Amistad y colocación de productos Como gran parte del cine industrial actual, y sobre todo del especializado en continuaciones que pasan por muchas etapas de producción con vistas a agregar capas retóricas para sumar segmentos a un público potencial que se piensa cautivo porque ya conoce de por sí la marca en cuestión, Wifi Ralph (Ralph Breaks the Internet, 2018) es un film mastodonte -tanto a escala conceptual como en lo que atañe al andamiaje formal, léase la realización concreta- que pretende abarcar mucho más de lo conveniente sin conseguir destacarse en ninguna de las vertientes de turno y cayendo muy por debajo del opus original, Ralph, el Demoledor (Wreck-It Ralph, 2012), una obra maravillosa que funcionaba como un ejemplo de lo que puede lograr el mainstream cuando se enfoca en un objetivo excluyente, en este caso crear un homenaje a los videojuegos desde una típica premisa a lo Pixar centrada en un villano de consola que deseaba ser un héroe y en el trajín terminaba desatando un sinfín de problemas. Se nota mucho que seis años han minado la idea original para la secuela y -cortesía de lo que debe haber sido un ejército de opinadores de Walt Disney Animation Studios durante la prolongada concepción- hoy tenemos que conformarnos con un convite que nunca termina de definir del todo su personalidad y que sustituye aquella simple aunque coherente y poderosa idiosincrasia gamer de la propuesta del 2012 por una colección de “intereses” que no cuajan entre sí ni trabajan en armonía: Wifi Ralph quiere ser al mismo tiempo una semblanza sobre la amistad digital/ online, una reflexión acerca de la idiotez y la crueldad de los humanos en Internet, una elegía a la nostalgia omnipresente contemporánea símil Ready Player One (2018) y finalmente una excusa para la tradicional colocación de productos del ámbito cinematográfico, los videojuegos, los programas, las páginas webs y las aplicaciones para celulares, con preeminencia de las franquicias de la propia Disney. Ahora el pretexto para que comience la aventura se resume en el aburrimiento de Vanellope (Sarah Silverman) para con Sugar Rush, el juego de carreras del cual es piloto, y otra “macana” de Ralph (John C. Reilly), quien crea un nuevo camino en el arcade, lo que primero atasca el volante de la consola y luego deriva en su rotura. Ambos protagonistas, frente a la contingencia de un Sugar Rush desconectado, deciden ingresar a Internet mediante un flamante router para comprar un volante en eBay en lo que será el comienzo de un largo derrotero para reunir el dinero que los llevará a tratar de robar un valioso auto del juego Slaughter Race y a filmar videos bien bobos protagonizados por Ralph en pos de popularidad. Todo a su vez se mezcla con los celos que siente el grandote hacia Shank (Gal Gadot), la dueña del vehículo, y el mismo Slaughter Race, adonde Vanellope pretende mudarse ya que el juego es más imprevisible que el muy aniñado/ afeminado Sugar Rush. Como decíamos con anterioridad, la obra hace agua desde diversas perspectivas: se acuerda demasiado tarde de analizar el quid amistoso (recién en el capítulo final se hace explícito el carácter posesivo de Ralph hacia Vanellope y lo que ello implica), el trasfondo de los videos fatuos/ estúpidos queda bastante relegado y sin aprovechar (la trama gira sobre su eje en numerosas ocasiones con poca convicción), mucho de aquel encanto gamer de la original desapareció (la indecisión del guión por momentos resulta en tedio) y sinceramente hay un abuso en materia de citas comerciales al paso (por ejemplo, la mencionada Ready Player One articulaba mucho mejor las referencias a la cultura pop dentro de la estructura de la historia). Sin embargo la película no llega a ser mala porque algunos chistes son graciosos e inteligentes, los personajes nuevos están bien desarrollados, el apartado visual es mayormente despampanante y en general se agradecen la crítica -naif, leve- a la malicia compulsiva del “comportamiento web” y esa fenomenal representación del desenlace de la propia inseguridad vía un virus gigante conformado por miles de Ralphs deseosos de “aprisionar” el afecto de su pequeña amiga. Si hubiese contado con una contrafigura real y hubiese enfocado su relato en uno o dos núcleos en verdad fundamentales, Wifi Ralph podría haber llegado mucho más lejos en términos cualitativos y en especial discursivos…
Ya vimos la capacidad que tienen los diferentes guionistas y directores de la Casa del Ratón para hacer una historia que quede en nuestras memorias, que cada vez que las recordemos lo hagamos con una sonrisa. Ya sea porque nos recuerda a nuestra infancia o porque la película simplemente es buena y nos sacó más de una risa.
Seis años pasaron desde la última entrega de Ralph. Esta es una de esas secuelas que demuestra que no siempre hace falta hacer una segunda parte. No es una película mala, pero si es larga y densa. Tiene varias escenas que podrían haber sido omitidas y aún así estaba bien el film. Lo que se lleva todos los aplausos es el mensaje que deja. Ralph y Venellope viajan a través de wifi a la internet en busca de un volante para arreglar el juego de ésta última. El diseño de “la internet” es muy interesante. Como están distribuidos las grandes empresas, las redes sociales, todo. Es clara la inversión en el film por parte de Ebay. En esta búsqueda Venellope, cansada y aburrida de su juego, quiere algo más excitante, más desafiante (olvidando todo lo que ese juego le dio) y en internet encuentra un nuevo juego, distinto y emocionante. Ella quiere quedarse ahí y Raph que es un inseguro, que se aferra mucho a la relación con ella hace cosas para evitarlo. Lo cual genera una ruptura en ellos. El mensaje es claro: hay que dejar ir a las personas. Por más que duela. Querer obligar a alguien hacer algo que no quiera está muy mal. Por más que nosotros creamos que están equivocados. Un mensaje claro hacia las amistades posesivas. Mi recomendación: Está bien, pero véanla en casa. Zona de spoilers: Es muy divertida la escena de las princesas. Cómo Disney se burla de ellos mismos, bien lograda y de suma importancia en el film.
Bienvenidos a una nueva era en el mundo de los videojuegos. “La Internet” llega para revolucionar el mundo de los bits y con ella los vínculos comienzan a resentirse. Una reflexión sobre las relaciones tóxicas, la vulnerabilidad de los sentimientos, la necesidad de cambios y la imperiosa exigencia de dialogar con uno mismo para evitar perderse ante tanta estimulación.
Seis años después, Disney nos trae la secuela de la película que rinde homenaje a múltiples personajes históricos del mundo de los videojuegos. En esta nueva entrega, Phil Johnston, además de ser el guionista de ambas cintas, se suma a su realización audiovisual para formar un dúo con Rich Moore. A su vez, John C. Reilly y Sarah Silverman se mantienen como la dupla protagonista y se le suman, al elenco original, actrices como Gal Gadot e Idina Menzel, entre otros nombres. En pos del buen entendimiento, se debe explicar algo de la primera película y que es vital: la historia se da entre los personajes de los videojuegos que se encuentran en un arcade en el mundo real. Hay un lugar donde todos interactúan, que se podría pensar como la conexión en común de la cual cada máquina está enchufada. Aclarado eso, Ralph (Reilly) y su mejor amiga Vanellope (Silverman) tienen una vida rutinaria en sus respectivos videojuegos. La búsqueda de cambios dentro de esta cotidianeidad resulta en la rotura del volante con la cual la gente juega a Sugar Rush, en el arcade de Mr. Litwak (Ed O’Neill). Sumado a este suceso, Litwak decide colocar wifi en su local. Cuando enchufa el módem a la misma conexión donde se encuentran las máquinas, todos los personajes se confunden y creen que es un nuevo videojuego. Ralph y Vanellope ingresarán al Internet para conseguir un nuevo volante para Sugar Rush porque, caso contrario, Litwak eliminaría el juego y Vanellope se quedaría sin su casa. La historia se desarrolla de una manera inmejorable en sus casi dos horas de duración. Los homenajes a los videojuegos “retro” continúan y, aprovechando las nuevas adquisiciones de Disney en cuanto a derechos de marcas, fue posible la introducción de múltiples personajes de diferentes películas que, hacen de ésta, un producto óptimo. Además, se apoya en un sólido guion escrito por Johnston y Pamela Ribon. Dentro de la trama se introducen momentos de comedia y no abundan, sino que están distribuidos de forma sumamente estratégica. “WiFi Ralph” es una película animada apta para todo público y, a primera vista, apunta a ser compartida en familia. Sin embargo, y no es sorpresa, el mensaje es mucho más profundo y se funde en el corazón de todas las personas sin discriminar su edad. En un mundo donde las redes sociales rodean tanto a los nenes como a las nenas, es dificultoso lograr que entiendan lo dañinas que pueden llegar a ser éstas. Esta película logra expresarlo de una gran manera y, también, divulga un mensaje de amistad sana, donde una persona no es dueña de la otra, y que el mejor rol que se puede cumplir en este tipo de relaciones es una al lado de otra, y no una atando a la otra. Esto es lo que hace que esta película sea más que recomendable.
Disney encontró la franquicia ideal para hacer alarde del monopolio de licencias que logró armar a lo largo de estos últimos años. Esta secuela del peliculón de 2013 se preocupa demasiado en ubicar cameos y dejaron un poco de lado la parte que hizo que ame la primera parte, las referencias a videojuegos. Cuando el arcade SUGAR RUSH, fichin en el que habita Venellope (Sarah Silverman), se daña de una forma prácticamente irreparable la niña debe embarcarse en una quest al internet junto a su amigo obsesivo Ralph (John C. Reilly) para conseguir el respuesto antes de que su pixelado mundo sea desechado por el dueño de la tienda. En este viaje la pequeña se va a cuestionar que es lo que en realidad quiere, si volver a su monotono juego de carreras o quedarse en un salvaje multiplayer online liderado por una Gal Gadot animada. Lo primero que hay que mencionar es que la protagonista de esta continuación es Vanellope, la historia gira al rededor de sus motivaciones (las cuales son bastante complejas y bien escritas). Su amistad con Ralph es encantadora y a la vez realista, ella sabe que es lo único que su amigo tiene y que sin ella el se quedaría completamente solo, esto es un conflicto muy duro para la joven falla y sin duda la mejor parte de la historia. La evolución de Ralph en un principio es interesante, es atractivo que como personaje todavía tenga secuelas de su triste vida anterior pero a la vez es medio incómodo que su estabilidad emocional dependa de la pequeña al punto de no dejarla tranquila por un segundo. Claro que esto sirve para que el personaje transite un cambio, que termine con su codependencia hacia su primera y unica amiga en el mundo, pero pudo haberse hecho de formas mas sutiles. Cuando vi los avances temía que se descarte el estilo gamer de una forma íntegra, que solo metan a algunos personajes de juegos al principio y al toque se vayan al internet a hacer chistes con los Avengers y con los personajes de Star Wars. Si bien algo de esto se cumplió tengo que admitir que no fue tan grave, los videojuegos no son el foco de la historia pero están ahí y evolucionan de fichin a multiplayer online, mientras que los cameos de licencias Disney son bastante entretenidos y hasta se guardaron sorpresas. Los chistes del internet son divertidos y funcionan a la perfección, tocan temas como el lado oscuro del internet, los videos virales y le dan forma fisica y estructural a páginas web como Youtube o Ebay. Aparentemente el marketing del film le erró mucho ya que nos hicieron creer que estabamos ante un plagio de la patética ‘THE EMOJI MOVIE’ fusionada con ‘READY PLAYER ONE’ a la ‘ROGER RABBIT’. ¿Es lo que yo hubiese querido ver en una secuela de ‘WRECK IT RALPH’? … bueno, la verdad no. De por si los chistes relacionados al internet no me suelen parecer muy divertidos que digamos y me esperaba cameos de personajes como Super Mario, Donkey Kong o Link. Además yo quería una historia totalmente ubicada en un juego RPG online, me hubiese parecido un escenario increíble para una segunda parte y quizás dejar al internet para una tercera entrega. Si bien no es lo que esperaba el resultado fue bastante sólido y supero mis bajas espectativas. Objetivamente la recomiendo, considero que como espectadores van a disfrutarla y que mis problemas con esta continuación son mí culpa ya que la idealice de una manera completamente diferente, así que vayan al cine y veanla por ustedes mismos. Calificación 6.5/10
Cuando en 2012 Disney estrenó Wreck-It Ralph, logró amalgamar muy bien dos target de públicos: el de los más chicos, y el de los adultos nostálgicos. Si bien ya lo había hecho antes, en aquella oportunidad se aprovechó de la nueva moda de la ya citada nostalgia, pero basada en los que crecieron en los 80s y 90s en los arcades. Personajes muy conocidos y desconocidos confluyeron en una muy divertida y original historia, que tampoco dejó de lado a lado a la parodia. Ralph y Vanellope hicieron una gran dupla en todo sentido. En esta secuela, tal y como ocurre en las buenas, se redobla la apuesta. Se deja un poco de lado el factor nostálgico y se apunta por algo más actual y relevante: Internet. Es realmente muy gracioso como los realizadores abordaron el tema. Porque es naif y al mismo tiempo un poco picante, en términos de observación sociocultural actual. Amén de las geniales escenas graciosas tales como el encuentro de Vanellope con todas las princesas de Disney. Algo que ya se podía ver en los trailers pero que en versión expandida es aún mucho mejor. Rich Moore retoma la dirección, pero esta vez en dupla con Phil Johnston, quien ya había co-escrito la primera entrega. Hablar de la excelencia de la animación, es un poco redundante a esta altura. Así que solo voy a destacar las secuencias de persecución de autos. El cast (en idioma original) es excelente, ahora con las voces agregadas de Gal Gadot y Alan Tudyk. Sarah Silverman (Vanellope) sigue ganando mi corazón en ese personaje, que ojalá repita hasta el infinito. La única contra que tiene esta secuela, que dicho sea de paso su título de estreno local es mejor al original, es que ya conocemos a los personajes y sus estructuras, y por lo tanto no hay sorpresas. Sin embargo, hay un par de giros de guión interesantes. WiFi Ralph es una gran película, que se disfruta a todas las edades. Con personajes que ya tienen todos lo elementos para convertirse en nuevos clásicos.
Ralph rompió la Internet… ¿Probó reiniciando el router? Después de seis años de espera, Rich Moore y Phil Johnston traen de regreso a la adorable Vannelope Von Schweetz (Sarah Silverman) y a su inseparable y grandulón amigo Ralph (John C. Reilly) para una aventura cibernética en la pantalla grande. El argumento es sencillo y centrado en la búsqueda de cierto artefacto que llevará a estos dos aventureros a adentrarse en un terreno desconocido: el infinito y peligroso territorio de la web. Desde esta premisa básica, la preocupación central es la evolución psíquica del conflicto en los dos personajes principales. El viaje será una instancia de autodescubrimiento desde la cual todos los elementos simbólicos que surgen provocarán crisis existenciales y un despliegue de emociones contradictorias. Por un lado Vannelope, cansada del éxito, puede resignificar los obstáculos y transformarlos en oportunidades. En ciertos momentos recuerda a una adolescente desafiante que busca salir de su zona de confort y trascender su vida rutinaria. En el otro extremo tenemos a Ralph, quien representa la voz del sentido común y la tradición. El grandulón es un conservador nato que necesita mantener el status quo del mundo que lo rodea como garantía de estabilidad emocional. Entonces la película establece esta dinámica entre amiga/amigo que, en muchas oportunidades, se convierte en hija/padre e incluso, de manera más soslayada, llega a delinear una relación con ciertos trazos de amor romántico. “Esto te pudre la cabeza” es una de las primeras frases que Ralph le espeta a Vannelope cuando ella muestra su interés en el Slaughter Race, un juego de carreras vertiginoso y desafiante. La conversación expone todos los miedos que un padre tradicional puede manifestar cuando un hijo decide independizarse, estableciendo lo que él cree que la niña necesita (y no lo que la niña realmente necesita). El film sobrevuela (con escasa profundidad) la cuestión de la paternidad/maternidad entendida desde la exposición de la más pura orfandad de los personajes: los chicos de Sugar Rush adoptados por Félix y Tamora, las princesas Disney y la misma Vannelope, que busca en Shank (Gal Galdot) no solo una amiga cool sino también una madre. La tensión entre estos comportamientos superpuestos se construye en índice cuando Vannelope confunde un inflable de Donkey Kong con la figura de Ralph. Posteriormente esa significación Ralph-Gorila es confirmada cuando se recurre a una de las escenas más paradigmáticas del cine mundial: King Kong sobre el Empire State sosteniendo a su querida Ann. En ese sentido, no podemos dejar de pensar en todo el caudal pulsional que registra la obra, por lo que resulta al menos atendible que se elija esa imagen tan efectiva y tan fuerte a la hora de retratar la relación entre ambos personajes. Finalmente, todo este pivoteo sobre los roles queda en la superficie y la película se aletarga en su conclusión. Toda la inventiva en el juego de la referencialidad al mundo gamer (atractivo de la primera entrega) se ve brutalmente desplazada hacia la autorreferencialidad Disney presentada sin artificio y carente de gancho (a excepción de ciertos pasajes con las princesas). Bonus tracks: • Lo mejor viene después de los títulos, hay escenas poscréditos y son geniales. • Aparece un cameo entrañable para todos.
