Walter Mitty (Ben Stiller) es un hombre común, que se desempeña como editor de fotografía en la icónica revista Life. Dotado de una vívida imaginación, huye de la rutina diaria soñando despierto. Estas aventuras extraordinarias involucran a su compañera de trabajo, Cheryl (Kristen Wiig), de quien está enamorado. Pero cuando la compra de la revista pone en jaque los puestos de trabajo de ambos, Mitty no tiene más remedio que entrar en acción, y embarcarse en una aventura que superará con creces todo lo que hubiera podido imaginar. La película es una adaptación del cuento corto homónimo de James Thurber, escrito en 1939. Pero la versión que dirige Stiller transcurre en la época actual, en un contexto que resulta por demás familiar: el paso de la fotografía analógica a la digital, de las publicaciones impresas a las virtuales. Atravesada por un cierto sabor a nostalgia, es la historia de alguien que en cierto modo pertenece al pasado, pero debe adaptarse rápidamente para sobrevivir, a la vez que logra el crecimiento personal. Simultáneamente, es un homenaje a aquellos cuyas vidas pasan algo desapercibidas, y al potencial para lo extraordinario que todos tenemos...
El discreto encanto de lo extraordinario. La vida esta compuesta por acontecimientos que nos condicionan y ponen a prueba nuestra voluntad. La respuesta que le damos a estos acontecimientos nos define, y así el mundo de las relaciones continúa su viaje en la eterna lucha por diferenciarnos unos de otros en la construcción de la identidad. La Increíble Vida de Walter Mitty (The Secret Life of Walter Mitty, 2013) es una comedia que marca el regreso a la dirección de Ben Stiller tras Una Guerra de Película (Tropic Thunder, 2008). El guión del film, basado en el cuento de James Thurber de 1939, estuvo a cargo de Steve Conrad. El leitmotiv de la historia es la tensión entre las decisiones que diferencian una vida ordinaria de una extraordinaria. Walter Mitty es un empleado de la revista Life que trabaja con los negativos fotográficos. Su tarea rutinaria necesita de detallismo, concentración, paciencia y reflexión, características que definen una personalidad introvertida. Su carácter solitario, huraño y peculiar se ve regularmente afectado por ensoñaciones que lo llevan a imaginarse en situaciones extraordinarias como un héroe idealizado de la industria cultural...
Nunca es tarde para amar (ni para viajar) En sus cuatro películas previas como director -Generación X (1994), El insoportable (1996), Zoolander (2001) y Una guerra de película (2008)-, Ben Stiller había demostrado una infrecuente capacidad para la comedia negra y satírica, así como para el gag a puro humor físico (heredero de la clásica screwball comedy), pero sin descuidar la sensibilidad y hasta cierta nobleza de sus muchas veces patéticos y tragicómicos personajes. Luego de dos décadas de compleja producción (decenas de reescrituras y de cambios de estudios y de elencos), Stiller regresa como realizador y protagonista de esta muy libre remake del film de 1947 dirigido por Norman Z. McLeod con Danny Kaye, Virginia Mayo y Boris Karloff (a su vez inspirado en el cuento de dos páginas publicado por James Thurber en 1939 en la revista New Yorker), en la que gana en delirio visual, pero pierde bastante en su capacidad de provocación. Es que La increíble vida de Walter Mitty -sobre todo en su segunda mitad- abandona su veta más absurda (era una suerte de cruza entre el cine de Wes Anderson y el de Aki Kaurismäki) para convertirse en algo bastante parecido a un cuento de hadas, un viaje iniciático y transformador, una alegoría bien propia de estas épocas navideñas y hasta con un dejo de autoayuda y espiritualidad new-age. De todas formas, si el resultado final no es enteramente satisfactorio, se trata de una experiencia rica y bastante más valiosa de lo que la mayoría de los críticos estadounidenses ha descripto. Stiller es Walter Mitty, un perdedor que ha pasado 16 de sus 42 años como encargado de la sección de negativos de la mítica revista Life. La publicación ha sido adquirida por un holding que envía a un joven y despiadado ejecutivo (Adam Scott) para editar el último número en papel y convertirla luego en un medio digital. Sean O'Connell (Sean Penn), famoso fotógrafo que vive de aventura en aventura por todos los rincones del planeta sin que nadie conozca su paradero, ha mandado por correo la imagen para la tapa de despedida, pero el atribulado Walter no la encuentra. El -que nunca ha salido de Nueva York y vive teniendo viajes imaginarios- deberá emprender una larga travesía (Groenlandia, Islandia, Afganistán) en busca de ese fotógrafo nómade y del negativo extraviado. Más allá de las desventuras de nuestro (algo estereotipado) antihéroe, Stiller también desarrolla su historia de amor con Cheryl (la enorme Kristen Wiig, aquí no del todo aprovechada), una compañera de trabajo a la que ha intentado en vano contactar vía un servicio de citas online. El film -que logra unos cuantos climas sugerentes a partir de los temas neo-folk del ¡argentino! José González y un uso bastante creativo aunque un poco abusivo de las CGI- tiene simpáticas parodias (como la de El curioso caso de Benjamin Button), ocurrentes secundarios (como el empleado del sitio de citas por Internet que interpreta Patton Oswalt) y grandes momentos (como la versión de la canción Space Oddity en Groenlandia). Así, aún llena de desniveles y problemas (por momentos hasta tiene un tono bastante esquizofrénico que pendula entre el drama adulto y la película familiar a-la-Forrest Gump), La increíble vida de Walter Mitty regala unos cuantos minutos de muy buen cine. No es el film brillante y audaz que uno hubiese querido de Stiller, pero no está nada mal como antídoto para combatir las inclemencias veraniegas.
Una aventura extraordinaria Ben Stiller vuelve a la dirección a 5 años del estreno de la grandiosa Una Guerra de Película (Tropic Thunder), rubro en donde ha conseguido destacarse de la mano de comedias ácidas y críticas. La cuestión es que ahora el querido Stiller cambia de canal y pone en sintonía La Increíble Vida de Walter Mitty (The Secret Life of Walter Mitty), un film basado libremente en la cinta homónima de fines de los ’40, que mantiene características de su filmografía pero que se aleja del tono satírico de sus anteriores películas. Walter Mitty (Ben Stiller) es un empleado de la revista Life que es un pelmazo. Labura hace más de 15 años en esa revista, está enamorado de la contadora Cheryl Melhoff (la siempre adorable Kristen Wiig) y al parecer no hizo mucho con su vida. La realidad es que alguien que usa corbata con una camisa de manga corta no puede pretender llegar muy lejos. Bueno, este soltero cuarentón por momentos se desconecta del mundo y comienza a vivir una realidad alternativa donde él se convierte en una especie de superhombre que todo lo puede. Adentro de su cabeza Walter puede imaginar desde salvar a un perro de un edificio en llamas hasta convertirse en un alpinista de dudosa procedencia pero que dice ser hispano parlante. Cuando la susodicha revista es vendida y deja de salir a la venta en papel para comenzar a ser una publicación online, un gerente es contratado para llevar adelante una poco cordial transición de despidos y de sálvese quien pueda para conservar el empleo. A Walter le llega un rollo de fotos del excéntrico fotógrafo Sean O’Connell (Sean Penn) pero el negativo 25 (que vendría a ser el encargado de ilustrar la tapa de la última edición de la mítica revista) se pierde. Allí el bueno de Mitty deberá salir en búsqueda de la fotografía extraviada adentrándose a la fría Groenlandia para vivir las aventuras que algún día imaginó dentro de su capocha. Si bien acá se enmarca dentro de un tono bastante menos cómico, hay varios puntos en común que La Increíble Vida de Walter Mitty tiene con sus últimas dos películas como realizador y estrella. Stiller siempre parte de un protagonista noble, entero, que no tiene el reconocimiento que se “merece” o que él necesita en el turbio ámbito donde se desempeña. Derek Zoolander nunca había participado de una campaña del prestigioso Mugatu en el frívolo mundo de la moda y Tugg Speedman deseaba más que a nada tener su Oscar, que sería el “símbolo” al reconocimiento dentro de la industria cinematográfica de Hollywood. Walter Mitty tiene aspiraciones más terrenales: la principal es vivir su vida y la otra conquistar el corazón de Cheryl. Digo vivir su vida porque Walter no “vive”, sólo deambula por su actualidad sin dejar rastros de su presencia. Pero cuando la “TV se le prende” su existencia brilla, se llena de vitalidad y estampa. Es esa búsqueda de identidad la que lo asemeja con Zoolander o Speedman, más allá de que acá el tono se presenta como algo más serio y alejado de la oscuridad cómica de sus obras anteriores. Todos ellos caminaban por una ruta con el piloto automático puesto y sin saber demasiado como llegaron allí, sin embargo, cuando se desviaron de su dirección consiguieron madurar y alcanzar la felicidad. Zoolander hizo la Magnum para salvar al ministro malayo y no para vender catálogos y Speedman consiguió su ansiado Oscar justamente cuando no actuó. Walter también va con la gallega del GPS en silencio y es cuando se sale de su harto transitado camino que al fin consigue empezar a vivir su vida. La Increíble Vida de Walter Mitty llega para demostrar que la realización de los sueños sólo depende de intentarlo. El cine existe para eso, para hacernos creer durante poco menos de dos horas que salir a emprender una aventura extraordinaria que incluye saltar hacia un helicóptero en movimiento o tirarse al helado mar de Groenlandia solamente depende de proponérselo. Y como toda aventura tendrá sus consecuencias, ya que ningún suceso que se lleve adelante con intensidad se irá de nuestra existencia sin hacer mella en el alma. Walter (quien comenzó la película hundido en la sumisión y solamente saliendo de ella por medio de sus “escapadas mentales”) termina enfrentando a quienes abusaron de él y encarnando el espíritu de la revista en la que trabajó tantos años. Mientras salimos del cine para sumergirnos de nuevo en nuestra rutina diaria, La Increíble Vida de Walter Mitty ya hizo su valioso trabajo, y cuando llegue el momento de hacer realidad nuestro propio sueño recordaremos que si el querido Walter pudo, nosotros también.
La increíble vida de Walter Mitty es uno de esos proyectos complicados que tardaron literalmente décadas en concretarse. Muchos directores y actores pasaron por esta producción en numerosos proyectos frustrados que nunca se terminaron de realizar. En los ´90 se anunció esta película con Jim Carrey como protagonista cuando estaba en su máximo momento de fama pero luego quedó todo en la nada. Ben Stiller fue finalmente el encargado de hacer realidad esta película que se inspira en el clásico cuento de James Thurber. Un relato que ya había sido llevado al cine en 1947 y que al igual que la nueva versión que se estrena esta semana tiene poco que ver con la obra original. El cuento de Walter Mitty era un bajón de aquellos que no terminaba bien y su protagonista era un hombre que se perdía en sus fantasías para escapar del deprimente matrimonio que tenía con una mujer controladora y dominante. Ben Stiller tomó el concepto de las fantasías locas del protagonista y convirtió a Walter Mitty en un personaje de Frank Capra, que tranquilamente se podría juntar a cenar con George Bailey, el héroe de Qué bellos es vivir! La versión de Stiller es una propuesta mucho más positiva y se centra más en la comedia y el romance. El film es menos delirante que los últimos trabajos de este artista como director, como fueron Zoolander y Tropic Thunder, pero a lo largo de la historia hay un par de escenas desopilantes que trabajan el típico humor de Stiller. Un ejemplo de ello es la memorable parodia de El extraño caso de Benjamin Button que es gloriosa. Una escena que si uno se pone a hilar fino en el análisis de la película la verdad es que está completamente fuera de contexto en la trama, pero me alegro que la haya incluido porque es mortal y te saca una carcajada. De esta producción tal vez no me terminó de cerrar demasiado cierto mensaje de libro de autoayuda yankee que pregona que tenés que viajar a alguna región remota del mundo para encontrarte con vos mismo y disfrutar realmente la vida. Creo que tambien te podés encontrar con vos mismo tomando un mate en la terraza de tu edificio, porque los cambios surgen del interior y no de la región geográfica que visites o la montaña que escales. En todo caso viajás o escalás esa montaña por el simple placer de hacerlo. Desde lo argumental me pareció que las motivaciones de Walter Mitty para explicar las cosas locas que hace no están demasiado claras y el mensaje de vivir la vida al máximo, en consecuencia, resultó un poco superficial. Cosas que surgen cuando te ponés a pensar después la película más en frío. En términos generales me gustó y creo que es uno de los trabajos más finos de Stiller, tanto en la actuación como la realización, que es impecable. A nivel visual sin duda es su mejor película hasta la fecha y es una propuesta que se disfruta en el cine y está para tener en cuenta.
La imaginación al poder Si pensamos que la última película en estrenarse en cines de Ben Stiller director fue Una Guerra de Película (Tropic Thunder, 2008), entenderemos el humor corrosivo del actor de Loco por Mary (About Mary, 1998). La increíble vida de Walter Mitty (The secrets life of Walter Mitty, 2013) mantiene ese estilo tan particular al parodiar a todas las películas esperanzadoras sin dejar de ser una de ellas. Walter Mitty (Ben Stiller) es un personaje gris. Así se denomina al intentar completar su perfil en una red social. Su única intención es relacionarse con su compañera de trabajo (Kristen Wiig). Ella ansía un aventurero, un hombre dispuesto a correr riesgos, y la vida de Walter Mitty no deja de ser ordinaria revelando negativos para la revista Life. Walter sin embargo tiene un gran poder de imaginación que lo extrae por lapsos del mundo real y lo transporta a fantasías publicitarias protagonizadas por él. Pero su vida rutinaria sufre un cambio externo: la revista cambia de directorio y se transforma al formato digital, despidiendo a varios empleados de antaño. Antes de hacerlo pretende sacar un último número con una foto de portada que Walter perdió. En la búsqueda del fotógrafo responsable del negativo (Sean Penn), Walter Mitty emprenderá su viaje transformador. Ben Stiller director aplica su imaginación al modo de Walter Mitty para darle al espectador una sonrisa tranquilizadora frente a los cambios sociales. Pero para hacerlo recurre a varias escenas cursis de films similares: Forrest Gump (1994) o El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button, 2008) aportan los momentos más graciosos de la película. Con el guiño cinematográfico constante, el director vuelve a un relato consciente de la fantasía, es decir, subraya la necesidad de la existencia de la fantasía para sobrellevar la rutina diaria. A su vez, la película (remake de un film de 1947) no deja de ser fiel a los relatos promotores de esperanza, apelando a disfrutar momentos, animarse a correr riesgos, y demás. El trabajo de fotografía es fundamental, no sólo por exponer majestuosos escenarios naturales sino para contrastar los colores que adquieren las fantasías y aventuras del personaje con los grises de su rutina diaria. Stiller le pone rostro a este personaje soñador pero siempre bajo la figura del perdedor que sabe interpretar. Pero en los films que dirige parece ir aún más lejos: su personaje sufre por no poder cumplir con los mandatos sociales, de ahí la fantasía publicitaria que sueña protagonizar. Stiller director recurre a imaginarios preestablecidos por la sociedad americana para parodiarlos: la idea de Groenlandia es un ejemplo y utilización de la música pop, la destreza para dominar el skate o el tiburón siempre presente en el mar, otros. La increíble vida de Walter Mitty, sin ser una genialidad, recupera la gracia de las historias esperanzadoras dándole una vuelta de tuerca desde la comedia a los clásicos relatos mencionados cargados de inverosimilitud.
