Síndrome del ojo agotado. Por regla general al momento de analizar la torpeza y extrema mediocridad de Michael Bay muchos críticos y espectadores suelen enarbolar diatribas fatalistas que lo ubican como el “ejemplo paradigmático” del deterioro de la producción mainstream estadounidense de los últimos lustros. A decir verdad, la adjetivación colorida es la adecuada, léase la catarata de insultos hacia el señor, pero no así la interpretación con respecto a la génesis de su obra: en realidad el director está emparentado con la “versión noventosa” del cine de acción de los 80, etapa en la que la estética del video clip se coló no sólo en las secuencias vertiginosas sino en toda la estructura dramática de aquellos convites huecos con tracción a testosterona. En sus películas la preocupación por el devenir narrativo y/ o el desarrollo de personajes es prácticamente nula, como lo era en los exploitations tardíos del período en cuestión a cargo de Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis, Jean-Claude Van Damme o Steven Seagal, entre otros. El gran problema de Bay es que suele “rebajar” aún más una estratificación -de por sí paupérrima- de ingredientes que abraza en tanto supuestas “marcas de estilo” (sin ir más lejos, pensemos en la cámara lenta, los CGI full time, las escenas tontas interminables, la multiplicidad de planos, el humor seudo costumbrista, un elenco repleto de carilindos, esa obsesión psicosexual con las explosiones grandilocuentes, etc.). La franquicia de los Transformers constituye un peldaño más de esa escalera construida gracias a los dólares facturados a partir de la repetición ad infinitum del mismo esquema formal, el manierismo del discurso publicitario y una futilidad temática que coquetea con el fascismo y la apatía social. Si bien esta cuarta entrega mejora levemente lo realizado por la tercera, debemos aclarar que ambas propuestas se equiparan en lo referido a la insensatez de combinar un puñado de minutos de calma con un sinfín de edificios destruidos y robots peleando de la manera más confusa posible. Así las cosas, continuamos sin distinguir quién es quién en las megabatallas y la verdad es que a esta altura ya no nos importa demasiado. Aquí Bay no oculta su intención de ofrecer una reboot de la saga que deje en el pasado a Shia LaBeouf, abandone la perspectiva adolescente y hasta retome el catalizador del opus original de 2007, hoy con un inventor encontrando “de casualidad” a Optimus Prime y topándose con un plan maléfico que termina siendo tan ridículo y banal como siempre. La bienvenida presencia del dúo protagónico conformado por Mark Wahlberg y Stanley Tucci no llega a compensar el aburrimiento que genera la incapacidad del cineasta a la hora de administrar la tensión, condenándonos al “síndrome del ojo agotado” en función de los artilugios patéticos de un chicle masticado por un señor sin talento ni carisma “clase B”…
"Necesitamos un nuevo líder" Después de regalarnos el trabajo más serio de su exitosa carrera Michael Bay regresó a la saga que lo consolidó como uno de los reyes indiscutibles de Hollywood para ofrecernos un producto que deja sabor a poco. Luego de la impecable “Pain & Gain”, Bay solo tenía que demostrarnos una cosa a todos aquellos que defendemos su talento detrás de las cámaras: confirmar que lo conseguido en aquella producción no había sido una mera casualidad. Sin embargo, después de ver “La era de la extinción”, no solo nos quedamos con las cenizas de aquella esperanzadora teoría sino que también nos encontramos con un triste panorama que habla a las claras de que Michael Bay ya no tiene las energías suficientes para conducir el destino de estos personajes en la pantalla grande. Resulta doloroso ver con nuestros propios ojos cómo se puede arruinar de forma estúpida e innecesaria una producción de excelsa jerarquía técnica al servicio de una historia que resume el “sueño del pibe” en su premisa: gigantes robots extraterrestres que luchan una guerra en el planeta tierra. Alejándome del punto de vista más objetivo que puedo tener sobre una película, y hablando como un fanático de estos personajes, esta clase de producciones y este gran director, quiero decirles que “Transformers: La era de la extinción” me desilusionó al punto tal de preocuparme. Nuevamente Bay, trabajando con un guión del impresentable Ehren Kruger, mordió la banquina al cargar la película de elementos boludos e insignificantes que no solo alargan la duración del film (llevándola casi a las 3 horas) sino que retrasan lo único que vale la pena destacar de estas producciones: la acción. La última hora de esta nueva producción de Bay, donde disfrutamos de una extensa batalla que transcurre en Hong Kong y Beijing protagonizada por Optimus, los autobots y los Dinobots luchando en primer lugar contra Galvatron, sus secuaces y luego con Lockdown y su ejército, es descomunal y pelea codo a codo con lo mejor que supo ofrecer “Titanes del Pacífico” el año pasado. Obviamente todos sabemos que el problema no radica ahí, sino en lo que antecede a ese épico cierre y que no es otra cosa que un combo fatal compuesto por personajes imbéciles e intrascendentes, pasajes de humor completamente forzados y un drama familiar que no emociona ni a un hiperestésico. Mark Wahlberg y Stanley Tucci, las dos piezas de jerarquía dentro del elenco, están expuestos al ridículo en más de una ocasión de forma completamente innecesaria. El primero, por ejemplo, tiene toda una secuencia dentro de una nave espacial en la que da vergüenza ajena, mientras que el segundo da lástima en una escena que tiene lugar en un ascensor y que cualquier otro director con dos dedos de frente hubiera filmado solo para los poner en los extras de un dvd. Ni hablar del resto: Nicola Peltz (no hace falta ser un genio para saber cuál es su aporte al film), Jack Reynor y el infumable de T.J. Miller son completamente inútiles para la trama al punto tal de que si se mueren en medio de la película (gracias a dios uno de ellos corre esa suerte) nadie los extraña. Para aquellos que tanto se quejaban de Shia LaBeouf, Megan Fox y John Turturro aquí tienen un grupo de protagonistas que toma carrera y se esfuerza constantemente por caerles peor. Lo meritorio es que lo logran en tan solo una película. Hay algo que no se puede negar de esta saga: a medida que fue avanzando, las dosis de acción fueron aumentando al punto tal de llegar a ser completamente abrumadoras y capaces de dejarte perplejo, como lo hacen más de una vez en esta oportunidad. El problema fue que, en todos estos años, nunca se esforzaron demasiado por tratar de ofrecer un guión al menos decente (nadie necesita que sea perfecto) que acompañe las espectaculares batallas de los transformers que Bay filma de modo magistral. Como nerd y fanático disfruté un montón al ver nuevamente a Optimus Prime y sus Autobots luchando frente a los Decepticons dentro de una película de carne y hueso (algo impensado hasta hace unos años atrás). De eso no queda ninguna discusión y aclaro que “Transformers: La era de la extinción” nuevamente cumple con creces a la hora de ofrecer espectaculares escenas de acción de incomparable magnitud. Incluso llegue a disfrutar este nuevo cambio de paradigma donde los transformers pasan a ser enemigos de la humanidad y Optimus debe tomar nuevamente las riendas de un liderazgo perdido sobre los suyos. Pero por primera vez todo lo demás me exacerbó demasiado y terminó por arruinarme la experiencia. Algo que no me había pasado ni siquiera con la mediocre “Transformers: La venganza de los caídos”. Ahora bien, si de verdad los productores quieren seguir explotando de forma correcta estos maravillosos personajes dentro de la pantalla grande, llegó la hora de hacer un cambio radical. Y he aquí el primer paso: Gracias por todo Michael Bay, sin tu enorme capacidad los transformers jamás hubieran logrado traspasar las líneas de los dibujos animados. Te agradecemos profundamente todo lo que hiciste, pero llegó la hora de dar un paso al costado.
Diferente reparto, misma esencia Todos esperaban a las grandes estrellas de Hasbro con una nueva película, el momento llegó para reanudar el declive que tuvo esta franquicia tras sus dos secuelas estrenadas en 2009 y 2011 respectivamente. ¿Quién mejor que el mismo director para eso? Michael Bay, queriendo emular el salvataje que cometió Bryan Singer con los X-men, parece que se quedó en el camino, aunque tiene sus efectos positivos. Por empezar haber cambiado a los protagonistas tras el insufrible Shia LaBeouf por Mark Wahlberg y Nicola Peltz fue un gran acierto, ya que uno brinda la acción necesaria mientras el segundo aporta juventud y belleza, de hecho quedan mejor parados que sus predecesores, aunque también su introducción y conflictos es uno de los puntos débiles del film. En otro orden, los 165 minutos del film destinan casi una hora en presentarlos y eso hace que el film se haga demasiado extenso gratuitamente. Claro que después vendrán el esperado Optimus Prime junto a los Autobots, Decepticons mejorados y unos Dinobots completamente desaprovechados que, pese a los afiches, se lucen en los minutos finales. Sin embargo, no todo es tan malo en esta nueva entrega y como es de costumbre, Michael Bay se despacha con las excelentes escenas de acción que tanto lo caracterizan; las peleas entre los Transformers son espectaculares y la persecución que se da al principio simplemente es brillante. Pese a que personalmente le quitaría media hora al film, destaco que al menos los Transformers tienen mucho más protagonismo y eso no se había dado en los films previos. No obstante, hay muchas subtramas que confundían al espectador. De hecho si la película está pensada como el inicio de una nueva trilogía no debieron tirar tanta información de golpe e ir mechando subtramas. En conclusión: Transformers 4, La era de la extinción es una película que brinda grandes efectos especiales, un excelente reencuentro de viejos personajes con nuevas caras pero no deja de ser la misma fórmula. Esperemos que las próximas secuelas -si es que se concretan- reparen estos errores.
El regreso de los robots Para aquellos que lo extrañaban, los robots del espacio vuelven por más. Michael Bay regresa con casi tres horas de explosiones, robots montando dinosaurios robots y huecos inentendibles en el guión. Aunque el mismo Michael Bay había dicho que Transformers: El lado oscuro de la luna (Transformers: Dark of the Moon, 2011) iba a ser su última película al frente de la franquicia Transformers, tres años después, un grupo de productores convincentes o una propuesta demasiado jugosa (en total, las tres películas ya recaudaron más de un billón de dólares en todo el mundo) hicieron que Bay se quedara en la silla del director. ¿Y qué hay de nuevo en esta nueva entrega? La primera es la proyección: Transformers: La era de la extinción (Transformers: Age of Extinction, 2014) es la primera de una nueva trilogía. Por otro lado, la incorporación Mark Wahlberg como protagonista, que ayuda a levantar un poco las escenas en las que no hay robots gigantes peleando. En las anteriores entregas, Shia LaBeouf no se decidía a abandonar el papel de estudiante secundario/universitario y asumirse como el macho motorizado que los robots del espacio requieren. En ese sentido, Wahlberg no decepciona: encarna a un mecánico venido a menos. Sin embargo, la película no permite que despliegue del todo su versatilidad actoral. Transformers: La era de la extinción se sitúa cinco años después de la última película, cuando los Decepticons se habían apoderado de Chicago, provocando una batalla que ocupó una buena parte de la película. Desde entonces, los humanos han comenzado a cazar a las máquinas extraterrestres, sean Autobots o Decepticons. En eso, Cade Yaeger (Mark Wahlberg), un mecánico/inventor venido a menos y muy endeudado, encuentra a Optimus Prime, el líder de los Autobots. A partir de esto, el gobierno estadounidense va a empezar a perseguirlo, a él y a su hija Tessa (Nicola Peltz). Hay algunos elementos que le restan seriedad a la película: cuestiones del guión que quedan abiertas, personajes (tanto humanos como robots) que no se explican para qué están, excesivas explosiones en las que no se entiende qué es lo que está pasando. Sin embargo, la peor de todas es la duración de la película. Dos horas y cuarenta y seis minutos, de las que, por lo menos, un tercio sobran. Lo malo, si es largo, dos veces malo. Como en el resto de sus películas, Michael Bay parece ansioso por querer hacer explotar todo. Como si la introducción de los personajes, el conflicto y la película misma fuera una excusa para filmar explosiones y robots cada vez más grandes. Una estética del desastre y la explosión. Sin embargo, hay dos cosas que levantan la propuesta. La primera es el villano: Galvatron, construido con los restos de los Decepticons muertos. Se perfila como el malvado de la saga que viene. La segunda, más simpática, es la inclusión de dinosaurios robots. Toda esa antropología con la que la franquicia coqueteó en todas sus películas, aquí aparece potenciada. Aunque no se explique bien de dónde salieron, los robots ahora montan dinosaurios robots. Impecable.
Tuve la posibilidad de ver esta película en una función de pre-estreno este fin de semana. La sala estaba colmada con un público familiar que había pagado su entrada para ver esta producción. Cuando terminó el film, el tradicional aplauso que suele darse en los cines fue tibio y apagado y a la salida entre los espectadores había una queja en común. La duración de la película. 165 minutos que sumado a los avances cinematográficos y las publicidades previas se habían convertido en tres horas adentro de la sala. Si la vas a ver en la función de las 22 horas preparate para salir a la una de la mañana. En la nueva entrega de Transformers el director Michael Bay cometió el mismo error que Gore Verbinski en la segunda parte de Piratas del Caribe. La película tiene una duración innecesaria para el tipo de conflicto que se propone narrar. Transformers 4 es una propuesta que tranquilamente podés entrar a verla media hora tarde que no te perdiste nada relevante. La trama comienza en serio cuando los Autobots se reúnen en el desierto de Texas. Hasta que llega ese momento Bay pierde 40 minutos con la introducción de los nuevos y aburridos personajes humanos, liderados por Mark Wahlberg. La prioridad de esas escenas se centran en el clásico vicio del director de mostrar una y otra vez de manera burda, con primeros planos, el trasero de la protagonista Nicola Peltz (El último maestro del aire), quien tiene 17 años y parece de 14. A partir del encuentro de los robots el film luego se mete en el terreno de la acción, donde Bay aturde al espectador con numerosas secuencias pirotécnicas que parecen realizadas por una persona hiperquinética con problemas de adicción a la cafeína. El argumento clásico de los defensores obsecuentes de este director es que esto es una película basada en una línea de juguetes y dibujos animados y por eso no se le puede pedir más. Podemos discutirlo. En la reciente serie Transformers: Prime, un producto pensado para los chicos, los guiones de ese programa parecen escritos por Isaac Asimov al compararlos con los filmes de Bay. Ni hablar de los cómics de la editorial IDW. En Transformers 4 cambiaron el reparto pero la película en general es un refrito de lo que se vio anteriormente. El cotillón visual está impecablemente logrado pero no genera emoción ni impacto porque ya vimos escenas similares en los filmes anteriores. Ya sabés que al principio a Optimus Prime siempre lo muelen a palos los villanos y después regresa en forma para el tercer acto del conflicto. Inclusive la última escena antes de los créditos finales es similar en todas las entregas. La nueva película deja en evidencia que Bay ya no sabe que hacer con estos personajes. Entre los aspectos positivos se puede mencionar que los robots esta vez interactuaron un poco más entre sí y la subtrama de los personajes humanos en la segunda mitad del film ocupa un lugar secundario. Mark Wahlberg y Stanley Tucci hacen llevadera la película con sus interpretaciones donde logran salir muy bien parados debido a su profesionalismo. La incorporación de los Dinobots también fue simpática, pero recién logran lucirse en los minutos finales. Otro elemento que Bay desaprovechó. El personaje de Shia LaBeouf desapareció de la trama, afortunadamente, pero la verdad es que las cosas no cambiaron demasiado sin él en esta entrega. Transformers es una serie que lleva cuatro películas y hasta ahora la historia no evolucionó para nada. La era de la extinción si bien tiene buenos efectos especiales y un actor protagónico más decente, en términos generales, es un estreno que olvidaste poco después de salir del cine. Por suerte la semana que viene vuelve el mono César para ofrecer un entretenimiento pochoclero superior.
