Corazón e higiene mental. A esta altura del partido decir que las propuestas del genial David O. Russell son pequeñas anomalías puede parecer hasta redundante pero lo cierto es que el señor no deja de entregar películas únicas de un género siempre bastardeado por Hollywood, hoy específicamente hablamos de aquel vinculado a las risas y los avatares del corazón. Sin lugar a dudas El Lado Luminoso de la Vida (Silver Linings Playbook, 2012) rankea no sólo como una de las mejores comedias dramáticas con toques románticos de lo que va del año, sino además como una de las mejores de la década que recién empieza, abriéndose camino lejos de los estereotipos, la escatología, los golpes bajos, la desnudez gratuita y la imbecilidad estándar...
El lado luminoso de la vida es una exquisita comedia romántica a muchos peldaños de distancia de otras películas de su género. Ideal para disfrutar plenamente en pantalla grande. El espectador siente rápida empatía ante el personaje de Pat, el pobre enamorado obsesionado, enganchándose con su historia desde la primer escena hasta la última, ya que ...
Lo frágil de la locura Hay algo que hay que aclarar desde un principio: señor espectador no acuda a El Lado Luminoso de la Vida en busca de una comedia. El nuevo filme de David O. Russell, director nominado al Oscar por El Luchador hace dos años, y de una interesante trayectoria que incluye la indescifrable I Heart Huckabees y la curiosa Tres Reyes, es un filme que transgrede géneros, pero que sería más justo considerarlo un drama con personajes muy ingeniosos y diálogos certeros que nos pueden generar alguna que otra risa, pero más que nada algo en qué pensar...
Desayuno con Tiffany Llega esta época del año y siempre se estrena “esa” película “Indie”, la comedia dramática romántica de autor que pretende darnos una lección moral y al mismo tiempo hacer una “radiografía” – palabra que encanta a los críticos – sobre la sociedad estadounidense. Cuando no es Jason Reitman – por quién siento un gran respeto a pesar de todo – es Alexander Payne… y todo parecía indicar que este año sería el turno de David O’ Russell, autor maldito que coquetea con los críticos, no suele agradar demasiado al público masivo, amaga a ser “Indie” y “autor” con tocar temas importantes, pero llama actores de renombre que desean probar suerte en el terreno del bajo presupuesto para ganar premios, etc. Pero O’ Russell, no es tampoco tan querido. De hecho, muchas “celebridades” lo odian por su mal carácter. Son legendarias sus peleas a los gritos con sus protagonistas – excepto Mark Wahlberg nadie se lo banca – e incluso existe la leyenda que le pegó a George Clooney. Quizás David debió internarse en un hospital por un tiempo y así salió El Lado Luminoso de la Vida, que a contracorriente del resto de la filmografía del realizador es una película optimista, aún con un trasfondo oscuro. Sin embargo, si bien el crédito de tal positivismo habría que adjudicárselo al autor de la novela… y por ende a la actitud del personaje frente a la vida, se pueden vislumbrar dos corrientes típicas del director: primero que siempre termina imponiendo su personalidad de una forma u otra, denotando una autoría no solo en la narración, sino específicamente en la estética, que no es tan transparente ni pop como la de otros cineastas del mismo círculo. Segundo, una fascinación por ir en contra del concepto de autor que se tiene de su filmografía. Por último, como ya demostró en El Ganador, su última obra, O’Russell es un enfermo cinéfilo del cine de los años 50 y 60. Y si en la película que tiene la actuación que le valió a Christian Bale su primer Oscar, tomaba como principal referencia el cine de Robert Aldrich o Samuel Fuller, dos cineastas de género rebeldes, para El Lado Luminoso de la Vida, eligió a los directores de comedias románticas más cínicos, críticos y melancólicos de la industrias: Billy Wilder y Blake Edwards. Dicha comparación puede parecer en principio exagerada, pero no lo es. Aunque la película esté protagonizada por dos típicos antihéroes y sus respectivas familias, O’ Russell se interesa menos que sus contemporáneos por el retrato social. Este es solo un contexto para profundizar en las relaciones. El film en sí no es humorístico. El conflicto de cada uno es muy dramático, pero el conjunto de patetismo y el simple hecho de buscar un happy ending a través de la unidad de estos personaje que parecen destinados a fracasar y pelearse continuamente, dan un tono esperanzador que era típico de los dos maestros citados. La relación entre Patrick – Bradley Cooper demostrando varias facetas de su personalidad y aun cuando podría caer en la caricatura termina siendo verosimil y brindando una gran actuación – y Tiffany,- Jenniffer Lawrence también demostrando que no solo tiene cara de chica triste, golpeada, sino que puede tener gran timing humorístico aprovechando esos golpes – parece calcada de la que tenían Baxter (Jack Lemmon) y Kubelik (Shirley MacLaine) en Piso de Soltero, o la de Paul (George Peppard) y Holly (Audrey Hepburn) en Desayuno con Diamantes. No es casual la elección del nombre de la protagonista. Todo remite a ese periodo de transición entre el Hollywood clásico con historias de amor que terminaban bien, y el nuevo, con jóvenes que huían de las rutinas de sus hogares y buscaban nuevas maneras de ganarse la vida. La relación con la familia, las costumbres es el otro pilar del film, a partir de la potente figura paterna de Patrick. Algo con lo que el personaje debe convivir y aceptar. O’ Russell pone énfasis en la distancia y la incomunicación de la relación padre – hijo y pone como única solución la conformidad y aceptación. Ni el football americano o las apuestas son lo que los unen. Existe un elemento intimidatorio en que este personaje lo interprete Robert De Niro – sin llegar a sus mejores trabajos, es al menos el más creíble, decente y digno trabajo que hizo desde Cabo de Miedo – y eso queda marcado en varios momentos, donde el actor se parodia a sí mismo en clave mafiosa. Desde la banda sonora, O’ Russell confirma que no se casa con una década y a medida que el film va tomando una estructura y un ritmo conforme a una obra clásica – convencional, previsible – se va creando una autoconciencia de ello en el plano musical que incluye una hermosa versión del tema María de Amor sin Barreras. Por otro lado, el comienzo del film, dentro del hospital psiquiátrico podría remontar fácilmente a Atrapado sin Salida. ¿Adonde voy con todo esto? O’ Russell no es un director que pretende trascender. Es un chapado a la antigua con ideas concretas sobre como llevar un relato cinematográfico con ingenio, verosimilitud, gracia y clasicismo. Logra sacarle grandes actuaciones a las piedras – Chris Tucker y Jackie Weaver son dos gemas del elenco secundario, divertidos, naturales. Y por si esto fuera poco, se trata de una película cuidada, sutil, que no apela a golpes bajos, que el sentimentalismo está bien usado, que consigue emocionar sin forzar ni manipular situaciones, que logra meternos en un microuniverso suburbano querible aún con su toque pintoresco, sus ancianos conservadores y una sátira al psicoanálisis que no deriva a la burla sino a la reflexión sobre los tratamientos. . Un retrato que parece haber conservado de El Ganador, su obra más regular, sólida y menos pretenciosa hasta la fecha. Pero si ahí había podido domar el drama, con esta consigue seguir en la línea de conflictos sociales clásicos de esta última con el humor irónico y el cinismo oscuro de Tres Reyes o Yo Amo Huckabees (film injustamente maltratado, lleno de ideas y original en su concepto). O’ Russell mantiene la cámara en mano girando intensamente alrededor de los personajes manteniendo una tensión y un ritmo que paulatinamente va bajando, en forma justificada, pero consiguiendo justificar un poco esa referencia al cine de Wilder (especialmente el de la década de los 60, donde el vienés se animó a jugar un poco más con los movimientos y las velocidades) y cerrando la penúltima escena con un travelling hermoso tributo a Edwards. Sacando de lado, la previsibilidad que el relato clásico aporta a cualquier película, El Lado Luminoso de la Vida demuestra que el optimismo no se consigue tratando de ser el mejor, o mostrando una faceta políticamente correcta, sino siendo uno mismo y aprendiendo de la experiencia, de los veteranos. Acaso la lección no solo se aplica al mensaje del guión, sino sobretodo a la filmografía de un director nuevamente demuestra el lado luminoso del cine de Hollywood.
Un mundo de sensaciones Hay películas que son como sus protagonistas. Por ejemplo, en Margaret, el film "maldito" de Kenneth Lonergan (no estrenado en Argentina como en muchas otras partes del mundo -si pueden, véanlo-), ocurre esto. Lisa -una despreocupada joven- provoca, sin querer, un accidente en el que muere una mujer. A partir de este traumático hecho, verá como su vida da un vuelco, transformándose en un ser inestable, que no puede responder los llamados lógicos del mundo que la rodea. Lisa puede pasar de la risa al llanto, de la pasión a la frialdad, del amor al odio. Es una madera que flota en el agua, sin rumbo. El film de Lonergan adquiere esta inestabilidad y, por lo tanto, su puesta en escena se adhiere a los cambios internos de su personaje principal. El resultado es una obra maestra de la confusión, de la paranoia, de la bipolaridad. Por los mismos carriles se encuentra El Lado Luminoso de la Vida, quien comparte con Margaret un mismo modo de conectar la mente del protagonista con la película misma...
Twist y gritos Todas las películas de David O. Russell podrían llamarse como su segunda, Flirting with Disaster, ya que su forma de encarar sus historias siempre lo ponen al borde del desastre, del ridículo, de la cacofonía, de lo insoportable. Pero en casi todas ellas logra mantenerse siempre del lado “luminoso” de la apuesta, llevando a su grupo de actores (son películas con “actores” que “actúan”, todas ellas) a destino, aún a costa de unos cuántos golpes en el camino. En El lado luminoso de la vida, como en su anterior El ganador, Russell arranca en cuarta velocidad, sin tiempo para introducciones o para llevar de a poco a los espectadores a ir conociendo a los personajes. Su técnica es meterte de lleno en medio de un grupo de personas que hablan mucho, gritan, se enojan y están en el límite de la sanidad mental. Toma un tiempo aclimatarse y no sentir ganas de irse lejos de este “maravilloso grupo humano”. Pero Russell lo logra casi invirtiendo las velocidades, frenando de a poco el ritmo hasta que ya no nos damos cuenta del caos en el que estamos. Y cuando ese caos vuelve, sobre el final, ya casi lo extrañamos. Es más que apropiado el tono y el ritmo para una película sobre un hombre bipolar, su padre obsesivo compulsivo y una chica bastante neurótica, viuda y adicta al sexo que se cruzan en Philadelphia por circunstancias un poco complicadas de resumir. Pat (Bradley Cooper) sale de un neuropsiquiátrico en el que estuvo internado varios meses tras moler a golpes a un hombre al que encontró teniendo sexo con su mujer. Hiperactivo, Pat no quiere tomar su medicación (dice estar bien aunque es obvio que no lo está) por lo que pasa casi todo el tiempo en su estado más maníaco y explosivo. Al salir de la clínica, no le queda otra que volver a vivir con sus padres mientras sueña, obsesivamente, con volver a estar con su mujer. Robert De Niro (en su mejor papel en años) encarna a su padre, un hombre que vive de apuestas en fútbol americano, un fanático enfermizo de los Philadelphia Eagles que tiene que ver siempre los partidos en la misma posición y con los controles remotos ubicados de la misma manera. Eso no es nada: está convencido de que su hijo le trae suerte al equipo por lo que casi le exige quedarse con él a ver los partidos. Paralelamente, su amigo Ronnie (John Ortiz) y su esposa Verónica (Julia Stiles) le arman a Pat una cita con Tiffany (Jennifer Lawrence), la hermana de Verónica. Pero a Pat lo único que le importa es usar la amistad de las hermanas con su ex esposa para recuperarla. Y así, entre peleas, discusiones, gritos y agresiones, se va desarrollando la bastante salvaje relación entre los protagonistas, quienes parecen ser los únicos que no notan la química que tienen. Sin adelantar cuestiones específicas de la trama, podemos decir que, obviamente, el eje Cooper/De Niro chocará con el eje Cooper/Lawrence, produciendo más cortocircuitos generalizados, y más ocasiones para peleas, gritos, discusiones y otras situaciones al borde del absurdo. La última parte del film, digamos, entrará en un esquema algo más reconocible y clásico de comedia romántica, siempre dentro de este formato sucio, “Cassavetes light”, que tiene la película. El lado luminoso de la vida es una historia sobre segundas oportunidades, sobre encuentros inesperados y sobre reconocer las fragilidades y potencialidades propias y de los otros. Esa lucha de todos los personajes por entender su propia locura y la locura de los demás resulta noble, honesta y va de lo gracioso a lo realmente emotivo. No hay nada novedoso en la estructura, pero sí en la forma en la que Russell la encara, desde los márgenes, sin sentimentalismo alguno y mucho menos condescendencia hacia los personajes. En eso hay una extraña combinación de realismo a la europea (como cierto cine francés “de relaciones”) con la comedia americana más estructurada. Si quieren buscar un cineasta que trabaja en un estilo relativamente similar -desaforado, hiperactivo, pasado de rosca- vean películas del francés Arnaud Desplechin como Reyes y reina. Un elemento fundamental, decía, son los actores. Y si bien Cooper y De Niro están muy bien como padre e hijo, ambos con diferentes tipos de fragilidad, la que se roba los aplausos es Jennifer Lawrence, una actriz de una naturalidad tal que, en pocos años y poquísimas películas, parece dispuesta a llevarse el mundo por delante, haciendo todo bien y desarmando lo que se le ponga enfrente a pura energía y vitalidad. Si bien el cine de Russell puede “clasificarse” en la misma góndola de autores que vienen del indie como Wes Anderson o Alexander Payne -por citar a dos cineastas que también hacen películas de relaciones, de conflictos familiares-, sus formas son muy particulares para ser englobadas en categorías de ese tipo. Las suyas son comedias humanas que parecen entender que la fragilidad y el peligro vienen unidos, que lo que separa a las personas de la locura o la depresión es la capacidad, por mínima que sea, de conectar con la locura y/o la depresión de los otros. Que el mundo no es más que un montón de obsesivos balanceados entre sí, haciendo contrapeso durante la mayor cantidad de tiempo que les es posible.
