Mercenario del aire El escándalo Irán-Contras se destaca entre todos los genocidios, barbaridades y crímenes de la más variada índole que Estados Unidos promovió, o de los que fue responsable a lo largo de su historia, principalmente por lo bizarro y delirante del entramado de estupideces que la CIA -en connivencia explícita con la administración de Ronald Reagan- montó bajo la coyuntura de las postrimerías de la Guerra Fría. En esencia tanto la CIA como la DEA se dedicaron durante gran parte de la década del 80 a contrabandear cocaína desde América Central y América del Sur hacia Estados Unidos para financiar a los contras nicaragüenses, léase aquel conjunto de guerrillas fascistas que luchaban contra el Frente Sandinista de Liberación Nacional en el poder desde el derrocamiento, en 1979, de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle y su familia, quienes habían gobernado al país durante décadas. Como si envenenar a su propio pueblo con toneladas de cocaína y financiar y armar a la derecha nicaragüense fuese poco, los organismos del estado norteamericano además le vendieron armas a Irán -en tiempos en los que la nación estaba en guerra con Irak- y asimismo utilizaron el dinero resultante para comprar aún más armamento para los contras: a comienzos de los 80 Hezbolá secuestró a varios estadounidenses y la administración reaganeana se llenó la boca en público con su postura de “no negociar” con los terroristas, mientras que en realidad se la pasaron contrabandeando armas a Irán con la vana esperanza de que el país influyese en Hezbolá -con fuerte apoyo de Siria e Irán- para que liberase a los rehenes, lo que por supuesto no ocurrió porque el movimiento de resistencia tenía su propia agenda y utilizó la idiotez de los políticos norteamericanos para armarse como nunca antes. Barry Seal: Sólo en América (American Made, 2017) es una de las tantas películas que tocaron alguna faceta de este embrollo internacional motivado por la insoportable tendencia de Estados Unidos a pretender actuar como una “policía mundial” sin ningún tipo de esquema moral de por medio y apoyando a autocracias genocidas, regímenes totalitarios y demás yerbas del rubro: al igual que Blow: Profesión de Riesgo (Blow, 2001), Kill the Messenger (2014) y El Infiltrado (The Infiltrator, 2016), este opus de Doug Liman analiza los vínculos de la CIA con el Cartel de Medellín, la dictadura de Manuel Noriega en Panamá y el accionar de los contras. En esta ocasión la excusa pasa por construir una biopic tragicómica alrededor de Barry Seal, un famoso piloto que transportó dinero, drogas, armas y hasta a la derecha insurgente entre distintos puntos de Estados Unidos y América Central. Esta especie de “mercenario del aire”, cuya única ideología era acumular más y más dinero al servicio de cualquiera que le pudiese ofrecer una buena tanda de billetes como contraprestación, está interpretado por un distendido y muy eficaz Tom Cruise, aquí entregando una de las mejores actuaciones de su carrera reciente. El guión de Gary Spinelli no logra abrir nuevo terreno en lo que respecta a la temática principal, sin embargo sí consigue lucirse examinando las múltiples aristas del tópico y relacionándolas -desde una envidiable naturalidad- con la actividad del protagonista (en este punto vale aclarar que la propuesta se toma muchas “licencias artísticas” que saltan a la vista de inmediato si uno conoce mínimamente la vida de Seal y el entramado de intereses en colisión del período, aun así el relato se mantiene fiel a la esencia de lo que fue el derrotero del norteamericano). Liman subraya el sustrato absurdo y casi surrealista del asunto mediante movimientos bruscos, primeros planos y juegos varios con el zoom de la cámara, poniendo de manifiesto todo lo solvente y muy interesante que puede ser como director mainstream cuando en verdad se lo propone, algo que ya pudimos ver en Identidad Desconocida (The Bourne Identity, 2002), Poder que Mata (Fair Game, 2010) y Al Filo del Mañana (Edge of Tomorrow, 2014). Por suerte el equipo creativo no se achica llegando el desenlace y desnuda la manipulación berreta e improvisada de la que fue objeto Seal por parte del gobierno estadounidense, por un lado unificando el humor y el registro documental y por el otro exprimiendo el indudable carisma de Cruise, quien definitivamente pidió que se humanizara al protagonista desde un enfoque familiar y al mismo tiempo cercano a la comedia negra de aventuras… circunstancia que dio por resultado un film ágil que sabe dónde colocar los acentos dramáticos en un retrato de una época convulsionada, por momentos ridícula y cargada de tantas mentiras y contradicciones como nuestro presente.
Muy buena, pero con respecto a qué es verdad y mentira en este film, lamentablemente para los que crean que van a ver una biopic, están muy lejos de ello, ya que muchísimo es fantasía. Y les doy algunos ejemplos: el personaje del ....
Barry Seal: Sólo en América, de Doug Liman Por Paula Caffaro Tom Cruise se pone en la piel de Barry Seal, el piloto norteamericano quien, tentado por la codicia, se cargó la creación de uno de los centros más poderosos de narcotráfico del mundo, el Cartel de Medellín. Entre Jorge Ochoa y Pablo Escobar, por un lado y el Gobierno de los Estados Unidos por el otro. Y fue Seal el que tuvo que aprender a manejarse entre drogas, armas y una serie de códigos inéditos. Basada en una historia real, Barry Seal: Sólo en América, narra de forma retrospectiva y en primera persona, la historia de Barry Seal un piloto comercial norteamericano que se ve tentando a comenzar una poderosa ruta de narcotráfico entre Estados Unidos y Sudamérica poniendo en riesgo no sólo su vida, sino la de toda su familia. Con grandes escenas de acción mezcladas con un toque de comicidad en guiño con la audiencia qué, definitivamente conoce cómo fue la historia, el film se sucede de forma rítmica y entretenida a lo largo de sus casi dos horas de duración. Recurriendo a efectos típicos de la época que representa (fines de los setenta, principios de los noventa) como los videotapes, los radares analógicos, los teléfonos públicos y el pager, la película se destaca en lo que a formas se refiere. Por supuesto, la historia es atractiva, sobre todo como recurso para intentar reconstruir algunos fragmentos del pasado que colaboran para comprender los hechos del presente, en especial la figura de Pablo Escobar y la astucia negligente de su cartel, pero también la de un gobierno tan poderoso como el de los Estados Unidos. Cruise cumple bien su rol e interpreta a Seal de forma verosímil, tal vez alejado de sus latiguillos típicos, el papel protagónico le sienta más que bien. De todos modos, Doug Liman, el director, no se privó de rodar algunos planos emblemáticos en los que resaltan la fisonomía del querido Tom y sus hermosos ojos verdes. Acción, un poco de historia y dos horas de Tom Cruise en pantalla grande. No es la película del año, pero tampoco está tan mal. BARRY SEAL: SOLO EN AMÉRICA American Made, Estados Unidos, 2017. Dirección: Doug Liman. Intérpretes: Tom Cruise, Domhnall Gleeson, Sarah Wright, Jesse Plemons, Caleb Landry Jones y Lola Kirke. Guión: Gary Spinelli. Fotografía: César Charlone. Música: Christophe Beck. Edición: Andrew Mondshein. Diseño de producción: Dan Weil. Distribuidora: UIP (Universal). Duración: 115 minutos.
“Barry Seal: Solo en América” es una película basada en hechos reales, la cual cuenta la historia de Adler Berriman Seal (1939-1986), un piloto de avión de TWA Corporation, quien ya cansado de ese empleo, acepta un trato único con CIA (patrulla civil aérea) para realizar una tarea peculiar de tomar fotos aéreas de las zonas de investigación o zona de guerra. Una cosa lleva a la otra y termina trabajando para grandes narcotraficantes como Pablo Escobar, los hermanos Ochoa y el cartel de Medellín, para pasar la cocaína a los Estados Unidos. Se puede decir que fue uno de los primeros cómplices a nivel histórico que facilitó tal acto. Sabemos que cuando se juega con narcotraficantes las cosas no terminan bien, así que a eso hay que sumarle que Barry fingía que trabajaba para TWA, pero en realidad obraba para la CIA y también tenía que lavar dinero. Tenemos la combinación de una historia explosiva. La película, en mi opinión, ya que conozco la historia de Barry Seal, está descrita muy bien. Está narrada de una manera cómica, con muchos cameos que ayudan al argumento, de hecho algunos de ellos son videos originales. Gracias a esas situaciones, la película tiene un toque rústico, algo que no veía desde hace tiempo y debo admitir que me fascino. Que te cuenten una historia real de un narcotraficante así me sorprendió y gustó, creo que si la hubieran realizado de otra manera no la hubiera aprobado. Hablando de los personajes, Tom Cruise interpreta a Barry Seal, físicamente no se parecen pero logra reencarnar el papel y además agregarle un plus Cruise que no podía faltar si estaba él. Tiene una preparación física que dudo que el verdadero Barry la haya tenido, es como si a Tom Cruise no se pudiera despegar de Misión Imposible. Domhnall Gleeson, por su parte, interpreta a Monty Schafe, el que contrata a Barry para que trabaje para la CIA. Si bien es un personaje esporádico, el papel está logrado y sentís que es un rol fuerte como lo fue en realidad. Voy a seguir destacando la película porque sinceramente me llamó mucho la atención que los tips claves de la verdadera historia de Barry Seal realmente fueron representados casi a la perfección.
El dinero es lo primero Hay películas que desde el principio se disfrutan. Con una introducción nostálgica, estilo video VHS ochentero, se muestran imágenes de archivo de la cultura americana mientras se abre paso a la aburrida rutina del piloto comercial Barry Seal. Su mundana vida le parece tan tediosa que provoca turbulencias para despertar a la tripulación a modo de distracción, pero todo eso cambia cuando recibe una proposición indecente… “¿Es legal?” Pregunta nuestro protagonista al insoldable agente de la CIA impecablemente interpretado por el versátil Domhnall Gleeson, quien responde resumiendo la doble moral del sueño americano: “No si lo estás haciendo por los buenos” pausa para sonrisa malévola “y no te pillan”. Es un gran blockbuster en el mejor de los sentidos, perfecto para el público que quiera distraerse, pero también para el que quiera reflexionar. Mostrando los entresijos más oscuros de las políticas exteriores pero sin perder el humor, solo detalles para que la narración siga fluyendo de una manera muy atractiva. Con el protagonista como narrador de su propia historia, la aventura va haciendo saltos entre los acontecimientos y algunas video-confesiones de Barry Seal, que aunque al principio puede desorientar, ayuda a entender el final de esta trama. El director Doug Liman y su fascinación por la auténtica política y los mecanismos del espionaje moderno son evidentes, como ya lo fueron en la lograda El caso Bourne (2002), pero los propios límites del film hacen que la crítica sea sutil y cínica para poner al entretenimiento como prioridad. El tándem que formaron el Doug Liman y Tom Cruise en Al filo del mañana (2014) vuelve para quedarse, mostrando sus mejores armas en este film, ya que se aprovechan el uno del otro al máximo. Tom Cruise siempre absorbe los personajes que encarna, y en este satírico film derrocha carisma. Aunque sin salir del todo de su (últimamente) zona de confort de géneros de acción, es importante pensar que pocos personajes le quedan por explorar a un actor de su talla. A excepción de Entrevista con el vampiro (1994), el mundo de los villanos se podría considerar su única asignatura pendiente. Director y actor parecen haberlo pasado en grande con el enfoque cómico y en ocasiones ridículo del protagonista mientras va construyendo la increíble red de tráfico. Fotos propias del espionaje, coca, armas… Lo único que importa es el dinero. El mordaz guión de Gary Spinelli y el dinámico montaje hacen de la entretenida película una excelente metáfora del sueño americano con una alta dosis de crítica. De una manera muy cínica se repasan algunos de los momentos más emblemáticos de los 80 en Estados Unidos. El contraste entre los discursos de Jimmy Carter sobre crisis morales y austeridad mientras la mayor preocupación de nuestro protagonista es donde guardar tanto dinero. La hipocresía de Nancy Reagan y su famoso “Just say no” con el tráfico de drogas como contrapartida. América es el lugar de oportunidades, no de culpas, como el propio protagonista dice en más de una ocasión: el sólo es el “gringo” que hace la entrega. El antihéroe tendrá la clásica rise and fall, pero con unos detalles muy interesantes, ya que en este tipo de relatos siempre se suele mostrar al protagonista como el más listo del barrio. Incluso en la promoción de este film lucen en el cartel: “La CIA. La Casa Blanca. Pablo Escobar. Un hombre los engañó a todos.” ¿O todos jugaron con él? La CIA va (por lo menos) dos pasos delante de él, incluso cuando éste hace tratos con los narcos de Medellín… Este juego no se basa en una persecución o en una rivalidad para pillar al traficante Barry Seal. Es un juego de Estado, y la Casa Blanca siempre gana.