Entretiene, emociona y logra ampliar de manera efectiva el universo que creó. Primero más para gamers, ahora ya de lleno en la cultura popular, las aventuras de Ralph y Venellope no tienen techo, ni limites. En 2012, Disney llevó a la pantalla grande una película animada en la que se adaptaba un antiguo juego de arcade llamado “Fix It Felix Jr.“, en este viejo fichín el protagonista era Felix, un hombrecito siempre sonriente, cuyo deber era reparar el edificio que destruía Ralph, su némesis natural. El estudio del ratón, tomó esa premisa simplona y bastante poco atractiva y le dio la vuelta de tuerca necesaria como para que Ralph, el demoledor (Wreck-it Ralph) se meta de lleno en nuestros corazones y dentro de la cultura pop de estos tiempos. Aquella primera peli, fue un disfrute completo para grandes y para chicos, explorando y rememorando antiguas épocas de salas de videojuegos, la historia tuvo éxito en crítica, en recepción por el público y obviamente, en la taquilla. Ni lentos ni perezosos, Disney se propuso redoblar la apuesta y dejo el camino libre para el desarrollo de una secuela. Claro que este no sería un trabajo fácil y por eso, el equipo responsable de hacer de la primera un éxito, regresa en Wifi Ralph (Ralph Breaks the Internet). En esta oportunidad, Ralph (John C. Riley) y Venellope (Sarah Silverman) llevan una amistad sin ningún tipo de conflictos y eso también se trasladó al resto de sus compañeros digitales. Pero Venellope se encuentra un poco aburrida y abrumada, resultado de una rutina que la tiene siempre como ganadora en su propio juego y ella quiere algo más, algo nuevo, algo que le represente un reto. Al notar esto, Ralph no tiene mejor idea que cambiar un poco la pista del Sugar Rush, juego donde su pequeña compañera es la campeona indiscutida y el avatar más requerido por quienes deciden jugar a su juego. Dicho cambio va hacer que el juego sufra un accidente bastante grave, haciendo que el dueño de la sala de videojuegos, deba desconectar el Sugar Rush. Para enmendar su error, Ralph junto con Venellope, deberán entrar a un mundo totalmente nuevo para ellos, el mundo del Internet, allí deberán esforzarse para encontrar el repuesto necesario, y en el camino se toparan con nuevos retos, aliados y peligros. Si hay algo que era muy difícil para esta secuela, era poder alcanzar el nivel de humor y referencias adecuado como para que su estilo no quede repetitivo y terminara refritandose a si misma. Oportunamente y contando una vez mas con la dirección de Phil Johnston y Rich Moore, la idea de incluir el internet hizo que la trama logre refrescarse y mantenerse innovadora. Aprovechando la gran variedad de franquicias que Disney posee, es incontable la cantidad de referencias hacia otras películas. Lo bueno, es que no solo se quedan ahí, porque dentro del amplio mundo de la internet, se puede ver exactamente todo lo que consumimos cotidianamente, incluso hasta sin darnos cuenta. La peli tiene una forma de mostrar la interacción humana con este universo tecnológico, que se hace muy ameno, simpático y hasta razonable. Incluso los elementos más banales, son mostrados de una manera en donde es imposible ni siquiera sonreír. Los personajes que conocemos, vuelven a lograr empatizar con el espectador de manera sumamente efectiva, pero en esta oportunidad están mejor acompañados, ya que se suman a los personajes principales, algunos que logran conectar desde el primer momento en que se muestran. El diseño de los personajes, en esta oportunidad era más complejo, ya que en la primera, todos o la gran mayoría, ya eran personajes conocidos y no se necesitaba demasiada imaginación. Acá se necesitaba que ese desarrollo visual fuera efectivo y que su aspecto tenga relación con su papel dentro de la trama y la verdad es que lo logran de manera perfecta. Wifi Ralph logra todo lo que se propone. Entretiene, emociona y logra ampliar de manera efectiva el universo que creó. Primero más para gamers, ahora ya de lleno en la cultura popular, las aventuras de Ralph y Venellope no tienen techo, ni limites. Veremos hasta dónde y cómo deciden continuar con ellas, los ejecutivos de Disney.
Que segundas partes nunca fueron buenas es un prejuicio que suele tener adeptos, y también, es ciertamente verificable en los hechos. Pero hay excepciones en las que el talento puesto en función de esa idea que fue original se expande y la mejora. OK, en el mundo de la animación se las cuenta con los dedos de una o dos manos -y eso que los personajes suelen tener cuatro y no cinco dedos-, pero Wifi Ralph pasa a integrar ese minúsculo lote. Las amistades son más o menos así, cuando son sinceras y de corazón. Para uno, el otro puede ser como un héroe. Ralph y Vanellope pertenecen a un mismo universo, el de los videojuegos. Y mientras uno prefiere lo seguro, la otra desea extenderse más allá de los límites, no sólo del juego Sugar Rush, sino del Arcade donde están, digamos, “contenidos”. Así que cuando el volante del videojuego se rompe, la excusa de ir por uno nuevo es más que suficiente. Y si Ralph, el demoledor se metía en el mundo de los videogames y hasta los parodiaba, Wifi Ralph es como, sí, un meme de Internet. Hay algo de diversión irreverente entre este malvado redimido (Ralph era el villano de un videogame, y quiere ser el bueno) y esta inadaptada. El origen de la nueva aventura es la aparición de un enrutador de wifi en el lugar de juegos de Litwak. Hay que ir a buscar aquella pieza del juego, que es carísima –todo lo “viejo” y/o vintage, sabemos, lo es- antes de que Litwak, el dueño del local, se decida a desconectar para siempre el juego. Al margen o dentro de la historia misma, está la idea de ver a Internet como una ciudad -Rich Moore, el codirector, lo fue de Zootopia, una ciudad de animales- un mundo en sí mismo (cómo en Ready Player One, de Spielberg, que era también un juego en el cine), y cómo la usamos, nos influye y/o alegra o altera a partir de las interacciones de las redes sociales. Que Ralph pueda ser, o llegar a convertirse en un virus informático y. mejor, cómo las historias virales sean un mero escapismo más que un símbolo de comunicación, también son lecturas posibles siempre en tono humorístico, claro. Porque los momentos emotivos están prácticamente reservados a la relación entre el villano reformado y Vanellope. Párrafo aparte para lo bien que se ve, el regocijo que visualmente ofrece Wifi Ralph, y para la escena en la que la niña, cuyo físico parpadea cuando está por meterse en problemas, se encuentra con todas -sí, todas- las princesas de Disney. El intercambio de ideas, los puntos o no en común (“no conozco a mi madre” “nosotras tampoco”) hacen de esa secuencia una de las más logradas de esta película que, sí, es mejor que la original.
Seis años después de la película “Ralph, el Demoledor” (“Wreck it Ralph”) llega la segunda parte que relata el mundo visto desde adentro de los videojuegos en el Arcade del Mr. Litwak, quien, para modernizar el lugar, decide colocar Wi-Fi en el lugar. En paralelo Vanellope von Schweetz está aburrida de correr siempre la misma ruta en su juego “Sugar Rush” y le pide a su amigo Ralph que le fabrique un atajo. El lo hace, pero al tomar velocidad en el juego, se rompe el volante y hay sólo uno de repuesto en E-Bay. No les queda alternativa que entrar a Internet mediante un router. El arribo al mundo donde se encuentran Facebook, Whatssap, IMDb y la mencionada E-Bay entre otras nos sumerge en un mundo súper colorido y moderno donde tendrán que correr una carrera contra el tiempo para hallar el volante, además de correr una real al intentar robar el auto de Slaughter Race para conseguir dinero para el famoso objeto, ya que ellos no conocen el valor de las cosas y no sabían que había que pagarlo. Ese pasaje es muy gracioso, también es muy ocurrente la interacción de Vanellope con todas las Princesas de Disney, muy divertida y encantadora para las niñas. Los niños también van a pasar un buen momento y se van sentir identificados con el mundo actual, los videos que filma Ralph para You-Tube para ser famoso lo demuestran. Rich Moore y Phil Johnston dirigieron ésta película que pone la amistad como un valor muy importante, acompañando sin oprimir al otro y dejándolo ir, o simplemente ser. Lo mejor: Además de las maravillas a las que Disney nos tiene acostumbrados visualmente es que los guionistas Phil Johnston y Pamela Ribon dotaron de ternura a la pareja protagónica: Vanellope es pura dulzura y Ralph, aún con ese tamaño destila buenos sentimientos, siempre. https://www.youtube.com/watch?v=ws0h0Khkt8s ---> TITULO: Wifi Ralph TITULO ORIGINAL: Ralph Breaks the Internet TITULO ALTERNATIVO: Ralph: el demoledor 2 DIRECCIÓN: Rich Moore, Phil Johnston. VOCES ORIGINALES: John C. Reilly, Kristen Bell, Mandy Moore, Sarah Silverman, Jane Lynch, Idina Menzel, Taraji P. Henson. GUION: Phil Johnston. FOTOGRAFIA: Nathan Warner. MÚSICA: Henry Jackman. GENERO: Familiar , Animación . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 113 Minutos CALIFICACION: Apta todo público DISTRIBUIDORA: Buena Vista FORMATOS: 3D, 2D. ESTRENO: 03 de Enero de 2019 ESTRENO EN USA: 21 de Noviembre de 2018
Ralph, el demoledor era una buena película con espíritu vintage que homenajeaba con ternura y nostalgia al universo de los juegos arcade y presentaba a un protagonista torpe, gruñón y en el fondo querible. Seis años pasaron (en la realidad y en la ficción) y esta secuela resulta, afortunadamente, superior en todos los terrenos (guion, animación, ambientación, narración, desarrollo de personajes) al film original. Ralph sale de la comodidad del salón arcade para ayudar a su mejor amiga, Vanellope von Schweetz, para salvar el Sugar Rush, un juego de carreras con chicas al volante. Claro que al ingresar en el mundo real (la modernidad) conocerán los intrincados y muchas veces riesgosos vericuetos de internet. El planteo cómico de llevar unos personajes que representan el pasado al universo de las redes sociales, las aplicaciones, la venta online y los videogames de última generación puede sonar, en principio, como algo elemental, pero los directores Phil Johnston y Rich Moore lo hacen con tanto ingenio, vértigo e inteligencia que el relato jamás decae y propone además diferentes niveles de lectura que permiten el disfrute tanto de los niños (que ya de tecnología saben mucho) como de los adultos. Entre alusiones a Facebook, Instagram, eBay y WhatsApp, aparece en el film una zona de riesgo, cuando Disney hace alusión a todas sus posesiones y franquicias: Pixar, Star Wars, Marvel, etcétera. Pero justo cuando la película está al borde del infomercial, del presuntuoso alarde corporativo, incorpora a todas sus míticas princesas al relato y el resultado es brillante no solo por el juego de referencias, sino también por su bienvenida apuesta autoparódica. Así, con un despliegue visual extraordinario (el nivel de creatividad y la obsesión por el detalle no dejan de asombrar), Wifi Ralph resulta un entretenimiento sin estridencias, pero construido con indudable simpatía y nobleza. Los hallazgos están asegurados en cualquier versión, pero si el espectador adulto elige alguna de las pocas funciones subtituladas podrá disfrutar además de las voces originales de John C. Reilly (Ralph), Sarah Silverman (Vanellope), Gal Gadot (Shank), Taraji P. Henson (Yesss), Jane Lynch (Calhoun) y Alfred Molina (Double Dan), entre varias otras figuras. No se trata de un plus menor.
Fascinante y super ingeniosa!.¿Te puede llegar a gustar? Siempre que no seas de aquellos que ven el otro lado de las cosas, y por ejemplo, en vez disfrutar y entretenerte viendo el modo divertido con el que te muestran una gran cantidad de productos comerciales...
Bienvenido a la internet, déjeme ser su guia! Disney Animation Studios se tomó su tiempo y más de 6 años después de Ralph el Demoledor (Wreck-It Ralph, 2012) se despacha con Wifi Ralph (2018), una muy pacientemente esperada secuela que continua tras los pasos de Ralph, el personaje de un viejo videojuego que descubre que hay algo más en la vida además de ser el villano de interminables pantallas y niveles. En esta ocasión nos encontramos con un Ralph finalmente satisfecho con su nueva vida, compartida con el resto de los personajes de los arcades de la sala de juegos casi en forma comunitaria. Pero en esta secuela gran parte del protagonismo se lo lleva Vanellope, la corredora y amiga de ralph proveniente del juego Sugar Rush. Cuando dicho juego sufre un desperfecto -producido accidentalmente por Ralph- es necesario conseguir una pieza de repuesto fundamental para que siga funcionando y no sea removido de la sala de juegos, lo que eventualmente amenazaría la propia existencia de Vanellope. Ante esta eventualidad, la dupla descubre algo llamado “Internet” donde pueden conseguir la pieza que necesitan, y acá es donde comienza la aventura Inicialmente es posible detectar ciertos ecos de la horripilante Emoji: La Película (2017),que también describía al mundo de la conectividad y las redes sociales como una urbe interminable donde encontramos de todo. Pero suerte, conforme la trama comienza a desarrollarse, vemos que Wifi Ralph tiene algo más para ofrecernos, hay otro tipo de lectura que corre a la par del entretenimiento. El humor se construye a través de la mirada que los personajes tienen sobre Internet: un lugar caótico lleno de videos virales de gatitos y publicidad fraudulenta que tiene a gran parte de nuestra raza embobada, con los ojos pegados a una pantalla durante más tiempo del recomendable. Como toda buena secuela, expande el universo del mundo presentado en el primer film y lleva al espectador más allá, introduciendo nuevos retos que también llegan de la mano de nuevos personajes. Siendo una película de Disney Animation, perteneciente a ese conglomerado casi totalitario en que se convirtió la compañía del ratón más conocido del planeta -tiene bajo su poder a las franquicias más exitosas- la película se da el gusto de incluir elementos del mundo de Pixar, Star Wars y Marvel sin despeinarse. Queda todo en el negocio familiar y la pelea por los derechos no es un dolor de cabeza. Imperdible la secuencia que involucra a las princesas de Disney, uno de los momentos más logrados del film, con una mojada de oreja filosísima al pensamiento machista y patriarcal! A fin de cuentas vale la pena haber esperado tanto tiempo por esta continuación de las aventuras de Ralph y los suyos, demostrando que a veces las buenas ideas llevan tiempo de sazonado y hasta las producciones más ambiciosas necesitan la pausa necesaria para volver a la pantalla grande con algo digno de ser compartido. Recomendable no abandonar la sala hasta el final, salvo que quieran perderse una escena post-créditos que rinde homenaje a un los memes más épicos de la historia de la web.
En el primer film, Raph el demoledor era un personaje de un juego clásico de fichines que, como su nombre indica, debía romper todo, aunque él soñaba con poder ser, aunque sea por una vez, el héroe del jueguito y se colaba en otras consolas. Ahora, el director Rich Moore apuesta a más y tiene a Ralph metido en internet con el objetivo de comprar un nuevo volante al juego de carreras de su amiga Vanellope, que está al borde de quedarse sin trabajo. Pero claro, el dúo descubre que para comprar por EBay hay que tener plata, y ahí empieza una delirante odisea por la web que se burla de los contenidos de la red y sobre todo de los cibernautas, es decir de todos nosotros. “Wifi” Ralph es una de esas películas que realmente funcionan para grandes y chicos. Es que los chistes son muy graciosos y dan lugar a un enorme atractivo visual, por momentos vertiginoso en todo lo que tiene que ver con carreras de autos violentas y cuestiones por el estilo. Además, tiene un alto contenido de sátira social, burlándose de manera bastante despiadada de las estupideces que hacen que un video de internet se viralice. Y también tiene escenas dementes, como debe tener un buen cartoon hecho y derecho.
