AL RESCATE DE LA BESTIA. Las remakes tienen, en parte merecidamente, mala fama. Búsquedas comerciales sin interés por la obra en sí mismo sumada a la facilidad de tener los derechos de los títulos muchas veces hace que los estudios se lancen a estos proyectos. No es raro que simplemente se revise el catálogo de películas y se elija hacer una remake en base a lo disponible. Pero más allá de las intenciones, las películas deben ser juzgadas por los resultados, por lo que aparece en la pantalla. Y algo que nadie dice de las remakes: Si son malas, pasan al olvido, si son buenas, se ganan su merecida fama. Hay casos muy distintos entre sí, ejemplos que se repiten y excepciones. Pero remakes de clásicos como La bella y la bestia no son moneda corriente. El riesgo artístico era muy grande porque se trata de una película muy famosa, muy prestigiosa y muy querida. Claro que también supo ser un éxito descomunal en teatro en todo el mundo. Si la película de animación de 1991 ya había sido adaptada al musical de Broadway que paseó por muchas ciudades y ahora vuelve en formato con actores, lo cierto es que aquella película tampoco era un guión original. La bella y la bestia es un cuento de hadas francés que ha tenido muchas versiones, aunque la más famosa y que ha sido tomada por el cine es la del siglo XVIII escrita por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. La historia también ha tenido varias versiones cinematográficas y televisivas previas al clásico de Disney, siendo la de Jean Cocteau, de 1946, la más importante de todas. Así que la puerta para aceptar nuevas versiones no estaba cerrada, aun con el alto riesgo que conllevaba meterse con ese título. El director de la nueva película, Bill Condon, no es un autor particularmente original o poseedor de una gran identidad, una remake dirigida por él era también un misterio. La comparación entre la maravillosa versión de 1991 y su remake –recordando que se trata de musicales- salta desde el comienzo y aunque la comparación no dice absolutamente nada sobre los valores artísticos de un film, es un juego de las diferencias que no podemos evitar hacer. La promesa es que será solo al comienzo de este texto, y no más allá. El prólogo de la nueva versión es largo, suntuoso, espectacular y lo peor de la nueva película. En unos minutos uno puede temer lo peor. Pero en cuanto arranca la primera canción esa angustia se transforma en un instante en euforia. Con los cambios incluso en las canciones, el primer tema hace que el personaje de Belle vuelva a ser tan querible como el del dibujo animado y Emma Watson gana su batalla desde ese momento y hasta el final. Pronto otros personajes, como Gastón, se sumarán a esa fascinación que el film produce. Pero el juego de las diferencias nos puede jugar una mala pasada si nos dejamos engañar por la idealización. Mientras miraba la película imaginaba que todo lo bueno se debía a su parecido con la historia original y que lo que se alejaba me distanciaba. Veía que los objetos encantados eran demasiado absurdos para una película con actores o que la bestia se transformaba demasiado rápido en un ser querible. Entonces decidí hacer lo que correspondía: volví a ver la versión de 1991. Y allí me llevé una gran sorpresa. La versión de 1991, entre otras cosas el primer film completamente de animación nominado al Oscar a mejor película, no es mejor que su remake. Hay personajes que no funcionan tan bien, momentos demasiado acelerados y, por supuesto, decisiones exclusivamente pensadas para el público infantil. Aun así sigue siendo extraordinaria y muy emocionante. Ambas películas lo son, ambas tienen muchísimos elementos en común, pero ambas merecen que no se les reclame nada en la comparación. Cada una tiene vida propia, merecida vida propia. Como todo relato universal, La bella y la bestia ha mutado a lo largo de los siglos, aun cuando en el fondo conserve las mismas ideas que anidan en el inconsciente colectivo. Pero las sociedades cambian, las ideas predominantes cambian y hasta el cine, de una década a otra en este último caso, cambia. Belle es una joven que no quiere resignarse a una vida de obligaciones, no acepta el rol normativo del lugar en el que vive y a través de los libros sueña con un mundo mejor. Es libre, inteligente, tiene capacidad inventiva y hasta piensa en un mundo de mayor libertad no solo para ella sino para la siguiente generación de mujeres. Vive con su padre viudo, ambos se quieren y ambos serían capaces de cualquier sacrificio por el otro. De hecho no faltarán pruebas de ello. Antes de conocer a Belle conocimos a la Bestia, un joven superficial y egoísta castigado por sus acciones. Otro joven, Gastón, ama a Belle y quiere casarse con ella. Gastón es el machista por definición, pero muchas otras cosas. Es tan egoísta como la bestia y tiene características que van más allá del machismo. Es narcisista, intolerante, ignorante, agresivo y, solo para darle liviandad cómica al personaje, es un perfecto idiota. Pero no deja de ser siniestro, como demostrará una y otra vez. El representa la opresión de una sociedad que le teme al diferente, a lo desconocido, a lo que no puede explicar. Es el machismo pero también la intolerancia en general. Aunque más allá de los personajes y las características mencionadas, La bella y la bestia sigue siendo una gran historia de amor. Una historia que muestra que Belle no debe cambiar para encontrar el amor, sino el que debe cambiar es la Bestia. La Bestia se parece a Gastón, pero la Bestia aprende y cambia. Gastón no, Gastón insiste hasta las últimas consecuencias en su maldad. Se podría decir que es la película es más una lección sobre como los hombres deben cambiar que una película sobre la mujer. Bella no acepta a un machista, Belle elige, toma decisiones. Se sacrifica por su padre, educa a otras mujeres, descubre a partir de detalles que la Bestia es buena, aunque es una Bestia. No le repele la masculinidad, sino el machismo. Acepta que la Bestia como bruto, a lo sumo le da alguna solución para que no sea tan bruto. Esos pasos de comedia romántica son muy buenos pero también son reflexiones sobre la pareja hoy. La película se atreve a un tono un poco más adulto, se aleja del formato infantil, aunque los personajes de los objetos le dan simpatía y ligereza, aun cuando también encierren conflictos. La película, en total coherencia con su discurso central, hace también gala de diversidad étnica y sexual, sin vergüenza y con mucho sentido del humor. El amor es el amor dice la película, más allá de la superficie. ¿Cómo alguien podría festejar un cuento como La bella y la bestia que condena abiertamente los linchamientos y la intolerancia y luego enojarse con la diversidad que el film muestra? Como sea, la película lo hace con gracia y alegría. Y finalmente, claro, las canciones son espectaculares, algunas ya convertidas en clásicos de la historia del musical cinematográfico, y el despliegue de producción es enorme. Desprejuiciarse y disfrutar es lo mejor que se puede hacer. Y dejar de pensar que todo film pasado fue mejor. A veces lo son, a veces no y a veces, como en este caso, simplemente son una excelente película.
Este remake de Disney nos brinda un espectáculo repleto de colores radiantes, mucha música y un ritmo constante. Las comparaciones son odiosas, lo sabemos. Por este motivo, trate de mirar la nueva versión de acción real de La Bella y la Bestia sin hacer paralelismos con la excepcional transposición de animación realizada en 1991, también por la factoría Disney. La historia es conocida: la joven aldeana Bella (Emma Watson) —pretendida por un presumido Gastón (Luke Evans)—, para salvar a su padre de las garras de una horrible Bestia (Dan Stevens), tomará su lugar en una castillo encantado y quedará condenada al encierro de por vida. Con el pasar del tiempo se dará cuenta de que Bestia posee una gran belleza interior, además de una asombrosa sensibilidad. El amor entre ambos será inevitable. Desde que comienza el film nos damos cuenta que su producción es notable. En una divertida escena musical, se presentarán la mayoría de los personajes que darán vida a este relato cautivante. Es inevitable no sentir empatía por Bella (una correcta Emma Watson), quien despliega su personalidad mostrándonos a una joven con un carácter determinante, que trabaja a la par de su padre y es amante de la lectura. Alejada del estereotipo de la típica aldeana, Bella es diferente y en su pueblo se lo hacen notar. Este costado feminista no es la única novedad de esta adaptación, también hay un personaje gay: Le fou (Josh Gad), el fiel ayudante de Gastón quien se encuentra seducido por su aparente encanto. La Bella y la Bestia está invadida de pegadizos y disfrutables cuadros musicales, que la estructuran y le otorgan una cadencia sin fisuras. Es cierto que a la animación de Bestia, por momentos se le cuela la artificialidad en su andar, pero este aspecto se puede justificar por el marchar tosco de una animal. La película es puro color y alegría. Una gran historia de amor, con sentido del humor, un sentimentalismo digno y sobre todo abierta a la diversidad. En este universo todos tienen un lugar y la oportunidad de redimirse. Como diría Umberto Eco: “La belleza del universo no es sólo la unidad en la variedad, sino también la diversidad en la unidad” y esto en La Bella y la Bestia se manifiesta.
El precio de una rosa Por supuesto que de todas las versiones cinematográficas de La Bella y la Bestia la mejor sigue siendo la extraordinaria traslación de 1946 de Jean Cocteau, no obstante la presente supera a sus orígenes de primera mano, la propuesta animada de 1991 y el musical de 1994, logrando una experiencia en live action tan exitosa a nivel técnico como actoral… Ante una película de las características de La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 2017) conviene en primera instancia separar el material de base con respecto a la ejecución concreta -léase la puesta en escena y la estructuración visual general- del equipo creativo encabezado por el director Bill Condon: teniendo en cuenta que el film que nos ocupa está inspirado tanto en la obra animada de 1991 como en el musical de 1994 de Alan Menken, Howard Ashman, Tim Rice y Linda Woolverton, ambos pertenecientes al emporio Walt Disney y claros ejemplos de la estrategia de la empresa en pos de pasteurizar cuanto relato esté dando vueltas en el acervo cultural occidental masivo, a decir verdad el desempeño de Condon resulta bastante digno ya que consigue compensar la pobreza total de las canciones con un esplendoroso abanico de colores oscuros y un elenco con gran talento para el canto. La primera sorpresa viene por el lado de Emma Watson (Bella), de la que nadie esperaba mucho porque a priori no parecía contar con el porte o el carisma que requiere el personaje, no obstante la chica aquí profundiza el crecimiento actoral visto en Regression (2015) y Colonia Dignidad (2015) y cumple tanto a nivel vocal como al momento de transmitir emociones a través de la mirada, los gestos o una simple sonrisa. La contraparte que le eligieron, Dan Stevens (Bestia), está asimismo bastante bien y los CGI sobre su rostro se ubican en la frontera entre lo humano y la exaltación digital. Contra todo pronóstico, los sirvientes del muchacho peludo, convertidos en piezas del mobiliario y semejantes, corren con la misma suerte y ninguno cae en esa típica exageración facial símil caricatura, un esquema que no cuadra con las adaptaciones en live action de opus animados en general. Ahora bien, ya elogiado el trabajo de Condon y compañía, debemos aclarar que la mejor traslación a la pantalla del cuento de hadas de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve continúa siendo la de 1946 de Jean Cocteau, una maravilla del surrealismo que le sacó todo el partido posible a esta fábula acerca del sacrificio, el amor genuino y su sustento en la belleza y coherencia internas por sobre la fachada social (además sigue demostrando que una máscara eficaz para la Bestia jamás será superada por los CGI, incluidos por supuesto los presentes). Los testaferros de la Disney, en su momento y fiel a su estilo, conservaron apenas el armazón más macro de la trama y volcaron a los protagonistas hacia los confines de una simpleza lavada que dejó de lado a varios personajes, evitó detalles escabrosos y sin dudas apostó por un melodrama mucho más tradicional y sin mayor complejidad retórica. Como señalábamos anteriormente, por suerte la riqueza de los rubros técnicos y el encanto de los actores son dos factores que levantan a la propuesta hasta hacerla disfrutable gracias a un fulgor ameno que combina simpatía, prolijidad y algún que otro instante de lograda comicidad. El precio a pagar por una rosa arrancada en el jardín equivocado, circunstancia que lleva a Maurice (Kevin Kline) a “entregar” a su hija Bella a la Bestia, vuelve a ser la excusa para pasearnos por los misterios en torno a la afinidad -o la ausencia de ella- entre los seres humanos, una historia que busca la magia en los márgenes de la sociedad debido a que las comunidades, por más pequeñas que sean, suelen estar más cerca de la violencia, el odio y la falta de respeto que de la piedad, el bien común y la apertura moral progresiva, ese entendimiento que debería primar ante los escollos de un conservadurismo insoportable. Condon construye una obra hermosa a partir de productos castrados de Disney y de esta manera -involuntariamente- termina siendo más devoto al espíritu original de Villeneuve…
Reinvención o re amortización Disney es una compañía que sabe reinventarse realmente bien: se adapta a los nuevos tiempos, descubre las tendencias y fija caminos dirigidos al éxito y la inmediata conexión con su público. En este proceso, sin embargo, nos ha acostumbrado desde hace algunos años a una serie de reediciones de sus clásicos en imagen real que se aleja de esta búsqueda de nuevos horizontes, y que surge como una decisión lógica de re amortización de productos que ya cuentan con un gran número de seguidores. La Bella y la Bestia, uno de sus más importantes caballos de batalla, tenía su turno este año para esta reconstrucción. En estos procesos Disney se muestra conservadora, no dejándose llevar por posibles adaptaciones libres de aquellos éxitos pasados. En su lugar, se ciñen bastante al relato conocido, y en este caso se llevan la palma al crear un producto inusual, excesivamente similar al que ya se viera a principios de los 90. Llegados a este punto, uno se pregunta el sentido real de tamaña copia, más allá del obviamente comercial. La capacidad de maniobra para crear un producto artístico nuevo y capaz de emocionar de forma diferente queda capada, supeditada al deseo de satisfacer de forma segura a todos los que ya disfrutaron con la anterior. Para ello utiliza las mismas notas y fórmulas que ya se vieron exitosamente combinadas antaño. Si de algo se ha dado cuenta sin embargo Disney, es de que ese modelo de princesas en busca de su necesitado príncipe azul es algo caduco. Las historias originales que surgen en el nuevo siglo por parte de la compañía se alejan conscientemente y de forma manifiesta de esas figuras anticuadas, lo cual contrasta enormemente con el hecho de recuperar las historias donde aquellas damiselas se repartían en cupos de a una por cuento. Irónicamente, en lo poco que intenta innovar y transgredir la nueva versión de La Bella y la Bestia es donde encuentra los fallos más chirriantes. Tratar de convertir a Bella en un personaje más independiente y acorde a los nuevos tiempos, y respetar a la vez el guión original es una tarea que únicamente acaba produciendo momentos de contradicción e, incluso, insatisfacción por no haber llevado más allá este planteamiento. No basta que Emma Watson afirme contundentemente que no es una de aquellas princesas, debe haber algo más. De la misma forma, con el primer personaje “manifiestamente” homosexual de Disney en un largometraje, LeFou, todo se queda a medio camino, dejándole el papel de contrapunto cómico sin profundidad. Donde acalla sin embargo la película estos fallos y carencias de originalidad es con su mencionada puesta en escena. El trabajo de arte, incluyendo toda la ambientación y vestuario, gana un gran protagonismo que cubre las espaldas de algunas actuaciones poco destacadas, y la fotografía trabaja en conjunto para crear ese coloreado mundo de cuento propio precisamente de los dibujos animados. Mención aparte y especial merece el trabajo de efectos especiales y CGI, capaz de crear una Bestia más que convincente y, aún más importante, extraordinariamente expresiva. De la misma forma el resto del mobiliario animado del castillo (con ilustres intérpretes en sus filas) se acopla a la obra de forma muy satisfactoria. Todo esto acaba creando una espectacular y conmovedora experiencia visual que apenas desmerece por un montaje algo acelerado en algunos momentos. El conjunto, por tanto, acaba creando una obra tan evocadora visual y sentimentalmente como poco original, un hito únicamente económico para una compañía que nos tiene demasiado mal acostumbrados a grandes historias.
Belleza que no alcanza La Bella y la Bestia es una de esas películas que hace mucho tiempo estamos esperando ver luego de su anuncio, por todo lo que significa su paso de versión animada al live action que tanto Disney comenzó a impulsar hace unos años. Y lo que íbamos a ver estaba bastante claro: una copia en carne y hueso del clásico de 1991, esa historia considerada como uno de los mejores musicales y una de las películas más románticas que hayamos visto. Y lamento decir que no nos equivocamos: La Bella y la Bestia está calcada de su versión original. Canciones, escenarios, diálogos, secuencias y gestos iguales al film animado. Uno podría esperar tal vez menor imitación y más libertad creativa como ha tenido El libro de la selva (también de Disney), pero Bill Condon repite incluso los planos. Y pasar al live action nadie creería que no debe ser complicado, pero nos encontramos por ejemplo con una Bestia (Dan Stevens) con exceso de CGI, que funciona bien en algunas escenas, pero en sus movimientos no luce demasiado real. Se la ve mucho más artificial de lo que debería ser. Un buen maquillaje hubiera sido ideal para este personaje. Y vuelvo a mencionar a El libro de la selva, ganadora de un Oscar a los mejores efectos visuales, y cómo es posible que allí todos los animales lucen tan reales y no supieron buscarle la vuelta a esta Bestia. Un punto favorable de esta nueva película es el hecho de tener 40 minutos extras respecto a la animada. Esto sin dudas le permite darnos a conocer mayores detalles de los personajes secundarios, quienes en esta ocasión se transforman en los grandes valores que vemos en pantalla. Gastón (Luke Evans) es quien se roba el film: vanidoso, descerebrado, egocéntrico, logra dotar a su personaje de características que sobresalen de sobre el resto. Lo mismo sucede con su compañero LeFou (Josh Gad), quien le aporta el toque cómico a la película. Y el tema tan comentado acerca de su homosexualidad (que hoy en día no debería sorprendernos) se da de forma respetuosa, delicada e incluso tierna. Y dejé para lo último a Emma Watson y su Bella. No descreo que haya sido un desacierto su elección. Le aporta al personaje belleza (siendo redundante), carácter y viveza. Pero aún nos sigue costando despegarla de Hermione, quien la dio la popularidad. Estamos a unos cuantos personajes de Watson para dejar de verla de tal forma. La película es impecable en cuanto a producción, vestuario y técnica. En el número musical del festín para Bella vemos el gran despliegue visual que Disney sabe que nos gusta ver. Y el hecho de tener mayor presencia de canciones que en la película original, hace que verdaderamente estemos frente a un espectáculo musical. ¿En qué falla La Bella y la Bestia? No llega a emocionarnos, a hacernos parte de la historia. Ni siquiera en el gran evento cinematográfico que debería ser el baile entre los personajes principales. Se ven ellos muy acartonados, tratando de encantarnos. La comparación con la versión original es odiosa, pero esperábamos seguramente más de esta adaptación. Se nota la voluntad de encarar de forma más visual este clásico, pero se queda a medio camino y tanta belleza no nos llega al corazón.
