La decadencia de una nación. No cabe la menor duda que con el correr de los años ha ido mutando sustancialmente la perspectiva desde la cual se lee el “Nuevo Hollywood” de la década del 70, tanto a nivel general intra industria como en lo que hace a la inclusión de referencias explícitas. Mientras que en los 80 se utilizaron sus rasgos más bombásticos para vaciarlos de contenido dentro de la concepción simplona de los blockbusters, en los 90 primó una mirada irónica que tomó prestada su ferocidad formal aunque sólo como un “elemento más” de un pastiche multicultural de citas cruzadas. Si bien ambas lecturas continúan estando vigentes, durante los últimos lustros apareció por suerte una tercera posición que recupera la esencia perdida. El fundamentalismo reciente, de marcada tendencia retro, es el producto de un proceso que viene desde los 90 y que tuvo en los thrillers hardcore de aquella época, como Pecados Capitales (Seven, 1995) y Los Sospechosos de Siempre (The Usual Suspects, 1995), la base clasicista necesaria para dicha reformulación. La Ley del más Fuerte (Out of the Furnace, 2013) es uno de los ejemplos más claros en este sentido, un relato de venganza aletargado que hace gala de ese minimalismo ampuloso prototípico de un período que muchos consideramos irrepetible, cuando la contracultura de los 60 llegó al cine de carácter masivo, desembocando en una revolución cultural que generó una andanada de obras memorables...
En la mira Sólido drama familiar con acertados momentos de nerviosismo y tensión. Scott Cooper (Crazy Hearth) reúne un reparto de lujo para cimentar un relato que se percibe intenso y se siente muy natural. Russell (Christian Bale) y Rodney (Casey Affleck) son dos hermanos que habitan en un pueblo que transita una situación económica poco solvente, con escaso empleo. El primero y mayor, trabaja en una fábrica; el menor supo combatir en Irak, pero en la actualidad del film se halla desencontrado y con un rumbo para nada certero. Las cosas se complican cuando Russell se ve involucrado en un grave accidente automovilístico por el que cae en prisión. Esto, no hace más que acrecentar el desbande de Rodney, quien comienza a enredarse en cuentas pendientes y negocios tan riesgosos como oscuros. El arranque de Out of Furnace nos enseña la punta del iceberg de lo que puede llegar a dar el personaje de Harrelson. Osado, turbio y de temer, el bueno de Woody (malo en esta oportunidad) lleva a cabo una interpretación que cautiva, de esas que el espectador apaña, empatiza y a la vez odia al carismático villano. Por otra parte, Bale parece nunca fallar y resultar siempre una garantía enorme cuando le toca un protagónico. El papel de un tipo frío, sufrido y de sentimientos profundos le sienta tan bien como cualquier otra encarnación opuesta que haya concebido. Mención aparte para Affleck, acompañando de forma muy amena. Una narración que en algunos pasajes se advierte levemente similar al melodrama mostrado en Warrior (la fotografía a cargo del mismo hombre, Masanobu Takayanagi), en donde los lazos familiares pegan fuerte y tanto la impotencia como la sed de venganza oscilan los mismos grados de estrés. Un ritmo afable y entretenido logra mantener la expectación. Cooper se da el gusto de crear una brisa de suspenso a partir de la que la rigidez va cobrando mayor vigor y energía en cierto punto de la cinta, añadiéndole una pizca de incertidumbre al tramo final. Out of Furnace acaba redondeando una performance más que buena, a pesar de no ser acreedora de algún elemento muy distintivo que la catalogue como un producto trascendente. LO MEJOR: la historia, el modo en que se narra. Conecta gracias a la credibilidad de las actuaciones, en especial a la gran contribución de Bale. LO PEOR: queda esa sensación de faltarle algo, no existen escenas por la que se la recuerde con énfasis. PUNTAJE: 7,4
Morir de a poco. ¿Qué puede resultar más triste que transitar el camino de la existencia sin que absolutamente nada motive su permanencia en él? Tantas cosas pueden suceder en tan poco tiempo. El dolor que significa la pérdida de ese amor que alguna vez se creyó eterno, deja al ser a merced de su mera existencia. El amor es una pasión triste, motor de un alma que busca el eterno momento de la felicidad. Morir por etapas. Marchitarse estando vivo. La Ley del más Fuerte (Out of the Furnace, 2013) es un muy buen intento narrativo en pos de analizar estos tópicos. El film trata de describir lo que sucede cuando el hombre cae en la peor de las pobrezas: la falta de perspectiva, de afecto y comprensión. Scott Cooper, director del filme, elige contarnos esta historia a través de la estrecha y especial relación de dos hermanos: Russell (Christian Bale) y Rodney Baze (Casey Affleck), cada uno con una personalidad bien marcada y distinta del otro. Russell, el hermano mayor, es quien acepta su destino de vida. Ocupa sus días trabajando en una tradicional fábrica del lugar, a punto de quebrar, y disfrutando del inconmensurable amor de su pareja. Rodney, por su parte, es el menor de la familia, recién llegado de combatir en Irak, molesto por su presente. Hace unos años perdieron a su madre y hoy su padre está en su lecho de muerte. El amor, vínculo resistente que los mantuvo unidos hasta el momento, está representado fuertemente en Russell, él es noble y fraternal. Rodney, insensibilizado por lo que le tocó vivir durante la guerra, no percibe este sentimiento de igual forma aunque ama a su hermano y lo acompaña en el camino.
La mugre y la furia. Algo raro está pasando en los suburbios montañeses del interior norteamericano. O al menos es lo que el director Scott Cooper busca dejar en claro al situar La Ley del más Fuerte, su segundo opus, en un tiempo y espacio preciso. El escenario viene a ser North Braddock, un diminuto municipio de Pensilvania, en pleno recambio presidencial, con la campaña de Barack Obama en caliente y la Guerra de Irak aun en proceso. Allí, la debacle económica y el drama militar envuelven la relación entre dos hermanos que se viene a pique. Russell (Christian Bale), es un obrero metalúrgico bastante parco y humilde que está marcado por la desgracia, encargado de proteger a su hermano menor Rodney (Casey Affleck), quien luego de prestar servicios como soldado en Irak deviene en luchador clandestino para sacar a flote sus demonios antes que romperse el lomo en una acería. Todo apunta hacia esta malaria familiar, con el retocado dilema del hermano problemático que se contrasta con el honrado, en un thriller grisáceo y sobrio, al que sorpresivamente un sacado narcotraficante interpretado por Woody Harrelson le pondrá los pelos de punta. Una cinta correcta, salvaje por momentos, que sabe muy bien dónde cortar el dialogo y cuando escupir sangre.
La ley del mas fuerte es una muy buena propuesta en la cartelera de cine cuando se busca ver un film rebosante de calidad. Los personajes de este fuerte drama familiar están muy bien desarrollados, y en tan sólo dos horas se los puede llegar a conocer muy bien. El elenco, muy bien elegido, brinda actuaciones de mucho realismo, destacándose....
Ojo por ojo Curioso el caso de Cassey Affleck, el hermano pequeño de Ben. A punto de convertirse en una de las estrellas hollywoodienses más rutilantes, ya que se ha embarcado en dos megaproyectos (Interstellar, de Christopher Nolan y Triple Nine, de John Hillcoat) que van a hacer subir su fama como la espuma, estrena en el transcurso de una semana dos películas pequeñas, una en Argentina y otra en España, cuyos títulos parecen hermanos gemelos. Por un lado tenemos esta La ley del más fuerte (Out of the Furnace), que ahora nos ocupa, y por el otro En un lugar sin ley (Ain´t them Bodies Saints), que se estrenan el ocho y el nueve de mayo respectivamente. Titulos que remiten a películas duras, a añorados westerns de clase B donde el protagonista se trenzaba en lucha contra un montón de bandidos para redimirse ante el sheriff y la chica del lugar. Pues bien, algo de esto hay en La ley del más fuerte: la historia de Russell Baze (Christian Bale) y su hermano menor Rodney (el propio Affleck), quienes viven en el Rust Belt, una zona desindustrializada que registra el índice de desempleo más alto de los Estados Unidos. El primero vuelve a trabajar en una acería a punto de cerrar después de haber pasado un tiempo entre rejas por unos temas que aquí no develaremos, mientras que el segundo acaba de volver de luchar en la guerra de Irak. Ambos sueñan con marcharse para encontrar una vida mejor, pero las cosas no se pondrán fáciles cuando se vean involucrados en unos turbios asuntos de peleas clandestinas que les conducirán a un trágico final. Si miramos el elenco actoral en su totalidad y nos entretenemos en ver los nombres de algunos de los productores que han apostado por este film de formato pequeño, nos daremos cuenta de que algo no acaba de cuadrar. ¿Qué hacen metidos en un proyecto tan intrascendente (en cuanto a beneficios que se esperan obtener) nombres tan ilustres como Ridley Scott, Leonardo Di Caprio, Zoe Saldana William Dafoe, Forest Whitaker, Sam Shepard o Woody Harrelson, a parte de los ya citados Christian Bale y Cassey Affleck?. Sería una pregunta interesante para realizarle al firmante de la propuesta, que no es otro que el virginiano Scott Cooper, quien alcanzara fama y prestigio con Loco corazón (2009), un film que consiguió entre otros el Oscar al mejor actor en la figura de Jeff Bridges y el Oscar a la mejor canción con The weary Kind, con música y letra de Ryan Bingham. Todo apunta a que se trataría de una estratègia basada en pasear el film por algunos festivales “indies” para que la producción fuera tomando forma y prestigio. Lo que ocurre es que La ley del más fuerte no tiene ni la fuerza ni el ímpetu del debut en la dirección de Cooper. Los personajes son planos y el envoltorio es mucho más atrayente que el regalo que esconde en su interior. Los diálogos pecan de pretenciosos y de demasiado trascendentes. Los giros de guión no son para nada creïbles y algunos personajes están demasiado caricaturizados, caso del malo de la función a quien da vida Woody Harrelson (no hay que perderse su forma de morir, que invita más a la carcajada que a la pena). El film intenta parecerse a otros con trasfondo de denuncia política que sí han alcanzado cierto grado de calidad. Nos referimos a títulos recientes como La sospecha; El ganador o La última pelea, mucho más sólidas en planteamiento y desarrollo argumental que esta propuesta que se queda a medio camino entre el drama social y el thriller de acción al uso.
