Resulta curioso que la empresa líder en animación mundial no haya ganado un sólo oscar a película animada. Sin embargo, si revisamos la historia, la estatuilla sólo se empezó a otorgar en 2001, siendo Shrek la primera ganadora. Cabe aclarar que aunque Pixar fue absorbido por Disney hace algunos años, y que películas como Buscando a Nemo, Toy Story 3 o Wall-E que han sido ganadoras,y en las que Disney ha participado en ellas, Pixar siempre ha sido la casa gestora de estas ideas, por lo cuál no se le atribuye el éxito al hogar del ratón Mickey. Y el hecho de que "La Bella y La bestia" haya estado nominada al rubro de mejor película no cuenta como un premio, simplemente un logro histórico. Aunado a ello, los últimos 10 años no han representado lo mejor en cuanto a historias "originales" si podemos considerar como tal las historias de "La princesa y el sapo" o "Enredados". Sin embargo, y afortunadamente, Ralph el Demoledor ha cambiado por completo esa idea. Desde la concepción en un mundo completamente de videojuegos clásicos, una animación maravillosa, un diseño de arte perfectamente cuidado en cada detalle (desde el mundo apocalíptico de Hero´s Duty, hasta el dulce y azucarado hogar de Sugar Rush con todo y paletitas y dulces de todos tipos y colores), una historia realmente enternecedora que los más pequeños disfrutarían, junto con los padres, y con tantas referencias, guiños y cameos gamers que los adictos a la tecnología sabrán encontrar y apreciar, Ralph el demoledor se perfila como la primer película exclusivamente de Disney que ganará el oscar. Quizá la única falla que le encontramos aquí en México, es que la voz de Vanellope Von Schweetz es hecha por María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina para toda latinoamérica) Y no es que la señora no tenga talento, sino que realmente se pierde mucha conexión por el intento de voz de niña que quiere darle y que realmente perdió hace algunos años. Sin embargo, omitiendo ese detalle que sólo pasó en la versión mexicana, es una película enteramente agradable por niños y adultos (doblemente si se es gamer) y con una historia que más que una lección, es realmente un viaje de aceptación a sí mismo, a lo que se tiene, lo que se es, y a usar realmente nuestro potencial por completo, sin cambiar sólo por agradar a los demás. Y eso sí, muchas, muchas risas en una hora y media, siendo lo mejor de este año, esperando lo que pase con Dreamworks, quien parece ser su más próximo y cercano competidor. Gracias Disney por traer a John Lassetter como productor ejecutivo. "Soy malo, y eso es bueno. Nunca seré bueno, y eso no es malo. No quiero ser nadie más. Y soy feliz"
En esta creciente moda de “malos buenos”, como Megamente o Gru de “Despicable Me”, llega Wreck It Ralph, quien tras 30 años de ser el malo del video juego, y no tener reconocimiento, se cansa y quiere por primera vez dejar de ser el malo. Simple, y al pie, pero no por eso menos efectivo. Señoras y señores, bienvenidos a la mejor película de Video Juegos de la historia. Punto. FICHINERA Así es, creo ser el indicado para hacer la review de esta película, por mi fanatismo por los video games, quizás Lukini también la podría haber hecho, ya que es un gusto que compartimos, pero la vi antes yo! Je! Wreck It Ralph es una “típica” película de Disney, pero por ser dirigida por Rich Moore, se advierte un tono mas picante que de costumbre, por lo cual me sorprendió ver que ciertos chistes llegaron a la pantalla. Como por ejemplo el juego de palabras con “Hero’s Duty”, en el cual uno de los personajes emparentan la palabra Duty (deber) con ir al baño a hacer lo segundo (El deber). No solo lo dicen al pasar, si no que mantienen una conversación en doble sentido al respecto. En una película de Disney! Increíble. La película nos muestra 3 video juegos inventados, Fix It Felix Jr (una especie de Donkey Kong), Sugar Rush (clon del Mario Kart) y Hero´s Duty (híbrido entre el Call of Duty y el Medal Of Honor). Pero fuera de eso, todos los juegos que aparecen son muchísimos. Y estos, al mejor estilo Toy Story, al cerrar el establecimiento donde están, cobraran vida y dejaran sus trabajos frente a la pantalla para vivir sus vidas. Fue increíble ver a Ken invitarle una bebida a Ryu mientras estaban peleando en la pantalla de attraction mode del Street Fighter II. De hecho la película arranca con una especie de reunión de terapia grupal entre “malos”, quienes no son malos, tan solo es su trabajo. “Es bueno ser malo, y no hay nada de malo en no ser bueno” dice Zangief, con la voz del mismísimo Rich Moore. ”Que seas malo no significa que seas MALO”, ¿se entiende? Claro que se entiende, pero no le alcanza a Ralph que en un ataque de angustia decide abandonar su juego para buscar una medalla que le gane la aceptación de sus compañeros de trabajo, quienes no entienden que Ralph solo hace su trabajo de malo, pero no es malo. GAME STATION Al dejar su juego, Ralph empezará a vagar por otros juegos, buscando su destino, así es que llegará a Hero’s Duty, un First Person Shooter donde el ganador es justamente condecorado con una medalla. Ralph entrara y contra todos los códigos, (de vida y de programación) hará trampa para conseguir esa medalla. Dicha locura lo hará entrar en otro juego llamado Sugar Rush, donde se hará amigo de Vanelope, un glitch de dicho juego. Sin contarles mas de la trama les digo que tanto gamers como no gamers disfrutaran muchísimo de esta película. Pero ser gamer, y entender todos los guiños y alusiones a juegos mejorará infinitamente la experiencia del espectador. Rich Moore tuvo especial cuidado en elegir juegos masivos para representar, como el Pac-man o el Pong o muchos más juegos de los arcades de los 80s. Como dije las alusiones a los juegos no paran. LA VOZ EN EL CÓDIGO Las voces de los personajes están llevadas adelante de manera magistral, John C. Reilly y Jane Lynch en el personaje de Cahoun realmente la rompen. Lo mismo va para el genial Alan Tudyk, (Steve The Pirate en “Dodgeball”) en su papel de King Candy. Sabias elecciones. Por otro lado Rich Moore nos comentÓ que John C. Reilly no quiso trabajar de manera convencional a lo que es un doblaje de película de animación, donde los actores están solos. El quiso compartir la grabación con sus interlocutores, gran decisión que se nota mas que nada en una escena con Vanelope la cual es muy dramática, y el peso de las voces le añade color y realidad a las interpretaciones de sus avatares electrónicos. SOBRE VIDEO JUEGOS, NO BASADA Si bien dije que es la mejor película de video juegos, la industria aún esta en deuda, ya que Wreck It Ralph no está basada en ningún Video Game existente, lo cual suma tremendamente ya que no hay nadie que pueda sentirse defraudado. Es por eso, que aún los gamer esperamos alguna película que le haga absoluta justicia a este gran y vasto reino. Wreck It Ralph es una de ellas, ya que la periferia de los personajes es toda real y sacada de juegos reales, representados a la perfección, de manera cómica y sobre todo de manera respetuosa a los personajes. Ver a Qbert pidiendo limosna por no tener mas trabajo, o a las dos barras del pong charlando sentadas en un banco, o a Sonic en los anuncios de seguridad para personajes, realmente añade al mundo increíble que Rich Moore creo. Muestra cabal es la reunión del principio de la película, la cual se lleva a cabo en la casa de los fantasmas del Pac-Man, donde todos van a reunirse. CONCLUSIÓN Una review casi sin mencionar al festival donde vi esta película, no es casualidad. Esta película pude verla en el festival de Mar del Plata, pero va a dar vueltas por cines todo el verano, por lo cual va a volver a ser retomada en algunos meses. Gran película, con una mas que correcta historia, que es orgánica, funciona, entretiene y sobre todo fascinará a los gamers. Disney lo hizo de nuevo, y logró lo imposible: TRATAR CON RESPETO al mundo de los video juegos, tratándolo como tendencia, producciones serias y finalmente arte. Porque por más que mucha gente corcovee y se queje, eso son, los video juegos son arte, muchas veces con mejores guiones que la gran mayoría de las películas que vemos. Film altamente recomendable y para ver varias veces y así descubrir más y más juegos. Espero ansiosamente una segunda parte, feliz por la cantidad de juegos que quedaron fuera de esta película, que seguramente estarán presentes en la secuela. Bien por Disney, y gracias a Rich Moore y su pasión por los fichines. Presiento que gracias a él, los gamers seremos reivindicados, y eso, al menos para mí, no es ningún juego.
Divertida, muy bien interpretada, con una soberbia animación y banda sonora, y con mucho humor, acción y emoción. Una buena película para ver en familia, que disfrutarán mucho más los chicos pequeños y los adultos que hayan jugado a alguno de los tantos videojuegos aquí expuestos. Un gran reto que, de la mano de Rich Moore, cobró sentido. No se la pierdan.
Ralph el demoledor es una película netamente familiar de vista obligatoria para todos aquellos que se han pasado varias horas de su vida frente a las maquinitas de videojuego ya que les va a traer muy gratos recuerdos. Imperdible. El guión está bien construido y la historia es sólida, agradable, divertida y muy entretenida. Todos los personajes tienen...
El Arcade sea Eterno Recuerdo que ir a Sacoa o algún lugar con video juegos me hacía muy feliz. Luchar al Street Fighter, competir en el Cruis’n World o jugar al pinball se volvieron experiencias gratificantes de mi infancia y preadolescencia. Y si no quería salir de mi casa, siempre podía prender el Family y saltar con Mario o Luigi rumbo al castillo donde Koopa tenía secuestrada a la princesa. Pero el tiempo pasó y esos juegos pasaron a la historia. Ahora son mucho más violentos o infantiles. Oscuros o demasiados kitsch. ¿Donde están esos mundos imaginarios donde la violencia y la inocencia podían convivir en un mundo casi real, con personajes caricaturizados pero inspirados en algunas cosas reales? Después de todo, los hermanos Mario vivían de la plomería. Sobre lo antiguo y lo presente, el cambió de generaciones y los estereotipos de bondad y maldad habla esta nueva comedia animada de Disney, ópera prima de Rich Moore. No es la primera vez que el cine se mete en el interior del mundo de los video juegos. Básicamente de esto trataba Tron, pero acá los personajes convergen en un mundo que no conocemos cuando las máquinas se apagan. Siguiendo un poco el patrón de Toy Story y Monsters Inc. los personajes de Ralph son concientes que sus roles son parte de su trabajo. La escena inicial es realmente fantástica, una charla de autoayuda para villanos que no quieren ser malvados y se necesitan mutuamente para seguir cumpliendo con sus roles, pero Ralph no es un simple villano. Destruye el edificio porque lo echaron del suyo. Ralph sufre la discriminación y los prejuicios en su propio video juego. Quiere hacerse amigo de sus enemigos y no lo dejan. Por lo tanto decide abandonar su propio juego para convertirse en héroe en un juego más moderno. Tras probar suerte en Medal Of Honor, se convierte en un fugitivo y termina un juego de carreras en Candy World. Nutrida de bastante nostalgia, Moore construye varios mundos realmente asombrosos desde el concepto audiovisual prestando atención a mínimos detalles como el contraste de diseño generacional, el modo de caminar, de hablar, de mirar de cada personaje, y al mismo tiempo le aporta humanismo al interior de cada uno. Si bien en el resultado final peca de ser demasiado didáctica e infantil, Ralph, el Demoledor tiene numerosas capas de lectura y un meticuloso trabajo visual que la ubican por encima de los cuentos que los mismos estudios realizaron años anteriores como Enredados o La Princesa y el Sapo. El aporte de las voces originales como la de John C. Reilly, Jack Mcbryer, Jane Lynch Ed O’ Neill o Alan Tudyk es otro atractivo de esta producción que critica los prejuicios sociales y evita caer en algunos lugares comunes, más allá de que estructuralmente es bastante previsible y calculada. A pesar de su extensión es una obra entretenida, que esperemos tenga una secuela (o por lo menos así lo espera Rich Moore, en declaraciones a este redactor) que esté a la altura de este producto… o de Ralph.
Una aventura nostálgica Por nostalgia se puede entender una tristeza, a veces melancólica, que se produce a través de un recuerdo del pasado; quizás algo olvidado o reemplazado, pero que inconscientemente sigue cumpliendo una función de placer o fetichismo en lo profundo del ser. El cine ha puesto a prueba ciertos términos en determinadas ocasiones, como por ejemplo lo hicieron Woody Allen con los viejos programas radiales en Días de Radio o Michel Gondry con los VHS y aquel añorado formato de cine hogareño en Rebobinados...
En una época en la que Hollywood se ha quedado sin ideas y no hace más que refritar historias viejas (hace una semana leí que para los próximos años ya hay ¡50 remakes en carpeta!), se ha hecho costumbre también contar historias originales o adaptadas buscando hacer un homenaje a otras historias, películas, épocas, cuentos, programas, mitos o lo que sea. Este año que termina ha tenido películas muy importantes en este registro, como La Invención de Hugo Cabret o El Artista, dos homenajes claros a diferentes épocas del cine. El maestro Rich Moore también decidió hacer un tributo con Ralph, El Demoledor, en este caso, a los videojuegos...
El camino del antihéroe La mano de John Lasseter ya se está notando de manera contundente en la producción animada de Disney, cada vez más alejada del clasicismo y la tradición que solían ser su marca de fábrica. De hecho, este film del gran Rich Moore (director de episodios clave de Futurama y Los Simpsons) tiene algo de Toy Story (la reivindicación de los antihéroes, de los personajes “desechados”), aunque también bastante de un simpático ejercicio nostálgico para esos melancólicos precoces que son los geeks (hay homenajes varios a la era Arcade ochentista del Pac-Man, Centipede, Space Invaders y Donkey Kong). Ralph (la voz del gran John C. Reilly en la versión original subtitulada), un gigantón que se ha desempeñado como el “obediente” villano del videogame Fix-it Felix Jr. durante 30 años, está en plena crisis de identidad, harto de su lugar marginal, de ser siempre relegado, despreciado, humillado, de existir sólo como contraparte para el lucimiento del heroico y eficaz reparador Felix (Jack McBrayer). Así, este tipo buenazo y torpe decide cambiar de juego tratando de modificar su destino, de aprender cómo ser el bueno del videojuego (y de la película). Pero -aunque contará con la inestimable ayuda de la paciente Vanellope von Schweetz (Sarah Silverman)- su proceso de transformación no será una tarea nada fácil. Si bien por momentos el vértigo (típico de videojuego) puede abrumar un poco a un sector del público no tan habituado a la adrenalina gamer, el trabajo de animación (en 3D) es prodigioso y -aunque la inmensa mayoría de copias serán dobladas- bien vale el esfuerzo detectivesco de encontrar la versión subtitulada (así la proyectamos en la avant-premiere de OtrosCines.com) para disfrutar de las voces de talentos como el apuntado Reilly o la rígida sargenta que interpreta Jane Lynch. Quizás le falte algo del lirismo de los mejores trabajos de Pixar (no llega a los extremos experimentales de WALL-E), pero Ralph el demoledor es un producto de primer nivel: entretenido, bello, divertido ¿Se puede pedir más para un estreno familiar en pleno enero?
