Arbitrage, que en España se llamará El Fraude pretende en que nos identifiquemos con uno de estos peces gordos de las finanzas que en su afán de querer tragar mucho más de lo que puede digerir se va metiendo sucesivamente en una serie de líos que van desde lo extramatrimonial hasta lo criminal mientras intenta no acabar con sus huesos en la cárcel y negociar una salida airosa del callejón sin aparente salida al que le ha conducido su avaricia. O su simple forma de navegar en tan procelosas aguas porque lo que viene a decir la película de Nicholas Jarecki es que todo en esta vida es negociable, comprable o vendible, aun lo más íntimo...
Punto para Richard Richard Gere es uno de esos actores que prefieren protagonizar un film menor a interpretar un rol secundario en una mega producción, hecho que explica los últimos fiascos en los que ha participado. Mentiras mortales (Arbitrage, 2012) es la excepción a la regla: un digno thriller que le vale una candidatura al Globo de Oro como mejor actor. Robert Miller (Richard Gere) es un exitoso empresario que tiene una perfecta imagen pública (social) y privada (familiar). Su habilidad para los negocios le permite tener un par de secretos: manejos turbios de fondos y una exigente amante. Cuando un accidente inesperado se precipita, deberá apelar a todas sus artimañas para sostener su fachada. Mentiras mortales es un sombrío relato de suspenso, adulto y distante sobre un hombre que esconde una doble moral detrás de su exitoso imperio económico y familiar. La cámara sigue de cerca a Robert sin nunca buscar la empatía con él. Lo observa y describe con su entorno, en una atmósfera creada por la sutil banda sonora y leves movimientos de cámara. Con tales recursos, la película promueve de manera reflexiva, una distancia entre el discurso y el accionar del personaje para mostrarnos su ambigua actitud. A la vez la crisis financiera como telón de fondo, traza un paralelo con el éxito de Robert: su surgimiento supuestamente espontaneo oculta una serie de fraudes y manejos ilegales detrás, planteando así una simbiosis entre el conflicto económico y el personaje de Gere. Robert representa a los tantos personajes que Hollywood castiga mediante sus relatos para escenificar las responsabilidades sociales que originaron la debacle de la bolsa. Otros personajes similares son el de George Clooney en Amor sin escalas (Up in the air, 2009), el de Kevin Spacey en El precio de la codicia (Margin Call, 2011) o el redimido Gordon Gekko de Michael Douglas en Wall Street: El Dinero Nunca Duerme (Wall Street 2: Money never sleep, 2010). En Mentiras mortales Gere utiliza todo su carisma que lo llevó a convertirse en estrella de Hollywood, para componer a este personaje que esconde secretos oscuros detrás de su sonrisa, y que sirve al director y guionista Nicholas Jarecki, para hablar de la mea culpa norteamericana.
Dirigida por Nicholas Jarecki y protagonizada por Richard Gere, esta propuesta se sumerge en los conflictos financieros de una familia y de una empresa, y le brinda al espectador una experiencia mucho más profunda de lo que aparenta, con un trabajo oscarizable por parte del actor de "Noches de Tormenta", pero desarrolla una historia que ya vimos muchas veces.
Si te gustan las buenas películas con intriga y tensión dentro de un trasfondo financiero, no te pierdas Mentiras mortales, una sólida historia que te deja disfrutar de una de las mejores interpretaciones de Richard Gere. No tiene bombas, armas, tiroteos, persecuciones, gore, secuestros, asesinatos, etc. etc., pero sí en cambio tiene una trama muy bien contada que...
Descarrilado El relato expone la peripecia del multimillonario Robert Miller (Gere), empresario modelo, exitoso y padre ejemplar en el ocaso de su vida y de su carrera. Pero detrás de esa pantalla idílica se oculta una realidad diferente en la cual se entremezclan la estafa millonaria y la infidelidad. El conflicto se inicia, aunque tímidamente, en el momento en que le comunican a Miller que su exitosa operación de venta de la empresa corre el riesgo de no concretarse. Pero esta situación pasa realmente a ocupar un lugar secundario en el momento en que Miller y su amante vuelcan con el auto en la ruta, ocasionándose la muerte de la muchacha. El accidente amenaza toda la operación millonaria que podría salvar la fortuna de Miller, así como el buen nombre de su familia. La narración presenta una estructura dramática sólida, bien armada e ingeniosamente dosificada entre los dos lados del conflicto: el fraude y el homicidio. Un poco menos convincentes son las actuaciones de los protagonistas, en particular de Susan Sarandon, cuyo personaje hubiese merecido un poco más de espacio dramático a lo largo del relato, en lugar de contenerlo durante casi todo el relato para darle unas pocas escenas hacia el final. Aún en el caso de haber trabajado con la idea de una esposa que prefiere no ver la realidad de su matrimonio y de los orígenes de su fortuna para conservar las apariencias de un estilo de vida cómodo y de alta sofisticación, el director/escritor debió haber trabajado mejor con el diseño del personaje, brindándole mayores y mejores ocasiones de desplegar dicho carácter, sin lo cual para el espectador todo el final parece como surgido de la nada, sin preparación, inverosímil. También se ha desperdiciado –a mi juicio- una buena situación dramática en torno a la relación entre el padre y la hija, cuyas escenas de confrontación por el tema del fraude de la empresa carecen de todo peso y efecto duradero en el relato, en parte porque de la hija el film luego no se ocupa mayormente, y en parte porque el personaje principal que sostiene la trama no parece afectarse por el desmoronamiento de su imagen patriarcal frente a su hija. Finalmente, el desenlace, un poco previsible ya desde el último cuarto de la película, resulta un tanto abrupto y sin imaginación.
El dinero todo lo puede La vida de Robert Miller (Richard Gere) parece ideal. Es un empresario multimillonario, tiene una hermosa familia, una hija brillante que sigue sus pasos, y está a punto de vender su empresa a un gran banco para retirarse a disfrutar de la vida. Sin embargo, no todo es tan perfecto una vez que se mira un poco más de cerca: las finanzas de su imperio no cierran, y su joven amante (Laetitia Casta) le reclama tiempo. Acorralado por las presiones, no tiene mejor idea que escaparse con ella por unos días a su casa de veraneo, pero un trágico accidente alterará sus planes, y pondrá en peligro la millonaria transacción. Este thriller escrito y dirigido por Nicholas Jarecki, comienza atrapando al espectador, sin embargo a medida que avanza, empieza a dilatarse mucho la resolución y el filme se hace un poco largo, ya que vuelve continuamente y a paso lento, sobre los dos ejes narrativos (el accidente, y la venta de la empresa). Y no es que el ritmo sea lento, algo que puede ser una elección del director, sino que lo que en un principio resultaba interesante, se va haciendo repetitivo, el suspenso que había se va desdibujando, y la verdad es que la película se podría haber terminado unos veinte minutos antes. Con el foco puesto en demostrar cómo los ricos pueden evadir la justicia ya que tienen dinero para ofrecer a cambio de cualquiera de sus errores, Jarecki muestra la frialdad de un magnate a quien no le importa sacrificar a personas que considera más pequeñas que su causa, incluyendo a su hija. Richard Gere está muy bien en esta interpretación que le valió una nominación a los próximos Globos de Oro, aunque no sea una actuación de antología. Su perseguidor es el detective Michael Bryer (Tim Roth), un excelente actor a quien se le ha pegado bastante, al menos en este papel, su personaje de la serie Lie to me. Así y todo, es de lo más refrescante del filme.
Con una gran interpretación de Richard Gere, un libro inteligente y una realización espléndida del cuasi debutante Nicholas Jarecki (sólo con un documental en su haber), Mentiras mortales establece una pieza de primer nivel, con no pocos toques reflexivos. Si hay que cuestionar algo no es culpa de sus artífices, y es el deplorable título en castellano, que no aprovecha el sentido de Arbitrage, palabra inexistente en el diccionario inglés que combina términos como arbitrariedad, pacto y calamidad. Describiendo sin pausas la atribulada vida de un prospero empresario y casi magnate, a pocos días de festejar su cumpleaños número 60, Arbitrage es una película que desde un formato aparentemente convencional propone conceptos alejados del más reciente y rutinario cine estadounidense. Este hombre entrará en una vorágine de desventuras –por manejos ilegales y una muerte inesperada- que llevarán su privilegiada vida profesional y familiar a una crisis de proporciones. El film va desarrollando su estructura dramática de manera certera e impecable, induciendo al espectador a introducirse en zonas inquietantes del turbulento mundo de las componendas y agachadas financieras, hasta llegar a la amarga redención de su plano final. Las actuaciones son un pilar en la estructura clásica del film, al ya mencionado Gere se suman las breves pero soberbias participaciones de Tim Roth y Susan Sarandon y los jóvenes y notables Brit Marling y Nate Parker, todo realzado por las magnéticas impresiones musicales de Cliff Martinez.
La hoguera de las apariencias El nuevo thriller protagonizado por Richard Gere, "Arbitrage", llega a las pantallas nacionales con una traducción que no brinda ninguna referencia al mundo de las finanzas y los negocios, el entramado económico y los hilos del poder, en el que se circunscribe la historia. Tal fue el caso de "El Fraude", titulo con el que fue distribuida en Europa. La elección de "Mentiras Mortales" como título, no es realmente una elección de lo más afortunada porque si bien seguramente fue elegido porque suena mucho más comercial que su título original ("Arbitraje") puede llevar al espectador a confundirse con otros tantos títulos similares e incluso esperar un producto diferente. En este caso la historia gira casi excluyentemente en la figura de Gere (nominado al Globo de Oro como mejor actor en drama por este trabajo) quien encarna a Robert Miller, que ha llegado a su cumpleaños número 60 rodeado de su sólida estructura familiar y con un pasar profesional sumamente exitoso, tanto que hay todo un imperio financiero que recae en sus espaldas. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro y si bien en la superficie, nuestro protagonista sigue haciendo esfuerzos por sostener una imágen y que se siga respirando un aire de éxito en su entorno y un equilibrado clima familiar, diversos hechos lo irán dejando cada vez más al borde del precipicio. Al mismo tiempo que intenta efectuar diversas operaciones de venta de acciones de su empresa y que de estar forma no queden al descubierto ciertas modificaciones que existen en los informes y en los Estados Contables de la compañía, obviamente con cifras fraudulentas, alteraciones y comprobantes faltantes; un accidente altera el giro de las cosas y complicará aún más la delicada situación de Miller. En una escapada con su amante, una francesa dedicada al mercado del arte (Laetitia Casta) sufren un inesperado accidente. Rápidamente tendrá que tomar algunas decisiones que ineludiblemente lo irán concectando con algunos personajes de su pasado y se verá nuevamente implicado en una trama de mentiras, especulaciones, apariencias que será cada vez más dificil de sostener en el ámbito familiar. El director, Nicholas Jarecki, plantea en éste, su primer largometraje, un ritmo que no decae en ningún momento, aferrándose al esquema más tradicional del thriller y con una estética clásica, que puede relacionarse con algunos otros trabajos del mismo Gere durante la década de los noventa como "La verdad desnuda" o "Internal Affairs". No solamente el guión, sino inclusive la manera en la que el director elige conducir el relato, responde a los mecanismos más esteriotipados del género, amparándose de esta forma más en el terreno de lo conocido, de lo seguro, que planteando alguna innovación y hacer la diferencia. Jarecki, a falta de un guión que atraiga por lo novedoso, elige inteligentemente apoyarse en un elenco de primeras figuras absolutamente sin fisuras que refuerzan esta historia esquemática y por momentos, previsible. A la cabeza del elenco se encuentra Richard Gere quien demuestra una vez más que tiene un magnetismo en la pantalla que no cualquier actor hollywoodense logra, reinventándose y volcándose al género que le ha dado tantas satisfacciones despues de un par de traspies como "Amelia" y "Misión Secreta", películas que no han llegado a los cines de nuestro país y circularon solamente en DVD. Su esposa en la ficción es Susan Sarandon, y si bien su rol no es el más destacado del film e incluso en algunos momentos aparece como desdibujado e intrascendente, sobre el final del film gana cuerpo en un par de escenas a las que Sarandon les saca el jugo y que justifican absolutamente su presencia (la discusión que mantiene la pareja en su dormitorio casi llegando al final del film y la mirada de Sarandon en la última escena son dos joyitas del film). Tim Roth es el detective que intentará atraparlo a Miller y que jugará a la cacería estilo "el gato y el ratón" papel para el que Roth parece tener un talento y una empatía especial, que ya brillara en la serie televisiva "Lie to me". Otra de las piezas importantes del thriller son los papeles de Nate Parker (quien sale a salvarle las papas del fuego al magnate) y de Brit Marling, la hija de Miller (guionista y protagonista de los films "Otra tierra" y "Sound of my voice" aún no conocidos en nuestro país) quien entrega un retratro sólido como la mano derecha que lo acompaña en la empresa y que va descubriendo poco a poco el problema financiero en el que su padre se encuentra envuelto. Si bien no presenta nada llamativamente novedoso dentro del género, "Mentiras mortales" se mueve dentro de la corrección, el ritmo acertado de la narración y las ajustadas actuaciones para crear un producto ideal para quienes esperan un thriller más centrado en los detalles y en las estrategias, en las pequeñas vueltas de tuerca que va dando la trama, que en grandes persecuciones, efectos especiales y despliegues de producción más importantes con que suelen impactar algunos otros productos hollywoodenses. Aquí la tensión y la intriga, por debajo de una superficie de aparente quietud, pasa por ir develando algunas máscaras más imperceptibles. Y el thriller cumple su modesto cometido.
