Pixar se anota otro golazo y ya gana 11 a 0 En su undécimo largometraje, la mejor productora de la animación (¿y del cine en general?) consigue otra gema y rompe ese supuesto maleficio que asegura que toda saga se desploma en su tercera entrega. Aunque se le pueden encontrar algunos reparos (mínimos), este muy esperado regreso de Woody, Buzz y los otros encantadores juguetes vistos en los notables films originales de 1995 y 1999 no defrauda en absoluto. Un gran logro artístico que tendrá un seguro correlato en las boleterías de todo el mundo. Luego de aquel genial uno-dos de la ya muy lejana segunda mitad de los años ’90 (cuando la animación digital todavía estaba en una incipiente etapa de desarrollo), Pixar se tomó 11 años para recuperar a los personajes que le dieron fama mundial. La espera valió la pena. No hay aquí “reciclaje”, “piloto automático” ni “fórmula” (para eso véase la cuarta parte de Shrek). Toy Story es una gran comedia tanto en términos de humor físico como de diálogos con punch o de enredos bien construidos a partir de un guión de primer nivel. La discusión, por lo tanto, sólo pasará por si TS3 alcanza o no la categoría de obra maestra. Para mí, no. Pero tampoco se queda muy lejos. Hay algunas situaciones que se alargan un poco o ciertos pasajes de persecusiones que también parecen algo estirados (con 5 o 10 minutos menos probablemente la película ganaría en concisión e impacto). Pero éste u otros cuestionamientos son menores, casi insignificantes para un equipo creativo liderado por John Lasseter en el que lo verdaderamente importante sigue siendo contar una buena historia. Aquí la hay. La técnica jamás está por encima de la narración y, si bien hoy las herramientas son mucho más amplias y perfectas que hace 15 años, TS3 comparte el mismo amor por el cine que sus dos antecesoras. Llego casi al final de la crítica y me doy cuenta que no conté nada de la “trama”. Creo que no hace falta. Por las dudas, para aquellos que quieren saber “de qué se trata”, les digo que Andy ya tiene 17 años y está a pocos días de mudarse a la universidad. Por lo tanto, tiene que limpiar su habitación. Después de una acumulación de desventuras y tropiezos, Woody, Buzz y compañía terminan en una guardería en apariencia bucólica, pero que se convertirá en un verdadero infierno. Hasta aquí lo que debo (y quiero) anticipar. El resto, se los dejo para que lo disfruten en cine (en 2D, en 3D, en IMAX, no hay gran diferencia). Vayan con amigos, parejas, hijos, sobrinos nietos o solos. Pixar no los va a defraudar. PD: El cortometraje que precede al film, Día y noche, sí es una masterpiece. Sin dudas.
Damas y caballeros, Pixar lo ha hecho de nuevo. Ante todo, he de aclarar que soy uno de los llamados "Fundamentalistas de Pixar"; esos que piensan que ese grupo de personas que hace cine de animación (nunca mejor usada esa palabra), representan lo mejor que se ha visto en las pantallas en los últimos 20 años. Ya explicado esto, voy a tratar de decir lo menos posible de un film mágico (lo último que quiero es adulterarle el viaje al lector). La película es sencillamente genial. Está a la altura de las dos entregas anteriores, y supera, al menos a mi humilde criterio la media de los filmes de Pixar, tal vez quedando solamente por detrás de esa obra maestra llamada Wall E. Como espectador, desde el anunció de la tercera emisión, hace ya un par de años, había una pregunta que me era inevitable ¿Es necesaria una tercera parte de Toy Story? No dudaba de los muchachos de la A113, es más estaba totalmente convencido de que la obra en cuestión me iba a explicar el porque. Y heme aquí escribiendo "Ahora entiendo". Había un espacio que llenar. Tal vez porque los personajes se merecían algo mejor que ese final Agridulce de Toy Story 2, tal vez porque los que conforman el Pixar son más optimistas de lo que pensamos, tal vez sea que ese final inevitable que tarde o temprano va a llegar, no sea tal, o al menos, valga la pena mostrar un poco más del trayecto que se recorre hacia eso. La cuestión es que Woody y Buzz tenían algo más que decir. Amistad, eso es lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en la saga de los juguetes, y luego hay una pausa. Una pausa porque hay tantos temas secundarios que se han abarcado en películas que se etiquetan como infantiles, y lo son, pero también son mucho más. Creo que la primer entrega es sobre la identidad, la segunda es sobre el destino -en su significado más literal-, y la tercera sobre la libertad. Y es un tema hermoso a ser tratado, y así lo hace. Con altura, con grandeza, de una forma que respira y exhala cine en cada fotograma. No puedo huir de algo, soy un uno de los chicos que crecieron con la saga. Fui al cine con mi mamá a ver la primera, la segunda fue la primer película que fui a ver solo al cine. Es parte de mi vida, y por lo tanto, si bien hay una veta emocional de la cual no puedo escapar, también creo ser el ojo más crítico, aquel que reclama respeto por los films que precedieron a esta tercera emisión, aquel que pide que se honre el legado. Y así es, se honra ese legado, se lo enaltece, y se hace presente más vivo que nunca. Y eso es algo que los grandes van a disfrutar, y por suerte, una nueva generación de chicos crecerá de la mano de esta reluciente, pero maravillosa trilogía. Creo que una de las cosas que más se destaca de cada film de Toy Story (¿Y por qué no? De cada película con el sello de la lamparita) es que detrás de cada una hay una referencia cinematográfica, es cine que mira cine, y le dice algo a la industria. Para dar un ejemplo, la primera era Buzz llegando como lo nuevo, la animación 3D que viene a sacudir el mundo. Es el "chiche nuevo". Y Woody (¿Acaso hay una imagen más cinematográfica que la de un vaquero?) es la animación en 2D, el cine más clásico. Personaje que desesperadamente le dice al otro que se baje de su ilusión de Héroe Espacial, y que se de cuenta que es "un juguete". Por que el cine es eso, vive de la imaginación del espectador, de sus ilusiones. Tiene vida por y para el que lo ve. Sin nadie que "juegue" con la película esta, sencillamente, no existe. La película que se estrena este jueves reafirma esto, y lo hace con orgullo. Homenajeando cientos de películas que la precedieron, resucitando su magia, volviéndole a dar vida, para contar una historia sencilla, pero excelentemente escrita y narrada. Pero a su vez, demostrar que mientras haya historias por ser contadas, seguirá existiendo la fantasía. Mientras haya una persona que quiera creer, el cine estará ahí presente para acompañar la ilusión, tomar vida y ser parte de ella. Y yo, brindo por eso. Eternamente gracias Pixar. Solo eso. Además, cuando todo termine, tendré a la vieja trilogía para que me haga compañía, en el infinito y más allá.
La Magia que no Conoce Límites (o una declaración de amor a Pixar) No puedo encontrar en mi memoria, un realizador que logre superarse película tras película. Honestamente, el mayor desafío de haber visto una obra maestra cinematográfica, es que cuando uno va a ver la siguiente película del mismo realizador, tiene miedo de salir defraudado. Es una constante. A excepción de Clint Eastwood, que se trata de mi director favorito, no encuentro alguien que logre emocionarme cinematográficamente hablando con cada nuevo trabajo. He llegado a enamorarme de las últimas películas de Tarantino por razones puramente cinéfilas, pero no lo considero un gran director. E incluso Eastwood tiene sus alicaídas, pero realmente estoy sorprendido que Pixar pueda superar las expectativas película en película. ¿Acaso estos hombres no conocen un límite en la “perfección” de sus obras? No pareciera. Funcionan como autores como productora y de forma independiente cada realizador es un autor por sí solo. Desafían todas las reglas comerciales, y son los reyes de la taquilla. Apártense todos. Afuera James Cameron. Afuera Peter Jackson. Afuera Spielberg. Acá vienen cabalgando Woody y Buzz Lightyear para salvar al cine. No tengo demasiado que decir sobre Toy Story 3. No quiero quemar los cartuchos ni las ilusiones, ni la imaginación de los espectadores que ansiosamente, seguro van a acudir a ver esta tercera parte. Como ya habrán leído en las críticas de la reedición de Toy Story 1 y 2, se trata de nuevos clásicos, de obras maestras indiscutibles de la animación y el cine mundial. Es difícil superar eso. Se puede decir que solo Pixar supera a Pixar y quizás, Wall E y Up solo superan ambos productos. Pero cuando se vuelve a los orígenes a veces se pueden visualizar los errores, se pueden crear nuevas ideas, nuevos mecanismos, sin dejar de lado, los orígenes, las estructuras previas y el encanto preeliminar. Toy Story 3 no está a la altura de sus antecesoras. Sino, mucho más arriba. Sí, créanlo o no. Pixar ha logrado superarse nueva y ampliamente. Está por encima de todas las expectativas previas. Lee Unkrich ha superado al maestro Lasseter. No estamos hablando de una película más, sino de una OBRA MAESTRA. Y no soy de los que conceden el título con facilidad, pero es cierto. El guión es perfecto, a nivel visual (incluso el 3D) es gloriosa, sublime, los personajes son maravillosos. Hay un gag seguido de otro gag, y cada uno remite a un film clásico diferente. Si ayer decía que Kick-Ass era el film cinéfilo del año, me corrijo. Kick-Ass se queda corto a comparación. De una secuencia inicial increíble, asombrosa en Monument Valley (nadie se animó a volver a filmar ahí desde John Ford) con varios homenajes a westerns de todas las décadas (desde El Gran Robo del Tren, el primer western hecho po Edwin S Porter a la coreana The Good, the Bad and the Weird o el western espacial de Joss Whedon, Serenity) a El Gran Escape, Misión Imposible, mucho, pero mucho del mejor Spielberg (inclusive la fotografía parece de Kaminski), referencias a detalles de las dos primeras partes, mucho de Wall E e incluso de Up. Y me quedo corto. Barbie y Ken tienen una participación ejemplar en esta secuela. Ken parece emular al protagonista de Juegos de Placer (Boogie Nights) o al Tony Manero de Travolta (no el chileno) de Fiebre de Sábado por la Noche. Es un éxtasis visual, sonoro, narrativo. Y, a pesar de su previsible estructura, todo calza tan bien como el zapatito de la Cenicienta. Todo fluye, el ritmo es alucinante. El dinamismo inconcebible. No se ha hecho nada igual ni superior. No puedo expresar la felicidad que siento en este momento. La historia contiene una madurez, una fuerza expresiva y emocional como ningún otro guión de Hollywood tiene. Toy Story es la única saga animada que admite el paso del tiempo. Y que bien lo hace, sin caer en sentimentalismo barato o golpes bajos. Solo Hayao Miyazaki ha logrado expresar esta filosofía de vida en occidente con sus animaciones, y los responsables de Pixar, rinden tributo al maestro de la animación nipona, lo ponen en un pedestal, le hacen una estatua. Y que mejor que incluir a Totoro en el repertorio de juguetes. La madurez, la importancia de conservar al niño interno, de no olvidar el pasado, de saber pasar la posta, de rebelarse contra el sistema no son temas banales para una película de animación dirigida al gran público. Pixar maneja un código perfecto entre el clasicismo y la atemporalidad, de saber que elementos modernos utilizar para criticar y a la vez llevar sus historias a un presente identificable, perpetuo, pero a la vez invariablemente permeable. No quiero revelar más de la historia. Simplemente recomiendo ver y observar cada detalle, cada plano, cada objeto de Toy Story 3. Para entender la transgresión visual de la productora, miren el cortometraje previo: Día y Noche. Donde se valora la animación manual clásica y se la combina con la computarizada de la manera más justificada y original que se haya alguna vez visto. Disfrutable tanto en castellano (donde se luce Mike Amigorenga como Ken) y en versión original con Tom Hanks, Tim Allen (al que se le hace un pequeño homenaje por un trabajo previo) Joan Cusak, Ned Beatty y Timothy Dalton. El nivel de sutilezas, didacticismo, magia, aventura que presenta este film es de una embergadora que se ve una vez al año (cada vez que Pixar estrena un film). No hay oscuridad, no está pensada para un público intelectual como Wall E o más adulto como el de Up. Es diferente, pero lo mismo al mismo tiempo. Demuestra que su objetivo no tiene un público concreto. Personalmente me parece que está pensada para aquellos que teníamos la edad de Andy en 1995 e indefectiblemente, como Andy, crecimos y tuvimos que abandonar casi todos nuestros juguetes. A diferencia de la segunda parte que presentaba un momento lacrimógeno que debería haber sido eliminado del montaje final (la canción de Jessie), esta tercera parte no tiene desperdicios ni un segundo. Nuevamente, el gran Randy Newman innova en la banda sonora, sin abandonar su identidad, sus melódicas canciones, hace un combo que mezcla elementos de John Williams o Michael Giacchino (que hizo las bandas sonoras de Ratatouille, Los Increíbles y UP). Además se incluye un gran repertorio de música disco para los mayores de treinta años. El 3D esté mejor aplicado que en UP. Como era de preveer la historia es tan atrapante, que uno olvida rápidamente que está con los lentes puestos, pero la profundidad de campo ha mejorado, los efectos son más creíbles y menos molestos. Se trata de un viaje inolvidable, hacia el interior de un mundo que conocemos de memoria desde 1995. El tiempo ha mejorado la claridad, iluminó de forma maravillosa la mente de los creadores. El clima oscuro y pesimista de las últimas películas de la compañía ha sido reemplazado por un coherente optimismo. El guión está firmado por los creadores originales: Lasseter, Unkrinch y Stanton, junto a Michael Arndt (ganador del Oscar por Pequeña Miss Sunshine). La combinación es perfecta. No queda mucha más para decir. Disfrútenla y listo. Emociónense cada vez que Buzz Lightyear diga: “¡Al Infinito… y Más Allá!” Vuelvan a sentir el niño interior… recordar y recobrar los juguetes de su infancia. La magia vuelve a las pantallas y parece que nadie hasta ahora se ha animado a sacarle la corona al rey Pixar.
Más alla del Bien y del Mal. Esta súper historia animada trae en escena a los clásicos personajes que ya se habían hecho querer en las dos anteriores emisiones (Buzz, Woody, Tiro al Blanco, Señora y Señor Cara de Papa y Jessie). Pero en un relato que habla de la amistad, el apego, el crecimiento, la lealtad y la esperanza como sostén. Con un argumento sencillo, el film atrapa y sorprende: Andy ha crecido, ingresa a la universidad y sus juguetes, incluido Buzz, son guardados en el ático dentro de una bolsa. Pero accidentalmente son tirados a la calle, confundidos con los desechos. Woody logra rescatarlos del camión de la basura, pero no de la mamá de Andy, que los envía a la guardería "Sunny Side" donde deben tratar de sobrevivir a los descuidos y “salvajes” tratos de los niños de pre-escolar. Pero ésta no es la única amenaza en “Sunny Side”, que obviamente no se develará acá. Woody intentará salvar a sus amigos y hacerlos regresar con Andy antes de que se vaya a la universidad. Pero ¿lo logrará?. Nos encontramos ante la aventura más ambiciosa que pudo haber soñado el realizador y a la vez con un resultado magnifico, que no dejó nada librado al azar. La película entretiene a los chicos y deja satisfechos a los adultos. Sin lugar a dudas, Toy Story 3 es la consagración, no sólo de los creativos que trabajaron en ella y actores que pusieron sus voces, sino de los personajes. Pues en esta cinta logran su máxima plenitud “actoral”, en especial Buzz con sus "cambios de estado". Si tenemos en cuenta la animación, no hay nada que reprochar, al igual que el excelente y entretenido guión, cargado de inteligentes gags. Además de los homenajes a títulos como Misión Imposible, con Tom Cruise y Cabo de Miedo, entre otros, recrea escenas clásicas o de culto. Toy Story 3 es el film ideal que deben ver los que eran pequeños en el momento de estreno de la primera parte. Toy Story 3 es la mejor opción en materia de animación y la cinta que todos nos debemos. Al menos, para saber si queda algo de la niñez en nuestro corazón. CALIFICACION: EXCELENTE Datos adicionales: Con la tercera entrega llega una nueva tanda de juguetes dispuestos a complementar a los existentes. Son 14 nuevas creaciones: Guisantitos, unos trillizos adorables con forma de guisantes ideales para los más pequeños de la casa y para llevarlos de llavero. Lots-o, es un oso color rosa y blanco que huele a frutas. Es el jefe de la guardería. Buttercup, es un bonito unicornio de peluche con corazones como orificios nasales. (Voz:Cristián De La Fuente) Trixie, es el típico dinosaurio de plástico que todo el mundo ha tenido alguna vez. ¿Tendrá algo con Rex?. Stretch, es un pulmo pegajoso de color violeta. Dolly, está llamada a ser toda una revelación como muñeca de trapo. Sr Espinas, es un erizo suave y redondito. Ken, un coqueto personaje que oculta algo más que su exclusivo guardarropa. (Voz: Mike Amigorena). Voces Versión Subtitulada Tom Hanks ... Woody (voz) Tim Allen ... Buzz Lightyear (voz) Joan Cusack ... Jessie (voz) Ned Beatty ... Lotso (voz) Don Rickles ... Mr. Potato Head (voz) Michael Keaton ... Ken (voz) Wallace Shawn ... Rex (voz) John Ratzenberger ... Hamm (voz) Estelle Harris ... Mrs. Potato Head (voz) John Morris ... Andy (voz) Jodi Benson ... Barbie (voz) Emily Hahn ... Bonnie (voz) Laurie Metcalf ... Andy's Mom (voz) Blake Clark ... Slinky Dog (voz) Teddy Newton ... Chatter Telephone (voz) Esta súper historia animada trae en escena a los clásicos personajes que ya se habían hecho querer en las dos anteriores emisiones (Buzz, Woody, Tiro al Blanco, Señora y Señor Cara de Papa y Jessie). Pero en un relato que habla de la amistad, el apego, el crecimiento, la lealtad y la esperanza como sostén. Con un argumento sencillo, el film atrapa y sorprende: Andy ha crecido, ingresa a la universidad y sus juguetes, incluido Buzz, son guardados en el ático dentro de una bolsa. Pero accidentalmente son tirados a la calle, confundidos con los desechos. Woody logra rescatarlos del camión de la basura, pero no de la mamá de Andy, que los envía a la guardería "Sunny Side" donde deben tratar de sobrevivir a los descuidos y “salvajes” tratos de los niños de pre-escolar. Pero ésta no es la única amenaza en “Sunny Side”, que obviamente no se develará acá. Woody intentará salvar a sus amigos y hacerlos regresar con Andy antes de que se vaya a la universidad. Pero ¿lo logrará?. Nos encontramos ante la aventura más ambiciosa que pudo haber soñado el realizador y a la vez con un resultado magnifico, que no dejó nada librado al azar. La película entretiene a los chicos y deja satisfechos a los adultos. Sin lugar a dudas, Toy Story 3 es la consagración, no sólo de los creativos que trabajaron en ella y actores que pusieron sus voces, sino de los personajes. Pues en esta cinta logran su máxima plenitud “actoral”, en especial Buzz con sus "cambios de estado". Si tenemos en cuenta la animación, no hay nada que reprochar, al igual que el excelente y entretenido guión, cargado de inteligentes gags. Además de los homenajes a títulos como Misión Imposible, con Tom Cruise y Cabo de Miedo, entre otros, recrea escenas clásicas o de culto. Toy Story 3 es el film ideal que deben ver los que eran pequeños en el momento de estreno de la primera parte. Toy Story 3 es la mejor opción en materia de animación y la cinta que todos nos debemos. Al menos, para saber si queda algo de la niñez en nuestro corazón. CALIFICACION: EXCELENTE Datos adicionales: Con la tercera entrega llega una nueva tanda de juguetes dispuestos a complementar a los existentes. Son 14 nuevas creaciones: Guisantitos, unos trillizos adorables con forma de guisantes ideales para los más pequeños de la casa y para llevarlos de llavero. Lots-o, es un oso color rosa y blanco que huele a frutas. Es el jefe de la guardería. Buttercup, es un bonito unicornio de peluche con corazones como orificios nasales. (Voz:Cristián De La Fuente) Trixie, es el típico dinosaurio de plástico que todo el mundo ha tenido alguna vez. ¿Tendrá algo con Rex?. Stretch, es un pulmo pegajoso de color violeta. Dolly, está llamada a ser toda una revelación como muñeca de trapo. Sr Espinas, es un erizo suave y redondito. Ken, un coqueto personaje que oculta algo más que su exclusivo guardarropa. (Voz: Mike Amigorena). Voces Versión Subtitulada Tom Hanks ... Woody (voz) Tim Allen ... Buzz Lightyear (voz) Joan Cusack ... Jessie (voz) Ned Beatty ... Lotso (voz) Don Rickles ... Mr. Potato Head (voz) Michael Keaton ... Ken (voz) Wallace Shawn ... Rex (voz) John Ratzenberger ... Hamm (voz) Estelle Harris ... Mrs. Potato Head (voz) John Morris ... Andy (voz) Jodi Benson ... Barbie (voz) Emily Hahn ... Bonnie (voz) Laurie Metcalf ... Andy's Mom (voz) Blake Clark ... Slinky Dog (voz) Teddy Newton ... Chatter Telephone (voz)
Mis juguetes favoritos Continuación de la saga con la que el estudio Pixar se consolidó como la más creativa y masiva factoría de animación, Toy Story 3 (2010) emociona gracias a un relato sensible y de irreprochable factura técnica. Sobre el vínculo entre la maduración y la felicidad tratan ni más ni menos Toy Story (1995) y Toy Story 2 (1999). Abordan este tema a partir de la relación de un niño con sus juguetes, y la forma en la que estos juguetes animados se relacionan entre sí. Si bien se centran en el mundo infantil, lo hacen desde una perspectiva adulta. La magia del cine produce el encanto para que grandes y chicos se identifiquen, hecho que sucede en esta nueva entrega, potenciando las virtudes de las dos anteriores. A primera vista el encanto del baquero Woody, el fortachón astronauta Buzz Lightyear, el dinosaurio Rex, el señor y la señora Papa, entre otros, sigue intacto. Tal vez porque el paso del tiempo ha demostrado algo que en la simple visión de las películas queda claro: el carácter de personajes bien definidos y a la vez plagados de ternura, reconocibles a partir de sus singularidades físicas pero también psicológicas. Virtud potenciada a través del procedimiento narrativo rector: son juguetes con vida, pero necesariamente deben simular un carácter inerte para que los niños sigan jugando con ellos y no reine el caos. Fiel a la línea narrativa que despliegan las primeras entregas, el otrora niño Andy es un adolescente dispuesto a emprender su vida universitaria, en ese viaje iniciático por cierto tan estadounidense. Si antes los juguetes lograron re-conquistar la atención de su dueño, ahora las cosas se complican. Los destinos son dos: la basura o el ático. Y, como no podría ser de otra manera, esos destinos serán alterados por obra y gracia de los propios juguetes, enfrentados a la mutación del tiempo como los humanos, pero eternizados en un cuerpo inmutable. Esta inmutabilidad habilita a que la película reflexione sobre el consumismo y la relación entre cosa y afecto sin olvidar a la platea infantil, lo que no es poco. En una de las secuencias más conmovedoras, un teléfono de juguete revela la génesis de la maldad de un avejentado oso de peluche, figura cuasi-dictatorial de la guardería Sunny Side, a donde todos van a parar por motivos que no revelaremos. En ese relato insertado están condensados todos los temas del film, y con elogiable economía narrativa no sólo se describe la figura del abandono, sino –y lo que es más complejo- la ambigüedad del mal. Reflejo especular del mundo adulto, el mundo de los juguetes está regido por la idea de felicidad emergente de lo comunitario, forma de entender la vida y forma de asumir la razón de ser en la propia vida. La maldad del oso de peluche radica en el desprendimiento de esta comunidad, de allí que sea el resentimiento el que lo impulse a actuar en contra de los demás juguetes. Ojalá esta concisión narrativa existiera en todos los films animados. Toy Story 3 es por sobre todas las cosas una película entretenida, con ética y estética propia. Si Shrek (la “otra” saga animada) se asfixia en su propia celebración, las estéticas que coexisten en el universo del film siempre son afines a la historia, no meros artilugios de la técnica. Una de las secuencias más desopilantes nos muestra a Ken (el novio de Barbie, ese metrosexual histérico) haciendo un patético desfile de su guardarropa. La imagen es pura comicidad, pero esta burla hacia lo camp (que en un punto ya de por sí es burla) aporta información funcional en virtud del devenir del personaje en el relato. Toy Story 3 es –también- una película de contenido político, en tanto muestra cómo esta comunidad promueve diversas formas de poder. En un mundo capitalista e imperialista aún esperanzado por la figura de Obama, no es un dato menor que la película tematice sobre cómo merced a una imagen amigable y benefactora se puede producir un monstruo. Vale la pena ver el film subtitulado, para apreciar las voces de Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack y otros actores. ¿Vale la pena ver el film en 3 D? El efecto es disfrutable, aporta mayor profundidad de campo, pero el mayor encanto está en el diseño de la animación. Toy Story 3 es, finalmente, una experiencia emotiva que nos religa a nosotros (adultos) con nuestra propia infancia, y nos recuerda la fascinación que teníamos por los juguetes más allá de su valor económico, hasta el momento en el que –madurez mediante- los asumimos como simples cosas.
