsy probará suerte para convertirse en el nuevo Lancelot. Para ello no sólo deberá aprender cómo defenderse, sino también las reglas más elementales como ser un verdadero caballero. Si bien es cierto que Kingsman: el Servicio Secreto es una película con marcados estereotipos del género de espías, también lo es que su director y guionista Matthew Vaughn usa y reconvierte sus significados. No es casual que tanto villano como agente destaquen su simpatía por las formas de los viejos filmes de James Bond. De esta manera, se ponen en juego una serie de elementos de género, acción, comedia, violencia (en una dosis inferior a Quentin Tarantino pero que bien podría tomarlo como base) y efectos visuales que se escapan del género pero que terminan por reconfigurarlo y otorgarle varias licencias. El giro también se percibe en el plan del villano. Preocupado por los cambios climáticos y los efectos que producen los humanos, Valentine buscará, a partir de ciertos métodos, convencer tanto a estudiosos, políticos como a la población de la necesidad de exterminio de varios integrantes de la raza humana pero casi sin ensuciarse las manos. Vaughn y Jane Goldman realizan un trabajo fino en los diálogos plagados de humor inglés pero también con sutiles toques de ironía o de alusión a otros personajes o hechos. Por ejemplo, la pared con las tapas del diario inglés The Sun, donde puede verse una goleada de Inglaterra, la foto del casamiento entre el príncipe Carlos y Lady Di o la frase “Brad Pitt se comió mi sándwich”; todas muestras de las banalidades que mira la gente frente a misiones secretas encubiertas con dichas tapas. Lo mismo ocurre con una de las escenas finales donde Eggsy le ordena a Merlín (Mark Strong) que se retire. Pero, en lugar de decirle Merlín, lo llama Mycroft. La frase se pierde al instante pero tiene una connotación mayor: Mycroft es el hermano del famoso detective Sherlock Holmes y dicho diálogo funciona como una confirmación de una misión secreta que se develará en su debido momento. De la misma forma, en Kingsman: el Servicio Secreto se plantea un juego con guiños a otros filmes. Tal es el caso de la escena donde Galahad acompaña a Eggsy a la sastrería Kingsman, el cuartel secreto, para hacerse su propio traje. En un plano, aparece adelante Galahad y detrás de él un maniquí con un atuendo lleno de condecoraciones: la alusión al traje que usó Firth en El discurso del rey (2010) o, en la escena antes mencionada de Merlín y Eggsy: el agente aguarda al joven dentro de su avión y, de pronto, múltiples soldados vestidos de blanco aparecen de la nada, como si se tratara de Stars Wars: Episodio II- El ataque de los clones (2002). Otro elemento que ocupa un rol fundamental es la música, como un reconocimiento a la década del 80 a través del uso de varios hits en momentos claves, como un comienzo enérgico con Money for Nothing de Dire Straits (1985) a todo volumen. A través de todos estos recursos, Vaughn no se limita a tomar los estereotipos del género de espías y crear otras posibilidades, sino que plantea un juego plagado de guiños y elementos establecidos- estereotipos, música, humor- a partir de esa reconfiguración. Entonces, cualquier libertad está permitida y funciona dentro del patrón Kingsman…, cualquiera vale remarcar, sobre todo en el final donde hay que rescatar al mundo de un maléfico villano, el galán es un joven y la damisela que debe rescatar es una princesa que olvidó en su cautiverio ciertas reglas de protocolo. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
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Todos los hombres del rey Los británicos tuvieron a Austin Powers, lo más cercano a un Maxwell Smart con caftanes, redivivo por los genes de Jerry Lewis. Con Kingsman, la caricatura adquiere otra perspectiva: este film no hubiera sido posible sin la irrupción, bidones de ketchup mediante, de Quentin Tarantino. Con dirección de Matthew Vaughn (Kick-Ass), la adaptación del cómic homónimo de Mark Millar y Dave Gibbons, Kingsman, el servicio secreto, devuelve una visión del mundo del espionaje sangrienta y sarcástica en igual proporción, sin soslayar la actitud del hiperbólico James Bond. Cuando el agente Lancelot (Jack Davenport) muere en su intento de liberar a un científico (Mark Hamill), la organización Kingsman busca un candidato de reemplazo. La selección del nuevo agente es la parte más ágil y entretenida de la película. Harry Hart (Colin Firth en la más digna versión reloaded del Vengador John Steed) ofrece su propio candidato o, más bien, lo impone y en el camino lleva adelante un par de masacres. ¿Colin Firth? Hay que verlo, junto a una asociación inspirada en el legendario Rey Arturo, que bromea con colegas como Jason Bourne y Jack Bauer y cuyos cuarteles secretos se esconden en una sastrería de Savile Row. Mucho ketchup, pero con estilo.
Matthew Vaughn (KickAss, X-MenFirstClass) dirige una nueva adaptación de Mark Millar (KickAss), pero de manera muy libre con este estreno de Kingsman. Una de espías. Así de simple se podría definir a una película como Kingsman, pero así también nos quedamos de cortos. La nueva película de Vaughn que toma como punto de partida un comic de Millar nuevamente pero esta vez sólo de a partes, es un homenaje a las películas clásicas de espías, en especial a las de James Bond, pero desde un lado más moderno si se quiere. La historia es simple. Un grupo secreto de talentosos caballeros ingleses pierde a uno de sus miembros y comienzan a entrenar jóvenes para buscar a quien lo reemplace. Entre esos jóvenes va a estar Eggsy (Taron Egerton), cuyo padre falleció cuando era pequeño en esa misma organización y hoy es el protegido de Harry Hart (Colin Firth, simplemente fantástico, capaz de protagonizar cada escena de acción sin perder su porte de caballero inglés). A medida que estos jóvenes van pasando una serie de extremas pruebas surge una futura amenaza. Un carismático y manipulador Valentine (Samuel L. Jackson) acompañado de su bella asistenta (Sofia Boutella) quien tiene la peculiaridad de tener dos hojas filosas en lugar de piernas. Acá comienzo a poner en evidencia el tono que mantiene Kingsman. Una comedia con escenas bizarras y sangrientas, muertes originales y deslumbrantes (porque todo está bellamente coreografiado) y caballeros ingleses luchando por lo que creen. Kingsman es una película extraña, divertida y refrescante, con mucho amor por un tipo de cine más clásico pero con ganas de destacarse como algo novedoso. Y Vaughn logra salir muy airoso, no sólo con un guión que funciona sino con escenas dirigidas con mucha pasión. Michael Caine, Mark Strong y Mark Hamill, sí, leyeron bien, terminan de complementar el curioso pero efectivo elenco de esta película. Más que un simple homenaje, Kingsman es una propuesta fresca y audaz que nunca aburre y logra empatía con cada uno de sus personajes. Una interesante banda sonora y unas escenas de acción muy logradas complementan una película violenta y hermosa.