Salí de la privada de prensa con una sonrisa de par en par, me topé con una colega (que todavía tenía puesto sus anteojos 3D), y le dije, "es un diez". Me arrepentí del comentario durante unos días, porque a veces uno tiene que dejar decantar sus impresiones para poder analizar con mayor claridad sus ideas y hoy, a casi dos semanas de su visión, les digo, "es un diez". "Ralph, el demoledor", debe ser de las mejores películas de Disney de los últimos años. Ya se, muchos dirán, vos sos un gamer clásico, naciste con los videojuegos a los que la peli hace referencia y por eso te conmovió tanto... Bueno, si y no. Sí, no puedo negar que la cinta me fascinó por el universo donde se juega la historia, absolutamente poderoso para cualquier jugador de arcades histórico que haya gastado dinerales en fichines como este cronista hizo... No, porque "Ralph" es un film que la rompe sin apelar a la nostalgia ya que logra generar una conexión con todas las edades, inmediata y este vínculo, creánme, es atemporal. Fusiona la calidez y la inocencia clásica de Disney y le da una vuelta de tuerca genial, al ubicar a sus personajes en un mundo de gran simbolismo que puede leerse en varias capas y que es extramadamente divertido. Quiero decir, hay un nivel, visible, que es la historia típica de superación de un malo (Wreck), quien aburrido de repetir siempre un rol impuesto y ser infeliz, intenta hacer algo distinto y no tiene mejor idea que desarticular la trama invisible que marca el determinismo de un universo donde todos tenemos asignado un rol y nos quedamos en él, muchas veces sin poder romper ese círculo. De esas historias, hemos visto muchas. Ahora bien, aquí lo interesante es que los personajes tienen profundidad. Hay en ellos mucha vida interior, aspiraciones, tendencias, idearios, convicciones... Y todas ellas confluyen para dar movimiento a una construcción distinta. Clásica, se puede decir, por la naturaleza del conflicto, pero novedosa, porque permite mostrar el interjuego que se abre cuando fusiona mundos y personajes y los pone en contradicción con sus propias realidades. Para que entiendan mejor, Wreck es el protagonista de un videojuego clásico, "Fix It Felix Jr", que vendría a ser una especie de Donkey Kong. Ahí le toca el rol de destructor de un edificio que el "reparador" debe resolver. Bien ochentoso, el arcade está en una sala de juegos y tiene un uso corriente, hasta que al "destructor" se le ocurre salirse de lo previsible e intentar buscar su lugar en el mundo. Claro, el tema es que la desorganización que provoca esa salida, algunos personajes de la sala de máquinas comienzan una búsqueda tras en él, para poner en orden ese universo, antes de que sea demasiado tarde para todos (la amenaza de que sean apagados y puestos fuera de servicio). La cinta tiene a la pareja rival en el principal juego (Wreck y Felix), más dos féminas de distinto pero alto perfil: la Sargento Calhoun (del "Hero's duty", una mezcla de varios shooters de aventuras) y la deliciosa Vanellope Von Schweetz, (quien forma parte del "Sugar rush", algo parecido al Mario Kart pero más pop!). Las dos balancean la energía de la dupla central, aunque esta última (Vanellope) se transforma en centro de gravedad de la historia merced a su sensibilidad y simpatía, que movilizan a la platea desde el primer fotograma. No quiero decir contar más, excepto decirles que no se la pierdan. Hay un altísimo nivel técnico (no lo nombre a Rich Moore, el director y responsable final, pero a partir de ahora, me compro la T-shirt con su cara para salir en el día de estreno) y una historia entretenida, luminosa y transgeneracional. Ni se les ocurra, dejarla pasar!
Fichines para todos Rich Moore, uno de los principales directores de Futurama, debuta en la pantalla grande con Ralph: El Demoledor, un tributo gamer que lamentablemente no llega a cumplir con las expectativas generadas por enmarañarse en su propia telaraña. Ralph: El Demoledor nos contará la historia de Ralph, un muchachote que vendría a ser el principal villano del juego Fix-It Félix Jr. Él se encarga de destruir el edificio que el "bonachón" Félix luego tendrá que reparar para así derrotar a Ralph nuevamente. Luego de 30 años de maldad, Ralph decide comenzar a cuestionar ese estilo de vida e inmediatamente después de no ser invitado a la fiesta que celebra ese aniversario decide cambiar el rumbo y convertirse en un héroe de vídeo juego poniendo en peligro al mundo que vive dentro de las consolas. El comienzo de la ópera prima de Moore es altamente promisorio gracias a las apariciones de distintos villanos de vídeo juegos (donde encontramos desde M. Bison hasta uno de los fantasmitas que buscaba cazar a Pac-Man) y una graciosa y gráfica terapia grupal integrada por todos ellos intentando levantar el ánimo de Ralph. El problema comienza cuando Moore tiene que salir del homenaje explicito para desarrollar la aventura en la que está por encaminarse el protagonista. Allí la película se empantana y de alguna manera no consigue captar la total atención que supo ganarse al comienzo. Al abordar, por medio de los juegos "originales" creados para la cinta, el homenaje más camuflado (como por ejemplo a Call of Duty, Mario Kart o Crysis) se van perdiendo las referencias y todo comienza a parecer impostado. No hay la fluidez y claridad narrativa necesaria para creer y jugar con lo que está pasando en la pantalla. También hay que destacar que por medio de los avances y posters del film hubo una importante smoke seller con las posibles apariciones de los personajes de videojuegos, cuando en realidad a lo largo de la cinta las intromisiones serán escasas, generando por ese lado otra decepción. Incluso las apariciones del "espíritu Disney" de superación y de moral son puestos en varios pasajes torpemente para cumplir con los mandatos de la casa de Mickey. Más allá de esas cuestiones Ralph: El Demoledor levanta la puntería hacía el final, cuando ya no queda mayor desarrollo que concluir la aventura en una adrenalinica y vertiginosa carrera hacía la salvación de los videos juegos. El gran aprovechamiento del 3D es otro punto a favor de la producción de Disney. Sin dudas con una promoción menos vendedora de humo y con una fluidez mayor a la hora de introducirnos a la aventura hubiésemos estado en frente de un gran producto autoconsciente gamer, aunque lamentablemente luego de su visionado llegue a la conclusión que me voy a tener que conformar con volver a los queridos fichines de verdad para saciar mi sed de superhéores y villanos consoleros.
Un villano bondadoso Ralph el Demoledor (Wreck-it Ralph, 2012), la película animada dirigida por Rich Moore (director de Los Simpson y Futurama), es un homenaje a los videojuegos clásicos, sobre todo a los pioneros que tanto marcaron generaciones anteriores. Al mismo tiempo es una película que extrae referencias de otras películas de animación muy bien conocidas pero sin perder su autonomía. Y así es como se vuelve una propuesta atractiva al plantear un novedoso estilo visual, aprovechando el 3D sin olvidar la aventura, el humor y la enseñanza dirigida al público infantil. La historia se centra en Ralph (John C. Reilly), el villano del videojuego Repara-Felix Jr, quien tiene la única misión de destruir todo. Sin embargo, después de treinta años de dedicarse a lo mismo se siente molesto e inconforme de siempre ser el villano. No se acepta tal cual es e incluso para tratar sus problemas existenciales se reúne con los villanos de otros videojuegos (y ahí aparecen los personajes de Street Fighter, Super Mario Bross., Mortal Kombat y muchos más) que le dicen que debe aceptarse como es. Y hasta descubre que sus compañeros del juego Repara-Felix no lo quieren y lo opacan exactamente frente a Félix a quien le entregan medallas en premio por sus buenas acciones. Ralph molesto decide ir en busca de su medalla y demostrarles a todos que puede hacer una buena acción y cambiar su imagen de malvado destructivo. Con un lenguaje visual sumamente atrapante, la película construye el mundo de los personajes de videojuegos, pues estos cobran vida cuando no están siendo manipulados por los niños. Y tiene una estación central donde todos se conectan. Ahí es donde se percibe cierto aire de Toy Story (1995) y de Shrek (2001). Sn embargo, Ralph el Demoledor es la historia de un hombre corpulento pero ordinario (no robotizado ni proveniente de ningún cuento mágico) que ha tenido el papel de villano por muchos años y, como quiere ser bueno, tendrá que sumergirse en otros juegos. Y ahí es donde aparece el lucimiento tecnológico con los cambios de escenario, de colores y el despliegue de la acción. Y todo sucede en videojuegos de formato conocido, haciendo que Ralph termine en “Sugar Rush” una carrera de autos donde tendrá que ayudar a Vanellope a ganar. Sin duda su objetivo principal es el público infantil por las formas y colores (además de manejar un mensaje y trasfondo positivo en las secuencias), pero Ralph el Demoledor logra mantener una línea argumental hábil y entretenida, plagada de humor y aventura a tono de las grandes películas de animación. Y está hecha para un espectador de cualquier edad. Justamente por la manera como se combinan los distintos elementos para distintos públicos (infantil y público de mayor edad) hace de la película un producto novedoso. Es decir, que la nueva película de Disney toma elementos ya básicos como la fuerza, el valor y la amistad para retomar a los videojuegos y así continuar con la renovación de su estilo, con personajes que se adentran en mundos llenos de fantasía.
Ralph, el demoledor se destaca por brindar un gran tributo nostálgico a los viejos videojuegos arcade que tuvieron su época de gloria en los años ´80 y ´90. Una era que en la que estas opciones de entretenimiento eran realmente creativas y conservaban una inocencia especial que hoy se perdió con el tema de las consolas y las propuestas que salen a la venta. La diferencia es que ahora la gran mayoría de los juegos que factura millones de dólares se concentran más en la violencia y en presentar historia oscuras, porque eso es lo que más se consume. Este film nos brinda un gran recuerdo de lo que uno sentía cuando se encontraba con sus amigos a jugar en una sala de videos, que hoy son una especie en extinción. El director Rich Moore, quien realizó episodios de Los Simpson, Futurama y The Critic, ofrece una muy buena comedia familiar que tiene sus mayores virtudes en la primera parte de la trama donde se presenta a los personajes y el mundo en el que conviven entre sí. Escenas como el grupo de autoayuda de villanos o el retrato de la vida cotidiana de los protagonistas cuando los juegos no funcionan son momentos brillantes. Hubiera estado bueno que la película explorara más estas cuestiones que luego se pierden en la historia. Es como si Ralph, el demoledor estuviera dividida en dos segmentos distintos. En el argumento tenés una primera parte muy creativa donde está excelente el trabajo que hicieron con la historia y el humor y una segunda mitad donde el film sigue los clichés clásicos del cine de animación occidental. Para ser más concreto, a partir del momento en que Ralph entra al juego Sugar Rush y conoce a la niña Vanellope von Schwarts la historia decae por completo. Lo que sigue es un collage de lugares comunes donde no falta el clásico villano resentido de Disney que ya pudimos ver en otros filmes como Los increíbles o Up. El mismo perfil de personaje. Lamentablemente cuando la historia se encamina por ese rumbo el director tira por la borda todo lo bueno que había construido en la primera mitad del relato que era muy original e interesante. Hacia el final la película pierde fluidez en la narración y la trama se vuelve innecesariamente larga. Es justo destacar también que en materia de animación Ralph, el demoledor es impecable y sobresale especialmente el trabajo que hicieron con la construcción de los escenarios, que presentan las distintas estéticas que tenía los gráficos de los juegos arcade. Los cameos de los personajes clásicos que todos adoramos en algún momento de la vida también son maravillosos y es una pena que un ícono como Mario Bros se quedara afuera por la codicia de los muchachos de Nintendo. Ralph, el demoledor pese a tener sus fallas es una opción entretenida para los más chicos que logra robarle una sonrisa a los adultos por el recuerdo nostálgico que brinda sobre las salas de videojuegos.
Ralph rompe los límites de la imaginación y se lleva fichas extra. ¿Cuántas veces fuimos a las maquinitas y nos desilucionamos ante una pantalla que rezaba 'Insert Coin' o 'Game Over'? A cualquiera de nosotros nos puede haber sucedido, pero seguro que ninguno se puso a pensar qué pasaba allí dentro mientras regresábamos a casa. Esa es la premisa de Ralph El Demoledor (Wreck- it Ralph, 2012) la nueva joya de Disney que tiene mucho para ofrecer, sobre todo a los amantes del arcade. No siempre que vamos al cine a ver una película de animación digital nos encontramos con material totalmente original, ya que por éstos días hay, y mucho, de aquello que dice llamarse secuela. Sin embargo, el tema central de este nuevo film son los videojuegos, cosa que hasta ahora no habíamos tenido el gusto de disfrutar. Ralph es el chico al que se lo considera el malvado; su función en el juego es destruir todo un edificio hasta que llega el empalagoso en bondad de Felix con su martillo mágico a arreglarlo. Fix it Felix es su hogar pero como cualquier persona, él tiene sentimientos y se siente solo y abandonado mientras todos los buenos del juego se unen en festejo. De pronto, el maloso se da cuenta que para ser aceptado en el otro grupo, debe ganar una medalla dorada y pese a que nadie le cree, abandona su propio juego para salir a buscar esa joya preciada. Así es como comienza el caos en 'juegolandia', cuando el grandote anda metiéndose en otras pantallas y en muchos líos con tal de que el resto lo deje de considerar un sucio gigantón. Claramente la historia tiene una metáfora (cuándo no) de la propia existencia humana, reinada por la indiferencia, la discriminación y el prejuicio, y sin grandes esfuerzos logra transmitir un mensaje alentador para todos aquellos que, lamentablemente, son tildados de diferentes y dejados a un lado sin siquiera ahondar un poquito en su propia historia. Los guiños hacia el mundo de los videojuegos son constantes claro; aparecen y son mencionados un montón de personajes de los clásicos arcade y cada uno de ellos se diferencia por la calidad de sus gráficos. Es muy divertido ver cómo se mezclan habitantes de todo tipo en una estación central que les sirve de nexo para abordar el tren a su correspondiente y próximo juego; es el único lugar donde vemos a los protagonistas de diversas cantidades de píxeles encontrarse en un sitio en común. Pero regresando a la premisa de la película, el pobre de Ralph hasta tiene que asistir a terapia de grupo para que su mente descanse un poco del basural en el que vive y aunque nos de algo de penita, es inevitable reírse con todos los ejemplares considerados 'el malo de la película' que van a apoyarse el uno al otro para ayudarse. Por suerte, el bueno (¿o el malo?) de Ralph se codea con su faceta de goodfella y hace su aporte bondadoso donde otros pequeñines lo estaban necesitando. Sin más, Ralph El Demoledor es una de las grandes opciones para ir a ver al cine y cerrar otro año lleno de películas esperadas, en el que el conglomerado de Disney siempre reina con alguno de sus productos ¡Outstanding!