En busca del material perdido El actor y director Ben Stiller toma las riendas de esta remake de un film protagonizado por Danny Kaye en 1947. Se trata de su quinta experiencia detrás de cámara luego de las recordadas Generación X, El insoportable, Zoolander y Una guerra de película. Walter Mitty es empleado de la revista Life y está a punto de perder su trabajo: la empresa fue vendida y la edición impresa pronto se convertirá en una digital. Lo interesante de la trama es que a Walter le llega un rollo de fotos de un excéntrico fotógrafo (Sean Penn) pero el negativo 25 (que ilustrará la tapa del último número) se pierde y el protagonista se lanza a una aventura que lo lleva hasta la desolada Groenlandia. Dicha aventura se potencia al ser Walter Mitty un soñador que escapa de su aburrida existencia viviendo una especie de vida paralela que lo transforma en un superhombre, capaz de resolver y hacer las cosas más extraordinarias, no sólo enfrentar a su despiadado jefe (Adam Scott), sino también rescatar a un perro de un edificio en llamas. Walter hará el viaje mundial más extraordinario de lo que jamás haya podido soñar en su vida para recuperar el fotograma y ganarse la compañera de trabajo (Kristen Wiig) que ama de manera secreta. La película se luce en lo visual, por los maravillosos paisajes y el acertado montaje, además de la envolvente banda sonora de Theodore Shapiro que permiten mantener el ritmo del relato y volverlo entretenido, aunque pierde el tono satírico de los anteriores trabajos de Ben Stiller.
Un tipo común de lo más extraño La modificación del título original es leve, pero el resultado es una significación mentirosa: no hay nada increíble, al menos a primera vista, en la vida de Walter Mitty. Más bien todo lo contrario, ya que si hay algo claro desde la secuencia inicial es que se trata de un mero engranaje del sistema, un ser absolutamente ordinario, dubitativo, tímido y con el autoestima por el piso. Pero cuando su mente se dispare hasta límites superheroicos mientras espere el tren para ir a su trabajo como responsable del departamento de negativos en la revista Life, se verá que el tipo es bastante más raro de lo que parece. Lo mismo que la película toda. El opus cinco como realizador de Ben Stiller es un artefacto chupasangre de géneros y formas que no teme ir siempre por más, en amalgamar lo mejor y lo peor del cine independiente marca Sundance, en coquetear con el ridículo y la moraleja fácil sin que esto implique descuidar el amor por sus personajes. El resultado es, entonces, una película cálida, anárquica, cómica, optimista, melanco, sincera, humanista, irregular, ambiciosa e imperfecta. Todo a la vez. No es cualquier nombre el de Walter Mitty. Creado a fines de los ’30 en un relato breve del escritor James Thurber publicado en la revista New Yorker, es utilizado por el argot norteamericano (“To be a Walter Mitty”) para referirse a aquellas personas que buscan evadirse de una vida rutinaria imaginándose que son otras diferentes. El de Ben Stiller lo hace para oponerse a una realidad emocionalmente solitaria y laboralmente poco venturosa, ya que Life acaba de entrar en la recta final del traspaso definitivo del papel al digital y su puesto sería uno de los recortados. Esto, independientemente de que sea uno de los empleados favoritos del fotoperiodista estrella Sean O’Connell, en cuyo último envío está la que él cataloga como una de las imágenes más impresionantes de su carrera. Ideal para darla como tapa del último número impreso, entonces. Lástima que Walter no la encuentra. Desesperado ante las requisitorias y el liso y llano boludeo del flamante gerente (Adam Scott, en un personaje sacado de una de Will Ferrell), e incentivado por su compañera de trabajo y musa habitual de sus fantasías (Kristen Wiig), Walter se encaminará en una travesía para dar con la bendita imagen. Travesía tanto física como espiritual, ya que no sólo lo llevará hasta Groenlandia e Islandia, sino también a un descubrimiento personal. Leído así, podría pensarse que el film es una fantasía de “afirmación y autoayuda”, como publicó algún crítico. Pero el director es Ben Stiller, por lo que todo ese coqueteo con la fabulita banal de autodescubrimiento podría operar como un ejercicio autoconsciente de uno de mayores –y mejores– conocedores de los mecanismos cinematográficos actuales, los mismos que ya había triturado, deglutido y devuelto a la pantalla con forma de dos comedias bestiales como fueron Zoolander, Una guerra de película y la serie The Ben Stiller Show. Pero si el film no está a la altura de aquéllas es porque su voracidad deviene en una tendencia generalizada a la dispersión narrativa y su preocupación por el protagonista en una amabilidad demasiado “guionada”, ladeándose por momentos a la condescendencia y el paternalismo. Algo curioso en un director cuya filmografía se caracterizaba por personajes oscilantes entre la egolatría, el cinismo, la bondad, la negrura y la estupidez. Así, La increíble... termina siendo la película más tersa y amigable de Stiller, a la vez que la menos sofisticada, marcando además una expansión formal y temática en su universo habitual. Universo que, urge remarcarlo, se mantiene tan felizmente impredecible como siempre.
El poder de una imagen La comicidad de Ben Stiller no pasa, como la de muchos colegas norteamericanos, por la morisqueta burda o por los ademanes exagerados y, algunas veces, de muy mal gusto. El actor posee una simpatía que emana de su rostro casi inmutable y de una tímida sonrisa que otorga a sus personajes la necesaria sinceridad para atraer al público. Precisamente estos elementos están en primer plano en La increíble vida de Walter Mitty , una comedia que ronda entre el romance y las más disparatadas aventuras. Aquí el protagonista es un modesto asistente de fotografía en la revista Life que sueña con una existencia más placentera y con conquistar a una bella compañera de trabajo, a la que no se atreve a declararle su amor. Cuando la empresa periodística decide achicarse y convertirse en una publicación digital, su trabajo, casi inseparable de su personalidad, pende de un hilo: el relanzamiento requiere de la aparición de una foto mítica de Life de cuyo extravío Walter se considera (y lo consideran) responsable. El tímido empleado comenzará así un periplo para lograr su objetivo y salvar su carrera, iniciando un alocado camino que lo llevará a los lugares más estrambóticos para dar con el fotógrafo autor de la imagen, quien recorre el mundo en busca de momentos para inmortalizar. La historia, dirigida por el propio Ben Stiller en su tercer intento como realizador, contiene una muy buena dosis de simpatía entrelazada con los sueños y realidades del protagonista que, poco a poco, va percibiendo que su timidez se convierte en audacia y que la realidad supera a su imaginación. Montañas nevadas, peligrosos precipicios y selvas inexpugnables son las sendas que recorre Walter mientras no logra alejar de su mente y de su corazón a la chica de sus sueños. Gracia y ternura son los pilares en que se apoya esta aventura que entretiene y permite, una vez más, demostrar que Ben Stiller conoce de sobra todos los mecanismos de la comedia más alocada. Además de un sólido guión, el director-actor supo reunirse de un elenco que le da pie para que sus alocadas circunstancias contengan la suficiente dosis de comicidad, en tanto que los rubros técnicos fueron otro punto de calidad para que esta increíble vida cobrase el justo término entre la fantasía y la realidad.
A Ben Stiller le faltaba un proyecto así, grande, familiar y complejo, lejos de las comedias que le dieron prestigio y dinero. La idea de hacer una nueva adaptación de “The Secret Life of Walter Mitty”, la clásica short story de James Thurber, devenida en film hacia 1947, parecía cuanto menos, arriesgada. El tiempo ha pasado y este Mitty juega en un escenario diferente. Stiller corporiza a un empleado gris del área de fotografía de la prestigiosa revista americana “Life” Su existencia es más que rutinaria y si bien hay en él un interés romántico (curiosidad al menos en el punto de partida) hacia una compañera nueva de otro sector (Kristen Wiig en la piel de Cheryl), lo cierto es que romper con esa estructura, parece una tarea titánica y harto improbable. Walter no puede modificar su estado de inmovilidad (se la pasa soñando y tildándose a cada rato), pero una noticia cruel (el cierre de la edición papel de su lugar de trabajo) sacude su mundo y conmueve a su medio (los despidos no tardan en comenzar). En esa coyuntura, se agrega un problema grave: el mejor fotógrafo del mundo (un casi cameo del gran Sean Penn) envió la que dice es la mejor pic de su carrera y al parecer, Mitty la extravió. O no llegó a su oficina. No importa. El hecho es que la última portada de “Life” depende de ese negativo (el número 25) y su búsqueda será el punto de ruptura de la equilibrada y aburrida vida de nuestro héroe. El llamado del cambio, está servido. Mitty tendrá que iniciar una aventura casi épica para descubrir el contenido de dicha imagen perdida. El problema que tiene el guión de Steve Conrad es que peca de una ingenuidad temeraria. Tanta es, que logra que “The Secret…” parezca un relato de autoayuda extraído de cualquier manual de los que pululan por cientos en las librerías de tu barrio cercano. Al estilo de Paulo Coelho, se permite reflexionar livianamente sobre los sueños y los medios para concretizar aquellos anhelos íntimos que todos tenemos, sin gracia y sin fuerza. Stiller siempre está parece dormido, vive distraído y sólo la buena banda de sonido, logra ponerlo en tarea. Está bien, esa búsqueda del “tesoro” (y díganme que no parece “El alquimista”!) puede atraer desde lo visual (respetamos eso)…pero es difícil creerla en los gestos del gran comediante americano. ¿Por qué? La grandilocuencia con la que presenta un sujeto común, que en poco tiempo pasa a animarse a una odisea (recorrerá Groenlandia, Islandia y terminará en Afganistán) desconecta al espectador de la historia ya hacia la primera media hora. Cuidado, en otros títulos donde el protagonista realiza actos increíbles, el medio lo obliga a hacerse cargo porque su supervivencia está en juego. Aquí, sin embargo, todo lo que hace Walter Mitty es decisión propia. Ese es el lado débil de la trama. Lo volitivo. ¿Es el amor hacia Cheryl lo que genera la transformación o la curiosidad por saber qué hay en el negativo 25? La respuesta será tuya, o podrás encontrarla en alguna de las deliciosas canciones que Theodore Shapiro y José Gonzalez tienen para vos (“Maneater”, “Major Tom”, “Wake up” y “A Space Oddity” se llevan las palmas en esta selección). Si bien el CGI aplicado a ciertas secuencias (como la de la estación de subte al inicio o el escape del volcán) funciona, lo cierto es que la falta de altura dramática no logra sostener la tensión necesaria para que el relato fluya naturalmente. No niego que Stiller sea hábil, pero parece haberse quedado atrapado en un especie de panfleto pro-crecimiento personal que desperdicia gran parte de las posibilidades narrativas de la historia. Como todo gran producto hollywoodense de estos tiempos, cumple con los estandares de espectacularidad que se le pide a un tanque de estas características. Eso sí, a la hora del balance, saldrán de sala con una extraña sensación (arriesgo) de incompletud y desconcierto, si es que antes (por supuesto) no abrazaron el camino marcado de la autoayuda y superación personal al que invita “The Secret Life of Walter Mitty”…
Mario Benedetti en “La Tregua” desarrolló una historia de amor entre un hombre de oficina, gris, aburrido, ensimismado en sus tareas, y una mujer “despierta”, alegre, e innovadora. Ben Stiller en “La increíble vida de Walter Mitty”(USA, 2013) ha leído y releído éstas páginas (y las que ha escrito James Thurber) y ha logrado construir una épica de superación personal en la que el amor, sin quererlo, va a guiando los pasos de un hombre perdido en su rutina y trabajo. El Mitty del título (Stiller), es uno de los miles de eslabones dentro de la inmensa “cadena de producción” de la mítica revista LIFE. Capitalismo mediante, un día llega a las oficinas (en su cumpleaños número 42) y le anuncian que el semanario fue vendido y que pasará a tener una edición online. En ese “pasaje” a lo virtual, además, habrá una reestructuración en la que algunos (varios) empleados pasarán a “mejor vida”. Mitty vive en un mundo de sueños, y más allá que comprende la gravedad de la situación, cree que por lo importante de su tarea (a su entender) no será removido de su puesto. Sorpresivamente recibe un misterioso paquete en el que uno de los fotógrafos estrellas de la revista, Sean O’Connel (Sean Penn), le ofrece la posibilidad en un negativo (el número 25) de “descubrir” la “quintaesencia” de la vida. Y como en toda historia tiene que haber un objetivo y un obstáculo principal, ese negativo, el que será la portada del número de cierre de LIFE se extravía. Con la ayuda de Cheryl (Kristen Wiig) comenzará a desplegar su acotado sistema de descubrimiento de pistas e indicios (que además harán que su vínculo con ella se estreche) que lo hagan acercarse a O’Connel para recuperar el negativo 25. En sus películas anteriores, y más allá de lo comercial de las mismas, Stiller pudo construir dos potentes discursos sobre síntomas de época en anteriores realizaciones. Si en “Reality Bites” (USA, 1994) el tema principal fue la abulia y apatía de la generación X, en “The Cable Guy”(USA,1996 ) la problemática psicológica de la posmodernidad (con sus obsesiones derivadas) era trabajada en clave de comedia negra, en esta oportunidad nos habla de la dificultad de relacionarse en la vida “real” de los seres humanos; personas escindidas entre su “YO” virtual y el verdadero que no descubren estímulos más que los emitidos por los dispositivos electrónicos de entretenimiento. Este punto además lo presenta en contraposición a lo anacrónico de la tarea de Mitty, una persona que se encarga a archivar negativos, en una época en donde la captura y el “revelado” de las imágenes es digital. Mitty sueña mucho, y despierto, “se desconecta” (en palabras de su madre y hermana, Shirley MacLaine y Kathryn Hahn respectivamente) y se arma una historia diferente a la real (escenas en las que Stiller despliega todo un arsenal de efectos y virtuosismo), una narración paralela de acontecimientos que a medida que la “búsqueda” de él avance irá quedando en un segundo plano. Hay varios momentos divertidos con críticas a la manera en la que estamos viviendo, por ejemplo al excesivo y paranoico control en aeropuertos (escaneo de cuerpos), al desmantelamiento de las empresas (Ted Hendricks, el personaje interpretado por Adam Scott, exacerbado en sus características maniqueas, es uno de los puntos fuertes del filme) y un interesante trabajo con los colores (hombre gris vs mundo real) al inicio de la película. Stiller se apoya en una banda de sonido estimulante y una fotografía impactante para construir un relato épico, nostálgico, de amistad y amor, búsqueda personal, transformación y superación, con grandes actuaciones de secundarios (MacLaine, Penn, Scott), y que más allá de lo fallido que pueden ser sus propuestas en algunas oportunidades, lo afirman como un realizador personal e interesado por la sociedad en la que vive.