Al infinito… ¡y más allá! Esta vez con Andy convertido en adolescente, vuelven los juguetes más famosos en una nueva aventura. La historia es conmovedora, divertida y sumamente creativa; Woody, Buz, los señores cara de papa y sus amigos deben enfrentar esta vez lo inevitable: el niño con el que jugaban ha crecido y se prepara para ir a la universidad. ¿Qué será de ellos? ¿Irán al altillo? ¿A la basura? ¿Serán regalados a otro niño? ¿A una guardería? Los interrogantes hacen temblar a los muñecos, que a toda costa intentarán permanecer unidos y cerca de Andy. Si bien nunca hay como la primera de una saga de films, esta versión trasciende lo esperable. Y como para Disney parece no haber imposibles, el resultado es único. Es que el formato 3D crea una sensación de realidad que, al ser juguetes los protagonistas, hace que la historia sea un cuento fantástico que cobra vida, incluso para los adultos que pueden meterse de lleno en la aventura. Los personajes nuevos, entre ellos el “Oso cariñoso” con olor a frutas, la mítica “Barbie” y su pareja “Ken” son imperdibles; sobre todo la muñeca y su novio, estereotipos de adultos jóvenes pendientes de la imagen y la belleza. Más allá de la historia en sí, Pixar ha logrado con este trabajo algo muy interesante no solamente por el tema y el punto de vista desde el cual lo aborda, sino también por su estética. En cuanto a la temática, es allí en donde reside la fuerza del film; todos los niños crecen y se enfrentan al mismo dilema: lo que perteneció a su infancia y les dio diversión, compañía y seguridad va perdiendo importancia para dejar espacio a los nuevos desafíos. Es con estos puntos clave con los que juegan los creadores de Toy Story 3, generando un sentido de identificación con los espectadores de todas las edades que es crucial. Desde el punto de vista estético, parecen perderse los límites entre la ficción y la realidad. Hay escenas en las que puede sentirse el vértigo; en otras, la nostalgia invade la pantalla y es imposible no sentir una pena inmensa. En ellas las luces, el uso del color, el ritmo y la música crean momentos intensos; en este sentido, a modo de ejemplo, “Yo soy tu amigo fiel” es retomado con un significado más fuerte esta vez. Diversión, tristeza, nervios; todo ello puede sentirse durante todo el film que logra mantener en vilo a los espectadores hasta el final, imprevisto.
A veces las secuelas se hacen para estirar algo y sacar algo más de dinero. Toy Story 2 fue para muchos, entre los cuales me incluyo, mejor que la primera. Esa regla no se cumplió. Muchos deseábamos que existiera una tercera de Toy Story, pero también eso generaba miedo al imaginarse un resultado que no estuviera a la altura de las otras. Y yo creo que si el resultado hubiera sido malo o flojo, hasta le habríamos perdonado el desliz… Toy story nos dio mucho a los cinéfilos, a los chicos, a los adolescentes, a los padres de los chicos… a los que vimos por primera vez una película de animación computada, que le abrió el camino a una revolución visual. Pero después de haberla visto creo que el mayor mérito de Toy Story 3, es lograr que ahora se hable de “la trilogía de Pixar”. Ahora podemos poner a Toy en las encuestas de las mejores trilogías de la historia! Toy Story 3 es lo que tenía que hacerse. Pixar sigue demostrando que pueden inventar historias y que pueden continuar algo de la mejor manera. Antes de escribir la crítica vi la película 3 veces… y cada vez que lo hice, descubrí nuevas cosas y pude fijarme en distintos detalles. Es una película con muchas capas, pero por sobre todas las cosas es una historia tierna, dulce, con mucho humor y con muchos momentos que te harán volver a ser un niño. Siempre Pixar logró entretener a grandes y chicos, pero acá va a entretener a los que en su momento eran chicos, y ahora son adolescentes, a los que éramos adolescentes y ahora somos padres. La primera vez que la vi, lo hice con mi hija upa… y los 33 años de diferencia que tenemos, no nos diferenciaba en como mirábamos embobados la pantalla. Recuerdo que ni bien salí de verla pensé en un momento que Pixar no se había arriesgado tanto con la historia… pero luego recordando cosas, y en las miradas posteriores que le pude dar, me di cuenta que hicieron todo lo contrario. Se arriesgaron y mucho. No solo en la historia, fundamentalmente en los personajes. Por el lado de la historia, tiene un momento Thelma & Louise muy heavy. También habla de las pérdidas de los afectos y la familia, como cuando mencionan a los amigos que ya no están. Pero todo con una cobertura infantil que no provocará que ningún niño salga espantado. Lo mismo cuando aparece el perro. Son sinceros y eso hay que destacarlo. Los personajes siguen siendo muy elaborados. Desde los buenos, hasta los malos. Todos los que aparecieron están súper justificados y los que permanecen tienen sus líneas perfectamente puestas para que todos recordemos su pasado. Visualmente es maravillosa, porque mantiene la imagen del pasado, y seguramente cuando veamos la maratón de Toy Story en DVD, no notaremos diferencia. Todo el tema del 3D está muy bien trabajado en cuanto a los movimientos de la supuesta cámara, y como se va metiendo de un lado a otro. Trabajaron muy bien con los fondos y el relieve de las escenas. Pero que quede claro… Pixar trabaja en la historia por sobre todas las cosas, y no hace la demagogia 3D de tirarle cosas a los espectadores… o buscar el chiste tonto con algún personaje con flatulencias. Eso se lo dejamos al otro estudio que sigue con la fórmula repetida casi siempre. Toy Story 3 se debería llamar Toy Story 3/3, porque logra ser la parte de un todo, y eso es increíble porque en la historia del cine pocas veces ha pasado. Y Pixar trabaja tan bien, que luego de provocarte muchas cosas con el final, logra que te recuperes mirando los títulos. Es como una montaña rusa que te hace subir con todo, te sacude para todos lados, pero que al final termina la vuelta bien despacito para que tengas ganas de volverte a subir, para vivir todo eso nuevamente Toy Story marcó un antes y un después de la animación por un lado, y de los guiones por el otro. Toy Story 3 hace que cualquier otra película animada que veas este año te parezca una foto decolorada por el sol, que no tiene ninguna utilidad. Quiero creer que el año que viene Toy estará entre las nominadas a mejor película en los Oscar, pero no como animación… Toy Story no puede encasillarse en nada y su resultado hace caer en el remate lógico y fácil… porque Pixar sabe llegar al infinito y más… a nosotros. Gracias. Gracias. Gracias... a Pixar, a Woody, a Buzz, a Jessie, a Andy a todos!!
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO!! Luego de los melodramas que brindaron en el último tiempo con personajes aburridos que carecían por completo de carisma y la insoportable prédica de corrección política, el estudio de animación de la famosa lamparita volvió a las raíces con una propuesta divertida donde se animaron a jugar con chistes y guiños que hace 5 años atrás eran impensables de concebir en un film de esta compañía. Es un enorme alivio ver a Buzz y Woody otra vez en una aventura épica con muchísimo humor que tiene sus momentos emocionantes pero sin ser forzados con el objetivo de conmover al público a cualquier precio. Toy Story 3 es la película más graciosa que brindaron desde Monsters. Esto era exactamente lo que yo le venía pidiendo a Pixar. Relájense y hagan una buena comedia divertida con una historia bizarra y personajes locos. Toy Story 3 rompe desde lo argumental con varios esquemas de esta productora. Ya de por si la trama es un delirio absoluto. Los protagonistas se enfrentan a una mafia de juguetes que mantienen el control de un jardín de infantes. El malo de la película es el clásico osito cariñoso que en este caso es la versión peluche de Tony Soprano. Lo que hicieron con este personaje es maravilloso. A diferencia del clásico malo de Pixar que después en el final siempre encuentra la redención y descubrimos que no era tan terrible, porque dentro suyo había un buen corazón, el malo de esta película se mantiene fiel a su esencia hasta el final. El osito es un bastardo resentido y manipulador que no desea cambiar para nada su manera de ser. En esta ocasión incorporaron también a Ken, el famoso novio de Barbie, con el que Mike Amigorena se hizo un festín en el doblaje argentino. En la cultura popular ya sean cómics o series de televisión siempre se hicieron jodas con la sexualidad de Ken, quien nunca se vio muy masculino que digamos. La verdad que la vestimenta con la que lo vendían no ayudaba demasiado. En Toy Story 3 no paran de joder con este tema con mucha sutileza y hay escenas desopilantes donde Ken, por ejemplo, se enoja porque un robot lo tilda de ser un juguete para niñas o Barbie amenaza con destruirle su vestuario si no le da una información. La escena de la carta que lee Buddy al final es mortal. Son pequeños chistes que uno podría asociarlos más con Shrek que con esta serie y funcionan muy bien, además de darle un poco de aire fresco a la trilogía. La labor del guionista de Pequeña Miss Sunshine, Michael Arndt, quien colaboró con John Lasseter (creador de los personajes) en el guión y trabaja con un humor diferente al que suelen tener las producciones de Pixar, sobresale un poco más en esta historia y me parece que su participación en este film fue clave. En este caso la dirección corrió por cuenta de Lee Unkich (co director de Monsters y Buscando a Nemo) que trabajó más con el suspenso y la aventura. Los momentos finales de la trama donde la acción se desarrolla en un basurero son visualmente espectaculares y emocionantes. Unkich logra engancharte en la historia como si estuvieras viendo un thriller. Lo único que le puedo objetar a Tory Story 3 es la banda de sonido, donde yo por lo menos extrañé alguna canción nueva de Randy Newman. En este caso trabajaron con el mismo material de las anteriores y no hay novedades. Más allá de eso, el film es una gran comedia que mantiene la esencia de las primeras películas al mismo tiempo que exploraron nuevos territorios desde el humor. La función arranca excelente desde el corto, “Día y Noche” que precede a la película y expresa sutilmente un mensaje poderoso. Bienvenido a casa Pixar, te extrañé en los últimos años.
Para verla una y otra, y otra vez La que tal vez marque el cierre de la saga es una película tan emocionante -y humana- como divertida. La solidaridad y la amistad como bien supremo. No hay ser humano -o juguete- que no quiera que lo quieran. Pero para sentirse querido, se lo tienen que demostrar. Woody, Buzz y todo el grupete aguarda en el baúl a que Andy, que ya es un adolescente, decida qué va a hacer con ellos. Andy está armando literalmente la valija para ir a la universidad, y recibe un ultimátum de su madre -del padre, como desde la primera película, no se sabe nada-. O se los lleva con él, los manda a la buhardilla o los dona a una guardería. De ahí que los juguetes tiemblen por su futuro. Está claro que hace mucho que el niño ahora adolescente no juega con ellos, y de ahí el temor, pero Andy no olvida a sus amigos, elige al vaquero y mete en una bolsa al resto para mantenerlos, juntos, en algún lugar de la casa. Pero -si no hubiera un pero no habría película- la madre confunde la bolsa y el dino Rex, el perro Slinky, el cerdito Hamm, Sr. y Sra. Cara de papa, Buzz, Barbie, la vaquera Jessie y el caballito casi terminan en la basura, y al final llegan a una guardería. Los elogios que había despertado la primera película de PIxar, Toy Story , iban por el ingenio de crear juguetes que no sólo hablaran, sino que sintieran como humanos. La segunda lo multiplicaba todo: al ingenio original le sumaba la carga emotiva, ejemplificada con Jessie padeciendo el síndrome del abandono -igual que aquí-, acompañada por la canción de Randy Newman con la que era imposible no enternecerse. Bueno, sepan los amigos de Woody y Buzz que van a emocionarse, sufrir, llorar y reír como no lo imaginaron nunca. La estructura de Toy Story 3 es similar a sus predecesoras -un juguete cae en manos peligrosas, sea un vecinito o un coleccionista- y hay que rescatarlo. Aquí es de nuevo el vaquero quien pone en juego su vida por salvar a sus amigos, porque la guardería está dirigida por un oso de peluche -Lotso, divino, sí- pero que en verdad es un déspota que desde que su dueña lo abandonó en el campo se volvió egoísta y desconsiderado con sus pares. Lee Unkrich -que codirigió la segunda Toy Story y Monsters Inc. - sabe mover con precisión los hilos de la trama, que alterna comedia y, sí, cierta angustia, y así la película no ahorra sustos a los más chiquitos (y a sus acompañantes). En más de un momento se sufre -sí: se sufre- por el destino de los juguetes. Y por eso, cuando los juguetes están a punto de ser destrozados y/o quemados, uno siente lo mismo que cuando era chico y sufría con Dumbo, Bambi y todos esos animalitos con que Disney nos supo torturar en nuestra niñez, y se pregunta: ¿los van a... matar? Lo que hace realmente grande a Toy Story 3 es la conjunción de humor, imaginación, colorido, animación 3D y sentimiento en estado puro. Purísimo. Y no hay que haber visto las primeras para comprender la tercera. Con tener corazón, alcanza. En las películas de Pixar las moralejas llegan por decantación, no por subrayados innecesarios. Con la solidaridad que nace de la amistad como bien supremo, los chicos las reciben con los ojos y los brazos abiertos. Es una película para compartir y ver una y otra vez. Si Toy Story 3 marca o no el cierre de la saga iniciada en 1995 no corresponde decirlo aquí. El final es tan emocionante que deja sin palabras.
Aquellos viejos y queridos juguetes Pasaron 11 películas y la incipiente revolución tecnológica, con su vedette del 3D, parece no haber afectado a los estudios Pixar sino todo lo contrario, porque la usina creativa desplegada en Toy Story 3 lejos de apagarse se encendió para el regocijo de todos los que miraban con nostalgia aquellas dos gemas que comenzaron esta saga. Nunca habrá un mejor desenlace para una trilogía que volver a las fuentes manteniendo una coherencia conceptual admirable, pero siempre adaptándose al paso del tiempo sin apelar al reciclado de viejas fórmulas, aunque apegándose afectivamente a esas criaturas digitales tan entrañables para el público. Alguna vez se dijo que aquellos integrantes de Pixar podían definirse como adultos con alma de niños, dado que siempre estuvo presente en cada una de las aventuras pensadas el riesgo que implica el juego y la confianza de saber que si la historia es sólida y creíble -en términos de verosimilitud- se llega a buenos resultados, pese a que la apuesta para lo que vendrá sea mayor con cada proyecto. Por eso, si hay algo que esta tercera entrega cuida es la idea de poner la historia por encima de la técnica; y esta historia trae de vuelta a aquellos viejos y queridos juguetes que conocemos: el cowboy Woody (Tom Hanks), Buzz Lightyear (Tim Allen), Jessie la vaquera (Joan Cusack), Rex (Wallace Shawn), la pareja de señores Papa, entre otros, a los que se suman nuevas atracciones como Lotso (Ned Beatty), un oso de peluche resentido; un bebé con una mirada siniestra y hasta el mismísimo Ken (Michael Keaton), quien conoce a su Barbie. Sin embargo, la síntesis conceptual que faltaba para corroborar la creatividad de los hacedores de Toy Story llega en Día y noche, el cortometraje que antecede al film. Aquí, la fusión entre el 2D y el 3D se genera a partir de una idea brillante y con una potencia visual increíble. Resulta imposible para quien no haya establecido una relación afectiva con algún juguete de la infancia comprender cuál es la esencia de esta trilogía, que no sólo es un profundo y nostálgico viaje hacia la niñez -con su pureza e ingenuidad características- sino una celebración de la imaginación para la que sólo se necesita una mente abierta y libre de prejuicios, como la que pueden tener algunos niños aún en tiempos de internet, celulares y criaturas como Barney. Ese es el caso de Andy, a quien vemos al comienzo en un video hogareño disfrutando de sus juguetes y que en la actualidad dejará el hogar para ingresar a la Universidad. Es decir, que si bien los muñecos se mantienen intactos y no cambian, lo contrario ocurre con sus dueños que crecen y se transforman en adultos para luego olvidarse de los viejos tiempos. Así se plantea el conflicto que divide al grupo en oposición a la fidelidad irrenunciable de Woody, para quien no existe otra chance que la de permanecer junto a su antiguo dueño, aunque la posibilidad de ir a parar a la basura resulta probable y completamente lógica tratándose de un adolescente en plena transición a la adultez. El resto de la historia no es conveniente adelantarlo aquí ni anticipar al lector una serie de sorpresas en función a la trama con el ojo puesto en el humor físico; en los diálogos inteligentes y en la más pura aventura para la cual el 3D es sencillamente un plus que no le quitará ningún mérito a la versión en 2D. Así como la mirada profunda de Woody nos conecta con el candor y la alegría de la niñez, cada plano de esta gran película dirigida por Lee Unkrich (co-director de Toy Story 2, entre otras) nos devuelve la magia del cine más puro y menos artificioso.