Atrapado sin salida Es cierto que todo lo que se ve en esta película ya fue visto en cine. También que su joven director, Nicholas Jarecki (hermano de Andrew, realizador del revulsivo documental Capturing the Friedmans ), supo hacer un filme comercial digno: lo que hoy es casi un oxímoron, un combo que puede ser computado como rareza. Mentiras mortales (olvidable, fea “traducción” del título original, Arbitrage ) es un thriller moral/social que no condesciende a moralinas, bajadas de línea ni maniqueísmos: la sana idea de que narrar no es explicar, sino mostrar; si es a través de seres ambiguos, como todos nosotros, mejor; si es a fuerza de detalles, con levedad, mucho mejor. Jarecki lo hizo. El protagonista de su opera prima ficcional, el millonario financista Robert Miller (Richard Gere, al que los años mejoraron en todo sentido), es inescrupuloso. Y sin embargo, qué horror, nos genera empatía. Sabemos, desde el comienzo, que su dogma es la multiplicación del dinero, no importa el modo. Sabemos, también, que -sin perder su sonrisa muda de ojos achinados, tan Gere- puede fingir altruismo, estafar, dar discursos conservadores sobre la vida conyugal (Susan Sarandon interpreta a su esposa) y salir corriendo, luego, hacia el departamento comprado a su amante. Un par de errores de cálculo y su ambición maníaca irán cercándolo, rumbo a un abismo: en sus negocios, en su vida familiar y, sobre todo, en el plano judicial, no por un negociado sino por una muerte. Lo interesante es que la película, concebida con el frenético trasfondo de la crisis financiera en los Estados Unidos, se va abriendo en un delta de tramas agobiantes para el magnate. Y que casi todos los personajes que intentan obtener algo de él -dinero, comprensión, atención, justicia- tienen un costado oscuro: humano. Por lo demás, Miller no evalúa sus conductas para darnos al final una lección de vida. Al contrario: parece gozar en la cornisa. El propio Gere dijo que a su personaje no le interesaban, en el fondo, la plata ni el poder; que simplemente era como un jugador compulsivo, un adicto. Miller es como un tiburón: elegante, feroz, impiadoso. Y tan ajeno a los conceptos de ferocidad y de piedad como un escualo. Si dejara de moverse, moriría. Cada vez que percibió sangre, atacó. Pero el herido, ahora, es él. Si ustedes se preguntaron alguna vez por qué muchos millonarios se exponen hasta límites imprudentes cuando podrían disfrutar tranquilamente de su dinero, Gere les da una posible respuesta en el párrafo anterior. Esta película, en cambio, les mostrará a un millonario en acción. Ni más ni menos.
El millonario en su laberinto Robert Miller (Richard Gere), un magnate que a los 60 años intenta vender su imperio y se encuentra en una encrucijada, ya que si esa venta no se produce en tiempo y forma terminará delatando un fraude que ha cometido. Toda la vida pública y privada que ha construido parece estar al borde de colapsar, dejando en evidencia su doble moral. Cada paso que da, las cosas se complican más y más, como un circulo vicioso en el cual todo parece ir hacia el desastre sin salida. Su matrimonio, el vínculo con su propia hija con la que trabaja, su amante, sus asociados, todo se enreda más y más. Para complicar todo, un policía (Tim Roth) que investiga una muerte estará buscando al protagonista para encerrarlo en la cárcel. La claustrofobia se apodera del relato, pero el problema de la película es que el personaje es incapaz de lograr cualquier tipo de simpatía por parte del espectador. No hay manera de conseguir que uno sienta pena, piedad o afecto por esta caída que avanza sin poder saber cuál será el resultado. Asoman muchos temas en la película, pero la sensación es que todo es tocado superficialmente. No se puede decir que la frialdad del film sea accidental, ni que la actuación de Richard Gere no sea impecable con respecto a esta distancia. Esta clase de películas, que solía interpretar tan bien Michael Douglas en los años '80, acá ya suenan a historia conocida. Más allá del desenlace, que no será revelado aquí, la historia no sorprende ni conmueve, ni tampoco se profundiza sobre los temas. Los actores están muy bien y el relato es razonablemente sólido. Pero no son suficientes motivos para recomendar una película. Su amargura podrá alejarse del heroísmo y la nobleza del cine de Hollywood, sin embargo esto tampoco es esto un mérito en sí mismo. «
Una inquietante fábula moral En los últimos tiempos -sobre todo desde la profunda crisis que afectó a bancos y consultoras-, Hollywood ha incursionado con bastante frecuencia y con no pocos hallazgos en el thriller financiero. Este debut en el largometraje de ficción de Nicholas Jarecki es un entretenido y cuestionador retrato sobre la codicia y el cinismo imperantes en el mundo de los grandes negocios de Manhattan, pero al mismo tiempo deja la sensación de haberse quedado a mitad de camino, que por todos sus logros en el planteo inicial el resultado final podría haber sido aún más profundo y provocador. El protagonista del film es Robert Miller (Richard Gere, en uno de los mejores trabajos de su carrera), un "dios" de las finanzas que -en una de las primeras escenas- celebra sus 60 años rodeado de su amplia familia. Pero a los pocos minutos veremos que no todo lo que reluce (y Gere y su personaje relucen en pantalla) es oro. Robert ha fraguado los números (léase decenas de millones de dólares) de su corporación para poder venderla antes de irse a la quiebra, le miente a su hija y eficaz discípula en la empresa (Brit Marling), engaña a su esposa (Susan Sarandon) con una joven artista plástica francesa (Laetitia Casta) y terminará envuelto en un caso policial que será mejor no revelar. La película es bastante minuciosa, inteligente y creíble a la hora de describir con unos cuantos detalles de color los secretos, mentiras y tentaciones que surgen a toda hora en las altas esferas del poder económico, pero justo cuando el film empieza a ganar en esas contradicciones y matices que enriquecen todo relato cede a la tentación de ponerse un poco demagógico, de subrayar el cinismo (que alcanza también a detectives y jueces) y la hipocresía de una clase alta que intenta salvar sus pecados y tapar su culpa con, por ejemplo, millonarias galas de caridad. Para ser un guionista y realizador de muy escasa experiencia, el trabajo de Jarecki -hijo de reconocidos financistas y filántropos- resulta más que valioso tanto en la dirección de actores (tuvo un elenco de lujo) como en el terreno narrativo y visual (contó con la colaboración de un notable fotógrafo como el francés Yorick Le Saux). Se le podrá pedir mayor profundidad en la construcción psicológica de los personajes y un desenlace un poco menos obvio, pero aun con sus carencias, Mentiras mortales es una fábula moral que seduce
Richard Gere con sus 63 años se pone al hombro este thriller, una ópera prima de Nicholas Jarecki (guionista de The Informers), en la cual interpreta a un hombre que es todo apariencias con su familia perfecta, su fiel esposa interpretada por Susan Sarandon y su hija, futura heredera, interpretada por Brit Marling (Another Earth), y su empresa que se mantiene exitosa en medio de la crisis ecónomica. Pero, a los pocos minutos de empezar la película, comprendemos que tras su imagen de un hombre exitoso, aunque no teme decir que se siente viejo, hay muchos secretos, en su empresa y en su vida amorosa. Porque descubrimos su doble vida y entra en escena la bonita Laetitia Casta, representando el deseo. El deseo que lo mueve a decidir dejarlo todo... hasta que un suceso inesperado amenaza con destruir por completo esa imagen exitosa que Robert Miller (Gere) supo construir sin muchos escrúpulos. Tim Roth, en un personaje muy parecido al que interpretó en la serie televisiva "Lie To Me", es el detective que intentará desenmascararlo, un personaje al que le falta un poco más de desarrollo pero del cual queda claro que es un hombre de clase media con cierto rencor hacia la gente de alta sociedad que siempre consigue lo que quiere. La película se convierte rápidamente en un thriller interesante, muy bien manejado, pero sobretodo brillantemente actuado por un actor que confieso nunca supo deslumbrarme. Richard Gere interpreta fríamente a este hombre que parece haber dejado su moral hace rato, que se cansa de decir que hace las cosas por su familia, que se esconde tras las obras caritativas que maneja su esposa y a quien de repente todo parece ponérsele en contra y no sólo por un negocio que no se termina de concretar. Es difícil sentir empatía por un personaje tan oscuro y ambicioso, aún así Gere logra en ciertos momentos transmitir la desesperación de su personaje. Sin duda es él lo mejor de la película, su forma de seducir al otro con el fin de salirse siempre con la suya. Su mujer entra en juego de verdad ya más cerca del final, donde se luce también la gran Susan Sarandon en una escena de una discusión matrimonial interesantísima. El telón cae con la imagen de un Robert Miller que se costruyó a sí mismo a base de decisiones, que equivocadas o no parecen haber logrado su cometido, y la música de Björk. "Arbitrage" termina siendo una historia que probablemente ya nos han contado, pero con recursos suficientes para convertirse en un buen relato, con una estructura que se divide entre las dos caras del protagonista y los dos aspectos de su vida que parecen desmoronarse, el profesional y el personal, con la tensión necesaria de un buen thriller, quizás un poco más lento de lo que acostumbra el cine "comercial" de todos los días.
