Los dramas deportivos siempre fueron propuestas interesantes de ver, particularmente a la hora de observar el comportamiento humano en lo que a la competencia refiere. No obstante, los que quedan verdaderamente en la memoria son aquellos donde los eventos ocurridos fuera de la arena deportiva afectan al protagonista en su desempeño. La Batalla de los Sexos se inscribe dentro de este grupo. Y Saque… y Volea: La Batalla de los Sexos cuenta la historia real del duelo tenístico que tuvo lugar en 1973 entre Billie Jean King y Bobby Riggs. La película no solamente ahonda en cómo el partido tuvo una importancia transcendental en el trato igualitario hacia las mujeres deportistas en materia financiera, sino también en los propios demonios emocionales de los dos competidores. La Batalla de los Sexos presenta un guion prolijo, aunque no está exento de modestos tropiezos. Siendo una película que trata sobre el pago igualitario hacia las mujeres tenistas, es un tema que está cubierto de forma escasa y superficial. En cualquier otra situación se lo achacaría, pero en este caso se lo voy a dejar pasar hasta cierto punto, porque uno de los fuertes del film es el corazón que tiene a la hora de mostrar las emociones de los personajes; sus miedos, sus alegrías y sus frustraciones. Somos testigos de cómo Billie Jean King debe lidiar entre sus sentimientos románticos por una peluquera y su fidelidad matrimonial. Al mismo tiempo participamos de cómo la naturaleza de apostador de Bobby Riggs pone en peligro su matrimonio. En materia actoral hay labores bastante logradas de Steve Carell, Elisabeth Shue y la comediante Sarah Silverman, quien encuentra la manera de hacer encajar su particular estilo en un título de naturaleza dramática como este. Sin embargo, la actuación que aquí destaca, la que se lleva el premio, es sin lugar a dudas la de Emma Stone. De la mano de su interpretación de Billie Jean King, su madurez como actriz ha alcanzado un nuevo pico. Si no me creen, fíjense en una escena que tiene ella en solitario dentro de un vestuario. La gama de emociones que atraviesa y logra manifestar son un testimonio insoslayable de su condición como una de las actrices más talentosas de su generación. En materia técnica tenemos una correcta reconstrucción de la década del 70, sea en dirección de arte o vestuario. Es de destacar cómo los directores hicieron sendos usos del primer plano, lo que sumado a la capacidad de los actores, le permite al espectador conectar con las emociones de los personajes casi de forma inmediata. Conclusión: La Batalla de los Sexos es un biopic satisfactorio en cuanto a su estructura argumental. Si llega a un mejor puerto del que pretendía es por obra y gracia de un plantel actoral afilado, asi como de una dirección atinada que sabe dónde poner su lente. Disfrutable.
La igualdad puede ser un circo La Batalla de los Sexos (Battle of the Sexes, 2017) respeta a rajatabla los leitmotivs de los dramas históricos hollywoodenses que trabajan sobre terreno políticamente ganado desde hace tiempo, aunque por suerte en este caso el tópico elegido esconde diferentes capas, algunas mucho más valiosas que otras. En términos concretos la película utiliza como excusa un episodio muy menor del deporte mainstream estadounidense del siglo pasado para examinar la discriminación y la falta de respeto que subyacen en nuestras sociedades en materia de géneros sexuales, circunstancia que abarca tanto la clásica desigualdad entre el hombre y la mujer como -mucho más importante- la persecución contra los gays y en especial contra las lesbianas, un tema que aún hoy lamentablemente continúa vigente por el accionar de determinados sectores hiper reaccionarios, ignorantes y necios del todo social. Este nuevo trabajo de los directores Jonathan Dayton y Valerie Faris constituye su tercer opus interesante al hilo, luego de Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) y Ruby, la Chica de mis Sueños (Ruby Sparks, 2012): ahora se proponen retratar el juego de exhibición/ circo mediático de 1973 protagonizado por dos luminarias del tenis del país del norte, Bobby Riggs (Steve Carell) y Billie Jean King (Emma Stone), un match que fue promocionado como “la batalla de los sexos” por el discurso machista y estrafalario del primero, un señor de 55 años ya prácticamente retirado del circuito profesional, y la exigencia de igualdad de condiciones de la segunda, una mujer de 29 años en la cúspide de su carrera que -como todas las féminas durante aquella época- debía soportar contratos que le otorgaban un rédito comercial muy inferior con respecto a las ganancias de los hombres. Sin duda el punto fuerte del film pasa por su estructuración dramática y carnadura a la hora de analizar a los protagonistas y su círculo íntimo. La primera mitad del metraje construye con eficacia por un lado el trasfondo lésbico de King, mediante la relación que inicia con la peluquera Marilyn Barnett (Andrea Riseborough) mientras estaba casada con Larry (Austin Stowell), y por el otro el carisma/ verborragia de Riggs, algo así como un “chanta querible” al que abandonó su esposa Priscilla (Elisabeth Shue) por su adicción a las apuestas. En lo que atañe a la segunda parte del convite, aquí el eje se vuelca hacia la estrategia de retratar al partido en sí y sus entretelones, definitivamente tomándose la “licencia poética” de amplificar su significancia histórica en el campo del movimiento de liberación femenina con el objetivo de justificar la misma existencia de la película en su conjunto. A pesar de este detalle tirado de los pelos, la obra hace un buen trabajo autoconvenciéndose de la importancia del encuentro más allá del show oportunista/ publicitario/ marketinero que motivó todo el asunto en primera instancia, el cual por cierto salió de la mente de Riggs, quien en el relato toma la forma de un representante -bien payasesco pero lleno de vida- de ese olvido que padecen las personas mayores y que suele estar empardado con la exclusión. Si bien la intervención de Stone es correcta, los que en verdad se llevan las palmas son Carell y Riseborough, dos actores maravillosos que aprovechan cada escena para transmitir humanidad e inteligencia interpretativa en direcciones casi opuestas, ella con sensualidad y miradas sutiles y él dando rienda suelta a su inefable histrionismo, hoy a su vez combinado con chispazos de solitaria introspección (tampoco podemos ignorar el excelente desempeño de Shue y de Bill Pullman como el conservador Jack Kramer, otra conocida figura del tenis norteamericano). Ahora bien, hay que reconocer que si no fuera por el componente lésbico de King y su homólogo etario de Riggs estaríamos ante otra película del montón del rubro de las biopics destinadas a ganar premios, lo que habilita una segunda salvedad relacionada con el hecho de que gran parte de la competencia suele ser muy floja y remanida y La Batalla de los Sexos es bastante más eficaz en todos los aspectos. Quizás poco original pero astuta a nivel retórico, la propuesta sabe exprimir el tópico en cuestión, no se pierde en los callejones del melodrama de “élites con problemas” y hasta nos convence de la necesidad de algún golpe de efecto promocional como el aquí retratado para apuntalar un reclamo social justo y urgente… y -desde ya- para también obtener unos cuantos billetes en el trajín.
“Algún día seremos libres de ser quienes somos y amar a quien queramos”. La dupla Jonathan Dayton y Valerie Faris (“Ruby Sparks”, “Little Miss Sunshine”) se embarca en esta comedia dramática basada en hechos reales. El film protagonizado por Steve Carell y Emma Stone funciona a modo de crónica sobre un evento deportivo que se convirtió en uno de los acontecimientos más vistos de la historia, atrayendo la mirada de más de 50 millones de personas en Estados Unidos. Aquel evento mediático que rozó lo grotesco y extravagante se conoció como “La Batalla de los Sexos”. El acontecimiento consistió en un partido de tenis donde se enfrentaron Bobby Riggs (Carell), ex tenista de 55 años, y la joven y carismática Billie Jean King (Stone). En 1973, el público fue testigo de un encuentro legendario, donde la tenista quería demostrar que realmente le podía jugar de igual a igual a un hombre. El film se nutre del enorme talento de sus protagonistas y de un excelente grupo de actores secundarios, entre los que destacan Andrea Riseborough, Elisabeth Shue, Bill Pullman, Sarah Silverman y Alan Cummings, entre otros. Otro gran acierto del relato pasa por el guion, donde se pone de manifiesto el clima machista de la época, el prejuicio, la discriminación, siempre con un tono humorístico y dramático a la vez por medio de diálogos inteligentemente escritos. Resulta realmente interesante la polémica que presenta el relato como espejo de la sociedad patriarcal y misógina de la época, que al mismo tiempo nos hace notar la actualidad de dicha problemática en el ámbito social. Más allá de los planteos antes mencionados, “La Batalla de los Sexos” habla principalmente del amor. Como se puede apreciar en la frase que precede esta reseña (como le dice el personaje de Cummings a Billie), el duelo no solo se da literalmente en el campo de juego sino también internamente a nivel psicológico para la protagonista, quien intenta descubrir su identidad sexual mientras que lucha por los derechos de la mujer. “La Batalla de los Sexos” resulta ser una película entretenida, amena y bien ejecutada por sus protagonistas, en especial Emma Stone, que no deja de sorprendernos con sus capacidades actorales. Una comedia dramática que nos hace reflexionar sobre la desigualdad de género. Un saque ganador directo al corazón.
Jonathan Dayton y Valerie Faris es un dúo de directores a los cuales conocemos por darle vida a “Little Miss Sunshine” (2006), una película tan entretenida como reflexiva que realiza una crítica social importante a los certámenes de belleza y a la posición de ganador o perdedor en la que se sitúa una persona. En esta oportunidad, se vuelven a unir para llevar a la pantalla grande a “La Batalla de los Sexos”, un film basado en hechos reales sobre la tenista número uno que consiguió la igualdad de las mujeres en dicho deporte. El 20 de septiembre de 1973 se llevó a cabo la famosa “Batalla de los Sexos”, un enfrentamiento deportivo entre Bobby Riggs, un tenista retirado de 55 años, con una posición abiertamente misógina, que ganó grandes torneos como el Roland Garros y el Wimbledon y la joven de 29 años Billie Jean King, la cual logró doce campeonatos de Grand Slam y que luchaba por la igualdad de las mujeres. Siempre es atractivo conocer una historia basada en hechos reales, y las hazañas deportivas suelen ser algunas de las tramas más llevadas al cine. En este caso, además, no se trata simplemente de un encuentro de tenis, sino que el contexto es lo más relevante e imponente que propone el film. Es interesante ver cómo la mujer fue ganando terreno en la década del ’70 en un ámbito al que la mayoría somos bastante ajenos como lo es este deporte y cómo Billie Jean King consiguió obtener los mismos derechos que los hombres, luchando por ella y sus compañeras, siendo una gran precursora. En este sentido, nos encontramos con una muy buena actuación por parte de todo el elenco, destacando al dúo protagónico, con una mayor preponderancia de Emma Stone interpretando a Billie Jean King, un papel que le permite ahondar en la emoción y en la lucha, y un Steve Carell que aporta esa simpatía y gracia que lo caracterizan, con un personaje que pone en jaque la posición machista de la época. La parte técnica también es impecable, con un buen manejo de los movimientos de cámara (y saber cómo transmitir un partido de tenis) y una fotografía muy cálida. También se destaca la ambientación de la época y la vestimenta (algo que también fue precursor dentro del momento en el que ocurre el film). A modo de crítica podemos decir que a pesar de que sea una adaptación de un hecho de la vida real, algunas situaciones son un poco predecibles (aun sin conocer la historia) y otras un tanto cliché, haciendo que el romanticismo cobre un mayor lugar que la lucha femenina. En síntesis, “La Batalla de los Sexos” es una interesante trama llevada al cine, para mostrar una vez más la lucha de las mujeres por la igualdad (reconocimiento, misma paga que los hombres) en una época en la cual todavía estaba muy instaurada la cultura machista y se descreía del poder que podía tener un grupo femenino. Una historia poderosa, buen elenco con sólidas actuaciones y entretenimiento garantizado.