Volando muy alto y sin medir consecuencias. Con una forma muy dinámica y entretenida de contar la historia se presenta Barry Seal: sólo en América (American Made) bajo la dirección de Doug Liman y como principal protagonista el insuperable Tom Cruise con un rol hecho a su medida. Barry Seal un piloto de avión de línea comercial, con el desgastante y cotidiano sacrificio que ello significa, un día recibe una propuesta de una empresa poco conocida (relacionada con los servicios de inteligencia americanos como podría ser la CIA) oportunidad de trabajo más que tentador -y no solo por la cantidad de dinero que le ofrecen- que consiste en hacer reportes fotográficos sobrevolando determinadas áreas de América central y latina para entregar a esta agencia. Lo que luego desembocará, de acuerdo con sus propias ambiciones, convertirse en traficante de drogas, armas de guerra, para completar con un combo de lavado de dinero que lo llevará a tener que negociar con la DEA pasar a ser un informante y testificar en contra de los socios colombianos narcos. Basada en la historia real de este personaje, aunque se intuye que se han tomado libertades en cuanto a la escritura del guión cinematográfico, con excelentes resultados. Al igual que otro estreno de esta semana (El Informante, pero en ese caso la relación es con el FBI) es muy interesante cómo incorporan al relato imágenes de archivo con figuras del más alto poder político y en este caso también al estilo por momentos documental, con movimientos de cámara muy vertiginosos que no dan respiro al espectador. Altamente recomendable con 1 hora y 55 minutos de puro entretenimiento.
Película predecible, soporífera, desalmada, que una vez más intentan imponer el sueño americano de la mano del protagonista del relato. Tom Cruise una vez más se equivoca al intentar adentrarse en un personaje pintoresco pero que no logra, en nigún momento, transmitir más que estereotipos y lugares comunes.
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El amigo americano Barry Seal, sólo en América (American Made, 2017) escenifica uno de los mitos favoritos del pueblo estadounidense: el ascenso y la caída del pequeño emprendedor que encuentra un nicho en el mercado criminal, se enriquece gracias a su intrepidez, roza el “sueño americano” pero el sueño es insostenible y a la larga se rompe trágicamente. Nadie en tiempos modernos ha capturado este espíritu de ambición, intimidad y picardía mejor que Martin Scorsese con Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990) y las más matizadas Casino (1995) y El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013). “Barry Seal” emplea muchas de las tácticas patentadas por Scorsese - principalmente la narración compinche en primera persona, un ritmo de recapitulación acelerado, la estética del exceso y un ánimo generalmente cómico. El protagonista es Barry Seal (Tom Cruise), un piloto aburrido con su empleo en una aerolínea comercial que a fines de los 70s es empleado por la CIA para fotografiar secretamente a los “enemigos de la democracia” en Centroamérica. Engatusado con un bimotor nuevo y la promesa de mucho dinero, Seal acepta el trabajo, y con ese mismo espíritu mercenario termina trabajando para todos, contrabandeando cocaína para el Cartel de Medellín y llevando armas a los Contras en Nicaragua. El director Doug Liman describe la película como “una mentira divertida basada en una historia verdadera”. La historia en sí es una de esas anécdotas más asombrosas que la ficción, aunque la ficción no se queda corta. Aún cuando ciertos fracasos indican lo contrario, Tom Cruise es el tipo de estrella chapada a la antigua capaz de cargarse cualquier película con el mero acto de presentarse; se ha ganado aclamación por su nuevo papel, que mucho no dista de lo que hace siempre pero lo vuelve lo suficientemente vulnerable y lo somete bajo la presión necesaria. La comedia en sí pasa por el lado de la incredulidad, a medida que la trama va sumando apariciones sorpresivas de tal o cual figura histórica que cruza caminos con Barry, y los testaferros que Barry emplea para lavar sus riquezas se van volviendo más y más ridículos. Aunque el guión es original (de Gary Spinelli), la gracia es seguir la increíble “historia verdadera” a pie de la letra. Más allá de Cruise en el papel titular, la película no incorpora otras actuaciones destacables; el resto de los personajes han sido escritos manera relativamente costumbrista, definidos y constreñidos por su función en la historia. Sarah Wright hace de la esposa y cable a tierra de Barry, Alejandro Edda y Mauricio Mejía se acomodan con impresiones estereotipadas de los narcos Jorge Ochoa y Pablo Escobar, Domhnall Gleeson es el infaltable canijo de la CIA y Caleb Landry Jones suma otro “white trash” a su currículo de irredimibles. La aparición de este último, errática e impredecible, reanima la película de un momento de sopor. “Barry Seal” no hace nada nuevo con el (insólito) material que tiene a mano pero lo que hace lo logra con vuelo y estilo, y cuando copia lo hace los mejores.
Barry Seal es otra buena película con Tom Cruise que llegan sin mucho ruido. Basada en increíbles hechos reales, muestra como un piloto comercial pasa a trabajar para la CIA, pero también con los narcos colombianos. Todo esto es en la década del 80 por lo que tiene el atractivo extra para los que disfrutan conocer la historia política mundial. Los contras, el IranContras, Noriega y el “nacimiento” de Pablo Escobar todo mezclado… como la realidad misma. Al ser fan de la aviación quiero destacar el trabajo que se hizo al respecto que creo es IMPECABLE. Seguramente mucho ayudó Tom Cruise y sus conocimientos aeronáuticos, sumado a que siempre quiere estar en las escenas de acción. Pero que hayan cuidado bien ese punto hace todo mucho más creíble. Tiene muchos detalles que la hacen realmente sólida. Quizás le sobren unos minutos, pero Barry Seal puede ser tomada como una película de entretenimiento, pero sin lugar a dudas históricamente es por donde más me convenció. Puede parecer bizarro todo, pero realmente fue así y ayudan mucho los pocos videos reales que aparecen sobre los casos. Gran trabajo de dirección totalmente sincronizado con un Tom Cruise perfecto para el papel. Definitivamente es una gran película.
La leyenda de Pablo Escobar y el Cartel de Medellín es tan apasionante que hasta la historia de los traficantes de segunda línea pueden brindar grandes películas. Hace unos años conocimos la biografía de George Jung, el delincuente pionero en introducir en Estados Unidos la droga de Escobar, en esa magnífica película que fue Blow (2001), protagonizada por Johnny Deep. La historia de Barry Seal, que se relaciona con el mismo tema y es mucho más compleja, tiene un condimento especial. A diferencia del caso de George Jung que fue un delincuente de poca monta que luego se convirtió en una persona de confianza de Escobar, Seal era un piloto de líneas aéreas que no tenía antecedentes penales. A los 15 años hizo historia en la aviación norteamericana al convertirse en el piloto más joven en emprender su primer vuelo solitario. Un hombre común y corriente, padre de familia, que sin embargo sentía una profunda insatisfacción con su vida. En la búsqueda de una rutina más emocionante Seal terminó por convertirse en un importante traficante asociado con los narcos de Medellín y posteriormente mercenario de la CIA e informante de la DEA. Una historia tan fascinante como disparatada que el director Doug Liman recrea en el cine con el mejor Tom Cruise de los últimos tiempos. La película no es una biografía rigurosa del caso Seal y la trama incorporó diversas situaciones absurdas para hacer más atractivo el relato. El propio Liman fue muy honesto con esta cuestión y definió su trabajo en la prensa como una "mentira divertida basada en hechos reales". Si bien los realizadores se tomaron varias libertades, la historia de Seal es verídica y los acontecimientos más importantes se recrearon en esta película. Uno de los grandes atractivos de esta producción es que nos permite disfrutar a Tom Cruise en un rol dramático donde tuvo la oportunidad de componer un personaje más complejo. En los últimos años su labor se centró demasiado en los héroes de acción y este proyecto le dio la posibilidad de sobresalir por su actuación más que por su desempeño en escenas de riesgo. Con una narración muy dinámica, que presenta el equilibrio perfecto entre el drama y la comedia, Liman construye una película atrapante donde desarrolla un retrato brutal del mundo del narcotráfico y la hipocresía de los servicios de inteligencia estadounidenses. Algo que me gustó mucho de su labor fue el modo en que incorporó dentro la narración material documental de archivo, con el objetivo de reforzar el contexto político del caso de Barry Seal. Un estilo muy similar a lo que hizo el director brasileño José Padilha en la serie Narcos de Netflix. La manera en que insertó en la trama la famosa presentación de la campaña antidrogas "Just Say No", de Ronald Reagan, es una genialidad absoluta y expone muy bien la superficialidad con la que abordaba este tema el gobierno de Washington. A la hora de trasladar estos hechos en el cine, el guión de Gary Spinelli presenta una estructura tradicional que describe el ascenso y ocaso de un delincuente en el mundo del crimen. Desde Little Caesar (1931) con Edward G. Robinson, pasando por Scarface y más recientemente el Lobo de Wall Street, por citar algunos casos, este tipo de relatos resultan familiares en el cine norteamericano. Sin embargo, el modo en que Liman narra la historia, sumado a un inspirado Tom Cruise, generó que el desgaste de esta temática no sea un impedimento para disfrutar el film. Un proyecto que claramente consolida la dupla conformada por el cineasta y el actor que ya había brindado buenos resultados en Al filo del mañana. A partir de este jueves esta propuesta es una de las mejores opciones que se encuentran disponibles en la cartelera y recomiendo que no la dejen pasar.
La transición de los años ’70 a los ’80 nos dejó grandes películas y discos, como a su vez importantes conflictos políticos, sociales y culturales. También figuras o personajes con historias que parecen realmente salidas del cine de Brian De Palma u Oliver Stone. American Made -presentada en estas tierras como Barry Seal: Sólo en América– es lo nuevo de Doug Liman (The Bourne Identity, Mr. and Mrs. Smith) que protagoniza Tom Cruise (Edge of Tomorrow) y perfectamente entra en esa categoría. Basada en hechos reales, nos acerca hacia el auge y caída en la vida de Adler Berriman Seal -más conocido con el nombre del título- un piloto de aviones que durante fines de los años ’70 y principios de la década siguiente se convirtió en agente mercenario de la CIA, a partir del tráfico de drogas y armas, asociado al cartel colombiano de Jorge Ochoa junto a Pablo Escobar y al armado de las organización Contra en Nicaragua.
