Multiculturalidad y genocidio Valerian y la Ciudad de los mil Planetas (Valerian and the City of a Thousand Planets, 2017) es una película bellísima que eleva un peldaño más la carrera reciente del siempre inquieto Luc Besson, aquí mejorando lo hecho en la ya de por sí interesante Lucy (2014): si bien en esencia hablamos de un muy buen trabajo perteneciente a lo que podríamos definir como el período de decadencia de un autor que ha dejado su etapa dorada en el pasado, léase la compuesta por Azul Profundo (Le Grand Bleu, 1988), Nikita (1990) y El Perfecto Asesino (Léon, 1994), a decir verdad la obra en cuestión se ubica muy por encima de casi cualquier producto industrial estadounidense contemporáneo con ansias de público masivo, específicamente el sector del mercado en el que sale a competir el film, para colmo el más caro en la historia del cine francés gracias a un presupuesto -apuntalado en financistas independientes- de 197 millones de euros, un número descomunal que pone de manifiesto la valentía del realizador a la hora de pelearle a los gigantes todopoderosos del mainstream. Con la excusa de adaptar el mítico cómic galo Valérian et Laureline, creado por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières, Besson retoma ese formato de space opera -enmarcado en una fotografía de colores pasteles furiosos y un diseño bizarro de personajes- que ya había trabajado en El Quinto Elemento (The Fifth Element, 1997), nuevamente con la misma disposición humanista/ de izquierda que a su vez caracterizó a sus otras exploraciones de los últimos años en el ámbito fantástico, nos referimos a la magnífica Angel-A (2005), Les Aventures Extraordinaires d'Adèle Blanc-Sec (2010) y la trilogía infantil iniciada con Arthur y los Minimoys (Arthur et les Minimoys, 2006). Como era de esperar, aquí evita las estupideces de las traslaciones de las historietas bobaliconas norteamericanas, como por ejemplo el esquema de los superhéroes y toda esa patética levedad discursiva, para en cambio meterse de lleno en un relato sexy y dinámico basado en el histeriqueo del dúo protagónico, sus rimbombantes aventuras y la denuncia de la manipulación política/ militar. La historia cuenta con dos prólogos antes del comienzo de la trama principal propiamente dicha: mientras que en el primero se nos informa que en el siglo XXVIII lo que alguna vez fuera una estación espacial internacional se transformó en Alpha, una ciudad habitada por miles de razas de los confines más inhóspitos de muchas galaxias, todas conviviendo en paz e intercambiando sus culturas, en la segunda introducción descubrimos cómo desapareció el planeta Mül, un enclave paradisíaco en el que vivían unos humanoides en una sociedad tribal sostenida vía la duplicación de unas perlas de energía mediante unos pequeños animales conocidos como “conversores”, una civilización que se vino abajo cuando en el cielo se divisaron naves en llamas que chocaron contra el planeta hasta hacerlo estallar. Los protagonistas excluyentes son el Mayor Valerian (Dane DeHaan) y la Sargento Laureline (Cara Delevingne), dos miembros de la policía de Alpha, a quienes se les asigna la misión de recobrar el último conversor con vida, en posesión de un traficante del mercado negro. El guión del propio Besson juega eficazmente con elementos diversos como la propuesta de casamiento del mujeriego Valerian para con la severa Laureline, las referencias al folletín de aventuras del siglo XIX y las pulp magazines del XX, los relatos detectivescos estadounidenses, las ensoñaciones surrealistas tan típicas de Francia, los chispazos de ese humor negro, sexual y/ o irónico de siempre, un fuerte dejo de thriller político y hasta la influencia del cine del enorme René Laloux, responsable de El Planeta Salvaje (La Planète Sauvage, 1973), Los Amos del Tiempo (Les Maîtres du Temps, 1982) y Gandahar: Años Luz (Gandahar, 1988), todos clásicos de la animación europea de ciencia ficción para adultos. Más allá de las amables intervenciones de Clive Owen, Herbie Hancock y Ethan Hawke, debemos destacar lo hecho por DeHaan, ya visto en las excelentes Life (2015) y La Cura Siniestra (A Cure for Wellness, 2016), y Delevingne, quien aquí da su salto definitivo del modelaje a la actuación: entre ambos hay una envidiable y caústica química en pantalla. Lejos de los coming of age berretas, el empoderamiento femenino de cartón pintado y la pavada de “vamos a salvar a la humanidad porque los humanos son derechos y humanos (valga la redundancia)” del 99% de los tanques del mainstream norteamericano, Valerian y la Ciudad de los mil Planetas comienza su derrotero con los personajes bien maduritos, en paños menores y uno encima del otro, y lo que sigue es una supernecesaria denuncia de los atropellos de los adalides del maquiavelismo del Estado y cómo gustan de tapar sus masacres con más y más muertes (en la película los genocidios -a diferencia de lo que ocurre en el cine hollywoodense- sí son una tragedia monumental). Ya la misma presencia de fondo de Alpha aboga además por la multiculturalidad y la riqueza que surge de la reciprocidad simbólica, el respeto social y el abrir la mente a lo alternativo. El desparpajo visual del director funciona también como otra pata de su perspectiva batallante en pos de la imaginación irrestricta y contracultural, hermanada al delirio romántico y con cojones…
Una maravilla visual con un lamentable guion El último trabajo de Luc Besson para la gran pantalla se trata de una obra abrumadora que sorprende al principio pero que de manera paulatina se va convirtiendo en algo muy pesado y difícil de masticar. Nadie va a dudar de que nos hallamos ante un gran espectáculo visual que derrocha energía e imaginación en cada fotograma. Los fans de Star Wars, saga galáctica por excelencia, se lo pasarán bomba viendo la cantidad de criaturas de distintas razas y formas que nos recuerdan y de qué manera a la mítica escena de la Cantina de Mos Eisley en la seminal La Guerra de las Galaxias (algunos críticos han definido el film como una copia mala del universo Lucas). En ese aspecto la secuencia que abre la película está muy lograda, con multitud de saludos multiétnicos, sazonados con un punto de socarronería y “mala baba”. Pero a medida que avanzamos en la acción, y solo en la acción, porque detrás de piruetas, persecuciones, batallas a espacio abierto y demás acrobacias espacio-temporales tan sólo existe el vacío de una historia que no interesa absolutamente a nadie, nos topamos con el vacío más absoluto. Es como si la nave dirigida por Besson se fuera adentrando en una especie de agujero negro que absorbiera cualquier signo de vida inteligente. Y es que una narrativa visual convincente tan sólo es la mitad de la experiencia cinematográfica, necesitada de una historia comprensible y bien hilvanada. La pareja protagonista, los emergentes Dane DeHaan (Life, La cura del bienestar) y Cara Delevingne (Ciudades de papel, Escuadrón suicida) no tienen capacidad de lucimiento actoral alguno ante un guion tan tosco como desaprovechado. La química sexual que se pretende entre ambos en ningún instante alcanza apogeo alguno, resumiéndose en algún que otro escarceo de ahora te beso ahora no y en la socorrida pregunta “¿te quieres casar conmigo?” que no encontrará respuesta hasta la antesala de los créditos finales. Por cierto que quien firma tan insignificante libreto es el propio realizador del film, basándose en una serie de cómics de ciencia ficción creada por el guionista Pierre Christin, el dibujante Jean-Claude Mézières y la colorista Évelyne Tranlé. La trama nos sitúa en el siglo XXVIII, donde Valerian y Laureline son un equipo de agentes espaciales encargados de mantener el orden en todos los territorios humanos. Bajo la asignación del Ministro de Defensa, se embarcan en una misión hacia la asombrosa ciudad de Alpha, una metrópolis en constante expansión, donde especies de todo el universo han convergido durante siglos para compartir conocimientos, inteligencia y culturas. Pero hay un misterio en el centro de Alpha, una fuerza oscura amenaza la paz en la Ciudad de los Mil Planetas. Valerian y Laureline deben luchar para identificar la amenaza y salvaguardar el futuro, no sólo el de Alpha, sino el del universo. Uno de los pocos alicientes que pueden acaparar el interés del espectador radica en ir descubriendo los innumerables cameos y personajes secundarios interpretados por famosos que se van asomando por la pantalla. Citaremos algunos: un desmelenado Ethan Hawke que se pone en la piel de un proxeneta que tiene en su nómina nada más y nada menos que a Rihanna, una stripper humanoide que aquí se marca un bailecito mientras va cambiando de atuendo a velocidad del rayo que es pura contorsión digna de atención; un avejentado Clive Owen, quien todo el rato pone cara de estar aburriéndose como una ostra; un hierático Rutger Hauer que aparece apenas se alza el telón y la voz de John Goodman al intentar insuflar algo de vida a un bicho digitalizado (Igon Siruss), con un parecido más que razonable con Jabba The Hutt. El final es apoteósico. Diálogos mínimos y festival de fuegos artificiales para que uno salga del cine con la sensación de haber asistido a una experiencia “bigger than life”. Nada más lejos de la realidad. Los hallazgos visuales deslumbran, el alto presupuesto manejado se ve ampliamente justificado en un diseño de producción y una puesta en escena apabullantes. Pero el conjunto chirría ante la falta de empaque originada por la obsesión de concentrar demasiados referentes evidentes y no centrarse en la esencia del cómic en que se basa, una auténtica obra de culto que, por desgracia, aquí sólo funciona como elemento inspirador en lugar de haber sido utilizada como vademécum. Una oportunidad perdida para una producción que podría haber resultado algo especial, pero que se queda a mitad de camino.
Con apenas 16 años un joven Luc Besson tuvo en sus manos Valerian y Laureline, un comic de ciencia ficción con temática espacial, creado en 1967 por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières , Besson años más tarde logro convertirse en uno de los directores más reconocidos de Europa, sus ganas de adaptar aquel comic que leyó en su juventud siempre estuvieron en su mente, pero supo que realizarla podría costarle muchos millones de dólares y que todavía la tecnología que el séptimo arte empleaba no eran suficientes para tan ambicioso proyecto, pero en 1997 tuvo la oportunidad de dirigir “El Quinto Elemento”, aquella película protagonizada por Bruce Willis y Mila Jovovich, esta película contenía varias similitudes con la novela grafica de Valerian & Laureline, Besson, la había hecho a modo de homenaje, pero tenía la necesidad de si o si en algún momento contar aquella historia espacial, ya han pasado 20 años del estreno de “El Quinto Elemento” y al fin Luc Besson vio que era el momento indicado para que uno de sus comic favoritos sea adaptado a la gran pantalla. Valerian y Laureline son dos agentes espaciales que deben acudir a Apha, una ciudad que fue creada por el hombre hace ya varios siglos atrás, esta ciudad fue construida para albergar a razas alienígenas de todo el universo, todas lideradas por la raza más importante, la humana, estos jóvenes agentes deben adentrarse en dicho lugar para tratar de solucionar un conflicto que puede traer caos y destrucción. Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas es la película más cara de Europa, con un presupuesto de más de 180 millones de dólares y teniendo a Dane DeHaan y Cara Delavingne, dos estrellas de Hollywood como protagonistas. Se nota el empeño que puso el director de la película, pero para ser sinceros eso no le alcanzo, el film tiene un excelente inicio mostrando en como la humanidad fue creciendo y entablando relaciones culturales y sociales con otras especies de seres que habitan en toda la galaxia, todo esto al ritmo de David Bowie con Space Oddity. Los primeros 30 minutos son una buena introducción, hasta que llega el momento de ver a nuestros protagonistas rumbo a cumplir su misión, en ningún momento se nota la química entre ambos, tampoco se da a entender si son parejas o si lo fueron, hay situaciones en donde los histeriqueos se hacen presentes pero son dejados de lado, el cameo de Ethan Hawke es innecesario y el papel de Rihanna no aporta mucho que digamos. Lo bueno viene por parte de las criaturas que vemos a lo largo del film, también visualmente es destacable, sobre todo en el manejo de los colores, para apreciarse en el formato 3D. En definitiva, Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas es una película que por momentos entretiene y en algunos llega a volverse tediosa, si se hubieran cortado 30 minutos de película hubiese funcionado de mejor manera, por sobretodo se destaca lo visual del film.
“Valerian” inspiró a “Star Wars”. “Star Wars” inspiró al resto de la humanidad. Todo intento de equiparar algún tipo de influencia se iba a quedar corto, sea tratando de igualar lo indescriptiblemente cautivante del universo creado por George Lucas o alcanzar el nivel inconmensurable de inspiración que provocaron los cómics de “Valérian et Laureline”, la obra original en la que se basa esta última odisea de ciencia ficción dirigida, guionada y producida por Luc Besson (“Léon, El Perfecto Asesino”, “El Quinto Elemento”). En esta ocasión, decidió colocarse frente al mayor reto de su larga y exitosa carrera: autofinanciar la película más cara jamás producida en Francia, y entrar con esta producción no solo europea sino también independiente entre las 30 películas con mayor presupuesto en la historia del cine. Y no solo eso, sino que se trataría de la adaptación del comic más importante de su infancia, con una importancia cultural mucho más grande que su limitada presencia en la conciencia colectiva podría sugerir. Toda su carrera le permitió estar en la posición de hacer esta película, y el éxito de la misma equilibraría la balanza para alentar o condenar toda aspiración europea por luchar codo a codo con los blockbusters de Hollywood. Tranquilo, sin presiones. Para tamaña tarea el inicio es más que importante, por lo que el film decide no dejar nada librado al azar y tener tres comienzos muy claros para arrancar las cosas. Primero tenemos una muy breve introducción sobre el camino de la humanidad para convertirse en el centro de la meca cultural más importante de la galaxia, luego una hermosa secuencia ejemplificando una de las miles de culturas alienígenas, así como también las temáticas emocionales de la película, y finalmente, la introducción de los personajes principales con una increíble secuencia de acción. Lejos de ser negativo, este arranque por etapas nos deja sabiendo todo lo necesario para disfrutar el resto: que Valerian y Laureline son dos agentes especiales encargados para proteger el bienestar de la titular Ciudad de los Mil Planetas, hogar habitado por incontables razas y culturas tan únicas como valiosas. Una lástima que a la película le cuesta mantener el nivel de este primer acto durante el resto de las 2 horas. Con tan solo la primer hora de película resulta muy fácil la recomendación, y si estas leyendo para saber si vale la pena: no dudes que sí. Pero la realidad es que en la segunda mitad de la historia, los enredos comienzan a sentirse mucho más como un rejunte de incompletas aventuras, y la película pierde la justeza y hasta perfecta medida de la que gozaba en la primera mitad. Se vuelve evidente que las ambiciones artísticas y de producción hicieron que el producto termine sufriendo. Por suerte Besson es un maestro, y su dirección (junto a varios momentos aislados) se asegura de que en ningún momento la audiencia llegue a sufrir de la misma manera. El mayor pecado de la segunda mitad es ser inferior a la primera, pero el mal sabor de boca final no termina de manchar todo lo bueno que tiene la película. A pesar de todo, por momentos “Valerian” pone en vergüenza a cualquier producción salida de la cinta transportadora de Hollywood, tiene destellos que merecen estar entre lo mejor del cine de ciencia ficción. Esta es una historia con mucho corazón, algo asegurado en los trabajos del francés. Lo bueno es que aparte de ello se trata de la adaptación de uno de los universos más ricos de la ciencia ficción, llevado a la pantalla por uno de los directores que mejor logran combinar lo humano con lo espectacular. Tan imperfecta como valiosa, un placer aguantar unos cuantos resbalones para poder disfrutar todo lo que ofrece.