La batalla de los sexos: Seamos libres que lo demás no importa nada. Los directores Jonathan Dayton y Valerie Faris (Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) y Ruby, la Chica de mis Sueños (Ruby Sparks, 2012), vuelven a la pantalla con una maravillosa biopic sobre la tenista Billie Jean King. Desde ya, si hablamos sobre una biopic, más aún de índole deportivo, sabemos que la emoción está a la orden del día. Son esas historias que ponen de manifiesto la voluntad suprema de cada ser humano, el coraje y la valentía para superar todos los obstáculos que se van sucediendo en el camino (personal y deportivo) y el factor aspiracional que provoca en cada espectador. La batalla de los sexos, tiene eso y mucho más, ya que se trata no solo de aquel partido épico de 1973 que disputaron la joven tenista Billie Jean King (Emma Stone) y el ya retirado de las canchas Bobby Rigs (Steve Carell), sino que expone y propone el principio del cambio en términos de la lucha de la mujer por hacerse un lugar, su lugar, en un mundo pensado y manejado por hombres. No solo en el sector del deporte, sino en el mundo como espacio donde los derechos de la mujer lograron ser un hecho, gracias la lucha continua y apasionada de mujeres como Billie Jean. Es también un manifesto sobre la libertad, la falta de ella y el exceso de la misma, esta tenista empedernida en lograr tener las mismas condiciones de trabajo y los mismos derechos de los cuales hacían goce los tenistas masculinos, no solo se enfrentó a una batalla con el exterior, sino que fue presa de una guerra interna, la necesidad de encontrarse a ella misma, de saberse primero mujer, luego tenista para convertirse en una mujer tenista que se había enamorado de una mujer. Todo un combo crítico para la época en que vivía, algo alejada de la actual, aunque lamentablemente no en su totalidad. El relato abre el juego en distintas líneas argumentales, la excusa: toda la preparación de ese partido (algo bizarro) que disputaron Billie Jean para dar prueba que las mujeres estaban en el mismo nivel de los hombres (dentro y fuera de la cancha) y Bobby Rigs para probarse a sí mismo, una vez más, su poder y supremacía de macho alfa frente a toda esa clase inferior, que el consideraba a las mujeres. En paralelo ambos personajes sufren por lo mismo, no poder ser a fin de cuentas quienes realmente son: ella una mujer felizmente casada con un hombre, que encuentra sin buscarlo el verdadero amor en otra mujer y él un jugador empedernido que siente la continua necesidad de apostar por todo, aún cuando perder implica dejar a su familia en la mesa de apuestas. En esta búsqueda de ambos, el contexto juega un papel fundamental, en la década de los setenta el auge de mujeres que querían ser algo más que “la mujer de alguien” encontraba su punto álgido así como el inicio de lograr el mismo trato y derechos por parte de la comunidad homosexual (camino que al día de hoy se sigue transitando con varias piedras por sortear). La dupla en dirección acierta con un diseño de arte preciso en cuanto a la recreación de la época, desde el vestuario y peinados hasta los detalles de ambientación, todo funciona perfecto al relato, así como la decisión de primeros planos para adentrarnos en ese mundo interior de los personajes, que recién en el último tramo se expone en su totalidad. Al final siempre viene lo mejor y no podemos dejar de destacar la interpretación de Emma Stone, ahora sí merecedora de un premio de la academia, la transformación física, la manera de caminar, los gestos exactos al hablar, Stone no personifica a Jean, Stone es Bilie Jean, es esa mujer con la fuerza para dar batalla con todas las condiciones adversas, con la furia sana de la justicia como bandera, y con la vulnerabilidad siempre a flor de piel de no poder asumir quien es y mostrárselo a todo el mundo. La escena en el vestuario, una vez ya ha culminado quizás el partido de su vida, podría tomarse como una clase magistral de actuación por parte de la actriz, quien aquí vuelve a afirmar lo que ya todos sabemos, Emma Stone es sin duda la mejor actriz de su generación, dotada de una versatilidad extraordinaria, componiendo aquí uno de los mejores papeles hasta el momento. El resto del elenco no solo acompaña a la par sino que brilla con luz propia, a Carell este hombre pateticamente gracioso le sale de taquito, y aportan en los vértices de comedia y drama tres grandes talentos con papeles menores que ellos convierten en enormes: Sarah Silverman (manager y prensa de estas mujeres con sed de victoria), Andrea Riseborough (una peluquera que enamora perdidamente a billie Jean) y Alan Cumming (vestuarista del equipo femenino, y responsable del mejor diálogo de la película). Un partido de tenis, un hombre y una mujer que se enfrentan a mucho más de lo que parece estar en juego, y la necesidad imperiosa de que llegue el día que “seamos libres de ser quien seamos y amar a quienes queramos”. Todo eso en una película, no es poca cosa.
Circo, puro circo ¿Cuánto significaría para la igualdad de géneros que una mujer le gane un partido de tenis a un hombre? Mucho, según La batalla de los sexos (Battle of the Sexes, 2017). En 1973 se armó un circo mediático entorno a un partido de exhibición promocionado como “La batalla de los sexos” entre el autoproclamado “cerdo chauvinista” Bobby Riggs y la feminista Billie Jean King. Si esta fuera la historia de ese circo, la película sería tanto más interesante; en vez de eso adopta la perspectiva de los tenistas y se toma la batalla en serio. El resultado es una película simpática pero blanda y un poco ingenua. Sin duda el partido en cuestión fue una de las millones de pequeñas victorias hacia un entendimiento y trato más equitativo entre hombres y mujeres, cuya igualdad al día de hoy se disputa injustamente en numerosos niveles. En la historia del hombre y la mujer aquel partido de tenis de 1973 parece insignificante, y si la propia película que lleva su nombre es incapaz de dramatizarlo correctamente, ¿quién entonces? El problema yace en el fracaso de la película en plantear conflictos cualitativos que expongan con contundencia el tema central de la historia. No sólo todos los personajes nos caen bien: todos los personajes se llevan bien entre sí, incluyendo los partícipes de la batalla del título. De entrada queda claro que para Riggs (Steve Carell) el sexismo es puro teatro para vender entradas, y que el partido es una payasada más en una larga lista de payasadas producto de su adicción a las apuestas extravagantes; por su parte King (Emma Stone) es una persona tan cordial que se lleva bien hasta con el tipo que la expulsa al principio de la liga al protestar la desigualdad de pago. Emma Stone y Steve Carell son dos actores usualmente cómicos que de a poco han ido revelando su alcance dramático. Poca gente se pavonea de manera tan amena como Carell, y Stone, que en sus peores roles peca de “hacerse la graciosa”, da una de sus interpretaciones más discretas y sentidas. Ambos son instantáneamente queribles, lo cual es un problema para la historia. Para cuando llega finalmente el duelo climático entre los tenistas, no hay gran tensión porque nos agradan los dos y de todas formas comprendemos que todo es puro circo. Tan anémica es la relación que tiene la película con sus incipientes conflictos que ni siquiera problematiza el hecho de que King engañe a su esposo (Austin Stowell) con su peluquera (Andrea Riseborough). El esposo resulta ser el marido más pasivo y comprensivo del mundo y ante la menor sospecha de infidelidad no hace más que apoyar la “fase” de su mujer, tan pusilánime es su carácter. Tampoco se siente la amenaza de que el amorío lésbico se haga público y desbarate la carrera de King - la única otra persona en darse cuenta es su leal modista (Alan Cumming, excelente). ¿Y por qué el equipo duda en contratar una peluquera cuando ya están pagando dos modistas? ¿No pueden despedir uno de los modistas? ¿En medio de un partido no valoran más la ergonomía capilar que los colores de sus uniformes? A saber que las interpretaciones son todas excelentes, y los actores esencialmente se van turnando a lo largo de dos horas que apenas se sienten para robarse las escenas. También se podría escribir un artículo aparte sobre la necesidad de conmemorar este tipo de historias, e ignorar la forma en que son contadas. A esta le falta poder, contundencia: se queda en la superficie de las cosas. Apenas se siente el conflicto, y lo poco que se muestra es tan ameno que no parece hacerle justicia a la historia real. Quizás porque a fin de cuentas fue todo circo. Está dirigida por el matrimonio Jonathan Dayton y Valerie Faris, que en 2006 debutaron con Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine). Ojalá su nueva película tuviera un poco más de la mordacidad y el humor negro que entonces esbozaron.
Siempre es bueno recordar (sobre todo a aquellos que reniegan del tema) que el feminismo no se inventó ayer. No es una moda, ni una consecuencia del aburrimiento. La igualdad de posibilidades entre hombres y mujeres es un derecho por el cual se lucha hace mucho tiempo. La Batalla de los Sexos recrea un importante y divertido suceso real del mundo del deporte. ¿Logra convencer al espectador de la legitimidad de su premisa? Todo comienza con Billie Jean King (una impresionante Emma Stone), con doce premios Grand Slam bajo el brazo a sus 29 años y reconocida militante en defensa de los derechos de la mujer, encabezando un torneo de tenis femenino patrocinado por la tabacalera Virginia Slims, que surge como respuesta a la inequidad de premios que ganan los hombres en relación a las mujeres: ocho veces más, sin vender necesariamente la misma proporción de entradas. Del otro lado de la red tenemos a Bobby Riggs (Steve Carell), ex-campeón ya retirado, autoproclamado misógino y adicto a las apuestas. Bobby necesita un poco de show en su vida... y por qué no una entrada de dinero adicional. Es por ello que decide, a sus 55 años, retar a Billie Jean a un partido para demostrarle al mundo entero que el hombre es superior a la mujer en todos los aspectos y que el activismo femenino debería quedarse en la cocina del hogar. El partido, justamente conocido como "Battle of the Sexes" (de hecho, era la segunda vez que realizaba un encuentro con este nombre entre tenistas de distinto sexo), resultó uno de los mayores acontecimientos deportivos hasta ese momento y todo un furor mediático, con una asistencia de 30.000 espectadores presentes en el estadio y una audiencia televisiva que rondó otros 50 millones de espectadores, sólo en los Estados Unidos. Los directores Jonathan Dayton y Valerie Faris (la misma dupla detrás de la inolvidable Little Miss Sunshine) se toman su tiempo para presentar a cada personaje por separado y contextualizarnos tanto sobre el mundo del deporte como sobre el rol de la mujer allá por comienzos de la década del '70. La sólida construcción de la primera media hora es fundamental para lograr la empatía con ambos protagonistas y poder llegar al enfrentamiento con un claro favorito por el cual hinchar. Si bien el tenis es un deporte con el que, a la mayoría de nosotros, nos cuesta mucho más engancharnos y emocionarnos, la manera en que se relata el partido, haciendo partícipes no solo a los jugadores sino también a quienes los apoyan, logra generar un muy buen clímax. Buen clímax pero también un buen comienzo y muy buen desarrollo. La Batalla de los Sexos logra narrar su historia de manera dinámica y concisa, sin perder nunca el foco de la acción, ni dejando de lado los devenires amorosos (en especial la incipiente relación entre Billie Jean y su estilista, Marilyn Barnett, interpretada por Andrea Riseborough), familiares y profesionales de los dos tenistas. El humor es fundamental: al personaje de Bobby por momentos lo querés matar a trompadas, pero su postura es tan extrema que termina causándote gracia. Y es un claro signo de los tiempos que corren el hecho que Riggs quede como un ridículo, teniendo en cuenta que este tipo tenía adeptos. Por suerte su misoginia ya no puede ser tomada en serio. VEREDICTO: 8 - ¿FUTURO ICONO? En la vida real, La Batalla de los Sexos fue sin duda un paso ganado más en la lucha por la igualdad de género. Ojalá el film se convierta en una proyección obligada en los colegios cuando se hable del tema, porque retrata la problemática desde un costado dinámico, sensato, y lleno de humor.
A los pelotazos, en el tenis y en la vida. Si alguien un poco apurado se guiara solo por lo visto en 2017, tranquilamente podría concluir que el tenis es el nuevo deporte cinematográfico por excelencia. Nada de Rockys Balboas ni Toros Salvajes: ahora Björn Borg, John McEnroe, Billie Jean King y Margaret Smith parecen ser los personajes perfectos para narrar una nueva encarnación del relato épico. Es que al estreno de hace apenas poco más de un mes de la película Borg McEnroe, de Janus Metz, que reconstruye el comienzo de la mítica rivalidad entre el sueco de hielo y el irascible irlandés de Nueva York, lo sigue La batalla de los sexos, tercera película del dúo compuesto por Jonathan Dayton y Valerie Faris, que aborda una de las historias más curiosas de la era moderna del deporte blanco. Se trata dada menos que del inusual partido que disputaron en 1973 la superestrella del tenis femenino de aquel momento, la estadounidense Billie Jean King y el histriónico campeón retirado Bobby Riggs. Desafío imaginado por el propio Riggs, quien afirmaba que una mujer nunca podría derrotar a un hombre en una cancha de tenis y le apostaba a quien aceptara que, aún con 45 años y retirado hace tiempo, era capaz de vencer a la N°1 del escalafón femenino. Es decir Jean King, quien durante los primeros ‘70 acaparó trofeos de Grand Slam volviéndose casi invencible. Construida a partir de la comedia, género adecuado para contar una historia de algún modo disparatada, la película no se limita a narrar detalles graciosos, sino que se permite indagar en zonas menos visibles pero fundamentales de la anécdota. Procedimiento que Dayton y Faris probaron manejar con solvencia en sus trabajos anteriores, Ruby Sparks (2012) y sobre todo Little Miss Sunshine (2006). A diferencia de lo que en última instancia ocurría en Borg McEnroe, en La batalla de los sexos Dayton y Faris no intentan convertir al tenis en un espectáculo cinematográfico. Por el contrario, eligen poner el foco en lo que ocurre fuera de la cancha, entendiendo que lo más importante (y lo más interesante para contar) es lo que les pasa a los personajes antes de que comience el peloteo, más allá del deporte, en sus propias vidas. El despertar a una nueva sexualidad en el caso de ella; las dificultades con la afición al juego en el caso de él, dos circunstancias que no son un problema en sí mismas pero que ciertamente inquietaban a los protagonistas. En ambos casos se trata de cómo dichas preocupaciones afectaron sus búsquedas del amor, entre otros aspectos. En concordancia con esa decisión, Dayton y Faris resuelven mostrar el tenis sobre todo a través de la perspectiva de quienes lo ven, aprovechando las diferentes alternativas previas y propias del juego para aportar algo más al drama. En definitiva el retrato del tenis no parece haber sido un fin en sí mismo para los directores, sino una herramienta más que usaron para echar andar y mantener en movimiento la máquina de la acción.