Un negativo positivo Stiller combina humor absurdo y una veta humanística en su delirante comedia. Ben Stiller no sólo es un comediante brillante, que puede dibujar personajes tan patéticos como entrañables -o personas patéticas que se vuelvan entrañables, como entrañables que sean patéticas-, sino que tiene un enorme sexto sentido para la farsa cuando se pone detrás de la cámara. Salteando Generación X (1994), tanto El insoportable (1996) como Zoolander (2001) y Una guerra de película (2008) eran sátiras, alguna más oscura que otra. En La increíble vida de Walter Mitty -cuestión inescrutable: es secreta para los espectadores estadounidense, e increíble para el público argentino- no hay mordacidad como la que mostró con los modelos de Zoolander, sino todo lo contrario. Walter es un personaje delirantemente tranquilo en el descomunal delirio en el que transcurre la primera mitad de la película. Un ¿perdedor? Nunca. Un soñador, que un día, movida su estructura desde afuera, decide dejar de soñarse aventurero, aguerrido y heroico para salir a vivir. Basada en un relato corto que James Thurber publicó en 1939 y que llegó al cine con Danny Kaye en 1947, bastante modificado, ahora Walter es un editor de negativos en Life. La gran revista del fotoperiodismo está por desaparecer en papel para ser digital -como sucedió-, por lo que un engreído ejecutivo (Adam Scott) recortará empleos y deberá, eso sí, editar el último número mensual. Para la tapa el mejor fotógrafo, que vive en lugares inhóspitos, envió un negativo (sigue tomando fotos con película) para que Walter, en el laboratorio, la trabaje. Bueno, el negativo 25 no aparece. Y a partir de allí, el consternado -pero jamás afligido- Walter deberá salir a la búsqueda del paradero del fotoperiodista y dejar de vivir aventuras imaginarias -soñar con algo mejor que lo que su vida gris tiene- para hacerlas realidad. Groenlandia, Islandia, Afganistán: peleas con tiburones, escape de un volcán en erupción y más. En la segunda mitad de la película, Stiller reviste a su historia con una pátina de humanismo no muy común en su cine, siempre con una audacia cuidada: no será naif, no volcará, pero tampoco le escapará a algún sentimentalismo para generar lágrimas. Walter tiene como motor, claro, un interés romántico -porque en el fondo él lo es, pero nadie lo ha podido ver-. Y que en la pantalla es Kristen Wiig (algo desaprovechada está la actriz de Damas en guerra, a quien veremos en Her). La elección del elenco es también mérito de Stiller. Hay dos personajes coprotagónicos importantes, que interpretan dos estrellas que es mejor que el lector, futuro espectador, los descubra por sí solo. Igual, hay momentos paródicos (El curioso caso de Benjamin Button) y un humor absurdo campeando a la vuelta de cada fotograma. Stiller es un tipo sensible, que asustó a la industria con Jim Carrey en El insoportable, que se mostró mansito con Zoolander y que ahora, parece, atacó con todo. Lo suyo es el humor, aquí apasionado y nada realista. Podrán decir que es un soñador, pero ciertamente no es el único.
Si estas buscando una película sensible, divertida, con romance y paisajes hermosos, "La Increíble Vida de Walter Mitty" es tu opción. Ben Stiller, además de ser el actor protagónico, es el director, y muy bien que lo hace (nuevamente). Momentos de fantasía surrealista, momentos para reírnos sin parar y momentos para lagrimear son algunas de las cosas que vas a vivir en este largometraje que a mi parecer es "precioso" desde donde se lo mire. Ojo con la música, que vas a salir del cine queriendo tener la banda sonora, ¡es espectacular! El elenco tiene super estrellas, desde Ben Stiller, pasando por Kristen Wiig, Shirley MacLaine y Sean Penn, cada uno genial en sus personajes. Una gran película para reflexionar sobre nuestra vida y sobre lo que realmente queremos... Espero la veas y te guste tanto como a mí.
Las puertitas del señor Mitty En literatura, el personaje de Walter Mitty es como el Señor López, un infeliz cuya frondosa imaginación lo protege de los sinsabores de la vida conyugal y laboral. Solo que López se refugia tras alguna puertita cada vez que quiere soñar un rato, en cambio Mitty fantasea perdido así vaya manejando por la ruta, y siempre se imagina como protagonista de grandes sucesos, genio de la medicina, etcétera. En cine, dicho personaje ha protagonizado algunos buenos cortos y dos largos, a cargo de sendos comediantes: Danny Kaye dirigido por Norman McLeod en 1947 (acá se llamó "Delirio de grandezas") y ahora Ben Stiller dirigido por... Ben Stiller. Y si aquel no fue lo mejor de Kaye-McLeod, éste es realmente lo mejorcito de Stiller. Ninguna maravilla, pero nos hace pasar un rato entretenido con lindos paisajes, efectos variados, muchas aventuras, y hasta sentir una leve, agradable emoción en alguna parte de la historia. Aclaremos, éste no es una remake del otro. Toma ciertos elementos, por ejemplo, Mitty trabaja en una editorial, es soltero, tiene una madre (aquí, Shirley MacLaine), e inesperadas circunstancias lo llevan a vivir aventuras reales, como las que se propuso vivir en su infancia. Pero el disparador de los cambios es más actual: su empleo corre peligro, ya que los nuevos dueños de la empresa han encarado una cruel "racionalización". Un acto heroico puede ayudarlo, e incluso instalarlo debidamente ante los ojos de la chica que él adora. Datos adjuntos. La revista "Life" existió de veras, cerró por la misma causa que se menciona en la película (pero con otra tapa) y buena parte de su archivo puede disfrutarse en http://images.google.com/hosted/life libremente. El cuento original "La vida secreta de Walter Mitty" pertenece al humorista James Thurber, también autor de "El unicornio en el jardín", "La vida secreta de James Thurber" y otras delicias. Existe en psicología el llamado Síndrome de Walter Mitty.
Ben Stiller demuestra que no sólo es un gran actor sino eximio director Normalmente el nombre de Ben Stiller se asocia al actor, con predominio de películas cómicas en su vasta filmografía como la interminable serie de los “Fockers”, la de “Una noche en el museo” o las de los hermanos Farrelly (“Loco por Mary”, “La mujer de mis pesadillas”). Pero Stiller tiene algunas otras facetas destacables como lo demuestra su carrera como director de cine, en permanente superación. Ya en su tercera realización “Zoolander” mostraba cierto dominio de la comedia que se acrecentaba en la siguiente “Una guerra de película” (“Tropic Thunder), una lograda parodia del cine de Hollywood y sus estrellas. “La increíble vida de Walter Mitty” (“The Secret Life of Walter Mitty”), su quinto largometraje, es la más sólida de todas sus realizaciones, logrando diferenciarse claramente de tantas secuelas, precuelas y remakes. Justamente este último término remite al hecho de que ya hubo una versión anterior, aquí conocida como “Delirio de grandezas”, protagonizada por Danny Kaye en el año 1947. En verdad, todo se origina en 1939 cuando el escritor James Thurber publicó un corto relato en The New Yorker, pero ambas referencias resultan casi anecdóticas. El Walter Mitty “actual”, que protagoniza el director-actor, es un oscuro empleado de la sección fotografía de la revista Life justo en el momento en que la editorial tomara la trascendente decisión de no aparecer más en papel y pasar, como tantos otros medios, a ser una publicación virtual. La dramática situación por la que atraviesa la empresa contagia a todos sus empleados, muchos de los cuales perderán su empleo, incluida Cheryl (excelente Kristen Wiig), la compañera que ha robado el corazón de nuestro héroe. Y en verdad nada más apropiado que este término para describir a quien tiene momentos en que se imagina dotado de poderes, que se traducen en la pantalla en situaciones inverosímiles y muy graciosas. Cuando a Walter su transitorio y odioso nuevo jefe (bien Adam Scott) le solicite una determinada foto para la tapa del último número en papel, comprobará que la misma no se encuentra entre todos los negativos que regularmente envía el fotógrafo Sean O’Connell (casi un “cameo” de Sean Penn). Y entonces no le quedará otra posibilidad que la de intentar ubicar al experto, lo que lo llevará a desplazarse a destinos tan insólitos como Groenlandia, Islandia y Afghanistan. Serán momentos extremadamente divertidos como la escena en que, a bordo de un helicóptero comandado por un piloto borracho, se acerque a un destartalado barco y se le indique que el aterrizaje no resulta factible. Acto seguido saltará pero caerá en un mar infestado de tiburones mientras que el capitán desde el navío le previene que “le queda un minuto antes de congelarse en el mar”. Habrá otras escenas insólitas como su desplazamiento en patineta por tierras islandesas desérticas. Y también otras donde su imposibilidad de comunicarse en la lengua de sus habitantes lo llevará a enfrentarse con un volcán en plena “erupción” (El espectador será testigo de la confusión con un término que en inglés suena similar). La música es un elemento destacable particularmente cuando se escucha la famosa frase “Ground Control to major Tom” entonada por David Bowie en su clásico “Space Oddity”, que Stiller seguramente admira. Entre los personajes femeninos el más relevante será el de Cheryl, habiendo toda una historia paralela y quizás menos lograda alrededor de una página de Internet. Hay también una corta actuación de Shirley MacLaine, casi un homenaje a quien en momentos de estrenarse la primera versión de la película tenía apenas trece años y aún no había debutado en el cine. Su rol de madre es mucho menor que el de Fay Bainter en la versión de 1947, que este cronista volvió a ver para comparar ambas. Y en verdad, el parecido es mínimo. Apenas el mismo cartel inicial de “The Samuel Goldwyn Company” pero en cuanto a los personajes, el que encarnaba Virginia Mayo difiere considerablemente del que protagoniza Kristen Wiig. El de Boris Karloff aquí ni aparece. En ambos casos Walter Mitty trabaja en una editorial pero con distintas funciones por lo que no habrá mucho espacio para las comparaciones, no justificando ver la película con Danny Kaye que es muy inferior a ésta. “La increíble vida de Walter Mitty” es aire fresco en medio de tanto cine falto de originalidad. Ben Stiller merece nuestro aplauso al arriesgarse y conseguir plasmar un producto con cualidades, calidad e innovación, poco frecuentes últimamente.
INSTANTES DE AVENTURA El prolífico actor estadounidense Ben Stiller vuelve a probar suerte en el mundo de la realización con La vida secreta de Walter Mitty un filme enérgico que intenta retratar la insípida cotidianeidad de un neoyorkino promedio. Sin demasiadas novedades pero con intensa narratividad, la película muestra como el poder de los sueños puede llegar a convertirlos en realidad. Con aires de galán hollywoodense, Ben Stiller encarna la piel de Walter Mitty, un típico newyorker que transita sus días laborales atrapado en el laboratorio de revelado y archivo fotográfico de la revista Life. Lejos de pretensiones de grandeza, las aventuras más arriesgadas sólo suceden en su mente. Retrato de un soñador incurable, Walter Mitty sólo necesita amor. la-vida-secreta-de-walter-mitty-pelicula-imagen-2 Con un eje de comedia romántica americana, La vida secreta de Walter Mitty seduce con la elección musical (Arcade Fire y David Bowie entre otros) y el despliegue de efectos especiales que sin contradicciones ni artilugios forzados, se amalgaman en perfecto equilibrio con la narración. Inmersos en la diégesis fílmica no nos parece extraño ver como dos personajes surfean en pleno World Trade Center ni como la redacción de una oficina de prensa pueda convertirse en la cima de una montaña nevada. Apoyadas, también, por bellos escenarios reales, las escenas fluyen con gran naturalidad. Ben Stiller es un director que ha visto y participado de la producción cinematográfica hollywoodense de las últimas décadas, por ese motivo y por el humor que lo caracteriza, se anima a reponer en varios pasajes del filme, guiños al espectador quien fácilmente puede hallar conexiones con películas como Matrix, La Guerra de las Galaxias o El Increíble Caso de Benjamin Button. Aunque con varios lugares comunes y una extensión algo excesiva, el filme logra momentos de increíble tensión y otros tantos de sensibilidad que hacen de Walter Mitty una especie de personaje adorable en quien todos podemos identificarnos, situación que permite un fácil acceso a su mundo secreto, del cual, casi sin querer, todos formamos parte. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
“LA INCREIBLE VIDA DE WALTER MITTY”: De lo negativo a lo positivo. Si bien Ben Stiller siempre me hizo reír, nunca lo considere alguien relevante para la historia del cine, o alguien con talento para contar otro tipo de historias que no sean comedias donde deba poner algún que otro tipo de cara. Por eso ahora es mi deber reconocer que con su última producción, me hizo tragarme las palabras. En “La increíble vida de Walter Mitty” (The secret life of Walter Mitty, USA, 2013) Stiller no solo nos ofrece una gran actuación sino que vuelve a sentarse en la silla del director. Con mucho cariño, empatia y por sobre todo una fotografía excelente nos cuenta la historia de Walter Mitty, un cuarentón que vive soñando despierto y se abstrae de la realidad de manera muy recurrente. El trabaja para la revista “LIFE” como encargado de los negativos de las fotografías. Un negativo perdido le hará saber que a veces la vida real puede ser inclusive mejor y mas aventurera que la de todos sus sueños. Y el film transcurre así. La primera mitad esta llena de estos “sueños” que tiene Walter en donde transcurren los mejores momentos cómicos y por sobre todo los guiños a otros films (inclusive juega con películas de nombre similar como “El extraño caso de Benjamin Button”, etc). A medida que avanza la historia la realidad se va volviendo mas interesante y estos sueños dejan de aparecer, o como lo dice él “Suceden menos que antes”. Es ahí cuando se nota la gran mano de Stiller en la dirección. Las transiciones, los planos secuencia e inclusive los cortes juegan un papel importante para diferenciar la realidad de ese mundo construido por Mitty, hasta preguntarnos si toda la aventura que vive “en la realidad” no sera otro sueño de él. Aunque vale aclarar e insisto con que la astucia con que esta contado el film y los momentos (que son un parpadeo) que pasamos de la realidad a las fantasías son los momentos mimados de toda la historia. Si bien el 70% del film esta llevado a cabo de la mano del personaje interpretado por Stiller, el elenco se completa con: Kristen Wiig, Jon Daly, Kathryn Hahn, Adam Scott y Sean Penn. Todos y cada uno cumplen de una manera correcta, haciendo resaltar aun mas el protagonismo de Mitty (después de todo, el film lleva su nombre). A medida que avanza el tiempo, la trama se vuelve mas interesante, fusionando un dócil Indiana Jones con un ordinario pero cálido Larry Daley (personaje de “Una noche en el museo”). La fotografía del film es clave y llena la pantalla de belleza y magia, esto se debe, principalmente, a los escenarios que se retratan. “La increíble vida de Walter Mitty”, no es solo un film intenso y entretenido, también combina la mejor aventura con una historia suave y afectiva, esas que tanto le gustan a Stiller y que tan bien sabe llevar a la pantalla. Pero la diferencia radica en que el personaje es un soñador, y que soñar en grande esta bien, pero hay que saber que la vida siempre te depara algo mejor. Sino, hablen con Walter Mitty,el sabe sacarle lo negativo a todo, por sobre todo a la manera de mirar la vida. Ese fue el mensaje que me dejo la película. Bueno ese y que el futuro de Ben Stiller como un gran director esta asegurado.
El sueño que sueña al soñador Cualquier cosa puede disparar la imaginación de Walter Mitty. Un par de guantes, estar al volante de su coche o el título de una revista. Lo que sea servirá de disparador para imaginarse en un hidroplano, o como una eminencia científica o a bordo de un bombardero. Mitty sencillamente se dejará ir, se colgará en su sueño, despierto, mientras espera a su esposa que va de compras. Esta es la base del breve cuento escrito por James Thurber que en 1947 sirvió para que Samuel Goldwyn produjera un filme para lucimiento del comediante Danny Kaye. Sesenta y seis años después, Samuel Golwyn Jr. retoma la idea central del cuento de Thurber para lucimiento de Ben Stiller, en el doble rol de director y protagonista. Esta versión presenta a Mitty como responsable del departamento fotográfico de la revista Life, donde trabaja una mujer por la que se siente atraído, pero su timidez no le permite encararla. Para colmo de males, la revista pasa por un proceso de reducción de personal debido a su transformación en un producto on line. En esencia el personaje sigue siendo un soñador, alguien que se "cuelga" imaginándose como un héroe ante su chica o descargando su furia contra su nuevo jefe. Una especie de Felipe, el de Mafalda, que siempre estaba representándose en situaciones muy alejadas de su propia personalidad. Pero algo va empujar a Mitty a dejar de soñarse como un ser intrépido para pasar a serlo. Fábula de autosuperación bien dosificada y alejada de pretenciones psicologistas, el filme de Stiller se presenta sobrio, equilibrado y cargado de mensajes sencillos, sin rebusques. En roles secundarios, pero determinantes, es un lujo disfrutar del talento de Shirley MacLane y Sean Penn; en tanto que Kristen Wiig dota a su personaje de una sutil fuerza capaz de hacer creible el proceso por el que pasa el protagonista. De impecable producción y realización, este nuevo Walter Mitty ya adquiere categoría de clásico, por donde se lo mire.
