Aunque no tiene momentos sorprendentes como el plano secuencia de Atomic Blonde o el inicio de Deadpool 2, Tren Bala es capaz de entretener durante casi dos horas merced a un ritmo que nunca se detiene, las constantes novedades y variaciones alrededor de la trama central y un reparto carismático
Hace un par de semanas llegó El Hombre Gris a la plataforma de la N y pasó sin pena ni gloria, como sucede últimamente con las películas del género. Sin embargo, es muy probable que esto no suceda con Tren Bala, film que se estrena en cines la semana del 4 de agosto. Ladybug (Brad Pitt) no tiene mucha suerte cuando se trata de ser un asesino a sueldo, por lo que espera que esta última misión sea algo más pacífica. El destino le empieza a jugar en contra cuando varios de sus colegas se suben al mismo tren en Tokio, cada uno con su propio objetivo en mente. Mejor hubiera sido quedarse en su casa. ¡Que alguien le diga a los hermanos Russo que esto es lo que se espera de una película de acción! Tiene peleas muy bien filmadas -sin necesidad de humo en el medio-, tiene vueltas de tuerca inesperadas y situaciones que, aunque bordean lo bizarro, sacan más que una carcajada. Cabe aclarar que el realizador es nada menos que David Leitch, director de Deadpool 2 (2018), Atómica (2017) y John Wick (2014), por lo que se sabía que iba a ir por ese lado. Tiene un elenco numeroso y talentoso, empezando por un muy divertido Brad Pitt, y siguiendo por la dupla Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry -los más graciosos del film, sin duda-. Es imprescindible destacar el talento de Hiroyuki Sanada (El último Samurai, Mortal Kombat), quien siempre da la nota cada vez que está en pantalla. También hay varias apariciones tan especiales que caen en la categoría de spoiler, pero que sorprenderán a más de una persona. Cada uno tiene sus 15 segundos de fama, y vale la pena. Otro detallecito hermoso es la música, utilizada en los momentos correctos logrando los efectos deseados. De principio a fin, sin palabras. La verdad que hay que dejarse llevar. No rompe las reglas del género, y quizás no la recordemos más allá de una semana, pero al menos es una bocanada de aire fresco después de lo hecho por los Russo.
Está basada en la novela de Kôtarô Isaka de 2010 Del director David Leitch, quien fue la cabeza creativa de Atómica (con la sorprendente y todo terreno Charlize Theron, de 2017) y Deadpool 2 (2018), llega Bullet Train. Basada en la novela de suspenso y comedia María Beetle, escrita en 2010 por el autor japonés Kōtarō Isaka, es adaptada con buen pulso al formato audiovisual por Zak Olkewicz. Entre los nombres que amplían al elenco estelarizado por Brad Pitt, se cuenta con Joey King, Aaron Taylor-Johnson, Brian Tyree Henry, Andrew Koji, Hiroyuki Sanada, Michael Shannon, Zazie Beetz y Logan Lerman, entre otros. Algunos nombres no se incluyen en esta enumeración porque, claro, spoiler. En una forma narrativa que se mueve entre las construcciones visuales de Quentin Tarantino y las de Guy Ritchie, la película es un despliegue de acción ciertamente vertiginoso, aún con la tentación de un adjetivo calificativo que puede ser trillado. Como en los estilos de los directores mencionados, ni el humor ni la violencia marcada se quedan fuera del convite. Los elementos provocan lo deseado dentro de la estructura del guion, y encajan perfectamente en el avance de la historia El elenco es excelente y aún quienes tienen roles menores (puedo llamarlos “testimoniales”) hacen bien la parte que les toca. Aceptando que tengo figuras que particularmente no me caen en gracia, luego puedo realizar la comprobación respecto de su desempeño; en este punto merece un párrafo aparte Bad Bunny, que ya hace una cosa en un nivel de promedio para abajo, para no decir horriblemente. No necesita sumar una más a su CV. Puede que el foco esté puesto en enfrentar a los resultados de taquilla de los últimos éxitos (uno de ellos casi inesperado, como fue Top Gun: Maverick) y es más que probable que la figura de Pitt arrastre a Bullet Train a picar en punta y lograr ser el éxito mundial que se espera. El despliegue de situaciones que se acerca a una idea cercana al llamativo y fantasiosamente sanguinario cine de asesinos y mafiosos es otro de los puntos a favor, mientras juega también con chistes internos y juegos de parodia de géneros como de momentos cliché del cine que se retroalimentan. Sin dudas Bullet Train es una de las excelentes propuestas de esta semana para acercarse y disfrutar la experiencia del cine.
Una verdadera fiesta. Brad Pitt se sube a este vehículo a toda velocidad luciéndose como el guía de una adrenalínica propuesta en la que se revisitan clásicos del género influenciados por la cultura de lo efímero. Con escenas de alto impacto visual, música y muchos, muchos, fuegos artificiales, Pitt vuelve a demostrar su capacidad y carisma para llevar a buen puerto esta divertida propuesta.
Uno de los eventos cinematográficos del año acaba de arribar a las salas: Bullet Train. Dirigida por David Leitch (Deadpool 2) y protagonizada por Brad Pitt, este thriller de acción presenta a Ladybug, un asesino que ha atravesado situaciones que se han salido de control y que -para contrarrestar su mala suerte- decide comenzar a trabajar de forma pacífica. Su última misión parece muy sencilla, pero el destino le tiene preparado un sinfín de enredos con los adversarios más peligrosos. ¿El conflicto? El escenario no es más que un tren bala que recorre la modernidad de Japón. Al examinar su argumento, lo cierto es que la trama no tiene demasiada profundidad y no es conveniente indagar mucho más allá de lo que vemos en pantalla. Sin embargo, su elevado presupuesto, su gran reparto y sus secuencias de acción sin fisuras, dan como resultado una película entretenida donde la diversión está garantizada. Los misterios y las aparentes casualidades le otorgan al film, que se extiende por más de dos horas, un buen ritmo que no decae en ningún momento. La clave para conseguirlo es, sin lugar a dudas, su humor exquisito que ofrece escenas tan bizarras como hilarantes. Y es que, si bien algunos gags pueden volverse algo repetitivos, la comedia está a la par de la acción en esta cinta con claras influencias de Quentin Tarantino. Vale destacar su continuidad, así como también su banda sonora. Pero sobre todo, el reparto principal en el que se luce un Brad Pitt más que versátil y una dupla encabezada por Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry, quienes consiguen robarse todas las miradas gracias a una química que trasciende la pantalla. Completan el reparto con sus actuaciones Joey King, Andrew Koji, Hiroyuki Sanada, Michael Shannon y Bad Bunny. Se trata, entonces, de una propuesta a toda velocidad y con cameos sorprendentes que vale la pena disfrutar en el cine.
Pop para divertirse El nuevo film de David Leitch, Tren Bala (Bullet Train, 2022), no se separa demasiado de sus producciones rimbombantes anteriores, la delirantemente aclamada Deadpool 2 (2018), una de las últimas entregas de la interminable saga de Rápido y Furioso y la floja Atomic Blonde (2017), las cuales navegan sobre una combinación de acción y comedia que a su vez se entrecruzan hasta ser indistinguibles y fundirse con una catarata de reversiones de música pop. Ladybug (Brad Pitt) es el nombre en clave de un ladrón que debe sustraer un maletín de un tren bala que recorre el trayecto de Tokio a Kioto, en Japón. En su vehemente camino, mientras charla con su agente, Maria (Sandra Bullock), se lamenta por su legendaria mala suerte y lanza diatribas de autoayuda para eventualmente encontrarse con un asesino mexicano, el Lobo (Bad Bunny), con el que se batirá a muerte, y los gemelos Tangerine (Aaron Taylor Johnson) y Lemon (Brian Tyree Henry), contratados para rescatar al hijo del mafioso más importante del mundo, White Death (Michael Shannon), a los que les robará el maletín lleno de dinero The Hornet (Zazie Beetz), una asesina envenenadora que también querrá la valija, y El Príncipe (Joey King), una joven sociópata que mantiene como rehén a Kimura (Andrew Koji), un hombre que busca venganza por su pequeño hijo malherido arrojado al vacío desde un centro comercial por la chica. En esta danza vertiginosa de violencia y chistes todos los personajes lucharán hasta el apoteósico y absurdo final en una obra donde no falta la sangre, los chistes ridículos, la música pop, las escenas de acción en cámara lenta y múltiples e interminables giros dramáticos. El guión de Zak Olkewicz, basado en la novela de Kôtarô Isaka, es bastante respetuoso del original, tan solo otorgándole un protagonismo mayor al personaje de Ladybug acorde con la lógica del star system de Hollywood. El film logra construir protagonistas interesantes, con marcadas personalidades y obsesiones, pero abusa demasiado de los recursos que pone en juego, como el humor, la acción vertiginosa, la trama enrevesada y los giros y las sorpresas, de forma rabiosa e incoherente hasta que de hecho la trama y cualquier pretensión de coherencia naufragan. Claramente la decisión de los realizadores -productores, director y guionista- de llevar el film desde una película de violencia para adultos hacia una comedia no es un acierto, como tampoco lo es el abuso de personajes occidentes, cuando en la novela todos son orientales. Sin ir más lejos, prácticamente todas las referencias a la cultura japonesa están diluidas hasta ser irreconocibles y por ello el film se podría haber filmado en cualquier otra parte y tener otro nombre que no remita a un clásico del cine japonés como el film homónimo de 1975 de Junya Satô con Ken Takakura, Sonny Chiba y Ken Utsui. El abuso de los cameos y los juegos alrededor de breves apariciones de Channing Tatum y Ryan Reynolds ya colocan a la película dentro del orden de lo patético. Desgraciadamente Leitch tamiza todo bajo su estética vertiginosa ahogando cualquier posibilidad de que el relato tenga algún sentido. La novela se convierte así en una historieta de viñetas para pasar rápido, sin que uno se pierda algo valioso si se saltea un episodio. Si la película en general tiene altibajos el final es aún más decepcionante y pueril, con la acción y los chistes llevados a un paroxismo insoportable que termina aturdiendo y aburriendo al espectador. No se puede criticar la elección de un contexto infantil, como la mención constante de parte de Lemon de Thomas & Friends (1984-2021), la franquicia que marcó a varias generaciones de niños ingleses, o a la construcción de un personaje nipón de dibujos que bien podría ser real o la misma infantilización de la adultez, cuestión que es bastante notoria en la cultura actual, pero sí la banalización de esta situación. En un comentario del film uno de los personajes menciona que hay una falta de mensaje en toda la cultura actual. Se podría agregar que esta falta es una carencia de profundidad que aturde y que se compensa con altas dosis de acción y comedia que se repiten hasta el tedio. Es una fórmula que funciona, entretiene y no deja lugar a la reflexión. Si bien Tren Bala tiene una buena historia entre manos que se va perdiendo en el afán de divertirse de Leitch, de jugar con su maquinaria para crear una mixtura pop que deje anonadado al espectador, lo ideal sería reflexionar sobre las razones detrás del vacío de un nihilismo reactivo que se esconde en el chiste fácil y en la acción y sigue avanzando en su camino hacia el entumecimiento cultural.