El guardián de mi hermano La ley del más fuerte (Out of the Furnace, 2013) comienza prometedoramente, cuenta con un elenco envidiable, personajes interesantes con relaciones cuidadosamente definidas y un fascinante mundo por delante. El potencial es rico en posibilidades dramáticas, y la tensión hierve lentamente. Tan lentamente que el vapor se esfuma antes de llegar al clímax, y el saldo no es muy satisfactorio. Quizás haya sido un error de marketing. Si ven el tráiler o leen la sinopsis de la película, verán que trata de un hermano mayor (Christian Bale) que va tras la pista de su hermano menor (Casey Affleck), que ha desaparecido luego de meterse con la gente equivocada. En realidad, esto apenas describe el desenlace de la película y no dice nada de la hora y veinte minutos que le preceden, donde pasamos la mayor parte del tiempo esperando el punto de giro. La película comienza con Harlan DeGroat (Woody Harrelson), un sociópata descendido de los endogámicos montes Ramapo al noreste de New Jersey. Es el tipo de escoria humana que Harrelson perseguiría en True Detective. Harlan se halla en un autocine cuando decide atacar a golpes a su cita, y luego al hombre que intenta defenderla. Más tarde cuando alguien le pregunta “¿Tienes un problema conmigo?”, Harlan explica: “Tengo un problema con todos”. Conocemos a los hermanos Russell y Rodney Baze (Bale y Affleck) en un silencioso pueblo en vísperas de la bancarrota industrial, muy parecido al de El francotirador (The Deer Hunter, 1978). Russell trabaja de obrero en una metalúrgica mientras que Rodney derrocha el dinero de su hermano en apuestas. Russell es el único que mantiene a su familia unida, y la misma se desmorona cuando él va a prisión. Al salir se ha quedado sin padre ni novia, y su hermano se encuentra a la deriva, ganándose la vida en peleas clandestinas. La mayor debilidad de Rodney es no saber dejarse vencer, cosa que le ha endeudado seriamente con el mafioso local John Petty (Willem Dafoe). Ambos tienen la pésima idea de meterse en el despiadado círculo de peleas de DeGroat, y a esta altura llegamos a la historia prometida de búsqueda y venganza fraternal. Las actuaciones son por supuesto impecables y nos encontramos con varias escenas notables. El reencuentro entre Russell y su ex novia (Zoe Saldaña) es el cénit trágico de la película. Cualquier escena con o entre Woody Harrelson y Willem Dafoe está cargada de magnetismo. Y Christian Bale actúa nuevamente con toda la furia y toda la culpa del mundo cargados sobre sus hombros. No hay nada malo o incompetente en La ley del más fuerte, pero se toma demasiado tiempo en comenzar, y no vemos a sus personajes en acción lo suficiente. Se la pasan agazapados en sus roles, aguardando algún tipo de corriente dramática con un zen shakespeareano. Las acciones del protagonista no guían la película: la concluyen. Y cuando actúa finalmente, lo hace sin un ápice de emoción. No sentimos ni tristeza ni felicidad, sólo alivio. Los excelentes momentos con los que cuenta la película pueden hacernos creer que tiene mayor profundidad de lo que aparenta, pero a fin de cuentas se trata de una historia de venganza a la antigua en la que la venganza llega tarde y sin mucha emoción.
La pesadilla americana El título que le han adjudicado a esta película en Argentina puede generar confusión con el film homónimo de Fassbinder, con el cual no tiene puntos en común. El vínculo más estrecho de Out of the Furnace es con El francotirador, de Michael Cimino, de la cual constituye una suerte de puesta al día, un drama post-Irak en lugar de Vietnam, cuyos veteranos alterados pelean a puño limpio a morir como aquellos jugaban a la ruleta rusa. También como en El francotirador, el protagonista Russell (Christian Bale) trabaja en una acería de Pennsylvania, en un pueblo del patio trasero norteamericano, y su hermano es el veterano Rodney (brillante Casey Affleck), quien ha regresado marcado por lo que ha visto y hecho durante tres servicios en Irak. También aquí todos son cazadores de ciervos. En un principio, tras el regreso de Rodney de la guerra, ambos hermanos sostienen una relación muy estrecha y cuidan de su padre moribundo, acompañados por su tío (el gran Sam Shepard). Esa confraternidad solidaria entre hombres sólo cuenta con una presencia femenina, la novia negra de Russell. Si bien la vida no les es fácil, lo que sobreviene después hará que parezca un paraíso perdido: accidente, prisión, muertes, deudas, mafia. Las cosas devienen muy violentas cuando Rodney se involucra con dos pesados, en el cuerpo de dos actores estupendos, William Defoe y Woody Harrelson, este genial en su composición del villano de pueblo oscuro con cabaña en el bosque. Tan oscura como la fotografía de Tasanobu Takayanagui, quien viene a confirmar el ojo de los japoneses para la cámara. También Bale demuestra aquí su sensibilidad para presentar a ese personaje tan rico, noble y tierno, pero también decidido. Y en segundo rango de este elenco de primera, con actuaciones no menos excelentes, acompañan Forrest Whitaker y Zoe Saldana, quien comparte con Bale una de las mejores escenas del film, la del reencuentro. Scott Cooper es el director de Loco corazón, también un cuadro de situación en la América profunda. Conduce esta tragedia con toques y momentos de intensidad y logra todas interpretaciones brillantes, en lo que constituye el punto más alto del film. Pero el realizador abusa del montaje paralelo que manipula (y mal) al espectador para narrar las peripecias de ambos hermanos. Porque la película no es pareja: tiene algunas escenas excelentes y otros momentos en los que parece perder su rumbo. La pintura que Cooper hace de la sociedad norteamericana post industrial es precisa, vívida y tan brutal como la realidad misma. El furnace del título significa literalmente la caldera, o el horno de fundición, pero también funciona como metáfora de ese ambiente donde se cocinan a fuego vivo las pasiones más peligrosas, las guerras personales, el odio y la venganza. Scott confía en la elocuencia de la imagen y no sobrecarga con información -al contrario del cine mainstream americano- al espectador, que debe dejarse llevar por la acción y las imágenes que irán dando los datos a medida que la acción avanza. La música mágica de Pearl Jam abre y cierra esta historia de perdedores y de hermandad, tema frecuente en el cine de Hollywood. El otro viejo tema -y aquí el film cae en ciertos lugares comunes- es el viejo conflicto entre justicia y venganza, encarnado en dos hombres, no casualmente enamorados de la misma mujer.
Christian Bale encabeza un elenco de grandes actores en La Ley del mas Fuerte, la nueva película del director Scott Cooper (Loco Corazón). Russell Baze no lleva una vida fácil. Trabaja en una fundidora de acero durante el día y cuida de su padre, un enfermo terminal, por las noches. Cuando su hermano Rodney vuelve de Iraq comienza a relacionarse con Harlan DeGroat, un peligroso criminal, hasta que misteriosamente desaparece. La policía se rehúsa a entrar en el territorio de DeGroat, por lo que Russell comenzará la búsqueda por si solo y pondrá su vida en juego en busca de justicia. La supervivencia del más apto La Ley del mas Fuerte es una película que le debe mucho al cine norteamericano de los años 70, también conocido como el “nuevo Hollywood”. Scott Cooper dirige y co-escribe esta cinta que, durante varios pasajes, nos recuerda a El Francotirador de Michael Cimino, quizás una de las obras de autor mas importantes hechas dentro del sistema de estudios holywoodense. Estas similitudes que hablo no están limitadas solamente a la historia -aunque tiene varios puntos en común- si no que también se expanden a los temas que abarca. Es verdaderamente sorprendente ver cuan poco cambiaron las cosas con respecto a hace mas de 40 años atrás. La generación de jóvenes que fue a Vietnam y que se ve reflejada en El Francotirador no dista demasiado de los jóvenes que vuelven de Iraq en La Ley del mas Fuerte. Tampoco cambio mucho el panorama de las zonas rurales de Estados Unidos. Copper nos pinta un cuadro desolador. Por un lado tenemos a Rusell (Christian Bale), quien está estancado en un trabajo que, literalmente, lo mata poco a poco y va por la vida como anestesiado. Por mas bien o mal que le salgan las cosas, lo demuestra muy poco a través de su estado emocional. Y por el otro lado tenemos a su hermano Rodney (Casey Affleck), quien se niega a llevar la misma vida que su hermano. Para esto primero se alista en el ejercito y cumple su tiempo en Iraq. Una vez de regreso en casa siente que el estado está en deuda con el y se gana la vida como luchador en peleas ilegales. El director plantea una sociedad en la que la justicia no se aplica y sobreviven los mas aptos, una sociedad que está condenada desde su nacimiento y con pocas chances de hacer algo de su vida en el futuro. Las vidas de estos personajes están libradas al azar y las circunstancias que, condicionadas por este entorno, difícilmente tengan un final feliz. Incluso la venganza (tema que surge bastante tarde en el relato) es sin ningún tipo de redención posterior. Por momentos parece que la película abre mas conflictos de los que está dispuesta a tratar. A lo largo de la historia se mencionan algunas cosas que, a priori, parece que serán importantes para la trama pero luego no volvemos escuchar absolutamente nada de ellas. También algunas situaciones se resuelvan o se dan por obra y gracias del azar, algo que le quita un poco de credibilidad al relato durante esos momentos. Pero la mayoría del tiempo La Ley del mas Fuerte es una película cruda, violenta y con un tratamiento sumamente realista. Cooper mueve su cámara con mucha maestría y las actuaciones de Bale, Affleck y Woody Harrelson ayudan a dar credibilidad a un relato difícil. Conclusión La Ley del mas Fuerte es una cinta que, en su intento por retratar muchos aspectos de la vida de los veteranos de guerra y la clase media/baja trabajadora norteamericana, se olvida que al fin y al cabo está contando una historia de justicia y venganza. Pero aunque su relato es un tanto desparejo Cooper intenta hacer una película como las que ya no se hacen, y eso es algo que hoy en día -y por lo menos en mi caso- es digno de valorarse.
Historia de dos hermanos tan opuestos como con aristas similares; historia de ciudadanos relegados de una sociedad que los ignora; historia de un bueno al que la vida no para de golpear una y otra y otra vez; eso es La ley del más fuerte, segundo largometraje de Scott Cooper luego de la mucho más lograda Loco Corazón. Russell Baze (Christian Bale) vino a la vida a sufrir. Trabaja en una fundidora, mantiene una relación de pareja con Lena (Zoe Zaldana), cuida de su padre moribundo (Bingo O’Mally) y de su hermano Rodney (Casey Affleck) que participo en la Guerra de Irak y al regresar no hace más que meterse en problemas. Viven en un barrio obrero y la pelea día a día. Pero un hecho fortuito lo cambia todo y termina en prisión por un accidente. Al salir, la vida estable que había conseguido a dura pelea se ha desmoronado, Lena lo ha abandonado casándose con el comisario (Forrest Withaker), su padre murió, y Rodney ya no sólo se relaciona con usureros como John Petty (Willem Dafoe), sino que va más allá metiéndose en el submundo de Harlan DeGroat, un matón de baja estopa, que trabaja con Petty y que organiza peligrosísimas peleas clandestinas. Russell intenta rearmar su vida, no baja los brazos, trata de reconstruír los vínculos con su hermano y con su tío (Sam Shepard), y salvarlo al primero de todos los problemas en los que se mete; pero un nuevo giro del destino lo volverá a ubicar en una encrucijada, y ahí sí deberá tomar cartas definitivas en el asunto, así sea que deba empuñar un arma. Cooper dirige y co-escribe un drama duro y potente, que intenta reflejar la dura vida de aquellos estadounidenses a los que Hollywood no pone su mayor foco de atención. Cuenta con buenos elementos, una premisa interesante, buen equipo técnico, y un elenco envidiable para un film más o menos independiente como este. Sin embargo, en la suma de elementos, el resultado no cierra todo lo perfecto que pudo ser. El argumento se reciente con una serie de hechos fortuitos, como vallas que Russell deberá atravesar para cruzar el camino del antihéroe. El ritmo se reciente ante un clima pesado, acorde a la historia, pero que termina por agobiar, hasta lograr que se pierda algo de atención. Christian Bale mantiene el rostro pétreo natural de siempre aunque su personaje de buenazo le permita alguna sonrisa. Casey Affleck, Woody Harrelson, Sam Shepard y Willem Dafoe lucen realmente convincentes otorgando matices variados a sus complicados roles. Una fotografía seca, ascética, de tonos grises y azulados; y la falta casi total de humor o escenas descontracturantes, suman al clima duro que predomina en el film. Un aspecto que suma seriedad al asunto, le aporta responsabilidad, pero no ayuda a que el asunto sea algo más llevadero.
