Los últimos playboys. A pesar de que a rasgos generales resulta de por sí muy difícil reducir la vida de cualquier persona al tiempo promedio, la disposición y las limitaciones de un largometraje, sin duda el periplo de los míticos gemelos Ronald y Reginald Kray presenta una serie de problemas de índole singular. Estos gurúes del crimen organizado de la década del 60 fueron verdaderas celebridades y ejemplos colaterales del costado más contradictorio de lo que se dio a conocer como el Swinging London, llegando al punto de codearse en sus nightclubs con muchísimas personalidades prominentes de la época, tanto del mundo del espectáculo como de la política y el propio gobierno. Famosos por sus arrebatos de violencia y sus estrategias en lo que atañe al amedrentamiento de los adversarios en los negocios, su “carrera” duró aproximadamente unos diez años entre fines de los 50 y el cenit de los 60. El director y guionista Brian Helgeland construyó una biopic relativamente exitosa que sin embargo a veces tropieza con las mismas piedras con las que se había topado Peter Medak en la recordada El Clan de los Krays (The Krays, 1990), el otro gran ensayo en pos de redondear un retrato minucioso del poder que gozaron en su momento los británicos: reemplazando el tono seco de esta última por una progresión un poco más lúdica que hasta incluye chispazos de comedia negra, Leyenda (Legend, 2015) nos ofrece un rompecabezas con varias entradas analíticas en simultáneo que a su vez pueden resumirse en los dos arcos narrativos principales, los cuales abarcan por un lado la relación de Reggie con Frances Shea, quien se terminaría convirtiendo en su esposa, y por el otro el vínculo del susodicho con su hermano Ronnie, éste ya con un diagnóstico de esquizofrenia paranoide a cuestas. Como no podía ser de otra manera, Tom Hardy descuella interpretando a ambos personajes y acentuando las diferencias que marca el guión de Helgeland, en consonancia con lo que parece haber sido una convicción específica orientada a trazar distancia con respecto al talante homogéneo y psicopático que proponía El Clan de los Krays como rasgo excluyente de la dupla protagónica: aquí la división de roles es -en cierto sentido- más clasicista porque Reginald representa la faceta más “amigable” de la familia (en esencia pretende darle una pátina de legalidad y/ o sustentabilidad a sus actividades comerciales) y Ronald aporta el componente inestable de la ecuación (se erige como la encarnación de un caos que no sólo destruye a los enemigos, sino que además se lleva puesto a secuaces y allegados). Por otra parte, la visceralidad y la compulsión constituyen los puntos de contacto del dúo. Lamentablemente el director no exprime al máximo las posibilidades que abre el derrotero de los mellizos, dilapidando la interesante tensión que acumulan algunas escenas con momentos posteriores un poco redundantes o trabajando el matrimonio de Reggie desde el melodrama más previsible. Otros problemas de la película pasan por el hecho de saltearse la infancia de los muchachos y por los déficits de la propuesta en lo que hace al núcleo del relato, ya que no brinda demasiada información acerca del entorno socioeconómico que favoreció su ascenso y se circunscribe al personalismo/ la voluntad individual a la hora de explicar su derrumbe. La falta de desarrollo contextual y de algunos secundarios está compensada mediante el maravilloso desempeño del elenco, en el que también se destacan Emily Browning como Shea y David Thewlis como Leslie Payne, el “tesorero” de la banda. Más allá de haber dejado afuera a una pluralidad de anécdotas y datos que podrían haber sido valiosos para el apuntalamiento de una historia en verdad coherente, el recurso de Helgeland centrado en extremar el carácter de los Krays termina desplegándose como un arma de doble filo, debido a que en primera instancia genera un halo de glorificación para con la paradójica figura de los señores y luego aprisiona al film en un esquema dualista basado en la incapacidad de Reginald de controlar a su hermano, un planteo atrayente de por sí pero no del todo explotado. Aun así, Leyenda se las arregla para construir una elegía cargada de intensidad, elegancia y dinamismo, que en ocasiones parece hacerse eco de The Last of the Famous International Playboys, la mejor canción del Morrissey solista y esa otra “carta de amor” a los Krays en particular y los antihéroes de los suburbios en general…
Opuestos complementarios Leyenda, la profesión de la violencia -2015-, funciona a medias como biopic y retrato de la intimidad de los hermanos Krays, íconos del hampa londinense, que tuvieron su apogeo en la década del 60, producto de sus violentas incursiones, asesinatos de rivales o amigos lo suficientemente atractivos para que el cine nuevamente les dedique un espacio tras la película de Peter Medak El clan de los Krays (The Krays -1990-). El reinado de los gemelos gangsters, Reggie y Ron Krays, se extendió a lo largo de una década. Se caracterizaron por la violencia, sus vínculos directos con el jetset y el poder, además de la singular esquizofrenia y declarada homosexualidad de uno de ellos, en épocas donde salir del placard no era demasiado habitual. Tom Hardy encarna, gracias a la magia de la técnica cinematográfica, a ambos hermanos, compone a este dúo de opuestos complementarios con pequeñas diferencias en lo que a aspecto físico y gestual se refiere, más allá del burdo detalle de los anteojos en uno de ellos. Ahora bien, la mafia y su representación cinematográfica, así como los mafiosos en cualquier biopic, más allá de la estructura elegida, tienen sus límites y no pueden evitar lugares comunes en un derrotero que siempre empieza por lo mismo: el ascenso a fuerza de muertes, acumulación de negocios ilegales y la paranoia propia de todo aquel rey sin trono. Por eso, la apuesta a que cada uno de estos elementos encuentre distinción tanto en un personaje como en otro, suma un problema extra que el film lejos de resolver acentúa. El mayor defecto de Leyenda… es no acompañar la progresión dramática y la transformación de los personajes en su decadencia moral. Reggie es el hermano que se casa con Frances Shea - Emily Browning-, una joven deslumbrada por su personalidad, que de una manera muy ingenua cree poder cambiarlo y sacarlo del mundillo del hampa, donde se siente cómodo, pero no tiene rivalidad alguna con su hermano Ron, dado su manifiesta preferencia sexual. En ese sentido, el triángulo no va a ser amoroso, sino sencillamente el que propone la rivalidad propia de hermanos, la violencia se reparte entre uno y otro, aunque los temperamentos no sean los mismos. En el caso de Ron, la necesidad de tomar medicación para no desbordarse mentalmente y crear mayor caos tanto en los negocios como en la vida cotidiana, es el elemento que prevalece como pivote en su ambivalente y errática conducta. Su ambición y no aceptar un “no” de nadie son su talón de Aquiles y el detonante de toda la conflictiva alrededor de Reggie, quien pese a su experiencia como gangster parece, según la película, verse superado en su rol de hermano protector. Si bien el director adopta el punto de vista de la esposa de Reggie, con el recurso de la voz en off, logra tomar la distancia suficiente para no ensalzar a sus personajes; para mostrar las contradicciones y sus facetas humanas en contraste con sus actitudes violentas, pero esa intimidad termina resultando -a los fines de la película- algo densa. En ese sentido, Leyenda es otro film sobre la mafia sin ninguna novedad en cuanto al tratamiento, aunque cuente con la particular interpretación de Tom Hardy, una suerte de doble comando de la expresión, que llamará la atención de más de un espectador.
Altamente recomendable para todos aquellos que tienen en su haber pocas películas sobre mafiosos. Salvo la novedad de que el mafioso de turno viene por partida doble, el resto no deja de ser más de lo mismo, pero el problema obviamente no es de la historia ni del guión pues...
Durante la década del 60, los hermanos Reggie y Ron Kray tuvieron al East Side de Londres en un puño. Aunque eran gemelos, estos dos gángsters no podrían haber sido más distintos: Reggie era centrado, cerebral y negociador, mientras que Ron era errático, impulsivo y letal. A pesar de todo, parecían complementarse para sus actividades en la región, que incluían tráfico de drogas, sobornos a comercios a los que les ofrecían "protección" y monopolio de salas de juego y bares, entre otros delitos. Sus "hazañas" fueron documentadas en el libro The Profession of Violence, del que bebió el director Brian Helgeland para dar forma a Leyenda. El submundo del hampa londinense retratado aquí no dista demasiado del de otras películas de mafiosos. De hecho, a no ser por los clásicos buses rojos que se dejan ver cada tanto, hay nulas referencias a la capital inglesa. Lo que sí se destaca del film es la monumental actuación de Tom Hardy, quien le pone el cuerpo a estos dos líderes con personalidades opuestas. Los acólitos del grupo se inclinan por seguir al más cuerdo, por lo que el protagonismo está del lado de Reggie: es él quien arregla los negocios (que Ron más tarde suele echar a perder) y quien vivirá un romance, casándose con Frances, hermana de su chofer y dueña de la voz en off que va narrando los acontecimientos (recurso que aporta más bien poco) Excepto la relación de amor/odio de los Kray, verdadero motor de la película y que, como se dijo, compone brillantemente Hardy, Leyenda no puede escapar de una ristra de lugares comunes (la brutalidad con los desleales, la impunidad ante el gobierno y la policía, la esposa como objeto decorativo, las disputas con otras bandas) y una trama que se estira tan innecesariamente que cuando llegan las placas del final, donde se indica qué fue de los verdaderos Kray, más que información generan alivio.
Tom Hardy sigue sumando grandes personajes a una carrera bastante impresionante. En esta oportunidad se pone en el doble papel de los gemelos Kray, mafiosos londinenses que mezclaron la violencia, los negocios y el placer, e hicieron estragos en las décadas del cincuenta y el sesenta. Como espectadores, estamos bastante familiarizados con las mafias ítalo-americanas y sus historias de ascenso y caída. El director de “Revancha” (Payback, 1999), Brian Helgeland -más conocido por los oscarizados guiones de “Los Ángeles al Desnudo” (L.A. Confidential, 1997) y “Río Místico” (Mystic River, 2003)-, se mete con una historia basada en hechos reales para introducirnos en el mundo criminal de Gran Bretaña. Tomando como punto de partida el libro de John Pearson “The Profession of Violence: The Rise and Fall of the Kray Twins”, “Leyenda: Profesión de la Violencia” (Legend, 2015) narra una parte de la vida de Ronald y Reginald Kray (ambos interpretados por Tom Hardy, obvio), justo el momento en que pretenden ampliar sus “negocios” hacia el West End londinense, mucho más glamoroso que la parte Este que los vio nacer. Enmascarados tras la propiedad de varios bares y clubes nocturnos, el dúo criminal mantuvo en vilo a la ciudad durante años, y al oficial Nipper Read (Christopher Eccleston) que siempre estuvo tras sus pasos. El foco de esta historia está puesto, principalmente, en la relación que se establece entre Reggie (el más pragmático y “calmado” de los Kray) y la bella Frances Shea (Emily Browning), la chica que se enamora del criminal y piensa que podrá enderezarlo y transformarlo en un tipo de bien. El problema es su hermano Ronnie, un violento patológico y esquizofrénico que, tras ser liberado del hospital psiquiátrico, contribuye en los negocios y en los problemas. Pero no podemos achacarle toda la culpa ya que a estos hermanos los une no sólo la sangre, sino la ambición en un mundo que se va hincando a sus pies gracias a la extorsión y la fuerza bruta. “Leyenda: Profesión de la Violencia” no nos cuenta nada que no hayamos visto antes. Es Tom Hardy quien más se destaca en esta historia, logrando convencernos de su doble papel, más que nada porque Ronald y Reginald son muy diferentes más allá de lo físico, y el actor logró captar cada una de estas sutilezas. Al recientemente nominado al Oscar por “El Renacido” (The Revenant, 2015) lo acompaña un gran elenco secundario de caras conocidas -Colin Morgan, David Thewlis, Chazz Palminteri, Tara Fitzgerald, Taron Egerton-, aunque no alcanza para convertirse en una gran película del género que se destaque, más allá de una cuidadísima puesta en escena que rescata el glamour y la música de los años sesenta, y varias situaciones que maridan el humor con la violencia extrema. El problema principal de “Leyenda: Profesión de la Violencia” es que se enfoca demasiado en la relación amorosa y no en la trama criminal. Así, la historia se vuelve confusa (genéricamente hablando) y demasiado melosa, cuando sería más interesante hacer eco en la relación fraternal, mucho más interesante. Así y todo, la película no defrauda y es una gran opción para los amantes del género gansteril. Una visión diferente (del otro lado del charco) de cómo lidian las familias con sus negocios más turbios. Violencia, un poco de romance y Tom Hardy por partida doble. Para empezar no está nada mal y bien vale el precio de la entrada, aunque no sea una genialidad. Dirección: Brian Helgeland Guión: Brian Helgeland Elenco: Tom Hary, Emily Browning, Colin Morgan, David Thewlis, Christopher Eccleston, Chazz Palminteri, Tara Fitzgerald, Taron Egerton.