Entretener mucho, divertir, poner en cada escena algo sorprendente y seguir subiendo la apuesta hasta el final. Alocada, floja de papeles, por momentos fantástica y por momentos barroca, pero siempre hacia adelante, como el tren del título. Tren bala cumple con creces el objetivo de una gran película de acción. Tan poco cine hay dando vueltas y tan malas son las películas de acción del streaming que uno quiere que este título protagonizado por Brad Pitt recupere todo el género en dos horas. Un poco lo hace, un poco se pierde, un poco dan en el clavo, un poco la tira a la tribuna. Pero son muchos más los aciertos que los excesos. Su protagonista está cómodo y a sus anchas en cada escena y la sensación de felicidad que tiene cualquier espectador al ver esta película está casi asegurada. Brad Pitt interpreta a Ladybug, hombre con una misión: robar un maletín de un tren bala que viaja de Tokio a Kyoto. Él solo debe tomarlo y bajar en la primera estación. Pero lo que no sabe es que hay varios peligrosos criminales en el mismo tren y que, aunque no lo parezca, todos están destinados a cruzarse. Básicamente es un personaje y muchos cruces violentos en un tren de alta velocidad. No se necesita nada más para un gran film de acción. No es Duro de matar, porque el tono es otro y los personajes tienen un pasado e historias, incluso más que el protagonista. El estilo más cercano es el de Guy Ritchie, pero con algo más de eficacia narrativa. Juega con los flashbacks de forma imprudente, porque le quita fuerza a la trama principal, pero lo hace con ingenio y por momentos con extremo delirio. Lo más divertido de todo es el hilo conductor acerca de la suerte y el destino, un tema que tratan los personajes a lo largo de la trama. Japón, incluyendo sus trenes, es un espacio cinematográfico maravilloso, lleno de posibilidades que la película aprovecha muy bien. El protagonismo de Brad Pitt le da a la película un poco más de corazón que los films de Guy Ritchie y el guión, aunque con muchas cosas disparatadas que necesitan la complicidad del espectador, tiene muchos puntos bien construidos para que cada pequeña cosa tenga una respuesta en algún momento de la trama. Juega, se divierte mucho y busca divertir al espectador. Está al límite de la canchereada pero logra estabilizarse una y otra vez. Una de esas películas para ver y disfrutar en el cine. Un verdadero cine de acción sin solemnidad, con mucho humor y grandes momentos.
Las comedias de acción es un género que se fue perdiendo de a poco. Quizás porque en el mayor de los casos era protagonizada por duplas de hombres, algo que se quiere ir cambiando de a poco. O por ahí, porque la acción en sí, ya no vende tanto y ahora pareciera más prioridad de los superhéroes. Por eso cuando nos llegan proyectos como Tren Bala, varios nos ponemos expectantes ¿Y dicho hype valió la pena? Eh…. Esta vez vemos a un grupo de asesinos, ladrones y gente de dudosa calaña, coincidiendo en un tren bala que recorre todo Japón. Algunos tendrán que hacerse con un maletín lleno de dinero, otros entregar a una persona, y algunos pocos ocultarán sus intenciones hasta bien entrada la trama. Bienvenidos al pandemónium. A cargo de David Leitch, quien también dirigió Deadpool 2, nos llega Tren Bala. Y tenemos que decir que se nota, con todo lo bueno y lo bastante malo que acarrea eso. Porque si algo se le puede adjudicar a este proyecto, es el de ser bastante irregular, tanto a la hora de hacernos reír, como cuando nos debe impresionar con las secuencias de tiros, acción y explosiones. Esto último no solo lo decimos por el horrendo cgi que presenta la película, digno de algunas de las últimas superproducciones de superhéroes; sino que tanto los combates armados como los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, se sienten bastante sosos; no aportando nada nuevo, ni aprovechando el reducido espacio con el que cuentan los personajes para moverse. Pero, al menos se entienden las peleas, sin ninguna presencia de la famosa cámara flan que tanto odiamos por estos lares. Por suerte en el elenco lo tenemos a Brad Pitt, quien logra mantenernos enganchados a la película, con un personaje que se nota que fue escrito para él; ya que su carisma tanto para que las cosas le salgan bien, como para atraer a la mala suerte, es de lo mejor de Tren Bala. Aparte que está muy bien secundado por algunos actores como Brian Tyree Henry o Joey King, quien demuestra que es una buena actriz pese a tener una carrera bastante irregular. Pero como decimos, esto es más por pericia de los actores, que, por el propio guión, que, en su afán de sorprender, en más de un momento se torna confuso y hasta caótico. En conclusión, Tren Bala es una película que tenía un potencial enorme, pero que se queda bastante a medio camino. Sin causar la gracia que podría haber causado, y con unas escenas de acción sin alma; quizás estemos ante uno de los grandes pufos del año.
Es una alocada comedia de acción, con un elenco de estrellas encabezado por Brad Pitt que brinda entretenimiento de acción frenética y banal con humor sangriento. La historia basada en la novela de Kotaro Isaka que hizo el guión con Zak Olkewicz transcurre a bordo del tren bala que va de Tokio a Kioto. Si bien en el enunciado se trata de una historia familiar, de destino y de buena o mala suerte, esos elementos con personajes que tocan una sola cuerda, solo sirven de soporte para los enredos constantes y la coreografía precisa de la acción, con efectos especiales que se salen de toda lógica sin molestar. Básicamente son asesinos a sueldo que coinciden en ese viaje, una banda que lidera Pitt para su lucimiento, no en vano el director es David Leitch (Deadpool 2) que solía ser el doble de riesgo del actor. Aquí con inspiración evidente en directores como Tarantino y Ritchie, se juntan dos hermanos temibles, una princesa con aspecto de colegiala, una experta en venenos, un temible exterminador mexicano, y la mafia china a pleno comandada por “la muerte Blanca”. Brad Pitt dirigido por su jefa combate su mala suerte y las enseñanzas new age que poco tienen que ver con su profesión, esta apodado como “Lady Bug”, para nosotros una vaquita de San Antonio. Un hombre que quiere sembrar la paz y riega todo con golpes, cadáveres y amenazas. Con muy buena factura técnica, famosos haciendo cameos, el elenco brilla con Joe King, Aaron Taylor Johnson, Michael Shannon, Hiroyuki Sanada y Sandra Bullock. Cine pochoclero para pasar un buen rato.
"Tren bala": efectista y excesivamente canchera. Acción trepidante. Para descostillarse de risa. Un ritmo frenético. Adrenalina desde el minuto cero. Tren bala, nuevo trabajo del director David Leitch, es una de esas películas que se ven como si en la pantalla estuvieran sobreimpresas todas esas frases, llenas de lugares comunes, que después aparecen destacadas en los afiches promocionales. Una de esas en la que no importa demasiado lo que pasa, sino cómo se lo muestra. Porque, al contrario de lo que decía el estribillo de “Balada para un gordo”, aquella canción clubdelclanesca popularizada por el dúo Juan y Juan a comienzos de los ’70, acá la pinta está muy lejos de ser lo de menos. Se trata, en cambio, de una búsqueda que el director consiente en llevar hasta las últimas consecuencias. Tan poco importante es la historia que se cuenta, que sus propios responsables se permiten revelar en el tráiler algunos detalles que la película se ocupa de escamotear casi hasta el final. Después no vengan por acá a hablar de spoilers. Ejemplo perfecto de cine calcado, Tren bala quiere tener los diálogos afilados e inteligentes del Tarantino más parlanchín, aquel capaz de esconder una charla profunda en una discusión de apariencia frívola, convirtiendo a la cultura pop más banal en una fuente de sabiduría. Sin embargo, apenas consigue que un puñado de intercambios se destaquen en el vendaval de su verborragia. La película también se autopercibe capaz de convertir a la violencia más cruda en un recurso eficaz para alimentar el humor físico. Y en ocasiones lo consigue. Pero la mayor parte del tiempo se parece más a un catálogo de acrobacias coreografiadas con precisión mecánica, que a un relato donde el progreso de la acción decanta en la acumulación de peso dramático. Algo que no ocurría en películas como Sin control (John Wick, 2014) o, en menor medida, Atómica (Atomic Blond, 2017), ambas también dirigidas por Leitch, pero en donde el fin y los medios alcanzaban un mejor balance. Basada en el mecanismo de la cadena de coincidencias que acaban produciendo el caos, en Tren bala un psicoanalizado ladrón por encargo (Brad Pitt, en modo comedia) debe robar un maletín dentro de la formación ferroviaria citada. Lo que no sabe es que hay media docena de sicarios tratando de quedarse con la valijita y la cosa termina en un anunciado todos contra todos. La película es además el último exponente del subgénero de cine de acción que transcurre íntegramente dentro de trenes, que parece haberse consolidado en la última década con películas como Snowpiercer (Bong Joon-ho, 2013), Tren a Busan (Yeon Sang-ho, 2016), o El pasajero (Jaume Collet-Serrá, 2018). Todas ellas, por un motivo u otro, consiguieron ser más eficaces que esta. Tren bala es efectista, excesivamente canchera tanto en su estética visual como en su mecánica narrativa, basada en crear y cruzar personajes de cáscara atractiva, pero con poca sustancia.
Acción sobre rieles. Deadpool 2, Hobbs & Shaw y John Wick tienen un denominador común: David Leitch y a la lista del género donde apreciamos tintes de comedia en mayor o menor medida se suma Tren bala (2022). Protagonizada por Brad Pitt como el desafortunado ladrón Ladybug que tiene como misión entrar en un tren bala, robar un maletín con material valioso y salir como si nada, pero aquel viaje cuenta con pasajeros nada amigables que, tal como él, tienen su propia misión que cumplir. ¿Qué une a este peculiar grupo de pasajeros compuestos por ladrones, sicarios o mafiosos en un solo viaje y con un objetivo concreto? Con la acción limitada a un tren, tenemos una propuesta entretenida que se sostiene por el enfoque pero que peca de numerosos clichés del género. Sin embargo, la narrativa de Leitch, en la que nos presenta a los personajes por su título y numerosos flashbacks, es un acierto que le permite diferenciarse de otras propuestas. Tren bala es una producción curiosa no sólo por representar la supuesta última película de Brad Pitt, sino además por contar con otras estrellas como Joey King, Aaron Taylor Johnson y Brian Tyree Henry así como por la inclusión del popular cantante Bad Bunny en sus primeros pasos como actor. Si bien la propuesta está plagada de escenas cuerpo a cuerpo, explosiones y acción genérica, también tenemos humor absurdo que por momentos interrumpe el relato. ¿Afecta el film por completo? A ver, considerando que Leitch se autorreferenció con el humor de Deadpool 2, hay que tomar el film como lo que busca: entretener. En definitiva, Tren Bala no busca ser memorable ni conmover, pero si en verdad se trata del último trabajo de Brad Pitt como actor, creo que su despedida se queda a mitad de camino.
“El tren tiene 10 vagones de clase Turista y seis de Primera. Y recuerda: en cada estación para un minuto”, le dice la voz anónima de una mujer a quien ella apoda “Catarina”. Pero “Catarina” no es una dama, como la elección nominal haría suponer, sino un asesino a sueldo interpretado a puro desenfado por un Brad Bitt cada vez más volcado hacia papeles cargados de comicidad. Que ese desenfado se traslade al resto de la película, es otra cuestión. La misión de Pitt parece sencilla, aunque rápidamente empieza a complicarse. Ya en la primera estación no llega a bajarse. Tampoco en la segunda ni en la tercera (en una de ellas por obra y gracia del rapero puertorriqueño Bad Bunny). Lo suyo será, pues, resistir de la mejor manera posible el recorrido a bordo del tren del título entre Tokio y Kioto, en el que coinciden más de media docena de asesinos a sueldo con cuentas pendientes entre ellos y misiones individuales que, sin embargo, están muy relacionadas entre sí. Es así que, por ejemplo, dos de ellos deben cuidar al hijo de quien los contrató y llegar a destino con un maletín lleno de dinero, mientras que otro, a su vez, está mandatado para asesinar a ese hombre, al tiempo que un cuarto aspira a quedarse con el botín y un quinto, el único de origen japonés, está obligado a hacer su parte si no quiere que asesinen a su pequeño hijo internado en un hospital. Entre medio de ese berenjenal queda Pitt revoleando piñas, patadas, balas y cuando elemento se le ponga delante. El director se llama David Leitch y su antecedente más famoso es Deadpool 2. Si a la segunda aventura del superhéroe con el rostro quemado le imprimía un aire canchero y sobrador, aquí recorre caminos similares y le suma truquitos visuales y un montaje por momentos frenético que remite a la primera etapa de Guy Ritchie (la presencia de Pitt no hace más que recordar a Snatch: Cerdos y diamantes) y una violencia visceral muy en línea con las películas de acción contemporáneas sobre “hombres normales” sometidos a situaciones anormales, con la muy buena Nadie a la cabeza. Pero no solo de Ritchie bebe Tren bala, pues los diálogos entre los asesinos, que pendulan entre el absurdo y el sarcasmo, parecen sacados de una de Quentin Tarantino. Una situación que ilustra a la perfección el principal problema de esta película basada en el libro de Kōtarō Isaka: un funcionamiento basado únicamente en la acumulación de situaciones y referencias y la reiteración que genera una doble sensación de circularidad y estiramiento, como si la consigna hubiera sido que el metraje superara las dos horas a como dé lugar. A esto último ayuda un desenlace que recurre al típico arsenal de efectos digitales tan propios de las producciones con aspiraciones de masividad, que tira por la borda toda la atmósfera de encierro que había construido hasta entonces. Es cierto que Pitt está perfecto en su rol de hitman cabulero que parece estar más allá de todo. Tan cierto como que con eso no alcanza para hacer de Tren bala una buena película.