El mundo a través de las imágenes Nuevamente atrás y adelante de la cámara, Ben Stiller agrega un nuevo hito a su filmografía, ahora con una flamante versión del clásico libro de James Thurber, que tuvo un primer paso a la pantalla con Danny Kaye. Para muchos, Ben Stiller es tan solo un gran comediante. Y aunque de su talento actoral no hay duda alguna, es bueno empezar a tener en cuenta su enorme y original talento para la dirección. La increíble vida de Walter Mitty es su nueva película y una confirmación más de la coherencia de Stiller a la hora de construir su filmografía. Generación X, El insoportable, Zoolander y Una guerra de película mostraron una sofisticada mirada sobre el mundo contemporáneo. La industria del videoclip, la televisión, el cable, el mundo del modelaje y la publicidad, el cine… Y ahora la fotografía. Stiller está obsesionado con la representación de las personas a través de los medios y como esta condiciona la existencia misma. En La increíble vida de Walter Mitty el propio Stiller interpreta a un tímido empleado de la revista Life, encargado de los negativos de las fotos que ilustraron la publicación durante años. La revista en papel llega a su fin y Sean O´Connell (Sean Penn), el máximo fotógrafo que tiene la revista, manda la foto para la tapa final. Es la foto más importante y la que le traerá a Mitty sus peores dolores de cabeza, o tal vez su salvación. Mitty se abstrae muy seguido en fantasías diurnas que lo desconectan de su gris realidad y lo llevan a un mundo de aventura. Le gusta mucho su compañera Cheryl (Kristen Wiig) pero obviamente no sabe muy bien como acercarse. Este libro de James Thurber en el cual la película se basa ya tuvo dos adaptaciones, una en 1947 con Danny Kaye y Virginia Mayo y la otra una versión italiana de 1982. Pero en la película de Stiller la idea de fotografía vs la realidad es un tema principal, más allá de la fantasía. A pesar de las posibilidades que da una historia como esta, la película no pierde su estilo, su sobriedad y su buen gusto. Y le agrega un discurso a favor de quien hace su trabajo a conciencia más allá de modas o miradas cínicas. No pretende la película oponerse a los avances, pero si rescatar la mirada. La mirada que en el mundo actual tiende a dispersarse o a vulgarizarse debido a la multiplicación de medio para registrarla. A pesar de su humor (y de presencias notables, como la de Shirley McLaine, más allá de los actores mencionados) el film es el más dramático de los que ha dirigido Ben Stiller y también la más emotiva. Un paso más para la carrera de un director que hay que tomarse en serio.
En la preselección de los Razzies, los premios a lo "peor del cine", figura La extraña vida de Walter Mitty como uno de los estrenos menos felices del año. Pero a no desanimarse, porque esa inclusión es injusta como la saña con la que los críticos estadounidenses punzaron la película. La extraña vida de Walter Mitty es una comedia sencilla, quizá demasiado naif, en la que el humor está al servicio del relato (y no viceversa, como en otros casos) y Stiller dirige y compone un gran personaje. Inspirada en el relato breve de James Thurber, que ya fue llevado al cine en 1947, esta es la historia de un personaje clásico de la cultura norteamericana. En esta versión, Walter Mitty (Stiller) es un hombre tímido, introvertido, que trabaja como responsable de negativos de fotografías de la revista Life y que está secretamente enamorado de su compañera de trabajo (Kristen Wiig). Para escapar de su vida gris, vive en ensoñaciones de su imaginación, el único espacio en el que puede ser intrépido, seductor y aventurero. El giro en su rutina aparece cuando la revista es vendida y la tradicional publicación, ícono del siglo 20, se muda al mundo digital, dejando un tendal de empleados sin trabajo. El desafío de Mitty, para el último número impreso de Life, es encontrar un negativo perdido. La misión lo llevará a perseguir al fotógrafo estrella (Sean Penn, como un estereotipado reportero freelance) en un viaje insólito. El filme comienza con el acento puesto en los delirios de la imaginación de Walter, en la relación con su compañera y con las extrañas conversaciones telefónicas que mantiene con el webmaster de una página de citas on line. En ese comienzo perfecto, redondo, Stiller hace lo que mejor sabe hacer: un humor de situación, que no necesita ser escatológico; que es tan humano como su personaje y con momentos de alta comedia, a la altura de Una guerra de película. El filme comienza a perder fuerza cuando el viaje iniciático pretende ser algo más que un buen relato sobre Mitty y se dispersa en: una pintura melancólica del ocaso de la prensa en papel; una historia con toques new age sobre el crecimiento personal; y una comedia romántica que, por el tono cándido de su fotografía y música, se codea con los filmes de Wes Anderson (Los excéntricos Tenenbaum). Sin embargo, Stiller cumple con las expectativas que despierta una nueva película que lleva su marca: escenas de humor glorioso, personajes secundarios sólidos, una acertada ternura para retratar a su personaje principal, parodias de películas clásicas. Y la idea de que la ficción (cinematográfica o imaginativa) es imprescindible para sobrevivir.
Feel good movie, en clave de fantasía Hay un registro juguetón, lúdico y mágico en La Increíble Vida de Walter Mitty. Pese a que la película mantiene un tono serio, amable pero dramático, y con algunos toques de comedia, es necesario comprender esta historia como una fábula, como un cuento fantástico y no como un torpe libro de autoayuda, más allá de que haya un lema subyacente (“Toma riesgos, disfruta de la vida”) que se repite durante gran parte del metraje. La fantasía del filme no solo se hace presente en los momentos en los que el protagonista deja volar su imaginación y se figura como un superhéroe capaz de salvar a un perro de un edificio en llamas o de ser parte de una épica batalla en plena ciudad de Nueva York, mientras él y un villano surfean -literalmente- en el asfalto. Todo el filme está contaminado de un tono fantástico que se evidencia en conversaciones llevadas al extremo del verosímil -algunas con la chica que desea, otras con su nuevo jefe, desagradable hasta el hartazgo-, en los llamados telefónicos de un empleado de una página de citas o en las verdaderas aventuras que termina emprendiendo el personaje en Groenlandia, Islandia o Afganistán. Walter Mitty (Ben Stiller, que también dirige) es un triste y previsible empleado del sector de fotografía de la revista Life, enamorado en secreto de una compañera nueva (la adorable Kristen Wiig) y preocupado, como todo empleado, por la inminente desaparición de la revista en formato papel. Walter, según sus propias palabras, nunca “ha hecho” ni “ha estado” en ningún lugar destacable. La necesidad de encontrar una fotografía perdida para la última tapa y el deseo de seducir a la chica que lo enloquece, serán la motivación especial que necesita para aventurarse a lo desconocido. Entre paisajes increíbles fotografiados de manera estupenda por Stuart Dryburgh y una musicalización difícil de superar a cargo de Theodore Shapiro -que incluye una escena memorable con la canción Space Oddity de David Bowie-, el filme pega el salto de calidad que lo puede convertir en inolvidable...
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Si deseas obtener alguna meta no dejes de soñarla. Este relato fue llevado al cine en 1947 “The Secret Life of Walter Mitty” de Norman Z. McLeod (1895–1964), donde narraba los días rutinarios del señor Mitty, hacia todo lo que su esposa le pedía pero se evadía soñando distintas situaciones; esta nueva versión tiene muy poco de la original. Aquí el protagonista de la historia es el carismático actor Ben Stiller (48) que le da vida al personaje de Walter Mitty, su perfil da que es un hombre gris, ya tiene 42 años, cuida a su madre, soporta a su hermana, sin muchos amigos, en su trabajo es un humilde asistente de fotografía en la revista “Life” que sueña constantemente con otro tipo de vida y se encuentra enamorado en secreto de su compañera de trabajo Cheryl Melhoff (Kristen Wiig, “Damas en guerra”) pero no se atreve a declararle su amor. Gran parte de su vida pasa imaginando cosas que lo apartan un poco del mundo real y tiene grandes aventuras llenas de fantasía, humor y con ciertos placeres; pero un día su vida se ve obligada a sufrir cambios, la revista para la que él trabaja cambia su directorio y se transforma al formato digital, y se reduce el personal. La única manera de salvarlo todo es que encuentra una foto que perdió, y debe recuperar el negativo número 25 que lo tiene Sean O'Connell (Sean Penn), de esta forma comienza una búsqueda incansable para logar su objetivo, y que la Revista tenga esa foto. Nuestro héroe pasea por distintos escenarios (Groenlandia, Islandia, Afganistán),transitando una serie de episodios llenos de peligros, montañas nevadas, selvas, pelea con tiburones, escapa de un volcán en erupción, una comedia con escenas románticas y grandes aventuras, contiene muy pequeñas similitudes al film “Los viajes de Gulliver”(2010) de Rob Letterman. Aquí el actor protagonistas es también el director, aprovecha buenos planos de su rostro, una buena actuación y todo su carisma, una comedia romántica con toques surrealistas, muy emotiva, graciosa, entretenida, con toques de humor negro, con un estupendo montaje, una fotografía bellísima, hay que destacar la música y la banda sonora de José Gonzalez y el tema de David Bowie (seguro la vas a querer tener). Un interesante elenco secundario: Sean Penn, Adam Scott, Shirley MacLaine, Jon Daly, entre otros. Una historia que te lleva a reflexionar sobre varios temas, como que queremos para nuestras vidas, como podemos superarnos, si estás dispuesto a tener una vida vacía o buscar algo mejor corriendo riesgos, el sortear obstáculos, la postmodernidad, con varias críticas a la sociedad actual, una generación capitalista y de consumo. A este film le adelantaron la fecha de estreno en Estados Unidos para que tenga de posibilidad de ser incluida en los Premios Oscar.
El año 2014 se inicia con una gran película. Se trata de la adaptación cinematográfica contemporánea (la primera fue en 1947 de la mano del director Norman Z. McLeod) de “La Vida Secreta de Walter Mitty”, un cuento corto escrito por James Thurber que apareció publicado por primera vez en Marzo de 1939 en la revista The New Yorker. Además de dirigir el film, Ben Stiller es quien encarna a este personaje, un soñador despierto que -por momentos- se aleja y se desconecta de su monótona vida (que no incluye nada que valga la pena mencionar como para completar en un perfil social de citas) siendo el protagonista de contínuas fantasías (llenas de heroísmo, romance y acción) que se generan dentro de su poderosa e imaginativa mente. Walter trabaja procesando negativos en el departamento de fotografía de la Revista Life, la cual, como consecuencia de la era moderna, se encuentra transitando su última edición impresa antes de convertirse en una publicación digital y con un nuevo directorio encabezado por Ted Hendricks (Adam Scott), un tipo arrogante que, además de provocar al protagonista, está a cargo de los cientos de despidos de muchos empleados de antaño que son los que ayudaron a que la revista se haya convertido en lo que es en la actualidad. Para la última portada, el fotógrafo estrella, Sean O’Connell (Sean Penn), envía los negativos de su último viaje, de los cuales selecciona el fotograma número 25. El problema es que no está, lo que obliga a Walter a embarcarse en un viaje que lo llevará de Nueva York a Groenlandia, Islandia y Afganistán en busca del responsable que tomó la foto y encontrar el negativo perdido. Sin dudas, un viaje transformador que hace que este soñador tome las riendas de su vida y salga al mundo y comience a vivir su propia aventura en la vida real, una todavía más extraordinaria que cualquier cosa que pudiera haber imaginado. En tiempos en los que nos “miramos” y “vivimos” a través de una pantalla (de hecho hay una interesante reflexión del personaje de Penn desde el punto de vista de la fotografía) “La Increíble Vida de Walter Mitty” nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas (aquellas que compartimos en cuanta red social existe) alentándonos a salir del plano virtual, a tomar coraje para enfrentar cualquier situación como así también a tomar la decisión y salir disfrutar y experimentar lo que el mundo tiene para ofrecernos. De esta encantadora historia (de cuyo desarrollo se destacan los efectos visuales, la fotografía y la música), también participan Shirley MacLaine y Kathryn Hahn como la hermana y madre de Mitty, respectivamente; el comediante Patton Oswalt como el consejero del sitio de citas eHarmony y la gran Kristen Wiig como el interés romántico. - See more at: http://www.cineymas.com.ar/2014/01/la-increible-vida-de-walter-mitty-the-secret-life-of-walter-mitty/#sthash.Xa1gOz9s.dpuf
El color con que se mira La increíble vida de Walter Mitty está partida en dos partes: la primera y más satisfactoria está marcada por la comedia, un territorio en el que el Ben Stiller actor-director sabe moverse como pocos en el panorama del cine actual; y una segunda que se mete de lleno en la aventura con alta dosis de lección de vida y mensajismo, que es más problemática y arriesgada pero a la vez más interesante, precisamente por eso: porque es ahí donde el actor-director se juega las cartas más importantes en esta adaptación del cuento corto de James Thurber sobre un tipo que sueña despierto mientras hace muy poco con su vida. Hasta el momento, Stiller como director nunca había abordado un registro sensible en su cine, teñido habitualmente por fábulas oscuras y satíricas. Así que la correspondencia es total entre el Mitty que decide ser dueño de su vida, arriesgarse, y el Stiller que abandona el cinismo y acepta que la esperanza no es lo último que se transmite. Aquella primera parte, la que transcurre casi totalmente en las oficinas de la revista Life antes de su cierre, muestran a un Stiller segurísimo a la hora de construir comedia: con elementos de Tati o Kaurismäki -tanto en la ambientación como en un humor entre extraño y lunático- y de Wes Anderson en el tipo de encuadre y en la selección de tonos pasteles para el diseño visual, el actor hace lo que mejor sabe: juega a la incomodidad, construye un personaje improbable en este Siglo XXI y lo pone en ridículo constantemente, aprovechándose de fobias y taras sociales. Hay chistes que parten de la puesta en escena, otros que se forman a partir del estupendo uso del montaje, también aquellos que se logran desde la capacidad actoral del propio Stiller y, por supuesto, las marcas autorales en gags que se valen de elementos reconocibles por la cultura popular para subvertirlos y ponerlos en crisis: el brillante momento Benjamin Button no desentonaría en Tropic Thunder, por ejemplo. Así como está, La increíble vida de Walter Mitty es perfecta. Y lo es, porque el director-actor juega en un territorio conocido, plácido, amable para su propio status de estrella. Por eso que se agradece el cambio rotundo en la segunda parte, ese golpe de timón que saca la aventura del mundo de lo imaginado en la mente de Mitty y la pone en primer plano. Primero tímidamente, con dejos de ese humor anterior que no se termina de abandonar, pero luego cada vez más dramático, romántico y emotivo. Esos territorios no son del todo perfectos, y la película consigue algunas rugosidades. Pero si algo la mantiene a flote es la conciencia total de Stiller sobre cómo se va forjando el subtexto de la película: partiendo del lema de la propia revista Life, el director junto al guionista Steve Conrad saben que la autoayuda y lo new age no se alejan demasiado del discurso publicitario, y así lo exponen en una secuencia donde se pueden leer frases motivacionales como parte de la señalética urbana en elementos que suponen -desde el estereotipo cultural- quiebres positivos en el ciudadano: un avión, un viaje, una ruta. El director se escuda, así, de la hipocresía en la que podía caer el film. Stiller, que ya jugó con la imagen en tanto sentido como significante, en películas como Zoolander o Tropic Thunder, se obsesiona esta vez con la fotografía, con el imaginario popular sobre los destinos turísticos “reveladores” para el occidental, con el paisajismo de postal de la National Geographic. Es en ese territorio, en una mezcla de sentidos que se fusionan, desde la autoconciencia del cinismo hasta la honesta creencia en lo espiritual, donde Stiller juega la segunda parte de su fábula, que no es otra cosa que una huída constante a lo gris de las frustraciones laborales, de la modernidad y el paso del tiempo, de las oportunidades y lo que dejamos pasar, sobre los seres pequeños que son fundamentales. Que una historia con tan alta dosis de moralina resulte querible y para nada intragable, tenía que ser obra de un comediante, de alguien que entiende que el mundo, antes que muchas otras cosas, es un hecho curioso y fascinante para apreciar con una sonrisa. Stiller construye su película más ambiciosa a la fecha y amplía sus posibilidades como narrador. Sin dudas, una mirada original para tener en cuenta, por si hacía falta decirlo.
