REHACER MAL Antes de convertirse en tuitstar y recomendarle a sus seguidores a quien votar, Juan José Campanella hizo su mejor film “El secreto de sus ojos” (2009) con el oficio de quién dirigió varias series de procedimiento, un guión sólido basado en la novela de Eduardo Sacheri, personajes queribles y un pulso cinematográfico en la memorable escena del estadio. Así llegó el Oscar y con él, Hollywood y sus dólares. Para saber lo que Hollywood hace con las remakes de films extranjeros, nada más hace falta ver sus versiones de “Oldboy” y “Let the Right One In”. “Secretos de una Obsesión” es un film menor, que toma las bases fundamentales de la trama de la película argentina y deja de lado los detalles y la construcción de personajes que tenía el film original. Todo lo “americanizable” se “americaniza”, el cómic, el béisbol y la dictadura pasa a ser el estado de paranoia que vivía el Estados Unidos post 9-11. Filmada con plana monotonía por Ray, recuerda más a un episodio de “Cold Case” que a un film que intentaba decir algo acerca de la moral, las instituciones y la justicia. Aquí los personajes no parecen conducidos por la pasíon, ni siquiera por la obsesión que hace referencia el título local, más bien resultan caprichosos y sobreactuados -especialmente Roberts- deambulando un caso con total impericia en todos los aspectos. Lo que funcionaba en “El secreto de sus ojos” era también la historia de amor, al contrario de lo que sucede aquí con la nula química de los personajes de Kidman y Ejiofor, el espectador deseaba que Villamil y Darín finalmente estuviesen juntos. El giro sorpresivo del tercer acto, tenía un impacto emocional dado por el contexto que en esta remake es blando y frío y que cuando llega sólo atinamos a buscar el control remoto, pensando por un momento que estábamos viendo cualquier canal de cable un viernes a la madrugada.
Lo que no se perdona Secretos de una obsesión (The Secret in Their Eyes, Estados Unidos, 2015) es una remake del film de Juan José Campanella El secreto de sus ojos (Argentina, 2009). El siempre inútil juego de la comparación podrá ser una tentación para muchos, pero no es una crítica justa ni inteligente aquella que pierde demasiado tiempo en eso. Una película nueva merece una crítica propia. Ray (Chiwetel Ejiofor) es un ex agente del FBI que durante más de una década ha vivido con una obsesión: Volver a encontrar al asesino impune de Carolyn Cobb, la hija de su compañera de trabajo y amiga Jess Cobb (Julia Roberts). Cuando cree haberlo encontrado recurre al que ha sido el gran amor imposible de su vida, Claire (Nicole Kidman) quien ahora es fiscal de distrito pero que doce años atrás trabajó junto con él en el caso. La impunidad del asesino se debió a que este era informante en una investigación anti terrorista post 11 de septiembre del 2001. Con el regreso de Ray se reabren las heridas, tanto las del homicidio como las del viejo amor postergado entre Ray y Claire. Secretos de una obsesión tiene como tema principal la palabra del título en castellano: La obsesión. No la pasión, sino la obsesión. Los dos personajes claves son Ray y Jess, ambos están atrapados a lo largo de los años. Ray por su amor, pero también por su culpa y su lealtad a su gran amiga Jess. Y Jess, por su hija y castigar al culpable de su muerte. La película está teñida por la oscuridad de ambas obsesiones. Incluso Claire y Carolyn quedan un paso atrás de este deseo de atrapar y condenar al asesino que ha torcido el destino de sus vidas. Este film policial, no exento de algunas reflexiones políticas, se mantiene siempre dentro del género y en sus resoluciones finales tiene el tono y las vueltas de tuerca de los films de Hollywood de los noventa. Aunque el amargo desencanto también recuerde a los años setenta, con su pesimismo y su desconfianza en las instituciones. Esa mezcla de tonos funciona, y la película mantiene de una punta a otra el suspenso. Las vueltas de tuerca funcionan y la resolución es bastante pesimista, aun cuando la obsesión que los ha empujado haya llegado a un punto final. Con poco espacio para el humor, con una ajustada puesta en escena, con grandes actuaciones de los protagonistas y extraordinarios secundarios, Secretos de una obsesión es un film de género en estado puro. Un gran policial con algo de melodrama y algo de romántico, pero policial al fin, policial negro más exactamente. Pero los grandes intereses económicos que generalmente alteran la investigación, acá son la lucha contra el terrorismo, como justificación y apañamiento de asesinatos. Con esos apuntes extras se termina de cerrar una película que no es tranquilizadora ni esperanzada, como suelen ser los buenos policiales negros.
La pasión siempre gana. Sabido es que ante un éxito como el que vivó la película argentina El Secreto de sus Ojos de Juan José Campanella, galardonada con el Oscar a Mejor Película Extranjera en el año 2010, el olfato de los productores americanos no dejaría escapar la oportunidad de reformular aquella historia centrada en un crimen y la densa investigación subsiguiente a fin de dar con el culpable, aun muchos años después de perpetrado el crimen. En Secretos de una Obsesión se toma como base el impecable guión de la original, pero no es lo que se dice una “remake” propiamente dicha, es tal vez una adaptación tomando algunos puntos en común pero desarrollando un argumento algo disímil. Estamos ante un clásico film americano de investigación. Probablemente si no se lo comparase con la película argentina tendría algunos puntos positivos más, pero la realidad es que la trama nunca decae y tiene al espectador siempre interesado en el desarrollo, aun conociendo de antemano el final de la historia. Nos encontramos con actores de la talla de Julia Roberts, hoy interpretando el papel de policía y madre de la víctima: puede que a algunos les parezca forzada la actuación, sin embargo Julia siempre se luce, siempre creemos en sus gestos, en sus silencios y en sus palabras, y es su actuación un punto álgido en el relato. La acompaña en reparto Chiwetel Ejiofor, quien ocupa el rol que tan magníficamente llevó a cabo Ricardo Darín, componiendo un detective obsesionado con encontrar al culpable y -en paralelo- dar lucha a una justicia no del todo justa (se le suma en esta oportunidad el factor emocional, siendo la víctima una persona allegada a él). Para completar el trío de protagonistas, Nicole Kidman encarna a la fiscal que interpretara Soledad Villamil, y si alguno insisite en comparaciones, Nicole las perderá todas ya que en contraposición a Roberts, su actuación queda pobre, algo inverosímil por momentos, encontrando su mayor falla en la historia de amor que trata de construirse entre ella y el detective, la cual si se siente forzada y con poca consistencia. Los cambios obvios en el guión están a la orden del día (el fútbol será reemplazado por el béisbol), y la presencia del comic así como del famoso picnic oficinesco serán elementos primordiales en el seguimiento del caso a resolver. Secretos de una Obsesión habla de lo mismo pero de manera diferente. Tal vez los personajes no estén tan bien construidos aunque a fin de cuentas se sostienen, el guión es correcto y los tiempos justos. Si bien se aprecia alguna chatura en los clímax y la fotografía en pantalla, estamos ante un thriller bien llevado, que sale airoso de la dificultad de tener como punto de referencia y comparación a una de las mejores películas argentinas de los últimos tiempos. El film no se eleva sobre su par cinematográfico, pero pasa la prueba y es digno de ver.
El juego de las diferencias. Las comparaciones siempre son odiosas, a veces es injusto marcar diferencias entre dos cuestiones o polarizar opiniones en un sentido u otro. Pero también hay momentos en que el material original de una obra pesa tanto sobre sus posteriores adaptaciones, que cualquier intento de diferenciarse queda inexorablemente sujeto a objeciones. Algo de todo esto sucede con Secretos de una Obsesión (Secret in Their Eyes, 2015), una película según su propia campaña publicitaria “inspirada en El Secreto de sus Ojos”, film argentino ganador del premio de la Academia como Mejor Película Extranjera en el año 2010. Por ende, antes que nada, la utilización de la palabra “inspirada” enciende un par de alarmas, sin siquiera comenzar a analizar propiamente el film. Es imposible no hacer un cuadro comparativo al momento de explicar el argumento de Secretos de una Obsesión: Ray (Chiwetel Ejiofor) y Jess (Julia Roberts) son dos colegas del FBI en pleno ascenso profesional, llamados a investigar el asesinato de una joven que termina siendo la hija adolescente de Jess. El Ray de Ejiofor es una suerte de Ricardo Darín y la Jess de Roberts es una combinación de los personajes de Guillermo Francella (colega de Darín) y Pablo Rago (viudo de la víctima), en la versión original. Jess y Ray son ayudados por una nueva fiscal de distrito recién llegada a la Ciudad, interpretada por Nicole Kidman, haciendo las veces de Soledad Villamil. La trama tiene lugar en plena ebullición anti-terrorista post 9/11, y el presunto asesino es protegido por poderes superiores ya que es un espía norteamericano infiltrado en una mezquita, desde la cual provee con información relevante para la “guerra contra el terror” a la administración de Estados Unidos. La película del director y guionista Billy Ray se sucede escena tras escena de forma mecánica y este casting clase A, compuesto por algunos de los mejores actores de Hollywood, hace lo que puede dentro de una adaptación que por momentos se siente como hecha por obligación. Todas las secuencias fundamentales se resuelven sin tensión ni espectacularidad. Si tomamos por ejemplo la elaborada secuencia original en la cancha de Huracán, donde Darín y Francella persiguen al sospechoso, aquí es reemplazada por una breve búsqueda, localización y consecuente captura en el estadio de los Dodgers, un equipo de béisbol. El relato intenta combinar una historia criminal, una historia política y una historia romántica que nunca terminan de cuajar. Ese romance sutil entre Darín y Villamil se torna burdo y evidente entre Ejiofor y Kidman desde la primera escena que comparten, como si fuese necesario poner esa tensión sexual en evidencia por si algún despistado no capta las sutilezas. Aparentemente tenerlo al propio Juan José Campanella -director del film original- como productor ejecutivo no fue suficiente para prestar atención a este tipo de detalles. Con una historia que no logra llegar nunca a un clímax aceptable y un final que hace tambalear incluso la lógica interna propuesta por la adaptación, Secretos de una Obsesión tal vez sea vista en su país de origen como otro thriller policial más, de esos que llegan rápido al cable premium o al servicio on demand, pero por estas tierras posiblemente no tenga ni siquiera esa suerte.
Perdón Campanella Se estrena la adaptación de Hollywood basada en la película Argentina ganadora del Oscar a mejor película extranjera y daría la impresión que los autores no logran entender completamente la película original. Lo peor de todo es que lo que no logran entender es, precisamente, el secreto de sus ojos, valga la redundancia. Totalmente adaptada a otro contexto nacional e histórico, el conflicto de un gobierno de facto y corrupto que utiliza delincuentes como soldados privados o agentes de seguridad, pasa a ser la burocracia estadounidense, que en favor de la lucha contra el terrorismo, deja suelto y protege a un violador y asesino. La mayor falencia de esta remake, es que a pesar de copiar el recurso del personaje que investiga el asesinato, su descubrimiento del asesino una vez reparada la observación en una foto, donde el culpable se encuentra mirando a su víctima, no logra darle la profundidad al asunto. Toda una película armada alrededor del título El secreto de sus ojos y la escena propiamente dicha pasa como si nada, pero siendo suficiente prueba para que el agente del FBI esté completamente seguro de que ese es el sospechoso. También, la traducción del título demuestra una mala interpretación del film de Juan José Campanella, ya que el pronombre posesivo “sus”, que en el caso de la película refiere a la mirada de enamoramiento perdido y tan profundo del asesino, en la traducción al inglés, se usa la palabra “their”, que hace referencia a una pluralidad de ojos compartiendo un secreto, los cuales brillan por su ausencia en la cinta. La traducción al español de esta reversión le hace más justicia, ya que el relato gira entorno a un agente del FBI obsesionado con un crimen y un sospechoso durante 13 años. El papel interpretado por Chiwetel Ejiofor logra transmitir al espectador la tensión de la escena, más allá de conocer el final y haber visto la versión original. El resto del elenco suma verosimilitud a la película durante sus 111 minutos y logran hacer una historia entretenida por segunda vez. Cabe destacar la actuación de Dean Norris, conocido como Hank de Breaking Bad, que hace el mismo personaje que interpretó Guillermo Francella, pero cambia completamente la esencia de su personalidad, sin dejar de lado algunas intervenciones claves para el desarrollo de la historia. Más allá de ser otra película de Hollywood resuelta con la facilidad de la experiencia y sin tomar riesgos, es una interesante interpretación y adaptación de lo que el secreto de sus ojos refleja de la Argentina y lo que la idiosincrasia y el contexto estadounidense entienden de esta película.
