Es francamente difícil bajar los niveles de adrenalina y sentarse a escribir luego de ver Prisoners seguido de tener al mismísimo Hugh Jackman a unos metros de distancia, pero lo intentaré. Jackman está en cuerpo y alma en San Sebastián, por la alfombra roja o pedaleando alguna bici por las calles, porque esta noche recibirá su premio Donosti a Mejor Actor por su protagónico en Prisioners. Allí interpreta a Keller Dover, un padre de familia previsor y protector, un super hombre que sólo quiere proteger a su familia pero resulta que no puede controlarlo todo. La noche de Acción de Gracias, los Dover se reúnen a festejar junto a una familia amiga que tienen, como ellos, dos hijos y que rondan edades similares. Los Deller disponían volver a casa cuando no pueden encontrar a Anna ni a su amiga Joy, ambas han desaparecido. El tiempo se hace eterno cuando pese a todos los intentos del detective Loki (Jake Gyllenhaal), no hay certezas y la desesperación de las familias aumenta. La única pista es una autocaravana estacionada en la zona de la desaparición. Su conductor es un joven con el coeficiente intelectual del un niño, Alex Jones (Paul Dano) apañado por su tía y que a pesar de la insistencia de Keller en su culpabilidad, es soltado en libertad por falta de méritos. Por eso, este padre desesperado decide ir en busca de respuestas con sus propias manos...
Keller Dover (Hugh Jackman) es un padre de familia. Como buen vecino, se lleva bien con sus vecinos, que tienen una hija de la misma edad que la suya. Como otras ocasiones, van a comer juntos y a disfrutar de una tarde en familia. Pero esa tarde se convierte en pesadilla cuando las dos pequeñas desaparecen sin dejar rastro, y la única pista es una casa rodante que estaba estacionada cerca. Así comienza La Sospecha (título bastante raro, cuando la traducción directa, Prisioneros, no quedaba tan mal), película dirigida por Denis Villeneuve (Incendies, 2010), y coestelarizada por un elenco de lujo: Jake Gyllenhall, Viola Davis, Terrence Howard, Melissa Leo y Paul Dano. Y hablando de éste último, ¿cuándo será que la academia aprecie su trabajo y le de por lo menos alguna nominación?. Un thriller de secuestro, en el que, una vez más, un hombre es capaz de llegar lejos para salvar a su familia. Un esquema bastante trillado. Aquí la diferencia es que no es de acción. No hay explosiones, y de hecho, no hay ni siquiera asomo de habilidades asombrosas ocultas. Fans del físico de Hugh Jackman, absténganse. Y es que, como en otros trabajos del australiano: The Prestige o Les Miserables, Jackman se mete en un papel que le exige actuación, que le exige talento. Y demuestra que si lo tiene aunque no sabemos si le alcance para ganar algún premio. Gylenhall por momentos parece muy lano y Paul Dano, con poco tiempo en pantalla, es quien en realidad mueve la trama por lo oscuro. El único (y el mayor) problema del filme es su duración: 2 horas y media parecen exagerados para la historia que se quiere contar, aunque sea totalmente realista. Eso si, como buena película de hollywood, dejamos un final abierto por si la historia tiene éxito y se nos antoja contar una segunda parte. Solo esperemos que no tarden mucho para traerla a México
Thriller en estado puro Atrapante, paralizante, turbia y por momentos terrorífica, Prisoners deja sin aliento al espectador. Amantes del género pueden sentarse y dejarse llevar por la tensión de una historia exasperante al extremo, comparable a la majestuosa Mystic River. Denis Villeneuve lleva a cabo un arduo y destacable trabajo transportándonos a los estados de ser más supremos del ser humano en cuanto a impotencia, bronca, angustia y desesperación. Y esta tarea la consigue reflejar gracias a la enorme interpretación de Hugh Jackman en la piel de un padre agobiado y sacado de eje por completo, capaz de traspasar los más insospechados límites con total de recuperar a su pequeña hija, quien desapareció junto con su amiga. Pocas pistas, días que pasan y las niñas no aparecen. ¿Cómo incriminar al principal sospechoso si aparenta tener la mentalidad de un chico de 10 años y da muestras de no entender lo que le preguntan? Pero, ¿cómo no dudar de él si ni siquiera responde? ¿Hasta dónde puede llegar la voluntad de un hombre en una búsqueda frenética? Mensajes moralistas y eventos brutales se entrecruzan con total prudencia en el transcurso del film. Jake Gyllenhaal no quiere ser menos encarnando solventemente al oficial encargado del caso, un tipo absolutamente compenetrado en el asunto que intenta no dejar cabos sueltos a la hora de resolver un enigma tan laberíntico como sombrío. Del flanco “friki” de la narración encontramos a Paul Dano concibiendo una brillante labor y sofocando al público en cada instancia que se hace presente en pantalla. Prisoners no necesita de acontecimientos adrenalínicos del tipo de tiros y estruendos para enlazar; simplemente apela con maestría a mostrarnos los hechos conjugando todos los componentes esenciales con los que debe contar un thriller intenso y nato: intriga, suspenso, nerviosismo y esa sabrosa capacidad de mantenernos en vilo hasta el desenlace. El conjunto, magnificado por la colaboración de un reparto de primer nivel y acompañado de la fotografía que mejor le sienta a este tipo de películas, bien oscura y siniestra. LO MEJOR: el misterio, la incertidumbre, la tensión, las actuaciones. Lo turbio del relato, lo hipnótico que resulta. LO PEOR: probablemente y aunque no aburra, dos horas y media resulte extenso para lo que se cuenta. PUNTAJE: 9,1
Heridas, dolor e intensidad. Hasta no hace tanto tiempo el debut promedio de un director periférico en Hollywood era garantía de renuncia ideológica, acoplamiento mainstream y un resultado final bastante pobre, en ocasiones suscitando un regreso posterior automático a la madre patria. Si bien este patrón estándar acompaña a la historia del cine en toda su extensión, durante las últimas tres décadas la situación se agudizó a niveles insospechados, generando una verdadera andanada de desastres varios en los que la calidad se había esfumado casi por completo. Por suerte recientemente la tendencia comenzó a amainar, en especial debido a una relativa apertura de criterios de los estudios tradicionales, los que aun hoy continúan controlando la distribución internacional, y gracias a la consolidación de las productoras independientes, las principales empleadoras de los realizadores “no estadounidenses”...
La Sospecha es una excelente película para no perdérsela y atornillarse a la butaca. El laberinto construido desde la primer a la última escena es brillante ya que mantiene el suspenso, la intriga y la sorpresa sin dar respiro. Si a medida que la vas viendo pensás que te van a quedar varios cabos sueltos, nada más lejos de ello, y si te quedan, es porque algo..
Prisioneros del miedo En la primera escena de La Sospecha, un joven apunta y con cierto atino mata a un venado de un escopetazo, su padre de inmediato lo palmea felicitándolo. En el regreso a casa, Keller (Hugh Jackman), el padre, le da un discurso acerca de estar siempre preparado ante las contingencias; de hecho, en el transcurso del metraje repite la frase: “Rezar para lo mejor, prepararse para lo peor”. Este nuevo film del canadiense Denis Villeneuve (Incendies) no pone el foco en una historia de cazador cazado, sino en una problemática que opera sobre el peor de los miedos: el secuestro y la desaparición de niños, frente a lo que ciertamente es muy difícil estar preparado. El miedo no está en no saber qué sucedió sino en la idea de nunca saberlo. La Sospecha maneja varias puntas, siempre con la rienda corta para tirar de ella en los momentos en los que la alarma de lo confuso comienza a sonar. Si bien la investigación sobre la desaparición de dos niñas motoriza el relato, las acciones de las víctimas (los padres) son las que están bajo el microscopio de la moral. Esa pregunta tan genérica, acerca de qué hacer bajo una situación tan extraordinaria y angustiante, es la que se traza como correlato de una investigación a contrarreloj. Y precisamente, el tejido narrativo analiza la intervención policial, cuando en vez de ser parte de la solución se convierte, según la óptica del damnificado, en parte del problema. En ese instante Keller debe decidir. El director canadiense cuestiona sus resoluciones y actos posteriores, a partir de la determinación de torturar a un sospechoso al que apuntan todas las conjeturas alrededor del paradero de las niñas desaparecidas...
Desapareció una tarde Hugh Jackman es Keller Dove, un padre de familia ultra religioso (tan religioso que escucha las canciones de la iglesia en su camioneta) que sufre el secuestro de su hija. Al ver que la policía no puede encontrarla decide él tomar la investigación por mano propia llegando a límites insospechados. La Sospecha, debut en Hollywood del canadiense Denis Villeneuve, es una gran película. ¿Por qué es una gran película? Principalmente por lograr meternos durante más de dos horas en el cuerpo de un padre desesperado por encontrar a su hija desaparecida. Por otra parte las grandes películas deben generar emociones y Prisoners lo consigue. Por momentos será terriblemente incómoda y promediando su metraje nos interpelará con las reacciones de Keller, formando continuos cuestionamientos morales sobre lo que uno sería capaz de hacer ante tamaña situación. Es que el film no basa su motor en la investigación, sino en las acciones de los personajes posteriores al secuestro. Es clara la intención de Villeneuve de no crear mártires o héroes anónimos. Todos en algún momento cometen errores, se pasan de la raya siendo conscientes de sus actos, algo que aporta realismo, desarrollo y dimensión a sus personajes sirviendo para ponernos en su lugar. Cuanto más cercano sea el protagonista a una persona palpable, más sencillo será acercarnos a ese registro. Obvio que Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal son en gran parte responsables de generar este complejo fenómeno. Hay en La Sospecha puntos de contacto con Río Místico y con Desapareció una Noche, ambas adaptaciones de Dennis Lehane, pero es quizás con la ópera prima de Ben Affleck con quien guarda más coincidencias. Las similitudes se dan no tanto por su argumento en sí (ahí hay mayores situaciones similares con la de Clint Eastwood) sino por el modo en el cuál es desarrollada la cinta. Se parecen en el cómo, más que en el qué, porque en Río Místico lo que era solemnidad, golpes bajos y actuaciones por momentos caricaturescas (teléfono Sean Penn) en Desapareció una Noche era sobriedad, crudeza e interpretaciones contenidas al igual que en la película de Villeneuve. La furia, la impotencia y todas las frustraciones de los personajes van por dentro y sus demostraciones no resultan operísticas o ampulosas, sino que se acercan mucho más al registro clásico del film estrenado en el 2007 que contó con Casey Affleck como principal estrella. El final es amargo como un trago de fernet sin Coca más allá de la aparición con o sin vida de las nenas debido a que no existe redención completa sobre las tantas manchas de sangre en las manos de los protagonistas. Los actos realizados tendrán sus respectivas consecuencias. Si las nenas aparecen o no es anecdótico, debido a que el film ya ha expuesto su cometido. Bien por La Sospecha, que a fuerza de una cruda y gris puesta en escena y decisiones acertadas en el sobrio tono de la narración nos sumerge en las profundidades de la desesperación humana ante la vivencia de este terrible acontecimiento.
El invierno profundo se acerca en Pennsylvannia y los Dover y los Birch se aprestan a pasar el día de Acción de Gracias juntos. Lo que no saben es que la celebración pronto se verá trunca con la desaparición de las integrantes más pequeñas de ambas familias, lo que desencadenará un thriller oscuro y moralmente sinuoso. Un verdadero artista del celuloide, Denis Villeneuve da el gran salto desde su Canadá natal y se agenda un elenco de estrellas de primer nivel, dignas de estudio, para plasmar en pantalla uno de los miedos más recurrentes en la vida de un padre con hijos. Durante muchos momentos de la historia, la sensación de dejá vú puede hacerse presente en las actitudes que toman los personajes, pero el guión de Aaron Guzikowski siempre se encuentra un paso por delante del espectador, dejando cabos sueltos desde principio a fin, que luego van encontrando su forma de encadenarse con el todo de la trama. Es increíble lo que se puede llegar a lograr con material reutilizado de muchas películas del género y sin embargo, que el resultado final sea tan fresco y ominoso como lo es el caso de Prisoners. Villeneuve juega un juego peligroso, siguiendo un camino intrincado cual laberinto -detalle simbólico que cobra peso durante la mitad del film- que conduce a un cada vez más inesperado desenlace, haciendo honor al genero que pertenece, llevando a la platea a sospechar de todos y cada uno de sus personajes. Lo que hace de ésta una película tan visceral -además de su fuerte contenido de violencia- es el detalle solapado del realismo. Todo el elenco se conduce con naturalidad y las decisiones que toman, aunque cuestionables, se sienten honestas y verdaderas. El padre interpretado con una expresividad que asusta por parte de Hugh Jackman -en una nueva demostración de todo su talento, papel que clama a gritos una nueva nominación al Oscar- está dispuesto a todo por defender a su familia, aunque tenga que entrar a la espiral descendente que significa voltear la mirada a un lado de la Ley. Por el otro lado, el parco y recio detective Loki de Jake Gyllenhaal nunca ha tenido en toda su carrera un caso sin resolver y la posibilidad de que la desaparición de las chicas y su destino queden en el misterio lo empujan por el camino de la desesperanza y la frustración. No hay grandes diálogos, ni reflexiones extravagantes, así como tampoco interpretaciones proliferas en registros elevados. La solidez con la cual artistas de la talla de Maria Bello, Viola Davis y Terrence Howard juegan a ser los padres en pena y los avasallantes roles de un oscurísimo Paul Dano y una desensibilizada Melissa Leo son detalles que no se pueden dejar pasar a la hora de sopesar el resultado final de Prisoners. La congelada fotografía de Roger Deakins es una protagonista insoslayable, en especial esa magnífica escena en donde la lluvia no cesa de caer y se convierte en nieve, ambos fenómenos meteorológicos ocurriendo al mismo tiempo, transmitiendo aún más la angustiosa situación en la cual se encuentran los protagonistas. Algo similar a lo visto en Winter's Bone, aquella película con Jennifer Lawrence, en donde el clima aportaba mucho a la trama. Si a eso le sumamos la pesadillesca banda sonora de Jóhann Jóhannsson, la historia de un secuestro dentro del paisaje pesimista funciona como un puño gélido que estruja el corazón hasta de los más duros, en un thriller que durante dos horas y media paraliza en la butaca y no deja despegarse de ella hasta el turbio clímax final. El director canadiense ofrece así una de las cintas más estremecedoras del año, donde la reflexión recae sobre las miserias más profundas del ser humano gracias a una historia más cercana de lo que a uno le gustaría reconocer. Prisoners es la definición de diccionario de lo que es un thriller con todas las letras. Imperdible.
