Un cierre a la medida justa Marvel termina una demoledora segunda fase de su universo en el cine con un personaje icónico de la franquicia: Ant-Man (2015), dirigida por Peyton Reed (Yes, man!). Bajo la tutela del científico Hank Pym (Michael Douglas) y el nuevo criminal devenido a héroe Scott Lang (Paul Rudd), el Hombre Hormiga buscará detener a un peligroso enemigo antes que la formula Pym de crecimiento caiga en malas manos, en un intento de redención y heroísmo. En Ant-man, el argumento pasa por varias turbulencias a lo largo de su desarrollo pero logra salir airoso y explotar su potencial en la linea final de la película. Pym rastrea y busca a Lang para detener a Darren Cross (Corey Stoll –House of Cards), su anterior aprendiz, quien desarrolló la formula que décadas atrás el profesor Pym creó pero no compartió por su peligro. Por esta situación se torna algo tediosa la composición en gran parte del film. El antagonista, Yellow Jacket (Stoll), a pesar de ser rehén del CGI en todas las escenas de acción, es un gran punto a favor, aunque se lo desaprovecha por su tardía aparición, si bien es el personaje que genera la controversia en el argumento. La personalidad neurótica del villano es lo más cercano a la esquizofrenia que el propio Pym padece en los cómics, tomando a Jacket como su alter ego durante un largo tiempo. No obstante, el personaje cuaja a la perfección en lo que representa estas nuevas adaptaciones de antiguos héroes al nuevo Cinematic Marvel Universe. Cabe destacar las escenas donde se ve la mano del director Edgar Wright (Scott Pilgrim vs. The World), quien por diferencias creativas con el estudio, abandonó el proyecto dejando su lugar a Reed. Con un aparato visual impecable, el director recrea en Ant-man un ambiente único donde las escenas en miniatura y de acción se llevan todos los elegios. Michael Douglas cumplió en su papel de Hank Pym, el Hombre Hormiga original y creador de Ultron en las viñetas, aunque no fue fiel al atormentando científico que aparece en las páginas clásicas de Marvel. Sin embargo, el fanservice está al pie del cañón con cameos, alusiones a otros superhéroes y referencias a las demás cintas de la licencia. Paul Rudd está a la altura de lo que demanda un protagónico en un blockbuster, pero tampoco supera la superficie de Lang (¿Será que el propio personaje no se lo permite?). El rol de Hope (Evangeline Lilly), la hija de Pym, atina a ser un nexo entre su padre y el antagonista, comprendiendo recién su lugar al final de la película en una de las dos escenas post créditos. El humor es el motor principal de la película, aunque se torna repetitivo e infantil por la falta de una estructura más sólida en el guión. El 3D sigue la línea de este tipo de films, con efectos que no se destacan y sólo se justifica su utilización con imágenes de profundidad y paisajes. Párrafo aparte para las dos secuencias post-créditos. Si la primera dejó al espectador con un buen sabor de boca, la segunda le hará eco hasta el próximo año, a la espera de “Capitán Ameríca: Civil War”, la siguiente película que será el primer paso en la fase 3 de Marvel. En referencia al alto nivel presentado en las demás cintas de la fase 2: Thor (2013), Capitán América: El soldado de invierno (2014), Guardians of the Galaxy (2014)) Ant-Man se quedará con el último puesto, pero no de mala manera. Un cierre correcto, no perfecto, pero cierre y presentación de todo lo que le depara en el futuro al MCU.
Cuando menos es más Ant-Man es exactamente la película del universo Marvel que estábamos necesitando ¿Se trata de un film notable? Para nada, pero entre tanta producción grandilocuente, ambiciosa, ruidosa y a esta altura un poco agotadora, esta propuesta de Peyton Reed resulta un bienvenido remanso; una obra pequeña, sí, pero al mismo tiempo tan eficaz como disfrutable. La elección de Reed para un largometraje de Marvel parecía en principio un despropósito, ya que venía de rodar títulos como Abajo el amor, Viviendo con mi ex, ¡Sí señor! y varias incursiones en la TV, pero como Ant-Man es esencialmente una comedia antes que un film de acción la decisión fue más que acertada. El guión coescrito a ocho manos entre Edgar Wright (iba a ser el director originalmente), Joe Cornish, Adam McKay y el también protagonista Paul Rudd apuesta sobre todo al humor absurdo, a un tono leve que, por suerte, evita por completo la solemnidad de los parlamentos y las intrincadas y acumulatorias vueltas de tuerca de tantos films de Marvel. En ese sentido, está más cerca de Guardianes de la Galaxia que de, digamos, la saga de Thor. Ant-Man narra la historia de un querible perdedor llamado Scott Lang, (quién mejor para ese papel que Paul Rudd), un ladrón sin suerte que sale tras tres años en la prisión de San Quentin. Sin familia -su ex esposa (Judy Greer) está en pareja con un policía (Bobby Cannavale) y casi no ve a su pequeña hija- y sin trabajo (hasta lo echan de una cadena de comida rápida), no tiene más remedio que reincidir en el delito de la mano de su único amigo Luis (un hilarante Michael Peña) y su patéticos secuaces. Claro que también aparecen el típico científico de los films de Marvel (el doctor Hank Pym que interpreta Michael Douglas), su bella hija Hope (una no del todo aprovechada Evangeline Lilly) y el villano de turno, Darren Cross (Corey Stoll), ambicioso y despiadado discípulo de Pym. La parte “seria” es la menos interesante de Ant-Man, que fluye y entretiene cuando apuesta por el gag inocentón, cuando acompaña a los losers, cuando hace un uso divertido de las CGI que remite a El increíble hombre menguante (1957), de Jack Arnold, con un héroe diminuto en tierra de “gigantes”. Sí, hay cameo de Stan Lee, escena en el medio de los créditos finales, referencias a la organización S.H.I.E.L.D. y a otros cómics/películas de Marvel, pero en esencia Ant-Man es una comedia leve y muy simpática. Esta vez, menos es más. Misión cumplida.
Querida, encogí a Marvel Ant-Man: El hombre hormiga (Ant-Man, 2015) no es lo mejor que puede producir Marvel Studios, pero se acerca. Mientras otras películas del “Universo Cinematográfico Marvel” parecen existir sólo para promocionar la siguiente, Ant-Man: El hombre hormiga cuenta una historia autosuficiente. Lo otro notable es que no se toma muy en serio (¿quién podría?) y se juega abiertamente por la comedia. Y no el tipo de comedia hecha a base de tonitos sarcásticos y personajes insinceros, como Avengers: Era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, 2015). Ant-Man: El hombre hormiga se anima a contar chistes. No son necesariamente buenos, pero tiene un buen promedio. La historia es técnicamente un refrito de Iron man - El hombre de hierro (2008): dos científicos se pelean por un traje. El bueno es Hank Pym (Michael Douglas), el malo es su protegido Darren Cross (Corey Stoll, que hasta se parece a una versión rejuvenecida del malo de Iron Man). El traje en cuestión permite al usuario achicarse a voluntad hasta adoptar no sólo el tamaño de una hormiga sino su desproporcional fuerza, lo cual lo hace ideal tanto para el combate como para misiones de infiltración. Cross quiere vender al mejor postor, Pym prefiere encanutarlo. Pym ha mantenido su descubrimiento en secreto durante años, pero cuando tiene razones para sospechar que Cross está a punto de replicar su fórmula, decide sabotear su investigación y donar el traje a un nuevo Ant-Man. Aquí la historia toma un giro extraño e introduce a un ladrón de guante blanco llamado Scott Lang (Paul Rudd), quien se convierte en el nuevo Ant-Man y en el protagonista. Es una decisión curiosa porque Lang es un personaje bastante chato al lado de Pym. No posee defectos, no experimenta un arco evolutivo, no cambia de manera significativa ni toma grandes decisiones. Es inmediatamente simpático porque lo interpreta Paul Rudd, pero entra y sale de la película sin dejar mucho en el camino. El personaje rico en caracterización es Pym. Actúa, está motivado, tiene un objetivo y se ve amedrentado por conflictos tanto internos como externos. Él crea al héroe y al villano de la película, y todo lo que ocurre en ella está directamente ligado a él – ya esté desafiando su mal genio, reconciliándose con su hija, redimiendo su legajo, hallando paz interior o salvando al mundo. Y sin embargo el centro de atención es Scott Lang, lo cual es un desperdicio. Es como si el relevo cómico o algún otro farsante hubiera usurpado el papel del protagonista e hiciera todo en su lugar. ¿Cuánto más apropiado e interesante sería tenerlo a Hank Pym en el centro de atención? La trama es bastante predecible aún sin haber visto Iron Man, pero Ant-Man: El hombre hormiga tiene esa vuelta de tuerca necesaria que le falta tanto a otras películas similares. Encogerse no es un súper-poder popular, y es divertido ver exactamente cuáles son las reglas del traje, de qué es capaz Ant-Man y cuáles son sus límites, cómo vence a enemigos cientos de veces más grandes que él y cómo lidera telepáticamente ejércitos de hormigas. Obviamente tiene que haber un duelo final (en un trencito de juguete), pero qué refrescante que es ver a un superhéroe que se especializa en soluciones prácticas e ingeniosas a lo MacGyver en vez de moler a piñas o disparos a sus enemigos. ¿Cuál fue el último superhéroe que no se midió por la brutalidad de su fuerza? Gran parte del éxito de Ant-Man: El hombre hormiga se debe sin duda a la contribución del inglés Edgar Wright, quien tuvo que bajarse como director luego de una larga puja creativa con Marvel, pero quedó acreditado como guionista y productor y la película lo refleja. El propio montaje es humorístico, y gran parte de la comedia es puramente visual: el plano que dura de más, la forma en que la cámara panea relampagueante entre distintas escenas, la forma en que las cosas entran y salen de cuadro, etc. Es una lástima pensar en el calibre que hubiera tenido el film de poseer Edgar Wright control absoluto, pero aunque sea ha dejado su marca al pasar. Ant-Man: El hombre hormiga nos acerca un paso más hacia la saturación crítica del género. La película no estaría completa sin guiños y promesas sobre la tercera oleada de películas marca Marvel que arranca el año que viene, fiel a la programación como si fuera un show de TV. El show de TV más caro y extendido en la historia del cine. Se vienen un montón de segundas y terceras partes, así como varias mitades de la película por la que varios van a pagar dos veces para ver. Así que Ant-Man: El hombre hormiga zafa como una “película menor” dentro del plan maestro de Marvel (a la fecha es la más barata en ser producida, por apenas 130 millones de dólares, aproximadamente la mitad del costo de Avengers: Era de Ultrón). Es más íntima, tiene forma rara, es bastante tonta pero también divertida. Y como Paul Rudd, es mucho más simpática que graciosa.
Cuando la fórmula parece decaer o ser cuestionada, Marvel Films logra sorprender con la más reciente adaptación de otro de los superhéroes que supieron deleitar desde los comics. Ahora le toca el turno a Ant-Man: El Hombre Hormiga. Al salir de prisión, Scott Lang (Paul Rudd) no la tiene nada fácil. Sus antecedentes como ladrón le impiden conseguir un buen trabajo y de a poco trata de recuperar su relación con Cassie (Abby Ryder Fortson), su pequeña hija. En un momento de desesperación, acepta participar en un robo a una residencia. Allí descubre que no hay dinero sino un misterioso traje que, al ponérselo, lo hará achicarse hasta el tamaño de una hormiga. No tardará en estar frente a Hank Pym (Michael Douglas), inventor del curioso vestuario, quien le propondrá una misión suicida: sabotear los planes de Darren Cross (Corey Stoll), otrora discípulo de Pym que pretende usar el efecto miniaturizado con fines tenebrosos. Scott deberá preparase y demostrar que puede ser no sólo un héroe o un superhéroe sino un minisuperhéroe, pero no por eso menos notable. La historia forma parte del universo ya establecido por Marvel (hay referencias a Los Vengadores, y algunos cameos), pero el estilo se asemeja al de Guardianes de la Galaxia. El combo de acción, humor y toques dramáticos es de un desparpajo y una frescura propios de Star-Lord y compañía. Sí bien hay persecuciones, peleas y explosiones, ahora la escala es menos épica y más intimista, al punto de que uno de los momentos clave se desarrolla en un tren de juguete dentro de una habitación infantil. Sí bien el director original iba a ser el excelente Edgard Wright, la responsabilidad de darle forma al asunto recayó en Peyton Reed. Aún sin una carrera a la altura de la del realizador de Shaun of the Dead, entre otras, Reed estuvo a cargo de Bring it On, Abajo el Amor, Viviendo con mi Ex y Sí, Señor. Y hasta casi tomó las riendas de la versión de Los Cuarto Fantásticos de 2005 (su plan era ambientar la acción en los ’60, cuando aparecieron esos personajes, tal como había hecho en Abajo el Amor para homenajear las comedias blancas de esa época). Aquí demuestra que no le queda grande el género superheróico, y entre gags y efectos especiales, también explora temas de redención, la compleja relación entre padres e hijas (Scott y sus acercamientos a su primogénita), y el tirante vínculo de Hank con Hope (Evangeline Lilly), quien trabaja para Cross pero se une a la causa familiar. Más que nunca en estas películas, el foco y la expectativa estaban puestos en quién encarnaría a la figura del título. Paul Rudd debutó en Ni Idea, allá por 1995, y si bien participó en films de otros géneros, encontró su lugar dentro de la Nueva Comedia Americana, con Judd Apatow y Adam McKay de estandartes. Se nota en Ant-Man la participación de Rudd y de McKay en el guión, ya que los chistes remiten a los de aquellas películas, aunque sin el tono adulto. Por supuesto, al igual que Chris Pratt en Guardianes…, el carisma es complementando con abdominales, y es muy convincente a la hora de correr, golpear, saltar y cabalgar hormigas voladoras. Otro marginado devenido en justiciero. En ese mismo nivel está el trabajo de Michael Douglas, un mentor para este pequeño gigante, y también Corey Stoll en el papel de Cross/ Yellowjacket, y Evangeline Lilly. Sorprendente ver a Michael Peña en un rol cómico, interpretando a Luis, el mejor amigo de Scott. Ant-Man: El Hombre Hormiga, al igual que Guardianes de la Galaxia, mantienen la frescura marveliana que tambaleó en Los Vengadores 2: Era de Ultrón, y presenta un nuevo ídolo que, como todo lo bueno, viene en frasco chico. Siguiente la tradición de Marvel, hay dos escenas adicionales: una, en medio de los créditos, relacionada con este largometraje, y otra, al final de todo, que anticipa el próximo opus de La Casa de las Ideas.
Pequeño gran héroe El universo de los héroes de Marvel crece y crece y ya hay planes para los próximos años. La taquilla los respalda y, en gran medida, también tienen el favor de la crítica. Aun sin llegar a obtener premios o reconocimientos importantes, ya han entrado en la historia del cine. No se trata de un universo del todo coherente y cada film tiene vida propia, más allá de las relaciones que tenga con uno o varios films de Marvel. Cada nueva película parece forzar aun más los límites y abre el interrogante acerca de si el nuevo héroe podrá sobrevivir si las cosas no salen como fueron planeadas. Ant-Man era la teoría una de las apuestas más arriesgadas de Marvel y varias discusiones previas con el director original, Edgar Wright, hacían pensar que podía haber salido todo mal. Pero no, algo del proyecto original, un film de superhéroe en clave de comedia, ha quedado pero a la vez se sostiene sobre una forma más clásica de entender el cine. Ese balance tan complicado que Marvel ha querido realizar entre el cine de héroes tomado en serio y un distanciamiento humorístico que evite la solemnidad ha sido una de las claves de su éxito. Dependerá también de cada espectador admirar más o menos cada película Marvel, pero sin duda la búsqueda del estudio suele pasar por ahí. El personaje protagónico de Ant-Man es Scott Lang (interpretado por el gran comediante Paul Rudd) un buen tipo que cumple su tiempo en prisión por hackear a una gran empresa que estafó a sus clientes y devolverles a todos ellos el dinero que la empresa les sacó. Sin dinero, sin trabajo, alejado de su pequeña hija, a quien no podrá ver hasta tener una posición sólida, Scott Lang es un antihéroe absoluto. Pero aun así es brillante y recto, dos características que llamarán la atención del científico retirado Hank Pyn (Michael Douglas) quien lo considerará como un gran candidato para ser el hombre hormiga. El hombre hormiga es en realidad un traje con la capacidad de reducirse al tamaño de una hormiga, así como también a quien lo usa. Con un gran sentido del humor que mantiene a la película en un tono ligero pero no la vuelve nunca cínica, Ant-Man está lejos de las super producciones de Marvel, aun cuando tiene un despliegue de efectos especiales brillantes. Los personajes tienen un gran peso y son mucho más vulnerables y humanos que los otros protagonistas de los films del estudio. Diferente a las demás, Ant-Man es una película que baja un poco el tono y el tamaño del género de superhéroes. Pequeña pero efectiva, casi una obra sobre el nombre del héroe que la protagoniza.
Alta comedia. Marvel, después de años de comodidad en la transposición de sus obras historietísticas, se encontró frente a una pared de sus propias configuraciones estéticas que le impedía acceder a otro nivel, porque en Los Vengadores: Era de Ultrón sus partes unidas ya no funcionaban en términos novedosos ni tampoco por una simple operación aditiva de sus superhéroes, ya archiconocidos y esperados por el público. Ant-Man: El Hombre Hormiga, la segunda apuesta de la temporada, viene a resetear el aparato del estudio para direccionarlo hacia la comedia, un género en el que se ha reposado en Guardianes de la Galaxia (probablemente la mejor película de Marvel) y en el perfil de su Mickey Mouse: Tony Stark/ Iron Man. Los artífices de esta empresa son los guionistas Adam McKay (El Reportero), Joe Cornish (Hot Fuzz), Edgar Wright (quien originalmente iba a ser el director) y Paul Rudd, el verdadero corazón de esta historia sobre un ladrón perdedor recién salido de la cárcel con un solo objetivo: reencontrarse con su pequeña hija. Lejos de encajar en el sistema su única salida es la de extender su curriculum delictivo. Por el otro lado de la historia está el clásico científico marveliano, aquí el Dr. Pym en la piel de la mejor versión de Michael Douglas, que descubre una fórmula para empequeñecer a un humano al tamaño de una hormiga. Rápido de reflejos, decide esconder este secreto, ya que el fin -primero de S.H.I.E.L.D. como se ve en el prólogo y luego de su antiguamente protegido Dr. Cross (Corey Stoll)- sería estrictamente militar. Los caminos de Lang y del Dr. Pym se cruzan en pos de evitar que la fórmula caiga en manos equivocadas, allí se mezclan las citas a otros mundos de Marvel: Hydra, la mencionada agencia S.H.I.E.L.D. y hasta la aparición de un Vengador. El combustible de Ant-Man es un ritmo de comedia que avanza a velocidad de sit-com pero con una inventiva más sofisticada, sustanciada en el oficio de Paul Rudd en el género y en el elenco que lo cobija, especialmente la dupla de Michael Peña y David Dastmalchian. Sin embargo Evangeline Lilly -como la hija de Pym- no tiene nunca en toda la película su momento deslumbrante, así y todo logra brillar en las escenas del entrenamiento. Ant-Man es también una película de acción, que aprovecha el dispositivo visual del mundo engrandecido a partir de la conversión del protagonista a un tamaño casi imperceptible y de vuelta a su versión normal. La antítesis de esta transformación es aprovechada por una cámara que explota los anchos y los largos de esos mundos, que pueden ser alfombras, caños, piscinas y cualquier pequeño espacio reconvertido en un peligro para Scott Lang. Marvel definitivamente salva su año cinematográfico gracias a la ejecución de una comedia casi pura salpicada por la acción más clásica, y también por la unión con otros mundos de este universo transpositivo. El molde prefabricado del camino del héroe pasa aquí por el tamiz de un género relegado, hoy en día más por prejuicio que por falta de exponentes e intérpretes. En esta particularidad Ant-Man se destaca y se ubica cómodamente en el plano de la autoconsciencia más libre y de una distancia considerable del “deber ser” del cine de superhéroes más conservador y lavado, rasgo evidenciado en Los Vengadores: Era de Ultrón y en Thor: Un Mundo Oscuro, no por nada las dos películas más fallidas del estudio.
