Tercer film de Katz que la define como una realizadora autora consolidada y a tener en cuenta a futuro. Que los nombres que incorpora en esta oportunidad no confundan. No se trata de una comedia costumbrista más del cine argentino contemporáneo. Más allá de su tono tragicómico y el ritmo que le impregna el Chango Spasiuk a la banda sonora, la realizadora construye un relato familiar dividido. La historia de dos hermanos: Luis y Juan, peleados hace bastantes años. Mientras que el primero tiene un vida hecha en un country del Gran Buenos Aires, junto a su esposa e hijos, Juan lleva una vida humilde en Misiones. La mayor preocupación de Luis es encontrar a los responsable que hacen pozos en el Country y provocan accidentes. De hecho, el mismo Luis se fracturó un brazo por culpa de uno de los pozos que aparecieron en el campo de golf. Mientras tanto Juan se quedo desempleado y de la noche a la mañana no entiende nada de lo que lee. El vacío que cada uno tiene, en realidad, es la ausencia del “otro” en sus respectivas vidas. En el medio, están Delfina, la tercera hermana, y Nena, la esposa de Luis. Cada uno de los hermanos son extraterrestres con el mundo que los rodea pero comparten mucho en común, más que nada esa capacidad de alienarse y al mismo tiempo no querer ayuda de los demás. Katz va abriendo varias subtramas alrededor, tejiendo túneles para que ambos se encuentren. Pero ninguno de los dos pone voluntad para solucionar sus verdaderos problemas. Justamente, lo atractivo y llamativo de Los Marziano es que la única trama que realmente cierra es la que tiene menos posibidades de solucionarse. Los Marziano decepcionará a más de uno, porque deja demasiados pozos abiertos. Más de uno dirá que la directora no supo como terminar el film, pero yo creo que sí. Katz encuentra un tono justo entre la comedia y el drama, el patetismo y la compasión por sus personajes. No se trata de crear una empatía con el espectador sino de demostrar, que incluso nos podemos identificar con las peores familias. El humor es sutil, triste, melancólico. Entre la soberbia de Luis y la torpeza e inocencia de Juan, Katz pone las bases de Los Marziano. Francella y Puig juegan un verdadero duelo interpretativo que funciona mejor cuando finalmente están juntos y no puede denotar sus sentimientos. Lejos ha quedado el Francella de comedias picarescas o familiares. Lejos ha quedado el Puig, galancito de telenovelas. Ahora ambos asumen su edad, madurez interpretativa y la explotan al máximo. Acompañan maravillosamente Rita Cortese, y en un rol bastante menor para su carrera, Mercedes Morán. Ana Katz retoma dos puntas que había comenzado en El Juego de la Silla y La Novia Errante. Por un lado el tema del pariente que viene de lejos para encontrarse con su familia, con la que se siente alienado en principio, pero finalmente reconoce el parentesco, y por otro lado, el del ser solitario, ermitaño que tiene que reconciliarse con su pasado, a través de un presente en otro lado. Además, al igual que otras películas recientes como Una Semana Solos, Cara de Queso o la aburrida Las Viudas de los Jueves, se crítica la artificialidad, frialdad, aislamiento e inseguridad de los barrios cerrados. Obra inteligente con interpretaciones profundas, que van a sorprender a más de uno, Los Marziano es algo más que una comedia con Francella, es un retrato de un micromundo demasiado creído de sí mismo, materialista, soberbio y banal que ha olvidado, que más allá de las diferencias sociales y económicas, básicamente (y como dirían los Benvenutto), ¡lo primero es la familia!
Dos familias enterradas en el pozo Después de las películas independientes El juego de la silla y La novia errante, la realizadora Ana Katz hace el gran salto en esta película que réune intérpretes de renombre y cuenta con una mayor producción. Los Marziano no tiene nada que ver con los extraterrestres. Por el contrario, el film hace foco (y desenfoca) a una familia dividida por las diferencias sociales y de relación. Lejos de la típica comedia costumbrista (aunque se la vende como tal desde los afiches de promoción), la trama sumerge a sus personajes en un "pozo" y en diferencias que parecen difíciles de sortear. La historia gira en torno a Juan Marziano (Guillermo Francella) y Luis Marziano (Arturo Puig), dos hermanos separados desde hace años. Delfina (una siempre convincente Rita Cortese), la tercera hermana, es el único nexo posible entre ellos. Juan sufre un extraño síntoma que se acentúa con el correr de los días y que no le permite leer, razón por la cual viaja a Buenos Aires para consultar con diferentes especialistas. Por otro lado, Nena (Mercedes Morán), la esposa de Luis, le insiste a su marido para que llame a Juan y lo invite a un fiesta familiar. El film de Katz retrata mundos antagónicos en los que nadie parecer ser feliz (el pueblo de donde viene Juan y el country de Luis) y lo hace con algunos toques de humor pero con un trasfondo dramático cuyos conflictos tardan en estallar. Los Marziano no fue filmada para gustar a toda clase de público. Entre tomas panorámicas del country y los "agujeros" existenciales en los que aparecen sumergidos sus protagonistas, el film aprovecha también para echar una mirada crítica a la "seguridad" de los que viven refugiados en sus countries (al igual que en Las viudad de los jueves). Guillermo Francella demuestra que es un muy buen actor cuando está dirigido y lo mismo ocurre con el personaje encarnado por Arturo Puig. Ambos aparecen juntos sólo algunos minutos en la pantalla.
Una película de otro planeta Los Marziano (2010) cuenta con un elenco multiestelar encabezado por Guillermo Francella –uno de los actores cómicos más famosos de Argentina- junto a Arturo Puig, Mercedes Morán y Rita Cortese. Sin embargo no estamos frente a una película popular, liviana y vacía. Sorpresivamente, y para bien, estamos ante todo lo contrario. Los Marziano es una familia de tres hermanos integrada por Luis (Puig), Juan (Francella) y Delfina (Cortese). El primero está casado con Nena (Morán) y lleva una vida económica, holgada y sin sobresaltos. Juan vive en Misiones y por un problema de salud debe viajar a Buenos Aires. Luis y Juan se han distanciado hace tiempo por un conflicto económico. A pesar de que Delfina y Nena hacen lo imposible para que haya una reconciliación, los esfuerzos son en vano. Más allá de la popularidad e su elenco Ana Katz (El juego de la silla, 2002) nos sorprende con un film que resulta ser su opuesto y que sin duda va a dividir aguas. Plagado de metáforas y simbolismos -los pozos del country en el que viven Luis y Nena o la mochila de Juan-, la verdadera película empieza cuando el fílmico llega a su fin. Es a partir de ahí en que la cabeza del espectador –si es que está interesado en formularse preguntas sobre lo que acaba de ver- empezará a trabajar para articular la historia y de lo que se imagina que pudo haber sucedido después: allí radica la verdadera esencia de Los Marziano y de la indagación que propone la directora. El film está narrado desde la visión de los hermanos y sus posturas frente al episodio que desencadenó la ruptura familiar. Por un lado vemos a Luis y Nena, mientras que por el otro nos encontramos con Juan y a Delfina operando como nexo. Es en el final donde los personajes confluyen y donde nace la otra película, la que no existe formalmente pero sí en la mente del espectador. Si uno elige ver este film nada más que por su elenco es muy probable el desenlace provoque cierto enojo o desconcierto. Si lo que elige es ver una película inteligentemente planteada, con un elenco que actúa creando personajes y un conflicto creíble desde la lógica de una directora que se mantiene fiel al estilo impuesto en sus trabajos anteriores, no saldrá defraudado, aunque sí con muchas dudas. Eso habla de un espectador sensible ante una propuesta sin concesiones.
Como una vecina que espía tras la puerta La apuesta de Ana Katz (El Juego de la Silla, Lucro Cesante) propone poner la mirada sobre una familia común–los Marziano- e invita al espectador a ser testigo, sin cuestionamientos profundos, de la complejidad de las relaciones. Tres hermanos, la esposa de uno de ellos y una historia de la que poco se sabe, pero que con mucha sutileza va descubriéndose a medida que avanza el film. Los Marziano es una película diferente porque lo que allí ocurre no es un hecho fuerte que proponga un punto de giro en lo que se venía desarrollando. Si bien ocurren hechos que dan pie a la historia que sigue, más bien da la sensación de que uno mira desde afuera un segmento de la vida de los protagonistas –otra diferencia aquí: no hay un protagonista, sino que son cuatro los personajes importantes, cuyo peso podría hacer a cualquiera de ellos el principal del film-. Esa mirada podría ser la misma que tiene cualquier persona sobre alguien que conoce a una familia o a algunos de sus miembros. Lo que importa en esta propuesta es la observación de la evolución –o no- de esos personajes. Juan, compuesto por Francella, es un hombre simple al que no le preocupan demasiado las cosas. Su problema visual –de pronto se da cuenta de que no puede leer porque no entiende las letras, luego no ve algunos objetos- es algo así como la puesta en concreto de lo que le ocurre personalmente: tiene problemas económicos y hace rato que no se comunica con su hermano. Sumado a esto, parece incapaz de ver lo que realmente ocurre a su alrededor y de darse cuenta de cuáles son las cosas importantes. Como en El Secreto de sus Ojos, Francella demuestra otra vez su capacidad actoral para representar papeles serios, lejos del cómico al que tiene a todos acostumbrados. Delfina, la hermana que protagoniza magistralmente Rita Cortese, intenta ayudarlo y hacerlo tomar conciencia de su problema. Sin embargo el hombre no acusa recibo y sigue, más preocupado por digitalizar unas cintas con grabaciones que por su salud o sus lazos familiares. Por otro lado está Luis, interpretado por Arturo Puig, quien cae en uno de los misteriosos pozos que aparecen cavados en el campo de golf del country en el que vive junto a Nena, su mujer (protagonizada por una muy convincente Mercedes Morán). Luis está obstinado en descubrir al autor de los pozos, y en esa búsqueda se aísla del conflicto familiar. Los encuentros y desencuentros de Los Marziano se desarrollan a veces en amplios planos que muestran la apacibilidad del country o la comodidad de la casa de Luis; otras, en pequeños espacios como los del departamento de Delfina o los consultorios médicos que ella visita con Juan. La historia, con pequeños detalles cotidianos que dejan entrever grandes conflictos, podría haber ahondado más en las relaciones entre los hermanos. En cambio, la directora prefirió solamente observar, como espiando un poco la vida ajena. Una buena propuesta, aunque podría haberse sumergido un poco más en unos personajes cuyo interior podría haber sido rico.
En su tercer largometraje, Ana Katz consigue emoción sin apelar a clisés ni a golpes bajos Con películas como El juego de la silla y Una novia errante, Ana Katz se convirtió en una de las autoras y directoras más personales del nuevo cine argentino (también se destacó en el teatro off). Ahora, con Los Marziano , incursiona por primera vez en una producción industrial (un elenco lleno de estrellas y un presupuesto mucho más holgado que en sus trabajos previos) y sale más que airosa del desafío. Si alguien esperaba que Katz hiciera "una comedia para Francella", Los Marziano está muy lejos de cumplir esa expectativa. Puede decirse con certeza (y esto habla muy bien tanto de la convicción de la realizadora como de la ductilidad y profesionalismo del popular actor) que es Francella quien se adapta al universo de Katz en un papel bastante alejado del histrionismo habitual y de la exaltación del chanta porteño que ha construido en tantos proyectos para cine y televisión. En sintonía con el arriesgado camino interpretativo que tomó desde El secreto de sus ojos, Francella encarna aquí a Juan, un hombre que regresa a Buenos Aires desde Tucumán aquejado por una extraña dolencia que le ha quitado la capacidad de leer. Instalado en casa de su hermana Delfina (Rita Cortese), esta confundida criatura intenta retomar el contacto con una hija a la que no ve (y no entiende) desde hace demasiado tiempo, pero se niega a reencontrarse con Luis (notable trabajo de Arturo Puig), su hermano mayor, que disfruta de una situación económica bastante más holgada, aunque su matrimonio con Nena (Mercedes Morán) y la convivencia con sus vecinos en un country están lejos de ser ideales. Las dos mujeres, Nena y Delfina, tratarán de que los orgullosos hermanos superen los rencores y miserias que los separan en una tragicomedia punzante, un film agridulce de humor absurdo y asordinado que elude los lugares comunes, las explicaciones tranquilizadoras y las resoluciones demagógicas. Más cerca del Paul Thomas Anderson de Embriagado de amor o del Wes Anderson de Los excéntricos Tenenbaum que del costumbrismo de Esperando la carroza, la directora sabe cómo arribar a la emoción sin apelar a clisés ni golpes bajos. Estamos, es cierto, ante una propuesta un tanto "deforme" y arriesgada para un producto con aspiraciones masivas como éste, pero sus problemas (como el uso subrayado, intrusivo y ampuloso de la música) no alcanzan a dañar el resultado final de esta noble, cuidada y sentida película de ese extraño talento que es Ana Katz.
