Connor O´Malley es un niño ingles de 12 años, que tras la separación de sus padres, intenta sacar adelante su hogar mientras su madre lucha contra un cáncer que cada vez se torna más cercano a lo terminal. Solo, acosado por sus compañeros, con un padre que no puede hacerse cargo de él y una abuela demasiado acostumbrada a ser rígida y fría, Connor empieza a refugiarse en su imaginación, en especial en su enorme amigo imaginario, un monstruoso árbol viviente. De la mano del realizador español Juan Antonio Bayona nos llega Un Monstruo Viene a Verme, adaptación del clásico libro infantil del 2011, pero con un enfoque que acerca el producto más al público adulto que a los propios chicos. No son pocos los proyectos que en los últimos años nos muestran historias en apariencia infantil, que terminarán gustando más a los mayores de la casa y aburriendo a los pequeños, como ya vimos el año pasado con El Libro de la Selva por ejemplo. Y así como pasaba con la película de Disney, Un Monstruo a Verme pareciera tener los mismos problemas. Es decir, una película que muchos padres al ver el trailer la confundirán como cine para niños, siendo que éstos seguramente en la sala o se aburran con el tono de la cinta, o se asusten con la apariencia y el grado de voz del Monstruo (un gran trabajo vocal de Liam Neeson). Pero si la miramos como una película que está pensada apuntado a un público mayor, Un Monstruo Viene a Verme tampoco sale bien parada, ya que el guion es casi una sucesión de golpes bajos, distribuidos en una trama bastante obvia que no deja lugar a la sorpresa y que a pesar de que puede hacer emocionar, no nos cuenta nada nuevo ni inteligente. Los momentos emotivos de los que hablamos resultan creíbles principalmente por la labor del elenco, dando todos una buena performance en general, destacando además del ya citado trabajo vocal de Liam Neeson, la siempre rendidora Felicity Jones y en especial el joven Lewis MacDougall como Connor, cargándose todo el peso dramático a sus espaldas. Por parte de Bayona, podemos decir que las secuencias donde vemos a el Monstruo (que por desgracia se parece demasiado a Groot), y las partes donde este relata pequeños cuentos, son de lo mejor en cuanto a dirección, siendo el resto un trabajo bastante regular de su parte. Un Monstruo Viene a Verme es una correcta película y ya. Siendo que el guionista es el mismo autor que el libro (Patrick Ness) asumimos que no había demasiado más de donde agarrarse por parte de Bayona y elenco. Para mirar y olvidar a los días.
Cuando nos preguntamos por la vida, lo real y la posibilidad de que la imaginación sea también realidad, aparece un film como Un monstruo viene a verme, que nos cuenta la historia de un niño, ya preadolescente, que transita los duros momentos de la enfermedad de su madre, mientras el mundo a su alrededor lo va provocando, y sus sueños y creaciones lo enfrentan a lo inevitable. Esta película coproducida entre España y Estados Unidos, está basada en la novela homónima de Patrick Ness, quien es también el autor del guión. En ella conviven lo real y lo fantástico, mixturándose hasta no saber cuál es la frontera que los divide. El director Juan Antonio Bayona logra crear una atmósfera en la que la fantasía se despliega entremezclada con la realidad, para lo cual cuenta con la actuación excelente del niño Lewis Mac Dougall, pieza fundamental del relato, sumado a la bellísima animación que utiliza la técnica de la pintura en acuarela, que se despega totalmente de las tradicionales películas de dibujos animados, y unos efectos buenísimos que construyen al Monstruo, al que da carnadura Liam Neeson. También son impecables las actuaciones de Felicity Jones, como la madre y de Sigourney Weaver, como la abuela. Tampoco podría dejar de nombrar a Geraldine Chaplin, como la docente, en un pequeño papel. Párrafo aparte merece la construcción de las imágenes que transmiten la interioridad de los personajes, con una cámara que va cambiando de inestable a prolija según las situaciones, contribuyendo a dar sentido. Esta conmovedora historia nos enfrenta con miedos muy humanos y con la necesidad de reconstruirnos a cada paso aceptando y rebelándonos con lo que nos interpela. Para ver con pañuelos cerca, y no perdérsela.
Visualmente aceptable aunque predecible desde lo narrativo. La muerte. Aceptar que todos los que nos rodean ––e incluso nosotros mismos— tarde o temprano vamos a dejar este mundo, es un hecho que no recibimos ni asimilamos con facilidad; sin ir más lejos, mientras menor la edad, más difícil es. Un Monstruo Viene a Verme trata de abordar este dilema moral desde el punto de vista infantil, entremezclándolo con lo fantástico. Yo… soy… Liam. Connor O’Malley es un niño que no está pasando por su mejor momento. Su padre vive lejos, sus compañeros de colegio lo molestan, y como si esto fuera poco, su madre padece una grave enfermedad que, de terminar con su vida, dejará a Connor en manos de su estricta abuela. Entre todo este descontento, llega a la vida de Connor un monstruo que le contará tres historias, cada una con el propósito de ayudarlo a enfrentar sus problemas. Durante días me he quedado pensando si la predictibildad de Un Monstruo Viene a Verme es una virtud o un defecto. Porque es una de esas películas que tiene un final cantado ni bien se les posa el ojo, con mecanismos narrativos que el espectador ve venir desde kilómetros. Es una virtud, porque la película no hace ningún esfuerzo en vendernos gato por liebre; lo que sospechamos que va a pasar es lo que va a pasar. Su mensaje, o lo que intentan promover como tal, pasa por otro lado. Habla con mucha inteligencia no sólo sobre la aceptación de la muerte, sino de la contradicción inherente a la naturaleza humana, y como esa línea moral de lo bueno o malo, se vuelve más difusa conforme crecemos. No obstante, esto es también un defecto, porque sólo se conforman con aceptar su predictibilidad; el personaje cambia por esta experiencia, es cierto; pero no hay riesgo externo. Nos queda el mensaje, todo maravilloso, pero no hay riesgo. Un conflicto interno fuerte es importante para el crecimiento de un protagonista, pero si el conflicto externo, el obstáculo tangible, es débil y/o anticipable, le quita valor a ese crecimiento por profundo que sea su desarrollo. En materia actuación, los que quedan bien parados son Sigourney Weaver como la abuela del protagonista y la voz de Liam Neeson que confiere la intimidación esperable del monstruo (aunque por su aspecto parezca ser el primo de Groot de Guardianes de la Galaxia). El chico protagonista, Lewis MacDougall, entrega una interpretación decente, mientras que Felicity Jones está en piloto automático durante toda la película; no consigue conmover. Aparte, cabe aclarar que las escenas que comparte con MacDougall son más propias de una dinámica hermano-hermana que de madre-hijo. Visualmente la película es bastante impecable, tanto en el live action como los segmentos animados que ilustran a las historias del monstruo. La fotografía crea eficientes composiciones de cuadro que adoptan el clima y el paisaje que supo crear la dirección de arte. Conclusión: Aunque abarca con propiedad una temática compleja como es la muerte, y un contexto aún más complejo para enfrentarla como es el de la niñez, Un Monstruo Viene a Verme termina perdiendo lustre por la predictibilidad de su recorrido narrativo.
La visita. Connor (Lewis MacDougall) es un niño de tan solo doce años que atraviesa toda clase de angustias y dolores. Sus padres se han separado, él es el gran aliado de su madre en la casa, pero ella tiene un cáncer terminal y día a día se deteriora su cuerpo. Su padre distante y frío, su abuela estricta y enojada con la vida por la enfermedad de su hija, un colegio donde Connor sufre bullyng, todo hace que la vida del niño sea agobiante. Hasta que el monstruo del título comienza a visitarlo. Amenazante en un principio, el gigantesco personaje promete contarle a Connor historias que prometen dejarle una enseñanza. La película transcurre entre ese universo de fantasía y la más cruda y triste de las realidades. En esta nueva película del director español Juan Antonio Bayona se combinan sus dos características principales: Un refinado estilo visual de aires gótico como los de su obra maestra El orfanato y el gusto por el melodrama sin mucho pudor, como en su siguiente película Lo imposible. En aquellos dos films y en este, la relación de la madre con su hijo es el eje alrededor del cual giran los conflictos del film, más allá de las diferencias entre cada una de las películas. En Cuando un monstruo viene a verme lo principal es la madurez del niño que necesita despedirse de su madre. Aunque la separación de los niños de su madre es el tema principal de muchos cuentos de hadas, acá la separación es obligada por la enfermedad de ella. Cuando un monstruo viene a verme es de una belleza visual que impacta. Bayona y su equipo consiguen conmover estéticamente. Cada uno de los relatos del monstruo así como también cada una de sus apariciones es algo memorable. Las otras escenas, las realistas, tienen una delicadeza visual también digna de ser mencionada. El problema de la película es que cuando abandona la protección del género cinematográfico fantástico y pasa al melodrama el tono es excesivo y cargado de crueldad cinematográfica. No es lo que le pasa al protagonista, es como lo muestra. En El orfanato el género cubría a todo el relato y dentro de sus reglas el pudor del espectador no se veía atacado. Acá, al separar la historia en dos niveles (tres en realidad, si contamos los cuentos) deja desamparado un sector del relato y esto manifiesta trucos y recursos menos nobles y sofisticados. A pesar de esta objeción, que no es menor, como comprobarán los que vean la película, la película se impone desde lo visual. Conmueve en imagen y hace llorar con los golpes bajos. Son dos emociones distintas que tal vez no podamos separar por momentos, pero desequilibran todo este bello y triste relato.
El antimaniqueísmo hecho fábula Aquella exacerbación dramática que pudimos encontrar en films como El Orfanato (2007) y Lo imposible (2012) vuelve a darse cita en la nueva apuesta del realizador J.A. Bayona, todo un especialista en la ampulosidad bien canalizada, esa que subraya la fortaleza espiritual… La bella y taciturna Un Monstruo Viene a Verme (A Monster Calls, 2016) redondea lo que podríamos definir como la personalidad cinematográfica de J.A. Bayona, un director muy valiente que en sus tres películas ha sabido usufructuar -con una apabullante convicción- el melodrama más sobrecargado y lacrimógeno. Sus méritos adquieren una proporción inusitada si recordamos que gran parte del cine contemporáneo está en manos de burgueses timoratos y cínicos cuyo “ideario” principal se ubica en las antípodas de la sinceridad propuesta por el español (los palurdos detrás de cámaras también encuentran su reflejo en un público cada vez más insensibilizado). En este, su segundo opus en inglés, consigue pulir aquella dialéctica de la vehemencia y las tragedias familiares, bajando sutilmente la intensidad para que el devenir se sienta más armónico y el naturalismo domine la narración. Como en las anteriores El Orfanato (2007) y Lo Imposible (2012), estamos ante un relato de reconstrucción en función de la pérdida de un ser querido y el duelo subsiguiente, un esquema que apunta a la madurez y el crecimiento psicológico en la praxis diaria por sobre cualquier indicio de infantilismo bobalicón modelo hollywoodense. Precisamente, el convite retoma el tesoro máximo de la niñez, léase la imaginación creativa/ destructiva, para dar forma a una fábula antimaniquea en la línea de las gloriosas Bandidos del Tiempo (Time Bandits, 1981), La Historia sin Fin (The NeverEnding Story, 1984) y El Laberinto del Fauno (2006). El film en cierta medida también está emparentado con una obra reciente de tono inconformista, Mi Amigo el Dragón (Pete’s Dragon, 2016), un trabajo quizás más volcado hacia el indie norteamericano un tanto tristón pero igual de perspicaz y meticuloso. Hoy el gran protagonista es Conor O’Malley (Lewis MacDougall), un nene británico que arrastra la estela de sufrir bullying en el colegio y tener padres divorciados y corazón de dibujante. Sin embargo su verdadero martirio se centra en el cáncer que padece su madre (Felicity Jones), circunstancia que lo condena a depender de su abuela (Sigourney Weaver), con quien no se lleva bien, y su padre (Toby Kebbell), un hombre que vive en Estados Unidos y posee otra familia. Todo el asunto deriva en pesadillas sobre la desaparición de su progenitora, las que a su vez desencadenan la llegada -en un plano difuso entre la realidad y los territorios oníricos- del ser del título (Liam Neeson), un árbol antropomorfizado que promete contarle tres historias que obviarán la partición de la humanidad entre buenos y malos, a condición de que el jovencito asimismo le relate un cuento al “monstruo” al final. Bayona logra que todo el elenco interactúe en perfecta sintonía y aprovecha al máximo el guión de Patrick Ness, a partir de su novela homónima: en especial sorprende el desempeño del pequeño MacDougall, aquí despachándose con una actuación que va desde el sigilo hacia el pulso visceral y la efervescencia del dolor no asumido, el cual termina explotando de maneras violentas y “bien cotidianas” (en contraposición a las soluciones mágicas y la canalización escapista del mainstream adepto a la forma y las escenas de acción por sobre la sustancia y el desarrollo sensato de personajes). En Un Monstruo Viene a Verme la muerte no aparece maquillada y la desmembración afectiva se trabaja desde la fortaleza minimalista del hogar y lo imprevisto, hoy homologado con lo inevitable. La aceptación de la verdad y el potencial sanador de la imaginación son los ejes de una obra encantadora…
Un film con moraleja y enseñanzas no recomendado para niños pequeños, pero sí para cualquier persona amante de los buenos efectos especiales, la animación exquisita y los buenos relatos. Si bien el hilo principal es triste ya que cuenta el....
