Logan: El último pistolero del valle. Estamos, sin lugar a dudas, ante un exponente más en el que el cine de superhéroes se toma las cosas en serio. Hace 17 años, el director Bryan Singer abría una de las franquicias más rentables en cines para Marvel y para la 20th Century Fox, y esa era la historia de los X-Men. Pero más importante, uno de los personajes con más carisma dentro de este grupo, uno que traspasó la barrera de las viñetas para ser un auténtico icono pop: Wolverine. Ya desde el vamos, su historia (tan rica como compleja y llena de misterio) lo hizo merecedor de esta fama a través de sus años en las publicaciones, hasta tener su título propio. Porque Wolverine es un personaje rudo por fuera, inmortal, que ha vivido cientos de años y es prácticamente indestructible por su cuerpo recubierto del metal Adamantium. Pero la complejidad del personaje no radica solo en su personalidad bestial, sino en su mente perturbada, sus sufrimientos por parte de la gente que no lo entendió y lastimó su espíritu y su mente, y por último, su capacidad para siempre hacer el bien de alguna u otra forma. Para su opus mutante Singer debía buscar un actor adecuado, e incluso se barajaron varios nombres famosos, pero el encargado fue un ignoto actor australiano llamado Hugh Jackman. Nadie sabe cómo ni por qué, pero Jackman se apropió de Wolverine y se fundieron en un solo ser. Y hoy, a mas de 17 años y 10 apariciones en pantalla, Hugh Jackman se despide de Wolverine con Logan, una carta de amor al personaje que lo llevó a la fama mundial y tantas satisfacciones le dio. Logan es un film crepuscular. Una road movie a modo de western que habla sobre la lucha interna de Wolverine, sus penas, sus guerras y la búsqueda incesante de una familia que nunca tuvo ni tendrá, así también como una búsqueda de la redención en una persona cansada de tantas batallas perdidas. En un futuro cercano, donde ya no quedan más mutantes, un viejo Logan se mantiene en el anonimato como chofer de limosinas, protegiendo junto a Caliban (un mutante que, por alguna razón, se pasó al único bando que quedó, el de los “buenos”) a un deteriorado Charles Xavier que sufre de una enfermedad cerebral, manteniéndolo sedado antes sus posibles “ataques”. Pero Logan se verá obligado a volver a la acción cuando una mujer le pida que proteja a una niña que es perseguida por fuerzas oscuras, que desafortunadamente, tienen una conexión con el pasado de nuestro protagonista. Logan es todo lo que quisimos ver del personaje en cine y no decepciona. Un film adulto, oscuro, sangriento (atentos a la calificación “R”); y esto es entera responsabilidad de James Mangold y Hugh Jackman, quienes quisieron llevar al personaje a extremos como nunca lo habíamos visto antes. Pero no solo las escenas de acción impactan en este film, la historia (también escrita por Mangold) explora el viaje de estos personajes cansados, olvidados por el tiempo, que encuentran en la pequeña mutante el recuerdo del por qué alguna vez lucharon. Hugh Jackman le da a su última interpretación del mutante inmortal todo de sí mismo y se nota que es lo que siempre quiso hacer con él: Logan es ese vaquero que viaja sin rumbo, cansado de los duelos, pero que siempre está dispuesto a defender al oprimido, aún si esto signifique su propio sacrificio. No por nada Mangold nos retrata en una escena como Xavier y Laura, la pequeña mutante, ven Shane, el desconocido (Shane, 1953) donde el personaje es un viejo cowboy abatido. Y las referencias no terminan ahi, ya que Laura es fanática de los cómics de X-Men, a los que Logan exclama que “una parte de esos hechos sucedieron, y no de esa forma”. Esta clara referencia nos indica que la saga fílmica de los mutantes, muchas veces criticada por su falta de continuidad, no debe tomarse tan en serio como muchas veces se hace. Contrariamente a esto, podemos agregar que Logan se inspira parcialmente en el cómic de Mark Millar Old Man Logan (del que ya hablamos aquí), ya que la acción se desarrolla a modo de western post-apocalíptico crepuscular y nuestro héroe es una persona cansada de la violencia por una tragedia que lo obligó a nunca más desenvainar sus garras. En el film, el responsable de esa tragedia es otro, pero el cuerpo de Logan está cansado y su factor curativo ya no funciona como antes, gracias al envenenamiento del Adamantium, una ironía siendo que lo que lo hizo invencible ahora lo está matando. Dafne Keen, la pequeña encargada de interpretar a Laura/X-23 brilla en su performance siendo que la mayor parte del tiempo no habla y se expresa mediante gestos, brindándole al personaje un matiz increíble de bestialidad increíble. Podemos ver a una niña inocente que está perdida, buscando su lugar en el mundo sin saber qué es ni por qué le hicieron lo que le hicieron. En vez de llorar, Laura saca sus garras. Patrick Stewart es otro que se despide de su Charles Xavier en la saga mutante y lo hace de una manera impresionante, un interpretación que saca risas y llantos a la vez. Ver al mutante más poderoso del planeta postrado y con su mente perturbada nos hace vivir el dolor y la impotencia de sus lamentos. Los villanos no son para destacar, pero se puede decir que tienen una conexión con el pasado de Logan e, incluso, linkean a la fallida X-Men: Apocalypse (2016), ya que el universo sigue siendo compartido. Mangold no solo realizó un film que perdurará en la historia como uno de los mejores, sino que también uno que merece más de un visionado, por sus múltiples matices y críticas sociales (sobretodo al tema de la inmigración y el problema de los alimentos). Aunque sin lugar a dudas, por haber sido el film en el que Hugh Jackman dejó su alter-ego mutante luego de casi dos décadas en el que tanto nosotros, como él crecimos y disfrutamos de su larga vida inmortal.
El WOLVERINE que nos merecíamos… En un 2024 sin mutantes, el avejentado y enfermo Logan (Hugh Jackman) se mantiene en las sombras para cuidar de un senil Charles Xavier (Patrick Stewart), quien se encuentra con una enfermedad cerebral degenerativa que exige mantenerlo sedado para que su mutación telequinetica no se convierta en un peligro para la sociedad. Pero todo va a empeorar considerablemente cuando éstos antiguos X-Men se crucen con Laura (Dafne Keen), una niña mutante con poderes muy similares a los de Wolverine que busca huir de unos mercenarios cyborgs conocidos como los Reavers. “Logan” es el ejemplo más acertado de la expresión “irse por la puerta grande”. El mutante Wolverine, nacido en las paginas de “El Increíble Hulk #181”, no tuvo un buen agarre en el cine con sus dos películas individuales, ya que por un lado tuvimos la deficiente desprolijidad conocida como ‘X-Men Origenes: Wolverine’ (la cual por poco asesina la posibilidad de ver a Deadpool en el cine) y por el otro, la floja continuación de ‘X-Men: La Batalla Final’, titulada ‘Wolverine Inmortal’. En ellas se podía notar que Jackman amaba interpretar al personaje de las garras de adamentium a pesar de que, los que conocemos los cómics, sabemos que la contextura física del actor no se adecua para nada con la del personaje en cuestión. Wolvie es petiso, feo y con voz ronca, mientras que el actor australiano es alto, fachero y su voz es tan entonada que llego a protagonizar la insoportable ‘Les Miserables’. Claro que ésto no freno que la adaptación se convierta en un éxito, y con el tiempo uno veía a Hugh y veía a Wolverine incuestionablemente. Ésto se debe a que el actor realmente se sentía adentro del papel, lo hizo con placer y con lo mejor de sí brindándonos un icono que a mi generación nos acompaño hasta el día de hoy. Y no solo Jackman se despide con este film, ya que también nos encontramos con la última aparición de Patrick Stewart como Charles Xavier, uno de los personajes de cómics mejor adaptados de la historia a mi parecer. Por estos motivos y muchos más, este film es un cóctel de emociones bastante intenso. El cineasta James Mangold regresa y se redime después de la mediocre ‘Wolverine Inmortal’, brindándonos un neo-western que muestra de una forma muy realista lo que va a ser el mundo dentro de ocho años. No es algo menor el realismo con el que plasmaron este futuro no tan distante, sumando ademas que no se privaron en gastar litros de sangre artificial para las escenas de acción. No se si recuerdan que cuando salió el videojuego ‘X-Men Origins: Wolverine – Uncaged Edition’ éste vino acompañado de un violento trailer hecho en CGI, que mostraba a Wolvie asesinando a diestra y siniestra unos militares en una construcción abandonada. Recuerdo que ese avance era todo lo que queríamos ver en una película del mutante, y acá tenemos eso y más … hasta se nota que la influencia del recién mencionado vídeo fue esencial en una de las escenas de la película . El guión, que es increíblemente intenso y bien escrito, no tiene filtro en mostrar a los personajes diciendo guarangadas sin censura, haciendo del mutante protagonista una versión mucho mas cercana al material original. Por cierto, si querían una adaptación del espectacular cómic ‘Old Man Logan’ esperen sentados a que FOX y Marvel Studios lleguen a un acuerdo, ya que “Logan” es una historia original hecha especialmente para cerrar con la historia de la versión cinematográfica del personaje. Hablemos un poco del reparto. El australiano Hugh Jackman hace uno de los mejores trabajos de su carrera en “Logan”, su forma de interpretar al personaje es digna del viaje que Wolverine tuvo en estos diecisiete años en el cine. Otro que se zarpa en espectacular es el Sir Patrick Stewart como el anciano Professor X. Es desgarrador ver al iconico personaje en un estado tan decadente, pero a la vez el intérprete nos hace sentir ternura con respecto a su relación con Laura, también conocida como X-23. La pequeña actriz británica-española Dafne Keen es de lo mejor de ésta película, su carrera cinematográfica ya ésta destinada a ser un éxito. Su gesticulación, su furia, su silencio, todo hace del personaje una joya que me gustaría volver a ver en alguna futura película de la saga. Por último ésta Boyd Holdrook, protagonista de la serie ‘Narcos’, quien interpreta al cyborg Donald Pierce. Lo interesante de esta interpretación es la voz del actor, ya que el tono villanesco que utiliza para llevar a cabo sus lineas es fantástico. Aún así no es un personaje memorable, pero cumple a la perfección con su función en la historia. Por último y poniéndome en modo tipo complicado, el único defecto de la película es que los últimos minutos se apresuran un poco. El climax tiene una gran consistencia, pero pudo haber sido mucho mas fuerte si le hubiese dedicado mas tiempo a ciertas cuestiones, pero les repito, es una pequeña falla entre tanta genialidad. Chiquis, “Logan” es la mejor película de la saga ‘X-Men’ hasta la fecha. El tono, la violencia, la forma en que los cómics son referenciados, la historia, todo nivela a la perfección una emotiva despedida que supo mantener el foco en un personaje que será recordado por mucho, mucho tiempo. vayan a verla y dejen decapitar por el groso Wolverine un rato, no se van a arrepentir.
Despedida cinematográfica de un personaje único, potente, desafiante, que marcó un antes y un después en la carrera de Hugh Jackman. Acá en el derrotero de Logan por intentar escapar de su pasado, mientras mantiene oculto a Charles Xavier (Patrick Stewart), hay una posibilidad de jugar con géneros como el drama y el western por igual sin caer en lugares comunes y clichés. Película de superhéroes pero que demuestra que cuando hay una potente historia no importa su forma, sino que importa el cómo se la cuenta, “Logan” es un viaje al submundo de la América distópica profunda, una muy alejada de los lujos de las grandes urbes y que recibe sin prejuicios a aquellos que buscan amparo en ella.
No hay dos sin tres Nos llega Logan, quizás una de las películas superheroicas más esperadas del año, no solo por lo querido que es Wolverine como personaje o Hugh Jackman como actor, sino porque él mismo se encargó de decir que ésta era la última ocasión donde interpretaría al héroe de garras de adamantium. Y luego del primer trailer con música de Johny Cash, el hype se había disparado por las nubes. Y por suerte se dio una de esas pocas ocasiones donde el hype es recompensado con un sólido film, porque hay que decirlo claro para que se entienda: Hugh Jackman no podía renunciar a Wolverine sin antes darnos una gran película en solitario, y por suerte, Logan lo es. En esta ocasión nos alejamos de las grandes batallas con muchos personajes, con mucho CGI y explosiones por todos lados, y nos adentramos en un film mucho más íntimo, que explora los sentimientos y el pesar de un personaje ya agotado que solo busca paz antes de dejar este mundo, mientras cuida de los pocos amigos que le quedan. Pocas películas de superhéroes se animan a hacer eso en la actualidad, y es por eso que Logan destaca por sobre la media. Mucho se dijo de las similitudes entre este film y el videojuego The Last of Us, ya sea por la caracterización de los personajes como por la trama en sí, y si bien hay más de una semejanza, cada proyecto funciona de forma independiente. Además que la pequeña Laura brilla con luz propia, y mejor no digamos de cierto villanesco científico, bastante parecido al infame Doctor Joseph Mengele. También debemos decir que Logan gana bastante en drama por sobre sus predecesoras, solo bastan ver los diálogos entre Charles y Wolverine para saber que estamos ante algo distinto. Pero también hay que hablar de la dichosa Categoría R implementada luego del éxito de Deadpool. Y hay que decir que le supieron sacar todo el provecho posible para mostrar el salvajismo que se le pedía al Wolverine cinematográfico. Decapitaciones, amputaciones, desmembramientos y litros de sangre están a la orden del día, dándole por fin aquello que los fans del personaje pedían. Poco se sabía de esta película y es mejor no extenderse así los lectores van sin saber lo menos posible sobre este proyecto. Solo queda por avisarles que no hay escena post créditos, y que si a alguien se le ocurre juntar firmas para que Hugh Jackman siga como Wolverine, cuenten con la firma de este redactor.
Logan se planta como la película mutante definitiva y uno de los mejores exponentes del cine de superhéroes. Profunda, emotiva y visceral, con actuaciones excelentes y un guion correcto que balancea la fantasía heroica con el realismo más crudo. Complicada es la historia de Wolverine en el cine. El personaje que se robó cada escena y fue lo mejor de la película en cada entrega de la saga mutante original (X-Men, X2 y The Last Stand) tiene una extensa e interesante historia en los cómics. Lo natural para Fox después del éxito de la franquicia X-Men y ver la arrolladora popularidad del personaje era lanzar una saga de películas individuales que adapten el extenso lore del mutante canadiense, pero dichos films no fueron del todo bien recibidos. La horrenda X-Men Origins: Wolverine (2009) fue tan mala y generó tal caos en la confusa línea temporal de las películas mutantes que debió ser borrada de la continuidad. La segunda aventura en solitario de Wolverine (The Wolverine, 2013) tuvo una mayor aceptación del público y mejor respuesta por parte de la crítica; pero aún faltaba un film que pueda estar verdaderamente a la altura de uno de los mejores y más importantes personajes de la factoría Marvel. Logan está ambientada en un futuro cercano y post-apocalíptico para la raza mutante. Es el año 2029 y los mutantes están al borde de la extinción. Los nacimientos de nuevos mutantes se han detenido y los restantes fueron cazados y perseguidos. Wolverine (Hugh Jackman) ya no es el indestructible guerrero mutante que siempre conocimos: es un héroe roto en todo aspecto (destrozado física, emocional y espiritualmente) que vive escondido en la frontera entre México y Estados Unidos cuidando de un decrépito Profesor Xavier (Patrick Stewart). Los años de enfrentarse en solitario a ejércitos enteros y recibir daños mortales constantemente quedaron atrás para Logan. Su factor curativo no funciona tan bien como antes y lucha contra una enfermedad que lo envenena por dentro. Este es un tema que la película aborda y desarrolla muy bien: el ocaso de los héroes, la enfermedad y vulnerabilidad de aquellos que se creían inmortales, la soledad y el envejecimiento de personajes abatidos y desanimados. Algo que desafía una de las principales convenciones del género de superhéroes, donde se muestran personajes poderosos siempre capaces de lidiar con las adversidades que se les presentan. Como villano principal vuelve a aparecer la mayor amenaza para los X-Men y la raza mutante: la humanidad. Nada de seres todopoderosos y omnipotentes con deseos de destruir o conquistar al mundo; volvemos a un peligro mucho más real y tangible encarnado por una siniestra corporación responsable de perversos experimentos genéticos con una fuerza de comandos paramilitares a su disposición. Donald Peirce (Boyd Holbrook) es el engreído y amenazante líder de este pequeño ejército dispuesto a todo para capturar a una misteriosa niña que busca la ayuda de Logan. Párrafo aparte se merece la debutante Dafne Keen (The Refugees, 2015) en el rol de Laura / X-23. La joven actriz española-británica logra capturar a la perfección el espíritu de un personaje complejo. Una niña reservada con la mirada frágil que evoca una inocencia perdida pero latente, capaz de verse tierna, tímida y explotar en una ráfaga asesina de furia animal de un segundo al otro. Logan es el final perfecto para la trilogía de Wolverine y para el ciclo de Hugh Jackman en la franquicia X-Men, no solo por su sensación de cierre definitivo sino por el gran nivel del film en su totalidad. La película de superhéroes más emocionalmente lograda hasta la fecha.
Flesh and blood Con el presente milenio nació una nueva franquicia cinematográfica de superhéroes, los X-Men. En esa película dirigida por Bryan Singer se destacaba a fuerza de garras y carisma Wolverine, el mutante interpretado por Hugh Jackman. Hoy, a casi 17 años de su primera vez en la pantalla grande, el personaje de Marvel se despide a lo grande, con una película en solitario que finalmente lo redime de la mejor manera. En un futuro, no muy lejano pero futuro al fin, Logan/Wolverine trabaja en las sombras como chofer de una limusina. El mundo casi ya no tiene mutantes, y tampoco demuestra tener algún rastro de bondad; como si con la extinción de los humanos portadores del Gen X también se hubiese apagado la llama de la bondad humana. Y es en ese mundo donde Logan (que es más mito que realidad) se encuentra con Laura, una niña mutante a la cual deberá llevar a salvo a la frontera con Canadá. Ya en el comienzo James Mangold (director de entre otras, de esa hermosura llamada Walk the Line) nos introduce en el renovado universo de Wolverine. Un universo fílmico donde la sangre y la brutalidad son el especial del día. Bienvenidas sean ambas decisiones, hace tiempo que el firmamento de los superhéroes necesitaba menos peleas con CGI y más flesh and blood (aguante Johnny Cash) entre tanto golpe sin efecto palpable. Esta decisión estética por parte de Mangold encuentra su sustento en que el mundo habitado por Wolverine y Charles ya no tiene los matices donde el Professor X trataba de alcanzar la paz entre los humanos y mutantes. En ese mundo con menos mutantes, pero paradójicamente, cada vez más inhumano, se ofrece un contexto y una necesidad de abordar los combates desde una perspectiva más realista y despiadada. Lamentablemente ya no hay espacio para la piedad con los enemigos, y su realizador lo tiene muy claro. Hugh Jackman y su Wolverine son eternos. Las luces y el vértigo de Japón (recordemos que fue el realizador de Wolverine: Inmortal) cegaron a Mangold, lo llevaron a un territorio donde no sabe (o no supo) desenvolverse. Pero ni lerdo ni perezoso, cambia el paradigma para la despedida de Wolverine; la desmarca por completo de las películas de superhéroes que gobiernan la escena cinematográfica actual, con serenidad narrativa, muchas mutilaciones y litros y litros de sangre. El western como tejido pictórico y la road movie como vehículo, conforman el escenario ideal (la excelente remake de 3:10 to Yuma acredita esa idea) para que el director trabaje en Logan con un tono, un ritmo y una iconografía que lo favorece. Hugh Jackman y su Wolverine son eternos. Juntos pudieron soportar los flojos spin-off a fuerza de garra y carisma para despedirse a lo grande. En Logan se ve un Wolverine abatido, sin ese fuego interno que demostraba tener. El paso del tiempo hizo mella en él, e internamente, su terrible y extensa historia empieza a pesarle demasiado como para seguir dando pelea. Simplemente se defiende, sobrevive a duras penas en un mundo donde siempre fue utilizado y jamás fue bienvenido. Todo ese sufrimiento a cuestas es llevado adelante por el inmenso Hugh Jackman con un compromiso y una entrega pocas veces visto. Es que a ésta altura, Jackman y Wolverine son uno solo, nadie podría interpretarlo como él. Logan lo confirma de nuevo. Por otra parte el querido *de pie* Patrick Stewart *me siento* la rompe toda. Se te va el alma viendo al mutante más poderoso del mundo en un estado tan decadente, pero Stewart se encarga de llevarlo adelante con dignidad y sin bajezas. La gran revelación del cast es Dafne Keen interpretando a Laura. Tremenda máquina de matar resultó ser la pequeña. Boyd Holbrook (Narcos) cierra el elenco principal con una estupenda labor como el villano del film. Con su carisma revoluciona la pantalla con cada aparición, dando equilibrio al drama y padecimiento de la historia. James Mangold consiguió darle a Wolverine la obra maestra que merecía. Un western crepuscular cargado de pasión, mutilaciones y sangre. A los que crecimos y disfrutamos junto a este gran personaje no nos queda otra que peregrinar a los cines en agradecimiento a tamaña entrega y compromiso. Hugh Jackman y Logan lo merecen.