Los prejuicios muchas veces sobrevuelan el aura de una película. Especialmente si se trata, por ejemplo, del arte de tapa, la temática o, como en este caso, el olvidable y repulsivo título: La batalla de los sexos (Battle of the Sexes, 2017), de los talentosos directores Jonathan Dayton y Valerie Faris. A simple vista, si alguien toca de oído, cualquier despistado podría optar por desechar la idea de pagar una entrada e ir a ver la película a una sala. Sin embargo, si por algunas de esas extrañas razones algún prejuicioso aplica esa lógica con La bata de los sexos, seguramente se pierda de ver y disfrutar de una excelente pieza cinematográfica. Al igual que lo hicieron en la recordada y premiada Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006), el matrimonio de directores estadounidenses vuelve a realizar una comedia dramática reflexiva con una intensa y potente crítica social, en este caso a través de las cuestiones de género y libertad sexual. Todo eso sin dejar de llevar al espectador por un viaje emocional y entretenido. La película está basada en un hecho real de la década de los setenta. El 20 de septiembre de 1973 se realizó un famoso partido de tenis de exhibición, denominado por los medios estadounidense como La batalla de los sexos. El match tuvo como contrincantes a la número uno del tenis femenino de ese entonces, Billie Jean King (Emma Stone), y al excéntrico, detestable y ex campeón de Wimbledon Bobby Riggs (Steve Carell). El elenco tiene actuaciones sólidas y conmovedoras. Si bien no tienen muchas escenas juntos, salvo las del final, el dúo protagónico la descose en cada uno de sus papeles. Sin lugar a dudas, la actriz ganadora del Oscar en la última de edición tiene algo que obnubila y obliga al espectador a mirarla y prestarle atención constantemente. Su interpretación muestra una vez más su versatilidad para interpretar cualquier tipo de género o papel. En La Batalla de los sexos el partido de tenis funciona como una excusa perfecta para llevar adelante el argumento de la historia y dar a conocer el contexto de la época, un tiempo en el que la mujer era considera inferior al hombre en todos los aspectos. Sin embargo, ese es uno de los puntos más determinantes, porque la película duele y entristece al mostrar que después de cuarenta años la mujer aún debe continuar luchando por sus derechos en una sociedad patriarcal sin igualdad de género. El trabajo técnico realizado por Dayton y Faris y la impecable e inteligente labor en el guión de Simon Beaufoy sorprenden por la facilidad y efectividad que tienen para desarrollar una historia amena y divertida, pero que logra concientizar sobre las cuestiones de género.
La batalla de los sexos, de Jonathan Dayton y Valerie Faris Por Jorge Barnárdez En 1973 un hombre y una mujer protagonizaron un evento que por muchos motivos marcaría un hito. Un tiempo antes, las mujeres que jugaban al tenis en los Estados Unidos habían protagonizado un gesto de enorme valentía, En septiembre de ese año los planetas se alinearon y ese grupo de mujeres deportistas dieron un paso enorme para el futuro de sus carreras. El asunto es que cuando la mejor de las jugadoras del circuito le dijo al presidente de la asociación que pretendía ganar el mismo dinero que los tenistas varones, recibió una negativa rotunda y comentarios desdeñosos. Billie Jean King y su manager – abogada Gladys Heldman, le dijeron entonces a esos señores conservadores que se iban a arrepentir, porque armarían una liga propia de mujeres. Los directivos de la asociación de tenis echaron a las chicas de su organización y King se llevó a todas sus colegas de gira por América con un torneo auspiciado por una marca de cigarrillos. La batalla de los sexos cuenta ese proceso y el evento central de aquellos años, que fue un partido que reunió treinta mil espectadores en un estadio y se transmitió vía satélite a distintos lugares del mundo, entre un hombre y una mujer, Billie Jean King ¿Cómo se llegó a ese partido? Porque Bobby Riggs, un jugador ya veterano y retirado, se aburría con su vida de millonario, pasaba sus horas apostando a cualquier cosa o comprando chiches caros como un lujoso auto Rolls Royce con televisor incluido. Así que ante el hastío por el que se deslizaba su vida, Rigs decidió que era un buen momento desafiar a la mejor de las mujeres tenistas para dejar en claro la superioridad del hombre. El matrimonio de directores que habían sorprendido a todos con Pequeña Miss Sunshine, ahora tomó aquella historia de “la batalla de los sexos” -que fue el nombre que tuvo el partido- y convocaron a Emma Stone y a Steve Carrel para que ambos se pusieran en la piel de aquellos contendientes. Un dato no menor es la encrucijada que la tenista vivía por aquellos días con respecto a estar casada con hombre y asumir en ese momento que su interés amoroso y sus gustos sexuales pasaba por las mujeres. Todo el peso de la película recae sobre Emma Stone, que logra una actuación convincente y sensible y que además, hace que brillen tanto Sarah Silverman en el papel de la abogada de las tenistas que desafían al sistema, como de Andrea Riseboroug como una peluquera que por aquellos días fue quien la ayudó a Billie a definir sus gustos sexuales y si bien ese terminó siendo un personaje pasajero en la vida de la tenista está claro que lo que siguió en la vida de la tenista y activista de los movimientos por la igualdad de géneros tuvo que ver con aquella relación. A Carrel le toca darle carnadura a un personaje que pudo haber quedado como un bufón ambicioso, pero que algunos rasgos que se ven lo rescatan de ese lugar. La batalla de los sexos es una muestra de buen cine que fija su atención en un momento que determinó cambios en una actividad deportiva pero también y quizás más importante, en la sociedad. LA BATALLA DE LOS SEXOS Battle of the Sexes, Estados Unidos/Reino Unido, 2017. Dirección: Jonathan Dayton y Valerie Faris. Guión: Simon Beaufoy. Intérpretes: Steve Carell, Emma Stone, Andrea Riseborough, Elisabeth Shue, Austin Stowell, Bill Pullman, Alan Cumming, Natalie Morales, Sarah Silverman, Eric Christian Olsen. Producción: Danny Boyle, Christian Colson y Robert Graf. Distribuidora: Fox. Duración: 121 minutos.
Con un logrado trabajo actoral por parte de los protagonistas, y una Emma Stone que cada día se afianza más como actriz, “La batalla de los sexos” no sólo propone un viaje a un momento clave en la lucha por asumir nuevos roles para las mujeres, sino también invita a una reflexión sobre la pasión por la profesión y el trabajo. En el derrotero de Billy Jean King (Stone) por imponerse en la sociedad como mujer y tenista, alejada de los ataques del misógino Bobby Riggs (Carey), comienza a descubrirse y a vislumbrar la posibilidad de que en su lucha, su voz, sea la voz de muchos. Dinámica, entretenida, predecible, pero efectiva.
Estamos viviendo un momento de cambio histórico. La lucha de las mujeres por la igualdad de derechos es un tema de todos los días y que abarca todos los sectores de la sociedad e industrias. Y obvio que el mundo del cine (tanto delante como detrás de cámara) se hace eco de la situación, tanto con escándalos como con geniales ejemplos como este estreno. Es muy interesante descubrir o recordar historias reales que pasaron hace no mucho tiempo y que sea una película la que te demuestre el ridículo total de algunas situaciones. Con humor, química y buena realización, La batalla de los sexos es un testimonio con mucha impronta. La pareja de directores compuesta por Jonathan Dayton y Valerie Faris, quienes nos han dado joyas tales como Pequeña Miss Sunshine (2006) y Ruby Sparks (2012), narra muy bien una historia que se podría haber contado en un corto (ficción o documental) pero que se convirtió en una película con una gran puesta. Partiendo desde la recreación de época y vestuario hasta llegar a las magníficas interpretaciones de Emma Stone y Steve Carrell. La vida (y lucha) de la tenista Billie Jean King es apasionante y todo lo que rondó a ese famoso partido contra Bobby Riggs está genialmente retratado. Otro aspecto genial que tiene la película es la manera en la cual está filmada dicha contienda de tenis en el climax. Porque uno sabe lo que va a ocurrir y sin embargo te ponés nervioso y expectante, y luego feliz. La batalla de los sexos llega en un momento justo y no por casualidad. Buena película y con un fuerte mensaje.
MIRÁ DE QUIÉN TE BURLASTE La lucha por la igualdad invade las canchas. Si algo nos dejó bien en claro este 2017, es que las historias cinematográficas protagonizadas por mujeres son muy necesarias y, de paso, pueden recaudar premios y millones. Arrancamos estos doce meses con “Talentos Ocultos” (Hidden Figures, 2016), basada en un hito bastante desconocido dentro de la NASA que, además, pone el acento en las minorías afroamericanas en épocas de separatismo y discriminación a flor de piel. “Mujer Maravilla” (Wonder Woman, 2017) demostró que las heroínas comiqueras pueden estar a la par (y hasta superar) a sus contrapartes masculinas, dejando unos cuantos mensajes de igualdad por el camino. Si no te alcanza con la fantasía feminista de Diana, o las inteligentísimas chicas de Langley para entender un año donde las mujeres no se quedaron calladas (ni en la realidad ni en la pantalla) un poco para hacerle frente a una desigualdad que ya no se tolera, y claro, al gobierno de Donald Trump, representante de todo ese machismo y misoginia. Un año donde los shows televisivos más celebrados (“THe Handmaid’s Tale, “Big Little Lies”, “Alias Grace”, incluso las series comiqueras de The CW) se enfocaron en diversas temáticas femeninas, abusos, disparidad y una larga lista de etcéteras, “La Batalla de los Sexos" (Battle of the Sexes, 2017) cae como anillo al dedo, sumando una historia real, tan “simpática” como necesaria para entender aquellos y estos tiempos. La nueva dramedia deportiva de los directores de “Pequeña Miss Sunshine” (Little Miss Sunshine, 2006) -Jonathan Dayton y Valerie Faris- tiene todo lo que le gusta a la Academia: está basada en hechos reales, sus protagonistas deben transformarse físicamente delante de la cámara y, además, está protagonizada por la última ganadora del Oscar, ¡Bingo! Pero eso no es lo más importante. Emma Stone es Billie Jean King, y Steve Carell es Bobby Riggs, dos tenistas que en 1973 se enfrentaron en la llamada (y resonada) “Batalla de los Sexos”, un poco por orgullo y otro tanto (bastante) por publicidad, aunque era la mujer la que tenía mucho más que demostrar, y muchísimo más para perder, más allá de la contienda. King, toda una número uno de las canchas y feminista militante, tuvo que ceder ante los caprichos de Riggs, un ex campeón adicto al juego y estafador, y llevar adelante un show que los enfrentó tras las redes. Acá no se trata sólo de titulares. King y sus compañeras buscaban recibir el mismo tratamiento y recompensa económica que los jugadores masculinos. En su lucha por el cambio social, Billie amenazó con boicotear el abierto de Tenis de los Estados Unidos; y en medio de esta volteada surgió la propuesta de Bobby, ex campeón de personalidad avasallante, quien la retó con la consigna de demostrar “la superioridad del hombre sobre la mujer”. En la realidad, y a través de la cámara de Dayton y Faris, no es tan así. Ni Riggs es un machista desalmado, ni King una feminista odiadora del sexo opuesto. Ambos guardan sus miserias bajo la alfombra y necesitan demostrar (y demostrarse) varias cosas para poder conciliar diferentes aspectos de su vida. El guión de Simon Beaufoy –ganador del Oscar por “Slumdog Millionaire - ¿Quién Quiere ser Millonario? (Slumdog Millionaire, 2008)- tiene como climax este partido tan publicitado, pero antes se detiene en la vida personal de ambos protagonistas. Billie, una jugadora casada con el deporte, y con Larry (Austin Stowell), aunque éste no puede competir con la raqueta, ni con las pasiones de su esposa cuando cruza su camino con Marilyn Barnett (Andrea Riseborough), una estilista de espíritu libre que le vuela la cabeza; pero esto sigue siendo un tabú incluso en plena década del setenta y sus revoluciones sexuales. Lo privado se torna un tema tan interesante como el partido en sí. Por un lado, mujeres que deben conciliar sus carreras y matrimonios, y ser “perfectas” en ambos casos. Y por el otro, los hombres, cancheros y machirulos, que pueden atravesar la vida sin responder ante nadie. Claro que no es el caso de Riggs, quien nos vende una personalidad avasallante ante las cámaras, pero de la puerta para dentro es un tipo con problemas de juego que lucha por mantener su orgullo y unida a su familia. “La Batalla de los Sexos” no es una película que vaya a quedar en los anales, pero es correcta, efectiva, graciosa y emotiva por partes iguales; tiene grandes actuaciones y una genial puesta en escena acompañada por una banda sonora bien acorde. Pero su principal atractivo es como “documento histórico” y recordatorio de lo que lograron algunos para que hoy, muchos de nosotros, disfrutemos de ciertas libertades. No, Billie King no cambió al mundo, pero consiguió una pequeña gran victoria en un universo liderado por hombres. Una lucha de igualdades que parece no tener fin, pero que no hay que abandonar bajo ninguna circunstancia, y que durante este 2017 hizo mella en todas las pantallas.
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Las mujeres arriba Billie Jean King (Emma Stone) luego de su consagración en el Us Open se abrió de la Federación de Tenis ya que la paga era la octava parte de lo que cobraban los hombres pese a que la venta de entradas era igual. Mientras Billie Jean y su agrupación se embarcan en una gira por los Estados Unidos, el ex tenista Bobby Riggs (Steve Carrell) de 55 años decide desafiar a la joven tenista para demostrar que los hombres son superiores a las mujeres y que no merecen una carrera profesional. Billie se niega porque no quiere prestarse al circo pero Riggs le gana a Margaret Court, la número uno del ranking, y se proclama “campeón femenino” por lo que Billie decide enfrentarlo. Los directores de Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) y Ruby Sparks (2012), Jonathan Dayton y Valerie Faris deciden encarar la historia como una comedia dramática pero los hechos son totalmente reales, incluidas varias subtramas. El elenco hace un trabajo notable, sobre todo Carrell y Stone en quienes obviamente se apoya la película. En su momento Billie Jean King iba a ser interpretada por Brie Larson pero al ver las similitudes de Stone con la verdadera King no quedan dudas que fue la elección indicada para el papel. Los secundarios también tienen grandes actuaciones, incluso algunos que aparecen poco como es el caso de Elizabeth Shue quien interpreta a la esposa de Bobby. El partido entre Riggs y King logra mantener la tensión y hace olvidar que se trata de un hecho real cuyo final ya es conocido. Todo acompañado de una excelente recreación de época. La batalla de los sexos es una buena película deportiva y que deja en claro su mensaje sin necesidad de andar remarcándolo varias veces. Billie Jean King quien luego del enfrentamiento fue amiga de Riggs hasta la muerte de él en 1995, se reunió con Emma Stone y los directores mientras producían la película y luego de verla en varias oportunidades declaró: “Cada vez que la veo estoy maravillada de cada uno de los actores y de lo que le aportaron. Fue tan auténtico, tan real y preciso”.