Hay películas que son para relajarse, para pasar un buen rato, sumergirse en un mundo ajeno y olvidarse por un rato. Hay otras que exigen un compromiso del espectador con lo que está viendo, hacen un planteo, pueden ser incómodas, duras, y también suelen ser las mejores opciones para el público a priori. "La sospecha" entra en el segundo rubro, ni siquiera se propongan entrar a sala si quieren distenderse. Denis Villeneuve es un director canadiense de prolífica trayectoria, recién alcanzó el reconocimiento con su anterior film, el también potente Incendies (el cual tuvo una logradísima puesta teatral local este año), y como es sabido, un éxito inesperado abre las puertas de Hollywood. Entonces, el mayor mérito de Villeneuve es no haber resignado ni un poco de su crudo estilo ante una producción claramente más grande. Es la festividad de acción de gracia y Keller y Grace Dover (Hugh Jackman y Maria Bello, respectivamente) se dirigen junto a sus dos hijos a una reunión con una familia amiga, los Birch. Algo enturbia la tranquilidad de la velada, las hijas pequeñas de ambas parejas van a buscar un silbato de cazador a la casa de los Dover y nunca regresan. A partir de ahí se desata la tragedia, el detective Loki (Jake Gyllenhaal) es asignado al caso y tiene un vitae intachable. Los datos apuntan a un joven con retraso mental (Paul Dano) que había estacionado una motor home frente a la casa de los Birch; pero las pruebas no son suficientes para inculparlo y dejarlo detenido. De ahí en más, que deparará el destino de los Dovers y los Birch será un verdadero acto de desesperación, y el espectador deberá decidir si comprender o reprochar la difícil decisión que toma Keller. La sospecha es un film sin concesiones, ni Villeneuve, ni el guionista Aaron Guzikowski, se proponen un juicio de valor, mucho menos analizar los hechos por arriba en busca de un lugar tranquilo y feliz. Son muchos los interrogantes que plantean, morales y discursivos. Como ya lo demostró en Incendies, Villeneuve tiene mano para contar historias ásperas, pincelar con una fotografía áspera, casi oscura u ominosa, abundan los planos generales, y también los primeros planos en busca de emociones que dicen más que mil palabras. Con un puñado de brillantes interpretaciones, Hugh Jackman vuelve a demostrar que puede moverse tranquilamente como un ser carismático y galante, o como alguien oscuro y mundano. Jake Gyllenhaal y Maria Bello vuelven a plantearle a la industria por qué no reciben más roles protagónicos, a ambos les alcanzan gestos mínimos para saber todo lo que sucede dentro de sus personajes. Lo mismo para Viola Davis y Terence Howard como los Birch, un matrimonio ¿arrastrado? Por una decisión que ¿no tomaron?. Párrafo aparte para Paul Dano y Melissa Leo, lo mejor de una película a la que le sobran los elogios. En tiempos en donde los planteos morales sobre situaciones criminales/delictivas están en la boca de todos, un film como "La sospecha" resulta casi necesario, cada uno elegirá de qué lado ubicarse, a quién comprender y por quien sentir lástima o remordimiento, eso sí, no saquen conclusiones apresuradas hasta el final, como suele suceder en la vida real, la verdad suele ser mucho más compleja de lo que imaginábamos.
(anexo de crítica) El director de “Incendios”, Denis Villeneuve, vuelve a los cines con un thriller que costó casi 50 millones de dólares y que apunta a desestructurar los clásicos esquemas de películas de gente “desaparecida”. Protagonizada por un elenco de lujo que tiene a Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Melissa Leo y Paula Dano, el director logra plasmar la psicología de cada uno de los personajes con mucho tiempo y eso es lo más interesante.. Temáticas y valores como la familia, el trabajo, la rutina, las creencias, son puestas en duda y en juego. Es como un barajar y dar de nuevo hasta que se empiezan a mezclar los conceptos de torturador y torturado en una pequeña localidad. Día de acción de gracias. Dos niñas desaparecen. En la cara de todos sus familiares. Nadie vio nada. Excepto una vieja casa rodante. La desesperación de los padres llevada al extremo en escenas con silencios y diálogos desgarradores. ¿Cómo es que nadie vio nada? ¿Por qué no detienen al único sospechoso? ¿Qué hace la policía mientras la familia sigue esperanzada en la aparición con vida de las menores? Algunas preguntas sin respuestas son manejadas de manera radical por los padres de las niñas, hasta el punto que su fe y su bondad roza el límite de lo ilegal. Villeneuve construye una película con indicios esparcidos minuto a minuto. Si por momentos la desazón se transforma en iluminación es porque en oportunidades la identificación se va cambiando del sospechoso al sospechado. Gyllenhaal interpreta a un detective que intentará ayudar a las familias de las niñas con todos los tics de los clásicos policiales y el distanciamiento necesario para generar un verosímil afectivo. En el otro punto se encuentran Jackman y Howard, como los padres de las niñas desaparecidas. Débiles por momentos y por otros fuertes, luchando con sus propios demonios y vicios. El zoom nos acerca a los espacios, nos introduce en los lugares en los que los personajes son y dejan de serlo. Secuencias oníricas para intentar explicitar los pensamientos de los padres que irrumpen y disrrumpen la linealidad y tranquilidad del relato. Otro gran logro de Villeneuve es la composición de los protagonistas a través de los detalles. Los sospechosos son caballeros enigmáticos, con alguna característica visual y tics obsesivos, mientras que los familiares son construidos desde la utilización de ropa “aburrida” y “sin vida”. Sobre la religión se va y se viene todo el tiempo. Por momentos se la idolatra, y en otros momentos la fe es lo peor que se pudo tener. Película larga, abrumadora, pero con un gran trabajo de dirección y actuación, “La sospecha” tiene el sello de autor que siempre queremos en las convencionales estructuras argumentales.
Malos padres Con La sospecha se concreta el arribo del canadiense Denis Villeneuve a la maquinaria mainstream con un resultado aceptable desde el punto de vista de las concesiones que muchas veces requiere ponerse el sayo hollywoodense, aunque debe aclararse no con la contundencia que muchos podían esperar teniendo en cuenta sus antecedentes cinematográficos como la magistral Polytechnique (2009). Enmarcado como un thriller mezclado de drama intimista, el relato se apoya en la clausura de la redención como vía de escape de las aberrantes conductas humanas que ponen en jaque valores morales cuando de situaciones límites se trata. Ya desde Incendies (2010) Villeneuve tensaba las subtramas haciendo gala de un pulso narrativo asombroso para mantener un verosímil en el momento de cruzar personajes e historia pero en el caso particular de esta película, cuyo contexto responde a las reglas de pueblo chico, se nota el obstáculo desde el vamos porque ese verosímil pretende mantener aislada la trama secreta alrededor de la cual gira una sencilla historia de secuestro de una niña Anna Dover (Erin Gerasimovich) y su vecina Joy Birch (Kyla Drew Simmons) para escapar de la dialéctica del policial y sumergirse en la oscuridad de víctimas y victimarios. Gracias a la ambigüedad de uno de los sospechosos que puede funcionar como chivo expiatorio para purgar culpas o bien como ese monstruo confeccionado a imagen y semejanza de las fantasías pueblerinas, el relato logra despojarse de una corriente unidireccional y convencional para bifurcar por diferentes senderos que tienen como principal protagonista a un padre desesperado Keller Dover (Hugh Jackman) dispuesto a hacer cualquier cosa para dar con el paradero de su pequeña pero también a escabullirse del acecho del detective Loki (Jake Gyllenhaal), representante de la ley y de los caminos tradicionales que respetan las reglas y que entorpecen las búsquedas en varias oportunidades. La sospecha no recae en la confrontación de justicia por mano propia frente a la justicia institucional sino que trasciende esa barrera para detenerse sin juzgar en las acciones desesperadas pero humanas al fin evitando la trampa de lo religioso como faro dentro de la oscuridad. Es la culpa y la expiación lo que está presente en primer plano y la necesidad de venganza como parte del proceso en segundo plano. No obstante, hay un problema insalvable que obedece a los puntos de vista que atraviesan este extenso derrotero de casi dos horas y media y que muestra de manera sutil pero detectable fallas a nivel guión. Por punto de vista me refiero exclusivamente a lo que ven y conocen los personajes involucrados en relación a lo que ve y conoce el espectador y en ese sentido por momentos La sospecha se pierde en su propio laberinto y para salir apela al recurso de la manipulación que derrumba la conexión entre las diferentes focalizaciones tanto internas como externas. Si bien este aspecto es visible en muchas ocasiones pasa desapercibido gracias al ritmo y el vértigo emocional que el realizador canadiense consigue por contar con actores que pueden transmitir intensidad como es el caso de Hugh Jackman o la contención de Paul Dano, sindicado como el principal sospechoso del secuestro. Sin embargo, La sospecha es un thriller intenso, duro y muy por encima de la media hollywoodense que merece ese reconocimiento al menos por intentar con herramientas nobles sumergir al espectador en una carrera contra el tiempo y donde el enemigo parece estar más cerca a pesar de los velos morales que lo arropan.
La sospecha es un gran debut hollywoodense del director canadiense Denis Villeneuve, quien se viene destacando en el cine independiente desde fines de los años ´90. La mayoría de sus trabajos se conocieron en festivales y en el 2010 adquirió mayor notoriedad con su película, Incendies, que terminó nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera. Con su nueva producción presentó un thriller que está en la línea de lo que suelen ser la novelas del escritor Dennis Lehane, también llevadas al cine, como Río místico y Desapareció una noche (Gone, baby, gone). El director Villeneuve hizo un gran trabajo en La sospecha con las construcción del misterio del conflicto y logró mantener la tensión del relato durante los 153 minutos que dura la historia. La película es un poco larga pero está muy bien narrada desde la dirección, que además se sostiene con tremendas actuaciones de Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal, que son la figuras que más se destacan en el reparto. A La sospecha se le pueden encontrar ciertas debilidades en el guión, con algunos agujeros argumentales que se le podrían objetar en lo referido a la investigación del caso que plantea. En la vida real a la policía no se le hubieran pasado por alto algunos hechos obvios que en la película se ignoran tal vez por cuestiones dramáticas para extender el conflicto. La trama, por otra parte, está plagada de simbología que ya despertaron interesantes debates en internet donde por ejemplo se discuten lo misteriosos tatuajes del detective que interpreta Gyllenhaall y su anillo masón. En términos generales es un gran thriller que no decepciona para nada si querés ver una historia de suspenso bien hecha, que además brinda una de las mejores interpretaciones de Jackman en el cine. Definitivamente es una opción que recomiendo tener en cuenta.
Hermanos Detectives Con olor a Oscar, La sospecha (Prisioners, 2013) estrena este jueves en Argentina. Primera incursión en la industria estadounidense del canadiense Denis Villeneuve, director de la aclamada Incendies (Incendies, 2010). Día de acción de Gracias. Dos familias se reúnen para el festejo tradicional. Los adolescentes miran asténicamente televisión. Las nenas, cantan villancicos. La menor, Hannah, decide salir a buscar un viejo silbato perdido y olvidado. Su padre (Hugh Jackman) le insiste en que requiera la presencia y supervisión de su hermano mayor. Hannah desobedece, sale y desaparece. La sospecha empieza con una oración. Un padre nuestro casi susurrado. En primer plano comienza a imponerse la punta de un cañón. A lo lejos, un venado. Silencio. Disparo. Así inaugura la película una cadena de ambiguos simbolismos religiosos. Dios da y Dios quita. Priva y provee al mismo tiempo subyugando el destino del hombre a una perversa y asimétrica ley de compensación. ¿Su propósito? Divino. ¿Voluntad? Incuestionable. La película es un policial de una clase específica: Abducción. Y dentro de ese subgénero pertenece a otro incluso más delimitado: Abducción de menores. Como en Desapareció una noche (Gone Baby Gone, 2007) el conflicto emerge con el desvanecimiento súbito de un pequeño infante a plena luz del día. En La sospecha son dos las nenas secuestradas pero sin embargo, a grandes rasgos, la cinta comparte el diseño estructural de la ópera prima de Ben Affleck. Dos líneas de investigación, una oficial y otra al margen de la ley, se sostienen paralelamente con el objetivo común de hallar el paradero de los menores y capturar a quienes decidieron reducirlos a una vida en cautiverio. Son dos enfoques de búsqueda antagónicos, ya que representan la eterna disputa entre lo legal y lo legítimo. Entre lo accesible y lo necesario. A veces se complementan involuntariamente y a veces atentan entre sí. La sospecha trata también sobre eso; La devoción de un policía por su trabajo y la dedicación desinteresada hacia un ideal supremo y estático de justicia y sus márgenes de decencia y la desesperación de un padre que deviene obsesión. Estos conceptos se radicalizan con el correr de las horas (dos y media) y son llevados al extremo de más de una forma y en más de una oportunidad. Destacar al ensamble de actores es un hincapié obligado y para nada redundante. Y es que tanto Hugh Jackman como Jake Gyllenhaal no gozan del prestigio que merecen. Jackman vuelve a ofrecer todos los matices interpretativos con los cuales supo enaltecer a Los Miserables (Les Misérables, 2012) y Gyllenhaal da clase con la composición austera e imperturbable de un oficial solitario de pueblo chico. El misterio alrededor del crimen despliega sus momentos de algidez y tensión. Mientras la resolución se aproxima la predictibilidad parece sobrevolar los aires y sí, la conclusión a la historia no es descabellada, pero el punto fuerte de la película es otro. El proceso, el contenido, el camino, es profundamente inmersivo. La fotografía es fantástica. El sonido, muy adecuado. Este conjunto de colaboraciones exitosas intervienen siempre en los instantes justos y rescatan al argumento siempre que parece comenzar a languidecer.