Un cuento clásico sobre los temores infantiles que no escapa a un tratamiento sensiblero en los minutos finales, pero al que el director imprime imágenes seductoras en un universo pesadillesco. El realizador de El orfanato y Lo imposible, el español J.A. Bayona, cierra con Un monstruo vino a verme una suerte de trilogía sobre las relaciones familiares inmersas en condiciones extremas. Un monstruo vino a verme, un cuento basado en la novela homónima de Patrick Ness, gira en torno a los temores infantiles y si bien no escapa a su tratamiento sensiblero en los minutos finales, el director crea a través de imágenes seductoras un universo de peligros, entre luces y sombras, para que un niño atraviese su camino a la madurez. Con un elenco de lujo encabezado por Lewis MacDougall, en el rol de Connor, de 12 años, quien debe ocuparse de llevar las riendas de la casa porque su su madre -Felicity Jones- está enferma de cáncer, se enciende una trama en la que se construye una "ficción dentro de otra" para comprender y atravesar una realidad dolorosa. Con la ayuda de una presencia monstruosa -amenazante al comienzo y amigable al final- Connor enfrenta sus pesadillas recurrentes, y además a una abuela calculadora -Sigourney Weaver- que llega al hogar. El film expone buenos climas de misterio al comienzo, con la presencia monstruosa en forma de árbol que irrumpe en la ventana del pequeño protagonista y a secuencias oníricas y otras de animación, que se dan a través de los relatos que el monstruo le acerca a Connor. A la voz que aporta Liam Neeson a la criatura en cuestión, se suma la fugaz presencia de Geraldine Chaplin y Toby Kebell como el padre. Las tomas cenitales muestran cuán pequeños seguimos siendo ante situaciones incomprensibles en las que la muerte dice presente. Una fábula muy bien filmada y altamente emocionante.
Un Monstruo Viene a Verme: Muy viejo para ser un niño, muy joven para ser un hombre. El director de "Lo Imposible" y "El Orfanato" vuelve a la carga con otro film cargado de emoción, actuaciones estelares de todo el elenco y un nuevo árbol parlante que se roba la película. Connor O’Malley (Lewis MacDougall) es un chico inglés de 12 años con muy mala fortuna, no tiene amigos en la escuela, su padre(Toby Kebbell) vive en otro país con su nueva familia, tiene a la peor abuela del mundo, su cuarto da a un cementerio y para ponerle la frutilla al postre de desdicha que es su vida, su madre está gravemente enferma de cáncer. El momento más feliz de un dia en la vida de Connor es llegar a casa con su madre, ver películas con ella y cuando esta no se siente bien garabatear notables dibujos en su cuaderno. Una noche sin embargo, entre dibujos, Connor se queda observando como el tejo que se erige imponente en el medio del jardín del cementerio que se ve por la ventana de su cuarto se levanta de la tierra como una especie de árbol antropomorfo que se acerca lentamente a la ventana del niño. El monstruo anuncia que visitara al niño durante tres noches diferentes en las que le contara tres historias y que en su cuarta visita Connor tendrá que contarle la suya. De aquí en adelante comienza el viaje emocional del film, a partir del deterioro de la salud de su madre, Lizzie (Felicity Jones), Connor deberá quedarse con su abuela(Sigourney Weaver), quien pareciera verlo como una carga para su cada vez más endeble hija, a causa de esto ambos tendrán varios desagradables intercambios que no generan más que dejar exhaustas y agobiadas a dos personas que lentamente están perdiendo a la persona que mas aman. En medio de esto el padre de Connor viaja desde Estados Unidos para visitarlo debido a la situación de su madre. A pesar de la felicidad inicial de Connor, este pronto descubrirá que a pesar de sus buenas intenciones, su padre está demasiado preocupado con su nueva familia como para poder ayudarlo realmente. Esta película definitivamente entra dentro de la categoría coming-of-age, solo que el niño que tiene que lograr madurez en este caso es mas joven que de costumbre, por lo que su crecimiento y comprensión de la situación es repentino y confuso para él, y entre la falta de contención adulta, el abuso que recibe de sus compañeros en la escuela y la pura soledad que experimenta nuestro protagonista, la mayoría de su trayecto implica explosiones de rabia cada vez peores que lo acercan a un desenlace en el cual deberá aceptar una dolorosa perdida o evitarla exponiéndose a una vida de arrepentimiento. Estos conflictos por momentos hacen que las rabietas de Connor contra alguien o algo se vuelvan repetitivas, pero la calidad de sus actores (en especial MacDougall) logran mantener el impacto en los momentos clave. La adición del monstruo (al cual le presta su voz Liam Neeson) como una figura que nunca sabemos si es real o solo una manifestación de la mente de Connor para lidiar con el sufrimiento le da un elemento único y refrescante en las fabulas que le cuenta, las cuales hacen recordar las historias de “El Gran Pez” de Tim Burton, pero con una particular animación a base de dibujos en acuarela similares a los de Connor, y generalmente dan un respiro al espectador. Ademas es interesante saber que el director J.A. Bayona puede hacer monstruos con gran magnetismo dentro de un elenco de actores live action ya que su próximo proyecto es la secuela de Jurassic World. La revelación del elenco Lewis MacDougall es también la mejor parte, no solo por ser tan joven, sino por su capacidad de ir frente a frente con prolíficos actores con una gran madurez y dejando en claro que él es quien lleva en hombros la película. Sin embargo hay varias grandes actuaciones, desde un Toby Kebbell al cual por fin vemos acoplándose a grandes actuaciones en una buena película, en vez de ser la única parte rescatable de ella, hasta el siempre destacable aporte de Liam Neeson, especialmente cuando presta su voz hecha a medida de estos imponentes personajes animados. Felicity Jones consigue tener una gran química madre-hijo con MacDougall, la cual siempre es una relación retratada de manera interesante en los films de J.A. Bayona, tanto en El Orfanato(2007) como en Lo Imposible(2012). El film ademas goza de un gran guion ya que es adaptado por el mismo autor de la novela de 2011 A Monster Calls, Patrick Ness, quien ademas es creador y escritor en Class, el proximo spin-off de Doctor Who. Un Monstruo Viene a Verme consigue un balance interesante entre la pura angustia por la pérdida tan sufrida de una madre y la aceptación y maduración de sentimientos que esta conlleva, y por momentos esto se hace sentir como un baldazo de agua fría, sin explicación ni justicia alguna, pero esa es la razón por la cual uno puede perderse dentro la historia, sentirse identificado con un aspecto u otro, olvidarse de que esta es una película con sus fallas y pensarla como una de las partes mas difíciles de la vida, y por último, vaciar la caja de pañuelos cuya compra es obligatoria antes de entrar en la sala.
Un monstruo viene a verme Juan Antonio Bayona es un artesano. Para plasmar en imágenes su cine se ha rodeado de artistas de la talla de Eugenio Caballero para lograr transmitir su mensaje, pero, también para poder narrar historias que en manos de otro realizador hubiesen sido otra película u otra cosa. Acá la tiene bien complicada, al trabajar con un género como el fantástico pero además teñirlo de drama en la inmejorable saga de un pequeño niño que ve cómo su madre se va alejando de él por una enfermedad y debe quedar a merced de sus propios fantasmas y al cuidado de su abuela. “Un monstruo viene a verme” (A monster calls, 2016), con Sigourney Weaver, Liam Neeson, Felicity Jones, Tobby Kebbell y Lewis MacDougall , nos transportan a un sentido y maravilloso viaje a las emociones de un niño. La infancia como el lugar de reparo ante el dolor de la pérdida. Bayona vuelve a lograr impactar con una narración única y potente.
Tras el éxito de El orfanato y Lo imposible, el director catalán rodó esta transposición de la novela de Patrick Ness sobre las desventuras emocionales de un niño de 12 años que acompaña la enfermedad terminal de su madre (Felicity Jones). La película alcanza sus mejores momentos cuando apuesta a lo fantástico (con un creativo uso de efectos visuales y la inclusión de bellos pasajes de animación artesanal) y remite al cine de Steven Spielberg, pero termina cayendo en el subrayado torpe y la manipulación emocional. Una de las características principales del cine de Juan Antonio Bayona es su búsqueda constante de la complicidad de la audiencia, a la que invita a habitar unas ficciones neutras, sin aristas, que beben de imaginarios reconocibles. En El orfanato, uno detectaba guiños a películas de terror con cierta capacidad de transgresión, pero nunca abandonaba su pulcritud, nunca tomaba caminos arriesgados que pudieran incomodar a determinados espectadores. Esa circunstancia, sumada a una factura visual equiparable a la de las producciones anglosajonas mainstream de fantasmas, facilitó el nacimiento de un proyecto internacional de gran magnitud como Lo imposible. Un film que, en su día, hizo florecer interrogantes parecidos a los que ahora generan algunos thrillers patrios. ¿Hasta qué punto una superproducción de catástrofes rodada en inglés con estrellas de Hollywood puede considerarse española? ¿Hasta qué punto le conviene a nuestro cine adoptar las formas del cine industrial estadounidense? El público le dio la razón al director barcelonés, pero algo se perdió por el camino. Lo imposible supuso también la consolidación de dos rasgos definitorios de la obra de Bayona, que siguen vigentes en Un monstruo viene a verme. Por un lado, su gusto por ofrecer elaboradas secuencias de acción de gran espectacularidad (el tsunami de su anterior película, las apariciones del gigante en su nuevo trabajo) y, por otro, su tendencia a golpear emocionalmente al espectador apelando a lo lacrimógeno. El film protagonizado por Naomi Watts y Ewan McGregor abusaba así de los subrayados sonoros y simbólicos para reivindicar el instinto de supervivencia humano y la solidaridad entre los miembros de una familia unida ante la tragedia. Quizás conciente de los excesos del desatado tramo final de Lo imposible, Bayona opta por una cierta contención emocional en Un monstruo viene a verme, que es, con toda probabilidad, su film más equilibrado. Ello no supone, en cualquier caso, que estemos ante una película sutil; el director español sigue moviéndose en el terreno de los sentimientos básicos y nos arrastra a un torrente emocional en el que habrá lugar para el cáncer, el maltrato escolar y la muerte. Todo ello en un relato que adopta el punto de vista de Conor, un niño de doce años que debe pasar de la negación a la aceptación de la grave enfermedad que sufre su madre. Cuando las cartas con las que juega el film ya están sobre la mesa, advertimos que la vertiente fantástica del relato (manifestada en las llegadas de un monstruo en forma de árbol al que solo puede ver el protagonista) está íntimamente ligada a la evolución psicológica del niño. El gigante no es más que la manifestación de sus miedos y la vía para tomar consciencia de su situación personal. Esta suerte de aprendizaje terapéutico se producirá a partir de los códigos del cuento; cada relato que cuente el monstruo a Conor (con sus príncipes, sus reinas y sus seres mágicos) no será más que una alegoría de aquello a lo que se enfrenta el protagonista. La ficción, por tanto, ayudará a superar conflictos internos o familiares y el conjunto de la película asumirá dicho planteamiento en una clausura que incide en esa idea. Nunca el cine de Bayona había estado tan cerca del de Steven Spielberg, uno de sus referentes, sobre todo de E.T. El extraterrestre y Encuentros cercanos del tercer tipo. La película, que al parecer es bastante fiel a la novela homónima de Patrick Ness en la que se inspira (el escritor estadounidense es el guionista), no es particularmente llamativa en sus decisiones formales, pero sí contiene fragmentos de animación de lo más sugerentes. Estos, que son obra de Adrián García, imitan las formas y los colores de la acuarela para ilustrar dos de las historias fantásticas contadas por el gigante. La impresión tangible y artesanal de las gotas de pintura animadas otorga una calidez al film de la que carecen las escenas dominadas por los efectos especiales, que resultan un tanto artificiosas e irreales. Lo más problemático de Un monstruo viene a verme no es, sin embargo, su estética sino su retórica. Bayona, que reincide en la complacencia antes mencionada, no puede evitar atar todos los cabos de su película y subrayar cada una de sus metáforas, hasta el punto de resultar algo redundante, limitando las lecturas interpretativas del espectador. El film pierde, así, buena parte de su misterio y uno acaba teniendo la impresión de que las emociones que nos despiertan los personajes no son espontáneas, sino forzadas por un guión y una dirección que nos dicen cuándo y por qué debemos llorar.