Robots 1, humanos 0 Hay una paradoja y una contradicción que definen a toda la saga, pero sobre todo a esta recargada (en todo sentido) cuarta entrega de Transformers: la verosimilitud que consigue Michael Bay en cada segundo de batalla entre los inmensos robots creados con una orgía de efectos visuales gentileza de Industrial Light & Magic es inversamente proporcional a la (nula) credibilidad y rigor que obtiene cuando un actor de carne y hueso aparece en pantalla y suelta algún diálogo. Así, el principal logro de Michael Bay es que el "alma" de su película reside en esos gigantes de acero creados digitalmente, mientras que su desgracia artística es que los humanos resultan siempre? artificiales. En la más cara (210 millones de dólares de presupuesto), más larga (165 minutos) y menos lograda de las cuatro entregas hasta la fecha, Bay inicia una nueva trilogía, ya sin Shia LaBeouf como protagonista y con Mark Wahlberg en el papel de Cade Yeager, un inventor texano acuciado por las deudas que ha quedado a cargo de Tessa, su atractiva hija de 17 años (Nicola Peltz), tras la muerte de su esposa. Ellos dos (y el carilindo novio de la adolescente que interpreta Jack Reynor) se sumarán a los Autobots que lidera el carismático Optimus Prime en una nueva carrera por la subsistencia. Esta vez la batalla no se reduce a un enfrentamiento entre los Autobots y los Decepticons, sino que tiene también a unos sádicos agentes de la CIA manejados por Kelsey Grammer, que se dedican a aniquilar mediante operaciones encubiertas a los queribles Autobots. Cuentan con la ayuda de Joshua Joyce (Stanley Tucci), un millonario experto en desarrollo tecnológico que utiliza el ADN del decapitado Megatron (visto en los films previos) para desarrollar una nueva "raza" de depredadores al servicio de los humanos. Si bien Bay nunca se preocupó demasiado por la coherencia de sus relatos, en el caso de La era de la extinción llama la atención la acumulación de arbitrariedades y caprichos en una trama que se alarga a partir de múltiples derivaciones que no tienen demasiado sentido ni justificación. Ni siquiera los críticos que adhieren al denominado vulgar auteurism, una reivindicación de los "autores vulgares" que tiene a Bay como uno de sus estandartes, han podido rescatar un film que es, antes que nada, una excelente jugada de marketing: desde la venta del merchandising (a los juguetes de Hasbro que originaron la franquicia se suman ahora los Dinobots, que parecen surgidos de la saga de Jurassic Park) hasta la expansión al mercado chino (el film ya es el más visto de la historia en ese país y supera en ingresos a lo recaudado en los Estados Unidos). Para eso, Bay y su equipo decidieron ambientar la última media hora del film en China (especialmente en Hong Kong) con la presencia de un par de personajes "atractivos" de ese origen y sin que aparezca allí ningún malvado que entorpezca el plan de seducción hacia el masivo público de la nueva meca del cine. Ya no están Megan Fox ni Rosie Huntington-Whiteley, pero Bay -al que poco parecen importarle sus intérpretes- se obsesiona a pura perversión con filmar las piernas de la rubia Peltz, mientras se regodea también con su habitual misoginia y con el machismo del padre sobreprotector de Wahlberg. Llena de desniveles narrativos y resoluciones ridículas, La era de la extinción apela siempre a una fuga hacia adelante. Todo aquí es más grande, más largo, más ruidoso, más espectacular. Así, entre tantos estímulos adrenalínicos y testosterónicos, poco importa la credibilidad o la empatía. El impacto antes que la emoción.
Una nueva excusa para vender muñequitos El éxito del cine, como en ningún otro arte, se encuentra sujeto a lograr que quien acepte el desafío y por un rato admita como posible lo que no es más que fantasía: la fe poética de la que habló Coleridge. Si eso ocurre, es posible creer en cualquier cosa, y entonces las películas son una bendición. Pero cuando fracasan en su intento de tentar la credulidad del público, ahí el cine se convierte en un objeto inútil y sin sentido. Las películas de la saga Transformers, todas dirigidas y producidas por Michael Bay, suelen recibir una cantidad de impugnaciones y objeciones que evidencian esto: que lo que ellas cuentan no le importa a nadie, ni siquiera al propio Bay, y que todo se parece más a una excusa para vender los muñequitos de los nuevos personajes que a una película. A pesar de la fortaleza de su diseño, la construcción cinematográfica de Transformers 4 es endeble, aunque parte de un interesante juego de oposiciones. Desde el comienzo, la película –toda la saga, en realidad– propone un ida y vuelta evidente entre lo macro y lo micro. La forma en que la disputa que sostienen en la inmensidad del universo dos bandos de robots extraterrestres (los Autobots buenos y los malvados Decepticons) acaba tomando como principal campo de batalla al perdido planeta Tierra; la hipérbole tecnológica que esos robots representan contra la omnipresente pequeñez humana; el choque entre superestructuras estatales y corporativas corruptas y conspirativas en contra de la familia, núcleo duro simbólicamente puro de la sociedad, que en este caso integran un padre viudo y sobreprotector con una hija adolescente y su novio. El film replica esa bipolaridad hasta vaciarla de sentido, dejando en escena sólo lo obvio: un mundo partido entre buenos, malos y unos pocos conversos utilitarios. En esa obviedad formal algo perversa también cabe la ambigüedad con que Bay muestra a la hija del protagonista, machacando sobre su condición de menor de edad, pero decorándola y exhibiéndola como una magra conejita de Playboy. Porque en el fondo al director no le interesa contar una historia, sino vender iconos y estereotipos a cualquier precio y de ahí la estética publicitaria. Por eso la estructura del relato parece menos una línea de sucesión lógica que un juego en donde el orden de los factores podría alterarse de forma aleatoria y el resultado final no cambiaría demasiado. Pero el cine no es matemática y la suma de Transformers 4 tiene un resultado negativo. También es cierto que la saga, cuya primera entrega data de 2007, es el eslabón inicial de una serie de películas que recuperan la temática de robots gigantes que popularizaran en todo el mundo series japonesas como Mazinger o Utra Siete a partir de finales de los ’60. Lo curioso es que, lejos de ser de lo mejor dentro de la tendencia que inauguran, son muy inferiores a otras como Gigantes de acero (2011, Shawn Levy) o Titanes del Pacífico (2013, Guillermo del Toro), que tal vez no existirían sin el éxito de las películas de Bay, pero a las que abajo de tanta hojalata se les siente latir un corazón que en Transformers 4 ni con un marcapaso arranca. Tratándose de aparatos, no deja de ser una paradoja. Así no hay fe poética que alcance.
La evolución tiene su precio Imponente demostración de efectos especiales y ciudades devastadas. Poder y control, con un guión flojo. La frenética evolución de una franquicia tiene su precio. Y más cuando el cine adapta una marca emblemática del mundo animado. De mayor a menor fue el derrotero de Transformers, de la mano de Michael Bay y, como si fuese un triste presagio, la palabra “extinción” en su título calza justo. La ausencia de Shia LaBeouf, protagonista de las tres entregas anteriores, marcó un saldo negativo en este filme que se desangra a pura carcasa escenográfica (las devastadas Chicago, Hong Kong y, en menor medida, Beijing), imponentes estructuras de acero digital -de los antagónicos Autobots y Decepticons- e impecables efectos especiales que llenarán los ojos del público a pura tridimensionalidad. Y sumar una aplastante banda de sonido. No pidan mucho más. Todo comienza 65 millones de años atrás cuando los dinosaurios desaparecen de la faz de la Tierra por una misteriosa fuerza. El motivo habrá que dilucidarlo a través de excesivas dos horas cuarenta de metraje regidos por un (preocupante) guión que busca un continuo contraste entre lo antiguo (con el inefable Optimus Prime al frente) versus las fuerzas del futuro, las hordas mecánicas lideradas por Galvatron y su magnífica materialización. Recuerden el choque tecnológico entre el T-1000 líquido de Terminator 2: El juicio final contra la analogía del T-800 de Arnold Schwarzenegger. La Naturaleza parece estar ajena a tamaña aberración de poder, una ferretería industrial a enorme escala que nada tiene que envidiarle a Titanes del Pacífico, otro tanque metalúrgico-digital. El mayor problema radica en un pobre hilo narrativo donde abundan los dilemas del control (que un padre posesivo se dé cuenta de que la “nena” -la infartante Nicola Peltz- tiene novio) y los roles de poder entre humanos y robots. El manipulador pasa a ser manipulado y el precio a pagar es nada menos que el futuro de la raza humana. Como cita parte del guión: “no se sabe quién controla a quién”. El humor que busca el filme es innecesario, no tiene lugar en esta clase de películas (la escena del ascensor da vergüenza ajena) dejando en offside tanto a Mark Wahlberg (Cade Yeager) como a Stanley Tucci (Joshua Joyce). En este último, el jefe de KSI -a cargo del perfeccionamiento de las fuerzas del mal-, recae la traición, la duda y una posterior redención. “Escapar de su creación”, es la frase con la que sellan su destino. El robot Lockdown y su ejército protagonizan duros enfrentamientos. ¿Otro momento clave? Cuando la nave madre magnetiza todo a su paso (eleva objetos para luego dejarlos caer a tierra), sin dudas de lo más logrado de la película. Vibrante, como el motor vehicular de los rudos Galvatron y Stinger. En cuanto a los personajes secundarios, Nicola Peltz (Tessa Yeager) suma desde sus infinitas piernas y lo de Jack Reynor (Shane Dyson) aporta como el típico carilindo partenaire de una bella rubia. Y se viene la quinta parte.
Ruido, persecuciones y una trama incomprensible La cosa es simple. Como otras veces en la historia del mundo, un gobierno se salva de la destrucción gracias a los soldados extranjeros puestos a su servicio, y luego los mata para evitar riesgos. O investiga su naturaleza, incorpora sus técnicas, y los termina superando. Al menos eso pretende, pero la historia tiene sus vericuetos. Así, en este capítulo de los transformers los fierros buenos son traicionados por gente desagradecida, una empresa contratista estudia cómo desarrollar aparatos superiores pero más controlables para formar un ejército robótico, las autoridades pretenden usar lo que todavía no es seguro, y encima las diversas máquinas antropomórficas tienen cuentas que saldar entre ellas, y humanos capaces de hacer acuerdos espúreos con los fierros malos. Al menos eso parece, porque la película tiene sus confusiones. Lo que queda más o menos claro es que hay un noble americano, de oficio inventor, cuenta bancaria nula y bandera de barras y estrellas ondeando al frente de su casa, que salva la vida del líder de los fierros buenos, entabla con ellos una alianza, y vive con su hija adolescente y otro fulano una sucesión de aventuras adrenalínicas, que nadie sabe cómo se hilvana una con otra pero tampoco a nadie le importa. Quien vio las anteriores ya sabe de qué se trata y saldrá empachado de tantas persecuciones, destrucciones, bravuconadas, latas ruidosas y música de alto volumen que se le ofrecen a lo largo de 165 largos minutos. Acá pelean Autobots, Decepticons, Galvatron, Megatron, Optimus Prime, Bumblebee, Santa Milonguita y el Topolino, y hasta hay ratas y dinosaurios, aviones y drones, dragones, científicos bobos, chinas karatecas, la mitad del mercado asiático dispuesto para el desastre, y hasta un chiste alegórico: el héroe alienígena se oculta en un cine abandonado. Otros chistes pueden pasar inadvertidos, como el robot estilo Number 5 de "Cortocircuito" que está arreglando el inventor. Del resto, apenas hay un actor, Stanley Tucci, que hace de empresario cínico sin mayor esfuerzo, y un guionista, que también es coproductor y probablemente escribió media película con unas copas de más porque seguro que ni él la entiende. Dicho sea de paso, ¡qué lindo era el dibujito "Transformers"! Para las voces de la película estuvieron Orson Welles, Leonard Nimoy, Robert Stack y Lionel Stander.
Mucho ruido y aburrimiento Transformers 4: La era de la extinción continúa la saga de Transformers iniciada en el 2007, siempre bajo la dirección de Michael Bay. Cuatro films, cuatro super producciones gigantescas, cuatro éxitos de taquilla que sin dudar llevarán a un quinto film. Todo eso y más, pero sin embargo, y aun con los cambios que hay entre los films, el resultado sigue siendo de una pobreza asombrosa. Mucho ruido, pero mucho, muchos efectos especiales que logran cosas increíbles, excepto que surja una idea coherente o una emoción humana. De todos los films en saga malos que se hayan hecho jamás, los de Transformers son los más pesados. No solo que los films superan las dos horas siempre (éste que aquí comentamos dura 165 terribles minutos) sino que además jamás tienen rumbo. No son lo peor que se haya hecho en la pantalla, pero sí son lo más anodino que se haya visto en el cine industrial de alto presupuesto. Los eventos que narra esta cuarta parte remiten a la prehistoria, con los dinosaurios extinguidos de una forma muy diferente a como las teorías hasta ahora indicaban. Sí, estuvieron por ahí los Transformers. Y las acciones principales del film son cuatro años después de los eventos de Chicago con los que cerraba la tercera parte. El elenco ha cambiado, pero las malas costumbres del director, Michael Bay nos vuelve a refregar su mal gusto ostentoso, caro y vulgar, con imágenes feas, confusas, con una concepción del cine que elude cualquier concepto narrativo claro o cariño por la construcción dramática. Y no es que se le pide a Bay que haga un cine no comercial, no. Pero detrás del ruido infernal de sus films, hay una idea agresivamente provocadora acerca de la falta de importancia que tiene para él hacer buen cine. La pena mayor es que el despliegue de producción es tan grande que para muchos espectadores esto en sí mismo es el canto de sirena que los atrae a las salas. Luego de más de dos horas de escenas feas, de confusiones varias y de un ruido insoportable, es imposible que alguien se lleve del cine una idea clara de lo que acaba de ver. Una lástima, porque el potencial está, porque el presupuesto lo tienen y porque van a seguir haciendo esta clase de films. Tal vez la quinta sea la vencida y empiece una nueva esperanza. Nunca se sabe, pero por ahora ya van cuatro películas y ni una sola es realmente buena.