Drama romántico con desequilibrios Este nuevo film del realizador David O. Russell, cuyo trabajo anterior El Luchador (The Fighter) logró siete nominaciones al Oscar 2011, entre ellas, las de mejor película y dirección, llega a nuestras pantallas como una de las protagonistas de los Oscar 2013, con ocho nominaciones de la Academia, un Globo de Oro por la actuación de Jennifer Lawrence, Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Toronto, cuatro estatuillas de los Critics Choice y una promoción que no tiene reparos en calificarla como la película del año. En este contexto se enmarca esta adaptación cinematográfica de la novela “Silver Linings Playbook” de Matthew Quick, que en una especie de comedia romántica con tintes dramáticos propone reflexionar sobre los desórdenes y obsesiones de gente normal a la vez que critica una sociedad norteamericana donde todo es un juego plausible de apostar. La historia se centra en Pat (Bradley Cooper), que tras pasar ocho meses en una institución mental diagnosticado con trastorno bipolar, vuelve a vivir en casa de sus padres sin estar del todo curado pero retirado por su madre para que se reintegre nuevamente con el mundo. Decidido a reconstruir su vida y obsesionado por recuperar a su ex-mujer, a pesar de las difíciles circunstancias en que se separaron, se topará con Tiffany (Jennifer Lawrence), una vecina más desequilibrada que el propio protagonista y con mala fama que intenta superar la muerte de su esposo y en quien encontrará su verdadero amor. Una clásica historia romántica que intenta marcar la diferencia a través de un abanico de personajes secundarios supuestamente cuerdos (su amigo, asfixiado por un estilo de vida que a duras penas puede mantener, su hermano, que sistemáticamente trata de sobresalir por encima de él, su propio padre, un supersticioso con trastorno obsesivo-compulsivo o una madre sobreprotectora), y otros no tanto como el compañero de Pat, un maníaco compulsivo que no se cansa de escapar del psiquiátrico, y que se sustenta en las buenas actuaciones y diálogos inteligentes que aportan ciertas dosis de humor, sin abandonar los problemas y ansiedades de sus personajes. Pero lo que comienza como un intenso drama familiar con desequilibrios más emocionales que mentales poco a poco se va desviando hacía una comedia romántica con las previsibilidades del género, lo que da lugar a que se destaquen los actores de reparto, pero encamina el relato hacia un final previsible y clásico. Resulta interesante la propuesta estética, a través de una fotografía sin grandes aditamentos y una puesta en escena, que comienza combinando la cámara en mano, travellings y planos giratorios que dan cierto dinamismo a la vez que permiten adentrarse en el conflicto de los personajes y sus incisivos diálogos, para luego, promediando la mitad del film hacerse más convencional y dar lugar al sentimentalismo de manual. El drama de la locura no prospera y lo que atrapa al espectador durante la primera hora comienza a perder fuerza, sin por ello decaer la atención del espectador, que en virtud de un preciso guión, buenas interpretaciones, una importante banda sonora a cargo del gran Danny Elfman y un director que domina muy bien los rasgos del género, termina complaciéndose con un final a todo baile que recuerda en algún punto a aquel ¿Bailamos? (Shall We Dance?) con Richard Gere y Jennifer Lopez. Es para destacar el trabajo de todo el reparto. Pero es en este punto que disiento de algún modo con las grandes expectativas generadas. Tanto Bradley Cooper como Jennifer Lawrence encarnan dos papeles muy complejos y bien resueltos. Pero no percibí que la actuación de Cooper diste mucho de la lograda en Sin límites (Limitless), dando vida a un escritor que gracias a un droga aprovechaba todos y cada uno de los impulsos nerviosos de su cerebro. Si justifico la nominación de Jennifer Lawrence, quien ya tiene una nominación al Oscar por Lazos de sangre (Winter's Bone), y que debe encarnar a esa joven viuda que lidia con la naturaleza impredecible de Pat y sus propios desequilibrios. Su mirada, sus gestos y sus arrebatos de ira, incluso en una misma escena, valen su nominación. Robert De Niro, uno de esos actores que su sola presencia garantiza el disfrute de un personaje, lleva adelante una meritoria actuación, pero no más que aquella realizada en films como Todos están bien (Everybody's Fine) donde encarnaba a un jubilado y reciente viudo que decide ir en busca de su familia para terminar descubriendo una realidad desconocida. El lado luminoso de la vida es un film que no me dejo grandes imágenes para el recuerdo, pero si podría encolumnarlo junto a buenos títulos como Pequeña Miss Sunshine o La joven vida de Juno. Con un número de nominaciones a los Oscar (8 en total), algo excesivo a mi parecer y con un final que encaja con los tópicos pero no convence. Como si la locura se curara por amor.
Aceptación y adaptación Es sabido que a Hollywood le fascinan los relatos de auto superación y más aún cuando se intenta establecer dentro de los códigos cinematográficos un verosímil lo suficientemente sólido para que el circulo que se desarrolla a partir de la dialéctica problema, enfrentamiento, confrontación, aceptación, adaptación y resolución se manifieste gradual y progresivamente, respetando la curva dramática para que los personajes completen su aprendizaje. Ahora bien, si a ese cóctel se lo mezcla con elementos de comedia romántica el resultado final puede verse un tanto alterado o desplazado por la anécdota del amor frente al conflicto de la búsqueda de ese amor. Por lo general, el público necesita aminorar todo lo referente a lo negativo y al conflicto para recibir un final feliz y aliviador en parte porque el cine muchas veces representa ese bálsamo donde lo posible y lo imposible van de la mano y las soluciones mágicas no se cuestionan, siempre que apelen a remover emociones y no a manipularlas. El lado luminoso de la vida (Silver Linings Playbook), nuevo opus del realizador David O. Russell (El ganador) y protagonizado por Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Jacki Weaver, Chris Tucker y Julia Stiles es un film que sabe dosificar las convenciones de una comedia romántica sin dejarse arrastrar por los atajos para desarrollar un drama en el que dos almas vulnerables e inestables desde el punto de vista psicológico se encuentran para ayudarse y experimentar lo nuevo cuando el pasado resulta tóxico, triste y paralizante. Así, con la bipolaridad a cuestas y la depresión, Patrick (Bradley Cooper) y Tiffany (Jennifer Lawrence, ganadora del Globo de Oro y del premio del sindicato de actores) vienen a representar para su entorno un problema: la inestabilidad psíquica tras una situación traumática que los ha sumergido en una conducta de fijación que no les permite dar vuelta la página en sus vidas o barajar y repartir de nuevo las cartas para jugar otra mano y de la mejor forma posible. Paradójicamente y aunque se hable de un juego no existe azar alguno que pueda afectar el rumbo de estos atribulados personajes más que la voluntad del cambio con el esfuerzo del día a día. Para el caso de Pat, el detonante es la ira o violencia que lo nubla todo y para Tiffany el duelo por la pérdida de su esposo para no caer en comportamientos extremos y autodestructivos. El director que adaptó la novela homónima de Matthew Quick despoja la trama de todo psicologismo barato pero no huye del problema psicológico de sus criaturas ni tampoco al sufrimiento que significa no poder romper con obsesiones o estructuras mentales cercanas a las patologías. En ese sentido es realmente formidable el trabajo de Bradley Cooper, no así el de Robert De Niro en el rol de un padre supersticioso que solamente se puede comunicar con su hijo cuando la afinidad de las apuestas florece o sencillamente cuando el otro acepta su manera de entender la realidad con la ferviente convicción de que en todo lo que ocurre hay señales o indicios. Personaje desaprovechado como éste encuentra su correspondencia en el de Tiffany, quien no puede escapar del estereotipo de la chica medio loca e impulsiva. El resto del elenco cumple con sus roles secundarios (un deslucido regreso de Chris Tucker como alivio cómico o Julia Stiles en el rol de hermana controladora) aunque no se destacan en absoluto. Sin embargo, más allá de esos convencionalismos ya mencionados debe reconocerse que David O. Rusell logra que las acciones definan el rumbo de sus personajes y sus contradicciones los muestren ante los ojos del espectador tan vulnerables como genuinos en tiempos de un cine especulativo, prefabricado y archi digerido que es el común denominador. Tal vez a esa virtud la avalen los premios en el festival de Toronto, las nominaciones a los American Spirits Awards o al propio Óscar en el rubro mejor película, por ejemplo.
Un relato de amor creíble y profundo, con dos actuaciones principales soberbias y con varias secuencias que recuerdan lo maravilloso que es el cine (el baile, la discusión entre el personaje de Lawrence y DeNiro, y el final, por ejemplo). Una propuesta que invita a pensar en positivo.
Cuando uno se encuentra frente a la galardonada El Lado Luminoso de la Vida (Silver Linings Playbook) no puede dejar de pensar "esto ya lo vi": personajes dañados con problemas psiquiátricos, un humor que cruza a lo dramático, familias alborotadas a reconstruir. La película del director David O. Russell no es una sorpresa, ni tampoco creo que esa sea su intención. La historia es la de Pat Solitano (Bradley Cooper), que luego de ocho meses en una institución mental regresa a vivir con sus padres. La madre (Jacki Weaver) es una protectora infatigable y el padre, Pat Sr. (Robert De Niro, que demuestra que todavía puede realizar interesantes papeles), un enfermo por su equipo de fútbol americano y las cábalas. El alterado comportamiento de este último al respecto de su equipo The Philapdelphia Eagles es tan profundo como el de su hijo, pero corre con la ventaja de que su locura es socialmente aceptada. La intención de Pat es recuperar a su ex esposa, a la cual no ve desde que la encontró engañándolo con otro. El azar (y no tanto) hará que se tope con Tiffany (Jennifer Lawrence, que al fin confirma la apuesta que Hollywood hizo en ella), viuda de un policía que al igual que él, necesita reparar un vacío. David O. Russell elige mostrarnos en la primera parte del relato cámaras veloces y diálogos abrumadores para sumergirnos en una inestabilidad a la medida de la cabeza de Pat y su maniática energía. Pat, en medio de su desbordante desahogo verbal y físico (capaz de una cruel sinceridad) choca y se estrella con una Tiffanny que no siente la necesidad de agradar a los demás, al menos no de manera real y profunda. Una pareja a la que los golpes de la vida les permite exteriorizar sus deseos sin culpa, y es por eso que la sociedad los observa para rectificarlos, no hay lugar para ese desprejuicio infantil (suena lógico que el hogar paterno/materno sea nuevamente su refugio). Pero lo que comienza a puro vértigo va fluyendo hacia un relato más tradicional, conjugando superación a través de una actividad (en este caso el baile) y los típicos desencuentros de las comedias románticas. La cámara de Russell abandona el primigenio descontrol a medida que Pat va calmando su ansiosa verborrea, las palabras se convierten en introspección y hasta llegan a resolverse fuera de campo (hay una charla escondida a nosotros). Al igual que sus personajes, el film madura atándose a convenciones de género, dejando de lado el espíritu atravesado y disruptivo. La cuestión es que tanto al comienzo como en su acartonado relato posterior, que en ocasiones roza lo exagerado y el cliché, el film sigue funcionando, principalmente por el despliegue de sus actores. Uno de los grandes méritos de Russell en El Lado Luminoso de la Vida es mostrar cómo se regulariza en la sociedad para encontrar la "normalidad". Si la resolución final es justa con esa idea originalmente planteada, es algo que cada uno deberá reflexionar en su fuero interno. La otra cuestión destacable es su intención de seguir acompañando a esos héroes de clase popular. Como en El Ganador (The Fighter, 2010), se lanza a recorrer un hogar de clase media baja para exponer asperezas y vitalidad, y que hay que pelearla para salir adelante.
Comedia simpática y algo sobrevalorada Entretenida, bien actuada, previsible, quizá lo malo de esta comedia sea el peso de sus ocho candidaturas al próximo Oscar. La obra tiene sus méritos pero no es para tanto. Ahora, quien solo vaya a pasar un rato ameno viendo cómo el hijo loco de una familia de locos entra en amores con una loca, no digamos que lo pasará de locura ni mucho menos pero no se sentirá tan defraudado. La historia es sencilla. Un tipo tuvo severo raye cuando descubrió a su esposa muy dedicada al arte de tirar la chancleta. Ahora sale del psiquiátrico, se instala en casa de los padres (que tienen sus propios rayes), se aflige por la ex, y una gente amiga le presenta una opción más acorde a su actual estado mental. Y sucede lo imaginable. Que me das idea, que no quiero verte, que cuándo nos vemos, que quién sos, que no soy nada sin vos. Que se arreglen. Pero el elenco es bueno, sobre todo Robert De Niro (el padre) y Jennifer Lawrence. Bradley Cooper no actúa mal, pero, la verdad, a veces dan ganas de encajarle la medicación a la fuerza y que se calle de una vez. Según dicen quienes dicen saber de psiquiatría, él representa a un bipolar mayormente hiperactivo, con un padre jugador obsesivo compulsivo y una candidata neurótica, divagante y medio sexópata. Y no sabemos lo que dirá el psiquiatra del director, pero la película parece medio neurótica. Da para cómica, amaga ser dramática, pasa a comedia excéntrica, y acaba manoteando un final de film romántico donde toda chifladura se alivia con un cambio de actitud y dos almas enamoradas. En ese sentido, no resiste la comparación con «Mejor imposible», «Así habla el amor», la tierna «Corazones en conflicto» («Benny & Joon») ni con otras veinte mejores. Pero se pasa el rato. El autor es David Owen Russell, venerado por los snobs desde aquella película de soldados estadounidenses en Afganistán llamada «Tres reyes», que era menos que «El botín de los valientes». Al hombre lo asocian con Wes Anderson y Alexander Payne, y le va bien, tanto que los todopoderosos hermanos Weinstein vieron el filón, uno de ellos acá hizo de productor ejecutivo y el otro está ahora haciendo lobby entre los votantes de la Academia. Veremos qué pasa.
Cuando una observa las películas nominadas a los premios Oscars este año, no es difícil destacar del patrón que Silver Linings Playbook es lo que podría llamarse la comedia optimista por decantación que siempre tuiene su lugar en la terna; entrar a la sala a verla con este prospecto solo puede significar una impresión más que positiva, ya que la película rompe con varios esquemas en una historia que no escatima en toques de comedia ni en un drama sensible y realista, sin olvidar una de las relaciones románticas más entrañables de los últimos años. La primera inmersión en el mundo narrativo de David O. Russell (me saltée The Fighter incluso tras su fragor en los Oscars) no puede ser más que agradable y estruja el corazón con las situaciones en las que se ven entrometidos sus personajes, basados en el libro homónimo de Matthew Quick. El eje fundacional de la película es la relación entre dos mercancías dañadas, tanto por el lado del profesor bipolar Pat Solitano que está a un paso de perder la mente definitivamente luego de ocho largos meses de reclusión como por el lado de Tiffany Maxwell, una joven viuda con más problemas mentales de los que ella está dispuesta a aceptar. El camino de estas dos almas en pena se verán irreversiblemente cruzados para lograr una de las químicas más explosivas y creíbles vistas en pantalla recientemente; sin duda alguna, la elección de un Bradley Cooper lleno de potencial y explosivo en su caracterización como el atribulado Pat y la de Jennifer Lawrence como la carismática y cándida Tiffany funcionan como columna vertebral de esta comedia que cuando quiere se comedia tiene diálogos incisivos geniales, y cuando le toca el turno de generar empatía por las situaciones dramáticas, lo hace con un timing preciso y de relojería. Todos los personajes resultan interesantes, aunque la luz este enfocada en la pareja, quienes tienen los momentos más logrados y de peso en la trama. Más allá de un manejo increíble de los diálogos, que realmente tienen profundidad y fuerza propias, la dirección de Russell genera una inestabilidad que refleja sin miramientos el estado mental de la pareja protagónica, pero que nunca marea ni confunde; su manera de encarar a un elenco que no tien desperdicio es sutil y logra sacarle el jugo al máximo, con un Robert De Niro que reluce como hace rato que no lo hace como el combativo padre de Pat, quien podría haber heredado a su hijo con ciertos toques de locura propia, además de una correcta Jacki Weaver que ameniza como la matriarca Solitano; por un lado festejo la nominación de De Niro y espero que gane, pero en esta oportunidad no le veo sustancia mayor a la nominación de Weaver, por ejemplo. Sí festejo el pequeño papel secundario de Chris Tucker, insufrible desde las Rush Hour pero que bajo una buena dirección se acerca al grado de comedia de lo que fue su papel más memorable, el Ruby Rhod de The Fifth Element. Maniobrando entre el pesar y la positividad, entre la esperanza y la locura, entre el amor y el resentimiento, las emociones fluyen descontroladas; dirigida con proeza y tino por un director que sabe de relaciones humanas, y un elenco soberbio y bien sostenido, Silver Linings Playbook se va colando poco a poco en la mente y el corazón del espectador, hasta liberar su radiante luz desde dentro. Y no está nada mal sentirse realizado al salir de la sala.