Los matones sean unidos Siguiendo la línea de las primeras películas de Guy Ritchie (Juegos, trampas y dos armas humeantes, Snatch: Cerdos y diamantes), Leyenda: La profesión de la violencia (Legend, 2015) tiene un buen arranque al modo "comedia de mafiosos" ambientada en la Londres de los estéticos años cincuenta y sesenta sobre los famosos gemelos Kray, para luego cambiar de registro en varias oportunidades y desperdiciar sus mejores atractivos. Los hermanos Ronnie y Reggie Kray (ambos interpretados por Tom Hardy) son dos gángsters de East End, zona londinense que entre fines de la década del cincuenta y comienzos del sesenta fue el epicentro de sus turbios negocios. La historia es real aunque no tanto: las palabras que abren la narración (voz en off de Emily Browning personificando a la mujer de Reggie) así lo anuncian, en un film cuyo nombre “leyenda” impone el registro fantástico al relato. Ronnie es un desequilibrado mental y sus arranques de furia son tan cómicos como peligrosos para su entorno. Reggie es el sensato, el hombre violento que controla el negocio familiar. Juntos serán dinamita y enfrentados…aún más. La historia de los gemelos Kray es tan conocida en Inglaterra como El Clan Puccio en Argentina. Miles de leyendas circulan alrededor de esta tenebrosa familia y su frialdad para los violentos negocios. Empezaron su fama ofreciendo servicios de “protección” y sumaron poder entre asesinatos, robos y la protección política obtenida. La película basada en la novela de John Pearson “La profesión de la violencia”, se extiende en sus larguísimos e inconsistentes 132 minutos de duración, sin la agilidad y el vértigo de un Guy Ritchie. Como punto a favor se distancia del lugar ocupado por los últimos films de gángster cargados de un exasperante tono épico (como por ejemplo Pacto criminal) para retornar a una seudo comedia -con un muy extraño sentido del humor- que le quita pretensión. El director y guionista es Brian Helgeland, reconocido por sus guiones de Los ángeles al desnudo (L.A. Confidencial, 1997) y Río Místico (Mystic River, 2003), que ya tuvo su incursión en la comedia de tipos rudos con Revancha (Payback, 1999), la última gran película de Mel Gibson en clave negra. Tom Hardy reemplazó al actor de Mad Max (1979) en su último film del guerrero de la carretera nominado al Oscar, y ahora se viste de matón -rol que tan bien le calza- acompañado de Emily Browning (Frances Shea), Paul Bettany, Chazz Palminteri, Taron Egerton, Paul Anderson, David Thewlis, y Christopher Eccleston, entre otros eternos mafiosos del cine. Pero el mayor problema de la película radica en no definir su rumbo: no es una biopic, ni una comedia deliberada, ni tampoco un melodrama redentor. En esa ambigüedad Leyenda: La profesión de la violencia se perjudica, desarmando su interesante y prometedor planteo (la tensión entre hermanos, la relación sentimental en el mundo del hampa) para quedarse a mitad de camino entre una y otra cosa. El resultado es desparejo, la información verídica sobre los gemelos agota, los estereotipos criminales dejan de causar gracia y el romance se vuelve trillado. Todo sumado a su extensa duración y el clasicismo con que está abordada, dilapidan una película que auguraba mejores resultados.
Ronald y Reginald Kray fueron dos hermanos gemelos que lideraron el crimen organizado en la década del 60 en Londres y se convirtieron en seres temidos. En la película Tom Hardy asume con solvencia ambos personajes. El mundo de la mafia golpea nuevamente con esta historia que ya fue llevada al cine por le director Peter Medak en El Clan de los Krays -1990-, con Gary y Martin Kemp como protagonistas. Esta nueva versión está inspirada en el libro de John Pearson, "La profesión de la violencia", y está a cargo del guionista y realizador Brian Helgeland, reconocido por el guión de Los Angeles al desnudo, con el que ganó el Oscar, y Revancha, con Mel Gibson. Ronald y Reginald Kray fueron dos célebres criminales de Londres en la década del 60, dedicados al asesinato, al robo y a la extorsión. De personalidades contrastantes, uno esquizofrénico y el otro homosexual declarado, consiguieron trepar hasta lo más alto del mundo mafioso, generando admiración y miedo en aquellos que los rodeaban. La película muestra además a una inocente Frances Shea -Emily Browning-, una chica de los suburbios controlada celosamente por su madre, que comienza a relacionarse afectivamente con Reggie e ingresa a un mundo que no termina de comprender ni aceptar. El film de Helgeland no ofrece nada nuevo en términos de películas sobre la mafia, concentra algunas escenas de acción pero su fuerte está en la potencia dramática que entrega la doble actuación de Tom Hardy, quien logra imprimirle rasgos opuestos a los dos gángsters gemelos. También la Shea, encarnada por Browning y Leslie Payne, el tesorero de la banda, personaje a cargo de David Thewlis, acaparan la atención del espectador. Lo más interesante y atrapante de la propuesta pasa por el uso de la música y por las explosivas personalidades de los protagonistas. Hardy, aún comiendo y compartiendo un caramelo de limón con su conquista amorosa, nunca deja ese costado oscuro que cautiva a su prometida, mientras que Ronald no ahorra comentarios sobre su condición sexual ante los otros mafiosos de turno. Aún asi, ambos tienen estallidos de violencia y problemas entre ellos. Las reuniones y fiestas siempre son arruinadas por sus actos violentos que no tienen límites, y también desfila una madre que prepara torta y los recibe en su hogar como si se tratase de niños. El relato nunca muestra la niñez de Ronald y Reginald y sólo se focaliza en su ascenso y caída. Dos caras de la misma moneda, la del crimen.
Tragedia shakespeareana La ambición lleva a los humanos a ser capaces de todo, a algunos hasta a meterse en el mundo criminal con tal de progresar, pero este mundo es traicionero y así como se sube fácilmente se puede bajar. Por eso cuando empieza a forjarse una estructura es mejor tener a los más fieles cerca, los gemelos Reggie y Ronnie (Tom Hardy X2) sabían que siendo uno el reflejo del otro sería difícil no ser fieles entre sí. La película comienza con una narración que funciona como presentación de personajes, delimitando bien la personalidad de cada uno. Por un lado Reggie, el más frío y calculador, capaz de llevar a cabo un negocio por el otro. Y por el otro lado Ronnie, quien padece una enfermedad psiquiátrica, ilógico, una pandilla en una sola persona, es homosexual y el más violento de los dos. Ambos son dueños de un importante local nocturno. Frances Shea (Emily Browning) es la hermana de Frank (Colin Morgan), uno de los choferes de los hermanos quien al conocer a Reggie se verá seducida por el gánster y su manera de ser, además lo ve como una oportunidad de alejarse de su controladora madre, el amor la llevará a enterarse de los pormenores de ese peligroso mundo. La historia se centrará en la relación entre ambos. Tom Hardy interpreta los dos papeles principales y es el sostén de la película; Emily Browning compone una mujer sufrida por el estilo de vida del hombre que ama con reminiscencias a otros personajes femeninos casados con líderes mafiosos como Kay (Diane Keaton) en El Padrino (The Godfather, 1972) o Elvira (Michael Pfeiffer) en Caracortada (Scarface,1983), aunque no llega a al mismo nivel que estas. Hay algunos secundarios que hubiesen podido ser mejor explotados como el de Taron Egerton y el inspector de Scotland Yard a cargo de la investigación en un siempre sólido Christopher Eccleston. También hay una pequeña aparición de Paul Bettany que no figura en los créditos. La música y la reconstrucción de época no son espectaculares pero están acorde, aunque hay ciertos sucesos históricos de la década del 60´que no se cuentan y ni siquiera son nombrados, el único que se destaca es el Mundial 66 que llevó a Inglaterra a coronarse campeón por primera (y hasta ahora única) vez. Un error importante que comete la película es no incluir al hermano mayor de los gemelos, Charlie Kray, quien se encargó de varios de los negocios y manejó el club, aunque nunca se comprobó que haya sido parte de los actos de violencia si fue considerado cómplice de los actos criminales con una sentencia de diez años de prisión, además fue él quien negoció vender los derechos de la historia familiar y con ese dinero generó su propia organización. En 1997, fue nuevamente encarcelado por intentar importar 69 millones de libras esterlinas en cocaína. Y el 4 de abril de 2000 falleció por causas naturales. Brian Helgeland escribe (en base al libro La profesión de la violencia) y dirige esta biopic. A pesar de no ser una figura muy reconocida, tiene una amplia trayectoria, ganador de un Oscar a mejor guion adaptado por Los Ángeles al desnudo (L.A. Confidential, Curtis Hanson , 1997); además escribió Conspiracy Theory (Conspiración, Richard Donner, 1997), Río Místico (Clint Eastwood, 2003), Hombre en llamas (Man on Fire, Tony Scott, 2004), entre otras. Leyenda es su séptima película como director y guionista. Leyenda es una película que podría ser considerada como una mezcla entre El Padrino, Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990) y el Guy Ritchie de Juegos, trampas y dos armas humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) y Snatch (2000), pero no se decide cómo va a avanzar por lo que tiene pasajes con mayor o menor rapidez, y definitivamente se estanca cuando intenta mostrar los momentos traumáticos por los que pasa uno de los personajes.
Tom Hardy (Mad Max: Fury Road, Warrior) se luce con una soberbia actuación al darle vida a los infames gemelos Kray en Leyenda: La profesión de la violencia (Legend), una clásica película de gángsters, dirigida por el guionista de Los Ángeles al desnudo (L.A. Confidential), Brian Helgeland. Leyenda, basada en la novela The profession of violence: The rise and fall of the Kray twins de John Pearson, narra la historia real de los hermanos Reggie y Ronald Kray (ambos interpretados por Hardy), gemelos idénticos y gángsters que dominaron Londres en la década del ’60, y que llegaron a mantener relaciones con políticos y aristócratas de las más altas esferas británicas. La historia comienza con Reggie Kray bajo la vigilancia de la policía (un agente de Scotland Yard muy bien interpretado por Christopher Eccleston, a quién los fanático de Doctor Who recordarán con cariño por haber sido el Noveno Doctor), ya establecido como el rey del bajo mundo del East End de Londres. Tras sacar a su hermano Ronald de un asilo mental por ser esquizofrénico psicótico, se enamora de Francés (Emily Browning) la hermana de su chófer. Los sueños de Frances de formar una familia junto con Reggie pronto se verán enfrentados a la violenta realidad del mundo del crimen. Los Kray van ascendiendo en el hampa hasta convertirse en los dueños indiscutidos de todo Londres, pero eso sólo le traerá más problemas a Reggie, quien deberá lidiar con los continuos pedidos de Francés de que abandone el crimen y se “legalice”, y con la inestabilidad mental de su hermano Ronald, que va descontrolándose cada vez más. Brian Helgeland, el director de la película, ganó un Oscar por el guion de Los Angeles al desnudo (L.A. Confidential, 1997). Se nota que sabe cómo contar un buen thriller clásico, y cómo construir personajes duros a la vez que complejos. La historia de ascensión y caída del gángster ya fue contada innumerables veces, y Helgeland lo sabe. Tal vez sea por eso que la película, si bien mantiene la estructura clásica del género, le da un tono que parece deber más a un film romántico como An Education (2009) que a El Padrino o a las películas de mafiosos de Scorsese, lo cual la dota de cierta frescura. Se deja de lado la épica y la solemnidad para sostener la historia sobre los conflictos sentimentales de Reggie y el sentido del humor british (a lo Ricky Gervais, por ejemplo) que queda a cargo de Ronald; en lugar de las noches oscuras con mucho contraste, la mayoría de las escenas son de día, o en interiores muy iluminados. Leyenda: La profesión de la violencia es una película de amor. Sobre el amor de Reggie por Francés y el amor de Reggie por Ronald. Y cómo ambos amores no pueden coexistir. Pero lo que mejor logra Helgeland es construir dos apasionantes y complejos personajes como son los hermanos Kray, que en manos de Hardy se vuelven oro puro. Hardy demuestra (una vez más) ser uno de los mejores actores del momento, no sólo por interpretar dos papeles que son totalmente diferentes entre sí, sino que además dota a cada personaje de muchos matices. Reggie puede presentarse como un aventurero romántico al estilo Robin Hood, para luego mostrar su lado más cruel, y aún así, hacer que el espectador sienta pena por él a continuación. Pero probablemente Ronald sea el gran logro de Hardy, una especie de Forrest Gump psicótico. Ronald es un personaje que muchas veces da miedo, por sus explosivos ataques de violencia y su brutalidad, pero que al fin y al cabo es un niño atrapado en el cuerpo de un gigante. La ingenuidad de Ronald dota al personaje de una gran dulzura (quiere levantar una compañía en Nigeria para construir casas para los niños pobres) pero también oculta una mucha agudeza (su infantil visión de la figura del gángster se corresponde más con la realidad que la del hombre de negocios que tiene Reggie). Helgeland es un director clásico que, sin ser un virtuoso, sabe usar movimientos de cámara y música en los momentos adecuados. Por otro lado, el guión es lo que se espera de un guionista ganador del Oscar con experiencia en el género. Sin embargo, lo que se lleva las palmas es la gran actuación de Tom Hardy que se carga al hombro toda la película y así regala dos personajes inolvidables.
