Una experiencia religiosa Korine toma a MTV y Britney Spears como íconos de la frivolidad que caracteriza a la generación postmodernista por excelencia y se nutre de la estética del videojuego para crear una celebración de toda esa degradación de la cultura pop. Ahí entra en juego el videoclip, "las chicas Disney" en bikinis luciendo gorros rosados con un diseño de unicornio mientras bailan con ametralladoras al ritmo de un tema de la princesa del pop, una referencia recurrente en la película. Esa secuencia es la que encierra la esencia de la película...
Asesinas por naturaleza Harmony Korine, veterano enfant terrible del cine independiente norteamericano, trae la fiesta con Spring Breakers, la sorpresa más bienvenida de la Mostra de Venecia. Después de una trayectoria marcada por los retratos impresionistas (y esteticistas, y algo feístas) de la América white trash, el director de Gummo se reinventa de la mano de cuatro alocadas adolescentes -interpretadas por iconos del universo teen y la factoría Disney como Vanessa Hudgens y Selena Gomez (además de Rachel Korine, la mujer de Harmony)- que encuentran su edén particular en Florida durante el spring break, una “semana de vacaciones” primaverales en la que los jóvenes yanquis aprovechan para desbarrancar de lo lindo: Spring Breakers es un desfile de alcohol, baile, drogas, chicos musculosos, muchachas en bikini (y sin él), paseos en moto… y armas. En una de las muchas secuencias memorables de Spring Breakers, tres jovencitas en malla, con pasamontañas rosas y fusiles en mano (a lo Pussy Riot), escoltan a un gangsta James Franco mientras este entona al piano el tema Everytime, de Britney Spears. Glorioso y estúpido punto de la mejor película de Korine hasta la fecha. Un delirio sensorial que exprime la estética pop y, siguiendo la estela de Terrence Malick, celebra una cierta poética del gesto y las voces espirituales: “una narrativa líquida”, según defendió Korine en la rueda de prensa de Venecia. Spring Breakers podría considerarse la Asesinos por naturaleza de la cultura adolescente del siglo XXI -aquella que tiene a la apuntada Britney Spears como su diosa terrenal-, aunque Korine no apela a la distancia irónica: el director de Trash Humpers se alinea espiritualmente con sus adolescentes bellos, incendiarios, libres y muy peligrosos. Así, revistiendo la fábula amoral del film con una pátina de cine etnográfico, Korine sublima el neo-noir de Michael Mann, Quentin Tarantino o Tony Scott, bañándolo de luces de neón y acompañándolo con los hipnóticos temas de Cliff Martinez (Drive) y Skrillex.
Apenas terminado el plano final de esta película aturdido aun por lo que acababa de presenciar, me dije a mi mismo: “O esto es una joya cinematográfica adelantada 10 años a nuestro tiempo, o es una bazofia”. Veamos de que vereda nos paramos… CULOS Y TETAS Asi abre esta pelicula, no hay otra manera de decirlo, no hay otra manera mas suave de inferirlo. Los planos iniciales de esta película dejan dispuesto el tono de lo que va a ser el resto. Y cuando digo culos y tetas, no digo de refilon, o al pasar, hablo de Primerísimos primeros planos a las bondades de las damas, al mejor estilo pasión de sábado De mas esta decir que si piensan que porque hay ”chicas Disney” esta peli es apta para todo publico, están equivocados. Es mas, quizás la definición mas breve (aunque no mas completa) de esta película sea una que escuche ayer en la entrada a una sala de cine, mientras aguardaba que corten mi ticket. 3 adolescentes con uniforme escolar, pasaron frente al afiche de Spring Breakers, y tras comprobar incrédulas que esas dos chicas ERAN efectivamente Selena Gomez y Vanesa Hudgens (las del afiche, no las adolesentes) dos se preguntaron “y esta peli que es?”, y la tercera, con aire de saber de que se trataba la cosa, o de al menos haber visto el trailer, soltó un displicente pero acertadisimo “Es una película de putas”. No pude contener la risa por lo acotado y acertado de la sinopsis que acababa de escuchar al pasar… ESTOS YANKIS LOCOS… A ver, vamos a ponernos en situación Spring breakers son niños que van de vacaciones en lo que serian una suerte de receso escolar/universitario de primavera, cuando empieza a hacer calorcito. Recordemos que a diferencia de nuestra patria, allá los niños no están para nada cerca de su casa cuando cursan la universidad, por lo cual, teniendo en cuenta el grado de soltura y “sin-limite” que tienen los adolescentes, se podrán imaginar como es un “Spring Break”. Y si, como les conté al principio. Miles de pendex en playas, semi en desnudos, tomando y drogandose, anque teniendo relaciones como conejos. (Señora, perdone que en esta review utilice tantas palabras soeces, es que Korine no me deja otra. Si suavizara las cosas, señora, usted iría al cine y se horrorizaría. Así que, leyendo esta review, por lo menos sabe a que se atiene si paga la entrada). Volviendo a la peli, el cuarteto protagonista se muere por irse de vacaciones, por descontrolarse y hacer de todo. Y si bien Selena Gomez, vendría a ser la puritana del grupo (con escenitas de iglesia, grupo de jóvenes cristianos y todo), por ese motivo es dejada afuera por las otras tres cuando deciden hacer un violento robo a un restaurant. Con el dinero conseguido, las 4 enfilan hacia las playas donde miles de jóvenes compartirán el exceso desmedido. Todo es desmedido, Cuando el personaje de Selena, comenta con quien se va de vacaciones a sus compañeras del grupo de jóvenes cristianos, estas le responden que tiene que rezar, tiene que rezar mucho. Y las palabras que usan en ingles son muy especificas del exceso, dicen “Pray super hard core”. Frase destinada a fanáticos acerrimos de algo especifico, y también a lo que es el porno. No es una frase elegida al azar. MALICK + PROYECTO X = KORINE’S SPRING BREAKERS Es otra manera cercana que tengo a explicarles mas o menos como es Spring Breakers. A lo desmedido y desenfrenado de la música, las imágenes y las cámaras. Las drogas, el alcohol, el delito, y demás yerbas (cuack), se pueden escuchar en off ciertas tribulaciones de las protagonistas sobre lo que es ser una springbreaker, la frase “Spring Break, Spring Brake Forever” puede escucharse repetirse en off ininterrumpidamente, casi como mantra, como leit motiv hipnótico. Como si fuera una pelicula de Malick, para que se den una idea. La joda va a seguir un buen rato hasta que la policia se lleve presas a las 4 muchachas por tenencia y abuso de drogas. Y aquí es donde la peli tiene una bisagra, y por eso, también lo comento a la mitad de mi review. Si bien el cuarteto en si es protagonista, era Selena Gomez la que llevaba con su personaje el centro de la atencion, incluso de las otras tres, ahora delincuentes, amigas. Si bien como dije, Selena es mas puritana, eso no le impide consumir alcohol y drogas como loca. O sea, lo único que no hace es robar. Esto la mantiene “algo” inocente. Aqui entra en escena el personaje de James Franco, que es LEJOS lo mejor de la película Su intrpretación de proxeneta, traficante de armas y drogas es sencillamente genial. Es mas, tarde varios minutos en reconocerlo, ya que esta realmente irreconocible. Este muchacho apodado Alien, es quien pagara la fianza de las muchachas. Y aquí la peli se ira a un marrón mas oscuro, en el cual las niñas aun en bikinis, visitaran algunos de los antros mas feos de la ciudad. Aquí es donde Selena dice basta para mi y se vuelve al campus. La posta esta hábilmente pasada a Alien quien pasara a ser el centro de la película a partir de aquí incluso su voz en off reemplazará a la de las chicas. DE PELI DE JODAS A THRILLER DE GANGSTERS Así nomas, sin escalas, de pronto estas metido en un thriller de gangsters, con tiros y bandas rivales y todo. Y las niñas metidas en todo eso. Quizás la escena mas apoteosica, sea la escena en la que este gangster, James Franco, toque un piano de cola blanco, en la playa, a las tres chicas, con balaclavas (capuchas) rosas con unicornios, (si con unicornios, las chicas delinquen de rosa), y les cante una canción de Britney Spears, “Everytime” para ser mas exactos. Y aquí me detengo, para no llenarlos de spoilers. Pero esa escena creo que ya hoy es un clasico del cine del siglo XXI, hasta eso me animo a decir. SUSTANCIA ROSA Pero ojo, esta peli tiene sustancia, MUCHA. El subtexto de esta película esta mas oculto de lo que parece, y si no prestan atención se lo van a perder, no se dejen obnubilar por las tetas y los culos, eso es lo que Korine quiere. La critica a la juventud desenfrenada sin limites y exitista yanqui es FEROZ. Korine escribe 5 personajes brillantes y los empata a todos en algo; la puritana, las dos enfermas violentas, la histérica maniática, el gangster. TODOS delinquen, todos transgreden, como si estuviera realmente en los genes de los norteamericanos. Como si nadie estuviera excento de lo que es delinquir para un fin especifico y altamente deseado. Es el capitalismo llevado a la máxima expresión. Si bien Selena no roba, tampoco tiene demasiado problema en irse de vacaciones con ese dinero robado. Todo es la reinterpretacion de la sociedad escatologica, opulenta y decadente norteamericana. Desde el maquillaje de las primeras tomas, con los culos y las tetas, con las mujeres hermosas bañadas en cerveza en la playa y los adolesentes fortachones mostrando sus músculos, hasta un incluso caricaturizado trasfondo de traficantes de armas y drogas. En una juventud y adolescencia donde Britney Spears es una especie de Atenea, seguida y reverenciada por todos los mortales adoradores del quilombo y el exceso. Pero mas importante es el tema de la impunidad, porque si bien mas acá o mas allá en la película, hay alguna “consecuencia” de todos los actos. No hay ninguna penal. Nadie va preso, y se entra y se sale de este mundo cuando y como se quiere. Korine nos dice con esto algo poderoso y profundo. Y calculo que habrá mas que incluso al ojo mas agudo se le va a escapar. CONCLUSIÓN Definitivamente esta peli es una joya, por muchos sera bastardeada, (Incluso por mi durante los primeros instantes de finalizada). Pero luego de internalizada, las sublecturas que esta película ofrece son tan ricas, tan innegables y tan profundas que son de por si imperdibles. Mas arriba en la superficie hay un guion ridículo y autoconciente. Tetas, culos y sexo. Escenas cómicas por el hecho de querer ser humorísticas y por el hecho de rozar el grotezco y el ridículo. Creo que es una película que debe ser vista para ser juzgada, disfrutada o al menos internalizada, como todas las obras anteriores de Korine, arrancando por aquel guion de Kids, que pateo el tablero allá por 1995. Para contestar la pregunta del principio, en mi opinión esta película es una joyita que merece ser vista. El puntaje que le asigno, fue creciendo con el correr de los días y para que se den una idea, sali del cine creyendo haber visto una bazofia, y hoy termino esta review varios días después dando uno de los puntajes mas altos del año, y sinceramente con ganas de verla una vez más.
Antropología del sueño americano Si existe una sociedad que entroniza a sus ídolos para luego fagocitarlos cuan mantis religiosa gigante, esa sociedad es la norteamericana. Desde su más tierna edad, los niños son incentivados por sus madres frustradas en lo artístico a someterse a los vejámenes más tremendos para lograr sus cinco segundos de fama. En el caso de aquellos que así lo consiguen, el resultado termina siendo nefasto para su vida personal que se desintegra frente a la impávida mirada de la misma sociedad que lo condujo al éxito. El director Harmony Korine en sus trabajos anteriores nos ha mostrado su total falta de escrúpulos para sumergirse y exhibir esa basura que la sociedad norteamericana tanto se esfuerza por esconder, habiéndolo hecho ya con su polémico film Trash Humpers (película del año 2009 que pudo verse en el BAFICI hace unos años) donde literalmente los desechos eran su objeto de narración cinematográfica. En este caso el creador de Gummo (1997) sube su apuesta y, con un presupuesto que así se lo permite, se decide a jugar con las figuras Disney Vanessa Hudgens, Selena Gomez y James Franco, junto con Ashley Benson y Rachel Korine (su propia esposa) para narrar en primera persona la decadencia del imperio de Norteamérica. La historia se basa en cuatro jóvenes universitarias extremadamente sexys que sólo tienen un deseo: irse de springbreak para poder escapar de su monótona vida de adolescentes y para ello buscarán el camino más simple en la delincuencia. Sin moralina ni arrepentimiento robarán tan sólo para conseguir prolongar un divertimento tan banal como fugaz, léase bikinis, alcohol y drogas en medio de las vacaciones de primavera de los estudiantes universitarios. Allí, pasearán en ciclomotores con coloridas bikinis, se drogarán con cuanta sustancia encuentren en su camino, tendrán sexo casual y mirarán los atardeceres coloridos siguiendo un mismo mantra “Springbreak forever¨. Sin embargo, lo bueno y fácil llega a su fin y aquí cuando todos los convencionalismos indicarían que las jóvenes al ser apresadas por abuso de sustancias, abren la ventana al aire fresco de moralina para calmar los ánimos, muy por el contrario lo que ingresa es el pecado en su forma más brutal y encantadora, un casi irreconocible James Franco encarnando a Alien, un rapero blanco con alma de negro que paga la fianza y las sacará de su presidio no con un propósito de salvación sino para proponer un nuevo rumbo en su vida delictiva. De esta manera, la tropa de vacacionantes se dividirá entre las que decidan seguir los pasos de este alocado mesías de la perdición y las más recatadas, que volverán con la frente marchita y las fosas nasales deterioradas. El raid de drogas, delitos, sexo y rap que se inicia entonces es un festín visual pocas veces visto, una parábola perfecta de la actual superficialidad de la sociedad norteamericana, sin colocarse en un pedestal de superioridad sino situándose en el epicentro mismo de la indecencia. Pero este paseo inmoral que nos propone Korine con Spring breakers: viviendo al límite no sería tan encantador ni onírico si no estuviera acompañado por una mano prodigiosa y gran promesa de la fotografía actual: el belga Benoit Debie. Su colaboración como director de fotografía en films de Gaspar Noé le ha aportado una identidad propia que en este film se torna palpable en los edulcorados atardeceres marinos y las noches de neón y fluorescencia. Así, la narración nos irá llevando por el mundo de estos jóvenes blancos con ansias de actuar como negros y que se muestran marginales desde una cosmovisión basada en los videojuegos. Sin juzgarlos ni glorificarlos, simplemente mostrando la marginalidad de cartón piedra que la sociedad norteamericana profesa. La propuesta del guionista de Kids (1995) refleja una realidad que Hollywood desearía no exhibir pero siempre existe un alma inquieta dispuesta a revolver en la basura del vecino y Harmony Korine es el basurero que la sociedad anglosajona no esperaba.