Una amistad a prueba de virus. Seis años después de su primera parte, Ralph y Vanellope (John C. Reilly y Sarah Silverman) regresan a la pantalla grande, esta vez abandonando el mundo retro de los videojuegos de Arcade para explorar el infinito espacio de la Internet. Una secuela que en cada aspecto nuevo y en su construcción de historia, personajes y escenarios redobla la apuesta haciendo que cada uno de esos elementos de construcción sean superiores al de su film antecesor. Y así como esta secuela tiene todo para ser una gran historia, al igual que la Internet, cada aspecto bueno tiene su contracara oscura. La excusa para que la dupla de personajes de videojuegos aborde este desconocido mundo es la de conseguir en eBay una nueva pieza de repuesto para Sugar Rush, el juego de carreras al que pertenece Vanellope, antes de que sea desconectado para siempre. Con ese punto de partida, y la mención a un reconocido sitio de subastas, la historia no tardará en convertirse en una catarata de divertidas referencias a la cultura popular virtual, algo que si bien nunca deja de ser divertido y de darle un constante ritmo entretenido al film, también es cierto que se nota la presencia de una desvergonzada autopublicidad corporativa de Disney que, de detenerse mucho la mirada en ello, corre el riesgo de incomodar al espectador —casi como si éste estuviese viendo a Mickey Mouse desnudándose de a poco frente a su propio público. Esa ola publicitaria de la que hace uso el film, a veces de manera alevosa y otras más enfocada desde el humor referencial y paródico, traza una fina y peligrosa línea. Una que rompe la cuarta pared al ser una corporación que se regodea de su propio monopolio, resquebrajando en parte el lugar de la fantasía y la ficción de su historia. No obstante, la historia de Wifi Ralph sabe también permanecer enfocada en lo que quiere contar y sobre todo, en la relación de amistad de sus protagonistas. De esta manera, la comedia de aventuras planteada se ve ligada al corazón de sus personajes, a la importancia de los mismos como ejes centrales dentro de esa construcción imaginaria sobre cómo funciona el mundo de la Internet en términos de imaginarla como una vasta ciudad habitada por miles de usuarios e interfaces. En ese recorrido rodeado de gags y miles de referencias imposibles de captar en un solo visionado, lo que prevalece en primer plano es el humor y el cariño nacido de estos personajes. Mientras que el primer film fallaba al no haber variedad de escenarios —o niveles de videojuegos mejor dicho— esta segunda parte no se limita en nada, depositando a Ralph y Vanellope juntos o separados en una gran cantidad de sitios webs existentes o inventados para la historia, cada uno funcionando para hacer avanzar la historia y para explorar lo que sucede con ambos protagonistas. Por un lado, Vanellope, no sabiendo bien quién es si no tiene la posibilidad de ser una corredora y por el otro, Ralph, descubriéndose como una estrella viralizada de Buzztube —cualquier similitud con Youtube es pura coincidencia. Cada uno de sus respectivos arcos se ven ligados en relación a su amistad y también se encuentran reflejados inteligentemente en los distintos aspectos de la sobrecargada interacción virtual. Es así como la irrupción de personajes nuevos o la visión de la metrópolis cibernética traduce a un terreno personificado muchos conceptos como el spam, aquí visto en forma de vendedores ambulantes, el buscador, representado como un sabio bibliotecario, o los rincones más oscuros de la web, como un peligroso barrio del mercado negro. Es así que si bien cada nuevo lugar que se descubre o visita está marcado episódicamente, todo funciona de manera tal que nunca interfiera con el desarrollo de la historia. De esta manera, entretenimiento y narrativa se complementan con grandes secuencias como la vertiginosa persecución en el juego de carreras Slaughter Race, una suerte de GTA protagonizado por una badass conductora llamada Shank (Gal Gadot) o el hilarante encuentro de todas las princesas Disney. Es allí donde la mirada actual por parte de Vanellope, una princesa de los tiempos modernos, ayuda a deconstruir la conformación clásica de los estereotipos así como también Shank la ayuda a entenderse a sí misma y a su relación con Ralph el demoledor. Por su lado, si Ralph en el primer film pasaba de ser una figura de villano para convertirse en el héroe que es, en esta secuela el rol de villano será ocupado nuevamente por él, pero esta vez de una manera más personal, en base a la interesante lectura que se realiza ante su comportamiento para con Vanellope y de cómo Ralph maneja sus inseguridades respecto a la amistad de ambos. Los conflictos internos del personaje en el mundo de la Internet alcanzan un alto nivel de riesgo para todos los personajes, haciendo que el asimilar su conflicto, luchar literalmente consigo mismo, signifique que la introspección sea la meta para poner a salvo a todos los que corren peligro. De esta manera, Wifi Ralph antepone el corazón y la humanidad de sus protagonistas y lo eleva a un nuevo nivel —no de videojuego— reforzando la importancia y el cariño por estos personajes. Con humor, con sentimiento, logrando ser más fuerte e importante que cualquier ventana emergente publicitaria que habite en el mundo recorrido por estos dos entrañables amigos.
Secuela de Ralph el demoledor, una pequeña y simpática películas de los estudios Disney que contaba la historia de un villano de videojuego que se cansaba de su ingrato rol y salía de su máquina para buscar otros universos donde ser feliz. Aquella película funcionaba, la idea original estaba bien, y aunque estaba lejos de ser perfecta cumplía con su consigna. Lo de pequeña es por la simpleza, porque ambos films son de alto presupuesto. La amistad entre el ya no más villano Ralph y la pequeña rebelde Vanellope, a quien Ralph conoció cuando se metió en el juego Sugar Rush donde ella era la oveja negra hasta que finalmente conoció a su amigo. En la secuela el juego se rompe y como ya ha quedado atrás la edad de oro de las casas de videojuego la única forma de reemplazar el volante roto es comprarlo en internet. Ralph y Vanellope salen a buscar entonces la pieza rota, para evitar que su juego no quede fuera de servicio para siempre. En el camino se cruzarán muchos personajes famosos de todas las franquicias de las cuales Disney ahora tiene los derechos. También entrarán en un juego más oscuro como Slaughter Race, donde conocerán a un gran personaje como la conductora de autos Shank. Los personajes femeninos son clave en esta secuela, no hay duda. Algunos chistes son más graciosos que otros y muchas situaciones suenan a publicidad (no muy) encubierta. Esto último un poco rompe la magia de la película anterior pero la cosa cobra algo de vida cuando Vanellope se encuentra con todas las princesas de Disney. Esta pequeña comunidad de princesas dará lugar a los mejores chistes de la película –siempre y cuando el espectador las conozca, claro- y los cambios de sentido que hoy esos personajes tienen en la cultura popular. Vanellope las ayudará y ellas la ayudarán a lograr su cometido y rescatar al príncipe en apuros (bueno, el ex villano en apuros). Este detalle simpático no alcanza a hacer de Wifi Ralph una película muy interesante, solo la extensión de unos personajes simpáticos más algunas ideas sueltas. Los agregados de drama tampoco aportan demasiado, son lo peor de la película, en esta secuela aceptable que no apuesta a ir más allá que la original.
Ralph y Vanellope sigue siendo amigos, los mejores amigos. Todas las noches, después de que cierra el arcade, se juntan en la taberna para hablar de su día. Él adora esa rutina, es la mejor parte de su día. Ella, en cambio, necesita algo más. Ralph Breaks the Internet es la secuela de la exitosa Wreck-It Ralph; tomando todos los elementos que hicieron de la primera algo único y agregando otros, Disney nos entrega una de las mejores animaciones de los últimos años.
WIFI RALPH pone en línea a los videojuegos y replica amistad sin límites La película "Wifi Ralph" muestra lo intransferible del juego manual frente al virtual. Un Salón de Juegos es el recuerdo de irrecuperables máquinas a fichas, manubrios y pedales con tu grupo de amigos; en equiparación a una sesión vía online con desconocidos. Por. Florencia Fico RALPH deja de ser demoledor a un restaurador en las red sociales un personaje que reivindica la amistad como premio mayor en su vida como dibujo animado. Su mejor amiga Vanellope está en etapa de crecimiento y responde con una actitud desafiante y madura sobre sus sueños ante la pérdida de su juego a manos de RALPH que cometió un error. Será la prueba de una aventura dispuesta a evaluar su lealtad. Luego de desconfigurar accidentalmente carretera del juego Sugar Rush Speefway se hace imposible jugar y entra en crisis el futuro de su primera compañera Vanellope. Las luchas de una era manual a una digital para conseguir repuestos de un manubrio en eBay; elemento que impide jugar al Sugar Rush Speedway donde su mejor amiga Vanellope es la protagonista de carreras autos. La inesperada estrategia de jugar con la sorpresa y los fantásticos desafíos. El guión interpela a los padres y sus hijos en convivencia con tecnologías que aún no pueden ser guiadas ni controladas por ellos o sus chicos. La manipulación y competición por dinero para recuperar lo que hoy ha de ser desechable lo lúdico y compartir una jugada más sin tensión ni violencia que en la actualidad abunda. El cyberbullyng a RALPH por sus vídeos en BuzzTube con sus likes o dislikes; comentarios a veces humillantes y dañinos. Su mejor amiga Vanellope está en etapa de crecimiento y responde con una actitud desafiante y madura sobre sus sueños. Halla en su forma de ser una niña con un fuerte mensaje, a las convenciones establecidas para lo que le interesa hacer a un género ya sea dentro o fuera de un videojuego. La dirección de Rich Moore provee de la creación de los mundos de Vannellope y Ralph. Ella proviene del videojuego de pilotos de carreras donde el fin es obtener el primer lugar. Es una pista llena de de golosinas, confituras y espacios azucarados. Vannellope Von Sheweets y unos cuantos niños de la competencia son partes fundamentales de la partida. Sugar Rush evoca los videojuegos de las sagas de Mario Kart y el campo de disputa de ChocoGordo en Choco Racing. Ralph viene de "Fix - It Felix, Jr" aquí el entretenimiento tiene como personajes principales a Ralph y Felix. Y su actividad era demoler el edificio y dar temor a los residentes. Uno de ellos es Félix, un muchacho que recompone todo lo que Ralph estropea. Las personas capturan a Ralph y lo expulsan a un charco de barro desde el techo. Puntapié para el comienzo de gran parte del relato. Se basa en el clásico arcade de Nintendo, Donkey Kong. Y su segundo director Phill Johnston hizo un guiño sobre el largometraje Zootopia donde él participó a partir de una cartelera que mostraba al Sr.Big. Éste personaje es un hábil ártico con mala reputación por ser el jefe del crimen en Tundratown. Es importante para recrear la esencia del vídeojuego online Slauther Race. En cuanto a la fotografía cuando se ingresa al ciberespacio y mas puntualmente a los gráficos de Slauther Race resultan tomas mas vertiginosas, donde los personajes controlan sus corredores. Se sitúa en un ambiente apocalíptico, un lugar destruido donde prima la colorimetría naranja y amarillo de su aire arenoso y un cielo en tono sepia que sería la escapatoria. En este espacio cohabitan riesgosas dificultades como: perros violentos, tiburones, otros autos u explosiones. Se da un aspecto de intranquilidad y sin lugares de descanso. Uno de los personajes más preponderantes fue Shank; una piloto con magistrales dotes de piloto y su voz es la de la actriz Gal Gadot. Quien pone en tensión la amistad entre Vanellope y Ralph cuando se encuentran en un combate por conseguir un automovil perteneciente del juego de Shank para acumular dinero. Aunque Shank les sugiere que no es la manera más adecuada para conseguir fondos y toma su celular y le hace un video gracioso a Ralph para publicarlo en BuzzTube que financia a los videos con más tendencia y "me gusta". Shank admira como manejó Vanellope en la persecución de gran aceleración y esto siembra la incertidumbre de su amistad con Ralph. La repercusión y el furor de los vídeos de Ralph hacen que él se reúna con el principal algoritmo de la plataforma Yesss que conforman un equipo para hacer virales sus producciones y así obtener el repuesto del juego de Vanellope. Pero ella es enviada por consejo de Ralph al sitio de fans de las princesas de Disney. Quienes se ponen a descubrir el origen de Vanellope y la tratan de etiquetar en base a sus historias de cuentos de hadas pero la verdad es que es una niña que siempre ha ganado en su juego y su sueño está en tomar un volante y conducir a toda velocidad. La estimulan para que se una al equipo de Shank donde ella siente que puede desplegar todo su potencial y encontrar su destino. El publicista Spamley emergente, es decir información basura; que les da la idea de robar el vehículo vuelve a encontrarse con Ralph para hacer un plan en pos de recuperar su amistad con Vanellope. La ve emocionada con Shank en su videojuego y le asusta quedarse solo lo que lo conectará a la red oscura donde un creador de virus con forma de babosa les da una serpiente de color roja que les permitirá bloquear el juego de Shank aunque al reiniciar los efectos serán casi mortales para ambos amigos. Posteriormente la confianza de Vanellope se ve defraudada por ocultarte tal acción que bien hará desmanes y los obligará distanciarse; y a la vez unirse para que vuelva a prenderse el servidor. El virus se sale de control y hace clones de las inseguridades de Ralph mina el universo de Internet ellos preguntan "¿Dónde está mi amiga Vanellope?", esa pregunta unirá a todo su ejército de imitaciones y surgirá un gigante de Ralph. En sus manos tienen a Ralph verdadero y Vanellope que buscan reconciliarse lo que hace recobrar la seguridad de Ralph y su fraternidad con Vanellope. Desarticulan el virus y Ralph asume su egocentrismo y asume el deseo de Vanellope de quedarse en Slaughter Race. Moore y Johnston hicieron posible la aparición de las inconfundibles princesas de Disney: Blanca Nieves y Gruñón, Cenicienta, La Bella durmiente, La sirenita, Bella, Alladin, Pocahontas, Mulan, La princesa y el sapo, Rapunsel, Valiente, Elsa y Anna de Frozen, Moana. La virtud de la película romper con los cánones y estereotipos de princesas de Disney en tono humorístico y musical. Por otro lado Igor de Winnie the Pooh, Sonic de Sonic the Hedgehog, Buzz Lightyear de Toy Story(Pixar), Stromtrooper de Star Wars y Baby Groot de Guardianes de la Galaxia (Marvel) . Y la estelar presencia de Stan Lee. La musicalización se destaca con la banda francesa de música electrónica Daft Punk con Harder, Better, Faster, Stronger. Cuando Vanellope y Ralph deciden pasar por la fibra óptica de la conexión a internet dando un efecto de electricidad al público y los transporta a un universo que al fin conecta por medio de cables un efecto de alto voltaje en los espectadores. PUNTAJE: 90.
Ralph y Vanellope conservan la amistad que los unió hace años, y todos los días se juntan a charlar luego de que el local de arcades cierra. Pero la joven protagonista de Sugar Rush se siente estancada en su vida, y tras un intento de ayuda por parte de Ralph, Sugar Rush es sacado de funcionamiento tras romperse el volante. Ahora ambos deben encontrar la forma de pagar el repuesto, por lo que se tienen que aventurar el peligroso y desconocido mundo de internet. Luego de seis años de la primera parte, nos llega la secuela de este carismático personaje (inventado) de videojuegos; que se debe adaptar a los tiempos que corren. Y antes de continuar, debemos disipar la mayor duda de todos ustedes: no, no estamos ante algo similar a Emoji Movie. La mayor virtud de Wifi Ralph, es que la frescura vista en Ralph el Demoledor, se mantiene intacta. Los personajes siguen siendo simpáticos, queribles y carismáticos, y si bien el factor sorpresa se pierde porque ya sabemos la personalidad del dúo protagonista, esto no le resta puntos al film. Lo mismo que la inclusión de Shank (con voz de Gal Gadot), que si bien su presencia hace que por ejemplo, Félix o la Sargento Calhoum sean relegados a casi cameos, es una buena adición a este universo, y esperamos volver a verla (y a los últimos citados, con más protagonismo) en una eventual tercera parte. Pero teniendo en cuenta lo positivo, debemos recalar lo negativo, y es que Wifi Ralph falla estrepitosamente en su tercer acto. No solo por la ausencia de algo clave en todo relato clásico (no vamos a dar spoilers, pero se imaginarán de que hablamos). Sino que la película se vuelve simplista en todos los aspectos posibles, haciendo que extrañemos la inteligencia que mostraron los guionistas en la primera entrega. Otro error es que quizás el momento más gracioso de la película, lo vimos en el trailer, no solo quemando el mejor gag, sino una brillante idea y sorpresa para los fans más acérrimos de Disney y su universo. Wifi Ralph es una película entretenida, y para nada una mala sucesora de Ralph el Demoledor. Pero si somos sinceros, queda bastante atrás de la última nombrada. Si deciden verla en el cine, vayan teniendo esto en mente y ahí si la van a poder disfrutar; y, sobre todo, eviten ver cualquier posible trailer.