La adaptación del comic de Mark Millar y Dave Gibbons cobra forma en esta simpática cinta protagonizada por Colin Firth (a quien sigo en cada producción en la que aparece), emblema de la elegancia británica para los productos ingeniosos y estructurados. En esta oportunidad, el notable actor da vida a un veterano agente de la agencia ultra secreta Kingsman, quien se embarca en la tarea de entrenar al hijo de un amigo, fallecido hace ya muchos años durante una misión. La principal cualidad de que le aporta su director, Matthew Vaughn (y por la cual funciona) es que apunta a un público con mirada y percepción adulta, de cierto recorrido en el cine de espias, y juega con elementos que se conectan directamente a ese bagaje, logrando una atmósfera de confort a la hora de su abordaje que le queda muy bien al film. Pero a la vez, "Kingsman" se ríe un poco de ese mundo que propone (con toda la pulcritud inglesa) e instala cierta complicidad, ya sea desde la música (absolutamente destacable), como en frases que aluden a un tiempo anterior que nada tendrán que ver con el personaje joven (un prometedor Taron Egerton) creando divergencias simpáticas. Este guiño cronológico (digamos ese versus sobre lo tradicional y lo posmoderno) acentúa el tan peculiar humor inglés que se transforma en ariete de la cinta. Egerton luce confiable en su rol y aunque invita a la sonrisa con sus actos, cierta impavidez refina sus movimientos. Sí, también es cierto que no en todo momento puede mantener ese magnetismo, pero sin dudas Firth, con gran estilo y solvencia, toma la mochila en sus espaldas y lleva al film a puerto seguro, sean cuales sean los baches narrativos que puedan surgir como desniveles de la trama. Convergen en la cinta, todo aquello que se espera que suceda en una pelicula de espionaje de la vieja escuela en contraposición con lo que traen las generaciones mas recientes, quienes viven otra realidad y reflejan una cultura estética distinta y claramente urbana "Kingsman" va desarrollando su trama dinámicamente entre escenas cargadas de acción y humor, impregnada de momentos en los que la violencia cobra una dimensión de proporciones bien subidas de tono, intensas, que no responde a lo que estamos acostumbrados en este tipo de género. Vaughn le saca provecho a cada personaje, tanto es asi que su villano (Samuel L. Jackson) no pasará desapercibido con ese acento único y una construcción del mismo tan sobrecargada y sombría. Equilibrada, graciosa, atrvida por momentos, pero con suficientes giros arriesgados para atraer. Quienes ya conocen la impronta que Vaughn inscribe en sus films (Kick-Ass, X-Men: Primera Generacion) y para quienes aman las películas de espías, y desean divertirse, podrán sentarse frente a la pantalla a contemplar una interesante propuesta que los conducira al disfrute pleno. No se la pierdan.
Crítica emitida por radio.
Crítica emitida por radio.
Una de espías británicos cargada de adrenalina y efectos especiales, donde la reina es la tecnología. Todo comienza cuando un grupo de espías británicos en una misión muy riesgosa pierden un agente que ha dado la vida por sus compañeros de una forma muy similar a la de un Kamikaze. Pasan diecisiete años, deben buscar a un nuevo integrante hábil, un agente con grandes condiciones para brindarle la paz al Reino Unido. Harry Hart (Colin Firth) es uno de los agentes más preparados de Kingsman, se encuentra con Gary “Eggsy” Unwin (Taron Egerton, Serie de TV The Smoke), cuando este tiene un problema, este joven es el hijo de un compañero de este prestigioso grupo de espías. Este muchacho aun no le ha encontrado un rumbo a su vida y siempre se encuentra en el ojo de la tormenta para pelear con alguna patota, vive con su madre, una hermana y un padrastro muy violento que maltrata a la familia. Ahora Eggsy tiene un duro entrenamiento, junto a otros futuros aspirantes y deben superar varias pruebas peligrosas. Son entrenados para gozar de impresionantes habilidades y torturados para no develar su verdadera identidad. Quienes forman parte de esta Institución son: Harry Hart, Merlin (Mark Strong) y Arthur (Michael Caine). Por otro lado se encuentra un temible villano que quiere gobernar el mundo con un plan diabólico relacionado con el calentamiento global y con los chips de los celulares que pueden ocasionar un caos increíble alterando el comportamiento humano. El villano es Valentine (Samuel L. Jackson) que se encuentra acompañado por su fiel compañera Gazelle (un papel sorprendente de la bailarina argelina Sofía Boutella) que posee como particularidad que su pies son unas cuchillas temibles. Su relato contiene mucha acción y heroísmo, aquí el director se basa en el cómic de Mark Millar. Matthew Vaughn ya realizó los filmes “Kick-Ass” y “Wanted”. En esta nueva producción menciona casi constantemente películas de agentes secretos, tiene muchos toques de James bond 007, su vestuario, expresiones, elementos, simpatía y un encanto especial con las mujeres. Esta historia tiene un poco de todo, aventura, tensión, espionaje, luchas, peleas coreografiadas, muchos momentos que se ayudan por la cámara lenta, persecuciones a pura acción que no dan respiro, pura adrenalina, contiene un tono exagerado, gracioso y grotesco. Constituye un grato entretenimiento, humor negro y bizarro, muy buenas actuaciones, varias referencia a otras películas de aventura como una frase sacada de “Volver al futuro”, reseñas a Lancelot y otros films relaciones con los espías, escenas al mejor estilo gore, toques de sátira y la banda sonora apropiada a cada situación. La acción se va trasladando a distintos lugares como: Londres, Seúl, Río de Janeiro, Argentina, entre otras locaciones; hay sorpresas, discursos ecologistas, una crítica a la desigualdad de clases y a la tecnología mal aplicada, al poder y la dominación. Sin dudas es un festín de efectos especiales. Dentro de los créditos finales están incluidas algunas escenas extras.