Suspenso sin recursos trillados El director canadiense Denis Villeneuve (Incendies) incursiona en la producción hollywoodense con este envolvente thriller que reúne los elementos clásicos del género, con un estilo que evita el ritmo acelerado y frenético de las producciones comerciales y guarda muchas relaciones con la magistral Rio Místico de Clint Eastwood, sin llegar claro, a la excelencia del maestro. La historia transcurre en un pueblo del norte de EEUU durante la celebración del Día de Acción de Gracias, donde dos familias devotas de clase media reunidas para la ocasión se ven sorprendidas por la desaparición de sus hijas menores. Tras la intervención de un detective local, que no logra dar con el paradero de las niñas, el pánico va dominando a las familias y a uno de los padres, que desesperado y dispuesto a todo, decide ocuparse personalmente del asunto. Un pueblo de la Norteamérica profunda, gélido y donde la lluvia nunca cesa es el marco ideal para un relato absorbente y perturbador que va construyendo en cada paso un drama intenso, donde el conflicto moral es el principal elemento catalizador de sus personajes. Los laberintos que la película usa como insistente motivo visual también sirven como metáfora del dilema moral que enfrentan los personajes a medida que avanza la historia y los miedos, obsesiones y desconfianzas se apoderan de ellos. Villeneuve logra usar con solvencia los elementos propios del thriller, sin necesidad de caer en recursos trillados, creando una atmósfera densa e inquietante al tiempo que perfila una bidimensionalidad a unos personajes que en otras manos podrían quedar en simples clichés, sin lograr la profundidad con que lo hizo Eastwood en Rio Místico, pero haciendo igualmente partícipe al espectador del dilema moral en el que estos sobreviven. Pero gran parte del mérito reside también en las estupendas actuaciones, tanto de Hugh Jackman (claro favorito al Oscar), en el papel de ese padre normal, civilizado y sereno capaz de cubrirse de maldad y odio con tal de proteger a los suyos más allá de los límites racionales, como de Jake Gyllenhall (Donnie Darko, Secreto en la montaña), encarnando al detective encargado de la investigación, y el buen hacer de secundarios contrastados como María Bello (Una historia de violencia), Terrence Howard (Crash) o Paul Dano (Ruby Sparks, Pequeña Miss Sunshine, etc.), un chico capaz de provocar desconfianza, lastima e ira en cuestión de segundos. Un par de equívocos narrativos y algún cabo suelto al final de la película no alcanzan para opacar este sombrío thriller que pese a su larga duración, absorbe y mantiene la atención hasta el final.
Un realizador de prestigio como el canadiense Denis Villeneuve (su anterior trabajo, Incendies , estuvo nominado al Oscar), un elenco de lujo pletórico de figuras (Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Melissa Leo y Paul Dano), un eximio director de fotografía (Roger Deakins), productores famosos como Mark Wahlberg, y un guión que combina una premisa inquietante (el secuestro de niños), un crescendo de tensión y suspenso propio del cine de género, y cuestiones de múltiples implicancias (la culpa, la venganza y la redención). Así de ambiciosos son los 153 minutos de La sospecha , película que se vincula con otros dramas adultos de Hollywood como Río místico y thrillers como Zodíaco . Lo que en principio aparece como una descripción de la sencilla existencia de la clase media urbana de Filadelfia se transforma a los pocos minutos en un verdadero calvario (para los protagonistas y también para un espectador que deberá afrontar todo tipo de situaciones extremas). Es que durante una celebración conjunta del Día de Acción de Gracias entre dos familias de amigos, las hijas menores de ambos matrimonios (Hugh Jackman y Maria Bello, por un lado; y Terrence Howard y Viola Davis, por el otro) desaparecen de la manera más inesperada y absurda. Cada uno de los padres reaccionará de muy diferentes maneras (obsesión, violencia, depresión) y -sobre todo el visceral carpintero que interpreta Jackman- apelarán a todos los recursos que estén a su alcance para desentrañar el caso. Aquí, claro, entran a jugar los dilemas morales (la justicia por mano propia, el ojo por ojo y más) y el público se verá obligado a cuestionarse cómo actuaría ante una situación semejante. En la segunda mitad adquiere un fuerte protagonismo el personaje de Loki (Jake Gyllenhaal), el joven y eficaz detective que investiga el caso en una carrera contra el tiempo complicada no sólo por las contradicciones íntimas y la dureza de los hechos que debe afrontar, sino también por las permanentes presiones de los padres. La película es de una densidad psicológica infrecuente en el Hollywood contemporáneo. El problema es que, en ese saludable intento de abarcar las múltiples facetas policiales y emotivas de la historia, termina en una maraña de situaciones y en una acumulación de vueltas de tuerca que dificultan su seguimiento. De todas formas, en un contexto superficial como el actual, se agradece este tipo de cine que busca y arriesga con no pocas dosis de inteligencia y profundidad.
Secretos escondidos en los sótanos La nueva película del director de Incendios, segura candidata a alguno de los próximos premios Oscar, se presenta como un thriller con pretensiones, un policial psicológico que se propone abordar temas de religión, de locura y de sangre. Nunca llegó a picar tan alto como Gravedad o la todavía inédita en Argentina 12 Years a Slave, pero en el último Festival de Toronto, que funciona como una plataforma de lanzamiento al Oscar, La sospecha, quinto largometraje del québécois Denis Villeneuve (y el primero que dirige en Hollywood), se posicionó rápidamente en el ranking de aquellas películas que aspiran a competir el próximo 2 de marzo por alguna de las principales estatuillas de la Academia. Elementos para ganarse al menos unas candidaturas no le faltan: un elenco poderoso (encabezado por Hugh Jackman en un papel en el que aspira a demostrar que no sólo puede hacer de Wolverine), un ambicioso guión escrito originalmente para la pantalla por el recién llegado Aaron Guzikowski y, más allá de la estructura de thriller, una pretensión general de “obra moralmente importante”, de esas que suelen conmover a los miembros de la Academia de Hollywood. A diferencia, por caso, de Zodíaco (2007), de David Fincher, que no presumía de ser otra cosa que un policial puro y duro sobre un asesino serial, pero que en el camino iba proponiendo otras lecturas, a cual más inquietante, La sospecha, en cambio, hace exactamente lo contrario. Ya desde la primera escena, en la que un padre severo inicia a su remiso hijo en el cruento ritual de la cacería, mientras reza en un susurro el Padre Nuestro, la película parece proclamar a gritos que no se trata de un policial más entre tantos, sino de uno que tendrá que ver con la religión, con los vínculos familiares y con atávicos lazos de sangre. Ese padre se llama Keller (Hugh Jackman) y además del hijo adolescente con quien comparte esa salida de hombres tiene junto a su esposa (Maria Bello) una pequeña hija de no más de seis años. Y que justo el Día de Acción de Gracias –que es todo un acontecimiento en los Estados Unidos– desaparece misteriosamente junto a una hija de la misma edad de un matrimonio amigo. La angustia, lógicamente, no tarda en apoderarse de todos y allí entra en acción el detective Loki (Jake Gyllenhaal), que parece confirmar el refrán “Pueblo chico, infierno grande”. Será Loki quien –un poco a ciegas y enfrentado a sus propios demonios– irá descubriendo en su investigación muchas más cosas de las que originalmente suponía. Es como si en ese pueblito más que un cuerpo de policía hiciera falta un ejército de psicoterapeutas. No hay duda de que Villenueve filma bien, prolijo, profesionalmente, quizá demasiado se diría, con ese tono lustroso y esos encuadres significativos (con un crucifijo colgando de manera predominante del espejito retrovisor de un auto, por ejemplo) que le recuerdan al espectador que su película no es un mero pasatiempo. Que hay otras cuestiones en juego, que el mismo director de una película como Incendios (2010), basada en la celebrada obra teatral del libanés Wajdi Mouawad, no se conforma con narrar apenas un policial. El infatuado guión de Guzikowski sobre el que trabaja Villeneuve opera por acumulación: a la manera del viejo cinéma de qualité, cada personaje no es sólo aquel que definen sus acciones sino, sobre todo, su psicología, aquel que es producto de un pasado tan traumático como sórdido. Y cuanto más sórdido, mejor. Esto vale no sólo para Keller y para Loki –que se enfrentan como las dos caras de una misma moneda, una que lleva la máscara de la ley y la otra la de la venganza–, sino también para el sospechoso número uno (Paul Dano) y para toda una galería de personajes secundarios, que tienen más de un secreto guardado en sus sótanos. Y que más que sótanos parecen mazmorras. En defensa de la dirección de Villeneuve debe decirse que las dos horas y media de película no pesan tanto como el guión de Guzikowski, que da toda la impresión de cobrar por kilo.
Tensión en su medida justa El thriller de Denis Villeneuve construye una puesta asfixiante centrada en un drama. El miedo final, ese que llega disparado por una noticia o un caso más o menos cercano y que hacen que la mayoría de los espectadores, sobre todo los padres, realicen esa llamada que no estaba prevista o que se asomen a donde juegan o estudian los hijos para comprobar que si, todo está bien. Sobre la desaparición de dos nenas está centrada La sospecha, un thriller psicológico en la línea de varios otros títulos que en los últimos años abordan la misma temática. En la víspera de Acción de Gracias, Keller Dover (Hugh Jackman) y su esposa Grace (Maria Bello) pasan el feriado con una pareja amiga, mientras las niñas juegan en la calle del barrio. Las nenas no vuelven y mientras pasan las horas, el miedo se convierte en pánico, interviene el detective Loki (Jake Gyllenhaal), que rápidamente llega a la conclusión que el principal sospechoso es Alex Jones (Paul Dano en otro personaje border y van…), estacionado en su casa rodante cerca de donde se supone que desaparecieron las nenas. Pero Alex tiene problemas mentales, vive con su anciana tía (Melissa Leo extraordinaria como siempre) y por falta de pruebas contundentes queda libre. A partir de allí, el franco-canadiense Denis Villeneuve, que con Incendies fue nominado al Oscar en la categoría Mejor Película Extranjera, trabaja sobre la vieja idea de la justicia por mano propia, de lo que es capaz Keller para encontrar a su hija mientras su mujer se hunde en la depresión y no es capaz de salir de la cama. Oscura y opresiva, La sospecha va construyendo un relato con un guión preciso y una puesta asfixiante, tal vez demasiado planificada pero que sin embargo perfila bien a los personajes, con más de un punto de contacto con films como Zodíaco o Seven, ambos de David Fincher. Pero mientras que el realizador estadounidense logra una tensión precisa a partir de la síntesis, Villeneuve alarga y complejiza el relato innecesariamente, confundiendo gravedad con nervio narrativo.
Estamos ante un thriller dramático de enorme impacto emocional, espectacularmente narrado. La tesis sobre hasta dónde está dispuesto a llegar un padre desesperado, inquieta por la enorme empatía que consigue generar Hugh Jackman, en una composición actoral para el aplauso. Y qué decir de Jake Gyllenhaal, su policía a cargo de la investigación, es sencillamente brillante, cargado de matices y tics, resulta una verdadera confirmación de su enorme talento. Tremendo también, es el trabajo interpretativo de Paul Dano, como un sospechoso hermético, con muchos secretos en su desgarbado y por momentos repugnante ser. La fotografía de tonos fríos, y el montaje contundente, ayudan a redondear una cinta compleja, cruda, y cercana, tan dolorosa como fascinante.
La peor de las pesadillas En una ciudad pequeña, durante el día de acción de gracias, dos familias se reúnen para celebrar. Afuera está nevando, adentro almuerzan y miran un partido por la tele. Todo parece la imagen del sueño americano, hasta que las dos pequeñas de ambas familias que salieron a jugar no regresan a casa. Las buscan por todos los lugares posibles, llaman a la policía. Comienzan a pasar los días, las nenas no aparecen. En un segundo todo cambió bruscamente, y la desaparición de las chicas comienza a consumir a ambas a familias. Cuando la policía libera al único sospechoso detenido, por falta de evidencia, Keller Dover (Hugh Jackman) decide tomar el caso en sus manos. Keller es un hombre fuerte, que le enseña a su hijo que siempre hay que estar preparado para todo. Esa personalidad autosuficiente y la desesperación de no encontrar a su hija, lo hacen ir tras el único sospechoso del caso, creyendo que esconde algo. Así en la historia se dan paralelamente dos búsquedas, con muchos puntos en común, como un rompecabezas en el que las piezas no se comparten. Por un lado la búsqueda del padre, movido por la angustia, y por el otro la investigación que realiza el detective Loki (Jake Gyllenhaal), alguien con experiencia en resolver este tipo de casos, que no deja pistas sin analizar. Pero el caso se complica, las pistas se agotan, y quien tiene a las niñas parece saber bien como esconderlas. La película tiene un clima de tensión que nos atrapa desde el comienzo, de esas en las que tenemos la sensación de no haber respirado durante dos horas; vivimos de cerca la desesperación de ambos, tanto del padre inexperto como del policía que se deja devorar por su trabajo. El tema central del filme no es la justicia por mano propia, lejos está de ser una apología sobre eso, y tal vez ni siquiera una reflexión. La película muestra todo aquello de una sociedad que no queremos ver, cómo podríamos cambiar ante una desgracia y de qué seriamos capaces. ¿Confiaríamos en las instituciones? ¿Estaríamos preparados para descubrir atrocidades con las que la policía puede lidiar cotidianamente? Es una película de suspenso con todas las letras y también con mucho drama, aportado sobre todo por las excelentes actuaciones de sus protagonistas, y por la atmósfera asfixiante que logran darle, tanto desde lo estético como desde el guión, con personajes complejos, donde los buenos pueden ser malos, y los malos sienten tanto dolor, que hasta podrían conmovernos.
La película dirigida por Denis Villeneuve (el mismo de “Incendios”) pone el acento en un tema inquietante: el secuestro de niños. Y desde allí plantea qué es capaz de hacer un adulto para recobrarlos. Dos niñas desaparecen, dos padres frente a una sospecha concreta reaccionan uno desatando la violencia, otro justificándola hasta donde puede. Los personajes centrales llevados adelante por Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal en una gran composición, contraponen la justicia por mano propia y el peso de la ley. Un thriller que mantiene en vilo al espectador, a veces hasta límites de gran tensión.