Un pequeño lujo para la comedia local Aunque la historia de los dos hermanos que no se hablan desde hace tiempo y vuelven a reunirse parece trillada, en manos de la directora de Una novia errante se convierte en algo extraño, punzante y por momentos perturbador. Antes de la reseña crítica, un par de acotaciones pertinentes. El nuevo largometraje de Ana Katz posiblemente sea –desde el estreno de El aura, allá por el año 2005– la película nacional y popular menos previsible, más extraña para los cánones del cine con aspiraciones masivas. Una mirada al afiche publicitario de Los Marziano permite prefigurar un relato familiar marcado por los estereotipos, costumbrista al extremo, una de esas extensiones televisivas arrastra-público donde la calidad cinematográfica suele ser la última de las preocupaciones. La presencia de exitosas figuras catódicas, particularmente la de Guillermo Francella, y un título que conjura el grotesco apoyan esa sensación de producto para el use y tire. La cola publicitaria que puede verse por estos días en la tevé, amparada en un recorte de escenas puntuales del film, no haría más que confirmarlo. Los primeros minutos de proyección de Los Marziano acaban rápidamente con los prejuicios enunciados y, en ese sentido, vale la pena preguntarse cómo será el funcionamiento comercial de una película que encontrará a una parte importante del público ante algo muy diferente a lo esperado. Juan Marziano (Francella) es un perdedor nato, un tipo que apenas puede mantenerse económicamente. Separado de su mujer, ve cómo la relación con su hija comienza a deteriorarse lentamente; su orgullo es una caja repleta de incontables cassettes que recorren una larga trayectoria en radios zonales del interior del país. Al comienzo de la historia queda claro que Juan está enfermo, tal vez de cierta gravedad: no puede leer, le resulta imposible hacer sentido de las letras impresas, comienza a llevarse por delante postes de luz, personas y otros elementos contundentes. Su hermano Luis (Arturo Puig), en cambio, ha tenido una exitosa vida profesional y vive en un country en las afueras de Buenos Aires junto a su esposa Nena (Mercedes Morán). Pero su vida dista de ser ideal, y basta que un extraño accidente ocurra dentro de las paredes del barrio cerrado (¡alguien anda haciendo pozos en el campo de golf!) para que su psiquis comience a demostrar a propios y ajenos la angustia existencial que lo aguijonea. La tercera Marziano, Delfina (Rita Cortese), es el nexo entre ambos, la persona que intenta resolver el problema médico de Juan y acercar a ambos hermanos utilizando toda clase de estratagemas. El procedimiento que opera en el centro de Los Marziano, como ocurría en menor medida en los films anteriores de la realizadora –El juego de la silla y Una novia errante– es la usurpación de un territorio para su posterior desmantelamiento. Aquí la comedia de costumbres es reducida a su mínima expresión, transformada en un polvillo que flota a lo largo del metraje sin llegar a depositarse y formar capa. La historia de los dos hermanos que no se hablan desde hace tiempo y de cómo vuelven a reunirse gracias al esfuerzo de otros miembros de la familia es un punto de partida transitado, de fórmula, pero en manos de Katz se transforma en otra cosa, en algo extraño, punzante y por momentos perturbador. Los Marziano es una comedia con varios niveles de sordina, áspera y algo amarga, de un humor que no convoca a la risa. Una escena que aparece recortada en los avances grafica esta idea a la perfección: Francella atraviesa una puerta de vidrio con su cuerpo, rompiéndola en mil pedazos, ante la estupefacta reacción de un centenar de personas presentes en el lugar. Un momento de comedia física pura y dura, de un slapstick casi primitivo, se transforma en el contexto del relato en uno de los momentos más incómodos del film. El humor reconvertido en otra cosa. Como en algunas películas de Wes Anderson, particularmente Los excéntricos Tenenbaum, la tristeza que destilan los desencuentros familiares de los Marziano permite una extraña empatía, donde la identificación absoluta con los personajes parece imposible pero es, paradójicamente, inmediata. La amabilidad con la que el film retrata a los personajes no deja lugar al cinismo. Escrito a cuatro manos junto a su hermano Daniel, el guión de Ana Katz estructura metódicamente el ritmo de los diálogos, los movimientos de los actores, sus respuestas físicas y verbales, de manera tal que cada escena se resuelva de manera ligeramente excéntrica, sin énfasis, inesperada, no tanto por los hechos en sí mismos sino por los detalles y las tonalidades logradas a partir de ellos. Es cierto que, en algunos pasajes, ese método se hace evidente y comienza a verse algo forzado, a evidenciarse como estructura, pero en gran medida queda oculto detrás del ritmo propio de la historia. No es menor el apoyo de un cuarteto actoral que nunca desentona (Francella está notablemente contenido, a Puig nunca se lo vio tan ajado y caracúlico) y un set de personajes secundarios que, en la mejor tradición de la comedia clásica, ayuda a que se mantengan las órbitas centrales sin alterar el centro de gravitación. Para el mainstream argentino, Los Marziano es un pequeño lujo.
Proveedores y receptores Austeridad, sutileza y profundidad son tres cualidades que por lo general no vienen de la mano en el cine argentino, salvo honrosas excepciones como en el caso de este tercer largometraje de la realizadora Ana Katz (El juego de la silla, Una novia errante) Los marziano, que cuenta con un elenco notable integrado por Guillermo Francella, Arturo Puig, Mercedes Morán y Rita Cortese. A modo de advertencia para aquellos espectadores que tengan intenciones de ver una comedia y reírse con las ocurrencias de Francella es bueno anticipar que saldrán defraudados, pues el film se relaciona mucho más con lo tragicómico que con la risa fácil porque se trata de un relato que se sumerge en los profundos lazos que unen y distancian a los miembros de una familia, separada por rencores y en tiempo de recomposición a partir de un posible reencuentro de dos hermanos: Luis (Arturo Puig) y Juan (Guillermo Francella). Ambos atraviesan una etapa crítica en sus vidas pese a las diametrales diferencias en cuanto al poder adquisitivo. Luis (Puig), en pleno distanciamiento de su profesión de médico y de la rutinaria vida citadina, pasa su tiempo en su casa de country junto a su mujer Nena (Mercedes Morán) y sus hijos, obsesionado por descubrir quién es el responsable de cavar profundos pozos en el campo de golf del country, de los que acaba de ser víctima al caer indefenso en uno de ellos y romper su brazo. En el otro extremo, su hermano Juan (Francella), alejado de la familia hace varios años tras su separación de su esposa y su entrega a la vida bohemia, circunstancia que lo llevó a probar suerte en el interior para así volver a formar otra familia con una mujer más joven y una hija en edad escolar, dejando en Buenos Aires otra hija -ahora adolescente- de quien prácticamente se hace cargo su hermano Luis con quien aún sigue en deuda por préstamos financieros, motivo aparente del conflicto entre ambos. Su repentino regreso a la ciudad no es producto de la voluntad de saldar cuentas sino consecuencia de una serie de síntomas que se le presentaron de forma acuciante y que lo condujeron a perder la capacidad de leer, además de ocasionarle una gradual pérdida de la visión. Su hermana Delfina (Rita Cortese) es la que se hace cargo de acompañarlo a las consultas médicas (dentro del grupo familiar la más diplomática) y quien intentará, ayudada por su cuñada Nena, restablecer la relación entre los hermanos varones removiendo viejas historias y recuerdos que fueron parte de un pasado que parece haberse roto desde la lejanía. Tapar los agujeros de la familia parecería ser el rol tradicional de Luis Marziano, quien paradójicamente en esta ocasión cae en un agujero desde el punto de vista emocional ya que atraviesa una silenciosa crisis en su matrimonio y por otra parte -y más profundamente- en lo personal al sentir cada vez más en carne propia esa figura de proveedor por su posición económica de privilegio. Por eso, el pretexto de los pozos misteriosos insertados en la trama es un elemento simbólico que la realizadora emplea como detonante dramático del relato para comenzar a desmembrar una compleja red de vínculos afectivos que atraviesa la dinámica de esta singular familia con la inminente llegada de Juan, el portador de la enfermedad; del pasado y de todo aquello que tarde o temprano terminará por salir a la luz. Fiel a ese rigor narrativo que la caracteriza, la directora Ana Katz elige establecer un recorte en esta historia para adentrarse con una cámara no invasiva ni agobiante -pero si contemplativa- sobre sus personajes, sin dejar en un segundo plano la dimensión emocional y la potencialidad de un reencuentro para el que los roles femeninos se reservan un lugar importante como componedores de los fragmentos afectivos. La subjetividad de cada miembro familiar se yuxtapone en un perfecto y calibrado juego de miradas reciprocas que confluyen en el personaje de Juan, aquel que vuelve con la mirada renovada sobre su familia –aunque parezca una ironía ya que se está quedando sin visibilidad- producto de la distancia pero que se resignifica y retroalimenta al involucrarse primero con la protectora Delfina y luego con el resto de los integrantes. Valiéndose de un guión coescrito junto a su hermano Daniel Katz (aspecto singular tratándose de un film que gira en torno a las cercanías y lejanías entre hermanos), colmado de diálogos filosos y elementos distintivos en cada personaje que enriquece mucho más sus rasgos constitutivos, la realizadora de Una novia errante se arriesga con un proyecto ambicioso desde el aspecto comercial al contar con los puntales de la distribuidora Fox y TELEFE sin renunciar a su estilo para sorprender –incluso en el final que acá no se revelará- gratamente a un público que seguramente encontrará una pronta identificación con algún personaje gracias al aporte de un elenco de lujo.
Anexo de crítica: El último film de Ana Katz puede ser tomado como un verdadero “signo de los tiempos” en lo que respecta al cine argentino, actualmente atravesando lo que parece ser una etapa de transición hacia “vaya uno a saber qué”: estamos ante una propuesta entre arty y popular (sin caer de lleno en ninguno de los dos modelos), distribuida por la Fox (implicancias publicitarias al descubierto) y estelarizada por un elenco de primera línea (en buena medida condición fundamental para el apoyo mainstream). A pesar de que el trailer la vende como una película costumbrista de humor discreto, Los Marziano (2010) en realidad tiene más puntos de contacto con la obra de Woody Allen y en especial con sus comedias dramáticas más adustas. Este retrato de un típico distanciamiento familiar de la burguesía -repleto de rencor, pasividad y orgullo malsano- funciona gracias a un puñado de escenas correctas, la labor de sus protagonistas y un final para nada complaciente…
Curando las heridas Sutil. Así es este filme. Pasa como una brisa amable, pero en ese paso mueve, alborota sensaciones. Ana Katz no gusta de las estridencias y deja que el buen guión y sus notables actores hagan lo suyo mientras ella casi, casi que los espía. Luis (Arturo Puig) vive en un country con su familia. Médico, de buen pasar económico, pasa el verano jugando al golf. Durante una partida sucede algo inesperado, se cae en un pozo. Un pozo en medio del field. No es un hecho aislado, otros vecinos sufrieron una caída como consecuencia del accionar de un vándalo al que infructuosamente intentan descubrir. A Luis se lo ve siempre tenso, amargado, nunca una sonrisa. Sufre el calor porque a su esposa le hace mal el aire acondicionado, y encima tiene un brazo enyesado por haber caído al pozo. Luis se obsesiona y se pone a buscar al responsable. Juan (Guillermo Francella) vive en Misiones, está desocupado y de pronto descubre que no puede leer. No se trata de un problema de visión, sino de comprensión, no es capaz de leer. Por eso viaja a Buenos Aires, para buscar ayuda médica. Juan y Luis son hermanos, pero hace años que no se hablan. Delfina (Rita Cortese) es hermana de ambos y ayuda a Juan durante su estadía en la ciudad. También intentará que los hermanos se encuentren. La historia va mostrando detalles de cada personaje, los va dotando de mayor carnadura. Juan y sus cassettes, que guardan su pasado radiofónico. Luis y su vacío. Francella dio un giro a su carrera en la producción mexicana "Rudo y Cursi", y lo reafirmó en "El Secreto de sus Ojos". Tuvo, al fin, la chance de demostrar que puede tocar otras notas, entregarse a un director que lo contenga y sepa llevarlo. Ana Katz consigue que el actor diga todo con una mirada, un gesto mínimo. Ese que sólo los cómicos consiguen, una mirada que logra emocionar, una actitud corporal que no necesita ser acompañada por palabras. Pero para ser justos, lo que sorprende en "Los Marziano" es la actuación de Arturo Puig, un actor que también merecía una oportunidad en el cine y que con este rol supo sacarle todo el provecho. Su Luis es de una introspección intimidante. Durante todo el filme muestra una actitud tan hosca como convincente que gracias a la escena final adquiere una dimensión mayor. El final. Simplemente sucede, y aunque por un instante parezca abrupto, no tardará el espectador en comprender y aceptar que no hacía falta más. Que, como en la vida, con un gesto a veces basta.
De este planeta Gran comedia dramática de Ana Katz sobre una familia disfuncional. Los Marziano no se llevan nada bien. O, por lo menos, uno de los varones de la familia apenas puede tolerar al otro. Hay una hermana que trata de componer un poco las cosas y la mujer de uno de ellos, que “pasa informes” de situación. Pero los hermanos ni se hablan.Así empieza Los Marziano , de Ana Katz, quien en su filme de mayor producción no ha perdido el gusto por ese humor extraño y subterráneo (acá, literalmente) que caracteriza a su cine.Como en El juego de la silla , la familia que protagoniza el filme es bastante disfuncional. Luis (Puig) es un doctor que vive en un lujoso country con su esposa, Nena (Morán). Su mayor problema parece ser descubrir quién está haciendo unos tremendos pozos en los que la gente se cae. Y más aún cuando el que se cae es él... y termina enyesado.Más difícil la tiene su hermano Juan (Francella), quien parece nunca haber tenido un trabajo estable (y su hermano le ha prestado dinero que nunca devolvió) y ahora vive en Misiones, de-sempleado. Juan tiene su propio “accidente”: andando en moto se da cuenta, al mirar un cartel, que no puede leerlo. Misteriosamente, por un problema neurológico, perdió la capacidad de leer.El viaje de Juan a Buenos Aires a visitar médicos, su encuentro con su hermana Delfina (Cortese), su reencuentro con su ex esposa y una hija forman una de las líneas narrativas de la película. La otra -con la que apenas se cruzan telefónicamente o a través de Delfina- tiene a Luis investigando quién puede ser el culpable de los extraños pozos que complican su buen pasar.Película sobre la familia que tiene más en común con el cine de Wes Anderson que con el costumbrismo local, Los Marziano desacomodará con su tono a quien espere una comedia convencional. Sí, es una película “para reír”, pero no de la forma esperada. Katz filma planos largos, tira una escena “extraña” tras otra y nunca juega a la complicidad con el público.En una actuación contenida y, finalmente, conmovedora, Francella nunca pierde la cara de compungido a lo largo del filme y su parte de la trama brilla por sus pequeños detalles, como su escena con un médico desagradable (Daniel Hendler, marido de la directora), en un congreso de medicina y en su obsesión por digitalizar sus casetes con un programa de radio que solía hacer.La otra parte de la historia es algo más problemática (el uso de la música no ayuda, intentado “empujar” a la risa), pero allí se luce Puig, componiendo un personaje al borde de lo desagradable, incapaz de hacer nada pese a los infortunios de su hermano. Hay un historial que le impide compadecerse de Juan (cree que es un mentiroso), con lo cual tampoco es un simple villano.Los Marziano hace honor a su título. Es una aparición medio extraterrestre en el panorama local. Una comedia “indie”, enrarecida, lanzada como título taquillero y popular. Sería extraordinario que una figura como Francella consiga que cineastas como Katz se encuentren con el gran público, especialmente cuando lo hacen sin traicionar su cine.El de Katz es un filme sobre las familias y sus historias secretas: un pasado del que no se habla, un curioso presente, un improbable futuro. Las peleas, las distancias, los encontronazos, no crean ni héroes ni villanos, no permiten la risa fácil ni cómoda. Las familias nos fascinan y nos descolocan. Como la de esta noble, notable película.