"Spring breakers" es una película engañosa. Si miran la gráfica, parece una comedia liviana, veraniega, de las que la industria americana produce por decenas cada año. Pero no, detrás de las cámaras se encuentra el guionista de "Kids", Harmony Korine y si no lo conocés, quizás esta sea la cinta ideal para acercarse a él. Ya lo dijimos: no hay que dejarse llevar por los clips al estilo MTV promocional y las fotos del cuarteto protagónico en coloridas bikinis: aquí un relato fuerte, irónico, crudo y divertido sobre los valores de la juventud americana. Es una película comprometida, psicodélica y muy original. Korine se hace cargo del guión y atrapa a la audiencia con un inicio atractivo: cuatro chicas muy lindas (dos de ellas nada menos que las estrellas Selena Gómez y Vanessa Hudges) están desesperadas por irse de vacaciones. El receso de primavera (principalmente para los universitarios) se acerca y cuando hacen el racconto del dinero que poseen, se dan cuenta de que están lejos del objetivo. Es ahí cuando tres de ellas, deciden cometer un delito, y conseguir el dinero para irse. Eso sucede rápido (la peli es realmente veloz) y cuando están instaladas en la Florida, pasandola brutal (léase, alcohol, sexo casual a mansalva, fiestas, drogas, más alcohol) la policía las detendrá en una redada. Puesta bajo custodia del juez interviniente, se les fijará fianza y comenzará otra película... Quien la pagará será un mafioso local llamado "Alien" (James Franco), quien se transformará en el ángel guardian del grupo de chicas, orientandolas y canalizando sus deseos más oscuros, sin ningún tipo de pudor. No se si contar mucho de "Spring breakers" porque creo, tienen que verla. Superficialmente, puede que tanto despliegue visual confunda (hay un trabajo de fotografía excelente), pero lo central de la historia es (aunque no lo crean), la composición de los personajes. Las chicas tienen brillo propio y cada una ejemplifica perfiles de las jóvenes americanas de este tiempo. Tentadas por la sociedad de consumo, con desesperación por experimentar sin límite, ellas son paradigmas de una juventud, divina (pero no tesoro)... Pero hay más, son lideradas por Franco, un matón memorable (vean cuando interpreta en el piano la canción de Britney Spears y después nos cuentan), quien destila locura y desenfreno en el grado más extremo. Todo, matizado con una enorme banda sonora. Qué más se puede pedir? Un fresco moderno y aggiornado a los tiempos que corren. Una instancia de aguda reflexión sobre el destino de nuestros jóvenes. Una luz de alarma, tal vez? Lo cierto es que cuando promedia la película, todos nuestros miedos la hacen incómoda... pero no podemos dejar de verla. Es un festival visual y elegimos vivir la historia junto a las chicas, hasta el final. Uno de los mejores estrenos de los últimos tiempos. No se queden en lo superficie de lo presentado hasta aquí y hagan su propia viaje, "Spring breakers" ,tiene mucho por ofrecer.
Si amaste Proyecto 43 y todavía estás batallando con el acné seguramente no vas a querer dejar pasar este estreno. Para los que busquen sentarse en una sala a ver una buena película la experiencia puede ser diferente. Spring Breakers es un ejemplo contundente que el cine norteamericano independiente también puede ofrecer basuras infumables. Siempre se le pega desde los medios a los grandes estudios de Hollywood, pero las propuestas del “cine arte” o el “otro cine”, como suele etiquetarlo la crítica tilinga, a veces no se quedan atrás. Harmony Korine se hizo famoso en los años ´90 al escribir el guión del film Kids, realizado por Larry Clark, que fue una producción interesante en su momento. Luego pasó a dirigir sus propios proyectos donde brindó un catálogo de títulos impresentables, que carecían de creatividad y contenido como Gummo, Julien Donkey Boy y Trash Humpers, que fueron apañadas por la prensa snob en los festivales de cine. Uno al ver su nuevo trabajo tiene la sensación que el mundo evolucionó, los espectadores crecimos, pero Korine se quedó estancando en el tiempo haciendo lo mismo que en los ´90. Spring Breakers es uno de sus trabajos más estúpidos hasta la fecha que tiene cierta coherencia (debo reconocerlo también) con lo que es su filmografía en general. Acá estamos ante un film 100 por ciento Korine. Es decir, una película hueca con personajes descerebrados y aburridos que intenta ser rebelde y busca emular sin neuronas el cine de Terrence Malick. Spring Breakers pretende ser una crítica a la cultura adolescente yankee de estos días, lobotomizada por MTV y modelos sociales como Paris Hilton y Lindsay Lohan, pero no funciona porque se hunde en su propia estupidez e incompetencia para abordar esta cuestión. La trama presenta un argumento aburrido donde el nivel de idiotez llega a su punto máximo en el inverosímil tiroteo con el que el director cierra la trama. No hay un desarrollo de los personajes, a los que nunca se llega a conocer y el conflicto que se desata entre dos pseudo gánsgters pedorros es pobrísimo. Por otra parte, no es un dato menor que Selena Gómez sea la única figura que brinda una interpretación decente. James Franco y su personaje sobreactuado tampoco aporta demasiado y Vanessa Hudgens, desde su debut en High School Musical ya demostró que la actuación no es lo suyo. No hay sorpresas por ese lado. La narración redundante de Korine en este film es un desastre, donde utiliza diálogos e imágenes que se repiten sin ninguna finalidad. Tampoco hay suspenso o momentos graciosos. Si por lo menos la película tuviera algún comentario social que permitiera una discusión, como lo tuvo Kids en su momento, o algún elemento controvertido tal vez sería más aceptable, pero Spring Breakers es una historia hueca que se limita a satisfacer el ego de su director. Explicame que virtud artística tiene repetir una y otra vez montajes de adolescentes descerebrados consumiendo cocaína en pelotas o una escena de casi dos minutos donde James Franco chupa el caño de un revólver emulando una felatio. ¿Ese es el cine independiente cool con contenido? La verdad que para hacer esto Korine debió filmar un corto y ahorrarnos los 93 minutos de tedio.
Vacaciones para siempre Las expectativas de Spring Breakers: Viviendo al límite (Spring Breakers, 2013) no son demasiado altas al descubrir que dos de sus protagonistas son las ex chicas Disney y cantantes Pop Vanessa Hudgens y Selena Gómez. Pero para nuestra sorpresa, el director independiente Harmony Korine traslada a sus personajes a un mundo en donde el único objetivo es entregarse a los impulsos más primitivos y llevar las vacaciones de primavera a un nuevo nivel. En Spring Breakers: Viviendo al límite, cuatro jóvenes colegialas deciden robar una tienda de comida rápida para perpetuar sus vacaciones en Florida. Tras ser arrestadas por consumir drogas conocen a Alien, un gangster local que las invitará a conocer nuevas formas de diversión. La frase "Spring break forever" (Vacaciones para siempre) repetida por los personajes en distintos momentos del film, resume la esencia del mismo, además de ser lo buscado por las cuatro quinceañeras interpretadas por Vanessa Hudgens (High School Musical) Ashley Benson (Pretty Little Liars, TV), Rachel Korine (Trash Humpers, 2009) y Selena Gómez (MonteCarlo, 2011). El guión y la estructura dramática pasan a un segundo plano, ya que la prioridad del director está puesta en la creación de un mundo y clima casi surrealista, a través del uso de la reiteración de diálogos que se resignifican con la repetición de distintos planos. La aparición de Alien (James Franco) lo hace todo aún más interesante. Un personaje en donde el actor apenas se reconoce detrás del vestuario. Un gángster que en su tiempo libre rapea y que, detrás de la máscara violenta que lo caracteriza, esconde una faceta sensible que logra seducir a las chicas, consiguiendo que hagan lo que él quiera, aunque por momentos sean ellas quienes lo manipulen a él. La escena en la que las cuatro jóvenes le piden a Alien que toque en el piano un tema inspirador y este se decide por el de Britney Spears, I guess I need you baby, consigue uno de los momentos mejor logrados del film en donde, a través de un montaje paralelo, el clima de paz que se genera mientras todos cantan la dulce canción, se muestra en contraste con una secuencia de actos delictivos protagonizada por Alien y las adolecentes generando un efecto cómico. La utilización de la música de la reconocida cantante (que se repite en otra escena) funciona además para recordarle al espectador, que más allá de las acciones poco puritanas que estas cometen, no dejan de ser adolecentes que forman parte de aquella generación. Es cierto que, si bien la intención del director estaba puesta en la creación de un clima en donde la realidad y el sueño por momentos se torna indiscernible, hubiera sido interesante poder diferenciar las personalidades de los cuatro personajes femeninos ya que, con excepción de Faith (Selena Gómez, quien era de esperarse que interpretaría a la más inexperta y asustadiza de las cuatro) las demás no presentan personalidades definidas. Spring Breakers: Viviendo al límite nos transporta a un viaje marcado por el estancamiento en el tiempo y la desconexión con el mundo exterior producto de una generación, en donde se aplica la frase “vale todo” y las vacaciones de primavera no parecen terminar nunca.
El film de Harmony Korine cuenta la historia de cuatro chicas universitarias, que aburridas de la monotonía, roban un restaurante de comida rápida para reunir dinero e irse de vacaciones a Florida. En la ciudad de las playas y el sol, se ven enredadas en fiestas repletas de alcohol, droga y sexo; pero, como si esto fuera poco, conocerán a Alien (James Franco) quien les mostrara la trastienda de Florida, la perversión y la violencia. Harmony Korine (Mr. Lonely, Trash Humpers) es conocido por sus polémicos trabajos dentro de la industria cinematográfica independiente, tanto como realizador como por guionista o productor. En su nuevo film busca retratar desde los lugares más decadentes las diferentes facetas del sueño americano. Korine selecciona a Selena Gomez desde la mirada de “Lo que fue”, mostrándola por momentos entre el mundo Disney y el terreno que él va sembrando, un lugar lleno de histerias, descontroles, armas y relaciones carnales. Uno de los puntos a favor de la película es la actuación de James Franco, que con sus dientes metálicos y su papel de manipulador, logra convencer. A lo largo de una hora y media se verán exceso de "slow motion", situaciones reiterativas y escenas en las que Franco y sus nuevas amigas (Ashley Benson, Vanessa Hudgens y Rachel Korine) juegan casi desnudos con dos Uzis en las manos.
Con películas como Gummo y Trash Humpers , Harmony Korine se convirtió en uno de los directores más extremos y revulsivos del cine independiente norteamericano. Por eso, sorprendió cuando hace unos meses anunció que contaría con tres íconos adolescentes surgidos de la televisión como Selena Gomez, Vanessa Hudgens y Ashley Benson para un film sobre el spring break , esa semana de vacaciones primaverales en la que muchos jóvenes estadounidenses suelen viajar a Florida para experimentar allí todo tipo de excesos. Más allá del morbo que cierto sector del público pueda sentir ante la posibilidad de ver a las "chicas Disney", divas pop que tanto idolatran niñas y preadolescentes en todo el mundo, sometidas a situaciones bastante límite -la película es un festival de cuerpos (semi)desnudos, referencias sexuales, drogas, alcohol y mafiosos armados hasta los dientes-, lo cierto es que Korine va más allá de la explotación y de una estilización que coquetea con el porno soft y con el lenguaje del videoclip que MTV impuso en los años 80. Sin ánimos de juzgar ni de proponer un análisis sociológico (pero tampoco desde un distanciamiento irónico), Korine se aproxima con una mirada curiosa y casi documentalista durante la primera mitad del film al universo juvenil, describiendo esos códigos compartidos hasta para encarar el descontrol. En ese inicio, las protagonistas llegarán hasta a cometer un robo para conseguir los fondos necesarios para concretar su ansiado viaje a Miami. Una vez allí, en medio de esa marea de chicos musculosos, muchachas en bikini, paseos en moto y desafíos a la policía, las cuatro chicas (la cuarta es Rachel Korine, esposa del propio director) se toparán con Alien (un sobreactuado, delirante e hilarante James Franco), cantante de rap, gánster y dealer multimillonario -un émulo paródico del Tony Montana que Al Pacino interpretó en Scarface - que se verá seducido por la (aparente) inocencia de ellas tanto como ellas por su estilo de vida desaforado y lleno de riesgos. Lo que sigue es, por lo tanto, un descenso a los infiernos que -más allá de las situaciones sangrientas y perversas- nunca pierde el sentido del humor y hasta cierto espíritu lúdico que sobrevuela todo el film. Los protagonistas vivirán su fantasía, cantarán juntos y con Alien al piano el tema "Everytime", de Britney Spears, y conocerán de golpe el lado oscuro de la vida. Es muy probable que no pocos espectadores sientan que Korine es un artista irresponsable al reivindicar y hasta convertir en héroes (y heroínas) a estos adolescentes bellos, amorales, incendiarios, desbocados y peligrosos. Pero -más allá de las valoraciones- en esta oda adolescente hay dosis de irreverencia y de libertad que son infrecuentes en el cine norteamericano de hoy. Si a ello se le suman imágenes llenas de seducción y un excelente uso de las canciones y de la música incidental, Spring Breakers tiene todo para conseguir una legión de fieles seguidores y, por qué no, para convertirse con el tiempo en película de culto.