Tom no corre, ¡vuela! Caracortada (Scarface, 1983), Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990), Casino (1995)… el cine está lleno de historias sobre el ascenso y caída de aquellos que operan en ciertas zonas moralmente oscuras que ofrecen mucho pero a cambio de todo. El director Doug Liman –Al Filo del Mañana (Edge of Tomorrow, 2014), Identidad Desconocida (The Bourne Indetity, 2002)- nos trae una de esas historias, con el agregado de tratarse de un hecho real: el de Barry Seal, un piloto comercial devenido en contrabandista narco e informante de la CIA. Tom Cruise y su histrionismo registrado le ponen el cuerpo a Barry Seal: Sólo en América (2017), dentro de un relato que condensa los años más activos del piloto, en los que se involucró en uno y mil chanchullos en ambos lados de la ley, entregando como resultado una suerte de Blow: Profesión de Riesgo (Blow, 2001), combinada con la autoconsciencia de El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013). Como es de esperarse, el impetu de Cruise es el alma de una fábula construida con el atractivo suficiente para atrapar incluso a aquellos que conociesen de antemano la vida y obra del polémico Seal. Breves “inserts” atemporales de Barry Seal explicando o acotando sobre aquello expuesto rompen con la temporalidad narrativa y ofrecen una dinámica interesante al conocido formato en clave “basado en hechos reales”. Si bien las desventuras del piloto son el núcleo del film, la coyuntura histórica sirve como segunda línea de lectura y enriquece el resultado final. Los narcos colombianos, el cartel de Medellín, Pablo Escobar (personaje a quien deberían dar un largo descanso en la ficciones), la CIA, las presidencias de Reagan y Bush, son todos elementos que desde lo dramático exponen de manera crítica el manejo político de los intereses siempre cambiantes de las potencias mundiales, sus trapitos sucios y la guerra por el poder. Liman y el guionista Gary Spinelli no se quedan solamente con el protagonista colorido, buscan contar algo más. Probablemente el único punto flojo sea la falta de profundidad en la propia moral de Barry Seal. Su nivel de participación en conflictos de naturaleza tan variada seguramente lo impactaron de maneras que la historia no sabe o elige no contar, inclinando la balanza en favor del mito. El diseño de arte ayuda a ubicar con eficacia en tiempo y lugar los hechos, y la producción en locaciones reales donde sucedieron algunos de los episodios descriptos agregan un plus a la realización. Con una relato que pone el foco sobre un personaje tal vez no tan conocido pero definitivamente colorido, Barry Seal: Sólo en América prueba ser un entretenimiento más que interesante… y sin la necesidad de hacer correr a Tom Cruise: directamente vuela.
El director de Swingers, Viviendo sin límites, Identidad desconocida, Sr. y Sra. Smith, Jumper y Poder que mata vuelve a trabajar luego de Al filo del mañana con ese astro inoxidable que es Cruise en esta bastante convincente mixtura entre thriller, acción y comedia basada en la historia real de un piloto, agente encubierto y brillante estafador que trabajó -a veces incluso de manera simultánea- con la CIA, la DEA, el Cartel de Medellín y los Contras nicaragüenses durante parte de las décadas de 1970 y 1980. En el inicio de esta película vemos a Barry Seal trabajando como un aburrido piloto de cabotaje de la hoy extinta compañía TWA. En uno de los tantos hoteles donde se hospeda entre vuelo y vuelo es abordado por Schafer (Domhnall Gleeson), un agente de la CIA que le ofrece trabajar para el gobierno en distintas operaciones encubiertas. Tras algunas dudas iniciales, el protagonista acepta y al poco tiempo estará llevando cajas con AK-47 a los mercenarios antisandinistas y -por qué no- de regreso ingresando a los Estados Unidos cocaína colombiana. El caso real de Seal -que dio lugar a varias investigaciones periodísticas, libros y hasta a Doublecrossed un docudrama de HBO con Dennis Hopper lanzado en 1991- tiene todos los condimentos para un fascinante film de suspenso (no mucha gente tuvo la oportunidad de lidiar directamente y al mismo tiempo con las más altas esferas del gobierno, Pablo Escobar y Manuel Noriega), pero Liman y Cruise van más allá para construir, además de un relato de acción y un drama familiar, una comedia que funciona muy bien durante una parte considerable de las casi dos horas. Es cierto que la película se reitera un poco y decae otro tanto durante su parte final, que la subtrama familiar es poco convincente (el papel de la esposa interpretada por Sarah Wright no es particularmente inspirado), pero Barry Seal: Sólo en América entretiene y -apoyado en una fotografía setentista/ochentista con espíritu de VHS gentileza del uruguayo César Charlone y en un buen uso de diversos materiales de archivo- nos transporta a aquellas épocas de Jimmy Carter primero y Ronald Reagan después en el que la Guerra contra las Drogas convivían a pura hipocresía con escándalos como el de Irán-Contras. Película sobre la doble moral, sobre la capacidad para mutar y engañar, sobre las miserias de la política y la hipocresía del poder, y ensayo sobre la codicia en el capitalismo. Todo eso es Barry Seal: Sólo en América en el que un director profesional como Liman y ese auténtico piloto-estrella que es Cruise se asocian para que el viaje nos resulte de lo más placentero.
Tom Cruise encarna una vida de película Barry Seal, aviador fenomenal, piloto excelso, comandante aerocomercial con capacidad para cumplir, fue en algún momento reclutado por la CIA. A fines de los 70 y principios de los 80 realizó operaciones en Centroamérica: por ahí pasan Noriega, los Contras, Colombia, Reagan, la cocaína, cartel de Medellín, las armas, Irán, la DEA. Es una vida de película que, afortunadamente, se hizo película. Y, mejor aún, protagonizada por Tom Cruise en un recuperado estado de gracia, estado habitual que había abandonado brevemente en la segunda Jack Reacher y en La momia. Liberado de los corsés del mal cine, Cruise vuelve a actuar con Doug Liman (que lo había dirigido en la memorable Al filo del mañana), un director que aprendió a hacerse cada vez más fluido, que enterró en el pasado desastres como Sr. y Sra. Smith y que ahora descansa en la narración con una confianza indudable en el cuento que le toca contar. Así, Cruise recarga su carisma y sus brillos con un personaje mezcla del de Di Caprio en El lobo de Wall Street y el de Johnny Depp en Blow, en una película que es pariente de esas dos aunque aún más plebeya. Barry Seal: sólo en América es una de esas películas cargadas de adrenalina, que saben que pueden permitirse ser un poco exhibicionistas -diríase incluso cancheras- desde el primer minuto porque tienen con qué. Así, cuando la historia suma elementos, traiciones y dobles juegos tan inverosímiles que solo pueden ser reales, la combinación de estilo con bases fácticas logra ese disfrute con fruición que pueden llegar a ofrecer el cine de ese país imposible junto con el continente del mismo nombre. Porque ésta, desde el título (el original y el de estreno local), es una historia americana, sin ínfulas, sobre momentos de una vida invivible a largo plazo, sobre negocios turbios provenientes de claridades inconcebibles, sobre excesos de todo tipo. Liman y el guionista Gary Spinelli hacen eso y más: proponen una película de extraña luminosidad, brindan una enorme cantidad de humor, lo reubican a Cruise en su rol de estrella (que incluye y excede el ser actor) y la condimentan con una banda sonora exquisita sin necesidad de ser farolera. Y, por si todo este despliegue en movimiento perpetuo fuera poco, Barry Seal agrega entre sus méritos una de las grandes puestas en escena del exceso de dinero ilegal como problema material: vemos, entre carcajadas, que es imposible enterrarlo porque hay más fajos de billetes que capacidad del suelo para ocultarlos.
Tom Cruise, un piloto para todo servicio El film relata el caso real de un aviador al quela CIA manda de espía a Centroamérica, pero lo hace desde un costado humorístico. En esta historia real, Tom Cruise interpreta a Barry Seal, un piloto de aerolínea comercial que a mediados de los '70 fue contratado por la CIA para trabajos especiales y terminó convertido en "el gringo loco que siempre entrega la mercadería". Tratándose de la CIA, y siendo las misiones a Centroamérica, no debería extrañar que la mercadería sean armas, drogas, y en algunos casos la misión de tomar fotos estratégicas de los distintos grupos revolucionarios que empezaron a surgir en distintos países de la región. Doug Liman es un director versátil que puede hacer obras maestras de la ciencia ficción futurista, como "Al filo del mañana", para después, como ahora, ir al pasado reciente de la era de Jimmy Carter y Ronald Reagan con una irónica historia que incluye a Pablo Escobar, el General Noriega y Oliver North, todo contado desde un tamiz divertido que convierte cosas serias en la más disparatada comedia. Las escenas de las distintas estrategias de contrabando aéreo proponen la parte de acción necesaria, y también hay un par de episodios sobre los problemas del exceso de efectivo casi de actualidad-: por suerte el guión no se detiene demasiado en la inevitable decadencia del negocio aéreo del protagonista. "American Made" es una excelente película que ofrece una visión distinta de los años '70 y '80, sin nunca dejar de entretener.
Con los narcos y con la Casa Blanca Tom Cruise vuelve a pilotear un avión, a 31 años de Top Gun, con un personaje real y una historia increíble. Es increíble cómo un actor puede pasar dentro del género, digamos, de acción, de un personaje seminefasto como el que Tom Cruise interpretó en La Momia al que le da su nombre al título de la película de Doug Liman -que ya lo dirigió en Al filo del mañana, y lo hará en Luna Park- que se estrena hoy. Basada en una historia real, Barry Seal: Sólo en América sigue a este piloto de avión, que dejó la aerolínea comercial TWA algo chantajeado por la CIA por contrabandear cigarros cubanos en los años ’70, que es cuando transcurre buena parte de la trama. “¿Es legal lo que hacemos?, le pregunta al agente de la CIA (Domhnall Gleason). “Si trabajás para los buenos, sí”, recibe como única respuesta. Lo que hace es volar sobre los campos de rebeldes de Nicaragua, por ejemplo, en una avioneta y sacar fotos. Luego, con mucho más que el visto bueno de la Casa Blanca, arrojar armas para que reciban los Contras. Pero Seal también hace changas para el Cartel de Medellín: por cada kilo de droga que le transporta a Pablo Escobar desde Colombia a los EE.UU. recibe un dineral, tanto que literalmente no tiene dónde guardarlo en su casa. La película destila un humor ácido –Seal es un loco como piloto, y un tipo que arriesga no solamente arriba de la avioneta, o sea, un personaje que Cruise viene haciendo desde Top Gun a esta parte-. Hay muchas patadas a las administraciones de Carter y Reagan, se lo menciona al Clinton gobernador y al Bush vicepresidente de Reagan. Y tal vez por eso, porque a los estadounidenses no los divierte tanto que les tomen el pelo o se rían de sus desastres en el Gobierno, es que Barry Seal no funcionó en la taquilla norteamericana. Bueno, tampoco es una de acción trepidante, pero tiene escenas bien filmadas, se sigue con interés aunque por momentos todo parezca demasiado descabellado y las vueltas del guión hacen que no siempre se adivine lo que pueda sucederle a Seal, su mujer (la bella Sarah Wright), sus hijos y su joven cuñado (Caleb Landry Jones, Banshee en X-Men: Primera generación). No está mal para pasar un rato, pero tampoco da para tirarse de un avión a verla.