Apropiada y entretenida secuela Estrenada en 2012, Rompe Ralph resultó ser una propuesta animada más consagratoria de lo esperado, por lo que una secuela estaba en los planes inmediatos. Pero los tiempos de la animación dictaron una espera de seis años para que finalmente tengamos en las pantallas WiFi Ralph. También te puede interesar esto: Ralph El Demoledor tendrá su secuela Qué fue de la vida de Ralph Macchio? Rompiendo Internet Ralph y Vanellope viven felices en la central eléctrica de la tienda de arcades del Sr. Litwak. Todo cambia cuando al juego donde pertenece Vanellope se le rompe el volante y no pueden conseguir uno nuevo, dejándola ante la posibilidad de quedar abandonada y borrada de la existencia. Para resolver este problema, la pareja de amigos deberá surcar la internet en busca del único volante en existencia, lo que les planteará no pocos obstáculos. WiFi Ralph se prueba entretenida de la mano de un guion rico en conflictos que sostienen la tensión. No obstante, estos no son solo físicos sino emocionales y temáticos. Sin ir más lejos, diría que la carne del relato descansa en estos últimos enfáticamente, sin por ello sacrificar la comedia y la aventura que venían prometiendo desde los trailers. Una virtud a destacar del desarrollo narrativo es que satiriza muy inteligentemente la sobredependencia actual a las redes sociales, la desesperación por conseguir más seguidores, la búsqueda de la viralización haciendo el menor esfuerzo posible, y cómo los comentarios de un desconocido absoluto -puestos fuera de contexto- pueden sacar de quicio al más tranquilo. Este es un componente muy sólido de la propuesta, aunque el corazón temático está puesto en otro lado: en el temor a quedar solo, de sacar a los celos fuera de la ecuación, de poder aceptar que hay seres queridos que han llegado mucho más lejos que nosotros y está en nosotros el soltarlos, no tanto para que puedan explotar su potencial, sino su felicidad, y que ese avance no significa necesariamente el fin de los lazos. Por el costado de la técnica, la animación goza de una gran fluidez y posee una rica paleta de colores; crea efectivamente climas mediante la iluminación y sabe cuándo aprovechar la saturación sin tener que abusar de ella. El trabajo de voces de John C. Reillyy Sarah Silverman se prueba tan efectivo como en la primera película, ratificando la solidez y química de la pareja protagónica.
Secuela de la inolvidable "Ralph el demoledor" y con parte de su equipo creativo junto a creadores de esa otra maravilla que fue "Zootopia", "Wifi Ralph" retoma el personaje Ralph, el chico del videojuego que no quería ser como era y a su amiga Vanellope, que tanto hizo para integrar al rebelde. Ellos se embarcan en una aventura singular para salvar el juego en que vive Vanellope, "Sugar Rush". Los amigos deben afrontar un mundo para ellos desconocido, el de Internet, cuyas reglas desconocen. Y es justamente allí donde el filme alcanza sus mayores logros. Por el choque con un mundo virtual y sus códigos que los integrantes de los videojuego no comprenden o no manejan. Así confluyen plataformas como YouTube, Google, portales y aplicaciones a las que los visitantes deben adaptarse y justamente en alguno de ellos aparece una de las secuencias más logradas de la película que enfrenta a la pequeña Vanellope con los personajes animados y las Princesas de la plataforma Disney. Así un enfrentamiento entre las Princesas y la misma Blancanieves transformadas en personajes superpoderosos con la buena de Vanellope las embarca en un diálogo que parece sacado de las integrantes de YouToo. Ese "¿Fuiste envenenada?" (de Blancanieves), o el "atrapada o esclavizada quizás?" (de las heroínas más modernas) despiertan reacciones de la pequeña Vanellope. PERFECCION VISUAL Filme de ritmo efervescente, de infinitos detalles que dificultan la apreciación en una sola exhibición, abundante en ironía y humor. La perfección formal como en la primera asombra, la pluralidad de contenidos deslumbra, sólo se hace dificultoso el abarcar todo ese mundo infinito, lo que obliga también a que algunos temas no puedan ser abordados en profundidad. "Wifi Ralph" es una secuela de muy alto nivel y creatividad, juguetona y estéticamente deslumbrante.
Seis ños después del estreno de aquella muy simpática película animada, “Ralph, el demoledor”, que trabajaba con la nostalgía de los videojuegos de los años 80′ (y sus personajes míticos), llega ahora su esperable secuela. La casa madre de los dibujos animados, Disney, apostó fuerte este año a dos secuelas de cara a lo que será la temporada de premios, una de ellas es “Los increibles 2” (con el soporte de Pixar, claro está), y la otra es “Wifi Ralph”.El cineasta Rich Moore repite de la primera parte, y ahora co-dirige junto a quién había sido su guionista, Phil Johnston. Aquí Ralph y su amiga Vanellope se ven obligados a sumergirse en el mundo de internet en busca del repuesto de una pieza del juego Sugar Rush. Pero lejos de la amabilidad del pequeño universo de las consolas, encontrarán un lugar tan peligroso como atractivo. El año pasado, la penosa “Emoji”, intentaba abordar -con no mucho éxito- las posibilidades tecnológicas del siglo XXI, así como las aplicaciones que pululan por nuestros celulares y las redes sociales. Lo que parecían buenas intenciones terminó siendo un aburrido show animado sin gracia alguna. Asi que “Wifi Ralph” recoge el guante y explora todo lo que “Emoji” dejó trunco, pero lo hace de una manera mil veces mejor. Esta entrega hace principal hincapié en la amistad ‘tóxica’ de Ralph y Vanellope. Todo lo que sucede alrededor de la película sirve para llevar la idea, pero ese mensaje fluye dentro del engranaje de la historia y nunca resulta una búsqueda apresurada y forzada. Rich Moore y Phil Johnston consiguen algo muy complicado, introducir la nostalgía de los 80′ y hacerla chocar con el siglo XXI. En ese sentido, “Wifi Ralph” es una excelente radiografía de internet, lo que va a permitir que esta secuela identifique aún más a los niños, sin por ello dejar exento a los adultos. Las diversas apps permiten fortalecer la parte humoristica de la cinta con momentos muy logrados, y también tenemos como recompensa una larga secuencia protagonizada por las princesas de Disney, que es brillante. Sólido regreso del simpático personaje, Ralph. Se actualizan/modernizan los conceptos y tenemos momentos mucho más divertidos. Gustará a todos por igual. Fabio Albornoz (@fabioalbornoz) para OCIOPATAS
Una secuela que supera a la primera en diversión, inventiva, con la siempre bien recibida nostalgia por los videojuegos que marcaron a toda una generación, con la llegada de Internet vista por dentro, la historia de una amistad puesta a prueba, y algunos hallazgos que bien pueden ser el germen de una nueva película. (Ver el reportaje que le hicimos a uno de sus directores el famoso Rich Moore). Aquí Ralph y Venellope se enfrentan a un problema de hastío de parte de ella y un desastre de parte de él para contentarla, que hace que ambos aterricen en la novedad de la red informática. Y allí como un gigantesco parque de diversiones está mostradas y satirizadas todas las obsesiones de los usuarios, el consumo impulsivo, la necesidad de fama, la dependencia de la aprobación de los demás, adultos y millenials en un verdadero alarde imaginativo y creativo. Hay contenido realmente para todos, los nostálgicos, la generación que hace de Internet su medio natural, los grandes, los chicos. El trabajo de Rich Moore y Phil Jhonston, este último co-guionista junto a Pamela Ribon es impecable. Una reunión de talentos con la producción de John Lasseter, Jennifer Lee y Chris Spencer. Con un aire a “Zootopia”, con hallazgos geniales como la reunión de todas las princesas del mundo Disney que es magnífica, y un esqueleto emotivo, sobre las complejidades de la amistad, que apunta a la identificación que puede ser de un hermano mayor con una adolescente dispuesta a volar, o de un padre con un hijo, que atraviesa los fuegos creativos sin fin que proporciona la película. Y ni hablar si realmente el espectador se dedica a rastrear la versión subtitulada con grandes estrellas en las voces originales. La mejor diversión asegurada.
Ralph hace varios años había sido una linda sorpresa, era de esas pocas y valoradas películas donde chicos y grandes la disfrutaban por igual, teniendo distintos enfoques para cada uno. Las secuelas por lo general no logran lo mismo... pero WiFi Ralph si. Y no solo es una película de entretenimiento en general, también es educativa en el tema de internet, porque en unos años será como una película histórica tocando los temas de los sitios y aplicaciones, como lo fue en su momento la anterior con los juegos de "fichines". Quizás tenga unos minutos de más, pero Disney logró que la historia vaya por otro lado al anterior, pero con la misma esencia y con la misma fuerza. Wifi Ralph es una gran salida familiar y también por qué no... para los grandes en solitario.
Es imposible decirlo porque nunca jamás vamos a poder contar nuevamente con el factor de la sorpresa, la novedad, el toque que le da originalidad, pero sacándolo de la ecuación y quedándonos con el contenido en sí mismo como elemento principal para su redefinición, podemos decir que “Wifi Ralph” es una de las pocas excepciones a la dudosa regla: “Segundas partes nunca fueron buenas” Continuación de “Ralph, el demoledor” (Rich Moore, 2012), este estreno no solamente decide abandonar la estética que le dio origen (la de un viejo video juego de Arcade plano y unidimensional) es decir, cortar el cordón umbilical que le da anclaje en un lugar seguro; sino también apostar por la entrada consciente a la vida digital, o tal vez la digitalización de la vida. Es más, en este aspecto se puede hablar de una ampliación de la temática planteada hace casi exactamente seis años. En aquella oportunidad, Ralph (voz de John C. Reilly, doblado por Mario Filio) renegaba de su condición de villano pues no se sentía aceptado por el hecho de serlo. Esa lógica no atravesaba el mensaje pues la impronta de la moraleja, en el contexto de un video juego pero aplicable a cualquier circunstancia, era la de aceptar que cada uno cumple un rol en un engranaje, y que cada rol potencia al otro dentro y fuera de cada ámbito. Las circunstancias lo mostraban como héroe al ayudar a Venellope (Sarah Silverman, doblada por Liliana Barba Meineck, reemplazando a María Antonieta de las Nieves - la Chilindrina en El Chavo del 8 -), una niña rebelde que se metía en problemas en otro videojuego. Bien, pasado el tiempo cada uno ya ha aceptado el rol que le toca jugar y van cobrando vida cuando el dueño de la tienda, Mr Litwak (Ed O’Neil, doblado por Paco Mauri) abre su local para que los chicos sigan disfrutando del viejo entretenimiento. previo a la era de la Play Station. Pero Venellope se sigue quejando de lo rutinario de su cometido “Siempre la misma pista de carreras”. Su héroe invade ese videojuego y arma otra pista (de alguna manera “rompe” las reglas de la programación informática), lo cual deriva en la ruptura de una de las piezas en la vida real. Ante la amenaza de tirar el juego a la basura por el elevado precio del repuesto, Ralph y la niña se meten, literalmente, en el mundo de internet para tratar de conseguirlo. Aquí, a los doce minutos de película, comienza el reinicio de toda la idea superadora de la original y que ahora está codirigida por Phil Johnston junto al ya mencionado Rich Moore. No solamente por el planteo estético en donde “Internet” se presenta como una gran ciudad inabarcable (al estilo Tokio) de trafico de información, con los spam, Pop Ups, bugs, firewalls, cookies y caché como habituales e innumerables transeúntes, o sea todo aquello que hace que la web ande (bien o mal) transformado en personajes. Ambos van en busca de sitios de internet en donde poder adquirir la pieza que necesitan, pero en este viaje en particular ella descubrirá, y aquí es donde la apuesta del guión sale bien, su lugar de pertenencia, su manera de entender y descubrir el mundo y,por supuesto, el equilibrio entre felicidad y tristeza a la hora de aceptar la ruptura de viejas estructuras para soltarlas a favor de los nuevos desafíos. Lateralmente el guión juega saludablemente bien con esas presencias y menciones de sitios conocidos por todos, y mucho de eso es un gag en sí mismo, pero tal vez lo mejor de todo este conjunto de adornos graciosos sea la escena completa en la cual se juntan todas las princesas históricas de Disney, haciendo un ejercicio de necesario despojo de los antiguos paradigmas esquematizados que sometían a los personajes femeninos a “esperar por el príncipe azul”. Este momento de autoconsciencia es sencillamente hilarante y hasta podría ser un corto en sí mismo. “WiFi Ralph” amplía su público al usar un lenguaje amable para referirse al mundo que retrata de manera tal que nadie se quede afuera. Será seguramente un éxito de taquilla y habrá que ver si no le hace sombra a la firme candidata al Oscar de este año, “Los Increíbles 2” pero, yendo más al grano, es una muy buena película animada para todos.
Tardaron unos seis años, pero Ralph y Vanellope están de regreso con nuevas aventuras, esta vez, sueltos en la red de redes. Seis años después de sumergirnos en el mundo fichinero de “Ralph, el Demoledor” (Wreck-It Ralph, 2012), Phil Johnston y Rich Moore vuelven por más, esta vez ampliando las aventuras animadas de los protagonistas, y llevándolos a un universo que parece no tener límites: la red de redes. Y sí, el Litwak's Family Fun Center and Arcade les quedó chico, y más allá del Fix-It Felix, Jr. y el Sugar Rush, hay muchas emociones fuertes por descubrir, sobre todo para la pequeña Vanellope Von Schweetz (voz de Sarah Silverman), cansada de la monotonía de su propio juego. La amistad que forjaron Vanellope y Ralph (John C. Reilly) sigue viento en popa desde que derrotaron a Turbo, más que nada porque el grandulón la siente inmutable, algo que no comparte la corredora. En uno de los tantos torpes intentos de Ralph por hacer sentir mejor a su amiga, Sugar Rush sufre una pequeña falla y propicia que el mismo Litwak rompa de lleno el comando. Sabemos que se trata de un arcade “vintage” y la única forma de salvarlo es adquirir el único repuesto que ofrece un vendedor de eBay. Para ello, el dueño del lugar debe conectarse a Internet y tratar de adquirir el vendito volante. La adquisición del router es una aventura en sí misma, pero mientras Litwak se decide a hacer la compra, los habitantes de Sugar Rush se quedan sin casa. Esto no parece molestar tanto a Vanellope, que junto con su compañero se van de excursión por la red para agilizar la transacción. Se podrán imaginar que del otro lado del cable los espera un mundo bastante diferente a su austera Estación Central. Cuando nos enteramos que la secuela se ambientaba en la web, nuestro primer pensamiento fue: “Que no se parezca a ‘Emoji: La Película’”. Johnston y Moore no pudieron escapar del product placement excesivo, pero al menos tienen una gran historia que lo acompaña. Sí, tanto PNT termina aburriendo al rato, pero no tenemos tiempo para listar todo lo que aparece pantalla porque la dupla protagonista no pasa ni dos minutos en este lugar que ya se empieza a meter en problemas. Vanellope y Ralph logran ganar la subasta de eBay, pero no son muy conscientes de que deben pagar dicha compra en un período máximo de 24 horas. Para ello necesitan efectivo (o su homónimo virtual), algo que no sobra en este océano de spam y posibilidades. Así terminan intentando robar un valioso automóvil del jueguito Slaughter Race, una tarea imposible, ya que está controlado por la experta piloto Shank (Gal Gadot). Mientras Shank y Vanellope hacen buenas migas, Ralph pasa al plan B: recaudar dinero compartiendo videítos en BuzzTube, la plataforma que convierte la fama viral en corazones y efectivo. Ya se imaginarán por dónde vienen las moralejas de la película, un tanto de manual y otro tanto en el clavo cuando se trata de la fugacidad de esta “popularidad” o los comentarios tóxicos y mala onda que suelen traer aparejada. Y claro, Vanellope también es princesa “Wifi Ralph” (Ralph Breaks the Internet, 2018) se aggiorna a los problemas que se viven y desprenden de las redes sociales, se hace eco de nuestra relación no siempre tan sana con la tecnología, y el hecho de que las personas cambian, más allá de las amistades. La relación de Vanellope y Ralph sigue siendo el centro de la historia y muchos de estos cambios, la causa de todas las peripecias que tiene que enfrentar la dupla en este mundo tan vasto y extraño… aunque repleto de posibilidades para un personaje tan hiperquinético y aventurero como la princesita de Sugar Rush. Justamente, hablando de princesas y empoderamiento, la famosa escena de Vanellope y su encuentro con las chicas de Disney es todo un hallazgo, de los mejores momentos de la película, y un revisionado de las fórmulas arcaicas y gastadas que la mismísima compañía del ratón ayudó a construir a lo largo de las décadas y gracias a sus arquetipos. Mientras acá le dan en el clavo echando mano a otros personajes del estudio, la cosa se pone un tanto densa cuando empezamos a sumar franquicias como las de Marvel y Star Wars, que poco aportan a la historia más que un gag ocasional o la eterna autorreferencia. De un sólo vistazo, Disney nos demuestra su poderío (y todas sus propiedades), un detalle que a los pequeñines, tal vez, les pase desapercibido, pero a nosotros nos resulta imposible ignorarlo. Gal Gadot siempre sumando Ok, en la primera teníamos los fichines, acá todo un universo de cultura pop al alcance de un click, pero igual hay que saber moderarlo y encontrar el equilibrio para que la narración y los personajes sigan siendo lo más importante de la historia. Esto se pierde por momentos, sobre todo a lo largo de casi dos horas de película (gente, los pibes no se lo aguantan). “Wifi Ralph” termina siendo una dignísima secuela llena de súper acción, escenas espectaculares y buenos mensajes, pero carece de la frescura y la originalidad de la primera, algo que le resta algunos puntos, al igual que esa sobreexposición de marcas que siempre pueden disimularse. No siempre puede mantener el ritmo, pero suma desde la evolución de sus protagonistas, la adhesión de algunos nuevos y una vuelta de tuerca bastante novedosa para este tipo de relato infantil.