Si usted es fanático de los efectos especiales, ésta es su película. Los tiene de todos los colores, perfectos, impresionantes, aunque uno ya sepa que en materia de trucos digitales ya casi todo es posible. Pero esa cualidad casi de juguete que tuvo la primera de Transfomers ahora es más oscura, con monstruos mecánicos fabricados en serie y malos intergalácticos que de tan malos se parecen a los villanos humanos. Claro que Michael Bay se entusiasmó con tanto juguete y estiró la película más de lo conveniente. Dos horas 35 minutos es demasiado aun para los superfánaticos, que son el público incondicional
Esta saga comenzó hace bastante tiempo allá por el 2007 con la dirección Michael Bay y la producción de Steven Spielberg, y aunque no estaba en los planes, llega esta cuarta parte para el disfrute de sus seguidores. Las tres anteriores estuvieron protagonizadas por Shia LaBeouf, en el papel de Sam Witwicky. Ahora se encuentra en el elenco Mark Wahlberg, Nicola Peltz, Jack Reynor, Peter Cullen, Ken Watanabe, Kelsey Grammer, Mark Ryan, Frank Welker, entre otros. Todo comienza con una referencia a los tiempos prehistóricos aproximadamente hace 65 millones de años, donde varios seres van desapareciendo de la Tierra. En la actualidad, una arqueóloga Darcy Tirrel (Sophia Myles) descubre un dinosaurio cubierto de un metal desconocido, luego más adelante esto será un dato importante. Pasa el tiempo y nos encontramos en Texas Cade Yeager (Mark Wahlberg), con un inventor y mecánico, su amigo Lucas Flannery (T.J. Miller) y la hija de Cade, Tessa Yeager (Nicola Peltz) que estudia en la Universidad y se encuentran a punto de perder su casa por un embargo. La vida de todos cambiará cuando Cade se encuentre reparando en su taller un viejo camión para venderlo y poder pagar todas sus deudas pero lo que él no sabe es que se trata de un Transformer llamado Optimus Prime. No tardan en aparecer un grupo de agentes violentos y corruptos de la CIA que buscan destruir todos los Transformers, como así también eliminar a quienes se encuentren con ellos y los agentes son: Harold Attinger (Kelsey Grammer), James Savoy (Titus Welliver), Agentes de Cementery Wind, y otros personajes que hacen a la historia como: Joshua Joyce (Stanley Tucci), Su Yueming (Li Bingbing), Policía de Hong Kong (Michael Wong), la asistente (Victoria Summer), entre otros. Esta nueva entrega de Bay contiene excelentes secuencias de acción, buenas coreografías, espectaculares persecuciones, peleas, Optimus Prime, los Autobots, Decepticons y unos Dinobots (estos últimos desaprovechados), grandiosas explosiones, se aprovecha bastante la cámara lenta, fastuosos paisajes, transcurre en: Estados Unidos, Hong Kong y Beijing, vemos automóviles deportivos de lujo elegantes muy atractivos, y muchos efectos especiales 3D bien aprovechados. En que gana: hay menos bromas ofensivas y racistas, los robots dialogan y el elenco, Mark Waghlberg como padre de una adolescente le da otro toque, diferente al de Shia LaBeouf, este más rodeado de mujeres, aunque acá se aprovecha solo la belleza de Nicola Peltz ("Airbender, el último guerrero"), el joven Jack Reynor (como Shane Dyson, el novio de Tessa) y Stanly Tucci intenta salvar la película. Carece de guión, por momentos muy trillado, reiterativo y con algunas escenas filmadas al estilo video juego. No se justifican las 2 horas 45 minutos, es bien pochoclera y para disfrutar grandes escenas de acción e ideal para ver en una gran pantalla. Solo nos resta esperar lo que proponga “Transformers 5” en el 2016.
A la caza del alienígena En Transformers 4: la era de la extinción, última de los robots, la ciencia ficción vuelve a estar en primer plano de manera didáctica, amena y fascinante. La cuarta película de la saga Transformers es un nuevo prodigio visual. Un prodigio que se carga al hombro todo el espectáculo, incluida la duración de casi tres horas que tiene el filme y que en una historia de acción puede resultar un serio obstáculo para la concentración del espectador. Aquí no. Aquí todo está elevado a la graduación de esta propuesta que camina por la delgada línea de la vanguardia del cine. Sinopsis: un inventor casi arruinado se lleva una sorpresa importante en su granero que hace funcionar como laboratorio. Allí, entre la chatarra, tiene guardado un camión desarmado. Un día toca el interruptor correcto y el vehículo vuelve a funcionar. Pero no como transporte, sino como robot extraterrestre que sale de su camuflaje. El coloso mecánico es el llamado Optimus Prime, líder de una raza amigable, cuya cabeza tiene un precio. Un cazador de recompensas alienígena ya lo localizó y avanza hacia él. El daño colateral amenaza también a la bella y joven hija del científico, y a su confianzudo yerno. Algo positivo es que los creadores de esta saga no se limitan a repetir lo ya hecho para seguir adelante. Intentan mejorar siempre un poco más. Las escenas de acción siguen siendo espectaculares, y lograron recuperar el eje después de que en algún capítulo anterior el vértigo mareaba un poco. Como siempre, eso sí, están mucho más allá del juego básico de destruir cosas en grande. Hay decisiones tomadas, y a muchos niveles, detrás de todas ellas. Decisiones de mentes y de equipos muy capaces en lo suyo. Por ejemplo, cómo se llega a tal o cual momento del relato, quiénes y cuántos intervienen en la secuencia, dónde ocurre la situación, desde dónde la contempla el público, cuál es el ritmo de los hechos, que viene a continuación en la narración, y un largo etcétera. Lo anterior se relaciona claramente con la fuerte búsqueda estética que tiene todo el largometraje, y que va de la mano con la tecnología. Los directores de fotografía son aquí unos gourmets de la imagen. Gente que después de tantas postales, todavía es capaz de encontrar la esencia de una captura del atardecer. Que puede mostrar de manera especial un establo lleno de aparatos electrónicos. Que sabe cómo ponerle el cascabel (por un rato) al imaginario colectivo, en pocas palabras. También funciona muy bien la parte didáctica. En Parque Jurásico, por ejemplo, Spielberg explicaba a través del mosquito fosilizado la supervivencia de los dinosaurios hasta el día de hoy, con pasión, poder de síntesis y creatividad. En Transformes 4, la ciencia vuelve a estar en primer plano, la muestran por dentro y de forma amena, como en Argentina lo hacen Adrián Paenza con Matemática estás ahí, o como es el estilo de la colección de libros Ciencia que ladra. Y para los amantes de la ficción científica hay una idea bellísima que hará trabajar sus mentes: la tesis de la "materia programable". Fascinante.
Donde hubo fuego, chipas quedan Cuando se estrenó Transformers, siete años atrás, el cine de Michael Bay estaba en su peor momento. Tras los fracasos (relativos) de La Isla, Pearl Harbor y Bad Boys II, se caía la máscara de este realizador pobre en ideas e imaginación, que repitiendo los mismos encuadres una y otra vez, busca generar emoción con su estética publicitaria barata y sus imágenes de video clip noventoso. Transformers no presentaba nada nuevo en la narración o el tono visual de Bay. Su visión femenina es un estereotipo, fetiche de calendarios de talleres mecánicos y prendas de fantasías soft porno de los 80. Sin embargo, encontrarse con Optimus Prime, gigante, imponente, luchando con Megatron, permitía olvidarse de los errores de casting, los pésimos chistes, los paupérrimos diálogos o la olvidable absurda trama. Fue un éxito masivo. Obviamente, llevar a la pantalla grande a los monstruos de Hasbro trajo enormes ganancias económicas para el director y sus productores, quiénes siguieron facturando con secuelas que aumentaron el nivel de destrucción masiva de la franquicia, y siguieron regodeándose en explotar el perfil más grasiento de sus protagonistas… mecánicos o seudo humanos. La Era de la Extinción, cuarta entrega de la saga demuestra lo mismo que ya vimos en las últimas dos partes. Destrucción, explosiones, chispas, efectos especiales y luchas que son demasiado rápidas para el ojo humano. Cuesta por un momento diferenciar si se destruyen Autobots o Decepticons. Poco importa. Michael Bay se repite y se extiende. No le alcanzan dos horas. Tiene que llegar al límite de la tercera con una historia de extraterrestres y apocalipsis relacionadas con semillas que pueden llegar a volar toda una ciudad entera, o extinguir toda la humanidad. La novedad, que ya no pasa por la magnitud visual de los protagonistas robóticos, es la incorporación de humanos, lo cuál permite que los espectadores, tomen aire entre peleas robótica y se relajen un poco. Por suerte, ni los insoportables Megan Fox o Shia LaBeouf forman parte del elenco. Esta vez, el liderazgo lo tiene Clade, un inventor/mecánico – a cargo de Mark Walhberg, bastante más convincente y expresivo que LaBeouf – que encuentra a Optimus Prime abandonado dentro de un cine venido a menos (como entró?). El protagonista es viudo y vive en medio del campo con su bella hija adolescente – que se viste como Liv Tyler en video clips de Aerosmith – a la que no deja salir con chicos para que no abandone sus estudios. Sin embargo, la rubiecita tiene un novio secreto, que termina ayudando a Clade, en contra de su voluntad, a evitar un desastre mundial al lado de los Autobots. A falta de ideas argumentales, Michael Bay recicló la subtrama romántica de Armaggedon y la incluyó con pocos cambios dentro de Transformers, pensando que nadie se daría cuenta de ello. Pero no son los únicos humanos. Como siempre hay un cómic relief – a cargo del siempre eficiente Stanley Tucci – y un par de militares ambiciosos – Kelsey Grammer y Titus Welliver sólidas interpretaciones – que deciden comerciar con las armas de los Autobots para darle al gobierno, “Transformers” simulados, manejados por humanos. Posiblemente inspirados por los Titanes del Pacífico de Guillermo del Toro. Sin embargo, los Decepticons tienen conciencia propia y están más preocupados por destruir al mundo que de protegerlo. Durante casi tres horas los chispazos traspasan la pantalla. La película tiene un nivel de adrenalina tan alto que termina abrumando y los minutos se hacen eternos. Sin embargo, cierto nivel de autoconciencia de Bay y el guionista elevan el tono irónico del film. “Hoy en día solo se hacen remakes y secuelas. Pura basura”, dice el dueño del cine donde reside un Optimus Prime convertido en chatarra. Nada más cierto. Hay planos insólitos, giros argumentales de coherencia narrativa mínima y destrucción masiva de Honk Kong. Ya ni vale la pena resaltar el nivel de cursilería, patriotismo anticuado, demagogia moralista conservadora, machismo y estereotipos. Es Michael Bay, es Transformers: hay aviones transformers, samurais transformers, dinosaurios transformers. No vinimos a ver una lección de cine políticamente incorrecto, de inteligencia industrial. Vinimos a ver “Transformers, de Michael Bay“. Esto es el pochoclo más grasiento chorreando aceite por la pantalla… una vez más. Y, lamentablemente, lejos estamos de la extinción.
Una vez terminadas las dos horas y 45 minutos que dura Transformers: Age of Extinction me di cuenta que no tenía nada severo que objetarle a Michael Bay. Se podrá decir lo que quiera de la calidad narrativa de la película, y de toda la saga en verdad, pero siento que con T4, Bay entrega su momento más explosivo dentro de la línea de los alienígenas de metal. Lo que verdaderamente hay que hacer para disfrutar de esta cuarta batalla Autobot es apagar el cerebro y dejarse llevar por el clímax extendido que resulta ser toda la propuesta. Y no es moco de pavo decir eso, ya que todo el tiempo uno se puede preguntar "¿Y cuándo termina?" que, fácil, a la película le faltará media hora para llegar a los créditos. Sí, hay una falta de edición preocupante dentro del método Bay, pero lejos T4 es la iteración de la saga que menos enfurece por sus decisiones de guión y caprichos del director. Ehren Kruger parece que aprendió de sus anteriores errores en las partes 2 y 3, y acá lima un poco las asperezas de lo que significa aportarle toques de comedia a un film de aventuras y no marinarse en el exceso. Hay muchas arbitrariedades en la historia, algún que otro cabo suelto, pero nada que termine molestando. No hay que pedirle tridimensionalidad Freudiana a sus personajes, ni grandes giros del guión, pero tampoco falta de respeto para con la platea -como el caso de la segunda parte- y en eso, Kruger satisface las demandas de un peliculón del estilo. La decisión de saltar cinco años en el tiempo y pegar borrón y cuenta nueva con un elenco renovado y más adulto, con Mark Wahlberg al frente, demuestra un atisbo de parte del director por querer cambiar las cosas. Por supuesto, estamos hablando de Michael Bay, mucho cambio no va a haber, así que van a haber explosiones por el sólo hecho de que las haya, persecuciones adrenalínicas, efectos especiales de última tecnología, y el usual fetichismo por seguir bien de cerca los cuartos traseros de la secundaria femenina, cuyo papel en este caso recae en Nicola Peltz, que no desentona con las anteriores féminas de turno y sale bien parada de la batalla que le espera a ella y a su familia, tan bien parada que el rímel nunca se le corre y el humectante labial siempre brilla en su boca. Por una vez, los humanos tienen algo de sentido dentro de la trama. El Gobierno quiere eliminar a todo extraterrestre que se le cruce en una razzia gigante y los villanos en Kelsey Grammer y Titus Welliver le hacen frente a la amenaza, mientras que Wahlberg y compañía encarnan al prototipo de familia americana que tanto le gusta mostrar a Bay, acompañados de un Stanley Tucci al cual ningún papel le sale mal. El universo Bay está vivito y coleando en Transformers: Age of Extinction. No creo que a esta altura alguien entre a la sala esperando ver algo que no es, ni tampoco uno se puede ofender ni juzgarla al mismo nivel de una de Woody Allen. Por supuesto que saldría perdiendo si fuese el caso, pero con T4, Bay sigue demostrando que para romper todo sigue siendo el Rey, y encima le siguen dando plata para cumplirle el capricho. Por eso es que hoy le doy a Michael mis dos pulgares arriba, y celebro que siga rompiendo todo este año, y durante muchos años más.