En aquellos lugares en los que no pasa nada, generalmente, termina pasando mucho, mucho. Y sino ahí tienen a los protagonistas de “La ley del más fuerte”(USA, 2014), de Scott Cooper, en uno de los dramas intimistas más logrados de los últimos tiempos y que sin respiro ahogan todos los anhelos de posibilidad de algo mejor que alguna vez tuvieron. Russel (Christian Bale), es un luchador en todos los sentidos, día a día se esfuerza por progresar y llevar adelante su familia, pero todo se le hace cuesta arriba con un padre a punto de morir, un tío que lo acompaña en lo que puede (Sam Shepard), una novia (Zoë Saldana ) que le aliviana su existencia en parte (pero que en un momento clave de su vida lo abandonará) y un hermano menor, Rodney (Casey Affleck), que es todo un problema, ya no puede con todo. En su trabajo rutinario, básico, en una fundición, pone su pasión, porque en ningún otro lugar puede demostrar su verdadero valor, y pese a esto, el desorden de su cabeza hace que esté fuera del lugar, no porque intente escaparse o evadirse, sino porque el peso del grupo familiar lo supera. A pesar que sus actos son nobles y que nunca se ha inmiscuido en nada turbio, salvo para negociar las deudas que Rodney contrae con un usurero (Willem Dafoe), un día su destino cambia al ser encarcelado por la muerte de dos personas en un accidente automovilístico. Pese a esto, estoico, asume su culpa y logra que su entereza lo mantenga en la cárcel a fuerza de bajar la cabeza y de la esperanza que las visitas de su hermano le dan. Al salir luego de un par de años, y con algunos cambios como el fallecimiento de su padre y el abandono de su mujer (se va a vivir con el comisario del pueblo, interpretado por Forest Whitaker), su ausencia provocó que Rodney se entremezclara con Harlan DeGroat (Woody Harrelson), un mafioso dealer que organiza peleas callejeras y vende drogas en los suburbios del pueblo. Y hasta allí irán Petty (Dafoe) y Rodney para lograr en una última contienda saldar deudas siderales que contrajo el joven, pero nunca regresarán, por lo que Russel iniciará una búsqueda desesperada inmiscuyéndose en los turbios escenarios en los que DeGroat (Harrelson) construye su imperio de miserias. La construcción de los personajes, los escasos diálogos, como así también la elección de las locaciones, áridas, despojadas, casi minimalistas, generan una empatía a fuerza de pena que interpela rotundamente a los espectadores. El ritmo, lento, con digresiones que van preparando el camino para esa suerte de venganza irracional que Ruseel intentará llevar a cabo junto a su tío (Shepard), habla de la habilidad de Cooper por construir un discurso potente acerca de la imposibilidad de desarrollo en un pueblo fantasma y las determinaciones de acción sobre esto. De esos lugares en los que todos se conocen y a pesar de eso se intentan esconder verdades que duelen, que marcan a fuego las repercusiones (generalmente negativas) en los demás y que corrompen aquellas esperanzas de poder cambiar de vida y emigrar hacia un lugar mejor habla este filme, erigiendo un contundente relato sobre la América profunda, esa que no se muestra en el cine comercial y que apoyada en las majestuosas interpretaciones de sus protagonistas (todos ellos, no hay uno solo que desentone) hacen de “La ley del más fuerte” uno de los estrenos del año.
La ley del más fuerte se constituye sobre la base de un drama familiar, casi un western urbano y contemporáneo de nuestros tiempos, que se percibe intensamente ajeno a las exageraciones y golpes bajos comunes a este tipo de relatos. Un pueblo golpeado por la desindustrialización pinta un paisaje desgarrador repleto de drogas, alcohol y peleas clandestinas. Y este es el contexto en el cual Rodney Baze se moldea al margen de su lucha interna con sus propios demonios que trajo consigo de la guerra de Irak. Y en el fondo de una escena en un bar se puede apreciar cómo Obama se afianza en su carrera presidencial mientras el desganado Rodney se pregunta "¿Qué ha hecho mi país por mí, después de todo lo que he hecho por él?". Son hechos como estos los que harán que Rodney termine mal y su hermano (Christian Bale) se vea obligado a tomar cartas en el asunto. Out of the furnace (tal su título en inglés) adelanta ya desde el título que no se trata de una historia en el estilo tradicional de Hollywood, ni tampoco de sus lugares más bonitos y pomposos, sino de aquellos costados recónditos habitados por gente que vive marginada de la realidad de las grandes ciudades. Algo con lo que probablemente la mayoría de los países del mundo pueden identificarse. Si bien es cierto que el contexto del film es un escenario mucho más sucio y desarraigado que los habituales, lo triste es que a fin de cuentas nada se sale de los parámetros de lo convencional, y es solo gracias a sus personajes e interpretaciones que logra mantener en vilo al espectador hasta el final. Destaca entre las actuaciones, la del bueno de Woody Harrelson que hace aquí de malo maloso tatuado hasta en donde el sol no pega. Bien bad-ass y muy alejado del registro del personaje encarnado recientemente en True Detective cuya característica definitoria era la ambigüedad moral de un agente policial que busca justicia pero íntimamente es un condenable padre de familia. En este caso Woody es plenamente malo y lo tiene bien claro. La escena inicial lo muestra golpeando violentamente a una de las muchas víctimas que castigará durante todo el film, adelantando la naturaleza violenta y amenazante de semejante antagonista. El cine particularmente ha exprimido en exceso el viejo proverbio del general Pierre Choderlos de Laclos "La venganza es un plato que se sirve frío" y quizás sea por eso que a pesar de las muchísimas formas de las cuales se puede aplicar dicho castigo, cada vez es más difícil que una historia tome por sorpresa al espectador. Una vez finalizada La ley del más fuerte puede quedar esa sensación de vacío que lleve a preguntarse cómo se puedo haber disfrutado del film y no recordar ningún momento con especial énfasis. Y es que a pesar del trabajo bien trazado por parte del director y sus colaboradores, esta historia de venganza no suma nada a todas aquellas que ya hemos visto en otras películas, libros o series manifestado la condenable falta de ambición del guión.
Luego de trabajar juntos en Red de mentiras (2008), Ridley Scott y Leonardo DiCaprio eligieron el guión de La ley del más fuerte como su siguiente proyecto. DiCaprio iba a ser el protagonista y Scott se encargaría de la dirección. El film nunca se concretó de esa manera pero ambos artistas siguieron vinculados a esta propuesta como productores. Finalmente la película se hizo con Christian Bale, Casey Affleck y Woody Harrelson en los roles principales y la dirección quedó a cargo de Scott Cooper, quien fue responsable de Loco corazón, con Jeff Bridges. La ley del más fuerte presenta una historia clásica de venganza que vimos muchísimas veces en el cine, ya sea a través de producciones policiales o de acción. Por ese motivo es una película que uno llega a disfrutar más por el excelente trabajo de todo el elenco. La trama es bastante previsible a partir del momento en que el director presenta el conflicto central y no hay sorpresas por ese lado. Sin embargo, el principal atractivo que le permite al espectador disfrutar más esta historia reside en las interpretaciones de los protagonistas, muy especialmente las de Bale y Woody Harrelson, quien se luce en el rol de un delincuente despiadado que no trabajaba desde Asesinos por naturaleza. El director se toma su tiempo para narrar el conflicto y el contexto en el que se desarrolla la deprimente vida de los protagonistas, que tiene como escenario un pueblo de Pennsylvania. Una localidad que por momentos nos trae al recuerdo la película El francotirador, de Michael Cimino, por la manera en que Scott Cooper retrata a la clase trabajadora de ese lugar, cuya geografía y situación económica tiene varios puntos en común con la locación principal que presentaba aquel clásico film de 1978 con Robert DeNiro. Quienes vayan a ver este film en busca de acción o con la idea ver una gran historia de suspenso seguramente saldrán decepcionados, ya que no son los elementos más fuertes de esta historia. Por el contrario, si la intención es disfrutar de los trabajos de Christian Bale y Woody Harrelson entonces la experiencia resultará diferente, ya que en La ley del más fuerte encontrarán una de las mejores interpretaciones que estos actores brindaron en los últimos años.
No hay recurso o cliché del subgénero “policial de pueblo chico americano” que Scott Cooper no use en su segundo filme, pero como sucedió con el primero, CRAZY HEART, el hombre se las rebusca muy bien para moverse dentro de esos límites claros y entrega un producto que tiene una gran primera hora y que decae en la segunda, cuando ya los “pasos predeterminados” del modelo ganan la batalla frente a los apuntes más interesantes de la primera mitad. Como salidos de ciertas canciones de Bruce Springsteen (otro que logra hacer parecer nuevas a historias que ya escuchamos mil veces), aquí hay personajes como el veterano de guerra, el presidiario, el mafioso de turno, el pueblo chico del que todos se van con una fábrica en decadencia, la mujer que varios se disputan, el policía metido y, sobre todo, la relación entre dos hermanos (uno que se quedó en el pueblo trabajando –Christian Bale– y el otro que fue a la guerra en Irak -Casey Affleck) con diferentes modos de vida y a los que los une un gran afecto. Film Title: Out of the FurnaceLa primera parte, decía, es excelente, ya que se contenta con desarrollar a los personajes y trazar sus relaciones. Una vez que el personaje de Affleck se enreda con una mafia de peleas callejeras a lo FIGHT CLUB, el policial toma las riendas del todo y allí la película flaquea un poco y se vuelve algo más mecánica. Sin embargo, un elenco de excelentes actores (además de Bale y Affleck están Woody Harrelson, Forest Whitaker, Zoe Saldanha, Sam Shepard y Willem Dafoe) logra que esa melodía, por más mecánica y hasta rutinaria que sea, siga sonando de una manera noble y bastante genuina, como un grupo de extraordinarios profesionales haciendo una muy digna versión de un standard musical de esos que sabemos todos.
