Los gritos del silencio Por más que los trascendidos de Hollywood sobre este film no eran demasiado alentadores (incluso su estreno se fue demorando más de lo debido), la presencia como director de Joe Johnston (que tiene en su haber varios films atendibles como Rocketeer, Cielo de Octubre y Jurassic Park III) permitía cierto margen para la ilusión. Sin embargo, la decepción es casi absoluta. Aquí, cinco razones posibles (seguro que hay más): 1- Guión: esta nueva versión del film escrito en 1941 por Curt Siodmak y protagonizado, entre otros, por Lon Chaney Jr, Claude Rains y Bela Lugosi es todo lo elemental, torpe, obvio, solemne (y más) que se puedan imaginar. 2- Casting: Benicio Del Toro parece el menos indicado para interpretar a un inglés de la Inglaterra victoriana de 1891 y ni siquiera se esforzó por imitar el acento de la época y el lugar. Emily Blunt tiene cero química con él y Anthony Hopkins, en el papel del despiadado padre de la familia "maldita", trabaja a reglamento y, debe admitirse, zafa bastante. 3- Dirección: Si alguien alguna vez pretendió encontrar en Joe Johnston alguna marca autoral, cierta reivindicación de su clasicismo narrativo, aquí su trabajo queda reducido prácticamente a la nada. Un relato informe (ni siquiera deforme), sin vuelo y sin gracia. Hay excesos gore (vísceras por doquier) pero ni medio gramo de ironía o inteligencia. 4- Edición: La película parece haber sido reeditada (cortada) demasiadas veces y, por lo tanto, la cosa no fluye como debería. No quedará, sin dudas, entre lo mejor de la carrera del gran Walter Murch, habitual ladero de Francis Ford Coppola. 5- CGI / maquillaje / Diseño / Música. A pesar de haber contado con la participación de indudables talentos como el fotógrafo Shelly Johnson, el músico Danny Elfman, el apuntado compaginador Walter Murch o el diseñador Rick Heinrichs, el film ni siquiera resulta demasiado novedoso o espectacular en su aspecto técnico, probablemente más por las carencias generales del relato que por la incapacidad de sus responsables. Esto es todo. Y es poco.
El aullido vacío La nueva versión del hombre que se transforma en lobo en luna llena, remite mas al clásico protagonizado por Lon Chaney Jr. (El hombre lobo, The Wolf Man, 1941) que a la última versión con Jack Nicholson (Lobo, Wolf, 1994). Así y todo, su realización es tan convencional que los aullidos del monstruo no asustan ni sorprenden a nadie. Benicio Del Toro es Lawrence Talbot, un actor que interpreta a Shakespeare en obras de teatro. El misterioso asesinato de su hermano lo obliga a viajar a la casa de su padre (Anthony Hopkins), de la que huyó hace tiempo por la extraña maldición que habita en ella. Una noche es mordido por el lobo y la criatura se apodera de él en cada luna llena. El Hombre Lobo versión 2009 fue dirigida por Joe Johnston (Jurassic Park 3, Jumanji), director elegido seguramente por su gran manejo de los efectos especiales en grandes superproducciones. Eso es El hombre lobo, una superproducción hecha correctamente, con el equipo adecuado y los actores convenientes. Pero nada mas, no le agrega nada nuevo a las tantas versiones del clásico de terror. En este aspecto al film se vuelve previsible, planteando todo lo “esperable” de una historia sobre el hombre lobo. Reconstrucción de época victoriana, Anthony Hopkins haciendo de “viejo loco”, una maldición primitiva que acecha al pueblo, una dama fina y delicada a la cual hay que proteger y que tendrá relación con el héroe de turno. Y el hombre convertido en monstruo que no quiere convertirse ni acepta los poderes que la maldición le regala. Con todo esto, la universal despacha la nueva versión del clásico hombre lobo, priorizando los efectos en la transformación del hombre en lobo (como sucediera en El hombre lobo americano en Londres, film del año 1981 dirigido por John Landis), pero respetando el aspecto monstruoso de Lon Chaney Jr. Con el rostro de Benicio Del Toro con pelo hasta en la frente. Quienes tengan un buen recuerdo de otra versión quédense con ella, porque este Hombre Lobo es sólo para las nuevas generaciones que tienen su primer contacto con la bestia. Y nada mas.
Garras y aullidos a la luz de la luna Aceptable versión del mito del hombre maldito que se convierte en lobo en las noches de luna llena. El mayor problema que tienen estas realizaciones sobre monstruos clásicos como Drácula, Frankenstein o El hombre Lobo es que ya no asustan. Y esta versión, filmada por Joe Johnston (Jurassic Park III), corre la misma suerte, El foco está puesto, sin dudas, en el espíritu de aventuras y en las tonalidades lúgubres que recorren el relato. Como película de aventuras, El hombre lobo supera a la versión protagonizada por Jack Nicholson, pero tambiérn se extraña a Lon Chaney, con su monstruo más ingenuo de la década del cuarenta. Benicio Del Toro es Lawrence Talbot, un noble que regresa a la mansión de su padre (Anthony Hopkins) luego de la desaparición de su hermano. El deberá descubrir el misterio que encierra su familia (con pasado trágico) y el horror que baña de sangre a los aldeanos, quienes mueren de manera misteriosa. Este Hombre Lobo tiene mucho de La layenda del jinete sin cabeza en la construcción de los climas; el ritmo de persecuciones de La liga extraordinaria y las garras menos afiladas que Wolverine. Aún así, atrapa al espectador y lo sumerge en la maldición de los personajes. Y guarda un as en la manga. Las transformaciones de Talbot en la bestia recuerdan a las de El hombro Lobo americano en Londres, Y no es casual, el responsable de los efectos es Rick Baker. Las peleas, la secuencia del asilo (la mejor del film) o el enfrentamiento final permiten apreciar cien minutos de buen entretenimiento. No hay que esperar muchos sobresaltos. Y de paso, disfrutar de los intérpretes secundarios: Hugo Weaving (Matrix) y Geraldine Chaplin, en el papel de una visionaria gitana.
Un lobizón con atractivos limitados Benicio del Toro protagoniza esta remake, mezcla rara de clasicismo y sustos digitales. Uno imagina que la idea original de Joe Johnston -o del que originó el proyecto de hacer una nueva remake de El hombre lobo- fue noble. Después de tantas vueltas con el personaje, ¿por qué no retomar la trama de la película original de 1941 y tratar de serle lo más fiel posible? En algún punto, sin embargo, ese respeto se perdió, o le quitaron al director la opción de mantenerlo (la película viene retrasando su estreno y sufriendo modificaciones desde hace más de un año), por lo que el filme que hoy termina estrenándose es una mezcla rara y poco apetitosa de clasicismo y sustos digitales. Y eso, en vez de sumar, resta. Uno supone que Johnston habrá entregado una película respetuosa, oscura y algo mórbida sobre el mito del hombre que, en noches de luna llena, se convierte en lobo y no puede controlar sus impulsos rabiosos y su furia vengativa, y que el asunto fue luego tomado por otras manos, desarmado y reconvertido en algo que ni es respetuoso con el original pero que tampoco alcanza a colocarse en el lugar de reinvención a la manera, digamos, de la reciente Sherlock Holmes. Y todo esto sin hablar de Benicio Del Toro, que habrá sido elegido para el rol por una cuestión de look, pero que no encaja de ninguna manera ni en el personaje ni en el estilo del filme, dando una de las más flojas actuaciones de su carrera. En El hombre lobo, Lawrence Talbot (Del Toro) es un actor que regresa al caserón familiar inglés desde los Estados Unidos al enterarse de que su hermano fue asesinado en circunstancias extrañas y violentas. Allí se reencuentra con su Sir John Talbot, su padre (Anthony Hopkins), un hombre peculiar que vive la mayor parte del tiempo encerrado en un enorme castillo solo con su asistente de origen hindú. Y también con Gwen (Emily Blunt, de La joven Victoria), la mujer de su hijo, ahora viuda. Ese triángulo tiene elementos oscuros y la aparición de otra luna llena y un mordisco oportuno dejan a Lawrence experimentando extrañas sensaciones. ¿Se habrá vuelto también él un hombre lobo? ¿Y quién fue el que lo mordió? La/s bestia/s estarán libres (en más de un sentido) y la aparición de un investigador (Hugo Weaving) complicará aun más las cosas para Lawrence, que ha empezado a sentir algo por Gwen, aún sabiendo que lo que le pasa por las noches de luna llena es un poco peligroso. La película ofrece atractivos bastante limitados, apenas una espectacular escena de escape por las calles y techos de Londres, en medio de efectos, maquillajes y vestuario que bordean el ridículo y que no lograrán revivir a los hombres lobo ni ponerlos de moda como a los vampiros. Por más que en Crepúsculo haya de ambas "razas" y aunque Del Toro cumpla el rol de galancete para las damas demasiado grandes para entusiasmarse con los adolescentes de la saga de Stephenie Meyers, difícil que este Hombre Lobo salga de Londres.
Un monstruo demasiado obvio A pesar de sus conocidos actores, el guión de El hombre lobo es muy torpe La remake de un clásico del cine fantástico como el escrito por Curt Siodmak y protagonizado en 1941 por tres grandes figuras de la época como Lon Chaney Jr, Claude Rains y Bela Lugosi, ahora bajo las órdenes de un sólido artesano del cine de género como Joe Johnston ( Rocketeer , Cielo de octubre y Jurassic Park III ) y con todos los avances en términos de maquillaje y efectos visuales, parecía una excelente idea dentro de la tendencia al reciclaje de viejos éxitos que impera en Hollywood. Sin embargo, esta nueva versión de El hombre lobo resulta una absoluta decepción en todos los órdenes: la narración es muy poco atractiva, los actores están lejos de sus mejores trabajos, constituye un claro retroceso en la interesante carrera de Johnston (que, según trascendió, perdió el control artístico del proyecto) y ni siquiera las imágenes generadas por computadora -pese al aporte de talentosos artistas y a un generoso presupuesto de 85 millones de dólares- están a la altura de lo que hoy el espectador exige como estándar. Baño de sangre Tras el brutal asesinato de su hermano, Lawrence Talbot (Benicio Del Toro), un actor que ha pasado buena parte de su vida en los Estados Unidos, regresa a la casona de su padre (Anthony Hopkins) en un pueblito de la Inglaterra victoriana (la historia transcurre en 1891) para investigar el hecho, que también ha llamado la atención de un inspector de Scotland Yard (Hugo Weaving). Por supuesto, en cada noche de luna llena, el baño de sangre será incontenible y la presencia de la bella Gwen (Emily Blunt) permitirá desarrollar una insustanciosa subtrama romántica. Porque, aun con sus apelaciones al terror, a la acción y al melodrama épico e incluso con el exotismo de las tradiciones gitanas y de las leyendas propias de la licantropía, la película nunca levanta vuelo ni provoca la fascinación que este tipo de historias exige. El hombre lobo elude el vértigo y el regodeo visual de tanto tanque hollywoodense reciente y adopta, en cambio, cierto clasicismo narrativo más cercano al espíritu del film original. Pero el gran problema es que la historia -con sus torpes flashbacks y su falta de fluidez- se vuelve cada vez más obvia y solemne. Y el aburrimiento, se sabe, es el peor de los pecados para el cine de entretenimiento.
La bestia triste ataca de nuevo A falta de sorpresas, la versión de este clásico, con Benicio del Toro y Anthony Hopkins, luce una saludable vitalidad. Claro que una mención destacada se la llevan los efectos especiales. Innovadora no es. Humor no le sobra. Liviandad tampoco. Baches en la trama no le faltan. Es posible que lo más destacado haya que buscarlo, antes que en peculiaridades de estilo, novedades de enfoque o grandes aciertos de puesta en escena, en algunos de sus rubros técnicos. A pesar de todo ello, esta nueva versión de El hombre lobo es una película que funciona. Habrá quienes consideren a esa mera funcionalidad un mérito débil, cuestionable, conservador incluso. En momentos en que a Hollywood le cuesta un perú lograr una eficacia mínima en sus relatos, sin embargo, el sufrido frecuentador cinematográfico puede llegar a agradecer con ganas una película que logra hacer crecer, como ésta, el interés y la intensidad dramática. Feroz como el que más, el hombre lobo siempre fue el más tristón y culposo de los monstruos clásicos del cine (o de la Universal, que es decir lo mismo). Drácula, puro ello, gozaba como loco de sus orgías de sangre. Frankenstein tenía escasa conciencia de su condición, mataba de puro torpe, nomás. El Lawrence Talbot de Lon Chaney era, en cambio, superyoico: se desgarraba por dentro, luego de hacerlo con cada una de sus víctimas. Basada en el guión escrito por el vienés Curt Siodmak para la versión de 1941, esta remake dirigida por Joe Johnston (protegé de Spielberg, director de Jumanji y Jurassic Park 3) es fiel a esa condición original. Como en The Wolf Man (conocida en Argentina como El lobo humano), el menor de los Talbot vuelve al paraje inglés que lo vio nacer, llamado en este caso por su deseable cuñada Gwen (Emily Blunt). Su hermano mayor ha sido despanzurrado, en medio del bosque, por alguna fiera, y es por eso que Gwen lo llama. Creciendo en pilosidades del Che para acá, el Lawrence de Benicio del Toro es, en esta ocasión, actor shakespereano. No se nota, tampoco importa demasiado: ninguno de los hechos posteriores tiene relación alguna con su frecuentación de la representación. Según las habladurías, el que anda causando estragos es el oso de un circo gitano. Corrección política en regla, ya se verá que no es precisamente desde afuera de la comunidad de donde viene la monstruosidad. En lo que constituye el mayor aggiornamiento de esta versión, los Talbot resultan ser una familia disfuncional. Liderados por un barbado, severo pater familiae (Anthony Hopkins lo compone como si fuera él el contagiado por Shakespeare), se trata de un clan tan decadente que El hombre lobo bien pudo haberse llamado La caída de la casa Talbot. Teniendo en cuenta su resolución y a la luz de aquellas El hombre lobo contra Drácula o El hombre lobo contra Frankenstein, también pudieron haberle puesto El hombre lobo contra el hombre lobo. De lobo bueno y lobo malo va la cosa aquí, cruce de Edipo con una versión dark de las leyes de Mendel. Arrancándose a fuerza de zarpazos gore cierto almidón propio del cine de época, cada escena de acción representa algo parecido a los brutales saltos que pega la fiera. Desde la primera de ellas, que tiene lugar en el campamento gitano, hasta el combate final dentro de la casa Talbot, esas escenas están llenas de dinámica y de sangre, incluyendo una amplia gama de mutilaciones y descabezamientos. En algún momento, la criatura andará con el corazón de una víctima colgando entre los dientes. De esos rituales de sangre, el más festejable es aquel en el que Talbot opone a la razón psiquiátrica el inapelable llamado de lo salvaje, desatando un desastre en un aula llena de jurásicos médicos pre-Freud. Con Walter Murch a cargo del montaje y propulsada por los tuttis orquestales de Danny Elfman, el nombre clave de El hombre lobo es el de Rick Baker. Legendario creador de efectos especiales de Videodrome, Hombres de negro y la remake de El planeta de los simios, entre muchas otras, no es raro que las transformaciones de El hombre lobo se parezcan enormemente a las de Aullidos y Un hombre lobo americano en Londres, de comienzos de los ’80. Ambas fueron responsabilidad del propio Baker, cuya participación en la serie Werewolf, en la película Lobo (1994) y ahora en ésta lo confirman como máximo especialista en la generación de licantropías cinematográficas.