Secretos y manías de una familia Ana Katz indaga en este film, protagonizado por Guillermo FMrancella y Arturo Puig, en la relación entre dos hermanos que hace tiempo que no se ven. Una mirada que espía estas relaciones con humor sútil y sin evitar la amargura. Los Marziano son tres hermanos: un pesimista ganador que vive en un country con su mujer e hijas; un perdedor que añora el pasado y anda en una motito; y la hermana, supuesto equilibrio entre dos visiones antagónicas del mundo. Ellos recién se reencontrarán cerca del final, a propósito de un asado en ese country muy vigilado pero que tiene pozos en la cancha de golf, tema que preocupa al winner. En tanto, el loser de la familia tiene un problema de salud, aparentemente neurológico, que acosa su visión: ya desde la primera escena de la película vemos que las letras de un cartel se le salen de foco. La hermana, por su parte, hará lo posible para convencer a ambos del hipotético reencuentro familiar. Ana Katz había mostrado su talento en El juego de la silla, y más aun en La novia errante, dos comedias agridulces desde diferentes ópticas temáticas: la primera, escarbando en una familia disfuncional, y la otra, en una separación de pareja al inicio de un viaje de vacaciones. Los Marziano, en este punto, es su apuesta mayor: intérpretes reconocidos y de éxito, el apoyo económico de una productora y distribuidora de primera línea y una historia escrita a dos manos, entre la directora y su hermano. Los resultados, por momentos, son notables: un humor sutil que nunca omite la amargura de los personajes, situaciones trabajadas desde el detalle sustituyendo la obviedad, una excelente descripción del mundo de la riqueza y el poder del dinero, y en contraste, el lugar que les toca a los perdedores que no aprovecharon su momento. Dentro de esos caminos que el cine argentino industrial casi nunca elige, a años luz del grotesco y de los desbordes gestuales o de los chistes fáciles, el humor de Los Marziano apela a la inteligencia del espectador y al compromiso estético y temático de una directora que describe sin condenar a sus cuatro personajes principales. Desde la puesta en escena, da la impresión que Katz espía esas vidas solitarias (pese a que los personajes pueden estar acompañados), constituídas por cuatro criaturas con sus mañas, miedos, taras, miserias, virtudes, defectos. En ese sentido, las graciosas situaciones que transcurren en el country (donde Arturo Puig compone el personaje de su vida), apuntan a la sonrisa cómplice del espectador describiendo un mundo gris, desangelado, misterioso, nunca declamatorio y siempre detallista. Y donde el dinero y el poder económico no resultan suficientes para ser feliz. Ni un poco. Los Marziano tiene cuatro intérpretes que funcionan a la perfección en sus papeles, claramente delimitados por la solidez del guión. Pero también posee una mirada particular, minuciosa, que observa con extrañamiento y delectación a esa familia disfuncional y rabiosamente empática hacia el espectador. Es la mirada de una excelente directora de cine.
Los Marziano es una película de la directora Ana Katz que vuelve a trabajar con algunos elementos que vimos en su ópera prima, El juego de la silla. El reencuentro familiar, en este caso a raíz de un cumpleaños, nuevamente es el catalizador que dispara todos los conflictos que vive una familia dividida por viejos rencores de situaciones pasadas. Las películas de la directora Katz, responsable también de La novia errante, se destacan por ser historias agridulces que nos hacen reír más que nada por las situaciones tristes o las miserias que revelan sus personajes. El film retrata el micromundo artificial de los countries, donde vive el personaje de Arturo Puig, que se contrasta con la vida de sus hermanos que no pueden permitirse por cuestiones económicas acceder a esos lugares. Los marziano es desde su realización el mejor trabajo de Katz, donde se destaca la fotografía y la música del Chango Spasiuk. Se nota que esta vez trabajó con un mayor presupuesto y me gustó que en roles secundarios aparecieran actores de El juego de la silla, que son muy buenos. Esta historia presenta un drama sobre las relaciones familiares, que lamentablemente nunca llega a explotar del todo el potencial que tenían los personajes y los conflictos que viven entre sí. La cámara nos permite espiar como si fuéramos intrusos la intimidad de los Marziano y cuando las cosas se ponen realmente interesantes es como que te echan del country y se terminó la película. Algunas situaciones irresueltas y el clásico final abierto argentino que el espectador cerrará en su casa, ya que el esperado encuentro entre Arturo Puig y Francella es totalmente anticlimático, son algunos elementos que le juegan en contra a este estreno, pese a que para algunas personas estas cosas son símbolo de un cine cool, inteligente y sensible. Concluir una historia de esta manera no me parece que sea un símbolo de cine inteligente, sino que más bien es algo molesto y decepcionante. Sobre todo por la frecuencia con la que se presenta este recurso en la producción nacional. Los Marziano, pese a este enfoque que utilizó la directora para desarrollar la trama, es una película que se disfruta principalmente por las interpretaciones de Rita Cortese y Francella, quienes brindan las mejores escenas de esta propuesta.
Comedia amable con un contenido Francella Antes que nada: es una buena película. Tema interesante, el de los hermanos que han dejado de hablarse, personajes muy bien elaborados, observaciones precisas, resolución agradable, lindas actuaciones. Autora, Ana Katz, que ya en su primera obra, «El juego de la silla», mostró sus buenas cualidades, y habilidad para tensionar al espectador en torno a un incómodo momento de la vida familiar: la visita del hijo exitoso a la casa donde lo esperan la madre medio ridícula y demandante y la ex novia convertida en un plomo pegoteado y lastimero. Los hermanos lo acompañan en la desgracia, pero no pueden hacer mucho, ellos cargan con la cruz de sus propias limitaciones. «Los Marziano» también describe una familia. Más presentable, vamos a decir. Tenemos al profesional en temprano retiro, que vive en su country con su señora. Y en la ciudad, a la hermana del profesional, señora viuda, bien animosa, en su departamento. Luego, a la ex esposa de un tercer hermano con su hija. El profesional se ocupa de pagar la educación de su sobrina y otros pequeños fastidios, incluso de pagarle los festejos de cumpleaños, soporta que caigan todos a su piscina, incluso una amiga de la hermana, etcétera. Y por último, allá en la segunda o tercera provincia donde se ha ido a probar suerte, está el otro hermano. Un buen tipo, no vamos a decir que no. La verdad, un colgado de la palmera, comentarista radial de turno noche, con su motito donde carga amorosamente a la segunda mujer y la segunda hija, hasta que descubre tener un pequeño problemita neurológico. Deberá buscarse un especialista en Buenos Aires. ¿Y quién le pagará los gastos médicos y de mantenimiento, y los vicios? Quién sabe cuántas veces lo habrá bancado el otro. Ahora ya está harto, no quiere saber nada. No quiere ni verlo. Serán las mujeres, quienes se organicen para resolver el problema y reunir a los hermanos. Ese es el tema, esa es la historia. Los intérpretes los conocemos, son formidables. Y el tono elegido para la obra está muy bien llevado. Un medio tono hecho de sutilezas, de pequeños detalles, de situaciones bien armadas, dorando la carne a fuego suave hasta llegar al climax sin levantar la llama y con un doble remate verdaderamente bien puesto. El detalle, que conviene advertir, es que también Francella trabaja en medio tono. Lo hace muy bien, pero conviene avisar. El público no encontrará aquí al querido comediante de la tele, sino al actor luciéndose en algo distinto. Algunos lamentarán eso, y otros pondrán a la directora por las nubes, precisamente por haberlo contenido y haber eludido, de paso, «los lugares comunes de la lágrima y el costumbrismo». Podría considerarse que muchos de esos lugares comunes siguen emocionando y haciendo pensar, baste recordar, por ejemplo, «La casa grande», sobre hermanos en discordia. Pero, en fin, acá se hizo algo menos habitual, más cercano a la vida real y al cine contemporáneo, y, es cierto, se logró un buen resultado (dicho sea de paso, también logra un buen resultado el personaje de la vecina que hace Cristina Alberó, a quien Arturo Puig sorprende una noche en muy grata compañía).
Coreografías de la hermandad Primero habrá que sacarse los rótulos, dejar paso a la posibilidad de que esos rostros y esas formas de mirar la comedia familiar se desplacen un poco hacia el territorio del desconcierto. Para eso están los pozos y los hermanos. Luis Marziano (Arturo Puig) vive en un country con cancha de golf y alguien está agujereándola para que se caigan los jugadores. Una especie macabra de las escondidas, donde la sorpresa es quedarse durante horas hundido dos metros dentro de la tierra. La estrategia de Ana Katz, directora y coguionista de Los Marziano junto a su hermano Daniel, es similar a la de un juego de incógnitas que no intentará alumbrar demasiado. En esa ocultación está el encanto y alrededor de los objetos y las situaciones ubica lo que realmente le interesa mostrar: sus personajes, sus dos mujeres y dos varones, invocados por la insatisfacción en un momento de fragilidad inexplicable. Juan Marziano (Guillermo Francella) tiene una enfermedad neurológica extraña que le impide leer. Ve las letras, las reconoce, pero no puede formar palabras. Su hermana Delfina (Rita Cortese), la mujer del medio y del intermedio, se hace cargo de buscar la cura con bastante más interés que el propio Juan. Lo aloja en su casa, le da plata, un celular que él no sabe usar, ropa y cuatro comidas. Ella está sola, va a clases de danza, enseña física en un secundario y la soledad se le nota en la manera en que levanta del platito la taza de café. Juan se preocupa bastante más por digitalizar los casetes de su programa de radio de hace 15 años. Padre separado y ausente, anda perdido en la ciudad con su mochila. Quiere acercarse a Luciana, su hija adolescente a la que ve casi nunca y la impotencia lo pone violento aunque no se dé cuenta. Además de no poder leer, hay cosas que tampoco puede ver, y tampoco se da cuenta. Luis rastrea los pozos, no quiere seguir ayudando a su hermano y medio al pasar nos enteramos de que ya le debe miles de dólares por un viaje a Chile, por una tintorería, la moto, otros intentos. Están lejos, los dos, enojados o encaprichados en el desencuentro. Delfina y Nena (Mercedes Morán), esposa de Luis, imaginan una partitura para la reconciliación. El cumpleaños de Luciana es una excusa y se lo van a festejar en lo del tío Luis. La espiral de las mujeres parece que va a acercarlos. Ana Katz nada más los muestra moverse y mirarlos es conmovedor.
“Los Marziano” representa un desafío para el cine argentino actual. Por una parte, es una comedia de costumbres con actores televisivos. Por el otro, es un film muy personal, con una comicidad muy sutil, nada estridente, que aparece más en el recuerdo de la película que en el acto mismo de verla. Es una película de Ana Katz, que siempre ha mostrado –en “El juego de la silla”, en “Una novia errante”– que las relaciones familiares pueden desbordar de amor pero también de incomodidad: después de todo, no elegimos a padres y hermanos. Aquí la historia es la de tres hermanos: uno de ellos –Puig– es un profesional exitoso que vive en un country y sufre un accidente absurdo; otro –Francella– es un soñador laboralmente inestable que sufre una rara enfermedad; la tercera –Cortese– es el nexo entre los dos, la señora de gran voluntad, a veces un tábano, a veces una mariposa. Entre ellos, Nena –Morán–, la mujer de Puig en la ficción, que oculta tras sus modos de señora de country a un ser lleno de cariño por los demás. Porque “Los Marziano” es una historia de amor, o sobre lo que es el amor en la familia. ¿Es sostener económicamente a los otros, es ayudarlos, es poder enojarse sin dejar de querer o que nos quieran? Es todo eso y, con una enorme inteligencia, Katz logra ponerlo en la pantalla. Los actores, todos, están perfectos y logran dejar de lado cualquier tic, cualquier costumbre forjada en años de pantalla chica para ponerse al servicio de esa lupa de corazones que es el cine.