A través del universo ¿Es Luc Besson uno de los directores más creativos de los últimos tiempos? ¿Es el realizador que mejor ha doblegado a la industria cinematográfica mundial con la subversión de normas y la búsqueda de camino propio? Las respuestas seguramente serán afirmativas para todos aquellos que las intenten responder, pero también se llegará al consenso que en los últimos años, tal vez por el rol preponderante de productor que tuvo, sus últimas películas han caído en un sin fin de lugares comunes y refritos que deterioraron esa misma capacidad visual que poseía para sorprender a los espectadores. El caso de Valerian y la ciudad de los mil planetas (Valerian and the City of a Thousand Planets, 2017) no escapa a esta lógica, y si bien sabemos de antemano que es el proyecto que más ganas tenía de hacer, el resultado, muy a su pesar, no es el esperado. Besson ingresó al cine por la inspiración que sintió luego de leer el cómic original de Pierre Christin, ilustrado por Jean-Claude Mézièresla, y tras muchos años de luchar con la historia y las miles de adaptaciones que corrieron por su cabeza durante todo ese tiempo, finalmente Valerian llega a los cines convirtiéndose en un híbrido de sus últimas películas y algunos destellos de originalidad. En la historia Valerian (Dane DeHaan) se convierte inesperadamente en el protector de una civilización a punto de desaparecer definitivamente. Junto con su compañera Laureline (Cara Delevinge) dejan sus días de descanso para atravesar galaxias y, además, transformarse en todo lo que jamás creyeron ser. Así Valerian y la ciudad de los mil planetas termina por convertirse en el viaje iniciático de un joven que necesita darse cuenta de sus capacidades para poder sortear obstáculos y timadores que tratan de impedir que logre la misión que tiene. En ese viaje, los efectos visuales están a la altura de la propuesta, y aún la supera, apelando una vez más, a un despliegue imaginativo del cual participaron artistas y estudiantes de todo el mundo, sumándose a la visión particular de Besson sobre el cómic y la historia. Por momentos la película bucea en el kitch de obras populares como Flash Gordon o Galáctica, y ahí es donde acierta, en la nostalgia como posibilidad para construir su propio universo, alejándose de Star Wars (que originalmente tomó prestado de Valerian, el comic “algunas” ideas), y apostando a avances tecnológicos para reconstruir los mágicos diseños de Mézièresla. Igualmente no se le debe restar mérito a Valerian y la ciudad de los mil planetas por el ímpetu con el cual Besson siguió sus sueños. Todo lo contrario, en esa búsqueda por completar el ideal de las imágenes que alimentaron sus pupilas de niño, hay una película que se traduce en un homenaje al cine, con algunos problemas narrativos que resienten la propuesta pero que potencian la libertad visual. Valerian es un joven que debe salir de su lugar para asumir un rol para el que aún no está preparado, al igual que Besson en sus comienzos, un camino con el que el guion busca empatizar con el espectador, porque desde la misma inseguridad y torpeza inicial, el camino errático construye la estructura del film, en el que los conflictos son sólo excusas para la trama mayor, la amorosa, en la que Valerian y Laureline se juran pasión eterna en medio de la explosión de un despliegue visual increíble.
Creo que lo peor es ir a ver una película con expectativas altas, porque rara vez se cumplen o se superan. Este fue el caso de Valerian y la ciudad de los mil planetas. Un film con muchísimos efectos especiales pero que no va ni para un lado, ni para el otro. Cuesta meterse en la historia. Quizás una falla de narrativa hace que como espectadores nos sintamos perdidos. De quiénes vamos a hablar? Quiénes son estos? Bueno, desarrollamos esta historia? Ah no? Ésta? Ufff… Pasa una larga hora hasta que más o menos empezamos a ver de qué va y sin embargo el guión no ayuda mucho. Valerian, dirigida por Luc Besson, intenta ser una película de ciencia ficción (o lo es) con algo de comedia. Hay dos gags que llamaron mi atención, los considero demasiado fuera de contexto. Uno, relacionado a Bob Marley y otro a Liam Neeson en “Taken”. En serio, me quedé tipo “What the fuck?”. Seguramente los animadores han trabajado demasiado, hay más de 200 especies de extraterrestres con sus características, pero se tornan innecesarios, sobre todo para el preámbulo que intenta mostrar el paso del tiempo mediante estos bichitos simpaticones. La dupla protagónica (DeHaan y Delevingne), no terminan de tener la química esperada y por otra parte, tampoco se entiende por qué ellos tienen tanta importancia. Se los ve imprecisos y torpes. Hay tantos efectos que marean sobre todo si se ven en 3D. Una de los momentos más entretenidos y mejor aprovechados es la aparición de Rihanna, quien interpreta a una stripper con características humanas, pero que no resulta ser tan humana. A pesar de todo, Valerian, puede funcionar bien como para un público adolescente, por sus frescura, personajes y comedia.
Valerian y la ciudad de los mil planetas: Esplendor a lo Luc Besson. Este jueves llega a las salas el nuevo film del director francés que supo enamorarnos allá lejos y hace tiempo con su Quinto Elemento (Le cinquième élément – 1997), una historia de ciencia ficción de la más pura y dura odisea espacial, esa que los dibujantes y escritores europeos construyeron a lo largo de los dorados años de la nueva ola. La ciencia ficción en la vieja Europa ha sido siempre una precursora, quizás gracias a que supo llevarla por extraños caminos de creatividad, tanto en la imagen como la dinámica de las historias. Fue en tiempos de, la que se dio en llamar, La Nueva Ola, entre los años sesenta y setenta que destacaron grandes artistas como Jean-Claude Forest, Paul Gillon, la riqueza imaginativa de Jean Giraud, más conocido como Moebius y los creadores de “Valerian: agente espacio-temporal”, Pierre Christin y Jean-Claude Mézières. De la que Luc Besson es un viejo fanático, tan es así que el mismo Jean-Claude Mézières le ayudó con la deslumbrante visión de Quinto Elemento. En el siglo XXVIII, Valerian y Laureline son un equipo de agentes espaciales encargados de mantener el orden en todos los territorios humanos. Bajo la asignación del Ministro de Defensa, se embarcan en una misión hacia la asombrosa ciudad de Alpha, una metrópolis en constante expansión, donde especies de todo el universo han convergido durante siglos para compartir conocimientos, inteligencia y culturas. Pero hay un misterio en el centro de Alpha, una fuerza oscura amenaza la paz en la Ciudad de los Mil Planetas. Valerian y Laureline deben luchar para identificar la amenaza y salvaguardar el futuro, no sólo el Alfa, sino del universo. No es sorpresa que el director tenga una asombrosa capacidad en la creación, o recreación de fantásticos universos, lo realmente sorprendente es el detalle con que lleva a cabo esta cinta con ese arranque en que nos muestra el nacimiento de la estación al ritmo de Space Oddity de David Bowie, donde ya nos presenta toda una variedad casi demencial de razas que constituyen el universo de Valerian. La enormidad no le intimida en eso estamos de acuerdo, puesto que en la siguiente secuencia nos mostrará el más delicioso de los mundos, uno que se antoja tan idílico como los creídos por esos antropólogos franceses, que conjeturaban, habían existido antes de la expansión europea. De esta manera nos presenta el preámbulo de una historia que irá perdiendo su fuerza a lo largo del visionado, no así una prodigiosa velocidad de acción y humor, con una pareja que ha sabido ganarse los personajes por la misma rareza con que son interpretados, irreverentes y algo alocados, por los excelentes Dane DeHaan y Cara Delevingne. Pero hay algo que ralenta el show, una suerte de déjà vu que nos crea cierta anticipación a lo narrado, haciendo que el espectador pierda interés en la historia. Tal vez el material parezca un tanto anquilosado, como si la adaptación hubiera llegado algo tarde, después de tantos homenajes que hemos visto a los largo de los años, como en Star Wars y el mismísimo Quinto Elemento. Algo que puede jugarle en contra en ciertos aspectos, porque es en el tercer acto donde la historia pierde el impulso inicial con ese villano por demás cansino que interpreta Clive Owen y una resolución que se antoja algo apurada. Sin embargo, el film en su totalidad mantiene una constante en materia de producción que lo hace un viaje alucinante, plagado de ideas que desbordan lo visto, como la escena del mercado o cierto baile que interpreta una deliciosa Rihanna. Una sinfonía coral de imagen y sonido. Es con ese cuidado 3D que nos sumergimos de lleno a un universo único, que con algún traspié en el guión no deja de ser una maravilla.
Voy a defender mucho a esta película. Tal vez sea el único que lo haga. En materia ciencia ficción pura y dura es de lo mejor que se ha hecho en el último tiempo. Aclaro que jamás leí un comic de Valerian y Laureline en mi vida, así que este es el primer acercamiento que tengo con los personajes pese a que existen desde 1967. Asimismo, no quedan dudas sobre lo que muchos vienen diciendo hace décadas: George Lucas choreó de lo lindo a este universo para darle vida a Star Wars. Pero poco importa para esta película porque a muchos le han robado a la galaxia de Darth Vader y compañía a lo largo de los años, a tal punto que este estreno pasaría a ser uno más (aunque no lo sea). Lo primero que destaco es la aventura. Está planteada de la misma manera en la cual se hacía en el cine de los 80s, pero sin el exceso de nostalgia muy de moda hoy en día. Aquí se siente verdadera por el tipo de film que es y cómo se aborda a los personajes y el conflicto. Y en cuanto a la pareja protagónica, critico la falta de presentación e introducción. Se da por sentado muchas cosas y eso hace que al espectador le cueste empatizar con su vínculo. En esa misma senda, la elección de Dane DeHaan no es la más adecuada para el papel porque no logra transmitir la vibra del antihéroe/aventurero. Aún así, la química que tiene con Cara Delevigne es innegable, y ella sí que está espectacular en el rol. En términos de realización es un caso para destacar dado a que no nos encontramos ante un film de Hollywood por más que lo aparente. Se trata de una producción europea. El director Luc Besson le pone toda su impronta y pasión a un proyecto en el cual viene laburando hace más de diez años. Es muy fácil trazar paralelos con El quinto Elemento (1997), no solo por el estilo sino también porque da la sensación de que ambas películas forman parte del mismo universo. Los efectos visuales son geniales, lo mismo que la fotografía y el montaje. La historia entretiene si te dejás llevar y te sumergís, aunque a algunos se les puede hacer un poco larga. Valerian y la ciudad de los mil planetas es la última gran película de ciencia ficción de la vieja escuela pero con efectos modernos. Estas ya no se hacen más, ni si quiera remakes y ni si quiera las nuevas Star Wars. Un caso perdido, una excepción, de la misma manera que fue John Carter en 2012, y parece que va a parar al mismo lugar. Ojalá me equivoque porque me quedé con muchas ganas de ver más aventuras de Valerian y Laureline.
Es sin dudas una película costosa y pretenciosa. La más cara del cine europeo. Y Luc Besson quiso lucir cada euro invertido. Y lo hace con un despliegue que no solo es visualmente deslumbrante, una psicodelia enloquecida con efectos casi psicotrópicos sobre el espectador, le suma al 3D una creatividad exaltada y se queda en esa sucesión que comienza muy bien y luego navega en recovecos sin sentido durante una larga hora, hasta que encamina la acción y encarrila un argumento entendible. Tiene momentos realmente destacables, el ataque a un planeta perfecto e ideal con seres bellísimo muy parecidos a los Navi de “Avatar” es impresionante, la ciudad de los mil planetas y los lugares que recorren los protagonistas también son una hipérbole de momentos bellos y escenas grandilocuentes, la aparición de Rihanna es un momento único con sus transformaciones y efectos. Desde la mitad de la película y hasta el final, dura dos horas y 17 minutos, el argumento se muestra más sólido, deja la explosión colorida y la mirada adolescente, para contar una traición, un error encubierto, una despiadada actitud con tal de no reconocer errores y una bienvenida coherencia. Seguramente tendrá fanáticos del director que aplaudirán su exuberancia visual, la creatividad en los seres que habitan esa ciudad de los mil planetas. Parte de razón tienen, pero detrás de tanto oropel sin mucho sentido, con algunas observaciones a desigualdades de un mundo injusto, con una intensión de luchar por el amor, parece no alcanzar para ser un film que parece fallido.