El poder de los minúsculos Paul Rudd es el protagonista de "Ant-Man", esta nueva y bienvenida aventura de Marvel que juega con las diferencias de tamaños, imprime humor y secuencias vertiginosas. Tampoco faltan sorpresas y referencias a "Los Vengadores". Nuevamente el universo Marvel tiene su generoso despliegue con Ant-Man: El hombre hormiga, personaje que debuta con su propia película haciendo gala de su capacidad para achicarse mientras agiganta sus poderes en esta nueva y eterna lucha entre el Bien y el Mal. Con acción vertiginosa y mucho humor, el film de Peyton Reed acierta en la mirada impresa a este superhéroe -nacido en 1962- con la elección de Paul Rudd para el papel de Scott Lang, un ladrón experto en tecnología que pagó su pecado en la cárcel y se convierte en el líder del mundo de las hormigas a partir de los experimentos desarrollados por el Dr. Hank Pym -Michael Douglas-, su nuevo mentor. Con la ayuda de un trío de amigos inútiles, entre ellos el siempre eficaz Michael Peña y Hope -Evangeline Lilly- la hija del Dr., el superhéroe integra un equipo perfecto para infiltrarse en lugares a los que nadie puede acceder y proteger así al mundo de nuevas amenazas. Como en toda película de Marvel, también la contracara dirá presente con el villano de turno encarnado por Corey Stoll -de la serie The Strain- en su doble papel de científico e insecto de terrorífica presencia. Los personajes de esta superproducción aparecen impulsados para restablecer el orden luego de pérdidas familiares, traiciones y una historia que comienza a finales de la década del ochenta. La trama juega permanentemente con las diferencias de tamaños y escalas -como en su época lo hiciera Querida!, encogí a los niños- a los que se enfrenta el protagonista, y transforma un jardín, una cañería o un trencito de juguete en un universo cotidiano pero amenazante lleno de obstáculos. En ese sentido, el film construye -al igual que las hormigas hacen puentes para ayudar al personaje central- una aventura disfrutable de principio a fin, con una batalla sin cuartel que involucra también a Halcón, de la saga de Los Vengadores, además del esperado cameo de Stan Lee como un barman. Luego de este auspicioso debut, Ant-Man reaparecerá en Capitán América: Guerra Civil.
Menos es más Marvel supo utilizar sabiamente a su último personaje debutante en el cine para dar por finalizada la Fase 2 de su Universo Cinematográfico, otorgándole todos los condimentos necesarios para narrar una película de género a partir de una trama clásica donde se nos presenta al héroe, él descubre sus poderes y se enfrenta al villano. Se trata de una de las películas de Marvel más rápida de asimilar en los últimos años, lejos de cargarla de grandes despliegues y conflictos filosóficos, lo que nos concede la posibilidad de no apabullarnos. Todo el despliegue visual es impecable: Peyton Reed, su director, recrea con excelencia el ambiente diminuto en donde Ant-Man lleva a cabo su acción, lo que salva muchas veces de la repetición en su guion. El mismo está coescrito entre Edgar Wright (quien iba a ser el director originalmente pero por discrepancias con Marvel se retiró), Joe Cornish, Adam McKay y también el propio Paul Rudd, lo que apostó sobre todo al humor absurdo, liviano. Lo que podemos ver sobre todo en el festivo Michael Peña y sus secuaces. Más humana que otras producciones de Marvel (el doctor Hank Pym que interpreta Michael Douglas es quien lleva más alto la voz cantante del melodrama), es Paul Rudd quien toma el protagonismo (a quien le sienta bastante bien por cierto) acercándose a un Star Lord más que a un Thor en cuanto a su personalidad. El rol de Evangeline Lilly como Hope, la hija de Pym, es el que encontramos más desdibujado en todo el film, pero que muy a pesar de su poco despliegue marcado por la trama, tiene sus momentos de destaque, como las escenas donde entrena a Scott Lang. Hay cameos de personajes, referencias a otras películas del UCM y a S.H.I.E.L.D, que si no conocen no se perderán de nada; pero en cambio para los fanáticos será un guiño de complicidad. Y sí, tenemos dos escenas post-créditos que nos calientan los motores para el futuro del Universo Cinematográfico de Marvel en la Fase 3. Dosis de acción, comedia y aventuras hacen de Ant-Man un film sin demasiadas ambiciones pero que cumple con su propósito, donde Marvel sale aireoso en su final de año cinematográfico.
Cuando hace poco más de un año se conoció la lamentable noticia de que Edgar Wright se había alejado de Ant-Man, básicamente parecía signar la suerte de esta película. Sin importar qué director fuera convocado para ocupar la vacante, siempre quedaría la duda de cómo hubiera sido el film si el realizador de Shaun of the Dead o Scott Pilgrim vs. the World lo hubiera llevado adelante. Sin embargo, el guión que firmó junto a Joe Cornish (Attack the Block) se mantuvo como la columna vertebral del proyecto, más allá de las reescrituras y agregados que se le hicieron. La visión del irreverente cineasta inglés es lo único que llevó a poner esta producción en marcha y es lo que conduce a que tenga un buen resultado, más allá de que se haya llamado a un realizador a sueldo para completar el trabajo. Si bien Marvel Studios aplica cada vez en forma más férrea su fórmula –una que ha dado excelentes resultados y que si no falla, pareciera que no hay que cambiar-, es cierto que durante su segunda Fase se han asumido riesgos cinematográficos más importantes, claramente en términos de géneros dentro del ámbito de los superhéroes. Al thriller político de Captain America: The Winter Soldier o a la ópera espacial de Guardians of the Galaxy se puede sumar perfectamente la primera "heist movie" del estudio, una de esas en las que se debe reunir un disparatado equipo para desarrollar un intrincado robo, que se conecta con Ocean's Eleven o The Italian Job, como ejemplos más recientes. Así como el héroe del título tiene la capacidad de reducir su tamaño pero aumentar su potencia, igual mecanismo pone en práctica la historia de Ant-Man. El argumento es menos ambicioso que otros proyectos del estudio y esta menor escala sirve como una forma ideal para introducir a Scott Lang al público, no como un hombre cuyo destino es salvar al mundo, sino como un inteligente ex-convicto que quiere volver a ganarse el respeto de su familia. No hay que detener al enemigo que desplegará un terrible mal sobre el mundo, sino al villano que vendería la fórmula para que en un futuro esa visión atroz pudiera ponerse en práctica. Como si, en su segunda película, el Capitán América hubiera tenido que robar los planos del Proyecto Insight en forma anticipada a la construcción de los Helicarriers. Después de la hoy en día clásica Bring it On, el director Peyton Reed venía de una seguidilla de films mediocres como Down with Love, The Break-Up o Yes Man, con lo que seguir las indicaciones del estudio no le debe haber resultado difícil. Es un hombre que no opuso resistencia a los cambios como sí hizo Edgar Wright –referencias a los Vengadores, escenas que conectan con otros films del Universo Cinematográfico que se hacen por encargo- y que tampoco tiene un estilo muy marcado como para modificar las ideas con las que el inglés había impregnado su boceto. El genial Luis de Michael Peña es un personaje que tiene la Trilogía Cornetto escrita por todos lados; basta solo escucharlo hablar para notar que es un clásico ejemplo de la filmografía del autor británico. Que el director sea Reed y que el guión venga de Wright, Cornish, Adam McKay y Paul Rudd son indicios suficientemente obvios como para entender que Ant-Man es, sobre todo, una comedia. La acción funciona gracias a que hubo una idea primigenia de cómo debía hacerse el achicamiento del protagonista, con lo cual se producen algunas secuencias muy logradas. Sin embargo la propia definición del personaje conduce en forma lógica a optar por el camino del humor absurdo. No se puede hacer una película sobre este superhéroe sin timing cómico, el camino de la solemnidad en este caso sería equivocado. Así un actor como Paul Rudd es ideal para el papel central, habiendo perfeccionado con los años el rol de querible perdedor –ni hablar de que se puso en una excelente condición física-. Hay un inteligente planteo a la hora de construir las relaciones entre los héroes, con esta relación de pupilo y mentor que tienen Scott Lang y Hank Pym. Michael Douglas cumple con su papel al igual que Evangeline Lilly –que debería crecer más a futuro-, aunque además del protagonista quien más se destaca es el mencionado Peña. Corey Stoll tiene uno de los puntos flojos como el villano Darren Cross, que si bien tiene algo más de desarrollo que otros enemigos del UCM –otrora protegido de Pym al que este le da la espalda-, termina por caer en el lugar común en que se sitúan los némesis del estudio. Ant-Man tiene aspiraciones limitadas y, en ese sentido, se luce. Su punto de contacto más claro es la primera Iron Man, donde las apuestas eran menores, donde el manto de The Avengers no lo cubría todo y cuando el camino de redención del protagonista era lo fundamental. La propia definición del personaje central lleva a esta película necesariamente por el rumbo del humor y, como tal, puede ser la más cómica de la compañía a la fecha junto a Guardians of the Galaxy. Hay un gran uso de lo que se veía en films como The Incredible Shrinking Man (1957) que fomentan la risa, todo dentro de una película de planificación y ejecución de un asalto que como tal funciona muy bien. Menos es más, se reduce la escala y se consigue una mayor fuerza. Como si fuera una bala.
Entretenimiento puro, sostenido en actuaciones sólidas y bien intencionadas, ese puede ser el resumen a simple vista de “Ant-Man” (USA, 2015) que viene a sumar un héroe más a la larga lista de adaptaciones que Marvel viene haciendo de sus comics. En esta oportunidad gracias al oficio de Peyton Reed (“Bring i ton”, “Down with love”, “The Break-Up”, etc.) el comic va dejando lugar a la narración más clásica con todas sus etapas, para construir una profunda y potente historia de redención. Scott Lang (Paul Rudd) es un exconvicto que intenta superar su pasado de robnin Hood a partir del esfuerzo y el trabajo. Sin oportunidades en lo próximo que lo rediman, acepta empleos de poca monta con el objetivo de, al menos, poder tener algo de dinero para ofrecerle a su hija algún regalo. Pero mientras intenta salir adelante, y pese a toda la resistencia que su exmujer y su actual pareja (Judy Greer y Bobby Cannavale) le ponen, y a los consejos que recibe para alejarse del “lado oscuro”, se verá involucrado una vez más en un robo en el que finalmente él será el que caerá en las redes de una conspiración para torcer el destino de la humanidad. Siendo reclutado por el científico retirado Hank Pym (Michael Douglas) y su hija Hope (Evangeline Lilly) para utilizar un misterioso traje que reduce el tamaño de la persona que lo usa, y así poder desenmascarar a un inescrupuloso empresario llamado Darren Cross (Corey Stoll), Scott verá como su mundo cambiará de un momento para otro. La película está dividida en dos grandes etapas, una primera de adaptación, aprendizaje, entrenamiento y conocimiento por parte de Scott. Esta primera parte es entrañable y genera una empatía tan cercana con los personajes que sorprende. Luego sucede una segunda etapa del filme en el que la búsqueda de la verdad y el develamiento de la verdadera identidad de Cross serán esenciales para generar la tensión en la historia. Reed va dosificando la acción, generando climas y escenas tranquilas que van presentando los rasgos principales de cada uno de los personajes, otorgándole humor e ironía para contrarrestar la poca acción de la primera parte. En la segunda, y luego del conocimiento de Scott del mundo debajo de los pies, la acción se presenta en su justa medida, principalmente para que los fanáticos de Marvel no reclamen la ausencia de efectos especiales (la lucha en la habitación de la hija de Scott es de antología). Pero “Ant-Man” posee una virtud por encima de otros productos de la factoría de Stan Lee, y es su capacidad para poder reírse de sí misma y contar con unas actuaciones de primer nivel que posibilitan la identificación inmediata con cada uno de los personajes. Paul Rudd no necesita músculos para ser Ant-Man, como tampoco Corey Stoll para ser el megavillano de turno, y quizás en esas figuras más cercanas al común de la gente, y también en las soberbias actuaciones de Douglas y Lilly, como un padre y una hija con reproches y secretos que los distancian, está la habilidad de Reed para generar un filme en el que todo está calculado para el efecto y la sorpresa. Algunas escenas con Ant-Man en el jardín recuerdan a “Querida encogí a los niños” y subsiguientes, introduciéndonos una vez más en un mundo de fantasía en el que “Ant-Man” juega para poder redimirse y conseguir al menos, acercarse a su hija, y nosotros disfrutamos como niños como las primeras proyecciones que vimos en una sala.
Los clones de personajes en el mundo de la historieta siempre fueron moneda corriente en este arte. Poco después que Superman debutara en los kioskos de revista, en junio de 1938, la editorial Fawcett no tardó en publicar a Shazam para competir en las ventas con DC. Así fue que con cada personaje exitoso que surgía luego aparecía otra copia que intentaba captar la atención de los lectores con una propuesta similar. Por citar unos breves ejemplos, Namor tuvo su clon en Aquaman, Green Arrow en Hawkeye, Gatubela en la Gata Negra y Atom en el Hombre Hormiga. Una revista que Stan Lee, su hermano Larry Lieber, y Jack Kirby concibieron en 1962. Este personaje, al igual que los Guardianes de la Galaxia, nunca llegó a tener gran popularidad y siempre se destacó por ser un superhéroe de nicho. Si bien tenía algunos seguidores no despertaba pasión de multitudes. De hecho, hasta no hace mucho tiempo el público general que no lee cómics ignoraba su existencia Una historia que cambiará para siempre a partir de esta entretenida y correcta adaptación cinematográfica. Ant Man se destaca por ser la película más familiar y liviana que hicieron los estudios Marvel, donde el principal atractivo de esta propuesta pasa por el peso que tuvo el humor en el argumento. Cada espectador después se podrá enganchar o no con esta producción pero la adaptación que brindó el director Peyton Reed es impecable. El Hombre Hormiga siempre fue este personaje que retrataron en el film. El director Reed, quien venía del género de la comedia con filmes como Abajo el amor y ¡Sí, señor! (Jim Carrey), supo encontrarle el tono adecuado a esta película que evoca de manera correcta el espíritu original del cómic. Una particularidad del argumento es que reúne en un mismo conflicto a las encarnaciones más famosas de este héroe. Michael Douglas interpreta a Hank Pym el Ant Man de los años ´60 y Paul Rudd a Scott Lang, la versión moderna más conocida del personaje. La labor de Rudd resultó una de las grandes revelaciones de la película, ya que no es un actor que suela trabajar en este tipo de roles y en este casi capturó a la perfección la personalidad de Lang. Creo que fue un gran acierto de los productores darle más hincapié al humor en esta película, ya que de esa manera lograron que la infumable historia de origen del protagonista resultara mucho más amena y divertida. Otro detalle interesante, que no fue trabajado en filmes previos de Marvel, es que el guión se centra bastante en la paternidad de los superhéroes y la relación con sus hijos. Más allá de la acción y la aventura, a lo largo de la trama los personajes de Michael y Douglas y Paul Rudd atraviesan cambios importantes en sus relaciones familiares. No puedo dejar de resaltar a propósito de este tema el brillante hallazgo de casting de Abby Ruder Fostson en el rol de la hija de Rudd. Una de las niñas más carismáticas y espontáneas que se vieron recientemente en el cine hollywoodense. Tal vez el punto débil de esta película se encuentra en la trillada intriga de aventuras que ofrece la historia y la ausencia de un villano más interesante. Por esa razón Ant Man nunca llega a ser una película apasionante y siempre nos quedará la duda de saber como hubiera sido la versión de Edgar Wright (Shawn of the dead), quien era el director original de esta propuesta. Luego renunció al proyecto por ciertas diferencias creativas que tuvo con el estudio Marvel, aunque su nombre figura en los créditos como productor y guionista. En resumen, aunque no está a la altura de producciones superiores como Capitán American 2, El Hombre Hormiga es un film ameno y entretenido que acerca a este bizarro superhéroe al público general. Por cierto, no se pierdan durante los créditos finales las dos escenas extras que se relacionan con algunos acontecimientos que veremos en futuras películas.
Con “Ant-Man” Marvel da como finalizada la segunda fase de su gran proyecto y lo hace de la mejor manera posible. La película dirigida por Peyton Reed, un director al cual le pudimos observar la mano en algunas series como por ejemplo New Girl o en el cine con “Yes Man” ya mostraba para que lado querían ir con el tono de la película, más humor, menos drama. Coescrita por Edgar Wright, Joe Cornish, Adam McKay y hasta Paul Rudd, entre otros, que le dejan un guión a Peyton Reed que le queda como anillo al dedo. No importa que Marvel, de por sí, trate de tomarse las cosas un poco más a la ligera que su competencia, esta película lleva todo casi al límite de lo absurdo, pero usa todo lo que su simple premisa le presenta como una dificultad y lo usa para divertirte constantemente. ¿Qué se puede hacer de un superhéroe que se hace chiquito y puede hablar con las hormigas? En realidad no mucho, suena como si Marvel quisiese más plata y dice “Hagamos una película sobre Ant-Man, total los fans ven todo”. Pero ahí es cuando se ve la gran mano de los guionistas, del director y de todo el elenco. Que hace de la nada, mucho. Durante casi dos horas de película la misma no para un segundo, pero cuando digo no para un segundo no me refiero a piña constante, me refiero al tono cómico que funciona como eje del film y hace que no decepcione. Sin dudas elegir a Paul Rudd para darle vida a Scott Lang, un hombre que sale de prisión y que tiene los conceptos de delincuencia bastante “confundidos”, que quiere ser un héroe para su hija y que ahora tiene la oportunidad fue la mejor decisión que pudieron haber tomado, ya que con su carisma y su aire de galán despreocupado encaja perfectamente en el traje de este nuevo héroe. Ant-Man-1 Scott Lang tiene un grupo de ladrones amigos liderados por un Michael Peña, aprovechadísimo desde el lado del guión y la dirección que hace que todas su participaciones sean divertidas. Por el lado más serio de la película aparecen el Dr. Hank Pym (Michael Douglas), la muy linda Evangeline Lilly, dándole vida a Hope, su hija, y el malo de la película Darren Cross (Corey Stoll), ex discípulo de Pym que quiere copiar su trabajo y crear su propio “Ant-Man”. Todas las actuaciones son correctas, algunos están más aprovechados que otros, pero no hay nadie que quede debiendo. En toda la película hay muchas referencias al universo cinematográfico de Marvel, S.H.I.E.L.D, Hydra, Los Vengadores y muchos problemas del pasado. ¡Bienvenido Ant-Man!