Ralph neoliberal Es verdad que exigirle a Disney una mirada crítica sobre las temáticas que aborda es como buscar una quimera en el lugar más absurdo, pero cierto es que aquí hay un par de personajes que rechinan demasiado. Ambos personifican y representan dos de los mayores problemas que presenta hoy Internet. El primero de ellos se llama justamente Spamley y es un hombrecito verde y simpático que trabaja con el spam; impone sus ventanas emergentes a los usuarios, utilizando publicidad engañosa. La segunda de estos dos personajes es Yesss, una empresaria que lucra en su plataforma de videos, fomentando y viralizando los memes más descerebrados y estúpidos (muchos de los cuales explotan el sufrimiento ajeno). Durante el visionado de esta película el espectador adulto podría pensar que ambos son inescrupulosos villanos, pero, lejos de ello, terminan siendo aliados de los protagonistas, ofreciéndoles su ayuda en momentos decisivos. Para colmo, los propios protagonistas acabarán utilizando esos mismos métodos de explotación.
Debo reconocer que "Wreck-it-Ralph" me fascinó allá por el 2012. La califiqué con diez y basé mi impresión en el hecho altamente original que significaba la fusión entre el mundo de los videojuegos clásicos de los 70' y 80' con el estilo tradicional de aventuras animadas "familiares" que domina el mercado (superacción, familia, amistad, aprendizaje, etc). Contaba con dos personajes muy carismáticos, Ralph y su amiga Vanellope (John C. Reiley y Sarah Silverman en la versión en inglés) y un conflicto que parecía nostálgico, pero lograba prender en la audiencia, de punta a punta. Es decir, era interesante para los más chicos, pero los grandes tenían su espacio para disfrutarla también. En esas condiciones, pensar en subir la apuesta y volver a sorprender no era tarea sencilla. Así fue que Phil Johnston se unió al director de la primera entrega, Rich Moore, con la idea de expandir el universo de juego y proponer una historia nuevamente, transgresora. Esta vez, los personajes del arcade ochentoso van a salir al mundo (virtual) y enfrentarán todas las complicaciones (y tentaciones) que se experimentan en la red global. Sí, Ralph llega a internet y cuidado, porque el pibe se las trae... La historia nos presenta la actualidad de nuestros conocidos: Ralph y Vanellope. Ellos tienen una rutina establecida sobre sus actividades, en la que hacen lo que todos los personajes de videojuegos deben hacer (?). Pero un día, en una competencia del juego de Vanellope, el volante de la máquina se termina rompiendo y esto lleva al cierre temporal del fichín. Desde ya, la clausura del "Sugar Rush", instala una crisis de identidad laboral y personal para la pequeña niña, quien siente que su universo se derrumba. Nosotros ya sospechamos por lo que vemos, que Vanellope quiere probar otro destino, porque cree que las pistas que recorre diariamente en su juego, ya no son un desafío para ella. No le gusta hacer siempre lo mismo, y difiere con Ralph, quien está sumamente feliz en su pequeño mundo. La cuestión es que gracias a un hecho habitual en estos días (un dueño agrega conectividad a su local), ellos van a poder subir a la red, hecho que dispara la intención primaria de resolver el tema del volante. ¿Por qué? Al estar conectados vía internet, los personajes accederán a todas las grandes y conocidas plataformas que manejan e-commerce, noticias, videos y más, y todas servirán, directa o indirectamente, para la solución del problema (adquirir un producto exacto que reemplace al roto).. Claro, la primera tarea será tratar de entender el mundo que se les presenta, y a la vez, conseguir el volante rápidamente para que la máquina de Vanellope, siga funcionando y no sea discontinuada del local. Pero eso, es sólo el comienzo de la aventura. Sin anticipar mucho más, hay que decir que la forma en que presenta el universo de la red, es simple y luce didáctico y colorido. Hay una preocupación por mostrar como funcionan los procesos, destacada. Nos fascinaremos con los viajes de los amigos a los diferentes espacios y disfrutaremos de sus recorridos en el mediático mundo de las comunicaciones instantáneas. "Ralphs breaks the internet" es entonces una cinta que se propone intentar instalar a sus personajes en un contexto desafiante y actual. Aprovecha de la potencialidad de las marcas y espacios, para potenciar el humor en cada aprendizaje del mundo digital. Pero además (y más importante), explota muy bien las nuevas licencias de las que goza Disney (Star Wars a la cabeza) y hasta se permite el guiño de traer a todas las princesas clásicas del estudio, a un par de divertidas escenas junto a la protagonista de la peli. Creo que, como extra importante, "Ralph..." permite también explicar en pocos casos a los niños, como funciona internet, de una manera distinta y poco convencional. De más está decir que el público adulto la pasará muy bien, siguiendo la tradición de esta franquicia. Los aspectos técnicos, impecables, la banda de sonido, también. Sin dudas, la mejor película animada del 2018. Nos llega en 2019, por una diferencia de días de estreno, "Wifi Ralph" es un golazo. No dejen de verla.
En esta secuela regresa a la aventura y la diversión, con los mismos personajes y nuevos, con el mismo hilo conductor. En esta ocasión Ralph (John C. Reilly) y Vanellope (Sarah Silverman) ingresan al mundo de Internet para conseguir un nuevo volante para Sugar Rush porque, si no lo consiguen, Litwak queda fuera de juego y Vanellope pierde su casa. El espectador debe prestar atención a cada secuencia, logra llamar la atención, para reflexionar sobre: el compañerismo, el respeto, el bulling y la pertenencia. Contiene algunas metáforas, referencia a otras películas y de esta manera resulta más atractiva para los adultos, buena paleta de colores, hay humor negro y está bien construida. Dentro de los créditos finales tenes dos escenas extras.
Wifi Ralph: Una clase sobre amistad. Lo nuevo de Disney regresa con los entrañables personajes de Ralph El Demoledor (Wreck It Ralph) seis años después, pero con aún mucho que aprender. En Ralph El Demoledor, vemos a un personaje agobiado por los uno consideraría su naturaleza intrínseca: ser malvado. El mundo lo ve como un villano y lo trata como tal, haciéndolo sentir aislado y solo. Al final, tanto Ralph como el resto de los personajes logra comprender que, a veces, la gente es más que su trabajo, más que un título y más de lo que se ve a simple vista. Ahora, varios años después, Ralph (John C. Reilly) tiene una mejor amiga en Vanellope (Sarah Silverman) y el mundo es mucho más alegre y divertido. Pero todo puede estar por acabar cuando el juego de Vanellope se rompe y la pieza es demasiado cara en contraste con lo que el juego gana en el Arcade. La historia nos presenta algunas novedades al principio del juego. Primero, Vaenllope está aburrida con sus pistas; segundo, su juego se rompe; tercero, el arcade se actualiza y pone internet. Con esta conjugación de factores, tenemos un dúo de amigos que deciden adentrarse en el extraño y bizarro mundo de la Internet para salvar el juego de Vanellope y, por extensión, el hogar de todos los personajes de ese juego. Así, el film ocurre principalmente en el misterioso mundo que es Internet para todos nosotros. Sí, misterioso, porque a pesar de que lo usamos a diario, muy pocos de nosotros entendemos como funciona en realidad. Y la representación que hacen del mismo es muy interesante. Como se ve en el trailer, se la presenta como una ciudad gigante, donde cada sitio web es un edificio y cada usuario está representado por un pequeño avatar que se ve como nosotros. Los links generan mini-vehículos que te llevan a donde quieras ir y los ad-blockers tienen forma de guardaespaldas. Es una colorida, pero a mi parecer bastante clara, explicación del formato básico que la rige. Los conflictos vienen en olas, porque no es el mismo problema estirado para cubrir el largo de la película. No, no es ese el caso. El primer problema es encontrar la pieza para el juego. El siguiente, es conseguir el dinero para comprarla. De la mano de este, se meten en un juego para conseguir un objeto raro que les dará lo suficiente para lograrlo. Luego de fallar en ese intento, lo que sigue es obtener los suficientes likes en un video (o varios en ese caso) para ganar efectivo en un sitio estilo Youtube. Y así sucesivamente, porque ese no es el final del camino. A nivel historia, lo interesante es el foco que se pone en la amistad entre Ralph y Vanellope. Se parte, al principio, de la idea de que ambos tienen el mismo sueño: la constancia de sus juegos. Jugar todo el día y a la noche pasarlo como quieran en su universo del arcade. Pero pronto vemos a una Vanellope que quiere más del mundo y que, una vez que entra a Internet y, específicamente, a un juego de carreras online al estilo GTA, se da cuenta de que quiere más. El conflicto recae entonces en la inhabilidad de Ralph de aceptar que ellos no quieren lo mismo y que, quizá, ella no vaya a volver al videojuego ahora mismo. La actitud celosa y posesiva de Ralph y la realización de que sus actos lo hacen un mal amigo es buena parte del desarrollo de personajes que hace de este film interesante. La otra mitad es el crecimiento de Vanellope, que con la ayuda de Shank (Gal Gadot), empieza a llegar a una aceptación sobre sus deseos. También su encuentro con las princesas tiene un efecto desencadenante en el descubrimiento de esta niña sobre sus deseos reales (y su canción). Sin contar que, por una vez, se les da a las princesas algo que los fans les han dado hace tiempo: ropa actual y libertad más allá de sus historias. Ellas tienen su momento de heroínas sin la participación de sus contrapartes masculinas y lo hacen con estilo. Lo único que de a momentos le juega en contra al film es su largo, que a veces se hace notar, pero que se equilibran bastante con la presencia de escena se acción divertidas y el ya mencionado cambio constante de objetivos a cumplir. Wifi Ralph lleva a los personajes al siguiente nivel, mostrándonos crecimiento y desarrollo y trayendo un mensaje que a veces pasas desapercibidos mientras crecemos: que alguien sea nuestro mejor amigo, no quiere decir que quiera exactamente lo mismo que nosotros. Esa es la moraleja que Ralph nos enseña en esta ocasión. Y es un mensaje que, a veces, hasta los adultos olvidamos.
Internet, ese mundo tan ancho y ajeno Si hace seis años el local de videojuegos daba un contexto deliciosamente anacrónico, en esta secuela El Demoledor y su amiga Vanellope transitan la red de redes, en una serie de secuencias autoconclusivas que son también un perfecto vehículo para la factoría Disney. Más rápido y más furioso, parece haber sido la máxima de los realizadores de esta secuela que transcurre, en coincidencia con el paso del tiempo en la vida real, seis años después de los acontecimientos de Ralph El Demoledor. El villano del videojuego de 8 bits “Fix-it Felix” y su amiga Vanellope, la rebelde del arcade “Sugar Rush”, son ahora mejores amigos en el universo del salón de juegos, marco anacrónico que le brindaba a la película original una parte sustancial de su gracia. Como el título original lo indica y el local apenas lo insinúa, la aparición de una nueva consola con conexión a Internet (y un accidente/excusa en la trama) dispara al dúo desparejo a las inmensidades de la red de redes, un vasto cosmos abierto a millones de posibilidades, tanto narrativas como comerciales. Hay aquí en disposición una ingente cantidad de logotipos, desde gigantes online como eBay y Google –que aparecen en pantalla matando dos pájaros de un tiro, esto es, cumpliendo una lógica dramática al tiempo que publicitan sus bondades– hasta otros productos de la compañía Disney, incluidos sus parques temáticos, ejemplo engrasado y pulido de sinergia empresarial. Rapidísimo y furioso es el juego online e interactivo del cual queda inmediatamente prendida la pequeña Vanellope, lo cual resulta lógico: el hiperrealismo y velocidad de esas carreras en poco y nada se parecen a las previsibles pistas que atraviesan su mundo original. A Ralph poco parece apetecerle el peligro, deseoso de encontrar el cripto–dinero necesario para reestablecer el orden original y regresar a casa a disfrutar de la rutina. Más allá de la misión central y del verdadero conflicto entre los protagonistas, que llegará recién para el tercer acto, el guión del realizador Phil Johnston y Pamela Ribon establece una sucesión de escenas con arranque, nudo y desenlace propios, como si se tratara de distintas etapas a completar en un juego de aventuras, al mismo tiempo bendición y problema: si bien ese diseño evita los pantanos de la repetición es difícil no sentir el recorrido como una línea recta con ligeros desvíos. La construcción de los gags (varios de ellos pensados puntualmente para la platea acompañante, la adulta) es usualmente práctica y funcional, aunque más de un chiste ligado a las aplicaciones y soportes quedará viejo dentro de muy poco tiempo. Menos coyunturales resultan algunas de las ocurrencias no tecnológicas, como el conciliábulo de princesas Disney con habilidades especiales, aunque allí también se siente su carácter derivativo: Shrek y su parodia del mundo de príncipes y princesas ya recorrió esos mismos caminos hace casi dos décadas. En cuanto a la aparente “crítica” del uso de las redes sociales y la obsesión actual por lo que podría bautizarse como “la banalidad de los videos online”, el film nunca termina de castigarlos, lógica ambivalente que permitirá que los héroes logren su cometido (nunca, por otro lado, hay que escupir para arriba). El ritmo trepidante no permite que el tedio llegue a anidar en el relato, pero Wifi Ralph se siente como una versión demasiado ruidosa e innecesariamente al palo tanto de la película original como del universo mucho más delicado de la trilogía Toy Story, modelo transparente del cual surgen estos personajes y su mundo. Eso sí, con un despliegue visual último modelo y las voces (en la versión original) de John C. Reilly y Sarah Silverman, vehículos ideales para las frases humorísticas de una línea, tanto las irónicas como las sensibles. El resto es la vieja amistad, con su placeres y dolores, punto de partida para uno de los más viejos trucos del Tío Walt: la moraleja.
Tras la disparatada y nostálgica sátira del mundo análogo de los Arcades, Wifi Ralph expande de forma ingeniosa la premisa de la original llevando la aventura al mundo de la Internet. Los directores Phil Johnston y Rich Moore -Zootopia y varios episodios de Los Simpson y Futurama-son los encargados de esta secuela en la que Ralph, el chico torpe de los videojuegos -voz original en inglés de John C. Reilly- y su mejor amiga Vanellope Von Schweetz -voz original en inglés de Sarah Silverman- dejan las comodidades del Arcade de Litwak en un intento por salvar el videojuego de Vanellope, “Sugar Rush”. Su búsqueda los lleva al inexplorado y expansivo mundo del Internet, un lugar donde Vanellope encontrara su lugar en el mundo y a la vez expondrá los celos de Ralph poniendo su amistad en riesgo. Una aventura ingeniosa con gran número de gags, múltiples cameos —sobre todo uno que tiene que ver con los cómics— y referencias de personajes de videojuegos y la cultura Web -con personajes de Star Wars, Marvel y Disney juntos- que harán las delicias de los fans y permite convertir todo en parodia pero con una reflexión final interesante y muy valiosa alrededor de la amistad. Con las convenciones propias del mundo del mercadeo virtual, las redes sociales, los virus y demás plataformas digitales; un gran diseño visual y ciertos gags cimentados en la simple presencia de un logo, meme, o frase -pero sin mucha gracia al estilo de Emoji: La Película-, el film logra reflejar perfectamente lo absurda que es la viralidad y la fama en Internet y se ríe de nuestras nuevas manías digitales con momentos divertidos e interesantes que exponen los niveles de ridiculez a los que son capaces de llegar algunos con tal de lograr sus quince minutos de fama, a pesar de que serán olvidados inmediatamente. Y no pierde oportunidad para posicionar los productos de este gigantentesco impero Disney aglutinando referencias de la épica librería de personajes que Disney ha adquirido en los últimos tiempos, y con los anuncios invasivos con marcas como IMDb, YouTube, Twitter, Google, Instagram o Pinterest, Snapchat, Amazon o la ficticia BuzzzTube recreando la sensación de un entorno abrumador e idílico a la vez. Algunos personajes claves de su antecesora como Félix y la Sargento Calhoun se pierden en la anécdota solidaria, y aparecen nuevos personajes, algunos más carismáticos que los de la primera entrega como lo es Shank -cuya voz en inglés pertenece a Gal Gadot-. A pesar de la carismática y adrenalínica Vanellope el protagonismo recae en Ralph, que es obligado a salirse de su zona de confort y descubrirá una parte un tanto oscura de sí mismo, signada por los miedos, la ansiedad, la dependencia, la aceptación y el tomar decisiones difíciles para sostener la amistad con su amiga. Oscuridad que lo llevara por momentos a transformarse en villano para luego retornar y enfrentar al verdadero villano de esta historia, un virus de computadora que toma las inseguridades más profundas del usuario y las multiplica, las amplifica y las transforma en un ente capaz de terminar con el Internet y con todo lo que lo rodea. Un nuevo sesgo para un personaje Disney que abre su abanico de posibilidades para catalogar un héroe o villano. Con una perla brillante, donde el catálogo completo de princesas de Disney se reúne en una escena inédita, maravillosa, elocuente y divertida, entre burla y homenaje, que sin duda es de los mejores momentos de la película. Wifi Ralph es más emotiva que la original, entretenida, divertida y se disfruta tanto por publico infantil como adulto, y deja las puertas abiertas a muchas más aventuras en una futura entrega. Por supuesto como es de esperar, dos escenas post créditos muy divertidas.