Los directores de Pequeña Miss Sunshine (2006) y Ruby, la chica de mis sueños (2012) reconstruyeron la historia de un partido de tenis que fue mucho más que un simple desafío en un court: el enfrentamiento entre Billie Jean King (Stone) y Bobby Riggs (Carell) significó el inicio de una serie de cambios no solo en la alta competencia sino también para los derechos para las mujeres en varios otros terrenos. Una película que, sin abandonar cuestiones deportivas ni los bienvenidos toques de comedia, resulta decididamente política. Ambientada entre 1972 y 1973, La batalla de los sexos tiene como clímax el duelo tenístico de corte circense entre un excéntrico ex campeón llamado Bobby Riggs y la por entonces estrella de ese deporte Billie Jean King, que se realizó en un estadio de Houston y que tuvo una audiencia de 90 millones de espectadores solo por la cadena ABC. El tenía 55 años y era una figura excéntrica y machista con una enorme capacidad para el marketing personal y la provocación mediática. Ella tenía 29, estaba casada, pero mantenía una doble vida (una relación lésbica en aquel tiempo era impensable para una estrella del deporte) y fue la vocera y líder de una generación de mujeres descontenta con las condiciones que imponían los hombres en casi todos los ámbitos. En una de las primeras escenas de este film dirigido por la dupla Dayton-Faris a partir de un guión del británico Simon Beaufoy (Slumdog Millionaire: Quién quiere ser millonario, 127 horas) vemos que el capo de la United States Lawn Tennis Association, Jack Kramer (Bill Pullman), le ofrece a las mujeres premios ocho veces menores a los que obtienen los hombres en el mismo torneo. Hartas de esa y otras injusticias, King y su ladera Gladys Heldman (Sarah Silverman) convencen a varias de las tenistas de élite de armar su propia asociación (que luego sería la WTA) y su propio circuito (que sería patrocinado por una... ¡marca de cigarrillos como Virginia Slims!) en condiciones más que precarias. Allí es donde aparece Riggs -un adicto al juego y mentiroso compulsivo para desesperación de su esposa Priscilla (Elisabeth Shue)-, que convence primero a la campeona australiana Margaret Court (Jessica McNamee), a quien vence con pasmosa facilidad ("fácil triunfo sobre la maternidad y la liberación femenina", se burlan), y luego a King para que lo enfrenten y demostrar, así, la superioridad masculina que él y sus poderosos amigos orgullosamente sostienen. La película -rodada en 35mm anamófrico para lograr un look más propio de esa época- va y viene con bastante ductilidad entre los aspectos íntimos de King -la fría relación con su marido Larry (Austin Stowel) y la apasionados encuentros con una peluquera de Los Angeles llamada Marilyn (Andrea Riseborough)- y las cuestiones públicas (los medios, los negocios, los torneos). Sin caer en la bajada de línea ni en el didactismo (aunque tampoco es un dechado de sutilezas), La batalla de los sexos resulta una tragicomedia bastante fluida y entretenida, con muy buenos intérpretes (Carell por momentos está al borde del patetismo) y con una agenda de cuestiones pendientes (la igualdad de ingresos ante un mismo trabajo, el respeto por la diversidad sexual) que hoy podría parecer algo demodé, pero que en varios lugares y profesiones todavía está lejos de cumplirse. Sí, aquella lucha de King contínúa. PD: Un año cinematográfico extrañamente tenístico, ya que La batalla de los sexos es un complemento perfecto y conforma un involuntario doble programa con Borg - McEnroe: La película.
La batalla de los sexos: el espectáculo como campo de batalla social Además de figuras clave en la MTV de la era musical, el matrimonio de directores integrado por Jonathan Dayton y Valerie Faris son responsables de películas como Pequeña Miss Sunshine y Ruby, la chica de mis sueños. En su tercer largometraje, Dayton y Faris se basan por primera vez en hechos reales, tomando parte de las vidas personales y las carreras profesionales de Billie Jean King y Bobby Riggs en los años 70: la gran tenista en esos momentos en actividad y el tenista retirado (ex número 1) farolero, misógino y apostador. Mientras King y otras tenistas luchaban por la igualdad de premios en los torneos para hombres y mujeres, Riggs, de 55 años, quiso aprovechar el momento y desafiar a King a un partido para probar "la superioridad del hombre". Cómo se llega a ese partido, y el partido, es lo que recrea La batalla de los sexos, una película que sufre de algunos males muy de época como una excesiva corrección política (o, mejor dicho, trabajar polémicas de los setenta con una visión muy pendiente de lo que hay que decir en 2017) y demasiados acentos y énfasis musicales desde el principio. Esos procedimientos son ablandadores y en ocasiones hasta distractores. Pero La batalla de los sexos supera con creces esos ripios -que no son constantes- mediante méritos troncales, a través de bases cinematográficas fundamentales. En primer lugar la actuación de Emma Stone como Billie Jean King, a la que no se preocupa por calcar físicamente, sino que la interpreta con la vieja receta clásica: magnetismo, belleza, carisma, mirada encendida. Queremos que King triunfe, además de muchos otros motivos, porque la amamos en la piel de Emma Stone. Y están Bill Pullman y Sarah Silverman en roles secundarios, otros dos intérpretes que saben de presencia sin necesidad de armar un show individual que distraiga. En segundo lugar, la película se apoya no solamente en lo deportivo, en los entrenamientos y partidos -que recrea con eficacia-, sino además en la potencia de las historias de amor de los protagonistas, escritas con acierto y profundidad no exenta de económica brevedad. Y, por último, La batalla de los sexos expone con claridad, más allá de sus ideas en la superficie, a una sociedad que ha entendido el espectáculo masivo como el vehículo fundamental para dirimir sus disputas de todo tipo. Así, la película de Dayton y Faris expone de manera fascinante algo más persistente que cualquier lucha de época, y se apoya con claridad nada enfática en uno de los pilares de la sociedad estadounidense.
Match point a la igualdad Trasciende el hecho meramente deportivo y emociona. Emma Stone brilla en su composición. Los realizadores Jonathan Dayton y Valerie Faris que llevaron a una familia hasta un concurso de belleza en Pequeña Miss Sunshine, eligen ahora un hecho deportivo en esta biopic alimentada por rivalidades, romances y lucha contra los prejuicios. El histórico partido de tenis de 1973 enfrentó a Bobby Riggs (Steve Carrell), un egocéntrico tenista retirado de 55 años que apostó a un evento para burlarse del sexo opuesto, y a Billy Jean King (Emma Stone), la joven prometedora que acumulaba triunfos. El filme trasciende el hecho deportivo y explora los conflictos que son retratados con gracia y desgracia en torno a la sexualidad, la igualdad de condiciones, la competencia y el triunfo. Billy Jean tiene un marido comprensivo, un romance paralelo con su peluquera (Andrea Riseborough) y es confidente de su modisto (Alan Cumming). Por su parte, Riggs intenta llevar a su hijo por el mismo camino, pero su esposa (Elisabeth Shue) prefiere alejarse de la “estrella” luego de una convivencia complicada. El relato se aleja del humor negro que destilaba el trabajo anterior de Dayton-Faris y expone con emoción lo que sucede fuera y dentro del campo de juego. En ese micromundo pensado para los negocios entran en acción las apuestas, las transmisiones, los sponsors (de cigarrillos), los oportunistas (Bill Pullman está impecable) y famosos como Lloyd Bridges opinando en televisión sobre el posible resultado de la partida. Con su manto de igualdad, asoma en la historia el peligro de un romance prohibido que puede salir a la luz y generar escándalo en una época donde la homosexualidad era combatida. Emma Stone vuelve a brillar después de La La Land y atraviesa con convicción los diferentes estados (como en la escena del vestuario) que le exige su personaje de luchadora y mujer frágil. La dupla de directores sabe que tiene un tema rendidor entre manos y lo explota al máximo a través de un cine popular que mantiene la estética de la época desde la textura de la imagen, el vestuario, las fotos de archivo y la banda sonora que suman interés a la propuesta.
Jonathan Dayton y Valerie Faris sorprendieron hace varios años con esa linda película que es "Little Miss Sunshine" pero, más allá de algún intento en el medio (Ruby Sparks), no lograron volver a sorprendernos y generarnos algo similar a lo de aquel film protagonizado por una pequeña y adorable Abigail Breslin. Con Emma Stone y repitiendo a Steve Carrell (totalmente opuesto al personaje que interpretó en la anterior), esta vez los directores apostaron por el relato más clásico, por un subgénero que tiene reglas tan claras que es difícil correrse y apuntar por algo novedoso. Y eso mismo sucede con “La batalla de los sexos”. Basada en un caso real, la película muestra a dos personajes diferentes y de diferentes ideologías sobre todo, enfrentados. Pero en realidad la película no es un partido de tenis ni el orgullo de quien se alce como ganador. "La batalla es de los sexos" no sólo porque hay un hombre contra una mujer, sino porque hay un hombre machista y retrógrado por un lado y por el otro a una mujer, feminista si se le quiere agregar, no más que una mujer que busca tener los mismos derechos que un hombre en una carrera que se encarga de diferenciarlos todo el tiempo. Billy Jean King quiere cobrar como cobra un hombre por jugar al tenis. Cuando obtiene un no como respuesta decide junto a su representante armar su propia liga y de a poco va reclutando un grupo de talentosas mujeres. Empiezan sin dinero pero con muchas ganas y de a poco se van ganando su lugar. Bobby Riggs es un ex campeón del tenis y actual apostador crónico. Entre su incansable cantidad de apuestas, comienza a obsesionarse con la idea de ganarle un partido a Billy Jean y así demostrar que los hombres son mejores que las mujeres en el deporte. A Billy Jean no le interesa entrar en ese juego ridículo y mediático (Bobby Riggs se caracteriza además por ser un personaje que ama la atención y las cámaras y no teme ni ridiculizarse con tal de lograrlo ni hacer los comentarios más machistas), ella simplemente quiere ser quien es, jugar al tenis que es su gran amor, y poder ser libre también en sus elecciones personales. Ahí entra en juego el personaje interpretado por Andrea Riseborough, una peluquera de la que se enamora Billy Jean, quien está casada con Larry King y a escondidas comienza a descubrir quién es realmente. “La batalla de los sexos” es una película entretenida pero demasiado correcta. Todo es muy de manual, incluso a la hora de representar los ideales feministas por los que lucha Billy Jean junto a sus chicas. El feminismo está más bien retratado a través de situaciones y líneas de diálogo demasiado comunes, sin una mayor profundidad. No obstante, si bien estamos ante una historia de hace unas décadas sigue sintiéndose muy actual, porque la mujer sigue luchando por lo mismo y si bien han habido avances aún se está lejos de haberlo conseguido. Emma Stone y Steve Carrell aportan mucho al film con su carisma, tanto juntos como separados. También vale destacar la presencia de Sarah Silverman, una actriz que a la que muchas veces se la termina comiendo el personaje. Lo suficientemente divertida, curiosa por la historia a tratar especialmente para quienes no la conocen, pero ni novedosa en el tratamiento de su temática y mucho menos en su narración, estamos ante un film que cumple sin pena ni sobresaltos. El estar rodada en 35 mm le brinda además una estética retro que funciona.