Un espectáculo visual con un diseño de producción muy cuidado y los típicos tropes de ciencia ficción hacen de Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas un film bastante entretenido más allá de la evidente falta de química de su pareja protagonista y su flojo guion. Valerian es un personaje que vio la luz en 1967 en una historieta de ciencia ficción que logró un gran impacto en la cultura pop. La influencia del comic Valérian: agente espacio-temporal (después pasó a llamarse Valérian y Laureline) creado por el escritor Pierre Christin y el artista Jean-Claude Mézières pueden rastrearse en varias películas de ciencia ficción y fantasía que la siguieron como Star Wars (1977), Avatar (2009) y El Quinto Elemento (1997). La historia de esta pareja de agentes que trabajan para el Servicio Espacio-Temporal embarcándose en peligrosas misiones y viviendo aventuras a través del universo estableció ciertas “reglas” o elementos básicos a la hora de crear una space opera que hasta el día de hoy son estándares para el género. El director Luc Besson (Subway 1985, Léon: The Professional 1994, Lucy 2014) es un gran admirador de las aventuras de Valerian en las viñetas (en varias entrevistas admitió que de niño era un fan del comic) pero nunca se planteó seriamente adaptarlo a la gran pantalla hasta que trabajó junto a Mézières en El Quinto Elemento (el dibujante se encargó de los diseños y el arte conceptual de la película), donde el artista del cómic lo incitó a llevar a sus personajes a la pantalla grande. Limitado por la tecnología de la época y el presupuesto, el proyecto se mantuvo en espera hasta que en 2012 se anunció oficialmente. La película arranca con dos prólogos. Por un lado nos sitúa en una estación espacial internacional que cada vez crece más y más al recibir en un principio a humanos de todas las naciones y luego a razas alienígenas de distintos planetas hasta que para el Siglo XXVIII se convierte en Alpha una enorme comunidad donde conviven distintas especies de todo el universo compartiendo su cultura y conocimiento. Por otro lado vemos a los Pearls del paradisíaco planeta Mül, una raza de extraterrestres pacíficos que viven de la tierra cosechando unas perlas llenas de energía y son aniquilados por motivos desconocidos. Los agentes Valerian (Dane Dehaan) y Laureline (Cara Delevigne) forman parte de una división especial de policía humana espacial destinada a preservar la paz en el universo. Luego de ser enviados en una misión a un mercado interdimensional para recuperar un animal único en su especie, los agentes descubrirán que una extraña fuerza radioactiva amenaza con destruir Alpha desde adentro. Valerian y Laureline desafían las órdenes del Comandante Arün Filitt (Clive Owen) y se meten en las peligrosas entrañas de la ciudad de los mil planetas para descubrir que se esconde en ese sector prohibido y salvar a todos los habitantes de Alpha. Además, el mujeriego Valerian hará todo lo posible para ganar el corazón de Laureline (aunque en primer lugar deba superar su miedo al compromiso). Valerian y la Cuidad de los Mil Planetas se destaca principalmente por el increíble estilo visual. Los efectos especiales y prácticos de la mayor calidad logran dar vida propia a los distintos planetas, Alpha y todos sus escenarios y la impresionante cantidad de aliens, monstruos y criaturas. Realmente vemos un universo gigante y nuevo desplegarse ante nuestros ojos con todo lo que eso conlleva. Lamentablemente, debido a que la película se centra en nuestro dúo protagonista, no tenemos demasiado tiempo para conocer nada en profundidad. Suponemos que detrás de cada especie, planeta, criatura u objeto hay una historia, pero no llegamos a conocer ni la mitad de lo que la película nos muestra. Los personajes principales no logran del todo convencer con su dinámica de pareja ambigua que va y viene debido a su falta de química en pantalla. Dane DeHaan no termina de vender su personaje de héroe de acción carismático y encantador a lo Han Solo, mientras que Cara (salvando su carencia de habilidades histriónicas) sale bastante airosa en su intento de hacer una ruda heroína sabelotodo con mala actitud. La historia y el guion se siente algo acelerado y superficial, más preocupado por hacer que el film avance hacia la próxima escena o locación antes que por involucrar al espectador en la historia o generar algún lazo emocional con los personajes. Sin embargo, la película fluye muy bien y en ningún momento se siente lenta, pesada o aburrida (aunque sí es verdad que su primera mitad es más emocionante y bien narrada). Sin dejar de tener en cuenta sus fallas, Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas es un film muy divertido que sin duda deleitará a quienes busquen en los cines un entretenimiento pochoclero con un gran despliegue de efectos especiales y entretenidas escenas de acción.
Nada nuevo bajo el sol y sus galaxias aledañas. Nueva película de ciencia ficción con aspiraciones de saga y pensada para un público adolescente, Valerian y la ciudad de los mil planetas es además el último mega proyecto del director y productor francés Luc Besson. Este último dato funciona como una definición cinematográfica en sí misma y permite hacerse una idea rápida y somera de qué es lo que se puede esperar de ella. Desborde imaginativo basado casi exclusivamente en un dispositivo visual barroco; la utilización del recurso del humor como fin antes que como medio y la acción sin pausa como norte narrativo, son algunas de las características que definen a la categoría “Film de Luc Besson” y que en este caso se cumplen a pies juntillas. Basada en una historieta de origen francés, Valerian... es la historia de dos agentes especiales de un estado interplanetario, a quienes se les encomienda la misión de recuperar un objeto extraño y valioso del cual lo ignoran todo. Pero, claro, todo lo que pueda fallar, fallará, dando pie a la aventura. Deudora de emblemáticas sagas espaciales tanto en lo estético como en lo narrativo, la película no le aporta nada nuevo ni interesante al universo imaginativo de este tipo de productos. Como la mayoría de los trabajos en los que Besson participa, sea como productor, director o ambos, Valerian... es un producto de exploitation, que en este caso sería Spacexploitation. Besson fagocita, vampiriza y parasita antes que releer, reescribir o ampliar el género del cual se alimenta, dando como resultado una película pobre, chata y predecible. El principal argumento para tratar de convertir a Valerian... en un éxito de ventas es la promoción de un despliegue visual con pretensiones de vanguardismo, que sin embargo no es tal. Aunque se invirtieron millones en su diseño y realización, el universo imaginativo de la película es, sin embargo, muy pobre, atado a cuanto estereotipo se le cruza. Ejemplo claro de esa morosidad es la secuencia que transcurre en un mercado intergaláctico clandestino. De modo predecible, dicho mercado no solo remite al modelo de las ferias persas o turcas, suerte de La Salada del espacio, sino que se encuentra enclavado en un plantea desértico. Y como hay desierto, el director llena todo de una ornamentación arábiga adaptada a lo cósmico, incluyendo ridículos personajes con turbantes, una arquitectura y una banda sonora al tono, y un ambiente babélico similar al que George Lucas creó para su emblemática taberna de mercenarios. Besson no imagina: regurgita. Avatar, La guerra de las galaxias, Viaje a las estrellas, los videojuegos en primera persona: Valerian... es una caricatura mala en la que las referencias se superponen a la velocidad de la luz, como si lo que se buscara fuera abrumar al espectador para no darle tiempo a pensar. Un desborde que como contrapartida apela todo el tiempo a discursos explicativos, en busca de echar agua pero sin conseguir que nada se aclare.
Bombardeo de tramas y estímulos El director y productor más poderoso del cine francés (Luc Besson), compañías de ocho países, 180 millones de dólares de presupuesto, un dream team técnico (desde el fotógrafo Thierry Arbogast hasta el músico Alexandre Desplat) y un ecléctico elenco (Dane DeHaan, Cara Delevingne, Clive Owen, Rihanna y Ethan Hawke) para esta transposición de los cómics de Pierre Christin y Jean-Claude Mézières. No puede decirse que al creador de El perfecto asesino, El quinto elemento y Lucy le falten ambición ni agallas, pero Valerian y la ciudad de los mil planetas es una película tan fastuosa y espectacular como fallida en su narración y hasta irritante en su bombardeo de estímulos, subtramas y personajes sin demasiados atractivos ni coherencia. DeHaan y Delevingne son los más que dignos protagonistas de esta épica de ciencia ficción que arranca en la línea de Avatar, sigue en la de Star Wars, prosigue en la de Blade Runner y termina... en cualquier parte. En su misión, Valerian y Laureline buscan hacer justicia para con los habitantes de Mül, un paradisíaco planeta con habitantes bienintencionados que es invadido y destruido. Aventuras, romance, batallas interplanetarias, mensaje ecologista, estética de historieta, nuevas tecnologías, múltiples cameos, números musicales... Besson ofrece un poco de todo, pero nada funciona del todo bien. La sensación, en definitiva, es la de una acumulación sin demasiado criterio ni sentido, con mucho de capricho y demasiado déjà vu.
Perdidos en el espacio La historia se le va de las manos al director de El quinto elemento, quien no tuvo suerte al elegir a su protagonista. El cine de Luc Besson nunca partió de la lógica, ni se alineó con ella. Si ni Juana de Arco (1999) lo hacía, ¿cómo pedirle que esta aventura de ciencia ficción de casi 200 millones de dólares lo haga? El mayor Valerian (Dane DeHaan) y su más inteligente asistente e interés amoroso, la sargento Laureline (Cara Delevingne) cumplen las misiones asignadas por el gobierno de la Federación Humana. La nueva, en un futuro muy, muy lejano, consiste en viajar a un planeta, capturar una rara criatura y regresar a Alpha (la Ciudad de los mil planetas). Una vez allí, deben proteger al Comandante (Clive Owen), mientras combaten algo desconocido dentro de la base. Y hay una raza de alienígenos a-lo-Avatar, que son pacíficos y cuyo pasado sirvió de prólogo a la película, y se cruzará en la historia de Valerian. Vayan al cine sabiendo esto, y tal vez la pasen mejor solamente observando las escenas de acción y destreza física, y universos fuera de lo común. ¿Desborda imaginación? Sí, y no sólo eso. Besson pierde la brújula que supo tener en sus comienzos y la historia se le va de las manos, tal vez por la magnitud de lo que debe manejar. No la puede agarrar, o más explícitamente, no la puede sostener. ¿Es un sinsentido? En buena parte de su metraje, sí. Besson es ambicioso, y ha tomado los cómics espaciales de Pierre Christin y Jean-Claude Mézières y reformulado a su gusto. El filme, su guión, está fundado como una serie episódica de misiones, con variedad de locaciones creadas por computadora, espacios abiertos o cerrados, y personajes de lo más extraños igualmente generados por computación. Aquí Besson se parece a Michael Bay más que al George Lucas de La guerra de las galaxias. Sí, y no, porque Besson ha demostrado tener un gozo artístico que al director de Transformers se le extravió desde La Roca a estar parte. La pirotecnia es lo que abarca la imagen, no hay construcciones de personajes principales, en especial Valerian, que no hace más que mostrarse un latoso e incómodo enamoradizo de Laureline (se entiende). Pero es el personaje femenino, tal vez porque Cara Delevingne lo ha entendido, el que termina luciéndose y robándose los momentos que en pantalla aparecen juntos. Y por ahí también están Ethan Hawke, y Rihanna como una bailarina exótica. La fórmula -sí, porque Valerian... la tiene y no la disimula- es la misma de muchos blockbusters hollywoodenses contemporáneos. Misiones increíbles, escenas de acción hiladas muy finamente por una trama cuasi inexistente; la película vale por lo que los efectos visuales y de sonido logran impactarnos.
Vuelta por el universo Luc Besson y su retorcida mente nos traen una nueva película de ciencia-ficción que con unos efectos de p@$a madre, unos vestuarios de locura y un maquillaje que la rompe, pinta para ser uno de los grandes estrenos del año, y ya venía siendo esperado por varios en el mundo entero. Besson que con El quinto elemento (Le cinquième élément, 1997) ya había incursionado en la ciencia-ficción, vuelve al género con la tecnología de efectos especiales que le permitiesen hacer un sueño personal en realidad. Valerian y la ciudad de los mil planetas cuenta una historia basada en la serie de historieta francesa de ciencia ficción "Valérian y Laureline", escrita por Pierre Christin e ilustrada por Jean-Claude Mézières. En el primer párrafo se da a entender que lo mejor del film es lo visual, llena de efectos de calidad inmejorable, vestuarios que la rompen... pero había una gran duda con esta película: ¿qué onda con Cara Delevigne? Bueno, por suerte les puedo decir que no decepciona como sucedió en Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016). Cara, que interpreta a Laureline, una agente espacial, con su hermosura sorprende; con sus dotes actorales, pero sí puedo decir que sorprende que está muy bien o mucho mejor que antes, por lo menos. Con ella, en pantalla están Dane DeHaan como Valerian, Clive Owen, Rihanna, Ethan Hawke. De la historia no se puede decir mucho, es lo esperable, tal vez se queda a mitad de camino y pierde algo de drama, pero es sostenible. Eso sí, demasiado larga para este género. En resumen, si te gusta la ciencia ficción, Valerian te va a gustar, y si te gustan los efectos especiales bien hechos, más aún.
La última película del francés Luc Besson es un alucinante espectáculo visual al que le falta algo de contenido. Basada en los cómics “Valérian et Laureline” (de donde el director ya había tomado referencias para El Quinto Elemento), Valerian y la ciudad de los mil planetas gira en torno a dos jóvenes agentes (interpretados por Dane DeHaan y la modelo, ahora devenida en actriz, Cara Delevingne) encargados del orden y la seguridad entre los planetas. Después de una gran secuencia introductoria: un universo idílico donde los seres provenientes de diferentes lugares convergen y se conocen con un saludo entre formal y amable musicalizado por la infalible “Space Oditty” de David Bowie; nos muestran a un bello y colorido planeta siendo atacado y casi exterminado y a esa especie que lo habitaba, forzada a trasladarse. A partir de ese momento, ambos agentes se ven metidos en una trama oscura de secretos que tendrán que develar para poder proteger a las diferentes especies. La relación entre ambos personajes protagonistas ya aparece definida. Se atraen, coquetean, hay una evidente tensión sexual flotando en el aire, pero ella no está dispuesta a entregarse así como así, por lo que él intenta ganarse su atención con su personalidad canchera y de ganador. Es Cara Delevingne quien se destaca en esta pareja, con un papel que le permite pasar por diferentes emociones y desplegar así mejor sus múltiples facetas. Su Laureline es un personaje fuerte y rudo pero, al mismo tiempo, tierno y dulce. DeHaan queda algo deslucido como protagonista, pero la química entre ambos ayuda mucho a hacer más grandes las pequeñas escenas que los tienen a ellos dos simplemente interactuando, ya no peleando ni corriendo a través de diferentes escenarios psicodélicos. Más allá del título del film, es ella la verdadera protagonista. Valerian y la ciudad de los mil planetas es la película francesa más cara. Por eso es cierto que en cuanto a lo técnico, sobre todo lo visual, el film no decepciona. La construcción de estos planetas y criaturas en lo que atañe a la dirección de arte es muy buena, incluso el diseño de vestuario resulta llamativo y funcional al mismo tiempo. El problema es que no cuenta con un guion que les permita lucirse más allá de lo superficial. Si bien algo complejo y enrevesado podría haberle jugado en contra a un film que desde lo visual es apabullante y brinda mucha información todo el tiempo, lo cierto es que los personajes en general carecen de mucha dimensión y algunos diálogos terminan sonando pobres o trillados. El punto más flojo del film radica allí: en el libreto. Clive Owen es el villano de turno y aunque su personaje no llega a destacarse ni a parecerse un poquito a, por ejemplo, el (o los) Gary Oldman de las películas que hicieron a Besson conocido, cumple con su histrionismo. Lo mismo pasa con Ethan Hawke en un rol menor y vale además destacar la participación (de menos de dos minutos de pantalla) de Rutger Hauer.
Varios años atrás, el director Luc Besson comenzaría a desarrollar su proyecto más ambicioso. Declarado admirador del cómic de ciencia ficción Valérian et Laureline, creado por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières en la década del ’60, el francés sería el encargado de llevar a la pantalla este gran pilar de los anales del sci-fi moderno; tarea que finalmente daría como resultado la producción del film europeo más costoso de la historia. Valerian and the City of a Thousand Planets representa la conversión en realidad de la narración que inspiró a numerosos relatos como Star Wars, Avatar o Blade Runner, solo por nombrar algunos. El realizador nos pone frente a su visión, un despliegue visual glorioso con la que conjuga su experiencia en el campo de la acción, de forma que los defectos de su historia se vean maquillados por tal infartante puesta en escena.