Tras la versión Village People presentada en Luna Nueva, el Hombre Lobo finalmente recuperó su dignidad. Nos referimos a un ícono del cine de terror que debutó en la pantalla grande por primera vez en 1924 en un film mudo dirigido por Edmund Mortimer. La gran paradoja es que esa película en realidad era una historia romántica. El personaje hizo su primera aparición en el género de horror en 1935 con el film El Hombre Lobo de Londres, de Stuart Walter, que fue un enorme fracaso comercial. Sin embargo, en 1941, los estudios Universal decidieron relanzar otra vez al personaje con una gran producción protagonizada por Lon Chaney, Jr y Béla Lugosi que consolidó a este monstruo para siempre y lo convirtió en un ícono de la cultura popular. Esa película del director George Wagner fue la que estableció la historia clásica del personaje. Algo muy loco es que pese a la enorme popularidad que tuvo en su momento, cuando se conoció por primera vez en los cines, el hombre lobo nunca llegó a tener su propia secuela y reapareció en el rol de “monstruo invitado” en otros filmes como La casa de Frankenstein (1944), La casa de Drácula (1945) y Abbott y Costello encuentran a Frankenstein (1948), donde terminaba siendo uno de los buenos de la historia. Muchos historiadores consideran a Frankenstein y el Hombre Lobo (1943) como la secuela del film original, pero otra vez, el personaje no tiene el protagonismo absoluto ya que comparte la pantalla con Franky. La película que llega a los cines esta semana es una remake del clásico de 1941. Más allá de algunos que otros cambios, el film de Joe Johnston (Rocketeer) narra la misma historia con una interesante particularidad. Esta es la película más sangrienta y brutal en la historia del Hombre Lobo, que volvió al cine totalmente sacado! Nunca se lo había visto así. Se han hecho en el pasado otros filmes sangrientos con este personaje pero la nueva versión en materia de gore los dejó a todos atrás. Acá tenés mutilaciones, decapitaciones y ataques zarpados de todo tipo y la verdad que el personaje resulta aterrador. Esta remake tuvo muchísimos problemas en su producción sobre los que ya escribí en detalle en el blog de próximos estrenos. La verdad que con todos los inconvenientes que enfrentaron los productores el balance es más que positivo. Desde el punto de vista visual la película es realmente espectacular. La secuencia que el Hombre Lobo ataca en el centro de Londres es maravillosa. En general todas las escenas de acción son bárbaras. Lo cierto es que hubo un montón de gente grossa y talentosa en esta producción que hizo un muy buen laburo que no se puede dar por descontado. El diseño de producción de Rick Heinrichs (Piratas del Caribe, Lemony Snickett), la fotografía de Shelly Johnson (Jurasic Park 3), los efectos de maquillaje de Rick Baker y la banda sonora de Danny Elfman se combinaron muy bien para brindar una gran espectáculo visual. El trabajo del reparto no es para menos y Benicio del Toro es quien se carga al hombro el film compañado por Anthony Hopkins y Emily Blunt. Geraldine Chaplin también se destaca como la clásica gitana Maleva que forma parte de la historia clásica del personaje. Tal vez puedo imaginar que se coma un par de palos por algunas cosas del guión pero la historia me parece que en general estuvo muy bien. Es el Hombre Lobo no La insoportable levedad del ser y Johnston hizo bien su trabajo. Tomaron un personaje super clásico cuya historia fue retratada infinidades de veces y la narraron con un enfoque más oscuro y tenebroso que el personaje no había tenido en el cine en mucho tiempo. No es una obra maestra pero frente a otras remakes impresentables que pudimos ver en los último años esta la verdad que está buena. Por cierto, el director Johnston repetirá buena parte de su equipo de colaboradores en la próxima película del Capitán América que empieza a filmar en breve.
Luna lunera... El reconocido actor Lawrence Talbot (Benicio Del Toro) regresa a su mansión familiar luego de recibir una carta donde le informan acerca de la desaparición de su hermano Ben. Es el año 1891 y desde hace tiempo una bestia causa estragos en Blackmoore, sur de Inglaterra. A su llegada, Lawrence se encuentra con su padre Sir John Talbot (Anthony Hopkins) y quien fuera la prometida de su hermano, Gwen (Emily Blunt). También se encuentra con su pasado, imágenes macabras que vienen a su memoria producto de un dramático episodio de su infancia. Todo parece indicar que Ben fue víctima del monstruo del que todos hablan. Nadie sabe exactamente de qué se trata pero la forma en la que ataca es descomunal. Desmembra a sus víctimas, los mutila, tras su aparición todo se reduce a sangre y vísceras. Lawrence quiere saber qué le sucedió a su hermano y una noche de luna llena sale a buscar respuestas. Lo que encuentra en cambio es a la bestia y, consecuentemente, halla un destino que según transcurra el metraje se asumirá premonitorio. El filme que nos presenta Joe Johnston, hacedor de una correcta adaptación de "Rocketeer" y "Jumanji", no es mucho más que una efectiva recreación del clásico que protagonizara Lon Chaney Jr en 1941. Cierta pretensión de profundidad desde el guión queda a mitad de camino y afortunadamente no rompe el clima terrorífico que debe predominar en este tipo de filmes. La música de Danny Elfman refuerza adecuadamente la propuesta con sus reconcibles leit motivs, en tanto el maquillaje del experimentado y laureado Rick Baker dota a este hombre lobo de una ferocidad y realismo indispensables para causar el efecto deseado. Sin dudas esta película cuenta con un equipo de lujo, tanto en lo técnico como en lo artístico, y eso es lo que la salva de la intrascendencia. Porque la vuelta de tuerca respecto de la original es previsible y el suspenso no se sostiene más allá de lo que el ritmo impuesto permite. Pero entretiene.
La historia del hombre plomo Subtramas poco interesantes, monstruos de movimientos torpes y un guión predecible hacen de esta versión del clásico un film aburrido. Película innecesariamente larga, que se esmera demasiado en construir atmósferas de terror que piden a gritos la mano de Tim Burton, El hombre lobo resulta tan aburrida que, en su necesidad de sumar vibración, se pasa de vueltas a nivel sonoro y, por ejemplo, logra que hasta el soundtrack, a cargo de Danny Elfman –cuya música característica pide aún más una imagen burtoniana–, aturda y moleste. O que presente una profusión de subtramas disparatada y esquizoide. Adaptada a nuestros tiempos, la historia del hombre lobo versión Hollywood 2010 dura aproximadamente media hora más que la película de 1941 sobre la que se basa, porque los realizadores han sumado personajes y una línea de conflicto entre padre e hijo. Han sumado también a otro hombre lobo. Y no sólo eso, aquí hay un poco más de todo: más sangre, más muertes –sobre todo más muertes–, más drama y hasta más planos de la luna llena (¡¿cuántos puede haber?!). La suma hace del film un producto adrenalínico, cómo negarlo, sólo que su intensidad resulta molesta. Los propios monstruos están hechos de muñecos y truco digital, y sus movimientos son torpes y limitados, lo cual no le permite al director crear una escena de acción convincente, mucho menos cuando debe animar a dos bestias peludas. La historia transcurre en la Inglaterra posterios a la revolución industrial, en los vastos campos de una familia sombría, signada por la tragedia: el suicidio de la madre (aunque aquí ya intuimos que hay algo sin resolver). La historia empieza cuando muere Ben, el hermano del protagonista, Lawrence Talbot (Benicio del Toro), el hombre que sufre la mordedura del monstruo que le contagia su condición y lo condena para siempre. Es un actor que llega desde Nueva York al sombrío páramo inglés para resolver la muerte de su hermano, cuyo cuerpo aparece misteriosamente despedazado. En la casa del padre, aparecerá el resto del personal: la prometida del hermano, Gwen (Emily Blunt), y el padre, Sir John (Anthony Hopkins, que parece estar actuando todavía en El silencio de los inocentes), además de un detective interpretado por Hugo Weaving, Abberline. La trama va avanzando a los tropezones, apenas hilvanada por un guión predecible y una puesta en escena pobre. Y salpicada de frases incomprensibles pero destinadas a significar algo más, que terminan de convertir a una película que debería dar miedo en una que, algún buen día, puede llegar a dar un poco de risa.
Hay luna llena, y quién sale? Sí, el hombre lobo. La historia que cuenta la película ya la conocemos practicamente de memoria, así que lo único que resta en estos casos es presentar una versión entretenida de la misma, que logre atrapar al espectador durante dos horas. Y la verdad que, en lo personal, lo logró. Sinceramente pensé que en algunos aspectos la película iba a ser más "tranqui", es decir, no imaginaba que iba a haber una buena dosis de sangre. En cada uno de los ataques que realiza el hombre lobo, se ve detalladamente cómo es que su víctima muere. Hay gente que es decapitada, tripas que vuelan por el aire, y varias mutilaciones a lo largo de la película. Igual, les aclaro que no es nada que supere a la saga de "Saw", sólo que lo tengan en cuenta por si pensaban ir con chicos... En cuanto a las actuaciones la película cumple, y yo principalmente la hubiese ido a ver por el gran Anthony Hopkins, que si bien no tiene el papel principal, cumple un rol secundario bastante importante. No creo que este haya sido uno de los mejores trabajos de Benicio Del Toro, pero aún así, lo interpretó muy bien. "El hombre lobo" nos ofrece una buena dosis de suspenso, entretenimiento y sangre. Pero eso si, no esperen ver una versión totalmente original de la conocidísima historia ;)
El único modo de reversionar un clásico es teniendo la certeza de que la remake será superadora. Es por esto que, tras ver El hombre lobo, una pregunta se quedó zumbando en mi cerebro: ¿¿¿Por qué, Benicio, por qué??? La base de la historia no creo que sea desconocida por el grueso de la gente, pero para algún despistado, he aquí un brevísimo resumen: nos ubicamos en la Inglaterra de fines del siglo XIX, y Lawrence Talbot -Benicio del Toro- regresa a su pueblo ante la muerte de su hermano. La llegada a sus pagos implica además el reencuentro con su padre -Anthony Hopkins-, y también desembocará en el cruce con la prometida del difunto, Gwen -Emily Blunt-. Lawrence decide entonces investigar qué fue lo que mató a su hermano, y descubre que fue víctima de una fiera que aterroriza al pueblo y ya ha aniquilado a varios habitantes. Sale a cazarlo, lo encuentra y es atacado, pero sobrevive. Haber resistido la embestida de esta bestia confluye en que Lawrence quedará maldito: él también se convertirá en este Hombre Lobo sediento de sangre cada noche de luna llena. La película es predecible y a esto se le suma que es una historia que vive en la memoria colectiva: sabemos que Lawrence se enamorará de la viuda de su hermano, que la cura para la maldición recae justamente en el amor de la doncella, que todos querrán matar a la bestia… Quiero ser claro en algo: no es que sea un film aberrante, sino que es absolutamente prescindible. El problema reside en que la recreación de una historia inmortal sólo vale la pena si le agrega algo, por más que sea en un nivel ínfimo. Lo único que genera en el espectador esta versión 2010 de El hombre lobo es ganas de volver a ver la original.
El oscurantismo goza de buena salud en la pantalla grande. Vampiros, magos, fantasmas, monstruos, alienígenas new age circulan por nuestro imaginario y sellan un modo de estar en el mundo. El hombre lobo, basada en un clásico del cine, viene a confirmar la tendencia, pues en vez de explorar la tensión entre instinto y racionalidad apuesta al flanco más banal de la leyenda, y literaliza un mito en pos del mero espectáculo. En tiempos victorianos, pasado más de medio siglo XIX, Lawrence, quien está de gira interpretando a Shakespeare en el extranjero, debe regresar a su pueblo natal, Blackmoor: su hermano ha desaparecido, lee en una carta enviada por la mujer de éste; al llegar, su padre, quien no parece muy afectado por el evento, le informa que está muerto. Una bestia lo ha descuartizado. O quizás sean los paganos del vecindario, es decir, los gitanos, esos forasteros, esos Otros, propensos a la magia negra y la hechicería. La tragedia sobrevuela la vida de los Talbot. Mucho tiempo atrás, la madre de los hermanos también fue asesinada, hecho traumático para Lawrence, que estuvo en un internado. Entre el drama pretérito de la infancia y el actual, su padre le sugiere, mirando con su telescopio nuestro brillante y blancuzco satélite natural: “El pasado es la jungla de los horrores”. Lawrence desobedecerá, y en la resolución del crimen de su hermano habrá de confrontar el de su madre y devenir, en el intento, en hombre lobo. Esencialmente un drama edípico, esta versión de El hombre lobo de Waggoner, como ocurría en 1941, tiene un casting poderoso, pero ni Hopkins ni Del Toro pueden redimir este pastiche de La bella y la bestia, El increíble Hulk y King Kong, pues carece de suspenso dramático, perspicacia filosófica y sentido del humor, aunque la ridiculez de ciertos pasajes podrá arrancar alguna sonrisa. Así, la posible intriga narrativa parece un crucigrama para infantes. A los diez minutos de metraje ya se puede adivinar los asesinos y los móviles, y el risible giro romántico de la trama. Si bien El hombre lobo podría haber servido como una meditación pop sobre cómo la cultura sublima nuestra condición animal (“las reglas, sin ellas nos devoraríamos unos a los otros”, dice un personaje), el grotesco visual y la pereza intelectual vencen, los efectos especiales son esquemáticos, y algunos aforismos pretenden sintetizar la desgracia humana: “¿Cuál es la diferencia entre matar a un hombre y a una bestia?”. Todo se explica y se subraya, como si el espectador fuera infradotado, y aquellos elementos interesantes, como la posible confrontación entre paganismo y cristianismo, o ciencia y mito, que diversos pasajes proponen (el grupo religioso en contra de los paganos; la clase de medicina psiquiátrica en donde se intenta dilucidar la licantropía), se dispersan en la insignificancia de obedecer acríticamente a un superstición folclórica, aquí ligada al hinduismo primitivo. Es incomprensible que un director como Joe Jonhston, responsable de un filme como Cielo de octubre, una pieza clásica y admirable en donde el hijo de un minero, fascinado por la astronomía, inventa un cohete especial, lo que requiere estudio y una insobornable pasión por el conocimiento, sea incapaz de conmutar una fábula popular en un relato edificante. Un aceptable plano en profundidad de campo en el que Lawrence y Gwen se encuentran por primera vez en un refugio natural de la infancia es el único plano cinematográfico digno, de un extenso videoclip profuso en flashbacks espantosos y secuencias oníricas ideales para MTV, coronado por un combate entre dos bestias aulladoras que parece un símil de un videojuego berreta. El hombre lobo remite al lado oscuro del siglo XIX, un siglo en donde el espíritu de la ciencia habría de imponerse sobre los últimos retazos de una cosmovisión en la que la magia y la superstición aún perduraban. En ese sentido, comparar el positivismo festivo (y gay) de Sherlock Holmes, del sobrevaluado Guy Ritchie, con el oscurantismo pop de El hombre lobo permite entender una confrontación que parecía superada, pero que inesperadamente regresa en pleno siglo XXI.