Tren bala es el tipo de película que debe haber sido más divertida de hacer de lo que resulta de ver. A medida que la narración acumula escena tras escena de diálogos ingeniosos, coreografiadas peleas y personajes cada vez más excéntricos, el espectador puede imaginarse al director David Leitch (Deadpool 2), explicándole a los productores lo entretenido que será meter a Brad Pitt en el famoso tren japonés del título y verlo enfrentarse a asesinos despiadados, un persistente controlador de boletos, el carrito de las bebidas y una serpiente. Si, esta comedia de acción incluye todo eso y mucho más. La fórmula juega con los excesos en todas las áreas: la ambientación y el vestuario rebosan de colores estridentes, el neón marca el tono y los diferentes acentos se apilan para formar lo contrario de una torre de Babel. El maximalismo es intencional y sin embargo eso no supone que resulte como seguramente lo pensaron sus creadores. Con el impulso de las películas de superhéroes, basada en una novela del prolífico autor japonés Kotaro Isaka y tomando prestado algo del espíritu de los guiones de Quentin Tarantino, el ritmo que a veces consiguen los films de Guy Ritchie y el aire de irrealidad de la saga de John Wick, Tren bala tiene personajes con malas intenciones pero la resistencia física y ocasional humor de Iron Man o Deadpool, y desde el inicio se ocupa de comunicar que nada de lo que se verá en pantalla hay que tomárselo en serio. Una premisa con peligroso doble filo: si la persecución de un mafioso ruso llamado Muerte blanca que controla el bajo mundo japonés y gusta de asesinar a sus rivales con sus propias armas no asusta a sus víctimas y el niño en coma por haber sido lanzado de un terraza es apenas un disparador de otras partes de la trama mucho menos traumáticas, entonces nada de lo que sucede importa realmente. El nihilismo no siempre es la mejor receta para la comedia. Aunque puede serlo si se trata con moderación, una palabra ajena en el diccionario de Tren bala. El hilo conductor de la historia es el personaje de Pitt, un asesino de alquiler al que su coordinadora apoda Ladybug (vaquita de San Antonio), una ironía dada la mala suerte que él afirma lo sigue a todas partes. Su última misión es simple: subirse al tren en Tokio, robar un maletín y bajarse en Kioto. Por supuesto que desde el comienzo se sabe que el trabajo será de todo menos fácil y que los intentos del sicario por adoptar un modo de vida más zen quedarán sepultados bajo toneladas de balas, patadas, cuchillazos y alguna ingesta de veneno. Enredado en una trama de venganzas varias, conflictos familiares múltiples y la sobrecontratación de sociópatas con corazones de oro, Ladybug logra atrapar la atención del espectador desde la primera a la última escena gracias a la interpretación de Pitt que parece más que dispuesto a reírse de su estatus como actor ganador del Oscar, galán y héroe de acción. Con la experiencia de vida como su arma más letal-algo que el film también tomó prestado del personaje de Keanu Reeves en John Wick del que Leitch es uno de sus productores-, Pitt aporta carisma y humor en cada aparición. Con verdadero talento para dirigir escenas de acción, Leitch trastabilla cuando acumula explicaciones, flashbacks y guiños alrededor del circo de criaturas que gira en torno al protagonista. Ya sea el dúo de asesinos que usan los apodos de Limón (Brian Tyree Henry) y Mandarina (Aaron Taylor-Johnson), el mafioso mexicano Lobo, interpretado por el músico Bad Bunny, la engañosamente tierna adolescente a cargo de Joey King y hasta una botella de agua ¿esencial? para el relato, todos cuentan con escenas para lucirse y en gran medida lo hacen. Sin embargo, cuanto más tiempo le dedica la película a ellos menos se concentra en el único personaje que permanece un enigma durante todo el film: Ladybug. A medida que la trama avanza y la imaginería japonesa deja de sorprender para volverse un cliché que bordea en el estereotipo, el guion parece olvidarse de su mejor carta en su afán por incluir la aparición de varias caras conocidas que aunque aportan momentos genuinamente graciosos también dispersan la atención del espectador. Y tal vez esa haya sido la intención de sus realizadores, acumular la mayor cantidad de estímulos visuales, ideas y personajes como para llenar todos los vagones de este tren muy necesitado de un freno de emergencia.
Tremendamente divertida, ingeniosa, con acción, gags, humor negro y vueltas de tuerca de guion hasta en los créditos finales (no se levanten antes de tiempo), así es Tren bala, la película en la que Brad Pitt se enfrenta a Bad Bunny… y a un montón de personajes no menos estrambóticos. Pero así como el poder de seducción de actor de Había una vez… en Hollywood se probó en distintas películas en tono de comedia -¿recuerdan la algo olvidada Quémese después de leerse, de los hermanos Coen, tal vez la mejor actuación de Brad en una película reidera?-, y aquí emerge bien algo, hay otra razón por la que Tren bala es un éxito. Al margen de lo ajustado de las actuaciones de todo el elenco. Es el guion Son los enredos y los engaños, pero también la justeza, la fiereza y el timing de los diálogos. Los personajes a bordo del tren bala del título en Japón, donde transcurre casi toda la película, son excéntricos o estrafalarios. Pero cada uno tiene su historia, y tiene una razón, un porqué de su forma de actuar y de hacer lo que hace. Pitt es un asesino que ha estado algo alejado de la acción, ocupado yendo a terapia. Cuando su jefa (voz de Sandra Bullock) le indica por teléfono un nuevo trabajo, el criminal ya tiene un nuevo “nombre": Ladybug, por las vaquitas de San Antonio. El cree que ha sido perseguido por la mala suerte, y ya saben lo que dicen de las vaquitas de San Antonio. Ladybug es el protagonista de esta comedia negra y violenta coral. Tiene una actitud zen que contrasta con lo que debe hacer. Y por más que se disponga a dialogar, si cabe, con sus oponentes o quienes desean asesinarlo, deberá apelar a su inteligencia y sus músculos para lograr salir adelante. La tarea aparenta sencilla. Debe abordar el tren del título en Tokio que va con destino a Kioto, y conseguir un maletín. ¿Qué hay en él? Imagínenlo. E imaginen que todo el mundo quiere se maletín. No parece difícil la misión cuando Ladybug se encuentra con el maletín. Es cuestión de bajarse del tren en la próxima estación. Error. El peligro lo acecha, y Tren bala ofrecerá suficientes escenas de combate cuerpo a cuerpo, con puños, armas blancas y de fuego, alguna kitara -por algo estamos en Japón-, pero también peluches, botellitas de agua mineral y netbooks, y personajes, como decíamos… Singulares. Hay dos asesinos a bordo -bueno, puede que haya más- a los que les dicen gemelos y que responden a los nombres de Lemon (Brian Tyree Henry, de Eternals) y Tangerine (Aaron Taylor-Johnson, de Animales nocturnos), que tienen que transportar el famoso maletín y a un joven. Y una chica vestida como colegiala (Joey King), de Ramona y Beezus, con Selena Gomez, y The Act), Y en algún momento subirá a bordo El Lobo (Bad Bunny), con alguna cuenta pendiente con… Ya lo averiguarán. Y muchos más, que sería aburrido contar y es más divertido descubrirlos en la pantalla. Por momentos, Tren bala hace recordar al mejor Guy Ritchie, al de Snatch: Cerdos y diamantes o la poco vista Rocknrolla. El director David Leitch (Deadpool 2) tiene dos particularidades. Fue doble de escenas de riesgo de Pitt en muchas películas, de El club de la pelea a Troya, y dirigió, aunque no aparezca en los créditos, la primera de Keanu Reeves como John Wick. Pero confió en el guionista Zak Olkewicz, quien tenía un antecedente no demasiado confiable: La calle del terror Parte 2 (2021) para adaptar la novela de Kôtarô Isaka. Y sí, le salió perfecto. Lo dicho. Son las líneas de diálogo, las cosas que uno cree que son blanco y resultan negro, las zancadillas, los gags, las peleas bien filmadas. Todo eso hace de Tren bala un espectáculo para disfrutar en el cine, sin pisar -jamás- el freno y sí el acelerador.
Tren bala es una película de gente que se agarra a piñas y eso ya nos gusta. El director tiene gran experiencia en relatos de acción y hay que decir que en los comienzos de su carrera en la industria, fue doble de riesgo nada menos que de Brad Pitt. Después dirigió Dead Pool 2 y tuvo participación como una especie de codirector, o director de la segunda unidad de John Wick. Con toda esa experiencia a cuestas, llega ahora a esta adaptación de una novela japonesa que quienes la leyeron, aseguran que es oscura y violenta. Lo que el libro sea quedará a consideración de los que lo lean, para nosotros lo que importa es lo que han decidido los productores de Tren bala, una película que no da respiro, con un montón de asesinos a sueldo que se meten en un tren bala japonés buscando una valija. Al menos algunos buscan esa valija que sabemos que tiene dinero, pero el resto tiene otros intereses que iremos conociendo a medida que avanza el viaje en el moderno transporte nipón. En principio tenemos a LadyBug (Brad Pitt), que es un criminal que se está replanteando su destino, pero que mientras decide sobre su futuro, reemplaza a un colega que se ha bajado de la misión aduciendo una molestia estomacal. En el tren viaja un dúo criminal que lleva el maletín con dinero: Lemon (Brian Tyree Henri) y Tangerine (Aaron Tyler Johnson). Estos dos personajes son uno de los puntos altos de la historia, sobre todo Johnson, que un poco se roba el show cuando todo termina. Pero no son estos los únicos pasajeros del tren, porque también anda suelto un ofidio letal cuyo veneno te liquida en treinta segundos, una asesina de tono angelical a cargo de Joey King que está muy divertida en su papel de Princesa. Por supuesto que el asunto de la valija no es más que McGuffin para ocultar la verdadera trama de la película, que no vamos a develar porque queremos que la descubran a medida que avanza la historia. Pitt y el resto del elenco se sumó a esta aventura con ánimo festivo y se nota. Las coreografías de las peleas son muy entretenidas, hay algunas cosas que recuerdan a los recursos de John Wick, porque claro, Leitch está asociado a Chad Stahelsky, el director de esa saga protagonizada por Keanu Reeves. Ritmo frenético, historia coral, banda de sonido con sorpresas, bromas todo el tiempo pero que no distraen del grado de violencia casi gore que estalla en la pantalla. Quizás no revolucione la industria del cine y su tono desenfadado tenga mucho de Guy Ritchie en Snatch: Cerdos y diamantes, junto a algunos diálogos del cine de los primeros tiempos de Quentin Tarantino. Si la idea es pasar dos horas y unos minutos divirtiéndose con un grupo de asesinos mafiosos y ninjas peleando con los avatares del karma y el destino, la película cumple aunque no necesariamente dignifica al género. Quizás el desfile de historias y la duración de dos horas pueden resultar agobiantes. Tal cual, es cine de patadas y tiros, pero nos gusta. TREN BALA Bullet Train. Estados Unidos, 2022. Dirección: David Leitch. Intérpretes: Brad Pitt, Aaron Johnson, Bad Bunny, Sandra Bullock, Joey King, Aaron Taylor Johnson, Brian Tyree Henry, Zazie Beetz, Michael Shannon, Logan Lerman, Masi Oka y Andrew Koji. Guion: Zak Olkewicz, sobre la novela de Kotaro Isaka. Música: Dominic Lewis. Fotografía: Jonathan Sela. Distribuidora: UIP (Sony). Duración: 126 minutos.