La dura vida de un videojuego retro Hay un tema que es incuestionable: los años ´80 han dejado una huella profunda entre quienes los vivieron, especialmente si su infancia o adolescencia transcurrió en esa década. Emisoras de radio, canales de cable, y películas dedicados a revivir esa época se suman permanentemente a esporádicos intentos de la moda por volver a imponer algún aspecto de estilo “ochentoso”. Esta vez le tocó a los videojuegos. Y no hace falta aclarar que en esta película ya no podemos hablar tan sólo de guiños para los adultos: todos los personajes están dirigidos a ellos, ya que un niño de hoy seguramente conocerá a los juegos de última generación, pero lo cierto es que el protagonista es de la época de los papás. Apelando entonces al niño en el corazón de cada padre, este filme se sumerge en el mundo de un salón de videojuegos (“Arcade”, término sin traducir por el doblaje), en el que conviven juegos de los clásicos con los más modernos. Con una lógica muy similar a la de "Toy Story" -según la cual los personajes de los videojuegos tienen una vida que comienza en cuanto cierra el salón y no hay niños cerca- la historia nos lleva a la triste vida de Ralph. Él es el “malo” en su jueguito, y está condenado al desprecio y la soledad. Asiste para calmar su angustia a un peculiar grupo de autoayuda, pero cuando se da cuenta de que no lo incluyeron en el festejo de los 30 años del juego, se enoja y se propone ganar una medalla para ser reconocido. Así empezará su paseo por otros juegos, ya que en el suyo no está programado para ganar una, y así conocerá al resto de los personajes de la historia, que también arrastran sus conflictos personales. Con una trama que presenta varios nudos, y por ello se torna por momentos algo larga, la película entretiene, al mismo tiempo que emite su mensaje de fuerte impronta moralizante: un statu quo imperturbable (ya que el riesgo de cualquier rebeldía implica que ese juego sea desconectado), el “malo” con corazón de algodón de azúcar que puede hacer cosas buenas a pesar de todo, y la niña “diferente”, cuyo defecto es en realidad una virtud. Así, las grandes novedades del filme pasan por la excelente factura técnica, algunos toques de comedia, y la apelación directa y sin disimulo a la nostalgia de los grandes.
Ralph es una película muy entretenida que arranca con una historia muy original. Es realmente simpático ver como abordan el tema de los "fichines", pero haciendo una película para chicos que hoy seguramente no tienen esa fascinación por los recintos de juegos que había en los 80. Y eso en la parte inicial es maravilloso. Los adultos con vida de salon de juegos no podrán borrarse la sonrisa de ver a estos personajes. He visto la película con mi hija y la disfrutó mucho incluso en esa parte. Pero ya avanzada la historia, cuando entra la nenita en pantalla, la película se convierte en otra totalmente y pierde ese encanto inicial. Es una Meteoro con las muñecas Bratz... mezclado con Alicia en el país de las maravillas. Por suerte van mechando con personajes de los juegos, pero sin lugar a dudas la película deja de mantener su originalidad. Así y todo vale la pena, porque es una muy buena opción para el verano. Punto aparte, el corto previo a la película llamado Avioncitos de papel, es uno de los más hermosos realizados y solo ese paga la entrada de la película.
El mundo del Arcade Disney parece arriesgar un poquito más en cada nueva producción animada, como agionándose a este mundo globalizado del siglo XXI que ha visto caer gran parte de sus viejos paradigmas y donde todo es, o parece ser, en función del punto de vista que se adopte. Ralph el demoledor sigue en parte cierta línea argumental ya abordada por Megamente (DreamWorks Animation) o Mi villano favorito(Illumination Entertainment) en donde el malo deja de serlo, pero eleva la apuesta y propone un poco mas. La reunión de terapia grupal repleta de villanos con su frase de cabecera “Es bueno ser malo, y no hay nada de malo en no ser bueno”, da inicio a un relato que si bien responde a los cánones Disney destinado a un público mayormente infantil y juvenil, da lugar a otras capas de lectura que lo vuelven interesante también al publico adulto. A partir de un salón de videojuegos Arcade (muy popular en los años 80’), en el que al cerrar el establecimiento cobraran vida los personajes de los juegos, el film logra construir un universo integrado por mundos de naturaleza completamente diferentes donde cada máquina es un mundo conectado a la Central de Videojuegos (maravillosa combinación de Central Station Neoyorquina con viaductos futuristas y un sistema de transporte por medio de los cables de corriente eléctrica) y en donde los personajes de los videojuegos viven sus propias vidas tras culminar su jornada laboral. Ver los personajes animados en acciones típicas de la vida real como Qbert pidiendo limosna o Sonic en los anuncios de seguridad para personajes es uno de los aciertos del film. Este es el escenario donde Ralph, un villano que tras 30 años de ser el malo del video juego y no tener nunca un reconocimiento, se cansa y quiere por primera vez dejar de ser el malo. Ralph observa como los héroes y buenos siempre son premiados, y que si algún día quiere ser aceptado por los demás y formar parte del clan de los buenos deberá convertirse en el héroe y conseguir una medalla. Es ahí cuando empieza su aventura. Mas allá del aspecto técnico, con un diseño de arte asombroso cuidando los mínimos detalles como el contraste de diseño generacional, estilos de animación e incluso texturas completamente diferentes para cada personaje (desde insectos gigantes extraídos de un mundo post-apocalíptico hasta inocentes niñas que se visten con dulces), secuencias de acción y aventura y un montón de referencias, guiños y cameos que los adictos a la tecnología sabrán encontrar y apreciar, todo el peso dramático y emotivo recae en sus entrañables protagonistas. Un Ralph consciente de su entorno y con un conflicto interno que lo dispone a luchar por un cambio y una niña, de naturaleza errónea (Vanella Von), histriónica y mordaz que es despreciada por ser una falla pero que no deja de luchar por su objetivo, son el eje central de una historia original, entretenida y emotiva que indaga sobre la amistad, nuestro lugar en el mundo y la felicidad. Ver las cosas desde otras perspectivas (los personajes buenos tienen sus momentos de malos y viceversa), cuestionar y romper los estereotipos, pensar que pequeños defectos sean en realidad virtudes que nos hagan crecer como individuos, pero fundamentalmente nunca dejar de buscar nuestra identidad y propósito en la vida. Ralph el demoledor es una película entretenida, emotiva y original que además de rendir homenaje a toda una generación que en los 80 vivió el mundo del Arcade, suma a su clásico final Disney un interesante espacio de discusión con su llamativo mensaje final: "Soy malo, y eso es bueno. Nunca seré bueno, y eso no es malo. No quiero ser nadie más. Y soy feliz." ¿Si lo importante es ser feliz, esta bien ser feliz de ser malo?
Disney vuelve con un excelente film para toda la familia Ralph es el malo de un juego donde el tiene que destruir un edificio antes de que el bueno del videojuego, Félix, vuelva a construir todo con el solo toque de su martillo. Pero Ralph esta cansado que, al cumplirse los 30 años del juego, mientras él hace el trabajo Félix se lleve las medallas y que. una vez terminado mientras tenga que irse a dormir a la basura, Félix lo haga en un excelente penthouse. Por esto, y pese a que va a un grupo de autoayuda para malos de videojuegos, es que Ralph se decide a ir a conseguir una medalla a cualquier precio a cualquier juego. Esta es la causa que hace que se meta en uno de los más modernos juegos de combate contra alienígenas y de ahí a Sugar Rush, un juego de carreras entre dulces y golosinas. En este último conocerá a la pequeña Vanellope Von Schweetz, a quien el Rey de todo lo dulce, soberano del lugar,. no deja correr por tratarse de una “Falla” de bits. Ralph deberá tratar de conseguir su medalla, ver si quiere y si puede ayudar a Vanellope y si vuelve a su juego original antes de que, por haber desaparecido del mismo, lo desenchufan para siempre, pero a su vez el tiempo le juega en contra. Obviamente esta es la síntesis más escueta del film sin tratar de contar más de lo debido para que cada cosa que aparece en “Ralph, el demoledor” sea una sorpresa. Esta nueva película de Disney/Pixar es realmente maravillosa, no solo en lo estético y en los efectos, sino también en la historia en sí, donde unirá a los padres que disfrutamos hace 30 años de los primeros videojuegos en la costa argentina, a los que hoy juegan los chico incluso en sus casas. Viendo los diferentes juegos que van haciendo sus apariciones uno se va dando cuenta lo que ha avanzado esta tecnología. Rich Moore, director del film, también hace que Ralph realice una pregunta que todos los padres nos preguntamos : ¿Cuándo los videojuegos se volvieron tan violentos ?, sin darnos cuenta, tal como nos comentaba el propio Moore a un grupo de periodistas en el pasado Festival de cine de Mar del Plata donde estuvo invitado, que no es que se volvieron mas violentos, sino que la definición es tan real que parecen más violentos. Rich Moore, ganador de un premio Emmy por dirigir “Los Simpsoms”, le imprime además a este film la cuota de aventura, humor, emoción necesaria para que tanto los padres como los chicos se diviertan en grande. “Ralph, El demoledor” vino como uno de los primeros estrenos del año para darle alegría y diversión en cuotas enormes al 2013 En los cines a su vez podrá ver, como es ya una costumbre de Disney/Pixar antes del comienzo de cada film, un cortometraje maravilloso llamado “The Paperman”, un corto romántico y divertido como los que ya nos estamos mal acostumbrando. No se olvide de ir al cine con tiempo para poder gozar “The Paperman” y disfrutar a lo grande de “Ralph, el demoledor”.
El héroe menos pensado Desde que John Lasseter, el fundador de Pixar, supervisa las producciones animadas para los Estudios Disney no hay franja del público que se quede afuera. Con Ralph, el Demoledor se confirma por enésima vez el olfato comercial del creador de Toy Story. La película es una comedia de aventuras multitarget que disfrutarán especialmente quienes hayan jugado con las consolas de video o hayan estado internado días enteros en galerías tipo Sacoa en las décadas del 80 y 90. Fui testigo de la mejor prueba de testeo en el reciente 27º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata donde el film se exhibió presentado ni más ni menos que por su director Rich Moore con una respuesta increíble por parte de los espectadores que lo ovacionó durante varios minutos al concluir la proyección. La historia trabaja sobre un concepto novedoso: ¿qué pasaría si el villano de un videojuego se cansa de su rol y quiere pasarse al otro bando? Con esta premisa los argumentistas, entre los cuales se encuentra el realizador, desarrollaron una trama elaborada hasta el mínimo detalle en la que abundan el humor, la fantasía, la acción, el vértigo, bellísimos diseños animados muy bien aprovechados gracias a la profundidad de campo y la nitidez del 3D; y el esperado homenaje a toda una galería de personajes del rubro que a muchos les hará sentir una profunda nostalgia. Después de todo en esos personajes está anclada la infancia de toda una generación que encontrará irresistible la oportunidad de volver a verlos aunque más no sea en un largometraje de ficción. Las decenas de cameos que se van hilvanando casi desde el comienzo –y que por suerte no le quitan impulso a la línea argumental ni se imponen como algo forzado por los escritores- son apenas un condimento extra porque Ralph, el Demoledor se apoya en un sólido trabajo de guión. Y ni hablar del aspecto técnico que como se imaginarán apunta muy alto tratándose de Disney / Lasseter. Hay algo del universo de Toy Story en la forma en que los personajes de los juegos de video esconden su secreto de los humanos. Y aquí el temor no es que el Andy de turno crezca y se canse de ellos sino una variación: que el dueño de la Arcade desenchufe el juego definitivamente dejando a sus “trabajadores” en la calle. Exactamente ése es el conflicto que se desencadena cuando en el 30º aniversario de Fix-it Felix Jr., ofendido por no haber sido invitado a la fiesta de celebración, Ralph se marcha del juego en el que el pequeño Felix va reconstruyendo con su martillo los edificios que él destruye sistemáticamente cada vez que alguien introduce un fichín en la máquina. Resuelto a demostrarle a todos que puede cambiar su naturaleza villanesca Ralph se infiltra en el violento Hero’s Duty tras enterarse que al ganador se le entrega una moneda con la que podría regresar victorioso a Fix-it Felix Jr. Pero nada es tan simple para Ralph que acobardado por el agresivo entorno del Hero’s Duty se escapa en una nave espacial perseguido por un Cybug, organismo biomecánico que ataca a los humanos, y sufre un aterrizaje forzoso en un juego para niñas de carreras de autos llamado Sugar Rush. Y aquí es donde Ralph conoce a la pícara y encantadora niña Vanellope von Schweetz que se apropia de su medalla para ganar el derecho a participar de la competencia de karts aunque lo tiene prohibido por el Rey Caramelo. Claro que la historia no concluye en este punto: el guión sigue evolucionando hasta el mismo clímax con sorpresas estilísticas y algunos giros narrativos inesperados que serán del agrado de grandes y chicos. Estén familiarizados con los juegos de video o no. Ralph, el Demoledor es una obra producida con tecnología de punta que denota muchísimo esmero como muchas otras películas del género. Lo que las demás no siempre tienen es un eje emocional que obligue al espectador a reverla incansablemente. Rich Moore ha plasmado una aventura animada inteligente y con corazón en la que cada recurso de producción invertido está al servicio de una historia bella, dinámica y divertida que apela a la memoria colectiva para lograr la identificación de su público. La advertencia que formula sobre los preconceptos es tan valiosa como el mensaje sobre la amistad que emerge nítidamente a partir de la relación entre Vanellope y Ralph, ese gigante de 2, 7 metros inspirado en Donkey Kong que al fin y al cabo demuestra estar más necesitado de un toque de afecto que de una gesta heroica.