Una pasión de hermanos El punto de vista es el de Frances Shea (Emily Browning), una joven inglesa que con fuerte y proletario acento cockney cuenta una época, pero sobre todo el deslumbramiento que sufrió cuando conoció a Reggie Kray, estrella es ascenso del hampa en la década del sesenta, que junto a su gemelo Ronnie (ambos interpretados de manera deslumbrante por Tom Hardy), construyó un imperio en el East End londinense, un territorio que cinematográficamente, funciona de manera similar al Bronx o a Little Italy, barrios de los que se lucha por huir y al que finalmente los personajes aceptan que no es solo una cuestión geográfica, sino que más bien lo llevan puesto y que esa característica marcará su destino. Trágico por cierto. La historia es la de los hermanos Kray, una sociedad de hecho entre Reggie, algo así como un self-made man, un hombre que desde la pobreza se contruyó a si mismo forjándose una reputación como gángster y su versión psicópata y deforme, Ronnie, el hermano con problemas (que para la época sumaba otro, era gay y le gustaba que todos estuvieran al tanto), el que va determinar no solo la suerte de ambos sino de buena parte de los que los rodean. La lustrosa puesta que despliega Brian Helgeland, director de películas como Devorador de pecados y Destino de caballero pero sobre todo reconocido como guionista de Los Ángeles confidencial y Río místico, exhibe orgullosa la ajustada reconstrucción de época entre calles con casas humildes e idénticas de ladrillos rojo, autos de colección y legendarios night clubs, el marco ideal para contar una historia real (que ya había sido llevada al cine en The Krays, de Peter Medak, con los hermanos cantantes de la banda new wave Spandau Ballet) aunque más allá del ascenso, la violencia de sus actos, las relaciones con la mafia estadounidense y la esperable caída de los feroces gemelos, el relato se centra principalmente en la relación amor-odio entre los hermanos y en paralelo, en la historia entre Reggie y la inocente Frances, un personaje que sería algo así como la chica que intentó ser turista de un mundo que no le pertenecía. Es decir, tanto la línea argumental que tiene como eje a los hermanitos mafiosos como la otra dedicada al matrimonio sin futuro, no encuentran el tiempo necesario para desarrollarse por completo a pesar de que la misma película logra presentar un material jugosos en términos narrativos para ambas historias, sin inclinarse de manera decisiva por ninguna de las dos.
Cine y gángsteres, una fructífera sociedad Ronald "Ronnie" Kray y Reginald "Reggie" Kray fueron dos hermanos gemelos que se convirtieron en amos y señores del East End londinense de los años 50 y 60. Míticos gángsteres que alcanzaron incluso un estatus de culto dentro de la historia y la cultura inglesas, sus vidas habían sido retratadas por Peter Medak en El clan de los Krays (1990. Ahora fue Brian Helgeland, director de Revancha y guionista de Los Ángeles: al desnudo y Río místico, quien escribió a partir del libro The Profession of Violence, de John Pearson) y filmó el ascenso, apogeo y caída del dúo. Pero en esa introducción falta un nombre -fundamental- de este proyecto: Tom Hardy. El actor de Batman: El caballero de la noche asciende, La entrega y Mad Max: furia en el camino interpreta en Leyenda a los dos hermanos. Por un lado, al mujeriego, avasallante y carismático Reggie; por otro, al paranoico, inestable y conflictuado Ronnie. Lo hace, en ambos casos, de manera convincente, demostrando que es uno de los artistas más multifacéticos y completos de su generación. Más allá de que recicla unos cuantos elementos básicos del subgénero de mafiosos (léase desde las incursiones de Martin Scorsese hasta las más recientes de Guy Ritchie), Leyenda tiene varios hallazgos que la distinguen: el punto de vista femenino -está contada desde la perspectiva de Frances (Emily Browning), la inocente esposa de Reggie que encarna la dimensión moral del relato-, la manera en que aborda la homosexualidad de Ronnie, la calidad de varios de los intérpretes secundarios y la forma en que está reconstruido el mundillo del East End en los Swinging Sixties. En ese sentido, ese sólido artesano que es Helgeland se nutrió con los aportes del brillante director de fotografía Dick Pope, el diseño de Tom Conroy y la música de Carter Burwell. Todos esos atributos hacen de Leyenda un más que digno exponente del cine de género. Los gángsteres y el cine, una sociedad que sigue dando buenos frutos.ß Diego Batlle Ronald "Ronnie" Kray y Reginald "Reggie" Kray fueron dos hermanos gemelos que se convirtieron en amos y señores del East End londinense de los años 50 y 60. Míticos gángsteres que alcanzaron incluso un estatus de culto dentro de la historia y la cultura inglesas, sus vidas habían sido retratadas por Peter Medak en El clan de los Krays (1990. Ahora fue Brian Helgeland, director de Revancha y guionista de Los Ángeles: al desnudo y Río místico, quien escribió a partir del libro The Profession of Violence, de John Pearson) y filmó el ascenso, apogeo y caída del dúo. Pero en esa introducción falta un nombre -fundamental- de este proyecto: Tom Hardy. El actor de Batman: El caballero de la noche asciende, La entrega y Mad Max: furia en el camino interpreta en Leyenda a los dos hermanos. Por un lado, al mujeriego, avasallante y carismático Reggie; por otro, al paranoico, inestable y conflictuado Ronnie. Lo hace, en ambos casos, de manera convincente, demostrando que es uno de los artistas más multifacéticos y completos de su generación. Más allá de que recicla unos cuantos elementos básicos del subgénero de mafiosos (léase desde las incursiones de Martin Scorsese hasta las más recientes de Guy Ritchie), Leyenda tiene varios hallazgos que la distinguen: el punto de vista femenino -está contada desde la perspectiva de Frances (Emily Browning), la inocente esposa de Reggie que encarna la dimensión moral del relato-, la manera en que aborda la homosexualidad de Ronnie, la calidad de varios de los intérpretes secundarios y la forma en que está reconstruido el mundillo del East End en los Swinging Sixties. En ese sentido, ese sólido artesano que es Helgeland se nutrió con los aportes del brillante director de fotografía Dick Pope, el diseño de Tom Conroy y la música de Carter Burwell. Todos esos atributos hacen de Leyenda un más que digno exponente del cine de género. Los gángsteres y el cine, una sociedad que sigue dando buenos frutos.
Aquellos reyes del crimen londinense Un mismo actor, Tom Hardy, encarna a los hermanos Kray, gangsters que durante los años 50 y 60 fueron los equivalentes británicos de Al Capone. La película promete más de lo que concreta y termina derivando hacia una biopic convencional. Chicago tiene su Al Capone y Londres a sus hermanos Kray. Tal vez no se conozca demasiado por estas pampas de las actividades de la dupla de gangsters, hermanos en la vida real y en el crimen, pero la leyenda es tan potente en su país de origen que cualquier viajero en plan turístico puede adquirir una visita guiada a las guaridas y lugares públicos controlados alguna vez por Reggie y Ronnie Kray, tanto en el East End que los vio nacer como en el más sofisticado West End de la capital británica. El título del nuevo film de Brian Helgeland, entonces, resulta más que apropiado, uno de los varios largometrajes documentales y de ficción que se han hecho eco de las historias reales y míticas –en partes iguales, muchas veces indivisibles– de los reyes del crimen londinense durante los años 50 y 60. Pero si el patrón “basado en hechos reales” parece imponerse a la fuerza, lo cierto es que el modelo narrativo que sigue el realizador de Revancha y Corazón de caballero es el de otros films y cineastas contemporáneos. De Martin Scorsese en particular, deudor a su vez del clasicismo gangsteril de los primeros años 30. Y todo ello al margen de algún que otro guiño al pasar a un Guy Ritchie al cual le hubieran tirado un poco de las orejas para que baje los decibeles.No es casual que una de las primeras escenas de Leyenda: la profesión de la violencia, luego de la presentación de rigor en pleno apogeo criminal de los gemelos, se presente bajo la forma de un largo plano-secuencia en movimiento dentro del night club The Double R, tal vez el más conocido de los frentes legales de los Kray. La cámara sigue a Reggie sin demasiados aspavientos formales, en una escena rigurosamente ejecutada que presenta a varios personajes secundarios esenciales, además de describir una de las caras públicas de los hermanitos: animales sociales dispuestos a todo con tal de aparecer glamorosos ante la prensa y la opinión pública. El otro rostro, el del animal salvaje y violento, no tardará en aparecer, en otra secuencia cuya puesta en escena pone de relieve el talento del realizador para aunar tensión, dramatismo y algo de humor, durante el enfrentamiento en un típico pub inglés a puro martillazo y golpe de puño. Durante esos primeros cuarenta, cuarenta y cinco minutos de metraje Leyenda promete –más allá de su calidad derivativa– algo que luego no termina de cumplir.En su algo olvidada El clan de los Kray, producida en 1990, Peter Medak ocupaba casi la mitad de su película en narrar la infancia, juventud y ascenso en el submundo criminal de los hermanos, destacando en los momentos iniciales la relación endogámica entre ambos (más cerca de los gemelos de Pacto de amor que de unos Jekyll y Hyde desdoblados) y la no menos enfermiza trabazón con su madre. Todo ello recubierto por una capa de reflexión sociológica ligada indefectiblemente a la generación de posguerra y sus cicatrices físicas y metafóricas. En algún momento, incluso, Medak parecía estar gestando un film de horror que nunca terminaba de ser parido. Esas y otras inconsistencias del film pueden ser vistas como un defecto, pero, al mismo tiempo, conjugan una de sus mayores virtudes, una potencia oculta entre sus pliegues. Más “redonda” en términos dramáticos, Leyenda resulta una víctima ideal para uno de los males de cierto cine contemporáneo: el naturalismo psicologista que empapa a los personajes y cada una de sus acciones. Sólo así puede entenderse que la voz en off que relata los acontecimientos contradiga desde un primer momento la cualidad mítica de lo que va a verse y oírse, para revelarse sobre el final como narrador omnisciente en un sentido literal, vuelta de tuerca que haría reír a carcajadas a un Billy Wilder.La decisión de optar por un único actor, Tom Hardy, para representar a ambos hermanos (el más centrado y negociador Reggie, el instintivo y sádico Ronnie), con ligeras variaciones de maquillaje, timbre vocal y objetos de utilería es, al mismo tiempo, loable desde lo técnico y artístico y tendiente a lo pretencioso, a la sobreactuación en un sentido literal y figurado. Justamente, la segunda mitad del film es un desfile de “grandes momentos actorales” (que no son sinónimo de gran actuación), apoyados por una dependencia cada vez menos saludable a los lugares comunes. A medida que la relación entre Reggie y su mujer Frances (Emily Browning) comienza a deteriorarse y la caída de los Kray es cada vez más inminente, Helgeland pareciera abandonar el placer de narrar, reemplazándolo por las obligaciones impuestas por el manual del dramatismo cinematográfico debajo del brazo. Leyenda va desinflándose gradualmente y esa promesa de luminosidad gansteril –un clásico del cine desde que Edward G. Robinson se calzó el traje de Rico– es opacada por los reflejos de biopic oscarizable que se cernían sobre el film como un oscuro nubarrón. Esos elementos, y no las distintas facetas de los hermanos Kray, son los verdaderos Jekyll y Hyde luchando por tomar posesión de la película.