El cine podría ser un cúmulo de cosas. Si lo equiparamos de una forma verbalmente sencilla llegaría a decir que es un viaje mágico, entonces Valerian y la ciudad de los mil planetas sería una de esas fantásticas travesías jamás vista e imaginada. Dentro de la filmografía de Luc Besson encontramos Azul profundo (Le Grand Bleu 1988), Nikita (1990), El Perfecto Asesino (Léon 1994), El quinto elemento (1997), entre tantas otras. De alguna manera fue de la mano de este genial director de cine (también guionista, escritor y productor francés) que terminé de descubrir el enorme valor de la ubicación de la cámara en el cuadro. El compromiso que se asume. Qué mostrar, qué no y por qué. Cómo llegar a conmover con esa arma que no dispara balas, pero desnuda una verdad. Y qué bien utilizada, arrebata hasta la emoción. Y me pregunto hasta dónde llega la mente o la capacidad del hombre para imaginar esos escenarios, esos personajes, y esta historia futurista… apasionante. Dos agentes especiales (Valerian y Laureline) designados a una misión en Alpha, como disparador que nos lleva a colonizar una galaxia llena de nuevas sensaciones. Deslumbrante largometraje que tiene todo, aventuras, ciencia ficción, romance. Son 137 minutos de duración que te vuelan literalmente la cabeza. Sin lugar a duda entra por el portal de las imperdibles. Animáte a este vuelo, te aseguro que no te vas a arrepentir.
Luc Besson de regreso a un mundo futurista Luc Besson vuelve al terreno futurista e intergaláctico de una de sus mejores películas, "El quinto elemento", ahora adaptando un comic francés de culto, "Valerian y Laureline", de Pierre Christin y Jean-Claude Mezières, por lo que el asunto es más ambicioso, empezando por el concepto de una ciudad en la que conviven pacíficamente mil culturas y razas llegadas desde los más lejanos confines del universo. En el divertido prólogo que va demostrando cómo, desde una estación espacial internacional, se fue dando una larga serie de encuentros con culturas extraterrestres, hay más diseños de marcianos estrafalarios que en cualquiera de las películas de "Hombres de negro". Pero la variedad de criaturas y paisajes extraños puede llegar a ser abrumadora a lo largo de las mas de dos horas de película donde, por una cuestión lógica de adaptar una serie de comics en un solo argumento, pasan más cosas de lo que el sentido común aconsejaría. Los agentes de la confederación humana, Dane DeHaan y Cara Delevingne, deben descubrir un secreto oscuro en esa sociedad ecuménica, lo que deriva en un horrible caso de intolerancia relacionado con los terrícolas. Las imágenes alucinantes implican prodigios técnicos difíciles de apreciar del todo viendo una sola vez esta película, cuyo efecto visual redime sus desequilibrios argumentales. En el elenco la que realmente se luce es la cantante Rihanna como una alien con curiosas habilidades.
Video Review
Visualmente apabullante, cruce de Avatar con Star Wars y Blade Runner, Valerian es la nueva osadía de Luc Besson, capaz de manejar presupuestos hollywoodenses para rendir culto, como en este caso, a un comic cuya adaptación tiene en la cabeza desde hace años. Son más de dos horas de aventura intergaláctica con una imaginería que asombra alrededor de una pareja de héroes casi adolescentes que, en el espacio infinito, defienden a una civilización oprimida por un villano interpretado por Clive Owen. Ambiciosa, simpática, aunque algo inconexa y caótica, Valerian ofrece un gran espectáculo. Eso sí, sin emoción ni demasiada "alma". Todo no se puede.
Este film fue asesinado comercialmente con absoluta injusticia. No es una mala película, aunque tampoco es excelente. Luc Besson tiene un amor gigantesco por el cine de Hollywood y la ciencia ficción: llevar al cine este cómic francés mítico era una manera de reafirmar un gusto, compartirlo con la audiencia y decir “aquí, en Francia, inventamos todo”. Es cierto: la historia de estos dos agentes espacio-temporales, especie de espías adolescentes que son Valerian y su ¿novia? Laureline está hecha de retazos de cosas ya narradas. Pero Besson no sólo trata de rescatar el diseño hermoso de la tira original sino que trata de inventar maneras de sumergir al espectador en la acción a niveles casi surrealistas (esos giros de 360° de la cámara, los entornos virtuales, los personajes salidos de sueños y pesadillas) que vuelven la experiencia algo así como la versión hiperlisérgica de “Star Wars”. Besson, sin querer, hace una pregunta pertinente al tanque de hoy: ¿Hasta dónde podemos ir hoy que cualquier imagen es posible? Y su problema es que su imaginación se vuelca más en el diseño que en la empatía por sus personajes. Salvo en Laureline, una increíble Cara Delevigne, pura humanidad con belleza, ingenio y humor. Experimento desquiciado.
Los homenajes y las influencias en los medios artísticos suelen ser confundidos con plagio; Luc Besson escribe y dirige esta adaptación de un cómic francés utilizando lo mejor del cine de ciencia ficción (de toda época), y sumando su creatividad nata. Con un estilo cómico muy ochentoso, unos efectos de primera calidad y una historia ágil, Valerian se convierte en uno de los mejores films de este 2017 gobernado, a mi parecer, por la majestuosa ‘T2: Trainspotting‘. La historia se sitúa en una estación espacial encargada de albergar e integrar a toda especie suelta en el espacio exterior. Los agentes Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Develingne) son dos extravagantes jóvenes que deben embarcarse a la zona más oscura de la plataforma para rescatar al Comandante Almün Fillitt (Clive Owen) y sacar a la luz una conspiración que amenaza con terminar con la paz en el lugar más habitado del universo. El guión es un festival de localizaciones, personajes y subtramas que demuestran que no hace falta hacer pequeñas historias para que el público se enganche, sino que todo depende del timing y la prolijidad con la que los muchos elementos sean ubicados y tratados. Los diseños artísticos son un deleite visual digno de apreciarse en la mejor sala 3D que tengan cerca, la onda de los planetas (los cuales no voy a detallar porque son sorprendentes) van a enloquecer la glándula nostálgica de los grandes y a disparar el hambre de entretenimiento de los más chicos. Los personajes no son el punto más fuerte de la idea, pero cumplen con su cuota de carisma y tienen momentos que demuestran que la solidez del guión también se aplica, en menor medida, a ellos. La revelación del villano es un spoiler bastante predecible, pero la personalidad cobarde de éste hace que la falta de sorpresa se perdone. Valerian y la ciudad de los mil planetas (Valerian and the City of a Thousand Planets, 2017) es un proyecto que deben mostrarle a los pequeños de la familia para que estos se adentren en el universo de la BUENA ciencia ficción. No se la pierdan.
Valerian es una novela gráfica francesa que se cree fue la inspiración de George Lucas para crear el universo Star Wars y decrítica de Valerian James Cameron para crear el mundo de Avatar. Luc Besson (director de Nikita y El Perfecto Asesino), cumple un sueño de la niñez con esta adaptación cinematográfica, pero no puede evitar entregar una gran bolsa de caramelo visual sin riqueza alguna en el desarrollo de sus personajes. Caramelo Visual, pero no Narrativo: Estamos en el siglo 28 y la estación espacial Alpha es hogar de miles de especies a lo largo del universo. Una fuerza oscura amenaza su existencia, por lo que los agentes militares Valerian y Laureline tienen la misión de detenerla, ya que no se trata sólo de una amenaza a la estación sino hacia todo el universo. El guion parece empecinado en ilustrar la diplomacia y el nivel de detalle en los universos, mientras que los desarrollos narrativos y de personaje son desaprovechados, cuando no descuidados. El ritmo se llega a volver muy cansino, haciendo que los 140 minutos se sientan como más. Incluso las escenas de acción no sorprenden ni generan tensión como se prometía en los trailers. La química entre los personajes nunca queda del todo clara, y menos aún el nivel de confianza mutua que hay en su relación. Esto trae como resultado una tensión romántica que no suscita interés alguno, ni siquiera cuando tratan de trasladarlo al plano emocional (forzadamente, desde luego). También hay un intento endeble de establecer el amor y el perdón como temática, pero la primera es mencionada una vez y nunca más, mientras que la segunda aparece convenientemente para explicar con su carencia la falla de carácter de la raza humana. No obstante, a pesar de todas estas reservas, encuentro una cualidad a favor: durante el inicio de la película, fue todo un acierto el explicar siglos de diplomacia interplanetaria en unos pocos minutos, exclusivamente a través de las imágenes y sin otro dialogo o sonido que Space Oddity de David Bowie. En el apartado técnico, debo reconocer que la película es visualmente sobresaliente tanto en la dirección de arte, la fotografía y los efectos visuales, aunque si estos no complementan a la historia parece que están ahí para tapar carencias narrativas. En el apartado actoral, Dane DeHaan no consigue convencer; Cara Delevingne se prueba más natural y fresca que en otros trabajos; Clive Owen está prolijo en el poco tiempo que aparece. Rihanna aporta la cuota necesaria de pop con su baile sensual, pero una vez pasado esto intenta entregar un comic relief que no termina de cerrar o de emocionar. Ethan Hawke provee un cameo como presentador que no pincha ni corta: se trata de un personaje que, en el guión, no tiene ni la presencia ni las palabras para justificar el carisma de una celebridad en ese papel. Conclusión: Más empecinada en hacer gala del arsenal visual a su disposición que en conseguir la comunión del espectador con los personajes, Valerian acaba por probarse como un denso desacierto narrativo. Una propuesta que no se muestra a la altura de sus intenciones, por más nobles e innovadoras que nos las quieran vender.
Ideal para los amantes de la ciencia ficción llega “Valerian y la ciudad de los mil planetas” escrita y dirigida por el prestigioso cineasta Luc Besson (58). Vemos un grupo de seres muy especiales, tienen su cultura, conviven en armonía y paz, hay unos animalitos simpáticos como “Melo el convertidor”, dulces y especiales que otorgan una especie de perlas fuente de energía, pero algo terrible sucede y hace desaparecer ese planeta, surgen momentos de temor y desesperación ante la pérdida de sus seres queridos y la destrucción. Luego aparecen en escena la pareja protagonista del film Valerian y Laureline (estos personajes no resultan impactantes, no hay química y son poco creíbles) pertenecen a la policía de Alpha, tras una misteriosa amenaza, les asigna una misión especial: deberán encontrar a ese animalito “Melo el convertidor” que descarga una serie de perlas especiales, viajar en el tiempo y enfrentarse a todo tipo de peligros. Viven una serie de aventuras y desventuras en mundos muy diferentes. Nos metemos en un mundo fantástico, surrealista, pasando por distintos climas, con toques de humor negro, secuencias de tiroteos y algunas peleas bien filmadas. Hay que destacar algunas actuaciones como las de: Ethan Hawke, Clive Owe, y Rihanna y Rutger Hauer este último hace una pequeña participación. Varios mensajes entre ellos el ecologista. Tiene alguna similitud a la saga de Star Wars y al “Quinto elemento” pero más esplendorosa. Visualmente majestuosa, espectacular, entretenida, los efectos especiales están increíbles, muy buenas recreaciones de criaturas mediante captura de movimientos, un gran trabajo de arte y si elegís verla debes hacerlo en una buena sala en lo posible en 3D. La banda sonora es maravillosa. Uno de los problemas de la película es que se siente larga. Esta es la historia más cara del cineasta francés y costó cerca de 200 millones de euros.
Nueve años y doscientos nueve millones de dólares después “Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas” es el despropósito que esperábamos de Luc Besson luego de “El Quinto Elemento”. Una fantasía excesiva y tortuosa de atravesar en sus eternas 2 horas y 17 minutos de metraje. Imagina Guardianes de la Galaxia con malos chistes, actores sin carisma, la construcción de un mundo incoherente desde lo estético y hasta lo narrativo. En medio de toda esa ensalada, Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne): la parejita más aburrida del universo. Besson construyó su película en torno a una pareja con el equivalente a química negativa. Valerian es un comandante en el ejército humano de la Federación y se nos presenta (mediante conveniente dialogo expositivo) como un mujeriego que supuestamente está enamorado de su compañera Laureline, pero con declaraciones de amor que tienen toda la pasión de alguien relatando la lista del supermercado. Ella, por su parte, atraviesa el filme con una expresión que parece atrapada en algún lugar entre la desaprobación y la total abulia. Tan inexpresivos como el espacio vacío, cuando ambos deben disparar las lineas “graciosas” y cancheras del guión (también escrito por Besson) todo cae en saco roto. El cocoliche visual sustentado en los costosos CGI no alcanza a resucitar una trama rídicula. Algo que el propio guión parece reconocer en una escena en la cual el personaje de Delevigne grita “Esta misión no tiene sentido!”. A confesión de parte… Basado en una prestigiosa serie de historietas francesas, donde la ciudad titular es la estación espacial internacional, un lugar en el siglo 28 donde miles de evacuados de los planetas habitan. El conflicto llegará a través de un ataque a una pacifica comunidad de Avatars Pearls para luego justificar (como en “El Quinto Elemento”) que lo más importante no es el dinero ni el poder, sino el amor. La resolución de este conflicto involucra el concepto de ALMAS, porque así es Besson. A partir de allí la película es un hámster en una rueda giratoria, no va a ningún lado. Ni una secuencia de títulos que resuelve de manera inteligente explicar el estado del mundo, ni una impactante presencia escénica de Rihanna, ni la breve aparición de Ethan Hawke (que nos hace desear verlo en el rol de Valerian) salva una película que está mas cerca de “Zardoz” (1974) que de “El Despertar de la Fuerza”. Ni siquiera alcanza para una visión irónica. Y su falta de personalidad tampoco la pone cerca del culto, hoy cualquier película tiene fan art y la internet propaga cualquier cosa, pero Valerian no cumple el primer requisito que una película de culto debe tener, ser buena.
Los trailers de Valerian venían proyectándose antes de cada película durante los últimos tres meses, por lo menos. Tanta publicidad, además de ser un gasto enorme en marketing, resulta algo bastante inusual para una película de este tipo -por no decir sospechoso- ya que a pesar de su gigantesco presupuesto, puede encuadrarse dentro de lo que se considera cine independiente, al no contar con ningún estudio grande (“major”) detrás. La razón fue la necesidad de recaudar, porque el fracaso estrepitoso en EEUU (39 millones de ingresos contra 177 de presupuesto), hace que dependa fuertemente de su recaudación en el extranjero. Lo curioso, más allá de los bombos y platillos con los que se anunció el film, es que el trailer es también engañoso y da una visión incorrecta de lo que es la película: parece mala. Así de simple. Veamos: Los protagonistas -de aspecto juvenil, casi adolescente-, el brillo encandilador y la apariencia en general del mundo de fantasía que muestra el avance, dan una clara idea de que la película está dirigida a adolescentes y niños, y en particular al target femenino del mismo. Esa idea no es necesariamente errada, pero tampoco le hace justicia. Por otra parte, y lo más grave de todo, la venta de la película no dice nada sobre la historia y de hecho lo poco que dice hace que parezca aburrida, intrascendente o sencillamente carente de contenido. Afortunadamente, la verdad es otra. La película no es muy buena, está lejos de serlo, pero sí tiene una historia entretenida para contar y sabe cómo hacerlo. Los diálogos son coherentes respecto al género, los actores no son malos, y la película en general divierte. Valerian es un universo de ficción bien construido, con algunos elementos novedosos y bien mostrados. Está basada en un comic aclamado y la historia cierra. No deja baches, ni es lineal y predecible…. salvo por algún que otro cliché, que no molesta tanto (spoiler alert: la chica y el chico se terminan besando). Aquellos que disfruten del género, o de películas como Star Wars o Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy), podrán apreciarla. Y como el trailer baja mucho las expectativas, los que vayan a verla seguramente no saldrán decepcionados.