Lo que importa es ganar Resulta que Carlos Bianchi ha vuelto, en pos de vaya a saberse qué desafío, y todos vuelven a hablar maravillas de su capacidad como técnico y la inmensa cantidad de títulos que obtuvo en Vélez y Boca. Se usan términos como “efectividad”, “intensidad”, “solidez”, “regularidad”, “eficacia”, pero poco se dice sobre la vistosidad de sus equipos. Quizás porque no eran vistosos en absoluto. Claro, eran equipos recontra ganadores, pero la verdad que nadie hubiera ido por puro placer a la cancha a ver a esos campeones intercontinentales que ajustaban mucho las piezas en defensa, dependían de algún que otro talento individual en ataque, se sostenían bastante en unos cuantos fallos favorables de los árbitros y pocas veces realmente lucieron. Lo importante es destacar que ganaban, y mucho. Y tanto importa ganar en el fútbol argentino, tan bianchista se puso la cosa, que ahora ver un partido en la Argentina es malo no sólo para la salud óptica, sino incluso estomacal. Eso sin olvidar que hace veinte años que no se gana nada a nivel selección mayor y que hasta los juveniles están en franca decadencia. Algo similar sucede en la Liga Nacional de Básquet, donde el tricampeón Peñarol de Mar del Plata recibe todos los elogios, hasta el punto que algunos llegaron a señalar que es el “Barcelona del básquetbol argentino”. Se olvidan de mencionar la cantidad de veces que Peñarol ha perdido por escándalo con equipos que peleaban la permanencia; su dependencia crónica del tiro de tres; su récord bastante mediocre como visitante; o la forma en que influye en los árbitros y periodistas a través de algunos jugadores experimentados, un técnico bastante charlatán y dirigentes inescrupulosos. Por eso no sorprende que la Liga Nacional, tan aplaudidora de este modelo que consiguió resultados básicamente desembolsando exorbitantes sumas de dinero, sea terreno cada vez más fértil para partidos mediocres y haya aportado tan poco a la Selección Nacional en las últimas competencias, con sus jugadores más destacados (Campazzo, los dos Gutiérrez, Leiva, entre otros) sin conseguir tener incidencia dentro del plantel. Muchos dirán que mi razonamiento es producto de la envidia y rencor por ser hincha de Racing y Quilmes de Mar del Plata, pero no se trata de eso, sino de plantear cómo se van asentando ciertos paradigmas que son piezas esenciales en el panorama general. No sólo existen los equipos de Bianchi, sino también el Boca y el Banfield de Falcioni, el Arsenal de Alfaro o el Racing de Merlo. Y Peñarol no ha sido el único equipo poderoso en la Liga Nacional, pero uno ve a Atenas, Regatas, Obras o Lanús, y no se distinguen precisamente grandes ideas de juego. Todo esto viene a cuento de que El lado luminoso de la vida reproduce un esquema ganador no sólo en las entregas de premios de los Estados Unidos, sino también con las audiencias de todo el mundo. En su concepción vemos todos los elementos como para salir triunfando: el libro prestigioso y popular como material de base; el relato de ascenso desde lo más bajo hasta la redención personal, con un profesor (Bradley Cooper) que, luego de un quiebre mental y anímico, sale de una institución mental dispuesto a ponerse nuevamente en pie, con el objetivo final de recuperar a su esposa, mientras vive en la casa de sus padres; la aparición de una joven descontracturada (Jennifer Lawrence) que dice todas las verdades juntas y con la que el protagonista empezará una particular amistad; la familia disfuncional (a las que el director David O. Russell, luego de El ganador, ya filma de taquito), con padre fanático de los Philadelphia Eagles y adicto a las apuestas (Robert De Niro) incluido; un elenco sólido, que entrega algunas actuaciones que tienen destino seguro de galardones; un guión que va combinando casi mecánicamente la comedia con el drama, en pos de un mensaje edificante; y la producción ejecutiva de los Hermanos Weinstein, especialistas en eso del lobby e inflar films que luego de ganar decenas de galardones pasan rápidamente al olvido (¿Alguien se acuerda de Shakespeare apasionado o Chocolate? ¿Alguien se acordará en el futuro de El discurso del rey o El artista?). Es cierto que estos productos que mezclan la estética “independiente” con el contenido más hollywoodense muchas veces dan como resultado grandes films. También que El lado luminoso de la vida no es mala ni ofende. Es más, hasta se la podría calificar como “efectiva”, “sólida” o “intensa”. De hecho, ya ha ganado muchos premios, su impacto con buena parte de la crítica y con la mayoría del público ha sido positivo. Pero se le nota demasiado la necesidad de ganar, su extremo cálculo, sus mecanismos activados en el momento justo para conseguir lo que quiere. En el medio, pierde la pureza cinematográfica, el placer de entretener y conmover al espectador con las herramientas más esenciales, del mismo modo que los conjuntos de básquet y fútbol argentino han perdido la pureza deportiva y la preocupación por brindar un buen espectáculo. No deja de llamarme la atención cómo muchos que insultan a viva voz contra el cine estadounidense y sus películas calculadas para el Oscar, justifican casi irreflexivamente a esos equipos que ganan aún jugando de la peor manera, porque “hay que ganar como sea” o “la historia la escriben los ganadores”. Deben ser las contradicciones del sistema…
Rodearse de las personas indicadas siempre es de buen augurio. Al fin una brisa de aire fresco entre tanto film ‘de relleno’ y la prueba de que no se necesitan ni grandes efectos, ni grandes locaciones, ni nada que sean tan grande como para escribir una historia que haga historia. Sí, está basada en un libro, por ende el aplauso debería ir para su autor, pero qué me dicen de la adaptación a la pantalla, el casting y lo bien que está filmada. El Lado Luminoso de la Vida (Silver Linings Playbook, 2012) es, sin duda alguna, una merecida y digna contendiente de todos los premios a que sea nominada. Casi sin momentos predecibles, con un humor inteligente, un elenco más que acertado y mensajes implícitos por doquier, ésta película es una muy linda opción para no perderse y una gran candidata del año que pasó. Resulta que Pat (Bradley Cooper), acaba de salir de una institución mental luego de 8 meses de ‘cautiverio’ gracias a la confianza que su madre deposita en él, y decidido a revertir aquello que lo arrastró hacia ese estado de ebriedad medicamentosa. El joven está bajo una orden de restricción que le hizo colocar su mujer luego de que casi matara a golpes a su amante en medio de un incómodo y sorpresivo descubrimiento: relaciones en la ducha. La bipolaridad de Pat se adueñó tanto de su mente a partir de ese momento, que ni siquiera puede escuchar una canción que fue símbolo de su boda y que tocaba en el mismo momento en que se enteró que Nikki lo engañaba. Por suerte para él, su familia, amigos y demás gente que lo rodea está dispuesta a ayudarlo a revertir su agotadora situación, mientras Pat hace todo lo posible por mejorar y demostrarle a Nikki que es, nuevamente, un hombre de fiar. En medio de este caos de emociones (claro, no crean que fue tan fácil traer al nene de vuelta a casa) aparece su vecinita Tiffany (Jennifer Lawrence) dispuesta a crear un vínculo con Pat, pese a lo ciego que se encuentra el pobre. De a poco, las cosas se van ablandando, aunque no sin ciertos incidentes y con el padre de la familia (Robert De Niro) cada vez más obsesionado con las apuestas hacia su equipo de fútbol favorito: los Philadelphia Eagles. Patrizio perdió su trabajo desde que su hijo se encontraba ausente y comenzó a destinar todo su dinero al azar de este juego. Y mientras su trastorno para con el deporte sigue creciendo sobre el fundamento de que ‘Pat Jr.’ es un amuleto de la suerte, el joven encuentra una actividad que lo empieza a equilibrar positivamente o ‘excelsior’ como a él le gusta decir. Tiffany y Pat hacen un trato, el cual consiste en que sea su compañero de baile para presentar una coreografía en un certamen anual, a cambio de que ella le entregue a Nikki una carta escrita por él. El acuerdo queda cerrado, y la joven se convertirá en un exigente ‘partenaire’ no sólo para Pat sino para toda la familia. Es que, muy a pesar del karma con el que carga Tiffany luego de que la trágica muerte de su marido se transformara en un disparador de salvajismo sexual culpa del cual fue despedida de su trabajo, ella se convertirá en el cable a tierra de esta historia en la que se hilan perfectamente un montón de contenidos para dar como resultado un final impredecible y un hermoso mensaje alentador que te deja pensando por un rato; dilucidando un montón de detalles tan bien colocados que hasta el espectador, quien ve todo desde afuera necesita procesar. Difícil de encasillar en algún género particular, El Lado Luminoso de la Vida le hace honor a su título dejando en claro que no todo tiene que brillar para ser oro, excepto el amor.
Única nominada en todos los rubros principales Un tercio de las nominadas a mejor película se estrenan en el que algunos han bautizado algo exageradamente como “super jueves”, último día del mes de enero del 2013 además de feriado por única vez. “El lado luminoso de la vida” no ostenta nombres tan famosos como Tarantino y Spielberg en la dirección, pero posee la singularidad de ser el único de los largometrajes nominados que tiene a sus cuatro actores (principal o de reparto) seleccionados además de los cinco rubros considerados mayores (película, director, actor y actriz principal, guión). David O. Russell, su director, no ha tenido demasiada suerte en nuestro país toda vez que dos de sus seis largometrajes (“Flirting with Disaster”, “I Heart Huckabees”) no se estrenaron localmente. Su carrera, no obstante, va en ascenso como lo prueban los dos premios Oscar (sobre un total de siete nominaciones) obtenidos por “El ganador”, su film inmediato anterior y con un tema cercano. Lo que llama la atención es que esos dos galardones fueron a Christian Bale y Melissa Leo, ambos como actores de reparto, pareciendo indicar que una de sus fortalezas está en extraer brillantes performances de sus intérpretes. En esta oportunidad ello se ve reflejado por la excelencia alcanzada por Bradley Cooper (“¿Qué pasó ayer?”, “Sin límites”) y Jennifer Lawrence (“Lazos de sangre”, “Juegos del hambre”) en los roles centrales y no debería descartarse que ambos se impongan en sus respectivas categorías. (Ella acaba de ganar recientemente en el Screen Actors Guild). Pat Solitano (Cooper) es un hombre que acaba de salir de una institución mental, donde se encontraba internado víctima de un trastorno bipolar que lo ha llevado a alejarse de su esposa. Regresa a la casa de sus padres y sólo piensa en recuperar a su mujer y ello pese a que ella le había sido infiel. En su vida se cruzará su cuñada, la joven Tiffany (Lawrence) y algo menor que él, que conoce a su ex cónyuge y podría ayudarlo a recobrarla. Pero no todo es lo que parece como irá percibiendo el espectador a medida que avanza la narración. La relación de Pat con su padre es otro de los puntos fuertes de esta historia y que simboliza en cierta medida el choque generacional entre ambos. Robert de Niro logra por fin superar una serie de actuaciones mediocres recientes y su nominación está plenamente justificada. Los roces entre ambos encontrarán frecuente alivio en la actitud conciliadora de la madre, papel a cargo de la poco conocida Jacki Weaver, quien cierra el cuarteto de las nominaciones. El béisbol y la danza tendrán roles preponderantes en la trama que alcanzará un crescendo al final, donde se producirán varios encuentros y desencuentros, no todos tan predecibles aunque bastantes lógicos. “Silver Living Playbacks”, nombre original del film difícil de traducir literalmente, alude a la posibilidad de encontrar un rayo de esperanza en situaciones difíciles como las que aquejan a tantos hogares no sólo en los Estados Unidos sino en otras partes del mundo. Detrás de la aparente simpleza del relato se encuentra un enfoque más profundo, donde sobresale la extraordinaria Jennifer Lawrence con apenas 22 años de edad y un futuro seguramente notable.
Atormentados por amor Hablar de los TOC o de la bipolaridad resultan hoy temas cotidianos, pareciera ser que las personas consiguen tranquilizarse sabiendo si pertenecen a un lado o a otro de esos mundos. Sin embargo, a veces los estigmas ocultan más de lo que realmente dicen. El lado luminoso de la vida (Silver Lining Playbook, 2012), film de David O. Russell, elige por momentos burlar muchas de las ideas preconcebidas sobre los trastornos psicológicos y decide abordar el tema con humor, sin perder seriedad y con una historia que luce a cada uno de los personajes, protagónicos y secundarios. Luego de permanecer ocho meses internado en una clínica psiquiátrica, Pat (Bradley Cooper) regresa a la casa de sus padres en Philadelfia. Negado a tomar su medicación y obsesionado con su esposa a quien no puede acercarse por orden judicial, su energía se abocará a recuperarla sea como sea. En su camino se cruza Tiffany (Jennifer Lawrence), una joven con algunos problemas psicológicos también, pero que lo puede ayudar a reconquistar a su mujer. Él trata de luchar contra sus fantasmas y ella contra los suyos, ese enfrentamiento pareciera ser en un comienzo lo que los compromete y acerca, pero de a poco ambos descubren que hay mucho más que eso por encontrar. La familia y amigos de Pat tienen roles significativos, a veces funcionan como ayudantes y otras como oponentes, pero su presencia en el film permite diversificar y ampliar la comedia que propone el director. El papel del padre de Pat, interpretado por Robert De Niro, sea quizás el que mayor peso dramático tenga finalmente. Fanático del equipo de fútbol americano Eagles de Philadelfia, apostador compulsivo y por sobre todo supersticioso, significa su mundo familiar y amistoso como posibles cábalas que iluminen o ensombrezcan a su equipo. Tal es así que al promediar el film la suerte se convertirá en otra protagonista más, incluso metaforizando gran parte de la historia. La empatía generada por los personajes centrales del film está vinculada a su inadaptación al mundo social y sus formas de entablar relación con el entorno para nada convencionales. Pero no se trata aquí de enderezar a nadie sino transformar lo destructivo en algo menos negativo. Y es por eso que la comedia romántica aparece para iluminar y cambiar. Lawrence y Cooper, de esta manera, acaparan unos cuantos primeros planos que claramente marcan un rumbo para la película. Ambos funcionan perfectamente en sus roles y desarrollan la perfecta tensión sexual que debe percibir el espectador. Con esta línea argumental, la película busca así conseguir una dosis de emoción que no estaría tan presente a lo largo de toda la película. Quizás por eso en algunas resoluciones pierde cierta “locura” que la distanciaba al comienzo de situaciones más demagógicas. Aún así, el director logra autenticidad en sus personajes, que son los que verdaderamente ayudan a que la comedia resulte finalmente tan efectiva.
Zig zig zig, como diría el finado Guillermo Nimo, sale una perla blanca para esta producción muy bien nominada a varios premios Oscar. Me pongo de pie, porque hicieron una película que no va en busca de las masas, pero tampoco es una historia snob para 4 críticos. El lado luminoso de la vida, es la historia de dos personas, que no pueden ser admirados por ningún lado, y que tienen varios problemitas que hacen invendible a esta película a Doña Rosa Sin lugar a dudas es una de esas películas que consagran a sus protagonistas como "grandes actores". Lo de Bradley Cooper es brillante. Sabemos que es buen actor, pero acá lo demuestra durante toda la película con un papel muy complicado. A Jennifer Lawrence todo el mundo la conoce mayormente por Los juegos del hambre, acá te das cuenta que es una actriz increíble y te olvidas que tiene realmente 22 años. Su papel es brillante. El elenco secundario tiene lujos con un De Niro perfecto, una gran aparición de Chris Tucker y la maravillosa re aparición de Julia Stiles, a quien yo extraño en la pantalla. Es una gran producción y una excelente historia. Me dio la sensación de que el final, no tiene una buena llegada a su conclusión, pero realmente disfruté tanto ver el desarrollo de esta película, que es algo definitivamente menor. Brindo por El lado luminoso de la vida, una película por la que no daba dos mangos, y que junto con Argo, me brindaron los mejores momentos en una sala de cine en los últimos meses.
No es fácil encontrar una buena historia de amor realizada en Hollywood por estos días. La mayoría siempre terminan por caer en esas comedias de enredos trillados donde uno ya sabe como va a terminar en los primeros minutos de la historia. Lo atractivo de los trabajos del director David O.Russell es que sus filmes tienen varias capas sobre las que construye su relato y eso vuelve a sus filmes interesantes. Es decir, The Fighter (su película anterior) era una biografía sobre un campeón de boxeo, pero la historia iba más allá de ese deporte y brindaba un drama que se destacaba por las relaciones humanas de los personajes. El lado luminoso de la vida si bien se encamina por el género romántico también es un tremendo drama sobre las afecciones mentales y tienen una mirada optimista sobre como afrontar hechos traumáticos. Los personajes principales son muy interesantes y esto genera que uno se conecte con las cosas que sufren y atraviesan y en consecuencia se termine enganchando también con el relato. Bradley Cooper es un docente al que lo diagnostican con un desorden bipolar y Jennifer Lawrence una chica que digamos tienen un par de inconvenientes en la vida y el destino los reúne en una gran historia de amor. Creo que la clave de este film, más allá que el guión es genial, se debe que el director Russell encontró los actores perfectos para cada personaje. Cooper, que ya había demostrado que podía actuar en Sin Límites, acá consiguió un personaje que le permitió desarrollar todo su potencial y por eso lo suyo es impecable. Más allá de que gane o no el Oscar al Mejor Actor este año El lado luminoso de la vida ya es una bisagra en su filmografía que le va a permitir en el futuro conseguir roles más jugados. Jennifer Lawrence, por otra parte, después de aparecer en varias propuestas pochocleras, volvió a trabajar en un rol dramático más complejo que logra sacarlo adelante porque es una gran actriz. Con una muy buena musicalización que incluye temas de Led Zeppelin, Bob Dylan y los White Stripes, David O.Russell presenta una película redonda gracias a su talento para sacar lo mejor de los actores con los que trabaja. Pese a que su nombre no es muy conocido todavía se trata de un realizador que hace rato viene ofreciendo muy buenas historias y su nuevo film es uno de los grandes destacados de esta semana.