LA VERDAD DE LA MONSTRUOSIDAD A Monster Calls articula dos o tres motivos muy comunes en este tipo de dramas pero que no por ello pierden interés o efectividad: la orfandad, el monstruo como sustituto y la fusión entre lo real y lo imaginario. La combinación de estos tres elementos no necesariamente decanten en una narración ya transitada puesto que sus variaciones pueden ser infinitas, pero de seguro hay algunos lugares comunes por los que se suele atravesar. Sin ir más lejos, en el 2016 se estrenaron por lo menos dos películas que enlazaban la idea de la pérdida o ausencia de los padres con la existencia de un monstruo que suple la falta. Estas fueron El buen amigo gigante (Spielberg) y la remake Mi amigo el dragón. En ambas películas el “monstruo” logra traspasar el ámbito de lo imaginario para demostrar su existencia verdadera. Pero más allá de la particular decisión de configurar a la criatura dentro del registro de lo real, lo cierto es que su función como operador narrativo es la misma en todos los casos. No importa dónde se esconde el monstruo -dragón, gigante, etc.-, este siempre viene a mostrar la disconformidad y a solucionarla. Connor (Lewis Mac Dougall) es un niño de 12 años que debe afrontar la inminente muerte de su madre (Felicity Jones) al tiempo que debe hacerse a la idea de que su destino es vivir con su abuela (Sigourney Weaver). Tal como la voz narradora del monstruo nos explica, este es un drama de un muchacho que es demasiado viejo para ser un niño y demasiado joven para ser un adulto. En esta coyuntura solo basta una proyección de la vieja King Kong, que Connor ve con su madre, y una pesadilla recurrente del niño para invocar a la criatura, quien siempre emerge a las 12:07. Las demandas del monstruo (Liam Neeson) parecen ser bastante simples. Connor debe escuchar tres historias que él tiene para relatarle pero a cambio le reclama la verdad de su pesadilla. Por supuesto, el niño no quiere acceder a tales requerimientos y aunque sus argumentos refieren a aquello que puede o no sanar a la madre, a salvarlo de la abuela, lo cierto es que Connor no quiere delatar el secreto que encierra su pesadilla. Esto es así, porque todo mal sueño es un monstruo que viste la disconformidad, la angustia, el miedo y la resistencia al ver. Bayona, quien ya había dirigido El orfanato (2007) y Lo imposible (2012), hace un trabajo prolijo y efectivo. Puede ser que A Monster Calls no sea demasiado innovadora narrativamente pero tampoco lo es la novela de Patrick Ness, quien es a su vez el guionista del film. Tal vez uno de los mayores logros sea del orden de lo visual y en la manera en que logra articular el mundo de la ficción dentro de la ficción con el registro real del mundo concreto en el que vive Connor, sus familiares y conocidos. El film posee una belleza de la imagen inusual particularmente en las narraciones en las que el monstruo relata al niño y que se mantienen en un riguroso trabajo de animación en la que se observan diversas técnicas de dibujo. Por supuesto, el mundo “real” del film también conserva una estética visual afín a lo imaginario además de disponer de una tecnología digital de punta cuando de recrear al monstruo refiere. Considerando estos aspectos podemos decir que el film logra el objetivo de entretener y deleitar al espectador a pesar de no ser un film inolvidable. A MONSTER CALLS A monster calls, EEUU, 2016. Dirección: J.A. Bayona. Guión: Patrick Ness. Producción: Eugenia Caballero. Montaje: Jaume Marti, Bernat Vilaplana. Fotografía: Oscar Faura. Música: Fernando Velázquez. Intérpretes: Lewis MacDougall, Felicity Jones, Toby Kebbell, Liam Neeson, Sigourney Weaver. Duración: 108 minutos.
Mi amigo el gigante Un monstruo viene a verme es de alguna forma el cierre de una trilogía inaugurada con El orfanato y seguida por Lo imposible por el director J. A. Bayona, donde las relaciones entre madre e hijo son el fuerte en la historia. En este film, un niño de 12 años trata de hacer frente a la enfermedad de su madre con la ayuda de un monstruo que lo visita cada noche. Se trata de un drama fantástico donde se combinan muy buenos efectos especiales con la técnica de performance capture. La película circula por dos problemáticas muy marcadas. Por un lado la situación por la que pasa su madre, a quien pretende aferrarse para no decir adiós; y por el otro, la dureza con la que se marca a las víctimas del bullying (lo cual está menos desarrollado para no solaparse con el tema central). Todo esto narrado a partir del dibujo, donde vemos reflejado el punto de vista de Connor O´Maley (una notable actuación de Lewis McDougall), un niño de doce años que es demasiado mayor para ser un niño y joven para ser un adulto. Es posible encontrar en el film un relato bien construido y con personajes con los cuales podemos conectarnos. Además de McDougall, Felicity Jones lleva adelante un papel esencial donde no pone de sobre relieve el sufrimiento y la victimización. Le siguen el esperado regreso de Sigourney Weaver a la cinematografía, como una abuela un poco controladora y recta; y la voz de Liam Neeson, detalle no menor porque es quien le da la impronta a este personaje. La película es la adaptación casi literal del libro escrito por Patrick Ness y es por eso que consigue provocarnos con facilidad la lágrima. Y es probablemente lo que haya que remarcar como un gran defecto de esta obra: los golpes bajos, la música sensible y los colores entre gris y negro que nos llevan a desdoblarnos en dos. Fuera de eso, la dirección nos regala planos espectaculares, bellas acuarelas y grandes secuencias animadas, donde sobre todo cumplen con darle vida al monstruo y permiten viajar a un mundo imaginario. Vamos a encontrarnos con pocos diálogos, pero todos muy bien hilados. La labor de Oscar Faura en la fotografía y Fernando Velázquez en la música son también para destacar. Un monstruo viene a verme es una película que probablemente no le guste a todo el mundo, pero Bayona creó una obra de arte que pretende llegar a nuestro interior y lo consigue. Es una película que incluso puede resultar terapéutica para quienes se encuentran viviendo una situación similar y por un rato jugar a vivir la historia de otros.
La imaginación, ese complemento de lo real Juan Antonio Bayona, realizador de El orfanato (2007) y Lo Imposible (2012), entrega con Un monstruo viene a verme (A monster Calls, 2016) un duro relato sobre la pérdida de un ser querido y la preparación del duelo. Transposición del libro de Patrick Ness, Un monstruo viene a verme tiene un mérito inicial: ofrecer una historia a partir del punto de vista de un niño sin obviar el tremendo drama que le acontece. Es una apuesta de riesgo, que implica el abordaje de un tópico muy transitado por las cinematografías infanto-juveniles (la pérdida de la madre), por lo general “contaminado” por un tratamiento condescendiente. La película de Juan Antonio Bayona reincide sobre las zonas más dolorosas de la historia, y a partir de un cruce con lo imaginario establece puntos de contacto, “pistas” para interpretar aquello que ocurre en el más ríspido territorio de lo real. Conor (Lewis MacDougall) tiene doce años. Su mundo cotidiano se subsume al bullying que sufre a diario en la escuela y a la convivencia con su madre enferma (Felicity Jones), una joven mujer cuya vida pende de un hilo. La presencia de la abuela en la casa (Sigourney Weaver) sugiere que el niño terminará viviendo con ella, una idea que a Conor lo angustia aún más. También hay un padre ausente que vive lejos y con su propia familia, quien no parece tener intención de llevarlo a vivir con él. En medio de ese contexto, el niño imagina. Y el centro de su imaginación es un árbol monstruoso (la voz es de Liam Neeson) que al comienzo da pánico. En determinado momento devendrá en el narrador ejemplar de una serie de historias que, de alguna forma, sirven como el marco de aprendizaje de Conor. La película está muy bien actuada y hacia el final comete el traspié de aportar cierto tono sensiblero del que carecía por completo. Los méritos, no obstante, superan holgadamente ese punto débil. En primer lugar, el ya apuntado “tratamiento duro” para un “tema duro”; el equilibrio entre la forma y el contenido que encontró Bayona para narrar a través de los ojos de un niño un momento trágico de su joven vida. Luego, la forma en la que la inclusión de pasajes fantásticos sirve para “problematizar” ese tema más que para graficarlo. Las conexiones entre el núcleo duro de “lo real” (la posible desaparición de la madre) y los segmentos imaginados son varias y multiformes: hay en esas historias ejemplares motivos, desdoblamientos e identificaciones que hablan de lo que le sucede a Conor pero que no implican una referencia lineal o reduccionista con el afuera. No: aquí el espectador debe operar como un intérprete activo de esos símbolos. Finalmente, la inclusión de fragmentos animados y de efectos especiales más coherentes que grandilocuentes resultó crucial para hacer de este relato una experiencia emocional que, en otras manos, hubiera devenido en una banalización del dolor.
LOS MONSTRUOS QUE ASUSTAN Y AYUDAN Es un melodrama con un monstruo que es un prodigio de efectos especiales que le da a un preadolescente un curso intensivo de sobrevivencia por los dolores que debe atravesar. Es la corporización de una pesadilla justificada, efectista, cargada de tintas, pero oscura y que entretiene. El protagonista un preadolescente (Lewis MacDougall) que tiene que afrontar la dolorosa realidad de su madre gravemente enferma, el buylling escolar , la mala relación con su abuela y ese monstruo fabuloso que lo asusta y comprende al mismo tiempo es lo único que tiene. Una especia de psicólogo de fantasía que lo acompaña en el camino hacia la comprensión y la adultez. Lo mejor que tiene el film es la corporización de ese ser fantástico que tiene la voz profunda de Liam Neeson. El resto del elenco es de renombrados Felicity Jones y Sigourney Weaver. Lo más flojo es que mucho se resuelve más que por lo visual por la palabra de habitante de su imaginación. Un cuento lacrimógeno.
Un chico demasiado grande para ser niño, demasiado joven para ser un hombre. Así describe su autor Patrick Ness a Conor O’Malley, el niño protagonista de esta historia. Una historia que incluye a un monstruo que visita a Conor con una propuesta especial, contarle tres historias para que luego el chiquito le cuente una, con su verdad. Asombrosa actuación de Lewis MacDougall (Conor), que con sus ojos y gestos expresa más de lo que dice, conmueve. Conmueve como solo logra hacerlo su director, J.A. Bayona, quién tiene una habilidad clara para tocar nuestros corazones, estrujarlos y hacernos derramar nuestras lágrimas. Un monstruo viene a verme, puede ser un simple film con una historia triste de un niño que tiene una madre enferma de cáncer y además sufre de acoso en la escuela y en su mundo imaginario recibe la visita de un monstruo, pero realmente resiste análisis más profundos. Se trata de esas películas que podés desmenuzar y descubrir mil capas de información debajo de la que vemos a priori. Completan la historia el Monstruo con la profunda voz de Liam Neeson, que no se lo ve de manera tradicional, pero hay un guiño para el espectador, ya que lo vemos en varias fotos como abuelo de Conor; y Felicity Jones, interpretando a una madre separada enferma de cáncer. Esta joven me deslumbra en cada papel y esta no es la excepción. Qué sentirá al verse en pantalla de esa manera, realmente es shockeante y muy triste lo que la enfermedad hace en el cuerpo y en alma de una persona. Una película conmovedora, de aventuras, de ciencia ficción, de un monstruo de los buenos que enseñará a este pequeño algo muy importante.