El astro Tom Cruise y el director Doug Liman toman la historia real del piloto que, en los ochenta, trabajó para, anoten: la CIA, el cártel de Medellín, la contra nicaragüense, el corrupto panameño coronel Noriega y, en definitiva, el Gobierno estadounidense. Una epopeya marcada por el amor al dinero que sirve para armar, con una estupenda fotografía vintage -gentileza del talentoso uruguayo César Charlone- y un gran archivo, un thriller chispeante. Además, construye un implacable retrato del papel de los Estados Unidos -con republicanos y demócratas de por medio- en el mundo narco, la guerra sucia y la manipulación política en América Latina. Por fin una de corruptos que actúan en nombre del Tío Sam. El incombustible Cruise le da a Barry Seal todo lo que el personaje pide (y que él puede proveer tan bien) para alegría del cine: controvertido y todo, es un héroe de acción y piloto fantástico. Además, un amoroso marido y padre de familia, que huye hacia adelante, y hacia arriba, en una carrera imparable. En el combo de Cruise y Liman no falta el humor, con picos en un par de escenas donde lo absurdo da vuelta todo. Son dos horas frenéticas, vibrantes y divertidísimas.
La película está basada en la vida real de Barry Seal, el ex piloto que se convirtió en un importante narcotraficante en el cartel de Medellín y que fue reclutado por la CIA y el departamento de inteligencia de la DEA. Con un tono más de comedia que de acción, Tom Cruise regresa al cine con este producto alejado de la parafernalia visual de Hollywood para adentrarse con una estética de VHS y colores brillantes en las década de los setenta y ochenta. Cruise es Barry Seal, el piloto de la línea TWA que, cansado de la rutina de su trabajo, acepta una misión a cambio de dinero para fotografiar pueblos insurgentes en Centroamérica, bajo la supervisión de la CIA, y que termina trabajando para Pablo Escobar a bordo de una avioneta que deja paquetes con cocaína en lugares estratégicos. El realizador tergiversa el "sueño americano" en este relato donde la ambición del antihéroe lo lleva a rincones insospechados y a rodearse con gente sin escrúpulos con tal de mantener a su familia a flote. A la manera de un registro en video de 1985, Seal relata a cámara su historia de excesos y ambiciones desmedidas, entre el resquebrajamiento familiar, las persecuciones y su carrera de excesos. Con un ritmo que no decae en casi dos horas, Tom Cuise sabe ganarse al público con su carisma desde el comienzo y un tono divertido impreso en este drama real que entretiene y resulta contundente en su combinación de material de archivo de la época, gags y retrato del piloto que quería más y más. La dupla de Al filo del mañana -Cruise-Liman unirán talentos en futuras producciones- funciona muy bien en este film anacrónico que retrata con buen pulso narrativo la historia de un gran perdedor.
Sobre la búsqueda del sueño americano, Barry Seal: Solo en América, plantea el conflicto directamente sobre el hambre de poder y el dinero. Doug Liman (Edge of Tomorrow, The Bourne Identity) continua su racha de sorpresas en pantalla grande y nos ofrece un film estruendoso en sus detalles que consigue destacarse sobre el género en base al tráfico. Primero y principal, Barry Seal es un vehículo perfecto para Tom Cruise. Cruise es un gran intérprete de haraganes del séptimo arte, y en este nuevo film se siente como en casa caracterizando a este piloto convertido en traficante; un personaje absolutamente interesante, no sólo porque fue uno de los peldaños más importantes en lograr la expansión de tráfico de drogas entre Centroamérica y Norteamérica, sino por el hecho de que su vida es el retrato perfecto del mencionado “sueño americano”. Seal es exitoso en lo que hace, pero la monotonía de su vida lo lleva a cruzar límites y responder a nombres de la Casa Blanca o el mismísimo cartel de Medellín. A todo esto, Cruise se divierte como de costumbre y da como siempre una interpretación completa de principio a fin. Barry Seal: Solo en América sirve como una expansión del film de Ted Demme, Blow: Profesión de Riesgo del año 2001. Quien vio la serie Narcos, los excelentes documentales de Cocaine Cowboys o The Infiltrator (film de 2016 que se toma mucha libertad para contar los hechos) tiene una leve idea de los eventos de la vida de Seal. De todas formas, Liman logra que la película se mantenga a flote en todo momento gracias al guión de Gary Spinelli (Stash House), el cual otorga el espacio adecuado para centralizar situaciones adecuadas con un timing exacto; hay tensión, humor, drama y acción en cantidades justas, y todo ello repleto de pequeños detalles que le añaden a la experiencia una cuota de satisfacción -ver el viejo logo de IMAGINE remixado es un excelente comienzo-. Hay que aclarar también que el film pone una mirada justa -tal vez la balanza está sobrecargada en el lado de Seal– sobre los diferentes organismos que se van presentando a lo largo del metraje. La mayoría de las entidades se muestran amigables a su entorno, casi en broma, pero esto cuesta creerlo por lo que la historia del mundo nos fue enseñando; Barry sale de las reuniones mostrando una sonrisa en cada momento, no obstante es probable que en realidad, esa sonrisa asistía en muy pocas ocasiones. American Made -título original- rescata la carrera de Tom Cruise después del desastre de The Mummy (2017), logra con creces lo que quiere y el espectador va a pasar un gran momento en salas de cine. El sueño americano se comparte gratamente en estos casi 120 minutos de película.
Hechos reales y tono de comedia alocada, una fórmula con buenos resultados para contar que pasó en los ochentosos y divertidos años en los que el personaje del título cuenta su propia historia. Es el feliz reencuentro del director Doug Liman (el de la saga Bourn, dirigió la primera y produjo el resto) con Tom Cruise, juntos hicieron “Al filo del mañana”. Pero en este caso, con libro de Gary Spinelli, encontraron el tono gusto de “locura” para contar realidades impresionantes. Todo empieza con una travesura del joven piloto de TWA aburrido en un vuelo, y sigue cuando descubierto en un pecado de contrabando le proponen trabajar para la CIA. Barry Seal se juzga a si mismo como un hombre arriesgado en las aventuras mas delirantes. Y cumple con lo que promete. Primero se dedica a fotografiar a los rebeldes sandinistas de Nicaragua. Después se conecta con Pablo Escobar y encuentra la manera de ganar demasiado dinero trayendo droga a EEUU en sus viajes sin control. Luego Después llevara armas del gobierno de EEUU a los contras y los traerá para un entrenamiento secreto. Pero también contribuirá al desarrollo del reino de Escobar entregando armas a cambio de droga para que ganen “los contras” y también el piloto. Y cuando todo parece desbaratarse y lo persiguen para que pase el resto de su vida en la cárcel, será contratado por la Casa Blanca, en la era Reagan a quien sigue viendo como el cowboy de ficción. Desvergüenza moral, sordidez, salvajismo. Todo junto en un coctel donde los intereses del protagonista corren al vaivén de las operaciones secretas del gobierno de EEUU, pero con el ritmo alocado del humor y la aventura. Tom Cruise ofrece uno de sus mejores trabajos secundado por un gran elenco. Para divertirse y pensar.
Misión imposible en el patio trasero. Reflejo deforme del sueño americano, el film de Liman echa una mirada irónica sobre los para-estatales en la era Reagan. A treinta años del estreno de Top Gun, Tom Cruise regresa triunfalmente al cockpit de una aeronave en un relato donde volar implica bastante más que el simple hecho de trasladarse de un lugar a otro. Ya la primera escena de Barry Seal-Sólo en América demuestra con creces que el protagonista no es un capitán común y corriente: la simulación manual de una típica situación de turbulencias termina sacudiendo a todo el pasaje, desperdigando objetos y haciendo caer las mascarillas de oxígeno. ¿La razón? Sencillamente, despertar al copiloto de su siesta. Segunda colaboración entre la estrella y el realizador Doug Liman luego de la notable Al filo del mañana, American Made recoge el guante de Martin Scorsese (en particular, las enseñanzas de sus frenéticas sagas criminales de los años 90 y la relectura encarnada por El lobo de Wall Street) para narrar la historia de un piloto de aviación comercial convertido –por obra y gracia de las circunstancias políticas y sus ambiciones– en agente encubierto de la CIA, mula del Cartel de Medellín, lavador profesional de dinero y, finalmente, garganta profunda sobre rol secreto del Estado norteamericano en tierras extrañas. Difícil saber cómo era el Barry Seal de la vida real, en el cual la película basa gran parte de su historia, pero en la piel de Cruise se trata del aviador más canchero, pintón y simpático que pueda llegar a imaginarse. Y nada lerdo: aprovechando algunas de las rutas aéreas, el hombre se hace unos dólares extra pasando ilegalmente habanos cubanos de primera calidad. Es con esa información bajo la manga que un agente de la CIA (el irlandés pelirrojo Domhnall Gleeson) se le acerca para ofrecerle el más insospechado de los negocios. En esencia, armar una empresa fantasma que sirva de fachada para el plan más importante: fotografiar a baja altura los campos de entrenamiento de “los enemigos de la democracia” en Centroamérica, en particular Nicaragua, Honduras y El Salvador. Corren los últimos meses de la década del 70 y la tirante situación política y social con los sandinistas, la Fprlz y el Frente Farabundo Martí está en su apogeo (como también la intervención directa de los Estados Unidos en el territorio, entrenamiento militar de los Contras incluido). En precisamente sobre el terreno, pilotando un jet de última generación y escapando de las balas insurgentes, que Seal conoce a un grupo de muchachos colombianos, encabezado por un tal Pablo Escobar, deseosos de inundar de fresca cocaína el mercado norteamericano. Relato de ascenso y caída y, al mismo tiempo, reflejo risiblemente deforme del sueño americano, Sólo en América acelera desde el minuto uno y no afloja el ritmo en ningún momento, combinando el sarcasmo desembozado con una mirada irónica sobre el papel de las agencias estatales en la era Reagan. Cerca del final del film y de la vertiginosa y fugaz carrera de Seal la CIA, el FBI, la policía local y la DEA llegan casi al mismo tiempo al hangar del aeropuerto privado del protagonista con la intención de detenerlo, situación improbable que ilustra la fascinación de Liman y el guionista Gary Spinelli por el humor absurdo e, incluso, el gag físico. A pesar de ese sentido de la comicidad que la atraviesa de principio a fin, la película no es necesariamente una comedia, al menos no en un sentido estricto. Y si lo es, no puede sino serlo de una manera trágica: las dificultades de la familia Seal a la hora de guardar todo el efectivo disponible o de “lavarlo” en tiempo y forma sólo es equiparable a su ceguera ante la imposibilidad de que ese estado de las cosas continúe indefinidamente. “Hecho en América”, reza el título original, y ese cambalache donde se confunden objetivos con medios, ideales con simples actos criminales y el confort con la más incómoda acumulación de bienes es esencial a la trama de negocios y planes políticos que laten en el corazón del complejo acuerdo entre las partes: Seal, el gobierno de su país, los narcos, los miembros de su familia. En el fondo, Seal no puede evitar ser una víctima de sus propias y desmedidas ambiciones, alguien que es usado para ciertos fines, un peón al que se hace creer que es rey. Esa es la ironía mayor de esta fábula que, en el fondo, termina siendo moral pero nunca admonitoria. “Tal vez debería haber hecho más preguntas”, afirma Seal ante una camarita VHS que hace las veces de confesor sordo, a mediados de los años 80, poco antes del fin de una era. El dinero ya no está. O, mejor dicho: está, pero en otras manos.