Un regreso espiritual del James Bond de Roger Moore. Kingsman es una película que retoma un estilo abandonado por las películas de James Bond y rejuvenece el espíritu de aventuras, de humor ligero, y de uso de determinados gadgets que hacen al trabajo de espía cinematográfico. Las tres últimas películas de James Bond con Daniel Craig, han negado ese estilo, quizás mejor desarrollado en el período de Roger Moore, para dar lugar a filmes más realistas más dramáticos y mucho más sórdidos. Eso hace que, si bien es cierto Casino Royale y Skyfall han sido consideradas las mejores películas de la agente británico; en cierta forma han matado parte del legado de James Bond. Esta película resucita ese legado y nos encontramos con un film que se reconoce asimismo tomando ese camino con auto referencias marcadas, con un villano megalómano y poderoso que quiere destruir el mundo y con una serie de agentes que no sólo se van a valer de un radio transmisor y una pistola, sino también de granadas escondidas en encendedores, armas de todo tipo, zapatos que tienen cuchillos y una dosis de humor británica que hace el espíritu de aventuras de este fin de espías sea muy marcado. El film tiene una enorme producción y curiosamente parece mucho más británica que las películas de James Bond; aun cuando estas también vienen de las mismas latitudes, lo que pasa es que la franquicia del espía más famoso, tiene coproducción con Hollywood generalmente y eso hace que en cierta forma copie su estilo. El filme tiene una sensación a ser el comienzo de una franquicia dado que tiene una estructura con cierta reminiscencia a la película El Padrino donde un agente con muchísimos años de experiencia y una gran habilidad habiendo llegado al tope de su calidad de espía, entrena a un joven aprendiz, el cual claramente va a ser su legado y en cierta forma su reemplazo. Las interpretaciones son muy correctas por parte de Collins Firth y de este actor desconocido llamado Taron Egerton que al igual que en El Padrino termina siendo más protagonista que el actor más reconocido. La dirección del film es muy correcta y logra entusiasmarnos y sorprendernos con algunas de las escenas de lucha cuerpo a cuerpo, quizás con algún adminículo de ayuda, o en el caso de una de las villanas, con unas piernas ortopédicas que son como cuchillas. Las coreografías de las luchas están muy bien logradas y nos hacen pasar un muy buen momento. En algunos momentos la película con su alto nivel de autorreferencia pretende ser un film que supere a otros, haciéndose pasar por más original al no caer en determinados clichés, pero por ser menos trillada, toma algunas decisiones que quizá no sean las mejores. Sobre todo en una escena donde un villano habla sobre lo que haría un villano en un filme de James Bond y para darle la contra termina haciendo algo que atenta contra el espíritu del film y sorprende al espectador de mala manera. Más allá de esos excesos, es un film que se disfruta, que no ha reparado en gastos, está bien interpretado, que recupera ciertas referencias sexuales de las películas de James Bond, algunas muy graciosas por cierto. Lo que es propio de este filme, que jamás se ha visto en un filme de Bond, son las múltimples secuencias del entrenamiento del novato, algo que está muy bien logrado, con escenas creativas y sorpresivas y que le dan frescura a la película, y ayudan a una correcta presentación de los personajes. Visualmente muy interesante con buenos efectos aunque algunos ciertamente parecen digitales es una película que pueden disfrutar grandes y chicos pero que tiene un nivel elevado de violencia y bastante gráfica, que le da su calificación de sólo apto para mayores de 16 años. La cual es una calificación correcta. Recomendada para ir a pasar un buen y entretenido rato en el cine.
Un gran elenco para una gran parodia Kingsman es una organización de espionaje internacional con sede en Londres que no responde a ningún gobierno. Galahad, uno de sus agentes, sigue la pista de un complot que amenaza el futuro del mundo. Mientras tanto monitorea la evolución de un joven al que propuso para sumarse al prestigioso y secretísimo equipo. Difícil encontrar por estos días un cineasta capaz de extrapolar el espíritu de una historieta a la pantalla con la frescura y la potencia con que lo hace Matthew Vaughn. Tras el fenómeno “Kick Ass” resucitó a los X-Men de la mano de la primera generación, y aquí le saca el jugo a “The secret service”, un notable comic book firmado por Frank Millar (uno de los autores de “Kick Ass”) y Dave Gibbons. Esta versión no es fiel a la historia, más bien se inspira en ella para construir su propio mundo del espionaje. Un universo paródico, cinéfilo, por momentos lisérgico, por supuesto que excesivo y, por sobre todo, entretenido a más no poder. Los agentes de Kingsman remiten al James Bond de Sean Connery, pero también a Napoleon Solo y al John Steed de “Los Vengadores”. Así que cuando el aprendiz Eggsy (correcto Taron Egerton) le confiesa a su jefe Michael Caine que admira a Jack Bauer, la respuesta no puede ser otra que una risita suficiente. Elegantes, sofisticados, sarcásticos, los agentes de Kingsman son perfectos caballeros británicos dotados de la máxima tecnología al servicio del bien. Por más que varios pasajes de la película sean dignos de Austin Powers. La historia funciona porque equilibra la acción, el homenaje y la parodia en dosis ajustadas. Hay diálogos brillantes y otros imposibles. “Kingsman” se saca el sombrero ante los clásicos del género mientras se ríe de sus convenciones y de sí misma. Es clave el extraordinario reparto que reunió Vaughn. Colin Firth y Mark Strong están estupendos, mientras que Sofia Boutella construye una asesina letal e impagable. Pero sin villano no hay complot y Samuel L. Jackson compone un científico tan brillante como demente (y zezeoso). Al típico genio que quiere controlar el mundo sólo puede frenarlo un Kingsman con todas las letras.
