Fiel a su estilo, no va a decepcionar a la gran mayoría de sus seguidores, ya que mantiene la misma estructura que todas las anteriores. Los amantes del estilo muy, muy gore pueden desilusionarse un poco, ya que las escenas de asesinatos...
What´s your new favorite scary movie? Hace 15 años la escena del cine de terror en general –y del subgénero slasher en particular- estaba adormecida. Aunque es un género que se reinventa cada década, que el denominador común sean los asesinos seriales había provocado una caída en la originalidad y erosionado el interés del público. Hasta que en 1996 llegó Wes Craven, responsable de otro serial killer como Freddy Krueger. Craven el año anterior hizo una comedia con tintes de terror –Un Vampiro en Nueva York (Vampire in Brooklyn, 1995)- así que ya estaba un poco en el camino de descontracturar el género. Junto con el guionista Kevin Williamson, lo lograron sin querer queriendo con la autoconciente, divertida y refrescante Scream (1996). Con la primer película de Ghost face, el asesino encapuchado con una máscara de fantasma, el veterano director hizo borrón y cuenta nueva. Estableció nuevas reglas, reconoció las históricas, y marcó el camino durante los siguientes años, hasta que luego llegaron Hostel (Hostel 2005) o El Juego del Miedo (Saw, 2004) haciendo de la tortura y lo explícito el estándar. Pero lo que nos corresponde es esta cuarta entrega, y posible comienzo de una nueva trilogía. Pasaron diez años y Sydney Prescott, una de los sobrevivientes de las tres masacres previas, ahora es una autora de libros de autoayuda. Sydney vuelve a su pueblo natal de Woodsboro para promocionar su más reciente libro. Allí se encuentra con sus viejos amigos también sobrevivientes el comisario Dewey Riley (David Arquette) y la ex periodista con bloqueo mental Gale Weathers (Courteney Cox). Apenas llega Sydney, las muertes empiezan a sucederse. Pero no lo hacen de manera azarosa, por supuesto que todo asesino serial psicópata tiene detrás un plan que justifique todo, sino que están siguiendo el mismo patrón que hace 15 años, cuando se estrenó la primer película. Es decir, el asesino está haciendo una remake. Así como La Red Social (The Social Network, 2010) retrata el espíritu de la juventud de esta época, Scream 4 se adapta a estos tiempos de Internet 2.0. Ahora la información corre por twitter de manera instantánea y hay aplicaciones en los celulares que permiten hacer la voz de Ghost Face. Para Craven Internet cambió hasta la manera de cometer asesinatos. Cuando el personaje de la publicista le confiesa a Gale Weathers cuanto la admira, y que ella fue “sus noventas”, Craven le quiere demostrar a sus personajes cuanto tiempo pasó para recordales que si ellos no se ponen a tono con el zeitgeist, es tiempo de entregar la antorcha. Esa publicista es una muestra demográfica de su público, el mismo que es fanático de Stab (la saga ficticia de películas basadas en la masacre de Woodsboro). Y Craven sabe que su audiencia creció con él, los conoce, pero que no es la misma que hace años. Una de las mejores cosas de Scream 4 es la sutileza para los guiños que tiene Craven. Le manda saludos a colegas contemporáneos (Carpenter, Romero), a maestros (Argento) o a quienes pueden tomar la posta del género (Rodríguez). POSIBLE MENCIONAR CON MÁS CLARIDAD GUIÑOS. Scream 4 es una gran broma que hacen Craven y su guionista Williamson. Desde la secuencia de apertura –uno de los puntos alto de la película- se burlan de las películas “importantes e inteligentes” a la El Origen (Inception, 2010), de la cultura que busca sus 15´ de fama a cualquier precios o de si mismos (una policía bizca no puede ser tomada de otra manera). No es una reinvención de la saga, sino más bien una actualización como para encarar la nueva década.
Recuerdo que, terminada la película, salí de la sala diciendo “ya ni hace falta que hagan otra secuela de Scary Movie”. En efecto, la archiconocida película que se encargó de burlarse sin tapujos de la mayoría de la saga Scream y de otras por el estilo, como Sé lo que Hicieron el Verano Pasado, Sexto Sentido, así como la mayoría del detestable Shyamalan y que finalmente terminó cargándose a otras de géneros rotundamente opuestos como Secretos en la Montaña en, si no me equivoco, su última entrega; en este caso estaría terminantemente de más y parece que le ganaron de mano: si bien Scream siempre fue una película que así como juega al terror juega también a los homenajes cómicos y a poner de manifiesto su artilugio; en la presente entrega esto es llevado al extremo, cuestión que le terminó jugando como un arma de doble filo. En efecto, la película comienza jugando a secas con el tópico. Con su propio tópico, que inauguró hace una década y media atrás. Con el llamado telefónico del “admirador secreto” que deviene en brutal asesinato. Y, lo más importante, es que juega con este tópico en relación a lo que espera el público. Lo que Hitchcock reveló en su inmortal Psicosis, ese pasaje repentino del suspenso al terror a través de los legendarios cuchillazos de Norman Bates en la ducha, que terminan abruptamente con la vida de Marion Crane, quien hasta ese mencionado instante era nuestra protagonista, no eran simplemente para asustar al espectador. Tenían un objetivo adicional: poner al espectador en evidencia. En efecto, los cuchillazos no sólo acababan con la vida de Marion, sino que además hacían trizas la, hasta entonces, inmutable cuarta pared: la pared del espectador, del observador fisgón que nunca se descubre, del clásico Peeping Tom al que el mísmisimo Hitchcock le dedicó una película entera en La Ventana Indiscreta. Esos cuchillazos delataban a ese vecino mirón. Y le hacían reconocer su identificación con Norman. Lo que se propone Wes Craven, ya desde el arranque es eso mismo: jugar con la pretensión del espectador. Pero además, jugar con el auge de la actualización contínua y permanente que hoy en día debe poseer el cine de género para no caer en desuso. Craven sabe perfectamente que todo el que va a la sala a ver Scream 4 lleva una sola pregunta en su cabeza: ¿Qué será ahora de esta satirizada saga? ¿Qué tendrá de nuevo, cuando parece haberse agotado por completo?. Esto es aprovechado por el director para desdoblar la película sobre sí y para sí misma: la metabolización contínua de la película y su permanente reciclaje es puesto al descubierto de principio a fin. Todo esto es puesto en evidencia en la primera secuencia, la cual no quiero contarles, ya que posiblemente sea lo mejor de la película. Por otra parte, y siguiendo este primer eje importante, el asesino juega las veces de director. Es decir, metafóricamente, el asesino interpreta al director de la película. O el director juega las veces del asesino. Esto se pone al descubierto cuando los jóvenes debaten en su pequeño cineclub, con la ex-reportera Dale de por medio, cuales son los lugares comunes sobre los que un asesino de este tipo usualmente se mueve, basándose y citando películas varias, para intentar adivinar su próximo movimiento. Y no sólo eso, sino que además, intentan dilucir cual sería, en esta “hipotética” nueva película, el elemento faltante. La respuesta es tan brutalmente sincera como morbosa: la web cam. En efecto, el nuevo recurso, que alimentaría a una nueva entrega, no podría en ningún caso escapar a todos los ingredientes modernos: a la permanente actualización informática, a la enfermiza tendencia actual de estar “online” las 24 hs., a las redes sociales, es decir, a grandes rasgos, al reality permanente. El director, entonces, asesina o filma siempre buscando actualizarse, buscando insertarse en el medio en el que se inserta a su vez el espectador; poniendo al descubierto el desesperante imaginario donde reina lo nuevo. Donde todo envejece rápidamente. Donde la tecnología nos hace esclavos de una eterna renovación improducente. Y de hecho me atrevo a pensar que Cox con semejantes churrascos haciendo de labios es un elemento (quizás inconsciente) para reforzar todo lo anterior. El problema es que más allá de la riqueza de estos recursos de los que se vale el director para darle aire a su película, la mayoría del metraje no se salva de caer irremediablemente en algo remasticado sin cesar. Cuando los policías que cuidan la casa de Sidney empiezan a jugar también con el “qué pasa en la película con los policías que custodian la casa” y acto seguido uno de ellos es asesinado y muere maldiciendo a Bruce Willis por ser el único que siempre sobrevive; allí la cosa se volvió chicle. Allí mismo es donde Scream pasa de tener un elemento interesante que pone de manifiesto su artificio y hace guiños a históricas películas de terror; a volverse Scary Movie; es decir, lisa y llanamente (auto) parodia del cine de terror. El abuso del recurso de poner en evidencia el elemento ficcional hace que este se termine metabolizando, y una vez normalizado, es sacado de la galera a cada rato para dar el toque de “originalidad”. Esto se debe a que evidentemente Craven no es un maestro de las sutilezas ni de la economía de recursos. Abundan, por supuesto, los antiguos y molestos trucos de siempre, que terminan empalagando. Y justamente allí es donde vuelven a aparecer, como intentando salvaguardar todo, los mencionados “si esto fuese una película”. Es decir, si bien el metraje arranca burlándose de el reciclaje permanente, termina utilizando eso mismo para conservar la supuesta originalidad a toda rastra. Que en principio denunciaba.
Cuando la ironía se muerde la cola Wes Craven fue uno de los ídolos de mi adolescencia y uno de los "autores" dentro del género fantástico y de terror a rescatar durante mis primeros años de crítico profesional (todavía recuerdo el entusiasmo y la euforia con que reseñé la primera Scream a mediado de los '90). Pero han pasado 15 años de aquel hito, ya hay pocos directores de la industria que me generen semejante entusiasmo (demasiadas concesiones y decepciones) y, en este sentido, esta cuarta entrega de la saga me provocó sensaciones encontradas, sentimientos contradictorios. Sí, Craven y Kevin Williamson (guionista de todos los films) son más inteligentes que los cultores del terror sádico/pornográfico de Hostel o El juego del miedo y menos oportunistas que los de Actividad paranormal. También es cierto que un plano de Craven tiene más peso que cualquiera de los que puedan ofrecer un Rob Zombie o un Eli Roth, pero... ¿alcanza con eso? Salí de ver Scream 4 y en primera instancia me quedé con eso: con la inteligencia, la astucia, la ironía (por momentos cínica) de la dupla Craven-Williamson, pero ahora que me pongo a escribir de la película, todo eso se me "desinfla" bastante. El film tiene tres o cuatro falsos arranques, muchos (demasiados) guiños/bromas cinéfilas sobre el estado de las cosas en el género del terror, el regreso de los tres personajes de siempre (los avejentados Neve Campbell, Courteney Cox y David Arquette) y, finalmente, una larga serie de asesinatos a puro gore. El juego metacinematográfico -a esta altura- cansa bastante (es como un buen chiste, si lo escuchás varias veces va perdiendo eficacia), la relectura en clave cínica de los códigos adolescentes por parte de unos artistas veteranos como Craven/Williamson puede interesarle (en parte) a cierta generación de treinta y cuarentaypico, pero no a los chicos de hoy. Así, lo que queda detrás de la hojarasca es demasiado parecido a todo aquello que el dúo criticaba: una sucesión/acumulación de muertes con violencia explícita y una resolución sólo medianamente convincente. Los "autores" cancheros y sobradores del cine de terror se terminan mordiendo la cola y cayendo en las mismas trampas que -desde su innegable talento y astucia- se encargaban de cuestionar. Ya es hora de pasar a otra cosa.
Terror autoconsciente Hace quince años se estrenaba Scream (1996), una película de terror que jugaba con las reglas del género. Scream 4 (2011) continúa y lo extiende a la idea de franquicia o saga, donde la original y su nueva versión dialogarán constantemente. Las competencias del espectador son nuevamente fundamentales. Sidney Prescott (Neve Campbell) vuelve al pueblo donde sufrió los asesinatos años atrás. Ahora la acosada por el enmascarado será su prima adolescente Jill Roberts (Emma Roberts), y entre su grupo de amigos transcurrirá la nueva ola de asesinatos. El policía tonto que resolvió los anteriores crímenes, Dewey Riley (David Arquette), alcanzó la categoría de comisario y su esposa Gale Weathers-Riley (Courteney Cox), la ex notera televisiva, volverá al ruedo para darle una mano a su marido. Wes Craven, director de toda la saga, es consciente del germen que hizo poderosa y distinta a Scream: la autorreferencia. Para esta versión deberá adecuarse a un público nuevo y a un género reinventado. Para ello duplica la apuesta: propone un juego sobre las reglas del terror, pero también sobre los códigos que debe cumplir una remake. De esta forma, arma una serie de guiños al espectador que son lo mejor de la película. Primero genera un intertexto constante como motor del film –un inicio que habla del cine dentro del cine y, otra vez, del film dentro del film- y abre un panorama crítico paródico sobre el estado del cine de terror actual: “Estoy cansada de la tortura pornográfica, eso no asusta” dice uno de los personajes. A la vez, y de manera inteligente, se pone en el rol de la crítica y los posibles caminos de abordaje de la película tirando frases como “debe superar la original” o “a la original no hay con que darle”. Tampoco deja de lado el golpe de efecto en el público con el festival aniversario del film “Puñalada” (nombre de la película en la diégesis) que organizan los adolescentes de la película. Scream 4 acierta en ubicarse en todos los lugares comunes para subvertirlos y desde ahí ganarse su lugar dentro del terror actual. Se autoparodia, se autorreferencia y se auto plagia para, ahora sí, no proponer nada nuevo, sino volver a revivir los valores positivos que convirtieron a la saga en un éxito sin precedentes.