Ronnie y Reggie Kray fueron auténticos íconos del crimen organizado y la calificación de leyendas no es para nada exagerada. Los hermanos construyeron un auténtico imperio del crimen debido a la brutalidad extrema con la que combatían sus enemigos y la astucia para evadir y comprar a las autoridades. Dentro del mundo de la Mafia se convirtieron en figuras muy conocidas y la historia de ellos es probablemente una de las pocas que quedaban por ser narradas en Hollywood dentro de esta temática. Lamentablemente el trabajo de Helgeland no le hizo justicia a este caso y el film sólo es recomendable por la interpretación de Tom Hardy. Los espectadores que no conocían las andanzas de los gemelos Kray en este film encontrarán un retrato muy superficial de una temática que era apasionante. El director nunca profundiza en la sub cultura de la Mafia inglesa, que los gemelos revolucionaron por completo en los años ´60, y en su lugar presenta una adaptación libre de esta historia que dejó afuera los hechos más significativos que involucraron a estos siniestros sujetos. Queda la sensación que el director estuvo prefirió hacer un thriller del estilo de Get Carter (Michael Cane) en lugar de recrear la verdadera vida de los mafiosos, que era mucho más interesante. El tema es que desde ese ángulo el film tampoco funciona. Leyenda se concentra demasiado en la relación sentimental de uno de los hermanos con su esposa e ignora todos los hechos que hicieron famosos a los Kray y el mundo que los rodeaba. Ahora bien, dejando de lado esta cuestión, que no me parece un hecho menor, el film de Helgeland logra ser llevadero por la extraordinaria interpretación de Tom Hardy, quien demuestra con esta labor que está para mucho más que interpretar tipo duros o héroes de acción. La composición dramática que brinda de los dos gemelos Kray es brillante por la manera en que capturó las distintas personalidades de los protagonistas. En esta doble interpretación definió muy bien los distintos matices de la psicología de los criminales. Son esos casos en los que un actor se pierde por completo en el personaje y uno como espectador no observa a la estrella de cine sino a la persona que interpreta. Resulta una pena que no pudiéramos ver el tremendo trabajo que hizo en una película más atractiva que retratara el grotesco e interesante mundo en el que se desenvolvieron los hermanos Kray. En Leyenda el director Helgeland sólo tomó la imagen de estos personajes para construir un supuesto thriller que se enfoca más en la comedia y el melodrama romántico. Reitero, no es para nada una mala película y si te gusta Hardy vale la pena darle una oportunidad para disfrutar su interpretación, pero se trata de una propuesta que no consiguió explotar todo el potencial que tenía esta historia. ver crítica resumida
Los hermanos sean unidos Los Kray. Un clan que dominó la escena de Londres durante la década del 60. Varias veces el cine y la tv han recuperado su épica para poder construir una historia que, en la mayoría de las oportunidades, prefirió realzar el contexto más que la simbiótica relación entre Ronnie y Reggie Kray. Brian Hegeland aborda la historia adaptando el libro de John Person en "Leyenda: la profesión de la violencia" (2015), película que tiene como protagonista excluyente al ascendente Tom Hardy en un doble rol que genera un duelo interpretativo consigo mismo. La historia relata el ascenso y descenso de los Kray como líderes absolutos de la mafia, y Hegeland decide detenerse en los detalles de la tortuosa relación entre Ronnie y Reggie y también con sus vínculos particulares. De hecho el filme está narrado en primera persona con una voz en off que corresponde a Frances (Emily Browning), la mujer de Ron durante varios años, y quien desde su ingenuidad de niña (tenía 16 años cuando comenzó su intermitente relación) cuenta cómo su pareja fue ingresando en la noche y desde allí digitó sus destinos. Violentos, megalomanos, excesivos, desbordados, sin un objetivo más que seguir escalando posiciones, los Kray debieron en algunos momentos ceder ante la presión y manejar sus negocios, por momentos, desde la clandestinidad, porque el principal obstáculo que tuvieron, siempre, fueron ellos mismos. Las autoridades policiales los siguieron de cerca. Nunca fueron considerados trigo limpio. Y así, la obsesión de un detective (Christopher Eccleston) llamado Nipper, será también la sentencia de estos hermanos que nunca pudieron negar su vinculación con el juego, la noche y los asesinatos que la rodeaban. Hageland trabaja con Hardy en una diferenciación notoria interpretativa, que más allá de los efectos que permitieron que éste conviviera con él mismo en algunas escenas, está más relacionada al tono de la actuación. Así Ron es trabajado desde un matiz más pausado y tranquilo, mientras que Reggie es pensado como alguien mucho más explosivo, verborrágico y desbordado. Y de esa contraposición entre ambos es en donde "Leyenda...." acierta su relato, más allá que la duración excesiva y algunos lugares comunes le jueguen en contra. No así el caso de la reconstrucción de época, impecable, obsesiva, hasta el último detalle, para una película que habla de la violencia, del dolor, de la familia, y del amor fraterno sin concesiones, pero también sin el mínimo atisbo de juzgar a estos hermanos que manejaron Londres a su gusto. PUNTAJE: 6/10
Leyenda, la nueva película de Tom Hardy, nos muestra al actor encarnando dos personajes a la vez. Por un lado, Ronnie Kray un esquizofrénico paranoico homosexual, y por el otro, Reggie Kray, su hermano gemelo, un ampón ex boxeador amateur. Entre ambos, en la década del 60, surgieron del East End para dominar el submundo criminal de Londres. Dirigida por Brian Helgeland (guionista de entre muchas cosas, la enorme Los Angeles al Desnudo), la película nos va construyendo el mundo en el que viven, se enamoran, trabajan, se divierten, etc., nuestros protagonistas. Con un aire de glamour y encanto, que a medida que pasa la película, se empieza a desvanecer. Estos hermanos que nos parecían divertidos, y simpaticones (a pesar de su profesión), empiezan a tornarse en otra clase de personas. Contado en off por el amor de Reggie, llevada a la vida por Emily Browning, nos adentramos en este mundo cómodos, nos parece familiar y eso lo hace muy entretenido. A esto se suma que la cinta esta plagada de actores conocidos: Taron Egerton (Kingsman) como el novio de Ronnie, Christopher Eccleston como el policía que los investiga, Chazz Palmintieri, Paul Bettany, David Thewlis, etc. Correctamente dirigida, muy bien actuada, con una historia interesante y personajes todavía mas que ella, la película es entretenimiento asegurado en lo que a mi respecta. Tiene todo lo que esperamos de una película sobre la mafia, con el agregado de lo que se espera de una película de criminales inglesa, y esa mezcla hace un combo más que interesante. No es una obra de arte, no ganara premios internacionales a montones, pero no es lo que la cinta pretende. Lo que quiere es mantenernos entretenidos, y lo logra con creces.
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Tom Hardy está siendo uno de los pesos pesados de la industria. Después de tener un inicio indie y más bien en papeles secundarios, se está ganando de a poco un justo lugar en el firmamento de las celebrities. Y no lo criticaremos nunca por ello. En esta ocasión interpreta a dos hermanos gemelos que son los míticos hermanos Kray; gangsters llenos de glamour y sangre en la plena Londres de los 60s. Con un estilo que inevitablemente nos recuerda a Guy Ritchie, esta película cuenta con el sólido guión y dirección de Brian Helgeland. Brian es más reconocido por guiones como L.A. Confidential y Río Místico, pero sobre todo gracias a estos trabajos reconocemos su fanatismo por el cine policial. La cámara es nerviosa y predatoria (monumental que los puños entre hermanos interpretados por un mismo actor sea con cámara subjetiva). Sin embargo el film no llega a convencer. Siento que tiene más que ver con que el foco está puesto en la mujer que lo ama y en cómo llegó a odiarlo, entonces el film que podría ser mucho más poderoso, denso y oscuro, termina siendo un cuento tragicómico de cómo la tragedia se construye. Le falta fuerza, a mi gusto. Impecable trabajo de Hardy que hace un trabajo físico realmente impresionante, cambiando forma de caminar, de pararse, de hablar y muta frente a nosotros. Mención aparte a la belleza y fragilidad impresionantes de Emily Browing, que nos roba todas las miradas cuanto está en pantalla y en cuanto a lo actoral, es correcta. Por otro lado, el vestuario y la música son preciosos. Agregan ese toque de glamour liviano que nos recuerda a clásicos del cine de gángsters como ser Casino o Buenos Muchachos. Pequeños guiños que funcionan muy bien. La fotografía trabaja mucho con la luz dura, de manera que por momentos parece quemada y por momentos se torna más oscura. El problema, para mi gusto personal, es que la imagen se vuelve demasiado falsa e idílica, faltándole un toque de contraste que es lo más nos gusta del cine policial negro. No se pierdan los actores secundarios de lujo que terminan de completar esta livianísima biopic, con toques de violencia lúdica que por momentos la despegan de la media y luego la vuelven a sumergir. Aun así, el resultado final no es malo, pero es extenso para lo que apunta.
Brian Helgeland (LA Confidential, Corazón de caballero), se propone, no sin varios traspiés, trazar una suerte de simetría o metáfora épica en la figura de los gemelos Krays , como si se tratase de los Rómulo y Remo del hampa Londinense, en una historia de vida adornada como una espiral descendente respecto de la tragedia y la caída de los Krays. Aunque los Krays eran gemelos -ambos magistralmente interpretados por Tom Hardy – sus personalidades eran muy diferentes, ambos fueron ascendentes figuras del crimen organizado en el East End londinense hasta finales de los años 60, momento en que el relato de Brian Helgeland decide poner el foco y énfasis en el romance de Reggie Kray con Frances Shea (Emily Browning) . En la película, Ron Krays es retratado como psicótico inestable, todo un caso psiquiátrico, que esta fuera de las instituciones mentales mediante intimidaciones y contactos del bajo mundo con el poder político que supo forjar su hermano. Como los opuestos se atraen, Reggie Krays en principio se muestra extremadamente encantador y refinado, pero oculta una bomba de tiempo a punto de detonar, más aun en todo lo que respecta a la tensa relación de amor-odio-culpa con su hermano Ron Krays. Como ocurrió con películas como Black Mass (2015), cada vez son mas las adaptaciones que pretenden inspirarse en novelas biográficas, en el caso de Leyenda: La profesión de la violencia, basada en la novela The profession of violence: The rise and fall of the Kray twins de John Pearson, las producciones se distancian respecto a aquella realidad de la que pretenden inspirarse, para terminar encasilladas en la caricatura anecdótica de célebres personalidades del mundo del crimen organizado. 12606730_10208603523069368_861955666_n Desde su secuencia inicial, Leyenda: La profesión de la violencia, se defiende al anunciarse inspirada en hechos reales, pero todo rudimento de veracidad decanta por la falta de perspicacia que lleva al relato a abusar del caldo de cultivo autoreferencial de buena parte de la representación cinematográfica de la mafia. Dicha figura ya no es transgresora, menos aún desde una apuesta narrativa que se aleja de la historia concreta que pretende contar, optando por esforzarse en parecerse a otras películas del género. Queda en evidencia una distorsión del manual de estilo de Martin Scorsese ante tantas referencias a Buenos Muchachos (1990), o a historias de amores imposibles ante sentimientos y lealtades contrariadas claramente influenciada por el Michael Corleone de El Padrino (1972) de Coppola. Los gángsters retratados en Leyenda son un modelo para armar según lo que ya tantas veces nos contó Scorsese: hombres adustos que pasaron de ascendentes matones a comerciantes exitosos pero colmados de vacíos existenciales, que urgen por desviarse nuevamente hacia el submundo fuera de la ley. Además de Tom Hardy, Emily Browning completa el elenco principal, marcando una vez más su distancia y carencia emocional ante los roles que interpreta. Curioso caso el de esta muchacha, que con su tez de porcelana y no muchos atributos más, está confinada a la perpetuidad de la damisela expuesta al deseo de los “monstruos” de turno, se trate de la gótica soñadora de Sucker Punch (2011), o el narcolepso objeto deseo de Spleeping beauty (2011). Leyenda: La profesión de la violencia, no es mucho más que la descomunal labor de Tom Hardy, un actor dotado con carisma innegable y un magnetismo fuera de lo común, muy propio de un Marlon Brando contemporáneo. Hardy se carga sobre sus hombros este fallido ejercicio de policial gansteril/relato de la mafia, logrando que resulte -en parte- un placer disfrutar de su trabajo plagando de matices a sus contrariados personajes. Leyenda: La profesión de la violencia es la evidencia concreta que las películas de la mafia hoy son autoreferenciales, y por ello prima la necesidad de encontrar vueltas de tuerca o recursos narrativos idóneos para el género.
También llega a la pantalla grande Leyenda: la profesión de la violencia, que nos presenta la historia de los gemelos Kray, un dúo de gánsters que sembraron el terror en Londres durante la década del sesenta. Tom Hardy en una doble actuación de antología, demuestra por qué es uno de los mejores actores del momento. El intérprete hace gala de todo su oficio para dar una personalidad distinta a cada uno de los hermanos. Lamentablemente, el nivel actoral no es suficiente para dotar de interés una película lenta, un thriller con pretensiones que nunca llega a atrapar. El director Brian Helgeland intenta copiar/homenajear a Martín Scorsese, pero nunca llega a plasmar los niveles dramáticos y climas de los filmes del género del director de Buenos Muchachos. Está claro que si no fuera por la capacidad camaleónica de Hardy, esta sería una película más de la mafia.