La Bestia herida El Hombre Lobo es probablemente la criatura de ficción más apasionante de la que se tenga registro en la historia de la literatura y el cine. Es brutal y romántico a la vez, trágico en su concepción y aún así de presencia fascinante, implacable. El hombre que es mordido y consecuentemente condenado a convertirse en un monstruo a la luz de la luna, sin poder controlarlo o variarlo de manera alguna; un ser maldito, marginal y asesino cuya filosofía será matar o morir hasta el fin de sus días. En el cine, desde 1935 los licántropos vienen abriéndose camino a los zarpazos y con los registros más variados. Pero fue aquella película de 1941 escrita por Curt Siodmak y dirigida por George Waggner, esa con Lon Chaney Jr. como lobizón, la que marcó la diferencia y vio realmente nacer a La Criatura que influenciaría a las generaciones futuras. Este clásico es a la fecha revisitado de ocasión como fenómeno de culto, como parte del “legado monstruoso” de la Universal; pero en El Hombre Lobo, al igual que en la Drácula de Tod Browning (no tanto en el concepto de Frankenstein), se podía percibir ese aroma de Épica romántica (después de todo The Wolf Man es algo así como la versión sin azúcar de La Bella y la Bestia) que haría trascender al film el mero utilitarismo de su género de base: el terror. Esta noción de Épica, con los años y el empleo sistemático del licántropo como elemento plástico para el cine de género, se perdió y cedió su lugar a otra cosa mucho menos memorable. Lo que lograra recuperar Francis Ford Coppola para Drácula en 1992 luego de que la cinematografía mundial pervirtiera a los vampiros a gusto (y en menor medida concretara Kenneth Branagh para su monstruo en la Frankenstein de 1994), se intentaría ahora con El Hombre Lobo, recreando el clásico del 41 a manos de Joe Johnston, el genial artesano que tiene Jumanji, Rocketeer, Cielo de Octubre y Jurassic Park III entre otras virtuosidades pasadas. Y eso no era todo: el reparto contaría con Benicio Del Toro calzándose el pelaje de la bestia y el traje de Lawrence Talbot, Anthony Hopkins haría lo propio con Sir John Talbot, padre de Larry, y en el departamento técnico hasta el magnífico Rick Baker (visionario de efectos de maquillaje y padre de Hombre lobo americano y Aullidos, entre tantos logros –el video musical Thriller de Michael Jackson es otro-) volvería a sus andanzas a la luz de la luna. Todo estaba en su lugar, El Hombre Lobo habría de recuperar su estatus de Épica… Pero Hollywood, como se sabe, puede y suele ser muy bastardo; y en el revival de este clásico olvidado no fue la excepción. El Hombre Lobo, la presente remake, correría algo así como la maldición de la bestia y pasaría a ser un proyecto malparido como pocos, arrojando -tras una ardua, estúpida y larga lucha burocrática en el marco del estudio- un saldo tibiamente positivo, un recupero parcial de esta Épica romántica evidentemente buscada, y acabando como un producto más probablemente apto para fanáticos todoterreno de la licantropía que para espectadores esperando alguna clase de revelación cinematográfica. Francamente, duele reconocer el hecho de que en las condiciones que la flamante nueva versión de El Hombre Lobo fue gestada, el producto final jamás podría haber sido perfecto. Se supo que hubieron varios guionistas tomándose la posta entre sí, que a Joe Johnston (quien fuera designado como el director al fin y al cabo de varias vueltas) le “sugirieron” recortar la introducción a fines de apurar la primera transformación del lobo, que a Danny Elfman le rechazaron su banda de sonido para después volvérsela a encargar una vez que metiera la pata su supuesto sucesor, y la lista sigue… y sigue. Y así fue como esta remake vio postergado su estreno comercial dos veces, dilatándose más de un año la fecha original propuesta por la Universal a fines de 2008. Entre retomas solicitadas en plena post-producción (la cosa no cuajaba), re-montajes hechos a criterio de ¿quién sabe…? y sabrá quién con qué criterio, El Hombre Lobo durmió la siesta hasta que a la fecha, casi un año y medio después de lo debido, alguien finalmente decidió liberar al animal… Y tal como se sospechaba, la cosa no es ni remotamente perfecta. No obstante, el film de Johnston exhala cierto espíritu de Épica, tiene sus virtudes y vale destacarlas. En primer lugar, conceptualmente la película tiene una base sólida en materia tonal y estética; es el clásico, ni más ni menos, devuelto a la vida con todos sus vicios y elementos (el campamento gitano y el folklore de pueblo, el bastón con el lobo de plata y las balas del mismo metal), en vivos colores (sobre todo cada vez que hay presencia de sangre) y con sonido estéreo. El tono del relato es, en efecto, lo suficientemente sombrío y amargo como para sostener la trágica historia de la Familia Talbot. Como marco, la foto postal de época (la Inglaterra de fines del Siglo XIX) es no menos que impecable; y en sintonía, las imágenes concebidas entre la fotógrafa Shelly Johnson y el mismo Johnston (deudoras del estilo gótico de Burton y que maximizara Coppola con su Drácula) son de una belleza aplastante y se suceden sin que uno pueda dejar de admirarlas. A la orden, Baker y sus múltiples prótesis, así como los efectos visuales en general cumplen y de sobra con las exigencias del relato. Los empleos de CGI para ciertos momentos de los lobos no son perfectos, pero alcanzan a resolver lo que deben y sería hasta desubicado pedirles más (después de todo no todos los films con trucas digitales pueden ser Avatar). Y para acompañar, Elfman y sus acordes “a la Drácula de Francis Ford” le hacen al film la justicia que faltaba (es difícil creer que en un principio le rechazaran el score –manga de zánganos-). En síntesis, El Hombre Lobo, en materia técnica, pasando por lo visual, estilístico y demás rubros que puedan reclamar su felicitación, no falla en lo absoluto. Pero ahí no acaba el cuento… Si en algo se resiente el film de Johnston es en el manoseo evidente de un guión reescrito hasta el hartazgo y en las torpezas narrativas que el mismo le confiere al ritmo general del relato. Es importante destacar que este guión actualizado del clásico presenta no una, sino unas cuántas modificaciones respecto del original de 1941, y en su gran mayoría para mejor. Tanto es así que ahora hay dos lobos cuando debía haber uno (el duelo final entre ambos es brutal y hermoso), y se tiene a Sir John (Hopkins) con un nivel de protagonismo que hace de aquello alguna vez anecdótico, algo mucho más sofisticado. El curso de la historia no es el mismo, el conflicto tampoco y las emociones puestas en juego menos aún. Pero es justamente en el plano emocional que el film avanza a un ritmo que no le hace nada bien a la progresión dramática, ni mucho menos a la construcción de personajes. Tenemos a Del Toro, a Hopkins, a Emily Blunt –como Gwen, la dama en cuestión que precipita todo- y hasta al gran Hugo Weaving -el inspector Abberline- dando lo mejor de sí en todo momento, y es apenas suficiente (ahora, cabe decirlo en voz alta, si Hopkins y Del Toro pueden hacer lo que hacen con las restricciones evidentes que tuvieron para componer bajo el régimen del peor Hollywood imaginable, no merecen menos que un aplauso de pie, sin joda). En efecto, el romance entre Lawrence y Gwen tiene el paso lo suficientemente apurado como para no terminar de entenderse y/o aceptarse del todo; al menos no más allá de lo que ya es obvio y está decantado de antemano. Enhorabuena se tiene al gran Joe Johnston secuencia de acción por medio mostrando que sabe y que tiene el corazón donde corresponde, latiendo con la cadencia de la Épica romántica, y tratando de hacer coexistir lo bueno y lo malo, intentando convertir aquello imperfecto en un placer a la vista y con un nervio de la hostia. La película es, con todo a cuestas, entretenidísima. Y no es un detalle menor ni ajeno a la voluntad del realizador el registro de violencia y el despliegue de Gore (que, por cierto, le ponen la piel de gallina a cualquiera, en adición al miedo que mete Benicio Del Toro adentro del traje de Hombre Lobo; mamita querida qué feo sería que te corra…), resultando ser aparentemente uno de los pocos temas sobre los que Johnston tuvo un poco de control y decisión, y lo empleó haciendo valer su escasa libertad creativa e impostándole -a fuerza de estilo- a un film comercial contenidos dignos de la calificación R (sólo apta para mayores de 17-18 años). Se sabe, como dato de color, que el mismo Joe anduvo anunciando un futuro corte de director para el lanzamiento en DVD con 17 minutos que el estudio le exigió cortar para que la cosa “fluyera mejor…"; habrá que esperar y ver si en el confort del hogar finalmente se podrá ver El Hombre Lobo que todos merecemos. Y si, este Hombre Lobo es una bestia herida y marginada… pero aún con suficiente garra y sentimiento para imponer su presencia y veteranía frente a tantos "caniches toy" vendidos como licántropos de pura cepa que andan pululando por las salas en la actualidad (Crepúsculo, ufff…). Un magnífico animal que resulta increíblemente placentero volver a encontrar con este porte clásico y el olvidado hábito de aullarle a la luna su maldición.
-Resulta inobjetable la eficacia de este interesante film que recupera los tópicos de la licantropía y la esencia de un relato clásico de gran rusticidad que dosifica de manera inteligente y prolija la acción y el drama en las mismas proporciones gracias a un elenco de lujo a la altura del desafio...
Este manual cinematográfico de “licantropía para principiantes” es tan clasicista en su concepción que a fin de cuentas resulta previsible y extremadamente chato. ¿Qué más se podía esperar de Joe Johnston, un autómata propiedad de los estudios cuyos mayores logros han sido Querida, encogí a los niños (Honey, I Shrunk the Kids, 1989) y Rocketeer (The Rocketeer, 1991)? Benicio Del Toro, Anthony Hopkins y Hugo Weaving dignifican pero el combo en general sabe a poco, ni siquiera convencen los CGI en los primeros planos. A pesar de la fórmula del “cazador cazado” y las muchas referencias al Drácula (1992) de Francis Ford Coppola, la clásica rutina sin novedad de las remakes hollywoodenses se hunde en el gore pacato de la luna llena...
Desde comienzos del cine sonoro, la licantropía pegó fuerte en Hollywood. La leyenda del hombre-lobo conoció infinidad de versiones, pero la que adquirió más prestigio fue aquella protagonizada por Lon Chaney jr. y Claude Rains, en 1941. El film de Johnston, con elenco de lujo y gran despliegue de medios, intenta recuperar lo mejor de aquella historia original. El trágico itinerario de un hombre condenado por una maldición que viene de muy lejos. La leyenda arranca en la antigua Grecia y llega hasta nuestras latitudes como El Lobizón. La niñez de Lawrence Talbot estuvo acompañada de múltiples tormentos desde que su madre murió. Ya adulto, será rastreado por la novia de su hermano, quien lo compromete para que encuentre a su enamorado, desaparecido misteriosamente. Vuelto a casa, descubre que un ignoto asesino está haciendo estragos entre la población del lugar. Se entera entonces de esa maldición ancestral que convierte en lobos a determinados hombres, en las noches de luna llena. Enamorado perdidamente de Conliffe, la prometida de su hermano a quien quiere proteger, se decide a destruir a la despiadada criatura que se ha convertido en verdadera pesadilla en los bosques de Blackmoor. En una noche alucinante, durante una persecución que presagia lo peor, es mordido por esta, y comienza otra historia. La que de veras importa. Benicio Del Toro aporta su perfil tormentoso al personaje de Talbot, en tanto Anthony Hopkins se hace cargo de su padre, de quien estuvo distanciado por años. Otra relación fatídica.
