S.O.S familia en apuros es una película con una idea simpática pero no muy bien construida que igual te hace pasar un rato ameno en el cine. Si bien tiene abundantes gags le falta un guión sólido y eficaz que cause gracia por sí mismo, es decir, que las escenas divertidas fluyan naturalmente y no en forma forzada como lo están en esta historia. Se aprecia que...
Chistes para Abuelos Es una verdadera lástima que en una industria que ha tenido grandes nombres con obras particularmente maravillosas en lo que concierne a comedia familiar, como Steven Spielberg, Joe Dante, Richard Donner, y el primer Rob Reiner, se sigan realizando películas tan poco inspiradas como S.O.S. Familia en Apuros. Esta nueva obra del inoperante Andy Fickman, al igual que Steve Carr, un sucesor mediocre de Shawn Levy o Brian Levant que de por sí ya son mediocrísimos – a comparación, Jon Turtletaub es Ingmar Bergman – reafirma no solamente la falta de ideas, la repetición de fórmulas de la industria a la hora de crear películas que puedan ver padre e hijos – y abuelos – sino de la ignorancia, el desconocimiento del mundo infantil, cayendo en retratos pueriles, banalizando la inteligencia de los menores, estupidizando al mundo adulto hasta llegar a puntos tan ridículos que resultan inverosímiles y ávidos de humor. Ya no se trata de una crítica a los padres contemporáneos ni al recambio generacional, sino también un insulto a la credibilidad del espectador. Esta vez, el chiste está en mostrar a dos abuelos que tratan de combatir la edad demostrando que siguen siendo hábiles en sus trabajos, teniendo que cuidar a tres chicos demasiado mimados y cuidados por parte de padres muy modernos que viven en una “casa inteligente” que hace todo, y además asisten a clases “especiales” para destacarse y mejorar sus destrezas, a través de una educación basada en la psicología inversa. Si bien este planteo parece demasiado trillado, peor se va desarrollando la trama, cuando aparezcan previsibles chistes escatológicos, xenofóbicos – tomando como punto al dueño de un restaurante asiático – y gags que provienen de la década del ’30 y que hoy en día ya no causan gracia, debido al abuso que el género ha sufrido en las últimas décadas. Si esta comedia, que por supuesto tiene moralina conciliadora - cumplir los sueños, ser uno mismo, etc - de por medio, y es sobre explicada, discursiva y obvia, sale mínimamente adelante es por gracia y obra de la pareja protagónica: Billy Crystal y la admirable Bette Midler. No esperen que alguno de los dos interpreten personajes muy distintos a los que ya hicieron en las docenas comedias que se acumulan en las bateas de los dvd clubes, sin embargo, juntos conforman una pareja… simpática, y la química entre ambos se consigue a los pocos minutos de comenzado el film. Ninguno de los dos está en su mejor estado. Crystal, siempre quejoso ha dado mejores interpretaciones, más divertidas y con chistes más ingeniosos, mientras que Midler, artista más completa, talentosa, graciosa y versátil que su compañero, hace lo que puede con un personaje tan estereotipado… y lo hace ¡muy bien! “La rosa” sigue siendo una belleza, y su honestidad compra a cualquier espectador escéptico de este tipo de comedia. Solo tres escenas donde la actriz demuestra sus dotes como cantante alcanzan para robar unas sonrisas entre tanto humor insoportablemente estúpido. La película cae en tantos lugares comunes y clisés que se vuelve un tedio, una apología a la imbecibilidad y la ausencia de recursos narrativos. Aunque no cae realmente en golpes bajos, los momentos sentimentaloides son patéticos por una puesta en escena que pretende causar efecto lacrimógeno apoyado por una banda sonora redundante que manipula e incrementa la emoción en forma forzada. Los actores infantiles completamente sobreactuados tampoco logran conmover o caer simpáticos, y ni hablar de la forma en que Marisa Tomei se sigue ridiculizando, con su rol de adulta aniñada, que parece olvidar las magníficas interpretaciones que consiguió en los últimos años con El Luchador y Antes que el Diablo Sepa que estás Muerto. Esta no es una película ni para chicos, ni para padres, sino para abuelos que no conocen el lenguaje infantil y caen en los mismos prejuicios que los realizadores de la película, cuando llevan a sus nietos a ver obras tan retrógadas como S.O.S Familia en Apuros, y Andy Fickman necesita recibir en forma urgente un DG: “Director Guidance”.
Billy Crystal regresa al cine con su primer papel protagónico en 10 años. El ex integrante de Saturday Night Live y actor de grandes films como “Cuando Harry Conoció a Sally” y “Tira a Mamá del Tren” comparte pantalla con Bette Midler y Marisa Tomei en la nueva comedia familiar del director de “Entrenando a Papá” y “La Montaña Embrujada”. Old School vs. New School Artie (Billy Crystal) es un relator de baseball con un sueño, relatar a los Gigantes de Nueva York. Diane (Bette Midler) es una ex “chica del clima” retirada. Ambos llevan una tranquila vida hasta que un día Artie es despedido de su trabajo y, para hacer las cosas peor, Diane accede a que ambos viajen a la otra punta del país para cuidar a sus tres nietos, a los cuales no ven desde hace años. Con los padres (Marisa Tomei y Tom Everett Scott) de viaje y los niños a su cargo, Artie y Diane rápidamente se dan cuenta que esta tarea será mucho más difícil de lo que imaginaron. La “vieja escuela” de los abuelos choca con la educación del Siglo XXI de sus nietos, pero quizás estos viejos métodos son lo que los niños necesitan para solucionar sus problemas. S.O.S: Película en apuros Pareciera que todas las comedias familiares norteamericanas siguen una misma estructura narrativa: familia tiene un problema – familia se distancia – familia tiene un problema más grande – familia se une para solucionarlo. S.O.S: Familia en apuros no se distancia ni un pelo de esa fórmula. Para ser sinceros, la película no aporta absolutamente nada nuevo al género que ya se hizo una y mil veces y, en algunos casos, con mejores resultados. Cuando uno va a ver un film que desde los créditos iniciales ya sabe cómo va a terminar, uno espera por lo menos algo de sorpresa a lo largo de la historia o personajes entrañables que hagan más llevadero el relato. La película no posee nada de esto, y gran parte es debido a la dirección poco inspirada de Andy Fickman, hombre que no es la primera vez que apuesta y pierde en este género que son las comedias familiares. S.O.S: Familia en apuros se queda corta en todo sentido e incluso, en más de una escena, da vergüenza ajena ver a grandes actores como Crystal, Midler y Tomei someterse a burdos intentos de comedia física que están absolutamente forzados. Si algo bueno se puede decir de Fickman y también del film, es que sus mejores momentos llegan cuando le dan rienda suelta a Billy Crystal para hacer lo que mejor hace, improvisar. Más allá de eso, el guión no le da demasiadas cosas ni a Crystal ni al resto del elenco para poder lucirse. Otra cosa que cabe destacar del film son las actuaciones de los tres niños: Bailee Madison, Joshua Rush y Kyle Harrison Breitkopf. Aunque es Bailee Madison quien mejor se desenvuelve y, de seguir así, no me sorprendería que le espere un interesante futuro en Hollywood. No caben dudas que S.O.S: Familia en apuros tiene el corazón en el lugar correcto y muchas buenas intenciones, pero eso no es suficiente para hacer una buena película. Conclusión Cabe destacar que yo no soy el tipo de público al que apunta el film. S.O.S: Familia en apuros es una buena opción para los más chiquitos este verano, aunque no puedo asegurarle a los adultos que los acompañen que vayan a pasar un buen rato. Aunque dulce y con buenas intenciones, la película no se la juega en ningún momento y va siempre a lo seguro. Crystal, que se nota que se divirtió filmándola, tiene unos pocos momentos para lucirse pero nada más. La película no se distancia demasiado de otras comedias familiares que pudimos ver en el pasado, como por ejemplo Mas Barato por Docena con Steve Martin, de hecho lo único que diferencia a S.O.S: Familia en apuros de Mas Barato por Docena, son tan solo nueve chicos.