El terror regresa aggiornado Cualquiera que haya visto la saga Scream en la década del noventa, sabe de qué se trata esta propuesta de terror adolescente que vuelve comandada por el especialista Wes Craven y con el guión de Kevin Williamson. La fórmula es la misma pero está aggiornada a los tiempos que corren y el resultado es tan inquietante como entretenido. En Scream 4, el realizador juega con el "cine dentro del cine" una vez más y luego de un comienzo construído a la manera de cajas chinas sorprende al espectador. La escritora Sidney Prescott (Neve Campbell) está preparada para volver a Woodsboro, comunidad que hace diez años fue aterrorizada por un asesino serial, y se reencuentra con sus viejos compañeros de andanzas: el sheriff (David Arquette) y la reportera Gale (Courteney Cox). La trama también incluye nuevos personajes como su prima Jill (Emma Roberts) y una galería de adolescentes tan incautos como sospechosos. El juego del gato y el ratón está servido cuando unas estudiantes aparecen asesinadas. Las "reglas" que siguen los diferentes personajes para sobrevivir (al igual que en las películas anteriores y, en ésta, ni ser gay les ofrece una salida); los oportunos toques de humor (la saga de Puñalada dentro de la historia) o las chicas solas y desprotegidas, son las que movilizan la trama. Esta cuarta entrega se apoya más en la original y está modernizada por la tecnología, y la web como medio para transmitir los crímenes. Plagada de referencias a los asesinos Michael Myers de la saga Halloween; Jason de Viernes 13 y Cara de Cuero, de La masacre de Texas, el film es un verdadereo festival que juega con el horror y se sabe burlar de sí mismo. En tanto, el asesino de máscara blanca se esconde en las sombras y espera mientras la lista de sospechosos aumenta minuto a minuto.
Nuevas reglas, nuevos crímenes y la diversión de siempre. Diez años después de la última masacre de Woodsboro, Sidney Prescott (Neve Campbell) vuelve a su pueblo natal muy cambiada. El tiempo que pasó lo dedicó a escribir Out of Darkness, un libro de autoayuda en el que utiliza su experiencia como potencial víctima de un asesino serial para demostrar que siempre se puede estar mejor. Pero esta visión positiva de la vida no le durará mucho, ya que Sidney se dará cuenta que junto a ella, y celebrando el aniversario de las muertes, Ghostface también vuelve al pueblo con ganas de matar y con nuevas reglas, que serán explicadas por Robbie y Charlie (Erik Knudsen y Rory Culkin) y que se adaptan de mejor manera al cine de terror actual. ?De todas formas, Sidney no está sola en esta carrera por sobrevivir, sino que la acompañan su prima Jill (Emma Roberts y su amiga Kirby (Hayden Panettiere), su manager editorial (Alison Briee) y dos viejos compañeros de los tiempos oscuros: la ex periodista Gale Weathers (Courtney Cox) y el Sheriff Dewey (David Arquette), que ahora son una pareja un tanto disfuncional. Con lo que quedó vivo (metafóricamente, claro) del elenco original, Wes Craven vuelve para dirigir una nueva entrega de Scream, una de las franquicias de terror más importantes de los últimos tiempos que tiene como mérito el haber cambiado el género, dando paso a decenas y decenas de películas que se rodaron en los últimos quince años. Siempre autoreferencial y llena de guiños, tanto a las anteriores partes como al cine de horror en general, Scream vuelve a la pantalla grande para demostrar que Ghostface puede adaptarse a cualquier tiempo, y que siempre habrá una forma más efectiva y original de actuar o, mejor dicho, de matar. Y esta adaptación a los tiempos que corren va por muchos lugares, no solo en lo argumental. Las redes sociales y las nuevas tecnologías son claves en el argumento de esta nueva entrega, reflejando nuevamente las necesidades del típico joven americano. Lo gracioso e irónico es que el sexo no tiene tanta presencia como en las anteriores partes de la saga, ¿será que no se puede tener una cuenta en Twitter y, a su vez, mantener relaciones sexuales cada tanto? Hay algo que es clave saber, si no se sabe aún, y es que Scream no es una típica película de terror. El miedo está, y los impresionables tendrán un mal día si ven toda la sangre que corre. Pero más que nada, Craven prefiere explotar el suspenso con mucho, mucho humor. Es que nos causa gracia que en las películas se hable de películas, y que bajo chistes “inocentes” se nos eche en cara todo el poco original negocio de las remakes y continuaciones. Porque Craven también re ríe de si mismo, y eso es un ingrediente genial en todo este banquete de muerte.? Uno de los puntos más altos de la película se puede ver en el mismo inicio, uno de los más originales de los últimos tiempos, con la aparición estelar de Kristen Bell y Anna Paquin realizando uno de los típicos cameos a los que Craven nos tiene acostumbrados en Scream, pero con una pequeña vuelta de tuerca. Dicen que las segundas partes son peores que la original (de hecho, lo dicen en Scream 2), pero nadie dijo nada de las cuartas. Y más cuando esas entregas no son otra cosa que el inicio de una nueva trilogía. Si, así es: por suerte tenemos Ghostface para rato, y ninguno puede perderse la experiencia de verlo en pantalla grande, si es que no tuvieron la oportunidad de hacerlo con la primer trilogía. Asi que gente, apaguen sus teléfonos, cierren puertas y ventanas y disfruten de una película divertidísima, que funciona tanto para los más fanáticos y conocedores del género como para los que recién se están iniciando. Y, hablandole a los fans… ¿Cuál es su película de terror favorita?
Volver a empezar Wes Craven regresa a su saga más famosa para seguir asustando. Más de una década después de la tercera y última parte de la trilogía Scream , la saga creada por Kevin Williamson y dirigida por Wes Craven regresa más como necesidad, parece, del guionista y director (que no han tenido una buena década laboral) que por motivos, digamos, dramáticos. Uno podría decir, y es cierto, que los cambios tecnológicos (internet, celulares inteligentes, cámaras omnipresentes y la super abundancia de reality shows) justifican adaptar las innovaciones temáticas de la saga a estos tiempos. Y, de hecho, el filme lo hace. El resultado, de cualquier manera, no agrega demasiado. Si las primeras tres películas de Scream marcaron, en su época (entre 1996 y 2000), una simpática puesta al día del género, colando citas autoreferenciales y haciendo que el propio género de terror (más precisamente las “slasher movies” de los asesinos invencibles) fuera parte de la trama, Scream 4 levanta la apuesta aún más, jugando con citas dentro de citas, películas dentro de películas, referencias a secuelas, a actores y apostando por una regla central: en esta época nadie respeta las reglas de antaño. Ergo, todo puede pasar en Scream , lo cual no quiere decir que el filme sea sorprendente. Por un lado, regresan al pueblo los protagonistas de la trilogía anterior, en este caso a 15 años de los crímenes, con motivo de la publicación del libro de memorias de Sidney Prescott (una muy poco entusiasta Neve Campbell). La periodista Gale Weathers (Courteney Cox) y su marido, el policía Dewey Riley (David Arquette) están también allí cuando una nueva serie de crímenes empieza a azotar la ciudad justo en el aniversario. Allí aparece la nueva generación de protagonistas de lo que, en los planes al menos, debería ser una nueva trilogía, con Hayden Panettiere (de la serie Héroes ), Emma Roberts (la sobrina de Julia) y Alison Brie ( Mad Men ), como parte de un nuevo grupo de jóvenes que deben enfrentar el regreso del asesino Ghostface. Dos especialistas en cine de terror que arman un festival con las siete partes del filme Stab (que en la saga vendría a ser como Scream , ya que ficcionaliza lo sucedido… en la ficción) se suman a la lista de posibles víctimas/sospechosos, además de algunos policías y las esperables rubias pulposas que, como todos saben, son las primeras en caer... Más allá de la historia, que sigue rutinariamente el formato de las anteriores, la gracia del filme está otra vez en los juegos entre realidad, ficción y relectura de géneros que propone, al punto que antes de matar a un personaje le toman una prueba de cuánto sabe de cine de terror. El juego, claro, incluye varias películas del propio Craven y hasta las series en las que trabajaron los actores del filme. Si a esto se le suman las referencias al universo online, Scream 4 termina siendo una cadena de citas que se muerde la cola. Los entusiastas del género, los fanáticos de Wes Craven y los seguidores de la saga disfrutarán del filme que no quita ni agrega nada a la trilogía previa. De hecho, hasta uno podría reciclar esta crítica de una de las secuelas y, algunos giros más, otros giros menos, sería más o menos igual.
Sátira de un género en decadencia Adolescentes infartantes corriendo en poca ropa, un serial-killer que ya es todo un clásico, la mano del director Wes Craven detrás de las cámaras, muchos chistes y referencias geeks/nerds/cinéfilas... Scream 4 es un festín. Quien vaya preparado para asustarse, quizás no saldrá muy conforme. Quien vaya preparado para divertirse y entretenerse, saldrá más que satisfecho. Cumple con creces. La tercera secuela de Scream confirma lo que se venía insinuando desde aquella: el cine de terror, como género, está sufriendo cambios, está mutando. Si bien esa idea se dispersó y las secuelas confundieron el camino, dejando a la serie como un slasher menor y mediocre más, Wes Craven volvió a tomar las riendas que nunca debió abandonar. Y esta vez el tono satírico se devora la película, a tal punto que se olvida, en el fondo que también debería ser de terror. A pesar de ello, es la mejor desde la primera, y en síntesis, es una formidable propuesta del género (ya sea terror/comedia). Una de esas películas imperdibles para ver en el cine con muchos amigos. Si son cinéfilos, mejor todavía. ¿Cómo es que la protagonista de esta serie se las ingenia para haber sobrevivido tres películas? Esa es una de las posibles preguntas que ofrece la película, que constantemente juega con los clichés y las convenciones del género. No se burla con desprecio de la historia del cine de horror (en especial, de las películas de asesinos enmascarados) sino que las parodia, las homenajea, con mucho cariño y afecto. Esto es lo que Scary Movie debería ser. El problema con la película es que juega con las convenciones pero no las reinventa. Incluso, en las peores ocasiones, las repite. Ya sea en tono paródico o no, hubiese sido bueno ver una reformulación. Sidney es ahora una mujer adulta, cuyo libro es un best-seller y cuyas secuelas no parecen ser más que un par de cicatrices. No tiene demasiados conflictos internos con su pasado, ustedes ya saben: que asesinos enmascarados lo quieran asesinar, no son cosas que le ocurren a uno todos los días. Pero está bien: los personajes son queribles, aún así sean caricaturescos. Ahí está la reportera Gale (Courtney Cox, que pareciera que de verdad quiere robarse el protagónico) que también representa la vieja escuela: parece que Craven se siente anticuado ante tanta revolución moderna. Hay unos nerds (¿o debería decir geeks?) amantes de la serie Stab (la película dentro de la película) que ejemplifican todo este salto generacional (incluso la manía de hacer las películas de terror con cámara en mano, para dar la sensación de video viral). Es extraña la sensación, pero aún queriendo a todos los personajes, hay cierto desprecio, quizás inconsciente, por parte del director, hacia los mismos. Craven ya tiene ganado el corazón de muchos cinéfilos. Ya sea con clásicos como El despertar del diablo (The hills have eyes, la original), Pesadilla en la Calle Elm y/o Scream, el hombre sabe como hacer una película de terror decente. La metatextualidad está más patente que nunca, en una película que podría tener a los fanáticos de IMDb revisando y revisando referencias para la sección Movie Connections. Solamente una secuencia en un cuarto lleno de afiches de clásicos es prueba de ello. Esta película es una fiesta, que celebra y no despide al género. Podría haber revolucionado y dejar una marca más profunda si se hubiese animado a reinventar los códigos, pero bueno, no es para nada una mala propuesta.