Crítica emitida el sábado 26/8 de 20-21hs en Cartelera 1030-Radio Del Plata (AM 1030)
DORMIR SIN TÉ DE VALERIANA El cine como medio para ver una película tiene una gran ventaja, el factor vergonzante que impide que uno se retire apenas transcurridos los primeros minutos si lo que ve no es de su agrado, como si cambiara de canal, de disco o de streaming desde el sillón de su casa. Quizás haya excepciones como un tema de salud, un bebé que llora en lugar y momento equivocados o que no se puedan soportar las escenas por crudeza visual. Pero el hastío que provocan las primeras imágenes del denso prólogo de Valerian y la ciudad de los mil planetas se encarga de proponer que uno pueda dejar la sala casi sin que nadie lo mire con cara rara. Una intro que intenta describir la evolución de la humanidad en el espacio desde el año 2020 en adelante por medio de clips que intentan ser simpáticos saludos entre comandantes de distintas expediciones, pero que se vuelven repetitivos y faltos de gracia. Luego la cosa empeora cuando la narración se mete en un planeta cuyas criaturas parecen una cruza de los habitantes del planeta Pandora de Avatar (un tanto desteñidos) y humanos con el rostro de Jennifer López. Ellos viven en lo que parece una interminable playa y pescan y cosechan una suerte de perlas y bailan y agradecen al cielo como si estuviesen drogados. Es obvio que esa situación cambiará en breve, pero el hecho de que no sea tan breve lo hace insoportable. Ese es el primer problema con Valerian…, pero no el único. Un comienzo para nada prometedor que debiera resurgir cuando hacen su irrupción los dos protagonistas que encarnan al Mayor Valerian (Dane DeHaan) y a su compañera, la sargento Laureline (Cara Delevingne), que sin casi ninguna explicación comienzan a flirtear utilizando latiguillos que ya eran viejos hace veinte años. Una relación de histeria fingida y sarcasmo sobreactuado que pide a gritos clases avanzadas de los realizadores detrás de series al estilo Luz de Luna, por dar un ejemplo, porque si hay algo falto de ritmo, gracia y timing es el coqueteo entre esos dos, por no mencionar una química inexistente. Y luego llega la primera misión, de acción vertiginosa en dos dimensiones que coexisten en el mismo espacio y en un ámbito de funcionamiento incomprensible. Un escenario que presenta un mercado que recibe turistas de toda la galaxia pero en el que sus visitantes van a comprar cosas parecidas a utensilios de cocina o de ferretería. No sería tan necesario que se explique cómo funciona eso, pero sí que resulte mínimamente creíble para darle un contexto adecuado. El mayor Valerian tiene que recuperar un objeto y el medio en el que se mueve es tan complejo que resulta confuso y no consigue que el espectador pueda sentir el riesgo por el cual presuntamente pasa el protagonista. Recién pasada la mitad de la película se logran las primeras risas, los primeros atisbos de diversión de la mano de un par de alienígenas pintorescos y de la aparición de la misma Rihanna que demuestra que puede ser una buena comediante. Pero luego todo vuelve a achatarse con la aparición forzada de las respuestas a los enigmas pobremente planteados al inicio. ¿Qué significan los sueños de Valerian? ¿Qué esconde el comandante encarnado por Clive Owen? ¿Qué buscan los misteriosos seres de la raza que aparece en los sueños del mayor? Todos esos interrogantes tienen una resolución tan burda, que parece casi digna de uno de los casos del equipo de Scooby-Doo (sólo faltaron las máscaras). Hace veinte años Luc Besson supo deslumbrar con El quinto elemento, una space opera con un diseño de producción asombroso y un ritmo narrativo envidiable. Fue capaz de generar vértigo y de jugar con el steampunk como si fuese un futuro posible y palpable. También estaban Bruce Willis y Milla Jovovich, hay que destacar, pero sus diálogos eran geniales, efectivos y con frases que aún hoy brindan guiños de complicidad entre quienes la vieron (como el versátil “Leeloo multipase” por mencionar alguno). Valerian y la ciudad de los mil planetas, en cambio, es un desatino tras otro, un intento por traducir a film un cómic –Valerian y Laureline– en el que se han inspirado grandes clásicos como Star Wars o la misma El quinto elemento (en donde hasta el mismo autor ayudó en el arte conceptual). Por eso mismo es que no se explica que aburra tanto y sea tan predecible en cada una de las situaciones planteadas, cuyo hilo conductor no genera el interés suficiente. Ni que las escenas de acción y combate resulten anodinas o presas de un CGI sin gracia y saturador. En definitiva, si bien Valerian y la ciudad de los mil planetas pudo haber sido el final evolutivo de Besson en la ciencia ficción y resultar en la película que mejor homenaje le rindiera a la fuente, en su lugar, tenemos una mediocre realización que no logra destacar ni innovar en ningún rubro pero que, por sobre todo, se hace odiar por su obviedad, si es que no nos dormimos antes de llegar al final.
Casi en el orden de lo ininteligible, este filme presenta de manera univoca a un muy autor-director de cine que se copia a si mismo, y lo hace de manera fallida. Con mucho desde lo estético, imaginería visual incluida, de lo ya establecido en la muy buena “El quinto elemento” (1997) esta producción está un peldaño por debajo de la media del mismo realizador que supo constituirse a partir de “Azul profundo” (1988), “Nikita” (1990), y la genial “El perfecto asesino” (1994), o la reciente “Lucy” (2014), entre otras, más de treinta a lo largo de los años. Si bien mantiene y refuerza su propio discurso en la importancia del rol femenino en la humanidad y/o la historia del mundo, estableciéndose como defensor de una sociedad matriarcal, por ende un gran admirador de las mujeres. En esta historia toda la acción transcurre en un futuro incierto, no por la temporalidad en que transcurren las acciones sino en un juego metafórico de la actualidad mundial. Con dos puntos de anclaje del relato dando cuenta de los hechos anteriores que determinan las consecuencias en ese presente del siglo XXVIII. Se ha construido a partir de una estación espacial una ciudad en la que se han acoplado miles de culturas de sendos planetas, en ella conviven, como una gran familia, múltiples representantes de todas y cada una. Por otro lado la desaparición de todo el planeta Mül y sus habitantes, seres similares a los humanos, que conviven en perfecta armonía con la naturaleza que los rodea, a consecuencias de las acciones de una guerra estupida, como todas, y sus supuestos daños colaterales. Algo sobrevivió de esa cultura, el objeto de santificación, una especie de animalito conocido como “conversor” con dones especiales, los que podrían salvar a los propios humanos de su autodestrucción, el ultimo de su especie. El recuperarlo es la tarea que les encomienda el comandante Arun Filliot (Clive Owen) al Mayor Valerian (Dane DeHaan) y su eterna asistente y compañera, la Sargento Laureline (Cara Delevingne). Pero nada es lo que parece, y el filme se transforma en un thriller espacial sin suspenso, sin dejar de lado la historia de seducción entre los dos protagonistas ni como vehiculo de denuncia de los atropellos que producen aquellos que ostentan y poseen el poder, genocidio incluido. Dando cuenta que los humanos son destructivos por antonomasia, sobre todo con aquellos sucesos, en los que el ser humano no puede comprender, entonces destruye. Las más de dos horas de duración están injustificadas, los giros narrativos, previsibles en su mayoría, la repetición de escenas sin nada que agregar van trasformando de la obra como muy moroso, lentificando el desarrollo del mismo. Por supuesto que la película es poseedora de aciertos técnicos por doquier, sin nada que envidiarle al cine producido en la meca del mismo y siendo la producción más caro de la historia del cine francés, era de suponer esos valores inocuos por indefinidos. En honor a la verdad, la realización termina por ser agradable, inicialmente por la construcción de la subtrama romántica, previsible, claro, pero poseedora de los mejores y más ocurrentes diálogos. No ocurre lo mismo con la trama principal, en evidente postura grandilocuente, hay que salvar la vida, tal y como la conocemos.
Junto con Jonah Hex, Los Cuatro Fantásticos, Elektra y el Spirit de Frank Miller, el nuevo trabajo del director Luc Besson se destaca entre las peores adaptaciones de cómics realizadas en la última década. Sería ingenuo esperar que estas películas sean iguales a sus fuentes originales, porque el cine maneja otro lenguaje, pero me parece que tiene que haber un mínimo respeto a los personajes. Muy especialmente cuando se trata de una de las grandes obras maestras de la historieta europea que tuvo un enorme impacto en el género de la ciencia ficción. Valerian y Laureline fue una colección francesa donde Pierre Cristin y el ilustrador Jean-Claude Mézières elevaron la calidad de los contenidos en este género. Las tramas presentaban conflictos complejos que retrataban cuestiones sociales y políticas imposible de encontrar en otras revistas. Sin embargo las historias nunca fueron demasiado serias y tenían muchísimo humor, un elemento que hacía más entretenida las aventuras de los personajes. A fines de los años ´60, Valerian, junto con Green Arrow de DC, fueron los únicos héroes que representaban la ideología de los partidos políticos de izquierda, mientras que Laureline con su personalidad independiente e inteligencia rompió con el prototipo de las damiselas en apuros y la heroínas sexualizadas que abundaban en el cómic europeo Luc Besson ya había manifestado su pasión por estos personajes en El quinto elemento (que no fue otra cosa que una carta de amor al arte de Mézières) y la excelente serie animada del 2007, Time Jam, que él produjo con su productora EuropaCorp. Por este motivo Valerian resulta una enorme decepción, debido a que el proyecto tenía todas las condiciones dadas para brindar una franquicia distinta dentro del subgénero de la ópera espacial. Era una oportunidad única para disfrutar de algo diferente en este tipo de historias, que más allá de las franquicias de Star Wars y Star Trek, no brindaron nada nuevo. Si hasta el día de hoy no tenías la menor idea de la existencia de este cómic la película se deja ver por motivos que en breve destacaré, pero la realidad es que no vas a conocer la ciencia ficción de Valerian y Laureline, ya que en esta producción brilla por su ausencia. Creo que el gran problema de este estreno tuvo que ver con la ambición de Besson por querer controlar cada aspecto de la película (incluida la distribución) y el proyecto se le fue de las manos. De haber delegado el guión (la gran debilidad de esta propuesta) en otros artistas y un casting diferente en los roles principales, el resultado hubiera sido diferente. Sobre todo porque en esta película sobresale de manera evidente el enorme potencial que tenía la adaptación del cómic en el cine. Besson (y esto es justo reconocerlo) hizo un trabajo brillante con la puesta en escena y la reconstrucción del mundo futurista de Valerian. Todas las naves espaciales, esos planetas increíbles que te dejan sin aliento y las razas alienígenas que vas a ver en la película prácticamente son un calco de la historieta. El director inclusive brinda una generosa cuota de fan service con varios personajes clásicos que aparecen en la trama. Durante los primeros cinco minutos de esta película viví una felicidad absoluta porque experimenté como cobraba vida un cómic que amo y recomendé a los lectores años antes que se anunciara la existencia de este proyecto. La escena inicial con el tema de David Bowie, Space Oddity, en la que se introduce al espectador en el mundo de Valerian es alucinante. En un breve instante el director explica de modo conciso cómo funciona el universo en el que se desenvuelven los héroes. Entonces aparecen los dos protagonistas y cuando empiezan hablar la felicidad conseguida se transforma en desconcierto para terminar convertida en una amarga decepción. Dane DaHaan y Cara Delevigne conforman la peor pareja cinematográfica desde Natalie Portman y Haiden Cristensen en Star Wars. Dos amebas sin química que no transmiten absolutamente nada y parecen anestesiados durante todo el film, como si estuvieran aburridos de ser parte de este proyecto. Ninguno de los dos se comprometió con sus roles. No se puede entender que Valerian, el padre espiritual de Han Solo, terminara a cargo de un actor sin carisma que no tiene capacidad para llevar adelante un rol de este tipo. El mismo caso que se vivió en Marvel con Iron Fist en la serie de Netflix. DeHaan en ningún momento resulta creíble como el gran aventurero del espacio que pretender ser su personaje y es muy aburrido de ver. Por otra parte, Delavigne, quien ya demostró en Escuadrón Suicida que la actuación no es su mejor talento, es otro desastre en el rol de Laureline pero la culpa en este caso no es de ella sino del enfoque que le dio Besson al personaje. Por razones inexplicables el director decidió masculinizar a una heroína memorable y divertida del cómic con el objetivo de convertirla en Alice de Resident Evil. Besson erradicó el sentido del humor irónico, la dulzura y optimismo del personaje para retratarla como una mujer fría y violenta que no genera ninguna simpatía. La historia de amor entre Valerian y Laureline, que fue uno de los grandes atractivos de la obra original, acá quedó convertida en una burda telenovela de Thalía, que ni siquiera es creíble por la falta de química que hay entre los protagonistas. Besson se limita a ofrecer un collage de escenas de acción llamativas, que están unidas por una trama argumental muy superficial para la propuesta que trabajaba. A lo largo del film ni siquiera hay espacio para desarrollar a los personajes y el mundo que los rodea porque todo se concentra en los ruidosos efectos especiales. Por ese motivo hacia el tercer acto la película se hace interminable. Más allá del placebo visual concebido para espectadores hiperquíneticos, Luc Besson no se esforzó en absoluto por contar una historia que le hiciera justicia a esta propuesta. El presupuesto más caro en la historia del cine independiente en este caso quedó al servicio de un film genérico, que más allá de su llamativa puesta en escena nunca supo trabajar estos personajes. Si bien Valerian tampoco llega a ser una película terriblemente mala (vimos cosas peores en los últimos meses) no está para nada a la altura de El quinto elemento y con el paso del tiempo quedará en el olvido.