En la línea nostálgica de "Toy Story", el filme animado de Rich Moore, además de contener imágenes de gran colorido y logrado diseño, es un homenaje a los “fichines” de la década del ochenta destinado no solo al publico menudo. Y es que además de los muchos personajes y escenarios reconocibles, hay aquí, escenas que son puro humor. Buen manejo del 3d, que se luce sobre todo en las secuencias de acción. Las pantallas de los videojuegos, logradas y trabajadas hasta en los mas mínimos detalles ayudan a ingresar en un mundo que desde un principio nos resulta familiar. Y allí está el secreto de porque funciona tan bien esta cinta animada: apela a los sentimientos, al niño interior y a los momentos clásicos de la comedia universal. Y como ocurre con cada producto PIXAR, a pesar de que Ralph no lo es, los personajes están cargados de humanidad y eso los hace instantáneamente queribles.
En varios frentes El filme animado apunta a públicos de distintas generaciones. Y no defrauda a nadie. Como un homenaje a la cultura de los antiguos videojuegos, pero no los que juegan por Internet, los videos de consola que estaban en un local y en los que había que poner una fichita, Ralph, el demoledor usufructúa la nueva tecnología para aunar a distintas generaciones en un busca de un entretenimiento integrado. Todo, combinado en una aventura del tipo dos extraños se conocen, se relacionan y realizan una road movie . El primer desafío, desde lo formal de Ralph , consistía en la implementación y contraposición de los mundos de los videogames. Es que el espectador -el chico, el joven, el adulto- vivirá inmerso en esos espacios. Y si no son iguales los universos de los videogames de los ’80 a los actuales, hay algo que Disney mantiene: la integridad de sus personajes. Con lo cual, Ralph, el demoledor , que llega en 3D, tiene puntos de contacto con varios clásicos del estudio del que ahora John Lasseter, el mismo que nos enseñó que los juguetes podían hablar, es director creativo. El juego el que participa Ralph tiene su contrincante. Mientras él, grandote, forzudo y de brazos impresionantes, destroza una y otra vez un edificio, el simpático de Félix, martillo en mano, lo repara. El tiempo y la rutina cansan a cualquiera, y Ralph lo dice en una reunión de malvados anónimos: “No quiero ser más un tipo malo”. Lo que Ralph quiere es que valoren su trabajo. Entiende que si obtiene una medalla, en otro videogame, tal vez los vecinos del edificio lo inviten a los cocktails que suelen organizar. Y se las arregla para ingresar a Hero’s Duty, donde se une a la sargento Calhoun y los suyos para eliminar a un virus que toma forma de bicho arácnido cibernético. Y de ahí a va a parar a Sugar Rush, un mundo de ensueño para chicas con sabor y color a caramelos varios, donde conoce a Vanellope. La chica de voz ronca es una “falla”. Y si siempre hay un roto para un descosido, Ralph y Vanellope son tal para cual. Primero se enfrentan, luego se amigan, al final se comprenden. Ambos se necesitan: ella, para ganar una carrera de autos en el juego; él, para recuperar su medalla. Lo claro es que todos los personajes de Ralph tienen su fuerte personalidad y asumen las consecuencias de cada reto que encaran. En eso, Pixar ya ha hecho escuela, y Lasseter parece decidido a exportarlo a Disney. Si los juguetes cobraban vida, hablaban y mostraban emociones, en el universo digital, ¿por qué no habrían de hacerlo los protagonistas de los videojuegos? Vean, si no, al malvado de turno, King Candy: no es otra cosa que un remix del Lotso, el oso de peluche malo de Toy Story 3 , y una mezcla de El Sombrerero de loco y un dictador de república bananera que comanda Sugar Rush. Ralph y Vanellope son dos desclasados, dos seres fuera de la regla, que nadie quería ni daba un cuarto de dólar por ellos. Uno, villano antiguo pasado de moda, la otra, una falla de un videogame: la sociedad perfecta. Rich Moore, director en TV de Futurama y de varios capítulos de Los Simpson y El crítico , le adosa a la historia una veta de humor, a veces sarcástico, siempre innovador, ya desde la historia en cuya trama él mismo participó. Si opta por la versión original en inglés, podrá escuchar a John C. Reilly y a Jane Lynch (la profesora de Glee ) como la sargento. Y como la peli es para grandes y chicos, la banda de sonido pueden -y deben- compartirla Rihanna y Cool & the Gang. Lo dicho: diversión para todo público.
El camino del héroe La emoción de pasar de nivel, de descubrir el truco para conseguir esa vida extra, ese premio que hacía que el juego durara un poco más. Hasta que se terminaba y volvía a empezar cada vez que la moneda pasaba por la ranura y el mundo del videojuego se encendía de nuevo para nosotros. Mucho de ese entusiasmo ya perdido, previo al avance y la explosión de las consolas de videojuegos personales, de la inocencia y la repetición de las historias de las maquinitas, regresa ahora gracias a Ralph, el demoledor, el nuevo film de Disney. Con una combinación de nostalgia, personajes perfectamente escritos y una animación tan colorida como funcional a la historia que está contando, este film le debe mucho al universo de Pixar y especialmente a Toy Story, pero sin dejar de tener identidad propia. En este caso, en lugar de contar la vida secreta de los juguetes se trata de espiar qué sucede cuando los viejos juegos manejados a joystick y botoncitos se apagan hasta el día siguiente. Allí está el Ralph del título, un gigantón de manos extra large que usa para hacer su trabajo: la destrucción del edificio que el héroe del juego reparará diligentemente. Es decir, Ralph es el villano del relato, pero no por intención, sino por profesión. Pero harto de ser el "malo" y luego de una poco útil sesión de terapia grupal con algunos de sus colegas de famosos "fichines" como el fantasmita del Pac-Man o Zangief de Street Fighter , el protagonista decide rebelarse. Una opción que no forma parte de la programada vida de los personajes detrás de la pantalla. Así, Ralph abandonará su mundo ochentoso para intentar convertirse en héroe en otros horizontes más actuales. Su recorrido lo llevará hacia un mundo postapocalíptico, donde se unirá a la tropa de la sargento Calhoun, un gran personaje de acción que además aportará mucha de la comedia que el film administra con delicadeza. Ralph, el demoledor logra sortear el riesgo de exagerar los momentos nostálgicos y consigue que el humor sea un genuino recurso narrativo y no sólo -como suele ocurrir en muchos films infantiles- un guiño para los padres. La mayor deuda que tiene el film con la trilogía de Toy Story reside en la creación de sus personajes. Gracias a que John Lasseter, mandamás de Pixar y ahora también de los estudios de animación de Disney, pensó en Woody y Buzz Lightyear y los transformó en criaturas sensibles pero nunca sensibleras, ahora el director Rich Moore pudo dotar a Ralph y sus amigos de un espíritu similar. Cada personaje del film tiene su momento para brillar, pero en su colorido y a veces frenético desarrollo lo que más se destaca es la relación entre el protagonista y la pequeña Vanellope. Niña rebelde y paria en su propio juego, la nena buscará también ser la heroína de su partida, un camino que la conduce a ser uno de los más modernos, fuertes y entretenidos personajes femeninos del cine de los últimos tiempos. Un enorme valor agregado para un género que suele presentar a las princesas como única alternativa para que las chicas sean protagonistas.
Errores del sistema, pero con moralina Disney Seis años y ocho meses. Ese es el tiempo que pasó desde la incorporación de John Lasseter como mandamás del departamento de animación de Disney para que se notara su marca autoral. Personajes tan buenos como imperfectos, la imaginería visual, la ubicación en un cosmos circundante al de los humanos y la dosificación del humor ubican a Ralph el demoledor más cerca de los productos habituales de Pixar, compañía de la que Lasseter supo ser uno de los principales referentes dirigiendo las dos primeras Toy Story, Bichos y Cars, entre otras, que de los históricamente concebidos por la factoría del castillo. Pero que esté “más cerca” no implica necesariamente que sea “una de”. Al fin y al cabo, aún perviven ciertos atisbos marca Disney que se confabulan para que ésta no sea la gran película que pudo ser. O al menos una mucho mejor de la que en definitiva es. Tiene su lógica que un fanático confeso de los videogames como el operaprimista Rich Moore opte por un (anti)héroe cuya existencia se desarrolla exclusivamente en mundos imaginados a 8 bits. El primer mérito del histórico director de animación de Los Simpson, The Critic y Futurama es no intentar una película-homenaje ni mucho menos, sino usar esa pasión como propulsión para llegar a todos los públicos. La acción principal está en el juego Fix-it Felix, donde Ralph (voz original de John C. Reilly) es el encargado de destruir una y otra vez un edificio a trompadas limpias para que el reparador del título lo componga. Hastiado de obrar para el reconocimiento de un tercero y no del todo satisfecho con las terapias grupales con otros colegas –escenas de tónica similar a las del corto Small Fry, aquel que precedía a Los Muppets y donde Buzz Lightyear compartía sus penurias con otros juguetes amenazados por el desuso–, el gigante de torso y manos desproporcionadamente grandes alla Donkey Kong decide que es tiempo de resarcirse. No tiene mejor idea que hacerlo demostrando su valentía en un juego 3D Shooter. Obviamente, las cosas salen mal y el protagonista desata una plaga de insectos que amenaza al resto de las máquinas. Que la principal compinche de Ralph sea Vanellope, literalmente un “error” del sistema de un juego de carreras, es sintomático del interés de Moore por aquellas criaturas marginales, casi caídas del mapa de sus universos habituales. Y si se tiene en cuenta que ambas son imperfectas, pero de nobleza infinita y buenas incluso a su pesar, se verá que el espíritu Pixar está presente. El problema es que Disney metió la cola, adosándole esa pátina de moralina tan habitual en sus productos, con enseñanzas y moralejas parlamentadas por los personajes. Así, lo que comienza como un viaje a través de la reconstrucción de una identidad, el enfrentamiento entre la voluntad propia y lo impuesto por el contexto y la aceptación o no de las circunstancias, termina ladeándose a hacia el manifiesto machacón y redundante. Por último, un dato de color: la voz en español de Vanellope es la de María Antonieta de las Nieves, más conocida como La Chilindrina.
Atractiva por donde se la mire Rich Moore, el realizador de grandes episodios de Los Simpson, Futurama y El crítico, armó una película de animación donde el protagonista es el personaje de un videojuego. Para bien y para mal, el trabajo ordena al mundo y en buena parte de las sociedades las personas son a partir de la posición que ocupan laboralmente. Esta extrema simplificación bien puede ser el punto de partida que llevó a Rich Moore a elaborar una historia basada en la tarea diaria, repetitiva y sin mayores incentivos, trasladada al universo de los videojuegos, donde los superhéroes, villanos y personajes de reparto cumplen una tarea con horarios definidos, obligaciones –en la línea de Monsters Inc.– y unos pocos momentos de genuina satisfacción. Como en la vida real. Rich Moore, responsable de algunos de los episodios más logrados de Los Simpson, Futurama y El crítico, pone como centro del relato a Ralph, un personaje adorable, feo, un tanto bestial, pero capaz de reflexionar sobre su existencia –un poco a la manera de los personajes de Toy Story y la zozobra sobre el futuro cuando su dueño crezca–, y el agobio de formar parte de una línea laboral donde su papel se limita desde hace 30 años a destruir para que la gloria se la lleve el ñoño de Félix, que repara el desastre, logra el reconocimiento de sus pares y cuando se termina la jornada, tiene una activa vida social. Moore explota inteligentemente la nostalgia partiendo desde un recorrido por buena parte de los videojuegos de las últimas décadas (es imperdible la sesión de terapia con varios personajes más o menos obsoletos de distintas épocas), pero por sobre todo, nunca deja de aportarle un perfil humano a cada una de sus criaturas. Ralph (con la voz del gran John C. Reilly), discriminado, olvidado, apartado por sus compañeros, que adoptan en su vida las actitudes clasistas del videojuego que los contiene, finalmente se harta y decide ser un superhéroe en otro juego y así obtener el reconocimiento que busca desde siempre. Ayudado por Vanella (con la voz de la siempre brillante Sarah Silverman), que también carga con lo suyo en cuanto a postergaciones, el grandote recorre nuevos mundos, se convierte en un fugitivo y recorre la infancia, la adolescencia y el presente de unos cuantos a través del 3D, sabiamente utilizado, en un vertiginoso raid reivindicativo, donde la nobleza de los personajes se pone a prueba una y otra vez y todos salen indemnes de la prueba. Atractiva por donde se la mire, la película tiene varias capas de lectura pero es fundamental el aporte de un elenco extraordinario. Es cierto, ante la insistencia de los chicos de ver el primer tanque animado de 2013 se puede optar por la versión doblada, pero vale la pena buscar en la cartelera el film con las voces originales.
Ralph, videojuegos y autoayuda En algún momento, las moralejas que rigieron la literatura infantil desde la antiguüedad hasta el siglo XX trocaron en frases de autoyuda; de esta forma, si Esopo aleccionaba a los chicos con prédicas del estilo «No debemos confiarnos de las aparentes bondades de los malvados», Disney -y otras empresas- lo hacen ahora con «Valórate, tú puedes», o «Sácalo todo afuera en una terapia de grupo». Sobre estos dos principios lo hace su nuevo largometraje, «Ralph, el demoledor». El film de Rich Moore representa otro paso adelante en el esplendor técnico, el perfeccionismo en la animación y en aquello que en Hollywood llaman «eye candy» (golosina para los ojos), y otro atrás en la «filosofía de vida» con la que los guionistas insuflan los argumentos, como si se tratara de una cláusula contractual. En este caso, además, existe también la pátina de una nostalgia casi puramente norteamericana, la del mundo de los videojuegos rudimentarios de los 80, aunque también por otras playas existen sus cultures, vía las Atari, las Commodore 64 o los juegos de arcadas de los años pre-digitales. Ralph es un antihéroe de aquellos juegos, el demoledor de un edificio de departamentos con gente dentro, a quien combate Felix, un pequeño héroe encargado de las reparaciones. Este videojuego nunca existió, sino que fue imaginado y recreado para esta película con el diseño y la estética de clásicos como el Donkey Kong o el Super Mario Bros. Pero, a diferencia de las varias (y casi siempre fracasadas) adaptaciones de videojuegos al cine, «Ralph» no se propone recrear y potenciar el germen narrativo del juego, del mismo modo que su antihéroe no procede de forma positiva sino reflexiva: está cansado de ser un villano, y por tal razón escapa a su lugar-en-el-mundo y concurre a una terapia de grupo en donde se topa con otros de su misma condición, como uno de los fantasmitas del Pacman o el mismo Diablo (a propósito, el recurso de la terapia ya fue empleado más de una vez en el cine de animación actual, como el grupo de «Buscando a Nemo» en el que los tiburones buscaban recuperarse). Así las cosas, el destino posterior de Ralph (excluido, para su dolor, de una fiesta en la que se celebraba el 30° aniversario de la creación del videojuego) no sólo no será el mismo, sino que todo el universo lúdico entrará en problemas: sin villanos, no hay acción. He aquí, y sólo faltaría la indicación en pantalla con un cartelito, la segunda parte de la filosofía del film, de clara raíz del Este (es decir, de la Nueva York superpoblada de gurúes y psicólogos, en relación a Hollywood). El encanto del desenlace, donde entra a tallar otra fugitiva rebelde, Vanellope, que padece «pixlexia» (divertido recurso por el que se la ve periódicamente con los destellos típicos del video que falla), redondean una película que los chicos seguramente disfrutarán, sin que les haga demasiada mella la filosofía reconfortante sobre la que se construye la ilusión del siglo nuevo.