Con efectos colaterales Tenso thriller y drama sobre la desaparición de dos niñas, con Gyllenhaal y Jackman. Las películas en las que la suerte y la vida de niños está en peligro suelen ser de las más desesperantes. Hablamos de aquellas en las que los pequeños desaparecen: son secuestrados y no dejan rastros. Uno teme ante todo por lo que les puede haber sucedido, pero las heridas que dejan esos hechos en los padres angustiados son como efectos colaterales. Y todo lo que puede pasar por la cabeza de un padre desanimado -pero no vencido ni abatido- es uno de los muchos contenidos que tiene La sospecha, un thriller como Dios manda, que mantiene en vilo y preocupado al espectador a lo largo de dos horas y media. Denis Villeneuve, el realizador canadiense que dirigió Incendies, tiene como ases en la manga a la hora de promediar cada escena. La estructura de La sospecha parace salida de esos talleres de guión en los que se enseña a alterar los ejes narrativos, sorprender. Los personajes centrales (el padre que compone Hugh Jackman, el policía que busca a las dos niñas desaparecidas en Pensilvania y que nunca perdió un caso que interpreta Jake Gyllenhaal) no serán los mismos al final del metraje. Sucede que Keller cree que el detective Loki no actúa con la celeridad que debiera para encontrar a su hija y la de un matrimonio amigo. Las evidencias para arrestar a Alex (Paul Dano), un joven con deficiencia mental que estuvo merodeando por la zona con su casa rodante, para Keller son sufcientes. Y cuando queda en libertad, lo toma prisionero. Deja sollozando en su casa a su esposa (María Bello), hace partícipe a los padres de la otra niña (Viola Davis y Terrence Howard). Y lo tortura. El tormento que intensifica Villeneuve no es ése, el que grafica, sino el que invade como un tumor las psiquis de todos los protagonistas. La sospecha es más un tratado sobre la construcción de personajes y sus pensamientos, sobre la maldad, la ética y el dolor, pero sin sermoneos. Gran filme.
El nuevo trabajo del director Denis Villeneuve (quien logró una nominación a Mejor Película Extranjera por Incendies) resulta un film complejo y potente, brillantemente ejecutado y soberbiamente actuado. Es el día de Acción de Gracias y la familia Dover se dispone a celebrarlo junto a unos amigos, pero todo cambia en un segundo cuando la pequeña hija de la familia y una amiga son secuestradas, al parecer, por un extraño en una casa rodante. La policía, liderada por el Detective Loki (Jake Gyllenhaal), no tardará en dar con el vehículo y arrestar a un sospechoso, Alex Jones (Paul Dano), un joven de casi treinta años con el coeficiente intelectual de un niño de diez y al cuidado de su tía viuda (Melissa Leo). Con la policía siendo incapaz de encontrar suficientes pruebas para mantener a Alex bajo custodia se ven obligados a liberarlo, cosa que no hará más que traer sufrimiento e impotencia a las familias de las víctimas. Es por esta razón que Keller Dover (Hugh Jackman), padre de una de las niñas desaparecidas, decide secuestrar a Alex Jones y hacer todo lo necesario para que confiese el horrible crimen. Los límites de la moral La Sospecha (o Prisoners en su idioma original) parte de un guión que anda dando vueltas por Hollywood desde hace rato y fue incluido en la infame Black List (compuesta por los mejores guiones sin producir) del año 2009. Muchos actores y directores desfilaron frente al proyecto con serias intenciones de llevarlo a la pantalla grande. Quizás los más notorios fueron Mark Wahlberg y Christian Bale, quienes iban a trabajar bajo las órdenes de Bryan Singer (Los Sospechosos de Siempre) antes de decidirse a filmar El Ganador (The Fighter) en su lugar, que les terminó valiendo unas cuantas nominaciones al Oscar, incluyendo una victoria como Mejor Actor de Reparto para Bale. Finalmente, la dirección terminó recayendo en el canadiense Denis Villeneuve, máximo responsable de la galardonada Incendies, y los papeles principales fueron otorgados a Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal. La Sospecha es un film difícil de ver. No solo porque su metraje ronda las dos horas y media, sino que también trata una temática incomoda y decide exponerla de una forma cruda y visceral. No soy un gran conocedor del cine de Villeneuve, pero extrañamente me resulta imposible imaginar que sería de la película si hubiera caído en otras manos. El guión de Aaron Guzikowski toma como excusa la desaparición de dos niñas para explorar las decisiones éticas de los protagonistas. El verdadero acierto aquí está en la capacidad de Villeneuve a la hora de retratar los hechos que llevan al personaje de Hugh Jackman a cometer un acto igual de repudiable que el propio secuestro de su hija. Esto nos lleva a cuestionarnos quienes son realmente los “prisioneros” a los que hace referencia el titulo original. ¿Son las dos niñas desaparecidas? ¿Es Alex Jones, el único sospechoso, a merced de Keller? ¿O será el propio Keller quien es prisionero de sus actos y, tarde o temprano, deberá responder por lo que hizo? El guión de Guzikowski también logra elevar la pregunta moral de qué haríamos nosotros si estuviéramos en lugar de Jackman, algo difícil de ignorar. A pesar de sus dos horas y media de duración, La Sospecha resulta un film ágil que difícilmente aburre y no desperdicia ni un minuto contando algo que no sume a la trama o a los personajes. La historia se debate entre el drama y el thriller y logra una mezcla perfecta de ambos géneros. Todos y cada uno de los actores brillan en sus respectivos papeles. Ya no resulta una novedad la capacidad actoral de Jackman quien, al parecer, logra destacarse en cada género en los que incursiona. Aunque no tan potente como la performance de Jackman, Jake Gyllenhaal interpreta magistralmente al detective Loki, un agente implacable sin ningún tipo de vida social (¿Prisionero de su trabajo?). Otro que se luce es Paul Dano (Petróleo Sangriento), quien demuestra una vez más que es una de las mejores jóvenes promesas que tiene el cine norteamericano actual. En los papeles secundarios Melissa Leo (ganadora del Oscar por El Ganador), Maria Bello, Viola Davis y Terrence Howard tienen su espacio para lucirse. Párrafo aparte merece el final, que seguramente dividirá las aguas. Si bien en lo personal debo decir que me gustó, no faltará quienes lo critiquen con justa razón. A diferencia de lo que ocurrió con, por ejemplo, el desenlace de Tesis Sobre un Homicidio, que se sintió abrupto y mal ejecutado, aquí hay una decisión consciente por parte de Villeneuve y el guionista Guzikowski de cortar la historia en determinado momento. Luego de procesarlo (lo cual me llevó una buena cantidad de horas) y analizar todos y cada uno de los desenlaces posibles, ninguno se sentía correcto. El final con el que decidieron ir Villeneuve y compañía termina sintiéndose como una decisión valiente y arriesgada, y que a la vez es sumamente perturbadora. Conclusión La Sospecha es una de las mejores películas del año, resulta un film incómodo, atrapante y de una riqueza visual indiscutible. Una mezcla perfecta de drama, thriller y policial, con una sensibilidad que Hollywood no suele mostrar. Gracias a una precisa y elegante dirección de Villeneuve, un guión inteligente que explora de la mejor manera la historia y sus personajes, y actuaciones sobresalientes por parte de todo su elenco, la transforman en un film obligado para cualquier amante del cine. - See more at: http://altapeli.com/review-la-sospecha/#sthash.HjHH8oJL.dpuf
Suspenso en una trama inteligente Hugh Jackman es un padre de familia cuyo credo es estar preparado para cualquier contingencia que pueda afectar a su familia. Cuando su pequeña hija es secuestrada junto a la de los vecinos en un fatídico Día de Acción de Gracias, no cree que la policía esté haciando lo sufciente y toma la peor decisión: raptar al deficiente mental que cree sospechoso del secuestro para torturarlo hasta que revele el paradero de las nenas. Jake Gyllenhaal es un detective orgulloso de nunca haber dejado un caso sin resolver. Ocupado en la investigación del secuetro de las nenas, busca toda pista posible, lo que lo lleva ante psicópatas no necesariamente involucrados con el asunto en cuestión. Tambien percibe el comportamiento extraño del padre de la nena secuestrada, lo que complica más la pesquisa. "La sospecha" es un policial tan oscuro que por momentos casi se convierte en un film de terror, pasando por supuesto también por el psycho-thriller. Pero lo interesante del estilo de director canadiense Denis Villeneuve es que no le interesa darle al espectador el tipo de climas que brindan alguna certeza de lo que va a suceder en esta endiablada película, que realmente no deja entrever sus vueltas de tuerca. Esto lo logra tomándose todo el tiempo del mundo para armar un guion que pueda desarrollar sus hilos con todo detalle -en este sentido hay que agradecer el trabajo del guionista Aaron Guzikowski-, sin caer en ningun tipo de clichés de los géneros que transita. Ota cualidad que llama la atención en el film es la capacidad de generar tensión durante das horas y media sin apelar a escenas de acción prácticamente no hay ninguna- ni tampovo a los recursos básicos del cine de suspenso. Es la trama la que va atrapando inevitablemente al espectador, sin dejar de mencionar las excelentes actuaciones de los dos muy creibles protagonistas, Jake Gyllenhaal y muy especialmente Hugh Jackman, que ofrece uno de los mejores papeles de su carrera. La música es tan ascética y minimalista como la formidable fotografía de Roger Deakins, un camarógrafo que sabe como oscurecer aun mas una historia siniestra como esta.
Queda claro que para Denis Villenueve el paradigma y modelo cinematográfico a tomar en cuenta a la hora de hacer LA SOSPECHA (raro título local de PRISONERS) fue el cine de David Fincher. En cierto modo, se puede decir que su duro drama policial se ubica a mitad de camino entre los thrillers brutales y sadísticos tipo PECADOS CAPITALES y la moralmente más ambigua y compleja zona que investiga ZODIACO, hecha uno años después por el propio Fincher y otro filme que se centra en crímenes horrendos, inexplicables y de complicada resolución. Pero lo “complicado” de la resolución de LA SOSPECHA no está tan ligado a lo difícil que es descubrir al asesino, sino a las reacciones impensadas que el caso genera en los protagonistas y que dificultan no sólo la investigación sino nuestra propia posición respecto a lo que estamos viendo. Es eso -más que ninguna otra cosa- lo más rico que tiene esta película: en poner a los familiares de las víctimas (a uno, específicamente) en el papel de victimario, al complicar/trastocar la investigación tomando el asunto en sus propias manos. Prisoners-1De entrada, LA SOSPECHA se presenta como algo más que un “best seller policial” con un caso oscuro y enrevesado. Los ritmos que maneja, las actuaciones y las citas bíblicas que hacen lo posible por despegarse del subgénero de autores de “literatura de sala de espera” como James Patterson (BESOS QUE MATAN): todo en la puesta en escena de la película intenta trascender su propia trama. La premisa es simple: dos parejas (Hugh Jackman y María Bello por un lado y Terrence Howard y Viola Davis, por otro) se reúnen para una cena del Día de Acción de Gracias en la casa de una de ellas. En medio de la velada, sus respectivas hijas menores salen a la calle y desaparecen. Pasan las horas y ni los padres ni los hermanos mayores logran encontrarlas. Las chicas han desaparecido y la presencia de una camioneta cerca de ahí los hace sospechar que su extravagante conductor algo tiene que ver con el asunto. prisoners2La trama es bastante compleja, pero en principio se puede decir que el policía encargado de la investigación (Jake Gyllenhaal) detiene al sospechoso (Paul Dano), que no solo se rehúsa a hablar sino que se comporta de manera bastante extraña y casi infantil. Sin méritos para retenerlo más de 48 horas, lo libera. Y es ahí donde papá Jackman decide tomar “el toro por las astas”: secuestra al sospechoso con el plan de torturarlo hasta que diga la verdad de lo que sucedió. Verdad que parece no saber, o saber a medias o no poder o querer decir. Niñas desaparecidas y sospechoso secuestrado son los ejes de esta investigación que va a ir abriendo agujeros (subsuelos, habría que decir) a las zonas más oscuras de la vida en pequeños pueblos americanos, cuyo aspecto plácido oculta usualmente los secretos más terribles: violencia infantil, alcoholismo, familias deshechas, etc, etc. La trama tiene sus complicaciones y vueltas de tuerca lo suficientemente eficientes para mantenernos atentos durante los 150 minutos que dura el filme, aunque no necesariamente uno quiera conocer demasiados detalles acerca de este tipo de personajes (con el correr de los minutos van apareciendo otros potenciales sospechosos) y sus comportamientos con niños. Prisoners-Hugh-JackmanLo mejor del filme está en el cuestionamiento ético que se hace respecto a la idea -muy arraigada en la cultura americana- de la venganza y la defensa por mano propia, del “todo vale” en función de la protección de la familia, los hijos, la propiedad, etc. Howard no está de acuerdo con el proceder de Jackman, pero no puede evitar sentirse tentado a participar en la agresión al sospechoso. Y hasta el propio Jackman consigue, con sus métodos detestables (las suyas parecen técnicas probadas con prisioneros en Afganistán), algunas confusas respuestas. La pregunta es cuál es el límite que transforma a la víctima en victimario. Y algo parecido le pasará a Gyllenhaal cuando pierda la paciencia en una situación y quiebre esas reglas. El problema es que para instalar ese ángulo narrativo con fuerza lo que Villeneuve hace es tirarle una mano gruesa de pintura “de calidad” a lo que es, en definitiva, una trama más cercana a la de un thriller negrísimo o una película de terror suburbano. No logra, como Jonathan Demme en EL SILENCIO DE LOS INOCENTES (o el propio Fincher en ZODIACO, o el propio Clint Eastwood en la mayoría de sus policiales) integrar todos esos elementos en un todo coherente. Y así es que LA SOSPECHA se siente como una película montada sobre la otra, con la primera (el drama personal, digamos) dando paso a la segunda (el caso policial concreto) con el correr de los minutos. prisoners3Las actuaciones van también por el lado “serio” del asunto. Jackman transpira y grita más de la cuenta, Gyllenhaal tiene más tics que en todas sus películas juntas y Howard solo parece poner cara de asustado a lo largo del filme. Dano y Melissa Leo (que encarna a su tía) se manejan mejor, con más sutileza/ambigüedad, lo mismo que las otras mujeres del elenco, Bello y Davis. Sin embargo, durante esa primera hora y media -y ayudados sin duda por la fotografía del gran Roger Deakins- el asunto resulta creíble, tenso y con aristas muy ambiguas. Para el final (más allá de unas vueltas de tuerca ingeniosas), si bien la tensión sigue allí, la ambigüedad y la credibilidad desaparecieron hace rato. Por momentos, tomando en cuenta la cantidad de subtramas empezadas y aparentemente abandonadas, y personajes que van perdiendo peso e importancia en el relato, da la impresión que LA SOSPECHA era originalmente una película más larga todavía. De hecho, transformada en una serie o miniserie de una temporada (como TOP OF THE LAKE, digamos, o una remake de esas series con acontecimientos atroces de esas que siempre pasan en Suecia) su resultado podría ser más contundente y, seguramente, bastante más original. Así como está, es un efectivo e intenso entretenimiento que cree ser mucho más de lo que es.