Crecí viendo las películas de "Toy Story", así que ver nuevamente en el Cine, cómo continúa esta gran historia, me generó mucha felicidad, y curiosidad. A diferencia de las primeras dos películas,"Toy Story 3" se estrenó directamente en formato 2D, 3D y IMAX 3D, aunque cabe aclarar, que no van a ver juguetes ni pelotas saliendo de la pantalla sino que es un 3D que le dá una mejor calidad de imagen a toda la película, y hace más reales los personajes y escenarios, pero salvo en la primer escena, la diferencia entre verla con los anteojos y sin ellos, no es abismal. De todas formas, no se saquen los anteojos durante la película! :P La historia de esta tercer entrega, no decepciona en lo más mínimo, de hecho, es mucho mejor que "Toy Story 2", que no llegó a convencerme del todo... Ver a Andy, el protagonista, yendo a la universidad, ya es un cambio importante, porque muchas escenas tienen una perspectiva diferente, que ningún chico sabrá apreciar, pero que quienes crecimos, casi a la par del protagonista, sabremos comprender. Otro cambio importante es la incorporación de muchos personajes nuevos (seguramente vieron a algunos en los pósters o afiches que hay en la calle...), que también le suman cierta "frescura" y aire de renovación a la película, que me resultó bastante interesante y entretenido. En la película se "cierran" todas las historias, por lo cual no haría falta una cuarta entrega, pero al mismo tiempo, como fan de "Toy Story" quisiera que haya muchas películas más, porque ver cada una de las películas es simplemente genial! :) "Toy Story 3" sin dudas les resultará entretenida tanto a chicos como grandes. Otra joyita de Pixar! :D DATOS CURIOSOS: La persona que hace la voz de Woody no es la misma que en las otras películas (pasaron varios años!). Mike Amigorena hace un gran trabajo realizando la voz de Ken, el novio de Barbie. En varios afiches que aparecen por la Ciudad de Buenos Aires, los personajes de "Toy Story" hacen alusión al Mundial. El corto de Pixar que incluyeron fue: "Día y noche".
Como para jugarle todo al 3 a la cabeza La tercera entrega de la saga es lo más parecido a un thriller paranoico y a una de terror gótico, que el cine para niños haya dado de Coraline para acá. El resto es pura aventura, con la convicción que sólo Pixar parece capaz de poner en el asunto. Si se temía que Toy Story 3 no estuviera a la altura de las anteriores, conviene quedarse tranquilo, que está todo bajo control. Después de las terceras partes de Shrek y La era de hielo, el solo número 3, adosado al título de una película de animación, genera lógicos recelos. Pero Pixar es otra cosa. Así que a ajustarse los cinturones, porque la nueva Toy Story vuelve a hacer de la pantalla de cine aquello que un señor llamado Sam Fuller pedía que fuera: un espacio para el amor, el odio, la acción, la violencia, la muerte. La emoción, en suma. ¿Todo eso, con unos muñequitos de computadora? Si queda alguien que siga viendo a Woody, Buzz y sus amigos como simples muñequitos, es que Toy Story nunca le hizo efecto. El fantasma de la caída en desuso sigue acosando a los chiches de Andy. Primero fue la llegada de ese competidor 2.0 llamado Buzz. Después, la amenaza de terminar en un museo. Ahora el peligro pasa por convertirse en chiche de guardería, zamarreado sin asco por una parva de preescolares desaforados. Como toda secuela responsable, en lugar de pretender disimular el paso del tiempo, Toy Story 3 hace de él uno de sus asuntos centrales. Once años pasaron desde la última vez que el espectador tuvo ocasión de estar con Woody & Cía. Tanto tiempo, que ahora Andy tiene 17 y está por partir a la universidad. Hace rato que su hermanita dejó de ser un bebé, el perro es un vejete artrítico, el papá sigue sin dar señales de vida (uno de los grandes misterios de la saga), y no hay para los juguetes más alternativa que la basura, el altillo o la donación. Irán a parar a una guardería llamada Sunnyside, donde niños y chiches conviven en paz. ¿En paz? No tanto: los de la salita que les toca a ellos son unos salvajes que revolean al salchicha Slinky, le arrancan las orejas al matrimonio Cabeza de Papa y hacen asustar más que de costumbre al dinosaurio Rex. ¿Es Sunnyside el paraíso soleado que su nombre se empeña en sugerir? ¿Es el peluche Lotso el oso cariñoso que aparenta ser? ¿No resulta algo siniestro ese bebote de bombachón que lo secunda, de párpado caído y andar bamboleante? Escrita por tres veteranos de la casa (Lasseter, Stanton & Unkrich), junto al extrapartidario Michael Arndt (guionista de Little Miss Sunshine), Toy Story 3 termina siendo lo más parecido a un thriller paranoico, y a una de terror gótico, que el cine para niños haya dado de Coraline para acá. El resto es aventura, con la convicción que sólo Pixar parece capaz de poner en el asunto, en tiempos en que ese impulso fue reemplazado por las rutinas del cine de acción. Aventura, desde el momento en que Buzz y los demás están a punto de ser tragados por el camión de la basura y Woody se lanza en su rescate, hasta la tremenda secuencia del triturador y el horno, que empuja las maratones finales de tantos films-Pixar hasta el borde mismo del horror y la tragedia. Si esos momentos límite dan pie a una emotividad desembozadamente clásica, los personajes de Ken y Barbie –que andan intercambiando cursilerías por los rincones– ponen a esta Toy Story en línea con un sarcasmo alla Shrek. Bajando del ascensorcito lila que se hizo instalar en su casa de muñecas, vestido al tono y con pañuelito al cuello, Ken (voz de Michael Keaton en la versión subtitulada; Mike Amigorena en la doblada) hace pensar en un Liberace joven, que invita a Barbie a conocer su imponente vestidor. También parece de Shrek el Buzz Lightyear andaluz y flamenco, producto de una falla de reseteo, que recuerda al Gato con Botas de Antonio Banderas. Pero mientras las películas del ogro hacen descansar su pereza sobre el chiste y el gag, la tercera Toy Story honra la tradición Pixar, integrando esos elementos al conjunto de la narración. Narración que, como de costumbre, cohesiona con sabiduría componentes de lo más dispares. Ver, por ejemplo, la admirable fusión de parodia, tristeza y espíritu dark del flashback en el que el payaso Risas evoca el día en que él, Lotso y Bebote fueron abandonados para siempre. Otra tradición de la casa honrada por Lee Unkrich (quien, tras desempeñar infinidad de tareas en casi todas las películas de la compañía, debuta aquí como realizador) es la funcionalidad con que la técnica se incorpora al relato. Hasta el punto de que es necesario tocarse los anteojitos para recordar, durante la proyección, que Toy Story 3 se exhibe en 3-D. Se diría que no vale la pena hacerlo. Podría distraer de lo que verdaderamente importa: el juego de lealtades y traiciones, la pregunta por la sobrevivencia, el duelo que la pérdida del dueño genera en un juguete. Porque quien no sea capaz de concebir las emociones de un chiche, más vale que huya de cualquiera de las doscientas salas en las que hoy se estrena la película que le devuelve su grandeza al número 3.
El regreso de Woody y Buzz Lightyear En Toy Story 3, los juguetes de siempre, ahora acompañados por Barbie y Ken, deben luchar contra el engañoso y despótico oso Lotso Toy Story (1995) y Toy Story 2 (1999) fueron las películas que presentaron en sociedad la enorme categoría creativa de Pixar y significaron una revolución en términos de animación digital. Más allá del gran éxito comercial (el cowboy Woody y el guardián espacial Buzz Lightyear se convirtieron en personajes insoslayables del imaginario popular), ese díptico se convirtió en un clásico del cine de los años 90. Más de una década después -y luego de haber concebido otras joyas como Monsters Inc., Los Increíbles, Ratatouille o WALL-E- , Pixar se animó a retomar aquella saga sobre los queribles juguetes del niño Andy. La apuesta parecía segura en términos monetarios (quién no querría reencontrarse con estos personajes, encima ahora con todo el despliegue tecnológico y el plus de las salas digitales 3D), pero también conllevaba el riesgo de frustrar a un público cada vez más exigente y menos dispuesto a admitir productos "en serie" que alimentan franquicias y fórmulas demasiado trajinadas. En este sentido, puede sostenerse con toda convicción que Toy Story 3 es un nuevo triunfo artístico del equipo liderado por John Lasseter, hoy mandamás de la animación de todo el grupo Disney. Esta tercera entrega transcurre en la actualidad y, por lo tanto, Andy ya no es un niño de 6 años sino un adolescente de 18 que está a pocas horas de abandonar la casa familiar y trasladarse a la universidad. El joven debe vaciar su habitación y el dilema pasa entonces por dónde ubicar sus viejos juguetes. Si bien decide llevarse a Woody al college y dejar al resto en el ático, finalmente todos terminarán en una guardería liderada por un oso cariñoso llamado Lotso y llena de ávidos niños. Lo que en principio aparece como un destino ideal para ellos se convertirá pronto en una prisión, un infierno en el que el aparentemente dulce y encantador Lotso se transformará en despótico dictador. Los múltiples personajes de los dos primeros capítulos quedan reducidos aquí a una docena, aunque ahora se agregan otros y hasta tienen una participación importante (y bastante justificada en términos dramáticos) la mismísima Barbie y su compañero Ken. Los encargados de comercializar el merchandising, por supuesto, estarán de parabienes con semejante inclusión. Más allá de algunas escenas de persecuciones que alargan un poco la narración promediando el relato, el trabajo de Lee Unkrich (codirector de Toy Story 2, Monsters Inc. y Buscando a Nemo ) es impecable; la película tiene ritmo, belleza, sensibilidad, humor (físico y en sus diálogos), intensidad, emoción y hasta elementos propios de los más diversos géneros, desde el western hasta el cine de terror. Como siempre, los creadores de Pixar utilizan la tecnología (y los efectos 3D) de manera sutil, funcional, sin estridencias. Para ellos, se sabe, lo esencial es siempre contar una buena historia para todos los públicos. Y en este esperado regreso de Buzz y Woody a la gran pantalla lo han conseguido una vez más.
DESAPEGOS Y LEALTADES En su film número once y el tercero de la serie de Toy Story, los estudios Pixar confirman la efectividad de su trabajo metódico y riguroso, con otra película que se disfruta de punta a punta. La emoción, la diversión y la revisión génerica habituales en los films del revolucionario estudio vuelvan acá en una película que sí o sí –y por razones dramáticas– deberían tratar los adultos de verla en su idioma original. Pasaron muchos años desde que los Estudios Pixar, con John Lasseter a la cabeza, crearon un clásico de todos los tiempos llamado Toy Story (1995). Era el nacimiento de una nueva era, no sólo por la revolución que significó la animación digital con la que este estudio realizó sus once films, sino por la calidad de guión y habilidad narrativa que caracterizaría a todas y cada una de sus películas. Cada uno tendrá sus títulos favoritos, pero todos ellos son de una indiscutible grandeza. Y todos, sin excepción, cuentan historias cargadas de emoción, humor e inteligencia. Como no podía ser de otra manera, Toy Story 3 cumple con todos estos principios que son la marca del estudio y, aprovecha además, el hecho de contar con personajes con una historia previa, lo que asegura una identificación extra y un interés especial. Era de secuelas, el cine actual industrial sin duda encuentra en los personajes más amados un motivo suficiente para que los espectadores se acerquen al cine. Pero Pixar Animation Studios no traiciona a esos personajes, no les roba su esencia, ni los hace caer en calidad o emoción. Los personajes de Toy Story siguen intactos, con su psicología, sus ambiciones, sus miedos y su larguísimo camino en la búsqueda de la felicidad. Si el primer film era acerca de la asunción de la propia identidad y si el segundo era acerca de descubrir el riesgo de un mundo hostil, el tercero probablemente es el que enfrenta a los protagonistas a sus más duras aventuras emocionales. Pero a no creer que son conceptos abstractos. Toy Story 3 sigue trabajando para todos los públicos y por lo tanto estas ideas están expresadas en situaciones puntuales, en acciones trepidantes, llenas de humor y emoción. En esta nueva aventura, los juguetes (es decir, los personajes, es decir, nosotros, que como espectadores nos identificamos con esos juguetes) tienen que afrontar el hecho de que Andy –que hace años que no juega con ellos– comienza la universidad y por lo tanto no hay posibilidad de que los siga conservando. Los destinos son el ático o el basurero. Algo así como el recuerdo bello y una jubilación relajada o la muerte y la destrucción. Existe una también tercera opción, el ser donados. Es decir: encontrar un nuevo afecto, alguien que los necesite y les pueda dar algo que, por razones lógicas, Andy ya no puede. Película sobre el desapego, Toy Story 3 plantea un interesante juego dramático al crear una identificación compleja, tanto para adultos como para niños. Por un lado los juguetes deben aprender a despegarse de su dueño original, y por el otro, potencian y trabajan al máximo su absoluta lealtad. Los valores que la película sostiene son tan inequívocamente humanistas, que como adulto uno no puede sentir más que felicidad de saber que un film como éste será uno de los más taquilleros de la historia del cine. Con la melancolía que implica la conciencia del paso del tiempo y con la dureza de estas historias de separaciones entre juguetes y personas, Toy Story 3 impacta sin perturbar y emociona sin golpes bajos. Y por supuesto, no está ausente el humor. Barbie y, particularmente, su ambiguo compañero Ken, se roban por momentos la película. Aunque será Buzz quien en un momento –y por eso es imprescindible verla en idioma original, no contaré porqué– consiga el momento más delirante del film. Todos los personajes tienen su gracia y todo el film juega con los tópicos de género que ha construido la historia del cine en más de un siglo. Valga como bellísimo detalle final el homenaje a Hayao Miyazaki, el gran director de animación japonés, famoso por sus grandes historias y su trabajo artesanal, en uno de los juguetes que no es otro que Totoro. Esta no es una cita gratuita, es una declaración de principios donde se reivindican valores humanos y artísticos por encima de cualquier idea de mercado. Es justamente esa mirada la que le ha permitido a Pixar llegar hasta donde llegó y a sus personajes también, cuando hace quince años atrás uno de ellos prometía ir “al infinito y más allá”.
Con la llegada de una nueva entrega de "Toy Story", volví a entusiasmarme con un film de Pixar como no me ocurría en mucho tiempo. Siempre he disfrutado las creaciones con las cuales, año tras año, nos sorprende la gente de este maravilloso estudio, pero no considero que todas hayan sido excelentes o muy buenas. No puedo dejar de destacar el altísimo nivel en todas sus producciones, logrando lo que ningún otro estudio jamás ha conseguido: estrenar 11 películas con éxito y reconocimento de la crítica. Pero la decisión de realizar una nueva "Toy Story" seguramente significó un importante desafío, considerando que debían cerrar la trilogía manteniendo el excelente nivel de las dos anteriores entregas. Hace unos años, cuando parecía que Pixar y Disney se separaban (una vez finalizado el contrato que los unía), Disney anunció que produciría "Toy Story 3" por su cuenta. Incluso se conoció la sinopsis, en la que Buzz era enviado a Taiwán para ser arreglado y el resto de los juguetes salía a su rescate. Por suerte, Disney compró Pixar y lo primero que John Lasseter hizo al recuperar el control fue cancelar esta producción. Lo bueno de Pixar, es que no se apuraron por sacar una nueva continuación, todo lo contrario a lo que hizo Dreamworks con las pésimas secuelas de "Shrek". Esperaron que surgiera una buena idea para desarrollar, que 11 años después coincide perfecto con los tiempos en los cuales se desarrolla la historia, y recién ahí la hicieron. "Toy Story 3" fue dirigida por Lee Unkrich, quien participó como co-director en varias de mis preferidas: "Toy Story 2", "Monsters Inc." y "Finding Nemo", aunque seguramente cualquiera de los directores de Pixar también hubiera logrado un gran trabajo. Como era de esperar, el resultado es excelente. "Toy Story 3" es una película tierna, dulce, emotiva y entretenida, que recupera la esencia de las primeras producciones del estudio, que para mí fueron las mejores. Con respecto a la historia, creo que cuanto uno menos sepa, mejor. Sólo adelanto que se centra en el abandono que sufren los juguetes, algo lógico considerando que Andy ya es un adolescente. Sin dudas, ésta es la más divertida desde "Finding Nemo", un punto fundamental que creo venía fallando en las últimas estrenadas. Hay muchos gags graciosos, donde sobresalen el reseteo de Buzz y las dudas sobra la masculinidad de Ken. Además, las "Toy Story" siempre contaron con la mejor variedad de personajes. Si uno repasa los trabajos de Pixar a lo largo de los años, seguramente recordará uno o dos personajes por film (Mike Wazowski, Dory, Nemo, McQueen, Wall-E), pero al pensar en "Toy Story" se vienen seis o siete a la memoria. Woody, Buzz, Sr. y Sra. Cara de Papa, Rex, los marcianitos, el perro... Encima se dan el lujo de presentar muchos personajes nuevos, todos geniales, donde se lucen Ken y el malvado Oso Cariñoso. La experiencia 3D no es tan relevante cuando el producto es de tan buena calidad. Sí, es un agregado pintoresco, pero recomiendo verla de cualquier forma (3D, 2D, subtitulada o doblada) que nada afectará el resultado. Incluye también la yapa del clásico corto animado previo, otra maravilla. En síntesis, otra imperdible obra maestra, para ver una y otra vez.
Como se preveía por el tono de la segunda parte, aquí el equipo de Pixar profundiza la perspectiva melancólica y el ataque contra la cultura de la obsolescencia. Una pequeña dosis de la chispa de la original desapareció pero aún así el rendimiento de Toy Story 3 (2010) continúa siendo muy positivo. Sólo la secuencia de acción apocalíptica en el basurero y el esplendoroso desenlace valen de por sí el precio de la entrada. Por cierto no es imprescindible pagar el 3D, para variar por fin podemos elegir disfrutarla con subtítulos. El homenaje a Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988) de Hayao Miyazaki es otro detalle encantador…
Soltá esos juguetes La Navidad, los cumpleaños, una costura que se abre o alguna pieza que desaparece para convertirlos en basura. Los temores de los juguetes son desoladores y todos tienen que ver con el abandono y la impotencia. Ahí aparece Pixar, que hace 15 años empezó a hacer terapia con los muñecos y dedicó tres películas a una épica sobre el oficio de animar y a los conflictos de una pandilla de juguetes con más vida propia que la que ellos mismos quisieran. Por la expectativa y el tiempo transcurrido, la continuación de la saga imponía una variación en el mecanismo de conjura de los miedos y la tercera parte de Toy Story debía ser la vencedora: la que se metiera de cabeza en las fantasías oscuras que se tejen dentro de un baúl, mientras los chicos crecen y el futuro se parece cada vez más al olvido. Andy se va a la universidad y Woody no se resigna a dejar de ser jugado. Confía en que algo de aquella devoción mutua permanece intacta. El viaje será para que el vaquero recuerde que aferrarse a lo conocido será desaparecer, que la magia no existe fuera del juego y que la lealtad de sus amigos animables es tan valiosa como la de su amo. Hasta ahí la fábula, el resto es otra maravilla del género, prueba de que las terceras partes pueden ser mejores que las anteriores. En Toy Story 3 hay acción, comedia de situaciones y enredos, tributos al cine de escapes carcelarios y bastante más drama del que se espera de un cuento fantástico. Woody está en la encrucijada más complicada de su vida de trapo: seguir a su dueño o rescatar a sus amigos de un destino incierto en la guardería Sunnyside, donde fueron donados por la mamá de Andy. Pixar dibuja un universo a medida del aprendizaje con apariencia de paraíso de juegos, donde los niños nunca se acaban porque cuando crecen llegan otros nuevos. Para garantizar que la mezcla fragüe, el humor interviene con tono dominante, con escenas como la de Buzz activado en modo Demostración y reseteado con algunas consecuencias indeseables. También aparece Ken en una avalancha ochentosa de muñeco de torta glam, y del lado de los villanos está Bebote, un muñeco con un ojo desviado y mamadera interminable, dominado por Lotso, oso de peluche que se presenta como un padrino bondadoso pero que ha perdido la fe en el amor humano: sin dueños no hay dolor, dice, y poco después muestra la hilacha. Si la pesadilla más temida era terminar en una bolsa de consorcio, los juguetes de Andy no sólo llegarán al camión compactador sino que poco después deberán asumir que el tiempo de la infancia siempre se acaba y que las despedidas son parte del amor eterno. Por suerte para ellos, Pixar también pensó en un relevo interesante: Bonnie, una niña muy parecida a la Boo de Monsters Inc, y que entra en escena para habilitar la salida superadora. La historia parece terminar en trilogía, pero con Woody nunca se sabe.