¿Qué es lo mejor de este hombre hormiga? El tono a los “guardianes de la galaxia”, el de comedia divertido, que usa los efectos especiales para causar gracia, para regocijarse con el protagonista y sus amigos, losers de la primera hora, que por primera vez en la vida llegaran a lucirse. Lo mejor de la peli son esos preparativos para crear para al hombre hormiga, es que el encanto de Paul Rudd es perfecto y se banca ser el poderoso chiquiín que no conoce barreras para lograr sus éxitos. Por supuesto que hay muchas escenas de acción, con hormigas simpáticas y laburadoras que el héroe domina, el malísimo Corey Stoll y el legendario Michael Douglas. Un film redondo. No irse antes de los títulos, hay dos agregados clave, para la saga que se viene seguramente con mas lucimiento para la chica Lost Evangeline Lilly
Heroísmo con comedia La película prescinde de la destrucción a gran escala y presenta un protagonista con carisma similar al del Iron Man de Robert Downey Jr. Y, sobre todo, hace gala de un saludable sentido del humor. Durante la campaña promocional de Birdman, su exitoso último trabajo, con el que obtuvo cuatro premios Oscar en 2015, incluyendo Mejor película y director, Alejandro González Iñárritu definió las películas de superhéroes como “un genocidio cultural que es como veneno” porque, en su opinión, sobreexponen al espectador a “explosiones y mierda que no habla para nada de lo que significa ser humano”. Los dichos del mexicano coincidieron con el estreno de Los Vengadores: la era de Ultrón, non plus ultra en materia de películas de superhéroes, que sin ser el mejor exponente resultaba ideal para apreciar algunas debilidades del género. Aunque la opinión de Iñárritu está viciada de generalidad, en tanto apelmaza en un único organismo deforme un corpus heterogéneo en el que conviven films buenos y malos, es cierto que muchas películas de superhéroes han ido reduciendo progresivamente una parte importante de su metraje al ejercicio cada vez más vacuo de la destrucción como espectáculo en sí mismo, tendencia que se extiende a la mayoría de los tanques de Hollywood. Esa era la gran debilidad de La era de Ultrón: su incapacidad de entender la destrucción más allá de su función decorativa, imponiéndole el lugar de privilegio dentro de la estructura del relato. Un defecto habitual en una cultura hiperbólica convencida de que más grande siempre significa mejor. El resultado era una película desbalanceada a la que era posible reducir a las charlas que los personajes mantenían en los breves lapsos en los que no estaban ocupados arrasando ciudades. Los responsables de Ant-Man, el Hombre Hormiga parecen haber tomado debida nota del problema y no sólo logran eludirlo con elegancia, sino que hasta les sobra paño para parodiar el recurso.Claro que el tema de la destrucción sigue estando presente –el trauma del 11-S devino obsesión cinematográfica–, pero son varios los motivos por los que acá, prescindiendo del exhibicionismo, el asunto ha dejado de ser un fin per se para reducirse a un elemento más dentro de la construcción de la trama. Una de las claves está en una de las palabras de la frase anterior: reducirse. Porque el hecho de que la historia gire en torno de un héroe cuyo superpoder consiste en la capacidad para menguar su tamaño, obliga a trasladar la acción a una escala en donde la demolición urbana queda fuera de perspectiva y pierde sentido. Pero más allá del límite obvio que establece esa contingencia física, a Ant-Man le interesan otras cosas. En primer lugar el tema del poder, que en la mayoría de los superhéroes (y más entre los Vengadores) viene dado por una instancia superior, que tanto puede ser divina como económica, moral, científica y hasta política, y marca claramente que se trata de un don de pocos. Eso es diferente en el caso de Scott Lang, ladrón de poca monta acuciado por problemas personales como la desocupación y los conflictos con su ex, entre ellos la posibilidad de seguir viendo o no a la pequeña hija que comparten. Para Scott, que representa al hombre común –o peor, a la víctima de un sistema que tiene a la exclusión y la desigualdad entre sus partes–, el poder le viene primero como imposición (debe elegir entre la cárcel o someterse al riesgo de usar un traje no exento de efectos secundarios) y luego como instancia de redención. Porque Ant-Man es también una película sobre segundas oportunidades, sobre el potencial perfectible de la condición humana y la voluntad como herramienta individual y colectiva para ponerlas en acto.Por fin, sin que eso signifique menos importante, Ant-Man reúne las condiciones de una gran comedia. Esto es, un protagonista carismático y seductor como no había aparecido otro en el universo Marvel desde el Iron Man de Robert Downey Jr. Que además cuenta con un intérprete como Paul Rudd, un buen comediante que al fin encuentra un rol principal que mantenga bajo control las exageraciones a las que es propenso. Un elenco que incluye secundarios bien elegidos (extraordinario Michael Peña, desarrollando un efectivo comic relief). Un guión que no olvida que la acción, el vértigo y los efectos digitales son cáscaras vacías si carecen de un motivo que los ponga en marcha. Y un equipo que ha sabido entender todo eso y convertirlo en película. Si hubiera que elegir entre el valioso mensaje sobre la condición humana que Iñárritu pretende imponer con Birdman y la simple pero generosa propuesta lúdica de Ant-Man, desde acá se sugiere apostarle todo al Hombre Hormiga.
Para disfrutar a lo grande Ant-Man supera el complicado desafío de adaptar un cómic sobre un superhéroe diminuto. Mejor aún, lo convierte en un triunfo cinematográfico sorprendente. Ésta es una película de superhéroes que cumple con los pasos correspondientes de una primera entrega, pero, sobre todo, es una comedia exacta. Su director, Peyton Reed, tiene experiencia en trabajar los géneros desde perspectivas inusuales y, a la vez, honrarlos y resignificarlos. Lo hizo, por ejemplo, en Abajo el amor con la "comedia sofisticada" de los años 50 y primeros años 60. En Viviendo con mi ex su sutileza para trazar personajes y su capacidad de demolición emocional disfrazaban un doloroso drama de separación de comedia de guerra de los sexos. En Ant-Man, Reed entrega una película del sello Marvel que incluso supera en diálogos brillantes y en réplicas gestuales perfectas a las Iron Man (contó con el guión de cuatro especialistas en comedias como Edgar Wright, Joe Cornish, Adam McKay y Paul Rudd). Rudd, además, es un protagonista ideal, convencido de que el camino de Robert Downey Jr. y Chris Pratt es el correcto: la comedia llega antes que la acción, y la hace más grande y vistosa. Sin humor hay menos posibilidades de diversión, de movimiento. Pero no sólo de humor y comedia vive esta resplandeciente película. Las peleas son imaginativas y comprensibles y, además, hay un detalle clave: no hay excesos en movimientos y golpizas eternas. De todos modos, es casi imposible que transcurran demasiados minutos de acciones, revelaciones o cambios sin estar condimentados por chistes, humor o grandes ideas visuales con timing preciso, o por alguna mirada zumbona sobre las instancias más habituales de la narración del cine mainstream: éste es un relato que se anima a plantear momentos emocionantes y, a la vez, hacer chistes sobre esos momentos sin restarles potencia: más bien al contrario. La historia del noble ladrón cibernético interpretado por Rudd (como Chris Hemsworth en la inédita Blackhat, de Michael Mann), que debe recuperar a su hija pequeña, se ve potenciada por la historia del científico interpretado por Michael Douglas, que contagia su placer y su prestancia en el manejo de un tipo de personaje que le calza perfectamente y que no ha explorado demasiado en su carrera. Evangeline Lilly resplandece, y Michael Peña se revela como comediante notable. Hay más para elogiar del elenco del film, pero lo más importante es que la película es un ensamble perfecto de interacciones y no una exhibición de actuaciones vanidosas. No hay grandes vueltas de tuerca argumentales, aunque esto no significa que haya poco movimiento narrativo: los personajes cambian, tienen conflictos, deseos, anhelos, pero para eso no necesitan estar atados a vueltas de tuerca, a astucias efímeras. Ant-Man logra lo que parecía imposible en esta temporada en el cine de mayor producción: personajes que importen, gracia para los diálogos, imaginación para usar sus recursos (¡hormigas para la aventura!) y fluidez para contar. Una película talentosa, creativa, rebosante de felicidad.
La hormiga atómica Es más liviano y menos pirotécnico que otros productos Marvel, y uno de los más simpáticos y entretenidos. Vistos con frialdad, todos los superhéroes tienen intrínsecamente algo de absurdo. Si en las viejas cartas de tope y quartet de superhéroes hubiera existido, además de “fuerza”, “velocidad” y demás, el rubro “ridículo”, Ant-Man -o sea, el Hombre Hormiga- les habría ganado a todos los demás. ¿Cómo hacer para que ese bichito doméstico pisoteado sin problemas por niños y ancianos fuera creíble como salvador del mundo? Esta aparente flaqueza termina siendo la fortaleza de la película: el resultado es más liviano y menos pirotécnico que otros productos Marvel, pero es uno de los más simpáticos y entretenidos. Ant-Man tiene a favor que, en general, la primera entrega de estas sagas de superhéroes, en las que se cuenta el origen del personaje y cómo va descubriendo sus habilidades, suelen ser las mejores. Pero al director Peyton Reed (¡Sí señor!) le tocó una tarea difícil: concretar lo que Edgar Wright (Shaun of the Dead) había venido desarrollando durante once años. Wright renunció por “diferencias artísticas” con los ejecutivos de los estudios no mucho después de que Disney comprara Marvel. Nunca sabremos si el proyecto original era mejor que el que se estrena hoy, pero Reed estuvo a la altura del desafío. Por empezar, por el tono de la historia, parecido en su ligereza al de la primera Iron Man y al de Guardianes de la galaxia (aunque Ant-Man parece más dirigida a los niños pequeños). Nunca cae en la solemnidad; siempre hay algún chiste -más inteligente o más pavo- para salvar el momento. Otro punto a favor es que la aventura es clásica y, en comparación con otras películas del género, chica. Esta es una mezcla de película de superhéroes con una de robos (Reed declaró haberse inspirado mirando El affaire de Thomas Crown o La gran estafa, entre otras), porque Scott Lang (el carismático Paul Rudd) es, antes que Ant-Man, un ladrón. El Dr. Hank Pym (Michael Douglas, gran elección), el Ant-Man original, lo elige para sucederlo. Y su primera misión es robar un traje copiado del de Ant-Man (que reduce el tamaño del portador, pero no su fuerza) que será utilizado para el mal. De este modo, la historia no está llena de personajes y efectos especiales que aturden y marean en lugar de contribuir al relato, como pasaba en Avengers: Era de Ultrón. Aquí, en cambio, los efectos aportan magia: lejos del ridículo, es fascinante ver el mundo desde el punto de vista de una hormiga. PD: Hay que quedarse hasta el final de los créditos.
En ANT-MAN EL HOMBRE HORMIGA Scott Lang es un ladrón de poca monta que ayudado por su mentor el Dr. Hank Pym, se calza un traje le permite disminuir de tamaño pero a su vez aumentar su fuerza, para combatir las fuerzas del mal. Esta nueva cinta del universo MARVEL combina ciencia ficción con comedia, para brindarnos una aventura tan original como poderosa. En la línea de GUARDIANES DE LA GALAXIA, nunca resulta solemne, por el contrario mantiene el espíritu de las historietas, y presenta una estética colorida y pop que hipnotiza en cada fotograma. PAUL RUDD la rompe en su papel de héroe y MICHAEL DOUGLAS nos brinda una faceta desconocida dentro de su galería de personajes, una caracterización cercana a la caricatura, que nunca desentona con la atmósfera general. Mas que nunca, ANT-MAN EL HOMBRE HORMIGA, cumple con la frase de que "lo bueno, viene en frasco chico"
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Ya es hora de que los chicos de DC Comics se pongan las pilas y paren con tanta oscuridad. Con Ant-Man, me parece que otra vez, Marvel les saca ventaja poniendo toda la carne a la parrilla con una comedia de acción que hace de un antihéroe, un paladín de la justicia que encantará a fanáticos y no tanto de esta historieta. Decía que es una "comedia" porque Stan Lee, detrás de esta producción, no puede dejar de lado un ingrediente que tan buenos resultados le ha dado en Iron Man y Los Vengadores, por ejemplo. Por otra parte, no dejen de buscar su cameo como en todas las anteriores. Al principio puede molestar un poco el hecho de que esté hecha íntegramente en 3D, con abundancia de plano y contra plano en los diálogos donde un hombro desenfocado les va a molestar un poco al ojo. Esto es para introducirnos en la vida del Dr. Pym, interpretado por un Michael Douglas,-totalmente adaptado a su rol científico-, y que es el creador de una formula capaz de convertir cualquier cosa, viva o inerte de gigante a minúscula además de conectarse con toda clase de hormigas a las que controla para defender su invención. Cuando el gobierno quiere comprar este invento para uso militar a gran escala, él se opone y entra en la clandestinidad. Un discípulo suyo, Darren Cross (interpretado por Corey Stoll o Peter Russo para quienes miran "House of Cards"), intenta emular el preparado al que algo le falta para no convertir a lo que quiere achicar en una mancha gelatinosa. A su lado, en la compañía, quedó Hope (Evangeline Lilly), que parece ser una doble agente a la que habrá que seguirle los pasos para ver qué es lo que realmente tiene entre manos. Dónde está el héroe: Scott Lang (un tierno Paul Rudd) que se la tiene que jugar ya que sale en libertad luego de haber purgado una condena por hackear las computadoras de una empresa que estafaba a sus clientes, y es tentado por un antiguo compañero de celda, Luis (Michael Peña), el toque de humor latino, y otros dos compinches, para un robo demasiado fácil. Scott no quiere volver a prisión y lo único que desea es estar con su hija Cassie (Abby Ryder Forston impresionante, la pequeñita en actitud actoral). Lo que le impide esta cercanía es que su ex esposa está noviando con un policía y no deja que Scott se acerque. Al no encontrar trabajo y frustrado por no poder estar con Cassie acepta la propuesta de Luis, lo que lo lleva a lo impensable: el contacto con el Dr. Pym y la posibilidad de redimirse en la piel del Hombre Hormiga. Mucho guiño al espectador y gran chicana a Los Vengadores que dicho sea de paso, pasan el chivo de las próximas películas. No se vayan antes de que termine toda, toda pero TODA la lista de créditos. Si están apurados perderán algunos "easter eggs" que valen la pena. El director elegido sabe mucho de comedias y es Peyton Reed conocido por "Abajo Con el Amor", "Viviendo con Mi Ex" y "Sí, Señor". Para mí tres buenas pelis del rubro y raro para los superhéroes aunque en 1991 estuvo a cargo de la dirección de 13 capítulos de la serie animada de "Volver al Futuro" que se emitió por televisión. La película tiene 7 escritores entre guionistas, creadores del cómic y adaptadores de los personajes a una idea para el cine. Entre ellos figuran 2 británicos (Edgar Wright y Joe Cornish) y 2 americanos (Adam McKey y el mismísimo Paul Rudd), todos ellos muy empapados del género comedia de acción. Los escritores del cómic son: Stan Lee (el Edison de las historietas), Larry Lieber y Joe Kirby (ambos, padres de la mayoría de los integrantes de Los Vengadores). Vértigo, acción, en grande y pequeño, para toda la familia y no podía ser menos si se juntaron Marvel, Disney, Industrial Light & Magic; es decir no falta nada para tener garantizado el entretenimieento. Esto es Hollywood, señores. Como les dije anteriormente, creo que los de DC van a tener que esmerarse para traer algo que valga la pena frente a tantos éxitos de la competencia. No sé si será con "Batman vs. Superman" que ya viene con bastante polémica, sobre todo por el casting. Veremos, veremos, después lo sabremos.
Cierre disfrutable y exitoso Ant-Man es la película que da cierre a la fase dos de Marvel, la cual incluye Iron Man 3 (2013), Thor: The Dark World (2013), Captain America: The Winter Soldier (2014), Guardians of the Galaxy (2014), y la reciente Avengers: Age of Ultron (2015). No voy a explayarme demasiado en las fases, ni en el Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), porque lejos estoy de ser una experta en el tema. Además considero que si bien esta película funciona como cierre, y en sus escenas post créditos hace alusión a Captain America: Civil War (2016) –que inaugurará la fase tres- , pienso que Ant-Man puede verse (y disfrutarse) independientemente de los films anteriores. ¿Por qué? En primer lugar porque esta nueva producción viene a aportar cierta frescura y humor, alejándose así del abordaje más conservador que supieron mostrar algunos de los films de la fase dos. La trama de la película se centra por un lado en Hank Pym, científico, creador de una importante compañía que es desplazado del cargo directivo por Darren Cross , su antiguo discípulo, quien intenta desarrollar una sustancia que permita encoger seres humanos, para así utilizarlos como “soldados aliados” en conflictos geo políticos. Por otro lado tenemos a Scott Lang -interpretado por el genial Paul Rudd, actor que en los últimos años se ha destacado dentro del género de comedia o Nueva Comedia Americana, especialmente en producciones junto al director Judd Apatow– un ingeniero famoso por haber hackeado varios de los sistemas de seguridad de empresas muy importantes, que cae en desgracia al ir preso. Con estos antecedentes, Pym recluta a Lang para que lo ayude a detener a su adversario y evitar el caos mundial, por que el joven Scott debe convertirse en un diminuto Hombre Hormiga y así violar la seguridad de la empresa comandada por Cross. Con una historia simple -con bastantes modificaciones con respecto al comic- Ant-Man se destaca dentro de las producciones de Marvel, justamente por su sencillez, por darle tal vez más lugar a la comedia que a la acción propiamente dicha que se esperaría en films como éste, y por ser menos ambiciosa que la decepcionante Avengers Age of Ultron. Si hablamos de interpretar perdedores simpáticos, ¿Quién mejor que Rudd? que aporta una buena cuota de gags a la película secundado por sus desopilantes amigos ladrones, con Michael Peña a la cabeza. El cast en general aporta buenas actuaciones a través de Michael Douglas, Bobbi Cannavale, y Evangeline Lilly, pero lo más destacado se halla en las interpretaciones de estos hilarantes personajes. Ant-Man también tiene lo típico de una película de superhéroes: batallas, efectos especiales -pocos destacables- referencias a Los Vengadores, a S.H.I.E.L.D, y el infaltable cameo de Stan Mr Marvel Lee, además de un genial momento musical durante una de las batallas. En defnitiva se trata de un film que entretiene, y que encantará incluso a aquellos espectadores menos habituados a ver este tipo de películas, nada mal para tratarse de la primera inclusión de Peyton Reed bajo la dirección -si bien el director original iba a ser Edgar Wright, que abandonó el proyecto- de una producción de Marvel. Por Marianela Santillán
"Ant-Man: trabajo de hormiga" El Universo Cinemático de Marvel sigue expandiéndose para el placer de todos sus seguidores y esta vez incorpora al superhéroe más pequeño… pero no por ello menos potente. Llega a nuestros cines “Ant-Man: el Hombre Hormiga”, la nueva película producida por Marvel y encabezada por el simpatíquisimo Paul Rudd junto a Evangeline Lily y Michael Douglas. La historia comienza cuando Scott (Rudd) sale de prisión, tras cumplir una condena por robo, con la intención de recuperar poco a poco su vida y por sobre todo a su hija. Sin embargo, nada ocurre de acuerdo a lo esperado y su única esperanza será formar parte de un plan “aparentemente” descabellado ideado por el doctor Hank Pym ( Douglas). Con una historia bastante apegada a la formula, pero no por eso menos entretenida, “Ant Man” comparte el podio de la comedia, acción y buena música que también supieron entregarnos los “Guardianes de la Galaxia” el año pasado. Si bien el guión no brilla por su originalidad, ya que cae en bastantes lugares comunes y todos los estereotipos posibles están presentes en la película, el ritmo ágil (y por momentos noventoso) de la trama hacen que se viva como una experiencia aventurera de otros tiempos. La película entrega todo lo que promete: Personajes amistosos (y otros no tanto), risas y acción en gran medida. Paul Rudd hace un muy buen trabajo llevando a cuestas este pequeño gran héroe y sus compañeros de elenco están a la talla de la historia. Una correcta Evangeline Lily encarna a la no muy simpática Hope van Dyne, quien probablemente vuelva a incurrir en el universo marvelita, Michael Douglas hace un trabajo muy respetable y finalmente tanto el villano como los amigos/secuaces de Ant-Man ayudarán a mantener a flote las desventuras de este nuevo superhéroe cinematográfico. El público que va a ver Ant-Man sabe qué esperar y eso es exactamente lo que se reflejará en la pantalla: una película de Disney-Marvel antes que nada (sí, en ese orden), risas, acción ATP y las infaltables conexiones con las venideras “Capitán América: Civil War” y “Avengers: Infinity War”. Como siempre, Stan Lee hace su cameo estelar y la escena post-creditos nos brindará más data acerca del futuro de Scott y su alter-ego. Para disfrutar con pochoclos, no así con hormigas fritas.