Cómo revertir todos los clichés de Hollywood Con un par de chicas Disney, el director de Gummo hizo una de las películas más lúcidas y osadas que se hayan visto en mucho tiempo. Generará un enorme desconcierto. Como en un aviso de cerveza en versión soft-core, una banda de adolescentes baila y se sacude en una playa. Todos son hermosos, sexies y bronceados. Ellas con minibikinis que muestran más de lo que ocultan, ellos con sus abdominales six-pack. El baile colectivo parece representar o anunciar una orgía: los pechos de las chicas, al aire, rebotan en ralenti; ellos echan chorros de cerveza sobre sus bocas abiertas. La música tecno bombea fuerte, y la fotografía, de tonos fuertes y saturados, colabora con la sensación de exceso. Durante un par de minutos, la imagen parece la de una Arcadia sexual. Arcadia soñada por un teenager. Teenager estadounidense: la rubiez de la mayoría de las chicas y el aspecto de marines de la mayoría de los chicos son inconfundibles. A esa altura, el exceso empieza a verse como sobreactuación, la representación como falsedad, los cuerpos como modelos publicitarios, el sueño como simulacro de sueño. El posible “cómo me gustaría estar ahí” da paso al “huyamos de aquí”. La entrevista publicada ayer en este diario confirma que esa sensación contradictoria y polar, ese roce entre sueño y pesadilla, ese paso casi farockiano, del consumo de imágenes a la reflexión sobre ellas, es exactamente lo que el realizador y guionista Harmony Korine buscó transmitir al espectador con la secuencia introductoria de Spring Breakers, que aquí se presenta con el subtítulo Viviendo al límite. Como Korine (Bolinas, California, 1973) no es un predicador sino un artista cinematográfico, que trabaja con imágenes, con apariencias y ficciones, la escena se presenta sin indicaciones o denotaciones, dejando al espectador desnudo frente a ella. Desnudo y desarmado, como pocas veces: Spring Breakers es una de las películas más cinemáticamente puras e inteligentes, más lúcidas y osadas que se hayan visto en mucho tiempo. Generará un enorme desconcierto. Las protagonistas son cuatro chicas de high school, con las hormonas por los aires. En medio de una clase, una de ellas dibuja un pene gigante, se lo muestra a su compañera de banco y comienza a hacer la mímica de una fellatio. Inmediatamente después hace un ruego de perra en celo. Se avecina el spring break, las vacaciones de primavera que son un clásico en los Estados Unidos, y el viaje en grupo, la convivencia en Florida, el sol y las ganas de todos anuncian mucha, pero mucha acción. La chica de la fellatio no es cualquier chica: aunque el teñido rubio no facilite reconocerla, se trata de Vanessa Hudgens, ayer nomás la Gabriella de High School Musical. O sea: la representación misma de la más blanca y asexuada virginidad adolescente. A su lado, Selena Gómez, otra chica Disney, que trajina escenarios de todo el mundo (incluida la Argentina, donde estuvo poco tiempo atrás), durante todo el año. Es verdad que la Faith de Selena es el personaje más modosito de las cuatro. Haciendo honor a su nombre, es católica practicante, va al viaje con ciertos recelos y cuando la cosa se ponga pesada reculará. Pero antes de eso, bien que se prendió en fumatas e histeriqueos, en bajar rayas de merca (Korine no se anda con vueltas, la película es bien de choque) y comparar colas con sus amigas. En otras palabras, en Spring Breakers Korine corrompe públicamente a dos de los más acabados modelos contemporáneos del deber ser adolescente. O los sincera, vaya a saber. Pero Spring Breakers no es una apología del “reviente”. Ni deja de serlo. No es eso lo que interesa al ex guionista de Kids y revulsivo realizador de Gummo y Julien Donkey Boy, entre otras. Lo que le interesa es más de fondo. Revertir todo cliché, tirarse de cabeza al mar del simulacro que es la sociedad estadounidense, mostrar el otro lado de la representación no desde una presunta “verdad” sino desde una representación mayor aún. Por eso la extraordinaria fotografía del francés Benoît Debie (DF de Irreversible y Enter the Void) irrealiza cada imagen mediante filtros de color, colores flúo, artificio absoluto. Por eso el no menos extraordinario montajista Douglas Crise juega con el videoclip, la multiplicación de planos, la edición ultrafragmentada, y sin embargo no hay un solo segundo de Spring Breakers en el que eso no sea funcional al relato, en el que no se entienda qué está pasando. Tan funcional como la notable banda de sonido de Cliff Martínez, que pasa del dance al tecno, del tecno al acid rock y del acid rock al ambient, y nunca predomina sobre la narración visual. Por eso el increíble Alien de James Franco reúne en sí todos y cada uno de las tics del gangsta rapper –la bravuconería, el culto del dinero y las posesiones, el machismo, la prelación sexual, los supersport, la artillería pesada– pero es... blanco. O sea, una imitación, un simulacro, un tuneo humano (la escena en la que toca al piano un hit de Britney Spears es uno de los momentos más altos de la sátira contemporánea). Por eso las chicas parecen cuatro blancas palomitas, que cayeron en las garras del gato más malo del barrio, y terminan... Eso hay que verlo: desde Scarface no se veía nada parecido, ahora desde el punto de vista opuesto y haciendo estrellar la voluntad de hipérbole contra el verosímil realista, hasta que estalle en pedazos.
Cuatro días de fiesta y sexo Spring Breakers está dirigida por Harmony Korine. Este nombre es casi desconocido para la mayoría de los espectadores. Y es porque el director y guionista de esta película realizó sus títulos más importantes en el cine independiente, casi underground en algunos casos. Pero una de las ironías que posee el cine actual es que los transgresores o supuestos transgresores más rebeldes del cine terminan por ser funcionales a las reglas más adocenadas del cine industrial. O, como en el caso de Spring Breakers, convirtiéndose en un moralista reaccionario. Korine había debutado en el cine con una película deslumbrante llamada Gummo, verdadera rareza inclasificable. Antes había escrito el guión de Kids, de Larry Clark, film con el cual Spring Breakers guarda una cierta similitud. Ni Julien Donkey Boy, ni Mister Lonely, ni Trash Humpers nos habrían preparado para este salto de producción e ideas tan poco feliz. Cuatro amigas se toman las vacaciones de primavera (El mítico Spring Break, sinónimo del descontrol en el imaginario popular americano) para sumergirse en una vorágine de sexo, drogas y alcohol. Con un problema que las llevará de lleno a la boca del lobo y a pasar de querer vivir para siempre de fiesta a convertirse directamente en criminales. Una idea un poco simplista y peligrosa, claro está. La película coquetea mucho con ser una simple explotación de cuerpos semidesnudos y hace planos tan vulgares como el más machista y rancio de los videos o programas de televisión. Las cuatro jóvenes protagonistas podrán despertar el morbo de viejos verdes, pero su carga sexual es discutible y la película se regodea sin agregar una sola idea sobre ellas. Una estética insufrible acompaña sin alegría esta no transgresión de un director que solía asumir riesgos y ser original y que aquí decide colocarse en la otra punta del espectro cinematográfico. Una comedia ligera e inteligente como Dulces y peligrosas hizo, hace una década, mucho más por la amistad, la vitalidad y la transgresión femeninas que este olvidable producto sin destino. «
Un viaje con muchos encantos La atmósfera que propone Harmony Korine es una mezcla de los filmes de Quentin Tarantino y David Lynch, con Britney Spears, mientras que la actuación de James Franco, es uno de los aspectos más destacables de esta curiosa y fascinante película. Sus protagonistas son cuatro chicas aburridas de la ciudad de Tennessee, Estados Unidos, que buscan diversión en Florida y no se les ocurre mejor idea que robar un negocio de comidas rápidas, amenazando a sus empleados con armas cargadas de balas de fogueo y logrando llevarse unos dólares que necesitan para su "pausa de verano". ¿Qué es el paraíso para estas adolescentes ingenuas?. Por lo que consumen queda claro que les gustan los vasos gigantes de alcohol, los tazones de pastillas de distintos colores, chicos fornidos, drogas exóticas y mucha playa, sol y música mechados con luces de neón. Hasta un veterano con diente de oro, tatuado y de coloridas rastas llamado Alien (James Franco), les parece lo mejor del postre del verano. El hombre tiene como principales atributos, un auto sport, una metralleta y una voz adormilada de pastillas y tragos, que a las chicas parece gustarles. Pero hay una chica temerosa, arrogante al principio, miedosa luego, que quiere desaparecer y volver al aburrimiento del pueblo y la conversación con la abuela. Su nombre es Faith (Selena Gomez). Las otras: Candy (Vanessa Hudgens), Brit (Ashley Benson) y Cotty (Rachel Korine), iniciarán un viaje a lo que ellas llaman libertad. LO DESMESURADO "Spring Breakers. Viviendo al límite", es un filme desmesurado con aciertos formales notables, vulgaridades al estilo de los "nerds" y juegos florales que remiten al ensueño hippie. La película según se la mire, puede ser una especie de caleidoscopio, capaz de hipnotizar, subyugar, o desagradar al espectador, por su violencia o su exaltación sensorial. El director Harmony Korine (guionista de la recordada "Kids), sorprende por su armonía "desequilibrada" que en ningún momento deja indiferente al público. Su predilección en esta película es mostrar adolescentes sinuosas, mezcla de chicas Disney, Barbie y Betty Boop devenidas en gángsters juveniles, capaces de histeriquear lloriqueantes, o motivar desenfrenos al pobre de Alien (James Franco), que igual que ellas parece dispuesto a todo. INOCENTE Y AMORAL El realizador Harmony Korine, con esta historia, se muestra aún más provocador que en "Kids" y arroja un mosaico estridente, como este documento sobre la adolescencia desbordada, inocente y amoral, sabia e ignorante, sin objetivos nítidos, pero incapaces de cruzar los brazos para conseguir lo que desean. El que se atreva a ver esta película, viajará, unos cuantos minutos, por una celebración surrealista, con picos de "basura" y vulgaridad y extremos de melancolía y de belleza, en la que el piano blanco de John Lennon, ahora lo toca un rapero, Alien, rodeado de señoritas en bikini, con carabinas y pasamontañas. La música de Cliff Martinez (el mismo de "Sexo, mentiras y video") hipnotiza, mientras la cámara y el cromatismo experimental deslumbra y la violencia enerva. La atmósfera que propone Harmony Korine es una mezcla de los filmes de Quentin Tarantino y David Lynch, con Britney Spears, mientras que la actuación de James Franco, es uno de los aspectos más destacables de esta curiosa y fascinante película.
Adolescente fluorescente. Sin importar el tiempo, comparar la juventud de ayer con la de hoy es un ritual inevitable, que siempre termina con la última siendo señalada como especial en su pérdida de sentido o moral. Para los ojos más adultos, la “generación perdida” nunca se va, aunque las razones de la atracción adolescente por lo desaprobado varían según quien responda: “¿Es la violencia en los medios?”, “¿Será la sexualización de la cultura?”. El problema es que, a veces, se ignora cuán arduo es el camino hacia la madurez para algunos que, como manotazo de ahogado, idealizan cualquier influencia para tratar de construir un mundo personal. Esto es lo que el bizarro realizador Harmony Korine sugiere en el centro de la espectacular Spring Breakers: Viviendo al Límite (Spring Breakers, 2013), un crudo, sincero e intenso viaje al fondo de una extravagante fantasía de nenas, armas y excesos situado en el reino de los hijos de la era MTV y el imperio Disney. La afinidad de Korine por el mundo adolescente se remonta al inicio de su carrera, con los guiones de Kids y Ken Park, retratos de púberes de clase media baja (en especial, de la llamada “basura blanca”) perdidos frente al sexo, las drogas y las expectativas de la cultura estadounidense. Ahora, el realizador vuelve a tocar ese universo de dudas y malas decisiones en una película que, si bien es su producción más comercial, no deja de ser más controversial que casi todo lo que llega a la cartelera local hoy en día, con su ostentación de mujeres en bikinis, sustancias y dealers repletos de armas, así como la destrucción de la imagen pura de las figuras de la fábrica de Mickey (Selena Gomez, Vanessa Hudgens y Ashley Benson). Después de todo, era imposible que el mismo tipo que ideó a los homicidas con placer por los tachos de basura de Trash Humpers saltara de la nada a hacer una película de fiesta al estilo de Proyecto X. Para probarlo desde el primer fotograma, Korine arranca con un lento y largo pasaje de la playa de Miami, tierra prometida para nuestras comunes protagonistas, Faith (Gomez), Candy (Hudgens), Brit (Benson) y Cotty (Rachel Korine, esposa del director). Las mujeres desnudas quedan atraídas casi de forma magnética a la cámara, los hombres transpiran y escupen cerveza sobre ellas, la música está a todo volumen, la imagen salta de la pantalla al borde de la saturación, y el descontrol vacila entre lo subversivo y lo decadente al estilo de un producto como Jersey Shore o Girls Gone Wild. Pero para las chicas, es el escape perfecto de la rutina y, quizás, un portal al paraíso. Por eso, ante la falta de dinero para cumplir sus sueños e irse de vacaciones de primavera (una tradición anual de los estudiantes de América del Norte), Candy, Brit y Cotty roban un restaurante para cubrir los gastos (“Pretendan que es un jodido videojuego”, se dicen como preparación). Al llegar a la tierra del sol y del neón, las cuatro chicas quedan enceguecidas por el ambiente de rebeldía y llevan la locura del momento al máximo nivel, al destrozar el orden público y agarrando cualquier droga o bebida para tragarla como caramelo. Pero la diversión en algún momento tiene que parar, y la policía arresta a las muchachas. Sin dinero e indefensas ante la ley, su salvación viene en la forma del hipnotizado Alien (un demente e irresistible James Franco, en uno de los mejores roles en lo que va del año), rapero y criminal de poca monta, uno de los tantos seguidores de la búsqueda del sueño americano según el gangsta rap y la figura del Tony Montana de Scarface, que se la pasa todo el día presumiendo su plata, su arsenal, sus perfumes y sus shorts de todos los colores. Este blanco en ropas de negro, que lleva su obsesión estética por la cultura del hip hop a un extremo deliciosamente ridículo, será el encargado de llevar al rebaño de chicas a las verdaderas calles salvajes, en donde la pérdida y el redescubrimiento se unirán al peligro y la muerte. El cuento de Korine varía entre dos ritmos: por un lado, está el puro descontrol que homenajea al videoclip y al juego, con la banda de sonido del dubstep de Skrillex; por el otro, se encuentra una parte introspectiva adornada con las notas de Cliff Martinez. Combinados con la cautivadora y vivaz fotografía de Benoît Debie, se crea un mundo que bambolea entre el sueño y la pesadilla de nuestras protagonistas. Es que este es el punto del film que, a pesar del frenetismo, de la unión de géneros y de la irreverencia, evita la explotación barata y se sumerge en lo profundo de la vida adolescente sin glorificar, apuntar dedos o ahogar con ironía, iluminando el período en la vida en el que la percepción de la inocencia se derrumba y rompe en pedazos. Todo queda claro en el punto más alto del film, cuando el personaje de Franco aprovecha un atardecer junto al mar para tocar en su piano y cantar con las chicas el tema Everytime, de Britney Spears, dando pie a un montaje de caos que es tan estúpido como hermoso. Para entonces, no es difícil adivinar que Korine (otro bad boy más) se encariñó de sus sujetos, ya que nos invita a entender a estos marginales que, si bien no tienen el mejor juicio y cometen errores terribles, cuentan con una pasión tan ardiente por descubrir la vida ideal que es imposible no admirar. Incendiaria, bella, hilarante, reflexiva y brutal, Spring Breakers merece el estatus de culto que seguramente tiene guardado para dentro de unos años.
