Esperanza de liberación. Una película con Anthony Hopkins como un médico con destrezas psíquicas que ayuda al FBI a atrapar a un homicida en serie nunca puede ser del todo mala, por más que esté un tanto encorsetada por clichés que se arrastran desde la época de Pecados Capitales (Seven, 1995), aquella obra maestra de David Fincher que derivó en una larga lista de exploitations símil policiales hardcore. Hoy el enlace está llevado al extremo: Hollywood adquirió el guión de En la Mente del Asesino (Solace, 2015) con la intención de que se convirtiese en la secuela del thriller protagonizado por Morgan Freeman y Brad Pitt, ante la negativa de Fincher el proyecto se transformó en una propuesta independiente, y para colmo -una vez finalizado el rodaje- el producto terminó un par de años en el freezer por cambio de manos entre los distribuidores norteamericanos, suspicacia y problemas financieros de por medio. Vaya uno a saber cuántas personas tocaron el texto a lo largo del tiempo, pero lo cierto es que los que quedaron en los créditos oficiales son Sean Bailey y Ted Griffin, responsables de una historia mediocre aunque simpática que toma prestados -además- elementos varios de La Zona Muerta (The Dead Zone, 1983), Sueños de un Asesino (In Dreams, 1999) y La Celda (The Cell, 2000). Como en tantos otras ocasiones en el pasado, el mayor placer que tiene para ofrecer el film se reduce a contemplar el desempeño del elenco y esperar que tal o cual actor gesticule “para la tribuna” en un papel hecho a su medida, que no requiere demasiado esfuerzo de su parte porque la experiencia previa lo facilita todo: más allá del insoslayable Hopkins, un verdadero genio en su arte, aquí también contamos con Jeffrey Dean Morgan, quien últimamente se reacomodó como un héroe imprevisto de la “clase B”. El catalizador es tan viejo como la mentira y en esencia nos presenta a los agentes del FBI Joe Merriweather (Morgan) y Katherine Cowles (Abbie Cornish) recurriendo a los servicios de John Clancy (Hopkins), ya retirado en función de la debacle personal que le trajo la muerte de su hija por leucemia. Los tres se embarcan en la cacería de un psicópata muy singular que asesina a pacientes terminales -o a aspirantes a serlo- de la manera más delicada, higiénica e indolora posible, mediante un instrumento punzante clavado en la base del cráneo. Por supuesto que Clancy se tiene que guardar para sí distintas visiones en torno a tragedias futuras de sus compañeros (para no generar más pánico del recomendable) y eventualmente descubre que la presa de turno es un colega clarividente (el tono del relato es severo y se centra en la dinámica de las muertes piadosas en pos de la liberación del dolor). Ubicándonos en el campo del cine de género contemporáneo y de cadencia un poco trash, la labor del encargado de llevar adelante la faena, el realizador brasileño Afonso Poyart, resulta correcta y bastante prolija, ya que consigue un registro dramático parejo entre los actores y no pasa vergüenza al tener que incluir el típico vendaval de escenas en 3D con situaciones congeladas y/ o desenlaces alternativos según las reacciones de los personajes, un refrito visual a la Matrix (The Matrix, 1999) pero ahora en “modalidad suspenso”. Indudablemente la película podría haber sido mucho mejor con un guión más aceitado y una carga menor de estereotipos, los cuales terminan neutralizando cualquier atisbo de profundidad en lo que atañe a la psicología de los protagonistas. En la Mente del Asesino se impone sólo como un placer culpable para aquellos que amamos los thrillers y nada más…
La ética del psicópata. Crítica a ‘En la mente del asesino’ Si el cine del siglo XXI puede ser reducido a una serie de mash ups de películas que ya hemos visto anteriormente, En la mente del asesino es el perfecto encuentro entre El silencio de los inocentes y El vidente, con impetuosas pretensiones de Hannibal la serie. En este film Anthony Hopkins interpreta a un colaborador del FBI retirado (John Clancy) quien posee el don de ver en el futuro. Pero rápidamente la capacidad especial de Clancy se vuelve una maldición cuando un asesino serial con el mismo don lo expone a las implicancias éticas que conlleva tener el poder de ver el futuro de las personas. La película tiene virtudes y vicios, lamentablemente lo segundo eclipsa a lo primero y no nos permite disfrutar de los ingenios activos en el programa narrativo, me refiero por supuesto al giro argumental del tercer acto, donde los tiempos se desdibujan confundiendo el futuro con el presente. Entre los vicios podemos encontrar a un viejísimo Anthony Hopkins poco adecuado para el rol pero muy atractivo en función de un star system nostálgico. Hopkins tarda en meterse en el personaje desde lo físico, después de todo hay persecuciones y tiroteos, momentos de poca verosimilitud teniendo en cuenta la edad. Tampoco ayuda la joven agente pasivo agresiva machona con complejo de electra en busca de una figura paterna. La crítica no es sobre la funcionalidad efectiva del personaje sino que está basado en un modelo muy estropeado por el uso, demasiado Clarice Starling. Los diálogos son muy sentimentales, constantemente refuerzan las vínculos personales, pero es todo muy explícito, no se encuentra lo material de lo íntimo, que es el conflicto. En la mente del asesino es un thriller que entretiene, convence por las razones equivocadas y propone un giro argumental creativo y arriesgado, pero aún así tiene gusto a insuficiente. Puntaje: 7
Entretenida y enigmática película para disfrutar de punta a punta. El arranque es muy bueno logrando inmediatamente captar la atención del espectador, la cual no decae durante toda la proyección pues la historia es (por fin!) muy...
Lo sospeché desde un principio No alcanza con Anthony Hopkins y Colin Farrell en un duelo psíquico, donde no estallan cabezas como en Scanners -1981- sino la rivalidad de dos clarividentes a los que el dolor ajeno ubicó en diferentes rumbos. El de la piedad por un lado y el del complejo de dios por el otro. De una parte y otra del mostrador, todos los de afuera son convidados de piedra, tanto la policía que no resuelve, mejor dicho el FBI enrolado en el agente Joe Merriweather –Jeffrey Dean Morgan- y su compañera experta en psicología criminal Katherine Cowles –Abbie Cornish-, tras la pista de un piadoso asesino serial. El único denominador común entre las víctimas es la preexistencia de una enfermedad terminal, a veces hasta indetectable por los propios facultativos, elemento sumamente extraño como para recurrir a los servicios del capo de todos los capos en el campo del psiquismo: Hannibal Lecter devenido John Clancy –Anthony Hopkins-. Si, damas y caballeros, otra vez Sir Anthony como asesor del FBI, el clarividente que la tiene clara y se anticipa a los hechos como nunca se ha visto en la historia del cine. Y no sólo el pasado, para creyentes hollywoodenses, sino por el mismo precio el futuro en todas sus posibilidades, algo que la puesta en escena en un acto de torpeza absoluta se encarga de subrayar al inundar la pantalla de acciones en simultáneo protagonizadas por los mismos actores. A ver si se entiende: Asesor psíquico ya retirado por pasado tortuoso se encamina a desenmascarar el objetivo oscuro de un asesino serial, quien apela a sus poderes psíquicos para encontrarse con él, sabiendo que el otro va a ir exactamente a donde deje la pista, porque por si no se entendió, los dos son psíquicos. Uno del lado oscuro y el otro del lado de la fuerza del orden. Entonces, eso. Nada más, un thriller farolero, abusivo, tedioso, pomposo, dirigido con los codos, pero que cuenta con Anthony Hopkins y Colin Farrell en un duelo, no actoral precisamente.
La muerte digna. A veces sucede que vemos películas que no se corresponden con el marco temporal en que son producidas, que dan la sensación de ser obras que en alguna época pasada hubieran ofrecido un golpe de efecto mucho más certero. Algo de eso sucede con En la Mente del Asesino (Solace, 2015). Los agentes del FBI Merriweather (Jeffrey Dean Morgan) y Cowles (Abbie Cornish) se encuentran tras la pista de un asesino en serie con un modus operandi sumamente particular, y para ello solicitan la ayuda de John Clancy (Anthony Hopkins), un psíquico que en el pasado ha sabido ayudar exitosamente a las fuerzas de la ley a resolver casos complicados. La trama sigue la típica estructura de los film criminales, donde cada víctima entrega una nueva pista sobre el asesino, al mismo tiempo que aquellos que persiguen dichas pistas comienzan a involucrarse más de lo debido, poniendo sus propias vidas en riesgo. Decimos que es un film que parece sacado de otra época, más precisamente de los 90, similar a Pecados Capitales (Seven, 1995) y El Coleccionista de Huesos (The Bone Collector, 1999), en particular por la forma de plasmar en pantalla la relación entre los detectives, los modos elusivos del asesino y la dosficicación de información que va dando forma al rompecabezas. Las referencias a Pecados Capitales no son para nada fortuitas. El guión de este film se había pensado incialmente como una continuación directa de aquella, pero ante la negativa del director de la película original, David Fincher, se optó por cortar -de la mejor manera posible- los nexos. Este es un film que estuvo dos años “cajoneado” en busca de un distribuidor que aún sigue esperando en Estados Unidos, su país de origen. Para los curiosos que noten algo fuera de lugar en el poster promocional de la película (bastante evidente), vale aclarar que estamos ante uno de los síntomas típicos de esas producciones que sufren contratiempos, reescrituras, problemas de distribución, etc. El giro novedoso que se le intenta dar desde la impronta “psíquica” es un arma de doble filo: por un lado busca aportar un poco de aire fresco al subgénero detectivesco, y por el otro las visiones propiamente dichas del psíquico terminan por adelantar demasiadas pistas referentes a la resolución del conflicto. No vamos a decir que espoilea el final pero va brindando, premonición tras premonición, una idea bastante clara de cómo podría decantar el final. Este poder permite al psíquico ver posibles resoluciones alternativas para diversos escenarios hipotéticos, pero el film por momentos abusa demasiado de ese recurso y se pierde un poco el factor sorpresa. El misterioso asesino, interpretado por Colin Farrell, tarda demasiado en hacer su aparición dentro del relato: sin duda la película podría haber aprovechado sus ricos intercambios con Clancy si hubiese contado con más escenas que los unan. En una segunda línea de lectura, el film de Afonso Poyart intenta poner sobre la mesa el dilema de la eutanasia y el derecho a una muerte digna, pero en pos de agregar una mayor cuota de dramatismo al relato, se pierde esa intención inicial de plantear un debate sobre el fin de la propia vida. En resumen, tenemos un film con un guión poco inspirado y una trama que dista de ser novedosa, cuyo mayor punto a favor radica en contar con buenos actores que saben hacer su oficio, pero a la vez se topan con una obra que no se anima a hacer algo distinto y se conforma con cumplir los mínimos requerimientos del género.
Pensada en un principio como secuela de la inolvidable Seven, En la mente del asesino pone nuevamente en escena a un criminal que mata en serie y deja una huella (en este caso, una marca en las nucas de las víctimas) a modo de enigma a descifrar. Están abocados al caso dos agentes del FBI, Joy (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine (Abbie Cornish), que ante la insistencia del primero convocan a John (Anthony Hopkins), un ex compañero que desde la pérdida de su hija y el abandono de su mujer vive recluído en el campo. John, ex doctor en la agencia, había resuelto en el pasado algunos crímenes apelando a sus dotes de clarividente. Alfonso Poyart plantea un policial en torno a la clásica persecución del asesino a través de las pistas que éste va sembrando, pero a la formula le suma elementos fantásticos (los "poderes" de John, quien no solo puede ver el futuro sino también el pasado). El director brasileño da demasiado por sentado la efectividad de esos métodos paranormales (solo Katherine expresa sus reservas), y así el trío llega a unas conclusiones algo forzadas producto de estas prácticas. Las extrañas alucinaciones del veterano médico (flashbacks y flashfowards) resultan un patchwork visual más para el lucimiento del montajista que para un verdadero aporte a la trama. Misma ostentación le cabe a la música cuando el film coquetea con el melodrama Zorro viejo habituado a las historias de intrigas, Hopkins se mueve como pez en el agua, mientras que la pareja Morgan-Cornish también está correcta en su rol. Pero el afiche de la película muestra también a Colin Farrell. ¿Y el actor irlandés? Aparece bien avanzado el metraje, en circunstancias que no conviene adelantar, aunque su presencia parece un mero aderezo ganchero. Afortunadamente, Seven quedó impoluta de esta desafortunada continuación.