No es fácil ser objetivo con la versión americana de la adorada El Secreto de sus Ojos, pero tampoco imposible. La película de Juan José Campanella del 2009, ganadora del Oscar a la Mejor Extranjera ese mismo año, se ha convertido en un clásico con el correr de los tiempos, y la revisión angloparlante sonaba a manotazo de ahogado en un medio donde las ideas escasean. Por fortuna, Secret in Their Eyes actualiza a las modas locales una historia muy costumbrista argentina, cambiando un par de situaciones, personajes y escenarios, pero dejando el núcleo emotivo y funcional de la original. El juego de las diferencias está presto a comenzar, es inevitable, así que allí vamos. Escrita y dirigida por Billy Ray -Flightplan, The Hunger Games, Captain Phillips-, lleva el terreno de juego de una Argentina pre y post Dictadura a unos Estados Unidos pre y post 11 de septiembre, con las alarmas todas atentas a cualquier indicio de terrorismo. Un equipo inseparable de agentes del FBI, Ray y Jess -Chiwetel Ejiofor y Julia Roberts-, están siguiendo de cerca a los integrantes de una mezquita, cuando su labor es interrumpida por un llamado: un cuerpo ha sido encontrado cerca de dicho recinto. El problema se profundiza aún más cuando ese mismo cadáver, el de una joven violada y asesinada, es familiar directo de este dueto de amigos y colegas. Suenan los violines del drama... A esta altura, ya sabrán que la labor de Ricardo Darín y Guillermo Franchella recaen en Ejiofor y Roberts respectivamente, pero esa alineación con el asesinato de un familiar es lo que genera el cambio más notorio de una versión a otra. La investigación ahora tiene un elemento mucho más emocional y el espectador se puede sentir más atormentado, metido de lleno en la cruzada de una madre por encontrar al asesino de su hija. Por desgracia, luego de ese cambio, hay pocos detalles que generen un interés genuino para aquellos que vieron la original. Todos y cada uno de los grandes momentos del film de Campanella están aggiornados con gusto americano. Si en una versión el supuesto asesino es fanático del fútbol, en la otra lo es del béisbol, y así sucesivamente. La estupenda labor de Julia como la angustiada y atribulada madre es lo mejor que tiene para ofrecer la película en materia de elenco, aunque el resto que la rodea es muy sólido. El problema es que con el cambio de foco, la trama debería estar encima del personaje de Julia todo el tiempo, y se disuelve cuando se preocupa más por la relación entre Ejiofor y la fiscal que interpreta Nicole Kidman. Ambos tienen un poco de química, pero no la suficiente como para interesar más que el viaje doloroso de Roberts, que queda relegada a un segundo plano muchas veces y es la trama que más importa en esta ocasión. Secret in Their Eyes gustará mucho a aquellos que no hayan visto la original; el resto encontrará algunos cambios sustanciales que valen la pena verlos, pero por otro lado es una adaptación sin grandes aspavientos. Si la original funciona, ¿por qué arreglarla? Es una linda maquillada, bonita, pero algo insulsa con el correr de las horas, aunque la labor de Julia Roberts sola bien paga la entrada.
Los subtítulos y la gran mayoría del pueblo norteamericano no van de la mano. Salvo que se trate de cinéfilos apasionados que se interesan por las producciones de otros países, los hijos del Tío Sam no suelen ver películas subtituladas aunque hayan ganado un Oscar. Una situación que se dio con el film de Juan Campanella, El secreto de sus ojos, que tuvo una gran recepción de la prensa de ese país, pero en los cines pasó completamente desapercibida durante su estreno comercial. En Estados Unidos hoy es una obra desconocida para gran parte del público por más que a nosotros nos pueda sonar extraño. En consecuencia, esto genera que los grandes estudios de Hollywood opten por refritar películas extranjeras donde se adaptan las historias dentro de la cultura norteamericana. La remake de El secreto de sus ojos, producida por Campanella, es un proyecto fallido que no termina de convencer pese a las grandes figuras que reunió en su reparto. El gran problema de esta propuesta es que el relato de Eduardo Sacheri está tan relacionado con la idiosincracia de nuestro país que al trasladarlo en una cultura diferente pierde por completo su gracia. Aquella producción argentina que fue un gran thriller policial, que nos emocionó por la naturaleza de los personajes y el conflicto, en la remake hollywoodense terminó convertida en un capítulo doble de La Ley y el Orden. Un film frío, olvidable y predecible (aunque no conozcas la historia original) que se hace llevadero por la interpretación de sus protagonistas. Todo el argumento que en la obra de Campanella se desarrollaba durante los años ´70, en la remake lo trasladaron a los Estados Unidos del post 11 de Septiembre, cuando las agencias de inteligencia estaban concentradas en acabar con la red de terroristas de Osama bin Laden. Un recurso que no funcionó. La brecha de tiempo entre el crimen que dispara el conflicto y la investigación de la actualidad es tan corta que las escenas de flashbacks resultan bastantes confusas en la narración del director Billy Ray. Salvo por algunos detalles en los aspectos de los personajes por momentos se hace difícil distinguir las escenas del pasado y las que se desarrollan en el tiempo actual. La remake refrita varias secuencias puntuales del film original que son penosas de ver por la frialdad con la que fueron encaradas. El ejemplo más impactante es el recordado discurso que tenía el personaje de Guillermo Francella sobre las pasiones y el fútbol. En la versión norteamericana terminó siendo un momento completamente gélido que no transmite absolutamente nada. El problema no es que cambiaran el fútbol por el béisbol sino el tono que el dio el director a la escena. La remake de El secreto de sus ojos fue realizada como si se tratara de un capítulo de una serie de televisión y todas la virtudes de la obra de Sacheri desaparecieron por completo. Una cuestión que está muy presente en la historia de amor entre los protagonistas. La relación emotiva que tenían los personajes de Ricardo Darín y Soledad Villamil en la remake de Billy Ray es una subtrama que molesta en el conflicto central, algo que era uno de los puntos más atractivos del film original. Ray, quien fue guionista de filmes como Los juegos del hambre y Capitán Philips, no supo darle identidad propia a su trabajo que es la cualidad que debe tener una buena remake. Secretos de un obsesión terminó siendo un refrito insulso y frío de una obra que se centraba en el tema de las pasiones. La gran paradoja de este estreno. Lo único destacable pasa por los trabajos de Chiwetel Ejiofor y Julia Roberts, quien brinda una de las mejores interpretaciones que vimos de ella en mucho tiempo. No es el caso de Nicole Kidman, quien resultó completamente desaprovechada e hizo lo que pudo con el guión que tenía disponible. Soledad Villamil contaba con momentos fabulosos en la película de Campanella. El mismo personaje en la remake quedó convertido en un rol secundario más. La verdad que esta película no vale la pena y quedará en el recuerdo como otra remake hollywoodense fallida que no era necesaria.
Qué le han hecho a tus ojos Si nos sentáramos a criticar desde un lugar de que cualquier remake nos dejará un sabor amargo frente a un excelente original, no seríamos objetivos. Secretos de una obsesión (Secret in their Eyes) es la versión americana de El secreto de sus ojos, la aplaudida película de Juan José Campanella del 2009, la cual fue merecedora del Oscar a la Mejor Película Extranjera. Esta nueva versión cambia algunas situaciones y escenarios, a fin de hacerla menos costumbrista y más apropiada a la realidad de Estados Unidos. Y ante el pedido de Julia Roberts que quería actuar en el film, también vemos un importante cambio en los personajes. La historia de Secretos de una obsesión nos sumerge en un Estados Unidos pre y post 11 de septiembre, y un equipo de agentes del FBI: Ray (Chiwetel Ejiofor) y Jess (Julia Roberts). Ellos se encuentran siguiendo a los integrantes de una mezquita; misión que se verá interrumpida al surgir un problema con alguien cercano al dueto inseparable. Escrita y dirigida por Billy Ray, hay pocas escenas que generen un real interés en esta película y termina siendo insulsa, carente de climax. La historia deambula por el romanticismo, el crimen y lo político, pero solamente en este último es que logra afianzarse (la relación entre Ejiofor y la fiscal que interpreta Nicole Kidman es muy superficial). Sí debemos mencionar al estupendo trabajo de Julia Roberts como la madre angustiada y dolida. Es quien levanta la película. Pero inevitablemente se ve opacada cuando el film deambula por otros lugares mucho menos interesantes. Secretos de una obsesión aspira a ser un policial y a la vez un drama a partir de una tragedia personal, pero termina siendo floja y sin la sutileza con la que cuenta El secreto de sus ojos. No termina de convencer y se transforma en un film totalmente olvidable.
Cambia, todo cambia La adaptación en Hollywood de “El secreto de sus ojos” hace precisamente eso, y modifica trama y personajes. Para los desprevenidos que entren a ver Secretos de una obsesión y a los pocos minutos la trama les resulte conocida, no es porque Hollywood se repita, sino que aquí Hollywood adapta (y cambia) la historia original de El secreto de sus ojos, la película de Juan José Campanella que ganó el Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero. Y es complejo analizar este filme con Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor sin compararlo con el argentino. Al trasladarse las acciones a los Estados Unidos, y en otro tiempo (de la presidencia de Isabel Perón se pasa al 2001 de los ataques a las Torres Gemelas), la adaptación trató de mantener la investigación del crimen de la joven como núcleo de la trama. Pero hay más cambios, como que la muerta no es una mujer cualquiera, sino la hija de Jess (Roberts), personaje que trabaja en el FBI (antes era en un Juzgado de Bs. As.), por lo que la búsqueda del asesino es más personal. El rol de Roberts vendría a ser una conjunción entre el que tenía Pablo Rago (el esposo de la asesinada) con algo del de Guillermo Francella, porque trabaja con Ray (Ejiofor, antes Darín), aunque hay otro agente que trabaja al lado de Ray que cumpliría el rol de Francella. Y Kidman es la jefa a la que reportan todos, como a Soledad Villamil en el original. Si nos apartamos del filme de Campanella, el relato de Billy Ray (guionista de la primera Los juegos del hambre y Capitán Philips) tiene su sangre, su nervio, pero insistimos en que es difícil separarse del filme argentino. Cambios hay miles (prepárense para el final) y algunos son notorios: la escena del estadio ya no es el de Huracán, sino el de los Dodgers, de béisbol, y el plano secuencia ya no es secuencia, sino que se rodó con cortes; la escena del interrogatorio, con el botón suelto de Villamil/Kidman es casi igual, salvo que el acusado no muestra sus, ejem, atributos. Y así hasta el cansancio. No es común que una producción hollywoodense enjuicie y enrosque a personajes de la política (el acusado, a su vez, es intocable, porque ya no es de a Triple A, sino un “soplón antiterrorista, oficialmente intocable”), e insistimos en que el final se aparta, no es del tipo clásico que suelen hacer los personajes arquetípicos y acostumbrados made in Hollywood. A veces el paso entre el presente y el pasado es algo difuso. Aquí son 13 años, y salvo el peinado de Nicole Kidman, Ejiofor está siempre con la misma barba, y Julia Roberts luce invariablemente demacrada, sin maquillaje, pareciéndose a una joven Geraldine Chaplin. Pero a no confundirse: si Emilio Kauderer realizó la música –igual que en El secreto…-, la aparición en los créditos de Campanella como productor ejecutivo es una formalidad, ya que es el coautor del guión original y director del mismo. En castellano, no tiene nada que ver con la obsesión que se cuenta en esta película.
Una remake sin la tensión necesaria Es cierto que toda película debe ser analizada como un todo, en función de sus búsquedas artísticas y en sus propios términos, pero tratándose de la remake hollywoodense de uno de los films más importantes de la historia del cine argentino (por su éxito de público en todo el mundo y por el premio Oscar que obtuvo en 2010) es casi inevitable caer en la tentación de las comparaciones. No es cuestión de plantear en este espacio el típico juego de las diferencias (con el riesgo de incurrir en el spoiler tan temido), pero los cambios han sido muy importantes no sólo -como era previsible- en la ambientación, sino también en la construcción de los personajes y hasta en el desenlace. Las secuelas de la dictadura argentina han sido modificadas por la paranoia terrorista post 11 de septiembre de 2001 y -claro- escenas épicas como la rodada en la cancha de Huracán ahora transcurren en un estadio de béisbol ¿Importa? No demasiado. Si bien el típico costumbrismo porteño de Juan José Campanella es aquí barrido por completo para dar lugar a un thriller más seco y todavía más sórdido y amargo, Secretos de una obsesión falla allí donde El secreto de sus ojos era pura solidez y contundencia: las actuaciones, la química entre los personajes, la tensión, los climas. Billy Ray es un cotizado guionista (Los juegos del hambre y Capitán Phillips, por ejemplo) y construyó aquí una compleja estructura que va y viene en el tiempo. El eje del film es la historia de amor imposible entre el agente del FBI Ray Kasten (Chiwetel Ejiofor) y la fiscal Claire Sloan (Nicole Kidman), a quienes vemos cuando se conocen en 2002 y trece años más tarde cuando sus vidas han cambiado por completo (ella ha crecido mucho en su carrera mientras que él ha quedado sepultado entre la culpa y la obsesión a la que alude el título). En el medio -vaya cambio- está Jess Cobb (Julia Roberts), colega de Ray y a la vez madre de una joven que es abusada y asesinada. La investigación que arranca poco después del ataque a las Torres Gemelas tendrá, claro, un efecto en la actualidad de la trama y de los protagonistas. El principal tropiezo de la película pasa por la escasa empatía que se genera entre Ejiofor y Kidman, en la forma en que se subrayan cada uno de los conflictos y de los sentimientos que atraviesan los personajes (la sutileza tampoco era una característica distintiva del film original), y en cierta frialdad y distanciamiento que genera el relato. La cuestión, por lo tanto, no pasa por si es mejor o peor que El secreto de sus ojos. El problema concreto es que nunca termina de funcionar como un buen thriller psicológico y punto.