La pareja detrás de "Pequeña Miss Sunshine" presenta ahora "La batalla de los sexos", película histórica que retrata un supuesto hito de las conquistas feministas en un tono muy liviano. El 20 de septiembre de 1973 estaba todo listo para que el show comience en Houston, Texas. Bobby Riggs, tenista de renombre en los años ’40 había desafiado a un partido de singles a la bastante más joven Billie Jean King, en lo que se promocionó como "La batalla de los sexos". Este hecho, que incluye mucha promoción y pirotecnia propia de los eventos que salen de ese país, significó, según algunos una hazaña y gran avance en las conquistas de las mujeres sobre la preponderancia cultural masculina. Más allá de que, en contexto, ese mérito parece algo grande, aquel partido tenístico pasó a la historia, y ya cuenta no con una, sino con dos adaptaciones cinematográficas. La segunda de ellas, llevando por título el mismo que llevó aquel evento "La batalla de los sexos". Steve Carrell se pone en la piel de Bobby Riggs, autoproclamado “el último chauvinista”, un personaje con un ego enorme, sediento de fama y atención, quien a sus 55 años intenta dar golpes de efecto para capturar algunas de las miradas que se posaban sobre él. La fórmula fue iniciar una campaña contra el tenis femenino, consistente en varios hechos puntuales y habladurías por demás. Esto terminaría por captar la atención de la tenista y activista feminista Billie Jean King (Emma Stone) quien termina aceptando el desafío de batirse en un partido para ver cuál de los dos sexos es el más fuerte. Jonathan Dayton y Valerie Faris, junto al guionista Simon Beaufoy, deciden contar su versión de la historia poniendo el foco en los personajes, asumiendo un tono de comedia, pero intentándole dar a los hechos una seriedad e importancia que suena a muy relativa. Steve Carrell y Emma Stone, junto a varios secundarios son lo mejor de la propuesta, ya que todo está servido para que los actores puedan desplegar mohines y capas histriónicas, sin soltar la veta dramática. Sin embargo, la evolución del guion es tan cercana al piso que nos da a pensar que si bien, todos están bien, ninguno alcanza una meta más allá de sus promedios esperables, casi como si hiciesen esta película de taquito. Dayton y Faris habían demostrado en sus dos films anteriores, "Pequeña Miss Sunshine" y "Ruby Spark" una acidez y negrura que aquí no se vislumbra. Si bien queda claro, más por el lado de Riggs, que detrás del partido hay una clara intención promocional, se pretende dejar en claro que se superó esa barrera y que sí se terminó por configurar un hito histórico. Hay determinados detalles en la vida de Riggs y King que se toman muy a la ligera, como la relación de infidelidad lésbica de King, o la constante necesidad de atención pública de Riggs, que de haberse focalizado mejor, le hubiesen dado a la estructura una mayor relevancia. Por el contrario, al enfrentamiento en sí, se lo valoriza demasiado, cuando los años demostraron que Riggs y King hicieron algo, mucho, de uso de ese hecho, y en verdad se llevaban mejor de lo que nos hacían creer. Ni siquiera fue realmente el primer enfrentamiento en cancha de tenis entre tenistas de distinto sexo, hay datos anteriores que datan de la década del ’30, claro que no habían contad con el aparato publicitario de esta. En realidad hubiese sido interesante encuadrar a este partido como aquellas habituales contiendas boxísticas en las que ambos púgiles se pelean previamente para llamar la atención y acarrar espectadores y televidentes. Aun no siendo una gran obra memorable, el telefilm Cuando Billie venció a Bobby de Jane Anderson, con Ron Silver y Holly Hunter en los roles centrales, focalizaba mejor, otorgaba seriedad donde debía, y una mirada algo cínica sobre el contexto. Los dos elementos que aquí faltan. Sin pretender ser una película que trascienda la historia, "La batalla de los sexos", posee también mucha de la parafernalia que caracterizó a aquel partido, hay un cierto grado de espectacularidad, vigorismo, y hasta un ritmo por momentos frenético que la hacen un puro espectáculo. Por momentos, pareciera que estamos asistiendo a una comedia romántica, sin ser tal, de polo opuestos, y eso es lo que ofrece "La batalla de los sexos". Entretenida, divertida, con un puñado de buenas intérpretes y una puesta decente. Como película histórica adolece de un correcto enfoque de análisis y una mirada más realista. Como comedia pasatista, funciona.
Igualdad de género en la red En 1973 el machista, misógino, showman y ex tenista Bobby Riggs de 55 años desafió a un partido para probar la inferioridad de las mujeres a la por entonces número 1 del mundo del deporte blanco, la gran Billie Jean King. Esta es su historia. Contexto: a comienzos de los setenta, la diferencia entre lo que percibían en concepto de premios las mujeres y los hombres era considerable en el mundo del tenis. Esta situación explotó en 1972 cuando las principales exponentes del circuito femenino amenazaron al presidente de la federación estadounidense, Jack Kramer, con formar su propia asociación y boicotear los principales torneos, incluidos los Grand Slams. Kramer, convencido de que eran los hombres el principal atractivo para el público, hizo oídos sordos a esta amenaza por lo que las tenistas, encabezadas por la número 1, Billie Jean King, ganadora de múltiples torneos major y su principal contendiente, la australiana Margaret Court Smith, decidieron organizar su propio circuito. Protagonista: no es casualidad que la película se centre en quien inició aquella revuelta tenística en los setenta dado que Billie Jean King no solo era la mejor (hoy en día el mega complejo que alberga al US Open, uno de los cuatro torneos más importantes de este deporte, lleva su nombre) sino que además su personalidad, por múltiples motivos, resultaba fascinante. Quien se encarga de darle vida a esta leyenda del tenis es nada menos que la ganadora del Oscar Emma Stone que, como no podía ser de otra forma, realiza un maravilloso trabajo. King no solo jugaba bien sino que consideraba su éxito no como el resultado sino como la herramienta para luchar, para conseguir que su voz se escuchara, incluso por sobre la de los miles de hombres que se negaban a aceptar a la mujer con su merecido rol de igualdad. En el deporte y en la vida. La película retoma la vida de Billie Jean cuando estaba en la cresta de la ola, momento marcado por una lucha pública bestial por los derechos de la mujer y otra no menos trascendente que involucraba su vida privada y su traumática pero firme autoaceptación como lesbiana. El personaje, con el peso dramático que todas sus características suponen, logra brillar a partir de un excelente trabajo de guion y de la tremenda labor de Emma Stone. Antagonista: pero si la película se llama La Batalla de los Sexos, tiene que haber alguien del lado de los hombres. Bobby Riggs fue un gran jugador de tenis, ganador también de numerosos títulos de Grand Slam. Sin embargo, la década del setenta lo encontró ya en sus cincuenta, obviamente retirado del deporte profesional y ávido de recuperar su protagonismo a nivel mediático que su vida extravagante y ostentosa no le alcanzaba a proveer. Por eso tuvo la brillante idea de organizar la batalla de los sexos, un partido de tenis desafiando a la mejor de las tenistas para demostrar la superioridad masculina de forma definitiva y, sobre todo, televisada a millones de personas gracias a millonarios arreglos de sponsoreo. Un notable Steve Carell da vida a Bobby Riggs, una figura controversial a nivel público pero conflictuada y sufriente a nivel personal, cosa que la película se encarga de mostrar a partir de la relación de Bobby con su hijo y su esposa. Película: una historia real muy interesante y llena de lecturas, personajes protagónicos fuertes y complementarios, actuaciones a la altura (con un elenco completado por Bill Pullman, Elisabeth Shue y Andrea Riseborough) y temas muy actuales tratados con total profundidad y compromiso. Resulta conmovedora una persona que lucha interna y externamente para que la dejen y para permitirse ser quien es al mismo tiempo que entabla una pelea denodada contra todo el establishment mediático, político y deportivo de la época para lograr que su voz y la de todas las mujeres sea escuchada y reconocida como es debido. Es hasta desgarrador ver cómo alguien debe ir en contra de lo que cree, como es prestarse al circo mediático que alguien como Riggs proponía, porque esa es la única manera de probar que su discurso lleva razón. Porque a veces no alcanza con tener tranquilidad de conciencia o con convencer al reducido círculo íntimo que nos rodea. Hay batallas que deben ganarse a todo nivel. Eso es lo que Billie Jean King representaba y eso es lo que esta película muestra.
A principios de los setenta, el mundo del tenis puso la mirada en un duelo muy especial. Más que un partido de tenis, fue una batalla entre el incipiente movimiento pro igualdad de género en el deporte, encarnado en la campeona Billie Jean King (Emma Stone) y el machismo rancio que se resistía a compartir espacios y a ganar el mismo sueldo que ellas, representado por el tenista retirado y estafador Bobby Riggs (un Steve Carell por momentos payasesco). Es el evento central cuyos días previos reconstruye esta película, a cargo de los directores de Pequeña Miss Sunshine. Un asunto lamentablemente muy a tono con los tiempos que corren, pero que también se ocupa de sentar una reivindicación en favor de la diversidad sexual explorando la relaciones amorosas de King, que estaba casada con un hombre pero enamorada de una mujer. A pesar de la corrección política, y narrativa, con forma de biopic bastante convencional y pulcra, La batalla de los sexos es muy entretenida y se beneficia muchísimo de la vitalidad, la naturalidad y el talento de sus dos protagonistas. Ellos logran neutralizar el tono aleccionador de todo el asunto.
Es el nombre que recibió un encuentro de tenis entre la campeona Billie Jean King y el ex campeón payasesco Bobby Rigs que ocurrió en l973 y tuvo una audiencia televisiva similar a la llegada a la luna en EEUU. Es que ella acababa de reclamar igualdad de ganancias para las deportistas mujeres, que ganaban ocho veces menos, y ante la negativa rotunda, eligió crear su propia liga femenina, que vaya paradoja tenía como auspiciantes a una marca de cigarrillos para mujeres. En pleno torneo, en plena crisis de identidad sexual de la jugadora, recibe un reto que no puede rechazar, marcar en la cancha de tenis que una mujer puede resistir la presión, tener energía y talento para derrotar a un hombre. Aunque este solo busque dinero, exagere su posición en pos de auspiciantes y tenga 55 años. En manos de la dupla responsable de “Pequeña miss Sunshine”, el matrimonio de directores Valerie Faris y Jonathan Dayton, con el guionista Simon Beaufoy (Slamdog millonaire) crearon una historia amena, que se basa mas en los temas personales de los contendientes, que en las fuertes reivindicaciones de King. No es una película fuertemente política, aunque el decálogo machista parezca increíble, más aún cuando todavía en el deporte persisten estas diferencias. Tiene en Emma Stone a una entrañable deportista que se siente atraída por una mujer y se atreve a ejercer su deseo en privado, en una época donde si se hubiera descubierto su verdad los auspiciantes hubieran huido despavoridos. Ella plena de matices, contenida y profunda. Steve Carell eligió un camino de riesgo, el humorista y bufón desaforado que esconde una angustia patética que se descarga en las apuestas. Al principio la película salta de una historia a la otra y luego crece cuando finalmente llega el match tan esperado.
En un mundo perfecto, el estreno de una película como La batalla de los sexos hubiera servido para reflexionar sobre la evolución que tuvo la sociedad del siglo 21 en lo referente a la desigualdad de género. Aunque en algunos campos hubo ciertos avances, comparado con la situación de los años ´70, el machismo recalcitrante que manifestaba un tenista mediático como Bobby Riggs no fue erradicado por completo y queda mucho por hacer al respecto en materia de educación. Sin ir más lejos, hace unos meses en Estados Unidos un famoso jugador de fútbol americano menospreció a una periodista en una conferencia de prensa, ya que entendía que las mujeres no debían opinar sobre estrategias de ese deporte. Dentro de este contexto aparece un film como La batalla de los sexos en los cines y es imposible no apreciarlo por el mensaje que expresa y la enorme actualidad que tiene el conflicto central. Los directores de Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, presentan una dramatización de los eventos que llevaron a la tenista Billie Jean King (número 1 del mundo en 1973) y el ex campeón Bobby Riggs a jugar un partido que paralizó en su momento al público estadounidense e hizo historia en este deporte. La trama retrata en detalle el menosprecio que existía hacia el tenis femenino por parte de quienes organizaban los campeonatos y el romance de King con su estilista, en un momento donde tener una pareja del mismo sexo podía significar el fin de la carrera para cualquier atleta. Emma Stone presenta una gran interpretación de Billie Jean en la que logra transmitir con convicción los diversos conflictos que la deportista enfrentaba en su vida por aquellos días. La actriz es el corazón de esta producción y con su carisma se carga la trama en sus hombros, apoyada por un reparto que tuvo un gran casting en los personajes secundarios. A lo largo del film se pueden apreciar muy buenos momentos de Sarah Silverman, Bill Pullman y Andrea Riseborough en el rol de la amante de la protagonista. En el caso de Steve Carell su labor resulta un inconveniente y seguramente dividirá las opiniones entre los espectadores. En mi caso me pareció muy sobreactuado y las apariciones del tenista generan una distracción constante. Bobby Riggs tenía un temperamento extrovertido pero Carell por momentos lo convierte en una caricatura y la intención de los directores por humanizarlo en algunas escenas no son muy efectivas. Un aspecto donde los realizadores hicieron un gran trabajo es en la puesta en escena de los años ´70, que se ve favorecida con una fotografía granulada que remite a la estética que solía tener el cine de esa década. Un recurso que Ben Affleck también utilizó en Argo. Al margen de las cuestiones técnicas, la gran virtud de La batalla de los sexos pasa por la representación acertada que brinda sobre el concepto del movimiento feminista. Un tema que en la actualidad quedó distorsionado por ciertos sectores fundamentalistas, cuyo resentimiento y violencia no hacen otra cosa que convertir al feminismo en la cara opuesta del machismo. Billie Jean King y la primera camada de tenistas del circuito Virginia Slim, al igual que las periodistas de Newsweek que luchaban por la misma causa en el campo de la prensa durante los años ´70, no buscaban la erradicación de los hombres en el planeta, sino una sociedad más justa. El feminismo nunca tuvo que ver con una cuestión de superioridad sino de igualdad. Algo que se predicó curiosamente durante más de 75 años en los cómics de Wonder Woman y que muchas feminazis con fuga de neuronas de la actualidad jamás llegaron a entender. Entre tanta confusión y pensamientos extremistas es agradable encontrar una película que rescata la verdadera ideología de la lucha que estas mujeres emprendieron hace cuarenta años y todavía sigue vigente. La batalla de los sexos es uno de los estrenos destacados de este mes y merece su recomendación.