Espías, acción y humor ¿Parodia? ¿Homenaje? En Kingsman: El Servicio Secreto hay un poco de todo, aunque lo que más se percibe, en relación a los dos términos mencionados al principio, es una especie de cortesía u honra a aquello que califica como cine de espionaje. Matthew Vaughn, reconocido principalmente por X-Men: First Class y por la feroz y desprejuiciada Kick-Ass, sorprende al entregarnos una película en la que uno de sus mejores méritos radica en el entretenimiento constante a lo largo de sus más de dos horas de metraje. Una exhibición que mezcla con éxito y ritmo las secuencias de acción y de humor. Colin Firth vuelve a brillar en la piel de un agente secreto que recomienda a un joven (Taron Egerton de gran actuación y carisma) de cara a un competitivo y riesgoso programa de entrenamiento. Esto se da mientras surge una amenaza global proveniente de la mente maquiavélica de un excéntrico millonario (Samuel L. Jackson). Más allá de algunas que otras exageraciones dentro de los acontecimientos que se exponen durante la narración, Kingsman cumple con su cometido y no decae un solo minuto, sujetando fuerte al espectador a la butaca a base de momentos dotados tanto de adrenalina como de socarronería. Si bien se esmera en resaltar el sello y el estilo británico asociado a los modales y a la caballerosidad, el film no escatima a la hora de construir y volcar sucesos en donde la violencia, agitada, ocupa espacios diversos (similares aunque menos salvajes que en Kick-Ass). Es aquí donde se anota unos puntos extra: las escenas de acción están rodadas con una agilidad tal que conquista y exalta al público. La variedad de planos y movimientos de cámara ante cada impacto, golpe, explosión o disparo, le añade una pizca más sabrosa y poderosa de desenfreno al asunto. Kingsman: El Servicio Secreto oficia como thriller y comedia (en circunstancias irónica, negra) a la vez. El tinte humorístico con el que Vaughn baña al relato funciona favorablemente, sobre todo si se cuenta con los intérpretes necesarios para llevarlo a cabo. En ese aspecto, Samuel L. Jackson es uno de los responsables centrales de conseguir que lo gracioso salga a flote con creces, al componer un villano estrafalario, singular y por el que también el espectador pueda sentir simpatía. Lo acompaña, en el flanco de los malos, Sofia Boutella. No se puede pasar por alto la mención al trabajo impecable y entrañable que realiza Colin Firth, así como tampoco se puede evadir la sorpresiva aparición de Taron Egerton. Es cierto que determinadas secuencias (pocas) se tornan levemente previsibles, pero en Kingsman la diversión no se negocia y se pasa de una situación a otra sin intermitencia alguna, hecho que indiscutiblemente influye de manera positiva en el score final de la película. LO MEJOR: gran homenaje al cine de espías (mezcla James Bond con el costado humorístico de Austin Powers). El reparto y las actuaciones. El ritmo, las secuencias de acción y lo peculiar de cada personaje. LO PEOR: en pequeños pasajes es previsible y tal vez algo más exagerada de lo aceptable. PUNTAJE: 8,5
Una de Bond, sin Bond ¿Un espía de cuidado acento inglés, refinado, amante de la buena vida y capaz de contrarrestar a un grupo de temibles matones sin despeinarse ni arrugar siquiera su traje a medida? ¿Un villano megalómano que tiene un plan demencial para dominar el mundo y una inquietante guardaespaldas? ¿Armas letales disimuladas en paraguas, lapiceras, encendedores, anteojos, zapatos y medallas? ¿Encanto british por donde se mire? Todos estos ingredientes, “agitados, no revueltos”, aparecen en “Kingsman: el servicio secreto”. Es interesante puntualizarlo, porque se trata de los mismos elementos que, cincuenta años atrás, permitieron que las películas de James Bond dejaran de ser estrictamente “de espías” para convertirse en un subgénero con sus propias reglas, en complicidad con un espectador dispuesto a aceptarlas sin reparos. Es que en el fondo, “Kingsman” es eso: una película de Bond, sin Bond. Pero, cabe aclararlo, no remite al 007 de los últimos años, mucho más oscuro y vulnerable, que compuso Daniel Craig. Sino al agente “con licencia para matar” que encarnó Sean Connery en los ‘60, con su sello único. “Goldfinger” (1964) parece de hecho una constante inspiración, no sólo en la definición de los personajes, sino también en la composición misma de la trama. Inverosímil por donde se la mire, pero capaz de cumplir a rajatabla la premisa de atrapar al espectador desde el primer minuto en una vorágine de acción y entretenimiento que no decae, para soltarlo dos horas después con la certeza de haber cumplido la misión con éxito. Los nuevos caballeros Colin Firth interpreta a un intachable agente secreto inglés que se esconde tras la identidad de un sastre, pero en realidad pertenece a una cofradía de espías internacionales que se dedica, entre otras cosas, a salvar el mundo. No poseen números para identificarse, pero utilizan los nombres de los caballeros de la Mesa Redonda. Todo arranca cuando Firth, cuyo nombre en clave es Galahad, apadrina a un joven, encarnado por Taron Egerton, para que ocupe un lugar vacante en la organización. Este muchacho, “Eggsy”, es un delincuente de poca monta que en algún momento se desvió del camino a pesar de su potencial y que los espías (“los nuevos caballeros”, tal como se autodenominan) saben valorar. En el contraste entre la conducta tosca de “Eggsy” y los cuidados modales de Firth la película desarrolla buena parte de su exquisito humor. En paralelo, aparece un supervillano divertidísimo, el millonario Richmond Valentine, interpretado por Samuel L. Jackson, quien desarrolla un proyecto extravagante de dominación planetaria. Jackson se reserva los mejores textos del filme, que a su vez constituyen una reflexión divertida y creativa sobre el género mismo. “Dicen que una película es tan buena como lo es su villano”, afirma Jackson/Valentine. Y mientras tanto pone todo su carismático talento al servicio de su personaje, que recupera el espíritu de aquellos viejos malos que enfrentaban a Bond, como el Doctor No o Auric Goldfinger, pero lo adapta brillantemente a los tiempos que corren. Sin prejuicios Los actores, en su mayoría ingleses, están bien seleccionados y cumplen con solvencia la construcción de sus personajes. Sobresale el trabajo de Colin Firth, con ciertas reminiscencias al John Steed de “Los vengadores”, pero el resto del elenco está a la altura de las circunstancias, en especial Taron Egerton como aprendiz de espía, Michael Caine, que siempre es garantía de calidad, igual que los licores añejos que bebe su personaje, y el eficiente Mark Strong. “No es ese tipo de películas”, asegura en un momento el personaje de Jackson, mientras reflexiona precisamente sobre los viejos filmes de Bond. Pero, en realidad, sí es una película de ese tipo, con una frescura que la ubica como justa heredera de aquella estética: tiene escenas de acción muy logradas, dosis adecuadas de humor y personajes bien delineados. El tono absurdo de la historia (muchos podrán argumentar que es descabellada) se subordina al constante entretenimiento, en un efecto buscado y conseguido, que responde a su origen, que es el cómic de Mark Millar en el que está basada. “Kingsman: el servicio secreto” es una película para disfrutar desde la más desprejuiciada de las posturas.