Una película grandísima Cuando se estrenó Toy Story, la primera, hace casi una década y media, se escribió mucho sobre la novedad de hacer un largo animado “en computadora”. La animación digital se hizo familiar, y sobre todo Pixar se hizo –afortunadamente– familiar. Y la tercera parte de Toy Story es uno de los grandes hitos de la productora, sino el mayor. Toy Story 3 se estrena en 3D y en 2D. Y doblada y subtitulada. El doblaje es excelente. La versión subtitulada también. Por ahora, sólo la vi dos veces, en 3D, y es un 3D sobrio, usado con gran criterio espacial –como en Avatar– y con ningún efectismo de esos de andar revoleando cosas hacia el espectador. Toy Story 3 despliega una cantidad asombrosa de ideas: pequeños grandes chistes, grandes secuencias cómicas, personajes que cambian de ideas y hasta de nacionalidad, recreación de personajes con nuevos materiales, diversidad musical, un grandioso malo sibilino y nuevos juguetes entrañables. Como las dos entregas anteriores, Toy Story 3 se apoya en tradiciones bien aprendidas: no por nada por ahí anda un Totoro de Miyazaki, y no por nada Woody irrumpe con una aparición digna de un potente western. Más tarde, se hacen presentes los espíritus de John Wayne + John Ford + Más corazón que odio + Steven Spielberg + La guerra de los mundos. Podría ser más preciso y ubicar estas referencias en la película e interpretarlas de forma más extensa, pero quedaría una nota demasiado larga y tendría que revelar detalles que están hechos para sorprender al espectador. Toy Story 3 es una gran aventura, en muchos sentidos. La aventura de los juguetes ante el mundo exterior. La aventura del escape de una prisión en la mejor tradición de fugas clásicas cinematográficas, que nos recuerda desde Fuga de Alcatraz de Don Siegel hasta Pollitos en fuga de Aardman Animations, que era una reversión con aves de corral de Stalag 17 de Billy Wilder. Una aventura de múltiples evasiones frente a las diversas amenazas de pasar al (sub)mundo de la basura. Y, en profundidad, la aventura de los juguetes –y sobre todo de Woody– frente al paso del tiempo y sus consecuencias. Toy Story 3 es un relato sobre la inexorabilidad del paso del tiempo, sobre la finitud de la infancia, sobre la mortalidad y sobre la herencia, sobre lo que los humanos legamos a las generaciones futuras. Así, es una película terriblemente dolorosa, que se anima a profundidades y oscuridades literal y visualmente infernales. Y emerge de ellas con gracia, belleza, inteligencia y corazón. Algo más. Sobre el corto que se da antes de la película, que se llama Día y noche y es ingenioso, astuto y técnicamente brillante, como son muchas publicidades. Muy simple en su mensaje de “aceptar lo diferente y el misterio del otro”, comete un error tremendo: lo dice expresamente, de manera directa, como si fuera un sermón, para que –más que claro– quede redundante y molesto. En el sitio Otros cines, en esta crítica se dice que “El cortometraje que precede al film, Día y noche, sí es una masterpiece. Sin dudas.” No suelo usar el término “masterpiece” y no me gusta tampoco escribir “obra maestra” en mis artículos, pero estoy seguro de que no puede serlo un pequeño corto que quería decir una sola cosa y que, cuando ya estaba clara, la convirtió directamente en obvia y reiterativa (choronga) con un martillazo machacón que desconfía del entendimiento del espectador.
En 1995 se estrenó “Toy Story”, el primer largometraje de animación totalmente computarizado de la historia del cine, con recursos gráficos tridimensionales. Producto de Pixar, empresa del Silicon Valley, fue dirigido por John Lasseter su verdadero creador. Cuatro años después llegó la inevitable secuela, “Toy Story 2”, manteniendo buena parte de los méritos de su antecesora. Después aparecieron otros productos de Pixar, entre los cuales uno dirigido nuevamente por Lasseter en 2006 (“Cars”). Cuando el ciclo de dibujos sobre los juguetes que tienen vida propia parecía cerrado, irrumpe once años después “Toy Story 3”, con un nivel de calidad que denota los notables avances tecnológicos de la animación totalmente digital. Si uno quisiera buscar una razón por la cual tras tanto tiempo reaparece esta serie, la respuesta más probable debería encontrarse en el renacer de los films 3D, que en los últimos años vienen proliferando en forma geométrica. Este tipo de películas tuvo un breve auge en la década del ’50 con unos pocos títulos, entre los cuales cabe recordar algunos productos de clase B como “Museo de cera”, “La carga fatal” y “El fantasma de la Rue Morgue”. La moda pronto se extinguió y muy de tanto en tanto reaparecieron otras películas en 3D. “Toy Story 3” se puede ver en Argentina en cuatro variantes como producto de la existencia de una versión original subtitulada y otra hablada en castellano y además con o sin 3D. Este cronista la vio sin este último artificio aunque estima que es poco lo que se pierde por no usar los anteojos, especialmente provistos en ciertas salas. En cambio, prefirió verla en inglés ya que las voces originales tienen una frescura que probablemente se pierda en la versión doblada, que sin embargo puede justificarse para los espectadores más pequeños. En “Toy Story”, la original, el niño Andy tenía apenas unos seis años y su juguete preferido era Woody, especie de sheriff de trapo cuya voz era y sigue siendo la de Tom Hanks. A Woody le aparecía un rival, Buzz Lightyear (voz de Tim Allen), un astronauta que sin embargo terminaba por ser compinche del vaquero. Aquí Buzz sufrirá más de un cambio por sucesivos “reseteados”, en uno de los cuales lo veremos hablando el español de la Madre Patria. Varios otros juguetes se repiten desde el inicio de la serie, entre los cuales un simpático chanchito alcancía de sugestivo nombre (Hamm), un dinosaurio conflictuado (Rex con voz del frecuente actor de Woody Allen, Wallace Shawn), un perro salchicha y elástico, el tierno Slinky Dog y Mr. Potato Head (voz de Don Rickles). En esta oportunidad los creadores de Pixar han agregado algunos personajes más destacándose un oso de peluche de nombre Lotso (voz de Ned Beatty), que esconde, tras su inocente rostro, un perverso personaje. También reaparece la muñeca Barbie, ahora acompañada de Ken, notable composición en la voz de Michael Keaton, que protagoniza uno de los momentos más cómicos de la película en un vestidor. Otros muñecos adquieren mayor relieve como la “cowgirl” Jezzie, a la que le presta su voz Joan Cusack. Incluso hay un personaje que resulta ser un teléfono de juguete, cuya participación tiene lugar en uno de los tantos momentos dramáticos de la historia. Al tener Andy edad suficiente para irse a vivir sólo y estudiar en una universidad, los muñecos se ven de golpe obligados a mudarse a una guardería de engañoso nombre (Sunnyside). Cuando a la mañana siguiente el lugar sea virtualmente invadido por un grupo de niños excitados, se verá a los muñecos volando por el aire y en particular al dinosaurio Rex y al matrimonio Cabeza de Papa, buscando partes de su cuerpo. Lo notable de esta propuesta es el ritmo ensordecedor que logra gracias a la tecnología digital de avanzada, de la que hace alarde este film. La historia no da respiro y hacia el final entra en momentos dramáticos, que pueden angustiar a los más pequeños. Pero por suerte y como era de esperar en este tipo de producto el final será feliz y al mismo tiempo satisfactorio, sin caer en golpes bajos. Lo que si quedará en la retina de grandes y chicos es la añoranza y el cariño, según el caso, por los juguetes. Se podría decir que estos muñecos tienen vida y son capaces de ser tan expresivos como verdaderos actores de carne y hueso. Para muestra basta el ejemplo del oso Lotso, que parece parodiar a gangsters famosos, vistos hace más de cincuenta años en la pantalla grande. En otro extremo ubiquemos al chanchito Hamm, quien hacia el final se imagina interpretando a un famoso personaje de nombre “Hammlet”!
Al infinito y más allá ¿Cuál es el secreto? ¿Qué fórmula mágica emplea la gente de Pixar para estrenar año tras año auténticas obras maestras dentro del cine de animación, y por qué no, del cine en general? ¿Cómo hacen John Lasseter y compañía para superarse constantemente y evitar caer en la mediocridad de sus colegas de Dreamworks y Fox (pregúntenle sino a Shrek o a los animalitos de La era del hielo)? Estoy sentado frente a mi PC intentando explicar qué es lo que hace de Pixar la productora con mejor promedio de excelencia que se haya visto en el cine en los últimos tiempos, y la verdad que es difícil no caer en algunos lugares comunes de la crítica. Al principio tenía mis dudas con respecto a Toy Story 3. Las dos entregas anteriores tienen un lugar muy especial para mí, por lo que mis expectativas eran muy altas. Vi la primera en el cine cuando tenía nueve años, y me acuerdo que apenas llegué a casa me encerré en mi cuarto a jugar con mis muñecos de Playmovil y las Tortugas Ninjas. Toy Story 1 era puro placer por la aventura y la imaginación, con un mensaje de fondo acerca de añorar lo que uno quiere para siempre pese a las cosas nuevas que aparezcan en nuestro camino. Luego vino Toy Story 2. Poco antes de verla me acuerdo de haber tenido que regalarle los pocos muñecos del Hombre Araña que me quedaban al nieto de la portera de mi edificio. No me arrepiento de haberlo hecho, pero me da cierta nostalgia por haberlos abandonado, por eso al ver esa increíble escena en que la vaquerita Jessie cuenta cómo fue desechada por su dueña no pude más que emocionarme hasta las lágrimas. Esta vez existía de entrada un factor que hacía temer que Pixar pudiera bajar en calidad al encarar la tercera parte de la saga que puso al estudio en el mapa cinematográfico allá por 1995, y es la ausencia de John Lasseter en la silla del director (ahora como jefe a cargo de departamento de animación de Disney) reemplazado por Lee Unkrich, quien debuta como realizador solitario luego de codirigir Buscando a Nemo y Monsters Inc. Pero afortunadamente Pixar es como esos equipos de fútbol en los que todo está tan bien aceitado que por más que entre un nuevo jugador a la cancha el sistema sigue mostrando la misma solidez de siempre. Diez años se tomaron para darle a estos entrañables personajes la despedida que realmente se merecían, y vaya despedida que les dieron, porque desafío a cualquiera que vea Toy Story 3 a que no suelte alguna lágrima durante los momentos finales de esta pequeña gran joya. Los diez años que pasaron entre una secuela y otra son los mismos que han transcurrido dentro del relato. Ahora Andy tiene diecisiete años y está a punto de irse a la universidad, por lo que Woody, Buzz y el resto de los juguetes temen por su destino final y se preguntan si será en el ático o en la basura. Luego de una serie de peripecias la banda irá a parar a una guardería, donde conocerá a un nuevo grupo de juguetes liderados por un oso de peluche llamado Lotso, que convertirá al lugar en una prisión de la cual no hay escapatoria posible. Así, Toy Story 3 pasa a formar parte del género de películas carcelarias al mejor estilo El gran escape y Sueños de fuga, y no sólo en lo narrativo sino también en lo estético, ya que hay planos en contrapicado y un fuerte juego de contraluces en la fotografía que remiten a films como Shock corridor, de Samuel Fuller. Unkrich y compañía no temen darle un tono absolutamente oscuro a la película, con la presencia de juguetes (como la bebé de rostro magullado o un mono de mirada diabólica) que van a causar más de una pesadilla en los más chiquitos, y dando a entender que ningún juguete está a salvo de un destino trágico. Lo que nos lleva al tema más importante de esta tercera entrega, que es la muerte. Mientras la primera película nos mostraba cómo Woody y Buzz aprenden a encontrar su lugar en el mundo y la segunda los desafiaba a darse cuenta de que la vida de un juguete no es infinita, esta tercera parte los pondrá definitivamente ante la idea de que el ciclo entre un muñeco y su dueño tiene un final. Por eso, pese al amor incondicional que alguien pueda tener por sus juguetes inevitablemente llegará ese momento en el que deba mirar al futuro y separarse de todo aquello que lo marcó cuando era chico. Obviamente que es un mensaje que afectará más a los adultos que a los niños, aunque creo que la idea de aferrarse a lo que uno más quiere es universal a todos, tengamos diez o noventa años. Pero no todo es oscuridad en el mundo de Toy Story 3, porque cuando parece que la cosa se va a poner densa es cuando sale a relucir el otro tema importante que acompañó a esta saga desde el principio, y es el de la amistad. La amistad inquebrantable entre Woody y Buzz, junto a Slinky, Jessie, Ham y el eterno Sr. Cara de Papa, junto con el espíritu de equipo, permitirá que ninguna prisión sea suficiente para librarlos del deseo de volver con su dueño legítimo, y los mantendrá fuertes y unidos cuando las cosas se les pongan difíciles, al punto de ir a parar directamente a un incinerador. El humor característico de Pixar siempre está presente, con gags imperdibles que es mejor no comentar por acá (esperen a ver a Ken con sus complejos sexuales o al Sr. Cara de Papa convertido en un panqueque). Tratando temas tan disímiles como la muerte y la amistad, Pixar logra capturar nuestra imaginación y llenarnos el corazón de felicidad año tras año. Espero que en el futuro continúen esta tradición, y como dice el mismo Buzz, puedan llevarla “¡hasta el infinito, y mas allá!”.
El placer de reencontrar viejos juguetes Ya la primera Toy Story (1995, dirigida por John Lasseter, auspicioso debut de Pixar en el largometraje) proponía una buena idea: contar una historia dirigida al público infantil desde el punto de vista de los juguetes, una manera de representar las fantasías de todo chico, para quien todo juguete –sobre todo si se trata de un muñeco o un animal– es visto como una pequeña criatura viviente. A esto se sumaba un impecable trabajo de animación generada por computadora, técnica que entonces era novedosa. Después de una segunda parte realizada con la intervención de Walt Disney Pictures (en estos quince años hubo toda una serie de acuerdos y desacuerdos en torno a los vínculos de la compañía Pixar con la Disney), llega Toy Story 3, dirigida por Lee Unkrich (1967, Cleveland, EEUU), editor de las anteriores. El recurso utilizado por los guionistas (Unkrich, Lasseter, Michael Arndt y Andrew Stanton) para volver sobre los mismos personajes es válido: Andy, el pequeño dueño de esos coloridos monigotes de plástico y goma, es ahora un adolescente que quizás deba deshacerse de ellos al ingresar a la Universidad y comenzar una nueva vida fuera de su casa. Esto los llevará a una serie de peripecias diversas e imprevisibles, hasta arribar a un final tranquilizador. La sucesión de aventuras comprende momentos maravillosos, como el descubrimiento de la guardería, donde el espectador –aún el adulto– disfruta internándose, magia del cine mediante, en un espacio único y cautivante, rebosante de movimientos, formas y colores exquisitamente combinados. La creación de algunos nuevos juguetes (¡pobre el teléfono, víctima de aprietes!) y personajes (la nena vecina de Andy) son verdaderos hallazgos. En Toy Story 3 hay, también, situaciones verdaderamente graciosas: los juguetes literalmente atacados por los chicos de la guardería es una de ellas. Y, si bien la proyección en 3D no depara grandes sorpresas, el salto de Woody -el cowboy- desde un techo es una buena utilización de este artilugio. En los pliegues de esta cadena de divertidos episodios pueden percibirse elementos característicos de la cultura estadounidense, desde las escenas en las que Ken desfila y baila música disco, o referencias que probablemente sólo capten los adultos (Woody suspendido de una cuerda como Tom Cruise en una famosa escena de Misión imposible), hasta el recurrente enfrentamiento entre buenos y malos, e incluso cierto discurso que Barbie proclama contra lo que podría considerarse un dictador (un oso aparentemente amable pero esencialmente rencoroso). La música, bien Disney, resulta omnipresente y sensiblera sobre el final. Un tema que erróneamente podría considerarse extra cinematográfico es lo que algún crítico estadounidense había objetado ya en la primera Toy Story: la sobreexplotación comercial del producto. Las tensiones en torno a las expectativas comerciales no deben haber estado ajenas a la misma concepción de la obra: la ambigüedad moral de Barbie y Ken, por ejemplo (que finalmente no resultan tan frívolos), o la convencional escena de los juguetes tomándose de las manos frente a un peligro de muerte, parecen concesiones. Sin dudas, debe haber por el mundo películas animadas tanto o más imaginativas que ésta, menos sujetas al modelo narrativo –y moralista– impuesto por el cine hollywoodense (las del japonés Hayao Miyazaki pueden ser un ejemplo). Pero, al mismo tiempo, hay que reconocer que, en cuanto a gracia y creatividad, el cine de animación en Estados Unidos -al menos teniendo en cuenta productos de la factoría Pixar como éste, Ratatouille o Wall-E-, se encuentra varios escalones arriba que el grueso de las películas de ficción que vienen haciéndose en los últimos años en ese país.