Michael Bay trae la cuarta parte de la saga de los queridos Robots. Explosiones, destrucción masiva, y Dinobots. Que mas podemos pedir... Coherencia... Eso, Coherencia. DOMO ARIGATO MISUTA ROBOTTO Si bien se que los fans mas acérrimos de la franquicia siempre odiaron las películas de Michael Bay, yo por el contrario me cuento entre los pocos que piensan que la primera, al menos, esta bien. Ver a Optimus en ese esplendor, con su voz majestuosa, con la excelente banda de sonido del señor Jablonski, la parafernalia de explosiones marca Bay, y una insipiente Megan Fox, hacia que el mix estuviera bueno. Después todo iría cuesta abajo, pero manteniendo cierta linea. Linea dibujada por Michael Fox, pero linea al fin. Esta 4 entrega en la cual el elenco humano (y robotico) se renuevan, no parece mantener esa linea. Me hizo acordar por momentos a la primer saga Superman, con dos EXCELENTES primeras películas, para caer casi en la ridiculez y despropósito de su 3era y 4ta parte. Acá pasa algo similar. Por momentos las cosas se suceden sin solución de continuidad y sin razón aparente. transformers-age-of-extinction-trailer-images-57 UN COHETE METIDO EN... La historia comienza al mejor estilo Prometeus, casi literal, donde hay una raza de creadores, que construyen a los Transformers gracias a un material recolectado en la tierra llamado Transformium (si, como lo leen). Ya en nuestro tiempo, hay una tercer facción de Transformers liderada por Lockdown, la cual solo quiere exterminar a Autobots y Decepticons básicamente por ser rompe bolas. Este muchacho labura con la CIA para matar a todos los Decepticons que quedan, pero también a los Autobots, mintiéndole a la gente, que sabe perfectamente que los Autobots los salvaron. Los Autobots quedan desperdigados por ahí, y solo quedan Ratchet, quien muere salvajemente en la primer escena, no es spoiler, Optimus, Bumblebee, Hound, Drift y Crosshairs. Nadie mas, el resto, muertos... Optimus tras una emboscada queda como un camión asqueroso tirado por ahi, con un cohete inhibiendo sus funciones vitales, el cual Mark Wahlberg le saca y lo devuelve a la vida. A partir de ahí, todo sera una pesadilla para la vida de Mark, ya que tendrá a Lockdown y la CIA tratando de matarlos. transformers-age-of-extinction-trailer-images-50 ACTORES AL RESCATE La película, con un guion desastroso se cae a pedazos desde que comienza, por lo cual es tarea de los actores, remar un poco la situación. Olvídense de Mark, al ser el "héroe", todo su personaje es un cliché. Si hay un Stanley Tucci muy interesante, similar al Hammer de Sam Rockwell de Iron Man 2 (Quizás demasiado similar), con la diferencia de que el personaje de Tucci tiene alguna especie de redención. Igualmente, es el único personaje que no lastima los ojos mirar, y puede llegar a sacar alguna sonrisa. Las voces de John Goodman y Ken Watanabe son bienvenidas y levantan sus personajes, siendo el Hound de Goodman, uno de los mas rescatables. Sin embargo es poco lo que se puede hacer por una película construida con el solo hecho de recaudar dolares. TU ARGUMENTO ES INVALIDO Si hay un SOLO momento ÉPICO. Optimus Prime, cabalgando en el lomo de Grimlock el líder de los Dinobots, es realmente épico. Los Dinobots sin embargo, no tienen el momento de gloria que deberían tener, sobre todo teniendo en cuenta que están en los posters. Deberían haber tenido mas tiempo de pantalla o mas gloria. Dentro del desperdicio de película que es Transformers 4, los Dinobots son otro desperdicio mas. transformers-age-of-extinction-trailer-images-64 CONCLUSION Transformers 4, es una secuela sin sentido, carente de cohesión y sobre todo un insulto para los fans de la serie. Si bien antes se mantenía de cierto modo el folklore de los Trasnformers, con esta película, con un deslucido Galvatron, sin presencia de Decepticons en TODA la película, y con un guion realmente lleno de agujeros, inexactitudes y discrepancias, solo se entrega un producto pulido en la superficie, lleno de luces, colores y explosiones, sin ningún tipo de sustancia que lo mantenga. Si te quedaste sin pelis para llevar a tus hijos en vacaciones de invierno, podes llevarlos a ver Transformers 4, pero que bajo ningún punto de vista sea tu primera opción.
Michael Bay es el señor Transformer pero, ¿qué pasa cuando se le acaban las ideas? Esto: la extinción. Vuelven los Autobots, Decepticons y nuevos personajes en la nueva continuación de Transformers. Un mecánico de autos (Mark Wahlberg) y su hija (Nicola Peltz) hacen un descubrimiento que provoca que bajen a tierra los Autobots y los Decepticons, mientras un funcionario del gobierno paranoico estará detrás de ellos. Todos sabemos que Michael Bay sabe hacer Transformers, eso está claro. Explosiones, autos gigantes, transformaciones, ciudades destruidas y una saga que ayudó a Hasbro con unos buenos millones de dólares. La magia no se perdió, pero un cambio es necesario y esta película lo reclama. Algunos pensaron que tras el cambio de Shia LaBeouf, el aire fresco de Mark Wahlberg podía darle una vuelta a la saga. Pero no. Si bien Mark siempre es amigable, el problema pasa por la trama y por la continua pelea entre Autobots y Decepticons. La película tiene una trama bastante enroscada y que tarda mucho en dar cada giro y tiene momentos totalmente estirados sin sentido. Un dato de color, creo que esta es una de las películas que más chivos (publicidad en pantalla) tiene. Paso a enumerar algunos de los que recuerdo: Samsung, Philips, Bud Light, Goodyear, Lamborghini (hay más, muchos más… ayuden a sumar!) En cuanto a los efectos no hay que nada que criticar, hay escenas increíbles y paisajes sumamente aprovechados. En ese sentido, volvemos a sacarnos el sombrero. Lo único que nos dejó con ganas de más fueron los Dinobots que aparecen al final y están muy bien realizados. Es una película super pochoclera, con una extensión innecesaria para lo que se quiere contar y que agota su trama en la primera hora y media. Pero bueno, no todo termina... Michael Bay regresará con más en 2016...
La era de la (no) renovación La saga Transformers tuvo un comienzo auspicioso. El cine de Michael Bay venía agotado después de La Isla y Bad Boys II, pero en los robots extraterrestres que se transforman en medios de transportes encontró una especie de salvación. El resto es sabido, la primera fue un éxito, la segunda aún más y la tercera se metió entre las diez películas más taquilleras de la historia del cine. La calidad de las mismas… Bueno la uno está muy bien, la siguiente es un pelotazo tremendo y la tercera cierra decorosamente una saga que se fue desinflando con el pasar de las entregas. Transformers 4 venía para comerse los chicos crudos. Qué iba a ser un reboot, qué iba a transcurrir en el espacio exterior, qué iba a estar protagonizada por Jason Statham, que Optimus iba a ser piloteado por Hugo Moyano, etc. Pero nada de eso paso y T4 es una nueva entrega que narrativamente continua en los Autobots y Decepticons y no en los humanos. Se fue Shia LaBeouf e ingresa Mark Wahlberg. ¿Renovación? No, todo sigue igual de bien. Ponele. No voy a hablar de que se trata la historia porque es la misma ensalada de humanos y Autobots contra los Decepticons pero con algunos distintos condimentos. Había cierta ironía la relación del hipster de LaBeouf y la bomba sexual de Megan Fox, algo que se perdió en la tercera parte con la fallida sustitución a cargo de Rosie Huntington-Whiteley. Ahora con la entrada de Mark Wahlberg la cuarta parte gana a pleno en la participación de un actor con estirpe, con peso específico delante de la cámara ya sea para los one liners cómicos como para las secuencias dramáticas, pero pierde al no tener esa simpatía que tenía añadida a su figura de nerd salva mundos de LaBeouf. Si Wahlberg protagonizaba una película así hace unos, digamos, 678 (?) años el resultado hubiese sido espantoso, en cambio desde hace una década que se encuentra en un gran momento y se le cree todo lo que haga. Bay tiene la “habilidad” de hacer las películas más largas sin desarrollarte un carajo a sus protagonistas. Es crack. Transformers 4 son 2 horas y 45 minutos de… Mmm… Bueno de robots que se convierten en autos que pagan el “impuesto por ser de lujo” y que se cagan a trompadas entre ellos para destruir/proteger el planeta tierra. No hay curva, ni ascendente ni descendente, de los personajes humanos. Quizás Tessa (hija del personaje de Wahlberg interpretada por Nicola Peltz) sea la única que tiene un proceso de aprendizaje, el resto bien gracias. Si esta cuarta entrega se tomase más en joda no habría objeciones al respecto pero el problema con T4 es que Bay se toma todo muy en serio. Hay secuencias que quieren ser irónicas, como la del cine abandonado, pero que terminan dejando un impostado sello de autoconciencia. Ojo este inconveniente es el mismo de toda la franquicia pero como se sigue facturando a pleno “la era de la renovación” de los queridos Transformers va a seguir esperando. El problema con el cine de Michael Bay es cuando se toma todo muy en serio. Cuando Bay pega el tono, como en la Transformers del 2007, le sale una muy buena propuesta, pero cuando quiere hacerse el cómico como en la segunda le sale cualquier cosa. La tercera resultó un buen hibrido entre la seriedad de la debutante y a búsqueda de comicidad de la siguiente. La cuarta de alguna manera intenta apostar por el lado más humano de la franquicia pero no le sale por el torpe desarrollo en los personajes de carne y hueso. Transformers 4 esta poseída, recargada, inflada con los esteroides de la genial Pain & Gain con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Por momentos no sabemos para donde carajo va y está llena de resoluciones inentendibles a pesar de que al ser la más larga de la franquicia tenía tiempo para resolver con sobriedad ciertas arbitrariedades. Promediando la película el bueno de Miguelito Bahía se empantana maaaaaal (la narración nunca fue su fuerte) y entra en un insufrible bache de encuadres “cancheros”, pelos al viento y música estridente en donde de buenas a primeras vamos a parar sin escalas a Hong Kong para librar la batalla final. Léase entre líneas que en realidad nos vamos a China para vender más entradas en un mercado que les va a hacer ganar una bocha de guita a sus productores (T4 superó allí la recaudación de los Estados Unidos) pero como el escenario está bien aprovechado y los chinitos que aparecen son queribles, especialmente la linda de Bingbing Li, le damos el visto bueno. Lo bueno es que cuando la película se estanca hace aparición el inmenso Stanley Tucci para darle fluidez y desenfado a la pesadez narrativa de Bay. Tucci entiende todo y ya en su primera aparición empezamos a caer en la cuenta que a partir de allí Transformers 4 va a encontrar el tono festivo y desprejuiciado que necesitaba la película. ¿Mérito de Michael Bay que aprovecha la figura del actor de El Diablo Viste a la Moda? ¿Mérito exclusivo del carisma de Tucci que siempre genera empatía? Who cares, la cuestión es que ahí la cuarta parte acelera a fondo y nos lleva a destino con soltura y desparpajo. Transformers 4: La Era de Extinción sigue en la línea de éxito taquillero de cuestionable pero querible calidad de sus obras predecesoras. Luego de 4 entregas la saga que reclama vientos de cambio seguirá a la espera de la era de la renovación.
Más larga, más monstruosa El año pasado, Michael Bay arrojó al mundo una desopilante comedia de acción titulada Pain & Gain; ambientada en Miami, con Mark Wahlberg como un patovica aprendiz de chorro, su sarcasmo fue tan intenso que nadie la tomó en serio. Bay entendió el mensaje; volvió a su especialidad, armó la cuarta Transformers y la hizo más larga, más monstruosa y cerró contrato con un conglomerado chino (situación que, llamativamente, también se refleja en la pantalla) para haber batido ya récords de taquilla respecto de las secuelas anteriores. Apostando, en reemplazo de Shia LaBeouf, a Wahlberg como nuevo protagonista de un personaje llamado Cade Yeager, La era de la extinción arranca cuando este último descubre a Optimus Prime en su taller de pequeños robots. Con la ciudad de Chicago devastada tras la última invasión alienígena, la CIA impulsa una caza de Transformers que aprovecha Megatron, líder de los Decepticons, para combatir a Optimus y sus Autobots y conquistar la Tierra. Lo más novedoso es la incorporación de un científico capaz de reproducir sus propios Transformers para defender al planeta; una idea que Bay no desarrolla o quizá prefirió estirarla hasta el próximo film. Total, siempre hay tiempo.