De la mano de un creador como el realizador francés Luc Besson, llega Valerian y la ciudad de los mil planetas; una propuesta cuyo mayor atractivo es su inagotable inventiva visual. A lo largo de casi veinte películas, Luc Besson demostró ser un cineasta inquieto. Puede pasar del policial, al suspenso, a la comedia, el drama o la aventura. Puede desarrollar historias puramente terrenales o abrirse a la más fascinante de las fantasías. Hasta le puso el pecho al cine de animación con una trilogía muy subvalorada como la del pequeño Arthur. De alguien tan ecléctico, lo que habrá que resaltar, es que por más que los proyectos cambien, no cuesta identificar cuándo un film lleva su firma; posee una inigualable capacidad para transmitir carisma a través de la lente. Carisma, eso es lo que sobra en Valerian y la ciudad de los mil planetas; basada en una serie de historietas creadas por Pierre Christin, conocidas como Valerian: Agente espacio-temporal o Valerian y Laureline, allá por los años sesenta. Cincuenta años tuvieron que trascurrir para que, finalmente, alguien decidiera llevar a la acción real la historia de los personajes que le dan título al comic – más allá de una serie animada en 2007 –, y ese tal, no podría ser otro que el director de El quinto elemento. Es inevitable, a la hora de hablar de Valerian y la ciudad de los mil planetas, no recordar a aquella epopeya de Besson de 1997, maltratada en su momento, y hoy considerada una obra de culto indiscutida. A la vista del tratamiento que este nuevo film está teniendo en varias partes del mundo, probablemente repita la historia. Valerian y la ciudad de los mil planetas nos cuenta las aventuras, ubicadas alrededor del año 2500, del Mayor Valerian (Dane De Haan), secundado por la Sargento Laureline (Cara Delevingne), dos agentes especiales encargados de asuntos diplomáticos mayores y mantener el orden entre los territorios habitados por humanos y otras especies. Valerian tiene un sueño, o una visión, sobre la devastación de una especia alienígena; y eso los lleva a ambos a emprender una investigación respecto a una amenaza latente. Investigación que los trasladará a la ciudad de Alpha, lugar en el que convergen distintas especies en paz para compartir el conocimiento común que las haga florecer. Por supuesto, algo anda mal en Alpha y las cosas se complican mucho más de lo pensado. Tomando como base dos comics creados por Christin, Besson realiza un guion en el que balancea correctamente entre la historias de personajes y la acción directa. Valerian y Laureline son personajes jóvenes, en constante ebullición, frescos, y activos. La elección de De Haan y Delevingne es acertada pese a que ambos no luzcan grandes dotes actorales. La química entre ellos reboza y eso es lo fundamental y lo que termina apuntalando la propuesta. En el film se habla mucho del amor y el romance, por lo que era importante tener a dos protagonistas, con espacio balanceado, y que expresaran esa tensión de deseo constante. No solo ellos, el resto de los personajes despiertan carisma, nos dibujan una sonrisa y hacen las dos horas veinte de relato muy amenas, sumado al clásico corte pop al que nos tiene acostumbrado el director. La narración se toma todos los tiempos necesarios y, es cierto, tiende a dispersarse permanentemente en su afán de querer presentarnos las maravillas de ese universo. Besson se comporta como el niño con un juguete nuevo y novedoso, quiere mostrárselo al mundo. Mucho se ha hablado de las películas que tomaron como inspiración la historia de Christon y la pluma gráfica de Jean-Claude Mézières utilizada en la serie de comics, entre ellas Star Wars y Avatar. Si bien es cierto que en el film de Besson es fácilmente reconocible, desde las imágenes, algunas ideas que ya se han visto antes en el cine a modo de señalar “esto fue creado primero” (como el Halcón Milenario o Jabba The Hutt); también es cierto que Valerian y la ciudad de los mil planetas toma referencias ajenas para crear su mundo propio. En las manos del responsable de Nikita, el universo que alguna vez presentó Mézières se ve como nuevo, esplendoroso, más aún en el primer tramo en el que se retende una presentación de personajes y ambientes. Un uso más que correcto del 3D, y una paleta de colores riquísima, resaltan la magia visual para maravillarnos. A esa gracia visual, Besson le suma una dinámica jocosa, la imórtancia de no tomarse demasiado en serio y poder tener la libertad de plantear un entorno de comicidad sin que sea una parodia. Ante todo, Valerian y la ciudad de los mil planetas es una propuesta altamente entretenida y divertida, que más allá de su abultado presupuesto, mantiene un espíritu de serial y el desprejuiciado estilo de las destinadas a Clase B. Prueba mínima de ellos es la capacidad para permitirse un interludio musical, o el cotilleo romántico entre los protagonistas, algo muy propio de aquellas propuestas a las que termina haciendo honor. Será este toque en el que termine demostrando que detrás de cámara no hay uno más dirigiendo la batuta. Valerian y la ciudad de los mil planetas no es un film perfecto, y sus debilidades saltan a la vista con un metraje extenso, declive a dispersarse continuamente con la consecuente dificultad de encontrar su eje, y alguna subtrama que pudo estar mejor desarrollada. Pero también es una propuesta honesta, que no busca esa perfección, que antepone el entretenimiento y ofrece un atractivo que la diferencia de las muchas aventuras espaciales que puedan salir por año. Con sus altas y sus bajas, Besson lo hizo de nuevo, tiene en sus manos un nuevo culto pop para ofrecernos.
“Un proyecto de toda mi vida” esas fueron las palabras que Luc Besson utilizó para describir su nueva película Valerian, estas palabras fueron en el marco de la última Argentina Comic Con. En los primeros minutos del film, Besson nos enseña como una diminuta estación espacial va expandiendo sus fronteras en el transcurso de décadas y siglos. La presentación de diferentes culturas tanto humana como alienígena es mostrada al ritmo de Space Oddity del eterno Bowie, esto muestra, desde el comienzo que Besson busca una complicidad entre el film y el espectador. Uno se siente parte de esa transformación estructural/cultural que Besson nos va presentando en esos escasos minutos y hay que decirlo: Valerian se presenta en high note, en una nota alta, la cual deja un buen gusto – no en el paladar, sino en la retina – y adelantan que un gran espectáculo va a comenzar, aunque esa leve promesa no dure mucho. Ese Magnum opus, esa obra maestra de escasos minutos, decae en el momento en que conocemos a nuestros protagonistas: Valerian y Laureline (Dane Dehaan y Cara Delevingne). En la previa de la 7° edición de la Argentina Comic Con, Besson adelantaba que Dehaan y Delevingne eran perfectos en cada rol a cumplir, cada uno daba una entrega absoluta y se mostraban felices en participar en el proyecto. Lamentablemente, esa mañana del 26 de Mayo la prensa estaba ante un Besson confundido, consumido por su pasión en el proyecto y esos dos actores que, supuestamente cumplían el rol de agentes legendarios en pantalla, se ven como dos estudiantes de primer año a cargo de su primer tarea escolar. No hay química, no hay buenas actuaciones de Dehaan y menos que menos de Delevingne y sin lugar a dudas no estamos ante “lo mejor de lo mejor” en agentes intergalácticos. También hay que subrayar que los personajes secundarios de Clive Owens, John Goodman, Ethan Hawke y Rihanna son sólo cameos glorificados de un director perdido en su propio sueño. De todas formas Valerian entretiene y cumple de forma magnífica en presentarnos un universo espacial asombroso. Las especies que integran esta “mega estación espacial” generan curiosidad: hay de todo tipo, y lo más interesante de este film es como estas diferentes culturas conviven día a día unas con otras, rara vez una película presenta un universo que puede expandirse en un sinfin de direcciones. Desafortunadamente Besson, enamorado de Valerian y Laureline, escoge la introducción y no el desenlace de estas “multiculturas”; Esto es una decisión comprensible ya que la historia trata sobre las aventuras de estos dos jóvenes agentes, sin embargo el público queda más interesado en este asombroso universo que en estos dos mediocres y mal casteados personajes principales. La sala pide más y el director se queda corto. Visualmente Valerian se ve hermosa. Una vibrante paleta de colores resalta cada cuerpo y ricón de este galáctico futuro. Si elegimos ver este film en formato 3d la experiencia se vuelve más gratificante ya que los tonos son fuertes, expresan naturalidad y vida. En este reciente trabajo de Luc Besson hay que dejar de lado los efectos – los cuales son asombrosos – y concentrarse en lo cromático. Posiblemente este film este nominado en varios premios por su nivel visual. Valerian y la ciudad de los mil planetas es un film que recrea el sueño juvenil de un director apasionado por sus propias ideas. La película se disfruta si se va con la idea de un entretenimiento pasajero; Podría haber sido un proyecto memorable no obstante el deseo de Luc Besson para realizar su passion proyect queda distorsionado por decisiones incorrectas del departamento de casting y un guión disparatado que genera situaciones de relleno sin ninguna resolución.
Declarado fan incondicional del cómic de ciencia ficción Valerian y la ciudad de los mil planetas, de Pierre Christin y Jean-Claude Mézières, publicado a partir de 1967 y que sería todo un referente en el genero de ciencia ficción, Luc Besson logra su film más ambicioso hasta la fecha y el más caro de la historia del cine europeo. Inspirado de manera libre en el sexto volumen de la serie, "El embajador de las sombras", la trama se centra en Valerian -Dane DeHaan- y Laureline -Cara Delevingne-, dos agentes inter espaciales que deben completar una misión con éxito para evitar el colapso de la estación Alpha, una gigantesca ciudad espacial en la que conviven en perfecta paz y armonía la raza humana y miles de especies alienígenas llegadas desde todos los confines del universo, así como la extinción de una raza extraterrestre. Tras una magnífica apertura que sintetiza, al son de la mítica "Space Oddity" de David Bowie, los avances de la humanidad en su carrera espacial que culminaría en pleno siglo XXVIII con Alpha, Valerian y la ciudad de los mil planetas parece emprender un afanoso recorrido con situaciones, personajes y paisajes que reconocemos con anterioridad en el cine, donde los apabullantes Efectos especiales y CGI del máximo nivel marcan tendencia ante el contenido. Luc Besson decide simplemente mostrarlo todo y no detenerse en nada, con escenas de acción sobrecargadas visualmente, una incipiente historia de amor ingenua y alguna que otra moralina ecologista como ser tolerantes y respetuosos con las diferencias y la diversidad. Pero el esplendor visual se diluye ante la falta de un arco dramático, en el que Besson parece haber olvidado mítica jornada del héroe. Aquella en el que los protagonistas van forjando el camino del héroe que se adentra por primera vez en ese fascinante mundo fantástico y va descubriendo todo a la vez que el publico en el cine, donde los personajes se conocen primero y aprenden a trabajar juntos para salvar a la humanidad haciendo que la historia fluya y de paso nos sintamos identificados con ellos. Tal vez por fidelidad al cómic del cual parte, Valerian y la ciudad de los mil planetas elude esos primeros pasos, pero lo cierto es la vorágine de personajes e imágenes que propone solo nos transporta a las aventuras de Star Wars; Viaje a las estrellas; Guardianes de la Galaxia; un planeta que recuerda al Pandora de Avatar -tanto en sus exóticos paisajes como la actitud de respeto de sus habitantes con la Madre Naturaleza-; y por supuesto El quinto elemento, ese ingenioso y original mundo del que recicla elementos y excéntricos personajes como el extravagante número musical de Rihanna, que recuerda al de la soprano de El quinto elemento. Tampoco ayuda la inexistente química de la pareja protagonista que no genera simpatía alguna, con un inexpresivo Dane DeHaan y la modelo reconvertida en actriz Cara Delevingne, que supera claramente a su compañero masculino. Ante la falta de un villano contundente y con algunos secundarios ilustrados como Clive Owen, John Goodman o Ethan Hawke, la que destaca es una Rihanna -Bubbles-, una alienígena con alma de artista capaz de adoptar la forma que se proponga y tornarse en la fantasía de cualquier caballero, incluso alude en una de sus transformaciones a la mítica Sally Bowles de Cabaret, volviéndose a reivindicar Besson como el más feminista de los directores de acción desde los tiempos de Nikita. Salvando la introducción y la primera gran secuencia en donde Valerian debe moverse a través de un mundo que se presenta a través de diferentes dimensiones, Valerian y la ciudad de los mil planetas despliega con ambición y parafernalia paisajes digitales con ingenio de videojuego, pero con una historia y protagonistas sin trascendencia que apunta a un publico adolescente en el que el azúcar y los anteojos 3D justifican el visionado.
Ciencia ficción lisérgica Luc Besson dirige esta adaptación de un comic francés, plagada de efectos visuales y momentos bizarros Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) son dos agentes especiales que se ocupan de mantener el orden en todo el universo. Enviados a la imponente ciudad intergaláctica de Alpha, una metrópoli en la que conviven miles de especies alienígenas que está a punto de ser destruida. Ellos disponen de menos de 10 horas para encontrar la amenaza y eliminarla. La película es una space opera hecha y derecha. Naves espaciales, planetas estrambóticos, seres imposibles de otro mundo, conviven en excesivos 140 minutos de metraje, en los que Besson pone "toda la carne en el asador". El diseño de producción, el arte (colorido y furioso) y los paisajes extravagantes, hipnotizan y conmueven. En la puesta en escena está lo mejor del filme, un viaje alucinante que a veces parece concebido a fuerza de LSD. Como El Quinto Elemento, pero más gigantesca y sin el carisma de sus protagonistas (DeHaan y Delevigne son tan poco empáticos que se hace difícil interesarse en ellos), la película presenta su mejor parte al inicio (un prólogo explicativo y potente) y a mitad de la trama, reservándose un climax poco fuerte y sin punch. Hay un mensaje subliminal de tono ecológico y de tolerancia entre las civilizaciones que el director introduce en una trama de corte surrealista, cercana al pulp, con momentos de humor negro y sexual muy alejada de las vertientes hollywoodenses. Porque si algo tiene interesante este filme es que se nota el toque europeo y jamás cae en los tópicos del género mainstream. Por osada y épica, y por contar con algunos momentos visualmente admirables, Valerian y la ciudad de los mil planetas merece ser vista en la oscuridad de la sala y en pantalla gigante, una experiencia fílmica tan original como alucinógena.
