Los Indestructibles parecía el sueño mojado de cualquier fan del cine de acción - en especial del que estaba de moda en los años 80 -. Stallone había hecho lo imposible, reuniendo uno de los mejores casts de la historia del cine desde que Steven Soderbergh filmara la saga de Ocean´s Eleven con Clooney, Pitt y Cía. Anoten: Dolph Lundgren (ex rival de Stallone en Rocky IV), la estrella asiática Jet Li, el inglés Jason Statham, el veterano Mickey Rourke (que viene de regreso, cobrándose todos los millones juntos que perdió en papeles de mala muerte en los últimos años), las estrellas de la lucha Randy Couture y Steve Austin; y los amigotes y socios de Planet Hollywood, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger (quien se hizo cinco minutos para dejar la gobernación de California y darle el gusto al pibe). Parece una lista de quien es quién en el mundo del botox hollywoodense. Afuera se quedaron Steven Seagal (quien está peleado a muerte con el productor del filme) y Jean Claude Van Damme, que salió con un martes 13, diciendo que esa plata debería usarse para socorrer gente en Centroamérica (!). El tema es que, ni aún con todos esos pesos pesados reunidos, Los Indestructibles logra hacer algo medianamente memorable. Es pura rutina, propia de una película directa a video, y con el agravante que la acción está rodada por un epiléptico al mando de la cámara. El problema pasa con toda seguridad por el libreto, que está co-escrito por Dave Callaham - el mismo de Los Jinetes y Doom -, y que es extremadamente chato. Cuando uno arma un ensamble de este estilo, es necesario darle cinco minutos de lucimiento a cada estrella, y que las mismas tengan peso en la historia. Pero acá la trama da señales de que los guionistas no sabían cómo manejar a tanta gente famosa; con la excepción de Stallone, Li y Statham, lo del resto no dejan de ser cameos extendidos. Dolph Lundgren dice un par de palabras, pelea dos minutos, y desaparece el resto de la historia; Mickey Rourke parece estar actuando en otra película mucho más seria y de mayor calidad que ésta, despachándose con unos parlamentos profundos que no van con el tono disparatado del relato; al menos los cinco minutos de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger son divertidos, pero no deja de ser un momento de chistes entre amigos. Y del resto, que son estrellitas serie B salidas de la lucha u otros deportes, apenas hacen algún aporte. El caso de Steve Austin es ejemplar, ya que el tipo no llega a pronunciar ni 20 palabras en todo el filme. visita los foros de discusion y descarga gratis de peliculas de SSSM - Arlequin Pero ni siquiera los diálogos (con excepción de Rouke, que tiene una larga epifanía sobre la guerra y que es lo mejor del filme) dejan una impresión duradera. Por contra, la historia está recargada de clisés demasiados desgastados, como que todas las repúblicas tercermundistas parezcan un pueblito haitiano con gente vendiendo fruta y gallinas en las calles. Todo el ejército de la ficticia república de Vilena tiene 200 hombres (!) o el equivalente de 20 minutos de cadáveres constantes que es lo que demanda el clímax. Y la historia es tan lineal que carece en absoluto de sorpresas. Stallone y Callaham se limitaron a reciclar el hit de Schwarzenegger Comando, con la diferencia que el filme de 1985 era mucho más divertido que éste. Lo otro que empaña a The Expendables es el rodaje de las secuencias de acción. A mí me gustó mucho como Stallone coreografió la violencia en John Rambo - era una prolija imitación de la cámara lenta de Sam Peckinpah -, pero acá parece sintonizar a Michael Bay en un día pasado de cafeína. Stallone mete planos de menos de un segundo en las peleas, y el resultado es caótico. En gran cantidad de momentos del climax uno termina perdido, sin saber quién le pegó a quién o cuántos murieron y de qué modo. Lo cual es una lástima ya que Stallone no ha escatimado en pirotecnia ni en peleas, pero él solito se encarga de arruinar las secuencias. Los Indestructibles está ok. En el fondo es decepcionante, ya que podrían haber armado algo mucho mejor que esto con toda la plata que costó. Están todos viejos, desgastados, deformados por el colágeno y los anabólicos, pero siguen en forma. Pero la dirección caótica en las escenas de acción y el aplastado libreto - que ni siquiera inventa frases de remate como la gente - atentan contra los méritos de lo que podría haber sido una reunión cinematográfica memorable.
Para los muy jóvenes que ni siquiera hayan visto las películas de los '80 y '90 de estos actores, Los indestructibles les va a resultar una más de los tantos films que tratan de dictadores en países sudamericanos. Pero para los que...
El último de los mohicanos Cada tanto, todo espectador de cine debería rever ciertas categorías. Una de ellas es la llamada “placer culpable”, que suele tomar forma cuando nos encontramos frente a algún gusto que sabemos jamás podríamos defender más que por un mero placer atávico, inexplicable. Con el paso de los años, buena parte de la filmografía de Sylvester Stallone, luego de su apogeo, allá por los años '80, terminó cayendo en esa gigantesca bolsa: muchas películas "invisibles" salvo acompañadas de amigos, chistes y otros asuntos varios que amenizaran el asunto. El resultado del paso de los años -como buena carne de VHS que fue gran parte del cine de acción de las estrellas de los '80 y parte de los '90- llevó a ese cine a una suerte de camino sin retorno. A poco más de tres décadas del salto a la fama de Stallone, y con muchos años encima como la mayoría de sus compañeros de banco -desde Schwarzenegger a Willis, pasando por Dolph Lundgren… (el gran ausente aquí es Jean Claude Van Damme)-, la categoría de “placer culpable” debería ser revisada en Los indestructibles. Me hago cargo de la expresión inicial al terminar de ver la película (la llamé “berretada querible”) y, a su vez, con el paso de las horas tras su visionado, reparo en la frase. Me equivoco: hay en los breves 103 minutos del film mucha más nobleza y menos cálculo del que nos tiene acostumbrado el mainstream (desde el mainstream para niños hasta el de adultos: evitaré poner nombres, sólo piensen en ogros verdes por un lado y en sueños dentro de sueños por otro y me ahorraré explicaciones), justamente porque la película de Stallone, si bien está trabajando con un montacargas de tópicos sobre el cine de acción, al mismo tiempo está haciendo una despedida melancólica, lo que denota dos grandes elementos: inteligencia y corazón. Inteligencia. Stallone concibe un mundo sin matices. Un mundo de hombres duros, motos, tatuajes, mujeres necesitadas de un hombre que las defienda, pero, sobre todo, un mundo de violencia. Sobre ese mundo posiciona a un grupo de mercenarios parapoliciales que trabaja para el mejor postor y recibe una misión. A su vez, lo sabemos desde el minuto uno de película, esos mercenarios trabajan específicamente en zonas de conflicto del Tercer Mundo (geografía implícita e imprecisa que abarca todo aquello que no es Europa ni Estados Unidos y Canadá) y resuelven lo que otras fuerzas de choque no pueden. Hasta ahí, la película no hace más que repetir un patrón reconocible del cine de acción y de aventuras: una visión colonialista sobre política internacional. Pero el giro viene por otro lado: allí donde a Los indestructibles se le demandaría una respuesta a la metáfora del intervencionismo militar, Stallone decide hacer un giro y llevar al asunto al extremo: por un lado, concibe personajes unidimensionales pero de carne y hueso, y los pone en un contexto de una autoconciencia tan grande que impide bajo cualquier concepto exigirle verosímil histórico o socio-geo-político, de por sí críticas que la película va a recibir. Un dictadorzuelo que vive en un palacete colonial centroamericano. Un país que parece que sólo vive de vender frutas y pescados. Un ejército que no habla correctamente su propio idioma y habla mejor en inglés. Un traficante de drogas (impagable Eric Roberts) que piensa que el país es suyo y puede hacer lo que quiera. Una pseudo tragedia shakespeareana entre el dictador y su hija…rebelde… que organiza una resistencia contra su propio padre. Una bandera del país imaginario en donde suceden los hechos que reúne los colores de la bandera de Jordania con el escudo de la bandera española… y el rostro del dictador de turno. Un dictador que se arrepiente de sus fechorías “porque quería ser revolucionario”. Estimado espectador: si usted verdaderamente cree que no hay elección voluntaria en estos tópicos y, por el contrario, la película pretende realismo, por favor abandone las siguientes líneas. Stallone, de esa manera brutal, sin medias tintas, revisa el cine de acción que lo convirtió en estrella y, a su vez, lo despide, le dice adiós a los gritos, como quien no quiere irse de un lugar conocido, A su vez, acompañado de un irregular núcleo de actores (donde sobresale Stratham, pero sobre todo Lundgren y Rourke), ofrece su corazón y cierra una forma de concebir el cine (de la misma forma con Rocky Balboa y con John Rambo cerró hace algunos años dos de sus mitos inaugurales como actor-director), porque, en definitiva, Stallone ama realmente a ese cine, con placer y sin culpa. Quizás buena parte de nosotros y ustedes, lectores, también. El gran Sly cuenta con esa complicidad implícita. Corazón. No hay cinismo ni dobles caras en Los indestructibles, sino un corazón más grande que un portaaviones. Desde esa perspectiva, la película revisa la carrera de varios antiguos action-heroes y los homenajea de la mejor manera: ya no desde la nostalgia de los años que destrozan al cuerpo (algo que hizo Darren Aronofsky con su más que interesante El luchador), ni sobre la autoparodia, sino sobre un criterio más que honroso, que es el de poner el pecho a las balas, hacer que el cuepo aguante sin mostrar las heridas. En definitiva, no despedirse con lástima sino con la frente en alto. Es una elección cuando menos discutible pero no menos triste que la del film de Aronofsky. En última instancia, ocultar los magullones, lastimaduras, fracturas y otras tantas marcas, es también una forma de pelear contra el tiempo, contra el reloj que todo lo destruye. Es así que la película, excepto en un poco feliz momento de conciencia y corrección política, decide avanzar con alegría, testosterona y motos, como si nada pasara: en el fondo, Stallone lo sabe, con él y con su generación, mueren los últimos, se van cayendo de a poco. Los indestructibles, por lo tanto, es uno de los testamentos más melancólicos que haya dejado el cine sobre lo que supo ser. Está en usted, amable lector/a sólo ver tiros donde hay una despedida amable y sincera.
¡Dios santo y la Virgen María! La expresión “testicular masterpiece” acuñada por el crítico norteamericano Harry Knowles le queda absolutamente pequeña a Los Indestructibles, tan pequeña como el tamaño natura de Jet Li al lado de esos mastodontes anabólicos. ¿Esperan reflexiones freudianas? ¿Aspiraciones a galardones en la Academia? ¿Diálogos profundos e intensos? ¡Lejos está de esa porquería! Esta película, por suerte, no merece ningún tipo de intelectualización absurda. Es cine de entretenimiento puro y duro, sanseacabó. Después de generar infinita expectativa en los cinéfilos falocéntricos, no decepciona en lo más mínimo. Resulta encantadora, pero encantadora en el sentido más nostálgico de la expresión. Volvieron los 80s a morir de pie y eso, señores, es una reivindicación absoluta de los intentos absurdos y mancomunados (¡e individuales!) por lograr, cada uno, su propio ostracismo al good life. Este film es, realmente, un cementerio de elefantes. Los grandes, a partir de ahora, pueden dedicarse a morir. O a seguir gastando sus millones, da igual. Me atrevería a decir que en la historia del cine no hubo ni habrá un dream team semejante para una película de acción. Están todos (o casi): Sylvester Stallone, Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundren, Randy Couture, Terry Crews, Steve Austin... hasta Mickey Rourke, Bruce Willis y ¡Arnold Schwarzenegger! Es cierto, en este all-star action film falta Jean-Claude Van Damme, pero Dolph “I must break you” Lundgren (sí, el mismísimo Iván Drago) también tiene la posta. De hecho, la mole de hielo, es uno de los más destacados en este asunto, quien goza de, hasta, un propio sub-plot. Con un guión que remite absolutamente todo el tiempo a los 80s, okay, no es el mejor, pero tampoco se necesita más, donde un grupo de súper soldados rescatan, disparándole a todo lo que se mueve, a un país latinoamericano de las “garras” de un dictador y de capitalistas norteamericanos, Los Indestructibles es la genialidad Clase A de un emblema en esto del shoot ‘em up: Sylvestre Stallone. Patriarca de la testosterona mundial, el bueno de Sly se despachó con lo que mejor sabe hacer: fajar a todos a troche y moche, en un capricho de tipos con plata que lo único que quieren, thanks God is bloody, es divertirse. Sostenido en los mejores lugares comunes de los últimos años (los malos son latinos y no escatiman en esto de ser malísimamente malos; el villano máximo es explotador al 100%; hay héroes contratados por alguna agencia de inteligencia para el cumplimiento de objetivos; los buenos no sufren rasguños; la protagonista femenina es hija del dictador majareta; y dale que va...), esta película tiene todo lo que un alfa desea para su fruición. Armas, disparos, cuchillos, tatuajes, mujeres cual objeto sexual, vehículos y chistes machistas por doquier. Una genialidad que no acaricia, en ningún momento, lo ‘grasa’. Goza, muy bien ganada, de una impunidad total a la hora de caer en clichés. A nadie le importan. Por el contrario, se festejan y de a montón. La única falencia que, quizás, podría mencionársele es la poca resolución de los CG gore (lucen demasiado digitales) durante algunas escenas de peleas. Nada más. Ah, y dicho sea de paso, ya que estamos en la antítesis heterosexual al momento de una crítica a lo incriticable, los afiches parecen hechos con el Paint sin ganas. Sin embargo, dejemos de ser exquisitos: ¡nos importa muy poco cuando hay tanto terrorismo injustificado por disfrutar! Todo lo que usted vivió hace dos décadas de la mano de los videoclubs, ahora en pantalla grande y en king size. Gracias, Sly por esta obra maestra de violencia. ¡Vivan las old-school kick ass movies!
Vienen, matan, destruyen, se van… ¡Volvió el sábado de súper acción! Hay que reconocer que Stallone la tenía calculada esta vez. La fórmula no podía fallar: desenterrar a todos los “héroes” de acción de los 80s y 90s, mezclarlos con un par de luchadores de ahora, aplicarle gran dosis de tiros, explosiones, mutilaciones, torturas, persecuciones, choques y pocos efectos digitalizados para crear una película… emocionante. Por lo nostálgica, no por su calidad cinematográfica precisamente. Esa era la única pretensión del creador del boxeador de clase obrera convertido en símbolo del capitalismo a mediados de los ’70. Lo admito, nunca fui fan de Stallone. No me gusta como actor, vi poco y nada de Rocky y Rambo, pero es cierto que fui seguidor incondicional de todas las porquerías reaganistas de Chuck Norris, Lundgren, Van Damme, Schwarzenegger, Steven Seagal y Michael Dudikoff (¿este donde estará?). Lamentablemente en Los Indestructibles, solo aparecen la mitad de ellos… o al menos lo que queda de esa mitad. La propuesta prometía ser divertida, y en ese sentido Stallone no decepciona. Cumple sin demasiadas vueltas ni pretensiones. Entretiene, salpica la pantalla y da al menos tres escenas antológicas. La primera, es la auspiciosa reunión entre los tres ex socios de Planet Hollywood, que termina con un remate humorístico oportuno y brillante. La segunda, una pelea entre Lundgren y Li, que justifica la presencia de ambos en la película, ya que el resto de sus apariciones son poco entusiastas. La tercera, la esperada pelea entre dos pesos pesados de la lucha libre estadounidense, Randy Couture contra Steve Austin. Digamos, que Stallone deja felices a todos los fanáticos del género. Si se busca obviamente alguna cualidad o profundidad narrativa, este es el ejemplo erróneo. Acá tenemos un equipo de soldados sedientos de sangre, una apología a la violencia pura, donde el sadismo es tratado con un psicólogo, y si eso no funciona… le dan unas vacaciones y le perdonan toda la falta de “ética” y “moral”. Uno podría entender que Stallone no hace más que burlarse de los estereotipos, de los clisés y los lugares comunes, llevándolo al extremo, al gore absoluto. Una autoparodia de los trabajos que todos los actores realizaron en el pasado, más que una sátira política, se podría decir. En el film, los corpulentos machos multiétnicos, orgullosos de sus tatuajes, de tener un cuervo negro (quizás pregonando la biografía que el director quiere realizar sobre Edgar Allan Poe) en la espalda, son los salvadores de Latinoamérica, donde un dictador es títere de un despiadado agente de la CIA, que se fue de la Agencia porque le pagaban poco y gana más explotando latinos para que cultiven coca y traficándola por el mundo. Los personajes carecen casi completamente de cuerpo y alma… Especialmente el de Stallone. En ese sentido Jason “Transportador” Statham queda mejor parado, gracias al aporte de una subtrama seudo romántica, que cierra de forma redonda. Es irónico pensar que una película tan vacua de contenido narrativo, tiene una estructura sólida. No hay fisuras argumentales. Esto demuestra, que a veces es mejor centrarse en la historia, no divagar en vueltas de tuerca inverosímiles. Stallone presenta las reglas del juego ni bien empieza la película y es fiel a su ideología… fascista. Ninguno de los intérpretes trata de dar más de lo que puede y de lo que se lo conoce que pueden dar como actores. Sin embargo, hay pequeñas joyas entre tanto músculo: un monólogo de Mickey Rourke (que se escapó con vestuario y todo del rodaje de Iron Man 2, para grabar sus escenas) emulando a Marlon Brando en Apocalipsis Now. El actor de El Luchador, renació como el ave fénix en los últimos años, y con cada aparición en Los Indestructibles aporta frescura, calidez y humanidad. Por otro lado, es brillante la interpretación de Eric Roberts como el villano, el ex agente de la CIA. Fue Rourke quien influenció en Stallone para que lo eligieran al hermano de Julia y padre de Emma. El actor (nominado al Oscar por Escape en Tren) fue héroe de acción con Lo Mejor de lo Mejor y después decayó interpretando roles secundarios olvidables. Hace un par de años, regresó gracias a una pequeña pero fundamental interpretación en El Caballero de la Noche y la serie Héroes. Vale mencionar también a Terry Crews, quién pide más espacio como protagonista y demuestra ser un actor versátil (¿acaso solamente yo veía Everybody Hates Chris?) A nivel visual, Stallone confirma que no es demasiado imaginativo, pero al menos no tiene la grasa ni manipula la acción con estética videoclipera a lo Michael Bay. La banda sonora compuesta por Brian Tyler, aporta más ritmo al adrenalínico montaje final. La misión está cumplida. Dejemos afuera de la sala el intelecto, no nos distraigamos con la mirada imperialista, misógina enaltecida a la cuarta potencia y disfrutemos como si fuera una película de Tarantino o Rodríguez de la sangre y la violencia. Para ver con la dama a la que tuviste que acompañar de mala gana a la función de Eclipse. Llegó tu revancha.