El remake de sus ojos Cuando le preguntaron a Gus Van Sant por qué había hecho un [atroz] remake de Psicosis (Psycho, 1960), contestó: “Así nadie más haría uno”. Billy Ray probablemente tome prestadas sus palabras cuando tenga que justificar la existencia de su remake de El Secreto de sus Ojos (2009). En defensa de Ray – quien reescribe y redirige el taquillero opus de Juan José Campanella y Eduardo Sacheri – éste es el tipo de película que un estudio encarga, mandada a hacer por un comité al servicio de un mercado interno que sólo consume películas extranjeras agraciadas por el Oscar pero no se digna a leer subtítulos. Secretos de una obsesión (Secret in Their Eyes, 2015) no es una película, es un servicio público, como el canal de audio SAP. La trama: un investigador retirado decide retomar un antiguo caso de homicidio que quedó irresoluto hace años, tapado por capas de corrupción y burocracia mezquina. El núcleo de la acción es extrapolado de Buenos Aires 1974 – en vísperas de la dictadura militar – a Los Ángeles 2002, a la zaga del 9/11. Es interesante que, de entre la historia moderna de Estados Unidos, se rescate a la llamada “guerra contra el terror” en suelo norteamericano como un análogo versátil al terrorismo de estado argentino. Pero ahí queda la idea, no se hace nada con ella. La cinta se siente pequeña, menos épica que El Secreto de sus Ojos. Pasan 13 años entre el 2002 y el 2015, y apenas se nota el paso del tiempo, el cual debería ser uno de los componentes claves al elaborar esta historia sobre la exponenciación del remordimiento e impotencia. En la película original pasaba el doble de tiempo entre pasado y presente, y el cambio se notaba por el trabajo de época, la presencia y ausencia de ciertos personajes, la clara escisión social entre dictadura y democracia. En la nueva cinta poco y nada cambia con el paso del tiempo. Chiwetel Ejiofor y Nicole Kidman reemplazan a Ricardo Darín y Soledad Villamil como el investigador y la fiscal a cargo. Kidman es una buena decisión de casting: alta, avispada, elegante, elitista. Originalmente su contrapartida canchera/obrera iba a ser interpretada por Denzel Washington, fehaciente hombre del pueblo si el cine tiene uno, pero en su lugar quedó Ejioflor, quien no tiene ni la mitad de su carisma, y es tan simpático como blando. Se pone más énfasis en el romance que florece entre ellos, el cual se siente algo infantil, quizás por la forma en que se miran y se sonrojan en cada escena que comparten. En la cinta original Pablo Rago pierde a su mujer, quien es violada es asesinada; en la nueva, la víctima es la hija de Julia Roberts, quien además es colega de Ejiofor y Kidman. Cerrando el elenco está Dean Norris (de Breaking Bad) en el papel del compinche gracioso originado por Guillermo Francella. Su personaje es mucho menos importante, carece de la profundidad y el pathos de Francella, y termina desperdiciándose por completo. Es uno de los muchos elementos que la remake ha decidido conservar por una cuestión conciliatoria más que práctica. De estos hay varios. Otro ejemplo es el partido de fútbol – ahora de béisbol – que se limita a imitar la destreza técnica del plano secuencia original, pero no posee el mismo impacto. El problema fundamental de la adaptación, más allá de si he ha hecho por encargo o no, es que sus creadores han malinterpretado el éxito de la original. El rotundo éxito que tuvo El Secreto de sus Ojos no fue el de un thriller que entretiene porque pisa los peldaños correctos y concluye con un buen giro. Tenía algo para decir sobre la historia del país, una reflexión para hacer sobre un “Crimen y Castigo” autóctono. Secretos de una obsesión en cambio es un thriller más, descolgado del tiempo y el espacio – la traducción palabra a palabra de un texto cuyo significado ignora.
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"El cambio de rumbo" En primer lugar hay que tener en cuenta los riesgos que se corren a la hora de hacer una remake. Suele suceder que la película que se estrene luego de la original nunca va a ser tan buena como la primera. No tendrá los mismos personajes ni actores, y probablemente no se termine contando la misma historia. Pero cuando se adapta un film extranjero es aún peor. Porque la película está concebida para una sociedad determinada (por más de que luego pueda universalizarse o tratar temáticas que son comunes a otros países), y la esencia de la pieza puede perderse por completo. Son otros contextos, otras costumbres, y es muy difícil que se pueda captar el alma de la película. Dicho esto sería bastante injusto sentenciar a una película por ser simplemente una remake. De todas maneras, las comparaciones suelen ser bastante inevitables. “Secretos de una obsesión” está basada en “El Secreto de sus Ojos”, la película argentina de Juan José Campanella, ganadora del Óscar a Mejor Película Extranjera en 2010, protagonizada por Ricardo Darín, Guillermo Francella y Soledad Villamil. Y en esta oportunidad existieron algunos cambios esenciales. La historia se centra en un equipo de investigadores contra el terrorismo, quienes junto a la fiscal del distrito, se ven repentinamente involucrados en un homicidio. ¿Por qué? Porque la hija adolescente de uno de ellos fue brutalmente asesinada sin ninguna razón aparente. Trece años más tarde vuelven a abrir el caso por una nueva pista que apareció. “Secretos de una obsesión” se adaptó a la sociedad norteamericana: cambió el fútbol por el béisbol, la pasión por la obsesión, el contexto político argentino por la persecución del terrorismo; es decir gran parte esencial de lo que hizo que “El Secreto de sus Ojos” se convirtiera en esa gran película. Es como si estuviéramos viendo una pieza diferente. Pero como decíamos al comienzo, es muy difícil recrear una historia tan exitosa y es por eso que fue un acierto cambiar grandes detalles del film original y adaptarlo a su propia sociedad. Probablemente si hubieran copiado lo que se cambió quedaría una película insulsa, frívola, sin sentimientos, porque no es una realidad por la que tuvo que pasar dicha sociedad. Es por eso que se puede tomar a “Secretos de una obsesión” como una película distinta, individual, y de esta manera funciona acertadamente. Porque nos ofrece un policial oscuro, con buenos giros que se presentan en la historia, como Hollywood está acostumbrado a hacer. La elección del elenco fue correcta, destacándose sobre todo la actuación de Julia Roberts en esta mezcla del papel de Guillermo Francella (el compañero del investigador principal) y Pablo Rago (familiar de la víctima). Es allí donde se pone el foco emotivo de la historia, ya que a diferencia de la original, una de las investigadoras está directamente relacionada con la víctima. Tal vez lo menos creíble (y relevante en este caso también) sea la relación entre el protagonista (Chiwetel Ejiofor) y la fiscal (Nicole Kidman). En síntesis, si se toma a “Secretos de una obsesión” como una película individual, funciona muy correctamente, porque tiene todos los condimentos de un thriller: intriga, suspenso, tensión, persecuciones. Sin embargo, si se recae en las comparaciones, probablemente salga perdiendo, porque le falta el alma de “El Secreto de sus Ojos”, esa esencia característica de ir más allá de una película policial, sino relacionarse muy apegadamente con un contexto y una cultura de una sociedad en particular. Samantha Schuster
Llega la remake norteamericana de una de las películas argentinas más queridas y exitosas de todos los tiempos. Estas adaptaciones siempre generan controversias y cambios inesperados, pero el director y guionista Billy Ray logra darle una interesante vuelta de tuerca a la historia de Eduardo Sacheri. El realizador Billy Ray es más conocido por sus créditos como guionista, por ejemplo “Capitán Phillips” (Captain Phillips, 2013), por la que fue nominado al Oscar, que por sentarse en la silla del director. Con “Secretos de una Obsesión” (Secret in Their Eyes, 2015) tiene una tarea monumental: repetir el éxito de nuestra oscarizada “El Secreto de sus Ojos” (2009), adaptando una trama con todos los conflictos y la idiosincrasia bien argenta, a las tribulaciones de los norteamericanos de la mano de un gran elenco encabezado por Chiwetel Ejiofor, Nicole Kidman y Julia Roberts. Estamos en la ciudad de Los Ángeles, en los meses posteriores al 11 de septiembre donde todavía el país está en alerta constante y a la espera de futuros posibles atentados. Ray Kasten (Ejiofor) y Jess Cooper (Roberts) son parte de un equipo de investigadores del FBI que, junto a la oficina del fiscal de distrito (donde acaba de ingresar Claire –Kidman-) se dedican a seguirle la pista a cuanto sospechoso “terrorista” se le cruza por el camino, concentrando su vigilancia en una mezquita de la zona. Todos se ponen en alerta cuando reciben el llamado anónimo de la aparición del cuerpo de una joven cerca del lugar, víctima de violación y asesinato que, para la sorpresa y el horror de todos los involucrados, resulta ser la hija adolescente de Cooper. La investigación pronto empieza a encontrar obstáculos internos que no permiten encontrar al verdadero culpable, un caso que se va poniendo cada vez más engorroso y que pone a prueba las lealtades y las amistades dentro de este equipo que termina desintegrado. Quince años después, Kasten cree haber encontrado al asesino que quedó libre y sin cargo. Su obsesión por atraparlo volverá a remover todas las heridas, los conflictos y las relaciones que quedaron truncas, sobre todo con Claire (ahora convertida en la nueva fiscal), un romance que nunca pudo ser, pero cuya pasión no ha desapareció. Billy Ray nos lleva y nos trae del presenta al pasado y viceversa, uniendo las piezas de este rompecabezas muy al estilo de la película de Juan José Campanella. La gran diferencia con esta adaptación, además del contexto, es la forma en que se involucran los personajes, cuyo caso les toca más de cerca. Roberts no intenta ser Guillermo Francella ni Pablo Rago, es un hibrido más víctima que victimario y una de las mejores apuestas de esta película que, si bien mantiene los climas y la tensión, y logra acertadamente construir la intriga paso a paso, se vuelve densa por momentos, sobre todo cuando se enfoca en la relación amorosa entre Claire y Ray, totalmente falta de química y esa pasión que debería tener. “Secretos de una Obsesión” toma prestado varios artilugios del film argentino, pero no le alcanza para acercarse a esa originalidad que atrapó al público y a los votantes de la Academia. Las obsesiones y las culpas se vuelven el eje de la historia, pero todo se va quedando por el camino y se nos presenta a medias tintas. El conjunto general está bastante bien y es entretenido, pero hay que dejar de lado las comparaciones con la original para poder disfrutarla un poco más y no encontrarle tantos baches y lugares comunes. Dirección: Billy Ray Guión: Billy Ray Elenco: Chiwetel Ejiofor, Nicole Kidman, Julia Roberts, Dean Norris, Alfred Molina, Joe Cole, Michael Kelly, Zoe Graham.
Torpe y pasteurizada remake de “El secreto de sus ojos” de 2002, pocos meses después del 11-S. Jess y Ray trabajan en una oficina antiterrorismo del FBI. Claire, rubia, fina, empieza su carrera judicial por esos andurriales. Ray se enamora de Claire, pero es tímido. Un día, alguien asesina a la hija adolescente de Jess. Pronto se deduce que es un informante de la oficina. Como tal, intocable. Contamos todo esto para que el espectador no se rompa el mate tratando de hilvanar una serie de flashbacks mal hechos que hay al comienzo, porque la historia empieza en 2015, cuando Ray cree reconocer al asesino en una serie de fotos de reincidentes, Claire ya está al frente del despacho y Jess parece la mujer de la limpieza. Lo que sigue, en ese vaivén, es cómo el tipo acomodado se escapó entonces, cómo se lo puede agarrar ahora, y cómo hacer justicia. ¿Vale la pena arriesgar la vida para que después un juez libere al delincuente? ¿O la pase bien en la cárcel mientras uno sufre? Y si uno se cansa y lo mata, ¿compensa eso el sufrimiento, y el riesgo de ser tratado peor que a un criminal por acabar con una alimaña? Son preguntas universales, que acá se mencionan mientras vamos rumbo al necesario desenlace. "Secretos de una obsesión" es la remake norteamericana de "El secreto de sus ojos". Contamos también esto por si alguien la ve y no se da cuenta. ¡Es que son tan diferentes! La original era todo: comedia dramática, romántica, policial, intriga judicial, relectura histórica, reflexión moral, elogio de la amistad y algunas otras cuantas cosas, todas bien equilibradas, bien expuestas, con un elenco formidable, causaba satisfacción y terminaba justo, no duraba un segundo más de lo necesario. Lo que ahora vemos es solo un drama amargo que estira dolorosamente su resolución. Cierto que tiene algunos puntos en común. El galán es levemente más bajo que la dama, él y su compañero se meten en una casa sin permiso (pero el compañero está tan desaprovechado), soportan una reconvención, alguien habla de la pasión, van a la cancha, la leguleya se aviva para provocar al sospechoso, los buenos se sienten impotentes en un ascensor, y luego, no vamos a contar el final. Sólo diremos que la comparación es penosa. La remake desaprovecha lo que tuvo entre manos. ¡La escena de la cancha, con toda la plata que pueden invertir los norteamericanos, y les sale una fruslería! Ni hablar de las otras, parece que no las entendieron. Y la resolución, bueno, tanto que los garantistas le recriminaron a Juan José Campanella, y si uno mira "El secreto de sus ojos" no ve que el protagonista apruebe lo que hace el otro, ni lo apañe para nada (y menos aún en la novela de Eduardo Sacheri), en cambio acá como mínimo hay encubrimiento evidente. Y solución apresurada, que después se estira sin mayor intensidad dramática. Y sin esa frase rotunda, de apenas cuatro palabras, que dice Pablo Rago mirando a cámara, y que todavía espera respuesta. En síntesis, "Secretos de una obsesión", pasteurizada y torpe remake, sólo tiene tres cosas buenas: nos permite ver a Julia Roberts con una caracterización distinta a las habituales, nos hace disfrutar de nuevo la música de la escena de la cancha (el autor es el mismo, Emilio Kauderer), y nos empuja a ver por enésima vez "El secreto de sus ojos". ¡Esas son películas!