MARZIANOS TERRESTRES Drama nacional con toques de comedia que tiene sus similitudes con los otros trabajos realizados por la directora, en especial con "El juego de la silla", que logra destacarse por el muy buen trabajo de sus intérpretes al captar la humanidad de sus roles y, principalmente, por crear una emoción realista y pura sin llamar a los lugares comunes ni a los golpes bajos. Luis es un hombre que vive junto a su controladora esposa en un country de la ciudad de Buenos Aires. Él, mientras recorría el campo de golf, se cae en un pozo, situación que lo obsesiona y que, si bien no tuvo mayores daños que una fractura en un brazo, va a hacer todo lo posible por encontrar al responsable del hecho. Por otro lado, está su hermano, Juan, que viene desde Misiones para que le hagan unos estudios neurológicos porque perdió repentinamente la capacidad para leer. Los dos se odian, se deben favores y no pueden ni escucharse hablar. El cumpleaños de una sobrina puede ser el momento para que ambos puedan reencontrarse. Si bien la película tiene muchos momentos muy sutiles de humor, el rumbo que toma, gracias al carácter de los personajes y a la cálida ambientación de la directora le proporcionó a cada uno de los ambientes donde suceden los hechos, el drama aquí prevalece y se destaca mucho más en el relato. Esta es una historia sobre los problemas de las familias, sobre la desconfianza, sobre el amor y, principalmente, sobre la reflexión. Cada uno de estos temas están muy bien planteados y llevados adelante con lucidez gracias al tono tranquilo y serio que siempre se tiene presente y a la muy bien desarrollada fotografía que pinta las sensaciones y sentimientos de los personajes. Dividida en los dos puntos de vista importantes sobre un mismo hecho, o sea sobre la enfrentada relación entre los hermanos, la cinta se da lugar a entrar en otras situaciones paralelas que le brindan mucho más sentido a los personajes y los perfila muy bien para que cada uno de los sentimientos y actitudes que van teniendo se entiendan. Se toma el tiempo necesario para describir con detalle a los roles, ya sea mostrando sus puntos débiles y sus fortalezas, y siempre se mantiene un mismo ritmo que, acompañado de una música que sirve como transición e indicador de los cambios de ánimo, es muy destacable. Es aquí donde el trabajo realizado por los actores al encarnar cada uno de los personajes es muy valioso, ya que las emociones que se van presentando se ven claras y están muy bien llevadas adelante. Guillermo Francella le da vida a Juan y lo hace maravillosamente bien. Muestra su carácter inocente y frágil, lo dota de un humor repentino y cuidado y, sobre todas las cosas, crea un aura impecable de soledad que aparece en cada una de las escenas. Arturo Puig, al mismo tiempo, capta la obsesión de su personaje y la hace visible. Cada uno de los momentos en los que cree ver algo a lo lejos y ese maravilloso final cara a cara con Francella, son los mejores momentos de la cinta. Rita Cortese es quien desarrolla la faceta humorística, o mejor dicho, la que más humor le pone a los problemas que la rodean, está muy bien. Mercedes Morán, como una mujer controladora y protestona, está muy correcta (escena de la pileta). Clara en sus intenciones; no juega con los sentimientos del espectador; con un desarrollo tranquilo y pausado, procurando describir cada uno de los pasajes con profundidad y reflexión; con una economía de recursos impecable (se aprovecharon mucho los lugares físicos, que son pocos, pero que muestran, en cierta manera, la forma de vida de los personajes y como ellos se mimetizan con su entorno); con un humor delicado; con actuaciones que van de la mano de las necesidades del guión (Francella y Cortese son quienes más se destacan); con un muy buen trabajo de cámaras, de fotografía e iluminación y, en especial, con una emoción que se introduce con originalidad y mucho sentimiento, "Los Marziano" es una película muy humana, entretenida y bien hecha. Un paso adelante de la comedia dramática comercial argentina. UNA ESCENA A DESTACAR: final
De pozos y de palos A veces, no se puede evitar la sonrisa socarrona al ver ciertos fenómenos de índole sociológica que se producen en una sala de cine. Me pasó una vez, entre tantas, cuando fui a ver Imperio de David Lynch y una señora estaba preocupada por la escasa cantidad de gente en la función, hecho que la sorprendía, tratándose de una película sobre los romanos (eso le había dicho la chica de boletería). En este caso, al término de Los Marziano, los silencios, las miradas desconcertadas y hasta algún que otro quejido manifestaban el estupor de varios espectadores por ver defraudadas sus expectativas. Tal vez, esperarían los tics televisivos del tándem Francella-Puig, cosa que afortunadamente no ocurre. Por otro lado, si una película comienza ya en los fotogramas -como decía Truffaut- o en sus afiches, la imagen publicitaria no era la más prometedora, puesto que evidencia un contagio de cierta pose cool impostada del indie norteamericano más industrial (valga la paradoja). Afortunadamente, el film de Ana Katz va por otros carriles más mesurados y menos banales. Juan y Luis son dos hermanos que no se ven hace tiempo porque están peleados; la hermana de ambos intercederá para que se reencuentren, conjuntamente con su cuñada. A partir de esta simple anécdota, la directora se centra en los dos personajes masculinos, desnudando la fragilidad de cada uno: la enfermedad neurológica de Juan y el dolor físico de Luis, quien ha caído en un pozo mientras jugaba al golf en su country. En realidad, son puntos de partida para develar paulatinamente la insatisfacción que sienten por deseos sin concretar. Si bien es innegable el talento por trazar los perfiles de los protagonistas (y se debe reconocer que todos los roles principales están muy bien), se podría objetar un esfuerzo desmedido por subrayar ciertos rasgos mediante signos obvios. De este modo, la mochila que Juan lleva en su espalda como una parte más de su personalidad no es más que la carga del pasado, del mismo modo que el yeso y los moretones de Luis se corresponden con su bronca contenida y sus sentimientos “golpeados” a causa de una felicidad que nunca es directa. De ahí su rostro duro y serio, como si fuera una especie de Charles Bronson entre ricachones. También es interesante la tensión permanente que se crea con estos individuos a punto de estallar, como la forma en que esperamos una nueva caída a un pozo o un tropiezo de Juan. Sentimos la angustia de los hermanos y estamos atentos al posible encuentro. Los momentos de humor son sutiles, sin desbordes, y la música enfatiza aquellos pasajes donde miramos con distancia lo que les ocurre y comprendemos que el mundo, más allá de las clases sociales, puede ser una invitación al absurdo. Y aquí aparece uno de los méritos más importantes de la película, a saber, el tránsito por ciertas zonas del humor que eluden cualquier atisbo de costumbrismo basado en gritos y en estereotipos. Otros, serán el ritmo que le impregnan los diálogos y las pequeñas situaciones que se eligen contar. El plano final confirma esa mezcla de alegría y melancolía que recorre la historia. Los Marziano deviene entonces como una personal mirada, que apuesta por el cine (basta ver la manera en que Katz filma los espacios) sin caer en poses evidentes ni en concesiones industriales, y tal vez sea ese su logro mayor.
Altibajos de una familia Es inevitable vincular esta nueva película de Ana Katz (1975, Buenos Aires) con Un cuento chino: ambas implican la reaparición en cine de los principales actores de la exitosa El secreto de sus ojos, y se centran, al mismo tiempo, en la esforzada búsqueda de entendimiento entre dos personajes, algo que siempre resulta confortable para el espectador. A esto podría agregarse el desarrollo de situaciones comunes y cercanas, que permiten fácilmente el reconocimiento. El propósito de Los Marziano es retratar con simpatía diferencias familiares y pequeños problemas cotidianos. Katz sabe narrar dosificando la información y despertando expectativas sobre el transcurrir de los acontecimientos, méritos a los que se suma la música de Chango Spasiuk y la moderación de Guillermo Francella como Juan (un hombre bienintencionado, algo inocente y temeroso, siempre con una sonrisa a flor de labios a pesar de sufrir los síntomas de una dolencia que parece grave), junto a la atención dispensada a pequeños gestos y miradas, delicadeza especialmente bienvenida por tratarse de un producto producido y lanzado para el éxito masivo. No está mal la idea de los pozos en el country que despiertan desconfianza en Luis (un Arturo Puig muy ajustado a la aspereza de su personaje), de los que nunca llega a saberse si son auténticos ni con qué fin alguien los excava, o la posesión medio anacrónica de los casetes de Juan, que significan mucho para él y poco y nada para los demás. En el terreno de las relaciones, están tratados con apropiada contención los gestos protectores de Delfina (Rita Cortese) con su hermano Juan, y el vínculo amable de éste con su ex mujer (Claudia Cantero). Algunas escenas están resueltas con eficacia y el relato se desarrolla con un medio tono ciertamente saludable en el contexto de una cinematografía como la nuestra, proclive a las tragicomedias excedidas en gritos y subrayados. De todos modos, hay ocasiones en las que la cámara parece no saber dónde ubicarse, o encuadra ambientes con criterio puramente decorativo, y falta fluidez en algunas conversaciones, como si los actores estuvieran ensayando sus parlamentos. La sutileza no parece suficiente para retratar vicios y costumbres de ese pequeño grupo familiar, y Los Marziano resulta fría y poco suelta en comparación con otras películas argentinas de intenciones similares. No precisamente Esperando la carroza (1985) -a la que siempre se hace referencia como si fuera la única familia retratada por nuestro cine-, sino otras menos altisonantes, de costumbrismo agridulce, como La tregua (1974), Una mujer… (1975) o algunas de las dirigidas por Daniel Burman. Por otra parte, los Marziano tampoco son tan extravagantes ni disfuncionales como algunos críticos han señalado (haciendo comparaciones desatinadas con Los excéntricos Tenenbaum, película de estética y objetivos muy diferentes). Otros aspectos cuestionables son su puesta algo teatral y el hecho de que –como ocurría también, de otra manera, en El hombre de al lado– pendula entre dos personajes de estratos sociales diferentes pero dedicándole más importancia al de mejor condición económica. Es cierto que el film va alternando entre el punto de vista de Luis (Puig) y el de Juan (Francella), permitiendo la identificación con ambos, pero nada se muestra de la vida de este último en Misiones, o de cómo su hermana gana el dinero para su alquiler, mientras sí ocupa mucho tiempo en mostrar la vida en el country, con frecuentes zambullidas en la pileta y envidiables desayunos. Fajos de billetes en primer plano, en una escena, se suman a esta propensión a mostrar la vida del hermano adinerado y su mujer (Mercedes Morán). Cuando, sobre el final (y en uno de los mejores momentos del film), las mujeres acuerdan qué temas no tratar durante la comida, el dinero parece ser el principal motivo de altercados, pero Los Marziano no permite que las dificultades para conseguirlo asomen con su carga de desazón. Hacer una película sobre una familia argentina sin raspar la superficie de las discusiones y afectos en conflicto para llegar a capas más profundas, sabe a poco.
Delicias de una familia no tan normal Quien vaya a ver esta película esperando encontrarse con personajes estereotipados y situaciones fácilmente digeribles puede sentirse desilusionado. Mucho mejor la pasará si acepta el viraje que impone la directora a esos hermanos disfuncionales. A partir de una larga tradición de grupos de familia y de mesas del domingo en el cine argentino, que parten de aquellos años treinta, y que ha convocado a actores que se movían por igual entre el teatro costumbrista y el sainete porteño, un título como Los Marziano puede llevar a pensar que estamos ante una historia que nos recuerde a films de la línea de Los Campanelli, o bien de Esperando la carroza, pasando por aquella entrega semanal, de hace ya algunas décadas, La Familia Falcón. Quien vaya a ver Los Marziano esperando encontrarse con algunos de estos tan ya estereotipados rasgos puede llegar a sentirse desilusionado; a no ser que acepte este viraje que le imprime su directora a un disfuncional grupo familiar, en el que a partir de ciertas situaciones imprevistas y cotidianas alguien puede llegar, sin darse cuenta, a caerse en un pozo. Desde este lugar, puedo afirmar que el nuevo film de Ana Katz, a quien ya conocimos por El juego de la silla y La novia errante (ambos con limitada permanencia en cartelera) en una propuesta que se conecta con un aparente formato televisivo, con reconocibles actores de este medio, pero que se aleja de las convenciones tranquilizadoras del relato Standard. Y en su transcurrir es probable que gran parte de los espectadores experimenten una sensación de asombro y de desconcierto, tal como aquellos que en un momento dado del film ven cómo el personaje que compone Guillermo Francella, Juan Marziano, atraviesa inmutable una puerta de vidrio que estalla en mil pedazos hasta su agigantada y estridente pulverización. Y ¿cómo definir a Los Marziano, entonces, y de igual manera al film de Sebastián Borensztein, Un cuento chino?. Afortunadamente, como dos propuestas que se internan en un espacio al que el cine Standard sólo ha mirado de manera central y organizada. En tal caso, desde la temática de los enfrentamientos silenciosos de los grupos familiares, de los recelos asordinados, de los intentos de acercamiento, estamos ante un film que presenta algunas notas de humor y simultáneamente de dilatada tristeza; pese a que la primera tendencia y reacción de cierto sector de la platea es comenzar a reírse tan pronto el personaje que asume Guillermo Francella, desde su condición de visitante afectado por un problema de visión, se hace presente en la pantalla. Si la emotividad se hace presente en este film, la misma no llega a partir de situaciones resueltas de manera reconocibles. La misma se va expandiendo desde los dos personajes femeninos, quienes pausadamente, obran de nexo y puente, particularmente el que cumple de manera sensible Rita Cortese, quien encarna a Delfina Marziano. Del otro lado del teléfono en su pendular insomne, el otro Marziano, Luis, junto a su mujer Nena, roles a cargo de Arturo Puig y Mercedes Morán, quienes habitan un country que se verá amenazado por algunas trampas; situaciones que le otorgan al film ese aire de lo absurdo que se vuelven localizables en otros pasajes. Trampas que abren grietas, que marcan tal vez, una ruptura con un estado de alienación. Desde una mirada distanciada, que permite acentuar la observación, que escenifica esa locura cotidiana de lo que a veces algunos llaman "un sin sentido", Los Marziano se atreve a reformular aquellas fórmulas que aseguran sí un éxito de la taquilla y que invita a nosotros, los espectadores, a pensarse en la escena de sus afectos desde una perspectiva crítica, en la que se asoman por igual el dolor y la alegría, el deseo y las imposibilidades, los aciertos y los quiebres.
Sonrisas y peligros en terrenos resbaladizos Con su tercer cortometraje, la directora Ana Katz da un bienvenido salto desde la realización independiente al cine industrial, erosionando la tradicional comedia de costumbres para construir sobre un terreno tan imprevisto como los pozos que misteriosamente aparecen en el más seguro de los barrios cerrados. Convengamos que la sola idea de que un confortable campo de golf, adentro de un exclusivo barrio cerrado, se torne imprevistamente peligroso porque manos anónimas cavan pozos adonde puede caer una persona, es un marco inquietante y diferente para una comedia. En este terreno -aparentemente plácido pero en el fondo inestable e inseguro-, el guion introduce la historia de dos hermanos enemistados, que no se hablan desde hace tiempo y tienen la posibilidad de encontrarse en una fiesta familiar, gracias a los buenos oficios de las mujeres (Mercedes Morán y Rita Cortese), que hasta hacen una lista sobre los temas que conviene mejor no tocar para conservar la armonía. Algo que parece de todos los días pero que en manos de la directora Ana Katz, devenida del cine independiente, se convierte en algo extraño pero entretenido e interesante. Inconfundiblemente nuestra, la película habla de los argentinos puertas adentro, aunque es atípica para los cánones del cine nacional con aspiraciones masivas, quedando lejos del relato familiar marcado por los estereotipos que arrastran público en busca de la carcajada fácil. Con sello propio, “Los Marziano” se conforma como un relato entretenido pero también incisivo, lejos del costumbrismo más convencional, donde las emociones se consiguen sin necesitar de golpes bajos. Desde el umbral La película observa lo que ocurre en la interioridad de los lazos familiares, pero sin profundizar, como quedándose en la vereda o atrás de la ventana. Los encuentros y desencuentros de Los Marziano se desarrollan a veces en amplios planos que recorren los verdes espacios abiertos del country o la confortable casa de Luis Marziano (magnífico Arturo Puig), donde no pareciera faltar nada material para la felicidad pero son otras las cosas que no andan bien. La acción también se desplaza a los reducidos espacios del departamento de Delfina (Rita Cortese) o la casita donde vive la ex esposa de Juan (Francella) con la hija adolescente. También se incorporan los ambientes de consultorios y simposios médicos, adonde la hermana generosa y maternal cálidamente compuesta por Rita Cortese arrastra a Juan persiguiendo al profesional más afamado, para consultarlo sobre una extraña enfermedad que repentinamente le impide ver correctamente. Casi todas son situaciones que tienen una doble lectura, connotativa y simbólica: no ver, no entender, no poder estar seguro de si te vas a caer en un pozo... Se destacan los pequeños detalles cotidianos trabajados a la perfección y que dejan entrever grandes conflictos, a los que no interesa ahondar sino tan sólo presentar: las relaciones entre los hermanos o entre Juan y su hija, nos quedan tan pendientes como la carta que ella intercambia con su padre donde afirma haber puesto todo lo que piensa de él y nunca pudo decirle. Esto no impide disfrutar de la sutileza de los pequeños diálogos, los matices y tonos actorales sobresalientes que permiten apreciar facetas asombrosas de los intérpretes. La música tiene mucho protagonismo aunque casi intrusivo por momentos, con temas de tierra adentro, aprovechando que Juan viene a la Capital desde Apóstoles (Misiones) y suenan temas del Chango Spasiuk, que también subrayan el otro costado de la comedia o que directamente la des-encasillan. A pesar de que la película tiene bastantes situaciones sin cerrar, Katz logra un relato inteligente, entretenido y refrescante, de humor agridulce y críticas en sordina, que merece el reconocimiento de su particular originalidad.