Lugares comunes del macho “americano” Quizá lo mejor de la nueva película del director de Crazy Heart sea el hallazgo de algunas actuaciones, que le ponen distinción a una historia de líneas repetidamente sanguinarias. Pero Forest Whitaker y Woody Harrelson cometen sendos pasos en falso. Película “de hombres”, en la que se pelea por plata, se caza, se mira torcido y, sobre todo, se lastima, se muere y se mata, con La ley del más fuerte pasa lo mismo que con Crazy Heart, la anterior del mismo realizador, Scott Cooper. Ambas son sólidas y eficientes, y si no fuera por algunas metáforas demasiado obvias y una seriedad excesiva podría decirse que están “bien narradas”. Sin embargo, lo único que hacen ambas películas es volver a contar las mismas historias mil veces contadas, retomar los mismos lugares comunes, reciclar la misma mitología. En el caso de Crazy Heart (la del cantante country alcohólico que le dio finalmente el Oscar al gran Jeff Bridges) era el mito del talentoso en lucha con sus demonios, al que el destino (¿o será Dios?) le concede una oportunidad de redención. Tampoco faltan los sobretonos religiosos en La ley del más fuerte, en la que el mito a reciclar no es uno, sino muchos, algunos de ellos esenciales a ese virus llamado “cultura oficial estadounidense”. Los hermanos opuestos en carácter, el veterano de guerra al que su país da la espalda, el hombre de paz obligado a la violencia, la violencia como fatalidad, la venganza como forma de justicia, la justicia por mano propia. “La acería está por cerrar, con el acero chino no se puede competir”, le avisa alguien a Russell Blaze (Christian Bale). Russ y su hermano Rodney (Casey Affleck) viven en la zona conocida como Rust Belt (“cinturón oxidado”), por la decadencia postindustrial que arrastra desde los ’80. El Rust Belt se extiende desde el estado de Nueva York hasta el norte de Illinois, y ver a Russ echando acero al horno (Out of the Furnace es el título original, algo así como “salido del horno”) es como ver a un Hombre de Cromagnon, pintando figuras de animales sobre las paredes de la cueva. Todo esto, claro, no es más que el telón de fondo para el drama que va a venir, y que es bastante más visto. Como Cristo –paralelismo explicitado por una escena en la que asiste a un sermón en la iglesia–, Russ cargará con una culpa ajena, yendo a prisión por homicidio involuntario, tras un accidente cuya responsabilidad fue enteramente del otro chofer. Rodney no es Caín, sino apenas un muchacho que se niega a trabajar en la misma acería que llevó a su padre a la cama de hospital donde agoniza, cuidado por el tío Red (Sam Shepard). Ante la falta de trabajo, sólo quedan las apuestas ilegales, la deuda con Petty, prestamista local (Willem Dafoe), el enrolamiento en el ejército. Cuatro veces va Rodney a Irak (¡!). Cada vez que vuelve está igual, pero peor. Para condonar la deuda con Petty, Rod deberá pelear para él, en las peleas por apuestas que se hacen en la calle. Allí, lo que se le pide no es ganar, cosa que perfectamente podría hacer, sino perder. Pero el demonio de esta fábula no es Petty sino Harlan DeGroat (Woody Harrelson), verdadera bestia salvaje, rey sin corona de una zona de los Apalaches en la que lo más parecido a la civilización son él y sus sicarios. Habrá una muerte, y de allí en más La ley del más fuerte deviene la historia de venganza en la que la única legalidad que vale es la del título en castellano. La historia de siempre: te guste o no, a la larga deberás tomar las armas, si quieres ser un hombre, hijo mío. Con un elenco de oro en el que la única mujer es Zoe Saldanha –que como corresponde traiciona al héroe, aunque en el fondo sea buena; la traición es más fuerte que ella–, hay una forma de reconocer a los que actúan bien de los que no en La ley del más fuerte. Los primeros (Bale, Affleck, Dafoe, Shepard, uno de esos secundarios soñados llamado Tom Bower) hablan y se comportan con naturalidad. Los segundos (Forest Whitaker, que hace de policía inútil, pero sobre todo Harrelson, en un ostentoso paso en falso) enronquecen la voz y posan de duros, de malos malísimos, de villanos más grandes que la vida.
Antes que a los de la acería frente a cuyos hornos se calcinan las vidas de casi todos los trabajadores del suburbio de Pennsylvania donde transcurre la acción, es a otros fuegos -menos literales, más metafóricos- a los que alude la caldera del título original. Estamos otra vez en la Norteamérica profunda, en ese interior hecho de frustración y desesperanza que Scott Cooper ya visitó -aunque en clave menos dramática- en Loco corazón, su celebrado debut. Es el fuego de la amargura y el infortunio que alimenta la cólera, una violencia siempre latente y lista a descargarse con cualquier excusa y al menor chispazo. El film la expone desde el comienzo -la magnífica escena en el autocine que alcanza para definir la ferocidad de un villano que Woody Harrelson hará verdaderamente aterrador- y que despertará en el espectador expectativas que a la larga sólo se satisfarán en parte. Es el comienzo de una descripción de ambientes y personajes que suman aciertos no sólo sostenidos por una dirección de arte colmada de detalles significativos, un expresivo tratamiento de la luz y, sobre todo, una precisa pintura de personajes, crédito que quizás haya que adjudicar menos al guión que a Cooper como director de actores (de su eficiencia en ese terreno ya había dado sobradas muestras en su film anterior) o al talento que éstos han volcado, por lo general para mostrar facetas que no son las que explotan habitualmente (los tibios gestos de ternura de Bale son un buen ejemplo). Una familia está en el centro del relato. Hay dos hermanos: el mayor ha seguido el camino del padre (ahora postrado y al cuidado de sus hijos) y aceptó trabajar en la acería que -crisis de 2008 mediante- amenaza con cerrar; el menor rechazó ese chato horizonte; prefirió alistarse en el ejército y ha vivido experiencias terribles en Irak, de donde ha traído todo tipo de heridas físicas, psíquicas y emocionales. Las azarosas circunstancias que propone el libro, un poco forzadas, lo dejan sin la guía del mayor y lo tientan con dinero fácil: el juego primero, el boxeo clandestino después; detrás, la delincuencia más pesada y salvaje. Como si no fuera tan previsible que los caminos entre los dos hermanos son diametralmente opuestos y tarde o temprano conducirán al inevitable choque entre dos modos tan extremos de encarar la vida, la realización monta el relato sobre una estructura paralela, que va debilitándose a medida que avanza hacia la resolución, que se reitera más de lo necesario y gira sobre lo que -según el cine actual- parece haberse constituido en la motivación predominante de la mayoría de las acciones humanas: la venganza. Otra flaqueza: son excesivas las coincidencias entre esta película y El francotirador: la acería en Pennsylvania, los veteranos combatientes con sus irreversibles heridas de guerra, la caza del ciervo, las sanguinarias peleas a mano limpia en lugar de la ruleta rusa. Pero por encima de todo, lo que rescata al film de esa sensación de recurrencia a historias ya vistas es el excepcional trabajo de todo el elenco. Desde los descollantes Bale, Harrelson, Affleck y Dafoe hasta los que asumen compromisos relativamente menores, como Shepard, Saldana y Whitaker.
Tensión que corroe Christian Bale encabeza un elencazo en este thriller en el que el director sabe exprimir lo mejor de sus intérpretes. Hay vidas, en la ficción, pero en la realidad cotidiana también, que parecen complicadas hasta que un hecho, o una serie de hechos, hacen ver que aquello que se presentaba enrevesado o complejo, podría ser mucho peor. Y lo es. Pregúntenle a Russell (Christian Bale), operario en una acería. Se queja de que nunca sale del pueblo, tiene a su padre moribundo, y una novia, eso sí, que lo quiere. Pero un incidente o accidente que no hace vamos a adelantar hace que su existencia se transforme en un calvario. Prisión, muerte cercana, liberación de la cárcel pero pérdida de su pareja, un hermano que se mete en problemas de apuestas, y sigue la lista. La ley del más fuerte es, increíblemente, recién la segunda película de Scott Cooper, un joven director que además de saber imprimirle ritmo a las secuencias, sabe exprimir lo mejor de sus intérpretes. Jeff Bridges logró su único Oscar por aquel debut de Cooper en la realización, Loco corazón. Y si aquí tiene un elencazo (Casey Affleck, Woody Harrelson como el malo, Willem Dafoe, Forest Whitaker, Sam Shepard, Zoe Saldana), ahora mismo está dirigiendo a Johnny Depp y Dakota Johnson en Black Mass … Por un lado, el filme se enlaza en los que se basan en un fuerte vínculo familiar, y de camaradería masculina, con mínima presencia femenina como interés amoroso. Y por otro, hay algo -mucho- de El francotirador. Aquí también hay trabajadores metalúrgicos, y una guerra lejana Irak, de donde regresa Rodney (Affleck), hermano de Russell, cuando en aquel filme de Michael Cimino con Robert de Niro era Vietnam. Y trascurre enla misma Pensilvania. Y hay una escena en la que un personaje no sabe si cazar, o no, un ciervo. Punto. Punto, porque las situaciones son otras, las épocas, también, y los realizadores detrás de la cámara, lo mismo. Cooper se preocupa por mostrar la podredumbre de una sociedad postindustrial, en un terruño de límites difusos. Se habla de “las colinas” para referirse a un submundo en el que impera el mal y al que, si se interna en él, difícilmente se pueda salir de la misma manera de la que se ingresó. Las actuaciones son el punto más alto del filme. Hay que ver la mirada seca y pletórica de angustia y explosión de Affleck. La composición -una vez más, es cierto- como malvado de Harrelson. Y observen cómo contiene la respiración Bale en el momento culminante de su actuación. Eso sólo lo logra un director atento a sus actores. Cooper lo es, y también es actor. Donde el filme se entorpece un tanto es allí donde Cooper se esfuerza por el simbolismo y el montaje paralelo entre lo que le sucede a los hermanos. Eso y algún clisé entre las nociones de justicia/venganza no pueden opacar, enturbiar una realización en la que el papel de la música, tanto como el de la iluminación, son tareas de esencial importancia para este thriller que no defrauda en sus casi dos horas de proyección.
Sólido ejemplo de cine negro moderno Las leyes del cine negro se aplican implacablemente en esta historia donde todo lo que puede salir mal sale realmente mal. Christian Bale es un obrero que intenta ocuparse de los desequilibrios financieros de su hermano Casey Affleck, veterano de Irak, que apuesta cifras que no puede pagar y cree que puede salir adelante sin trabajar en la fábrica, la única actividad de la decadente zona industrial donde viven. En el medio, las cosas empeoran por la presencia de dos tipos pesados de características bastante distintas. Woody Harrelson es un criminal realmente violento y despiadado como se puede ver en el extraño prólogo en un autocine donde se enoja con su acompañante-, mientras que Willem Dafoe es el dueño de un bar de mala muerte que intenta hacer sus negocios sin perjudicar demasiado a los demás, lo que no logra. Un whisky para el camino antes de volver a casa le juega mal al protagonista, que termina preso por provocar un accidente manejando con ese trago de más. Entonces, todo empieza a desbarrancarse seriamente, ya que su padre muere, su mujer lo deja y su hermano empieza a pelear en el circuito de las luchas callejeras (estas escenas conducen a lo más fuerte del film). Scott Cooper, director de la más luminosa primera película del superagente Austin Powers, se mete de lleno en el más oscuro cine negro con esta película que si bien no logra evitar ciertos recursos conocidos (por ejemplo, el montaje paralelo entre la muerte de uno de los personajes principales y la cacería de un ciervo), consigue una descripción notable de una sociedad a la deriva, y sobre todo, extraordinarios retratos de sus personajes. Da la sensación de que al director le interesan especialmente los villanos, lo que prueba el énfasis que le da al personaje de Woody Harrelson (una composición notable, intensamente desagradable) y a todo el zoológico de malvivientes expuestos en una impresionante y tensa escena en la que Christian Bale se atreve a merodear por sus dominios. Esta es una historia de venganza, pero además tiene todos los elementos de cuadro social que es uno de los componentes esenciales del género. Todas las actuaciones son más que sólidas, igual que la fotografía, que aprovecha muy bien locaciones de Pensilvania, al punto de que Bale tuvo que aprender a soldar en la fábrica de acero. La música de Pearl Jam ayuda a redondear este buen ejemplo de policial negro moderno para no perderse.
Scott Cooper, director de la recordada gema country LOCO CORAZON es el artífice de ésta obra que aúna uno de los elencos mas sólidos de los últimos tiempos: a BALE y AFFLECK se suman un impagable WOODY HARRELSON y el siempre contundente WILLEM DAFOE. Juntos le dan forma a este drama cargado de violencia, una cinta intensa sobre la naturaleza del ser humano. Políticamente incorrecta, critica y hasta antipática por momentos, resulta una grata sorpresa dentro del ámbito del cine independiente americano.