Aunque no asusta demasiado, su estilo autorreferencial funciona ¿Cuántos guiños a la cultura popular contemporánea, al propio pasado y a las convenciones de género puede permitirse una película de terror antes de dejar de provocar miedo y trocar los sustos por risas? Aparentemente, once años después de la tercera parte de la hasta ahora trilogía, los creadores de Scream se propusieron probar los límites de su propio invento. El experimento resultó mejor de lo que puede esperarse de una cuarta entrega de un film de miedo, aunque conviene aclarar que para divertirse con las nuevas desventuras de los habitantes de Woodsboro hay que tener cierto conocimiento de las películas anteriores. Y tratar de olvidarse de las cuatro entregas de Una película de miedo, versiones paródicas de Scream. Desde su primera escena -ingenioso prólogo en espejo-, este film le pide a su espectador que recuerde la historia de Sidney (Neve Campbell), Dewey (David Arquette) y Gale (Courteney Cox), los tres personajes centrales que lograron sobrevivir al asesino de la máscara de fantasma -y eterno grito a lo Eduard Munch- y se transformaron en leyenda. Recursos conocidos No hay escenas en Scream 4 que no hagan referencia a lo que sucedió en los primeros tres films y que no aprovechen hasta el límite el recurso que la primera película inauguró: utilizar los diálogos entre los personajes como reflexiones sobre los usos y costumbres de los films de terror. Dirigida por Wes Craven -responsable de todas las entregas además de reconocido creador de clásicos del terror como Pesadilla y La colina de los ojos malditos -, Scream 4 vuelve a poner el foco en un grupo de adolescentes fanáticos de las películas de miedo que se transforman en blanco del asesino enmascarado. A partir del regreso de Sidney -la histórica víctima de la saga- a Woodsboro para presentar su autobiografía, los cadáveres empiezan a apilarse de nuevo alrededor de ella y su joven prima Jill, interpretada por Emma Roberts. Allí estarán una vez más el policía Dewey (encantador David Arquette) para investigar los crímenes con aparente torpeza pero mucho corazón, que es lo que parece faltarle a Gale, la ex periodista sensacionalista que ahora es su esposa. Que, ironía externa al relato, interpreta Cox, su ahora ex mujer en la vida real, con toda la expresividad que sus reajustes estéticos le permiten. Esta vez, a tono con los tiempos del terror de "tortura" a la manera de las muchas -demasiadas- entregas de El juego del miedo, los asesinatos son bastante más cruentos que antes. Y, fiel a su estilo autorreferencial, el guión de Kevin Williamson ( Dawson's Creek ) dedica buena parte de sus entretenidos diálogos a hablar justamente de esa muy poco sana costumbre que adoptó el cine de horror que muchas veces resulta en una celebración del asco. No es éste el caso, porque Craven y Williamson son muy hábiles en lo suyo, aunque a veces la fluida pluma del guionista se vuelva pesada para imponer al film una innecesaria moraleja.
Scream 4 es como esas fiestas donde se reúnen viejos compañeros de la escuela secundaria que hacen mucho tiempo que no se veían. Wes Craven presenta su trabajo más sólido como director dentro del terror probablemente desde la primera entrega de esta saga que hizo historia en el cine. Scream revivió en 1996 el cine de terror en un momento que se encontraba en una crisis severa, que venía arrastrando desde hace años, donde no había películas decentes y tampoco surgían cineastas interesantes. Entonces apareció esta historia que con gran ingenio combinó el humor con el horror a través de una gran trama de suspenso que te mantenía pegado a la butaca hasta el final. Quienes tuvieron la posibilidad de descubrirla por primera vez en el cine seguramente recordarán el furor que causó y el impacto del público en el final. Después vinieron las secuelas y las imitaciones que intentaron general lo mismo, pero no lo consiguieron, aunque algunas al menos brindaron un buen entretenimiento. Scream 4, en mi opinión es la mejor secuela de la serie, donde se nota claramente, sobre todo al compararla con la tercera, que el guión fue escrito por Kevin Williamson, el creador de esta historia. Con una trama plagada de referencias cinéfilas, que por momentos presenta un estudio casi revisionista de lo que ocurrió en el género en los últimos años, la nueva película se destaca por brindar un misterio que evoca con ingenio las historias clásicas de asesinos. En el fondo, las tramas de Scream son como un capítulo de Scooby Doo para adultos donde el misterio pasa por descubrir, quién se esconde detrás de la máscara de Ghostface. Eso es lo divertido de Scream, además del ingenio con el que los realizadores se adaptaron al tiempo y costumbres culturales en que se estrenó cada entrega. En este caso está muy bien como incorporaron las nuevas tecnologías digitales, que inclusive son analizadas por los personajes en la trama. Scream 4 no es una película que haga historia en el género, ni tiene la fuerza para revivir el fenómeno de la original, pero ofrece un buen entretenimiento nostálgico que representa un final más digno para la saga.
Terror de manual con final inesperado. Diez años después de la última serie de masacres en Woodsboro, Sidney, la principal sobreviviente de la seguidilla de asesinatos, regresa a su ciudad. Ésta vez, para presentar y firmar ejemplares de su exitoso libro. Muy oportunamente, esto sucede justo el día en que se cumple un nuevo aniversario de la tragedia, todo un mito para las nuevas generaciones de esta ciudad. ¿Qué sucede? Lo peor vuelve. El psicótico con la máscara de fantasma, la sangre, los adolescentes apuñalados, las persecuciones, el gore estilizado y un nuevo capítulo de Scream, la saga de terror que, junto a El Juego del Miedo, supo redefinir y actualizar el género de terror durante los últimos años. Detrás de la cámara, comanda el maestro Wes Craven, aquel cineasta de cuya mente salieron emblemas cinematográficos como Freddy Krueger y la original de El Despertar del Diablo. Una persona que sabe manejar muy prolijamente los tiempos del suspenso en el terror, quizás haciendo demasiado previsibles y caricaturescos a esta altura de su trayectoria. Con Scream 4, poco se agrega a lo ya conocido en la saga. Hay intentos nunca del todo profundizados de aggionarla con las nuevas tendencias 2.0 (algunas menciones a Facebook, Twitter, el acceso a Internet y las videotransferencias) y no mucho más. Luego, situaciones similares a las vistas en las tres ediciones anteriores (algunas, demasiado parecidas, como la escena en el garaje), personajes antiguos que permanecen intactos (el oficial Dewey y su mujer Gale, ahora en crisis matrimonial), y un elenco joven bien elegido. Entre ellos, se destacan Emma Roberts, la sobrina de Julia, Rory Culkin, hermano del pobre angelito, y Hayden Panetierre, de la serie Héroes. Otras cosas persisten. Hay cameos de actrices conocidas en el principio del filme, como en su momento fueron los de Drew Barrymore y Jada Pinket Smith. Y justamente el arranque en este caso es muy original, presentando un formato película-dentro-de-película que hace recordar a los niveles o capas de sueño de El Orígen. Las películas que pasaron en esta última década e intentaron, pocas con gloria, quedar en la memoria, tienen un momento de referencia. Sobre todo las remakes, desde La Casa de Cera hasta El Amanecer de los Muertos. Seguramente más cerca de una crítica que de un elogio por parte de Craven. La película es como una maquina en serie. Sale muy prolija. Buenas actuaciones, aceitadas y un guión efectivo. Los golpes de efectos no resultan inevitables en ningún momento, por lo que, como suele suceder con las cintas de terror de estos años recientes, no producen el terror que prometen. Y el final, algo crucial en este género, levanta mucho el puntaje de Scream 4. Comienza de una manera bastante sorprendente, luego cambia y mejora, y luego vuelve a tener un twist. Un desenlace que, sin contar mucho, podría haber cambiado la historia de la saga y darle, si se quería, un nuevo y arriesgadísimo punto de partida. Scream no necesita más remakes. Seguramente no necesitaba esta tampoco. Pero trajo un poco de recuerdo de esa cinta que, a fines de la década del 90, asustó a una generación, homenajeó a los aficionados de horror de culto y logró, por primera vez en mucho tiempo, dar aspectos para copiar durante las décadas posteriores.
Acuchíllame, por favor A quince años de su estreno hoy no queda ninguna duda que Scream (1996) mató al cine de horror para adolescentes, ese mismo que se basaba en los viejos patrones establecidos en los ´70 y estandarizados en los ´80. A posteriori y en buena medida desapareció aquel slasher moralizante que garantizaba una muerte segura a todos los que sucumbían a los placeres de la carne: la película dirigida por Wes Craven y escrita por Kevin Williamson se sumergía en un abordaje súper consciente del género que por un lado satirizaba sus resortes prototípicos y por el otro los respetaba dedicándoles una nueva tanda de cadáveres frescos. Los exploitations subsiguientes, una catarata que abarca muchísimas remakes y que continúa hasta la actualidad, nacieron sin vida ni nada valioso para agregar: el cimbronazo que produjo la obra protagonizada por Neve Campbell se siente en la incapacidad del Hollywood contemporáneo de ofrecer un film eficiente que no esté destinado a la ridiculización masiva y que aporte aunque sea un elemento novedoso. Durante la última década las propuestas que revitalizaron al terror llegaron de la mano de outsiders totales o directamente de Asia y Europa, como si la escasez mainstream de ideas fuese irreversible. En lo que respecta al resto de los eslabones de la franquicia, si bien fueron proyectos disfrutables a decir verdad no alcanzaron la altura de la primera: Scream 2 (1997) demostró perspicacia pero sufrió por la anulación del factor sorpresa y Scream 3 (2000) fue la más floja del lote debido a un guión no tan elaborado en el que se hacía demasiado evidente la ausencia de Williamson. Cuando nadie lo esperaba The Weinstein Company decidió que era el momento oportuno para reflotar a Ghostface y reunir a todo el equipo original, así las cosas el resultado es la estupenda Scream 4 (2011), claramente la mejor secuela de la saga. Luego de un sinnúmero de cuchillos agitados y un frondoso elenco de psicópatas detrás de la máscara, Woodsboro tuvo sus años de tranquilidad y pudo reponerse a la seguidilla de crímenes. Sidney Prescott (Campbell) regresa para promocionar un libro acerca de sus experiencias, Dewey Riley (David Arquette) ahora es el sheriff del pueblo y su esposa Gale Weathers (Courteney Cox) ha abandonado con recelo el periodismo. Por supuesto que la paz dura poco y pronto Sidney vuelve a ser blanco de un flamante chiflado adicto al acoso, privilegio que comparte con su prima Jill Roberts (Emma Roberts) y otras bellas señoritas. Que la cuarta entrada genere empatía ya es un logro mayúsculo, si además sumamos un comienzo y un desenlace muy inspirados hablamos de una anomalía absoluta: el inicio funciona como una hilarante “parodia dentro de una parodia” y el final destruye a los medios de comunicación citando con inteligencia a Poder que Mata (Network, 1976) y El Rey de la Comedia (The King of Comedy, 1982), específicamente se hace hincapié en esa tendencia a mercantilizar los hechos cotidianos. El dueto Craven- Williamson reflexiona sobre los dispositivos de la enunciación sin descuidar una intriga que nunca defrauda…
Anexo de crítica: El mérito de esta cuarta parte de la franquicia que recupera a Wes Craven en la dirección y al guionista Kevin Williamson llega por partida doble: una verosímil recuperación de historias y personajes de los orígenes y la introducción de los elementos que definen nuestro tiempo como los celulares, internet, la frivolización de la realidad desde los medios de comunicación y la desacralización de la muerte como un hecho aberrante, idea que arrastra la franquicia de El juego del miedo, film que en este caso aparece parodiado desde lo conceptual y forma parte del blanco predilecto de los creadores de Scream para lanzar sus críticas mordaces...
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El humor y el final son lo mejor de “Scream 4” Es difícil mantener una saga después de cierto tiempo, y la dupla Wes Craven (director) y Kevin Williamson (guionista) tuvo el buen tino de esperar una década antes de volver a los cuchillazos por llamada telefónica del gran éxito de taquilla «Scream». Esta cuarta parte empieza de manera realmente contundente, con varias amigas solas en las casas de sus padres, a punto de ver una película de terror, en este caso alguna nueva secuela de la saga de «Stab» (dirigida por Robert Rodriguez) es decir una serie de películas ficticias basadas en los crímenes telefónicos de las viejas películas de «Scream». De las seis espectadoras sólo sobrevive una. Las muertes son tan divertidas como creativas, tal como el fan de las tres películas anteriores de Craven y Williamson puede esperar. Luego llega justo Neve Campbell al pueblo, ya que la única sobreviviente entre las víctimas de la saga (sin contar a David Arquette y Courteney Cox, periodista y policía, ahora casados) acaba de escribir un libro sobre su horrible experiencia, un verdadero bestseller que por algún motivo, detonó una nueva serie de asesinatos del hombre de la capa negra, máscara de fantasma y gigantesco cuchillo. La película sigue carriles más o menos conocidos, con un par de muertes realmente fuertes e imaginativas en el medio, y algunos chistes formidables, que casi son lo mejor del film. Luego hay una especie de carnaval cinéfilo sobre las reglas del cine de terror, y cuando todo parecía un poco apagado, viene un doble final a todo splatter que no tiene desperdicio, donde termina de percibirse por completo el toque feminista del film. Lástima que todo no tenga el nivel de esta última parte porque, de ser así, ésta sería una de las mejores entradas en la serie.