Una película de autoayuda para chicos. Un detalle por el que podría recordarse al 2016 es por las películas de niños con amigos gigantes y/o monstruosos. Con El buen amigo gigante de Steven Spielberg como mascarón de proa, la cosa se volvió tendencia con los estrenos de Mi amigo el dragón, de David Lowery, y Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona, que acá llega con algunos meses de retraso extra. Dicha demora tal vez no sea arbitraria y se deba a las esperanzas de su distribuidor local de que el film obtuviera el espaldarazo de alguna nominación a los Oscar que nunca llegó. Y no está mal que no ocurriera, porque más allá de los méritos técnicos, las correctas actuaciones, la espléndida (aunque esta vez un poco sobreactuada) voz de Liam Neeson o lo emotivo de algunas secuencias, lo cierto es que la única nominación que habría resultado justa hubiera sido la de Mejor Drama Psicoanalítico. Categoría que habría que haber creado ad hoc para la ocasión. El bullying al que el protagonista es sometido en la escuela; la madre joven y enferma terminal que lo enfrenta a una inminente orfandad; la ausencia del padre y la creación de una figura masculina imaginaria e idealizada; el dibujo como canal a través del cual las fantasías literalmente cobran vida; los conflictos con la abuela materna, quien pretende tapar esos huecos que hacen sufrir a su nieto; la forma en que el chico oye discusiones adultas que no debería oír o ve situaciones que no debería ver, siempre a través de puertas entornadas; el modo en que espía a través del ojo de la cerradura la vieja habitación que ocupaba su propia madre en la casa materna. Arquetipos que el psicoanálisis utiliza para abordar una etapa compleja como el final de la infancia. Para lidiar con todo eso, el pequeño Connor se inventa un monstruo que, para seguir en línea con lo anterior, no sólo encarna los miedos del protagonista sino que viene a proponerle de forma expresa la posibilidad de sanar sus heridas emocionales contándole cuentos. Es decir, una cura a través de la palabra. Que el monstruo surja de un árbol que se yergue junto al cementerio y la centenaria iglesia del pueblo no hace más que potenciar los excesos simbólicos. El problema no es la filiación de la historia que Bayona adaptó al cine a partir de una novela de Patrick Ness –quién se encargó del guión– con la disciplina creada por Sigmund Freud, sino el carácter absoluto con que se le impone al espectador, sin dejar resquicio por los que se pueda colar una lectura alternativa. El colmo llega sobre el final, cuando Connor no solo es empujado por su monstruo a vivir su peor pesadilla más allá del momento en el que siempre se despierta, sino también a encontrarle una explicación, en una escena que replica una sesión entre paciente y analista. Si a esa obvia representación se suma la mención de la fe como herramienta de sanación o frases como “no hay buenos y malos, todos somos ambas cosas” o “lo importante no es lo que dices sino lo que haces”, se puede decir que Un monstruo viene a verme es casi una película de autoayuda para chicos.
Un monstro viene a verme retoma algo que el cine ha perdido casi por totalidad: la fantasía. Porque si bien hay mucha tecnología que se aplica en superhéroes, robots gigantes y explosiones, es muy difícil encontrar buenas historias que combinen lo cotidiano con lo fantástico. Sin embargo recientemente tuvimos dos ejemplos: la genial remake de Mi amigo el Dragón (2016), y el injusto fracaso comercial de Spielberg Mi buen amigo gigante (2016). Ambas con un estilo similar de historia. El estreno de hoy comparte elementos con estas películas pero con el agregado de una gran carga dramática. Y aquí hay que hacer una aclaración importante porque nos encontramos con un film que puede afectar al espectador si ha pasado o está pasando un mal momento con alguien cercano que posea una enfermedad terminal. Es muy fácil llorar y angustiarse con esta película pero también es sencillo emocionarse de forma esperanzadora. Ahí radica todo lo genial que tiene porque logra balancear muy bien la cruda realidad con el mundo fantástico. El director español Juan Antonio Bayona, cuya ópera prima fue ese peliculón llamado El Orfanato (2007), y viene de hacer Lo imposible (2012), mantiene su estilo oscuro y tensión entre los personajes. Gran laburo del niño actor Lewis MacDougall junto a una demoledora Felicity Jones y Sigourney Weaver que siempre legitima. Amén para la voz de Liam Neeson porque el monstro no hubiera sido lo mismo sin la presencia que él pude ponerle aún sin salir en pantalla. El elenco funciona muy bien al compás de una historia bastante previsible pero no por ello menos impactante. Está todo bien construido y bien filmado pero no puedo obviar el exceso de drama y lo lacrimógeno efectista. Aún así es imposible no emocionarse con esta película en el buen sentido. Un cuento desgarrador pero al mismo tiempo reconfortante. Bayona logra convertir la tragedia en una historia fantástica, de esas que te siguen acompañando por bastante tiempo.
Una metáfora muy literal Por su propia definición, una alegoría no puede ser acusada de literalidad. Sin embargo, en el caso de Un monstruo viene a verme, esa acusación es una buena forma de describir lo que resulta decepcionante de esta película. La intención alegórica del relato no funciona por no haberse elevado lo suficiente a la fantasía como para que el "mensaje" quede en segundo plano. Como cientos de las historias que se les cuentan a los niños desde siempre, Un monstruo viene a verme pretende utilizar lo fantástico para hablar sobre problemas muy reales. Conor (Lewis MacDougal) es un chico de 12 años que tiene que lidiar con la inminente muerte de su madre enferma (Felicity Jones); el maltrato que sufre en el colegio a manos de sus compañeros; la ausencia de su padre, y la adaptación a la convivencia con su abuela (Sigourney Weaver), una mujer que aparenta ser bastante dura. Si suena a dramón de película para TV es porque, salvando distancias, lo es. El toque fantástico está en la aparición de un árbol que, en la noche, se transforma en monstruo (con la voz de Liam Neeson) y le cuenta historias a Conor para ayudarlo a enfrentar sus problemas. La relación de cada cuento con un aspecto específico de la realidad del protagonista es de una tremenda obviedad. Pero la forma que elige Bayona de plasmar esas historias, con segmentos de animación muy peculiares y atractivos, demuestra que podría haber sido otra cosa, una fantasía con más vuelo que envuelva al espectador junto con Conor, y cuya relación con el drama real fuera una bienvenida reflexión posterior.
Para el niño que no nos abandona nunca El filme del director de "El orfanato" combina fantasía y cruda realidad, en sintonía con la emotividad que brinda. El miedo no es zonzo. Las pesadillas nos devuelven a nuestro estado de cuando éramos niños, y por eso es fácil entrar en comunión con Connor, el protagonista de Un monstruo viene a verme. La tercera película del catalán J.A. Bayona, tras El orfanato y Lo imposible y anterior a la próxima secuela de Jurassic World cierra una trilogía sobre la relación parental, combina fantasía, drama y los miedos que no afronta y debe enfrentar Connor, cuya madre está muriendo a consecuencia de un cáncer. El monstruo del título toma la forma de un árbol, cercano a su casa, que lo visitará siempre a la misma hora, le contará tres historias y esperará que el niño le relate la cuarta. En ella se debería develar la verdad que oculta Connor (Lewis MacDougall): qué es lo que permanece escondido en su peor pesadilla. Un festín para psicoanalistas, pero también para cinéfilos que busquen un plato fuerte a la vez que emotivo y conmovedor. Los personajes que rodean a Connor (su madre, Felicity Jones, lejísimo de Rogue One; su abuela, Sigourney Weaver, nada que ver con la Ripley de Alien; su padre, separado de su mamá) son como satélites a los que se conecta cuando entiende que por sí solo no puede más. No les contará del visitante, y allí es donde Bayona da perfectamente en el blanco. La imaginación es la fuente de inspiración, pero también de salvación, sin llegar a evadirse de la realidad. Connor dibuja, lo hace muy bien, y Bayona utiliza el arte como vía de escape, dando pistas, dejando señales pero sin volverse explicativo. Nunca da una información de más, No subestima la inteligencia –ni la imaginación- del espectador. Es un filme que trata sobre el dolor, el duelo, el paso de la niñez a la adolescencia… A algunos les podrá parecer muy fuerte e innecesaria cierta muestra del estado de la madre. Como que nada en la vida viene fácil, que lo más dulce puede teñirse de amargura, y que todo en la vida se desarrolla y transforma con reglas que dependen de cada uno. Cada uno de los cuentos se entienden por eso: puede ser que haya algo incorrecto, inmoral; eso lo decidirá cada uno. No es un filme de autoconocimiento, pero bien que se le parece. Liam Neeson le pone la voz al monstruo/árbol, y voz de la conciencia o no, es la guía que Connor necesita en un momento difícil de su corta existencia. Tal vez no sea un filme para chicos, pero sí para el chico que no nos abandona nunca.
Un drama fantástico con Liam Neeson Conor es un chico retraído de 12 años que vive con su madre, enferma de cáncer, y que a raíz de la condición de su madre, debe hacerse cargo de muchas de las tareas del hogar. Además debe lidiar con su fría y calculadora abuela y con un padre ausente. En ese marco, el niño recibe por las noches, la visita de un monstruoso gigante que le ayudará a hacer frente a sus miedos. Casi como si se tratará de una trilogía, J.A Bayona vuelve a hondar en las relaciones de madres e hijos, como lo hiciera en la terrorífica El Orfanato y en la extrema Lo Imposible. Y en este caso lo hace en el marco de una fábula gótica, heredera del cine fantástico de Guillermo del Toro, su mentor en su Ópera Prima. La presencia del Monstruo del título, cuya voz profunda pertenece a Liam Neeson, departiendo con el niño protagonista, componen las secuencias más atractivas de un filme climático, de trama lenta pero contundente. A pesar de moverse en un terreno fantástico, el filme nunca olvida el tono realista del drama que le toca en suerte a esta familia destrozada. Eso sí, Bayona compone cada plano como si de una pintura se tratara, logrando fotogramas bellísimos, elocuentes e hipnóticos. El montaje, la fotografía y la edición de sonido, invitan a apreciar esta obra de arte en pantalla panorámica, y en cine, en donde realmente puede disfrutarse correctamente. Además de un reparto de actores inmensos, con Felicity Jones y Sigourney Weaver a la cabeza, el niño que encarna a Conor, Lewis MacDougall logra conmovernos. Su labor es magnífica y creíble, su dolor y sus temores traspasan la pantalla, y los momentos más melodramáticos harán llorar a los espectadores de lágrima fácil.
El catalán J.A.Bayona (El orfanato, Lo Imposible) llevó a la pantalla esta novela de Patrick Ness, con guión del autor. Es la triste crónica de un niño solo, llamado Conor, desesperado ante la agonía de su joven madre (Felicity Jones), enferma de cáncer. Así de terrible es la base de esta historia en la que las pesadillas del chico abrirán una puerta onírica hacia un alivio posible, en la figura fantástica de ese monstruo con forma de árbol añejo y la voz de Liam Neeson, que aparece en su ventana. Si al principio mete miedo, la figura monstruosa se revelará como una única compañía y contención, una guía que a través de un juego prepara a Conor para lo que se le viene encima. Un monstruo está filmada con el profesionalismo del que Bayona ya se demostró capaz, principalmente en las secuencias fantásticas, que remiten a un universo cruce entre Spielberg y Tim Burton. Pero el guión no suaviza, no disimula, no ahorra detalles sombríos que permitan oxigenar la angustia del planteo general. Todo lo contrario: a la enfermedad de la madre -único sostén afectivo, único ser humano presente en la vida del chico-, hay que sumarle la violencia escolar y dos apariciones decepcionantes: una abuela (la gran Sigourney Weaver) tan dura y fría que apenas es capaz de tocar a un nieto tan necesitado, y un padre que ha formado una nueva familia y tiene escasa disponibilidad. A pesar de tanta aridez dramática, Bayona y Ness no tienen pruritos ni pudores a la hora de mostrar el deterioro físico de la madre, imágenes doblemente duras, pues las vemos a través de los ojos del menor. Es así que la presencia del monstruo, suerte de gurú brusco y un poco cruel pero finalmente amigo, aparece también como salvación de los espectadores, bajo fuego de esta ametralladora lacrimógena. El empeño por hacernos llorar es tan grande que el poder de sus imágenes y cuidados efectos especiales quedan impotentes para compensar la amargura.