El monstruo llamado "crisis del sistema financiero" ha lanzado variados hijos cinematográficos. Estados Unidos, centro neurálgico de la debacle mundial de esa burbuja, viene entregando furiosos alegatos al respecto. Es interesante que estas películas surjan desde Hollywood, y no de sus márgenes, porque es claro que esta ruleta de malversación tocó demasiadas puertas. Tenemos films que enfrentan directamente con el tema y otras que apenas lo usan de excusa para encontrar un enemigo común. De esos que duelen pero no tanto (ver sino el fracaso de todas las películas de Irak o terrorismo) porque después de todo, ese infame monstruo destructor que se alimenta de un poco de "éxito" y de mucho "dinero", también es parte del sueño americano al cual aspiran los que odian a esos mercaderes por ser millonarios. Arbitrage recibe el lamentable subtitulado de Mentiras Mortales (!). El término original se refiere a una jugada financiera donde se toma ventaja de la existencia de diversos valores en diferentes mercados, para ganar más o minimizar el daño: una perfecta definición de la película. Robert Millar (un sesentón Richard Gere) es un exitoso empresario, gurú de mercados, tiene una familia ideal y obviamente, es multimillonario. Eso nos dibuja el film de Jarecki en los primeros momentos, pero nosotros sabemos (y deseamos) ver el reverso. Sabemos cómo funciona, y como siempre, miramos. ¿Qué vemos? Un hombre que estafa para vender su empresa en bancarrota, tiene una joven amante, manipula y desprecia sin vergüenza. Ese es nuestro antihéroe que en un intenso recorrido debe lidiar en todos los flancos posibles, siempre al borde de una derrota que no queremos que suceda. El detonante de la historia es que en medio de la venta de su corporación un accidente con su amante traerá al aparato judicial en su contra. No es justicia, es otro "sistema" que también es ajustable, la cárcel se negocia en búsqueda del menor costo. A raíz de ese acontecimiento criminal sucede lo más interesante de la película: para poder ocultar su responsabilidad, Millar pide ayuda a un afroamericano de pocos recursos de Harlem (que está en deuda con él). Aquí es donde uno debe detenerse, porque este hombre es el parámetro ético que nos propone el director, un hombre que aún tiene códigos. Al problema con la policía (con un Tim Roth por momentos excedido) se suma el conflicto familiar, principalmente con su hija que todavía lo ve idílicamente. Su mujer (Susan Sarandon) entiende como funciona el juego y es la única que está a la altura de la competencia, por eso sabe pegarle donde duele. La partida se llama quebrar a Millar. La suma de acontecimientos por momentos se siente forzada, pero cuando uno se subió a la travesía de Gere, se deja llevar por su herido antihéroe. Un film que resulta interesante debido a que las decisiones éticas y personales de Millar dejan sitio para reflexionar acerca de que lado elegimos como espectadores.
El dinero nunca duerme. Nicholas Jarecki es un director novato, que apenas tiene en su haber un documental y un corto. Lo mismo en el rubro de escritura. Jarecki apenas tiene tres trabajos previos a este largometraje con un elenco importante, en el que se destaca -por supuesto- Richard Gere, que se ganó una nominación a los Globos de Oro por su actuación, y que posiblemente ofrezca una de las mejores interpretaciones de su carrera en este film. Pese a su poca experiencia, Jarecki ofrece un muy buen thriller, que sorprende por su versatilidad y, sobre todo, por sus climas. Esto debe ser, claro, porque es el hijo de una pareja de financistas, y es ahí adonde apunta Mentiras Mortales (Arbitrage, 2012), a ese submundo en donde el dinero es y maneja absolutamente todo. En Mentiras Mortales concemos a Robert Miller (Richard Gere), un gurú financiero que maneja (y dibuja) los números a su deseo. Es por eso que utilizó este talento para vender su empresa antes de ir a la quiebra, y a su alrededor tejió una red de mentiras para sostenerla, en las que incluyó a su esposa (Susan Sarandon), su hija y discípula (Brit Marling) y hasta a su amante (Laetita Casta), una artísta plástica francesa. Pero algo sucede, una muerte toma protagonismo y él deberá utilizar todas sus herramientas para que la verdad permanezca oculta y asi no solo salvar su buen nombre, sino también - y más importante, al menos para él- lograr vender su empresa antes de que la granada le explote en la mano. El director planteó un thriller con lo básico, y lo supo llevar a lo largo de la película hasta un descenlace que, si bien no es lo más brillante, queda coherente en el contexto en que se nos presentó este universo de mentiras y dinero. Mentiras Mortales posiblemente no quede en el recuerdo de muchos en general, pero si la actuación de Gere, y sobre todo el trabajo de Nicholas Jarecki, alguien a quién debemos seguir muy de cerca de ahora en más. @JuanCampos85
Intriga que mantiene una expectativa constante Con el título engañapichanga de «Mentiras mortales» se estrena aquí este buen relato de intriga que en otros lados se llama «El fraude». Aunque en verdad hay más de un fraude, y más de un/a fraudulento/a. Cada cual quiere sacar su tajada burlando elegantemente las normas, o quiere tomar venganza con un chantaje mezquino, o sugiere traicionar una amistad en defensa de su propio pellejo. Pero, por supuesto, uno de esos personajes es un verdadero profesional del engaño. También es casi, casi, el más simpático de la historia. El título original es «Arbitrage», en referencia a ciertas operaciones de cambio de valores mercantiles. Hay un gestor de fondos de cobertura, muy agradable y pintón, que tiene su propia empresa, familia que lo espera toda reunida para festejarle el cumpleaños, personal doméstico muy servicial y personal de empresa sin quejas, contador cómplice, amante bien mantenida con trabajo y departamento, en fin. El único problemita visible en su vida es un fulano que nunca aparece para firmar un contrato. La cosa empieza a tener urgencia, ya veremos por qué. Otro problema: la amante se ha puesto muy fastidiosa. Tanto, que cuando inesperadamente pasa lo que pasa, no lo lamentaremos mucho por ella. Pero ahora empieza a fastidiar un detective. Y se confirman otros nubarrones en el horizonte. Más que suspenso, hay una continua expectativa. ¿Cómo hará nuestro buen hombre para zafar de todos los problemas que van asomando, uno tras otro y en diversos flancos? ¿Y será realmente un buen hombre? ¿Por qué no? Pero eso ya es materia opinable. Una pesa puede modificar nuestra balanza: el compromiso que sea capaz de asumir en ayuda de una persona que se jugó por él, una persona que valora la lealtad y el agradecimiento por encima de cualquier dinero. Del resto, bueno, «de las mujeres mejor no hay que hablar», como escribió Manuel Romero y cantó Gardel, sobre todo cuando se hacen las ofendidas. Un detalle interesante, evidencia de una moral americana más peligrosa que la moral de un financista. Muy bien Richard Gere, Tim Roth como detective, el morochito Nate Parker, la intriga y el desenlace. Primer film de ficción de Nicholas Jarecki, se hace apreciar debidamente.
Los secretos de un financista Juego de lucha de poder, con aperturas hacia temas como la omnipotencia individual y el quiebre ético y moral, el filme de Nicholas Jarecki tiene en Richard Gere y Susan Sarandon, los intérpretes ideales. Robert Miller (Richard Gere) es algo a así como el Gordon Gekko de "Wall Street", aquella película de Michael Douglas. Exitoso financista, elegante, ambicioso, inescrupuloso, con mujer inteligente, hijos capaces y amante voluptuosa. La soberbia y la "Biblia" del dólar controlan su vida. Llegó a los 60. Rebosa fortuna, pero una reciente inversiónn equivocada está poniendo en peligro su imperio. Por supuesto que Miller está seguro que podrá controlar el derrumbe. Pero justamente en ese momento, el destino se le cruza y un accidente fatal lo ingresará a una carrera de obstáculos difícil de sortear. SUSPENSO DOSIFICADO Con formato de thriller, "Mentiras mortales" (titulo comercial y barato, por supuesto, modificado para venderlo al público) podría haber sido un filme más. Pero su director y guionista, chico treintañero, conocido hacker neoyorquino en la adolescencia, luego destacado universitario decidió dejar los videos musicales que dirigía y hacer un guión y una película sobre el mundo de las finanzas, del que conocía un montón por razones familiares. Su producción independiente y cuidada, con un reparto estelar y un libreto que conjuga tensión y suspenso, atrapa. Y exhibe la particularidad de que uno nunca sabe hacia dónde va el próximo paso de la historia. Sus virajes son abruptos, a veces no tan creíbles, pero mantienen cohesión y la provocación necesarias. LA LUCHA DE PODER Juego de lucha de poder, con aperturas hacia temas como la omnipotencia individual y el quiebre ético y moral, el filme de Nicholas Jarecki tiene en Richard Gere (Robert Miller) y Susan Sarandon (Ellen Miller), su mujer, los intérpretes ideales. Toda la ambición pasa por los apretados ojos de Gere y su leve sonrisa, mientras Sarandon en un papel a su medida es esa particular esposa de triunfadores, que uno piensa despreocupada y superficial, pero que con mirada fría observa las maniobras de un marido especulador, disfruta de sus logros, pero exhibe garras de leona, cuando la ambición desmesurada pone en peligro a la familia. Se destacan Tim Roth como el detective Michael Bryer; Nate Parker, como Jimmy Grant, el chico de Harlem y Brit Marling (en el papel de Brooke Miller, hija del personaje que hace Gere), interesante actriz, economista en la vida real y que dejara de lado al grupo de inversiones Goldman Sachs por el cine. Alrededor de estos nombres un grupo de actores veteranos dan un apoyo especial en sus personajes de abogados y asesores. Con un brillante diseño de producción y art; un vestuario impecable y rubros formales de fotografía y música que calzan al tono, resulta un filme para no dejar de ver.