"Leyenda" es Tom Hardy, quien interpreta a dos personajes gemelos y lo hace a la perfección, demostrando todo su talento en una peli que pretende ser una de Scorsese pero se queda en el camino. ¿La historia? Una biopic sobre los hermanos Kray, o sea, basada en hechos reales, que se estanca en un momento y su director no logra salir del pozo. Todo el inicio es dinámico e interesante pero a medida que pasan los minutos todo se vuelve bastante obvio y previsible. La música es un condimento interesante, pero sin dudas, lo más valorable es lo crack que es Tom Hardy. Si no te gustaba como actor, anda a ver "Leyenda" y al menos vas a salir fanatizado con él.
No basta con la excelente actuación de Tom Hardy El director de la divertida "Corazón de caballero" y la remake de "A quemarropa" de John Boorman, sobre la novela de Richard Stark, "Revancha", sabe narrar muy bien. Por eso llama la atención que el principal problema de esta nueva película de Brian Helgeland esté en lo narrativo. La historia de los tristemente célebres gemelos Krays, que dominaron el hampa londinense de la década de 1960 ya había servido para una película de Peter Medak, pero la principal diferencia con este nuevo film es que el asunto está contado desde el punto de vista de la esposa de uno de los criminales, interpretada por Emily Browning. A favor de "Leyenda" se puede decir que hay una excelente doble actuación de Tom Hardy como los dos Krays. Uno es el auténtico gángster, Reg, mientras que el otro, Ron, es más que nada un psicópata que puede hacer cualquier cosa. A pesar de ser gemelos, las personalidades y diferencias físicas y de look de los dos protagonistas están muy bien marcadas por el actor y la dirección. Y otro punto de interés son las conexiones de Ron, un raro caso de homosexual confeso en un país y una época en la que era un delito, con la aristocracia y el poder, lo que lleva a orgías gays con miembros de la Cámara de los Lores que ayudan a través de extorsiones al dominio de los Krays del submundo del hampa. Pero el director no logra hacer que el film despegue verdaderamente en casi ningún momento, e incluso algo tan fácil como una ambientación de época de esa mítica Londres llena de música y colores se queda corta, con un curioso compilado de los hits más comunes de aquel momento como casi única banda sonora. Hay mucha menos acción y violencia de lo que se podría pensar dado el tema y, en cambio, el argumento se distrae innecesariamente contando pormenores de la relación de Reg y su esposa.
Un titulo con sus momentos pero que no deja de ser un vehículo para su protagonista. Brian Helgeland es un director que desde que ganó el Oscar al Mejor Guion por adaptar L.A. Confidential, ha intentado, de momento sin éxito (o al menos uno no tan apabullante), dar pie a una carrera como director. Aunque Leyenda está más cerca del universo que lo hizo conocido, es una película que concatena algunos buenos momentos más que ser un todo satisfactorio. Los hermanos sean unidos Leyenda cuenta la historia de los hermanos Reggie y Ronnie Kray, que durante los años 60 estaban al frente del crimen organizado en Londres. Reggie es el hombre de negocios, el conciliador, el que tira un golpe solo cuando debe. Ronnie, por otro lado, es un esquizofrénico paranoide, que con sus desequilibrios amenaza con destruir una valiosa alianza con la mafia norteamericana, asi como la historia de amor que Reggie tiene con Frances, quien narra la historia en off. Leyenda acierta con creces en mostrarnos el universo del crimen londinense, y la relación entre ambos hermanos está bastante bien construida. La diferencia entre sus personalidades, la dinámica con la que operan a pesar de ello (particularmente en una escena de pelea en un bar) y el que no se puedan hacer daño entre sí, mas allá de un intercambio de puños debo reconocer es algo que la película trabaja muy bien. Pero no obstante, no hay una sensación de riesgo y desaprovecha todas las oportunidades que tiene para ilustrar las consecuencias de la ambición en el mundo del crimen, la historia de ascenso y caída que tanto funciona en este universo. Pero el guion tiene una indecisión entre la historia de amor y el universo criminal, y al no desarrollar satisfactoriamente ninguna de las líneas, trae como resultado que el desenlace no afecte emocionalmente al espectador. Por el costado actoral, Tom Hardy hace una labor estupenda dando vida a ambos hermanos. Una dualidad tan efectiva a la altura de Leonardo DiCaprio en El Hombre de la Máscara de Hierro. La naturalidad con la que Hardy va de un papel al otro es un esfuerzo digno de mención, y donde mejor parada queda la película. Emily Browning acompaña dignamente, pero no mas allá de ser un soporte femenino. Por el costado técnico, es impecable. Gran fotografía y diseño de producción, buena reproducción de época alternada con un uso de colores fríos que le dan tanto personalidad como exactitud. Todo esto por no decir de la presencia de un oído muy afilado en la banda de sonido. Conclusión Con grandes aciertos técnicos y una labor interpretativa tan desafiante como eficiente, Leyenda no consigue su meta por una simple cuestión de indecisión en que quiere desarrollar; si la historia de amor o el ascenso a la cima. Esa indecisión es la que lamentablemente la reduce a una película meramente entretenida, con momentos logrados (cortesía del carisma del elenco), pero es de esas que se recomienda sólo si tenés la plata o el tiempo.
Una clase magistral de actuación Los que gustan del cine de gangsters saben qué pueden esperar de una película del género: fiestas, drogas, dinero, golpizas, amenazas y muchos disparos. Con estos elementos se pueden hacer películas excelentes, tomando como profesores a Brian de Palma o Martin Scorsese. Pero en el caso del director Brian Helgeland, responsable de escribir “Río Místico”, agrega algo diferente: la historia no tiene un protagonista sino dos, hermanos gemelos interpretados por el mismo actor pero muy diferentes entre sí. Tom Hardy es Ronnie Kray y Reggie Kray, y nos brinda una interpretación impresionante de ambos. Reggie es elegante, analítico, conciliador pero aún así amenazante; todo lo que un buen gangster londinense de los ’60 debe ser. Por otro lado, Ronnie tiene esquizofrenia paranoide, es abiertamente homosexual, violento y con una lengua filosa que no conoce de decoro. Es un personaje que invita a la caricatura y a la sátira, pero Hardy sabe medirse y logra que lo tomemos en serio. Ronnie terminará siendo el protagonista sin duda, cuya presencia en pantalla opaca a cualquier otro personaje con el que se cruce. El trabajo de voz es impresionante, por cierto. La traducción no le hace justicia, es necesario verla en idioma original para notar cómo un actor puede sacar voces tan diferentes. La historia es narrada en tercera persona por Frances (Emily Browning), la novia de Reggie Kray, quien se debate entre su amor por la persona pero su desprecio por el gangster. Este es el gran error de la película. Reggie se debate entre Frances y Ronnie, dos personas por las que tiene una gran lealtad y sacan lo mejor y lo peor de él. Helgeland tenía todo para explorar psicológicamente la relación simbiótica y enfermiza de amor-odio que tienen los gemelos, pero gracias a la narradora se va tornando una injustificada historia de amor. Uno de los aspectos más interesantes que surge de esto es la rivalidad implícita que se da entre Frances y Ronnie, compitiendo en cierto modo por quedarse con Reggie. El hilo conductor de la historia de estos gangsters, paradójicamente, no es su llegada a la cima del crimen organizado y su posterior ocaso sino la historia de amor. Es por eso que aterrizamos en un Londres donde los hermanos ya ocupan un lugar importante en la escena criminal y no sabemos cómo llegaron allí. Los episodios que se narran en su vida profesional son aislados e inconexos, con personajes que no terminamos de conocer. Tampoco sabemos cómo terminaron sus carreras. Pregona ser una biopic, pero no creo que lo sea en el sentido estricto de la palabra. La película falla en contarnos el mundo del crimen en beneficio de una historia de la vida personal de uno de ellos que no nos agrega demasiado. No podemos dejar de hacer mención a la ambientación de finales de los 50′ y ’60 que hace a toda la puesta en escena. Los trajes, los peinados, los autos: todo esta cuidado hasta el mínimo detalle para que la adaptación sea perfecta. Pero no nos queda duda de que lo mejor de esta película es Hardy, este monstruo de la interpretación que da vida a un infantil, salvaje y algo descerebrado mafioso; junto a otro sobrio y contenido que aun así no está excento de carisma a pesar de ciertos brotes de agresividad. Su fuerza y magnetismo nos hace preguntarnos si hubo otros actores en la película, incluso opacando a Emily Browning que aunque correctísima, no llega a su altura. “Leyenda” es un acercamiento superficial a la vida de los hermanos Kray, que no explota la psicología de la relación entre ellos, y cuyos episodios de narrativa delictiva carecen de un enganche dramático. Y es una pena, ya que tanto la ambientación de la época como la interpretación de Hardy son impresionantes. Pero el guión no logra explotar todos los recursos que el director logró juntar, y le quita calidad a la película. Pero no dejen de darle una oportunidad, en especial si gustan del género de gangsters, van a salir del cine bastante satisfechos.
La fascinante historia de los hermanos gemelos Krays –macabros monarcas del hampa inglés durante buena parte de los años ’60– ya fue llevada al cine en 1990 en EL CLAN DE LOS KRAYS, una muy sólida película de Peter Medak. Un cuarto de siglo después llega una nueva versión de la historia, esta vez al mando de Brian Helgeland, el director de CORAZON DE CABALLERO y REVANCHA, pero mucho más conocido (y reconocido) como guionista de películas tales como LOS ANGELES AL DESNUDO, EL COMPLOT, RIO MISTICO y el ROBIN HOOD, de Ridley Scott, entre muchas otras. La otra particularidad de la película es que, a diferencia de la anterior (que tenía como coprotagonistas a los hermanos Gary y Martin Kemp, músicos de la banda Spandau Ballet para más datos) aquí los dos personajes son interpretados por el mismo actor: Tom Hardy. Caracterizado de manera muy distinta para que nunca nos queden dudas cuál es cada hermano, Hardy logra hacer algo muy raro: estar muy bien en un papel y bastante mal en el otro. Como Reggie Kray, el más estable y organizado de los hermanos, Hardy es un clásico antihéroe que lucha consigo mismo entre dedicarse a cuidar su creciente imperio del crimen o ceder a los deseos de su joven esposa y dejarlo todo por una vida familiar. Su hermano Ronnie Kray, en cambio, es mentalmente inestable, violento y gay, de esos personajes que dan para que los actores se lancen a una barricada de gestos y tics premiables. Y, siempre dentro de su económico registro, Hardy cae en la tentación de hacer la “gran actuación”, logrando fascinar e irritar al mismo tiempo, pero principalmente lo segundo. legendLa historia del ascenso y caída de los Krays –que se dedicaban al crimen organizado tras la fachada de sus clubes nocturnos de moda– la narra, sin embargo, Frances (Emily Browning), que empieza noviando y enamorándose de Reggie para luego casarse con él pese a la oposición de su familia, que sabía que la cuestión no tenía manera de terminar bien. Desde su punto de vista (no muy respetado, narrativamente hablando) vemos a Reggie crecer en su carrera como gangster y encontrándose, a la vez, con muchas complicaciones. Algunas provocadas por bandas rivales (la policía casi no los tocaba, pese a los intentos en vano de encerrarlos del investigador que encarna Christopher Ecclestone) y otras por su hermano Ronnie, que al salir de un instituto psiquiátrico quiere comandar la banda junto a Reggie pero su personalidad volatil y explosiva lo lleva a destruir prácticamente todo lo que se cruza en su camino, incluyendo la relación con su propio hermano. Los “trucos” de cámara para hacer interactuar a Hardy con Hardy pasan inadvertidos la mayor parte de las veces y la narración es siempre fluida en lo que a eso respecta. Donde falla es en que da la impresión de quedarse más en el anecdotario de los hermanos, en mostrar algunas clásicas escenas violentas (hay un par de peleas completamente desquiciadas y cruentas) que en tratar de llegar a algo más profundo o complejo acerca de la peculiar historia y química entre estos dos hermanos. La parte familiar de los Krays (la relación de Ronnie con su madre fue crucial en la vida real) recibe poco tiempo en la película lo cual le quita buena parte de su particularidad y la convierte en una historia gangsteril acaso demasiado genérica. legend hardysDe todos modos, en este universo Helgeland se mueve con conocimiento de causa y con una notable habilidad para escenificar algunos impactantes planos secuencia, a lo que hay que sumar las ya citadas escenas violentas que tienen un aire inevitablemente scorseseano, influencia que es notable también en el uso constante de canciones pop de la época. A diferencia de Scorsese, Helgeland no logra crear con esos mecanismos visuales algo que vaya más allá de una digna película de gángsters. Eso, igualmente, no es poca cosa. Es un género al que siempre le viene bien la presencia de un director sólido y conocedor del terreno en el que pisa.