Estamos en esto sólo por dinero En las secuelas siempre se cumple un aniversario, excusa para que la historia vuelva a repetirse. Seguramente es por autopreservación que una película como Scream 4, que se la pasa reflexionando, ironizando y hasta burlándose de sus propios clichés (y los de las secuelas de films de terror en general), ni una sola vez se mencione ése. Diez años pasaron desde Scream 3 (once, en realidad, pero bueno, tenían que ser diez para justificar el aniversario) y la historia empieza otra vez, justo en el momento en que todo el pueblo de Woodsboro recuerda (¿celebra?) aquella masacre que lo hizo famoso. Repetirse es lo que la cuarta Scream no puede dejar de hacer, dejando en claro que si la saga se retoma después de todo este tiempo, no es para clickear el botón de refresh, sino simplemente... eh... ¿cómo decirlo? Digámoslo con el nombre de un álbum de Frank Zappa: We’re Only in It for the Money. Toda secuela representa un regreso y aquí hay por lo menos dos. Pensándolo bien, tres. Por un lado, Sidney Prescott (Neve Campbell) regresa a casa, convertida en best seller nacional y como parte de la gira promocional del libro donde cuenta lo que sucedió la vez en que terminó siendo única sobreviviente del cuchillero llamado Ghostface. Por otro, Gale Weathers (Courteney Cox, que de tanto botox y bisturí parece la versión Mme. Tussaud de sí misma) vuelve al periodismo televisivo, a partir del momento en que se produzca el tercer regreso. El de Ghostface, claro. El asesino con máscara de fantasma, que quince años y cuatro películas más tarde finalmente tiene nombre propio. Y que sigue aferrado a sus viejas costumbres: llamar por teléfono, proferir amenazas con voz gruesa y cumplirlas a cuchillada limpia. En tiempo de celulares y de i-pods, oportunidad de anunciarse como a él le gusta no va a faltar. Escrita por Kevin Williamson, dirigida por Wes Craven, fotografiada por Robert Deming y musicalizada por Marco Beltrami –en otras palabras, equipo completo–, la cuarta Scream no está a la altura de sus varias introducciones, divertido juego de cajas chinas a la enésima, que va poniendo la película en abismos cada vez más profundos. Fatigado y rutinario, descansando de a ratos en la presencia de dos cinéfilos que funcionan como metalenguaje incorporado, el desarrollo de Scream 4 no está a la altura del factor sorpresa que esas introducciones despliegan (imposible saber qué es ficción allí, cuál es la ficción dentro de la ficción y así sucesivamente). Tampoco del componente autoparódico. En un momento alguien desecha a Stab (la Scream dentro de Scream), por ser una slasher movie (película de acuchilladores locos), en tiempos en que las slasher movies ya fueron. Y lo que viene de allí en más es... una slasher movie. ¿Una película que contiene su propia crítica? Todo bien, siempre y cuando Scream 4 asumiera esa crítica, en lugar de intentar esconderla debajo de la alfombra como lo hace.
Las reglas del juego En los tres falsos comienzos del filme, el respetable director Wes Craven y su guionista Kevin Williamson compendian el propósito metacinematográfico y casi académico de la cuarta entrega de Scream . Los tres episodios cortos explícitamente discuten sobre la normalización del género de terror (dirigido al adolescente) y la falta de astucia por parte de los guionistas. ¿Es una crítica oblicua a Hostel , a El juego del miedo , deudores de Craven? Los tres episodios exageran el factor sorpresa, aunque Scream 4 sugerirá algo más inquietante: el género ha evolucionado demasiado, tanto que su espectador pasivo podría verse tentado a filmar y matar. Todo es ficción, el mundo es un escenario y quizás, desde que en Peeping Tom (1960), el fabuloso filme de Michael Powell, por primera vez el público asumía la perspectiva del asesino (como se explicita en Scream 4). Ha pasado mucho tiempo y Sidney (Neve Campbell) acaba de publicar un libro, titulado Salir de la oscuridad , en donde la obsesión femenina de Ghostface (el famoso asesino misógino, sin rostro pero de una voz inconfundible) intenta cambiar su condición de víctima por la de una protagonista que rehace su propia historia. Pero la voz regresa justo en la presentación del libro. Y las películas inspiradas en el libro retornan a la realidad (del filme). Ghostface ha regresado, aunque lógicamente habrá sorpresas y giros inesperados. El resto es conocido: por un lado, bellas mujeres asesinadas, el famoso llamado telefónico y el cuchillo certero a la hora de penetrar la carne firme de las víctimas. Está Sidney, pero también el ahora sheriff Dewey (David Arquette) y su mujer Gale (Courteney Cox), más detective que novelista, los viejos héroes de la saga. Y se suman nuevos personajes: miembros de la familia y jóvenes cinéfilos. Scream 4 se postula como un objeto de estudio más que como un filme de culto y de entretenimiento. Puede resultar demasiado intelectual para su público preferencial, que en el filme es retratado sin piedad alguna: jóvenes consumistas sin signos de actividad inteligente o narcisistas cínicos sin límites a la hora de cumplir sus fantasías. En este universo simbólico, se nos indica, ya no hay amigos, sino fans. Algunas subjetivas elegantes y otras decisiones de puesta en escena evidencian que Craven sabe filmar, a diferencia de muchos de sus imitadores militantes de la lógica clipera. El padre del terror posmoderno es preciso en su clarividencia: el género y sus códigos están en jaque. Es por eso que Scream 4, más que un filme de terror, es la prueba de una tesis sobre la imposibilidad de renovar el género al que pertenece. De ser así, insisten Craven y Williamson, sólo nos quedan los clásicos.
Quince años después de la original, llega SCREAM 4, con Neve Campbell nuevamente encarnando a Sidney Prescott, quien de regreso al pueblo donde fue acosada por un fantasmagórico asesino serial, descubre que un nuevo psicópata está acosando a su prima y a todos sus compañeros de estudio. Wes Craven vuelve a homenajear y parodiar al subgénero de asesinos seriales, con una cuarta entrega mucho más salvaje, gore y ácida. Un filme donde todos los protagonistas son sospechosos y en el que cada escena es un deleite para los cinéfilos amantes del horror moderno. Mucho humor, chicas bonitas y sustos potentes para una saga que ya estábamos extrañando. Horror 2.0.
Wes Craven vuelve a hacer un análisis preciso del cine de terror en una nueva entrega de Scream, la primera película que reflexionó sobre el género y propició un sinfín de parodias. En este caso, Craven se centra en la evolución del género en nuestros días y en las remakes tan de moda en Hollywood. Scream 4 es una película muy inteligente y divertida, que está a la altura de sus grandes ambiciones. Pero sobre el final Wes Craven necesita subrayar cada una de sus ideas y, la saga por primera vez tiene una vuelta de tuerca demasiado torpe y obvia, al punto que el director necesita poner en boca de su protagonista la frase “considerá esto un final alternativo” como excusa. Más allá de eso Scream 4 está muy por encima de la media del cine de terror.
El principal punto a favor de esta nueva secuela de la saga slasher es la autoconciencia que lleva adelante casi como una declaración de principios. En ningunún momento Scream 4 deja de evidenciar que está entre nosotros para ser una secuela más de una saga que no debió ser tal y que su primera e insuperable primera parte debió ser también la última. La historia, a once años de la última secuela, nos ubica en el maldito pueblo de Woodsboro, hasta donde regresa la célebre víctima de ghostface, Sidney Prescott (Neve Campbell) para presentar el libro en el que cuenta la forma en la que salió del trauma de ser la eterna perseguida por la sombra de la muerte. Sin embargo, y como no podía ser de otra manera, con su llegada, la población se ve nuevamente sacudida por una ola de crímenes, por supuesto, otra vez a manos del personaje de túnica negra y máscara fantasmagórica. Y hasta ahí llegó el amor del guionista Kevin Williamson (el mismo de los tres films anteriores), que apeló a calcar más o menos la estructura de lo ya visto en otras Scream pero con el agregado de la vuelta de tuerca que Craven ya utilizó en New Nightmare, cuando la saga de Freddy Kruegger se rió de si misma para reinventarse. Sin embargo, en este caso la cosa no funciona igual, ya que los cuchillazos de siempre se acumulan sin mayor gracia y en ningún momento logran superar la inteligente intro matrioska que da inicio al relato. La diferencia entre sátira y parodia, en este caso, dice ausente. Los tips más interesantes de este desahuciado regreso de la saga son Courteney Cox (por la actitud rocker de su personaje, por su presencia en pantalla, por esa cintura increíble) y las referencias a títulos del cine de terror reciente (entre ellos la catarata de remakes de los últimos años). Pero la cuestión placentera se agota ahí, el resto es más de lo mismo sin ideas que sumen, sino por el contrario, con una acumulación de asesinatos que por lineales y predecibles terminan por restarle interés a un film que, en conjunto, no logra resultar siquiera como un chiste efectivo.
Pasaron 10 años desde los terribles asesinatos en Woodsboro, y Sidney Prescott lleva su vida en relativo silencio. Con el descubrimiento de unas estudiantes asesinadas, su mundo volverá a desmoronarse a partir de la reaparición de Ghostface. En los múltiples comienzos de Scream 4 se ponen de manifiesto algunas cuestiones centrales para Wes Craven. Además del planteo autorreferencial presente en las anteriores películas, hay una toma de postura respecto al cine actual, algo que hace más de una década no se había hecho. La saga se caracterizó por constituirse de filmes de terror que a su vez hacían múltiples homenajes y análisis sobre sus predecesores. Sus personajes eran conocedores en la materia y ofrecían su sabiduría al respecto en distintas escenas, se reverenciaba al horror y no se lo criticaba. En la década que siguió a la filmación de la tercera, el género experimentó altibajos, se ha visto revitalizado por alguna realización para luego volver a caer a fuerza de innumerables continuaciones. Evidentemente el director no tiene un problema con la cantidad de secuelas que se puedan hacer, pero sí con el rumbo que estas han tomado. Su voz toma cuerpo de adolescente y se queja del nuevo cine de porno-tortura, cuya única finalidad parece ser encontrar la forma más ingeniosa y complicada de matar. Scream logró a mediados de los noventa revitalizar el género slasher, el cual tras su época dorada se había desprestigiado en los ’80. A quince años de este suceso, esta cuarta parte funciona como un recordatorio: que la saga estaba al alcance de la mano. Ocurre que más allá de una lógica adaptación a los tiempos que corren, la película busca recuperar tanto el espíritu de la original que básicamente acaba por convertirse en ella. El mismo humor, los remates, las muertes, el final, el tiro de gracia, las referencias al cine de terror, es revivir la del ’96 pero con sus protagonistas como adultos y una nueva camada de jóvenes para acompañarlos. "Don’t fuck with the original" ("No jodas con la original") grita Sidney Prescott en otro claro ejemplo del autorreferencial, aunque más que una advertencia al asesino suena como un alerta que el propio guionista Kevin Williamson (autor de las dos primeras) se hace a él y al director. Ya habían planteado en Scream 2 que las segundas partes siempre eran inferiores, quizás en ese sentido es que no hay un riesgo asumido y se opta por jugar sobre seguro. Como en las anteriores, se sigue manteniendo la capacidad de sostener el suspenso acerca de la identidad de Ghostface hasta el final, aunque quizás uno se enfrente con el desenlace más inverosímil de la saga. Si bien Kristen Bell plantea en el comienzo que “Hay algo de real en un hombre que mata con un cuchillo”, el final se revela menos realista que lo que la frase supone. Más allá de estas críticas, la película logra entretener y tiene sus momentos destacados, aunque algunos de ellos sean originales de las previas. En definitiva Wes Craven cumple su limitado cometido, el de recordar que entre tantos juegos del miedo y sangrientos hosteles con sus destinos finales, hay un enmascarado con un cuchillo de caza que puede ser más efectivo.
¡Slasher not dead! Una nostálgica declaración de principios nos envuelve desde el comienzo de Scream 4: desde allí, Wes Craven y Kevin Williamson (director y guionista de toda la saga respectivamente) nos dicen lo que van a hacer, que no es sólo volver a burlarse de los códigos, clisés y mecanismos del cine de terror actual sino también de su creación, es decir, la trilogía noventosa de terror por excelencia, Scream 1,2 y 3. Entonces, todos han vuelto a Woodsboro, y no sólo los asesinatos, está allí el reparto original sobreviviente: Sidney Prescott, la eterna victima de la saga interpretada por una efectiva y más adulta Neve Campbell; y por el otro lado, el dúo resuelve-crímenes, compuesto por la periodista Gale Wearthers (una madura Courtney Cox) y el policía Dewey Riley, o sea David Arquette, que está igual que hace 10 años, tanto en su desempeño como en su apariencia. Enfrente tenemos un elenco de jóvenes figuras televisivas, destacando a la bella Hayden Panettiere, quien hace a la divertida Kirby Reed, y el interesante Rory Culkin (hermano de Macaulay) interpretando a Charlie Walker, una especie de nuevo Randy (el cinéfilo que explicaba las reglas en la Scream original). También cameos de algunas medianas estrellas como Kristen Bell o Anna Paquin. No es noticia que desde la primera Scream el dúo creativo Craven-Williamson nos ha ofrecido películas que dialogan continuamente con el género de terror, no sólo con la catarata de referencias y homenajes constantes, también con una mirada crítica, irónica y burlona acerca de la forma de hacer estas películas. En esta cuarta entrega parece que se decidieron a poner todo los que les quedaba por dar, como si hubieran aceptado aquello de “estoy viejo para hacer esto” y gastaran sus últimos buenos cartuchos para decir “esto es lo que soy, esto es lo que nos gusta“ a todo trapo. Porque, entre otras cosas, Scream 4 viene a romperles los tímpanos a las hordas de perversitos fanáticos de El Juego del Miedo. Mientras se nos dice que el único cine de terror que hacen los estudios son remakes, la remake de Scream se escribe ante nuestros ojos, en el medio se cruzan las generaciones, se incorporan las nuevas tecnologías y los nuevos códigos de los fanáticos del género. Scream 4 tiene dignidad, dice lo que a Craven-Williamson les queda por exponer al respecto, y también lo que a Neve Campbell, Courteney Cox y David Arquette. Hay en sus interpretaciones auto-paródicas una nostalgia juguetona, como que con sus exageraciones nos dieran a entender que estas son las ultimas emociones que nos van a dar en esta saga, últimos miedos y risas, todos salen bien parados, regalando una gran diversión, bien interpretada y a la altura de las circunstancias. Otro de los pilares de toda la saga han sido sus consideraciones acerca del espectador de cine de terror. En este cuarto capítulo ese dialogo es llevado a limites casi ridículos y divertidos. No sólo se nos indica cómo somos como público, sino también lo que queremos, lo que nos gusta, y lo estúpidos que podemos ser al ver siempre la misma estupidez, todo esto con mucha fluidez y ritmo y contándonos otra vez, la historia de Sidney escapando del asesino misterioso. Si el título de esta crítica es “Slasher not dead” es porque este subgénero está muerto en realidad, es un grito de deseo. El Slasher quedó allá en los 80`s y la misma saga de Scream ha sido de lo poco digno que se ha hecho con los asesinos enmascarados. Y con el grado de autoreferencia al que ha llegado con Scream 4, ya nada parece quedar para hacer con él. Y sí, seguirán llegando las buenas remakes como Halloween 2 y las muy malas como Prom Night, pero quizás lo ideal sería que cada 10 años hagan una Scream para que nos diga en que nos equivocamos todos.
