Ontología de la aberración. Desde hace décadas para Hollywood la inspiración dejó de ser libre o gratuita, ya que buena parte del destino de sus proyectos venideros se juega en la mesa de negociaciones de los “derechos intelectuales” con vistas a la remake de turno. De hecho, como espectadores nos hemos acostumbrado a que los grandes estudios recurran una y otra vez a traslaciones improvisadas de películas de geografías cada vez más lejanas, como si la distancia fuese una garantía absoluta de “desconocimiento popular” con respecto al material de base. Esta ingenua estrategia comercial de “refritado” temporal y/ o espacial por lo general colisiona con la decepción ante el producto resultante, esa misma que rápidamente se expande con la fuerza de una bola de nieve bajando por una montaña, arrastrada por la capacidad de lobby que la prensa y los fans de la original continúan teniendo en nuestra contemporaneidad. Que en ocasiones se reversionen faenas que nadie tenía en estima nunca será tan doloroso como una doble promesa hecha pedazos: hoy estamos ante Oldboy (2013), un opus del errático Spike Lee, cuyos cimientos se remontan a una de las obras maestras principales de lo que va del Siglo XXI. Recodemos que el film homónimo de Park Chan-wook fue en gran medida responsable de poner en el mapa cinematográfico a Corea del Sur, una verdadera usina de realizadores extraordinarios como Bong Joon-ho, Kim Jee-woon, Na Hong-jin y por supuesto el propio Park. No es que uno conservase muchas esperanzas pero a veces no podemos dejar de atesorar un ápice de optimismo, no obstante lo cierto es que esta versión no logra captar la esencia de la película del 2003, adopta una perspectiva bastante cobarde a nivel conceptual y para colmo no agrega ni una mísera idea novedosa a la macro estructura. La historia se centra en un hombre que es secuestrado y mantenido en cautiverio durante años y años, hasta que de repente sus raptores deciden liberarlo para que investigue y descubra las causas de su martirio. El ya mítico Dae-su (Choi Min-sik) es reemplazado por el anodino Joe Doucett (las buenas intenciones de Josh Brolin no llegan a compensar la pobreza de su personaje), en lo que podríamos definir como un enroque patético en el que la sátira negra del convite asiático se diluye de manera progresiva en un ridículo lustroso y por demás vacuo (los villanos interpretados por Sharlto Copley y Samuel L. Jackson dan vergüenza ajena). Mientras que la primera combinaba con inteligencia el thriller de entorno cerrado y el drama surrealista con la comedia sardónica y el horror existencial, la propuesta en cuestión pretende amoldarse a un suspenso más clasicista pero fracasa miserablemente. Más allá del típico “temperamento furioso” de Lee y la anécdota de una nueva batalla con los productores circunstanciales, los que aparentemente le editaron su corte primigenio de 140 minutos hasta imponer los 104 actuales, a esta altura del partido resulta innegable que el norteamericano perdió la brújula desde hace mucho tiempo: no se siente cómodo ni en realizaciones por encargo como la presente ni en la andanada de películas independientes que entregó a posteriori de su último gran éxito de taquilla, la apenas pasable El Plan Perfecto (Inside Man, 2006). Si bien el guión de Mark Protosevich no es ninguna maravilla y comete la estupidez de calcar el film de Park escena por escena, la mayor insipidez y/ o derrota la encontramos a nivel de la ejecución concreta, por ello no nos queda más que señalar el lamentable declive de un cineasta que supo ser inconformista y muy valiente. Ya desaparecieron la visceralidad discursiva, el esteticismo sutil y la experimentación formal de antaño. El intento por reproducir la legendaria secuencia del martillo, extraída de la dialéctica visual de los videojuegos, es estéril, así como el desarrollo narrativo y la dirección de actores (aun así, rescatamos la labor de Elizabeth Olsen). Incapaz de construir un verdadero vínculo entre seres sin alma, esta Oldboy coarta la multiplicidad de lecturas que habilitaba la original y pierde toda correspondencia en lo referido a la ontología de la aberración que nos regaló el genial Park. El surcoreano siempre estuvo obsesionado con ese “vigilar y castigar” de raigambre foucaultiana, sustentado en la flagelación corporal/ psicológica (el pulpo vivo, la extirpación dental, la lengua cortada, la hipnosis, etc.). Hoy sólo persiste una cáscara inofensiva en la que el sadismo es amoral e inconducente…
La nueva Oldboy no se sube a la ola de remake de películas orientales con la intención de trasladar el relato de la original a una lengua comprensible para el cine americano; a Spike Lee no le interesa demasiado aprovecharse del éxito de la primera, por eso no hay tentativa de traducción (como en La llamada, Dark Water u otras del J-horror), sino una reformulación completa que la toma apenas como un esqueleto y le adosa una masa muscular distinta.
Oldboy, dias de venganza, trae una apasionante historia para no distraerse ni un minuto. Ante todo aclaro que no he visto la versión original, por lo tanto supongo que me ha gustado mucho más "que lo que debería", ya que he notado que la mayoría que sí lo hizo no ha quedado para nada satisfecha con esta remake. Pero como obviamente, al igual que yo, son muchos los que no ...
La escena del martillo está Cuando le preguntaron a Gus Van Sant por qué había decidido rehacer Psicosis (Psycho, 1960), el cineasta respondió “Así nadie más tendría que hacerlo”. Si le hicieran la misma pregunta a Spike Lee sobre su remake de la coreana Oldboy (Oldeuboi, 2003) probablemente respondería lo mismo. Nada de su nueva película nos hace pensar que se trata de otra cosa que un trabajo impersonal y hecho por encargo. Oldboy: Días de venganza (Oldboy, 2013) no es una remake “plano por plano” de la original pero tampoco hace nada drásticamente nuevo con el material. Verla sólo da ganas de ver la otra. Apenas se cambian ciertos detalles, como para dar nueva vida al brutal giro sorpresa del final que ya muchos conocen. Si eso no logra engañarlos, aunque sea los mantendrá ocupados preguntándose cómo hará la película para llegar a la misma conclusión que la anterior cuando parece estar yendo en otra dirección. El protagonista es Joe Doucette (Josh Brolin), un ejecutivo de marketing alcohólicoque vive gritándose con su ex mujer por teléfono y nunca tiene tiempo para ver a su hija. A la mañana siguiente de una cena de negocios catastrófica, Joe despierta encerrado en un extraño cuartoy con sólo un televisor de ventana al mundo exterior. No sabe dónde está, qué hace ahí ni quién es su carcelero.Así pasará los siguientes 20 años hasta que otro giro kafkesco lo pondrá en libertad con la siguiente consigna: averiguar quién es su malhechor y qué hizo para merecer su tormento, o no volverá a ver a su hija. El primer acto retiene algo de la mística y la intriga de la película original, y Brolin es una buena decisión de casting, considerando su maña para encarnar brutos simpáticos. Luegosale de su prisión y entabla una maratón de venganza sanguinaria más o menos similar a la original, aunque parece más apurada y menos reflexiva. En efecto, resulta que los productores forzaron al director a quitar 40 minutos de la película, acelerando una película de acción a cambio de ritmo, atmósfera y caracterizaciones. Hasta la “escena del martillo” parece haber sufrido por los cortes, dividiendo el famoso plano ininterrumpido de acción en dos, lo cual es como rehacer Psicosis y arruinar la escena de la ducha. A cambio Spike Lee sube la apuesta desde el aspecto técnico con una coreografía y movimientos de cámara bastante más sofisticados que los del crudo original,pero desde el aspecto narrativo la escena resulta frívola. Nuestro héroe parece más un gringo testarudo que una máquina adoctrinada por veinte años de pensamientos de venganza. La trama pretende ser tan perversa como la original, pero fatalmente tanto el héroe como el villano (Sharlto Copley) son caricaturizados de tal forma que sus tragedias personales dan poco más que risa, y los personajes nunca conectan con el público. El Joereformado no es más impresionante que un típico héroe de acción, mientras que el villanoes una especie de Vincent Price de cuarta, amanerado, caprichoso y completamente disonante con el resto de la película. Son un pobre contraste con el film original, que daba igual importancia a ambos personajes y sus actores les interpretaban con ecuanimidad. Iban un poco más allá de “el bueno y el malo”. Oldboy: Días de venganza es una remake bastante fiel a la obra original, ¿pero en qué medida es la fidelidad el mayor objetivo de una obra de arte? La Oldboy coreana posiblemente sea mejor que el manga que la inspiró, y las similitudes son exiguas. Lo que hay acá es un desinterés general de parte del creador por la historia y sus personajes, mientras que los logros de la película son superficiales. La buena noticia es que Lee cumplió su cometido, porque ahora ya nadie más tiene que rehacer Oldboy.
¿Qué he hecho yo para merecer esto? Cuando se anunció hace ya varios años que se haría una remake norteamericana de Oldboy, la gema dirigida en 2003 por el coreano Park Chan-wook a partir del manga de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi que sacudió al Festival de Cannes, no pocos se preguntaron (nos preguntamos): ¿Por qué? ¿Para qué? Muchos realizadores (incluido Steven Spielberg) coquetearon con el proyecto hasta que finalmente fue Spike Lee -quien no atraviesa precisamente por el mejor momento de su carrera- el que dirigió a Josh Brolin en este thriller psicológico (paranoico) sobre la culpa y la venganza. Las peores presunciones se confirman, lamentablemente, con sólo ver unas pocas imágenes del film: Spike Lee jamás encuentra el rumbo para la historia de un antihéroe… sin rumbo. Brolin (generalmente un buen actor) interpreta con no poca exageración a Joe Doucett, un ejecutivo de una agencia de publicidad, padre ausente, alcohólico, agresivo y perverso que, tras una noche de furia en 1993, termina encerrado en una misteriosa prisión privada durante ¡20 años! Cuando sale en libertad, intentará desvelar qué pasó, quién fue el responsable y, claro, vengarse de semejante humillación. En su camino aparecen una dulce trabajadora social llamada Marie (Elizabeth Olsen) y dos malvados risibles (Samuel L. Jackson y Sharlto Copley), y -así- las cosas se complicarán aún más (en todo sentido). Si la Oldboy original conseguía una extraña mezcla de ferocidad (sadismo) y lirismo con una puesta en escena subyugante plena de maestría, lo de Spike Lee es -en cambio- una narración bastante elemental y de vuelo bajo para una historia confusa y sin demasiados matices. Poco favorecida en la inevitable comparación, esta Oldboy made-in-Hollywood no resiste el análisis ni siquiera como película autónoma. Es una propuesta menor (mecánica, hueca, efímera e intrascendente) que quedará rápidamente sepultada por el olvido ante la imponente sombra de su predecesora.