Como en los viejos tiempos La película más esperada del año llega a los cines argentinos. Sylvester Stallone actúa, dirige y co escribe el guión del film de acción que reúne a las estrellas del género de la década del ochenta. Los Indestructibles (The expendables, 2010) tiene todos los condimentos para cumplir las expectativas generadas. Testosterona, motocicletas, rock, tatuajes y mucha pero mucha acción. Un grupo de mercenarios es enviado a una difícil misión en Vilena, un pueblito perdido en el mapa comandado por un dictador latinoamericano. A ese trabajo, encargado por Bruce Willis y descartado por Arnold Schwarzenegger, irán Stallone y sus secuaces entre los que se encuentran Jason Statham, Jet Li, Dolph Lungdren y otros de menos renombre. En esa isla conocerán a la chica que deberán rescatar mientras liberen al pueblo oprimido del villano Eric Roberts. A Sylvester Stallone le dieron el premio Oscar en 1977 al mejor guión por Rocky y no es casualidad. El tipo aparte de hacer fierros sabe escribir buenos guiones, redonditos como se dice. De hecho colaboró en el guión de cada una de las películas en las que participó como actor. Claro que no va a escribir nunca ¿Quieres ser John Malkovich?, pero tampoco lo intenta, el astro de Rambo sabe escribir buenas historias de acción respetando a rajatabla sus fórmulas y códigos específicos. Como actor que fue en el siglo pasado, Stallone fue un héroe de acción. Sus filmes cumplían con la estructura del héroe que requerían. El gran desafío con Los Indestructibles era retomar aquella fórmula en un filme en el cual comparte cartel con todas las otras estrellas del género. Y lo logra, con el ritmo narrativo y montaje vertiginoso de hoy. Veamos rápidamente como Stallone respeta paso a paso la estructura del héroe en la película. Primero es llamado a cumplir la difícil misión de viajar a un país alejado –de la civilización- donde reina el caos para reinstalar el orden. Deberá salvar a la chica sin ningún otro interés personal que sus “principios del alma”. Tendrá un villano que será su opuesto (Eric Roberts); un compañero y amigo de aventuras (Jason Statham) y estará también la figura del oráculo (Mickey Rourke) aconsejando al héroe en momentos de decisiones difíciles. Los Indestructibles tiene todo para enloquecer a los fans de los filmes de acción “hechos a la antigua”, sin grandes pretensiones, y con la dosis justa de humor y auto referencialidad como para hacer guiños al género que demuestra estar hoy en día más vivo que nunca.
Sin un éxito en la taquilla desde comienzos de la década del 90, Sylvester Stallone decidió recurrir a la nostalgia para intentar recuperar el lugar que ocupó en los años 80 como una de las figuras más importantes del cine de acción. Volviendo a interpretar los dos personajes más reconocidos de su carrera, primero, en 2006 con Rocky Balboa y luego, en 2008 con Rambo, nos entregó un último capítulo en las historias de estos iconos que tanto disfrutamos a lo largo de los años. El modesto éxito de estas nuevas entregas le permitieron a Stallone escribir y dirigir este nuevo proyecto, "The Expendables", en el que homenajea el cine de acción que lo hizo famoso. Para esto, reunió a viejas figuras de los años 80 (Lundgren, Roberts, Rourke, Willis, Schwarzenegger) y algunas otras actuales (Statham, Li, Austin) quienes se combinan en una entretenida película de acción estilo ochentoso. Sólo Stallone es capaz de juntar tantos nombres en un mismo film. La idea original era contar también con otros tres referentes del cine de acción: Jean-Claude Van Damme, Chuck Norris y Steven Seagal, pero estos rechazaron la invitación, quizás para continuar haciendo lamentables películas editadas directo-a-dvd. El guión, escrito por Stallone y Dave Callaham, presenta una historia simple, sin pretensiones ni vueltas, que sirve como base para plantear las secuencias de acción. Stallone y sus amigos conforman un grupo de mercenarios que son contratados para derrocar a un malvado dictador en un país imaginario de Sudamérica. Una vez más, se hace una lamentable representación de un país del Tercer Mundo, comandado por un dictador con un aire a Hugo Chávez y con supuestos habitantes sudamericanos que no saben hablar bien español. Dejando de lado un guión cargado de clichés, lo que realmente importa es ver a todos estos "héroes de acción" haciendo lo que mejor saben. Y en esto, "The Expendables" no defrauda. Stallone utiliza todo el catálogo (explosiones, persecuciones de autos, aviones, peleas, tiros y más explosiones) para crear una catarata de secuencias de acción que no dan respiro. Pareciera que el viejo Sylvester pensó... "déjenme mostrarles cómo se hacía esto en mi época". Estas impresionantes secuencias permiten que cada uno de los actores tenga su escena de acción, entregándoles un momento para destacarse, aunque luego el protagonismo en la historia no sea parejo. Principalmente, ésta es una película de Stallone, quien con 64 años continúa demostrando ser un icono del género. Aquí interpreta al líder del grupo y es el que más tiempo en pantalla tiene. Jason Statham es su mano derecha, acompañando como segundo protagonista. Algunos momentos de humor aparecen gracias a la rivalidad constante que existe entre ellos. Jet Li y Dolph Lundgren tienen roles acotados y únicamente se destacan durante un enfrentamiento entre ambos. Mickey Rourke no participa de la acción, pero se luce en uno de sus momentos con un pequeño monólogo. Eric Roberts tiene el papel más interesante, interpretando genialmente al corrupto James Munroe. David Zayas (Angel Batista en "Dexter") cumple una floja actuación como el General Garza. Otros como Terry Crews, Steve Austin y Randy Couture tienen pocas lineas y no aportan nada mas allá de la acción. La esperada reunión entre los tres iconos (Stallone, Willis, Schwarzenegger) se limita a una pequeña escena en donde se cruzan algunos chistes y nada más. Igual es genial ver a estos tres grandes juntos en la pantalla grande, aunque sea sólo por pocos minutos. Stallone tiene otra franquicia en manos. Considerando que nunca tuvo inconveniente en continuar sus personajes (10 films entre Rocky y Rambo lo confirman), no desaprovechará esta nueva oportunidad con varias "The Expendables" que pronto llegarán.
Silvester Stallone brindó con The Expendables (me niego a mencionarla con el título que le pusieron en nuestro país) la mejor película clase B de los últimos 20 años que evoca un estilo de cine que ya no existe más. Así como Grindhouse de Quentin Tarantino y Robert Rodríguez le rindió homenaje al viejo cine de terror de los años ´70, Stallone hizo lo mismo con el cine de acción de la década del ´80 que se caracterizó por el exceso de testosterona en los personajes y la opulencia visual, con grandes explosiones. Desde su concepción este film es mucho más retro que Rambo 4 y tiene el espíritu de recordadas obras ochentosas como las que protagonizaron Franco Nero y Chuck Norris, entre otros, en su momento. Hay una larga lista de filmes populares que en el pasado enloquecieron a los fanáticos del género y que hoy son clásicos queridos del cine, le guste o no a la crítica paleolítica. Después de la mariconada que hizo Tarantino con Bastardos sin gloria, que parecía una creación de Cris Morena, más que un comando de renegados, acá tenemos una historia de mercenarios en serio que reunió a un elenco histórico dentro de este género donde los grandes veteranos interactúan con las nuevas figuras como Jason Statham que sigue los pasos de Sly. Tengo que ser honesto y admitir que si bien la pasé bárbaro con la película me gustó mucho más el trabajo de dirección que brindó Stallone en la última entrega de Rambo que en Expendables. Las secuencias de acción me parecieron mucho mejor filmadas, más allá de la brutalidad de algunas escenas que era bastante fuertes. Inclusive los efectos digitales estuvieron más pulidos en Rambo y no se veían tan artificiales. Yo no sé si antes de filmar su nuevo trabajo Sly se dio una pansada de películas de Sergio Leone, pero acá abusó de los primero planos. Si bien ese es un recurso que funciona muy bien en escenas impresionantes como la que brinda Mickey Rourke durante una conversación bastante emocional que tiene con Stallone, en las secuencias de acción, como la pelea entre Jet Li y Dolph Lundgren, creo que arruinó por momentos el laburo de los actores y las coreografías que creó Corey Yuen, un grosso de las artes marciales que hizo un muy buen laburo. Esto también se da en la espectacular pelea que tiene él con Steve Austin (un figura de la lucha libre) donde no permite que fluya la coreografía con los constantes cortes de edición que tiene la escena. En Rambo 4 me parece que estas cuestiones estuvieron mucho mejor manejadas. Es lo único que se le puede objetar (junto con los actores horribles que hacen de latinos y hablan con acentos extraños) porque la verdad que brindó un peliculón donde es imposible pasarla mal si sos fan del género. Su desempeñó físico a los 64 años es verdaderamente impresionante y demostró una vez más por qué es el más grande del cine de acción en Hollywood. Otro punto a favor de su labor es la manera en que ensambló al reparto, donde todos los actores tienen su momento para destacarse dentro de la historia. A nivel actoral, Mickey Rourke, sin intervenir en secuencias de acción, se los comíó crudo a todos y se destaca claramente con una escena dramática fabulosa. La escena de antología donde aparecen Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis es genial y te deja con las ganas de que hubiera sido un poquito más larga porque es emocionante verlos a los tres juntos en una misma película. The Expendables es menos oscura y sangrienta que la última entrega de Rambo y acá el director se permitió trabajar un poco más con el humor en la línea de Tango y Cash, donde los personajes se la pasan desafiando entre sí constantemente, para ver quién la tiene más grande. No puedo dejar de destacar la excelente banda de sonido a puro Rock and Roll donde suenan Creedence, Thin Lizzy, Georgia Satelites y para mi gran sorpresa Mountain, emblematico grupo de los ´70, liderado por Leslie West. El guión no lo escribió precisamente Christopher Nolan, pero la película sin ser perfecta brindó uno de los momentos más divertidos que viví este año dentro de un cine. Una vez más, gracias Sly!
Volver al ruedo Luz Cámara y si hay alguien que sabe de acción es Sylvester Stallone, que en este film no duda en armar un equipo de primera y jugarle un partido a cualquiera que le haga frente. Los Indestructibles son algo así como un comando sin afinidad a ningún país ni identidad oficial, por lo tanto cuentan con total libertad y eligen los trabajos que desean. De los mismos productores de Rambo (2008) y bajo la dirección y guion de Stallone, Los Indestructibles, tiene todo lo que tiene que tener un buen film de acción, con el agregado de contar con figuras de la talla de Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Eric Roberts, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger, Mickey Rourke y el propio Stallone. Con una larga lista de estrellas en la que cada uno aporta lo que mejor sabe hacer, el dueño del clan (Stallone) se da el lujo de bromear con su edad y ser vencido en una lucha cuerpo a cuerpo con un contrincante más joven. El film entrega todo lo que prometía, hazañas en la medida justa, explosiones, peleas, persecuciones bien logradas, humor y mucha melancolía (en especial al ver la camioneta clásica similar a la usada en Cobra). Es agradable ver a estos grandes del género jugando en el mismo equipo y bromear como si fueran grandes amigos. Lo mismo ocurre cuando llega el esperado momento del encuentro Stallone, Willis y Schwarzenegger, donde Sylvester no duda en bromearle a Arnold que no le cae bien, y menos porque sabe que quiere ser presidente. Los Indestructibles son grandes mercenarios del cine, que si algunos de ellos se hubiera jubilado, hoy nos estaríamos perdiendo este film.
Que particularidad la de este 2010. Por un lado se ha legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, y muchas salen del placard con total libertad y tranquilidad. Y con la llegada de Los indestructibles, o The expendables, no está mal visto tampoco que muchos cinéfilos de cualquier sexo y orientación estén esperando simplemente pasar un rato sangriento, violento y sin mucha lógica, sin tampoco recibir esa condena social… Dos libertades de este año sin lugar a dudas! Stallone hizo una película que a él le hubiera gustado ver sin lugar a dudas, pero donde se esforzó mucho más para satisfacer al público, y de paso tener un buen momento junto a sus amigos. La película es super entretenida, tiene mucha acción y violencia, y muestra un crecimiento en cuanto a las películas ochentosas del género. Quien se espante por la violencia o diga que algunas escenas no son muy creíbles, es porque se confundió de sala sin lugar a dudas. Todo el elenco que acompaña a Sly es brillante, y todos tienen su lugar bien puesto. La escena azafranosa con Arnold y Bruce es eso… una pizca solamente, que sirve para condimentar toda la película. Y como anticipó Stallone en su twitter, muy posiblemente Willis esté en una secuela, lo cual sería totalmente lógico. Pero ese par de minutos son brillantes, y es la esencia de la película, en cuanto a una reunión de amigos que la quiere pasar bien. ¿Y por qué ese menos en la calificación? Creo que Stallone debería sumar a un productor ejecutivo o a un director incluso de la talla de Michael Mann o Tony Scott, para darle más fuerza a esas cámaras para que sean parte de la acción como saben hacer esos directores mencionados. Si Stallone tuviera ese aporte de grandes directores y camarógrafos, estaríamos frente a una película perfecta en lo suyo. Los indestructibles es un placer cinéfilo. Salí del placard, pedite una bolsa de pochoclo, una vaso grande de gaseosa y llevate unos parches porque vas a sangrar por todos lados… pero no dejarás de sonreir en ningún momento (salvo que tengas la geta alfanizada como Stallone) Un placer Sly! Lo esperamos pronto en la pantalla de nuevo.
Un film indestructible Sylvester Stallone entrega una frenética oda a la violencia que sabe entretener Menospreciado durante toda su carrera por la crítica y la cinefilia "cultas", Sylvester Stallone se ha convertido -no sólo como actor sino también como guionista y realizador- en una figura de culto para aquellos que siguen añorando todavía hoy el espíritu de las películas de acción de los años 70 y 80. A esa generación formada en grandes salas de la calle Lavalle y luego en videoclubes con VHS, a esos nostálgicos precoces que crecieron con las sagas de Rambo y Rocky , está dedicada Los indestructibles , un blockbuster "como los de antes". Stallone, en su faceta de director, coguionista y cabeza del elenco, reúne en este film old-fashioned a varios de los íconos del género: Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Mickey Rourke y hasta dos participaciones especiales (y muy divertidas) de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger. La idea, por lo tanto, es demostrar que esta vieja guardia sigue vigente y no sólo eso: que continúa reivindicando una forma de hacer cine de acción que podríamos definir como pre-digital. En Los indestructibles -si bien hay escenas apoyadas en las imágenes generadas por computadora- se recupera la esencia de la violencia física, seca, cruda, sin efectismos, artificios ni regodeos innecesarios. Muy incorrecto El aspecto más controvertido de esta nueva apuesta de Stallone y compañía es, sin dudas, su incorrección política, capaz de irritar y hasta indignar a mucho espectador bienpensante. Los indestructibles apela a todos y cada uno de los clisés de los 80: mercenarios dispuestos a todo por una buena paga, dictadores latinoamericanos de republiquetas bananeras que ni siquiera hablan bien el español y que son manipulados por inescrupulosos empresarios estadounidenses (el hilarante villano estereotipado es Eric Roberts) y todo tipo de pequeños y grandes desatinos. Es como si el film encarnara los viejos estandartes de los republicanos ochentistas en plena apertura de la era Obama. Mas allá de sus excesos, apelaciones al ridículo y arbitrariedades varias, Los indestructibles entrega en sus frenéticos, vertiginosos 103 minutos todo aquello que el fan de Stallone espera: una sucesión de secuencias explosivas con los protagonistas disparando y golpeando a todo aquel que se les ponga enfrente (la media hora final es, en este sentido, un logrado desborde de destrucción, caos y violencia). Esta suerte de nueva versión de Los doce del patíbulo queda, está claro, como una hermana menor del cine de los Sam Peckinpah, los Akira Kurosawa o los Sergio Leone, pero -aun con sus evidentes limitaciones- resulta un entretenimiento a puro vértigo y adrenalina y, sobre todo, con tanto físico musculoso y tatuado, con tanto motociclista en ropa de cuero, a pura testosterona.