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La sospecha es una de esas películas que se toma el tiempo suficiente como para que uno vaya cambiando sus impresiones sobre la forma en que se comportan los personajes y sobre el significado de las situaciones que viven. Así, por ejemplo, durante un buen tramo se deja interpretar como una apología de la tortura, una especie de reivindicación contemporánea de una variante individual de la inquisición. Sin embargo, la misma historia pone entre paréntesis esa idea y la absorbe en su propia densidad dramática hasta que sólo queda un interrogante en la conciencia del espectador. Ya en la primera escena, el director Denis Villeneuve expone su complejo catecismo cinematográfico: un plano en el que se ve un bosque nevado y se escucha una voz que recita el Padrenuestro. De pronto, entre los árboles, aparece un venado y, en el borde inferior del cuadro, emerge el caño de una escopeta. Ahí está, todo junto, en una sola imagen: la naturaleza, Dios, la muerte. Además: un padre que felicita a su hijo por la buena puntería y le sintetiza en pocas palabras ese evangelio de las armas típico de la cultura norteamericana. La carga simbólica, ideológica y estética sería intolerable para cualquier otra película. Sin embargo, La sospecha puede soportar ese peso y mucho más. Es que la desaparición de dos nenas y la desesperación de sus padre por encontrarlas es un tema tan terrible, tan poderoso –parece sugerir Villeneuve– que sólo puede ser tratado como el rompimiento de un tabú, como algo absolutamente fuera del orden natural, y de allí que se imponga esa saturación de sentidos. No hay encuadre en el que no se perciba la reflexión del director sobre la materia que está manipulado, y lo mismo sucede con cada conversación, cada gesto, cada objeto sobre el que se detiene la cámara. También el guion revela el minucioso virtuosismo de conectar todo con todo, aunque no para abonar la idea de un plan macabro que entrelaza a los hechos con la precisión de un destino manifiesto, sino para mostrar que la realidad es un complejisima trama en la que se combinan elementos tan extraños como la más pura racionalidad y la irracionalidad más extrema. El suspenso de la investigación policial se transforma así en el misterio del alma humana (la de los padres, la de los raptores, la del detective), y de allí que el clímax de la historia en vez de coincidir con la resolución del caso se fije en el momento en que el padre de una de las nenas, interpretado por Hugh Jackman, vuelve a rezar el Padrenuestro deshauciado por su propia violencia y por la locura del mundo. Tal vez con algunas vueltas de tuerca de menos y un concepción no tan mecánica de la relación entre la mente de un hombre y sus actos, La sospecha podría aspirar a ese lugar que ocupa Río Místico, de Clint Eastwood, en los campos elíseos de las películas sobre niños que no vuelven a casa.
Por tantos motivos puede atraer La sospecha… El más importante en cuestión debe resumirse en un nombre propio, Denis Villeneuve, el director de la impresionante Incendies, film que acarició el Oscar años atrás y, en rigor de verdad, mereció ganarlo. Villeneuve llega al cine estadounidense, se rodea de un elenco de prima-prima (Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard) pero huye veloz de las marquesinas: su cuento tiene lugar en una gélida población de Filadelfia, tan pequeña y tan cercana a los bosques que los fanáticos de Stephen King estarán de parabienes. Lo que comienza como una descripción de vida social de aquellas gentes (y que incluye el temeroso personaje que interpreta Jackman, de tanto estar atado a la tele, precavido de posibles ataques terroristas o secuestros) vira hacia el drama familiar cuando las hijas de dos familias amigas (incluida la del preparado Jackman) son, efectivamente, secuestradas. La película de Villeneuve es una cinta larga. La propuesta, claro está, es la ideal para aquellos que aman los filmes pacientes, para aquellos que gustan de perderse en una buena historia y no se la pasan mirando el reloj para ver cuánto falta (aquellos que hayan leído a Kundera entenderán: para aquellos que saboreen el pato asado). Porque luego de la presentación sociológica, el drama del secuestro e incluso del desesperado y polémico accionar del padre fanático (que empujaría la cinta al policial negro o el film de culpa), La sospecha tendrá un nuevo personaje que aparecerá recién en la segunda mitad y llevará el film a los terrenos del policial: el detective Loki (Jake Gyllenhaal). A propósito de Gyllenhaal, la película puede recordar, por cadencia, aquella lograda Zodíaco. Qué nadie se apure, entonces. Villeneuve desarrolla tiempos y cámaras reposadas para permitir crecer el relato de un modo personal ¿Podría haberse acortado un poco la película, sin cambiar la estética que los propios tiempos generan? Tal vez unos pocos minutos. El mismo film rodado en una hora menos sería otro film. Se entiende: Villeneuve no es Nolan. Quizá un film más propio para el Dvd que para el cine, perderse en un gran narrador como el director canadiense es la propuesta de esta buena película que es La sospecha.
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"El thriller sorpresa de 2013. Un film duro, amargo, seco, que recuerda, en tónica y espíritu, a Río Místico". Escuchá el comentario. (ver link).
La familia occidental y cristiana Uno podría decir que el aval, la comprensión o incluso la institucionalización de la justicia por mano propia es uno de los rasgos mayúsculos de la cultura estadounidense, y no faltaría a la verdad. Pero sería una verdad a medias, porque en realidad esa postura ideológica forma parte de toda la civilización occidental, e incluso atraviesa sectores supuestamente progresistas o de izquierda. Lo que sí saben hacer mejor los yanquis es presentarla de forma más atractiva, venderla, reproducirla tanto para afuera como para adentro. La sospecha, que en su relato incorpora una visión cristiana al asunto, es un ejemplo más de cómo ese paquete indigesto se puede ofrecer con un envoltorio de prestigio. En los primeros minutos, que desarrollan rápidamente la premisa, está lo mejor del film: el relato presenta a dos parejas, Keller y Grace Dover (Hugh Jackman y Maria Bello), y Franklin y Nancy Birch (Terrence Howard y Viola Davis), que se juntan en compañía de sus hijos para celebrar el Día de Acción de Gracias. Durante la reunión, las niñas menores de cada matrimonio salen de la casa a jugar, y terminan desapareciendo. Los padres las buscarán desesperados pero no aparecerán, con lo que la investigación quedará a cargo del detective Loki (Jake Gyllenhaal) que deberá lidiar no sólo con la dificultad del caso en sí, sino también con las presiones de Keller, quien no se pondrá ningún límite para encontrar a su hija, hasta el punto de secuestrar a un sospechoso (Paul Dano), con el único objetivo de hacerle confesar. En esos tramos iniciales, donde se va construyendo el conflicto, el director Denis Villeneuve sostiene el relato a través de una puesta en escena despojada, con abundantes planos generales o de conjunto, sin mover demasiado la cámara, apoyándose más que nada en la capacidad del elenco, donde también figuran nombres como el de Melissa Leo, como la tía del sospechoso. Pero pronto se empieza a notar que al film lo único que le importa es el drama del personaje de Jackman y, en menor medida, el de Loki. Poco le interesa lo que le suceda a los personajes de Bello, Howard, Davis, Dano o Leo, quienes sólo figuran para accionar diversos disparadores en el guión. No, el único centro parece ser el conflicto, o la colisión moral entre Jackman, que está dispuesto a todo para traer a su hija sana y salva, y Gyllenhaal, quien siempre se ha comportado de manera profesional pero acá se ve desbordado por la situación. Ellos dos, y nada más que ellos dos: un padre y un joven investigador de la policía. Se podría entender que haya un foco dramático, pero no deja de ser llamativo cómo para la película es casi irrelevante lo que le pasa al matrimonio Howard-Davis (y a su hija), o a la esposa de Jackman: este desdén por las mujeres (que en la historia son torpes o directamente inactivas, sin capacidad de dar pelea) y por los afroamericanos (al personaje de Franklin se lo ve básicamente como un tipo sin los huevos necesarios para la situación) es una decisión ética y moral que no puede pasarse por alto. Las decisiones estéticas de Villeneuve, que en el tramo inicial funcionaban, a medida que pasan los minutos van revelándose como improductivas e incluso cobardes, porque se van convirtiendo en vehículos para justificar las peores decisiones posibles. Si en un principio el secuestro, el apriete o la tortura eran observados con cierto resquemor, pronto las vicisitudes y presiones que atraviesan los dos personajes principales terminan otorgándoles legitimidad, de la mano de una narración tramposa que hace malabarismos tanto con el enigma policial como con las disyuntivas éticas o morales, manipulando ambas variables sin el más mínimo respeto. La sospecha es una película que se baña a sí mismo de reputación, de complejidad, de ceremoniosas referencias religiosas enmarcadas en un relato que alcanza las dos horas y media. Pero detrás de esa superficie lo único que hay es un discurso vacuo y reaccionario, horrorosamente estirado (sobran fácil sesenta minutos) donde las instituciones cristianas y familiares legitiman lo ilegal, y el castigo sólo es para los “malos” que el film elige con despótica arbitrariedad. La sospecha es en cierto modo el opuesto ético y moral a Desapareció una noche, la ópera prima de Ben Affleck, donde había una permanente problematización de las causas y consecuencias de las acciones que se toman frente a un hecho aberrante, y las preguntas eran tan difíciles como las respuestas. En el film de Villeneuve todos los interrogantes son fáciles, y más aún las contestaciones. Hasta en el plano final son absolutamente antagónicas: aquella dejaba al espectador totalmente desestabilizado, obligado a pensar y pensarse; ésta lo deja tranquilo, sin ninguna clase de inquietud, sin la obligación de analizar nada.
Ser malo hoy Como un capítulo largo de alguna serie del estilo de Criminal Minds o CSI, La sospecha es un policial entreverado y confuso. No es que haya que ser un iluminado para entender las peripecias en la pelìcula del canadiense Denis Villeneuve, por el contrario, todos los cabos son resueltos religiosamente y todas las dudas son esclarecidas. El entrevero y la confusión son solo estrategias de un guión que funciona de forma mecánica sin dejar lugar a nada que se le parezca a una emoción real. La historia es la de dos nenas amigas que en plena celebración de Thanksgiving desaparecen del jardín de su casa sin dejar rastro. En realidad, la historia es la de las familias de las respectivas niñas, y de las distintas formas de hacer frente a la desesperación: depresión, violencia, impotencia; toda la paleta de reacciones posibles está servida como si de un libro de Elige tu propia aventura se tratara. Los personajes de La sospecha están despojados de toda humanidad y parecen moverse como marionetas que sirven para exhibir las diferentes psicologías y, sobre todo, para plantear un dilema moral. Villeneuve es ambicioso y deja bien en claro que su objetivo no es el goce narrativo. No estamos frente a un thriller como Plan de vuelo, por ejemplo, aunque haya niños que desaparecen misteriosamente y hombres perturbadores rondando (Peter Sarsgaard era quien manipulaba a Jodie Foster en aquella y Paul Dano es el destinatario de la ira de Hugh Jackman en esta). La ambición del canadiense va por otro lado. Con dos horas y media de duración y una solemnidad a prueba de bala, Villeneuve usa a su película a modo de ensayo sobre el mal, y para eso no se va a privar de nada: golpes, torturas, suicidios y serpientes están a la orden del día. Lástima que todo sea mostrado con una lejanía tal capaz de dejar indiferente al más sensible. Lástima que entre tanto soliloquio no se haya podido mezclar alguna emoción genuina: en La sospecha no hay dolor (solo una exhibición de ojos hinchados y moretones) y mucho menos hay lugar para ningún tipo de alegría.
Narra la desesperación de dos familias ante la desaparición de dos niñas de unos seis años. Se encuentra ambientada en un pequeño pueblo durante el invierno donde un padre Keller Dover (Hugh Jackman, “Los miserables”) enseña a su hijo adolescente Ralph (Dylan Minnette) a cuidarse y cazar por sí mismo, esto es un legado que viene de generación en generación “la supervivencia”. La cámara se encarga de ir siguiendo a cada uno de los personajes y va generando la inquietud en el espectador, porque se percibe en cada acción que va a pasar algo, no se sabe qué pero algo sucederá porque cerca se encuentra estacionada una camioneta extraña. La familia del Dover, se reúne durante la celebración tradicional de Estados Unidos y Canadá el día “Acción de Gracias” en la casa vecina de los Birch, todos juntos comen, beben y dialogan, mientras los hijos de ambas familias juegan y se divierten a su manera. Hasta que Anna Dover (Erin Gerasimovich) y Joy Birch (Kyla Drew Simmons) piden ir a buscar un silbato a casa de Keller Dover y estas menores desaparecen. A partir de ese momento comienza una búsqueda desesperante. Se pone a cargo de la investigación el Detective Loki (Jake Gyllenhaal) quien tiene muy buenos antecedentes en resolver hasta los casos más complejos, el primer sospechoso es el dueño de una camioneta que estaba estacionada cerca, por lo tanto es arrestado Alex Jones (Paul Dano “Pequeña Miss Sunshine”), este tiene un retraso mental, vive con su tía Holly Jones (Melissa Leo), y luego de un intenso interrogatorio sale libre por falta de pruebas. Todo estalla ¿quién es el culpable? ¿Dónde están las niñas? ¿Qué hacen estás familias, que se encuentran devastadas? Este film del reconocido director franco-canadiense Denis Villeneuve, fue nominado como mejor película extranjera “Incendies” (2010), (aquí fue llevada al teatro protagonizada por Ana María Picchio y Esmeralda Mitre). Aquella era un drama épico de la familia del Medio Oriente que se va mezclando la política, la religión y lo social, pero en ambos caso se incluye el género del thriller y en esta ocasión es la primera película que Villeneuve realiza en Hollywood. Este es uno de esos thriller que mantiene la tensión y el suspenso y se sostiene a pesar de las dos horas y media de duración, cada cuadro resulta increíble, con la fotografía, hay detalles tanto en lo técnico como en su narración, con giros interesantes, habla de la moralidad, la seguridad, entre otros temas, no solo para entretener sino también para reflexionar contiene escenas muy fuertes. Los personajes están bien construidos: los hermanos deben convivir con la congoja; un detective solitario obsesionado con su trabajo, tiene un tic nervioso, no tiene vida social, no se sabe más que eso; Franklin Birch (Terrence Howard) que acompaña a su amigo; Alex Jones perturbado por su presente y pasado; y las mujeres son claves: Nancy Birch (Viola Davis) aunque no esté de acuerdo participa; Grace Dover (María Bello) angustiada, ambas han perdido a sus hijas; La tía de Alex (Melissa Leo) y Hugh Jackman por este trabajo puede ser nominación al Oscar (y quizás Jake Gyllenhaal también), ese hombre que se esforzó para darle seguridad, protección a su familia y el destino le da la espalda. Prevé todo con un sótano equipado para sobrevivir y saca toda su furia lo peor de él. Cada uno de ellos son “Prisioneros” en algo, (como su título original).