Rompecabezas muy atractivo En el personaje de un millonario con pocos escrúpulos, Richard Gere le pone la máscara justa a una película que podría haberse deslizado a varios lugares comunes de Hollywood, pero no lo hace. Y que no dejará de producir cierta incomodidad en el espectador. “Soy el patriarca”, le recuerda Robert Miller a su hija, en instantes en que su pedestal de magnate da la sensación de temblar desde los cimientos. “Ese es mi rol, y debo desempeñarlo”, corrobora, como si en lugar de padre fuera un actor en plena representación, un tótem comunitario, un modelo social. Del desfase entre el personaje y la persona, entre la imagen pública y lo que subyace tras ella, habla Mentiras mortales, ópera prima del neoyorquino Nicholas Jarecki, en tiempos en que el patriarcado del capital es sometido a vientos tan huracanados como los que azotan a Miller. No por nada el protagonista de Mentiras mortales (Arbitrage, en el original) es uno de los que cortan el bacalao en Wall Street. El magnate es tenido además como todo un filántropo, gracias a las obras de caridad que su esposa lleva adelante, en nombre de la fundación benéfica que su conglomerado económico se permite financiar. Filántropo sumamente conocido en la societé neoyorquina es Henry Jarecki, padre del realizador y de Andrew Jarecki, cuya obra de mayor repercusión es el perturbador documental Capturing the Friedmans. Difícil saber hasta qué punto ambos hermanos fueron marcados por la “interna” de los Jarecki. Lo cierto es que, como en Capturing the Friedmans, uno de los temas centrales de Mentiras mortales es el de la disfuncionalidad familiar. Desde ya que la de los Miller no es del mismo grado que la de los Friedman –sospechados de abuso infantil en masa, sostenido en el tiempo—, pero en ambos casos la familia es vista como gigante con pies de barro. Uno de esos thrillers que se complejizan de modo espiralado (tanto en sentido policial como moral), Mentiras mortales se abre con una representación y se cierra con otra. La primera consiste en la celebración del sexagésimo cumpleaños del patriarca, con la familia entera posando para la foto perfecta en su impresionante mansión de Manhattan. La última, la entrega de un premio honorario a Mr. Miller, consagrado como empresario modelo. Entre una y otra representación, Mentiras mortales narra el detrás de escena. “Tenés 60 años. ¿A qué pensás dedicarte?”, le pregunta al padre (Richard Gere, cada vez más lejos de la pose) su hija Brooke (la notable Brit Mailing), cuando se entera de que aquél piensa vender la empresa y retirarse. ¿Justo en el momento en que la revista Fortune le dedica su tapa? ¿Después de un año en el que los negocios marcharon mejor que nunca? ¿Qué lleva a Miller a tomar esa decisión? Con una muy medida dosificación de la información, el guión escrito por el propio Jarecki desperdiga datos que permiten ir armando el rompecabezas, siempre de modo tentativo. Enseguida, la trama comenzará a abrir y diversificar líneas narrativas. Por un lado, se sabe que a Miller le está costando vender la empresa. Por otro, que más le cuesta devolver el dinero que le pidió a un conocido, para tapar con urgencia un bache financiero. Más que un bache, un cráter abierto en medio de su contabilidad: 412 millones de dólares. Esa cifra no es ni con mucho el único motivo de preocupación de Miller, a cuyo estudiado aplomo un Gere sesentón presta su estampa como de escuela de modelos. Producto de un accidente automovilístico con graves resultados, el hombre se ve sometido a una investigación policial y judicial, conducida por uno de esos detectives de homicidios que son como máquinas de sospechar (Tim Roth, perfecto). La consecuencia más benigna de esa investigación sería que Mrs. Miller (Susan Sarandon) se enterara de que el marido tiene (tuvo, mejor dicho) una amante. La peor, la concreción del pánico por excelencia de todo poderoso: perderlo todo. De allí en más y aunque a Miller le cubran las espaldas los mejores abogados de Nueva York, la cosa se complica en progresión geométrica. Que el destino del magnate quede atado al de un muchacho de Harlem, hijo de su chofer de toda la vida, es una línea interesante, que grafica hasta qué punto el extremo superior de la pirámide social apoya todo su peso sobre la base. Menos interesante es cierto maniqueísmo al revés, que lleva a ver al morocho como poco menos que un Bambi, en un mundo de cazadores. Por más que el rol social del que es tan consciente ponga a Miller en el lugar de un semidiós, este predador de alta gama no es tanto más monstruoso que cualquier espectador de moral elástica. Subyace a Mentiras mortales la idea de que, en circunstancias semejantes, el mortal que lo observa desde la butaca no haría nada muy distinto que él. Mentiría, metería la mano en dinero ajeno, se aprovecharía de los más débiles, sería capaz de vender a un familiar directo o de ocultar una muerte, con tal de salvar el pellejo. Como estamos en una de Hollywood, todo indica la posibilidad de que Miller se redima de algunos de esos vicios privados. No de todos, quizás: Mentiras mortales es una de Hollywood, pero no tan del montón.
Mentiras mortales es una de esas películas que viene muy recomendada (y nominada) y eso es algo que le juega en contra porque genera una cierta expectativa que le es muy difícil satisfacer. Algo para destacar de entrada es que no es para el público en general dado que espectadores adolescentes o veinteañeros seguramente se aburrirán en la sala. En cambio, los mayores sabrán disfrutarla un poco más. El primer largometraje del director Nicholas Jarecki logra que uno se meta en la historia pero que por momentos esta no le interese y apuesta todo en su personaje principal y única razón por la cual esta película es muy comentada: la excepcional actuación de Richard Gere. Muchos señalan que es la mejor interpretación de su carrera y pueden que estén en lo cierto dado que con algunas miradas y diálogos muy bien entregados hace que el espectador se preocupe por este nefasto personaje. Por su parte, Tim Roth y Susan Sarandon lo acompañan muy bien con actuaciones bastante correctas pero eclipsadas por el protagonista principal. En lo que a los aspectos técnicos refiere, ni la fotografía ni la edición y ni siquiera la música están a la altura del elenco y del sólido guión. Es una película que solo genera apreciación por las buenas actuaciones y ahí es donde está su falla principal porque un film tiene que ser mucho más que eso…
El patriarca de Wall Street Buen thriller lleno de tensión y suspenso donde un empresario poderoso de Wall Street vive sus días al límite al estar al borde de perder todo. Un apasionante relato donde el protagonista esta agobiado por el estrés y cada paso suyo parece complicarlo aún más. Una gran película que va perdiendo su fuerza con el correr de los minutos a medida que su conflicto financiero se va apagando emocionalmente y los mensajes morales empiezan a llenar la pantalla. Sin embargo, está la sub-trama de un testigo potencial en contra del empresario, cuya gran carga emocional eleva a la película a niveles insospechados. Richard Gere asume el liderazgo completo de la película al recaer toda la historia sobre sus hombros. Su actuación es digna de reconocimiento y en cada estallido suyo de furia, la trama revela su lado más salvaje. Es en esos momentos donde la película muestra a aquella fachada exitosa en su lado más vulnerable y humano. Alguien que llamativamente podría ser considerado una buena persona ya que al ser esclavo de su estado de vida, actúa sin parecer tener opción. Una mala jugada financiera lo obliga a tomar medidas que de no funcionar sería enjuciado por fraude e incluso mantiene una amante muy emocional cuyos vaivenes le quitan el sueño. Todo estalla cuando un accidente de tránsito lo ubica en una situación donde su destino dependerá de la lealtad de un hombre negro con registros penales. "Mentiras Mortales" narra dos tramas y una de ellas es sobre la maniobra financiera que Richard Gere desea aplicar para salvar su cuello. Aquí la trama arranca muy bien ya que su salvación proviene de la venta de su empresa, pero su comprador no parece estar por ningún lado y la transacción se dilata. Un proceso vital que debe realizarse de forma urgente. El empresario supuestamente deseoso de comprar no aparece en las reuniones pactadas y el enojo de Gere va en aumento. Asimismo, para incrementar los males, aparece su hija con algunos descubrimientos en la contabilidad. En este preciso momento es donde esta trama se empieza a derrumbar. No porque la temática familiar no sea interesante, sino porque a partir de este momento el núcleo familiar empezará a tener debates de moralidad e incluso amenazas fuera de lugar (por su contexto), que en vez de ser resoluciones propias de la historia, son más discursos difamatorios de la película al mundo empresarial. Por el otro lado, se encuentra la investigación policial cuya gran carga emotiva sobre aquel personaje marginado es fascinante. Aquí un hijo de un ex-empleado de Gere a quien ayudó en sus problemas luego de la muerte del padre, recibe una fuerte presión para delatar y así incriminar a Gere. El joven sufre toda clase de abusos por parte de la policía y el propio empresario y todo el desenlace se somete a la lealtad o traición del joven. Otra vez, la película muestra su lado moralista al enfatizar que el único motivo del joven no radica en el dinero ofrecido por Gere sino en su honor de recompensarle haberlo ayudado en el pasado. A diferencia de la línea anterior, aquí el mensaje si se encuadra en el relato y la experiencia se transforma en sumamente dramática. Sin embargo, esta trama contiene el problema de contar con el lado de la policía sumamente estereotipado y esto le quita peso a la historia. En definitiva, "Mentiras mortales" es una película de emociones fuertes pero bastante desbalanceada. A pesar de que la trama se logra llevar con interés, la excesiva presencia de un discurso moralista termina agobiando en vez de denunciando.
Es la primera película del joven director Nicholas Jarecky, y la oportunidad para mostrar a un Richard Gere perfecto en su rol. El actor como los buenos vinos envejeció con riqueza de matices para darle carnadura a un hipermillonario a punto de quebrar si no logra vender parte de su empresa y debe soportar las investigaciones antes de la operación. Un hombre que no duda en comprar todas las conciencias de funcionarios y abogados, sale indemne de un accidente donde muere su amante, y logra con hipocresía, audacia y egoísmo ser un paradigma inmoral de nuestros tiempos. Con ecos de muchos casos reales tristemente famosos. La seducción de la maldad.