Un espectáculo visualmente imponente pero poco arriesgado en lo narrativo. Estrenada en 1991, el film animado La Bella y la Bestia fue todo un parteaguas, no solo por su éxito crítico y financiero, sino por ser la primera producción de este tipo en ser nominada al Oscar como Mejor Película, sentando el precedente para una categoría exclusiva de este rubro que recién vería la luz en el año 2001. Dato histórico aparte y tomando en consideración el éxito, por lo menos financiero, del plan de Disney de tomar algunos de sus más entrañables clásicos y dotarlos de seres carne y hueso (lee nuestra nota al respecto ACA), estaba cantado (¡cuec!) que La Bella y la Bestia tarde o temprano sería uno de los pasos de este plan. La trama ya es más o menos conocida: Un príncipe egoísta es maldito por una hechicera, convirtiéndolo en una horrorosa bestia y debe ganarse el amor de una mujer antes de que una rosa encantada pierda su último pétalo. El conflicto entra en acción cuando conocemos a Belle, cuyo padre es secuestrado por la Bestia y ella se ofrece a tomar su lugar, dando inicio al lime de asperezas que devendrán inevitablemente en romance. El guion de la película es básicamente calco y relleno. Calco de toda la estructura argumental del filme animado, más detalles de relleno para convertir una historia de 84 minutos en una de 130. Muchas canciones nuevas se han creado exclusivamente para la película, mientras que las que ya existían han sido extendidas en su duración para esta nueva versión. Esto no es necesariamente malo, pero cuece la pregunta de cuál es la necesidad de llevar al terreno del live action una historia de probada valía en el terreno de la animación si no se le van a sumar los suficientes detalles nuevos para que se pueda valer más allá de su asociación con la película base. Si, dije “suficientes” y no “ninguno”, porque algunos (muy pocos) de los rellenos del guion suman detalles que nos permiten entender mejor a los personajes, sus interrelaciones, y desde luego sus motivaciones. El hecho concreto es, que si bien suman, no son los suficientes para que uno diga que es una historia completamente nueva. La impresión que da es que, nuevamente por cuestiones de duración, rellenaron sólo con lo necesario y respecto de lo que ya existía desde el vamos se inclinaron por no arreglar lo que no está roto. La interpretación de Emma Watson se concentra tanto en hacer de Belle una mujer librepensadora e independiente, que descuida los momentos de vulnerabilidad que tiene el personaje, al extremo de terminar siendo poco creíbles. Dan Stevens, quien da vida a la Bestia, entrega un trabajo regular; nada para criticar pero tampoco mucho para admirar, ya que no son pocas las veces que tiene que exagerar la interpretación por ser prisionero del motion capture. Kevin Kline es prolijo pero, lamentablemente, no son pocas las instancias en donde la labor de este grande está en un triste piloto automático. Luke Evans cumple como Gastón, aunque a menudo no puede evitar caer en una caricaturización del personaje. Respecto a Josh Gad, cumple como comic relief de la película con un LeFou abiertamente gay pero muy sutil y contenido. Ian McKellen, Ewan McGregor y Emma Thompson, si bien ponen la voz más que el cuerpo en un 95% de la película, prueban ser dignos secundarios, que no pocas veces salvan las escenas, claro está, aquellas que no zozobran. Si vamos a hablar del apartado técnico diría que es casi impecable. La dirección de arte es, sin lugar a dudas, lo más sobresaliente de la película. La combinación de colores y estilos arquitectónicos, sumado al más extremo nivel de detalle hasta en el más minúsculo elemento, terminan por sumergir completamente al espectador en este mundo. Estos aspectos se complementan y mimetizan con la fotografía de la película, que está en una clave alta de iluminación, incluso para los momentos más oscuros. ¿Pero porque casi impecable? Ese “casi” es un montaje poco dinámico, poco fluido; defecto notorio sobre todo en la escena del baile de los dos personajes. Conclusión: La Bella y la Bestia es una película visualmente impresionante pero que arriesga poco narrativamente. Se limita a no arreglar lo que no está roto, lo que le puede ganar puntos con los fanáticos más acérrimos, pero le puede costar la aprobación de espectadores más ajenos y/o más exigentes que esperaban que esta nueva versión se saliera de su zona de confort.
Disney continúa reviviendo a sus clásicos al live action para una nueva generación de fans, ya fueron traídas películas como "Alicia en el País de las Maravillas", "La Cenicienta", "Maléfica" o "El libro de la selva", ahora le llegó el turno a "La Bella y la Bestia", aquel clásico musical del año 1991 que había gustado tanto a la crítica como al público en general, hasta había sido nominada al premio Oscar a mejor película, cuando aun no existía la terna a mejor film animado. Ya todos nos sabemos de memoria de qué trata esta historia, un joven y apuesto príncipe recibe una poderosa maldición del que solo se puede librar cuando llegue el verdadero amor, ahí es cuando llega Bella al castillo en busca de su padre que es mantenido en cautiverio, hace un trato con la Bestia y ella ocupa el lugar de su padre en el castillo. La relación entre Bella y Bestia al comienzo es distante, pero con el pasar del de los días entablaran una amistad a pesar de las diferencias, una amistad que podría transformarse en amor, ese amor que puede llegar para romper con la maldición que poseen Bestia y los habitantes del castillo. "La Bella y la Bestia" es uno de los mejores live action que pudo haber traído Disney hasta el momento, la película es un calco de la animada, pero también tiene algunos agregados que aportan aun más en la historia. Era mucho el miedo al ver cómo eran capaces de traer una película que conserve lo que ofreció su antecesora, otro de los temores venían por parte de quien iba a a llevar a cabo este ambicioso proyecto, el encargado es Bill Condon, responsable de las últimas películas entregas de la saga Crepúsculo, podía haber generado un historia trillada, sumamente aburrida y con chiches obvios, pero no, la dirección en esta película es sumamente acertada. Por parte del elenco es otro gran acierto, Emma Watson cumple bastante bien en el rol protagónico femenino, pero lo que más me gusto viene por la parte de los actores que prestan sus voces a los objetos del castillo, que son Lumiere (un candelabro), Ding-Dong (un reloj) o la Sra Potts (una tetera), ahí los actores Ewan McGregor, Ian McKellen y Emma Thompson se llevan los aplausos. Los efectos especiales acompañan de manera correcta en cada escena, al igual que el vestuario. En cuanto a lo musical se utilizan las mismas canciones del film animado original, otro gran acierto. "La Bella y la Bestia" es hermosa y transmite emociones en cada momento, uno queda encantado con todo lo que ella transmite, magia, música y alegría en una de las mejores live action de Disney. Y recuerden, nuestro huésped sea usted.
Ojos bien abiertos Luego de mucha expectativa, llega a los cines argentinos La Bella y la Bestia, nueva adaptación cinematográfica -esta vez en version live action- del tradicional cuento francés, que Disney adaptara en versión animada allá por 1991. La trama es bastante conocida, pero recordemos algunos detalles. En un imponente castillo, un principe francés celebra un baile, allí una mendiga aparece y ofrece una rosa a cambio de refugio, pero ante la negativa del príncipe, ella se devela como hechicera y lo convierte en una Bestia (Dan Stevens). Dicha maldición afecta también a los sirvientes reales, que son transformados en objetos (reloj, tetera, candelabro, etc). Antes de irse, la hechicera maldice la rosa, y le aclara a la Bestia que el hechizo sólo podrá romperse en el momento que él pueda amar a alguien, y que alguien lo ame, sin tener en cuenta su apariencia, antes que el último pétalo de rosa caiga y se seque. Algunos de los aliados de Bella dentro del castillo: Din Don (Ian McKellen), la tetera Mrs. Potts (Emma Thompson), Lumiere(Ewan McGregor) y Plumette (Gugu Mbatha-Raw). Pasa el tiempo, y ahora el film nos sitúa en Villeneuve, una pequeña aldea, donde todos los habitantes se conocen y donde todo es bastante rutinario. Allí se encuentra Bella (Emma Watson), una bella y brillante joven que ama leer y anhela conocer otras cuidades y tener nuevas aventuras. Bella vive junto a su padre Maurice (Kevin Kline), un relojero, hacedor de cajas musicales que se prepara para salir de viaje a vender sus creaciones. Una noche, mientras Maurice está cabalgando es acorralado por lobos, para huir acude al castillo, pero al intentar arrancar una rosa de su planta, la feroz Bestia aparece y lo toma prisionero. Bella es anoticiada de esto, y acude al rescate de padre, decidiendo tomar su lugar como prisionera de la Bestia, mientras los simpáticos sirvientes, ansían que ella sea la mujer, que finalmente rompa el hechizo. Esta nueva versión de La Bella y la Bestia resulta no sólo conmovedora y atrapante, sino también visualmente impactante. Además, mantiene el espíritu de la versión de 1991, pero añade elementos y características que aportan frescura y acercan la historia aún más a nuestros tiempos. Algunos ejemplos son, la ultra mencionada -y para algunos controvertida- inclusión de un personaje gay como Le fou (Josh Gad), el secuaz de Gastón (Luke Evans), o bien la postura cercana al feminismo de la joven Bella; quien ama la lectura, y busca tanto su progreso como el de los demás aldeanos, y lo concibe más allá del matrimonio o de la idea de dependencia de un hombre. Por otro lado, si bien el film apunta al romanticismo, también tiene muchos momentos de comedia, además de la inclusión musical -se mantienen las mismas canciones que en 1991, pero se agregan tres nuevas composiciones- y todo esto se combina de manera armoniosa y narrativamente correcta. En cuanto a las interpretaciones, claramente Emma Watson es quien más se luce, aportándole a Bella no sólo una imagen enérgica y sensible, sino también divertida y compasiva. En resto del elenco es simplemente brillante, destacándose Luke Evans en su rol de villano narcisista; y teniendo como único punto flojo, la performance de Dan Stevens como Príncipe/Bestia, quien lleva su rol de forma correcta pero cuasi insulsa. En síntesis, La Bella y la Bestia resulta una excelente producción tanto desde lo técnico y visual, como desde lo narrativo, por lo que genera el disfrute y entretenimientro tanto en niños como en adultos, a la vez que nos invita a pensar y reflexionar acerca de la diversidad.
Con su lujoso diseño visual y una historia de amor desarrollada entre hechizos, "La bella y la bestia" regresa con actores para cautivar a las nuevas generaciones y despertar la nostalgia de los memoriosos. La nueva adaptación de Disney del clásico animado de 1991, sigue la exitosa tendencia que logró El libro de la selva. En la versión 2017, el hechizo y la magia siguen presentes en la pantalla grande. La Bella y la bestia cautivará a las nuevas generaciones y traerá la nostalgia del musical a partir del momento en el que Bella -Emma Watson- decide ir en busca de su padre Maurice -Kevin Kline-, atrapado en un castillo, por una bestia maldita -Dan Stevens-. Bella decide hacer un intercambio y quedarse encerrada a cambio de la libertad de su padre. La fábula, que invita a encontrar la belleza interior, es una combinación de acción real con actores y efectos digitales de última generación, que conviven de manera fluída y armoniosa dentro de la historia. Watson, conocida por la saga Harry Potter, entrega a una Bella ingenua y soñadora pero aguerrida, que se mueve cómodamente en el género musical y, por otro lado, llega una Bestia de pisada fuerte y mucho mas melancólica. El lujoso diseño de producción enmarca a una acción que se mueve entre la aldea -por momentos recuerda a La novicia rebelde-, los bosques peligrosos y retorcidos, con la presencia de lobos amenazantes, y un castillo tenebroso y mágico habitado por objetos que cobran vida. De este modo, desfilan por la historia la Señora Potts -Emma Thompson-, Ding Dong -Ian McKellen-, Lumiere -Ewan McGregor- y, claro está, no se puede dejar de mencionar al verdadero villano de turno, el narcisista Gastón, rol a cargo de Luke Wilson -ysu afeminado ayudante, Le Fou-, inmerso en su alocada carrera por conquistar a la heroína de sus sueños cueste lo que cueste. Una historia de amor, cargada de falsas apariencias, una fascinación por los libros clásicos -la biblioteca de la Bestia- y el toque gay que le imprime el director Bill Çondon, realizador que ya transitó por el musical enChicago y Dreamgirls, además de Dioses y monstruos, quien demuestra con gran pericia narrativa y generosa producción que las historias clásicas también se reciclan y actualizan. Las eficaz banda sonora de Alan Menken resuena en la memoria y es acompañada por sincronizadas coreografías, como en la escena del baile, una de las más recordadas del film o, incluso de la versión teatral que se presentó en Buenos Aires. El enfrentanamiento entre Bestia y Gastón, en las alturas del castillo ensombrecido, contrasta con la caída de un pétalo de rosa que augura un final emocionante, entre luchas, canto, bailes y moraleja final.
Es la adaptación del film animado, con música original y nuevas canciones, realizada por Bill Condom con un gran elenco de estrellas y una pareja principal que derrocha intensidad y le agrega al film la pasión muy bien jugada por Emma Watson y Dan Stevens que supera toda la parafernalia de su bestia (trabajar con zancos, una disfraz pesado y enorme) para darle vida y sentimientos. Esa historia de un príncipe maldito por su soberbia a ser un monstruo hasta que sepa amar y que lo amen tiene el atractivo romántico necesario. El personaje de Bella en libertad tenía que lidiar con un pretendiente que ella odiaba y la incomprensión del pueblo, encerrada no solo intenta escapar todo el tiempo, sino que de a poco siente atracción por ese monstruo deprimido y colérico. Y también por estar acompañada por objetos que cobran vida, algo que Hollywood hace tan bien. Allí no solo están los grandes nombres sino también los homenajes a los grandes musicales de todos los tiempos. Los nombres se acumulan: Emma Thompson, Staley Tucci, Ewan McGregor, Ian McKellen. Hay humor, aventura, dosis exacta de romance. Y entre el malísimo de Luke Evans y su segundo de Josh Gad que es gay y en su amor justifica tanta fidelidad. Un entretenimiento lujoso, con gran despliegue que gustará a toda la familia.
Con la magia intacta. Hace 26 años se estrenaba con gran éxito aquella impresionante película animada llamada La bella y la bestia adaptación de un cuento de hadas francés escrito por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, por los estudios Walt Disney. Largometraje nominado a mejor película que obtuvo el Óscar a la mejor canción original y a la mejor banda sonora. Esta nueva versión está realizada con actores y objetos con vida (lograda mediante efectos técnicos post producción) un mix de imagen real con fantasía. La bella y la bestia está dirigida por Bill Condon (El quinto poder, La saga Crepúsculo: Amanecer -2) y el guión escrito por Evan Spiliotopoulos y Stephen Chbosky. Los actores protagonistas son Emma Watson y Dan Stevens (ambos con su personaje a flor de piel) Desde sus orígenes el arte cinematográfico causó asombro a los espectadores. Atento a los avances tecnológicos y a la evolución de nuestra propia mirada esta remake de La bella y la bestia afortunadamente no deja de sorprender. Es salir de nuestros lugares comunes y cotidianos para permitirnos ese viaje. Esa mezcla de fábula con realidad donde el amor es el gran protagonista, donde triunfa el bien sobre el mal, donde queda establecido claramente una bellísima escala de valores. Animarse a dar ese paso, pegar ese salto ciego más allá de donde ven nuestros ojos y quebrar el hechizo. La banda sonora de La bella y la bestia es fantástica. El tema principal está interpretado con enorme sensibilidad por John Legend y Ariana Grande. Canción que emociona, que actúa como sostén por lo que dice y por como suena. Es posible que la utilización de CGI (imágenes generadas por computadora) en la figura de la bestia y sobre todo en su rostro no haya sido la mejor opción, pero no le quita mérito y está aceptable. Una fotografía impactante con una gama de colores preciosos, la cámara inquieta que no se detiene, el elenco soñado, la impecable ambientación de época y ese maravilloso cuento. La magia está intacta, Disney lo volvió hacer. La bella y la bestia es de las imperdibles para disfrutar en pantalla grande y con toda la familia. Con enorme pasión ellos: Bella y Bestia son.
Un clásico de Disney que se vuelve realidad. La Bella y La Bestia llegó por fin a la pantalla grande y no defraudará a los amantes del dibujo animado de 1991. La película se mantuvo fiel a su antecesora, en donde si corrieran las dos cintas en simultáneo, podría no haber diferencia en varios momentos. Los escenarios son espectaculares, una aldea armada como set de filmación produce un efecto de cuento y magia muy bien logrados. Hay mucho para ver, objetos, personajes, y muchos detalles que hacen cuadros bastante cargados de información. El diseño de la Bestia (Dan Stevens) no es de mis favoritos, pero logra empatizar con la bella y se produce una linda química entre ellos. Emma Watson compone a una Bella dulce y fuerte que dan muy bien con el papel. Esta versión no solo muestra una Bella para nada débil sino que además, Disney deja entrever que el personaje de LeFou (Josh Gad) está enamorado de Gastón (Luke Evans). Una jugada fuerte que invitó a la censura en algunos países. La película tiene sus instantes de comedia, sobre todo con el personaje de LeFou y los objetos animados. Estos últimos son lo mejor del film. La tecnología jugó a favor y los especialistas lograron una muy bella animación de objetos. Junto con un gran trabajo de voces, dieron así vida a estos personajes únicos y entrañables. Con ellos, sucede una de las escenas más emocionantes de la cinta. Si bien la música es una pata importante en “La Bella y La Bestia”, las versiones que se oyen en esta película no son tan movilizantes. Sin embargo, los fanáticos de la film original saldrán encantados con la versión de acción real.