Unos veteranos totalmente prescindibles La película del viejo héroe de acción, en la que se reúne (apenas por un minuto) con Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger, pretende mitificar al musculoso cine de los ’80, pero no pasa de ser un ejercicio melancólico, con mucho de marketing. A juzgar por la seguidilla de películas que hacen de la actualización del pasado su leitmotiv principal, Sylvester Stallone no parece dispuesto a que lo olvidemos. Rocky Balboa primero, Rambo después. Y ahora llega el turno de Los indestructibles, ejercicio melancólico, con mucho de marketing (o viceversa), que aprovecha a un público cautivo para manipular sin suavidad las zonas del cerebro afectadas por el recuerdo de remotos, gloriosos tiempos. Este proyecto que lo tiene como guionista, productor, director y protagonista encuentra a Stallone en una operación afincada cómodamente en la ratificación de un estilo, el de aquellas action flicks que hicieron de los años ’80 la era dorada de los tiros, las explosiones y los músculos tonificados y glorificados por el celuloide. Porque más allá de los múltiples guiños y referencias, enmarcados fundamentalmente por los ajados pero aún orgullosos rostros de algunos de sus protagonistas (y de una escena absurda y gratuita, pero definitivamente simpática, que reúne por un minuto a Stallone, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger), Los indestructibles no intenta en lo más mínimo alterar la estructura, los lugares comunes y los estereotipos que transformaron a esas pelis de acción en una verdadera institución. Más bien intenta ubicarlos en la categoría de mito, logrando apenas una réplica, donde casi todo lo que reluce no es oro. En la piel de un tal Barney Ross, Sly es el jefe de una banda de mercenarios que se resiste a abandonar tan noble oficio. Entre otros integrantes de alcurnia, la muchachada incluye a Jason Statham (el pelado de la saga Transportador), a la estrella del cine de artes marciales Jet Li, al gigantesco sueco Dolph Lundgren y a Mickey Rourke, cuya increíble máscara le suma una capa de reviente de abolengo al particular grupo. Un encargo difícil pero bien pago los pone en la ruta de un dictadorzuelo de cierto inexistente país latinoamericano y de su socio en el crimen, un ex CIA empeñado en fabricar cocaína a bajo costo, encarnado por Eric Roberts. Súmese una chica linda dispuesta a acabar con la tiranía imperante y el resultado es el esperado: un cóctel de acción física que deja de lado cualquier intento reflexivo para hacer del pum, el bang y el crac su esencia, medio y fin último. No hay nada de malo en ello, por supuesto, pero por desgracia a Stallone le salió una película sin onda, herida fatal que hace que Los indestructibles se desangre lentamente, sin nadie a mano que aplique algún torniquete salvador. Excepción hecha del vuelo rasante con ametralladora que inicia la guerra privada de los “prescindibles” (los “Expendables” del título original) con las huestes militares de la dictadura bananera –una escena que recuerda en el mejor sentido a las películas de aventuras de los años ’70–, el resto del film se contenta con repetir una fórmula, calcando usos y mohínes, como si con ello bastara para construir algo interesante. Sólo el espectador más voluntarista, aquel que sienta la historia como un reencuentro afectuoso con viejos amigos y no solicite más que eso, podrá encontrar aquí alguna clase de placer, quizás extracinematográfico. Hay mucho efecto de sonido para destacar los golpes, mucha sangre digital en Los indestructibles, pero poca materia legítima, poco espíritu guerrero. El film incluso pretende escudarse en sus propios excesos, a los que presenta equívocamente como parodia para tomarlos de inmediato al pie de la letra: el español mal escrito, el imposible melodrama padre-hija, la incorrección política respecto de la política internacional. Tal vez la escena más lastimosa sea aquella en la que Rourke, incluso tratando de aportar algo de altura a la situación, recita unas imposibles líneas de diálogo acerca del alma humana. A pesar de todo lo genuino que pueda haber detrás del reencuentro, en ese momento el film se revela, sin embargo, como una excusa inocua para intentar revivir el pasado.
Barney, mercenario Stallone reunió otros viejos del cine de acción. Y se divierte. Es tanta la acción, la violencia y la sangre que salpican los fotogramas de Los indestructibles que la confusión en las peleas cuerpo a cuerpo, cuchillo a cuchillo y balazo a balazo puede hacer perder al espectador la atención. No la cabeza, ya que ésa -y varios miembros del cuerpo de los malos- se perderán de a montones en la nueva película de Sylvester Stallone, en la que lo inverosímil gana por robo. Stallone también coescribió y dirigió esta aventura por “una isla del Golfo” adonde Barney (Stallone, el chiste fácil con el dinosaurio es inevitable) y sus compañeros mercenarios viajarán para hacer limpieza. La trama es tan añeja como los músculos de Dolph Lundgren, uno de los merce y que ya hace 25 años en Rocky IV boxeaba con Sly: el lugar está regido por un militar corrupto y revolucionario, pero en verdad es un títere de un estadounidense (Eric Roberts, con menos suerte que su hermanita Julia, siempre de traje aunque vaya a una plantación de coca y se muera de calor). Barney viaja por un pedido de un agente de la CIA (Bruce Willis, en el prometido cameo que incluye a Arnold Schwarzenegger y el mejor gag de la película) para eliminar al General Garza. Pero allí conoce a Sandra, la hija buena del militar, quien no acepta escapar de la isla a bordo del hidroavión de Barney, y bueno, el tipo planea volver. Volver, no por el dinero (cinco millones de dólares le promete Willis). Volver, no para liberar al pueblo oprimido. Volver, sin la frente marchita -pasó por tantas cirugías que ahora hasta tiene un aire, con todo respeto, a Horacio Guarany-, para salvar a Sandra. Entre quienes secundan a Barney, el mercenario, están también Mickey Rourke, otro al que las cirugías le dejaron el rostro lisito, como un tatuador de reflexiones indelebles, el mencionado Lundgren, Jet Li y Jason Statham, el benjamín del grupo que saca cuchillos de donde uno no se imagina. Observen el tamaño con el que amasija a uno de los peores malvados y traten, si pueden, de averiguar dónde lo tenía escondido... Stallone, como decíamos al comienzo, apela a atrocidades varias como en Rambo , como se tituló la cuarta (y última) aventura del ex marine, que dirigió y que era revulsiva por donde se la viera. Los indestructibles , que tendrá su secuela, es como una estudiantina de gente grande, con una trama mínima que atrasa tres décadas, más o menos. Que es la época en la que en Hollywood veían a Centroamérica como repúblicas bananeras, y sus intérpretes tenían su momento de gloria. Así, todo cierra, incluidas las heridas de muerte.
Peligro de sobrecarga Y al final Sly recuperó su dignidad, levantó unos lindos billetes en el camino y volvió como debería haber vuelto desde un principio. La tercera es la vencida sencillamente porque Los Indestructibles (The Expendables, 2010) no tiene nada que ver con las últimas dos entradas en franquicias que ya estaban muertas desde hace muchísimo tiempo: mientras que Rocky Balboa (2006) fue un pretendido "cierre" al que le faltaban ideas y desarrollo, Rambo: regreso al infierno (Rambo, 2008) por su parte funcionaba como una desastrosa remake de todo lo realizado hasta la fecha, más el plus de una inexplicable tendencia shockeante que incluía violencia y vejaciones infantiles. Por suerte no tenemos que lamentar una nueva e innecesaria bastardización de lo que en un primer momento fue algo en verdad valioso, Rocky (1976) y Rambo (First Blood, 1982) no se lo merecen porque en su época fueron obras interesantes que plantearon preocupaciones históricas de la derecha estadounidense. ¿Pero exactamente qué se puede esperar de este regreso del otrora omnipotente Sylvester Stallone, ese ilustre representante de los extremos más reaganianos de la década del ’80? A diferencia de los tristes balbuceos de los ‘90, aquí el señor pone toda la carne al asador y demuestra un mínimo de sentido común al corregir los errores del pasado: si bien no llega a la altura de sus primeros trabajos, sin dudas los más coherentes de su errática carrera, por lo menos evita caer en los bajos fondos de los despropósitos anteriores y hasta en ocasiones alcanza el nivel de la “segunda línea” de sus años dorados, con un tono similar a películas fascistoides aunque simpáticas como Cobra (1986), Halcón (Over the Top, 1987) y Tango & Cash (1989). En esta oportunidad la excusa para la masacre de turno es la “misión” de unos mercenarios motoqueros que involucra rescatar a una mujer, derrocar a un dictador latinoamericano y eliminar a su “dueño”, un ex agente de la CIA dedicado al narcotráfico. Por supuesto que con semejante trama uno no puede andar exigiendo profundidad narrativa o sentencias altisonantes acerca de política internacional. Más que un manifiesto personal sobre un modus operandi que ha marcado al género de la “acción excesiva” para siempre, Los Indestructibles es la embestida sincera de Stallone contra el Hollywood actual y su aburrida pasteurización de la violencia: sin eufemismos de por medio, literalmente son 103 minutos de “como hoy en la industria son todos unos maricones, este pequeño panfleto retro les demostrará que el público sigue amando la carnicería”. Lejos de la enorme catarata de salvajadas y estupideces de Rambo: regreso al infierno y asistido por un seleccionado de colegas y entusiastas, ahora Sly modera la virulencia estilística, redondea mejor su discurso melancólico y en especial encuentra un escalafón intermedio desde donde lanzar sus dardos contra el establishment que le destrozó el ego rebajándolo a producciones independientes. Sin embargo la propuesta en sí no es tan auspiciosa como su dimensión ideológica: aunque durante la realización se encendió la luz de “peligro de sobrecarga”, el legendario actor- guionista- director continúa preso de sus clásicos inconvenientes vinculados a la edición, el verosímil y los personajes secundarios. Hasta en los convites más leves éstos son factores que se deben colocar a la par de las escenas estrambóticas: aquí se notan demasiado los CGI baratos, la ausencia de sorpresas y el poco aprovechamiento de un elenco que incluye a Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Mickey Rourke y Eric Roberts (más un hilarante cameo de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger). A pesar de algunos diálogos forzados y una evidente torpeza en el montaje, estamos ante un film inofensivo, tan limitado como eficaz. Stallone tiene razón en cuanto a la desaparición de la testosterona y el gore en el cine de acción: su voz ajada y alternativa resulta pertinente en el contexto contemporáneo.
Un rato en Planet Hollywood Mientras largan los créditos suena un clásico de Thin Lizzy. El tema repite: "Los chicos están de regreso en la ciudad". De eso se trata: las leyendas del cine hollywoodense de los '80 vuelven; quizás para despedirse, homenajearse, o simplemente para dar testimonio de que todavía están para dar pelea. En efecto, a simple vista Los indestructibles no es otra cosa que un honesto ejercicio de nostalgia y una celebración machista arcaica. Las motos, las armas, los cuchillos, el lugar de la mujer en la vida de los hombres constituyen las coordenadas de un mundo en el que Stallone es una deidad anabólica y un ícono histórico. La mirada del astro parece más cristalina; su espalda tatuada opera como testimonio. Ha pasado el tiempo. Pero Rocky no está solo. En un pasaje, Conan y el teniente McClane, es decir, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger, se encontrarán. Los tres socios de Planet Hollywood coparán la pantalla. Es un instante documental que excede al relato. La otra gran presencia mítica es Mickey Rourke, un tatuador motoquero, capaz de filosofar sobre la culpa y las mujeres, pero la mejor línea la pronuncia el villano del filme, Eric Roberts, a propósito del vínculo de un dictador latinoamericano (cuyo parecido con el conductor de "Aló Presidente" es ostensible) y su hija, una suerte de artista y rebelde: "Mal Shakespeare". Ella será el amor platónico de Stallone, aunque el homoerotismo del filme también se podría vincular a los sabios griegos. ¿No es Jason Statham el amor secreto del líder de los mercenarios? Jet Li, por lo pronto, no tiene familia, ¿o sí? Aquí, todo es muy simple (e incoherente). Un grupo de mercenarios tiene una misión: derrocar a un presidente latinoamericano. Naturalmente, la CIA está en el asunto, y el negocio no puede ser otro que la venta de drogas. Los indestructibles tiene sus apologetas. Un ataque aéreo, un dardo contra la cámara y un monólogo absurdo de Rourke, sin embargo, no alcanzan para redimir este fabuloso compendio en el que se expresa el imaginario primitivo de una nación. Y si se trata de la amistad entre hombres habrá que volver a Ford y a Hawks. Hubo un tiempo en el Hollywood fue civilizado.
CINE DE ACCIÓN CREPUSCULAR Los indestructibles es, para quienes vieron cine de acción en la década de los 80, un festín retro, tanto por sus temas como por su género y estética y, más aun, por su incomparable elenco. Pero más allá de este evento hay elementos más trascendentes que convierten a la película en una obra de arte de gran valor. Cuando el período clásico estaba muriendo y los cineastas modernos comenzaban a carroñar el lenguaje del cine mientras creían que inventaban la pólvora, el maestro Sam Peckimpah realizó un clásico de todos los tiempos: La pandilla salvaje (The Wild Bunch, 1968). El elenco incluía a estrellas ya mayores del cine clásico, como William Holden, Ernest Borgnine y Robert Ryan, algunos de ellos más cerca del retiro que del auge de sus carreras. Esta película fue lo que se conoce como un western crepuscular, un espacio donde se analizaba no solo el crepúsculo de los personajes protagónicos, sino también el de la carrera de los actores, el de un determinado período histórico y el de una idea del cine. Otros géneros han sabido aprovechar perfectamente este concepto, pero a la hora de hablar de Los indestructibles y, salvando las distancias estéticas, el cine crepuscular que primero viene a la mente es el de Sam Peckimpah. Auque en el western crepuscular también han brillado una variada gama de directores que va desde John Ford a Clint Eastwood, pasando por Don Siegel y Sergio Leone. Los indestructibles toma esa tradición y el tono de este film de acción está muy marcado por este acento crepuscular. Pero el clima jocoso de muchas escenas, el elenco multiestelar y la base sencilla de la historia hacen pensar también mucho en John Sturges, un director cuyo nombre hoy no es tan reconocido, pero que dirigió –entre muchos clásicos- El gran escape y Los sietes magníficos. Y por supuesto resuenan ecos del film de Robert Aldrich Los doce del patíbulo, con otro gran elenco liderado por Lee Marvin. Esta combinación de condenados pistoleros sin rumbo es una línea que va y viene desde estos directores mencionados a Akira Kurosawa, admirador del western que logró en Los siete samurais su obra más depurada en homenaje a aquel género y que recibió a su vez una remake, Los siete magníficos, que ya mencionamos. La última conexión es entre Yojimbo, también de Kurosawa y Por un puñado de dólares, de Sergio Leone con Clint Eastwood. Es el momento de recordar algo importante: el triunfalista título local llama a The Expendables (los prescindibles) Los indestructibles, en una traducción que subestima toda la complejidad del relato y niega los últimos veinticinco años. ¿Y qué tienen en común todos estos films mencionados, además? Se parecen en algo, son films masculinos. No exclusivamente para público masculino, pero sí con una sensibilidad masculina. Son film viriles. Dar cuenta de que un film tiene una sensibilidad femenina es un elogio desde un tiempo a esta parte. Y aunque en realidad es sólo una descripción sin juicio de valor, el destacarlo alude a una larga postergación de la mirada femenina en el cine. Esta balanza poco equilibrada en el cine y en el mundo fue lo que –feminismo mediante- motivó una necesidad de recuperación y reivindicación de esta sensibilidad. En el camino, y como consecuencia indeseada, la sensibilidad masculina perdió espacio y, erróneamente confundida con machismo -¡no son sinónimos!, retrocedió más de la cuenta en el imaginario social y cinematográfico. Hoy, cuando el feminismo sigue siendo aún imprescindible, es también necesario recuperar y valorar la sensibilidad masculina. No es necesario aggiornarla, simplemente hay que separarla de los aspectos más oscuros de la cultura patriarcal sostenida en el machismo y la misoginia. Los indestructibles es, por supuesto, una recuperación de valores, iconografía y modos de la sensibilidad masculina. De la misma forma que ciertos films conectan con la sensibilidad femenina, hay otros que conectan con la sensibilidad masculina. Es una limitación de los espectadores, y no de los films, el no poder disfrutar de ambos tipos de largometrajes. Se parte de una sensibilidad femenina o masculina –o una combinación de ambas-, pero las obras de arte son, finalmente, universales. Los indestructibles no debería ser analizada desde un punto de vista político. No debería porque la intención de la película no es política. Tampoco debería ser motivo principal de análisis la profesión de los protagonistas. Son mercenarios, sí, como lo eran los siete protagonistas de Los siete samurais. Pero como aquellos, estos están a la búsqueda de algo mucho más trascendente y universal. Están buscando, necesitando, una redención. Y tampoco busquemos la literalidad acá. Están buscando eso porque están viejos, porque la vida ha dado la vuelta y ellos ya no son lo que eran antes. Porque el camino es de salida y comienza a oscurecerse la mirada de las cosas. Atormentados como puede estar atormentado cualquier ser humano en el crepúsculo de su vida. Es interesante como los dos personajes más complejos del film son los más veteranos, interpretados por Sylvester Stallone y Mickey Rourke (al que podrían nominar de nuevo por este film y darle el Oscar que le deben). Rourke es el que reflexiona acerca de esos valores perdidos y por los cuales los protagonistas van a luchar. Como decían en otro film fuera de moda como La momia “rescatar a la chica, matar al villano, salvar al mundo”. Si lo quieren analizar políticamente, perfecto, pero para mí, y sin ninguna vergüenza lo digo, esos son los valores que habitan en todo héroe a lo largo de la historia de la humanidad. Claro que los personajes femeninos deben ocupar un espacio distinto y en esta película, tan masculina, lo hacen. Los valores más humanos y elevados están representados en un personaje femenino y luchar junto a ese personaje y por ese personaje es también lo que ennoblece a los protagonistas de la historia. Quienes, además, hacen de cada acto un constante elogio de la amistad. Hablar de elenco multiestelar es hablar no solo de Stallone y Rourke, sino también, de Jason Statham, el “joven” de este grupo y actual estrella de acción; de Jet Li, leyenda del cine oriental; de Dolph Lundgren, recordado villano de Rocky IV; de Eric Roberts, en una actuación brillante y, por supuesto, la cereza de este festival de cine de acción: dos apariciones especiales de Arnold Schwarzenegger y de Bruce Willis. Arnold, Bruce y Sly juegan una escena memorable más destinada a la inmortalidad del star system que a los manuales de lenguaje cinematográfico. Todos sumados no solo proporcionan una felicidad retro para nostálgicos, sino que además nos muestran el paso del tiempo y trasmiten la misma sensación que se observa en todos los films crepusculares. El tiempo pasa y el mundo cambia, dejando cada vez más afuera a los que en otra época estaban en el centro. Si hasta el propio Indiana Jones lo demostraba en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. El espectador que tanto festeja esta inolvidable reunión, deberá valorar también este espejo antiguo pero brillante que nos regala Sylvester Stallone. Somos nosotros, aquellos adolescentes de los ochenta, los que ahora vemos nuestro propio camino de adultos. Que los personajes tengan remordimientos no es una novedad en el cine, remordimientos –a su manera- como los que podían sentir por personajes de Ford, Welles, Bergman o Fellini. Sí, porque por más explosiones, patadas y cuchillos que vuelen, Los indestructibles no está lejos de las grandes reflexiones sobre la existencia humana. Estos duros son los personajes más tiernos que ha dado el cine de acción en muchos años. Tanta ternura tiene la película, tan cariñosa es con sus personajes que incluso se da algunos lujos que hablan de que Stallone, en su vejez, se ha convertido en un dios bueno. Y esta última misión, casualmente encargada en una iglesia, es el camino que lo lleva, y nos lleva, directo a la redención.