Cine de terror de calidad y en retrospectiva Cuando nadie esperaba otra entrega más de la serie de films que mejor supo resucitar y actualizar los lugares comunes al género de terror, aquí va, de nuevo y con la actitud habitual, Scream 4. Situada a la par de la trilogía predecesora, diez años después y nuevamente bajo la dirección de Wes Craven (Pesadilla, La serpiente y el arco iris), la última entrega de Scream pone en su justo lugar a tantas remakes que dan y dan vueltas por las pantallas grandes. En este sentido, no es vana la pregunta que, otra vez, aterroriza desde el otro lado del teléfono: ¿cuál es tu película de terror favorita? Y las respuestas, parece ser, se circunscriben a títulos recientes y malos, todos nuevas versiones de un cine ya hecho y muchísimo mejor (con la mencionada Pesadilla como una de las víctimas recientes). Entonces, y de acuerdo con Sidney Prescott (Neve Campbell), la anti?heroína de Scream: "¡no te metas con la original!". Sirva ello tanto de referencia al estado actual de un cine penoso y norteamericano, como del slogan con el que el Scream 4 se propone: "nuevo terror, nuevas reglas". Porque ahora es el tiempo de las camaritas digitales, de los videos on?line y de las torturas en vivo y en directo, así como lo corroboran las denominadas "snuff?movies". En el medio de ello, y como eco de un tiempo no muy lejano, Sidney vuelve a la localidad de Woodsboro con el fin de presentar su libro y triunfo personal, cuyo título asegura "Fuera de la oscuridad". Pero la sombra, con cara de grito asustado blanco, reaparecerá y, entonces, habrá de verse si la propuesta Scream es capaz de mantener el mismo terror de siempre, con los gustos de un público que prefiere ahora divertirse con otras formas, otras torturas, que se asumen como tales desde la consonancia con los gustos bélicos de la época. Lo mejor del caso es que Scream se asumirá desde lo habitual; en otras palabras, la película dentro de la película. Es decir, la enumeración de los códigos y de las convenciones desde los cuales se ha realizado tanto cine para, una vez develados, reiterarlos. De modo tal que Scream 4 es lo mismo de siempre y, porque es lo mismo de siempre, es muy buena. De todas formas, y aún cuando vivifique su género cinematográfico y ponga en su justo lugar a tantos "juegos del miedo", la cuarta parte no deja de tener un desenlace amargo, donde el rol periodístico, afecto al sensacionalismo, se revela como parte de otro juego, más macabro, que escapa a la película al enhebrar historias que la exceden. Es en ese punto donde quedan, en verdad, varios puntos, que son suspensivos y coincidentes con un continuará que ya no sería quinta entrega, sino reverberación de un capítulo mayor. Scream ha jugado su papel como una serie de films cuya revisión ya genera melancolía, algo que también es guiño conciente desde la cita del nombre nuevo de Robert Rodríguez, heredero bendecido por el mismísimo Wes Craven.
34 puñaladas. El proyecto que Wes Craven lleva a cabo con su saga de Scream parece tutelado por el halo de una convicción que puede sonar fúnebre: eso que llamamos “género” es una pasión que habría que declarar pretérita, algo que sólo se cultiva en el presente bajo el signo de la impostura. Si el género establece un horizonte cincelado en el juego oscilante entre la previsibilidad y el punto de fuga –cuya posibilidad, también presumible, se vuelve parte indispensable del mecanismo– Craven se dedica a describir con precisión la vanidad risible que subyace en un cine que insiste en el género como si se tratara todavía de una empresa posible. Por eso Scream 4 da la sensación de que gira en el vacío, de que, por no poder escapar completamente de la tara que señala, se encuentra por momentos metida de cabeza en un agujero con las patas moviéndose en el aire. En un movimiento insólito, el director dispone tres falsos comienzos con los que Scream 4 parece una máquina trabada, atragantada con el veneno de su propia conciencia. Los sustos en su película devienen en su mayoría en falsas alarmas, que se convierten a su vez en chistes. Craven, que tiene en su filmografía películas de culto pertenecientes al género slasher, quiere dar por terminado esa clase de cine proponiendo una maniobra cuyo barroquismo luce más vocacional que otra cosa: la enumeración no exhaustiva de antecedentes del género que se ofrece en Scream 4 va a parar al haber de citas cinéfilas con las que muchas películas actuales simulan las marcas de una inteligencia extra. Si en Craven la cinefilia pretende ser algo más, por ejemplo una señal con la que se advierte que el género no puede ser ya inocente, y que sin esa inocencia no tiene razón de ser, la cosa no aparece tan clara: debajo de todo su espesor metalingüístico, Scream 4 no se priva de proporcionar tres o cuatro escenas de asesinatos espectaculares que podrían pasar a integrar una probable antología del género. Apoyándose en su notable pericia técnica, el director es capaz de hacer surgir todo el horror posible que se desprende del aspecto físico de un cuerpo acuchillado, y es en esos momentos donde la película exhibe una especie de fe conmovedora en la solidaridad que se produce a partir de la identificación del espectador con el destino de las víctimas. Craven, al final, no es un cínico sino un cineasta cuya inteligencia parece llevarlo a un callejón sin salida aparente. De allí las fluctuaciones de una película que parece postular el abaratamiento por repetición de sus materiales, al mismo tiempo que se vuelca con el énfasis de un creyente apasionado a producir escenas de alto impacto como si se lo estuviera haciendo por primera vez. O como si una casi olvidada frescura original pudiera ser reeditada sin lamentar la ausencia de aura alguna. De pronto, en Scream 4 advertimos que su director podrá no creer en la supervivencia del género pero parece creer en el núcleo humano de sus personajes y de su suerte. En el medio del pánico, en una secuencia que se convierte en comedia por acumulación pero que no termina nunca de ceder completamente a la risa liberadora mediante el ajuste incesante del grado de violencia, las dos mujeres que se disputan secretamente al comisario (su propia esposa y su compañera policía) se echan miradas furibundas tras las que se prometen mutuamente, sin emitir palabra, una tregua hasta que el enemigo común sea derrotado (ese omnipresente asesino cuya máscara parece tallada a partir del horror existencial presente en El grito de Munch). En momentos como esos Craven nos convence de que puede filmar cualquier cosa que se proponga: su habilidad para la disposición de los planos es aguda y su manejo de los actores es notable. En esta ocasión ha diseñado una comedia trágica de la vida mientras da muestras de su disconformidad con los géneros apelando a uno de los más codificados y mecánicos que existen. Lo que nunca acaba de hacer es de manifestarse abiertamente en contra. No era estrictamente necesario, pero la película pierde algo del aire desafiante que prometía casi como en un susurro. Todo no se puede.
Signos de los tiempos Esta nueva entrega, que busca revitalizar una saga con más de quince años de antigüedad, es el dilema que atraviesa el terror para renovarse y encontrar un nuevo camino. Habría que agradecerle más que nada a Scream 4 el constituir una de las primeras películas que nos brinda Hollywood que permite pensar seriamente el cine, aún desde sus numerosos defectos y su medianía. Hay en el filme una voluntad innegable por analizar distintas variables cinematográficas y usarlas en su provecho. Indudablemente, ni el guionista Kevin Williamson ni el director Wes Craven retornaron sólo por el dinero. Sin embargo, había varios problemas a afrontar desde el comienzo, siendo el principal el paso del tiempo, con todo lo que eso implicaba. En su momento, Scream y (en especial) Scream 2 revitalizaron el género del terror desde una perspectiva posmoderna y autoconciente en los mejores sentidos de los términos. Pero quince años han pasado, que incluyeron una tercera parte bastante mediocre; copias, como Sé lo que hicieron el verano pasado; parodias, como Una película de miedo; las reversiones del terror oriental (La llamada, El grito, Llamada perdida, El ojo del mal, Imágenes del más allá); la nueva onda del terror vinculado a la visión pasiva de la tortura (El juego del miedo, Hostel); las remakes de los clásicos de los setenta y ochenta (Pesadilla en la Calle Elm, Viernes 13, Cuando un extraño llama, La última casa a la izquierda, La masacre de Texas); el registro digital de experiencias supuestamente reales (El proyecto Blair Witch, Actividad paranormal); la construcción formal cuasi tecnológica de la muerte (Destino final); y hasta ciertos retornos a cuestiones vinculadas al clasicismo (La isla siniestra, Arrástrame al infierno). Lo que viene a revelar esta nueva entrega, que busca revitalizar una saga con más de quince años de antigüedad y diez fuera del circuito, es el dilema que atraviesa el terror para renovarse y encontrar un nuevo camino. Se trata de un género primario, que recurre a emociones básicas, como son el miedo, el temor o la angustia, y no tan desarrolladas como en los casos de la comedia o el drama, que desarrollan dispositivos más intrincados para conectarse con el espectador. Por lo tanto, las variables que usa son bastante simples, pero a lo largo de los años no le ha quedado más remedio que irse complejizando, incorporando elementos psicológicos, culturales, políticos, sociales, etcétera. Scream 4 busca hacerse cargo de estos interrogantes, pensando la cuestión del registro, de la ausencia de reglas como norma, de la cada vez mayor insensibilidad de los espectadores, de la interacción a través de las tecnologías como internet o los celulares, de la necesidad de volver a solidificar los argumentos en vez de las matanzas. Lo que pasa es que por momentos se muerde la cola o no pasa de la ironía muy fuerte, pero sin productividad, a diferencia de las dos primeras partes. Donde más probablemente se note esto es en el final (acá es posible que revele aspectos que pueden problematizar la visión, así que cuidado al leer). Scream 4 tiene la chance de un final oscuro, donde triunfe el mal de la mano de la traición, la hipocresía y el ansia de fama. Era también la oportunidad de pasar la posta en la saga y colocar en el protagónico al villano, problematizando y profundizando en su figura. Pero el filme elige la salida más fácil y cobarde, perdiéndose la oportunidad de una verdadera renovación. Si Scream 4 no consigue darle al cine del terror el impulso que necesita, no deja de apuntar cuestiones interesantes, simples en las mayorías de los casos, pero que muchos cineastas parecen ignorar, que hacen al cuidado por los personajes, la vitalidad y arrojo en la puesta en escena, y la vocación por el cuidado del relato. Como pocas veces en los últimos años, un filme refleja las carencias y posibilidades no sólo del terror norteamericano, sino incluso de Hollywood.