(Uh, linda noche para ponerse a escribir esta nota. Por algo dicen que soy el especialista den hombres lobos. No sé si es tan así. Una vez escribí una muy completa. Esperemos que esta quede buena. Bueno, empecemos... ¿Cómo puedo?... eh... ¡Listo, ya sé!) “Incluso un hombre que es puro en corazón / Y dice sus rezos en la noche / Puede convertirse en un lobo cuando la belladona (o "azote de lobos") florece / Y la luna de otoño brille”. Algo de historia El hombre lobo siempre fue uno de los monstruos clásicos más atípicos. No tiene un origen literario, como Drácula y Frankenstein. No es un personaje romántico, como la Momia. El “Wolfman” es un ser cien por ciento bestial. Las historias sobre este ser pueden rastrearse en diversas culturas desde tiempos inmemoriales, incluso antes de Cristo. De cualquier manera, y salvo por algunos detalles, la leyenda es siempre la misma: una persona que bajo el influjo de la luna llena, se convierte en un ser mitad humano mitad lobo. A este proceso se lo conoce como licantropía, expresión que proviene del latín lycanthropus, que a su vez viene del griego antiguo: lýkos (Lobo) y ánthrpos (Hombre). También se conoce como licantropía a una enfermedad mental, en la que el paciente cree transformarse en una criatura de la noche. Y siguiendo con las enfermedades, también está la Hipertricosis Universal Congénita —conocida como el Síndrome del Hombre Lobo—, que provoca el crecimiento de vello en todo el cuerpo, incluyendo la cara. Sin duda, el mito siempre sirvió para hablar de nuestro lado más salvaje, de nuestros impulsos más primitivos y peligrosos. La primera vez que el cine le dio espacio a nuestro amigo peludo fue en 1913. El cortometraje The Werewolf contaba como la vengativa bruja de una tribu Navajo lanza una maldición que da origen al bicho del título. El primer largometraje del tema fue El Lobo Humano (título original: Werewolf in London), de 1935. Es este film de Stuart Walker, un científico (Henry Hull) adquiría el mal lobuno buscando una flor exótica en el Himalaya. Pero la bestia recién se hizo popular en 1944 gracias al éxito de El Lobo Humano (título original: The Wolfman), de George Waggner. Es esta primera incursión licantrópica de la Universal —por entonces sinónimo de clásicos del terror—, Lawrence Talbot (Lon Chaney Jr.), es mordido por ya-se-imaginan qué y cada vez que sale la luna llena, como bien dice la cita que encabeza esta nota... Bueno, ni hace falta que lo diga. La única solución posible: dispararle con una bala de plata. Chaney Jr. siguió haciendo de lobo y de otros mostros en otras producciones de la Universal. Durante las décadas siguientes, el subgénero fue progresando. En los ’50, un joven Michael Landon (Se acuerdan de Michael Landon, ¿verdad?) protagonizó El Monstruo Adolescente. 1961 nos trajo La Maldición del Hombre Lobo, única pero espectacular incursión de la productora inglesa Hammer en el terreno lobuno. Vale la pena detenerse en este film, dirigido por Terence Fisher. Aquí, el joven León (Oliver Reed) no se convierte en asesino salvaje porque lo hayan mordido, como solía suceder en la mayoría de estas películas: era producto de una violación. Y León convertido aparecía lo justo y necesario, nunca de manera gratuita. En realidad, La Maldición... es más una tragedia que una de horror, un drama acerca de una familia conviviendo con el horror a pesar del terrible e inevitable destino. Enseguida surgieron exponentes también en territorios de hablahispana. El recientemente fallecido Jacinto Molina (mundialmente conocido como Paul Naschy) estrenó en 1967 La Marca del Hombre Lobo. Allí interpretó por primera vez al Waldemar Daninsky, una bestia peluda que seguiría apareciendo en las secuelas del film, como La Noche de Walpurgis. Además, La Marca... dio inicio a la época de oro del cine de terror en España. En 1975, Argentina tuvo su representante gracias a Nazareno Cruz y el Lobo, una de las obras cumbres de Leonardo Favio. Aquí no había despliegue de FX ni convencionalismos. Al igual que La Maldición..., era una tragedia acerca de Nazareno (Juan José Camero) el séptimo hijo varón que, como dice la leyenda, termina convertido en el Lobizón cuando se enamora de Griselda (Marina Magalí), una hermosa muchacha del lugar. En esta gran fábula también aparece Alfredo Alcón como el mismísimo Diablo. La revolución llegó en 1981. Es cierto que Aullidos y Un Hombre Lobo Americano en Londres son películas distintas. La primera lleva el sello de su director, el enorme Joe Dante —esto es: citas cinéfilas, humor negro, sátira social, Dick Miller como actor fetiche—; en cambio, el film de John Landis tiene bastante humor absurdo, propios del otrora realizador de Colegio de Animales y Los Hermanos Caradura, pero con momentos de terror puro y duro. Sin embargo, ambas joyas mostraban bichos que ya no eran actores maquillados con pelos en la cara ni uñas postizas sino seres más lobunos que humanos: hocicos bien largos, colmillos y zarpas que paralizan con sólo verlos... ¡Y ni hablar de las terroríficas e innovadoras escenas de metamorfosis! (pinchen aquí y aquí). La leyenda viviente de los FX de maquillaje Rick Baker estuvo involucrado en las dos películas. Sabía muy bien que quería fabricar un nuevo tipo de morphing usando cámaras de aire, receta que le pasó su mentor, el reconocido Dick Smith. Estaba por empezar en Aullidos cuando recibió un llamado de su amigote Landis para trabajar en el proyecto licantrópico pensado diez años atrás. Entonces se fue para Un Hombre..., aunque dejó a cargo a su discípulo, el futuro talento Rob Bottin. Si bien Bottin tiene el crédito por los monstruos de Aullidos, los verdaderos responsables de lo que se vio en pantalla fueron los hermanos Jeff y Steve Shank, productores de efectos. Más allá de un montón de puntos en comparación, las dos películas son grandes clásicos del cine en general. Ah, Baker ganó el primer Oscar de su carrera por su soberbio trabajo en Un Hombre... cuando recibió un llamado de su amigote Landis para trabajar en el proyecto licantrópico pensado diez años atrás. Entonces se fue para Más tarde llegaron las interesantes y olvidadas Wolfen, y En Compañía de Lobos. Un Michael Fox pre-Marty McFly se puso peludo (y no por exceso de autosatisfacción sexual) en la divertida comedia Muchacho Lobo, de 1984. Tres años después hubo una segunda parte, Muchacho Lobo 2, protagonizada por el ex ídolo juvenil y hoy actor respetado Jason Bateman. Ya en los ’90 nos dieron la innecesaria y pretenciosa Lobo, con Jack Nicholson sobreactuando como de costumbre (maquillaje de Rick Baker, aunque más convencional) y Un Hombre Lobo Americano en París, pobre secuela de la obra de Landis, y encima con lobos hechos con una por entonces pobre animación digital. El siglo XXI trajo licántropos incluso en películas que no los tenían como tema central. La Marca de la Bestia, de Wes Craven, prometía demasiado, pero resultó un desastre, en parte porque los productores de Dimension Films obligaron al director a filmar casi todo de nuevo. Sí vale destacar la curiosa producción canadiense Ginger Snaps: La Posesión (que generó una secuela y una precuela), y la inglesa Dog Soldiers. Para empezar, ninguna de las dos películas abusaba de la tecnología computada. La saga de Inframundo también supo darle un lugar destacado a estos animalitos. La nueva oportunidad para este gran monstruos velludo ha llegado. Y para eso hay que remontarse a aquel clásico con Lon Chaney Jr. Sí, otra remake entre nosotros. (Uy, cómo me pica todo el cuerpo. Humm, huele a churrasco de cuadril. ¿y ese ruido? ¿Un alfiler? Mis sentidos están a full en noches así. Bueno, sigamos) La maldición El Hombre Lobo, la nueva versión de El Lobo Humano de la Universal, parecía condenado a ser un film maldito, y no por el horrible ser del título. La producción arrancó en 2007. Benicio del Toro no sólo sería el actor principal sino uno de los productores. El director elegida originalmente fue Mark Romanek, quien supo estremecer con Retratos de una Obsesión y dirigió miles de videoclips. El guión estuvo a cargo de Andrew Kevin Walker, que se hizo famoso por escribir Pecados Capitales y La Leyenda del Jinete sin Cabeza. Al asunto se sumaron Anthony Hopkins, Emily Blunt y Hugo Weaving. Todo parecía ir bien, hasta que Romanek renunció por las típicas diferencias creativas con el estudio. Universal salió enseguida a buscar un reemplazante. Sonaron nombres como Frank Darabont, James Mangold, Bill Condon, Martin Campbell, Guillermo del Toro y Breck Eisner, pero al final quedó Joe Johnston. Nacido en 1950 en Texas, Johnston empezó trabajando en el departamento de arte y en efectos especiales para George Lucas y Steven Spielberg. Su debut como director fue Querida, Encogí a los Niños. Luego vinieron Rocketer, Jumanji, Cielo de Octubre, Jurassic Park 3 y Océano de Fuego. Sus películas no son geniales, pero tampoco desastrosas, y siempre entretienen. El guión también sufrió cambios, esta vez de la mano de David Self. Self escribió maravillas como Camino a la Perdición y Trece Días, pero mejor olvidar su incursión en el género fantástico: La Maldición, aquel insulto al cine de miedo que perpetrara el holandés Jan De Bont. Una vez que la película estuvo terminada, la fecha de estreno se pateó innumerables veces desde 2008, debido a los constantes cambios, ya que filmaron escenas nuevas, modificaron el aspecto de unos de los monstruos y remontaron algunas partes (para eso acudieron al experimentado Walter Murch). Pero el resultado final ya está en los cines. ¿Qué salió de todo ese lío? (Estoy transpirando demasiado. No, el aire acondicionado funciona. ¿Entonces? ¡Aaaaaagggggggg! Qué dolor, Dios. Siento que el cuerpo se me quiere contorsionar... Mis piernas... Mis brazos... ¡Aaagggg!... La picazón en las orejas.... ¡Uuuffff!... Mejor sigo escribiendo.... que... ¡Auggggg!... que todavía no puse nada de la película) Ahora sí, la película Salvo por algunos cambios y subtramas necesarios, El Hombre Lobo sigue de cerca de la peli en la que se basa. 1891. Luego de años viviendo en Estados Unidos, el actor Lawrence Talbot (Benicio del Toro) vuelve a su residencia familiar en Inglaterra. Un trauma familiar lo alejó de allí de pequeño, pero la violenta muerte de su hermano lo obliga a regresar y a reencontrarse con su padre (Anthony Hopkins), a quien no ve hace mucho. También conoce a Gwen (Emily Blunt), su otrora cuñada, quien tampoco puede creer el horror de lo sucedido. Un horror que no termina ahí: en una noche de luna llena, en medio del bosque, y tratando de averiguar qué sucedió con su hermano, Lawrence es atacado por una bestia. Y a esta altura de la nota ya saben cuáles son las consecuencias. El ya de por sí atormentado Larry sufre cambios en su físico y en su conducta, y encima debe buscar al monstruo que lo infectó, ya que tiene intenciones aún más terribles. A pesar de los problemas de producción, la puesta al día de otro clásico pasó el examen con un sobresaliente. No es genial, pero tiene varias virtudes. El maquillaje del monstruo es un muy logrado homenaje al creado por Jack Pierce para la obra de Waggner (cara peluda, garras, colmillos). Aunque el lobezno también suele correr en cuatro patas, como los licántropos del cine moderno. El responsable de tan magnífica tarea no es otro que Rick Baker. De hecho, confesó que la película original lo influyó de niño a dedicarse a los efectos especiales de maquillaje. Según Baker, tomaba tres horas hacer que Benicio quedara hecho un lobo, y que no costó tanto ya que el actor era de por sí muy velludo. Eso sí: para las escenas de metamorfosis se usó CGI, cosa que a Baker no le gusta demasiado. ¡Atentos a la aparición de R. B. como una víctima de su propia creación! Llama la atención —en el mejor de los sentidos— la inclusión de muertes sangrientas, algo que las superproducciones de Hollywood tratan de evitar o disfrazar con trucos visuales. Podemos ver a la bestia arrancando brazos, rebanando cabezas, destrozando personas como si fueran ciervos. A la manera del Drácula de Coppola en su momento, El Hombre Lobo incorpora elementos de otros hits del subgénero lobuno. La criatura, como dijimos, suele correr en cuatro patas, como la de Un Hombre Lobo Americano en Londres; en un momento anda suelta por la ciudad y huye por los techos de las casas, igual que Oliver Reed en La Maldición del Hombre Lobo... Pero el mayor acierto del guión y de la dirección está en el tono de tragedia griega, de drama familiar propio de los mejores de estos films. Haciendo un análisis más profundo, El Hombre Lobo es la historia de la tensa relación —o directamente, de la no-relación— entre un padre y un hijo. Un oscuro hecho del pasado hizo que se distanciaran y que el amor que alguna vez los unió —si alguna vez existió— muriera para siempre. Y el reencuentro tiene como marco un nuevo episodio fatídico, del que tal vez ninguno salga ileso. Esta clase de elementos pueden rastrearse en dramas a secas, como Días de Furia (título argentino de Afliction, de Paul Schrader), aunque el cine fantástico también supo darle su lugar: la saga de La Guerra de las Galaxias, sobre todo El Imperio Contraataca, y la subvalorada Hulk de Ang Lee. En ambos casos, los protagonistas descubrían que sus némesis eran sus propios padres. Joe Johnston no aborda el tema con tanta profundidad como Lee, pero jamás lo oculta, lo que es un gran acierto y le otorga una bienvenida complejidad a la historia, volviéndola algo más que unos cuantos sustos, muertes y persecuciones muy bien organizados. (CUIDADO: SOPA FRÍA O SPOILERS, COMO LES DIGAN) Porque en el final, no son sólo dos bestias humanoides las que se enfrentan hasta la muerte sino un padre y un hijo, dos seres de la misma sangre. Y eso no deja de ser un detalle perturbador y muy triste. (FIN DE SOPA FRÍA) El elenco da en la tecla con esta clima trágico. Benicio le da una carga de tormento y oscuridad a su Larry Talbot, un hombre torturado, condenado a un destino inevitable. No es la primera vez que el astro portorriqueño encarna a un ser peludo. Hizo de un hombre perro en El Circo de Pee Wee... y del “Che” Guevara en el díptico de Steven Soderberg. ¿Ah, eso último no cuenta? Como en otras veces, por momentos da la impresión de que Anthony Hopkins actúa en piloto automático, pero también acierta con el toque sombrío de su personaje. Lo bueno del galés es que nunca sobreactúa, siempre está medido. Emily Blunt sufre todo el tiempo. Aunque este no sea uno de sus mejores trabajos, sigue estando sobria y también muy hermosa, incluso cuando aparece desaliñada. El australiano Hugo Weaving tiene el rol del inspector Abberline, de Scotland Yard, quien llega para hacerse cargo de la investigación de una serie de brutales asesinatos. Da la impresión de que el actor (que en realidad nació en Nigeria) podría haber estado más aprovechado. Sin embargo, sus intervenciones siempre son bienvenidas, no importa la clase de películas en las que decida estar. No olvidemos mencionar a la inefable Geraldine Chaplin haciendo de Maleva, una excéntrica gitana. Se ve que el werewolf era menos temible que Maharbiz. Johnston no logra hacer la película de licántropos definitiva (como sí hizo Coppola con el mencionado vampiro más famoso), pero sale muy bien parado de un proyecto que parecía maldito. ¿Será el regreso al cine de los hombres lobos con toda la furia, alejados de los jovencitos de torso desnudo de la saga de Crepúsculo? Siempre hay espacio para to... (No puedo más. Un pelaje negro, duro, se abre paso por mi piel, destrozándola mi dentadura aaaagggg se desdobla se parte como si la trituraran y la estiraran igual que una masa y mis manos ooouuhhhh se rompen mis dedos y salen nuevos oscuros y filosos aaaaahhhhh la espalda aaaaauugggg se me arquea la espalda pero quiero seguir escribiendo todo como si uuhhhhh mi ropa de deshace en jirones aaaaggg aggggggg aaaaaaa aaaaaaaauuuuuuuuuuuu!!!! y quiero correr y destrozar y me giro para saltar por la ventana donde brilla la luna llena y escuchó algo a mis espaldas y me giro y está mi amigo Fabio y me apunta con una escopeta y rujo le muestro los colmillos y dice algo de balas de plata y gruño y le digo hablando a pesar de mi hocico que las noche de luna llena no son para mí y le digo que al menos no me dispare así pongo el puntaje a la crítica y que se deje subirla y...).