Con la misma tónica ejecutada en Rocky Balboa como una suerte de despedida de un mito, Stallone se despide de aquel icono del héroe americano de los 80 con total desparpajo y melancolía en un film discreto con una trama elemental y un rejunte de actores de su misma talla. El cameo de Bruce Willis es patético teniendo en cuenta lo buen actor que es. Rourke reflexivo muy gracioso pero nada más...
Un corazón casi tan grande como sus músculos Sylvester Stallone pone todo de sí y disfruta de lo que mejor sabe: el cine de acción, lleno de tiros y persecuciones. Y qué mejor que dirigir, guionar y elegir en el elenco a sus viejos amigos: Bruce Willis, Mickey Rourke y Schwarzenegger. Aplausos para Sylvester Stallone. Sí, por qué no. Aplausos para el hombre que tiene más músculos ahora, a los sesenta y pico, que en el apogeo de "Rocky", su ópera magna. Aplausos para Sly, que no le importa ser un mal actor, tener una voz lúgubre, que promueve risas y una cara que se acalambra de tanto colágeno y botox en mejilla, labios y mentón. Siguen las palmas para este actor y también director, que se hizo millonario gracias a verdaderos hitos -de taquilla- cinematográficos, porque además de la saga del boxeador adorado hasta en Moscú, en plena Guerra Fría, fue el responsable de otro monstruo sagrado como "Rambo". Y ahora se permite dirigir y protagonizar "Los indestructibles", una divertida y explosiva película que rodó con gente de "su palo", con añejos compinches de correrías, como Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis, que aparecen en dosis homeopáticas, pero que gustosos se plegaron al juego de compartir un rato con la vieja guardia. También están Mickey Rourke, infaltable en estas lides; Dolph Lundgren, el sueco que encarnó a Ivan Drago en "Rocky IV" (1985), además de Eric Roberts, JetLi y Jason Statham. "Toda mi vida hice películas de acción, qué me voy a poner a pensar en hacer dramas. Yo estoy para ésto". Claridad absoluta la de Stallone, que no pretende ir más allá de sus posibilidades ni sorprender con un giro de 180 grados. Está tan entusiasmado con "Los indestructibles" -film que se estrena hoy en Buenos Aires y que viene precedido de grandes recaudaciones en los EE.UU.-, que ya se habla de su secuela para 2011. En el fondo, tiene corazón este fornido empapelado de músculos (naturales y no tanto)... Es un romántico, "un tipo amiguero", como lo definen en su entorno. Es que él decidió homenajear a sus amigos y a él, obvio, con esta película que, más allá de hombres fibrosos, tatuajes, tiros, bombas, motos, vuelos rasantes y patadas de sipalki, cuenta con divertidos giros, diálogos irónicos y otros elípticos que se asocian a la realidad del personaje de turno. Aunque no todos comulgaron con la premisa de "Los indestructibles". Es que cuando Míster Músculo estaba armando el elenco, pensó en otros históricos del cine de artes marciales como Steven Seagal, Chuck Norris y Jean Claude Van Damme. Todos generacionales, que fueron creciendo -en arrugas y divisas- con Sly. No obstante, la devolución no fue la esperada. Seagal adujo tener problemas con el productor Kevin King, Van Damme resulta que exigía un papel "más profundo", mientras que Norris zafó diciendo tener "otros proyectos". "Muchachos -azuzó el ex semental italiano-, ¡vamos a divertirnos, a hacer una de acción y a llenarnos de plata", fue el mensaje del realizador. ACASO, ¿PENSO EN CHAVEZ? Durante 2009 Stallone y su troupe viajaron a Brasil, donde rodaron buena parte de las acciones de "Los indestructibles", que tiene un argumento... básico. El espectador que decida ver el film -serán decenas de miles, seguro- sabrá de antemano con qué contenido se encontrará. Barney Ross (Stallone) comanda un equipo de mercenarios que debe infiltrarse en un país sudamericano, dominado por un inescrupuloso dictador, que tiene sometido a su pueblo. Ese equipo de elite se encarga, secretamente, de los conflictos del Tercer Mundo, y resuelve -o no- lo que otras Fuerzas no pueden. Si falla, nadie se entera de su existencia. La prensa norteamericana fue impiadosa al acusar a Stallone de pretender hacer una referencia directa con el líder venezolano Hugo Chávez, cuestión que el protagonista no rectificó. Será una hora y media que no quedará en el podio del cine, aunque sí se recordará como la película en la que Stallone y sus amigos decidieron agradecerle al género que los depositó en la cumbre de sus carreras y que hoy los encuentra en la lógica curva descendente. Aplausos para Stallone, el último mohicano, el hacedor de un género que defiende a rajatablas, evitando -inclusivedobles en las escenas de riesgo, lo que le costó una doble fractura en el brazo. Aplausos, de pie.
No será la mejor película del año, ni de la semana y ni tampoco de Stallone, pero sin dudas Los indestructibles es la más emocionante. Con la nostalgia por el desaparecido cine de acción de los 80 como combustible, Los indestructibles junta a casi todas las grandes estrellas de antaño para que, en un sentido homenaje, hagan volar por los aires todo lo que esté a su alcance. Entre tanta musculatura añejada, la figura de Jason Statham se realza y él consigue darle todo ese vigor necesario a la película. Lo más curioso y destacable de Los indestructibles es el respeto por una mirada dura sobre el cine y el mundo que no busca ni le interesa adaptarse a los días que corren.
No pocos espectadores de cine pretenden aparentar “seriedad y buen gusto”. Entre ellos, suele haber muchos que desprecian a gente como Sylvester Stallone en su rol de director. Incluso son capaces de preferir a gente como el canadiense Denys Arcand, el de la abominable Las invasiones bárbaras. Stallone es mucho mejor director de cine que Dennys Arcand. Y lo ha demostrado más de una vez, especialmente con la muy recomendable Rocky Balboa (2006). Ahora bien, ¿qué pasa con Los indestructibles? Los indestructibles es la vuelta de Stallone a los grandes éxitos de taquilla (por lo menos en Estados Unidos la película es un éxito enorme), junta al ícono de los ochenta con estrellas más actuales como Jason Statham y Jet Li, suma a Dolph Lundgren (Ivan Drago en Rocky IV), a Bruce Willis en un papel pequeño, a Schwarzenegger en un cameo, a Mickey Rourke y a muchos más, desde Eric Roberts hasta famosos luchadores. Hay algo festivo en la película en la celebración de la resistencia de los más viejos (Stallone tiene 64 años). Además, hay alguna sabia aceptación del paso del tiempo, más algunas secuencias de gran brillo y mucho disparate. También hay muertes a repetición, un flojo armado de los villanos y una mirada demasiado descerebrada sobre las implicancias de los destrozos que se realizan. Y está la cara de Stallone, que distrae con sus extraños (des)arreglos faciales. Statham, por su parte, es un actor de gran carisma y es lo mejor de la película junto con Lundgren, que está mucho más allá del ridículo. Y basta, no puedo ocultar más el hecho de que Los indestructibles fue una decepción parcial, que esperaba más solidez y más corazón, y que si bien es disfrutable parcialmente no me motiva demasiado para agregar más sobre ella.
Sylvester Stallone volvió a la dirección, luego de los retornos de Rambo y Rocky Balboa, con una propuesta que conoce a la perfección. De alguna manera Los Indestructibles representa otra vuelta para Sly, la vuelta a ese cine que tantas alegrías nos dio en el pasado. La historia nos cuenta como un grupo de leales mercenarios son contratados para llevar adelante un trabajo que parece imposible. En el reconocimiento del terreno donde deberán ejecutarlo, se topan con ciertos imprevistos que los llevan a cuestionar su integridad y sus ideales. Sin dudas no presenta nada original, pero acaso eso importa? El ritmo narrativo es lo bastante frenético y vertiginoso para que este tipo de propuestas no se hagan pesadas. Uno sabe que cuando va a ver este tipo de películas no debe ser exigente con ciertos aspectos que en otros géneros son fundamentales. La trama y el guión entran dentro de esos aspectos, si uno quiere disfrutar de The Expendables debe saber que va a ir a ver una gran película de acción, con una historia y un guión que hacen de buenos parteneres para acompañar en los pasos de baile en los que el film los necesita. Lo bueno o malo que pueda parecerles ésto correrá por cuenta de las exigencias que le ponga cada uno. Sylvester Stallone se lleva los mayores momentos de la película, pero el gran Jason Statham no se queda atrás y ambos son los grandes protagonistas de la cinta. Esto no quiere decir que los demás no tengan su lugar, de hecho Jet Li tiene varias escenas de lucha que justifican su apellido en el cartel y el nombre que se ha ganado en tantos años de trayectoria. Todos los amigotes de Stallone tienen su cuota de pantalla, incluso Mickey Rourke tiene una escena dramática excelente. Eric Roberts también tiene buenos momentos interpretando a su inescrupuloso villano. Es una escena que dura muy poco, es verdad... Pero realmente ver a estos tres monstruos como Sly, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger es algo muuuuyyy grosooooo, más allá del tiempo que ocupen en pantalla. La acción, los tiros, los cuchillazos, las piñas y las bombas son lo más importante aquí. Todos vamos en busca de eso y lo encontraremos a raudales. De hecho la cinta comienza con una especie de precalentamiento, para ir subiendo la temperatura a medida que van pasando los minutos, hasta llegar al climax con los momentos finales donde podemos disfrutar de un monumento a los tiros, las explosiones y las piñas. Hay varias escenas destacadas, como la lucha entre Sylvester y el campeón de lucha libre Steve Austin o Stathan revoleando cuchillos en ese pasadizo. Obviamente que hay momentos bizarros y descolocados, como la escena donde Dolph Lundgren agoniza, que puede ser comparada sin problemas con cualquiera de las muertes que bien graficó Ben Stiller en Thropic Thunder o también el extraño acento que manejan los habitantes de la Isla Vilena. Para resumir hay que saber que tiene errores que si hilamos fino seguramente serán bastantes, pero como dirían Jagger y su pandilla Stone: "It's Only Rock and Roll, but I liked." Es solo una peli de acción nada más, pero me encanta!! Tal vez me equivoque, pero creo que The Expendables será un nuevo film de culto en las películas de acción y ocupará ese preciado lugar junto a grandes obras que supieron entretenernos en el pasado. Ojalá en la secuela redoblen la apuesta y salga algo todavía mejor. Los Indestructibles cumple con la promesa de acción y sangre necesaria para nosotros, los amantes de ese tipo de obras. Gracias por volver Sly te extrañábamos...
VideoComentario (ver link).
Carne y esteroides. Un grupo de mercenarios debe liquidar al tirano de una república bananera en la que se habla un español mal redactado. Para la original misión cuentan con la ayuda de la hija del infame dictador. No hay mucho más, Los indestructibles es una gran pavada que sólo sirve como excusa para que cada uno de los actores del casting soñado por Sylverster Stallone, que incluye a Mickey Rourke, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger y otras viejas glorias del cine de acción de los años ochenta, haga su sketch y entre todos compongan una suma de situaciones incoherentes. La mezcla de marketing y nostalgia exigía como condición cuerpos y caras inmutables, pero curiosamente, lo artificial del proyecto se ve reforzado por la cirugía estética que genera, en lugar de actores maduros, muñecos de silueta artificial y máscara fija. Los indestructibles es una involuntaria parodia berreta, una película torpe, mal actuada y peor dirigida, en la que unos freaks hipertrofiados fuerzan sin gracia los tópicos del género con líneas de diálogo que darían vergüenza a un niño de primer grado, como la confrontación entre Stallone y Scharzenegger por los kilos de más o el insufrible monologo de Rourke sobre la culpa. La película genera la sensación de estar frente al museo de cera de los blockbuster de los ochenta, un viejo club de amigos que deberían irse un fin de semana de pesca en lugar de andar asesinando paramilitares a gran escala. Los indestructibles tiene un público cautivo de cuarentones adictos a la onda retro. Para sumar a la gran masa adolescente, la película decide eliminar toda violencia más o menos realista en favor de una brutalidad innocua que incluye efectos de sonido, sangre digital y algunos muertos que resucitan sobre el final. En lugar de imitar a sus fans, acepando mansamente la letanía por las intensidades perdidas, Stallone y sus amigos intentan reapropiarse del estatuto de estrella y se terminan hundiendo en una caricatura inerte.
Derrapante derroche de acción sin magia Todo está dicho en el trailer. Un grupo de mercenarios unidos por la afinidad personal, dirigidos por un veterano (Sylvester Stallone), acepta un trabajo especialmente complicado: infiltrarse en una isla caribeña para deshacer la intriga política y económica que un ex agente de la CIA (Eric Roberts) mantiene en esa región a fin de obtener réditos económicos. La historia se pone un poco más compleja cuando el veterano mercenario encuentra en una joven idealista, hija del dictador de turno, un incentivo para regresar a la isla y, hablando mal y pronto, volarla hasta los cimientos. Al menos se hubieran preocupado por conseguir un puñado de extras hispanoparlantes (abundan, no jodamos) en lugar de actores norteamericanos con aspecto latino y malísimo manejo del castellano. Todas las escenas que transcurren en la falsa isla de Vilena son una oda al lugar común en que la parafernalia yankee ha colocado a los latinos en los filmes, a saber: republiqueta bananera bajo el control de un gobernante de facto, militar por supuesto, títere del verdadero poder en las sombras... un gringo con mucha plata y espurios intereses que nunca se aclaran. Pobres de nosotros, los que esperábamos de este elenco una bizarreada mucho más a la altura de lo que prometía. Pobres de los fans de los íconos de acción. Viejitos, mejor que la próxima los agarre Tarantino: la dupla Callaham-Stallone apesta a la hora de escribir y dirigir. Los planos cortos y rápidos con los que Stallone director pretende dinamizar las escenas de acción (en una suerte de homenaje o parodia a las películas de Luc Besson y su pollo, Louis Leterrier) agotan y fastidian en lugar de entretener. Casi se agradece la entrada en escena del moreno Terry Crews, cuyo único interés es precipitar la voladura de cráneos y edificios, verdadero punto fuerte de esta trama sin sentido. Lo más triste de todo es que habrá quienes piensen que toda esta parafernalia es meritoria en tanto pretende parodiar al cine de acción tipo zeta, de bajísimo presupuesto (excepto en lo que hace a los efectos especiales: explosiones, sangre y peleas coreografiadas al por mayor) cuando en realidad no se trata más que de un filme autorreferencial, casi masturbatorio, de un grupo de estrellas más o menos vigentes según el caso, más o menos legendarias, invariablemente desperdiciadas y con poquito y nada de la autenticidad del género del que provienen. No hay mérito cinematográfico alguno en "Los indestructibles"; puro lío, tiros y cosha golda. Si está clara la premisa, adelante: desafiamos al espectador a abandonar la sala sin esta sensación abrumadora de vergüenza ajena.