De toda esa avalancha de clichés y aburrimiento que va poblando esta película nos salva solamente el cuerpo de Christian Bale, y todo lo que comulga consigo. Porque, en realidad, La ley del más fuerte es un duelo (o un ballet) de actuaciones. Bueno, en realidad, es más que nada un pas de deux ejecutado por Bale y Affleck interrumpidos, de a ratitos (queríamos verlo más), por la excelencia de Sam Shepard. Sin embargo, y a pesar de que esa coreografía conjunta dura medio relato, el peso de la película está casi todo en Bale: su paciencia actoral, sus tiempos corporales, su forma de caminar, su rostro indefinido convierten cada una de sus escenas en partes de un universo paralelo a esta película.
Sobreviviendo con violencia en los márgenes Dos hermanos viven una vida casi marginal en Rust Belt, un pueblo cuya pobre economía gira en torno a una acerera que está a punto de cerrar. El escaso trabajo se vuelva cada vez más escaso. Es entonces que el hermano mayor (Christian Bale) termina en la cárcel por un accidente de auto y su hermano menor (Casey Affleck) –ex combatiente de Irak– comienza un declive muy difícil de remontar. Con un elenco de grandes actores y emulando la violencia de directores como Michael Cimino y Paul Schrader, el realizador Scott Cooper arma un drama intenso con elementos policiales y una mirada sórdida y cruda de estas vidas en declive. Las escenas de gran violencia, impactantes y difíciles de tolerar, funcionan como una forma efectista de realismo bastante discutible. Pero ese naturalismo que la película parece buscar con mucha intensidad –no falta la cámara en mano, la suciedad en todas y cada una de las personas y los ambientes– lo abandona al querer realizar una metáfora importante –émula de El francotirador (The Deer Hunter, 1978) de Michael Cimino, por ejemplo– y subrayada. Cuando la película decide darse esa importancia, curiosamente la pierde. Sus símbolos y metáforas resultan muy torpes en contraposición a toda su estética. Hay muchos ejemplos de cómo construir una mirada dura sobre la realidad de un pueblo y sus habitantes sin cae tan fácil en impactos superficiales. Lo más criticable de La ley del más fuerte es lo efímero y directo de su discurso. Los actores le dan a todo una enorme gravedad pero cumplen igual con su trabajo. A los protagonistas hay que sumarle a Woody Harrelson, cuya facilidad para pasar de un film a otro de simpático a monstruoso es impresionante, y otros actores de gran nivel como Willem Dafoe, Sam Shepard, Zoe Saldana, entre otros. La venganza como móvil puede producir tensión e interés, pero cuando se quiere decir algo importante, más vale que lo que se haga esté a la altura de lo que se anuncia. No pasa esto con esta película que trata de imponer gravedad en cada una de las escenas. Tampoco ayuda demasiado la violencia y la sordidez que el director explota al máximo y que produce más asco que efecto dramático.
Acero y tragedia Los hermanos Rusell (Christian Bale) y Rodney (Casey Affleck) son muy unidos desde la infancia. Han tenido una vida difícil, han crecido en la pobreza, con una madre ausente y un padre enfermo a causa de trabajar en una fundición toda su vida, el mismo lugar donde Rusell debe trabajar debido a las pocas oportunidades que hay en su pueblo. Pese a lo dura que es su vida, los hermanos se las arreglan para salir adelante, pero luego de que ambos viven hechos traumáticos -Rusell sufre un accidente y Rodney debe ir a servir a Irak-, las cosas empeoran. Rusell se aferra a lo poco que le ha quedado: su tío, su casa, y sobre todo a su hermano, pero Rodney afectado por lo que ha vivido en la guerra no parece poder ponerse en pie, y apuesta en el juego hasta lo que no tiene. Cuando las cosas se complican con Petty (Willem Dafoe), su prestamista, Rodney ingresa en el turbio mundo de las peleas ilegales, así entra en contacto con DeGroat (Woody Harrelson), un peligroso y desalmado traficante que parece estar a cargo de todas las tareas ilegales de la zona, un hombre al que todos le temen, y que jugará un papel fundamental en la vida de los hermanos. Cuando Rusell agota todos sus recursos para poder rescatar a su hermano, debe elegir entre hacer lo correcto o entrar en ese mundo oscuro, que existe dentro y fuera de él, para recuperar lo que més quiere en su vida. A partir de ese momento aumenta la violencia y el contenido emocional de las escenas, todo lo que Rusell reprimía parece estallar ante la ausencia de su hermano. Ambos parecen tener destinos trágicos, y vivir en un contexto donde las opciones de una vida mejor no vale la pena ni soñarlas; aún así el vinculo entre ellos es tan fuerte y limpio que uno querría, mientras transcurre la historia, que eso nunca se ensucie. Christian Bale compone a un hombre honesto y sufrido, a quien la vida lo pone en una difícil encrucijada, y Casey Affleck a un joven herido que ha perdido las esperanzas. Ambas actuaciones son brillantes, y si por algo se destaca la película es por su gran elenco compuesto, entre otros, por Woody Harrelson, Sam Shepard, Willem Dafoe y Forest Whitaker. Ese pueblo húmedo, oscuro, impregnado del humo de las fundiciones, da el contexto perfecto para contar una historia de hombres resignados, duros, que viven cerca de actividades ilegales y peligrosas, que parecen estar ahí, esperando por ellos.
Una película que se destaca primero por sus grandes actores que están brillantes en sus roles: Christian Bale, Woody Harrelson, Casey Affleck, Sam Shepard y siguen los nombres. Una historia de venganza, desocupación, desesperación y muerte. Una historia fundamentalmente masculina, en la zona más castigada económicamente de EEUU. Mundos sin salida donde la solidaridad y la necesidad de saldar cuentas marcan el camino. Por momentos obvia, siempre con buenos climas.
"La Ley del más Fuerte" es una peli que hay que ver sí o sí. Primero que todo, por las actuaciones... Christian Bale entrega una de sus mejores interpretaciones, mientras que Woody Harrelson y Casey Affleck sorprenden una vez más, interpretando dos personajes que se mantienen durante las casi dos horas de forma impresionante. La historia tiene violencia, buena fotografía y la dirección de Scott Cooper que viene de dirigir un peliculón protagonizado por Jeff Bridges como lo fue "Crazy Heart" (si no la viste, sumala a tu lista). Una historia sobre lazos de sangre, acción, sentimientos y un grupo de actores que gracias a su director demuestran porque están donde están... como dije antes, las interpretaciones son absolutamente TODO en esta película y por eso hay que verla.
Dos hermanos que habitan en un pueblo norteño de los Estados Unidos, afectado por la decadencia económica y el escaso empleo, donde el mayor (Christian Bale) trabaja en una acería a punto de cerrar mientras que el menor (Casey Affleck) acaba de regresar de la guerra de Iraq, son el punto de partida de este film que comienza como un drama que se intensifica a partir de un grave accidente automovilístico, cediendo lugar a un thriller y pareciéndose al final a una típica historia de venganza. Con un discurrir lento y solemne, el director Scott Cooper se toma su tiempo para que conozcamos con detenimiento tanto a los personajes como a las historias individuales que los rodean, centrando su mirada en còmo los dos hermanos hacen frente a su vida. A partir del accidente el drama da paso al thriller, con mucho de western (las inhóspitas vías por las que nunca pasa el tren adornadas con acordes de guitarra de Dickon Hinchliffe), cediendo finalmente su lugar al típico relato de venganza que pasa por los lugares y hechos comunes con un final predecible. Más relevante por su estilo que por la historia narrada, el film recuerda en varios aspectos a Lazos de sangre (Winter's Bone), la película que catapultó a Jennifer Lawrence y por la cual estuvo nominada al Oscar como mejor actriz. Ambos films comparten una historia sencilla bien contada, en la que poco se dice y mucho se sabe, trascurren en un pueblo pobre del interior de Estados Unidos y proponen una mirada independiente y realista del viejo lema “Lo que pasa en las Vegas queda en las Vegas" donde las excelentes interpretaciones serán el centro del relato. Los principales méritos del film residen en la atmósfera y clímax que su director logra componer al lo largo del relato, con una excelente fotografía a cargo de Masanobu Takayanagi, y un pausado pero cautivador desarrollo de la trama merced a las buenas actuaciones del trío protagónico compuesto por Bale, Affleck y Wody Harrelson en el papel del desquiciado antagonista, además de unos secundarios de lujo como Willem Dafoe, Sam Shepard, Forest Whitaker y Zoe Saldana. Acompañada por una muy buena banda sonora (cualquiera arriesgaría que G. Santaolalla dejò sus huellas), La ley del más fuerte expone en el comienzo la crítica social a la America profunda e instaura, a partir del accidente, cómo una persona íntegra y moral que es despojada de todo puede abandonar su más preciada esencia. Dejando para el final el conocido lema “La venganza es un plato que se sirve frío” No es casualidad que nombres como Leonardo DiCaprio o Ridley Scott se han quedado en un segundo plano en la lista de productores, sin involucrarse de forma más activa en el apartado artístico.
Scott Cooper no sabe bien qué tipo de cine quiere hacer, si uno que hurga en la crudeza de la vida cotidiana de la clase trabajadora norteamericana o un relato que apuesta a la metáforas y la grandilocuencia. La película pasa de uno al otro más o menos al mismo tiempo en que abandona el drama de Russell y Rodney para probar suerte en el terreno de la venganza: de las miserias de todos los días del dúo protagónico, el guión acentúa cada vez más el tono trágico (Russell va a la cárcel por un accidente de tránsito y Rodney vuelve quebrado de Irak) y le deja espacio para crecer a Harland, el villano despiadado que interpreta Woody Harrelson y que no guarda ninguna relación con el universo de los hermanos Baze. No es que la película fuera demasiado sutil en su primera parte, pero de alguna manera la humanidad de los personajes y la precariedad física y mental en la que se consumen diariamente resultaba creíble; el retrato áspero de estos tipos working class ganaba en potencia con cada plano del barrio, cada diálogo balbuceado o inconcluso, con cada gesto rudo de camaradería de esos que suelen escapar al ojo del cine mainstream. Los mejores momentos son las breves pinceladas que la película realiza de los trabajos manuales de Russell, ya sea trabajando en la fundición, limpiando el piso de la cárcel o arreglando la casa paterna. A esa atención puesta en las labores materiales se suma Release de Pearl Jam para signar la primera parte con un clima impresionante, de una vitalidad y una tristeza al a vez notables. Las actuaciones en general están bien, pero es sobre todo la presencia de Casey Affleck la que termina de imprimirle la coherencia necesaria al conjunto. No es casual que las pocas películas norteamericanas recientes que hablan de la clase trabajadora de manera más o menos convincente cuenten con algún Affleck en los créditos: Desapareció una noche, Robo en las alturas y Atracción peligrosa, las tres se encargan, de formas diferentes y apelando a géneros distintos, de volver la mirada de Hollywood hacia una porción de la sociedad que el cine estadounidense parece haber ido olvidando gradualmente desde el estallido del New Hollywood. Por eso no resultan casuales todas las referencias que hace La ley del más fuerte a El francotirador, aunque el vínculo con la película de Michael Cimino se limite solo a unas cuantas similitudes desperdigadas a lo largo del relato y nada más. La película no era en absoluto sutil, decíamos, pero eso no le restaba del todo su potencia inicial: a pesar de explotar demasiado la situación de abandono de sus protagonistas (como en la escena del padre agonizando en una cama) y de la sobreactuación que ocasionalmente se adueña de los intérpretes (el grito en la cara de Rodney a su hermano cuando le cuenta lo que vio en Irak), el drama cobraba una dimensión puramente física poco frecuente. Pero el guión se vuelca decididamente hacia el relato de venganza: Affleck, que con su sola presencia funcionaba como el anclaje más sólido con la geografía emotiva del barrio, sale del relato, y el peso de la historia se traslada a los hombros de Bale y de Woody Harrelson. Bale está más contenido que en otras películas (su Russell felizmente no tiene nada del grotesco de Escándalo americano), pero Harrelson confirma una vez más que lo suyo es la actuación barroca y sobrecargada, imposible de sintonizar con cualquier clase de realismo, como ya lo había dejado más que claro en True Detective. Es en este punto y con el nuevo reparto de protagonismos que La ley del más fuerte se olvida del drama social de la primera parte y se decanta por la exhibición desencajada de la violencia y el crimen que campean en la marginalidad. Una pobre elección estética de Cooper anuncia el cambio de registro: el montaje paralelo entre el viaje de Rodney a una peligrosa pelea clandestina, y la caza y posterior desangrado de un ciervo. Esa metáfora grosera rompe definitivamente con cualquier aspiración de realismo y la película pierde el tono distintivo que, un poco a los tumbos, había podido construir en su primera mitad. De ahí en más, Cooper, que había tenido un muy buen debut con Loco corazón, transforma su película en otro aparato discursivo más con aires de importancia que habla gravemente de cosas como la muerte, el amor y la venganza y que se olvida de a poco del mundo que había sabido construir. La última escena, extensa y olvidable, parece gritar su propio significado lo suficientemente fuerte como para que a nadie se le escape el sentido del mensaje final.