Que exista un Ant-man es una idea ridícula. Este superhéroe es un tipo que se pone un traje especial que, al apretar un botón, libera una partícula llamada “pym” que causa que los átomos de su cuerpo estén más cerca y, por lo tanto, pueda reducir su tamaño pero, a la vez, tener muchísima fuerza y, además, mediante una especie de audífono, poder comunicarse telepáticamente con sus aliadas, las hormigas. Por supuesto que los creadores de Ant-Man sabían que tenían entre manos un personaje kitsch y absurdo, y es por eso que le entraron a la película de lleno del lado de la comedia, reclutando a pesos pesados. Sus guionistas fueron nada más y nada menos que Joe Cornish (Attack the Block), Edgar Wright (Shaun of the Dead, Hot Fuzz, Scott Pilgrim vs the World, The World’s End), Adam McKay (Anchorman 1 y 2, Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby) y Paul Rudd (Clueless, The 40-Year-Old Virgin, This is 40). Inicialmente, la película iba a ser dirigida por Wright, pero éste fue reemplazado por Peyton Reed (Bring it On, Yes Man) después de que Wright se abriera del proyecto debido a que entre los que ponían la papota y él existían “diferencias creativas irreconciliables”. El acercamiento cómico es entendible, sería imposible tomarse en serio a un súper héroe hormiga y, si bien hay un gran mérito en no haberlo convertido en un chasco, lo que hace a la comicidad en Ant-Man: El Hombre Hormiga no termina de funcionar. El humor está regulado, contenido, no hay mucho en juego a nivel trama ni a nivel emoción. Scott Lang (Rudd), un ex convicto Robin Hoodesco, quiere probarle a la madre de su hija que puede ser un buen padre. Scott es reclutado por el Dr. Hank Pym (Michael Douglas) para evitar que su ex protegido, Darren Cross (Corey Stoll), le venda la fórmula para encogerse a los malos (los HYDRA). Una historia de redención que involucra frases tales como: “lo hago por mi hija”, “sé el héroe que tu hija ya piensa que eres” y todas esas giladas. Dejando esto de lado, me atrevo a decir que Paul Rudd la juega demasiado de simpático y lindo. Nos regala un planito de su lomo laburado a lo tablita de lavar la ropa pero, la verdad, hubiera preferido que le dedique más tiempo a trabajarme los chistes que a hacer abdominales. Hasta los chistes que funcionan, -porque varios funcionan- se ven opacados por este miedo al riesgo de probar otra cosa, a punto tal que todo resulta deserotizante, como si te cogieran con las medias puestas. Y quiero agregar que hay algo un poquito cuestionable en la decisión de que los “minions” de Ant-Man sean un latino, un negro y un italiano, y que sus chistes funcionen solamente porque pertenecen a minorías étnicas. La verdad, a Ant-Man no le da el piné para tener su propia película. A Ant-Man: El Hombre Hormiga le falta decisión y huevos para poder ser una en sí misma y no una más de la masa Marvel. Podríamos atribuírselo al cambio de director sobre el pucho -el estudio ponía las fichas en la personalidad y onda de Wright que laburó en el proyecto unos 8 años-. Será porque ya de por sí el mundo que rodea a Ant-Man no es muy interesante. Este súper héroe carece de mérito propio a la hora de recibir toda esta atención. O acaso Marvel está tirando un poco mucho de la cuerda: Ant-Man no se siente como un estreno merecido, sino como una necesidad de mantener la fábrica andando y hacer entrega de una película sin ningún propósito más que el de sumar otro personaje marketineable a una línea de productos que no para de crecer. Digo, ¿realmente es necesario sumar a este grupete otro miembro nuevo? Porque, la verdad, a Ant-Man no le da el piné para tener su propia película. Así como Guardianes de la Galaxia es la prueba de que algunas veces se puede agarrar a los personajes más marginales y kitsch de Marvel y hacer una gran película, Ant-Man es la prueba de que otras veces, no.
Con Edgar Wright fuera de la película (iba a ser su más maravilloso bebé), Marvel pifiándola bastante en la segunda parte de Avengers, con un actor cómico como Paul Rudd en el protagónico... eran muchas las razones que teníamos para dudar de Ant-Man. ¿Pasará a la posteridad o será destruida por la critica como en un holocausto de Formitox? Por lo menos eso está Si hay algo que no se le puede criticar a Marvel, es la entrega de productos pulidos y sorprendentes a nivel visual. Y con una película en la cual el 35% de lo que pasa es al estilo Chapulin Colorado cuando tomaba las pastillas de chiquitolina, los efectos especiales están a pedir de boca. El riesgo no es que ese CGI fuera malo, si no que aburriera. Pero no, no lo hace. Ant-Man a nivel visual es realmente brillante. Aun así, esto no es un gran logro, ya que como vengo diciendo de unos años a esta parte, tener buenos efectos visuales hoy en día en Hollywood, es STANDARD. Pero podrían haber chocado ahí, y no lo hicieron. Estilo nuevo, guión viejo Edgar Wright sigue acreditado como co-guionista, y créanme que si pensaban que Peyton Reed (director de Bring it On, esa película en la que Kirsten Dunst es porrista) iba a hacer borrón y cuenta nueva, están equivocados. Muchísimo del humor de wrightense quedó y se coló en la película, es indudable. Esta vez SI, hay MUCHO de Wright en Ant-Man. Muchísimo. Tanto que por momentos esta heist movie parece una comedia. Allí se entiende y se justifica la elección de Paul Rudd como Scott Lang. Pero quien brilla realmente en el apartado cómico de esta película es Michael Peña. TODAS sus intervenciones son geniales, y son geniales por merito de Peña, y también por lo bien escritas que están, que me animaría a decir, que es donde más queda a la vista el puño y letra de Wright. Ant-Man es básicamente como todo el mundo anda diciendo por ahí, una película de robos y estafas cómica, con escenas de acción. Con Michael Douglas como Hank Pym y Corey Stoll como YellowJacket poniéndole seriedad y dramatismo al asunto. El resto, es una sucesión de punch lines a las que nos tiene acostumbrados Marvel, donde casi todas funcionan y hacen reír. La historia, cabe en dos renglones, Scott Lang, es un ladrón que intenta reformarse, a quien Pym viene siguiendo desde hace años y ni bien queda libre de la cárcel, "contrata" para que lo ayude a robar algo, pasándole en ese acto, el traje de Ant-Man. Simple, sencillo, y al hueso. El resto es buen desarrollo y timing por parte del director. Lo que nunca será Sin embargo, por más buena que sea Ant-Man, por siempre estará en deuda y deberá luchar contra el ejército enardecido de fanáticos de Wright, que no importa lo que pase, no importa lo que vean en la pantalla, van a creer que la Ant-Man de este hombre hubiera sido, épica, genial y mejor que lo que están viendo. Seguramente así hubiera sido. Pero lo cierto es que no veo a Wright siguiendo ordenes corporativas de Marvel, para insertar guiños, y crossovers si no lo hubiera sentido necesario u orgánico. Ergo, adiós Edgar. Aun así, Ant-Man se para sobre sus propios pies, y conserva gran parte de su espíritu en el desarrollo. Aunque mientras escribo esto imagino a fans del buen Edgar ilusionándose de más. No, no lo hagan. Dije "espíritu" y "pinceladas", no esperen ver Hott Fuzz con Paul Rudd, ¿ok? ¡No digan que no les avise! Universo Marvel Que quilombito que es el universo Marvel. Que phase one, que phase two, que Spiderman, que los X-men, que dos Quicksilvers, etc, etc, etc... No voy a spoilear nada, pero hay mucha referencia, cameo de Stan Lee, y algún que otro Avenger por ahí dando vueltas. Incluso, referencia a Spider-Man (YES!). Que si la agarran se ganan un chupetin, porque está bastante oculta y pasa rápido. En este sentido, Ant-Man es un festival de referencias, cameos y escenas post crédito (hay dos, al estilo Aarvel. a mitad y final de los créditos). Ya se, hay aberraciones que los comiqueros de primera hora van a odiar. Yellowjacket es alguien diferente a Hank Pym, Hank Pym nunca creó a Ultron, aunque si odia y defenestra a Stark, Hope Van Dyne, el personaje de Evangeline Lilly, era Red Queen y no era hija de Hank Pym, etc, etc, etc... Pero si pueden ver mas allá de eso, van a ver una buena película. Conclusión Ant-Man es una muy buena película de acción, con mezclas de cine de estafas y comedia a-la-Wright que va a entretener y gustar. Definitivamente Marvel acá pega mas de las que erra. A priori parecía una película condenada por la partida de su director, pero logró sobreponerse, en parte gracias al mismo Wright y a las porciones de su guión que sobrevivieron al cambio de dirección. En resumen, buena película, buena diversión, one liners, punch lines, crossovers, referencias, cameos. Marvel en estado puro. Algo que no puede llegar a ser malo.
Pequeña, a tono con el héroe, pero entretiene La nueva era de Marvel empezó a lo grande con la imperdible "Guardianes de la galaxia", una increíble mezcla de humor negro y delirios cósmicos con imágenes dementes y una estética casi contracultural al estilo de los cómics europeos de la revista Metal Hurlant. Seguir esa obra maestra de cómic adaptado al cine era difícil y, tal vez, seguir la saga de superhéroes de la nueva Marvel con el diminuto Ant Man no haya sido la mejor idea, ya que desde el cómic siempre fue un personaje menor y un poco limitado al truco de hacerse pequeñísimo y extrafuerte para poder infiltrarse en los sitios más inexpugnables. Llevado al cine, el asunto tiene un poco más de gracia dado que se convierte en una película del género de gente achicada, que incluye genialidades como "The incredible shrinking man" ("El hombre increíble"), de Jack Arnold. Pero este pequeño héroe se queda lejos de la metafísica implicada por existir a pesar de ser un microbio y, por otro lado, el humor es un poco elemental, a pesar de que Paul Rudd se esfuerza en ser simpático y sostener diálogos que a veces son divertidos y otras más o menos. El que realmente le da fuerza al conjunto es un sorprendente Michael Douglas que ya hace un papel muy convincente desde el prólogo, una formidable secuencia que promete una película mejor, pero que se va achicando como su protagonista. Esto no significa que "El hombre hormiga" no tenga sus momentos, incluyendo algunas imágenes asombrosas filmadas con mucho talento e imaginación por el director de fotografía, Russel Carpenter. En cambio, el director Peyton Reed no es muy creativo en lo narrativo, que es bastante elemental, y con muchas escenas con sabor a déjà vu. En cuanto al guión, la historia de redención en el hormiguero es de manual. Entre los actores de reparto se destacan Michael Peña y Evangeline Lilly, pero una escena que se disfruta aparte es la que enfrenta a Michael Douglas con el "Mad Men", John Slattery.
"Ant Man, el Hombre Hormiga", a mi parecer, es una de las sorpresas de este 2015. Una peli que en sus casi dos horas de acción no va a parar de hacerte reir, y en el medio, Paul Rudd, Michael Douglas, Evangeline Lilly, Michael Peña (que es lo máximo) y muchísimos actores más que completan el elenco, no de lujo, de lujaaazo que tiene esta nueva producción de Marvel. ¿La historia? Es simple, pero fascinante... En resumen, un hombre que gracias a un traje logra encogerse tanto, que obtiene el tamaño de una hormiga - casi como Rick Moranis en "Querida Encogí a los Niños" - pero en este caso con super poderes. Gran película para disfrutar en familia, sorprenderse con los efectos especiales y atentiiii, a no levantarse de las butacas porque hay dos escenas ocultas... ¡¡¡sí sí, dos!!!. (una comienza apenas arrancan los títulos y la otra al final final final final de los créditos)
Ant-man: un gran insecto Stan Lee creó cientos de personajes para Marvel, entre ellos "Ant-Man" (Hombre Hormiga). Apareció en "Tales to Astonish" #27 en enero de 1962, y su historia tenía que ver con el brillante científico Hank Pym que inventaba una sustancia que le permitía cambiar de tamaño. Además, podía comunicarse con insectos, especialmente con las hormigas. Ant-Man y su pareja Wasp (Avispa) fueron parte de los miembros fundadores de Los Vengadores, es por eso que a los fanáticos les extrañó que no estuvieran en la película del grupo de superhéroes. Lo cierto es que Marvel tenía otros planes para él: presentarlo con su propia película y que cierre la Fase 2 del Universo Cinematográfico de Marvel -la Fase 3 la abrirá Capitán América: Guerra Civil )-. A decir verdad, desde finales de la década del 80 que se viene desarrollando un filme sobre este minúsculo superhéroe. Lee escribió una pequeña presentación para New Line Entertainment, pero la productora encontró la premisa demasiado similar a "Querida, Encogí a los Niños". Durante más de dos décadas el proyecto durmió el sueño de los justos hasta que en 2003 el director Edgar Wrigth le propuso a Marvel hacerla. Desde ese año desarrolló el filme, hizo el guión, eligió y contrató al elenco, pero en 2014 abandonó todo debido a diferencias creativas con Disney, dueña desde 2012 de Marvel Studios. El realizador Peyton Reed, otro fanático de los cómics, tomó la posta y "voilá", se despachó con este hermoso filme que es muy entretenido de principio a fin. Scott Lang (Paul Rudd) es un ladrón que acaba de salir de la cárcel. Después de ser liberado lo único que quiere es recuperar el tiempo perdido con su hija Cassie (Abby Ryder Fortson). Pero claro, no es fácil conseguir trabajo para un ex convicto, incluso aunque tenga una maestría en Ingeniería Electrónica. No tarda en aceptar el encargo de un robo y, junto a su grupo de amigos, ingresa en una casa y se lleva lo que encuentra dentro de la caja fuerte: un extraño traje. En realidad, todo fue planificado por Hank Pym (Michael Douglas), un brillante científico y ex-agente de S.H.I.E.L.D., que inventó la tecnología (el traje) para reducir su tamaño. Pym necesita de Scott para entrenarlo, convertirlo en el nuevo Ant-Man y que se enfrente a Darren Cross, su antiguo protegido que se apoderó de su compañía y, a través de experimentos peligrosos, crea una versión avanzada y moderna del traje de Hank, al que llama Yellowjacket. Scott, Hank, y su hija Hope (Evangeline Lilly) tratarán de detenerlo antes de que sea demasiado tarde. Era una apuesta difícil la de Ant-Man, principalmente por dos motivos: no es un personaje tan conocido y el público está medio hastiado de tanta película de superhéroes. Digamos la verdad, a la segunda parte de "Los Vengadores" no le fue muy bien. Este filme sortea esos problemas. Desde "El Hombre Increíble" para adelante que las películas sobre "reducción de tamaño" atraen, por decirlo de alguna manera. La elección de Paul Rudd, un actor muy identificado con la comedia y que levantó polvareda al principio, resultó un acierto. Le da fluidez y el tono justo a su personaje, además de aportarle la comicidad necesaria a la historia. Otro que destaca es Corey Stoll, que compone un villano a medida. Hay dos escenas después de terminar la película: una en la mitad de los créditos y otra al final, la última que le da el pie al próximo film de Marvel. Guarden sus insecticidas y disfruten a pleno de esta película.
La espiral descendente. Si recordamos que el clásico de clásicos El Increíble Hombre Menguante (The Incredible Shrinking Man, 1957) trabajó de manera magistral la misma premisa ridícula de la que hace uso Ant-Man: El Hombre Hormiga (Ant-Man, 2015), otra más de esas bazofias genéricas de superhéroes pasteurizados para el nicho ATP, nos daremos cuenta de hasta qué punto determinado sector de Hollywood está obsesionado con repetir los mismos engranajes vetustos en el caso del cine de acción modelo ochentoso, léase “disparos non stop + chistes bobos + romance + cráneos del mal”. Los genios del marketing contemporáneo sumaron a la fórmula la fantasía infantiloide de los comics de antaño y mucha arrogancia de cotillón. Así las cosas, nuevamente tenemos a un seudo paria que es elegido para formar parte de ese club de palurdos con calzas y/ o disfraces fluorescentes que desean salvar a Estados Unidos de enemigos cada vez más diabólicos o algo así, ahora con el “cara de nada” Paul Rudd como Scott Lang, un ex convicto reclutado por el Dr. Hank Pym (Michael Douglas) para someterse al ardid empequeñecedor de turno y sabotear las instalaciones de Darren Cross (Corey Stoll), otro villano que comparte con los directivos de Marvel el gustito por lo ajeno y el fetiche para con la producción en serie del mismo esquema. Aquí el tono de comedia berreta y un desarrollo de manual no alcanzan para sostener en serio a un personaje clase B. Resulta muy irrisorio que todavía nos sigan bombardeando con bodrios light de nulo valor simbólico, apenas exploitations lejanos del Batman de Christopher Nolan, que para colmo ni siquiera satisfacen la fastuosidad aventurera del espectáculo para las masas, cortesía de la impersonalización que impuso la supremacía de los CGI a nivel mainstream (las secuencias de acción son confusas, poco imaginativas, tontamente veloces y construidas con el plástico como principal referencia visual). La pulcritud y la castración reemplazan a la suciedad y el coraje de los márgenes, en el marco de un cine destinado al dispendio hueco que convalida la sonsera del paladín individual, recortado de un todo social que sólo espera ser “salvado”. No hace falta chequear las estadísticas para ratificar el enorme volumen de obras derivadas, no originales, que se producen en nuestros días desde los estudios norteamericanos, los cuales hicieron del “apostar a seguro” -es decir, a la idiotización y homogeneización del público- su estrategia primordial. Propuestas como Ant-Man: El Hombre Hormiga aburren, son anodinas y carecen del encanto de lo irrepetible, siempre autoreferenciales (un imbécil autoconsciente sigue siendo imbécil) y saturadas de clichés en los que la corrección política esconde prejuicios de todo tipo (hoy le toca a las comunidades latina, negra y de Europa del Este). La espiral descendente sólo parece deleitar la fecalofagia de ciertos consumidores…
La especialidad de la casa Tras el éxito de taquilla de Avengers: La era de Ultron -2015-, pero con sabor a poco en el corazón de los fans, los estudios Marvel presentan un nuevo miembro clave –en los comics y en la próxima Capitán América: Civil War -2016--, Scott Lang -Paul Rudd-, sucesor de Hank Pym -Michael Douglas-, el hombre que puede tanto comunicarse con las hormigas, como achicarse hasta el tamaño de dichos insectos. Con 12 producciones en su haber, el universo de los estudios Marvel entrevé las fortalezas y debilidades con mayor facilidad. Ant-Man, junto a Guardianes de la Galaxia -2014-, son por ahora las únicas con un registro más ligero y en busca de situaciones de comedia, más que de la seriedad de tener el peso del mundo en los hombros de un solo hombre. Y no es coincidencia que estas dos estén dentro de los films más sólidos de la saga. Ant-Man, el hombre hormiga tiene severos aciertos ya desde el guión al elegir una historia de orígenes a medias y no aburrirnos con la historia de cómo surge un héroe, ya que el hombre hormiga original fue Hank Pym, aquí contextualizado como contemporáneo a Capitán América en la segunda guerra mundial, mostrado solo en flashbacks. El aquí y ahora es 2015 y con el doctor Pym en sus 60 años, le pasa su antorcha a un ex convicto, activista, genio de la computación -ya bastante normal dentro del mundo Avenger-, Scott Lang. En el Yellowsuit -traje amarillo-, antagonista principal de la historia, Darren Cross, se encuentra el volátil Corey Stoll, el calvo Peter Russo, víctima de Kevin Spacey -Mr. Underwood-, en la serie House Of Cards. Si bien es una fórmula conocida, donde el enemigo es el recíproco exacto del héroe en sus poderes, no por ello es no satisfactorio. Con una gran historia de amistad y luego desamor con Hank Pym, las acciones malignas del científico Cross quedan muy bien justificadas. El párrafo aparte se lo merecen tanto Paul Rudd como el departamento de efectos especiales, el cómico más conocido por sus papeles junto a Will Ferrel, lo merece por acallar las voces de los fans ‘odiadores seriales’, bancando una franquicia como si fuese algo de todos los días y, además mezcló los cortes de comedia con grandes secuencias de acción de una forma casi perfecta. Con respecto al departamento de efectos especiales, superaron con creces lo hecho en cualquier otra película de Marvel. En las coreografías de acción, el héroe pelea constantemente haciéndose pequeño y volviendo a su tamaño original, entonces el desafío era crear el universo desde allá abajo, donde las cañerías de agua pasan a tener el tamaño de cloacas normales y las hormigas que lo acompañan pasan a ser grandes aliados, todo este concepto es el que deja lucirse a los responsables detrás de las computadoras. A tener en cuenta para los fans de esta franquicia: hay dos escenas post créditos, una en el medio de ellos y otra al final literal. Sin spoilear, la primera escena enriquece la historia del propio Ant-Man, pero la segunda es una escena muy importante que hace avanzar al mundo Marvel en su totalidad, de tal forma, que es hasta criticable poner tanta importancia en una escena tan difícil de hacer que todo el público vea. Tal vez lo más polémico, sea la autorreferencia a sus películas predecesoras -11 films-, que ya a esta altura pueden ser tomadas como capítulos de algo más grande. Si no se tiene el conocimiento de La era de Ultrón o El soldado del invierno -2014-, hay chistes que no se van a entender, por lo tanto, lo que es un cumplido para los fans a muerte, aliena a los espectadores casuales. Para resumir, la máquina corta churros de películas sobre los Vengadores no está aminorando su marcha ni mucho menos, pero tal vez su tono PG13 -para toda la familia- impuesto por Disney –dueño de Marvel- está comenzando a mostrar sus debilidades y recurrencias temáticas al no poder despojarse de su tono colorido y liviano, que tan bien les queda a Paul Rudd o Chris Pratt -Starlord en Guardianes de la Galaxia-, pero no tanto para un Thor o los Avengers juntos.