El mayor crimen que pudo cometer Oldboy de Spike Lee es no aportar nada nuevo al manga japones, ni tampoco a la icónica y monumental película de Park Chan-wook. No es una vergüenza total, tiene al menos un elenco apto para la tarea de recrear esta historia violenta y retorcida, pero en materia de originalidad se queda cortísima y nunca termina de levantar vuelo por cuenta propia. A estas alturas pedirles a los americanos que le encajen subtítulos a algo que no este en su idioma es imposible, por lo cual el nacimiento de esta nueva versión ya se considera malparido, pero es cierto que si uno no vio la original y no sabe las cruentas vueltas de tuerca que le esperan, Oldboy le puede parecer una historia increíble. Mas allá de los cambios que surgen entre la diferencia de diez años entre una versión y la otra -avances tecnológicos que apenas afectan a la trama- poco y nada hay para contar de la vida de un hombre de familia patético y alcohólico que es encerrado durante veinte años y liberado con la misma rapidez con la que fue capturado para descubrir quién le hizo esto y por qué. La revelación del misterio ha sido ligeramente cambiada para generar un punto por el cual los amantes del film japonés se acerquen, para justificar un poco la existencia de la adaptación americana, pero en definitiva no es peso suficiente para que se considere una película interesante y diferente. Había una puesta en escena diferente en la original, un aire bastante cotidiano en la manera de encarar la historia, que Spike Lee nunca alcanza a lograr. Donde había desorden ahora hay un frío caos coreografiado, un lineamiento muy al estilo procedimental criminal de televisión que le quita todo el sabor a una trama por demás truculenta y violenta. No hay nada personal en la visión del director, sino un trabajo a media máquina, sin ganas, soportado a través del protagónico de Josh Brolin, quien no consigue encontrar un punto medio en su Joe Ducette, y ni hablar de las caricaturas con patas que son los villanos de Sharlto Copley y un extremadamente surrealista Samuel L. Jackson. Creo que la única que realmente sale bien parada comparada con la original es el personaje de Elizabeth Olsen, que genera más empatía que su compañera coreana. Los ajenos totalmente a la mencionada obra maestra encontrarán en Oldboy un film violento, lleno de sangre, sexo y golpes, con una revelación final devastadora, pero lamentablemente aquellos que hayan visto esta historia no encontrarán nada nuevo.
A una década de la original, llega a las pantallas una de esas películas que nadie sabe muy bien para qué se hacen. Se trata de OLDBOY, la remake estadounidense del thriller del coreano Park Chan-wook, de 2003. Como la versión hollywoodense de NUEVE REINAS –por poner un ejemplo–, es de esas películas que están condenadas al fracaso, tanto crítico como comercial. Hay pocas, muy pocas excepciones a esa regla (se me ocurre la remake de INFERNAL AFFAIRS que hizo Scorsese y que aquí se conoció como LOS INFILTRADOS), pero lo que se pide en esos casos son cambios importantes respecto a la original, ya que no tiene mucho sentido hacer una película parecida a la otra. El problema con OLDBOY es que no tiene muchas diferencias con la original en cuanto a trama, más allá de algunos detalles específicos de los personajes. Y sin eso, verla se vuelve una experiencia puramente comparativa, y ya sin la sorpresa de la película original y su enrevesada y sorprendente trama. En ese sentido, OLDBOY no tiene mucho nuevo para ofrecer. Lo que sí tiene de nuevo –y eso es algo que puede interesar más a los cinéfilos que al público en general– es ver cómo influye la habitualmente muy marcada “mano” de Spike Lee en la dirección. oldboy1Es que Lee no es un director transparente ni de esos que se esconden, discretos, detrás de lo que filman. Aún en sus intentos más comerciales –como éste o la ya bastante lejana EL PLAN PERFECTO– sus marcas estilísticas son claras y hasta contundentes, por lo que uno podía esperar todo tipo de cambios y retoques. Esos cambios, dijimos, no están por el lado del guión, pero sí en la manera en la que el director carga –y se carga– con el proyecto. Lo que quiere hacer Lee, da la sensación, va un poco a contramano del guión y es más “fiel” al estilo zarpado de la original. El problema de la remake de OLDBOY está en su incongruencia, en el choque entre un guión que intenta apostar a una trama, personajes y situaciones algo más realistas y un director que filma una película fantástica, mezclando personajes más “creíbles” (como el protagonista, interpretado por Josh Brolin, y la chica que encarna Elizabeth Olsen) con otros casi de comic-book (como los de Samuel L. Jackson y Sharlto Copley) en un todo que no termina de cuajar, especialmente en el rol del villano. Otro gran problema de la película es su confusión entre intensidad y salvajismo. Especialmente durante la segunda parte (la primera, la que tiene a Brolin la mayor parte del tiempo en esa extraña prisión privada en la que pasa 20 años es más medida), Spike Lee acumula escenas de tortura innecesarias, que no aportan más que una cuota de virulencia absurda y fuera de tono con el resto. En esa confusión tonal marcha la película y un director que no tiene muy claro qué es lo mejor en función del resultado final. Josh Brolin in Spike Lee's remake of OldboyDe todos modos no diría que es una película pésima ni horrible ni mucho menos. Su primera mitad no está mal y su intento por explorar psicológicamente al personaje principal tiene sentido, sirve para que podamos entender mejor su situación sin por eso ponernos de su lado ni compadecerlo. Hay un intento ahí de girar el eje de la película, pero no termina de cuajar. Y el problema surge después, cuando ese mismo personaje “realista” se convierte en una especie de superhéroe capaz de liquidar a medio centenar de personas en un mal remedo –parece de un flojo musical– de una de las escenas más famosas del filme coreano. Y ni hablar de cuándo aparece su captor (Copley), que parece haber caído en paracaídas de una película de James Bond de los años ’80. En cierto modo la elección de Lee como director es interesante, pero no termina de ser convincente. Si ven STOKER, la película que Park Chan-wook hizo en los Estados Unidos, verán que hay algo similar en su manera de convertir un thriller en un drama exaltado (o viceversa), poniendo marcas de estilo y desborde actoral en primer plano, aún por arriba de las necesidades de la trama. Sí, en ambos filmes los dos directores coquetean con el absurdo, pero esa es la zona en la que estos filmes pueden tener sentido, ya que hay miles de directores pedestres que pueden hacerlos de forma rutinaria. La apuesta tenía sentido, al fin. El problema es que no terminó de salir bien.
La remake de un clásico Hace años que Hollywood quería encarar una remake del film de culto surcoreano. Se habló de Spielberg y Will Smith, pero finalmente lo realizó Spike Lee En 2003, el director Park Chan-wook estrenaba Oldboy, basada en un manga de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi, segundo capítulo de un tríptico que había comenzado un año antes con Sympathy for Mr. Vengeance y terminaría en 2005 con Sympathy for Lady Vengeance. La llamada "Trilogía de la venganza" se convirtió casi de inmediato en un clásico, y Oldboy en particular pasó a ser el paradigma del extraordinario cine coreano, capaz de mezclar géneros sin culpa, ir un paso más allá en el melodrama desaforado, demostrar un particular timing para la violencia, e incluir la comedia de manera insospechada y con un lirismo sin techo, donde la belleza de cada plano de condice con un relato intrincado pero coherente y absolutamente absorbente. Pues bien, diez años después, es Spike Lee quien vuelve sobre la historia de un hombre (Josh Brolin) que una noche es secuestrado y encerrado en una habitación durante 15 años. Allí, con la única compañía de un televisor, el protagonista se entera de la muerte de su esposa –los noticieros dicen que él es el culpable del brutal asesinato de la mujer– y que su hija fue entregada en adopción. Desde eses momento, el preso comienza escribir todos sus pecados, llega a la conclusión que alguien a quien perjudicó es el responsable de la muerte de su mujer y de su cautiverio, y comienza a entrenarse consumiendo obsesivamente a través de la televisión programas de ejercicios y artes marciales. Y un día, misteriosamente, está libre para investigar qué paso y llevar a cabo su venganza, ayudado por Marie (Elizabeth Olsen), una trabajadora social con quien de inmediato lo une un vínculo que va más allá de la atracción física. La remake sin Park pero también sin el brillante Choi Min-sik interpretando al patético Dae-su, con el correcto Brolin ocupando su lugar, es apenas un boceto de la densidad y el vuelo narrativo de Park, porque sin lugar a dudas Lee podría haber sido una elección correcta al intentar recrear el film original, aunque no había ninguna necesidad. Sin embargo, hace rato que el realizador estadounidense perdió el nervio que demostró en películas formidables como Haz lo correcto, Fiebre de amor y locura o Malcolm X, y entonces la película terminada da todos los indicios que se trata de un trabajo por encargo y que el director estadounidense se limitó a cumplir profesionalmente.
SPIKE LEE adapta el clásico Park Chan-wook un filme plagado de violencia que en esta nueva versión deja de lado cualquier tipo de sutileza para transformarse en un muestrario explícito cargado de sangre, tripas y golpes bajos. Al enfrentarnos a esta versión desapasionada se hace imposible olvidar las poderosas imágenes y la profundidad de la original. JOSH BROLIN se esfuerza por lograr empatía en un papel difícil siempre al borde de la sobre actuación.
"La pelota no se mancha" A diez años del estreno del polémico y exitoso film original, Hollywood se animó a concebir su propia versión de una de las mejores historias de venganza que existen dentro del séptimo arte. Dirigida por Chan-wook Park, “Oldboy” se convirtió en un verdadero suceso cinematográfico en todo el mundo luego de ganar en el 2004 el gran premio del jurado en el festival de Cannes, presidido en aquella edición por Quentin Tarantino. Ridículo por donde se lo mire, en el 2007 el film de Park fue posicionado injustamente en el ojo de la tormenta luego de que se descubriera que el autor de la masacre de Virgina Tech (una de las matanzas más grandes en la historia de los Estados Unidos) se había tomado, antes de concretar el ataque, unas fotografías emulando al protagonista principal de aquella historia. Si bien no había grandes motivos para llevar adelante dicha remake hay que destacar que, a diferencia de otras producciones recientes que se encargaron de manchar clásicos (como ser “Carrie” de Kimberly Peirce), “Oldboy” de Spike Lee es una producción con más aciertos que errores y no arruina la esencia de la obra original. Lo cual no es poca cosa. Lee construye una película que va de menor a mayor en todo sentido. Ya sea por ir desenmascarando el lado perverso de su trama, o por ir ofreciendo dosis más fuertes de acción, “Oldboy” siempre se mantiene en movimiento y logra mantener en vilo al espectador hasta su retorcido e impactante final. Apoyándose en las correctas actuaciones de Josh Brolin, Elizabeth Olsen y Sharlto Copley, como así también en un dinámico y eficaz apartado técnico donde se destacan la fotografía, la edición y sobre todo la música del compositor español Roque Baños, el nuevo trabajo del director de “Malcom X” y “La Hora 25” es una interesante propuesta de suspenso que no desentona con los niveles de calidad que encontramos dentro de su filmografía. Teniendo en cuenta los impresentables antecedentes de Hollywood a la hora de adaptar historias extranjeras, lo de “Oldboy: días de venganza” no es pura casualidad. Ahí es donde creo que Spike Lee tuvo mucho que ver ya que siempre se mantuvo al mando del proyecto, pese a las muchísimas idas y vueltas que tuvo la producción del mismo. Basado en el manga escrito por Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi, la historia de “Oldboy” se caracteriza hasta la fecha por ser una propuesta fuerte y no apta para espectadores sensibles ni escandalosos. Gracias al cielo esta producción hollywoodense no logró arruinar esa fama ni tampoco manchar nuestro cariño pervertido hacia esta excelente historia. Ya sea porque decidas seguir disfrutando únicamente de la obra original de Chan-Wook Park (que es imposible de superar), o porque te animes a ver esta más que decente nueva adaptación, la única verdad que vale la pena remarcar a la hora de hablar del regreso de “Oldboy” a la pantalla grande es que vas a poder dormir tranquilo esta noche. El cine es una de las artes más lindas y más sanas del mundo. Porque se equivoque uno, no tienen que pagarla todos. Gracias por ser un distinto Spike Lee.