Hijo cuida padre enfermo; hermano vuelve no muy bien de Irak y se mete con gente peligrosa; luego desaparece. Hijo recurre a policía, policía no sabe nada, hijo va por las suyas a buscar a hermano. Pues bien, ese es el esquema básico y cualquiera sabe que cualquier film narrativo de Hollywood puede relatarse así. También sabe que podemos hablar de lugares comunes, pero es perezoso y, claro, otro lugar común. Lo que importa no es el qué -que nos permite ordenar los hechos- sino el cómo: cómo los personajes se presentan ante nuestros ojos, cómo actúan, cómo una imagen nos queda o no en la memoria. Este film tiene un poco para el recuerdo y un poco para el olvido: del lado memorable, los rostros y los movimientos de gente como Christian Bale, Woody Harrelson, Casey Affleck y Zoe Saldana. Para el olvido, cierta sobreactuación de lo “duro-macho-rudo-oscuro” de la América profunda, que suena a maquillaje convencional para insertar la violencia, no como tema sino como justificativo de efectos de sonido. De todos modos, lo memorable -por poco- supera el promedio.
En la previa de las nominaciones a los Premios Oscar del 2013, dos ausencias llamaban poderosamente la atención. Primero Prisoners, un thriller de suspenso excelente al cual su candidatura a mejor fotografía le quedaba chica, y por otro lado Out of the Furnace, que reunía delante y detrás de cámaras al suficiente talento como para justificar que se la tuviera en cuenta. No puede decirse que la Academia –que tiende a votar a los mismos de siempre y a ignorar a algunas de las verdaderas gemas que se producen año a año- se haya equivocado demasiado a la hora de pasar por alto a este nuevo film de Scott Cooper, un drama violento que, si bien tiene sus méritos, no termina de vivir a la altura de sus expectativas. El guionista y director de Crazy Heart –film que se llevó dos de los mencionados galardones en la temporada 2010- plantea una sencilla parábola sobre la venganza con un thriller ambientado en un pequeño pueblo post-industrial del noroeste de los Estados Unidos. Es una producción que, si bien no puede considerarse ciertamente génerica, transita por reconocibles lugares comunes mientras busca plantear en una forma honesta y descarnada un drama criminal en tiempos de una flagrante crisis económica mundial. No obstante, para ser un film de este estilo, con un espacio controlado, número de personajes reducido y un argumento sin demasiado vuelo, son muchas las cosas que se dejan al azar, lo que acaba por disminuir la calidad del producto final hasta simplemente un trabajo digno, el cual no puede ser ignorado por la cantidad de figuras que tiene en su elenco, más que por lo que el cineasta logró con ellas. Tratándose de un aspecto tan importante en la vida de sus protagonistas –condena, muerte, amor, todo está atravesado por él-, el tiempo es un factor que el realizador no se molesta en trabajar o lo hace a medias. Ted Kennedy le da su voto de confianza a Barack Obama en el marco de su primera elección y eso permite situar la historia en un marco temporal, sin embargo en lo que se refiere a duración de la sentencia a prisión del protagonista Russell Baze, incursiones de su hermano Rodney en Irak y demás, no hay una real molestia a la hora de tratarlo. Es que, al igual que lo que se plantea en la película, lo que se sigue es una ley propia: la que permite que un homicida no sufra ningún tipo de castigo o la que le deja al personaje central salir de la cárcel manejando un auto, luego de haber sufrido una condena indeterminada por haber atropellado y matado a alguien. Out of the Furnace avanza gracias a decisiones ilógicas de sus involucrados, quienes contra todo juicio hacen elecciones de vida o muerte, favoreciendo este último aspecto por sobre todos los demás. Como se ha manifestado más arriba, no se trata de una producción que pueda ser ignorada a raíz del talento que la lleva adelante. Christian Bale, Casey Affleck, Sam Shepard, Willem Defoe, Zoe Saldana, Forest Whitaker, todos conducen sus personajes con aplomo, con actuaciones esperables de un elenco de esta categoría, en una película con más corazón que cerebro, más sangre caliente que cabeza fría. No es una sorpresa ya que es una de las figuras más regulares de una industria que no termina de reconocerlo -año a año pasa como un camaleón de un papel a otro y siempre logra destacarse-, pero el trabajo de Woody Harrelson es absolutamente notable, como un villano al que se debe temer desde su temprana aparición en pantalla, con un acto de violencia desmedida e impunidad para el cual uno no termina de estar preparado. Out of the Furnace es una metáfora clara y su título lo hace evidente. Prisión, ejército, una zona montañosa en la que se sigue una ley propia, cada personaje sale de su propio horno, cada uno con su tiempo de cocción. Russell, un hombre que trabaja en una acería -como para hacer el planteo más obvio-, ha madurado, se ha cocido como correspondía y trata de salir adelante siguiendo reglas. Hace lo que de él se espera, aunque todo se le de vuelta y vea que el camino del ciudadano recto no es el indicado. Rodney todavía arde, hierve de furia frente a un Estado que lo ha usado y dejado de lado, y si bien se rehúsa a hacer lo mismo que su hermano, aún puede ser moldeado. Harlan DeGroat, por último, ya se quemó al punto de convertirse en un individuo que se rige por sus propias reglas, al que pueblerinos y policías le temen por igual. Lo que hace Cooper con ellos es la clave de la película y sus decisiones en la segunda parte, tanto argumentales como morales, son las que acaban por generar una sensación de disconformidad, de un aprovechamiento parcial de los enormes recursos a disposición, para terminar con un resultado que despierta menos pasiones de las esperadas. El director, más dispuesto que otros a filmar en locaciones -lo que llevó a su alejamiento de la adaptación The Stand-, ofrece una bella mirada sobre la zona de Rust Belt y la música -Release de Pearl Jam resume toda la banda sonora- ayuda a completar un panorama estético de primer nivel. En la etapa de fundición y calentamiento, de presentación de sus personajes, del diseño de la historia, de puesta en funcionamiento de la maquinaria, es una producción destacada. Cuando esta se encauza durante la mitad restante hacia un molde de policial clásico plagado de clichés, es que se pierde todo lo obtenido en la previa. Un verdadero término medio.
Relato convencional con algunas buenas interpretaciones El título original “Out of the Furnace” alude a los hornos de las acerías, en franca decadencia, ubicadas en las cercanías de Pittsburgh (Pennsylvania). “La ley del más fuerte”, poco imaginativo nombre local, es sobre todo un film con multiplicidad de actores y algunas interpretaciones destacables Quien más se luce es Woody Harrelson, que no casualmente protagoniza la violenta escena inicial en que golpea gratuitamente a una prostituta que lo acompaña en un drive-in. De esa manera ya queda caracterizado Harlan DeGroet, un ser despreciable que organiza combates que bien podrían calificarse como riñas de gallos entre humanos y maneja una red de venta de drogas. Pero el personaje central es Russell (Christian Bale) que trabaja en una acería en las cercanías de Pittsburg, cuyo cierre es inminente ante la competencia de productos importados de China. Está en feliz pareja con la bella Lena (Zoe Saldana de “Avatar”) pero su cuadro familiar es patético con un padre muy enfermo y un hermano menor, Rodney (Casey Affleck), que arrastra los traumas de su paso por Irak. Para colmo, en un accidente carretero nocturno Russell atropella a otro auto donde muere un menor y va a parar, probablemente en forma injustificada, a la cárcel. Los cinco años que pasa allí ocupan escasos minutos de la trama y cuando sale, corre el año 2013, se entera que Lena es ahora pareja del policía local (Forest Whitaker) y que espera un hijo de éste. Pero su mayor preocupación es Rodney, desconociendo que éste al igual que un personaje de “El francotirador” pone en peligro su vida al participar por dinero en los mortales combates que organiza Harlan. Su joven hermano, endeudado y desesperado, ha logrado finalmente convencer a John Petty (Willem Dafoe) pese a su resistencia inicial para que lo vincule con el siniestro rufián. Hay una escena clave a mitad del film que muestra en paralelo a ambos hemanos. Russell acompaña a su tío (Sam Shepard) en la caza de ciervos mientras que Rodney disputa una pelea de la que sale malherido. Ante la falta de noticias sobre su hermano, Russell decide investigar por su cuenta pese a las recomendaciones en contrario de Lena y su actual pareja, adentrándose en el territorio de DeGroet con la excusa de comprar drogas. La facilidad con que logra infiltrarse resulta por momentos poco creíble y anticipa un final violento y previsible. “La ley del más fuerte” es un relato bastante convencional cuya mayor fortaleza son algunas buenas interpretaciones: Harrelson, Bale y en menor medida Casey Affleck. Otros actores aparecen desaprovechados: Dafoe, Shepard y sobre todo Whitaker, cuya relación con Saldana parece forzada. Este es el segundo largometraje de Scott Cooper, cuyo debut le valió a Jeff Bridges el postergado Oscar a mejor actor en “Loco corazón”. Sobresale la fotografía, que aprovecha bien los bellos paisajes montañosos de los Appalachians, y la música. El tema que se escucha al inicio y cierre es el famoso “Release” de Pearl Jam, en la inconfundible voz de Eddie Vedder.
Feos, sucios y machos Tras Corazón loco, el retrato agridulce de un cantante country que le valiera un Oscar a Jeff Bridges, Scott Cooper estrena su segundo largo y vuelve a merodear los pastizales de la América abandonada, sus fábricas decadentes, sus pobladores endeudados y desesperados. Pero La ley del más fuerte es un film más ambicioso: la historia de dos hermanos marginales en su ecosistema, los detritus rurales de Pennsylvania, que evoca a la laureada Lazos de sangre (Shane Dax Taylor, 2010). Más cerca de El maquinista que de Batman, Christian Bale es Russell Baze, obrero de acería sufrido y desgarbado que con su jornal no sólo paga sus cuentas sino las deudas del hermano Rodney (Casey Affleck), un veterano de Irak que vive de peleas ilegales. El futuro es sombrío. Rodney no puede parar de pegar incluso en peleas arregladas y el mambo de Russell no es menor: sabe que la acería va a pique debido al dumping de los chinos y encima va a prisión tras un inesperado choque fatal. Este es el pasaje más inconveniente; entre 15 y 20 minutos de rodaje tras las rejas que no inciden en el argumento y para peor quitan el clima inicial, el montaje de un drama familiar con la promesa de introducir a un brutal psicópata, Harlan DeGroat (Woody Harrelson), que protagoniza una golpiza salvaje segundos antes de los primeros créditos. En algún punto, obviamente, el destino de los tres va a cruzarse. John Petty (Willem Dafoe), bookie de Rodney, organiza un tour a los dominios de DeGroat para dejar en cero todas las deudas mientras Russell sale de cacería con su tío Red (Sam Shepard); es el momento de mayor tensión y las insinuaciones a El francotirador son obvias. Este tipo de redundancias, reflejadas en un elenco estelar, opaca las buenas intenciones y conduce al film por un rumbo desmedido, grotesco, machista, con un triste y vacilante final.