Abuelos en conflicto El regreso de la comedia familiar en manos de Billy Crystal y Bette Midler creaba expectativas desde el comienzo, pero luego de ver esta película uno se pregunta si era necesario realizarla. S.O.S Familia en apuros plantea una historia que gira en torno a dos abuelos, Artie (Crystal) y Diane (Midler) que son llamados por su única hija (Marisa Tomei) para ayudarla a cuidar a sus tres nietos mientras ella se va de viaje con su esposo. En las diferencias de crianza, la irrupción de la tecnología (con una casa inteligente) en el mundo de un abuelo, un comentarista deportivo que ha sido despedido de su trabajo, y en el acercamiento a tres criaturas que atraviesan diferentres edades, se basa este relato que comete el peor de los pecados: no resulta gracioso. A pesar del esfuerzo que demuestran sus intérpretes, entre los que se encuentra Marisa Tomei, o la divertida escena en la que Artie con la cara pintada se encuentra en medio de un concierto, la historia pierde en ritmo e interés. Sobre los minutos finales, el director Andy Fickman elige el camino lacrimógeno pero aquí ni las ocurrencias ni las frases de Artie para que los chicos se comporten como tales resultan eficaces. Quizás, el canguro imaginario que acompaña al hijo más pequeño hizo bien en ser invisible.
Típica comedia de enredos familiares, esta película se centra en las desventuras de un matrimonio maduro (Billy Crystal y Bette Midler) bastante remiso a ocuparse de asuntos ajenos, que viaja para hacerse cargo por unos días del cuidado de sus nietos a pedido de su hija (Marisa Tomei), quien planea aprovechar una escapada romántica con su marido. Todo está servido, por lo tanto, para ¿disfrutar? de los padecimientos del dúo protagónico (él, un fóbico que acaba de perder su empleo como locutor deportivo; ella, una mujer de carácter fuerte, pero dominada por la corrección política), mientras los niños hacen de las suyas y esperan lo peor de estos viejos sin demasiada onda. Pero -claro- estamos en el imperio del crowd-pleaser hollywoodense y, entonces, habrá tiempo para la redención, la reconciliación y la reivindicación de los personajes en una historia que se va tornando cada vez más obvia, elemental y con un mensaje positivo debidamente subrayado. Un film a pura fórmula que quizás no llegue a irritar (aunque está al borde), pero que no ofrece nada nuevo. Menos de lo mismo. DIEGO BATLLE
Billy Crystal y la comedia familiar Luego de reaparecer como conductor en la pasada entrega de los Oscars, Billy Crystal trata de recuperar el espacio cedido ahora incursionando en la comedia familiar con S.O.S: familia en apuros (Parental Guidance, 2012), siempre con su habitual estilo de stand up. Cuando Alice (Marisa Tomei) acompaña a su marido en un viaje de negocios, no tiene otra opción de dejar a sus tres hijos pequeños al cuidado de sus padres, los abuelos maternos de los chicos que prácticamente no tienen relación con ellos. El tiempo que pasarán juntos los unirá así como les traerá más de un dolor de cabeza. Artie (Billy Crystal) y Diana (Bette Midler) son los abuelos en cuestión que tendrán que lidiar con los pequeños. Pero la película nunca pierde el foco en Billy Crystal (también productor) protagonista absoluto de la historia, en escena casi toda la película. Hecho que promueve dos cuestiones: el humor stand up de chistes verbales está presente mucho más que el gag físico, y por otro lado quien se sienta disgustado con la presencia del cómico se hartará de sobremanera. S.O.S: familia en apuros cumple con su cometido de entretener en una historia familiar (esto implica que conmueve y a la vez divierte), un poco extensa en su duración, y que por lapsos no termina de combinar el tipo de humor del cómico con el género que trabaja. Recordemos que la comedia familiar va destinada a un público infantil y por ello prioriza el humor físico por sobre el verbal. Aquí pareciera que la película busca más la identificación con su personaje principal que con los niños. En la misma sintonía que Los pingüinos de papá (Mr. Popper's Penguins, 2011), S.O.S: familia en apuros devuelve a Billy Crystal al ruedo, en el rol que el comediante más disfruta interpretar.
El regreso de la comedia familiar. El género de comedia para toda la familia no solo fue históricamente vapuleado por la crítica, sino que también estaba viviendo en una especie de limbo, reemplazada por películas mucho más segmentadas, ya sea solo para chicos, solo para adolescentes o solo para adultos, sin posibilidad de "compartir". Otro debate podría formarse a partír de ahí (¿acaso una familia no puede compartir una película ATP que no intente complacer a todos?), pero vamos a dejarlo para otro momento. Ahora la atención se la lleva S.O.S. Familia en Apuros (Parental Guidance, 2012), una comedia protagonizada por Billy Crystal, Bette Midler, Marisa Tomei y un elenco de chicos y preadolescentes. La historia comienza con el joven matrimonio formado por Alice y Phill Simmons (Marisa Tomei y Tom Everett Scott, respectivamente), dos padres modernos sobreocupados, permisivos y represores casi en la misma medida, que dejan que sus tres hijos se expresen como deseen pero a los que obligan a vivir a base de vida sana, educación especial y otros clichés de la paternidad modelo siglo XXI. El más pequeño y revoltoso es Barker (Kyle Harrison Breitkopf), que vive hablándole a su amigo imaginario. Lo sigue Turner (Joshua Rush), un chico con un problema en el habla y por último está Harper (Bailee Madison) una especie de Lisa Simpson que vive exigiéndose para mejorar, sobre todo con su violín. El conflicto de la película arranca cuando Phill debe viajar para presenciar una entrega de premios a la tecnología, en donde su proyecto de casa inteligente está nominado. Los Simmons encuentran en este viaje una especie de vacación, algo que no pudieron permitirse por años, y por eso deciden irse, dejando a los chicos-a regañadientes- al cuidado de los padres de Alice, Artie y Diane Decker (Billy Crystal y Bette Midler). La relación entre padres e hija no es buena, ya que Alice no está de acuerdo con sus métodos de crianza, pero las ganas de irse son más fuertes y accede. De todas formas, a último minuto decidirá quedarse, por la ya mencionada desconfianza que tiene hacia sus padres. Esto es el detonante para que los enrredos se conviertan en los protagonistas, con un claro item en común: la diferencia generacional. Los abuelos poco y nada entienden sobre casas inteligentes, videojuegos, redes sociales, etc. Y los chicos no logran entrar al mundo antiguo de sus abuelos. Pero de a poco, el cariño comenzará a nacer, y Alice deberá admitir que sus padres no eran tan malos después de todo. S.O.S. Familia en Apuros peca de ñoña, pero es lógico. Todas las comedias familiares son ñoñas. La inocencia y el humor "blanco" rodean a la película, que muchas veces peca de moralista (eso es su punto más bajo) y que si aceptamos su moraleja, puede fallarnos. Pero, en realidad, hay que verla por capas. Y si solo nos quedamos con la capa superior, creo que mucha gente (muy chicos y muy grandes, sobre todo) sabrán apreciar las risas que ofrece. La comedia no es lo más brillante, y el regreso de Bette Midler a la pantalla se ve algo opacado por su entorno, pero si hay que ser honestos, S.O.S. Familia en Apuros no está para nada mal, y logra sacarnos varias sonrisas a lo largo de sus 100 minutos. @JuanCampos85
Familia en apuros ofrece una comedia familiar que zafa para distraerse un rato pero deja cierta sensación de decepción teniendo en cuenta quienes son sus protagonistas. Billy Crystal y Bette Midler son figuras muy grosas del cine norteamericano y algo debe estar pasando en Hollywood para la que industria no pueda reunirlos en una producción como ellos se merecen. Con este proyecto parecería que los productores intentaron hacer algo similar a lo que fue la saga de La familia de mi novia con Ben Stiller, pero el problema es que el guión no estuvo a la altura del reparto. La serie de comedias de Stiller funcionó porque los guionistas lograron con muy buenas escenas aprovechar a los actores en cada personaje y eso no sucede con esta película. Cuando los chistes sobre las diferencias generacionales en materia de crianza de niños se agotan enseguida el film tiene dificultades para sostenerse desde el humor. En el caso de este estreno el film parece el piloto fallido de una serie de televisión que de contar con otro elenco hubiera terminado directo en el cable. En un punto estas producciones son las que hacen más grandes todavía a figuras como Crystal y Midler, quienes con mucho oficio reman como los dioses una película de medio pelo que gracias a ellos dos logra hacerte reír en un par de escenas. La dirección corrió por cuenta de Andy Fickman, quien fue responsable de Entrenando a papá, una producción de Disney con The Rock que se estrenó hace unos años. Familia en apuros sigue la misma línea de humor y ofrece esa clase de entretenimiento. Tal vez por la figuras que reunía el reparto uno hubiera esperado algo superior y por eso el resultado final no termina por convencer.