Revisitando bestias A la hora de aggiornar el clásico animado de los años noventa de Disney, La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 2017), busca respetar la propuesta que posicionó a los dibujos como negocio, y además suma en esta oportunidad un logro para el género: Le Fou (Josh Gad), el primer personaje abiertamente gay en la historia de los estudios. Bill Condon (Mr. Holmes) potencia su predecesora con canciones y diseños visuales que sirven para reinventar el universo creado por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, convocando a un elenco encabezado por Emma Watson, Kevin Kline, Ewan McGregor, Luke Evans, Emma Thompson e Ian McKellen entre otros, para una historia de amor entre una joven y una bestia con un espíritu lúdico y dinámico, clave para encontrar nuevos espectadores. Bella (Emma Watson), vive en una humilde casa junto a su padre Maurice (Kevin Kline). Arreglándose como pueden para llegar a fin de mes, un día, el déspota Gaston (Luke Evans), quien quiere entablar una relación con la joven, ve como su suerte cambia por las vueltas del destino. Maurice se pierde en el bosque, y termina en un misterioso palacio lúgubre y sombrío habitado por seres particulares. Antes de entrar, corta una rosa del jardín para su hija y es sorprendido por una Bestia con aspecto humano que lo encierra en un calabozo como castigo. Bella, descubre qué pasó con su padre y elige cambiar su lugar en la prisión para que él pueda volver a la aldea y conseguir ayuda para los dos. Pero Gaston le tiende una trampa, y lo hace pasar por loco delante de todos los habitantes del pueblo. Asumiendo además que Bella nunca querrá estar con él sentimentalmente, Gaston prefiere dejarla a merced de su propio destino, aún sabiendo la pasión que posee por ella. Bill Condon relata toda esta etapa con virtuosismo, privilegiando los paneos y travellings que envuelven a los artistas para lucir el diseño de producción. Luego, en la segunda parte se detiene en la relación de Bella y Bestia a partir de la transformación de ambos. Ya encarcelada y cumpliendo la función casi de sirvienta, Bella comienza a relacionarse con la Bestia de a poco, y también con los habitantes del castillo, una serie de objetos que cobraron vida por un misterioso maleficio que aqueja al hombre monstruo. Sólo al conocer a su verdadero amor, y sellar ese encuentro con un beso, es que Bestia dejará de ser Bestia, mientras que los objetos volverían a ser las personas que solían ser y no los meros útiles animados en que los convirtieron. El director reposa su mirada en la diferencia de clases, en el esfuerzo del padre de Bella por ofrecerle lo mejor para que ella pueda ser alguien en la vida, y también en el hombre atrapado en el cuerpo de un animal que intenta llevar adelante sus días esperando que el hechizo se termine y encontrar compañía, la que claramente, encontrará en Bella. Todo llevado con simpleza narrativa y con la ideología Disney de ideales, metas y perfección. El elenco está a la altura de la propuesta, destacándose Emma Watson como una especia de “novicia rebelde” (de hecho hay una escena casi calcada de esa película), ingenua, apasionada por su padre y sus tareas, y que en el encuentro del verdadero amor no sólo podrá liberarse de sus trabas, sino que principalmente, podrá ayudar a una bestia a volver a ser aquel hombre que solía ser y vivir felices por siempre. La nueva versión intenta incorporar los números musicales, claves en este tipo de relatos de fantasía, de manera natural, para que los amantes del género puedan disfrutar una vez más esta clásica historia, con un guion hábil y entretenido, algunos clichés y estereotipos y mucho gag, llevando a otro plano la transposición de soporte y género en una propuesta totalmente diferente del clásico animado.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida por radio.
La Bella y la Bestia, la clásica película de Disney, cobra vida en esta versión dirigida por Bill Condon y protagonizada por Emma Watson. La historia es conocida, tan antigua como el tiempo. Un príncipe egoísta es castigado con una maldición que lo convierte en una bestia, de la cual sólo podrá ser librado cuando alguien aprenda a amarlo como es. Mientras esta maldición lo aísla del resto del mundo, en una aldea cercana una joven se siente distinta a la gente de su pueblo. Mientras las chicas de su edad buscan esposo, ella mete su nariz en libros. Pero pronto el destino los termina juntando bajo los techos de ese castillo y así van transitando diferentes estados: desde el rechazo hasta el cariño que luego se profesan. En el medio, objetos también víctimas de esta maldición que se tornan parlantes, un pretendiente para Bella, de personalidad tosca, enceguecido por el deseo hacia ella y un pueblo que termina convirtiéndose en enemigo. Emma Watson supo convertirse en toda una referente para muchas jóvenes, no sólo a través de su papel más famoso: el de Hermione (en la saga de Harry Potter), sino por ella misma, ya que utilizó muchas veces su status de celebridad para alzar la voz sobre temas que le preocupan. En este caso su Bella es mucho más activa que aquella de la versión animada. Por ejemplo: mientras disfruta leer también se permite enseñarles a algunas niñas a hacerlo. Esto, claro, hasta que el pueblo se le ponga en contra, el pueblo que espera de ella lo que de toda mujer allí: que se convierta en esposa y madre, como único destino posible. Dan Stevens es un actor que, sin haber logrado aún la notoriedad de su compañera, supo posicionarse como alguien talentoso y versátil, tras interpretaciones destacables en productos tan disímiles como la película The Guest o la serie de televisión Downton Abbey. En este caso, aunque se encuentra bajo mucho maquillaje -además de lucir exactamente igual al príncipe de la versión animada-, su Bestia, acá sí con una apariencia distinta, con algo del de la versión de la película de Cocteau, desprende mucha humanidad, aunque a veces sólo sea a través de sus ojos azules. La Bella y la Bestia es, como casi todas las películas de Disney, un musical. Así, canciones en su mayoría conocidas, con algunas nuevas incorporaciones, se combinan con coreografías y puestas en escena con mucho hincapié en el arte. La icónica escena de la canción “Be your guest” (aquella protagonizada por los elementos que le cantan y le brindan la cena a una Bella todavía no del todo acostumbrada a esta nueva y peculiar situación), también dice presente y sorprende por la calidad. Aunque no es la única donde se logra que ciertos objetos cobren vida, sino que cerca del final hay una escena protagonizada por muchos de ellos que desprende mucha humanidad. Esto es gracias al buen uso de los efectos especiales pero también a un guion que supo darles mucha dimensión a los personajes secundarios (y por supuesto las voces de actores como Ewan McGregor, Ian McKellen, Emma Thompson y Stanley Tucci, entre otros, brindan su aporte). Los personajes secundarios justamente son de lo mejor que logra este guión escrito por Stephen Chbosky (Las ventajas de ser invisible) y Evan Spiliotopoulos (El cazador y la reina de hielo), ya que le brindan mucho color y corazón al mismo tiempo. En cuanto a los roles principales, la química entre Watson y Stevens no es de lo mejor pero logran complementarse lo suficiente como para convencernos de que son la Bella y la Bestia. Y es que el guion también se encarga de agregarles a ambos un mayor trasfondo, para entender mejor de dónde vienen. En cambio, Luke Evans y Josh Gad como Gastón y LeFou consiguen ser una de las duplas más interesantes. El primero está fantástico como Gastón, siendo divertido y tonto y luego enceguecido y odiable; Gad como LeFou, además de ser el primer personaje abiertamente gay de Disney (una de las muestras de que la diversidad comienza a ser parte de este universo), es uno de los que mejor presenta su arco de trasformación. Jacqueline Durran (Anna Karenina, Orgullo y prejuicio) es la encargada del vestuario y presenta a una Bella que le rinde homenaje a su versión animada pero al mismo tiempo la muestra de una manera más cómoda, para que su ropa pueda ser no sólo estética sino también funcional, aunque la decisión de quitarle el corset se le debe a la actriz, en su afán de que su Bella sea más una heroína que una princesa, no una simple víctima del síndrome de Estocolmo. El gran diseño de producción también se destaca, muchas veces pecando de hacer del escenario un protagonista mayor. Una película que apuesta a lo seguro, a homenajear. Quizás un poco más de riesgo podría haberla llevado por un lado algo más oscuro e intrincado, algo que se acerque un poco a la versión que dirigió Christophe Gans con Lea Seydoux y Vincent Cassel como protagonistas. No obstante funciona y eso es lo que importa.
Vincent sigue siendo el más grande. Pasan los años y la Bestia que interpretó Ron Perlman en la serie de televisión de los años ´80 sobresale después de tanto tiempo como la versión más querida y pasional que tuvo este personaje. La nueva película de La Bella y la Bestia ofrece un espectáculo que logra ser llevadero por el recuerdo nostálgico que nos trae el dibujo animado de 1991, más que por el trabajo que hizo el director Bill Condon (Dreamgirls). A diferencia de La Cenicienta de Kenneth Branagh, El libro de la selva de Jon Favreau y Mi amigo el dragón, que presentaron enfoques diferentes de los filmes clásicos de Disney, la película de Condon casi es una copia escena por escena de la producción de los ´90 y en la inevitable comparación sale mal parada. No porque la recreación sea mala, sino que el musical que ofrece es desapasionado y falla en transmitir la magia que tenían los personajes y la historia de amor que brindaba este cuento. La Bella y la Bestia en realidad nunca fue un relato romántico hasta que el estudio Disney lo distorsionó a nivel popular, pero ese es un tema extenso para otra nota. Creo que a esta producción le faltó un director más creativo que pudiera evitar la copia burda del film animado y protagonistas que se creyeran sus roles. Emma Watson tiene un bello rostro y sale muy bien en la pantalla pero es más fría que un iceberg y nunca llega a expresar la simpatía y calidez del personaje original. En este rol no resultó convincente y su interpretación de Bella es insulsa. Es decir, ella cumple su trabajo con profesionalismo pero no transmite nada. Hay escenas de este film donde Bella se podía lucir más y la actriz interpreta los diálogos como si pidiera una pizza por teléfono. Dan Stevens hace un trabajo correcto, pero olvidable, como la Bestia y en su caso la recreación del rol se vio afectada por el lamentable uso de los efectos digitales. Cuesta entender que en una película que tuvo un presupuesto de 160 millones de dólares no consiguieran hacer un trabajo más decente con la animación computada. Jon Favreau en El libro de la selva hizo una película con un reparto completo de animales digitales y el resultado fue alucinante. En esta producción el personaje clave que merecía más cuidado no quedó bien. El rostro de la Bestia se ve muy artificial y por momentos termina siendo una distracción. Al margen de los detalles técnicos, Stevens y Emma Watson no son convincentes en los momentos románticos de la historia. Aceptamos que Bella se enamora de la Bestia porque así sucedía en la película original, pero en esta versión la relación entre ellos apenas tiene un desarrollo y el amor surge en dos minutos. Esta producción por momentos parece la filmación de un juego de atracciones de Disney más que una película en serio. El director Condon ofrece un extenso collage de escenas musicales ruidosas que evocan los momentos clásicos de la historia pero su labor es desapasionada y el espíritu del film animado brilla por su ausencia. Se puede apreciar un mérito artístico en el diseño de producción, la fotografía y los vestuarios, pero en su integridad La Bella y la Bestia es una película mercenaria sin alma. Luke Evans y Josh Gad son los únicos miembros del reparto que parecen haberse divertido durante la filmación. Ambos están muy bien en sus roles y al menos te sacan una sonrisa. Aunque Gastón ahora tiene un perfil menos oscuro Evans lo hizo divertido y el personaje mantuvo su atractivo. LeFou, el clásico secuaz del villano, ahora es gay pero es un detalle intrascendente que sólo puede resultar polémico en una mente obtusa. Entre las pocas novedades que ofrece este film se incluye una subtrama sobre la madre de Bella que no conduce a nada y nuevas canciones olvidables que quedan muy opacadas frente a los temas más conocidos. Los fans de esta historia probablemente la van a apreciar más por el cariño hacia los personajes pero eso no la convierte necesariamente en una gran película. En definitiva, la nueva versión de La Bella y la Bestia no deja de ser un retrato amargo de esta etapa decadente que atraviesa Disney en el cine live action. Es triste ver que el estudio que alguna vez brindó películas jugadas y creativas como La feria de las tinieblas, El observador del bosque y Tron, hoy vive del refrito de los clásicos de la animación y la explotación de la nostalgia. Si Walt Disney pudiera ver lo que hicieron con su compañía habría despidos masivos en Hollywood.
La Bella y la Bestia es la última entrada en la nueva faceta de Disney de adaptar a live action todos sus clásicos animados. Ya pasaron Alicia en el País de las Maravillas (con dos películas, 2010 y 2016, respectivamente), Maléfica (2014) que fue una mirada sobre la villana de La Bella Durmiente, La Cenicienta (2015) y El libro de la selva (2016). Y este estreno está rompiendo con todos los records por lo que, una vez más, la Casa del Ratón demuestra que es la dueña absoluta de toda la industria. (Recordemos que también son poseedores de Marvel y Star Wars). Ahora bien, más allá del éxito, el film está muy bien pero me dejó sabor a poco. La película animada original de 1991 fue el primer film en ser nominado en los Oscars a mejor película y unos 20 años antes de que se creara la categoría para la animación. Fue icónico y lo sigue siendo. Con una banda sonora absolutamente genial y escenas que quedaron grabadas en millones de retinas. Un absoluto y consolidado clásico. Y esa condición de clásico es lo que le juega un poco en contra, más que nada por su modernidad. Porque a diferencia de las otras remakes, ésta es sobre una película que no es tan vieja y por lo tanto sus estándares y narrativa no habían envejecido tanto como había ocurrido con las otras que si se vieron muy beneficiadas con los updates. Aquí no hay modernización sino más bien estiramiento. Hay más de media hora de historia agregada. Nuevos números musicales y desarrollo de personajes. En su gran mayoría son buenos, pero la realidad es que no suman a la experiencia y a la larga hacen que uno prefiera la composición y orden original. Y si bien toda la película (y la campaña publicitaria) gira en torno a Emma Watson la gran estrella es Bill Condon. El director tiene una gran filmografía (obvio que con un par de pifies) y aquí demuestra su su magnífica habilidad en la puesta en escena, grandes decorados y números musicales. Todo con un presupuesto astronómico que le permitió hacer de todo y llevar un buen ritmo, muy dinámico. Pero claro, es una fórmula híper probada (también en Broadway y con giras mundiales) en donde no se la jugaron nada. ¿Pero por qué habrían de hacerlo? Muchos están diciendo que el film es un “festín de decorados”, y si bien hay algo de verdad en ello, lo cierto es que la película cumple lo que promete. Emma Watson vuelve a demostrar que es maravillosa, una gran estrella que va ganando habilidad y belleza ni bien pasan los años. Su Bella tiene inocencia pero no como la animada y es más independiente. Aquí ella es la inventora y no su padre. La Bestia (Dan Stevens) se defiende bastante pero se disfruta mucho más al actor sin el maquillaje y CGI. Pero el que se roba sus escenas es Luke Evans como Gastón. Demuestra un gran histrionismo y la dupla que hace con Josh Gad (LeFou) es brillante. Y hablando de ese personaje, me parece que no vale la pena si quiera hacer un análisis sobre la supuesta controversia que genera que sea gay y motivo por el cual el film no se exhibe en algunos mercados. ¡Una verdadera vergüenza! Año 2017… Para completar el cast tenemos las voces bien marcadas de Ewan McGregor, Ian McKellen y Emma Thompson como Lumiere, Dingdong y Sra Potts, respectivamente. Un verdadero placer escucharlos y disfrutarlos de ese modo gracias a los fantásticos efectos visuales que completan esta producción. Ver La Bella y la Bestia de esta manera es el sueño de muchos y se cumple bien por todo lo analizado. La magia está intacta y revivís la infancia de una gran manera. El único problema que tiene es que compite consigo misma, pero de todos modos se hermanará con su predecesora. Es el Disney de hoy, son sus nuevos productos para la nueva era.
Disney revive una de sus historias más queridas sin quedarse en la nostalgia Así como hace poco Disney transformó su clásico animado El libro de la selva en una película con un actor de carne y hueso para el personaje de Mowgli, ahora fue el turno de reciclar en live-action otra de sus gemas: La Bella y la Bestia. El film de Bill Condon (Dioses y monstruos, Soñadoras-Dreamgirls) tiene una notable protagonista como Emma Watson (la Hermione de la saga Harry Potter), un asombroso despliegue de efectos visuales, escenas musicales que remiten a las clásicas coreografías de Busby Berkeley y el vital aporte de la banda de sonido de Alan Menken, pero parte de la magia y del encanto que afloraban en el original de 1991 se perdió en el camino de esta superproducción de 160 millones de dólares que, de todas maneras, ya es un inmenso éxito comercial a escala mundial. En verdad -como casi todo el cine contemporáneo a gran escala- esta nueva versión de La Bella y la Bestia es un híbrido entre el cine artesanal con actores y la creación digital (los personajes/elementos que "interpretan" Ewan McGregor, Ian McKellan, Stanley Tucci y Emma Thompson, entre otros, son puro despliegue de animación por computadora). Claro que para compensar también están "en persona" Kevin Kline (el padre), la Bestia (Dan Stevens), Luke Evans (el presuntuoso pretendiente Gastón) y hasta un personaje abiertamente gay como el LeFou de Josh Gad. El film -disfrutable como es- mantiene una permanente tensión entre la búsqueda facilista de la recreación de un auténtico clásico como el de hace 25 años y la tentación de reformularlo con nuevos lenguajes. Uno podría caer en la frase hecha de estar ante una película clásica y moderna, pero en verdad durante muchos momentos luce clásica y no tan moderna con algunos chispazos modernos que escapan de un clasicismo a esta altura quizá demasiado conservador. Puede que algunos adoradores del brillante film animado se sientan un poco defraudados y que no pocos niños pequeños se irriten con una desmesurada duración de 129 minutos, pero lo más probable también es que buena parte del público salga muy conforme con una película construida con todo el talento y la espectacularidad del Hollywood actual, y el despliegue histriónico de una muy convincente Watson. Disney vuelve sobre sus pasos para revivir uno de sus cuentos de hadas preferidos, una de sus historias fantásticas más queridas. El resultado, por suerte, excede el mero ejercicio de nostalgia.
Fábula ancestral, música inmortal Situaciones y canciones nuevas no varían demasiado la adaptación del clásico animado de Disney. La música, los efectos de animación digital, la historia de amor... Todo es exuberante. Ante todo: esta versión con actores es un filme igual de clásico que el original animado de 1991, que patentó el nacimiento de la segunda era de oro de Disney. Pero La Bella y la Bestia modelo siglo XXI y 3D no podría ser una película demodé, anticuada, a sólo 26 años de aquel estreno y candidatura al Oscar incluida. ¿Han cambiado cosas? Sí, claro. Empieza distinto, hay más canciones, una de ellas la entona el padre de Bella (Kevin Kline), hay un viaje mágico a París, Bella sigue siendo hija única, no como en el texto original, pero se hace referencia a la madre, Gastón es más malo, Bella ya no vive en el campo lejos del pueblito, la Bestia tiene cuernos (reales, sin alegorías). Y no, las ovejas no se comen el libro que Bella tomaba de la biblioteca (ahora el libro se lo presta un cura… negro). Lo de LeFou gay- interpretado por Josh Gad, la voz de Olaf en Frozen- déjenlo para los países en que la homofobia permite prohibición, es sólo un apunte. Fíjense en el amor interracial de varios personajes. Ahí hay otro cambio (¿adecuación?) estilo inclusivo. Para aquellos que vivieron en una almeja y no conocen el filme (el cuento es otra cosa), la Bestia antes fue un príncipe que desoyó el ruego de una anciana que le pidió cobijo, y como se lo negó, la mujer que era hechicera lo castigó a él y a todos sus sirvientes. A él lo convirtió en Bestia, y al resto en objetos, como un reloj, una tetera, un candelabro, un plumero, un ropero. Le entregó una rosa, que está en el ala oeste del castillo -una rara combinación de estilos arquitectónicos-. Si no consigue ser redimido por el amor antes de que caiga el último pétalo, no podrán volver a ser humanos. Pero los cambios sustanciales van más allá de la trama y tienen que ver con las técnicas... de animación digital, que en 1991 sólo permitían dos proezas de la época: la cámara girando alrededor de Bella precisamente mientras se escucha su presentación (La Bella) y en el portentoso y asombroso baile con la Bestia (La Bella y la Bestia). El baile y Nuestro huésped sea usted son los momentos sobresalientes, que coinciden con los mejores del filme original -y hasta de la obra musical inspirada en él-. Lo que sigue intacto es algo que muchos han pasado de largo o no han querido ver, que es la relación amorosa entre la animalidad -por no decir bestialidad- masculina y el cautiverio femenino. No es lo mismo que La Sirenita Ariel y el príncipe Eric. Quien quiere ver, que vea. Al fin y al cabo, esto un cuento de hadas, la muñeca que se vende más es la de Bella y no la de la Bestia, es de Disney y tiene las gloriosas canciones con música de Alan Menken y letras de Howard Ashman. Queda una sensación: que es mucho más atractivo y hasta encantador lo que sucede dentro del castillo que afuera, en la taberna con Gastón, el pretendiente narcisista, o en el pueblo. Igual, el peso de Emma Watson o Bella ahora no es el mismo. No se siente así. No es que la actriz de 26 años dé mayor, pero a su creación le falta frescura, algo de atrevimiento. O será que una mujer que ”quiere más que vida provincial” no parece ya una novedad. Sigue siendo exuberante, el mensaje de aceptación y compasión, también está. La innovación queda para la próxima.