¡Marzianos al ataque! omo alumna excelente –ser alumno es una buena costumbre y nadie debería abandonarla, pero también hay que saber elegir a los maestros- parece que Ana Katz hubiera visto las mejores comedias norteamericanas que se están haciendo por estos días y entendió cómo se cuenta una historia. Sí, porque no hay vuelta: las mejores comedias del mundo vienen de allá y tienen la firma de Mike Judge, Adam McKay y Tod Phillips, entre otros. O mejor dicho, con Los Marziano parece que sí hay vuelta desde la fábrica de comedias geniales a la patria del grotesco que nos toca en suerte, porque en este año feliz aparece un ovni que tiene lo mejor de ambos mundos, y a actores argentinos dirigidos maravillosamente, ¡y a Francella!. Uf, el mismísimo Argento y el mismísimo Grande pa, acá esquivando a fuerza de contención cuanta pavada se espera que hagan para llevar adelante una historia que crece en emoción cuanto menos la mira de frente: todo eso ya es mucho. El comienzo de Los Marziano es todo lo contrario que el de Un cuento chino y la comparación es detestable pero sirve para pensar cuánto hay en el buen cine de oficio, y cuánto en mal cine de pereza. Un cuento chino empezaba con música de comedia norteamericana sobre el frente de la ferretería de Darín, en un plano pobremente fiaca que solamente servía para indicar, como quien no tiene más recursos que colgar un cartel, que estábamos entrando a una comedia. Los Marziano también empieza con música y un recorrido, que va contando con velocidad parte de la vida cotidiana de sus personajes, desde el country donde se juega al golf de Luis (Arturo Puig) hasta la motoneta para toda la familia a la que sube Juan (Guillermo Francella) con su esposa y su hija. Esa velocidad para establecer un mundo con pocos detalles precisos recorre toda la película de Ana Katz, y es funcional cuando se trata de armar la historia de dos hermanos cuya característica fundamental es que no se hablan y, en general, no hablan. Lo raro es que en esta comedia, en la que a Luis le pasa que en el country en que vive hay alguien que cava pozos y los disimula en el terreno para que los desprevenidos caigan (y se lastimen) y a Juan le pasa que empieza a no poder leer y se choca las cosas, al parecer por un defecto neurológico (y se lastima), todo lo que podría ser chiste no está exprimido hasta la última gota sino, por el contrario, interrumpido, y a veces hasta devenido drama. Porque hay dolor en Los Marziano, dolor de los golpes que duelen en serio, y de lo que no se dice. Se sabe que Juan se lastima la frente cuando se choca una ventana y que Luis tiene el brazo enyesado porque se cayó en un pozo, pero nunca vamos a saber por qué hay una herida más grande que separa a los hermanos, que hablan de plata (plata que se presta, plata que se debe) y que parecen poner toda la violencia, uno en gritarle a la esposa (Mercedes Morán) que no le gusta meterse en la pileta, o en vengarse con darle menos jugo de naranja del que toma él, el otro en reclamarle a un barman que ponga mango de verdad en su licuado de frutilla y mango, como si se tratara de llenar los días de pequeños desvíos para nunca levantar el teléfono y decirse algo. Cuando por fin se cruzan Juan y Luis en el mismo lugar –y con ellos todas las historias que se fueron abriendo- suceden dos milagros simultáneos: uno, que eso que nunca se dijo nos importa, mucho, en la película y en nuestra vida, porque lo reconocemos como dificultad que modifica a todos los que rodean a los dos hermanos. Otro, que en el trayecto más o menos breve que recorre Juan para llegar a saludar al hermano se condensan, una por una, todas las emociones silenciosas de ese encuentro en el repertorio de expresiones sutilísimas que pasan por la cara del a esta altura gigante Francella. En los ojos de él, y en los de Arturo Puig, se condensan algunos de los mejores minutos de cine argentino de estos últimos años (por no hablar del momento en que Juan sube al auto de la mujer de Luis y en la mirada de ella por el espejo retrovisor, que produce algo en la mirada de él, entendemos en unos segundos que entre ellos pasó algo). Los Marziano es una noticia genial; no tan buena noticia es que Un cuento chino haya sido un éxito inmediato, con su vaca y su chino y su Darín puteando mal, mientras que la sala donde hoy se dio Los Marziano estaba algo vacía, pero si vienen más películas así, hay esperanzas.
HERMANOS HUMANOS Desde la antigüedad, son reiterados los sucesos y fábulas de pugnas y desavenencias entre hermanos; celos, traición y hasta muerte forman parte de estas leyendas, y uno se pregunta: ¿Cómo puede ser que dos personas de la misma sangre, del mismo hogar, puedan llegar a eso? Juan (Guillermo Francella) y Luis (Arturo Puig) son hermanos y están testarudamente peleados hace años. Delfina (Rita Cortese), la tercera hermana, junto con la esposa de Luis, Nena (Mercedes Morán), intentan mediar en vano. La presencia de Juan en Buenos Aires, por cuestiones de salud, y en los días próximos al cumpleaños de su hija, exigirá a los hermanos a reunirse. Y no hay mucho más para contar, lamentablemente… Es destacado que Ana Katz se haya rodeado de cuatro grandes figuras de nuestro espectáculo (todos ellos con gran experiencia en teatro y TV); sin embargo, no alcanza para lograr un filme sumamente interesante, dada la ausencia de un conflicto que se desprenda de la propia acción. Los conflictos los tiene cada uno de los intérpretes, pero los acarrean desde la construcción misma de su perfil; no hay una situación conflictiva que haya que resolver, más que intentar componer la mala relación entre los dos hermanos (que nunca se explicita demasiado, basta con saber que la cuestión viene por uno o varios préstamos de dinero). Por lo que se logra ver, el rol de Francella es el del inconfundible laburante de clase media venida a menos, golpeado por la vida, que intenta subsistir; el de Puig es el de la contrafigura: aquélla que ha sorteado los embates de la economía argentina y tiene un buen pasar, vive en un country y juega al golf. Cortese es la hermana conciliadora, el puente entre ambos, que intenta ayudar a que ambos varones vuelvan a hablarse. La excusa perfecta es el atisbo de una enfermedad aparentemente degenerativa que tiene Francella, que servirá de móvil para lograr reunirlos. “Los Marziano” resulta ser una película de personajes, no de acción. Esto no quiere decir que sea mala, ya que resulta entretenida, tiene situaciones de la idiosincrasia argentina, que permite el reconocimiento y la empatía con los personajes en ciertas situaciones (como la escena con Daniel Hendler, como un médico que “maltrata”; o la del barman que prepara jugos con durazno en vez de con mango). No interesa tanto la trama de la historia, como sí el perfil del cuarteto protagonista. Resulta desventurado que la dirección de Katz, su puesta en escena y las creíbles actuaciones (tampoco superlativas) no logren completar una obra del todo atractiva; son personajes interesantes, pero insertos en un filme “sin historia”. Eso, en el cine, tiene costo. Al margen, toda la secuencia del cumpleaños, con la expectativa del encuentro entre hermanos en la escena final, consigue levantar un poco la baja puntería que el filme alcanza.
All Is Love La primera película de Ana Katz, El juego de la silla (2002), fue una feroz comedia chirriante sobre una familia. La segunda, Una novia errante (2006), una más apacible comedia lunar (y marítima, con mareas) sobre la pareja y la soledad. La tercera es la excelente Los Marziano, y de esa se balbucea un poco en esta columna. Los Marziano es también sobre una familia, y es también una comedia. Pero es muy distinta a El juego de la silla: en Los Marziano no hay grotesco alguno, no hay bochinche. Hay una superficie límpida, una mano segura (hasta podría decirse sobria) que narra y guía esta historia de dos hermanos, con una hermana más y la esposa de uno de ellos (y otros personajes). Lo que sí comparte Los Marziano con las películas anteriores de Katz es su excentricidad: no es sencillo encontrar referentes, filiaciones, relaciones, de Los Marziano con otras películas. A partir de una primera visión en una función en la que parte del público parecía desconcertado, van algunos apuntes: 1. En las fundamentales actuaciones, hay un gran trabajo de amalgama por parte de Katz. Arturo Puig no aparecía en el cine desde su papel secundario en Lugares comunes (2002), de Adolfo Aristarain. Rita Cortese suele imprimir a sus papeles una intensidad un tanto fulminante que aquí se ve encauzada hacia la posibilidad de brindar emociones menos frontales. Guillermo Francella logra otro papel que lo confirma en su talento y versatilidad: su aparentemente extraviado Juan Marziano oscila entre el gesto mínimo y la explosión, y logra conmover sin patetismo en un papel que invitaba a los mil desbordes. Mercedes Morán es el vivo ejemplo de la fotogenia (y ya en La ciénaga demostraba su enorme capacidad de actriz de cine). Los cuatro protagonistas están verdadera y brillantemente orquestados por Katz, y cada pasaje de la película podría ponerse como ejemplo de este trabajo tan meticuloso como aireado, de este actuar y dejarse dirigir con plena confianza. 2. Luis Marziano (Arturo Puig) esconde cierta nobleza detrás de una mezquindad a repetición. Es un gran mérito del armado de la película que no tengamos que esperar al final para reconocerla (la vislumbramos en su mirada, en su cansancio, en sus gruñidos). Nena (Morán) es el ancla lógica de la película. Esto se muestra de manera soterrada, hasta llegar al final (no estoy revelando nada, obsesivos de los finales: la película no se trata de enigmas a ser resueltos). Nena es, además, atractiva: mérito del vestuario y de la belleza en movimiento de Morán. Los hombres de la película son más quietos, quieren “quedarse”. Las mujeres ponen al mundo y a la familia en movimiento. Y en las ropas transparentes de Nena podría estar la representación de sus intenciones. 3. Los Marziano, película sobre las distancias, se hace fuerte en los encuentros, a los que cocina a fuego lento pero con conocimiento y decisión. Y ya que usamos esa figura berreta del fuego, y antes hablamos de aire (lo aireado), agreguemos los pozos en la tierra y algunos exabruptos con el agua. Los cuatro elementos. Los Marziano podrá confundir a algunos, que la verán elemental en su falta de ornamentos gancheros y de fórmula, pero es una de las películas más sofisticadas que el cine argentino ha dado sobre la familia y las relaciones fraternas. Habrá que prepararse para verla una vez más y poder escribir algo más sólido. Y, como decía el título de la gran película de Blier, preparen los pañuelos. 4. El título de esta nota es el de una canción de la muy recomendable banda sonora de Donde viven los monstruos, película de Spike Jonze que fue directo a DVD. El CD me produce un estado emocional similar al de la película, que todavía no logro definir del todo (bah, ni un poco).