¿Es S.O.S. Familia en apuros la típica comedia norteamericana en la cual no sucede nada? Si, lo es. Pero no por eso es necesariamente mala. Cada película tiene su público y esa es una de las genialidades del cine. Es por ello que la comedia en cuestión tiene sus momentos y seguramente dejará satisfecho a ciertos espectadores mientras a otros no les guste para nada. Al ver el film da la sensación de que Billy Crystal -totalmente pasado de botox- perdió la gracia que tanto lo caracterizó hace un tiempo. Pese a ello si el film logra sostenerse es por su carisma dado que el guión es casi nulo. Evidentemente el realizador Andy Fickman pertenece al grupo de los llamados “directors for hire” (director por contratación) o “studio director” (director de estudio) dado a que ninguno de sus films tiene personalidad y este no es la excepción. El trabajo de Bette Midler no es ni gracioso ni interesante y lo mismo sucede con el de Tom Everett Scott. Por otro lado tenemos a los chicos y ellos sí que se lucen dentro de sus personalidades tan dispares. Y en esa senda nos encontramos con lo que seguramente es lo más interesante y mejor logrado de la película: el personaje de Marisa Tomei y la relación que tiene con su padre (Crystal) porque le aporta a la cinta un poco de tridimensionalidad y hace que el espectador pueda sentirse identificado con lo que les pasa tanto de un lado como del otro. Incluso una lágrima puede llegar a escapársele a los más sensibles. Un final efectista y anunciado resume casi toda la película: más de lo mismo.
Se renueva la cartelera y es hora de ver que nos propone "S.O.S. Familia en apuros", comedia con grandes intérpretes que buscan reubicarse en el panorama de la industria y de la que se esperaba mucho. De movida, les decimos, guión típico, desarrollo edulcorado, mensaje ultra-remarcado, y un elenco protagónico plagado de estrellas que brillaron hace tiempo en este tipo de cine y con probada buena ductilidad para la comedia. Es la historia de la Familia Decker, los abuelos Artie y Diane (Billy Cristal y Bette Midler), la hija de ambos Alice (Marisa Tomei) casada con Phil (Tom Everett Scott) y con tre hijos Harper, Barker y Turner. Artie, en plena crisis existencial por haber sido despedido de su trabajo como relator, y Diane aceptan viajar a casa de su hija, ya que el matrimonio joven debe/quiere emprender un viaje al cual no pueden/quieren llevar a sus hijos; claro, los abuelos deberán hacerse cargo. La película, de Andy Fickman -director de "Entrenando a Papá" entre otras-, plantea una suerte de batalla generacional; los dos mayores, cada uno con sus neurosis particulares deben hacerse cargo de tres chicos que lo último que quieren es hacerle caso a estos dos “viejos” con costumbres anticuadas. Mientras tanto, Alice y Phil parecen ir perdiendo el recuerdo de los valores familiares. Alrededor de esta trama de por más simple, los guionistas hilvanan una sierie de chistes o gags que, como de costumbre, variaran en su efectividad. "S.O.S. Familia en apuros" (título discutiblemente adaptado, el original -Parental Guidance- orienta más, aunque es menos ganchero) es una película de fórmula, quizás hecha a las apuradas y sin mucho esfuerzo. Muchas situaciones son forzadas, y la remanida anécdota de los pibitos piolas sobre los viejos cascarrabias cada vez hace reir menos (ya hasta irrita). Pero en algo acierta, es una comedia al viejo estilo, en donde sí, el mensaje está hiper remarcado, los hechos se tornan incoherentes, y todo termina demasiado bien y según lo esperado aún antes de entrar a sala; pero es entretenida y fuerza de valores probados, intenta demostrar que la fórmula no está muerta, y sí, los resultados son impares, pero por lo menos hace el intento. Dentro de ese, volver a lo clásico, el elenco es fundamental; sí, ninguno ofrece el rol de su vida, y varios diálogos son imposibles; pero todos son tan buenos en lo suyo que les alcanza para estar a un cuarto de máquina para sobresalir. Billy Cristal hizo toda su carrera a base de tres gestos, y lo bien que aún le salen, no necesita de más. Bette Midler hace de la típica conservadora, y vuelve a demostrar que los años no le han hecho perder gracia pese a que su personaje en construcción de guión le juegue en contra, es una reina. A Marisa Tomei los años no parecen correrles, tanto como para que creamos que es hija de ambos, hacía rato que no se probaba en una comedia simple, como aquella que le valió el Oscar a mejor actriz secundaria hace ya casi 20 años, acá se la nota algo incómoda y aún entregando una actuación convincente. A Tom Everett Scott quizás se lo recuerde por la ultra fallida "Un hombre lobo americano en París"... sigue con los mismos mohines de cuando tenía 20 años. Es el turno de hablar del trío infantil, tan simpático como odioso e irritante, no es que Bailee Madison, Joshua Rush y Kyle Breitkopf actúen mal, simplemente son odiosos en sus papeles. Comedia despareja, no llegará a ser un clásico, posiblemente pase desapercibida, pero tuve la experiencia de verla acompañado de dos generaciones, grandes y chicos, y ninguno salió decepcionado; divertir a una brecha grande puede serr un mérito pequeño, pero valedero. Es la historia de la Familia Decker, los abuelos Artie y Diane (Billy Cristal y Bette Midler), la hija de ambos Alice (Marisa Tomei) casada con Phil (Tom Everett Scott) y con tre hijos Harper, Barker y Turner. Artie, en plena crisis existencial por haber sido despedido de su trabajo como relator, y Diane aceptan viajar a casa de su hija, ya que el matrimonio joven debe/quiere emprender un viaje al cual no pueden/quieren llevar a sus hijos; claro, los abuelos deberán hacerse cargo.
Todo fuera de control Los abuelos como nexo de dos generaciones posteriores, sumidas en las obligaciones diarias y, a su vez, aisladas por la tecnología. La familia Simmons no fluye sanamente. Dos grandes actores como Bette Midler (Diane) y Billy Crystal (Artie) buscan reflotar una correcta idea argumentativa, pero fracasan en los chistes generacionales y gags forzados, sumado a que se contagian del frenético ritmo de los dueños de casa: mamá Alice y papá Phil, una pareja esclavizada a su trabajo que consiente a sus hijos, lo que no quiere decir que les preste atención. Por si fuera poco, la familia es conejillo de indias de un sistema central de control hogareño que funciona por voz y, fríamente, les recuerda obligaciones diarias. Un invento de papá Simmons para huir del orden familiar. Y correr y correr. Esta militarización tecnológica los anula en sorpresa e improvisación, lo mismo que pasa en el desarrollo de la película, donde el salvavidas cae en los abuelos. Rechazados al principio, Diane y Artie asumen con cierta hipocresía la idea de cuidar la casa por un fin de semana con los papis fuera de órbita. Y la tecnología les jugará malas pasadas al igual que los pequeños Simmons. Ellos son lo más rescatable del filme, con la preadolescente Harper que estudia día y noche para entrar a un conservatorio, el tímido Turner que sufre de bullying escolar o el pelirrojito Barker, hiperactivo, extorsionador, caprichoso -demasiado insoportable- que se relaciona con un canguro imaginario. Cada uno con sus presiones a cuestas. Cuando la película baja sus revoluciones, se pone seria, reflexiva (y algo triste), los personajes funcionan mejor, no así en el plano de la comedia. Los enredos familiares funcionan bien detrás de un guión sólido, que no es este caso, el único sustento es dejar de ser islas y transformarse en familia. Patear una lata, embarrarse, mojarse, quererse: las cosas simples de la vida, sin tanto gadget de por medio.