El joven director Nicholas Jarecki se lanza con su opera prima a gran escala con un reparto de lujo. No promete demasiado y por lo tanto no decepciona. MENTIRAS, PURAS MENTIRAS. Robert Miller es un hombre de negocios muy importante y respetado por la comunidad, su familia, su entorno, sus socios. En este momento se encuentra bajo mucha presión buscando la venta de su compañía a un cliente que toca y se va y casi nunca aparece. Pero Robert Miller tiene poco tiempo porque hizo una maniobra sucia para tapar un agujero enorme frente a una auditoría. De a poco la fábula va cediendo y la fuerza de sus mentiras caen una a una. Es curioso cómo a pesar de ser un personaje de una moral completamente cuestionable, me sentí de su lado esperando que saliera airoso. Robert Miller, está hasta las manos con la compañía y sangran dinero, un amigo le prestó varios cientos de millones de dólares para que cubrir el agujero pero los quiere cuanto antes. Para colmo la hija comienza a sospechar e investiga las maniobras de su viejo hasta encontrarse con una realidad que no puede manejar. El protagonista no es el único mentiroso, es una cuestión muy buena sobre la película. Resulta difícil, a medida que avanza la peli, encontrarse con alguien que no esté mintiendo, que no esté faltando a sus principios o lo que considere verdad. UN PECADO Y UN CRIMEN. Robert Miller tiene una amante joven y francesa que quiere ser artista, (está bonarda, bonarda), y no le importa abandonar a su familia en el medio de su cumpleaños para recibir el postre en su casa -if you know what I’m saying. -Joey, we always know what you are saying-. Forma parte de la pintura de un hombre inescrupuloso que no repara en nadie salvo él. Es un hombre de negocios, por lo tanto cada persona es un asset para él, un bien, una acción. Todo bien hasta acá, la amante sabe de su esposa y familia y no piensa hacer nada, se la banca estoicamente en su lugar de la otra. Pero… Pero… (con algunos cambios esto es un culebrón), una noche, Robert Miller tomó de más, volcó y la piba murió. El tipo se escapa, llama a Jimmy (el hijo de su anterior conductor) para que lo rescate. Con la muerte aparece el queridísimo Tim Roth interpretando al Detective Bryer de la policía de Nueva York, these are their stories, quien comienza a investigar y buscar a quién fuera el que manejaba el auto y porqué se dio a la fuga. La cuestión sobre la mentira se refuerza aún más acá ya que si consideramos que una investigación policial o judicial traerá luz al asunto, esto no podría verse más comprometido en la película. Bryer falsifica evidencia para apretar Jimmy, que llevó a Robert Miller devuelta a su casa luego de haber volcado. ¿Pero quién se da cuenta de esto? El mentiroso experto, Mr. Robert Miller. Así es como le presenta las pruebas al juez y lo salva de un juicio que podría haberlo condenado. Pero Jimmy es un chico especial a quien Miller no puede sobornar, se banca todo esto únicamente por el lazo que lo une, (luego de que su padre murió, Miller los ayudó). UN FINAL PARADÓJICO E INTERESANTE -Sí, no me estoy matando con los títulos, ya lo sé.- Hacia el final se dan bien los tres desenlaces de las tres tramas más importantes, la venta de la compañía, la investigación policial, y la relación de Robert Miller con su familia. En la trama de la venta, el comprador descubre la treta de Robert Miller con la auditoría, pero no le importa, por lo que la verdad resulta intransigente. En la trama de la investigación policial, cuando la manipulación de la evidencia por parte de Bryer es expuesta, el juez termina el caso, por lo tanto acá la verdad, o una al menos, lo salva al protagonista. En el caso de la familia hay una cuestión doble. La esposa, Ellen Miller, interpretado por la hermosa y más aún gran actriz, Susan Sarandon, sabe de los amoríos y demases de su esposo. Cosa que no le importa, sabe como es este juego y va para adelante igual porque para ella son otras las cosas que están en juego. Pero cuando la hija de ellos se entera de todo esto termina por quebrar todo el sistema. Así es como Ellen Miller le ofrece un trato en donde Robert Miller se queda sin un sope pero ella le miente a policía sobre el caso para que se cierre de una buena vez. Uno podría pensar que si va a ver una película que trate esta temática, finalmente encontraría una bajada moralista y absolutista sobre eso, casi dogmática, como No mentirás. Pero este no es el caso y eso hace que esta sea una buena película, además de otras cuestiones relevantes. La mentira forma parte del juego, no es buena ni mala, está ahí y está lo que se hace con ella, puede traer resultados positivos como devastadores. Si Robert Miller nunca hubiese hecho la maniobra que hizo en su empresa, su hija nunca lo hubiera descubierto y no hubiera terminado así, porque tampoco hubiera sabido sobre la amante y tanto más porque una mentira se puede cubrir con otra. El final resume muy bien todo esto. En una gala a toda pompa y boato, se celebra la gran persona que es Robert Miller. ¿Y quién más que su hija es quien lo presenta frente a todo el mundo como un gran humanitario, filántropo, amigo, mentor y padre? Una jugarreta del guión muy bien puesta en el final. Robert Miller saluda a su esposa y al llegar al escenario su hija difícilmente puede ocultar su desprecio. Todo esto ha sido una gran puesta en escena a la que hemos asistido y no ha estado mal. CRÍMENES Y PECADOS Pedazo de film del groso de Woody Allen. Robert Miller recuerda a uno de los protagonistas de aquella historia, el Dr. Judah Rosenthal quien se encuentra en una situación muy similar. Hay rasgos a lo largo del film con aquella película y esas tragedias silentes de alguno de los personajes de Woody Allen. UNA CURIOSIDAD VULGAR Ya se asentó la cuestión de la mentira como tema elemental en la película. En ella actúan Bryer (el policía) y la novia del pibe al que quiere apretar no es nada menos que Monica Raymund, Ria Torres, en la serie ya terminada de Lie to Me, donde el doctor Lightman buscaba traer a la luz las mentiras vertidas por criminales. CONCLUSIÓN La película está muy bien a rasgos generales, no es una obra maestra ni genial, pero está bien en todos los aspectos, especialmente las actuaciones (obviamente, garantizadas por estos tres capos y Nate Parker-agradable sorpresa-) y me quedo con el guión que está muy bien construido en una peli que en la sumatoria de cosas se podría haber descarrilado, pero no lo hizo. Tomen nota, eso pasa cuando se tiene claro sobre qué se está escribiendo. Luego de ver esta peli me quedan ganas de ver la próxima película de Nicholas Jarecki, y eso, para quien escribe, es una buena señal.
A veces, Richard Gere es simpático; a veces, no, especialmente cuando hace de villano. Aquí es un hombre de dinero, un magnate en problemas que, a punto de solucionar sus enormes problemas financieros, comete un terrible error. Lo que sostiene el film, que es un estudio sobre el poder cargado de trivialidades y clichés, es el poder de los actores, especialmente Gere y Susan Sarandon, que maneja la puesta con absoluta solvencia y se ve poderosa. Lo demás es pura rutina. Los ricos son vanos, malos e infelices, vio.
En sus minutos iniciales, Arbitrage parece tratarse del thriller financiero independiente de la temporada, como si aún quedara más por contar que lo abordado en Margin Call meses atrás y todavía faltase explorar las cuestiones más personales del John Tuld que personificaba Jeremy Irons. Nuevamente se encuentra a un gurú del mercado, presidente de una poderosa compañía que disfruta del mejor momento en materia de ganancias, que se dispone a hacer un negocio sucio –salvarse él y los suyos es lo que importa- luego de ocultar la primera maniobra fallida de su carrera. Quizás con esta fuerte similitud en cuenta, el escritor y director Nicholas Jarecki –autor de otro guión original como el propuesto por J.C. Chandor- abre rápidamente otras fuertes líneas argumentales que ayuden a distinguirla y sostenerla, con el riesgo de quien aborda mucho pero profundiza poco. Para ser un film con un importante componente financiero, la lógica en ocasiones está ausente, con elementos claves del guión librados al azar del "porque sí" que vocifera Richard Gere. Hace parecer obvio que un oráculo de Wall Street pueda diagramar una sólida coartada en cuestión de segundos luego de sufrir heridas severas tras un accidente automovilístico, y eso porque el poderoso prevalece. Jarecki necesita complicarse para que la trama funcione, sin confiar en que su estudio del carácter –el descenso espiral hacia el fango ético de su protagonista- sea lo suficiente. Es por eso que, tras mostrar que la amante del personaje central aspira cocaína –plano que a fin de cuentas no suma nada, porque bien podría haberse rastreado a la hora del análisis toxicológico-, necesita de un grave choque en una ruta desolada, flojo disparador de una historia de suspenso que acabará por funcionar a los tumbos. Robert Miller, el multimillonario de turno, quien hará una maniobra fraudulenta para cuidar sus intereses, quien hará cualquier cosa para mantener las apariencias y que el trato de su vida tenga lugar, se encuentra sujeto de una investigación policial porque estaba escapándose con su amante. El realizador justificará el accionar de este individuo con que el dinero lo es todo, pero dejará fuertes cabos sueltos -como el arriba mencionado- que, en un thriller de suspenso, son imposibles de omitir. No obstante, Arbitrage funciona. A pesar de las carencias del guión, el realizador logra enfocar su desarrollo hacia lo que únicamente importa: su personaje. Richard Gere ofrece una destacada interpretación –de lo mejor que ha entregado en su carrera-, de un individuo atrapado en una caída libre moral que, a pesar de involucrar instituciones que no puede controlar, igualmente lo tiene siempre un paso adelante. Brit Marling y Susan Sarandon acompañan con buenas actuaciones en el ámbito familiar, aspecto que el director maneja sin caer en la solemnidad clásica o en la parábola moralizante habitual con que se encuentra a este tipo de sujetos, del mismo modo que el oficial revanchista, que Tim Roth lleva adelante con un acento peculiar, resulta creíble dentro del círculo policial. Más allá de la arbitrariedad con que se fragua el argumento, Jarecki da cuenta de su habilidad para mantener el suspenso y dirigir actores, así como para entregar un guión dinámico que, a pesar de girar muchos platos a la vez, logra mantenerse en orden hasta el final.
El Hombre que Quería ser Rey del Cementerio “En la tumba no vas a ser ni más rico ni más pobre” – Dicho popular Si no es Vietnam, es Irak, si no es Irak es la crisis económica. Los estadounidenses necesitan explotar guerras o crisis que viven para tener material con que hacer catarsis y un poco de autocrítica. Una forma de decir al mundo… bueno, está bien. ¿Ven? No somos el mejor país del planeta. No somos perfectos. También los que mandan son corruptos. Pero tampoco somos el tercer mundo. Mentiras Mortales es un thriller económico no muy distinto a otros estrenados en los últimos tiempos como El Precio de la Codicia o Wall Street: El Dinero Nunca Duerme, que toman de referencia la crisis bursátil del año 2008 para analizar la avaricia, frialdad y negocio sucio que hacen los empresarios y accionistas. Esta gráfica ya la vimos recientemente en un tono más satírico y surrealista en Cosmópolis de Cronenberg, más oscuro y sangriento en Psicópata Americano, y acaso en una radiografía más realista y naif en El Nuevo Sueño Americano – Boiling Room, (2000). Nuevamente acá tenemos a un empresario que hizo una especulación financiera que no funcionó y para remontar la situación económica, y no ir preso por fraude, realiza una serie de malversación de fondos para salvarse el culo. En el medio de la venta de su empresa, y justo al cumplir 60 años, encima tiene un accidente automovilístico, donde muere su amante y corre el riesgo de caer preso por homicidio culposo, ya que abandonó la escena del crimen, hecho muy similar al que le sucedió a Ted Kennedy en 1969 con su “secretaria”. Jarecki va enlanzando inteligentemente ambas tramas alrededor del personaje de Robert Miller, para demostrar la manera en que estos empresarios banalizan la vida de su entorno – llámese familia, amigos, colegas, etc – priorizando su negocio. Y demuestra como todo su mundo se puede derrumbar cuando los afectos personales se mezclan con el poder. El relato es fluido y claro. La narración es transparente, didáctica, aunque un poco boba en e inverosímil en su resolución. Jarecki intenta demostrar que todos los personajes, a los cuáles no intenta villanizar al mejor estilo Oliver Stone con Gordon Gekko en Wall Street – la original, la mejor – son capaces de cometer actos de corrupción para lograr sus objetivos. Ya sea cambiando números o mentir (en el caso de Miller, el protagonista), ocultar información (la familia de Miller, que no es tan ingenua como él piensa), callarse la boca (caso del amigo que usa Miller para escapar) o modificar evidencia (el caso del detective), todos son culpables de ser corruptos o corruptibles. Ningún personaje esta libre de pecado, por más que el director decida crear empatía alrededor de ellos. Por esto mismo, el guión del film termina siendo más interesante que su fría e intrascendente resolución cinematográfica. Por más que el final es un poco arbitrario, también termina siendo efectivo con el mensaje y la moralina que pretende dar Jarecki. Si bien a nivel visual no despierta demasiado interés, la puesta de cámara está al servicio de la información que brinda el guión, las interpretaciones sacan un poco adelante la narración. No tanto de parte de Gere, que si bien es una elección adecuada para el rol, no deja afuera todas las expresiones y tics que hemos visto innumerables veces – solo rescato un par de buenas actuaciones – sino más que nada de la ascendente Brit Marling y Susan Sarandon, que con reducida participación y sutileza se vuelve lo mejor del elenco. Mentiras Mortales es una película del montón. No pretende ser original ni resaltar por nada en especial. Se deja ver, atrapa por momentos. Una obra que si no fuera por su elenco, habría pasado inadvertida como película hecha para televisión para ver un sábado a la tarde; una anécdota intrascendente, olvidable a los cinco minutos de salir de la sala. Esperemos que The Wolf of Wall Street, próximo film de Martin Scorsese con Di Caprio a la cabeza, aporte algo nuevo a la crítica al capitalismo salvaje, que a esta altura, es tan anticuada como las reglas del propio capitalismo.