Pánico y locura en el tren. Ladybug (Brad Pitt), se embarca en un tren bala en Japón. Tiene como encargo hacerse de una maleta mal habida y bajarse en la próxima parada ni bien lo consiga. Pero las cosas se complicarán, porque en este tren de lujo hay varios personajes en juego, que si bien tienen distintas intencionalidades todos están sumidos bajo el influjo invisible de La Muerte Blanca (Michael Shannon). El mafioso más temido de Japón. Un desfile de interlocutores que se irán vinculando a lo largo de los vagones. Una inocente joven (en apariencia), Prince (Joey King); quien ha empujado al vacío al hijito de Kimura (Andrew Koji) con el propósito que la ayude a asesinar a La Muerte Blanca. También están Tangerine (Aaron Taylor-Johnson) y Lemon (Brian Tyree Henry); dos asesinos a sueldo que poseen la maleta codiciada por Ladybug y deben proteger al hijo del mafioso. Hasta aparece Bad Bunny en el rol de Wolf, otro criminal ligado al capo nipón. La acción no cede ni un minuto en esta comedia gore, donde el humor negro y la sangre brillan, pero por su presencia. Pura adrenalina. Personajes tarantinescos, peleas, explosiones, yakuzas, slapstick, ¡hasta un osito kawai! hay en este tren delirante. Una narración certera que sabe ubicar a cada personaje en medio de la vorágine, sin descuidar los diálogos ni el show. Porque Bullet Train brinda espectáculo puro gracias a las buenas actuaciones, y a las situaciones que crea. Una especie de John Wick, pero con un protagonista psicoanalizado, queriendo cambiar de rumbo, buscando su centro zen. También es una película de enredos. Una película que reúne varios géneros, varios humores, y nos trae a una genial Sandra Bullock (la química con Brad trasciende la pantalla). Diversión y empatía asegurada.
Este filme del director David Leitch (Deadpool 2) seduce mas por la vivacidad de las formas que por el contenido que establece. Sin embargo a este estilo se le notan las influencias, principalmente de las primeras producciones de Quentin Tarantino. No solo por como presenta a sus personajes, sino también por los nombres utilizados, en otro orden y en menor medida, se reconoce la impronta de
La pandemia del Covid-19 pareciera que hubiese perpetuado la creencia de que cualquier película que sea motivo de ir al cine, cualquiera sea la razón (efectos especiales, buenas escenas de acción, estrellas imperdibles), hay que festejar. Y ‘Tren Bala’ no es la excepción. Es un film que surge en un momento en el que el mar de la taquilla necesita un navío que reivindique el género de acción y que los personajes no tengan capas y trajes. Basada en la novela homónima del escritor japonés Kotaro Isaka, ‘Tren Bala’ es una coproducción entre Estados Unidos y Japón y está bajo el mando de David Leitch. El historial del director posee títulos como Deadpool 2, Atómica y fue codirector de la primera entrega de John Wick. En ‘Tren Bala’, Leitch expone toda su destreza para captar escenas de peleas y artes marciales altamente coreografiadas y mucha violencia acompañada de la comedia ecuánime y necesaria. En medio de las luces neón de la imponente Tokio, nos encontramos con Ladybug (Pitt), un asesino a sueldo que pareciera que el solo quiere abandonar ese oficio y encontrar la paz, producto de los consejos de su terapeuta. Sin embargo, acepta realizar una tarea simple: abordar el tren bala, robar un maletín misterioso y descender en la próxima parada. Pero lo que no sabe es que, en el tren más rápido del mundo, lo espera una fiesta sanguinaria. Así es como sicarios, mafiosos y hasta una víbora harán de este tren un arma letal. Que hasta pareciera que se va a descarrilar en cualquier momento, inyectándole aún más adrenalina a tanta velocidad. El famoso tren bala se convierte en un escenario donde la venganza y la ira pareciera dominar a estos criminales extravagantes quienes solo quieren cumplir su misión. ‘Tren Bala’ es una película totalmente consciente de lo que quiere generar: fiesta y pura diversión catártica. Como buena película de acción, ‘Tren Bala’ tiene un estilo caricaturesco, colorido, rápido y vertiginoso. Se apropia victoriosamente de todos los clichés y costumbres del género; con peleas de acción y artes marciales que veneran a directores como Guy Ritchie o Tarantino, respectivamente. Además, el largometraje cuenta con un repertorio de actores estelares y algunos cameos que vale la pena sorprenderse. Pero sin dudas, la película es la fiesta de Brad Pitt, quien a la altura de su carrera comprueba una vez más que es a ‘prueba de balas’. Pitt demuestra que la comedia le sienta bien y que con un gorro de pescador puede ser agraciado y rudo a la vez. El encanto y seducción de Pitt impiden que uno se quiera bajar del Tren Bala, y como pasajero (perdón, como espectador) uno solo quiere que la fiesta no termine o al menos que salga ileso de esta locura.
Según Alfred Hitchcock, el concepto de MacGuffin se refiere a “un rodeo, un truco, una complicidad, lo que se llama un gimmick” (una trampa). El maestro del suspenso decía, además, que el mejor MacGuffin es el más vacío, el más inexistente, el más irrisorio. Algo de esto hay en Tren bala, la nueva película de David Leitch (Atómica, Deadpool 2), protagonizada por Brad Pitt, ya que tiene un MacGuffin insustancial que lleva a unos asesinos a sueldo a tomar el tren bala que viaja de Tokio a Morioka para dar rienda suelta a un continuum de peleas cada vez más violentas. Si bien algunos de los personajes que suben al tren tienen motivos personales para hacerlo, el MacGuffin de la valija con dinero es lo que lleva a Catarina (Brad Pitt) a subir al tren en el que se enfrenta con unos personajes que van de un novio vengativo, interpretado por Bad Bunny, a unos gemelos que no se parecen en nada. Sin embargo, aquí empiezan los problemas, ya que el director no solo no escatima información de los personajes (algo que atenta contra la pureza del MacGuffin), sino que también les dedica flashbacks que subrayan sus motivos. En un momento, hasta le dedica un flashback al recorrido de una botella de agua, algo completamente innecesario porque ya entendimos qué pasa con esa botella. El personaje de Brad Pitt se la pasa pidiendo disculpas cada vez que mata a alguien, lo cual le quita el encanto que tiene que tener una película de acción. Al actor se lo ve en piloto automático, casi como si estuviera haciendo el papel por cuestiones estrictamente económicas, sin divertirse. Y la participación de Bad Bunny es apenas un detalle decorativo, una inclusión oportunista. Leitch apuesta por una cáscara vacía, que no tiene prácticamente nada que se destaque, hundiéndose en largos diálogos sin chispa de personajes desprovistos de carisma. La película es un tren que no conduce a ninguna parte y que descarrila por culpa de una superficialidad anodina, casi tonta. Tren bala pretende ser cool y cómica, pero sus chistes no hacen gracia. Y lo peor es que se da cuenta de que sus chistes no hacen gracia y se queda a vivir en ellos por largos minutos, repitiéndolos hasta el hartazgo. La recurrencia a los cameos sorpresa es otro de los tantos manotazos de ahogado de la película. Y así se la pasa durante dos horas, en un tren que se ve quieto, como si le costara arrancar. Leitch filma muy poco el tren en movimiento (que debería ser el protagonista), y cuando lo filma, lo hace con CGI o cuando llega a alguna estación, nunca en otro momento. Lo que quiere hacer el director es convertir a su película en un gran MacGuffin entretenido, pero no entretiene (salvo por un par de gags). A la película le falta pulso trepidante y generar la adrenalina y el suspenso que pretende alcanzar, y le falta aprovechar a esos personajes que podrían haber logrado un mejor resultado. Tren bala intenta abordar el tema del destino sin lograr que el destino de sus personajes importe. Quiere ser superficial y entretenida, pero es superficial en el sentido que está desprovista de escenas que enganchen al espectador. Aquí la acción se reduce a un atolondramiento de sangre innecesaria que no impresiona a nadie ni aporta nada, y a diálogos interminables e insulsos.
Reseña emitida al aire en la radio.
Entretenimiento vacío y a toda velocidad con Brad Pitt David Leitch, el realizador de "Atómica" (Atomic Blonde, 2017) y "Deadpool 2" (2018), dirige una comedia de acción ni tan intensa como la primera ni tan graciosa como la segunda. Tren bala (Bullet Train, 2022), vacua, violenta y entretenida, es una película que marcha a toda velocidad pero se queda a medio camino de convertirse en algo tan memorable como su premisa promete. La trama sube a Brad Pitt, un maletín lleno de dinero y media docena de coloridos asesinos a bordo de un tren bala rumbo a Kioto. La idea es que todos intentan matarse mientras el maletín, MacGuffin por excelencia, pasa de manos. Pero hay más cháchara que acción y no es particularmente buena. Los parlamentos pretenden inspirarse en Guy Ritchie, alimentando a sus personajes con soliloquios excéntricos y diálogos de banalidad cómica, pero carecen de encanto o ingenio. Es el tipo de diálogo que suele explicar cosas que los personajes ya saben o ya deberían saber, y cada vez que lo acompaña un flashback se siente como una parada abrupta e indeseada. Brad Pitt interpreta a un asesino famoso por su mala suerte y con ganas de retirarse, citando constantemente aforismos de auto-superación. Es simple pero conflictivo y una buena base para el humor: debe pelear aunque no quiera y sobrevivir a su propia mala suerte, a la usanza de Jackie Chan. El otro gran personaje que tranquilamente podría haberlo apadrinado es el Jack Burton (Kurt Russell) de Rescate en el barrio chino (Big Trouble in Little China, 1986): un prepotente intruso en el sitio y momento incorrectos que resulta el foco de la historia sin convertirse del todo en su protagonista. El actor es excelente en el papel y eleva el material. El problema es el contraste entre los demás personajes y entre la locura abordo y la mundanidad del exterior. El contraste es nulo en ambos casos. Casi todos los personajes poseen alias ridículos, acentos absurdos, pasados extraordinarios y están relacionados de la forma más rebuscada e improbable posible. El mundo fuera del tren parece tan violento e inestable como el de adentro. No hay conflicto per se en que un puñado de asesinos intente matarse por motivos execrables y con objetivos frívolos. Fuera de Pitt, automáticamente carismático, ningún otro actor consolida un personaje fuerte o querible. Hay una sobrecargada lógica de caricatura que saca alguna que otra risa al principio pero termina descarrilando todo intento de tensión o dramatismo cuando la película los necesita, ya que todo parece posible y nada importa. No por coincidencia los momentos más cómicos involucran personas “reales”, ya sea porque sus reacciones son graciosas (por inesperadas pero reconocibles) o porque su presencia obliga a la película a jugar bajo algún tipo de regla. Así da simultáneamente con la mejor secuencia de acción, en la que dos asesinos deben pelear a muerte desde el confort de sus asientos pero en silencio e intentando no llamar la atención de una pasajera que les chista constantemente. Dado que el resto de la película no posee semejante disciplina, nada vuelve a sentirse tan osado o riesgoso. Sus mejores momentos pueden ser entretenidos; a menudo los actores parecen estar divirtiéndose más que su audiencia, exagerando la única característica que el guión les ha asignado y disfrutando cada momento de ridiculez como si fuera el último.