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Violencia refinada al estilo Spike Lee Con esta nueva versión del manga japonés "Old Boy", Spike Lee vuelve a su veta de cine más cruda y directa, la que dio algunos de los mejores momentos de películas como "Haz lo correcto", "Malcolm X" y sobre todo "Summer of Sam". Y es justo decir que es una nueva versión del comic de Nobuaki Minigishi y no simplemente una remake del film de culto con el que el director coreano Chan-Wook Park se convirtió hace una década en el ganador del festival de Cannes, dado que se pueden hacer muchas versiones de una fuente original. Inclusive hace unos años hasta Bollywood ofreció su propia visión estilo India de "Old Boy". Spike Lee cuenta muy bien la sádica y despiadada historia de una venganza, llena de detalles enigmáticos que se van revelando tanto al espectador como al protagonista, como si se tratara de una serie de cajas chinas que siempre esconde una revelación más tremenda. En especial, teniendo en cuenta que la premisa de un hombre secuestrado y encerrado en un cuarto durante 20 años, sin saber por quién ni por cuál motivo, es tan descabellada que convertirla en un asunto verosímil es todo un desafio. Lee hace foco en el naturalismo y vuelve creíble un asunto que, en manos de Park, explotaba en la típica furia oriental de su cine, lo que en parte ayudaba a que el público aceptara los detalles mas dementes como si se tratara de convenciones del género. En esta "Old Boy" hay más profundidad en el personaje protagónico, muy bien interpretado por Josh Brolin , quien es mostrado desde antes de empezar a sufrir su suplicio, en un largo prólogo que lo retrata como un bastardo capaz de arruinar su vida y la de los demás sin pestañear. Descubrir que está atrapado en una especie de calabozo, decorado como cuarto de hotel barato, genera un clima de tensión terrorífico comparable al de una buena idea surgida de una novela de Stephen King antes que copiada del film de Chan-Wook Park. Mas allá de las variaciones en distintos detalles, la historia es esencialmente la misma, y aunque la ultraviolencia del film original es difícil de superar sobre todo cuando el protagonista es liberado y quiere vengarse de quien le quitó, sin motivo aparente, dos décadas de su vida-, no se podría decir que este nuevo film sea mucho más light. Por el contrario, basta decir que un actor como Samuel L Jackson, que ha interpretado escenas bastante fuertes, jamás tuvo que apelar al Metodo ni hacer memoria emotiva antes de interpretar situaciones como ser despellejado vivo. A nivel de violencia grafica, si el film nunca llega pasar al límite de lo insoportable se debe al talento de Lee para dotar al gore y a la acción más cruda con un excepcional uso del suspenso. Y también, créase o no, al más puro melodrama, ya que finalmente la trama es digna de algún clásico drama al estilo Dumas, empezando por el largo encierro digno de "El Conde de Montecristo". En síntesis, este nuevo "Old Boy" es una experiencia fuerte, tan bien concebida, filmada y actuada como para que no tenga necesidad de ser comparada con el film coreano de 2003. De todos modos, Spike Lee asegura que es aun mejor su "director's cut", media hora más largo, que vetó el estudio. Y no hay motivos para no creerle.
“OLDBOY”: La venganza en versión yanqui. Para entender y apreciar este cine hay que pensarlo sí o sí como un negocio. La productora encuentra una historia excelentemente escrita, la adapta, consigue algunos actores de renombre para poner en el cartel y con la ayuda de un director que tenga experiencia en manejar el suspenso, la acción y el drama, la película será taquillera. En este sentido, la creatividad y la originalidad dejan de tener importancia, pero no por eso estamos en presencia de una película mala. El guion, a pesar de sus retoques, es sin lugar a dudas el que manda. Spike Lee, el director de ‘25th Hour’, nos presenta ‘Oldboy’, la remake del film homónimo surcoreano lanzado en el 2003. La película estrenada el año pasado en los Estados Unidos pero que recién llega a nuestro país, cuenta la historia de Joe Doucett, un ejecutivo publicitario interpretado por un fornido Josh Brolin (el que encuentra el maletín en ‘No country for old man’), quien se despierta cerca del inicio de la historia sin escapatoria en una habitación. Prácticamente sin contacto con el exterior, con un póster de un botones de hotel de raza negra, un televisor antiguo con contenido que no puede controlar, una cama de dos plazas y la comida del barrio chino que le sirven repetidamente cada día, pasará 20 años encerrado sin saber nada ni siquiera de su familia. Más tarde, ya fugándose y descubriendo el siglo XXI, conocerá a Marie, una joven y simpática mujer llevada a cargo por Elizabeth Olsen (protagonista de la última ‘Godzilla’), con la que buscará obsesiva y desesperadamente al responsable de su secuestro con el objetivo de saciar su sed de venganza. Con el correr de los minutos, se irá dando cuenta de que forma parte de una malévola conspiración. Respecto a la comparación con el guión original, se puede decir que se incluyeron algunas escenas, se modificaron y quitaron otras muy dramáticas y se agregaron algunas frases claves. Hay una escena imperdible en la que Samuel L. Jackson –nada más y nada menos- es víctima de un sufrimiento absoluto (similar al que sufre el muchacho de ‘Hard Candy’). Además, esta nueva versión cuenta con algunos toques típicos de los estadounidenses, como el bullying y el reality show. Por otro lado, hay una excelente secuencia, incluida en las dos versiones, en la que el protagonista pelea desarmado contra un sinfín de hombres violentos. Las dos son muy distintas pero es muy difícil elegir entre una de ellas. Sin embargo, lo que resulta extraño de la norteamericana, y le hace perder un poco de verosimilitud, es que nadie tiene una pistola a mano para matarlo, cuando sabemos muy bien que allá las armas de fuego se consiguen sencillamente. Otro pequeño error que llamó la atención es que el protagonista se despierta en el exterior con un smartphone y cuando lo llaman sabe perfectamente cómo atender usando el touch screen. Dato curioso. En resumen, esta película está pensada más que nada para aquellas personas que no pueden tolerar la acción de darle play en sus casas a una película en idioma coreano. De todas formas, si ya viste la original, que es diez veces más imperdible que ésta, estás invitado a verla, aunque de todas maneras el impacto te será leve comparado a los que la ven por primera vez, ya que seguramente puedas anticipar todo lo que suceda, que es lo más jugoso de todo este relato. Nadie debería morir sin haber visto antes este thriller.
Un innecesario ejercicio de “cortar y pegar” No hay mucho que decir a favor de la versión estadounidense de Oldboy dirigida por Spike Lee, una versión descremada y desintoxicada de aquella película hiperbólica que hace diez años lanzó al mercado internacional al coreano Park Chan-wook. Es que el original propone un piso altísimo del que Lee trató de bajarse antes de empezar a filmar, afirmando que la suya no sería una remake sino una reversión del manga (historieta japonesa) en que se basan ambos trabajos. Sin embargo, para cualquiera que haya visto la versión de Park, será obvio que el bueno de Spike no ha podido filmar la suya sin mirar de reojo a la otra. Pero al estadounidense parecen haberlo deslumbrado más ciertas proezas técnicas que intenta remedar que los sólidos detalles de fondo sobre los que el coreano cimentó su película y que él descarta en pro de “americanizar” la cosa. De modo que Lee falla en todo, porque ni consigue alcanzar los niveles de virtuosismo que Park demuestra en el manejo de los recursos estrictamente cinematográficos –los travellings, los encuadres y las puestas de cámara, la coreografía escénica o la abrumadora sencillez de un famoso plano secuencia– ni logra que su versión alcance la suficiente tensión dramática como para hacer olas narrativas que vayan más allá de la superficie del relato. Si algo distinguía al film de Park era la naturalidad con que los recursos humorísticos y poéticos y el uso de la violencia eran puestos al servicio de la historia de un hombre condenado a un inexplicable encierro de 15 años, y al que su propio deseo de venganza lo empuja todavía más abajo en su derrumbe moral. Una historia conectada con las tragedias de Sófocles, como Edipo Rey o Electra, sin que esto resulte burdo o remanido y que nunca se permite ser indulgente con el espectador. En la visión de Lee todo es chato, sin matices, haciendo que esas referencias aparezcan más cercanas a la telenovela que al teatro clásico griego. No hay visos de segundas lecturas. Si en el protagonista de la coreana la violencia era el producto a la vez excepcional y natural de un meditado proceso de degradación, en el que un profundo sentido del honor jugaba un rol capital, acá se trata de la violencia de siempre, uno de los recursos que el cine estadounidense utiliza por default en el grueso de su producción. La misma diferencia que separa lo sutil de lo torpe o lo poético de lo prosaico: la recordada escena del martillo y el plano secuencia recién aludido son buenos ejemplos de esto. Las actuaciones excedidas de Samuel Jackson, Sharlto Copley y en menor medida Josh Brolin tampoco ayudan a mejorar la ecuación. Si algo confirma entonces el Oldboy de Lee es que copiar y pegar no es lo que mejor le sale a la industria norteamericana.
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En el cine norteamericano siempre está la tentación de la remake, en este caso de una verdadera leyenda de Park Chan Wook basada en un manga, que es una mezcla extraña de lirismo y sadismo. Aquí, Spike Lee lo que logra es una historia tremendamente violenta sobre un hombre despreciable que vive 20 años en una prisión privada y cuando sale cree que puede vengarse. Ni Josh Brolin se salva.