El gigante quiso ser un héroe "Ralph el demoledor" no quiere romper nada más, no quiere ser un malo, sino un héroe. El filme reúne la perfección formal con la originalidad temática. Pudo pasar que Barbie no quisiera ser una señorita sexy. O que la muñeca Mariquita Pérez no hubiera querido ser, como la argentina Marilú, una muñeca tradicional en España. "Ralph el demoledor" no quiere romper nada más, no quiere ser un malo, sino un héroe. ¿Qué pasaría en el mundo de los juguetes antes y ahora, en Estados Unidos, España o la Argentina? Serían juguetes en rebeldía y estallaría el conflicto. Justamente de eso se trata el filme del director y guionista Rich Moore, de un personaje de video-juego que no quiere ser más el que era. Basta de destruir, por qué ser odiado y no tener la posibilidad de ganar una medalla por arreglar todo como Felix Jr, su opuesto en el juego!. Se ve que los animados llegaron a la mayoría de edad y se replantean su identidad. Justamente otros personajes de "una película de miedo" como "La cabaña del terror", que también se estrena hoy, también protestan porque otros los inducen a hacer determinadas cosas, que ellos no siempre querrían. Sí. La Disney se aggiorna desde que compró Pixar y sus héroes se rebelan y conflictúan, algunos de estos ejemplos son: los juguetes de "Toy Story", la chica de "Valiente", o el pequeño "Wall- E". PERFECCION FORMAL Ralph con un grupo de monstruos de los videojuegos se sientan en la ronda presidida por un analista y plantean sus problemas. Pero el demoledor, estalla. Más cuando lo discriminan en el cumpleaños de la empresa para la que trabaja. Entonces se escapa de su juego y trata de meterse en otros, con los consiguientes problemas. "Ralph el demoledor" reúne la perfección formal con la originalidad temática. Porque la idea de la huída, presupone un pasaje por la historia de los videojuegos, de su diseño estético y su evolución, desde los arqueológicos de los instalados en centros comerciales (comparemos los lejanos nuestros en la Sacoa marplatense), hasta los actuales en red. Y Ralph prueba en distintos mundos del video juego, como en su acercamiento a la Sargento Calhoum, demasiado violenta para él, o en su relación con la pequeña Vanellope Von Schweetz con la que vivirá la aventura en el mundo de caramelo. Divertida, arriesgada, "Ralph el demoledor", asombra con su perfección técnica e incorpora un nuevo antihéroe a la lista de protagonistas del filme animados.
Un encantador cuento moral, donde la técnica más moderna, hecha por computadoras, se combina con el arte de grandes dibujantes. El personaje de un videojuego cansado de la rutina y por sobre todo de ser el malo y solitario inicia una aventura donde sus torpezas y fuerza le valen para lograr justicia y cultivar la más increíble amistad.
Disney se despacha con una que parece de Pixar. El debutante Rich Moore, como si adaptara Toy Story al mundo de los videojuegos, cuenta todo eso que pasa en los jueguitos electrónicos cuando no hay nadie que meta una ficha. Ralph el demoledor sigue las desventuras de un villano en 8-bit que emprende un viaje por los fichines cercanos para buscar esa popularidad que no tiene dentro de su propia máquina. Rich Moore recorre la evolución de los videojuegos en una película emocionante, siempre atractiva desde lo visual y llena de homenajes y apariciones sorpresas, ideal para esa nostalgia que generan los fichines en esta época del año.
VideoComentario (ver link).
Nivel superado Disney lo hizo con Toy Story, creando una aventura animada de gran originalidad ambientada en el mundo de los juguetes. Ahora vuelve a conseguirlo, pero en el universo de los videojuegos. A manera de homenaje a ese tipo de divertimento que hizo furor en la década del ‘80, eligió a uno de los personajes más representativos de la guarnición y trazó un cuento que hace nido en las dudas y convicciones típicas de los niños, y por qué no de los adultos, mediante una serie de divertidas alternativas. Ralph, el personaje en cuestión, es un villano digital que se dedica a destruir un edificio, mientras el héroe del juego electrónico, Félix, gana medallas por repararlo. Pero llega un día en que Ralph empieza a pensar en serio, y se da cuenta de que quiere estar del lado de los buenos. El problema es que rebelarse contra un programa de computadoras no es algo fácil, e incluso puede llevarlo a desaparecer. Como película, Ralph responde al estándar instalado por Pixar y adoptado por Disney cuando este estudio la absorbió. Por el lado del relato, se trata siempre de una historia muy jugosa, con muchas variantes y, por supuesto, muy emocionante, que en Toy Story giraba en torno a un juguete que no quería ser reemplazado, y en Ralph hace foco en un malo que quiere redimir su alma para vivir más feliz. Por el lado visual, las maravillas van multiplicándose. Disney siempre tiene ese plus de los detalles. Hay que abrir bien los ojos con cada una de estas películas, porque en cada rincón hay una ocurrencia para festejar. Ahora, ellos dicen haber desarrollado una técnica que hace que los reflejos sean mucho más realistas sobre las superficies. Sin aviso previo, es probable que sólo un especialista lo note, pero hay que confiar en que en el conjunto la mejora reditúe en mayores gratificaciones. En una visión general, el filme tiene flaquezas a la hora de mantener la calidad de atención, y rellenan momentos con algunas corridas y ruidos de más. También hay pasajes demasiado barrocos, o empalagosos, como ciertas situaciones que ocurren dentro del juego de carreras adonde Ralph va a dar con su "humanidad". En esas escenas, puede resultar difícil enfocarse en la acción central (quizá los niños no tengan ese problema). Que los chicos se queden afuera de las referencias generacionales, es un detalle que no los afecta. Para ellos, por ahora, los juegos son simplemente juegos.
Lo nuevo de Disney viene pixelado El villano bueno de un antiguo videojuego protagoniza esta historia de aventura y mucho humor con toques retro. La animación está de fiesta. La factoría Disney abre el año de estrenos en los cines de Argentina con una aventura que se ubica con comodidad entre lo mejor de su producción reciente. Ralph el demoledor es cine de animación de alta gama, montado sobre el amor por lo retro y con el clic puesto con notable certeza en el gusto promedio del público. El Ralph del título es el personaje de un videojuego ya antiguo, pixelado, con una estructura y estética similar a la del Donkey Kong y similares, de esos que causaban furor en la década del 80 y que hoy son objeto de adoración por parte de coleccionistas y cultores de todo aquello que remita al concepto de que todo tiempo pasado fue mejor. De ese contexto, lo retro, lo que ya pasó, es que se escapa Ralph en busca de algo de reconocimiento, cansado de ser el villano del videogame. Arrastrado por su travesía, el atropellado antihéroe que protagoniza la historia termina condecorado en un videojuego de guerra y luego parte de una aventura pop para teenagers. Así es que "el demoledor" se transforma en pocos minutos en el accidentado copiloto de una niñita de carácter insufrible casi a cargo de una situación que aumenta en delirio a medida que avanza el relato. Esta nueva producción de la Disney recobra parte de lo más refrescante de lo que fueron sus grandes éxitos junto a Pixar, además de plantarse con un nivel de animación superior en todos los ítems, lo cual, si bien no es noticia en el mundo de la industria de los "dibujos animados", vale remarcarlo porque el resultado visual es de alto impacto. El relato es ágil, con numerosos guiños para los jóvenes y sobre todo para los adultos que se acerquen a las salas. El amor por lo retro está presente de principio a fin, incluso con el detalle de que algunos de los personajes se mueven pixelados en pantalla, con la dureza propia de las animaciones de décadas atrás. Ralph el demoledor es un gran comienzo de año para el cine de animación, para las propuestas de la Disney y para la cinefilia en general. Una de esas opciones que deleitan a padres, hijos, sobrinos y todo aquel que se le anime a la propuesta.
Disney en ascenso Hacer un reporte de las últimas novedades en cuanto a los gigantes de la animación se está pareciendo cada vez más a redactar una crónica deportiva. Que Pixar anotó con Valiente, que Dreamworks hace un buen rato que no juega un buen partido, que a veces surgen empresas de animación de las que apenas sabíamos algo y que relucen con jugadas espectaculares -Laika con Paranorman, Industrial Light & Magic con Rango-. En este tren de crónica informativa, conviene llamar la atención sobre la constancia y la altura con la que Disney viene jugando últimamente. Si La princesa y el sapo ya superaba la media de la animación infantil, Enredados lo hacía por varias cabezas, y esta Ralph el demoledor probablemente sea la mejor película que Disney (sin Pixar) haya logrado en décadas. Si hoy conviene encumbrar a dos empresas de animación estadounidenses, éstas serían Pixar y Disney en ese orden, quedando relegada Dreamworks a un -inestable- tercer lugar. El gran John Lasseter -director de la trilogía Toy Story- apadrina aquí desde la producción, y su influencia es notoria. Como en la mayoría de las películas de Pixar, nos encontramos con un universo fantástico paralelo y, en cierto modo, subordinado al nuestro. Ralph es el villano de un videojuego de antaño a quien desde hace décadas le fue adjudicada la misma rutina: esperar la llegada de un jugador y su moneda -en Uruguay jugábamos con fichas-, demoler un edificio y hostigar al héroe Félix el reparador. Pero está harto de que este último se lleve todo el reconocimiento, de ser excluido y discriminado por sus colegas de videojuego. Por las noches, la casa de juegos electrónicos cierra, los personajes descansan y, a través de los cables de la electricidad confluyen en una central en la que interactúan, conversan, se desahogan. El problema surge cuando, colmada su paciencia, Ralph decide irse temporalmente a otro videojuego para obtener una medalla y demostrarle a sus pares que él es capaz de grandes cosas. Con esta acción rebelde, casi infantil, Ralph amenaza el orden establecido, poniendo en riesgo a los suyos y a personajes de videojuegos aledaños. La construcción de la anécdota es notable; al mismo tiempo que termina de presentarse un micromundo comienza a introducirse uno nuevo; el personaje cambia varias veces de juego, a cada cual más llamativo. Una instancia viril, de robots armados destruyendo millares de insectos gigantes se alterna con uno de carreras en un universo chillón, de golosinas multicoloridas. Los personajes son sumamente entrañables -especialmente el mismo Ralph, así como Vanellope, otra marginada que encuentra por su camino y con la que conforma una pareja dispareja bellísima- y el villano es brillante, de gran parecido con Lotso, el oso resentido de Toy Story 3, uno de esos tipos aparentemente amables y conciliadores que esconden dimensiones terribles. A nivel alegórico, hay mucho en lo que pensar a partir de este universo de reglas aparentemente rígidas e inviolables, y de amenazas de colapso universal para el que se atreva a romperlas. Por fortuna la película nos enseña que estas normas no son tan inviolables, que no hay tanto drama en atravesarlas, y que a veces hacerlo se vuelve estrictamente necesario.
Arcade Story En su debut en el largometraje (el currículum del director en televisión es de lo más sobresaliente que se pueda encontrar actualmente en materia de animación -Futurama, Los Simpson, El crítico y mucho más-) Rich Moore apostó por un universo con gancho generacional (los videojuegos, especialmente los arcades de la década de 1980) y un tema caro al cine de animación desde la aparición de lo digital (Toy Story y Robots transitado cuestiones similares) como es el paso del tiempo y el avance de la tecnología como una forma de discriminación: así como a los viejos muñecos se sentían amenazados con aquel astronauta intergaláctico con luces en Toy Story y a la chatarra la convertían en descarte en Robots, aquí la posibilidad de ser desenchufados y pasados a retiro escandaliza a los integrantes de esta fauna ubicada en una casa de videojuegos a la vieja usanza. Ralph el demoledor es una película que sigue viejas fórmulas a la vez que recorre un camino personal, con una multiplicidad de ideas visuales y narrativas que por momentos abruman un poco, y convierte la travesía del antihéroe en una rara forma de fábula con conciencia social. En primera instancia, pareciera que Moore y sus guionistas van a lo fácil: ¿cómo no generar empatía en un público de sub cuarentones -target cautivo de este film- que crecieron con estos personajes y que han incorporado a los videojuegos como elemento cultural? Sin embargo, Ralph el demoledor es un poco eso (digamos que hay miles de referencias que para un público neófito harán invisibles muchos de los grandes chistes que tiene la película) pero también una gran historia con personajes atractivos y que son definidos diestramente con unos pocos pincelazos (sobresale en ese sentido la sargento Calhoun, tan Halo ella, con su crisis sentimental contada a puro flashback en velocidad rayo). Digamos que Ralph el demoledor, al sostener muchos de sus aciertos en el conocimiento que tenga o no el espectador sobre el universo retratado (especialmente su primera media hora), no deja de ser un producto riesgoso. Por eso es digna de festejarse la libertad con la que avanza sin detenerse demasiado en explicaciones, y esto es así porque Moore confía fieramente en el material que tiene entre manos. Como que es una celebración algo nerd que funciona en diversos niveles, pero nunca se separa de su corazoncito amante de los videojuegos. Más allá de aspectos estéticos, referencias (algunas más obvias que otras) e iconografía, Ralph el demoledor es una película muy inteligente que hace lo debido: toma el objeto abordado y lo analiza desde un perfil antropológico. Porque Repáralo Félix Jr., el videojuego dentro de la película, es un arcade al estilo Donkey Kong en el que determinados aspectos sociales sobresalen y demuestran cierta ideología que imperaba (consciente o inconscientemente) en los juegos: Repáralo Félix Jr. es un videojuego clasista donde un gigantón (el malo) destroza un edificio residencial y un hombre con un martillo (el héroe) repara las ventanas hasta llegar a la terraza y arrojar, junto al consorcio de más que evidente estilo de vida burgués, al malo desde lo alto del edificio. El conflicto que motorizará la trama, pues, será el del gigantón, Ralph, cansado de ser el malo y puesto en el trabajo de conseguir una medalla para ser reconocido socialmente. Y esto se replicará tanto en la falla conocida como Vanellope, personaje que Ralph encontrará en otro juego, como en otro personaje fundamental del que no revelaremos más nada aquí. En definitiva, Ralph el demoledor no apuesta tanto a subvertir el orden establecido como a repensar los roles que jugamos socialmente y la posibilidad que tenemos de modificarlos estructuralmente. A veces, en definitiva, somos eso y no otra cosa. ¿Cómo ser mejores, pues? Por lo demás, resulta muy atractivo el contrapunto que se da entre el mundo pop de golosinas en donde se desarrolla el nudo central del film y el subtexto oscuro y apesadumbrado de los personajes. En esa apuesta hay una ironía que resulta la parte más filosa e interesante de la película, y que remite fundamentalmente a cómo las apariencias son funcionales a la construcción social, vista como una generación de sentido. Es cierto que si bien Ralph el demoledor pertenece a este saludable presente de la Disney cooptada espiritualmente por John Lasseter y los muchachos de Pixar, no deja de ser un film Disney: y las moralejas y enseñanzas son dichas en una voz más alta de lo aconsejable. Pero eso es lo de menos en una película creativa visualmente y muy original, que recurre a un mundo preexistente y le aporta su propio estilo: el film pone en boca de los personajes apenas sus conflictos básicos (esa enseñanza destinada a los más chicos), pero en otro nivel hay un mundo que los supera y cuya referencialidad se trabaja subyugantemente. Y desde el relato, hay que decir que Moore no aprovecha para caer en la obviedad de convertir esto en un juego de niveles y dificultades progresivas, como en los videojuegos, sino que incorpora estos elementos a una narración que sigue la lógica del viaje del antihéroe con altas dosis de aventura y acción frenética. El clasicismo final del relato es coherente con la lógica de los personajes. Ralph el demoledor termina y dan ganas de insertar otra moneda y seguir jugando.