En noviembre de 2012 tuvo su estreno Ralph, el demoledor, probablemente una de las mejores producciones animadas de Disney en lo que va de la década (la otra sería Zootopia). Unos meses antes, Pixar –que por ese entonces ya llevaba poco más de un lustro como parte del patrimonio de la compañía– también había estrenado una película. Irónicamente, se trataba de Valiente, una de sus más olvidables. Independientemente de ello, lo curioso de aquel año fue que a una gran parte del público le costaba enormemente distinguir a qué estudio pertenecía cada película: se decía que Ralph parecía “una de Pixar”, mientras que Valiente era fácilmente confundible con “una de princesas de Disney”. 2018 también nos trajo dos películas de cada estudio (bueno, una de ellas llegó a nuestros cines en enero del 2019, pero ese es otro tema), aunque esta vez el margen para la confusión era mucho menor. No sólo por tratarse de dos secuelas –Los increíbles 2 y Wifi Ralph, es decir, dos productos ya establecidos y claramente asociados a sus respectivas productoras–, sino además porque la segunda de ellas dedica una buena porción de su metraje a recordarnos que estamos viendo una película de Disney. Como si se tratara del juego “identificá los Easter Eggs” de Ready Player One (pero desprovisto de su valor lúdico y nostálgico y, en cambio, asociado más a una lógica de product placement), durante gran parte del segundo acto de Wifi Ralph vemos desfilar a un sinnúmero de personajes, logos y demás propiedades del vasto imperio de Mickey Mouse que, lejos de hacer avanzar el relato, lo detienen (y retienen) en un simpático –aunque intrascendente narrativamente– acto celebratorio de la marca. Similarmente, este problema de foco puede verse reflejado en otras partes del film, el cual sin dudas se esmera en retratar cinematográficamente ese universo inconmensurable que llamamos Internet (con la misma ambición con que, por ejemplo Intensa Mente buscaba dar cuenta del funcionamiento del cerebro y las emociones humanas), pero lo hace de tal manera que va en detrimento de la progresión dramática y, sobre todo, del desarrollo de los personajes. Wifi Ralph parte de una trama muy sencilla: Ralph y Vanellope, aún amigos, viven juntos el día a día en el arcade. De repente, algo se rompe y el juego de uno de ellos peligra. Para salvarlo emprenden una misión que los lleva por una suerte de tour express de Internet: las redes sociales, las páginas de compra-venta, los juegos en línea y hasta la deep web. Es durante esa aventura que el inventivo espectáculo visual se manifiesta, al mismo tiempo que el conflicto que mueve a uno de los personajes encuentra su perfecto correlato en el del otro: la inquietud de Vanellope por vivir nuevas experiencias contrasta espléndidamente con la comodidad de Ralph en su rutina. Pero el problema surge cuando, del choque entre sus deseos, nace el verdadero eje dramático de la película (la puesta en jaque de la amistad que los une) y el film, en lugar de esmerarse en explotarlo, continúa distrayéndose con las múltiples y atractivas aristas del universo creado. Allí aparecen las hipnóticas persecuciones del videojuego Slaughter Race (todo lo que uno podría esperar de la combinación de Bullitt + Mad Max: Fury Road + GTA: San Andreas), la desopilante y autoconsciente secuencia de las princesas (con la inclusión de un “ajuste de cuentas” por la caracterización anticuada y machista que Disney hizo de ellas durante décadas) y, finalmente, el ejército de zombies -Ralph devenido un King Kong gigantesco que escala el edificio de Google, el Empire State de Internet. Es en estos momentos –y, particularmente, en las forzadas y excesivamente expositivas escenas que los unen– que el film exhibe una cierta tosquedad para llevar adelante el relato, para estructurarlo sin caer en la mera ejecución de secuencias autoconclusivas e inconexas y, sobre todo, para resolverlo en su clímax. De hecho, y sin ánimos de condenar a la secuela por sus diferencias con su antecesora, el final de Wifi Ralph carece por completo de la potencia emocional con la que Ralph, el demoledor nos había emocionado hasta las lágrimas. Una verdadera lástima teniendo en cuenta la sólida base que aquel film le había provisto para construir un relato más allá del espacio en el que ocurre la acción, narrado de forma fluida y coherente, y sin nunca descuidar aquello que verdaderamente importa contar, eso que este año Pixar y Los increíbles 2 entendieron a la perfección. La próxima será, Disney. Por lo menos esta vez hiciste que sean las princesas quienes salvan al protagonista masculino en el final.
Ralph, el demoledor se presentó en 2012 como una propuesta sospechosa de los estudios Disney: usufructo nostálgico del mundo gammer más una lógica calcada a Toy Story; no eran aquí juguetes vivientes por fuera del rango humano, sino personajes de videojuegos que también hacían del olvido una muerte simbólica. No obstante, bajo estos pilares carentes de originalidad, la película encontraba una frescura envidiable, un humor con dosis alquímicas de inocencia y agudeza, una plétora de colores y texturas, además de una coherencia narrativa que en sus matices alejaba a Ralph y Vanellope de Woody y Buzz, porque ese terror al rechazo, en realidad, exponía en estos protagonistas una marginalidad que debían asimilar antes que subsanar. En Wifi Ralph, esos matices que distinguieron a la primera entrega se diluyen. El error central es extrapolar personajes a un universo ajeno y difuso: internet. Mientras en Ralph, el demoledor el pacto ficcional implicaba aceptar un microcosmos en donde los personajes de videojuegos saltaban de arcade en arcade, aquí las fronteras son intangibles, indefinidas como el mismo ciberespacio. ¿Qué se intenta teatralizar exactamente en Wifi Ralph? ¿Las app de celulares, las redes sociales, la comunidad gammer on-line, el folklore de la informática con sus virus, spams, hackeos, etcétera, o los contenidos específicos, como la banalidad de los videos de gatitos? Nada organiza esta red simbólica, y que Ralph y Vanellope, avatares de videojuegos, participen en subastas de e-bay, interactúen con la CEO de una plataforma de streaming, desciendan a la deep web o luchen ante la caída del servidor, posiciona al producto en la misma encrucijada que Emoji, la película: la desesperación por personificar nuestra vida tecnofílica encandila el verosímil que cualquier obra necesita para cautivar. El predominio de la idea (caricaturizar internet sin precisarla en círculos concéntricos) por encima de la narrativa es evidente en aquellos pasajes que, irónicamente, sacan al filme adelante. La deformidad de Wifi Ralph habilita que pase o aparezca cualquier cosa, situaciones dislocadas en donde tanto guionistas como animadores sufren arrebatos de inspiración, por caso un pijama party con todas las princesas de Disney o la partida de un videojuego violento estilo GTA. ¿Son esas viñetas constitutivas y necesarias? En absoluto, serán en todo caso la única chance que los realizadores tengan para lucirse ante la inconsistencia general. Si Intensa-mente fue un astuto teatro de la neurociencia, una alegoría perfecta y sentida, Wifi Ralph se para en sus antípodas: la representación rebuscada y canchera de internet.
"Wifi Ralph", una secuela poderosa y divertida "Ralph el demoledor", aquel querible gigantón, villano de los fichines ochentosos, está de regreso en una secuela plagada de homenajes y guiños a la cultura geek Ralph y Vanellope se vuelven a unir, esta vez para salirse de sus consolas personales y viajar vía wifi al maravillo mundo de la Internet. El pretexto para esta locura es comprar un volante en eBay y así arreglar el auto de la niña protagonista de Sugar Rush. La primera película (Ralph, el demoledor) era pura nostalgia ochentosa, desde la concepción de los personajes y escenarios hasta los distintos chistes que siempre remitían a clásicos retro. En un viraje arriesgado pero efectivo, los directores Rich Moore y Phil Johnston sacan a los personajes de su lugar de confort y los envían a recorrer los tópicos de la modernidad que significa la web, en esta secuela: Wifi Ralph. El nuevo ámbito en el que se desarrolla la historia permite la utilización de muchísimas herramientas, lugares y clichés que adaptados al guión, conforman un laberinto psicodélico, plagado de color y buenas ideas. La trama da lugar al humor físico y absurdo, pero también a desacralizar YouTube, las redes sociales, los memes (la Dark web) y hasta a los influencers y creadores de contenidos. Disney, además, ha permitido humanizar a sus pulcras "princesas" de su catálogo, en una secuencia que quedará en la historia de la animación. Un momento logrado, plagado de chistes autorreferenciales e irreverentes al que se suman personajes de Star Wars, Marvel y Pixar. La evolución natural de los personajes principales no les ha quitado su esencia y logran ser reconocibles y familiares. Los adultos disfrutarán mucho de los diálogos y situaciones y los niños podrán maravillarse con una animación de factura perfecta. Wifi Ralph es una inspirada segunda parte que arranca con la promesa de diversión, humanidad y un mensaje sobre la amistad, y cumple con creces.
Ralph rompe En promedio, la crítica estadounidense ha valorado a la película animada Wifi Ralph bastante más que a La mula de Clint Eastwood, una película con ánima, con alma. Al menos por ahora es así, puede verse en Metacritic, y no hay indicios de que vaya a cambiar: la tendencia es clara y las principales críticas ya han sido publicadas, subidas, compartidas, etc. Sobre La mula escribí acá: link. Y ahora quiero escribir sobre Wifi Ralph. Wifi Ralph se titula aquí y en varios países latinoamericanos, en el original es Ralph Breaks the Internet, y en España y en otros países se tradujo el título de forma más fiel al original: Ralph rompe Internet (y en Brasil es Wifi y también rompe). Esa fidelidad al título original, sin embargo, no le hace mucha justicia a la película, ya veremos. Mientras tanto, apuntemos que Earl Stone (el personaje interpretado por Clint Eastwood en La mula) se la pasa mascullando diversas broncas contra Internet, los teléfonos, la gente con teléfonos, etcétera. Lejos está de mí sumarme a las poses hipsters de los bares hipsters con sus propuestas hipsters -y ahorrativas- de que “acá no hay internet”, pero lo cierto es que Ralph no solamente no rompe Internet sino que, por el contrario, Internet rompe a Ralph. O al menos termina con la gracia tosca y más genuina que ostentaba el personaje en Ralph, el demoledor. Wifi Ralph es un título que encaja mejor con este dispositivo disfrazado de película, con este signo de los tiempos dañado por los tiempos. Los tiempos narrativos de Wifi Ralph son puramente aditivos: pasa una cosa y se resuelve, y después se presenta otra, y otra, y así. No es tanto la lógica de un videojuego antiguo -en los que había alguna clase de crescendo- sino más bien la del salto de un video a otro en Youtube, o de un video viral a otro, o de un grupo de wasap a las historias de Instagram. Las conexiones son poco o nada causales, son más bien un amontonamiento que nunca da como resultado algo más que la suma de los elementos junto a un poco de dolor de cabeza y cierto embotamiento. Wifi Ralph podría durar bastante menos, bastante más… la cohesión le es ajena; es una de esas películas de las que creemos haber olvidado su centro pero la realidad es que nunca lo percibimos. Wifi Ralph también ostenta, o carga con, otros signos de los tiempos: como pasa en Internet, de una marca exitosa podemos pasar a otra, sobre todo si casi todas las marcas de consumo masivo exitosas -algunas con la nobleza de lo popular y con raigambre clásica- pertenecen a Disney, que produce y vende a Ralph. Las “princesas” y diversos personajes de Star Wars, entre otros, aparecen, tal vez con liviandad y jocosidad, tal vez con obscenidad y prepotencia, y también como anabólicos para sostener los factores de venta de Wifi Ralph. “Todo está en Internet” / “Todas las marcas conocidas en formato multitarget” / “Todo eso que tiene el cine gigante puede venir todo junto” / Y todo puede ser guiño, referencia, con riesgo de vacío y de olvido… se narra poco aunque se lo hace con mucho ruido. Por otro lado, Wifi Ralph comparte con Intensa-mente (aunque en un grado menor de infamia e inanidad) la idea de “entrar en la psicología de los personajes” (ay) y sumar obviedad a la obviedad y que nos quede bien claro que Ralph aprende algo y que esta es una película de maduración, de aceptar los signos del paso del tiempo. O no. Quizás sea solo de aceptar mansamente las prepotencias de los tiempos sin honrar los tiempos del cine, justamente lo contrario de lo que hace Eastwood en La mula.
WIFI CON CONTRASEÑA SEGURA Cada vez que se estrena una película cuyo espíritu es la cultura retro, aunque en definitiva intente el reensamblaje y conexión de la nostalgia con los nuevos tiempos y tecnologías, me pregunto cuándo nos cansaremos. La respuesta es simple porque eso sólo puede suceder si la película en cuestión es sólo buena o mediocre en su alcance. Si se piensa en productos como Stranger things, por ejemplo, se sabe que no es sólo el revival de situaciones, modas, música y peinados, sino la esencia de la historia, el desarrollo de los personajes, el misterio de sugerir algo que es mejor no revelar al completo porque ese mismo suspenso que nos atemorizaba en el pasado, sigue funcionando hoy, aunque hayamos intentado taparlo a puro gore de acción e imágenes vertiginosas. Y con Wifi Ralph inequívocamente sucede eso, la historia es simple pero muy bien escrita, con una relación de amistad entre dos niños (personajes de videojuego en realidad) de una pureza infinita pero puesta en riesgo por su propia evolución individual, por la concreción de vocaciones y anhelos que son más que identificables para cualquiera en todos los aspectos de nuestra vida real. Incluso la historia se da el lujo de no tener villanos terribles o monstruosos, de crear una polaridad que genere tensión, porque lo que sucede en esa “internet wifi” tan particular en medio de routers y cables, es tan desconocido pero familiar a la vez, tan vertiginoso, volátil y peligroso pero tentador, que para ellos, para Ralph (John C. Reilly) y Vanellope (Sarah Silverman), no deja de constituirse en un tobogán de emociones que los empuja a la aventura constante. Y nosotros disfrutamos mientras tanto, de la galería de referencias a las aplicaciones y sitios que más usamos en internet y sus comportamientos “bobóticos” y a los personajes de Disney que aparecen en cameos constantes que son tan efectivos publicitariamente, como divertidos en el recurso. Pero retomando el sentido de la propuesta, Wifi Ralph es un divertido viaje en el que las despreocupaciones irresponsables de estos dos, se unen en una buena causa luego de que Ralph ponga en riesgo la continuidad de Vanellope en su propio juego. Un comedido que salió mal, y que en principio el grandote minimizó porque, en definitiva, ya se había acostumbrado a ser un desempleado, y esperaba que la pequeña también lo haga. Como no fue así, esa incursión en la novedad del Wifi les abre un mundo increíble en el que, desde ya, dejarán su sello. Entre los secundarios destacados está la piloto experta Shank (una Gal Gadot digital que nada le puede envidiar a su inspiradora) cuyo entorno, en ese peligroso juego de carreras que seduce a Vanellope, es una pesadilla por demás de disfrutable, además de desatar el conflicto. Y la cotidianeidad por sí misma, de lo que puede suceder entre dos personas que se prodigan afecto cuando deben comenzar a ocultarse cosas y a guardar secretos para evitar herir susceptibilidades. Tan infantil y tan adulta es a la vez esta Wifi Ralph, que hasta debería agradecérsele esta mano que le puede dar a más de uno en cuanto a cómo manejar las relaciones dejando el egoísmo de lado. Y no es autoayuda pero sí un tirón de orejas a la manera en la que estamos viviendo, que resulta difícil de objetar como lección, más allá de lo divertido que resulta aprenderla.