La compañía ahora perteneciente a una división de NBC, en su misión de continuar renovando films de la bóveda de monstruos legendarios de Universal, algo ya realizado con La Momia, un divertimento que permitió exitosas secuelas y la lamentable reunión de monstruos concretada con Val Helsing, culminó dando rienda a otro de ellos, bajo la tutela de Joe Johnston, un director que ha sabido entregar atrayentes y divertidos films de aventuras con gran utilización de efectos especiales, entre ellos Querida, Encogí a los Niños, The Rocketeer y Jumanji. El Hombre Lobo, con grandes diferencias marcadas en guión frente al film protagonizado por Lon Chaney, narra la clásica historia del hombre que luego de la mordida de un animal extraño con semejanza a un lobo, procede a una transformación anatómica bestial que lo lleva entre otras cosas a matar. Esas diferencias mencionadas, cambian radicalmente la esencia del personaje conocido por todos, se ha buscado dar una nueva vuelta de tuerca innecesariamente, con al afán de producir algo “novedoso”, cambios que resultan forzados, teméticas sociales que no cierran, incluso, parece ser que, de ahora en más, las balas de plata poco afectan al monstruo salvo que sea disparada por una amada. Benicio del Toro (Lawrence Talbot), fresco luego de su muy interesante personificación del Che Guevara, asimila rasgos con mucha similitud al interpretado por Chaney, en postura, movimientos y gestos, una a favor, así como el excelente trabajo de maquillaje, una vez más en manos de Rick Baker, el más destacado productor de personajes en materia de maquillaje, máscaras siliconadas, un innovador reconocido. A Emily Blunt, una de las actrices del momento, le toca interpretar a la sentimentalmente ligada al monstruo, su talento es mal utilizado, en gran parte debido a deficiencias de guión que jamàs terminan por permitir consolidar una relación creíble con el interprete masculino. Por su parte, Hugo Weaving, en el rol de investigador es lo mejor que ofrece el film en calidad actoral, junto a una pequeña participación de Geraldine Chaplin como la gitana que baticina los acontecimientos a acaecer, elemento fantástico mediante y el actor, que últimamente realiza trabajos “de manual”, Anthony Hopkins como Talbot padre. La fotografía y dirección artistica del film recuerdan a los lúgubres diseños de La Leyenda del Jinete sin Cabeza y From Hell, mientras que en materia musical, la partitura del repetitivo Danny Elfman parece tener similaridad de acordes de Bram Stocker’s Dracula y Enemigo al Acecho. El Hombre Lobo, es un film bien intencionado, tiene momentos muy logrados frente a otros fallidos.
La nueva versión cinematográfica basada en el mito de la licantropía gana en actualidad. Cientos de veces los fanáticos de la pantalla grande y del "Cine de superacción" de los sábados en televisión esperaron pacientes el momento más apoteótico de las realizaciones de terror de los años 40 que tenían a Lon Chaney Jr. como protagonista: la transformación de un hombre en lobo. Aquí el maquillaje y la superposición de imágenes quedan ampliamente superadas por la tecnología digital y los resultados no son exactamente sorprendentes pero, redondos en su concepción e implementación, ayudan a prestarle atención a otros ítems tales como la ambientación y la edición. Elementos que sí toman relevancia. El primero impone un pesado clima de suspenso a través de un tratamiento de colores tibios que a primera vista parecen imitar a los viejos filmes en blanco y negro. Y el segundo aporta la cuota de desesperación y terror ante los ataques de la bestia. Al igual que en la película de 1941, el joven Lawrence Talbot es la piedra angular de la historia. De regreso a su Gales natal en busca de respuestas a la violenta muerte de su hermano, es mordido por un hombre lobo. Y como apunta la leyenda, se convierte en uno de ellos. Sobre esa base, el filme se atreverá a reflexionar sobre la naturaleza del alma de un ser humano que en las noches de luna llena se convierte en un monstruo.
El hombre melancólico en luna llena En medio de nieblas victorianas, volver a ver a Talbot aullar su tristeza a la luna, mientras se debate entre su bestialidad desbordada y las ropas de civil, es un regalo de cinefilia, posible por la pasión del propio actor, Benicio Del Toro. Cuando se produjera el estreno de Ed Wood (1994), un film maldito rodado en blanco y negro, con Johnny Depp, y con escasa respuesta de público, Jack Nicholson hubo de mencionar que la tarea de su amigo Martin Landau (por la que mereciera el premio Oscar) constituía una "carta de amor a Bela". Bela Lugosi volvía de la muerte gracias a Landau, a Drácula, y al amor por el cine de Tim Burton. En el caso de El hombre lobo nada puede evitar sentir que, en virtud de supersticiones semejantes, es ahora Lon Chaney, Jr. quien vuelve de la tumba. Porque la caracterización de Benicio Del Toro como Lawrence Talbot remite, desde el lado que se elija (humano/animal), a la iconografía licantrópica del mejor cine Universal. Aunque no sólo como detalle particular, sino como parte de un homenaje mayor que es también manifestación de cariño al género que mejor supo cultivar este estudio durante los años 30 y 40. De modo tal que, de nuevo y bienvenida sea, la melancolía de Larry Talbot ronda entre las salas de cine. Según lo dicho por el propio Del Toro, han sido aquellas películas interpretadas por Lon Chaney hijo las que lo sedujeran como actor temprano. De manera que su composición pasa a ser un cúmulo de atenciones hacia uno de los intérpretes, vale recordar, más malogrados de Hollywood. A la sombra de su padre, y de los roles magníficos y horroríficos que supiera componer, Lon hijo no pudo escapar demasiado a un encasillamiento que, a excepción de alguna aparición oportuna en films de otros géneros (no olvidarlo en A la hora señalada), hiciera del terror y la clase B sus ámbitos recurrentes. Pero también habrá que subrayar que la película dirigida por Joe Johnston (Rocketeer, Jurassic Park 3) puede pensarse, a su vez, como una declaración de admiración -¡por fin! a uno de los ingenios más maravillosos que cultivaran aquel horror: el escritor alemán Curt Siodmak. Así lo corroboran los credits finales, con su nombre al lado de los guionistas principales. Como parte del grupo de exiliados europeos que ayudaran a cimentar el mejor cine norteamericano durante la Segunda Gran Guerra, Siodmak fue el cerebro tras la mayoría de las películas de terror de aquellos años. En el caso del hombre lobo, el guionista fue el responsable de muchos de los elementos que hoy conforman el habitual folklore licantrópico, tales como las letales balas de plata o la oración que reza la maldición: "Hasta un hombre puro de corazón, que reza sus oraciones por la noche, puede convertirse en lobo cuando florece el acónito. Y la luna está llena". La versión que dirige Johnston no prescinde de ninguno de ellos. Más el disfrute inmediato que provoca la situación de la acción, en plena era victoriana, y con la presencia del mismísimo Inspector Abberline (Hugo Weaving), de Scotland Yard, malhumorado tras la desazón que le supusiera el Destripador de Whitechapel. Quien haya visto el film original, de 1941 (y más aún sus secuelas), sabrá apreciar lo que significa el nombre de Anthony Hopkins en lugar del de Claude Rains, el de Emily Blunt como la enamorada Gwen, o más aún el de Geraldine Chaplin bajo la piel y palabras gitanas de Maleva: "¿dónde termina el hombre, dónde comienza la bestia? ¿Matar a uno no es también matar al otro?", alerta que preludia la aparición del protagonista usual de aquellos films -y de éste : la turba humana. El furibundo grupo capaz de enjuiciar y linchar bajo la luz hipócrita de sus antorchas; los mismos que supieran hacer huir a partir del horror de sus gritos de histeria al monstruo de Frankenstein o al Joven Manos de Tijera. Talbot sabrá encontrar allí a uno de sus principales adversarios. Además de lograr puntos de contacto con Jack The Ripper o John Merrick (El hombre elefante), no puede soslayarse que El hombre lobo cuenta con los efectos de maquillaje de Rick Baker, talento referencial cuya escuela se remonta al genial Jack Pierce, responsable del maquillaje original de todos los monstruos Universal , que supiera recibir un Oscar, entre tantos otros, por su tarea en Un hombre lobo americano en Londres (1981), otra de las mejores películas de hombres lobo jamás hechas. Volver a ver a Talbot aullar su tristeza a la luna, mientras se debate entre su bestialidad desbordada y las ropas de civil, es un regalo de cinefilia, posible por la pasión del propio actor, Benicio Del Toro, gestor del proyecto. La Universal, mientras tanto y paradójicamente, sólo oficia como otra de las tantas tristes empresas aburridas que dominan el mundo del cine.
El lado oscuro de la luna Entré a ver El hombre lobo con cierto temor. Para mí, el subgénero “películas con hombres lobo” es bastante difícil de hacer mal en el cine. Desde la primera versión del monstruo de la Universal protagonizada por Lon Chaney Jr. en 1941, pasando por una gema absoluta, no solo de este género sino del cine en general, como Un hombre lobo americano en Londres, de John Landis, la premisa del hombre lobo es tan básica como poderosa. Al igual que el mito de Dr. Jekyll y Mr. Hyde se trata simplemente de esa bestia que tenemos adentro y que llevamos reprimida hasta que ya no la podemos ocultar. Los hombres lobo en el cine son los “monstruos del armario” por excelencia, y cada film que trató el tema (al que podemos agregar la subvalorada Aullidos, de Joe Dante) se encargó, cada una a su manera, de mostrar la lucha del ser humano por contener ese costado primitivo y salvaje que sale a relucir en las noches de luna llena. Así que tenía ciertas expectativas por ver un regreso triunfal de esta criatura en la pantalla grande. Pero como decía al principio, no estaba confiado. Previo al comienzo del rodaje, se hizo público que quien iba a ser el director original del film, Mark Romanek (el mismo de Retrato de una obsesión) había sido echado por el estudio una semana antes de comenzar a filmar, para ser reemplazado a último minuto por Joe Johnston. Ahora bien, aunque no es para nada lo que se dice un autor, me gustan las películas de este director. Jumanji, Cielo de octubre y The Rocketeer son películas de género hechas y derechas, que demuestran que detrás de cámaras hay alguien apasionado por la aventura y con un estilo de narración clásico pero no falto de solidez. Johnston es lo que se considera en la industria un artesano, un tipo que filma lo que el guión le dicta a rajatabla. El tema es que Johnston jamás en su filmografía había mostrado experiencia alguna dentro del género del terror, y eso sumado a que toda la preproducción de la película la había empezado otra persona tampoco me llenaba de confianza. Hubo sí un factor que me hacia tener algo de fe: la decisión de contratar al genial maquillador y leyenda de Hollywood Rick Baker (El profesor chiflado, Ed Wood, Thriller) para ser el encargado de realizar las prótesis del hombre lobo. Ahí me interesé aún mas en el proyecto, ya que garantizaba que el film iba a confiar más en efectos especiales prácticos (estando a tono con la película original) a diferencia del excesivo uso de efectos digitales que plagan al cine de Hollywood hoy en día. Con toda esta incertidumbre, ¿cómo salió el resultado final? Digamos que pudo haber sido algo mucho peor de lo que uno podía imaginar al principio, pero aun así estamos ante una película frustrante. Frustrante porque se ve que ciertos departamentos cumplieron a la perfección con su trabajo, como el maquillaje de Baker, o el gran trabajo de dirección de fotografía de Shelly Johnson que evoca los climas sombríos y nebulosos provenientes de los films en blanco y negro de la Hammer, ayudado esto último también por una gran banda sonora a cargo del burtoniano Danny Elfman, que hace recordar a la música del Drácula de Francis Ford Coppola. Incluso la dirección de Johnston en las escenas que involucran los ataques del monstruo muestran un cierto grado de inspiración y respeto por los antepasados del género. Pero es en dos áreas fundamentales donde se ven los problemas de El hombre lobo. El primero que salta a la vista es la edición de la película. En los primeros 20 minutos uno nota que algo no anda bien en los ritmos internos del relato, es como si los productores hubieran forzado al director a punta de pistola para que llegue lo antes posible a la primera aparición del hombre lobo, sacrificando así todo tipo de desarrollo de personajes y sus conflictos en ese comienzo. Y hablando de conflictos, acá es donde vemos la falla mayor, la relación trágica entre el protagonista Lawrence Talbot (un Benicio del Toro demasiado para adentro) y su padre Sir John (Anthony Hopkins, en plan “exagero al máximo total me pagan bien”). El duelo entre ambos no parece tener un desarrollo dramático interesante para el espectador, como tampoco lo tiene la relación romántica de Lawrence con la viuda de su hermano Gwen (Emily Blunt, preciosa, pero con la misma expresión de disgusto en toda la película). Dado que los conflictos dramáticos no logran compenetrarnos, basta esperar a que llegue la luna llena para ver las transformaciones del protagonista y así poder regocijarnos con escenas de acción bien filmadas, un nivel aceptable de gore y alguna que otra escena de terror memorable, como la transformación de Talbot en hombre lobo delante de un grupo de psiquiatras escépticos, y la posterior persecución sobre los techos de los barrios de Londres. Habiendo pasado una semana después de verla, sigo sin saber bien qué pensar de la película. Festejo el hecho de que no sea el desastre absoluto que los rumores previos me llevaron a creer que sería, pero también pienso que con el talento que había tanto delante como detrás de cámaras se podía haber logrado algo mejor. Mientras que en un futuro no se atrevan a juntar a este hombre lobo con el Frankenstein que hizo Robert De Niro en 1994, yo me quedo conforme.