Entre fines de los 70 y principios de los 80 la cocaína llegó a los Estados Unidos desgraciadamente para quedarse. Si bien se hancrítica de Barry Seal: Sólo en América contado decenas de historias, tanto de los narcotraficantes como de los oficiales que los arrestan, no ha habido tantas historias de personajes menores de ese universo, aquellos que en una película habitualmente vemos al pasar. Barry Seal: Sólo en America es la historia de breve prosperidad de uno de ellos. Yanquilandia, país generoso: Barry Seal es un piloto de aerolíneas de vida bastante monótona. Un pequeño negocio que tiene al margen (como contrabandista de cigarros), atrae la atención de un operativo de la CIA que desea los servicios de Barry para pilotear un avión espía. Este será el primero de muchos encargos que lo pondrán en contacto con dictadores y narcotraficantes, que desean los servicios de Barry para conseguir que sus “productos” crucen las fronteras. Al trabajar tanto para la CIA como para los narcos, Barry consigue prosperar y llenar de lujos a su familia. Pero nada es tan fácil como parece ser. El guion de Barry Seal: Sólo en América es prolijo, siguiendo paso a paso la típica historia de un don nadie que consigue prosperar a causa de una actividad ilegal, con todo el derrotero que ello implica; lo que hemos dado en llamar “El Camino del Hedonista”. No obstante, el guion no se limita a solamente desplegar un derrotero, lo hace de una forma muy humorística y con un descomunal sentido de autocrítica hacia su propio país. Aunque los narcotraficantes lejos están de ser retratados como unos santos, los oficiales del gobierno quedan peor parados todavía, ya que son presentados como unos infantiles egoístas que usan a la gente mediante la coacción para luego desecharla. En materia actoral, si bien la película tiene acción en su justa medida, acá podemos ver a Tom Cruise en completo modo actoral. Curiosamente, Barry Seal: Sólo en América es una de esas pocas instancias en donde no lo vemos como un ganador nato que siempre sabe qué hacer. Su desesperación es tan creíble como atractiva para la atención del espectador. Es uno de esos intérpretes que promete algo y se esfuerza por cumplirlo; podemos decir que este título es un merecido agregado para la columna de los aciertos. Del plantel de actores por fuera de Cruise destaca Domhnall Gleeson. Su cuota de jovialidad y despreocupación es crucial para entregar el tono autocritico que tiene la película. Es también interesante el aporte de Sarah Wright como la esposa del protagonista. En materia técnica el film es también muy prolijo, oscilando entre la puesta clásica y la casi documental, siendo esta última la que predomina no pocas veces en el metraje, tanto en su fotografía como en su montaje. Desde luego, al ser una película ambientada entre los 70s y 80s, pueden esperar un repertorio de clásicos de la época. Conclusión: Barry Seal: Sólo en América es un título entretenido, sostenido por una narración tan fluida como ácidamente autocrítica de su país y de su historia. Descansa en los hombros de un Tom Cruise arraigado en su faceta de héroe de acción, pero logrando conquistar por facetas mucho más inusuales y profundas. Disfrutable.
Cuenta la historia de un hombre que hizo fortuna a finales de los 70 y principio de los 80, Adler Berriman Seal (1939-1986), un piloto de avión de TWA Corporation, quien siente un desgaste debido a que hace mucho tiempo que viene realizando esa actividad. Le llega la propuesta de CIA parauna tarea civil aérea que consiste en tomar fotos aéreas de distintos lugares y zona de guerra, uno de sus guías es un agente de la CIA, Monty “Schafer” (DomhnallGleeson, bien interpretado, es creíble) y algo sucede que termina trabajando además para grandes narcotraficantes como Pablo Escobar, los hermanos Ochoa y el cartel de Medellín, pasando cocaína a los Estados Unidos y después armas. Barry Seal (Tom Cruise, en lo físico no se parece al personaje real pero logra muy bien meterse en ese personaje y en lo corporal está dotado para la acción. Tiene mucho carisma y sabe exponerse ante cámara) vive con su esposa Lucy Seal (Sarah Wright, su luce le da todos los toques necesarios, desde la inocencia hasta la complicidad) y varios hijos. En un principio le oculta su trabajo pero no tarda en descubrirlo y no falta algún familiar que mete la pata. La historia se encuentra muy bien narrada, es atrapante, con una ambientación sensacional, algunas imágenes que son de la época, como por ejemplolosfragmentos de noticieros mostrando al matrimonio Reagan, incluyendo cameos, mucho humor, un buen ritmo, tiene adrenalina, un tono irónico y burlón, estupenda fotografía, montaje y banda sonora. Resulta una película interesante, apasionante, entretenida para conocer un poco más del un hombre que revoluciono al mundo.
Barry Seal (Tom Cruise) es un hombre que se gana la vida como piloto en una empresa de vuelos, durante fines de la década de los 70 es contratado por la C.I.A, su trabajo consistía en llevar a cabo distintas operaciones encubiertas, una de ellas era la de entregar armas a los Contra, es ahí en donde nuestro protagonista empieza a tejer poco a poco su propio imperio personal, trabajando para el gobierno de su país y para los enemigos, como por ejemplo el cartel del colombiano Pablo Escobar en donde Barry traslada cocaína hacia los Estados Unidos. Personalmente no soy muy fanático de Tom Cruise, creo que gran parte de sus personajes son iguales, ni hablar de lo decepcionante que resulto hace poco “La Momia”, película que lo tenía a él como protagonista, por suerte “Barry Seal: Solo en América” es una película que logra enganchar fácil y se hace llevadera. “Barry Seal: Solo en América” entra en la categoría de “Basada en hechos reales”, pero en la historia abarcan varios subgéneros sin la necesidad de abusar de estos, la comedia esta buen empleada y son de los mejores momentos de la cinta, todo esto gracias a el guion de Gary Spinelli y la excelente dirección de Doug Liman, quien anteriormente ya había trabajado con Tom Cruise en “Al Filo del Mañana”. Estamos acostumbrados a ver a Tom Cruise en papeles bastantes riesgosos como en lo de las películas de la saga “Misión Imposible” en donde las mayoría de las veces el mismo se pone la película al hombro y decide hacer las escenas de acción mas difíciles sin recurrir a un doble de riesgo. En “Barry Seal: Solo en América” la acción es escaza, más bien diría nula, centrándose más en conflictos de gobierno americano y espionajes. En definitiva, Barry Seal es una película entretenida, bastante bien llevadera, dirigida y actuada, una opción ideal para ver en una sala de cine.
El mejor país del mundo Barry Seal cuenta la historia real un piloto que trabajó para el Cartel de Medellín y la CIA, y lo hace con un ritmo y un humor que la vuelven irresistible. Doug Liman es de esos directores de cine a los que se suele calificar, quizás algo peyorativamente, como “artesanos”, para diferenciarlos de los que supuestamente serían “verdaderos artistas”. Digamos que en una era dominada por la concepción del director como autor (bueno, hace más de 60 años), tipos como Liman estarían un escalón por debajo de otros más personales como por ejemplo Joss Whedon, Shane Black, Edgard Wright, Matthew Vaughn o incluso su amigo Jon Favreau, por nombrar casos de directores que se manejan dentro del mainstream y los géneros populares. Creo que para hacerle justicia a Doug Liman no hace falta decir que es lo que no es. Efectivamente, es un artesano, en el sentido de que está siempre al servicio de la narración y se vale de su enorme talento para que a los espectadores nos atraviesen las vicisitudes de sus personajes y las tramas. Da la sensación de que en sus manos, un tipo leyendo la guía telefónica podría transmitirnos tensión, euforia, humor y emoción. Usé la palabra “artesano” y si bien no tengo muy claro cuál es su origen (me refiero a su origen como sustantivo que designa cierta clase de directores de cine), la primera vez que la escuché fue en referencia a los directores de segunda línea del Hollywood clásico: Michael Curtiz, Victor Fleming o Fred Zinnemann, por nombrar tres cuyos nombres pueden no resonar como los de Howard Hawks, John Ford u Orson Welles, pero que nos dieron películas como Casablanca, Lo que el viento se llevó y A la hora señalada, nada menos. Y Tom Cruise es justamente una estrella de esa época, de cuando el público iba a ver “una de Bogart” o “una de Gary Cooper”. Más allá de sus virtudes como actor, que las tiene y de sobra, Cruise tiene una influencia enorme en las películas que protagoniza (cuando no es directamente el productor, como en las franquicias de Misión Imposible y Jack Reacher). Es, prácticamente, un sello de calidad. Sin contar el claro paso en falso de La momia, Tom Cruise no hizo una mala película desde, quizás, Vanilla Sky, hace 16 años. El encuentro entre Liman y Cruise, entonces, no pudo haber sido más auspicioso para el cine mainstream. La primera película del dúo, Al filo del mañana, es una adaptación de un manga japonés que mezcla acción, ciencia ficción y cine bélico. Con ese material difícil sobre un soldado que lucha contra unos extraterrestres y tiene que vivir el mismo día una y otra vez al estilo Día de la marmota, Liman y Cruise logran el milagro de hacer una película ingeniosa, divertida y, sobre todo, verosímil. Por eso esperaba con mucha ansiedad la segunda película del dúo. Barry Seal, solo en América va por un lado completamente distinto al de Al filo del mañana: cuenta una historia real. El protagonista es Barry Seal (Cruise), un piloto de una aerolínea que se las rebusca contrabandeando cigarros cubanos. En uno de sus viajes es abordado por Schafer (Domnhall Gleeson), un agente de la CIA, que le propone renunciar a Trans World Airlines y trabajar para ellos volando avionetas sobre países de Centroamérica para fotografiar las actividades de los grupos revolucionarios marxistas bancados por la Unión Soviética. La propuesta económica es en un principio atractiva, y Seal acepta. En uno de sus viajes, el naciente Cartel de Medellín le propone aprovechar los vuelos para entrar cocaína a los Estados Unidos. La paga, obviamente, es mucho mayor a la de la CIA. Seal no duda demasiado: es un chanta, un busca, acepta cualquier negocio que le propongan. Así, empieza a trabajar para Pablo Escobar (Mauricio Mejía) y sus socios, además de para la CIA. La trama va a complicarse todavía más y Liman avanza con un ritmo que no decae jamás. Con un soundtrack juguetón (está la irresistible versión de Walter Murphy de la 5ta Sinfonía de Beethoven, la de Fiebre de sábado por la noche), imágenes que se congelan para subrayar expresiones y líneas de diálogo, archivo televisivo de acontecimientos reales que influyen en la trama (Reagan es casi un personaje más) e infinidad de recursos cinematográficos, Barry Seal nos agarra y no nos suelta nunca más. Pero lo mejor es que Liman y Cruise (y el guionista y productor ejecutivo Gary Spinelli) tienen perfectamente clara la historia general que están contando, más allá de aprovecharse de los vericuetos circunstanciales de una trama muy colorida. Barry Seal, el personaje, es un oportunista un poco irresponsable que por su ambición y poca consciencia del peligro se encuentra en el medio de los dos bandos de la Guerra Fría: la CIA, la DEA, la Casa Blanca, los sandinistas, los contras, el general Noriega, Pablo Escobar, todos quieren algo de él, y él les dice que sí a todos. Es “el tipo que cumple”, como le dice alguno. Y aunque la película nunca se aparte del eje de “ascenso y caída” (por momentos recuerda a El lobo de Wall Street), el contexto político es importantísimo y está pintado con una acidez (algunos dirán cinismo) irresistible. Seal es un irresponsable, pero solo quiere guita. Los manejos de la CIA son tan desprolijos como los de él y los de sus némesis sudamericanas. La palabra es esa: desprolijos. La CIA, encarnada por Schafer, es más torpe que otra cosa, y el gobierno de los Estados Unidos va de la lucha contra los comunistas a la lucha contra las drogas como dando manotazos al aire. Seguramente varios historiadores hayan encontrado motivos más concretos para este giro, pero la pintura general que hace Barry Seal seguramente está más cercana a la realidad: a veces por hilar fino, nos perdemos el elefante en el bazar. El título original es American Made (“Hecho en América”) y en varias oportunidades el protagonista dice que “América es el mejor país del mundo” (y dice “América”, obviamente, no “Estados Unidos”, para espanto de los latinoamericanistas). Y aunque lo que vemos en el fondo no es realmente muy elogioso, no solo con el gobierno sino tampoco con los ciudadanos que apenas ven plata hacen la vista gorda ante cualquier posible delito, en ese título percibo cierto cariño. América fue Reagan, fue “Just Say No”, fue armar a los Contras por izquierda, pero también es la mirada que tienen sobre eso, también son Tom Cruise y Doug Liman y esta maravillosa película.