El mayor dilema que nos enfrentamos ante este tipo de producciones, que se convierten en saga, como sucede con la número 4 de “Scream”, es que todas terminan con el guiño de ser un posible principio de otra más. Cuál será la última. ¿Es necesario que Rocky se despida en la sexta entrega, desde el cuadrilátero? ¿Habría que descuartizar a Freddy Krueger e incinerar los pedazos, para que no vuelva? Son muy pocos los casos en la historia del cine en que las continuaciones logren el mismo nivel de excelencia que la original. Sólo puedo recordar la trilogía de Francis Ford Copolla con “El Padrino” (1972, 1974, 1990), o lo que finalmente fue la trilogía sobre el amor de Dennys Arcand, donde se repiten los personajes que habían aparecido en “La Decadencia del Imperio Americano” (1986), seguido con “La Verdadera Naturaleza del Amor” (1993) y finalizado con “Las Invasiones Bárbaras” (2003). Entre otros pocos ejemplos. Digo, no sería un dilema si la originalidad tuviera presencia en cada fotograma, o por lo menos en cada secuencia narrativa, o una vez en cada una de ellas, pero sólo estamos frente a actualizaciones temporales y tecnológicas, habida cuenta que han pasado 10 años de la última entrega. Aparecen teléfonos celulares de última generación, cámaras digitales. Internet, Facebook, Twitter, etc. No se puede negar que “Scream 4” es inteligente, explota la franquicia instalada por la primera de la saga, la exprime y le saca buenos réditos artísticos. Vuelven a trabajar juntos el director Wes Craven y el guionista Kevin Williamson, esto explica que de lo mejor del filme sean los constantes diálogos entre aquél filme original de 1996 y este, salteando por suerte las dos del medio. Todos estos elementos son prueba cabal de las intenciones tanto creativas como de rendimiento económico puestas en juego. Recordemos que la primera tuvo un costo de 14.000.000 de dólares, y recaudo, aproximadamente, 173.000.000. El texto vuelve a jugar paródicamente con el género en el cual se instala, a punto tal que el terror no aparece, pero si las risas, el chiste oportuno, aunque previsible. Al igual que toda la producción, sólo el giro del final puede deparar alguna sorpresita, pero más por desatención del espectador que por una vuelta de tuerca creativa o inaudita. La historia es así de simple: Sydney Prescott (Neve Campbell), la sobreviviente de las matanzas anteriores, vuelve a su pueblo natal a presentar el libro sobre su biografía, allí se reencontrará con el ahora devenido Sheriff Dewey Riley (David Arquette) y su segura futura ex esposa, la ex periodista Gale Weathers – Riley, (Courteney Cox), los otros supervivientes de los asesinatos anteriores. A ellos se les sumara una caterva de adolescentes que crecieron a la luz de los relatos del espanto de los gritos nocturnos, entre los que se encuentra la prima de Sydney, Jill (Emma Roberts), cuya inclusión esta más que forzada y con varios intentos de justificación. Conflictos y acciones usted ya puede imaginarlos. Los fanáticos de este tipo de temáticas y género posiblemente salgan satisfechos, pero sabemos que hasta las mejores ideas cuando se fanatizan pierden objetividad y eficacia.
El grito sangrado que sigue vigente La cuarta de la saga sigue el camino trazado por sus predecesoras: grandes dosis de humor negro, asesinatos de adolescentes, diálogos filosos, referencias a otros films y nuevas reglas que le dan un toque contemporáneo. La serie Scream, que tuvo su primera entrega en 1996, fue la responsable directa del revival del slasher, ese subgénero de asesinos psicópatas y enmascarados, con predilección por las víctimas adolescentes, que tuvo su apogeo entre los ’70 y los ’80, y del que su director, Wes Craven, había sido una de las figuras clave con Pesadilla en lo profundo de la noche y con la gestación de uno de sus íconos más recordados: Freddy Krueger. Un subgénero que para los ’90 ya había entrado en decadencia y que, gracias al éxito del primer film de la serie, produjo dos secuelas e inspiró varías películas como Sé lo que hicieron el verano pasado o Leyenda urbana (que a su vez, como es la norma, tuvieron sus respectivas secuelas), antes de que el mismo revival sufriera su propia decadencia. Lo que distinguía a Scream de sus imitadoras, y le daba un valor agregado, era la autorreferencialidad, la propia conciencia explicitada de pertenecer a un género donde los personajes (fanáticos a su vez de las películas de terror) citaban sus reglas mientras las seguían al pie de la letra, aun para su desgracia. Esa fue una constante en una serie que desde el comienzo se planteaba antes como una parodia de los slasher, aunque sus films también pudiesen funcionar como tales. Una década después, la saga se reabre, y si las circunstancias (la progresiva baja de calidad de casi todas las series de este tipo a medida que se suman las secuelas) no permitían albergar muchas expectativas, lo cierto es que Scream 4 es bastante más de lo se esperaba. Ya se sabe que los slashers no necesitan excusas a la hora de añadir capítulos, pero la historia se reinicia sin parecer demasiado forzada. Scream 4 sigue el camino trazado por sus predecesoras, con el humor negro, los asesinatos brutales (aunque no demasiado ingeniosos) de adolescentes salidos de algún éxito televisivo, los diálogos filosos, las referencias a otros films y nuevas reglas que se vienen a sumar para darle un toque contemporáneo. El fuerte sigue siendo, además de la sangre derramada, la autorreflexión que permite al fan jugar con los datos sin que se transforme en un chiste para especialistas. Cerca del final, la protagonista y eterna acosada Sydney (Neve Campbell) formula la que para ella sería la primera regla de las secuelas: “No jodas con la original.” Una regla que Craven y el guionista Kevin Williamson (el mismo equipo creativo desde el comienzo) trataron de seguir como para que ahora sea posible una continuación bastante digna.
No me engañes, terror era el de antes El peor error que se puede cometer para ir al cine es hacer cara o cruz cuando se está indeciso. Más si del otro lado hay una propuesta que no dudarías en elegir de no ser porque se va acompañado a la sala (no diré cuál era la otra opción). Lo cierto es que al momento de dejarlo en manos del azar, lamentablemente ganó Scream 4, película a la que servidor no le daba ni dos centavos, y finalmente terminó corroborando que por lo menos en los prejuicios todavía es efectivo. Resulta ser que esta cuarta parte sobre Ghostface es un refrito disfrazado de crítica cool. La fórmula de la primera parte, sí buena, resulta reciclada y por ende desaprovechada. No sólo repiten el reparto, sino que con el mismo intentan trazar un puente que lo conecte con la nueva generación de actores. Digo, desde mi humilde lugar: ya que estamos, ¿no era más rentable hacer una remake? "Nueva década, nuevas reglas", reza la promoción del filme... ¿y las nuevas reglas? Lo que pasa es que la película está tan preocupada por no ser como las demás cintas de terror que recurren a la saga como elemento narrativo, y respetar ese culto que logró levantar en torno a sí misma (las constantes aluciones a esa "Puñalada" y todas sus secuelas son un tono crítico evidente, aunque ambiguo), que termina siendo repetitiva, y con esto aburrida. Los mismos personajes aseveran que se está respetando la trama de la primera parte, y terminan anticipando el final con un guión que además de malo es estupidizante. Si a eso le sumamos la catarata de clichés y lugares comunes a los que recurre, tenemos algo así: fórmula gastada + recurso de la repetición (cuasi radiofónico) + lugares comunes + incorporación de actores semi-coll = un bodrio más. Sí señores, en Hollywood lo volvieron a hacer, y evidentemente van por más. Neve Cambell y David Arquette reaparecen para servir de factores de confusión, más otro par de actores que están ahí también para eso, para distraer. Lo curioso es que el público (sacando a esa casta especial que son los devotos de un film/saga específico, lo cual es totalmente respetable) se se pueda llegar a sentir bien con esta película. Porque Scream 4 intenta engañar al espectador constamente. No sólo se preocupa porque quede claro el mensaje de "ojo eh, que si ves clichés o algo reciclado es porque estamos criticando a los guionistas de Saw o Jason, somos re frescos y hacemos guiones cool, y encima nos damos el gusto de homenajearnos", sino que pretende que el que está viendo la cinta se sienta un estúpido en el final. Una cosa es querer distraer, pero siempre intentarlo es demasiado, y más si el desenlace termina siendo cualquier cosa, lo cual termina denostando que la única finalidad de la película era reaparecer para 1) actualizarse cual usuario que apreta F5 en su computadora, y 2) hacer creer a dicho usuario que es un imbécil por a) comprar la entrada (o en un futuro alquilarla o perder tiempo descargándola de internet) y b) porque lo engañó el que resulta ser Ghostface en esta entrega. En fin, Scream 4 es tan mala que hace que, de paso, odies las tres primeras partes también. Todo confluye en un sinfin de recursos excedidos en sí mismos, con algún que otro sobresalto (hay que reconocer que la masacre en la casa está bien lograda, aún cuando al inicio de la cinta se critica que en Saw IV sólo se muestra sangre porque sí) y el reinvento/insistencia respecto al personaje épico que se logró con la saga. Lo peor encima es que Scream 4 se la da de valiente por darle palos a las cintas de terror de ahora (lo cual no es difícil, lo puede hacer cualquiera), lo que demuestra que Wes Craven realmente está convencido que cerró las puertas de la era gloriosa del buen cine de terror. No te engañes Craven, o mejor dicho, no nos quieras engañar a nosotros.
Algo más que simplemente sangre Wes Craven, sabe por diablo pero aun sabe más por viejo. Entonces con sus muchos (para que aclarar) años a cuestas y una pila de películas de terror en su haber decide continuar una de las últimas grandes sagas del cine de terror. Para eso junta a sus viejas glorias (más viejas que glorias) y algunas ignotas caras nuevas para retomar la masacre del pueblo de Woodsboro. Este regreso es justo, y por fortuna, divertido. Esta continuación no resulta innecesaria como tantas otras que han abundado en este último tiempo en este comercial revival de la melancolía (¿para cuándo Cortocircuito 3? Cierto, este año sale su remake) porque es conciente de que pasó mucha agua bajo el puente desde la tercera parte y juega con eso. Su comienzo establece absolutamente lo que Wes Craven y Kevin Williamson (guionista en todas la saga) pensaron para toda la película. Sangre, humor, y mucho cine dentro del cine. Por eso en ese comienzo digno de un juego de cajas chinas con una película de Scream ("Stab") dentro de la misma película y los comentarios acerca del porn horror (del que sacó mucho rédito la saga El Juego del Miedo) nos define lo que Craven piensa y desea hacer. Hablar del estado del cine de terror, de las sagas, del abuso de las remakes (que espejismo fue El amanecer de los muertos!), de la repetición de momentos que hacen a este género tan obvio pero aun así, tan divertido. Pero no todo es extraordinario, no hay que pensar que esta divertida película es una obra maestra. La extensión innecesaria del final, el abuso por momentos del humor y de las referencias cinéfilas no deja respirar a la película, transformándola en un regodeo cinéfilo (quizás por eso tuvo en general tan buena recepción por parte de la crítica), saturándonos con lo que al comienzo disfrutamos tanto. Esta idea de ser conciente de todo y remarcarlo (y remarcar que uno desea remarcarlo) es más redundante que auto conciente. Esperemos esta sea la última de la saga porque se acerca cada vez más a Scary Movie que a Halloween. Y no hay dudas acerca de cuál es la mejor de ambas.
NO ES UNA CRÍTICA Scream fue una parodia respetuosa del género; te asustaba evidenciando las tácticas del cine para asustar. Gracias a esta ambigüedad se convertía en una comedia con delay; te reías después de pegar el salto con eso que la película te mostraba ridículo y gastado. La segunda fue una parodia de las secuelas y se salvaba reconociendo su deuda con el éxito de la primera. Y la tercera… Bueno, con la tercera había que decir algo sobre las trilogías pero el truco de la auto-referencialidad a Wes Craven se le complicó bastante y terminó en cualquiera. Siguiendo esta lógica, Scream se reinventaría las veces que sea. Mientras se tenga al fantasma asesino, las entregas pueden clonarse con alteraciones temáticas hasta que no se sepa cuál le sigue a cuál. Pero Scream 4, felizmente, niega su potencialidad de reciclaje. Implosión curiosa, se trata de una autoconciencia al cuadrado, bien clara desde las primeras escenas. Cuarta parte que busca anular su continuación o al menos atajarse diciendo que sería un sinsentido. Pero además de negar su futuro, Scream 4 también desconoce el patrón narrativo de las anteriores, pensándose como una mitología del consumo eterno. Agarra todas las temáticas que le hubiesen servido para pechar hasta un Scream 10 y las comprime en un archivo .rar. Lo que queda no sólo es una parodia de las sagas, también de las remakes, de los revival, de los homenajes, del merchandising, de los falsos documentales, de los nuevos soportes de difusión, de las adaptaciones literarias, de los libros basados en películas de adaptaciones literarias y hasta de las películas sobrecargadas. Con este despilfarro suicida uno se queda tranquilo: Wes Craven filmó una cuarta parte porque le encontró la vuelta al cinismo, porque supo esperar y ver qué pasaba con los modos de producción. Una vez esclarecido el panorama, asumió que había excusas, pero excusas desconcertantes, con doble filo. Semejante honestidad enfermiza alcanza para ver al fantasma matando gente linda una vez más. Ahora queda una intriga: ¿serán tan caraduras como para hacer otra?