Luego de más de 10 años han vuelto los juguetes más queridos por los chicos y también por muchos grandes. Buzz, Woody, Rex y Cara de Papa han regresado en su mejor versión. Debo admitir que por causas que dejo libradas a los grandes misterios del universo, no había visto antes las anteriores dos entregas de la saga, sino que lo hice por primera vez hace aproximadamente dos semanas y ambas me dejaron muy buenas impresiones. Realmente el laburo de Pixar en este caso fue brillante y arriesgado, por que doblaron la apuesta al realizar una película con una historia muy original que encima logró superar a las anteriores entregas. La cinta nos mostrará lo que viven los simpáticos juguetes cuando Andy tiene que abandonarlos para ir a la Universidad. En medio de la mudanza del adolescente hay una serie de enredos que llevan a Woody y su pandilla a una guarderia que a priori parece un nuevo paraíso. Lamentablemente para ellos las apariencias engañan y lo que parecía una nueva vida llena de alegrías se convierte en una especie de cárcel dominada por el malvado y manipulador Oso Lotso. Las anteriores ediciones de Toy Story eran muy buenas películas para chicos en donde los grandes no nos ibamos a aburrir, pero en esta ocasión me sentí más tomado en cuenta por parte de los creadores de Cars. La esencia no se pierde pero hay una banda de chistes, gags y situaciones orientadas a la gente mayor que asista a verla, que a mi me encantaron. Dentro de esa esencia que Pixar respeta a rajatabla seguimos encontrando a los hermosos valores, como la amistad y el compañerismo, a los que la productora hace honor en cada una de sus películas. Esto es algo digno de destacar porque son excelentes enseñanzas que los más chicos deben aprender y que los más grandes muchas veces debemos recordar. Con esto quiero decir que a pesar de ser una película "infantil" tiene un mensaje muy real y totalmente aplicable a la vida de cualquiera que pueda verla. También hay una evolución narrativa ya que en esta ocasión la historia tiene mucha más aventura y muy buenos momentos de suspenso, que sinceramente llevan a un resultado altamente espectacular. En ese caso se puede ver un muy buen laburo de Lee Unkrich que logró agregar buenas ideas y una bocanada de cierta renovación a la saga. Un detalle que no me gustaría dejar pasar es la rara sensación de "coincidencia", "parodia" o como quiera llamarse cuando escuche a Buzz hablando en un español cachondo, por que me hizo recordar mucho al Gato con Botas de Shrek. No quiero realizar un juicio porque no estoy seguro de la razón de esta inclusión, pero lo nombro porque no lo vi en otra crítica y quizás si esto hubiera ocurrido en una película de Dreamworks seguramente más de uno hubiera saltado al cuello de la productora de Steven Spielberg. Sin dudas Toy Story 3 es lo mejor que Pixar nos ha mostrado hasta ahora y realmente parece que el límite de la productora es "el infinito...y más allá"
Juguetes contra el paso del tiempo. Toy Story es una de las mejores sagas del cine animado. O dejemos de lado la subcategoría: es una de las mejores trilogías del cine, y punto. Si la primera era el indicio más que claro y firme del advenimiento de la animación computarizada, la segunda iba al infinito y más allá. Combinaba todo el humor, el amor por la aventura y los personajes entrañables que sólo Pixar nos sabe ofrecer. En menos de 20 años, la productora no solo ofreció 2 buenas películas, sino 11. Algunas son obras maestras, y ahí empezarán a discutir todos. Que es Toy Story, que es WALL-E, Up, Los increíbles. Está bueno: se discute sólo para saber cuál es la mejor, siendo todas de una calidad sorprendente. Sergei Eisenstein, el director del El acorazado Potemkin (una de las más importantes películas de la historia) dijo después de ver Blancanieves y los siete enanitos, que era le mejor película que había visto en su vida. Y es que el cine de animación, cuando está bien hecho, no tiene barreras, salvo la imaginación de sus creadores. Podemos estar en el interior de una ballena, en el hombro de un robot gigante, llegar al mundo de la Navidad, e incluso tener una batalla en el cielo con perros pilotos. Todo es posible. El reto está, claro, en lograr que el espectador se pueda encariñar con ellos. Es fácil encariñarse con, digamos, un animal que habla. ¿Pero con un juguete? No recuerdo una película live action donde haya sentido la mínima empatía hacia un muñeco. Con Toy Story es diferente. Nos creemos que Buzz, Woody, Ham, y todos los demás tienen vida. Y qué mejor que el final de esa película para comprobar que sí, realmente están vivos. El comienzo de Toy Story 3 es explosivo. Una persecución impresionante. Woody, Jessie, y Buzz persiguen en el Lejano Oeste (¿estará Ethan Edwards por ahí?) a los malvados de turno. Después, el truco se devela: toda la aventura, era la imaginación de Andy, mucho más que un dueño. Un amigo, para los mismos juguetes. No hay cinismo en esto: al contrario, un profundo e inquebratable amor por la imaginación y el espíritu del niño. No es casualidad que todos los personajes más memorables guarden un niño interior. Esas aventuras, en un montaje con filmaciones caseras, van desapareciendo. Andy, claro, crece. Lo insoslayable, terrible, y trágico de la serie, es que los juguetes no parecen expirar por causas naturales. Y los chicos que acompañan, se olvidan de ellos. Así, muchos de los viejos y queridos personajes ahora ya no están. Vaya uno a saber qué pasó. Sólo quedan los principales. Guardados en un baúl con cosas inútiles. Un último intento de llamar la atención de Andy los prepara para la cruda realidad: el muchacho ya creció. No los necesita. Irá a la Universidad, y ellos probablemente pasarán el resto de sus días (¿¡cuántos?!) en el ático. Pero bueno, siempre existen otras posibilidades, y estás tienen que ver con ser donados. Y la principal aventura, esta vez, será escapar de Sunnyside, una guardería infantial gobernada por el despóta Lotso, un osito para nada cariñoso que recuerda a Capataz de Toy Story 2. Todo este set-up es un festín para recordar viejos clásicos como Stalag 17 de Billie Wilder, o El gran escape con Steve McQueen. No: no es la primera película animada para chicos en hacer esto. Pollitos en fuga también tenía referencias muy similares. Quizás donde la película no termine de convercerme del todo es en todo este intermedio. Sí: está muy bien, es gracioso, divertido y memorable. Pero hay algunos chistes que se repiten y la inspiración no parece ser tan alta como fue en la anterior (me acuerdo del cruce de la calle, magistral secuencia de acción y humor). Hay presentación de nuevos personajes (Barbie y Ken, quienes están totalmente justificados con la historia) y situaciones por demás simpáticas. El último acto del film si recupera toda la energía, tensión y carga dramática. Pero de nuevo: esta crítica es mía y quien no tenga problemas con el resto, seguramente verá una obra maestra. Quizás el único aspecto técnico que podría reprochar es la banda sonora de Randy Newman. No es demasiado inspirada. Sólo el tema del osito Lotso (que rememora a John Barry en Perdidos en la noche) se destaca. Luego, claro, acompaña las referencias cinéfilas y secuencias totalmente sorprendentes, como ese escape de la incineradora, donde más de uno deberá aguantar las lágrimas. Otra de las críticas va hacia los mismos juguetes que ahora aparecen en pantalla. Pareciera que en lugar de inventar, se dedicaron a llenar la pantalla de juguetes conocidos como para que el espectador ávido los reconozca. Sin ir más lejos, el villano Lotso es un Lots-o-huggin bear. El primer fotograma y el último antes de los créditos finales, son idénticos. Sin arruinar nada, se puede decir qué se ve: varias nubes, idénticas en forma y tamaño. Claro: lo primero es la imaginación de Andy, que crea un mundo de amistad, acción, compañerismo, tensión. Al final, no, es la realidad. Pero al mismo tiempo, es la visión del mundo de un alma sensible, o mejor dicho, el trabajo de varios artistas. Así, con esa magia incadescente, atemporal, comienza y concluye esta maravillosa historia. Que en definitiva, no es otra cosa, que el cine mismo.
La primera fue un éxito descomunal hace 15 años, y la carta de presentación de Pixar en el rubro animación. La segunda estuvo casi a su altura, aunque dividió opiniones. Este tercer capítulo de la saga (que se supone final), tomó cuatro años de trabajo, y contó con 400 artistas y técnicos. Es la primera de las tres que llega a las pantallas en 3D. Ya al final de la segunda se veía que Andy iba a crecer y los juguetes tendrían pronto otro destino. Ahora, el muchacho ingresa a la universidad y será la hora de la verdad para los muñecos entrañables. Antes de partir, el chico –ya de 18 años–, deberá limpiar ese cuarto que quedará para su hermana Molly, y ver si regala sus monigotes queridos, los dona a una guardería, o se los guarda. Andy se quedará con Woody y mandará los demás al desván. Pero su mamá cree que la bolsa está llena de basura y la saca a la calle. Woody será el encargado de rescatarla, pero las cosas se complican de manera endiablada. La banda compuesta por Buzz, Jessie, Barbie, la pareja Cabeza de Papa, el dinosaurio Rex, el cerdito Hammy y el perro Slinky, es salvada, pero acaba en una guardería. Los juguetes líderes del lugar, como el oso Lotso, van a traerles algunas dificultades a los recién llegados, que se sienten como sapo de otro pozo. Habrá que pagar derecho de piso en el nuevo domicilio. La película luce un costado algo más oscuro y tenebroso que las anteriores, pero la calidad es inobjetable. Los chicos volverán a encontrarse con los personajes que extrañaban y sabrán que nada está definitivamente perdido.
La nueva saga de Pixar, "Toy Story 3", llega a 10 años de la segunda parte y a una década y media de la primera , tiempo suficientemente extenso para que, al menos, un niño deje de ostentar esa condición.Por allí comienza la trama de este logradísimo filme, que también está en su versión 3D, y que desafía la máxima basada en que una película de animación no puede ser una gran película. "Toy Story 3" hace reír y emociona con recursos auténticos, y es tan recomendable para niños y adolescentes como para adultos. Es más, la versión 3D es interesante, pero los efectos especiales están utilizados en función de la película y no al revés, lo que potencia aún más el valor del filme. Andy está a punto de irse de viaje para ingresar a la universidad, y su madre lo hostiga para que ordene su pieza, mientras el padre sigue sin aparecer en escena, como en toda la saga. Allí surge el primer conflicto. Cuando Andy debe decidir qué juguetes elige para llevarse y cuáles dejar en la bohardilla, se queda solamente con el vaquero Woody. Y Woody no imagina un mundo sin Andy, pero mucho menos sin sus amigos Buzzy, Jessie, el dinosaurio Rex y todos sus colegas, sobre quienes tiene un vínculo intenso, y es claramente el líder. La amistad y la solidaridad son dos valores clave en esta película dirigida por Lee Unkrich (co-director de "Toy Story 2" y de "Buscando a Nemo"), quien supo ingeniárselas para lograr sentimientos tan genuinos en el espectador, que a menos de media hora de transcurrida la película ya se olvidó que está viendo una de dibujitos animados. En esa lucha de Woody y sus amigos por mantenerse juntos, se abre el abanico para mostrar momentos dramáticos y de angustia, que son muy habituales en muchos de los clásicos de Walt Disney. Y habrá tantas similitudes con la vida real, que no tardará en aparecer el traicionero, ése que se hace el buenito hasta que en el momento más difícil elige un camino propio sin pensar en los que están a su lado. En la última media hora, lejos lo mejor del filme, arranca una dinámica tan vertiginosa que cuesta despegarse. Es que los mensajes que va decantando esta propuesta no llegan como moralejas de un maestro ciruela de la primaria, sino que obligan a reflexionar sobre la vida y la muerte, sobre la verdad y la mentira, el amor y la amistad y, sobre todo, la adultez y la niñez, etapa dorada.
Toy story 3 habla de los cambios que el tiempo impone en la vida. Pero sería banal y trillado, si no lo hiciera incluyendo(se) en esa realidad, si no tuviera la sabiduría de entender que lo que queda atrás no desaparece. Andy ha crecido. Ese es el punto de partida de esta nueva película de la serie que, en lo personal, considero la mejor saga de la historia del cine. El nudo narrativo se basa en una realidad: cuando los chicos crecen, dejan de jugar con sus juguetes. Y a estos les quedan pocos destinos posibles. Ser regalados, quedar arrumbados en un depósito, esperando que algún milagro los rescate, o ir a parar a la basura. ¿Cuál será el destino de Woody, Buzz, y el resto de los juguetes que han estado con el pequeño Andy durante años? (y que, de un modo u otro, han estado con muchos de nosotros durante ese mismo tiempo). La aventura que desencadenará esta situación inevitable, con sus malos entendidos, escapes, separaciones y corridas, muy a tono con las anteriores dos presentaciones, será vehículo y excusa para contar una historia maravillosa. Entretenida como siempre, la narración estará sustentada en la gracia de estos juguetes, que cobran vida cuando nosotros no los vemos. Woody y sus compañeros, deberán esperar la decisión de Andy, que está a punto de marcharse a la universidad. ¿Qué hará con ellos? Ya no habrá lugar en el arcón en el que se hallan guardados (y desatendidos). De modo que se encuentran ante un final anunciado. La película cuenta la historia de esta y otras decisiones necesarias, vitales y, por supuesto, del destino de aquellos juguetes que ya no serán nuevamente jugados por su dueño. Como las anteriores, tiene un núcleo central extremadamente potente en materia dramática: al apelar a los juguetes, remite a todos los espectadores a un lugar maravilloso, en la medida que seamos capaces de aceptar el hechizo cinematográfico: el lugar del juego. Porque abiertos al espíritu lúdico, cada uno de nosotros puede ocupar el lugar del niño sin inconvenientes. Y allí somos todos iguales. Esta apelación al juego, nos permite a todos tener el mismo punto de vista ante la situación planteada. En el universo lúdico somos todos jugadores, y no hay edad que valga. Ese es un punto fuerte de toda la serie. Claro que en esta versión hay diálogos particulares que los realizadores intentan con diferentes espectadores posibles. Toy story acompañó a lo largo de su crecimiento a muchos jóvenes de hoy. Esta película está íntimamente dedicada a ellos. A quienes la vieron con sus primeros años de infancia y hoy, quince años después, están arriba de los 18. Y que como Andy, tal vez tengan sus juguetes guardados en un cajón. Juguetes entre los cuales, además, es probable que haya una réplica de Woody o Buzz Ligthyear. Sus realizadores tienen con ellos un vínculo muy especial. De algún modo, con esta película los despiden con profundo cariño. Podemos imaginar que les dicen: “Ustedes crecieron con Toy story, como Andy con sus juguetes. Bueno, llegó el momento de separarnos. Tal vez un día vuelvan con sus hijos, pero esa será otra historia”. Y esto es parte de un ciclo vital, con todo lo bueno que ello tiene. También la película implica a sus padres, quienes hoy ven a sus hijos crecidos y, como la mamá de Andy, suelen mirar aquellos viejos videos, que atesoran imágenes de un tiempo añorado. Si hasta ahora llevaron a sus hijos de la mano al cine, es tiempo de que ellos vayan solos, y elijan sus propias películas, del mismo modo en Andy parte a la universidad. Toy story habla de cambios en la vida, los inevitables, los que son parte del tiempo. Pero esto sería banal y trillado, si no lo hiciera incluyendo(se) en esa realidad, si no tuviera la sabiduría de entender que lo que queda atrás no desaparece, sino que se lleva en tanto es parte de la historia personal. Pues más allá de todo, los amigos siguen estando, siguen siendo los viejos compañeros que fueron. Siguen significando la vida de cada uno. Aquello que quedó como marca no se va a borrar, es indeleble. Como esa marca que dice Andy, en el pie de Woody. Y esto es maravilloso.
Unidos y dominando A mis amigos. Entre todos los valores que ha sabido proteger la gente de Pixar cual escudero de los tiempos de los templarios, tal vez uno de los más preciados sea la amistad. La sincera, la que se construye a partir del vínculo honesto y más allá de las diferencias -que las hay, las hay-. Por eso, entre su ya invencible escudería de películas, Toy Story sobresale como la más pura, directa y explícita de sus alegorías. En las películas Pixar, el tema siempre choca con las circunstancias: pregúntenle a la rata Remy, si no. Y en la saga Toy Story, la amistad ha sido siempre interrumpida por diversos espíritus corruptos, para siempre resurgir, fortalecida, en la más radiante de las utopías animadas. Con esta tercera parte -de la que uno podía dudar a priori- lo que se confirma es la validez de este relato como saga: si en la primera la amistad reforzaba la identidad; en la segunda consolidaba la necesidad de libertad. Aquí, en lo que creemos un epílogo tan luminoso como melancólico y agridulce, la historia se clausura con una declaración de independencia. Hablar de Pixar a esta altura sería redundante. Busquen en este sitio textos varios sobre Up, WALL-E o Ratatouille. Allí encontrarán las bases fundantes y los conceptos justos que alimentan esta crítica: nos centraremos aquí en la magnífica Toy Story 3 porque la película de Lee Unkrich lo amerita, porque es un hito en la historia de la animación y, no sólo eso, del cine en general. Con su película número 11 (y busquen una producción similar en cuidado estético y calidad) Pixar no sólo rompe cierto maleficio sobre sagas, sino también sobre su propia historia, a la vez que redibuja su propio discurso sin perder coherencia ni ganar en ambigüedad. Tras Ratatouille, WALL-E y Up, uno temía que no se pudiera mantener ese listón de calidad, que tres películas geniales seguidas ameritaban un descanso en los laureles. Más con una continuación que parecía extemporánea, como innecesaria y sólo posible en el ánimo de facturar. Vistos los resultados, eso queda definitivamente descartado. Ya quedó dicho: Toy Story 3 es excelente porque los chistes funcionan, porque narrativamente es un relojito, porque sus secuencias de acción y suspenso mantienen la creatividad de siempre y porque los personajes no se agotaron. Por el contrario, hay algo que va creciendo progresivamente en ellos y que puede ser definido como un alma, un espíritu interior que los va haciendo más complejos y multi-dimensionales. Piensen si no el arco de emociones que traza el guión de Unkrich, John Lasseter, Andrew Stanton y -el expatriado- Michael Arndt en el personaje de Woody. Pero Toy Story 3 es mucho mejor aún que todo lo enumerado anteriormente porque le incorpora la dimensión del cine. Unkrich toma todo eso, lo fusiona con referencias cinéfilas inabarcables, y además le da un sentido estético y conceptual a lo que se ve. Posiblemente Toy Story 3 sea el producto más complejo y arriesgado que ha hecho Pixar hasta este momento: porque tiene que sostener la mística de personajes ya instalados sin traicionarlos, porque a eso hay que darle a una tercera parte un sentido y una coherencia narrativa que justifique su realización (esto no es Shrek 3, señores) y porque la superposición de capas de lenguaje nunca terminan por construir un producto barroco. Por el contrario, Toy Story 3 es una película ágil, ligera, tan maleable como el material con el que están hechos los juguetes. La película arranca como lo han hecho WALL-E y Up: ¡impecable! Son varios minutos de una historia que uno sabe, está en la mente de Andy, el dueño de todos estos juguetes desde aquel 1995 en que se estrenó la primera. Es una secuencia de acción, protagonizada por un vaquero y donde el villano es un chancho. Sí, ya se imaginan quiénes son los intérpretes detrás. Woody convertido en John Wayne y Toy Story 3 en un film de John Ford, gracias a la mente de un niño. Luego se da paso a una serie de imágenes caseras en las que vemos el crecimiento de Andy junto a sus juguetes. Es un arranque demoledor, porque nos lleva a los tiempos de la infancia, al ser niños y a recordar el vínculo que teníamos y lográbamos construir con un objetivo inanimado, y advertimos, en abismo, lo que nos cuesta hoy grandes construir un vínculo similar con seres de carne y hueso. No es una bajada de línea, no es cinismo, sólo es una dosis de realidad y nos adelanta la que será la tesis del film: ese tiempo, por más hermoso que haya sido, ya no está ahí. Es, con suerte, un recuerdo recurrente. Detrás de la alegría y la aventura y las escapadas y el suspenso, Toy Story 3 es una película sobre el dolor y la pérdida. El Andy actual tiene 17 años y está a punto de irse a la universidad. Por eso, tiene que decidir qué hacer con sus juguetes: llevarlos a la facultad, el altillo o la caridad son las diferentes opciones. Definitivamente se trata de una película sobre elegir y hacerse cargo de esas elecciones: los creadores tuvieron que eliminar personajes, Andy tiene que definir qué va a hacer y Woody… bueno, vayan a verla y descubran las encrucijadas a las que es sometido el entrañable vaquero. Sin embargo, por más oso Lotso que haya -un villano impecable, en la tradición Disney- el verdadero mal de la película es el tiempo: su paso, fatal y desafiante, puede corromper hasta las almas más nobles; vean el estado del perro de la casa, por ejemplo. Los días que faltan para que Andy se vaya a la Universidad serán claves, no sólo porque marcará los límites sobre los que se construye la ficción sino también porque los personajes se enfrentarán a una situación clave. El tiempo pendula sobre sus cabezas y no sólo les indica el viaje hacia el futuro, sino además les pone en retrospectiva su pasado: Woody, Buzz y la pandilla saben que lo que pasará cuando Andy se vaya será la conclusión de un tiempo, de una etapa de la vida. Y para los juguetes, artilugios hechos para lo lúdico, la clausura de la adolescencia es un tiempo gris, muerto, sin vida, porque en la adultez no hay juego, dice el film. Habrá que aferrarse o soltar la mano para sobrevivir. Decía por estas páginas con motivo del estreno de WALL-E, que aquel film hacía apología de la experiencia física, de lo corporal. Que las modificaciones se daban cuando los humanos lograban darse la mano y que WALL-E encontraba en el acto de estrechar su metálica extremidad una definición de vida. En Toy Story 3, a su manera una reflexión sobre lo nocivo del amor desmedido que se convierte en dependencia, pasará lo contrario: está claro que los tiempos de la posesión de Andy terminaron, habrá que aprender a desligarse, entonces, para sobrevivir. Ese amor desmedido, que se convierte en devoción y dependencia, es otra cara de la violenta pasión con la que los niños destruyen los juguetes de la guardería Sunny side, a donde nuestros héroes fueron a parar. Sin embargo un instante crucial y angustiante, oscuro en muchos sentidos -por espacio y reminiscencias- encontrará a los personajes unidos por sus manos. Y no es contradicción: lo que prevalece siempre, y noten la lógica con la que se construye el guión, es la amistad. El mismo acto, en sus dos posibilidades, está significando la pertenencia de los juguetes, su identificación y su aprendizaje sobre la libertad y la independencia: siempre en manada, como grupo, como excelentes amigos. Si Toy Story, la saga, ha enseñado algo es que la individualidad no sirve para nada. Se ha hablado mucho sobre el 3D y su utilidad. Creo que Pixar le ha encontrado un sentido evocativo antes que espectacular. Evidentemente esta gente no cree en arrojar cosas a la cara del espectador como fin, sino en introducirlo en el mundo que plantean: hasta ahora, tanto Up como Toy Story 3 han trabajado más sobre el tiempo imposible de recobrar y sobre los espacios vacíos, antes que sobre la acción y lo inmediato, por eso es estéticamente coherente que se abunde más en la profundidad de campo antes que en la proyección sobre el espectador de forma invasiva. Ver la habitación de Andy despojada de juguetes, en profundidad de campo, conduce la emoción y la tristeza que el relato ha querido transmitir. Lo mismo con los espacios abiertos, donde lo que prevalece es la conciencia de que será muy difícil escapar de ahí: nos pone en la perspectiva de un juguete. Con el uso moderado de esta técnica, o aplicado en un sentido conceptual, Unkrich refuerza el discurso sobre la amistad y potencia lo que es el eje de Toy Story 3, el vínculo entre Andy y Woody. Como decíamos, la habitación de Andy no es cualquier habitación. A esta altura es uno de los escenarios más adorables de la historia del cine. Y Andy sin Woody es el fin de los tiempos. Inteligentemente la técnica se pone al servicio de la narración en un trabajo depurado y sutil sobre las formas, digno de Pixar. Toy Story 3 es la utopía más fascinante que se haya filmado sobre la amistad, sus alcances, sus límites y sus posibilidades. Es una reformulación del amor entre amigos en determinada etapa de la vida, cuando las circunstancias tienden a alejarnos. La distancia geográfica no es emocional, no tiene que ver con los sentimientos. Aquello que nos unió posiblemente nos una siempre, mucho más desde lo introspectivo. La trama de la relación futura de Andy y Woody y Buzz y Sr. Cara de Papa y Sra. Cara de Papa y Rex (mi preferido) y Bullseye y Jessie estará urdida por las puntadas que dejen los buenos recuerdos, esos lazos invisibles que alimentan los momentos plácidos de la vida, esos que, recurrentemente, la gente de Pixar tiende a convertir en películas. Que una película tan triste nos permita la posibilidad de irnos de la sala con una sonrisa, habla a las claras de la humanidad con la que están hechas estas cosas. Toy Story 3 es la mejor película para ver con amigos, reír, emocionarse, agarrarse de la mano fuertemente, mirarse a los ojos y, convencidos de que podemos reconocernos en aquellas personas que supimos conseguir revoloteando a nuestro alrededor, tirarse de cabeza y convertirse en leyenda.