La última película de la franquicia de Wolverine, "Logan", es un sólido producto de acción y de vínculos perdidos con un Hugh Jackman crepuscular que enfrenta su último desafío. Es menos espectacular que las anteriores y eso le suma puntos. La esperada película de Wolverine, la tercera y última como personaje solista, está basada en la miniserie de comics Wolverine: Old Man Logan, escrita por Mark Millar e ilustrada por Steve McNiven en 2008 y 2009. El film trae por última vez a Hugh Jackman, en este potente relato que combina la acción clásica con la faceta más humana del personaje. En Logan vemos a un hombre cojo, crepuscular, con una barba desprolija y con las cicatrices de un pasado doloroso. Refugiado en un escondite de la frontera mexicana junto a un enfermo Charles Xavier -Patrick Stewart- y Caliban -Stephen Merchant-, un mutante que se esconde en las sombras, Logan enfrenta una nueva aventura: debe proteger a Laura -Dafne Keen-, una niña mutante que no habla y es buscada sin piedad por una organización que intenta utilizarla como un arma. Despojada de grandes artificios y sin el despliegue grandilocuente de las películas anteriores, Logan suma puntos en su tratamiento y arremete con todo nuevamente bajo las órdenes de James Mangold. Con una significativa escena final, que reafirma el universo de los X-Men, el film adquiere nuevos aires y fuerzas para luchar contra enemigos implacables. Logan, en su desesperado escape junto a Charles y Laura, enfrenta varios obstáculos y se une a una familia desprotegida, mientas sus afiladas garras se preparan para lo peor. Lo interesante del film es el correcto equilibrio entre la acción sangrienta y la mirada que ofrece sobre la debilidad del poder, el surgimiento del "doble" y la vejez, elementos que el realizador aprovecha a la perfección porque es quien más entiende al personaje. Logan, una película de acción y también la más sentimental de todas, acumula una persecucion tras otra en ambientes naturales con villanos funcionales al relato y con una sucesión de flashbacks que explican el origen de Laura y de otros niños con habilidades especiales, en un combate final sin tregua ambientado en la montaña.
Logan está viejo. Vamos a dejarlo claro de entrada: aunque la despedida de Wolverine ocurre en el futuro cercano, el personaje está avejentado y con sus poderes disminuidos. Esto no es Old Man Logan, como se insinuó en algún momento. Los villanos no dominan el mundo como en la famosa historia de Mark Millar, ni hubo un apocalipsis que la dejó en ruinas. En esta versión del futuro -que no necesita aclarar en qué línea temporal se encuentra, ni cómo se engancha con las otras películas por más que hay algunas referencias- los X-Men son personajes de cómic que ya casi nadie recuerda, aunque fueron reales alguna vez. Esto es porque es el año 2024 y hace décadas que simplemente dejaron de nacer nuevos mutantes, en lo que seguramente sea una referencia lejana a House of M, otro de los grandes eventos que cambiaron el universo Marvel. Con su carrera heroica abandonada hace tiempo y siendo uno de los pocos mutantes que aún sobreviven, Logan mantiene un perfil bajo viviendo con identidad falsa en la frontera con México. Padece dolor crónico causado por heridas que ya no sanan como antes y subsiste trabajando como chofer, mientras atiende la delicada salud del nonagenario Charles Xavier asistido por un tercer personaje no muy popular pero con bastante historia en el universo mutante. La que alguna vez fue la mente más poderosa del mundo sufre el ataque del Alzheimer, una enfermedad de por sí cruel con cualquier persona pero que en su caso además de debilitar su conexión con la realidad le hace perder el control de sus poderes, poniendo en riesgo a cualquiera que esté cerca. Como es de esperarse, el sueño de paz y aislamiento de Logan tiene poco futuro; una mujer llega buscando contratar al legendario Wolverine para que lleve a su hija al otro extremo del país donde podrá estar a salvo de los Reavers, un grupo de mercenarios que busca asesinarlas. Necesitado del dinero que le promete finalmente acepta la misión, pero para entonces sus perseguidores ya están demasiado cerca. Un aire fresco para el género: La sub-franquicia de Marvel que viene explotando FOX desde hace años tuvo punto altos y bajos, pero no se salió nunca de los estándares del género establecido por la editorial madre. Ni siquiera con la segunda Wolverine, donde aunque se notan algunas intenciones de una búsqueda diferente, se quedó en una película bastante poco memorable. Pero como ya dijimos el año pasado, Deadpool cambió las reglas de juego y su éxito convenció al estudio de darle la libertad creativa que James Mangold quería, para hacer una película apuntada a un público más adulto que se saliera de la fórmula estándar del género como reclamaba el personaje. El resultado es una película cruda, violenta y pesimista, con un importante contenido dramático que, aunque no puede evitar caer en algunos lugares comunes, no tiene miedo de mostrar a su protagonista como el anti héroe derrotado que es, un daño que va más allá de sus heridas físicas. Esta película posee una ventaja sobre otras en que no tiene que cargar con el peso de ser parte de un universo compartido, lo que además de no obligar a meter a la fuerza ganchos para futuras películas le deja más libertad para tomar la forma que quisieron darle. La propuesta visual es coherente con el tono de la narración y dentro de los límites de la ciencia ficción tiene una búsqueda por el realismo que alcanza a las escenas de acción, donde aunque no falta la sangre y los miembros amputados, no se regodea en esas imágenes sino que muchas veces quedan oportunamente en el límite de lo visible o durando apenas los segundos indispensables, quizás para que una toma demasiado explícita no le quite fuerza a la idea de lo que acaba de suceder. Desde el nivel interpretativo, Hugh Jackman se despide en un punto alto pero sigue siendo el mismo personaje que ya hizo bien otras veces, al punto que es muy difícil imaginarlo en la piel de otro actor. Lo que es realmente destacable es el trabajo de Patrick Stewart componiendo a un Charles vulnerable y con la impunidad de la vejez, pero con una ternura que el personaje siempre tuvo latente en primer plano. Si bien siempre se refirió a los mutantes como sus hijos, esta vez lo vemos tratar a Logan como si realmente lo fuera y es el que sostiene un poco de luz en el contexto deprimente donde se mueven. Aunque llega a ponerse un poco repetitiva y tiene sus momentos previsibles, en varios aspectos Logan está muy por encima del promedio del cine de supehéroes que recibimos en los últimos años y es la despedida que se merecía el personaje, pero por sobretodo tiene éxito en su pretensión de ser algo diferente. Logan camina por el borde del género y más de una vez deja de ser una película de superhéroes para pasarse al mundo más amplio de la ciencia ficción con influencias neo-noir, western y acción salvaje. Ya no importa mucho si quieren o pueden continuar la saga, no hace falta. Conclusión: Logan es una gran película de acción con un guión simple pero sólido que no descuida el contenido dramático. Un producto final memorable por sí mismo y por lo que seguramente significará para el futuro del género, por darle un poco de aire fresco a una fórmula que empezaba a oler a rancio.
Es la última vez que Hugh Jackman se pone en la piel de este personaje y es una despedida que le otorga al mutante una dimensión humana, un espesor dramático, una posibilidad de redención. Es la mejor película sobre Logan y sus admiradores estarán agradecidos. Corre el año 2029 ya casi no existen mutantes y Logan, casi siempre borracho, con su trabajo como chofer, sueña con acumular dinero y llevar al también enfermo Charles Xavier a una vida mejor. Todo es decadente, su cuerpo ya no se regenera y el sufrimiento puede ser insoportable. Todo se transforma con la llegada de una niña, la inquietante Dafne Keen que le pide ayuda. Un monstruoso experimento con niños para que se transformen en soldados, se salio de su cauce, lo chicos con ayuda de las enfermeras huyeron y son implacablemente perseguidos. Además la pequeña fue hecha con el ADN de Wolverine. Planteada como un western, de hecho es un homenaje al género, con mucha acción pero también con mayor carnadura para los personajes. Ese lobo herido que apesta a alcohol y muerte, más egoísta que nunca será capaz de sacrificarse por los demás. James Mangold es el director (“Johnny and June Pasión y locura”, “Inocencia interrumpida”, “El tren de las 3.10 a Yuma”) y además el coguionista con Scott Frank y Michel Green, Una película que emocionara a los fans que se familiarizaron con el personaje desde los XMen del 2000. Y además queda la puerta abierta para una saga con esos niños mutantes.
INTIMA DESPEDIDA Tuvieron que pasar tres películas para que se encontrara el tono apropiado para el personaje de Wolverine. Era cuestión de profundizar en el género al cual pertenece, de identificarlo apropiadamente con la figura del outsider, el marginal. Si X-Men orígenes: Wolverine era un film sin rumbo, condicionado por su carácter de precuela, Wolverine: inmortal empezó a darse cuenta de esta necesidad de trabajar los dilemas interiores del personaje y sus carencias afectivas. Por eso esa necesidad inicial de llevarlo a Japón, de ponerlo en contacto con una otredad para así mostrar cuán diferente es de los demás. Sin embargo, Logan consigue ser el film definitivo sobre el personaje (y a la vez su despedida) porque lo revela como un extranjero eterno, incluso en su propia tierra. Posiblemente una de las claves para explicar el éxito de Logan esté en la violencia que despliega la película. No se trata sólo de las libertades que otorga la famosa calificación R, que tantos réditos (principalmente en la taquilla) le otorgó a Deadpool. El film con Ryan Reynolds funcionaba más que nada desde la provocación y el gesto canchero, aunque había que reconocerle que en sus mejores momentos lo violento se conjugaba con lo paródico. Pero el cierre de la trilogía de Wolverine apunta hacia otro lugar: es una película que duele, y no sólo en las secuencias de acción -donde impera una brutalidad inusual para el mainstream hollywoodense actual- sino desde la misma descripción y exhibición de los cuerpos. Principalmente el de Logan, un ser repleto de cicatrices, de huellas que hablan de sucesos pasados que quedan en un piadoso off. Y si hablamos de dolor, de cicatrices, de huellas de pasados terribles, el otro componente sobre el que se apoya Logan -y que va de la mano con su violencia- es su estructura argumental y genérica: el film de James Mangold primero sitúa a Logan en un futuro cercano donde los mutantes están prácticamente extintos, cuidando como puede -y con la ayuda de otro mutante, Caliban (Stephen Merchant)- a un nonagenario Profesor X, ocultos e intentando huir de un mundo que no ha cesado de golpearlos. Claro que ese esquema está destinado a alterarse a partir de la llegada de una joven mutante, Laura (notable la debutante Dafne Keen), que, como bien dice Charles Xavier, es muy parecida a Logan, tan parecida que él no podrá -por más que quiera- eludir la responsabilidad que le cae encima. A partir de ahí, en la huida que deberán emprender los protagonistas, es que la película empezará a incorporar una mixtura de géneros, fluctuando entre el western, el drama familiar, ciertos pasos de comedia -hay momentos donde lo insólito cobra características hilarantes-, los dilemas paterno-filiales (la trama está atravesada por diversas relaciones entre padres e hijos, no necesariamente biológicos) y la certeza de la vejez, de la enfermedad, de la muerte, siempre con el esquema de la road movie como marco (ligeramente) ordenador. Si hay algo que entiende a la perfección Mangold, tanto desde el trabajo en la puesta en escena como desde el guión, es que el personaje de Wolverine es, desde su ambigüedad, un vehículo perfecto para demostrar que la supuesta pureza de los géneros es una ilusión, que la mixtura es permanente y que lo que importa realmente es construir un relato atravesado por una grisácea, cruda y hasta arenosa melancolía. En Logan no se elude lo doloroso y la pérdida, pero tampoco se lo elogia desde un lugar vacuo o celebratorio. No hay épica, tampoco incluso una reivindicación de lo heroico. Hay más bien aceptación de lo que duele y lo que se pierde, de que el universo que habitan el protagonista y los que lo rodean está marcado por la persecución, la agresión, la oscuridad y hasta lo horroroso, lo cual se ejemplifica al máximo en una espeluznante secuencia en una granja. Esa aceptación es la que permite el gesto final de Wolverine, que ni siquiera puede ser entendido totalmente como de redención, sino más bien como de cumplimiento de un deber vinculado a lo afectivo. Su última acción relevante no implicará salvar al mundo o impedir una gran conspiración, sino proteger a los suyos, brindarse en cuerpo y alma hasta el final, hasta lo que puede dar su ser. En esa estructuración minimalista (con secuencias de alto impacto muy puntuales), íntima, familiar, alejada de la canchereada pero también de la impostación grandilocuente -y por ende, totalmente a contramano de casi todo el cine de superhéroes de los últimos años-, Logan es un film casi romántico y poético, sobre un tipo que busca ser fiel a sí mismo en cuanto empieza a darse cuenta que su tiempo, por fin, se está acabando. Mangold, junto a Hugh Jackman y claro, el gran Patrick Stewart, nos demuestran que, a veces, la despedida es el mayor acto heroico.
Un western crepuscular y fantástico. El tercer film en solitario del mutante con garras metálicas de X-Men cambia la pirotecnia habitual por una dimensión humana y trágica. Logan no es tanto un superhéroe de historieta como un héroe en el sentido más clásico y homérico del término. James Mangold ya había avisado. “Si estás buscando coreografías, un desafío a la gravedad o ciudades destruyéndose, ésta no es tu película. Acá la gente se lastimará o matará cuando la desgracia caiga sobre ellas”, se leía en el margen de una de las hojas del guión de Logan, que el realizador y también coguionista compartió en sus redes sociales en octubre del año pasado. Y vaya si cumplió, porque si hay algo que atraviesa de punta a punta las poco más de dos horas del tercer film en solitario del mutante con garras metálicas de X-Men –y segundo a cargo de Mangold después de Wolverine: Inmortal (2013)– es justamente un aire de desgracia generalizado y el cambio de pirotecnia por dimensión humana. Humana y también trágica, con la cercanía de la muerte, el duelo y el padecimiento de la agonía como núcleos temáticos fundacionales. Pero, ¿no era una de superhéroes? Sí, una de superhéroes pero con nada de “súper” y todo de “héroes”, en el sentido más clásico y homérico del término. Suerte de híbrido entre las superficies polvorientas y las criaturas descastadas de Mad Max con el sentimiento de hidalguía de la Trilogía del dólar de Sergio Leone, lo más preciso sería definir a Logan como western crepuscular de tintes fantásticos. Y plenamente consciente de su linaje y también de su contexto. Que Logan construya sus múltiples capas de sentido sin descuidar la tersura del relato, que sea oscura pero no grave y que inserte con sabiduría algunas escenas volcadas al humor habla de una película hecha con inteligencia y oficio. Que también sea una que entienda que el cine, más allá de los artilugios ficcionales que puedan adosársele, refiere irremediablemente al presente, ya habla de una película no sólo cimentada sobre la inteligencia, sino también sobre el pensamiento. Es, entonces, uno de los cada vez más esporádicos tanques pensantes e inteligentes entregados por Hollywood, uno que pinta la distópica sensación de un mundo en crisis, quebrado, beligerante, egoísta, violentísimo, gris y profundamente nihilista. ¿Primera superproducción de la era Trump? Podría serlo, ya que el film prefiere posicionarse más cerca de “este” mundo que del cada vez más abstracto y fantástico que habitan la mayoría de los encapotados. Incluso podría pensarse que el uso del propio cómic como elemento fundamental dentro del relato es una declaración de esa búsqueda de distancia. El film apuesta por el despliegue sereno y progresivo de sus cartas. En los primeros minutos se ubica en la frontera entre México y unos Estados Unidos salidos de un noir tex-mex viscoso y sucio. Allí encuentra a Logan (Hugh Jackman, extraordinario) alejado del Wolverine que supo ser, devenido en chofer de limusinas y muy cerca del fin, con dolores crónicos por los efectos de sus particularidades genéticas y la certeza de ser perseguido por las mismas fuerzas gubernamentales que años atrás aniquilaron a cuanto mutante existiera. Pero en realidad no está solo, sino que al sur de Río Bravo esconde al profesor Charles Xavier (Patrick Stewart), cuya mente ha sido declarada “arma de destrucción masiva”, y al rastreador Caliban (Stephen Merchant). Hasta que el pedido del traslado de una nena a la frontera con Canadá por parte de una mujer que lo reconoce altera los planes. No es cualquier nena, sino una con capacidades sobrenaturales que Logan –el personaje, pero también la película– descubrirá cuando las ponga en práctica. Puntazo para un director que muestra los pliegues y recovecos de ese mundo futurista pero cercano mediante detalles sutiles, y define a sus personajes con acciones y no palabras. Lo que sigue es la marcha de Logan y su “encargo” hacia un lugar que no conviene adelantar. Mucho menos de dónde sale la idea de ir hacia allí. La marcha tendrá mucho de fuga hacia adelante, como la ya mencionada Mad Max, de la que también toma su vértigo, su energía y una estructura de reposo-movimiento-acción constante. Física, siempre pegada al piso y alejadísima del gigantismo, en Logan hay poco y nada de la estética cada vez más cool y bombástica de Iron Man, Thor y compañía. Tampoco de su violencia anónima y despersonalizada: aquí, como vaticinó Mangold, la destrucción es menos arquitectónica que física y espiritual. Y como tal, los cuerpos sangran, los cuchillazos lastiman y los personajes sufren por dentro y por fuera, dando como resultado un relato corpóreo, triste y con una cantidad de litros de sangre digna de una de Mel Gibson. El desenlace es tan redondo, tan preciso y emotivo, que debería servir para que los superhéroes se retiren durante un largo tiempo: la que acaba de estrenarse quizá sea la película definitiva sobre ellos.
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Adiós Logan Logan (2017) probablemente no sea la última película sobre los X-Men pero definitivamente es la despedida oficial de Hugh Jackman en el papel titular. Bautizó al mutante de garras de adamantio hace 17 años en X-Men (2000) y aquí lo interpreta por novena y última vez - un raro ejemplo de finalidad dentro de lo que es el género de superhéroes. Dirigida por James Mangold y escrita por Mangold, Scott Frank y Michael Green, Logan logra trascender su propio género y plantear a un protagonista y un conflicto central de dimensiones humanas. La historia transcurre en un EEUU post-apocalíptico en proceso de transformarse en un enorme páramo desértico a lo Mad Max. Corre el año 2029 y los mutantes están prácticamente extintos, víctimas de un gobierno fascista. Logan está viejo, enfermo y perdiendo su famosa invulnerabilidad - vemos cómo apenas sobrevive el ataque de una pandilla que intenta robarle de noche. Día a día cruza la frontera con México, donde esconde a Charles Xavier (Patrick Stewart) en unas ruinas industriales. El anciano telépata está cavilando y sus exabruptos de demencia son peligrosos, capaces de detener el tiempo y la vida misma en cualquier momento. En esto Logan queda a cargo de una joven mutante, Laura (Dafne Keen), aparentemente muda y sola en el mundo. La niña está siendo perseguida por un escuadrón de mercenarios a las órdenes de una farmacéutica - obviamente maligna - llamada Transigen. La identidad y el origen de Laura son puntos que la trama no tarda en revelar pero aquí no vienen al caso: Logan, Laura y Charles terminan emprendiendo un viaje rumbo al norte en busca de un legendario asilo llamado Edén. Llamar ‘Edén’ a cualquier forma de utopía es el colmo del simbolismo barato, y efectivamente Logan descubre que el destino de Laura - el cual puede o no que exista - ha sido inspirado en la lectura de los cómics de Marvel sobre las hazañas de los X-Men. Logan enfurece, conoce la verdadera historia detrás de esas ficciones. La película devuelve los cómics a su punto de origen: mitos inconsistentes de personajes que no existieron y proezas que no ocurrieron, pero que aún a través de sus falacias inspiran esperanza. Los villanos incluyen al líder de los mercenarios, Pierce (Boyd Holbrook), persistente y desagradable, y al Dr. Rice (Richard E. Grant) de Transigen, que aparece demasiado tarde y demasiado poco para ser muy efectivo o memorable. Pero el conflicto central no se resume en simples secuencias de acción (las cuales son de lo más encarnizadas). Ésta no es una película sobre superhéroes, sino personas viejas, cansadas, frustradas y desencantadas, humilladas por la gloria que se desvanece y torturadas por sus deficiencias. Logan queda reducido a un héroe de acción endeble y aún entonces su existencia es trágica, porque no tiene por qué pelear. Encara la misión de transportar a Laura con amargura, lo cual genera una dinámica cómica con el senil Charles, quien está encantado de jugar al abuelito e instruir a Laura. Probablemente esa es la clave de la humanidad de la película - se centra en una “familia” de tres generaciones, en la forma en que se heredan ideales y esos ideales persisten o se convierten en recriminaciones cuando un mundo cruel e injusto los pone a prueba. Donde la película pierde fuerza es en su necesidad de llamar la atención a las otras películas que quiere imitar y reflejar, como los Westerns de antaño - El desconocido (Shane, 1953) en particular. Es una referencia linda y apropiada pero que se repite ad nauseam y que este film usa libremente (incluyendo en la que debería ser la escena más íntima de la trama) con tal de ahorrarse construir una identidad propia. Esto está lejos de constituir una falla pero en su momento de gloria Logan desperdicia la oportunidad de labrar algo propio. Hay varias instancias en las que la película podría haberse pulido y mejorado con un poco más de creatividad (frases como “Todo lo que toco muere” deberían ser erradicadas de una vez por todas del manual del guionista) pero Logan no deja de ser un buen ejemplo de cómo hacer una película de superhéroes atrapante y emotiva y con un semblante de conflicto humano en una época en la que el género ha sido sobresaturado hasta el hartazgo. Todo héroe debería tener una despedida así de digna.
La tercera parte de las aventuras de Wolverine en solitario es la despedida de Hugh Jackman encarnando al personaje Logan es el final. La aventura más cruda y brutal de un personaje único. El más popular de los X-Men, tiene en esta cinta, un canto de cisne a la medida de su leyenda. No quiere decir que no haya en el futuro más películas con el personaje de las garras como protagonista. Pero está claro, que no será en este tono, ni con este intérprete. En un futuro cercano, un cansado Logan cuida de Charles Xavier en un escondite de la frontera con México. Los intentos de Wolverine por esconderse del mundo y ocultar su legado terminan súbitamente con la aparición de una niña mutante perseguida por fuerzas oscuras. Hugh Jackman compone un Logan hastiado y en decadencia. Un hombre apartado del glamour de las historias de superhéroes, que ahora se gana la vida como chofer y haciendo de niñera del Profesor X (un enorme Patrick Stewart en la piel de un Charles al borde del geriátrico). La idea de Jackman de encarnar por última vez al personaje de Marvel, quizás haya sido fundamental para la elección de la historia y el tono de la trama. Pero, sin dudas que esto ha funcionado, y le ha dado herramientas al director James Mangold para contar la trama más oscura, pesimista y adulta que jamás se ha rodado dentro del Universo X-Men. Además recupera el tono sangriento y violento del Wolverine de los cómics, algo un tanto ausente en las anteriores películas, quizás por la necesidad de llegar a un público más masivo. Jackman es puro corazón, y se pone en la piel de Logan en cuerpo y alma, logrando momentos de gran emotividad. La química entre su personaje y la niña Laura (increíble trabajo de Dafne Keen) traspasa la pantalla, y juntos son explosivos, peligrosos e irresistibles. Un guión sólido, en donde no faltan los villanos de turno, los momentos de humor negro, las sangrientas batallas cuerpo a cuerpo y los guiños a los fanáticos (atención a las secuencias en las que Logan descubre los cómics de los X-Men) hacen de esta, una película sin puntos flojos. Cierto aire de melancolía, apoyado no solo en los personajes, sino en los paisajes y los encuadres que remiten al western, terminan de redondear esta fabulosa entrega, el final de una época.