Nostalgia, emoción y asombro Una nueva versión de “carne y hueso” del clásico de Disney inspirada en el filme animado de 1991 La historia es bien conocida: una joven hermosa va al rescate de su padre prisionero en un castillo, allí debe lidiar con una Bestia que le propone una permuta, quedarse encerrada entre esos muros a cambio de la libertad de su progenitor. Durante su estancia, la muchacha descubrirá quién se esconde detrás de la temible figura de la Bestia, y un amor aparentemente imposible nacerá entre ambos. De todas las versiones fílmicas de este cuento de hadas, ninguna ha logrado la popularidad y la aceptación de la gente que ha obtenido la versión animada del estudio Disney. Un largometraje que por sus canciones, bellos colores y personajes entrañables, logró rápidamente transformarse en un filme de culto y en uno de los estandartes del Estudio. En plena época de remakes "live-action" y tras el éxito de Cenicienta y sobre todo El Libro de la selva, era un paso lógico encontrarse con esta versión de "carne y hueso" inspirada en el filme animado de 1991. Y en una decisión acertada, Bill Condon dirige este filme centrándose, homenajeando y recreando las secuencias, los personajes y hasta las canciones de la película original. Y es por este criterio que la cinta funciona, más allá de las comparaciones que aquí, sí, son odiosas, porque el ejercicio de nostalgia en el espectador al enfrentarse a momentos que ya conoce, materializados y corpóreos genera una experiencia que es pura magia. Hay en el metraje, lugar para nuevas situaciones y personajes que quizás molesten a algún purista, pero en líneas generales, son incorporaciones que ayudan a la trama y a la comprensión del mundo interior de los personajes. Las canciones originales del filme, tan reconocibles, siguen estando, las versiones suenan actuales pero mantienen el espíritu, el cuerpo y la esencia de las grabaciones noventosas. Además conviven con naturalidad con tres nuevos temas cuyas melodías no desentonan con el resto. Los actores, cumplen y los parecidos con sus homónimos dibujados son asombrosos. Josh Gad como Lefou, pero sobre todo Luke Evans como Gastón se destaca sobre el resto, gracias al histrionismo y química que desprende en cada secuencia que le toca jugar. Emma Watson como Bella, trasmite sentimiento en cada mirada y expresión, parece haber nacido para el papel. Y Dan Stevens, como Bestia, calza bien en el tono de voz, pero tiene un grave problema, y quizás sea el mayor que la película ofrece: el CGI con el que está hecho su personaje es realmente poco logrado. La interacción de esa Bestia digital con el resto del reparto humano hace mucho ruido y es anticlimático. Realmente, con los avances en el campo del maquillaje y los FX, hubiera sido un acierto ver a Stevens con las prótesis adecuadas, más real y cercano que el que finalmente nos ofrece esta adaptación. Distinto es lo que ocurre con los objetos que cobran vida en el castillo: Lumiére, Din Don y la Sra. Potts a pesar del rechazo que pueden causar la primera vez que dicen presente en pantalla (recordemos que lucen muy distintos a los clásicos animados) logran conquistar a fuerza del talento detrás de las voces y la mágica interacción con Bella. La Bella y La Bestia es una experiencia fílmica intensa, destinada a todos los públicos, una historia de amor sin barreras que emociona y asombra por partes iguales.
El antiguo relato La Bella y la Bestia, publicado en 1740 por la francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, ocupa un espacio de privilegio para Disney. En 1991, tras más de 20 años de rotundos fracasos, la compañía volvió a tener un éxito de animación con la adaptación de esta historia, que resultó el primer film animado en aspirar a un Oscar. Ahora, con el espaldarazo de El libro de la selva, Disney intenta hacer sus clásicos animados con personajes de carne, hueso y copioso maquillaje. Con tal de asegurarse otro éxito, la producción de La Bella y la Bestia (se aguardan versiones de La sirenita y El rey león) viene precedida de trascendidos y declaraciones que alimentan la expectativa del estreno. Por empezar, Emma Watson, la bella estrella, dijo haber rechazado el papel de La la land para trabajar en este film, cuyo rol es más acorde a sus valores, el de presentar a un personaje femenino libre y ético, opuesto a la veta machista que –insinúa la actriz inglesa, famosa por su activismo feminista– abunda en Hollywood. El otro es el personaje LeFou (Josh Gad), ladero del villano Gastón (Luke Evans), que oscila entre la lealtad a su amigo y cierta inclinación homosexual hacia él. Es cierto, hay algo de todo esto, pero no afecta a la trama; son apenas condimentos para dotar de realismo a un film destinado mayormente a un público infantil, un público de millennials cuyos valores están cambiando. Todos más o menos conocen la historia. Una bruja hechiza a un príncipe vanidoso y sólo el verdadero amor podrá devolver al hombre de la Bestia que habita. La Bestia (Dan Stevens) es un ser culto que ha madurado cierta nobleza desde su embrujo; la Bella (Watson) es una chica de pueblo que cae rendida ante los atributos de este ser deforme, al tiempo que despacha cada intento del galán hueco Gastón por tomar su mano. En el fondo, no hay nada demasiado nuevo en el altruismo de esta historia de amor, pero sí en la frescura con que Watson (estrella emergente de la saga Harry Potter) ejecuta su rol. Junto a ella, la estrella del show son los objetos de la mansión que cobran vida durante el hechizo, una cómoda que baila y canta, un tazón y su tacita (voces de Emma Thompson), un candelabro que hace malabares (voz de Ewan McGregor) y un reloj parlante (voz de Ian McKellen). La escenografía es igualmente impecable, inspirada en (junto a aspectos narrativos como el secuestro del padre de Bella) la soberbia –y experimental– versión de Jean Cocteau, de 1946, por la cual tanto el director Bill Compton (de la saga Crepúsculo) y Dan Stevens declararon su admiración. El guion incluye temas ausentes en el original, como Gastón comandando a una turba para destruir el castillo de la Bestia, como un calco del desenlace en Frankenstein. En el fondo, estéticamente impecable, la versión (a diferencia de El libro de la selva, en concordancia con Maléfica) cede a un exceso de épica que sólo salvan los escamoteados pasajes de buen humor y el buen oficio de los protagonistas.
Bellas y bestias eran las de antes Ni tan mala como se temía, ni tan buena como se pretende, esta nueva versión del viejo cuento de madame Leprince de Beaumont tiene méritos propios y heredados, y también defectos agigantados: dura 45 (cuarenta y cinco) minutos más que el dibujo en que se basa, y encima agrega canciones, ninguna memorable. Otros defectos: es ampulosa, empalagosa, Emma Watson canta fulero, el espectáculo aplasta la intención del cuento, un prólogo explicativo resta expectativas, el recuerdo de la madre es innecesario y el final se alarga sin necesidad, y, lo peor, al conjunto le falta emoción. Ahora, los méritos: director Bill Condon, el de la saga romántico-adolescente "Crepúsculo" y la más interesante "Dioses y monstruos", el actor Dan Stevens en tono melancólico, diseño de producción, maquillaje, vestuario, fotografía, efectos especiales, el uso de algunas canciones (no todas), algunos momentos calcados del dibujo de Gary Trousdale y Kirk Wise sobre libreto de Linda Woolverton. La gente políticamente correcta puede también elogiar ciertos toques feministas propios de las actuales heroínas Disney, un concepto de hombre, y de pareja, favorable a las mujeres, y el momento que confirma la inclinación sexual de un conocido alcahuete (algo que siempre se pintó sin necesidad de explicitarlo), pero ya hay quejas por la brevedad de ese momento. Y ahora, el mérito mayor: esta nueva versión despierta muchísimas ganas de ver de nuevo el dibujo animado.
LA PROMESA DE UNA ROSA Volver a ver un clásico, La Bella y la Bestia, no resulta un ejercicio de simple equiparación. Disney parece haber madurado lo suficiente como para traer esta remake en el momento justo en que ciertos dispositivos técnicos dan nuevas perspectivas a dicho film. La historia y los personajes son reconstruidos finamente, atendiendo y exacerbando ciertas características que les dan un poco de actualidad. Los pequeños desvíos en la trama, en comparación a la versión de 1991, equilibran correctamente las historias de Bella y su padre Maurice, luego de haber encontrado el castillo de la Bestia. Estos desvíos permiten develar nuevos hilos dramáticos, el esclarecimiento de la muerte de la madre de Bella se establece como nuevo punto de inflexión en la relación entre Bella y Bestia. Más allá de estos pequeños detalles, que solo un corazón entusiasta de la versión noventera podrán ver, este film promete una entrega plenamente dinámica y elegante. La actuación de Emma Watson (Bella) remonta ayudada por el conocido repertorio musical y un cast de primeros nombres que proponen un despliegue coreográfico de alto nivel. La Bestia, interpretada por Dan Stevens, se apresura a mostrar su carácter noble, quedando relegado quizás a un segundo plano. Absolutos ganadores de la partida son los personajes dentro del castillo, utensilios que cobran vida, donde algunos apenas denotan rasgos humanos. La voz y el rostro ahora suman la plasticidad del movimiento, en un exquisito y complejo nuevo diseño de personajes. Es central atender a la reconstrucción de un nuevo personaje: el castillo. Oficiando de escenario/marco para la acción en la versión anterior, en ésta se empodera de gran protagonismo. Fiel al estilo rococó francés los planos se pueblan de texturas y coloridos volúmenes. La animación es la reina de esta fiesta y permite la coalescencia de aspectos fugitivos e indefinidos, dotando de carácter y alma a ese contexto antes plano y casi inanimado. Una reflexión contemporánea se desliza de esta propuesta, la animación como conjugación y juego dinámico entre la fotografía y la pintura. Disney es consciente de ello y lo pone sobre la mesa en La Bella y la Bestia, donde la unión de lo sensible y lo inteligible no solo dan vida a los personajes de la fantasía, sino que también la imaginación y la técnica dotan de belleza y brillo a todas las escenas. Momentos destacables como el musical de la preparación de la mesa en ¡Que festín!, o el maravilloso instante donde el delicado brillo amarillo se posa sobre el vestido de gala de Bella. La Bella y la Bestia es un trompe l’oeil dinámico, que arroja la moraleja de una verdad interior a la que solo se accede mediante el sentimiento. Máxima que se consuma, esta vez, entre la perfecta unión entre lo sensible de la imaginación y lo inteligible de la técnica. LA BELLA Y LA BESTIA Beauty and the Beast. Estados Unidos, 2017. Dirección: Bill Condom. Guión: Stephen Chbosky, Evan Spiliotopoulos . Intérpretes: Emma Watson, Dan Stevens, Luke Evans, Ewan McGregor, Ian McKeller, Emma Thompson. Fotografía: Tobias A. Schliessler. Música: Alan Menken. Duración: 129 minutos.
La princesa que quería leer La canción homónima a la película que pertenece “Bella y Bestia“ dice en sus primeras líneas “Tale as old as time” (“Una historia tan antigua como el tiempo”), y algo de eso hay en este relato, ahora devenido en live action, con muchas y variadas versiones en el pasado. El cuento de hadas original pertenece a Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, una fábula que resaltaba el valor del amor verdadero, la importancia que radica en el interior de cada uno y la capacidad de poder ver más allá de las apariencias, y así, como El Principito, poder ver lo esencial a través de la mirada en nuestro corazón. En el año 1946, el director francés, Jean Cocteau realiza una excelente adaptación, en una propuesta fílmica, con toques surrealistas que enaltecen aún más el conmovedor relato inicial. Luego, ya en manos de la factoría Disney, en el año 1991, llega una deliciosa e inolvidable versión animada, la cual se destaca como la primera película de dibujos animados en ser nominada a los premios Oscar (aún no existía la categoría de films animados) y luego vendría, también de la mano de la empresa del ratón, el musical de Alan Menken, Howard Ashman, Tim Rice y Linda Woolverton, allá por el año 1994. Ahora bien, con tanto material existente presto para las odiosas pero necesarias comparaciones, llega esta nueva propuesta de la historia de la Bella y la Bestia, dirigida por Bill Condon, con actores de carne y hueso, y un reparto secundario notable gracias a los menesteres de la tecnología del CGI. El argumento nada se mueve del original. Bella, una joven mujer, dotada de una curiosidad inagotable y del deseo de conocer más sobre el mundo y salir de la rutina de la aldea en la que vive con su padre, correrá el riesgo de justamente ocupar el lugar de su progenitor como prisionera en el supuesto castillo encantado, donde vive un monstruo, falto de sentimientos y sensatez, al menos en la primera impresión. El desafió es grande para esta pequeña princesa, que destaca de todas las demás marca Disney por ser quizás de las pocas con ideas propias, las cuales van más allá de buscar un príncipe, convivir con enanos, ser la reina del salón o despertar a manos de su enamorado. Nada de eso hay en Bella: la muchacha quiere salir del molde, ser atrevida, intrépida, valiente, y con estas características se embarcará en la épica tarea de doblegar el corazón de aquella bestia hechizada, antes de que caiga el último pétalo de la rosa, y todo y todos en el castillo queden malditos por siempre. La inclusión del famoso personaje gay Le Fou, amigo y/o siervo inseparable del desagradable Gastón (quien busca constantemente conquistar a Bella), se presenta de manera bastante sutil, se define más en los modos amanerados que en el decir o actuar. Sin embargo, es digno de celebrar la apuesta de Disney por darle este giro al personaje, así como la diversidad que puede apreciarse en todo el elenco. Párrafo aparte para Emma Watson. No hay dudas, ella es Bella: desde su aparición envuelve la pantalla de la magia que la fábula convoca, con escenas que remiten al clásico musical La Novicia Rebelde (The Sound of Music, 1965). Watson brilla con su candidez y seducción constante, y es uno de los puntos más fuertes de la película. Su partenaire (Dan Stevens), en el papel del príncipe bajo el hechizo devenido en Bestia, cumple su rol sin nada que podamos criticarle, pero nos deja con alguna sensación de haber podido sobresalir un poco más; posiblemente sus facciones bajo la mencionada tecnología CGI hagan sus rasgos demasiado estereotipados. La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 2017) es una fiesta de colores y canciones que emocionan, impecable trabajo de arte y vestuario para dotar de vida a lo que muchos años atrás disfrutábamos en dibujos animados. Esta nueva versión, quizás pensada un poco más para aquellos niños ya convertidos en adultos que disfrutaron la original, se eleva por sí misma y deja por debajo los intentos de comparación. Es un film impecable en argumento, y un festín para todos los sentidos.
Allí lejos, por el año 1991, un reinventado Disney que había vuelto a estar en boca de todos con The Little Mermaid (1989), film que impuso su ya afamado e histórico modelo de musical, lanzó la que se convirtió en la obra maestra de sus relatos, Beauty and the Beast. Es hasta el día de hoy que todavía existen ciertas secuencias y números melodiosos que se mantienen prendados en la memoria de cualquiera que la contempló en la pantalla el año de su estreno o en cualquier formato en tiempos posteriores. Es por eso que el estudio, a la vez impulsado por el éxito de su versión live-action de The Jungle Book, apuesta todos sus números a una remake del clásico de sus clásicos, para rememorar sus canciones y emocionarse con esta hermosa historia de amor; contando con un elenco repleto de figuras y la mejor tecnología visual a su servicio. Con el viento a favor y la nostalgia a flor de piel, sin embargo, la película termina resultando en una innecesaria y densa narración, a medio camino entre su homónima y el condimento que la haga diferente.
Las comparaciones son horribles, pero esta nueva producción de Disney va a ser víctima de su predecesora, en especial cuando se trata de uno de los clásicos más grandes de la factoría; uno que incluso logró colarse entre las nominadas a la Mejor Película en los Premios de la Academia. A ver, en rasgos generales quizás tiene más cosas positivas que negativas, pero si nos ponemos quisquillosos, La Bella y la bestia es una historia que merece ser bien contada. Hay un grave error que a mi criterio han cometido en la versión live-action de este film, y ese es el haber optado por elaborar el rostro del protagonista en CGI o post-producción. Las expresiones de los dos personajes centrales son uno de los rasgos más importantes de la historia; el amor, la compasión, el respeto… Lamentablemente, todo ello queda perdido en una cara peluda que aunque tiene una voz espectacular desperdicia una mirada perlada que es única, como la que tiene el actor Dan Stevens. Si uno piensa en las inmensas posibilidades que el cine les otorga hoy a los realizadores, pues es difícil perdonar ese detalle. En el mismo plano, la elección de Emma Watson para interpretar a una de las princesas más icónicas se basa en su popularidad y en un ejemplo de buena respuesta por parte de la audiencia, sin embargo, no se destaca ni actuando ni cantando. Fuera de esos dos grandes puntos a prestar atención, Beauty and the beast es una película tan encantadora que parece jamás envejecer. En el aspecto musical no hay por qué ser críticos; todo tan impecable como desde sus orígenes, incluyendo un casting de voces envidiable que logra lucirse en cada minuto de fantasía: Ewan McGregor como Lumière, Ian McKellen como Din Dón, Emma Thompson como la Sra. Potts, Stanley Tucci como el Maestro Cadenza (creado especialmente para esta película), Audra McDonald como el Guardarropas y Gugu Mbatha-Raw como Plumette (mención especial para el siempre tierno niño que presta su voz a Chip). En concordancia con la vanidad, Luke Evans se destaca enormemente con su labor de Gaston, aunque no hubiese estado mal ver un poco más de piel y bíceps aprovechando las bondades físicas del intérprete, pero en fin, entiendo la calificación familiar que lleva el relato. Eso sí, punto a favor para Josh Gad que nos entrega un LeFou con clarísimas inclinaciones (e intenciones) homosexuales. En su todo, esta nueva adaptación del mítico cuento de hadas es entretenimiento visual asegurado, pese a que la mayoría sabe cómo empieza y como termina. Sé que no tardarán en hacer una versión mucho más oscura de la historia, al menos cuando a la compañía se le agote la labor que está haciendo con todo el resto de los famosos Disney Classics; pero es ahí cuando llega la confusión, ya que uno se pregunta cómo es que se haya elaborado una versión tan impactante de El Libro de la Selva y que al mismo tiempo no se pueda tener una bestia decente… Misterios que nunca serán resueltos pero que confirman un poderío que va mucho más allá de hacer o no bien las cosas, porque de seguro no serán pérdidas lo que estos personajes le generarán a la empresa del Ratón Mickey. Como dice el dicho: Más vale malo conocido… Esta Bella y esta Bestia respetan el brillo de un queridísimo y hermoso relato de antaño (tale as old as time) cuya magia se mantiene intacta por generaciones y generaciones.