Obra maestra Pasó bastante tiempo desde la primera Toy Story y un poco menos de la segunda parte, pero los años cuentan igual, en tanto la primera parte de la saga estaba destinada a los niños, luego para los preadolescentes y ahora llega el turno de los adultos. Sin embargo no pasó el mismo tiempo para Andy, el dueño de Woody, Buzz y el resto de la pandilla de juguetes, pero igual el paso del tiempo cuenta: hoy el niño de la primera y segunda está a punto de terminar la secundaria y decide (por sugerencia de mamá) guardar a sus muñecos en el desván, y de ahí a ser donados hay un paso. Al lugar donde llegarán es a una guardería pública donde la diversión de los niños de hoy tiene más que ver con revolear las cosas que con jugar. Woody el único supuesto beneficiado por ser el muñeco favorito, y será quien vaya en busca de sus amigos en una suerte de Gran escape. Lo cierto es que aunque a priori podría parecer una empresa imposible, Pixar consigue nuevamente lograr una gran película. Tres películas en el pico de creatividad, un todo de pleno cine con animación digital, un 3D brillante de plena aplicación –lejos de los engaños habituales para vender entradas- confirman al estudio como el más creativo, el más imaginativo y el más entrañable de todos los que tallan en la animación. Toy Story 3 demuestra ser capaz de divertir, de enternecer y de rescatar para el espectador el placer del juego, el placer esta ahí, en la pantalla, en la totalidad de los 102 minutos de la película. Ninguna traición, ninguna sobredosis de chistes forzados o perecederos; las referencias son tan clásicas que funcionan hoy, mañana y sin ninguna duda pasado también. Y es que aquí hay corazón, inteligencia y alma. Para quienes pudieron disfrutar vía dvd de las dos primeras el sabor será mayor, para los demás solo cabe esperar un continuado de los tres films de manera urgente para conseguir la mejor de las tardes, las noches o los días. Por el placer de una obra maestra.
La Gran aventura Tercer parte de la saga Toy Story que regresa a la pantalla grande luego de 10 años. En esta oportunidad los conocidos juguetes, Woody, Buzz Lightyear, Jesse, Rex, los Cara de papa y el resto de la banda se encuentran guardados, casi olvidados en un gran baúl, ya que Andy, su dueño ya tiene 17 años y está en camino de irse a la universidad y obviamente ya no juega con ellos. Entonces Andy, antes de emprender su viaje, los guarda en una bolsa para llevarlos al altillo de su casa, pero por error, su madre los tira a la basura y allí empieza la aventura. Luego, los juguetes, deciden por si mismos donarse a un jardín de infantes, allí encuentran un lugar en donde siempre habrá niños para jugar con ellos. Pero no todo es color de rosa, ya que el lugar es comandado por un oso de peluche, sumamente rencoroso y malvado, que los envía al salón de guardería donde los mas pequeños, golpean, babean, destruyen y maltratan a sus chiches. Pero Woody no se rendirá y buscará a toda costa volver con su dueño Andy lo que derivará en las mil y una dificultades que tendrán que afrontar los protagonistas para volver a su verdadero hogar a tiempo. Muy divertidas escenas en momentos muy bien logrados como cuando, el señor papa se transforma en “panqueque” o el mejor, cuando Buzz Lightyear es “reiniciado” y pasa a modo “español” (imperdible). También tiene sus momentos de angustia, cuando los juguetes están a punto de ser incinerados o los otros recuerdan como fueron abandonados por sus respectivos dueños. Por si todo esto le resultara poco, se puede también disfrutar de una enfermiza, celosa, romántica y muy particular historia de amor entre una Barbie algo tonta, pero segura de si misma y un Ken histérico y narcisista, pero que en el fondo quiere ser “buena onda”. Emociones al por mayor, pasando por risa, llanto, alegría, angustia, desesperación, amistad, rencor, amor y muchas mas. En definitiva, otra joya de Disney-Pixar, gran disfrute para grandes y chicos por igual. Nota: Vale la pena ir temprano a la función para no perderse el corto “Día y noche” que antecede a la película.
VideoComentario (ver link).
La duración es ideal, pues no estiraron situaciones para hacer una película de dos horas. La técnica y la animación por supuesto es de primera, aunque el argumento es tan fuerte que la película sigue siendo brillante aunque se hubiese usado...
1. Algo hay que reconocerle a Toy Story 3: que pudiendo haber optado por la tragedia más descarnada para contar el final de la trilogía, la película apuesta todo el tiempo al humor, como si se resistiera a caer en la tentación de la gravedad fácil. La serie, que arranca en el 95, siempre tuvo un aire fordiano en el sentido de que sus relatos trataban sobre comunidades que se veían amenazadas desde el exterior. En la segunda, la más oscura y melancólica de las tres películas, el gran enemigo podría decirse que era ni más ni menos que el capitalismo como forma de organización de la sociedad, mientras que en la tercera los juguetes circulan libremente y cambian de manos sin que haya dinero de por medio. Superado ese obstáculo monetario (que era el gran peligro de la segunda entrega), el grupo ahora se enfrenta a otro problema: Andy crece y ya no quiere (o no puede) seguir jugando. Y es que los juguetes están hechos para jugar, se realizan en el mundo cuando son, para decirlo de alguna manera, “jugados”: el no ser objeto de deseo de ningún otro chico equivale a decir que pierden su razón de existir. Esa idea, compuesta por dosis iguales de filosofía y sentido común, es la que atraviesa la película y signa el conflicto de los personajes: ir a parar al ático de Andy y salvarse de los peligros de afuera (pero al mismo tiempo ser olvidados y renunciar a realizarse) o salir y enfrentarse al mundo exterior, arriesgarse con otros chicos. Su viaje a la guardería local, donde siempre aceptan juguetes usados, tiene todos los accidentes y peripecias de un éxodo: los personajes, liderados por Woody y su fiel lugarteniente Buzz, deciden probar suerte en el nuevo territorio de la guardería, que por momentos toma la forma de una tierra prometida de la que les llegan, como ecos lejanos e inciertos, comentarios de asombro; un lugar donde los chicos juegan todo el día, todos los días, siempre. 2. El comienzo es uno de los momentos más recordables de toda la producción de Pixar: los personajes aparecen inmersos en una historia que se nota forzada, acomodada a las convenciones del cine y los relatos populares y en la que se narran aventuras inverosímiles con héroes y villanos. Ese relato imposible está suturado de manera grotesca pero maravillosa, como dejando ver todos los signos de una lógica extraña pero no por eso menos luminosa: se intuye que ese relato es uno surgido del universo del juego, no obstante la película se toma muy en serio lo que pasa, sin revelar hasta el final su carácter de fantasía. También la escena que le sigue tiene que ser de lo mejor que Pixar haya creado: Andy crece y la película lo muestra a él y a los juguetes, su relación de amor y la desconexión cada vez más evidente. Los planos de Andy jugando dejan ver el raro brillo, difícil de elucidar, que tienen los mejores trabajos de Pixar, cuando se habla de un mundo que se acaba pero que alguna vez fue un lugar feliz y pleno; la despedida de Sulley y Boo, la muerte de la señora en Up y de la madre en Buscando a Nemo, son otros momentos parecidos en intensidad y belleza. 3. Es una lástima que Toy Story 3 no pueda mantener el clima de fiesta sino apelando a recursos que de a ratos se revelan como fáciles y repetitivos, similares a los que caracterizan a los productos de Dreamworks. Mucha acción y velocidad, una cantidad enorme de chistes, referencias constantes al mundo actual, parodia simplona de recursos del cine, personajes que son objeto constante de burla (como Barbie y Ken, dos que bien podrían haber salido de alguna película de Dreamworks y que nada tienen que ver con el historial de los personajes pixarianos). De nuevo, es muy rescatable el intento de no caer, en esta última entrega de la serie, en la tristeza y la solemnidad que bien podrían haber sido el clima general de la película, pero la forma en que Toy Story 3 esquiva eso es problemática porque Lee Unkrich echa mano a una batería de recursos que le son ajenos tanto a la trilogía como a la producción de Pixar en su totalidad. El humor se vuelve liviano y chato, y un chiste como el de Buzz bailando flamenco y hablando en español se explota hasta el cansancio y sin demasiadas ideas: la propuesta es reírse de Buzz y su españolada repentina una y otra vez, hasta el final de la película. 4. Habría que desconfiar siempre de la solemnidad, pero todavía más cuando se la siente gratuita y encima se la ve en una película de Pixar que, hasta Wall-E, había logrado sortear con mucha elegancia la seriedad en su versión más aleccionadora. En el final de Toy Story 3 esa solemnidad pesada y acartonada aparece de nuevo: hay una escena que está contada pura y exclusivamente desde la grandilocuencia, apelando todo el tiempo de manera excesiva a las emociones del público, como si ese final ganara en peso sólo por su valor lacrimógeno y sensiblero y no por lo que se está contando (que ya de por sí era bastante emotivo). Ahí es donde la película se muestra más débil que nunca, cuando se la nota grave, esforzada, ya sin esa liviandad torpe pero en cierto sentido más noble que la había caracterizado hasta el momento. 5. Darle un cierre a la serie de Toy Story era difícil y también, quizás, hasta innecesario, pero lo terrible es que se lo haya hecho de manera efectista y cínica (ver el trabajo con la parodia alrededor de muchas historias que no lo pedían, como las de Lotso y Chukles). Siempre es cuestionable el fragmentar una película, dividirla en sus momentos buenos y malos, pero con muchas no queda otra opción: en Toy Story 3 no se puede obviar el principio con la escena del tren y las imágenes de Andy creciendo, pero tampoco el humor burdo, la burla fácil a los géneros, los chistes repetitivos, la acción constante y forzada o la gravedad del final.
Se trata sin dudas de una de las películas más esperadas del año, al menos por mí: Toy Story 3. La tercera parte de una saga que ha demostrado ser genial en sus dos primeras porciones y que, nuevamente, demuestra que el ingenio y la creatividad son características en las que vale la pena detenerse. Nuevamente tenemos a los muchachos: están el vaquero Woody -Tom Hanks-, el astronauta Buzz Lightyear -Tim Allen-, el Sr. Cara de Papa -Don Rickles- (mi favorito)… En esta oportunidad, el conflicto nace porque Andy, el humano dueño de los juguetes, ya está grandecito y se va a la Universidad. Estando en Estados Unidos, los estudiantes por lo general se instalan a vivir en el campus, por lo que abandonará el nido familiar. Obviamente, como todo adolescente, recibe el planteo maternal al mejor estilo “¿Y qué pensás hacer con todas esas porquerías?”. Debe elegir entre tirar los juguetes, donarlos, llevárselos o guardarlos en el ático. Decide guardarlos a todos, excepto a Woody: Su amigo fiel lo acompañará en su nueva etapa. La madre, sin embargo, se confunde y los saca con la basura. Los juguetes se dan cuenta y comprenden que, antes de ser descartados en el basurero, mejor ser donados a nuevos dueños. Se meten entonces en la caja de donaciones. Woody, que no quiere abandonarlos e intenta convencerlos de que en realidad su destino era el ático, termina en la caja con ellos. Desembarcan entonces en una guardería. Y aquí está lo genial. Una guardería implicará llegar a un lugar con otros juguetes: brillante mecanismo para incorporar a más personajes. Pero además, arriban a un espacio en donde ellos son los nuevos, y los roles ya han sido asignados. Ya en la guardería, lo que pensaban que sería fantástico termina no siéndolo tanto… La verdad es que Toy Story 3 es una genialidad de principio a fin. Los recursos de guión, los guiños a los adultos, las vueltas de tuerca, los conflictos entre los personajes… todo confluye en la creación de una obra maestra que no por ser animada debe ser subestimada. De más está decir que el hecho de que sea 3D hace que todo funcione mejor en cuanto al realismo. Recuerdo cuando salió la primera: fue revolucionario ver que un film que, en teoría apuntaba a los más chicos, se dirigía en un metadiscurso a los más grandes también. Nuevamente lo logran. Y a la perfección. Como dato adicional, recomiendo llegar con tiempo para ver el corto de animación que la gente de Pixar preparó como entrada. Como espectadores ya estamos habituados a estos recursos de incorporar algo que nada tiene que ver con el film pero que sirve para mostrar el desarrollo tecnológico. Es fantástico, no se lo pierdan. Ahh, y casi lo olvido: ¡Impresionante el personaje del muñeco Ken! ¡Histórico, créanme!
SIN JUGUETE NO HAY NIÑO Animarse a filmar el primer largometraje enteramente animado con tecnología digital no es un juego de niños. Pero hacerlo y convertirlo en una de las mejores películas de animación de todos los tiempos y, de paso, comenzar una nueva era en la historia del cine que dejaría de lado a los films dibujados a mano alzada, suena casi imposible. Pero para Pixar no hay límites y lo imposible no es nada más que un reto. TOY STORY llegó a los cines en 1994 cambiando el modo de hacer películas animadas e instaurándose en la cultura pop con sus geniales personajes y un guión tan original que dejó a más de un espectador deseando una más. Y si hacer la primera película “en computadora” y desplazar más de 50 años de tradición animada fue difícil, filmar una secuela que fidelice a su predecesora y añada elementos novedosos era aún más complejo. Sin embargo, TOY STORY 2 (1999) rompió records de audiencia y desmintió aquel viejo mito que asegura que “las segundas partes nunca fueron buenas” - ¡Aquí era todavía mejor! -. Disney y Pixar habían alcanzado la gloria ganándose el respeto de la industria cinematográfica, pero sólo era el comienzo. Siete grandes películas le siguieron, cinco Oscars y millones de dólares en taquilla. Pero como se dice, no importa cuánto tiempo haya pasado ni que tan grande estemos, siempre se vuelve al primer amor. Y que mejor manera de hacerlo que con la tierna, divertida y emocionante historia de TOY STORY 3. Sorprendentemente (aunque a esta altura ya no tanto), Disney y Pixar logran superarse a sí mismos con el regreso de los juguetes más queridos del cine, en una inolvidable aventura sobre la amistad, la lealtad y la madurez. Para hacer una tercera y, por ahora, última parte, Disney y Pixar ignoraron todas las reglas de la narrativa hollywoodense y decidieron seguir a su corazón. TOY STORY 3 no es una épica aventura más grande que las anteriores como cualquier productor exigiría que fuera. Fiel a sus inicios, presenta una historia de personajes entrañables envueltos en entretenidas y conmovedoras situaciones. Aquí la trama no se recicla ni vuelve a empezar (para eso llegará en Julio la cuarta parte de una saga que ya tocó fondo: SHREK PARA SIEMPRE). Aquí todo ha cambiado. Ha pasado más de una década y ha llegado la hora de que los juguetes enfrenten lo que el Viejo Capataz predijo en la segunda parte: Andy se va a la universidad y a Woody, Jessie, Buzz, Tiro al Blanco, Rex y los demás, solo les quedan tres opciones: la basura, ser guardados en el ático o ser donados a una guardería. Por esas curiosas y divertidas vueltas que da la vida (o por un guión muy bien pulido), todos terminan accidentalmente en Sunnyside, una guardería en que los juguetes viven felices y los niños juegan con ellos todos los días. Pero cuando Woody y sus amigos se dan cuenta que allí no todo es diversión y que Andy los quiere recuperar, empezarán a planear su gran escape. De principio a fin, la película desborda emotividad. Encontrarse con los viejos y queridos juguetes es una bocanada de aire fresco pero verlos sufrir ante la partida de su dueño, rompe el corazón. Por suerte hay suficiente genialidad humorística y aventura como para secarnos las lagrimas. Aquí, Disney y Pixar les dan a los fanáticos de la franquicia todo lo que podrían pedir. Llena de guiños a los films anteriores (La aparición de Sid Philipps como el chico de la basura o frases como “La gaaaarra”, “¡Al infinito y mas allá!” o “Sin sombrero no hay vaquero” se escuchan a lo largo de la película), TOY STORY 3 nos sorprende desde su primera escena: al fin podemos conocer cómo Andy ve a sus juguetes cuando juega con ellos y, al ritmo de la infaltable “Yo soy tu amigo fiel”, nos adentramos una vez más al cuarto más famoso del cine. Aunque muchos personajes secundarios ya no están en él, otros más geniales entran en escena (el unicornio Buttercup, El Señor Espinas, Lotso y, por supuesto, Ken) para acompañar a Woody, Buzz, Jessie, Tiro al Blanco, Hamm, El Señor y la Señora Cara de Papa, Slinky y Rex en su mejor aventura hasta ahora. Cada uno de ellos aporta mucho a la trama y tiene la participación justa dentro de un film que sus realizadores supieron contener y aprovechar, a pesar de la presión de tener que igualar a dos de las mejores películas animadas de la historia. Que esta película se haya estrenado 16 años después de la original, determina desde un principio hacia qué público estará dirigida. Aunque hay mucho humor físico y escenas graciosísimas que dejarán satisfechos a los espectadores más pequeños, TOY STORY 3 apunta más que nada a los jóvenes adultos, aquellos que conocieron de niños a estos inseparables juguetes y se enamoraron incondicionalmente de su lealtad y valentía. El film es una oportunidad ideal para recordar la infancia y sentirse identificado con escenas cargadas de emotividad y temas tan profundos como el paso de la niñez a la adultez y las decisiones que esto implica. Porque aquí no solo Andy creció. Los protagonistas también evolucionan a lo largo de la trama de una manera sutil y bien presentada que demuestra que no solo estamos ante un gran film animado, sino ante una excelente película contada con un nivel de genialidad que solo Pixar podría lograr. Como era de esperarse, el film nos presenta juguetes nuevos, niños inquietos y chistes insuperables tanto para los grandes como para los chicos (¡El Señor Cara de Papa-Tortilla es genial y el desfile de moda de Ken, para morirse de risa!), pero no hay duda de que la saga ha madurado. Es muchísimo más oscura, los personajes de El Mono y El Bebé son aterradores, el pasado de Lotso es sombrío y desalentador, el final de la escena en el basurero es increíblemente dramático (SPOILERS) y el momento en que Andy le regala sus juguetes a la pequeña Bonnie, conmovedor hasta las lágrimas. (FIN DE SPOILERS) A nivel técnico, TOY STORY 3 supera a sus predecesoras con una animación muy fluida y realista y un buen aprovechamiento del 3D que, al igual que en UP: UNA AVENTURA DE ALTURA (2009), va más hacia el lado de la profundidad para darle una atmosfera fantástica y atrapante. Ignorando que el film siga la misma fórmula de las entregas anteriores (“¡Tenemos que volver con Andy antes de la mudanza!”, “¡Tenemos que volver antes de que Andy vuelva del campamento!” y, ahora, “¡Tenemos que volver antes de que Andy se vaya a la universidad!”), podríamos decir que todo en esta película funciona a la perfección y era lo que al cine de animación le hacía falta. Incluso NIGHT AND DAY, el cortometraje exhibido antes de la película, es sencillamente genial. Han pasado 16 años, pero Pixar sigue entreteniéndonos y emocionándonos como nunca antes. TOY STORY 3 es, tal vez, su obra maestra y la prueba viviente de que siguen siendo el mejor estudio de animación en la actualidad. No cualquiera se supera a sí mismo más de una vez. Y no todos los que alcanzan la gloria deciden volver una década después para demostrar de qué están hechos. Y si les cuesta creerlo, vayan a ver esta comedia de aventuras inteligente y original que, más que una película animada para grandes y chicos, es una reformulación sobre los valores de la amistad y una excelente conclusión para una de las mejores trilogías que dio el cine. Pero descuiden porque Woody, Buzz y compañía no se irán a ningún lado. Nosotros podemos crecer y olvidarnos, pero ellos siempre estarán aquí. Porque para eso están, para hacer felices a los niños. Ya sea Andy, Bonnie, los millones de pequeños espectadores en todos los cines del mundo o nuestro a veces olvidado niño interno, que espera ansioso para salir a jugar.