Los negocios dictaminan el quehacer de Hollywood y es por eso que existe una nueva secuela en la saga de Transformers, luego del enorme éxito de las tres primeras partes. El director Michael Bay (Pearl Harbor) vuelve a estar a cargo de la saga, con Mark Wahlberg (Max Payne) encabezando el nuevo reparto, sin Shia LaBeouf a la vista. Con el equipo creativo renovado y una nueva situación argumental para el film ¿Transformers: La Era de la Extinción logra reiventar la saga como lo hizo el director Justin Lin con la saga de Rápido y Furioso en el 2009? Para poder contestar la pregunta hay que empezar por la narrativa de Transformers: La Era de La Extinción, la cual fue escrita por Ehren Kruger, responsable argumental de las dos últimas entregas de la saga. Difícilmente puede haber una nueva perspectiva o mirada fresca en la franquicia al utilizar al mismo guionista, lo que sí se asegura es en caer en las mismas debilidades de los anteriores guiones, lo cual finalmente sucedió: Uno de los ejemplos más evidentes es que las motivaciones de los personajes son poco claras, en especial la de los antagonistas (por ejemplo, no es evidente por qué los humanos ayudan a destruir a los héroes, los autobots). Se hace claro que no supieron resolver el porqué de las acciones de los villanos y recurrieron al clásico "no importa ya que van a haber explosiones por doquier" que siempre se emplea en esta saga. Al no tener motivaciones claras la estructura de la historia empieza a derrumbarse, ya que no llega a tener importancia lo que pasa ni el destino de los personajes. Al tratar de mantener todo esto de pie, la película empieza a alargarse y a emplear McGuffins (elemento que sirve para que la trama avance, pero que no tiene importancia en sí mismo) para poder mantener el ritmo. El problema de los McGuffins utilizados, la Semilla y el Transformium, es que evidencian la carencia creativa de no poder mantener la narrativa en movimiento sin recurrir a artificios ya utilizados hasta el hartazgo en la saga de Transformers. El problema que genera las motivaciones confusas y los McGuffins obsoletos es que la información sobre la trama llega muy a cuenta gotas al espectador, por lo cual el largometraje tarda casi 1 hora en exponer el conflicto principal y para ese entonces el público perdió gran parte del interés en lo que sucede en la pantalla. Por último, el guión es realmente inefectivo en lo que a diálogos y chistes se refiere, cuando Optimus Prime habla hace recordar a un Yoda menos inteligente ya que lo que dice es cursi o no tiene sentido alguno, pero en todo afecta un tono de solemnidad. El protagonista Mark Walhberg sólo habla en clichés e intenta en vano mantener la virginidad de su hija a través de argumentaciones poco creíbles. Todo esto contribuye a film con un tono esquizofrénico que no logra ni hacer reír ni a tomarse en serio lo que pasa durante su duración. Por otro lado, Michael Bay sigue apostando a los diseños indescifrables de los robots, escenas de acción confusas, largas y aburridas, imágenes sobresaturadas, música fuera de lugar y tomas tan exageradas que causan gracia sin querer. Contestando la pregunta del principio de esta crítica, Bay no logró renovar la franquicia (como sí lo hizo su colega Justin Lin con Rápido y Furioso) ni parece importarle, ya que Transformers: La Era de La Extinción dura 165 Minutos. A juzgar por la recaudación del producto, habrá otras secuelas más para probar cuán bajo puede caer esta saga. En definitiva, Transformers: La Era de La Extinción es igual a todas las demás entregas de esta saga.
DEPÓSITO DE CHATARRA Aunque a veces suelo dejarme llevar por la marea popular de odio, siempre prefiero ser justo y darle el beneficio de la duda a cada film. En mis años como amante del pochoclo, confieso que fui a ver varias bostas por simple curiosidad –y eso incluye (lamentablemente) películas como CREPÚSCULO y todas sus secuelas–. Este comportamiento fue el que me llevó anoche al cine, a ver TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN (TRANSFORMERS: AGE OF EXTINCTION, 2014). Pero otro factor también intervino. Tengo una segunda confesión que hacerles: Me gusta ver películas de Michael Bay. “¡Oh, no! ¡¿Cómo pudiste, Bernabé?! ¡Ya no creemos en vos!”, dirán ustedes. Lo sé, lo sé, pero no lo puedo evitar. No es que crea que son obras maestras, simplemente me parecen divertidas. Al igual que muchos, soy capaz de dejarme llevar por su ritmo veloz y su poco contenido, sin la necesidad de poner mi mente en funcionamiento, ya que sus historias son tan obvias que mi cerebro se mueve casi de manera automática. Sé que su filmografía no cambiará mi vida o la del cine, pero hay días en que prefiero algo inofensivamente bobo y entretenido, en lugar de analizar y caretear con alguna maravilla de Von Trier, Kubrick o Xavier Dolan. Habiendo dicho esto, creo que queda en claro que el análisis del nuevo film de Bay que estoy por hacer será lo más justo posible… pero nada amable, porque TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN es para mí su peor película y una desastrosa monstruosidad, larga, repetitiva e imperdonablemente aburrida. Es otra válida razón para que el mundo siga quejándose de Hollywood y de sus blockbusters que nunca cambiarán. Si bien en T-O-D-O-S los laburos de Bay encuentro similitudes (desde las explosiones, los helicópteros y las mujeres cosificadas, hasta las cámaras lentas al azar, el patriotismo norteamericano y esos poéticos rayos de sol pegando en el lente), creo que su cine bien podría dividirse en diferentes categorías. Por un lado, sus buenas películas (que son buenas a pesar de muchas fallas). Allí coloco a LA ROCA (1996), LA ISLA (2005), BAD BOYS (1995) y ARMAGEDDON (1998). Por otro lado, sus flojas: PEARL HARBOR (2001), BAD BOYS II (2003) y PAIN & GAIN (2013), que aun no sé si odié por completo. Y a lo lejos, la saga TRANSFORMERS, convertida en un capítulo aparte de su filmografía. Apadrinada por Steven Spielberg, esta saga prometía mucho y, viendo en retrospectiva, soy de los que piensan que comenzó bastante bien. La primera TRANSFORMERS (2007) es la más redonda de la tetralogía. Obvio que es simplona y predecible, pero eso no evita que sea disfrutable y visualmente novedosa e impactante. TRANSFORMERS: LA VENGANZA DE LOS CAÍDOS (2009) y TRANSFORMERS: EL LADO OSCURO DE LA LUNA (2011) fueron solo intentos de repetir el éxito, repitiendo la formula de la manera más holgazana posible. Me seguían entreteniendo, había algunos cambios de locaciones y de actrices, pero en definitiva ninguna aportaba nada nuevo ni llegaba a estar a la altura de la que lo comenzó todo. En aquellas tres entregas, la acción corría por cuenta de los Autobots (ninguno con personalidad, solo los distinguías por su color) y uno o dos patrióticos soldados (lo mismo que dije en el paréntesis anterior). La carga emocional de los films (a la que Bay le debería haber prestado más atención) aparecía de a momentos en el personaje de Shia LaBeouf. La mayoría de las veces era insoportable, pero Sam Witwicky era un personaje con el que el público se podía sentir identificado. No era un héroe, un soldado, un robot. Era un pibe normal, un don nadie, un adolescente que reaccionaba como cualquiera de nosotros lo haría, aunque la mayoría de las veces era medio cagón. No poseía profundidad, pero era el único que se acercaba a la definición de “personaje” en estas películas. Todos los demás estaban allí para ser herramientas del guión, para intentar hacer reír, para disparar o para mostrar el culo ¿Qué pasa entonces cuando Sam Witwicky deja la franquicia? El director tiene que ponerse a escribir nuevos protagonistas y, por si no lo saben, los personajes son la kryptonita de Michael Bay. TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN sucede unos años después de la devastadora Batalla de Chicago, y la relación entre Autobots y humanos ya no existe. Un agente de la CIA, Harold Attinger (un correcto Kelsey Grammer), está convencido de que todos los Transformers son peligrosos y se dedica a cazarlos con la ayuda de un cazarrecompensas alienígena, Lockdown, que busca a Optimus Prime por sus propias razones ¿Y dónde está el líder de los Autobots? Herido y escondido en Texas. Pero un día es encontrado por Cade Yeager (Mark “he’s so hot right now” Wahlberg), un mecánico e inventor frustrado (¡¿?!) que busca chatarra para vender y así poder pagar la universidad de su hija Tessa (la belleza de turno, Nicola Peltz). Cuando la CIA se entera del paradero de Optimus, los Yeager se convierten en fugitivos junto a los demás Autobots sobrevivientes. En el camino para limpiar sus nombres, se les unirán el novio de Tessa (un piloto de autos llamado Shane, interpretado por Jack “de madera” Reynor, que Papá Cade no aprueba) y el científico Joshua Joyce (Stanley Tucci), que intenta crear sus propios Transformers hasta que su experimento se sale de control y se convierten en una nueva raza de Decepticons. Ah, sí, también hay una bomba de tiempo y unos cuantos Dinobots que se unen a nuestros héroes al final del film. Sip, la puta campaña de marketing giró en torno a ellos y aparecen solo en los últimos minutos. Fuck you, movie! Si leyendo la sinopsis se marearon, imaginen esa historia –entreverada al pedo– esparcida muy torpemente a lo largo de unos interminables 165 minutos, como si Bay no se hubiera decidido cuál trama contar. Ahora imaginen si TODAS esas subtramas se encontraran en un solo confuso clímax en el que, después de la enésima explosión, ya no sabés (ni te importa) quién le dispara a quién y por qué. La mayoría de esas historias secundarias están allí solo para introducir escenas y personajes que no aportan nada, excepto algunos momentos de acción que ya vimos miles de veces, unas cuantas promesas para futuras secuelas o más del idiota sentido del humor de Bay (que, para mi alegría, no abunda en esta entrega). TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN era la oportunidad perfecta para desafiarse a sí mismo, para hacer algo nuevo y original. De hecho, la planteaban como un reboot, un nuevo comienzo. Pero, ¿qué hizo el director? Desaprovechó el potencial de hacer algo más con la franquicia y filmó exactamente lo mismo, solo que con otro elenco y con un peor guión. En piloto automático, Bay no crea nada nuevo y se repite tanto que aburre. Están presentes sus persecuciones en una ruta, los enfrentamientos finales en una ciudad, el adulto loco (Tucci en remplazo de Turturro), el adulto heroico (Wahlberg en vez de Josh Duhamel), la parejita joven, los molestos agentes del gobierno y así. (¡¡¡SPOILERS!!! Seleccioná el texto para leer) ¡Incluso reviven a Megatron otra vez! (¡¡¡FIN DE SPOILERS!!!) Hay un par de truquitos nuevos para distraer a los fans (Dinobots, Transformium, imanes enormes y una secuencia dentro de una nave alienígena), pero en definitiva es más explosión con menos contenido. Como dije al principio, no está mal disfrutar de una historia boba y cliché que no requiere mucho esfuerzo por parte de la audiencia. El problema es que, cuando contás el mismo chiste por cuarta vez, deja de ser divertido y empieza a volverse insultante. Al haberlos visto antes, los efectos ya no engañaban ni distraen –¡Incluso, en ciertos momentos, son muy flojos!–. Esta vez, uno puede estar atento a otras cosas y contemplar las enormes gritas y baches en el libreto que ahora son más evidentes que nunca. TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN hace estallar la pantalla una y otra vez, en un exagerado desfile de pirotecnia que alcanza el ridículo como sus predecesoras no lo hicieron. Con suficientes explosiones en slow motion para todo el 2014, Bay demuestra nuevamente que para él eso es lo importante: Lo visualmente cool, como un robot con espada, montado en un dinosaurio de metal. No se da cuenta de que, en realidad, una explosión es interesante solo cuando un personaje por el que sentimos empatía escapa de ella o está en peligro de muerte. Pero, ¿cómo podemos conectarnos emocionalmente con esos seres unidimensionales y estereotipados a los que Bay llama “protagonistas”? En el mundo real no existen “inventores” que se ven como ex-modelos de ropa interior; y no hay chicas con maquilla a prueba de caídas y choques, que usan ropa sexy sin importar la situación. Para este director, si un Autobot es inteligente, se parece a Einstein; si es pacífico y usa espadas, debe ser un samurái con rasgos orientales, que habla con la voz de Ken Watanabe. Bay está convencido de que si un humano vive en Hong Kong, sabe karate; y si vive en Texas, sabe tirar una pelota de fútbol americano. Ese es su manual de construcción de personajes: Seres clichés (algunos bastantes ofensivos) cuyos pobres conflictos se solucionan de la manera más tradicional, o que son de una forma u otra por simple conveniencia de la trama (¡¿Justo era piloto de autos el pibe?! ¡¿Justo es un mecánico el que encuentra a Optimus Prime dañado?!). Lo peor es que Bay sigue desaprovechando varias escenas en ellos. La relación de Wahlberg con su hija y con su yerno podría haber sido el corazón del film, pero están pobremente construidos y sus historias son de las más usadas en el cine (“Tu madre murió y le hice una promesa de que siempre te cuidaría”, “Debes dejarme vivir mi vida, papá”, “Mi padre me abandonó cuando tenía cinco años” y así). Regla de oro para Miguelito: Cuando los personajes no son interesantes, se vuelve imposible para el espectador interesarse en la historia. Pero sí le agradezco que, esta vez, el personaje principal no se quedara escondido a gritar el nombre de su Autobot favorito, en busca de ayuda. Cade Yeager dispara, maneja, pega piñas y piensa planes. Por eso creo que Wahlberg es de las pocas cosas que sí funcionan en LA ERA DE LA EXTINCIÓN. Reconozco que, por primera vez en la historia de TRANSFORMERS, intentaron darle más participación a los alienígenas. Dejando de lado a los nuevos Autobots (que se dedican a tirar misiles y líneas de diálogo patéticas) y a Bumblebee (que no hace nada), Optimus Prime recibe algo de personalidad. Sí, pasa por su habitual rutina de recibir una paliza, volver en forma badass y soltar cada tanto un discursito, pero esta vez se muestra rencoroso, vengativo y con acciones más ambiguas que heroicas. Podría haber sido fascinante si lo hubiesen desarrollado más (y si hubieran aprovechado por completo su relación con el personaje de Wahlberg), pero el film tiene tantas boludeces en que centrarse, que no queda espacio para desarrollar nada en profundidad –Por ejemplo, en vez de un solo villano (Lockdown era el que más prometía), aquí hay tres o cuatro bastante chatos–. Pero es un caso perdido: Bay sigue haciendo oídos sordos a las críticas, al igual que sus fieles fanáticos, y TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN ya es un enorme éxito en taquilla, con público y una quinta entrega asegurada. Sí amaste esta película, no hay problema, disfrutá tranquilo. Pero me resulta difícil entenderte. Podés defenderla diciendo que las escenas de acción son increíbles, pero yo ya las vi en películas mucho mejores. Podés putearme porque no capto que el elenco es superior y que la nueva historia le da frescura a la saga, pero para mí el guión es más estúpido e incoherente que el de las anteriores. Lo único que rescato del film (más allá de algunas ideas prometedoras en la historia que lamentablemente ejecutaron como infradotados) es que blockbusters tan decepcionantes y olvidables como TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN empiezan a abrirle los ojos a algunos espectadores. Hollywood puede dar películas pochocleras inteligentes (CAPITÁN AMÉRICA Y EL SOLDADO DEL INVIERNO, X-MEN: DÍAS DEL FUTURO PASADO, LA GRAN AVENTURA LEGO, CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN 2), pero la clave está en darle tu plata de la entrada a la persona correcta. Michael Bay no es esa persona. Filma y narra sin ganas, sin pensar y sin pasión, utilizando solo las herrumbradas piezas de su pasado y apilándolas una encima de otra como en un enorme depósito de chatarra. Eso no es cine, es basura.