El director de Lo Imposible, Juan Antonio Batona vuelve a contar una historia protagonizada por un niño, en Un monstruo viene a verme; basado en la novela de Patrick Ness. Un monstruo viene a verme sigue la historia de Conor (Lewis MacDougall), un joven que vive con su madre separada (Felicity Jones), la cual tiene cáncer y cada día esta más débil para hacerse cargo de la casa donde viven. Mientras llega la abuela de él (Sigourney Weaver), Connor recibe la visita de un gigante monstruo con raíces de árbol (voz de Liam Neeson) , quien le dice que le contará tres historias. Bayona se sumerge en una historia difícil de contar, y lo hace con la construcción necesaria para llevar a cabo la adaptación de la novela. Por un lado reúne a un excelente elenco, que en primer lugar introduce al joven Lewis MacDougall, que salvo por haber hecho una participación en Pan; ha definitivamente arrancando su carrera con este film. Las expresiones de su rostro, y los diversos conflictos emocionales que transita Conor, son un trabajo de sincronía entre el director y el actor. Y Bayona ya lo había hecho con Tom Holland y Samuel Joslin en Lo Imposible. A la par, tenemos grandes interpretaciones de Sigourney Weaver, Felicity Jones y la particular voz de Liam Neeson. Por otro lado, la narrativa es exquisita. En vez de apelar al drama que conlleva una enfermedad desde puntos más comunes como Bajo la misma estrella; Patrick Ness lo hace desde la mente de un niño, la fantasía intenta ser un escape de esa realidad que no puede afrontar; pero a lo largo de la historia nos damos cuenta que todo lo que enfrenta Conor y todo lo que le enseña el monstruo; son etapas de la consciencia y de la evolución humana. Finalmente desde lo visual, Un monstruo viene a verme cumple la idea desglosada del libro. Y cada una de las tres historias, no solo sirven para determinar las emociones y los conflictos internos del protagonista; son a su vez una puesta en escena de animación distinguida y cuidada.
El duelo en vida Pocas cosas son tan desoladoras como la pérdida de un ser querido, sobre todo cuando éste es “arrebatado” antes de tiempo. Y si bien el duelo que uno encara en esas situaciones es muy personal (y diferente en cada caso), hay algunos sentimientos que, de una u otra forma, siempre aparecen entremezclados: dolor, culpa, bronca, enojos injustificados, negación, impotencia, a veces hasta alivio. Justamente, ese complejo entramado emocional es el que aborda -con mucha sensibilidad- “Un Monstruo Viene a Verme”. Dirigida por el español J. A. Bayona (“El orfanato”, “Lo imposible”) y basada en la novela homónima de Patrick Ness, la película describe el duelo en vida que afronta un chico de 12 años ante la inminente muerte de su madre (Felicity Jones) a manos de un cáncer terminal. La particularidad, es que esa narración se realiza a partir de la inocente mirada de este infante -Connor O’ Malley-, quien se sumerge en un mundo de fantasía para explicar lo que le va pasando. En ese escenario onírico, Connor entablará un fuerte vínculo con un atemorizante monstruo con forma de árbol (voz de Liam Neeson), quien a lo largo del metraje le contará tres fábulas, cada una de ellas con una enseñanza. En efecto, el aprendizaje y la superación son dos de los ejes centrales del filme, cuyo valor principal no reside en el final (que es fácilmente adivinable), sino en el proceso de aceptación que trasunta nuestro protagonista. En ese sentido, “Un monstruo viene a verme” explora las contradicciones de la naturaleza humana y las ambigüedades éticas y morales que guían los comportamientos en situaciones extremas, comprendiendo los lógicos excesos y evitando los juicios de valor sobre aquellas personas que los cometen. Precisamente, eso es lo que le sucede a Connor, que frente al berenjenal emocional que atraviesa no toma siempre las mejores decisiones, en un contexto en donde además del drama materno debe afrontar el maltrato constante en la escuela, un conflictivo vínculo con su padre semi-ausente y una tensa relación con su abuela (Sigourney Weaver, en un gran papel). Aún cuando sus alegorías resultan un poco obvias y subrayadas (lo cual acota la interpretación del espectador), el filme nunca pierde en honestidad, lo cual potencia la emotividad de su mensaje. Es cierto: la película quizás se torna demasiado literal y enfática en sus enunciaciones (y un poco anti-cinematográfica en ese sentido), pero al mismo tiempo las alocuciones del monstruo (que se asemeja a una figura paterna) y las lecciones que va aprendiendo Connor a lo largo del camino se van clavando como agujas en el corazón de los espectadores, en una mezcla de angustia y satisfacción difícil de describir. En algún sentido, “Un monstruo viene a verme” expresa alguna lejana semejanza con “Bajo la misma estrella” (2014) pero sin el melodrama teen tan detestable e impostado que caracterizaba a aquella. En este caso, estamos ante una cinta terrible y emocionante a la vez, pero que evita los golpes bajos y los efectos de sentido lacrimógenos. La propia fortaleza de la historia, las excelentes actuaciones de Toby Kebbell y Felicity Jones y la maravillosa utilización de los efectos visuales son suficientes para lograr que esta bella fábula de superación llegue a buen puerto.
Los relatos fantásticos han servido de puente para narrar todo tipo de historias, atravesando los géneros más diversos. El drama suele ser uno de los más recurridos, y el realizador español Juan Antonio Bayona parece no temerle. Un monstruo viene a verme adapta la novela homónima de Patrick Ness, y desde los papeles, parecía ideal para el director de Lo Imposible. Lewis MacDougall es Conor, un niño que vive en una campiña inglesa bucólica, alejada; junto a su madre (Felicity Jones). A Conor le cuesta empatizar, hacer relaciones con los chicos del colegio de los cuales es objeto de burlas y maltratos varios. Su vida es casi un infierno triste, pero – obviamente – posee una gran imaginación que lo hace fuerte de espíritu. Una noche, luego de hacer catarsis, comienza a ser visitado por un monstruo (voz de Liam Neeson), gigante y con forma del árbol del cual se desprende. Este gigante, que muestra una actitud agresiva respondiendo al ofuscamiento de Conor, le contará cada noche, siempre a la misma hora, una historia diferente, todas con un mensaje detrás, con el objetivo de que, la última noche, Conor le cuenta una historia, su historia, su verdad. No es la intención de este texto contar más de lo debido, adelantar algún dato revelador; pero es que el desarrollo sigue caminos tan previsibles que es imposible no hacerse una idea de lo que va a pasar – y va a pasar – con tan solo leer una simple sinópsis. Un monstruo viene a verme responde a una tendencia de hace ya varios años de recurrir al manual de autoayuda disfrazado de algo de misterio y melodrama como para llenar varios tanques. Todo lo que Conor “aprenda” de su nuevo amigo, le servirá en su vida diaria para ir avanzando en lo que internamente necesita, y que la película inútilmente intenta escondernos, aunque podamos adivinarlo a los cinco minutos. Bayona se hizo mundialmente conocido con su ópera prima El Orfanato. En aquella ya se vislumbraban la predilección por historias de fuerte contenido melodramático enmarcadas en un contexto de cine de género. Pero a diferencia de Un Monstruo…, en aquella oportunidad, las emociones fluían naturalmente, la historia atrapaba, y uno podía compenetrarse totalmente con el sufrimiento y desesperación del personaje de Belén Rueda. Aquí, es posible que lo que falle sea el texto original, que uno adivina una novela juvenil con consejos de vida en cada párrafo, mal disimulados. Lo que queda plasmado en la pantalla es una narración torpe, que fuerza cada momento dramático con todas las armas posibles; desde una fotografía cargada de ocres y verdes opacos, y una música que no nos abandona casi nunca, pero sube el volumen para que escuchemos más violines diciéndonos que debemos entristecernos un poco más. La dirección actoral sigue siendo lograda, el director ya lo había demostrado anteriormente, y acá imprime un buen direccionamiento para que el trío formado por MacDougall, Jones y Sigourney Weaver como la abuela, despliegue buena química y momentos de climax intensos convincentes desde sus labores. Los rubros técnicos son otro acierto, aunque intenten enfatizar esa veta dramática. La fotografía demuestra belleza, y el monstruo interactúa correctamente con Conor. Sabiendo de ante mano que Un Monstruo Viene a Verme intentará hacernos llorar con todas las armas posibles (algunas bastante sucias y tramposas), y aun así aceptándolo, es posible que el espectador se tope con una película correcta, que propone un ritmo lento pero que no decae. Eso sí, habrá que advertir a los padres que decidan llevar a sus hijos sobre la posible historia a la que pueden exponerlos, esto no parece ser ni por lejos algo infantil ni casi juvenil.
Vídeo Review
Lo que propone Un monstruo viene a verme es interesante. Conor, un niño que debe lidiar con la inminente muerte de su madre, que padece un cáncer terminal, es visitado por un monstruo que le cuenta historias. El problema es que la presencia del monstruo es casi lo único atractivo que tiene la película. La fantasía hace que el drama lacrimógeno no sea tan pesado, pero no equilibra la cantidad de golpes bajos e innecesarios. La sensibilidad que el director Juan Antonio Bayona mostró en su ópera prima El orfanato (2007), un film de terror que también se centra en la relación de una madre y su hijo, parece haberse agotado para esta oportunidad.
Bella y dolorosa historiade un chico y sus pesadillas Hay un chico muy solo en las afueras de un pueblo inglés. Su madre, joven y dulce, está demasiado grave. La abuela no es nada dulce. Tampoco los compañeros de colegio. El padre está ausente aunque aparezca. Muy presente, en cambio, se recorta en lo alto de la loma una iglesia gótica con su viejo cementerio y un árbol enorme. No diremos más, sólo que el chico tiene siempre la misma pesadilla, y una noche el monstruo llega hasta su ventana y le dice "volveré tres veces, para contarte tres historias, y luego tú me contarás otra, pero debe ser la verdad". Las tres historias son inquietantes, de moraleja retorcida. Y la verdad es dura y duele mucho, pero nos alivia un poco. La escritora Siobhan Dowd pensó este relato, porque estaba muy enferma y quería consolar a la niña que había en ella. No tuvo tiempo, y su colega Patrick Ness debió hacerse cargo. El resultado fue una novela breve, original, reveladora y triste, con inquietantes dibujos de Jim Kay. Luego escribió también el guión de la película que ahora vemos, igualmente original, reveladora y triste, pero aun más intensa, pensada para chicos de 12 años en adelante, y también para el niño que vive en cada adulto. Decimos que es para chicos de 12 en adelante, pero tal vez algunos reciban sus enseñanzas demasiado tarde. El tema es la aceptación de una despedida definitiva, algo que nos puede pasar en cualquier momento de la vida. J. A. Bayona hizo la película, en cierto modo engarzada a sus anteriores "El orfanato" y "Lo imposible". Las tres admirables, fuertes, emotivas, con el temor y el dolor de las pérdidas familiares. Y en este caso, con un remate mejor que el de la novela. Algunos dirán que maneja arteramente los sentimientos del público, pero el público se lo agradece. Sobre todo, el preadolescente, que tiene los sentimientos a flor de piel. Detalle singular: como las anteriores, "Un monstruo viene a verme" tiene elenco angloparlante (Lewis MacDougall, prometedor; Felicity Jones, Sigourney Weaver, Liam Neeson con su vozarrón), pero el equipo es mayormente español, desde la música y la fotografía hasta los efectos especiales y los dibujos de Adrián García y equipo, que ilustran cada historia. Hay algo de Goya, y de Chicho Ibánez Serrador, en esa campiña inglesa.