El plano inicial con el que abre Spring Breakers -una fiesta playera en cámara lenta en la que no faltan senos y traseros bronceados- nos dice lo irreverente que puede llegar a ponerse el director Harmony Korine y lo divisivo que puede resultar este drama inclasificable. Por un lado, el realizador pretende vanagloriar esas escapadas hedonistas que cada primavera los jóvenes americanos aprovechan hasta el último momento, a la vez que presentar la vacuidad que empuja al cuarteto de chicas a cometer una locura tras otra con tal de disfrutar lo que ellas piensan, es la mejor etapa de sus vidas. Divertirse salvajemente tendrá sus consecuencias en cada una de ellas y poco a poco el grupo irá percatándose de qué tan hondo están metidas en la ciénaga que ellas mismas se crearon. El director ya presentó una historia difícil de tragar como el guionista de Kids y ésta vez los protagonistas son menos odiosos pero igual de transgresores. Todo aquel que entre a ver la sala con la idea de ver una nueva Project X pero con un plantel femenino está totalmente equivocado. Spring Breakers es una historia criminal que retrata la vida de una generación que se va perdiendo poco a poco, debido a la inhabilidad de aceptar un futuro en el que las cosas no son tan fáciles como ellas se la plantean. La vida no es un videouego -aunque cierto personaje la plantee como tal- y el precio será diferente para todas. Desde un principio la elección de caras Disney les picó bastante a varios, generó curiosidad y el resultado varía en calidad. El papel de Selena Gomez es quizás el mas inocente y el menos jugado, lo que no quiere decir que no esté a la altura de las situaciones del grupo, mientras que Vanessa Hudgens forma una dupla sórdida y desobediente junto a Ashley Benson -quien se destaca en la serie juvenil Pretty Little Liars-, ambas las joyitas del film. La esposa del director y guionista Rachel Korine es quien complementa al cuarteto, no obstante su Cotty no genera inquietud alguna en contraste con las otras tres, se siente más un títere o la típica amiga que ante una decisión responderá "me da lo mismo". Sin embargo, el punto álgido es la aparición de un irreconocible James Franco como el gángster Alien, cuya ayuda le da un giro delictivo a la trama y genera una atracción magnética en su interacción con Benson y Hudgens. Dominando la escena desde su presentación, este tiene una caracterización fascinante como un maleante que quiere ser más grande de lo que aparenta, una especie de Tony Montana para la generación MTV -no es casualidad que se vea un cartel de Scarface colgado en la pared de una habitación-. No todos verán lo mismo en Spring Breakers. Los fanáticos de Selena Gomez saldrán impactados con el nivel de realismo de la película. No es una fiesta divertida, es un cuadro deprimente de una juventud en problemas. Para ayudar a crear esta sensación de desasoiego y depresión, Korine se vale de una edición no lineal que exige una colaboración por parte del espectador para completar el rompecabezas, de la cinematografía de Benoît Debie, que juega mucho con la fluorescencia y la calidez de los tonos amarillentos, y de la potente banda de sonido de Cliff Martinez -el mismo de Drive y Contagion- en coautoría con el músico Skrillex. Con Britney Spears como una anacrónica musa inspiradora, Spring Breakers parece ser más ligera de lo que es, aunque con el pasar de los minutos se convierte en una fábula oscura que nunca pierde su lado sexy. Entretenida y extraña al mismo tiempo, es un plato interesante que merece una charla luego de su visionado.
Audacias, sinsentido y humor corrosivo Luego de darse cuenta de que los ahorros que supuestamente venían guardando para irse de vacaciones fue dilapidado en juergas de todo tipo, un grupo de chicas universitarias decide que no se quedarán sin su "spring break". Asaltan un bar con pistolas de juguete y un martillo, consiguiendo una pequeña fortuna que las lleva directamente a las playas de la Florida, donde inspiradas por su acto ilegal se arrojan sin tapujos a los más sórdidos y divertidos abismos del descontrol adolescente. La diversión termina cuando son detenidas por la ley, debiendo presentarse ante el juez en bikini. Cuando las vacaciones parecen totalmente perdidas, un misterioso sujeto llamado Alien, todo un rapper gangster, les paga la fianza y las invita a compartir su vida criminal. No tiene sentido buscarle lógica a este delirio contado de modo apenas coherente por Harmony Korine (conocido sobre todo por el guión del film de culto "Kids"), que parece haber concebido todo el asunto como una especie de ensoñación más abstracta que realmente narrativa. Simplemente hay que dejarse llevar por las imágenes minuciosamente audaces sin preocuparse por analizar el sinsentido argumental, ya que sería un grave error tratar de ver "Spring Breakers" como si fuera algún tipo de crudo retrato de juventud descarriada. Korine arma una suerte de videoclip extra large burlándose un poco de la estética de los programas de canales de cable como MTV o E! sobre juergas y descontrol, incluyendo también la estética de los artistas/delincuentes del rap, ya que el hampón interpretado por James Russo es un personaje tan o más caricaturesco que las chicas descarriadas. Todo esto redunda en algo así como un ejercicio de estilo en desmadres de todo tipo y calibre, aunque obviamente las escenas de sexo, drogas y música tecno (con más de una pizca de Britney Spears) son tan desenfocadas como todo lo demás. Entendiendo que las situaciones están especialmente diseñadas para desafiar toda corrección política, por momentos lucen como si les hiciera falta un director realmente atrevido, tipo Abel Ferrara, para que la cámara explore en serio los climas de sordidez y violencia. En todo caso, lo que no se puede discutir es que "Spring Breakers" es más que nada un desafío estético y conceptual, que tiene a su favor un corrosivo y constante sentido del humor. Todo esto con imágenes formidables, gentileza del director de fotografía Benoit Debie, y un soundtrack sin desperdicio a cargo del músico de los films de Steven Soderbergh, Cliff Martinez.
Para hablar de Spring Breakers: viviendo al límite primero hay que hacer una aclaración fundamental: en esta película no hay grises, o la amas o la odias. Si se disfruta de lo absurdo, de lo exagerado y del sin sentido que puede brindar el cine esta es una gran oportunidad para pasarla genial y reír a carcajadas. Caso contrario, si se busca solemnidad o un enfoque “realista” lo más seguro es que el espectador abandone la sala insultando por lo bajo (o lo alto) y luego haga lo propio en las redes sociales. Lo que parece ser a simple vista una película adolescente basada en los excesos y en mostrar chicas semi-desnudas al estilo American Pie, esconde mucho más. Primero hay que señalar la mente detrás de este estreno: el realizador Harmony Korine quien en 1995 guionó la genial Kids y en 1997 dirigió Gummo, una película bastante peculiar que también dividió las aguas. En esta oportunidad le da vida a una cinta que pretende poner en ridículo la decadencia de la juventud norteamericana y lo hace en clave totalmente humorística dentro del marco de lo que parece ser un videoclip de larga duración o varios pegados uno detrás de otro. Korine toma todos los elementos zafados de las “teen movies” y los multiplica y de repente los enmarca dentro de una suerte de policial de bajo presupuesto donde situaciones de las más bizarras ocurren, tal como las protagonistas en traje de baño y con capucha rosa tiroteándose en una mansión con druglords. Un gran acierto del film fue el casting, el cuarteto juvenil protagónico está excelente en todo sentido. Y el haber reclutado dos ex chicas Disney famosas por sus excesos en la vida real para los protagónicos no solo sirvió para el marketing sino también para satisfacer fantasías del público hacia el cual está apuntado este film. Los jóvenes que crecieron viendo y escuchando a Selena Gómez y Vanessa Hudgens delirarán al verlas así. Ashley Benson y Rachel Korine (esposa del director) no solo igualan en sensualidad a las otras dos sino que también componen dos grandes papeles. Y si hablamos de sensualidad (y sexualidad) digamos que los cuerpos de las chicas, lucidos en traje de baño o ropa interior en un noventa por ciento de la película, logran levantar al máximo la temperatura de la platea masculina gracias a los planos cortos del director y secuencias sacadas de fantasías eróticas universales. Párrafo aparte merece James Franco quien en su personaje llamado Alien, exacerbado dealer mafioso de poca monta, no solo sorprende sino que genera absoluta empatía porque es a través de él donde se viven las mejores situaciones. Una secuencia absolutamente delirante y genial es cuando todos los personajes cantan al unísono un hit de Britney Spears, a quién definen como una especie de filósofa contemporánea, para luego fusionar sus voces con la de la mismísima estrella pop mientras en pantalla se ve una balacera. Algo tan bizarro como maravilloso y que va a ser atesorado por quien sepa entenderlo y valorarlo. Por todo esto y más Spring Breakers es una gran comedia. ¿Absurda? Si. ¿Bizarra? También. ¿Mala? Ni de casualidad. Como lo dijimos en un principio, esta es una película para algunos y estará en los gustos y personalidad de cada uno en captar la onda del film o no. Si se busca contenido social o denuncia hay que mirar para otro lado. El director ya lo hizo en su momento con Kids, y aquí se parodia a sí mismo y a una generación. Spring Breakers es descontrol cinematográfico absoluto y del bueno.
Harmony Korine vuelve al cine de explotación adolescente que lo hizo famoso como guionista de Kids. Esta versión 2013 de la promiscuidad teen tiene una mirada menos radical que aquel hito de hace un par de décadas. El cineasta rodeó a su joven esposa de estrellas adolescentes de Disney para hacer una de chicas salvajes, con un look experimenteen lleno de cambios de formato, dubstep, colores fluo y movimientos abruptos de cámara. Unos cuantos momentos inolvidables (el reviente de las fiestas,algún temita de Britney y ese final eufórico) compensa la chatura pretenciosa del discurso moral de Korine.
Viaje iniciático El personaje más ingenuo de toda la película, que no en vano se llama Faith (interpretado por la exchica Disney Selena Gómez) se repite una y otra vez que estas vacaciones que emprendió con sus amigas servirán para conocerse a sí mismas, para poder ser quienes son en realidad. Y algo de eso se cumple, aunque no en el sentido idílico, y hasta casi poético, en que ella lo planteaba. Faith y sus tres amigas son compañeras de universidad, en un pueblo chico, opaco. Su sueño es poder viajar y pasar el Spring Break (el receso de primavera) en el epicentro de la actividad vacacional estudiantil: Miami. Pero no tienen el dinero para costear el viaje, hasta que las amigas piensan una solución drástica, la ejecutan, y así es como el grupo termina de fiesta en el estado del sol. Conocen allí a Alien (James Franco, versátil como siempre, aunque no en una de sus mejores performances), un peculiar personaje, rapero y gángster, que las introducirá en su mundo. Lo primero que habría que aclarar, dada la confusa promoción que puede llegar a generar el afiche, y su casting de chicas-made-in-Disney es que ésta no es “otra tonta comedia americana”, sino todo lo contrario, llega a ser muy dramática. La falla es que apunta a ser cruda, y sin embargo se queda en el camino de la sordidez. Si bien se nutre de este clima de excesos de los universitarios, y le gusta mostrarlos sin disimulos, no llega a plantear una crítica coherente al “american dream”. Sucede que una de las debilidades del guión es que los personajes están apenas esbozados, no se ahonda en sus motivaciones, y sus conflictos (los que aparecen) son también ligeros. No se entiende por qué la religiosa Faith cree que encontrará algo con estas chicas tan distintas a ella, y en cuanto a las otras tres, son casi un combo uniforme, imposible de discernir la personalidad particular de cada una (excepto que Vanessa Hudgens, la de "High School Musical", es la que peor actúa). Tampoco qué es lo que buscaba Alien cuando las elige. Y son esas carencias las que le hacen perder profundidad a la película. Por último está la estructura narrativa, con secuencias y líneas que se repiten, flashbacks y flashforwards usados como si el editor estuviera sampleando un disco. Si bien en un comienzo resulta interesante, y los flashforwards logran generar algo de tensión en el relato: el espectador quiere saber qué es lo que le falta ver para llegar a ese momento; y a la larga, la excesiva repetición deja de tener sentido y sólo deja una estética algo clippera. Este quinto filme de Harmony Korine, director indie y guionista de la polémica "Kids", combina fallidamente grandes pretensiones, poca profundidad, y un casting engañoso.
Este film tiene un director reconocido, Harmony Korine, y dos chicas Disney que decidieron sacudirse la imagen de buenas para atreverse al descontrol. De eso se trata. De las breves vacaciones que en EEUU se usan para la diversión sin límites y la filosofía barata. Lo único que atraerá son las cuatro chicas que se ven atractivas en un juego erótico, que pueden ser ladronas, traficantes o ponerse bajo el ala de un gangster. Imágenes atractivas y la ironía de un mundo hueco.