Tal para cual Bradley Cooper y Jennifer Lawrence llevan adelante el jugoso guión de esta comedia como las del Hollywood de los ‘70 y ‘80. “No puedes estar feliz todo el tiempo” (Un personaje de “El lado luminoso de la vida”) . Es la historia de dos perdedores, contada en tono de comedia ácida y romántica, con diálogos que promueven la risa, pero que están afilados como para herir a cualquiera. Y es la película que puede ser la gran sorpresa en la entrega del Oscar. En la misma senda que las grandes comedias románticas y dramáticas del mejor Hollywood de los ‘70 y ‘80, se disfruta desde la primera toma. Ya se sabe que las desgracias que llegan sin preaviso uno las trata de compensar como puede. Pat (Bradley Cooper) llegó temprano de regreso a su casa, y se encontró con su esposa duchándose, no precisamente sola. Como casi asesina brutalmente al amante, Pat, diagnosticado bipolar, pasa ocho meses en un hospital psiquiátrico, del que sale gracias a su madre (Jacki Weaver). Y ya en casa de sus padres (papá es Robert De Niro), tratará de “buscar combustible en todo lo negativo”. Pat conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), que enviudó de una manera un tanto absurda, y buscó apaciguar su pena teniendo sexo con todos los compañeros (y compañeras) de oficina. Bueno, la echaron. Tal vez no sean tal para cual -la cena en la que se conocen preanuncia lo contrario- pero, de nuevo, lo que llega sin aviso suele impregnar las relaciones para siempre. Pat y Tiffany no se buscaron y se encontraron. El guión es crucial en este tipo de película. Cómo son presentados los personajes es elemental. El sincericidio verbal tiene sus bemoles, y aunque Pat y Tiffany se hablen sin filtro, reconocen que a veces se dicen cosas que no sienten. El, que quedó prendado de su ex, viviendo un sueño imposible, cree que si ella le alcanza una carta a su esposa, todavía tiene esperanzas de reconciliación. Ella necesita un compañero para un concurso de baile. Una mano lava la otra. El asunto es cuánto están dispuestos Pat y Tiffany a enjabonarse y no patinar en el asunto. David O. Russell es lo suficientemente ducho como para pasar, dentro de los límites del mainstream de Hollywood, de la comedia sarcástica y visceral como Tres reyes a un drama familiar como El ganador y ahora a esto. Los protagonistas con algún trastorno psicológico son una fuente de inspiración para Hollywood. Con algo de Mejor… imposible, en El lado luminoso... casi todos tienen algún problemita. Desde la violencia de Pat padre -además de padecer un Trastorno Obsesivo Compulsivo al mirar a los Filadelfia Aguilas por TV, no le dejan acercarse al estadio precisamente por su conducta agresiva- y Pat hijo, la única que parece manejarse con extrema y cuidadosa cordura es la madre. Al final, Pat y Tiffany constatan que no estaban tan locos si se compara con quienes tienen a su alrededor. Es que de eso trata El lado...: de relaciones y comportamientos, de lo que se dice y de lo que se calla, de seguir apostando por lo que se cree aunque se tengan todas las de perder. Hay cosas que no cierran -se banaliza la enfermedad de Pat con la apuesta del final-, pero Russell logra que al brillante elenco que ha elegido le creamos todo. O acaso la escena en que Jennifer Lawrence le grita a De Niro no vale el precio de la entrada, y hasta le puede valer el Oscar.
Hay muchas razones para ver El lado luminoso de la vida , la película dirigida por David O. Russell. A saber: el film está nominado a ocho premios Oscar, está recibiendo muy buenas críticas desde su estreno mundial en el festival de Toronto y es la única de las películas "importantes" de la temporada que se aleja de las polémicas ( Zero Dark Thirty-La noche más oscura ), los conflictos históricos ( Lincoln , Argo ) y los dramas ( Amour, Una aventura extraordinaria ) y puede ser considerada una comedia. Una comedia dramática que gira en torno a un puñado de personajes atravesados por enfermedades mentales, pero una comedia al fin. Y si todos esos argumentos parecen escasos, hay uno que los supera a todos, el único que debería inclinar la balanza para el espectador en duda: en esta película actúa y vive Jennifer Lawrence. La actriz, de 22 años, arrasa con cada escena en la que participa como un fenómeno de la naturaleza que no parece tener o necesitar ninguna distancia entre ella y su criatura. Así fue con Ree, la adolescente de Lazos de sangre, y así es ahora con Tiffany, la viuda joven que sufre de depresión y lidia con su duelo de maneras bastante autodestructivas. Hasta que se cruza en el camino de Pat, un hombre de salida de una institución mental a la que fue confinado después de atacar brutalmente al amante de su esposa, a la que está convencido (como sólo un paciente con trastorno bipolar puede estar convencido) de que podrá recuperar. De alguna manera de eso se trata El lado luminoso de la vida , de recuperar afectos perdidos y el camino extraviado en el lado oscuro. En esa cruzada de Tiffany y Pat -interpretado por un notable Bradley Cooper, que logra evitar la caída al transitar la delgada cornisa que implica jugar un personaje maníaco-depresivo-, también participarán los padres de él, despistados, amorosos, preocupados por el retorno al hogar del hijo no tan pródigo. Allí estará la mamá que defiende a Pat con uñas, dientes y bastante comida sin entenderlo demasiado, una interpretación conmovedora de Jackie Weaver que consigue destacarse a pesar de compartir la mayoría de sus escenas con Robert De Niro, en su mejor papel en años. El actor, que hacía tiempo no trabajaba con un personaje a la altura de su talento, completa un cuarteto protagónico que el director conduce con maestría y que incluye a personajes secundarios como los que interpretan John Ortiz (su hombre al borde de un ataque de nervios es inolvidable), Chris Tucker y Julia Stiles, entre varios otros. Russell tiene una especial habilidad para lidiar con elencos numerosos y conseguir pequeñas joyas de cada uno de sus integrantes, algo que ya había demostrado en su trabajo anterior, El ganador , otra historia de familias tan amorosas como disfuncionales. Claro que en este caso un guión con cierta tendencia a la cursilería y unas resoluciones en exceso convencionales conspiran en contra del resultado final. Que, de todos modos, es una película entretenida con algunos momentos emocionantes y repleta de vida todo gracias a su brillante elenco.
Lazos familiares en riesgo constante La competencia, el deporte y el show marcan el tono –a priori nada novedoso– de esta película. Pero una primera clave de la verdad que transmite la historia está en sus personajes. Que no parecen personajes, sino gente con vida propia. Un héroe y una heroína con trastornos de conducta (pero atractivos), la reincorporación a la familia tras una larga internación, la lucha contra la enfermedad, la historia de amor entre los protagonistas, que se sabe que tiene que venir. Como frutilla en el postre, no uno sino dos grandes clímax, el mismo día y a la misma hora. Clímax no precisamente novedosos: un partido de rugby y una competencia de baile. La competencia, el deporte, el show: arenas en las que el cine de Hollywood y la cultura media estadounidense gustan medir “el verdadero valor de una persona”. El lado luminoso de la vida –encima este título, que parece querer convertir la película en manual de autoayuda– tenía todo lo que se necesita para resultar la película más falsa, calculada, consensual y complaciente del mundo. Puede ser que algo de las tres últimas cosas tenga: está claro que el film de David O. Russell no pretende ser subversivo, revulsivo o contestatario. Pero si algo transmite es pura verdad, cero falsedad. Eso es lo que lo hace grande. El nerviosismo de Dolores (Jacki Weaver, una Giulietta Massina australiana), la visible inquietud cuando va a retirar de la clínica a su hijo Pat (Bradley Cooper, por primera vez en rol dramático) indican que el muchacho, que tiene el aspecto más calmo y común que pueda imaginarse, debe ser, en verdad, una bomba de tiempo. Cuando por sendas nimiedades Pat rompa media sala de espera del psiquiatra, y luego haga lo propio en casa, agarrándose a trompadas con el padre (Robert De Niro, en un regreso a las ligas mayores), se entenderán los motivos del nerviosismo de mamá. Razones para su bipolaridad no le faltan a Pat. Recién despedido del empleo, papá Pat Sr. vive obsesionado con las Aguilas de Filadelfia, con las apuestas por dinero y con toda clase de cábalas y rituales (apretar bien fuerte un pañuelo, apuntar los controles remotos siempre para el mismo lado, hacer que cada uno se siente en el lugar “ganador” del sillón), cada vez que se sienta a ver un partido. Cuando el hermano mayor viene de visita, le enumera prolijamente a Pat las razones por las cuales él es un triunfador, y el otro, un loser. ¿Y mamá? Mamá está tan ocupada en mantener a la familia unita que, daría la impresión, no puede no ser un ángel. El día que su mejor amigo invita a Pat a cenar a su casa, con su joven cuñada Tiffany (Jennifer Lawrence, cada día más poderosa) por invitada, en cuestión de minutos ésta se pelea con su hermana mayor, se levanta para irse y se pelea también con Pat. Pero de inmediato lo obliga a acompañarla hasta su casa y en la puerta lo invita a coger. Invitación que él rechaza, por parecerle un poco loca. Se ha formado una pareja (aunque no se formará, como es de suponer, hasta la escena final). Una primera clave de la verdad que transmite El lado luminoso... está en sus personajes. Que no parecen personajes, sino gente con vida propia. Uno tarda en entender qué pasa con ellos y, por suerte, nunca termina de hacerlo. Son contradictorios, ligeramente salvajes, nunca definidos “del todo” (esa nefasta ilusión del mainstream hollywoodense). El personaje de De Niro, por ejemplo, no es un cuadro clínico sino un tipo con obsesiones, potencialmente violento y con problemas para entender a su hijo. Pero también un buen tipo, que llegado el caso puede funcionar como el padre que le dice al hijo lo que el hijo está necesitando oír. Tiffany es uno de los seres más bruscos e intempestivos que se hayan visto en mucho tiempo. Pero a la vez es una viuda demasiado joven, una chica quebrada, alguien que quiere encontrar cuál es la suya. Una segunda clave está en los ambientes. Como sucedía en la previa El ganador (clara hermana de ésta), El lado luminoso... transcurre en un barrio que en algún sentido parece “haberse quedado en los ‘70”. Algo de eso hay: en la entrevista que publicó ayer Página/12, Russell confiesa que sus mayores fuentes de inspiración fueron los clásicos de Coppola y Scorsese. La puesta en escena de Russell es tan rústica y primaria, tan poco florida como los propios ambientes y personajes. Que el realizador, basado en este caso en una novela, haga un voto por los lazos familiares, barriales y comunitarios no quiere decir que caiga en el esquematismo de ver en ello un paraíso: toda armonía parece en riesgo de quebrarse, todo el tiempo. A veces sucede. En medio de esa fiesta comunitaria que es ir en grupo a ver al equipo favorito, un sector de la hinchada recibe a otro con desagradables insultos racistas: odios que la aparente unidad fermenta. La escena del baile es, por su carga de sentido y su sentido del humor implícito (cuando Lawrence se lanza en grand jeté sobre Cooper, da la sensación de que va a aplastarlo), sencillamente extraordinaria. El número empieza con “My chérie amour”, que es el tema que a él lo pone en modo bipolar, y de allí en más se entrega a un pastiche nada académico, haciéndoles lugar tanto a The White Stripes como a Dave Brubeck. Al jurado no le gusta nada. Al espectador sí (a este espectador, al menos), por la gracia, coraje e intensidad con que ambos bailarines se tiran a la pileta. Lo mismo sucede con la película, joya bruta, académicamente reprobable.
Lección romántica de vida Sin volar demasiado, la película de dirigida por David O. Russell logra diferenciarse de otros films de su estilo. Dos personajes lucharán por reinsertarse en la vida social. Resulta curiosa El lado luminoso de la vida, una película que difícilmente se recuerde a largo plazo debido a su tema, ya de por sí "importante" y con una lectura inicial que se dirige al pantanoso terreno de las llamadas “lecciones de vida en el cine” Pero si hay un film de esquives y gambetas es éste, que tiene como principal jugador al habilísimo Harvey Weinstein, el productor que mete uno o dos títulos por año en cada lista del Oscar, ya que la película de Russell, junto a Django sin cadenas, está entre las diez competitivas de fines de febrero. Y las dos surgieron del dinero del magnate, también de sus astutas maniobras. El otro jugador es el director, que el año pasado compitió con El ganador (adivinen quién la produjo) y que tiene una filmografía ecléctica y efectiva: Tres reyes, la citada El ganador, la opera prima "indie" Spankey the Monkey. Y hay un tercero, el más esforzado de los tres y el que mayor cantidad de maniobras tiene que hacer para convencer al espectador: la misma película y un guión con mucha cintura que pelea hasta lo imposible para no pasar desapercibido. Pat (Bradley Cooper) sale de una institución mental donde estuvo internado por su carácter bipolar, retorna a la casa de los viejos (De Niro, Weaver) y por esas cuestiones del azar, también del guión, conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), una chica que, claro está, tiene sus problemas. Contada de esta manera la historia es temible y hasta puede confundirse con otras cintas donde Hollywood y el Oscar recurren a tramas y personajes afectados por trances mentales, psiquiátricos, físicos, estructurales. Es decir, esos films que al Oscar le gusta nominar o premiar por su pontificación redentora y su mirada políticamente correcta sobre el mundo. Pero las gambetas de El lado luminoso de la vida son inteligentes, en especial, por el manejo de los climas y atmósferas; en primera instancia, virando al melodrama familiar, y en la segunda mitad, dirigiéndose a un tono de comedia romántica ochentosa donde cobra interés la inestable y maravillosa Tiffany, a quien Lawrence le entrega una infinita serie de matices. En este punto es donde la película triunfa a través de sus denodados esfuerzos por no parecerse a otras de similares características. Los personajes –aun los secundarios– tienen sus matices, dobleces, inquietudes. Y, justamente, en ese vuelco temático es donde El lado luminoso de la vida despliega su astucia. No se trata de un título más sobre un par de personajes que deben reinsertarse en la sociedad. A Russell esto no le interesa: sus eufóricas criaturas se pelean, hablan en voz alta, sufren, padecen. Y son creíbles, cuestión más que relevante para una película que no necesita volar demasiado para sacarle ventaja a otros productos similares en cuanto a forma y contenido.