Otra más de ricos y famosos Miller es un multimillonario famoso, tapa de la revista Forbes, que cumple 60 años y su vida le sonríe. Tiene la familia perfecta, la mujer ideal, la empresa que todos codician y hasta se da el lujo de tener como amante a una artista bellísima y más joven. Pero, obvio, nada es lo que parece. Los millones de Miller es dinero mal habido, oculto durante mucho tiempo, hasta que de pronto todo se derrumba. Un accidente caótica no estaba en los planes de Miller (interpretado correctamente por Richard Gere) y sus planes a futuro, así como su imagen pública, van camino a complicarse. El filme del debutante Nicholas Jarecki cae en baches insostenibles por diálogos soporíferos, que van en detrimento de una dinámica ágil para sostener la trama. Y esa falta de ritmo echa por la borda las buenas actuaciones de Susan Sarandon y hasta de Tim Roth, aunque hay que admitir que es más disfrutable en personajes más oscuros. La resolución es previsible y la película termina siendo otra más de ricos y famosos que engrosa la lista de la industria del cine norteamericano. A Jarecki le faltó compromiso con la composición de los personajes, que le hubiese servido para darle algo de carácter a la historia.
El fraude Mentiras mortales o Fraude (título que también lleva y mejor le queda a este film), es un modesto thriller donde prevalece más el drama y la intriga que la acción y el suspenso. La historia se centra en un exitoso empresario multimillonario de Wall Street, con una vida social y familiar ejemplar, que decide vender su empresa a un gran banco para retirarse a disfrutar de la vida. Pero con la postergación de la venta de su imperio multimillonario que algo oculta y un sangriento e inesperado acontecimiento que pone en riesgo su reputación personal, el futuro de la compañía y el bienestar de su familia, decide hacer todo lo posible por evitar cualquier pérdida o fracaso. Una historia que intenta adentrarse en el mundo de las corporaciones y el sistema financiero mundial mezclado con una subtrama policial, que intenta exponer el poder manipulador del dinero, la corrupción, el doble discurso, el fraude y la mentira. Partiendo de dos conflictos centrales, el fraude y el acontecimiento policial, y a través de un relato sólido y bien estructurado que va dosificando en forma precisa las acciones que sostienen la intriga, el film logra mantener la atención de un espectador que termina interesándose más por cómo se define la historia que por el drama de sus protagonistas. Más allá del suspenso inicial y de la acción sorpresiva que dará un giro a la vida del empresario, el relato, de ritmo lento pero justificado, comienza atrapando al espectador, pero la atención se mantendrá gracias a dos pilares fundamentales: el estupendo trabajo de Richard Gere (candidato al Globo de Oro como mejor actor) interpretando a este personaje frio, calculador y egocentrista, demostrando su capacidad para lograr la empatía del espectador hacia un personaje que esconde una doble moral y hacerlo creíble ya sea cometiendo fraudes millonarios, engañando a su esposa, o mintiendo al policía que intenta arrestrlo. El otro motivo por el cual el espectador mantendrá cierto interés hasta el final, es la sutil dosis de intriga por saber cómo resolverá el empresario ambos conflictos. Y digo intriga porque, a pesar de contener una subtrama policial, el director no se vale de escenas de acción (salvo la única ya mencionada) ni situaciones que tensionan con verdadero suspenso, sino que elige situaciones dramáticas donde toda la tensión recae sobre los actores, fundamentalmente el de R. Gere. El film pone el acento en el drama del protagonista que debe sortear ciertos obstáculos para salir airoso y no profundiza lo suficiente en la psicología de otros personajes, como el de Susan Sarandon, una mujer caritativa y esposa traicionada que quizás sepa más de lo que aparenta y hubiese merecido un poco más de espacio dramático a lo largo del relato. A lo que se suma una subtrama policial, sin la acción ni el suspenso típico del género, pero con una destacada actuación de Tim Roth que logra convencernos, por momentos, de estar viendo al mismísimo Dr. Cal Lightman en un capítulo de la seré Lie to Me. Mentiras peligrosas es un film bien narrado con un estilo sobrio y solvente que, pese a su corrección formal y las buenas actuaciones, no logra profundizar en el mundo de las finanzas contemporáneas, siendo muy superficial la crítica social que su realizador intenta hacer sobre el mundo de los negocios, ni genera verdadero suspenso y entretenimiento con la trama policial. Una película que promete mucho más de lo que finalmente da.
La perfección superflua y fingida siempre se paga con un alto costo. Eso lo descubrirá el multimillonario Robert Miller (Richard Gere) quien poco después de cumplir sesenta años y en medio de un bancarrota que intentará cubrir de sus familiares, socios e inversionistas, se ve envuelto en un accidente -resuelto con poca precisión desde lo técnico y visual- en el cual fallece su joven amante. A partir de allí se propondrá ocultar todos los rastros que lo unen a esa trágica noche y a su vez vender su imperio financiero antes de que el fraude y los números manipulados salten a la luz. La obviedad de la doble vida del protagonista es tan evidente que la esposa engañada (Susan Sarandon) no genera ni la más mínima pena sino todo lo contrario. Su vida es acomodada y decide callar para seguir disfrutando las mieles de la fortuna que amasa su marido. Que la amante del sexagenario en busca de nuevas emociones sea una artista plástica de acento exótico es otro de los clichés que la película decide utilizar. Gere tiene tan pocos recursos actorales que es admirable que se haya mantenido vigente en la industria del cine durante tantas décadas. Por otro lado, Hollywood está siendo injusto con Sarandon: es una gran actriz que desde hace un par de años no logra encontrar un rol que haga justicia a su talento y trayectoria.
Anexo de la crítica Si bien el guión de Mentiras mortales -Arbitrage- no es un dechado de originalidad, cumple con su cometido al desarrollar con solidez y buena construcción de personajes y conflictos un thriller que escapa del claustro judicial para abordar con eficacia los oscuros intereses de un millonario dispuesto a traicionar valores o principios morales en beneficio de su círculo de bienestar y confort, que sabe nadar en un océano de hipocresías y mentiras sin que el agua termine por ahogarlo en la culpa. Los personajes secundarios cumplen un rol importante pero es justo decir que en el caso de Susan Sarandon por ejemplo el arquetipo de la esposa cómplice o negadora se halla bien representado, no así el estereotipo del millonario frio y calculador al que Richard Gere logra aportarle matices y deja crecer escena tras escena en una curva de transformación progresiva que avanza hacia la desesperación.
La naturalización del protagonista Mentiras mortales tiene un comienzo muy lento, donde preanuncia una historia poco original. Pero luego de este comienzo desalentador, remonta y consigue convertirse en una propuesta algo más llamativa. El relato, no precisamente innovador, se centra en un hombre millonario que exhibe al exterior una vida perfecta. Robert Miller se muestra exitoso en sus negocios y aparenta tener una vida tranquila en familia. Esta imagen funciona tanto para sus colegas como para sus familiares. Pero detrás de toda la pantalla aparece una vida distinta, pues Miller esconde su nerviosismo y ansiedad por vender pronto sus acciones, ya que debido a una mala transacción en la empresa cometió un fraude y pretende desligarse del problema. Todas estas transacciones las hace a espaldas de su hija, que trabaja con él como socia en la empresa. Sumado a esto, mantiene una vida paralela con una artista. Sus mentiras se ven en peligro de ser descubiertas cuando él y su amante sufren un accidente que termina con la vida de ella. Como ya dijimos, la trama no suma mucho contenido nuevo pero tiene algo que la hace atrayente, pues la fortaleza del protagonista se ve trastocada. Ya no estamos en presencia de ese personaje que se la ingenia por sí mismo. Acá nos encontramos con un hombre un tanto más humanizado (a pesar de que la mayoría no veamos muy real la vida que lleva por las grandes diferencias económicas). Es así como da lugar a que otros personajes tomen preponderancia dentro del film y lo enriquezcan. Por supuesto que esto también lo acerca más a una historia realista y la hace diferente de las películas de su misma clase. Así también se plantea un costado más humano, donde se advierten las grandes diferencias que se hacen a nivel judicial por el color de piel de las personas, dejando al descubierto que el racismo es todavía un problema aún no resuelto, que sigue existiendo pero de forma más sutil. La postura de la mujer también cambia en esta película en relación con otros film de este estilo. En un principio, nos hacen creen que Ellen, la esposa de Robert Miller, no se da cuenta de los engaños y se siente muy feliz de la vida que lleva junto a su marido. Parece una mujer supeditada a su esposo y de poca decisión. Pero luego se da un giro y nos muestra que Ellen no es nada de lo que se planteó antes. Entonces vemos a una mujer bien plantada, que negocia al igual que su esposo según su conveniencia. Ya no estamos en presencia de la mujer que es protegida por el hombre, sino por una que sabe defenderse sola. Hago hincapié en esto porque de a poco se va reformando esa visión machista que plaga muchas películas. Llegará el momento en que parecerá absurdo remarcar este tipo de cuestiones, pero por ahora toman suma relevancia. Por todo esto, a pesar de sus previsibilidades, Mentiras mortales consigue aplicar ciertos giros que la destacan del resto, sin ser una maravilla.
El realizador Nicholas Jarecki dirige su segunda producción cinematográfica (la primera fue el documental "The Outsider") sobre un guión original propio. "Mentiras Mortales" (cuyo título original -Arbitrage- responde a un término económico conocido como la Teoría del Arbitraje) es un thriller dramático que sitúa al espectador en el turbio y complicado mundo de las altas finanzas, signado por el poder, la ambición y la doble moral. "Todos los eventos mundiales giran en torno a una palabra de seis letras: DINERO...", afirma el personaje central de esta historia, Robert Miller (interpretado Richard Gere), un adinerado magnate, especialista en inversiones, que a los 60 años se encuentra disfrutando de las mieles del éxito profesional así como de una privilegiada vida personal junto a su esposa Ellen (Susan Sarandon), quien dedica sus días a la filantropía, y su hija Brooke (Brit Marling), colega y heredera del negocio famliar. Pero tras las apariencias, el empresario está con el agua hasta cuello, ya que -al borde de la quiebra- está desesperado por completar la venta de su vasto imperio, fusionándolo con otra compañía antes de que se descubran una serie de fraudes y manejos ilegales que van saliendo a la luz a medida que los secretos personales de Miller (mantiene un romance con una joven francesa encarnada por la actriz y modelo Laetitia Casta) amenazan con acabar con todo lo que ha logrado. Para complicar aún más las cosas, un accidente fatal (sobre el que no vamos a adelantar nada pero que puede apreciarse en el avance del film) lo implica en un caso policial que, de salir a la luz pública, pondría en riesgo esa tan codiciada transacción, así que el protagonista se dispone a pedirle ayuda al hijo de un ex-empleado suyo (Nate Parker) y a mantener lo más que se pueda la fachada del "éxito". Claro que el detective Michael Bryer (a cargo de Tim Roth) capta su atención y se empeña en encarcelar a Miller a toda costa. A pesar de no contar con demasiada experiencia como guionista y director, el film de Jarecki es un proyecto cuya complicada trama cumple al mantener la tensión hasta el mismísimo final. El tema es que hay que seguir con mucha atención los diálogos relacionados con la temática financiera, ya que por momentos pueden aburrir. Pero aquí lo más interesante es ver cómo el personaje de Gere trata de sostener y "equilibrar" no sólo su doble sino su triple vida como empresario, esposo y sospechoso. Está claro que la mentira tiene patas cortas.