Como venimos viendo hace años nos volvemos a introducir en otra historia de mafia y gánster. Se encuentra protagonizada por Tom Hardy, quien se encuentra pasando un gran año en lo laboral, lo vimos recientemente en: "Mad Max: Furia en el camino" y próximamente en "El renacido". Aquí compone excelentes dos personajes a: Ronald Kray / Reggie Kray, dos gemelos, que fueron conocidos como los “Kray twins”. Provocaron robos, incendios, agresiones y asesinatos, entre otros delitos. Propietarios de clubes nocturnos donde pasaron distintas figuras conocidas (del espectáculo y la política) y aterraron a la sociedad londinense. Algunos actores secundarios que se destacan: Emily Browning (“Pompeii") como Frances Shea esposa del mafioso Reggie Kray (pero no llega a lucirse demasiado); David Thewlis (“La teoría del todo”) como el administrador; otros un poco desaprovechados como Christopher Eccleston (“Los otros”), entre otros. Tiene un buen acompañamiento de la banda sonora y reconstrucción de época, muy buen ritmo, atrapante y entretiene. Dirigida por Helgeland “Devorador de pecados”, “Revancha”, entre otras. Uno de los problemas del film es que el guión se olvida de profundizar un poco la biografía de estos hermanos Kray.
Legend puede parecer otra biografía criminal más de sujetos que ganaron mucho dinero y mala fama con actividades extracurriculares, con una ligera diferencia de por medio: Tom Hardy. En este caso en particular, fue una dupla la que causó estragos en una Londres de 1960, los hermanos gemelos Ronald y Reginald Kray, Ron y Reggie para los más allegados. Y es el mismo Hardy que se divide en dos y les otorga personalidad a los Kray con su extravagante actitud y aplomo, convirtiéndose el actor británico en el principio y el fin de lo que la hace sobresalir. La película de Brian Helgeland, con guión propio basada en el libro de John Pearson, es bastante tópica en la recreación de época y en los conflictos entre diferentes grupos de criminales, pero se destaca cuando le da paso a que aflore el conflicto familiar entre los gemelos. Es en esos momentos en donde Hardy reune toda su fuerza interpretativa y, por un lado, construye a Reggie, el más calmo y racional de los hermanos, casi como una extensión de su propia persona. Reggie es suave y sofisticado, todo lo contrario a Ron, un homosexual declarado al que le falta más de un caramelo en el frasco. Es Ron el que le permite a Hardy meterse en personaje y desplegar todos sus recursos para darle dimensión a una persona conflictiva, con muchos problemas personales, pero que da lugar a inmensas escenas donde el actor se nota imparable. Ambos papeles son muy diferentes, y no sólo en la presencia física y los atuendos. Hardy es el núcleo del film, y cuando no está en pantalla, la trama pierde fuelle. Es una pena, porque hay un excelente elenco secundario, comenzando con la mujer que osa interponerse entre los hermanos, la narradora poco confiable que es la Frances Shea de Emily Browning, y siguiendo con grandes nombres como Christoper Eccleston como el detective tras la pista de los hermanos, David Thewlis como el abogado fiel de los Kray, y hasta un cameo de Paul Bettany como un rival. Pero con una duración de dos horas y un poco más, los eventos que se suceden terminan por estirar una historia que con menos metraje hubiese resultado mucho más sólida, y de no haber apelado tanto a la narración omnisciente del personaje de Browning, las cosas hubiesen quedado mucho mejor a interpretación del espectador y no con información repetida una y otra vez. La película de Helgeland tiene estilo, pero no tanta sustancia como se cree. La primera mitad es muy interesante, pero luego la atención se va perdiendo, no importa cuántos entrecruces y peleas haya entre los hermanos, amén de un excelente equipo técnico y dobles de riesgo que hacen de una pelea entre los Kray uno de los mejores momentos que Legend tiene para ofrecer. Si de algo sirve esta historia biográfica de gángsters, es para cimentar nuevamente lo colosalmente grande que es Tom Hardy como actor.
Ron y Reg Kray fueron dos hermanos gemelos que manejaron a su antojo los negocios de la mafia en el East End londinense en los ’70. La violenta historia tuvo una adecuada adaptación en 1990, bajo la noble batuta del húngaro Peter Medak (The Ruling Class, The Changeling). Esta adaptación lleva la firma del director y guionista Brian Helgeland, coautor de trabajos como el sofisticado policial L.A. Confidential y Mystic River de Eastwood, y si bien sostiene el aura de la historia, carece de una fuerte organización narrativa. Es Tom Hardy, quien interpreta a ambos hermanos sin chascos visuales, el hombre que empuja la pelotita al otro lado de la red. Hardy es Reg el avispado y Ron, el psycho/débil mental, y el balance es perfecto. La película muestra la rivalidad entre los Kray y los Richardson, el ascenso de los primeros hasta alcanzar un deal transatlántico, y el desplome de la hermandad, consecuencia de la estupidez de Ron. Clásica, muy deudora de Guy Ritchie y algo también de Scorsese, Leyenda es un tour de force para Hardy y sin duda entretiene.
Tom Hardy y Tom Hardy se ponen en la piel de los hermanos Kray, dos gangster que quieren tomar el control de Londres. Uno de ellos tiene algún tipo de problema, como Forrest Gump pero muy enojado y el otro es el otro típico mafioso italiano (pero inglés) que ama a su hermano y a su madre de demasiado, que tiene todo controlado y de esos con los cuales uno no se metería. La película de Brian Helgeland (“Payback”, 1999) empieza con la voz en off de Frances (Emily Browning) contado un poquito como quiénes son y cómo es el mundo que los rodea. Ella, durante toda la película sigue comentando lo que sucede y no es algo que moleste, la voz, el acento, todo bien. Quiero destacar el trabajo que hace Dick Pope, él es el encargado de la fotografía y se nota que junto con el director quisieron hacer algo visualmente lindo. Todo muy ordenado, muchos colores representando la época de los 60’s y hasta tenemos un plano secuencia bastante interesante. Cada vez que veo una película de gangster o ladrones en Inglaterra tengo un pequeño problema que volvió a salir a luz acá. Me da la sensación que es todo muy Guy Ritchie. Tenemos la voz en off, la cámara puesta en lugares no muy ortodoxos, ladrones, Tom Hardy, el color de “RocknRolla”, buenas música y un Tom Hardy gay. No me molesta igual porque Guy hace todo bien y que la película tenga cosas así la hace más que interesante. Lo de Tom Hardy es genial. Tener que pelearte con vos mismo no debe ser muy fácil y está todo más que bien. Todo el crecimiento de sus personajes está bien representado y va con la trama. Se ganan fácil el cariño del que está viendo y aunque lo único que hacen es crear para destruir o al revés no importa, porque como dijo Margot Robbie hace unos días “We’re bad guys, it’s what we do”
Gemelos temibles El gran trabajo de Tom Hardy com poniendo a los dos protagonistas vale el precio de la entrada. Los gemelos Reginald y Ronald Kray fueron los gangsters que dominaron el crimen organizado en Londres a fines de los ‘50 y gran parte de los ‘60. Su poder no se basaba sólo en la violencia: como dueños de casinos y clubes nocturnos, se hicieron de una gran cartera de contactos políticos, artistocráticos y faranduleros. Y terminaron convirtiéndose ellos mismos en celebridades del Swinging London: daban reportajes, iban a programas de televisión y eran retratados por fotógrafos de moda como David Bailey. La historia es tan atractiva que ya hubo tres películas sobre el tema: El clan de los Krays, de 1990, y The rise of the Krays y su secuela, actualmente en cartel en Gran Bretaña, The fall of the Krays. Y también está Leyenda, con un mérito indudable: Tom Hardy. Curiosamente, la Academia de Hollywood lo nominó al Oscar como mejor actor de reparto por El renacido e ignoró este gran trabajo, en el que interpreta a los dos gemelos con maestría. Su carismática presencia sostiene la película, sobre todo en los momentos en que se pone en la piel de Ronnie, ese matón abiertamente homosexual -una rareza para la época- medicado por su esquizofrenia paranoide. El es una bomba de tiempo y Reggie debe hacer malabares para controlarlo: el vínculo entre los gemelos es la esencia del asunto. Con lo demás hay un problema: el síndrome Buenos muchachos. Scorsese creó un modelo al que gran parte de los largometrajes y series de gangsters que vinieron después intentaron parecerse. La mayoría fracasó en el intento, y Leyenda también: esta película inglesa contada al estilo norteamericano cuenta con una buena recreación de época, una gran banda de sonido, pero su ritmo va decayendo y, salvo los gemelos, ninguno de los personajes alcanza tridimensionalidad. Ni siquiera la mujer de Reggie, elegida por el director Brian Helgeland (ganador del Oscar como guionista de Los Angeles al desnudo) como narradora de la historia mediante una redundante voz en off. Es así, nomás: Buenos muchachos hay una sola.
La actuación. ¿Es la actuación responsable del éxito cualitativo de una película? Los actores egocéntricos (casi todos) dirán que sí; porque ven las películas desde la actuación, ven la performance no sólo como medio (de un fin superior: una idea del mundo) sino además como responsable primaria de un triunfo de la puesta en escena. Claro que esa no es nuestra tarea, por suerte la mayoría de los espectadores no somos actores. Hay sobrados ejemplos de que actores no profesionales con registros que podrían ser considerados negativamente o actores profesionales sin galardones ni mucha técnica pueden formar parte de una gran película (un caso relativamente actual y nuestro es el de, por citar alguna, Vil Romance de Campusano); por el contrario, es más difícil que sólo una gran actuación consiga redimir una puesta en escena fallida. Tom Hardy la rompe casi siempre, por desgracia acá no tanto como en La Entrega (The Drop, 2014), sobre todo porque la puesta de Brian Helgeland es pretenciosa, tan grandota en su cáscara que pide un Hardy que atente contra su sutileza natural y reviente su actuación en una performance demasiado exagerada. Claro que al menos en esa exageración de Hardy -que va de la mano con la artificialidad hiperbólica de un Helgeland muy poco verosímil para el clasicismo que parece proponer- hay mucha vitalidad, algo que no tiene, en líneas generales, una historia soporífera que se sostiene por aislados sketches cómicos más que por la pura fuerza narrativa que la debería mantener viva y potente. La leyenda. Leyenda es un título adecuado para una película sobre los Kray. Es acertado porque en el este de Londres los Kray ya no son carne y finitud sino mito y universo. Si alguien sentado en un bar tomándose una pinta te dice que una vez hizo un laburito para los Krays, se cuelga en el pecho una medalla que le otorgan todas las calles de Londres. Claro que debe haber mucho fabulador, pero algún vejete que estuvo metido en lo espurio todavía debe guardar algo de verdad adornada. Esa misma verdad que le falta a la artificialidad vacua de Helgeland. Porque aunque tenga cosas de la Goodfellas de Scorsese (la entrada al casino de Reggie Kray con su novia simulando la ya mítica entrada al Copacabana de Henry Hill junto a su chica en ese plano secuencia demoledor, o la buena escena de la madre de los Krays repartiendo té contra la secuencia en la que la propia madre de Scorsese organizaba una cena de madrugada), en esta puesta no hay un gramo de verdad como sí había en Buenos Muchachos, más moderna desde lo formal pero más genuina y verdadera desde el cuento y la leyenda. Uno de los problemas de Helgeland es que no asume del todo su farsa, lo mismo le ocurrió en Revancha, una película con tal artificialidad (falsedad), con tanto cliché desaprovechado por una convencionalidad fastidiosa en el armado de los planos que no le permitía jugar con los géneros o la ironía, además de desperdiciar al enorme Gibson y a un buen actor como Gregg Henry, capaz de romperla con De Palma en Doble de Cuerpo y terminar apestando con un Helgeland que nos confirma lo del actor envase/ herramienta de algo superior. Leyenda continúa con el “ciclo Helgeland” de películas superficiales, sin humanidad en sus personajes, sin historia en sus planos, y sin alma en su representación.