Darse una segunda oportunidad Es una comedia sencilla. Con la única particularidad de que Pat hijo (Bradley Cooper), su protagonista, es una persona bipolar, que presenta el trastorno muy detallado en su desarrollo en la primera parte, pero que es casi olvidado en la segunda. Esa caótica manera de hablar contra la pared, sin atender a los que lo llaman, ya presupone un desorden mental. Enseguida sabremos que él que se expresa así es Pat, hijo (Bradley Cooper), que está por salir de una institución mental, luego de un suceso terrible que ocurrió cuando estaba casado y era docente. Ahora, vivirá con sus padres Pat (Robert De Niro) y Dolores (Jacki Weaver), los que tratan de comprenderlo y tolerarlo, con la convicción de que en un momento todo retornará a la normalidad, si retorna. De su mujer que lo abandonó, no sabe nada. Y Pat hijo, con su bipolaridad, sigue amándola y solo trata de buscarla como puede estrellándose en circunstancias que ponen en peligro su salida definitiva del neuropsiquiátrico. LA JOVEN SOLA De esta manera Pat hijo continúa su estado de desasosiego, hasta que conoce (o lo hacen conocer) a Tiffany (Jennifer Lawrence). Tan trastornada como él, luego de la muerte de su esposo que ella no supo enfrentar, salvo con un suceso que de alguna manera le obnubiló el camino a la normalidad. Pat hijo, deberá buscar él solo una solución a su problema, ahora que está con sus padres, que lo quieren. Será difícil, pero lo intentará. El filme retoma la clásica idea del viaje del protagonista, a través de las circunstancias, el crecimiento, la readaptación en este caso a la realidad y la posibilidad de una segunda oportunidad, luego de experiencias traumáticas. El director David Russell desarrolla la historia con una particular forma de ver la realidad. Desde el caos absoluto que involucra a toda una familia enferma, por la enfermedad de su hijo; hasta el acostumbramiento, o la readaptación general y la aparición de un nuevo personaje, Tiffany, que, a pesar de no tener las condiciones que uno espera, para armonizar lo desarmónico, es capaz de dar una vuelta de tuerca a la historia de Pat hijo, y provocar que él se enamore de ella. HOMBRE EXTRAÑO "El lado luminoso de la vida" es una comedia sencilla. Con la única particularidad de que Pat hijo (Bradley Cooper), su protagonista, es una persona bipolar, que presenta el trastorno muy detallado en su desarrollo en la primera parte, pero que es casi olvidado en la segunda, luego de la presencia de la joven Tiffany (Jennifer Lawrence). La chica representa algo así como una panacea mágica, que con la danza como aproximación, produce un acercamiento al bueno de Pat hijo. De esta manera nos acercamos al relato convencional con final feliz. Son buenas las actuaciones en general como la de Bradley Cooper, que se sumerge en su papel de Pat hijo, hasta el final, pero que tiene como rival imbatible a la carismática Jennifer Lawrence (Tiffany). Todo rostro y energía y a la que se vio en "Lazos de sangre". A los mencionados, se suma Robert De Niro, como Pat, un padre casi tan obsesivo como el hijo, pero con manías aceptadas por todos; Jacki Weaver, como Dolores, la madre y la breve pero eficaz intervención del actor indio Anupam Kher, como el doctor Cliff Patel.
Y la danza te salvará Podés tener tus problemas, incluso una patología psiquiátrica que no conocías. Sin embargo, para salir tenés que aprender a reconocer los momentos luminosos, esperanzadores, de la vida, y aferrarte a ellos. Ese es el planteo o la propuesta del guionista y director David O. Russell en esta película, que a través de la historia de Pat intentará mostrar la veracidad de su postulado. Pat (Bradley Cooper) vuelve a la casa de sus padres (Robert DeNiro y Jacki Weaver) tras ocho meses de internación y de ser diagnosticado bipolar. Tanto su exmujer como su extrabajo tienen órdenes de restricción en su contra por un escándalo que lo llevó a su situación actual, y apenas está intentando recomponer su situación personal cuando la esposa de un amigo le presenta a su hermana Tiffany (Jennifer Lawrence), otra chica con un estado mental algo alterado. Apoyado en sólidas actuaciones, especialmente las de Cooper y De Niro, que por fin vuelve a un personaje y una interpretación a su altura, este drama liviano (no es una comedia romántica) sobre un desorden como es la bipolaridad, muy de moda en estos tiempos (tanto en la ficción como en los diagnósticos psiquiátricos) está bien realizado, pero cae en ciertos lugares comunes, y un final demasiado previsible. Es un filme llevadero, y con algunos buenos diálogos, pero que no logra trascender y tocar un lugar más profundo al tratar las relaciones entre las personas y sus conflictos. La redención, el encuentro, se produce en las clases de danza entre Tiffany y Pat. Por eso, por momentos se queda en un lugar demasiado superficial, que hasta casi recuerda a "Dirty Dancing".
Una comedia dramática que se atreve con el tema de las locuras, de los internados en un neurosiquiátrico, de los supuestos normales, de bipolares y trastornados obsesivos compulsivos. El sostén de la película -su director David O Russel tiene un hijo con esos problemas- está en las actuaciones: un De Niro iluminado, una profunda y jugada Jennifer Lawrence (favorita del Oscar), y un elenco que se entrega conmovedoramente.
Un nuevo concepto de comedia dramática-romántica que hace lucir a su director David O. Russell que se vale de un buen manejo de cámaras, un montaje dinámico y sobre todo un elenco de antología que derrocha talento en cada escena (Bradley Cooper en el papel de su vida y Jennifer Lawrence cada vez mejor, se lucen junto a un DeNiro impagable). Alejado de los tópicos y lugares comunes del género, derrocha originalidad, buen gusto y un mensaje positivo, aun en los momentos más tensos de la historia, que hará que los espectadores dejen la sala con la sensación de haber vivido una experiencia cinematográfica que gratifica el alma.
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En la canción que da título a esta reseña, The Supremes (y posteriormente Phil Collins) comenzaban diciendo “Necesito amor, para calmar mi mente, y necesito encontrar alguien que sea mío...”, algo de eso es lo que le sucede a Pat Solatano Jr., el logradísimo personaje de Bradley Cooper en El lado luminoso de la vida; un hombre casado, bipolar, que terminó en un internado neuropsiquiátrico luego de un “altercado” con el amante de Nikki, su esposa. Por intermedio de Dolores (Jacki Weaver), su madre, logra salir del hospicio en contra de las recomendaciones del padre y de los mismos médicos. Pero Pat parece tan obsesionado como antes, sólo le interesa recuperar a Nikki, levantar la orden de restricción en su contra y re-conquistarla (aunque esto no sería necesario, ya que para él ambos se siguen amando). David Owen Russell es, cuanto menos, un director y guionista ecléctico, puede pasar tranquilamente de una comedia política paródica de acción como Tres Reyes, al delirio de Yo Amo Huckabees, y el drama de golpe bajo de The Fighter. Ahora parece querer incursionar en la comedia dramática romántica, y lo hace manteniendo ese espíritu semi-indie hollywoodense que ya probó en sus anteriores trabajos. El resultado, una película simpática, entretenida, bien actuada, con momentos muy logrados y otros más promedio. Pat sale del neuropsiquiátrico y va a vivir con sus padres, los cuales no parecen comprenderlo del todo, su madre lo defiende a regañadientes, y su padre Patricio Solatano Sr. (tan obsesivo como él) se debate entre devolverlo al hospital o utilizarlo como amuleto de la suerte para su equipo de Fútbol Americano. Con todo, intenta, como puede, reinsertarse en la sociedad, y es así como en una cena con un matrimonio amigo conoce a Tiffany (Jennifer ) una mujer igual o más traumada que él. Acaba de enviudar y canaliza mediante una tonelada irrefenable de sexo casual con quien se le cruce; lo intentará con Pat, pero entre ambos surgirá algo así como una amistad o apoyo mutuo. Como se puede adivinar por su título (tanto el local como el diferente original), El Lado... tiene mucho de manual de autoayuda, ambos personajes estan en busca del rayo luminoso que les devuelva el sentido a su existencia; y eso del “rayo luminoso” es algo que se repite mucho en los parlamentos. La película, basada en una novela de Matthew Quick, habla de la necesidad de las personas por ser amados, del encontrar a alguien con quien compartir... y de los errores y obsesiones en los que podemos caer en esa búsqueda. Past y Tiffany sufren por el amor que ya no está y que quisieran tener, y no pueden ver en verdad la esperanza está frente a ellos, sólo tienen que tomarse el tiempo necesario para salir del estado en el que están, no apurarse. No es esta tampoco una película de grandes planteos filosóficos o psicológicos, Russell creo un film pequeño, simpático y agradable, que puede mirarse todo el tiempo con una sonrisa en la cara. Bradley Cooper puede estar frente al mejor papel de su corta (en cuanto a tiempo) pero extensa (en cuanto a films) carrera, su rol es de protagónico absoluto, y hace creíble cada una de sus obsesiones. Jennifer “estoy hasta en tus sueños” Lawrence no cumple mál con su trabajo, solamente Tiffany necesitaba de alguien menos angelical que ella, un solo teñido de negro no alcanza para demostrar un costado oscuro. En los secundarios, Wever y Robert De Niro como Solatano Sr. están simplemente perfectos, luego de varios desaciertos es un lujo ver a Bob en un camino correcto, adueñándose de cada escena en la que aparece. El Lado Luminoso de la vida tiene como gran logro inyectar alegría aún frente a situaciones dramáticas, la esperanza que buscan los personajes se transmite al espectador. No es un film perfecto, es agradable de ver, y con eso le alcanza para hacernos pasar dos horas bastante entretenidas.
Anexo de crítica por Patricia Relats Hace poco me dijeron que “comedia dramática” era una contradicción. No, la comedia se refiere a cierta forma y métrica en el que aparecen los hechos, que sean dramáticos o no, va por otro lado y esta película es un claro ejemplar de ese subgénero. En las calles de Filadelfia, un profesor suplente es sacado de su madre del loquero y él sale a la búsqueda de reinventarse. Cuando cree que está yendo en una dirección, en realidad construye una totalmente distinta, mientras lo persiguen para desaprobarlo y limitarlo (volviéndolo loco) y, honestamente, nadie está en una postura para hacerlo. Ahí, justo ahí, entra una desbocada chica que siempre está dispuesta a sacudir un poco el suelo bajo los pies del resto. Bradley Cooper cumple, pero por sobre todo lo que cumple es el guión que, por más que está plagado de clichés y lugares comunes, nos va llevando a una historia bien articulada. Jennifer Lawrence como Tiffany es realmente impecable. Además de preciosa, tiene ese dejo sensible y trastornado al mismo tiempo que le va muy bien. Para completar, un mínimo papel para la siempre impecable Julia Stiles y un Robert De Niro que hace tiempo que no vemos. De verdad que me sorprendió ver a ese actor tan bueno que parecía haberse retirado. La película es casi teatral: poco cambio de sets, un diálogo muy pesado, una cuestión de enredos y malentendidos típicos. Funciona, claro, y se lo pasa bien pero me cuesta pensarla a la altura que la están poniendo ¿Mejor Película? No sé si para tanto. ¿Mejor guión adaptado? Menos, de verdad que desde que empieza se sabe como termina. ¿Eso la hace una mala película? De ninguna manera. Y los que sostienen el baile, son los actores.
Un trastorno llamado amor Las ocho nominaciones al Oscar y los premios ya obtenidos no deberían ser un obstáculo para apreciar El lado luminoso de la vida. Todo lo contrario. Sin embargo, la expectativa que se ha generado en torno a la nueva película de David Russell (El peleador) es un factor adicional no necesariamente beneficioso. Tal vez se le exija más de lo que puede dar como producto de digestión rápida. A medio camino entre la comedia romántica, el melodrama y el tratado de autoayuda psiquiátrico, encuentra enseguida un ritmo propio para contar una de las historias de amor más interesantes que ha dado el cine en los últimos tiempos. No poco de ese interés proviene de cierta curiosidad morbosa que suscitan las personas afectadas de problemas mentales. En este caso, los dos protagonistas sufren trastornos obsesivos compulsivos. Pat (Bradley Cooper) acaba de ser sacado por su madre de una clínica de rehabilitación donde había sido confinado tras golpear al amante de su esposa Nikki y está obligado a vivir con sus padres (Jacki Weaver y Robert De Niro) y a cumplir una orden de restricción de no acercarse a su mujer. Pero Nikki es el foco de su trastorno y la casa de sus padres está lejos de ser un oasis de normalidad. El padre es un fanático del equipo de fútbol americano de Filadelfia. Apostador y supersticioso, cree que el estado de ánimo de su familia tiene una influencia decisiva en el resultado de los partidos. La madre trata de desatar los múltiples nudos de ansiedad que asfixian a su marido y a su hijo, pero lo hace de la peor manera posible, consintiéndolos a ambos. Pese a que asiste a un psiquiatra, Pat se niega a tomar pastillas, porque siente que le cambian la personalidad, y trata de controlar sus impulsos con métodos que siempre son una forma retorcida de acercarse a su esposa. Siguiendo uno de esos tortuosos procedimientos (cena en la casa de un amigo cuya esposa lo detesta) conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), hermana de la mujer de su amigo. Tiffany es viuda, fue despedida del trabajo por acostarse con todos sus compañeros, y tiene una personalidad impredecible, capaz de estallar en cualquier momento. La mecánica de atracción-repulsión empieza a funcionar inmediatamente entre ellos y es una especie de negociación patológica lo que los mantiene juntos. Pat quiere usarla para acercarse a su esposa. Y Tiffany ve en él a un potencial compañero de baile. Como en toda comedia romántica, el resultado del cálculo no será exactamente el esperado. En el desarrollo de esa extraña relación, la película no se olvida de los personajes secundarios sino que los mantiene vivos incluso más tiempo del que lo exige la trama. Esos extravíos, por otra parte, no dejan de ser una fidelidad profunda a cierta concepción de las cosas que se desprende de El lado luminoso de la vida: la confianza en que las personas pueden evitar la locura sin necesidad de volverse normales.
Nadie es normal. Todos tenemos alguna cosita, algún tic, alguna costumbre extraña, alguna obsesión, algo que nos aleja de la perfección y de la llamada, aclamada, búsqueda, normalidad. Esa sobrevalorada casilla en la que nos ponemos, en la que buscamos encajar cueste lo que cueste; la pregunta entonces es ¿Quién quiere ser normal? ¿A quién le interesa pasar por la vida desapercibido? ¿Cuán divertido puede ser considerarse una persona estable, hecha y derecha, viviendo una estadía monótona en esta endeble existencia? Un rayo de esperanza David O. Russell dirigió hace algunos años El Luchador, la historia de dos hermanos boxeadores con una familia llena de dramatismo, ahora nos alcanza esta otra obra familiar, de amor fraternal, de cariño humano y de la búsqueda de la felicidad, del saber transitar conforme con la vida que uno tiene. Russell fue convocado para dirigir (y adaptar) esta película por Harvey Weinstein, quién llego a él por un motivo especial, ese mismo motivo que llevo al director a aceptar esta propuesta. Al igual que el protagonista de este film, el hijo de Russell sufre un trastorno de bipolaridad, lo que lo hizo más apto que ninguno para ser el director. El lado luminoso de la vida es una parte de la vida de Pat, un treintañero que vuelve a vivir con sus padres, luego de pasar 8 meses en una institución mental y habiéndose retirado sin el alta médica. Pat, vuelve a la casa en que creció, donde lo espera su amorosa y dedicada madre y su padre, un hombre lleno de cábalas y mañas, que demuestran que el fruto no cae muy lejos del árbol. Pat vuelve a su casa con una esperanza ciega, recuperar a su esposa Nikki más allá de las cosas que los llevaron a separarse y recuperarse de su enfermedad, recientemente descubierta. En el medio de todo este trajín, conoce a Tiffany, una joven viuda que transitó varios problemas luego de perder a su marido. Y ella, casi sin querer queriendo, lo ayuda a pasar el peor momento de su vida. Stay positive Después de ver esta película me pregunte, una y otra vez, porque es tan aclamada? Que la hace tan especial? Y la respuesta estaba adelante mío, lo sencillo es lo que la pone en un estandarte. Más tiempo pasa, más la analizó, más me sorprendo. Esta historia es la de uno, la de un vecino, la de un hermano o un amigo. La de cualquier persona que sufrió una tragedia o se hundió en un mal momento pero que decide salir adelante. El guión es bueno, tiene detalles que lo hacen brillar, chistes no esperados y gags eficientes, pero sobre todo, tiene esa cuota de realidad que nos destroza frente a la pantalla y nos hace sentir desnudos con una verdad. Sin embargo, lo que hace que esta película sea a lgo superior al resto, son sus personajes, sus personas. Bradley Cooper esta sin duda en la cresta de la ola, actúa de una manera que jamás creímos que era posible; y Jennifer Lawrence es la acompañante perfecta, sabe donde pararse y que hacer, a pesar de esto, no esperaba menos de ella, recuerdo haberla visto en Winter’s Bone y pensar “de donde salió esta mina?”. Por eso la sorpresa es él. Y obviamente, nadie acompaña mejor que Robert DeNiro, en un papel pequeño pero eficaz, sin robar protagonismo y aún así dando el toque justo. No se puede decir nada más de un actor que jamás decepciona. Conclusión Vayan al cine, vean El lado luminoso de la vida, y sumérjanse en ese vaivén constante, en ese vértigo que generan esas actuaciones dignas de miles de aplausos, esa historia que nos pone la piel de gallina. Pero miren esta película en profundidad, mírenla una y otra vez, porque descubrir que en la simplicidad esta lo más lindo de la vida, lleva años.