El film, una remake de "El secreto de sus ojos", cuenta con la producción ejecutiva del mismo Campanella y entrega una historia de suspenso con giros y cambios en la que se lucen sus protagonistas. Secretos de una obsesión es la adaptación norteamericana del film nacional El Secreto de sus Ojos, ganador del Pemio Oscar, y cuenta con la producción ejecutiva de Juan José Campanella mientras el timón lo toma el director Billy Ray -el mismo de Capitán Phillips-. Este es un relato de suspenso, un thriller que va entrelanzando pasado y presente para contar la historia de una investigación que se desata en torno a un crimen pero no en el contexto en el que lo hacìa el film original, sino en un territorio marcado por las luchas antiterroristas. Dos investigadores del FBI, Ray -Chiwetel Ejiofor, el actor de 12 años de esclavitud- y Jess -Julia Roberts-, junto a la fiscal de distrito, Claire -Nicole Kidman-, descubren el crimen de la hija adolescente de Jess. Trece años más tarde y luego de haber buscado obsesivamente al asesino, Ray encuentra una nueva pista que lo conduce a resolver el caso. Una trama llena de secretos, obsesiones, apariencias engañosas y venganza se pone en marcha y se extiende a través del tiempo en este film llevado con ritmo y sin demasiadas sorpresas. En el papel que antes hacía Ricardo Darín aparece Chiwetel Ejiofor, el hombre obsesionado por llegar a la verdad aunque eso cueste su prestigio; Dean Norris es el ayudante del protagonista en un rol que antes encarnó Guillermo Francella y la misma Julia Roberts lleva adelante una buena labor interpretativa -totalmente desencajada- como la madre que perdió a su hija, en un cambio de sexo con respecto a la historia orginal donde Pablo Rago cubría ese papel. También aparece en la pantalla un convincente actor como Alfred Molina. Hay una escena en un ascensor que concentra tensión, la persecución del adolescente sospechoso que mantiene la intriga y también está la esperada secuencia de la cancha de fútbol y un final que se extiende más de lo debido y resulta más explícito que el visto en la película ganadora de la codiciada estatuilla de Hollywood. Si bien cumple su cometido está lejos de los climas logrados en la versión original, en la que el contexto local era reconocible. Las comparaciones son odiosas y acá buscar las diferencias y similitudes es una tarea para los espectadores argentinos.
De por vida Jess (Julia Roberts) y Ray (Chiwetel Ejiofor) son compañeros de trabajo y amigos, ambos son investigadores de la policía, pasan mucho tiempo juntos, son compinches. Una tarde deben investigar el asesinato de una joven, al llegar a la escena del crimen Ray descubre que se trata de Carolyn (Zoe Graham), la hija de Jess. Su amiga queda devastada por la terrible muerte de su hija, y decide hacer todo lo posible y lo imposible para encontrar al culpable, con la ayuda de su amigo, y de Claire (Nicole Kidman), una nueva fiscal por la que Ray se siente fuertemente atraído. A pesar de los esfuerzos de los tres el crimen queda sin resolver, porque el sospechoso era un informante de la policía post 11 de Septiembre, cuando la prioridad eran los casos de terrorismo. Trece años después, luego de haberse alejado de la ciudad y de haber hecho su vida en Nueva York, Ray vuelve a Los Angeles porque cree tener una pista para encontrar al sospechoso que perdieron años atrás. Su vuelta no solo reabre la investigación del crimen sino también su amor por Claire, quien ahora tiene un alto puesto en la justicia y está casada. Ambos sienten revivir ese romance que no llegaron a concretar, y así la historia combina el policial más seco y oscuro, con una historia de amor. El trío protagónico está atravesado por todo lo que no pudo ser, con heridas aún abiertas: un amor que no fue, un crimen sin resolver y una amistad rota. Son personajes llenos de culpa, de decepciones y de dolor. El relato es intenso, y corren en paralelo varios temas: el policial, el romance, la búsqueda de venganza y un contexto político complicado. Tantos temas hacen que por momentos la historia se vuelva despareja, y es casi imposible no compararla con la solidez y la prolijidad del guión original. Aún así es un thriller muy bien construido, que desenvuelve el relato de a poco manteniendo la tensión, llegando a un sorprendente final. Las actuaciones son excelentes, tanto las de los personajes secundarios –donde se destacan Dean Norris y Michael Kelly– como las del trío principal donde Julia Roberts realiza una gran interpretación, en la que podemos sentir la desesperación, el desamparo, y las razones que la llevan a un final -que aún conociéndolo, sigue sorprendiendo- y al que en esta versión estadounidense le han dado un vuelta más, que funciona realmente muy bien, y le da un buen cierre a una historia compleja, dura, que atraviesa al espectador.
La versión Hollywood de “El secreto de sus ojos”, que es definitivamente la que elegimos. Aquí, con algunos cambios, pero como el libro y la anécdota son poderosos, el suspenso funciona. Se luce especialmente Julia Roberts y Chiwetel Ejiofor .Tiene el entretenimiento extra de describir qué resumieron y qué dejaron para el placer argentino de la comparación.
No es la primera vez que Hollywood hace una remake de un filme extranjero y ni siquiera es la primera que hace de un filme argentino (recuerden la impresentable CRIMINAL, remake de NUEVE REINAS), pero sí es la primera ocasión en que una película nacional hiperexitosa y ganadora del Oscar como fue EL SECRETO DE SUS OJOS es “reimaginada” por la industria norteamericana con un elenco tan importante y la aprobación del director de la original, Juan José Campanella, que figura aquí como productor ejecutivo. Todo esto implica que resulta difícil no comparar, pensar en las similitudes y diferencias entre una y otra película, y no pensar en el filme en sí, en lo que tiene para ofrecer por sí mismo. Empecemos por el principio, entonces. La película tiene bastantes similitudes, obviamente, con la argentina pero a la vez sorprendentes y grandes diferencias, y no solo en los personajes. El eje central es el mismo: un asesinato cometido en el pasado sobre el que se vuelve en el presente y muchas escenas clásicas del filme original están casi calcadas de aquel, pero la manera en la que el director y guionista Billy Ray (SHATTERED GLASS) repensó algunos detalles de la historia permiten mirarla casi como si fuera un riff sobre la original más que una remake hecha y derecha. el-secreto-de-sus-ojos-remake_0Los cambios son varios: algunos se pueden contar y otros no. Digamos, en principio, que el personaje de Julia Roberts es el que en el filme argentino interpretaba Pablo Rago (aquí le matan a su hija), pero a la vez trabaja en el FBI junto a los demás. El papel de Guillermo Francella está dividido un poco en la propia Roberts (es amiga y compinche del personaje de Chiwetel Eijofor, que sí es bastante similar al de Darín, aunque más enojado y menos melancólico) y algunas escenas y diálogos que en el filme original hacía Francella le tocan a ella (el de “la pasión” y el descubrimiento del fanatismo por el deporte, por ejemplo), pero también Dean Norris (Hank, de BREAKING BAD) se hace cargo de otras cuestiones de ese mismo personaje, como la persecución en la cancha (de béisbol en lugar de fútbol) y aquella escena en la que ambos se metían en la casa del sospechoso. Cambia también el presente de la historia, ya que hay una novedad en la investigación (no hay una novela de por medio sino la posible reapertura del caso) que obliga a repensar la situación y hasta invita a imaginar un final diferente para la trama. Y en lo que respecta a la historia de amor entre Darín y Soledad Villamil (aquí, ejem, interpretada por lo que queda de Nicole Kidman), la lógica sigue siendo la misma, pero esa parte de la trama tiene mucho menor peso que en el filme original. De hecho, de tanto repensar la historia, tranquilamente podrían haberla sacado del todo y hacer un policial puro y duro, ya que allí es donde mejor se mueve Ray y donde hace mejor pie SECRETOS DE UNA OBSESION. secret-in-their-eyes-kidmanYendo, entonces, a la película en sí, es claro que la versión es más “americana” en el sentido de su apuesta por poner casi toda la carne en el asador en escenas de investigación, de acción y suspenso (un policial negro de modelo más o menos clásico), poniendo el centro dramático en la perturbación del personaje de Jess (Roberts) tras la muerte de su hija y en la obsesión de Ray (Eijofor) por capturar al criminal, y modificando el contexto político de la Argentina de los ’70 a los Estados Unidos post ataque a las Torres Gemelas, lo cual achica la diferencia de años entre el pasado y el presente de ambos filmes de los 25 años del argentino a unos trece aquí. Como decía antes, la trama romántica no solo tiene menor peso sino que casi no funciona, ya que la química entre Eijofor y Kidman es mínima (da la impresión que Kidman a esta altura solo puede tener “química” con su espejo) y la historia de amor no desaparece pero se desvanece, se esfuma, casi no importa. Más allá de las modificaciones de los personajes, hay alteraciones en la evolución narrativa del caso –especialmente en el presente– que conviene no adelantar para no arruinar las pocas sorpresas que el filme pueda tener para los espectadores que tengan fresca en la memoria la película de Campanella. En sí misma, SECRETOS DE UNA OBSESION funciona de a ratos, a la manera de un policial de investigación con las esperables vueltas de tuerca, algunas que conoceremos y otras que no. Lo que la película pierde por la falta de la historia de amor (que, digamos, tampoco era lo más convincente de la argentina) y la ausencia del ida y vuelta que acá tenían Darín y Francella (la película intenta retener algo de esa rutina humorística pero el tono es más serio ya que el crimen toca a los investigadores más de cerca), lo gana en lo que Roberts le agrega a su personaje, en una actuación llamativa para lo que uno está acostumbrado de parte de la actriz: deprimida, a cara lavada, triste y casi desesperada, a años luz de la actriz sonriente y bella que conocemos. Secret-in-their-eyesNo es una mala película SECRETOS DE UNA OBSESION, pero tampoco se destaca lo suficiente por sí misma como para justificar su existencia o el trabajo que generó repensar la original (no le fue muy bien comercialmente en los Estados Unidos). El buen elenco –a excepción del fantasma de Kidman– aporta a la credibilidad de la trama, pero muchas de las cosas que en un policial a la argentina funcionan resultan un tanto menos plausibles en uno norteamericano, especialmente en lo ligado a la actuación poco convencional de los investigadores a la hora de tratar el caso. El ya famoso final del filme argentino no es igual aquí, pero eso lo descubrirán al verlo. Los invito, si quieren, a analizar o hablar de la película (con SPOILERS) en los comentarios de este post. El que entre allí ya sabrá que las sorpresas que esta por momentos creativa pero finalmente apenas aceptable película tiene para ofrecer serán reveladas…
La adaptación norteamericana de El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009), ganadora al Oscar por mejor película extranjera en 2010, llega a los cines. El film cuenta con la dirección y el guión de Billy Ray (Los juegos del hambre) y con las actuaciones de Julia Roberts, que también se puso en el papel de productora, Chiwetel Ejiofor y Nicole Kidman. El día que se presenta a la nueva fiscal de distrito, Claire (Kidman), en el departamento policial de Los Angeles, los agentes y amigos Jess (Roberts) y Ray (Ejiofor) reciben un llamado que notifica la aparición de una muchacha muerta en un basural cercano a la mezquita de la ciudad. Al llegar a la escena del crimen, descubren que se trata del cuerpo de la hija de Jess, por lo que Ray le jura a su amiga y compañera que no descansará hasta encontrar al asesino. La situación empeora cuando descubren que el delincuente es un soplón del FBI de la división Anti Terrorismo. Una década después, un Ray transformado en detective privado luego de abandonar el departamento, consigue una pista que podría acercarlo más al homicida prófugo de la niña de Jess. Ejiofor, (12 años de esclavitud) como el detective y ex agente del FBI con una deuda de honor a pagar, y Kidman (Lazos perversos), como la nueva e inexperta fiscal, son lo mejor de la película: ambas actuaciones resultan creíbles, y la química entre la pareja va acorde a la trama. Distinto es el caso de Roberts (Espejito, espejito), quien sobreactúa demasiado en su papel de madre sufrida, en el que se juntan los personajes de Guillermo Francella y Pablo Rago de la original. El resto del reparto da la pauta para una película policial de suspenso: Dean Norris encarna al compañero de los protagonistas, un rol demasiado similar al que tuvo como Hank Schrader en Breaking Bad, mientras que Alfred Molina (Spider-Man 2) está correcto y cínico como jefe de todo el destacamento. La temática de Secreto de una obsesión poco tiene que ver con la de la original argentina: el contexto escénico y temporal se sitúan en un escenario posterior a los atentados del 9 de septiembre, por lo que toda la trama está cargada de mensajes anti terroristas. Este cambio resulta innecesariamente complejo, y al mismo hay que agregar el abuso desmedido de saltos temporales, cuyo abuso no se explica. De todas formas, por momentos la película logra recrear la magia propia del género detectivesco, los mejores planos son mal usados Secreto de una obsesión resulta ser una película de suspenso policial más, con toques de novela negra que no resultan novedosos y que hacen que caiga en clichés del género. Como adaptación de El secreto de sus ojos, el film de Ray no funciona. Mejor quedarse con la original.