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El sexismo en el deporte, con lúcida mirada Nunca hay películas sobre tenis, y sin embargo este año tocaron dos. La anterior era un buen drama, quizá demasiado serio, sobre el famoso duelo entre Borg y McEnroe. Pero esta "Batalla de los sexos" es una comedia hilarante, sin que por eso deje de tocar un tema serio, como es el del machismo y la discriminación de las mujeres. Al matrimonio de codirectores formado por Valerie Faris y Jonathan Dayton, expertos en videoclips de grupos alternativos con REM, les gusta hacer películas sobre competencias que toquen temas de fondo, y ese era el encanto de su película más lograda, "Little Miss Sunshine". Ahora se centraron en un evento muy recordado en los EE.UU., que tuvo lugar en 1972 cuando el tenista playboy y ultrasexista Bobby Riggs enfrentó, en un extraño partido, a la tenista feminista Billy Jean King. "Me encantan las mujeres, en la cama o en la cocina" es una de las barbaridades que dice muy suelto de cuerpo un brillante Steve Carrell, que se luce como Riggs, una especie de adalid de la incorrección política. Las situaciones y diálogos provocan estallidos de carcajadas, pero también la indignación del personaje de Emma Stone, que equilibra el film con el lado más dramático de esta extraña situación en la que se metió. El dúo Faris/Dayton logra una narración con buen ritmo y momentos graciosos, además de excelentes actuaciones y un aprovechamiento de la estética de la época. Aquí el tenis es lo de menos, y es por algo que nadie hace películas de tenis.
De los mismos directores “Little Miss Sunshine”(2006). Está ambientada correctamente en 1973 nos muestra el gran duelo que vivieron Billie Jean King a sus 29 años y Bobby Riggs a sus 55 años, que cambió al mundo del tenis, cuando produjeron “La batalla de los sexos”. Este hombre había ganado Roland Garros, Wimbledon y el US Open, mediático, adicto a los shows, a las apuestas, misógino y un creído. Primero provocó a Jean King para jugar un partido pero como esta no le siguió, logra conquistar a Margaret Court de 30 años para competir y armó un gran revuelo porque termino ganándole con facilidad. Ante este hecho y otras situaciones logra indignar a la joven Billie Jean King, ella ya había logrado ganar varios campeonatos y siempre luchó por la igualdad de las mujeres, finalmente acepta jugar contra el engreído Bobby Riggs. Este film tiene una trama agradable, entretenida, técnicamente impecable, con excelentes actuaciones y como se meten en sus personajes Emma Stone y Steve Carell (merecedores de algún premio) y las interpretaciones del resto del elenco son correctas: Andrea Risenborough (Marilyn Barnett), Sarah Silverman (Gladys Heldman), Bill Pullman (Jack Kramer), Elisabeth Shue (Priscilla Wheelan), Alan Cumming (Ted Tinling), Russell Stowel (Larry King). Tiene un poco de comedia, romance y drama, estupenda fotografía y banda sonora, una interesante crítica social, las rivalidades, es reflexiva, dentro de los créditos finales podemos apreciar fotografías con los personajes reales.
LOS PIONEROS Jonathan Dayton y Valerie Faris son los responsables de La batalla de los sexos un filme que mediante la excusa de la competencia deportiva, en este caso el tenis, viene a presentar un tema que aún en 2017 sigue causando cierta polémica: la liberación sexual y la igualdad de género. Billie Jean King (Emma Stone) fue la tenista número uno a nivel mundial durante la década del setenta. Y la película recupera su historia creando el escenario de la antesala de un partido que marcó el destino del tenis para siempre. En 1973 King se batió a duelo con el ex campeón mundial Bobby Riggs (Steve Carell) con el objetivo de demostrar el poderío del género femenino ante las constantes vapuleadas del entorno machista. Durante los setenta, años de liberación sexual y flower power, el conservadurismo aún marcaba su preponderancia, más aún en terrenos de relevancia como cargos jerárquicos, cimas deportivas, logros culturales, etc. Las mujeres arrastraban con el legado de sus perfectas y aplicadas madres del american dream, quienes creían con fe que el rol femenino debía verse destacado dentro del hogar en el seno de un matrimonio y una casa perfecta. Ellas debían ser excelentes esposas y maravillosas madres, tratando de ocultar sus verdaderos sentimientos en beneficio del bienestar general de su familia. En este contexto cualquier otra situación diferente a la planteada sería motivo de discriminación, burla y difamación pública. El legado era pesado pero los años setenta llegaron con aire revolucionarios y en el marco del deporte, Billie Jean King fue una de las pioneras. La batalla de los sexos es una película correcta desde los aspectos técnicos, sólo arriesga a la hora de presentar algunas tomas en cámara en mano, tal vez imitando la estética propia del cine por aquella década. También ofrece una fotografía granulada haciendo honor al nostálgico fílmico, sin embargo, por momentos tanta perfección resulta tediosa. Es cierto que lo que aquí importa es el desarrollo del tema y una trama que, por momentos, se vuelve predecible tanto como el resultado del match King-Riggs, que todo espectador entendido de la historia real de King conoce. En este sentido el filme se demora en cuestiones que podría resolver de forma más sintética evitando los casi veinte minutos finales de partido. Emma Stone incendia la pantalla y es gracias a su presencia que el filme se hace más tolerable. La temática que se pone en escena y su tratamiento son adecuados, pero lamentablemente como producto cinematográfico no ofrece mucho para el deleite. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
Probablemente, cuando allá por el año 1973 el ya retirado Bobby Riggs propuso ganarle un partido a la mejor tenista del momento, Billie Jean King, éste no se imaginaría que lo que él veía como una apuesta (que derivó en circo) terminará convirtiéndose en un partido emblema para el feminismo. Sucede que Riggs (gran trabajo de Steve Carrell) se promocionó a sí mismo como un “cerdo machista” desafiando a la campeona femenina (la siempre impecable Emma Stone), en un momento en donde las mujeres estaban reclamando un mejor salario en el deporte. En verdad, lo que estaban pidiendo era una equiparación. Después de todo, ¿a misma cantidad de venta de entradas, por qué debían conformarse con menor ganancia? Claro que si bien el feminismo estaba en pleno auge, estos eran los años 70s y la batalla recién estaba comenzando. Así lo entiende King, que comprende que para dar un duro revés a la situación era necesario un salto de fe, que podía ser al vacío. Separándose de la Asociación de Tenis de la época, King formó su propio campeonato en representación de todas las deportistas femeninas que compartían su reclamo. No tardaría en convertirse en una amenaza para una industria del deporte liderada mayormente por hombres. Este es el eje central de La Batalla de los Sexos, y cuando se concentra en el mismo (intercalado por los toques de humor y calidez que le otorga el personaje de Carrell) es donde la misma brilla. Lamentablemente, cuando los directores Jonathan Dayton y Valerie Faris (Pequeña Miss Sunshine) apuestan a la baja de línea y lo políticamente correcto, muy a tono de los tiempos que corren, la película pierde fuerza. Queda deslucido así un romance que se estira demasiado (amén de que se toma muchas licencias respecto a la historia real, sólo para erigir una bandera) y por momentos atenta contra el ritmo de la película. Pese a la torpeza de mirar al pasado con la óptica del presente, La Batalla de los Sexos es un film sumamente entretenido que gracias a sus intérpretes se eleva por encima de muchos estrenos del saliente 2017.
Comenzar la crítica me parece la parte más difícil, y estoy usando esta oración como comienzo así puedo desarrollar tranquilo mi crítica sobre este buen film. Sabemos de entrada que está basado en hechos reales, que Billie Jean existió y Bobby también. Fueron grandes tenistas, pero no se dejen engañar por esto, ya que la batalla de los sexos no se da enteramente en la cancha de tenis. Traspasa tanto la cancha como la pantalla y nos toca a todos. Son los años setenta, las mujeres aún sufrían muchísimo más el machismo en la vida diaria, y los hombres se jactaban de ser los mejores, los superiores sin tapujos frente a cámaras o incluso sus propias esposas que sólo atinaban a sonreír sin poder decir nada por temor a lo que él les pueda hacer. Steve Carell demuestra una vez más que es un gran actor, logró despojarse de Michael Scott (personaje que interpretó en la serie The Office) muy rápido y demostrar que no sólo sirve para las comedias. Emma Stone es una excelente actriz que representa muy bien el papel que le tocó. El resto del elenco lo hace muy bien, Sarah Silverman también es destacable en su papel, yo la nominaría para los Oscar. La película lleva a nuestra protagonista por muchas sensaciones y emociones (gracias a Stone podemos sentir todo) tiene una lucha abierta contra el machismo de la federación de tenis que como “el hombre atrae más” le pagan ocho (si OCHO) veces más de lo que le pagan a una mujer. En el camino de esta lucha se le presenta una lucha interior (más detalles en la zona de spoilers) que puede llegar a ser vista como contradictoria. Podría haber sido un poco más corta la película, por momentos se va por las ramas. Me gustó muchísimo la forma en que está filmada. Muchas tomas de cerca de los personajes, juego con luces y contraluces, silencios que dicen mucho, miradas que gritan todo lo que los personajes no pueden decir. Mi recomendación: Buena película que deberías ver, pero en tu casa. Mi puntuación: 7.5/10 Zona de spoilers: Con la lucha interior me refiero a que Billie descubre y se enamora de una mujer, en ese momento se da cuenta de que no “puede” ser abierta con ese amor y con lo que siente porque le jugaría en contra con su lucha primordial. Algo que, según las leyendas luego de la película, logra hacer pasado un tiempo. Algo que gracias la liberación que se logra más adelante no volvería a pasar. El miedo del que dirán tanto los desconocidos como las personas cercanas.
De los creadores de Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, llega a las salas de cine La batalla de los sexos, una película focalizada en la lucha feminista que impulsó la tenista Billie Jean King. En la década de los ’70, la estadounidense Billie Jean King se consagró como la mejor tenista femenina. A lo largo de su carrera obtuvo un total de 39 Grand Slam. Aun así, sus logros no se basan sólo en lo deportivo. Cansada del machismo que había en el mundo deportivo, decidió crear junto a otras tenistas el Virginia Slims Circuit, campeonato que dio lugar a la Asociación de Tenis de Mujeres, la principal institución organizadora del tenis profesional femenino. Cabe mencionar que la deportista no sólo luchó por los derechos de la mujer, sino que también lo hizo por la libertad en la elección sexual. La película en sí se centra en un partido que se disputó entre Billie Jean (Emma Stone), quien en ese entonces tenía sólo 29 años, y Bobby Riggs (Steve Carell), un ex tenista de 55 años que en su apogeo se había consagrado campeón de Roland Garros, Wimbledon y el US Open. La batalla de los sexos, nombre que recibió aquel encuentro, fue uno de los eventos deportivos más vistos de todos los tiempos: alcanzó los 90 mil espectadores a nivel mundial. La batalla de los sexos no sólo hace foco en el partido, el cual marcó un antes y un después en el trato hacia las mujeres en materia económica -ya que antes ellas cobraban 8 veces menos que los hombres a pesar de que convocaban a la misma cantidad de gente-, sino que también ahonda en otras cuestiones tales como la adicción al juego y el lesbianismo. Aunque estas cuestiones las sobrevuela y parecen estar sólo para rellenar un poco la historia. Si bien el mensaje de la película está puesto, casi en su totalidad, en la lucha feminista, el guion hace demasiado hincapié sólo en el mísero pago hacia las mujeres. Otros temas como el machismo dentro del mundo deportivo o simplemente el machismo por sí solo, son tocados de una forma más bien superficial. Aunque se hacen referencias a cómo las personas creían en la supremacía del hombre hacia la mujer, éstas suenan más bien a simples comentarios al pasar. A pesar de no estar desarrollado de una forma muy eficaz, no hay que pasar por alto el eje de la película. Si bien todo lo que se cuenta ocurrió en la década de los ’70, es notorio cómo aún en la actualidad continúa vigente la creencia de que los hombres deben ganar más dinero simplemente por su sexo. Sin ir muy lejos, Emma Stone -de quien cabe destacar su interpretación a la hora de ponerse en la piel de Billie Jean King- fue una de las voces que se levantó en pos de un mejor pago para las actrices en la industria hollywoodense.