Imperio de violencia Para los ingleses, Ronnie y Reggie Kray son una verdadera leyenda: dos hermanos gemelos que fundaron su propio imperio en los años 60, cuando dominaban una red mafiosa de juego clandestino y drogas mientras se escudaban en el glamour de ser dueños de varios boliches de moda. Los Kray eran famosos por sus métodos violentos y su falta de escrúpulos, pero también eran queridos y populares en el East End, la parte pobre de Londres, y llegaron a codearse con lo más alto del poder. Al director Brian Helgeland le sobra experiencia como guionista (“Los Angeles al desnudo”, “Río místico”) y eso se nota en “Leyenda”. El realizador narra con intensidad y precisión el ascenso y caída de los Kray, tomando influencias que van desde Martin Scorsese hasta Guy Ritchie, y apelando a una violencia cruda y seca. La película se centra especialmente en las diferencias entre los hermanos y el deterioro de ese vínculo: por un lado está el más seductor y negociador Reggie, y por otro el brutal, ambiguo y desequilibrado Ronnie. Son personajes complejos y oscuros, y el gran gancho de “Leyenda” es que los dos están interpretados por Tom Hardy (“Mad Max: furia en el camino”), que acá termina de demostrar que es uno de los mejores actores de su generación. Lo que le falta a la película es contexto histórico. El submundo delictivo de los Kray transcurría mientras Inglaterra era el centro del universo con el boom de los Beatles, el Mundial del 66 y la revolución de los jóvenes marcando tendencia. Rara vez la película da cuenta de eso. Tampoco profundiza en la realidad política y económica que favoreció el ascenso de los gemelos y después precipitó su caída. Hacia el final, “Leyenda” termina siendo una biopic potente pero demasiado convencional.
Gángsters de corazones Lo primero que podría decirse sobre esta historia de mafia ambientada en el corazón de Londres en los sesenta, es que más allá del contexto se reduce a un triángulo amoroso construido a partir de dos personas y tres personajes. Porque aunque no se tarde demasiado en creer el trabajo del actor que interpreta a los gemelos Kray -con antecedentes ilustres como el de Jeremy Irons en su doble rol de Pacto de amor que mantuvo la vara bien alta-, el ejercicio de buscar a qué trucos apela Tom Hardy para diferenciarse de sí mismo es inevitable. Y lo logra, a veces con torpeza y otras con cierta solvencia pero sin que derive en problemas graves de identificación. Si bien Hardy sobreactúa y afecta un poco la credibilidad, el hecho de que Ronald -uno de los gemelos interpretados- utilice anteojos al igual que el real, facilita las cosas tanto como para cuando Superman necesita diferenciarse de Clark Kent. Y ya una vez convencidos de que estamos viendo a dos personas muy diferentes, la discusión se va para otro lado, proponiendo desmenuzar el vínculo enfermizo entre esos dos gemelos que han decidido progresar teniendo como medio esa profesión violenta que anuncia el título -la mafia del control del juego-, hasta que llega el interés amoroso encarnado por esa belleza celestial -y un tanto estereotipada- de Emily Browning para cambiarlo todo. Ese triángulo al que hacía referencia sigue repitiéndose en la metodología narrativa porque también Leyenda: la profesión de la violencia cuenta tres historias; la del amor entre Reggie y Frances, la del vertiginoso ascenso y caída de la organización criminal de los gemelos Fray, y la de la insania y tono inquebrantable del vínculo fraternal entre Ronald y Reggie. La anécdota de base real es tomada por Brian Helgeland (Corazón de caballero, Revancha) a modo de biopic y narrada desde el punto de vista de Frances, quien termina aportando la cuota de cordura necesaria para medir los alcances morales. Porque al parecer Helgeland necesita definir ciertas situaciones y excesos implantando un regente moral. Quizás uno de los pocos pecados del director sea no dejar que se juzguen esas cuestiones desde fuera de la pantalla e intentar justificar la muerte de otros “profesionales de la violencia” a los que considera menos dignos de mantenerse con vida que sus eventuales verdugos. La voz de Frances comienza haciendo una descripción en off de los Krays, incluso poniéndolos en el mismo nivel de importancia aunque su relación fuese sólo con Reggie mientras que con Ronald se limitara apenas a una suerte de trato frío obligado por el vínculo. Pero lo hace, los describe de manera omnisciente como a seres entrañables de su familia a quienes extrañará dolorosamente -sin dar detalles del por qué del distanciamiento- y de igual manera a pesar de todo. Intenta poner en palabras lo que luego en acción cobra dimensiones difíciles de aceptar para quien desee una relación convencional. Porque luego todo se degenera y es ella misma quien deberá buscar un límite o proponer una elección. Pero el objetivo de los Kray siempre fue claro aún desde antes de conocerla: avanzar con su propia organización, exterminar a los rivales de su estatura y pactar con los grandes, sabiendo en qué momentos deben pelear, en cuáles ponerse firmes o simplemente bajar un poco la guardia para ganar en una negociación. Y aunque ella, la Frances dentro de la historia lo sufra, la voz omnisciente parece entenderlo, al igual que a la larga y sin mucho esfuerzo gracias a ella, lo hará el espectador. El cuento resulta efectivo en parte gracias a que el “trío” de intérpretes funciona de maravillas y se completa con una segunda línea que sabe incluir a los sospechosos de siempre, esos soportes esenciales como los buenos de Paul Bettany, David Thewlis, Christopher Eccleston y el rescatado Chazz Palminteri -hablando de sospechosos habituales- que volvió de los 90 para que las nuevas generaciones puedan ponerle un rostro digno a los jefes de la mafia en las producciones del género. Podría objetarse algún detalle como el uso de ciertos clichés para definir relaciones insanas entre hermanos o socios de empresas -delictivas o no- que la conducen a su caída. Es la aparición inevitable de ese enemigo interior que atenta contra la evolución perfecta cuando ya no existe competencia externa. También es cierto que los personajes que terminan muriendo de una manera violenta lo hacen a la usanza tradicional, es decir buscando que el espectador los desprecie y empatice con el asesino. Se hubiese agradecido menos justificación para algunas ejecuciones pero no se puede culpar al director/guionista por aplicar una fórmula de éxito tan probada. La realidad es que Helgeland compone escenas y planos de una manera tan agraciada -y con bandas de sonido prodigiosas como en este caso- que convierte a la violencia en un personaje más, acompañando a la historia sin dañarla y llevándola hacia una evolución lógica. Hay lealtad, traición, locura, prejuicios y muerte en dosis aceptables para que todo fluya y converja hacia un final más que razonable. Pero no existen objeciones que alcancen para restar méritos: Leyenda: la profesión de la violencia es una historia de criminales que no carece de pasiones ni de afectos genuinos, esos que a la larga afectan cualquier negocio por frío y calculado que sea. Y todos sabemos que el amor vence al odio, salvo que tengas una .38 o un puñal en el bolsillo y estés dispuesto a usarlos para defenderlo.
Un doblez sin claroscuros y con algunas torpezas Los hermanos gemelos y el cine son de relación fructífera, siniestra. Entre varios ejemplos, dos magistrales: Tras el espejo (1946), con Olivia de Havilland desdoblada en crimen ejecutado por el maestro de las sombras y alemán Robert Siodmak; y Pacto de amor (1988), con Jeremy Irons en trance dual, alucinado de pasión quirúrgica, cortesía de David Cronenberg. Con Leyenda, la profesión de la violencia toca el turno al ascendente Tom Hardy, quien recrea vidas y violencia de los hermanos Ronald y Reggie Kray, gángsters verídicos de la Londres de los '60. Conforme a una dicotomía explícita, Reggie es el más centrado, con sapiencia e intuición de negocios, además de vida matrimonial; mientras Ronald requiere de medicamentos que le controlen, liberado del psiquiátrico por influencias, con una conducta (homo)sexual desbocada. Con tales premisas, teñidas de crímenes y Swinging London, el film de Brian Helgeland no puede menos que atraer. Pero el encanto noir y british apenas si rasguña. El director norteamericano ‑de títulos como Revancha y Devorador de pecados, además de guionista prolífico‑ planifica un film de acción con torpeza y golpes de efecto. Por eso, podría decirse que Tom Hardy, por físico, es el actor justo. Cuando sucede la escena del bar, las piñas y el martillo, la contundencia es bestial, algo paródica. Apariencia que no permite fisuras ni grietas por donde transcurra una sensibilidad distinta, como la que el mismo actor profesara en la noir y notable La entrega, con guión de Dennis Lehane. De modo tal que en vano querrán buscarse en Leyenda tintes poéticos, de angustia y doppelgänger. El doble es visto aquí como un artificio para el lucimiento de un actor desbocado o retraído, pero sin matices. También para los artilugios técnicos que permiten la participación de los personajes en el mismo plano. No hay claroscuros ni crimen como la más bella de las artes. En todo caso, distingue la fotografía de Dick Pope, para una reconstrucción de ciudad y barrios luminosos, de decorados y artificios digitales, que participan sin problemas con la dentadura falsa de Hardy y su Ronald Kray. Si no hay angustia no hay sombras. Si no hay sombras, poco se esconde. De manera tal que Leyenda puede ser visto como un film más o menos curioso, incapaz de problematizar, tendiente a la caricatura y el lugar común: en este caso, la participación obvia de Chazz Palminteri. Que sobre el desenlace las caracterizaciones de Reggie y Ronald varíen de manera inversa, no añade complejidad, sino otro golpe de efecto, superficial, sin anidar en aquello que no se puede decir con palabras, en donde sólo pueden atisbar mentes cinematográficas, como las de Siodmak y Cronenberg.
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Un paranoico esquizofrénico entra a un bar. Crítica a ‘Leyenda: la profesión de la violencia’ Se le debe a Tom Hardy un reconocimiento, es el actor actual más violento en la pantalla grande, y no me refiero a que sus películas sean en sí violentas, sino que su método performático se caracteriza por ser provocador y temible. Le atribuyo esta designación, por muchos debatible, a una pose en particular que está presente siempre y que en Leyenda: la profesión de la violencia se convierte en una especie de guiño o marca del personaje. La tensión tira como una cuerda a punto de cortarse. Los personajes discuten, mientras el intercambio avanza Hardy se acerca a su contraparte, pierde de momento la palabra y presta su oído, escuchar se vuelve de pronto el centro del universo, puesto que es la palabra la ignición que enciende la pólvora y precipita el desastre. Hardy está atento, pero el otro no, puesto que hay una advertencia en la inclinación del cuerpo preparada para asestar el primer golpe. Los ojos nunca sostienen la mirada, no puede distraerse, tampoco quiere persuadir ni intimidar, los hecho se deben suceder en el orden dispuesto por un sentimiento que es verdadero y es reflexivo.
CONTRASTE MÍTICO “Esa es mi fórmula. Me gusta mezclar celebridades con algunos, sólo algunos, bribones del East End. A los apostadores les encanta. Es bueno para el negocio”. La frase de “Reggie” podría parecer un tanto intrascendente, quizás hasta banal si no fuera porque encierra en ella la lógica de motivación de los hermanos Kray: la desesperada necesidad de exhibición. Dicha dependencia no sólo se traduce en que uno sea dueño de clubes o locales y el otro realice constantes fiestas privadas, sino también en su modo de proceder como gángsters desde los pactos, la forma de trabajo o la elección de sus confidentes. A final de cuentas, la codiciada exhibición no hace más que realzar la complejidad de los gemelos Reginald y Ronald, la cual es asociada también por el director Brian Helgeland en la lealtad de la sangre y en la dicotomía entre uno y el otro. Ambos rasgos recorren toda la película y se vinculan con otro elemento central: la consagración del mito. Ya se plantea desde el nombre del filme que es Leyenda, y también desde el inicio de la voz en off de Frances: alrededor de los 50 y 60 se construyeron una serie de relatos falsos o apócrifos acerca de los gemelos y el filme pareciera ser la voz autorizada que imprime su cuota de verosimilitud frente al caos; un intento de orden basado en la detección de las particularidades de “Reggie” o “Ronnie” en relación con ese entorno violento, ambicioso y cotidiano. Entonces, adquiere el mismo tono un pedido de matrimonio, la aniquilación de los rivales o las visitas a la casa de la madre, puesto que el director retrata de forma exhaustiva a ambos protagonistas, en una especie de superposición de bloques entre uno y otro. Este tratamiento le quita cierta agilidad a los protagonistas y a su accionar. Ya no importa la hazaña, se vuelve imperioso el sentido mítico del relato; sin embargo, la valoración trascendental pierde su eficacia a medida que agota su postura. El uno y el otro son la misma cosa y lo mantienen hasta el final: una acción repetida en dos momentos diferentes trae consigo la misma consecuencia. La oposición termina siendo lazo, incluso después de la muerte. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Ronald y Reginald Kray son dos gángsters gemelos que hacen del crimen su oficio en los años 50 y 60 en Londres. Su imperio parece abocado al desastre cuando el segundo de ellos es conminado por su esposa a dejar “la mala vida”. Y es Tom Hardy (nominado al Oscar por su personaje en El renacido) quien se pone en la piel de los gemelos, quienes realmente existieron y que devastaron las calles de Londres llevando a cabo una carrera delictiva con una ola creciente de asesinatos, robos y extorsiones en la zona del East End. Leyenda está dirigida por Brian Helgeland (L.A. Confidential, Robin Hood), quien adapta la novela “The Profession of Violence: The Rise and Fall of the Kray Twins” de John Pearson en un intento de biopic que no alcanza para impresionarnos. El mayor error del film es querer mostrarnos el submundo londinense retratándolo como cualquiera de las películas sobre mafiosos que ya hemos visto. A excepción de la relación entre los hermanos, Leyenda no logra dispersarse de los lugares comunes a los que acude un film de este estilo. La mayor atracción de la película está dada por la doble interpretación de Tom Hardy interpretando dos papeles antagónicos y el trabajo de edición para llevar a cabo escenas muy bien logradas y sin suciedad. Además debemos decir que está muy bien logrado el diseño de vestuario y la ambientación de los escenarios. Hardy resulta muy convincente (incluso cuando interpreta a Ron) y le pone el cuerpo al film, pero la falla en la historia permite darnos a las claras que no es el mejor trabajo del actor, quien en algunas escenas acude a la redundancia. El guion deambula sin rumbo fijo y no sabiendo bien qué contar. Tampoco la voz en off de Frances (Emily Browning) aporta a la historia, quien como la esposa de Ronald intenta alejarlo de la mala vida y limpiar su nombre. Leyenda es un retrato de la mafia a lo Scorsese pero que se queda solo en lo superficial sin ahondar en otras cuestiones que podrían haberla llevado a trascender. Nos deja con ansias de más, aunque nunca llega.