Una de las mejores cosas que tuvo la colaboración Millar/Vaughn en Kick Ass es el carácter subversivo del acercamiento al material de origen, algo que repiten en Kingsman The Secret Service. El guiño constante a los films de Bond y a una era donde las películas de espías estaban más interesadas en divertir que en mostrar en cara seria y realista. Basada en el cómic del mismo Millar, toma los elementos primarios de la historia pero adapta otros al medio cinematográfico. La dirección de Vaughn en las escenas de acción y el ritmo en general son las estrellas en un film lleno de ellas: Caine, Firth, Jackson, Hamill y Taron Egerton un joven destinado a grandes roles. Todos los elementos se alinearon para convertir una potencialmente mediocre película en una muy buena, y todo está en la ejecución.
Elegante y correcto film de espionaje. Lleno de clichés que de seguro deben ser esperados por los fans del género. Colin Firth y Samuel L. Jackson alegran la pantalla. Lo mejor: entretiene Lo peor: las peleas muy coreografiadas.
Matthew Vaughn continúa en su racha de adaptaciones de comics, y ahora regresa a abrevar en el repertorio de la dupla Mark Millar / Dave Gibbons, los cuales fueran los autores de la festejada Kick Ass. En este caso Vaughn se anota en una miniserie gráfica escrita en el 2012, la cual adapta muy liberalmente y la adecúa a sus gustos personales. Si uno lo ve a la distancia, podría asumir que Kingsman, el Servicio Secreto es una especie de competencia a distancia entre Vaughn y su antiguo entenado Guy Ritchie, el cual está terminando de ultimar su propia película de espías con la remake modernosa de El Agente de CIPOL. En lo personal, creo que el talento de Vaughn es algo mas sólido y subversivo, pero disfruto por igual de las obras de ambos directores. Kingsman, el Servicio Secreto viene a ser al enésima parodia del género de espías que aflora en las pantallas desde la eclosión de la Bondmanía en los años 60`s. Aún con todo lo que me gusta el género, debo admitir que ya no queda margen para hacer algo nuevo, por lo cual uno debe optar entre satirizar el rubro o hacer algo serio e innovador, detalles que aquí brillan por su ausencia. Los de Kingsman no difiere demasiado de toneladas de clones / homenajes / parodias ya hechas, y uno podría decir que el filme de Vaughn es un licuado entre las aventuras de Cody Banks, Alex Rider: Operación Stormbreaker, las cintas de Austin Powers, y unas cuantas gotas de Los Vengadores (los de John Steed y la Sra. Peel, no la de Ironman, Hulk & others). Aquí los agentes secretos representan el epitome de la identidad británica, sea tomando té, usando trajes de Savile Row, manejando taxis ingleses (aunque ahora son de manufactura asiática!), portando paraguas, y utilizando nombres claves salidos de las leyendas arturianas. Si a Colin Firth le hubieran puesto un bombín, pasaba por el clon moderno de John Steed. Tampoco es novedad la pertenencia a un servicio de inteligencia privado, el contar con fondos ilimitados e innumerables bases secretas desperdigadas por todo el mundo (¿cómo no está enterado de todo esto ni el Mi6 ni la CIA?), ni siquiera la historia del joven rebelde que encuentra su cauce en el duro entrenamiento como agente y termina siendo el único capaz de salvar el mundo. El entrenamiento es una especie de versión british de Los Juegos del Hambre, en donde las prácticas son cuestión de vida o muerte y los que quedan son en realidad supervivientes con talento. La trama del villano - un Samuel L. Jackson seseoso que, aunque se saca los gustos puteando, no termina de ser efectivo y se la pasa vestido de colegial - es novedosa (regalar millones de chips con internet gratis a la mayoría de la población mundial, aprovechando su vicio por los celulares para - en un determinado momento - mandarle una letal señal sónica), pero tampoco es una que nos saca el sueño. Como es habitual el villano tiene una mortífera secuaz, la cual carece de pies y utiliza unas prótesis que se convierten en guillotinas cuando amerita el caso. Colin Firth está correcto, sea actuando o peleando. Quizás el papel hubiera quedado mejor con alguien mas carismático, pero Firth califica con lo justo. Por otra parte el chico Taron Egerton se ve demasiado viejo y ridículo para vestirse de colegial (parece Angus Young de los AC DC, en pinta y edad!), pero tiene ángel y es muy bueno en el rol. Y si la primera hora es algo chata y previsible - en donde sólo las vibrantes coreografías de acción de Matthew Vaughn se salen de la rutina -, es recién en la última media hora (cuando Egerton toma el centro del escenario) en donde las cosas se disparan y resultan dignas de aplauso. De nuevo: no ocurre nada nuevo, pero es el punto en donde Vaughn puede darle rienda suelta a sus instintos animales y se despacha con humor crudo y escenas de acción inspiradísimas. Oh, sí, es por esto que estuvimos esperando todo el resto del filme. Si no fuera por esa última media hora, Kingsman, el Servicio Secreto sería una chatura apenas pasable con un par de momentos inspirados. Desde ya, hay guiños de todo tipo para los amantes de James Bond y el cine de espías en general (comenzando por el rol de Michael "Harry Palmer" Caine, siguiendo por las armas secretas, las bromas sobre películas de agentes secretos, etc), pero no me pareció una película que termine de surcar algún camino diferente a lo ya visto. Es simplemente un pasatiempo sólido, que hubiera caído en el total anonimato de nos ser por el delirio visual que le inyecta Matthew Vaughn - quien, desde siempre, ha sido uno de los favoritos de esta casa -, y que termina por hacerlo salir de la vaina sobre la recta final. - See more at: http://www.sssm.com.ar/kingsman.html#sthash.22fBbruJ.dpuf