Hechizo del tiempo El film de Afonso Poyart supera una premisa ridícula a fuerza de su creencia en el poder del relato y grandes actuaciones de Anthony Hopkins y Collin Farrell. Una buena historia no hace una buena película, pero allana gran parte del camino. En la mente del asesino pertenece, en cambio, a ese grupo minoritario de films con historias ridículas y totalmente inverosímiles que, a fuerza de seguridad narrativa, termina redondeándose en un producto más que atendible. Dirigido por un tal Afonso (así, sin L después de la A) Poyart, el film comienza con un whodunit clásico: una serie de asesinatos sin conexiones aparentes recae en dos agentes del FBI (Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish) que, ante la imposibilidad de avanzar con la investigación, recurren a un médico retirado (Anthony Hopkins) después de la muerte de su hija a causa de una leucemia y cuyo principal talento es, a grosso modo, la posibilidad ver el pasado y el futuro de cada una de las personas a su alrededor. A medida que el trío hile las distintas puntas de la causa y descubra un patrón detrás de los crímenes que los conduzca a un sospechoso con los mismos poderes que el personaje de Hopkins, el film dejará de lado su vertiente policial más cercana a Pecados capitales para convertirse en un thriller con el tiempo, sus cruces y la viabilidad de alterarlo como protagonistas que remite desde Minority Report y Terminator hasta Deja vú. Leído así suena a gran cocoliche y por momentos lo es, pero Poyart hace algo que pocos: cree en lo que cuenta, va a fondo con su propuesta, se toma en serio lo que cuenta sin que esto implique solemnidad o pompa. Por momentos impredecible pero siempre efectiva, En la mente del asesino tiene además a una dupla actoral en su punto justo, con el circunspecto Hopkins hace la gran Barcelona simplificando lo que a priori era complejo y Colin Farrell luciendo felizmente contenido en un rol que se prestaba para el desborde. El resultado es, entonces, un film dirigido por un realizador que quiso mezclar a Fincher, Spielberg y Cameron, pero le salió una de Tony Scott. Y eso, al menos en este caso, está bien
El hombre que veía el futuro La capacidad de ver el futuro en los relatos cinematográficos esconde otra idea aún más interesante detrás: el anhelo del ser humano por controlar el tiempo. Desde Volver al futuro (Back to the future, 1985) el cine muestra al hombre ejerciendo el control del tiempo para modificar su destino, mientras que En la mente del asesino (Solace, 2015), utiliza tal premisa mediante el policial de estructura clásica. La historia empieza en la escena del crimen, con un movimiento de cámara virtuoso –no será el único- que “sale” del ojo de la víctima. En ese movimiento se plantea el misterio en torno a los asesinatos: tratar de comprender la mente del asesino. ¿Por qué mata? ¿Qué tienen en común las víctimas? Preguntas que resolverá el agente Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan) junto a su colega Katherine Cowles (Abbie Cornish), y con la fundamental ayuda del policía retirado y con poder para ver el futuro John Clancy (Anthony Hopkins). En la mente del asesino es de esas películas que por la cuestión novedosa –anclada en su premisa- se diferencia del resto de los policiales de “policía atrapa al asesino”. Si se analiza la estructura del film no es más que la historia del héroe retirado (el personaje de Hopkins) vuelto al ruedo para resolver el enigma que sólo él puede solucionar para así atrapar al villano Charles Ambrose (Colin Farrell), antagonista del film que cuenta con el mismo poder usado para hacer el mal. En el proceso John también busca la redención, subsanando una herida de su pasado asociada a su fallecida hija. Lo interesante de la película es el dilema ético moral que la premisa dispara: ¿está mal matar si es para evitar el sufrimiento del otro? Ya no se trata de evitar a muerte sino el dolor que la muerte puede ocasionar. Cuestión que le da un aire existencial a la película, reforzada con virtuosos movimientos de cámara que cambia de puntos de vista utilizando estéticos flashbacks y flashforwards para graficar las “visiones” del protagonista. El tema ya fue visto desde otra óptica en Minority Report (2002) o Looper-Asesinos del futuro (Looper, 2012): Ver el futuro para anticiparse al acto delictivo y poder salvar al otro adquiere dimensiones bíblicas (jugar a ser Dios en el decidir si matar o dejar vivir a un tercero) con estéticas imágenes que lo afirman. Por ejemplo la visión donde la pose en cruz del villano lo ubica en el rol de mártir, aunque su color rojo lo condena negativamente. Se mezcla entonces lo predestinado, lo bíblico y lo psicológico, en un relato de buenos y malos donde prima la lógica deductiva para atrapar al enigmático asesino. El film dirigido Afonso Poyart y escrito por Sean Bailey y Ted Griffin, se conforma con eso, con proponer el dilema aunque sin nunca resolverlo o asumir una postura al respecto en una película que será recordada en el tiempo –valga la redundancia- por su atractiva premisa.
Ética de un asesino Afonso Poyart es un realizador brasilero con poca experiencia dentro del mundo del cine habiendo sido su ópera prima la película titulada 2 Coelhos, estrenada en 2012 en las tierras cariocas y la cual no ha sabido trascender sus propias fronteras para llegar al resto del mundo. Tal vez este caso es el que más llama la atención al tomar en cuenta que Poyart consigue con su nueva producción En la mente del asesino (Solace) incursionar en Hollywood y ni más ni menos que con un elenco que incluye entre otros al gran Anthony Hopkins. El nuevo film de Poyart hace bien en recurrir a ciertas caras reconocidas, dado que aunque su historia es interesante, carece del suficiente peso argumental para mantenerse por sí sola sino hasta la última media hora de metraje. Es que el guion cuenta con ciertas fisuras en su estructura que debilitan su narración rápidamente y las cuales no se ven solventadas hasta el giro de carácter psicológico que se produce con la entrada del personaje de Colin Farrell quien se presenta en esta ocasión como el integrante más sólido dentro del elenco, lo cual es una gran sorpresa y sirve de punto de gran inflexión en la historia. Unos de los aspectos más interesantes, pero no necesariamente buenos, son los ¨experimentos¨ de montaje que sufre la película intentando canalizar de alguna manera más cautivante las visiones que sufre el personaje de Hopkins a causa de la incursión del personaje de Farrell. Este punto es de esperarse sabiendo que en su ópera prima el realizador brasileño supo dotar a la misma de una estética que por momentos se volvería muy interesante. Aun así se puede apreciar cierta mezquindad de recursos para con estos ¨clips¨ de montaje que terminan generando una imagen menos profesional de lo pretendido. En la mente del asesino es un policial que no sobresale de la media, pero aun así sabe sumarse unos puntos con un buen giro de trama que consigue madurar la narración y conseguir finalmente con esto, un buen thriller.
Después de ver a Colin Farrell fallar con “True Detective” lo vemos ahora como un asesino serial que siempre está un paso adelante del FBI y hay que pararlo de alguna manera. Jeffrey Dean Morgan (“Watchmen”) y Abbie Cornish (“Somersault”) son los detectives del FBI que no pueden pararlo y haría cualquier cosas para hacerlo. Aunque eso signifique tener que molestar a un viejo amigo de la casa, que luego de la muerte de su hija decidió retirarse.
Anthony Hopkins se enfrenta a Colin Farrell, un asesino serial con un polémico sentido de la ética, en un duelo de mentalistas que pone en riesgo la vida de muchas personas. De la mano del cineasta Afonso Poyart, llega este thiller paranormal donde una pareja de agentes del FBI, interpretados por Jeffrey Dean Morgan como Joe Merriwether y Abbie Cornish en el papel de Katherine Cowles, van tras la pista de un asesino serial que deja crípticos mensajes en una ola de homicidios donde pareciera que no hay conexión alguna entre las víctimas. Ante esta situación deciden recurrir a la ayuda de un colaborador retirado del FBI, el Dr. John Clancy (Anthony Hopkins), quien posee habilidades cognitivas para predecir el futuro y observar rastros del pasado. La estructura de la narrativa es llevada adelante por la clásica rivalidad de intelectos: John Clancy debe enfrentarse a su némesis Charles Ambrose (Colin Farrell), quien lleva la delantera gracias a sus dotes paranormales, plantando pistas falsas y sabiendo exactamente como se comportarán sus perseguidores. Y es aquí donde está el mayor error estructurar del guión: el hecho de enfrentarse a un enemigo que todo lo sabe vuelve la trama totalmente predecible, la cual a la hora de tomar decisiones argumentales se encuentra siempre con lugares comunes y recursos burdos para lograr un clima inexistente. Si bien las motivaciones del antagonista encuentran un punto moralista interesante en el desarrollo de la película, al poner en tela de juicio la delgada línea entre el bien y el mal, el tridente de protagonista peca de falta de química. Personajes estereotipados, con falta de desarrollo y sin matices, no consiguen que el espectador se sienta identificado con sus motivaciones, donde ni siquiera la presencia de Hopkins –quien con poco consigue ser lo mejor del film- logra salvar la labor actoral. El suspenso no encontrado por Poyart parece ser compensando con un abuso de efectos audiovisuales, que mucho hace acordar a los jump scares del género de terror, lo que posiciona al film en un lugar genérico en una industria que parece ir cada vez más a lo seguro. Hitchcock entendía esto como correr a cubierto ante la imposibilidad de explotar una nueva beta cinematográfica. Directores que subestiman a los espectadores y entregan productos faltos de espíritu ya es moneda corriente. En la mente del asesino se encuentra en esta categoría.