Los mercenarios que pueden contra todos Sylvester Stallone escribió, dirigió y protagonizó una película que le viene como anillo al dedo para mostrar lo que mejor sabe y que más le gusta. Aquellos que lo siguen desde los tiempos de "Rambo" encontrarán en "Los indestructibles" un filme que transita por la misma frecuencia. Pero con más sangre, más acción, más explosiones y espectacularidad. Un grupo de mercenarios, que encabezan Stallone, Jashon Stathan y Jet Li, quiere hacer justicia en una isla donde sus habitantes son hostigados por fuerzas militares, pero monitoreadas por un civil corrupto. Con un guión simple pero eficiente para este producto, hay una escena final de casi media hora en la que el vértigo parece no tener fin. Bien filmada, hay perlitas con las apariciones de Bruce Willis y Arnold Swarzenegger, y algunos toques de humor que permiten redondear una película ideal para los amantes de las de acción.
Carta de un fan Nuestro redactor friqui declara su amor por Stallone y de paso le da un par de consejitos sobre cómo filmar, en una exhibición de su friquez tan sincera como imperdible. Querido Sylvester: Te escribo esta carta como un gran fanático tuyo y de tu carrera. Me acuerdo de chico cuando encerrado en mi cuarto vi Rocky 3 en una televisión de 14 pulgadas, que no fueron suficientes para frenar la emoción que me generaba ver cómo te reponías de la muerte de tu entrenador Mickey y terminabas por moler a piñas a Mr. T en la pelea final. Ahí nació mi fervor por tus películas y tus personajes, que fueron íconos del cine de acción de los ochenta y principios de los noventa. Rocky, Rambo, Cobra, Tango y Cash, El Demoledor y Cliffhanger, entre otras, fueron películas que marcaron mi infancia y adolescencia (junto con joyas como Comando, Duro de Matar y Depredador). Muchos cinéfilos, para hacerse los cool, tratan de olvidar cierto cine que veían de chicos, pero yo no reniego de mis orígenes. A mí lo que me hizo entrar en el mundo del séptimo arte son aquellas pelis donde tipos como vos o tu amigo Arnold lo único que hacían era reventar a balazos a un ejército entero sin ningún tipo de piedad ni remordimiento. Como decía, siempre fui un fan tuyo de la primera hora. Y sí, a veces eso hizo que me comiera mas de un garrón como Asesinos (película con el clímax mas aburrido de la historia), El Juez o El especialista (aunque vos seguro la pasaste bomba en tus escenitas con Sharon Stone), por no hablar de comedias como ¡Pará o mi mama dispara! (¿podés creer que de chico me llevaron al cine a verla?). Me acuerdo cuando hiciste Tierra de policías para demostrarle al mundo que podías ser más que una estrella de cine de acción, que podías hacer eso que los actores llaman “rol dramático”, pero nosotros sabemos que en el fondo lo tuyo no es el drama, que tus músculos anabolizados impiden que en tu cara pueda verse un mínimo de fibra emotiva. Y es cierto que tuviste una serie de fracasos económicos que te llevaron a repensar si todavía seguías siendo la gran estrella que por mucho tiempo fuiste. Pero después conseguiste algo milagroso. Allá por el 2004, cuando ya la prensa ni se acordaba de quién eras, anunciaste que ibas a hacer una nueva secuela de Rocky, lo que suscitó obviamente que se te cagaran de risa en la cara, haciendo los típicos chistes de que eras un viejo dinosaurio que buscaba exprimirle el último billete que quedaba a la marca que te había hecho famoso cuando no eras nadie. Y sin embargo los callaste a todos, porque hiciste una película chiquita y noble en donde no ocultabas el paso de los años y te permitías dialogar honestamente no sólo con tu carrera sino con tu propia figura icónica. No conforme con eso redoblaste la apuesta y resucitaste exitosamente a Rambo, demostrándole a la gilada cómo se hace una auténtica película de acción, con cuerpos mutilados atravesando la pantalla y vísceras colgando del lente de la cámara. Era un hecho: Sylvester Stallone había vuelto con todo. Lo que me lleva a Los Indestructibles. Cuando leí que querías juntar a varias estrellas para hacer LA película de acción que les enseñe a las nuevas generaciones cómo es que realmente hay que hacerlas, la verdad que me entusiasmé. Después leí que iban a estar Jason Statham, Jet Li, Mickey Rourke, Eric Roberts y ¡DOLPH LUNDGREN! y creo que por poco me internan en el Borda ¿Será posible?, pensé. ¿Sería ésta la película a la que toda tu carrera estuvo destinada, tu magnum opus? Había una cosa que me hacía dudar, y era el hecho de que para vos es imposible hacer tres películas buenas una atrás de la otra. Siempre encontrás la manera de arruinar un proyecto, especialmente cuando tu ego se pone por delante, como ya pasó otras veces (aunque siempre voy a bancar a Rocky 4 y toda su nefasta ideología reaganiana) ¿Te digo lo que pienso sobre cómo salió este último proyecto? Para mí, Los indestructibles es una película de momentos. Momentos que la hacen magnífica en su desfachatez por querer irse al carajo en cuanto a explosiones y muertes , pero también momentos que la vuelven estúpida, y no sólo por detalles como que en un país de Centroamérica no sepan hablar bien en español. A mí nunca me interesó la cuestión ideológica en tus películas (está claro que sos más facho que Bush y Schwarzenegger juntos), yo sólo quiero ver cómo ametrallás a los malos de las formas más salvajes posibles. Pero acá hay un asunto que no me podés negar, querido Sly (te puedo llamar Sly, ¿no?) y es que el guión está escrito a las apuradas y a medida que se iba ensamblando tu elenco soñado. Si hay algo que me enseñaron películas como Los 12 del patíbulo es que para que funcione un film del género “grupo de gente haciendo una misión”, se tiene que notar en pantalla la interacción, la camaradería del grupo, pero lo más importante de todo es que sepamos quién es y de dónde viene cada personaje. Acá tenemos un grupo de mercenarios cuya personalidad parece definida sólo por rasgos estereotípicos. Jet Li es chino, y por lo tanto su conflicto dramático es ser bajito; Jason Statham (el mas carismático de todos por afano) tiene una novia pero nos importa un bledo la relación que tienen; Terry Crews (el mismísimo presidente Camacho de La idiocracia) es el clásico negro simpaticón que tira chistes, y hay un tipo más que tiene una oreja que parece un coliflor y al que la terapia le viene bien, pero nada más. Ah, y está Mickey Rourke para que se mande un discurso dramático así el film tiene su cuota de “importancia”. Eso sí, al menos le diste a mi amigo Dolph la oportunidad de que muestre sus dotes actorales (aunque su dialecto inglés mezclado con ruso sigue generando risas involuntarias), dándole el rol de “el drogado e inestable del grupo”. Es cierto, los diálogos nunca fueron tu fuerte, lo tuyo es la acción y está bien, en ese rubro cumpliste con creces, sobre todo en el asalto final en donde se quiebran tantos cuellos como venas salen de tus brazos cual efecto 3D. Igual me hubiera gustado que no apeles tanto a filmar en planos cerrados y con tantos cortes de montaje, porque si tenés a tipos atléticos como Li y Statham junto a Gary Daniels y Corey Yuen como coreógrafo de las peleas estaría bueno ver más claramente los movimientos y las tomas utilizadas. La conclusión es que, pese a los problemas y a las decepciones que uno pueda llegar a tener, celebro esta resurrección tuya, porque vos la peleaste en serio a lo largo de tu carrera. Eso sí, ahora que estás en la cresta de la ola no te dejes estar, tratá de ver los errores cometidos así podes cumplir la promesa de entregar la película de acción que termine con todas las películas de acción. Mi humilde consejo para Los indestructibles 2 es que contrates un buen director (creo que John Mc Tiernan está disponible), un montajista decente y POR FAVOR que alguien te ayude a escribir escenas de diálogos (te recomiendo a Shane “Arma mortal” Black). Yo voy a estar ahí para verlo, como estuve en las buenas y en las malas. Atte. Santiago PD: Otro consejito más Sly, para la segunda pegales un llamado a Carl Weathers y a Bill Duke, que seguro andan necesitados de plata.
Por amor a la acción A los músculos y la sangre Stallone le aporta reflexión. Utiliza personajes y situaciones estereotipadas para denunciar que algunos discursos políticos de los ochenta con respecto al papel de Estados Unidos ya son insostenibles Stallone es lo más grande del “mundo mundial”. Sólo un tipo como él podía tener la sensibilidad para darse cuenta de que lo que necesitábamos los muchachos era volver a las décadas del 80 y 90. Esa época tan grata, donde podíamos apreciar como él, Schwarzenneger, Bruce Willis, Dolph Lungdren y tantos héroes románticos se dedicaban a volar por los aires a todos los malos del universo. Tantos dictadores sudacas comunistas, tantos malosos que buscaban aniquilar a la gloriosa América, tantos villanos dispuestos a desatar el apocalipsis en la Tierra… todos ellos vencidos con practicidad suprema, con ingenio, con valor, con músculo… y un montón de frases ingeniosas. ¿Notaron como nunca nos cansábamos de esos filmes? Nos daba un poco de culpa decírselo al mundo, pero en el fondo nos encantaban. Eran nuestros placeres culpables. Podíamos criticar su ideología, su verosimilitud, su construcción de personajes. Pero a la vez, cuando los pescábamos por la tele, nos quedábamos enganchados desde el principio hasta el final. Nunca nos aburrían, siempre festejábamos cada explosión, cada matanza indiscriminada, cada apuñalamiento, cada balazo disparado con absoluta precisión. Cuestionábamos a Rambo, pero queríamos ser John Rambo. Le buscábamos toda clase de interpretaciones a Duro de matar, pero el fondo del asunto era que nos re identificábamos con su individualismo y nos resultaba re piola eso de tirar un explosivo por el tubo de un ascensor o arrojar a un sofisticado ladrón alemán desde cincuenta pisos. Vaya a saberse por qué, habíamos dejado esos finos y salvajes sentimientos. ¿Sería esa rara mezcla de culpa y descreimiento? ¿El crecer y darnos cuenta de que eso no era real? Por eso quizás un tipo como John Woo comenzó a fracasar y tuvo que regresar a China, dejó de pensarse en Arma mortal y estrellas como Steven Seagal o Jean-Claude Van Damme se vieron relegadas al directo a DVD. Sólo actores como Jason Statham, filmes como Crank o un director como Robert Rodriguez daban la impresión de poder seguir sosteniendo un punto de vista que explorara la pureza del género de acción. Hasta que Stallone barajó y dio de nuevo. Comenzó con Rocky Balboa y luego siguió con Rambo. Lo que parecían meros refritos, resultaron ser reflexiones sobre el paso del tiempo, la vejez versus la juventud, las virtudes y defectos que nunca se van, los valores que permanecen a pesar de todo. Y ahora nos entrega Los indestructibles, que habla sobre personajes que, tal como indica el título original, son prescindibles, aunque en el fondo siempre se los necesita. Porque hay que aceptarlo de una buena vez: necesitamos a los tipos rudos, musculosos, transpirados, que sangran mucho pero hacen sangrar más. Por otra parte Stallone aporta una dosis de inteligencia llamativa. Utiliza los mismos personajes y situaciones estereotipadas para delatarnos que algunos discursos políticos de los ochenta con respecto al papel de Estados Unidos ya son insostenibles: “ya no somos solamente los buenos, también podemos ser los más malos de todos”, parece decirnos Sly. También reflexiona sobre las consecuencias del american way of life, con una escena donde le da total libertad a ese gran actor que es Mickey Rourke para que despliegue toda su humanidad. Incluso es capaz de hacerse cargo de que puede perder, de que le pueden patear el trasero (la pelea que tiene con Steve Austin es testimonio de ello), de que un día lo van a relevar como representante de este cine, y que hay gente que tiene la capacidad para hacerlo. Los indestructibles no sólo realiza un ejercicio productivamente nostálgico y melancólico sobre los ochenta y noventa. También actualiza procedimientos del western, con La pandilla salvaje como modelo emblemático. Y en el medio, nos vuelve a decir, con toda la garra, que está bien disfrutar de esa violencia de juguete. Porque si cuando éramos chicos teníamos los muñequitos de Rambo, no está mal que hoy, a la distancia, unos cuantos años después, abramos el baúl de los recuerdos, desempolvemos un poco esos toscos objetos y nos pongamos a jugar nuevamente a la guerra.
Un comando de mercenarios conocido como Los indestructibles no tiene afiliación a ningún país ni identidad "oficial", por lo tanto cuentan con total libertad. Lo integran un amante de los cuchillos, un experto en artes marciales, un especialista en artillería pesada y un par de aficionados a los explosivos. Eligen los trabajos que desean realizar, generalmente no por dinero sino por que se sienten emocionalmente conectados con las víctimas o con sus causas. Sus servicios son solicitados para asesinar a un malvado dictador de un pequeño país en una isla sudamericana, un general que corrupto que somete al pueblo, mediante el miedo y la tortura, mientras acumula poder y fortuna en sociedad con un ex agente de la CIA. La fotografía de un niño brutalmente masacrada los induce a aceptar la misión. Una vez en la isla son emboscados por los hombres del malvado General, complicándose más situación cuando descubren que también son perseguidos por un traidor infiltrado que supuestamente coopera con la CIA El equipo resuelve abandonar la empresa, para luego resolver vuelve a completar y salvar a una chica inocente que sabe toda la verdad detrás del complot contra ellos. Tal es el resumen de esta aventura que involucra a “Los Indestructibles”, por lo que es muy fácil deducir que promete acción sostenida desde el principio hasta fin, con luchas permanentes empleando todo tipo de armas imaginables, con enfrentamientos cuerpo a cuerpo, un esplendoroso marco de efectos especiales y visuales, y muy generosas balaceas, todo ello para coronar el imperio de violencia que siempre acompaña a este grupo de mercenarios. El espectador que gusta de estas manifestaciones fílmicas no se sentirá defraudado, pues contiene todos los ingredientes para una receta muy frecuentada por guionistas, productores y realizadores dedicados a la cinematografía-espectáculo de acción por la acción, incluso con un apropiado final abierto a un romance, por ahora apenas insinuado, y merced al animo predispuesto del equipo para involucrarse en una nueva aventura. “Los indestructibles” les resultará satisfactoria particularmente a quienes les traiga reminiscencias de aquellas producciones de acción por acción características de las décadas del 70 y 80 del siglo pasado, con sus clisés y códigos, incluida la presencia de algunos de sus iconos masculinos entre los intérpretes, con sus físicos musculosos, tatuajes varios, camperas de cuero, que podrán reconocer no sin cierta saludable nostalgia, en tanto que a las nuevas generaciones es posible les resulte entretenida, particularmente por el ritmo logrado por la bien articulada compaginación, y los toque de humor aportado por comentarios o frases sueltas en los diálogos, con un gags que queda para la historia: en una escena aparece Arnold Schwarzenegger, uno de aquellos iconos –hoy gobernador de California- cuando le preguntan a Stallone “ese, ¿quién es?”, la respuesta no se hace esperar: “ese quiere ser presidente...” Puede también descubrir al gigantesco contrincante que enfrenta a Stallone en “Rocky IV” (1985), Dolph Lundgren, u otros más frescos en la memoria como Bruce Willis o Mickey Rourke. Los excesos de arbitrariedades y artificialidad no lo invalida como buen producto de entretenimiento, aunque resulte muy discutible, o polémico, al ser considerado ideológicamente por estar en las antípodas de la actual política estadounidense al sustentarse en la que rigió en ese país durante los años ochenta. Por otra parte, pueden encontrarse puntos de coincidencia, salvando distancias conceptuales y artísticas, con títulos de otros realizadores que reivindican a los “viejos”, quienes otrora integraban los consejo de los sabios, en tanto hoy son considerados carne de geriátrico. Por ejemplo, lo hizo con gran nivel, y cierto humor e incluso una dosis de ironía, Clint Eastwoon particularmente en “Los imperdonadles” (1992) y en ”Jinetes del espacio” (2000) Con Stallone de por medio, y una segura buena taquilla en su explotación internacional, no es de extrañar futuras secuelas de “Los indestructibles”, como lo fueron sus anteriores exitosas incursiones con Rocky y Rambo, si tenemos en cuenta que ha declarado seguir activo en el negocio fílmico.