Tal vez no figure entre los sueños prioritarios de la humanidad mutar en algo tan minúsculo como una hormiga, un tipo de insecto que, además, no es precisamente simpático. Sin embargo, en esa maquinaria humeante que era el cerebro de Stan Lee a principios de la década 1960 no había lugar para esta clase de fobias. Con la fórmula universal del científico loco –ese heredero de los alquimistas medievales pasado por el filtro positivista del siglo 19 y potenciado por los avances tecnológicos del siglo 20–, el genio de Marvel inventó al doctor Henry Pym: un bioquímico que descubre el modo de acortar la distancia entre las partículas subatómicas y así reducir el tamaño de los objetos y las personas. Pero esta versión cinematográfica no retrocede a la edad de plata del cómic sino que se enfoca en la serie del Hombre-Hormiga iniciada en 1972, cuando el ladrón e ingeniero Scott Lang se convierte en el superhéroe y reemplaza a Pym, ya elevado a personaje mayor del mundo Marvel. El actor elegido para encarnar a Lang es Paul Rudd, un especialista en comedias románticas, quien además firma una cuarta parte del guion. Rudd es sin dudas un efecto colateral de Robert Downey Jr, quien en la piel del millonario Tony Stark de Iron Man impuso una nueva escala de valores para interpretar a esta clase de personajes. Rudd tiene todo para ser el perfecto antihéroe y por eso mismo puede ser un héroe en un mundo desmasculinizado, creado a imagen y semejanza de la hipercorrección política que hoy impera en el cine de Hollywood. Es lindo, frágil, gracioso y muy tierno en las escenas en las que hace de papá, y como no hay forma de que tenga cara de duro, cuando llega la hora de la acción siempre puede recurrir al casco del hombre hormiga. Una virtud adicional: tiene la misma estatura que Michael Douglas, quien interpreta a Pym. Como en la apenas correcta pero exitosa Guardianes de la Galaxia, aquí también el humor, los efectos especiales y el psicoanálisis de Wikipedia (alguien ya debe de haber escrito un ensayo sobre la tóxica influencia de Freud en estos productos) se fusionan en una sustancia de dudosa calidad nutricional, pero bastante dulce y adictiva pese a todo. El hombre hormiga es una comedia de aventuras cuya única ambición de profundidad está reservada al rubro motivación. ¿Qué motiva a Lang y a Pym? Los cuatro guionistas parecen haber levantado la mano al mismo tiempo para responder: ¡La paternidad! Y esa respuesta obvia reduce el papel de Douglas al de una marioneta obsesiva y melancólica. Por suerte, lo que la falta de tensión dramática y de imaginación visual (las escenas en el mundo subatómico del final parecen extraídas de un caleidoscopio comprado en el Paseo de las Artes) es compensado por el buen humor liviano y permanente que guía todas las peripecias.
Con el estreno de “Ant-Man: El Hombre Hormiga”, dirigido por Peyton Reed, culmina la “Fase Dos del Universo Cinematográfico de Marvel” (MCU Phase Two), que comenzó con “Iron Man 3? (2013) y continuó con los lanzamientos de “Thor: Un Mundo Oscuro” (2013), “Capitán América: El Soldado del Invierno” (2014), “Guardianes de la Galaxia” (2014) y “Avengers: Era de Ultrón” (2015). Podrán diferir, pero “Ant-Man” quizás sea la más entretenida de todas las películas de los Estudios Marvel hasta la fecha. Plagada de acción, aventuras, mucho humor y ciencia ficción, el film narra las aventuras de Scott Lang (Paul Rudd), un ex convicto que, al no poder mantener un trabajo a causa de su pasado, recae nuevamente en sus viejos malos hábitos e irrumpe en la casa del Dr. Hank Pym (Michael Douglas) esperando encontrar un gran botín en el interior de la enorme caja de fuerte que éste posee. Pero, para su asombro, la única cosa que se encontraba adentro era un extraño traje y desde ese momento nada será igual para él. La creación de Pym, es un traje que le permite al que lo use, reducir su tamaño, aumentar su fuerza y con el entrenamiento adecuado, controlar telepáticamente a diferentes tipos de hormigas. Por otra parte, Darren Cross (Corey Stoll), alias “Yellowjacket”, el villano de turno, se encuentra muy cerca de replicar la tecnología creada por antiguo mentor (Pym), y debido a su gran ambición lo convierten en una amenaza para el mundo. Nada pasa por casualidad y ahora Lang deberá transformarse en héroe para ayudar al Dr. Pym y Hope Van Dyne (Evangeline Lilly) a proteger el secreto que se esconde detrás del traje de Ant-Man. En el medio de todo ésto nos encontramos con el personaje de Rudd tratando de restablecer su relación con su pequeña hija Cassie (Abby Ryder Fortson) quien lo considera un héroe, y convivir con la situación de que su ex esposa (Judy Greer) se encuentra en pareja con un policía (Bobby Cannavale) que le hace la vida imposible. Párrafo aparte se merecen sus compañeros de hurtos, Dave (Tip ‘Ti’ Harris), Kurt (David Dastmalchian) y muy especialmente Luis (Michael Peña) que cuenta historias de una manera muy particular. No falta nada, hay cameos de algunos Avengers, antiguos integrantes de S.H.I.E.L.D. y del genial Stan Lee. Y a no irse de la sala antes de tiempo porque aquí veremos dos escenas post-créditos que no querrán perderse Una sobre esta película y otra que enlaza directamente con la “Fase Tres” que comienza en 2016 con “Capitan América: Civil War”.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Ideal como liviano entretenimiento en vacaciones de invierno Con tantas películas de superhéroes en los últimos tiempos, para aquellos no adictos a este género “Ant-Man: el hombre hormiga” debería ser a priori un producto desdeñable y por ende no “consumible”. Y sin embargo, y pese a sus limitaciones, ésta podría ser una oportunidad para pasar un momento entretenido, por ejemplo, para quienes pasen sus vacaciones de invierno en casa…sin viaje programado. El comienzo de “Ant-Man” nos muestra al científico Hank Pym, un Michael Douglas muy rejuvenecido representando a un hombre de unos 45 años (tiene setenta) indignado pues su joven segundo le ha arrebatado la propiedad de su ex empresa. Darren Cross/Yellowjacket, tal su nombre es interpretado por Corey Stoll (Hemingway en “Medianoche en Paris”). Todo gira alrededor de la fórmula de la partícula PYM, descubierta por el investigador, cuya mayor virtud es poder transformar a un ser normal en alguien diminuto del tamaño de una hormiga, de allí el título. Para aquéllos que tengan una inclinación científica vale la advertencia de que la explicación del éxito de la fórmula respondería a que logra reducir la distancia entre átomos. Y obviamente esta explicación es absolutamente ridícula, pero como estamos viendo un film fantástico puede ser tolerada o por lo menos pasada por alto. La acción avanza unos 25 años y ahora Pym/Douglas (en buena actuación) ya es un hombre mayor cuya hija Hope (Evangeline Lilly) trabaja con Cross, para irritación de su padre. Es el momento de introducir a Scott Lang, a quien vemos abandonar la cárcel de San Quentin, al haber cumplido tres años en prisión por un crimen menor, que no sería un “robo” sino “hurto”, como se ocupa de enfatizar repetidamente. Scott, un Paul Rudd en muy acertada labor, reencuentra a su colega de correrías (Michael Peña, en otra medida interpretación) quien intenta que vuelva a la ilegalidad, pero se niega a hacerlo. Su mayor preocupación es recuperar el cariño de su pequeña hija Cassie (la deliciosa Abby Ryder Forston),cuya madre y ex esposa está ahora en pareja, nada menos, que con un policía (Bobby Cannavale). Claro que su condición de ex convicto jugará en contra de Scott quien al final será convencido por Pym para convertirse en el “hombre hormiga”, lo que le permitiría a su nuevo jefe vengarse de Yellowjacket y a él acercarse a su hija. De allí en más, habiendo apenas transcurrido un cuarto de film, se desata la acción cuando nuestro héroe se calza el traje de “ant-man” y mediante un sistema de botones logra repetidamente reducir su tamaño y volver a la normalidad, enfrentando a un secuaz de Cross de similares atributos. Nunca mejor empleados los efectos especiales ya que la vida de un ser diminuto obviamente no está exenta de peligros, como cuando cae en una bañera y alguien abre la canilla. Y como ese efecto habrá muchos más incluyendo la “amistad” que traba con las hormigas, incluyendo una voladora a la que bautiza “Ant-Thony”. El realizador Peyton Reed (“Abajo el amor”, “Viviendo con mi ex”, “Sí, señor”) sale a flote, como Scott de la citada bañera, en su primera película con el sello Marvel, cuyo notable creador Stan Lee (93 años!) tiene su habitual cameo como un barman, aunque también se lo vio en “Avengers: la era de Ultrón” y en obras anteriores. Una advertencia final y ya clásica: no se vaya apenas empiezan los títulos si quiere enterarse de cómo podría seguir la serie “ant-man”
Lejos del Raid Es obvio que la Disney no va a dejar de explotar la enorme librería de Marvel que tiene a su disposición, y a quien ahora le tocó llegar al cine es al Hombre Hormiga, nombre que mueve más a la risa que al respeto, desde ya. Pero hay algo que los responsables de llevar adelante semejante empresa tienen muy en claro, la forma de presentar cada personaje al público. El filme de Thor tuvo su tono, como los de Capitán América el suyo y Iron Man el propio. En la línea de este último se puede ubicar a Ant-Man, todavía más volcado a la comedia, tal vez el relato más divertido de los estrenados hasta ahora por la compañía. Scott (Paul Rudd) sale de prisión luego de purgar condena por un asalto memorable. Sin trabajo estable e imposibilitado de ver a su hija, Scott acepta volver a hacer un "trabajo", uno que sin saberlo todavía, va a cambiar su vida, y su tamaño. Lo que queda es disfrutar de un festival de efectos especiales que ya son marca de la casa, todo bien regado de oportunos gags y buenas escenas de acción, sin demasiada sorpresas, hay que decirlo. Paul Rudd encaja bien en el universo Marvel, como así también Evangeline Lilly, con futuro asegurado. Da gusto ver a Michael Douglas, seguro y entregado al juego, y al hoy en boga Corey Stoll como un villano de cuidado. "Ant-Man" no ofrece tantos matices como la línea de personajes principales de la empresa, pero como segunda línea cumple con una buena dosis de aventura para servir de apoyo a "Los Vengadores". Mientras tanto, resta esperar hasta donde la Disney va a estirar la fórmula y si el público estará ahí; o, harto de tanto súperheroe, ya habrá cambiado sus preferencias.
Crítica emitida por radio.
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El superhéroe sensible Dentro de la uniformidad del universo Marvel, ‘Ant-Man’ se destaca por la originalidad de las escenas de acción y por la emoción. Con el estreno de Ant-Man: El hombre hormiga ya son doce las películas pertenecientes al Marvel Cinematic Universe y creo que recién ahora estoy empezando a saber qué decir sobre ellas. Ya se ha dicho acá: son todas bastante parecidas entre sí. Aunque los sommeliers de Marvel puedan decir que tal película es “malísima” y tal otra es “genial”, aunque encuentren diferencias que los legos no llegamos a discernir, Marvel Studios y su factótum Kevin Feige trabajan claramente con una idea de unidad. Esto no quiere decir que no haya diferencias. Guardianes de la galaxia sorprendió con un humor desatado (y bastante adulto) y un soundtrack pop irresistible, mientras Capitán América –sobre todo la segunda, El soldado del invierno– se ponía el traje de thriller de espías, pero las dos –y todas las demás– siguen teniendo una estructura parecida. Ver en Guardianes de la galaxia un cambio radical es distraerse con el árbol –las canciones de David Bowie y James Brown– y perder de vista el bosque: las insulsas y megalómanas peleas entre superhéroes de diferentes colores. Quizás Ant-Man, la última película de la que se dio en llamar “segunda fase” de películas del MCU –que empezó hace dos años con el estreno de Iron Man 3–, sea la que verdaderamente se destaque por lo diferente. En primer lugar por las características del superhéroe. A diferencia de los X-Men, los Avengers no tienen poderes muy originales y es posible que, al menos en parte, ahí radique la similitud en todas las escenas de acción. Esto se ve claro en las dos Avengers: las secuencias cúlmines son un trámite de explosiones y disfraces que colisionan sin demasiada inventiva. Pero Ant-Man es un superhéroe con poderes distintos y esto se aprovecha bien. El poder de Ant-Man es, como se pueden imaginar, la posibilidad de reducir su tamaño al de una hormiga. En realidad él no tiene ese poder, sino que está en su traje. El verdadero poder de Scott Lang (Paul Rudd) es el de ser un buen ladrón: sabe cómo penetrar sistemas de seguridad aparentemente inviolables. Por eso pasó tres años en la cárcel –aunque su delito tenía, en última instancia, buenas intenciones– y por eso no puede ver a su hija (Abby Ryder Fortson, la nueva nena cute oficial, a quien se puede ver en las series Transparent, The Whispers y Togetherness). Lang es contactado por el Dr. Hank Pym (un Michael Douglas trabajando a reglamento) para que se ponga el traje de Ant-Man y, uniendo su capacidad furtiva a la posibilidad de reducir su tamaño, penetre en su compañía y destruya el prototipo de Yellowjacket, un traje similar que está en poder del villano Darren Cross (Corey Stoll, el Peter Russo de House of Cards). Todo esto será con la ayuda de la hija de Pym, Hope van Dyne (Evangeline Lilly, más conocida como Kate de Lost), que lo entrenará en el arte de la lucha y será, previsiblemente, su interés romántico. Ant-Man tarda en arrancar porque se demora en un prólogo demasiado extenso en el que se presenta a Lang y a su familia, pero esa demora garpa al final: es la película de Marvel que más emoción tiene –emoción humana, no asgardiana– y eso es gracias a que se toma el trabajo de que los personajes sean tridimensionales. Hay, eso sí, algo de “sábana corta”. Pareciera que Ant-Man se gasta toda su energía en la originalidad de las escenas de acción –originalidad ausente en casi todas las otras películas de Marvel– y no le da la nafta para que funcione el humor. Se nota un intento de protagonista a la Robert Downey Jr. y está Michael Peña como comic relief, pero el resultado en ese sentido es bastante flojo, muy lejos del de Guardianes de la galaxia. Acá se lamenta la baja de Edgar Wright –responsable de las extraordinarias Muertos de risa y Arma fatal–, que iba a ser el director y se bajó por diferencias creativas con Feige. Está claro que la intención es ir a lo seguro y tender a la uniformidad. Es una pena pero tiene sentido: un paso en falso tiraría abajo toda la cuidadosa ingeniería de estrenos y productos planeados hasta 2019. Pero habría que ver si esta falta de riesgo no se les vuelve en contra en algún momento.
Amigos, esta es la mejor película mainstream del año. Primero porque es una película y no un remedo de una atracción de parque temático. No significa que eso esté mal (aquí hemos elogiado algunas de esas atracciones hechas con nobleza) sino que no son exactamente cine. El Hombre Hormiga, a pesar de su picoso título, sí lo es. Es una comedia de aventuras clásica y tersa, donde hasta el último de los personajes secundarios tiene alma, corazón y vida. Donde las grandes secuencias de efectos especiales están reducidas al momento adecuado, y no insertadas de prepo para provocar una sensación que supla a la verdadera emoción. Donde Paul Rudd, Evangeline Lilly, Michael Douglas (glorioso) y Michael Peña (ídem) juegan a divertirse divirtiendo. Donde se habla de todas las variables posibles de la relación entre padres e hijos -el gran tema de la película- sin discursos sino integrado a la trama. Y donde además se dice sin ambages -como en esa otra genialidad que fue Guardianes de la Galaxia- que los superhéroes son parte de nuestros juegos infantiles (en la genial, superlativa pelea final). El director es Peyton Reed, cuyas películas anteriores van de muy buena a extraordinaria (vea Abajo el amor, vea Viviendo con mi ex, la más alegre y la más triste -respectivamente- de las comedias) y los guionistas, los maestros cómicos Adam McKay y Edgar Wright (y el propio Rudd). Si quiere ser feliz, esta es la película.