No hay persona que no esconda sus propios secretos, miedos, odios. Sus propios monstruos. Inclusive los niños más solitarios y dolientes, quizás más potentes al no poder apoyarse. Estos monstruos son temibles si deben ser liberados. Para A Monster Calls, estos que nos asolan deben ser soltados por ser el único camino para amenizar la vida, apoyarse en el otro y resistir con la cabeza alta todos los embates que plagan el camino.
Es un monstruo grande y pisa fuerte Luego de El Orfanato (2007) y Lo Imposible (2012), el director español J.A. Bayona vuelve con una apuesta superior: el relato de un drama sobre la infancia, la pérdida de nuestros seres más queridos, y la manera que encontramos para lidiar con dicha pérdida. Un Monstruo viene a Verme (A Monster Calls, 2016), remite y encuentra muchas similitudes (de las que se disfrutan, no de esos plagios que se disfrazan de homenaje) a variadas películas donde los niños son protagonistas exclusivos, y donde la imaginación y fantasía se convierten en el medio que encuentran para poder subsistir en un mundo demasiado adulto, demasiado cargado de dolor. Contemporánea en tiempos de producción, se encuentra la subvalorada El Buen Amigo Gigante (BFG, 2016), del experimentado director Steven Spielberg. Dato no casual: por un lado nadie ha sabido mejor retratar el mundo de los niños y sus miedos, personificados, ya sea en un extraterrestre lejos de casa (E.T.) o como en este caso citado, en un gran amigo gigante que acompaña a una niña solitaria. Por otro lado, el director españól se declara fan y seguidor del estadounidense, y el futuro los encuentra unidos, debido a que Bayona será el director de la secuela de Jurassic World (2015) Si de monstruos hablamos, es imposible dejar de lado el film Donde viven los Monstruos (Where the Wild Things Are, 2009), de Spike Jonze, donde otra vez el niño era un protagonista, solo que aquí su relación con los monstruos se volvía algo complicada, pero el punto en común seguía siendo escapar de una realidad agoviante. El argumento de Un Monstruo Viene a Verme trata sobre Connor O` Malley, un niño de 12 años, callado, tímido, a quien la vida se le ha puesto demasiado compliacada: en el colegio sufre de bullying, su padre ha formado otra familia y vive lejos de él en otro país, la relación con su abuela es tensa y distante, y siendo el punto disparador de la historia, su madre tiene cáncer y parece tener un pronóstico muy poco favorable. Connor, interpretado por un sorprendene y prodigioso actor (Lewis MacDougall) quien lleva toda la película sobre sí. Es un excelente dibujante, y de esa manera realiza su catarsis para poder desaparecer del mundo real y adentrasre en un modo de aventuras. Una noche, mientras dibuja, un árbol (un tejo, precisamente) que puede verse desde la ventana de su cuadro y cobra vida, convirtiéndose en un gigantesco monstruo. Al dirigirse a la ventana del niño, le advierte que lo visitará tres noches más para contarle tres historias distintas, y que en la cuarta noche, será él quien deba contarle una historia. La voz del tejo es interpretada por Liam Neeson, quien aporta una credibilidad perfecta, conjugada con un trabajo de animación y arte que convierteten al tejo en un personaje que nunca desentona en el verosímil del relato. Aquellas tres historias que se cuentan se hacen mediante el recurso de animación con acuarelas, la misma manera en que Connor realliza sus dibujos, y es un regalo visual en cuanto a colores y calidez, ya que el film en sí se mueve en una paleta de oscuros y grises. Felicity Jones y Sigourney Weaver componen a la madre y abuela, respectivamente, ambas con una versalitiidad que ya no sorprenden, sobre todo en la veterana Weaver; mantienen el relato fuera del lugar comun de la lágrima fácil, y sus personajes se alejan de cualquier punto bajo en el que se pudiera caer con un argumento tan cargado de emoción. El poder narrativo arrasa y permite el disfute de una pelicula emotiva, donde no solo se enfrenta aquella idea que todos tenemos frente al miedo de la muerte, sino que probablemente aquí lo que esté muriendo sea la ninez de su protagonista, y las recursos con que el director lo expone son brilllantes. Mucho tendra que ver el gran guión en el que se apoya: fue adaptado por el mismo autor de la novela, Patrick Ness, publicada en 2011. Con un aviso de llevar pañuelos al asistir a verla, sería mejor descartar ese prejuico, y entregarse sin reparos a una historia bien construida, perfectamente interpretada y de una visual intensa. Lo cual en épocas tan faltas de originalidad no es poca cosa.
Las emociones del espectador están en juego todo el tiempo en Un monstruo viene a verme (A Monsters Calls, 2016), film basado en la destacada novela de Patrick Ness. Connor (Lewis MacDougall) es un niño distinto a los demás: pasa sus días cuidando a su madre enferma (Felicity Jones), realizando los quehaceres domésticos y dibujando todo aquello que imagina. En medio de esa realidad aparece un monstruo (voz de Liam Neeson), quien le propone conarle tres historias a cambio de que él le relate una cuarta. Y sin que Connor se dé cuenta, encontrará las respuestas que necesita en las palabras de la nueva criatura que llega a su vida. Después de Lo imposible (The Impossible, 2012), el director español Juan Antonio Bayona le ofrece al público una película que no le será indiferente. Desde el inicio, el argumento interpela los sentimientos y logra una empatía inmediata, tanto con el protagonista como con su historia. El film presenta excelentes efectos visuales que se aprecian, en especial, en las escenas en las que aparece el monstruo. Porque tanto su movilidad como la expresión de su rostro resultan naturales y están en sintonía con la totalidad de la imagen. Aunque el argumento de Un monstruo viene a verme podría caer fácilmente en golpes bajos, este no es el caso. Con calidez y buenas intenciones traduce la dura realidad de un niño a través de sus ojos, convirtiéndola en una invitación a imaginar.
La nueva película del realizador español de “El orfanato” y “Lo imposible”, rodada en inglés con un elenco internacional (Sigourney Weaver, Felicity Jones y la voz de Liam Neeson) es un cuento sobre niños y monstruos demasiado literal y psicologista como para funcionar como relato de aventuras y suspenso. Una producción sólida y con buenos climas, pero a la que le falta potencia narrativa. Se sabe –o, al menos, es un mito popular– que los argentinos somos las personas más psicoanalizadas del mundo, o los que mayor proporción de psicoanalistas por habitante tienen. Es dable pensar que una de las consecuencias de esa costumbre es la falta de una gran tradición de cine fantástico nacional. Si algo tiene el cine fantástico es la posibilidad de trabajar ese tipo de miedos, traumas y problemas de una manera en la que la imaginación y la aventura sean los motores de cambios y superadores de traumas. El cine de género se sostiene mucho en ese precepto: la aventura es la que transforma al personaje. Acá, bueno, acá hablamos con algún sujeto hasta que, quizás, algo se resuelve. O no. Voy a arriesgar una teoría inversa: un país menos psicoanalizado genera un mejor cine de aventuras, de acción, de género fantástico. O debería hacerlo. Esas cosas que no pueden expresarse en palabras, esas metáforas que no tienen correspondencias lineales, se vuelven acción, movimiento, trampa, problema, solución. No se habla del trauma infantil: se mata al dragón. Y listo. Es por eso que me sorprende el fracaso relativo de UN MONSTRUO VIENE A VERME, de J.A. Bayona. Menos habituados a expresar en palabras sus traumas y temores, los directores españoles han hecho gala, históricamente, de un gran cine de género, en el que lidian con eso que no se dice pero que nos impide superar determinados momentos o situaciones en nuestras vidas. Espero que no sea por la cantidad de argentinos que viven allí -o porque los directores se psicoanalizan-, pero lo cierto es que en la película la metáfora ha sido reemplazada por la literalidad, la aventura por la conversación y la imaginación por la sesión terapéutica. Se trata de una gran producción hecha por españoles en inglés, tiene un elenco de celebridades internacionales y combina una trama más o menos realista con personajes fantásticos, criaturas y gigantes. Pero no los pone en funcionamiento, no los convierte en motor de la aventura, ni de la acción. Los usan como literales manifestaciones de un conflicto del protagonista. En la reciente EL BUEN AMIGO GIGANTE –y la mejor literatura/cine infantil de fantasía–, las criaturas mágicas existen para envolver a los protagonistas en viajes extravagantes, para hacerlos enfrentar criaturas, resolver problemas físicos, superar miedos a través de la acción, superar conflictos mediante el recurso de la aventura. El problema del niño cuya madre está al borde de la muerte en la película de Bayona se manifiesta de forma si se quiere “monstruosas”, pero apenas se expresan en la acción. Aquí el monstruo es un árbol gigantesco que tiene sesiones de terapia con el niño protagonista, con horario de cita y todo. No hacen más que hablar y contarse cosas. Y todas las metáforas visuales intrigantes y potencialmente poderosas del filme quedan reducidas a su explicación freudiana más banal y predecible. Si bien es una película que celebra el arte, la imaginación y la creatividad, en el filme de Bayona está todo eso encorsetado por lo que finalmente es un drama acerca de un chico de unos doce años que vive el duro trance de atravesar la inminente muerte de su amada madre (Felicity Jones) y de convivir con su insoportable abuela (Sigourney Weaver). El monstruo que lo visita en sueños no lo lleva a un país de gigantes ni a atravesar selvas, matar dragones o enfrentar criaturas. No. Le habla. Le cuenta historias. Y le pide que el niño le cuente una, una que es evidente desde el primer minuto del filme. De vuelta, toda la imaginación de la puesta en escena y la belleza formal del filme queda atrapada en una literalidad de realismo psicológico que es desesperante. Es como si el extraterrestre de E.T. –la película de Spielberg– se sentara a hablar con Elliot para decirle cómo debe lidiar con su padre. Sí, los monstruos, las criaturas y las pesadillas cumplen –o pueden cumplir– esa terapéutica función, pero la experiencia cinematográfica es la que debe ser priorizada en el cine fantástico, la que debería llevar a esos miedos y traumas (la ausencia paterna, la enfermedad materna) a resolverse mediante la acción: matar a la ballena, enfrentar a la bestia, atravesar el bosque oscuro. Si lo que el lobo va a hacer con Caperucita es sentarse a hablar no necesitamos ni lobos ni Caperucitas. Y la película sería mucho más económica y realista. Así, no es ni una cosa ni la otra. Es un drama sobre un niño que tiene que asumir la muerte de su madre que no se atreve a considerarse como tal y se disfraza de otra cosa para vender más tickets. Pero lo hace sin convicción y sin ánimo real de fantasía. Tal vez, ¿quién sabe?, ya haya demasiados argentinos por allí y les arruinamos la imaginación y las pesadillas a los españoles tirándoles por la cabeza nuestras Obras Completas de Freud.
Un niño solo, afectado por la enfermedad de su madre, tiene como amigo imaginario a un monstruo que le permite lidiar con las tristezas diarias y algunas presencias reales demasiado duras. La idea de la fantasía como refugio infantil tiene picos maravillosos en el cine (“El laberinto del fauno”) y aquí el director Bayona logra capturar el clima inquietante y ambiguo del tema con la pregunta de para qué sirve la fantasía.