Grupo de familia Hay algo que los médicos y pacientes de El lado luminoso de la vida repiten como un karma: es necesario tener una estrategia. No importa que lo diga un psicólogo indio o alguien que sufre de bipolaridad y otros desórdenes, la frase tiene resonancias casí místicas. “Necesito una estrategia”, le dice Pat a Tiffany y ella, desaliñada y medio border como él, asiente. La estrategia en cuestión nunca se formula ni se discute, pero uno supone que se trata de una especie de plan para enfrentar mejor las penurias cotidianas. Hay diferentes planes en El lado…: está el de Pat, que consiste en adoptar una postura optimista y sana, mental y físicamente; el de Pat padre, que confía en el azar lo suficiente como para creer que puede controlarlo gracias a sus cábalas; y el de Tiffany, una viuda que parece carecer de uno hasta que queda prendada de Pat y deja de intentar acostarse con todo el mundo. En algún punto, esos proyectos disímiles y hasta contrapuestos (Pat no aprueba el libertinaje de Tiffany; el padre cree que con pensar en positivo no alcanza) se cruzan y ligan en un destino común hasta que todos terminan empujando para el mismo lado, sin importar las diferencias que hayan podido tener en el pasado. Esa mezcla y confusión de conflictos es probablemente lo más bello de El lado luminoso de la vida: David Russell, como ya lo había hecho en El ganador (aunque con mucho menos éxito), escruta un universo familiar minado por peleas y cuentas pendientes pero no buscando las grietas sino los pliegues, los puentes que acerquen a los personajes a pesar de sus miserias y rencores. El relato conspira para formar un improbable grupo familiar, un bloque desparejo y construido con materiales extraños pero curiosamente sólido en el que todos, incluso los que vienen de afuera, acaban por hallar un lugar. La escena en la que Tiffany prácticamente entra al clan Solitano es ilustrativa: ella le revela al supersticioso padre Pat que se equivoca con respecto a la relación que propone entre cábalas y efectos, le demuestra que en realidad la cosa es justo al revés. Así, superado y esclarecido en su propio terreno, Pat Sr. reconoce su error y tácitamente recibe a Tiffany en la familia. Algo similar ocurre a la salida del partido, cuando el guión sella la unión fraternal entre Pat, su hermano y su amigo Ronnie a través de una pelea. La estrategia por la que supuestamente opta cada protagonista no es develada, pero la película sí muestra cuál es la suya. Además de la reunión con los seres queridos, incluso con aquellos con los que es difícil sentirse cómodos al principio, está la idea tener una meta, de un proyecto. Tiffany arrastra a Pat, con mentiras y un poco maquiavélicamente, a un concurso de baile. No es el amor por alguien sino la existencia de un propósito en común lo que lo arranca de su depresión; el establecer una disciplina, la necesidad de superarse y, claro, el horizonte de una competencia. Todo esto, que era el corazón de El ganador, en El lado… funciona a la manera de un aliento subterráneo que no hace visibles sus beneficios para la mente y el cuerpo hasta el final, cuando los personajes, después de haber trotado juntos torpemente al comienzo, puedan sincronizarse. Como en un musical clásico, el amor es pleno cuando los movimientos están en sintonía con los del otro, a pesar de que la banda de sonido que eligen Pat y Tiffany para el concurso tenga más de una canción y contemple uno o dos bruscos cambios de ritmo: ese descalabro músical y la manera en que logran acoplarse los representa en todas sus manías, complejos y arrebatos mejor y con más justeza de lo que lo haría cualquier diálogo. El final es cálido y respetuoso: el encuentro de todos, ese unísono que la película propone casi como imposible durante mucho tiempo, resuena en unos pocos planos que quieren dar cuenta de una felicidad práctica, cotidiana; nada se sabe del cuadro psiquiátrico de Pat o Tiffany, nunca se establece que hayan superado o al menos comenzado a resolver sus conflictos. La enfermedad no opera como una explicación del carácter ni como un trauma a superar sino que se presenta como algo inherente a los personajes, a todos, estén diagnosticados o no por la psicología. En el fondo no hay nada para superar o aprender, solo queda convivir con esas taras lo mejor que se pueda, quizás al lado de una persona igualmente desequilibrada con la que se puede bailar una música esquizofrénica.
Si a uno le dicen que es una comedia romántica entre un bipolar y una depresiva adicta al sexo, lo más probable es que huya despavorido en busca de un film de Pixar. Pero, como los buenos films de Pixar, de paso, es un cuento de hadas perfecto. El bipolar es el excelente Bradley Cooper, que demuestra tener una enorme cantidad de registros. La depresiva es Jennifer Lawrence. La Lawrence es no solo hermosa sino brillante, una actriz que por sí sola justifica la existencia del cine. Lo que hace ese comediógrafo arriesgado que es David O. Russell (aquel de Tres reyes) es obviar cualquier explicación “médica”, ir directo a la médula de cada situación, dejar que los personajes fluyan y jueguen solos. Y lo que logra es que el viejo cuento de redención (que es el alma del cine estadounidense: quejarse por eso es como quejarse de que Van Gogh use demasiado amarillo) tenga, a pesar del caos aparente, un desarrollo terso y una luz precisa. Transmitir el caos de manera clara, de paso, es un gran mérito. Y para terminar: el único film sobre cosas terribles donde no pasa nada terrible, donde todo está visto desde el humor y la emoción. No hay películas así.
Antes del amanecer Pat Solatano (Bradley Cooper) es una hombre que está pasando por una gran depresión tras haberse separado de su esposa Nikki por una infedelidad de ella. Luego de varios meses de internación en un psiquiátrico, Pat vuelve a la vida real. A partir de ese momento intenta demostrar que es una persona “normal”. El protagonista intentará reconquistar a su esposa para salvar su matrimonio, pero en medio de su recuperación, aparece Tiffany (Jennifer Lawrence) que también sufre de depresión por la reciente muerte de su marido. Tras el encuentro, ambos protagonistas unirán su depresión y bipolaridad en pos del amor. La actuación de Cooper es brillante y la de Lawrence, explosiva. También Robert De Niro, que interpreta al padre de Pat, se luce notablemente. Lo interesante del filme, dirigido por David O Russell y con ocho nominaciones al Oscar, es cómo se crean lazos a partir del dolor, la revalorización de vínculos entre padres, hijos y hermanos y la resignificación de otros, utilizando el humor. Pues a lo largo de la vida, personas, trabajos y hobbies que antes parecían importantes pueden cambiar de posición o simplemente desaparecer de la lista de prioridades. Una comedia dramática que recuerda que siempre, a pesar de las circunstancias, hay que tratar de ver el lado luminoso. Que las tragedias y los dolores que suscitan son superables con esfuerzo, convicción y valentía. Y que la hora más oscura es justo antes del amanecer.
BAILANDO POR UN SUEÑO Pat es un enfermo bipolar internado en un Neuropsiquiátrico. Y vuelve a casa. Los padres lo vigilan, pero el hombre tiene sus recuerdos: su mujer lo engañaba y el tipo le dio una soberana paliza al amante. Ella lo dejó y él no se resigna. Así que cuando aparece en el barrio una viuda medio desquiciada, lo primero que hace Pat es avisarle que el único plan de su vida es recuperar a su mujer. Alrededor están los padres, los vecinos, un poli, un viejo apostador. Y todos hablan: los enfermos y los sanos. El fútbol, un torneo de danza y algunos incidentes (hasta una pelea de barras) tratan de añadir algo. Pero le cuesta. Personajes estereotipados y lugares comunes, restan. Arranca como una pieza dramática de auto ayuda, pasa por el costumbrismo y acaba en una historieta de amor muy anunciada. Final edulcorado, propuesta sabida, situaciones que buscan emocionar, aunque está muy bien actuada y logra algunos buenos momentos. Al comienzo, nadie la pasaba bien, pero al final todos andan contentos: los enfermos sanan y se aman, el padre gana en las apuestas y abre un restaurante, la mami cocina, el psicólogo se hace hincha… y colorín colorado.
Aborda temas como: los trastornos afectivos, la bipolaridad, las manías, entre otros, donde los espectadores hallarán el lado bueno de las cosas. Esta es la adaptación cinematográfica de la novela “Silver Linings Playbook” (sería “El libro de jugadas Silver Linings”) de Matthew Quick, fue lanzado al mercado en el 2008 y es llevada al cine de la mano de David O Russell (“The Fighter”-“El ganador, 2010”- está había obtenido siete nominaciones para los Premios Oscar 2011). Y en este nuevo trabajo nuevamente logra ocho nominaciones, ya obtuvo un Globo de Oro a la Mejor Actriz Jennifer Lawrence (con tan solo 22 años, actriz de “Lazos de sangre”), y Screen Actors Guild Awards. Se centra en parte de las vidas de dos seres marginados, por un lado está Pat (Bradley Cooper),un docente, que regresa a la casa de su infancia, no se encuentra del todo curado y cree que estuvo ocho meses en esa institución mental (fue más tiempo). Su madre Dolores (Jacki Weaver) es quien decidió sacarlo con el compromiso que continúe con su terapia y llegan los reencuentros con su padre (R de Niro), entre otros personajes. El espectador no tarde mucho en descubrir sus crisis, en la primera noche en horas de la madrugada irrumpe en la habitación de sus padres para hablarles del libro de Ernest Hemingway que se encuentra leyendo y exponerles sus conclusiones. Él a pesar de todo no ha podido olvidar a su ex esposa Nikki (Brea Bee) y piensa solo en recuperarla, a pesar que fue engañado por esta, ese fue el día que estalló al descubrirla con su amante en la ducha. Lucha por mejorar, realiza ejercicios, trota por la calle envuelto con una bolsa de consorcio, lee y concurre regularmente a su terapeuta un personaje muy especial el Doctor Cliff Patel (Anupam Kher), quien en distintas secuencias le da el toque apropiado. Van surgiendo otras situaciones y ahora sabemos que Pat está diagnosticado como “bipolar no diagnosticado”. En una cena con su amigo Ronnie (John Ortiz) y su esposa Verónica (Julia Stiles), Pat conoce al otro personaje de la historia, Tiffany (Jennifer Lawrence), que también sufre algunos trastornos después de la muerte de su marido, ha perdido su puesto de trabajo y uno de sus desahogos es la danza. Ellos no tardan en relacionarse, pasan gran parte del día juntos y se va entrelazando el drama con la comedia romántica, pese a la angustia y a sus condiciones mentales, ellos desean ser aceptados por la sociedad. Nos vemos enfrentados a problemas actuales, cuestiones complejas, y nos permitimos pensar y reflexionar a través de las muy buenas interpretaciones de Bradley Cooper y Jennifer Lawrence, quienes además tienen muy buena química, llena de escenas interesante, buenos diálogos y un momento atractivo y con un poco de tensión cuando bailan al estilo de la serie “Dancing with the Stars” o estilo de la película “Dirty Dancing”, y además de cómo termina este desenlace. La trama le da un lugar al baile, al deporte y las apuestas, llena de mensajes positivos, con una muy buena musicalización temas de Led Zeppelin, Bob Dylan, entre otros; los personajes a la medida de Jacki Weave y Robert DeNiro, le aportan mucho al desarrollo de la historia, y los personajes secundarios se destacan y ofrecen diferentes toques. El director sabe darle buenos climas, diálogos inteligentes y tiempos, y en algunos párrafos esta el desamor, la histeria y la empatía. Su final puede resultar algo convencional.
En la historia de la cinematografía internacional podemos encontrar producciones que encaran, directa o colateralmente, temáticas relacionadas la salud humana física o psíquica, más allá de hacerlo con fundamentos médicos o a partir de meras fantasías. Puede citarse en el aspecto psíquico, por ejemplo, el psicoanálisis en “Cuéntame tu vida” (1945), el estudio psicológico de las relaciones humanas en “Gente como uno” (1980), el autismo en “Rain man” (1988), o la catatonía en “Despertares” (1990). Ahora se suma “El lado luminoso de la vida” que tiene como eje un personaje afectado por el trastorno bipolar, también conocido como trastorno afectivo bipolar, y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva. Considerado como el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la presencia de uno o más episodios con niveles anormalmente elevados de energía, cognición y del estado de ánimo. Clínicamente se refleja en estados de manía o, en casos más leves, hipomanía junto con episodios concomitantes o alternantes depresivos, de tal manera que el afectado suele oscilar entre la alegría, la tristeza y la agresividad de una manera mucho más marcada que las personas que no padecen esta patología. La intencionalidad de esta realización no es la de encarar esta problemática con un firme, incluso polémico, sustento científico, sino tomándolo como base para narrarnos una historia lineal, entretenida, bien estructurada –aunque con progresiones muchas veces previsibles- y animada por un grupo de intérpretes que aportan solidez y calidad al relato. La delicada temática en este caso tuvo en el guión un tratamiento serio, para un planteo desarrollado en tono de comedia dramática que, por momentos roza lo excéntrico, donde no está ausente el toque romántico. La historia está centrada en Pat (Bradley Cooper), un hombre que ha perdido todo: casa, trabajo, esposa. Luego de pasar ocho meses en una institución, donde estuvo internado víctima de un trastorno bipolar, ahora retorna a la casa de sus padres. Su objetivo es reconstruir su vida manteniendo una actitud positiva y recuperar a su esposa, pero deberá enfrentar incluso choque generacional con su padre, un obsesivo del béisbol, fanático de Philadelphia Conocer a Tiffany (Jennifer Lawrence), quien se propone ayudarlo en el cometido, le significará una relación que le permitirá apreciar que ante situaciones conflictivas finalmente siempre habrá un lado luminoso, que se puede tener una segunda oportunidad. El protagonista y su entorno familiar viven cambios continuos tensos y confusos, no exentos de humor, sobre todo, por ejemplo, en la elección del baile como solución a los conflictos emocionales. La narración denota un tratamiento correcto desde lo técnico, el que genera apropiado marco para el trabajo de una buena selección de intérpretes, comenzando por un Bradley Cooper, medido en la composición de Pat, y una Jennifer Lawrence que aporta consistencia al logrado perfil de Tiffany. A la par de ellos encontramos el valioso aporte de dos reconocidos intérpretes como soporte de los protagonistas, Robert De Niro como el padre obsesivo y cabalero, y Jacki Weaver como su esposa y madre sumisa y paciente, a quienes se suma Anupam Kher en su personificación del psiquiatra Dr. Cliff Patel. Esta producción aguarda la entrega de los Premios Oscar con expectativa, ya que cuenta con nominaciones en ocho de los rubros.
La Academia de Hollywood suele encariñarse con ciertas producciones, en especial cuando está bien visto que lo haga con películas “candidateables”, y eso sucedió con la sobrevaluada “El lado luminoso de la vida”. Una buena película, hecho que no entra en discusión, pero no la gran revelación que pretenden vendernos ostentando ocho nominaciones al Oscar. Jennifer Lawrence es sin dudas una gran actriz, pero lo que aquí hace queda a considerable distancia de la interpretación de Naomi Watts en “Lo imposible”, por citar un único ejemplo. Puntualmente gran parte del relato recae en Pat (Bradley Cooper también nominado como mejor actor protagónico), un hombre que frente a la traición de su esposa sufre un ataque de nervios y pierde esa vida que había logrado construir. Recién salido de la clínica psiquiátrica, de regreso a la casa de sus padres (los también candidatos al Oscar en rubros de reparto Robert De Niro y Jacki Weaver) y decidido a recuperar a su mujer, Pat conoce a Tiffany, la cuñada de su mejor amigo. Ella también atravesó momentos duros, recientemente quedó viuda y canalizó todo su dolor explotando su sexualidad al máximo, al punto de acostarse con todos sus compañeros de trabajo. A cambio de ayudarlo a recuperar a su mujer, Tiffany le pide colaboración para uno de sus deseos más grandes: participar en una competencia de baile de salón. “El lado luminoso de la vida” ganó varios premios internacionales en los últimos meses, incluyendo el Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Toronto y el Globo de Oro por la actuación de Lawrence, y se erige de manera firme frente a la próxima entrega del máximo galardón de la industria del cine. Predecir lo que los miembros de la Academia consideran “lo mejor” de la producción 2012 será un misterio, como todos los años. A veces ser políticamente correcto e ir en sintonía con lo que el público pide a gritos va en contra de los verdaderos méritos en pantalla.