Anochecer de un día agitado En cierto sentido, nada ha cambiado mucho. Desde que Harmony Korine escribió KIDS -guión suyo filmado por Larry Clark en 1995-, las obsesiones del realizador de GUMMO y TRASH HUMPERS han sido similares: las vidas de jóvenes que buscan crear un mundo propio fuera del más restrictivo y convencional universo de los adultos. Marginales -por elección o circunstancia-, los personajes de Korine construyen sus propios códigos y se manejan dentro de ellos sin preocuparse demasiado por lo que “la sociedad” pueda pensar de lo que hacen con sus vidas. Más allá de su diferente apariencia -por tema y por elenco-, SPRING BREAKERS: VIVIENDO AL LIMITE no es muy distinta a KIDS o a GUMMO. El cine de Korine, obviamente, no se reduce a pintar las vidas de adolescentes “fuera del sistema”. Hay otra línea que atraviesa su cine también desde el principio y tiene que ver con una serie de planteos estéticos que uno podría ubicar como fuera de los cánones tradicionales: un desinterés por la narrativa convencional y un gusto por un tipo de relato más impresionista; una fascinación por las variadas formas y figuras de la cultura pop, y un permanente planteo de situaciones que van del exceso potencialmente shockeante al absurdo dadaísta. Como sus personajes, Korine quiere construir sus propios códigos, siendo consciente de que ya se han desarmado y rearmado antes, pero haciendo como si siempre fuera la primera vez. spring-breakers2Todo eso aparece, combinado, en SPRING BREAKERS, una película que no es tan accesible ni liviana como parece por su trailer y sus fotos de adolescentes en bikini. Sí, claro, es más accesible que TRASH HUMPERS, pero casi cualquier cosa lo es. Con tres estrellas teen de Disney como protagonistas (Selena Gomez, Vanessa Hudgens y Ashley Benson que, junto a Rachel Korine, la mujer del realizador, son las “Fab Four” de esta historia), acompañadas por James Franco, SPRING BREAKERS es otra aproximación a un mundo de adolescentes desaforados y una exploración en los rincones de la cultura pop y su fascinación por imágenes violentas, en una película que es a la vez una comedia adolescente, un policial negro, un filme de terror y uno experimental. Los ecos del filme de Korine se disparan hacia decenas de lugares en paralelo. SPRING BREAKERS lleva a Gomez y compañía hacia una suerte de parodia de la “princesita Disney gone wild” (el Hada del filme es claramente Britney Spears, homenajeada en dos escenas); a Franco -otra cara bonita que quiere a toda costa romper el molde y ser también visto como artista serio- lo lleva a jugar con su imagen pública; a la tradición americana del “spring break” la conduce hacia sus extremos más brutales y plantea, a través de esa descontrolada celebración, cómo se conecta la cultura pop con el mundo real (sexo, violencia, raza) con el que siempre coquetea desde sus imágenes, pero sin hacerse demasiado cargo. El filme se centra en lo que pasa cuando cuatro amigas (tres más zarpadas y una, la encarnada por Gomez, más religiosa y conservadora) que quieren ir a pasar su semanita de vacaciones primaverales universitarias a Florida se dan cuenta que no les alcanza el dinero y deciden robar un restaurante, “como si fuera un videojuego”. Lo hacen, exitosa y brutalmente, y pronto están en la playa, sumándose a miles de adolescentes que festejan este rito anual, con puntos de contacto con nuestro Viaje de Egresados. Imaginen una semana de fiesta permanente llena de chicas en bikini, alcohol en cantidades industriales, drogas, hip-hop, fiestas y decenas de etcéteras que Korine filma como si fuera una serie de clips de algún programa de MTV. Spring_Breakers_Film_still_1El asunto gira -y el tono del filme también- cuando las chicas son detenidas por la policía, y quien las saca de allí es una especie de rapper/gangster wannabe que se hace llamar Alien (Franco), casi una parodia blanca de una estrella de hip-hop negra, con coronas en los dientes, rastas y armas aún más grandes que sus cadenas de oro. Este admirador de Scarface les hace vivir a las chicas una inconsciente parodia del filme de Brian de Palma pasando sus días en un caserón, enfrentándose a otras bandas por el territorio del narcotráfico y participando de la cuota esperada de sexo, drogas y rock and roll. Y las chicas, como si fueran parte de ese videoclip de la vida, se suman encantadas. Claro que el asunto tendrá consecuencias un poco más serias que unas imágenes en las pantallas de VH1. Es, sí, un videojuego y un videoclip, pero puede convertirse es mucho más que eso. Ese juego entre los distintos niveles de percepción está en el centro de la experiencia que es SPRING BREAKERS. Estrellas cándidas de Disney que juegan a ser unas chicas comunes y zarpadas de fiesta, que juegan a ser pistoleras y gangsters, que se dan cuenta que lo son. Y ese juego, de alguna manera, se vuelve sobre sí mismo, como una suerte de comentario fílmico sobre las carreras de estrellas de este tipo, que arrancan como “la chica de al lado” y terminan en plan Lindsay Lohan. O algo así… Más allá de ellas, el que termina siendo el personaje central de la idea narrativa de Korine es el Alien de Franco. Festejando sus conquistas materiales (la escena en la que repite como un mantra a las chicas “look at all my shit” es notable) y celebrando alucinadamente el hecho de existir en esa mala imitación de un video de hip hop que es su vida (el cover que hacen todos de “Everytime” de Britney, es otro punto alto del filme), por Alien/Franco se cruzan todos los vectores que hacen de este filme una experiencia tan extravagante, seductora y repulsiva a la vez. sprig15Korine es lo suficientemente inteligente y talentoso para alejarse de hacer cualquier tipo de filme de denuncia. Es cierto que algunos podrán leer SPRING BREAKERS en clave de adulto asombrado por “las cosas que hacen los chicos hoy”, pero si uno ve la carrera del director sabe que ese no es su ángulo de entrada al filme, que a él le fascina ese universo de adolescentes que juegan a ser marginales. Y su cercanía con el cine de Gaspar Noé -que es su amigo y con quien comparte director de fotografía en este filme, Benoit Debie- también lo deja en claro: Korine disfruta de las pesadillas que les crea a los espectadores. Así como los tres personajes de TRASH HUMPERS creaban caos alrededor suyo disfrazados con máscaras de ancianos, las chicas producen un caos más “agradable a la vista”, andando todo el tiempo en bikini, hasta en un juzgado. Irán probablemente más lejos que ellos en su viaje al final de la noche y Korine se aprovecha del hecho de que no nos molestará seguirlas para, si se quiere, castigar nuestro afán voyeurista. Hay un costado de “enfant terrible” que tiene el director que continúa en pie más allá de que anda ahora por los 40 años. No hay nada que le guste más que provocar al espectador, obligarlo a tomar partido, a sentir atracción y a la vez rechazo por lo que está viendo. 4L4H7435.CR2Si TRASH HUMPERS era el JACKASS del cine arte, SPRING BREAKERS es algo más parecido a una versión teenager de QUE PASO AYER? filmada por el Godard de los primeros ’60, como un Richard Lester pasado de drogas. Estilísticamente la película no sigue parámetros convencionales. Como en el reciente cine de Terrence Malick, Korine apuesta por desdoblar imágenes y sonidos, por repetirlos, por ir y venir en el tiempo en algo que él mismo ha llamado “narrativa líquida”. La película va del letargo a la alucinación química, con luces de neón explotando sobre el rostro del espectador tratando de crear la sensación de que uno también está, con ellos, intoxicado a las cuatro de la mañana, viendo cosas que no logra distinguir sin son reales o creadas por su mente. Si bien la copia en 35 mm. que yo vi en la función de prensa era tan mala que por su imagen fuera de foco se parecía mucho a la de TRASH HUMPERS (espero que en los cines se vea mejor), las ideas visuales de Korine y Debie apuntan a generar un espectador hipnotizado, entre fascinado y repelido por lo que ve. Y eso es lo que más probablemente suceda: las fans actuales de las chicas Disney estarán preguntándose qué pasó con sus castas heroínas, mientras que las que ya superaron esa etapa convertirán a SPRING BREAKERS en una película de culto.
La estética de video clip, el erotismo de un cuarteto de actrices para el infarto y un soundtrack acorde, conforman un cóctel fílmico etílico de enorme hipnotismo. Una experiencia lejos de los argumentos convencionales, un ejercicio que intenta provocar y seducir. Un cuento de hadas post MTV, plagado de excesos y erotismo, para disfrutar sin prejuicios.
Originalidad pese a ciertas reiteraciones El mayor mérito de “Spring Breakers. Viviendo al límite” es su originalidad, lo que no necesariamente significa que nos encontremos ante una obra mayor. Algunas críticas incluso llegan al límite de señalarla como potencial película de culto, apreciación que este cronista no comparte totalmente. Hay excesivas reiteraciones comenzando por el título original, el “Spring Break”, algo así como las cortas vacaciones previas a las de verano en los Estados Unidos, término que se deja oír repetida e innecesariamente. Por otra parte, el hilo argumental es algo débil aunque se ve compensado con imágenes no habituales en otros films con personajes juveniles, donde prolifera lo escatológico. Afortunadamente aquí no abunda ese tipo de derivación tan frecuente y en cambio hay una buena proliferación de desnudos sin llegar al porno. La historia entonces es muy simple al presentar a cuatro jóvenes universitarias que deciden pasar unos días en el estado de Florida. La falta de fondos las lleva a asaltar un bar pero una vez en destino tienen la mala suerte de terminar en prisión, apenas cubiertas por sus bikinis. Allí comienza otra historia cuando sorpresivamente son excarceladas mediante el pago de fianzas. Sorprendidas comprueban que quien ha tenido el gesto liberador es un personaje (James Franco) que se hace llamar “Alien”. Y de hecho el mote le cuadra bien ya que tiene una dentadura metálica que justifica su afirmación cuando les dice que: “en verdad no soy de este planeta, miren sino mis dientes”. Se trata en realidad de un timador, que parece vivir de la venta de las drogas y que además se considera un “rapero”. Se autocalifica como un G (gangster) con el corazón de oro y con mucho dinero (dólares se ven en abundancia durante todo el film, irónicamente algo que en nuestro país no parece abundar…) Luego de que una de las jóvenes, la más apocada, de apropiado nombre Faith (Selena Gómez) decide retornar a su hogar las tres restantes protagonizan en la casa de Alien un episodio violento. El mismo sin embargo no tendrá las consecuencias que más de un espectador podría haber vislumbrado. Muy por el contrario, el vínculo de las chicas con su protector se afianza aunque poco después habrá una segunda partida de otra de las jóvenes (Rachel Korine, esposa del director del film) luego de recibir una herida de bala en un brazo. Las dos restantes jóvenes (Vanessa Hudgens, Ashley Benson) protagonizarán aún algunas escenas algo “hot” en la piscina con Alien. Le espetarán repetidamente que es un cobarde y le preguntarán, en forma reiterada, si tiene miedo del ex socio. Y conducirán a una escena final bien resuelta que muestra que Harmony Korine, aún con altibajos, posee un estilo original que lo diferencia de otros directores más convencionales. La música de Cliff Martinez, habitual colaborador de Steven Soderbergh, es otro punto alto a lo que se agrega el inteligente uso de “Everytime”, una famosa canción que forma parte del repertorio de Britney Spears.
Jóvenes que viven al extremo. Todo gira en torno a la vida que llevan cuatro jóvenes. Ellos tiene una vida bastante libre, quieren irse de vacaciones en primavera es un “Spring Breakers” (una semana donde los jóvenes yanquis aprovechan sin ningún resguardo), en Florida, y solo cuentan con 325 dólares, como les falta dinero, deciden asaltar enmascaradas un restaurante de comida rápida y luego borran evidencias, finalmente llegan al paraíso tan deseado y siguen las fiestas alocadas. Concurren a bailes en las playas, piscinas, boliches, acompañadas por juegos de espuma, alcohol, drogas, sexo, entre otros vicios todo se desarrolla de forma desenfrenada y sin medir ningún tipo de consecuencia. Tanta locura tiene su freno cuando estas cuatro universitarias son encarceladas con lo puesto vestidas con sus bikinis por consumo de cocaína. El juez le impone una fianza, allí las observa un hombre quien decide pagar para que sean liberadas, el es Alien (James Franco, con una destacada actuación) gánster de profesión, rapero y bastante estrafalario. Este siente una atracción muy especial por Faith (Selena Gomez) dulce con una carita tierna, esta logra su deseo volver a su lugar de residencia. Otra de las jóvenes Cotty (Rachel Korine) por una herida tiene el mismo rumbo que la anterior. Y la situación se va tornando mas desordenada debido a que el descontrol crece día a día. Viven al límite, Alien, Candy (Vanessa Hudgens, "High School Musical") y Brit (Ashley Benson, "Si Tuviera 30") que parecen ser almas gemelas, exponen sus vidas. Siguen los juegos peligrosos al extremo y los excesos, dentro de la historia se hace una referencia a "Caracortada" (1983) de Brian De Palma, entre otras historias. Su filmación tiene algo de videojuego y de videoclips, también se parece al formato publicitario, con una muy buena utilización de cámara y la extraordinaria fotografía del belga Benoit Debie ("Irreversible 2002"). Con colores fuertes, bien estridentes, luces de neón, maquillaje corrido, además de una muy buena estética. Esta propuesta llega de la mano de Harmony Korine conocido por sus polémicos trabajos dentro de la industria cinematográfica independiente tanto como realizador como por guionista o productor; debutó en la realización de “Gummo” (1997), y el guion de “Kids” (1995). Las imágenes contienen violencia, sexo, cuerpos desnudos, chicas y chicos musculosos, excesos de todo tipo y por momentos genera cierta incomodidad (por su contexto).
El imposible eterno presente Debo decir que no soy precisamente un partidario del cine que representa Harmony Korine. Por ejemplo, Julien Donken-Boy, que coescribió y de la cual es director no acreditado, me gustó poco y nada. Su estética feísta y supuestamente provocadora siempre me pareció bastante vacía, sin sustancia. Por eso no me entusiasmaba demasiado en la previa Spring breakers (que en la Argentina lleva el innecesario título adicional Viviendo al límite), porque me imaginaba que el asunto iba a venir por la deconstrucción irónica del mundo adolescente Disney y las mecánicas fiesteras de la era universitaria en los Estados Unidos. La deconstrucción existe, pero lo que menos hay es ironía, porque Korine piensa primero en la historia y sus personajes, y luego en la mirada estética, cultural y social. Es cierto que la elección para los protagónicos de dos chicas emblema del mundo Disney, como son Selena Gómez y Vanessa Hudgens, más la presencia de Ashley Benson (otra actriz con una carrera muy vinculada al cine juvenil más liviano), su esposa Rachel Korine y James Franco (especialista en roles paródicos, ahora catapultado al estrellato en Hollywood) constituye todo un gesto, pero quedarse con esto sería un análisis limitado. La historia de cuatro chicas universitarias que financian sus vacaciones primaverales a Florida robando un local de comida rápida, para luego zambullirse en un raid de drogas, alcohol y descontrol, donde terminan conociendo a un gángster que las adopta (si es que adoptar es el término correcto), es sólo el punto de partida para el realizador, que va construyendo uno de esos típicos relatos donde se va percibiendo que una etapa termina y comienza otra. Las chicas de Spring breakers se emborrachan, se drogan, exponen sus cuerpos frente a la mirada masculina, roban, portan armas como si fueran juguetes, parecen no detenerse ante nada, pero se asustan cuando son arrestadas o la chance de sufrir dolor (físico o mental) se hace palpable. Y sin embargo la película nunca las juzga en sus contradicciones o vacilaciones, nunca las observa a la distancia, sino que se pone a la altura de sus ojos. No se detiene en el retrato sarcástico de un universo de pura superficie, donde todo está sobreactuado (el sexo, la violencia, la amistad), sino que se pregunta qué hay detrás de ese supuesto vacío. Y lo que vamos viendo es que ese rejunte de luces, de ruido, de gritos, de cuerpos-mercancía no es más que un engranaje dentro del sistema, un momento de dispersión para las jóvenes, que van dándose cuenta que les espera un futuro de retorno a sus hogares, a la universidad, a las típicas responsabilidades que les ordena la sociedad. La razón de que no puedan escapar de eso porque no solamente se conecta con el entorno, sino con su propio ser. La energía de la que disponen y aunque pretendan que sea eterna, que ese momento de liberación nunca termine, lo cierto es que el relato se va impregnando de una notoria melancolía. Es cierto que es una melancolía particularmente explosiva y violenta, pero no deja de ser melancolía al fin, porque de esos días que viven las chicas, a mil por hora, pronto sólo va a quedar el recuerdo. Varios críticos señalaron que Korine busca crear una poética espiritual, al estilo Terrence Malick, pero con una estética videoclipera, basada en una ecléctica banda sonora (que combina el dance con el tecno, el acid rock y sigue la lista), la repetición de imágenes en un montaje furioso y una fotografía que a partir de los brillos resalta el artificio. Y algo de eso hay, porque las voces en off de las protagonistas están marcadas por una idealización que remite mucho a pasajes de Badlands, La delgada línea roja o El nuevo mundo. Pero el principal mérito de Spring breakers es aplicar el espíritu de los films de John Hughes, como El club de los cinco, a la velocidad y volatilidad contemporánea. Trascendiendo el cinismo y el sarcasmo barato, compone unos personajes profundos y queribles. En una escena donde las chicas están en una pileta, Faith (Gómez) dice algo así como “quisiera que el tiempo se detuviera, que nos quedemos así para siempre”. Las amigas se ríen un poco de eso, pero la puesta en escena delata que todas ellas necesitan, ansían eso, por más que vayan adivinando que nunca lo van concretar.