ACARICIANDO LO ÁSPERO Los Marziano, brillante tercer film de la directora Ana Katz, es un drama con toques de humor, que a pesar de tener ciertos elementos simpáticos, es básicamente un film serio y profundo que ahonda en la relación entre dos hermanos. No hay nada más tranquilizador que encasillar un film. Tranquilizador no sólo para el espectador, sino también para el crítico, para el realizador y para los exhibidores. Los Marziano podría parecer una comedia –fue comercializada como tal- y la música inicial podría predisponernos a un tono jocoso y sonso. Pero para el espectador que logre vencer los prejuicios y pase por alto sus expectativas previas de ver una comedia simpaticona, Los Marziano, pese a ser difícil de encasillar, es una obra muy fácil de apreciar. Los Marziano hace algo que no siempre es sencillo de conseguir. Mientras que hay films independientes que se exponen como tales, películas de autor que se manifiestan raras y a contracorriente a todo nivel y en todo momento, la película de Ana Katz elije un terreno más ambiguo y complicado: el de parecer un film estándar, comercial, con actores conocidos, con cierto humor costumbrista, para luego terminar por ser algo diferente, donde aquello que parecía ser finalmente está, pero corrido del centro, y observado desde otro lugar. Esa extrañeza podrá alejar a muchos espectadores, pero no es culpa de la realizadora, esta decisión es, justamente, lo mejor del film, porque le permite esconder su juego durante gran parte del metraje e ir construyendo poco a poco el discurso que desea expresar. Para quienes ya vieron el film –los demás pueden dejar de leer acá- está claro que hay que vender la inercia de querer reírnos de todo, para comenzar poco a poco a experimentar una forma de identificación profunda pero dolorosa con los dos personajes protagónicos. Estos dos hermanos divididos, que la historia mantiene separados hasta el final, esperable y temible, momento en el cual ambos volverán a estar juntos. Juan (Guillermo Francella) y Luis (Arturo Puig) comienzan la película cada uno con un conflicto. El primero pierde, de un día para el otro, la capacidad de leer, las palabras dejan de tener significado. El segundo cae en un pozo hecho por manos desconocidas en el campo de golf del country donde él vive. Para ambos surge un conflicto, para ambos aparece la amenaza de un orden que se derrumba. Cada uno a su modo enfrentará el problema. No pasan demasiados minutos para que hasta el más distraído de los espectadores comprenda que el humor no es sinónimo de comedia. Y que lo que están viendo no sólo no es una comedia, sino que además es una mirada aguda, llena de complejidades y matices, sobre las personas, sus comportamientos, sus ambiciones, sus sueños frustrados, sus miserias y también su corazón. Los Marziano llega a la emoción a través de la inteligencia y no de golpes de efecto. Durante toda la película la directora nos preparó para un momento sin que nosotros supiéramos que ese momento iba a ser tan importante y emocionante. Esas criaturas llenas de limitaciones, enojos y angustias, también tienen espacio para la fraternidad. El absurdo de la vida sigue, nos subraya la directora en el plano final. Pero aunque sea por un momento, en un lugar del mundo, la aspereza de la vida ha sido mostrada con inteligencia y finalmente con afecto. Katz les permite a los dos hermanos reencontrarse y cubrir sus flancos más débiles. Si los espectadores se entregan a la inteligencia del film, no extrañarán en ningún momento la falta de comedia en gran parte de las escenas. Los Marziano es, además de lo dicho, una película bella. Un film que produce un placer estético además de todo lo analizado. Es también un film lleno de pequeños apuntes, de detalles que van completando a los personajes y dándoles humanidad. Sin subrayados, sin explicaciones inútiles, ahí está sólo la información necesaria, pero está. Tanto Arturo Puig como Guillermo Francella comprenden cuál es el tono del film y cada uno construye su papel. Puig es un paranoico harto de su mujer y su entorno, y Francella compone a un personaje con mucha ternura pero marcado por la mediocridad. Katz no los juzga, los describe incluso con algo de piedad. Por eso Los Marziano no es una película rara, sino una película exacta. No pertenece al cine independiente marcado por rasgos modernos y tampoco pertenece a un cine industrial adocenado. En realidad, no especula con pertenecer a ninguno de los dos espacios. Pero su profundidad, sus ideas claras y, finalmente, su emotividad deberían dejarle ocupar un espacio grande dentro del cine argentino. Los Marziano es, por encima de todo, una buena película.
En Los Marziano nos encontramos con Luis (papel que compone Arturo Puig) y Juan (rol a cargo de Guillermo Francella) dos hermanos que hace años que no se hablan, separados por distintos tipos de vida, mientras que el primero vive cómodamente en un country, Juan se las rebusca en un pueblo de Misiones. El único lazo entre ellos es Delfina (una tercera hermana interpretada por la contundente Rita Cortese). Cuando Juan sufre una extraña condición que no le permite leer, las circunstancias harán que ambos hermanos deban enfrentarse. Éste es un filme de actores, casi una puesta teatral en donde el peso dramatico recae en las interpretaciones acertadas de todos los protagonistas. En cuanto a la realizacion, austera y el guion, denso y por momentos anodino, generara amores y odios. Es que Los Marziano esta más cerca del cine arte que del género. Pero es una comedia dramatica climatica, que permite reencontrarse con una autora, Ana Katz, que pese a contar con un mayor presupuesto que sus anteriores filmes, jamas se traiciona.
UY, UY, UY ¡¡¡Qué horror la música!!! No las canciones, bien elegidas por su ironía. Es la música incidental de Chango Spasiuk la que apesta y me hizo tomar un ansiolítico a mitad de proyección. Esta musicalización no entiende a Ana Katz. El compositor sentencia, con su guitarrita sensiblera y unas notas sueltas de piano: una comedia alegre para toda la familia; para llorar y pensar sobre la fuerza del cariño. Pelotudo. Ana Katz, en cambio, reconoce que la suya es una comedia amarga sin decisiones morales. Me cuesta creer que a la directora le haya agradado esta sobremusicalización. No sé. Mejor me imagino al manager de Guillermo Francella reunido con los productores ejecutivos. Lo imagino al manager preocupado tanto por la respiración del montaje como por la acidez temática. Lo imagino sugiriendo que debería ser una comedia más amable… más del corazón, vio? Y los señores ejecutivos meditan un rato. Claro, más del corazón. Mirá, Ana, todo bien, pero le demos la onda del peor cine argentino, esa onda que le gusta a la gente, que a la semana te regala para la tele un 1 millón de espectadores y se puede pasar en los colectivos. Y Ana, neurótica talentosa que se curte a Daniel Hendler, sufre una gastritis. Visita a su terapeuta y con la madurez trágica de los neuróticos se resigna. ¿Qué hubiese pasado si en lugar de esa música de mierda las imágenes confiaban en sus encuadres, en sus actores y en un diseño sonoro sobrio y sugerente? Sería la tercer obra maestra de Ana Katz. La primera fue el Juego de las Sillas. La segunda, Una Novia Errante. Ambas son sátiras sobre el espanto humano, investigaciones asfixiadas sobre el ridículo familiar. Películas perfectas y crueles que maltratan a sus personajes. Sobre el final, Ana Katz entrega redenciones tibias, más por la culpa que le provoca su sadismo que por lógica de guión. Los Marziano tiene mucho de esto pero suavizado. Cuando la película se descarrila, su perversión es encantadora. La perversión Katz. Quizá por eso Los Marziano deslumbra cuando aparece Rita Cortese, una hermana obesa, posesiva y depresiva que engorda tragándose dramas familiares. O cuando los gags físicos, más que slapsticks, terminan siendo bromas mórbidas, dudosas e inquietantes. Desinfectando la música, los ojos gastados de Francella y las represiones que sufrió Ana Katz, Los Marziano está copada. Ninguna película con olor a choripán te muestra un country en donde mágicamente aparecen pozos para que los residentes se caigan. Tampoco una película de humor fácil le daría a Francella una enfermedad que no lo deje leer, o pondría a Rita Cortese persiguiendo a un neurólogo que hace de sus conferencias shows académicos. Detalles que marcan otra puntuación. O sea, desde su música y su cartelería barata, Los Marziano parece una comedia familiar grasa, pero nada que ver. Al sentir las escenas, uno entiende que Ana Katz desorienta a sus personajes con categorías familiares que no pueden agrupar, porque directamente no funcionan. La angustia de Puig, Francella y Cortese amaga alejarse cuando dejan de pensarse como familia y se reconocen en casilleros alternativos como la amistad, la violencia o hasta el incesto, tocado apenitas pero tocado. Entonces sí: la bronca de Ana Katz contra la institución familiar trata de ocultarse. Como si los productores ejecutivos le hubiesen dicho a Chango Spasiuk: no le hagás caso a la amargura, hacé de cuenta que es una película familiera super feliz. Y se mandó este compositor con sus melodías insoportables. Ojalá que para el DVD se las saquen. Ojalá.
Que linda es mi familia Ana Katz había dado sobradas muestras de un cine correcto e intimista con "El juego de la silla" (2002) y "La novia errante" (2006) ahora reaparece con esta otra propuesta que trae una relación entre 3 hermanos (Puig, Francella y Cortese)a los cuales sumamos entre los protagonistas una cuñada (Morán, esposa del primero), así la directora construye una historia sobre desencuentros, viejos rencores y el producto de los consumados y naturales choques familiares, que como dijo alguna vez el insigne Facundo Cabral: "La familia es esa miseria en cooperativa". Personajes simples y en algún caso bien diferenciados como por ejemplo: uno es médico, vive en un country, juega golf y lleva una vida acomodada con su mujer de siempre, el otro es un tarambana, puro corazón, separado, que debe dinero, nunca levanta cabeza etc. pero llevan la misma sangre y se sabe: se necesitan mutuamente aunque nunca se lo digan. Rasgos y trazo grueso de la vida misma, o a cuantos no nos sucede que deseariamos estar o tener más cerca a nuestros hermanos?. Por ello esta realizadora lo plantea con tono modesto, por momentos simpático, con objetivos en sus personajes: uno quiere acabar con unos extraños pozos que van apareciendo en el country y hacen accidentarse a los habitantes, y el otro tan solo le preocupa poder desgrabar 200 casettes de audio de unos simplotes programas radiales que alguna vez concretó. Más que obvio que el público que busque entretenerse con chistes fáciles de Francella-comediante no los hallará aquí, y si en cambio unas convincentes actuaciones sin estridencias (Cortese sobresale con su hermana mediadora) y tanto música (del Chango Spasiuk) y fotografía se destacan. Un buen ejemplo de cine simple, bien llevado, con personajes reconocibles, y un final que quizás pedía más pero sin embargo , Katz decidió cerrar la historia de otra manera que encastra perfectamente con la integridad de la propuesta.
Viaje al corazón de una familia disfuncional Cuando terminó la función presentación de "Los Marziano" en el BAFICI, donde la vimos, esperé con ansias la palabra de Ana Katz. La esposa de Daniel Hendler (ahora también devenido en cineasta!) es una figura muy prestigiosa en el pequeño círculo de las jóvenes promesas del cine nacional. Sus trabajos anteriores (en especial "El juego de la silla") han llamado la atención de productores importantes del medio, y "Los Marziano" la lleva a jugar en un nivel en el que no la teníamos: intentar una película masiva, con actores de renombre y gran apoyo publicitario. En estas horas, me han llegado muchísimos mensajes preguntándome que pienso de "Los Marziano" y si bien no tuve la oportunidad de intercambiar con colegas la primer impresión, tengo que decirles que lo último de Ana Katz es una propuesta poco usual en nuestra cartelera y que no todos van a salir de la sala satisfechos. El cine de Ana Katz es personal y su trabajo va en dirección de crear pequeños momentos y anécdotas, usando planos largos y enmarcándolos en personajes contenidos. Si tuviera que definirla con una imagen, la veo como una relojera, un oficio en el que la paciencia, la exacta ubicación de las piezas y su engranaje son marcas distintivas. Sin duda, su visión del cine la hace elaborar minuciosamente cada elemento para crear un mecanismo de sobrada precisión, de manera que nada parezca costumbrista, sino perfecta y armoniosamente natural . Es un cine particular, lejos de los estereotipos a los que estamos acostumbrados. Ella construye en función de su deseo personal y tiene muy claro lo que quiere transmitir. Cuando alguien quiso saber si los actores habían tenido la posibilidad de expandir y modificar su guión, ella confirmó que nadie aquí improvisó (se nota y mucho) y la película, a pesar de los prestigiosos intérpretes que tuvo, siempre estuvo bajo su pleno control. Lo que vemos (y esto es bueno saberlo, porque a veces un equipo de gente, transforma el libreto de una película y lo lleva a un lugar nuevo, más grupal y menos, individual), es lo que ella y su hermano (los guionistas) siempre quisieron contar. Su edición final es cómo la soñó desde el primer plano. Sin anticiparles como cierra, les digo que el público va en una dirección (el deseo se palpa en la sala), y ella en otra, en cuanto al abordaje del climáx de la cinta... Lo cual no está mal, uno no puede pedirle a un artista, digamos, un pintor, que retrate exactamente lo que la masa quiere. El genio en cada talentoso hace que subraye o se interese por determinados aspectos que no a todos nos parecen atractivos. Quiero decir, Ana Katz hizo un film con su sello distintivo (sin renunciar a ninguna de sus convicciones históricas) y una dirección de actores ajustada y coreografiada al extremo, que los veteranos críticos clasifican como comedia, pero que para el gusto local, dista bastante de serla. Me atrevo a definirla como un drama familiar, con pequeñas pinceladas que dibujan sonrisas, y nada más. Indudablemente, esa fue su intención: alejó a un actor muy popular y televisivo como Guillermo Francella de su registro y lo instaló en un rol donde está experimentando, lejos de lo que mejor hace (su llegada más fuerte se relaciona con el humor directo y picaresco, de gestos, bien porteño). Moldeó perfiles únicos para los otros tres integrantes de peso de la historia (Puig, Cortese y Morán) y se animó a mirar una familia disfuncional desde miúsculos episodios que funcionan como espacio de recorrido, distanciados físicamente entre sí. Katz creó un universo de ritmo pausado donde la coralidad es reina, pero que a pesar de su validez, no termina por conmover al espectador común. Para ver y disfrutar "Los Marziano", hay que tener claro quien llevó las riendas del asunto y aceptar la visión de su directora como original, a pesar de que nuestro gusto, no esté a tono con la manera en la que la trama se desarrolla. La historia es la de cualquier familia, donde algo en el pasado, fue separando a los hermanos y disgregándolos por la vida. Tres de ellos, Luis (Arturo Puig), Delfina (Rita Cortese) y Juan (Guillermo Francella) conforman el centro de atención, junto a la esposa del primero, Nena (Mercedes Morán). Al primero, las cosas económicamente le salieron bien en la vida, vive en un country con su mujer y su único problema (no parece trabajar, ni interesarse por nada más), es resolver un tema de sabotaje en los campos de golf de su barrio exclusivo. Luis y Juan están alejados desde hace un tiempo largo y no se hablan siquiera. Las razones, iremos conociéndolas por los anecdotarios que desfilan en los diálogos familiares de los que somos testigos. Cuando arranca la película, Luis se cae en un pozo en el green y a partir de ahí, este accidente acentuará sus rasgos más obsesivos y destructivos. Se lastimará (se rompe el brazo derecho) y eso lo llevará a instalar una pseudo investigación policial con sus limitados recursos. Su hermano no la pasa mejor. Juan, vive en Misiones, en un pueblo pequeño, y su fracaso laboral y financiero es evidente. Una mañana, misteriosamente, deja de leer los carteles del lugar. Ante el asombro de los suyos, él, se manifiesta incapaz de entender el significado de la combinación de letras. Algo grave parece sucederle y su hermana, Delfina, junto a la esposa de Luis, Nena, lo alientan a venir a Buenos Aires a hacerse atender por algún especialista de peso en el tema. O sea, los dos hermanos, literalmente, "cayeron en un pozo". Un descenso no deseado concientemente que es emergente de que algo, no anda bien aquí y cada uno, a la distancia, lo vive o lo exterioriza de manera diferente. Esta figura, la del "pozo", marca la intención de Katz: están en crisis, algo salió a la superficie (paradojicamente!) y en estas enfermedades (el brazo quebrado y el extraño problema neurológico o emocional) actúan como disparadoras de lo mucho que hay que resolver para restablecer el equilibrio. En ese sentido, el recorrido es casi terapeútico... Eso si, no olvidarse que los Marziano son una familia con todas las de la ley. La interconexión emocional se ve entre todos y está lograda: hay afecto y ternura pero también afloran las diferencias, las rencillas, los desencuentros. La familia tramará un encuentro para reunir a los hermanos, pero no será fácil conseguirlo. Además, cada uno irá lidiando con su problema en un tono apenas simpático, cerrado pero muy gráfico y reconocible. "Los Marziano" es la típica película que le gusta a la crítica (por lo personal, por la búsqueda de lenguajes nuevos o por la inspiración en un cine no comercial) y que el público rechaza. A favor de Katz, tiene un poker de ases impresionante. Los cuatro actores en los que recae la acción hacen un gran trabajo. Sus piezas de ajedrez pueblan un tablero equilibrado y marcado que quienes aprecian el buen cine, agradecen. Pero no dejamos de decir, que si no están acostumbrados al sentimiento que esta directora imprime a sus productos, quizás sea bueno ver sus trabajos anteriores antes de ir a ver este último. Es un cine distinto. El espectador, como yo lo llamo, "inmediato", que busca entretenimiento puro y rápido, no encontrará aquí un film de su paladar. Si les gusta lo nuevo, si lo suyo es la emoción contenida y si están abiertos a conocer a una gran directora, bueno, esta es su oportunidad. Una auténtica prueba de fuego a la hora de ver cuán masiva puede volverse una cineasta que elige no contar sus historias desde los enfoques tradicionales, en ustedes, está la respuesta...