Verdadera explosión de defectos Comedia familiar sobre abuelos, padres, hijos. Billy Crystal y Bette Midler hacen de padres de Marisa Tomei, que hace que está casada con Tom Everett Scott (pero no se lo cree mucho). Marisa y Tom actúan que tienen tres hijos: la nena mayor, dos nenes menores. Marisa y Tom deben viajar (bah, Tom debe, Marisa quiere acompañarlo y él quiere ser acompañado). Como los padres de Tom -los abuelos "titulares"- están de viaje, Marisa y Tom deben llamar a los abuelos suplentes, para peor suplentes con pocos minutos en cancha, y en quienes no confían como continuadores temporarios de la crianza que ellos, como padres, imparten. Entonces se enfrentan dos modelos de crianza. La más "tradicional y normal" que actúan -como pueden, detrás de rostros inverosímiles- Billy y Bette. Y la más moderna y basada en todas esas teorías que circulan como modas y que algunas van quedando. Para resumir: Marisa y Tom no les dan azúcar a sus hijos, no los retan, no les ponen límites (en especial a los varoncitos, a la nena le ponen presión para que sea música; sobre todo le pone presión Marisa, que tiene asuntos pendientes con sus padres). Ya imaginan el final: todos aprenden algo, todos superan algo, todos reconocen algo. Lo convencional no es un problema insalvable, la falta de originalidad tampoco. Pero en S.O.S.: familia en apuros (un título que hace doler los ojos y los oídos) los problemas son mayores, los defectos son todos: estamos sin duda frente a una de esas películas que no se descartaron al terminar porque la variable de la calidad no es motivo suficiente para hacerlo cuando se invirtieron millones de dólares que de todos modos se recuperarán con creces. Acá todo salió mal, pero todo, al punto de que Marisa Tomei no está sexy. Y al punto de que Billy Crystal lucha contra situaciones imposibles para ponerles algo de gracia y, con todo su talento cómico, apenas acierta en una ínfima proporción. Sí, claro, están los yerros básicos: la música explica emociones como si los espectadores fuéramos chimpancés y no de los más brillantes; los derroteros problema-solución (ejemplo: el tartamudeo del hijo del medio) no se pulieron para sacarles los bordes gruesos de la obviedad absoluta; las metáforas forzadas (el amigo imaginario del hijo menor) se explican tantas veces que dejan de ser metáfora. Hay muchas películas con todos estos defectos y que se conforman con ser mediocres y no ofensivas, pero aquí estamos en presencia de un cualunquismo narrativo y cómico pocas veces visto en un producto mainstream: las situaciones no se conectan, se amontonan porque a alguien se le ocurrió una idea base (o el final de una secuencia que prometía ser gracioso) y allá fueron, sin atar nada. Así, se nos inflige un momento de skate y pis sin sentido más allá de poner a un nene en peligro, se nos enrostra un baño inverosímil y ridículamente sucio en un espacio que afuera es limpio (pero como a alguien se le ocurrió un chiste con Billy Crystal seguramente hubo que forzar todo), y se nos exhibe un juego inconcebible e incomprensible con una lata que sirve para mostrar un momento de diversión y unión familiar que es impuesto como una obligación y al que no se llega con lógica ni con fluidez ni con nada que se asemeje a eso que conocemos como eficacia industrial ni como decoro mínimo. Vemos esta película y nos duele la inteligencia, nos duele querer a la comedia, nos duele nuestra fe en algunos actores y actrices. Nos duele, finalmente, nuestro amor por el cine.
Parentela en versión light Dos abuelos deben cuidar de sus tres nietos en plan familia Disney con síntoma de clan disfuncional. Chistes débiles, discurso edificante y el clásico cruce de generaciones. Décadas atrás existían las tv-movies, modelos de producción gestados al margen de la gran industria, concebidos para televisión, que tenían una inmediata recuperación económica. Allí nacieron buenas y malas películas, dirigidas por cineastas profesionales o debutantes pero que a mayor o menor plazo ostentarían una extensísima obra. Con el paso del tiempo la tv-movie desapareció y sus ideas fueron incorporadas a la industria de Hollywood, escasa en ideas como principal definición. S.O.S.: familia en apuros parece una tv-movie de las descartables de hace décadas entremezclada con el edificante mundo Disney que nos acosa año tras año. Cuesta ver a dos estrellas como Bette Midler y Billy Cristal, junto a la eficiente Marisa Tomei, metidos en un proyecto tan desvaído y de alcance limitado. La propuesta es familiar y tiene relación con dos abuelos que deben cuidar a sus tres nietos de acuerdo a un viaje de placer de los padres. Los chistes son débiles y el contraste entre el mundo de los abuelos y el funcional universo familiar que tienen que padecer resulta obvio, de segunda mano, inclinado a defender las virtudes de un confort familiar que se sostiene en la exigencia, los padres modernos y tres nietos piolas que pese a todo tienen sus problemas. La nena es una futura genia de la música, otro tiene la respuesta que ridiculiza a los abuelos y el tercero pertenece a la galería de "nene algo extraño" ya que tiene un amigo imaginario, que no es otro que un canguro australiano. Sí, una familia Disney con síntoma de clan disfuncional. En fin. Por supuesto que Crystal pone toda la garra para sostener un texto imposible y un argumento que solo era original, con sus matices de época, en El padre es abuelo (1951) de Vincente Minnelli. Al pobre Artie (Crystal) lo echan de su trabajo de entretenedor y relator de partidos de béisbol y junto a su mujer personificada por Midler (ay, que lejos quedó su papel autodestructivo en La rosa, emulando a Janis Joplin), deberán enfrentarse a ese mundo de nenes inteligentes y modernos que tienen todo servido en bandeja. Habrá reconciliación, discurso edificante, música de violines, alguna escena de alto riesgo y triunfo familiar donde lo viejo y lo nuevo se ponen de acuerdo aunque sea por un rato. En una semana de estrenos donde veteranas estrellas vuelven al cine para añorar una mejor época, el sinsentido en celuloide de S.O.S.: familia en apuros, dentro de algunos años, debería tener su exhibición en la señal Disney, en una tarde de verano por un canal de aire o en el espacio de la tarde en Telefe luego de Casados con hijos.
Abuelos piolas Artie (Billy Crystal) era el relator oficial de un equipo de béisbol, hasta que fue despedido. Ahora, sin ocupación y listo para jubilarse le surge un viaje con su esposa que lo distraerá: cuidar a sus nietos. Los niños en cuestión fueron criados de acuerdo al manual de corrección política que no pocos estadounidenses llevan a la práctica. Básicamente se trata de estimular a los chicos, evitar darles un "no" como respuesta, consentirlos en todo para no traumarlos, etc. Obviamente, Artie y su mujer Diane (Bette Midler)son de la vieja escuela y se les hace algo difícil y poco comprensible el método que su hija decidió usar para criar a sus hijos. El chiste entonces consiste en ver como el viejo matrimonio, y en especial Artie, confrontan con las nuevas formas de educación. El filme apuesta a la fórmula de comedia familiar que, en este caso, no esquiva la crítica. Cualquiera que haya estado en los EE.UU. habrá notado cierta histeria que hay en torno a los chicos y el cuidado exagerado que hay por complacerlos, que va más allá del natural que debe tenerse. Exagerados por demás, los yankis se las ingenian para convertir algo natural en un hecho tipificable en el código penal, al punto que un padre no puea darle un chirlo a su propio hijo. En una escena del filme se ve a Crystal a punto de darle una nalgada a uno de sus nietos ante una horrorizada platea que pareciera estar viendo una foto de la bomba atómica en Nagasaki. Pero como el filme no es tan jugado, la nalgada no se ejecuta. Se traa en definitiva de una comedia honesta, sin dobles intenciones, pasatista y efectiva, con sólidas actuaciones en los roles protagónicos, a cargo de veteranos en el oficio.
Con un elenco prometedor y talentoso, Billy Crystal, Bette Midler, Marisa Tome y una idea para explotar: matrimonio formal en plan de escapada que le dejan los niños a los abuelos paternos, poco cariñosos con los tres nietos complicaditos. Uno espera mucho pero recibe menos. Argumento con ciertos chispazos de humor, relato de manual de comedia, con mensaje correcto, aleccionador y buscador de la lágrima.
Típica comedia de enredos que intenta buscar el contrapunto en las diferencias generacionales de padres e hijos. El resultado, es tosco. Y lo es, porque los chistes no funcionan, los momentos emotivos buscan la lagrima fácil, y el trío de nietas sencillamente resultan insoportables. Cristal no se siente cómodo en su papel de abuelo, sus momentos de protagonismo se pierden entre tanto disparate y escatología. Un elenco tan notable, al que se suma la siempre atractiva MARISA TOMEI merecía un mejor guion.