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Hace mucho, mucho tiempo, el guionista y director Brian Helgeland había logrado un par de buenas películas. Una de ellas fue la comedia negrísima Revancha, con Mel Gibson, y la original y divertida Corazón de caballero. Después, misterio: poca cosa y no muy buena. Leyenda es otra biografía de los hermanos Kray, que en los años sesenta fueron los dueños de la mafia londinense. La primera, El clan de los Kray, de Peter Medak, era bastante buena. Y esta no. Básicamente porque Tom Hardy, que interpreta a ambos hermanos, no da el pinet. Demasiado galancete ara el hermano “centrado”, demasiado absurdo para el hermano “loco peligroso”, su trabajo disuelve el romanticismo que es marca de fábrica del director y pone demasiado el acento en ciertos elementos simbólicos que, a decir verdad, están de más. No faltan escenas violentas bien filmadas, aunque son escasas. No falta algún momento muy molesto (una violación, por ejemplo, que parece consentida) pero tampoco sería un problema: el básico es la dificultad que tenemos en creernos a los protagonistas.
El director de la amable Corazón de caballero reconstruye la vida de dos gángsters gemelos (y famosos en Inglaterra) en un film execrable, excepto por la notable labor de su actor principal La fascinación por las películas de gángsters tiene una explicación plausible: representan el costado ominoso de un sistema, su correlato estructural acallado, el lado inconfesable de una forma de vida que se justifica por su adoración al dinero y el poder intrínseco asociado a él. Las grandes películas del género nunca dejan de asociar el relato que ponen en escena con ese gran oscuro relato del capitalismo, una forma de vida que en ese género sugiere que el crimen organizado es constitutivo de su funcionamiento. Basada en el libro La profesión de la violencia: el ascenso y caída de los gemelos Kray, el filme de Brian Helgeland es un intento casi caricaturesco de poner en escena la existencia sórdida de los dos hermanos que fueron los mafiosos más temibles de Inglaterra durante la década del ‘60: Ronnie y Reggie Kray. Después de que una voz en off introduzca a los personajes y la época, la primera escena de relevancia tendrá lugar en un psiquiátrico. Sucede que Ronnie puede ser muy violento cuando su paranoia lo domina; además, es homosexual, una opción erótica que en ese tiempo y lugar de ningún modo resultaba indiferente, algo que el filme ni se molesta en explorar. Reggie, por su parte, no es menos violento que su hermano, aunque su conducta general contradiga cualquier manifestación patológica. La unión de los hermanos se presupone por su ostensible amalgama genética, una verdad asumida que el filme no es elocuente a la hora de demostrarla. La realidad es que el trabajo de Tom Hardy es notable; sus composiciones de ambos hermanos solamente comparten sus rasgos básicos, ya que la repetición del semblante se contrasta por la diferencia de sus actos y modalidades expresivas. Por cierto, la única razón para ver este filme sociológicamente perezoso radica en el esfuerzo carismático del actor por revivir a esos dos psicópatas a los que la película les confiere el protagonismo y les asigna situaciones para dramatizar la insignificancia de sus respectivas existencias. El otro personaje que importa es la esposa de Reggie, que durante casi todo el filme es nuestra anfitriona; gentilmente nos toma de la mano y nos pasea por este cuento sádico de familia en el que la historia es algo que sucede en otro lado y que poco tiene que ver con sus personajes principales y secundarios. El resto es pura ilustración mecánica de algunos eventos propios de la enunciación telegráfica de Wikipedia: los hermanos mataron a tantos, fundaron un club, se relacionaron con la mafia de Las Vegas, fueron perseguidos por un inspector y en algún momento murieron. Estas leyendas del hampa necesitarán otra película para ser recordadas, si es que merecen tener lugar en nuestra memoria. A priori y a posteriori del filme, eso no parece imprescindible.
Ascenso y caída de dos estrellas del hampa londinense El juego de gemelos en el cine no es nuevo. Una de las primeras apariciones fue con el filme deDavid Swift: “Operación Cupido” (“The parent trap”, 1961), con la doble actuación de Hayley Mills, pero la diferencia con aquél es no sólo el paso del tiempo, sino que la tecnología actual facilita la creación de espacios múltiples en los que pueden coexistir un actor y dos personajes al mismo tiempo. Lo que en aquél momento se hacía con manufactura manual hoy permite realizar maravillas como en el caso del actor Tom Hardy (“El topo”, 2012, “Batman: el caballero de noche asciende”, 2012, “Mad Max”, 2015, “Revenant: El renacido, 2015). Tom Hardy en “Leyenda: La profesión de la violencia”, logra interpretarse a sí mismo magistralmente en dos encarnaduras físicas de extrema coherencia, y que a pesar de ser tan diferentes se interrelacionan muy bien entre sí, hasta el punto que el espectador olvida que está visualizando al mismo actor. Los dos personajes están basados en los gemelos Reginald y Ronald Kray, que gobernaron el mundo del hampa londinense en la década del 60. A pesar de su naturaleza violenta los hermanos se auto convirtieron en celebridades. Poseían clubes nocturnos al que concurrían aristócratas, estrellas de cine y famosos deportistas e incluso, en su ascendente camino a su propia destrucción, fueron fotografiados por David Bailey (1965) para su galería de estrellas. El retrato se convirtió en la Mona Lisa del hampa, ya que fue realizado en el apogeo de los gemelos y su impacto fue increíble en el mundo cultural. Esa combinación de sangre, fulgor y dinero fue la que abrió paso a la leyenda que se tejió sobre ambos hermanos, a tal extremo que el capo mafioso de los Estados Unidos, Meyer Lansky, quiso asociarse con ellos. “Leyenda” el primer filme de Brian Helgeland, guionista de: “Los Ángeles al desnudo” (1997), “Mystic River” (2003), “Robin Hood” (2010), “La ciudad de las tormentas” (2010), y una veintena de títulos, es la historia de dos hermanos, gemelos reales, que se convirtieron en mafiosos notorios en el Londres de la década de 1960. Brian Helgeland no se empeña en hacer un thriller remedando a Martín Scorsese, René Climent, Martín Minghella, Ridley Scott, o como “Al rojo vivo” (1949), de Raoul Walsh, con James Cagney, sino que optó por una solución inteligente e interesante: tomó prestadas estructura y escenas de “La ley del hampa” (“The rise and fall of legs Diamond”, 1960) de Budd Boetticher. Tampoco tomó la historia contada en “The Krays” (1990) de Peter Medak, con los hermanos Gary y Martin Kemp, del grupo británico Spandau Ballet, en los papeles principales. La realización de Brian Helgeland se basó en notas periodísticas y en el libro “The profession of violence” de John Pearson. Leyenda, rescata como registro arqueológico, para quienes no vivieron los frenéticos 50-60, una sociedad londinense, que ya está desdibujada y des contextuada de la realidad del siglo XXI. En todo el filme hay un trasfondo de humor a través de un idioma ilegible, ya utilizado por Guy Ritchie en “ Snatch: Cerdos y diamante” (2000), propio del Cockney East End de Londres. Un barrio cuya fama deriva de la época de la reina Victoria, cuyos habitantes provenientes de diferentes regiones pobres de Europa, escapados de los pogroms y la miseria, se refugiaron allí. El lugar poseía una historia más que siniestra de:hacinamiento, pobreza, crimen violento, industrias contaminantes y malestar social. No es de extrañar entonces, que el crimen, la inmoralidad, la embriaguez y la violencia fueran moneda corriente. Pandillas, prostitutas y ladrones recorrían las callejuelas apenas iluminadas que, a finales del siglo XIX, se había dado a conocer como "The abyss" (El abismo). Los Kray (en ruso quiere decir región), oriundos de ese ambiente, son elementos ideales para cualquier director que le interese el thriller, con cierto corte patológico. Brian Helgeland se los apropia y crea con ellos una obra que es un estupendo ejercicio de relato criminal, de reconstrucción de época al revivir determinadas ceremonias, como la del exótico té de Violeta Kray (Jane Wood), a través de escenas absurdas y escabrosas, acompañadas de una música sugestiva y vestuario excelente. El filme, con una excelente fotografía, es oscuro con pequeños toques de luminosidad como en la escena de la declaración de amor. Por otra parte coexisten en él una comicidad extraña con secuencias de extrema violencia. A la que vez muestra a los gemelos como idiotas patéticos, paranoides, violentos y descerebrados, pero muy afortunados por escapar de las garras de la justicia a pesar de la multiplicidad de crímenes que cometieron.El retrato de los gemelos es un típico encuadre de películas sobre el género de neta tradición británica. En ellas el esquema freudiano parecía funcionar de maravillas y en “Legenda”, también lo consigue. Los hermanos están muy bien dibujados y tipificados. Como habitantes de East End desarrollaron un espíritu indomable y una reputación de humor. Pero se omitió parte de su realidad, el incesto que existía entre ellos y al orquestador de su imperio, el hermano mayor Charlie, muerto en el 2000. Ronnie Kray poseía una "esquizofrenia paranoide", agresivo y brutal. Era exuberante, violento, impulsivo y homosexual. Ronnie escuchaba los discursos de Churchill, amaba los westerns, siempre hacía alguna referencia a Agamenón y Utopía, pero no se sabe bien si con respecto Tomás More con su “Libro del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía”, o por “La República”, de Platón, donde se describe una sociedad idealizada, a Evémero y su escrito sobre “Inscripción sagrada”, o los mitos de Hesíodo. Ronnie era una extraña mezcla de asesino y erudito de café, que pese a su violencia hablaba en voz baja y con delicadeza a su cuñada Francés (Emily Browning), cuando ésta se encontraba frente al peligro de un ataque de furia de su marido.Reggie Kray era más ligero, inmutable, frío, agradable. Él era el ancla del equipo. Apuesto, razonable y socialmente hábil. Podía ser romántico, como cuando entrega las flores a Frances en los prolegómenos de su casamiento. Le era fiel a Ron: "Es mi hermano - dice - y él tiene un corazón de oro". Pero Reggie tampoco deja de ser un asesino, tal vez mucho más cruel que su hermano, porque en su contención era más clara la violencia. Solían decir que una taza de té podría arreglar cualquier cosa en Inglaterra allá por la década del ‘60, que es cuando reinaron los hermanos Ronnie y Reggie Kray sobre el mundo del hampa londinense. Desafortunadamente, Earl Grey, ese té tradicional, no pudo arreglar las escenas dispersas y la trama irregular y un tanto morosa que alarga innecesariamente algunas escenas. Aunque Helgeland deja claro desde el comienzo cual es el tono, el peculiar tempo narrativo y la sinuosa estética que presidirán el relato, ya que éste se abre (y cierra luego en perfecta sincronía circular) con la voz en off de Frances Shea, que se suicida a sólo semanas de su matrimonio. De esta manera se introduce al espectador en un universo fantástico donde se entrecruzan simultáneamente el áspero hiperrealismo del Londres de posguerra con la sensación ingrávida de la pesadilla. Entre la sordidez y la alucinación “Leyenda” ostenta una reconstrucción de época tan exacta como estilizada, aún en su tono de farsa.
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