Después de tanta filosofía barata y zapatos de goma, uno se quiere quedar pero siempre se termina yendo. Quedarse en un equilibrio, reposando en él, porque aprendimos que ningún extremo es bueno, pero al instante, y como si fuera lo propio del ser humano, no se aguanta más y acabamos tomando del vaso de jugo que está más lleno, ofreciendo al otro el vaso que tiene la mitad. Claramente el equilibrio en la vida real no existe o, por lo menos, uno lo encuentra bastante efímero. Para contrarrestar ese desequilibrio de nuestro universo apelamos a mundos inmateriales como los del cine y, en gran parte, eso es lo que Ana Katz hace. En Los Marziano no vemos un drama pero tampoco una comedia, vemos una síntesis de ambos géneros en donde se transita lo tragicómico y la película orbita equilibrada entre los extremos. El tráiler pinta otra cosa, apuesta a un montaje que nos vende una comedia: Francella atravesando un vidrio nos hace reír o, al menos, esbozar una sonrisa. En la película, cuando Juan atraviesa el vidrio, la risa no es ni siquiera una posibilidad por lo denso de la coyuntura. Katz maneja con habilidad la ironía y le da buenos resultados: Delfina baila cual sex symbol con sobrepeso; Juan, que ama las palabras, sufre de afasia; Luis se muda a un country por seguridad y termina siendo víctima de algún psycho que gusta de cavar pozos por la noche, y así al infinito. La directora también se anima a una incipiente crítica del sistema de salud argentino en el que los médicos pecan por tener mal trato deshumanizando al paciente, siendo demasiado resolutivos o bien inalcanzables como el especialista retirado que da conferencias en francés inaccesibles tanto para Juan como para Delfina. Altamirano es el único médico comprometido e interesado por el paciente con la ética necesaria que su trabajo requiere. Los actores de Katz son populares, hay que destacar que es con esta película con la cual la directora hace su entrada al circuito del mainstream. Sin embargo, los aprovecha asignándoles roles opuestos al prototipo que suelen representar. Sus personajes son como objetos, solo vemos lo fenoménico, sus acciones son lo único que podemos alcanzar. Paradójicamente, su falta de profundidad psicológica no los afecta sino que los hace más cercanos. Solamente en el final la cosa se opaca por encerrar un cliché, la visión reduccionista y rosada de que los protagonistas en el fondo, a pesar de sus conflictos varios, se aman y se ayudan. Otras películas actuales tomaron como eje la familia y una de ellas es Familia para armar, la cual presenta personajes con tanta complejidad evidenciada y pretensión edificante que estos terminan siendo títeres envueltos en un paquete, cerrados con un moño y listos para entregar a quien pague la entrada por verlos. Lo de Katz es más natural, el espectador es como un visitante transparente porque los personajes no van dirigidos hacia él sino que solo interactúan entre ellos, funcionan en relación al adentro y no al afuera. La cámara se mueve como acompañándolos, creando la ilusión de ser inexistente, los sigue por espacios abiertos, como la amplia ciudad con su mundanal ruido, o por el circuito cerrado del country donde prima el silencio. Los Marziano viven en un planeta en el que Katz matiza las leyes de la convención, del género y del estereotipo, hecho inusual en el circuito masivo donde lo instituido difícilmente tiende a quebrarse sino que, por el contrario, se acata al pie de la letra como un reflejo condicionado.
Secretos familiares La tercera película de Ana Katz, Los Marziano, muestra a Arturo Puig y a Guillermo Francella en personajes muy atípicos. Los Marziano es una rareza dentro del cine argentino, a pesar de su cartel de estrellas o tal vez justamente por eso. Es un gran placer como espectadores tener la oportunidad de poder ver a Arturo Puig y a Guillermo Francella, actores tan reconocidos, tan queribles para el gran público, nuestros actores; no sólo interpretando personajes atípicos, sino también dentro de una película que por su trama, guión, ritmo y estética escapa al cine argentino convencional. El tercer largometraje de Ana Katz cuenta las historias cruzadas de tres hermanos que tienen vidas distintas pero paralelas. Luis (Puig) es un hombre malhumorado que vive en un country con su mujer Nena (Mercedes Morán) y no tiene necesidades económicas, su única preocupación es descubrir quién está haciendo pozos en la tierra en los que muchos vecinos y él mismo terminan cayendo. Juan (Francella) es un cincuentón perdedor, que vive en Misiones sin trabajo y que viaja a Buenos Aires para hacerse análisis porque de un día para otro perdió la capacidad de leer. En el medio está Delfina (Rita Cortese) la hermana que lleva a Juan a los médicos y se hace pasar por su mujer. Luis y Juan no hablan hace tiempo y la visita a la ciudad parece ser un buen momento para reencontrarse. La directora de El juego de la silla y Una novia errante tiene una virtud casi desconocida en el cine argentino, que es la sutileza, la contención y el poder decir con imágenes y expresiones actorales mucho más que con discursos eternos e innecesarios. En Los Marziano las situaciones no están expuestas, se dejan entrever, se adivinan a través de atmósferas y climas logrados por medio de un guión medido e imágenes de gran belleza. Sin embargo, el film está lejos de resultar tedioso, aunque los que vayan esperando un Francella con su clásico humor argento saldrán decepcionados. Acá no hay nada de eso, hay un humor extraño, poco condescendiente, más cercano a la agudeza del cine indie norteamericano que al costumbrismo nacional. Los cuatro actores se destacan, pero el que más sorprende por su trabajo impecable es Arturo Puig, haciendo un personaje de jefe de familia que puede considerarse antagónico de su clásico Grande pa!. Francella interpreta a un hombre al que no le fue bien en la vida, lo que le brinda al film un aire melancólico, pero nunca angustioso, y a la vez humorístico pero nunca banal. La película se detiene más en los momentos, lo que deja abiertas algunas situaciones sin desenlace, pero que no afectan al desarrollo total de la trama. Se trata de una obra plena de talento creativo, difícil de encontrar en la cartelera local.
La película de Katz explora sin ir demasiado profundo, lazos familiares en reconstrucción Lo bueno es que Francella, aquí revalida sus laureles de actor dramático lejos de los tips que le conocemos y que dejó atrás en El Secreto de sus ojos. Lo muy bueno es que Rita Cortese brilla como siempre porque se pone la piel del personaje y aquí está muy bien. Arturo Puig y Mercedes Morán, hacen uso de ese oficio que les conocemos y salen victoriosos porque siempre, siempre es un placer verlos. Los Marziano está lejos del costumbrismo al que apelan muchas producciones argentinas al hablar de la familia, y cuyo ícono máximo es Esperando la Carroza pero también de comparaciones con films extranjeros (Los excéntricos Tenenbaum) que exhiben mejor lo que es el corte, la diferencia, el tajo que se produce en la desunión y los caminos paralelos que toman dos vidas nacidas de un mismo vientre. Juan (Franchella) sufre una enfermedad que lo priva del reconocimiento de las letras y por ende de la posibilidad de leer. Viaja a Buenos Aires y su hermana Delfina, papel en el que Cortese brilla, lo acoge y ayuda. Entre ella y Nena, interpretada por Mercedes Morán quién es la esposa de Luis (Arturo Puig) tramarán un encuentro entre esos hermanos separados hace tiempo. Si bien Katz trabaja sin traicionar nunca su estética cuya cámara capta y trabaja el pequeño detalle, aquí con otra producción y más inversión no se traiciona pero algo del orden de las imágenes que tienden a hacer hincapié en el mundo ostentoso del country en el que vive Luis obsesionado por los pozos del campo de golf, tal vez incline la balanza a mostrar las miserias de ese mundo paradojicamente rico. De Juan y de Delfina sabemos poco y nada. ¿Será que la metáfora reside justamente en no mostrar la carencia porque está ahí? Hay planos cortos en los que la cámara se detiene sin que luego guarden relación evidente con el nudo de la cuestión y el encuentro de esos hermanos que se producirá en algún momento previo acuerdo entre las mujeres (¿cuándo no?) sobre cuáles son los temas que jamás se tocarán en la mesa. Íntima y si pretensión de más, Los Marziano exhibe uno de los tantos hiatos en los que caen los vínculos familiares. Sin respuestas que tranquilicen pero sin resolver demasiado aquello que se exhibe, la sensación que el espectador se lleva es la de un voyeur que espió por una ventana y tal vez, al pestañar se perdió algún detalle de esa gran suma de pequeños guiños que la directora nos quiso mostrar. En fin, una película buena que se deja ver y que en definitiva contribuye a la industria que todos deseamos sea grande cualquier día de estos porque ideas en Argentina no faltan.
SUSPENSO EMOCIONAL La tercera película de Ana Katz confirma su talento como directora, así como también el de muchos de sus intérpretes; una película cuyas virtudes mayores tienden a escabullirse de una mirada temprana, pues se trata de un film importante en el contexto del cine nacional. Los planos iniciales de Los Marziano expresan un juego estético y un sentido del suspenso. En cuatro planos, su directora, Ana Katz, sitúa simbólicamente a Luis (Arturo Puig), uno de los Marziano, que es médico, buen mozo, rico, casado, con dos hijos mellizos jóvenes y una mujer que lo ama. Vive en un country cerrado y le gusta jugar al golf. Los planos generales delimitan un territorio y un concepto sociológico. Inmediatamente, los planos subsiguientes introducen al otro hermano, Juan (Guillermo Francella): vive en Misiones, conduce un ciclomotor, busca trabajo, tiene una hija en Buenos Aires; en este pasaje se lo ve con una mujer más joven y una niña, vínculo que no se explicita. En algún momento, Luis caerá en un pozo. En otro pasaje, Juan no podrá leer una señal de una ruta. En el lucido y lúcido montaje paralelo que abre la película ya están implícitas las coordenadas simbólicas de la totalidad del film. Son vidas paralelas, dos universos definidos por la pertenencia de clase (lo que remite al pretérito concepto de movilidad de clases), cada uno con un conflicto personal a resolver: por un lado, los misteriosos pozos de la cancha de golf en donde caen los vecinos (que viven en un encierro deseado en búsqueda de una vida segura y tranquila) constituyen la obsesión peculiar de Luis. Por el otro, Juan necesita saber qué sucede con su visión, aunque quizás le preocupe más digitalizar los casetes de un programa de radio en el que trabajó durante 15 años. ¿Necesita anteojos? ¿Es Alzheimer? ¿Un problema neurológico desconocido? Lo cierto es que no puede leer. Si bien en geometría las paralelas nunca se juntan, en algún momento, Luis y Juan, hermanos de sangre desde hace tiempo distanciados (nunca se sabrá la razón), tendrán que encontrarse. Ana Katz no está muy lejos en su tercera película del universo de Lucrecia Martel. La interacción de clases, la familia, la decadencia atraviesan Los Marziano (y también el Juego de la silla, la ópera prima de Katz). Pero existen diferencias: no hay perversión, ni tampoco una sociología que mueva los hilos de las criaturas en función de demostrar una tesis filosófica sobre la conducta de una clase, lo que no significa que Katz no entienda muy bien las diferencias de clase, sus modismos lingüísticos, sus temores y anhelos. El costumbrismo, un género proclive a la imposición de un imaginario de clase para hablar sobre otra, es trastocado en su costado reaccionario y así deviene en su opuesto. Katz apuesta a una interacción casi utópica, y llega incluso a sugerirlo con un detalle casi irreconocible: tanto un médico que atiende ocasionalmente a Juan como el propio Luis leen un periódico progresista. Las elecciones formales son admirables. Las elipsis, los parsimoniosos travellings hacia adelante, las panorámicas y todas las interpretaciones construyen plano tras plano una película sin fisuras. Desde un plano en picado de transición sobre un pescado en un plato hasta el travelling y el plano general cuando se muestra cómo un personaje atraviesa un vidrio, Katz elige el tiempo justo de cada escena. Y quizás no sea necesario decirlo: el modo en el que propone el encuentro entre los hermanos y el tiempo que se toma para que ese evento tenga lugar implican una comprensión cabal del relato cinematográfico y del costo irreversible que conlleva sostener un enojo. En este misterioso género inventado por la joven Katz, que podría llamarse suspenso emocional, se sugiere que cualquier relación comienza (o se retoma) cuando la razón termina.
Publicada en la edición impresa de la revista.