Podría haber sido un melodrama televisivo, pero gracias a los sólidos trabajos de sus actores resulta interesante. El protagonista es un hombre sin prejuicios, fiel al capitalismo. Narra la historia de un hombre de sesenta años que puede ser la de cualquiera Robert Miller (Richard Gere) un empresario exitoso, vive lleno de lujos, no sufre apremios económicos, casado con Ellen Miller (Susan Sarandon) y padre de familia, su imagen social está bien visto. Pero estos seres que lo tienen todo, muchas veces existen ciertas fallas no es feliz en su matrimonio como quiere aparentar porque tiene un amante Julie Côte (Laetitia Casta) una artista plástica. Pero una noche Julie y Robert viajan juntos y ella muere en un accidente de tráfico, quien maneja es él, deja el lugar. Y como es de esperar llega el momento de la investigación que va llevando su argumento al suspenso, a la intriga y al thriller; con un detective de la policía tenaz Michael Bryer (Tim Roth) quien quiere llegar a la verdad a toda costa y puede llegar a destapar los secretos más ocultos. Y Robert Miller quien tiene una gran habilidad para los negocios turbios, manejar muy bien sus secretos, pero después de la muerte inesperada de Julie debe efectuar todas sus artimañas para sostener su imagen, no interesa la forma, porque para protegerse pone la vida de otros en peligro, como la de Jimmy Grant (Nate Parker), hijo de su ex chofer y hasta a su inteligente hija Brooke Miller (Brit Marling) lista para hacerse cargo del negocio familiar. Esta historia es bastante diferente a las que uno suele ver, por lo general el protagonistas es inocente y lo que tiene que demostrar es su inocencia, aquí es todo lo contrario él es culpable de fraude, la infidelidad y de una muerte. Su vida es alimentada solo por el dinero y la ambición, este hombre esconde secretos oscuros detrás de su aspecto y sonrisa, de cierta forma es similar al personaje de Michael Douglas en Wall Street: El Dinero Nunca Duerme. El film está bien narrado y va creando clima en el espectador, también con su trama subpolicial que la hace más interesante, termina mostrando el cinismo de detectives y jueces y la hipocresía de una clase alta, y no queda al margen la esposa quien lo sabe todo pero hace la vista gorda, siempre y cuando no ponga en juego la vida de su hija.
A esta altura de los acontecimientos uno está curado de espanto. Cuando de “allá arriba” nos avisan que Richard Gere está en algún rodaje, la cosa se facilita bastante en términos de suposiciones. En primer lugar, porque hablar del actor de ojos achinados hacia arriba, con los mismos cuatro gestos de siempre; ahorra bastante a la hora de analizar el rubro “actuación”. En segundo lugar, está el rubro (me da no se qué hablar de género) al que se dedica: romántico o thriller, con las variantes de ser engañador o engañado según si es año par o impar, ¡vaya uno a saber! Lo cierto es que de vez en cuando se pueden mezclar ambos como en aquella “insuperable” “Entre dos amores” (1994) de la cual en muchos sentidos “Mentiras mortales” es una suerte de remake del personaje. Antes de analizarla quiero aclarar: cualquier cosa que haga Jennifer Connelly está bien; Richard Gere también goza de buena salud estética. Si la idea es ir al cine por “él” o “ella”, vayan tranquilas/os. Disculpe la chanza, pero algo me dice que nos estamos acostumbrando a lo menos peor, y ya se sabe: si es por costumbre, hasta la vaca se vuelve carnívora. Si es por una cuestión cinematográfica, la cosa es algo más engorrosa. La segunda escena (la información de la primera se explica ochocientas veces a lo largo del metraje) tiene a Robert Miller (Richard Gere) festejando su cumpleaños rodeado de hijos y nietos a la voz de “son la mejor obra de mi vida”. Si usted se molesta en analizar los planos verá en Robert a un hombre adinerado, culto y de clase alta para arriba. No se ganó el Quini 6. Tiene el status social correspondiente a todo buen yanqui que corrobora el sueño americano, a fuerza de capital más interés con sede en Wall Street. Para un tipo con calle (si se entiende el eufemismo) los escrúpulos quedan en algún bar con “Happy hour”, de modo que cuando termina de apagar la velitas a la noche y le dice a la mujer Ellen (Susan Sarandon) que se va a laburar a la oficina (décimo minuto de película) uno espera –anhela- algo de sorpresa. No. Se va a lo de la amante nomás. ¡La noche del cumpleaños!!! O sea, a partir del minuto 10 usted decidirá comprar o no. Si se decide por el buzón, deberá aceptar el hecho de estar en presencia de un hombre de negocios que vive del Dow Jones; cometiendo errores de cadete “che pibe” y dejándose llevar por un instinto propio de la cabeza masculina que no tiene materia gris. Si, por otra opción, decide seguir la historia de un cínico, estafador, y varios etcéteras, el verosímil está prácticamente en sus manos. A los efectos, todos los rubros técnicos estarán a favor de la historia. El director (novato) no escatima en buenos climas logrados sólo a partir de su complicidad. Quizás su único error reside en intentar lo que decenas de realizadores no han logrado. ¡Basta! Richard Gere no puede llorar en cámara. ¡Basta! Es cierto. La respiración tipo búfalo en la escena del accidente parece estar acorde. No por lo que le pasa al personaje, sino por una queja explícita al único Mercedes Benz sin air bags. No cambiaba la cosa ese detalle, pero en todo caso era mejor que creer en un cuello cortado por un elemento que ni el director sabe de donde salió. No me haga caso. Debo ser yo. Probablemente las mujeres que escriban sobre la nueva de Schwarzenegger tengan lo suyo para decir. Supongamos que si nadie se hace preguntas “Mentiras mortales” pueda ser entretenida.
Los Ricos tambien sufren Richard Gere como el buen vino con el tiempo ha mejorado, es mucho más convincente en lo actoral, y sobre todo en el caso de tocarle un filme con intrigas como este. "Arbitrage" -título original- es un thriller financiero, que ofrece la historia de Miller, un exitoso magnate del mundo de las finanzas y a la vez filántropo, que se vé envuelto en dos situaciones éxtremas que lo harán quedar como se dice criollamente "De culo al cielo". En su prosperidad familiar está su mujer (Susan Sarandon que le basta una escena solamente para mostrar su talento y garra), una hija vinculada al imperio de Mr. Miller (Brit Marling también jugadísima en varias escenas) y una amante francesa relacionada al arte (Esa tremenda hermosura de Laetitia Casta), Miller sin dudas es un ser sin escrúpulos en un mundo donde abundan otros claros ejemplos de lacra social, y aquí se muestra además que tanto la policía como los abogados son capaces de aplastar a cualquiera para lograr sus fines. La trama es bien construída por este director debutante, se hace llevadera y obviamente no es para nada "pochoclera" (acción + efectos especiales + ritmo de video clip, etc), sino que instala una propuesta para un público adulto que prefiere ir sin apuros pero sin tampoco escatimar el suspenso y un final quizás inesperado. Y no olvidemos que Tim Roth hace al policía detective y con su participación borda otra actuación maravillosa.
Debut en el cine del escritor Robert Jarecky, con Richard Gere. Bastante olvidable. Arbitrage es el debut en el largometraje de ficción del escritor y director Robert Jarecky, quien saltó a la fama gracias a su libro Breaking In: How 20 Film Directors Got Their Start, un best seller publicado en 2002 Ha dirigido también el documental The Outsider (2005), ha escrito la adaptación para la pantalla de la novela de Bret Easton Ellis´s The Informers (2008) y produjo el documental de James Toback Tyson (2008), que obtuvo un Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes en 2008. En su cumpleaños de 60 Robert Miller, (Richard Gere) quien representa el retrato perfecto del sueño americano, no sólo en los negocios, sino en su vida familiar. En la realidad detrás de esa apariencia se encuentra desesperado por vender su imperio a un gran banco. Antes de que se descubra un fraude que ha cometido, pensando en que podría solucionarlo de otro modo. Error, que ha ocultado a su mujer y a su hija, quien trabaja con él. Paralelamente tiene un romance con una marchante de arte. Y en el momento en que se dispone a deshacerse de su imperio, todo se complica, con muerte -y todo- y se ve enfrentado a los límites de su doble moral, dejando un final abierto al espectador. El film aborda de manera realista el perfil de los hombres de negocios, responsables directa o indirectamente de la actual crisis financiera. Y por otra hay una intención en la construcción de sus personajes, sobre todo en el de Richard Gere de esforzarse en mostrar todas las facetas que pueden tener los seres humanos, aunque en los verdaderos instantes de dramatismo falla la verosimilitud, es decir la expresión de los sentimientos varía demasiado, y se siente por momentos una cierta monotonía sumada a una presencia muy austera de Susan Sarandon. Y no se llega a lograr una identificación medianamente redentora con Gere. Un thriller, que podría haber estado mejor construido cinematográficamente, que da cuenta, de que no existe mejor coartada que el Poder. Eso es claro, como lo es el hecho de que apunte a desnudar esa verdad con “las mejores intenciones” sin llegar a lograrlo. No obstante es probable que el amante del entertainment logre pasar un buen rato ya que no es una mala película, sí olvidable.
Encuadrada en el género de thrillers financieros, tan de moda en los turbulentos tiempos económicos que se viven mundialmente (tal cual lo reflejaba el filme “Margin call”), este segundo filme del joven cineasta Nicholas Jarecki (cuya ópera prima fue un documental) nos sumerge en la agitada vida de un acaudalado hombre de negocios, sinónimo de éxito y reconocimiento. Robert Miller (Richard Gere) vive su vida de lujo, con su amada esposa (Susan Sarandon) y con una familia numerosa de hijos y nietos. Pero toda esa pantalla no logra distraer a Robert de su urgente necesidad de lograr un objetivo: requiere perentoriamente vender su imperio a un gran banco antes de que salga a la luz que ha cometido fraude con los fondos de su empresa. Miller busca vender su emporio antes de que las cifras queden expuestas, al tiempo que mantiene un romance con una galerista de arte francesa (Laetitia Casta). Como si la cuestión monetaria no fuese suficiente conflicto, se agrega que su amante le reclama constantemente su atención, y arriesgará los planes del empresario, dado un inusitado accidente que modificará su existencia de un día para otro. El guión se desarrolla ágilmente y se complica con una subtrama policial, incluyendo diálogos atrapantes y generando un importante suspenso por ver cómo se las arreglará este magnate que tiene la soga al cuello, y al que no le importa involucrar, si es necesario, hasta su propia hija (Brit Marling). Gere le imprime su característico sello de galán maduro, lo que le permitió recibir (exageradamente) una nominación a los Globos de Oro por su correcta actuación. Completa el elenco central Tim Roth, como un “sabueso” policía a cargo de una investigación que envolverá aún más al protagonista, complicándolo. Se deja ver, ya que entretiene y está bien fotografiada en paisajes neoyorkinos principalmente.