"CUANDO PAT CONOCIÓ A TIFFANY" El trastorno bipolar está caracterizado por la presencia de episodios en los que el estado de ánimo de una persona está profundamente alterado, de forma que en ocasiones ese nerviosismo consiste en una exaltación del comportamiento y un aumento de la vitalidad y del nivel de actividad; y en otras, en una disminución del estado de ánimo, conocido como depresión. Pat (convocadísimo Bradley Cooper) ha pasado 8 meses en una neuropsiquiátrico para superar el dolor que le supuso el engaño de su esposa, y un poco de este trastorno forma parte de él: es alocado, hiperkinético, algo impetuoso, precipitado, y se comporta excesivamente vital. Ya dado de alta, quiere empezar de nuevo y recuperar a su mujer, ése es su máximo objetivo. Vuelve al hogar de papá y mamá (Robert De Niro y Jackie Weaver) y junto a ellos intentará reinsertarse socialmente. A su vez, un amigo le presenta a Tiffany (dura pero enternecedora Jennifer Lawrence), una joven bastante arisca que vive en el barrio y a la que tampoco la vida la ha premiado: ha quedado viuda muy joven, e intentará seducir a Pat, pero a su modo, de una forma bastante peculiar... ¿Lo conseguirá o no? ¿Asistiremos a un final made in Hollywood o estos dos dañados por la vida seguirán buscando la felicidad por otro lado? Adaptado de la novela Silver linings playbook, escrita por Matthew Quick, el filme de David O. Russell ("The fighter") destila simpatía y presenta una inusual comedia romántica; el guión marcha a partir de diálogos acelerados y personajes desequilibrados, incluyendo algunos apuntes originales (en especial, en la construcción de personajes) y otros aspectos más frecuentes vistos en otras películas del género. Los personajes secundarios acompañan muy bien a la pareja principal, dando la sensación de constituirse todos como entrañables (a veces, en exceso extravagantes), ya sea en las reuniones familiares, en las salidas al estadio, en el concurso de baile, y especialmente con lo que gira alrededor de las supersticiones del padre. Al margen, esta comedia nominada (¿excesivamente?) a 8 premios Oscar es una historia de corte optimista, que no defrauda al espectador medio y hace pasar un rato bastante entretenido y agradable, con personajes atractivos y un guión “un pelín” manipulador, pero fiel al género al que pertenece. Con un índice de aprobación altísimo en todas las páginas de valoración de películas, "El lado luminoso de la vida" arrasa con las críticas positivas... ¿Le alcanzará para el Oscar? Al menos, la Lawrence parece número puesto.
El derecho a la felicidad Un bipolar que descubrió su enfermedad tras golpear al amante de su esposa y que no asume el fin de la relación (ni ante la restricción judicial); una viuda joven que purga su soledad como “chica fácil” que pasa de mano en mano por los compañeros de trabajo (podría decir, como Shirley Manson en “Cup of Coffee”: “Y me entrego a cualquiera que quiera llevarme a casa”). ¿Qué peores perdedores afectivos, a los ojos de nuestra sociedad, se podrían cruzar? Si hasta parecen personajes de un tango de Celedonio Flores. ¿Qué mejor tema para entrar en confianza que el charlar sobre medicación psicotrópica? David O. Russell adaptó en “El lado luminoso de la vida” (“Silver Linings Playbook”), como director y guionista, la primera novela de Matthew Quick, dando como resultado un raro experimento de atípica comedia romántica. Así de prepo, como decíamos en el párrafo anterior, se cruzan en la vida Pat Solitano Jr., sacado por su madre contra la indicación de los médicos de la institución psiquiátrica donde lo recluyeron tras un feroz incidente contra el amante de su esposa. Una cena con amigos, una tal Tiffany Maxwell con la que intercambia palabras sin filtros, escarceos, salidas a correr, favores... Todo dado para que surja algo entre ellos, salvo porque uno sabe lo que quiere y el otro no. Todo dependerá de alguna alineación de los astros, de esas en las que parece creer Pat Sr., el traumatizante padre del joven Pat, que literalmente apuesta todo a la suerte de su hijo. En movimiento Cuando Russell se hizo cargo de la dirección de “El ganador”, tras el ofrecimiento a Darren Aronofsky (que venía de hacer “El luchador”), la cual rechazó para ir a filmar “El cisne negro”, dijimos en estas líneas que el sustituto había optado por rodar como lo hubiese hecho Aronofsky: con el modo en que éste estilizó la cámara en mano, con muchos planos y contraplanos cortos, granulada y con iluminación naturalista de los hermanos Dardenne. Pero en “El lado luminoso de la vida” Russell demuestra que cree en esa estética, o que al menos la ha hecho propia. Porque en ella basa toda su puesta visual, y aunque en algunas escenas los planos cerrados y el movimiento sean excesivos para lo que está pasando, logra momentos de gran intensidad en las corridas (en las que pasa mucho) y los momentos de violencia; pero también (como Aronofsky en “El cisne negro” explota esa movilidad grácilmente en la escena del baile final, explotando los puntos de vista de cada danzarín y envolviendo al espectador en su movimientos. Y por supuesto, el recurso sirve también para recorrer los feroces ojos verdes, los labios trémulos, el cuerpo enjuto pero curvilíneo y cada lunar de Jennifer Lawrence: el director y la musa se encuentran al fin, como en “El fantasma de la ópera”. Los rostros justos Y así logra una de las claves de la comedia romántica: una heroína que enamore a los hombres y genere empatía y admiración en las mujeres. Porque seamos claros: Lawrence paga la película. Es una intérprete ideal para combinar vulnerabilidad y fiereza, algo que ya mostró en “Los juegos del hambre” y que aquí le sirve para llevar a un nuevo nivel el perfil de “heroína pelotazo” (que tuvo su punto alto en Sandra Bullock), contraria a la chica “perfecta pero sola” (con Meg Ryan como estandarte), los dos paradigmas del género. Por su parte, Bradley Cooper aprovecha todo su encanto natural para dotar de simpatía a su segundo personaje complejo (después de “Sin límites”), y darle su catadura humana. Eso acompaña muy bien otro de los logros del filme: como Edgar Allan Poe en “El corazón delator”, permite mostrar al “loco” desde la lógica de su propio desorden, de tal forma que el espectador pueda comprender lo que está viviendo (si no, no habría empatía posible). Porque el “loco” (como dijo el buen Michel Foucault) es el ignorado, la palabra vedada, la cárcel social por fuera de la prisión de su propia cabeza. Momentos y personajes Entre los secundarios, Robert De Niro le da matices a su personaje, ese padre complejo, obsesivo compulsivo, que siempre mostró preferencias por su hijo mayor y embarcador de toda su familia en el fanatismo por los Philadelphia Eagles... sin dejar de ser De Niro. Jacki Weaver como Dolores (la madre de Pat), Chris Tucker como el “especial” Danny y Anupam Kher como el terapeuta Cliff Patel completan un elenco prolijo, que cuenta con diálogos ingeniosos, momentos emotivos y pases de comedia. Como buena comedia romántica que es a fin de cuentas, este filme trata de demostrar que encontrar el amor salva y redime. Pero va más allá: hasta estos muñecos de trapo descosidos tienen derecho a la felicidad. Si ellos pueden, hay esperanzas para todos.
Gente como uno David O. Russel es un meritorio director, ya nos había conmovido con "El Ganador" (The fighter, 2010) donde ofrecía la conflictiva relación entre dos hermanos, uno devenido en leyenda y arruinado por su adicción al crack y el menor como un campeón en carrera, que peleaba no solo arriba del cuadrilátero sino con los fantasmas de su hermano casi irrecuperable, también había una familia opresiva con una madre sofocante y siete hermanas insoportables, un pueblo exigente, y el amor de una chica que no se quedaba atrás en sus influencias sobre el boxeador. Pelear contra duros contrincantes, y hacerlo contra las vicisitudes cotidianas a veces es casi lo mismo. En cierto punto este realizador retoma algunos conceptos que parecen una constante en su cine, aquí Pat (Bradley Cooper) sale de una institución psiquiátrica para retornar a casa de sus padres (Robert de Niro estupendo, como hacía rato no lo veíamos, y la madre Jackie Weaver, que define más de una escena con su intensa y bella mirada), obsesivo quiere recuperar a su ex-mujer que lo engañó, y a cuyo amante, Pat molió a palos. Conocerá a Tiffany, chica "guarra" del barrio con otro cargamento personal de pálidas personales, y entre ellos se formará un vínculo extraño que permitirá "quizás" apreciar ese costado luminoso de la vida que suele estar en la vida de muchos en permanente oscuridad. En definitiva todo redondea una historia de amor, ni más ni menos. Si en el pasado la gente se conmovía con pelis que aún se recuerdan como "Angustia de un querer" (Love is a many splendored thing, 1955) o "Algo para recordar" (An Affair to Remember, 1957), y en los 90 funcionaba con "Sintonía de amor"(Sleepless in Seattle, 1993), hoy 2013 porqué no habría de funcionar con una historia como ésta..?? Párrafo aparte para Jennifer Lawrence (Tiffany), cada vez más actriz, cada vez más atractiva y absoluta, y con terrible afano de toda la peli.
Entre los locos nos entendemos Drama romántico sobre un grupo de personas que padecen todo tipo de locuras o desordenes de personalidad donde a través de elementos cotidianos como el baile o los deportes intentan sobrellevar sus distintos trastornos. Si bien la trama obtiene momentos realmente intensos, son los pequeños desatinos del final que terminan convirtiendo al desenlace de esta historia en algo sumamente superfluo y banal. "El lado luminoso de la vida" es una película de emociones fuerte donde cada personaje esta constantemente al borde de un ataque de furia o algo similar. Si bien el humor matiza las distintas escenas para darle un aire de naturalidad, asombra la intensidad con que cada actor interpreta a su personaje. Incluso, aunque haya un tono de "sólo los idénticos se entienden" es impecable como la sociedad se personifica en un ente opresor que los atormenta a cada uno de la manera más cruel posible. No obstante, es en 3/4 de película donde todo lo increíblemente construido se destruye completamente. Es la escena en la cual Tiffany irrumpe en la familia para unir su historia con la trama del conflicto padre e hijo donde a partir de este momento las distintas escenas empezarán a desarrollarse de la peor manera y el eje central de la película, las enfermedades mentales, se diluye por completo en una absurda doble apuesta que no resuelve nada ni aporta una conclusión convincente. La película pudo haber sido una gran obra, sin embargo cuando llega el momento de las apuestas fuertes donde casi todo se arriesga con el afán de crear un final excitante e imprevisible, la trama da un giro inesperado hacia la mediocridad cuando huye de sus compromisos para terminar otorgando un final de fantasía.
¡El amor es loco! Pocas veces en la historia del cine se logra entregar una comedia romántica verdaderamente trascendente y original, "El lado luminoso de la vida" forma parte de ese selecto grupo de películas relevantes. ¡Que acierto fue juntar al director/escritor David O. Russell ("El Ganador", "Tres Reyes") con la dupla Cooper-Lawrence! El guión es sencillamente genial y seguramente le dará batalla a las favoritas "Argo" y "Lincoln" en la categoría de "Mejor Guión Adaptado" en la próxima entrega de los Oscars. La novela del escritor Matthew Quick describe la historia de Pat (Bradley Cooper), un hombre joven con severos trastornos mentales que lucha contra su enfermedad y busca recuperar su antigua vida, reconciliarse con su ex mujer y volver al trabajo. Está muy concentrado en esa meta, pero su propia enfermedad y algunos acontecimientos que tendrán lugar en el camino le dificultarán la tarea que se ha propuesto. En el trayecto se cruzará con Tiffany (Jennifer Lawrence), una viuda prematura que quedó también media turuleca luego del deceso de su marido. Juntos se harán la vida imposible, se sanarán mutuamente, descubrirán el sentido de las segundas oportunidades y sumergirán al espectador en un mundo loco, loco, loco, del que será difícil escapar sin una gran sonrisa en la cara. A priori el guión no parece aportar nada muy nuevo, pero lo original e interesante se presenta en el tratamiento de ese guión y en las dinámicas que se proponen en el film. Los diálogos son hipnóticos, las interpretaciones son muy convincentes y el entorno familiar que rodea a la pareja protagonista está bastante trastornado también, lo que crea una cohesión disfuncional que funciona de maravilla. La edición es bastante vertiginosa, no pesada, pero logra trasmitir la locura de los protagonistas. Los géneros de comedia y drama se combinan de manera armoniosa, elegante, sin caer en la cursilería por el lado amoroso y sin ser ordinario en la parte humorística. "Silver Linings Playbook" es una comedia romántica que bien puestas tiene sus 8 nominaciones a los premios de la Academia. Ojalá logre superar los prejuicios del jurado para con este género en particular y pueda llevarse a casa varios premios. Su cast logró tener un representante en cada categoría interpretativa para los Oscars 2013, Cooper en protagonista masculino, Lawrence en protagonista femenina, De Niro como actor de reparto y Jacki Weaver como actriz de reparto. Ojalá alguno se lleve la estatuilla dorada porque la verdad están para hacerle frente a cualquiera de sus contrincantes. Una comedia imperdible que todo amante del buen cine debería tener en su videoteca, para disfrutar con pareja o amigos por igual. Aplausos para David O. Russell que desde el 2011 la viene rompiendo.
Historia de muy alto nivel fílmico Este filme ha sido calificado de comedia dramática, pero tiene más de drama que de comedia. Está basada en una novela de Mathew Quick. Los derechos de autor fueron adquiridos por el productor Harvey Weinstein y el cineasta Sydney Pollack, quien tenía previsto dirigirla. Tras el fallecimiento de Pollack, Weinstein encomendó la realización a David Russell (Tres reyes, El ganador ), quien de esta manera fue readmitido en Hollywood después de los conflictos con varios actores que lo marginaron de la industria del cine. ¿En qué consiste el "lado luminoso"? ¿Todos pueden acceder a ese estado o es patrimonio de unos pocos? ¿Cómo se manifiesta? Son preguntas que surgen de la visión de esta historia, que se desarrolla en Filadelfia y tiene como protagonista a Patrick (Pat) Solitano (Cooper), un joven que alterna la euforia con la depresión por padecer de un trastorno bipolar. El relato lo asume cuando sale de un hospital psiquiátrico, luego de ocho meses de internación por haber agredido brutalmente, en un rapto de ira, al amante de su esposa Nikki, un profesor de Historia del mismo colegio donde él presta servicios. Pat encontró a los amantes en la casa, mientras sonaba de fondo una canción de Stevie Wonder que ambos habían elegido para la boda. La justicia le impuso a Pat la prohibición de acercarse a Nikki. Pero a pesar de aquel trágico episodio, sus secuelas y la "restricción", Pat sigue enamorado de Nikki y busca empecinada e incansablemente la reconciliación. Y para lograrla, se propone demostrar a propios y extraños que se ha recuperado de su enfermedad. Al perder su casa, Pat se aloja en la de su padre, también llamado Pat (De Niro), un hombre obsesivo compulsivo que tiene restringida la entrada al estadio de Los Aguilas de Filadelfia, acaba de perder su trabajo y sufre de una ludopatía galopante. Además de ellos dos, en la casa también vive Dolores (Weaver), la madre, quien es una santa. En uno de sus habituales trotes por las calles del barrio donde reside, Pat conoce a Tiffany Maxwell (Lawrence), una joven viuda cuyo marido murió en un accidente, que acaba de ser despedida del trabajo por causa de su voracidad sexual y también procura encontrar una luz al fondo del callejón. O eso que se conoce como "el lado luminoso de la vida". Y aquí comienza el segmento central de esta historia plagada de incidentes, de marchas y contramarchas que ponen a prueba la enorme capacidad interpretativa de Bradley Cooper y Jennifer Lawrence, cuyas actuaciones producen una emoción casi tan profunda como la propia historia. Y algo similar se puede decir de Robert De Niro y Jackie Weaver. Como es habitual en el cine de Russell, el relato está organizado sobre la base de grandes momentos dramáticos, aunque sin perder por ello la continuidad narrativa. Algunos giros pueden resultar arbitrarios, pero son necesarios para la organización de la historia. Una historia de muy alto nivel fílmico, que el espectador inteligente no debería perderse. Para Russell, también autor del guión, la locura ya forma parte de la vida moderna, habla de las bondades del baile y la danza como terapia, y sugiere que el mejor medicamento para superar o aliviar ciertos trastornos psicológicos es el amor. No el libertinaje, sino el amor verdadero.