El gigante que quería ser amado Las animaciones de Disney siempre tienen un costado políticamente correcto y otro que invita a una reflexión, y esta vez vino por el psicoanálisis y la cuestión existencial. Ralph es un personaje de un videojuego cuya función es destruir lo que el valiente y amado Félix construye. Tanto es así que hasta lo plantea en una insólita sesión de terapia grupal ante una serie de desopilantes villanos de otros videogames. Así como en “Toy Story” los juguetes tomaban vida, aquí son los personajes los que salen del juego para luchar por sus ideales, e incluso se los muestra con una vida con rutinas típicas de los humanos. Ralph es un gigante de corazón grande, y su anhelo será ganar medallas que le den el pasaporte al heroismo, pero por sobre todo al cariño de los niños. La delgada línea del bien y el mal, y también de los héroes y villanos se muestra también en esta producción de Rich Moore, en su primera película en solitario luego de mostrar su talento en “Los Simpsons”. El filme, que también puede verse en 3 D, entretiene en todo momento, tiene un costado sensiblero que va a seducir a los más pequeños y, por sobre todo, es un menú exquisito para aquellos amantes de los videojuegos, pac man incluido.
Una historia para que grandes y chicos se diviertan y se emocionen. Los adultos volverán a encontrarse con parte de su infancia. Hay que llegar a horario al cine porque comienza con el nuevo cortometraje animado de Disney “Paperman” en blanco y negro. Esta es la historia de un hombre solitario de la Ciudad de Nueva York que se encuentra con una joven. Ambos están esperando un transporte que los lleve a su rutina y veremos como vivirán después que sus miradas se cruzaron. En el caso de “Ralph…”es bastante original porque narra una historia dentro de un video juego y creo que con este dato está todo dicho. Aquí uno de los personajes es Ralph (John C. Reilly la voz original), un tipo duro que vive en el basurero. Un grandote que con sus enormes manos rompe todo, es decir “demuele”; él durante 30 años hace esta actividad como tipo malo, en el juego Arcade. Allí también vive el reparador: Félix Jr. (Jack McBrayer) quien se lleva todos los honores y a quien todos lo quieren. Comienza a sentir que cada día le gusta menos realizar ese trabajo, no quiere ser mas el Tipo Malo, le gustaría que lo reconocieran por otras acciones, por eso ahora las cosas deben cambiar y decide acudir a terapia de grupo donde se encuentran: Zangief y Mr. Bison, de Street Fighter; el espectro de Pac–Man; Kano, de Mortal Kombat; entre otros. Pero ¿Quién conoce realmente a Ralph?, con el correr de la cinta vernos que es un buenazo y que tiene un buen corazón. La terapia no lo convence demasiado por lo tanto se embarca en una aventura y abandona el juego. Esta situación los pone a todos en peligro, porque los deja “fuera de servicio por mantenimiento”. De ahora en más los espectadores ya están listos para dejar libre la fantasía y vivir momentos divertidos, porque Ralph está decidido a recibir la medalla; (cuando aspiras a conseguir algo hay que tener valor dejar todo atrás e ir tras tus objetivos, cueste lo que cueste. sin esfuerzos no hay nada). Es cuando ingresa a Sugar Rush, (un lugar increíblemente creativo donde todo está construido con distintos dulces) ahí conoce a la una pequeña molesta e inquieta pero un ser cariñoso y afectuosa Vanellope Von Schweetz (Sarah Silverman), este un problemas más porque la deberá ayudar y es en este momento donde veremos escenas muy tiernas. También se encuentra con otros personajes: soldados, insectos molestos, entre otros; y distintos obstáculos y escenarios. Este film lo dirigió Rich Moore, el mismo de los episodios de Futurama y Los Simpsons. Una historia diferente, llena de guiños y un buen homenaje al juego Arcade de los ochentas donde se encuentra: Pac-Man, Donkey Kong, Centipede, Space Invaders, entre otros. Tiene momentos de aventura, humor y de reflexión, donde se plantea que hacer cuando nadie te reconoce y no te valoran. Debemos levantar la auto-estima. Visualmente y técnicamente es maravillosa, por ejemplo al ingresar a la tierra dulce hay varias referencias: Está siempre presente el tema de la lealtad, la amistad, la mentira y deja mensajes muy agradables; una historia bien colorida, llena de personajes, bien aprovechada la tecnología del 3D. Un buen entretenimiento para toda la familia en este comienzo de año.
Algo de nostalgia para los treintañeros y entretenimiento genuino para sus hijos Los choques generacionales tienen muchas formas en la cinematografía y han servido, entre otras cosas, para ayudar a la famosa dicotomía entre pasado y presente, a la que toda generación se enfrenta con la siguiente frase: “todo tiempo pasado fue mejor”. Claro, cuando uno protagonizó el pasado y vive el presente, el contraste funciona mejor. Lo demás es leyenda. “Ralph el demoledor” está levemente teñida de esta impronta, y además toma la posta que dejó “Shrek” (2001) al reunir a varios personajes conocidos (o reconocibles por todos) y construir un mundo en el que giran alrededor de un protagonista. En este caso se abordó el mundo de los videojuegos de hace treinta años, con los de mayor tecnología. Un golazo de media cancha con la marca registrada de John Lasseter, ahora como cabeza creativa de toda la Disney animada, incluyendo Pixar. Todo comienza con una sesión de terapia grupal en la que Ralph nos cuenta que su “trabajo” como villano de un juego en el que debe demoler un edificio ya no lo satisface. Viene haciendo lo mismo desde hace treinta años y no obtiene reconocimiento alguno. Todos los laureles se los lleva Sam, el héroe que con un martillo mágico arregla todo lo que se rompe, para luego llevarse la medalla heroica. En esta terapia participan todos los de su misma condición. Desde un zombie al fantasmita del Pac Man. Básicamente Ralph no quiere renunciar a su rutina, sino que se lo reconozca como parte necesaria y fundamental del juego. Una de las cosas más interesantes que plantea el talentosísimo Rich Moore (director de las mejores temporadas de Los Simpsons) son los lugares en donde transcurre la acción desdoblando el espacio-tiempo. Por un lado, está el local de videojuegos donde están todas estas máquinas. Por el otro, el detrás de la pantalla. El lugar virtual en donde todos los personajes cobran vida cuando todos los chicos se fueron y el local cierra. A esto le podemos agregar una mirada contundente sobre las modas y los olvidos, pues el miedo mayor de todos es que los chicos jueguen pocas fichas y queden apagados para siempre. Para aquellos de 30 años para arriba hay lugar para la nostalgia con la aparición de aquellos jueguitos que tantas fichas costaron hasta “ganarles” (hasta hay un cameo del Atari), y para los más chicos un entretenimiento asegurado con el vértigo y humor a los que ya estamos exigentemente acostumbrados. Uno de los tanques del año.
Anexo de crítica: -Con este film que amalgama conceptualmente hablando la filosofía y frescura de un dibujo animado acompañado para explotar desde lo creativo con las posibilidades visuales que en manos de personas capaces se vuelve prácticamente infinita, los estudios del ratón más famoso del mundo alcanzan la cima tan buscada y esperada con Ralph, el Demoledor. El nuevo desafío de Disney a partir de este gran paso en lo que a película de animación infantil se refiere es seguir apostando a las buenas ideas más que a la técnica para llevarlas a buen puerto porque en términos formales resulta injusto exigir más a la animación digital, pero al mismo tiempo necesario para que ese maravilloso puente de la imaginación no se acorte en especulaciones comerciales, repetición de fórmulas sin sustancia y sirva de pasaje creativo hacia nuevos y ricos universos como este que puede disfrutarse desde el primer al último minuto.-
Una cinta imaginativa que une generaciones En independencia de Pixar, Disney se largó a construir la aventura en animación que implica Ralph el demoledor , uno de los primeros estrenos de la pantalla 2013. Debutó con muy buena aceptación de público, logrando más de 200 millones de dólares de recaudación en el mundo y la decisión de comunicar que habrá continuidad del filme para próximas temporadas, incluyendo a personajes del mundo del videojuego familiares para antiguas y nuevas generaciones. En ese planteo se basa la película que cuenta los avatares de Ralph, villano de un arcade, un game de los '80 que, con suerte, se puede encontrar en la colección de máquinas "antiguas" de algún local. Dirigida por Rich Moore, quien se hizo conocido por su participación en la realización de Los Simpsons y Futurama , la historia parte del conflicto que transita Ralph, un villano que está a punto de cumplir 30 años de trabajo y se siente en crisis. El problema es que nunca ha sido reconocido por la ardua tarea de demoler un edificio cada vez que un niño inserta una moneda en la consola. Las medallas son recibidas, literalmente, por Félix el arreglador, el héroe del juego. Siquiera sus compañeros llegan a notar el importante rol que Ralph cumple para que la máquina donde habitan siga funcionando y no sea abandonada en el olvido. Cada noche, al cerrar el negocio, Ralph vuelve solo al basurero donde duerme y mira desde lejos cómo Félix es obacionado por el consorcio que salió ileso de las maldades. Es entonces cuando decide demostrar que él también puede conseguir una medalla de honor. El inconveniente está en el modo, porque para ello se introduce en un videojuego de nueva generación --mucho más violento y devastador-- y llevarse una condecoración. Pero junto con ella arrastra a un insecto que se instala como un virus destructivo, y en su afán de escapar, lo lleva consigo hacia otra máquina. En el nuevo escenario, las cosas se complican aún más con la interferencia de una niña, Vanellope von Schweetz, un alborotador "fallo" de un videojuego de flamantes y dulces coches de carrera, quien también necesita del afecto y consideración de su entorno. Así, mientras un escuadrón de soldados intenta matar al bicho que amenaza con filtrarse y destruir a todas las máquinas del local, Ralph y Vanellope recorren un camino en el que no sólo los villanos, sino los buenos tienen mucho que aprender. Imaginativa y plural en situaciones y enredos, Ralph el demoledor logra una rápida identificación con el espectador, colocando en escena a personajes de videojuegos viejos --algunos incluso en desuso-- y nuevos, uniendo generaciones ante historias no muy diferentes unas de otras, aunque, quizás, más complejas en la definición de perfiles conforme fueron avanzando las generaciones y profundizándose las exigencias de los consumidores. Lo puntual e importante a rescatar en función del relato, es que --con menor o mayor puerilidad en su bosquejo-- cada uno de esos conjuntos de píxeles tiene una identidad, una historia, una razón de ser y motivaciones, no siempre bien entendidas y reconocidas por quienes aprietan botones y deciden situarlos a un lado u otro del límite entre el bien y el mal. Y he aquí el objetivo a conseguir en términos de mensaje, a partir de una película bien desarrollada en términos estéticos y de guión: aunque los valores son absolutos, la valoración es relativa, según el lado de la historia y la experiencia que a cada quien le haya tocado en suerte. Es cierto que le quedan a esta historia pendientes por desarrollar según las exigencias de quien se siente en la butaca. También, que la noticia de una saga se conocía de antemano y que mucho de lo aquí faltante --es esperable-- se puede llegar a profundizar en las nuevas aventuras. Por ahora, una para atender y disfrutar.
Sólo un juego a la vez La magia del 3D colabora con la idea de sumergirnos en un mundo que nos es totalmente ajeno y que muchos ansiamos descubrir. Si bien Ralph, el demoledor es una nueva creación de Walt Disney Pictures y popularmente creemos que se trata de un film para niños, la temática central no deja de sorprender a los adultos. Con un personaje principal estresado por la rutina y un fuerte cuestionamiento acerca del bien y el mal, la cinta nos introduce al mundo oculto de los “fichines”: ideal para nostálgicos de los 90. De aspecto leñador, contextura gigante y de casi dos metros de altura, la misión de Ralph en el mundo del arcade es la de destruir lo que Felix repara. Un día tras otro, los habitantes del lujoso penhouse confían en que Felix los defienda de los horribles puños de Ralph. Y la narración comienza cuando la rutina pesa tanto que la única opción es abandonar el video juego. Pero, ¿qué sucede cuando se quiebra la rutina? En la vida real, es una situación altamente recomendable por los doctos. Pero en la ficción, puede llegar a ser un desastre: y el caso que nos compete, no es la excepción. Por qué siempre gana el bueno se pregunta Ralph en silencio mientras desea en secreto la popularidad de Felix. La magia del 3D colabora con la idea de sumergirnos en un mundo que nos es totalmente ajeno y que muchos ansiamos descubrir. Las cajas aparentemente llenas, solamente, de circuitos integrados nos sorprenden con amigables personajes que nacen, viven y mueren en estos mundos de fantasía perfectamente organizados. Y en donde reina el orden, siempre hay espacio para el error. Vulgarmente conocidos como “virus”, los errores en los programas son discriminados y puestos en reserva para que el público no pueda interactuar con ellos. Pero junto a Ralph nos ponemos de su lado y descubrimos que éstos no son necesariamente lo que todos creen. Encarnado en una simpática niñita de 10 años, Vanellope, es el virus del cual hay que deshacerse. Con personajes atravesados por encrucijadas de tinte psicológico y escenas de gran carga emotiva, el film transcurre de la mano del protagonista quien intenta demostrar que si bien su trabajo diario es destruir y ser malvado, su deseo más profundo es el de ser aceptado. Pero la presión de “seguir con el programa” ralentiza sus objetivos. Su estructura clásica de películas infantiles puede que haga predecible los sucesos a devenir pero la novedad radica, no en su narración audiovisual, sino en su temática profunda acerca de la discriminación, los proyectos, los logros personales y las relaciones humanas. Otra particularidad que se presenta es la aparición de varias referencias que funcionan a modo de guiño con el espectador adulto y audaz conocedor. Por ejemplo, la cita a Pac-Man cuando en una escena Ralph evade el control policial y logra pasar, de contrabando, un racimo de cerezas. Sin mucha innovación tecnológica ni novedades a la hora de contar la historia, Ralph el demoledor sólo será recordada por algún que otro momento fugaz o sus estresados personajes.