Pueden gustar o no, pero las películas de Harmony Korine jamás dejan de llamar la atención. Desde Kids, de la que fue guionista (la dirigió Larry Clark), se encargó de mostrar el costado más oculto, incómodo y perturbador de los Estados Unidos, generalmente por el lado de la juventud. Y eso se extendió a las obras que dirigió, como Gummo y Trash Humpers. Spring Breakers: Viviendo al Límite sigue en esa línea, pero con una impronta más delirante, incluso desde el casting...
Apuntes sin mucha forma Harmony Korine. El guionista de de Kids y Ken Park de Larry Clark. El director de Gummo, Julien Donkey-Boy, Trash Humpers. Un provocador, un director que ha causado y causa polémica. O que quiso y quiere causarla. Spring Breakers sigue un poco la línea supuestamente revulsiva que se trazó para su carrera, pero con otro tipo de amplificación. Hay chicas de la tele de series de Disney que ahora andan jóvenes y alocadas. Y está James Franco. La sinopsis de la película está por todos lados, o por otros lados. Hablemos de otras cosas. De cómo James Franco es James Franco haciendo de delincuente cool canchero con la mente averiada. Es James Franco exhibiendo que trabaja en una película “provocadora”. Con dientes de metal y ropaje gansgta rap. Dedos índices movedizos. Las chicas son bastante lindas, a mí me gustan más las dos que permanecen. Ah, pero eso no les importa. Y tienen razón. Pero la verdad es que el principal atractivo de la película me parece que es ese: chicas lindas, algunas tetas, algunos culos, James Franco (si les parece lindo, sexy, o incluso si les parece que tiene algún interés como actor). La cáscara es atractiva: mucha bikini en ralenti, playa, alcohol, drogas, buena musicalización. Planos cortos, montaje de publicidad de aperitivo con mucho presupuesto. Planos y planos que forman clips de “descontrol”. Planos apilados, adolescentes, hormonales. Los planos, para Korine, no valen mucho. Y no porque sean sexuales, calenturientos, viva la joda. No. No valen porque no les da valor. La película se toma mucho tiempo –tiempo que a veces es de caramelos sonoros y visuales– para prometer un frenesí que no llega, o que tarda mucho en llegar: recién sobre el final (escena de la pileta y asalto disparatado) Spring Breakers encuentra el track que prometía, el de la liviandad, la sorpresa (para explicar esto habría que dar un dato clave, pero se darán cuenta), la velocidad. Hasta ese momento, Korine amasaba la película de forma cansadora, sin darle forma, como si ya considerara que era suficiente el despliegue provocador de chicas de la tele, que con lo “zarpado” (término vetusto, digno de cómico gesticulador argentino) era suficiente. Pero ya están esos programas de cable de “informes en destinos de viva el descontrol”. Korine no se preocupa mucho por la forma, por estructurar un poco más, quizás porque tiene mucho caramelo visual. Pero el caramelo visual, en una época saturada de azúcar por todos lados, no alcanza. El cine es mucho más. El cine de Harmony Korine sufre casi siempre de cualunquismo, un cualunquismo que antes estaba más pegado al feísmo deforme (Gummo, Julien Donkey-Boy). Ahora exhibe imágenes más bonitas, más colores. En Trash Humpers, gracias al modo “descerebramiento intrigante”, disimulaba un poco más que no hay mucho más que pirotecnia en su cine. No es feo ver fuegos artificiales, pero al rato de mirar para arriba el cuello se cansa.
Las chicas quieren divertirse Combinación siglo XXI de Asesinos por naturaleza y Scarface, Spring Breakers levanta polémica por su desenfado, lo explícito de sus imágenes y de su lenguaje, y porque tiene a un par de ídolas de Disney ya convertidas en señoritas haciendo cosas no aptas para la TV infantil. Candy (Vanessa Hudgens, de High School Musical), Faith (Se- lena Gomez, de Los hechiceros de Waverly Place) Brit (Ashley Benson), y Cotty (Rachel Korine, esposa del director Harmony Korine) son las cuatro amigas adolescentes que deciden tomarse una semana en sus estudios en primavera (de allí el título orignal) y pasarla bomba en Florida. Para solventar el gasto, deciden robar un restaurante. Lo hacen, pero las cosas terminan mal. Apresadas, se relacionan con Alien, un por momentos irreconocible James Franco, que viste y camina como un rapero, un tipo de temer. Se mueve del otro lado de la ley, con drogas y armas, y las chicas -que en apariencia sólo querían divertirse- van a tener unas experien- cias, cómo decirlo, inolvidables. Korine ha retratado a adoles- centes del mundo marginal esta- dounidense, como guionista de otros (Kids) o como realizador (Gummo). Aquí redobla la apuesta desde todo punto de vista, porque Spring Breakers pinta como filme de culto, una exploración artística desde la imagen -la iluminación es de Benoit Debie, de Irreversible, como para que vayan preparándose-, pero también más allá de lo narrativo. La exposición sin censura -esce- nas de sexo, consumo de drogas, en eterno clima fiestero- puede saturar a alguno, pero la subida a la montaña rusa es tan empinada que garantiza una sensación de descontrol cuando el carrito empiece su descenso y nada pueda detenerlo. Korine es enérgico e irónico - Alien les canta un tema de Britney Spears a las chicas- y cuando todo exceso parece sobrepasado, demuestra que tiene dominio de la situación. Claro que la atención más morbosa estará puesta sobre Hudgens y Gomez, y Spring Breakers es el vehículo ideal para romper con los moldes preestablecidos de sus carreras. Malhabladas, sexies y violentas, las chicas se ponen salvajes en un cóctel potente para desprejuiciados, un relato sobre la moral y lo amoral lo suficientemente abierto para que el espectador apruebe o desapruebe tamaña festichola de estímulos.
Hay posturas muy contrapuestas en relación a éste filme: quienes la defienden a ultranza y quienes la detestan por definición. Ello se debe a que algunos, no todos, de los primeros puedan quedar subyugados por la estética videoclipera exacerbada, sobre todo del inicio, en tanto para los segundos se les presentan idea sin desarrollar, sólo se las muestran, y eso no alcanza. Pero hay otra variable puesta en juego y tiene que ver con los malos entendidos en el cine, lo que no es nuevo, pues en 1978 se estrenaba en la Argentina “Fiebre de sábado por la noche”, de John Badham, que hizo saltar a la fama, y encasilló como bailarín durante mucho tiempo, a su protagonista John Travolta. El punto es que esa producción constituía una dura critica a la vida hueca de la juventud de entonces, cuyo único objetivo estaba en función de poder ir a bailar los sábados por la noche, pero el publico en general quedo subyugado por la música, los colores, las luces de los boliches, y Tony Manero, el personaje protagónico, paso a ser un modelo de cómo moverse, cómo vestirse, y como dirían los Les Luthiers “el que piensa pierde”. Treinta y cinco años después somos testigos del profundo deterioro de la cultura en caída libre, sin red, y esta producción pasa a ser toda una excusa que quiere mostrar cómo los excesos a veces no pueden ser limitados y, como la misma palabra lo indica, el desborde puede traer consecuencias nunca pensadas. Cuatro amigas que se van de vacaciones de primavera, a Miami, algo así como los viajes de egresados a Bariloche de los adolescentes argentinos, más específicamente porteños, pero que en el caso que nos ocupa entra en juego la delincuencia, la promiscuidad, la droga, y todos los etcéteras que quiera agregarle. El registro impuesto por el director va acorde a lo narrado, todo desenfreno busca crear una serie de sensaciones y emociones a través del poder de la imagen. El problema es que en la resolución, y sólo a partir del fin del cuento, no termina de entenderse qué quiere ejemplificar, qué intenta decirnos, pues sino pretende decirnos nada, limitándose a mostrar por mostrar, se corren serios riesgos de tener un futuro posible, recordemos que el target del mismo es la juventud, “divino tesoro”.
Hace un año, cuando nos enteramos que iba a salir una película con chicas Disney en un viaje de alcohol y drogas, admitámoslo, los hombres crecidos en los ’00 nos entusiasmamos. Y cuando se anunció que la dirigiría Harmony Korine, los más cinéfilos nos ilusionamos. El guionista de Kids y director de Gummo (entro otras), no pretende pasar desapercibido nunca. Entonces ya sea por el morbo de ver a la novia de Justin Bieber aspirando cocaína, o por la curiosidad intelectual que suscita el director, esta película se presenta interesante para, al menos, dos grupos, o “targets” bien diferenciados. El film empieza con una larga escena de una monumental fiesta en la playa con muchas chicas mostrándose, con toda la parafernalia que eso implica. Y luego, pasamos a las chicas protagonistas planeando sus vacaciones de verano, su “spring break”. Hasta ahora, nada raro: se presenta un ambiente y luego quienes personificarán nuestro punto de vista. Incluso estas escenas podrían pertenecer a Proyecto X o alguna similar. Sin embargo, esas imágenes no nos dejan con esa sensación. La cámara se queda más tiempo del que debería en algunos momentos, desde la puesta en escena hay algo que la separa de las películas antes citadas. Se toman elementos, procedimientos ya inscriptos en la cultura popular y los subvierte. No es otra peli de tipo sexplotation a la que se le agregan armas. Ese ritmo frenético de cámara en mano, que parte de una estética de videoclip, no le deja descanso visual al espectador. El gran truco de la peli, lo que la hace buena, básicamente, es lo que la teoría psicoanalítica llama “perversión”. Es decir, ciertos momentos, diálogos, fragmentos sonoros o visuales de escenas, se repiten en varios momentos del film y, de acuerdo a su contexto narrativo, tienen diferentes significados. Es así como lo conocido se vuelve desconocido, y eso nos asusta, como mínimo genera incomodidad. La fiesta del principio, repetida luego, se pervierte y no transmite las mismas sensaciones. Esto se logra con una disolución del concepto clásico de escena. No hay unidades tiempo-espacio estables, sino fragmentos de audio e imagen con desfasajes que refuerzan el aspecto dramático de la historia. No se puede analizar cada escena como algo autónomo porque siempre hay alguna referencia al futuro y al pasado de la historia. Spring Breakers Un tema central son las chicas Disney, las protagonistas. Es tanta la insistencia con sus cuerpos, con sus bocas, con sus piernas, que perdemos referencias. Cuando esto pasa, se vuelven casi una abstracción. Son pura textura, puro color. Sucede algo muy curioso: se entra al cine esperando ver a Vanessa Hudgens, y luego de independizarla y aceptarla como personaje, es tan extraña su relación con el entorno, con todo lo que pasa a su alrededor, que se pierden referencias: estamos viendo formas moviéndose (literalmente, hay escenas modificadas digitalmente que acentúan este efecto). La primera parte (en la que sucede todo lo contado hasta acá) termina cuando se produce el inconveniente de las chicas con la policía. Ahí la película deja la cámara en mano y todo su ambiente cambia. La segunda parte, en donde hace su entrada Alien (James Franco), resulta menos interesante en lo formal y casi que se cae en el género del gangster. Es ésta la parte más floja del film, aún conservando puntos muy altos, como el tributo que se le hace a Britney Spears. Con referencias a la cultura popular y al cine de los últimos diez años, se dialoga con la sensibilidad del espectador y con la industria del cine, logrando así una reflexión sobre la juventud y todo lo que eso implica. Todo esto hace que sea una película pretenciosa (en el buen sentido), con ánimos de trascendencia. Es seguro que generará polémica en cuanto a cierto tufillo moralista de Korine, o por contrapartida, por escena con mucha violencia explícita (no referido solamente a lo físico, si no al ambiente sexual y verbalmente violento). Hay un combo que toda película que simboliza debe tener y que ésta lo posee. En el cine, segundos después de terminada, alguien grita “malísima”, mientras que otros empezaban a aplaudir. No se me ocurre mejor recibimiento para un film que ése.
APOLOGIA DEL REVIENTE Son cuatro chicas que deciden vivir a pleno sus vacaciones primaverales en Florida. Y como se quedan sin plata, salen a robar. La travesura le abre las puertas a otra realidad. Y a partir de allí, seguirán probando. Es otra historia sobre reflejos deformados. El filme quiere mostrar la otra cara del espejo de Disney. Y somete a estas heroínas a un viaje que es aprendizaje y destino. Van a la cárcel, alguien las rescata y ya no hay retorno. Drogas, sexo, balazos surgen en medio de una fotografía gruesa y frenética, que no se detiene en sus rostros sino en sus excesos. El filme es delirante y a veces exagera el clima de reviente, pero tiene escenas memorables y un aire desafiante de libertad y rebeldía que la ubican en el otro extremo del cada vez más repetido cine norteamericano. Es cierto, hay mucho efectismo y algunos pincelazos muy gruesos, pero hay talento y sensibilidad a la hora de pintar el alma confundida de unas chicas que por una vez quieren dejar lo conocido (la escena inicial) para probar lo que hay en la otra orilla, ir más allá de los reflejos, animarse a llegar al final del camino. La escribió y la dirigió Harmony Korine, un hombre del cine independiente. La escena en que cantan el “Everytime”, de Britney Spears, define el espíritu de esta obra atípica: hay desesperación, desenfado, extravío, melancolía y belleza.
Con una inspiración apreciable en Asesinos por naturaleza y asimismo emparentada con Salvajes, otro film de Oliver Stone rodado casi al mismo tiempo que éste, Spring Breakers ofrece una experiencia fílmica lisérgica, hipnótica, caprichosa y deslumbrante. Surcada por excesos, desbordes, reiteraciones e inverosimilitudes, el film de Harmony Korine es aún así una rara pieza de arte, a la que es mejor entregarse sin prejuicios ni análisis intelectuales. Y disfrutar así de su fenomenal estética y sus variados trasfondos. El colorido del logo, el título, el afiche, las fotos y especialmente las participaciones de Selena Gomez y Vanessa Hudgens -íconos del universo teen americano-, dan una aparente sensación de frivolidad y superficialidad, en una frecuencia tipo E! entretainment. Y si bien denominan Spring Break a esa semana de vacaciones que se toman los jóvenes estadounidenses en primavera, este “break” está muy lejos de la inocente postal playera. Adolescentes bellos, torneados, relucientes en sus bikinis y bermudas, pero a la vez capaces de los peores desbordes, entre el alcohol, el sexo, las drogas y el crimen. Jóvenes desatados, liberados, apasionados con la vida y la muerte y sin sentimientos de culpa. Un final sangriento y acaso “feliz” -o ensoñado- le da un cierre inquietante y sublime a un film fuera de lo común. La sorprendente y excepcional caracterización de James Franco y la música del notable Cliff Martinez terminan de redondear todo.