El mismo secreto con distintos ojos Es difícil hablar de “Secretos de una Obsesión” (The Secret in Their Eyes, 2015) de manera independiente y despojada de cualquier juicio previo. La obra de Juan José Campanella, ganadora del premio Oscar a mejor película extranjera en 2010, significó un gran orgullo dentro del cine argentino y probablemente esta remake sea inevitablemente condenada por el público local, a excepción de los curiosos que quieran ir a verla con el único objetivo de compararlas. Pero a pesar de que lo más acertado sería determinar primero si esta adaptación funciona por sí misma, en casos como este es imposible dejar de lado el material original en el que fue basada. Siguiendo la tradicional costumbre de Hollywood de reversionar y localizar los éxitos extranjeros, la película dirigida por Billy Ray (guionista de Capitán Phillips y Los juegos del hambre, entre otros) se posiciona como un thriller policial bastante común dentro del cine norteamericano, casi calcado de un capítulo de La ley y el orden. En este caso se decide cambiar la dictadura militar argentina de los 70’ por la incertidumbre post atentados de las torres gemelas, como un contexto histórico casi accesorio. Lo que termina haciendo que el contraste entre el relato pasado y presente pierda fuerza a nivel narrativo. Si en “El Secreto de sus Ojos” parte de su encanto estaba en ver como un truculento crimen y el trasfondo político cambian radicalmente a cada uno de los involucrados, en la versión estadounidense, el transcurso de diez años y el terrorismo islámico se hacen demasiado poco para notar una gran diferencia en el desarrollo de los personajes. Por otro lado, algunas modificaciones en el argumento original hacen que el relato se vuelva confuso entre tantas deducciones e hipótesis durante la investigación. Teniendo en cuenta que desde el principio no se hace ningún esfuerzo en ocultar la identidad del asesino. Ya después queda como anecdótico que los personajes de Julia Roberts (en una lograda actuación) y Dean Norris, sean una combinación de los interpretados inicialmente por Guillermo Francella y Pablo Rago. O que en vez de perseguir al culpable en la cancha de Huracán, el climax suceda durante un partido de Baseball. El problema principal es que la historia pierde la sutileza del relato original. En el guion de Eduardo Sacheri, junto a la dirección de Campanella, se hacía especial hincapié en los silencios y la actuación gestual, tanto para generar tensión como para marcar los tiempos en el proceso de cada personaje. En esta remake, el romance entre Chiwetel Ejiofor y Nicole Kidman (versiones simplificadas de los papeles de Ricardo Darín y Soledad Villamil) se convierte en un recurso que los personajes secundarios necesitan recordar constantemente, por miedo a que el espectador se olvide que los protagonistas están secretamente enamorados. En definitiva estamos hablando de idiosincrasias totalmente distintas, que no se reflejan solamente en la manera de hacer cine. Sino que se hacen notar desde la forma en que se encara una escena, hasta el modo en que se habla de la pena de muerte. Son este tipo de adaptaciones las que se asemejan a un producto descartable, casi a pedido, que solamente se estrenan solamente para ocupar un espacio estudiado en las salas. Como sucedió en su momento con “Criminal” (2004), reinterpretación fallida de Nueve Reinas (2003), hoy es el turno de El Secreto de sus Ojos (2009) en tener su versión boba. Y teniendo en cuenta el nivel creciente del cine argentino, podemos estar seguros de que no será la última.
Aclara el autor de esta nota que, contra todo consenso, no es fan de El secreto de sus ojos, pero es absolutamente claro que es una película buena, mucho mejor que esta. La adaptación estadounidense del film de Juan José Campanella tiene un elenco lujoso (Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor en los roles de Francella, Villamil y Darín respectivamente) y está narrado con practicidad televisiva. Eso no sería lo “malo”. Hay varias “traiciones” al original, por cierto, algunas algo demasiado groseras. Pero tampoco sería “lo malo” (grandes films que son grandes remakes “traicionan” con talento el original para lograr algo nuevo). Lo malo es que el film es sencillamente inverosímil. El hilo político es casi vergonzoso, Chiwetel Ejiofor, que es un grande -a pesar de Doce años de esclavitud- tiene todo el tiempo cara de “oh, qué terrible” sin comprender qué sucede a su alrededor, y todo resulta moroso y poco interesante. Una prueba: la condensación de dos personajes en uno aniquila uno de los resortes sorpresivos del original, y al deshacerlo, las cosas pierden todo el interés. Cuando un film depende exclusivamente de una sorpresa, es apenas un truco desanimado, no una obra con peso propio (vuelva a ver Sexto Sentido y verá cómo, sabiendo el final, se vuelve otra cosa muy melancólica y atractiva por la relación entre sus protagonistas, por ejemplo). Una película hecha con un desgano absoluto.
El hijo bastardo de “El secreto de sus ojos” Secretos de una obsesión es la clase de película ante la que uno se pregunta qué sentido tiene hacer una remake, si todo lo que se va a dejar de la original son cuatro o cinco escenas, una vaga conexión argumental, ecos ahogados. ¿La original como disparador? En ese caso sería bueno ponerle “Inspirada en...”. No por una cuestión de registro de marca, sino de regulación de expectativas. Si a uno le dicen que va a ver una remake de El secreto de sus ojos, espera que la relación con el original vaya más allá de la cita lejana. Lejana y forzada, como ese partido de béisbol que cae de pronto en medio de la trama y es como una rémora de alguna otra cosa. Claro, otra cosa: el partido de fútbol de la película de Campanella. De allí vienen también esos famosos movimientos de cámara, que tienen tan poca relación estética y dramática con el resto de la película como en la original. Más allá de esos lastres, el problema con Secretos de una obsesión es que tampoco funciona en sí misma, como si fuera un hijo bastardo que no se decide a gestionar su autonomía.Reparto no le falta, desde ya. El morocho Chiwetel Ejiofor, recordado sobre todo por 12 años de esclavitud, es Ray, agente del FBI especializado en contraterrorismo (lo dicho: nada que ver con la original). Ray se pasó los últimos trece años obsesionado hasta la fiebre con un criminal al que finalmente encontró, como aguja en un pajar. Poco después del ataque contra las Torres Gemelas, Ray había formado equipo con Jess (Julia Roberts, que vendría a ocupar el lugar de Pablo Rago), investigando si una mezquita de Los Angeles servía de tapadera a una célula de terroristas islámicos. Dieron con otra cosa: el cadáver de una chica que antes de ser asesinada fue violada, y que tiene relación directa con uno de ellos. Investigan, descubren al culpable (acá la película se parece un poco más a El secreto de sus ojos, aunque con el personaje de Francella diluido), pero el fiscal de distrito (Alfred Molina) los obliga a soltarlo, en aras de altos intereses de seguridad. Trece años más tarde, Claire (Nicole Kidman, con más poder que el personaje de Soledad Villamil) es la nueva fiscal de distrito, y a ella recurre Ray para reabrir la investigación.Sólidamente actuada (Ejiofor es infalible, Roberts está impresionante como mater dolorosa), uno de los problemas de la película escrita y dirigida por Billy Ray (guionista de Capitán Phillips) es que la presunta historia de amor entre el protagonista y la fiscal está en el guión, pero no en la película. Entre otras cosas, porque Nicole Kidman parece más preocupada en preservar su look de muñequita de porcelana que en encarnar algo que tenga alguna relación con una emoción. A diferencia de la película de Campanella, que lograba entrelazar sus subtramas, aquí lo político es claramente una excusa para pasar al plano personal: una vez que aparece el cadáver de la chica, todo lo que tiene que ver con la investigación antiterrorista tiende a disolverse. Se mantiene la disparatada idea de que una simple mirada en una foto basta para demostrar que el que mira es un asesino (completada con la escena del escote, protagonizada aquí por Kidman). Como también sucedía en la original, el carácter inquietante del último giro argumental queda como mareado, anestesiado entre las vueltas de la trama.
Siendo que la comparación es prácticamente inevitable, conviene no darle demasiadas vueltas al asunto y entrar de lleno en la contienda: ¿es mejor Secretos de una obsesión que El Secreto de sus ojos? Claramente no (vale aclarar que quien escribe no es un fanático tampoco del original) pero eso no es sorpresa alguna: el avance de esta versión anunciaba ya desde el vamos más que una remake una mera trasposición idiomática. Y es que la visión de Billy Ray (codiciado guionista responsable de Capitán Phillips y Los Juegos del Hambre) descansa en lo que se asimila apenas a un doblaje, pero hecho por el bot más rudimentario de “google translator”. Hay momentos en los cuales uno se pregunta si, en el proceso de adaptar situaciones del guión original a la versión 2015, habrán entendido los responsables siquiera de qué se trataba inicialmente la película. Lo esencial está todo ahí, y realmente los cambios son nimiedades que, sin embargo, juegan en contra. No existe el personaje de Guillermo Francella (o, mejor dicho, aquí se ha desdoblado en otros dos), no hay plano secuencia en cancha de fútbol pero sí toma aérea en cancha de baseball, no hay dictadura y triple A sino terrorismo y Seguridad Nacional, y un largo etcétera que apenas funciona lúdicamente para aquellos que gusten de jugar al “encuentre las siete diferencias”. Pero, vale insistir, el argumento es el mismo y las variaciones mueren en detalles. Ray (un deslucido Chiwetel Ejiofor en el rol anteriormente interpretado por Ricardo Darín) s un agente del FBI al cual le toca la dura tarea de investigar el asesinato de la hija de una compañera (Julia Roberts). Bajo el mando de Claire (Nicole Kidman, en el ex-papel de Soledad Villamil), se calza al hombro una obsesión que, tras doce años de insomnio, le arroja un par de endebles pistas que piden a gritos reabrir el caso. La investigación vuelve a tomar su sinuoso camino, y entre flashbacks y montajes quebrados, la trama se desenvuelve con los típicos artilugios del más elemental de los policiales negros: traiciones, secretos ocultos y un misterio que, claro, en parte ya se sabe cómo termina. En un segundo plano, aunque no del todo perdido, queda el trunco romance de los protagonistas. No hay así grandes sorpresas, y las variaciones (final incluido) llegan tarde y de manera caprichosa. Secretos de una obsesión no es una película mala, apenas una olvidable. Y, desde la razón de su existencia (aparentemente, la eliminación de los subtítulos para los países de habla inglesa), también es una obra completamente innecesaria.
Un cover La novela de Eduardo Sacheri vuelve al cine esta vez en clave hollywoodense, con un afamado guionista y un elenco prometedor. Como dictan los anales del género policial al principio tiene que haber un muerto, Campanella usó a la ignota Carla Quevedo y Billy Ray a Zoe Graham pero con el primer desfasaje en la historia original: Graham en la ficción es la hija de Julia Roberts, agente del FBI. Chicas muertas, jóvenes, asesinadas y antes sometidas a una violación. La ubicación tiempo/espacial es ahora en Estados Unidos post atentado a las torres gemelas. Paranoia total. Servicios especiales infiltrados en mezquitas y todas las cosas que se puedan imaginar. La película falla desde el título, los ojos de ninguno (completan la primera línea del reparto Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor) dicen mucho. Como adaptación es muy mala, y como película en sí es muy regular. Es imposible imaginarse a la ganadora del Oscar a mejor actriz por Erin Brockovich estudiarse los movimientos de Guillermo Francella o de Pablo Rago -ojo, tiene un Oscar más-, aunque el director argentino figure como director ejecutivo. Cuando se empieza el rodaje de una novela es condición sine qua non convocar a su autor y mostrarle el primer corte, allí decidirá si la leyenda dirá “inspirado en la novela de” o “basado en la novela de”. Los que eligen la primera opción son los que no ven representado un pomo en lo que una vez escribieron, así se sentirá Sacheri que publicó La pregunta de sus ojos en 2005 y ya se le fue completamente de las manos. Las actuaciones son buenas pero los personajes están mal caracterizados, en los flashbacks llega a confundirse el antes y el después. Los fanáticos de las series verán cierta estética de Homeland y disfrutarán del hilarante Dean Norris y del enigmático Michael Kelly. Los chistes de la versión original están mal calcados, caen en lugares (muy) comunes y en contraste con la estoica Roberts, llegan a exasperar. El fútbol -no tan importante para los yanquis- es cambiado por el béisbol en la recordada escena del estadio, la espera en una estación de trenes por una búsqueda inteligente mediante internet y la historia de amor que termina bien se apelmaza en una que nunca llega a ser. El montaje es bueno, en sintonía con el trabajo del director de fotografía, Daniel Moder (esposo de Roberts), y la música queda relegada nuevamente a las buenas manos de Emilio Kauderer. Desde el paisaje urbano también nos sentiremos ajenos de las reconocibles calles porteñas y su geografía, el afiche ya nos intimida con sus edificios gigantescos. En síntesis, intenta ser un cover de esos que anhelan la versión original pero se pierde antes de llegar al final porque la voz cantante (Billy Ray) está desafinada. Por más que algunos de la banda no se hayan dado cuenta o no lo sepan reconocer después. En algunos lugares las malas bandas de covers triunfan como en Mar del Plata, así que quien sabe cómo le vaya a esta película.