El dolor de enterrar al superhéroe. Llega este jueves el estreno de Logan, film muy esperado en especial por sus seguidores. Con esta película queda completada la trilogía de Wolverine conformada de la siguiente forma: X-Men Origins (2009) The Wolverine (2013) y Logan (2017) Logan es protagonizada por Hugh Jackman al igual que en las dos anteriores. El film está dirigido por James Mangold que también lo hizo en The Wolverine. Nos encontramos en el 2029, Logan se encuentra cansado, vive prácticamente en la clandestinidad en un paraje cercano a la frontera con México. Dedica su tiempo al alcohol y a ser chofer para juntar dinero y así tratar de cumplir el sueño de darle una mejor calidad de vida -llevarlo a un mejor lugar- a Charles Xavier (Patrick Stewart) que esta avejentado y muy enfermo. Quedan pocos mutantes en el mundo. Una mujer mexicana intentará acercarse para pedirle un gran favor y poder cumplir una promesa relacionada con el cuidado de una joven niña que tiene poderes similares a los de él. Este submundo de personajes es realmente apasionante. El verosímil está muy bien construido y aceptamos todo lo que ocurre, que puede incluir también ir del humor hasta la emoción. Una tercera entrega que invita a todos -seguidores y no seguidores- a disfrutar de un gran largometraje y permitirse entrar en ese universo creado de la mano editorial de Marvel Comics.
El moderno western del mutante En su despedida del cine -al menos en la piel de Hugh Jackman, ya que Hollywood nos tiene acostumbrados a todo tipo de reboots o reciclajes-, el personaje de Wolverine alcanza en Logan una de las mejores películas de superhéroes (y no sólo del mundillo de los X-Men) en mucho tiempo. Violenta y emotiva, seca y graciosa a la vez, la propuesta coescrita y dirigida por James Mangold transita con soltura y elegancia por múltiples géneros que exceden el marco de las historias de mutantes. Se trata de un film de acción, sí, pero también de una road movie distópica, de un drama sobre cómo envejecer (y aceptar el traspaso generacional) y de un homenaje a los cómics y, sobre todo, al western. Mangold no sólo supera con holgura a su anterior incursión en este universo con Wolverine: Inmortal, sino que ubica a Logan entre los mejores films de una carrera que incluye valiosos títulos como Inocencia interrumpida, Cop Land, Johnny & June-Pasión y locura o Encuentro explosivo. Pero si hay un antecedente suyo para tener en cuenta a la hora de analizar su nuevo trabajo es la excelente remake de El tren de las 3:10 a Yuma. Es que Logan es, en varios sentidos, un western moderno que hasta se permite "dialogar" en varios momentos con Shane, el desconocido, aquel extraordinario clásico de George Stevens con Alan Ladd, Jean Arthur, Van Heflin y Jack Palance. Ambientada en la zona fronteriza entre México y Estados Unidos en 2029, la película presenta a los mutantes al borde de la extinción. Logan / Wolverine se gana la vida manejando una limusina, aunque su actividad predilecta parece ser beber alcohol, mientras que el ya nonagenario profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) y el albino Caliban (Stephen Merchant) permanecen escondidos y en precarias condiciones de salud en un establecimiento abandonado. La situación cambia por completo cuando aparece en escena una niña de 11 años llamada Laura (Dafne Keen), que pronto demostrará todo su poderío, y dos villanos que la persiguen como el cyborg Donald Pierce (Boyd Holbrook) y el doctor Zander Rice (Richard E. Grant), obsesionado con controlar a los pocos mutantes sobrevivientes. Por momentos Logan remite a sagas como las de Terminator y Mad Max o a otros films como Niños del hombre, y más allá de su extensión algo desmedida y a cierta tendencia a la acumulación y la deriva, se trata de una película de una potencia y una tensión poco frecuentes en este subgénero tan transitado en los últimos años. Si a eso le sumamos uno de los finales más emotivos del cine de superhéroes que se recuerden, estamos ante un adiós a la medida de ese personaje icónico llamado Wolverine.
Adiós a un mutante, con mensaje político Hugh Jackman interpreta por última vez al protagonista, en un filme repleto de violencia. Los tiempos cambiaron para todos en los Estados Unidos, incluso para los superhéroes de Marvel. Pocos sobrevivieron en el futuro cercano que plantea Logan, tercera y última aventura en solitario de Hugh Jackman como Wolverine, tras X-Men Orígenes y Wolverine: Inmortal, y la décima aparición en pantalla del mutante más importante de los X-Men. La cercanía de la muerte sitúa al filme en un terreno oscuro y desesperanzador: Wolverine es aquí un veterano borrachín con problemas a la hora de mostrar las garras o autocurarse. Y él está mucho mejor que el Profesor X, que sufre una enfermedad cerebral degenerativa y pasa sus días -al cuidado del patilludo- aislado en la frontera de México. La saga X-Men siempre ahondó en metáforas políticas y aquellos derechos civiles de la comunidad gay referidos en las primeras películas hoy le hacen lugar a los inmigrantes ilegales, tema ineludible para Hollywood en tiempos del muro de Trump. Las referencias a Terminator 2, Mad Max o Niños del hombre le quedan servidas al tono apocalíptico apelado por James Magnold. El director le escapa al pesimismo de su protagonista recurriendo al viejo truco de ponerlo a cuidar a una nenita que, ¡oh, casualidad!, tiene sus mismos poderes y escapa del gobierno que pretende usarla como arma. Ella conseguirá que el más salvaje y primitivo de los mutantes reflote algunos valores de la vida ahogados en la desesperanza. El cineasta insinuaba que iba a centrarse en ese costado más humano de su protagonista ya desde el título. El problema de Logan está en las dos horas y pico de duración, que transmiten un ritmo cansino como la marcha de su ya veterano protagonista. Y encima Magnold tiene el tic de repetir los guiños al cómic y al western, como para fijar conceptos hasta en este Charles Xavier con demencia senil. Las tradicionales patillas de Wolverine se despidieron de la pantalla en una película adulta llena de tristeza, pero el desconsuelo se compensa con cierto optimismo por una nueva generación con garras retráctiles.
El último gran héroe Resulta inevitable una mirada hacia atrás (más precisamente, diecisiete años hacia atrás), cuando Hugh Jackman le daba vida por primera vez a uno de los mutantes más sobresalientes de la saga X-Men: Wolverine, aquel personaje quien por construcción e importancia se hizo merecedor de una trilogía propia, iniciando con X-Men Orígenes: Wolverine (X-Men Origins: Wolverine, 2009), siguiendo con Wolverine: Inmortal (The Wolverine, 2013), para encontrar su final, sublime y apocalíptico, en Logan: Wolverine (Logan, 2017). Sin duda, esta última parte ha despertado un gran fanatismo en los seguidores del mundo Marvel, y en esta despedida de la pantalla, cabe decirse, se ha logrado aquello que todos esperaban hace tiempo: una road movie con tintes de western, donde el camino del héroe hacia su esperada redención resulta impecable. Situada en un mundo donde ya no quedan mutantes, nuestro héroe se dedica a conducir una limusina de lujo, mientras cuida de Charles Xavier, aquel fantástico mutante dotado de uno de los cerebros más privilegiados, quien actualmente padece una enfermedad senil, lo que puede convertirlo en una gran amenaza para toda la humanidad. Razón por la cual, es atendido y escondido por Logan y Caliban, otro mutante que no ha tenido opción más que pasarse del lado de los buenos, básicamente porque ya no queda otro bando del cual ser parte. Para dar rienda al conflicto, entra en acción el personaje de Laura (X-23), interpretado a la perfección por la joven actriz Dafne Keen. La niña es perseguida por un grupo de mercenarios cyborgs que quieren hacerse de ella y otros niños mutantes productos de experimentos científicos. En el encuentro entre Laura, Logan y Xavier, comienza la película que todo el mundo estaba esperando. Durante la huída ante el intento de protegerla es donde la acción se vuelve magnética, violenta, precisa y contundente. Un abatido Logan dará lo mejor de sí, en paralelo al actor que lo interpreta, Hugh Jackman. Él es Wolverine: se mete en su piel, en su corte de pelo, en sus heridas que curan solas y en la lucha interna entre un hombre que quiso ser mejor de lo fue y que vivió atormentado por culpas y fantasmas. El director James Mangold logra escenas de lucha y batallas extraordinarias, plagadas de sangre y de una violencia que un personaje como Logan merecía. Una mezcla de la rudeza de Rambo combinada con la inocencia de Peter Pan. Logan lleva a los niños mutantes, a través del bosque, hacia aquel mundo del nunca jamás. Si bien sus garras son su arma letal y no una debilidad, a diferencia del Capitán Garfio, en esta historia y a través de este personaje pueden contarse muchas más historias. Logan podría por momentos ser Drácula, quien vive su inmortalidad como un castigo; podría ser Jekyll y Hyde, preso de esa fuerza benigna y maligna dentro de él (en el film, de hecho, esto queda ilustrado de manera explícita); podría incluso ser un cowboy abatido y cansado de luchar (no es casual que en una escena Charles y Laura miren la película Shane, el Desconocido). Podría ser todo eso y mucho más, pero por lo pronto es uno de los mejores superhéroes que el mundo del comic ha regalado, y esta última entrega cinematográfica le hace todos los honores que merecía.
Wolverine tuvo la suerte que muchos personajes populares del cómic no encontraron en el cine. Al recordar el bochornoso final del Superman de Christopher Reeve o el Spiderman de Sam Raimi, los fans de Logan deberían estar agradecidos con Hugh Jackman y el director James Mangold. El mutante más popular de Marvel logró despedirse por la puerta grande con una producción que me parece quedará en el recuerdo entre las mejores obras del género. Mangold y Jackman finalmente le encontraron la vuelta al personaje y en su última aparición en el cine trasladaron a la perfección toda la brutalidad intensa de Wolverine que siempre fue atenuada en la saga de los X-Men. En Logan el director se alejó por completo de la pirotecnia épIca del último film de Bryan Singer para desarrollar una historia más intimista que encuentra sus raíces en el western. De hecho, si a esta película le quitás los elementos fantásticos relacionados con los mutantes lo que queda es un clásico western de Elmore Leonard, quien era un experto en narrar historias de cowboys con suspenso. Mangold ya lo demostró en su excelente remake de El tren de la 3:10 a Yuma, donde capturó a la perfección la tensión del cuento de Leonard. En la película de Wolverine retoma esa fusión que había trabajado entre el western y el thriller e inclusive establece una nostálgico paralelismo entre el mutante de Marvel y Shane, el clásico cowboy que interpretó Alan Ladd en 1953. Algo que particularmente me impactó de esta película es la violencia gráfica y el sadismo que tienen las secuencias de acción. Wolverine acá se desenvuelve como el anti-héroe clásico de los cómics y el uso que hace de sus garras brinda escenas intensas. Llama la atención que el director Mangold pudiera presentar este corte en los cines, teniendo en cuenta que retrata a menores de edad en situaciones de violencia extrema. Creo que desde el film de terror inglés, The Children (2008), no se veía a niños masacrando adultos como ocurre en este film. Más allá que le otorgaran la calificación R en Estados Unidos, que limita el acceso del publico a los cines, Logan tiene escenas fuertes que no son comunes de ver en las producciones de Marvel para la pantalla grande. Las intervenciones de Laura Kinney, la mini Wolverine X-23, en las secuencias de acción no tiene precedentes en la franquicia de X-Men y es uno de los elementos que más impacto generan en este film. Un rol que estuvo a cargo de Dafne Keen, tremendo hallazgo del director Mangold, quien debutó con esta labor en el cine. La madurez de esta chica en su interpretación por momentos trae al recuerdo los primeros trabajos de Jodie Foster que sorprendían por la misma cuestión. La actriz de 11 años tiene muy pocos diálogos en la trama pero el modo en que se comunica con sus expresiones faciales es extraordinario. Se cae de maduro que el personaje merece tener una película aparte y los estudios Fox seguramente no desaprovechará esa oportunidad. Dentro del reparto la química de Dafne Keen con Jackman y Patrick Stewart (que también tiene momentos memorables) es excelente y le dio otra dimensión a los momentos dramáticos que viven los tres personajes. Si hubiera que objetarle algo a Logan es que la narración de Mangold se estanca un poco en la mitad del film, cuando la historia se convierte en una road movie. Sin embargo, después el conflicto retoma la intensidad que tenía al comienzo y no defrauda para nada en su conclusión. Un detalle que no altera en absoluto la experiencia general que ofrece esta producción. La película final de Wolverine es excelente y ya tiene su lugar asegurado entre las mejores adaptaciones de cómics en el cine.
Vídeo Review
De una manera violenta y emotiva le decimos adiós a Wolverine en la pantalla grande. El tercer y último film de este personaje en solitario, marca la despedida del australiano Hugh Jackman como el mutante que saca sus garras de adamantium y que ha interpretado durante 17 años (9 películas en total). La producción dirigida por James Mangold (“Johnny y June: Pasión y Locura”), responsable de la anterior entrega,”Wolverine: Inmortal” (The Wolverine, 2013) está basada en la serie de ocho comics titulada “Old Man Logan” (El Viejo Logan), que se desarrolla en un futuro en el que el protagonista está más viejo, cansado física y psicológicamente, lleno de cicatrices y con sus poderes regenerativos desvanecidos casi por completo. La historia, que casi nada tiene que ver con la creación de Mark Millar y Steve McNiven por un tema de derechos de los otros personajes del Universo Cinematográfico de Marvel, toma lugar en 2029 y los mutantes ya no existen… o están a punto de extinguirse. Un solitario y desesperanzado Logan pasa sus días tratando de pasar desapercibido, bebiendo alcohol y ganando unos cuantos dólares como chofer de una limusina de alquiler. Sus compañeros de exilio son el marginado Caliban (Stephen Merchant) y un muy enfermo Charles Xavier (Patrick Stewart), quien sufre de Alzheimer y está postrado en una cama. Ellos tres viven en un escondite que se encuentra en una zona remota de Nuevo México. Es el propio Profesor X quien le pide a Logan que ayude a una niña extraordinaria hasta lograr ponerla a salvo. Esa jovencita es la salvaje Laura Kinney (estupendo trabajo de Dafne Keen, hija del actor Will Keen), más conocida como X-23, quien tiene las mismas habilidades que Logan. Recordemos que una pista del clon femenino de Wolverine fue presentada en la escena post créditos de “X-Men: Apocalipsis” (X-Men: Apocalypse, 2016). En esta misión de vida o muerte, el trío se enfrenta a dos villanos: el asesino cibernético Donald Pierce (Boyd Holbrook) y su aterrador ejército de androides -llamados Reavers- y el genetista Zander Rice (Richard E. Grant), sobre quienes no voy a revelar los motivos por los cuales quieren cazar a la niña. Recordemos que la película tiene una calificación para adultos, lo cual permite que esta entrega sea muchísimo más sangrienta que las anteriores. Con elementos de road movie y western moderno, “Logan” desarrolla una historia original creada por el propio Mangold y David James Kelly para contar -por un lado- los orígenes de X-23, y para cerrar y consumar -por el otro- el crudo destino de este hombre sufrido desde un aspecto más humano, lo cual hará que algunos espectadores se emocionen.
Ya han pasado más de 15 años en donde vimos a Hugh Jackman por primera vez como Wolverine, en total fueron 9 películas en donde el interpreto a este mutante basado en los comics de Marvel, pasaron muchas cosas durante esos años, lidió con la indiferencia del ser humano no mutante, se topó con las personas que experimentaron con él e incluso viajó al pasado. También tuvo sus propias películas en donde él era la estrella absoluta, ahí es donde por desgracia nunca se supo aprovechar al personaje, pero por suerte uno siempre se puede redimir y este es el momento, todo lo bueno concluye y aquí eso queda demostrado. Es el año 2029 y los mutantes están casi extintos, Logan se encuentra perdido en el vicio de la bebida, ya las heridas no sanan como en las viejas épocas y su cuerpo es testigo de todo eso. Él trabaja como chófer y todo el dinero que obtiene sirve para comprarle los medicamentos a un enfermo Profesor X que sufre terribles recaídas debido a su enfermedad. Justo en ese momento aparece una misteriosa mujer que acude a Logan para encomendarle que que transporte a una niña hacia la frontera de Estados Unidos con Canadá, Él con poca voluntad accede, pero en su trayecto debe lidiar con una organización que intenta capturar a la niña, Logan una vez más saca las garras con tal de protegerla. Hugh Jackman se despide de un personaje que lo acompañó durante más de una década en su vida y lo hace de manera tan brillante como digna, las escenas de sangre están a la orden del día, por su parte Patrick Stewart una vez más en su rol del Profesor X ofrece una actuación memorable al igual que su colega en la cinta. La gran sorpresa es Laura/X-23, la niña a la que Logan debe trasladar hacia la frontera, ella puede parecer callada y tímida, pero a la hora de dar batalla es letal como pocas. El año pasado, gracias a "Deadpool" que marcó la diferencia en películas de su genero haciéndola más para un público adulto, esta vez Fox decidió hacer lo mismo con Logan y le dieron más libertad a James Mangold para que pudiera realizar una cinta con contenido más explícito. Otro punto a favor es la música y la fotografía, Marco Beltrami logra componer unas notas musicales muy acordes a cada escena, transmitiendo momentos de soledad y tristeza, cosa parecida pasa con la fotografía, en donde abundan los planos muy similares a los de un Spaghetti Western. En definitiva, "Logan" es el gran cierre de Hugh Jackman como Wolverine, una cinta que ofrece de todo y que dejara satisfecho al espectador, esta película está destinada a ser una obra maestra dentro de su género. La pelicula no contiene escena postcredito.
El personaje principal es un hombre duro y aparentemente invencible, ágil a la hora de usar sus armas, que deambula solitario por zonas desérticas. Toma alcohol y su físico se vence en consecuencia de la edad. Cuando la muerte lo acecha, llega a su vida una persona que cambia todos sus planes. Esta descripción no es la del Clint Eastwood de Gran Torino, tampoco la del de Unforgiven; corresponde a Logan, el superhéroe icónico de los X-Men de Marvel. El director James Mangold sabe que la trilogía Wolverine se termina y, afortunadamente, se aprovecha de ello.
Western futurista, y con mutantes LA (QUIZÁ) ÚLTIMA PARTE DE LOS X MEN SUPERA EN CALIDAD A LA SECUELA ANTERIOR DE LA SERIE FANTÁSTICA - El personaje de Wolverine, interpretado una vez más por Hugh Jackman, encuentra una posible hija en este nuevo capítulo de la serie, y no faltan los habituales climas opresivos y los efectos especiales que caracterizaron a las partes precedentes. Lo bueno de la saga de los "X Men" y sus derivaciones es que permiten ubicar la acción en cualquier tiempo y circunstancia. Y al director y coguionista James Mangold, el de "Copland" y la remake de "El tren de las 3 y 10 a Yuma", le va el western, por lo que esta (supuesta) última parte de la trilogía del mutante de garras afiladas Wolverine es un intenso western futurista, que funciona como una especie de "Pistoleros del atardecer". Estamos en 2029 y el personaje que hizo famoso a Hugh Jackman sabe que el final se avecina, lo que no le impide cuidar de todo tipo de peligros, incluyendo por supuesto villanos malísimos, al venerable ex lider de los X Men, es decir Patrick Stewart, ahora convertido en un anciano cuyos poderes paranormales no funcionan tan bien como en aquellos gloriosos viejos tiempos. Del mismo modo, la capacidad de Wolverine de poder curarse a sí mismo está en baja, lo que determina claramente que el fin de los mutantes se acerca de forma inexorable. Pero en medio de esta triste existencia, huyendo por la frontera mexicana, aparece una esperanza en la forma de una niña terrible, que no sólo se comporta mal, sino que también tiene el mismo tipo de garras afiladas de Wolverine, por lo que obviamente podría ser su hija. Llevar a esta nena de la frontera con México a la frontera canadiense se convierte en una misión tan imposible como lograr que la que tal vez sea la última mutante pueda interactuar con sus mayores. El director logra un trabajo mejor que cuando se acercó a los mutantes en la anterior película, "Wolverine Inmortal" (2013), combinando climas opresivos y desoladores con temibles explosiones de violencia propias del género que homenajea, sin abusar de los momentos sensibles derivados de la reunión de estas tres generaciones diferentes de X Men, que la más chica conoce solamente por las historietas de Marvel, toque autorreferencial que permite diálogos interesantes. Por más que en este tipo de saga todo es posible, Hugh Jackman juega su composición del personaje como si fuera realmente su última vez, por lo que ningún fan de esta saga debería perderse esta película.