La aventura de volver a descubrirse En su vida secreta, Walter Mitty sueña a lo grande y es un héroe capaz de defenderse, de rescatar a un perro de un edificio incendiado y crear una prótesis para su pata en el interín. Cuando regresa de sus delirios recurrentes, es un hombre común y corriente, con un empleo que peligra y con una profunda inseguridad emocional que le impide acercarse a una atractiva compañera. De repente y sin preaviso, la editorial "Life" donde lleva una carrera como editor de fotografía decide transformarse al soporte online y las adversidades, antes imaginarias, se tornan reales, sobre todo cuando el negativo de última portada en papel que le enviara el reportero estrella de la publicación se pierde, y Walter, responsable más allá de cualquier circunstancia, decide atravesar el mundo para hallarla, y aunque la empresa que ayudó a crecer desde su puesto casi anónimo esté tentada a renunciar a su lema, él lo tomará como guía para emprender este viaje hacia sí mismo. Con una combinación interesante de géneros -drama, comedia, aventuras y road movie- sirvió a Ben Stiller para llevar a la pantalla un proyecto que desde Jim Carrey hasta Steven Spielberg quisieron reponer para los nuevos tiempos, sin llegar a término. En 1947, Norman Z. McLeod, la había realizado desde un guión adaptado, inspirado en un cuento famoso de James Thurber. Stiller aborda la historia desde un humor muy a su estilo, donde abunda la parodia, pero toca a la vez una fibra emocional profunda que logra salvar del mensaje subyacente de autoayuda. Lo hace gracias a un muy buen mechado de los climas y de la pericia de los actores que componen el elenco. El relato, disparatado por momentos, no pierde el hilo básico y arriba a un final salomónico respecto de la realidad, de la que subraya hechos que caben a todos, héroes o antihéroes según indique el momento.
En busca de la felicidad La increíble vida de Walter Mitty es la quinta película dirigida por Ben Stiller: no son muchas ni tampoco pocas. Pasaron tantos años desde la realización de sus primeras obras que más de un espectador se va a sorprender de que Generación X (1994) y El insoportable (1996) sean suyas. Más cercanas en el recuerdo están Zoolander (2001) y la dislocadísima Una guerra de película (2008). Si bien existía una intención de radiografiar a los jóvenes de los 90’s en Generación X y detrás de El insoportable se deslizaban unas cuantas observaciones filosas sobre la alienación en una gran ciudad, podría decirse que La increíble vida de Walter Mitty es su filme más ambicioso en contenido hasta la fecha (con mensaje aleccionador y todo). Stiller retoma algunas ideas ya insinuadas en su filmografía desarrollando aún más algunos conceptos como la soledad del individuo en una gran urbe y la búsqueda del amor como una salida posible en una sociedad no precisamente tolerante con quienes se muestran incapaces de adecuarse al modelo del éxito. En su fusión de humor con fábula de auto ayuda y romance a discreción la comedia deja un sedimento satisfactorio aunque la eliminación aquí y allá de ciertos elementos convencionales podrían haberla convertido en una muy superior. Por cierto, un error más atribuible al guión de Steve Conrad (o quizás a los numerosos libretistas que lo antecedieron) que al trabajo polifuncional de Stiller que la tiene clarísima como director y productor; y ni que hablar como comediante, con un estilo propio reconocido, respetado y admirado por todos. Más allá del resultado obtenido, que sin dudas es lo más importante, no deja de ser interesante la intrincada red tejida en torno al proyecto desde su mismo origen hace ya dos décadas. El impulsor del mismo era Samuel Goldwyn, Jr. siendo su celebérrimo padre el productor original del filme de 1947, dirigido por Norman L. McLeod e interpretado por el talentoso Danny Kaye (¡cuán poco se lo menciona por estas épocas!). Conflictos legales por los derechos del cuento de James Thurber y disputas de todo tipo, incluyendo desavenencias creativas entre los muchos artistas involucrados, fueron postergándolo una y otra vez mientras el actor responsable de animar a Walter Mitty no se terminaba de definir nunca. En distintos momentos estuvieron a un paso de asumir el rol figuras populares como Jim Carrey, Owen Wilson, Mike Myers y Sacha Baron Cohen. Algunos de los realizadores que llegaron a trabajar en el nuevo guión fueron ni más ni menos que Ron Howard, Steven Spielberg y Gore Verbinski. Por otra parte son incalculables los guionistas que reescribieron el guión de acuerdo al gusto de cada quien. Cuando se descartó a Baron Cohen en el 2010 la remake parecía que jamás se llevaría a cabo pese a los esfuerzos volcados por mucha gente incluso bajo diferentes sellos productores. Por suerte ahí entró en escena Ben Stiller adueñándose de la historia y colaborando codo a codo con Steve Conrad para que el fantasioso personaje del título encuentre por fin a su audiencia. Walter Mitty (Ben Stiller) es el típico soñador que vive ensimismado en su propio mundo sin atreverse a romper la burbuja que lo protege pero también aisla del resto de las personas. Sin pareja ni amigos, sólo tiene su trabajo en el área de selección de negativos de la revista Life y una desbordante imaginación que se le dispara de acuerdo a la ocasión. Lo que no se atreve a plasmar en su vida personal lo canaliza por esta otra vía, casi como si de un juego se tratara. En cierto modo me recuerda al cómic de Trillo/ Altuna Las puertitas del señor López, sólo que Walter no necesita asomarse detrás de ninguna puerta para desatar su vital mundo interno. Le basta con quedarse parado mientras su mente lo transporta a un universo donde puede ser el protagonista de sus actos, como seducir a su compañera de trabajo Cheryl (la hermosa Kristen Wiig) o confrontar al imbécil del nuevo jefe (Adam Scott, muy gracioso) que insiste en humillarlo en público. La situación desencadenante para que Walter tome la iniciativa de dejar esa postura contemplativa es el extravío de una foto que le enviara el afamado reportero gráfico Sean O’Connell (Sean Penn en una lograda si bien breve participación). Con el fin de localizar al ermitaño fotógrafo, Walter se embarca en un viaje lleno de peligros por países remotos como Groenlandia e Islandia con peripecias tragicómicas donde no faltan los apuntes satíricos (Forrest Gump, El curioso caso de Benjamin Button) ni la proverbial mano maestra para la comedia que ha destacado a Stiller desde los comienzos de su carrera. Estética y fotográficamente, con una excelente labor del DF británico Stuart Dryburgh, es inobjetablemente su más cuidada producción y la música también es un punto alto con un magnífico uso de la canción de David Bowie Space Oddity. La marcación actoral es inmejorable considerando la gran cantidad de actores secundarios que aportan su granito de arena dándole cohesión a una trama de a ratos anecdótica pero recurrentemente divertida, aún en sus pasajes más melancólicos. Es probable que La increíble vida de Walter Mitty no sea la gran película que aspiraban a pergeñar sus creadores pero imperfecta y todo cumple con el anhelado objetivo de rendirle homenaje a un cuento que inspiró a generaciones de artistas tan variados como el especialista en animación Chuck Jones, el fundador de la revista Mad Harvey Kurtzman o el dramaturgo George Axelrod que escribió el papel de Tom Ewell en La comezón del séptimo año con algunas de las características de Mitty en mente.
Temática sólidamente planteada con rico lenguaje cinematográfico Con todo lo que hay por recorrer en el séptimo arte, con todas las ideas pre-existentes en guiones que nadie lee, con todos los avances tecnológicos útiles al enriquecimiento de una obra cinematográfica, y con todas las formas estéticas esperando a ser moldeadas por los cineastas, que alguien decida re-filmar algo hecho antes conforma un acto contradictorio entre lo seguro y lo riesgoso. Seguro por la posibilidad de recaudación, riesgoso por la calidad respecto de la obra anterior. No pasa en otras ramas del arte. ¿Cómo se hace una remake de un cuadro? ¿Se imagina a Pollock diciendo “voy a hacer mi versión de “Los girasoles” de Van Gogh con su técnica eléctrica sobre el lienzo. En todo caso hay copias hechas, en su mayoría por estudiantes. Puede que las haya, pero no solemos escuchar de una exposición de réplicas de pintura o escultura. En todo caso la única acepción de remakes sin demasiadas condiciones sería la música en todos sus géneros. Mozart se murió. ¿Quién toca el piano entonces? Alguien tiene que hacerlo o la humanidad se privaría de escuchar obras fundamentales, aún cuando cada intérprete haga las variaciones que le de la gana. El cine es un arte muy joven, de apenas 115 años. Si sacamos el dinero de la ecuación casi no habría remakes. ¿Qué necesidad había de hacer, igual, pero en inglés, “Tres hombres y un bebé” (1987), por ejemplo? ¿O el calco espantoso que Gus Van Sant hizo de “Psicosis” en 1998? ¿Y “Carrie” en 2013? ¡Mamita!, todavía la estamos digiriendo. Otros proyectos dan buenos resultados, como “Cabo de miedo” (1991), pero se parecen mucho a un capricho. Sin embargo, muy de vez en cuando hay algunas excepciones. Una que de inmediato viene a la memoria es “Los siete magníficos” (1960), o la versión que John Sturges hizo de “Los siete samurai” (1954), de Akira Kurosawa, tan sólo a seis años del estreno. Sucede que Sturges ofrecía otra mirada con su propio talento, pergeñando un clásico basado en otro. Definitivamente, no hay mejor manera de justificar una remake. Esto es, darle una versión, una visión particular y personal a una obra ya realizada. Lo consumado por Ben Stiller con “La increíble vida de Walter Mitty” es un enorme ejemplo de cómo, sin salirse del eje central, se pueden potenciar todas las virtudes del texto original, agregarle tintes personales, y trasladar la historia al presente evitando que esto interfiera en la esencia, porque está claro que desde 1947, cuando se estrenó “La vida secreta de Walter Mitty” (*), a 2014 el mundo cambió mucho. Walter (Ben Stiller) está en su casa. Anota gastos. Está a punto de salir a trabajar. Sólo le resta animarse (palabra clave sobre la cual se apoya el texto cinematográfico) a apretar “enter” en su notebook para que el sitio web del cual es miembro le mande un guiño a Cheryl (Kristen Wiig), abriendo la posibilidad de un contacto. El dedo está apunto de “clickear” el mouse. Duda. Ahí va. Pero no. Se aleja de la computadora hacia atrás (quedando fuera de foco). Vuelve. Esta vez lo va a hacer. Se acerca y… ¡zas!, lo hizo. Apretó el botón. La página da un error. Aprieta varias veces y el mismo error aparece, irritante. Una vez que se animó, algo sale mal. Esta magnífica primera secuencia (sin diálogos), que da paso a los títulos, resume perfectamente no sólo al personaje sino también a su esencia y su actitud frente a su circunstancia. Lo describe casi en su totalidad: tímido, recatado, algo timorato, muy resignado, y poco capaz de dar el siguiente paso. El resto de la presentación ocurre durante los títulos. En la estación Walter tiene una “ausencia”. Una desconexión momentánea cuando el operador de atención al cliente, ante la pagina con errores le pregunta por los espacios dejados en blanco resoecto de su solicitud. Los referidos a haber viajado y haber hecho cosas fuera de la rutina diaria. Así descubrimos que el perfil de Walter está incompleto, porque su vida también lo está. En esa ausencia lo veremos imaginar que realiza un salto espectacular, entra por la ventana de un edificio en llamas y rescata al perro de tres patas de Cheryl. Cuando vuelve a la realidad por la insistencia del operador, Walter habrá perdido tiempo, el tren, y también peligra su trabajo como gerente de negativos fotográficos de la revista “Life”, pues ésta ha sido adquirida por una corporación dispuesta a sacarla de la venta callejera para convertirla en una publicación digital. El trabajo del protagonista, como su vida tal cual está planteada, ha quedado obsoleto. Brillantemente planteado, el tema central (animarse, tomar decisiones, jugarse, sentir que estar vivo, vale la pena por algo o por alguien) es, en definitiva; trascender. No necesita subtramas porque la solidez de la dirección muestra desde el primer minuto la seguridad con la que Ben Stiller encaró su versión de “La increible vida de Walter Mitty”. Hasta se da el lujo de poner una variante de McGuffin con un negativo que no aparece, estableciendo una gran metáfora sobre buscar la iluminación, la luz, el lado positivo de la vida, una vez que ésta se nos revela en esplendor. Walter recorre una especie de camino del héroe, pero desde la perspectiva de un hombre común que se suelta a vivir demostrando que nunca es tarde. Jamás lo es. Viniendo del mainstream de Hollywood, probablemente desde “Forrest Gump” (1994), salvando las distancias, no se veía un abordaje sobre romper las propias barreras con tanta emotividad y fuerza narrativa. Desde otros rubros, la fotografía (el mejor trabajo de Stuart Dryburgh desde “La lección de piano”, 1993) y la música de Theodore Shapiro, junto a la selección musical de George Drakoulias –soberbio rescate de “Space Oddity” de David Bowie-, le adosan a cada escena un costado de poesía urbana pocas veces visto si uno se deja llevar. Y con respecto al tema de Bowie, se verá una de las escenas más emotivas de éste año. Por último, otro hallazgo del realizador es el de dosificar la intensidad de Kristen Wiig, y la propia, como actores eminentemente de comedia para lograr un equilibro ideal entre el drama y el humor. “La increíble vida de Walter Mitty” es en muchos aspectos una invitación a creer. A liberar el alma. A entender la vida con otro prisma para poder sacar los miedos. Cuando una obra tan simple emociona desde lo profundo, es posible que sea inolvidable. (*) – “La vida secreta de Walter Mitty”, ficha técnica: EE.UU. 1947. Realización: Norman Z. McLeod. Producción: Samuel Goldwyn. Guión: Ken Englund y Everett Freeman, con la colaboración de Danny Kaye, basado en un relato de Jamer Thurber. Foptografía: Lee Garnier. Música: David Ridkin. Intérpretes: Danny Keye, Virginia Mayo, Ann Rutherford, Boris Karloff, Florence Bates.