Grandes actores, comedia minúscula Viéndolo actuar a Billy Crystal en la comedia S.O.S.: Familia en apuros uno no puede menos que lamentarse por lo poco que se prodiga en pantalla últimamente este eximio comediante, tan apto para las réplicas ácidas en one-liners geniales como para el humor físico sin perder nunca el timing cómico exacto. Cualidades difíciles de encontrar en los actores del género hoy día. De hecho tanto su interpretación como la de su partenaire de ocasión, la Divine Bette Midler, son el principal atractivo de una película que atrasa en su postura ideológica, muy hollywoodense, sobre los valores familiares. El contraste entre la educación chapada a la antigua que representa la pareja integrada por Artie (Billy) y Diane Decker (Bette) en contraposición con la hiper moderna concepción formativa, con énfasis en la psicología, de la que se enorgullecen su hija Alice (Marisa Tomei) y su yerno Phil (Tom Everett Scott), es el eje de la historia escrita por Lisa Addario y Joe Syracuse; y dirigida sin alardes, con prolijo oficio, por Andy Fickman (La Montaña Embrujada). Aunque Parental Guidance, su más formal título original, no pueda superar a muchas comedias ATP de similar tenor, el talento de los actores involucrados le saca el máximo provecho a las numerosas situaciones de humor urdidas por los autores. Con todos sus problemas la película da en el blanco no pocas veces a través de gags de seguro efecto, siempre y cuando el espectador manifieste una mínima empatía por el estilo actoral de Billy y Bette. Para los que no comparten este gusto cumplo en advertir que la experiencia puede resultar intolerable... Como relato el filme de Andy Fickman no rehuye a la más arraigada de las convenciones yanquis ya desde la ocupación de su protagonista: Artie Decker es la voz del estadio de un equipo de béisbol de Atlanta, Georgia. En la ficción este trabajo cumple un doble propósito: permitirle a Crystal un pase libre para su formidable verborragia (los chistes están aquí a la orden del día) y, por otro lado, rendirle homenaje al deporte que el actor de Analízame más admira (ver el telefilme 61*, también dirigido por él, para despejar cualquier duda). Desde lo temático el muy temprano despido de Artie le concede a los guionistas y al director una oportunidad inmejorable para seguir refiriéndose a la recesión económica. El motivo que le esgrimen para el cese al veterano relator apunta a una renovación generacional que presenta puntos en común con lo que le ocurría al personaje de Clint Eastwood en Curvas de la Vida. Lo importante, más allá de los argumentos inferidos, es que la mala nueva impacta a Artie sobremanera. Pese al consuelo de su esposa el salvavidas llega desde la persona más inesperada: su hija Alice, con la que mantiene una relación distante. Alice y su marido recurren a los Decker, que como se podrá apreciar más adelante es la menos popular de las dos parejas de abuelos, para solicitarles que viajen a su hogar para hacerse cargo de los chicos mientras ellos se ausentan por unos días. La idea no le cierra a nadie excepto a Diane que considera la petición una segunda oportunidad para afianzar el vínculo con sus nietos. Presionado por su mujer a Artie no le queda más remedio que acceder. Ni bien instalados en la casa (un prototipo de vivienda del futuro con la que no se sienten cómodos) empiezan los conflictos para el matrimonio: Alice les desconfía, los chicos los desconocen y se horrorizan porque transgreden una larga lista de reglas instaurada por sus padres. Harper (Bailee Madison), de 12 años, es una chica muy dulce pero algo tensa por las exigentes prácticas de violín; el hermanito del medio, Turner (Joshua Rush), es tan inteligente como inseguro y no puede evitar tartamudear al hablar; Barker (Kyle Harrison Breitkopf), de sólo cinco años, es el más pequeño pero también el más alocado y travieso. Una escena en un baño público en la que participan Cyistal y este simpático niño debe estar entre lo más hilarante que he visto en tiempos recientes. No es un humor refinado pero Crystal de todos modos le saca lustre con su prodigiosa e inagotable vis cómica. Si otras escenas mantuvieran el mismo nivel la película generaría otro entusiasmo... Como todo el mundo se podrá imaginar, los resentimientos y el dolor de viejas heridas entre padres e hijos harán eclosión en esos escasos días de convivencia pero gracias a la buena fe de los implicados la redención no tardará en aparecer para que la familia vuelva a estar unida y, de paso, proveyendo por el camino lecciones de vida a discreción. Cada uno habrá aprendido que no hay un sólo abordaje posible para la formación de los chicos y que lo anticuado, mientras no falten el amor y el respeto, sigue funcionando tan bien como cualquier método actual de enseñanza. Este mensaje burdo no es algo que me fascine precisamente. Hay comedias que lo han formulado con más ingenio pero pese a esa media hora final en la que S.O.S.: Familia en apuros derrapa sin remedio, debo reconocer que el compromiso profesional de Billy Crystal y Bette Midler así como la frescura de los niños, de fantástico desempeño los tres, compensa en parte los excesos sentimentales. Y cuando hacen reír, lo hacen en serio. Estos actores son demasiado valiosos para desperdiciarlos en una historia tan básica y endeble. A elegir un mejor proyecto la próxima vez...
Hace rato que la comicidad de Billy Crystal se ha diluido. Al menos desde una década atrás, después de Analyze Me, que no pega en la taquilla y en Parental Guidance hace un esfuerzo más que sobrehumano para volver a las grandes ligas, pero los intentos caen en vano con una película cuyo formato televisivo y previsible arruina toda intención de provocar divertimento. Esta cuenta entonces la historia de una familia americana promedio, con padres terriblemente atareados en sus trabajos y tres preciosos y cuidados hijos que crecen bajo un estricto régimen de crianza y enseñanza muy new age. Problemas van, problemas vienen, los abuelos maternos tienen que encargarse de cuidar a unos nietos que apenas si ven, ya que sus métodos caseros y anticuados de tratar a su propia sangre no encajan y avergüenzan a su hija. De más está decir que todos los estándares de la familia se verán puestos a prueba (de las maneras más previsibles y socarronas posibles) no dejando lugar a la imaginación y a la sorpresa. La historia pergeñada por Lisa Addario y Joe Syracuse atrasa unos cuantos años, cuando Home Alone era un hit familiar rotundo y los chistes escatológicos estaban en boga. Dentro de los parámetros de su propia filmografía, el director Andy Fickman (The Game Plan, You Again) no arriesga y juega sobre seguro, tocando todas las notas de la comedia familiar sin salirse de su zona de confort. La otrora grandeza de Crystal todavía tiene sus destellos de genialidad, pero en un envase que le queda un poco grande a la rutilante brillantez que alguna vez supo hacer destacar. Los momentos compartidos con una cálida Marisa Tomei son escasos pero creíbles, con una química notable, así como también la siempre cómica y sagaz Bette Midler, que se despacha con algún que otro numerito musical para el recuerdo. Los chicos se comportan como chicos, en especial los más pequeños, además de notar un crecimiento tangente en Bailee Madison. Los últimos momentos de Parental Guidance tienen un genuino gusto al drama familiar, y se sienten reales y emocionantes, pero no basta un elenco dócil y ciertos brillos de comedia para levantar a una propuesta de poco vuelo.
Comedia con abuelos a cargo y chistes viejos Supongamos que Flanders y señora deben salir de viaje, ellos dos solitillos, y dejan a sus bien educadillos hijos a cargo de los Simpson. Bueno, más o menos ésto es lo que habrán pensado inicialmente los libretistas de lo que ahora vemos. Más o menos, pero les salió menos divertido, bastante distinto, y más largo. Por suerte también les salió menos guaranga que el común de las comedias americanas para público familiar. Los libretistas son Lisa Adario y Joe Syracuse, dos de las ocho personas que pergeñaron el libreto de «Los reyes de las olas». El director es Andy Fickman, el de «Entrenando a papá» y «La montaña embrujada», que esta vez no recurre al negro Dwayne Johnson sino al pálido Billy Cristal, que ya está en edad de ser abuelo, y ese es el papel que le toca. Lo acompaña Bette Midler. Entre ambos componen un matrimonio vulgarote de viejo estilo con chistes igualmente viejos. El detalle es que la hija sale unos días con el marido y ellos deben hacerse cargo de los nietos, que son tres criaturas bastante formales dentro de lo que cabe, programadas por sus padres políticamente demasiado correctos y encima cibernéticos, todo muy siglo XXI pero con chistes también igualmente viejos. ¿Y cuáles cree el lector que pueden ser las consecuencias de este choque generacional? Si señor, los abuelos aprenden medianamente algo de la vida moderna, los chicos aprecian el eterno placer de volverse medio salvajitos, la madre tal vez entienda mejor ciertos aspectos de su tarea educativa y sus vínculos parentales, y todos comprenderán felices que no hay nada mejor que «the united family». Cumpliendo la rutina de varias situaciones previsibles pero todavía efectivas, Crystal y Midler se ganan sus garbanzos sin mayor esfuerzo, y el chiquito Kyle Harrison Breitkopf se afirma como una promesa. El, y su canguro imaginario. Empezó a los cuatro años, va para siete, y ojalá no se quede empantanado en alguna teleserie para preadolescentes. En resumen, esta cose deja ver amablemente, y no tiene ninguna exigencia: uno puede esperar tranquilo hasta que la den por la tele.