Secuelas. Ese intento cinematográfico de seguir exprimiendo a la gallina de los huevos de oro que se ha vuelto omnipresente, junto con otras derivaciones que se alimentan de la nostalgia (precuelas, spin offs, remakes, reboots…), en la industria del séptimo arte. Amamos odiarlas, mofarnos de ellas. Pero un gran problema de este siglo XXI es que varias de ellas son aptas. Buenas. Muy buenas, incluso. “Wi-Fi Ralph”, segunda entrega de la saga de “Ralph el Demoledor”, es de esas muy buenas secuelas. Como la primera entrega, usa utiliza de forma creativa el imaginario popular para crear una infinidad de mundos con reglas propias: la animación es un medio único para explorar mundos de fantasía sin límites, y aunque la acción real a menudo intenta expandir las fronteras de la tecnología para explorar universos subacuáticos, alienígenas, hipertecnológicos o posapocalípticos, a menudo asoman mucho más falsos, con sus gomosos gráficos generados por computadora, que los mundos animados que abandonan toda pretensión de realismo y se entregan a la imaginación de sus creadores. Y al igual que en la primera entrega, “Ralph” es lo suficientemente inteligente para no quedarse en esas superficies de placer y sus referencias pop derivadas (que se multiplican en esta segunda parte, en el universo de infinitas oportunidades de la web que escapa de las limitaciones de la nostalgia del fichín en que se basaba la primera entrega). Tampoco elige esta secuela recostarse en los laureles de la anterior entrega: “Wi-Fi Ralph” construye una historia diferente, con otra protagonista (quien lleva la trama es Vanellope, la princesa del ‘Sugar Rush’, y no Ralph) para traer a la trama nuevas problemáticas que hacen parecer a esta segunda entrega actual, relevante, y no otro producto en serie realizado por un equipo de calculadores productores. Seguro, hay algo de “película de comité” en “Ralph”, que al igual que “Los Increíbles 2” invierte su primera entrega y pone al frente a las mujeres para adecuarse a los tiempos de cambio que soplan en Hollywood. Ahora, donde la cinta superheroica repetía muchos de sus temas, trucos y giros, esta se siente absolutamente renovada por el espíritu, los planteos y problemas de Vanellope. Es que la trama del simplón Ralph parecía resuelta tras una película (de hecho, el personaje comienza el filme contando lo satisfecho que está con su vida); su compañerita de aventuras, en cambio, era una candidata más probable al descontento y a los problemas: ya no le alcanza con la vida en 8 bits, lo que dispara una nueva historia que en su corazón, como la primera, tiene la búsqueda de un hogar, de un lugar de pertenencia. Y la gran idea de “Ralph” es que el Demoledor no comparte ni comprende este deseo de emancipación del fichín, convirtiéndose a menudo en un estorbo (incluso, un villano) para el deseo de Vanellope, alegoría a relaciones paternales o amorosas sofocantes propias de un comportamiento entre inseguro y algo machista. En esa tensión entre el bienintencionado pero sofocante Ralph y la exploración de Vanellope de su deseo (en el mundo infinito de internet al que llegan conducidos por el MacGuffin de la trama un volante para “Sugar Rush” que tienen que comprar en eBay; el único universo que parece poder contener los picos de azúcar de la protagonista) se encuentra el poderoso y emocionante corazón de una película que tira por la borda viejos esquemas de buenos y malos para construir una sorpresiva y matizada visión de las relaciones modernas. Sí, todo esto en una película animada (género tan menospreciado y en plena expansión de fronteras en su forma mainstream), con chistes, referencias, acción y colores para toda la familia. Y sí, todo esto también, en una secuela.
Todos sabemos que el imperio de Disney estaba buscando un nuevo rumbo en sus propias producciones animadas y sólo lograba tener apoyo tanto de la crítica como del público por medio de sus producciones con Pixar. Sin embargo, los productos propios de la compañía por fuera de esa alianza, con un pack de cinco filmes de “Tinkerbell” (“El tesoro de las hadas” “El secreto de las hadas” y “El gran rescate” entre otros) o la saga de “Aviones” –intentando de alguna forma continuar el éxito de “Cars”-, no lograban aportar ningún nuevo éxito contundente que no fuese lanzando alguna una nueva princesa. Pero en el 2012, “Ralph, el demoledor” logra romper con el molde y generar una propuesta realmente innovadora e instalar, dentro su inmensa galería de personajes entrañables, un nuevo dúo tan particular con el propio Ralph junto a Vanellope Von Schweetz: dos nuevas estrellas salidas del mundo de los videojuegos que exudaban puro espíritu ochentoso. Seis años después Disney vuelve a duplicar la apuesta con “WIFI RALPH” y presenta la nueva aventura del exitoso dúo, dirigida por Phil Johnston y Rich Moore (quien ya había dirigido para los estudios los filmes “Zootopia” y la primera entrega de “Ralph el Demoledor”). Una jugadora en la sala de videojuegos accidentalmente rompe el volante de la máquina de Sugar Rush, videojuego que protagoniza, entre otras corredoras, la pizpireta Vanellope. Allí saldrá en su auxilio su incondicional amigo Ralph y aprovecharán que el dueño ha instalado recientemente como una gran novedad, el servicio de WiFi en el local, para acceder a ese inmenso y prácticamente infinito espacio de la web donde encuentran el único volante que queda disponible online y que, obviamente, el dueño no quiere comprar porque le parece una inversión muy poco rentable, que sería imposible de recuperar en varios años. Desconociendo completamente el mundo de las redes sociales, aplicaciones y juegos online, casillas de mails y tiendas virtuales de todo tipo y atravesando las inconmensurables posibilidades que internet (les) puede brindar, allí irán Ralph y Vanellope de microcosmos en microcosmos a medida que vayan avanzando en la historia, esquivando pop ups, viralizaciones, virus, antivirus y bloqueadores. Allí estarán presentes las subastas virtuales de E-bay, el mundo de los buscadores que tienen respuesta para todo, los videos de Youtube al comando de una gran “influencer” como Yesss –que irónicamente a casi todos los productos los dinamita con su “no”- y tantos otros espacios virtuales. Así es como aparece el mundo de “Oh My Disney”, una verdadera genialidad de los guionistas donde no solamente Vanellope se encuentra con todas las princesas del imperio sino que sirve de vehículo para las escenas más divertidas y disparatadas, en donde Disney se puede tomar el pelo a sí mismo y las supertalentosas princesas pueden jugar sus pasos de comedia suficientemente políticamente incorrectos como para que la platea adulta disfrute de cada guiño. Como si fuese una gran piyamada entre amigas, aparecen Ariel, Triana, Bella, Valiente (la outsider que ellas mismas definen como “no la entendemos, es de otro estudio” –por la referencia a que es la única princesa de Pixar-), Pocahontas y su mapache, Rapunzel y Mulan como heroínas modernas junto con las imbatibles y clásicas Blancanieves, Cenicienta y la Bella Durmiente, perfectamente aggiornadas a los tiempos que corren, dispuestas a burlarse del feminismo y los estereotipos. Estas princesas son las que comienzan a despertar, de alguna forma, el nuevo contexto que aborda esta segunda entrega de la saga. Parodiándose sin ningún tapujo a sí mismas, hay un valioso intercambio de “tips” que le brindan las princesas, mientras Venellope las descontractura con un nuevo outfit lejano a sus corsets y sus miniñaques. Ellas aseguran que reflejada en el agua, cuando entone una canción sobre su sueño más profundo, se prenderán los reflectores y ¡suena la música! (perfecta excusa para presentar más adelante un cuadro musical que homenajea tanto a las clásicas producciones de Disney como a una reciente “LA LA LAND”). La trama, en ese instante, da un vuelco tan inteligente como inesperado pasando del humor y las aventuras, a una propuesta mucho más profunda y apuntando a los sentimientos, al valor de los propios deseos. Aun valiéndose de lo remanido que puede resultar el lugar común, Vanellope ha descubierto su “lugar en el mundo”, el despertar de su pasión y esas cosquillas en la panza que le produce el saber que ahí se hace presente su verdadero deseo. Lo encuentra nada menos que en un videojuego de la nueva generación: saliendo del mundo tan naïf de los caramelos y reemplazándolo por algo más cercano a un mix de “Gran Theft Auto” y “Rápido y Furioso”. Si bien todas estas princesas parecen ampararse en su orfandad y hasta enorgullecerse de no tener madres –otra gran crítica y chiste interno a todas las desgracias que Disney le hace pasar a sus personajes más clásicos-, “WI FI RALPH” vuelve a duplicar la apuesta y darle no solamente un amigo a Vanellope sino una figura paternal y de contención, verdadero cambio de paradigma en los productos de Disney. Allí donde empiecen a resquebrajarse los cimientos de una amistad y donde parece que los caminos se bifurcan, Ralph parece entender a la perfección esos versos que entona Serrat cuando a su “loca bajita” la deja crecer, la acompaña a emprender su propio vuelo, que decida por ella, que crezca y que un día… le diga adiós. Y nos despedimos, con un nudo en la garganta y con la sensación de que el mundo de la animación nos ha entregado, una vez más, un producto tan divertido como reflexivo. El desafío de soltar, de acompañar ese salto a la independencia que nos proponen nuestros hijos también está presente en Ralph y su complicidad con el delicioso e irreverente personaje de Vanellope (con la carraspera que le imprime la genial Sarah Silverman). Podremos estar inmersos en ese mundo virtual e hiperconectado, pero cuando hablamos de sentimientos aparecen otras conexiones, otros mundos, más reales y más emocionantes que cualquier espacio virtual.
La secuela de Ralph el Demoledor (2012) transporta a nuestros personajes favoritos del arcade al vasto y “misterioso” mundo de la Internet. Una vez más, Disney nos regala una película potente, ingeniosa y entretenida que ofrece una aventura distendida para chicos y, al mismo tiempo, filtra múltiples guiños cómplices para el deleite de los adultos. Wi-Fi Ralph demuele el mito de que las segundas partes nunca fueron buenas y nos sacude con un lindo mensaje sobre las amistades, los cambios en la vida y la importancia de ser y dejar ser sin invadir al otro. ¡Wi-Fi 10G! Ficha técnica: Origen: Estados Unidos; Dirección: Phil Johnston y Rich Moore; Guión: Phil Johnston y Pamela Ribon; Elenco: John C. Reilly, Sarah Silverman, Gal Gadot, Taraji P. Henson, Jack McBrayer, Jane Lynch, Alan Tudyk, Alfred Molina, Ed O’Neill, Sean Giambrone; Producción: Clark Spencer; Distribuidora: Buena Vista; Duración: 112 minutos; Estreno en Buenos Aires: 03 de Enero de 2019. Si alguien te hubiese dicho que en 2019 se iba a estrenar una película cómica para chicos en la que uno de los factores clave para generar risas era Internet, la hubieses descartado al instante. Porque seamos sinceros ¿Quién podría creer que el mundo de la World Wide Web resultaría atractivo, cuando hace al menos 20 años que estamos familiarizados con sus contenidos, dinámicas cambiantes, redes, sitios y datos? En otras palabras ¿Qué gracia podrías encontrar en el buscador de Google, Youtube, la Deep Web, los pop-up o las subastas on-line? La respuesta te sorprenderá, porque con mucha creatividad y una buena historia de por medio, Wi-Fi Ralph lo hace posible. Pero nos estamos adelantando. Rebobinemos un poco (si, “rebobinemos”, total en esta review vamos a estar un poco en “plan nostalgia”): el disparador de la película es la rotura del volante de Sugar Rush, el arcade donde Vanellope es protagonista. Aprovechando la reciente conexión Wi-Fi del local en el que están, Ralph decide arriesgarse e ir al inmenso mundo de Internet en busca de un repuesto, puesto que si no lo consiguen el dueño de la tienda desconectaría Sugar Rush y dejaría a todos sus personajes a la deriva (Vanellope incluida). Ante la perspectiva de esta nueva aventura, la curiosa Vanellope se muestra muy entusiasmada, ya que ansía conocer lugares nuevos; no así Ralph, que es perfectamente feliz con su amiga y no desea abandonar su zona de confort ni afrontar cambios en su vida. Solo quiere que las cosas vuelvan a ser como antes. A partir de allí, el filme desarrolla las peripecias y tribulaciones que atraviesan nuestros héroes para hacerse con el bendito repuesto, aunque claro, en el camino se sucederán situaciones que transformarán las motivaciones y perspectivas de ambos, al punto de que deberán enfrentarse para repensar su amistad. Wi-Fi Ralph retoma con ingenio distintos elementos de Internet que tenemos incorporados a nuestra cotidianeidad y les da vida convirtiéndolos en adorables personajes super variados y eclécticos (desde un ansioso buscador de google que intenta completar todas las frases de sus interlocutores, pasando por insistentes “vendedores” de publicidad on-line, hasta glamorosas directoras de contenido de una famosa página de videos on-line). No obstante, es necesario hacer una rápida aclaración: no es solo la representación de estos distintos elementos lo que hace atractiva a esta propuesta cinematográfica, sino la mirada desde la que el director Rich Moore (“Zootopia”, “Grandes Héroes”, “Ralph el Demoledor”) contempla, construye y redescubre este atrapante universo de ceros y unos. Porque Ralph -ese gigantón buenazo y atolondrado que en la primera entrega se esforzaba por ser aceptado como algo más que un villano- es un personaje que pertenece a la era analógica de los fichines, por lo que el mundo digital resulta desconocido para él. Es justamente este extrañamiento absoluto (sumado a la ya conocida torpeza e inocencia de nuestro héroe) lo que genera que la película esté repleta de gags y situaciones de humor absurdo sumamente ingeniosas y efectivas. < Para decirlo en otros términos: si la principal fortaleza de Ralph el Demoledor (2012) era la nostalgia retro por el mundo cuasi-olvidado de los arcades, la virtud más notoria de Wi-Fi Ralph es el redescubrimiento de un mundo presente que tenemos completamente naturalizado pero que puede resultar igual de mágico y apasionante. Así, el nuevo filme de Disney es una especie de viaje que va de la prehistoria a la modernidad y de lo analógico a lo digital. Una vez más, Disney hace gala de su habilidad para construir una obra con múltiples capas de sentido, posibilitando el disfrute de niños y adultos por igual. Además, también encuentra un hueco para auto-parodiarse criticando sutilmente el machismo de las viejas princesas de la franquicia (que aparecen todas juntas en una escena desopilante), cuyo único objetivo en la vida era ser rescatadas por un hombre. En línea con películas como Moana (2016) o Frozen (2013), Wi-Fi Ralph pondera un modelo femenino fuerte, independiente y autónomo (encarnado en la figura de Vanellope) en donde el ideal de realización de las mujeres ya no recae en el enamoramiento o en la salvación del príncipe -goma- azul, sino en la lucha por afirmar la propia subjetividad para seguir sus deseos y anhelos más profundos (independientemente de lo que la sociedad les quiera imponer). En el caso de la princesita Vanellope, su ambición es convertirse en piloto de carreras del juego Slaughter Race, por lo que luchará a lo largo de toda la película para lograrlo. De la mano de una factura técnica impecable y una animación deslumbrante, Wi-Fi Ralph no solo divierte y emociona, sino que además logra transmitir una linda enseñanza sobre la amistad, los cambios en la vida, el crecimiento personal y la importancia de ser y dejar ser sin invadir o poseer al otro. Una película demoledora. Por Juan Ventura
Aventura 2.0. Nunca es tarde para hacerle llegar a la platea infantil el mensaje de cómo internet ha cambiado la vida de todos, en especial, la de ellos mismos. Por eso, en WiFi Ralph (secuela de Ralph, el demoledor) se pretende construir una pequeña fábula sobre la amistad, la madurez y el descubrimiento, siempre utilizando el universo digital a favor. Ralph y su amiga Vanellope, tienen una vida cómoda y despreocupada en el salón de juegos arcade, hasta que un día el dueño del lugar tendrá la brillante idea de instalar una red de WiFi, lo que provocará grandes cambios entre los personajes ante la incertidumbre de hacia dónde conduce ese misterioso portal. Sabido es que los viejos videojuegos que en su momento fueron furor entre los jóvenes de los años 80 han encontrado su final con la llegada de Internet y las adictivas tentaciones que propone. WiFi Ralph podría haber caído en la obviedad de utilizar la nostalgia como punto fuerte de la trama, pero sorprendentemente se volcó hacia otra dirección, mucho más fructífera y, sobre todo, moderna. Internet ya no es el enemigo que destruye todo lo bueno, sino un nuevo vehículo para conectar con otros aspectos de la vida que antes eran desconocidos. A su vez, ayuda a los protagonistas a crecer y a darse cuenta de que todas las relaciones llegan a un punto de quiebre donde hasta las mejores amistades requieren madurar y los finales felices tan típicos de Disney no siempre son los esperados. Claro que Disney hace su aporte aprovechando la excusa del ciberespacio como lugar de desarrollo de la película, donde puede dar rienda suelta a la burla y la autoparodia como otro condimento humorístico y un guiño a los nostálgicos de los clásicos infantiles. Si bien WiFi Ralph no innova del todo y se mantiene en la misma línea que su antecesora, aún con unos cuantos años de diferencia, contagia el espíritu modernista de las nuevas tecnologías y las redes sociales, abordando temas que siempre están en el ojo de la tormenta para los adultos y no tanto para los chicos. Es con todas las letras una película para todo público, sin caer en clichés ni obviedades. Es de esos filmes que no pasan inadvertidos en vacaciones y brindan el toque justo de diversión para grandes y chicos.