Es una historia tras la mirada inocente de un niño (Lewis MacDougall, te da ternura), que está a punto de perder a su madre (una situación para nada fácil de afrontar a ninguna edad) e ingresa a un mundo fantástico, lleno de magia, combinando dos mundos, de esta forma se hace presente un monstruo (con la voz de Liam Neeson), que para escapar de la rutina lo ayudará a afrontar los miedos, la angustia y el espectador irá descubriendo ciertos misterios. Este drama nos lleva a enfrentar la enfermedad, la muerte y a reflexionar, es emocionante y algunos silencios se encuentran bien aprovechados. Un magnífico trabajo en los efectos especiales, montaje y una fotografía precisa (Oscar Faura). Incluyendo extraordinarias tomas aéreas, la magnífica banda sonora de Fernando Velázquez que la enriquece y un guión ingenioso. Cuenta con las destacadas actuaciones de: Sigourney Weaver (muy buen un personaje lleno de matices), Felicity Jones (la actuación de la actriz británica te emociona), Toby Kebbell (está bien escogido para el papel) y Geraldine Chaplin (le pone su encanto)
Superfluas palabras de consuelo. En Un Monstruo Viene a Verme, Conor, un chico de 12 años, tiene a su madre (Felicity Jones) enferma de cáncer terminal. Como si fuera poco, también tiene un padre ausente, le hacen bullying en la escuela y no soporta a su abuela (Sigourney Weaver) con la que irremediablemente tendrá que vivir. Una noche se le aparece un monstruo gigante con forma de árbol. Al instante se delata que esa amable criatura es producto de su imaginación, así que no hay misterio en eso. El monstruo propone contarle 3 historias a vambio de que Conor le cuente una cuarta, la verdad de sus sentimientos. Raro en principio, porque el único sentimiento que sospechamos que tiene es que está triste por perder a su madre, así que eso no generaría ninguna intriga. Debemos entonces esperar 3 historias con sus pertinentes moralejas (animaciones de una gran fuerza visual) contadas por una bestia muy parecida a Bárbol de El Señor de Los Anillos. El relato de la enfermedad es intensamente dramático (no así el de los cuentos) pero el chico, el árbol monstruo y Felicity Jones quedan muy por detrás del trabajo actoral de Sigourney Weaver, que de cualquier manera no aparece mucho. Un Monstruo Viene a Verme tiene todos los elementos para que uno se emocione y llore mirándola. Sin embargo puede que esto no suceda aunque uno haya vivido una situación parecida. ALERTA DE SPOILERS. Esto significa que desde aquí se van a contar datos reveladores que pueden arruinar el disfrute de la película. Lo cierto es que este niño tan imaginativo esconde un secreto. En realidad él quiere que su madre muera para no sentir más dolor. No la madre, sino él, o sea, un sentimiento directamente egoísta. No logro entender del todo cuando después de que alguien fallece por una larga enfermedad se diga la frase: “bueno, mejor así”. ¿Es posible que alguien no pueda imaginar algo mejor que eso? Mínimamente mejor sería que se recupere y viva 10 años más. Sé que supone desear que la persona deje de sufrir. Así y todo no comprendo ese festejo por la muerte de alguien antes de que éste decida irse por voluntad propia. Tampoco lo concibo como palabras de consuelo para aquel que perdió un ser querido. Uno se siente triste y punto ¿Por qué ha de existir una buena noticia en todo eso? Seguidamente a develarse el secreto, la madre de Conor muere y el monstruo decreta con sus palabras que ya el chico aprendió las moralejas y “la dejó ir”. Me niego a pensar que un niño tan creativo, tan soñador y tan sensible como Conor no espere verdaderamente algún milagro que salve a su madre ni que la deje ir tan fácilmente justo en el momento de su muerte. Luego de que el monstruo cuenta la primera historia y omite algunos datos para hacer más sorpresivo el final, Conor lo acusa: “es una historia terrible y un engaño”. Un Monstruo Viene a Verme le cuesta escapar a ese juicio.
A diferencia de los adultos, los chicos tienen una forma muy particular de escaparse de sus problemas: sumergirse en la fantasía. “Un Monstruo Viene a Verme” (A Monster Calls, J.A. Bayona, 2016) no es muy diferente al “Laberinto del Fauno” (20006), aunque sus contextos no guarden ninguna semejanza. Conor (Lewis MacDougall) tiene apenas 12 años, se encarga de los quehaceres de la casa, de lidiar con su mamá enferma (Felicity Jones), las constantes peleas con su abuela (Sigourney Weaver) y, como si fuera poco, con los brabucones del colegio. Desde la ventana de su habitación vislumbra un cementerio lejano y un enorme árbol milenario que una noche decide cobrar vida y venir a visitarlo. Sin poder escapar de sus propias pesadillas, el nene acepta la propuesta de este monstruo (voz de Liam Neeson) que pretende contarle tres historias y espera que, al final, Conor le cuente la suya. La realidad es que su mamá se está muriendo, su papá (Toby Kebbell) vive en los Estados Unidos con una nueva familia y su abuela hace lo posible para que la transición sea lo menos dolorosa posible para todos. Pero Conor no tiene consuelo, ni lugar donde desahogarse, o al menos es lo que cree, hasta la llegada del gigante. Como bien arranca diciendo esta historia, el protagonista es demasiado chico para hacerle frente a los problemas de los adultos, y demasiado grande para seguir comportándose como un chico. Ahí, en medio, se encuentra Conor obligado a crecer antes de lo debido, a superar sus miedos y la terrible realidad que lo rodea. Basado en la novela homónima de Patrick Ness, el director español Juan Antonio Bayona –responsable de “El Orfanato” (2007) y “Lo Imposible” (2012)- nos aliviana la pena del pequeñín, mezclando drama y fantasía absoluta. Los cuentos de hadas y los sueños de Conor cobran viva y el despliegue visual es imponente, aunque nunca efectista, y cada imagen está puesta al servicio de entender que pasa por la cabeza y el corazón de este chico cargado de rabia, dolor y culpa. MacDougall es el alma de este relato y conmueve con muy poco, al fin y al cabo es un nene actuando y reaccionando como tal. Claro que ayuda tener a Neeson como guía y “maestro de ceremonias” de esta búsqueda de la verdad que debe afrontar el pequeñín. La historia es triste, y ya la vimos unas cuantas veces en la pantalla grande, pero la forma en que la presenta el realizador, su simpleza (no simplismo) -más allá de los efectos y unas bellísimas animaciones en acuarela- y su humanidad, nos salpica y nos conmueve hasta las lágrimas. “Un Monstruo Viene a Verme” es de llorar, pero nunca condescendiente. Bayona nos ofrece un relato contundente y oscuro, aunque cargado de ternura y fantasía, acá la única vía de escape que nos queda cuando la realidad nos agobia y golpea.
Un chico enfrenta un momento familiar muy difícil en una película inglesa donde el tratamiento fílmico delata la nacionalidad de su realizador. Cabe reconocerle a “Un monstruo viene a verme” (“A Monster Calls) cierta originalidad y a su director la valentía de tratar un tema difícil y por momentos doloroso. Juan Antonio Bayona es catalán y joven; consecuentemente su filmografía es corta y se reduce con éste a tres títulos, ninguno de los cuales defrauda. Su auspicioso debut hace diez años fue con “El orfanato” a la que le siguió varios años más tarde “Lo imposible”. La que ahora nos ocupa está ambientada en la campiña inglesa, aunque parte fue filmada en su propio país. Británicos son también la mayoría de sus intérpretes comenzando por el casi niño Lewis MacDougall, quien aquí interpreta a Conor, chico de doce años con múltiples problemas familiares. El más serio es el estado de salud de su madre, gravemente enferma y además separada de su padre. La situación lo obliga a convivir con su abuela con la que no se lleva muy bien, pero que como ella afirma “ambos tenemos algo en común y es tu mamá”. Pero Conor además debe lidiar con el “bullying” al que lo someten sus compañeros de clase y es a través de sus cualidades como dibujante que logra en parte superar sus angustias. Bienvenida Sigourney Weaver en el rol de una mujer que lo trata muy duramente y que contrasta fuertemente con el cariño que le transmite su hija. Felicity Jones, quien encarna a esta última se ha vuelto una figura muy popular ya que se la ha visto recientemente en “Rogue One: una historia de Star Wars” y hace poco en “Inferno” y también en “La teoría del todo”. Pero falta mencionar a un “personaje” que aparece en el título del film y que puede engañar a más de un espectador haciéndole esperar “una de terror”. En verdad se trata de un árbol que por las noches se transforma en una criatura algo sobrenatural y se le “aparece” a Conor, aunque en verdad todo parece producto de la imaginación del joven. De alguna manera el “monstruo” es un poco su conciencia y a través de una serie de historias que le relata le ayudarán a asumir la gravedad de la situación y a alivianar cierta culpabilidad que siente frente a la enfermedad de su progenitora. A Liam Neeson no se lo ve pero presta su voz a la figura fantástica. Hacia el final habrá una escena reveladora en el lecho de la cama de la madre, que de alguna manera producirá cierto alivio en Conor pero también en el espectador. “Un monstruo viene a verme” no es una película fácil y no es recomendable para quien esté buscando un momento de pura distracción. En cambio podrá ser disfrutado por un espectador más dispuesto a un cine de reflexión. Pese a estar filmada con actores de Inglaterra y “transcurrir” en dicho país, la forma de tratar el tema es muy española y quien se quede a ver los títulos finales notará la presencia masiva de colaboradores de dicha procedencia.
Arte para combatir la fatalidad. J.A. Bayona nunca ha escondido su predilección por el cine fantástico de Hollywood de los ochenta, aquél que devoró con los ojos cuando era un adolescente, y que irremisiblemente le llevó hasta las raíces más clásicas, las de Frankenstein (James Whale, 1931) o King Kong (Meriam C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933), citados visualmente en la película. Junto a este origen cinematográfico, deberíamos añadir su gusto por la plasticidad del videoclip y su mitología peculiar en cuanto al terror, que tan bien ha fortalecido dirigiendo capítulos para la serie de televisión Penny Dreadful (John Logan, 2014-2016). De todo esto hay en Un monstruo viene a verme (A monster Calls, 2016). La revisitación cinéfila que Bayona ha realizado al universo de Tim Burton (Sleepy Hollow, 1999) o Guillermo del Toro (El laberinto del fauno, 2006) no se sostiene en una doble narración entre el mundo real y el fantástico, que no encuentra un tono general donde acomodarse, y se pierde en una melancólica reivindicación del cuento de hadas, aunque un poco contado a la ligera. Existe una imagen potente en Bayona, incluso tenebrosa, con un terror gótico cercano a la estética densa de los relatos de Edgar Allan Poe. Su uso del plano general para acotar sus paisajes nebulosos, nocturnos y lunáticos, donde el misterio parece acechar en cada rincón de las habitaciones, es lo mejor de una película que alcanza su mayor dosis de fábula en las apariciones del monstruo. Aquí juega un gran papel el sonido, los crujidos, chasquidos y barruntos de un árbol titánico. También son muy acertadas las recreaciones animadas de los cuentos de hadas, aunque los cuentos en sí tampoco es que resulten demasiado “mágicos”. Sí que resulta interesante el juego que realiza con los arquetipos de las narraciones infantiles, cambiando el sentido de las historias y convirtiendo a los malos y malas en buenos y buenas, y a los buenos y buenas en villanos y en villanas. A este respecto, destaca la dignificación que realiza del papel de las brujas en las narraciones populares de los cuentos infantiles. Pero el mito no transciende a las imágenes. El poder liberador y creativo de la fantasía infantil no acaba de llenar unos planos demasiado fríos, perfectos en su desarrollo narrativo, pero sin la fuerza que toda fábula fantástica necesita. Tampoco ayuda la trama sobre la familia, donde los personajes de la madre y la abuela no acaban de convencer como elementos de fortaleza para el crecimiento y la madurez del niño protagonista que, en referencia a su actuación, recuerda a la de tantos otros niños que, desde El sexto sentido (The Sixth Sense, M. Night Shyamalan, 1999) han invadido las escenas del cine fantástico desde los inicios del siglo XXI. Pero no nos engañemos, Bayona es un formidable director, de eso no hay duda, basta con observar la secuencia de la primera aparición del monstruo para admirar su dominio del tiempo narrativo y de la tensión dentro de cada encuadre. Es cierto que, quizás, no sea una de sus mejores películas, pero sí guarda una gran coherencia estilística y temática en su búsqueda de la fantasía y el terror.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
El nuevo trabajo del director español Juan Antonio Bayona (El orfanato, Lo imposible) es una prueba que no todo está perdido en el cine hollywoodense, aunque a veces las buenas producciones no sean populares y pasen desapercibidas en los cines. Un monstruo viene a verme es una de las mejores películas de fantasía que se hicieron en este género en los últimos años. Se trata de una propuesta cuyo espíritu remite bastante a grandes obras de pasado como En compañía de los lobos (Neil Jordan) o El laberinto del fauno (Gillermo del Toro), donde se utilizaron elementos fantásticos para trabajar temáticas adultas desde un enfoque diferente. La película es una adaptación de la novela de Patrick Ness orientada a lectores adolescentes que se centra en un joven que intenta lidiar con la enfermedad terminal de su madre. A través de la relación que entabla con un monstruo muy especial el protagonista consigue el sostén necesario para enfrentar sus miedos internos y el drama familiar que lo rodea. Una historia que en realidad fue concebida por la escritora irlandesa Siobhan Dowd mientras peleaba con otra un cáncer de mama. La autora escribió un boceto con la premisa de la trama y los personajes pero nunca llegó a completar la novela debido a su muerte en el 2007 a los 47 años. Patrick Ness luego se encargó de desarrollar la historia con las notas que había dejado la autora. El director hizo un trabajo increíble en esta producción con una historia fuerte y oscura que pese a todo celebra el género de fantasía, que hace tiempo no brindaba una propuesta de este nivel. La trama no es precisamente un canto a la vida pero brinda un relato muy emotivo que te atrapa desde las primera escenas por la creatividad con la que aborda temas complicados. La idea de elegir a Liam Neeson como la voz del monstruo fue brillante y después de ver el film es imposible imaginar a otro actor en ese rol. Lewis MacDoughall , quien tuvo un rol secundario en Pan, acá se luce en el personaje principal y tiene muy buenos momentos junto a Felicity Jones, quien compone a la madre enferma del protagonista. En Un monstruo viene a verme el director Bayona rescata el viejo cine de fantasía de los años ´80 que lograba emocionar al público con personajes fuertes y un argumento apasionante, más que un collage de efectos digitales. Algo que no invalida las virtudes técnicas de esta película que son increíbles. Sobresale especialmente el diseño de producción, los efectos especiales y unas bellísimas secuencias de animación que ilustran los cuentos que le narra el monstruo al protagonista. No es una propuesta recomendable para niños menores de 10 años por las temáticas que trata y el tono oscuro del conflicto, pero para el resto de los espectadores es una tremenda obra de fantasía que tiene corazón y le hace justicia al género. Dentro de los estrenos de esta semana es la mejor película que llega a la cartelera y recomiendo que no la dejen pasar.