Luego de 11 años del estreno de "Toy Story 2", Pixar decidió darle un acento final a la historia de Andy y sus amigos de plástico de la manera más ambiciosa posible, pero sin dejar de lado la esencia de la saga, de sus personajes, del entretenimiento y del mensaje, convirtiendo así a esta serie de película en una de las mejores trilogías de la historia del cine.
La tercera entrega de la saga Toy Story hace su aparición muchos años después de su antecesora, 11 exactamente. Y el guionista Michael Arndt no pasa esto por alto, y esos 11 años se hacen sentir en la historia de estos juguetes, ya que su dueño, el pequeño Andy de Toy Story 2, hoy es un jovencito a punto de ingresar a la universidad, y debe decidir qué hacer con sus viejos juguetes ya en desuso. Intempestivamente terminan todos en la guardería "Sunny Side" donde deben tratar de sobrevivir de descuidados niños de pre-escolar. El vaquerito Woody, especie de sheriff de trapo cuya voz era y sigue siendo la de Tom Hanks, juguete preferido de Andy, intentará salvar a sus amigos y hacerlos regresar con su dueño antes de que se vaya a la universidad, pero las cosas se complican, pues deberán enfrentarse a Lotso, un maligno oso de peluche que no les hará para nada fácil su estadía en el lugar; una especie de Padrino que lidera a todos los juguetes de allí. Para grandes y chicos, esta última (?) parte toca todos los sentidos, y todos los géneros cinematográficos, incluyendo escenas con mucha acción y peligro, con mucha diversión y con inesperados romances. Y también con Barbie & Ken como invitados muy especiales, que protagonizan uno de los momentos más cómicos de la película en un vestidor. Lógicamente están también Buzz Lightyear, el chanchito-alcancía Hamm, Rex el dinosaurio, el Sr. Y la Sra. Cara de papa, Slinky Dog el perro salchicha y elástico y la cowgirl Jezzie. Divertida, romántica, intrépida, dramática, sensible, entretenida, tierna, festiva, conmovedora, y todos los sinónimos que se ajusten a cualquiera de estos adjetivos, son factibles de calificar este bello filme, que se ha convertido en un fenómeno mundial y merece el título de clásico del cine de animación. Su increíble y emotivo final deja un pequeño nudito en la garganta que, quien lo desee, puede dejarlo fluir, permitiéndose algunas lágrimas por detrás de los anteojos 3D, mientras las luces de la sala oscura se encienden...
Nuestra gran amistad, el tiempo no borrará Me considero a partir de ahora autor absoluto de una subjetividad plenamente ligada a una infancia vivida en paralelo a esta hermosa historia. Mis juguetes eran de Toy Story, mis aventuras también, y así sucesivamente. Podría hablarles durante muchos párrafos lo que significó esta saga de Pixar (ama absoluta de la animación, no importa quien se niegue a esta verdad irrefutable) para mí, pero ese no es el caso. Así que, ya advertidos y a sabiendas de cuál será la nota de esta peli, consigno la reseña. Difícilmente se pueda encontrar algo malo a ésta, quizás la mejor obra de la factoría Pixar en cuanto a un todo divertido. Mientras Toy Story (1995) mostraba más seriedad y Toy Story 2 (1999) una leve inclinación al divertimento por divertimento mismo sin ningún tipo de enseñanza que avale lo sucedido, Toy Story 3 se consagra como la fusión de ambas fórmulas, dejando bien en claro que el drama es un factor clave para el desenlace de la historia, y afianzando la idea del final... triste, triste final. Pero no teman, no hacen la gran Disney, y me tomo el atrevimiento de contarles que no muere nadie: los juguetes ¡no pueden volar! ni tampoco morir, así que ¿cuál es su única finalidad? Jugar y ayudar a la diversión. Sobre esta última premisa pende la duda existencial de Buddy, Buzz, Sr. Cara de Papa, Ham, y el resto del ahora reducido grupo de juguetes de Andy, que ahora es un adolescente próximo a ingresar a la Universidad. Por esto, el joven deberá pasar por uno de los momentos más duros en la vida de un hombre: dejar su niñez, es decir, sus juguetes, para convertirse en un adulto. Mientras tanto, mediante una serie de hechos muy hilarantes y entretenidos, los protagonistas de plástico se debaten entre ser usados o ser fieles a su dueño, en un ida y vuelta que los deja varados en una guardería, infierno y paraíso. Sinceramente, está demás hablarles de calidad de animación, argumento fabuloso, construcción de personajes, y demás matices, porque se trata de Pixar. Y, a menos que hablemos de Los Increíbles o Cars, todos sabemos lo que implica mencionar a Pixar a la hora de referirse a un título animado. Lo que importa en esta tercera y última entrega de la historia de los juguetes que cobran vida es lo que transmite, lo que hace sentir. Y si bien a muchos en edades neutrales les será indiferente el desarrollo de la película, a nadie le puede resultar pasajero el hecho de recordar el momento en que tocó crecer. Y esta cinta, amigos, duele como crecer. El film lo vale todo. La calidad del relato, la madurez en la producción (esa escena apocalíptica en el basural es glo-rio-sa), la responsabilidad en el mensaje, la capacidad de llegar a un verdadero público en general, y un nuevo episodio después de tanto tiempo es lo que más se agradece de Toy Story 3. Y del final, mejor ni hablemos... pura lágrima. Por mi parte, me queda agradecer a los juguetes por tantos años de alegría y emoción. Les parecerá cursi, pero realmente me despedí de mi infancia lejana con esta película. Desgarradora pero muy cómica a la vez. ¿Cuántos largometrajes pueden hacer eso hoy en día?
Soy fanática de Toy Story, hasta le perdono la (por momentos) falta de verosimilitud que tienen cada una de las partes de la trilogía. Y ya sé que van a salir a defender que en un peli de chicos lo inverosímil no existe, pero es por eso que primero empiezo con el post de verosimilitud. jajaja Que encontrarán antes de este post. Sin ahondar mucho en el tema quería contarles porqué a Toy Story se lo perdono y a Up por ejemplo, no. Y porque verdaderamente me puse analizar por qué me pasa esto con alguna peli y no con otras. Lo que pienso es que la diferencia quizá radique en que el inverosímil en Toy esta justamente en un momento de la cinta que ya estás tan embarcado (el clímax propiamente dicho), que no importa si un caballo de plástico corre más rápido que un avión en pleno despegue. En la primer parte, bueno, Buzz termina volando realmente y hasta calculando al camión de mudanza, pero ¿a alguien le importa eso justo en ese momento de la peli? El clímax esta tan bien creado, la emoción es tanta, que un pequeño desfasaje de la verosimilitud, no molesta, casi ni se nota. Y solo decís "bue, ya fue, que quiero seguir mirando". jajaja. Eso lo pueden lograr grandes películas. Pensadas al detalle. Y Toy Story, las tres, están pensadas al detalle. En esta tercera, tenemos para el inverosímil a un grupito de extraterrestres que chiflan manejando una GARRA, jajaja, ¿y a quien le importa? si estamos todos como locos queriendo que Woody y sus amigos no terminen quemados en ese basural. La Garra es bienvenidísima!!! Además siempre lo aderezan con algún truquito: en el vuelo de Buzz, se hace mención justamente a su otro “vuelo azaroso por el cuarto”, en la carrera de Tiro al blanco se hace alusión a la serie televisiva y en la 3 (como hablábamos con Candy, “hablar" es una manera de decir, nos la pasamos discutiendo jijiji) no es cualquiera manejando cualquier cosa, son los marcianitos manejando justamente una garra. ¿ustedes que piensan? Después de esta reflexión, (sabrán entender mis desvaríos, ténganme paciencia, al final, para esto empecé el blog, para dialogar sobre pelis ;-S) vayamos a la reseña de Toy Story 3. Vamos a la parte de los juguetes, y de la psicología en general, porque los juguetes transmiten también nuestras emociones. Una cosa que quiero destacar es que a lo largo de la peli, nos muestran que para la psicología un malentendido pesa tanto como si fuera real mientras no se descubre que no lo es. Eso le pasó al bebote, influenciado por el Oso rosita con olorcito rico, eso le pasó al mismísimo Oso. Y le pasó a todos los juguetes de Andy que se creyeron tirados a la basura y no era así. Lo mismo viene pasando de alguna manera en las anteriores. Y es que cuando uno está acongojado, confundido, triste, o estresado, hay muchas más posibilidades de tomar las cosas de una manera que no es real. Son nuestras emociones las que a veces nos juegan una mala pasada y no el entorno como a veces creemos. Y esos malentendidos y sus consecuencias están presentes en las tres partes de Toy Story. Sigamos con los personajes ¿Están todos los juguetes de Andy? NOOO, Claro que nooo. Inteligentemente han dejado a los más conocidos, pero además estos son los más conocidos a propósito!!! Tenemos a Bo Peep que ya no está entre los juguetes y sin embargo era conocida, ERA LA NOVIA DE WOODY!!! Pero Andy es un niño que creció y esa muñeca siempre desentonó entre los juguetes de un varón, algo que estaba ahí descolgado, algún regalo de esos que recibimos y no entendemos porque, jajaja (como la lonchera ;-D). Además, no era tanto un juguete, era más bien un adorno, poquitísima movilidad, no me la imagino agarrando algo metálico para que el imán la elevara, ni estirando la mano para aferrarse a sus amigos. Parecerán datos superfluos, pero no lo son. El diseño de los personajes no es algo azaroso. El gran armazón plástico de Buzz y todos sus botones y lucecitas, maravillan más a un niño, pero para llevarte a la facu de recuerdo, queda más lindo un muñeco cowboy de trapo. También se habla aquí del ir y venir, de todo en general. Lo pasado de moda puede cobrar importancia ;-D Y acá enlazamos con la segunda parte de la trilogía, y los juguetes en exhibición, ¿cuánta importancia tiene para un juguete, permanecer encerrado en la maleta o en un estante como adorno? ¿Cuánto le sirve eso al mismo Andy? A ambos les cuesta este proceso, claro está. Y volvemos al grupito protagonista: El dinosaurio freudiano!!! Creo que es uno de los juguetes que más cuidarían los varones. Y ¿quién no adora a ese dinosaurio? Tenemos también al chancho, que como chancho mucho no llama la atención, pero es el que hace de malvado y además aunque como juguete no tenga mucho encanto ni movilidad, es un objeto funcional, una alcancía. Las alcancías permanecen en las casas!!!. Además es uno de los más desconfiados jijiji Y así conformamos un grupito de los más queridos personajes de Toy Story que se embarcan a la aventura de esta tercera parte. Quizá desentonan más el señor y la señora cara de papa, pero es que son “tan adorables”. Como hablábamos con Pabela, aparenta ser la última parte, todos los miedos que nuestros protagonistas tuvieron durante las dos anteriores, ahora están aquí presentes, reales. Y es por eso, que esta parte tiene tanta acción, y matices, porque si no, la peli terminaba siendo un lagrimón y los chicos escapando de la sala como si se tratara de una de terror. El condimento que le pusieron es genial, nos hace olvidar por momentos, que nos vamos a emocionar como locos, que este idilio con Andy se termina. Pero antes de que se termine, bien valen las recapitulaciones, las reflexiones, los "que hubiera pasado si", los "me llevo estos recuerdos", y para eso, tenemos al personaje malvado de la peli, que nos muestra una opción que no se había explotado en el gran mundo de la amistad que tenemos de niños con los muñecos, y sus vicisitudes. Una opción que se bosquejó, muy fugazmente pero terroríficamente, en toy story 1, cuando Woody dice desesperado "SOY UN JUGUETE PERDIDOOO" como sabiendo que eso es un horror. Entre el juguete perdido y el juguete OLVIDADO SIN QUERER, no hay mucha distancia. Y en esta parte analizamos que pasa con este tema también importante. El remplazo, por alguien igualito pero no el mismo. Y la mente de los padres que aparece como en todas las anteriores, con sus inquietudes y enseñanzas. “Los juguetes no son para siempre” decía la mamá de Andy, cuando Andy era grande. Pero la niña de los juguetes perdidos es aún muy pequeña, ¿le habrá dicho la madre que el oso se perdió? ¿o simplemente le compró otro y le ahorró la preocupación?. Ambas cosas caben. Ya hablamos de los personajes (cabe agregar que toda la gama de nuevos personajes es extraordinaria), de los temas que trata la peli, la sinopsis es más que conocida por todos lados. La animación nadie duda que es excelente. ¿Que más se puede decir de esta peli? MIRALA!!! Podemos escribir veinte reseñas, pero ninguna nos va a transmitir lo que la peli transmite. Esta peli está pensada al detalle y sentida hasta los huesos!!! El cine es el arte de decir mucho con poco. Una imagen vale más que mil palabras dicen. Y es verdad. En un plano hay tanta información condensada, en una acción hay tanto que se dice. Y en eso estas tres películas, pero sobre todo la tercera, es un arte en sí misma. Cómo en una mirada y sonrisa de Woody en manos de la niña, se transmite el placer de sentir que otra vez está jugando, y todo lo que ello significa y todo lo que lo lleva a pensar. Cómo una escena final, la mejor de las mejores, puede con un simple juego hablar de TANTAS COSAS!!! Cómo se nos puede plantear toda una vida de recuerdos, mediante videos y fotos, justificados en la narración de la manera perfecta. Toy Story es un obra mágica sobre lo más mágico y lindo que existe, la vida.
Justo final para una de las mejores trilogías animadas. Después de casi 10 años de aquella magnífica segunda parte, después de tanta espera y expectativa, Lee Unkrich y John Lasseter vuelven a brindarnos una tercera parte que bien vale la pena el tiempo esperado. Y que se diga que una tercera parte es muy buena, a la altura de las otras dos realmente ya la pinta entera. Toy Story 3 no será la mejor de las tres; no es la mejor para mi gusto porque se centra mucho más en la aventura, en el gag, en el infaltable guiño de Pixar hacia los más grandes y porque lo verdaderamente emotivo es el final. Pero se entiende- como me decía mi buena amiga Dialoguista- que así sea porque no es fácil estar hablando de juguetes cuyo dueño ahora tiene 17 años y está por mudarse a la Universidad. No es fácil tener que contar en definitiva una historia de fines, de posibles despedidas. La estructura narrativa en definitiva nunca varía: hay un malentendido por el que todos terminan de alguna manera lejos de casa y las aventuras pasan por tener que volver a ella. Pero lo original de esta magnífica dupla de creadores es la creatividad con que nos muestran esos mundos en que terminan perdidos los protagonistas, los nuevos personajes con los que se cruzan y definitivamente lo que se termina dando en conjunto gracias a esas vicisitudes. Esta vuelta la confusión los lleva a una guardería dividida en dos salas: el paraíso "mariposa" donde los niños más grandes saben cómo cuidar los juguetes y el infierno de la sala de los más pequeños donde ya podemos imaginarnos la tortura por la que pasarán nuestro grupo de amigos. Escapar y volver a casa antes que Andy parta a la Uni es el objetivo primordial. Pero lo que para Woody parecía muy claro desde al principio, a los demás les toma un tiempo y como siempre nuestro vaquero tendrá la doble misión de convencer a sus amigos y de escapar de la guardería. El film es increíblemente divertido, lleno de nuevos personajes impagables: Kent y los guiños a su dudosa masculinidad, el bebote tuerto tan tierno como espeluznante o el oso cariñoso encargado de la guardería. El mejor de todos es indudablemente el mono; sus escenas son puntuales pero, ¡qué manera de reirme con él! Todos los detalles en el film son muy cuidados, desde los más graciosos a los más emotivos tienen una atmósfera pulcra, increíblemente pensada. Así Toy Story 3 cierra la historia de estos juguetes y la de Andy- quien a pesar de tener apariciones secundarias es el personaje por antonomasia, el evocado constantemente y el que genera la acción- para contarnos un proceso tan natural como es el de la vida, el crecimiento y los cambios necesarios y naturales por los que todos los niños pasan. Desmenuzando la historia en conjunto hay muchas cosas por aprehender y una de todas es por sobretodo el homenaje. El homenaje a una relación humano-objeto que está cada vez más ausente en un mundo de usar y tirar. Hoy los objetos no permanecen el tiempo necesario, ni siquiera los juguetes, como para generar esa conexión que en estas tres entregas se nos plantea. No todo los niños son iguales, es cierto, pero no deja de ser curioso cómo mucho de los juguetes tienen un aire a años '80-'90 y quizá por eso el comienzo de Toy Story 3 sea junto al de Up uno de los más geniales dentro de la animación. Plantear con apenas 5 o 6 minutos toda la capacidad de creatividad que nace del uso de este tipo de juguetes dan de lleno el mensaje general de todo el conjunto Toy Story. El adulto no podrá quedarse sin recordar sus "chiches" preferidos con los que jugaba, no podrá dejar de emocionarse si tiene hijos pensando en cuánto cambian con el tiempo, previendo lo que vendrá o identificándose con cada una de las escenas. Esta trilogía es la trilogía de la niñez, es la radiografía del alma que todos tuvimos alguna vez, la historia del desprenderse y dejar ir, del crecer y contemplar hacia atrás los recuerdos más dulces y emotivos. Toy Story es un viaje de tres paradas que alegra, entristece y vuelve a alegrar dejando el mejor sabor de boca. Un homenaje a los recuerdos, al hogar y a todas las facetas posibles del amor, la lealtad y la amistad.
La serie de “Toy Story” tuvo su primera realización cinematográfica en el año 1995, y fue la primera expresión cinematográfica que usó efectos animados y para poder llevarlos a cabo se usó un sistema desarrollado por Disney Company que consiste en un paquete de software que permite digitalizar el trabajo hecho por los creativos y dibujantes del estudio. La primera entrega tuvo un éxito rotundo a nivel internacional por lo que posteriormente se lanzó “Toy Story 2” (1999) con los mismos personajes, los juguetes vivientes de Andy, un niño estadounidense. Este año llega la tercera entrega a la que se la puede ver en el ya patentado sistema visual Disney Digital 3 D y también en el formato IMAX 3D para los que se pensó su historia desde el comienzo del proyecto. También en 2009 se incorporó a las dos primeras historias los mismos sistemas tecnológicos de visualización 3 D mediante anteojos especiales que le dan profundidad, perspectiva y superposición a la imagen, aunque son efectos meramente de pantalla ya que no aportan nada a la historia argumental de ninguna de las historias. En esta tercera entrega continúan los mismos personajes y se adicionan un oso, un mono y también la mundialmente famosísima Barbie, ya con licencia de sus creadores para hablar, y el espectador puede enterarse en esta obra de animación, cómo fue que la hermosa muñeca rubia, que acompaña al 98% de las niñas estadounidenses, conoció a su novio, el apolíneo Ken, a quien también sus creadores licenciaron para que pueda hablar, y lo hace en la versión latinoamericana con la voz de un argentino. La tercera historia, que se comenta, tiene más base argumental que las dos anteriores, afirmándose en el cuento que da origen a la canción del musicalizador Randy Newman “Yo soy tu amigo fiel”, que fuera cantada por su autor en aquellas ocasiones (en esta entrega la versión latinoamericana la cantan los mexicanos Aleks Syntek y Danna Paola). También se escucha esta vez, una versión “flamenquizada” que realizó el célebre grupo español Gipsy Kings y que fue titulada “Hay un amigo en mí” que baila en pantalla el muñeco astronauta Buzz, en ocasión de que se mueve su “botón de programación” a su propia versión española (no debe olvidarse que hoy todos los muñecos electrónicos pueden hablar en diferentes idiomas con sólo mover una palanquita que tienen en su dorso). El argumento inicia su narración cuando Andy debe partir hacia la universidad y sus juguetes consideran que su futuro será un sombrío abandono. Todo se complica cuando todos ellos, menos el vaquero Woody, son introducidos en una bolsa plástica que accidentalmente terminará en una guardería. Allí comenzarán la acción y las aventuras en el intento de los juguetes por regresar a la casa de su dueño. La versión doblada para Latinoamérica fue realizada en español neutro, de fácil comprensión por los niños de la Argentina y precisamente se destaca la labor de doblaje realizada por el argentino Mike Amigorena al hacer hablar al muñeco Ken, que en la versión original tiene la voz que le puso Michael Keaton. También está muy lograda la labor de Braulio Sosa al doblar al vaquero Woody. Esta obra de animación atrapa tanto a los niños, a quienes está dirigida a partir de los cuatro años, como a los adultos. Tiene color, acción, argumento, y un metamensaje importante en la canción que le da base y que en su parte sustancial dice: “Nuestra gran amistad / el tiempo no borrará / ya verás que nunca terminará / porque Yo soy tu amigo fiel”.