Dame la E, te doy la E...hip hip Expendables!!! Sí señores. La abuela se calzó las porras y desde que se anunciara una película donde se conjugaran muchas de las estrellas de acción con las que me he criado sabía que no tardaría en verla. No tenía ningún tipo de expectativas significativas y quizá por ello y tomándolo por donde viene, Género testosterónico, no puedo más que agitar y cantar Hurray Hurray!. Ya Primo en su magnífica columna AntiTrailer nos había adelantado de qué va y qué tal está; pero acá vengo yo a aportar mi visión femenina de la cosa. Seamos honestas, chicas, esta película de machos bien machotes dandose tundas y soplamocos a destajo nunca nos llamaría la atención al menos que nos guste el género de acción o se conjuguen adonis cinematográficos. Las que pintamos algunas sotas en el DNI no dejaremos de reconocer que Statham y Willis pueden ser excusas suficientes para ir al cine a ver Los mercenarios (acá en Argentina Los indestructibles) pero déjenme decirles que al menos en esta ocasión dejaré babosidades de lado y apelaré a mi lado masculino (que cuando manejaba era donde más se manifestaba :P) para contarles tanto a ustedes como a ellos que esta peli la rompe. Siempre me gustó el buen cine de acción y siempre disfruté como marrana cuando esos films son exagerados, esos que tienen escenas que nos arrancan una carcajada y un andaaaaaaaaaaaa difícil de contener; films que se consumen con varios baldes de pochoclo de por medio y que empachan de adrenalina. Los indestructibles es un film para nada pretencioso, ni siquiera diría que es original, que tiene un reparto que podría haber sido mil veces aún más llamativo si no hubiese habido tantos conflictos de agenda y legales de por medio- o menos testarudez de otros- para contar con nombres que no pueden faltar en próxima entrega como Kurt Russel, Steven Seagal, Van Dame o Wesley Snipes. No obstante no es para nada invaluable nombres como el del mismísimo Stallone,quien dirige el film, Jet Li, Dolph Lundgren, Steve Austin y Jason Statham con dos bolos en una escena bastante irónica y memorable con Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger de por medio. Ya fantaseo yo cómo habrá surgido la idea de este film. Lo veo a Stallone meditando sobre una buena forma de volver un poco más llamativa que su última Rambo y de pronto, así como quien habrá soñado con juntar a los Beatles, preguntarse qué tanto le gustaría al público ver en pantalla grande el rejunte de personajes que siempre alimentaron el género. Lo demás sería fácil: pongamos unos latinos malos, droga y CIA de por medio, una buena minita- que después de todo es lo único por lo que vale pelear como buen macho- mucho tiro, explosiones, patadas y trompadas, alguna escenita emotiva para que no nos llamen insensibles, más tiros y listo. Todo el combo que el fiel expectador espera encontrar. Pero ingredientes así hay en muchos films que han hecho agua; enconces ¿porqué estos indestructibles la habrán pegado tanto?. En mi humilde opinión la pegaron porque ante todo se cargan a sí mismos. Quien quiera tomarse este film en serio irá por mal camino y las incontables autoreferencias y auto emulaciones pesarán al ojo demasiado crítico. Ante todo Stallone quizo hacer un homenaje al propio cine de acción, el entretenido, el bien hecho, el que representa el peso invertido; pero para ello- humildad mediante- deja de lado su figura y aun cuando es protagonista de la historia asume que muchos nombres tuvieron tanto peso como el suyo y se merecían estar. Agradezco las vueltas del destino de este film para que en vez de Forest Whitaker- actor que nunca me gustó no sé porqué- reemplazando a Snipes haya terminado Terry Crews a quien adoro profundamente. The expendables es un derroche de testosterona, acción, adrenalina y buena realización. Hay escenas realmente muy bien logradas y la música acompaña en forma destacable. Asique si no la vieron, dénle una oportunidad antes que la saquen de cartel porque, eso sí, en pantalla grande es impactante.
Hoy equilibramos, el primer antitrailer en La Cinerata fue de una película de hace 10 años, el de hoy es de una que se estrena mañana. Así es, sólo por traerles la mejor información, puse otro clavo en el ataúd de mi vida sexual y gané una entrada para la avant que se hizo anoche de The Expendables. Viendo el póster mientras escribo esto, me doy cuenta que es necesario que aclare que la película no es de violencia con sentimiento (las típicas historias de venganza, como en el mejor de los casos lo es The Crow o, en el otro extremo de la balanza, Punisher y todas esas). Esta es una película de acción con violencia y destrucción que se produce por la fórmula "objetivo"+"gente que se pone en el medio" (como lo sería el Metal Slug, sí, sí, el juego). ¿De qué la va? Es una película sobre una misión que llevan a cabo un grupo de mercenarios liderados por Stallone. Lo general no va más allá de eso, en lo particular podemos mencionar que por momentos mechan partes más "humanas" de estos mercenarios, pero sin mucho esfuerzo. Se la podría definir como 103 minutos de testosterona condimentados con varios gags de la cultura pop para sacar tensiones y reforzar la imagen de "héroes que están por encima de la situación". O, citando a un especialista: "Es la Scream de las películas de acción", Mario Romero, psicólogo de superhéroes. Manteniendo mi código de "0% spoilers", comparto la llegada del único que faltaba en una película así. Porque es verdad, están todos (cualquiera diría que la idea surgió en la última reunión de actores de películas de acción, generación '90), al menos en cuanto a los más comerciales nos referimos. Y en este punto quiero aclarar, para ir cerrando, es verdad que están todos, pero no están todos. La película gira en torno a los personajes de Stallone y Statham, con bastante participación de Jet Li en escenas de acción y de Mickey Rourke aportando la sabiduría del viejo mercenario. Los demás tienen sus momentos pero hasta ahí, un ejemplo es que Bruce Willys tiene una escena nada más. Así que no se dejen engañar por la cantidad de nombres. No apta para los que busquen violencia gore. Es verdad que tienen armas de alto calibre y gran cantidad de cuchillos, pero la sangre no es de ese color crudo que se acostumbra, sino más de un rojo brillante con poco detalle en las heridas. Violencia para toda la familia.
Rompan todo Probablemente Los Indestructibles sea una de las películas donde más se han aventurado pronósticos sin siquiera verla, incluso desde que se tuvo conocimiento de su realización hace poco menos de dos años. El nombre de Sylvester Stallone en la dirección, junto a otros hitos de las películas de acción de los ochentas despertaba a un grupo de espectadores que esperaba por esto desde hace un tiempo. Quizá el film era una película de acción llana, cargada de disparos y héroes imposibles en escenarios que tienen menos sustento geopolítico que una película infantil, pero en su premisa encerraban la honestidad de entretener sin vuelta alguna. Este era el planteo, que quizá se base más en el imaginario colectivo generado por estas películas que en las películas en sí. Con esto me refiero a que hay algo idílico en la construcción de esta nostalgia: si, hay buenas películas y enormes clásicos, pero también hay bodrios insufribles que no solo eran malas películas, también eran aburridas. Y eso por no hablar de la supuesta autoconsciencia de la incorrección política: hay películas que son ofensivas sin pretender ser otra cosa, también las hay de venganza por mano propia sin vueltas y, finalmente, aquellas donde el enemigo común es evidente y se justifica en un discurso peligroso. Pero aquí está Stallone con su propuesta, y podríamos decir que hace honor a ese cine de acción con una película que más allá de sus irregularidades entretiene, es vertiginosa y sin declamar habla de esos iconos de los 80´s entre explosiones e impecables coreografías. Pero hablemos un poco de la película: hay un grupo de mercenarios llamado The Expendables (que podríamos definir como “descartables” y se refiere a la duración del héroe de acción en el subtexto) que resuelven misiones contra diferentes objetivos alrededor del mundo. En algún momento les es ofrecida una misión para derrocar a un líder hispano de cierto país caribeño llamado Vilena. Tras una breve y algo torpe tarea de espionaje, descubren que existe la manipulación corrupta de un brazo armado de mercenarios que utilizan la autoridad del dictador como una herramienta para someter al pueblo a sus intereses. Además, descubren que las cosas no siempre fueron así y que la llegada de esos fulanos que tienen un nexo con los “Expendables” generó violencia y opresión. Como consecuencia se abren de la misión pero cierto interés romántico los hará retornar para el inevitable “grand finale” entre pirotecnia y golpes. A partir de aquí, sin más detalles uno se puede imaginar el curso de la acción. Sin lugar a dudas el mercenario clave es Stallone interpretando a Barney Ross, un héroe añejado con suficiente experiencia como para dirigir a un grupo con integrantes siempre al borde de la locura. Por eso el film gana peso con el personaje de Dolph Lundgren: después de todo, su inestabilidad lo lleva no solo a asesinar enemigos de manera indiscriminada, sino que también atenta contra su propio grupo. Su desarrollo lateral al del grupo de Ross le da a la película algunas de las mejores secuencias de acción, con un gran enfrentamiento entre Lundgren y el personaje de Ying Yang, interpretado por Jet Li. Pero si de peso narrativo hay que hablar, es sin lugar a dudas el personaje interpretado por Jason Statham (Lee Christmas) el que fluye con más integridad a lo largo de toda la película. No solo revienta todo con su habilidad con los cuchillos y se lleva algunas de las mejores peleas coreografiadas, sino que presenta a un tipo sensible e inseguro en su vida como mercenario, mostrando una versatilidad actoral que solo se puede equiparar a la del experimentado Mickey Rourke con su personaje de Tool (que tiene un monologo memorable). Statham es, sin lugar a dudas, el héroe de acción más completo del cine actual. También brilla el perverso antagonista manipulador interpretado por Eric Roberts, el cual desearán que reviente más de una vez (y por eso trabaja tan bien). Pero con tantas estrellas y momentos, hay que hablar también de la generosidad de Stallone: cada actor tiene su momento en pantalla y esto no aparece forzado y ridículo, al contrario, es un elenco que se complementa, donde hasta figuras secundarias como Randy Couture o Terry Crews logran sorprender en alguna secuencia. Incluso Giselle Itié, en un papel tan lleno de clichés, logra romper esquemas y ganarse a la audiencia. El cuestionamiento va a surgir cuando noten que el guión tiene algunas arbitrariedades, además de que las persecuciones están filmadas horriblemente, con momentos donde se pierde la continuidad y se agregan tantos inserts de primeros planos que no se sabe que está pasando. A esto sumemos que alguna pelea aparece deslucida y que los efectos digitales dejan bastante que desear, sobre todo cuando son puestos en evidencia (preséntenle atención al fuego sobreimpreso en varias secuencias o a la sangre luego de alguno de los cercenamientos). Mi problema con esto es que la película no pretende ser serie B o berreta: algunas explosiones y moretones pueden rebatir fácilmente esto, ya que están hechos con un detalle a la altura de las mejores producciones. Aún así, la película es contundente en contraplanos que no pierden la acción por más confusa que esta sea en el montaje. Entonces, ¿Es Los Indestructibles una película recomendable? Absolutamente. Hay aquí tanta acción y testosterona como para derribar a un edificio. El problema es que quizá decepcione un poco a quienes esperaban un mayor nivel de autoconciencia u homenajes, el film tiene en su subtexto y hasta en su nombre original algo de eso, pero cuando termina uno ingresa en el cauce de la acción y se olvida. En todo caso, entretiene sin culpas ridículas y ofrece algunos de los mejores films de acción de los últimos años a pesar de sus irregularidades. Quizá sea una representación algo postmoderna de los ochentas, pero estos iconos llegaron para quedarse, antes que para heredar un legado.
La pandilla salvaje de los ochenta. La premisa es más que tentadora: un conglomerado de estrellas de acción de los ochenta, disparando cuanta arma encuentren en su camino, peleando, explotando todo. Sylvester Stallone reunió a un dream team que incluye a Mickey Rourke, Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis (estos tres, con muy poco tiempo en pantalla), Dolph Lundgren (Ivan, el ruso malo de Rocky IV), Eric Roberts (el hermano de Julia...quizás lo recuerde como el mafioso de Batman: el caballero de la noche), Jet Li, Jason Statham (el británico pelado de la saga El transportador) y claro, el propio Sylvester. Hay alguna trampita comercial: como dije antes, Bruce y Arnold tienen apenas un cameo, y el equipo de Expendables (horroroso y equívoco título le pusieron acá) está en realidad formado por los últimos tres más Randy Couture y Terry Crews. Ok, si usted vive en USA o está familiarizado con el fútbol americano o el UFC quizás los conozca. Como sea, uno ya entró a ver Expendables, con la esperanza de revivir el cine de acción de los ochenta, despreciado no sólo por los críticos intelectuales, y le resulta imposible no sonreír cuando, por el montaje, la iluminación, los one-liners, y especialmente un escopetazo, la película parece haber captado la esencia de ese cine. El espíritu "berreta" dirán algunos. Para otros (en los que me incluyo) la parte difícil en una película de acción es darle corazón. Sangre. Y no hablo literalmente. Entonces, a partir de ese escopetazo, todo parece indicar que sí: estamos en un lugar común, pero confortable. Otra amigable película de clase B. No hay pretenciones artísticas elevadas, como en, digamos, La pandilla salvaje, aquel clásico de Sam Peckinpah que reunía a un grupo de ladrones en decadencia para lo que podría ser el último trabajo de sus vidas. Y que además, era la carta de despedida del western, un género hoy en día abandonado. Sí: parece contradictorio decir que The expendables no tiene las mismas intenciones. Porque, en primer lugar, la acción desenfrenada, exagerada y desmesurada de los ochenta no es un género en sí (aunque el género "acción" no exista, vaya paradoja) y en segundo, a lo sumo Stallone quiere revivirlo y no despedirse. Está perfecto. Seguramente esta película tenga una secuela. No es conclusiva, como lo fue hace unos años Rambo. O Rocky Balboa. El problema con esta película es que el corazón trash se parece agotar rápido y sólo por breves momentos revive. Es como el corazón de Mickey Rourke en El luchador (una película mejor, más grande, que habla de lo mismo). La gloria pasada se siente, por ejemplo, en una secuencia donde Stallone y Statham destruyen todo desde un avión. La isla está llena de militares caribeños que apenas pueden hablar español. Claro: la locación debía ser en América Central. Un país bananero, donde se pueda romper todo y defender al pueblo. No lo digo como una crítica: sino como un guiño para el cinéfilo ávido. Pero quizás el peor pecado que comete Sly sea recurrir a elementos bien contemporáneos para filmar la acción: sonido altísimo y montaje frenético. Uno no sabe que pasa en pantalla. Y si bien en Rambo hacía lo mismo, quedaba una sensación más cerca a Bourne: el ultimátum. La sensación de estar, literalmente, en medio del tiroteo. Ahora, bien, en Los indestructibles, hacia el tercer acto, toda la acción transcurre de noche. Sí: si antes apenas entendíamos algo, ahora directamente nada. Hay un par de secuencias injustificadas y tan arbitrarias que uno duda si Stallone está copiando el estilo trash de esos films o lo hace en serio. ¿Cuál es la necesidad de ver a cada uno de los Expendables poniendo cargas de C4 en slow-mo? La mayoría de los que aparecen en esta película, realmente son indestructibles.Aún con el paso de los años y las cirugías que tienen encima, hay algo que va más allá de los músculos. ¿Se acuerdan cuando Mickey Rouke decía "I'm an old broken down piece of meat"? Bueno, algo de eso hay también acá. Aunque estos hombres buscan una redención más acorde con su pasado.
El cuerpo recobrado. Los indestructibles es cine de acción más tiempo. Uno de los géneros que más habló del cuerpo y de sus posibilidades es también el que más obturó el desgaste corporal, negando el paso del tiempo que los años imprimían en sus protagonistas. Hacerse cargo de ese transcurso es una cuestión política porque implica un riesgo: desmantelar el género poniendo en evidencia la falacia de su tesis primordial, que las estrellas no envejecen y, si lo hacen, al menos conservan intactas sus habilidades físicas. En Los indestructibles está Gunner, una bestia gigante y triste que tiene que drogarse para soportar el ritmo de vida de un mercenario. Gunner va perdiendo la razón, se vuelve un asesino sádico y violento y traiciona a sus amigos. De todos los personajes, el que hace Dolph Lundgren es el que más parece estar poniendo en tela de juicio la moral del cine de acción: los relatos del género no serían más que un fugaz e idealizado momento de esplendor en la vida de criaturas amargas y peligrosas con un destino oscuro asegurado. Barney, interpretado por Stallone, es el otro extremo: de edad avanzada (como el propio Stallone, que ya cuenta sesenta y cuatro años) conserva el físico de un atleta treintañero. Pero hay algo inhumano en él, porque el personaje está siempre de punta en blanco, parece que no duerme (como lo señalan otros personajes), no toma alcohol, no desea a ninguna mujer (a la que salva y conquista la deja sin darle siquiera un beso) y su cuerpo no acusa el paso del tiempo. Hay algo trágico en Barney, como si el personaje estuviera congelado, condenado eternamente a habitar una película de acción y a vivir según sus reglas, siempre guerreando contra los villanos de turno. El monstruo de Gunner, con todos sus defectos, al menos es un ser de carne y hueso: siente, desea, sufre los estragos de los años (sobre todo en su cara, mapa en el que se cruzan arrugas y cicatrices de manera inquietante). Barney, en cambio, parece un cuerpo impoluto atrapado para siempre en la historia del cine. Una sola cosa sabemos que nos habla de su condición de hombre: que hace mucho fue herido de gravedad en la mano izquierda. Esa herida es una referencia al cuerpo de las tantas que articula la película. Toll Road, que tiene oreja de luchador o de “coliflor”, cuenta cómo la lucha libre, por sus caídas y golpes, suele producir esa deformación (la herida es real, del propio peleador devenido actor Randy Couture que interpreta a Road). Yang explica lo difícil que es para él sostener el ritmo de sus compañeros siendo más chiquito (“las heridas son más grandes, tardo más en viajar de un lugar a otro”). Trench Mouse, apenas lo ve a Barney, le dice que perdió peso, y Church les pregunta si no van a empezar a chuparse la pija uno al otro. La mala decisión de Lacy, que cambia a Lee por otro, se materializa en el atroz moretón de su cara. En un fusilamiento que se lleva a cabo al principio, el general Garza le dice a su víctima que no le cree porque no puede ver dentro de él; Munroe mata al prisionero y le dice a Garza que ahora sí puede hacerlo. Lacy descubre sorprendida la profesión de Lee cuando lo ve moliendo a patadas a su novio golpeador y a los amigos de él. Ya sabíamos que el lenguaje que utilizan los personajes del cine de acción es uno armado a base de golpes y tiros (y que la supervivencia depende de la articulación precisa del discurso), pero es algo nuevo que los conflictos de los personajes, el humor y los giros de la trama también puedan ser marcas que se inscriben en el cuerpo. Como ocurre con la revuelta de los soldados del general Garza: cuando se revelan contra Munroe, Garza los manda a pintarse la cara de negro y amarillo, como si fueran guerreros, y Munroe se desayuna el levantamiento viendo las caras de los soldados mucho antes de que el general le explique lo que sucede. Como buena película consagrada al cuerpo, Los indestructibles no entiende de psicología o de sentimentalismos. Cuando Lacy lo deja a Lee, éste se la pasa quejándose con Barney más por gruñón que por despechado, y cuando Lee ajusticia al novio de Lacy frente a ella, el conflicto entre la pareja se resuelve de la manera más limpia y económica posible: Lee le dice “no soy perfecto, pero tendrías que haberme esperado. Porque yo lo valgo”. La escena, justa a más no poder, termina unos segundos después. El único personaje que escapa al esquema de la película es también el único que está retirado, el del cuerpo rendido e inactivo. Tool tiene un parlamento largo y aburrido sobre un hecho traumático del pasado y se pone a filosofar diciendo que en su mente hay oscuridad y otras cursilerías por el estilo; acaso para Los indestructibles el quiebre de Tool sea el síntoma más terrible de la decadencia física, la queja con aires de solemnidad pródiga en palabras rebuscadas que espeta el que ya no puede ponerle el cuerpo a la vida y por eso se refugia en los diálogos grandilocuentes. Ni hay que decir que Tool vive encerrado en su taller y que su aspiración es morir al lado de una mujer y no por una; si existiese algo así como un héroe de acción burgués y acomodado, Tool sería ese. Por otra parte, el complicado Toll Road dice que hace terapia y que le va muy bien, pero el suyo es un comentario a manera de chiste, porque el personaje termina la película como la empieza, sin cambios, bien lineal, impermeable a las vueltas de tuerca psicologistas. La posición crítica que la película toma respecto al género se trasluce con toda claridad al final, cuando uno de los personajes que había muerto (por la herida recibida, la muerte era inminente e inevitable) aparece vivo junto a sus compañeros, festejando a la par de ellos. Esa reunión de carácter casi hawksiano, impensable en una película de acción (donde los amigos mueren para motorizar la venganza del protagonista), es uno de los momentos más felices y luminosos del año cinematográfico: las peleas quedan en el pasado, las traiciones y las afrentas se olvidan, los amigos pueden reunirse una vez más para perdonarse y emborracharse juntos jugando al tiro al blanco con cuchillos. Ningún bache de guión, diálogo mal escrito (que no son pocos), pintoresquismo o conflicto acartonado y mal construido alcanza a opacar ni un ápice el brillo y la calidez enormes de ese encuentro final.