Si estás familiarizado con el trabajo del escritor de comics británico Mark Millar, ya te habrás dado cuenta que siempre te cuenta la misma historia: un pibe común y corriente se encuentra ante una situación extraordinaria que cambia su vida por completo (Chosen, Wanted, Kick-Ass y un largo etc.). Para esta oportunidad, se le ocurrió contarnos nuevamente lo mismo, pero dentro del género de espías. Kingsman: The Secret Service es un homenaje a las películas de James Bond. El film cuenta la historia de Eggsy (Taron Egerton), un pibe medio rebelde que vive en los suburbios de Londres con su madre y el forro de su padrastro. Un día cae de visita un tal Galahad (Colin Firth), quien le dice que su padre había sido un agente secreto re grosso y le salvó la vida; entonces, al sentirse en deuda con su hijo, decide entrenarlo para convertirlo en un Kingsman ¿Ves? Como Wanted, pero al revés. Al igual que en Kick-Ass, el director elegido por Millar vuelve a ser Matthew Vaughn, quien ya es un experto en adaptar comics al cine (Stardust, X-Men: First Class). Vaughn tiene ese estilo ultra canchero e irónico que podría llegar a molestar a más de un purista del cine de acción. Sin embargo, a mí me parece que funciona diez puntos. Las escenas de acción están muy bien logradas y los trucos de cámara funcionan muy bien. La película tiene un ritmo muy bueno, bajando cuando tiene que bajar, y cuando hay que apretar el acelerador, agarráte... El aspecto sonoro también es acertado: Vaughn repite el recurso utilizado en Kick-Ass, contraponiendo canciones pop de los 80's en las escenas de acción. Con esta pavada consigue bajar un poco el nivel de violencia, generando así un tono de comedia muy efectivo. La parte actoral está muy bien cubierta. Eggsy, interpretado por el jovencito Taron Egerton (The Smoke, Testament of Youth) está muy bien en su papel. La transformación que sufre a lo largo de la película, de chaboncito callejero de suburbios a agente secreto, es creíble. Colin Firth (The King's Speech, Tinker Tailor Soldier Spy) cumple el rol de mentor del jovenzuelo, y nos demuestra en esta película que también sabe pelear. El villano, Valentine, es un Samuel L. Jackson completamente caricaturezco. Vive en una montaña, sesea como loco y tiene un plan de dominio mundial tan increíble como práctico. Valentine tiene una sidekick, Gazelle (Sofia Boutella), que es su mano de obra; una asesina que en lugar de piernas tiene unas prótesis capaces de cortar a una persona por la mitad. Acompañan como miembros del servicio secreto, Mark Strong (Kick-Ass, The Imitation Game) que acá, sorpresivamente, no hace de malo, y el gran Michael Caine (claro... Alfred), que se apunta a todas las películas donde se necesite a un inglés bien educado. Igual la frutilla del postre es Mark Hamill, que, en pocas palabras, está hecho mierda. Creo que gran parte del presupuesto de la nueva Star Wars va a estar destinado a reconstruirle la cara. En fin, Kingsman: El Servicio Secreto es entretenimiento compactado en poquito más de dos horas. No hay mucho más. Si querés pasarla bien un rato, o desconectarte de la triste realidad, ésta es la película para vos. Sino andá y agarrá un libro. VEREDICTO: 7.0 - POP CORN EXPLOSIVO Kingsman: El Servicio Secreto no es, ni pretende ser, una joya del cine. Millar y Vaughn vuelven a repetir sus fórmulas, pero mientras el resultado final siga siendo así de divertido, no nos vamos a quejar.
Espionaje de alto contraste. Una mirada apresurada de Kingsman podría confundirla con apenas una entrega más del cine de entretenimiento inglés, pero no lo es. Por el contrario, esta nueva propuesta del cine de espionaje incursiona en un híbrido de rara ocurrencia en la pantalla: es una comedia satírica de acción. No se trata de cualquier comedia. El humor de Kingsman es cínico, irreverente y morboso. Mucho menos se trata de cualquier película de acción, sino tal vez de uno de los mejores exponentes en la materia de los últimos años. Es visceral, explícita, creativa y técnicamente insuperable. Sin temor a exagerar, puedo asegurar que contiene una de las mejores escenas de acción que he visto en el cine. Kingsman no repara en la audiencia ni a la hora de los chistes ni a la hora de los golpes, y eso la hace original, pero es una propuesta que explora géneros de alto contraste, lo que suele incomodar al espectador. Su humor satírico destiñe la verosimilitud del resto de la fórmula, que invierte en grandes escenas de acción y también en recetas conocidas del cine de espionaje. Pero incluso así, la película funciona, aunque quizás un guion mejor pensado hubiera perfeccionado el resultado. Kingsman es por momentos una muy buena sátira del mundo del espionaje (y a veces del mundo en general) y por momentos una excelente película de acción. Como propuesta integral también es buena, pero podría haber sido mejor con más esmero en el desarrollo del guion. Sin dudas las partes superan el todo, pero el todo vale la pena.