Cómo ir desinflándose de a poco Entre los noventa y principios del nuevo milenio, luego del suceso de El silencio de los inocentes, se fueron acumulando varias películas centradas en asesinos seriales, de las cuales la más recordada -por lejos- terminó siendo Pecados capitales (1995), aunque también hayan quedado en el recuerdo films como Besos que matan (1997), La celda (2000), El coleccionista de huesos (1999) y Desde el infierno (2001), todas ellas tratando de encontrar la vuelta de tuerca que las distinguiera. Aunque Hollywood luego aflojó un poco con la pulsión por inventar historias de homicidas sofisticados, nunca dejó de tener en cuenta un poco el asunto, y ahí tenemos films como Mr. Brooks (2007), Zodíaco (2007), La chica del dragón tatuado (2011) y hasta toda la saga de El juego del miedo. Si se atravesó el Hollywood de los últimos veinte años -como quien escribe-, En la mente del asesino es en buena medida un viaje en el tiempo, yendo por lo menos una década atrás. Más aún si tenemos en cuenta que la película fue pensada inicialmente como una secuela de Pecados capitales -aunque la idea fue rechazada por el director David Fincher-, que tuvo un desarrollo problemático -iba a ser en principio protagonizada por Bruce Willis y dirigida por Shekhar Kapur- y que estaba lista para estrenarse hace dos años, aunque inconvenientes e indecisiones por parte de los estudios llevaron al retraso de su lanzamiento. Lo cierto es que de por sí no estaría mal retomar el tópico del asesino serial, por más que esté un poco gastado y hasta demodé. De hecho, el film plantea una premisa un poco disparatada pero aún así interesante, centrándose en John Clancy (Anthony Hopkins), un psíquico con poderes para ver sucesos del pasado y el futuro, que está retirado pero que retorna a su antigua labor, ayudando al FBI a atrapar a un asesino serial (Colin Farrell) cuyos pulcros métodos irán dejando claro que sus objetivos de fondo están mucho más cercanos a lo piadoso que al regodeo en la matanza. Para colmo, el antagonista en cuestión se irá revelando como alguien con las mismas habilidades psíquicas de Clancy, pero mucho más desarrolladas. El desafío que tenía el director Afonso Poyart pasaba por encontrar el tono justo para hacer fluir el relato, lo cual no era una tarea tan simple. En primera instancia, el film se hace cargo rápidamente de lo bizarro de su planteo, incorporando el don del protagonista a la trama sin dar demasiadas explicaciones, lo cual es positivo, porque establece rápidamente un pacto con el espectador -algo así como “esto es lo que voy a contar, si te parece muy inverosímil que un tipo pueda tener poderes psíquicos, mejor mirá otra cosa”-. Los problemas empiezan a surgir cuando frente a la posible sobriedad que merecía una historia sobre la confrontación de dos profesionales de lo mental, el choque de éticas respecto a la muerte, las formas de partir, lo afectivo y la memoria -que incluso llevan a que la película sea durante unos cuantos pasajes un drama hecho y derecho-, el realizador elija hacer avanzar la trama con una multitud de jueguitos y trucos audiovisuales que distraen absolutamente de lo que se debe narrar. De ahí que En la mente del asesino pierda demasiado de vista lo verdaderamente importante, que son los personajes. Cada uno tiene su subtrama, su conflicto particular, su hecho pasado o presente que lo condiciona, pero ninguno tiene el desarrollo apropiado, con lo que intérpretes ciertamente capacitados como Farrell, Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish quedan relegados, sin ser aprovechados en todo su potencial. Lo de Hopkins es cuando menos extraño: su performance cuasi inexpresiva genera la duda de si es buscada -en el sentido de expresar las dificultades para comunicarse de Clancy- o si es consecuencia de su escaso compromiso con lo que se está narrando. Para colmo, la resolución al enfrentamiento entre las fuerzas antagónicas -clave en este tipo de films- es todo lo mala que puede ser: arbitraria, apresurada, incoherente para con los personajes -especialmente para el de Farrell-, facilista y hasta confusa. Había varias formas de arribar a un final, y la película elige la peor. En la mente del asesino amaga con ser una actualización interesante de muchos tópicos del subgénero serial killer y hasta tiene un par de momentos atractivos, pero se desinfla muy rápido y queda reducida a un conjunto de obviedades.
Publicada en edición impresa.
Anthony Hopkins es reclutado nuevamente para detener a un asesino serial, pero esta vez no se come a ningún policía en el camino. En la mente del asesino es una producción que fue concebida originalmente a fines de los años ´90 como la continuación de Pecados Capitales. Sin embargo, el director David Fincher rechazó el proyecto ya que le parecía una idea estúpida que el detective Somerset, interpretado por Morgan Freeman, en la secuela adquiriera de la nada poderes psíquicos. El guión fue archivado durante mucho tiempo y hace poco la compañía New Line decidió reescribir el argumento para desarrollar una historia diferente. La película tiene un conflicto interesante por las motivaciones personales del asesino y probablemente hubiera resultado un thriller muy superior si se evitaban los elementos sobrenaturales y la dirección quedaba a cargo de un cineasta más competente para este género. El film representa el debut hollywoodense del cineasta brasileño Alfonso Poyart, quien debutó en el 2012 con la historia de acción, 2 conejos, que estaba profundamente influenciada por el cine de Guy Ritchie. En este caso cambió su estilo narrativo por el recurso de la cámara en mano que arruinó algunas secuencias de acción, ya que resulta confuso lo que ocurre frente a la pantalla. Creo que en la mente del asesino podría haber sido más atractiva si los guionistas descartaban los elementos sobrenaturales. En varias ocasiones las incógnitas que presenta la trama son resueltas con las soluciones mágicas que ofrecen los poderes del personaje de Hopkins y la película se podría haber beneficiado con un enfoque más realista. Inclusive en la serie de televisión Medium se trabajó mejor en el tema de los detectives psíquicos sin tanto cliché hollywoodense. No obstante es justo mencionar también que esta producción dentro de todo se hace llevadera por las interpretaciones de Hopkins, Jeffrey Dean Morgan y Colin Farrell. En la mente del asesino no es un gran policial pero se puede tener en cuenta como una segunda opción si no encontraste entradas para la película que realmente deseabas ver.
Un vidente retirado del mundo luego de la muerte de su hija, retorna a la actividad del FBI para atrapar a un asesino serial que es un hombre que parece saberlo todo. Vuelta de tuerca de un argumento que entretiene
En la mente del Asesino, nos lleva a la ciudad de Atlanta, donde el agente Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan), junto a su compañera Katherine Cowles (Abbie Cornish), buscan la ayuda del Dr. John Clancy (Anthony Hopkins) para detener a un asesino en serie extremadamente meticuloso y sádico. Clancy, retirado después de una trágica pérdida familiar, vuelve un poco debido a la amistad que lo une con Joe, pero al mismo tiempo intrigado por el caso. La película, fue originalmente pensada como una secuela de Pecados Capitales (Se7en), que se titularía Ei8ht, y el personaje de Anthony Hopkins fue pensado para que lo representara Morgan Freeman y su extraordinario Somerset. Gracias dios Fincher no estuvo de acuerdo, y la película se desarrolla como una historia independiente, ya que de haber pasado esto, las características del personaje de Hopkins hubieran destrozado nuestro recuerdo del detective compañero de Brad Pitt. Lo que mas ruido hace es que parece constantemente imitar a películas como la ya nombrada Pecados Capitales, El Silencio de los Inocentes, la desconocida Resurrección, etc., pero el director no llega al nivel de la gente que dirigió esas películas (Fincher, Mulcahy, Demme) y queda corto. En ese intento, no tiene estilo propio, que fue lo que diferencio a esas obras, y de esa manera lograron marcar al género. Creo sinceramente que si no fuera por el reparto, la película seria no solo una más del montón, sino que inclusive, hasta se la podría considerar clase B. Con todos los condimentos que este genero necesita, un asesino inteligente, un detective igual, crímenes sádicos, escenas del crimen sórdidas, motivos retorcidos, pistas crípticas y un ritmo veloz, este Thriller cumple por poco con lo prometido sin brillar, y logra entretenernos, pero la olvidamos al rato de haberla visto.
Con lo justo y necesario Lo que en su momento comenzó siendo la secuela de “Se7en” (1995), obra maestra de David Fincher, recorrió distintas productoras y cambios de guionista a lo largo de estos últimos años, para finalmente recaer en el novel director brasileño Afonso Poyart. Que si bien toma las nociones básicas del thriller psicológico policial para realizar un correcto debut Hollywoodense, cuenta con un handycap importante al contar con Anthony Hopkins y Collin Farrell entre sus dirigidos. Aunque el producto final no pase de ser una película del montón. Joe Merriwather (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine Cowles (Abbie Cornish) son dos agentes del FBI envueltos en la búsqueda de un asesino serial (Farrell) capaz de matar de forma indolora introduciendo un punzón en la base del cráneo de sus víctimas. Este extraño método y las crípticas pistas dejadas adrede en cada escena del crimen, demuestran que este psicópata piadoso es demasiado hábil para ser atrapado con una investigación convencional. Es así que los agentes recurren a John Clancy (Hopkins), un médico retirado con habilidades psíquicas para poder adelantarse a los siguientes crímenes antes que sucedan. Dentro de la vorágine de visiones y clarividencias, Clancy no tardará en descubrir que el asesino también puede ver el futuro y que gracias a eso elige entre sus víctimas a pacientes terminales como forma de evitarles el sufrimiento. Lo que desencadenará una lucha de egos entre ambos psíquicos, con el condimento de poner en juego el dilema ético de aceptar la eutanasia como solución al dolor o enfrentar el destino sea cual fuere. Solace (2015) Sin ser una maravilla, “En la Mente del Asesino” transita con facilidad momentos de acción a base de escenas en cámara lenta muy bien logradas, a disminuir el ritmo con secuencias más introspectivas, centradas en el pasado (y futuro) de cada personaje y sus motivaciones. De todas formas la historia funciona siempre y cuando se tome como verosímil que una investigación policial se guie casi exclusivamente en la habilidad de predecir el futuro. Y eso es algo que a pesar de los clichés del género, el film se toma completamente en serio sin que esto signifique tener que plantear una batalla entre escépticos y creyentes. Aunque a veces el guion se exceda un poco en los límites de este superpoder para hacer avanzar la trama. Anthony Hopkins y Collin Farrell son claramente las figuras principales que le dan un pequeño atractivo adicional a la película, pero no es que haya mucho que destacar sobre sus interpretaciones, o las del elenco en general. En realidad es más el estilo visual elegido por Poyart, en una mezcla entre alucinógeno y noire, lo que hace que un argumento algo limitado genere un poco más de interés del que debería. Dentro de sus limitaciones, no llega a ser del todo condenable por ser un debut con presupuesto acotado. Aunque quizás sea más la decepción de intentar verla por la presencia de Hopkins y Farrell en el afiche y encontrarse con que la película no supera el aceptable. En la Mente del Asesino resulta una película para ver un Domingo lluvioso por cable y sin muchas más pretensiones.
El desconocido realizador brasileño Afonso Poyat (“2 Coelhos”) dirige este film con una historia menor (cosa que uno no espera de antemano y con semejante elenco) pero que termina teniendo sentido y, por tanto, sorprendiendo. Estamos ante un thriller policial y de suspenso en el que un par de agentes especiales del FBI, Joe Merriwether (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine Cowles (Abbie Cornish), se encuentran investigando una serie de asesinatos sin explicación aparente y con un modus operandi bastante particular. Quedan desconcertados. Y por este motivo, acuden a un antiguo colega del bureau: el Dr. John Clancy (Anthony Hopkins), un médico y analista civil retirado que abandonó su profesión y se excluyó del mundo tras la muerte de su hija Emma (Autumn Dial). Este hombre, que al comienzo no quiere saber nada con el caso, tiene ciertas habilidades psíquicas que le permiten ver el pasado y el futuro de las personas con las que tiene contacto. Sin embargo, cuando ve unas imágenes terribles y cruentas de la escéptica compañera de Joe, cambia de parecer. Es gracias a sus excepcionales poderes intuitivos que el trío descubre la conexión entre las muertes y da con el principal sospechoso, quien tiene las mismas habilidades que el personaje de Hopkins, pero mejores, lo cual le permite anticiparse a todo lo que va a suceder. Charles Ambrose (un correcto Colin Farrell) es un asesino con una “misión” relacionada con el título original de la película: el consuelo de las personas. El planteo ético y moral lo dejo para otra ocasión para no revelar nada. Si bien el arranque no es el mejor y la narración/edición resulta un poco desordenada, lo que nos lleva a pensar que posiblemente estemos ante un completo fiasco, el giro en la trama y las buenas interpretaciones del cuarteto protagónico, salvan definitivamente a esta producción que combina elementos de criminalística con aspectos sobrenaturales y paranormales (algo así como un mix entre “Criminal Minds” y “The Mentalist”). Lástima que tiene algunos aspectos técnicos flojos en algunas secuencias: zooms exagerados y tomas con cámara en mano que inquietan.