Disney se anima con su primer personaje gay. Con esta versión con actores de La bella y la bestia pasa como con otro estreno de la semana, Life. Ninguna de las dos está mal, pero las dos son tan derivativas (o plagiarias, según el caso) de películas preexistentes, que eso les reduce el interés. Life es una Alien embozada. La bella y la bestia, una remake al pie de la letra de la versión animada de Disney de los años 90. Lo cual la disculpa más, por supuesto, porque Disney está en su derecho a hacer lo que quiera con su propio material. Lo que la casa de Walt decidió hace unos años fue “actorizar” sus grandes clásicos animados, como forma de presentarlos a generaciones que no vieron las originales y así renovar su clientela. Es lo que hicieron con Blancanieves, Alicia en el país de las maravillas, Tarzán, Cenicienta y Hércules (101 dálmatas es previa a esta ola). Y ahora con La bella y la bestia, que llega con dirección de Bill Condon –conocido por Dioses y monstruos– y Emma Watson, la Hermione de Harry Potter, en el protagónico. La película es correcta, pero, salvo escenas puntuales, le falta ese chispazo que hace la diferencia. Con una desmesurada duración de más de dos horas, esta versión mantiene, por supuesto, la inclinación genéricamente correcta de la versión animada de 1991. Bella (a Watson no le sobra carisma) vive en una aldea francesa cuya chatura le queda chica, tratándose como se trata de una muchacha lectora y con aspiraciones culturales que exceden a su lugar y su tiempo: ella es nuestra contemporánea, la mujer-con-inquietudes. Ya conocemos a Gastón, el forzudo y narciso titular (el galés Luke Evans, que apareció tanto en las Hobbit como en las últimas Rápido y furioso), que da por descontado que la bella Bella será suya y se encuentra, para su sorpresa, que ella es la única chica del pueblo que no cae rendida ante sus músculos. Máxima innovación, histórica en verdad, de esta versión: esa especie de Sancho Panza que es LeFou (interpretado aquí por Josh Gad) parece francamente enamorado de Gastón y en algunas coreografías queda “peligrosamente” cerca de su amigo. El baile final, cuando cae en brazos de un desconocido, lo confirma: estamos en presencia, afirman los conocedores, del primer personaje gay de una película de Disney. Se ha roto una virginidad casi tan larga como un siglo. Kevin Kline hace una bienvenida reaparición como Maurice, el padre relojero de Bella, y ya se sabe lo que sigue: el ataque de los lobos, el resguardo en el castillo de la Bestia (el británico Dan Stevens, conocido por la serie Downtown Abbey), la llegada hasta allí de Bella, el recelo inicial que da lugar a la curiosidad, el posterior brote de romanticismo ante cierta rosa roja y el ataque de la gente del pueblo, que como en Frankenstein no tolera al distinto. Como en la versión animada, pero con más lucimiento, teniendo en cuenta que es más difícil hacerlo en live action, están excelentes la taza, la tetera, la lámpara y demás objetos animados, que reservan una sorpresa final.
Con un presupuesto que ronda los 160 millones de dólares, Walt Disney lanza este cuento que fue un clásico del cine animado en 1991 (fue la primera película animada nominada al Oscar), que tuvo varias versiones y ahora con un nuevo elenco que apunta a que muchos vuelvan a disfrutar "La bella y la bestia"(2017). Bill Condon introduce algunos cambios y en su comienzo cuenta como el príncipe (el actor británico Dan Stevens, “Noche en el museo: El secreto del faraón”) cae en una maldición; las tres trillizas son morenas en lugar de rubias y están enamoradas de Gastón (Luke Evans "La chica del tren". Está bien como villano, es más malo) ; se han agregado algunos personajes; LeFou el mejor amigo de Gastón gracioso y algo diferente; librero de Villeneuve ahora es negro; los números musicales están alargados, Kevin Kline como Maurice, el buen padre de Bella, también tiene su número musical; hay hasta un viaje fantástico a Paris; hasta se hace referencia a la madre de Bella; Lumière candelabro (voz de Ewan McGregor), Reloj Din-Don (voz de Ian McKellen), Miss Potts (voz de Emma Thompson), taza con el plato (voz de Nathan Mack), Plumero (voz de Gugu Mbatha-Raw), Cothilde (voz de Haydn Gwynne), piano (voz de Stanley Tucci), entre otros. . La escena del espejo no está muy lograda cuando ella muestra a la bestia y algunas escenas resultan algo forzadas. La protagonista Emma Watson se luce pero le falta un poco de fuerza interpretativa. Solo el amor de Bella podrá romper el hechizo. Nos habla del amor, de la amistad, con el claro mensaje de que la bella se encuentra en el interior. La banda sonora es estupenda.
La bella y la bestia: Y también las atracciones de un lujoso cabaret. Es el día. La esperada adaptación del clásico que estrenara Disney hace ya 26 años, obteniendo el honor de ser nominada a mejor película en 1991 (aún no existía la categoría Mejor Animación) y que fuera parte del llamado “Renacimiento de Disney”, llega a las carteleras. Estamos ante un nuevo periodo de la casa del ratón, donde se desarrolla una re-imaginación de su inverso animado en películas live action, iniciada allá lejos y hace tiempo con 101 Dálmatas en 1996 y su secuela, y seguida con otras piezas clásicas como Alicia en el país de las maravillas (2010), la historia jamás contada en Maléfica (2014), La Cenicienta (2015), todas ellas con diestros amanuenses como Tim Burton, Kenneth Branagh, Jon Favreau y el ascendente David Lowery, que también se encargará de traer a Peter Pan a la tierra del live action. Pues bien, ahora es el turno del clásico basado en la historia original de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, con guión de Stephen Chbosky (quien llevó al cine el musical Rent– 2005) y Evan Spiliotopoulo (con varios trabajos menores para Disney, además del Hércules– 2014 con Dwayne Johnson en su papel protagónico) y con la dirección de Bill Condon, quien posee un variado trabajo filmográfico entre los que se encuentran la recomendable Dreamgirls (2006), The Twilight Saga: Breaking Dawn – Parte 1 y 2 y la hermosa Mr. Holmes en 2015, que nos obsequiara con Ian McKellen como protagonista. La historia básicamente es la misma que se conociera en su versión animada; una hermosa joven llamada Bella acepta alojarse en un castillo con una bestia a cambio de la libertad de su padre. La bestia es, en realidad, un príncipe hechizado. Para romper el hechizo, deberá ganarse el amor de una preciosa dama antes de que caiga el último pétalo de una rosa encantada. Hasta allí parece poco necesaria esta nueva adaptación si no fuera por el contexto que crearon a los eventos que narraran en la animación, y lo que al principio es una verdadera fiesta, pronto se transforma en un canto elegíaco a la nostalgia de un universo que supieron cultivar hace tiempo, casi legendario, en que en las princesas eran jovencitas en busca de su destino a pesar de. Que se entienda, desde el comienzo amamos las animaciones de la casa, en especial aquellas que buscaron hacer la diferencia como Pocahontas (1995), pero que no resignaban el ser algo conciliadoras y en definitiva y tras tantos avatares no dejaban de expresar cierta conformidad con la existencia que alcanzaban. Ellas siendo rescatadas por ellos de esa vida y, por sobre todo, amadas. La sed de aventuras era automáticamente saciada cuando encontraban al príncipe y con ellos se casaban y vivían felices. Con todo eso, en Bella buscaron una joven moderna, una que enfrenta su destino ominoso e incierto, además de ser la única que rechaza la mano del héroe del pueblo, Gastón. Personaje fascinante si los hay en la larga lista de villanos de la casa Disney. Pero en fin, continuemos. Con la apertura, que reconoceríamos en cualquier parte, nos adentramos a esta nueva versión ya dejando detrás todo lo sabido. Sumergirnos es también un voto de confianza que realizamos puesto que esperamos nos sorprenda. Con esa apertura, mucho más extensa, tenemos la presentación de algunos de los personajes principales, y entre ellos el tan mentado primer personaje gay de la historia de este conservador Disney. Y voy a disentir desde aquí sobre cómo es tratado y retratado este LeFou, interpretado por Josh Gad, ya que el mismo deja de ser un segundón tribunero del malvado Gastón para convertirse en un enamorado secreto que lo sigue con la ceguera de lo imposible y bello. Una suerte de amigo gay enamorado del bonito, que guarda ese secreto con celo y por eso será su máximo defensor. Algo básico, por solo comenzar, es LeFou, que tiene todos los estereotipos de esta visión homosexual y no solo en lo amanerado, ya que también caerá en la típica referencia histérica de que al ser rechazado, y solo ahí, descubrirá el verdadero mal que el galán sustenta. Es él quien puede detener el incipiente mal carácter de Gastón, algo ridículo si este personaje es el villano de turno y que para hacerlo recurre a recuerdos de violencia y guerra. Porque este personaje al que da rostro Luke Evans con una excelente performance, parece algo a la deriva y con poco lustre. Es bello y fuerte, un narcisista y psicópata que quiere o cree que tiene el derecho de casarse con Belle, considerada la rareza del pueblo y la más bella, por cierto; pero en su búsqueda de realizar semejante objetivo no muestra la misma malévola planificación que su alter animado. Él es todo lo que un bonito y musculoso puede tener de estúpido según las convenciones ya largamente conocidas, si seguimos hablando de estereotipos, pero que en la animación mostraba una resolución implacable en su cometido, siendo capaz de cualquier cosa por obtener su deseado premio. Aquí no pasa de un agraciado y dotado capitán que obrará a veces sin ningún sentido. Ya verán la escena del bosque con el padre de Belle y su final y se preguntarán hacia dónde conducía eso. Gastón nunca haría algo que estropeara su fama de héroe del pueblo solo por un arrebato, sin embargo lo hace y sin finalidad, ni siquiera en la continuidad del relato. Básicamente este dúo fue creado para ser la contrapartida de los buenos de la historia, pero sus caracteres redundantes los hacen ver forzados y más de una vez innecesarios, aunque es de destacar el trabajo actoral de Luke Evans y el esfuerzo que hace Josh Gad por darle carisma a LeFou. Comentaba mi compañera @_DaniSalinas en su reseña del film el carisma puesto por Emma Watson en su interpretación de Belle y de cómo por momentos se antojaba algo acartonada, de lo cual nos hacemos eco, puesto que sabemos que la joven es una solvente actriz y que realiza una encomiable actuación, más aún proviniendo de un personaje creado con ciertos matices bastante lejanos a sus convicciones. Ya se ha hablado, y ella lo ha hecho mucho, sobre cómo intentó dotar al personaje de su pensamiento feminista. Pero también hay que admitir que los guionistas quisieron darle tanto vuelo en sus atributos a Belle que parece más una enciclopedia que no terminan de definir. Momentos como su inventiva, la escena del lavado de ropa, en que enfrenta al ignorante vulgo con su versión dieciochesca de un lavarropas, hacen del personaje un compendio de virtudes que no suman en absoluto a la historia, nunca más usa su ingenio en la trama. Ni que hablar de su pasado, el que ignora y que el padre no aclara, sino que no hace más que acrecentar confusión en la narración. Y si de pasados hablamos, es la infancia del príncipe la que más ruido produce, porque en ella se intenta exculparlo de su odioso egoísmo. Ese mismo egoísta y narcisista comportamiento que lo lleva a la maldición, quitándole a ésta el peso que se merece. Los personajes tienen un contexto, el film no se sostendría entonces, ni tampoco su finalidad, de eso no hay queja alguna, de hecho se agradece que los doten de una historia que enriquezca el conjunto, pero que se utilice esto para quitar culpas es tan absurdo como la Maléfica que destrozaron Linda Woolverton, Paul Dini y John Lee Hancock con su relectura del personaje. Detalles, detalles y más detalles se podrían escarbar; algunos quizás hacen más ruido que otros, como los antes mencionados en cuanto a los personajes y ciertos pasajes, pero tenemos que admitir que a pesar de esto, Bill Condon, hace un acercamiento extraordinario al imaginario universo animado que creara Disney, que ayudado por una preciosa banda de sonido y nuevas canciones del oscarizado Alan Menkel, logran en su conjunto una excelente película que disfrutarán sin problemas, a menos que sean unos quisquillosos como este humilde reseñador, que esperó un poco más de quienes lograron ese magnífico The Jungle Book en 2016 con Justin Marks en las letras y Jon Favreau en la dirección. Merecen un apartado Tobias A. Schliessler con su fotografía y Sarah Greenwood con el esplendoroso diseño de producción, que junto con el diseño de vestuario de Jacqueline Durran logran una excelente y minuciosa puesta del siglo de las luces que tanto fascina. La aparición de la diva Audra McDonald y su inconfundible voz, como lo es también la de Emma Thompson, que aunque sea una tetera la mayor parte del tiempo es una digna heredera de la señora Potts original (Angela Lansbury), Ewan McGregor, Ian McKellen, Stanley Tucci y Gugu Mbatha-Raw hacen lo suyo con arte y acento, casi tan perfectos que uno recuerda las voces originales de la animación, arte por lo demás característico de la filmografía de Disney. En conjunto es un buen film que divierte pero que carece de originalidad, y lo que quisieron imprimirle no resulta del todo ameno. Eso crea cierto desencanto, puesto que queda entre lo hacemos exactamente igual o completamente original, un gris que le resta y lo vuelve un film más de tantas remakes.
La Bella y la Bestia – Más que un dibujo animado – La nueva versión live action de La Bella y La Bestia se lleva todos los aplausos. Disney consigue rendir tributo a la versión animada de 1991 y despertar la magia en grandes y chicos. Las películas animadas no son para niños, las princesas tampoco. En la nueva era de Disney varios films surgieron con un tono más adulto, como la Bella y la Bestia, El Jorobado de Notredame etc. Las princesas de Disney, a partir de Bella, toman otro significado. Ella es intelectual, valiente y emprendedora. Sabe leer – lo que lleva a que todo el pueblo la tilde de “rara” o la desestime- no se conforma con el “amor ideal”, que vendría a ser Gastón. Bella quiere más aventuras, no solo quiere un marido sino conocer y conquistar a su amor. (Por si no lo recuerdan por la semana de la mujer hicimos un especial y si clickean acá van a una nota en la que se analiza a las “Princesas Disney”) El nuevo film del director Bill Condon (Mr Holmes) le da vida a Bella (Emma Watson), Bestia (Dan Stevens), Gastón (Luke Evans) y LeFou (Josh Gad). Además sin olvidarnos a los símpaticos muebles que decoran el castillo: Lumiere (Ewan McGregor), DinDon (Ian McKellen) y Mrs Potts (Emma Thompson,). Se puede decir que Emma Watson nació para ser Bella y como en algunas entrevistas contó, fue un personaje que la marcó mucho y quería hacer el mejor esfuerzo al interpretarla. Diferente, inteligente, es Bella en el 2017. En cierto punto es difícil saber cuánto de Bella influyó en Hermione y viceversa. En el sentido que durante algunas partes de la película el papel de Bella queda en un segundo plano, el dibujo animado tenía mucha más convicción y fuerza que la de la vida real. Aunque la historia es la misma, hubo partes que se agregaron. No se asusten, son pequeñas, por ejemplo el origen y el fin de la madre de Bella (siempre quedó “pendiente” en ella poder llegar a conocerla), se ve un poco más el lado oscuro de Gastón marcado por la guerra –al decir verdad si el piensa en sangre, muerte y disparos altos problemas tiene– quien intenta matar a Maurice el papá de Bella. En cuanto a interpretaciones, Gastón y Lefou se llevan todos los aplausos. ¿Pero por qué? En este cuento de Disney vemos desde otra perspectiva al “malo de la película”, Gastón no tiene superpoderes, no es un hechicero ni nada por el estilo. Es un hombre común que no entiende a Bella y que se aprovecha de los aldeanos. Básicamente un manipulador, egocéntrico y musculoso hombre que no encuentra otra salida de los problemas más que enfrentarlos de mala manera. Luke Evans interpreta sin problemas a este carismático anti héroe otorgándole la gracia del dibujo animado y más. En sí Gastón convence a toda la aldea de matar a la Bestia con tres o cuatro frases, los aterroriza, estas personas lo apoyan y nunca dejan de admirarlo. Nadie se levanta en contra de Gastón, solo lo hace Bella –y por eso casi termina encerrada en un manicomio-. LeFou (Josh Gad), simpático, torpe, enamorado de la vida. En esta versión podemos ver ambas caras de él como personaje – y en el dibujo animado- ya que por momentos LeFou quiere ser Gastón y por otros está enamorado de Gastón. Es ambigüedad de sentimientos aveces no logra controlar y lo termina siguiendo sin importar nada. Durante la película se puede ver el cambio que hace LeFou. Cuando se da cuenta que Gastón no está “del lado de los buenos” y que hasta el último momento lo manipula para conseguir sus objetivos. El pobre de Lefou lo sigue como un perrito pero aprende al final que Gastón no tenía todas las respuestas, ni era el más audaz e inteligente. ¡Bien por él! La dupla entre Luke Evans y Josh Gad tiene mucha química y los momentos en que están juntos son bastante graciosos. ¡Por favor no olvidemos la canción de la cantina! una de las mejores sin dudas. Tampoco nos olvidemos que es un film de amor y que como enseñanza nos deja que no nos dejemos llevar por las apariencias. Si Gastón es bello y musculoso –pero se le escaparon unos patitos de la fila– y la Bestia -por fuera da temor y es mal humorado- tiene un corazón noble en el cual nace el amor hacia Bella y es correspondido. ¡Puf! el hechizo se rompe. Vale aclarar que la música es mágica y genera que la piel se ponga de gallina. La banda sonora estuvo a cargo de el letrista Howard Ashman y compositor Alan Menken. Las canciones fueron interpretadas por Emma Watson, Dan Stevens, Ewan McGregor, Emma Thompson, entre otros. Acá abajo les dejamos una de ejemplo: La Bella y la Bestia es una buena opción para ir al cine este finde semana. Para ser una adaptación de algo ya hecho tiene sus puntos a favor. Refresca a este clásico de Disney con respeto y mucha magia. ¡Vayan y vean! Después intercambiamos más opiniones…
Crítica emitida por radio.