LA VIOLENCIA DE SIEMPRE Filme sobre la violencia. La que se ve, la que se siente, la que se sufre, la que a todos cambia. En un pueblito boscoso, desaparecen misteriosamente dos nenas de familias amigas. No hay pistas no hay mensajes no hay explicación. Empieza la búsqueda, la angustia y la desesperación. Atrapan a un sospechoso pero no queda detenido porque no hay pruebas. Entonces un padre, ante lo que cree que es inacción policial, decide hacer justicia por mano propia. El planteo es interesante porque roza diversas aristas. El suspenso deja lugar al debate. No hay escenas de acción, pero sin embargo el miedo esta allí a alcance de todos. El filme está bien hecho y sabe mostrar las varias caras de la violencia: una vecina muy extraña, un padre que inicia a su hijo en el ritual de la cacería, desfile de armas. Pero ese planteo prometedor, de a poco se va desinflando: la historia se alarga y se retuerce, hay trampas, se suman nuevos sospechosos, aparecen los golpes de efectos. Y al final, lo que apuntaba a ser un thriller algo recargado de importancia pero interesante, acaba resultando una historia con demasiados volantazos sobre uno de esos pueblitos chiquitos, oscuros, llenos de secretos y de malos recuerdos.
“La sospecha” es un thriller denso y oscuro, con mucha carga de violencia psicológica. Esta es una suerte de advertencia (hay que estar preparado para ver la película), pero también es un gran aliciente: acá no estamos frente a esos jueguitos de suspenso superficial que tanto abundan en Hollywood. La historia transcurre en un pueblo del norte de EEUU. Dos familias vecinas se reúnen para almorzar el Día de Acción de Gracias, y en un descuido fatal, en apenas unos minutos, sus hijas menores desaparecen. La policía local detiene a un sospechoso, pero después lo libera por falta de pruebas, y a partir de ahí uno de los padres decide encargarse personalmente del caso. Con estos elementos (y muchos más que se irán sumando) el director canadiense Denis Villeneuve (nominado al Oscar a mejor película extranjera por “Incendies”) recupera la pureza del thriller psicológico, generando suspenso y tensión dramática sin tanto golpe de efecto ni vueltas de tuerca tramposas. Con personajes creíbles (para eso cuenta con un elenco muy sólido), el director se enfoca en temas difíciles como la justicia por mano propia, la culpa y la fe religiosa, al mismo tiempo que va revelando de a poco la vida oculta de los apacibles suburbios norteamericanos. Es cierto que hacia el final la película se alarga demasiado (dura 150 minutos), pero vale la pena sentarse a armar este rompecabezas.
SOSPECHAS EN EL VACÍO El nuevo largometraje del canadiense Denis Villeneuve (1967, Quebec), después de su sobrevalorada Incendies (2010), confirma de manera muy clara cómo la reunión de elementos atractivos no da como resultado una película satisfactoria si no se sabe cómo combinarlos y encauzarlos. En La sospecha hay un guión con un punto de partida inquietante y las vueltas de tuerca necesarias para sorprender al espectador, buenos actores (Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Terrence Howard, Paul Dano, María Bello, Melissa Leo), un director de fotografía talentoso (Roger A. Deakins, de recordados trabajos en películas como El hombre que nunca estuvo o El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford), y un profesionalismo indudable en rubros técnicos y artísticos. Pero resulta un film frío, convencional, anodino. Los diálogos, por ejemplo, son de una obviedad alarmante, con padres que, ante la desaparición de sus pequeñas hijas, dicen “Si pudiera dar mi vida para encontrarla lo haría” o “No me quedaré quieto hasta encontrarla”, y algún comisario que aconseja al joven policía obsesionado con un caso “Lo que necesitas es buscarte una mujer y formar una familia”. Cuando el conflicto se resuelve y aparece el culpable, los resortes de la intriga que había ido desarrollándose hasta entonces son explicados en voz alta por el personaje en cuestión (por razones obvias no diremos aquí de quién se trata) con la mirada altiva y en pose. Hay también personajes que se diluyen rápidamente, como un sacerdote con secretos ocultos, y otros desaprovechados, como el hijo de la pareja Jackman-Bello, que podría aportar algo de atrevimiento adolescente a ese contexto dramático tan envarado. Estas falencias son disimuladas con una música suntuosa –con los infaltables golpes sonoros para sobresaltar a la platea– y un refinamiento hecho de repentinas tormentas, una casona abandonada y siniestra, oscuros bosques y manifestaciones con velas en la oscuridad. Con todo ello, más algunos elegantes movimientos de cámara y tomas subjetivas, se sostiene un clima de amenaza constante que promete más de lo que cumple. Puede decirse que, aunque La sospecha gira en torno a un misterio que tarda en descifrarse, es un film sin misterio. Innecesariamente extenso, su historia incluye, además, situaciones discutibles sobre las que no toma partido: la tortura a un inocente para obtener información y las nefastas consecuencias de cierta ineptitud del accionar policial asoman con incómoda naturalidad, como si hacer encajar las piezas fuera lo único que importara del relato.
Éste es un filme que genera, casi sin proponérselo, varias sensaciones simultaneas en el espectador. Por un lado, la empatia e identificación con la angustia de varios padres, uno en particular en una búsqueda que aparece como imposible. Por otro, instalado desde el primer punto de quiebre como un thriller, que por impericia de construcción nunca genera suspenso, por cuanto en su desarrollo va entregando pistas, muy claramente instaladas como tales, que si bien no son falsas dejan de desarrollarse y terminan siendo sólo justificativos para un cierre un poco más previsible. En tercer lugar, presenta al espectador un planteo moral de no muy difícil resolución, sólo que obstruye esa identificación propuesta de la audiencia con el protagonista al mismo tiempo que a las supuestas subtramas la hacen aligerarse. Keller (Hugh Jackman) y Grace (María Bello) Dover conforman un matrimonio feliz, padres de dos hijos, un adolescente y una niña de 6 años, todos apegados a fe, donde Dios proveerá siempre, hasta que sus vidas dan un giro indeseable para cualquier familia: su hija y una amiga son secuestradas. La policía se hace cargo inmediatamente, asignando al caso al detective Loki (Jake Gyllenhaal), pero ante la situación de que todos los rastros a seguir terminan en la nada la familia empezará a perder las esperanzas, y el único sospecho sale en libertad por falta de evidencias en la escena más burda de toda la película. Keller hará su propia investigación y no tiene ningún resquemor en atravesar los límites morales ni los medios para conseguir recuperar a su hija. Emprende una pesquisa personal a contrarreloj para descubrir la verdad y rescatar a las dos pequeñas, tomándose la justicia por mano propia. La estructura narrativa es clásica, los tiempos y el montaje correctos, las actuaciones, lo mejor, los climas logrados desde la dirección de arte y la banda de sonido, ¿entonces que falla? El guión y esa costumbre de entregar elementos que sólo sirven para darle algo de coherencia al texto, lo que lo transforma en previsible, al mismo tiempo que lo banaliza.
Atrapados en el laberinto “La sospecha” nos transporta a universos y temas familiares: hay algo de “Río místico” y “Desapareció una noche”, los filmes de Clint Eastwood y Ben Affleck respectivamente, sobre novelas de Dennis Lehane; pero también de “Código de honor”, la cinta que Sean Penn (protagonista de “Río místico”, ya que estamos) rodó sobre libro del oscuro suizo Friedrich Dürrenmatt. Keller Dover es un tipo sencillo, católico, fanático de la caza y de cantar el himno en la ducha, que vive en una zona suburbana de Georgia. Tiene una esposa bonita (Grace), un hijo varón adolescente (Ralph) y una niñita adorable (Anna). Tiene eso sí algunos rayes: cree que uno tiene que velar por uno mismo y su familia por las dudas, y por las dudas acopia provisiones en su sótano (algo más común en Estados Unidos de lo que se cree). Los Dover son amigos de los Birch, una familia afroamericana que es su reflejo especular: Franklin y Nancy tienen dos hijas, Eliza y Joy, de las mismas edades que los hijos de los Dover. Juntos se aprestan a celebrar el Día de Acción de Gracias. Las nenitas salen a la calle vigiladas por sus hermanos antes de comer, y durante la sobremesa vuelven a pedir salir de la casa de los Birch a la de los Dover. En un determinado momento, sus padres se dan cuenta de que salieron solas, y comienzan a buscarla. Los hermanos recuerdan que las chicas estaban tratando de subirse a un motorhome estacionado cerca, que a esas horas ya no está. El detective Loki será el encargado de iniciar la búsqueda, y dará con el vehículo. El dueño es un muchacho con la edad mental de un niño de diez años, y no hay evidencia de que tenga algo que ver con las niñas. Decepcionado, Keller decidirá hacerse cargo él mismo de la resolución del conflicto, con consecuencias inesperadas, mientras Loki encuentra retazos de verdad que puedan darle la clave de lo que pasó. Pistas y recovecos La dirección de Denis Villeneuve transmite intranquilidad desde el minuto cero de la película. El recurso de las tomas desde detrás de los vidrios mojados o empañados, la lluvia constante, el cielo plomizo, la camioneta (en la que se sabe que hay alguien): todo apunta a generar tensión pero dosificada según el momento (las dos horas y media se pasan volando), y plasmando los aciertos del guión firmado por Aaron Guzikowski: como buen policial, negocia con el espectador tirando algunas pistas como para que éste ate sus propios cabos (los laberintos, por ejemplo), incluso antes que los involucrados, enceguecidos por el reloj que corre y los aleja de recuperar a las niñas con vida. ¿Hasta qué límites puede ser empujado un hombre bueno ante una situación crucial? ¿Puede alguien librar una guerra contra Dios, corrompiendo el alma de los piadosos? ¿Podemos llegar a pensar que la justicia divina somos nosotros mismos, o que nuestras injusticias compensan las injusticias de un Dios que creemos que nos ha abandonado? Ésas son algunas de las preguntas que organizan el relato, lleno de recovecos y giros inesperados, en los que hechos que se plantean como accesorios terminan siendo claves en el camino a una resolución. El conflicto de los hombres contra la divinidad atraviesa la historia: desde la escena inicial de cacería en la que se escucha a Keller rezar un Padrenuestro, hasta el cura sospechoso que oculta otro tipo de secreto, y la pasada devoción de Holly Jones, la tía de Alex, el sospechoso. En medio de los símbolos cristianos (la cruz frente al vidrio, las imágenes en la casa de los Jones), aparece una curiosa simbología pagana: los raros tatuajes rúnicos del detective Loki, su apellido (que es el nombre del Dios más ambiguo de la mitología nórdica: hace el mal, pero no siempre por pura maldad) y el medallón del laberinto, casi un símbolo místico. El laberinto es una buena imagen de encierro (el título original es “Prisoners”): varios personajes se verán literalmente encerrados a lo largo del relato, pero no ahondaremos en ello en virtud de mantener la intriga del lector. Víctimas y victimarios Semejante densidad se sostiene en la profunda composición de Hugh Jackman (experto en personajes sufridos, de Wolverine a Jean Valjean) como Dover, cercana a la de Penn en el filme de Eastwood. Por seguir con la comparación, Viola Davis termina teniendo como Nancy Birch su momento crucial, a medias entre su señora Miller de “La duda” y la temible Laura Linney de “Río místico”. Jake Gyllenhaal se pone en la marcada piel del detective Loki: parco, solitario, con un pasado oscuro, asume el reto de transmitir con poco. Maria Bello (Grace Dover) lleva más allá su rol de esposa suburbana atribulada que compusiera en “Una historia violenta” (de seguro fue elegida tras ver el filme de David Cronenberg), y Terrence Howard (Franklin Birch) interpreta con soltura un personaje quebrado emocionalmente, un registro que ya ha trabajado. Y después están los Jones: mientras que Paul Dano se mete en el desafío de encarnar al retrasado Alex (uno de esos desafíos que gustan en los premios, o al menos son elogiados en el gremio actoral) y Melissa Leo demuestra que puede construir un personaje más tremebundo que el que encarnó en “El ganador”, pero seguramente no tan rico en matices. Todos ellos transitarán el laberinto en busca de hacer lo correcto, de saldar deudas, de defender a los suyos, de descubrir la verdad o hacer justicia. De la diferencia de criterios (en los límites entre lo que llamamos “cordura” y “locura”) surgirán los conflictos, esencia misma de lo humano.
Sin Respiro Densamente oscura, rebosante de tensión y cierta asfixia, con el tema lacerante de la justicia por mano propia y la muy vigente desaparición de niños, el filme del canadiense Dennis Villeneuve es un descenso a los infiernos cotidianos, de hecho hoy en Rosario la desconfianza y sed de violencia y agresión social están desgraciadamente a la orden del día. Ante la tremenda desaparición de dos niñas que salieron a jugar, sus padres enloquecidos y aterrados por lo peor salen en su búsqueda, hay también un policía encargado de la investigación y así se darán situaciones de choque psicológico, en un laberinto de personajes enigmáticos o dudosos, cuestionamientos morales, y cierta carga de religiosidad, todos elementos con los cuales el hombre se relaciona a lo largo de su vida ya sea aburrida o cargada de tensiones. Emparentada con otra dos gran películas similares: "Desapareció una noche" (Gone Baby Gone, 2007, Ben Affleck)y "Río místico" (Mistic river, 2003, Clint Eastwood), y hasta con "Zodíaco" (Idem, 2007, David Fincher), el realizador de "Incendies" hace un trabajo prolijo, de fotografía, música y puesta en pantalla, y sobre todo un mérito mayúsculo de actores de primera línea: Hugh Jackman esta notable como ese padre confundido, sacado de eje pero decidido a cualquier cosa que justifique la aparición con vida de su hijita, Jake Gyllenhall con una perfomance magistral en su policía resuelto, Paul Dano da exacta composición de ese casi "frikie" silencioso, la magnífica y re-descubierta Melissa Leo que brilla en su demoledor personaje, Terrence Howard y Viola Davis (inolvidable actriz de "Historias cruzadas") como los padres de la otra chiquita buscada nos entregan actuaciones significativas sin duda. "La sospecha", titulada así en Argentina, pero que conserva un mejor original: "Prisioneros", ya que todos aquí lo son de alguna manera y allí reside el triunfo de este filme que muy posiblemente arrase con algunos Oscars en el 2014, y está en lo mejor del año sin dudas.