"American Made" (Barry Seal, sólo en América): y para quien trabaja el piloto? Y Tom siempre está regresando. Buscando propuestas más arriesgadas que los films de acción clásicos a los que nos tiene acostumbrados. Esta vez bajo la dirección de Doug Liman, un director que ha tenido sus altibajos pero cuenta con gran experiencia en el medio (y ha trabajado con Cruise, de hecho), se le anima a una biografía, no demasiado controversial, pero si muy jugosa para entender como funcionaban las conexiones entre la droga y la política entre Estados Unidos y algunos países en aquellos lejanos 70's y 80's. "American made" es una cinta donde se explica, de modo bastante didáctico, como los amigos del gran país del norte, se encargaban de influir en los gobiernos de América Central y en Norte de América del Sur. Eran años donde la guerra fría estaba en su apogeo y cualquier excusa para actuar "preventivamente" era válida, en términos políticos. Aquí la trama nos muestra a Barry Seal (Tom Cruise), un piloto de TWA que tiene una vida rutinaria, sin demasiadas complicaciones. Tiene familia, vive al día pero parece satisfecho con su trabajo. Sin embargo, un día un tal Monty "Schafer" (Domhnall Gleeson), agente de la CIA, se acercará a hacerle una interesante proposición. Saben que él es un piloto audaz y puede hacer el trabajo sucio que la agencia necesita: fotos sobre una región donde a los gringos no se los quiere demasiado. A partir de ahí, Barry comenzará su derrotero conociendo gente más bien pesada, dentro de los cuales anotamos al trío famoso que lideraba el legendario "Cartel de Medellín", quienes rápidamente vieron en el americano una gran oportunidad de negocios. Basicamente la idea era que Seal fuera y viniera llevando mercancía (droga) a Estados Unidos, claro que sin dejar de trabajar para el Gobierno, haciendo las distintas tareas que se le pedían. Algunas muy raras. Verán elementos de historia moderna con material de archivo (el tema de los Contras, la situación con el Caribe, etc) y compartirán las aventuras de Barry, mientras su casa se va llenando de dólares de una manera que no se puede explicar con palabras. Para eso están las imágenes. Todo eso, hasta que las condiciones cambien y haya que buscar chivos emisarios para la cuestión política. Cruise hace lo que siempre hace, en el mismo registro que ya le conocemos. El resto del elenco no aporta casi ninguna sorpresa y el guión es previsible y no demasiado divertido. Bucea a mitad de camino entre volverse extremo y solamente procurar divertir, o profundizar los conflictos de intereses, que creo es lo que más me interesaba como espectador a la hora de ingresar a sala. "American made" es otra biopic del viejo Tom, sin demasiado vuelo ni aristas destacables. Es correcta y su narración es llamativamente veloz, lo cual obliga al espectador a estar atento, más si no conoce el cuadro de situación político en esos tiempos. Esperaba más. Creo que el hecho de quedarse a mitad de camino le resta direccionamiento a la propuesta. Puede que te guste pero... Dependerá que tan fanático de Tom Cruise seas!
Tom Cruise es la mayor atracción en una producción donde alternan buenos momentos y otros más convencionales A los 55 años, Tom Cruise sigue siendo uno de los actores estadounidenses más populares del mundo, aunque no siempre la taquilla responda de la misma manera. En el caso de “Barry Seal: Sólo en América” (“Made in America”), la repercusión comercial en su país de origen y presumiblemente en Argentina aparece como tenue. No es que el actor de “Top Gun”, “Rain Man”, los ya cinco capítulos de “Misión imposible” y un nuevo previsto para 2018 y “Ojos bien cerrados” de Stanley Kubrick, defraude en su película número 42. Pero en verdad el film no aporta demasiado nuevo u original, pese a basarse en una historia real, con momentos donde el espectador puede sentirse atrapado por la trama y otros donde el interés decae. El inicio, cuando Seal es piloto de la ya casi mítica línea aérea TWA y en pleno vuelo pone piloto automático para despertar a su copiloto y de paso divertirse con el desconcierto e incomodidad de los pasajeros está entre los “buenos” momentos señalados. También un final no muy convencional convence, pero hay bastante de “déja-vu” en esta historia que transcurre algunas décadas atrás. Así el personaje irá cambiando con frecuencia de trabajo y sus empleadores irán alternando desde extremos como la CIA hasta los narcotraficantes del Cartel de Medellín. A lo largo de casi dos horas irán desfilando personajes famosos (a menudo en imágenes de noticieros o televisivas) como Reagan, Carter, Bush padre, Clinton o también Noriega, Pablo Escobar y otros narcos y numerosas referencias a regímenes mayormente de América Central (Nicaragua y los sandinistas, El Salvador, Honduras). Seal irá acumulando dinero hasta que ya no sabrá dónde guardar (”lavar”) tantos billetes, con momentos de gran comicidad. Casi monopolizada la pantalla por el actor de “Operación Valquiria”, habrá poco espacio para quien hace de su esposa (la cantante y actriz de TV Sarah Wright) o el agente de la CIA que interpreta Domhnall Gleason. Dirigida por Doug Liman, cuya anterior y muy lograda obra de ciencia ficción “Al filo del mañana”, también contaba con Cruise, “Barry Seal” se puede recomendar para quien busque un razonable entretenimiento, que reluce frente a la orfandad de buenas producciones norteamericanas en la cartelera local.
EL SUEÑO NARCO-AMERICANO Es difícil, luego de la sobredosis de biopics de narcos reales que nos invade desde el cine y por sobre todo, de la TV y señales de streaming, encontrar una historia que resulte atractiva o que al menos se destaque de la saturación de esta clase de contenidos. Desde aquella El patrón del mal, culebrón de los más exitosos de los que se tenga memoria y que contara el ascenso y caída de Pablo Escobar, hasta la anodina y olvidable Escobar: paraíso perdido con Benicio del Toro interpretando al mismo traficante, se nos ha bombardeado de lo lindo con este tipo de historias, convirtiéndolas en un género en sí mismo. Todo esto también se hizo posible gracias al terrible éxito de la inigualable Breaking bad, que supo construir a uno de los villanos tan queribles como lleno de matices de todos los tiempos como lo fue Walter White. Barry Seal siempre estuvo lejos de ser un Walter White. Ni siquiera pretendió estar cerca de transformarse en un Pablo Escobar, ya que su ambición no era de la de detentar un poder centralizado sino la de forrarse de tanto dinero como pudiera y que su familia no tuviese por qué preocuparse en lo económico por varias generaciones. Pero si algo unía su destino al del protagonista de Breaking bad es en el deseo de ganarles de mano a todos, de mentir al punto de que todos lo vean como a un tipo confiable y, en virtud de eso, conservar secretos que, cayera en el lugar que fuese, le pudiesen dar inmunidad. Barry es un piloto comercial asumido como contrabandista de poca monta, hasta que un contacto de la CIA le ofrece convertirse en espía para el gobierno norteamericano en Nicaragua. Seal no sólo accede sino que aprovecha para convertirse en transportista de grandes lotes de cocaína para los dueños del cartel colombiano y a la vez en doble agente para el gobierno nicaragüense. Como es de esperarse, semejante cruce de actividades lo mete en problemas y en serio peligro de muerte. La apuesta de la sociedad entre Liman y Cruise es acertada cuando deja la solemnidad de lado y convierte a la película en la historia de un estafador encantador y en algunos momentos, hasta envidiado. El verdadero Seal estaba muy lejos de tener el carisma de Cruise -casi calvo y tirando a obeso, con gesto adusto- y el actor no apela, como en otras ocasiones, a caracterizar con fidelidad al delincuente, sino en recrearlo utilizando su propia fisicidad y dotándolo de características que enriquecen la historia aunque uno intuye, se alejan de la realidad. La acción, el vértigo, la adrenalina de la actividad que lleva a cabo el doble agente están presentes en todo el metraje y no dejan que el relato decaiga jamás. Los momentos íntimos entre Barry y su bella esposa son intensos aunque no extensos lo cual también agiliza el relato y lo aleja del melodrama romántico. Todo esto se presenta bajo la estética de ambientación en los años ochenta a la que ya nos estamos acostumbrando en todos estos meses con la proliferación de películas y series que la eligieron como contexto, pero también se apoya en archivos históricos en video en los que se conecta todo de manera fluida, como cuando se extraen discursos de los propios Ronald y Nancy Reagan sobre el problema del narcotráfico. En ese aspecto se parece a aquel culebrón que hoy por hoy a pesar de su extensión se consume como serie, Pablo Escobar, el patrón del mal, con la que comparte no sólo ese aspecto de apoyo y referencia documentalista sino también al actor que encarnó al célebre traficante en su juventud y aquí repite el personaje, Mauricio Mejía. Con respecto al resto del elenco, destacan el siempre acertado Domhnall Gleeson como el ambiguo contacto de Seal -que parece estar siempre un paso por detrás de él cuando no siempre es así-, y cumple con discreción Sarah Wright componiendo a la esposa que parece más preocupada por evitar que su familia sea acusada de las actividades criminales de su esposo que por el tema ético y legal de la situación. El verdadero Barry Seal no terminó bien, como es de público conocimiento, de hecho fue asesinado a los 47 años, y aparentando más edad que Cruise que tiene 8 años más aunque parezca a la inversa. No obstante la película de Liman se las ingenia para no convertir la historia en una tragedia sino en la exposición de una serie de sucesos alocados y malas tomas de decisiones que tienen consecuencias graves. Y en convertir a esa cadena en algo tan vertiginoso como divertido. Porque el delito en el cine sigue pagando y recaudando, sobre todo cuando lleva la cara de Tom Cruise y la cámara fundadora de Jason Bourne.