Secretos de abuelos y nietos La película es formalmente correcta, con un Billy Crystal un poco deslucido en su papel del abuelo Artie y una Bette Midler (Diane), que divierte con su simpatía. Están mejor Marisa Tomei (Alice) y los chicos. Artie Decker (Billy Crystal) comienza a sentir el peso de los años. En realidad le están haciendo sentir esa sensación. Luego de haber dedicado los mejores años de su vida al béisbol como comentarista deportivo, la empresa decide remozarse y no lo incluye en su grilla. Pero, afortunadamente, Artie tiene una mujer "de fierro", la simpática, Diane (Bette Midler). Ella es de las que apuntalan el hogar para siempre y que lo alienta para no entristecerse. Justamente, en ese momento, Alice Simmons (Marisa Tomei), la hija casada del matrimonio, que vive en otro Estado, requiere la presencia de ambos para ocuparse de sus tres nietos de distintas edades, por un viaje de trabajo que ella y Phil Simmons (Tom Everett Scott), su marido deben hacer. Así que allá van Artie y Diane, ocultando el reciente despido de él. REALIDAD CAMBIANTE "S.O.S: Familia en apuros" es una comedia familiar que, con una mirada liviana, habla de las diferencias generacionales entre abuelos, hijos y nietos. Es que los cambios son cada vez más rápidos y hasta los papeles varían. Los nietos saben que hay que reírse con los incomprensibles chistes de los abuelos, según consejos de Alice (Marisa Tomei), su madre. Así que aunque los consideren insípidos, las carcajadas se suceden. Tampoco son chicos que amen los dulces. Porque casi no los conocen, ya que la madre es muy cuidadosa en las campañas contra el azúcar y para qué hablar de la carne, o contar cuentos antes de dormir. Tampoco los abuelos pueden comprender por qué la mayor, Harper (Bailee Madison), estudia violín, cuando es un instrumento que no le gusta; o Turner (Joshua Rush) no se defiende de los chicos que lo atacan en la escuela. Así de una manera y otra, nietos y abuelos terminan por conocerse más, al menos en cuestiones relacionadas con los hábitos familiares. La película es formalmente correcta, con un Billy Crystal un poco deslucido en su papel del abuelo Artie y una Bette Midler (Diane), que divierte con su simpatía. Están mejor Marisa Tomei (Alice) y los chicos: Bailee Madison (Harper), Joshua Rush (Turner) y Kyle Harrison Breitkopf (Barker). A pesar de todo, es un filme cuyos personajes transmiten simpatía.
Abuelos sin brújula Es una pena que un comediante como Billy Crystal no termine de encontrar una película para lucirse en su real dimensión. Ni siquiera en esta S.O.S familia en apuros, en la que además de protagonista figura como productor, están las coordenadas precisas para ubicarlo en todo su talento. La comedia parte de una anécdota simple pero efectiva: los abuelos Artie y Diane Decker (Billy Cristal y Bette Midler), que viven en la tranquilidad de Fresno, son convocados de urgencia por su única hija (una hiperactiva Marisa Tomei) para viajar a la ciudad de Atlanta por una semana, a cuidar a sus niños mientras ella acompaña a su esposo en un viaje de negocios. Y en esa convivencia, los abuelos y los nietos deberán aprender a conocerse, a soportarse y a quererse. Desde la primera escena se sabe que el mayor desafío será la distancia cultural, tecnológica que los separa (la casa es un prototipo de domótica de última generación, todo funciona robotizado) y afectiva. Ellos son "los otros abuelos" de los chicos, los que viven a la vieja usanza, los que no están al tanto de los caprichos de los niños, ni de los rituales del almuerzo, ni de las estrictas reglas del colegio, ni de sus intereses o salidas, y eso se traduce en que casi ni figuran en los portarretratos familiares. El problema está en que esa distancia se magnifica en forma de comedia física, con empujones, caídas, enchastres y otras calamidades, que hacen que nadie resulte gracioso. Ni los tres niños, ni menos aún los grandes.La otra decepción es cuando tensa demasiado la cuerda sensible, subrayando las escenas a toda música. Por eso, cuando la película deja esa obligación de hacer reir o de hacer llorar es, quizá, cuando se vuelve más efectiva, más posible, más llevadera. Las actuaciones se tornan más fluidas y la mirada se parece bastante más a lo que podría vivir cualquier familia que deja de verse por un tiempo.Con todo, la película puede resultar un buen programa de verano para abuelos con nietos. Seguramente, los chicos se divertirán un poco más, y los grandes -como siempre- disfrutarán de verlos sonreir.
Pequeña reivindicación de un género olvidado Tuve que juntar coraje para escribir esta crítica. Antes de verla leí una serie de reseñas a este filme, casi todas negativas y en algunos casos -como el del colega y amigo Rodolfo que escribe aquí mismo- se refieren a él como “una apología de la estupidez”, entre otros agravios. Y debo confesar que acudí a esta proyección escéptico, esperando algo tonto y carente de gracia. Mi primera sorpresa fue encontrarme con una película que no era tan mala como esperaba. Cuando llegó el final, entre emocionado y conforme, me asustó la idea de tener que ser sincero y contarle a todo el mundo por qué este filme me había parecido más que bueno...
Aunque imperfecta, aunque a veces busca el chiste fácil y no se le ocurre nada mejor, esta película tiene dos valores que la hacen por lo menos interesante. En primer lugar, que Billy Crystal es gracioso en serio y remonta a veces situaciones imposibles. En segundo, que ni reivindica la educación tradicional ni cierta permisividad contemporánea, sino que intenta comprender qué hay de bueno y de malo, qué hay de humano y relevante en cualquier época y estilo. Eso vale.
Con la intención de ofrecer una película familiar, S.O.S: Familia en apuros busca cierta fórmula divertida dentro del subgénero pero no se preocupa demasiado por partir de un guión mínimamente potable, y hasta la idea hace acordar a algún otro film. El director de la afín y poco atractiva Entrenando a Papá reincide en la temática familiera con niños incluidos con discretos resultados, aún contando con una pareja protagónica de expertos comediantes como Billy Crystal y Bette Midler. La historia parte precisamente de ellos, que en medio de una pequeña crisis deciden viajar a la otra punta del país para cuidar a tres nietos que no ven hace años. La “vieja escuela” de los abuelos choca con la modernosa educación de sus padres y en ese pequeño apremio reside la tónica del film. Pero los gags son forzados y algunos de ellos bastante escatológicos, con la suposición que pueden resultar graciosos para chicos y grandes. Para colmo otro grupo de chistes abusa del materialismo, ya que el abuelo “soborna” al más pequeño para que cumpla con sus presuntas enseñanzas. Mal gusto y capitalismo, en yunta. De todos modos Midler y Crystal aportan su carisma y brindan un momento agradable al cantar a dúo una vieja canción infantil, y en el final algunos toques emotivos pueden funcionar. Pese a los reparos, los chicos se pueden enganchar perfectamente con la trama, a ellos –y quizás también a un público muy mayor- está dirigida la propuesta.
La educación de los hijos cambia de generación en generación. Los avances de la tecnología y la psicología proveen ciertos dispositivos y teorías que antes no estaban a la alcance de la mano de nuestros padres y abuelos y que los recién estrenados en el arte de criar parecen en muchos casos reverenciar con devoción suprema. El conflicto estalla cuando estos dos tipos de crianza entran en choque y los niños, cual ratitas de laboratorio, se ven enfrentados a dos maneras de conocer y desenvolverse en el mundo. El matrimonio (con poca química) conformado por Marisa Tomei y Tom Everett Scott debe viajar por compromisos laborales de él, y ante la imposibilidad de contar con los abuelos paternos, más adelante se los definirá como los “títulares”, muy a su pesar deben recurrir a “los otros abuelos”, los maternos. Liberales, laxos en cuanto a las normas y con un estilo de crianza chapado a la antigua, Billy Crystal y Bette Midler llegan a la casa de sus nietos con el desenfado, la locura y la desestructura que los niños necesitan. Tienen cinco días para que sus nietos logren conocerlos y que los aprecien tanto como a sus otros dos abuelos. No es una comedia excepcional ni tiene originalidad desenfrenada, pero “Parental guidance” (tal es su titulo original que tiene más que ver con la historia propuesta que el ridículo nombre utilizado para su lanzamiento por estos lares) trae de regreso a Crystal y Midler que necesitan de muy poco para sacarnos varias risas. Aunque cueste un poco reconocerlos debajo de tantos liftings y operaciones de dudosos resultados, son ellos dos junto al trío de pequeños niños quienes logran que la cinta tenga momentos de genuina comedia a pesar de los cientos de lugares comunes por lo que transitará y las situaciones que desde el comienzo sabremos cómo se resolverán. La inclusión de Tomei y Scott es meramente secundaria, bien podrían haber elegido a otros dos interpretes que poco hubiera influido en el resultado final.