Las canciones, las coreografías y el preciosismo del diseño ponen a "La Bella y la Bestia" en el lugar del ensueño. Los cuentos de hadas cargan con el desafío de conmover a espectadores entrenados en las historias taquilleras, cuando no, desencantados por exceso de guiones. La Bella y la Bestia es una invitación al mundo de los contrastes y la magia, filmada por Bill Condon (Chicago, la saga Crepúsculo), director que conoce las audiencias y sabe mantenerlas entretenidas. Evan Spiliotopoulos y Stephen Chbosky escribieron el guion basado en el cuento de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. La historia enfrenta al príncipe vanidoso a un hechizo que solo se desvanecerá cuando alguien ame al ser de apariencia monstruosa en que ha sido convertido. La Bestia vive en el castillo paralizado en un invierno eterno, junto a sus sirvientes, convertidos en muebles y utensilios. El hallazgo del cuento sigue siendo el perfil de la pareja protagónica y el nacimiento del amor. Mientras la Bestia espera el plazo implacable en que caerá el último pétalo de la rosa, en la aldea, Bella enfrenta todos los días las burlas y discriminación de los vecinos. La ven rara, siempre enfrascada en sus libros, protegida por el padre relojero. Nada más romántico que una doncella triste y un príncipe hechizado. Emma Watson transmite fragilidad y determinación a la vez. "Los libros vuelven más grande este mundo", dice, comparando el placer de la lectura con la estrechez del pueblito y sus habitantes. La actriz de aspecto angelical entra sin problemas en el rol, bien acompañada por Kevin Kline en el rol de Maurice, el padre de Bella. Dan Stevens, la Bestia, se mueve dentro del artefacto del personaje con la expresividad puesta en sus ojos, en el juego constante de primeros planos que humanizan al monstruo. Luke Evans como el malvado Gastón, el pretendiente de Bella, hace equipo con Josh Gad en el rol de Le Fou. Los gestos pícaros de Le Fou y sus inclinaciones amatorias no pasan del juego amanerado entre dos villanos de cuento. Uno de los atractivos de la película es la puesta del musical que se inserta en las escenas interpretadas por actores, o en las corridas y transformaciones mágicas de los objetos bellamente animados. Las canciones, las coreografías y el preciosismo del diseño ponen a la película en el lugar del ensueño. El baile inicial, los cambios de color, la velocidad, el modo de abordar la poesía del relato, escenas como la grupal de la taberna, sostienen la película más allá de las peripecias conocidas. También la canción de la Bestia establece un vínculo genuino con el espectador. El otro tema es la imposibilidad de ver la película subtitulada, para disfrutar de las voces originales. De todas maneras suenan con destreza y emoción, las voces de Meli G (Bella), Héctor Ortiz (Gastón), David Filio (Lefou), entre otros. La Bella y la Bestia de Bill Condon cumple fielmente con las reglas del relato y con la mítica del espectáculo que Disney ha paseado por el mundo en todos los formatos.
Magia, amor, música y mucho color. Una mirada renovada para un clásico de Disney y un viaje en el tiempo hacia la niñez de muchos. La historia de La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast) es conocida por casi todos. Bella (Emma Watson) es la marginada de su pueblo, porque sabe leer y escribir pero principalmente porque es independiente. Esta independencia es la que juega un papel importante cuando decide tomar el lugar de su excéntrico padre (Kevin Kline), quien se encuentra privado de su libertad en el castillo de la Bestia (Dan Stevens). Enemigos primero, Bella y Bestia pasan de la desconfianza al amor. En su camino se interponen un pueblo enojado y un hechizo que, marcando el paso del tiempo con la caída de los pétalos de una rosa encantada, amenaza con llevarse la humanidad de Bestia para siempre. La película dirigida por Bill Condon (Dreamgirls) se atreve a mucho más con respecto a su antecesora en dibujos animados del año 1991. Moderniza a Bella, quien asegura no ser una princesa, y se enfrenta a su egocéntrico pretendiente Gastón (Luke Evans), a la Bestia para defender a su padre y finalmente al pueblo entero. Plantea su película como un verdadero musical incorporando números musicales llenos de color, coreografía, letra y música pegadizas, producto del trabajo de los compositores Alan Menken y Tim Rice, quienes entendieron todo y supieron captar la esencia de la historia y aportar un poco más de magia. Condon decide ir más allá dentro de la historia, dejando ver parte del pasado familiar de Bella que no conocíamos, y dándonos un momento único entre ella y Bestia. La nueva edición de La Bella y la Bestia se atreve a mucho más con respecto a su antecesora en dibujos animados del año 1991. Emma Watson parece haber nacido para interpretar a Bella en la pantalla grande. También se destaca el trabajo de Dan Stevens como la Bestia, quien encuentra el punto justo entre la bronca que siente su personaje y el enternecimiento que le produce conocerla a ella. Otro tanto le corresponde a Luke Evans, representando a un Gastón que logra generar rechazo en cada aparición. La gran sorpresa, con una actuación sobresaliente, viene del personaje de LeFou (Josh Gad), el temeroso amigo y seguidor de Gastón que aporta el toque de humor que necesita la película para fluir como lo hace. Lumiere (Ewan McGregor) y la Sra. Potts (Emma Thompson) resaltan dentro de los empleados del castillo que también se encuentran hechizados. McGregor le da vida a un Lumiere auténtico, fiel al original, que se destaca al interpretar Be our Guest, la canción que le cantan a Bella en su primera noche en el castillo, y una de las escenas más llamativas de la película. Por su lado, Thompson aporta a la figura materna que parece estar faltante dentro de la historia. La Bella y la Bestia emociona. Logra ser un espectáculo visual con colores brillantes y con una historia que se renueva para ser mejor. Con la modernización acorde al 2017 y la esencia de Disney intacta, hechiza a los viejos conocidos y a los recién llegados por igual.
Una película que no innova o asombra pero que es ideal para disfrutar en familia, pues traerá gratos recuerdos a todos los adultos nostálgicos y con corazón de niño. Los objetos animados en forma digital son tan simpáticos como los dibujados con la vieja técnica y ...
Puntaje: 75% -Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs. (por excepción sabado de 21-22hs.)
Primero: esta no es una película “de acción en vivo” sobre un film animado. Este es un film animado en digital en un altísimo porcentaje donde además aparecen actores más o menos en vivo. Paradoja: es más artificial, por eso mismo, que el original. Segunda paradoja: el film animado original de 1991 es mucho más sintético y efectivo porque carece de adornos (el dibujo animado es tan caro que sólo se hace lo que efectivamente va a la pantalla). Aquí nos encontramos con una copia casi servil y no con una mirada personal como la del (gran) Jon Favreau en “El Libro de la Selva”, que recuperaba el tono épico del texto de Kipling. En esta versión más Broadway que Hollywood muchas de las sutilezas están explicadas o, peor, sobreexplicadas. Algo que es frecuente en las películas de Bill Condon. Hay momentos interesantes y es cierto que Emma Watson tiene un rol de esos que fijan a una intérprete en el estrellato y le saca el jugo. Pero todo resulta demasiado servil, como esas fotos “artísticas” en las que las estrellas del cine se disfrazan de personajes animados. Sí, como aquella campaña de Disney con fotos de Annie Leibovitz, por ejemplo, donde Jeff Bridges era la Bestia y Penélope Cruz, Bella. Que en una sola imagen es una humorada tierna, pero en dos horas y pico de película solo acrecienta la nostalgia por aquella otra, lúdica y precisa, atacada por el nuevo rico digital. Es lo que hay.
FÁBULA ANCESTRAL Un batacazo en la taquilla, pero no todo lo que brilla es oro. Tras el estreno (y exitazo) de “El Libro de la Selva” (The Jungle Book, 2016), Disney sigue insistiendo con adaptaciones live-action de sus clásicos animados. Esta vez le toca el turno a una de sus “princesas” más queridas: la rebelde e independiente Belle (Emma Watson), más interesada en los libros que en encontrar pareja. La historia ya la conocemos. Un príncipe (Dan Stevens) bastante vanidoso y egoísta es hechizado y convertido en una Bestia incapaz de encontrar el amor. Por diez largos años, él, su castillo y sus sirvientes (convertidos en objetos animados) han sido olvidados por el mundo, hasta que a sus puertas llega Maurice (Kevin Kline), el papá de Belle, en busca de refugio. La Bestia lo toma prisionero, pero al enterarse, la chica decide tomar su lugar con la esperanza de poder escapar en un futuro. Así comienza esta historia de amor, cuya moraleja habla de que no hay que juzgar a nadie por las apariencias. La Bestia no es un ser muy amable que digamos, pero su temple se va suavizando, poco a poco, a medida que interactúa con la joven, en un principio bastante asustada, aunque también va descubriendo que bajo ese aspecto feroz y tosco, se esconde un hombre tierno y culto, más afín a sus gustos. En la aldea no hay nada para la joven que anhela una vida menos provincial y es vista como un bicho raro, aunque sea la más linda del lugar. Su belleza (y su peculiaridad) llaman la atención de Gaston (Luke Evans), el macho heroico al que todos envidian, menos Belle, que tiene dos dedos de frente. Bill Condon y los guionistas no se alejan mucho de la historia del tío Walt. Agregan un poco de trasfondo para la historia del príncipe (no, nunca sabemos su verdadero nombre), y un pasado diferente para Belle que nunca conoció a su mamá. Por lo demás, la película se esfuerza por reproducir cada una de las escenas y los impactantes números musicales de la original, a veces con éxito (“Be Our Guest”) y otras no tanto (“Belle”), forzando un estilo que no termina de encajar. “La Bella y la Bestia” (Beauty and the Beast, 2017) es imponente desde lo visual, pero pierde un poco de fuerza debido a su estética teatral y tantas imágenes generadas por computadora. Lo que impacta en “El Libro de la Selva”, acá se desluce, aunque entendemos que no hay otra forma de convertir a Ewan McGregor, Ian McKellen y Emma Thompson en objetos parlanchines. Igual, estos personajes secundarios son lo más simpático de toda la película. La pareja protagonista nunca termina de enamorarnos, y en gran parte se debe a la falta de química entre ellos, y de encanto por parte de Watson, que cantará muy lindo, pero no logra ponerse en los zapatos de una de las princesas más amadas del estudio. No hay nada en su personalidad o interpretación que nos resulte interesante, esta es la gran decepción de una película que tiene menos alma que Voldemort. Todos los elementos están ahí, las canciones se cantan al unísono, pero el conjunto no logra conmover, la comparemos o no, con la original. “La Bella y la Bestia” es un espectáculo visual que apunta derechito al corazón del fan más nostálgico, pero se complica mantener el interés de los pequeñines por más de dos horas de película. Uno sabe que algo anda mal cuando el villano nos resulta lo más interesante. Evans se roba cada segundo que aparece en pantalla, lo mismo que su fiel compañero LeFou (Josh Gad), un personaje más interesante que el atolondrado compinche animado. Condon, un director con una filmografía demasiado variada y despareja (“Dioses y Monstruos”, “Dreamgirls”, “La Saga Crepúsculo: Amanecer”) matiza todo con un aire más dramático y le quita humor a una historia que lo necesita. Su Bella, tan natural, choca con la exageración del resto de los personajes y, aunque entendemos que esa es su intención, en la práctica no se ve tan bien como en teoría. “La Bella y la Bestia” es una película entretenida, aunque le sobran escenas y canciones agregadas. Es hermosa visualmente, aunque falla en ciertos momentos clave como el baile del salón, una escena que marcó un antes y después en el cine de animación; aunque su error más grave está en los personajes principales. No es fácil darle vida a una parejita dibujada tan reconocida pero, justamente, Emma y Dan no son los más indicados para protagonizar esta fábula ancestral que no logra conquistarnos como su antecesora.
El hechizo de la fábula inmortal Siempre es un buen día para mirar una película de Disney; la magia de sus historias, la espectacularidad de sus imágenes y la armonía de sus canciones lo convierten en una experiencia multisensorial. Así como ya pasaron por la pantalla grande las remakes de clásicos como “El libro de la selva”, “Cenicienta” y “Alicia en el país de las maravillas”, con personajes reales, esta vez, llegó “La bella y la bestia”, el filme estrenado en 1991 que cautivó a varias generaciones. El filme cuenta la historia de un príncipe que fue hechizado por una anciana convirtiéndolo en una bestia, así también como a sus sirvientes, a quienes convirtió en objetos animados. El hechizo sólo se rompe si la Bestia se enamora, pero no tiene todo el tiempo del mundo, sino que deberá ser antes de que caiga el último pétalo de una rosa, que conserva como un tesoro en el ala oeste del castillo. Si bien la historia es cautivante, esta versión no logra realzarla, sino que se torna muy lenta y la duración de 129 minutos es desmesurada, sobre todo si se tiene en cuenta que es un filme para niños. Así también su protagonista, la ex Hermione de la saga de “Harry Potter”, Emma Watson, no alcanza brillantez en su composición, como su talento le permitiría. ¿Los aciertos? La espectacularidad de los bailes, las canciones y la relación entre la “bestialidad” masculina y la delicadeza del universo femenino, exceden la nostalgia y hacen que este cuento de hadas reviva una vez más.
Un clásico renovado "La Bella y la Bestia" es una adaptación de acción real de la película animada, que revive a los queridos personajes del cuento de Disney para una audiencia contemporánea. Una correcta superproducción para toda la familia, los nostálgicos y los eternos románticos. El mundo de fantasía de Disney quiso materializar la famosa historia de “La Bella y La Bestia” sin que el relato perdiera magia. Un romance imbatible, que va en contra de las apariencias, fue el favorito de los niños allá lejísimo en 1991. El éxito se transformó en clásico y Bella fue una de las princesas más queridas, por lo que la expectativa no sólo es infantil, sino de aquellos que se emocionaron con la versión animada y hoy quieren revivir esa infancia, ese amor inocente, esa historia inolvidable. La nueva versión no modifica, en general, a la original, pero sí se diferencia de todos los otros filmes de Disney por ser la primera que muestra un personaje abiertamente homosexual. Bella (Emma Watson) vive en una aldea junto a su padre Maurice (Kevin Kline), quien se pierde en el bosque y al ser atacado por lobos busca refugio en un palacio en apariencia abandonado, donde habita Bestia (Dan Stevens). Por ser un intruso, el príncipe lo encierra y por ello su hija corre a buscarlo. Cuando lo encuentra en un calabozo, le propone al dueño del castillo un intercambio y ella decide quedarse tras las rejas y bajo su dominio. Aparecerán los famosos Din- Don, Lumiere, la Sra. Potts y su hijo, Fifi, Madame Garderobe, y algunos personajes nuevos, como el piano Cadenza, como los objetos animados (no se menciona a los actores porque es divertida la sorpresa al final) que ayudarán a romper el hechizo que los mantiene en esa forma: si alguien puede enamorarse de Bestia más allá de su apariencia antes de que caiga el último pétalo de una rosa que dejó aquella bruja que lo hechizó, el encanto se acabará. Algunos aportes La remake sólo agrega algunas escenas y amplifica las ya famosas, por lo que el metraje sobrepasa las dos horas de duración, y algunas secuencias serán calcadas de la versión animada, como la de baile y algunos musicales. Con respecto a las partes cantadas, pueden resultar un poco excesivas, aunque no por ello menos disfrutables. “La Bella y la Bestia” es una correcta superproducción para toda la familia, los nostálgicos y los eternos románticos. Aire fresco para un clásico en el que se mantendrá la mística, esta vez en carne, efectos especiales y hueso.
La nueva versión tan esperada de La bella y la bestia cuenta con la dirección de Bill Condon, música de Alan Menken y guion de Evan Spiliotopoulos. El elenco de la película está formado por una gran cantidad de figuras estelares como Emma Watson en el papel de Bella, Dan Stevens como la bestia, Luke Evans como Gastón, Ian McKellen, Josh Gad, Ewan McGregor, entre otros. Bill Condon es un reconocido director y guionista, que en esta ocasión se sentó en la silla de director para llevar adelante la re invención del clásico de Disney. Cabe destacar el gran trabajo que realizo Bill Condon como director, de una de las películas que se esperaba con mucha expectativa de la factoría Disney. La película tiene un gran trabajo de escenografía, vestuario, planos y movimientos a la hora de contar la historia, sin dudas es una gran producción como nos tienen acostumbrados. Bill tiene en claro como contar una historia musical y aquí lo demostró al narrar la historia en esos distintos cuadros musicales y el despliegue de cada uno de ellos. Cada cuadro musical va hilando con la trama, y no queda desenganchado de la narrativa por supuesto a algunos les puede gustar más y a otros menos si no es de tu preferencia el musical pero la película sabe seducir al público más desconfiado que admiro la película animada. Si bien la película tiene cuadros musicales muy atrapantes e interesantes, hay otros que quizás no sumaron demasiado; los musicales clásicos están hechos a la perfección y el tema principal de La bella y la bestia no decepciona. La película tiene un comienzo más “lento” pero cuando ya se acerca la llegada al castillo te mantiene enganchado a la pantalla, el despliegue en el castillo es excelente, y el clímax está muy bien planteado. El guion de Evan Spiliotopoulos es fiel a la película animada, vemos una adaptación fiel a la trama original y que sabe retratar la esencia de esa película que todos recordamos, pero también supo agregarle elementos más modernos que han despertado polémicas sin sentido. Todos los elementos no desentonan en el relato y acompañan a la película haciendo una historia mágica. Lo mismo ocurre con el trabajo de Alan Menken que mantuvo la línea de las canciones memorables y agrego nuevas canciones que acompañan o suman a la historia, más allá de que algunas canciones nos puedan gustar más o menos no se puede negar lo bien realizadas que están. El trabajo de adaptación también es un mérito de Bill Condon que supo retratar a la perfección los planos que hemos visto en la película animada como homenaje a un gran clásico de Disney. Todo el elenco hiso un gran trabajo y supo llevar adelante personajes tan icónicos de Disney. Emma Watson no desentona como Bella, esa “princesa” heroína intelectual que se aventura en el bosque para rescatar a su padre, interpretado por Kevin Kline. Dan Stevens realizo un buen trabajo dándole vida a la bestia, y junto a Emma hicieron una buena dupla con aportes distintos y generando situaciones de humor a partir de esas cualidades opuesta de los personajes. Luke Evans supo retratar la esencia de Gastón, y era como ver el personaje animado de aquella película que en esta ocasión hiso dupla con un Lefou interpretado por Josh Gad. El personaje de Josh Gad fue de aquellos que despertaron polémica por la realización algo promiscua de la sexualidad del personaje… pero discutir esto en el siglo 21 es sin sentido, de hecho en la película se juega con esto en Lefou y en otros personajes. Muchos le piden cierta apertura a estudios como Disney, pero cuando se realiza también molesta entonces hay cosas que no tienen sentido discutir y que ya corre por cuenta de cada persona como espectador. A nivel de espectadores la película funciona muy bien, y al espectador que disfruta de la película eso no le molesta en lo más mínimo. La película tiene una apuesta de producción increíble no solo por los actores, sino también por el vestuario, maquillaje, decorados reales y efectos visuales. El castillo de la bestia es excelente, realizado con un gran nivel de detalles y los personajes que viven junto a la bestia desde Din Don o Lumiere hasta Babette todos tienen una participación importante, están realizados de forma excelente en cuantos a efectos visuales y de doblaje con actores de la talla de Ian McKellen, Emma Thompson o Stanley Tucci. Es una película que sin dudas vale la pena verla con sus voces originales. Este último tiempo, Disney ha comenzado un viaje de re vivir sus clásicos desde distintos puntos de vista comenzaron con Maléfica y un nuevo punto de vista de la historia desde el papel de la villana, siguieron con la cenicienta con un desarrollo de la historia más clásico, luego llego El libro de la selva que fue una grata sorpresa para muchos y ahora La bella y la bestia abordada desde lo musical… quedan muchas películas esperadas por ver como las realizan entre las que se encuentran Aladin, El rey León, La sirenita o Cruella. La bella y la bestia es un clásico que se re invento a lo musical, con gran despliegue que entretiene durante todo el film y logra el objetivo de hacer una nueva versión captando la esencia de la original. Un film muy recomendable y que vale la pena para ir a ver.