“Logan”: un final digno para Wolverine Es el 2029. Ya no existen mutantes, o al menos están a punto de extinguirse, ya que en los últimos años no se ha registrado ningún nacimiento de algún bebé con el gen diferencial. Un solitario y desesperanzado Logan (Hugh Jackman) está viendo pasar sus días bajo los influjos del alcohol en un escondite que se encuentra en un tramo remoto de la frontera mexicana, ganando unos cuantos dólares como chofer por encargo. Su objetivo, o lo que intenta hacer, es juntar la cantidad necesaria de dinero para comprar un bote y escapar de ese horrendo lugar en el que se encuentra junto a sus compañeros de exilio: el marginado Caliban (Stephen Merchant) y un enfermizo Charles Xavier (Patrick Stewart), cuya singular mente está deteriorara y se ve plagada con convulsiones cada vez peores que pueden hacer que destruya todo lo que está a su alrededor. Pero los intentos de Logan por esconderse del mundo y ocultar su legado se ven interrumpidos de manera abrupta cuando una mujer misteriosa aparece con una petición urgente: que Logan guíe a una niña extraordinaria hasta su seguridad. Primero se resiste, pero cuando le ofrecen una gran cantidad de dinero con el que podría alcanzar su ansiado objetivo, acepta. Claro que ahora deberá lidiar contra fuerzas siniestras y un villano de su propio pasado en lo que se vuelve una misión de vida o muerte; una que pondrá a este guerrero deteriorado por el tiempo en un camino que lo llevará a consumar su destino. No es ninguna novedad que el actor Hugh Jackman declaró que esta es la última vez que personifica a Wolverine, personaje que lo llevó rápidamente a la fama mundial cuando lo interpretó por primera vez en el 2000. Nueve veces –cameos incluidos– Jackman se calzó las garras, pero declaró que su edad y el cáncer de piel que padece eran razones suficientes para abandonarlo. Y, por más que nos saque un lagrimón a todos, se despide de la mejor manera con una película épica en todo sentido. Por un lado repite con el director James Mangold tras !Wolverine: Inmortal” (The Wolverine, 2013), y en este caso el realizador logra meternos en una atmósfera cruda, salvaje, opresiva, contrarrestada con los pocos momentos de “tranquilidad” y “humanidad” que hay en el filme. La dirección es impecable; tiene en algunas escenas unos planos deliciosos, hay momentos de acción que te dejan con la boca abierta y, lo más importante, le hace justicia al personaje a lo largo de todo el filme. Para aquellos que son muy comiqueros, la historia toma cosas de “Old Man Logan”, “Mutant Massacre” y “X-23”. El gran acierto de la narración es que nunca se nos explica porqué Logan está viejo, o le cuesta sanar de sus heridas o porqué el Profesor X está en un estado deplorable y empastillado todo el tiempo. Se nos sugiere que algo malo ocurrió en lo que muchos mutantes murieron pero nada más (¿tal vez hay planes de una precuela?). El tema es: vemos superhéroes otrora magnánimos en la decadencia total y eso pega fuerte en el fanático y en el espectador. Por otra parte, Laura (Dafne Keen), la nena que se ve en los avances y a la cual debe proteger Logan, conocida como X-23, su clon; es un personaje maravilloso que va a asombrar a más de uno. Logan nunca deja de ser Logan, ese ser hosco, malhumorado, que no sonríe y que está en estado salvaje permanente, pero que alberga un corazón y una nobleza enormes. Este largometraje no es apto para chicos –hay mucha sangre y violencia–, y para todos los que vimos crecer al personaje en la pantalla es una más que digna película que sirve para despedirlo. No te decimos hasta siempre, Wolverine, sino hasta luego. Ojalá volvamos a encontrarnos.
La franquicia de los X-Men sufrió altos y bajos a lo largo de sus ocho películas y, justamente, las aventuras en solitario de Wolverine no son las que más se destacan. El mutante de las garras de adamantium tuvo que sobrellevar un par de bodrios antes de que James Mangold, director de “Wolverine Inmortal” (The Wolverine, 2013), lograra convencer a los ejecutivos de Fox que la mejor opción para este superhéroe era el camino de la violencia extrema y las historias oscuras no aptas para todo público. Mangold optó por un relato más maduro arraigado en los elementos más característicos del western, género que el realizador conoce bastante bien gracias a la remake de “El Tren de las 3:10 a Yuma” (3:10 to Yuma, 2007). Estamos en el año 2029 y ya no quedan muchos mutantes sobre la faz de la Tierra. Logan se dedica a un trabajo tan mundano como el de conducir una limosina y, al final del día, cruza la frontera mexicana de regreso a casa para ahogar sus penas en alcohol y cuidar de un deteriorado Charles Xavier (Patrick Stewart), al que todos dan por muerto, con la ayuda de Caliban (Stephen Merchant), mutante capaz de rastrear a otros de su especie que no puede exponerse a la luz del sol. Los X-Men son una leyenda del pasado y, por lo que sabemos, muchos de ellos murieron en un incidente provocado por los poderes fuera de control del profesor. Logan (Hugh Jackman) dejó su instinto superheroico tirado en un cajón y sólo busca pasar desapercibido, mientras afronta el deterioro de su cuerpo, que ya no se regenera como antes. En este desolado panorama, Wolverine es el cowboy borrachín que trata de evitar los conflictos, pero los problemas lo encuentran a él de la mano de Gabriela y su pequeña hija Laura (Dafne Keen), quien buscan sus servicios para huir rumbo a Dakota del Norte, a un lugar llamado “Eden”. Como la paga es generosa, Logan acepta el trabajo, pero Gabriela es asesinada y ahora la pequeña es el blanco principal de Donald Pierce (Boyd Holbrook) y los Reavers, matones al servicio del doctor Rice (Richard E. Grant), quien se especializa en “crear” nuevos mutantes. A Logan no le queda más opción que huir de la seguridad de su guarida, llevándose con él al Xavier y a esta pequeña de pocas palabras que esconde unos cuantos secretos. Así, “Logan” (2017) se convierte en un western hecho y derecho (con algún toquecito de road movie), donde nuestro protagonista buscará un poco de redención ayudando equilibrar la balanza. La película de Mangold es sucia, híper violenta y no se contiene ante nada. El humor es justo y escueto, como ya nos tiene bastante acostumbrados este mutante medio parco, y no necesita de efectos y artificios para enamorarnos con su estética visual. Jackman se luce tratando de encontrar una nueva beta sobreprotectora, aunque enseguida nos remite a su relación con Rogue (Anna Paquin), en la primera película. El director y los guionistas echan mano de algunas referencias y guiños simpáticos, pero no se detienen demasiado en el pasado, ni en explicar las conexiones con el resto de la franquicia. Esto podría llegar a molestar, pero “Logan” funciona demasiado bien como un capítulo aparte y como cierre de un ciclo que, de ahora en más, puede ramificarse para cualquier lado. Uno de los grandes aciertos de la película son sus villanos (potentes y mesurados), y acá no hablamos solamente de personajes. Logan y Xavier luchan contra la propia naturaleza y los problemas que pueden traer aparejados los años, así como sus propios fantasmas y culpas acumuladas. Stewart está mejor que nunca y la joven Keen es todo un hallazgo en este relato que va desplegándose capítulo a capítulo, sin complicar su narración, como si se tratara de las páginas de un cómic. “Logan” se encuentra en la vereda de enfrente de “Deadpool” (2016). Acá no hay chistes fuera de lugar, ni miraditas a cámara y la violencia (descontrolada) justifica cada gota de sangre y miembro derramado. Wolverine siempre fue ese animal un tanto descontrolado imposible domar. Mangold finalmente lo logra, le da un propósito, y la mejor entrega cinematográfica dentro de su trilogía y de casi todo el espectro comiquero.
Es una propuesta visualmente muy sólida y coherente, en la que vemos la relación doble entre padre e hijos porque por una lado se encuentran Charles (Patrick Stewart,” Star Trek: La nueva generación”) y Logan (Hugh Jackman) y por el otro una niña mexicana Laura (Dafne Keen, muy buena actuación) y Logan. Contiene varios mensajes relacionados con la familia, que emocionan, así como los valores y momentos nobles. Están presentes las peleas internas del protagonista con su pasado, tiene toques de amor, varias situaciones de humor, conflictos con los distintos personajes bien construidos y una cámara lenta que le va dando mucha tensión, además de poseer una buena paleta de colores y estupenda banda sonora. Tenemos varios villanos: Pierce Boyd Holbrook), Dr. Rice (Richard E. Grant), entre otros, persecuciones, peleas y cacerías. Dicen que es la última de la saga pero aquí aparece una nueva generación de mutantes. Esta es la mejor despedida de un héroe, casi en el mismo lugar donde comenzó este ser solitario. Tiene un toque muy especial al final donde no hay una cruz sino una X (todo un símbolo).
La tercera es la vencida Tras nueve películas, Hugh Jackman se despide del personaje que lo lanzó a la fama, y lo hace por la puerta grande, con un festival de violencia "bien organizado" Nada menos que tres películas le llevó a Hugh Jackman encontrar el punto exacto para interpretar a Wolverine, uno de los personajes más famosos de Marvel Comics, como él quería. Y ahora resulta que este tercer acto es el último. El mutante de las garras (y el esqueleto) de adamantium apareció primero en la trilogía inicial de X-Men (2000-2006) y la respuesta del público fue tan positiva hacia la interpretación del casi desconocido Jackman , tipo afable si los hay en el mundillo hollywoodense, que éste decidió invertir sus ahorros y emprender una carrera “solista” en el cine, que comenzó en 2009 y termina ahora, en 2017, con otra genial trilogía de X-Men en el medio. Son, pues, nueve (¡9!) películas en las que el australiano le sacó el jugo al personaje (a veces incluso con un simple cameo) siempre limitado por el mayor temor de cualquier productor de Hollywood: que su película supere la calificación de “para mayores de 13”. Pero en el medio, Jackman tuvo la suerte de que se estrenara Deadpool, otra de las criaturas de Marvel con Ryan Reynolds en el doble papel de protagonista y productor y de que muchos mayores de 16 años fueran a verla. De esta manera, 20th Century Fox se dio cuenta de que hay público adolescente y adulto ávido de películas de superhéroes con toques subidos de tono. Se podría decir que 800 millones de billetes verdes le dieron la razón a Reynolds, y por eso Jackman decidió “madurar” a Wolverine. De esta manera, la versión que llega este jueves a los cines de la Argentina no sólo muestra al mutante notablemente más viejo sino que le da una hija. La historia transcurre en el año 2029, en un futuro apocalíptico para los mutantes, en el que la raza se encuentra casi extinta. Logan (Jackman) cuida de un profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) nonagenario que, a raíz de una enfermedad degenerativa, ha perdido el control de sus poderes. Para evitarle el sufrimiento, y que éste ocasione un catástrofe, Logan trabaja como conductor de limosinas con el fin de pagar las drogas ilegales que lo mantienen “calmado” y para ahorrar el dinero necesario para comprarse un barco con el cual alejarse de un mundo demasiado hostil. Pero en sus vidas se cruza una niña que muy pronto revela tener poderes (y garras) muy similares a los de Wolverine y entabla una relación telepática con Xavier. Pero la jovencita no llega sola y por eso los (ex) X-Men deberán ayudarla a cruzar los EE.UU. para llevarla a un lugar seguro en la frontera con Canadá. Este es el argumento de este nuevo film de James Mangold, que ya se hizo cargo del personaje hace cuatro años con Wolverine Inmortal (The Wolverine) y que adapta muy parcialmente una de las historias más celebradas de los últimos tiempos: Old Man Logan (el viejo Logan). No obstante, a raíz de un problema de derechos (en Fox no pueden contar con todos los personajes de Marvel que aparecen en la historieta), los guionistas han debido conformarse con algunos de los personajes de la galería de X-Men y por eso han transformado la historia hasta convertirla en una suerte de Little Miss Sunshine ultraviolenta. El resultado, lejos de lo que podría esperarse, resulta ser muy bueno ya que la aventura se convierte en una road movie en la que todo (y eso significa TODO) puede pasar en cada parada de la ruta. La violencia desplegada en el film supera todo lo visto hasta el momento sobre el personaje (salvo en sus comics para adolescente y adultos, claro está) y lo ubica en una dimensión más cercana a la realidad que a la de las viñetas. Charcos de sangre y miembros varios vuelan por la pantalla al ritmo de las garras del mutante y compiten en momentos con el nivel sanguinoliento de la recordada Kill Bill, por ejemplificarlo de alguna manera. La puesta en escena es impecable y le hace justicia a un cineasta como Mangold, que había sido muy criticado en la versión anterior, pero que acá se repone de la manera en la que se esperaba de él. La actuación de Jackman es superior a todo lo visto hasta ahora: su personaje está acabado y lo sabe; y por eso el personaje arrastra su cuerpo durante toda la película de una manera por demás creíble, como ya lo hizo en Los Miserables pero sin cantar. Sin embargo, la sensación que predomina es la de melancolía por verlo encarar esta última aventura y por eso es casi imposible quitar la vista de la pantalla aún en algunas escenas en las que el ritmo del film decae y la trama se estira innecesariamente. Patrick Stewart, vuelve a acompañar a su amigo Jackman como en las dos anteriores ocasiones, y le “hace la gamba” componiendo a un profesor Xavier en el crepúsculo de su vida, con el que mantiene picantes y sarcásticos diálogos que hacen referencia a lo vivido en todos estos años de aventuras y a otras inéditas que, se supone, llegarán al cine en algún otro momento con otro actor encarnando a ambos personajes. La revelación viene de la mano de Dafne Keen, la niña que compone a la habilidosa X-23 y que busca humanizar al personaje con el que protagoniza momentos de gran intensidad emocional, y paralelamente que demuestra una inusitada habilidad para desplegar la violencia de manera más cruda que su “progenitor”. Sobra decir que todo lo referente a los efectos especiales es un campo en el que no hay mucho que decir salvo que continúan mejorando con cada entrega. Logan es mucho más que el cierre de la historia de este personaje, es como un partido de despedida para un actor que ha logrado no sólo entrar con este personaje en el corazón del público a lo largo de 17 años sino erigirse como el pilar del grupo y homenajear al mismo tiempo a este superhéroe con tantos fanáticos alrededor del mundo.
Pocos actores tuvieron, en la historia del cine, un vínculo tan fuerte como Hugh Jackman con su Wolverine, el más icónico representante del universo de los X-Men. Tras 17 años, son nueve las ocasiones -entre películas en solitario, cameos y películas de equipo- que el Wolverine de Jackman ha desenfundado sus garras de Adamantium en la pantalla grande. Con Logan ha llegado el momento de la despedida para Hugh Jackman, un adiós con la impronta melancólica de un western crepuscular, una instancia inspirada por el gran género americano donde el protagonismo pesa sobre personajes cansados y apesadumbrados pero decididos a un propósito. Es el año 2029, un futuro no muy lejano pero sin esperanza para el Homo-Superior. Ya no acontecen nacimientos con portadores del gen mutante, alguna vez descrito por el célebre Charles Xavier como el siguiente paso en la evolución humana. Logan sobrevive e intenta adaptarse trabajando como conductor de limusinas en un mundo donde casi no existen los mutantes: sólo quedan registros de hazañas pasadas en las páginas de comics “inspirados” por los X-MEN. Logan carga con el tormento de recuerdos concernientes al desaparecido grupo de mutantes, del cual sólo queda su mentor el profesor Charles Xavier (Patrick Stewart), ahora una sombra senil de aquel visionario e idealista que bregaba por la coexistencia pacífica de humanos y mutantes. Juntos, amparados por el olvido, viven en una vieja fábrica abandonada. El destino de los abatidos Logan y Xavier parece juzgado en Nuevo Mexico, hasta que una enfermera (Elizabeth Rodríguez), les implora llevar a la pequeña Laura/X-23 (Daphne Keen), acaso la última esperanza de raza mutante, hasta un lugar seguro en la frontera de Canadá. Perseguidos por un grupo de mercenarios que responden a una gran corporación, el trío más inusual se dará a la fuga a través de Estados Unidos, de sur a norte en un intento por escapar de implacables enemigos dispuestos a derramar sangre inocente, pretendiendo volver a mantener a Laura /X-23 en cautiverio. Logan siempre ha sido un personaje atormentado, ya sea por la discriminación y persecución que pesa sobre la raza mutante, o por los cruentos experimentos padecidos cual conejillo de indias que lo transformaron en un arma perfecta. Pero, sin duda alguna el mayor tormento del implacable guerrero alguna vez conocido como Wolverine es su naturaleza salvaje, un instinto que lo ha empujado a reaccionar ante el dolor manifestando un tendal de violencia como respuesta, seguido del exilio voluntario y el alejamiento de cualquier forma de afecto. La impronta dramática de tan noble personaje tiene como piedra filosofal la tragedia y el continuo sufrimiento de un lobo solitario, cuya mayor cicatriz reside imperceptible en su interior, dejando en carne viva su lado más humano en contraposición a sus extraordinarios dones que –hasta el momento- lo tornaron virtualmente invulnerable. Aportando nuevos e inusitados matices de profundidad emocional, Hugh Jackman nunca estuvo tan extraordinario en su iracundo personaje como en esta ocasión. Logan es un ser taciturno acosado por el pasado, un hombre al que no dejan otra opción que volver a sacar sus garras y dar rienda suelta a un brutal instinto asesino en pos de proteger a su improvisada manada. Aquí, la violencia no es un espectáculo para ser disfrutado, la violencia presente en Logan irrumpe en escena de manera rustica e incómoda, resultando grave e imprevisible, en contra de toda espectacularidad. La saga de comics “Old Man Logan” de Mark Millar, autor responsable de eventos memorables en Marvel Comics como CIVIL WAR, consta como precedente del derrotero de un hastiado antihéroe en pantalla. En sus páginas se presenta un desolador futuro en el que un Logan maduro procura venganza para su familia, emprendiendo una travesía a lo largo de una Norteamérica dominada por los villanos del universo Marvel. Pero lo concreto es que la película Logan encuentra su mayor influencia en distópicos futuros afines a los universos cinematográficos de “Mad Max” (George Miller), “The Road” (John Hillcoat,) y “Niños del hombre” (Alfonso Cuarón). La película de James Mangold condensa una esencia volátil, dando cuenta de un contexto en tensión, salvaje y peligroso, sorteando las rutas de los Estados Unidos con la premura de fugitivos al encuentro de una esperanza –lejana- a modo de salvoconducto, más allá de la frontera de Canadá. Los antagonistas de turno son un comando de Cyborgs liderados por Donald Pierce, interpretado por Boyd Holbrook (Narcos) corriéndose del usual y genérico encasillamiento de un villano al acecho. Pero Pierce no es más que el brazo –mecánico- armado de una corporación encabezada por el Dr. Zander Rice, un maquiavélico genetista a encarnado por Richard E. Grant (Doctor Who). La manada de Logan, Xavier y Laura nunca encontrará paz en el camino, y si acaso se les concede un respiro, será para afianzar sus vínculos emocionales desde una trama donde prevalece una atmosfera de angustia y tormento que no teme ahondar en tópicos como el dolor, la familia, la vejez, las relaciones pseudo-parentales, y por sobre todas las cosas, el sacrificio. La relación entre Logan y Xavier se presenta más dinámica y fraternal que nunca, sustentada en una muy emotiva interpretación del genial Patrick Stewart. En tanto, destaca el impresionante debut de Daphne Keen, develando en cada escena un sinfín de curiosas expresiones para un personaje sumamente dicotómico como la pequeña Laura/X-23, tan simpática y feroz, creada a imagen y semejanza del mismísimo Logan. La película de James Mangold es una de las más personales y maduras apuestas entre las adaptaciones cinematográficas del mundo del comic, con la arrogancia necesaria para plantarse ante el mismísimo Batman, el caballero de la noche (2008), de Christopher Nolan. Logan representa un final espectacular para la historia de un (anti)héroe errante sobreponiéndose a la soledad y el alcoholismo, dejando de lado un extenso voto de culpa y autodestrucción. Se hace evidente con Logan, que aún queda mucho por explorar desde el lado más profundo y ontológico de los héroes y antihéroes de las viñetas, poniendo de manifiesto que no se requieren fórmulas inexorables y reiterativas –como es el caso de buena parte de las producciones del universo de Marvel /Disney y sus Avengers– para contar una gran historia de inspirada por superhéroes.