"Grandes interpretaciones para una típica historia de venganza en el escenario de la norteamérica profunda. Recomendable para los amantes de relatos de tónica grave, áspera y miserable al estilo de filmes como El Francotirador y Lazos de sangre, o series como True Detective". Escuchá el comentario. (ver link).
Brothers torn apart in strong revenge drama After having made the sweetly melancholic and understated Crazy Heart (2009), the story of an alcoholic country music artist whose professional and sentimental life is anything but fulfilling, American filmmaker Scott Cooper’s next film was set to be highly anticipated. And while the recently released Out of the Furnace, a strong revenge drama involving brothers and fighters, is no masterpiece, it still ranks among the best mainstream releases so far this year. Cooper’s new outing is the type of film that meets most of the expectations it arises, has more than a few outstanding scenes, and misses on some opportunities that could have made it more gripping. Out of the Furnace spins the tale of two brothers, Russell (Christian Bale) and Rodney (Casey Affleck) who care deeply for one another, even if they have taken quite different paths in life. Surely the fact that life has been unrewarding for both makes them more aware of the importance and necessity of keeping their bond alive, and be there for one another, come what may. Think that Russell does exactly what his family has been doing for ages: he works at a steel mill that offers no future whatsoever, makes very little money, and actually wears him down little by little. He’s got a girlfriend, the beautiful Lena (Zoe Saldana), a school teacher with a tender heart who wants him to work less so they can share more time together (he often works double-shifts). He also has a dying father (Charles David Richards) whom he has to take care of on a daily basis. And there are the everyday problems too. As for Rodney, he’s a soldier back from Iraq, where he had most traumatic experiences and gained nothing at all. On the contrary. He resents having fought there and hates the idea of spending the rest of his life at a steel mill in a poor, two-bit town. And he’s got debts left and right. So first he thinks gambling is the way to pay them, but when that fails, he goes for bare-knuckle fighting. This is when the town’s shark, John Petty (Willem Dafoe) and Harlan DeGroat (Woody Harrelson), an irascible, violent drug dealer, enters the scene. Of course, none of the plans Rodney makes to pay his debts actually works out. Instead, expect vicious fights, a couple of cruel killings, and a bloody brotherly revenge. Just like Crazy Heart was driven by a stellar performance by Jeff Bridges, Out of the Furnace is also an actors’ movie. Christian Bale turns brilliantly turns Russell into an afflicted, yet energetic character with many shades, someone you can relate to in how he worries about his brother. And in how much he strives to avoid the unavoidable. Casey Affleck’s plays a less complex individual, but he still makes you care, feel sorry, and be angry for Rodney, all at the same time. Together with Bale, they carry the heart of the movie and do wonders. But Willem Dafoe and Woody Harrelson simply resort to formulaic (and effective) acting, whereas Zoe Saldana can’t do much for her underdeveloped character — not that she’s a very good actress, anyway. In contrast, Sam Shepard does a very good job with his equally underdeveloped character, which helps set gloomy tone of the film. All of its assets, there’s a gritty realism to Out of the Furnace that makes it immediate and convincing from the word go. A palette of drained out, brownish, grey and bluish tones, together with a rough cinematic texture, convey the shabbiness of the town, its abandonment and its bleakness. Nature is rendered with no embellishment, there are no blue skies anywhere. People behave, talk and argue pretty much like they would in these kind of places, one can presume. Nothing is extraordinary here — except the fierce bare-knuckled fighting. Yet as accomplished as the atmosphere is, it somehow fails to make up for a more profound, introspective approach that sometimes the story calls for. Take the relationship with the father, the love affair, or the relationship between Rodney and John Petty: there’s certainly more material here than what Cooper cares to take into mind. It’s like opening sub plots only for setting up the conflict — and leaving it at that. But other times, in many of the conversations between brothers, or when moments of solitude arise, hidden emotional chords surface to superb effect. This is when the film becomes very touching, when you really sink into the characters’ minds and hearts. Then what could have been a mere revenge movie becomes so much more. For a drama of brothers and fighters on the verge of destruction can be quite absorbing.
ELLOS SE VENGAN En su promisorio debut (“Corazón solitario”) Crazy Hooper había retratado con mucha calidez un mundo sentimental y laboral en plena retirada. Y aquí se interna entre los bosques de Pennsylvania para hablarnos de la crisis laboral y de las otras en ese territorio, el más golpeado por la pobreza. Es la historia de dos hermanos que trabajan en una acería acechada por la crisis. Algo así como Caín y Abel. Russell (Bale) seguirá allí, por inercia familiar. Y Rodney (Affleck), ex combatiente, apuesta, pierde y acabará peleando por plata en la calle. No hay dinero ni esperanzas, parece decirnos Heart, sólo violencia, desocupación y vidas grises. Russell, a la manera de una alegoría cristiana, va la cárcel, carga con culpa ajena, su novia, lo abandona, su padre agoniza y su hermano anda de mal en peor. Y encima las mafias empeoran todo. El filme cae en tantos lugares comunes, es tan obvio en sus comparaciones (la caza del ciervo y el martirio de su hermano), tan anunciado el desenlace y tan exagerada en la pintura de sus personajes (Woody Harrelson como villano absoluto se pasa de rosca) que no hay mucho para rescatar.
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Los olvidados Drama, oscuro y familiar, enterrado en el noroeste de los Estados Unidos. En Rust Belt, se encuentran los olvidados, los que sufren la desindustrialización y la falta de empleo, mientras se potencia las apuestas, las drogas y los juegos clandestinos. Desde la primera escena, acto primero de violencia, enunciador que marcará el tono de enfrentamiento que mantendrá la película. Como relata Bruce Springsteen (oriundo de Nueva Jersey, el estado donde transcurre la película) en Factory: “La fábrica le quita el odio, la fábrica le da la vida” y de este modo funciona la vida de Russell (Christian Bale). Un hombre dedicado al trabajo en una acería, al amor de su novia, al cuidado de su padre enfermo y a los desvaríos de su hermano menor, Rodney (Casey Affleck) trastornado por su enfrentamiento en la Guerra de Irak. Y el contexto político que acompaña la historia: la candidatura de Barak Obama a la presidencia. Decisiones mal tomadas y accidentes inesperados, son los desencadenantes a una sucesión de tragedias que van en aumento. El paso del tiempo que marca la decadencia de estos seres marginados recluidos en un cielo humeante que solo potencia la necesidad de una venganza. “Restaurar el futuro” escucha el protagonista en la televisión mientras su presente se cae a pedazos. Russell y Rodney, son personajes opuestos pero con el mismo objetivo: la superación, y el director Scott Cooper (Crazy Heart) los representa en un montaje paralelo mostrando las debilidades de cada uno. Y mientras que el malo parece malo, como la interpretación de Willem Dafoe, bastará que aparezca Woody Harrelson, para ser más malo aún y la historia gire específicamente en cobrar represalia, justicia propia. Como anuncia la voz de Eddie Vedder, la única banda sonora que abre y cierra la La Ley del más Fuerte, como si fuera un rezo: “Esperaré sin dormir, en la oscuridad. Aguantaré el dolor. Libérame“.
Una historia violenta Uno de los modismos comunes y a veces, no siempre, muy exasperantes del circuito cinematográfico autóctono es esa necesidad de modificar el titulo a las producciones extranjeras para su estreno en la cartelera local. Éste es uno de esos ejemplos. El titulo original es “Out of the furnance” cuya traducción literal sería “Fuera del horno”, situación que deriva en la historia y el antagonismo simple de los dos hermanos protagonistas del relato, uno como personaje que hace accionar al otro, pero esto podrá ser leído a medida que avanza la narración, ya que ese horno, por las imágenes con que lo representan, casi podría tomarse como metafóricas, tiene mucho de averno y ello está en relación directa con los personajes y las situaciones, o sea depende de la construcción. La realización tiene mucho en cuanto a lo secuencial, dicho de otro modo, el camino hacia lo inevitable del filme “Una historia violenta” (2005), más en realidad, y simultáneamente tiene diversos puntos de contacto con la ganadora del premio “Oscar” en 1978 “El Francotirador”, respecto del trabajo del protagonista, los cazadores de siervos, el medio ambiente donde se desarrolla la historia y la presencia de la guerra en la cotidianeidad yankee, ya no es Vietnam, ahora es Irak. “La Ley del más Fuerte” no sólo tiene mucho de anticipatorio, sino que a partir de dejar fuera la metáfora, una vez presentados los personajes y el posible conflicto todo se vuelve demasiado previsible. Russell Baze (Christian Bale) es operario en una fundición de metales en un pueblo “Rust Belt”, que siempre sobrevivió sobre la espalda de esta empresa y que ahora está en proceso de cierre. Su hermano Rodney Baze Jr (Cassey Affleck) es un veterano de guerra que no quiere seguir la tradición familiar de emplearse en el mismo lugar que determino la enfermedad terminal de su padre. Ambos con el mismo sueño de irse para siempre y ambos con su infierno a cuestas, el mayor haber purgado muchos años de prisión por un delito que no cometió, el otro por el daño psicológico que le terminaron produciendo las distintas incursiones en las que participo, de las tantas guerras llevadas adelante por su país. Uno ahorrando con lo que gana en su trabajo, el otro buscando hacer dinero fácil con los dones que posee, la fuerza de sus puños., por lo cual se contacta con John Petty (Willem Dafoe) para que le organice una pelea callejera con el principal hacedor de ese tipo de actividad ilegal, Harlan DeGroat (Woody Harrelson) un violento por antonomasia e inimputable más por ineficacia de los representantes de la ley que derivado de su impunidad, que la tiene. Hechos y situaciones que derivaran en puntos de no retorno de los personajes, el relato que se presentaba como de violencia social a partir de la decadencia económica del lugar, lo que se traduciría en la desprotección de la población y desde aquí centrado en la individualidad. Hasta el medio ambiente retratado, esos lugares inhóspitos, casi salvajes, muy alejados de las grandes ciudades daba cuenta de una violencia no corpórea, en un ámbito de “machos” en que los hombres son los únicos que pueden sobrevivir, pero el relato se desvía hacia la nunca bien ponderada “justicia por mano propia” Lo mejor del filme, además de la mayoría de las actuaciones, es su estructura narrativa clásica, progresiva, no hay demasiados recursos narrativos, ni tampoco generación de suspenso, acciones sólo acciones, violentas, constantes y el diseño de arte en general, haciendo foco en la fotografía con tonos fríos, como respondiendo al cuento, pero seduciendo al espectador con la galería de nombres que se prestaron para esta producción a los ya nombrados se les debería sumar la bella Zoe Saldaña, el infalible Sam Sheppard, Forest Whitaker, entre otros. El filme entretiene más allá de la previsibilidad del relato, gracias a esa selección de actores.