Laberintos bajo la nieve. Es más que curioso que el estreno en Argentina de La Sospecha (Prisoners, 2013) coincida con la celebración del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos. Parece una cruel broma, considerando como esa fecha de reunión familiar es el punto de partida de la historia, cuando la desaparición de dos chicas transforma una ocasión de celebración en un viaje sin retorno al fondo de la oscuridad que existe en todos nosotros. Aún fuera de la ficción, la película logra lanzar un último y maldito escalofrío. Lo peor es que se lo gana. Considerando como la pérdida de un ser querido puede cambiar la vida de alguien para siempre, vale más aún revisar a gente como Keller Dover (Hugh Jackman), quien está al borde de lo socialmente aceptable. Verán, él es un hombre religioso, pero del tipo que en realidad le teme a Dios. Obsesionado por estar listo para sobrevivir a lo que sea, el hombre imparte a su familia sus conocimientos de cazador primitivo, incluso preparando un refugio en caso del apocalipsis. Pero a pesar de todo, él no está preparado para el diluvio personal que es la pérdida de su hija. Con su esposa (Maria Bello) destruida, su pareja amiga (Terrence Howard y Viola Davis) confundida y unida en la tragedia, y el único sospechoso (Paul Dano) dejado en libertad tras la falta de evidencias y su pobre estado mental, Dover se precipita a actuar antes de que sea tarde para las dos nenas. Su idea es simple pero brutal: secuestrar al casi incriminado, y torturarlo hasta que cante la ubicación de las niñas. Ese será sólo el primero de los pasos hacia la locura que emprenderá, todo mientras el detective Loki (Jake Gyllenhaal), cae en abismos similares mientras trata de resolver el críptico caso. la-sospecha-3-locoxelcione De esta manera, el director canadiense Denis Villeneuve (responsable por otro intenso y violento drama familiar, Incendies) plantea esta historia, que no está tan enfocada en el descubrimiento de los culpables, sino más bien en el choque ético contra la falta de opciones, y las líneas que cruza uno para pasar de víctima a victimario. Por un lado, está Dover, quien está tan decidido que incluso llega a fabricar un letal artefacto, encerrando a su moribunda presa hasta la máxima incomodidad y duchándola en agua hirviente. La agudez de los gritos y el constante vapor que se fuga por el único agujero de luz dicen tanto como decenas de golpes. Mientras tanto, está la postura de Howard y Davis, los otros padres perjudicados, quienes se sienten asqueados por el plan de su amigo, pero no evitan el desastre. Y, en otra parte, está Loki, atrapado en la jurisdicción, que le corroe la paciencia hasta llevarlo a su propios abismos. La idea de “¿cuánto haría para proteger a alguien?” se balancea sobre todos ellos. Todo esto ocurre en el escenario del estado de Pennsylvania, poblado de items religiosos y de una vida macabra. Es inevitable darle crédito al gran Roger Deakins, quien sigue siendo de los pocos directores de fotografía que hoy manifiestan identidad propia en Estados Unidos. Esta vez, el virtuoso de la lente le da la atmósfera sombría a una locación que cobra vida propia, usando la blancura de la nieve y las tumbas congeladas para ser la perfecta cómplice de secretos, delitos y serpientes (tanto metafórica como literalmente). la-sospecha-2-locoxelcine Pero, aún con todo esto, el film es sobre todo un show actoral, y con ese elenco, es uno de los mejores del año. Ante nada, hay que olvidarse del miserable musical de Tom Hooper, porque este es el verdadero mejor trabajo de la carrera de Hugh Jackman. Su entrega al rol de un padre sin alternativas es tan hipnotizante como brutal, mostrando más ira en dos minutos de pura destrucción que en sus seis apariciones como mutante de Marvel. Pero él no es el único protagonista del cuento, ya que Jake Gyllenhaal es más que un fuerte contrapunto a la bestia australiana. Todo eso queda claro en el último tercio, donde la atención pasa sin inconvenientes a su historia, un único espacio de humanidad en este espectáculo de miserias. Por supuesto, ambos manifiestan fuerte apoyo del resto de los intérpretes, desde los conflictuados Howard, Davis y Bello hasta el aislado Dano, quien encima está acompañado por una escurridiza Melissa Leo. Bajo estas lentas pero cautivadoras condiciones, el drama, el thriller y el policial se mezclan sin problemas para crear un producto de densa psicología que ya no aparece tanto en Hollywood. Entre tantos giros, conflictos y dramas, los monumentales 153 minutos pasen en un respiro, esa única toma de aire que permite la película al terminar. Claro, no todo es perfecto; el final sufre el síndrome de la sobre-explicación, mientras que se puede notar que los últimos segundos no concuerdan con la lúgubre dirección de todo lo anterior, haciendo sospechar de un manotazo ajeno. Pero como está, La Sospecha merece compararse con los grandes thrillers de la última década, a la altura de Río Místico y Zodíaco. Esa último producción tenía un lema interesante: “Hay más de una forma de perder la vida por un asesino”. Tiene toda la razón.
El dolor y la moral Hace un par de años festejábamos en este blog el estreno de Incendies, demoledora y multipremiada película del cineasta quebequense Denis Villeneuve, quien si bien había tenido una trayectoria prolífica, recién se daba a conocer por estas tierras. Incendies fue un brillante drama multidimensional con un trasfondo histórico, referido al conflicto en Oriente Medio. El portentoso uso del audiovisual para generar atmósferas, el suspenso y el poder de impacto eran sus principales méritos, aunque sus detractores señalaban una trama demasiado enrevesada, quizá manipuladora en función de una moraleja antibélica. Todo ese mismo talento, toda esa misma ambición pueden verse volcados en La sospecha -por su parte, traducción perfecta del título original Prisoners-, un thriller, un policial negro de los más terroríficos, una experiencia inmersiva y pesadillesca del tenor de Oldboy o Sympathy for Mr Vengeance, y con un reparto de lujo (Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard y Melissa Leo entre otros grandes). La trama empieza desde la desesperación: como en Séptimo por un levísimo descuido de sus padres dos niñas desaparecen, y luego de buscarlas por todas partes, la idea del secuestro se hace cada vez más patente. Como en la serie The killing, seguimos a un policía en su investigación y paralelamente a la familia, en su profundo dolor y en su búsqueda particular. Al igual que en esa serie, bajo una lluvia casi constante ambas partes seguirán pistas falsas, o leerán erróneamente los rastros llegando a puntos de profunda impotencia, generando con su propio accionar daños graves e irreversibles. Cuando los padres de familia creen dar con el criminal y lo someten a intensas sesiones de tortura para averiguar el paradero de sus hijas, el asunto adquiere un cariz realmente siniestro. Entramos en esos incómodos recintos tan propios del noir, en los que la justicia por mano propia se convierte en una tentación peligrosa, las identificaciones y la moral se desdibujan, las víctimas se convierten en victimarios y la misma ideología del cineasta comienza a ponerse en entredicho. Quien no vio la película quizá debiera dejar de leer por aquí, pues a continuación se cuentan detalles importantes de su resolución. Surge entonces una nueva y muy interesante vuelta de tuerca a la temática, visto que en este caso ni las sesiones de tortura ni la violencia policial conducen nunca a nada. Hay una clara y profunda crítica a la idiosincrasia estadounidense, y a ese pragmatismo moral que defiende determinados medios justificados por un fin, sobre todo cuando el implicado está seguro de que esos medios llevan indefectiblemente a ese fin y a ningunos otros. Esta forma de pensar viene ligada directamente con una base religiosa, pareciera decir la película, y no sin fundamentos. Muchos espectadores han manifestado su indignación ante elementos que aparentemente no “cierran” en la trama, y a ellos correspondería recomendarles que vean la película otra vez. El guión aquí parece mucho más sólido que el de Incendies, y su concreción audiovisual igual de poderosa.
"La Sospecha" es una película que te va a hipnotizar desde el minuto uno. Denis Villeneuve, su director, demuestra seguridad absoluta en el modo de contar. Una historia que va muy por el camino, por momentos, de "Zodíaco" o "Rio Místico", y que hace que uno no pueda desprenderse de la pantalla. Un guión excelentemente bien escrito, con sus debidas vueltas de giro y donde nada falla. Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal (más allá de que se crucen en muy pocas escenas), entregan uno de sus mejores trabajos actorales. Vas a pasar momentos tensos, pero lo más importante es la charla que puedas tener con quien vayas a ver esta historia, que te seguro, da para debate.
Tensión y vueltas de tuerca para disfrutar Estamos demasiado acostumbrados al vértigo, con la permanente sensación de que Hollywood no está dispuesto a apartarse de fórmulas efectistas (como la violencia gratuita) cada vez que se plantea un policial. Por eso da gusto saborear el tiempo que se toma Denis Villenueve para contar esta historia. Son dos horas y media necesarias, porque hay muchos personajes de por medio y el director propone descubrirlos de a poco. Es uno de los tantos activos de “La sospecha”. Hay en “La sospecha” varios puntos de contacto con “Río místico”. También elementos emparentados con “El silencio de los inocentes”. Películas colmadas de suspenso, de diálogos precisos, de piezas que van encajando de a poco. “La sospecha” sigue esa ruta, mientras los padres de la nena desaparecida y el policía que encarna Jake Gyllenhall se sienten atrapados en un laberinto. Pero todo laberinto cuenta con una salida. Hay distintos planos para leer la trama. En la superficie flota el caso policial, y en las siguientes capas asoman temas recurrentes en el género: la justicia por mano propia, las trampas y vericuetos legales, la culpa -más de una vez ligada con la religión-, los dilemas morales. ¿Hasta dónde puede llegar un padre afligido por la pérdida de una hija? Ni Villeneuve ni el guionista Aaron Guzikowski pontifican ni ensayan lecciones. Es apenas la cámara siguiendo minuciosamente un reguero de actos. Las respuestas están en otra parte. Es una de las mejores actuaciones de Hugh Jackman, un hombre común obligado a tomar decisiones inusuales en un cotexto extraordinario. Lo sigue un reparto envidiable. Gyllenhall está muy bien en la piel del detective que -nos enteraremos con el correr de la historia- tiene mucho para decir de su pasado. Pero a quienes Villeneuve exprime es a Paul Dano y a Melissa Leo. Notables. Es un feliz desembarco de Villeneuve en Hollywood. Al contrario de muchos colegas, el canadiense fue capaz de imponer su lenguaje y su mirada en el corazón de la industria. Que un laureado realizador como Villeneuve (“Incendios” compitió por un Oscar hace un par de años) pise fuerte en los grandes estudios es una excelente noticia.
La desaparición de dos niñas será el desencadenante de la creciente locura de Keller Dover (Hugh Jackman) un padre desesperado ante el evento más doloroso de su vida. Que junto a Franklin Birch (Terrence Howard), padre de la otra pequeña, pronto se convertirán en cómplices de una decisión abrupta y poco eficaz. La sospecha es un thriller psicológico de alto impacto que entre sus oscuras escenas recrea casi en tiempo real el derrotero de dos familias que sufren la ausencia de las integrantes más indefensas de la casa. Marcado por la ira y la impotencia de un padre angustiado, el tiempo fílmico se desarrolla con gran estilo presentando un desafío para el espectador a quien le urge saber dónde se encuentran las muchachitas. Combinando ambientes densos, cargados de bosques tenebrosos y lluvias heladas, el clima de La sospecha se torna opresivo. Las decisiones escenográficas y del equipo artístico en todo su conjunto, dan vida a un guión inteligente con ribetes inesperados que lejos de lugares comunes introducen temáticas intelectuales como son la defensa por mano propia, la venganza y el secuestro de niños. Con actuaciones magistrales como las de Jackman y Viola Davis, La sospecha se destaca por su reparto actoral y el ya mencionado libro dramático. Sin ser pretenciosa logra sostener la intriga hasta último momento en donde con movimientos de cámara y gran destreza en la realización, descubrimos un final sorprendentemente estridente. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
Seguridades morales en jaque Tremendo thriller este nuevo trabajo del talentoso director canadiense Denis Villeneuve ("Incendies", "Polytechnique"), que con una escritura realmente interesante de Aaron Guzikowski ("Contrabando"), logra entregar un producto de alta calidad y realmente entretenido para el cinéfilo en busca de delicatessen cinematográficas. La trama se centra en los dilemas morales, esos que se tornan tan frágiles cuando nos vemos acorralados por la desesperación y el peligro, ya sea de sufrimiento o de muerte. En esta ocasión particular, estos dilemas se materializan en un padre cuya hija es secuestrada junto a una amiguita vecina un día que parecía normal y sin preocupaciones a la vista. Nadie sabe cuál puede haber sido la razón del secuestro, nadie las puede encontrar (ni la policía que hace todo su esfuerzo), el tiempo pasa y el fantasma del asesinato comienza a volver locos a sus padres. Una pista que parece ser fuerte y la policía ha ignorado lleva al padre de la niña, interpretado por Hugh Jackman, a comenzar una investigación paralela que no seguirá los pasos de la ley y pondrá al espectador en una posición que le exigirá tomar partido y replantearse sus seguridades morales. La contraparte, un policía personificado por Jake Gyllenhaal, deberá seguir los pasos no sólo del secuestrador, sino también del iracundo padre que ha desatado su ira. Todo en esta película está muy bien aceitado, desde el guión que hace acordar a grandes thrillers como "Pecados Capitales" (aunque no está a su altura), pasando por la dinámica que, sin prisa pero sin pausa, nos lleva al clímax necesario para disfrutar un film que dura más de 3 horas, hasta las interpretaciones que están fantásticas, sobre todo las de Hugh Jackman y Paul Dano. El cast en conjunto eleva el nivel del entretenimiento y lo vuelve muy creíble, siendo esto un mérito compartido con el director que hace un trabajo formidable. En resumen, una película de muy buena calidad que mantiene al público al borde de la butaca durante casi todo el metraje, que pone en jaque las seguridades que uno cree tener y que presenta la realidad macabra de algunos seres humanos golpeados por la vida. Muy recomendable.