El ocaso del antihéroe. Pareciera que Hollywood por fin está tomando nota de los dardos que viene recibiendo últimamente -en especial desde dentro de la propia industria- por su decisión de centrar gran parte de sus blockbusters en productos inspirados en cómics, todo un andamiaje basado en un patrón serial símil televisión que fue atacado sin piedad y a pura inteligencia por la excelente Birdman (2014), de Alejandro González Iñárritu. La mediocridad del fetiche de encadenar opus indistintos e intercambiables, gracias a la apatía de un público y una crítica cada día más embotados por el consumismo bobalicón, por suerte va dejando paso paulatinamente a una oferta un poco más variada y a obras como Logan (2017), un trabajo que sin ser una joya absoluta del séptimo arte por lo menos apunta a un segmento adulto que había sido condenado al olvido por los bodrios inofensivos de los últimos años. Desde ya que no es precisamente una casualidad que se haya elegido a un personaje como Wolverine para apostar a hacer “otra cosa” y en parte faltarle el respeto a la colección de artilugios del cine contemporáneo de superhéroes, léase el cancherismo, el humor tonto, los CGI, la grandilocuencia hueca y todos esos protagonistas en eterna adolescencia. Ya en las propuestas anteriores se había explorado al dedillo el trágico pasado del señor, sin embargo en Logan el asunto se profundiza con vistas a diferenciar esta especie de marcha fúnebre pero apoteósica de lo exhibido en X-Men Orígenes: Wolverine (X-Men Origins: Wolverine, 2009) y Wolverine: Inmortal (The Wolverine, 2013). Aquí repite el director de esta última, James Mangold, quien además pasa a firmar el guión junto a Scott Frank y Michael Green, los tres artífices primordiales de que el tono del relato esté volcado al western y el film noir. Indudablemente seguimos hablando -en esencia- de una película de acción aunque con un nivel de gore bastante más elevado que el habitual (de hecho, los productores le dieron el visto bueno a la clasificación R desde el inicio) y con citas explícitas a El Desconocido (Shane, 1953) y referencias conceptuales a los opus de Michael Winner de la década del 70 (aquí tenemos la premisa de base del antihéroe retirado que es obligado a volver al ruedo por unas pobres víctimas de los agentes del darwinismo, la plutocracia y el militarismo nauseabundo de siempre). La trama nos ofrece un viaje de lo más accidentado a través de Estados Unidos por parte de Logan/ Wolverine (Hugh Jackman), Charles Xavier/ Profesor X (Patrick Stewart) y Laura Kinney (Dafne Keen), una niña con “destrezas” similares a las del protagonista, en pos de dar con un refugio para los mutantes que han sobrevivido a la razzia de turno en manos de un estado asociado a una empresa multinacional armamentista. A pesar de que la realización carece de un villano a la altura de las circunstancias porque ninguno de los dos elegidos consigue brillar (uno es un carilindo verborrágico que no se aparta del canon de este tipo de films y el otro es el típico “genio criminal” que escuda su sadismo bajo un discurso hipócrita acerca de sus buenas intenciones), no podemos más que agradecer la idea de centrar la historia en el ocaso de un Wolverine que perdió la capacidad de sanar debido a un envenenamiento progresivo causado por el adamantium que lleva dentro suyo. Como señalábamos anteriormente, las secuencias de acción evitan las luchas gigantescas de los mamarrachos recientes de Marvel y DC para jugarse en cambio por enfrentamientos más terrenales -y gloriosos en serio- sustentados en la ferocidad de las heridas sangrantes, las amputaciones, los desgarros y un sinfín de cadáveres tendidos en el suelo. Logan esconde un vendaval tan pesimista como austero que vale la pena descubrir…
La nueva y última película de Wolverine –el clásico personaje de los “X-Men” encarnado por Hugh Jackman– es una suerte de western futurista muy distinto a casi todo lo que se ve en el género de superhéroes. Película de acción, thriller violento y drama familiar, “Logan” tal vez sea la mejor película de este subgénero desde los tiempos del “Batman”, de Christopher Nolan. El cine de superhéroes en general –y en especial el que viene produciendo Marvel Studios– parece clavado en una fórmula casi inamovible más allá de ciertas variaciones de tono. El arribo masivo de los superhéroes de DC tampoco parece haber logrado cambiar nada: más serios y circunspectos que sus colegas de Marvel, las películas son exitosas, sí, pero destrozadas por la crítica y hasta por muchos de los fans del género, al punto que las de Marvel se han revalorizdo a la vista de muchos tras la aparición de las nuevas versiones de Batman, Superman y compañía. El caso más raro, sin embargo, es el de los personajes de Marvel que maneja Fox. No contaremos aquí la saga complicadísima de los derechos para cine de los personajes de la empresa pero se puede resumir en que las líneas X-MEN y LOS CUATRO FANTASTICOS las maneja Fox y no están relacionada directamente con el combo Marvel Studios/Disney que controla Kevin Feige y cuya brco insignia es THE AVENGERS, con todas sus fases y conexiones. Este detalle industrial puede parecer menor, pero no lo es: las películas de Marvel que hace Fox corren por otro camino de producción, es otra la gente que está detrás de escena. Eso no siempre les ha funcionado bien. Las tres primeras X-MEN fueron bien recibidas pero las distintas y confusas secuelas de nuevas generaciones y cruces entre ambas fueron más problemáticas. Algo similar pasó con las dos primeras películas “solistas” de WOLVERINE: funcionaban comercialmente más o menos bien pero no convencían a casi nadie. Y ni hablar de los constantes pifies con cada intento de hacer algo con LOS CUATRO FANTASTICOS. Pero algo parece estar cambiando allí y el primer llamado de atención fue DEADPOOL, un enorme éxito de crítica y público basado en un personaje menor y paralelo de la saga X-MEN. Y ahora sucede lo mismo con LOGAN, acaso la mejor película de superhéroes desde BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE. Ambas son muy distintas pero tienen algo en común: no responden a las fórmulas establecidas por Marvel Studios y a las apenas alteradas (menos humor, menos luz, menos ritmo, menos todo) por la nueva tanda de películas de DC. Y ambas juegan con la autoreferencialidad y son calificadas, al menos en Estados Unidos, como “R” (para mayores de 17 años), lo que les da mayor libertad para tratar temas y proponer personajes más complejos. LOGAN es el ejemplo más claro de todo esto. Es una película que, de no ser por un par de extensas y, al menos una de ellas, innecesaria reproducción de los modelos “batalla interminable” del subgénero (nunca entenderé porqué mandan a decenas de personas con armas a matar a Wolverine cuando es obvio que no le hacen demasiado efecto) se aleja de casi todos los formatos que hicieron furor y taquilla –pero generaron también cierto agotamiento– en la última década. LOGAN es un western, casi de manual. De no ser por los elementos sobrenaturales es uno de esos recorridos del tipo bíblico que los westerns han sabido narrar por décadas, con personajes atravesando amplios territorios para llegar a una tierra prometida acechados por todo tipo de peligros. La película cita muy directamente a SHANE – EL DESCONOCIDO (1953) ya que parte de su trama está claramente ligada a la de aquel filme de George Stevens, uno que inicia un período de pérdida de la inocencia en el western. En aquella película es central la relación entre el pistolero que encarna Alan Ladd y un niño, interpretado por Brandon de Wilde. En LOGAN, pasa algo similar. Corre el año 2029 y Logan está viejo y bastante arruinado. Alcohólico y violento (la primera escena lo muestra masacrando con saña a un montón de chicanos) parece completamente abandonado y se dedica a manejar una limousine que lleva a gente a eventos y fiestas en el límite entre Estados Unidos y México, en Texas. Pero pronto vemos que, con la ayuda de otro mutante (Caliban, quien puede rastrear mutantes pero no tolera la luz del sol), cuidan al todavía vivo pero ya muy deteriorado Profesor X (Patrick Stewart). Parecen ser los últimos mutantes vivos, ya que se asegura que no ha nacido ninguno más en los últimos 25 años. Pero a Logan lo busca una mujer mexicana y también un peligroso personaje que conoce su verdadera identidad. Ambos están buscando a una niña (Laura) que, al parecer tiene también poderes como ya hace mucho no se veían. Imagino que los fans de la saga y de los comics sabrán de qué se trata, pero como la película es bastante independiente del “universo” X-MEN no diré mucho más acá. Lo único cierto es que Logan, Xavier y la niña deberán huir desde México a Canadá en un metafórico y políticamente relevante viaje (mutantes teniendo que atravesar un país lleno de peligros para llegar a un posible Paraiso) mientras son perseguidos por esta siniestra empresa (tal vez la parte más convencional de la película) con sus malévolos planes previos y futuros. El viaje principal es uno emocional y tiene que ver con ese Logan que pasa de querer autodestruirse –o, a lo sumo, tratar de que Xavier no enloquezca o muera– a tener que hacerse cargo de transportar a esta niña, cuyos poderes son claramente parecidos a los suyos, en un viaje lleno de peligros y persecuciones que a esta altura de su vida ya deseaba olvidar. Es una historia que hemos visto varias veces en el cine, es cierto (el hombre mayor cínico despabilado de su estado cínico o zombie por un niño/niña), pero que dentro del género de superhéroes se vuelve toda una novedad. A tal punto el director James Mangold respeta las reglas del western y tiene en claro cuál es el tema de su película que, en un relato ya de por sí bastante largo, dedica unos buenos 20 minutos a una secuencia en la que el trío en fuga se topa con una familia de granjeros amenazados, que bien podría pertenecer a una película de los años ’50. Hasta que, claro, llegan los supervillanos y se complica todo. La mezcla entre western oscuro, crepuscular, violento y crudo se choca por momentos con la espectacularidad un poco más tradicional del subgénero de superhéroes. Pero la operación de Mangold funciona de todos modos en dos niveles. Por un lado, aún en esas peleas, deja en claro que la violencia ejercida es devastadora. A los chicos que se acostumbraron a ver en películas de Marvel y DC ciudades enteras destruidas sin que se vea una gota de sangre, LOGAN les parecerá directamente una película gore. Las peleas generan heridas más que gráficas y muertes bastante cruentas para el standard del género. El otro elemento está en la relación entre la realidad y la fantasía. En LOGAN aparecen los cómics de X-MEN como parte de la trama y el personaje (intrerpretado por Hugh Jackman con mucha más pasión y oscuridad que otras veces) no hace más que tratar de aclarar a los que creen lo que leen ahí que las cosas en la vida real son muy diferentes, que esas son versiones infantilizadas (pequeño golpe a los Marvel vecinos) de lo que realmente les pasa a los superhéroes. Pero LOGAN, a diferencia de DEADPOOL, no apunta con todo a la deconstrucción. Usa esa dualidad entre “realidad” y fantasía para armar un interesante juego de similitudes y diferencias y terminar, en cierto modo, homenajeando al género de la mejor manera posible, poniéndole algo que casi ninguna de las otras películas tienen: genuina emoción. Sí, LOGAN es una película conmovedora que hará llorar a más de uno y también un western futurista con escenas de acción y efectos de última generación. Esa mezcla, que parece casi imposible, se produce en un filme que sin dudas será, de aquí en adelante, la vara a superar en lo que respecta a lo que se puede hacer con el subgénero superhéroes sin necesariamente entrar en la parodia/deconstrucción (GUARDIANES DE LA GALAXIA/DEADPOOL). De su éxito económico dependerá, seguramente, que este tipo de películas sean mejores –más complejas, emotivas, con personajes más ricos– en el futuro. De no serlo, no nos quedará más que resignarnos a ver “multiuniversos” hipercomplicados con superestrellas haciendo bromas malas y con planetas chocando entre sí una y otra vez hasta el fin de los tiempos. Vean LOGAN. Denle al género la posibilidad de recargar las baterías y, si la lección es aprendida, de empezar de nuevo.
Una película sangrienta y no del todo inocente de cierta morbosidad La saga de Wolverine llega a su fin y el resultado tiene la forma de una película tan violenta como melancólica. Los hechos tendrán la última palabra acerca de si la saga cinematográfica X-Men necesitaba cerrar su exitoso ciclo y dar paso a una nueva generación o si aún había posibilidades para esos personajes que nos acompañan desde hace más de una década y media. Nadie duda de que en la frontera de los 50 años Hugh Jackman podía encarnar dos o tres veces más al hombre lobo. Menos seguro es pronosticar la calidad de esas eventuales historias, en qué medida hubiera sido posible prolongar el conflicto interior básico de ese personaje, marcado por su problemática relación con una invulnerabilidad artificial y con su destino de guerrero letal. Lo cierto es alguien tomó la decisión de ponerle un punto final a la saga (o al menos a esta fase de la saga) y el resultado tiene la forma de una película tan violenta como melancólica, tan dura como sentimental. El director James Mangold se redime así de Wolverine inmortal, donde había tratado de hacer algo parecido con resultados decepcionantes. El hecho de que la película se llame Logan, es decir el nombre más humano del personaje, y no su seudónimo mutante Wolverine, no deja de ser un indicio de que el argumento no se conformará con combinar buenas escenas de acción y momentos introspectivos. En este caso, hay drama de verdad, y esa sustancia viva, auténtica aun en toda la dimensión de la fantasía, invadirá cada resquicio de la historia, sus tensos diálogos, sus silencios, sus estallidos de violencia. Estamos en el año 2029 y quedan muy poco mutantes en el mundo. Logan, viejo, barbudo, rengo y alcohólico, se dedica a conducir una limusina, mientras Charles Xavier, el profesor X, está encerrado junto al albino Caliban en un galpón en medio del desierto. Todo el esplendor, el poder y la magia de los X-Men se ha esfumado y lo que queda en su lugar es un paisaje desolado. En ese mundo sin esperanzas irrumpe una nena con poderes muy especiales que es perseguida por un ejército despiadado. Como todo ángel, trae destrucción y renovación, muerte y vida. Una vez que la nena se sube a la historia, empieza una especie de road movie a través de los Estados Unidos, con dos o tres pausas en lugares simbólicos (Las Vegas, una granja) que irán cargando a ese trayecto de un significado ambiguo. Y por supuesto cada uno de los protagonistas (Charles Xavier, Logan y la nena) aprenderán algo distinto sobre los otros y sobre sí mismos. Si bien Logan es una película sangrienta y no del todo inocente de cierta morbosidad (lo cual explica su calificación para mayores de 16 años) no abusa de los efectos especiales y mantiene dentro del límite de lo creíble su parafernalia de explosiones y tiroteos. Esa economía visual la hace más digna de la tristísima historia que cuenta, la elegía a un hombre lobo, porque un mundo que muere nunca será compensado por otro que nace.
Más de dos horas es tiempo suficiente para desarrollar el argumento de la nueva aventura de ex Wolverine, el mutante manos de cuchillo que encarna con gracia el antidivo Hugh Jackman y que ahora responde a Logan. El director James Mangold arma en ese tiempo una película contundente, sólida y sombría, más cerca del drama que de la comedia, más thriller de acción sangrienta que franquicia simipiática de superhéroes con el sello Marvel. Desde la secuencia introductoria, en la que Logan se saca de encima a una banda de tipos peligrosos, quedan claras dos cosas importantes: que es un aperitivo para un festín ultraviolento y que nuestro héroe, chofer de limusina, le ha pasado el tiempo. Lleva barba canosa, los ojos vidriosos y las ojeras indican mala salud, necesita anteojos para leer. Estamos en 2029, el mundo se ve bastante cochambroso y no aparecieron nuevos mutantes en el último cuarto de siglo. Aunque hay una excepción, una niña nacida en un laboratorio de experimentos humanos con sede en México DF. ¿Su poder? El mismo de Wolverine. Una enfermera le pide que la salve y aunque el depresivo Logan no quiere saber nada, la niña, Laura, conecta enseguida con el Dr Charles Xavier (Patrick Stewart), que tiene 90 y está en silla de ruedas. Juntos huyen de los malos, los señores del laboratorio del que la chica se ha escapado, con el talentoso Boyd Holbrook, de la serie Narcos al frente. Van hacia el norte, en busca de refugio donde se supone esperan los demás niños en huida avanzada. En los momentos de remanso entre carnicerías, el trío recala en un hotel de Oklahoma donde chica y Xavier ven Shane en la tevé, una referencia que vuelve a aparecer hacia el final, señalando el paralelo entre el vaquero Alan Ladd y el cascoteado Logan, que también viene a arreglar las cosas para la vida de, en este caso, una nena. El magnetismo del decadente Logan, el personaje, es notable, gracias a Jackman. Y la película sostiene desde el minuto uno un atractivo que no se desdibuja, apuntalado por generosos estallidos de violencia. Pero son imágenes poco amables: un hombre mayor que babea, caído de su silla rodante, un albino torturado con quemaduras en su piel, una niña ensangrentada, golpeada, saltando encima de hombretones y cortándoles la cabeza. Sobre el tono general, ya de por sí grave, dejan poco espacio para la épica y la magia de la saga comiquera, aunque no la apagan. Para algunos, Logan va a ganar cuando más Marvel se ve y la carga dramático violenta abrumará un poco. Para otros, la indiscutible potencia de sus imágenes y ese dramatismo jugado en los lazos que establecen sus personajes, la convierte en una obra de intensidad particular, que vuela por encima de sagas y franquicias. Una tensión que evidencia lo indiscutible: Logan encuentra un camino distinto, y valioso, para los films de superhéroes.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
Primero, advertimos: no vaya con chicos muy chicos. Es la película de superhéroes más sangrienta de la historia, y la más triste. Mangold es un director que a veces tiene muy buena mano para la síntesis y otras, termina haciendo un cuento corto demasiado largo. Algo así pasaba con “Wolverine: Inmortal”. Pero Logan es también la despedida de Jackman del personaje, y esa tristeza es permanente. Todo transcurre en el futuro, donde los X-Men ya no existen y sólo quedan Logan, Calibán y Xavier, el último un anciano que a veces no puede controlar su poder. El film cita más de una vez a Shane, el desconocido, ese gran western de George Stevens. Pero lo que brilla es Jackman en lo que es el mejor trabajo que hizo en toda su carrera. Ese hombre herido, enfermo, desconfiado y misántropo que finalmente opta por “hacer lo correcto” es de una profundidad emocional que el cine de gran presupuesto no suele tener. Los momentos finales son conmovedores.
Los héroes envejecen Los héroes envejecen. En la larga saga de los X-Men, Logan tuvo un papel central y ahora le llega el momento de retirarse. Al menos esta fue la última vez que Hugh Jackman interpretó a Wolverine-Logan, y el recuerdo que deja de este personaje icónico de la franquicia se acerca mucho a la idea que exploraron otros directores en torno a la vulnerabilidad y la declinación de los poderes. Esa cierta fragilidad genera empatía e implica un costado realista que contrasta con la naturaleza fantástica de los personajes. Y también político, con referencias más o menos sutiles a la relación entre mexicanos y estadounidenses. Un combo que funciona gracias al director James Mangold que encontró el equilibrio entre el western y la acción, y que además ofrece guiños a Marvel. Pero, en definitiva, “Logan” no deja de ser un buen entretenimiento, solo que, además y para esta despedida de Jackman, con reparos para ser vista por niños. La violencia que muestra el personaje es extrema y con una vida cotidiana de héroe en decadencia y con problemas con el alcohol y la vista. En ese punto muerto arranca el filme, con Logan viviendo en una limusina que usa como medio de vida, con achaques, su cuerpo con dificultades para autocurarse y una personalidad intolerante, y haciéndose cargo de Charles, la mente más poderosa del mundo (un buen trabajo de Patrick Stewart), escondido en un viejo tanque de agua en el desierto mexicano, con una enfermedad degenerativa y a quien hay que sedar todos los días. Habituado a ese estado de cosas, todo cambia cuando aparece una mujer que le pide que salve a una niña, Laura, que obviamente no es una nena común, y que probablemente, en la saga encuentre una de sus herederas.
Crítica emitida por radio.
Un ocaso visceral "Logan", el capítulo final de la saga de Wolverine, trata sobre la decadencia de los mutantes en el futuro, donde el protagonista deberá ayudar a una valiosa niña a escapar de un poderoso mercenario. El filme comprueba que una película de superhéroes también puede ser conmovedora. El capítulo final de la saga de Wolverine es especial, porque se trata de uno de los personajes más queridos, no sólo de los comics, sino también de la pantalla grande. El director James Mangold, la producción y el mismo protagonista, Hugh Jackman, entendieron esto y, sin caer en la demagogia, ofrecen una de las mejores películas de superhéroes que se hayan estrenado. “Logan” es un bicho raro y hermoso, por ser más una mezcla de western y drama más que una clásica aventura comiquera. Logan (Jackman) es un alcohólico conductor de limusinas en un futuro en el que los mutantes han desaparecido casi en su totalidad. Además de la extinción, los poderes de los que aún se mantienen en pie ya casi se han desvanecido. Logan sobrevive una rutina miserable sólo para comprar un barco, que supone será su salvación y la del anciano senil que tiene a cargo suyo, Charles Xavier (Patrick Stewart), antes conocido como El profesor X. Más allá de su intención de escape, una mujer contactará a Logan para que la ayude con Laura (Dafne Keen), una niña mutante que está muy relacionada a él. El viaje no será nada fácil, pues detrás de ellos estarán fuerzas armadas, a cargo del mercenario Pierce (Boyd Holbrook), que desea capturar a la pequeña, porque sabe lo valiosa que es. El filme se va dividiendo en etapas, en las que la violencia cobra un sentido diferente cada vez, pero nunca es arbitraria: en el comienzo, se trata de supervivencia y muestra la falta de control sobre los actos de uno y otro personaje. Luego, será el drama y el dolor la consecuencia de las escenas de alta brutalidad y, sobre el epílogo, la necesidad de conquistar el destino que durante el hilo argumentativo se nos presentó como urgente. Triste y despiadado, el largometraje ofrece una paleta de emociones que probablemente no se haya visto en algún otro personaje ni obra del género, que muchas veces parece sobreponer la necesidad de acaparar público antes que lo visceral. Con suerte, el esquema y la propuesta de “Logan” sirva de referencia para más filmes de igual estética y género, demostrando que además de ser un tanque, también puede ser una película conmovedora.
La chica del adios El director James Mangold, simultáneamente cumpliendo la función de escritor y guionista, nos entrega un filme que, sin dejar de ser una más de la saga, trabaja en otros tópicos que la hacen diferente, más humana, menos de superhéroes. Casi construida como una road movie, nos presenta, ya en el año 2029, a nuestro héroe avejentado, Logan (Hugh Jackman) escondido en un paraje limítrofe con México (no hay muro), allí sobrevive junto a un nonagenario, Charles Xavier (Patrick Stewart), acompañados de Caliban (Stephen Merchant), quien cuida a Charles tal cual un enfermero, siendo ellos tres, supuestamente, los últimos mutantes vivos en el planeta. Logan pasa sus días entre su trabajo de conductor de limusina y el alcohol como fiel compañero. Sus días se están acabando, el deterioro es tanto físico como anímico. Ha perdido perspectiva, perseguido por sus propios fantasmas del pasado, sólo lo impulsa el afecto hacia su viejo maestro. Todo se modifica cuando una mujer le pide que se haga cargo de una niña de nombre Laura (Dafne Keen), y la lleve a un lugar seguro cerca de la frontera con Canadá. Laura es buscada por agentes del gobierno, por un grupo al mando del agente Pierce (Boyd Holbrook), quien responde a las ordenes del Dr. Rice (Richard E. Grant), la aparición de éste doctor le dará un plus de interrogación sobre la necesidad del gobierno de capturar a la niña. Será ésta jovencita quien le devuelva a nuestro protagonista la esperanza y recupere el espíritu perdido. El trabajo del guión a lo largo del filme, durante la huida, se nota como fundacional en la relación entre todos tal cual una familia. No es sólo metafórico, se presentan como abuelo, padre e hija. Uno de los logros de la cinta es como están presentado, constituidos, y desarrollados todos los personajes, se vislumbra en los viejos amigos un deterioro que no les impide volver por sus fueros, mostrando las debilidades, en Logan biológicas pues ya no puede regenerarse como antes, las heridas no sanan y son mortales, en Charles la simple edad, llamémosle Alzheimer. Laura es un personaje lastimado, temeroso, y audaz, casi contradictorio, no habla, todo sus manifestaciones son físicas o exteriorizando sus estados de ánimo a partir de las mascaras en su rostro, del compromiso corporal y de la manera que establece sus vivencias soóo con sus ojos, en un muy buen trabajo actoral de la pequeña actriz debutante en cine. Asimismo se han tomado el trabajo de delinear muy bien al antagonista y rastreador, hay señas en su cuerpo que podrían ser entendidas como persiguiendo justicia de manera personal en forma de venganza, eso enriquece internamente al personaje, no es sólo la obediencia del uniforme. Un texto que nunca se olvida que estamos frente a un filme de acción, esto gracias principalmente al montaje, respetando el género, no permitiendo que caiga en pozos, que el relato se estanque. Apoyado por un muy buen diseño de arte, sobresaliendo la fotografía y en menor medida la banda de sonido que por momentos sólo aparece de manera empática sobre la imagen Sostenidas por las muy buenas actuaciones de la nombrada niña, nada novedoso que descubrir con Hugh Jackman o Patrick Stewart, muy bien secundados por el irreconocible Stephen Marchant y un contenido y bien dirigido Boyd Holbrook. Un filme que sin abandonar el formato de cómic que le da origen, se supera a partir de los temas que va presentando, los ideales, los afectos construidos, la traición. Siendo en casi todo el metraje una huida desde la frontera con México hasta Canadá, el desarrollo de la historia, su devenir constante, hace desde su estructura, que sirva para que se vayan constituyendo en una familia donde lo importante a proteger es el futuro, la continuidad de la misma, en formato de una chica de 11 años, sin importar las pérdidas que ello implicaría. A excepción de dejar de entretener, no lo hace, el relato se va desarrollando de manera progresiva, casi lineal, deriva para nuestro héroe en un recorrido de culpa, expiación, redención y sacrificio.