Michael Bay y 200 millones de dólares más Debo admitirlo, Michael Bay es un blanco fácil para casi todo aquel que haga crítica de cine. En él convergen todos y cada uno de los peores vicios del cine norteamericano. Sin embargo no se puede obviar el estado de emoción violenta que deja cualquier entrega de Transformers en nuestras almas, por lo tanto este texto es en principio una catarsis y también un intento de destrucción sistemática de todo lo que tiene que ver con el bueno de Michael. Estilo Bay Hay un principio fundamental para Michael Bay y para el capitalismo en general: más (mucho mucho más) es mejor. La saga de Transformers ha ido aumentando en duración (144 minutos, 150, 157, 165, respectivamente) y explosiones, una a la vez como si la única forma de contentar al espectador fuera atiborrándolo de destrucción cada vez más aturdidora y más duradera. Por supuesto tendremos aquí más minas que están buenas y además pelean y son implacables; también tendremos minas que están buenas pero indefensas y que dejan que el director haga planos desde el comienzo de sus ajustados shorts que son literalmente acoso sexual; y minas que no están buenas y son insoportables. Esta es una marca registrada de Michael Bay, aquellos que no son atractivos son insoportables y hacen chistes que no funcionan todo el tiempo. No encontramos aquí la apología descarada hacia la milicia, a la que nos tiene acostumbrados el director, sobre todo porque los Autobots aquí son outsiders y perseguidos, como me señalaba el amigo Mex Faliero, por lo cual el Gobierno es el malo; igual esto queda compensado por todo el resto de giladas a las que Bay sigue muy aferrado como la colocación de productos en el sector juvenil. A veces sorprende la incapacidad, o mejor, la falta de interés de este director por generar climas, o dosificar la narración, en el cine de Bay todo es sobredosis. Al ritmo de su cámara inquieta y ansiosa hace lo que mejor sabe, nos distrae, de ahí viene esa sensación de haber sido lobotomizados cada vez que salimos de ver alguna de Transformers. Pero Bay no nos distrae del mundo exterior al cine, nos distrae de su película que es ingobernable e inabarcable porque nunca está quieta en ningún lugar físico o mental o cinematográfico. Transformers es la existencia inauténtica de Heiddeger toda junta en tres horas, y por más sesudos y concentrados que estemos, saltamos de una cosa a la otra y nunca nos podemos agarrar de nada, ni de una historia, ni de cierta épica, ni siquiera de empatía hacia los personajes, caemos a un vacio total. Y cuando queremos acordar salimos del cine una fría madrugada de julio sin saber qué decir. Personajes Trasnformers: la era de la extinción contiene toda una galería de personajes humanos nuevos, quizás el único y gran acierto de esta película. Imaginamos que el anterior elenco (una banda de imbéciles sin remedio) habrá tenido algo mejor que hacer. Pero hablando en serio, si no fuera porque casi no se nos permite generar empatía con ellos, la incorporación de Mark Wahlberg y de Stanley Tucci y también, si se quiere, de Kelsey Grammer, le dan cierta frescura a la parte humana de la historia que desgraciadamente no le importa a nadie. Por otro lado los Transformers siguen con los mismos problemas de siempre, son incomprensibles, hablan mientras todo explota y cuando se quedan un segundo quietos para digamos… hablar, dicen una sarta de obviedades o explican un guión imposible. Para aquellos que vieron Titanes del Pacófico o -mejor- Gigantes de acero, comparen la relación que generan aquellos robots con el espectador y la que generan los Transformers. Lo robots de Bay no generan ni épica ni empatía, ni nada. Optimus Prime es un violento testarudo que cuando cambia de opinión, en general es para peor, y cuyo su acto de cabecera es siempre ser vengativo e implacable con sus enemigos que terminan decapitados o descuartizados. Nosotros y el mal ¿Se puede condenar al público de Transformers y Bay por seguir llenando las salas y justificar su existencia? No lo sé, al menos no soy quién para dar ese dictamen. Me he entregado sistemáticamente a cada una de las entregas de la saga. Sin embargo, vale la pena subrayar una cosa, el concepto de El Mal o maldad no quedado obsoleto aún, y eso se puede constatar porque todavía existen claramente los faros de maldad: El Papa, Israel en Gaza, Caruso Lombardi, la FIFA, Monsanto y también Michael Bay, no nos olvidemos.
Para quienes siguen la carrera de Michael Bay (el director), les aseguro que van a disfrutar desde el minuto 1 esta aventura (dura 2 horitas y media), plagada de explosiones, autobots, decepticons y gran cantidad de robots perfectamente diseñados para disfrutar en 3D y no marearse. Mark Wahlberg se roba la película, por suerte... El resto del elenco acompaña. Hay buenos momentos de luchas, efectos especiales a más no poder y las secuencias en Hong Kong y China son espectaculares, pero a mi parecer, el guión está un poco flojo. Mi favorita, definitivamente, es la primera parte de Transformers, pero bueno, acá llegó la 4ta entrega y creo que seguramente habrá más por delante. Como dije antes, si o si es para ver en 3D, en 2D tratá de no verla. Peli pochoclera para disfrutar con amigos.
La mejor síntesis analítica de esta película es E=MC2, y no porque la critica sea relativa, de hecho muchas veces lo es, sino que el filme mismo es una formula, la más conocida, desde todo punto de vista. Pudieron cambiar algunos nombres de actores, Mark Walberg, Stanley Tucci, pero esto es más de lo mismo que se ha mostrado en las tres anteriores: un guión no sólo mínimo, sino paupérrimo, personajes repetidos hasta el cansancio, y los robots peleándose durante todo el metraje. Mucha acción visual, música grandilocuente, ritmo vertiginoso, sólo constituida la variable del montaje, respetando el género, de cortes rápidos, todo puesto en función para que la receta siga dando réditos, económicos se entiende, no en pos de una búsqueda estética, narrativa, etc. Pero lo que más atenta contra esta producción son sus 165 minutos, extendidos hasta el hartazgo, con giros extremadamente previsibles, cuando no inverosímiles, se alarga hasta el cansancio, por lo tanto aburre. Todo lo que lograría poner en consideración, al producto como un volver a empezar de la saga, se estanca y se circunscribe a una repetición con un diferente staff. No obstante esa permutación de nombres del elenco no logra distanciarse o cambiar su alma. Esto podría estar sucediendo porque el director sigue siendo Michael Bay, el mismo que realizara la bochornosa “Pearl Harbor” (2001), con la única diferencia que ha mejorado, y mucho, la aplicación y la manufactura de los efectos especiales, por supuesto que vacuos, inconsistentes. La historia propiamente dicha nos refiere que ya han pasado 4 años desde los acontecimientos en la ciudad de Chicago, la humanidad continua reparando los estragos, pero tanto los Autobots como los Decepticons han desaparecido de la faz de la Tierra. Ahora un grupo, ya no tan agentes de CIA, a espaldas del Gobierno de los Estados Unidos está monopolizando la tecnología salvada en el ataque a Chicago para desarrollar sus propios Transformers. Se pone al frente del proyecto a Joshua Joyce (Stanley Tucci), un arrogante diseñador que cree que los Autobots son "basura tecnológica", y se cree capaz de realizar unos robots infinitamente más evolucionados. Mientras tanto Cade Yeager (Mark Wahlberg), un ingeniero inventor, que vive al borde de la quiebra junto a su hija adolescente Tessa (Nicola Pelts), encuentra un viejo camión semi-trailer casi destruido. Al intentar repararlo descubre que el camión no sólo era un Transformer, sino que el mismísimo Optimus Prime, líder de los Autobots. Cade cree que este descubrimiento le traerá la solución a sus problemas financieros, pero el poder no perdona y el descubrimiento le producirá consecuencias nunca pensadas por él. Todo es demasiado maniqueísta: los malos son muy malos por definición y los buenos lo son por antonomasia; los pequeños dobleces de los personajes son tan burdos como no creíbles; los giros narrativos, sustentados desde le recurso del salvataje de ultimo momento, tan novedoso y sorprendente como cuando lo utilizó por primera vez en 1918 la escuela de Brigthon… y así llegamos a la batalla final. Luego de la batalla, el final con la peor noticia: continuará...
"Más allá de la vulgaridad, los excesos visuales y la vacuedad que puedan tener sus películas, yo he disfrutado del cine de Michael Bay. Pero Transformers 4 es muy difícil de defender..." Escuchá el comentario. (ver link).
Hay determinados factores que representan todo lo que uno repele del llamado tanque bombástico hollywoodense; el corte videoclipero, el vacío argumental; el patrioterismo barato sumado a la reducción de todo el mundo en “ese” único país, la presentación de personajes chatos, el sinsentido del efecto que noquea porque sí, y principalmente la acumulación de escenas de acción mal resueltas y disimuladas por un desconcierto general en el que poco importa qué es lo que vemos sólo vemos que está rompiendo todo a su paso. Todo esto en los últimos años encontró su mejor/peor forma en Michael Bay y su saga mimada Transformers, que luego de acumular varias críticas (sin que se vean afectadas las recaudaciones, claro está) en sus entregas anteriores planea reinventarse en esta cuarta parte que suma varios actores de renombre a su panel. Desgraciadamente, tal reinvención no es tal, el germen del mal sigue estando ahí, ya que por otro lado, pareciera ser la receta de su éxito en las boleterías, en definitiva, lo único que importa. Quiso el Dios casualidad que en la misma semana en nuestro país se estrenen esta nueva megaproducción estadounidense, que viene arrasando en su país y seguro lo hará aquí también, y probablemente el producto comercial nacional más criticado (en el sentido negativo del término) del año. Como siempre, las razones para atacar aquel film son las mismas de hace rato, que atrasa en sus conceptos, que recurre a un humor chabacano y ramplón, que cosifica a sus personajes femeninos, que se gasta un dinero que no se ve reflejado en la pantalla, y que pareciera un producto destinado a un formato televisivo por sus escasos valores técnicos y actorales. Sin embargo, haciendo una rápida comparación, en este film de Bay podremos ver conceptos e ideologías que pertenecen a aquel nunca desterrado cine apocalíptico propio de la Guerra Fría y el miedo nuclear de los ’50 y los ’60. Se intenta amenizar el asunto con algo de humor entre humanos y robots, asunto que nunca despega y no despierta ninguna gracia simplemente porque los autobots ya no tienen carisma y menos los seres de carne y hueso. Se destinan largas e incomprensibles escenas en mostrar las beldades semidesnudas de sus personajes femeninos, todos del tono modelo de pecho grande y labio carnoso, escenas de cámara lenta y pelo al viento como una publicidad de shampoo o maquillaje; y mejor no analizar las características de estos personajes fememinos, cuya única incursión en el guión se justifica únicamente con los amontonados minutos de esas escenas en las que son tratadas como un muestrario de bronceador y brillo corporal. Tampoco el exceso de CGI encuentra vinculado, cada vez más parecido a la presentación previa a un videojuego. Por supuesto, tapado por ruido ensordecedor que más de una vez no refleja lo que vemos en pantalla; y presentaciones en 3D y pantallas gigantes como el IMAX que poco aportarán a la claridad del asunto. Por último, ante tanto barullo, es casi imposible darse cuenta si Mark Wahlberg, Stanley Tucci, o Kelsey Gramer actúan bien o mal, y mejor que así sea, porque no lo hacen. Detrás del guión se encuentra el experimentado Ehren Kruger quien se encargó de "Scream 3", "La Llamada", y las dos entregas anteriores de esto; porque sí, detrás de "Transformers 4" hay una historia, o algo que se le parece. Hay una familia que vive en el campo, el padre, Cade (Mark Wahlberg en plan hagamos el mayor ridículo posible) que es mecánico compra un camión viejo que resulta ser Optimus Prime, el cual pretendía mantenerse oculto (¿?). Tal parece ser que Optimus decidió esconderse porque hay un grupo de científicos, agentes y empresarios desquiciados (Gramer y Tucci a la cabeza) que quieren capturarlo para utilizar su tecnología, o la que lo creo a él y a los suyos, para crear otros robots y usarlos como soldados, o algo así. El asunto es que Cade, y su familia (entre la que contamos a Nicola Peltz, la carne del asunto) van a ayudar a Optimus y su banda a enfrentar la cuestión y en poco tiempo ya estamos en persecuciones por Asia, sumando a los Dinobots y los Decepticons (con Galvatron como líder)en una lucha por la supervivencia de nuestro planeta… porque de algún modo hay que justificar el título de esta entrega apocalíptica. La saga de Transformers ha conseguido una suma de adeptos incondicionales y par ellos quizás el nivel de esta nueva entrega, cada vez más alejado de los primeros y entretenidos 40 minutos de la original, puede ser aceptable. Para el resto sepan que, de la serie animada de los ’80 ya no hay nada. Un producto destinado a la confusión y al cansancio visual, uno sale después de verla como si hubiese corrido una maratón, cuando en realidad lo que ha visto es poco y nada.