En realidad, el puntaje es un poco mentiroso. Esta es la historia de un tipo con mala suerte: un hombre de acción (criminal) que tiene un encargo fácil. Tomar el tren bala Tokio-Kyoto, hacerse de un maletín lleno de plata y bajarse. Pero resulta que el maletín es buscado por mucha gente, el tren está lleno de asesinos, y encima hay un plan de venganza en marcha que nuestro (pobre) hombre no entiende por qué le toca. Todo esto en realidad es una excusa para que David Leitch, más un coreógrafo que un cineasta (¿Y qué tiene de malo, acaso Busby Berkeley no era igual?) genere un sin fin de escenas de acción originales, peleas sangrientas que en general mueven a la risa y que transforman el conjunto en algo diferente de una película “negra”: señores, estamos ante un cartoon hecho y derecho donde, a diferencia de los Looney Tunes, la gente se muere (aunque hay un cadáver que dura toda la película, o algo así). Es decir: la historia de la película no tiene demasiadas aristas y el hecho de que sea todo entre malos y peores nos permite la voluntaria suspensión de la moralidad y la credulidad para disfrutar de un espectáculo totalmente catártico y vertiginoso, cómico en general (lo de Pitt es brillante, pero hay otros personajes que están a la altura e incluso por encima). Se trata de eso, ni más ni menos: el cine considerado arte abstracto, forma pura, juego. Puede gustar o no, pero es una posibilidad noble también para el arte.
Brad Pitt se convierte en el nuevo héroe de acción del director de John Wick. En 1987, con más de 20 años, un joven actor estadounidense de Oklahoma apareció por primera vez en la pantalla grande; algunos años después, su vida cambiaría por completo al ser seleccionado como uno de los protagonistas de la película de Ridley Scott, Thelma y Louise. Desde entonces, el mundo ha estado pendiente de todo lo que protagoniza este joven llamado Brad Pitt. Hoy en día, a sus 58 años y habiendo evitado a duras penas ser cancelado por los detalles que se rebelaron en su divorcio, el actor regresa, abriéndose camino como protagonista de una vertiginosa película de acción. Basada en la novela María Beetle, del escritor japonés Kōtarō Isaka, y traducida al inglés por Sam Malissa, fue adaptada al cine como Bullet Train, por el director estadunidense David Leitch. Por si no lo conocen, Leitch, ha trabajado durante años como coordinador de acción y especialista —fue el doble de Pitt en The Fight Club— antes de co-crear John Wick; fue quien puso a Charlize Theron, a prueba en Atomic Blonde; además, dirigió la famosa Deadpool 2. Todo esto, para enfatizar y dejar claro que Leitch, claramente, conoce un millón de recetas diferentes para crear películas de acción, con caos y un tipo de comedia que se ama o se odia. En esta ocasión, Pitt (cuyo nombre clave es Ladybug, y quien, según él, cuenta con la peor suerte del mundo), aborda un tren bala en Japón, con órdenes de adquirir un maletín lleno de dinero en efectivo. Por desgracia, no es el único contratado para adquirirlo, y parece ser que los otros, son los mejores asesinos en sus campos. Mientras que el personaje de Brad solo quiere completar la tarea y desembarcar, los otros albergan motivos más personales. Los diversos villanos, van desde una joven misteriosa (Joey King), un par de agentes con nombres de fruta (Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry) que no paran de hablar de Tomás y sus amigos (sí, la serie animada sobre trenes con caras), hasta un asesino vengativo interpretado por Benito A. Martínez Ocasio, alias, Bad bunny. Así, aunque todos los personajes matarán o correrán el riesgo de ser asesinados, hay una rara colección de grises entre sus intenciones. Sin embargo, Bullet Train, plantea un enigma de entrada ¿Quién está moviendo los hilos detrás de la aparición de tantos villanos, asesinos o ladrones en un mismo lugar? ¿Cuál de estos es peor que los otros? Y sobre todo ¿Qué ocurre cuando cinco historias violentas se entrecruzan entre sí? Desde que el tren empieza su marcha, la película no se detiene, con un ritmo acelerado y acciones vertiginosas, el entorno claustrofóbico en el que se desarrolla, en realidad, funciona en beneficio de la puesta en escena de las secuencias de lucha, que son brutales, sangrientas y, con frecuencia, provocan risas. De hecho, más de uno imita el enfrentamiento interrumpido de «Kill Bill», incluido el divertido dilema de cómo intentar matar a alguien sin violar las reglas del «vagón silencioso» del tren. En mi opinión, la cinta se sostiene en un precario y eficaz equilibrio. Primero, tenemos que admitirlo, por un carismático Brad Pitt, junto con un elenco que hace un excelente trabajo y que parecen genuinamente estar divirtiéndose. Lejos, muy lejos de ser original, el tono burlón y la cantidad de actores famosos, mantienen la atención en esta entretenida película. Sin embargo, está lejos de ser perfecta. A pesar de que soy de esas personas que le encanta ver cameos, son tantos los que aparecen y sin un propósito más que destinados a brindar pequeñas recompensas a la audiencia, que es posible parpadear y pasar desapercibido alguno. No puedo evitar sentir que son talentos desperdiciados, incluso, los que se suponen son parte de los protagonistas como Zazie Beets, que aparece tan poco tiempo en pantalla, que es inevitable pensar que merecía más. También, parece que se utilizaran los cameos para distraer a la audiencia del hecho de que entre tantos personajes, luchas y comentarios irónicos, la trama se pierde en la narración, de manera que deja al espectador intentando recordar si ya sabemos cuál es la motivación de los personajes o si solo los estamos viendo golpearse y hacer chistes durante más de una hora. Y es que la historia que el guionista Zak Olkewicz adaptó, no posee suficiente combustible para mantener ese tono de manera constante. Incluso, los flashbacks extensos para sacar la narrativa de su espacio confinado no pueden agregar suficiente intriga a las maquinaciones de estos personajes extraños en un tren. Finalmente, también creo que desperdiciaron la configuración japonesa, que se maneja muy superficialmente; más allá de un par de bromas, y de haberla aprovechado para utilizar actores y clichés japoneses, el tren podría estar ubicado en cualquier lugar del mundo y no habría mayor diferencia. Para mí, una manera de definir esta película es que cuenta con un montón de buenos actores desaprovechados y con una fórmula divertida pero que es repetitiva y poco original. Aguanta para pasar un rato divertido, pero no esperen que nos acordemos de esta en un par de años, excepto por la colaboración entre Bad Bunny, Logan Lerman, Sandra Bullock (que también actúan, aunque solo sean cinco minutos) y Brad Pitt que parece estar utilizando esta película para decir «miren todo lo que puedo hacer, aún estoy aquí».
Frenetismo a bordo y Brad Pitt en su elemento Cinco asesinos a sueldo se encuentran a bordo de un tren bala que viaja de Tokio a Morioka. Los sicarios descubrirán que sus misiones no son ajenas entre sí. La historia del ladrón que ya no quiere serlo, que quiere dejar atrás su vida complicada no es algo nuevo, mucho menos en el terreno de la acción. Por eso, cuando esa premisa se presenta en una película, las dudas no tardan en surgir. Pero a no preocuparse, porque “Bullet Train” logra distinguirse de todas las demás gracias a un cast cargado de grandes figuras y un guion que no desperdicia un solo momento de comedia. La nueva película de David Leitch, responsable de Atomic Blonde, una de las mejores cintas de acción de los últimos años, no decepciona, aunque por momentos se hace un tanto larga. No solo está a la altura de las entregas previas del director, sino que presenta una entretenida y dinámica historia que se concentra en una sola locación, sabiendo además cómo dar la información justa y necesaria de sus personajes con acertados flashbacks que no distraen ni sacan al espectador de la trama. Brad Pitt se pone en la piel del protagonista, un ladrón con una simple tarea: hacerse con un maletín que viaja en el tren bala de Japón y bajarse en la primera estación; pero algo tan simple como eso resulta imposible cuando descubre que el tren está colmado de asesinos y contratistas con una misión muy similar. Entre los actores más importantes de esta película están Aaron Taylor Johnson, Joey King, Hiroyuki Sanada, Andrew Koji, Michael Shannon y el maravilloso Brian Tyree Henry, que por suerte sigue consiguiendo más y más papeles en grandes producciones, algo muy merecido. Cada uno de los personajes tiene un rasgo distinguible, asesinos que, si bien buscan lo mismo, cada uno lo hace de maneras muy distintas. Algo que sucede en muchas de estas películas de gran presupuesto y que llegan en el verano del hemisferio norte, es que se castea a grandes nombres que ayudan a agrandar el póster, pero que no suman nada a la trama porque el guion no tiene nada para decir. Bullet Train tampoco es un manifiesto de cómo hacer cine de acción ni mucho menos, pero sabe lo que es y se hace cargo: una comedia que no para un segundo y se nota que detrás de cámara hay una persona que sabe cómo mostrar peleas sin caer en recursos agotadores como cortes innecesarios o el ya insoportable abuso de la cámara lenta. La película tiene un soundtrack que acompaña en cada momento con temas inolvidables que vas a tararear por el resto del día y, a diferencia de muchas otras cintas del estilo, es linda de ver, no solo por lo que muestra, sino por cómo lo muestra. La paleta de colores estridentes, la fotografía y la luz juegan un rol fundamental que ayudan a que esta película se sienta mucho más entera que otros estrenos que costaron más del doble. Una comedia de acción con grandes nombres, diálogos inteligentes y arcos narrativos que te dejan con una sonrisa. Y Brad Pitt vuelve al lugar al que pertenece: el de estrella carismática.
El generoso trailer de anticipo de Tren bala/Bullet train, “la nueva película de Brad Pitt”, ya dejaba claras las referencias al cine de Guy Ritchie. En especial a Snatch: cerdos y diamantes, que también contó con la presencia del actor. Acá hay un grupo de matones, de asesinos a sueldo, a bordo de un tren que va de Tokio y Kioto, y que para un minuto en cada estación. Entre ellos, sus balas, sus maletines llenos de dinero y sus misiones cruzadas, está Catarina (Pitt, en modo full comediante). En esta imagen proporcionada por Sony Pictures, Brad Pitt, izquierda, y Aaron Taylor-Johnson, en una escena de “Tren bala". (Foto: Scott Garfield/Sony Pictures via AP) En esta imagen proporcionada por Sony Pictures, Brad Pitt, izquierda, y Aaron Taylor-Johnson, en una escena de “Tren bala". (Foto: Scott Garfield/Sony Pictures via AP) La apuesta, del director David Leitch (Deadpool 2), basada en un libro del japonés Kotaro Isaka, presenta un ritmo frenético que no ahorra efectos ni violencia: edita montañas de trompadas, patadas y demás alegrías como si se escapara el tiempo. Pero a pesar de una búsqueda tarantineana, en diálogos y situaciones que bordean el absurdo, la sumatoria de esas situaciones, en una duración exagerada, termina por agotar. Frente a esa acumulación, queda la gracia de Pitt como salvación, en una película que se autopercibe más divertida de lo que termina siendo.