La sintonía que Marvel mejor maneja El doctor Hank Pym elige a Scott Lang, un ladrón de corazón noble, para entregarle su posesión más preciada: el traje de Ant-Man, con el que puede modificar su tamaño y controlar un ejército de hormigas. Al flamante superhéroe lo aguarda una misión de alto riesgo. Cuando Marvel tropieza con el gigantismo pierde el tono. Le pasó con la secuela de los Vengadores, una película tan enorme en su construcción y en sus pretensiones que terminó bordeando la hibridez. Fue el mismo caso de Iron Man 3. “Ant-Man” es la cara opuesta. Más relajado, sin tanto personaje que abarcar ni egos que satisfacer, el estudio se siente con las manos libres para aplicar la fórmula clave: una historia fresca, mucho humor y brillantes secuencias de acción. Por eso “Ant-Man” es tan buena como “Guardianes de la galaxia”. Esta es la sintonía que más le conviene al universo cinemático de Marvel, cuya segunda fase concluye con esta entrega. La tercera, desde el año que viene, se iniciará con la guerra entre superhéroes... Pero no nos adelantemos tanto. Llama la atención que este proyecto haya corrido el riesgo de naufragar cuando Edward Wright se bajó de la dirección tras haberle dedicado varios años de trabajo. Kevin Feige, el mandamás del estudio, mantuvo el guión escrito por Wright y Joe Cornish -imaginativo, divertido, redondito- y le confió el control a Peyton Reed, experto director de comedias que siguió las instrucciones con eficacia y le sacó brillo a la película. Los fans del cómic pueden quedarse tranquilos porque la adaptación está a la altura. No falta el crossover con caras conocidas del universo Marvel, fundamentales para conectar esta película con las que pasaron y con las que vienen. Hay gran mérito también del elenco, en el que Paul Rudd entrega un Hombre Hormiga tierno y pura valentía, mientras Michael Douglas es un lujo en la piel del científico Hank Pym. Detrás de Evangeline Lilly se va perfilando otro personaje clave para el futuro de la franquicia, y Corey Stoll es Yellowjacket, un villano a la altura. La imaginería visual de “Ant-Man” refresca los siempre originales enfoques de Marvel. Tanto como los pasos de comedia que protagoniza el trío de secuaces liderado por Michael Peña.
Ejemplo de un gran equlibrio entre la aventura y la comedia El universo Marvel, lo hemos dicho mil veces, se autoabastece. Casi no hay chances de fracasos a nivel taquilla, porque los fans se reproducen por millones, si se tiene en cuenta que Stan Lee, la usina creativa de todo éste mundo de superhéroes y súper villanos, no sólo arrancó a principios de la década del ’40, o se hace más de 75 años; sino que a los 93 años está vivito, coleando, disfrutando de la máquina de hacer plata, y haciendo cameos en todas las adaptaciones al cine. Tal vez lo más elogiable es la capacidad para haber logrado traspasar las fronteras de la historieta y usar el cine para ir concatenando, de a poco y con paciencia, un macro-cosmos en el cual todos los personajes tengan la posibilidad de encontrarse tarde o temprano. El sueño de todo fan: verlos a todos juntos en algo más que no sea un poster gigante. Ant-Man es un personaje peculiar. Nació en 1962, y si uno cuenta el argumento original, el de un científico que descubre una fórmula para reducirse al tamaño de un insecto con poderes para comunicarse y transformar a las hormigas en aliadas, merced a un casco especial, pareciera estar hablando de una película clase B al estilo de las de Roger Corman. De los cuatro históricos que asumieron la identidad del Hombre Hormiga, el guion de éste estreno toma a los primeros dos para construir un producto donde el humor tiene preponderancia, y el entretenimiento es principal atractivo. Hank Pym (Michael Douglas) es una eminencia en física y química. Descubre la partícula (la Pym de la que ya hablamos más arriba), pero se niega rotundamente a vendérsela a la corporación Stark (acá la conexión con Iron Man), y decide jamás revelar el secreto llevándoselo a la tumba. Más de 25 años después, un discípulo suyo está a punto de emular dicha fórmula, pero le falta un último “ingrediente”. La idea es impedirlo para que el experimento no se convierta en un proyecto militar que ponga en peligro la paz. Para ello se necesita un “voluntario” que se ponga el traje, aprenda los poderes, y logre el objetivo de desmantelar todo. Scott Lang (Paul Rudd) es un ladrón de poco éxito y a la vez un técnico electrónico que logró infiltrarse en un sistema a prueba de hackers. Ahí anda tratando de llevar una vida normal hasta que el destino lo encuentre con una nueva circunstancia. Descartando la enorme efectividad de la factura técnica que requiere una propuesta de este tipo (de los efectos visuales a los de sonido), “Ant-Man: El hombre hormiga” es ante todo un gran ejemplo del equilibrio que se puede lograr entre el cine de aventuras y la comedia propiamente dicha. En este sentido, si alguien hiciera un resumen diciendo que es sobre un ladrón de medio pelo que debe comandar un ejército de hormigas para salvar al mundo de un maniático, y de paso pagar la manutención de su hija chiquita, no estaría muy lejos, sin embargo no suena a una de superhéroes. Esta dualidad le da a la película la oportunidad de cruzar géneros, tarea difícil si las hay, asumiendo riesgos de los cuales sale muy airosa por virtud de dos hombres en especial: el realizador Peyton Reed, quien se anima a un género que no le es propio, y el trabajo de Paul Rudd en su doble función de co-guionista y actor principal. Rudd ha logrado dominar uno de los vicios más difíciles para los actores cómicos: la tendencia a abusar de los recursos en los cuales se sienten más cómodos. De este modo, su Scott Lang / Ant Man no es divertido, gracioso o payasesco, sino que vive situaciones y diálogos que causan gracia, son divertidas y por momentos arrancan carcajadas, sin que por ello se traicione la “mitología marveliana” en términos de ciertas dosis de oscuridad por la que atraviesan sus criaturas. Ant-Man: El hombre hormiga” es una grata sorpresa. Sobrevive a sus orígenes literarios de menor calidad, y sube la apuesta para seguirla en la próxima. Obviamente, a quedarse hasta el final de los créditos que vienen con yapa.
El increíble hombre menguante Un superhéroe de segunda línea en el universo Marvel pasa a concentrar toda la atención mediática en este imaginativo film, al tiempo que utiliza eficazmente el humor, moneda poco corriente en el gigante de cómics. Y la clave del acierto es Paul Rudd, hombre con un abultado CV, desde el programa televisivo Saturday Night Live hasta comedias clásicas de Judd Apatow como Virgen a los 40, Ligeramente embarazada y This is 40. En un mayúsculo (aunque a todas luces temporal) giro de su carrera, aquí Rudd es Scott Lang, un ladrón experto en computadoras que recibe una oferta para trabajar en libertad. El oferente es el Dr. Hank Pym (Michael Douglas), un personaje de gran peso en el universo Marvel, que en esta adaptación tuvo un giro de tuerca. Mientras en la historieta el Dr. Pym es un científico loco, un prototípico “maverick” americano que desarrolla la tecnología para metamorfosearse en Ant-Man, u Hombre Hormiga, en el film es el inventor y el CEO de un imperio tecnológico. Su invención de la partícula Pym permite a las personas adquirir el tamaño de hormigas y ahí echa el ojo Darren Cross (Corey Stoll), su socio, que vislumbra (una idea surgida en la última Jurassic World) la opción de usar el truco con fines militares. Cross usa la partícula Pym para convertirse en el villano Yellowjacket, y el inventor, para combatir a su ex socio, ofrece la partícula a Scott Lang, que se convierte en el Hombre Hormiga. La habilidad de este superhéroe es simpática y estrambótica. En tamaño reducido, Lang conserva su fuerza, algo que le permite dirigir a un ejército de insectos. Pero vuelto a su tamaño real, el personaje aumenta su poder en directa proporción al aumento de masa. La película funciona especialmente bien en los combates a pequeña escala, como en una escena vertiginosa donde Ant-Man y Yellowjacket luchan en un tren de juguete (lo cual da a pensar cuánto del mérito corresponde a Edgar Wright, director de Scott Pilgrim vs. The World y el primero asignado a dirigir la franquicia). Evangeline Lilly (la Kate de Lost) como Hope, la hija de Pym, aporta un glamour que asienta todo lo positivo de la película.
Llega el nuevo superhéroe de Marvel trayendo mucha acción, chistes, efectos especiales y entretenimiento. Vuelve a la pantalla grande otra de superhéroes de la mano de Marvel. Aquí el experimentado Dr. Hank Pym (Michael Douglas), es el inventor de la partícula Pym que puede reducir cosas y personas. Este millonario además se encuentra a cargo de un poderoso laboratorio y por supuesto tiene sus enemigos. Por otro lado vemos al ingeniero electrónico Scott Land (interpretado por el carismático Paul Rudd) que acaba de salir de la cárcel. Es un ladrón muy hábil e inteligente que se trepa por todos lados como un gato cuenta con una gran destreza y le ha robado a los poderosos. Ahora se encuentra en la etapa que desea tener una vida digna, que le dé la posibilidad de recuperar la tenencia de su hija Cassie Lang (Abby Ryder Fortson, “Con derecho a roce”). Su ex-esposa (Judy Greer), se encuentra en pareja con un policía llamado Paxton (Bobby Cannavale, "Chef la receta de la felicidad") y como es un ex convicto todo le resultará más difícil (aquí hay una crítica al sistema). Surgen una serie de situaciones para que Scott se ponga al servicio del Dr. Hank Pym, un antiguo agente de S.H.I.E.L.D, quien descubrió cómo reducir humanos al tamaño de una hormiga a través de las partículas subatómicas, acompañado por un traje también creado por él, que aumenta su fuerza, habilidades y es difícil de detectar. Los encargados de entrenarlo son Pym y su bella hija Hope (Evangeline Lilly, “En tierra hostil”), a este nuevo “Hombre hormiga” para salvar a la humanidad de los planes de dominación del villano de turno Darren Cross / Yellowjacket (Corey Stoll, "El legado de Bourne"), un antiguo discípulo de Pym. Cuando nuestro superhéroe se transforma al tamaño de una hormiga vemos como todo se ve a su alrededor, sufre momentos terribles cuando se encuentra con personajes de otras estaturas, como así también se plantea cuanto te toca ver todo desde otra dimensión. Contiene algunas pequeñas similitudes a otras del género. Se mezcla a la perfección la acción, el comic, la ciencia ficción y los momentos dramáticos. Emociona, contiene mucho humor y mantiene el alma de la historieta. Muy cuidado los rubros técnicos, el 3D resulta en varios momentos, buena paleta de colores, sigue presente la lucha entre el bien y el mal, una pelea final extraordinaria entre Yellowjacket y el Hombre hormiga. En el medio de los créditos finales hay sorpresas y escenas extras. Quedamos a la espera de la segunda parte.
El último gran (y pequeño) héroe El último plano de Ant-Man: el hombre hormiga es muy simple, pero en esa simpleza se esconde una inteligencia suprema que es la clave de por qué la película funciona como funciona. Es un primer plano de uno de los personajes, que culmina un diálogo muy gracioso pero que no corta cuando uno supone que debería cortar. El plano se extiende, se sostiene en pantalla aquel rostro que suma expresiones y gracia, y el momento es uno de esos grandes momentos de comedia: si la comedia es tiempo y espacio, más timing, ese final resulta perfecto. En primera instancia permite que uno se vaya de la película con una sonrisa, pero a la vez confirma el conocimiento sobre el género de la comedia -fundamental en esta sorprendente producción de Marvel- que tienen varios de los involucrados: empezando por el protagonista Paul Rudd, el director Peyton Reed y los guionistas Edgar Wright, Joe Cornish, Adam McKay y -otra vez- Rudd. Ant-Man es como una película de Judd Apatow, con su adulto que no encaja del todo en el mundo, a la que le insertaron un superhéroe, pero esa fusión no resulta forzada sino sumamente coherente y justa para el momento que atraviesan las producciones vinculadas con los superhéroes: si Marvel estaba encontrando una suerte de límite y agonía (más artística que comercial, se entiende), esta película le permite resurgir de sus cenizas, cenizas generadas a partir de tanta batalla hiperbólica y tediosa. El film tiene autoconsciencia del mundo al que pertenece (real y cinematográfico), pero nunca hace de eso una distancia irónica, no la cancherea, no es como esos momentos donde Robert Downey Jr. monta su showcito personal en las Iron Man (Rudd es un tipo de estrella más humana y cercana); los personajes tienen conflictos, pero no por eso la historia sucumbe a la solemnidad y el aburrimiento (también, porque los conflictos son cercanos, hablan de padres e hijos); la acción es totalmente comprensible y los efectos especiales están a la orden de la narración, y no al revés. Decíamos de dos mundos, el real y el cinematográfico, de los que la película hace uso, lectura y reescritura. Desde las posibilidades que otorga la comedia para satirizar y mirar el universo con otros ojos, Ant-Man se construye como un film consciente de esos otros films de superhéroes que andan por ahí. Y lo que hace es, a partir de un anti-héroe miniaturizado como el hombre hormiga, atomizar todos esos efectos secundarios peligrosos para estas películas: ese es su movimiento más inteligente. Aquí no hay universos que colapsan, ni ciudades destrozadas en peleas interminables, hay simplemente un padre que quiere recuperar el tiempo perdido con su hija, y hay otra hija que quiere recuperar el vínculo roto con su padre. La película se toma todo el tiempo del mundo para hablar de esto, retrasando la acción, construyendo personajes sólidos y situaciones emotivas, que nos comprometen como espectadores: esta vez queremos que nuestros héroes ganen porque, básicamente, podríamos ser ese tipo adentro de ese traje, buscando una segunda oportunidad en nuestra vida mundana. A partir de esa humanidad que los guionistas bordan como forma de tamizar el humor para quitarle su potencia cínica (porque el mundo de los superhéroes tiene tanta iconicidad ridícula que su sátira sólo parece aceptar el desprecio), la película resuelve también sus conflictos cinematográficos. La trama invoca a superficies más tradicionales: el film es uno de robos maestros, donde lo que hay en juego puede ser sí el fin de la humanidad, pero en lo concreto es un asunto de negocios que no involucra ninguna esfera sobrenatural. Este asunto más terrenal está contado por Reed (gran director de comedia que aquí revela una sorprendente precisión para el movimiento y la acción) con una elegancia plástica notable y una fluidez asombrosa. Y el resumen de todo esto es una batalla final, un clímax, perfecto: al revés de lo que ocurre siempre, aquí esa batalla no es el agotamiento del recurso de la exageración, sino un juego de escalas que permite ver esa destrucción tanto desde lo macro como desde lo micro. Es una secuencia tan creativa como divertida, que no pierde además la capacidad de reflexionar sin ponerse pesada (¡hola Nolan!) sobre su propia sustancia: ¿cuáles son las consecuencias y dimensiones de lo que vemos en la pantalla? Por ejemplo, hay un tren descarrilado que es lo más. Ant-Man es una película que encuentra lo fantástico a partir de una atención especial por el detalle: detallismo que está presente tanto en la construcción de personajes más clásicos, como de historias que funcionan en su mirada sobre la superficie habitual de estos relatos. En un mercado saturado, la película encuentra su costado innovador en un regreso a las fuentes del menos es más. Un héroe pequeño en dimensiones, pero grande en su capacidad para convertirse en un fascinante y enorme entretenimiento popular.
Directo al corazón Ant-Man es la propuesta más arriesgada de Marvel hasta la fecha, por el desafío que implicaba adaptar a un superhéroe que a nivel de popularidad no juega en la misma liga que Los Vengadores, Iron Man o Capitán América. Es también una película mucho más pequeña y discreta que las demás kaijus a las que nos tiene (mal)acostumbrados la fábrica de superhéroes. Pero esto no quiere decir que por no precisar de rimbombantes secuencias de acción –como sí la fallida Los Vengadores: La era de Ultrón– sea menos interesante, sino todo lo contrario. El encargado de la complejísima tarea de llevar a pantalla grande la historia de un hombre que se encoge y aumenta su tamaño con un traje creado por un científico loco, y que comanda con su mente a un ejército de hormigas para derrotar a otro chiflado con un traje similar, es Peyton Reed, un director igual de discreto sin películas malas en su historial. Gracias a su capacidad para hacer más con menos y a la colaboración de los cuatro enormes guionistas, Marvel logra su película más humilde en años, aquella que no pretende arrasar en la taquilla mundial y con la que otra vez ha podido sacar adelante un proyecto con personajes tan particulares como protagonistas, consiguiendo uno de sus films más sólidos desde Guardianes de la Galaxia. De hecho, Ant-Man se le parece mucho en encanto y originalidad, y ambas nos transportan como si fuésemos viajeros en el tiempo a esa época en la que las películas tenían que presentarnos a cada uno de los superhéroes mientras descubrían sus poderes por primera vez y que luego irían integrándose a otros universos para acoplarse a una maquinaria aún mayor. La película del superhéroe menguante es pequeña pero sin embargo no pasa desapercibida: precisamente, sorprende por introducirnos en un mundo microscópico en tiempos en los que la épica pareciera haber quedado definida solo por conceptos monumentales en los que prácticamente ya nadie recuerda los peligros cotidianos a los que se tenía que enfrentar el protagonista de El increíble hombre menguante. Lo nuevo de Marvel ofrece, además, uno de los más minimalistas y poderosos clímax, impensados en el mainstream más reciente, remitiéndonos a un espíritu lúdico que el cine de superhéroes actual, cada vez más cargado de una solemnidad que no admite lugar para las risas, parecía haber olvidado. Ahí viene a filtrarse la película de Reed, que no pretende ser lo impostada y grandilocuente que es Interestelar ni recrear el cierre filosófico del clásico de Jack Arnold, sino que va directo a lo suyo: la comedia. Los aportes de Wright se hacen visibles sobre todo en la secuencia de acción final y en los pequeños grandes comic reliefs de Michael Peña. El dream team conformado por los guionistas y el director entiende los mecanismos y el timing de la comedia a la perfección, por eso la película se mueve en tonos medianos a nivel acción pero tiene un encanto y una emoción genuina no vistas desde que los Guardianes de la Galaxia, nos robaron el corazón con su gozosa libertad, su paleta de colores y su “Awesome Mix Tape Vol 1?. A fuerza de puro cine, tanto la película de James Gunn como esta, reducen a tamaño microscópico aquellas ridículas declaraciones hechas por Iñárritu en las que tildaba de “genocidio cultural” a las películas de superhéroes, tratándolas de “básicas y simples” con “explosiones y mierda que no habla para nada de lo que significa ser humano “. Bueno, Ant-Man es la prueba más fehaciente de que el cine de superhéroes puede hablar mucho más sobre lo que significa ser humano que la canallada con pretensiones intelectuales, profundas y filosóficas que es Birdman, donde la torpeza, la escasez de ideas y la obviedad más alarmante le impiden a Iñarritu ver más allá de su propia arrogancia y darse cuenta de que son sus películas las que pecan de mucho ruido y poco cine. Lo que importa es que por mal que le pese al director mexicano, y para alegrar los corazones de los que amamos el verdadero cine, ese que no distingue entre bajas y altas culturas, el círculo se ha cerrado con algo grande y diminuto a la vez: la nueva fórmula de Marvel, tan eficaz como la de las Partículas Pym.