Oldboy resultó el capítulo más famoso de la trilogía de venganza del director coreano Chan-Wook Park, integrada además por Sympathy for Mr. Vengeance y Sympathy for Lady Vengeance. Un tremendo thriller que terminó por consolidar a este realizador a nivel internacional, quien había resurgido a partir del año 2000 con la película Joint Security Area. Después de varios fracasos consecutivos, Park había decidido abandonar el cine hasta que hizo ese film que le cambió la vida y lo impulsó a conseguir más trabajos en la industria de Corea del Sur. Luego filmó la famosa trilogía en la que Oldboy se convirtió en su producción más popular. Como ocurrió con tantas buenas películas en el pasado, este gran thriller también resultó vejado por una innecesaria remake hollywoodense que no tiene razón de ser. En este caso la situación es peor porque encima el refrito estuvo a cargo de un buen director como es Spike Lee. Martin Scorsese tomó una joya del cine asiático como Infernal Affairs, brillante trabajo de Andrew Lau, y la convirtió en otra excelente película como fue Los infiltrados. Un film que sobresalió por tener una identidad propia que abordaba una historia conocida con un enfoque diferente. No es el caso de Spike Lee, quien evidentemente se involucró en este proyecto para cobrar un cheque sin el menor interés por el material original. No deja de ser impactante que una historia que resultó tan intensa y apasionante, trabajada por otro director se convierta en un bodrio completamente olvidable. En esta versión cambiaron la motivación del personaje que gesta el plan de venganza y esto generó que sus acciones carezcan por completo de sentido. Intentaron hacer más retorcido el argumento original y lo convirtieron en un relato tonto, donde el giro sorpresivo que tenía el conflicto se arruinó por completo. Chan-Woo Park presentó en su momento un thriller donde se establecía una conexión emocional con los personajes, que eran más humanos, pese a las cosas terribles que hacían. En esta nueva versión esos roles quedaron convertidos en caricaturas trilladas que generan indiferencia frente a las situaciones que atraviesan. Josh Brolin y Elizabeth Olsen (Godzilla) lograron salir bastante bien parados con sus interpretaciones pese al guión que tenían disponible. No se puede decir lo mismo del sobreactuado Sharlto Copley (Maléfica). Más allá del salario que debe haber cobrado Spike Lee es un misterio el motivo que lo llevó a filmar esta película, que no es otra cosa que una copia berreta de una obra que no necesitaba una remake. La mejor recomendación que se le puede dar a los espectadores que no conocen Oldboy es que busquen la película coreana y no arruinen la visión de esta gran obra con la versión más floja que ofrece el cine hollywoodense.
Relativización de una obra maestra Es dificil expresar lo mala que es Oldboy. Uno podría para ejemplificar decir que su director Spike Lee mancha esta remake con toda esa moralina que ya había empleado como columna vertebral de 12 Años de Esclavitud. Este aspecto se hace mucho más evidente al compararla con la obra maestra de Chan-Wook Park porque la mayoría de los cambios que tiene el argumento de esta nueva versión están relacionados con la necesidad de explicarle al espectador la diferencia entre las actitudes honradas y las conductas socialmente reprobables. Sobre este punto resalto el verbo explicar porque el señor Spike Lee aún no encuentra la manera de delinear sin resaltar todo con un fibrón hipergrueso. Otro punto interesante en la comparación es la falta de huevos del director a la hora de definirse a sí mismo a partir de su obra. Esta, llamémosla “falta de coraje”, ya había intentado ser suplida en su película anterior por escenas que se regocijaban en el torture porn para establecer ideas que no podía expresar de otra manera con su cámara. En Oldboy repite la misma técnica, intentando que funcione de la misma manera pero esta vez parece ser consciente que no le alcanza y opta por borrar todas las aristas y dimensiones personales del personaje. Esto, repito, sólo puede clasificarse lisa y llanamente como falta de huevos. Por esa misma carencia elimina la poética del film original, por eso mismo tortura a su protagonista haciéndolo comer comida china durante 20 años pretendiendo que el espectador crea que esto es angustiante por si mismo y le saca todo el desparramo formal de la original. Cree que alargando el plano secuencia de la escena del martillo supera a la obra de Park, pobre hombre. Que el director haya torcido la narrativa para que pueda ser estructurada en una inanimada linealidad, que la haya empaquetado en una suerte de Cine Coreano For Dummies para que a su público le agrade y que los elementos argumentales adicionados hagan agua por todos lados en el guión son la sintomatología de un deficiente análisis del guión de la propuesta original. Spike Lee empaquetó en una suerte de Cine Coreano For Dummies esta historia para que a su público le agrade. Hace un tiempo escribí en esta web un análisis sobre el uso de “Lo Trágico” en el film de Park y su proyección hacia la actualidad. Spike Lee opta (esto fue decisión consciente) por eliminar todo ese potencial argumental y reemplazar al destino como entidad por una fuerza moral y totalizadora que castiga el estilo de vida de su protagonista. Esta diferencia (que si se quiere, puede considerarse dialéctica) no es menor, ya que en última instancia sustituye el poder inmaterial de lo inevitable por una figura casi teológica que decide, basándose en una norma, sobre la vida de otro. Esto no es negativo o positivo por sí mismo, pero revela una postura que el director mantiene en varios de sus películas. En cada composición de cámara y de montaje, en cada decisión de la puesta en escena impera el tedio como norma. Hay un desprecio absoluto por la historia que se está narrando y sobre todo por su protagonista y eso se refleja tanto en el ritmo interno de cada cuadro como en la curva argumental trazada para ser recorrida por el personaje de Josh Brolin. El metraje, entonces, se hace extraño, ya que uno se pregunta qué motivo a los responsables a reversionar una obra con tanto desprecio. Este juego de las diferencias que expongo no tiene una finalidad caprichosa. Considero que en estas decisiones tomadas por el director está su punto de vista acerca del mundo y por ende la génesis de su cine. Me gustaría valorar alguno de los aspectos del film pero no encontré ninguno destacable. Es por eso que aconsejo tomar esta oportunidad para ver por primera vez la cinta de Chan-Wook Park si nunca se lo ha hecho o reverla ya que es una obra que siempre tiene algo nuevo que contarnos.
Remake innecesaria Razones para hacer una remake hay muchas: porque pasó mucho tiempo desde la original, porque un director quiso apropiarse de una historia ajena, porque un director rehizo una de sus propias películas (Hitchcock con El hombre que sabía demasiado versión 1934 y 1956; Michael Mann con Made in L.A. y Heat). También hay remakes para traducir un film al inglés y venderlo en los Estados Unidos. En el caso de este Oldboy de Spike Lee se impone un "¿Para qué?" gigante. También un "¿por qué?". Lee reversiona, nueve años después, la película de Park Chan-wook. La historia se traslada a Nueva Orleáns: hay un hombre al que encierran sin explicaciones en una habitación durante muchos años. El señor encerrado sale y tiene -quiere- encontrar a sus captores. Hay bastante violencia y momentos que se hacen difíciles de mirar por la sangre y las torturas. Pero el punto no es qué sino cómo: Lee comienza con un poco de exuberancia estilística y luego va achatando, adormeciendo su película, olvidando la intensidad del film coreano y convirtiendo su Oldboy en una de esos relatos que nos imponen la intriga del desenlace antes que el disfrute del proceso. Sin sentido visual ni melodramático, la Oldboy de Lee avanza hacia un final bochornoso a tantos niveles que nos hace olvidar que al principio había una película que incluso como remake sin demasiada reelaboración, podría haber funcionado, ayudada por la estirpe clásica de Josh Brolin y la mirada acuosa de enorme poder fotogénico de Elizabeth Olsen. Y, claro, porque Lee ya ha demostrado ser un director con nervio y potencia (Haz lo correcto, El plan perfecto, S.O.S. verano infernal y sobre todo la memorable La hora 25). Pero aquí pasa de una situación a otra como si la púa hubiera saltado en un long play (la "gran pelea" es abrupta e inverosímil) y avanza hacia una resolución basada en traumas ex-pli-ca-dos del pasado, con otra actuación atroz de Sharlto Copley. Para colmo, Lee ni siquiera tuvo el corte final del film: el estudio hizo 104 minutos de los 140 que propuso el cineasta ¿Para qué hacer esta remake en esas condiciones?
Qué pasa cuando un director provocador encara la remake de un film igualmente espinoso? A juzgar por esta versión de Oldboy a cargo de Spike Lee, lo más probable es que no ocurra nada. Este clásico indiscutido de Park Chan-wook, de por sí la adaptación de un manga, ganó en 2004 el premio del jurado en Cannes y puso al cine coreano en el mapa de los imprescindibles. En ese marco, una remake parece un paso suicida. Parafraseando su título más conocido, Lee no hizo lo correcto. Pero ciertamente lo hizo a su modo. Adaptada a la ciudad de Nueva Orleans, la película sigue fielmente a la original. Joe Doucett (Josh Brolin) interpreta a un policía corrupto que Lee, astutamente, acerca en un juego de espejos al Bad Lieutenant revisitado por Werner Herzog. Doucett es secuestrado y confinado a una habitación clandestina, donde es filmado cual reality show durante (y aquí empieza la pesadilla) veinte años. Doucett escapa y planea su venganza, retratada en un histórico plano secuencia donde destruye a un ejército de sicarios. Mientras en el film de Chan-wook esta escena resulta antológica, en el de Lee no la cree ni el mismo Brolin. El norteamericano quiso llevar a un plano de realismo un film esencialmente surrealista, y ese es su gran problema.
REMAKE OLVIDABLE Sádica y burda remake de un sobrevalorado film de culto inspirado en un comic. Es una de esas revisiones inútiles que no le agrega nada al original, al contrario. Poco para decir sobre esta explosión desmesurada y vulgar de violencia, tonta y chocante, que cuenta la historia demencial de un hombre que ha sido encerrado durante veinte años. Y no sabe por qué y por quién. Y encima durante ese terrible cautiverio se enterará por TV que su mujer ha sido asesinada y que él es el único culpable de ese crimen atroz. Si el planteo inicial ofrece algún interés por los trazos casi kafkianos de su propuesta, con el correr de los minutos toda esperanza se esfuma. Imaginación, culpa y venganza dan vueltas alrededor de este film recargado de falsa ferocidad que a veces estremece, a veces hace reír y siempre pesa.