La verdad es que el cine post-pandemia, aún no ha decodificado los nuevos gustos del público en cuanto a géneros. Hay aficionados que se han quedado en la comodidad de su sofá, haciendo streaming, y otros que sienten que lo que allí anida, no basta para saciar su necesidad de entretenimiento. Bueno, «Bullet train» es un intento de la industria de volver a atraer gente que esté interesada en disfrutar en pantalla grande, una buena película de acción, con toques de comedia. Para ello, David Leitch (Deadpool 2, para que se den una idea), director en franco ascenso, se agenció los servicios de un actor carismático y taquillero: el viejo y querido Brad Pitt. Y partió de la idea de reversionar una novela de Kōtarō Isaka para proponer una clásica historia de persecusión y asedio en movimiento, utilizando el medio sobre ruedas más rápido en el mundo: el tren bala. La trama no necesita demasiada introducción. El protagonista (el rubio de oro), es un tipo con bastante mala suerte. Lo toma bien, pero claro, siendo un criminal hecho y derecho, eso puede presentar alguna complicación. La cuestión es que en teoría, Ladybug (así lo apodan) tiene que robar un maletín abordo y bajarse en una estación cercana. Parece fácil, pero no. No sería una película si así lo fuese. Pitt comienza a poco de perpetrado su pequeño delito a darse cuenta que la cosa empieza a ponerse mal… mal. Pero, al mal tiempo, buena cara. Nuestro veterano intérprete saca a relucir su sentido del humor y carisma, para matizar la enorme cantidad de escenas de acción que Leitch ha programado para el recorrido Tokyo- Kyoto y generar un clima festivo, logrado e intenso a lo largo de todo el film. No podrás acomodarte demasiado en tu butaca porque la sucesión de escenas físicas sostiene el interés y la tensión sin dificultades. Es importante decir, por otra parte, que la cinta, no es muy cara (unos 90 millones de dólares), pero ya en su primer fin de semana global superó el 60% de su costo, con lo que si me preguntan, les firmaría que la secuela tendría fundamento, porque claramente el público ha respondido a la propuesta con entusiasmo. Leitch pone su sello en espacios cerrados (lo cual es interesante) y en las coreografías que registra con esmero. Se apoya en su protagonista, para permitirse reflexionar irónicamente sobre la violencia, los malos augurios y la vida fuera de la ley. Pitt parece trabajar a reglamento pero aún así logra una tarea aceitada y operativa para las necesidades del guión. No se complica y trata de divertir. Lo acompañan en este tren, un puñado de actores y actrices interesantes (sin dudas, Joey King brilla con luz propia en esta faceta que viene teniendo en películas de acción con humor negro), y algunos famosos (¿tal vez una presencia que remita a «Speed»…?) y músicos que podrían bien no estar… y nadie los extrañaría. Solo aportan color. Más allá de eso, creo que «Bullet train» es un producto aceptable, dinámico y que augura un buen rato por más de dos horas. La verdad, es una buena propuesta para relajarse y acomodarse en la butaca. El cine de acción en pantalla grande, sigue respirando.
Tren Bala nos acerca a una experiencia involuntaria sobre cómo opera el cine actual en tiempos acelerados. El tour de force al que nos somete hace alarde de un despliegue de piñas, patadas, chistes medio bobos, peleas coreografiadas e imposiblemente precisas, explosiones y un montaje que aprieta la acción y los diálogos cancheros e irónicos, haciéndolos prisioneros de un relato que de tanto exceso se pierde de un mejor resultado. Acá Brad Pitt es un agente secreto, además de arma letal, que parece querer hacer las paces con su pasado violento y recurre a la meditación o cualquier creencia medio zen. Entra al sofisticado y lujoso tren bala del título, en una Japón no menos tecnócrata y avanzada, sin saber que allí andan pululando otros despiadados asesinos a sueldo y todo tipo de matones. Estos parecen tener distintos propósitos e intereses, pero un maletín cuyo contenido valioso empieza a circular de acá para allá empieza a unir las piezas del rompecabezas. Bienvenidos al nuevo blockbuster. Entre la hipervelocidad y el anabólico técnico, las trompadas que resuenan pero casi no dañan y gente que vuela por los aires en explosiones pero caen parados como los gatos, una película como Tren bala es una muestra gratuita y efímera de un cine que debe volverse más rápido, ruidoso, casi un remedio contra espectadores que sufren de ansiedad y no pueden concentrarse un segundo en la pantalla si algo no vuela por los aires o hay algún chiste zonzo. Que la película los tiene y a montones, eso seguro, además de que para embocarle a uno bueno hay que aguantar diez malos. Por eso, esta experiencia del diálogo y charlas veloces, por momentos random, sin mucho sentido, sumado al siempre desbordado cúmulo de piñas es la misma que ir de viaje en uno de estos trenes tan rápidos como Superman y mirar por la ventanilla sin poder disfrutar del paisaje. Cuánto más rápido, menos se ahonda en detalles. Pese a ello, es innegable que la película sirva como posible entretenimiento y sea disfrutable por momentos. Eso sí, a cinco minutos de terminada la película, saliendo de la sala puede que sea olvidada irremediablemente. Tren bala es una película de acción más del momento. No aburre, pero su postura demasiado canchera, cool, la condenan. Por momentos parece una mezcla entre el cine de Guy Ritchie y Tarantino, por la utilización de algunos recursos visuales y narrativos, en donde la explotación por la estética popular parece una nueva variante del posmodernismo más acelerado. De haber sido manos irresponsable, disparatada y sobrecargada, sería una película mucho más lograda.
Uno de los responsables de «John Wick» (2014) y director de «Atomic Blonde» (2017), «Deadpool 2» (2018) y «Fast and Furious: Hobbs and Shaw» (2019), nos vuelve a deleitar con una comedia de acción, esta vez basada en la novela de Kotaro Isaka, que se presenta como una de las propuestas pochocleras más entretenidas y disfrutables del año. David Leitch, al igual que su compañero y codirector de «John Wick», Chad Stahelski, viene del mundo de los stuntmen o dobles de riesgo. Ambos hicieron un salto a la dirección cinematográfica con gran éxito y quedaron identificados o atraídos por el género de acción, donde demuestran tener un gran entendimiento de la puesta en escena en función de las coreografías, las angulaciones de cámara y todas las técnicas para que las secuencias sean lo más prolijas y disfrutables posibles (algo que ya se veía en la primera película de la saga iniciada por Keanu Reeves como el asesino que busca venganza). Esto no significa que todos los coordinadores de dobles tengan las herramientas necesarias para ponerse al frente de diversas películas (sino vean «Day Shift» en Netflix), pero particularmente estos dos colegas lo consiguieron con buenas repercusiones. Stahelski parece no querer soltar la saga de JW y prepara varias secuelas, y Leitch logró ir sumergiéndose más en producciones (varias de ellas franquicias) que se vieron beneficiadas por su estilizada mirada para representar la acción más bombástica y efectista. A su vez, también consiguió combinar dicho género con la comedia logrando grandes resultados en la secuela de «Deadpool» y en el spin off de la longeva saga de picadas de autos devenida en inverosímiles héroes de acción manejando vehículos deportivos. En esta oportunidad, Leitch se pone al mando de esta adaptación de una novela japonesa que tiene todos los condimentos necesarios para brindar dos horas de intriga, acción vertiginosa, mucho humor físico y diálogos inspirados que lucen a sus interlocutores. El largometraje se centra en cinco asesinos a sueldo que viajan en un tren bala desde Tokio a Morioka con pocas y breves paradas intermedias. Cada uno se encuentra arriba del vehículo con misiones distintas que parecen estar interconectadas de alguna manera, haciendo que la situación se complejice y vaya en un in crescendo de tensión constante hasta que se van tejiendo las yuxtaposiciones y encuentros entre dichos homicidas. Los personajes que protagonizan esta historia son: Ladybug (Brad Pitt) que solo tiene que robar un maletín del tren y bajarse en la primera estación, mientras realiza una serie de intercambios telefónicos con su agente (Sandra Bullock), lamentándose de su habitual «mala suerte» que pone en jaque sus misiones. Por otro lado, estará un asesino mexicano conocido como «El Lobo» (Bad Bunny) que busca venganza y asesinar al responsable de la muerte de su esposa, los gemelos Tangerine (Aaron Taylor Johnson) y Lemon (Brian Tyree Henry) contratados para rescatar al hijo del mafioso conocido como «White Death» (Michael Shannon), The Hornet (Zazie Beets), una asesina que utiliza veneno con sus víctimas y Prince (Joey King), una despiadada muchacha que manipula a Kimura (Andrew Koji), para matar a su padre. Estos sujetos irán confluyendo en el tren del título poniendo en jaque las misiones del otro a través de las cuestiones inherentes a la propia trama del relato, especialmente al gran macguffin del maletín que se disputan varios personajes. El guion escrito por Zak Olkewicz («Fear Street: 1978») logra encontrar un equilibrio entre la presentación y construcción de los personajes, dándoles psicologías bien definidas y objetivos claros, y todas las secuencias de peleas y de acción que van vistiendo los diversos intercambios entre ellos, consiguiendo una homogénea mezcla entre la acción y el humor, así como también de las «casualidades» que parece ser uno de los motores principales de la trama. Sí, por momentos puede resultar un poco inverosímil que todo absolutamente todo parezca estar interconectado con lo otro, pero, a través de la comicidad, las altas dosis de sangre y el compromiso del elenco, así como también de la propia diégesis que parece ir estirando la credibilidad, el relato se mantiene a flote otorgándonos dos horas a puro entretenimiento. Cabe destacar especialmente la labor de Brad Pitt, que ya había demostrado en diversas ocasiones su talento para la comedia (especialmente en «Burn After Reading») pero aquí su personaje es de lo más hilarante del relato, logrando tremendos intercambios especialmente con Taylor Johnson y Tyree Henry. Podríamos decir que «Bullet Train» toma ciertos elementos prestados del cine de Tarantino (con referencias directas a «Reservoir Dogs» principalmente, y en menor medida a «Pulp Fiction») y a Guy Ritchie también como podría ser sus primeras películas («Lock Stock and Two Smoking Barrels» y «Snatch»), y no le estaríamos bajando el mérito a lo que logra David Leitch, ya que gracias a su entendimiento para las secuencias de lucha cuerpo a cuerpo y complejas coreografías en espacios reducidos logra engalanar una producción ya de por sí atractiva gracias al material original en el que se basa. «Bullet Train» es una película entretenida de principio a fin que logra combinar acción y comedia de buena manera y aprovechar al máximo su guion enrevesado lleno de giros (algunos de ellos un poco arbitrarios pero funcionales). Asimismo, la edición y las coreografías consiguen darle un clima de tensión que va creciendo a medida que avanza el relato, ofreciéndonos varios momentos espectaculares que, a su vez, se benefician de intercambios sumamente pulidos y ajustados de sus excéntricos (y sumamente cuidados/pulidos) personajes. Una experiencia para disfrutar en sala en su máximo esplendor.
En 1991 Bruce Willis protagonizó Hudson Hawk, una comedia de acción que desconcertó a la prensa norteamericana con el humor absurdo, el perfil de caricatura de los personajes y las secuencias musicales. La película fue aniquilada en la reseñas y resultó un fracaso comercial en ese país, no así en el resto del mundo donde consiguió una recaudación más decente. Con el paso del los años y sus emisiones en televisión el film se convirtió en un título de culto dentro de la filmografía de Willis y en la actualidad tiene una valoración más positiva. En Tren bala el director David Leitch (Atomic Blonde/ Deadpool 2) toma como inspiración la excentricidad de los personajes de la mencionada película de los ´90, le añade un poco del cine gánster de Guy Ritchie, la comedia física de Jackie Chan y una pizca de Tarantino,representado en el tratamiento de la violencia. El resultado es un espectáculo muy entretenido que encuentra su mayor atractivo en la labor cómica de Brad Pitt y la capacidad de Leitch para crear coreografías de acción creativas. En el rol de Pitt se puede percibir claramente la influencia de Hudson Hawk que sin ser una copia tiene algunas similitudes. El ladrón que encarnaba Willis era un tipo que deseaba abandonar el mundo del crimen y terminaba involucrado de manera involuntaria en numerosas situaciones de peligro y algo similar se da con el ladrón que encarna Brad, quien queda atrapado dentro de un conflicto internos entre dos facciones de delincuentes. Al tratarse de un conflicto que se desarrolla dentro de un tren las secuencias de acción se centran principalmente en peleas cuerpo a cuerpo. Este aspecto del proyecto probablemente fue un desafío interesante para Leitch, ya que tuvo que elaborar esas secuencias en espacios cerrados con recursos más limitados. El director sale muy bien parado de esta cuestión donde el contenido humorístico contribuye a que las peleas no se sientan redundantes. Recién en el acto final la acción se desarrolla con una mayor producción que evoca por momentos el tipo de cine que primó en este género en los años ´90. Pitt está acompañado por un buen reparto donde llegan a tener sus momentos destacados Joey King (The Princess), Aaron Taylor Johnson (Kick Ass) y el comediante Brian Tyree Henry, quien hace poco apareció en Eternals. La trama presenta conceptos familiares que ya vimos en numerosos filmes, sin embargo la combinación de humor y acción que propone Leitch al menos consigue que el espectáculo sea llevadero. La mayor debilidad de Tren Bala se encuentra en el acto final donde la narración estira el clímax de un modo innecesario y queda la sensación que a la película le sobraron como mínimo 25 minutos. Al margen de esta cuestión como propuesta pochoclera es muy amena y en materia de realización representa una labor más digna de este realizador, tras el collage de CGI que brindó en Hobbs y Shaws.