El eje del mal Esta nueva La Bella y la Bestia es una catástrofe de proporciones gigantescas. No, claro que no en términos económicos, porque es un gran super recontra archi éxito global y ya hay noticias sobre eso; y antes había gacetillas sobre el video tal, y acerca de lo que Emma Watson hizo o no hizo, y se puso o no se puso. Pero ese es un problema de otro orden, de otro tipo de lamentos y lutos, o de festejos según el caso. Esta versión 2017 de La Bella y la Bestia es uno de los puntos más bajos, más rastreros, del cine en lo que va del siglo. Y lo dice alguien para quien la versión animada de 1991 es magistral y que gusta mucho de la versión de 1946 de Jean Cocteau y hasta valora la versión francesa con Léa Seydoux de hace unos años. Pero lo que hicieron Bill Condon, sus guionistas y demás es la negación de la fantasía, la magia y la aventura; es una apuesta de un nivel de cinismo comercial descarado para vender nostalgia, entre otras cosas. Narrativamente chirle y desdeñosa, algunos agregados de esta afrenta sobre la versión animada son que LeFou está explícitamente enamorado de Gastón (con un humor grueso, del estilo de la televisión de hace décadas), un flashback abominable -que transmite una desidia notable- sobre la muerte de la madre del protagonista, más otro, igualmente feo pero con diferente focalización, para la muerte de la madre de la protagonista. La historia ya contada, ya conocida, ya memorizada se hace ahora es “live action”... pero no. Porque una cosa es el factor de venta y otra la verdad. Hay mucho digital, por ejemplo ese candelabro desagradable y lustroso, pero supongamos que no había mucha más chance. Pero la Bestia… ¿para qué? Bueno, la “Bestia” acá es algo así como un adonis hipster digital que no se mueve con fluidez por el decorado y “camina” con dificultad, como a los saltitos, así como actuaba Ashton Kutcher cuando hizo (mal) de Steve Jobs. ¿Para qué quiero acción en vivo si van a meter ese digitalismo? Los lobos son otro problema, de una tosquedad que ofende el juego de magia sin fisuras al que se auto convocó Disney. En la versión animada, todo tiene el mismo nivel de credibilidad. Aquí se hacen notorios los diferentes niveles de realismo, que no cuajan. Las lecciones de André Bazin no fueron tenidas en cuenta: algo fuera del realismo general del relato tiñe todo de falsedad. Se pegotean niveles de realismo como si todo fuera lo mismo, como si no importara la totalidad, la cohesión. Tampoco la de la narrativa porque, claro, “la historia” ya la sabés, así que bancate estas dos horas y pico sin ritmo para participar de esta fiesta global de la que no podés quedarte afuera. Por otro lado, el artificio del musical no debería entenderse como un vale todo. No hay consistencia alguna, tampoco en las actuaciones. Tenemos la más sobria de Emma Watson -casi apagada, en comparación con la mirada vivaz de la bella animada- frente a la payasada farolera de Josh Gad o el rostro desorientado, pasmado de Kevin Kline; hay que ser malvado para hacerlo actuar así a Kline, aunque tiene lógica que un intérprete como él no encuentre su lugar en un cachivache semejante. Cartón pintado diverso, diarreas digitales, la Bella que sube a una colina porque sí, para encajar una cita absurda al musical que obviamente ha servido de modelo a esta cosa: La novicia rebelde, ejemplo del mal en el cine, película que hizo a Pauline Kael escribir una de sus mejores y más encendidas críticas, al detectar que no importaba nada cualquier tipo de oposición a estas cosas diseñadas para apuntar a todo el público posible, teledirigidas de forma artera. Kael sabía que no había posibilidad de ganar nada, pero no había que abandonar la lucha. “El éxito de un film como La novicia rebelde torna aún más difícil tratar de hacer algo que valga la pena, algo pertinente para el mundo moderno, algo que tenga realmente inventiva o expresividad. Los bancos, los estudios, los productores querrán dar al público lo que éste aparentemente anhela.” Los otros agregados de esta versión son esa fiesta colorinche del principio y la necedad -que no necesidad- de hacer la película con el diario de hoy -que para el cine siempre es de ayer o más viejo- y meter sojuzgamiento/empoderamiento de género a la bartola (como en un viejo programa de Sin condena, pero sin su “urgencia”). Además, esta B&B niega varias veces las mejores virtudes de la versión animada: su concisión, sus pocas escenas de transición, sus buenas elipsis que hacían más fuerte el relato; y, sobre todo, su atemporalidad, su construcción de personajes hechos para durar. En la versión animada justamente importaba lo fuera del mundo que estaban la Bella y la Bestia, su aristocracia fundamental, con poca relación con los problemas acuciantes de la realidad circundante. Este cuento de hadas (bah, su asedio) parece hecho para sumar notas al pie en papers de sociología. Además, en aras de vaya a saber uno qué, se parte de que la Bestia era un ser banal, no simplemente altanero sino banal, un mequetrefe. ¿Para poder mostrar esa fiesta? ¿O para que el efecto digital de la hechicera se hiciera sobre colores pasteles? Eso es al principio. Por su parte el final, teatrero y afectado, da argumentos a los que detestan los musicales sin llegar a ellos, o al menos a los verdaderos. Si La La Land podía ser objetable como musical, esto es directamente un asalto al cine desde lo más melifluo y vacío del género, una operación de marketing planetario con marca conocida atrás. Está claro que otro reestreno de la animada no llevaría ni por asomo la cantidad de gente que llevará esta película a la que llaman nueva. Lo que vende no es la película de 1991 sino la idea de traer esa nostalgia envasada con flamantes brillos y lucecitas más la chica de Harry Potter. Sin embargo, habría que entender, y divulgar, que los clásicos -o las grandes películas de 1991- se renuevan con cada mirada. Películas como esta de Condon no son nuevas sino meramente recientes. Úsese y tírese.
UNA HISTORIA YA CONTADA Sólo dos justificaciones puede haber para realizar un film adaptado a la “realidad” de una versión animada de Disney allá por el 91, como lo fue La bella y la bestia. La primera es la nostalgia de muchas niñas y niños que hoy adultos rondamos los 30 y 40 años. La segunda es traer para las nuevas generaciones una historia majestuosa contada con la belleza y precisión de hace casi dos décadas. Es sabido que esta obra es de larga data: nos remontamos a 1740 -aunque este cuento popular habría sido realizado por otros señores- cuando la escritora francesa Gabrielle Suzanne Barbot de Villenueve publica una historia de hadas donde dos seres disimiles logran enamorarse. Sin embargo, la autoría se la disputa Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, cuya versión de la obra terminó siendo la más difundida. En el séptimo arte, las adaptaciones del texto datan de 1945 y años posteriores llegaría a ser un fenómeno global a ambos lados del Atlántico. La adaptación animada y musical de Disney sería una de las películas animadas más exitosas, además de ganadora de dos Oscar por canción original y mejor banda sonora. La oferta, tentadora pero arriesgada, le llegaría en el 2015 a Bill Condon (Dreamgirls; Candyman 2) quien incorporó los mejores efectos especiales para recrear a los objetos y utensilios animados que sufren la maldición que pesa sobre su castillo. Esta realización y puesta de voces a atractivos personajes resulta efectiva y representada por actores de renombre, tales como Ewan McGregor, Ian McKellen y Emma Thompson. Condon incorpora, a diferencia de la versión del 91’, un clavicordio y un guardarropas que representan un director de orquesta y su cantante, quienes también sufrieron el hechizo. También llama la atención el afán de actualizar e incorporar la cuestión multiétnica y diversidad sexual -algo que se viene dando hace varios años en el cine de animación- en este tipo de clásicos, incluyendo personajes afroamericanos pertenecientes al castillo y otro homosexual como LeFou, el compañero de aventuras del villano y egocéntrico Gastón. Esta dupla pertenece a los personajes mejor logrados y casi calcados a la versión de los noventa: el histrionismo de LeFou y la soberbia de Gastón son de lo más enriquecedor de la historia. Y después tenemos a la bella Emma Wattson -la inolvidable Hermione de Harry Potter- en un papel perfecto para ella; y un acertado Kevin Kline como padre de Bella, ahora relojero y no el científico loco del pueblo, que lo volvía más excéntrico en el film animado. Uno de los puntos más flojos es la caracterización de la Bestia durante y finalizando su encantamiento, que emana una frialdad despojada de cualquier calidez conseguida en la primera producción de Disney. Así es que tenemos un buen reparto, una excelente ambientación y tratamiento de locaciones, y un vestuario majestuoso, especialmente en la escena del baile entre bella y bestia, acompañado por el hitazo y canción principal de la obra. Pero a Condon no le fue suficiente e incorpora tres temas musicales que no suman demasiado. Este es uno de esos casos en el que la ansiedad del barroquismo mata al producto, algo que sólo puede ser permitido y tolerado en otro tipo de artes como el teatro. Y claro, más allá del mito de la belleza contra la fealdad, de los prejuicios, de la moraleja en que lo que importa es la esencia interior, una mega producción como La bella y la bestia nada más tiene para ofrecer que un relato antiquísimo “finamente” adaptado a los tiempos. En él tenemos una hermosa chica inmersa en sus libros y desinteresada en el casamiento por conveniencia, y un príncipe bestial cuya humanidad fue perdida antes de convertirse en el peor animal. Una balanza que puede ser analizada por sociólogos y psicólogos como un personaje con empoderamiento femenino y otro que busca el principio de la humanidad y solidaridad para con el otro. Doble camino del héroe. Como bien decíamos, La bella y la bestia sólo nos regala nostalgia para viejos y una producción revisionada para los nuevos niños consumistas del mundo del Ratón Mickey.
Nacida en 1988, admito que La bella y la bestia, versión 1991, caló hondo en mi infancia. No sólo la animación a cargo de Gary Trousdale y Kirk Wise, vista una y otra vez, sino todo lo que la acompañaba: desde los libros, las muñecas, los juguetes de la cajita feliz de Mc Donalds hasta el álbum de figuritas de Cromy -¿lo recuerdan?. Por tanto el prejuicio con el que cargaba al enfrentarme con la versión de Condon, me obligaba a tener la vara alta. La historia ya es conocida: a causa de un hechizo, un príncipe es convertido en Bestia (Dan Stevens), con la amenaza de quedarse para siempre en ese estado si no logra aprender a amar antes de que el último pétalo de una rosa caiga. Ya en la cuenta regresiva, Bella (Emma Watson), llega hasta el castillo convirtiéndose en su prisionera. Primero la relación entre ambos resulta áspera sobre todo porque, claro, una bestia no tiene los mejores modos para interactuar con el resto, pero paulatinamente eso va cediendo mientras ambos comienzan a dar a conocer su esencia hasta terminar en un típico -ALERTA SPOILER- y vivieron juntos para siempre.
(Emitida también por Radio La Red) Mucha expectativa hay en torno a la nueva versión de la Bella y la Bestia, en este caso interpretada por actores de carne y hueso y con un importante trabajo de animación. Dirigida por Bill Condon (“Mr. Holmes”, saga Crepúsculo), se trata de una remake muy fiel a la original, sostenida por el carisma de Emma Watson. Lejos de aquella Hermione de Harry Potter (y con algo de La novicia rebelde que se vislumbra hasta en una secuencia similar al emblemático film), Watson consigue darle vida a un personaje sobre el cual tiene poca libertad creativa, pero sin embargo resulta una elección ideal. Dan Stevens (como la Bestia), Luke Evans (como Gastón), Josh Gad (Le fou), Ewan McGregor (Lumiere), Ian McKellen (reloj) y Emma Thompson (Mrs. Potts) también integran el elenco. La puesta en escena, la animación y los efectos especiales funcionan como un reloj perfecto para crear la ilusión, los climas y el esplendor de los momentos musicales como “Be our guest” o del tema principal de la película, donde Bella y Bestia bailan en el suntuoso salón del castillo que, por cierto, recuerda en su h all principal a la Ópera de París. Los fanáticos no se van a decepcionar.
Es difícil ser objetivo cuando una historia con la que uno creció, tiene una nueva versión. Seguí el proceso de cast y las comunicaciones con mucha ilusión y me senté en la butaca lista para disfrutarla. Y me transportó a esa misma sensación de cuando la vi por primera vez y la sonrisa no se me borró. Disney ha estado apostado a que sus clásicos cobren vida hace unos años. Honestamente, entre malas decisiones de cast y una superabundancia de parafernalia estética, se borraba un poco la magia, para intentar traer forzadamente al siglo XXI a las princesas clásicas. La diferencia es que Belle no es una princesa plana: es la apasionada de la lectura, la que cuida a su padre, la que tiene las ideas claras y la que no quiere casarse con el lindo del pueblo sino vivir aventuras. Si a esto sumamos la relación con la Bestia, este tipo cínico y caprichoso que no espera conmoverse frente a ella, es una base demasiado adorable como para resistirse. Como todo musical, podemos dividirlo en dos actos. No, no se ilusionen que no es la estructura de Broadway ni canta “if I can’t love her”, pero el primer acto es exactamente igual que la versión animada, lo que salda esa deuda y las ansias del público. En el segundo acto se dan el lujo de mezclar con algunos elementos nuevos como un rol aún más activo en ella y un nuevo tema para él. Y coronamos con una nueva canción de la mano de Celine Dion quien también hizo el dueto para la versión animada y todo parece un paquete cerradito. Claro que tiene algunos detalles innecesarios o que intentan hacerlos en una determinada época que la fábula nunca pide. “Una aldea en Francia que está en los límites de un castillo” después del “Había una vez” no tiene por qué estar seguido de pelucas blancas, lunares pintados y La Peste Negra. Sin mencionar algunos saltos un poco alocados de los personajes de un punto a otro. Sumando a que la pareja principal es bastante Brittish como para ser franceses (sonrisas de medio lado, nunca jamás un beso apasionado). Habiendo dicho esto, todos los personajes secundarios son alucinantes. Luke Evans como Gastón es divertidísimo y su dupla con Josh Gad (LeFou) es excelente. La batería de secundarios eleva a un nivel de espectacularidad que estamos acostumbrados a reconocer en Disney y que nunca decepciona. Stanley Tucci, Ewan McGregor, Ian McKellen, Emma Thompson y Kevin Kline llevan el encanto de los hechizos a un nivel impecable. La música, nuevamente de la mano de Alan Menken, tiene la combinación perfecta de la original con nuevos temas y los estudios dan vida a ese cuento que hace que por momentos nos olvidemos del CGI y de los datos innecesarios y volvamos a ser niños. No todo en el cine implica ser objetivo. A veces, solo tenemos que dejarnos llevar por la magia.
Un nuevo capítulo se escribe en este plan de Disney por llevar a la acción real varios de sus films animados más memorables. Luego de los resultados no del todo convincentes de Maléfica, la lección fue aprendida con los correctísimos resultados de Cenicienta, El libro de la selva y Mi amigo el dragón. La fórmula del éxito pareciera ser ¿Para qué cambiar lo que ya está bien? Este axioma queda más al descubierto que nunca en esta adaptación que llega a copiar planos enteros del clásico de 1991 dirigido por Gary Trousdale y Kirk Wise. No, esto no es una relectura del clásico cuento francés (cuya versión más famosa pertenece a Jeanne Marie Leprince de Beaumont), como podíamos decir de la adaptación de 2014 en manos de Christophe Gans; es básica y sencillamente una visión con personas de carne, hueso y CGI del film que a principio de los noventa hizo historia entre otras cosas al ser nominado a los Premios Oscar como mejor película. ¿Si el film original duraba 84 minutos y el nuevo sobrepasa las dos horas, qué es lo que cambió? En primer lugar, habría que decir que incorporaron las escenas que ya se habían incluido en el nuevo corte animado extendido; pero principalmente lo que se incorporan sin más canciones y extensiones de los recordados cuadros musicales. De todos modos, aunque la historia sea igual, aunque haya planos que se copian… no todo es igual, veinticinco años no pasan en vano. ¿Habrá quién no conozca la historia? Veamos, un príncipe arrogante (Dan Stevens) es maldecido por una hechicera en medio de una gala operística en su mansión. El hombre es convertido en bestia, y los habitantes en objetos; podríamos hacer el chiste de los apellidos, pero, en fin. El príncipe debe enamorarse y ser recompensado antes de caer el último pétalo de la rosa, o todos quedarán en sus nuevas formas. El tiempo pasa y el relojero Maurice (Kevin Kline) se pierde en el bosque, en medio de una tormenta, y termina siendo capturado por la bestia. Su hija, Bella (Emma Watson) va en su búsqueda y terminará salvando a su padre intercambiando lugares. Hasta aquí todo es igual, los pequeños cambios vendrán de la mano de los personajes secundarios, - tendrán que verlo por ustedes mismos – y un crecimiento en el desarrollo de Bella que, si se quiere, se adapta mejor a estos tiempos. La Bella y La Bestia 2017 no solo es más humana por tener actores en lugar de animación, intenta que sus personajes posean algo más de carnadura. No va en detrimento del film de 1991 (difícilmente esta nueva versión llegue a ser el clásico que es esta), simplemente al ser aquel un producto animado, hace que todo sea un poco más caricaturesco, irreal, simple. Las formas de La Bestia parecen más humanas – fíjense en los ojos –, Bella tiene razones más importantes para quedarse en la mansión, los aldeanos tienen más razones para actuar como actúan, y el tratamiento del romance es más paulatino y comprensible. Son cambios delicados, casi sin notorios, pero que modifican en el conjunto. Bill Condon viene demostrando una gran ductilidad en las puestas desde sus inicios (recordemos la correcta Candyman 2), y aquí tiene un caramelo en sus manos. La Bella y La Bestia se ve inmensa, preciosa, entra por los ojos y conquista. Es imposible no tararear las canciones, las conocidas y las nuevas, la sonrisa de oreja a oreja se dibuja al instante. Hay humor, hay gracia, y hay verdadera emoción que hasta nos puede llevar a alguna lágrima. En cuanto a las interpretaciones, por favor, repito, por favor, busquen una versión con audio original; el trabajo de voces de actores de la talla de Emma Thompson, Ian McKellen, Ewan McGregor, Stanley Tucci, y Audra McDonald, entre otros, es sencillamente magnífico. Stevans y Watson tienen química, y esta última se cree a su personaje, lo hace suyo. Luke Evans y Josh Gad como Gaston y LeFou hacen un show aparte muy gracioso. La Bella y La Bestia es otro acierto en elmundo de Disney. A simple vista no aporta nada demasiado nuevo, pero como dijimos al principio, lo que ya está más que bien, no hay que cambiarlo, simplemento adaptarlo.