Los Muchachos de antes Si uno tiene reparos en creer pasar un buen rato a puro cine de acción, entonces deberá abstenerse de ver esta peli que es pura adrenalina y entretenimiento. Además con una gran nostalgia de aquél cine ochentoso de menos efectos si, pero con guiones atractivos para pasar un buen rato, lejos de todo problema doméstico. Sin ir más lejos la primera "Rambo" estaba bien hecha, era un redondito producto comercial pero de entretenidísima trama y guión, claro si, también se dejaba ver alguna idea fascistoide, pero siempre es normal viniendo del gran país del Norte. Aquí Stallone, sexagenario y de colagenado rostro, núclea tanto en la historia como en la vida real a un grupo de protagonistas de la súper acción fílmica, algunos de ellos indiscutidos personajes del cine clase B como Dolph Lungren o Eric Roberts -hermanito de Julia en la realidad-, otros íconos actuales y bien conocidos como Jason Statham o Jet Li, y sin discusión como un tatuador con presbicia, amores ligeros, y motoquero a full: Mickey Rourke, que en poco rato se deglute parte de la peli. Simple y rutinaria en lo guionístico: grupo de mercenarios que van a un sitio de Centroamérica a rescatar una chica unida a una causa revolucionaria en contra de un mafioso yanqui que maneja la droga y el poder de un dictatorial general, en ese tercermundista lugar. Explosiones a granel, destreza física, armas sofisticadas, desarrollo de inteligencias de ataque y planificación, etc de tanto "verso" que solo se pueden aceptar en el cuadro mágico del cine. Algo válido por cierto. En los diálogos surgen de a ratos unos comentarios muy divertidos y cómicos que no pueden perderse. Una peli efectista, de buena factura técnica-clipera al modo de los años 80, es decir también una cita obligada para esparcirse por una buen rato, todos aquellos nostalgiosos (cinéfilos o no) que vivieron esta época .
¡Old School, Baby! Sylvester Stallone vuelve a ponerse detrás de cámara después de sus dos estocadas finales a las sagas Rocky y Rambo, esta vez para hacer una gran fiesta de tiros, piñas, patadas, cuchillazos y mucha nostalgia. The expendables (2010) se presenta divertida, entretenida y bien sencilla, aún cuando el guión es más simple que sencillo, obviamente. Pero tratándose de una propuesta en la que lo único importante es ver explosiones y la forma en que los buenos no tan buenos vencen a los malos malísimos, se permite. Es que la propuesta no era para menos. Stallone invitó a todos sus camaradas de la acción que prendió fuego el celuloide de los '70 hasta la actualidad para componer una película muy buena, sin importar ciertos matices. Y esos matices (empecemos por lo malo así después sólo le lanzamos laureles a la peli) son nada más que algunas decisiones reprochables por parte de los realizadores en cuanto a la construcción del eje narrativo (who cares!?), como por ejemplo esa Isla-Nación mitad brasuca mitad boricua cuyos habitantes son interpretados por actores que ¡tan luego no acostumbran hablar español!. Tal es el caso de David Zayas, un puertoriqueño que de la cuna se fue al Bronx neoyorkino, y de la preciosa Giselle Itié, brasilera de origen mexicano; todos hablando un español casi ininteligible. El resto ya pasa por el nivel de aceptación y la cuota de credibilidad que el espectador le permita a la cinta, aunque vale aclarar que casi no hay secuencia que desprenda un "¡Pss, imposible! o un "¡¡Naa, pará un poco Stallone!!, lo cual es digno de remarcar y, por qué no, agradecer en estos casos. Ahora sí, yendo a lo concreto: qué buena peli. Toda la acción bien al estilo ochentoso, ese equilibrio entre el cine de acción guerrero y el de los karatecas locos, las líneas de diálogo bien a la Rambo pero también cómicas. Un compendio del cine bueno de acción, de la mano de un reparto que además de gozar de una química increíble hace todo súper verosímil. ¡Súper, súper! Bueno, no tan súper, pero bastante súper... Y con esto nos referimos a las peleas y las escenas de combate armamentístico, que si bien son demasiado "boom" no dejan de tener una cuota alucinante de poderío visual y sonoro (tal vez la mejor edición de sonido del año, sin exagerar). El dúo Statham-Stallone quizás se vuelva antológico, quizás no, pero sí funciona a toda marcha con esas conversaciones hilarantes que nos hacen creer que son amigos de toda la vida y que, principalmente, nos hacen olvidar que el pelado de The Transporter nació dos años después de que Stallone empezara su carrera actoral. Son dos generaciones uniéndose para el deleite de la afición de piromaníacos que disfrutó también con todas las películas protagonizadas por los que aquí el director se da el lujo de poner como mero relleno, aunque también con cada uno teniendo su minuto de gloria. Y por esto entiéndase a Terry Crews y la mejor arma que se recuerde en el cine de los últimos años; Randy Couture y sus planteos psicológicos (y el encargo especial en una de las peleítas, pero no vamos a hacer spoiler); Steve Austin haciendo del típico grandote invencible; Jet Li y su talento de siempre más un plus en su forma de ser que permite la sorpresa; y un Mickey Rourke que vuelve a demostrar que probablemente está en el mejor momento de su carrera y que definitivamente es el fénix de Hollywood. Los hombres, ellos son los principales. Aquí no se cae en la típica de hoy en día, con tanta carne femenina en exposición con el único fin de mixarlo en el cóctel explosivo. Stallone y compañía (como también sería una buena forma de llamar al film) aprendieron de sus errores y no tropiezan con la misma piedra que todos los peso-pesado de la cartelera actual, sino al contrario: no hay estereotipos, o por lo menos no muy exagerados, y eso le da credibilidad a la trama. The expandables expone más bien la figura del hombre de la mitología griega, ése que despliega su poder con la sensibilidad, a fuerza de sentimiento, sensatez y temor. Helo aquí al personaje de Rourke llorando por un recuerdo que lo movió de su pensamiento de siempre -como si fuera un llamado de atención al cine industrial actual-; el personaje de Jet Li soñando con tener familia; el de Couture planteando lo hablado con su psiquiatra con el resto del grupo; el de Statham conmovido por sus problemas de pareja; el de Dolph Lundgren -Gunnar (¿homenaje a Nick Gunar?)- en la dicotomía entre el "bien" y el "mal"; o el propio Stallone, cuyo personaje se ve movilizado por la actitud patriótica y honesta de Sandra (Giselle Itié) a la hora de decidir si ayudarla o no. The expandables, cobrando energía con la cuota de calidad del cine de acción de la vieja escuela y algunos retoques producto de la experiencia de los que integran el proyecto, es un crítica al Hollywood actual, una burla a sí misma y un combo de adrenalina y testosterona que, además de entretener con creces, se plantea como franquicia (qué bien te salió, Stallone) y una mirada reflexiva a lo que se viene en el género. Ah, y lo mejor, por lejos, la escena del trío de los grandes: Stallone + Willis + Schwarzenegger; muy entretenida, como la película.
Si hay algo que no se le puede negar a Stallone al hacer este film es su determinación y el trabajo por reunir a muchas de las figuras que en su momento estallaron las pantallas de los cines en el género de acción. Pero, al mismo tiempo, al tener a las figuras más representativas de este tipo de películas, la decepción aparece por el simple hecho de saber que ellos pudieron haber sido aprovechados de una manera mucho más deliciosa y brindar a su público una experiencia mucho más arrolladora, seria y sorprendente.
NO ESTÁ MUERTO QUIEN PELEA LOS INDESTRUCTIBLES (THE EXPENDABLES, 2010), el nuevo film de Sylvester Stallone después de ROCKY BALBOA (2006) y RAMBO: REGRESO AL INFIERNO (2008), no solo es la historia de un grupo de mercenarios que se reúne para derrocar a un dictador latinoamericano, detener a un corrupto ex-agente convertido en traficante de drogas y salvar a una mujer prisionera. Cargada de adrenalina, músculos, cuchillazos, explosiones y una bad ass banda sonora, la película es un canto al cine de acción y un instantáneo clásico dentro del género que logra lo que muchos otros films no pudieron: Recordar, homenajear y revivir los años 80 de la mejor manera. Ayudado por los efectos especiales de esta nueva generación, THE EXPENDABLES llega a los cines haciendo temblar las butacas. Los espectadores gritan de emoción y festejan ante esta entretenida e imparable montaña rusa de virilidad y violencia que, sin duda alguna, es la mejor película de acción del año. Para atraer al público joven, a lo largo de estos meses, BRIGADA A: LOS MAGNÍFICOS (2010), KARATE KID (2010), PESADILLA EN LA CALLE ELM (2010) y otros films basados en exponentes de la década de los 80, se caracterizaron por esquivar su procedencia y adaptar sus historias, personajes y estilo al modelo propuesto del 2000 en adelante. Pero no LOS INDESTRUCTIBLES. Esta película se anima a todo y no solo respeta plano por plano las films de acción ochentosos, sino que grita orgullosamente ser uno de ellos. Y sin tener nada que envidiarle a sus pares, THE EXPENDABLES presenta un espectáculo imperdible que los amantes del género querrán disfrutar una y otra vez. Todo lo que hizo grandes a films como FIRST BLOOD (1982), COMANDO (1985), DIE HARD (1988) y tantas otras películas que desfilaron por los “Sábados de Súper Acción”, está aquí. Tipos rudos hay muchos, y todos disparan primero y preguntan después. Y entre explosiones, combates y persecuciones muy bien diseñadas, LOS INDESTRUCTIBLES también se da el lujo de proveer lecciones de vida camufladas en un guión escrito y filmado como antes. Sí, predecible, lleno de clichés y con villanos poco carismáticos, pero también con diálogos irónicos, frases memorables, un ritmo que nunca decae y escenas tanto vertiginosas como divertidas. Aunque al principio la intención de Stallone era reunir a la mayor cantidad de “Leyendas de la Acción” posibles, por varias razones tuvo que prescindir de nombres como Jean Claude Van-Damme, Steven Seagal, Kurt Russell, Wesley Snipes y Danny Trejo. Así fue como, lamentablemente, remplazó nombres tan importantes como estos por otros actores de menor calibre como Randy Couture, Steve Austin, Terry Crews, Eric Roberts y David Zayas. Pero aún así todos lograron ponerse a la altura de las circunstancias y cada uno tiene su momento de gloria - El de Crewes reventando malosos con su armota es uno de los mejores -, y al ver el film uno se da cuenta de que tal vez fue la decisión correcta ya que, aunque no aportan mucho a la trama, ninguno de ellos logra opacar al trío protagonista. O mejor dicho, dúo protagonista ya que la falta de participación de Jet Li obliga al espectador a centrar su atención en la inesperada gran dupla de Stallone y Jason Statham, que convence y que tiene muchísimo más para dar en las esperadas e inevitables secuelas. Ambos tienen una gran química y protagonizan algunas de las mejores escenas de THE EXPENDABLES, como el escape en el avión o el enfrentamiento final con James Munroe (Roberts). Otras escenas en las que el film derrocha espectacularidad son la genial pelea entre Li y el gran Dolph Lundgren, el bestial combate entre Stallone y Steve Austin, la escena en que Statham se agarra a las piñas en la cancha de basket o el explosivo tiroteo final. Puede que no logre ponerse a la altura de los clásicos más representativos de los ochenta, pero no hay duda que THE EXPENDABLES es una lección sobre cómo hacer películas de acción y un film que desborda todo lo que el género perdió con la llegada de la saga de Jason Bourne o el reinicio de la franquicia de James Bond CASINO ROYALE (2006). Conscientemente, Stallone se aleja lo más que puede de ese realismo característico del nuevo milenio para refugiarse en una historia entretenida, pero al mismo tiempo, oscura y profunda, que se evidencia del todo en un magnifico diálogo que mantienen los personajes de Stallone y Mickey “Aun con el look de IRON MAN 2, no sé porqué” Rourke. Demostrando ser merecedor de su Oscar por EL LUCHADOR (2008), este último logra una sobresaliente interpretación que resulta ser un respiro entre las flojas actuaciones de la mayor parte del elenco. Stallone es un Rambo más alegre, Statham hace el mismo papel de siempre, mientras que Jet Li apenas puede hablar. Pero ojo, no hace falta decir mucho para ser uno de LOS INDESTRUCTIBLES. Lo único que se necesita es una ametralladora, un cuchillo y tener los huevos bien puestos, lo suficiente como para decidir no usar dobles de acción (True story!) o, como le paso a Stallone, sufrir 14 heridas incluyendo la quebradura de un diente, la ruptura de su tobillo y la fractura de su cuello que requirió la inserción quirúrgica de una placa de metal (Auch!). Así como ENCUENTRO EXPLOSIVO (2010) representó un regreso al modelo narrativo de los 90, el nuevo film de Stallone nos traslada otros diez años más atrás: a los ochenta, a esa época en que no importaba que la acción tuviera o no sentido, cuando los films se hacían con un corazón tan grande como sus músculos y en que solo hacía falta un diálogo para darle sentido a todo lo que pasaría en los tres cuartos restantes de una película. Y no es coincidencia que ese dialogo que hace que la narración de THE EXPENDABLES se dispare se lleve a cabo en la escena más esperada que, con tan solo un par de minutos de duración, vale la pena el precio de la entrada y ya se convirtió en uno de los momentos más antológicos del cine: En una iglesia, Mr. Church le propone una peligrosa misión a los veteranos Barney Ross y Trench Mauser. Este último no acepta, dice sarcásticamente “Dale el trabajo a mi amigo. Le encanta jugar en la selva”, y así como si nada, sale de la iglesia y lo perdemos de vista. “¿Cuál es su maldito problema?” pregunta Mr. Church. A esto, Barney responde: “Quiere ser presidente”. Aquí es donde Silvester Stallone, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger aparecen por primera vez juntos en pantalla, provocando la risa y la nostalgia en una irónica escena cargada de referencias cinéfilas y chistes internos, que al igual que el resto de la película, rebosa de autoconciencia fílmica y demuestra nuevamente que los héroes de acción eran los de antes, que estos todavía se la bancan y que aún están vivos… y más vivos que nunca. LOS INDESTRUCTIBLES son esos héroes de acción a los que constantemente nos referimos como “los de antes”. Verdaderos machos que demuestran ser lo que se ve en pantalla y que, a pesar de la edad o los golpes, siempre volverán con la frente marchita, pero en alto. Y todo para hacernos recordar la grandeza y el verdadero sentido y significado del cine de acción. No se trata de buenas actuaciones o historias inteligentes. Es aferrarse a la butaca con todas tus fuerzas, dejar que te quiten el aliento una y otra vez, y salir sonriendo al terminar la función. Los films de acción ya no logran eso hoy en día, y nosotros nos preguntamos, así como le preguntó Homero Simpson a Mel Gibson una vez, “¿Cuándo fue que dejamos de admirar al hombre con un lanzallamas?”… Por lo menos sabemos que hoy podemos volver a admirarlo.