Crítica emitida por radio.
El filme del catalán Juan Antonio Bayona que recrea la relación amistosa y de maestro-alumno entre un niño y un hombre-árbol cae presa de la literalidad y de una narración tortuosa. Preparen sus pañuelos, espectadores. En Un monstruo viene a verme, el catalán Juan Antonio Bayona (El orfanato, Lo imposible) adopta como modelo viejos y nuevos filmes spielbergianos con niño y criatura fantástica (E.T., El buen amigo gigante) para plantear un drama tenebroso sobre los temores, ansiedades y culpas de la última infancia. El niño de 12 años Conor (un desoladoramente convincente Lewis MacDougall) se recluye en la soledad creativa (se dedica a hacer dibujos en su tristísimo escritorio) para evadirse del bullying escolar, la convalecencia de su madre enferma de cáncer (Felicity Jones), la custodia de una abuela estricta (Sigourney Weaver) y la ausencia del padre joven (Toby Kebbell). La humanidad entre tanto vacío será hallada por Conor en la relación entre amistosa y de maestro-aprendiz con el paradójico único no-humano de la cinta: un árbol antropomórfico (con voz manipulada de Liam Neeson) que se erige en el cementerio parroquial del lugar y que cada tanto puede desprenderse de sus raíces para caminar a grandes zancos (su aspecto ominoso, vegetal y cenagoso hace pensar en una mezcla entre Bárbol y La Cosa del Pantano). Será este ser fabuloso con poco sentido del humor el que ponga a prueba la psicología y la moral de Conor a través de tres relatos que ofician de separadores rítmicos de la película, proverbios alegóricos con forma de animación sobre la ambigüedad humana y los sacrificios vinculares. Tales lecciones con mensaje se suman a una cuarta y final historia que recae sobre Conor como faros que iluminan su tránsito a la madurez. Si hasta acá todo suena remanido, solemne, tortuoso y excesivamente melodramático es porque el filme padece justamente de esos adjetivos defectuosos: como su personaje arbóreo, Un monstruo viene a verme es una entidad tambaleante, sobrecargada y vanamente ramificada, un deslucido filme que nunca deja crecer la fantasía pura a la que remite fatalmente desde la literalidad, a la vez que acentúa (o deja a la intemperie, como si la película fuera su propio niño desamparado) un combo de golpes bajos para hacer llorar de la peor manera. Karate Kid narrado por Charles Dickens o Spielberg jugando a ser Sigmund Freud (inevitable percibir al hombre-árbol como un psicoanalista o un psicopedagogo), Un monstruo viene a verme recuerda a filmes recientes como La habitación o Donde viven los monstruos, en los que –fantasía o no de por medio– ser niño (y depender de una madre sola) nunca fue peor pesadilla. Aunque la tragedia, en este caso, es ser educado con moralejas sin sabiduría.
TERAPIA DEL DOLOR Un monstruo viene a verme no es una película fácil para ver: es una experiencia lacrimosa, dura y por momentos uno siente que el director quiere tocar todas las teclas para que terminemos lagrimeando y reflexionando una larga hora después de ver la película. La cuestión pasa por cómo la fantasía convive con el melodrama, a veces rozando los caminos de la autoayuda antes que confiando en el trazo alegórico que tiene el relato. Si recordamos ese gran clásico que era La historia sin fin (1984), también basada en una obra literaria, entenderemos por qué: en ambas hay una situación de duelo, niños sensibles con problemas de sociabilización y una fantasía que tiene un fin evasivo, algo que también exploró la gran El mundo mágico de Terabithia (2007), por poner uno de los muchos ejemplos. Sin embargo, aquí la fantasía aparece sublimada al profundo melodrama que encasilla la narración, siendo por momentos un elemento secundario para decir las grandes verdades emitidas por el personaje del “monstruo”, asfixiando por momentos el vuelo narrativo de las imágenes. Aún así, el film de Juan Antonio Bayona no deja de tener virtudes más interesantes que las que muestra en la sobrevalorada El orfanato (2007). Conor (Lewis MacDougall) es el protagonista de este film, que convive con una madre que se encuentra enferma de un cáncer avanzado, siendo al mismo tiempo objeto de burlas y desprecio por parte de sus compañeros debido a que pasa la mayoría del tiempo encerrado en su mundo. La tensión reinante en la casa por el deterioro de su condición y el malogrado vinculo con su abuela lo llevan a una crisis al mismo tiempo que, en paralelo, se le aparece un monstruo en sueños que personifica a un enorme tejo de aspecto violento y diabólico. La criatura con la voz del solvente Liam Neeson aparece para contar historias, prometiendo que una vez que ellas finalicen Conor tendrá que contar la suya y explicar su “verdad”. Es así que aparecen intercaladas dos notables secuencias de animación que, además de enriquecer el costado más lúdico de la narración con un sublime uso del color, tienen una finalidad alegórica que, desafortunadamente, aparecen explicadas. La tensión reinante y el acoso al que se ve sometido lo llevaran al enojo, la ira y la impotencia de no poder resolver las cosas. Como dijimos, con la excepción de la expresividad animada de los cortos intercalados, el film sublima la fantasía y la hace una pieza de la maquinaria del personaje para aceptar la mortalidad y la ausencia, un tópico que suele estar muy presente en el género fantástico. Se trata de un relato que es sobrellevado de forma exclusiva por el personaje de Conor y, dada la naturaleza del material, la forma en que conduce estoicamente a su personaje a través del relato emociona genuinamente, más allá de que el film nos lleve por algunos golpes bajos innecesarios. Lo de Felicity Jones en el papel de la madre de Conor es correcto pero quien realmente brilla es la abuela encarnada por Sigourney Weaver, haciendo de un personaje con el que podría caer fácilmente en la caricatura una criatura verosímil de la narración. Dijimos que cuando logra expresarse en imágenes Bayona es elocuente y tiene una sutileza que el relato no posee: el uso del color durante los cortos animados y la dirección de fotografía (uno de los aspectos indiscutibles de El orfanato) logra materializar la sensibilidad que la película necesita. Algo que se hubiera agradecido desde el guion. Un monstruo viene a verme es una película que cuando habla desde la sensibilidad y las imágenes logra conmover genuinamente, pero cuando aparecen las palabras y uno puede ver los hilos que sobrellevan al relato termina cayendo en los peores vicios del melodrama, algo que por suerte nos hacen olvidar las actuaciones y las pinceladas estéticas que atraviesan la historia de Conor.
Enero es un mes difícil en materia de estrenos cinematográficos. Siempre queda en medio de los últimos tanques que abarrotan a la multitud en todas las salas del país en diciembre, y de los estrenos tardíos o que se hicieron esperar hasta el mes de febrero, siempre con gusto a Oscars. Pero no todo es descarte, siempre queda alguna joyita digna de ver, como es el caso de “Un Monstruo Viene a Verme” (“A Monster Calls”), co-producción española-estadounidense, dirigida por el ya experimentado director español Juan Antonio Bayona. Bayona viene de hacer grandes cosas, y para esta oportunidad no se queda atrás con su más reciente film. Debido al éxito de “Lo imposible” y “El Orfanato” (producida por nada más y nada menos que Guillermo Del Toro), se le abrieron un sinfín de puertas, una de ellas fue dirigir esta adaptación de la novela homónima de Patrick Ness, escritor estadounidense, y a modo de curiosidad, también es el guionista de esta película. En “Un Monstruo Viene a Verme”, la historia gira en torno Conor O’malley, un adolescente británico que no la está pasando para nada bien: su madre tiene cáncer, su padre no está presente, le hacen bullying en la escuela, y para colmo, por las noches no puede dormir debido a una constante pesadilla que lo atormenta. Gracias a una gran imaginación, y habilidad para el dibujo heredada de su mamá, se refugia allí en su día a día, hasta que una noche todo cambia cuando un árbol gigante entra a su casa y le dice que le contará 3 historias, pero que la cuarta la tendrá que contar Conor, y ésta tendrá que ser la verdad. Estas historias terminan teniendo que ver con la vida de Conor, y veremos distintos puntos de vista. Con esta premisa sencilla acompañaremos al protagonista a lo largo de todo el metraje, casi como si fuera un viaje de auto superación y aprendizaje. Por este camino nos lleva el gran trabajo de fotografía de Oscar Faura, que eligió una paleta de colores delicada y acorde a la historia, rememorándonos al estilo europeo, también de la mano de grandes tomas, poco convencionales en este tipo de películas, jugando con planos secuencia, planos detalle y hasta la clásica “Mirada de Dios”, que nos da otro tipo de perspectiva. En el arte visual de las historias contadas por ”El monstruo”, se nos presenta en formato de animación, con un detalle sumamente cuidado y prolijo, haciéndonos inmiscuir cada vez más en estas historias narradas por el misterioso árbol. El CGI se ve muy creíble y acorde a los escenarios donde se presenta. Por el lado visual de esta cinta, el equipo hizo un gran trabajo. Aún siendo una película pequeña, cuenta con pesos pesados en materia de actuación: Felicity Jones deja el piloto automático y su interpretación de madre enferma de cáncer es sublime, Sigourney Weaver da miedo en su papel de abuela fría y calculadora, Toby Kebell por fin encuentra un lugar en un film que le haga justicia como actor luego del desastre de “F4ntastic” (2015), Liam Neeson pone voz y captura de movimiento al monstruo, siendo este muy aterrador, y qué decir de Lewis MacDougall, se come la película. Es muy complicado que un niño destaque tanto y aguante, pero sin dudas, Lewis tiene muchísimo futuro. Por último, mucho ojo, esta película no es para niños a pesar de tener un tráiler amigable con un árbol que habla, lleva una trama adulta que toca fibras sensibles y carga con un drama importante, los más chicos no la van a poder disfrutar, se recomendaría a un público adolescente/young adult. “Un Monstruo Viene a Verme” es la sorpresa del verano, nadie daba un peso por este film que ahora cosecha elogios alrededor del mundo. Una película pequeña, hermosa, que es lenta en su forma de llevar, pero aún así no aburre en ningún momento y no cae en los pozos convencionales de títulos similares. Denle una oportunidad, pueden llevarse una linda sorpresa. Puntaje: 4/5