El maravilloso mundo de Walter Sorpresón resulta esta remake de aquella película dirigida por Norman McLeod en 1947. Ben Stiller ahora toma el mando y no sólo compone un personaje gracioso, como suele ser su costumbre, sino que además se escapa de ese encasillamiento, logrando conmover. Walter Mitty es tan tímido y quedado para relacionarse como soñador. Trabaja en el sector de negativos de fotografías de una importante revista. Walter tiene la particular manía de “colgarse”, alejarse de la realidad e idear situaciones exageradas de una adrenalina y desenfreno importante que, lógicamente, lo tienen como héroe, similares (aunque con mayor grado de imaginación) a los divagues que experimentaba aquel dibujo animado llamado Doug Narinas. Nuestro protagonista recibe una serie de fotos de Sean O’Connell (Sean Penn), en una nota que le indica que la número 25 debe ser la que lleve la portada de la próxima edición. El problema se da cuando Mitty no la encuentra y se ve obligado a rastrear a Sean y emprender una inquietante hazaña. El film no sólo opera como clara enseñanza y estímulo de superación, con lemas que proclamen la persecución de fines y objetivos asumiendo todo tipo de riesgos; también funciona casi como una suerte de autoayuda para todo aquel espectador al que le cueste lanzarse hacia la consecución de sus metas. El amor aparece como motor y empuje principal para que nuestro querible Walter se decida a concretar sus propósitos, en una relación que construye lentamente (y de un modo bastante verosímil a la percepción) con la figura que interpreta Kristen Wiig. Mención especial a la destacable y por cierto moderna filmación que porta la cinta, a base de movimientos de cámara ágiles y hasta algunos interesantes efectos. La banda sonora acompaña sutilmente y cumple en los momentos justos a la hora de suscitar emotividad en el público. La increíble vida de Walter Mitty se ajusta a todas las edades, apelando la primera hora al entretenimiento a base de una buena bocanada de gags y el segundo tramo a tintes de road movie, a todo lo que tenga que ver con las peripecias y a lo sentimental. La proyección termina siendo un episodio tan lleno de fantasía, de enternecimiento y de aventura como los propios sueños que Walter evoca en sus dispersiones mentales, y por eso vale la pena darle una oportunidad. LO MEJOR: supera la expectativa simple creada en el tráiler. Risas, emotividad, hazañas, buenos mensajes. Ben Stiller, como director y actor. LO PEOR: cae en ciertos instantes previsibles. Algunos chistes pecan de conocidos. PUNTAJE: 7,8
Tras los éxitos de “Hugo” y “Una aventura extraordinaria”, el mercado parece buscar un nuevo tipo de producto navideño: la película que es, a la vez, “prestigiosa” y “para toda la familia”. Martin Scorsese y Ang Lee lo lograron cosechando tanto centenares de millones de dólares como decenas de nominaciones al Oscar. Ben Stiller tal vez no tenga la chapa de esos dos realizadores, pero sabemos que no sólo es un talentoso director (“Zoolander”, “Una guerra de película”) sino que, como actor, protagonizó exitosas sagas navideñas como “La familia de mi novia” y “Una noche en el museo”. Con “La increíble vida de Walter Mitty”, Stiller se carga al hombro una historia mítica escrita por James Thurber en 1939 y adaptada ya al cine en 1947 con la estrella cómica Danny Kaye. Modificada y actualizada, hoy se centra en un hombre tímido y apocado que nunca he hecho nada arriesgado en su vida (fuera de su frondosa imaginación) y que trabaja procesando negativos en el archivo fotográfico de la revista Life. Como la revista está por dejar de salir en papel y casi no quedan fotógrafos que no trabajen en digital, su trabajo se ha vuelto irrelevante. walter-mitty1Pero una combinación de factores lo hará meterse en una aventura que podría cambiar su vida cuando sale en la búsqueda de un mítico fotógrafo (Sean Penn) que le ha enviado su última y mejor fotografía que Walter ha perdido y debe recuperar. Así, Mitty irá a Groenlandia, Islandia y Afganistán, subirá montañas y combatirá con tiburones, andará en helicópteros y se tirará en skate al lado de un volcán en erupción. Una bonita compañera de trabajo (Kristen Wiig) será, obviamente, uno de los puntales para que Mitty decida empezar arriesgarse en su vida. Stiller tiene la ardua tarea, como director, de satisfacer a varios públicos y de ofrecer casi varias películas en una: una más adulta e “independiente” sobre un hombre timorato que saca finalmente la cabeza del pozo, una más “mainstream” con mensaje publicitario de “autoayuda” y una tercera, de aventuras para toda la familia. Y si bien no logra resolver el entuerto por completo, se las arregla para armar un producto entretenido, ingeniosamente estructurado y, curiosamente, con casi mejores secuencias de acción que dramáticas. Ben Stiller in a still from The Secret Life of Walter MittySi todo suena como un pasteurizado Charlie Kaufman para toda la familia, algo de eso hay. La estructura tiene parecidas vueltas entre realidad y ficción, pero en un tono mucho más accesible. En sus peores momentos, “Walter Mitty” tiene un tufillo de adaptación literaria light que hace recordar a “Tan fuerte y tan cerca” o la propia “Aventura extraordinaria”, pero Stiller –acaso por sus orígenes como comediante- nunca termina de tomarse tan en serio ni ponerse místico como esos filmes. Lo hace, por momentos, pero siempre encuentra el toque humorístico que afloja esa misma pomposidad que como director por momentos construye. En esa misma frontera está la utilización de la música. Stiller convoca a una serie de artistas, digamos, alternativos (Arcade Fire, José González, Of Monsters and Men o Rogue Wave) y los ubica como lanzadores de emociones olímpicas, acumulando himno tras himno como si todos estuvieran haciendo audiciones para reemplazar a Sigur Ros en su propio territorio. Es en esa frontera donde la película pierde sutileza y se mueve por zonas un poco más indigestas. De cualquier modo, aún en sus momentos menos logrados, la película conserva un espíritu lúdico admirable y nunca le hace asco a enfrentarse directamente con emociones fuertes. En ese sentido es una película que se siente sincera y honesta, haciéndose cargo de los clichés del caso.
La imaginación como mapa Tuvimos que esperar cinco años, desde la genial Tropic Thunder (2008), para volver a saber de Ben Stiller detrás de una cámara. Y valió la espera. El creador de Zoolander (2001) vuelve con una película que está completamente por fuera de su impronta habitual, con mucho más cuidado de la imagen y otros aspectos más artísticos que narrativos, siendo más cuidadoso con dónde plantar la cámara antes que cuándo colocar el gag perfecto. Aunque no sea lo más notable, Stiller es un laburante incansable del drama. Sus películas, si bien la mayoría cómicas, son en realidad retratos de seres muy dispares que, escondidos en la caricatura y la sátira social, tienen algo que gritarle al mundo porque necesitan ser comprendidos. Y allí está él siempre poniéndole la cara a esos personajes. Sin contar sus dos primeras películas de mediados de los 90, Reality Bites (acá bien titulada Generación X) y The Cable Guy (esa en que Jim Carrey se luce cantando Somebody to Love de los Jefferson Airplane), Stiller siempre protagonizó papeles de hombres venidos a menos que necesitan un empujón para salir adelante y dar un giro de 180º a sus vidas: El actor exitoso pero con pocas luces, Tugg Speedman, y el memorable modelo descerebrado Derek Zoolander, ambos tipos que supieron ver la cumbre de la montaña y ahora se encuentran cuesta abajo, pero encuentran la forma de alcanzar el pico una vez más gracias a quienes lo rodean. Pero ahora, con todo lo excelente que es, eso queda atrás y Stiller opta por dar vuelta la fórmula, adaptando a nuestros tiempos un cuento de James Thurber ya llevado al cine en 1947, con un tono muy particular tirado más a un ritmo cadencioso, dándole lugar a las imágenes de paisajes bellísimamente fotografiados y una banda sonora simplemente brillante por parte del talentoso José González (aunque todos los aplausos se los lleva la canción de Of Monsters and Men, Dirty Paws). En la película conocemos a Walter Mitty, un tipo gris e insípido que nunca se salió de los estándares, pero experimenta pequeños momentos de abstracción en los que se deja llevar por la fantasía e imagina situaciones exageradas donde es directamente otra persona que hace todo lo que a él le gustaría hacer. Psicología aparte, el protagonista se encuentra con una dificultad laboral que lo pone a prueba y obliga a salir a enfrentar la situación, no sólo para asombrar a su nueva compañera de trabajo (una Kristine Wiig bellísimamente filmada por Stiller) sino también para asombrarse a sí mismo, en un viaje interno que lo lleva a su juventud y lo conecta de a poco con las cosas que realmente quiere. En The Secret Life…, además de la fotografía y la música, se destaca un reparto muy variado y plagado de pesos-pesado: Shirley McCain, que hace un papel adorable como la madre de Walter, y Sean Pean, que tiene una escena particular donde pone el listón muy alto para la emotividad en el desenlace. Ambos personajes, que nunca comparten pantalla pero de alguna forma que no diremos están conectados, son bisagra para que la historia en general funcione y genere la emoción que genera. Quizás un poco tirado a la sensiblería, pero siempre medido y resguardado en un gran logro artístico con la cámara, Stiller cuenta una historia de superación más en su carrera, pero esta vez de forma inusual y sin necesidad de poner en pantalla a un personaje con un ego desmesurado y pretender que el público se parta de risa. Al contrario, esta vez hace tan normal al personaje que es imposible que en algún momento de la trama no nos identifiquemos con Walter o con alguna de sus fantasías, así como también esos extraños mensajes que se imprimen en los lugares más insólitos, ya sea para sacarnos de la mente del siempre presente protagonista o para dejarnos alguna enseñanza de esas que sólo el buen cine sabe dar.
Tremenda comedia dramática, dirigida con excelente pulso por Ben Stiller, quien además se reserva un protagónico en donde puede lucir como nunca todos sus matices actorales. Visualmente poderosa, dramáticamente perfecta, es una cinta de enorme impacto, que pese a lo onírico de muchas de sus secuencias, nunca pierde su tono realista. Celebrada participación de Sean Penn, en un papel corto pero contundente. Amena, divertida, emocionante, única, LA INCREIBLE VIDA DE WALTER MITTY es una experiencia cinematográfica que merece ser vivida.
La increíble vida de Walter Mitty es una película ideal para soñadores y para tener la oportunidad de disfrutar viendo a Stiller en un papel con una gran carga interior. El guión contiene varios altibajos tornándose repetitivo y corriendo el riesgo de aburrir en vez de atrapar. Y la mezcla de amor, humor, fantasía, ensoñación y frustración, entre otros, está en el borde justo entre enriquecer...
Increíble pero hasta ahí En su quinto largometraje como director, a sus cuarenta y ocho años, el comediante Ben Stiller, quien ya ha participado en casi cincuenta films y amenaza en pocas semanas con otro capítulo de "Una noche en el museo", miró hacia un clásico de la narrativa estadounidense, un muy breve relato publicado en las páginas de "The New Yorker" en marzo del 39, "The secret life of Walter Mitty", que nos lleva a un campo de asociaciones lindantes con el que forja sus propios mitos, sus propios sueños. En 1947 Paraumont Pictures dio a conocer un film basado en esta tan conocida y difundida historia y su intérprete era Danny Kaye, este sensible y notable actor de vaudeville y de cafés nocturnos, gran imitador de personajes famosos, cantante, que ya había logrado fascinar al público con su actuación en "Un hombre fenómeno", junto a Virginia Mayo y Vera Ellen y que años más tarde pasaría a interpretar los protagónicos de "El inspector general" de Henry Koster, "El fabuloso Andersen" de Charles Vidor, "El bufón del rey" de Panamá Frank. Y quién es Walter Mitty en el film del 47, film, por otra parte, no estrenado en su momento en nuestro país. El personaje que interpreta el talentoso Danny Kaye es un tímido redactor en una editorial de novelas folletinescas, de exóticas aventuras, dominado por su severa madre y no reconocido por su director. Ante todo esto, ahí están los llamados de su fantasía, ese soñar con los ojos abiertos que lo transforman en un personaje abierto a la aventura, que le permite escapar de órdenes, mandatos y rutina. Y de estar junto a la mujer que ama. En el film que se ha estrenado en estos días, Ben Stiller está a cargo de una sección de la revista "Life" en la que se encuentran los negativos fotográficos. Y ante el inminente pasaje al sistema virtual de esta publicación, ahora, es necesario pasar a buscar esa foto ,"la más perfecta", según su autor, para la portada del último de los números. Sobre esa búsqueda de este personaje que "vive fantaseando" con otras historias, y que ahora se deberá lanzar por tierras lejanas para llegar a encontrar a ese fotógrafo, el film de Ben Stiller recorre un itinerario desde la gran urbe a Islandia, Groenlandia y Afganistán, logrando, sobre todo, una trayectoria de frases hechas y de manual de filosofía de autoayuda, de necesario retorno al medio natural. Si la primera parte saluda al film que lo precede, ya a partir de menos de la mitad del inicio de este viaje, empezamos a reconocer el desmedido peso de una actitud de egolatría, por parte del actor y director, que termina de certificarse en el momento final. Afortunadamente, la gran Shirley Mac Laine nos reserva momentos para el recuerdo. Y como siempre, Sean Penn, prefiere acariciar situaciones de riesgo. Algo a lo que el film no se atreve.
El Sueño de Walter Mitty Ben Stiller se redime con su carrera, protagoniza y dirige un filme tan surrealista como atractivo, de humor inteligente absurdo como notable, y lo hace con una impresionante capacidad productiva, hay que decir que la peli trae los mejores títulos de inicio que se han visto en los últimos 10 años de cine. En 1947 hubo una primera versión con Danny Kaye de protagonista que en Argentina se llamó "Delirios de grandeza", al no haberla visto nunca no podemos decir cuanto de aquella toma, lo más seguro es muy muy poco, en esta versión Stiller juega a un personaje delirante tan lleno de sueños como de increíbles visiones fantasiosas, que lo llevan a viajar por situaciones mágicas, misteriosas, humanas a la vez, y aquí habrá cierta concomitancia con aquella historieta argentina: "Las puertitas del Sr. López", que también se llevo al cine alguna vez. Mitty puede que lleve una existencia aburrida, rutinaria como tanta otra gente, pero no ha perdido su capacidad soñadora, desea tener un romance si es factible con su bella compañera de trabajo (la estupenda Kristen Wiig) y hasta enfrentar peligros poco frecuentes, a un punto la vida misma le permitirá esa chance inusitada de poder vivirlo en sitios maravillosos poco vistos en el cine como Groenlandia e Islandia. Quizás la mejor obra de Stiller como realizador, con una significativa bocanada de originalidad y un humor pródigo -hay una parodia a "El curioso caso de Benjamín Button" imperdible realmente. No falta romanticismo, ni cierta emotividad, no es poco en un cine actual tan lleno de carencias e ideas.
Una travesía impensada En su nueva incursión como director, el conocido Ben Stiller no genera una verdadera innovación, como la que logró en la interesante “Generación X” (1994); tampoco apela al delirante y satírico humor de “Zoolander” (2001) ni provoca como lo hace en “Una guerra de película” (2008). Pero sí logra una película entrañable, redonda, que consigue despertar simpatía por sus personajes, divierte, emociona por momentos y hasta deja un mensaje alentador, además de contener varios hallazgos visuales. Como ya hizo otras veces, Stiller se reserva el papel principal para contar la historia de Walter Mitty, un hombre anodino y rutinario, al punto que las simples decisiones cotidianas -como enviar un guiño a través de un sitio web para obtener citas- le resultan dificultosas e intrincadas. Su trabajo en una conocida revista no es precisamente proclive a giros inesperados o sobresaltos: es el encargado de los negativos fotográficos, tarea que cumplió con casi obsesiva pulcritud durante 16 años. Pero, para contrarrestar todas estas grises circunstancias diarias, el bueno de Mitty no hace más que soñar despierto, y varias veces por día se imagina que es protagonista de diversas hazañas, a cual más increíble y osada, que van desde un rescate en un edificio en llamas hasta una pelea digna de superhéroes con su nuevo jefe. Es precisamente aquí donde el filme encuentra sus pasajes más logrados: en el divertido contraste que se genera entre las imaginativas ensoñaciones del protagonista y su violento choque con la realidad, siempre más prosaica. Búsqueda frenética Ya con el personaje y su enorme capacidad de imaginación presentados, el inicio de la acción se produce cuando Mitty por un compañero se entera de que la revista en la que trabaja fue adquirida por un nuevo grupo empresario, que la dejará de imprimir para mantener la versión on line. Situación que, dada la labor que realiza, no provoca precisamente el optimismo del pobre Mitty, quien a pesar de su contracción al trabajo, presiente su inminente despido. Todo empeora cuando le comunican que la última portada de la publicación será una fotografía de Sean O’Connel -un legendario reportero gráfico amante de viajar por el mundo- cuyo negativo Mitty acaba de extraviar. Frente a esta contingencia, deberá iniciar un viaje maratónico por puntos inhóspitos del planeta que modificará su modo de enfocar la vida. Mientras afronta estas tribulaciones, busca el modo de conseguir el interés romántico de Cheryl, una reciente compañera de trabajo de la que se ha enamorado. Secundarios de lujo Habituado a encabezar los repartos, Stiller cumple con su papel sin dificultad, al igual que Kristen Wiig quien encarna a la mujer que despierta el interés romántico del protagonista. Sin embargo, ambos parecen desaprovechados. No ocurre lo mismo con los secundarios. Sean Penn está perfecto como el curtido fotógrafo cuya foto perdida motoriza la historia. Al talentoso actor de “Río místico” le bastan unos pocos minutos y una mirada cargada de sentido para dar estructura a su personaje. Ocurre algo similar con la siempre vigente Shirley MacLaine, como la cariñosa madre de Mitty. Aunque las aventuras que emprende Walter incurren muchas veces en lugares comunes y bordean el estereotipo, igual resultan simpáticas y generan empatía con el espectador, sobre todo al estar matizadas por la singular torpeza del protagonista, que lo lleva a cometer absurdas imprudencias con resultados inverosímiles. Y visualmente, los ámbitos donde se desarrollan resultan poco menos que impresionantes: las inmensidades del mar de Groenlandia, un volcán en erupción en Islandia y las cumbres nevadas del Himalaya. Basada (muy libremente) en un relato de James Thurber que ya había sido adaptado para la pantalla de cine en 1947 con Danny Kaye en la cabeza del elenco, “La increíble vida de Walter Mitty” emerge en líneas generales como una de esas típicas comedias bienintencionadas que suelen poblar las carteleras, pero está un escalón por encima del promedio. Y aunque de un actor (y director) como Ben Stiller se podría esperar una mayor inspiración y una mirada más desafiante, su película es tan agradable que se pueden considerar con indulgencia sus inocultables defectos.