Drama inspirado en "El secreto de sus ojos" Julia Roberts lidera el drama inspirado en "El secreto de sus ojos" con la contundencia de una gran actriz. El guion mantiene los hallazgos del original. El detalle navideño, sutil, en contraste con la revelación del rostro criminal en la pantalla de la computadora, señala el comienzo de Secretos de una obsesión, la película de Billy Ray basada libremente en el guion de El secreto de sus ojos. Plantear la comparación no sólo es una pérdida de tiempo, sino un obstáculo para disfrutar el thriller que mantiene los hallazgos de la historia original y recicla el contexto, las circunstancias y el punto de vista con respecto a la modalidad de trabajo de la justicia y la policía en Estados Unidos. Pensada para el público global, la película gira en torno a tres actores notables: Julia Roberts, Chiwetwl Ejiofor y Nicole Kidman, en los roles de agentes del FBI y la fiscal de distrito, respectivamente. A Jess, Ray y Claire los une el espanto: descubren que la hija adolescente de Jess ha sido brutalmente asesinada. Julia Roberts comentó que la impactó El secreto de sus ojos, por el silencio y el melodrama. Con esas coordenadas la actriz compone una madre doliente, que conoce los límites autoimpuestos de la justicia y la política en seguridad para la que trabaja. Excelente trabajo de Chiwetwl Ejiofor como Ray, el oficial desclasado que lleva adelante la obsesión por encontrar al asesino de Carolyn, la adolescente que vio crecer, y buena performance de Kidman, en su rol distante y contenido, que expresa la lucha interior del corazón que late en el lugar equivocado. La anécdota central se desarrolla en dos tiempos: en 2002, momento del asesinato al lado de la mezquita, y en el presente. El guion abusa de los saltos temporales que exigen mucha concentración. Los detalles de la puesta y el diseño ayudan al espectador a reconstruir las implicancias del rol del asesino Anzor Marzin en el entramado político. La escena del hallazgo del cadáver es una obra de arte, con Jess (Julia Roberts) desgarrada de dolor. La emoción atraviesa los momentos clave del relato, liderados por la frase que se escucha un par de veces: "las pasiones son como mapas". El amor, la amistad incondicional, la pérdida, la impotencia van cruzando el cuerpo de los personajes. Hay en la película violencia institucional y física, con un tratamiento poco jugado, aunque logra transmitir desesperación y tristeza. Kidman se luce en la escena que pone a Claire cara a cara con el asesino (Joe Cole). En la segunda línea, muy efectivos Michael Kelly (Reg Siefert), Dean Norris (como Bumpy Willis) y Alfred Molina (Martin Morales). El tema de la justicia dirigido al sistema político hace explícita la orden que convierte a un violador en ciudadano intocable, si tiene buena información para el FBI. El contexto de la paranoia posterior al atentado de las Torres Gemelas sobrevuela la historia pequeña y única de la madre que ha perdido a su hija. Una foto, la intuición de Ray, la búsqueda y la sorpresa final son datos que a los conocedores de El secreto de sus ojos les traen recuerdos. Al mismo tiempo que, para el espectador sin información previa, esos hallazgos hacen de Secretos de una obsesión, un thriller policial que rinde honores al melodrama desde las herramientas actorales que concibe Hollywood para su público.
Hollywood apostó por más obsesión y menos miradas Llegó la esperada remake de “El secreto de sus ojos”, el gran filme de Campanella. Y no es lo mismo. Las innovaciones han restado cambios de tonos y no han aportado nada. La comparación es inevitable y es entendible: Nicole Kidman, con mejor cara, sigue siendo una muñeca tiesa y esta a mil kilómetros de la soberbia Soledad Villamil; el morocho Chiwetel Ejiofor, (“Doce años de esclavitud”) es Ray, agente del FBI especializado en contraterrorismo, un Darín menos romántico, menos gastado y más desesperado; Julia Roberts hace el papel de Rago y se luce a cara lavada como esa madre desolada que solo vive para mantener viva su obsesión; de Francella, pero sin nada de humor, está Dean Norris. La trama tiene por supuesto puntos de partida parecidos, pero el filme apunta más a lo estrictamente policial y deja muy al costado el humor y el romance. La trama se recuesta más en la tragedia que vive la Roberts. Y por eso la obsesión está en el centro de la escena. Y si bien está narrada con solvencia, la adaptación descuida el verdadero rumbo del texto de Sacheri, que no es otro que el jugueteo cambiante de los personajes por encima de una historia que ponía a la mirada (para descubrir el crimen y descubrir el amor) como el centro del relato. El amor entre el investigador y la fiscal aquí es apenas el esbozo de una historia no cumplida. No fue y listo. La desesperación de la madre es el eje de una historia que deja ver, por detrás, las Torres Gemelas y el terrorismo. Como thriller la cosa no avanza con la garra necesaria, aunque el final, cambiado y todo, sigue impactando. De cualquier manera, no es un producto desechable. Hay tema y buenos actores, aunque falta el humor que en la versión de Campanella era como un remanso para aligerar tantos contornos sombríos.
Una fallada reinterpretación del film de Campanella Lo único que logra la remake hollywoodense de 'El Secreto de sus ojos', a pesar de su elenco A-list, es confirmar la excepcionalidad de la original. “El Secreto de sus ojos” ocupa un lugar muy especial en el corazón de los argentinos. No sólo por ganarle a Campanella y al país un merecidísimo Oscar, sino por cautivar a la taquilla con una historia de amor tan entrelazada con un misterio que logró cautivar a millones con su nostalgia y originalidad. Y cuando llegó la noticia de que iba a tener una remake en Hollywood, a muchos les encantó la idea de que un contenido puramente nacional pudiera ser adaptado y visto por el mundo entero, pero la realidad es que la mayoría se mostró cautelosa: ¿Podría una historia tan única, tan “argentina”, llegar a modificarse lo suficiente para que toque a varias culturas? Lo cierto es que el resultado no fue tan terrible, pero no por eso menos decepcionante. En “Secreto de una obsesión”, nuestro Buenos Aires de los ’70 se convirtió en Los Ángeles post atentado del 2001. La paranoia del terrorismo es tan fuerte que a un equipo de agentes del FBI se los traspasa temporalmente a un grupo especialmente designado para prevenir ataques y vigilar posibles terroristas. El mundo de Ray, interpretado por el protagonista de “12 años de esclavitud” Chiwetel Ejiofor, da un vuelco cuando encuentran el cuerpo de la hija de su compañera Jess (Julia Roberts) en un basurero detrás de una mezquita. Desde ese momento, Ray trata de resolver el caso a pesar de interferencias de su propio equipo, al que le parece más prioritario atrapar musulmanes insurgentes que resolver el crimen de una chica violada cuya madre es una de sus propias agentes. Nicole Kidman es Claire, la fiscal que le quita el sueño a nuestro protagonista y cuyo amor no correspondido es una versión pálida y fría de la tan cautivadora de Darín y Villamil. Claire y Jess tratan de trabajar juntos, pero la ambición de Claire termina siendo más importante para ella que encontrar la verdad. Flashbacks entre el 2002 y el presente, béisbol como equivalente cultural para el fútbol y cientos de pequeños y grandes detalles más hacen que “Secreto de una obsesión” sea una versión insípida y sin mucho que aportar de “El secreto de sus ojos”, y parece más un capítulo de una serie policial que una película basada en una ganadora del Oscar.
Cuesta ver esta adaptación de nuestro film nacional ganador del Oscar a la Mejor película de habla no inglesa “El secreto de sus ojos”. Aunque las comparaciones sean odiosas en este caso resulta inevitable. Alguno de los personajes fueron cambiado por otros. Ya no es lo mismo, la dictadura argentina se relaciona con la paranoia terrorista, mencionando el ataque del 11 de septiembre de 2001; las escenas rodadas en la cancha de Huracán ahora transcurren en un estadio de béisbol y acá falta el hincha, la pasión y el tipo de barrio. El resto lo dejo para que el espectador lo vea. Tiene buenas actuaciones y principalmente la gran interpretación de Julia Roberts con poco maquillaje y una escena que llega al corazón de cualquiera.
Y finalmente llegó la edición norteamericana de la ganadora del Oscar “El secreto de sus ojos”. Con Nicole Kidman, Chiwetel Ejofor y Julia Roberts, este thriller resulta ser más sórdido que el argentino aunque no alcanza el nivel del original dirigido por José Campanella. La historia del filme se basa en dos investigadores del FBI, Ray y Jess y la Fiscal Claire, que cuando van a cubrir un asesinato en su distrito, descubren que la adolescente asesinada es la hija de Jess. Esa proximidad entre la víctima y la justiciera hace que la trama se modifique radicalmente. De este modo, la novela de Eduardo Saccheri que fue adaptada por Campanella en 2010, ahora vio su versión norteamericana con un guión y dirección de Billy Ray, que estuvo a cargo de “Los juegos del hambre” y “Capitán Phillips” y, que en este caso, realizó un complejo entramado. Resulta imposible no hacer comparaciones; las miradas entre Ricardo Darín y Soledad Villamil ahora son reemplazadas por las de Ejofor y Kidman, aunque sin generar las mismas chispas que sus antecesores. Otro de los factores que se modificó exponencialmente fue el referido a todo lo que tiene que ver con la idiosincracia argentina; el FBI toma el lugar de la fiscalía y la cancha de beisbol, la de la famosa escena en la cancha de fútbol. Trece años después del crimen, lo que parecía un caso abierto, quizás estaba cerrado. Y aunque resulta un tanto decepcionante ver una película de la cual ya se conoce el final, los condimentos inesperados hacen que valga la pena.
Correcta versión, pero lejos del original Ray Kaste Ray Kasten dedicó 13 años a rastrear al asesino de Carolyn Cobb, la hija de su amiga policía. Cuando encuentra una pista regresa al lugar de los hechos. Habrá difíciles reencuentros y momentos de tensión. La carga de subjetividad con la que cualquier espectador argentino abordará “Secretos de una obsesión” es un condicionante serio. De esa mochila prescinden quienes no vieron “El secreto de sus ojos” (la abrumadora mayoría del público estadounidense, por ejemplo). El de las comparaciones es un juego inevitable de este lado del universo cinéfilo, y vale apuntar que el esfuerzo de Billy Ray por respetar y preservar la película de Juan José Campanella salta a la vista. El suyo es un thriller actractivo y bien contado, en línea con la producción en serie de los grandes estudios. Pero está lejos de una película notable como “El secreto de sus ojos”, merecedora de un Oscar y del aplauso internacional. Ray llevó la historia a Los Ángeles y cambió el trasfondo del terrorismo de Estado argentino por los sacudones que produjo el 11-S, mientras que la pasión futbolera del asesino mutó por afición al béisbol. Aquí la víctima es la hija de una policía (Julia Roberts) y al investigador empedernido lo juega un agente del FBI retirado (Chiwetel Ejiofor). Espejos de aquellos personajes obsesivos que interpretaron Pablo Rago y Ricardo Darín. Nicole Kidman repite el papel de Soledad Villamil, la funcionaria judicial involucrada en el caso, y hasta hay un policía (Dean Norris) en sintonía con el entrañable Pablo Sandoval que hizo Guillermo Francella. Ray narra despacio, sin estridencias. Dos historias fluyen -la pasada y la actual- en un crescendo dramático bien respaldado por las estrellas que integran su elenco. Es el camino hacia un final sin vueltas de tuerca. Claro, no podía darse ese lujo.
Un calco que se traiciona a si mismo. En el 2004 Hollywood llevó a cabo la primera remake basada en un título patrio al adaptar la consagrada Nueve Reinas a la usanza norteamericana con la película Criminal. Sobra decir que ese petardo explotó por todas partes y ni sombra le pudo hacer al original. Ahora en 2015, Hollywood lo vuelve a intentar pero esta vez con El Secreto de sus Ojos, ¿Habrán aprendido su lección con Secretos de una Obsesión? Las comparaciones son odiosas pero… Ray Kaster (Chiwetel Ejiofor) vuelve a la Oficina del Fiscal de Distrito de Los Angeles donde hace trece años trabajó como agente del FBI, y que ahora encabeza Claire Sloan (Nicole Kidman), una antigua amiga. La razón es que va pedirle a Claire la reapertura de un caso de homicidio ocurrido en ese entonces: la muerte de la hija de la agente Jessica Cobb (Julia Roberts), esto se debe a que Ray ha podido dar con la nueva identidad que ha asumido el asesino. A partir de aquí la trama oscilará entre pasado y presente, denotando los extremos a lo que es capaz Jessica para vengar la muerte de su hija. En materia guion, las dos grandes diferencias con la original son, primero, que toman al personaje de Pablo Rago y lo hacen una mujer policía. Segundo, que el incidente político en el que se mueve la película es el 9/11 en oposición a la pre-dictadura de la original. Por fuera de eso, en lo que a los meritos de la historia en si misma refiere, es un calco de la original. Si viste la película de Campanella podes anticipar prácticamente toda, pero toda la película. Durante una gran parte del metraje, a uno le gustaría pensar que el guionista/director Billy Ray se limitó a no arreglar lo que no está roto, y es entonces donde se despacha con un final que es una doble traición (que es hasta incluso caprichosa) para con el original y para con la propia lógica que se quisieron proponer con esta remake. Un despropósito total. En materia técnica, hay algunos planos y algunos cortes de montaje que están tomados literalmente de la original. En caso de que se pregunten si Billy Ray repitió el plano secuencia de Campanella, ya les digo que no. Empieza con una toma aérea hacia el campo de beisbol que termina en un plano general de Chiwetel Ejiofor. El costado actoral es lo único que para mi destaca de Secretos de una Obsesión ya que hay laburos sólidos de Chiwetel Ejiofor, Nicole Kidman y Julia Roberts. Siendo Roberts lo más alto de la película a nivel interpretativo. También se destaca a Michael Kelly (Stamper de House of Cards) como el “Don Carlos” de la remake y a Dean Norris (Hank de Breaking Bad) haciendo un saludable aporte como la contraparte norteamericana del rol inmortalizado por Guillermo Francella. Conclusión Puedo entender cómo puede venderse Secretos de una Obsesión al público de cualquier otro país, pero lo veo difícil para el público argentino. Si, tenés el gancho de que esta remake tiene actores de renombre, y haciendo un muy buen laburo por supuesto. Pero la historia es todo, y los que tienen el film de Campanella todavía fresco se van a sentir defraudados ya que la película no muestra nada que no se haya visto antes en la original, y lo poco de nuevo que si tiene para ofrecer defrauda.