Hay quienes dedican su vida a lograr algún descubrimiento, reflexión o innovación que inmortalice su nombre (y pocas veces lo logran) y otros que, casi sin buscarlo, pasan a la historia por haber tomado caminos que escapan a la imaginación colectiva. Este es el caso de Barry Seal. Barry, personaje que interpreta Tom Cruise en Barry Seal: Sólo en América, fue un piloto de la TWA (Trans World Airlines) que pasó de trabajar para la CIA y la DEA (Administración para el Control de Drogas) a convertirse en uno de los narcotraficantes más buscados por las fuerzas de seguridad estadounidenses. Su intrincada vida como doble agente, la impunidad con la que negoció con las fuerzas de seguridad de Estados Unidos, al mismo tiempo que abría nuevas rutas y le facilitaba la comercialización de drogas al cartel de Medellín en los años 80, y el hecho de haberse colgado la medalla por ser el primer informante en fotografiar a Pablo Escobar con las “manos en la masa”, son algunos puntos fuertes de su currículum que lo catapultaron a la pantalla grande, bajo la dirección de Doug Liman. Uno de los grandes aciertos de Barry Seal: Sólo en América es excluir del relato los juicios morales previos. El protagonista no se presenta como un héroe, ni tampoco como un antihéroe. Por momentos es las dos cosas, por momentos ninguna. Es un hombre común, con sus claros y oscuros, pero con un coraje, inconsciencia y una sed por desafiar los límites y terminar con la monotonía de su rutina que lo llevan a tomar decisiones que los hombres comunes no toman. Es un delincuente, pero también es un informante clave que logró poner tras las rejas a terribles criminales. La película refleja con frescura esta doble moral del personaje, y la enmarca en una correcta recreación de los escenarios típicos de la época permiten retrotraerte en el tiempo. Tom Cruise interpreta de manera verosímil su papel, y esta es una virtud que se agradece. Barry Seal experimenta un extremo ping-pong de estados de ánimo hasta concretar esta ¿oscura? versión de su "sueño americano" y, aunque Tom no conseguirá un Oscar por esta interpretación, su trabajo mantiene la tensión y atención del espectador. Después de tantos años de carrera, el magnetismo de Cruise está intacto y le permite seguir posicionándose como una figura fuerte de Hollywood, pese a algunos de sus últimos fracasos en taquilla. Barry Seal: Sólo en América alterna entre toques de drama, comedia y acción. Recrea situaciones tan disparatadas e increíbles que, aunque son funcionales al dinamismo y la espectacularidad de una película “pochoclera” y entretenida, invitan a “googleer” para corroborar si realmente sucedieron. Alerta de spoiler: sí ocurrieron.
Puede que el director de la nueva película de Tom Cruise, Doug Liman, haya encontrado la fórmula para cautivar tanto al público que gusta del actor como aquellos que no. A riesgo de que lo tilden de canchero, sobreactuado o de tomarse muy en serio su papel, en esta oportunidad, siguiendo la línea de su anterior colaboración en Al filo del mañana, el director retrata a un personaje bastante jocoso e intenso con una necesaria cuota de estupidez (¿o a caso inocencia?). La historia de Barry Seal sigue los pasos de un aviador devenido en colaborador de la CIA y narcotraficante. Se trata esencialmente de una película de acción biográfica (así lo describe IMDB), pero su mayor fortaleza está en acertar en un tono humorístico sin el ánimo de convertirse en una comedia exagerada, intentando conservar la mayor fidelidad posible a los hechos reales. Porque por más falaz que parezca lo que estamos viendo, más allá de las licencias humorísticas, todo eso sucedió. Y ahí va el inevitable cliché: la realidad supera una vez más a la ficción. Apoyada en una estética ochentosa con el espíritu del VHS, Barry Seal: Sólo en américa nos transporta a otra época en donde los gobernantes de Estados Unidos, a pura hipocresía y naturalidad, convivían con escándalos como el de Irán-Contra. El film retrata las miserias del poder y el capitalismo. Tanto es así que la ambición del protagonista no es otra que el dinero. Pese a traficar con cocaína, en ningún tramo de la película se lo verá consumiendo ninguna substancia. Y es que no se trata de eso. Y posiblemente Tom Cruise tampoco permitiría mostrarse de ese modo. Pero cualquiera sea el caso la propuesta es sin dudas de lo más atractivo que se puede encontrar en cartelera.
Tom Cruise vuelve a trabajar bajo la dirección de Doug Liman en una película muy bien lograda. Décadas del ´70 y ´80. El piloto comercial Barry Seal (Tom Cruise) acepta la propuesta de la CIA para unirse a una misión encubierta. Durante uno de los viajes se cruza con los integrantes del incipiente Cartel de Medellín, quienes le ofrecen sumarse al “proceso de entrega”. Y con el tiempo (a veces en simultáneo), Seal también trabaja para la DEA y los Contra nicaragüenses. Barry Seal: Sólo en América (American Made, 2017) está basada en una interesante historia real. Los espectadores que no la conozcan se sorprenderán con la ajetreada vida del protagonista, y aquellos que hayan leído al respecto encontrarán una buena versión. Mucha producción, dinamismo en cada una de las escenas y una fotografía que recrea de forma excelente la época en la que transcurre, construyen un todo que funciona. Estructurado por la acción, el drama y el toque preciso de comedia. Además de tener un despliegue técnico importante y de contar con el protagónico de Cruise, la película de Liman se distingue por mostrar la convivencia del poder, la injusticia y la ambición. Un entramado en el que se perciben las mayores desigualdades y la utilización de un grupo de la sociedad por sobre otro. Tan interesante como actual, Barry Seal: Sólo en América es un ejemplo de la corrupción y el escaso control que existe en muchas aristas sociales. Quizás verlo en la pantalla sirva para recordarlo y preguntarse por qué hay aspectos que continúan igual.
Tom Cruise se encuentra con Pablo Escobar en "Barry Seal: solo en América" Una cinta de acción, aventura y espionaje basada en una espectacular historia real A principio de los años 80, después de haber servido como piloto de la TWA, Barry Seal (Tom Cruise) ha pasado de trabajar para la CIA a realizar vuelos para el Cartel de Medellín, armar a los Contra en Nicaragua y ser hombre de la DEA como agente infiltrado. La cinta retrata la historia verdadera de este ex piloto que se puso al frente de una de las operaciones encubiertas de la CIA más importantes en la historia de los Estados Unidos. Play La película de Doug Liman no solo se desarrolla en la década del ochenta, sino que luce como un filme rodado en esa época. Gracias a una gran reconstrucción histórica, una dirección de arte cuidada al máximo y la fusión de imágenes documentales en el metraje, el filme luce tan creíble como atractivo. Claro que la estructura narrativa no es la que podemos encontrar en el género testimonial, por el contrario esta es una película de acción y aventuras, que con el recurso de un "video diario" como hilo conductor, presenta situaciones plagadas de humor y guiños en la que Tom Cruise encarna a un héroe muy distinto al que suele interpretar. Está su carisma presente, y sus momentos de lucimiento, pero no es un agente invencible, ni un galán en pose, su interpretación es humana y nada impostada. Además de las peripecias personales a las que debe hacer frente Barry Seal a lo largo de las casi dos horas de metraje, la película sirve como retrato de una época, de los Estados Unidos en plena Guerra Fría y de lo efímero que resultó "el sueño americano". El montaje vertiginoso en el que se fusionan imágenes contrastadas y con grano con momentos de puro vértigo, hacen del largometraje un pasatiempo muy llevadero, una película que no da respiro y que se disfruta de principio a fin. La sátira de una época que demuestra que no todo tiempo pasado fue mejor.
NEGOCIOS RIESGOSOS Tom Cruise insiste con meter un éxito durante este año. Se nota que Tom Cruise y Doug Liman hicieron buenas migas con “Al Filo del Mañana” (Edge of Tomorrow, 2014) y ahora disfrutan trabajando juntos y planeando proyectos a futuro, mezclando la acción con toques de humor, aunque lo que se cuente en pantalla sea un poco más serio. Así decidieron encarar, el director y el guionista Gary Spinelli, esta historia basada en hechos reales y entrada en Barry Seal (Cruise), un piloto comercial de TWA que, un poco aburrido de la rutina, empezó a buscar alternativas y terminó metido con la CIA, la DEA, el Cartel de Medellín y otros tantos chanchullos. Barry ya venía traficando entre aeropuertos con nimiedades como cigarros cubanos, cuando Monty Schafer (Domhnall Gleeson), agente de la central de inteligencia, se le acerca con una proposición casi imposible de rechazar. Estamos a finales de la década del setenta, en pleno estallido de la Revolución Sandinista, un avance “comunista” por todo Centroamérica que Estados Unidos quiere evitar a toda costa. Las primeras tareas de Seal, que ahora maneja su “propia empresa” fantasma, son infiltrarse (bah, sobrevolar) en zona enemiga y fotografiar los campamentos insurgentes. Pronto se suma el intercambio de información y dinero, Manuel Antonio Noriega y sus primeros, cruces con el narcotráfico de la mano de unos entusiastas Jorge Ochoa y Pablo Escobar, antes de que el cartel colombiano tomara verdadero impulso. Barry no es un hombre que se asusta tan fácilmente, y el constante peligro y la adrenalina lo mantienen alerta. Pero en un punto la vida se le empieza a complicar entre tantos “kioscos” diferentes, una esposa (y un entorno) que empieza a sospechar, y un caudal de dinero ilegal que no cesa. A la CIA no le queda otra que hace la vista gorda de los desmanes de Seal, un poco por miedo a la divulgación de sus propias misiones encubiertas; pero ya estamos en época de Reagan y la lucha contra las drogas y la moral, que meten en la bolsa a la DEA, el FBI y la mismísima casa blanca. “Barry Seal: Sólo en América” (American Made, 2017) es una recolección de las hazañas de este muchacho, contadas con mucha ironía y humor cuando se trata de exponer el pasado americano. Liman no se contiene y nos pasea por la historia de los negociados yanquis, acá al mismo nivel de corrupción que los gobiernos latinoamericanos de la época. Al final, todo termina siendo un viaje vertiginoso sin mucha sustancia o verdadera sensación de peligro. La comedia y la acción lo invaden todo, sin dejar mucho espacio para el análisis o la crítica de una situación que ocurrió realmente aunque supere ampliamente a la ficción. A Cruise le sientan bien este tipo de personajes cancheros, aunque acá se le caigan algunas décadas. El gran problema del argumento, tal vez, son sus idas y vueltas, un recorrido entre ciudades USA y países de América Central que, por momentos, marea y le quita ritmo a la historia. Lo mejor de “Barry Seal: Sólo en América” es su puesta en escena, una gran reconstrucción de la cultura de la época, y una narrativa particular que suma cierto encanto vintage y hasta un poco de animación. No hay duda que los realizadores quisieron destacar esta cara tan oscura y sarcástica del “sueño americano”, donde no es millonario el que no quiere… el que no quiere ensuciarse las manos e involucrarse en varios negocios riesgosos. Desde nuestro lugar de pobretones de clase media baja lo disfrutamos, y nos reímos para no llorar de un nivel de corrupción y negociados que todavía siguen salpicando para todos lados, ya sea allá, acá o en cualquier lado.