ESPEJITOS DE COLORES Aventura espacial, acción y romance, Luc Besson lo quiere abarcar todo, pero poco aprieta. La nueva película de Luc Besson es, básicamente, una partida del videojuego más copado y aventurero que existe, pero sólo estás invitado a disfrutarlo desde afuera. Las verdaderas emociones las viven los protagonistas entre saltos, carreras, vuelos espaciales, peleas y escenarios virtuales. A nosotros, los espectadores, nos queda atestiguarlo de forma pasiva, pero no se puede negar el espectáculo visual que trae aparejado. “Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas” (Valerian and the City of a Thousand Planets, 2017) representa (¿y cumple?) todas las fantasía de su realizador: las cinematográficas, y las de otra índoles (sino, no se entiende la escena del pole dance de Rihanna); un despliegue visual que inunda la pantalla y la sobrecarga, olvidando por momentos la historia y su narrativa. La obra de Pierre Christin y Jean-Claude Mézières, esa que inspiró a tantas películas y sagas de ciencia ficción (te estamos mirando a vos “Star Wars”), llega finalmente a la pantalla y cumple con las expectativas… a medias. Es obvio que estamos en el momento tecnológico preciso para lograr semejante artificio estético, pero acá la forma excede al contenido y la parafernalia pronto deja lugar al tedio. La película se preocupa mucho más por los escenarios (lo digital gana por goleada), un sinfín de personajes diferentes y ese estilo fashionista que siempre persigue al realizador, muchas veces dejando de lado la misión, la aventura y la historia de amor entre el mayor Valerian (Dane DeHaan) y la sargento Laureline (Cara Delevingne). Besson arranca con un montaje espectacular: desde la llegada del hombre a la Luna, la puesta en orbita de la estación espacial internacional y como esta va creciendo a lo largo de los años, las décadas, los siglos, sumando naciones y especies, todo al ritmo de “Space Oddity” de David Bowie. Un hermoso mensaje de comunidad, tolerancia y harmonía que, para el siglo XXVIII –y ya alejadísima de la Tierra- termina convertida en Alpha, una ciudad enorme donde conviven pacíficamente millones de criaturas de diferentes puntos de la galaxia. Valerian y Laureline tiene una misión asignada: viajar hasta el llamado “Big Market” (un mercado virtual) para recuperar un convertidor Mül -una criatura particular capaz de replicar cualquier cosa que entra por su boca (adivinen por dónde sale después), y la única que queda en existencia en todo el universo-, y rescatarla de las garras de un traficante. Así comienza la aventura, una que esconde una gran conspiración entre las profundidades de Alpha, cuyo centro ha sido infectado por una fuerza desconocida que amenaza con destruir toda la ciudad. La dupla de agentes es asignada para proteger al comandante Filitt (Clive Owen) durante una cumbre de emergencia para discutir el proceder durante la crisis, pero los terroristas atacan durante la reunión secuestrando al oficial y desencadenando una serie acontecimientos que pondrán a Valerian y Laureline tras las pistas de un complot de grandes proporciones. No esperen grandes misterios ni giros inesperados, la trama de “Valerian” es bastante predecible, pero Besson no le da tanta importancia a esto como a mostrar cada recoveco de Alpha, sus diferentes culturas y un montón de modelitos que conforman el vestuario. La relación entre el mayor y la sargento (acá rescatamos la química entre los protagonistas) es el verdadero eje de esta historia, por momentos un tanto cursi y fuera de lugar, plagada de posturas impuestas (él es re canchero y poco afecto al compromiso, ella más centrada y decidida) y un romance incipiente de manual, más parecido a una rom-com de los noventa que a una odisea espacial. Besson lo rejunta todo en la misma bolsa y el resultado desentona por momentos, se extiende demasiado a lo largo de sus más de dos horas, en resumen, aburre cuando se pierde en detalles estéticos y sacrifica la trama. Igual, “Valerian” es pura acción, entretenimiento, luces y colores, un festín de efectos especiales y la imaginación desenfrenada de su realizador. Nada más, nada que quede en los anales del género porque, en definitiva, falla al emocionar, al dejarnos afuera y al impedirnos empatizar con los personajes.
A pesar de los resultados, el cineasta francés emblemático de los ’90 vuelve a probar suerte con la ciencia ficción. El inicio es hermoso. Es 1975 y los cosmonautas están en el cielo, no muy lejos de la Tierra. En el 2020 estos se encuentran con los estadounidenses; es un fugaz instante de fraternidad. En el 2031 todos los países del mundo parecen tener astronautas. En el 2150 el mundo es el espacio infinito, donde habitan innumerables entidades inteligentes. Como es de esperar, el inglés se ha transformado en el esperanto cósmico. Todo esto se cuenta en muy pocos minutos, lo que dura la sublime canción de David Bowie titulada Space Oddity. Lo que viene de ahí en más es horrible.
Para aquellos amantes de la ciencia ficción, está disponible “Valerian and the City of a Thousand Planets” (2017), la adaptación cinematográfica de Luc Besson (“El Quinto Elemento”) del famoso cómic francés creado por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières. Es probable que no hayas escuchado hablar de estos personajes, y es que por nuestras pampas las aventuras de Valerian no son muy conocidas. Una pena que el material original sobre el cual se erige el film producido, dirigido y guionado por Luc Besson no sea tan popular, debido a que muchas cosas que se perciben en “Valerian” sirvieron de inspiración a grandes historias de la ciencia ficción contemporánea, entre ellos “Star Wars”. La película cuenta la historia del avance de la humanidad y su lugar en la galaxia a partir de la construcción de una ciudad espacial que logra convertirse en el centro de la civilización universal. La asombrosa ciudad de Alpha, una metrópolis en constante expansión, donde especies de todo el universo han convergido durante siglos para compartir conocimientos, inteligencia y culturas. Una especie de utopía galáctica donde se vive en paz y en armonía. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. Una fuerza oscura amenaza la paz en la Ciudad de los Mil Planetas, es ahí donde entrarán en juego nuestros héroes, Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne), un equipo de agentes espaciales encargados de mantener el orden en todos los territorios humanos. Deberán identificar la amenaza y neutralizar el peligro para defender el futuro, no sólo de Alpha, sino del universo. Podemos empezar diciendo que contra todo pronóstico, la dupla actoral que interpreta a los protagonistas del relato sale bastante airosa al personificar a los icónicos personajes de la novela gráfica. Delevingne y DeHaan logran establecer una química extravagante que impulsan al argumento. Quizás las falencias en su relación se originan en el guion y no en la concepción de los actores. Asimismo, el film tiene un arranque avasallante donde se nos plantea el conflicto y se nos presenta a los personajes de una manera totalmente original, innovadora y verdaderamente fresca. Por un lado, se nos muestra a modo de registro documental el avance de la tecnología y la humanidad en general, logrando que la carrera espacial se lleve a un nivel más alto permitiendo la construcción de una estación espacial que concede el intercambio con otras razas y culturas extraterrestres. Luego, se nos presenta al planeta Mül y a sus habitantes de una forma totalmente visual. El espectador es como un observador que desconoce las costumbres y el idioma, sin embargo logra descifrar lo que sucede. Un verdadero triunfo de Besson, el valerse/apoyarse más en lo que vemos que en lo que se dice. Por último, se nos muestra al dúo protagónico en su rol de guardianes de la galaxia y su tarea de mantener la paz en los territorios pertenecientes a la federación. Cabe destacar que, a pesar de los 137 minutos que dura el film, en ningún momento se convierte en un relato pesado y tedioso, pero sí tiene problemas para mantener aquel comienzo tan original como prometedor. No es que el film decae, sino que se termina volviendo algo más convencional y derivativo. Quizás el problema fue el tiempo que tardó en llevarse este relato a la pantalla grande. El cómic se publicó por primera vez en 1967 y realmente significó algo inédito y desconocido. Años después se estrenaría “Star Wars” y muchos otros relatos que tomaron algunos elementos de estas historias. Sin ir más lejos, “El Quinto Elemento” tiene ciertos puntos de contacto y algunos homenajes a la obra de Jean-Claude Mézières. Es por eso, que por momentos se siente como algo “visto”, pero la originalidad del director francés para narrar y otorgarnos un mundo desconocido es descollante y vuelve a la película una experiencia única y disfrutable. El diseño de producción, la dirección de arte y la fotografía forman un cóctel coloridamente saturado, lleno de paisajes hipnotizantes que logran hacer que la experiencia cinematográfica se convierta en un viaje alucinante que merezca la pena ser visto en la pantalla grande. Con respecto al comic hay bastantes cuestiones diferentes. La historia de Luc Besson parece basarse levemente en el universo de Christin y Mézières; si bien los actores pueden capturar la esencia de los protagonistas, pero extrapolándolos a los arquetipos de la sociedad actual, y tanto los mundos como los personajes parecen extraídos de las viñetas del relato original, el contexto y la historia se diferencian bastante de su homólogo del mundo comiquero. El cómic nos ubica en el siglo XXVIII, donde para entonces la humanidad ha descubierto los medios para viajar en el espacio-tiempo y su capital, Galaxity, es el centro del vasto imperio galáctico terrestre. Valerian y su compañera Laureline son agentes del “Servicie Spatio-Temporel” (Servicio Espacio-Temporal), encargado de neutralizar las posibles amenazas contra la Tierra y evitar las paradojas temporales. Sin embargo, desde la desaparición del imperio Galaxity (en “Los rayos de Hypsis”) se convierten en un par de aventureros que ofrecen sus servicios a cualquiera que se los pueda permitir mientras buscan su hogar perdido. Además, al principio Valerian descubre a Laureline en una de sus aventuras y termina convirtiéndose en su compañera debido a su inteligencia y porque descubrió la existencia de los viajes espacio-temporales. Es sabido que un film no tiene que “copiar” o “calcar” un relato que va a transcribir de un medio al otro, sino adaptarlo a las convenciones del medio. No obstante, hubiera sido interesante y atractivo ver a Luc Besson trabajando con los conceptos de viajes por el espacio y tiempo. En síntesis, tanto el cómic como la película presentan sus diferencias y sus ideas originales. Difieren un poco entre ambas pero sirven a modo de expansión del universo Valeriano más que a una mera copia del material original. “Valerian and the City of a Thousand Planets” (2017) representa una atractiva reinterpretación de la obra de Christin y Mézières que, pese a un par de desaciertos, logra otorgarnos un relato entretenido al mejor estilo Besson.
Space Oddity Hacen falta más películas como Valerian y la ciudad de los mil planetas. También es necesario que sean mejores. Al verla, o más bien admirarla, debido al altísimo nivel de detalle, de creatividad y de ingenio volcado en la construcción de su universo, pensé reiteradamente en la versión que Alejandro Jodorowsky jamás logró filmar de Dune, como está descrita en el documental Jodorowsky´s Dune. Aquel proyecto hacía gala de un eclecticismo y una extravagancia análogos a la película que hoy nos presenta Luc Besson. Aquí se mezclan los actores con figuras del mundo de la música pop (Herbie Hancock, Rihanna) y el modelaje (Cara Delevingne) en un universo vertiginoso de colores brillantes y extraterrestres de todas las formas y los colores. En esto radica su mayor virtud: Valerian se siente nueva, vibrante y original en contraste con las películas del mismo género y los valores de producción que puede ofrecer el cine norteamericano. Besson, como su película, es una rareza. Alcanzado ya el estatus de culto con El perfecto asesino, Nikita y El quinto elemento, sus producciones más recientes han merecido cierto desdén de la crítica y del público cinéfilo. Su pericia a la hora de manejar un alto presupuesto está más que probada y Valerian lo confirma con creces. La apertura narra el desarrollo de Alpha, la estación espacial que se convertirá en la ciudad del título, en un ejemplo de síntesis fortalecido por la inmortal melodía de Space Oddity. Mención especial merece, también, la secuencia de persecución en el Gran Mercado en la cual Valerian y Laureline deben incautar objetos de contrabando moviéndose entre dos dimensiones diferentes. Esta secuencia es de una complejidad, una audacia y un brío pocas veces visto en una producción a así. En estos momentos, Valerian se convierte en la película excitante, intensa y vertiginosa que pretende ser el resto del tiempo. ¿Dónde falla, entonces? Claramente, el problema no proviene del apartado visual. Parece como si los creativos implicados hubieran dado todo de sí, inundando los cuadros de un barroquismo de apabullante belleza (lo cual, pese a todo, no termina de ayudar a la inteligibilidad de su narrativa). El universo de Valerian se percibe inagotable, y si La ciudad de los mil planetas fuera el primer capítulo de una saga (perspectiva dudosa teniendo en cuenta los magros resultados que viene consiguiendo en términos de taquilla), todavía quedarían muchas historias por contar. El mayor problema de Valerian es el casting de Dane DeHaan en el protagónico. Resulta difícil señalarlo, porque él no hace nada mal: su actitud de atorrante encantador a lo Han Solo es la correcta, y sus filosos galanteos con Laureline (Cara Delevingne) suman al desparpajo general de la película. El problema es que Luc Besson, el guionista, construye un personaje a contramano del actor que eligió Luc Besson, el director, para encarnarlo. En un segmento exasperantemente expositivo (en el cual, afortunadamente, la película no recae), Laureline comenta las múltiples condecoraciones que Valerian ha recibido por sus servicios como agente especial, así como la lista que mantiene de todas sus conquistas amorosas. Uno no puede menos que enarcar las cejas ante el hecho de que la película pretenda tan denodadamente convencernos de que el rostro aniñado y el cuerpo esmirriado de DeHaan encarnan, no sólo al mejor agente de su tipo, sino a un seductor nato. A su vez, el aspecto muy juvenil que Besson eligió darles a sus Valerian y Laureline genera varios momentos de extrañeza involuntaria, sobre todo cuando ambos discuten la posibilidad de casarse. Esto termina trabajando en contra de la empatía del espectador, acrecentando una sensación de desconexión con respecto a las emociones de los personajes, que no logran resonar auténticas pese al denuedo de los actores. Pese a todo, Valerian se enciende cuando Delevingne toma la iniciativa. Su carisma, su fotogenia y su ajustadísimo delivery a la hora de los diálogos hacen soñar con una película que la tenga como heroína excluyente. Del resto del elenco, cabe destacar a Rihanna como Bubble, un alien que tiene la capacidad de cambiar de forma. A pesar del poco tiempo que ocupa en pantalla, la cantante de Barbados logra dotar a su personaje de una hondura y una emotividad notables, a pesar de que no siempre se mantiene en su forma humana. Tratándose de una película con una estética tan llamativa, resulta necesario volver sobre ella. A la vez que el mayor atractivo de Valerian es la creación de su universo, su barroquismo termina entorpeciendo la trama, realmente muy sencilla. Se termina produciendo una sobrecarga de información visual que vuelve el cuento derivativo y disperso; el entorno cobra una fuerza que desplaza a los personajes, convirtiéndolos en la excusa y no en la razón para ver la película. Hacen falta más películas como Valerian y la ciudad de los mil planetas: hacen falta su arrojo, sus ideas estéticas, su sensibilidad artística. También es necesario que sean mejores: en un panorama dominado por las secuelas y las remakes, un producto como Valerian (que si bien viene del comic, goza de una popularidad mucho menor que la de otras franquicias) debe afrontar exigencias muy altas. Los errores, en este caso de casting, se cobran caros. Esperemos que Besson se salga con la suya, pese a todo, y nos obsequie, de alguna manera, la posibilidad de continuar con esta rareza espacial.