La Increíble Vida de Walter Mitty: Stop dreaming, start living “We all have something inside us waiting to get out, and all it takes is the courage to stop dreaming and start living” dice Ben Stiller para explicar de qué se trata Walter Mitty. Y aunque la frase, y el resto de la película, parezcan salidos de un libro de autoayuda y reflexión, el último film dirigido y protagonizado por Stiller posee verdades ocultas de la naturaleza y la vida humana. Walter Mitty (Stiller) es un distraído y soñador gestor de negativos en la revista LIFE que está a punto de cerrar y transformarse en una versión online. Sean O’Conell (Sean Penn), el fotógrafo más importante (y super chapado a la antigua) que tiene la revista envía su ultimo rollo a Walter con especificaciones de que el fotograma 25 debe ser la foto de la ultima portada. Pero justo el número 25 al parecer nunca llegó a las manos del no tan distraído Mitty, cuando de su trabajo se trata. “Life is about courage and going into the unknown” - Cheryl Melhoff (Kristen Wiig) Encontrar esa foto es todo lo que Walter necesita. Ya sea para tomar las riendas de su aburrida vida, salir de sus sueños de superhéroe, animarse a hablarle a la chica (Kristen Wiig) que ama secretamente, decirle a su jefe que deje de ser un idiota o hacer algo que valga la pena. Ben Stiller como director, en esta muy libre adaptación de The Secret Life of Walter Mitty, entiende que el hombre molesto de la realidad, busca la paz en sus sueños y se encierra en ellos por distintas circunstancias, pero también entiende (y acá regresamos al libro de autoayuda) que solo basta buscar y encontrar los factores correctos que nos saquen de ese ensueño para comenzar a vivir realmente. Walter Mitty, es el orador de nuestro subconsciente y Ben Stiller como ilustrador, sabe que el cine siempre ha sido ese proyector de la vida ideal que la sociedad nos niega, aprisionándonos con frustraciones y miedos. Lee el cuento original de “The Secret Life of Walter Mitty” de James Thurber “Beautiful things don’t ask for attention” - Sean O’Conell (Sean Penn) Probablemente, todos empezaremos a ver un poco de nosotros en Mitty, y en el momento en que la brecha entre él y el resto de los soñadores se hace más grande, la película toma un rumbo diferente, permitiendo una lectura que nada tiene que ver con su principio. The Secret Life of Walter Mitty ablanda el corazón no solo apuntando a nuestro lugar ideal en el mundo, sino remarcando aquellos pequeños detalles de la vida que los sueños no nos pueden dar. El film de Stiller es un tributo a aquellos que disfrutan de un buen trabajo bien hecho, a quienes lo hacen, a las personas que encuentran un gran valor y añoran las cosas chapadas a la antigua pero entienden que la vida continúa. “If I like a moment, for me, personally, I don’t like to have the distraction of the camera. I just want to stay in it” – Sean O’Conell (Sean Penn) Ben Stiller utiliza esta película con muchos efectos y grandes avances tecnológicos para criticar el ahora. Lo “instantáneo” y la “hiperconectividad” son los principales objetos de muchos avances en nuestra sociedad, y por o para alcanzarlos nos estamos perdiendo de lo importante. Sí, definitivamente este texto se transformó en lo menos cinéfilo y más reflexivo que podía resultar y esperar, pero aún así vale la pena explicar por qué Ben Stiller tiene éxito al salirse de la comedia para retratar nuevamente, a una persona que trabaja para algún medio de comunicación y cómo ese tipo de vida lo define, de forma más romántica en niveles que muchas veces no vemos, no entendemos o no sabemos apreciar, en una película que no se hacía valer mucho desde su tráiler.
Ben Stiller es un actor gigante y un gran director. Si este film, nueva adaptación (la primera, con Danny Kaye, es de 1947) de un relato de James Thurber sobre un hombre tímido con gran imaginación, no llega a las cimas de locura de Tropic Thunder o al filo de Zoolander es porque está en otro tono, y porque, por una vez, Stiller quiere hacer comedia con lo que pasa dentro del personaje, y no con lo que hace. Así, quizás esta no sea la gran película cómica que se podía esperar, pero su ambición -y su corazón, y el ejercicio notable de la imaginación fantástica- le otorgan nobleza y belleza.
Cuando me comentaron la idea de Walter Mitty, me pareció muy aburrida. Es decir, no me pareció aburrida, sino que me pareció que les iba a costar despegarse del espíritu semi-suicida de ese tipo de historias. ¿Cómo contar una historia de redescubrimiento interior sin caer en el golpe bajo? Tarea difícil. Una tarea tan difícil como la que tuvo 500 Days of Summer para contar una historia de amor de una manera diferente pero igual conmovedora y movilizante. Ellos tenían que demostrarte que toda vida puede cambiar con los estímulos adecuados, o quizás no tanto. Tenés que romper el molde, ser arriesgado, jugártela. ¿Ellos lo habrán hecho?… La increíble vida de Walter Mitty Ben Stiller, yo te banco Es la historia detrás de un ser humano hormiga, anónimo, con falta de habilidad social, trabajador incansable de la revista LIFE, devoto de su lema. Representante de los trabajadores que sostienen una estructura invisible para que los engranajes sigan girando y todo funcionando. Olvidado, relegado, poco reconocido. Ese es Walter Mitty, personaje que le cae como anillo al dedo a Ben Stiller (Director y protagonista). Un Ben Stiller que nos encanta como fracasado que recobra fuerzas, y que nos encanta ver en situaciones utópicamente límites, delirantes y asquerosamente incómodas. Imposible no hacerlo bien para “El Ben”. Es este pequeño hombre, que de vez en cuando escapa de la realidad con su imaginación, quien será responsable indirectamente de la última portada de la revista para la cual trabaja. De él depende todo, y es esa encrucijada la que lo lleva a tomar el toro por los cuernos, levantarse los pantalones, afeitarse las bolas y salir a tocarle el cul* al mundo. ¡Ah! Y además hay una mina en el medio… con un hijo… Skater… Y así es como comienza la historia de un hombre promedio, que se transforma en Simbad el valiente. La increíble vida de Walter Mitty Como cagarla en 3 sencillos pasos Es difícil hablar de esta película porque es muy antagónica por momentos. Cuando arranca, es muy delirante en el sentido de los viajes que se pega Ben Stiller con su imaginación, involucrando a su amada, a los compañeros de trabajo, y a todo el mundo que lo rodea. Ahí había una punta muy interesante. Como contar una historia que ya vi cientos de veces, pero con una perspectiva súper fantasiosa. La idea es refrescante después de haber visto tanta basura repetitiva en el cine. Por momentos llegas a decir “no puedo creer que hayan puesto esta escena en este contexto”. Es realmente motivador y te deja al taco. Ben Stiller construye muy bien el personaje y te crees mucho los escapes imaginativos que tiene. Los cambios son tan abruptos que viajas con él a ese lugar. Escapas junto a él. PERO. Peeeeeeeeeeeeeeeeeero. Y si. Siempre hay un pero. No tarda mucho en caer en el cliché y en olvidarse de la fantasía. Deja entrever el poco aguante que le hicieron a la idea y es como si el capitán hubiera gritado “VIREMOS LA NAVE QUE LE TENGO CAGAZO A LOS ICEBERGS!” Y el barco viró violentamente hacia la dirección contraria. Lejos del riesgo. ¡Lejos de la gloria y el poder de los dioses!… Perdón, me dejé llevar. Pero si, se comieron los mocos. Es muy extraño verlo tan marcadamente, porque ya tenían las cartas echadas y decidieron ir por la cómoda, el cliché, la típica historia del tipo que, sí, la zafa, y el viaje es el viaje, y la fantasía no existe mas. Y el brote de primavera, no solo lo pisó, sino que también lo desplantó. Terrible. Tuvo un destello de grandeza. En un momento pensé que me volaba el marote. Cuando parecía que todo se fusionaba, cuando no entendes qué es la realidad, y que la imaginación. Ese punto es orgásmico. Sinceramente orgásmico y súper disfrutable. Pero al toque me sacaron el dulce y dijeron “¿Sabes que no?, tengo cagazo que no se entienda”. Y ahí te explicaron la papa del asunto. Y todo cobra una linealidad austera y conservadora, tan violenta, que desagrada. La increíble vida de Walter Mitty ¡Este si tiene huevos! 500 Days of Summer. Ese si tiene huevos. Y la comparo porque son casos similares en muchos puntos, no por la temática, ni por los personajes. Sino por el planteo. Se la jugaron en contar la TIPICA historia de amor, desde otro lado, con alternancias en los tiempos, con muchas situaciones jugosas y de a poco te armaron un gran rompecabezas que pudiste disfrutar hacia el final, y te dejó toda la película enganchado, haciéndote bailar por una cantidad de matices sentimentales abrumadora. Y eso es hermoso. Que una película te haga sentir cosas (profundas y no tanto) es impagable. Ahí es cuando todo cobra sentido. A Walter Mitty le pasa algo así. Los viajes que se pega el tipo realmente te hacen despegar con él, no solo por lo inventivo de algunas situaciones, sino por como te demuestra que realmente eso para él es parte de su vida, y no puede estar sin eso. Mismo te muestra cómo la vida en paralelo a esos momentos, sigue, sin ningún sabor, por el costado, muy rápido. Pero te saca el helado en el medio del disfrute. Y no se banca la propia historia que quiso contar. Toma el camino corto. La increíble vida de Walter Mitty Un cuento que no fue Podría haber sido, realmente, la película de aventuras del año. Si, me la juego. Tiene un personaje que cala muy hondo en uno, por similitudes, y ganas de verlo crecer. La filmación y los cuadros y fotografía son DE LA OSTIA. Acompaña mucho a las situaciones que se viven, los paisajes, y ayuda a construir con el personaje principal lo que siente en ese momento. Los personajes secundarios acompañan bastante bien, hasta el punto en el cual empiezan a sobreactuar y caer en cliches mundanos hollywoodenses. En fin, Walter Mitty me dejó un sabor amargo en el paladar. Disfruté una parte, que fue anulada por la última mitad, por su redundancia y su poca capacidad de resolución a una historia de aventuras fantástica. Y no es que no hubiese podido tener toques de humor, drama y esa vuelta pensativa a la vida, porque la tuvo. Pero decidió tomar la cómoda, la comercial, la poco imaginativa. Walter Mitty se quedó sin millas para viajar… justo hacia el final. Y nosotros, que habíamos armado las valijas, nos tuvimos que enrollar la bufanda y pedir un remís para volver a casa… La increíble vida de Walter Mitty El Dato Colorido de Goldstein! El film está basado en una historia corta de James Thurber (1894 -1961) periodista, cronista y dibujante (de algunas tiras cómicas) de The New Yorker. Esta historia fue uno de sus escritos mas conocidos que tuvo alto impacto por aquel entonces, quizás por el contexto social en el que se vivía. También reescribió una de las grandes obras de Edgard Allan Poe “The Raven” pero desde la visión del cuervo. Un enfermito el pibe. En 1947 fue llevada al cine por Norman McLeod, en donde Walter Mitty tenía estos viajes también y un contexto similar, pero era un tanto más extremo, involucraba conspiraciones, viajes a tierras lejanas y demás yerbas. Quizás en un tono más humorístico que la actual, pero igualmente les dejo el tráiler para convencerlos de que traten de conseguirla para verla.