EL IMBATIBLE PODER Después de la burbuja y la crisis, surgió un nuevo género: el thriller financiero. Incisivos a veces, desesperanzados casi siempre, estas fábulas morales aportan diferentes miradas sobre un derrumbe que aún sigue cayendo. La frase del afiche es suficientemente explicativa: “la mejor coartada es el poder”. En el centro de la escena está Robert Miller (Richard Gere), un financista exitoso que anda al borde del precipicio pero nunca se cae. Su vida demuestra que el poder es capaz de tapar los peores pecados. Todo es falso en su reluciente transcurrir: su empresa, sus cuentas, su matrimonio y hasta su futuro. Amenazado desde todos los flancos, sólo su habilidad para manejarse en ese mundo de las apariencias lo sacará a flote. Al final se lo verá tan limpio y tan cínico como siempre, aplaudidos por otros iguales que saben que el techo del poder los protegerá de cualquier tormenta. El film está bien hecho. Es creíble, intenso muy aplicado a los detalles, pero de a poco su afán moralizador y los innecesraios subrayados, le hacen perder credibilidad y fuerza. Nadie cree en nadie porque nadie necesita creer en algo. Sólo los más simples (el detective, el hijo del chofer) pueden aspirar a llegar a algún cielo.
El dilema de lo moral "Arbitrage" es el nuevo thriller de Richard Gere ("El Chacal", "Primal Fear"), un actor ya consagrado en el género que en esta ocasión vuelve a ser una pieza muy importante para el éxito del film. El director Nicholas Jarecki debuta en largometrajes y nos entrega un thriller/drama que recuerda de cierta manera a "Wall Street", mostrando la cara menos divertida de los negocios corporativos y jugando en la delgada línea que divide lo moral de lo inmoral. La trama se centra en un importante hombre de negocios que en un golpe de mala suerte se ve envuelto en un crimen que no puede afrontar. Su empresa está próxima a cerrar un trato millonario con el cual podrá salir de la bancarrota, pero para ello, la imagen de su corporación y la suya misma deben reflejar competitividad y valores intachables, dos cuestiones que casualmente le complicarán mucho la vida. Completan el reparto de esta producción Susan Sarandon ("Dead Man Walking", "Quédate a mi lado"), Tim Roth ("El Increíble Hulk", "Reservoir Dogs") y la ascendente Brit Marling ("Otra Tierra"), cada uno brindando buenas interpretaciones que acompañaron en calidad a la de Gere. La mayor virtud de la historia es mantener al espectador al borde de la reflexión moral, ¿qué está bien y qué no?, ¿qué es aceptable en los negocios?, ¿dónde está la línea de lo ético y no ético?, ¿hasta dónde llegarías por mantener una imagen? Todas preguntas que el público indefectiblemente se irá haciendo a través del metraje y lo mantendrá conectado con la historia y el personaje principal. Por otro lado, si vamos a las cuestiones no tan fabulosas del film, el mayor inconveniente está en proponer un juego de mentiras y decepciones alrededor de los negocios que ya hemos visto antes en otras producciones de igual o mayor calidad. La narración es clásica y correcta, la tensión y el drama son correctos, el desenlace es previsible... Podríamos decir que es un trabajo bien logrado que ya hemos visto hasta el hartazgo, lo que no quita que la fórmula siga funcionando. A mí personalmente, me parece que el trabajo es disfrutable pero poco trascendente, poco original, no me ofrece ninguna experiencia innovadora. Recomedable para aquellos seguidores empedernidos de los thrillers corporativos y políticos.
Una realidad gris y a lunares A cuestiones chicas, les surgen problemas chicos; a las grandes, los inconvenientes se equiparan en magnitud. Estos últimos son los que le surgen a Robert Miller (Richard Gere), un magnate de 60 años, padre de familia ejemplar y empresario del año según "Forbes" , quien se encuentra apremiado por una maniobra fraudulenta y la necesidad de vender su empresa antes de que el fisco descubra una millonaria fuga en sus activos. Con la misma frialdad, hipocresía y presión que en los negocios lleva Miller su vida privada. Respaldado en su hogar por Ellen (Susan Sarandon), una mujer que supo acomodarse a la escalada económica de su marido, desde los tiempos de "comer todo lo que puedas por 3 dólares" hasta la aparente prosperidad de estos días; y su hija y socia Brooke (Brit Marling), Robert se contiene en los brazos de su joven amante, una artista plástica francesa a quien le oficia de mecenas, porque "la imagen que ofreces es la que te asegurará el éxito en el mercado". Cuando la muchacha le reclama mayor atención, una decisión errónea desencadena un accidente fatal y otra serie de eventos riesgosos que pondrán en juego las situaciones doméstica y empresarial de Robert. Acerca de los pasos y gestiones que el hombre se ocupará de realizar para salir airoso de unos y otros problemas, versa Mentiras mortales. Primera película del director Nicholas Jarecki, autor también del libro, cuenta con Gere en un papel que lo aproximó a las nominaciones a los Oscar, no sin motivos, puesto que logra colocarse con naturalidad en la piel de un hombre con buenas y malas, como todos los seres humanos, excepto que las primeras le son esperables y plausibles, mientras que las segundas se vuelven aborrecibles ante la mirada del espectador --y de buena parte del entorno del personaje--, dada su incidencia sobre la vida de los demás. Tim Roth --en la encarnadura de un detective que lucha contra el tráfico de influencias para descubrir la participación de Miller en un delito--, de Marling, como una joven entusiasta que aún no ha sido contaminada por el entorno en el que se maneja; y Sarandon, como el espejo de su marido, tienen una fuerte participación en la acción. Sin estridencias, Mentiras mortales es una película que mantiene la tensión a un ritmo estable, con una trama que va decapando conflictos, motivaciones, decisiones y consecuencias hasta hacerlas congeniar en un final tan despojado de ideales como realista. Es una película para atender para entender que, como decía Samuelson en relación con la Economía, "la realidad no es blanca ni negra, sino gris y a lunares".
En el universo de los poderosos Robert Miller es un multimillonario que aparentemente lo tiene todo: éxito en los negocios y una familia envidiable. Sin embargo, durante el proceso de venta de su corporación a un poderoso banco se ve involucrado en un hecho policial que puede terminar con su buena vida. El relato que construye el director Nicholas Jarecki comienza por describir al protagonista, encarnado con solvencia por Richard Gere. Se trata de un millonario al que la vida parece sonreír en todos los planos posibles; sin embargo, de a poco el espectador comienza a advertir que no es oro todo lo que reluce. La corporación que dirige el magnate no tiene todos sus números en orden, y su aparentemente feliz vida familiar esconde profundas grietas. Todo va a entrar en crisis a partir de un hecho policial que involucra directamente al protagonista, y que amenaza con pulverizar su envidiable bonanza. El multimillonario comenzará una carrera contra el tiempo para vender su corporación a un poderoso banco antes de que los investigadores descubran la verdad. A partir de este interesante planteo, el realizador se decanta hacia la vertiente del suspenso y de la intriga policial, y renuncia a profundizar en la crítica a los aspectos oscuros y censurables de la relación de los poderosos con el resto del mundo que los rodea. De a ratos, da la sensación de que el núcleo dramático del filme va a centrarse en estos aspectos, pero los códigos del thriller lo llevan por otros caminos. En una historia con muchos villanos y ningún héroe, el director decide no insistir en la línea que esboza el policía (interpretado algo rutinariamente por Tim Roth) en el sentido de que a los verdaderos dueños del poder nunca los alcanza la justicia y que jamás deben asumir las responsabilidades que les corresponden por sus acciones. Pero debe reconocerse que el entretenimiento que propone el filme funciona aceitadamente. Las situaciones que enfrenta el protagonista se van encadenando con fluidez, y la intriga se sostiene a pesar de que la estructura general del guión no es demasiado original. Mucho tienen que ver con estas virtudes el buen ritmo que el director imprime a la narración y el acierto en la elección del elenco, en el que sobresale Richard Gere con un trabajo complejo y lleno de matices.
Para Robert Miller (Richard Gere), lo más importante es la familia. Lo dice frente a la torta de cumpleaños, rodeado de afectos que él toma con varias salvedades, ya que el hombre se toma todas las libertades, en el matrimonio, en la empresa, en los negocios, y ante el fisco. Mentiras mortales (El fraude) de Nicholas Jarecki expresa la cuestión a través de todos los primeros planos posibles de Richard Gere que luce venerable, atractivo y completamente hipócrita. La vida del multimillonario se desarrolla sin sobresaltos, bajo control, hasta que un accidente lo involucra y pone a prueba sus reflejos para eludir la justicia. La película tiene ritmo gracias al montaje que acompaña el nerviosismo de Miller, metido hasta el cuello en una transacción que salió mal y cuyo costo no piensa asumir. El actor demuestra, además de la fotogenia que lo mantiene intacto frente a su platea de fans, la destreza para exponer el rostro a las mentiras sin mover un músculo. Su personaje es de la clase de hombres entrenados para eso. Acompaña a Gere, Susan Sarandon, una actriz que brilla aun en el papel gris de la esposa. Sarandon marca las transformaciones con ductilidad: apenas el cambio de tono, el énfasis en una palabra; una mirada mientras camina en la cinta. Tim Roth, como el detective Michael Bryer, crece en el personaje armado con los detalles de un buen cliché. Quiere cazar al poderoso y toma un atajo. La relación bien podría ser el inicio de una serie televisiva. La trama incluye la típica relación sentimental y financiera del mecenas con la artista. Laetitia Casta en el rol de Julie aporta un poco de sensualidad y funciona como la chispa que hace estallar la bomba que Miller oculta desde hace tiempo. Pero los sentimientos no son el foco de la película que se concentra en esa especie de cacería en ambientes sofisticados. "Estoy en mi camino. Soy el patriarca", dice Miller a su hija Brooke (Brit Marling). La actriz se pone en el rol de la joven brillante, que se cree socia de su padre, cuando es empleada. Así están las cosas entre el magnate y la chica que descubre que los números también pueden esconder el rostro más vergonzoso de su padre venerado. "Rompiste el corazón de nuestra hija", dice la esposa a Miller. La línea daría risa si no fuera Sarandon la que enaltece semejante afirmación. La película equilibra los conflictos, con Miller caminando nervioso sobre las aguas del poder. En el rol de Jimmy, Nate Parker es el exconvicto de Harlem, ‘el negro de Miller', como dice el detective. Hay ahí un apunte sociológico bastante simplón. "Él no es como nosotros", dice Miller a su abogado, dando por descontado que el chico (negro, pobre y con pasado criminal) es confiable. Mentiras mortales funciona como una descripción cínica y superficial de la relación entre dinero y justicia. El mensaje inquieta: donde hay dinero no queda lugar para la justicia. La historia, a pesar de la obviedad, incomoda, porque el mensaje jugado por un elenco con oficio, pone un poco de adrenalina al guión que parece pensado sólo para pasar un buen rato.