Correcto drama policial con un elenco estelar dispar Confieso que quise ver esta película desde que me enteré de que estaba “in the making”. La vara estaba demasiado alta, y si bien el opus de Billy Ray (codiciado guionista de Los juegos del hambre) no me decepcionó, dista de estar a la altura de nuestra querida El secreto de sus ojos. En Secretos de una obsesión, Julia Roberts encarna una fusión de los personajes interpretados en la película de Campanella por Pablo Rago y Guillermo Francella; Nicole Kidman a Soledad Villamil; y Chiwetel Ejiofor a nuestro inigualable Ricardo Darín (debo decir que Ejiofor, la nueva versión del personaje de Benjamín Espósito, me pareció estupendo). La película transcurre tras los atentados a las Torres Gemelas, en el 2002. En el FBI reina la paranoia, y la policía trabaja con espías de grupos antiterroristas. Jess (Roberts) y Ray (Ejiofor) trabajan en el departamento contraterrorista del FBI. En una investigación se encontrarán frente al horror inenarrable: el cadáver de Carolyn, la hija de Jess. Desde ese momento, la captura del homicida se convertirá en el leit motiv de la vida de ambos. Secretos de una obsesión está narrada mediante flashbacks y va y viene entre el 2002 y el presente, en el que Ray vuelve a la Fiscalía de Distrito de Los Angeles donde hace trece años trabajó como agente del FBI, y que ahora encabeza Claire (Kidman), una antigua amiga y amor trunco. Ha resuelto solicitarle la reapertura del expediente de la hija de Jess, dado que cree haber dado con su asesino. Sin embargo, aún no sabe que dado que el sospechoso es informante en una investigación antiterrorista, es considerado un ciudadano intocable. La elección de Kidman como la fiscal que en la original interpretaba Villamil me resulta un misterio, y por demás desafortunada. Duele mirar un rostro que solía ser bello y hoy luce inamovible como resultado de la infinidad de retoques faciales a los que la actriz se sometió los últimos años. Ni rastros quedan de la magnética Satine de Moulin Rouge!, ni de la seductora Suzanne Stone de Todo por un sueño. Kidman carece de la mínima expresividad, si bien compone a una fiscal correcta en su refinamiento y elegancia. Otro misterio inexplicable es que el personaje de Ejiofor esté embelesado por ella. Julia Roberts en el papel de la detective del FBI que pierde a su hija a manos de un asesino entrega una labor interpretativa sensible y conmovedora. Por otro lado, el actor Joe Cole en la piel del asesino es la encarnación de lo siniestro, y su aspecto y actitudes sobradoras perturbarán incluso a quienes hayan visto la versión original y puedan anticipar su perverso accionar. Zoe Graham, como la víctima, representa la juventud y la vitalidad. Es impactante asistir al cese de su gozosa aparición en la pantalla. Flashbacks mediante, nos enteramos que Jesse era muy apegada a su hija, y que Ray era muy querido por ambas. A este último lo atormenta la falta de castigo del asesino, y se enfrenta a quien solía ser su jefe (Alfred Molina) en su afán de justicia. En esta adaptación se cuentan muchos datos escabrosos acerca del crimen, elemento que torna la impunidad del asesino aún más desesperante tanto para Jess como para Ray. A ambos los obsesiona el asesinato de Carolyn y la falta de injerencia del sistema judicial neoyorkino cambiará el curso de sus vidas. La escena del interrogatorio al asesino en el juzgado (interpretada en la película original con soberbia por Villamil y Darín junto al español Javier Godino) está prácticamente calcada de la original, y director y actores logran salir airosos de tamaña tarea. La escena del reconocimiento del cuerpo merece un párrafo aparte; es brutal y está interpretada magistralmente por Roberts (en lo personal me remitió al caso Angeles Rawson, dado que el cadáver es arrojado a un contenedor de basura, donde es hallado por Jess y su entrañable amigo Ray). Creo que puede objetársele al opus de Billy Ray que tratándose de un tanque hollywoodense no se haya tomado el trabajo de cambiarle la apariencia física a Kidman con el pasaje de los trece años; su aspecto, idéntico en 2002 y en 2015, es risible. Del mismo modo, la subtrama romántica entre la fiscal y el ex agente del FBI se queda a mitad de camino. No se sabe si Claire no corresponde el amor de Ray (me inclino por esta opción), o si la actriz -que se mantiene impávida a lo largo del metraje- no logra transmitirle alguna emoción a su rostro. Es aquí donde la película hace agua. El vínculo entre Claire y Ray nunca crece ni evoluciona, y no pasa de ser un coqueteo naif de oficina sin mayor trascendencia. Si bien las comparaciones son odiosas, será inevitable para quienes hayan visto el opus de Campanella recordar la enormidad de Darín y Villamil en sus respectivos roles, así como la empatía que supieron generar con millones de espectadores que deseábamos que Espósito dejase de temer para atreverse a amar. Por otra parte, esta remake carece del mínimo atisbo de humor, lo cual estaba a cargo de Francella en la original (y de la dupla cómica Espósito-Sandoval, encarnados por Darín y Francella respectivamente), y funcionaba como una bocanada de aire fresco. Aquí el espectador no tiene respiro. La vuelta de tuerca final es, a mi entender, inesperada (yo había leído la novela de Sacheri y había visto la película original, y así y todo no pude anticipar el giro) y elocuente. La escena final nos cuenta el profundo afecto que el personaje de Ejiofor siente por el de Roberts, y lo que le duele el padecimiento de su amiga. Con todas sus fallas, incluida la endeble actuación de Kidman (imposible no recordar aquí la luminosidad y solidez de la magnífica Soledad Villamil en la original), la tensión nunca decae, y la película funciona como una antesala más que entretenida a un clímax novedoso y escalofriante. De no haber sido un desprendimiento de una película oscarizada e hito en la cinematografía argentina, el resultado tal vez hubiera sido más impactante y positivo.
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Las miradas cómplices y justicieras Con un recorrido que alterna flashbacks, la remake de El secreto de sus ojos es previsible, de final consensuado en un aval a la justicia por mano propia. Muy lejos del mejor cine negro de Hollywood que problematiza a la sociedad. La demorada remake de la argentina El secreto de sus ojos se estrena con mismo título en inglés y nombre parecido al de otras películas. El film de Juan José Campanella se suma, así, a otros que han dado este salto raro, supuesto por el reconocimiento tácito que implica, hacia el público (no sólo) norteamericano, una película "extranjera". De todos modos, El secreto de sus ojos tenía valuarte distintivo para este interés potencial: intriga, golpes de efecto, un amor desencontrado, vueltas de tuerca, dupla investigadora. El Oscar se ocupó de rotularlo. Está claro que la versión nueva debe ser pensada desde el paradigma supuesto por el cine estadounidense, con sus códigos, valores morales, formas estéticas. Las remakes, por eso, son parte intrínseca al cine de Hollywood, desde siempre. Igualmente, el vínculo con la película precedente es acá menester porque, inversamente pensado, es el cine de Campanella el que se sitúa de modo cercano, afín, al de Hollywood. No es una apreciación que haga mella en sus películas. Lo corrobora su trayectoria de trabajo, en una y otra cinematografías. Lo que ofrece Secretos de una obsesión, mutatis mutandis, es una historia de suspenso de raigambre similar a la de tantas otras, pero con foco en la cacería terrorista desatada tras el 11-S. La triada la componen dos policías del FBI (Chiwetel Ejiofor y Julia Roberts) y una fiscal (Nicole Kidman), trenzados en la vigilancia de una mezquita, donde aparecerá el cadáver de la hija de la oficial. A partir de allí, la bisagra estará dada por la revelación que circunda al sospechoso principal, capaz de poner en jaque el funcionamiento mismo de esta agencia, dedicada a sostener la seguridad ciudadana. El devenir del film lo sitúa de manera inmediatamente mediocre. Sus primeros minutos bastan para caracterizar de modo superficial sus personajes. El montaje los organiza entre flashbacks que "explican" lo que pasó trece años antes. Todo es tan previsible. Con planos correctamente encuadrados, sin nada fuera de lugar. Si hay algo que acá no cabe es la duda. Nada de claroscuros. Podrá ser un film más o menos policial, pero no tiene nada de cine negro; en otras palabras, Secretos de una obsesión no asume al crimen como su esencia. Aunque será también justo destacar que algunas grietas hay, y que si la película del director Billy Ray hubiese elegido descansar en ellas, habría sido algo diferente. De acuerdo con ello, la "obsesión" elegida para el título aparece de manera indistinta en los dos agentes del FBI, hasta llevar al bueno de Ray (Ejiofor) a perpetrar una cacería incansable, tras observar durante días y años miles de miles de fotografías en las que ubicar al asesino fugitivo. Pero este caza-terroristas no es alguien a quien le tiemble el dedo ni la pericia en cuanto a equívocos. Si algo así sucede en la película, inmediatamente será remendado. El contrapunto lo aporta el agente Bumpy (Francella en versión Dean Norris), con algunos chascarrillos, buenazo como pocos. A la par del otro eje fundamental que significa la relación entre Ray y Claire (Kidman), si bien incapaz de despertar un mínimo de atracción mutua, tan frígidos como se muestran ambos personajes. En última instancia, la fricción mayor estriba entre el proceder burocrático de una agencia gubernamental -supeditada a la caza del terrorista- y la obsesión de un policía que la contradice. Si la película lo hubiese profundizado, habría sido otra. Lo único que hace es mencionarlo a la manera de un problema operativo. Pero mejor pasar rápido al desenlace, que es allí donde se rubrica el asunto, ya que todo aquel que haya visto el film original lo sabe. Antes bien, será mejor recordar que muy pocos fueron los que prefirieron observar críticamente el film de Campanella, antes que adherir a la pasión de multitudes y los millones de espectadores. Lo que se criticó -sin ir más lejos en este propio diario, en la nota de Emilio Bellon- fue la adhesión a una tortura recíproca, al "ojo por ojo" ante el cual el personaje de Ricardo Darín hacía la vista miope. Esta decisión argumental -que oficiaba como vuelta de tuerca- no era menor, tratándose de un hecho vinculado con el terrorismo de estado argentino. Algo que terminó por emparentar la película con la mirada exótica que el actor Robert Duvall practicara en su Assassination Tango (2002), donde un hitman era contratado para liquidar a un militar local. Ahora bien, mientras en el desenlace de Campanella, Darín elige "no mirar", en la película reciente son todos los protagonistas los que se miran y deciden que sí, que está bien, que hay que darle un final al asunto. Estas miradas cómplices, que encubren, podrían recordar otras, como las de la ejemplar Río místico (2003), de Clint Eastwood: luego del crimen, los implicados se confirman en un secreto compartido, que es la tierra bajo la alfombra de los desfiles patriotas y los fuegos artificiales. A diferencia de esta mirada irónica, que bebe del mejor cine negro (porque asume, justamente, al crimen como esencia de una sociedad caída), en Secretos de una obsesión hay una legitimación del hecho, una necesidad inmanente que lleva a los personajes a su consumación. Este clímax inevitable, que el cine norteamericano enseña desde el western para acá, no es necesariamente reaccionario. La cuestión está en cuál es la mirada puesta en juego, en cómo se articulan las piezas para el logro de esta totalidad que la película es. En este sentido, todo lo que sucede en Secretos de una obsesión está orientado hacia la justificación de su desenlace. Cuando se dispara la bala final, el espectador ha sido informado y convencido de que el proceder de los personajes es el que debe ser. Por las dudas, prestar atención a Reg (Michael Kelly), el policía que sabe cómo ser odioso, el que oculta las pistas que incriminan, el que entenderá cuándo y cómo -vía guión- ser redimido. Porque, se decía, esto no es cine negro. Si fuera cine negro, la policía sería corrupta. Y que quede claro, el cine negro tiene su origen y grandes ejemplos en Hollywood. No se trata de buscar rencilla con películas de otra procedencia.