Pussy riot La última película de Harmony Korine representa una fantasía ruidosa y violenta, un espectáculo melancólico de colores y sonidos chillones que parece ofrecerse como salida de emergencia de un mundo dominado por el tedio y la insatisfacción programados. Mientras reciben una clase en la facultad que versa sobre las luchas de los negros norteamericanos por obtener una ciudadanía plena, dos chicas que apenas salen de la adolescencia dibujan pijas en sus cuadernos: a esas chicas hay que quererlas, dice Korine, porque solo quieren divertirse; es decir, salir con desesperación de sí mismas, huir lejos, probar por lo menos durante un rato cómo es eso de habitar un universo donde la felicidad no se asocia con ser ciudadanas correctas e hijas buenas de mamá y papá, sino con una forma de hedonismo difuso, cincelado en parte por la publicidad y el videoclip, donde el goce de los cuerpos se deriva del exceso y del gasto: la contracara de las vidas corrientes, convenientemente tuteladas y diagramadas, de todos los días. Las protagonistas sueñan con viajar a Miami pero no tienen un peso y observan con envidia cómo sus compañeras más afortunadas las dejan solas en esas breves vacaciones de primavera –el “spring break” al que alude el título–, de modo que no tienen mejor idea que asaltar un comedero tipo McDonalds y utilizar el magro botín para llegar hasta la Tierra Prometida. Korine es capaz de ofrecer entonces una escena tan potente como la de esas chicas moldeadas por las instituciones sacando una fuerza oscura de sí y emprendiéndola a martillazos sobre las mesas de los clientes para obligarlos a entregar la plata mientras una de ellas los apunta con pistolas de agua, para luego dedicarse casi sin solución de continuidad a una serie de reflexiones banales en loop acerca del paso inexorable del tiempo y la pérdida consiguiente de potencia y lucidez. El amague de historia de chicas de armas tomar que se insinúa al principio se diluye de inmediato en la descripción del ambiente sórdido del bajo mundo de Miami y apenas se vuelve a vislumbrar de ratos, como en la escena que muestra a las protagonistas bailoteando una canción de Britney Spears con ametralladores en las manos y máscaras como las del grupo de performers y músicas rusas Pussy Riot. Como ironista, el director resulta un fiasco, básicamente porque no es capaz de establecer con claridad una instancia diferente entre las imágenes estereotipadas y publicitarias de los cuerpos meneándose en cámara lenta al lado del mar y la angustia soterrada que se encargan de sugerir en forma sombría las voces en off. La película no reflexiona sobre el estatuto de la imagen que ofrece pero entrega a cambio largas parrafadas a modo de dictamen sentimental, cursilería pseudopoética y aviso de cataclismo moral: cuando el personaje interpretado por James Franco –un dealer egocéntrico y DJ amateur con dientes de oro, mitad proxeneta y filósofo de barrio– se expresa acerca de otro orden social posible sabemos que lo que pretende en realidad es garcharse a Selena Gomez. Korine, por el contrario, arroja sobre el espectador un cúmulo de imágenes pretendidamente libertarias para concluir construyendo con tono sentencioso una fábula acerca de la tristeza y la imposibilidad real de una vida entregada al goce perpetuo.
Spring Breakers: Viviendo al límite aunque sin fiesta Cuando se conoció la noticia de que Harmony Korine dirigiría a estrellas fabricadas por Disney, todos se sorprendieron. Y no es para menos: un realizador que venía de hacer Trash humpers -en la cual unas personas con máscaras de ancianos tenían sexo con tachos de basura-, ahora encargado de pervertir a las ex princesas de la compañía de Mickey (con Vanessa Hudgens y Selena Gómez como protagonistas) llamaba mínimamente la atención. Y lograba generar cierta ilusión, para ser sincero. Es que los universos entre director y actrices son tan lejanos que su choque iba a ser, cual espectáculo de la naturaleza, atractivo de ver. Sin embargo, algo pasó. Un film puede ser fallido pero al menos tener ciertos elementos loables; también puede ser una acumulación de errores pero al mismo tiempo ser digno de un entretenimiento. Spring breakers: viviendo al límite no pertenece a ninguno de estos dos grupos. Es el claro ejemplo de un tercer grupo: el de las películas que fracasan en todo lo que se proponen. Spring Breakers sigue a cuatro amigas que desean irse de vacaciones a Florida. Al no tener dinero, tres de ellas (Selena Gómez es la más conservadora del grupo) asaltan violentamente un restaurante, sólo para cumplir sus apetitos de fiestas, diversión y sexo. En efecto, una vez allí, todo se trata de eso: descontrol, gritos, cuerpos esculturales, y todo lo que hay en Estados Unidos en verano. Todo se complica cuando las chicas son arrestadas y un patético gángster las libera de la cárcel. Pero, ¿acaso esto importa? Es interesante observar como la película se divide en dos partes bien notorias. Los primeros quince minutos sorprenden, encandilan. Es asombrarse con un regalo pero estirado en esa porción de tiempo. Luego de ver a estas chicas en bikini, el asalto en cuestión y la primera de las fiestas a las que asisten, todo se derrumba. O se vuelve una repetición de este desmoronamiento. Y lo que aburre, increíblemente, son las fiestas. La recién estrenada El gran Gatsby, de Baz Luhrmann, tiene sus fallas pero al menos se hace cargo del exceso. Además, las fiestas organizadas por Gatsby sí son divertidas y contagian el entusiasmo que debe transmitir una celebración tan lejana como la que se encuentra en la pantalla cinematográfica. Spring breakers, más allá de enaltecer las hormonas, no encuentra el gran mérito de Luhrmann. Y peca, como si fuera poco, por el incumplimiento de lo que prometía: lo salvaje y lo extremo queda simplemente plasmado en la espalda desnuda de Vanessa Hudgens (famosa, entre otras cosas, por haber sido víctima de un hackeo de sus fotos privadas). De los pocos elementos interesantes en Spring breakers, Selena Gómez es uno de ellos. Su personaje parece ser el único realmente delineado de toda la película. Faith se debate entre la religión y las fiestas, y la actriz transmite, de forma muy profesional, esa encrucijada. Es la única en el film que le da una dimensión a su personaje. O, capaz, la única que no es una imitación de una chica divirtiéndose o un patético mafioso. El único momento de libertad absoluta ocurre cuando las chicas y James Franco interpretan un cover de la maravillosa Everytime, de Britney Spears. Si esa secuencia consigue emocionar es porque Korine se despega de la repetición y el desinterés para centrarse en aquellos acordes que provienen del corazón de los protagonistas (Britney es una especie de diosa, de voz para estos adolescentes descarriados). Spring breakers, con la expectativa generada y sus chicas en bikini, tiene más de cansancio que de celebración. La formas, los colores, los sonidos y la música son meros artificios que tapan los problemas de una carrera. Si en Trash humpers, Korine engañaba a su público con sus imágenes grabadas en VHS, en su nuevo film sólo hay una inútil capa de colores y formas hechas para la distracción de un guión inexistente. Es un cine perezoso, que en vez de pensar un guión hipnotiza con su exaltación visual; y es un cine aburrido, porque no sabe como plasmar esto en la pantalla.
Las chicas crecen Vale todo. La semana de sus vidas en las costas de La Florida. La costumbre adolescente de entregarse a los brazos de la autodestrucción etílica en el famoso spring break se refleja de forma magistral en este filme de Harmony Korine, el exitoso guionista de Kids quien no da tregua en esta obra teen explotation. Las microbikinis flúo, la carne joven y los cuerpos torneados (y bronceados) parecen ser la única forma humana posible. El slow motion de la fiesta sin fin se intercala en una película donde los colores saturados contrastan con el oscuro mundo del hampa. Como si fuese un sueño, la desnudez, histeria (muchos gritos) y hectolitros de alcohol enmarcan el ámbito del filme. Spring Breakers: Viviendo al límite gira en torno a Faith (Selena Gómez, la más recatada de las cuatro), una católica practicante, que tiene cara de nena tan pero tan buena que desentona con el descontrol de sus compañeritas de fiesta. La ex Hechiceros de Waverly Place y artista musical a escala global (que anduvo por estas tierras) tiene el papel más tibio de una troupe que se completa con Brit (Ashley Benson, Hanna Marin en Pretty Little Liars, la exitosa serie de ABC Family), Cotty (Rachel Korine, la mujer de Harmony, quien disimula muy bien sus 27 abriles) y Candi (Vanessa Hudgens, Gabriella de High School Musical). Tanto Brit como Candi son las mas osadas, con pasamontañas asaltan un comercio y se llevan toda las pertenencias de los clientes para poder solventar sus merecidas vacaciones. O eso es lo que aparentan decir. Cotty es el vínculo, la logística del grupo y Faith, bueh, digamos que cuando el caldo se pone espeso (y los excesos ya toman cierto carácter orgiástico), un bus la estará esperando para volver a su cómodo origen. Con una gran fotografía de Benoit Debie (Irreversible, Enter the void) para ambientar algo de porno soft (sino lo creen vean el menage a trois en la pileta), todo se envuelve en un paquete gangsteril siglo XXI encabezado por Alien (un genial James Franco). El no ostenta trajes oscuros, cicatrices o dicta vendettas, no, su mundo son las armas de todo tipo, el dinero (siempre repartido sobre una cama) y la elaboración de la droga, que marcan la agenda del mafioso. Las chicas caen presas y Franco (con un lookeo hiphopero que le calza perfecto) se apiada de ella. El las ve tan puras que decide pagarles la fianza. Pero obvio, nada es gratis en la vida. Las chicas deberán entrar a su sórdido mundo. Y tres de ellas no se ven a disgusto. Sólo Faith se alejará. El ritmo frenético de Skrillex (el dustep del comienzo no tiene ningún desperdicio) o la secuencia de Alien, tocando Everytime de Britney Spears en un piano de blanco inmaculado, son algunas de las perlas de esta película. Sí, zarpada película. FICHA TECNICA CALIFICACION: Muy buena Spring breakers: Viviendo al límite Comedia Estados Unidos, 2012. 93’, SAM 18 De Harmony Korine Con James Franco, Selena Gomez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson, Rachel Korine Salas Hoyts Abasto, Cinemark Puerto Madero, Showcase Belgrano, Village Recoleta.
Not another teen movie ¡Qué sorpresa este film! Polémico, polémico, polémico. El director Harmony Korine divide las aguas cinéfilas con este nuevo trabajo, que muy lejos está de la comedia teen que muchos se deben estar imaginando que es. No es una comedia light sobre ex adolescentes Disney divirtiéndose en la playa, va mucho más allá de eso y es una fuerte crítica a la superficialidad del sueño americano. Korine utiliza una narración bizarra pero atractiva, que queda resonando en la mente y asquea al hacernos reflexionar sobre lo idiota que podemos ser en pos de la vida fácil y lo material. Frases que se repiten en off durante escenas que alternan entre la violencia de las pandillas y las fiestas descontroladas del spring break norteamericano, mucha piel, referencias a la cultura pop, crítica social y religiosa, tiroteos y más en este trabajo que te puede llegar a gustar o no, pero no te mantiene indiferente. En mi caso debo decir que me gustó, pero no llegó a encantarme. La temática del "american dream" es algo que me referencia mucho al "white trash" infumable, esa gente que piensa que la vida consiste en nadar en dólares y chuparle la sangre al planeta y las personas. Ver estas personalidades en la gran pantalla me divierte por un corto plazo, un ratito, y después ya sólo me producen indiferencia y fiaca. Entiendo que Korine hace justamente una referencia crítica a este espécimen de humano, un crítica que por momentos resulta interesante y dura de ver, pero como se trata de ese tipo de "personas", empiezo a perder interés. Es como ver un reproche sociológico a los idiotas de "Jersey Shore" o "Gran Hermano"... por un rato puede resultar interesante y hasta divertido, pero aceptémoslo, hacer un análisis sobre la vida superficial de un grupo de adolescentes descerebrados tiene un ciclo de vida bastante corto y podemos pecar nosotros mismos de caer en las redes de la estupidez y estar filosofando sobre cuestiones totalmente intrascendentes. Para resaltar, el manejo estético que se le imprimió a la propuesta, logrando claramente en el espectador la sensación de aturdimiento entre tantos cuerpos semi desnudos emborrachándose, drogándose y succionándole la vida al mundo. La creatividad es también un punto fuerte, animándose a las escenas más bizarras y divertidas que se pueden ver en lo que va del año. El trabajo interpretativo del cast, bastante profesional, pero nada de otro mundo. Una propuesta interesante, que la mayoría amará u odiará, que tiene muchos momentos de humor retorcido e irónico que debe ser entendido para entrar en el juego que se propone. Vale la pena verla para sacar conclusiones propias y rescatarse un poco ;).