Argentinidad polémica Los Marziano es el 3er largometraje de la directora argentina Ana Katz, un talento muy ligado a las enseñanzas del teatro como se puede apreciar en la forma de dirección de este film. Por otro lado, si han visto alguno de sus trabajos anteriores como "Una Novia Errante" o "El Juego de la Silla", se darán cuenta de que estamos ante una mujer que tiene una mirada bastante conceptual acerca de las relaciones humanas, y esto sin dudas, se ve reflejado en Los Marziano. Protagonizan la película Guillermo Francella en el papel de Juan Marziano, Arturo Puig como Luis Marziano, Rita Cortese es Delfina Marziano y por último pero no menos importante, Mercedes Morán como Nena, la esposa de Luis, todas altas figuras del cine y por supuesto, del teatro argentino. Las aclaraciones sobre la mirada y las influencias de la directora NO son fortuitas, sino que las expongo para que el lector trate de comprender que cuando se siente a ver Los Marziano, no tiene que esperar una comedia-drama "a lo Francella", porque eso sería un error fatal. La obra puesta en pantalla pretende hacer foco en las relaciones de una familia que si bien, representa algunas problemáticas de la familia "tipo" argentina, tiene un montón de elementos artísticos subjetivos de Katz, lo que convierte a la cinta en una especie de perro verde que no todo el mundo disfruta mirar. Tiene momentos que para algunos espectadores con cierta sensibilidad serán sublimes y de gran movimiento interior, pero a su vez, esas mismas escenas pasarán desapercibidas para la otra parte del público, haciendo que el film por momentos sea muy lento y parezca no tener sentido. ¿Es mejor un público que otro? o ¿es mejor pertenecer al grupo con sensibilidad artística que aprueba la visión de Katz?, en realidad NO, simplemente creo que no es una producción apta para todo público, basta con remontarse a las películas anteriores de la directora para darse cuenta de que su visión está enfocada en un segmento de espectadores específico. Quizás la convocatoria de grandes actores sumada a la promoción que tuvo, confundió un poco a la mayoría de la gente que fue esperando otro tipo de puesta en escena, lo que por cierto, no significa que la producción sea mala como he leído en varios espacios donde muchos espectadores dejaban comentarios indignados. Aclarado esto, en lo personal creo que es una buena historia, que muestra esa interacción incómoda que muchas veces tenemos con nuestra propia sangre y que nos cuesta analizar (y aceptar), aunque debo admitir que el ritmo que lleva el film se me hizo por momentos tedioso. Para resaltar, las interpretaciones de sus personajes, sobre todo, Rita Cortese. Sin más que decir, precaución en la decisión de ir a ver esta peli.
Este es el tercer film de la realizadora Ana Katz, esta no es una historia costumbrista, ella intenta mezclar la comedia y el drama, para ello convocó a un gran elenco compuesto por: Guillermo Francella, Arturo Puig, Mercedes Morán y Rita Cortese. Cualquiera de los espectadores se puede sentir identificados en algún punto; ellos son tres hermanos: Luis Marziano (Arturo Puig), casado hace varios años con (Mercedes Morán), con dos hijos grandes (Damián y Andrés), llevan una vida rutinaria, viven en un country, él pasa sus días jugando al golf y ahora vive obsesionado con los pozos que están apareciendo; la hermana del medio es Delfina (Rita Cortese), separada, vive sola, va a clases de danza, enseña física en un secundario e intentar armonizar el distanciamiento entre los hermanos, porque ahora Juan (Guillermo Francella) necesita de ellos, presenta una enfermedad neurológica extraña que le impide leer, ve las letras, las reconoce, pero no puede formar palabras. En esta dura misión se comprometen Delfina y Nena, la esposa de Luis, ambas intentaran acercarlos, algo que parece bastante improbable, existen rencores del pasado, diferencias de vida y condiciones sociales, y una de las maneras de liberarse de esas asperezas, es unirlos a través de un simple almuerzo por el cumpleaños de Luciana, hija adolescente de Juan y gestionar la reconciliación. Quien se preocupa durante su corta estadía de Juan Marziano es Delfina Marziano, (el apellido de ellos tiene un sentido, no tiene nada que ver con los extraterrestres), lo hospeda en su casa, le da un celular que él no sabe usar, ropa, comida y lleva a distintos especialistas, en cambio Juan está muy preocupado para digitalizar más de doscientos casetes de su programa de radio de hace 15 años. El film muestra el mundo de los countries, que tiene una belleza muy particular, ese lugar está teniendo tantos pozos como lo tienen cada uno de los hermanos en sus vidas, mediante la narración se va describiendo a cada unos de los personajes, el amor es atávico, los espectadores que piensen en ver a un Francella de comedia, se equivocan, se relaciona mucho mas con lo dramático, es un humor más sutil y melancólico, las actuaciones son correctas, no contiene golpes bajos, quienes tienen un rol muy importante son las mujeres que intentan acercarlos, uno de los problemas es que hay varias subtramas, le falta emoción, el final es algo abrupto, te deja algo vacio, se destaca la fotografía y la música del Chango Spasiuk.
Una familia que claramente no es de otro planeta Ana Katz abandona el tono independiente de sus dos primeras obras "El juego de la silla" y "Una novia errante" para ponerse frente a la conducción de un elenco de primeras figuras para su nueva comedia: "Los Marziano", una historia que impensadamente, se opone deliberadamente al apellido. Si bien desde el título se alude a una familia de otro planeta, la pintura de Katz es de una familia con los conflictos propios que se tejen en cualquier familia que se precie de tal. Y entonces, contrariamente a lo pensado, la familia Marziano tiene la disfuncionalidad normal que opera en toda familia y se nutre de los rencores y las rivalidades más comunmente visitadas en las relaciones entre hermanos. Para contarnos esta historia, si bien se aleja del perfil de comedia costumbrista, abandona la identidad propia que tenía en sus films anteriores y queda navegando entre esas dos aguas: ni es un porducto típicamente mainstream con estrellas conocidas por el público y con los resortes que suelen mostrarse en la comedia familiar para todos los públicos, ni logra darle una narrativa diferente como sí había impuesto su sello en "Una novia errante". "Los Marziano" pone la lupa en el vinculo entre los dos hermanos que son tan diferentes como pueda ser posible, y justamente por esa oposición tan terminante es que a simple vista uno intuye que son, indudablemente, hermanos. Por un lado nos presentan a Juan (Guillermo Francella), que es el bohemio de la familia, el "tiro al aire" que jamás terminó se sentar cabeza y que se pasea con su inmadurez a flor de piel. Una repentina pérdida de su capacidad de leer lo hace venir a Buenos Aires a recibir atención médica... y en este regreso sin gloria, intentará retomar algunos vínculos que ha dejado pendientes. Aquí lo recibe Delfina (Rita Cortese), la hermana que ha quedado entre dos fuegos, su hermano Juan y su hermano Luis (Arturo Puig), un hombre asentado dentro de una clase media alta, afincado en un barrio cerrado y en las antípodas de la vida de Juan, con quien el reencuentro será postergado, pero finalmente inevitable. Recelos de antaño se mezclan con deudas, olvidos, perdones nunca concedidos y resquemores de todo tipo que, sostenidos a lo largo del tiempo, crean quiebres y cuentas pendientes difíciles de recomponer. Mientras Juan aparentemente pierde la posibilidad de leer -que Katz la encuentra sutilmente más ligada a la imposibilidad propia de este inmaduro de poder hacer cualquier "lectura" de las cosas-, Luis intenta develar qué hay detrás de unos pozos que aparecen en el country donde vive, alterando la tranquilidad de los vecinos y produciendo accidentes desagradables, justamente siendo él mismo, victima de uno de ellos. Estos pozos que alteran tanto la quietud de la vida de Luis y su mundo de seguridades, distraen de la trama central y es uno de los puntos que el guión no logra incorporar armónicamente al resto de los temas propuestos. Hay muchos momentos en los que no encuentra el tono adecuado y se percibe como un rumbo incierto y quedan algunos cabos sueltos en este pequeño compendio de situaciones y sucesos que componen una historia tan deshilvanada como pintoresca. Pero como gran fortaleza, Katz cuenta con cuatro actores de lujo. Francella parece haber encontrado un registro que le sienta bien. Alejándose de su impronta de comedia televisiva, brinda un personaje con varios matices y fundamentalmente logra convencer en su fragilidad y en su "bohemia". Arturo Puig, quizás sea al que le cueste más poder encontrar el tono necesario y no logre transmitir más claramente la personalidad de Luis, aunque también su trabajo sea interesante. Hay un gran, enorme, lucimiento del elenco femenino con Mercedes Morán, en el papel de la esposa de Luis, quien logra contenerlo en el conflicto con su hermano y poner paños f´ríos a su obsesión con los pozos, mientras tiene sus destellos de frivolidad para pintar a un clase arquetípica de barrio cerrado. Pero todos los laureles a nivel actuación se los lleva Rita Cortese, componiendo a Delfina, esa hermana que carga en sus espaldas todo el conflicto familiar, y brinda una criatura tan querible como eléctrica y con algunas escenas (como la de la clase de baile con miradas cómplices con Juan) que demuestran una vez más su enorme talento y su capacidad de transmitir con apenas algunas miradas y algunos gestos toda la ternura y comprensión de esa hermana que se encuentra "tironeada" en medio de dos opuestos complementarios. Si bien los Marziano no son una familia de otro planeta sino bien argentina y con conflictos bien conocidos por todos, las actuaciones y la prolijidad técnica que tiene la historia, la transforman en un producto entretenido y que se deja ver, que hubiese tenido una impronta más acertada con algunos (cuantos) ajustes en el guión.
Hace años que los hermanos Marziano no se hablan. Hay cuestiones de dinero, falta de responsabilidad e incompatibilidad de personalidades. Juan (Guillermo Francella) sigue creyendo que sus cintas con los programas de radio que hizo durante toda la vida son piezas de un valor incalculable y ahora quiere digitalizar… ¡200 casetes! Por su parte, Luis (Arturo Puig) es protagonista de un acontecimiento poco común en su country: alguien se dedica a cavar pozos en la cancha de golf, provocando la caída de los vecinos. En medio de ambos, Delfina (Rita Cortese) la única mujer de la familia Marziano que parece llevarse bien con sus heterogéneos hermanos y Nena (Mercedes Morán), esposa de Luis y viejo interés amoroso de Juan. Cuando este último comienza a sufrir una enfermedad que le imposibilita leer, es obligado por Delfina a volver a Buenos Aires a comenzar una seguidilla de consultas médicas. Un asado, una tarde de pileta en el barrio cerrado y un cumpleaños serán los motivos para intentar reunir a los hombres Marziano. El nuevo filme de Ana Katz ("Una novia errante") posee un timming y una historia tan entretenida que su proyección se siente natural, agradable, frente a tanta película comercial con duración inhumana. Todo en Los Marziano nos puede ser familiar de uno u otro modo: todas las familias son el centro de discusiones, malos entendidos, reconciliaciones y reuniones multitudinarias. La excelencia por parte del cuarteto protagónico, sumado a la pequeña participación de Daniel Hendler y Cristina Alberó, es el puntal de esta divertida propuesta agridulce.
Bichos no tan raros El último filme de Ana Katz podría tranquilamente considerarse entre los mejores largometrajes autóctonos del 2011. Sin grandilocuencias ni historias exageradas, pero con un guión sólido y algo escurridizo, actuaciones fenomenales, gran pulso narrativo y la cámara puesta donde debe estar, Los Marziano es un producto que cierra bien por todos lados, porque aunque parece dejar hilos sin resolver, cuenta todo lo que quiere contar en realidad. Juan sufre una extraña aflicción ¿Qué cuenta Los Marziano? Los pormenores de una familia que podría ser cualquiera: Arturo Puig interpreta a Luis, un hombre serio, de buen pasar económico, que vive en un espectacular barrio cerrado con su esposa Nena (una brillante Mercedes Morán) y que luego de sufrir un accidente al caer en un pozo hecho adrede en el campo de golf del country, dedicará todo su tiempo a descubrir a los culpables. En el otro extremo está Juan (Guillermo Francella), el hermano medio chanta, que vive pidiendo plata prestada y boya de proyecto en proyecto, de lugar en lugar, y que justo cuando todo parecía indicar que finalmente conseguiría un trabajo, sufre una extraña enfermedad que, misteriosamente, le impide leer. En medio de ellos está Delfina (Rita Cortese), una mujer separada a la que no le sobra nada, que trata de mediar en la tirante relación entre sus dos hermanos y entre Juan (que vive en Misiones) y su hija adolescente a quien no ve demasiado a menudo. El guión de Los Marziano avanza sobre esos frentes para contarnos de a poco lo importante de la historia, que es esa descripción minuciosa de los vaivenes familiares, las trayectorias de vida de sus integrantes, las decisiones de unos, las críticas de otros, los enojos, las separaciones, las recriminaciones y las mediaciones que existen en todas las familias y que se hacen más presentes cuando los hermanos ya no son solo hermanos sino también padres, tíos, tutores o encargados. A Luis lo obsesionan los pozos en su country Si hay algo que se destaca particularmente por sobre el guión es el conjunto de actores que la protagonizan, una verdadera orquesta con lucimiento tanto grupal como individual. El Luis amargado y recio de Arturo Puig es sencillamente demoledor, un personaje tan simpáticamente construido (podemos verlo obsesionado con los pozos del country, sofocado por una esposa que no le hace caso y a la que no quiere hacer caso, mezquino con el jugo de naranja y hasta desubicado al divertirse con su sobrina) como sobriamente ejecutado. Guillermo Francella vuelve a destacarse en el cine con un papel "semi-serio" (como en El secreto de sus ojos, no es payasesco aunque sobre él recaiga la mayoría de las secuencias cómicas) y le saca el jugo tanto al rol humorístico como al dramático. Mercedes Morán demuestra que el papel de señora bien le encaja mucho mejor que los miles de papeles de mujer de clase media que ha hecho: su esposa cheta, bonachona aunque mentirosa, es un verdadero deleite. Por último, Rita Cortese vuelve a dejar en claro que es una de las mejores actrices argentinas aun cuando los papeles no le exijan demasiado. Nena, genial composición de Mercedes Morán Es necesario remarcar la estilizada dirección de Ana Katz, que acierta en cada plano logrando belleza y hasta suspenso mediante la inteligencia en la elección de los planos. Los Marziano podrá no ser una película popular, ni la típica de Francella, ni una comedia desopilante y tampoco un drama intenso, y dejará a muchos con sentimientos encontrados hacia el final, pero es una gran película que describe con sinceridad y de forma entretenida los entretelones de una familia común y corriente.