Entretenimiento al servicio del espectador Kingsman: el servicio secreto parodia y homenajea a la vez al primer James Bond, el de Sean Connery. Un bombardeo, Money for nothing, de Dire Straits, como tema de fondo y, con él, la noción de que corren los 90. Así da inicio a Kingsman. Eggsy tiene ocho años cuando él y su madre reciben la visita de un correctísimo caballero que los anoticia de la muerte de su padre a quien descubren como agente de una organización independiente de espías internacionales. El mensajero no da mayores explicaciones pero les deja una medalla con un número telefónico y una clave, en caso de urgencia. Esa circunstancia llega 17 años más tarde y Eggsy pasa de andar descarriado por las calles londinenses a probarse como posible heredero del sitial de su padre y la promesa del grupo de agentes con nombre de sastrería fina y muy lejano a los corruptos gubernamentales “al servicio de la Reina”. Parodia y homenaje al primer James Bond, el de Sean Connery, y a su sucedáneo actual, el imbatible Jason Bourne, Kingsman es la adaptación del comic The secret service, creación de Dave Gibbons y Frank Millar, mismo autor, este último, de Kick Ass, también llevado a la pantalla por el director Matthew Vaughn. Un diálogo resume su espíritu: “Le gustan las películas de espías”, interroga el malo al bueno; “actualmente son muy serias para mi gusto”, responde el interlocutor. “Cuando era niño, soñaba con ese trabajo: espía caballero”, cierra el villano. Contada en broma, con una lógica que aconseja tomar lo inverosímil muy en serio, provee un entretenimiento para mayores de 13 años con referencias cinéfilas. A la altura de las circunstancias.
Un Bond a lo Kick-Ass "Kingsman" es la nueva película del prolífero director Matthew Vaughn ("X-Men: First Class", "Kick-Ass") basada en el comic de Mark Millar y Dave Gibbons, "The Secret Service". Como ya es costumbre de Vaughn, el film tiene esa linda mezcla de acción pop con violencia explícita que la hace fresca pero adulta. En dinámica, es muy comparable con "Kick-Ass", película ya casi de culto que también nos presentaba a un anti héroe juvenil con el que el espectador se podía identificar. En esta ocasión, se parodia (respetuosamente) y homenajea al cine de espionaje, sobre todo a su icono indiscutible, James Bond. En sus diálogos y secuencias de acción, "Kingsman" se adentra en el submundo de la inteligencia militar y le pone un aura cool a todo lo que va repasando. Nuestro héroe Eggsy (Taron Egerton) resulta ser un pibe copado, con problemas de conducta pero buen corazón, que es reclutado por un mentor aún más copado que él, llamado Galahad (Colin Firth). Tras la muerte del agente Lancelot en una peligrosa misión, la agencia secreta de los Kingsman se topó con la necesidad de encontrar un suplente que sea digno del puesto. En este búsqueda, Galahad recuerda que tenía una deuda pendiente con la familia de un agente amigo que dio su vida por él. Es aquí cuando busca y recluta a Eggsy. Dentro de la organización secreta hay otros jugadores de importancia como Merlín y Arhtur, interpretados de manera maravillosa por Mark Strong y Michael Caine respectivamente. Del otro lado tenemos a Valentine, un villano tan malicioso como divertido en la piel de Samuel L. Jackson, casi que caricaturesco, acompañado de una secuaz mortífera llamada Gazelle que recuerda de cierta manera a la Gogo Yubari de "Kill Bill". Su móvil maligno parte de un ideal positivo, pero como todo buen psicópata, la única forma en que ve que se puede llevar a cabo es a través de la destrucción del ser humano. Vaughn toma el comic de Millar y Gibbons y le da vida con una pericia enorme, con mucho conocimiento de su público y de lo que la palabra entretenimiento significa. Las secuencias de acción son muy dinámicas, están perfectamente coreografiadas y los efectos especiales están al servicio de la intriga, la comedia y la acción. Debo advertir que es violenta, al estilo "Kick-Ass", con cuerpos mutilados y sangre, por lo que habrá gente que quiera esquivarla. Para los que disfrutamos de la acción sin tapujos y con un toque de humor negro, es una propuesta super atractiva. Por otro lado, el reparto está muy bien combinado, sin que los grandes nombres del cine desvíen el protagonismo de Eggsy. La propuesta logra un verdadero trabajo en equipo de sus personajes y eso es algo para remarcar. "Kingsman" es un disparatado film de aventuras y acción que entretiene de principio a fin, que toma lo que conocemos de los films de espionaje y los homenajea con una vibra juvenil y fresca. Recomendable.