A lo mejor para cualquier otro país no, pero en la Argentina, con todo lo que “El secreto de sus ojos” (2009) representó culturalmente por la millonada de espectadores que la vio y los premios obtenidos, Oscar incluido, es imposible no comparar esta versión norteamericana que se estrena hoy. Los antecedentes inmediatos de remakes de producciones nacionales han sido “Elsa y Fred” (2005), de Marcos Carnevale, y “Nueve reinas” (200), de Fabián Bielinsky En el primer caso, la versión con Christopher Plummer y Shirley McLaine, en el 2014, salió airosa con alguna vuelta de tuerca sobre uno de los personajes; El segundo caso (2015) fue tan burdo y mal realizado que nunca se estrenó aquí, más que una edición en DVD no muy promocionada Veamos que sucede con “Secretos de una obsesión”. Desde ya que las figuras que conforman el elenco llaman a acercarse a la boletería. Chiwetel Ejiofor, el protagonista de “12 años de esclavitud” (2014), Julia Roberts y Nicole Kidman tienen con qué prometer, al menos buenos trabajos actorales. Si uno tuviese que “hacer de cuenta” que no vio la original, está claro que “Secretos de una obsesión” es una historia decentemente bien contada, hechas las concesiones básicas. Años después de cerrado un caso de asesinato en el cual no se encontró culpable, Ray (Chiwetel Ejiofor) pide reabrirlo ante la total convicción de poder probar la culpabilidad del sospechoso. La jueza, Claire (Nicole Kidman), está reticente a hacerlo, pero parece que éste caso en particular dejó varios años de amargura a los involucrados oportunamente. Flashback y primer cambio importante. La agente Jess (Julia Roberts) es llamada junto a sus compañeros policías a investigar el asesinato de una adolescente que aparece ultrajada en un container de basura. La niña es su hija. Hay que ver ese primer plano de la actriz aferrándose al cuerpo inerte. Una lección de efectividad frente a cámara, propia de los grandes talentos. El guión de Billy Ray amalgama una parte importante de los personajes interpretados por Guillermo Francella y Pablo Rago, y los concentra en el de Julia Roberts quitando toda importancia a Bumpy (Dean Norris) quien apenas se queda con el par de chistes telefónicos que conocemos todos, y acaso algo de la acción. También hay un cambio en el final pero, sobre todo, esta historia tiene bastante lavados, los dos ejes por los cuales pasaba la original: la pasión (que aquí sí se cambia aunque Julia Roberts diga lo contrario), y la impunidad que generaba esa sensación de impotencia. Todas estas diferencias no juegan tan a favor del relato porque el vínculo entre personajes es más endeble. Ahí es donde se nota la diferencia entre los directores. De todos modos “Secretos de una obsesión” entretiene y conforma un buen policial con tintes políticos porque la acción y la justificación de la impronta del villano de turno se emplazan en un tiempo post Torres Gemelas. Será imposible no compararls, pero en el peor de los casos estamos ante un policial correcto y sin pretensiones. Ah, la toma del estadio no falta, y es casi calcada.
Paradojas de la justicia y del amor De lo particular a lo universal, la versión americanizada de “El secreto de sus ojos” gana en actualidad, aunque mucho más ajustada al género del policial negro y desprovista del encanto original. Son varios los interrogantes que surgen después de visionar la película. El primero, es si pierde en la comparación con el original y si funciona de manera autónoma como thriller. La impresión en general es que estamos ante un auténtico policial negro, austero y tan desesperanzado como corresponde al género. Sus protagonistas son perdedores resignados que mantienen en algún lado un potencial de afecto que solamente cuaja en la amistad o en el vínculo materno-filial, sin espacio para el amor; cuando en la versión de Campanella había dos historias románticas muy fuertes y que funcionaban como eje sobre el que también se insertaba la búsqueda subjetiva de justicia, ante el inquietante vacío de lo institucional. También se echa de menos la ausencia de humor, aunque se intenten algunos chistes como el del teléfono equivocado en la oficina, que tan bien le funcionaba a Francella. Gradualmente van apareciendo segmentos conocidos, escenografías parecidas como los interiores llenos de libros, carpetas y papeles con puertas y estantes, donde predomina el marrón y el sepia. También frases ya escuchadas, casi iguales o con alguna pequeña variante, dada la mediación de la traducción. Empieza con un convincente actor (Ejiofor) que interpreta al héroe duro pero de buen corazón, mirando prontuarios con fotografías de reos en el presente (situado varios años después del atentado a las Torres Gemelas), mientras en montaje paralelo se muestra difusamente, sin rostros visibles, la escena del asesinato de una joven, en lo que parece una proyección de la conciencia del protagonista, obsesionado por ese hecho, desde hace más de una década. Seguidamente, un cartel indica “13 años atrás” y el tiempo desemboca en la cotidianidad de una oficina del FBI, con el chistoso de turno que atiende el teléfono con bromas sexuales. Allí trabajan Ray (Chiwetel Ejiofor) y Jess (Julia Roberts), una dupla de amigos inseparables, junto con la supervisora del Fiscal del Distrito, Claire (Nicole Kidman), recientemente incorporada, por la cual Ray se siente muy atraído, con una especie de amor imposible, porque ambos tienen su respectiva pareja. Similitudes y diferencias El protagonismo del azar también desempeña un rol decisivo: la víctima (la hija adolescente de Jess) se enfrenta por casualidad con el asesino, en un espacio donde en realidad debía encontrarse con ese “tío del corazón”, que para ella representa la figura de Ray. En la actualidad, el protagonista está retirado de su oficio como investigador, pero la búsqueda del criminal no se ha interrumpido un solo día a lo largo de trece años, justo cuando Ray por fin encuentra una pista con la que confía resolver el caso. Y aunque pueda tratarse de una pista falsa, sirve para que la verdad salga a la luz. Billy Ray es un cotizado guionista (“Los juegos del hambre” y “Capitán Phillips”, por ejemplo) y aquí construyó una compleja estructura que va y viene en el tiempo, donde poco queda del costumbrismo porteño de Campanella, para dar lugar a un thriller más seco y amargo. “Secretos de una obsesión” flaquea en los aspectos donde “El secreto de sus ojos” era pura contundencia: la química entre los personajes y los climas. Las variaciones han sido importantes, no sólo en la ambientación sino también en la construcción de los personajes y hasta en el desenlace. Las secuelas de la dictadura argentina han sido sustituidas por la lucha antiterrorista. Pero ninguna de las escenas clave que tanto impactaron en su momento ha sido excluida y se reconstruyen a su manera, sustituyendo el fútbol por el béisbol o el personaje de Pablo Rago por el de Julia Roberts, probablemente la diferencia más fuerte. Más adaptación que remake Aunque producida sobre la base del guión original, la película no es lo que se dice una remake propiamente dicha, sino más bien una adaptación, tomando algunos puntos en común pero desarrollando un argumento propio. Esto no la desmerece, aunque sea difícil separarse del filme argentino que recibiera en 2010 el Oscar a la Mejor Película Extranjera. La precisa narrativa de Billy Ray tiene su brillo y escenas efectivas que, si bien no resultan avasallantes en cuanto espectacularidad, sostienen un relato contenido y sobrio, que sale airoso de la dificultad de tener como punto de referencia a una de las mejores películas argentinas de los últimos tiempos.
Las pasiones siempre ganan. Crítica a ‘Secretos de una obsesión’ El secreto de sus ojos de Campanella tuvo un gran mérito, se impuso como obra icónica argentina pese a ser un policial. Es decir al encontrarse en el lado correcto de la ley. Hasta El secreto… la película por antonomasia argentina era indiscutiblemente 9 Reinas de Bielinsky, la cual exhibe el entusiasmo por la ilegalidad y la travesura. El policial whodunit es por definición un género basado en la persecución de la legalidad, donde el fin mismo está puesto en descubrir quién es el criminal.
Las dos películas son de suspenso y tratan la misma premisa, pero una ganó el Oscar y la otra no tiene ni la más mínima posiblidad de ser nominada para ningún premio: como remake toma los puntos más destacados e importantes de El secreto de sus ojos, pero al resto...
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La remake yanqui con menos potencia Comencemos respondiendo algunas preguntas que se hacen todos los espectadores argentinos: ¿Es buena esta versión yanqui de "El secreto de sus ojos"? Es entretenida, pero no es algo memorable para nada. ¿Es parecida a la versión de Juan José Campanella? Sí, salvo por algunos cambios de roles en los personajes, la esencia de la historia es la misma. Claro que le faltan dos elementos muy importantes desde mi punto de vista. En primer lugar creo que le falta la mística, el alma que se puso en la producción original argentina. Los personajes de Campanella son mucho más complejos, más atractivos. En segundo lugar, no tiene el impacto que tuvo la primera versión. La poesía, las imágenes fuertes y el final que tuvo "El secreto de sus ojos" nos impactaron mucho en su momento. Acá ese efecto sorpresa se pierde. Creo que alguien que no haya visto la película argentina probablemente disfrutará más de esta remake estadounidense que alguien que sí pudo ver la primera. A nivel interpretativo creo que los actores hacen un buen trabajo, pero les falta potencia. Chiwetel Ejiofor ("12 años de esclavitud") está bien como el equivalente de Ricardo Darín, pero le falta polenta, le falta esa personalidad filosa y obsesiva del personaje que compuso el argentino. Nicole Kidman ("Los otros") en lugar de Soledad Villamil está correcta y Julia Roberts ("Mujer Bonita") como Guillermo Francella y Pablo Rago juntos, se queda corta. Desde que sucede el acontecimiento principal, en lugar de llenarse de venganza parece llenarse sólo de depresión, y eso no es lo que se pretendía con el personaje de Rago en la versión de Campanella. El director Billy Ray ("Breach", "Shattered Glass") hace un trabajo correcto, que no viola lo realizado por nuestro equivalente argentino, pero que tampoco logra captar la esencia de la historia. Desde los histórico incluso pierde fuerza, ya que en la original se sitúan los hechos en los comienzos de la dictadura militar mientras que en el versión estadounidense la mano militar es suplantada por la CIA, algo que ya resulta cliché en el cine. Una película entretenida para ver la visión del país del norte sobre una historia made in Argentina. Si nos la pasamos comparando, no la vamos a poder disfrutar demasiado (aunque esto resulta casi inevitable). Para los que no vieron la versión argentina, probablemente les parezca una peli buena que los mantendrá interesados aunque seguramente a las semana ya hayan olvidado la trama.
El abordaje crítico de toda remake supone un inevitable ejercicio de comparación con la película original. En este caso, para todo espectador argentino, esa operación se amplifica si se tiene en cuenta que el material de base es nada más y nada menos que El secreto de sus ojos, uno de los films más exitosos de la historia de nuestro cine, cuyo vertiginoso ascenso fue coronado por un Oscar. El mejor consejo a la hora de sentarse en una butaca es el de observar sin prejuicio. Es inútil enumerar aquí los puntos de contacto o las diferencias entre esta historia reescrita y dirigida por Billy Ray (guionista de Capitán Philips y Los juegos del hambre), y la aplaudida creación de Juan José Campanella. Con la paranoia americana post 11 de septiembre de 2001 como telón de fondo, Secretos de una obsesión se erige como un policial oscuro con algunos aciertos particularmente incómodos, en tiempos en que Hollywood no suele arriesgar cuestionamientos hacia el poder político y policial. Ray (Chiwetel Ejiofor) es un ex agente del FBI que ha vivido trece años suspendido entre la culpa y la obsesión de encontrar al asesino de Carolyn Cobb, la hija de Jess (Julia Roberts), quien fue su gran amiga y compañera de trabajo. El regreso de Ray a las oficinas de trabajo de su pasado supone también el reencuentro con la ahora fiscal Claire (Nicole Kidman), su amor fallido y sublimado. La reapertura del caso no sólo vuelve a poner el dolor de una pérdida en carne viva, sino que agrega un macabro entramado de traiciones y encubrimientos en medio del convulsionado escenario de la lucha anti terrorista. El primer tramo de Secretos de una obsesión es un tanto desganado. Las idas y vueltas del relato entre 2002 y 2015 no aportan demasiado, los personajes se muestran sin mayores cambios en su comportamiento y el paso del tiempo ni siquiera es visible en su fisionomía, exceptuando el cambio de peinado de Nicole Kidman, los saltos cronológicos se dividen entre la confusión y el subrayado innecesario. Una vez que irrumpe en escena el presunto asesino, la película comienza a levantar intensidad y va por unas logradas vueltas de tuerca, que obviamente aquí no serán reveladas, anticipando solamente que esos giros no siempre se corresponden con las opciones que tomaba Campanella. De antemano, uno de los puntos atractivos de Secretos de una obsesión radica en su casting. El elenco funciona como relojito, destacándose el desgarrador trabajo de Julia Roberts. Ejiofor y Kidman están bien, pero la química entre ellos no resulta creíble en ningún momento, y esta falta afecta a varias escenas clave de la película. Así y todo, no estamos ante una remake que deja gusto a poco. Su sabor amargo y su tono seco remiten a ese tipo de policiales escépticos que Hollywood transitó a comienzos de los '70, tiempos en que la industria se animaba a trazar una aguda mirada sobre las instituciones. Cada film tiene su atmósfera, Ray no es Campanella, y Campanella no es Ray. Podremos decir que tal o cual escena nos pareció más lograda en una versión o la otra, pero más allá del material de origen, la película es otra. Por lo que resulta injusto, y hasta caprichoso, cuestionarla simplemente porque no tiene el mismo aroma del plato de mamá. The secret in their eyes / Estados Unidos / 2015 / 111 minutos / Apta mayores de 13 años / Dirección: Billy Ray / Con: Chiwetel Ejiofor, Nicole Kidman, Julia Roberts, Dean Norris, Michael Kelly, Joe Cole.