Hasta los villanos se cansan de tener que ser todo el tiempo los malos de la película y dentro del grupo terapéutico de ayuda a los malhechores de los videojuegos Ralph del arcade Fix-It Felix arroja una sentencia devastadora: dejará de ser el demoledor de su juego. En medio de un escape fallido dentro del Counter Strike, Ralph termina en las edulcoradas tierras de Sugar Rush en donde conoce a la pequeña Vanellope von Schweetz, un “error” de programación que la excluye de poder participar de las carreras automovilísticas que son la razón de ser del entretenimiento. Con una convicción y tozudez únicas, la niña convence a Ralph de que la ayude a ingresar a la próxima competencia, pero unos visitantes intergalácticos de otro videojuego amenazan con destruir el tierno mundo de las niñas piloto. La nostalgia parece estar flotando en el aire hollywoodense en los últimos tiempos: revisitar historias conocidas, traer de regreso a personajes inolvidables o poner en el centro de la escena aquellos juegos que nos remontan a nuestra infancia rinde sus frutos en la taquilla internacional. ¡Cuánto hace que no entro a un local de videojuegos y que identificado me sentí con los chicos que se pasean por el de esta película! A su vez, que todos estos personajes electrónicos estén unidos mediante una red similar a la de subterráneos y que cada “fichín” este conectado con otro, que sus personajes interactúen y que los mismos queden como homeless al momento de ser desconectados es de una originalidad y actualidad únicas. Ralph es el gigantón de corazón noble que no presenta tantas sorpresas con respecto a personajes anteriores, pero Vanellope es una fuerza arrolladora que logra quedarse con la atención de los espectadores (niños y adultos) en cada una de las escenas que comparten. Es una historia de emoción, nostalgia y amistad que demuestra todo lo que Disney aprendió de animación digital a lo largo de los años en sociedad con Pixar.
Coca Light La idea inicial de la película es una copia de la franquicia Toy Story aplicada a los videojuegos: los personajes virtuales siguen viviendo en su propio mundo una vez que los jugadores se han ido. Pero Ralph el demoledor no posee el contracampo humano, que es algo esencial de su modelo. Todo aquello que resultaba fabuloso y divertido en el original queda reducido a un imaginario bastante pobre y a un sentimentalismo forzado. La parte central de la intriga se desarrolla (o más bien se estanca) en el juego Sugar Rush: un mundo edulcorado en exceso que intenta disimular, bajo la profusión de tonos chirriantes, una pobreza visual y narrativa asombrosa. En lugar de construir un universo, el director amontona personajes conocidos y, sobre todo, una cantidad de marcas de productos pocas veces vista en la pantalla. El gran presupuesto y la maestría de los efectos especiales digitales no llegan nunca a compensar el déficit de una escritura rutinaria que se obstina en empantanarse sobre un único decorado. La pareja de personajes centrales (el gigante del título y una pequeñita marginada del juego, que recuerdan físicamente al dúo de Monsters Inc.) emprenden la búsqueda de la medalla de “héroe” mediante una sucesión de escenas repetitivas en un océano de fealdad interminable. El grandote deprimido por su condición de eterno villano deberá redimirse salvando a la niñita traviesa, entre guiños nostálgicos destinados a garantizar la adhesión de los consumidores de videojuegos de antaño y la peor sensiblería marca Disney. Un himno a la familia y al consumo, políticamente correcto y terriblemente aburrido.
GAMERS & UNDERDOGS Es interesante ver el camino que recorrió Disney con sus personajes. En sus inicios, los héroes de sus historias eran personajes perfectos, con conflictos externos y ajenos a ellos mismos. Como BLANCANIEVES (1937), una bella princesa amenazada por una cruel reina, y un apuesto príncipe que la rescataba. O LA BELLA DURMIENTE (1959), misma formula. Pero, con el correr de los años, sus films fueron involucrando la temática de la belleza interior y el clásico “no juzgues a un libro por su portada”, como en LA BELLA Y LA BESTIA (1987) o EL JOROBADO DE NOTRE DAME (1996). Sin embargo, fueron intentos bien intencionados pero vacíos ¿Qué pasaba, llegando al final, con todos los underdogs (los rechazados, los marginados) que miraban esas películas y se sentían identificados con La Bestia y Quasimodo? Si recuerdan bien, La Bestia vuelve a ser un príncipe atractivo, mientras que el Jorobado es aceptado por los demás, pero Esmeralda obviamente elije a Febo. Así, los underdogs se quedaban con un sabor amargo en la boca. Ya entrando al 2000, algunas de las mentes más abiertas de Disney nos dieron una colección de personajes ajenos a esa perfección de la primera era: el egoísta, inmaduro y solitario Kuzco de LAS LOCURAS DEL EMPERADOR (2000), convertido en una llama aún más egoísta y solitaria; el desagradable e indomable Stitch de LILO Y STITCH (2002), entre otros. Pero, en sus respectivos finales, siempre terminaban convirtiéndose en lo que la sociedad esperaba de ellos, haciéndose buenos, más comprensivos o más perfectos ¿Y qué tal si ya eran perfectos así como estaban? ¿Qué tal si era la sociedad la que no los entendía? ¿Por qué Pinocho no aprendió de Dumbo y siguió siendo un niño de madera? No todos somos perfectos y, tal vez, esa perfección no existe. Pero a Disney le costó (y aun le cuesta) entender que la búsqueda de un estado de belleza y aceptación por parte de los demás ya no es algo que afecta a la mayoría. Pido disculpas si mi discurso suena a una canción de Lady Gaga o a un capítulo de “Glee”, pero lo cierto es que los underdogs del mundo de a poco se van alzando, diciendo con orgullo que está bien ser gordo, flaco, homosexual, feo, lindo, tímido, loco o, en el caso de RALPH, EL DEMOLEDOR (WRECK-IT RALPH, 2012), un villano. Así como Pixar a veces se contagia de temáticas Disney y entrega films como CARS (2006) o VALIENTE (2012), también pasa a la inversa. Porque Ralph fácilmente podría entrar en la misma línea de los monstruos de MONSTERS, INC. (2001) o los peces minusválidos Nemo y Dory de BUSCANDO A NEMO (2003). Temido y rechazado, Ralph ha sido por 30 años el villano de un videojuego. Y cansado de su papel, decide abandonar su puesto y entrar a otros videojuegos para intentar volverse un héroe. Así conocerá a la pequeña Vanellope, una falla de “Sugar Rush”, un fichín de autos de carreras con onda “Mario Kart”. Estos dos underdogs se unirán para intentar cambiar y salvar sus destinos, y al del mundo de videojuegos. Parece puro entretenimiento y lo es, pero entre fabulosas secuencias de acción, humor para diferentes edades y referencias/cameos que los gamers amarán, RALPH, EL DEMOLEDOR se encarga además de contar una historia con un gran corazón, que nos enseña que no hay que cambiar para ser perfectos, sino aceptarse a uno mismo tal cual es. No se dejen engañar por dicha moraleja ya que la película no es para nada empalagosa - irónicamente, la mayor parte del film sucede en una tierra de caramelos -. Esto se debe a su guion, que se balancea entre lo muy entretenido y original, y lo a veces predecible. Si tendría que mencionar algunas de sus debilidades diría que no hay un villano muy solido; que la trama tarda en tomar el rumbo que seguirá hasta el final; que a la tierna y simpática sub-trama romántica de Felix y Calhoun le cuesta encajar; y que hay poca participación de personajes famosos de videojuegos. Pero en general, el libreto está bien pensado tanto a nivel de construcción/desarrollo de personajes (muy queribles y de geniales diseños, por cierto) como en las diferentes capas que posee su historia. Llama la atención como la trama de RALPH, EL DEMOLEDOR presta mayor importancia a los conflictos internos que a los externos. Hay insectos gigantes, carreras de autos, tiroteos, un malo (que demora en revelarse) y un gran desastre a impedir, pero no hay duda de que lo importante aquí es Ralph, su evolución, su relación con Vanellope y consigo mismo. En ocasiones, eso ayuda a crear inesperadas escenas muy conmovedoras o dramáticas, y una madurez a la altura de Pixar o el mejor DreamWorks (tiene varios puntos en común con SHREK). Dejando su guión de lado, Disney logró además moldear una aventura visualmente muy llamativa, cuyos recorridos por distintos mundos ayudan a expandir su nivel de belleza, color, simpatía y asombro técnico. El 3D, la acción y la gran variedad de personajes funcionan como deben y ayudan a hacer de esta una fantástica delicia animada que, aunque los gamers la disfrutarán como nadie (me atrevo a decir que es la mejor película de videojuegos en años), puede ser vista por TODOS. Ya que todos, en algún momento de nuestras vidas, jugamos un videojuego o nos sentimos un underdog. Y esto es Disney celebrando al gamer y al underdog en todos nosotros ¡No más héroes perfectos!
El jueves pasado se estrenó esta película de animación de Disney que prometía muchos guiños al niño gamer que muchos llevamos dentro. Usar a personajes conocídos de video juegos clásicos en los posters promocionales es un buen gancho para que la gente vaya al cine y se prenda. Veíamos a Sonic, Mr Bison, Zangief, y otros acompañando a Ralph bajo el título. Vamos a sacar esto de lado de entrada, para poder hablar de la peli puntualmente. No hay más escenas de éstos personajes clásicos de las que se vieron en los trailers y videos promocionales. Hay algún que otro guiño y algunos cameos lejanos. Fue simplemente una estrategia promocional, como cuando ponen a Bruce Willis en el poster de una peli de acción y luego en la peli solo aparece 5 minutos en total. Todo esto no potencia ni opaca al film en sí, pero es un detalle importante para muchos que quizás solo se habían enganchado por eso. Wreck-It Ralph está dirigída y escrita por Rich Moore, un tipo que quizás no te suene, pero está detrás de capítulos inolvidables de Futurama, The Critic y muchos de Los Simpsons (el es el culpable de capitulazos como la parodia con Bob Patiño del Cabo del Miedo y Marge vs El Monorail, entre muchos otros). Sabiendo esto al ver la peli uno capta automáticamente varias cosas, como el rítmo acertado, chistes certeros, personalidades marcadas y ese subi-baja de emotividad sensiblera con gags para levantar. Otro que está en el guión es Jim Reardon, también director de muchos caps de Los Simpsons (sobretodo de temporadas del 2001 en adelante) quien obviamente se conoce y lleva muy bien con Moore. La historia inicial gira en torno a Ralph (John C. Reilly), un villano de un viejo fichín que está cansado de ser "el malo" y al ver todos los beneficios que tiene el héroe, parte hacia otros juegos en busca de algo que el cree que podrá darle el reconocimiento que se merece y volverse bueno. En el camino se encontrará con Vanellopy (Sarah Silverman), un glich (un error de programación en el juego, no necesariamente dañino como un bug) en otra búsqueda personal que ya verán... Reilly le da una voz muy acorde a Ralph, le queda justa, pero sin duda lo más destacable de toda la peli es Sarah Silverman interpretando a Vanellopy, la descose magistralmente. Vanellopy es el mejor personaje que se ha creado para una peli animada en estos últimos diez años, es extremadamente expresiva (por demás), hiperquinetica, y alegre. Todo esto la vuelve un personaje inolvidable y altamente querible. Un trabajo de animación remarcable, acompañado con buena música y humor agudo. No sobrepasa los límites de la creatividad pero es bastante original para lo que estamos acostumbrados y lo mejor es que entretiene a todo tipo de público. Hasta acá, la crítica del film, ahora, dos acotaciones importantes sobre ir a verla al cine. - Lamentablemente, la única manera de verla subtitulada con las voces originales, fué verla en 3D. Puedo asegurar al 100% que no tiene absolutamente nada de 3D. Ni siquiera tiene capas de profundidad, ni tranfers de imagen, ni nada. Apenas sobresalen los subtítulos de la pantalla. Por lo que si tienen oportunidad de verla subtitulada en 2D, háganló, no paguen la entrada en 3D en vano. - Antes de comenzar la película pasaron un corto animado (animación tradicional) de Disney llamado Paperman: aviones de papel. Este cortometráje no tiene diálogos y es magnífico. Si no se los pasan en su cine, búsquenlo que no tiene desperdicio.