Un guión que nació como una secuela de Se7en: Pecados Capitales, pasó por muchas rescrituras y terminó convirtiéndose en un duelo mental entre Anthony Hopkins y Colin Farrell que deja víctimas en el camino (y en las butacas) en la primera película en inglés del brasilero Afonso Poyart. Varios asesinatos con el mismo modus operandi tienen desorientados a los investigadores del FBI. Joe (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine (Abbie Cornish) recurren a un viejo que vive en una casa alejada de todo. Éste es John (Anthony Hopkins), un antiguo amigo y colega de Joe que lo ayudó en el pasado en varias operaciones del FBI usando unas extrañas “habilidades” que podrían considerarse visiones, o intuiciones. El caso le interesa lo suficiente como para salir del retiro y volver a incorporarse en las investigaciones y poder proporcionar algún tipo de ayuda al caso (aunque, una vez conocido el alcance de sus habilidades más a fondo, uno se pregunta cómo no lo contrataron full time para resolver todos los casos de todos los departamentos, pero bueno). La película es un “greatest hits” de elementos utilizados en otras películas del género como Se7en de David Fincher, The Dead Zone de David Cronenberg, o incluso otras no tan buenas como Next, de Lee Tamahori con Nicolas Cage estrenada hace algunos años. La incorporación de un elemento sobrenatural la aleja de lo que podría considerarse un policial común y corriente, pero más que generar intriga y potenciales situaciones originales, confunde. La torpe dirección de Afonso Poyart, tampoco ayuda: estilos musicales tan diferentes que desconcentran, una edición inentendible para las pocas escenas de acción y un movimiento constante de la cámara que parece manejada por camarógrafos que no soportan el peso de los equipos. Los únicos momentos que tienen algo visualmente interesante son aquellos donde se muestran las “visiones” (a futuro, o a pasado, o eventos alternativos), que en general son apenas fragmentos de escenas finales de la película, pero otras tienen una naturaleza surrealista que son muy efectivas. Lo que podría haber sido un thriller de suspenso que toca temas más profundos sobre la existencia y la muerte termina sin convencer, especialmente porque las piezas que inicialmente se presentan para resolver el rompecabezas no tienen las formas bien definidas para que nosotros podamos armarlo, ya que los poderes sobrenaturales que tiene el personaje de Anthony Hopkins no están bien establecidos: ¿cuál es su alcance y cuáles son sus limitaciones? ¿ve la historia completa de una persona o un objeto, o solo un fragmento? ¿Puede ver infinitas posibilidades a la vez como se muestra en varios momentos?. Estas reglas no establecidas de un elemento esencial para la trama nunca son exploradas y, como resultado, lo que termina sucediendo es que uno pierda el interés. Ni siquiera hay suficiente de Colin Farrell para que haga algo memorable en la pantalla. En La Mente del Asesino (“Solace” en su título original) intenta ser algo más que un misterio de asesinos seriales y explora ideas sobre la muerte, las enfermedades y el sufrimiento, pero lo hace en el contexto de un policial pobre, sin grandes momentos de suspenso ni resoluciones satisfactorias, envuelto en una maraña de elementos sobrenaturales que no potencia la historia ni los personajes. Por suerte, Anthony Hopkins parece hacer maravillas con cualquier cosa que le dan para actuar, y es sin dudas lo mejor de la película.
Los agentes Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine Cowles (Abbie Cornish) están ante lo que parece el caso de un asesino en serie. Desconcertados y sin pistas, Joe decide recurrir a su viejo amigo, John Clancy (Antony Hopkins), un psíquico que antiguamente colaboraba con la policía pero decidió retirarse. Ahora los tres deberán encontrar a alguien que parece estar por sobre los poderes del propio John. Película extraña si las hay la que nos toca comentar hoy, y no precisamente porque su trama sea demasiado complicada o por grandes giros de guión, sino por el desfile de actores que hay en el film; con personajes desapareciendo para no volver y otros entrando con la historia ya avanzada. Lo primero que salta a la vista a la hora de ver En la Mente del Asesino es que hubo algunos problemas de producción, y sólo por eso es comprensible como, el que suponemos que es el protagonista, se va a mitad del film, y el villano aparece recién ahí, como si no hubiera suficiente presupuesto para tener a los actores todo el metraje, y resolvieron las cosas sobre la marcha. Pero hablando únicamente de la película en sí, estamos ante el clásico policial del gato y el ratón, con el criminal siempre un paso más adelante que los investigadores; solamente que esta vez no es porque es más inteligente que sus perseguidores; sino porque tiene el mismo don que el asistente de estos. A no confundir, no estamos ante una especie de Next (aquella película antes de que Nicolas Cage empiece su caída libre), sino una más de un asesino y policías con la variante de la presencia de gente con poderes sensoriales en el argumento. En la Mente del Asesino Es una lástima que los guionistas Sean Bailey y Ted Griffin no decidieran jugar más con el factor sobrenatural de dos de los personajes, usándolo sólo en contadas ocasiones como excusa para hacer avanzar a la trama; dando como resultado una película que en el conjunto general, no destaca por sobre la media de “otra de asesinatos”. Para quienes busquen grandes actuaciones, lamentablemente no las vamos a tener. Si bien todos cumplen bien sus roles, en especial Colin Farrell haciendo de psicópata, ninguno destaca sobre la media, y por eso mismo se siente necesaria más presencia suya en la historia. Incluso hasta el propio Anthony Hopkins está en la nebulosa de mediocridad que tiene todo el film, cuando podrían haber explotado bastante más su rol de experimentado en estos asuntos. En la Mente del Asesino dista bastante de ser una mala película, pero ante su casi nula innovación en el género que se mueve, se termina quedando en un producto de consumir y olvidar al poco tiempo; pese a tener un elenco con talento y caras conocidas y alguna que otra buena idea. Lo dicho, para ver y a la semana ya no recordar el nombre de los personajes.
Un agente del FBI recluta a un ex colaborador que tiene el don de la clarividencia para encontrar a un asesino serial. Anthony Hopkins vuelve al ruedo en un film que atrapa e inquieta. Un asesino serial anda suelto y una investigación policial se pone en marcha para atraparlo es esta "búsqueda implacable" que propone el realizador brasileño Afonso Poyart en medio de premoniciones e innegables influencias de títulos como El silencio de los inocentes, La Premonición y Pecados Capitales. Anthony Hopkins regresa a la pantalla en su doble rol de protagonista y también de productor ejecutivo, como John Clancy, un colaborador del FBI retirado que ha sufrido su propia tragedia familiar. Gracias a su don de la clarividencia, es nuevamente tentado por el agente Joe -Jeffrey Dean Morgan- para colaborar en un caso que deja un reguero de sangre. En el equipo está además la agente Katherine -Abbie Cornish-, en un papel que recuerda a la Clarice que encarnaba Jodie Foster en el film de Jonathan Demme. El guión de Sean Bailey y Ted Griffin ofrece múltiples vueltas de tuerca que son bien aprovechadas por el director en este relato que resulta entretenido y coloca los temas de la ética, la muerte y el consuelo -al que se refiere el título original Solace- como centro de la acción. Acá el perseguidor se encontrará con varias sorpresas y enfrentará sus propios fantasmas mientras la capacidad especial de Clancy se volverá una verdadera maldición cuando se tope con el criminal de turno -Colin Farell-. Los inserts de imágenes inconexas brindan información al espectador e irán completando un rompecabezas en esta película que utiliza además el recurso del flashforward y algunos artilugios visuales -como bala en "cámara lenta"- que la acercan, por momentos, a un relato de ciencia-ficción. El incesante juego del "gato y el ratón" encuentra buenos momentos y, si bien la historia está sobrecargada de detalles, acomoda sus piezas de acuerdo a las exigencias y clichés del thriller para inquietar al espectador. La sola presencia de Hopkins en la pantalla ya sirve como excusa para salir corriendo al cine.
También llega a los cines En la mente del asesino que nos presenta a Anthony Hopkins como John Clancy, un doctor con dotes psíquicas que trabaja para el FBI y que se ve inmerso en un caso relacionado con un asesino en serie que aparentemente mata por misericordia. Adentrarse en esta investigación llevará al psíquico a los rincones más oscuros del alma humana. Un muy interesante y original thriller dramático, que fusiona la clásica trama de investigación policial con elementos paranormales. Climático, bien actuado, Hopkins, después de varios traspiés artísticos, parece haber encontrado aquí un papel a su medida, un personaje a medio camino de su clásico Hannibal Lecter y el sacerdote de El Rito. El director Alfonso Poyart logra un muy buen manejo del montaje para mostrarnos las visiones del protagonista, secuencias oníricas muy inquietantes que nunca cortan la tensión del relato ni el ritmo de un filme atrapante y entretenido. Sin caer en las imágenes explícitas, ni en la clásica utilización de falsos sospechosos, En la mente del asesino plantea un guión clásico con algunos giros que aunque previsibles no hacen ruido. Después de mucho camino recorrido en el mundo de los asesinos seriales cinematográficos, esta cinta trae una bocanada de aire fresco en un género en el que parecía estar ya todo contado.
La primera escena de En la mente del asesino ya nos da la pauta de que esto sólo puede funcionar en un aburrido viaje en un micro de larga distancia, donde no hay nada mejor que hacer que mirar a la pantallita. Dos actores clase B que hacen de arquetípicos agentes del FBI encuentran el cadáver de un hombre que murió de una puñalada en la nuca y que se suma, así, a una lista de víctimas que murieron de la misma forma en los últimos meses. Estamos ante una clásica película de asesinos seriales, un subgénero que tendría que haberse dado por clausurado definitivamente hace 25 años con El silencio de los inocentes. Y ya que hablamos de El silencio de los inocentes, he aquí los escombros de la carrera de quien alguna vez fuera un gran actor, Anthony Hopkins. Ahora aparece con una peluquita canosa que hace imposible tomar en serio a su personaje, un médico y mentalista que alguna vez ayudó a la policía, pero está retirado del mundo desde que su hija muriera de leucemia. Obviamente, vaya uno a saber por qué, acepta salir de su ermita y volver al trabajo detectivesco ante el desesperado pedido del FBI. Todo transita por los lugares más comunes que se puedan imaginar (lo único que escapaba un poco de lo trillado era el título, Solace -solaz- pero se lo cambiaron por uno genérico). Y cuando trata de salirse de los caminos conocidos, la cuestión se embarra más, porque entra a tallar un planteo moral bastante berretón -dejen de leer acá si tienen intenciones de ir al cine- que gira alrededor de la eutanasia. Se supone que una figura como Colin Farrell podía salir al rescate de este menjunje policíaco-paranormal, pero se ve que este papel lo agarró en la mala racha de True Detective 2, así que su villano no consigue levantar la térmica. No produce miedo, ni fascinación, ni nada.