CRECER HACIA ABAJO Felipe Quiroga ANT-MAN (2015) es justo lo que Marvel necesitaba. Algunos tropiezos en AVENGERS: AGE OF ULTRON (2015), en la que todo era grande y ruidoso, parecían señalar que la dirección elegida no era del todo adecuada: con temor fuimos testigos de los primeros sutiles indicios de que la fórmula no es perfecta y de que incluso Marvel puede repetirse e incluso llegar a abrumar hasta el punto del cansancio. Parecía que ya lo habíamos visto todo, que nada podía sorprendernos. Y entonces, el estudio decidió sabiamente: llegó la hora de crecer hacia abajo. El cierre de la Fase 2 de este universo cinematográfico se produce a puro desparpajo y frescura, en una película que se destaca por su humor y por el agradable hecho de no tomarse nunca en serio a sí misma. ANT-MAN es un bicho raro que pica y hace cosquillas, que entiende lo que es y que, inteligentemente, se aleja de lo épico y lo grandilocuente para pararse firme y recordarnos que los mejores héroes son los que se hacen desde abajo. Tras un prólogo con guiños a los fans que apuntala la cohesión del universo Marvel (algo que la película nunca descuida), la trama arranca dejando establecida a lo bruto la nobleza del protagonista. El ladrón y ex-convicto-en-busca-de-redención Scott Lang (Paul Rudd) se verá obligado a unirse a Hank Pym (Michael Douglas), un científico y héroe retirado que busca impedir que su tecnología que le permite encogerse caiga en malas manos. Es aquí, en la preparación para el golpe y en el entrenamiento de Scott, cuando el film cae en una especie de meseta: se trata de un tramo forzado que, a pesar de contar con buenos gags, no funciona del todo bien ni siquiera como excusa para desarrollar las relaciones entre los personajes. Claro que Lang y Pym no están solos en su misión. No se puede dejar de mencionar la divertidísima participación de Michael Peña como Luis, responsable de muchos de los mejores momentos humorísticos de la película. Por el lado femenino, Evangeline Lilly no tiene mucho que hacer como Hope, más allá de ser la mujer fuerte que había que poner para que nadie acusara a Marvel de compañía machista. Y con respecto al villano, Darren Cross (Corey Stoll), lamentablemente parece que el estudio no aprende de sus errores pasados: otra vez tenemos a un malvado unidimensionalmente malvado, tan pero tan malvado que incluso [CUIDADO, SPOILERS, SELECCIONÁ EL TEXTO PARA LEER]¡tortura cabritos! [FIN DE SPOILERS]. Aunque las secuencias de acción en ANT-MAN no están del todo aprovechadas (las escenas en las que el héroe usa sus poderes no siempre nos hacen sentir miniaturizados), tienen el mérito de ofrecer algo nuevo con respecto a las ya típicas batallas épicas en las que se destruyen edificios. Incluso en las peleas, el factor humorístico es lo que predomina, hecho que claramente está vinculado a que tanto el director, Peyton Reed, como los guionistas y el actor principal provienen del ámbito de la comedia. Aquí todo es un chiste, todo es de juguete: la nueva fórmula funciona y le da a Marvel la posibilidad de jugar a otro juego.
Basado en el personaje de Marvel creado por Stan Lee, Jack Kirby y Larry Lieber, Ant-Man es el nuevo superhéroe de Marvel en tener su debut cinematográfico. Encarnado por Paul Rudd y acompañado por Michael Douglas, Evangeline Lilly, Michael Peña y Corey Stoll. Ant-Man: El Hombre Hormiga tuvo un período de gestación difícil ya que el director y co-guionista (Junto a Joe Cornish) Edgar Wright (recordado director de Shaun of the dead entre otras) dejó el proyecto por desacuerdos con la compañía. Con Peyton Reed como nuevo director y Adam McKay junto con el mismo Paul Rudd reescribiendo el guión, el film de Ant-Man logra estrenarse. Lo nuevo de Marvel se asemeja a los films de robo o atraco en su estructura pero a la vez su tono es casi exclusivamente de comedia-acción y tiene la dosis justa de drama, humor y suspenso. Ant-Man se beneficia enormemente de la presencia de Paul Rudd en el papel principal y, gracias a un sólido guión, los demás actores también tienen el espacio suficiente para lucirse. Pero quien más se destaca es sin dudas Michael Peña en el papel de Luis, el jocoso amigo del protagonista. Armado de buenas ideas (Montajes creativos y graciosos, efectivos efectos especiales y una batalla final de lo más interesante, el film de Peyton Reed no decae nunca a lo largo de sus casi 120 minutos de duración. Ant-Man: El Hombre Hormiga es de una escala decididamente menor a lo que la factoría Marvel nos tiene acostumbrado y quizás su análogo más directo sea la primer película de Iron Man. Y a pesar de su tormentoso proceso de pre-producción, se alza como la más clara prueba de que siempre que se lo disponga, Marvel puede vendernos casi cualquier cosa. Definitivamente la fórmula funciona.
Ant-Man, el Hombre hormiga, es una película sumamente agradable y entretenida para "pochoclear" desde el primer al último cuadro. La química entre Paul Rudd y Michael Douglas es muy buena, y esto hace posible que sus personajes tengan empatía inmediata con el espectador. Corey Stoll como el villano de turno, no logra un personaje memorable...
PODEROSO EL CHIQUITÍN Cuando vemos el logo de Marvel en pantalla acompañado por un tema bailable y movidito sabemos que el tono de la película poco tendrá que ver con el que estamos habituados a encontrar en cualquier cinta de superhéroes. Peyton Reed (Bring It On, Down With Love, The Break-Up), que había sido tenido en cuenta para dirigir Guardianes de la galaxia antes de que el proyecto le fuera asignado a James Gunn, procuró darle a Ant-Man la misma frescura que entregó Guardianes… hace un año, y lo logró. Si convertirse en un hombre diminuto es un superpoder un tanto extravagante lo mismo se puede decir de Scott Lang (Paul Rudd), un héroe cuyo talento es ser el mejor de los ladris, un experto a la hora de sustraer bienes ajenos sin ejercer ningún tipo de violencia. Es, además, un padre de esos que tanto le gustan a Hollywood: el que busca redimirse ante su hija por sus crímenes del pasado. Quien lo contrata es otro padre en busca de la redención, el Dr. Hank Pym (Michael Douglas), que intentará ponerle freno a su descarriado pupilo Darren Cross (Corey Stoll aka Peter Russo, de House of Cards), y de paso, sí, recuperar el amor de su hija (Evangeline Lilly aka Kate, de Lost). Así, en plan “los padres sean unidos”, los recursos de uno se pondrán al servicio de las habilidades del otro para salvar al mundo pero, sobre todo, a la institución familiar. Lejos de la aparatosa destrucción masiva de rascacielos de Man of Steel y de la titánica última entrega de Los Vengadores, las escenas de acción en Ant-Man se desarrollan en espacios reducidos (la escena del maletín compite en originalidad con aquella en cámara lenta de Quicksilver en X-Men: Days of Future Past) como un hormiguero o una locomotora de juguete. Los guionistas Edgar Wright, Joe Cornish, Adam McKay y el propio Paul Rudd se las ingenian para conectar la trama de Lang con S.H.I.E.L.D., Hydra y otros personajes de la franquicia vengadora y coquetean con la premisa que hace poco nos presentó Jurassic World: la de la ciencia como propiciadora de los milagros. Con secuencias de sorprendente agudeza para “una de superhéroes” como aquella en la que se reduce a quien cuestiona los intereses de los poderosos a una masa amorfa que se tira por el inodoro, Peyton Reed no hace del CGI su caballito de batalla y se apoya en su experiencia previa como director de comedias para potenciar a Paul Rudd con un grandioso Michael Peña, que entrega una actuación a años luz de aquella que nos dio a principios de año en Fury, cuando fue dirigido por un mediocre David Ayer. Si a esto le sumamos uno de los mejores cameos de Stan Lee en los ya ¡doce! títulos de la factoría Marvel que arrancaron con Iron Man en 2008, a la primera entrega del hombre hormiga se le aplica con justicia el slogan de cierta publicidad noventosa cuyo fin era la venta de un pequeño secarropas. Y aunque el héroe venga en tamaño mini, entrega mucho y queremos más.//?z
El universo expandido de Marvel sigue creciendo. La más reciente adición es Scott Lang, un ladrón que conoce una segunda oportunidad que le brinda Hank Pym en la búsqueda de detener el avance de Hydra por hacerse con un traje que ha recreado la partícula Pym, una sustancia que le permite a la materia orgánica cambiar de tamaño. En el proceso, Lang deberá encontrarse así mismo y conocer la oportunidad de ser un héroe para su hija. En cuanto a historias de origen, parece que ya nos han contado todas: persona que hizo algo malo busca la oportunidad de redimirse. Y cuando se encuentra en una situación difícil, sus seres queridos lo salvan del peligro aprendiendo a convertirse en héroe. Lo que lo hace diferente en este caso, es el toque de comedia, provocado por esa imposibilidad de ver lo pequeño y que cae en muchas situaciones fuera de lugar, por el carisma del mismo Paul Rudd (Lang) y por supuesto, la presencia del compañero que, sin super poderes, es quien aporta el otro toque de gracia. Y si, justo al igual que Guardianes de la Galaxia, Ant Man encuentra su sello particular en esa comedia (quizá por momentos un poco pesada) y en la capacidad de su protagonista de creer lo que está haciendo y tratar de que encogerse y salvar el día parezca lo más natural del mundo. Honestamente, después de La era de Ultrón, necesitamos un recordatorio de que Marvel sí es capaz de hacer las cosas bien. Quién sabe qué hubiera pasado si la versión de Edgar Wright hubiera llegado al cine, pero para los que conocemos los trabajos previos de este director (Scott Pilgrim, Shaun Of The Dead y hasta Hot Fuzz) reconocerán su sello en muchas de las secuencias, especialmente en las más comiqueras. A pesar de todos los problemas que atravesó su producción, Ant-Man cierra la fase dos de una manera muy digna, con una historia ligeramente diferente a la de los cómics originales pero dejando la puerta abierta a muchas cosas mas, y sobre todo, dando la bienvenida a la fase 3 con la segunda escena final.
Ant-Man (como antes Guardians of the Galaxy) es la prueba que Marvel puede venderte lo que sea, no importa cuan ridícula sea su premisa. Enfrentémoslo, algunas historias que funcionan muy bien en las páginas de un cómic, llevadas a la pantalla podrían resultar imposibles de sostener, inclusive suspendiendo la incredulidad. Ant-Man funciona en todos los niveles: como comedia (se notan los toques de Edgar Wright en el guión) como película de robos, y como continuidad del universo creado para la pantalla grande (se introduce a The Wasp, se menciona a Spider-Man y Ant-Man pelea contra un Avenger) y los protagonistas se destacan con actuaciones naturales y juguetonas, especialmente Peña y Rudd. Sin dejar sus raíces comiqueras Marvel continua el recorrido por su panteón de héroes sumando personajes con sustento propio a su universo cinematográfico. Lo que los fans del cómic sospecharon siempre era verdad: puesto en las manos correctas el material de origen puede producir grandes películas con perfil global.
No pude ver ANT-MAN antes de su estreno y, por eso, esta especie de “más vale tarde que nunca” intenta ser una suerte de correctivo a una nota anterior que escribí en contra de la política de “abrumadora conquista universal” de Marvel y su posible decadencia. Digamos entonces que si bien ANT-MAN no me devolvió del todo la fe en la capacidad de la compañía de hacer geniales películas –en lugar de interconectados eventos de marketing–, por lo menos me reconcilió un poco con el cine de superhéroes. Tomando en cuenta que, probablemente sea la película menos taquillera de la línea MCU –a la altura de las dos HULK-– es improbable que Marvel decida mantenerse en esta línea de películas que prefieren el humor, el ingenio, el desarrollo de personajes y un control del espacio narrativo que casi no existe en el resto del tan mentado universo, salvo tal vez en la segunda CAPITAN AMERICA. Es cierto que la película no es perfecta ni mucho menos y estimo que esa falta se encuentra en las dificultades que tuvo Edgar Wright en llevar a cabo el proyecto tal como lo tenía en su cabeza por las imaginables interferencias de Kevin Feige, el dueño del circo Marvel. Pero mucho del humor y el ingenio inyectado en ANT-MAN está directamente ligado a la manera de entender los géneros del guionista y director inglés de SHAUN OF THE DEAD: su especial inventiva para el humor visual, su facilidad para mantenerse siempre al límite entre el homenaje y la parodia, su capacidad de crear personajes tan simpáticos como un tanto impresentables. ant-man-movie-image-paul-rudd1Casi todos los “socios” de Scott Lang (Paul Rudd) parecen surgidos de cualquiera de las películas de Wright (especialmente el que interpreta Michael Peña) mientras que ciertos apuntes visuales ligados a sus “anécdotas” son clásicas en el esquema creativo del cineasta, apuntes visuales que imagino estaban en el guión original y que el habitualmente muy competente realizador Peyton Reed ha sabido mantener. Buena parte del guión de Wright y Joe Cornish se ha mantenido y resulta obvio que sumar como nuevos coescritores a Adam McKay y el propio Rudd es una más que sabia decisión. Si hay un dream team de escritores/directores de comedia, muchos de ellos están aquí. Esos toques cómicos dominan buena parte del filme –lo mismo que una levedad que la torna agradable de ver–, aunque por momentos la mirada más “generalista” de la compañía los deja de lado en función de los requerimientos del caso. Es un mix curioso pero que funciona, una suerte de combate interno entre las tendencias paródicas de la comedia actual y la superproducción masiva. ¿Es un empate técnico? Diría que no, que en el fondo ganan los livianos, los comediantes, los que pensaron que ANT-MAN podía ser un tanto boba y retro y amable. Y, como tal, mucho más disfrutable que las otras. AntMan-2015-1Hay cuatro o cinco cosas que, para mí, convierten a ANT-MAN en la mejor película de Marvel. Que no se toma demasiado en serio. Que se mantiene dentro de una “escala humana” (o micro-humana) en cuanto a los alcances de la historia. Que desarrolla personajes con los que uno puede identificarse. Que es parte de un género específico (el caper/heist film, película de “robo” a la manera de RIFIFI o LA GRAN ESTAFA) y que casi no abandona la ciudad, el lugar físico determinado en el que se desarrolla la acción. Que tiene muy ingeniosos efectos para manejarse en el nivel micro donde ANT-MAN actúa, casi a la manera de VIAJE INSOLITO y esas películas de los ’80 que en cierta parte remeda. Que su conexión con el MCU está, pero que no atora ni fuerza a seguir el filme con un chart de personajes. Y podría seguir con varios méritos más que la película tiene… A eso hay que agregarle el carisma de Rudd, Peña, la cada vez más activa Evangeline Lilly y el veterano Michael Douglas que, al menos para los de mi generación, representa una suerte de extraño ícono, encima cada vez más parecido a su padre, Kirk. Si le suman un villano (Corey Stoll) que, si bien no es perfecto, también se maneja dentro de los límites de la ya citada escala humana del filme, todos los elementos confluyen para que ANT-MAN sea, casi, una delicia de principio a fin. Aún las clásicas y larguísimas escenas finales de combate que suelen terminar por arruinar casi todas las películas de Marvel son aquí más cortas y están matizadas por momentos de humor audiovisual (el sonido de los juguetes al caer, digamos) que vuelven probar que el ingenio en el humor no está siempre en el chiste, en el remate, sino que el lenguaje cinematográfico tiene una larga historia, de Buster Keaton para aquí, que prueba que el mejor humor surge usando los recursos propios del medio. El mejor chiste, para mí, es uno que se toma en solfa a la propia lógica de Marvel. Es cuando se menciona que se necesitaría ayuda de los Avengers y Lang dice que “están muy ocupados lanzando ciudades sobre la Tierra”. Sí, es un buen chiste per se, pero es mejor todavía ya que pone de manifiesto el problema central de buena parte del MCU: los personajes han perdido toda relación con lo que podemos llamar la plausibilidad, cierta lógica que nos hace interesar en lo que les pasa. Aquí, el pequeño ANT-MAN nos devuelve a la lógica humana y amable del primer SPIDER-MAN, de Sam Raimi. Como nos lo vendían entonces, los superhéroes de Marvel se destacaban respecto a los otros ya que transcurrían en tiempos y lugares reconocibles. Después casi todos dejaron de hacerlo y funcionan en un universo cerrado en sí mismo. El filme de Peyton Reed y Edgar Wright (prefiero considerarlo así) nos devuelve a ese lugar donde podemos volver a creer que los superhéroes viven entre nosotros. Solo hay que tener cuidado de no pisarlos.
Pequeño gran héroe “Ant-Man” puede verse como un desafío: el de tomar uno de los personajes menos populares de la franquicia Vengadora de Marvel (al menos en lo que respecta al gran público, y fuera de Estados Unidos) y “levantarlo” para sumarlo al tercer ciclo del MCU (Marvel Cinematic Universe). Los afiches que mostraban un minihéroe sobre el filo del escudo del Capitán América ya avivan hasta al espectador común, que no mira las grillas de estrenos del MCU, aunque la idea general de la cinta fue hacerla de modo que (principalmente) pueda ser vista sin necesidad de contar con mucho bagaje marveliano: tal vez una estrategia para “marvelizar” a más gente. El tono elegido es el de aventura con mucho de comedia y el inevitable romance; se nos dirá que los tres elementos están en todos los filmes de Marvel (y no solamente); la cuestión es cómo los repartimos. Digamos que “Ant-Man” está a medio camino de, por poner ejemplos, la algo fallida “Linterna Verde” (DC no siempre hace pie) con su estilo de héroe fachero pero algo lumpen, y el humor desbandado de Seth Rogen y sus amigotes en “El Avispón Verde”. Pero “Ant-Man” sale airosa, porque Marvel cuida sus productos y el balance está bien logrado, en cuanto a guión y dirección. Los fans de “La Casa de las Ideas” (al menos de los los tiempos clásicos) deberían cambiar sus conceptos: el Hombre Hormiga ya no es Hank Pym, casado con Janet van Dyne (la Avispa). Ellos fueron héroes de la Guerra Fría, y Janet “se perdió” en circunstancias que se explicarán durante la trama. El doctor Pym es ahora un científico retirado, que supo negar a Shield la “partícula Pym”, base de su poder principal, el reducirse manteniendo la fuerza (también puede controlar insectos a voluntad). Pero el capitalismo puede más y Darren Cross, el ambicioso ex discípulo del doctor, está cerca de repetir el logro para venderlo al mejor postor. La solución que encuentra Pym está en reclutar a Scott Lang, un ex convicto recién salido de San Quintín, donde fue a parar por mandarse unos robos importantes gracias a su ingenio y formación académica. Acuciado por el desempleo y por no poder ver a su hija Cassie, acepta la oferta de su peculiar amigo Luis para unirse a otros dos chorros hábiles en un nuevo robo. Pero esto es un ardid del ex Ant-Man para convertirlo en el nuevo y enviarlo a boicotear a Cross. Para ello contarán con la renuente ayuda de Hope van Dyne, hija de Hank y Janet (sí, usa el apellido de la madre), abandonada desde la muerte de la última (y ex aliada del inescrupuloso de turno). Perspectivas La narración funciona bastante bien a partir de cuatro ejes: el crescendo de la acción, la dosificación de la información, el “desarrollo del héroe” como tal y la pata cómica que sirve como elemento de descompresión (mayoritariamente aportada por el trío de simpáticos y bonachones delincuentes). Otro acierto pasa por la narrativa visual, que se hace fuerte en mostrar la perspectiva del pequeño paladín: desde la visión entomológica del mundo de los insectos domesticados, a la gran primera escena de reducción del personaje (donde el agua de la bañera es una inundación, y de ahí en adelante). La gestación de todo esto estuvo en manos de Edgar Wright y Joe Cornish, quienes escribieron la historia y el guión final junto a Adam McKay y el propio Paul Rudd. El elegido para llevar la idea a la pantalla fue Peyton Reed, cuyo mayor éxito había sido “Viviendo con mi ex”; aquí aplica esa soltura con la comedia y demuestra que puede manejar una película más grande y con más efectos especiales. Valga también un reconocimiento para la diseñadora de vestuario Sammy Sheldon, quien contrapuso la estética vintage del traje de Ant-Man (¿alguien se acuerda de “Rocketeer”?) con el moderno look del Yellowjacket, el traje moderno. Corpóreos Otro de los elementos clave es el trío protagónico: Paul Rudd es un Scott carilindo, que como decíamos arriba podría haber sido como el Ryan Reynolds de “Linterna Verde”, pero lo rescata su toque humorístico, a tono con sus secundarios. Michael Douglas como Pym se mueve a sus anchas, quizás en un personaje demasiado buenazo para él (en la otra punta del Gordon Gekko de “Wall Street”). Y Evangeline Lilly convierte a su Hope en una especie de Kate Austen (su aguerrido personaje en “Lost”) más madura, explotando (además de su belleza, ni bastaba decirlo) su particular gestualidad: por lo demás, la primera de las escenas escondidas en los créditos le promete un papel importante en la continuidad del MCU. Del otro lado, Corey Stoll construye un Cross con aquellos detalles algo detestables que le puso al Peter Russo de “House of Cards”. Michael Peña (Luis), por su parte, lidera con holgura el trío de ladrones, secundado por David Dastmalchian (Kurt) y T.I. (Dave). Judy Greer hace lo correcto como Maggie, la ex esposa de Scott, aunque el fuerte de la familia está en la querible Abby Ryder Fortson como la pequeña Cassie, y en el Paxton (el nuevo compañero de Maggie) de Bobby Cannavale, un policía casi de manual y un poco el italiano rústico que a veces le pide Woody Allen. Entre las apariciones estelares, están Anthony Mackie como el flamante Vengador Falcon, Hayley Atwell repite su Peggy Carter en la secuencia de los ‘80, y John Slattery debuta como Howard Stark. Por supuesto, Stan Lee hace su habitual cameo, como siempre en un momento inesperado. Salidos de la comedia, la segunda escena oculta abre las puertas para lo que será el tercer ciclo del MCU, que promete varias lágrimas.