The man comes around Cuando se estrenó la primera X-Men yo tenía siete años. Fui con mi mamá al cine, ambos fanáticos de la serie animada que pasaban en Fox Kids, en lo que sería el comienzo de una tradición familiar que se mantiene hasta hoy. En general mi memoria me suele fallar y más si se trata de algo que pasó siendo tan joven, pero ver esa película en el cine lo recuerdo perfectamente. Me acuerdo de la escena en Auschwitz y me acuerdo de que, si bien no sabía bien lo que significaba, me provocó una angustia tremenda. Me acuerdo de Famke Janssen despertando algo en mí que yo no entendía del todo, y me acuerdo de Hugh Jackman. Wolverine, junto con Rogue, eran los nuevos en la película, los extraños que descubrían junto a nosotros el mundo de los X-Men, de la Escuela de Charles Xavier para jóvenes dotados, de Magneto y su hermandad de mutantes. A lo largo de la saga descubrimos junto a Wolverine, incluso su propio pasado y su propio futuro. Se hicieron nueve películas más y en todas, en mayor o menor medida, apareció Wolverine. El recorrido hasta hoy fue, en general, bastante accidentado. Se hicieron varias películas excelentes, algunas mediocres y otras tantas desastrosas. Hugh Jackman es la cara de la franquicia y resulta pertinente (y curioso) que sus tres películas titulares entren en estas categorías. La primera es un desastre, un mamarracho sin propósito que solo buscaba exprimir la mayor cantidad de dinero posible. La segunda tenía mejores intenciones, pero se quedaba a mitad de camino. La tercera, finalmente, es excelente. Logan es una película que sabe a dónde quiere ir y conoce el camino. Es una conjunción extraña entre Luna de papel, Nebraska y Los imperdonables, una mezcla que agarra inteligentemente lo mejor de cada género para formar una película coherente (a diferencia de sus dos antecedentes) y, sobre todo, emocionante. Pertenece a un grupo de películas que me resulta particularmente bello: el de las películas nostálgicas, que recuerdan un pasado más brilloso en un presente oscuro, y cuyo recorrido implica aceptar que el final es una parte necesaria de la vida, una aceptación de la muerte, de uno mismo, y de lo que vendrá después. El antes juega un papel fuerte en la película, representado en la misma narración como inspiración para libros de historietas para chicos. Por eso Logan y no Wolverine. Los apodos heroicos, los trajes vistosos, los superhéroes, son todas cosas del pasado. Logan gana haciendo algo que muchas de las demás películas buscan pero solo lo logran superficialmente. El mundo de los cómics es un mundo de personajes, donde la continuidad siempre termina siendo irrelevante y cada etapa se trata solamente de encontrar nuevas historias que contar. Se trata de experimentar con los personajes, ponerlos en juego, desafiarlos, presentarles situaciones nuevas que los redefinan de una manera u otra. Es un juego de chicos: se mantienen las fichas pero el tablero cambia constantemente. Lo que importa es divertirse buscando cosas nuevas usando la imaginación. Si se toma demasiado en serio la aburrida búsqueda de la continuidad lo único que se consigue es un mundo que va en contra de la naturaleza más básica de la misma obra que busca adaptar. Logan (y, en realidad, la saga X-Men en general) reniega de esto. Lo importante en Logan es, justamente, Logan. Por eso mismo el tablero se va a transformar en la forma que más se adecúe a lo que convenga para honrar al personaje en su último viaje. Aceptando esto, Logan es completamente libre. No necesita referenciar ningún hecho de ninguna película anterior y de la misma manera tampoco necesita ignorarlos explícitamente. Logan funciona como una obra independiente que abraza lo más puro de su personaje. En esa frescura entran en juego, sí, la violencia explícita, el uso (a veces forzado) de la palabra fuck, pero la película funcionaría exactamente igual si no contara con esos dos elementos, como toda la saga lo vino haciendo desde su primera escena en un campo de concentración en Auschwitz, en la que un niño ve como unos soldados se llevan a su madre lejos de él para no verla nunca más. Pasaron diecisiete años desde la primera aparición de Wolverine en los cines y yo ahora tengo veintitrés años. No sé qué tan imparcial puedo ser (tampoco creo acertado esperar que lo sea) porque lo que me pasó cuando terminó la película, cuando X-23 cambia la posición de la cruz en la tumba de Logan por una X, cuando aparecen en letras blancas sobre fondo negro el título y empieza a sonar “The Man Comes Around” antes de los créditos, todo eso tiene más que ver con mi propia infancia, con el fin de algo que empezó cuando yo era muy, muy chico, mirando la tele con mi mamá, más que con cualquier cuestión cinematográfica. O no. Lo cierto es que por más despedida que fuera, no se me habrían humedecido los ojos al final si la película fuera una porquería. Evidentemente James Mangold, Hugh Jackman, Jorge 20th Century Fox y cualquier otra persona comprometida con el proyecto entendió lo que significaba para mucha gente que esta película saliera bien. El Francisco de siete años de edad y yo estamos profundamente agradecidos porque así sea.
Hugh Jackman se despide del personaje de Logan en una película totalmente diferente a la saga X-Men; dirigida por James Mangold (Wolverine: Inmortal). La historia se ubica unos años en el futuro, en donde los mutantes han desaparecido; y Logan dedica su tiempo ha manejar una limusina y conseguir medicamentos a un enfermo y senil Charles Xavier (Patrick Stewart). Su rutina se acaba cuando una mujer le pide que cuide de una niña y la ayude a cruzar la frontera; mientras es perseguido por un grupo militar. Wolverine ha tenido varias apariciones en la saga X-Men desde el 2000 hasta la actualidad; pero por primera vez, el protagonista tiene un tono solemne; fuera de la excentricidad de las películas de super heroes. Por un lado, el film cambia su clasificación para mayores de 18 años (algo que se debe al éxito de Deadpool). Pero mientras que el personaje interpretado por Ryan Reynolds, usaba la comedia para exponer su sátira verbal; y algunos toques de sangre. En Logan, la comedia tiene poco lugar, y la historia es un drama con muchas escenas sanguinarias. Pero lo más extraño, es que en ningun momento hace abuso de esta técnica para complacer a cierto tipo de público; por el contrario, el film funcionaría de todas maneras sin este detalle. A la par, la realidad de los personajes es única; ni en Marvel/Disney, ni en DC/Warner; ni en ninguna de las anteriores películas de FOX/X-Men; se ha visto la credibilidad de los personajes frente a las situaciones que enfrentan. No son super heroes; no quieren serlos. Están abatidos y cansados. En un mundo que les parece desconocido (incluso para el espectador ya que el guión no ahonda en el contexto o el fuera de campo). Todo esto se refuerza con la estrecha relación que como actores han armado Patrick Stewart y Hugh Jackman en estos diecisiete años. Y en esta road movie de dos amigos en la carretera; se involucra una niña, que en su silencio, hace la trinidad perfecta. Laura Kinney/X-23; interpretada por una joven Dafne Keen; logra darle el toque emocional a la película. Su relación de aprendiz/hija con Wolverine; es algo sacado de un manual de guión. Y esta tán pulido, que funciona. Y lo más probable es que el público demande una película en solitario de esta nueva protagonista. Incluso Mangold es inteligente en no caer en el problema de la debilidad de las figuras en los villanos; algo que no paso en X-Men: Días del futuro pasado pero si en X-Men: Apocalipsis. Aquí son mercenarios, a las ordenes de un científico que reactivo el proyecto X. Se suma una sorpresa, que es no mejor revelar para mantener el misterio.
Una gran y merecida despedida La nueva aventura de Wolverine o Logan, como lo llaman todos en esta etapa nos presenta el final de un querido personaje del universo mutante. Luego de 17 años protagonizando y personificando a Wolverine, Hugh Jackman se despide de la franquicia con un gran cierre… algo brutal pero excelente. Sera difícil o no ver a otro actor en este papel es algo que sabremos más adelante, ahora nos toca analizar el cierre de la trilogía. La película tiene un sólido guion que más allá de mostrar una gran aventura o grandes efectos, que los tiene, pretende desarrollar una historia sólida en la que Logan se verá involucrado, al principio involuntariamente para ir descubriendo que nada es casualidad. El film tiene un buen desarrollo argumental, la dosis justa de historia y emotividad, logrando que todo avance sin medir límites en lo que se debe mostrar en la pantalla, siendo si se quiere algo brutal pero complaciendo a la audiencia ya que es justo lo que todos esperábamos ver. Jackman hace una gran interpretación de Logan, distinta a otras que hemos visto y compartiendo el protagonismo con una excelente actuación de Patrick Stewart. Veremos a un Logan cansado, que ha visto y vivido distintas situaciones a lo largo del tiempo al igual que Charles; el paso del tiempo tiene su precio y a lo largo del film iremos descubriendo que ocurrió en el pasado y que precio está pagando cada personaje. Por supuesto, cabe destacar el excelente trabajo de la otra pata del trio protagónico, la pequeña Dafne Keen. Dafne sabe llevar el peso de la trama junto a Logan y Charles, con una increíble actuación y desarrollando una trama muy interesante en cuanto a su personaje, que tiene mucho para descubrir en la película y no pasa desapercibido. Es una interpretación con fuerza que sabe seguirle el ritmo a Hugh Jackman. Las escenas brutales justifican la calificación R que obtuvo la película, y hubiera sido difícil contar esta historia sin esas escenas, las diversas situaciones y los rasgos de los personajes llevan a que ocurra lo que sucede en cada escena. Son las escenas que los fans querían ver en la última película de Wolverine y más al haber adaptado Old man Logan. Por supuesto, si bien es una adaptación del comic mencionado hay grandes y pequeños cambios en relación al comic. Para quienes lo leyeron se darán cuenta rápidamente, pero el director supo tomar la esencia y muchos rasgos de la obra original para crear esta película y encaje en el universo mutante que hemos visto en la gran pantalla. El director James Mangold realizo un gran trabajo de guion y adaptación como menciono pero también en cuanto a la dinámica del film, el avance de la narrativa, desarrollo actoral, y como están contadas las escenas de acción en los diversos planos. Quizás a la película le falte la presencia de un gran villano, de un villano épico como estas películas nos tienen acostumbrado pero en este caso se justifica la ausencia de esto ya que el centro del relato es por otro lado más allá del villano que tiene la historia. Por supuesto, los efectos especiales son excelentes y altamente realistas, que junto a la música sabe acompañar el desarrollo de la historia sin ser una música épica que erice la piel. Sin dudas, vemos una película excelente, muy recomendable y una gran despedida para un personaje al que todos queremos y es la historia que Logan se merecía para despedirse. Hasta siempre…
Si tenemos que elegir a uno de los X-Men como el más emblemático de la saga cinematográfica, todos los dedos apuntan al Wolverine de Hugh Jackman, que incluso protagonizó sus propios, aunque olvidables, spin-offs, y estuvo en todas las entregas (si bien su aparición en X-Men: First Class sea cuanto menos polémica). Pero, como dijo Vox Dei, "todo concluye al fin" y, tras 17 años de interpretar al tipo de las garras de adamantium, Jackman se despide del personaje. Y lloramos, obvio. A grandes rasgos, la trama sigue la misma dirección que Wolverine: Origins (2009). En este caso, el estado "Quiero vivir como un humano con carpa" lo tiene trabajando de chofer en el año 2029, siendo uno de los últimos mutantes vivos ya que no hubo nuevos nacimientos mutantes en los últimos 25 años, según nos comenta un demacrado Charles Xavier (Patrick Stewart, quien también se despide de la saga). Con una existencia completamente retirada y lejos de aquel luchador que atravesó incontables guerras (aunque sigue igual de carácter y si lo pinchan, pela garras), este Logan se ve triste, cansado, con problemáticas humanas, como conseguir la medicación para evitar que el Profesor Xavier flipe (con las consecuencias lógicas que acarrea algún ataque de demencia o similar en un mutante de su poderío). En este mundo donde aparentemente el homo superior ha desaparecido, lo que sigue igual es la tendencia humana a dominar, o en su defecto destruir a quien es diferente. Tal como habían hecho anteriormente con él, Deadpool y Sabretooth entre otros, hay un programa secreto orientado en este caso directamente a generar mutantes en base al ADN de otros mutante; dicho de otra manera, clones entrenados para matar, diseñados como armas y despojados de toda humanidad. Bueno, en el plan original, ¿no es cierto? Porque el "ser humano" no es algo fácil de borrar o controlar. El objetivo final de la película, y lo que la sitúa en la vereda de enfrente a todas las películas de mutantes que hemos visto, es huir. No hay un conflicto global a gran escala, no hay que salvar a la humanidad ni enfrentarse a un megavillano. Lo importante es preservar la vida propia. Si bien la película hace un hermoso despilfarro de sangre y violencia (está calificada como "R", para adultos) no es una película de acción ni aventuras, sino que se acerca mucho más al drama, a la road movie. Y tiene una fuerte impronta de western: si la saga de X-Men se hubiera llevado al cine en la década del '50, Wolverine sin lugar a dudas hubiera sido John Wayne. El tipo que se esconde detrás de una coraza ruda, que evita involucrarse con su entorno por temor a que salgan lastimados, que sufre de culpa, que arregla los líos de los demás y se aleja de todo para empezar solo, de cero, de nuevo, está en el ocaso de su vida. Y esta consciencia de western está de manera explícita dentro de la trama (no, no voy a boquear de más, ustedes lean que yo les aviso si hay spoilers). Lo más destacable de la película, además de su corazón, es la violencia y la sangre que desparrama para todos lados. Las garras tanto de Logan como de Laura (la esperadísima aparición de X-23 en la piel de una impecable Dafne Keen) se muestran en todo su poderío mutilando, decapitando, regando de sangre la pantalla. Es un verdadero festín, y no podemos evitar pensar en que es una película digna de Mel Gibson (ojalá dirija la segunda parte de Suicide Squad y arregle la vergüenza de su predecesora). Y lo más fuerte es que los tipos a quienes se enfrentan son hombres, inferiores genéticamente, armados pero que en el cuerpo a cuerpo parecen portar pistolas de agua. El accionar de los dos mutantes con garras roza el sadismo pero, así y todo, no podés dejar de querer que lo sigan haciendo; es imposible identificarse con los humanos. La trama es predecible, es como cuando ves una pelicula de terror y al ver una parejita que se va a aparear sabés que la van a quedar. No obstante, lo que la hace grande es la emotividad que destila. Se apoya fuertemente en la empatía que desarrollaste con los personajes de Xavier y el mismo Logan en entregas anteriores. Incluso, puedo asegurar que si no viste ninguna película de la saga (¡hereeeejeee!), los querés igual. Porque la cinta se ocupa de mostrarte pequeños rasgos de humanidad de cada uno que hace que te resulten absolutamente queribles. Y lo mismo opera con los niños, estos nuevos mutantes, sin lugar a dudas el trampolín de los nuevos personajes a una nueva saga. VEREDICTO: 9.0 - ¡LOGAN, VIEJO Y PELUDO NOMÁS! No esperen mucha acción, destrucción, ni súper poderes. Sangre y violencia sí hay en abundancia, y es fantástico. Lo que Logan ahorra en espectacularidad lo derrocha en corazón. La película definitivamente cierra un ciclo y Jackman se despide del personaje por la puerta grande; lo vamos a extrañar *se seca las lágrimas y se acuesta abrazando la almohada*
Desgarrados Logan (2017) despide por un lado ciertos prejuicios sobre un género que por lo general peca de infantiloide y que no se cansa de repetir fórmulas con el único fin lucrativo de abrumar con sagas, secuelas, precuelas y entremezclados de universos paralelos, que prácticamente exhiben las mismas virtudes y defectos pero siempre apuntando al entretenimiento y pasatismo del público como única herramienta válida. Se trate de Marvel o de DC, la galería de personajes que pulula por el firmamento cinematográfico comparte una psicología desde sus características que la acercan con el arquetipo del héroe. Sin embargo, Wolverine (uno de los mutantes más interesantes de los X-MEN) representa en términos generales la idea de renegado, mucho más emparentada al western. Y en eso Logan explota desde su estructura narrativa la conquista territorial o recuperación del honor como meta y forma de lucha contra un oponente mucho más poderoso y despiadado. Lejos de la fantasía alimentada por el universo Marvel desde otras producciones como “Los Vengadores” y hasta la transgresora Deadpool, este western crepuscular no celebra la violencia desde un tono lúdico sino que por el contrario la une al sufrimiento. Los desgarrados dicen presente a partir de su líder de patillas y carácter parco, presentan luchas a la distopía de un futuro sombrío pero cada vez más cercano a la realidad del presente post Trump con la utopía o la búsqueda del Edén. Ese es el primer apunte político que no puede dejarse de lado en esta película del director James Mangold, muy atinado a la hora de anticipar que su mirada del mutante no iba a caer en la tentación de la parafernalia, los excesos de adrenalina hueca de la hiper realidad, tan cómodos para el universo de los superhéroes de la última década, con la excepción del Batman de Nolan. La empatía emocional con Logan, el personaje encarnado de manera soberbia por Hugh Jackman, secundado por el genial Patrick Stewart en la piel de un deteriorado y arrepentido Profesor X es inmediata. Y ahí ese tono gore detrás de cada enfrentamiento con el enemigo militarizado o con una suerte de clon mucho más letal y con la capacidad de auto regenerar heridas en un parpadeo, algo que al protagonista el tiempo le fue quitando en su avance hacia la vejez. La contraposición entre el avance científico y el error humano atraviesan tangencialmente el universo de Logan casi desde un planteo filosófico y exponen de manera descarnada las contradicciones en el propio Profesor X y su lugar de poder en relación a los mutantes que ha reclutado a lo largo de su vida. El sol ya no sale para nadie en esta road movie que se adosa como apéndice mutante del western desde un doble viaje iniciático: el de despedida de Wolverine y el de transformación para la nueva generación enrolada en la niña a salvar de las “garras” del sistema y sus ramificaciones. Aprendizaje y sacrificio, cómic y realidad contrapuestas cuando las balas repiquetean y perforan la piel o las garras sueltan la furia entre la carne y se manchan con la sangre de los derrotados. Todo eso en una película que tenía todo para perder y poco para ganar.