Película que no admite ningún tipo de tibieza. O la amás o la odiás. Todo dependerá si lográs entrar en el código que te propone. En mi caso, la disfruté muchísimo y sentí que es el film live action que más se asemeja a un anime. Esto es por los tiempos, por cómo está montada e incluso por decisiones estéticas. Porque si bien tiene algunos elementos clásicos de películas japonesas de artes marciales, no llega a ser una. Como tampoco entra en el esquema de una película de acción típica de Hollywood. Es un hibrido muy logrado que acapara tu atención de principio a fin con algo por lo que tanto se clama últimamente: una propuesta diferente. En tiempos en donde lo que predomina (con éxito) en las salas son las películas de superhéroes y otras franquicias, algo que escapa a eso tiene que ser motivo de celebración. Además, con un cast impresionante que tiene a Brad Pitt a la cabeza. Este genio sigue demostrando su versatilidad en un rol que uno no está acostumbrado a verlo y que ni piensa que hubiese aceptado. Así que queda muy en claro que fue seducido por el tipo de film que se planteó. El resto del elenco está impecable cada uno en su rol desde Joey King, pasando por Aaron Taylor-Johnson hasta Michael Shannon, por solo nombrar a tres. El director David Leitch, quien viene juntando sus buenos créditos en el cine de acción, entrega una obra de lo más entretenida y adrenalínica, con una puesta que evoca algo de personalidad y donde los VFX no se lo comen. Tren Bala es el llamado a pasarla muy bien en una sala de cine con algo diferente.
ALTA VELOCIDAD EN LA DIRECCIÓN CORRECTA En sus redes sociales, Mex Faliero comentaba acertadamente que Tren bala es un poco como esas películas de finales de los noventa que se subieron a la euforia tarantinesca mal entendida, y de la que el cine de Guy Ritchie fue su representante más notorio. Todo está, efectivamente allí: la mezcla de comedia y policial con trucos de guión a cada minuto; la acumulación de estrellas (grandes y pequeñas) armando shows propios que interactúan entre sí; la violencia caricaturesca y hasta banal; y un ensamblado estético y narrativo donde el tono canchero es la regla dominante. Pero lo que hace que el espectáculo no sea un desfile de egolatría insoportable es la ligereza aportada por Brad Pitt en el protagónico, que sirve para enfocarse mejor en lo que pide el relato. Y eso que la presencia de David Leitch -un digno heredero, para bien y para mal, de Ritchie- prometía un exceso de autoconsciencia y meta-lenguaje, donde el riesgo de convertir a los personajes en meras superficies era alto. Sin embargo, Tren bala es, esencialmente, una película de Pitt que entendió que ya no necesita buscar prestigio -al fin y al cabo, ya se llevó todos los galardones, incluido el Oscar, por la actuación correcta, que fue en Había una vez en…Hollywood– y que es el momento de divertirse. Pero también que esa diversión no tiene que ser solo para él y sus amigotes -como en la trilogía de La gran estafa, dirigida por otro realizador que privilegia el gesto astuto, como Steven Soderbergh-, sino que debe incorporar al público y hacerlo partícipe de la fiesta. En este caso, interpretando a un criminal a sueldo (a veces ladrón, a veces asesino) que está tratando de recobrar la armonía con el universo y al que le toca un trabajo en apariencia sencillo: entrar a un tren bala que va de Tokio a Morioka, sustraer un maletín y bajarse en la próxima estación. Obviamente, todo se complicará, porque allí hay varios asesinos, cada uno con diferentes propósitos, aunque con historias en común, que irán colisionando en cada vagón. Si el planteo inicial pareciera limitar todo a una serie de confrontaciones en el tren, la estructura narrativa irá dejando en claro que todo es bastante más complejo, con varios flashbacks que irán trazando un universo donde interactúan diversas organizaciones mafiosas, más algunas historias tan trágicas como disparatadas. Todo esto convive con el dilema de fondo: quién y para qué puso a toda esa gente dentro de ese tren que se convierte en un viaje infernal, a toda velocidad. La clave para que se sostenga ese entramado -que, si se lo piensa mínimamente, es arbitrario y hasta inverosímil- es precisamente la velocidad: no solo la del tren, sino también la de los personajes (que no paran de moverse y/o hablar rápidamente, incluso cuando están sentados), la trama (que suma elementos a cada minuto) y la de la puesta en escena, que se apoya en un montaje frenético. Eso y un humor ligero, porque es notorio que Pitt no se toma en serio a sí mismo y eso contagia a todo lo que rodea: Tren bala no pretende ser otra cosa que dos horas de diversión y no se embarca en una competencia para demostrar que es más inteligente que el espectador. Esa liviandad constante es la que permite que el film nunca caiga en la pedantería o la canchereada vacía, como ocurre a menudo con las películas de Ritchie, Soderbergh o incluso el mismo Tarantino. Tren bala construye a cada minuto un mundo superficial, artificioso, definitivamente efímero, pero indudablemente entretenido y alejado de cualquier tipo de didactismo artístico. Pitt nos propone pasarla bien durante un rato y todos los que lo rodean, por suerte, entienden ese juego. Desde ahí, Tren bala recupera una voluntad lúdica que ha quedado un poco marginada en el Hollywood actual. Eso la convierte en una película de otro tiempo y lugar, pero en un sentido ciertamente virtuoso.
Aquí tenemos una película de acción en donde el eternamente joven Brad Pitt no deja de repartir golpes. Pero, ¿a qué costo? A priori, el entretenimiento estaba garantizado en esta adaptación de una novela de Kotaro Isaka, autor japonés de gran éxito. La desilusión es mayúscula. El novel guionista Zak Olkewicz, responsable de la segunda parte de la trilogía “Fear Street” (Netflix) une fuerzas con David Leitch, antiguo coordinación de escenas y stuntman del propio Brad Pitt en “Troya” (2004), “El Club de la Pelea” (1999) y “Sr. y Sra. Smith” (2005). Extrañamente, así suele operar el destino, sus caminos vuelven a cruzarse para el presente proyecto. Autor de la secuela de “DeadPool” (2018), así como de “Atómica” (2019), Leitch atiborra la película de cameos (…desde Sandra Bullock a Bad Bunny, Ryan Reynolds, Michael Shannon o Channing Tatum), imprimiéndole un ritmo vertiginoso y una estética superficial. “Tren Bala” adquiere forma de comedia de acción hiperbólica, pretendiendo toques de humor y diálogos filosos que caen rápidamente en el absurdo absoluto. La lógica y la verosimilitud son dos variables que brillan por su ausencia, a lo largo de una narrativa porosa. En soporíferos ciento veinte minutos, el imperecedero galán -en otro papel a su medida- da vida a un canchero sicario sin suerte y con aspiraciones zen, que debe cumplir una última misión. ¿Les suena familiar? Una estación de Tokyo es el punto de partida y en el interior del tren se esconde un plan más grande (e incongruente) de lo que una premisa tan enredada como secreta sugiere. Aaron Taylor-Johnson otorga peso extra a un elenco desequilibrado pero funcional a esta concatenación de peleas coreografiadas sin mayor desafío que caer en el exceso. Estamos en presencia de una película de montaje más que de una que desarrolle su puesta en escena. El interior del vagón nos asfixia y el descarrilamiento final está filmado con un nivel de descaro que irrita. Puro efecto especial y vacuas líneas argumentales -bajo la recurrencia del flashback que todo lo explicita, ahorrándonos más profundos interrogantes-, en la conformación de un pretencioso relato puzzle que elige la aproximación sarcástica a un mundo descalabrado y ultra violento. Su salvajismo recuerda a Guy Ritchie, pero ni el carisma desbordante de Pitt paga el boleto de viaje. A la hora de subirte, ¿en qué pensabas, Brad?
¿Buena o mala suerte? Por Denise Pieniazek Se recibe con regocijo el largometraje Tren Bala (Bullet Train, 2022) dirigido por David Leitch –realizador de Atomic Blonde (2017), Deadpool 2 (2018) y productor de la saga de John Wick (2014)– puesto que es lo que llamaríamos un peliculón: entretenido, cómico e ingenioso. El filme es una transposición de la novela MariaBeetle (2010) del japonés Koraro Isaka, en la cual varios sicarios se encuentran sorpresivamente en un tren bala que parte desde Tokio, percatándose una vez que arranca el tren, que sus encargos individuales están entrelazados. La pregunta es ¿quién logrará cumplir su cometido y salir vivo del tren? La película protagonizada por Brad Pitt, a quien se lo percibe cómodo y convincente en el personaje de “Ladybug” (“vaquita de San Antonio”, un insecto que popularmente se dice trae buen augurio), éste es irónicamente su apodo encubierto, puesto que está convencido de tener mala suerte. Desde el comienzo se expresa que “Ladybug” atraviesa hace tiempo una crisis existencial o ética, en la que intenta resolver los encargos laborales evitando toda clase de violencia, hasta eludiendo en lo posible las armas de fuego. Su misión es tomar una valija que se encuentra en el tren y bajar en la primera estación. Sin embargo, esto se verá dificultado por los otros pasajeros del tren que poseen encargos paralelos. En dicho sentido, la obra realiza una acertada presentación de los personajes, entre los que se destaca una llamativa dupla de “hermanos” compuesta por los actores Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry, que funciona como el comic relief del relato y será un componente fundamental en el esquema actancial. Al igual que la joven “Prince” (Joey King) quien con su apariencia inocente pretende despistar a los demás de su verdadero carácter letal, y quien en contraposición al protagonista, posee buena suerte. También aparecerán otros criminales secundarios, pero lo fundamental a la trama es que todo es dirigido a distancia por “La muerte blanca” (White Dead), el gran villano de la diégesis, cuyo pasado la narración se encarga de dosificar paulatinamente y su rostro se mantiene oculto hasta ser develado recién al final del relato. Puede pensarse que Tren Bala posee relaciones intertextuales con la poética del cine japonés, con la estética de realizadores como Robert Rodriguez y Quentin Tarantino (sobre todo Kill Bill), quien también reformuló varios elementos del cine oriental de los ´70 en su obra. En consecuencia, la película es en resultado un híbrido entre la industria norteamericana de acción y comedia, y el cine japonés. Así como también la ficción oscila entre el destino y la buena o mala suerte. Puesto que puede notarse la presencia de una especie de “deus ex machina” una entidad o fuerza mayor que se presenta inesperadamente y proporciona una solución artificial a una dificultad, el karma o la alternancia y relatividad de poseer buena o mala fortuna. En adición, es evidente que Tren Bala juega con la metadiscursividad y conciencia de las normas del género. Lo cual puede ejemplificarse con las comparaciones que realiza el personaje de Brian Tyree Henry entre los extraños del tren y la serie animada del trencito Thomas the Tank Engine and Friends (1984) que termina por exponer el funcionamiento del esquema actancial. También hay que reconocer en la producción en cuestión el excelente trabajo de dirección de David Leitch y de la montajista Elisabet Ronaldsdottir que logran otorgarle gran dinamismo y agilidad a la historia que resulta entretenida en todo momento, sobre todo considerando que todo transcurre en los vagones del tren, donde los personajes están “encerrados” en un mismo espacio. En dicho sentido, es pertinente recordar el aporte de películas como Strangers on a Train (1951) y Murder on the Orient Express (1974), igualmente ambientadas en un tren y con el crimen como eje argumental. Un claro ejemplo de ello es el manejo del “suspense” con la tensión que se genera con una serpiente venenosa suelta entre los vagones del tren, con la cual sabemos que algo sucederá, pero no sabemos cuándo, ni a quién. A diferencia de Kill Bill: Vol.2 (2004) donde la Black Mamba actúa según la sorpresa, no mediante el suspense. Asimismo, los flashbacks si bien interrumpen la acción, no le quita dinamismo a la narración, sino que resultan pertinentes. Por último, a pesar de mantener características del género cinematográfico al que pertenece, el guión logra sorprender según avanza la intriga hasta en la resolución mediante sus ingeniosas vueltas de tuerca o con sus divertidos cameos. En conclusión, Tren Bala es -en el mejor de los sentidos- una gran pieza de “cine shampoo”, con un gran equilibrio de acción y comicidad que dejará más que satisfecho al público amante de este tipo de películas.