Juguetes en fuga El fatídico final tan previsto y temido por los personajes al fin llegó. Suponía una situación realmente angustiante para este grupo de juguetes que Andy, su dueño, creciera y dejara de jugar con ellos, relegándolos a una caja oscura y cubierta de polvo. Y peor que eso, que los separaran, los vendieran con destinos inciertos o los tiraran a la basura. Ya desde un comienzo nos desayunamos que varios personajes fueron regalados o llevados a ventas de garage, entre ellos Wheezy el pingüino, la pizarra mágica y Bo Peep, la novia de Woody. Fue una decisión muy sabia eliminar algunos personajes del nutrido equipo de juguetes, pero aún mejor fue no hacerlos desaparecer mágicamente, sino dar a entender que alguna vez estuvieron y ya no están, para tristeza de muchos. La compañía Pixar (Buscando a Nemo, Wall-E, Los increíbles) marca una vez más la diferencia con la mayoría de las productoras de animación mainstream. En primer lugar respeta la inteligencia del espectador y busca que sus guiones estén libres de fisuras y facilismos, pero ante todo no busca ahorrarle los malos tragos a los niños; una gran película de animación no puede estar libre de elementos dramáticos, y aquí el drama se instala y se impone, llegando hasta puntos inesperados. Los juguetes van a parar a un jardín de infantes, un sitio aparentemente idílico en donde la contínua reposición de niños les aseguraría una estadía permanente, sin riesgos a ser nuevamente apartados o desechados. Pero pronto descubrirán que el amable y simpático líder de los juguetes de la guardería es en realidad un tirano que los esclavizará, les obligará a un trabajo insalubre y perpetuo, y les encerrará en una institución infranqueable, vigilada por una guardia temible. En las películas de Pixar suelen presentarse personajes ínfimos (ratas, peces, insectos, juguetes) en mundos subordinados al nuestro (Monsters inc es un caso ejemplar) pero planteados como espejos alegóricos en los cuales pueden verse reflejados algunos aspectos sociales. Una organización mafiosa de juguetes oportunistas y explotadores, que subyugan a los demás para vivir desahogadamente puede hacer pensar en una infinidad de situaciones, y recuerda especialmente a algunos dramas carcelarios, aunque el ambiente sea más bien propio de un campo de concentración o de un mismísimo gulag. Más cercana a Celda 211 que a El gran escape, Toy Story 3 propone un puñado de villanos terribles -el bebote y el mono diabólico son aterradores e inolvidables- y una situación atroz que provee a la película de una intensidad poco vista. La fuga se convierte así en una cuestión urgente y vital. Luego de dos brutales primeras entregas, la trilogía se cierra maravillosamente, concluyendo con uno de los finales más emotivos que pueda recordarse en el cine de animación. Al fin de cuentas, estos personajes han acompañado a varias generaciones de espectadores durante una década y media. En la sala de cine al que este cronista acudió se dio una situación muy particular; varios padres lloraban y sus hijos los consolaban diciéndoles cosas de tipo: “no es para tanto, son juguetes”.
UNA LECCIÓN DE CINE Algunas veces esta profesión nos obliga a bancar -literalmente- una y media, dos y hasta tres horas de una película que resulta insoportable, raya la obviedad y remarca tanto lo que intenta mostrar, que la experiencia en la butaca es por momentos, intolerable. Otras veces (al menos una vez al año) la oscura sala, nos regala una película de Pixar. Punto. Y es que la capacidad imaginativa de estos genios creadores se supera film a film, temporada tras temporada, título tras título. Cuando uno supone que no hay nada nuevo para contar, que una aventura de los gloriosos Woody, Buzz y el resto de juguetes, no ofrecería algo relativamente original, Pixar nos propone Toy Story 3; una verdadera aventura que transpira diversión por todos su poros, pero que vislumbra fotograma a fotograma con la melancolía del crecimiento. Porque si de algo habla Toy Story 3 es sobre la evolución, el desprenderse de una etapa para comenzar otra –metáfora perfecta del desarrollo técnico y narrativo que vive la empresa desde sus principios- . Así como “Up” ya jugaba con la idea del melodrama para hacernos reir, esta película da un paso más allá y usa directamente géneros que desde la teoría son opuestos para contar una misma historia. No hay forma de ignorar el mensaje melancólico detrás del cuento original. Y es allí donde la mente creativa de Pixar (esta vez de la mano de Lee Unkrich, director también de “Buscando a Nemo” y ”Monster Inc.”) vuelve a reflexionar sobre el abandono, la venganza y lo irremediablemente inevitable, pero también sobre la amistad, el amor y la familia. En esta tercera parte, Andy ya ha crecido y partirá hacia la universidad. Ante este nuevo suceso, los juguetes deben enfrentar dos posibilidades: el ático (típico sótano norteamericano conocido como tal por gentileza del doblaje mexicano) o una donación cuyo destino será finalmente la guardería de la ciudad. Para no adelantar demasiado, sólo mencionar que los personajes se plantarán ante situaciones mucho más grande que las enfrentadas en las dos primeras partes. Poco más que agregar de esta gema para no quitar las sorpresas que la pantalla depara. Sorpresas que, por otra parte, servirán para cerrar la trilogía de manera casi perfecta (dejemos cierto espacio sólo para especular sobre el próximo paso de Pixar), y abofetear a toda productora que se precie de contar con su propia franquicia, sutil guiño a “Shrek” incluído. Actualmente, las cosas están claras: Pixar es no sólo el rey de la animación, sino también uno de los más importantes creadores de toda la industria. La eficacia de cada uno de sus 11 títulos lo avala. Esta Toy Story 3 cumple con todo lo que una buena cinta tiene que ofrecer: cuenta una buena historia, conmueve al espectador, y deja ese “no se qué” que permite la diferencia entre las buenas películas y aquellas que tienen destino imperecedero. Puede que teniendo en cuenta el hecho de que Toy Story es prácticamente un clásico de su propio tiempo, uno ya puede hacerse una idea de cómo va a salir de la sala. Pero una vez más, la sensación es inimaginable. Hay que agradecer que el cine todavía pueda ofrecernos este tipo de historias, hay que agradecer a Pixar y finalmente reconocer que, parafraseando a la canción que inmortalizó la película, esta franquicia es y será para siempre “nuestra amiga fiel”.
La vida es un juego Cuando en 1995, Woody y sus amigos aparecieron por primera vez, el mundo del cine de animación cambió para siempre. No sólo fue la primera película de la empresa de animación Pixar, sino que también fue la primera película de animación computarizada de la historia. Y como si esto fuera poco, nos brindaron un peliculón, tan divertido como emotivo y que comenzaba a mostrar cuál era la idea de Pixar para sus creaciones. Cabe mencionar que encima el film lo dirigió John Lasseter, hoy uno de los tipos más grossos de la empresa, que en aquel entonces había sido recontratado por Ed Catmull -gerente de Pixar- ya que la administración de Disney de aquel entonces, comandada por Michael Eisner, lo había dejado ir porque creía que si la animación computarizada no servía para recortar gastos, no servía para nada... Toy Story es una de las pocas películas que se puede jactar de tener una secuela tan buena como la original y, lo más impresionante, es que la tercera parte de la saga vuelve a estar a la altura de las circunstancias, al punto tal que uno no sabe cuál de las tres es mejor. No es tan loco lo que dice Cinesargentinos.com sobre esta saga: que va a quedar en la historia como una de las mejores trilogías del cine. En este caso la historia se pone en tono dramático rápidamente: se ve un video casero que nos muestra la vida de Andy, el dueño de los juguetes, en el que observamos cómo el niño pasó todos los momentos felices de su vida acompañado por sus inseparables amigos Woody, Buzz y los demás. Enseguida, el blanco y negro que enmarca el flashback desaparece y nos encontramos con un Andy de 17 años, empacando sus cosas para ir a la universidad. Menudo golpe para el espectador desprevenido, que ve como las ideas de los muñecos para que Andy juegue con ellos son vanas. Pero cuando, por error, los juguetes terminan yendo a parar en una caja hasta una guardería, comenzarán no sólo las aventuras sino también las risas, en grandes cantidades. Todos los personajes de la película tienen su rol característico y el desarrollo que se merecen. Son notables algunos personajes nuevos que aparecen, como Barbie, Ken -con la voz de Mike Amigorena en la versión en castellano- o el Oso de peluche que dirige a los juguetes de la guardería. Las risas van por parte de Ken y Barbie, de Mr. y Mrs. Potatohead, del dinosaurio Rex y de un abominable bebé que hace las veces de matón del oso, mientras que las aventuras y las partes dramáticas recaen sobre los personajes más importantes, como Woody, Buzz y el Oso Lotso. Lo mejor de Toy Story 3 es que es una película muy divertida y muy emotiva al mismo tiempo. Los personajes de los juguetes de Andy parecen ser tan amigos de él como de los espectadores que no pueden evitar sentir compasión por su sufrimiento. Al mismo tiempo, esta tercera parte va a agradar tanto a los chicos como a los grandes, así como lo hicieron las dos anteriores y hay varios guiños al público adulto, con algunos gags que los más chicos no comprenderán -"Qué bien actúas, ¿sigues el método?", le pregunta un juguete a Woody-, pero en especial con tomas que homenajean a grandes filmes que están en la retina de cualquier cinéfilo. Poco para agregar sobre la versión en 3D, que nos brinda un estilo cuidado y no abrupto y que se entrama suavemente con lo que es animación tradicional: de hecho, muy pocas veces se nota que estamos ante una película en tres dimensiones. Una vez más, Pixar hizo todo lo correcto y nos entregó una película memorable, llena de aventuras, de entretenimiento sin pausa y de una carga emotiva realmente fuerte. Toy Story 3 lo tiene todo: sirve para el entretenimiento y emoción de los niños, y para la melancolía de quienes hace un tiempo dejaron los juguetes, pero que hubieran preferido guardarlos en algún lugar o regalárselos a algún niño cercano y poder visitarlos cada tanto...
Final del Juego No existen muchas trilogías en la historia del cine que, hilando una misma historia, encuentren sus tres partes justificadas. Podríamos citar la trilogía original de Star Wars o la de Volver al Futuro como casos a destacar, (y que igualmente son discutibles), pero la regla general dice que, si las dos primeras estuvieron bien, la tercera se hace para recostarse en los laureles de las anteriores, y salir a cosechar algunos billetines extra con un film que palidece notablemente frente a sus compañeros de terna (¿Alguien dijo El Padrino?). Si bien Pixar ya había demostrado con Toy Story 2 que podían lograr un producto de igual (o mayor) calidad que el original, esta tercera parte generaba muchas dudas, sobre todo por haber sido gestada bajo el paraguas de Disney, arrojando cierto aroma a hurto fílmico descabellado. Bueno, Pixar se encarga de demostrar ampliamente que no es así, y logra de esta manera cerrar una de las mejores trilogías que ha dado el cine en general en toda su historia (y ni hablar del cine de animación en particular). El Mundo del Juguete Andy ya es un muchacho grande. Tiene 17 años y, lógicamente, hace mucho tiempo que no juega con sus juguetes, los cuales se encuentran guardados en un baúl desde hace mucho tiempo. Además, está por partir hacia la universidad, lo cual da lugar a tres posibles destinos para sus antigüos amigos: Ser guardados en una bolsa en el ático, hasta que alguien se acuerde de ellos; ser donados o regalados a alguien que les de mayor utilidad; o ser arrojados directamente a la basura. Y durante todo el film, los protagonistas se encontrarán inmersos entre esas opciones, irán cayendo en la cuenta de que una etapa de sus vidas como juguetes finalizó, y cada uno lo aceptará de la forma que pueda. toy-story-3 Vuelven los clásicos personajes que elevaron a la fama a Pixar Por supuesto que, más allá de estas cuestiones un tanto filosóficas que puedan presentarse, los protagonistas se ven envueltos en variadas situaciones que, podríamos decir, completan el marco de la “vida del juguete”. A lo largo de la película son desechados, reemplazados, adorados, maltratados; pasan por muchísimas instancias que son reflejadas por los diferentes personajes en situaciones extremadamente hilarantes, y más que en ninguna de las otras películas logran retratar una pluralidad de personalidades y actitudes muy rica y heterogénea. Y es que justamente, si Pixar tiene una característica que la distingue de las demás, es la precisión y atención que presta al diseño de sus personajes, algo que, en esta ocasión, reditúa de distintas maneras. Por un lado están aquellos que ya conocemos (Buzz, Woody y compañía), que logran desarrollar nuevas facetas de sus personalidades, sin repetir los mismos chistes y las mismas situaciones constantemente, algo que sí ocurre con otras sagas animadas (*cof*¡Shrek!*cof*). Y a ellos se suma una nueva gama de juguetes, que van desde un puercoespín que cree estar interpretando un papel teatral al “hacer” de juguete, hasta el hallazgo de Ken (con una formidable actuación de Mike Amigorena prestando la voz) a quien dotan de un universo de actitudes y complejos formidable. toy_story_3_movie_image_02 Ser donados a la guardería "Sunnyside", uno de los posibles desenlaces de estos juguetes Ahora bien, con todo esto en mente, cabe preguntarse si estamos ante el mejor logro cinematográfico de Pixar. La respuesta es… no, pero por muy poco. Se pueden encontrar algunos puntos criticables, las cuales son pequeñeces pero que allí están, como algunas escenas un tanto largas, cuyo desenlace pierde un poco de fuerza, o algunos momentos en que se nota demasiado esfuerzo en querer emocionar al espectador, casi ejerciendo cierta presión. Incluso, hilando muy fino, podríamos decir que tiene una estructura básica un tanto similar a la segunda (ok, hilando muy fino). Pero estos detalles palidecen y se esfuman rápidamente frente al enorme disfrute que implica presenciar esta película. Ya desde el comienzo se notan ciertas diferencias con lo que quisieron contar en sus últimas realizaciones (Wall-E o Up, por ejemplo) donde, por más que geniales que sean, se nota que la moraleja o el mensaje que quieren dar termina ganándole a la historia y a sus personajes, quedando estas dos facetas de la película relegadas. Toy Story 3 mantiene la frescura de la primera, el estilo del Pixar de Monsters Inc. o Los Increíbles, donde una buena historia llevada adelante por buenos personajes era el punto central, y sus distintas vivencias eran consecuencia de esto, y no al revés. No nene, eso no se come. No nene, eso no se come. Mucho más que simples juguetes Esta historia, los personajes y sus vivencias llegarán a cada uno de distintas maneras. Para quienes hemos seguido la saga desde sus inicios (recuerdo como si fuera ayer haber ido al viejo cine “Los Ángeles” con mi abuelo, hace ya 15 años) verdaderamente se siente muy presente este “final de un ciclo” que viven los protagonistas. Al igual que Andy, ya no somos chicos, el tiempo y las responsabilidades fueron dando lugar a otras cosas y (por más alma de niño que podamos mantener) es imposible no sentir cierto dejo de nostalgia al ir presenciando las distintas situaciones que atraviesan los juguetes en la historia. Y el film capitaliza esta nostalgia, y nos transporta a otra época en que éramos niños, a ese instante en que nos maravillamos con la primera entrega de la saga o en la que nuestros propios juguetes también vivían aventuras con nosotros, similares a las que Andy protagonizaba con los suyos. De esta manera, Pixar cierra este ciclo de vida de los juguetes, enmarca también una etapa de nuestras propias vidas, y lo logra sin perder ni un ápice de la calidad, la gracia y la fantasía que demostraron desde su primer largometraje, y que siguen permaneciendo intactas hasta hoy.
Apología de la amistad Vale la pena clausurar el suspenso desde el inicio, pues la era de las secuelas ha parido, al fin, una obra que vale realmente la pena. Y tenía que ser acaso Pixar, la emblemática productora de animación norteamericana que hace quince años revolucionó al mercado precisamente con Toy Story (1995) y Toy Story 2 (1999), la que ratificara que las terceras partes pueden ser buenas, fieles y enteramente coherentes con el original. Es más, se podría decir que la última entrega de la serie sobre estos muñecos de fábula, que siguen siendo más reales y humanos que la mayoría de los personajes que pueblan los tanques hollywoodenses, puede disputarle palmo a palmo la supremacía a las otras dos películas, o acaso llegue a conformar con aquellas una única pieza de una particular pero incuestionable maestría, capaz de abordar grandes temas del mundo y de la condición humana con absoluta naturalidad, incluso con desparpajo, humor, agudeza política, perspicacia filosófica, y por supuesto con plena fantasía. El eje central de la película es, esta vez, el paso del tiempo, el fin de la infancia y las consecuencias para nuestros amiguitos. Hace ya once años de la última entrega, y casi un tiempo similar ha pasado desde que Andy no juega con Woody, Buzz, el tiranosaurio Rex, y el resto de la pandilla. El fantasma del olvido y el abandono se cierne más que nunca sobre el futuro de nuestros protagonistas, principalmente porque Andy, con 17 años ya, está a punto de partir hacia la universidad, y su madre le exige que le dé un destino a sus juguetes, que tienen terror a la posibilidad de terminar en el basurero. Otro destino posible es la donación, pero lo cierto es que, tras algunas equivocaciones, los muñecos terminarán recalando en una guardería que parece de ensueño, llamada Sunnyside, y donde miles de juguetes parecen convivir en paz y felicidad con otros tantos niños. Sin embargo, Woody sigue creyendo que Andy no los abandonará, y por un particular sentido de la fidelidad, se separará del grupo para regresar a manos de su dueño. Mientras, el resto comenzará a descubrir que el supuesto paraíso no es tal: no sólo porque en la sala donde fueron asignados son muy maltratados por los niños más pequeños, que aún no aprendieron a jugar con juguetes de su tipo, sino porque todo el lugar es en realidad una dictadura controlada por el peluche Lotso y un par de secuaces, que mantienen un régimen de terror a fuerza de prepotencia, amenazas y castigos. Como siempre con Pixar, cuya particularidad no reside tanto en la calidad técnica o el ingenio visual y narrativo de sus filmes, como se suele afirmar, sino en su evidente preocupación por problematizar el mundo en que vivimos, todas las analogías políticas son aquí pertinentes, y acaso esa guardería con habitantes de primera y segunda tenga un gran parecido a la realidad de muchos países del mundo (sobre todo Estados Unidos, claro está). Igual de destacable aún es la transgresión y subversión de ciertos paradigmas de la infantilidad, poniendo oscuridad allí donde en la mayoría de los filmes hay una idealización vacua de todo lo relacionado a la niñez: la propia guardería es el mejor ejemplo, convertida en verdadero infierno por Lotso y compañía, así como el tono negruzco que adquiere el filme a partir de estos momentos, sobre todo cuando nuestros amigos decidan escapar, con la amenaza de la destrucción a cada paso, y la consiguiente intensificación de la emoción y la aventura. Película sobre la maduración, Toy Store 3 propondrá por supuesto una salida al entuerto, acaso la misma de toda la serie, y por supuesto colectiva: la amistad es, sobre todo, la clave para conjurar el olvido y el abandono, y también para superar las desventuras de la vida. La aparición de Ken y Barbie no suman mucho más que algunos sarcasmos un tanto obvios al filme, y también cierta secuencia de Buzz convertido en seductor andaluz (al estilo del humor de Shrek), un par de golpes de efecto que no hacen honor a su tradición (más cercana al cine de Hayao Miyazaki, homenajeado a través de un personaje). Pero son reparos puntuales de un filme con muchos puntos altos y varios niveles de lectura. En el plano formal, hay que decir que por suerte el 3-D está utilizado con una gran sutileza, de manera totalmente funcional al relato, con una concepción del espacio propia del cine clásico, y por lo tanto sin golpes de efecto destinados a hacer resaltar la tridimencionalidad (el único pasaje que justifica verla en esas condiciones es la apertura). También vale la pena destacar el tradicional corto de Pixar que antecede a sus películas, titulado Día y Noche, como siempre una joyita, que en este caso habla sobre las diferencias y la aceptación del otro, una de las dimensiones de la película. Por Martín Ipa