SIDNEY, LA MUJER INMORTAL El retorno de Wes Craven a la dirección de una nueva cinta de la saga de "Scream", aunque no es la mejor de la serie, es una satisfactoria representación del éxito de las primeras entregas, con los suficientes giros narrativos y los condimentos sangrientos que caracterizaron a las películas pasadas. Sidney Prescott decidió, luego de diez años de los traumatizantes acontecimientos, regresar a Woodsboro para reencontrarse con su vida y publicar un libro de auto-ayuda sobre la manera en la que ella logró superar el pasado. Al mismo tiempo que lo hace, Ghostface vuelve a aparecer, intentando nuevamente asesinar a la víctima original de los hechos. La película se introduce de una manera muy original y haciendo referencia pura al tono paródico y auto-crítico que caracteriza a la saga, dando alusión a las múltiples e innecesarias secuelas que Hollywood realiza de las cintas de terror (parece poco serio que ésto lo diga una saga que volvió a tocarse por falta de ideas, luego de 11 años y con una cuarta parte), sin duda alguna los mejores momentos de esta propuesta. Luego de ésto, se van presentando a los nuevos personajes, sus ambiciones y personalidades, mientras que también, a quienes vuelven a aparecer y sobrevivieron en las películas pasadas. Es en estos momentos cuando se van planteando las diferentes pistas que ayudarán al espectador a encontrar al autor de los asesinatos con rapidez, o a desarrollar una imprevisibilidad que no arruine la experiencia. El guión es lo suficientemente ingenioso como para guardar las sorpresas hasta el final. Es así como la cinta se remata, como en las demás entregas, de manera inteligente y con un despliegue visual plagado por los cuchillazos, algunos disparos y por supuesto, por chorros abundantes de sangre. Las referencias a otras películas del género están presentes, al igual que algunos nombres cruzados de los personajes y una parodia ingeniosa, pero algo sobre expuesta, al cine de terror (todos, absolutamente todos, hablan de películas de terror aquí, hasta el policía que está vigilando la casa de Prescott, quien aparece muy poco, tiene claros los movimientos y los clichés del género). Esta exageración y autorreferencia produce dos cuestiones totalmente opuestas: por un lado incrementan el disfrute de la cinta. El comienzo y cada una de las charlas que se van escuchando entre los personajes principales respecto a este tema son muy divertidas y presentan chispas y señales que lograrán identificar quienes hayan visto la innumerable cantidad de cintas que aquí se nombran. Pero también, produce que la película entre en un bache que le es muy difícil de salir. Las razones que se explican al final sobre el porqué del accionar de la persona detrás de la máscara le restan originalidad y creatividad a la historia, en especial porque se hace referencia mucho a la primera película y se repiten bastantes situaciones que sucedieron muy similarmente en el film original. Las actuaciones son otro factor que por momentos no van de la mano de la historia. Neve Campbell (Sidney) interpreta a la duro de matar femenina, que se recupera automáticamente de los golpes. Ella está correcta en su rol, mantiene el mismo grado de inexpresividad que caracterizó a su personaje en las pasadas películas. David Arquette (Dewey) aparece poco, pero está correcto, mientras que Courteney Cox (Gale) también está bien en su personaje. El problema aparece en las nuevas caras, en especial Emma Roberts, quien tiene un papel muy complejo y difícil y quedó a mitad de camino al no transmitir los matices necesarios de su rol. Wes Craven sabe filmar historias de terror, sabe atraer la atención de su público y mantenerla intacta hasta el final (aunque el mismo sea una decepción). "Scream 4" es una enroscada, sangrienta y divertida cuarta parte de una saga que necesita un cambio para continuar. Una película que satisfacerá a los seguidores del director y de la serie, pero una que dejará un sabor amargo a quienes vayan a buscar la originalidad perdida de la primera parte. UNA ESCENA A DESTACAR: comienzo.
Clásica e innovadora entrega que revitaliza la saga Lo primero que tengo que decirles es que tengo debilidad por esta saga. Es bueno ser honesto, y para no pecar de subjetivo en exceso, es interesante poder aportar el conocimiento de la triología previa para poder evaluar este regreso de Wes Craven y los actores que nos asustaron en serio, en aquellos dorados 90. Y digo dorados, porque siento que el cine de terror está estancado y estratificado con pocos matices y escasos buenos libros en este nuevo siglo. Me gustó "Saw", más allá de la carnicería que propuso en cada entrega, porque (al menos varias de sus entregas) proponían un análisis moral sobre el personaje principal, y elegían un camino determinado (el gore) para cumplir su objetivo: impactar a la audiencia. Después, hay miles de películas clase B que podría nombrarles en las que nada se destaca en particular y que son todas carne de videoclub o cable directo. Dentro de la pobreza que aparece en este género, el regreso de "Scream" era esperado. Wes Craven es un director de aquellos. Lo interesante es que en los 80 se destacó por cierto cine más proclive al misterio y lo onírico (como "Nightmare on Elm Street" o "The serpent and the rainbow") y en los 90 tomó una dirección más moderna con "Scream" donde volvía al espíritu clásico de las películas de suspenso y lo ensamblaba con una búsqueda policial inquietante dentro de una atmósfera que permitía algo de humor y mucho sarcasmo a cada fotograma. Esta cinta, recordemos, se tomaba en broma a sí misma y parafaseaba sobre los clásicos argumentos que en esos años desfilaban por el cine de terror de moda. O sea, había un guiño inteligente para el espectador y para el fan del género. Además, claro, estaba la aparición de "Ghostface", figura icónica de los 90 porque era una de las primeras que salía herida atacando a sus víctimas y distaba mucho de ser un asesino prolijo o cuidadoso. Tenía su estilo, digamos... Este criminal en serie siempre traía una sorpresa, y los sufridos protagonistas tardaban mucho en descubrirla... Y terminaban bajo tierra. Pero bien, esos años han pasado, y Craven logró juntar a su cast original para encarar un relanzamiento de su franquicia... El resultado?.... Esperable. Digo, un director con oficio sabe que hacer cuando tiene el desafío de reinventar un saga que tiene más de diez años desde su última aparición. Adapta el lenguaje, toma los códigos de los jóvenes y adolescentes (el uso de internet y los celulares aquí es central), enriquece el cast con actores nuevos que dan el perfil para la masacre en ciernes y se dedica a homenajear a los históricos (Neve Campbell, Courtney Cox y David Arquette) dandoles un lugar no central, pero presente a la hora de las definiciones. Lo rico de Craven es que toma nota del tiempo transcurrido en cuanto a que se burla, en palabras (faltaba nombre y apellido) de todas las tendencias actuales en películas de terror. La secuencia inicial es absolutamente brillante, cuando las chicas debaten sobre el género, él les pone palabras a su pensamiento, grafica y presenta su concepto; se puede asustar con humor y giros del guión, atendiendo a las convenciones más primitivas del género, es decir, efectos de audio, planos de giro para descubrir al asesino, etc... Lo importante no es (pareciera decir) cuanta sangre manchará las butacas de la sala, sino la emoción y la curiosidad por ver como evoluciona el camino de búsqueda hacia la resolución del caso. En ese sentido, los amantes del género estarán satisfechos por partida doble, verán asesinatos (un poco más subidos de tono que los de las primeras entregas) pero seguirán las pistas con atención para tratar de descubrir quien es "Ghostface" esta vez. En líneas generales es un muy buen retorno y si bien los fans podemos sentir que esperabamos más (se dice que el metraje original del director es de diez minutos más, que esperemos estén en su versión DVD), no defrauda esta nueva entrega de "Scream", más si tenemos en cuenta que una generación entera accederá a ella por primera vez... La historia ya la imaginamos. Transcurre en Woodsboro, donde fueron todas las matanzas de "Ghostface". Sidney (Campbell) es ahora una escritora famosa en gira que visita la ciudad para promocionar su último libro de autoayuda. Da la casualidad (que extraño no?), que justo llega al pueblo un día después de los aniversarios de las muertes del criminal ya mencionado, diez años atrás. Los jóvenes locales se emocionan con la llegada de tan macabra celebridad, Sidney es admirada y odiada, por ser la única sobreviviente de la feroz matanza producida años atrás. A poco de arribar a la ciudad, comienzan las muertes, con el mismo modus operandi de los tiempos pasados: la llamada, la máscara, las corridas, etc... Dewey (Arquette) es ahora sheriff de la ciudad, está casado con Gale (Cox) y estará a cargo de la investigación. Su esposa, ex escritora y reportera estrella de la televisión, ahora es una ama de casa frustrada porque dejó el periodismo por estar junto a quien amaba y no logra generar nuevos proyectos para su carrera. Cuando comiencen los asesinatos, Gale activará toda su vieja astucia para rastrear al culpable, haciendo una peligrosa búsqueda paralela a la de la ley, curiosamente representada por su marido en el otro bando... Sidney tiene familia en Woodsboro, su tía y su sobrina, al desatarse la tragedia, ellas serán potenciales víctimas de un asesino que emula los derroteros de sangre de los predecedores, el espiral de muertes irá en ascenso mientras todas las fuerzas en cuestión se enfrentan buscando respuestas a los enigmas que cada crimen deja a su paso. Y no quiero anticiparles más. Si son fanáticos del género o de la saga, es un producto digno que hay que ver. En cambio, si solo son espectadores casuales que no han visto las anteriores, les recomendaría ir preparados a verla, habiendo visto, por lo menos, la anterior, de manera de no perderse los guiños de la trama. Los 90 que parecían lejanos, cobran vida y nos tenían reservada esta sorpresa, "Scream" está de vuelta con nosotros. Da miedo no?!
El columnista insiste con su prédica. Persiste. Todos están equivocados cuando se quejan de que “no hay nada para ver” y lloran por el “estado actual del cine estadounidense”. Hay mucho, y muy bueno. Es más, el columnista propone un sensacional cuádruple programa. Habitualmente, muchos críticos usan expresiones como “entre la pobreza de la cartelera se destaca...” o “brilla tal o cual cosa entre la medianía de los estrenos”. No tengo ganas de discutir esas expresiones demasiado automáticas, sino de ofrecerles un menú bien balanceado para que redescubran el placer de ir al cine (el placer de la emoción, la reflexión, la diversión y la pasión). Empiecen a la tarde, pero temprano, cerca del mediodía (una hora rebelde para ver películas más bien nocturnas) por Scream 4, el regreso de una saga mucho más reflexiva que sangrienta. Uno de los grandes directores que ha dado el género de terror, Wes Craven, sabe jugar con el componente cinéfilo freak y con eso hacer algo así como una metacomedia de terror, o un film cómico de metaterror. Scream 4 está todo el tiempo rizando el rizo con sustento intelectual disfrazado de gritos. Lástima que Courteney Cox se haya convertido en alguien que –ridículamente– intenta engañar al tiempo y haya terminado con el labio superior inmóvil. Por suerte, hay grandes golpes (no ejemplifico con claridad para no revelar nada) bien dados, hilarantes y a la vez genuinos. Tan genuinos como la calidez de Neve Campbell. Luego continúen con Culpable o inocente, un thriller judicial de personajes creíbles. Sí, creíbles: pero no por un realismo sucio y sin glamour sino porque cada actor es conciente de su condición y, un poco a la manera de las estrellas clásicas, incorpora su carisma estelar para componer un ser humano reconocible, a la vez que no reniega de su brillo y de su fotogenia. Matthew McConaughey, Marisa Tomei y William H. Macy nos dejan con ganas de más. Comprueben lo que son actores en estado de gracia, fluidos, en una película lanzada a velocidad, con mucha cámara en mano, que acompaña la sensación de urgencia planteada por diálogos afortunadamente mucho más inteligentes que los de la vida real. Lejos de categorías-yunque como “obra maestra” o “imprescindible”, Culpable o inocente es una de esas películas que nos recuerdan porqué nos gusta tanto esto de ir al cine. Por más que tanto Scream 4 como Culpable o inocente tengan componentes de comedia, ninguna maratón de cine está bien balanceada si no hay una comedia cabal. Y eso es Una esposa de mentira, la mejor película-Sandler desde Como si fuera la primera vez (2004). Pero cómo, ¿a este columnista no le gustaba Funny People? Sí, por supuesto, pero esa no es una película-Sandler sino una película de Judd Apatow con Adam Sandler. Una esposa de mentira está dirigida por Dennis Dugan, el máximo director de las películas-Sandler (actuadas, producidas y dominadas por Sandler). Una esposa de mentira es una comedia de enredos e imposturas (en un momento hay tres o más mentiras enroscadas entre sí). Una esposa de mentira es una remake de Flor de cactus, de 1969, a su vez basada en una obra de teatro. Pero Una esposa de mentira, como muchas otras remakes (todos están equivocados cuando se quejan y se quejan de las remakes antes de verlas) es una película singular, de una singular etapa de Sandler: en Son como niños, en Funny People y en esta película, Sandler interpreta a millonarios. Ya van tres películas en la que Sandler se permite bromear con el dinero. Y como todo espectador realmente lúcido sabe, no hay nada más serio que las bromas de las buenas comedias. Y Una esposa de mentira se mete también con la obsesión por las cirugías, y le premite a Jennifer Aniston jugar –como comediante filosa– de igual a igual con Sandler (el intercambio de agresiones en la primera presentación de Aniston como esposa es ejemplar, pero hay mucho más). Por último, para completar el día y ahorrar un poco de dinero, les recomiendo una película en DVD, la comedia agridulce Cyrus, con John C. Reilly, Jonah Hill, Catherine Keener y... Marisa Tomei (seguro que se quedaron con ganas de más Marisa luego de Culpable o inocente). Cyrus es una de esas comedias pequeñas, de tono un tanto enrarecido, reconcentradas sobre pocos personajes y pocas peripecias. Una película ideal para bajar la adrenalina de lo que vieron en el cine si siguieron estos consejos, quizás tan equivocados como los de los que afirman que “la cartelera es un desastre”, pero brindados por alguien que se pone en momentos como este, a punto de salir para el cine para ver Rápidos y furiosos: 5in control y comprobar si es tan buena como afirman varios amigos.