El realizador Michael Bay ama el cine. Lo demuestra en cada proyecto que inicia independientemente de la calidad y del resultado que consiga, no solo en la taquilla sino también en la pantalla. Temáticamente hablando, generalmente, sus productos, incluyen un núcleo familiar monoparental que, destino mediante, intentara salvar al mundo de una amenaza natural, humana o extraterrestre (por ejemplo “Armaggeddon”). En “Transformers 4: La era de la extinción” (USA, 2014), y luego de la ida de la franquicia del rebelde Shia Labeouf, Bay reinventa la saga, narrando la historia de Cade Yeager (Mark Wahlberg) un técnico en bancarrota que intenta sobrevivir reparando objetos obsoletos dejados en desuso por la personas. Definido como un padre castrador, el personaje, con su hija Tasse (Nicola Peltz, de Bates Motel), y en una hacienda alejada de todo lujo y consumo, conviven mientras las deudas se acumulan y el retraso en una hipoteca hace peligrar su titularidad sobre la propiedad. Cade (Wahlberg) se pasea por lugares olvidados de su pueblo recuperando y comprando objetos, que luego reparará, hasta que un día decide adquirir un viejo camión, el que por las vueltas de la vida (o del guión mejor dicho) resultará ser Optimus Prime. Optimus permaneció oculto hasta ese momento ya que un grupo de inescrupulosos científicos y políticos, encabezado por el neofascista Harold Attinge (Kelsey Gramer) y secundado por Joshua Joyce (Stanley Tucci), una caricatura de Steve Jobs, busca capturar para poder cambiarlo por tecnología extraterrestre, la misma que dio origen a los Trasnformers y que posibilitaría la construcción a grande escala de réplicas de los robots para la defensa nacional. Cade reparará a Optimus y junto a Tasse, a los que se sumará Shane (el ascendente Jack Reynor), novio de la joven, intentarán protegerlo, por lo que verán un giro en su rutina pueblerina para pasar a formar parte de una huida por diferentes estados de Norteamérica y China para proteger no sólo al líder de los autobots, sino principalmente, el destino de la humanidad. Michael Bay apuesta a lo grande una vez más en una película que apoya su estructura narrativa en la animación digital de los robots, pero también en el aporte actoral de calidad de Wahlberg, Tucci y Grammer que dotan de verosímil a una cinta que en manos de otro sólo hubiese sido un pastiche de ideas. La lucha por proteger a la humanidad de los extraterrestres que crearon a los Transformers va cediendo lugar a un mensaje filosófico sobre la existencia humana y sobre la importancia de poder conocer interiormente a uno y a los suyos para poder así defender los ideales. Pero no es “Transformers…” un mensaje sólo new age, en el medio, obviamente, se sumarán a la lucha Bumblebee, otros autobots y hasta dinobots (nuevos), por el lado de los buenos, y Galvatron y Stinger y réplicas por el lado de los malos, para brindar dinamismo y sobre todo acción al filme. Mientras transcurre la historia, en la que habrá romance (mal que le pese a Cade), persecución, transformación de los malos (no todos) y el intento de potenciar la estructura dramática con la hiperbolización de las características de los dos bandos (buenos muy buenos, malos muy malos), Bay va potenciando su impronta. El espectáculo visual, en el que aprovecha todos los recursos cinematográficos habidos y por haber (paneos, travellings, supinas, cámara en mano, animación digital, etc.) colocan a “Transformers…” en un lugar de privilegio dentro de la saga (me atrevo a decir que es la mejor hasta el momento) y a Bay como un gran conocedor de la industria y los gustos masivos. Michael Bay ama al cine, por eso en el inicio de la película (un filme total y autorreferente), en una escena nostálgica, muestra cuando Cade encuentra a Optimus abandonado en una vieja sala de cine. Allí el director a través de planos detalles y pequeños diálogos afirma que si a él el cine le dio la posibilidad de narrar historias, con todo el background y tecnología previa disponible, puede llegar a transforma todo ese potencial en películas que atraigan a todos los públicos. ¿O no es esa la idea germinal del cine? “Transformers 4: La era de la extinción” va en ese camino con una fuerza y una sinergia que hasta el momento no había sucedido
Transformers fue una serie de culto norteamericana allá por los años 90. Con robots que se transformaban en coches (y posteriormente en dinosaurios, animales y muchas otras cosas mecánicas), fue en el 2007 cuando dieron el salto a la pantalla grande aprovechando el avance de la tecnología para sorprendernos (con nominaciones al oscar en efectos especiales). 7 años después, llegamos a la cuarta película a pesar de todas las críticas negativas. Y la cuarta parte de la historia (que sigue siendo una continuación de la 3, pero con diferentes personajes humanos, lo cuál se agradece), sigue los mismos pasos de sus antecesoras: clichés por todos lados, una historia burda, con giros argumentales trillados y tediosa en todos los momentos en los que no aparecen robots peleando. En esta ocasión, los robots que quedan son perseguidos y eliminados por el gobierno a petición de una empresa tecnológica quienes crean sus propios modelos de transformers pero con el control total de estos. Sin embargo, todo sle mal y una vez más, los autobots, con ayuda de los dinobots, deberán salvar al planeta, mientras en el medio, el conflicto entre un padre soltero y su hija adolescente por su libertad, es desarrollado. Pero también esa es la gran ventaja que tiene: cuando entramos a la sala de cine ya sabemos lo que vamos a ver y no podemos esperar una historia digna de Clint Eastwood. Simple y sencillamente esperamos ver efectos especiales al por mayor, peleas, disparos, explosiones y más explosiones que satisfagan a nuestro niño interior. Mucho se ha criticado que una historia que sirva a los efectos especiales no sirve de nada, y en eso estamos de acuerdo. Pero de vez en cuando necesitamos películas que no sean pretenciosas, que entretengan al espectador (como vulgarmente las llamamos: palomeras) y que sean una alternativa para aquellos que gustan del cine comercial. Eso si, es una película que debe disfrutarse en 3D, de otra manera, los efectos parecerán superficiales y sin espectacularidad. Al fin y al cabo, como el mismo Michael Bay dijo: aunque digan que es mala, vamos a entrar a verla por saber de qué hablan.
Evolución. Algo cambió en el cine de Michael Bay. No es que de golpe el tipo se haya vuelto sofisticado o discreto, pero Transformers: La era de la extinción, a pesar de ser la cuarta entrega de una serie fílmica pésima, contra cualquier pronóstico demuestra una saludable autoconsciencia y hasta alguna que otra dosis de inteligencia cinematográfica. Quizás el origen de todo el asunto pueda rastrearse en la decisión de poner a Mark Wahlberg como protagonista y a Kelsey Grammer como villano: el padre gruñon y guardabosque de Whalberg supera por varios cuerpos al joven inexperto y algo tonto que hacía Shia LaBeouf, y contribuye permanentemente con gags propios al tono de comedia general (el humor era por lejos lo único más o menos rescatable de las películas anteriores). Grammer, en cambio, es un malo de pura cepa, de esos que no abundan en el mainstream actual: mentiroso, malvado, seductor, dispuesto a todo con tal de asegurarse un millonario negocio militar. La ecuación es simple: Walhberg y Grammer agregan todo el cine necesario como para neutralizar cualquier discurso pro ejército (cada película anterior era el relato de LaBeouf aprendiendo a ser soldado) y patriotero (el agente atolondrado de John Turturro no dejaba de ser nunca un abnegado servidor de su país) que habían caracterizado la saga. El giro se nota enseguida en una de las escenas del comienzo en la casa donde viven Cade Yeager (Walhberg) y su hija: la rutina cotidiana de los dos y sus problemas se plantean en pocos diálogos y con una ironía muy marcada que acaba rápidamente con cualquier intento dramático (Cade le muestra a la hija varios retratos de él y de su esposa fallecida, que están todos colgados en su garage-laboratorio como si fuera un living). La imagen de un atardecer heroico, de esos que tanto le gustan a Bay, es el fondo donde Cade le explica a su hija su ridícula postura respecto a salir con chicos, mientras suena una melodía solemne que no hace más que sumar su cuota de parodia al conjunto. Por si faltaba algo más, el director se las arregla para meter la bandera norteamericana en una cantidad imposible de planos, como si estuviera burlándose de los aires nacionalistas que supo adoptar su filmografía en el pasado (vean la escena y cuenten los planos con la bandera: debe ser una especie de récord). Con esas nuevas coordenadas trazadas, la película puede dedicarse tranquilamente a contar su historia cortando vínculos con el mundo actual: esta vez no hay fuerzas militares estadounidenses combatiendo junto a los Autobots en Medio Oriente o toda la parafernalia tecnologíca de la defensa y la inteligencia norteamericanas, solo un montón de robots gigantes peleando en distintas partes del mundo y un pequeño grupo de humanos que los siguen como pueden. El cambio es tan notorio que ahora el mal no solo se encuentra encarnado en lo más profundo del Estado (Attinger -Grammer- es un alto mando de la CIA desde hace más de veinte años), sino que además el titular de una corporación multinacional despiadada (el gran Stabley Tucci) toma la forma de un simpatiquísimo comic relief que hasta puede darse el lujo de arrepentirse de sus actos y salir indemne al final del relato, escapando del castigo que cualquier otra película le hubiera deparado. El absurdo parece recorrer silenciosamente toda la trama, desde la premisa original hasta la última parte, cuando se ven imágenes como la de Optimus Prime cabalgando y dirigiendo una ofensiva de enormes dinosaurios transformer por las calles de Hong-Kong. El pulso y el ojo de Bay también parecen haber mejorado un poco: ahora los robots poseen colores y formas que los distinguen del resto, abandonando los matices grises y oscuros de las primeras entregas. Hasta el uso del 3D resulta interesante: no hay un abuso de la profundidad, no se acentúa la distancia entre lo que está adelante y lo que está detrás, sino que se trabaja constantemente con un relieve suave, más elegante, que construye volumen sin necesidad de exagerar la utilización de la técnica. Entre momentos de cámara lenta, una destrucción incesante y algunos brotes de comedia en la mejor tradición del cine de acción (la mayoría de ellos cortesía de John Goodman, que le da vida a un robot diseñado casi a su medida), Michael Bay parece decidido a jugarse todo por sus personajes y por las imágenes, que son todo lo hiperbólicas, solemnes y hasta ridículas que uno puede llegar a imaginar. El cine del director de La Roca no pierde las mañas, es tan espectacular, apabullante y poco amable con los sentidos como siempre, pero ahora se muestra interesado solo en explotar lo que su historia tenga para ofrecer y con cortar con cualquier anclaje ideológico explícito que pueda desviar el ojo hacia temas familiares de la actualidad. Por eso es que todas las banderas están al comienzo, para que nos ríamos un poco y enseguida las olvidemos.
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La técnica sigue siendo un punto impecable Técnicamente es impecable. Desde el punto de vista argumental, un entramado que se extiende y enrevesa entre la pura acción y desarrollo --necesidad aleccionadora, mediante-- de conflictos de resolución no siempre convincente. ¿Cómo calificar una película que el público no buscará por su médula dramática, pero que hace de ella el poco feliz caballito de batalla para continuar dando tela a la saga, a la sombra de Optimus Prime? La historia se sitúa después de la última película, con los luego de un enfrentamiento en Chicago que terminó con la vida de varios seres humanos. Con Optimus muerto de un misilazo y Megatrón destruido, los miembros residuales de las facciones extraterrestres quedaron virtualmente desterrados. Pero cuando un grupo de poderosos hombres de negocios y científicos se proponen recuperar de las entrañas de la Tierra una sustancia de origen, cuando menos, sospechoso y bautizado como "transformiun", para recrear transformers a las órdenes de ciertos intereses, los enfrentamientos vuelven a empezar, más violentos e inescrupulosos. Entre tanto, un ingeniero texano procura lograr el invento que lo saque del anonimato y las deudas, e intenta dominar las artes de padre de una bella y muy sexy adolescente . Sin saberlo, la recuperación de un camión destartalado, lo llevará a meterse en la guerra interestelar y a cruzar el mundo hasta la mismísima China. Innecesarias, las vertientes del relato derivan en una película por momentos tediosa, aunque los fanáticos de las luchas entre robots tendrán mucho de qué maravillarse. En cuanto al nuevo elenco, con chica linda incluida, Mark Wallberg sale bien parado y Stanley Tucci se lleva la mejor actuación.
Dejemos de lado todos los lugares comunes respecto de esta película. Dejemos de lado, por ejemplo, el patrioterismo chillón de Michael Bay. Dejemos de lado, incluso, su onanismo. Hay films patrioteros y onanistas que son buenos, incluso excelentes. No: las razones que hacen de Transformers 4 una no película son exclusivamente (anti) cinematográficas. Bay descubrió hace demasiado tiempo que la cámara se mueve, y que ese movimiento genera una sensación física que el espectador puede confundir con interés e incluso emoción. Lo que desconoce es que, repetido cuando no es necesario, provoca malestar y cansancio. Por otro lado, y es sintomático en los planos de la protagonista adolescente, cree que una imagen “linda” -en realidad en este caso es lasciva- genera en el espectador interés por el personaje. El problema es que no hay personajes, jamás. No importa lo que le sucede a los “humanos” en este film donde todo es confusión y ruido. Sí interesa un poco más lo que hacen los robots, pero allí talla el animador, el ingeniero, el diseñador y no el cineasta. El único momento de poesía y emoción en el film sucede cuando Optimus Prime “doma” a un dinosaurio robot, un momento donde, brevemente, hay un relato que emociona. El resto es un largo álbum de destrozos donde se confunde nervio con aturdimiento.
Transformers 4, la era de la extinción, es una película sumamente pochoclera y visualmente impactante. Si vas al cine interesado en ver al querido Optimus Prime, a la chica sexy siempre impecable, al galán que todo lo puede, a la habitual transformación de autos en robots y a las impactantes peleas entre los Autobots y los Decepticons, además de una parafernalia...