Un juego a la vez "Ralph el demoledor" es una gran película de animación muy entretenida y estimulante para los fanáticos de los videojuegos que a pesar de tener diversos problemas no deja de ser un film muy disfrutable. La historia se centra en Ralph un villano de un clásico juego de consola que después de 30 años quiere convertirse en el héroe por primera vez. Una trama llena de giros y guiños al universo de juegos que entreteniene de la gran forma que Disney sabe hacer. La trama es al inicio de tono muy similar a la de Toy Story, ya que con gran imaginación se narra el detrás de las pantallas cuando las luces se apagan y no hay humanos en las inmediaciones. Realmente estos minutos iniciales son impresionantes y con cada juego que van citando, el universo de la trama se va haciendo cada vez más atractivo. Si bien, la historia transita básicamente en juegos inventados para la pantalla es evidente como los tres principales remiten al clásico Donkey kong, el típico juego de tiros con mutantes y el dulce y tierno juego de carrera para chicos pequeños, en especial niñas. Si bien la trama es muy ingeniosa y tiene algunas cualidades muy graciosas o irónicas, como por ejemplo que la belleza sea sinónimo de alta definición en los gráficos, son los pequeños detalles los que no hacen que la narración fluya de la manera que debería hacerlo. Son instancias como el ingreso al mundo Sugar Rush que demuestran falencias muy tangibles en el relato. Allí es cuando las historias de Ralph buscando re-conquistar su medalla o la sargento (voz de Jane Lynch) cazando unos bichos-cibernéticos, no se acoplan de la mejor manera y cada salto de trama resulta más un fastidio para el espectador que un genuino interés de ver como le iba al otro personaje. Incluso el propio objetivo de Ralph de solo enfocarse en conseguir la medalla tampoco es realmente significativo, mientras que a su vez, la trama tampoco presenta a un villano del todo convincente. Sin embargo, Ralph el demoledor logra esconder sus falencias con mucho ingenio y termina logrando ser una película muy entretenida. Con "Ralph el demoledor" se exhibe el corto "Avioncitos de papel", el cual vuelve a demostrar que en el mundo de la animación los cortos son impresionantes. Allí con gran ternura y genialidad se puede ver como un hombre solitario intenta comunicarse con una bella mujer a través de avioncitos de papel. Si bien el tono inocente y simpático tal vez no encuentre su mejor resolución al voltearse en un desenlace más del género fantástico, cada segundo es imperdible.
El villano más heroico "Wreck it Ralph" es el nuevo caballo de batalla de Disney para competir en la próxima entrega de los Oscars 2013, en la que se batirá a duelo con otra propuesta fuerte de los estudios, la exitosa "Valiente". La trama es innovadora, ya que plantea una historia que gira en torno a la vida de Ralph, un villano de video game que en la "vida real" es un tipo bonachón, simpático, torpe pero bien intencionado. Luego de asistir a una terapia grupal a la que acuden la mayoría de los villanos de los video games para descargar sus frustraciones, decide cambiar el rumbo de su vida y conseguir aunque sea por una única vez, la aceptación de los demás personajes que cegados por el sistema sólo pueden ver en él a una persona indeseable y destructiva. Para ello, escapará hacia otras consolas con el objetivo de ganarse una medalla que le otorgue la gloria, aunque por supuesto, no todo será tan fácil como se lo imagina. En el camino vivirá algunas aventuras que lo harán abrir los ojos y darse cuenta que el verdadero heroísmo no está en la gloria personal, sino en el sacrificio por los demás. Los actores John C. Reilly (Ralph), Sarah Silverman (Vanellope), Jane Lynch (Calhoun) y Jack McBrayer (Felix) aportaron sus voces a los personajes principales, dotando de un sello característico a este producto de animación que, sin perder el aura Disney, se animó a utilizar un humor más adulto que de costumbre. Todos los comediantes nombrados tienen un background de comedia ácida, cuestión que adrede o no, se puede evidenciar en el film. Lo de Silverman es bastante bueno, componiendo a una Vanellope precoz, desafiante y tierna a la vez. Por otro lado, es notable que no se haya apelado al romance como parte de la trama, sino que se apuesta a una relación de amistad disfuncional entre la pareja protagónica, en la que más allá de las diferencias de edad, físicas y de personalidad, se logra una química muy buena que mantiene al público entretenido. Si me preguntan a mí, diría que "Valiente" de Pixar/Disney es un producto superior a "Ralph, el demoledor" tanto en sustancia como en calidad técnica, pero aún así esta última es una buena opción para las vacaciones de verano.
Antihéroe en Crisis Al pobre y bonachón, aunque las debe jugar obligadamente de "Villano obediente" de Ralph "Rompetodo" no le cierra vivir en un juego de videogame donde se lleva la peor parte y los aplausos son para el simpático Félix. Así se intentará colar en otros juegos participativos y exitosos para paliar su ostracismo y obtener una medalla al heroísmo, pero la crisis por la cual pasa este agraciado personaje no será tan fácil de superar y dentro de la trama animada irán apareciendo variopintas complicaciones como otros héroes con sus no menos superadas crisis. Primer gran estreno del rubro animación del año, y un bienvenido filme, de incomparable belleza visual (por ejemplo el juego de los dulces donde habita la pequeña Vanellope, acierto de inmejorable compañera de correrías). Los atractivos en esta producción dirigida por Rich Moore (hizo capítulos de Futurama, Los Simpsons) no son poca cosa, porque ofrecerá el entretenimiento disfrutable tanto a grandes como a chicos, y quienes hayan sido o son fanáticos de los jueguitos, su visión los atraerá aún más. Por su encanto y diversión asegurada se instala entre lo mejor de este flamante 2013.
Ralph el Demoledor es un producto de la Disney. Parece un licuado de ideas de otros productos surgidos bajo el paraguas de la misma Disney, que van desde Tron a Toy Story, incluyendo algunas gotas de Mi Villano Favorito. Aquí hablamos del mundo de los videogames, en donde los personajes parecen tener vida propia una vez que los jugadores abandonan las máquinas y se apagan las luces; hay todo un universo interconectado en donde los caracteres de Street Fighter se saludan con los fantasmitas del PacMan, van a beber a la taberna de Tapper, y se codean con Sonic the Hedgehog; y, entre todos ellos, tenemos a nuestro protagonista, el cual es el villano de un arcade similar al Donkey Kong, el cual desea recibir una cuota de reconocimiento y redención. Por supuesto los hechos nunca son lineales y el sufrido Ralph deberá pasar las mil y una para obtener su recompensa; esto se traduce en una aventura de aquellas, plagada de paisajes delirantes, toneladas de nostalgia, una parva de caracteres deliciosos y una catarata inagotable de creatividad. Con todo ello Ralph el Demoledor logra superar los achaques de su falta inicial de originalidad y crea su propio camino, generando uno de los mejores filmes animados del presente año. En sí, ésta es la historia de un villano que termina descubriendo su héroe interior. Ralph es uno de los personajes de un juego antiquísimo - de la época de los 8 bits - que sobrevive en el mundo actual de la alta definición gracias a que posee una jugabilidad endiablada (al igual que el Pacman). Por supuesto sobre ellos se cierne la sombra de la jubilación, la que llega el momento en que nadie quiera jugar más con ellos o que la máquina se rompa, razón por la cual serán retirado de servicio. Ya que Ralph se siente despreciado por sus compañeros de "trabajo" decide hacerse con una medalla de héroe, algo que va muy en contra de las reglas establecidas en semejante universo. Por eso el tipo se va de callado a un juego supermoderno de matanzas en primera persona, en donde se disfraza de soldado intergaláctico que desembarca en un planeta infestado de aliens. Es notable ver cómo los libretistas resuelven todos los pormenores de lógica de semejante situación - los caracteres viajan de un juego a otro a través de los cables de electricidad; hay un puerto universal que posee los accesos a todos los juegos disponibles en el salón de recreativas donde se encuentran; cada sesión de juego es un show montado al estilo de los espectáculos del parque de diversiones de la Universal, donde los personajes protagonizan complicadas coreografías para darle vida al universo en donde se desenvuelve el jugador (y después se van a las duchas o regresan a sus puestos iniciales para una nueva sesión); incluso el jugador tiene un avatar en semejante universo, siendo un personaje con cabeza de monitor, en donde se puede ver el rostro del humano que está comandando las acciones del juego -, y lo hacen con una brillantez loable. Incluso establecen reglas tan claras y lógicas que sirven para crear situaciones de su propio pecunio; por ejemplo, cuando Ralph se ausenta de su juego, el mismo empieza a fallar - el personaje no aparece, con lo cual el edificio no se demuele y el jugador gana siempre -, y también empieza a fallar el juego en el cual se ha infiltrado, ya que su presencia provoca cambios en el desarrollo natural del mismo. Por si todo esto fuera poco el compañero de Ralph (una especie de clon de Mario Bros) va a buscarlo y lo hace en compañía de una marine espacial, una tremenda marimacho que desea a toda costa recuperar la medalla que el grandulón se llevó de su propio juego, y cuya ausencia ha comenzado a sumirlo en el caos. Ralph el Demoledor es una delicia por donde se la mire. Si usted ve la versión original - y tiene capacidad de entender inglés - verá que el casting vocal es excelente. John C. Reilly le da una enorme dulzura al bruto que le toca componer; por otra parte está Sarah Silverman - la cual suele ser algo densa en sus presentaciones en vivo, pero que aquí parece haber rebajado y depurado sus decibeles -, quien termina inyectándole una formidable energía a su nenita malcriada y malhablada (pero de gran corazón), la cual quiere participar de la carrera para lograr su propia rehabilitación. El cast se completa con la siempre eficiente Jane Lynch como la sargento más dura que el acero, la cual termina enamorándose del blandengue Felix - personificado por Jack "30 Rock" McBrayer -, y Alan Tudyk como el locuaz y retorcido rey Candy. Ralph el Demoledor es nostalgia, risas y emoción. Desborda creatividad por todos sus poros, en especial en el universo del videojuego Sugar Rush - en donde todo está hecho de confites y golosinas, y donde abundan las trampas mortales como los pantanos de chocolate o el geiser de Diet Coke caliente al cual le caen pastillas de Menthos al azar, provocando horribles erupciones en cadena -; pero además posee un stock de personajes formidables, los cuales desbordan de carisma y dulzura. En sí es una agradable sorpresa, ya que va mas allá de los límites de su premisa y logra encandilar al espectador con su magia, la que se basa en un libreto plagado de personajes fuertes, atractivos y bien escritos. Desde ya es un gran film y, si usted es como yo - de los que poseen un pasado turbulento habiendo gastado fortunas en las salas de recreativas - sentirá esa sensación de calidez que le brinda el regreso fugaz a una parte importante del pasado de todos nosotros, una que añoramos y que el filme se encarga de reconstruir en toda su gloria.
Publicada en la edición digital Nº 4 de la revista.
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Recordando los queridos arcades Ralph: El Demoledor posee un elemento distinto respecto de las películas de animación que veníamos presenciando, y éste radica en ofrecernos, al menos de movida, una historia creativa vinculada al mundo de los videojuegos. Generando nostalgia en quienes vivimos la época de furor de los arcades, con toda esa mística de ir a comprar las fichas y demás, la cinta se mete dentro de lo que sería la vida de los protagonistas de los juegos. Y aquí aparece Ralph, un destructor de edificios que oficia de “malvado” y que comienza a hartarse del poco reconocimiento que le dan en su “trabajo”. Así, decide explorar el mundo virtual de sus colegas. Ingeniosamente se construye un relato con una suerte de reglas respecto de lo que abarca el modo de vivir de estos curiosos personajes. Y empiezan a tener pequeñas participaciones los Zangief (Street Fighter), el fantasmita del Pac-man, entre otros tantos, lo que le da un toque atrayente a la historia. Nuestro héroe, en la búsqueda de una medalla que le permita otorgarle un status mejor en su arcade, incursiona en otros, hasta que termina yendo a parar a Sugar Rush, un videojuego de carreras, caracterizado por un mundo de golosinas empalagosas por doquier y en donde se nombran inusitadamente una inmensa cantidad de marcas comerciales. Allí conoce a la súper carismática Vanellope, una pequeñita que se roba todas las miradas del público, tanto de niños como de adultos. Bien, hasta aquí todo perfecto, pero el problema o la “falla” mayor radica en dejar caer al film en la obviedad, estancándose casi todo el tiempo en Sugar rush y desaprovechando lo que se podría lograr deambulando por los diversos recreos electrónicos. Y lo que queda de rodaje desborda de previsibilidad, sensiblerías típicas de Disney y un desenlace a las apuradas. Ralph, El Demoledor es una película creativa, con una animación prodigiosa, que se podría haber trabajado mejor en unos cuantos pasajes que hacen al relato. LO MEJOR: la creatividad, la historia es muy original. La animación. LO PEOR: se desaprovecha la posibilidad de incursionar en más videojuegos. Pasan mucho tiempo en Sugar rush. No logra ofrecernos más de lo que nos otorgan las demás cintas de animación en cuanto a previsibilidad. PUNTAJE: 6
Tras una larga espera por esta nueva película de Disney, al fin ha llegado a las pantallas del mundo Wreck-It Ralph, un film con el que el estudio generó una gran expectativa a partir de divertidos adelantos llenos de personajes de videojuegos clásicos con los que hemos crecido y que sin duda apelaban a la nostalgia. Una producción en donde se nos transporta a un nuevo y original mundo en el que todos nuestros amigos virtuales conviven e interactúan de maneras que nosotros jamás sospecharíamos. Algo que no pasará desapercibido en este nuevo film son los fantásticos escenarios en los cuales nuestros protagonistas llevarán a cabo sus hazañas. Lo que hay es un despliegue de mundos animados llevados a su máximo potencial de una manera grandiosa, en una fiesta de magia y colores. En este sentido cabe señalar que realmente no se puede apreciar demasiado el uso del 3D, herramienta que bien podría haber logrado un resultado notable en una película así y sin embargo se presenta como un efecto malogrado. Nuestro protagonista en esta aventura es Ralph, un villano de buen corazón que esta cansado de vivir a la sombra del héroe de su juego, Felix. Pero cuando este logra concebir una idea para conseguir su boleto a la fama, una adorable y traviesa niñita, llamada Vanellope, logrará ponerle los pelos de punta al gigantón a la vez que conquistará su gran corazón y le permitirá encontrar aquello que realmente estaba buscando. Pero todos estos planes tendrán consecuencias y muchos problemas en el mundo de los videojuegos, de los cuales se deberán hacer cargo la comandante Calhoun y Felix, quienes tratarán de reparar los daños causados por el Demoledor. Si bien la película tiene sus momentos de diversión, parecería que Disney no da en el clavo en lo que a comedia se refiere. Más allá de que Wreck-It Ralph sea muy buena, no tiene éxito en producir aquellas secuencias que se atesoran en la memoria para revivir y disfrutar tiempo después. Por la manera en que el director Rich Moore genera el vinculo entre cada personaje y cómo lleva a cabo las idas, vueltas y conflictos de este film, se nota que es alguien que sabe lo que hace. Todo aspecto de la historia será revelado en su debido tiempo y forma, lo que conducirá a un resultado final fantástico. Wreck-It Ralph es un gran film, con personajes adorables y divertidos de esos que pueden ser disfrutados tanto por adultos como niños. Si bien no termina de utilizar y explotar a los viejos conocidos de los arcades de nuestra infancia, logra una mezcla casi perfecta de colores, aventura, figuras e historia, confluyendo -sin lugar a dudas- en una gran forma de darle "START" a este 2013.