Abuelos aburridos "S.O.S: Familia en apuros" es una película hecha a base de formulas y manuales, donde rápidamente se notan las recetas elegidas y en ningún momento se preocupa por brindar algo de contenido genuino. Desde la formación de la familia hasta los chistes fáciles sobre ancianos luchando contra la tecnología, nada resulta divertido y gracioso. Solo aburre por su extrema simpleza, falta de inteligencia y excesivo aleccionamiento moral. Cuando el personaje de Billy Crystal es despedido de su empleo como comentador de baseball por no tener facebook o manejar otras redes sociales, uno ya enseguida nota que este va a ser el nivel de comicidad de la película: humor basado en anécdotas que no tiene desarrollo ni implicancia a futuro. Así es como chistes similares donde Crystal no puede desabotonar el asiento de su nieto o los chicos comen demasiado azúcar, se amontonan en una trama, la cual solo funciona a base materia prima que nunca se propone trabajar. La película es en síntesis una comedia de situaciones (un género televisivo), ya que posee y utiliza todas sus características: grupo reducido de protagonistas, humor verbal sarcástico, humor físico bien exacerbado y su gracia proviene de la observación de una situación, en este caso la diferencia generacional. Sin embargo, aunque estos elementos puedan hacer de cualquier trama una gran película, no hay que olvidarse de obviar otras características propias de la televisión como el refuerzo constante de cuál es el conflicto por si el televidente se vio interrumpido por alguna urgencia, la exigencia de cerrar todo lineamiento argumental que abre cuyo desenlace tiene que ser bien explicito y nunca dejar dudas o sino, por último, tal vez lo más importante, intentar utilizar las herramientas más propias del cine como los encuadres de cámara o la iluminación. En definitiva, "S.O.S: Familia en apuros" no es una película memorable ni lo intenta serlo, pero lo que si busca es entretener de manera simple y desvergonzada. Lamentablemente al no lograrlo solo se puede afirmar que se esta ante una película fallida.
Buena noticia 1: Billy Crystal, uno de los mejores comediantes norteamericanos de todos los tiempos, volvió a un protagónico. Actor versátil que hace parecer a los gags, juegos de palabras y salidas rápidas, un juego de niños. Filoso, punzante… claramente un cómico inteligente y despierto. Buena noticia 2: Bette Midler también volvió a un protagónico, una vez más entendiendo claramente esto de ser partenaire, contraparte y acompañante sin ir en desmedro de su propia forma de humor, como lo hizo en aquella genial “Sopa de gemelas” (1989), junto a Lili Tomlin, o en la indispensable “¡Por fin me la quité de encima!” (1986), con Danny de Vito. Mala noticia (o no tan buena) 1 y 2: Ambos actores siguen sin poder encontrar un guión a la altura de sus talentos. ¿Nadie en Hollywood sabe quienes son estos grandes, con su enorme caudal de recursos, como para intentar explotarlos al máximo? La pasión de Artie (Billy Crystal) como relator de béisbol, llegó a su fin. Lo despiden a los sesenta y pico de las mini-ligas alegando anacronismo. En efecto, Artie no tiene ni la menor idea de lo que son las redes sociales; los celulares; ni nada relacionado con la tecnología y la comunicación moderna. Diane (Bette Midler), su mujer, lo acompañó siempre y ahora ve la chance de re-conectar la relación con su marido y hacer… bueno… de disfrutar los años que quedan. Ambos salen camino a otra ciudad a cuidar de sus tres nietos mientras su hija Alice (Marisa Tomei) viaja a Nueva York acompañando a su marido Phil (Tom Everett Scout), quien deberá recibir un premio por diseñar “la casa inteligente”, en la cual prácticamente no hace falta ni barrer el piso. Obviamente, al llegar los abuelos se plantea el humor a partir de los contrastes. Así como hay un abismo generacional entre la tecnología y la “vieja usanza”, se produce otro entre la educación de antaño y la moderna que contempla todo tipo de concesiones y formas de comunicación psico-terapéuticas, en las que hasta se pierde el sentido de la competencia. Los nietos padecen casi todo el abanico de diagnósticos posibles en el vasto mundo de los trastornos generalizados del desarrollo, incluyendo tartamudeos, amigos imaginarios y frustraciones producidas por la presión del “deber ser”. La semana con los nietos, en una casa en la cual una voz dice qué hacer o no, supone entonces el gran contraste funcional al contexto principal de la trama. El espectador habrá de esperar una comedia “para toda la familia”, cuyo mensaje sobre la mejor forma de educación quedará sepultado inevitablemente por escenas con mucho sentimentalismo, siempre efectivo en estos casos. Por otro lado, parte del humor de Crystal sucumbe ante la falta (o debilidad) de la traducción en el subtitulado. Ni que hablar de la versión en español donde se pierde mucho más. La dirección de Andy Flickman es apenas correcta ante un guión que no ofrece desafío alguno y que, en definitiva, es salvado por todos los integrantes del elenco. Por cierto, alguien debería notar en Bailee Madison, la nieta mayor, una tremenda tendencia a la sobre actuación que viene mostrando desde 2011 en “No temas a la oscuridad”. Si tuviera rulos sería una especie de Lorena Paola en inglés. Nótese la conclusión a la que llegaremos al final: Sin Billy Crystal esta producción no pasaría más allá de la programación de la televisión un domingo por la tarde. Calificación: Regular. (Iván Steinhardt).
Una comedia familiar que reúne a dos grandes actores Billy Crystal y Bette Midler, quienes intentan entretener como solo ellos lo saben La historia gira cuando los hijos ya casados y a su vez con sus propios hijos vuelven a necesitar la ayuda de sus padres, y cuando surge el llamado de su única hija Alice Simmons (Marisa Tomei) para ayudarla a cuidar a sus tres hijos mientras ella se va de viaje por una semana con su esposo Phil Simmons (Tom Everett Scott). Estos abuelos Diane y Artie Decker (Bette Midler y Billy Crystal) dejan todo y acuden al pedido de su amada Alice, cuando llegan para agradar a sus tres nietos Harper Simmons (Bailee Madison), Turner Simmons (Joshua Rush) y Barker Simmons (Kyle Harrison Breitkopf), les entregan algunos juguetes muy graciosos y entre estos un muñeco que representa a Artie representando la profesión de toda su vida, él es un comentarista deportivo (hace unos días fue despedido y no quiere que se sepa). Cuando ingresan a la casa se chocan con la tecnología; esta es una casa inteligente. Diane encuentra que en una de las repisas no se encuentran ellos en las fotos familiares, siente una cuenta pendiente, pero durante una comida en un restaurant chino, sus abuelos se enteran que Barker tiene un amigo imaginario y no le gusta que le mezclen la comida en su plato, este es uno de los primeros errores y el problema es que ellos en todo momento quieren agradar a sus nietos y demostrarle a su hija que los niños se encuentran en buenas manos. Estos abuelos se pasan demostrando en todo momento que pueden cuidar a esos niños bastante mal criados y con una vida muy estructura. Los acompañan a todas partes, comparten distinta situaciones y hasta discuten con una de sus docentes Cassandra (Jennifer Crystal Foley) e intentan ser divertidos. La trama y su planteo son bastante comunes, no llega a ser gracioso, chistes previsibles, algunos pasados de moda, están los escatológicos y los xenofóbicos. Con respecto al elenco: los jóvenes actores sobre actúan, no logran conmover y no transmiten. Billy Crystal y Bette Midler, ellos hasta se burlan de sus dificultades físicas, forman una simpática pareja con buena química, tienen momentos de lucimiento, por ejemplo cuando cantan y bailan; y los personajes de Tom Everett Scott y Marisa Tomei no resultan ni graciosos ni interesantes. Una pena, ya que el guión no estuvo a la altura del elenco, llena de clisés, por momentos cae tanto que resulta muy monótona. Tiene una muy buena banda de sonido e intenta cerca del final un toque dramático con frases del abuelo Artie, emotivas palabras del niño Turner y un hecho con el canguro imaginario amigo del más pequeño (que está relacionado con el paso de las etapas).