Guachos pulenta Un mega outlet de estrellas de acción lideradas por Sylvester Stallone (experto en retornos, secuelas o cualquier otra cosa que deje billete) se caga a tiros con medio mundo para salvar la democracia. ¡Leé! Texto: En la remota republiqueta sudamericana de Vilena, un terrible dictador somete a la población desde hace más de dos décadas. (¿Suena a Venezuela/Chávez? No, no seamos paranoicos) Ayudado por un ex CIA (Eric Roberts), el milico no deja cagada sin hacer. Hasta que los países democráticos y ajustados a derecho ¡deciden contratar a unos mercenarios para que derroquen al dictador de manera clandestina! ¡Eso es transparencia institucional! El capo de la brigada es Stallone y los chabones con mucho aguante son nada menos que Jet Li, Mickey Rourke, Jason Statham y Dolph Lundgren. Al llegar al lugar, descubrirán que son parte de un estofado muy feo, así que al toque empiezan las trompadas, los balazos y las explosiones. También ponen la jeta, brevemente, Arnold Swcharzenegger y Bruce Willis. En los 70s estuvieron muy de moda este tipo de pelis, con repartos llenos de estrellas de acción y con un argumento similar: solo por ese recuerdo, y no porque sea uuuauuu la película, recomendamos este verdadero tanque, únicamente disfrutable en pantalla grande.
Como gancho, en especial para aquellos que tenemos más de 30 años, la propuesta tenía un innegable valor emotivo. Más allá de lo que uno piense sobre las cualidades de Stallone como actor y realizador, el anunciado regreso de Sly a la acción que tantos réditos le había dado en los años 80 nos generaba cierta cosquilla. Sin dudas, la buena recepción (tanto de crítica como de público) que sus nuevas entregas de Rocky y Rambo obtuvieron, le dieron el empuje para encarar esta propuesta. Pero Sylvester no supo aprovechar la oportunidad, y tiró la pelota afuera. The Expendables muestra el accionar de un grupo de mercenarios norteamericanos (todos ex militares) que se dedica a misiones imposibles para cualquier mortal, salvo para ellos. Un día, les asignan una misión en una típica republiqueta centroamericana. Allí conocen a una mujer cuya fuerza de voluntad y valentía llevan al líder del grupo (Stallone) a meterse de lleno contra quienes ostentan el poder en el lugar (entre ellos, un muy malísimo norteamericano interpretado por Eric Roberts). La peli es, como era de esperarse, un compendio de lugares comunes. Pero Stallone no logró imprimirle el tono irónico necesario para que funcione. Simplemente armó un film con un guion muy básico, y un par de escenas de acción poco memorables. Así, la peli queda a mitad de camino entre el homenaje, la acción y la "buddy movie". Creo que el peor pecado de la peli es no ser divertida. Salvo un par de guiños (los cameos de Schwarzenegger y Bruce Willis; la relación entre Stallone y Jason Statham; algún chiste sobre Jet Li), el film no ofrece mucho humor. Y las escenas de acción, como dije, no aportan mucho. Con un desarrollo de los personajes muy superficial, todo queda en la pose de súper macho. Aunque tampoco se podía esperar mucho desarrollo de este elenco (a menos que alguien esperase algo de Dolph Lundgren). El único actor de real relieve, Mickey Rourke, también cae preso de la superficialidad, aunque al menos Stallone le entregó el único monólogo de la película. En fin, una oportunidad desperdiciada. Para segundas vueltas de héroes de acción de los 80, recomiendo mirar JCVD, la muy inteligente propuesta con la que Van Damme sorprendió el año pasado. The expendables la recomiendo sólo para un domingo de lluvia, y sin fútbol.
Noble adiós a sangre y testosterona A los 64 años, Sylvester Stallone vuelve al cine como director y actor. Y lo hace a su manera: sin sutilezas y con triviales líneas de diálogo que funcionan como pausas necesarias entre el estruendo de motores, disparos y explosiones. Sylvester Stallone acompañó a varias generaciones de espectadores en todo el mundo, y si bien los films que lo tuvieron como protagonista fueron sinónimo del cine más berreta y reaccionario, pasaron a formar parte de la educación cinematográfica de millones de personas y, en muchos casos, se convirtieron en curiosas piezas de nostalgia culposa. Luego de los espectaculares finales de Rocky y Rambo, las dos sagas símbolo de aquel cine que tuvo su momento de gloria hace treinta años –“Los ochenta fueron lo mejor, después llegó ese maricón de Kurt Cobain y lo arruinó todo”, decía Randy en El luchador– , Stallone pareció quedarse con la manos vacías. Sin embargo, todavía guardaba una carta en su musculosa manga: Los indestructibles, oda otoñal a los buenos viejos tiempos reaganeanos, que reúne a Sly con Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Mickey Rourke, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger (falta Jean-Claude Van Damme, que se bajó del proyecto), el dream team del cine de súper acción de los últimos años. Sly cree en los símbolos, y decidió despedirse a lo grande de ese cine paquidérmico, la mayoría de las veces tosco y definitivamente oxidado, con estrellas dialogando con él durante décadas en alguna húmeda selva, o sobre el ring de incontables sudorosos estadios, o en decenas de persecuciones a velocidades imposibles. Ese es el cine en que cree, sin sutilezas, con triviales líneas de diálogo, imprescindibles pausas entre el estruendo de los motores y las explosiones. En suma, la testosterona desatada. Los indestructibles trabaja exclusivamente en el terreno de las buddy movies, esos films sobre la camaradería viríl. En este caso, un grupo de mercenarios de buen corazón contratados para terminar con el reinado de un ex agente de la CIA en un país del Tercer Mundo, que se pasó de rosca con el tráfico de drogas y al que hay que eliminar para que la agencia no quede mal parada. Algo así como la versión clase de B de Apocalypsis Now. Lo que sigue es la misión, claro, una excusa para mostrar a los muchachos en operaciones y desgranar un pasado en común plagado de violencia y sinsabores. Si el contrato con el espectador funciona, es decir, si está dispuesto a ver una carnicería con las reglas de antaño y la ausencia de corrección política, la película de Stallone es disfrutable y noble, porque cree en su discurso y no pide disculpas por la historia que la precede.
Sabemos que Sylvester Stallone es un hombre al que lo excita la testosterona, un señor que ha entregado su vida al cine de acción, que sabe aventurarse en proyectos propios y al que no le tiembla el pulso si se trata de estar detrás de cámaras para hacer realidad sus ideas, aunque en el camino queden los perdigones de una ideiología rancia, de una mirada sobre lo que es el cine que, en el mejor de los casos, atrasa dos décadas. The Expendables es lo peor de lo mejor que dio el cine de aventuras. El auto homenaje que el actor de Rambo decidió protagonizar, producir, escribir y, oh, dirigir, tiene comparsa de lujo, pero acotada y amarreta en términos concretos: Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger, los máximos héroes de acción post Rambo, aparecen apenas unos pocos minutos, como para dar el presente en la fiestita que el grandote de Sly armó para si mismo. Y para que el bisturí mayor de la cinta no sea su autor (cada día más intervenido quirúrgicamente), el que da la nota a la hora de los tajos y deformaciones es el amigo Mickey Rourke, desaprovechado una vez más, en un rol que lo tiene casi todo el tiempo sentado y, para colmo, con una iluminación horrenda. Quienes sí juegan más que el resto en este pelotero de balas y testosterona eyaculada a diestra y siniestra, son Jason Statham (El Transportador) y Jet Li, que reparten cuchillazos y patadas, respectivamente, haciéndole la segunda al anabólico ex-Rocky en una historia que, para colmo de ridiculeces, incluye un approuch de romance entre el cincuentón y una latina a la que le arrima el bochín, pero hasta ahí nomás. ¿La historia? Ah, la historia. Sí, hay un esbozo: un mercenario (Stallone) es contratado por un señor poderoso (Willis) para que asesine a un líder bananero de una republiqueta ídem latinoamericana. That´s all folks. Cualquier parecido con decenas de películas perpetradas en la década del `80 no es pura coincidencia, es apenas el débil coletazo de una mente atiborrada de ideas (sobre secuelas de Rocky y Rambo) que despuntó el vicio y le dio para eso. Y gracias.
Sangre, sudor y balas Silvester Stallone es un nombre que genera tantos odios como amores. Pareciera que el hecho de encausar la mayoría de sus proyectos dentro de un género como la acción fuera algo para objetar en una carrera que sin dudas ha tenido altibajos, pero que supo dejarlo en lo más alto del mainstream norteamericano. Y en los últimos tiempos demostró porqué. Si Rambo IV era una carnicería de noventa minutos en donde Sly demostraba detrás de cámara cómo podía hacerse una película de acción entretenida, frenética y con ciertos rasgos de gore, pues en Los Indestructibles indica que sabe distinguir entre un proyecto y otro. Porque con su última película estrenada, Stallone le dice al espectador que hay una diferencia grande entre cada uno de los títulos que dirigió. Y ahí radica, quizás el mayor punto a favor del nuevo trabajo realizado por quien le pusiera cuerpo a Rocky Balboa. Desde un principio, Los indestructibles fue un film pensado como un estreno que homenajeara a todo ese cine de acción de los ‘80 que hoy se esconde en estanterías de VHS o en los clásicos reeditados de los videoclubes. Y por eso, en algún sentido, este film logra con creces su cometido. Nadie puede negar que los amantes del género no sean seducidos con la posibilidad de ver en una misma pantalla no sólo a Stallone, sino a Jason Sthatam, Jet Li, Dolph Lundgren (el mítico Iván Drago de Rocky IV), Mickey Rourke, Randy Couture, Steve Austin y hasta apariciones como las de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger (sin dudas las grandes faltantes son Jean Claude Van Damme y Chuck Norris). Pero entre tanto nombre conocido ¿Qué ofrece Los indestructibles? Pues básicamente la historia de un grupo de para-policías que trabajan para el mejor postor y que deberán enfrentar al dictador de un pequeño país de América del Sur que domina el lugar en sociedad con un empresario norteamericano (el siempre eficaz Eric Roberts). En ese contexto, por supuesto, aparecerán todos los clichés habidos y por haber: antihéroes dispuestos a todo por una mujer, países de tercer mundo transformados en pequeñas aldeas, habitantes de un país que ni siquiera hablan bien su lengua natal y varios etc. Pero Stallone es bien consciente del tipo de film que quiere hacer. Y por eso se encarga de ofrecer grandes escenas de acción que evitan el abuso del CGI (bastante tosco por cierto) y que privilegia los músculos y la fuerza bruta de todo su elenco. Porque en el marco de un film que rememora y homenajea al cine de los ‘80, el disfrute de la violencia no pasa por el mayor desmembramiento de los cuerpos (como sí hizo en Rambo IV); sino por la destreza y la capacidad física de los “artistas” (muchos de ellos provenientes de la lucha libre) que vemos en pantalla. Entonces, si pensáramos en Los indestructibles como un film de músculos, motos, balas, mujeres y tatuajes, pues bien, seguramente el espectador saldrá satisfecho de la sala. Por otro lado, para quienes busquen una profundidad temática (ideologías colonialistas incluidas) ésta definitivamente no es una opción para tener en cuenta. La película entretiene dentro de un género que ha sido desprestigiado por cinéfilos y especialistas, tal vez hasta de manera injusta. En ese regodeo de la fuerza física, donde Stallone logró los puntos más altos de su carrera, el título en cuestión representa quizás el cierre de una etapa que no sólo incluye al grupo de hacedores, sino también a los que supieron seguir entusiasmados todas sus aventuras.
Pura y dura Sylvester Stallone volvió con todo... o con todos... o con algunos de los más grandes ídolos del cine de acción de los últimos 30 años, en especial, él mismo. Con la excusa de querer contar una historia de acción pura y dura, brutal, impactante y en donde menos vale maña que fuerza, nos entrega exactamente lo que se propone, un filme en donde el espectador debe olvidarse un poco de su sentido común y "disfrutar" de las trompadas, patadas y explosiones. El golpe marketinero de juntar a todos esos héroes en una misma película funcionó desde el primer aviso. Estamos hablando de ídolos de acción de los últimos tiempos -Jason Statham, Jet Li, el cómico grandulón Terry Crews o los pseudoactores Steve Austin, Randy Couture- mezclados con algunas figuras de los '80 -Stallone, Rourke, Dolph Lundgren (mejor conocido como Ivan Drago) y las apariciones estelares de Bruce Willis y Arnold Schwarzenneger, en una participación muy promocionada y bastante menos especial de lo esperado para lo que supuestamente sería la escena más memorable del filme-. Con todos esos pesos pesados juntos en una misma pantalla, uno no puede esperar menos que ametralladoras grandes, huesos rotos, cabezas volando por los aires y explosiones por doquier. Y el filme, aunque no lo haga de la mejor manera, nos brinda todo eso. La principal crítica ya está hecha, pero hablando técnicamente se trata de un pobre guión, diseñado únicamente para el lucimiento de las escenas de acción. Sin embargo, es mucho peor que eso, porque una dirección descuidada hacen que todo el artificio que esperamos ver y que nos venden esté desplegado en pantalla de manera desordenada o mal enfocada. Durante el metraje hay una insistencia por parte del director de poner la cámara demasiado cerca de la acción y no permitir que las coreografías de peleas o los movimientos grupales se perciban decentemente. Es cierto, hay patadas y explosiones por doquier, pero la manera de mostrarlas no es la más adecuada. Siguiendo con detalles del guión, dirección y organización, es obligatorio nombrar al imaginario estado dictatorial que nos propone la historia para que nuestros héroes salven. Se trata de una extraña republiqueta bananera, media hispana, media brasileña (hay carteles en portugués en los fondos de las escenografías) y en donde ni siquiera sus propios habitantes saben hablar un idioma coherente. Tanto el pobre de David Zayas (quizá lo conozcan como Batista en la serie Dexter) que interpreta al gobernante del lugar como la pobre de Giselle Itié (que es brasileña, dicho sea de paso) que juega el papel de la bella de turno, ¡nadie en todo el metraje puede hilar una frase coherente en español! ¡El hiperpolíglota Viggo Mortensen o el "arameo por un rato" Jim Caviezel deben sentirse orgullosos! Párrafo aparte se merecen las actuaciones. Lo de Randy Couture, Steve Austin (ambos luchadores profesionales invitados a participar por sus músculos) como el querido Dolph "Drago" Lundgren tienen performances absolutamente patéticas. El propio Dolph dijo en una entrevista "hacía 20 años que no tenía tantos diálogos en un filme", por lo que podemos ser un poco permisivos. Pero héroes de acción experimentados como Jet Li y el propio Stallone también dejan mucho que desear. O quizás es que las cirugías hicieron que sus rostros se quedaran sin expresión. El único que se salva de las grandes figuras es Statham, que con su carisma de siempre logra remontar casi solo un elenco que pesa. Y con su participación estelar, Mickey Rourke nos brinda una escena memorable, sentida y comprometida en donde no sólo se luce como actor, si no que le brinda al filme un manto de sensibilidad, de valor y de sentido con un parlamento genial que termina significando el alma de la historia, la materia que une a todos los músculos en un objetivo común. Por último, el personaje de Eric Roberts es el que más nos hace acordar a este supuesto homenaje a las películas de los años '80: un yanqui explotador que maneja a los títeres que se encargan del trabajo sucio logrado con bastante carísma y mucha exageración, que suponemos que es buscada. Ah, y destacable es el hecho de que Stallone, bien pasados los 60 pirulos sea capaz de correr a gran velocidad por un muelle y saltar para colgarse de un avión que está arrancando. Sencillamente impresionante. Los destruídos... Digo, Los indestructibles es una película que cumple con lo que promete: golpes, patadas, tiros, patadas, golpes, tiros y más patadas, sólo que no lo hace de la manera esperada para un director experimentado -aunque nunca genial- como es Sly. Recomendable sólo para los fanáticos del género y alguno que siente nostalgia de estos ídolos de acción de los '80, es un filme que no resiste el análisis detallado, pero que como producto cinematográfico dedicado al público masivo funcionará de mil maravillas, porque, pese a todo, no deja de ser un filme entretenido. Ustedes deciden...
Quien crea que aquí estamos ante un film nostálgico de las duchas de testosterona de los años de Ronald Reagan, se equivoca. Quien crea que se trata de un autohomenaje emotivo, también. Los indestructibles, film de-con-por Sylverster Stallone, es la historia de un grupo de mercenarios que tratan de cumplir una misión un poco más humanitaria que sus habituales incursiones por dinero. El elenco es lo más parecido a un álbum de figuritas, pero la forma del film –especialmente sus escenas de pelea cuerpo a cuerpo y la sangre digital que salpica la última media hora– nos recuerdan que los ochenta ya pasaron hace rato, y que a Stallone hoy alguien puede vencerlo en un mano a mano (esforzado, claro). En medio de todo esto, el verdadero sostén actoral y físico de la película es el gran Jason Statham, un héroe de acción de estos tiempos, que mantiene la virilidad y la adustez propia de este tipo de personajes sin dejar de ejercer su propio estilo. Es, además, uno de los personajes con corazón más claro, que no necesita declamar nada para que uno sepa que ahí hay un ser humano. Cuidado: también Stallone, especialmente en sus debilidades, en el juego de sonreír con ese rostro demasiado tomado por el bótox, en la alegría de hacer lo que le gusta. La trama de país bananero latinoamericano (con tipos que hablan el castellano bastante mal) o el “malo de la CIA que se pasó de bando”, o algún destello romántico son casi lo de menos. Lo que sí importa es que esto es cine. Imperfecto, quizá primitivo, pero honesto como una buena piña dada de frente.