John Clancy (Anthony Hopkins) is a psychic who can see people’s future by touching them and touching objects — although sometimes he just has visions without touching anyone or anything just because he’s a psychic, you know. He worked with the FBI in a number of cases in the past, but now he pretty much lives secluded ever since his 20-something daughter’s death from leukaemia — to make him more of cliché, he also drifted apart from his wife following their loss. Nevertheless, FBI agent Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan) calls him to ask for help in a serial killing case nobody seems to be able to crack. Because whereas the killer (Colin Farrell) leaves some clues here and there, there are no forensic details or evidence of any kind. To make matters worse, John realizes that the killer also has psychic abilities. In fact, this serial killer outdoes him big time. Which should mean that catching him would be nearly impossible — but afterwards it turns out it was quite easy. This story of a psychic working with the FBI to hunt down a serial killer has been the stuff of many movies before. And if you have the faintest idea that Solace is going to bring something new to such an overworked scenario, then dream on. Actually, the fact that the killer is also a psychic — which means you should expect a duel between psychics at the end — is all the more disappointing. Of course, the psychic is a withdrawn smartass, yet deep down he’s a caring man who’s suffering in solitude. The FBI agent is also a sensitive man who bears his own personal burden: he’s also stricken down with cancer — first in remission, but then spreading again conveniently when the script says so. The female FBI agent who helps him out is … well, it’s hard to say what she’s like because she’s such an underwritten character that you wonder why she exists at all. To be fair, there’s a very contrived ending seen twice, first in a premonition and then in reality, that needed someone on the verge of losing their life. Other than that, she’s useless. And there’s the psychopathic killer. He’s got great looks, a deranged gaze, a carefully restrained tone of voice, and the required personal philosophy that justifies his mercy killings, as he calls them. Because he only kills terminally-ill people who were in agony and were going to suffer even more in the near future. Basically, this is a serious film with serious ideas about serious issues: the many meanings of justice, morals at large, the unmistakable hand of destiny, to be or not to be God — you get the point. Add to the above a handful of tacky premonitions meant to have a dreamlike nature and yet they looking like scenes taken right out of a posh and polished TV commercial, a heavy-handed and disruptive musical score that seems to belong to a different movie, the two psychics spelling out their views on life and death in their duel, artificial dialogue with trite one-liners, the fact that the serial killer appears an hour into the film when you were about to exit the theatre, some unexplainable montage sequences with moronic symbolism, and an awful use of hand-held camera. And don’t get me started on the subtext because there’s simply none. What you see is what you get, and what you get is considerably less than what you have in your average serial killer thriller — with or without psychics. Production notes Solace (US, 2015). Directed by Alfonso Poyart. With: Sir Anthony Hopkins, Colin Farrell, Jeffrey Dean Morgan, Abbie Cornish. Editing: Lucas Gonzaga. Running time: 101 minutes. @pablsuarez
Hopkins, Lecter bueno, en sólido thriller sobrenatural Éste es un buen thriller sobrenatural. Se podría decir que es realmente entretenido, excepto porque en realidad es terriblemente dramático. La película comienza con una situación más o menos familiar: un policía incapaz de investigar los crímenes de un asesino serial convoca a un amigo con poderes psíquicos para que aporte información surgida de sus visiones paranormales. Anthony Hopkins es el vidente que pronto llega a la conclusión de que se trata de un asesino piadoso que mata personas que tienen algún tipo de enfermedad terminal. Lo perturbador del caso es que muchas de estas enfermedades no eran conocidas por las víctimas, dado que ni siquiera habían sido diagnosticadas. Lo que sigue es un thriller con muy buen ritmo y algunas excelentes escenas de acción que va derivando en un interesante duelo de videntes que convierte a "En la mente del asesino" en un producto bastante original. El director brasileño Afonso Poyart maneja muy bien los climas sobrenaturales, aunque abusa un poco de los efectos digitales al poner en escena las visiones del psíquico protagónico. Entre los mayores logros del film se puede mencionar una electrizante persecución automovilística en la que los conductores son menos importantes que los poderes paranormales de Anthony Hopkins. El actor, también productor ejecutivo, entrega uno de sus habituales sólidos trabajos, componiendo algo así como un Hannibal Lecter bueno. El resto del elenco lo acompaña muy bien, incluyendo a Colin Farrell en un personaje bastante atípico. La película exagera un tanto del dramatismo surgido de tanta mención a enfermedades serias, lo que limita bastante el sentido del humor, aunque con toda su flema inglesa, Hopkins logra meter algún buen bocadillo de humor negro.
Sobreactuando la clarividencia En la mente del asesino es una de esas películas que exige ciertas habilidades para que el universo fantástico en el que se desarrolla la trama cuaje dentro de un relato más bien realista. Dirigida por el director brasileño Afonso Poyart, pertenece a esa variedad del policial en la que un clarividente ayuda al investigador a aclarar algunos crímenes en apariencia irresolubles. El subgénero incluye obras tan diferentes como La premonición (Sam Raimi, 1999) o Sentencia previa (Steven Spielberg, 2002), y series como Medium o El mentalista, en las que Patricia Arquette y Simon Baker interpretan a los detectives paranormales del caso. Incluso hay ejemplos dentro del cine nacional, como La plegaria del vidente, de Gonzalo Calzada, con Juan Minujín en el rol de un vidente ciego cuyas visiones ayudan a intentar resolver una serie de asesinatos de prostitutas.Hay dos detalles que, sin llegar a ser méritos, se le deben reconocer a En la mente del asesino. En primer término la voluntad de asumir los riesgos que el subgénero demanda, enunciados al inicio del párrafo anterior. Y en segundo lugar, la tenacidad con que el film se toma muy en serio a sí mismo y a todo lo que cuenta. Que incluye, claro, al vidente de rigor, encarnado esta vez por Anthony Hopkins, colaborando con una dupla de policías cuyos roles ocupan la australiana Abbie Cornish y esa cruza entre Robert Downey jr. y Javier Bardem que es Jeffrey Dean Morgan. Tan en serio se toma, que ahí comienzan sus problemas, la mayoría vinculados con una dificultad para lograr un mínimo nivel de credibilidad. Porque, con buena voluntad, hasta el espectador más escéptico, es capaz de admitir alguna que otra paranormalidad en pos de dejarse llevar por una historia bien contada. Por el contrario, resulta imposible tomar en serio un relato que en pleno 2016 plantea, por ejemplo, la posibilidad de contagiarse VIH a través de sangre que lleva varias horas disuelta en agua y que, a partir de un razonamiento presuntamente lógico, vincula la enfermedad con los homosexuales, como si hubieran regresado los 80 y el cadáver de Rock Hudson aún estuviera tibio.Pero no son sólo esos detalles los perfilan mal al asunto. Ya desde el comienzo los actores entregan indicios evidentes y constantes de sobreactuación, en muchos casos empujados por un guión que peca de efectista; en otros por simple convicción. Es el caso de Hopkins, que hace rato parece funcionar sólo en modo sobreactuado. El efectismo también se percibe en otros aspectos de la construcción propiamente cinematográfica: un montaje pasado de rosca; la recargada estética onírica de las visiones; cierto salvajismo gratuito que parece insertado in media res sólo para alimentar el morbo; sentimentalismo barato. Apenas mejora el promedio la larga secuencia final, en donde lo señalado no deja de estar presente, pero narrado con buen tempo, generando una tensión legítima y disfrutable.
Un detective y una doctora del FBI escéptica acuden a un psíquico para detener a un asesino serial. No, no es un mal episodio de “X-Files”, ni una parodia de “South Park”, es la trama de “En la mente del asesino”, un thriller policial con tintes paranormles protagonizado por Anthony Hopkins, Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish Asesinos de Interés El policial ha sido ampliamente abarcado tanto por la literatura y el cine, su vigencia hoy en día se debe en buena parte a la inventiva de diversos autores que han sabido renovar el género a través de las décadas. Existen todo tipo de policiales, pero hay dos películas que particularmente han moldeado este tipo de producciones en el contexto de la cinematografía actual y sobre todo, en el film del que hoy nos toca hablar. La primera, es Se7en (1995) de David Fincher, de la cuál toma su estética y estructura narrativa; y la segunda es El Silencio de los Inocentes (1991) de Jonathan Demme, de la cuál no sólo toma al personaje sabio y excéntrico sino que también toma al actor que se encarga de interpretar a este arquetipo dramático. Sin embargo, la burda imitación de estas dos joyas es el menor de los problemas de En la Mente del Asesino. Desde el vamos, el director brasileño, Afonso Prayet arranca descartando cualquier tipo de elemento sorpresa en el relato ya que con sólo ver en los créditos iniciales el nombre de un reconocido actor podemos saber que ese será el asesino – algo que Fincher supo reservar en Se7en quitando el nombre de Kevin Spacey -, por lo tanto ya sabemos que el descubrimiento del homicida no tendrá ningún tipo de peso en la trama, así que lo importante -supongo- va a ser el proceso o el desafío que propondrá el antagonista hacia los protagonistas. Por otro lado, la principal motivación del asesino además de trillada, es incluso bastante razonable – y hasta justa- si uno se lo pone a pensar; es decir, no es lo suficientemente retorcida y sádica para que genere en el espectador una sed de “justicia”. Da igual que lo atrapen o no, ya que a) sabemos quien es b) el misterio de su modus operandi no es interesante. El Mentalista El supuesto valor agregado del argumento es el tono pseudo-sobrenatural de los poderes psíquicos de Anthony Hopkins, excusa para recurrir a un montón de efectos de montaje con aspiraciones simbólicas que nunca terminan de deslumbrar. Quizás el peor pecado sea ver a Hopkins desaprovechado y estancado en su papel de Hannibal Lecter multiuso; otro indicio de un guión carente del cualquier tipo de poder creativo. El resto del reparto sufre la misma deficiencia convirtiéndose en cúmulo de lugares comunes, Jeffrey Dean Morgan como el detective optimista y amante de la familia; y Abbie Cornish como la agente neófita pero con carácter. Y no voy a spoilear, pero el asesino tampoco salva al espectador de clavarse una hora y media viendo esta película Conclusión En la Mente del Asesino anula cualquier posibilidad de entretenimiento gracias a su abundancia de clichés y total desperdicio de talento actoral. Una producción olvidable y apenas disfrutable.
Para haber sido una secuela de la película de culto Se7en que luego mutó en lo que ahora conocemos como Solace, el resultado final del film del brasileño Afonso Poyart es un estilizado y competente thriller policíaco. Tendrá sus peros, mas tiene personajes atractivos, una trama inmersiva y uno de los mejores papeles de Anthony Hopkins en años, gran actor que ha mancillado su carrera con una seguidilla de proyectos paupérrimos. Sin contar con la violencia explícita ni la oscuridad latente de Los 7 Pecados Capitales, Solace tiene la tan distinguida historia de un asesino en serie suelto, y dos detectives -uno curtido, la otra novata- que lo persiguen a toda costa. Este asesino es totalmente elusivo, y la dupla no tiene mejor idea que traer al ruedo a un renombrado doctor con habilidades paranormales únicas para darle caza. Sí, suena mucho también a la trama de Silence of the Lambs pero, en este caso, el personaje de Hopkins está del lado de los buenos, y tampoco es que es una copia a su enorme Hannibal Lecter. El desembarco de Poyart en Hollywood bebe de esas dos fuentes destacables, pero tanto su detallado ojo visual como el certero guión de Peter Morgan y Sean Bailey eligen enfocar las cosas de manera diferente. El hilo narrativo es bastante procedimental y las habilidades del personaje de Hopkins ayudan mucho a la búsqueda desesperada del asesino. Durante gran parte del metraje se esconde a dicho maníaco, un siempre correcto Colin Farrell, en las ráfagas de visiones del doctor para luego hacer acto de aparición ya pasada una buena hora, pero cuando aparece raudamente, el duelo interpretativo entre Hopkins y Farrell es innegable. Muy correctos también están Jeffrey Dean Morgan como el amigo y colega del doctor clarividente, y la joven Abbie Cornish como la novata que tiene más de un cruce con el doctor, pero en definitiva hacen una dupla de temer. Solace es un cliché andante, pero tiene la amabilidad de intercambiar algunos de sus notables preconceptos y entregar alguna que otra sorpresa a la platea. Que dure lo justo y necesario, que plantee algunos dilemas morales en el camino, y que por sobre todas las cosas se deje ver con su estilizado sentido del crimen es más que suficiente para pasar un buen momento en el cine. Y para ver, por supuesto, a un Anthony Hopkins inspirado comiéndose cada escena en la que esté presente.