La madre de todas las películas En charla con mi amigo Juan Pablo (la única persona capaz de prestarse a una discusión sobre esta película en plenos días de Tarantinismo y carreras al Oscar), deslicé The Sitter (2011) en su mera similitud argumental con S.O.S. familia en apuros: cuidado accidentado de nenes, dominó de catarsis, enseñanzas mutuas. Tenía pensado partir de sus mayores contrastes, pero el detalle que Juan Pablo señaló al respecto es monumental: mientras en The sitter Jonah Hill impulsa la liberadora salida del closet de un neurótico sub-15, en S.O.S. Billy Cristal consigue que el nieto menor se quite los tacos de la madre sobornándolo con U$S 2,50. Y S.O.S. no me parece ideológicamente culpable por ningún costado (la sobreprotección parental es declarada culpable con la evidencia apropiada, más allá de cualquier método educativo tradicional o moderno), pero la película consigue esa limpieza discursiva a fuerza de reducir el margen de error en las líneas rectísimas que plantea a los personajes. Todo sale mal para los abuelos en la semana de prometida soledad con los tres nietos, coartada por la partida demorada de la madre y el regreso anticipado de la pareja, y los daños no pasan de un ojo morado, la muerte de un canguro imaginario y algún magullón para Tony Hawk. La valentía de The sitter se ubicaba en los problemas propios de distintas generaciones que pegaban indiscriminadamente a grandes, nenes y Peter Panes con las bolas bien peludas: se les plantaba a enfrentarlos con distintos grados de timing, ingenio y economía del metraje. Por mostrarse presentable a todo público, en cambio, S.O.S. planta semillitas de crisis en tres generaciones de una familia, limitándose después a profundizar en las angustias demasiado localizadas de los nenes y resolver a regañadientes los quiebres en los adultos: el abuelo pierde su trabajo de años y se mete en una negociación de su hija con ESPN para recuperarlo, la abuela quisiera atarlo a la pareja y que largue el sueño de relatar a los Giants, madre y abuelos empiezan a encontrar el patrón de crianza que complica las infancias en el árbol genealógico. Peor aún, madre y padre quedan geográficamente distanciados por la negativa de ella a dejar a los nenes de una buena vez: por un momento parece que ella no puede sumarse al viaje de negocios y desenchufe que planearon. La película ni asoma a sugerir que el hombre vaya a buscar una compañía esporádica estando solo y lejos de casa, pero cuando madre cae de sorpresa al hotel lo saluda parodiando a una prostituta asiática. Como no podemos rebatir a S.O.S. por lo que omite (o porque no llegue a creer que una pareja que se separa unos días por primera vez en años pueda mantener la monogamia), encararemos por lo tangible de su trama: se hace evidente que el pobre Turner va a terminar con su tartamudez influenciado por la épica oral del relato del Shot Heard ‘Round the World, que sabiamente el abuelo Cristal le hace conocer. Cuando lleguen a ver el tiradísimo de los pelos pero feliz momento, piensen en las vueltas que debió dar la película para construirlo. Delante y detrás de cámaras se notaba mucho miedo a perder la inocencia.
Abuelos, padres y nietos, con mucho por aprender Es la típica película "yanquilandia", de ésas que se han visto hasta el hartazgo, pero es propuesta por el director y su productor Billy Cristal como una comedia original, "familiera" y reidera, cuando en realidad es una suma de tópicos argumentales y convencionalismos narrativos. Alice (Marisa Tomei) y Phill Simmons (Everett Scott) conforman un matrimonio sumamente atareado con sus respectivos trabajos, aunque muy organizados, previsores y sobreprotectores. Tienen tres hijos: Harper, una niña de 12 años, a quien los padres obligaron a aprender a tocar el violín desde los 5 años; Turner, de 9, tartamudo; y Barker, de 5, el más travieso, interesado y "extorsionador", de quien el abuelo dice que es un "enano capitalista". Phill y Alice deben viajar por razones profesionales y como los abuelos paternos tampoco están en la ciudad para cuidar a los hijos, recurren a los "suplentes". Porque como ocurre en muchas familias, también aquí están los "titulares" y los "otros abuelos". En este caso se llaman Artie Decker (Crystal) y Diane (Bette Midler). Como ven a los nietos a cuenta gotas, les falta "entrenamiento", pero les sobra buena intención para conquistar su afecto. Y con esta actitud se instalan en la casa, dispuestos a cuidarlos y asistirlos en sus necesidades. Artie ha sido cronista de béisbol durante 35 años y acaba de ser despedido del trabajo. Por lo tanto debe luchar internamente para disimular su alicaído estado de ánimo. Además tiene menos sentido común que un elefante. Phill instaló en la casa un sistema, inventado por él, que controla el movimiento de sus habitantes y les recuerda sus obligaciones cotidianas. La tecnología esclavizante es una de las variables más criticadas en este filme. La otra es el excesivo apego de los padres a teorías modernas de educación de los hijos, porque según se expone en la película, les resta espontaneidad e iniciativa. La más dominada por estas teorías es Alice, quien pretende ser la "madre perfecta". Del diccionario familiar han eliminado, por ejemplo, el adverbio "no". Billy Cristal comentó que el origen de esta historia fue una experiencia propia, cuando él y su esposa tuvieron que cuidar durante siete días a sus nietas de 6 y 9 años, con infinidad de reglas impuestas por su hija, y después requirieron otra semana para reponerse del estrés emergente. Pero en esta historia todos terminan aprendiendo o curándose de algo, aunque en algún caso eso ocurre más bien por arte de birlibirloque. O aceptando la realidad, cuando ésta posee más consistencia que los sueños paternos. A Marisa Tomei parece que no le pasan los años, pero aquí no puede mostrar el carisma que exhibió en otros filmes; Bette Midler hace lo que puede y Crystal busca desesperadamente concretar algo que parezca gracioso. Lástima que todo ese esfuerzo se dilapide por un pésimo doblaje.
¿Y al espectador quien lo salva? ¡Uff!... no sé quien asesoró tan mal a semejante grupo de actores para participar de una basura cinematográfica como esta. "S.O.S. familia en apuros" es tan mala que el espectador termina asqueado de tanto dulzor artificial y odiando un poco más a este sub género tan poco feliz llamado comedia familiar. Es básicamente una mezcla bastante rústica de "Más barato por docena" (esa en la que Steve Martin tiene 12 hijos traviesos) con "La familia de mi novia" (con Ben Stiller y Robert De Niro), es una comedia en la que se juega con las interacciones familiares y las diferencias generacionales entre sus miembros. La trama presenta una familia tipo del siglo XXI que lleva una vida muy moderna, con muchos compromisos laborales, con tres hijos medio bobos que se la pasan haciendo actividades "indoor" y con una agenda educativa basada en la excelencia, la disciplina y la psicología infantil. El problema se suscita cuando al matrimonio le surge un viaje y no consiguen a nadie con quien dejar a sus hijos, nadie más que los padres de la mujer (Marisa Tomei) con quienes sostienen una relación bastante dificultosa por las diferencias en materia de personalidad y educación de los hijos. Los abuelos interpretados penosamente por Billy Crystal y Bette Midler, son dos veteranos flexibles, relajados, mientras que el matrimonio compuesto por Marisa Tomei y Tom Everett Scott es sofisticado, disciplinado y con un sentido del deber ser bastante importante. Toda la película se tratará de hacer humor con estas diferencias generacionales sin lograr el objetivo, aburriendo al público y hasta molestándolo. El guión es tan básico que hicieron parecer poco divertidos a dos comediantes legendarios como Crystal y Midler. La dinámica de "echemos moco y después nos reconciliemos con toda la cursilería a mano" es de lo más obvia y poco efectiva que he visto en un largo tiempo. Hay varias situaciones absurdas que no aportan nada al film, como por ejemplo una escena en el baño en la que Crystal acompaña a su nieto a hacer caca y termina cantando mientras un vagabundo baila con su cabeza al compás de la canción... para el olvido! Es obvio que hay un público para este tipo de producciones, sino no las seguirían haciendo, el tema es que no logro entender que le ven de interesante o divertido. La entrada al cine no es de lo más barato por estos días, asique si querés un consejo sabio, no la malgastes en esto.