Pasajeras en trance "Spring Breakers", de Harmony Korine, presenta a las que fueron heroínas de Disney en un filme salvaje sobre cuatro estudiantes adolescentes que quieren pasar unas vacaciones de primavera inolvidables. Un documental y un poema al mismo tiempo. Eso es Spring Breakers, una película que no se parece a nada de lo que puede verse hoy en el cine, pero que tiene innumerables conexiones con formatos audiovisuales contemporáneos, desde la cámaras de celular hasta la estética de MTV. Un documental, porque retrata la mentalidad de una generación fascinada por la exposición pública, la vida loca, el dinero y el poder. Un poema, porque todo se muestra como en estado de trance, con una narración hipnótica y sin moraleja. El nombre del director, Harmony Korine, tal vez no diga tanto como los de las protagonistas, Selena Gómez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson, estrellas de Los hechiceros de Waverly Place, High School Musical y Lindas mentirosas. Pero es justamente la combinación de ambos mundos –el del exjoven prodigio que dirigió la crudísima Gummo, y el de las reinas de la comedia adolescente– lo que vuelve tan extraño y único el resultado. Ellas tres, más Rachel Korine (esposa del director), son Faith, Candy, Brit y Cotty. Un grupo de amigas estudiantes que cuando llega la semana de vacaciones de primavera quiere hacer lo que muchos estudiantes norteamericanos hacen: descerebrarse en las playas de Florida. Piensan que va a ser un experiencia significativa para ellas y tienen razón, pero no por los motivos que suponían. Pese a que el argumento es lineal, el director descompone el tiempo en microescenas, breves relatos en off en primera persona y avances y retrocesos que no son exactamente flasbacks ni flashforward sino algo rítmico, semejante a la recurrencia de fragmentos sonoros en la música electrónica. Ese procedimiento narrativo, sumado al tratamiento de la imagen bastaría para convertir a Spring Breakers en una película recomendable. Sin embargo, hay mucho más, porque lejos de conformarse con su propio virtuosismo formal, Harmony Korine llega al fondo de esta especie de versión rápida del sueño americano que encarnan sus chicas y lo hace con imágenes bien explícitas. Sin bien las cuatro no se comportan igual (lo que degradaría el guion a un burdo manual de sociología juvenil), sí tienden a moverse juntas y a actuar como un sólo organismo dotado de una borrosa conciencia plural. Por eso, viven los excesos con una mezcla de ingenuo entusiasmo y cinismo amoral que es un ejemplo perfecto de lo flexible y maleable que puede ser lo que llamamos "personalidad". Recién cuando las cosas se ponen más raras y conocen al rapero mafioso Alien (James Franco), sólo una de ellas se resistirá a seguir por esa excitante línea de fuga. Pero las que persisten, las que se dejan seducir por el delincuente, no por eso pierden la condición de buenas chicas que quieren divertirse cueste lo que cueste. Es que el viaje en que las embarcó Harmony Corine no iba al paraíso ni al infierno sino a un limbo pop, donde las armas son instrumentos de placer y siempre suena una canción de Britney Spears.
Spring Breakers, viviendo al limite, es una buena propuesta en la cartelera de cine para entretener con calidad y, porque no, también para reflexionar. El elenco está muy bien elegido y las actuaciones son brillantes. El estilo visual y el relato es casi hipnótico y es lo más atractivo del film, aunque obviamente a otros...
Probablemente el lector ignore quién es Harmony Korine, uno de los realizadores independientes más interesantes de los Estados Unidos. Muy joven, saltó a la fama como el guonista de “Kids”, aquel polémico film de Larry Clark. Luego, películas como “Julien Donkey Boy” causaron impacto en el circuito de festivales. Esta “Spring Breakers” (que refiere a las vacaciones breves de primavera en los Estados Unidos) es su primera película más o menos “grande”. El estilo de Korinne es crudo porque lo que busca es encontrar en lo raro, lo marginal, lo exuberante de la cultura estadounidense, ese halo de humanidad o de ternura que permiten explicar su existencia. Nos muestra gente que se pervierte, pero también nos pide que tratemos de comprenderlos, de creer que no están fuera de la humanidad. Aquí son cuatro chicas hermosas –todas estrellas adolescentes realizando un trabajo a contrapelo de los estereotipos que han encarnado–. Y también James Franco, como un delincuente simpático y en el fondo perverso que lleva a estas chicas (a alguna, al menos) al fondo de la delincuencia y el vicio. Pero Korine no quiere que juzguemos sino que comprendamos qué es lo que tiene de atractiva esa vida, y por eso en el fondo se trata de un cine fantástico, de una historieta acelerada o, mejor, de la vida real vista como una historieta trágica. Un film fuera de lo común, duro pero seductor como sus protagonistas.
Cuatro adolescentes tienen muchas ganas de irse al carajo y vivir de joda, asaltan con pistolas de agua un restaurant y parten hacia el paraíso soñado. Se pasan de rosca con alcohol, muchas drogas y terminan en la carcel. Sin dinero, y en bikini, salen bajo fianza, ésta fue pagada por un traficante de armas y drogas (James Franco), quien ve mucho potencial en las chicas. Harmony Korine es quien se hizo cargo de la dirección de esta película, éste escribió KIDS (1995), film que bajo la dirección de Larry Clark se terminó volviendo de culto y que tiene muchos puntos en común con Spring Breakers. Korine no solo dirige esta vez, también la escribe. Las expectativas eran altas por cuestiones simples que con el circo mediático se van agrandando: "Del escritor de KIDS", era un punto fuerte. Que una de las protagonistas sea Selena Gomez y aparezca en bikini el 90% del tiempo, suma siempre público, por ahí acá no sea tan conocida como en norteamerica, pero es una cantante popular y aún más por ser la novia (ex?) de Justin Bieber. El de lo que prometía el trailer también sumaba, descontrol, fiesta interminable, infinitas mujeres semidesnudas y diversión desmedida. El resultado es basicamente lo que prometían, infinitos primeros planos de tetas, naturales, operadas, grandes, finas, clásicas, old school, saltarínas, bamboleantes... si te faltó ver alguna clase o tipo de teta en tu vida, seguro lo ves acá, porque sobran, de eso no nos podemos quejar. El resto? cuatro pibas en bikini haciendo poses sugestivas, de fiesta, sexo, drogas, armas, música, luces y sobretodo descontrol. No hay más que eso. No hay una historia fuerte, el guión es básico y los diálogos son comúnes, hasta por momentos reiterativos. La música es constante, no para ni un segundo en toda la película, agobia de sobremanera. Hay un excesivo uso de colores fuertes, luces chillonas, mucho flúo y resplandor constrastante para denotar, una vez más, el descontrol. Cansa la vista. Lo único realmente destacable es la actuación de James Franco quien, me atrevo a afirmar, será uno de esos grandes actores como son hoy De Niro o Al Pacino a futuro. El tipo ha pasado por el papel que se les ocurra, no solo haciendo de héroe o villano, sinó por facetas y personajes más complejos, siempre se destaca, se lo ve natural, creíble y convincente. En este film hace de un traficante que vive la vida sin ningún tipo de restricción y si bien el personaje no es muy profundo, él lo vuelve más interesante y hasta querible al interpretarlo. El resultado final es pobre, intenta ser una película provocativa y termina siendo vacía, monótona. Habiendo visto KIDS nos hace pensar que hubo un intento por reflejar ese mismo espiritu pero hoy, el cruce de todo límite en la actualidad ya no impacta como antes y menos de la forma en la que se lo aborda en el film, lejos de cualquier dramatismo y más cerca de un frenesí divertido. Dejando de lado cualquier expectativa sobre el film luego de haber visto los trailers, se esperaba más de Korine, veremos si tiene revancha.
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La fiesta olvidable Uno de los mayores inconvenientes del arte contemporáneo es la dificultad de poder discernir cuándo una obra es honesta y auténtica y, cuándo no lo es; escondiendo detrás de la provocación, un vacío mendicante. En el cine, sucede exactamente lo mismo, sólo el tiempo denuncia y devela las verdaderas intenciones de la película y su correspondiente director porque, los disfraces, en algún momento se vuelven esqueletos; empobrecidos y putrefactos. En el amor, muchas veces, ocurre un proceso similar : el encandilamiento de las primeras citas provoca que idealicemos la figura del otro: el esfuerzo del sujeto por lograr que la mirada evaluadora engrandezca su imagen, genera una falsa realidad -algunos le dicen fantasía- que el futuro se encargará de derrumbar, abriendo, como un gran terremoto, la tierra de las ilusiones en dos. Siempre pienso que las mejores citas son aquellas en las que los acontecimientos no suceden como lo planeado; la imperfección humana es mucho más erótica y mágica que la exuberante y majestuosa carroza blanca que, pasadas las doce, sólo se convertirá en una triste y depresiva calabaza. El espectador cinematográfico, como el ser humano famélico de amor, vive buscando, desesperado, esa relación perfecta con el film que se proyecta en la pantalla. Esa extrema e insana necesidad puede provocar una obnubilación instantánea que enceguece, nublando la lucidez y abriendo paso a las trampas que nos tienden los cautivadores y protuberantes músculos del objeto cinematográfico. Spring Breakers, la quinta película del polémico -o payaso- Harmony Korine, produce y propaga por toda la sala este turbulento deslumbramiento, solo que, en vez de músculos, hay tetas y culos. Sí, tetas de todos los tamaños y formitas: las despampanantes, las naturales, las tímidas, las engreídas, las puntiagudas, y hasta las bizcas. Mallas mojadas que tatúan sobre la tela los pezones ansiosos por estallar, culos que se sacuden como un lavarropas en máxima potencia, danzando electrónicamente en una playa plagada de jóvenes que sólo quieren vivir de fiesta, degustando todo tipo de estupefacientes. El argumento poco importa, porque a Korine lo único que siempre le ha interesado son los recursos formales y el impacto directo y, a través de ellos, ha construido un inocente público fiel que lo sigue y lo celebra en cada nuevo proyecto. La diferencia entre sus anteriores trabajos y su nuevo ´´desafío´´es que, si en el pasado ha intentado -sin éxito- crear relatos salvajemente hipersensibles, en el presente abandona esa postura y practica otra estrategia, aún peor. La nueva película que elige como protagonistas a las chicas Disney -entre ellas, la amigovia de Justin Bieber, Selena Gomez- se para en el lugar de la parodia y nos hace creer que ironiza sobre la frivolidad del mundo posmoderno para que pensemos que la propuesta es jodidamente inteligente. Nada más alejado de eso: nunca debemos confiar en los humanos que se esconden detrás de la ironía. La ironía es sólo una defensa para ocultar la cobardía, el miedo a aceptar que no hay nada para decir que sea propio. Y, de nuevo, la engañosa y funcional provocación: emputecer a los productos del ratón Mickey e idiotizar -o mostrar su verdadero rostro- al galán de James Franco -le teje unas trencitas y le pinta los dientes de plateado- para atraer el billete del espectador, generando una inminente aprobación positiva antes del estreno. El relato nos cancherea - como el temido candidato banana que se acaricia incesantemente su pelo engominado durante toda la cita-, rebobinando y adelantando la narración, una psicosis plástica que se fanatiza en utilizar a los flashbacks y a los flashforwards para hacer complejo lo que, en realidad, es nulo. Pero, como si todo esto no fuera poco, danger! , la cámara lenta ha vuelto al ataque para devorar la poca lucidez que le queda al espectador que babea sobre la butaca. Hay que desconfiar siempre de los directores que abusan del ralenti y Harmony Korine es adicto al recurso como las chicas Disney lo son a la cocaína. La mitad del metraje está filmado en cámara lenta, haciéndole creer al espectador sumiso y fácilmente manipulable -y virgen del buen gusto- que está siendo testigo de una obra estética y sensorial que, seguramente, luego proyectarán en I-Sat. Cuando las películas son idiotas y no pretenden demostrar otra cara, puede ser perdonable en muchos casos; pero cuando nos quieren convencer de que se hacen pasar por idiotas porque, en realidad, son tan superdotadas que tienen la suficiente inteligencia como para burlarse de la idiotización decadente estadounidense, es soberbiamente inadmisible. Como en las buenas citas, siempre es preferible conocer a un ser humano que, más allá de su belleza física, tenga algo valioso para decir, en vez de a un aparato que balbucea sandeces sin cesar, confirmando que los seductores abdominales y los ansiados bíceps no valen nada cuando el cerebro se hace la rabona para no regresar jamás.
¿Generación perdida? A veces asusta la facilidad con las que algunas películas dejan al descubierto su cara más absurda desde el minuto cero y después tratan de seguir contando una historia como si el espectador fuera estúpido. El nuevo trabajo de Harmony Korine propone desde el arranque lo siguiente: Un grupo de adolescentes universitarias, de las cuales no sabemos absolutamente nada, decide que la única forma de cambiar su vida (las cuales consideran desastrosas y aburridas, pero nunca sabremos por qué) es irse de vacaciones a Florida. Como su vida es demasiado complicada para trabajar y conseguir plata para financiar el viaje (las pobres chicas ricas viven de fiesta y gastan su plata en cocaína y otras drogas) deciden robar un restaurant. Una vez que logran su objetivo, viajan todas juntas a la ciudad primaveral que más adolescentes idiotas junta en una estación del año para cumplir su sueño. ¿Cuál es esa meta con la que soñaron toda su vida? Consumir cocaína, fumar marihuana, alcoholizarse todo el día y bailar al lado de la playa. Lo de “Spring Breakers” es completamente llamativo: Un guión estúpido, muchos personajes desarrollados de forma paupérrima, pésimas actuaciones y una dirección lenta y completamente aburrida que terminan por ofrecer un producto que solo puede destacarse en tres puntos: Edición, fotografía y música. Douglas Crise (nominado a un Óscar por mejor edición gracias a su trabajo en “Babel”), Benoit Debie (habitual colaborador de Gaspar Noé) y Cliff Martinez (“Traffic” y “Drive”) junto a Skrillex son los únicos artífices de que esta película no sea un bodrio absoluto para el espectador. El resto es penosamente lamentable. Si juntamos todas las líneas de dialogo que tienen los personajes de Selena Gomez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson y Rachel Korine difícilmente lleguemos a las dos páginas, incluso contando la repetición de frases imbéciles que apuntan a ser “reflexivas” y que se deslizan por momentos, como “quisiera congelar el tiempo y vivir así siempre” cuando lo único que hacen en toda la película es consumir drogas y bailar en bikinis. Repito eso porque realmente es así: “Spring Breakers” son 94 minutos de chicas en bikini consumiendo drogas y sosteniendo armas sin que todo esto logre transmitir un mensaje de fondo realmente serio. La aparición del personaje interpretado por James Franco promete en un momento del film levantar un poco más alto los niveles de calidad del mismo, pero su excesiva verborragia (también, sin sentido) y algunas escenas completamente ridículas terminan por convertirlo en un dolor de cabeza cada vez que abre la boca y aparece en la pantalla. Las chicas de “Spring Breakers” se pasean toda la película hablando de la necesidad de cumplir el sueño norteamericano, el cual incluye drogas, sexo y dinero fácil, pero en ningún momento vemos reflejada la razón de dicha búsqueda. ¿Una justificación avalaría toda la película? No lo creo, porque además de una dirección pobre y actuaciones lamentables, la historia de 4 adolescentes universitarias dispuestas a robar para conseguir drogas carece de profundidad desde el momento en el que se nombran como influencias (o generadores de tal cambio) “Scarface” de Brian De Palma, los videojuegos modernos y músicos (de dudosa calidad) como Britney Spears. Si estas influencias son generadoras de semejante cambio en estos personajes (los cuales supuestamente reflejan al adolescente moderno), “Spring Breakers” en la vida real vendría a ocupar ese mismo lugar pero de la peor forma: Siendo una desmedida y evidente alegoría a las drogas y a la violencia como modo de hacer entretenida la vida, razones de las cuales solo se pueden agarrar verdaderos infradotados. En definitiva, “Spring Breakers: Viviendo al límite” no es solo una de las peores películas del año, sino también un tiro por la culata que deja a Harmony Korine fuera de toda discusión racional sobre temas sociales relevantes.