El salvaje interior En primera instancia, sin lugar a dudas hay que mencionar el desconcertante título darwinista que tiene la película por nuestros pagos. Inexplicable cómo una metáfora bastante clara que se sobreentiende como el infierno donde viven los personajes puede pasar a “la ley del más fuerte” (¿?) pero, en todo caso, no deja de ser otro de esos toques “mágicos” que tiene la traducción comercial de los títulos para cine en nuestro país desde hace décadas. Mención aparte de estas cuestiones que a esta altura no tiene ningún sentido discutir, La ley del más fuerte es una película visualmente poderosa por momentos, mostrando que el director de Loco corazón tiene un ojo destacable para la puesta en escena pero, a diferencia del film protagonizado por Jeff Bridges, el resultado es mucho más irregular. Este es un caso donde en la sumatoria de las partes encontramos un resultado más positivo que al ver el todo. El guión parece la respuesta inmediata para comprender lo que falla dentro de la película. Centrado en la relación fraternal que une a Russell y Rodney Baze (Christian Bale y Casey Affleck respectivamente) en un asentamiento perteneciente a la decadente región de Rust Belt, con una economía en declive que depende exclusivamente de una acería para sostenerse, la película irá desgastando la vida de estos personajes que parecen condenados a permanecer estancados como el pueblo que los rodea. Este retrato social que debe mucho a la corriente enmarcada dentro de Nuevo Cine Norteamericano (y, obviamente, a El francotirador, de Michael Cimino), pero que en su registro no logra la misma fluidez (en parte porque los travelling laterales resultan deshumanizados para la perspectiva de los personajes) y apenas sorprende cuando ilustra las callejuelas del poblado con la omnisciente acería asomando en prácticamente todos los planos exteriores, se encuentra en tensión con otros elementos del film. En principio una figura antagónica que roza lo caricaturesco y que no logra salirse de un registro que está por fuera del tono reposado de la película (interpretado por Woody Harrelson). Siendo esta figura el disparador de algunos de los elementos dramáticos más intensos de la narración, se disuelve rápidamente el drama que subyace a nivel social con la figura del padre y la desesperada búsqueda de Rodney por destacarse tras haber hecho el servicio militar en Irak. En su lugar queda un relato de venganza con varios personajes disgregados cuyas subtramas nunca terminan de encarrilarse dentro del desarrollo de la película. Entonces resulta inevitable pensar en momentos: la charla de reencuentro de Lena (Zoe Saldana) con Russell en un puente, la discusión entre Russell y Rodney sobre las posibilidades de aceptar el trabajo en la acería o la persecución final en un edificio industrial son algunos de los momentos más memorables que logra el director con actuaciones que, además de intensas, manejan los tiempos de forma notable. Sin embargo y más allá de sus destacables fragmentos, La ley del más fuerte no sale de la medianía debido a que se trata de un relato desgastado por subtramas que restan notablemente la interacción central de los hermanos. La ley del más fuerte se transforma entonces en una película anecdótica que nos lleva a unos Estados Unidos violentos a través de planos que no encuentran en su belleza una correspondencia con el guión.
Otro film que toma los suburbios pos industriales de los Estados Unidos para contar una historia de violencia y de mandatos familiares. Escuchá el comentario. (ver link).
Venganza en la mira Como si tomara el rumbo justo allí donde terminaba Vivir al límite de Kathryn Bigelow, La ley del más fuerte de Scoot Cooper se centra en una Estados Unidos resentida, pauperizada y deprimida, herida por el desempleo y las consecuencias de la guerra de Irak. Ese escenario ubicado en Braddock (Penssylvania) es uno de los atractivos de la cinta del director de Loco corazón, que al igual que en aquel filme suma hombres solitarios a los hostiles y secos aires de la Norteamérica profunda. Los protagonistas son dos hermanos, Russell (Christian Bale) y Rodney (Casey Affleck); el primero se dedica a cuidar a su padre moribundo, el segundo vuelve de Irak con problemas psíquicos y físicos y sin mucho que hacer más que meterse en trabajos al borde de la ilegalidad. Será esa errática supervivencia, que lo arrastra al submundo del boxeo callejero, el que lleve a Rodney a meterse con el violentísimo Harlan deGroat (Woody Harrelson), un villano a la altura de un thriller dramático en el que los engranajes de Hollywood encuentran su mejor aceite. Un elenco potente (que cierran Sam Shepard, Willem Defoe y Forest Whitaker) se une a una fotografía precisa para delinear una historia de género recurrente pero disfrutable, un trago pop con sabor amargo. La tensión se centra en el rostro de Bale, tan triste como decidido, tan abatido como impasible. El lazo trágico entre los hermanos y el posterior raíd de venganza son los universales ejes de La ley del más fuerte (darwinista y simplista título que reemplazó al original y metafórico Out of the furnace, algo así como “Fuera del horno”, en relación a la caldera con la que trabaja el esforzado acerista Russell y al bíblico infierno reinante). La misma repetición de la violencia que caracteriza a la venganza es la que imita el filme al reproducirse en su género, que contentará a los amantes de íconos rudos, pero también a los catadores de un Hollywood añejamente preciosista.
Cuesta Abajo La vida de Russell Baze (Christian Bale cada vez más notable actor) es gris, opaca, sufrida, y va barranca abajo, su trabajo en la acería de una gran cordón megaindustrial se va al diablo -se hace referencia a que las importaciones de acero Chino están cerrando fábricas-, encima un accidente carretero del cual no es culpable lo manda a la cárcel, ergo su mujer lo abandona, el padre que fallece luego de una intensa enfermedad y la cereza del postre: su hermano que ha vuelto de la guerra en Irak con fuertes depresiones, cambios de conducta y que busca su auto destrucción en las peleas clandestinas, escenas donde se hace forma de una excesivo realismo y crueldad. Es decir todo mal para un personaje inmerso en la confusión social y rodeado de un mundo de puras sombras. La aparición en escena de un salvaje individuo (Woddy Harrelson en su peor y más desagradable personaje bastante pasado de rosca) traerá un desenlace brutal y feroz, haciendo que Russell transite el sempiterno camino de la venganza. Cine de género "Noire", de thriller denso y despiadado, estupendamente fotografiado por Masanobu Takayanagi (El líder, El lado luminoso de la vida), una acorde banda musical con temas de Pearl Jam, y básicamente un logrado lote de interpretaciones actorales, a los citados hay que sumarles: Willen Dafoe, Casey Affleck, Sam Shepard, Zoe Saldana, Tom Bower y Forest Whitaker. La historia cuenta que esta peli en principio iba ser protagonizada por Leo Di Caprio y dirigida por Ridley Scott, pero ambos terminaron como productores de la misma. A quienes disfruten de los sórdidos filmes de crímenes y sombríos paisajes, esta peli les va a encantar.
La cara más vulnerable de USA "Out of the furnace" es un trabajo cinematográfico de bajo perfil cuya concepción incluyó nombres ilustres como Ridley Scott ("Gladiador", "Blade Runner") y Leonardo DiCaprio ("The Wolf of Wall Street"). Estos mismos artistas que trabajaron juntos en la película "Body of lies", volvieron a reunirse junto al director Scott Cooper ("Creazy Heart") para entregarnos, desde la figura de productores y director respectivamente, una historia de venganza en ese Estados Unidos que pocos conocemos, ese de la gente "white trash" y de bajos recursos que se las arregla para sobrevivir y llegar a fin de mes como sea. El escenario está muy bien elaborado, con ese aura asfixiante típico de pueblo olvidado del cual resulta prácticamente imposible escapar. Se nota claramente que quisieron transmitir la depresión y la chatez de una vida condenada a la miseria de la clase trabajadora más baja de ese país que todos conocemos como el "primer mundo", y la verdad es que esto está muy bien logrado. A la buena producción se suma un cast muy groso con nombres como Christian Bale ("The Dark Knight"), Woody Harrelson ("Rampart"), Casey Affleck ("Gone Baby Gone"), Zoe Saldana ("Avatar"), Willem Dafoe ("Platoon") y Sam Sheppard ("Black Hawk Down"). Los trabajos de todos ellos fueron muy buenos, bien creíbles, aunque un tanto chatos, no por culpa de sus dotes interpretativas, sino por lo poco que llegamos a conocer de ellos en el film. La onda minimalista de la trama por momentos jugó en contra, haciendo que algunos personajes perdieran tridimensionalidad y empatía con el espectador. Para resaltar, la labor de Bale y Harrelson. La trama gira en torno a dos hermanos (Bale y Affleck) que viven la repetitiva y predeterminada vida de un pueblo industrial cuya economía depende casi 100% de la producción de acero. Uno de ellos (Bale), trabajador y con proyectos amorosos por delante, por uno de esos cachetazos feos de la vida termina encarcelado no pudiendo cuidar a su avejentado padre ni a su perturbado hermano menor devenido en veterano de guerra sin trabajo y con muchas secuelas psicológicas. Esto trae consecuencias malas como que su padre muera y él ni siquiera pueda asistir al velorio, que su hermano se meta en peleas clandestinas para ganarse unos mangos y no pueda evitarlo y que su mujer lo deje, entre otras desgracias más... La verdad es que lleva una vida bastante dura. Encima su hermano se mete con gente bien jodida del mundo de las peleas callejeras clandestinas y él debe salir al rescate del mismo. Acá se muestra el corazón de la trama, que no es más que una historia de venganza americana clásica con algunos toques de crítica social y un buen despliegue de interpretaciones. No es mala por esto, pero tampoco nos ofrece demasiada complejidad ni nos desafía a vivenciar algo muy distinto de lo que venimos viendo habitualmente en la gran pantalla. La parte de la crítica social le da un poco más de profundidad pero no alcanza para sacarla del todo del cliché. Además tiene un ritmo un tanto lento, que a algunos espectadores puede parecerle un poco tedioso. Si bien no es un trabajo super destacable en lo que va del año, creo que es un entretenimiento decente que merece ser visto y analizado por cada espectador en particular.
Fuera del horno, pero caliente. Out of Furnace no es una película original, sino apenas otra variante narrativa de la típica historia de venganza. Pero no es el argumento en sí lo que hace de esta propuesta un gran exponente en su género, sino todo lo demás; y al decir todo lo demás, literalmente me refiero a todo lo demás: actuaciones, cinematografía y guion. Los personajes de Out of Furnace son vívidos, creíbles y logran que el espectador se sumerja en una historia magníficamente guionada, que derrama tristeza, violencia y oscuridad. La ambientación del filme es también impecable y logra capturar la esencia de la problemática social norteamericana con un notable despliegue visual. La fotografía es muy buena, sobre todo en los planos que se han elegido para contar ciertos pasajes cruciales de la historia. La música, por otro lado, está a cargo de Pearl Jam, lo que sin dudas magnifica la experiencia. Entre todas la virtudes técnicas y narrativas, en la película se destaca su reparto. Hay seis protagonistas de primer nivel, que se reparten el guion y le sacan a sus personajes el máximo jugo posible, pero entre Bale, Affleck y Harrelson, uno verdaderamente no sabe con quién quedarse. Los tres logran, cada uno a su modo, transmitir sus miedos, frustraciones y odios, a través de interpretaciones magistrales. Out of Furnace no es nada nuevo, pero está muy bien lograda. Siempre da gusto ver una película tan minuciosa en su trámite narrativo y tan bien caracterizada por sus protagonistas. Habrá quienes no encuentren nada espectacular en ella, pero dudo que pueda defraudar a cualquiera que sepa por dónde viene su género y no busque una película pochoclera.