El siempre recomendable Anthony Hopkins es John Clancy, un médico con poderes de clarividencia que vive recluído desde la muerte de su hija. Sin embargo, sale de su retiro para investigar un asesino en serie a pedido de su viejo amigo, el agente del FBI Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan) y su colega Katherine Cowles (Abbie Cornish). La particularidad de Clancy es que al tocar una persona, viva o no, es capaz de ver su muerte. Es la gallina de los huevos de oro de los detectives de homicidios. Sin embargo, Clancy parece haber encontrado a su igual cuando los indicios lo llevan a descubrir que el asesino también tiene el don de la clarividencia. El asesino que nuestros protagonistas persiguen, Charles Ambrose (Colin Farrell), juega a ser un dios piadoso, ya que todas las víctimas tenían enfermedades terminales. En su retorcida lógica, para evitarles dolor los asesina en forma amable de forma instantánea e indolora. La película entonces deviene en una competencia de habilidades sobrenaturales, una caza del gato y el ratón un tanto extraña. El problema es que se recurra a tantos estereotipos y lugares comunes en el guión, que no llega a engancharnos porque oscila entre ser muy confuso o muy obvio. La fotografía es un tanto descuidada, aun para una película de acción, que no suelen destacar por este aspecto. Incluso se recurre a un recurso que ya creíamos descartado en Hollywood, la cámara temblando al ritmo de una carrera a pie. Además, se abusa de los montajes de imágenes aparentemente inconexas en las secuencias de las visiones de Clancy. Esta bien como recurso, pero tiene tal excesiva cantidad de minutos en pantalla que nos hará perder la atención. Por cierto, no podemos dejar de mencionar la escena en la que Clancy evalúa todos los caminos que Ambrose puede tomar “viendo” copias de él en diferentes direcciones. Juraría que ví una escena igual en “Next” con Nicolas Cage. Es una película de cacería pero probablemente hubiera funcionado mejor como thriller psicológico, explorando los matices morales de la eutanasia que propone Ambrose. Sin embargo, es un camino que se toma a medias tintas, prefiriendo la acción de la caza en la que la presa siempre va un paso adelante. Y con razón, ya que puede ver el futuro sin problema alguno. ¿Cómo se resuelve esto? ¿No se ha metido el guión en un acertijo que no se puede resolver en forma lógica o creíble? Decirlo sería un spoiler, pero créanme cuando les digo que no es uno de los finales más brillantes del séptimo arte. Si son parte de ese selecto grupo de culto a las películas de acción o thriller de serie B, esta película podría ser su placer culpable de este año. Salvo que sean exigentes, entonces no. Si no son demasiado fans de la acción, les recomiendo que pasen a otra cosa, no se pierden de mucho.
La piedad del asesino Las historias policiales que implican la búsqueda de asesinos en serie siempre fueron una apuesta segura en el cine del género y aún hoy, hasta las más triviales y remañidas, poseen un público cautivo que no tiene problemas en sorprenderse con giros argumentales reiterativos y de poca exigencia intelectual. No obstante, cuando un guión de estas características llega a la mesa de un productor, siempre surge la tentación de convertirlo en algo más interesante -o más comercial desde lo supuestamente innovador, según la óptica-. La base está y se sabe exitosa, ¿se podría mejorar? Cuando los guionistas de Solace (título original) presentaron el primer script, la productora tenía como objetivo adaptarlo para realizar la secuela de Pecados capitales, aquel thriller impactante en el que Brad Pitt y Morgan Freeman descubren que Kevin Spacey era de cuidado mucho antes de convertirse en el perverso Frank Underwood de la serie House of cards. Pero en medio de la adaptación varias cosas atentaron contra esto, sobre todo el fichaje de Anthony Hopkins que llevó a los productores a retomar la idea original propuesta que poco tenía que ver con la historia del asesino de los pecadores capitales que iba a continuar a modo de secuela. Y en efecto y de acuerdo a esa propuesta, En la mente del asesino presenta la búsqueda de un criminal muy particular que se adelanta gracias a su don de clarividencia a sus captores obligándolos a recurrir a otro psíquico -antiguo colaborador del FBI- que parece el único capaz de acercarse a la real motivación del homicida. Pero la sorpresa es grande cuando el consultor llega a las primeras conclusiones luego de ser contactado por el propio perseguido, quien demuestra estar muy interesado en que la sangrienta campaña que ha emprendido concluya con la ayuda de los detectives. Y quizá este sea el punto más cercano a una historia como Se7en, en la que el asesino construía una trama con engranajes tan aceitados que le permitía incluir a sus perseguidores como si se tratara de la última pincelada crucial de la obra maestra de un artista consagrado. No es este un dato que vaya a arruinar el argumento de los desprevenidos porque se plantea casi desde el inicio, pero sí resulta interesante la ejecución de las víctimas de la manera tan piadosa que elige el asesino. Es un buen punto de partida para llegar a que se replantee la propia idea del espectador sobre el significado de muerte digna, el derecho sobre la vida propia aún estando afectado en ciertas decisiones, o sobre la manera en que cada uno elige morir aún a sabiendas del sufrimiento inminente de una horrenda agonía. Incluso en uno de los casos la historia se mete en otro tipo de conflictos que intentan abrir una suerte de sub-debate sobre sexualidad culposa y las implicancias de no hacerse cargo, entre otras cosas por demás sabrosas para el intercambio de ideas. Son detalles que enriquecen una historia que no escapa por otra parte del esquema convencional ni parece pretenderlo. Siendo este el eje fundamental sobre el que se plantea la discusión, En la mente del asesino no deja de ser un recreo visual lleno de imágenes que ilustran estas premoniciones que tanto el asesino como su cazador tienen a modo de recurso. Las objeciones en los miembros “no creyentes” del equipo duran poco y se rinden ante la evidencia del resultado eficiente de lo expresado por el personaje de Hopkins, así como de las pistas que deja el asesino interpretado por Colin Farrell. Y hablando de Farrell, si bien su participación aquí es acotada y signada por el misterio, hay que reconocer que esa mirada desafiante que es su signo -y también cruz- resulta muy adecuada para representar a este psicópata de motivaciones no tan convencionales. Lo mismo sucede con Hopkins, quien habiendo confesado recientemente a un colega en un reportaje que no encara un real trabajo de investigación para cada personaje que interpreta y para él cada papel es “sólo un trabajo más”, resulta curioso cómo con sólo una mirada cansina y un rostro ajado puede dotar de tanta sensibilidad a su personificación. Cuesta creer que Sir Hopkins a estas alturas no se reconozca como actor de método y lo que destila en pantalla sea sólo su talento natural al expresarse. Por su parte, Jeffrey Dean Morgan contribuye con poco esfuerzo al igual que su compañera -la blondísima Abbie Cornish- a generar la química necesaria con ambos para darle un sustento identificatorio o empático a la relación que los hace queribles en conjunto. Sin embargo En la mente de un asesino no deja de ser una película pequeña, un thriller que busca entretener a modo de un videoclip pero con el gran mérito de no pretender convertirse en obra maestra del género ni de tener siquiera una duración que ponga a prueba la comodidad del espectador. No obstante, sería injusto no reconocer la intención de generar controversia aún hasta en su último giro argumental, que puede dejar un gusto amargo pero no exento de polémica y culposa complicidad.
Comienza como un thriller inquietante con la presencia que suele rendir de dos buenos actores: Sir Anthony Hopkins (ganador de un Premio Oscar, "El silencio de los inocentes" 1991) que puede hacer lo que quiera y Colin Farrell ganador de un Globo de oro por "Escondidos en Brujas",( 2008) por lo general realiza personajes a su medida. Además acompaña un gran elenco: Jeffrey Dean Morgan ("Batman v Superman: El origen de la justicia") y Abbie Cornish (“RoboCop”). Marley Shelton ("Sin City: Ciudad del pecado Sin City: Ciudad del pecado"), Xander Berkeley (Taken), Matt Gerald (“Avatar”, “Terremoto: La falla de San Andrés"). Contiene buen ritmo, suspenso, dramatismo y tensión. Entretiene. Cerca del final cae un poco y pierde la sorpresa.
Las premisas más absurdas requieren de un alto grado de credibilidad de parte del espectador para que funcionen. Y en eso tienen mucho que ver la convicción y el talento del director para creerse y hacernos creer la historia que nos está contando. EN LA MENTE DEL ASESINO es el tipo de película que se mueve en un área gris entre el absurdo y el ridículo, pero hay algo de la pasión y los mecanismos puestos en juego por el director brasileño Afonso Poyart que la hace entretenida. Creíble, nunca. Pero divertida por lo pasado de rosca, sí. Poyart viene del mundo de la publicidad y eso queda clarísimo de entrada: por el tipo de secuencias que arma, por la manera en la que se obsesiona por encuadrar y editar como si alguien lo corriera de atrás con un cronómetro y, especialmente, por la enorme cantidad de efectos de todo tipo que usa, efectos que nos sorprendían en la época de MATRIX y EL CLUB DE LA PELEA pero que hoy son un tanto, cómo decirlo, propiedad de avisos de Nike o marcas de ese tipo. De manera similar a algunos cineastas asiáticos, Poyart se desprende por completo de la plausibilidad y utiliza el cuadro cinematográfico para componer una suerte de coreografía bizarra e intensa que tiene muy poco sentido pero siempre resulta entre fascinante e irritante de ver. _C6A9586.CR2La premisa, digámoslo, es estúpida. De existir un “vidente” con 100% de efectividad que colabore con la policía en la resolución de casos el tipo actuaría previamente (o, al menos, in fraganti) y nada de lo que vemos jamás sucedería. Pero supongamos que a John Clancy (Anthony Hopkins, haciendo una versión sonámbula de Hannibal Lecter con la cabeza en la chequera) sólo lo llaman para casos extremos no sea cosa que sus talentos como clarividente se gasten. Eso es lo que sucede cuando un asesino en serie aparece matando gente de maneras estrambóticas –como todo asesino serial que se precie de tal– y para los agentes del FBI que tratan de encontrarlo resulta imperiosa la ayuda de Clancy. Los investigadores son Katherine Cowles (la australiana Abbie Cornish) y Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan, el sosías norteamericano de Javier Bardem). Joe está acostumbrado a colaborar con el traumado y enigmático Clancy, pero para Cowles –que nunca vio EL SILENCIO DE LOS INOCENTES, aparentemente– manejarse con este extravagante personaje es toda una novedad. Aún así, su imitación de Jodie Foster es bastante efectiva… solaceClancy ve el futuro de las personas muchas veces con solo tocarlas, lo que en el filme se transmite como una serie de imágenes bizarras, deformes y clipeadas que parecen sobrantes de la apertura de TRUE DETECTIVE. Uno sabe que pasarán cosas graves pero, montaje mediante, no sabe bien ni qué ni cuándo ni cómo. Y parece que él tampoco lo sabe bien, por culpa de ese montajista de MTV que tiene en la cabeza y que torna inexplicable muchas de las imágenes. Mientras los asesinatos se siguen sucediendo, Clancy empieza a tener visiones y explicaciones de mucho de lo que pasó y pasará, pero no parece querer compartirlas todas. El asesino, se da cuenta, es alguien igual o más inteligente que él –y con similares “poderes”– que, evidentemente, está metido en un juego de ver quién gana el Mundial de Clarividencia. Por ahora, Clancy lo pierde. Los motivos del asesino son bastante absurdos y la investigación igualmente imposible, pero están contados con la convicción de quien sabe que la única forma de que uno compre es que se distraiga con el papel picado. Y lo que hace Poyart es llenar la película de firuletes y jueguitos, algunos muy efectivos y otros decididamente tontos, pero la mayoría de las veces inesperados o al menos llamativos, como ese constante avanzar y rebobinado de secuencias sin que sepamos si están sucediendo realmente o están siendo previsualizadas por nuestro ajedrecista del tiempo. Es una de esas películas en las que uno termina más interesado en ver qué nuevo recurso inventa o recrea el director que por la trama en sí. Y ni hablar de los personajes. solaceHabrán visto que Colin Farrell es uno de los protagonistas, pero al mejor estilo de ciertos clásicos de los ’90 que evidentemente influenciaron a los guionistas, el hombre aparecerá tarde en una especie de switch de protagonistas que sería mejor no revelar aquí. Cuando Colin aparece –en una situación que parece haber sido calcada de las escenas de bar de TRUE DETECTIVE 2, serie que en realidad fue filmada después de esta película, rodada en 2013– es como si empezara otro filme. Desde ese momento, los trucos estilísticos crecen más y más, y lo que era una especie de investigación criminal se convierte en un duelo y persecución donde las incomprensibles visiones cliperas empiezan a tener cierto sentido. Lo mismo que las pretensiones filosóficas de los involucrados en este trabalenguas audiovisual. EN LA MENTE DEL ASESINO es, definitivamente, un producto raro, fallido, de esos que evidentemente no resultaron como lo esperado por sus financistas. Pero esa rareza, esa cosa inusual y hasta ridícula, es la que le da cierta gracia frente a tantos thrillers y policiales competentes y prolijos que circulan por ahí. La película de Poyart no es ni competente ni prolija y eso la vuelve un objeto raro, un gran WTF de más de 100 minutos…
Anthony Hopkins es un excepcional analista que puede descubrir asesinos seriales. Se retiró por una tragedia personal, le piden volver y el tipo, por algo que ve, vuelve a pesar de su renuencia. Trabaja con un detective, Colin Farrell. La relación entre los dos es lo que hay para ver en esta película; el argumento y el suspenso son más bien leves. De acuerdo a cómo se sienta viendo a estos señores en escena depende si va a sentirse aburrido o no: es toda la atracción del film.