Valerian y la ciudad de los mil planetas, de Luc Besson Por Mariana Zabaleta El tan esperado regreso de Luc Besson a la gran pantalla por fin se concreta. Veinte años después del estreno de El quinto elemento (1997), nos volvemos a emocionar con un espectacular despliegue de color y formas. Si hay algo que reconocerle plenamente a Besson es la maestría con que maneja los géneros; cinéfilo confeso entiende y mezcla los arquetipos y lugares comunes que los conforman. Valerian inyecta vitalidad a un genero, que con ciertos altibajos, se encuentra en plena decadencia. Tanto Guardianes de la galaxia (2014) como Valerian se montan en este rescate del Space opera, contra un registro gris plano, ligado al melodrama y no tanto a la comedia, que reina en las propuestas de los últimos anos. La historia comienza ubicándonos en el siglo XXVIII, Alpha que supo ser una estación espacial, se convirtió con el paso del tiempo en una gran metrópoli espacial. Nuevamente la ciudad es protagonista del relato, infinito y diverso panal donde los agentes Mayor Valerian (Dane DeHaan) y la Sargento Laureline (Cara Delevigne) nos conducen a la aventura. Las instrucciones de la misión, que funcionara como columna del relato, son dadas luego de presentar el misterioso evento que ocurre tiempo atrás en el planeta Mül. Esta suerte de segundo prologo es uno de los momentos mas hermosos de la película, sin escatimar recursos la propuesta de Besson conmueve por su exquisito diseño: danza conjunta entre la cámara y los personajes, juego de brillos, colores y formas, un espectáculo dinámico, complejo y emocionante. La simpleza con que se muestra la complejidad de un ecosistema funcional es admirable, un trabajo de guion y diseño muy elaborado. Algo terrible sucedió en Mül y el enigma se instaura como segunda columna del relato. Nuestros protagonistas exhiben cuerpos maduros y gestos de niños, sin pudor la dupla se entrega a la fricción del romance, una descarga de pulp en la pantalla para restituir otra modalidad del melodrama bastante perdida. Entregarse a la aventura es inevitable, el ritmo de Valerian funciona fogoneado por un cast de estrellas que aparece el tiempo indicado para el personaje que desarrolla. La participación de Rihanna es entrañable y atractiva, una Lady Marmalade sideral. La confianza que Besson y su equipo tienen en los materiales es evidente, el trabajo de diseño no solo se destaca en la animación, sino que el vestuario, maquillaje, sets y demás elementos en escena son piezas fascinantes que brillan tanto en su individualidad como en juego como en conjunto. Madura confianza en el volumen real y el uso del color. Un riesgo que para Besson nuevamente es acierto, entregando un bacanal para los sentidos. VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS Valerian and the City of a Thousand Planets. Francia, 2017. Dirección y Guion: Luc Besson. Interpretes: Dane DeHaan, Cara Delevigne, Clive Owen, Rihanna, Ethan Hawke, Herbie Hancock. Duración: 137 minutos.
El nuevo mamotreto de Luc Besson El director de "El quinto elemento" vuelve al espacio y el mundo de la historieta, con corrección política y grandilocuencia. No hay manera posible de que el cine de Luc Besson devuelva interés. Ya está, ya fue. Será por razones diversas, por su megalomanía, por el reconocimiento alguna vez obtenido, por la pérdida de cierta sensibilidad. Tal vez nunca la tuvo, tal vez sí. Lo cierto es que su cine ya no despierta nada. En este sentido, si Valerian y la ciudad de los mil planetas llama la atención, lo es gracias a su historieta de origen, genial, una de las citas obligadas dentro del esplendor de lo que se entiende como escuela franco‑belga. El guionista Pierre Christin junto al dibujante Jean‑Claude Mézières construyeron una space opera que duró décadas, iniciada en 1967, al compás de los cambios de época pero situada en un espacio sideral fantástico, entre planetas coloridos y razas extravagantes. Una obra maestra. La "devoción" de Besson por la bande dessinée ya había tenido, al menos, dos capítulos previos. Uno de ellos en El quinto elemento, en donde Mézières trabajó a la par de Moebius en el apartado visual (los extras de este film son absolutamente imperdibles). Otro fue Les aventures extraordinaires d'Adèle Blanc‑Sec, a partir de la obra de Jacques Tardi. En ella sucedía algo que, al fin y al cabo, también pasa con Valerian: el encanto y candor de la obra de origen se pierde, queda entre las páginas alguna vez leídas, relegadas por el afán de retratar lo que el cine antes no podía. Igualmente, ahí está el ejemplo mismo que es La guerra de las galaxias, nacida de manera inconfesada a la luz de esta historieta francesa, con muñecos todavía verosímiles. El Valerian de Besson, si bien no renuncia a los animatronics, tiene una participación explícita del CGI, lo pone en un primer plano, y hace pasear la (falsa) cámara desde un vértigo que le era ajeno a la historieta. En el camino queda enrevesada y atrapada la historia misma, que es casi anecdótica, políticamente correcta, y alejada del espíritu inconformista de los cuadritos. Besson recurre a golpes de efecto y nada de empatía con los personajes. Crea un espacio sideral hueco, de poca aventura. En este sentido, vale recordar que Laureline -la compañera de aventuras y sentimental de Valerian‑ estaba a la par de otras heroínas de la bande dessinée como Barbarella, Valentina y Paulette: decididas, protagónicas, sexuales. En el caso del film, la tarea de la actriz y modelo Cara Delevingne reúne algunos de estos rasgos, que luego olvida en beneficio de la pareja formal. Es lo mismo que persigue el Valerian de Dane DeHaan: basta de correrías o amoríos dispersos. Desde esta sola premisa, quien queda malherida es la aventura. Por eso, la película prefiere el diseño de los planetas y sus habitantes, haciendo gala de la realidad virtual dentro de la misma virtualidad desde la que se conciben hoy las películas: lo logra a través de un mercado al que se accede vía anteojos, con guardianes que vigilan a los consumidores; todos felices, pero todos zombies. Un comentario social que, al menos, le permite al film un poco de altura. Ahora bien, no deja de ser un asunto cínico. Ya que ese megamarket 3D podría significarlo cualquiera de los complejos de cine/shopping actuales. El film en cuestión, de hecho, es parte constitutiva de ellos. Será por esta conciencia digital, de nuevo siglo y neo‑liberal que la película asume, que el prólogo elegido se dedique a distanciarse de lo que alguna vez fue. En principio, se asemeja mucho al recurso ya empleado por el nefasto Zack Snyder con Watchmen -allí a través de Bob Dylan, acá con David Bowie‑, pero lo que importa es que la escucha de Space Oddity recuerda, indefectiblemente, una época pretérita; de esta manera, el Valerian de origen queda pegado allí, como una pieza de museo que el cine se preocupa por actualizar, a la manera de un héroe siglo XXI, con cara de maniquí y novia modelo -los dos, siempre en pose‑, atentos con las causas ecológicas, los inmigrantes ilegales, y con las miras puestas en un mundo mejor. O lo que eso signifique.
“Valerian y la ciudad de los mil planetas” se basa en el comic francés ‘Valerian y Laureline”‘ que, años atrás, inspiró a George Lucas a crear el universo de Star Wars. Con la expectativa que eso implica, llega a la salas lo nuevo de Luc Besson. ¿De qué se trata ‘Valerian y la ciudad de los mil planetas’? En el siglo XXVIII, Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) conforman un equipo de agentes especiales encargados de mantener el orden en todos los territorios humanos. Ambos se embarcan en una misión a la ciudad de Alpha, una metrópolis en constante expansión, donde especies provenientes de todo el universo han convergido durante siglos para compartir conocimientos, inteligencias y culturas. ¿Cón qué te vas a encontrar? El comienzo de “Valerian y la ciudad de los mil planetas” es precioso. Bonito. Bello. Encandila. Una playa salida del Caribe (pero mejor) es habitada por unas criaturas etéreas que viven en armonía con el universo. Te impacta, querés más de esas imágenes. Pero este paraíso es destruido y es ahí donde entran en acción Valerian y Laureline, recorriendo Alpha, descubriendo criaturas, peleando, armando un despliegue visual impactante que hace que en un momento te pongas a pensar: pará, pará, pará, ¿cuál era el conflicto de la historia? Y hay que pensarlo: ah, es el planeta del inicio que ya no existe… y una criatura que hay que cuidar y… ese es el problema de la película. Se va por las ramas y deja que el espectáculo visual se imponga a la historia, al ritmo, a un guion bien contado. “Valerian y la ciudad de los mil planetas” es una película linda de ver, pero cae en la trampa de la forma. Los actores cumplen, la música está muy bien y no hay dudas de que los efectos especiales son espectaculares. El tema es que no alcanza. Promediando la película la acción te lleva, pero no sabés adonde, y eso hace que la tensión caiga en picada. Una pena que no le hayan dejado a la película el mismo nombre que al comic. Y no es un detalle. Porque el film sigue a dos protagonistas con igual peso pero el título se refiere solo a uno. Entonces, ¿él es Valerian? ¿Y por qué el personaje de Cara Delevingne no está en el título si tiene igual o más peso? La recaudación determinará si “Valerian y la ciudad de los mil planetas” tendrá secuela. Y quizás ahí el talento de Besson para contar historias de acción se redima, poniendo los efectos al servicio del guion y no al revés. Puntaje: 6/10 Título original: Valerian and the City of a Thousand Planets Duración: 137 minutos País: Francia, Estados Unidos, China, Bélgica, Emiratos Árabes Unidos, Alemania, Reino Unido, Canadá (querías coproducción… acá tenés 😉 ) Año: 2017
Crítica emitida por radio.
Un film imperdible desde el punto de vista estético y visual. El resto va en gustos. El guión tiene tantas cosas mezcladas que no será del agrado de todos: tiene un poquito de comedia, de diálogos tontos, romance y disparate que a algunos les caerá...
Una relación disfuncional. La película del célebre director de “León, el profesional” (1994) y “El quinto elemento” (1997), fue publicitada como una aventura interplanetaria basada en un cómic de los años de Flash Gordon, desde los avances se prometía un viaje interestelar por varios planetas con ambientes hermosos, especies variadas, efectos bien hechos, acción y humor. Hubiera parecido que Cara Delevinge sirviera como una nota de “tómese con cautela” porque cada trabajo en el que se encuentra la renombrada modelo inglesa no es alabado por los críticos o el público. Entré a la sala sin expectativa ni prejuicio y para mi sorpresa los primeros diez minutos fueron disfrutables. La historia y el desarrollo de la humanidad son explicados visualmente con un montaje y con muy poco diálogo, no se establece ningún personaje todavía pero se desarrolla el principio de la trama de esta manera, y creí que terminaría defendiendo a esta obra de todo el odio que ha recibido en las últimas semanas. Los problemas comienzan a surgir al aparecer los protagonistas; nuestro supuesto héroe, llamado Valerian (Dane DeHaan), es un mayor que se da a la buena vida y le gusta involucrarse con muchas mujeres, cualquier relación con “Guardianes de la Galaxia” es pura coincidencia. Él cual es acompañado por Laureline (Delevingne), una mujer fuerte y luchadora que no necesita a nadie (véase paréntesis anterior). La cual es cortejada constantemente por su superior, aparentemente el acoso sexual no es delito en sus carreras. La química o falta de la misma es puesta en exposición durante las siguientes dos horas, y la pareja no aprenderá ni evolucionara de ninguna manera al final. La relación que puede llegar a tener el espectador con el largometraje es el mismo que se pudiera tener con esa persona que todos conocemos quien es físicamente perfecta pero se la pasa hablando idioteces. Si bien la audiencia quedará perpleja con los primeros escenarios esa imagen será ensuciada con los diálogos y la actuación patética. Los protagonistas necesitan ser rescatados al menos tres veces, la historia no se desarrolla de ninguna manera hasta los últimos 15 minutos y para entonces nadie querrá prestar atención o tomar en serio la exposición. Otra cosa para destacar es que de todos los mundos hermosos que se pueden imaginar en este universo solo se muestra uno y rápidamente los personajes principales son retornados a la estación espacial de donde provienen, un lugar hecho de acero oxidado y cero imaginación, como si se encontraran en Hawái e inmediatamente fueran abofeteados y enviados de vuelta a las afueras de La Matanza. La franquicia que se tomó no poseía narrativas complicadas y largas, podría haberse desarrollado fácilmente con todos los recursos provistos, el hecho de que el producto final haya sido esta aberración del séptimo arte produce desesperanza.
Sci-Fi by Besson "Valerian" es la nueva película de ciencia ficción y acción del francés Luc Besson ("Lucy", "The Fifth Element"). Al pobre Luc no le ha ido demasiado bien con la crítica en los últimos 8 años y este trabajo no es la excepción. Más allá de que las películas recientes no han sido obras de arte, el caso de "Valerian" creo que tiene más que ver con un ensañamiento con este director. Parece mentira que estemos hablando de esto, pero es real que hay un grupo de críticos con agendas poco objetivas que van destruyendo películas a diestra y siniestra. Otro problema tuvo que ver con la promoción del film. Las acciones de marketing no fueron muy efectivas y llegó a su estreno con pocos bombos y platillos. Esto le trajo problemas en la recaudación. Con respecto a la película en sí, esta bizarra historia de ciencia ficción tiene un aura que recuerda mucho al estilo de "El Quinto Elemento" , con momentos de aventura, acción y un toque de comedia. Los oficiales Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) son una joven y talentosa pareja que trabajan juntos resolviendo casos de crímenes intergalácticos. En una de sus misiones, son convocados para recuperar un raro artefacto que podría ser la clave de un peligroso misterio que está poniendo en jaque a Alpha, la ciudad de los mil planetas, una comunidad donde conviven las especies pacíficas del universo. La trama se centra en esta misión, el misterio que la envuelve y la relación amorosa de nuestros dos protagonistas. La historia si bien no es de lo más original, creo que tiene los ingredientes suficientes para entretener y hacer lucir a este universo loco y colorido que creó Besson. En su ego de incluir ciertos personajes raros y poco efectivos para la trama, como es el caso de Bubble (Rihanna), lo hace dispersarse un poco, pero aún así logra meternos en una aventura divertida y que se deja ver. Al dúo protagonista le faltó un poco más de carisma para vendernos mejor el film. Tanto DeHaan como Delevingne están muy correctos en sus roles pero les faltó ese elemento especial que tienen las estrellas ya consolidadas que hacen que una historia con algunas fisuras sume un par de puntos adicionales. Desde lo audiovisual, no hay nada que reprochar. El universo de planetas y especies de seres vivientes que plantea es muy atractivo. Los efectos especiales son buenos, mejor incluso que varios blockbusters recientes de super héroes. "Valerian" es una película que lamentablemente pasará a la historia sin pena ni gloria pero que los amantes del cine de ciencia ficción seguramente disfrutarán y tendrán en su videoteca.