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Logan: Wolverine es un filme tan osado como sensacional. La razón es que se anima a tocar temas que son considerados tabú en el mundo del comic: el ocaso del superhéroe, su desgaste por el paso indefectible del tiempo, la posibilidad cierta de su inminente muerte. El mundo del comic es atemporal - Superman nunca ha pasado de los 40 años, y algo similar ocurre con el resto de los superhéroes; caso distinto es el de Batman, del que han habido versiones jóvenes, adultas, maduras y viejas, y en todo caso lo que han demostrado es que el tipo sigue siendo tan letal como siempre aún cuando precise un bastón para caminar -, pero Logan se atreve a pisar terreno desconocido. Lo mas parecido que hemos visto es The Dark Knight Rises - Batman jubilándose ya que ha completado su misión de justicia en este mundo (aunque dudo que un tipo que ha dedicado toda su vida a patear traseros criminales se quede tranquilo haciendo crucigramas en su casa) -; pero aquí directamente tenemos el ocaso de un superhéroe. Un tipo que no puede colgar su capa y vivir una vida normal, ya que no puede deshacerse de los superpoderes que le han sido legados; un hombre desgastado por la edad y torturado por los recuerdos de aquellos a quienes ha asesinado. Y, para colmo, nuestro héroe está muriendo: el adamantium que está inyectado en sus huesos (y que lo hace indestructible) lo está envenenando, llevándolo a una larga y lenta muerte. Viejo, vencido, pendenciero, pero sin la fuerza ni el impetu que lo caracterizaba cuando eran joven... en un mundo donde los mutantes han sido cazados y asesinados, él es una especie en extinción. Ya no hay misiones de salvar el mundo ni de combatir a villanos mesiánicos; es simplemente contar los últimos días ahogado en alcohol y cuidando de aquellos a quienes considera familia: un Charles Xavier nonagenario y al borde de la demencia (teniendo convulsiones que desatan sin control sus poderes mentales en toda su furia) y Calibán, un mutante renegado que es la única ayuda - y la voz de la conciencia - en este futuro oscuro y desértico en que Logan está sumido. Considerando que Marvel hace productos pasatistas (geniales productos pasatistas), Logan es una rareza que rompe las reglas del género. Es el mas Nolanesco de los filmes Marvel, aunque no llega a la dimensión épica de la trilogía del Caballero de la Noche. Lo que ocurre es que no hay amenazas globales, sino un tipo peleando por su supervivencia contra un ejército de matones en medio del desierto. Sobrevive conduciendo limusinas, bebe como un marinero, trafica medicinas ilegales para mantener a Xavier cuerdo e inofensivo, y vive escondido esperando que nadie lo busque. El problema es que alguien se le cruza: una fugitiva con una niña a su cargo, la cual resulta ser una mutante fabricada en laboratorio... y hecha con los genes de Logan. El desgastado pendenciero debe hacerse cargo de su hija, enseñarle una mesura que él nunca tuvo (ya que la niña tiene una ferocidad impresionante; es una máquina de destripar muñecos), y pelear por su supervivencia en una guerra que en absoluto quería y que lo aparta del objetivo que se había planteado para sus últimos días: comprarse un yate pequeño y echarse al mar junto a Xavier, cuidar los últimos dias del anciano y, cuando el viejo perezca, quizás cargar un revólver con una bala de adamantium para volarse la cabeza. ¿Cuándo vimos algo así en un superhéroe?. ¿Alguna vez vimos a Superman morir o descubrimos que Batman estaba empapado de un deseo de muerte tan intenso que lo llevaría al suicidio?. Si nuestro héroe sigue a flote es porque la deuda de honor con Charles Xavier lo obliga a seguir vivo. No hay causas posibles para su existencia, le duele respirar, no se cura tan rápido de las heridas y las garras - cuando surgen - supuran. Es un hombre muerto caminando pero, entonces, ¿cual será su misión para lo que le quede de vida?. Es increible como Logan va contra las expectativas. Primero, porque Jackman se ve decrépito, agotado, cojeando, borracho y torpe, aunque la ferocidad siempre termina por dominarlo (como en la secuencia inicial donde intenta persuadir a unos ladrones que no le roben las llantas de su limusina... lo cual culmina en una carnicería). Los raptos de violencia (que son muchos) no lo ven en el mejor estado; en todo caso, es como un gran boxeador en el ocaso de su vida, que agota su energía en un par de asaltos. Segundo, porque estas versiones de Xavier y Logan están despojadas de toda épica, bañadas de realismo crudo y duro. Ver a Patrick Stewart desvariando, puteando por su impotencia o siendo cargado por Jackman como un bebé es estremecedor. Es un relato de pura decadencia en donde los desamparados encuentran la esperanza a través de la aparición de la niña - X-23, la hija genética de Logan -, la cual les da motivo para un envión mas. Xavier lo quiere así, Logan intenta deshacerse de la chica siempre que puede... hasta que comprende que no habrá paz en su alma si se aparta de su camino. Los malos son genéricos, son un grupo grande de matones que no vienen con superpoderes (salvo el super mutante de laboratorio que lanzan sobre el final), aviones ni tanques; y aún así, cuesta un esfuerzo enorme derrotarlos porque, aunque vienen en oleadas, son cada vez mas numerosas e interminables. Es posible que recién ahora Logan tenga una familia verdadera, un descendiente de su propia sangre a quien cuidar. La chica, feroz asesina, tiene momentos de compasión con Xavier porque la vejez la enternece. Y cuando Logan está desesperado, el vinculo entre padre e hija aparece y se establece de manera definitiva. Jugando nuevamente en contra de las expectativas, el director James Mangold ofrece un remanso a los fugitivos en la forma del matrimonio de granjeros morenos que los recoge. Quizás puedan dejar a X-23 allí y seguir su camino al ocaso; son atentos, amables, honestos, personas que harán de la niña una persona de bien... Lástima que la realidad terminará de aplastar las expectativas de los desesperados y los pondrá en una encrucijada que deberán enfrentar tarde o temprano. En muchos sentidos Logan es la versión western de The Girl With All the Gifts. X-23 no es una niña sino una cosa a la cual los técnicos de laboratorio temen y desprecian. El momento mas fuerte del filme es cuando deciden cerrar las instalaciones del laboratorio donde crean mutantes artificiales y deciden eliminar a todos los ejemplares... liquidando a los niños que han sido sus conejitos de indias. Logan es una película formidable. Tiene un desarrollo de personajes fenomenal, y un tono dramático inusual para el cine de superhéroes. Quizás los villanos son genéricos pero son el elemento necesario para que Xavier, Logan y la niña mutante muestren sus sentimientos y su personalidad. La desesperación brota de cada fotograma y los raptos de violencia son despiadados. Pero cada vez que vitoreamos al héroe cuando se lanza a destripar gente como solo él sabe, también vemos como el tipo se queda sin aire y sin energía, y son recuerdos fugaces de lo que fue un peleador implacable. Al animarse a hacer lo inimaginable - permitir que estos personajes tan queridos y populares se extingan en el fragor de una última batalla - Mangold, Jackman, Fox y Marvel han logrado uno de los mejores filmes del género de superhéroes desde que Nolan decidiera jubilar al Caballero de la Noche. Han explorado territorio virgen utilizando todo el realismo posible y han logrado un filme de una dimensión dramática realmente memorable.
Un cóctel de emoción, violencia, acción y tristeza que ningún fan de esta saga se puede perder. Si bien la historia está bien construida, es atractiva y entretenida, no tiene el mismo impacto ni fuerza que tuvo la primer película sobre Wolverine porque...
James Mangold nos ofrece la última aventura de Hugh Jackman como Wolverine – uno de los mutantes más queridos del cine y comic- de una forma cruda, dura, no obstante emotiva y difícil de olvidar. Desde el primer frame vemos a James Howlett como lo conocemos: rodeado de alcohol y arrastrando una resaca de hace días, clásico del “buen” chico Wolverine, pero algo no va bien, esa molestia presente no se va y por alguna razón se incrementa. El público no está acostumbrado a ver a este héroe amado de esta forma; las canas predominan en su cabello, una tos constante no deja de azotar sus pulmones y una extraña artritis se está llevando el símbolo distintivo de su autonomía: las garras. Estamos en la despedida de un personaje icónico. El óxido y cromo (palabras inmortales en la obra de George Miller Mad Max), de los parajes desérticos, se perciben en todo momento en esta Road Movie y esto es gracias al fotógrafo John Mathieson. Mathieson junto con Mangold, Scott Frank y Michael Green -estos dos últimos guionistas del film- ofrecen un proyecto emotivo que evoca a los grandes clásicos del género Western, el más claro ejemplo es la película Shane del año 1953 (esta joyita de Western tiene sus segundos de protagonismo en una pantalla de televisión). Logan sin duda es un Western moderno simplemente con una ecuación diferente: en vez de sangre y balas, sangre y garras. Si bien la historia cuenta con un protagonista absoluto, los personajes secundarios tienen un peso contundente en esta película. Charles Xavier – Patrick Stewart- hace nuevamente un regreso que genera aplausos y lágrimas por igual; Estamos lejos de los tiempos dorados en los cuales el líder de los X-men soñaba con paz entre mutantes y homo sapiens –como diría magneto- es más, ya no hay paz, no hay x-men y para derrumbar a Xavier aún más, su sueño se convirtió en su propia pesadilla. Charles ahora es un viejo senil consumido por alzhéimer, adicto a los insultos y las propagandas de taco bell. Patrick Stewart deja sin palabras a todo espectador mostrando un cargamento actoral lleno de momentos graciosos y emotivos (no por nada tiene el título de Sir). Presenciar la relación de su personaje en las circunstancias dadas con su alumno/aliado/actual mejor -y puede decirse único- amigo es desgarradora para los ojos del público. Ahora bien, diciendo todo esto Charles no es el único personaje que genera una reacción positiva en este film, el segundo personaje contundente en la cinta es una pequeña niña muda llamada Laura (interpretada por Dafne Keen). Laura es el arma secreta en esta película. Es difícil opacar al gran Hugh Jackman en modo Wolverine activado – garras a fuera, furia ciega y grito visceral incluido - pero después de recorrer 137 minutos de película, la pequeña “gran” Dafne consigue definir y dar un primer vistazo a lo que podría llegar a ser el futuro de una nueva saga de películas. Logan un film explosivo y violento. Es distintivamente realista en comparación con sus películas antecesoras, estamos ante el ojo de la tormenta en la Saga X-Men/Wolverine, en una última Last Stand (última resistencia), en el ocaso del héroe con garras, pero es un ocaso glorioso que deja un sabor amargo, pero sincero como la vida y como toda cosa que se va, planta una semilla para las generaciones futuras. Excelente Hugh…. Simplemente excelente.
El ocaso de Logan Logan es una conclusión, un hito y también una novedad excepcional. No es una típica película de superhéroes, sino la versión más adulta y cruda de tal vez el héroe (¿anti?) de historieta mejor adaptado en la historia del cine. Es un drama de acción que se sumerge en la distopía sin contemplaciones, despertando emociones inusuales para el género. Al tiempo que completa y consolida a XMEN como la mejor saga de superhéroes de la pantalla grande, Logan también hace historia. Es una película visceral, oscura y explícita, que impacta y deprime en dosis iguales. Es sinceramente superlativo el trabajo de Mangold, quien hace entrega de una bestia cinematográfica que destila sangre, sudor y lágrimas a ritmo de western y con ribetes de thriller, sin ningún tipo de contemplación hacia la audiencia. Técnicamente, es una cinta brillante tanto en lo fotográfico como a nivel edición, con grandes escenas entre las cuales una se destaca en particular, dejando el sello indeleble de su director. Narrativamente, Logan también está muy por encima del promedio en su género y consta de un guión bien esquematizado, personajes vivos y una trama muy bien ideada. Mangold entra en el salón de la fama del cine de superhéroes, con una propuesta única y difícil de superar, que sube la vara en el género hacia una altura insospechable. Marvel, una vez más, ha sabido tomar riesgo y logra despedir a un personaje icónico con quizás la mejor película del estudio a la fecha. Imperdible.
¿Qué tan alto se puede subir luego de haber caído a lo más bajo? Pregunta que puede caerle a la perfección a los personajes de Logan, novena incursión cinematográfica en el universo de los X-Men, y tercera del arco argumental que involucra las historias de Wolverine de modo individual. Por supuesto, y por si no recuerdan las dos películas anteriores de Wolverine, es una pregunta que también les cabría a los productores de esta franquicia que decide, en buena hora, despedirse a lo grande. De la mano de James Mangold, director de la última e inmirable Wolverine: Inmortal, pero esta vez tomando él mismo las riendas del guion en remplazo de Mark Bomback, Logan se convierte sin dudarlo en el mejor film de la franquicia, y en uno de los mejores productos de su especie. ar tanto X-Men Orígenes: Wolverine e Inmortal; si algo caracterizó a esta suerte de trilogía, es que poco tuvieron que ver entre sí en cuanto a lineamiento argumental. Cada una se basó en ubicar al personaje interpretado por Hugh Jackman en una aventura diferente que poco se relacionan entre sí, y apenas algo con la otra rama de X-Men general. Estamos en el año 2024, en sus anteriores películas los X-Men han ido y venido del pasado al presente; pero aquí se nos presenta un futuro muy oscuro. No, nada que ver a un apocalipsis, una guerra devastadora, o un mundo en ruinas, la oscuridad está en los personajes, todo pasa por ellos. Logan Wolverine está adaptándose a su vida como “más humano”, y se encuentra en la frontera con México, refugiado, en compañía de Caliban (Stephen Merchant) y a cargo del Profesor Xavier (Patrick Stewart). Los años no han pasado en vano ni para Logan ni para Xavier, avejentados, abandonados, Xavier presentando signos de enfermedad y senilidad. Hay una mujer, Gabriela (Elizabeth Rodriguez), que intenta contactar a Logan para hablarle de la pequeña Laura (Dafne Keen), que necesita de su ayuda; pero la situación no es la mejor. Gabriela necesita que aquel trío lleve a Laura, también mutante – más perseguidos y rechazados por los humanos que nunca – a una zona protegida conocida como Eden… aunque puede ser que esa zona no exista. Ante todo, Logan no es una película de superhéroes, aunque tiene todo lo que ellas deberían tener. A su modo, con anti héroes y un rechazo por la parafernalia, es una epopeya épica; posee una gran carga dramática emocional; acción que rehúye de lo bombástico; y una creación de personajes fuerte, compleja, y compenetrable. Wolvie, Xavier, Caliban y Laura emprenden una road movie bestial, huyen de quienes quieren capturarlos (en este punto sí quizás sea adecuado tener algo presente sobre todo la primera trilogía de X-Men), y aprenden a convivir. Si seguimos la carrera de James Mangold, sobre todo cuando tuvo control sobre el guion, veremos que es un gran constructor de personajes, específicamente de emociones; y eso es lo que “sobra” en Logan. Los personajes no responden a una estructura lineal de mandato a cumplir, hay algo que los motiva, el amor o la compasión (sí, hablamos de una película de X-Men), los lazos que se crean entre ellos y que hace que se quieran defender con garra. También del lado de los villanos hay una correcta construcción. Aunque con menos presencia, la aparición de un personaje como el Dr. Rice (Richard E. Grant), hiela la sangre mucho más que esos monstruos de aspecto deforme-CGI, su fría humanidad inescrupulosa mete miedo. La narración jamás decae, las escenas de acción – ¡gracias! – son hiper violentas, salvajes, sangrientas, y no tienen grandes reparos en lo qué mostrar; pero no se inclina por un montaje movedizo ni una edición ligera para mantener la atención. Acá la atención se mantiene porque nos interesa lo que les pasa a los personajes, si hasta se nos puede escapar alguna lágrima. De tono cercano al western, al drama masculino, y con una tensión propia del thriller; tampoco traiciona su origen alejándose (como uno podría suponer de la trilogía de Batman en manos de Christopher Nolan), siempre tenemos presente que estamos en un film de los X-Men, o de Wolverine. Hugh Jackman entrega al mejor Logan, al más humano, al que más se acerca al primer film dirigido por Bryan Singer (con la que este film tendrá varios puntos en común en cuanto a los tonos), la química con Stewart, con Merchant (buen personaje, suerte de tierno comic relief) y con Keen es brillante. Patrick Stewart se entrega de corazón a Xavier, tiene comicidad y drama, en una misma escena, de un modo entrañable. Ambos logran las actuaciones de su carrera. Dafne Keen es muy pronto decirlo, pero pareciera una joven promesa, siempre está en personaje. Con una fotografía ruinosa, y una banda sonora que acompaña magistralmente la zona al ritmo de country; todo cumple un rol fundamental en el acabado final. Logan es una propuesta sin fisuras, que le da a cada uno lo que quiere ver; hay entretenimiento, acción, comedia, suspenso, y drama, y en ninguno flaquea. Finalmente podemos decir que este es el film de Wolverine que queríamos ver.
Violencia achacosa Los westerns crepusculares eran películas de corte melancólico donde los protagonistas, veteranos de mil y una batallas, se aprestaban, exhaustos y muchas veces a regañadientes, a una última misión. La idea era sacársela pronto de encima para luego retirarse de una vez por todas y así poder llevar una vida más apacible. En el clásico Shane (1953), de George Stevens, el personaje interpretado por Alan Ladd pretendía asentarse en una granja, pero el despotismo de un ganadero de la zona lo forzaba a continuar utilizando las armas. En Logan la referencia a ese clásico es explícita –varios personajes lo ven en un televisor, y lo comentan–, y los puntos en común entre ambos filmes no son pocos. En los dos existe una relación particular entre el veterano y un niño, cuyo legado natural parecería ser seguir los mismos violentos derroteros. De un lado de la ecuación está el héroe abatido, culposo, internamente destrozado, del otro, un retoño lleno de vitalidad, que lo sigue con fascinación e idolatría. El veterano es consciente de ser una pésima influencia para el niño, pero no puede salirse de su naturaleza. En este caso se trata de una niña, una mutante de poderes similares a los del protagonista. Pero Wolverine (notable Hugh Jackman) no quiere saber nada con nadie; viviendo de incógnito, trabajando como chofer de limusina e intentando llevar lo más dignamente posible sus últimos tramos de vida, se le cruza en medio del camino una situación dramática y una responsabilidad ineludible, así como la imposibilidad de seguir su inercia vital. La película obtuvo la calificación R en Estados Unidos, lo que significa que los menores de edad pueden ingresar a las salas sólo con la compañía de un adulto guardián. En Uruguay esta calificación se tradujo en la prohibición a menores de 18, y razones no faltan. La violencia explícita ya justifica la calificación; abundan los desmembramientos y todo tipo de destrozos de cuerpos. Una de las escenas más sorprendentes, y sí, también de las más bellas, tiene lugar cuando la niña mutante aparece cargando con la cabeza recién extraída del cuerpo de un militar, y la arroja desafiante al resto de sus contendientes. Pero no es lo único; también hay algún desnudo femenino parcial y, sobre todo, mucho consumo de sustancias: tanto el protagonista como el legendario Charles Xavier (Patrick Stewart) necesitan drogarse casi continuamente, sea para soportar los achaques de la vejez como para mantener controlados sus más peligrosos impulsos. En una escena clave, Logan se inyecta un suero verde que le causa el mismo efecto que las espinacas a Popeye, pero en este caso bajo la advertencia de que una sobredosis de la sustancia puede ser mortal. Nunca se había visto una película de superhéroes tan nihilista, melancólica e implacablemente triste. Es toda una novedad y un verdadero salto cualitativo en comparación con lo que se venía viendo. Por fortuna el director James Mangold (Johnny y June, El tren de las 3.10 a Yuma) trae a tierra a Logan alejándola de los peores vicios de las películas del género: la simpatía forzosa, la verborragia chistosa, las demoliciones a gran escala y las amenazas de destrucción total de la Tierra (o del universo, qué más da). En cambio se concentra en una historia pequeña, sentida, con el foco en los personajes y su convaleciente humanidad.
El superhéroe de las garras oxidadas Con el acento puesto en el viaje y la aventura, la película es la más sombría del personaje. El legado del mejor cine. El Wolverine de Hugh Jackman consiguió lo mismo que su versión en papel: volverse autónomo y sobresalir por sobre los X‑Men. Se trata de un logro extraordinario, que sitúa al actor de manera privilegiada. Es por eso que su caracterización, a estas alturas, ya comparte un podio legendario con otros como Ralph Byrd (Dick Tracy), Guy Williams (El Zorro) y Christopher Reeve (Superman). Jackman se ha vuelto parte sustancial del héroe, así como lo supuso el Frankensein de James Whale: no hay posibilidad de leer el libro de Shelley sin pensar en la tarea de Boris Karloff (y el maquillaje de Jack Pierce). Aún más, su última película -última de verdad, dicen- tal vez sea una de las mejores dentro de ese género todavía nuevo que se llama "cine de superhéroes". Género que le reditúa a Hollywood de manera prolífica, con películas las más de las veces predecibles, reiterativas, mediocres. No es que Logan, la película, reniegue de su origen o raigambre fílmica, sino que la redirige hacia lo que de veras importa; vale decir, el cine. Logan, el solitario, el samurái, el cowboy; todas y cada una de estas acepciones -figuradas o no‑ le caben, mientras pena por una herida que no sana. Contrariedad para quien tiene un factor curativo imbatible, capaz de volverle casi inmortal. Pero los buenos tiempos han pasado, el futuro llegó y no es como se lo soñaba. Alejado de la ciudad, Logan convive, escondido en la polvorienta frontera mexicana, con Caliban -el mutante que rastrea mutantes‑ y un avejentado, casi delirante, profesor Xavier (Patrick Stewart). De una manera u otra, el exterminio de los diferentes se produjo. Como un sobreviviente a disgusto, Logan está rengo, canoso, alcohólico, de garras oxidadas, mientras conduce una limousine insólita. Hasta que aparece el pedido de ayuda, y una enfermera le pide por la vida de una pequeña. Una última misión aparece, y es Xavier quien predice el amanecer cercano. En la niña ‑resorte dramático de todo el asunto‑ descansa el secreto que el film sabe cómo desocultar y cuándo resignificar. Hay dos vertientes que hacen de Logan una película autoconsciente. Una de ellas es de cara al cómic: Logan se lee a sí mismo en las revistas X‑Men que Laura, la niña, atesora. El desdoblamiento es irónico, hace del cómic el residuo fantástico, al cual se mira con desdén o descrédito. Tal lectura paródica tiene ejemplo paradigmático en Creepshow (de George Romero y Stephen King), con el niño que es degradado por el padre, quien tira sus revistas a la basura. Tanto Creepshow como Logan, se entiende, depositan su fe en los niños, con historietas que se cuelan en las películas y que son tan ciertas como sus protagonistas. Desde ya, lo que en ellas se lee no son tonterías. El otro aspecto a considerar es el del cine dentro del cine, con Shane, el western de George Stevens, como película espejada. Desde ya, Logan es el cowboy redimensionado, aquel que hará valer el principio de la comunidad, aunque sea a su costa. La inclusión de Shane no es gratuita, no se trata de incluir guiños cinéfilos epidérmicos, sino de expresar una necesidad vital, dedicada a vivificar un aura fílmica que parece perimida. En este sentido, vale pensar en cómo Shane aparece: en un plasma gigante, entre un viejo y una niña, mientras ella escucha de éste el relato de cuándo vio ese film, en una época lejana, donde existían salas de cine. Quien deja apreciar su estampa mortuoria, mientras tanto, es el killer que compone Jack Palance. El devenir está anunciado, y sin embargo, Xavier mira esperanzado. Hay también una tercera vertiente, todavía más problemática porque toca la vida del propio actor, sometido a reiteradas operaciones por cáncer de piel. No es un dato menor, ya que a Logan se lo ve desgajado, con las heridas sin cerrar, pálido, sin hacer gala del físico característico. Aspecto que vuelve destructible a quien nada ni nadie parecía herir. La resolución, por esto mismo, es brillante. Con un gesto último que encuentra ratificación en la X que todo lo empezó. Letra que advierte, que anuncia lo prohibido, que identifica al marginado, y que desafía a otras cruces, similares pero de veras mortuorias.