“Los modales hacen al hombre” es lo que Harry Hart siempre le recalca a Eggsy en “Kingsman: The Secret Service”, la nueva película dirigida por Matthew Vaughn basada en un cómic de Mark Millar y que está más buena que comer pollo con la mano. “Kingsman: The Secret Service” tiene todo lo que necesitas cuando vas al cine. Una historia con mucha acción, humor, más acción y un excelente Colin Firth. ¿Quién podría pensar que el actor de “El discurso del Rey” la iba a tener tan clara para pelear como los dioses y ser una máquina de matar sin perder la elegancia británica? “Kingsman” es la quinta película del director, guionista y productor inglés en las que se destacó en buenas producciones como “Kick-Ass” (2010) o “X-Men: First Class” (2011), ahora en 2015 con algunos años en el rubro, se lanza en otra historia basada en un cómic: “The Secret Service” de Dave Gibbons y Mark Millar publicada en el año 2012 bajo el sello de Icon Comics, una editorial de Marvel. Podemos decir que la película cuenta con el estilo violento de “Kick-Ass” pero con un mejor manejo de cámaras, una velocidad en los golpes y sin excederse con la sangre. Sutileza para los hombres de trajes que deberán proteger al mundo de los terroristas. La película como casi todas las basadas en comics, cuentan con el origen del personaje principal que salvará a todos. Hace 17 años, el agente Harry Hart (Colin Firth) se emprendía en una misión de máximo riesgo, pero luego de un mal calculo están todos por morir. Gracias al acto heroico de un Kingsman novato que dio su vida para salvar a Harry -conocido como Galahad por el Servicio Secreto- Hart se quedó en deuda de por vida con la viuda y el pequeño hijo del agente muerto. El pequeño nunca supo la historia de cómo murió su padre y pasó sus años creciendo en los suburbios de Inglaterra junto a su madre, una nueva hermanita y un padrastro hdp. Gary ‘Eggsy’ Unwin con mucho potencial y capacidad no siguió los pasos de su padre y se dedicó a juntarse con su bandita de amigos “Hooligans” versión 2015. Tras el fracaso de Lancelot (Jack Davenport) en una misión de rescate del profesor Arnold (Mark Hamill, la voz del Joker en Batman TAS) en ¿Argentina? frustrada por el multimillonario Valentine (Samuel L. Jackson) que junto a su asesina de elite Gazelle (Sofia Boutella) logran matar a todos. Inclusive a uno de los mejores agentes de Kingsman. Luego de eso, cada miembro del Servicio Secreto debe proponer un joven candidato al líder Arthur (Michael Caine) para ocupar el lugar de Lancelot, superar el intensivo entrenamiento y pasar la pruebas individuales/grupales a cargo de Merlin (Mark Strong). Dejando atrás su vida, Eggsy (Taron Egerton) es el elegido por Harry para unirse al entrenamiento Kingsman. A pesar de las exigentes pruebas, el joven candidato de Galahad es de los mejores y destaca su forma de actuar ante cada situación. ¿El servicio Kingsman se toma vacaciones mientras entrenan a estos novatos? Para nada, Galahad está en plena misión tratando de descubrir los planes de Valentine que entre secuestros, extorsión y muchas locuras está preparando un gran golpe. La tarea del Secret Service es descubrir y solucionar a toda costa el increíble y demente plan que diseñó el querido Samuel L. Jackson. “Kingsman: The Secret Service” te enamora desde el primer minuto. Es que si comienza la peli con “Money for nothing” de Dire Straits el resultado de piñas, tiros y rock and roll es arrollador. Con actuaciones increíbles, desde Colin Firth, pasando por el groso de Mark Strong más el conocido talento de Samuel L. Jackson y Michael Caine todo cierra con la excelente participación y estreno de Taron Egerton en la pantalla grande. Si disfrutas del genero y si las pelis basadas en cómics te gustan pero necesitas más piñas, más sangre, ésta es la película para sentarte a disfrutar.
La nueva película de Matthew Vaughn (Kick Ass, X-Men Primera Generación, Layer Cake, etc.) es un homenaje a las historias de James Bond, a las primeras, las de Connery (el mejor) o Moore, pero además de eso, es parte de las películas de género que no se toman a si mismas muy seriamente, logrando, paradójicamente, ser grandes exponentes del mismo. La premisa es simple, una organización privada, dedicada a luchar contra “el mal”, sin ataduras gubernamentales, sin responderle a nadie, pero velando por el bien de todos, y con recursos económicos ilimitados. Nada más, y nada menos. El sistema de este grupo de espías también es simple. Esta basado en la leyenda de la Mesa Redonda del Rey Arturo. Colin Firth (Galahad), es el segundo al mando, con Michael Caine como “Arturo”, el jefe de la organización. Galahad, es la personificación del caballero, y el más puro de todos en la famosa leyenda. Y claramente el personaje esta basado en el. Mark Strong (el siempre extraordinario Mark Strong) es Merlín, asistente omnipresente de Arturo, y un “mago” informático. Luego de un error cometido por el personaje de Firth en la secuencia de títulos, la cinta avanza 17 años hasta la época actual, donde se nos presenta al villano de la misma, el inmenso Samuel L. Jackson, también rindiendo homenaje a los clásicos malos de la franquicia de James Bond con su asistente, una mujer asiática con las piernas amputadas, pero que en las prótesis tiene una especie de katana híper afilada. La diferencia entre este villano de Samuel y los que homenajea, es la falta de glamour y sofisticación aparente que tienen esos personajes. Con una gorra siempre con la visera de costado, zapatillas llamativas, parece mas un rapero de 50 años que un mega villano. Fuera de eso, es un mas que digno oponente para los Kingsman.(Cabe destacar en esta escena, la participación de Mark “Luke Skywalker” Hammil como un profesor secuestrado. Y por como esta, la fuerza no lo acompaño) A partir de ahí, el film es un viaje entretenidísimo, con la aparición del aprendiz, el cuasi debutante Taron Egerton (genial en su papel, peleando cada escena con Colin Firth y saliendo airoso) vinculado al error que cometió Galahan años atrás, un chico con una vida complicada, transitando un mal camino, pero con las condiciones para ser todo un espía. Sin ahondar mucho en la historia, el mérito de Kingsman, es el mismo que tienen películas como Guardianes de la Galaxia, John Wick, etc. Son verosímiles. Que quiero decir con esto? Construye el universo donde transcurre. No es en el mundo real, es en su mundo. Y en ese mundo, las reglas son otras, y nos permite creernos las cosas que pasan. En otras palabras, es una película de genero, que no trata de manera snob al mismo, o que se avergüenza de hacer chistes medio tontos, pero efectivísimos. Tampoco se toma en serio a si misma, que no quiere decir que no esta hecha con toda la pasión y el laburo que cualquier otro film llevaría. Quiere decir, que no se oculta tras un velo de superioridad, sabe que es entretenimiento, sabe que es exagerado, sabe que no es Shakespeare, pero lo mejor, no quiere serlo. Quiere que nos sentemos dos horas frente a la pantalla, y la pasemos bárbaro. Quiere que veamos como serian las pelis de James Bond si alguien las hiciera a fondo, sin quedarse entre la realidad y lo verosímil, camino que generalmente lleva a que no sean ni buenas ni divertidas. La banda sonora ochentosa le suma mucho, las escenas de acción están vertiginosamente filmadas, sin abusar de los cortes de edición ni la cámara en mano que abunda en estas situaciones, dando la impresión de un valet violento y entretenido, y los gags secos (es decir, con Colin y Samuel impávidos en situaciones ridículas) son muy buenos. En pocas palabras, es un pavada divertidísima. La recomiendo ampliamente.