Siempre uno se ilusiona con el estreno de un nuevo thriller, de encontrar una historia novedosa, absorbente, potente... Y lo cierto es que no debe ser sencillo producir algo así porque en la práctica, muy pocos productos pueden ostentar ser sólidos y atractivos para la audiencia en cuanto a trama, formato y ritmo. Sin embargo, en muchas oportunidades, actores muy populares traccionan público para sus estrenos. Y la gente concurre a sala, sólo para reencontrarse con ellos. Esto es lo que sucede en "Solace": quién está dispuesto a decirle "no" a una película con Anthony Hopkins y Colin Farrell? Pocos. La cuestión es ver cuanto pueden hacer con un guión como el de "En la mente del asesino". Y no es por responsabilidad del brasileño Afonso Poyart, enteramente. Este cineasta sorprendió a los grandes estudios con "2 Coelhos" (Dos conejos), ópera hit debut en su tierra natal que en 2012 llevó a muchos productores a tener en cuenta a este latinoamericano para lanzarlo en Hollywood prematuramente. Es de perfil innovador, le gusta la velocidad en la narración y juega con algunos recursos originales (que no anticiparemos) para subrayar ideas y conceptos. Hopkins es John, un médico que tiene poderes para-psíquicos de fuste y vive su vida atormentado por la muerte de su joven hija (leucemia) y la disgregación de su matrimonio (su mujer lo abandonó luego de ese hecho). Ha colaborado en un tiempo atrás con la fuerza policíaca para la resolución de crímenes, pero ya no lo sigue haciendo.Al menos, hasta que Joe (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine (Abbie Cornish), dos detectives del FBI desconcertados ante un nuevo asesino serial, le piden especialmente que se ocupe de caso. Los asesinatos que ya han tenido lugar y lo que John ve al principio, lo impulsa a aceptar colaborar y seguir la huella de un matador, bastante particular.Ese psico-killer es Charles (Farrell), un jóven hombre con un poder similar al de John para conectarse con eventos pasados y futuros, lo cual haría la trama más interesante a priori. A poco de iniciado el film nos damos cuenta de que ese lazo mental es el corazón de la historia y de él depende el destino del film. La cuestión es que, como en un juego de ajedrez, los dos harán diferentes movimientos para desarmar a su rival, (en este plano ininteligible) dentro de un enfrentamiento que no es ni memorable, ni intenso y que a penas levanta la aguja del amperímetro.Si bien Hopkins actúa en piloto automático, con ese nivel, sigue lejos de lo que el mejor Farrell puede hacer. Al menos, hoy. Quien dice en el futuro, el hombre evolucione. A principios de los 90 yo nunca pensé que Julia Roberts ganaría un Oscar de la Academia... tiempo hay. El duelo "mental" entre ambos personajes es más bien plano y discreto, a no ser por el esfuerzo que hace Poyart en matizar esa confrontación, utilizando cierta cantidad de recursos visuales para subrayar y representar cómo ámbas mentes perciben la conexión sin olvidar regar de sangre las escenas escabrosas de la cinta para retrotraernos a esos policiales bien oscuros de los 90'. ¿Cuál es nuestro balance para "Solace" entonces? Es una cinta discreta, que cobra valor, si te gustan quienes encabezan el reparto. A mi, en lo personal siempre me interesa ver a Hopkins, en cualquier contexto. Desde ese punto de vista, se justificaría pasar por sala. Eso sí, a pesar de los esfuerzos del elenco y su director, "En la mente del asesino" no es un thriller redondo ni garantiza entretenimiento del bueno. Parte de una idea original, pero falla en su desarrollo y su pecado mayor es no conseguir intensidad, a pesar de la gran variedad de recursos que utiliza para ello. Eso sí, no se cuanto más le queda al gran actor de "Silent of the lambs" así que no desperdicien la oportunidad de verlo trabajar, incluso, en propuestas reguares como "Solace".
Dirigida por Afonso Poyart, este nuevo thriller promete desde el vamos un duelo entre Anthony Hopkins y Colin Farrell, es decir, no promete mucha sorpresa (no hay comparación entre estos dos actores, no importa cuánto me canse de defender a mi querido Farrell). Hopkins interpreta a John Clancy, un hombre que decidió aislarse del mundo y de su profesión cuando su joven hija falleció a causa de una leucemia. Pero cuando el agente Joe (Jeffrey Dean Morgan) se encuentra ante un caso de asesino serial difícil de resolver, decide acudir a él y convencerlo de volver al ruedo. Es que John no es un simple agente o detective, es un psíquico con visiones claras y precisas que podrían resolver el caso de una manera más sencilla. La compañera de Joe es Katherine (Abbie Cornish), quien no cree en esas cosas sino en la psicología. Pero lo interesante de esta confrontación de ideas sólo se da en los primeros minutos, luego todos aceptarán con mucha naturalidad las visiones de John. Hay una construcción estética muy cuidada en esta película, una intención por diferenciarse de los thrillers más convencionales. Por momentos dan ganas de acordarse de la serie Hannibal (no debería ni recordarles que Hopkins fue el primer Hannibal –bueno, el segundo teniendo en cuenta la película de Michael Mann de 1986 en la que dicho personaje se apellidaba Lektor por problemas de derecho), donde su protagonista también reconstruye escenas en su cabeza pero siempre a través de indicios (aunque sí tiene una facultad sobresaliente a la hora de interpretarlos que el resto no). Acá, John lo tiene un poco más servido, sus visiones son exactas –nunca se discuten-, aunque a veces incompletas y debe llenar huecos. También hay una intención de plantear un juicio moral que no conviene desvelar de antemano. Por último, el duelo que se promete se da, claro, a último momento, aunque lo cierto es que el personaje de Colin Farrell no aparece hasta muy (casi demasiado, diría) entrada la película. Un dato bastante interesante es que en un principio se pensó en tomar este guión y hacerle algunos cambios para que funcione como secuela de "Seven", thriller maestro de David Fincher del cual sin dudas esta película toma sus influencias. Fue justamente Fincher quien desestimó la idea. Resumiendo, "Solace" es un thriller apenas efectivo. Es decir, funciona como tal, pero no tiene más que ofrecer. Intenta demasiado (sí, peca de ser un poco pretensiosa por momentos) diferenciarse con secuencias muy enfocadas en lo estilístico. El problema es un relato que no logra desarrollarse de manera profunda, en la cual muchas cosas se suceden rápido y se siente que casi porque sí. Recomendable como placer culposo para fanáticos de los thrillers más convencionales y no mucho más.
Hay algo en el aire El director brasileño Alfonso Poyart eligió el camino más complejo para narrar su segunda película, que marca además su debut en Hollywood. Y lo hizo en base a un guión de Ted Griffin, experimentado en el policial en sus distintas vertientes, desde el más duro, como “El engaño”, hasta el más irónico, como “La gran estafa”. La trama principal gira en torno a dos detectives desconcertados antes el modus operandi de un asesino serial. Cuando todas las posibilidades de perseguirlo con procedimiento razonables y científicos fracasan, deciden recurrir a un médico retirado que, además de su razón, tiene el don de la clarividencia hacia el pasado y el futuro. A partir de ese primer contacto se abren varias subtramas y descripciones de la vida cotidiana del trío protagónico que van entorpeciendo el buen ritmo del comienzo. Pese a los altibajos, logra brillar el siempre eficiente Anthony Hopkins. Con una sola palabra o su mirada es capaz de sortear la previsibilidad del relato y sostener la lenta declinación de un filme con potencial y que merecía otros resultados. Lo acompaña de lejos Colin Farrell, en un contrapunto que podría haberse explotado mejor.
Nuestro comentario del filme de Anthony Hopkins, que no escapa a una idea trillada que nunca funcionó bien en cine o en televisión. La idea argumental de un vidente que resuelve casos criminales nunca ha funcionado muy bien en la ficción cinematográfica (ni en la televisiva) y uno se pregunta por qué Hollywood sigue contando esa clase de historias que parecen condenadas al fracaso. En la mente de un asesino no es la excepción a la regla. Aun cuando su director y sus guionistas pretenden naturalizar al máximo los poderes parasicológicos suponiendo que son sólo extensiones de las capacidades normales del cerebro, a la hora de mostrar cómo funcionan las premoniciones se ven forzados a apelar a ese recurso ordinario de lo extraordinario que implica intercalar imágenes más o menos inconexas del futuro en el presente. El resultado visual es pobrísimo, remite al videoclip y a las alucinaciones de las películas de terror, y cuando a medida que avanzan las peripecias esas imágenes inconexas del futuro se integran a la lógica del presente producen el dudoso placer de un rompecabezas resuelto por otro. ¿Es necesario que el espectador vea lo que ve el vidente? Una cuestión que no se plantea en este caso, porque cada vez hay más directores comerciales convencidos de que lo que no se ve no existe y no se siente. John Clancy (Anthony Hopkins), un veterano parapsicólogo retirado de la policía tras la muerte de su hija retorna para enfrentarse a un misterioso asesino serial. Aparentemente es convencido por un amigo detective (Jeffrey Dean Morgan) y por la joven criminalista que trabaja con él (Abbie Cornish), por la que, tal vez demasiado obviamente, el parapsicólogo quiere y no quiere sentir un afecto paternal. Sin embargo, la motivación profunda de ese regreso habrá que deducirla de la propia historia y está vinculada a una especie de rivalidad moral que experimenta Clancy tanto hacia el asesino como hacia sí mismo. Una rivalidad no muy explotada en el guion y que es por lejos lo más interesante de la película, si no para verla al menos para pensarla. Hay que decir, de todos modos, que el don de la videncia no es un agregado decorativo sino el centro de ese conflicto moral que podría haber tenido la forma clásica de una tragedia, pero que lamentablemente resulta desplazado o minimizado por la decisión de resolverlo apelando a las recetas más comunes del cine policial.