La trama macabra Cómo hacer un thriller sobre un tema reiterativo, con actores estelares, con una trama no del todo imprevisible y situaciones que, pese a generar misterio, no dejan de resultar familiares? La respuesta del francocanadiense Denis Villeneuve es un desarrollo moroso (dos horas y media), envuelto en su lógica y de espaldas a la ansiedad del espectador, una cámara tan antiséptica como corrosiva (el maestro Roger Deakins) y, fundamentalmente, dos actores poseídos por sus personajes. Hugh Jackman es Keller Dover, un tipo aparentemente normal con cierto mambo religioso, que revela un costado psicopático tras la desaparición de su hija y se obsesiona con Alex Jones (infalible Paul Dano), un deficiente mental al que considera responsable. En el otro rincón está Jake Gyllenhaal como Loki, un detective taciturno, inexpresivo a excepción de un persistente tic ocular. No mucho más normal que Dover, Loki se hace cargo del caso; es un antihéroe de manual y protagoniza una escena antológica en su patrullero junto al padre de la víctima, que por sí sola compensa algunas falencias del film (como el factor religioso, una trama secundaria que no termina de cerrarse). Villeneuve, que ya había dirigido con éxito Incendies, de 2010, no apuesta a la novedad; sus modelos son en algunos casos elocuentes, como el tono aciago que recuerda a Río Místico de Eastwood y una perfección formal heredada de David Fincher; pero también hay pistas más difusas hacia el final, que amenaza con ser un calco de The Vanishing, perla negra holandesa de los años ochenta. Lo interesante es cómo el francocanadiense circunvala esos modelos y consigue un resultado excitante, promisorio para su futuro.
Un tremendo film de suspenso, lo que implica que hace sufrir al espectador. Pero no solo porque sea una película entretenida (lo es) sino por el oscuro mundo que presenta. En un día cualquiera, en pleno día, desaparecen una nena y su mejor amiga. Los padres se desesperan, el único sospechoso es un joven con el coeficiente intelectual de diez años, la investigación sigue pistas falsas y la presión crece hasta que el padre de una de las desaparecidas decide tomar las riendas del asunto. Pero lo que podría ser una versión suburbana de “Taken” es, en realidad, otra cosa más compleja, un mapa moral sórdido donde no faltan los ingredientes psicopáticos, las vueltas de tuerca y la idea –tremenda– de la imposibilidad de la razón y la lógica por contener el caos de la sinrazón. En algunos momentos el film es moralmente ambiguo, molesto incluso, al punto de enojarnos con personajes llevados al máximo de tensión emocional. Y es cierto que juega con el mayor temor de las clases medias contemporáneas: la pedofilia y el asesinato de menores. Pero incluso si esto puede llevar a una discusión, el oscuro, glauco mundo del film, sostenido por actores perfectos (Jackman, Bello, Gyllenhall, Dano, Leo, Howard) otorga una sensación de realidad notable, que vuelve al film una parábola dura y tensa. Una pequeña sorpresa a esta altura del año.
El cine policial y thriller (y en otra época el film noir) sufrió ya hace un largo rato una gran transformación que hizo a un lado todo tipo de ingenuidad y pareció sumirse en una oscura realidad en la que no hace falta censurarse ni regirse por ningún tipo de código moral. La clásica línea dicotómica que separa a los buenos de los malos se hizo cada vez más borrosa dando lugar a historias con personajes más humanizados que no siempre responden a una lógica a la hora de justificar sus actos. La psiquis humana resulta mucho más compleja y no siempre puede reducirse a la simplificación de que si alguien comete un acto socialmente condenable es un villano. Y la historia detrás de La Sospecha parece desafiar esa ténue línea del bien y el mal. Aquí Denis Villeneuve construye un complejo relato con una dirección sólida y un minucioso trabajo detrás de cámara, asistido por la fría fotografía de Roger Deakins (quien tras diez nominaciones al Oscar, probablemente aquí compita una vez más por el premio que tantas veces le fue esquivo) que nos muestra a dos familias aparentemente normales que sufren la desaparición de sus jóvenes hijas. La desesperación de uno de los padres llevará a que secuestre por mano propia a uno de los sospechosos, ajusticiándolo con torturas e intentando obtener la información sobre el paradero de las niñas. Resulta interesante cómo a pesar de que las acciones, creencias, decisiones y motivaciones de los personajes son en ocasiones moralmente reprobables, la película logra que el espectador se ponga en la situación de los protagonistas y haga a un lado sus prejuicios para simplemente observar un accionar que después de todo, condenable o no, se entiende muy verosímil. El pulso de los actores para con el desarrollo de la historia es notable. Tanto Jake Gyllenhaal como Hugh Jackman ofrecen una soberbia caracterización de sus personajes. La atmósfera en la que se desarrolla el film, la progresión dramática, el verismo, la lógica argumental y el arco dramático de cada personaje convierte a La Sospecha en una obra de referencia dentro del thriller. Sin ánimos de adelantar el final y con un innecesario atisbo de reclamo podría reprochársele al film que tiene un final feliz un tanto Hollywoodense, que bastante dista por ejemplo de otras grandes producciones similares como Pecados Capitales y Zodiac de David Fincher, o alguna que otra producción europea menos mainstream en donde el conflicto (básicamente si se agarra al asesino o no) no se resuelve, o al menos no lo hace del modo más alegre. Aun así, el final de La Sospecha se encuentra perfectamente justificado dentro de la diégesis planteada por el guión (ese mundo ficticio en donde los hechos que suceden son aceptables o verosímiles).
Es difícil sentarse a ver los platos fuertes de la temporada hollywoodense; saber que un film está en cierto modo fabricado para los premios pero es además un film como tantos otros. No se si las intenciones del director Denis Villenueve contemplaron el aire ‘oscarizable’ que sobrevuela en “La Sospecha”, pero es un factor a tener en cuenta. Hay de hecho películas que exceden este tipo de consideración y son aquellas que se quedan con los apartados técnicos sin lograr al menos menciones como “Mejor Película”. Se me ocurre “El gran pez”. Se desprende de aquí que todo lo que tiene que ver con premios es tema delicado. Se ha hablado muchas veces de la maldición del Oscar, considerando por ejemplo los casos de Jennifer Connelly y Cuba Gooding Jr, dos intérpretes que luego de llevarse una estatuilla por actuación de reparto tuvieron largos años de malas elecciones de proyectos y poco reconocimiento. No estoy tan de acuerdo con lo de Gooding Jr pero lo hablamos otro día. ¿A Terrence Howard lo conocen? A él lo persigue la maldición de la nominación. Cuando a comienzos de la década anterior hizo un doblete perfecto con “Crash” y “Hustle & Flow” (nominado!), se esperaban grandes cosas de él. Diez años después, en un proyecto que lo puede reposicionar, Howard parece poco más que un nombre. El ser un actor de peso, considerado ‘serio’, no le da piedra libre para hacer secundarios lavados, que viene haciendo varios, y siempre con el perfil de tipo tranquilo y afligido bonachón. Se esperaban grandes cosas de Terrence Howard. Lo mismo pero distinto en la película pasa con Viola Davis, Maria Bello y Paul Dano. No viven la maldición pues los dos últimos no fueron nominados, y la primera se salva por doble nominación, pero los reconocemos detrás de todo el pantano (“La sospecha” es una película que deforma –modifica es más apropiado- mucho a sus personajes, desde lo estético, lo físico y/o lo psicológico), y decimos “son ellos” al mismo tiempo que nos damos que el trabajo que hacen está en piloto automático. Quizá Melissa Leo sale airosa de esto, pero la clave es que el relato se centra en los dos protagonistas. Uno padre de familia desconsolado ante la desaparición repentina e inexplicable de su hija menor (Hugh Jackman); el otro detective, solitario, exitoso y rutinario que se propondrá descubrir qué hay detrás de lo ocurrido (Jake Gyllenhaal). El último ya hizo algo parecido con su reportero en “Zodíaco”, película que aparece como punto en común porque también lo tenía yendo de un lado para otro; pero aquí –al igual que en “Jarhead”, su mejor papel- sus condiciones como protagonista están a la altura. Jackman es un tipo encantador que a 20 años de carrera exitosa se calza su primer traje dramático serio. A la hora de los premios, Jackman quedará en competencia como protagonista y Gyllenhaal como actor de reparto, pero eso es una vieja mentira tramposa de Hollywood y lo cierto es que aquí ambos llevan la película con soltura. No se la comen, pero son el centro de la cuestión y da gusto verlos. Y es que a decir verdad “La sospecha” no quiere comerse nada. Si come de muchas otras películas. En principio de la poco vista “The Pledge”, de Sean Penn, de la cual toma la obstinación del detective y su compromiso con un caso y con los involucrados. También toma de “Winter’s Bone” el frío, la sequedad de la puesta en escena y la terquedad de quien se asume como pilar de una familia y por lo tanto única persona capaz de solucionar los problemas. Lo que distingue al film de Villenueve es el componente religioso, que tiene fuerte impronta en las acciones de los personajes y los diálogos sin estar subrayado. La religión es algo que está ahí, y ahora, en el tiempo de la película que es, casualmente, nuestro tiempo. Por otra parte, hay una decisión acertada en desarrollar el proceso de investigación policial con lentitud y torpeza, sin grandes heroísmos; le da más realidad a la historia y aumenta la tensión. Ese suspenso eterno que también define una serie como “The Wire”, pero ver “La Sospecha” significa recordar las formas del cine y su diferencia con la televisión. Aunque haya un caso central y protagonistas que giran en torno a eso, aquí hay síntesis y los conflictos emocionales están construidos; hay un arco dramático que va creciendo con el cual el espectador seguro se compenetrará. “La sospecha” no tiene la ambición ni el regodeo estético de algo como “Zodíaco” y tampoco logra la potencia dramática de “Río Místico” o “Desapareció una noche” (si hablamos de hijas que desaparecen es imposible obviar las novelas de Dennis Lehane), pero pisa con seguridad su mundo sin héroes, de penas religiosas y culpables por buscar. Lo hace empujando lentamente a sus personajes hacia los límites de la ética y ofreciendo un lúcido punto de vista acerca de la visión que uno puede tener del otro cuando lo sabe desesperado. Si el otro no tiene nada que perder, lo puedo llegar a mirar de otra manera. ¿Los simbolismos? Los hay, pero no son excesivos.¿La música? La intervención justa, sorprende por su ausencia.
Publicada en la edición digital #257 de la revista.
Con el protagónico de Hugh Jackman, esta película combina drama y suspenso en partes iguales y mantiene al espectador atornillado a la butaca. Sucede en ocasiones que se cargan de tal manera las tintas en una película hablando en términos promocionales, que cuando se concurre al cine a presenciarla la sensación posterior es casi de despojo. Pocas veces se condice el resultado final con la maquinaria publicitaria gastada. Como contrapartida, de vez en cuando aparece una cinta que llega de punto, casi en silencio y sin grandes previas, y al salir de la sala parece que alguien nos arrebató a puñetes. Bienvenidas sean estas películas, y bienvenida sea La sospecha, una obra de esas que es capaz de provocar sensaciones varias, menos indiferencia. Protagonizada por Hugh Jackman, la dirección corrió por cuenta del canadiense Denis Villeneuve, quien tiene en su haber un dramón con todas las letras y altamente recomendable titulado Incendies. Aquí, Jackman interpreta a un padre de familia, religioso con mayúsculas para más datos, que debe enfrentarse a una situación extrema: la desaparición de su hija y de una amiga el Día de Acción de Gracias. Luego de ocurrido el hecho, van pasando las horas y se arriba al dilema consabido de tomar el toro por las astas y hacer justicia por mano propia, a pesar de la solvencia y el profesionalismo que demuestra el policía encargado del caso. Jackman aporta su plus de súper estrella, pero Villeneuve tuvo además la suerte de trabajar con un elenco de lujo en el que Jake Gyllenhaal también suma su cuota de fama, pero sobre todo conformado por eternos actores secundarios de sobrado talento como Viola Davis, Melissa Leo y Paul Dano (este último se lleva un gran porcentaje de las palmas con un personaje que hace que el espectador pierda los estribos). Intriga. La mejor muestra de que La sospecha es una buena película de suspenso radica en el hecho de que dura dos horas y media y en ningún momento decae la tensión. En eso hay que sacarse el sombrero ante un guión sin fisuras que no recurre a frases hechas ni a reflexiones sesudas, como es un tópico en esta clase de productos, y hay que subrayar la mano del director para combinar en justa medida la moral, la violencia cruda, los sentimientos paternos y la locura. Lo mejor que le puede pasar a alguien que quiere encontrar en una película algo que le mueva la estantería, es que se lo ubique ante interrogantes cuyas respuestas son difíciles de encontrar o que directamente no las tienen. La sospecha (el título original del filme es Prisioners) juega con eso, y embarca a todos en ese macabro ir y venir de lo correcto, lo incorrecto, lo justificable y lo que no lo es. Con un trabajo de edición que no requiere de grandes artilugios, ni siquiera del lomo de Jackman (aquí el tipo actúa, y lo hace muy bien), La sospecha demuestra, entre otras cosas, que a veces una historia que puede parecer trillada (secuestro, desaparición, ningún resultado y entonces el protagonista entra en acción) resulta bien si el tratamiento es serio, firme y no se torna pretencioso. Muy buena propuesta para los que quieren meterse de lleno en una trama, aunque después el malestar dure un rato largo.
Suspenso y drama en su máxima expresión. Prisoners es un thriller fácilmente comparable con lo mejor en su género, muy en sintonía con entregas como Gone baby gone, de Affleck, o incluso con la posterior Changeling, de Clint Eastwood. Se trata de una propuesta de suspenso que ahonda dramáticamente en sus personajes, sin resignar densidad argumental en el relato. La historia está no sólo muy bien construida, sino también –y fundamentalmente– excelentemente narrada. No hay flancos débiles en Prisoners. Las actuaciones son brillantes, los diálogos contundentes y el trámite narrativo es de una solidez admirable. Hay también mucho realismo en la forma en que se tratan y resuelven los conflictos, lo que le agrega una enorme sensación de verosimilitud a la narración, distinguiéndola de la mayoría de los exponentes del estilo. Es muy interesante el enfoque que logra darle el director, porque si bien dedica mucho tiempo a describir el drama por el que atraviesan los personajes principales, en ningún momento resigna recursos hacia el suspenso. Prisoners quizás no profundice en el perfil psicológico de los criminales, como lo hacen Seven o El silencio de los inocentes, pero sí invierte mucho tiempo en el desarrollo de la investigación y la revelación de los hechos. En otras palabras, se trata de un thriller de una contundencia absoluta, que no sólo se las ingenia para mantener al espectador en vilo hasta el mismísimo instante final, sino que además lo hace sentir partícipe de la historia, a través de un meticuloso desarrollo de los protagonistas. Sin exagerar, Prisoners califica como una de las mejores películas de suspenso de las últimas dos décadas. La solidez de su relato en sintonía con las soberbias interpretaciones de su reparto hacen de esta propuesta una experiencia de rara ocurrencia en el cine contemporáneo. Imperdible.