Hay películas que son imposibles. Esta Oldboy es una de ellas. Se trata de la remake del film homónimo del coreano Park Chan-wook, que funcionó bastante bien en la Argentina a pesar de su origen. La historia es muy enrevesada: un hombre es secuestrado y embrutecido durante quince años, sin saber por qué. Al salir, buscará entender qué le ha sucedido y, claro, venganza. Pero las cosas se complican mucho más y poco a poco, después de la acción y la violencia, derivan hacia el melodrama. La cantidad de elementos es tan dispar que requieren de una gran convicción y, sobre todo, una idea muy sólida que los integre. Spike Lee, un realizador dotado pero dispar, que es capaz de grandes películas como Haz lo correcto, La hora 25 o El plan perfecto, y también de cosas horribles como El juego sagrado o El verano de Sam, evidentemente, no tiene demasiado interés en el material de base, y se limita a dirigir a sus actores, disponer de las situaciones de modo más o menos mecánico de modo que la historia pueda seguirse, e intentar que Josh Brolin saque las papas del fuego. Ni siquiera la reconstrucción de aquel gran plano (un hombre y una maza contra una multitud) llega a provocar algo de electricidad en el espectador. Un film imposible, pues, porque se basa en una escritura demasiado personal, en un estilo único que no puede reproducirse sin caer en la fotocopia deslucida que pierde su fuerza a medida que pasa el tiempo. Por algo Spielberg declinó realizarla cuando tuvo la oportunidad.
“Una palabra te embaraza. Una palabra te hace enamorar.” Frases de esta peculiar naturaleza tiene la pelicula original del 2003, de Park Chan-Wook que versiona 10 años después el consagrado Spike Lee (Haz lo correcto, Malcolm X) uno de esos directores-autores cuyos estrenos esperábamos ansiosos en los 90. Las críticas no acompañan a esta nueva Oldboy, al menos en la Argentina. Puesta en comparación con su predecesora pierde muchos puntos, primero porque el cine coreano tiene sus seguidores acérrimos y después porque la pelicula de Park Chan-Wook ocupa un lugar de culto indiscutible. Hay muchas cosas que se alegan, en general muy básicas, en los comentarios que denostan el film de Lee, por ejemplo lo anodino, lo frío y lo hueco del tratamiento general frente a lo pasional, visceral y poética propuesta de Park Chan-wook. A mí, este Oldboy me abrió una llave a la película original. Para pensar de qué manera las relaciones entre aquella y su copia, o entre el cine oriental y el cine hollywoodense (que no es lo mismo que occidental), plantean un modo posible de hacer crítica no muy habituada a salir de lo binario bueno-malo; viejo-nuevo o nuevo-agotado. No creo que esta Oldboy “hollywoodense” sea absolutamente desechable como se postula. Si no se conociera la original, es más, si no se supiera siquiera que hay una original, la pelicula de Spike Lee funcionaría como un thriller aceptable, con una estética de la musculatura masculina, diría, del héroe transformado que comienza a obsesionarse con su cuerpo correspondiente con los años de encierro y gimnasia de televisión para enfrentar a vaya saber qué enemigo. Este Joe Ducet, muy all show de Josh Brolin. sería algo asó como un nuevo Rock, listo para su pelea con el mundo. En la Oldboy de Park, los 15 años que su protagonista permanece misteriosamente secuestrado responden a algo mucho más misterioso e impenetrable que en la nueva Oldboy, que sugiere más el castigo a una vida de alcohólico abandónico, con muchos tintes moralistas acorde a los nuevos tiempos. Joe Ducet pasa 20 años encerrado en esa habitación con estética de motel, un no-lugar desde donde solo la tv le devuelve algún rasgo histórico: la caída de las torres gemelas, la asunción de Obama, por ejemplo. En ese sentido, la televisión ocupa un lugar central en la manipulación de los deseos, cosa que conecta en algo con La Naranja mecánica de Kubrick y que se explicita más groseramente, diría, en el film de Lee que en la pelicula coreana. La pelicula actual está claramente dividida en dos partes, es un relato más bien sencillo que no altera ni incomoda más que por sus escenas de violencia, suficientemente esteticistas nunca aberrantes. La pelicula coreana entrelaza el relato de los tiempos pasado-presente, interrumpidos por grandes elipsis que interrogan con fuerza al espectador. En Spike Lee, en cambio, la linea de causas y efectos es ininterrumpida. Nunca hay demasiada duda ni siquiera de los espacios que se recorren. El otro gran tema de Oldboy es el incesto. En la pelicula de Spike Lee hay una perversión más manifiesta y estilizada incluso en el tratamiento de la puesta en escena, actualizando a su vez el tema al de del abuso familiar padre-hijos, y buscando la justificación de la a posible condena y su correspondientemente castigo. En Park Chan-Wook, el incesto está cruzado por algo más místico y animal que tiene su punto poético culminante en la escena de hipnotismo. También, recomiendo volver a ver ambos finales para entender cómo en el cine contemporáneo buena parte de lo que pasa, pasa por la enunciación: es decir qué sabe el o los personajes de sus actos, cómo manejan lo que sabe, y cómo el espectador es envuelto en esa suma de saberes. Creo que puestos en disputa, ambos finales pueden ayudar a pensar modelos distintos de confección de puntos de vista filmicos. En suma, me interesó Oldboy y si la pregunta es “para qué” ver esta remake, respondo: para volver a la anterior y aprender las distancias que hay entre ambas tanto a nivel producción, como narración como construcción material.
La excusa es vana y dice así: “me cortaron cuarenta minutos del film”. La pelota, claro está, queda del lado de los estudios malvados. Es su culpa si la película fracasa (probablemente lo sea, pero más bien gracias a una falta de compromiso en lo que respecta al marketing). En ese relato, Spike Lee no sale airoso del aprieto pero, “es todo lo que le dejaron hacer”. ¿Será realmente así? Si al director de Do The Right Thing le devuelven sus cuarenta minutos faltantes, puede que se le caiga la mentira: de tener razón en que la verdadera calidad artística se encontraba en ese resto ausente, eso implicaría como resultado una película con 104 minutos de pésimas actuaciones, coreografías de acción y diálogos, y otros cuarenta simplemente maravillosos. Un desbalance importante que, de mover apenas el amperímetro artístico, la amplificaría de “mala” a “mediocre”. Y resulta lógico, basado en el metraje que sí existe, sospechar que el otro que permanece oculto no debe ser gran cosa. Obviando la pregunta de si era necesaria una fotocopia o no de la enorme película de Chan-wook Park (la respuesta es fácil), lo mejor que se puede decir de Oldboy versión 2013 es que la historia de fondo es tan buena que no hay americanización que pueda destruirla. Y he ahí el problema: poco cambia como para llamar a esta película una “interpretación” o “reversión”, y lo que sí cambia carece de sentido o, en todo caso, lo hace siempre para peor. Ahí está Josh Brolin para demostrarlo, encarnando a Joe Doucett, un hombre errático que un mal día es secuestrado y encarcelado en una prisión clandestina sin motivo aparente. Tan enigmática es la captura como su posterior puesta en libertad, tras veinte años de encierro entre cuatro paredes: así como si nada, un día despierta al aire libre, con enojo justificado y sed de venganza. Sin embargo, el rostro impávido de Brolin parece perdido y caprichoso, en lugar de melancólico e iracundo como lo era el de su personaje en el film original. El antagonista, aquí en la piel de un insufrible Sharlto Copley con absurdo acento británico, tampoco ayuda demasiado al relato: su plan es malévolo, sí, y todo lo que hace es terrible, pero cada escena que lo enfrenta con nuestro antihéroe parece más bien un chiste de mal gusto que una trama macabra. Por momentos uno tiene la sensación de que en cualquier segundo alguno de los dos, cualquiera, va a mirar a cámara y reirse. Pero el momento no llega, la película avanza tomándose demasiado en serio a sí misma como inconsciente del desastre, y lo que eran escenas antológicas en la original aquí aparecen como meras parodias: el pulpo no está ausente, sólo demasiado desinteresado como para adquirir algún protagonismo, y la bellísima pelea en plano secuencia donde el protagonista deshace una veintena de guerreros a puño limpio, aquí aparece ampliada en duración pero reducida en calidad artística: casi da la sensación de estar viendo en ella una escena perdida de West Side Story. Spike Lee es un gran director, posiblemente mejor que Chan-wook Park (a la ya mencionada Do The Right Thing hay que agregarle a su curriculum Malcolm X, Inside Man y La Hora 25, entre otras grandes obras), pero el proyecto posiblemente estaba maldito desde antes de comenzada la producción. No hay aquí metraje cortado que pueda cambiar eso.