Meta-terror posmoderno Cuando en 1996 se estrenó la primera Scream, Wes Craven y el guionista Kevin Williamson le dieron al cine de terror el shock necesario para reanimar el género y al mismo tiempo reflexionar sobre él. Más allá de las citas y de la autoconciencia sobre los clichés típicos de las “slasher movies” y sus reglas (lo que permitía que el creador de Pesadilla se riera también de sus propios films) la película era protagonizada por los mismos adolescentes que miraban esas slashers y se sabían todos sus trucos de memoria. Conciente o inconcientemente, Craven y Williamson retrataban a una generación específica, aquellos adolescentes frutos del posmodernismo que absorben elementos de la cultura pop y hacen del material ajeno algo propio. Con esa idea la dupla director/guionista se salió con la suya en dos ocasiones más (aunque la tercera contó con Williamson solo como productor y eso se nota) hasta llegar a esta cuarta entrega, estrenada casi diez años después de la anterior. Scream 4 arranca con dos chicas adolescentes discutiendo sobre películas de terror recientes como la saga El juego del miedo y Hostel, quejándose de cómo el genero fue reemplazado por la tortura y el shock, hasta que aparece la clásica llamada de Ghostface (“¿Whats your favorite scary movie?”) y la posterior mutilación de dichas jovencitas por parte del asesino enmascarado. Ah, pero no era Scream 4 lo que estábamos viendo sino Puñalada 4, el film dentro del film que sirve como parodia/espejo de la película principal. Ahora tenemos a Anna Paquin y a Kristen Bell frente a una tele hablando de las películas de terror posmodernas que se la dan de cancheras parodiándose a sí mismas y al género en general ¿Ya empezó Scream? No señor, el titulo dice Puñalada 5, el film dentro del film dentro del film. Y así sucesivamente, hasta que de una vez por todas aparece con toda la pompa el titulo SCREAM 4. Es un comienzo ingenioso que da la pauta del carácter autorreferencial que caracterizó siempre a esta saga, pero también supone una apuesta: que la película que ahora empieza constituya algo nuevo, que no caiga en las trampas en las que caen las secuelas en el cine de terror, y acá es cuando se ven los problemas de esta cuarta parte. Cuando ya sos conciente de la autoconciencia ¿Tiene sentido seguir siendo autoconciente? Estos diez años que pasaron entre la anterior Scream y esta cuarta parte no sólo daban el pie para comentar el estado del género, con la proliferación de films de “found footage” al estilo Actividad paranormal o el “torture porn” ya citado en el inicio, sino que permitían generar nuevas reglas y hasta un interesante comentario acerca de las remakes que buscan repetir el éxito del film inicial, pero no, porque más allá de algunos chispazos de ingenio (después de todo Craven sabe moverse en estas aguas) otra vez nos encontramos ante las repetidas desventuras de Sydney Prescott junto al policía Dewey y la (ahora retirada) periodista Gale, descubriendo al nuevo responsable de los asesinatos de Woodsboro al mejor estilo Scooby Doo mientras escapan de sus ataques. Muy vivos que son, tanto Craven como Williamson sabían que volver a las glorias pasadas era una tarea difícil, por eso deciden sobre el final de la película relegarle a Sydney una frase que resume todo el proyecto: Never fuck with the original. No hacia falta aclarar lo obvio, Wes.
Scream fue una deliciosa sorpresa que apareció en 1996 y sirvió para revitalizar el género del terror (en especial el slasher, que había quedado archivado desde hacía una década). Lo particular de Scream era su humor negro y su tono autorreferencial - los protagonistas combatían a la amenaza de turno utilizando sus conocimientos sobre cine de horror -. El filme tuvo una repercusión tan notable que revivió la carrera del director Wes Craven y presentó al mundo a Kevin Williamson, un guionista que parecía destinado a dejar una huella profunda en la historia del cine. Y si bien Craven y Williamson arrancaron muy bien, la dupla terminaría cerrando a gatas la trilogía de Scream, dando muestras de un evidente agotamiento de ideas. Ninguno de los dos haría algo decente durante los siguientes diez años, incluyendo su tan esperado regreso al género con Cursed (2005) - una de hombres lobos que fue despedazada primero por el estudio y más tarde por la crítica -, y todas las señales daban a entender que el dúo había perdido la magia. Scream 4 es el regreso de Craven y Williamson a la franquicia que les diera gloria, y es una intentona bastante sólida. Definitivamente no rompe ningún esquema - como lo hiciera Scream 15 años atrás -, pero al menos está mejor escrita que Scream 3. Ciertamente hay algo de desilusionante en esta cuarta parte. Considerando que han pasado más de 10 años, la dupla podría haber desarrollado algo mucho más original. El filme insiste en hablar de reboot - relanzamiento - de la serie, diciendo que es una nueva década y hay nuevas reglas... pero todo lo que pasa en pantalla es la rutina habitual de la saga. Matan a alguien, Sidney se ve mezclada, el trío de siempre es perseguido por el ghostface de turno, hay bromas sobre el cine de terror, etc, etc. Lo cual no quita que Scream 4 no sea entretenida. De vuelta está Neve Campbell, que se ve como una veterana con cara de nena, y está el matrimonio de la vida real de Courtney Cox y David Arquette, ella pasada de botox y él demasiado serio para su antiguo papel. Hay un comienzo realmente bueno - ficción dentro de ficción dentro de ficción -, en donde los protagonistas de turno intentan sacarle el cuero al género de tortura porno y a los filmes como Saw, aunque los chistes resultan algo tibios. Ahora la novedad es que el asesino acosa a las victimas usando celulares y cuentas de Facebook y Twitter. Ya que no ha quedado nadie vivo de la camada vieja, el libreto mete con calzador a una tia / sobrinas / primas de Sidney (que hacen de carne de cañón para ghostface), y aparece otro traga de filmes de terror que cumple con la cuota auto referencial que antes aportaba Jamie Kennedy. Todo esto culmina en una primera hora prolija aunque algo insípida, ya que la gente nueva es menos interesante que los protagonistas históricos de la saga. En donde Scream 4 realmente despega es en su media hora final, en donde el libreto empieza a disparar munición gruesa - comenzando con el choque de los patrulleros con ghostface, y siguiendo por la batalla campal final -, y donde Williamson - Craven recuperan el vuelo de los filmes anteriores. El humor y los shocks funcionan, y si hay algo que reprocharle es el discurso final del asesino, que es demasiado largo y rebuscado. Hay momentos en esa media hora final, en donde el filme amenaza salirse de la regla - por ejemplo, convirtiendo a Sidney en el asesino, lo cual hubiera sido impactante -, pero no pasa mucho tiempo antes de que nos demos cuenta que todo sigue por los habituales carriles, sólo que han sido debidamente maquillados como para que no se note el gusto a reciclado. Scream 4 es un buen entretenimiento. No rompe reglas, no cubre territorio nuevo, pero está ok. Es probable que sea la última vez que veamos al trío de siempre en acción, ya que el resultado en taquilla fue bastante decepcionante - costó 40 millones y recaudó 90, algo muy tibio para una saga reconocida y una secuela esperada desde hace 10 años -, y dudo que se animen a disparar una nueva trilogía en base a semejantes números.
Basura 2.0 Scream 4 es la renovada secuela de la ya conocida historia de Sidney Prescott, que luego de todos los horrores que le ha tocado vivir, decide volver a su ciudad natal en Woodsboro, para promocionar el libro que cuenta como ha podido superar las atroces muertes que siempre han rodeado su vida. La película vuelve a reunir a Wes Craven como director, junto al trío protagonista, Neve Campbell, Courteney Cox y David Arquette, más una legión de jóvenes de moda en la selva Hollywoodense como Hayden Panettiere, Emma Roberts, Adam Brody y Kristen Bell entre otros. Por donde empezar... 1ro quiero decir que me sorprendió muchísimo ver buenas críticas sobre esta película, sobre todo de gente ligada al mundo del cine que respeto. Yendo directamente al film, voy a empezar a despotricar con la cuestión de que se promocionó como una secuela totalmente renovada, de hecho en los posters dice "Nueva Década, Nuevas Reglas" haciendo una obvia alusión a los nuevos medios de comunicación y redes sociales, una mentira descarada, ya que lo único nuevo que tiene Scream 4 es un montón de idiotas hablando de facebook, twitter o queriendo filmar los asesinatos que van sucediendo, pero de un uso inteligente de las redes sociales para infundir modernidad y terror 2.0 a la película, ni hablar. También pensé, quizás van a cambiar la forma en que "ghostface" (personaje de la máscara) opera, haciéndolo evolucionar hacia un asesino más calculador y divertidamente siniestro.... NADA... son los mismos psicópatas desequilibrados de Woodsboro, el pueblo con más psicópatas del planeta Tierra. Quizás los protagonistas originales aporten nuevos elementos interesantes a la trama.... NADA... Dewey (Arquette) sigue siendo el mismo salame de siempre, el peor sheriff del mundo del peor cuerpo de policías que alguna vez existió; Gale Weathers (Cox) se convirtió en una cuarentona patética que dejó muy lejos al personaje fuerte y atrevido que interpretó anteriormente, y por último, Sidney (Campbell) después de haber pasado por todas las persecuciones y muertes de los films anteriores, se mantiene como la tontona melancólica que no entiende nada de lo que está sucediendo, igual que siempre. Para resaltar, solo los primeros 20 minutos que son divertidos y a la vez siniestros, con varias alusiones al cine de terror. Leí por ahí que la taquilla no fue la esperada, por lo que no habría otra secuela de la saga, ¡gracias a Dios!, aunque es una lástima que termine de manera tan mediocre. Ojo, no menosprecio el valor que tuvo esta historia para el cine de terror (Scream 1, a lo sumo la 2), pero creo que es imprescindible, si en el futuro decidieran retomar, cambiar la dirección y el guión porque es realmente, basura!. Definitivamente no es recomendable ni para el espectador promedio, ni para los aficionados al terror, es solo para aquellos incansables melancólicos fans de la saga.
Han pasado diez años desde la última ola de crímenes que tuvieron a Sidney Prescott como protagonista. Esta década alejada de los diarios y noticieros les sirvieron para curar sus heridas, replantearse sus objetivos y escribir un libro catártico en donde relata su experiencia como una verdadera sobreviviente de la locura humana. Como parte de su gira promocional, Sidney deberá hacer una breve escala por Woodsboro, su ciudad natal, en donde se reencontrará con sus viejos amigos, el policía Dewey Riley y la periodista –ya ahora ama de casa- Gale Weathers. Sin embargo, ellos no serán los únicos deseosos de volver a verles: no bien ponga un pie en su barrio, un nuevo asesino enmascarado comenzará a cobrarse las vidas de la nueva generación de adolescentes del pueblo.
Grita que es un Horror! Y faltaba esta. Con toda esta ola de secuelas de fórmulas exitosas como SAW, HALLOWEEN, CHUCKY, FRIDAY 13TH, Scream no se podía quedar atrás. En esta nueva entrega, Kevil Williamson decide hacer algo parecido a lo que hace el grosso de John Carpenter con Steve Miner en Halloween H20. Plantea una historia donde Sidney Prescott, la sobreviviente de los asesinatos de Woodsboro, retorna a su pueblo natal para presentar su nuevo libro relatando su vida. Para ese entonces, nos encontramos con un Dewey que ahora es Comisario de la policía y una Gale Weathers que, casada con Dewey, busca resurgir su finalizada carrera de reportera. Y bueno, el resto creo que es fàcil de deducir: aparece un Ghostface que no sabemos quièn es que comienza a acosar a Sidney y liquidar adolescentes cuasi máquina haciendo chorizos. Las actuaciones de los protagonistas podrían haber sido mucho mejor que las que tuvieron. Creo que los casting para los nuevos “jóvenes”, a excepción del asesino y de Kristen Bell (HEROES, la porrista) el resto son de madera terciada actuando. Si bien los más veteranos hacen su parte, uno tiene la sensación de que pueden dar mucho más y no lo hacen. Por otro lado, la película tiene varios toques de humor y por momentos uno se ve empalagado de tantas situaciones semi graciosas empañadas por chorros de sangre intercalados por las muertes que van sucediendosé. Otro recurso del cual abusó la película son las referencias a otras películas, donde se vuelven a plantear reglas y hasta se burla de sí misma hablando de las eternas secuelas. Algo que tiene a favor la película, es tratar de emular la original. Esa sensación de que todo es como el inicio pero Sidney lo ve desde otro punto de vista, desde un costado, siendo su prima Jill la que toma ahora el papel de la acosada por Ghostface. La película está buena, es una más de Scream que por respeto al maestro del terror Wes Craven merece ser vista en el cine por los multiples sustos que nos brinda mientras la trama se va adentrando. No obstante, no vayan a esperar algo fuera de lo común, como dije, es otra Scream más, sólo eso. Si te gustaron las otras 3 andá al cine. Si buscas una peli de terror que te haga cagar las patas…mejor alquilate una en DVD.