Terreno conocido Un agente del FBI, Joe Merriwether (Jeffrey Dean Morgan), busca la ayuda de su antiguo colega retirado, el Dr. John Clancy (Anthony Hopkins). La sabiduría y los poderes psíquicos de este analista son la única chance que parecen tener los agentes para resolver el caso. La compañera de Merriwether, la agente Katherine Cowles (Abbie Cornish), no cree en los poderes de Clancy es escéptica acerca de la utilidad de convocarlo. El propio Clancy tiene dudas, pero al ver el peligro que corre la joven si él no participa del caso, decide aceptarlo. Pronto descubrirá que tal vez su participación en el caso fue calculada y planificada por el propio asesino, lo que lo colocará en el desafío más grande de su carrera. Clancy es a su vez atormentado por los traumas de su propio pasado, algo que se dará a conocer a medida que avance la trama. El director nacido en Brasil Afondo Poyart posee un estilo recargado, donde la herencia de una estética publicitaria le quita clima a muchas de las escenas, en particular los flashbacks. Aunque estéticamente la película busca acercarse al recordado estilo visual de Pecados capitales de David Fincher, no es mucho lo que puede hacer para cautivar a los espectadores o crear un clima adecuado. Es más una imitación intermitente que una decidida búsqueda artística. En una época donde esta clase de historias se ha multiplicado no solo en cine sino también en televisión, se requiere originalidad pero también calidad. Y En la mente del asesino no puede despegarse ni por un momento de su condición de film del montón. El proyecto nació originalmente como una secuela de Pecados capitales de David Fincher, pero el proyectó sufrió toda clase de cambios y solo conservó la idea del asesino brillante e implacable. El propio Anthony Hopkins sabe que su Dr Clancy coquetea con algunos elementos de Hannibal Lecter, el inolvidable protagonista de El silencio de los inocentes, salvando las distancias, claro. La indefinición estética de la película le va jugando en contra a medida que avanza el metraje, agotando poco a poco el interés que la historia podría tener. Como siempre en estos caso, el elenco de lujo que tiene la película entretiene y genera atención por un rato, pero luego no hace más que enfatizar las carencias de la historia. Con los mismos actores, sin duda, se podría haber realizado un film mejor. Algo falló en el camino y el tardío estreno de la película –se postergó mucho su comercialización- indica que algo de todo lo que no salió bien se nota en el resultado.
Confirmado: volvieron los noventa, al menos en cierta oscura estética. Desde True Detective y el serial televisivo protagonizado por el doctor Lecter se nota un regreso a los entornos turbios, al morbo por los crímenes horrendos y las paredes manchadas de sangre. En la mente del asesino va en esa dirección con todos los puntos cardinales, especialmente por un Anthony Hopkins que recrea en negativo a su criatura más recordada. Su John Clancy es como Hannibal de El silencio de los inocentes, pero en reversa. Un viejo amigo, el agente Joe Merryweather (Jeffrey Dean Morgan) le pide ayuda para resolver una serie de asesinatos similares, donde las víctimas aparecen apuñaladas en la espina dorsal y presentan un aspecto de impavidez y desahogo. En Clancy hay otra marca que remite a los noventa. Similar a la protagonista de la serie Millenium, que revive el sufrimiento de las víctimas al tocarlas, Clancy percibe el patrón del asesino y el futuro de sus compañeros al menor contacto físico. En principio, la idea resulta atractiva, pero luego el clarividente y su némesis entablan una lucha más digna de The X-Men que de un thriller, y las buenas intenciones se empantanan.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
En la mente del asesino nos presenta a un grupo de investigadores del FBI (Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish) que han llegado a un punto muerto en la búsqueda de un asesino serial (Colin Farrell). Debido a eso, tendrán que llamar a un psíquico retirado (Anthony Hopkins) para que les ayude con algunas pistas del caso. Sin embargo, todos se darán cuenta de la investigación es algo más complicada de lo que parece cuando se enteran de que el asesino tiene las mismas habilidades psíquicas que el colaborador, o tal vez mayores. La película fue una agradable sorpresa. Sinceramente no esperaba demasiado, y el elenco no me emocionaba mucho (tanto Hopkins como Farrell venían haciendo películas que dejaban bastante que desear, y completaban Dean Morgan y Cornish que son actores de segunda línea). Sin embargo, todas las interpretaciones están en un gran nivel, aún si tenemos en cuenta que es un thriller supernatural, y tanto nuestro colaborador del FBI como el asesino tienen poderes psíquicos. Los personajes tienen mucha profundidad y no se deja nada al azar. El tema central de la película es la tan discutida idea del hombre que quiere jugar a ser Dios, que en varias ocasiones hemos discutido en esta página (sino lean la columna de Ale Paez en esta página sobre las películas de Frankenstein). La cuestión en este caso no es la de crear, sino la de tomar una vida por el hecho de evitar que sufran el deterioro de una enfermedad terminal. El asesino juega con el presente y el futuro de sus víctimas, argumentando que mata a sus víctimas para ahorrarles un dolor impensado, o como dice él “algunas veces los grandes actos de amor son los más duros de cometer”. Y por el otro lado está el personaje de Anthony Hopkins, su antítesis, considerando que lo que está haciendo está mal y que no tiene derecho de sacarle si quiera un segundo de vida a estas personas, algunas de ellas que ni siquiera sabían que estaban enfermas. Aquí es donde nos vemos inmersos en un juego de gato y ratón, con diferentes idas y vueltas. La película se ve constantemente invadida por las visiones del personaje de Anthony Hopkins, creando un acertijo visual muy bien logrado con buenas tomas y buena fotografía. La acción es poca pero satisface, y cada tanto nos encontramos con momentos que sorprenden al espectador de una manera inesperada. Un elemento en particular que constantemente me sacaba del relato es la “cámara en mano”. Hoy en día estamos acostumbrados a este recurso en escenas de acción o en series que intentan emular la forma de grabación de los documentales. En esta caso en particular vi el recurso innecesario y mal utilizado. Más allá de esa pequeñez, la película vale la pena. Es menor, pero si quieren disfrutar de un buen rato con estos actores, denle PLAY. Puntaje: 7
La inexplicable atracción de los esperpentos Se la mire desde donde se quiera, En la mente del asesino es uno de esos adefesios cuya atracción podría radicar en su carácter de esperpento. Por ejemplo: su guión parte del tratamiento de una insólita secuela de Pecados capitales. Puesto que involucra también un serial killer, pero de huellas inhallables, la necesidad hace recalar en el retirado John Clancy, interpretado por Anthony Hopkins. Ahora sí, Pecados capitales y El silencio de los inocentes, con Hopkins en rol similar pero situado en el lado policial. A la dupla "mente buena‑mente mala" la secunda o acompaña la formada por los agentes que interpretan Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish. La pareja con menos carisma del planeta. Y eso que hay películas. El es quien recurre al antiguo camarada ‑que vive un autoexilio doloroso, por la muerte de su hija‑, ella es el cerebrito que no cree en habilidades inexplicables. Porque Clancy, acá la cuestión, es capaz de leer la escena del crimen así como a las personas: basta que alguien le toque para que él sepa de quién se trata, y qué podría sucederle. El disparate que es Clancy ‑cuyas acciones comienzan a sumar habilidades ridículas‑ desde ya que es pasible de referencias mejores. Por eso, más vale el Frank Black de Lance Henriksen en la serie Millennium. Pero de tal antihéroe ejemplar nada hay en lo compuesto por Hopkins, cuya presencia ante la cámara, siempre sólida, sólo opaca más las de Cornish y Dean Morgan, tan caricaturescos, tan burdos. En todo caso, la propuesta del director brasileño Afonso Poyart se asemeja, por momentos, a la bobería de El vidente, con Nicolas Cage en plan fastforward, con ínfulas de cine basado en Philip Dick, nada más lejos. Que la némesis de Clancy sea interpretada por Colin Farrell es como la guinda absurda del pastel. Atrapado por gestos de preocupación existencial ‑si es que algo semejante sea posible‑, Farrell no puede contener sus ganas de matar porque es lo que debe. Parece que Clancy lo entiende porque, así las cosas, el asesino lo entiende a él. Un yin‑yang pedestre, que encuentra su momento cúlmine en la articulación horaria final, de cronología precisa, que ensaya la mente asesina, capaz de hacer comulgar tiros, trenes, videos. De todos modos, si la cosa se pone turbia, Clancy/Hopkins es capaz de mirar hacia delante y elegir el mejor final. Que el argumento guarde cierta tragedia no hace mella al asunto. Esta capacidad de rebobinar también la practicó el alemán Michael Haneke, en Fanny Games. Pero eso es cine.
La figura del doble, La muerte y El alivio En la mente de un asesino (Solace) es un thriller en el cual se persigue a un misterioso asesino serial con una forma peculiar de matar. Al comienzo observamos que sus víctimas tienen una expresión placida y como la mayoría de los asesinos seriales, expuestos en dispositivos audiovisuales, prepara la escena del crimen minuciosamente. El film comienza con las distintas acepciones del término Solace el cual puede ser interpretado como alivio o consuelo. Esto mismo es lo que cree que hace el asesino por sus víctimas: darles alivio. El asesino se propone como un mártir, para ello el recurso del crucifijo será constante, e incluso reiterativo por momentos. El agente del FBI Joe (Jeffrey Dean Morgan) y la psiquiatra Katherine Cowles investigan los asesinatos y tras no poder encontrar respuestas, deciden contactar al Dr. John Clancy (interpretado por Anthony Hopkins, quien como en la mayoría de los casos realiza una actuación verosímil). Al comienzo, Katherine y John tendrán ciertas diferencias metódicas ya que ella es más empírica mientras que el cree en métodos paranormales, así se despliega un breve debate inicial que nos remite en cierta forma a las diferencias entre los psicoanalistas Freud y Jung. El Dr. Clancy posee una habilidad muy peculiar que lo ayuda de sobremanera a desempeñar el trabajo y así podrán acercarse cada vez más al asesino en cuestión. Se acercará tanto que se dará cuenta que él y el criminal tienen bastante en común. A partir de allí el film se apoyará constantemente en la figura del doble. El personaje del asesino y el de Hopkins serán las dos caras de una misma moneda, incluso ambos tendrán una cicatriz en la frente. Ciertos acontecimientos vinculados al pasado del Dr. Clancy -como la muerte de su hija- tendrán anclaje en el modus operandi del asesino quien realizará una especie de “eutanasia criminal”. A pesar de tener una interesante dosificación de la información es un thriller poco original cuyos recursos (como el slo-mo) se repiten hasta producir cierto agotamiento o previsibilidad. En la mente de un asesino mezclando el suspenso y lo paranormal posee grandes figuras, pero un director (Afonso Poyart) con poca experiencia, éste es su segundo largometraje. Sin embargo, sus falencias recaen fundamentalmente en un guión poco sorprendente, el cual se había planteado en primera instancia como una secuela de Seven (1995), pero en sus resultados finales no tiene ningún punto de contacto con el mismo.
Thriller fantástico para pasar el rato "Solace" o "En la mente del asesino" como se la llamó en nuestro país es un thriller de esos que vienen con dilema moral. No es de lo más original pero es un recurso que funciona y al menos pone al espectador en un ejercicio más exigente que tan sólo poner la mente en blanco y ver el desenlace natural de este tipo de películas. No voy a develar cual es el dilema, pero sí diré que es algo que da para debatir aunque sea un ratito cuando abandonamos la sala de cine y eso está bueno. La trama trata sobre una serie de asesinatos que han sido perpetrados con el mismo modus operandi y el FBI no consigue dar con pistas que puedan llevarlos a encontrar al asesino. Uno de los agentes conoce desde hace años a un viejo vidente que ya los ayudó en el pasado a resolver otros crímenes y lo contacta nuevamente, aunque esta vez la cosa será bastante diferente. El relato tiene este componente de fantasía que a algunos puede llegar a resultarle un poco ridículo. Por mi parte me pareció que estuve bastante bien manejado y no se abusó demasiado de él. Sobre el último sí hay algunas vueltas de tuerca forzadas que le bajan puntos y hacen que no termine de convertirse en un buen thriller, de esos que nos quedan guardados en el recuerdo cineliquero. Creo que se enredaron bastante en el desenlace final y esto derivó en que decayera la calidad. Las interpretaciones por su lado están bastante bien, aunque me gustaría ver a Anthony Hopkins en un rol que no le quede tan cómodo. Es como que refrita su personaje de Hannibal Lecter y le va agregando o sacando matices para adaptarlo al perfil que le toca. Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish cumplen y le dan el vértigo que necesita el relato. Colin Farrell... más o menos. Como que le faltó más carisma. "Solace" es una buena película de crímenes y suspenso que se disfruta pero que no transciende. En el momento te vas a dar cuenta que es entretenida pero que en un par de meses ya no recordarás que la viste.