Crítica emitida el sábado 2/12/2017 en Cartelera 1030 de 20-21hs por Radio Del Plata (AM 1030)
Empoderamiento femenino Estamos frente al tercer largometraje de los realizadores Jonathan Dayton y Valerie Faris, el matrimonio que tras dirigir la comedia romántica Ruby: La Chica de Mis sueños (Ruby, 2012), que pasó sin pena ni gloria, retoma la potencia de su primer largometraje, Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) y vuelve al ruedo con uno de sus protagonistas: Steve Carell. La Batalla de los Sexos (Battle of the Sexes) se aleja del romance y, como indica el título, relata el hecho histórico deportivo y político: el emblemático partido de tenis que tuvo lugar el 20 de septiembre de 1973 y que significó el inicio del empoderamiento de la mujer en la profesión. Esa tarde, en Houston, se enfrentaron a duelo el campeón de Wimbledon de 55 años Bobby Riggs (Carell), ya retirado, y la joven campeona de tenis (29) Billie Jean King (Emma Stone). Riggs sostenía que el partido determinaría en la cancha quién marcaría territorio: hombre o mujer. Este hecho despertó polémica en una época donde la United States Lawn Tennis Association y su representante, Jack Kramer (Bill Pullman), bajo el espíritu machista y misógino apostador, sostenía el discurso de Riggs y ofrecía en los torneos premios monetarios ocho veces inferiores a la mujer respecto al hombre. El hecho causó revuelo en lo seguidores del tenis, batió récord de audiencia televisiva y convocó más de 50 millones de espectadores. A 41 años del emblemático episodio surge este biopic para rememorar la leyenda del tenis que hoy sigue batallando por la equidad de los derechos de la mujer. El guión, a cargo de Simon Beaufoy -ganador del Oscar por Slumdog Millionaire : ¿Quién Quiere ser Millonario (Slumdog Millionaire, 2008)- retrata mediante una suerte de documental-ensayo-ficción, el marco de la batalla deportiva y las aristas políticas detrás de ese universo: sponsors, apuestas, presión mediática y vida íntima de las figuras. Este último contrapunto es el más flojo de la trama ya que la doble vida que lleva King con su peluquera de Los Ángeles Marilyn (Andrea Riseborough) puso en ridículo al marido Larry (Austin Stowel) mientras éste la acompañaba fervientemente en su oficio. Aquí la premisa pierde fuerza pese a la impecable performance del elenco protagónico encabezado por Carell en la piel de la celebridad mediática Riggs como vocero de la masculinidad y Emma Stone -ganadora del Oscar por su actuación en La La Land (2016)– como estandarte del empoderamiento femenino y tenacidad de la activista King que sentó las bases de la Asociación de Tenis Femenino (WTA), entidad que actualmente organiza el tenis profesional femenino mediante la paga de un salario equitativo. La actriz magistralmente desarrolla el arco dramático, pero las excesivas escenas lésbicas conllevan que el eje pierda impronta y sentido. La corajuda propuesta es interesante como retrospectiva al mandato del país que gobierna Donald Trump, sus ideales, y la ola de escándalos sexuales que sacude Hollywood y omite que los rivales terminaron siendo amigos en la vida real. La Batalla de los Sexos apela como crónica, ni más ni menos. Es subjetiva. Pondera por una sociedad bajo leitmotiv de igualdad, pero no ajusta el lente del estigma. Se limita a ahondar la batalla de los sexos sin el punto de equilibrio que implicó el hito. Contrapone lo individualista del deporte, el hombre como patriarcado machista a desterrar bajo la figura de Riggs que se autodefine como “el último chauvinista” a la solidaridad, compañerismo y templanza de King, pese a que ambos fallan en lo sentimental. Los gags tragicómicos semióticamente realzan un patetismo de la mujer cuando se centra en romance prohibido homosexual y denigra al marido. Propone igualdad de derechos cívicos pero anula al respeto hacia él y su rival. Así revela dos caras de una misma moneda: la humanidad y egocentrismo sin aparente solución. No obstante, la química que logran Stone y Carrell desde la primera escena rememora su primera película juntos, Loco y Estúpido Amor (Crazy, Stupid, Love, 2011) y entretienen junto al resto del elenco: Bill Pullman, Elisabeth Shue, Sarah Silverman y Jessica McNamee en la piel de la campeona australiana Margaret Court, a quien Riggs vence en court y define como “fácil triunfo sobre la maternidad y la liberación femenina”. Otro buen punto es la banda sonora y la fotografía que acompañan la performance a cargo de Nicholas Britell y Linus Sandgren, respectivamente. Las locaciones, el vestuario de época, la elección de planos y contraplanos intervenidos con material de archivo y canciones que levantan son idóneos.
Hay momentos coyunturales que son clave para contar ciertas historias. En el caso del mediático enfrentamiento de los tenistas Bobby Riggs y Billie Jean King, ocurrido en plena segunda ola del feminismo, parece no haber momento más apropiado para contarla que ahora. La vigencia de la temática sigue intacta y la película la aborda con ingenio. El título tampoco es casual. En el mundo del tenis, el término ha sido utilizado en varias ocasiones por la prensa para referirse a partidos amistosos entre destacados tenistas, masculinos y femeninas. Pero el caso de nuestros dos protagonistas es emblemático por una serie de razones que quedan a la vista en esta película dirigida por (no podía ser de otra manera) un hombre y una mujer. En su primer gran protagónico tras ganar el Oscar como Mejor Actriz por La La Land: Una Historia de Amor (La La Land, 2016), Emma Stone cambia radicalmente su imagen para convertirse en la tenista que modificó las reglas del juego en un ambiente dominado por hombres. De esta manera, se suma a la tradición de actrices que dejaron de lado el glamour para encarnar papeles más realistas en el pináculo de su fama y despegando hacia otro tipo de cine. Steve Carell no se queda atrás y derrocha carisma en un rol mucho más descontracturado, el de su contrincante Bobby Riggs. A medio camino entre deportista exitoso y jugador empedernido, brinda quizás una de las mejores interpretaciones de su carrera. Bill Pullman encarna a Jack Kramer, fundador de la asociación de tenistas profesionales y perfecto antagonista, mientras que Elisabeth Shue vuelve al ruedo después de algunos años de ausencia en la pantalla grande, y Sarah Silverman se luce en medio de su ascendente carrera como actriz. El resto del elenco funciona, pero no está a la altura de estas interpretaciones. Con mucho espíritu deportivo, bastante humor, algo de drama y excelente ritmo, La Batalla de los Sexos (Battle of the sexes, 2017) es un perfecto retrato de la figura del deportista como referente social y la industria del espectáculo detrás del deporte. Quizás la vida personal de sus dos protagonistas parezca cobrar demasiada relevancia en ciertos momentos, pero es fundamental para entender el rol que cada uno cumplió en un juego trascendió la cancha de tenis para cobrar relevancia política y moldear la opinión pública.
HEROÍNA SIN CARISMA En primera instancia La batalla de los sexos, la nueva película de Jonathan Dayton y Valerie Faris, cuenta una de esas historias que sólo pueden ocurrir enmarcadas en la cultura popular norteamericana, donde hasta lo político adquiere las formas del gran espectáculo. Lo que se cuenta es, entonces, la apuesta que el ex campeón Bobby Riggs realizó en 1973 contra la estrella Billie Jean King, desafiándola a un partido de tenis con el que pretendía demostrar la supremacía de los hombres sobre las mujeres. Y, de fondo, anular el ascenso y la importancia del tenis femenino. Pero este asunto es tan sólo la cima del iceberg, ya que a partir del amor lésbico de la deportista con su peluquera y de algunas otras situaciones, el film avanza sobre otros asuntos: la discriminación, el despertar sexual, el feminismo, la construcción de un imaginario conservador y el deseo como enemigo del profesionalismo. Los 70’s, como también lo demostró la notable Rush, fueron tiempos en los que el deporte de alto rendimiento modificó su diseño y ese reducto para playboys y bon vivants comenzó a llenarse de profesionales obsesivos. Billie Jean King, bajo la mirada de Dayton y Faris, es otra víctima de su propia ambición. Dayton y Faris recrean la estética de aquellos tiempos con inteligencia, y sin olvidar que lo principal en la película son sus personajes y sus conflictos. Esa humanidad que por momentos quedaba de lado en las más cancheras Pequeña Miss Sunshine y Ruby, aquí gana centralidad. Lo curioso, en todo caso, es que esa humanidad es representada aquí por dos personajes tan antagonistas como complementarios, y con algunas dificultades emocionales: para la Billie Jean King de la película, la misoginia y desparpajo del payasesco Riggs no son más que combustible para su motor; para Riggs, la obsesión y el enfado de King le dan sustento a sus provocaciones y bravuconadas, incluso que ese desafío que propone no es más que una forma de hacer lícita su ludopatía. En ese complemento, lo que ambos personajes terminan descubriendo es que el gran espectáculo, uno donde la masa social se movilice, resulta fundamental en la instalación de un debate político, que es en definitiva lo que King busca a toda costa: hacer que el tenis femenino no sólo sea aceptado, sino que también reciba los mismos premios económicos que el masculino. Para los directores está claro que el personaje principal de esa fábula deportiva es Billie Jean King, a quien Emma Stone le aporta una intensidad para nada manifiesta, y construye una criatura sumamente interesante, llena de contradicciones e inseguridades (por el contrario, Carell está un poco excedido, al borde de la caricatura aún cuando representa un personaje que era bastante caricatureso). Es a partir de King que la película se construye, y encuentra también sus límites: porque siendo un personaje mayormente antipático, incluso incómodo en su falta de heroísmo más allá de las luchas justas que encabezaba, es poco el carisma que desprende hacia fuera de la pantalla. Lo cierto es que La batalla de los sexos, con sus emociones deportivas apoderándose del desenlace, no termina de emocionar o de impactar como se espera. En cierta medida por esa falta de carisma de la protagonista, pero también por una cantidad de subtramas que se abren y vuelven todo un poco rústico. Además, por esa tara de cierto cine norteamericano de querer contar el pasado desde el punto de vista del presente. Hay hacia al final alguna línea de más, algún parlamento que explicita demasiado el sentido de los personajes. La batalla de los sexos es de esas películas que corren el riesgo de convertir a sus personajes en metáforas obvias, aunque por suerte sucede en contadas ocasiones.
El mayor problema de esta producción es que desde un importante hecho histórico se intenta abarcar demasiadas variables sin ajustar ninguna, dicho de otro modo, la epopeya enmarcada en un partido de tenis que marco una época de lucha por la igualdad entre el hombre y la mujer, aunque mal no sea desde lo deportivo y sus implicancias económicas. La película abre con una discusión entre la entonces numero uno del tenis femenino a nivel mundial y uno de los poderosos de turnos, cuestionando las razones que ellas ganen ante igual premio 1/8 de lo que perciben los hombres. Ante la negativa de equiparar los premios las mujeres deciden fundar una asociación de tenis femenino. En el transcurrir del tiempo nada se logrará sin previos escollos, a ellos se le sumo la arrogancia de un ex tenista ganador de Wimbledon, que desafió a la tenista propulsora de los cambios soóo para demostrar que la superioridad masculina debía reflejarse en lo económico. Todo un monumento a la estupidez masculina. El texto debería haber tenido como prioridad enmarcarse en la crónica de la rivalidad existente entre ese ex-tenista profesional, de 55 años, Bobby Riggs (Steve Carell) y su segunda oponente de 29 años de edad, la carismática tenista Billie Jean King (Emma Stone), quienes se enfrentaron en un partido legendario en 1973. La primera en la elección del enfrentamiento, segunda en realizarlo, primero Riggs derrotaría a Margaret Court (Jessica McNamee). Se quería, por entonces, conocer si una tenista profesional podía realmente vencer a un hombre (aunque fuera ex-profesional), un evento que atrajo a más de 50 millones de estadounidenses y que se publicitó como "La batalla de sexos". Si bien, en tanto estructura narrativa va avanzando con dificultad, por la cantidad de tópicos que intenta abarcar no deja de entretener., eso gracias a la idea de producción elegida por los directores, Jonathan Dayton y Valerie Faris, los mismos de “Pequeña miss Sunshine” (2006) y “Ruby , la chica de mis sueños” (2012), intencionalmente alejarse de los personajes en tanto el conflicto que presente sea lateral a las historias principales, dándole un toque de comedia con el concepto de adentrarse en los mismos cuando la idea es construir a los personajes y su rivalidad, situación que sólo se concreta al final de la realización, el resto transita por terrenos muy resbaladizos, no se afirma en ningún lugar. En ese punto presenta su debilidad ya que la película termina por querer centrarse en la dicotomía amorosa de la tenista más que en su costado deportivo, por momentos da la sensación que su lucha es para que la acepten en su elección sexual, es por eso que la narración pone por momentos su esfuerzo en naturalizar la relación romántica con Marilyn Barnett (Andrea Riseborough), su peluquera. Ahí pierde fuerza. El filme encuentra sus valores en la recreación de época, el vestuario, la dirección de arte en general, hasta la banda de sonido es adecuada, la fotografía, como en muchos de estos casos, sólo puesta en función de que se vea en pantalla lo que se desarrollo en el set. Steve Carell en su personaje del excéntrico ex tenista con alma de payaso que produce lastima más que risas, cumple, es ese rol a su medida. Lo que realmente aporta todo un plus y sostiene la atención del espectador es la performance de Emma Stone, al principio se reconoce a la actriz en toda su belleza, cuando finaliza nos termino de convencer que ella es Billie Jean King.
Valerie Faris y Jonathan Dayton, realizadores de Pequeña Miss Sunshine, proponen un entretenido recuento del emblemático e histórico partido de tenis que enfrentó a Billie Jean King contra Bobby Riggs, en el que destacan las interpretaciones de Steve Carell y, sobre todo, Emma Stone. En el año de 1973, a sus 55 años el prolífico y recién retirado tenista Bobby Riggs -Steve Carell-, desafío a un partido de tenis a la entonces campeona femenina Billie Jean King -Emma Stone-, en un encuentro conocido como La Batalla de los Sexos que prometía ser un duelo histórico no solo en lo deportivo, hechos que en su día convulsionaron el show Business -Bobby Riggs llegó a posar desnudo en la revista mas importante y en una pista de tenis disfrazado de tirolesa junto a unas ovejas-. En tono de comedia y combinando acertadamente el drama, pinceladas de denuncia social, cierta romanticismo y el hecho deportivo en cuestión, La Batalla de los Sexos resulta un agradable y entretenido biopic que trasciende el hecho deportivo e indaga, desde una cierta superficialidad, la idiosincrasia de un país en un momento muy concreto en el que nuestra protagonista busca por un lado romper los estereotipos y por otro conseguir algo tan complicado como propiciar un debate interno acerca del rol de la mujer en la sociedad, además de otros aspectos de su vida personal y profesional. Steve Carell y Emma Stone -que sigue avalando su ultimo Oscar con La La Land- interpretan a los dos respectivos tenistas acompañados de un gran elenco como Elisabeth Shue, que interpreta el papel de la esposa de Bobby Riggs, y Bill Pullman, quizás el villano al que Billie Jean King debió enfrentar por sus derechos como tenista. Emma Stone se convierte así en Billie Jean King asimilando su aspecto, su forma de caminar, su destreza en la pista, su lucha por los derechos de la mujer en plenos años 70 y la naturalidad con que la que protagonista va descubrimiento su lesbianismo -Jean fue la primera deportista de élite en hacer público que era lesbiana-. Steve Carell por su parte, con su potentísima vis cómica y don para el drama, asume la sobreactuación de un histriónico Bobby Riggs con el que el publico logra empatizar, a sabiendas que su personaje internamente piensa diferente a como actúa. Manteniendo la estética de la época desde el vestuario hasta los propios medios de comunicación con sus campañas publicitarias y seguimiento del evento deportivo, La Batalla de los Sexos pretende abordar mucho, pero todo con cierta superficialidad y popularidad, sin juzgar a los personajes ni centrándose demasiado en un aspecto concreto de la vida de Billie Jean King ni de Bobby Riggs. Aun así, el acertado ritmo del relato y la gran actuación, fundamentalmente de Emma Stone, despiertan el interés del espectador en este entretenido y anecdótico film.