Ralph el demoledor tenía un plan discreto pero eficaz: contar algunas de las transformaciones que se produjeron dentro del videojuego siguiendo a unos seres más bien genéricos y olvidables. El pasaje de los gráficos en dos dimensiones de los primeros videojuegos a los entornos en 3D guiaba el arco narrativo del protagonista, que se adaptaba mal a las transformaciones del local de arcades donde vivía. La película exhibía algunas ideas visuales interesantes, pero a medida que el relato ganaba peso, todo se desmoronaba y convertía en un loop automático de colores y de objetos moviéndose a gran velocidad. Wifi Ralph, la secuela, no puede salir del pantano de su antecesora. Esta vez el caudal de guiños ya no está tomado de la historia del videojuego sino de internet, previsiblemente más general, como si el director buscara la complicidad de un público más extendido con chistes sobre virus, navegadores, marcas, videos de Youtube o páginas web. De a ratos, Wifi Ralph logra disimular su falta absoluta de corazón con algún que otro breve estallido narrativo, pero se trata solo de eso, de chispazos sueltos que vienen a alternar la seguidilla de chistes sobre internet, como cuando Vanellope conoce a las princesas de Disney, escena de una gran inteligencia humorística pero que nada tiene que ver con el relato. Cuando Rich Moore y Phil Johnston intentan volver a las coordenadas de la película anterior con la parodia de un juego tipo Grand Theft Auto, el humor es pobre y escuálido, apenas si funciona como remisión a algo conocido. El conflicto que la película diseña para la pareja protagónica es más bien tonto, pero en sintonía con los últimos mandatos de la corrección política al uso: Ralph es un amigo fiel pero posesivo e insistente que abruma a Vanellope con sus cuidados y demandas de afecto. El villano final es una proyección gigante de los miedos del protagonista que acecha a Vanellope y al que Ralph derrota una vez que asume los rasgos patológicos de su carácter. La magia de la animación da paso a una última persecución un poco boba; el desenlace llega solo después de que Ralph hace un mea culpa público y promete ser mejor hombre y compañero, esto es: aprende a respetar los tiempos y las necesidades de su amiga. Este comentario grave sobre géneros y costumbres sociales, sin embargo, no alcanza a disimular el vacío total sobre el que gravita Wifi Ralph, como si en el fondo Rich Moore y Phil Johnston supieran que no hay en verdad una película, sino apenas un inventario de referencias comunes poco sustancioso, y trataran de imprimirle algo de carnadura al conjunto revoleando máximas sobre los deberes de la amistad. Pero ni así.
Seis años pasaron desde que Disney presentó Ralph el demoledor (Rich Moore). El entrañable personaje regresa esta vez en Wifi Ralph, secuela que combina el encanto de la primera entrega pero esta vez focalizado en el mundo de internet. La trama se sitúa seis años después de lo ocurrido en la primera entrega. Ralph continúa con su trabajo de destrozar edificios sólo que ahora, en sus ratos libres, disfruta de la compañía de su amiga Vanellope. Un día ingresa a Sugar Rush (el juego de la joven) y, como era de esperar, tras una seguidilla de múltiples eventos, termina arruinando todo: el volante de la máquina se rompe y el juego corre peligro de ser desconectado para siempre. Este conflicto se origina en el mismo instante en el que colocan wifi en el lugar. Es ahí cuando los protagonistas deciden emprender un viaje a través de internet para llegar a eBay y así comprar un nuevo volante para Sugar Rush. En esta nueva aventura Ralph y Vanellope deberán enfrentar los desafíos que este nuevo mundo (completamente desconocido para ellos) les presenta a cada paso. Si bien la película se enfoca por un lado en la relación entre Ralph y Vanellope y por otro entre el mundo de internet, estas dos cuestiones no son contrapuestas. Wifi Ralph no es sólo una historia sobre la amistad ni tampoco sobre internet, sino que es una mezcla de ambas cosas. La realidad es que internet en general y las redes sociales en especial cambiaron nuestra forma de relacionarnos con el entorno. La llegada de Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, etc. marcaron un antes y un después en la forma en que las personas entablan una relación -ya sea de amistad, romántica o simplemente sexual-. Con gran parte del foco puesto en el descubrimiento de internet, Wifi Ralph deja un mensaje claro sobre las redes sociales y lo peligrosas que pueden ser. Dejando por un momento los gags de lado, la nueva cinta de Disney muestra lo cruel que pueden ser las personas a través de las redes sociales. En determinado momento, nuestro protagonista descubre el lado oscuro de este mundo: decenas de comentarios crueles escondidos a través del anonimato. Este es un mensaje importante, sobre todo para el público más pequeño que más vulnerable es a este tipo de acoso cibernético. La cinta también presenta una mirada hacia las relaciones tóxicas, en esta ocasión contada desde el punto de la amistad -algo de lo que poco se habla, ya que se suele focalizar siempre en las de pareja-. Si bien Ralph demostró que no es el villano que aparenta en su videojuego, su comportamiento respecto a Vanellope se torna posesivo y peligroso. El grandulón no quiere perder a su mejor amiga y está dispuesto a hacer cualquier cosa (hasta “romper internet”) con tal de mantener a la pequeña a su lado, sin importar los verdaderos deseos de ella. Uno de los puntos más icónicos de este film (y que posiblemente sea recordado por un largo tiempo) es el viaje de Vanellope hacia el sitio web de Disney. Esta escena no sólo está repleta de divertidos gags hacia Pixar, Marvel y Star Wars, sino que también es una crítica hacia lo que representan las famosas princesas de este “mundo mágico”. Las generaciones pasadas fuimos criadas con princesas bajo ciertos estándares hoy en día polémicos: altas, flacas, todo el tiempo bien arregladas (maquilladas, peinadas, vestidos épicos). La pequeña Vanellope se encuentra con estos personajes para romper esos estereotipos y demostrar que con ropa cómoda y una no angelical voz también se puede ser una princesa. Wifi Ralph mantiene la misma originalidad y frescura que la primera entrega, pero en esta ocasión también añade un tono un poco más serio. En esta secuela se abordan temas más complejos como los peligros de internet, las relaciones tóxicas, los cánones de belleza impuestos. Aunque también se vuelve a ahondar en el poder de la amistad y en la importancia de seguir los sueños. Esta película posiblemente sea una de las excepciones en donde la segunda parte supera a la primera.
Explorando el ciberespacio “Wifi Ralph” (Ralph Breaks The Internet, 2018) es una película animada de Disney que constituye la secuela de “Ralph El Demoledor” (Wreck-It Ralph, 2012). Rich Moore vuelve a estar a cargo de la dirección, esta vez junto a Phil Johnston. Este último co- escribió el guión junto a Pamela Ribon. Producida por John Lasseter y Jennifer Lee (Frozen), las voces originales de los personajes que ya conocemos vuelven a estar puestas por John C. Reilly, Sarah Silverman, Jack McBrayer, Jane Lynch y Ed O’Neill. A la vez se agregan caras nuevas con las voces de Gal Gadot, Taraji P. Henson, Alfred Molina, Alan Tudyk, Sean Giambrone y Bill Hader. Seis años después de los eventos ocurridos en la primera entrega, Ralph (John C. Reilly) y la corredora Vanellope (Sarah Silverman) continúan siendo grandes amigos que se juntan diariamente a tomar algo luego de la jornada de trabajo en el Arcade. No obstante, Vanellope no está del todo satisfecha: al ya conocer de memoria las carreras y obstáculos que presenta su juego Sugar Rush, el cansancio de la rutina se hace presente a cada momento. Notando esta situación, Ralph decide construir una nueva pista en la tierra de los dulces para alegrar a la niña. Mientras el juego está en funcionamiento, Vanellope se emociona al descubrir lo que hizo su amigo y toma ese camino, lo que produce que el videojuego falle y el volante se rompa. Con la preocupación latente de que Litwak (Ed O’Neill), dueño del negocio, desconecte Sugar Rush para siempre, Ralph y Vanellope se embarcarán en una súper aventura a través del Internet con el objetivo de adquirir un nuevo volante por eBay. Luego de ver los tráilers, “Wifi Ralph” se convirtió en una de las secuelas más esperadas y el resultado no decepciona. La cinta expande el universo de su antecesora a gran escala ya que nos sumerge en el mundo cibernético, lo que hace que las referencias abunden por doquier. Snapchat, Youtube, Amazon, IMDB, Twitter, Instagram, entre otros, conforman un espacio tan alucinante como atractivo visualmente. No solo eso, sino que también Disney aprovechó la oportunidad de mostrar todas las compañías que tiene en su poderío, tales como Marvel, Star Wars y The Muppets, por lo que será muy entretenido ver a personajes ya reconocidos de otros filmes (Groot, Bay Max, Iron Man, el burro Igor, los Stormtroopers, etc.) en esta película. Al haber tantos guiños a otras producciones y páginas web, el conflicto principal en cierto punto inevitablemente flaquea. Sin embargo, el filme tiene una atención al detalle magnífica que nos cautiva todo el tiempo por la enorme creatividad que hubo en el proyecto. Así es como veremos qué pasa desde adentro de la red, donde el buscador de Google actúa con una rapidez absoluta, las publicidades pop-up son tan insistentes como fastidiosas y los virus pueden destruir más de lo que se piensa. Sorprendentemente, la película no cuenta con un villano marcado. Esto no le juega en contra ya que no lo necesita para dejar moralejas tan necesarias como importantes para la actualidad, las cuales tienen que ver con el odio que existe en la red a través de los comentarios y cómo en una amistad saludable hay que siempre tener en cuenta que la otra persona no nos pertenece. Párrafo aparte para el momento en el que Vanellope se encuentra con las princesas de Disney, brindándonos un crossover hilarante gracias a un guión estructurado a la perfección. Ariel, Rapunzel, Cenicienta, Blancanieves, Elsa, Anna, Mulán, Pocahontas, Tiana, Bella, Aurora, Moana, Jasmine y Mérida indudablemente son de lo mejor de la película e incluso las frases de sus respectivas remeras combinan con sus personalidades. “Wifi Ralph” logra ser más que una digna secuela que encantará tanto a chicos como a grandes. Épica, entretenida e innovadora, el encanto de la primera se intensifica, además de que aquí se corrobora que Disney continúa siendo el mejor estudio en cuanto al tratamiento y transmisión de sus mensajes.
La dupla animada necesita una gran excusa publicitaria, que Disney otorga amablemente, para que puedan volver a la pantalla grande. Durante los últimos años Disney Animation ha dominado tanto la taquilla como crítica internacional, resultados que sigue logrando a pesar de que abandonaron (casi) por completo la idea de hacer películas animadas en 2D. No es casualidad que todas sus anteriores obras que fueron realizadas a lápiz y a papel estén siendo revividas en live action o en cameos especiales. Y así, en este contexto del nuevo siglo que aparece la segunda parte de Ralph. Un mundo dominado por el recuerdo de ayer pero que intenta a fuerza ser novedoso. La nueva meta de la compañía es hacer su compilado animado más ambicioso sin que eso sea una una cuota notoria en la historia, ¿Cómo continuar una saga y agregar personajes ya manipulados? “Ralph Breaks the Internet“, secuela que se esfuerza en mantener el balance entre lo que se cuenta y lo que se vende. Luego de seis años desde que Vanellope y Ralph formaron una amistad, se ven invertidos en una nueva aventura cibernética. Ahora la dupla tiene que buscar un reemplazo de una de los artilugios de la máquina de videojuegos donde habitan por toda la internet, pero el mayor problema será el de conseguir el dinero por tal articulo en un tiempo limitado. No es difícil decir que lo más destacable del film sea la animación, ya que conocemos de antemano lo que vamos a ver en cuanto visual, la industria del ratón maneja gloriosamente todo su arsenal para que ese costado nunca sea una falla. Pensemos que en la animación siempre se ha visto a la internet como un mundo sin fin, por no ir muy lejos en un capítulo de “Los padrinos magicos” cuando Timmy se mete al mundo virtual para recuperar un email, en la apocalíptica reacción de “Summer War” de Mamoru Hosoda o en el mundo híbrido computarizado de “Tron”. El ciberespacio siempre ha sido un útil escenario para crear universos posibles con fuertes atractivos visuales. En “Ralph”, todo la excusa redondea un enorme sketch, más cerca de un corto publicitario que de un largometraje, más cerca de la buena parodia que de una gran historia. El foco central (o la excusa central) que tienen los protagonistas es la reforzar el concepto de amistad y poner a prueba entre ellos para ver cuánto se apoyan y necesitan para lograr sus sueños. Por el camino desfilaremos cameos de princesas, accesorios de Disney, sitios web, referencias poca graciosas y otras un tanto ingeniosas. Pero es ese ciclo de mantenerse de pie es lo que lo afecta, uno no terminar de comprender si el film quiere meter una ojeada masiva a Disneylandia o si realmente se preocupa por la vida de Vanellope en el transcurso. Una aventura empalagosa, pero no imposible de digerir.
Wifi Ralph propone una divertidísima navegación por el mundo del internet. Atención fanáticos de Disney, ésta es su película. Los personajes y las historias se fusionan, adentrándonos un poquito más en sus vidas. La autocrítica que propone Disney a sus propios productos es brillante, da cuenta de cómo de a poco el gran magnate se va aggiornando al siglo XXI. El rol de la mujer empieza a tener otros colores, y aunque todos amamos al grandote Ralph, a las chicas también les toca salvar el día.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
– Empezó a cantar… ¿De dónde salió esa música? ¿Y el reflector? ¿Vieron el reflector? – No lo estás imaginando. Sucede que cuando una princesa está inspirada, aparecen esas cosas. Tiene que estar frente a un lago, un río, un cántaro con agua… – ¿Tiene que estar frente a agua? – ¡Agua importante!. (PD: con todas las marcas internacionales que el filme menciona, es alevosa la omisión a Netflix. Claro, como Disney Streaming va a ser la competencia…) Ralph el Demoledor era una película deliciosa y emotiva; en cambio la secuela tiene menos de substancia y mas de parodia. La historia de Ralph Rompe Internet (o el espantoso título local WiFi Ralph) es sorprendente breve (Ralph y Vanellope deben ir a Internet y comprar en Ebay un volante para el viejo arcade Sugar Rush donde corre la chica, para ello deben ganar dinero y Vanellope termina enamorándose del mundo digital), y es solo una excusa para que los guionistas se despachen con una enorme y delirante parodia sobre Internet, ya sea concibiéndola como una metrópolis interminable (con algunas ideas tomadas de The Emoji Movie), explorando el lado oscuro como si fueran barrios bajos plagados de criminales, viendo al spam y los popups como estafadores callejeros, mostrando a la barra de búsqueda como un charlatán que quiere adivinar lo que quieres decir apenas escuchando la primera letra, exhibiendo los barrios abandonados de Internet como lugares donde yacen sitios y aplicaciones extintas como Geocities o Netscape, y ganando dinero mediante videos de gatitos u otras cosas adorables con miles de usuarios dejándole corazones. La creatividad es enorme y llega a un punto de volverse un delirio de meta ficción con los personajes visitando el sitio de Disney.com, siendo perseguidos por los guardias de seguridad (stormtroopers!), pleno de aplicaciones inútiles como “Pregúntele lo que quiera a Groot” (de Guardianes de la Galaxia; y todos sabemos qué es lo único que dice); y el delirante encuentro de Vanellope con las princesas Disney que es una de las mejores cosas de la película. La trama no es tan elaborada como los detalles y, al final, el filme termina por encontrar el sentimiento que estaba perdido entre tanta parodia y termina por emocionar sobre los minutos finales. Si Ralph el Demoledor era una oda a la nostalgia de la cultura de los videojuegos de los años 80, Ralph Rompe Internet es una sátira sobre la cultura on line, imaginado como un mundo electrónico mucho mas rico que lo que intentaron hacer los autores de Tron Legacy. Los mensajeros electrónicos de Ebay, los trenes con emails, los lugares oscuros donde se pueden conseguir virus destructivos… la parodia da lugar al delirio sobre el final, especialmente cuando una masa enorme de clones de Ralph (parecida a la horda de zombies de Guerra Mundial Z) pone en peligro a la misma Internet y se convierte en un impresionante monstruo al estilo de King Kong, raptando a Vanellope y sentándose en la punta del edificio mas alto (que es el de Google!, vaya chupada de medias). Recién ahí el filme retoma un poco del sabor emocional del original, diciendo que la amistad no implica compartir sueños y que la distancia no diluye el amor de verdad. Si la amas, déjala libre. Pero es una nota incómoda, triste, aunque se trate del destino ideal para nuestros protagonistas. En sí, el filme es muy gracioso y las perfomances son geniales. Es un chiste tras otro, sobre todo al momento de pisar Internet. Pero hay mas estilo que substancia y aunque los homenajes y las sorpresas tengan mucho de autobombo, el licuado resultante es un producto fascinante. ¿En qué otro filme podemos ver a Iron Man, los stormtroopers, un cameo digital de Stan Lee, y C-3PO hablando con las princesas Disney (que de hecho, son lo mejor del filme)?. Como producto pasatista, Ralph Rompe Internet es mas que sólida pero la primera estaba escrita con mas corazón. Acá todo es pura diversión pero hay poco valor remanente, y de acá a unos años es posible que se vea desfasada por estar inundada de referencias pop de este momento… un detalle que le daba mayor perdurabilidad al filme original.