Film mucho más interesante de lo que algunos creen. Queridos monstruos Parece que a muchos críticos no les alcanza con la cantidad de malas películas que existen, que son muchas. Deben tener mucho tiempo libre, entonces gastan energía en apalear filmes que no merecen tanto ardor negativo. Porque la verdad es que la historia de El hombre lobo funciona. Más que nada porque se plantea como una especie de tragedia shakespereana (lograda definición aportada por el señor Roberto Javier Eduardo Luzi) en la que el destino va marcando relaciones familiares marcadas por la opresión, represión y la repetición de determinados parámetros. El padre marca a sus hijos de por vida, el enfrentamiento masculino, paterno-filial, es sostenido y llevado al límite. Claramente está emparentado con otros filmes como el Hulk de Ang Lee o el Blade II de Guillermo del Toro, donde lo trágico también es expresado a través del círculo familiar, con figuras paternas dominantes y destructivas. Joe Johnston, quien ya tiene unos cuantos buenos antecedentes con Jumanji y Cielo de Octubre, dos filmes centrados en hijos que forman su identidad a partir del enfrentamiento con la autoridad paterna –aunque el proceso de aprendizaje los lleva a una reconciliación con los padres a los que cuestionan-, concreta con El hombre lobo su obra más oscura. Aquí no hay reconciliación y el amor hacia la mujer posee una función paradójica: delata el conflicto pero ofrece una posibilidad de redención. Para que esto se desarrolle armónicamente, Johnston cuenta con un elenco compuesto por actores de carácter como Benicio del Toro, Anthony Hopkins y Hugo Weaving, más el aporte de Emily Blunt, quien con su rostro se consolida dentro del relato no tanto como una mujer-objeto sino más bien como una mujer-sujeto. Sumado a esto, tenemos sangre a borbotones, tripas a más no poder y efectos especiales que se alejan de lo digital para ir hacia lo corpóreo, casi como un retorno a la estética de los ochenta. El hombre lobo tiene unos cuantos problemas de montaje, de ritmo, de fluidez narrativa. Por momentos, su tono cuasi operístico le juega en contra. Pero aún así cuenta con varios méritos, nada despreciables. Y es necesario detenerse a pensar aunque sea unos minutos antes de tirar munición gruesa.
Un hombre corre por un bosque en una luminosa noche de luna llena, algo lo persigue, algo terrorífico, veloz más allá de lo humano que finalmente lo ataca con una inusitada ferocidad, con una crueldad lo suficientemente cruel como para que se descarte de tamaño crimen a cualquier animal que pueda habitar ese bosque. El ritmo de El hombre lobo es pausado a pesar de la excitación y el sobresalto que genera esa primera escena. El principal problema de esta película es el tiempo: hay una suerte de inequidad en los largos minutos que se toma para develar a la criatura y el posterior desarrollo de la trama una vez establecido el objeto de deseo (y persecución). Lawrence Talbot aparece en el relato en esos primeros momentos y se resuelve acertadamente, con pocas imágenes, su pasado y sus porqués. El presente lo trae a Blackmoor para esclarecer la muerte de su hermano (el hombre que corría por el bosque) a pedido de su cuñada en una escena muy parecida a aquella en la que Jonathan lee la carta de Mina en Drácula de Coppola, película con la que tendrá más de un contacto. El problema, decía, es que durante mucho tiempo nosotros, como espectadores, sabemos de la existencia del mal que acecha los bosques en tanto los personajes debaten sobre si es un oso o un pitufo enfurecido mientras, en un verdadero festival de tripas esparcidas, asistimos al despanzurramiento de gente por doquier. Si bien no hay nada de malo en saber algo que los personajes desconocen, se estira demasiado el suspenso del descubrimiento y para compensarlo se recurre al golpe de efecto (música incluida), del que se termina por abusar. Después de haber presenciado devaneos varios, el final se apura y se recarga la tensión en la pareja protagónica con menos química en la historia del cine. Es inevitable pensar que El hombre lobo tenía todo para ser un interesante relato clásico, y de hecho por momentos, breves, lo logra, pero pareciera que Johnston nunca se decidió sobre qué rumbo darle a su película, y los espectadores quedamos atrapados en sus oscilaciones sobre cómo darle un giro original a la historia (como si fuese necesario) para terminar presenciando un pastiche entre una pretendida historia de amor tirada de los pelos más un conflicto padre-hijo digno de cualquier culebrón. Para eso hubiese sido mejor evitar el manoseo de la leyenda.
El hombre bobo. Esta película resulta una gran decepción. No es que el director de Jurassic Park 3 me creara muchas esperanzas (Rocketeer, una de sus más tempranas producciones, está bien), pero tenía la esperanza que Joe Johnston ofreciera un espectáculo más que digno. Un revival del viejo cine de terror de Universal, con una estética y ritmo moderno. Con un buen rendimiento en taquilla (aunque esto es independiente de la calidad del producto, algunas veces), quizás podríamos ver a diferentes directores que, buscando redimirse, continuara con la chispa que encendiera esta película. Y así, actualizar clásicos de terror. Claro, todo eso se esfumó al cuarto de película. Para empezar, cuando esperaba "ritmo moderno" no me refería al ritmo de videoclip cercano a las carnicerías filmícas de la escuela de Michael Bay. Es ahí donde se refugia la película: un montaje vertiginoso, que a veces apenas tiene sentido y con sonido rompetimpanos (como para que los golpes de efecto carentes de imaginación funcionen). El hombre lobo toma algunas cosas del original de Universal (que, aunque no fue un fracaso, nunca tuvo secuelas directas, que no sean crossovers) como la relación amorosa entre el Lord inglés Talbott y Gwen Conliffe. Se toma varias licencias, claro, y nunca termina de definirse entre una película de terror estilizada y un slasher medio pelo como hay que aguantarse hace varios años. En esta producción, Benicio Del Toro cumple el rol del inglés y el licántropo. Aunque no parece una de las mejores decisiones para el papel que tiene Lon Chaney Jr. en el clásico, Benicio aporta la figura para el hombre. Sólo eso. Porque, como el resto del elenco, en especial Anthony Hopkins, cada tanto sobreactua. Y es que algunas exageraciones de la película así lo ameritan. El único híbrido acá no es el personaje de Lawrence Talbot (hijo de John Talbot, en una clara referencia a la original) sino toda la película. Y no es que Joe Johnston sea un genio y haga toda la película así a propósito. Son los mismos problemas de la película. Tenemos secuencias oníricas que dan vergüenza (y ni hablar del famoso flashback), con Benicio gritando que va a matar a todos antes de transformarse en un lobizón CGI que parece unos cuantos años atrasados (quizás se tomaron muy en serio el siglo decimonónico) para después andar flirteando con al viuda de su fallecido hermano. La muchacha, en la piel de Emily Blunt, no pierde tiempo. No la voy a juzgar, pero con lo bien que le queda el escote a Emily, bien podría dejarse de pavear con este tiempo lleno de problemas y salir a buscar algún otro Lord que no se convierta en un monstruo que no se decide entre textura real o virtual.
El lobo feroz Allá por los ‘40 para asustar a las plateas, el Hombre Lobo seguramente es el hermano bobo de Drácula y Frankenstein. Quizá su nulo origen literario (puro mito folklórico), tal vez su espíritu culposo. Lo cierto es que después de las revitalizadas versiones en los ’90 de los monstruos clásicos, patinados de prestigio y alta cultura (Coppola, Branagh), vuelve a llegar, con retraso, una revisitación de la fábula del licántropo. Extraña mezcla de clasicismo en su narración y puesta en escena con el aggiornamiento que estos tiempos requieren merced a los alcances de los efectos digitales y el gusto de los espectadores, El hombre lobo bascula entre querer y poder. Y a veces quiere más de lo que puede. Pero siempre entretiene, que no es poco. Su guión avanza, -a veces demasiado aprisa, o con baches o contradicciones evidentes-, vestido de época victoriana con la sexualidad latente en un triángulo familiar masculino donde lo incestuoso asoma sutilmente y la fuerza femenina es de alguna manera el origen de la tragedia. Tragedia que evoca alientos shakesperianos donde no hay manera de escapar al destino fatal y los vínculos paterno-filiales esconden ancestrales anhelos de poder que la sangre no merma. Y sangre es lo que no falta en un desfile de muertes donde lo gore como estilo visual recrea un festival de vísceras y descuartizamientos despiadados. Una mirada endogámica donde el mal se proyecta en los prejuicios sociales (los Otros, los diferentes, en este caso la gitaneidad) pero se asienta realmente en el seno de las nobles familias originarias. Benicio del Toro, Anthony Hopkins, Emily Blunt, Hugo Weaving disfrutan de sus roles y hacen de lo camp, kitsch. Y por si acaso, algunos detalles de manos sobre vientres o últimas mordidas bajo un cielo de luna llena dejan abierta la puerta para que la franquicia pueda continuar.
Si el deseo del director fue hacernos sentir que estábamos viendo una película casi de la época del cine blanco y negro, logró su cometido, pero si pensó que...
El Hombre Bobo La historia ya es la conocida. Un hombre, que es maldito por los gitanos, se transforma en lobo, se esconde en los bosques y sale las noches de luna llena a matar descarnadamente y desgarrar todo animal y/o hombre que se le cruce en su camino. En este caso, está ambientada a fines del siglo 19, donde Lawrence Talbot (B. del toro), un actor shakesperiano que se fue de joven a EEUU, regresa a su pequeño pueblo natal de Blackmoor, en Inglaterra, cuando recibe la noticia de que su hermano Ben, ha desaparecido y decide ayudar a su padre John (Anthony Hopkins) y a Gwen (E. Blunt), la esposa de su hermano en su búsqueda. Pero llega demasiado tarde, Ben, aparece muerto despellejado en las afueras del bosque, Lawrence igual insistirá en querer resolver el caso por su cuenta y se internará en noche de luna llena en el tenebroso bosque. Allí será atacado por el hombre lobo, que no lo mata pero lo muerde, pasándole así la maldición y convirtiéndose en otra de estas bestias por las noches Cuando se da cuenta de las atrocidades que comete, Lawrence, escapa de la sociedad pero no deja de investigar, mientras es humano, quien es el otro hombre lobo que lo atacó. Obviamente, los lugareños lo atacarán pero como ya sabemos los hombres lobos solo pueden matarse con balas de plata, pero como estamos hablando de un film de ficción y hay que mantener el suspenso y la trama, recién se usará esta arma sobre el final de la cinta. Bien la ambientación de época y los efectos en la transformación de los lobos (mucho mejor y mas creíbles que las de Luna nueva). Algunas escenas, innecesariamente, violentas, sangrientas de muerte y destripamiento aunque tratándose de este personaje eran inevitables, pero son mínimas por lo que no se puede calificar este film como de “terror”. La pregunta es…hacia falta un nueva versión del hombre lobo (la ultima versión cinematográfica de el personaje en sí fue en 1941), seguramente no, pero el signo dólar y el afán por recaudar triunfó una vez más. Ahora esperemos que pasen otros 70 años para la nueva versión así me salvo de verla.
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO El clásico personaje del cine de terror vuelve a la pantalla en una versión brillante de la leyenda del hombre lobo. Con una dosis exacta de superproducción, espíritu clase B y violencia contemporánea, la película dirigida por Joe Johnston podrá no ser prestigiosa entre los críticos, pero ya tiene un merecido espacio popular dentro del cine actual. Con aires de Shakespeare y respeto por la tradición del género, se trata del mejor film del hombre lobo con espíritu clásico que se haya hecho. Sobre gustos no hay nada escrito, dicen. Pero la crítica es posiblemente una de las formas más polémicas e intimidante de escribir sobre los gustos. En manos de expertos impunes, se moldea lo que está bien y lo que está mal. Texto tras texto, se va creando un canon que luego es muy difícil de quebrar. Claro que hay tantas películas y tantos críticos que no hay dos cánones iguales, pero sí tendencias que a esta altura de la historia del cine y la crítica cinematográfica son realmente molestas. Lo que a priori es bueno o malo se ha convertido no sólo en escribir sobre gustos, sino también en formas represivas de establecer lo que se debe pensar, y esto alcanza tanto a los críticos como a los espectadores. El hombre lobo (The Wolfman, 2010), dirigida por Joe Johnston, es por supuesto una candidata al desprestigio. Todo film de terror, salvo que venga bajo el brazo de cineastas prestigiosos como Stanley Kubrick, tiene las de perder con respecto a los films de festivales o los dramas realistas y sórdidos que se multiplican año tras año. Vamos a repetirlo, pero en serio: sobre gustos… Cada uno puede gustar del film y el género que su sensibilidad le dicte, que quede claro. Es la sumatoria de tendencias la que se vuelve sospechosa. Más aún en nuestro país, donde los críticos muchas veces no logran esquivar las olas a favor o en contra provenientes del extranjero y simplemente se dejan arrastrar. En la década del 30 los estudios Universal llevaron a la pantalla los grandes personajes de la novela de horror gótico del Siglo XIX, también algunas leyendas antiguas y algunas mezclas entre ambas categorías. Grandes presupuestos, actores que se volverían inmortales como Bela Lugosi y Boris Karloff y directores que con los años recibirían una importante reivindicación, como Tod Browning y James Whale. En los 40, esa fórmula quedaría parcialmente agotada y la posta la tomaron los estudios RKO, y bajo la supervisión de Val Lewton se haría una serie de films en los que la forma de encarar el terror se conocería luego como “sugerido”, y que no era más que el talento de grandes artistas puesto en un cine de presupuesto clase B. Como en los 30, el público apoyó, mientras que el prestigio y la defensa de los expertos llegarían años más tarde. A fines de los 50 el género se trasladaría a Inglaterra con los estudios Hammer (la casa Hammer) a la vez que en Hollywood el terror pasaría a instalarse aun con más fuerza en la clase B y tendría como estrella máxima e insuperable a Vincent Price. Es en esta década, y la que le siguió, donde irrumpe la sangre en el género. Acá, en El hombre lobo, se aúnan las tres tendencias. El clasicismo –de personaje y puesta en escena- de la Universal, el espíritu talentoso y narrativo de la RKO, y la sangre y la violencia de la casa Hammer y el cine de terror de los 60. Incluso hay espacio para sutiles homenajes a Aullidos y Hombre lobo americano, dos versiones modernas y cargadas de humor de la leyenda. ¿Un mezcla fallida? No, una sumatoria que le da al film una calidad que sorprende. Olvídense de los Oscars, mucho más olvídense del festival de Cannes, El hombre lobo es la clase de film profundo y movilizador no por la obviedad manifiesta de sus temas, sino por la universalidad y trascendencia de los mismos. No por nada el hombre lobo es una leyenda. Lo es porque habita en el imaginario colectivo y, por lo tanto, ahonda en miedos, inquietudes y deseos de todos. Mientras que la obviedad, la sordidez y el aburrimiento dominan gran parte del cine europeo, las películas realizadas en Estados Unidos siguen apostando a la narración, las distintas capas de interpretación y lectura de las historias y el cuidar al espectador a la vez que se le ofrece una mirada sobre su existencia. El hombre lobo está dentro de los films que logran ese objetivo. Gran parte de eso se debe al director Joe Johnston, creador de films que siempre apuestan a lo narrativo, a lo entretenido y a lo sorprendente. Verdadero cultor del cine de perfil bajo, Johnston no ha conseguido jamás la fama de Spielberg, Zemeckis, Burton o Cameron y tampoco parece buscarla. Su carrera es como la de los directores de segunda línea del Hollywood clásico o de los directores clase B. Rocketeer (The Rocketeer, 1991), Jumanji (1995), Cielo de octubre (October Sky, 1999), Jurassic Park III (2001) y Océano de fuego (Hidalgo, 2004) son parte de una filmografía que a las claras demuestra la eficacia de las historias contadas mediante la sensibilidad y el gusto por la aventura y la fantasía, dos elementos estos últimos muy despreciados a la hora de dar premio. El hombre lobo es una remake del film de 1941 dirigido por George Waggner y escrito por Curt Siodmak. Este clásico, con Lon Chaney Jr. en el rol protagónico y Claude Rains y Bela Lugosi en otros roles, llegó tardíamente al esplendor de la Universal y jamás tuvo el glamour de Drácula o Frankenstein. Aun así, Lon Chaney Jr. sería para siempre “el” hombre lobo de la historia del cine. Volver al origen le permite a esta película saltearse toda la ironía postmoderna y volver a las fuentes. Intensa, violenta, llena de tragedia, esta nueva versión es una impecable exploración del relato gótico y los temas que subyacen en él. Un elenco importante –para nada clase B- que tiene a Benicio Del Toro y Anthony Hopkins por delante, acompañados por Emily Blunt, Hugo Weaving y Geraldine Chaplin, le da solidez a todo el film, que a su vez es notablemente espectacular en su equipo técnico, que suma a nombres como Walter Murch (montaje), Milena Canonero (vestuario), Danny Elfman (música) y Rick Baker en maquillaje. Este último elige, con notable inteligencia, el camino del maquillaje de los 40. No será el más verosímil para los buscadores de lógica y realismo (vean como les va a ellos en el film, por cierto), pero es sin duda un hallazgo de belleza y dramatismo. Una lección que nos trae este film es fácilmente reconocible como herencia del cine clásico: todo hecho con la máxima calidad, sin perder el rumbo del entretenimiento y sin ceder en la exploración de la experiencia humana. Esta tragedia, que se nos sugiere shakesperiana, nos recuerda que los grandes relatos universales no le han sido nunca ajenos al gran público, al contrario, y deberíamos tal vez comenzar a creer que son estos los relatos que seguirán vivos dentro de cien o doscientos años, y no esas burdas exploraciones narcisistas y pretenciosas que hoy se llevan premios y reciben buenas críticas, pero tienen -y hasta se huele- una clarísima fecha de vencimiento.