Bien sabemos que Disney está en la postura de realizar films live-action de sus películas clásicas. Tuvimos a “Alicia en el País de las Maravillas” o “El Libro de la Selva” como unos de los primeros ejemplos. En este caso nos encontramos con “La Bella y la Bestia”, remake de la cinta de 1991, la cual está basada en un cuento de hadas homónimo de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. La historia es mundialmente conocida: Bella es una muchacha particular de un pueblo muy pequeño de Francia, quien vive con su padre. En uno de sus viajes, Maurice se pierde y encuentra un castillo encantando. Allí la Bestia lo aprisiona y será Bella quien decida tomar su lugar para salvar a su padre. Esto significará una buena oportunidad tanto para la Bestia como para el resto de los objetos animados que habitan el castillo de conseguir volver a su vida normal antes de que se cumpla un maleficio. A la hora de sentarse a ver la remake de una obra tan conocida y mágica, uno va con cierta cautela. Sin embargo, “La Bella y la Bestia” logra generar el mismo impacto y la misma emoción que su original. La película es una muy buena adaptación de su cinta de 1991. Se respetó por completo la historia, como también las canciones que se encuentran en ella. “La Bella y la Bestia” es un musical desde el principio hasta el final, que hará vibrar al espectador y dejará la melodía de sus canciones en su memoria. La elección del elenco no podría haber sido más efectiva. Emma Watson es tanto la Bella, como Luke Evans es Gastón. Incluso nos encontramos frente a una Bella más independiente y feminista, algo que Watson logra retratar a la perfección. El resto de los personajes secundarios están escritos de una buena manera, profundizándolos más y dándoles una actitud cómica. De todas maneras, la animación de 1991 es única. Aunque en la actualidad los efectos especiales sean mucho más avanzados, no se pueden comparar con los personajes originales. En ciertos casos, como Chip, en vez de generar una versión tierna o carismática, el personaje de 2017 se nota un poco más artificial. Hay que destacar la ambientación y el vestuario de la película. Se nota la gran producción que hay detrás del film. Si bien es difícil realizar una comparación entre las películas de 1991 y 2017, la remake live-action de “La Bella y la Bestia” cumple a la perfección su objetivo. Tiene canciones maravillosas y pegadizas, buenos personajes interpretados correctamente, una gran producción detrás, que harán que el espectador se emocione y divierta, a la vez que reviva su infancia. Puntaje: 4/5
A diferencia de la excelente propuesta que planteó Disney para El Libro de la Selva (2016), ganadora a mejores efectos visuales en la última edición de los premios Oscar, La Bella y la Bestia es, desde el vamos, una película que no cubre las altas expectativas generadas. El film dirigido por Bill Condon no toma ningún tipo de riesgos y no aporta nada nuevo -bueno- a la historia basada en el cuento de hadas de la escritora francesa Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. Más allá de las excelentes escenografías y prendas de vestuario –cosas en las que Disney parece imbatible y difícil de superar-, la nueva adaptación de “live-action” se queda a mitad de camino y no logra romper ni despegarse del encanto del film original de 1991, uno de los clásicos del cine de animación de todos los tiempos. La Bella y la Bestia es una más de las tantas nuevas películas que se suman a la tendencia -empecinada y sin sentido- que tienen desde hace años en la industria cinematográfica por desempolvar y volver a recurrir, a falta de ideas nuevas, a historias ya conocidas, probadas, y con poco margen de error. Si bien está dirigida hacia un público infantil, el principal problema que presenta la trama es la deficiente y poco creíble construcción que realiza Condon sobre la historia de amor. De un momento para otro, y sin que nadie se dé cuenta, Bella (Emma Watson) se enamora del personaje de la Bestia (Dan Stevens) -una mezcla de Krampus y Chewbacca, pero con la voz de Darth Vader- y no se sabe ni el cómo ni el por qué. Esa falla en la construcción de la historia de amor sucede, en gran parte, por la falta de química entre Watson y Stevens, la cual traspasa la pantalla desde el comienzo. Ambos protagonistas comparten pocos momentos juntos y se nota que no hay de conexión. Sin embargo, no todo es negativo en esta historia de magia y fantasía. El poco feeling entre los dos actores principales no es del todo contraproducente para la película porque permite que se destaque y brille su villano, Gastón (Luke Evans). El trabajo realizado por el británico, quien compone un personaje divertido y creíble – en otras palabras, un chanta- nivela para arriba al film. La relación de Gastón con su fiel compañero Lefou (Josh Gad), quien está enamorado en secreto del excéntrico y fortachón antagonista, es el único condimento y elemento propio –por fuera del vestuario y la escenografía, además de algunas canciones nuevas- que esta nueva entrega muestra como algo novedoso y bien resuelto. Una relación tierna, pícara y graciosa. Algo por lo que, tal vez, se pueda considerar elegir esta nueva versión por sobre la original.
Una producción pensada para la taquilla que por su calidad llega al corazón Indudablemente los clásicos son eternos y en el universo Disney es difícil encontrar uno que no lo haya sido automáticamente. Aún para aquellos que no resistieron con tanta solidez el paso del tiempo, por ejemplo “Bernardo y Bianca” (1977). Eso sí, hay un par que superaron a la propia Disney para transformarse en iconos culturales de una época. “La Bella y la Bestia” pisó fuerte en 1991, incluida la recordada polémica por estar nominada al Oscar a mejor película siendo una producción animada (todavía no existía la categoría exclusiva para la animación). Desde hace rato la compañía del Ratón Mickey viene pasando clásicos animados a la acción viva, por lo cual era de esperar que éste cuento fuese de la partida. Es de destacar que la primera gran diferencia es la duración. 130 minutos contra los 84 que duraba la original sobre la cual se basa el guión de Stephen Chbosky y Evan Spiliotopoulos. Las otras diferencias están dadas por nuevas canciones, nuevos personajes y, dentro de lo formal, por el hecho de pasar al formato con actores. La idea está intacta: un príncipe ególatra y soberbio es hechizado y convertido en Bestia (Dan Stevens), hechizo que se mantendrá en los pétalos de una rosa hasta que pueda amar a alguien por cómo es interiormente, y su vez ser correspondido de la misma manera. Conocerá a Bella (Emma Watson), habitante de un pueblo que de alguna manera también la consideran como una niña “rara” porque le gusta ver el mundo y leer libros. Apoyada en las canciones que todos conocemos y en un trabajo de arte y efectos especiales deslumbrantes, “La Bella y la Bestia” logra abrirse paso en una época difícil, sin renunciar al hecho de ser un musical romántico de brillantes coreografías, vestuario y maquillaje. “Los musicales son las transiciones. El cómo entrar y salir de cada número es más importante que lo que estos dicen”. En sus propias palabras Bill Condon, también director de “Dreamgirls” (2006), demuestra por qué: mas allá de la puesta como forma de carta de amor al género músical, incluyendo el homenaje a Robert Wise con dos tomas aéreas muy similares al comienzo de La novicia rebelde (1965), sabe conservar el mensaje de poder ver o sentir la verdadera esencia de los seres que nos rodean. Descubrir nuestros colores verdaderos para combatir los prejuicios. Aquí es donde reside el gran valor de esta historia. Dentro de la realización, los objetos que acompañan a Bestia son un verdadero prodigio de los adelantos tecnológicos: Lumière (Ewan McGregor), Din Don (Ian McKellen), la señora Potts (Emma Thompson), su hijo Chip (Nathan Mack) Madame Ropero (Audra McDonald) y el Maestro Cadenza (Stanley Tucci) lucen renovados aquí, por suerte con una buena participación. Kevin Kline en el rol del padre de Bella cumple como siempre, y un lugar destacado se llevan los antagonistas y compinches Gastón y Le Fou (Luke Evans y Josh Gad, respectivamente). Eso sí, Emma Thompson canta muy bien el tema principal, pero la cadencia y calidez de Angela Landsbury en la original no tiene rival. Una producción pensada para arrasar en la taquilla pero también para contar bien una historia que llega al corazón.
Antes de empezar con mi crítica debo confesar que no recuerdo haber visto la versión animada, pero tengo alguna idea de lo que se trata. Por este motivo no voy a hacer comparaciones con la película original, pero si cabe destacar que esto es un remake de Disney, algo que ya viene haciendo desde hace unos años. La película cuenta con la hermosísima Emma Watson, quién cumple su rol de forma espectacular, siendo ella uno de los motivos por los cuales hay que ver este film. El CGI, es decir la parte animada de la película, está bastante bien. Las antigüedades de la casa se ven bien animadas, como así también la cara de Bestia. De ante mano el espectador tiene que saber que si es una película de Disney, y que es un remake de una animada, van a haber canciones hasta para decir que el cielo es azul. Esto es algo a lo que no estaba del todo preparado, y me costó entrar en ese ritmo, encima la tuve que ver doblada al castellano. Cuenta con escenas que alargan la película sin sentido alguno, no logra mantener el nivel la película y por momentos aburre. Está destinada a los niños, pero tiene cosas que un niño no entenderá. El lineamiento machista con el que cuenta la película (por lo poco que se) viene de su original, algo que un niño de hoy en día no debería asumir como normal. Mi recomendación: Es una película interesante para ver en el cine por los efectos, pero si la ves en casa, está todo bien.
Vídeo Review
Debo figurar entre el 1% de la población mundial que no vió la versión 1991 de La Bella y la Bestia. Claro, todo el mundo la festejó, la banda sonora se vendió a raudales e incluso obtuvo una nominación al Oscar como mejor filme (standard, no animado), lo cual habla a las claras de su calidad. Y posiblemente sea el epitome del renacimiento de los estudios Disney luego del proceso de recuperación iniciado por La Sirenita en 1989. En ese sentido, mi virginidad sobre el tema me da otra perspectiva para opinar, con lo cual concluyo que la versión 2017 live action es un licuado que no termina de cuajar. Que el original sea respetable no implica que la remake lo sea: conservará los encuadres, la historia y las canciones, pero se parece mas a esas remakes en vivo que la NBC ha estado haciendo últimamente sobre musicales clásicos - como La Novicia Rebelde (2013) - que ni por asomo está en condiciones de sepultar - o mucho menos, equipararse - al fantástico original de 1965 con Julie Andrews. Es una receta rápida con intérpretes chatos, sobredosis de efectos especiales, cambios no siempre entendibles y una notable ausencia de magia. Parte del problema es el formato de obra musical que es tan caro a los norteamericanos. Una cosa es un filme con 10 canciones y otro uno con 20, en donde la más minima acción dispara un cuadro de música y baile sin que necesariamente lo merezca - por lo banal del tema que implique -. Para que las canciones den fruto se precisa tiempo de construcción dramática: gente hablando y no cantando una tonelada de tonadas pegadizas para llenar un CD que se venda en las bateas de todas las disquerías. Por otra parte, la versión animada tiene otras cualidades: las perfomances digitales están creadas por un equipo de animadores, que han discutido y perfeccionado cada detalle... mientras que aquí todo ello queda reducido a la calidad de cada actor y la sensibilidad del director. Kevin Kline se ve perdido, Emma Watson no transmite nada, Dan Stevens es demasiado blando como la Bestia, los artefactos del castillo son mas anodinos que graciosos, y el único que brilla mas allá de las limitaciones de su papel es Luke Evans. Es un tipo que devora la pantalla con gusto, y quizás hubiera sido mejor elección que Stevens para el papel principal. Desde ya, hay temas discutibles. Me parece genial que la Disney se haya convertido en un campeón de la inclusión - casting multiraciales, personajes gays presentes en sus películas y series -, pero también es cierto que hay realidades históricas que son ineludibles. Poner damas de honor negras (o un moreno capellán del pueblo) es un absurdo porque no se condice con la realidad de época en donde transcurre el relato. Y si bien éste es un relato de fantasía, no deja de ser el mundo histórico que todos conocemos ya que estos tipos hablan de Shakespeare y los autores griegos. O viven en una burbuja - una utopía totalmente aislada del mundo real - y ponen a quien quieran en los papeles que se les ocurran (¿por qué no una asiática como Bella?), o quiten las referencias históricas de la trama, porque lo único que hacen es recordar las contradicciones del casting. Es como poner a un grupo de Hobbits a discutir sobre La Iliada; es algo que se lleva de patadas con la lógica porque uno no logra encastrar la realidad que vivió Homero con la de una parva de tipos bajitos y patones que viven en una comarca infestada de hechiceros, demonios y dragones voladores. No soy enemigo de la inclusión; por el contrario, yo creo que es injusto negarle cualquier tipo de papel - en especial, los jugosos clásicos - a un hombre por el color de su piel. ¿Acaso los asiáticos no pueden hacer Hamlet, o no puede haber un Frankenstein negro?. Lo que ocurre es que, para que eso funcione, es necesario hacer una adaptación inspirada, una que cree un contexto en donde el cambio de color de piel resulte creíble, o que traslade el relato a otra época y entorno en donde uno no tenga problemas para asimilarlo. Pero si la tonelada de canciones y las perfomances chatas aburren, creo que lo peor es la sobredosis de CGI. Aturde. Ni siquiera los grandes momentos del filme - como Nuestro Huésped Sea Usted o el baile de Bella y Bestia bajo el gigantesco candelabro - logran movilizarte algo. La edición es muy rápida, hay demasiada información visual en pantalla. Y entre toda esa parafernalia los actores quedan perdidos, reducidos a costosa utilería para exhibir sus nombres en los posters. La Bella y la Bestia 2017 no es un gran filme. Es espectacular, es cierto, pero resulta estirada y fría. Quizás la critica haya sido benevolente porque nadie quiere ofender al gigantesco imperio del ratón, pero las reseñas de los usuarios en IMDB me dan la razón (y más aún, con los fans de la versión animada). Es un ejercicio en el exceso, el cual marea antes que emocionar.
REVIVAL NOSTÁLGICO En los últimos años, Disney se ha brindado a filmar sus clásicos animados en live action; y no parece ser por falta de ideas sino más bien por un interés comercial que lucra con la nostalgia de aquellos que tienen más de treinta y supieron ver cada estreno anual de la compañía en el empinado cine Los Ángeles. Es así como luego de La Cenicienta y Blancanieves ahora le tocó a La bella y la bestia, uno de los clásicos más entrañables de Disney inspirado en un cuento tradicional francés. La historia la conocemos todos y versa sobre la maldición que cae sobre el castillo de un joven príncipe un tanto engreído. Durante un lujoso baile en el salón principal de la mansión una bruja arroja un hechizo no sólo condenando al dueño de casa a una feroz transformación física, sino también a todos aquellos que la habitan, convirtiéndolos en objetos hasta que la bestia encuentre al amor de su vida. La bella y la bestia descansa sobre la esencia original del clásico animado y se vincula con él de manera cien por ciento fiel. Es decir, así como Gus Van Sant lo hiciera con Psycho (Hitchcock, 1961) Disney se auto cita realizando una película a imagen y semejanza. Si tuviéramos la posibilidad de reproducir ambas cintas al mismo tiempo podríamos corroborar el hecho. Y el debate se centra en sentar posiciones y ubicarse de uno u otro lado del abismo. ¿Es o no un defecto del film su íntegra fidelidad? La respuesta depende si se opta por la emoción que provoca la nostalgia o la búsqueda de algún tipo de innovación cinematográfica. Lo cierto es que la nostalgia cotiza y la magia de Disney hace lo suyo. Con una superproducción digna de la firma y un diseño de arte impecable, el film logra emocionar a todos sus fans de la mano de una historia que nunca perderá su encanto. Si bien las actuaciones son un tanto cuestionables, no hay dudas que la fotogenia de Watson eclipsa cualquier otro parecer e invita a sumergirse en los laberintos fantásticos del cuento tradicional que supo marcar el ícono de princesa de toda una generación. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
Mágico final, Bella y bello son. La versión de Disney de La Bella y la Bestia de 1991 fue la primera animación de la historia nominada a mejor película en el Óscar. Con la reciente incorporación de lo digital, los dibujos y animaciones no eran los mejores, pero construyeron el resurgimiento taquillero que Disney tendría a lo largo de los ’90. Luego vendrían El Rey León, y más tarde Tarzán, cerrando la década para dejar paso a la animación enteramente digital de Pixar. La versión de Bill Condon viene a recuperar esa mística noventosa y a explotar otras posibilidades visuales. Rescata lo mejor, la banda sonora y las grandes canciones del musical, y lo recarga de ideas escenográficas complejas, diseños sensuales y complicados, y radiantes animaciones digitales. Aunque, de todas maneras, un detalle molesto es la animación del rostro de la bestia. Su carácter íntegramente digital llega a ser tosco e inhumano y no logra expresar grandes emociones. Existe una cuenta difícil de saldar en estas historias donde una chica se enamora inesperadamente de un ser en teoría horrible. Como en Shrek, el amor entre personas distintas parece triunfar. Parecen triunfar otras formas de atracción, distintas ideas del amor y de la belleza. Pero siempre hacia el final esas diversidades son injustamente derrumbadas con un pase de magia para que los enamorados terminen siendo simplemente dos humanos, o dos ogros, y no haya demasiados inconvenientes. Lo cierto es que La Bella y La Bestia también rescata el poder visual de la versión de Jean Cocteau de 1946, el primer largometraje para cine. En la versión francesa, el desenlace es insólito. La película termina cuando una estatua viviente le da un flechazo al villano Avenant (Gastón en la versión de Disney) e invierte el hechizo. Avenant muere convertido en bestia y el príncipe (bestia de corazón) resurge con el rostro del mismísimo Avenant. Esa imagen, ese rostro odiado hace instantes empieza a ser amado por Bella de manera repentina. Un final confuso, incómodo, turbio, sucio y apasionante. En sólo 2 cuerpos un intenso ménage à trois entre Bella, Avenant y la bestia peluda.