Un cineasta que no pierde el pulso En su versión del film coreano de culto, el realizador Spike Lee mira sin piedad el lado oscuro de la sociedad norteamericana. Coreografías violentas y tamiz de historieta, en un clima de televisión tendenciosa y familias psicópatas. Tanto tiempo sin ver una película de Spike Lee en el cine, y cuando el hiato se salda -desde la lejana El plan perfecto, de 2006-, lo hace con una curiosa nueva versión de Oldboy (2003), el film de culto del coreano Park Chan-wook. Las razones de una remake las explica la práctica habitual del cine norteamericano, pero que sea Lee el ojo detrás de la cámara, lo vuelve un juego de referencias cruzadas en estado potencial. Esto lo confirma el talento de un realizador que tiene en su haber una obra con algunas películas maestras, entre las cuales "Haz lo correcto" (1989) continúa ocupando el sitial de honor, con su retrato social contenido en apenas una sola calle de barrio. El alegato crítico de Lee hace pie en su condición manifiesta de artista de color, que reverbera sobre su lugar en la industria: "40 Acres and a Mule" es el nombre de su productora, en alusión a la indemnización nunca cumplida del gobierno estadounidense con los esclavos libertos. Además, Lee ya es célebre por sus arremetidas contra nombres del propio medio: Su ira hacia el Django de Tarantino, el usual rol de "negro?blanco" con el que acusa al actor Cuba Gooding Jr., o su desdén hacia el chofer sumiso que Morgan Freeman compone en la oscarizada "Conduciendo a Miss Daisy". No se trata de exclamaciones gratuitas, que adornan su tarea, sino de un sentir que imbrica en su cine. Allí hay lugar para la denuncia, la revisión histórica, la autocrítica, desde una puesta en escena que le ubica como uno de los mejores narradores: "Malcolm X", "La hora 25", "S.O.S verano infernal", "Red Hook Summer", algunos de sus títulos. El cine de Spike Lee tiene, por ello, un verosímil propio, que siempre es, más allá de cuál sea el género cinematográfico o la temática. Cuando algo así sucede, es porque se está en presencia de un cineasta. Quien haya visto la Oldboy original, recordará el travelling del martillo, de coreografía bella, de violencia bestial. Cuando le llegue el turno al film de Lee, con Josh Brolin martillo en mano, será momento de ver qué es lo que la mirada furiosa del norteamericano tiene para decir. En este sentido, Oldboy: Días de venganza propone una relación de miradas de cine, entre la venia hiperviolenta del original y la poética del cineasta de color. La historia de Joe Doucett (Brolin), de cómo y por qué fue encerrado durante veinte años en un departamento, acusado del asesinato de su esposa, es el misterio desde el cual desplegar la revisión personal del personaje y la liberación física de su violencia. De esta manera, Oldboy es un ejercicio pendular, de ida y vuelta, un equilibrio entre el adentro y el afuera, entre el recogimiento y la furia desatada. También es la historia de una rata de laboratorio, con el televisor como contacto único, por donde desfilan publicidades, ejercicios ?aeróbicos?, discursos presidenciales, y aviones que se estrellan contra torres gemelas. Por todo ello, Josh Brolin es perfecto porque tiene la mirada hundida y el físico de granito. Recibe y da golpes en tanto relación de acción y reacción. Cuando pueda erigirse como efigie monolítica, de fuerza imparable, ya sólo se le podrá herir superficialmente, nada habrá que su cuerpo no soporte; el dolor -en última instancia- habrá de ser otro, muy diferente. Esta violencia, que por otro lado el cine de Lee supo siempre invocar -física y verbalmente- reviste aquí matices de historieta, con un verosímil que se tiñe de habilidad suprahumana, grotesca, casi abstracta; tal como le sucedía a Marv, el héroe de Frank Miller en el cómic Sin City. De este modo, Oldboy dialoga con la película predecesora en tanto resignificación cinematográfica. Entre varios ejemplos que citar, vale el encuentro entre Joe y los jóvenes futbolistas americanos, no sólo por la paliza que les da, sino por los lagrimeos -en pose- de sus novias high?school. El ámbito escolar será nudo para el devenir del film: cuando allí se dirijan los recuerdos a los que la investigación obliga, con una bandera norteamericana como prólogo, terminará por revelarse una violencia congénita, inherente a esta sociedad, con un desprecio inserto y programado desde las aulas de estudio, entre jóvenes entrenados para mortificar a la víctima de turno. Borrachos, pendencieros, de apellidos con dinero; nido de ratas, en suma, de donde no sale nadie tan heroico, nada tan puro. Por recabar en este pozo que hiede, de donde emergen todos sus personajes, Oldboy adhiere al cine negro, o de acuerdo con la tipología habitual, al neo?noir. Por un lado, por la tradición en la que se inscribe, en la que el cine norteamericano tiene los ejemplos mejores; por el otro, por la incidencia del cine de oriente, única plaza cinéfila actual preocupada por revalidar los géneros cinematográficos. Lo que sucede, al fin y al cabo, no es una de las mejores películas de Spike Lee, pero sí suficiente como para rubricar un sello de cine al lado de tantas producciones formateadas por el mercado. Persistir en la comparación entre las dos Oldboy no tiene otro sentido más que lúdico. En todo caso, mejor será abocarse a lo que en el film de Lee aparece en tanto puesta en escena, atenta -claro que sí- con el título de origen, pero mucho más con lo que ha hecho de Spike Lee uno de los cineastas más brillantes de su época.
Antipático Sr. Venganza Son muy raras las veces que se logra ejecutar una buena versión estadounidense de una película originalmente proveniente de otra industria que no sea la de Hollywood. Se podrían citar como excepciones dos clásicas adaptaciones de obras de Akira Kurosawa, Los Siete Magníficos, de John Sturges (basada en Los Siete Samurais) y Por un Puñado de Dólares, de Sergio Leone (en realidad se trata de una remake italiana de Yojimbo). En los últimos años, la mejor de todas lamentablemente pasó desapercibida: Déjame Entrar, de Matt Reeves, inspirada en Criatura de la Noche: Vampiro, de Tomas Alfredson. Y ahora le llegó el turno a Oldboy. La nueva obra de Spike Lee, es una adaptación del clásico de Park Chan Wook del 2004. Película que sorprendió a Cannes por su historia, su humor negro visceral, su romance y el planteo moral del desenlace. Su éxito trascendió fronteras y permitió que el cine coreano se difundiera mejor en Argentina. Como era de esperarse, Hollywood no podía quedarse afuera del fenómeno y decidió adaptar el manga de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi. En principio, Steven Spielberg coqueteó con el proyecto pero finalmente se lo quedó Lee, lo que a primera vista sonaba un poco mejor. Lo más acertado de la propuesta del realizador de Malcom X es que no le hizo asco a la violencia y el tono gore de la original. Tampoco dejó de lado, sino al contrario, incrementó el erotismo del film original, y a la vez conservó un poco del humor negro absurdo de la historia. Sin embargo, hay ciertos elementos en la estructura que se ven forzados. Desde la presentación del protagonista, que definitivamente no tiene ese halo común del antihéroe del film del 2004, sino que es un hombre completamente decepcionante, alcohólico, chamuyador. Acá, Joe – Josh Brolin en una de sus peores interpretaciones – es confinado a una adaptación donde se entera que fue acusado por el asesinato de su esposa, pero que su hija sigue viva y no lo extraña. Este detalle, cambia el resto de la estructura, debido a que convierte en previsible una de las subtramas más potentes. Sin embargo, a nivel audiovisual, esta secuencia es la mejor desarrollada. Por otro lado, el guionista Mark Protsevich decidió agregar personajes secundarios que en vez de sumar, terminan restando. Por un lado, un amigo de Joe – Michael Imperioli – y por otro, el captor – un Samuel Jackson completamente kitsch. Ninguno logra aportarle al film suficiente tensión para justificar el agregado. Al contrario, le restan fuerza al protagonista. Si bien toda la secuencia del confinamiento es lo más similar en tono al del film original y produce cierta incomodidad, el final es directamente la prueba de que ni el guionista ni el director comprendieron la película de Park Chan Wook. La original habla del amor. Un amor poco tradicional, pero amor al film. No lo juzga, tampoco hace apología de ello. Acá en cambio, no solamente pervierte grotescamente al villano y su historia, sino que prácticamente le quitan la coherencia e impacto al original. Spike Lee juzga, castiga y tortura a los protagonistas sin ningún tipo de justificación narrativa. El absurdo final, le quita lirismo y ambigüedad al mensaje e incomodidad que provocaba el final de Oldboy coreana. oldboy-movie-trailer-hd-stills-images-josh-brolin-elizabeth-olsen-spike-lee-46 Visualmente, el director conserva algunos planos típicos de su factoría – travellings filmados con steadycam, con los personajes que en vez de caminar, parecen flotar – y se anima a copiar la famosa “secuencia del martillo” con estilo propio, aunque sin el impacto del plano secuencia original. Está llena de detalles y falsas pistas que también restan argumentalmente. Apenas hay un guiño hacia la escena del calamar y uno se queda con las ganas de ver a una estrella de Hollywood imbuir un cetáceo vivo. Entre la solemnidad y el humor negro, esta Oldboy made in America decepciona por varios motivos. Primero porque está muy lejos de la obra original. Segundo, porque es una nueva caída para Spike que desde El Plan Perfecto no tiene un film “exitoso” y por último, porque sacando de lado estos datos para cinéfilos, Oldboy tampoco funciona como película en forma independiente. Es aburrida, monótona en ciertos momentos, y demasiado artificial visualmente. Spike Lee hace un film que se queda a mitad de camino de todo. Si Josh Brolin tiene momentos sobreactuados, mucho peor es lo del sudafricano Sharlto Copley que no le encuentra el tono sereno a su villano, tono apropiado para hacerlo un poco más atractivo de lo que es. De todo el elenco, la mejor suerte la corre Elizabeth Olsen, que consigue una interpretación convincente entre tanta incoherencia. Aunque, el personaje original desbordaba simpatía y carisma, que la hermana menor de la familia Olsen no consigue transmitir. Ejemplo claro de que cada film pertenece a su propia cultura y no se debe tocar en Hollywood, Oldboy es una obra para dejar pasar y olvidar rápidamente.
Tanto para tan poco Resulta que en el 2003 se estrenó Old boy: cinco días para vengarse, adaptación de un manga y que es la segunda entrega de la Trilogía de la Venganza concebida por Park Chan-wook, luego de Sympathy for Mr. Vengeance (2002) y antes de Sympathy for Lady Vengeance (2005). Ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes en el 2004, es recordada por la mayoría del público básicamente por su vuelta de tuerca final y por un memorable plano secuencia donde el protagonista se enfrenta a unos pandilleros en un corredor armado tan sólo con un martillo. Enseguida Hollywood se lanzó de lleno al proyecto de una remake, pero el camino estuvo lejos de ser fácil y lineal: en un momento el film iba a ser dirigido por Steven Spielberg y protagonizado por Will Smith, pero esa posibilidad se cayó. Luego, mientras el desarrollo del guión se iba estirando en demasía, se fueron barajando otros nombres no sólo para el personaje masculino principal, sino también para la protagonista femenina (Rooney Mara, Mia Wasikowska, Lily Collins) y el villano (Christian Bale, Colin Firth, Clive Owen). Finalmente, Spike Lee quedó a cargo de la dirección, con Josh Brolin, Elizabeth Olsen y Sharlto Copley en los papeles principales. La distribuidora de la película en Estados Unidos, FilmDistrict, amagó con hacer una campaña icónica, buscando captar la atención de los potenciales espectadores a través de pósters y tráilers apoyados en el misterio básico, y la vez en extremo potente del relato: ¿por qué alguien secuestraría a un hombre, manteniéndolo luego en cautiverio durante quince años, para después liberarlo también sin razón aparente? Pero claro, ese enigma no podía convertirse en gancho para el público si por otro lado el estudio dudaba de la versión entregada por el director, hasta el punto de decidir reducirla de 140 a 105 minutos. Menos aún si el propio Brolin admitía que prefería el corte del director al del estudio. Y aún menos si a último momento se decidía cambiar la fecha de estreno, programando el lanzamiento para el Día de Acción de Gracias, es decir, el momento menos oportuno posible. Los críticos -necesarios para el éxito de estos films- no fueron precisamente piadosos, por lo que el rotundo fracaso estaba anunciado. Hay veces que ciertos fracasos son absolutamente injustos: terminan sucediendo porque los estudios no saben cómo vender sus propios productos, avanzan y retroceden numerosas veces en sus decisiones y terminan alertando tanto a la crítica como al público, que en estos casos suelen oler la sangre desde muy lejos. Un caso reciente es El llanero solitario, que tuvo reseñas horribles y un pésimo rendimiento en la taquilla, a pesar de ser una excelente relectura del western. Pero en el caso de Oldboy hay que decir que el fiasco económico y artístico es merecido. Lo es en primera instancia porque su construcción va a contramano de la desestabilización propuesta por el original, que se la pasaba sacudiendo al espectador, para proponer una visión que, a pesar de cierta oscuridad que insinúa, no deja de ser en extremo tranquilizadora y lavada. Si en la versión de Park Chan-wook se utilizaba un romanticismo desaforado y la empatía con los personajes -incluso con el misterioso villano- para obligar al espectador a problematizar su punto de vista, acá se trabaja a partir de un distanciamiento respecto a las acciones cuyo objetivo final es recomponer rápidamente lo que amaga con alterarse. Pero eso, que es ya de por sí cuestionable aunque puede ser llevado a buen puerto -Hollywood ha sabido compensar los quiebres propuestos por otras cinematografías desde tiempos inmemoriales, restableciendo siempre el orden impuesto por el status quo-, acá está concebido de manera torpe y desganada, en piloto automático, avanzando a los tropezones, confiando sólo en el impacto de las vueltas de tuerca. Pero lo peor es la ausencia (o más bien la presencia de la ausencia) de Spike Lee como realizador. Quizás en esos 35 minutos extras que tenía el corte original estaban las marcas reconocibles del cineasta, pero lo cierto es que en la versión que se conoce en los cines hay poco de ese director polémico, muchas veces sectario, pero también directo y potente en sus posicionamientos políticos a través del cine. Oldboy es un film sin alma, sin un autor detrás que sepa aportar algo nuevo, con un elenco a la deriva -el extremo es Copley, cuyo antagonista es de cartulina- y una historia con un gran potencial que se pierde en la rutina. Demasiado poco para tantas idas y vueltas.