DEMASIADO HOMBRE Y POCO LOBO Basada en el film de 1941, “El Hombre Lobo” es una película que se destaca por su ambientación y su tratamiento visual, pero que desmerece ser vista por su desprolijidad temporal, su desorden de edición y principalmente su carencia de suspenso y terror al ver a la mítica criatura en pantalla. Luego de la misteriosa muerte de su hermano, Lawrence Talbot regresa a su pueblo natal para tratar de desenmascarar al responsable del dichoso acto. Una noche él va a ser mordido por un hombre lobo y va a convertirse en el centro de acusaciones luego de que, durante la luna llena, matase a una multitud de personas. El film desarrolla aspectos visuales muy bien logrados. La ambientación es muy bella y acorde a la época en la que la historia transcurre, mezclando la rusticidad con el arduo detalle de la furnitura de cada mansión. Los efectos especiales, sin ser sorprendentes, cumplen con su cometido y ayudan a que dicha ambientación sea la indicada para la narración. Las actuaciones son correctas, ninguno logra destacarse por su virtuosismo y sus personajes están plagados de incógnitas que el guión nunca se atreve a contar. Es por eso que, aunque el trabajo de los actores sea bueno, gracias al regular guión sus trabajos no son reconocidos y pasan a crear un desinterés muy grande en el espectador. Benicio del Toro interpreta a Lawrence Talbot, lleno de inexpresión y situaciones problemáticas mal dirigidas; Anthony Hopkins, su padre, es tan solo un personaje secundario importante sin identidad propia; Emily Blunt (Gwen), cuyo rol no es introducido correctamente y de quien no se especifican intensiones ni motivaciones. Este es un film desprolijo cuya acción y desarrollo se basa principalmente en la aparición de cuatro lunas llenas. Se plantea un problema, hay una transformación a hombre lobo, se acelera el tiempo, todo se queda tal y como estaba, y una vez más se vuelve al comienzo, así continuamente. No hay un desarrollo del amor, del “villano”, del pueblo, del padre ni de la infancia de Lawrence (solo unos pocos flashbacks). Las escenas de suspenso son mínimas y previsibles, pero el gran error de esta película recae en lo que le da nombre a la misma, el hombre lobo. Una de las características que predominaban en el film de 1941 era que en cada aparición de la famosa criatura el espectador se sentía inseguro porque no se podía prever qué estaba por suceder y principalmente se creaba una atmósfera de terror y misterio que convertían a este monstruo en algo poderoso, invensible y temerario. Aquí sucede todo lo contrario, esta criatura no causa escalofríos, sus actos son previsibles y desarrolla uno de los peores y más ridículos finales (pelea) que no solo le quitan toda personalidad posible, sino que lo convierten en otro juguete destruido por la falta de originalidad y dedicación. “El Hombre Lobo” es un film correcto desde sus aspectos visuales, pero incompleto, corto, previsible, incoherente, mal editado y regularmente dirigido. Denlen un vistazo a la creación de George Waggner en 1941 que esa si es una cita infaltable para todo fanático del género. UNA ESCENA A DESTACAR: la escena inicial
Voto a Dios y a los productores de Hollywood para que prohiban participar (de por vida) a Anthony Hopkins de otra remake de un monstruo clásico de la Universal. Hopkins se dió maña para arruinar la versión de Francis Ford Coppola de Dracula (1992), inundándola con una sobreactuación salvaje. Y si bien en esta remake 2010 de El Hombre Lobo el actor está mucho más restringido, el personaje que le toca en suerte es un engendro creado por este libreto y que no tiene nada que ver con el original. Pero sería injusto recargar las tintas sobre el actor; a todo el mundo le corresponde una cuota del fracaso de The Wolfman 2010, fallando miserablemente en conseguir algo memorable. El Hombre Lobo es un monstruo clásico del panteón del horror de los estudios Universal, conjuntamente con Frankenstein, Dracula, La Momia y El Monstruo de la Laguna Negra, y todos creados entre 1930 y 1950. Con la excepción de Gill Man, todos ellos recibieron sus remakes en sus respectivos momentos; y con la salvedad de Drácula, ninguna de ellas ha hecho algo que valga la pena con los mitos que honran. Una vuelta de tuerca seria e intensa, que permitiera ver a la historia desde un punto de vista completamente nuevo. Confieso no haber visto nunca el original de 1941 de El Hombre Lobo. Sé que no es una gran película y que su mayor contribución fue sentar toda la mitología moderna sobre los hombres lobo - el inocente condenado por una maldición; las balas de plata, etc -. La falta de visión del filme original de George Waggner me da cierta libertad de prejuicios respecto de la visión de la remake. Pero lo que uno sí entiende es que esta película trata sobre "el" hombre lobo. Vampiros hay muchos, pero sólo hay un Dracula; y lobizones habrá a centenares en la filmografía universal, pero Lawrence Talbot hay uno solo. Pero uno se da cuenta de que el filme tuvo problemas enormes y no cumplió con las expectativas cuando investiga el backstage de la producción. Hace dos años que rodaron el filme y permaneció en el limbo hasta su estreno en el 2010. Pasaron dos directores como Mark Romanek y Brett Ratner hasta que la silla del director la ocupó Joe Johnston - Jumanji -. La partitura original de Danny Elfman fue tirada a la basura, trajeron al músico Paul Haslinger, lo echaron, y recuperaron el soundtrack de Elfman, sólo que le hicieron numerosos arreglos. El cambio del tono de la banda sonora motivó cambios en la edición del filme y el rodaje de nuevas escenas. A esto se suma que el maquillador Rick Baker se ofreció de manera entusiasta a crear al hombre lobo, ya que el filme de 1941 inspiró su carrera; pero en el corte final optaron por utilizar CGI para las secuencias de transformaciones, lo que arruinó el esfuerzo de Baker. Y tampoco es que el maquillaje de este artista (para esta versión) fuera algo que uno podría calificar como excepcional. Lo que yo entiendo de los lobizones es que se tratan de tragedias con ribetes sobrenaturales. Es un inocente condenado a transformarse en un asesino cuando sale la luna llena, y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Es una mutación de la historia clásica de Jekyll y Hyde, pero mucho más dramática, ya que el protagonista ligó la maldición completamente de arriba y de manera involuntaria. Y, en el cine moderno, la única película que pudo reflejar esa suerte trágica fue El Hombre Lobo Americano en Londres. El tema es que el filme de John Landis data de 1981, con lo cual en treinta años no han hecho nada potable con el mito. Y aún siendo de 1981, El Hombre Lobo Americano en Londres tiene mejores efectos especiales (y más creíbles) que esta versión hecha en pleno siglo XXI. Pero el problema más grande del filme es que no se contenta con un solo hombre lobo - como el original - sino que pone dos. Sí, Anthony Hopkins es el otro pero esto no es un spoiler ya que desde el primer fotograma vemos que el actor inglés no está haciendo de Blancanieves sino que destila maldad por todos sus poros. En el medio el filme sigue de manera respetuosa al original, aunque Benicio del Toro (fan de la película de 1941) no hace nada destacable con su personaje. Hopkins tampoco, y eso es decepcionante para dos intérpretes oscarizados de semejante altura. El Lawrence Talbot de del Toro es bastante anónimo y no despierta la simpatía del público. Es una perfomance ok pero no una destacable. Pero cuando aparecen los efectos especiales, el filme comienza a clavarse de nariz. El maquillaje de Rick Baker homenajea al del original, pero a su vez no se ve bien - o será que los colores afectan a la credibilidad de la criatura frente a cámaras-; y los CGI son horribles. La pelea final es tan exagerada y patética que me hace acordar al clímax de Van Helsing (2004). La persecución por los tejados a mitad de la película carece de originalidad - parece tomada de la citada Van Helsing o de La Liga Extraordinaria -. Y todo en el filme se ve correcto pero chato - a excepción del desastre de los gráficos por computadora -, y totalmente insuficiente para homenajear a la historia de "el" hombre lobo como corresponde. Aquí calificamos de acuerdo a las expectativas; y para los fans del horror, El Hombre Lobo 2010 resulta decepcionante. Es un filme standard al que le queda muy grande el prestigioso traje que pretende ponerse. Inserta con calzador la presencia de un villano que la historia no precisaba, con la excusa de generar un grand finale que no satisface a nadie. Todo es chato y fácilmente olvidable, demasiado lineal y carente del sentido de la tragedia que siempre caracterizó a la historia.
Una nueva adaptación de El Hombre Lobo, quien ha aparecido en muchas versiones desde clásicos del Terror en los años 40 como "The Wolfman" y "Frankenstein meets the Wolfman", pasando por "An American Werewolf" en Londres y París, "Wolf" interpretado por Jack Nicholson, hasta películas recientes como "Van Helsing" o la saga "Twilight". Dirigido finalmente por Joe Johnston ("Jurassic Park III", "Jumanji"), el film sufrió muchos problemas de producción causando cambios de director y editor, filmación de nuevas escenas, re-ediciones y cambios en la fecha de estreno. Es una remake del clásico del año 1941, que toma la historia de esa versión para crear una película de suspenso (no terror) ambientada en un Londres oscuro de 1891. Mi problema con estos personajes del Terror (ya sea Dracula, Vampiros, Frankenstein o el Hombre Lobo) es que me cuesta tomarlos en serio y engancharme con una historia de este estilo. Las transformaciones del Hombre Lobo están muy bien realizadas, mostrando la cara, huesos y pies deformandose hasta convertirse en Lobo. Pero el aspecto final del Lobo no me convenció y por momentos me recordaba a Michael J. Fox en "Muchacho Lobo". Esto sumado a como queda cuando vuelve a ser humano, algo similar al Increible Hulk con la ropa toda rota, son las cosas que me causan mas gracia que susto. Es super sangrienta, con muertes terribles en donde ruedan cabezas y salen brazos volando. Los ataques del Hombre Lobo, en el bosque y en la ciudad de Londres, están bien creados y filmados. La historia tiene puntos muy flojos, entre ellos el tema del padre y la historia de amor. Esto lleva a una escena llegando al final, en la que se desata una batalla entre dos lobos, que es un disparate. Benicio del Toro interpreta a Lawrence Talbot, un hombre que investiga la desaparición de su hermano y termina atacado por un Hombre Lobo que le causa este problemita de transformarse en Lobo los días de luna llena. Anthony Hopkins es el padre de Lawrence, en una actuación repetida de Lord Ingles. Emily Blunt tiene la mejor actuación, como la prometida del hermano de Lawrence. Una nueva adaptación que creo no hacia falta.