Tren Bala es una efectiva película de acción, con toques de humor que se desarrolla mayoritariamente en el medio de trasporte que le da título al filme. Aquí la crítica escrita más formal; en el link la crítica radial, más informal, completa en los reproductores de audio solo, o de YouTube con video. Tren Bala pareciera el retorno a lo grande del director Guy Ritchie, si no fuera que no está dirigida por él, sino por un señor que se llama David Leitch; sin embargo, parece que el espíritu de Ritchie poseyó al nuevo director, para darle el estilo a este film, que transcurre casi completamente en un tren bala, mientras está andando principalmente. El argumento trata sobre una serie de personajes que están puestos a propósito por un personaje de mucho poder en ese tren, pero todos con objetivos y con motivaciones distintas, pero que a su vez son contrarias entre sí. El personaje de Brad Pitt debe recuperar una maleta con dinero; que también la deben recuperar un par de mafiosos, a los cuales se le suma la tarea de proteger al hijo de un mafioso mayor; y a su vez, otros personajes qué son mafiosos, o pseudo mafiosos, tienen que ver con conseguir alguna de esas cosas, y probablemente eliminar a la competencia si es necesario. Eso da lugar a una película efectiva, con mucha acción, con algo de suspenso, con un tono ligero y bastante humor, que tiene personajes bien delineados, y bien claros, los cuales se van a ir enfrentando en distintos momentos; y con distintas complejidades para el deleite de la audiencia, que deberá ir siguiendo la trama y descubriendo sus misterios, a medida que se van sucediendo los robos, asesinatos, peleas, hasta liberación de serpientes; también encontramos flashbacks de cosas pasadas que ilustran momentos previos a la subida del tren, y le dan sentido a las acciones que hacen los protagonistas ya subidos en el tren en tiempo presente. La película está bien filmada, y a pesar de la limitación de filmar casi en una sola locación, no aburre y es muy entretenida. Quizás no tienen la relevancia y la pulcritud realizativa de los verdaderos filmes de Guy Ritchie, especialmente Lock, Stock, And Two Smoking Barrels, y Snatch; pero funciona bastante bien, además los personajes están correctos, bien dirigidos, y nos generan interés, pero más importante aún, es que nos importa sus destinos, aun cuando sabemos qué pueden enfrentarse entre ellos, y quizás nos duela la pérdida de algunos de estos personajes. Para los amantes del cine de acción y de entretenimiento es una buena propuesta para ir al cine. Cristian Olcina
¿David Leitch (John Wick, Deadpool 2) ha perdido su mojo?. Considerando toda la plata invertida en Bullet Train, el cast de lujo, el tema y las situaciones elegidas, el filme queda lejos de ser el espectáculo memorable y descerebrado que prometía. Hay tiempos muertos y hay errores de casting pero, sobre todo, hay un tufillo a aventura ultraviolenta todo terreno onda Tarantino lite que no cierra y hace que uno suplique por mas balaceras y menos diálogos seudo graciosos y falsamente inspirados. Me cuesta creer que me haya divertido mas con un engendro como La Ciudad Perdida – donde figura la mitad del casting de aquí, incluso hay chistes cruzados entre las producciones de ambos filmes como el libro que lee Channing Tatum en el tren y que supuestamente lo escribió la autora que interpreta Sandra Bullock en la cinta de Netflix (y que acá hace de operadora que controla al personaje de Brad Pitt) – que con este filme. El drama es la indulgencia con los diálogos, los cuales no van a ningún lado. Mientras que Pitt es un ídolo, pienso que el filme hubiera funcionado mejor con alguien mas versado en la comedia (como Ryan Reynolds… ups, se me escapó!) que con el. Pitt hace de asesino reformado que ha entrado en una onda espiritual new age por lo cual acepta solamente trabajos en donde no deba matar a nadie. Por supuesto que las cosas se dan exactamente lo contrario, con el tren bala chorreando sangre y una tonelada de cadáveres apilados por doquier. El tipo tiene que robar un maletín, hay un par de sicarios (Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry) con nombres graciosos que lo custodian, así como al hijo de un capo mafioso (cameo de Logan Lerman) al que acaban de liberar de un secuestro y se hicieron con el flaco y con la plata del rescate. Las cosas se complican cuando el tren empieza a saturarse de asesinos de todo tipo y color, ya sea por una extraña coincidencia del destino o como fruto de una rebuscada conspiración. El papá de Logan Lerman es Michael Shannon aka “La Muerte Blanca”, un hiper asesino ruso que se apoderó de un clan Yakuza, liquidó a medio mundo y es sumamente sangriento a la hora de las ejecuciones. En el medio hay un entretejido de historias de rellenos que complican en exceso lo que debería ser una historia mas simple. Todo el filme despide un tufo a Kill Bill que mata, sea por los diálogos pretenciosamente inteligentes – Tyree Henry hablando horas y horas sobre cómo Thomas el trencito valiente se convirtió en su filosofía de vida, Pitt vomitando toneladas de sanata new age sobre armonía y cómo abrazar a tus enemigos para compartir su pena -, o por la presentación / entrada en escena de los distintos personajes con un resumen estilizado de su historia de fondo y por qué terminan llegando al tren. Pero hay algo que patina en todo esto – los chistes no aciertan, incluso la mitad de las peleas no se ven excitantes – con lo cual uno no termina simpatizando con nadie y termina pareciéndose a una superproducción – mediocre y desproporcionada – de Netflix. A Tyree Henry te dan ganas de darle una rociada de ametralladora cada vez que habla de dibujos animados, Taylor-Johnson es aburrido como siempre incluso cuando se burla de los ridículos nombres en clave que usan (Vaquita de San Antonio, Limón, Mandarina, etc), y el filme solo se mueve por la presentación interminable de estrellas invitadas en papeles menores o directamente en cameos. Solo en los quince minutos finales el filme repunta la puntería pero no termina por divertirte salvo de a ratos y en contadas ráfagas. Es posible que el libreto (basado en un libro!) precisara una pulida profunda con mucho mas chistes, o que las coreografías fueran mas cómicas. Yo sé que esto pretende ser una estúpida película pochoclera para pasar el rato – no es que quiere ponerse a la altura de una aventura suprema en originalidad e inteligencia como Kill Bill, aunque se inspire bastante en ella – pero no me terminó por satisfacer. Desde ya que hay gente que quedará chocha con la cinta; yo no me incluyo ya que creo que con todo lo que tiene debería haber sido un espectáculo superior en vez de ser un clon mediocre de las aún mas mediocres películas de aventuras que suele producir Netflix.
Esta mezcla de thriller de acción y comedia a bordo de un veloz tren en Japón tiene como protagonistas a Brad Pitt, Brian Tyree Henry, Aaron Taylor-Johnson y Bad Bunny. Aprovechando la tecnología digital, los efectos especiales de última generación y una billetera generosa para retomar un estilo cinematográfico popularizado en los años ’90 y los 2000 por Quentin Tarantino, Guy Ritchie e incontables imitadores de ellos y de sus antecesores del cine de acción –en especial de Hong Kong–, David Leitch vuelve al thriller sangriento, irónico y supuestamente gracioso que se apoya en una cadena de violentos enfrentamientos salpicados de diálogos cómicos y personajes que parecen sacados de un film de animación. Su “Tren bala”es una película bastante tediosa que se salva de caer en pozos aún más profundos gracias a un elenco de talentosos actores que hacen lo posible con sus «pícaros» diálogos y sus personajes traicioneros en una trama que gira y gira sobre sí misma. El que reina sobre todos ellos es Brad Pitt, quien recorre todo el film con una calma zen que está a mitad de camino entre el Dude de “El gran Lebowski” y alguien que sabe que, pese a la mala suerte y los muertos que se apilan a su alrededor, nada malo le pasará. Es una estrella de cine después de todo y se le nota a cada paso. Sin Pitt, este supermercado de asesinos encerrado en un tren de alta velocidad que va de Tokyo a Kyoto sería una experiencia bastante tortuosa. La trama es complicada pero no tiene mayor importancia y es una excusa, en realidad, para construir una larga cantidad de peleas confinadas al espacio físico de los vagones del tren en cuestión. Viniendo del director de “Atomic Blonde”, “Deadpool 2” y uno de los encargados de “John Wick”, algunas de ellas están realizadas con una coreográfica elegancia que la acercan más a un sangriento ballet que a otra cosa, pero tarde o temprano aburren cuando uno no tiene nada puesto en juego en ellas ni en lo que sucede en este viaje. “Tren bala” es una película que de a poco va revelando a una serie de personajes violentos (algunos de ellos, asesinos profesionales; otros un poco menos experimentados) que están conectados entre sí, sin saberlo, a bordo de ese veloz tren. Uno de ellos es “El padre” (Andrew Koji), un hombre que quiere vengarse de la persona que tiró a su hijo desde una terraza. En el tren se encontrará con ella, que se hace llamar Prince (Joey King) y que tiene otros motivos y planes en la cabeza. En paralelo hay dos asesinos profesionales llamados Limón y Mandarina (Brian Tyree Henry, de la serie “Atlanta”, y Aaron Taylor-Johnson) que han rescatado al hijo (Logan Lerman) secuestrado de un capo mafioso al que se conoce como White Death (el actor que lo interpreta aparece, a modo de sorpresa, al final) y llevan además una valija con millones. Además, circulan por ahí un narco latinoamericano intentando vengar el asesinato de su mujer (el músico Bad Bunny), una criminal escondida dentro de un muñeco infantil (Zazie Beetz) y algunos otros más, que irán apareciendo. Ah, y además hay una serpiente venenosa recorriendo el tren… Pero el principal protagonista es Ladybug (Pitt), la única persona de todas ellas que está en el lugar y el momento equivocados. Si bien es un criminal que recibe indicaciones vía auricular de su jefa (la voz es la de Sandra Bullock), en realidad está reemplazando a otro, que es el que tenía que estar ahí pero se descompuso (el actor que lo encarna es otro cameo sorpresa). Ladybug está en plan “recuperación” y quiere abandonar la vida violenta, por lo que anda por ahí repitiendo frases de autoayuda y tratando de escaparle a la mala fortuna que parece perseguirlo. Es un placer verlo a Pitt con una gorrita de pescador encontrándose con que su aparente sencillo trabajo se va complicando más y más y todavía más. El tipo parece tener una luz interna que lo hace brillar como una deidad en medio del caos. Eso sí, la luz no es lo suficientemente poderosa para iluminar al resto de los personajes ni a la película.