El tiempo hace poesía con los errores David O. Russell siempre ha sido un director interesante, que mantiene una línea aunque sus últimos trabajos puedan parecer versiones lavadas y más aptas para todo público de sus obsesiones de siempre. En sus películas los hombres son como niños y las mujeres son las que llevan adelante el relato, incluso en su trabajo previo que se metía con el mundo del boxeo y también compitió por el Oscar, y que en Argentina se conoció como “El ganador” (ay, duelen algunas traducciones de títulos, porque los protagonistas de los films de Russel suelen ser perdedores hermosos). En este caso no había muchas posibilidades de conservar el título original (algo así como “el libreto forrado de plateado”) por lo que habrá que aceptar la traducción buena onda (en México, por ejemplo se conoció como “Los juegos del destino”). La historia es la de un tipo que vuelve vencido a la casita de sus viejos, tras pasar ocho meses internado en un psiquiátrico por agredir al amante de su esposa. Su actitud positiva es más un manotazo de ahogado que una convicción, pero aún así encara el camino de la recuperación, pero un tropiezo (literal) con una vecina que también carga con sus demonios internos cambia todos sus planes. Más amontonados que juntos deberán encarar una improbable recuperación que no siga recetas de manual. La trama es un vehículo perfecto para el lucimiento de los actores, por sus diálogos filosos y veloces. Jenniffer Lawrence es seria candidata al Oscar a mejor actriz, pero todos los demás también se destacan (la película acumula 4 nominaciones para sus actores principales, entre los que se cuenta a un recuperado Robert De Niro, que vuelve a estar nominado después de mucho tiempo). El final edulcorado, convencional y previsible confirma el camino hacia la amabilidad emprendido últimamente por el director, que le permitió gozar de éxito y mayor difusión, pero que deja gusto a poco. A Rusell le va mejor el coqueteo con el lado oscuro y habrá que ver como sigue su carrera. El tiempo dirá.
CUANDO PAT CONOCIÓ A TIFFANY Pat acaba de salir de un instituto psiquiátrico en el que estuvo internado luego de casi matar a golpes al amante de su mujer, hecho que dejó en evidencia el trastorno bipolar que había padecido durante gran parte de su vida. Cuando Pat llega a su casa, es fácil comprender por qué su patología pasó tanto tiempo inadvertida. Padre con trastorno obsesivo compulsivo, que hace de cábalas y rituales una auténtica religión, fanático del fútbol americano con la entrada prohibida a los estadios, apostador empedernido. Hermano-modelo que no desperdicia oportunidad de avergonzarlo. Madre sufrida, que congrega a esa familia disfuncional con sonrisas y snacks caseros. En ese marco, Pat tiene una sola idea en la cabeza: aprovechar su nueva oportunidad, recrearse y ponerse en forma para recuperar a su ex esposa. Cree que podrá hacerlo solo, sin medicación y con una actitud positiva frente a la vida, pero no tardará en descubrir que determinadas cosas (como esa canción de su boda, que lo retrotrae el engaño sufrido) siguen provocándole desórdenes en su conducta. Entonces aparece la ayuda menos pensada. Justo cuando Pat intenta ser prolijo y controlado conoce a Tiffany, que viene de algunos problemas de depresión y no goza de la mejor reputación que digamos… es incorrecta, sincera, y no le importa la opinión que el mundo tiene sobre ella. Sobre todo, es la primera persona que lo ve realmente, con sus dificultades y sus potencialidades, sin juzgarlo. Lo desafía a abandonar las apariencias y a encontrar su propósito personal, más allá de intentar agradar al mundo. Lo insta a probar cosas nuevas, a mirar para adelante en vez de querer recuperar el pasado. Hasta aquí podríamos decir que no hay nada demasiado novedoso en una historia que incluye una amistad que devendrá en algo más, buenas dosis de baile y una escena en la cafetería que le rinde homenaje a la inolvidable Cuando Harry conoció a Sally (película a la que la relación entre los protagonistas remite en más de un aspecto). Pero El lado luminoso de la vida es bastante más que un drama romántico o un práctico manual de autoayuda. El film, que todo el tiempo gira en torno a personajes con problemas psicológicos -algunos más asumidos que otros-, tiene el tono justo: tensión y emotividad sin abusar del dramatismo, momentos realmente hilarantes que nunca caen en la parodia o el absurdo. Trabaja permanentemente con la miradas -miradas de vecinos, de curiosos, de padres, de amigos-, reflexionando sobre cómo los personajes se aíslan cuando el mundo los censura mientras que se integran y curan cuando el mundo los abraza y los acepta. Y la cámara del director se encarga de captar a quienes miran y cómo va modificándose su percepción en la medida en que redescubren su entorno y lo observan con otra actitud. La receta se completa con actuaciones impecables, en particular las de Bradley Cooper y Jennifer Lawrence que brillan con una química prodigiosa y Robert De Niro, que a esta altura ya no debiera sorprender a nadie, y que saca de la galera a un padre entrañable y exasperante a la vez, que busca honestamente acercarse a su hijo, aún desde dentro de su propia locura. Temas y situaciones conocidos, pero transitados desde lugares diferentes. Como su protagonista, el film se mantiene en positivo, sigue las buenas señales (las silver linings del título original) y es agradable como recuperar los domingos en familia.
Bailando nace el amor El director David O. Russell no pierde el tiempo y presenta contundentemente a su personaje central; en pocos minutos narra el momento que vive Pat, ocho meses después de casi haber matado al amante de su esposa y de haber sido internado para su tratamiento psiquiátrico. Presenta a su entorno familiar y a sus amigos más cercanos e introduce al otro personaje protagónico: Tiffany, joven, bella, viuda reciente, dispuesta a salir del duro trance en el que se encuentra sin reparar en detalles. Desde luego que en cuanto los protagonistas y el esquema argumental del filme están expuestos, pocas dudas le quedan al espectador sobre qué es lo que va a ocurrir en las sucesivas escenas o sobre el modo en el que va a culminar la historia. Pero estos son detalles a los que quienes gustan de las comedias están acostumbrados, y es cierto que, en este género, poco importa la falta de sorpresas si los diálogos son ingeniosos y si los actores interpretan satisfactoriamente a sus personajes. Estos requisitos se cumplen cabalmente en el filme de Russell y es en esos rubros en los que se anotan los principales aciertos de la producción. El director imprime un ritmo adecuado a la narración y el elenco aprovecha en profundidad las posibilidades de lucimiento que les ofrecen sus respectivos personajes. Sin embargo, el filme no logra superar el nivel de una comedia agradable y divertida para convertirse en una gran película, de esas que hacen historia; a pesar de que tanto las situaciones como los personajes permitían vislumbrar la posibilidad de un tratamiento original, el guión se desliza por senderos muy transitados y el espectador comienza a sentir que todo se va a acomodar dentro de esquemas conocidos. El desenlace confirma esas presunciones y tal vez sea lo más flojo de la propuesta. Sin embargo, es importante destacar que las dos horas de proyección transcurren sin tropiezos para el espectador y que algunos momentos resultan muy logrados. Y en cuanto a Jennifer Lawrence, si el Oscar parece demasiado premio para este trabajo, recuérdese que tal vez debió haberlo ganado hace dos años por su gran tarea en "Lazos de sangre".
Si alguno de ustedes sabe un poco de fútbol americano (si,el de las tackleadas), entenderá que lo de Playbook es referido al libro de jugadas preparado para este deporte. Aunado a eso, el cartel principal con el que la película es promocionado, hace referencia a ello. Pero aunque no entra en la trama principal, uno de los equipos, las Águilas de Filadelfia, es la gran pasión de la familia Solitano: Pat Sr. (Robert de Niro), Pat Jr (Bradley Cooper) y Dolores (Jackie Weaver). Pat Jr. está recluñdo en una institución mental tras sufrir la separación de su esposa, y conforme retoma la vida intentando volver a acercarse a ella demostrándole que ha cambiado y que no es en absoluto violento, conoce a Tiffany Maxwell (Jennifer Lawrence, el alma de la película), quien resulta conocer a su esposa y se convierte en su enlace a cambio de un pequeño favor: participar en un concurso de baile. SIn embargo, Tiffany también tiene sus propios problemas, y sin saberlo ni planearlo, ambos se convierten en excelentes confidentes y se ayudan el uno al otro a salir adelante y a ver "El lado luminoso de la vida". Ya con esta pequeña explicación de la trama, la mayoría de ustedes pensará que se trata de una comedia romántica americana típica. Aunque a decir verdad, tiene más momentos de drama que de comedia. Y sobre todo, queda ahí el detalle de ser un poco más allegada a quien ha padecido de un transtorno mental por la pérdida de un ser querido (especialmente depresión, pero también un poco de esquizofrenia), o ha conocido a alguien que haya atravesado por algo así. El guión, adaptado por David O Rusell, de la novela de Matthew Quick, se siente floja por momentos, teniendo su mejor soporte en los actores principales, que fueron reconocidos en el oscar y en varias premiaciones. Quizá lo más flojito es Jackie Weaver, quien sólo cumple en sus apariciones sin sobresalir, y la mejor sin duda es Jennifer Lawrence, que aunque muchos digan que el reciente oscar que ganó lo merecía más Emmanuelle Riva por la excelente Amour de Haneke, creo que Lawrence se lo lleva merecidamente pues era una dura competencia entre estas dos grandes actrices en enormes papeles que saben explotar al máximo. Cooper se queda opacado por su compañera de cuadro y De Niro, como ya sabemos, sin importar el papel que le pongan, siempre será cumplidor y talentoso. Pero como lo mencionamos, sigue siendo una típica película romántica americana, pues empieza con dos personas solitarias que atraviesan una serie de obstáculos y al final terminan juntos, aunque en esta ocasión, el camino que recorren es un poco más crudo y realista al ofrecer a dos personas desequilibradas mentalmente, sin llegar al exceso de una película pero si con el toque realista de una enfermedad que puede padecer nuestro mejor amigo o nuestro vecino y los esfuerzos por reintegrarse a una sociedad cada vez más fría que sólo juzga sin comprender (un buen ejemplo lo tenemos en la competencia de baile), pero siempre saliendo adelante por inspiración propia o por la fortaleza de la gente que nunca nos abandona, empezando por esa persona que nos enseña lo que es el amor.
Si esta peli esta en el blog, es porque es fresca, es lígera de ver y entretiene, Además, por De Niro que hace un muy buen papel. Pero yo me pregunto ¿de verdad esta película esta nominada al Oscar? La Academia con todo su status inquebrantable de “buen gusto” y “formas” ha nominado esta película, y todavía se digna a dejar afuera pelis basadas en comic, o películas que son “políticamente incorrectas” para darle paso a una peli que de correcta tiene poco, que su mensaje no aporta nada bueno y que además su tratamiento deja mucho que desear? Acá están todos un poco loquitos, si eso fuera el tema, iríamos bien. Pero no se hace un Mejor Imposible, con solo poner un loco y un final feliz. Hay que saber hacerlo. Ni es una comedia romántica novedosa porque los protagonistas tengan problemas serios si estos no son tratado mínimamente como se debe. El lado bueno de las cosas se llama. ¿cuál es el lado bueno? Cambiar una enfermedad por otra? El amor todo lo puede, si, va! Casi todo. Es necesario muchas veces contar con una mano amiga para salir adelante, para cortar un círculo vicioso, pero además hace falta voluntad, como podemos ver por ejemplo en Una mente brillante. El amor fue su sostén en momentos difíciles, pero nunca un fin. Ah, claro, me van a decir que esta es una comedia romántica, que el fin es el amor. Pues hubieran hecho algo parecido a Benny & Joon. Para colmo, el punto de arranque, la razón por la que el buen hombre colapsó, deja todo patas para arriba, el tipo es engañado, no solo engañado sino basureado, y resulta que es bipolar? por eso solo? Si, si, después explican que tuvo otros episodios, y de hecho, los vemos (como el del libro, una de las buenas escenas que tiene) pero ¿nadie se le ocurrió hacer un divorcio por infidelidad? la ex mujer esta sanísima? Para presentar una enfermedad tan compleja como la bipolaridad, deberían haberse puesto un poquito más las pilas. Esta mejor retratado el caso de De Niro que es secundario, que el del protagonista. Siguiendo con la trama y el desenlace (no, no es la canción de Drexler); no voy a andar diciendo que esto es una apología a la enfermedad (aunque un poco lo sea) porque el tema es más complejo, hay muchas malas acciones reflejadas en películas y no por eso son apología. Pero si están haciendo alarde que sacan lo bueno de las cosas, pues entonces, saquen lo bueno. Que un paciente bipolar, se cure recurriendo y reforzando el trastorno obsesivo complusivo de su padre, mmm, no sé ni si sea bueno, ni si es creíble, ni si no terminaran todos en la lona si siguen apostando. Ni hablar de vicios tales como el juego, porque es otro cuento, pero que acá toma forma de costado. Sin embargo, hay diálogos que están muy bien, por momentos la peli promete que realmente dará la cara, sacará las máscaras, pero no, al final, todos se juegan todo en un baile. Dirty Dancing es más convencional y más efectiva. No es porque si que haya nombrado tantas películas, y podría nombrar muchas más; es una forma de decir: “podes hablar de todo eso, sin hacer una mezcla que lo único que deja de bueno son partes sueltas, ingredientes separados, pero no el plato principal”. En fin... me quedo con las comedias huecas bien hechas que con las ínfulas de hacer algo distinto a como de lugar. Y de el lado bueno de las cosas, me quedo con esas escenas sueltas, las contestatarias, las que prometían otra película.
Publicada en la edición digital Nº 5 de la revista.
Publicada en la edición digital Nº 5 de la revista.
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El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Publicada en la edición digital #248 de la revista.
Tu amor, mi enfermedad Uno de los filmes con mayores nominaciones al Oscar (entre ellas, compite como mejor película) se ofrece por lo que no es. Tiene las características de una cinta independiente pero está producida por The Weinstein Company (fundadores de Miramax); su protagonista, Pat (Bradley Cooper), padece un severo trastorno bipolar y pretende, una vez dado de alta, recuperar a su esposa a costa de amasijar cualquier cosa que se cruce en su camino. Eso es Hollywood, claro. Entre sus mayores escollos está Pat padre (Robert De Niro, otra vez un estupendo pater familias), que usa a su hijo de cábala para sus apuestas, insinuando su propia locura (¿TOC?, ¿bipolaridad leve?) y que las vergüenzas domésticas se barren bajo la alfombra. En Silver Linings Playbook (título original) la vida es juego y la hipocresía (acaso lo más honesto del filme) salpica a todos por igual. Sólo si uno acepta al filme por lo que es (un simulacro de comedia independiente) podrá disfrutarse, y mucho. El gran acierto de El lado luminoso es la empatía entre Pat y su entorno. Para sus padres, Pat es la oveja negra que merece trato condescendiente, al borde de lo disciplinario (esto, claro, del lado de De Niro). Pero Pat no se asume como víctima. Quiere abandonar la medicación y quiere recuperar a su esposa, aunque para ello deba asociarse con Tiffany (Jennifer Lawrence), otra chica con problemas, otra oveja descarriada; un espejo en el que mejor no mirarse. Con personajes y situaciones entrañables, con buenos gags, El lado luminoso se arruina en un grand finale que no le corresponde y que, por otra parte, se adivina mejor que las apuestas del padre de Pat.
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