Dentro de un hecho histórico verdadero, La Vida secreta de Walter Mitty nos narra la vida de Walter, un excéntrico soñador, enamorado en secreto de una compañera de trabajo, que en sus pensamientos vive una vida aparte y muy diferente de la "realidad". Como más de alguna vez pasamos todo por eso, aunque quizá más de niños que de adultos. En plena transición digital de la revista "Life", Walter recibe el encargo de elaborar la última portada en físico, antes de convertirse únicamente en revista online. Cuando no encuentra el negativo designado para tal tarea, decide romper todos los paradigmas de su vida y arriesgarse a hacer lo que nunca antes había realizado: nadar con tiburones, subir un helicóptero, practicar sus olvidadas habilidades en patineta y recorrer el mundo para dar con el fotógrafo responsable de la captura. No sabemos si fue "basada en una historia verdadera". Lo que si sabemos es que, sin tanto rollo del amor y la vida miserable, nos adentramos de lleno en una aventura que recorre paisajes hermosos con una buena fotografía. Lo malo de todo esto, es que la película parece una campaña extendida de una compañía de refrescos mundialmente conocida, esa que decía "Volvámonos locos" y "hay que sacarle el lado bueno a la vida". Si tiene una moraleja, la historia nos dice "vive ahora o te arrepentirás de sólo soñar y nunca haber cumplido tus fantasías realidad, no importa si eres un oficinista aburrido o un borracho de cantina". Cualquiera que sea la situación, nos queda el buen sabor de boca de una agradable película familiar para pasar el rato en donde por fin Ben Stiller demuestra que no necesita hacer chistes de sexo ni comedia simple para obtener un buen producto. Ah, y si lo buscan, es simplemente un remake de un filme de 1944. Nada original
"Nadie lo ve" Romper la monotonía que existe en el imaginario popular sobre ciertos acontecimientos y personajes. Eso es algo que caracterizó siempre a la carrera como director de Ben Stiller. Por eso es raro que muchos hablen de su nuevo trabajo como algo “atípico” o “distinto” en la filmografía de este artista. Dejando de lado la verdaderamente única y extraña “Generación X” (su opera prima, allá por 1994), Stiller siempre contó grandes historias partiendo de personaje simples o situaciones que no son demasiado interesantes. En “El insoportable” (1996) de repente un tipo que instalaba decodificadores de televisión por cable era una mente siniestra detrás de un plan maquiavélico. En “Zoolander” (2001) una pareja de modelos era la clave para desarticular una red criminal que no solo explotaba niños en fabricas textiles sino que también planeaba asesinar a un presidente. Y en “Una guerra de película” un grupo de actores que filma una película bélica, en un proceso que se vuelve repetitivo e insostenible debido a la mala relación entre ellos, termina siendo protagonista de una verdadera guerra en medio de Vietnam. Si convertir lo pequeño, intrascendente, rutinario y monótono en una gran aventura fue el esquema favorito como director de Stiller a lo largo de estos años, podemos decir que “La increíble vida de Walter Mitty” es el trabajo que mejor deja en evidencia la capacidad de este realizador detrás de las cámaras. ¿Por qué? Porque aquí Stiller realmente si se saca de la manga todo un repertorio de recursos para transformar la cotidianidad de un empleado de una importante revista llamado Walter Mitty (interpretado por él mismo) en una aventura pequeña que adquiere dimensiones extraordinarias a medida que avanza el relato. Por primera vez en su filmografía (siempre hablando como director) tenemos realmente a un tipo común y corriente: Walter es un hombre grande, soltero, sin amigos y su vida se reduce prácticamente a realizar un trabajo de oficina bastante aburrido (es el encargado de los negativos de las fotografías que se publican en la revista). Lo único que rompe esa rutina es una extraña capacidad de Walter para imaginar aventuras fantásticas e increíbles (casi como soñar despierto) en situaciones cotidianas, siendo esto algo que lo pone incomodo pero a su vez hace más emocionante el desarrollo de sus días. Ben Stiller se carga completamente al hombro (tanto como protagonista y como director) el desarrollo de la gran aventura de Walter una vez que deja atrás algunas fantasías en tono de comedia (la lucha del ascensor y la bizarra parodia a “El curioso caso de Benjamin Button”) y empieza a contarnos la realidad que decide vivir este personaje impulsado por la necesidad de vivir la vida fuera de una oficina. Acompañado de un muy buen elenco (Kristen Wiig como el interés amoroso de nuestro protagonista, Sean Penn como el modelo de héroe a seguir, Shirley MacLaine como la voz de su conciencia y Adam Scott como su gran enemigo) y de un apartado técnico notable donde la música (compuesta por Theodore Shapiro, además de un gran repertorio de temas) y la fotografía (notable trabajo de Stuart Dryburgh) se destacan por el resto, Stiller logra construir una película con espíritu propio que por sobre todas las cosas entretiene y nos invita a reflexionar sobre aquellas pequeñas cosas que posponemos (sin sentido) aun sabiendo que nos alegran la vida. Lejos de caer en los ejemplos drásticos que rozan lo inverosímil (como el caso de “Into the Wild” de Sean Penn), “La increíble vida de Walter Mitty“, sin ser una obra maestra, cumple su prometido de abrirnos un poco más la cabeza para concientizarnos sobre lo que verdaderamente importa en estos tiempos que corren. Difícilmente exista otra película que, con este mismo desenlace, logre transmitirnos una buena dosis de alegría y entretenimiento como lo hace el último trabajo de ese gran soñador llamado Ben Stiller.
La profundidad de la vida a través de una mirada no tan profunda "The secret life of Walter Mitty" es una de esas películas que proyectan mucho brillo, tanto que por momentos encandila al espectador con un montón de elementos que están asociados al motor principal, pero que no representan el corazón mismo del producto. Para que se entienda mejor, Ben Stiller viene a ofrecernos un film de muy buenas intenciones, que propone encontrarle a la vida un significado profundo, que vaya más allá de los paradigmas y rutinas que nos dominan todos los días. También nos ofrece fantasía y locaciones espectaculares de la mano de un equipo de producción bien copado y profesional que nos lleva a dar una vueltita por el mundo. Hay momentos realmente divertidos como la parodia a la película "El extraño caso de Benjamin Button" y otros momentos emocionantes como la bajada en street board por las montañas de Islandia. Entonces, ¿dónde está el problema del film? ¿Por qué no es un "Excelente"? El inconveniente llega cuando uno termina de ver la película y analiza detenidamente lo que acaba de ver. Cuando lo pensás en más detalle, te das cuenta que acabás de ver una historia que trata de transmitir un mensaje profundo acerca de la vida a través de una mirada un tanto superficial y banal de la misma. ¿Se entiende la contradicción? Ben Stiller trabaja sobre la importancia de las pequeñas cosas que hacen grande la vida a partir del uso de artefactos que no son pequeños ni simples. Para empezar, nuestro protagonista Walter trabaja en un departamento rutinario de una empresa que no es ni más ni menos que la prestigiosa revista Life, a través de la cual puede acceder a viajes por todo el mundo. No descubre que puede tomar las riendas de su vida y cambiar la realidad en la que vive sino hasta que viaja por 2 o 3 locaciones exóticas, que en la película son filmadas con gran pericia. Tampoco se ve expuesto a las situaciones cotidianas de la vida para descubrir su importancia, sino que tiene que pasar por erupción de volcanes, fronteras peligrosas y vuelos en helicóptero con pilotos borrachos. Vendría a ser como la mirada a la vida común y corriente de una persona a través de los ojos de otra persona que no es común ni corriente. Ben Stiller no es un tipo común y corriente y su vida no es la vida que llevamos día a día la mayoría de los mortales. El espectador entonces, que está más cerca del individuo común y corriente, sólo podrá ver la película como si fuera un lindo comercial que promociona la idea de viajar por el mundo como forma de crecer y alimentar el corazón. Es por esto que "La increíble vida de Walter Mitty" no llega a cerrarme en su elemento más importante. Si dejamos esta cuestión central de lado, se puede pasar un momento muy agradable con locaciones espectaculares resaltadas por una fotografía excelente, un actor que sabe muy bien como divertir al público y una banda de sonido hecha en el cielo.
La Increíble Vida de Walter Mitty, es el nuevo trabajo de Ben Stiller protagonizada y dirigida por él mismo. La historia está basada en un cuento corto de James Thurber, que a su vez tuvo su versión cinematográfica allá por el año 1947, pero claramente aquí el tono es muy distinto al de aquella versión. Y sorprendentemente también se aleja del humor absurdo al que nos tiene acostumbrados. Después de hacer Una Guerra de Película (Tropic Thunder, 2008), Stiller se decide por readaptar este particular relato, que navega entre la comedia, el drama y la fantasía, logrando un tono algo particular, aunque muy liviano. La Increíble Vida de Walter Mitty es un film de fácil digestión debido a que es un trabajo simple, con un mensaje positivo, un desarrollo poco complicado y una visión un tanto infantil, en especial cómo el protagonista aprende lecciones sobre la vida o cómo su mente imagina diferentes situaciones, etc. Lo que no se puede negar es que el humor de la película funciona, la narrativa no aburre y por momentos es visualmente impactante para el espectador. Quizás con un poco más de profundización en el conflicto del personaje de Walter se podría haber logrado un film un poco más maduro. Las dificultades que atraviesa el protagonista son de rápida solución y los impedimentos que tiene desde su juventud son revisados de manera rápida y superficial. El film resulta agradable pero probablemente no sea muy memorable, debido a este tratamiento que el guión ha impuesto sobre la historia que se cuenta. Al fin y al cabo, La Increible Vida de Walter Mitty es graciosa y muy buena en lo visual, pero la historia que se cuenta es un tanto genérica, aunque amena.
Ben Stiller es de esos artistas que sorprenden permanentemente, que parecen pertenecer a un solo espacio pero se revelan eclécticos. Stiller ya ha incursionado en la dirección y le ha dado buenos resultados, sobre todo Zoolander, la comedia que hoy ya es de culto, que presenta gran maestría en actuaciones y guión. Su nuevo trabajo va por un sendero totalmente distinto aunque siempre se conserven las raíces del humor (lo que todos queremos ver de Ben). The secret life of Walter Mitty es una cínica comedia dramática con rasgos tanto del mainstream como del indie norteamericano, que toma como predecesora a una película con el mismo nombre de 1947. Walter es un soñador incurable, que se desconecta de la realidad y del contacto con las personas. La virtualidad mental y web es su refugio. Trabaja revelando negativos para la revista Life, un tanto tímido, introvertido e intimidado por las mujeres. Cuando Cheryl entra a trabajar en la revista y se avecina el cambio de dueños y el paso de la revista del formato papel al web, la vida de Walter experimenta varias transformaciones. Ben Stiller encarna a este personaje con muchos rasgos patéticos, nerds e infantiles, aspectos que se transparentan en su inevitable (y recurrente) escape de la realidad. En muchos momentos Walter Mitty nos recuerda al personaje que desempeña este actor en la película Greenberg. Las situaciones complejas de su vida parecen resolverse en su imaginación de modos muy opuestos a los reales. En su ensueño, Walter es valiente, combativo, caballero, de fuerte personalidad y por momentos una suerte de superhéroe. Pero en la vida real no puede enfrentarse a su jefe déspota (el malo de esta película) ni invitar a salir a la chica linda. Es el antihéroe por antonomasia. A partir de esto la película juega todo el tiempo con el plano real y el imaginario, introduciendo así el humor y la parodia. Y como correlato de esto entra en la historia la temática de la fotografía: Walter es el encargado de revelar la foto que llevará la última portada de Life en papel; para encontrarla deberá realizar una enorme travesía que significará el encuentro con sí mismo, la lucha contra los fantasmas de la debilidad y el camino a ser un héroe. En este sentido el film instala la idea de que en el plano del sueño está la propia derrota y que es el contacto con la realidad y la afrenta con ésta lo que hace que el ser humano se supere y encuentre su identidad, todo esto resumido en el slogan “Stop dreaming. Start living” (Deja de soñar, empieza a vivir). El idealismo de los sueños es suplantado por una visión un poco más derrotista, concreta y obviamente realista. Walter adquiere la verdadera fortaleza cuando avanza sobre la realidad y deja de temerle. Además de su trama principal que condensa los esquemas básicos del cuento, el malo, el bueno, la doncella que hay que conquistar y el objetivo que el héroe debe cumplir, la película parece efectuar una suerte de homenaje a esas personas que trabajan detrás de la escena de las cosas más bellas: Walter es quien revela las hermosas fotografías de una de las revistas más importantes de Norteamérica, la portada que verá el mundo entero está determinada por él. Y con esa premisa es que inicia su búsqueda de la fotografía perdida, y de paso… de sus fortalezas. Walter Mitty es el héroe oculto pero del que se hace justicia.
Publicada en la edición digital #258 de la revista.
Publicada en la edición digital #258 de la revista.
Ilusiones y desilusión La quinta película de Ben Stiller como director trata del tal Walter Mitty (interpretado por el mismo Stiller). Este personaje es un tipo bastante triste, aburrido, tímido y no parece tener nada especial para decir, pero tiene una excentricidad que lo diferencia de la gente “normal”: sin importar en qué situación se encuentre, comienza a imaginar cosas y se olvida por completo de lo que lo rodea, como si estuviera hipnotizado. Las fantasías que tienen son bastante parecidas a películas: salta de un puente a la ventana de un edificio que se está incendiando y salva al gato de la mujer que le gusta (Kristen Wiig, encantadora como siempre), tiene una pelea con el cretino de su jefe (excelente, Adam Scott) como si fueran superhéroes de la Marvel, patinando por el asfalto, saltando arriba de camiones y quebrando el pavimento con sus puñetazos. Mitty es el encargado de los negativos de las fotografías que llegan a la redacción de la legendaria revista Life, que se encuentra en la transición al formato digital. Cuando están preparando la última edición en papel, llega al despacho de Mitty un rollo del fotógrafo estrella Sean O’Connell (Sean Penn, en clave de auto parodia), pero se encuentra con el inconveniente de que falta el negativo de la que sería, según su autor, la fotografía que representa la esencia de Life/la vida (un juego de palabras no muy ingenioso que se repite seguido en la película). Esto da comienzo a la aventura de Walter Mitty que siguiendo algunas pistas encontradas en los otros negativos, se enfrenta a todos sus miedos y en su búsqueda de la foto perdida, se embarca hacia tierras inhóspitas: Groenlandia, Islandia, Afganistán. A su vez, eso da pie para sacar a relucir lo peor de la propuesta de Stiller. De allí en adelante, varios pasajes de la película responden a la retórica audiovisual de una publicidad de aerolíneas internacionales o de una cámara de fotos. Enormes panorámicas del Himalaya, travellings interminables, Stiller filmado desde un helicóptero, Stiller deslizándose en skate por una ruta empinada al borde de un volcán, Stiller y Sean Penn jugando al fútbol con unos chicos afganos en eterna cámara lenta; todo esto acompañado de canciones épicas de pop/rock (con algo de incomodidad presencié como las imágenes parasitaban mis recuerdos de “Space Oddity” de David Bowie). Una escena parece el institucional de un aeropuerto, con eslóganes escritos que van apareciendo en la imagen incluidos. Las palabras aparecen en las paredes, en los carteles luminosos del avión, en la pista de aterrizaje y literalmente nos anuncian el presunto propósito de la vida. Son los imperativos clásicos de la publicidad, presentados con amabilidad (Vive, Siente, Viaja), que en realidad quieren decir una sola otra cosa: Consume (hasta hay un plano en que la comida del avión parece sumamente apetecible, sin ironía). Seguramente las intenciones de Stiller eran más nobles, pero en última instancia la forma que eligió hace que las imágenes que produjo vengan a ser cooptadas por un medio que no es el cine. Y uno puede pensar lo que quiera del mensaje, pero por la manera en la que es formulado parece una oferta antes que un consejo o una ofrenda de sabiduría compartida. En general la película es muy blanda, pero por momentos la acidez y la inteligencia de Ben Stiller dicen presente, como en la auto parodia que le arranca a Sean Penn o en esa fantasía de Mitty que de la nada se convierte en una sátira a Benjamin Button, de David Fincher. Y no puedo dejar de mencionar un momento extraordinario de la película, aunque es una escena que dura un poco menos de un minuto. A la vuelta de su viaje, Walter Mitty pasa por el escáner de rayos X, mientras lo inspeccionan los agentes de seguridad del aeropuerto. No escuchamos nada y vemos todo el procedimiento como si observáramos a través del escáner, una imagen digital que simula la imagen del aparato. De repente, uno de los inspectores toma una especie de flauta que trajo Mitty consigo, a su vuelta de Afganistán. Con movimientos exageradísimos, Stiller intenta explicar que se trata de un instrumento musical y cuando quieren quitárselo, tras un aparatoso enfrentamiento, los inspectores lo reprimen violentamente. Se trata de un gag de humor físico que remite directamente a los clásicos enfrentamientos de los héroes cómicos del cine mudo contra los agentes de la ley. Un pedazo de la historia primitiva del cine traducido al lenguaje de ceros y unos del cine en su actual era digital.
Soñar sí, pero no a lo grande. The secret life of Walter Mitty es una película visualmente impactante, que sin dudas demuestra las habilidades de Ben Stiller como director, pero que a mi gusto no llega a entregar una buena historia en lo argumental. La cinematografía es verdaderamente impresionante, y en particular hay que de destacar la edición. Las transiciones entre la realidad y la ficción son brillantes y no se ven venir, simplemente toman por sorpresa al espectador de modo muy gratificante. Pero luego está el guion. The secret life of Walter Mitty cuenta una historia vaga, no solo en contenido, sino también en materia narrativa. No hay un claro foco en el mensaje. La trama abre varios frentes narrativos pero no se compromete con ninguno en particular. Walter Mitty se mueve a la deriva de un punto al otro con un gran despliegue visual, pero sin convencer a la audiencia. No hay sustancia argumental, sino una secuencia de imágenes en movimiento muy bien lograda. The secret life of Walter Mitty es entretenida y su calidad técnica es innegable, pero su costado narrativo es mediocre. Ben Stiller ha demostrado saber cómo dirigir una obra épica, pero ahora le falta dar con un guion que esté a la altura de la proeza.