Lobo feroz en piloto automático Joe Johnston dirige esta nueva entrega sobre el hombre-lobo, que como película de terror cumple pero en líneas generales la propuesta termina pecando de trillada y predecible. Benicio Del Toro, la hermosa Emily Blunt, Anthony Hopkins y un relegado Hugo Weaving llevan adelante el proyecto con interesantes interpretaciones, acompañados con un apartado técnico -exceptuando la dirección- sin mucho que recriminar: fotografía muy buena, montaje normal, ambientación excelente, sonido embustero pero laborioso y cumplidor, y maquillaje regular mixado con una manipulación de CGI que denota demasiado miedo a caer en lo interactivo ante una propuesta tan clasisista como ésta. Porque si hay algo que se le debe advertir a Johnston es que su film es demasiado clasisista para los tiempos que corren. Quizás le haga falta una renovación más atractiva en la estética, o en la ambientación, algo que haga al film algo distinto a lo ya antes visto. Pero no, todo pasa llanamente como quien no quiere la cosa, pasando al montón de cintas que realzaron la presencia del desventurado humano que es mordido por la bestia (demoníaca según la creencia gitana en ésta) y devenido en atacante salvaje. Se rescatan ciertos momentos muy tenebrosos como los del bosque, las transformaciones (lo mejor del film) o las fugaces apariciones de "lobo mayor". Lamentablemente, después de la escena del manicomio, todo se diluye en un despliegue de efectos especiales fracasados y un final para el olvido. Insisto: como cinta de terror, cumple como una más de su género. Como un todo general, deja bastante que desear.
Tenía tres ideas preconcebidas sobre esta película que después de verla no han cambiado. 1- Las películas de terror con actores de mucho prestigio suelen ser malas y/o aburridas (caso ‘Frankestein’ con Robert DeNiro o ‘Lobo’ con Jack Nicholson que, oh casualidad, también es de hombres lobos) pero no por falta de calidad sino porque suelen elegir directores muy capaces pero ajenos al genero. 2- El hombre lobo que más me impresiono sigue siendo el de ‘Un hombre lobo americano’, el clásico de John Landis de los 80’s. 3- Si segundas partes no suelen ser buenas, peor las remakes. Sobre el primer punto, acá tenemos un film dirigido por un director medio pelo como es Joe Johnston (‘Jumanji’, ‘Jurassic Park 3’ o dentro de poco ‘The First Avenger: Captain America’) quién llegó al proyecto después que otros nombres mas prestigiosos se bajaron. Podía ser buen reemplazo porque la tiene clara con lo de trabajar con efectos digitales… lastima que la idea era que este film sea filmado a “la antigua”. Ouch. Sobre el segundo punto, los efectos de maquillaje de este film están a cargo de Rick Baker, un autentico profesional responsable de ‘Hellboy’, por tirar un ejemplo, que ya había trabajado en ‘Un hombre lobo americano’. Excelente elección sin duda, lastima que insistió en homenajear al clásico maquillaje que usó Lon Chaney Jr. en la versión original. Y si bien el resultado final no quedo mal, luce “fuera de época”. Es igual que cuando aparece el robot en la nueva ‘El día que paralizaron la Tierra’; esta muy bien hecho con los efectos CGI pero se parece tanto al original de los 50’s que uno piensa “¡¡Ey, se parece a Bender de Futurama!!” Ouch de nuevo. Y por ultimo sobre el tercer punto, era bastante lógico que en estos tiempos hicieran una nueva versión de “El hombre lobo”, uno de los grandes clásicos en la década de los cuarenta/cincuenta cuando la Universal era la principal productora de filmes de terror, la mayoría basados en clásicos de la literatura (‘Drácula’, ‘Frankestein’, etc.). ‘El hombre…’ fue una de las grandes creaciones de esa época tanto porque era una historia original como por la impresionante actuación de Lon Chaney Jr. El problema de la nueva versión es que por un lado busca cierto grado de fidelidad respetando los elementos más importantes de la trama pero por otro lado tratan de modernizarla con traumas psicológicos, memorias reprimidas y una historia semi-policial. Me parecería excelente si estos agregados hubieran sido bien manejados pero “el secreto familiar” se adivina en cinco minutos y la historia romántica entre los personajes de Benicio del Toro y Emily Blunt queda en nada, apenas toma forma. Para terminar de hundir la historia, el inspector que interpreta Hugo Weaving es Abberline, un legendario agente de Scotland Yard que estuvo a cargo de la investigación de los homicidios cometidos por “Jack El Destripador”. Es un lindo guiño pero solo eso y no aporta nada. Si a esto agregamos que Johnston intenta crear un exagerado clima gótico en cada escena y que Anthony Hopkins interpreta al padre del protagonista igual que si estuviera haciendo de Van Helsing en el ‘Drácula’ de Coppola (sin duda la mejor excepción al primer punto) la peli se va a pique sin remedio. Una lastima porque se nota que había ganas y sobre todo mucho talento para realizar algo mejor.
PELUDO Y PELIGROSO Es sabido que los monstruos más famosos del celuloide nacieron a través de mitos urbanos, cuentos populares o libros de terror. Pero, curiosamente, en el caso de los hombres lobo, las características más conocidas surgen en 1941 con el estreno del clásico de culto THE WOLFMAN, dirigido por George Waggner. Es con este film que todo lo relacionamos con las criaturas nocturnas, como ser las letales balas de plata, el contagio por medio de la mordedura y la conversión en las noches de luna llena, se hace parte de la mitología licantrópica y se convierte en tradición y normas inquebrantables (por eso es sacrilegio que un hombre se transforme en lobo sin luna llena. Palazo para CREPÚSCULO. Amén). Pero con el correr de los años lo tradicional se volvió aburrido y lo aburrido debió ser renovado. El problema es ¿qué pasa cuando lo renovado se torna fastidioso y lo que antes era considerado tradicional, nos pone melancólicos? Es la hora de un remake… Y así es como las leyendas renacen. El encargado de resucitar al único y original Hombre Lobo es Joe Johnson (JUMANJI, JURASSIC PARK III, THE FIRST AVENGER: CAPTAIN AMERICA), quien se valió de todo su potencial visual y nula creatividad narrativa para contar la historia de Lawrence Talbot, un hombre que regresa a su pueblo natal para investigar el asesinato de su hermano. Una noche es mordido por una criatura mitad lobo mitad hombre y una peligrosa maldición lo consume hasta convertirlo en una feroz criatura que, cada vez que hay luna llena, sale en busca de sangre. Con esta premisa y un elenco formado por Benicio Del Toro, Emily Blunt, Anthony Hopkins y Hugo Weaving, THE WOLFMAN (2010) solo podía entregar un puñado de virtuosas interpretaciones y un aspecto visual interesante y original. La fotografía e iluminación son, por un lado, clásicas y “londinenses”; y, por el otro, sumamente oscuras y frías, cargadas de tonos grises manejados balanceadamente con los rojos sangre. Pero eso no bastó para alcanzar las expectativas de un público fiel al género. De hecho, esos ni siquiera eran los aspectos sobre los que había mayor interés. La narración es demasiado simple, predecible y a veces desaprovecha momentos y oportunidades para desarrollar la historia (la revelación del personaje de Anthony Hopkins se da en la mitad de la película en lugar de haberlo dejado para la vuelta de tuerca final). A esto hay que sumarle el fracaso de un final desprolijo e inconcluso por el afán de dejarlo, inútilmente, entreabierto ¿Escucho “secuela”? Por suerte, y en relación a lo que sí se quería ver, hay geniales momentos gore, muy violentos, de atrapante suspenso y climas opresivos. También se pueden apreciar efectos especiales perturbadoramente realistas, escenas fuertes (como las de la tortura, la transformación o la muerte de la madre), una buena medida de persecución y acción, e incluso una brutal batalla final que le da un valor agregado y deja entrever una luz de esperanza para la futura THE FIRST AVENGER: CAPTAIN AMERICA (2012). Aunque no aspira a mucho, el guión no tiene fallas y se despliega de manera correcta, mientras que los actores logran acertadas interpretaciones, en especial Hugo Weaving y Emily Blunt. Lo que nos lleva a un primordial aspecto de THE WOLFMAN (2010) que es necesario resaltar: Benicio del Toro. Su talento está presente y soporta todas las escenas sin perder credibilidad, sin embargo, su carisma brilla por su ausencia y su presencia en el film se ve opacada por los otros tres protagonistas. En criollo, es como si actuara sin ganas ni motivación y estuviera ahí solo para cobrar el cheque. Pero THE WOLFMAN (2010) no se trata de buenas actuaciones, simples guiones, sólida fotografía o destacados efectos especiales. La película es sobre el regreso de uno de los más clásicos monstruos que, con el correr del tiempo, se vio opacado por estereotipos erróneos y películas malas, por trajes de cuero y su supuesta inferioridad ante los vampiros. THE WOLFMAN Es sobre la vuelta a lo básico, un retorno a lo que fue esta criatura nocturna en un principio. Si bien su aspecto fue cambiando con el paso del tiempo, siempre se vio como un tipo dentro de un peludo traje, con un inmenso torso y un rostro que se quedó entre lo bestial y lo humano. Este remake regresa a todo lo que los hombres lobo solían ser, pero que, en sus distintas versiones, se fue olvidando. Y aunque es cierto que lo del traje y maquillaje puede llegar a verse ridículo, pasa por alto porque, después de todo, es así como una verdadera leyenda debería lucir bajo la luz de luna llena.
La primera pregunta que cabe hacerse es cuál es el motivo de reflotar uno de los emblemas del cine de terror clásico. Se me ocurren dos motivos esenciales: El homenaje a aquella saga iniciada por el film de 1941 protagonizado por Lon Chaney, o el mero refrito destinado a reabrir una franquicia. Si el logo de Universal oportunamente adaptado en clave homenaje (no sólo a aquel cine de terror, sino a los inicios del estudio) podía augurar lo primero, el desarrollo de la película nos señala que el único motivo posible es el segundo. ¿De qué otro modo deberíamos considerar a un film que intenta lograr una cohesión entre el drama con tintes netamente shakespearianos y el cine de terror con pincelazos de gore? Esta remake de El hombre lobo no es otra cosa que esto, una película que todo el tiempo intenta navegar en dos aguas aparentemente opuestas, dejando como resultado un tanque tan gigante como carente de orificios por los cuales respirar. No estamos afirmando que no se pueda hacer un film de terror con una esencia argumental cercana a Hamlet, pero para Joe Johnston (un realizador en cuyo prontuario, totalmente alejado de las aristas de este film, figuran Cariño, he encogido a los niños, Jumanji y Jurassic Park III) esta mezcla pesa muchísimo. A tal punto pesa que la película no parece decidirse entre el duelo padre-hijo (lejos lo mejor, con dos actores imponentes, Hopkins y Del Toro), el culebrón con una mujer debatiéndose entre dos hermanos, y el terror, de la mano del monstruo del título. Y como la película no se decide, vemos simplemente un argumento que se desarrolla bajo un ritmo pesadísimo, y con un esforzado intento por equilibrar todos los condimentos sin que se note la diferencia de peso y de valor entre ellos. De El hombre lobo esperaríamos una película capaz de asustarnos, y si esto pudiese sostenerse, no nos molestaría que se pretenda construir un relato con un potente duelo de personajes y de interpretaciones. Todo lo contrario, sentiríamos que se le ha encontrado un condimento especial a este producto. Pero al privilegiar la pesadez y la gravedad del conjunto, no hay espacio ni siquiera para que nos asustemos, aún con toda la sangre que corre. Para replantear un relato del cine clásico es necesario potenciar su efecto, y no hablamos del poder de los efectos especiales de la actualidad, sino de renovar la reacción que el film original provocó en los espectadores. De otro modo nos encontramos con productos como éste, excesivamente solemnes, prácticamente nulos en su concepción del terror y sólo mínimamente interesante en la constitución de sus personajes. El telón de fondo, una oscuridad que no mete miedo ni ilumina nuestra imaginación, simplemente una oscuridad que domina la trama y duplica su pesadez. La decepción está en que, detrás de esa oscuridad, no sólo no hay nada nuevo bajo el Sol, sino que lo que hay es una mera apuesta a reflotar uno de esos clásicos que jamás lograrán volver a meter miedo como la primera vez.
Esta producción dirigida por Joe Johnston, no es más que otro remake hollywoodense del clásico de terror del mismo nombre que se estrenara en 1941. Aquella primera obra protagonizada por Claude Rains y Lon Chaney gozó de una enorme aceptación y éxito, cosas que a esta última versión parecen no ocurrirles (al menos no del modo que sus productores esperaban). “El hombre lobo” que cuenta con actores exquisitos, como Benicio Del Toro, Anthony Hopkins, Emily Blunt y Hugo Weaving, se adentra básicamente en los orígenes del mito a cerca de los licántropos. Lawrence Talbot, un actor consagrado pero melancólico, decide regresar al seno familiar tras la misteriosa muerte de su hermano. Junto a su padre, se dispone a investigar lo ocurrido sin sospechar que en el transcurso de dicha investigación no sólo descubrirá el amor en la prometida de su hermano, sino también una terrible maldición de la cual no podrá evitar formar parte. Siendo claros y directos, lo mejor de esta película son Benicio Del Toro y los efectos especiales y visuales. La historia ya sabemos que es genial, pero la película de Johnston se queda un poco a medias tintas. Sin Benicio perdería muchos de los buenos momentos que pese a su tibieza sabe alcanzar. Y de los efectos ¿Qué decir? Excelentes, materializan con sobrada destreza la tan mentada transformación de un hombre en lobo a la que morbosamente queremos asistir. Estamos en época victoriana y la agitación y la transformación fueron unas de sus más reconocidas características. Esperábamos algo de ello en el espíritu de los personajes secundarios; si no estaba en el guión al menos que apareciera en el trabajo de los actores. Pero nos quedamos con las ganas, y no hay que buscar culpas en ellos, sino mejor el propio Johnston. Por ejemplo, Anthony Hopkins aparece absolutamente desaprovechado y como muy bien me hicieran notar algunos de mis colegas, su personaje en “El hombre lobo” es una mezcla de interpretaciones anteriores, que van de “Leyendas de pasión” (1995) a “La máscara del zorro” (1998) o de “Misión imposible 2” (2000) a “Hannibal” (2001) por citar sólo algunos trabajos. Para no ser injustos, hay otro punto muy a favor que tiene la película que es la banda de sonido, más precisamente el aullido de la criatura en cuestión. Está muy bien logrado y, por lo espeluznante, se torna sin lugar a dudas en la marca sonora distintiva del film. El realizador contó en una entrevista que fue Howell Gibbens, uno de sus diseñadores de sonido, quien tuvo la idea de sacar ese aullido grabando a un cantante de ópera. En el resto de la producción hay poco más para destacar. Con una estética similar a la de “El jinete sin cabeza” (1999), locaciones, decorados, vestuario, maquillaje, planos y montaje aparecen precisos para relatarnos una historia harto conocida de forma entretenida. Por mi parte lo consiguieron, pero no me arriesgaría a decir que lo harán en todo aquel que vea la película.