Perversión automática De las remakes recientes, Oldboy: días de venganza es una singularidad incomprensible. La original era coreana, fue dirigida por Park Chan-wook y se estrenó hace 10 años. La innecesaria versión estadounidense lleva una firma con peso específico: Spike Lee, es decir, un autor, aunque su nervio y su talento brillan por su ausencia. ¿Cómo puede ser que este filme luzca tan desangelado y agotado desde el principio? El tema oficial, como en la precedente, es la venganza; el interés subyacente, en ambos casos, es otro: explorar el máximo tabú de nuestra especie en clave de thriller. No hay duda: las dos versiones son perversas. Un disoluto agente de publicidad, entregado a la bebida e incapaz incluso de ocuparse de su hija de 3 años, que vive con su exesposa, es secuestrado misteriosamente en octubre de 1993. Al despertarse, Joe Doucett descubre que está en un motel sin contacto con el mundo exterior. La única vía con lo real pasa por un televisor; viendo un noticiero, se entera de que ha asesinado a su exesposa. De ahí en adelante, en sus largos años de prisión y sesiones esporádicas de tortura simbólica, Joe mantendrá un único objetivo: escapar de la celda, demostrar su inocencia y redimirse frente a su hija. Pasarán dos décadas. Pero no todo lo que ve y cree es real. Los primeros 40 minutos de Oldboy retoman lo mejor de su sobrevaluada versión oriental. Lee es fiel al planteo e incluso al lenguaje audiovisual de Park; su contribución es mínima y pasa por cómo incorporar al relato la Historia de Estados Unidos. En la televisión del motel se ve desde la asunción de Bill Clinton y Bush hasta las tragedias del 11 de septiembre y el huracán Katrina (dos tópicos tratados por Spike Lee con gran lucidez y altura en sus magníficas La hora 25 y When the Levees Broke). Tal vez el director haya querido aquí sugerir que la venganza es la emoción colectiva de una época, pero su aproximación es deficitaria. Y las cosas empeoran cuando Joe abandona su encierro: todo oscila entre el clisé y la violencia gratuita, como si desde ese momento Lee abandonara la película a una especie de piloto automático cuyo único propósito es ilustrar la perversión. Consumado el horror, habrá un nuevo intento de redención. Quizás los personajes se han liberado, el filme no. No hará falta que pasen 20 años para que nadie recuerde la remake de Oldboy.
Posiblemente lo más interesante de ésta adaptación a la cultura occidental del original del mismo título, dirigido por Chan Wook Park, que se ha hecho acreedor a varios premios internacionales, entre ellos el del jurado en el festival de Cannes 2004, es que Spike Lee, uno de los grandes directores de cine de Hollywood, reconstruye “Oldboy” (2003) sin recelo del original, ni ignominia. Las diferencias entre la una y otra no son demasiadas, posiblemente el plus a favor de ésta se pueda encontrar en la actuación de Josh Brolin, quien aproximadamente durante la mitad de la narración es el protagonista casi exclusivo. Mientras todo transcurre en la línea de la adaptación respecto de lo cultural el desarrollo se hace interesante, viable, logra su cometido: atrapa al espectador, aunque haya visto la original. Le incluye temas como la violencia social, la violencia de género, hasta el incesto que no existía en la anterior. Todo se hace verosímil, creíble, sin tener certeza, ni explicación, ni justificación de lo observado, sólo intriga de los por qué. El problema se presenta cuando deja de lado la adaptación y se quiere transformar en homenaje, copia o cómo se lo quiera llamar. Desde ahí da por tierra con todo lo construido. Como ejemplo claro de esto el recurrir a la estilización de secuencias que no por repetición sean defendibles en si, la escena de la pelea a martillo, tan creíble en la original por que su personaje, coreano, lo hace probable, aquí raya en lo vulgar e inverosímil. Esta remake, es para muchos innecesaria. Digamos que el relato comienza en 1988, narra la historia de Joe Douchett, un hombre con cierto grado de dependencia alcohólica, que vive una vida dentro de los parámetros normales. Separado de su mujer, no así de su pequeña hija, es secuestrado en estado de ebriedad. Cuando recobra el conocimiento se da cuenta que está encerrado en una especie de celda sellada, donde un televisor hace las veces de único nexo con el exterior. Joe desconoce los motivos de su encierro, trata de encontrar alguna huella mnemónica que le ayude a entender lo que está sucediendo. Contemporáneamente se entera por la televisión que su ex esposa ha sido cruelmente asesinada. Todos los indicios que maneja la policía lo colocan a él como el principal sospechoso, su sangre esta presente en el lugar del crimen. El tiempo transcurre y él termina por adaptarse a su nueva realidad. La penumbra de su celda deja de ser un problema. Decide realizar actividad física para mantenerse activo y elucubraciones mentales para no descompensarse psíquicamente, la más importante es llevar la cuenta de los días que se suceden, y escribir todo lo que ha hecho en su vida, para descubrir con que haya podido causar daño a otros, razón por lo que su actual situación sea una especie de venganza. Especula con que el individuo que lo ha encerrado es una de esas personas y planea su propia venganza. Años después, un día cualquiera, lo duermen con un gas y despierta en libertad en medio de un campo. Descubre que le han dejado mucho dinero y un teléfono celular. Recibe una llamada, un desconocido le dice que ahora debe indagar el por qué de su encarcelamiento, descubrir un secreto sin medir las consecuencias, aplicado en el deseo de venganza. Desde lo valores técnicos la producción es “casi” impecable. La dirección de arte, la recreación de época, en este sentido el manejo de la luz, las elección de las posiciones de cámara y sus movimientos, sobre todo mientras dura el encierro, asimismo el diseño de sonido y la misma banda sonora que el responsable la hace jugar como elemento de progresión dramática. Pero todo esto no alcanza. Pues los desniveles narrativos, estéticos, estilísticos desde lo coreográfico, caen por no terminar de definirse y van en desmedro del producto en general.
“OLDBOY: DÍAS DE VENGANZA”: DRAMA, SUSPENSO Y VENGANZA 0 Publicado el: 03/07/14 Oldboy Joe Doucett es un ejecutivo vinculado al mundo de la publicidad al que las cosas no le están saliendo para nada bien y termina arruinando el único negocio que parecía estar cerrando con éxito. Sumido en la depresión producto del alcohol, llega hasta el bar de su amigo Chucky (Michael Imperioli) quien decide no abrirle y acaba siendo secuestrado para quedar preso por los próximos 20 años pero no en una cárcel normal. Dirigida por Spike Lee y protagonizada por Josh Brolin, Elizabeth Olsen y Sharlto Copley, “Oldboy” es una remake estadounidense – homónima de la versión surcoreana – relata la historia de una venganza que Adrian (Copley) llevará a cabo de la forma más despiadada contra Joe Doucett, un ex compañero de secundaria, a quien culpa de haber arruinado a su familia. Después de 20 años, el publicista es dejado en libertad con tan poca explicación como la que había tenido al ser privado de la misma y luego de vivir dos décadas a base de comida china y vodka se encuentra ante la posibilidad de obtener una respuesta a todas sus preguntas. Aquel tiempo durante el cual estuvo detenido si bien lo volvió antisocial también fue su preparación a la espera de un posible escape. Una lucha diaria por traspasar esas cuatro paredes que lo atrapaban impidiéndole demostrar su inocencia en el supuesto asesinato de su ex esposa del que lo inculpaban en televisión y privándolo de su última chance para recuperar a la hija que había perdido. El film se estrenó en Estados Unidos durante el transcurso del año pasado sin éxito en lo absoluto pero, a pesar de esto, los 104 minutos de duración muestran un relato atrapante, de una agresividad psicológica pocas veces vista, violenta sobre el final, cruda por momentos y desconcertante a la vez. Sin embargo, es cierto que le falta claridad para que el espectador no se pierda y comprenda el final bien concreto que eligió el director. Ayudado por sus amigos, Joe Doucett (Josh Brolin) comienza la búsqueda tras ser abandonado en un campo, con plata y un celular a disposición. El otrora publicista se convertirá en un despiadado asesino en los momentos que lo ameriten para alcanzar su objetivo cueste lo que cueste. Uno a uno va siguiendo a los cómplices de quien dio la orden para secuestrarlo ayudado también por Marie Sebastian (Elizabeth Olsen), una médica voluntaria que conoce en su persecución y con quien, al mismo tiempo, serán participes involuntarios de la venganza planeada por Adrian. Un final inesperado pone cierre a una película lenta en su parte inicial debido a que todo transcurre en una habitación, que logra transmitir la sensación de encierro justa. Luego el protagonista ya libre y la necesidad de arribar a un desenlace provocan un cierto dinamismo que Spike Lee busca provocar dotando de habilidades poco creíbles a un personaje distinto del que había planteado en un principio. Aquel que se acerque a la pantalla grande deberá entonces responder a la siguiente pregunta: ¿Llega a consumar Joe Doucett su venganza por el secuestro o agrava la planeada por Adrian? El dilema ya quedó planteado, cada uno deberá resolverlo.