Billie Jean King es la número uno del tenis femenino; pero constantemente ve como la división de mujeres, es puesta por debajo de la masculina, llegando el caso que hasta es tratada como algo demasiado inferior y poco serio. Harta de esto, ella y otras tenistas deciden armar su propio torneo hasta obtener el respeto que se merecen. Mientras, el veterano y retirado tenista Bobby Riggs, ve en este movimiento, la posibilidad no solo de hacer algún dinero, sino de volver a payasear frente a las cámaras ridiculizando a las mujeres. Si hablamos de películas que salen en el momento justo, La batalla de los sexos es sin duda el mayor exponente de esta afirmación. Vamos a ver que para bien como para mal, toca dos temas que por suerte están dejando de ser tabú para muchos, y que merecían que el séptimo arte también exponga el asunto sobre la mesa. Más que uno de los primeros partidos de tenis entre una mujer y un hombre, veremos la vida de Billie Jean King, quien no solo luchó para que se tome a las tenistas en serio y que tengan los mismos salarios de los hombres; sino que en su vida personal también tuvo encuentros con otras mujeres, teniendo que ocultar esto en una sociedad que no estaba preparada para ver a gente del mismo sexo saliendo entre sí. Y quizás, ahí es donde está el mayor error de La batalla de los sexos, y es en querer abarcar tanto. Ojo, no está mal que se quiera mostrar los hechos reales; pero la película al no decidirse si priorizar la lucha por la igualdad en el tenis, o por la sexualidad de su protagonista; se termina perdiendo y volviéndose bastante densa de ver en varios tramos; donde uno como espectador no podrá evitar mirar el reloj. Por suerte para la película, y en especial, de los espectadores; los productores contaron con las actuaciones de Emma Stone y Steve Carell, quienes juntos se cargan el film a sus espaldas, mostrando química en sus escenas juntos, pero también el suficiente talento y carisma para poder llevar adelante gran parte de la cinta estando separados tanto en historia como en pantalla. Es una lástima que recién al final de La batalla de los sexos, los veamos juntos; cuando llega la hora del famoso partido. Partido que está muy bien filmado, y donde se nota el buen uso de los dobles y que los actores recibieron entrenamiento en este deporte. Y si no saben cómo terminó esa exhibición (como quien les escribe), seguramente van a estar durante toda la secuencia al borde de la butaca. La batalla de los sexos es una película muy necesaria en estos tiempos y salió en el momento justo. Pero mas allá del mensaje que deja, como film en si tenemos que ser sinceros y decirles que es bastante irregular y lagunea entre dos temas que nunca terminan de cuajar entre sí. No por nada salió en esta época y no en fecha de premiaciones; toda una declaración por parte de la industria. Industria que también debería sincerarse y hacer que esta película no solo quede en un film para quedar bien con la sociedad, eso también tenemos que decirlo.
El año 1973 tuvo la característica de albergar uno de los hechos más trascendentes de la historia del deporte, propagándose hacia las esferas de la lucha feminista y convirtiéndose en un fenómeno sociopolítico de gran envergadura. Battle of the Sexes presenta el enfrentamiento entre la tenista número uno del circuito por aquel entonces, Billie Jean King, contra el retirado Bobby Riggs de 55 años. Jonathan Dayton y Valerie Faris, co-directores de la prestigiosa Little Miss Sunshine (2006), junto al guionista Simon Beaufoy (Slumdog Millonaire, 127 hours), se encargan de mostrar cómo dicho emciemtrp pasó a ser algo más relevante para la historia de Estados Unidos.
La nueva película de los directores de “Little Miss Sunshine” se centra en un célebre partido de tenis de 1973 entre una de las mejores jugadoras del circuito entonces (Billie Jean King) y un ex campeón de Wimbledon ya retirado (Bobby Riggs). El enfrentamiento es una excusa para hablar de la opresión y marginación económica, cultural y social de la mujer, entonces y ahora. Pero el filme, protagonizado por Emma Stone y Steve Carell, jamás trasciende su políticamente correcto mensaje. De aquí en adelante, tengo la impresión, se van a hacer muchas películas como LA BATALLA DE LOS SEXOS. Políticamente correcta en todos sus aspectos, previsible, plagada de frases hechas y lugares comunes “apropiados” y con sentimientos justos, nobles e irreprochables. Sexualmente correcta, económicamente correcta, socialmente correcta, cinematográficamente correcta, actoralmente correcta. En definitiva, una película mediocre como solo puede ser una más preocupada en marcar con una cruz todos esos items y, a la vez, intentar generar algún tipo de drama, intriga o emoción que se transmita a los espectadores. Para los que no lo saben, la película se centra –toma como eje, en realidad– un famoso enfrentamiento tenístico que tuvo lugar en 1973 entre Billie Jean King (entonces una de las mejores jugadoras del circuito femenino) y Bobby Riggs, un ex campeón para entonces ya retirado con 55 años de edad. Si bien el filme tiene su climax narrativo con ese partido, la intención de los realizadores de LITTLE MISS SUNSHINE es la de enmarcarlo en la lucha por los movimientos de liberación femenina de entonces. Y, en lo específico del tenis, que la mujeres recibieran pagas similares por sus partidos a las de los hombres. A eso hay que sumarle un tercer ingrediente: si bien Billie Jean estaba casada, la película muestra la relación que empieza a tener con su peluquera, que despierta sospechas y que debe mantener oculta de todo el mundo ya que entonces podía haberle significado el fin de su carrera. Todo eso está dramatizado por personajes que, más que roles, ocupan posiciones en la cancha: del bien y el mal, de lo correcto o incorrecto, del pasado y el futuro. Riggs, los capos de la asociación del tenis y algunos comentaristas son los trogloditas del guión: machistas que se burlan de las mujeres (“piensan que les corresponde otro lugar que cocinar, cuidar a los niños y lucir bonitas”) permanentemente y se ríen como villanos de película de superhéroes. Del otro lado, Billie Jean, su amante, algunas tenistas del circuito (hay una, Margaret Court, que cumple el obligado papel de la mujer que no logró liberarse y juega para los contrarios; hay un hombre que juega el rol opuesto), una pareja gay que las acompaña en el circuito y unos pocos más. Así, enfrentados como para un partido más de voley que de tenis por la cantidad de “jugadores”. Es que el tenis es lo de menos en el filme: se los ve jugar muy poco, juegan pésimo (solo verlo a Steve Carell pegar un drive es darse cuenta al instante que esa persona no podría ganar un partido ni en un country) y solo sirve de fondo para desplegar todos estos correctos y apropiados sentimientos y políticas. Que son, claro, altamente válidos y más que aplaudibles. Pero con conceptos no se hace un drama ni se crean personajes. La película alrededor de esas ideas es algo que a todos parece resultarles algo secundario. Salvo a Emma Stone, que encarna a Billie Jean King. Ella es la única que parece comprometida no solo con la causa sino con el personaje, el drama, la realidad de lo que está interpretando. Es evidente que su personaje cumple un rol –y fundamental–, pero Stone entiende que sin verdad emocional no hay película, no hay nada. Y es ella, la que a raquetazos sueltos, logra insuflarle un poco de vida a este chato, previsible, mediocre pero políticamente correcto filme en el que lo importante es la causa, a costa de casi todo lo demás que constituye un drama cinematográfico. Ella, Elisabeth Shue y Sarah Silverman son las que, por momentos, logran escapar a los clichés que el guion de Samuel Beaufoy (SLUMDOG MILLIONAIRE, THE FULL MONTY) lleva a los personajes. El problema, más allá de esta película (hecha mucho antes de las recientes acusaciones de acoso, abuso o indecencia sexual a decenas de directores, productores y actores) es que, tengo la impresión que de aquí en adelante, en función de no tener problemas con nadie y recibir los apoyos correctos de las personas y organizaciones apropiadas, el cine norteamericano va a producir cada vez más películas prolijas y anodinas como LA BATALLA DE LOS SEXOS. La lucha puede ser la correcta, pero las formas (artísticas) no lo estarían siendo. O, al menos, se irán volviendo tan moralmente correctas como mortalmente aburridas.
Basta ver el vestuario (y el arte en general) de La batalla de los sexos para percibir sus virtudes y sus defectos. La película transcurre en 1973 y todos los personajes están vestidos como si estuvieran disfrazados de personajes de los ‘70. La excesiva prolijidad del vestuario termina por generar lo contrario de lo que busca: más que transportarnos a los '70, nos hace admirar el trabajo de los vestuaristas de 2017. Ese es el problema, pero también la fortaleza, de La batalla de los sexos. La película cuenta la historia real del partido de exhibición entre Billie Jean King (Emma Stone) y Bobby Riggs (Steve Carell). Ella tenía 29 años y era la número 2 del mundo; él tenía 55, y 35 años antes había sido el número 1. Pero ella era mujer, y el tenis femenino en aquel momento estaba relegado, al punto tal que ese partido, que atrajo infinidad de curiosos y morbosos, fue de alguna manera un punto de inflexión en el tenis femenino. La película de Jonathan Dayton y Valerie Faris (marido y mujer, directores de Pequeña Miss Sunshine y Ruby, la chica de mis sueños) pinta con un par de pinceladas muy precisas los personajes de Billie Jean King y Bobby Riggs. Ella es una chica decidida a no dejarse avasallar por los capos de la Asociación de Tenis, que además empieza a descubrir que le gustan las mujeres; él es un ex tenista que vive del dinero de su mujer y es adicto al juego. Los dos son encantadores, aunque obviamente cuando llega el partido la película se las arregla para que hinchemos por Billie Jean. Como en toda buena película deportiva, los últimos minutos son emocionantes y más de uno gritará un punto de Billie Jean. Pero La batalla de los sexos va más allá en los minutos posteriores al partido. El montaje paralelo de ambos en el vestuario es extraordinario: independientemente del resultado, ella sigue derrotada porque no puede vivir su sexualidad en plenitud. Claro que, volviendo a la idea del comienzo, todo el relato parece demasiado perfecto y blindado, armado exclusivamente para ser admirado, desprovisto de claroscuros y complejidades. El efecto es parecido al del vestuario: admiramos el resultado porque es perfecto, pero tenemos la sensación de que no tiene mucho que ver con la realidad. Y ese no sería un problema si no fuera que estamos ante un hecho real y ante una película que a todas luces busca difundir la hazaña de Billie Jean King. De todas formas, no es tan grave: la película es entretenida, y siempre tendremos Wikipedia.
Una atrapante película cuyo guión no sólo se mete en la historia del legendario partido del año 1973, sino que va más allá contando una historia romántica: la de Billie descubriendo una nueva faceta en el amor. Ambas temáticas están ...
La historia del célebre partido entre la enorme tenista Billy Jean King y el ex campeón Bobby Riggs de 1973 es la excusa para que Faris y Dayton, creadores de Pequeña Miss Sunshine, vuelvan a retratar las contradicciones de las personas y las sociedades con aire amable, con humor y con momentos emotivos que no pegan debajo del cinturón. Por lo demás, incluso si sabe cómo terminó aquella “batalla de los sexos”, el suspenso de la situación se mantiene. Los actores entienden a los personajes y eso le da un plus notable al film.
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Machismo contra la pared Para poner en valor “La batalla de los sexos” hay que ambientarse en una década del 70 atravesada por el surgimiento del hippismo y donde cierto aire revolucionario en lo cultural chocaba contra los eternos conservadores de la moral y las buenas costumbres. En ese escenario surge Billie Jean King, una tenista que fue una de las estrellas del tenis mundial y que adquirió protagonismo por su activismo en defensa de los derechos femeninos. La primera escena del filme revela, quizá innecesariamente, un hecho que sucederá más adelante, pero no le quita mérito a este logrado biopic codirigido por Jonathan Dayton y Valerie Faris. La por entonces número uno del ranking levanta los brazos en señal de victoria y recibe el saludo del presidente Richard Nixon. Más que suficiente para entender la importancia del tenis en Estados Unidos en un momento clave. King (magistralmente interpretada por Emma Stone) es fiel a su instinto. No se resigna a ganar menos que los tenistas ni tampoco a frenar un deseo sexual, pese a que para la vista del mundo vive feliz con su esposo, que además es su manager. En pleno quiebre con la federación de tenis, su corazón también quebrará ante la dulce mirada de su estilista, con quien vivirá un romance inevitable. En ese contexto aparece el díscolo Bobby Rigs (Steve Carell, en un personaje a su medida), que fue número uno del mundo, y que hoy a los 55 años sigue siendo un adicto al juego. Así como es capaz de jugar al tenis con dos perros, total de ganar dinero, se le ocurrirá batirse a duelo con una mujer en una cancha de tenis. La idea no es sólo medir quién es el mejor, sino exponer la rivalidad del machismo contra el feminismo. Para verla hasta el último match point.