La próxima evolución del Universo Cinematográfico de Marvel trae por primera vez a la pantalla grande a un miembro fundador de The Avengers: ANT-MAN. Dotado con la asombrosa capacidad de reducir su tamaño pero aumentar su fuerza, el experto ladrón Scott Lang deberá abrazar su héroe interior y ayudar a su mentor, el Dr. Hank Pym, a proteger el secreto que se esconde detrás de su espectacular traje de Ant-Man de una nueva generación de imponentes amenazas. Contra obstáculos aparentemente insuperables, Pym y Lang deberán planear y ejecutar un plan que salvará el mundo. Luego de la asombrosa Avengers: Age of Ultron, Marvel Studios viene a cerrar su Fase Dos a lo grande, o más bien, lo hace genial pero en tamaño pequeño. La película que comenzó con Edgar Wright (Shaun of the Dead) y que finalmente termina siendo dirigida por Peyton Reed es uno de los proyectos más deseados e ideados desde hace varios años por los creadores del universo compartido. Bienvenido Scott Lang (Paul Rudd) al MCU, el primer superheroe terrenal dentro de este mundo plagado de dioses, monstruos y millonarios que llega a la fiesta para ser alguien muy importante en lo que se viene. Scott-Lang-Paul-Rudd-Steals-Ant-Man Ant-Man es la nueva película de Marvel que mezcla los orígenes del personaje con la responsabilidad que deberá asumir de aquí en adelante. Presentando al Hombre Hormiga como uno de los miembros fundadores de la iniciativa Avenger. Creado por el todopoderoso Stan Lee y su gran compañero, Jack Kirby, Ant-Man publicado por primera vez en 1962 finalmente tiene su historia individual en los cines. El hombre en cuestión, el Dr. Hank Pym (Michael Douglas), descubridor de las partículas Pym, formula exitosa que permite reducir el tamaño del hombre logrando una gran habilidad y una fuerza increíble, además de poder manipular a las hormigas para lograr cualquier tipo de misión, a pesar de no haber respetado la historia original del comic al crear a Ultron, el Dr. Pym es presentado sin dudas como una de las mentes más brillantes del universo Marvel. Pero en un universo plagado de descubrimientos increíbles, como toda arma poderosa, el trabajo de Pym resultó ser muy peligroso y al mismo tiempo se convirtió en algo muy deseado por gente con malas intenciones. Lo que llevó al Dr. Pym a permanecer resguardado, exiliado de la ciencia por mucho tiempo. 39127 Los tiempos cambiaron y las nuevas mentes vuelven a traer fantasmas del pasado. Darren Cross (Corey Stoll) está dispuesto a recrear la fórmula de las partículas Pym para asegurar la paz en un mundo vulnerable, cuenta con el dinero y la tecnología para poder realizar el intento, mientras que el Dr. Pym al enterarse de esta idea, decide evitar a toda costa lo que sería una total catástrofe. IMAGINE A SOLDIER THE SIZE OF AN INSECT. THE ULTIMATE SECRET WEAPON. Hank Pym por un motivo especial ya no puede convertirse en Ant-Man y es por eso que viene observando a través de los años a una persona especial para él: Scott Lang. Un ladrón exitoso y bueno en lo que hace que solo desea recuperar su mejor imagen dentro de la sociedad para ganarse nuevamente la confianza de su familia y en especial la de su hijita. Gracias a Pym, recibe esa segunda oportunidad que necesitaba en su vida. ¿A cambio? Deberá convertirse en el Hombre Hormiga e impedir los planes de Cross. vlcsnap-003411 El proceso de convertirse en héroe no será nada fácil para Scott, ya que primero deberá aprender a manipular el poderoso traje y el poder de Ant-Man. Henry Pym junto a su hija Hope (Evangeline Lilly) entrenarán y explicarán los secretos que encierra la tecnología de las partículas Pym al futuro portador del traje y a su única esperanza para detener una tragedia. La película al igual que Guardians Of The Galaxy (2014), juega mucho con el lado sentimental de los personajes y el rol de padre/hija. Con un gran Michael Douglas, se puede llega a sentir tanto sus palabras, al borde de imaginar que el Dr. Pym se está dirigiendo al espectador. Mientras que Paul Rudd saca a relucir toda su experiencia en películas cómicas para distender y aislarnos un rato del conflicto principal. En cuanto a cómo presenta Marvel una película que se trata de algo distinto a lo que venía haciendo, es importante el uso de 3D si son exigentes a la hora de disfrutar al 100% la calidad del film. Las escenas donde vemos a Ant-Man reducir su tamaño y compartir momentos con las hormigas o las batallas que llevan diferentes cambios de tamaño, además de las técnicas que utiliza el héroe, son de los puntos fuertes de otra gran presentación del estudio que trajo a los Vengadores. 39160 El cierre de la Fase Dos del universo cinematográfico viene algo liviano con respecto a lo que fue Age of Ultron pero cargado de sensaciones positivas: El espíritu Avenger y las influencias de Edgar Wright. Momentos de risas gracias a las actuaciones de leyendas del cine como Michael Douglas y Paul Rudd con un variado cast que mezcla mucha sangre latina, hacen que Ant-Man sea una buena propuesta para disfrutar de un héroe poco conocido, aprender de que todos merecemos una segunda oportunidad y lo más importante: Ganar tiempo para Civil War.
Luego de 11 entregas y un universo completamente establecido, las expectativas que uno tiene a la hora de ver una película de Marvel se conforman de puros sentimientos encontrados. Inevitablemente, cada nueva instancia tiene que ser mejor que, diferente a y estar a la altura de, siempre aportando algo nuevo a la mesa. Por decirlo de alguna manera, cada entrada en las fases de Marvel son un escalón a su plan mayor y, al mismo tiempo, su peor competencia. Es dentro de este esquema autoimpuesto y con el fin de cerrar la llamada “Fase 2” del plan Marvelita, que Ant-Man dice presente en el universo cinematográfico. Uno podría dirigirse al cine sin mayor preocupación que el tamaño del balde de pochoclos a elegir, pero Ant-Man cuenta con un contexto interesante a tener en cuenta. Todo comienza cuando tanto la editorial neoyorquina como el mismísimo Stan Lee quisieron hacer esta película desde los años ochenta la cual hubiera sido la primera película basada en una historieta de Marvel, en lugar de la cuestionable “Howard The Duck”. Rechazada por tener una premisa demasiado similar a la recién estrenada “Querida, Encogí a los Niños”, la idea rebotó entre estudios, directores y productores, hasta que en 2003 Edgar Wright - director de Scott Pilgrim, la Trilogía Cornetto y fanático confeso del personaje creado por Lee y Kirby en el ‘62 - asumió el control de la producción, liderando lo que sería la primer película del Universo Cinematográfico Marvel, inclusive antes de Iron-Man en 2008. Lamentablemente para Wright, Disney se hizo con los derechos de la editorial y ahí fue cuando los conflictos aumentaron hasta que en 2014, el director se bajó finalmente del proyecto. A la hora de sentarse en la butaca preseleccionada entonces, uno podría llegar a temer estar ante la presencia de un Frankenstein, pero dejará a muchos tranquilos saber que el guión es básicamente el original que Wright y el propio protagonista, Paul Rudd, supieron concebir, al punto que hasta pareciera que el cineasta hubiera dejado notas de como dirigir según su visión personal ciertas escenas. Pero ademàs de esto, Ant-Man toma una de las herramientas más cuestionables de las pelis de Marvel y las usa a su favor, ya que esta no es una película de super héroes, ni un film de acción, sino que es lisa y llanamente una comedia de ciencia ficción, ese género aventurero que supo hacer escuela con Volver al Futuro, Ciencia Loca o Cazafantasmas y que luego simplemente, desapareció. Poniendo casi todo en las espaldas de Paul Rudd, pero con un buen complemento por parte de un frágil Michael Douglas, esta clásica historia de plan maestro para efectuar el robo del siglo está plagada de chistes bienintencionados, colocados con precisión quirúrgica en guión y efectuados con la maestría y experiencia que el cast puede pregonar. Si vieron los avances de la película, no hay nada que se pueda agregar en este texto a modo de preámbulo, ya que inclusive el mismo cumple con el pecado de incluir los mejores momentos de la batalla final. Sin embargo, sí se notan varios cambios de líneas, locaciones y vestuarios en la película final, lo que ayuda a entender porque por momentos el argumento toma curiosos saltos. Estos no son desprolijos de ninguna manera, ya que la película está dirigida con suma atención a los detalles, pero en ciertas circunstancias es demasiado evidente donde se efectuaron las reescrituras. No veremos errores de continuidad o vacíos argumentales, sino que simplemente algunas cosas “pasan” o los personajes de repente actúan de determinada manera, denotando que no hay un trasfondo sobre esas acciones, sino tinta fresca sobre Liquid Paper seco encima del guión original. Si hay un detalle para señalar con el dedo y decir “esto está mal” es la existencia de Corey Stoll, como el villano de turno: Darren Cross. El científico que terminará interpretando a Yellowjacket no es más que un clon de Jeff Bridges en la piel de Obadiah Stane en Iron-Man, pero sin motivación. El antagonista de está película parece existir sólo por el hecho de que las películas precisan de un antagonista, ya que su ambición y frustración desmedida al borde del ataque psicótico no tiene ningún tipo de fundamento. Cross es un villano porque nació siendo villano y por más que quieran argumentar que lo que tiene es un ataque de celos por Hank Pym, esto no logra sostenerse ya que en realidad Cross es más exitoso en ese universo de lo que Pym jamás fue. Inclusive, intentando justificar su rabiosa maldad, en un momento se plantea que la fórmula para encogerse le afectó la psiquis, luego de pasar la mitad de la película haciendo hincapié en que jamás probó la testeó consigo mismo. Es ahí donde los borrones sobre el guión se hacen más notorios, sumado al hecho de que contactar a Hydra parece tan fácil como seguir su cuenta de Twitter, lo que no ayuda a la causa del film. Pero todo héroe al fin y al cabo precisa de un villano y Stoll cumple su cometido como excusa para que Rudd entre en acción. A nivel técnico, Ant-Man se destaca por no regalarse al croma y en cambio, realizar las escenas de encogimiento sobre sets reales filmados con lentes macro, donde luego se insertó al personaje. Hay una extraña disociación al nunca poder ver que realmente es Paul Rudd quien está realizando las maravillas acrobáticas y los actos heroicos, pero definitivamente lograron que esta película se separe de todas las demás del género microscópico a nivel efectos, no sin dejar algunos dejos setentosos en los mismos ya sea por capricho o referencia. Intentando resumir, el mayor problema de Ant-Man es no poder decir nada al respecto de la misma en absoluto. Ni bueno, ni malo. La película es por demás correcta, justifica el precio de la entrada y entretiene. Entre sus buenos atributos se destaca cuán apartada está del resto del universo Marvel, permitiendo respirar un poco de tanto caos Avenger, sin forzar un argumento que las hile. Los chistes son graciosos, la aventura es entretenida y se distancia lo suficiente de la mitología del personaje como para que nadie sienta que se está perdiendo detalles implícitos para los fanáticos. Por el lado negativo, vale repetir que Ant-Man es básicamente Iron-Man de 2008 y esto cobra sentido cuando recordamos que iba a ser la primera película de este plan a 15 años. En su momento, hubiera revolucionado el género pero hoy no es nada que no hayamos visto 11 películas atrás. El film cumple, entretiene y se justifica, pero no aporta absolutamente nada a sus películas hermanas, ni al género en particular. Un buen filler entre proyectos y lo suficientemente efectiva como para interesarse en la anunciada segunda parte, pero substancialmente, nada más.
Cuando salieron las primeras noticias del Hombre Hormiga, gran parte de lo que vendría quedó como una incógnita y también como la esperanza de algo distinto que, en principio, sería escrito y dirigido por Edgard Wright. Creo que el mayor “problema” de las películas de Marvel es su uniformidad, en general son todas iguales, tienen básicamente el mismo plot, visualmente no difieren en casi nada una de otra, y para mi ya empieza a cansar. Y a pesar del enorme suceso de los Guardianes de las Galaxias, desde mi punto de vista es una película floja con un humor muy forzado. En mi imaginación pensé que con Edgard Wright estaríamos empezando a ir para otra dirección, pero mis alegrías no duraron mucho, ya que en mayo de 2014, a poco de empezar las filmaciones, Edgard dejó la dirección de la película. La básica disculpa es la “diferencias” creativas, más se dice que lo que hizo que Edgard saliera fue que Marvel quería que la película tuviera innumerables relaciones con su universo y Wright quería una película más cerrada en si misma. Después de lo ocurrido asumió la dirección Peyton Reed, director mediano de comedias más medianas, como por ejemplo ¡Sí, señor! protagonizadas por Jim Carrey. El Hombre Hormiga, a pesar de ser un personaje importante de la mitología Marvel, nunca fue del gran escalón. Sí fue uno de los fundadores de los Avengers, pero nunca consiguió mantenerse en la cima. Por esa misma razón creo que Marvel tardo tanto en sacar su película, probablemente la apuesta más arriesgada hasta el momento. La película en si sigue la básica trama de origen, que se parece mucho a la primera del Hombre de Hierro. Pero acá creo que el guión de Edgard Wright aparece y se notan las diferencias, es una película muy bien cerrada, con un humor más orgánico y legitimo, no tan forzado como el que se nota en Guardianes de las Galaxias. Se ve en toda la película su toque, salvo en las claras apariciones y menciones al universo Marvel. Las escenas de cuando se encoje están muy bien logradas, incluso recuerdan a la época de “Querida encogí a los niños”. Paul Rudd muestra su carisma como actor y comediante, que convence como Scott Lang. Michael Douglas muestra un Hank Pym amargado por el pasado, pero con un toque de la personalidad de Pym del comic. Y del lado del villano, me parece que Corey Stoll no convence, siendo muy caricaturizado, y también mostrando ya lo flojo que se están quedando los villanos de Marvel, con motivaciones como mínimo predecibles y sin lógica. El Hombre Hormiga termina siendo un buen divertimento y un pequeño toque de creatividad en un universo Marvel que empieza a sentir el peso de tantas películas iguales.
La hormiga atómica. Ant-man es algo así como una regresión de Marvel al antiguo cine de superhéroes, dada su escasa profundidad argumental y su poca complejidad dramática, pero no por eso es una mala película. No es, claramente, de lo mejor que ha entregado la empresa de comics devenida en estudio de cine, pero aun así es una aventura divertida que puede disfrutarse en familia. Una trama superficial y personajes inverosímiles nos recuerdan lo que solía ser el cine del estilo: sólo divertimento. Ant-man es nada más y nada menos que eso. Nada menos, porque su enfoque por entretener es altamente efectivo, gracias a una gran dirección cinematográfica y a un guión que sabe incorporar el humor a la historia. Pero es una propuesta, al menos en lo argumental, más llana de lo acostumbrado en el universo Marvel, con protagonistas acartonados y atajos dramáticos poco convincentes. Es muy difícil tomarse en serio Ant-man, cuando creo que la gran revolución del cine de superhéroes ha venido por ese lado: la humanización de sus personajes. Aquí no existe eso, sino apenas una historia ridículamente simple en la que los protagonistas hacen buenos chistes y de vez en cuando le sacan chispas a la pantalla con escenas bien logradas. El hombre hormiga entretiene, pero no cautiva.
La segunda línea de Marvel "Ant-Man" es la segunda película de la segunda línea de superhéroes de la factoría Diney-Marvel. La primera película fue, por supuesto, "Guardianes de la Galaxia" que sorpresivamente tuvo mucho éxito. ¿Por qué digo de segunda línea? Porque es un producto que nos ofrece una dinámica un poco distinta de lo que ofrecen los exponentes de la primera línea de superhéroes. Estos últimos son sinónimos de grandilocuencia, mega producción, épica, protagonismo. En cambio los productos de la segunda línea son superhéroes menores, no tan populares, que por el presupuesto más acotado con el que cuentan, deben ser más ingeniosos para mantener interesados a los espectadores. Su modus operandi es centrarse en el factor cómico como motor de la trama aceitándola con buenas dosis de acción para no perder su razón de ser y principal atractivo para el público. En el caso particular de "Ant-Man", se encontraron con un recaudación mucho menor a la que había logrado "Guardianes...", en parte por la baja popularidad del héroe en sí, pero sobre todo por el protagonista seleccionado y la promoción deficiente que tuvo el film. Paul Rudd ("Ligeramente embarazada", "Virgen a los 40") tiene carisma pero creo que el público masivo todavía no lo considera un protagonista. Todavía lo siguen viendo como el divertido actor de reparto que aparece en las comedias de Judd Apatow. Pasando a la review de la película, resalto el resultado final de un film que con muchos menos recursos que "Los Vengadores: La era de Ultrón" o "Iron Man 3" logra ser más entretenida, divertida y refrescante que estos grandes tanques. El factor humorístico hace lo suyo y le levanta algunos puntos a una trama que sin ser estúpida es bastante básica y poco original. El héroe retirado, el antiguo protegido que se vuelve villano y el nuevo protegido que llega para balancear la situación... ya lo hemos visto. Sí resulta interesante ver como nuestro nuevo héroe va aprendiendo todo acerca de ser Ant-Man al mismo tiempo que nosotros, el público. Esto permite que uno se conecte más con él y se enganche más con lo que va pasando en pantalla. Desde lo técnico no hay nada que reprochar. Los efectos audiovisuales están muy bien logrados, sobretodo si tenemos en cuenta que estamos hablando de un superhéroe en miniatura con fuerza extrema que vuela sobre el lomo de una hormiga voladora y se ve creíble. En el aspecto interpretativo, lo de Paul Rudd ya lo dije, me parece que le falta un poco más de carisma y protagonismo. En la contracara tenemos a un Michael Douglas ("The Game", "Un día de furia") que desborda protagonismo aún cuando es en realidad el secundario de la trama. El ascendente Corey Stoll ("House of Cards", "Non-Stop") está muy bien como villano y Evangeline Lilly ("Lost", "The Hurt Locker") me queda un poco desaprovechada, aunque su personaje resulta atractivo. Una buena película de segunda línea, que cumple con la premisa de crear un poco de interés genuino en los espectadores para seguir engordando la línea de superhéroes cinematográficos de Marvel.