Tengo que confesar que vi la versión coreana porque me la recomendaron y tenía cierto recelo. Fue la primera y única vez que vi una película sola en mi casa y cuando terminó me pareció tan genial que aplaudí a la televisión por medio minuto. Todos sabemos que los remakes y las comparaciones son odiosas, así que digamos solamente que la crítica que sigue es de la prima anémica y desabrida de esa maravillosa primera versión. Josh es un tipo detestable. Es físicamente repulsivo (porque remarcan su aspecto dejado), borracho y sin ningún código. Aparentemente no siente respeto ni amor por nadie y hasta te lo llevan al extremo mostrando cómo no le interesa estar presente en el cumpleaños de su hija porque “como tiene tres años seguro que ni registra”. En esa necesidad americana de mostrar causa consecuencia sin dejar que el espectador deduzca absolutamente nada, toda esta introducción es decadente y casi sin sentido, pero empieza a tomar otro color cuando él es secuestrado. Lo poderoso de verse librado de la libertad es que su celda es una habitación de un motel de mala muerte, en la que no hay ventanas sino imágenes que cambian. Todos los días come exactamente lo mismo y su única conexión con el mundo exterior es una televisión que muestra sólo los programas que él debe tener en cuenta. Esta estructura, claro, apoyada en las capacidades actorales de Brolin que realmente pone toda la carne al asador. El resto del elenco se completa con Elizabeth Olsen que es la hermana menor de las mellizas y que está queriendo codear para tener su lugar. Esa cara de pobrecita ayuda al papel virginal que tiene que hacer pero la verdad es que no suma más que un par de muy adorables ojos azules. Si pagan la entrada por ver a Samuel L Jackson, quédense en casa porque aparece un suspiro y ni siquiera destaca. El villano, prácticamente un Lex Luthor con mil televisores y un piso vidriado (aparentemente la intimidad no es algo que le preocupe) Sharlto Copley es de lo peorcito con tonada británica que vi en mucho tiempo. De verdad. Y eso incluye a Daniel Radcliffe. En orden de no hacer la película tan visceral y poder justificar las aristas del personaje, ésta que es la segunda entrega de la “Trilogía de la Venganza”, queda un poco fofa y juvenil la anécdota que desencadena la furia con un villano estereotipado y unas cuantas chicas asiáticas que tienen que disfrutar de desafiar la gravedad. Spike Lee imprime su estética que se aleja de la cuidadosa asiática para ser más cruel y más ruda. No vamos a decir que no le funciona pero creo que si dejamos los artificios para centrarnos en la historia y nuestra versión es de por sí más light, no pueden creer tener otro resultado. Cuestión: la violencia que hay, aparece sin sentido. La venganza, un poco desmedida y un tanto infantil, el romance tirado de los pelos. Lo que sí estamos seguros, es que Brolin puede hacer que lo odiemos y que nos caiga mejor sólo por haberse cargado la película al hombro. Sentí que realmente faltó alma al despliegue.
Sin tomar a su predecesora, esta “Oldboy” (USA, 2013) de Spike Lee, tiene muchas más virtudes de las que uno imaginaba, las que seguramente serán apreciadas por espectadores que nunca hayan oído hablar de la historia y mucho menos haber visto la “Oldboy” del estilizado y revolucionario Chan-Wook Park. Hacer el ejercicio de abstraerse completamente de todo conocimiento previo, hace que uno pueda introducirse en la historia de sangrienta venganza y traición a la que Joseph Doucett (Josh Brolin), un pendenciero, misógino, borracho y desagradable publicista, es expuesto. Porque en la decisión de alguien de cambiarle la vida de un día para para otro a una persona, Joseph (Brolin), verá como en el encierro bajo mil llaves, y sin ningún indicio acerca del porqué de esa drástica decisión, una posibilidad de reencontrarse consigo mismo y superarse. De largas noches de bebidas etílicas y sexo fácil, olvidando luego sus responsabilidades y compromisos familiares (cumpleaños de su hija, por ejemplo), pasará a recomponer su camino para encontrarse con sus seres queridos, o al menos, intentarlo. Pero en la pantalla de TV que le transmite mensajes las 24 horas del día, en un encierro del que nunca sabrá si se tratará de día o de noche, una noticia lo sorprenderá, la del asesinato de su mujer y por sus propias manos. En las cuatro paredes de la supuesta habitación de hotel, Joseph intentará armar en los primeros años de encierro, una rutina basada a fuerza de alcohol que lo único que hace es impedirle comprender la verdadera situación por la que está pasando y olvidarse de la noticia que lo involucra. Sin embargo en la mitad del período, su cabeza hará un click por lo que decidirá armar un plan para poder escapar del cuarto para recuperar, de alguna manera, su historia de afuera, una en la que su hija Mia, tendrá un particular peso e importancia y de quien sabe (por las imágenes que le proyectan) que ha sido adoptada por una familia bastante “normal” y se dedica a la música. Al finalmente escapar (y dejar a cientos de seres caídos en su camino), Joseph buscará vengarse de cada persona a la que él considere responsable de su encierro, y mientras lo hace conocerá a Marie (Elizabeth Olsen), una joven médica dedicada a los más humildes, y con quien entablará una relación muy estrecha. Del thriller psicológico a la película de venganza, para pasar también por el drama y la investigación policial, por todos esos géneros el director se pasea con gran maestría, demostrando también una vez más los hallazgos de Spike Lee y el amor que le tiene al séptimo arte. En cada imagen de “Oldboy” hay una pincelada y una mirada particular sobre la original pero potenciando el plot inicial y enfocándose en la posterior libertad de ese confinamiento sin explicación alguna al que es sometido el personaje principal durante 20 años y generando una reflexión sobre la sociedad, el consumo y principalmente, los vínculos sociales. No importa el grado de sadismo y exposición a la violencia, porque Lee arma un espectáculo con el que logra sostener durante casi dos horas algo más que una serie de piezas que en algún momento tomarán sentido, el peor de ellos. El director narra sugestionando y plasmando en colores (con gran presencia para los determinados momentos de la acción) las diversas variaciones del personaje y la acción en una obra que no pasa desapercibida, y que si bien posee la sombra del original amenazándolo, por momentos se escapa y logra armar su propio y entretenido camino narrativo. Intensa.
Oldboy: un rompecabezas de obsesión y venganza Cuando Oldboy se estrenó en 2003, su director, Park Chan-wook se ganó estatus de culto y se llevó el Grand Prix de Cannes por mejor película. El film estaba basado en el manga japonés de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi, y fue protagonizado por Choi Min-Sok. Su estreno causó conmoción y sacudió al mundo entero. Con un arte marcial perfectamente coreografiado a lo Akira Kurosawa, y con la incorporación de un suspense hitchcockiano, Park hizo de Oldboy una obra maestra, y se convirtió en el "Tarantino de Oriente", por sus tramas de venganza y el exceso de violencia en sus películas. Y ahora, más de diez años más tarde, Spike Lee –Inside Man, Malcolm X- decidió rendirle honor al cineasta mediante un remake un tanto innecesario de un clásico inmejorable del cine moderno. Y, como era de esperar, su versión hollywoodense del thriller coreano asombra pero no sorprende; remueve pero no aterra; e invoca sensaciones que los fanáticos de la obra original percibirán como meras imitaciones. Oldboy cuenta la historia de cómo el ejecutivo publicitario Joe Doucett (Josh Brolin), alcohólico y escoria de la sociedad, es inexplicablemente secuestrado y mantenido en cautiverio durante veinte años en una especie de motel-prisión. Al ser liberado, Doucett debe descubrir quién es el responsable del castigo al que ha sido sometido y entender por qué. Pero su vuelta al mundo real no implica libertad, y su búsqueda implacable lo lleva a enamorarse de una joven trabajadora social (Elizabeth Olsen) que lo ayudará a analizar su pasado para descubrir la verdad. La nueva versión de Oldboy es un guiño a la original, que, aunque no de la forma más acertada, por momentos hasta llega a generar una nostalgia aletargada, y honra a su predecesora de una manera un tanto forzada. Sin embargo, aunque el film quizás provoque y desafíe a un espectador que no esté familiarizado con la obra de Park, no logrará atrapar del todo al connaisseur de la genialidad coreana.
Innecesaria pero entretenida "Oldboy" versión 2013 es sin dudas una remake innecesaria, con sólo 10 años de diferencia con la versión original del coreano Chan-wook Park y sin ningún aditivo adicional que la diferencie o la haga más interesante. Que la original sea coreana, no quiere decir que el grueso de la población mundial no tenga ni idea sobre la importancia de la película y que haga falta que Hollywood la reversione, pero bueno, a los muchachos se les ocurrió que quizás si era necesario. Dicho esto, debo decir que no me parece justo u objetivo todo el despotrique que leí en contra de la calidad de esta película y sobre la labor de Spike Lee como director. Que no sea necesaria no quiere decir automáticamente que sea mala. Tiene varios elementos en contra como la pérdida del factor sorpresa y la occidentalización de un drama que tenía mucha fuerza en el contexto cultural en el que se desarrollaba, pero la historia es básicamente la misma y el ejecución es bastante interesante, aunque un tanto superficial por momentos. Creo que una persona que no haya visto la versión original de 2003, puede entretenerse con este producto y hasta llegar a vivir un poco de la intensidad que tenía la "Oldboy" coreana. Si tuviera que recomendar alguna de las dos, diría que "Oldboy" de Park es para el espectador más conocedor del cine, más abierto a los relatos de autor y más receptivo de la sensaciones que quiere transmitir el director, mientras que la "Oldboy" de Lee es más adecuada para el espectador acostumbrado al cine más mainstream, dinámico y visual. Para graficarlo un poco, tengo amigos que si los llevás al cine a ver "La naranja mecánica" o "Réquiem para un sueño" terminan aburridos y con mucho tedio porque no se bancan el ritmo, la intensidad y la carga poética de este tipo de trabajos. Para ellos, es mejor la versión Lee. Hay otros amigos que están más adecuados al cine independiente, al cine europeo y oriental y están familiarizados con el cine arte o el cine de autor. Para ellos, definitivamente les resultará una experiencia más completa ver la versión Park. Para los que no tienen idea de que se trata, les voy a comentar que deben prepararse para una trama bizarra, interesante, pero fuera de lo común. El ejecutivo Joe Ducett (Josh Brolin), luego de una noche de festejo desenfrenado, se despierta desorientado en lo que parece ser un cuarto de hotel. Cuando comienza a volver en sí, se percata de que en realidad más que un cuarto de hotel se trata de un prisión en la que lo han puesto en contra de su voluntad. Allí pasa 20 años encerrado, en compañía de sólo un televisor que entre otras cosas, le muestra que su esposa ha sido asesinada y el principal sospechoso es él que está desaparecido. Su pequeña hija es puesta en un nosocomio para menores. Un día, es puesto en libertad sin razón aparente y nuestro protagonista aprovecha para buscar a la persona que arruinó su familia y poder vengarse. En ese camino de revancha, le va a pasar de todo, incluido enterarse de un oscuro secreto que le tiene preparado su captor. Una historia muy interesante, super violenta y distinta de lo que estamos acostumbrados a recibir de Hollywood. La labor de sus protagonistas es buena aunque despareja. Su mayor pecado es no tener la relevancia y la pasión que tenía la versión original. Creo que si bien no logra conectar tanto con el público, se deja ver y es un buen entretenimiento.