La alianza poderosa entre Tom Cruise y el director Doug Liman (Al filo del mañana, Poder que matan, Jumper) seguramente sea el comienzo – Al filo del mañana también de la dupla es muy buena- de muchas películas con el tono y el taiming perfecto. Barry Seal: El traficante (Basada en un historia real), película que cuenta las peripecias del piloto de avión de la compañía TWA que termina enrollado con la CIA y los narcos del Cartel de Medellín y de nuevo con la CIA (en ese orden) logra mantener el poder de asombro en el espectador desde la primera secuencia, con un collage de la situación socio política de la USA de fines de los setenta, el metraje comienza de una manera rara pero con fuerza. La sonrisa y el carisma eterno del genial Tom Cruise le suman a un personaje (Barry Seal) simpático, pintoresco, audaz con una vida absolutamente cinematográfica y eso Doug Liman lo sabe y lo exprime en cada cuadro. Incluso, la película tiene varios pasos de comedia. Las decisiones que toma este novato piloto de avión – absolutamente chistoso- lo llevaran a codearse con el mismísimo Pablo Escobar. Barry (TOM CRUISE) and Lucy Seal (SARAH WRIGHT OLSEN) in Universal Pictures’ "American Made." Cruise reunites with his "Edge of Tomorrow" director, Doug Liman ("The Bourne Identity," "Mr. and Mrs. Smith"), in this international escapade based on the outrageous (and real) exploits of a hustler and pilot unexpectedly recruited by the CIA to run one of the biggest covert operations in U.S. history. Barry Seal es buen mozo – las mujeres lo apuran en una barra de hotel- canchero, es simpaticón, comprador y tiene una mujer divina (Sarah Wright). “Es el gringo que siempre cumple” como se auto describe en la película, su increíble astucia por meterse en los negocios – también es un eximio piloto– lo involucra en una historia en donde el ritmo y la aventura llevan a que uno se sorprenda minuto a minuto. Tom Cruise viene de batallar la pésima crítica de La Momia de Nick Morton, pero en su carrera, es difícil ver un rotundo fracaso. Cruise lleva de narices al público a las salas de cine. Su carisma – su bailecito histórico en Ricky Business cumple treinta y cinco pirulos- sumado a que es un actorazo– Vincent en Colateral de Michael Mann es uno de los mejores personajes de la historia del cine– lo convierten en una fija. Pero en Barry Seal Tom Cruise se mete en una historia en donde el drama y la comedia son fundamentales. Cruise sostiene su personaje hasta el final: protagoniza sus propias escenas de acción, habla en español (“un poquito”), es chistoso y encima físicamente (para esta humilde servidora) está mejor que a los treintaypico, hasta el oufit, con esas camisitas colorida hacen que Cruise/Seal sea hipnótico. Hago un paréntesis, hay un personaje que me gustó mucho: JB (Caleb Landry Jones) el cuñado de Seal. JB quiebra el relato y cuando pensábamos que habíamos visto todo aparece este jovencito como un “as bajo la manga”. Calebey Landry Jones es un espécimen raro, esos hallazgos que el mainstream tiene que cuidar. El pibe actúa bien, es un freak hermoso (David Linch lo puso en Twin Peaks) y casi todo lo que hace es un éxito. Este año filmó otrora gran película Get Out, haciendo también de “cuñado conflictivo”. Su excentricidad lo sumerge en personajes que, siendo secundarios, son fundamentales para la trama. Barry Seal: El traficante es una de las mejores de Cruise (que definitivamente es como el vino) tiene acción, drama, romance. Un combo de lujo para terminar el año.
Una nueva película sobre una historia real. Barry Seal piloto comercial devenido en “agente” de la CIA, narcotraficante de armas y drogas, quién mejor para este papel que el tan querido Tom Cruise. Esta historia, que mezcla la CIA con el cartel de Pablo Escobar, quizás mucha gente espera una película de acción, tiros y sangre. Bueno, no. Está contada de una forma algo didáctica y es un enfoque interesante para mí. Un Tom que no decepciona en su actuación hace muy querible a este piloto que ayudo a que el cartel crezca y que armas sean contrabandeadas a otros países. La película busca que no te enojes con Barry, busca que se le vea el “lado bueno”. El resto de las actuaciones están bien, no desentonan con el film. La duración es de 114 minutos y la verdad que no se volvió tediosa en ningún momento la película, no dejo de captar el interés, al menos el mío. El modo en que está filmada la película en un comienzo me molestaba, una especie de cámara en mano pero no a ese extremo. Con el correr de los minutos dejó de molestarme y hasta me pareció interesante como eran las tomas. La película transcurre entre el ’78 y el ’86, y la calidad de la filmación hace que te adentres más en esa época y sientas que fue filmada realmente en esa época. Parecen ser cámaras antiguas todas (no sólo la que usa Seal) y esto es algo que para mí le suma a la película y la hace más interesante. Buena fotografía de los países de centro américa y una banda sonora que no la sentís, pero está y creo que esto es importante: que no moleste y que no sobresalga la banda sonora. Mi recomendación: Una buena película que si no la ves en el cine no pasa nada, pero si te la recomiendo.
Es increíble cómo se las ingenia Tom Cruise para demostrar que el paso del tiempo no se le note, o como el director Doug Liman genere situaciones de riesgo en una película de acción en las que el actor se mueve a sus anchas por el mismo tratamiento del texto, en la que el despliega su simpatía y su carisma. Basada en la historia real del que fuera piloto de la compañía de aviación TWA, en los Estados Unidos, a mediados de la década del 70, y que fuera reclutado por la C.I.A. para que trabaje para ellos, y termine involucrado con el General Noriega, el cartel de Medellín con Pablo Escobar a la cabeza, Jorge Ochoa en segundo lugar, para terminar involucrado con el gobierno de los Estados Unidos de América al que lo plasma como involucrado en todo. Siendo este aporte lo más importante en tanto denuncia de hechos reales tenga la producción, situación que no eleva en su calificación y categorización al producto terminado. El filme es sólo eso, aquello que parece un elogio en la producción hacer parecer que el bueno de Tom no envejece, es casi una afrenta desde el guión para Barry Seal (Tom Cruise), para el que tampoco pasa el tiempo. No hay un desarrollo del personaje, es presentado y desde ahí una sucesión de hechos que al no producir cambio alguno en él, ni en el conflicto real, no hay progresión dramática, no hay cambio de estados de ánimo, no hay crecimiento de ninguna naturaleza en los 20 años en que transcurre la historia, consecuentemente termina por ser un tanto previsible, no tediosa pues el ritmo en el que está inmerso el relato no lo permite. El texto se da tiempo para involucrar, nombándolos, a varios de los expresidentes, Reagan, Bush, Carter, como parte de la denuncia. Sabiendo de antemano la historia y mostrando cómo se va involucrando al paso de los años en temas que descomnoce, sólo movido por la ambición, termina involucrado en tráfico de armas, de influencias, y narcotráfico, todo le de lo mismo, hasta que el cántaro se rompe. En ese devenir de la historia la realización respeta con muy buena dirección de arte, escenografía, vestuario, fotografía, y banda de sonido incluida las tres décadas por las que circularon las andanzas de éste piloto. Tom Cruise cumple con lo que se le pide, apoyado en el resto del elenco en el que se destacan Sarah Wright, en el papel de su espos Lucy Seal, Caleb Landry Jones, su cuñadito “JB”, y Domhnall Gleason como Monty Schafer, el agente de la C.I.A. No mucho más. Casi dos horas que no aburren, pero tampoco aportan demasiado.
Años ochenta, y al igual que aquel veinteañero de Top Gun, Tom Cruise vuelve a ponerse el traje de piloto, esta vez para encarnar a Barry Seal, un aviador comercial que luego de ser contactado por la CIA para hacerle unos favorcitos, -en principio para fotografiar bases insurgentes en el Caribe, luego se agregaría al combo el transporte de armamento para financiar a la derecha nicaragüense- termina codeándose con Pablo Escobar y convertido en un importante narcotraficante. Cuando en realidad, fue un miserable conejito de indias que ayudó a que EEUU sea la potencia que es hoy en día. Por supuesto, todo el riesgo a cambio de llenarse los bolsillos con las mieles del capitalismo; a tal grado que ,en la película, ni lavando dinero ni escondiendo efectivo en el patio de su casa podía disimular lo rápido que crecía el negocio. En esta línea, el protagonista se emparenta con el Leonardo Di Caprio de El lobo de Wall Street por su absoluta falta de moral y su insaciable sed por el dinero que en el fondo no esconde ideología alguna. En ambas, la avaricia está expuesta como motivo causal de sus acciones y como lo que es: un fin en sí mismo. Incluso, su director, Doug Liam recae en el mismo hilo conductor que guía en flashback a la maratónica obra de Scorsese. En este caso, la voz en off se desprende de unas grabaciones en VHS que Seal -una vez fuera del negocio- testimonia a cámara, más cerca del relato de aventuras que del confesionario porque claro, mientras sus labores obedezcan “a los buenos”, no hay nada de qué arrepentirse. Con Barry Seal: Solo en América, Hollywood pareciera criticar al Reaganismo, mostrando su lado oscuro, el accionar de los servicios de inteligencia y la impunidad neoliberal, pero su disfraz de entretenimiento lo único que hace es exportar cinismo. Lo que de ningún modo quiere decir que el trabajo de Doug Liman sea despreciable, en sus fines, funciona. Incluso, la imagen que atraviesa varios formatos (desde VHS, videos tomados de archivo, o cierta imaginería televisiva de la década) jamás descuida su atractivo. En cuanto al ritmo, no hay mucho que recriminarle al realizador de Mr and Mrs Smith. Las muchas historias sacadas de enciclopedia, como el conflicto Irán-Contras o la imparable expansión del Cartel de Medellín, quedan entrelazadas elocuentemente, sin fisuras y con el agregado de un humor negro, corrosivo, que alcanza a saldar la exageración y lo inverosímil de algunos puntos de giros. El producto final puede carecer de una fidelidad historiográfica exacta (algo que los fanáticos de las películas basadas en hechos reales no toleran), pero no se puede negar que las extremas vivencias en las que se ve envuelto nuestro protagonista no son capaces de robarle alguna que otra carcajada al espectador. Si hay algo que al final queda claro es que venderle el alma a dios es lo mismo que vendérsela al diablo; y que el gobierno estadounidense necesitó siempre (y necesita) de esta contradicción para fortalecerse. Al igual que el también contradictorio personaje de Tom Cruise, quién podrá ser avaro, inmoral, traicionero, narcotraficante, pero nunca se lo verá aspirar una línea, ni siquiera cuando queda completamente empolvado de pies a cabeza luego de estrellar su avión durante una persecución con la DEA. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Piloto de tormenta… American Made es interesante y está bien actuada, pero su narración es caótica e inverosímil. Sin ser una mala película, apenas entretiene. Lo mejor: - Edición creativa. - Basada en una historia real que vale la pena conocer. Lo peor: el guión.
La historia es un disparate completo. Lo sería, en realidad, si no fuera cierta: es la de un vivillo, un pícaro, que pasa de ser un piloto un poco aburrido de una línea comercial a un agente de la CIA, a un traficante de armas, al tipo que le dio la oportunidad al Cartel de Medellín de crecer, al que pudo hacer volar por el aire a Reagan por el affaire Irán-Contras. Y todo sin dejar nunca de ser el vivillo simpático que es marca de fábrica de Tom Cruise, un actor excepcional que aquí hace la pirueta mágica de mostra la adultez irresponsable (se puede ver así, queremos decir, no que lo sea) de aquel adolescente de Negocios Riesgosos. Doug Liman es un realizador desparejo, capaz de lo mejor (Al filo del mañana) y de lo peor (Go), pero sabe algo: uno recuerda las películas por sus grandes momentos más que por su totalidad. Y trabaja para crear esos momentos. Aquí hay muchos, y quizás el único defecto de la película es su vértigo constante, aunque tratándose de una ficción de lo real cuyo combustible es en parte la cocaína, no es de extrañarse. Hay tiempo, también, para el “comentario punzante sobre la política”, eso que suele usarse para justificar una diversión legítima. El acierto es que no se subraya, está ahí y fluye solo a medida que simpatizamos con el personaje (y no hay cómo evitarlo).