Cuando más es menos Los ahora "emblemáticos" años ochenta fueron una revolución, en cuanto a dibujos animados se refiere, para todos aquellos que éramos pequeños en esa década. Sin dudas, en el Top 5 se encontraban los Transformers (1984-1987), que dominaban las tardes de 1987 por el viejo Canal 9. A diferencia de lo que pasa comúnmente, los Transformers nacieron de una línea de juguetes y después pasaron al mercado audiovisual. La compañía Hasbro fusionó los famosos productos Diaclone y Microman, de la compañía Takara, y los lanzó en 1984 al mercado estadounidense con el nombre que todos conocemos. La franquicia se extendió a historietas, películas y series animadas, videojuegos y los films que empezaron en 2007. Hasta el día de hoy, no paró de expandirse. En esta cuarta parte, pasaron cuatro años de los eventos ocurridos en Chicago, donde miles de personas murieron y la ciudad quedó destruida. Los Autobots, aunque hayan defendido a los humanos, se convirtieron en fugitivos, ya no cuentan con la simpatía de la gente y rompieron relaciones con el Gobierno. En tanto, un grupo de élite de la CIA, llamado Cementery Wind y liderado por el agente Harold Attinger (Kelsey Grammer), es quien persigue a los Decepticons para destruirlos. O eso parece, porque en realidad también caza Autobots. En realidad el agente tiene un pacto con Lockdown, un cazarecompensas transformer que tiene como objetivo capturar a Optimus Prime para llevárselo a los Creadores. Attinger, a cambio de información e inteligencia, recibirá del robot una "semilla" (artefacto que sirve para destruir y acabar con todo a su alrededor) y se la venderá a la corporación KSI, cuyo dueño Joshua Joyce (Stanley Tucci), está diseñando sus propios transformers. Por supuesto, Joyce no sabe con lo que está lidiando y todo se saldrá de control. Mientras tanto, Optimus Prime es descubierto y reparado por un pseudo inventor, llamado Cade Yeager (Mark Wahlberg), que quería venderlo como chatarra para pagar los estudios de su hija Tessa (Nicola Peltz). Esta pobre familia se verá envuelta en todo este lío y, para que el grupo de Attinger deje de perseguirlos para matarlos, ayudarán a los Autobots a evitar lo que se viene. Bastante complicado, ¿no? Es que así son las películas de Michael Bay, que parece creer que poner mucho más es mejor, y en realidad es perjudicial. Está claro que el realizador sabe filmar, dispone de mucho presupuesto, pero subestima al espectador. Abre tramas que jamás cierra, los personajes no generan empatía, recurre al uso excesivo de efectos sólo para mostrar que puede hacerlo. Bay debería prestarle más atención al guión y no hacer películas que se resuman en: explosiones + tiros + batalla + explosiones + persecuciones + momentos patrióticos + explosiones + destrucción gratuita + chistes malos y el agregado de explosiones. Merecen un aplauso por la garra y las ganas que le ponen a su trabajo: Wahlberg, Grammer y Tucci, que con poco le dan la única cuota de calidad al film. Punto a favor: hicieron un poco menos estrambóticos los diseños de los robots para que al menos sepamos quién es quién cuando no están transformados. Es anecdótico que este largometraje haya arrasado en taquilla en Estados Unidos, porque lo único que demuestra es que al público al cual está dirigido en ese país se conforma con bastante poco. Es hora de transformar esta franquicia sin pretensiones y vende pochoclos en algo noble y de calidad que le devuelva un poco de dignidad a aquellos dibujos animados que comenzaron todo. Una generación entera lo está pidiendo.
Exceso. Esa única palabra sirve para definir todo lo que ocurre en Transformers: La Era de la Extinción. Hay demasiada acción, demasiados malos diálogos, la película dura demasiado tiempo, hay demasiados villanos, y hay demasiadas subhistorias traídas de los pelos. Por contra, lo único rescatable del filme son las coreografías de destrucción del mismo Michael Bay, el cual ha transformado lo suyo en un arte. Pero después de la vigésima batalla masiva, hasta el mas fanático a ultranza del cine de acción comienza a mirar la hora de su reloj. Casi tres horas de robots disparando salvas y haciendo pomada ciudades enteras es excesivo, y llega un punto en que uno clama a gritos que la película se decida a terminar. Negándose a dejar "extinguir" una franquicia millonaria, Michael Bay decidió secuelizar / rebootear la saga, poniendo nuevos protagonistas en un drama ya conocido por todos. Es lo que pasó con El Hombre Araña o con Los Hombres X; hasta que la gente no se transforme en una horda munida de antorchas y vaya a prenderle fuego a los cines, los estudios seguirán vomitando reboots y secuelas, mientras hayan personajes que sigan dejando réditos en taquilla. El punto es que Transformers: La Era de la Extinción no ofrece nada demasiado diferente a lo ya visto en las entregas anteriores. Quizás tampoco sea ese el punto - a veces los fans sólo quieren que sus ídolos repitan las mismas rutinas una y otra vez; después de todo la saga de James Bond funciona de esa manera -; pero al menos, entre batalla y batalla (formidables, coloridas, brillantes), los personajes parlantes (humanos o no) podrían decir cosas más interesantes. Cuando los robots abren la boca, dicen idioteces increíbles - salvo Optimus Prime, quien parece sintonizar a Aragorn (de El Señor de los Anillos) todo el tiempo, y se manda unas parrafadas épicas loables -; cuando está Mark Wahlberg en pantalla, uno se pregunta cómo este tipo blandengue y sin carisma se volvió un actor cotizado; y cuando figura Nicola Peltz en escena (que hace de rubia hueca / irritante / hija del insípido Wahlberg), uno pide a gritos que algún robot gigante la aplaste y nos quite la tortura de soportar sus chillidos y caprichos. Al menos Kelsey Grammer hace un villano humano digno, T.J. Miller es efectivo como el secuaz de turno, y Stanley Tucci condimenta las cosas con su gracia habitual. Ninguno de ellos ganará un Oscar, pero al menos intentan hacer algo con sus personajes mal escritos y, en la mayoría de los casos, lo logran. La historia es estirada y algo rebuscada; incluso diría que hay material como para dos o tres películas, sólo que aquí decidieron pegar todo con saliva y despacharse con un engendro monstruoso de tres horas de duración. Hay una agencia del gobierno - dirigida por el mesiánico Kelsey Grammer - empeñada en perseguir y exterminar a los Autobots remanentes. Para ello cuenta con la ayuda de Lockdown, un renegado Transformer que sólo quiere el cuerpo de Optimus Prime y un dispositivo conocido como "la Semilla" - capaz de convertir a una ciudad en una orbe robótica al estilo de la morada de origen de los Transformers -. Lockdown lidera un ejército de robots mutantes creados artificialmente a partir de los genes (si se lo puede llamar de alguna manera) obtenidos de otros Transformers apresados, asesinados y desguasados. El punto es que el modelo original que tomaron era el cadáver de Megatron (el villano del primer filme), el cual contagia el ADN robótico como si fuera un virus de computadora, y hace que el maloso de metal reviva en una de las nuevas figuras - Galvatron - y comande al resto. El mismo Galvatron / Megatron también trae su agenda y planea quedarse con una de las semillas, todas las cuales proceden de una nave alienígena hallada en el Polo Norte, la cual se estrelló hace millones de años y que había venido a la Tierra con la misión de terrarreformar el planeta. Como la semilla de turno no pudo operar a toda su capacidad, sólo alcanzó a asimilar una pequeña parte del paisaje, incluyendo a algunos dinosaurios que pasaban por allí y a los que convirtió en una especie de MechaTiranosaurios (wtf?!), los cuales quedaron congelados durante la Era de Hielo. Oh, sí, la acción es soberbia. Mark Walhberg salta de un piso al otro por los balcones de un condominio chino mientras el asesino de turno arranca y le lanza por la cabeza acondicionadores de aire; o cuando media Hong Kong es absorbida por un iman gigante... y luego lanzada con fuerza contra el piso (¿se acuerdan de la nave del general Zod en El Hombre de Acero?). Las batallas tienen momentos geniales en cámara lenta, en donde pasan muchas cosas a la vez y los protagonistas se salvan raspando por un pelo. El problema es que hay demasiadas batallas - yo creo que aquí hay mas acción que en 5 películas juntas de Los Vengadores, eso sin contar de que los chicos de Marvel se han inspirado y han tomado toneladas de cosas de los filmes de Michael Bay (como el finale de Transformers 3) -, y el grueso de los personajes habla sandeces, cuando no, ocurren cosas reñidas con la lógica simplemente porque sirven de excusa para montar una secuencia espectacular. Por ejemplo, que la nave monumental encontrada en el polo se aparezca en medio de Hong Kong para hacer el intercambio de la "semilla" entre humanos y robots (algo que podrían haber hecho con menos alharaca en medio de un desierto; pero si no tiran abajo 10 o 20 rascacielos en una zona densamente habitada, ésta no sería una película de Michael Bay); que no aparezca un maldito caza para intentar derribar la nave alienígena; o que los deus ex machina abunden - como que dos minúsculos humanos puedan lidiar con un robot gigante usando unas armas que parecen de juguete; o la súbita aparición de los dinosaurios robots en el momento menos pensado del filme -. Digo: hay muchos momentos en los cuales uno cruje los dientes por las bobadas que se le ocurren al libreto, las cuales se podrían haber mejorado enormemente con una segunda rescritura para darles un poquito mas de logica o ponerle algo mas de entusiasmo. Honestamente, no sé si Transformers: La Era de la Extinción es recomendable. En todo caso es un show tan sobrecargado de espectacularidad que, al final, termina por aburrir. Las refriegas son inspiradas, no le quepa la menor duda, pero me da la impresión que los filmes anteriores estaban un poco mejor escritos - al menos, los pasos de comedia tenían sus momentos -, y que aquí todo pasa por una sobredosis pornográfica de CGI, los cuales deberían complementar a una buena historia en vez de transformarse en el centro de la misma, y en su única razón de existir. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/transformers-4.html#sthash.sd2hSmqE.dpuf
Pura hojalata Quizá suene demasiado duro comenzar con una afirmación de estas características, pero con seguridad el único acierto que tiene este regreso de los Transformers es el cambio de dupla protagónica, sólo por el hecho de no tener que bancar más de dos horas a Shia LaBeouf. En su lugar, convocaron en primer término a Mark Wahlberg, que da un poco más para los papeles de acción, y como figura femenina llamaron a Nicola Peltz, que es una rubia muy bonita y con eso le basta para esta saga. Con el subtítulo de La era de la extinción, Michael Bay expuso todo lo que como director hace rato parece empecinado en llevar a los extremos: cero apego por hacer de las historias algo más o menos coherente, y en cambio montar un alarde de la animación por computadora, las secuencias donde todo estalla y donde el ruido pone a prueba los tímpanos más aguantadores. En esencia, casi todo es exactamente lo mismo que en las predecesoras, ya que vuelven a la carga los Autobots y los Decepticons, aunque en esta oportunidad se meten unos Dinobots, mientras que los actores de carne y hueso resultan un complemento (casi innecesario) del derrotero de estos monstruos de acero. El planeta Tierra es otra vez el escenario donde se desenvuelven las batallas, y los más de 150 minutos de película constituyen una maratón de destrucción. Da la impresión de que Bay se esmera en no dejar nada en pie porque piensa que de lo contrario no estaría haciendo un producto de acción. No todo es negro. De todas maneras, los aspectos negativos de esta especie de reboot (filmes donde se baraja de cero y todo parece comenzar de nuevo) agigantan aún más sus lados positivos, que van a ser valorados en cuantía sobre todo por quienes van a las salas de cine para aprovechar la tecnología y entretenerse con las escenas a pura adrenalina. Y en eso –hay que reconocerlo– Michael Bay sabe trabajar, aunque por ahí desbarranca con planteos tan inverosímiles que provocan vergüenza ajena. Lo mejor de Transformers 4: La era de la extinción, está en la larga ristra de minutos donde los robots pelean y dejan un tendal de aniquilación a su paso. Es para destacar un extenso segmento que transcurre en China donde los enfrentamientos son realmente asombrosos, un festín visual cuidado al extremo que hará valer el precio de la entrada para el público amante de la parafernalia. En este sentido, el guión y la mano del director logran que la cinta sea un embudo que trae cada vez más movimiento. Las subtramas de la película no aportan demasiado (y son varias), lo que lleva a pensar que si le hubieran quitado cuarenta minutos a la historia la cosa no hubiera sido muy distinta. Es de esperar que si la idea de los dueños de la franquicia es seguir brindando más hilo en el carretel a los Transformers –y todo indica eso– levanten un poco la puntería en las tramas y combinen mejor el trabajo de los actores con las imágenes virtuales. Esta cuarta entrega mostró una versión mejorada de los bichos, y un nuevo elenco que fue desaprovechado.
El filme es 2:40 hs de ruidos, efectos y explosiones, sobretodo estas últimas. No es aburrida, pero si aburrió a algunos. No tiene una historia que justifique semejante duración con tan pobre desarrollo de los personajes, además es confusa. En resumen es un montón de nada. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
Cuando uno pensaba que no podía ser peor... Era prácticamente una fija, si "Transformers" me había parecido bastante floja, "Transformers: Revenge of the fallen" mala y "Transformers: The dark side of the moon" pésima, la secuencia lógica me dirigía hacia lo peor de toda la saga y así fue... lamentablemente. "Transformers: Age of Extinction" es un producto de pornografía visual hardcore que sólo los habituados a este tipo de cine ruidoso pueden llegar a disfrutar. Quizás podríamos sumar a los incondicionales de los dibujos animados y los juguetes que por más de que el resultado de todas las películas haya sido malo, las siguen bancando por el solo hecho de poder ver a sus héroes en el cine. Muy adentro de mi ser, todavía sigo esperando alguna entrega que pueda disfrutar al menos un poco, y eso es mucho pedir para un destruye ídolos como Miguel Bahía... Muchos se dejaron engañar. La producción cambió los protagonistas, incluyeron a los dinobots y nos hicieron creer que se venía algo más adulto e inteligente, pero la verdad es que resultó una CAGADA, como todas las demás, incluso más ridícula y descerebrada que "the dark side...". Los diálogos empeoraron, con chistes en momentos muy poco oportunos, con villanos ridículos como el que interpreta Titus Welliver y nuevos protagonistas que resultan tan o más tontos que Shia LaBeouf en las entregas anteriores. Lo de Jack Reynor por ejemplo, es lamentable. En un momento de batalla fuerte, pasadas las 2 horas de metraje, había gente en la sala que buscaba encontrar la mirada con los de al lado sólo para asegurarse de no ser el único que la estaba pasando tan mal. A mi mismo me paso algunas veces, que miraba al grupo de amigos con el que había ido al cine y tenía 2 durmiendo, dos que me miraban, se reían y se sacaban los lentes del 3D para decirme que era inaguantable la situación y uno que por alguna razón extraña la estaba pasando relativamente bien. Debo admitir que también cabeceé algunas veces como me sucedió con "the dark side...". La pornografía de efectos audiovisuales resultaba tan exagerada que no podía ni siquiera apreciar el logrado proceso de transformación de los robots en autos y viceversa. Sólo podía pensar en lo aturdido que estaba hasta que esa sensación mutó a algo anesteciante y dejé de prestar atención a la "trama". ¿Hasta cuándo van a seguir llenándole los bolsillos de dinero a un tipo que industrializa el cine y lo despoja de todo atisbo de alma? Para ir concluyendo y no aburrir con mi despotrico, les voy a decir que cada vez que puedan, prendan velitas a todos los santos para que a Bay no le sigan entregando sagas juveniles e iconos de la infancia porque los va a destruir a todos, de eso estoy muy seguro. Falta que le den los Thundercats y ahí sí que se pudre todo. Cuando vean que en algún lado de la película dice "Michael Bay", corran, corran lo más rápido que puedan.