Hace tiempo que decidí dejar de ver tráiler. Son engañosos y algunos hasta te cuentan toda la historia. Pero al ir al cine es casi inevitable verlos. Puedo jugar con el tiempo y llegar cuando empiece la película, pero no quiero perderme un segundo de lo que voy a ver. Mis expectativas de ver la última película de Hugh Jackman como nuestro malvado superhéroe Wolverine, eran muy altas. A esta altura el lector ya se dio cuenta que las expectativas cayeron. De entrada la película nos muestra que es la más violenta y madura del vasto universo Marvel, la sangre no deja de saltar para todos lados, y debo admitir que las escenas de pelea que tiene la película son de lo mejor. Esta no es la típica película de superhéroe. Algunos la han definido como un western, otros le dan el mote de road movie. Para mí es un drama con acción. Vemos un lado humano y real de Wolverine. Estamos en un futuro donde los mutantes han dejado de existir, Charles y Logan son uno de los últimos con vida, este último viviendo una vida “normal” (con mucho alcohol en sangre) a Logan se lo ve más humano, más maduro y muy cansado de la vida y del adamantio dentro de su cuerpo, hasta que aparece la pequeña Laura, que también tiene el mismo material dentro de su cuerpo. Es X-23. Y aquí es cuando comienza el gran viaje hacia Dakota del Norte. Las actuaciones son destacables. Jackman se despide de su papel de la mejor manera, con mucha garra (chiste fácil) y con ese carácter reacio de Logan. Stewart mantiene su rol como Charles de la mejor manera, como lo viene haciendo. Y la revelación de esta película es la pequeña Keen, que se roba todas las escenas en las que aparece con las garras afuera, y varias con las garras adentro. Esperaba más de Logan. Le sobro por lo menos media hora, el guion por momentos cae y carece de ritmo. Salí de la sala con sabor a nada, no me gusta comparar películas pero cuando salí de ver Civil War estaba con ganas de más, pero no deja de ser una buena despedida de tan icónico personaje, o al menos la despedida del actor. Veremos que le depara el futuro a Wolverine y el resto de los mutantes. Mi recomendación: A todos los comiqueros, no vayan con las expectativas muy altas, puede que se las bajen. Es una película que si viste todas las anteriores tenes que verla. Sino sos del mundo de los comics o del mundo Marvel no la veas. Pueden verla en su casa sino quieren gastar plata en el cine.
Hugh Jackman es hace mucho tiempo uno de los actores más queridos de Hollywood. Hace 17 años que interpreta al mutante Wolverine, conocido también como Logan, uno de los mutantes más amados dentro del universo de X-Men. Su interpretación del personaje durante este tiempo siempre fue muy acertada y cercana al personaje de los comics o de la serie animada de los noventa. Logan es malhumorado, irritable y solitario, pero de alguna manera, termina uniéndose a los X-Men durante el desarrollo de su historia personal en las distintas entregas: “X-Men saga”, “X-Men – Origins” y “The Wolverine”. Lo vimos crecer y convertirse en el héroe que es hoy en día. En esta entrega, nos encontramos en el año 2029, donde los mutantes no existen y Logan trabaja como chofer de limusina, tomando alcohol y deteriorándose debido a una enfermedad causada por la misma sustancia que le dio sus poderes. Vive en la frontera de México junto a un mutante albino llamado Caliban (Stephen Merchant) y el profesor Charles Xavier (que se encuentra con su mente dañada y debe ser medicado para poder controlar sus poderes que se salen de control). Logan logra esconder su vida hasta que un día una mujer mexicana se acerca, le comenta sobre una niña llamada Laura que tiene poderes similares a los de él y que es perseguida por unas fuerzas oscuras que intentan encerrarla. A partir de allí empieza la última aventura de Logan y del Profesor Charles, que tratan de ayudar a escapar a Laura a un lugar llamado Edén, donde supuestamente hay más niños como ella (nuevos mutantes). Lo que podemos decir de esta película es que es distinta a las otras entregas de las serie de Wolverine. Hugh Jackman demuestra una vez más que es el perfecto actor para interpretarlo. Sabemos que va a ser difícil de reemplazar, ya que ésta es su última película interpretando al querido mutante. Por otro lado Patrick Stewart una vez más interpreta a un brillante Charles Xavier y también conocemos aquí a una nueva mutante, X-23 o Laura (Dafne Keen), que posee los mismos poderes que Wolverine y realmente representa el personaje de una manera genial. Sus escenas de acción son muy buenas y logradas así como también las escenas emotivas donde va formando un vínculo con el personaje de Jackman. En continuidad con la línea que se empezó el año pasado con “Deadpool”, esta entrega es más sangrienta y violenta que las anteriores, tiene unos toques de road trip, que en algunos momentos se tornan pesados y a veces se siente que no aportan mucho a la historia en sí. La sensación final de la película es que a pesar de tener sus baches, es llevadera y es el perfecto final para el héroe o antihéroe de muchos. Así él cierra su historia para siempre y aunque lo vamos a extrañar, esperamos con ansias las nuevas aventuras que en el futuro, con estos nuevos mutantes, se pueden llegar a tener. Puntaje: 4,5/5
El título de esta nota, “Logan versus Kong”, no alude a una nueva película que enfrente a Wolverine con el famoso simio, sino a la competencia que durante las últimas semanas hubo en nuestras pantallas entre ambos largometrajes, acaparando al grueso de los espectadores. “Logan”, que se estrenó una semana antes que “Kong: la isla calavera”, será el ganador pero ambos deberán ceder la “pole position” a “La bella y la bestia”, el nuevo “tanque” estrenado este jueves. James Mangold es un realizador interesante del que se estrenaron casi todos sus films, excluido el inicial (“Heavy” con Shelley Winters). Vale la pena recordar algunos de sus títulos más destacados como “Tierra de policías” (“Copland” con Sylvester Stallone), “Johnny & June: pasión y locura” y sobre todo una muy lograda remake de “El tren de las 3:10 a Yuma”. Ya en el año 2013 había dirigido a Hugh Jackman en “Wolverine: Inmortal” que transcurría en Japón y empezaba el día de la explosión atómica en Nagasaki. Ahora vuelve a hacerlo en “Logan”, la que sería la tercera y última película centrada en uno de los principales personajes de los X Men. En esta oportunidad la acción transcurre en el año 2029 en los Estados Unidos, más precisamente en la frontera con México con lo que habrá más de un personaje que se exprese en español. Entre los angloparlantes se destacan el ya conocido del profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) y Caliban (Stephen Merchant). Y entre los nuevos Laura, una niña de apenas once años que muy bien interpreta la debutante Dafne Keen. Durante más de dos horas el espectador asiste a escenas de acción, por momentos muy violentas, entre mutantes como el propio Wolverine y sus enemigos más acérrimos: Pierce (Boyd Holbrook) y el Dr Rice (Richard E. Grant. “Logan” será sobre todo disfrutada por los seguidores de la serie de films de Marvel, pero no decepcionará al resto en lo que podría catalogarse como un “western del futuro”. “Kong: la Isla calavera” al igual que la anterior es cine de acción aunque en este caso podría ser caracterizado como un “film bélico del género fantástico”. La primera escena transcurre en la isla del título a fines de la Segunda Guerra Mundial con el enfrentamiento entre un militar norteamericano (John C. Reilly) y otro japonés. La sorpresiva e inesperada aparición del famoso King Kong interrumpirá el duelo entre ambos y lo que sigue ya tendrá lugar casi treinta años más tarde. Será el momento en que un grupo de militares y científicos comandados por el teniente coronel Packard (Samuel L. Jackson) arribe en helicópteros que serán destruidos, con lo que el grupo que también integra un oportunista (John Goodman), una fotógrafa (Brie Larson) y un mercenario (Tom Hiddleston) se verán obligados a permanecer a la espera de rescate. La aparición de animales prehistóricos así como de Kong dará lugar a espectaculares combates que se disfrutan sobre todo en el formato 3D. Dirigida por Jordan Vogt-Roberts, la película es vistosa y entretenida pero el espectador queda advertido que no se trata de una nueva versión del clásico que terminaba en el Empire State.
El reposo del guerrero Hace más de 18 años, en las postrimerías de 1998, Dougray Scott había sido marcado para el papel de Wolverine en la primigenia “X-Men”, pero se demoró con la filmación de “Misión: Imposible 2”; en parte debido a una lesión en el hombro. Bryan Singer, urgido por los tiempos de rodaje del debut mutante, recasteó el papel y salió un ignoto australiano, aparentemente recomendado por un colega que había rechazado el rol: Russell Crowe mencionó a un tal Hugh Jackman. El tipo se metió en la piel del mutante canadiense y, aunque no daba el look exacto de los cómics, encontró el tono justo: parte bestial y parte viejo sabio; cínico y nihilista que termina siendo el héroe del día, y paternal contra su voluntad; un hombre de honor capaz de codiciar la mujer del prójimo. Siempre en lucha entre sus pulsiones y su deber, “un samurai fracasado”, como lo definió Chris Claremont, el principal guionista mutante de la era dorada de los X-Men (técnicamente era la transición hacia la Edad Moderna, pero eso sólo lo van a entender los comiqueros de vieja escuela). Intertextualidades Jackman ha cargado con Wolverine en el cuero por una generación, y su despedida tenía que ser en grande. La última cinta debía ser un gran evento, definitivo, no un simple recast. James Mangold, el responsable de la interesante “Wolverine: Inmortal” (que trabajó con Jackman en su boom, en “Kate & Leopold”) salió a darse una panzada de cómics recientes y de cine, reciente y clásico. Del lado de los cómics, abrevó en una miniserie llamada “Old Man Logan”, con una versión avejentada y futurista del mutante, escrita por el celebrado Mark Millar. Y también en la movida de la Casa de las Ideas de cargárselo en “Death of Wolverine”, con guión de Charles Soule, para generar una versión femenina bajo el nombre X-23. Y, por primera vez en una cinta del género, aparecen cómic books (que no es un libro, sino la revistita de 24 páginas) como parte de un discurso, como algo escrito “sobre” los héroes reales: en el mundo “real”, las cosas “no son tan así” como en las páginas coloreadas. Pero el guión, que Mangold escribió junto a Scott Frank y Michael Green, bebe en otras fuentes y combina la odisea del personaje de Clive Owen en “Niños del hombre”, dándolo todo para salvar a la última embarazada, con la relación entre veterano guerrero y niñita terrible de “El perfecto asesino”, y algo de “El transportador”, con la limusina, el “encargo” y (al estilo de Luc Besson, antes de que los “Rápidos y furiosos” se fueran de escala) las escena de manejo. Hay un parentesco, se verá, con “Terminator Génesis”, donde el modelo viejo se enfrenta al nuevo. Pero en esta parte también hay una intertextualidad: se trata de “Shane”, de George Stevens sobre novela de Jack Schaefer, con el protagónico de Alan Ladd: como escribió José Pablo Feinmann, sería uno de los emblemas del cowboy (lo viejo, la barbarie) que pelea del bando de los granjeros (lo nuevo, la civilización) en el margen de su propia extinción. Ahí está otra de las tónicas del filme, que termina convirtiéndose en una de las mejores cintas de la franquicia mutante, aunque por las razones opuestas de “X-Men: Días del futuro pasado”, la apoteosis de Singer: si aquella arañaba la gloria de los cómics de fines de los ‘70, ésta hereda la tradición más “seria” de Wolverine, sin ahorrar violencia y naturalismo estético (los paisajes abiertos y rurales beben también del western y la road movie). Sangre nueva Estamos en el año 2029, de vaya a saber qué continuidad (después de “Días del futuro pasado” se rebarajó el canon): los mutantes se baten en retirada, más por el fin de los nacimientos que por la virulencia de los Sentinelas que ganarían en la continuidad alternativa de dicho filme (pero igual quedan pocos de los viejos). Logan trabaja de chofer de limusina en la zona de El Paso y Ciudad Júarez (se ve que Trump no cerró el cruce totalmente) bajo el nombre de James Hewlett, el de su infancia en los cómics. Es un hombre avejentado, enfermizo, que no sana como antes y usa anteojos. Ahorra para llevarse lejos a Charles Xavier, el ahora nonagenario profesor, con su prodigiosa y peligrosa mente complicada por algún mal degenerativo. Caliban, el rastreador de mutantes, les acompaña en el exilio. Pero Logan es un imán para los problemas, y una misteriosa mujer alcanza a dejarlo al cuidado de una niña antes de que se la carguen unos tipos fuleros. La nenita se llama Laura, y tiene una actitud complicada: es producto de experimentos, y tiene la desconexión del mundo de la Eleven de “Stranger Things”. El problema es que, pequeñita como es, tiene factor curativo, garras y esqueleto recubierto en adamantium. Sí: es una “Wolverinita” de 11 años, de sangre latina e hispanoparlante, pero... haga el lector la matemática genética. La cosa es que el héroe caído, más deshecho que nunca, encontrará una nueva razón para vivir y blandir las garras en una batalla definitiva. Últimos fogonazos Desde el punto de vista actoral, la centralidad de Jackman es mayor que nunca. Por un lado porque debe expresar todas las dimensiones de un superhombre venido a menos, agotado física, mental y moralmente, al tiempo de dotarlo de momentos simpáticos (ya que no pases de comedia), solo o acompañado. Todo lo que el australiano le dio al personaje está aquí, pero de manera más dramática. Por otro lado, es el vértice de las otras dos actuaciones centrales. Por un lado, la performance de Patrick Stewart como un envejecido Profesor X, con sus momentos de lucidez, de senilidad, de medicación. A diferencia de Jackman, Stewart fue el elegido de los fans cuando la primera película era todavía un sueño: aquellos que lo veían como el capitán Picard de “Star Trek: La nueva generación” ya lo asociaban con el telépata voluntarioso. Aquí logra dar la versión decaída de aquel visionario, en una gran despedida del personaje. La otra gran participación es la de la Dafne Keen, una nueva revelación de los castings infantiles: hija de actores, aborda a Laura con una rabia inusitada, más allá de las escenas de pelea (que Mangold filmó con gran ingenio para la violencia). Laura tiene esa frustración primal contra los amos externos de su destino heredada del propio Logan; y Keen puede escenificarlo con pocos diálogos: o está muy bien dirigida, o es una intuitiva para los personajes. Y la química que logra con el curtido Jackman es de las buenas, sin excesos ni sentimentalismos. Acompañan Stephen Merchant en la blanca piel de un Caliban algo divergente del de “X-Men: Apocalipsis” (que de todos modos está en otro universo paralelo) y Elizabeth Rodríguez como Gabriela, la enfermera mexicana. Los villanos son más planos: Boyd Holbrook como el mercenario Pierce y Richard E. Grant como el doctor Rice, el que trae algunas revelaciones sobre el final. Valga la mención de los integrantes de la familia Munson, granjeros que aportan la “normalidad” en el mundo de los especiales: Eriq La Salle (aquel de “ER Emergencias”), Elise Neal y Quincy Fouse. No es para niños, no hay escena postcréditos, no aparece Stan Lee haciendo de viejito loco, no hay trajes ajustados ni una propuesta de aventuras nuevas. Wolverine, éste que conocimos al menos, se va con una despedida emotiva, después de haber caminado, bebido, reído y peleado entre nosotros desde principios de siglo. Excelente ***** “Logan: Wolverine”. “Logan” (Estados Unidos, 2017). Dirección: James Mangold. Guión: James Mangold, Michael Green y Scott Frank, sobre historia de Mangold. Fotografía: John Mathieson. Música: Marco Beltrami. Edición: Michael McCusker y Dirk Westervelt. Diseño de producción: François Audouy. Elenco: Hugh Jackman, Patrick Stewart, Dafne Keen, Elizabeth Rodríguez, Boyd Holbrook, Richard E. Grant, Eriq La Salle, Elise Neal, Quincy Fouse. Duración: 137 minutos. Apta para mayores de 16 años. Se exhibe en Cinemark.
Sí, señores, todo tiene un final. Todo termina, todo concluye, y eso es algo de lo que no escapan ni siquiera los mutantes ni los superhéroes de ficción. Sin embargo, hay diferentes formas de decir adiós. Y a los muchachos de Marvel y compañía no se les ocurrió mejor idea que despedir al personaje de Wolverine, uno de lo más queridos por los fanáticos dentro del mundo de los cómics, con una película extraordinaria y brutal que sin dudas ostenta ser la mejor de la trilogía. En Logan, la tercera y última entrega en solitario del antihéroe dueño de las garras de adamantium, la historia transcurre en un futuro cercano, 2029 para ser más precisos, en un mundo en el que los mutantes se encuentran diezmados y casi al borde de la extinción. En ese contexto, Logan (Hugh Jackman) es una sombra del que supo ser: avejentado, alcohólico, rengo y con estado físico deplorable, el mutante pasa sus días como chofer de limusina y cuidando de un enfermo e irreconocible Charles Xavier (Patrick Stewart). La trama se altera cuando entra en escena Laura (Dafne Keen), una niña mutante con algunos poderes similares a los de Logan, a la que ambos deberán proteger. Lejos, pero muy lejos de las entregas anteriores como X-Men Origins: Wolverine (2009) y The Wolverine (2013), Logan rompe con la tradición robótica y cuadrada de las típicas películas de superhéroes para adolescentes de los últimos tiempos. No por nada, James Mangold, director del film, advirtió en un tuit: “Es oficial. Por favor tomen en cuenta que Logan ha recibido la clasificación R por violencia, lenguaje fuerte y brutal y por desnudez breve”. Y es cierto. Logan es un film maduro, atípico, repleto de escenas de violencia y brutalidad explícita con la que Mangold buscó alejarse de los productos más comerciales del Universo Marvel. Es una road movie, con claros guiños al género Western, en la que se dejan ver matices dramáticos, tristes y melancólicos, pero con una dinámica impecable. En esta ocasión, no hay trajes relucientes ni diálogos trillados al estilo de Iron Man, Avengers o Deadpool. En una lectura un poco egoísta y celosa -por parte de todos los que siguen hace años la historia-, Logan no se presenta como un film para los nuevos fanáticos, sino para aquellos que crecieron junto al personaje. Si bien en toda la franquicia de X-Men varios actores han interpretaron a un mismo personaje: Patrick Stewart – James McAvoy (Charles Xavier), Ian McKellen – Michael Fassbender (Magneto), entre otros, uno solo se hizo cargo del papel de Wolverine. Desde que se calzó las garras, las pastillas y el pelo para arriba, Hugh Jackman hizo del mutante solitario y de mal carácter un personaje completamente suyo. En su última aparición, el enfoque dramático del film permitió que Jackman construyera un Logan más humano, real y violento que busca cerrar todas las cicatrices de una vida de inmortalidad y sufrimiento. El trabajo de Patrick Stewart y Dafne Keen son, también, dos de los puntos más destacables dentro de la película. En el primer caso, el británico se pone por última vez en la piel de Charles Xavier e interpreta de una manera soberbia a un nonagenario con serios problemas de salud, pero que todavía cuenta con una brillante sabiduría y algunas cartas por jugar. Y, de igual modo, la joven actriz se destaca con una excelente performance, mucho más si se tiene en cuenta que en gran parte de la película la transita sin emitir una sola palabra. Pura gestualidad y talento. Uno de aspectos más flojos – aunque no alteran el buen andar de la película- quizás sea, como en la gran mayoría de las historias de superhéroes, los villanos. El personaje Donald Pierce (Boyd Holbrook) deambula dubitativo por todo el film. Nunca se termina de entender cuál es su verdadero objetivo ni el tamaño de su poder. A medida que pasa el tiempo se desinfla hasta parecer solamente un miembro más del grupo de los malos. Un antagonista muy flojo para la talla de un mutante como Wolverine. “Le he dado todo de mí a este papel, me siento muy orgulloso de cada entrega que he hecho, pero en Logan he dado más. Atrás queda el duro Wolverine, dejen paso al difícil Logan”, declaró Hugh Jackman en una entrevista antes del estreno de la última película en la que se pondrá en la piel del legendario mutante. Y es verdad. Es difícil de asimilar y comprender, pero el tiempo pasa, todo termina, y es mejor despedirse por la puerta grande. Después de 17 años, y un romance eterno con los fanáticos y seguidores, el actor le dice adiós al papel que lo hizo mundialmente conocido – quizá en la mejor actuación de toda su carrera, por todo lo que implica- dejando con su trabajo en Logan unos zapatos y unas garras demasiado grandes para llenar.
– Tengo que seguir mi camino. – ¿Por qué, Shane? – Cada uno es lo que es, Joey. No se puede romper el molde. Yo lo intenté y no resultó. – Quédate con nosotros, Shane. – Joey, matar no es vida. No hay vuelta atrás. Por suerte o por desgracia, yo llevo esa mancha… imborrable. No hay vuelta atrás. Shane de George Stevens (1953) Este dialogo será el leitmotiv de Logan y marcará el destino de Laura (interpretada por la joven actriz Dafne Keen) una pequeña mutante clasificada como X-23. Tras haber escapado del laboratorio que la mantenía cautiva y ayudada por una enfermera del lugar, Laura será perseguida por un grupo llamado Los Reavers (algo así como “los raptores”) liderado por Donald Pierce (Boyd Holbrook), un ciborg fanático de Wolverine. En un fututo donde no han nacido mutantes y acompañada por otros niños que son producto de experimentos científicos, Laura se convertirá en un espécimen de la nueva generación X. En este escenario se cruzará con un viejo Logan (Hugh Jackman) que trabaja como chofer de una limusina para sobrevivir, quien cuida y esconde, junto a Caliban (Stephen Merchant), a un senil Charles Xavier (Patrick Stewart). A pesar de su condición, el Profesor X logrará convencer a Wolverine de sumarse a la cruzada de Laura para protegerla y llevarla a un lugar de refugio y salvación. A partir de aquí, el desarrollo de la película narrará escapes constantes a pura acción, pero también, habrá lugar para la reflexión y la contemplación. Durante la persecución Logan no solo confrontará a sus perseguidores, también entrará en juego la lucha contra la vejez, contra un cuerpo que no le responde y contra heridas que cicatrizan de manera lenta. Abatido por tantos años vividos, la eternidad le cae por su propio peso, está solo y comprende que los buenos tiempos no volverán. Hugh Jackman, una vez más pone el cuerpo para interpretar a este superhéroe y lo hace de manera magnifica. Logra transmitir sus experiencias a través del tiempo, pasando por tres siglos, siendo testigo de guerras, así como de todos los sucesos históricos que fueron transformando al mundo. Diecisiete años han pasado desde la primera vez en que Wolverine (surgido de los comics de Marvel) es presentado en carne y hueso en la pantalla grande, en la saga X-Men (2000) dirigida por Bryan Singer. El director James Mangold refuerza esa interpretación mostrando el abatimiento que tiene este hombre. Sus miedos, el sufrimiento que siente por estar vivo, haciendo una analogía con los pistoleros de las películas de Western. Escenarios áridos que parecen del viejo oeste, en donde el protagonista enfrenta a sus contendientes y es ovacionado por el pueblo porque protege a los más frágiles. En este caso un grupo de niños. Sangre, acción y violencia caracterizan a esta película, en la que Wolverine como un animal herido trata de sobrevivir y si tiene que matar para defenderse lo hará una y otra vez. Logan es un filme logrado desde lo técnico, desde el guion y la dirección actoral, pero también es una espectacular despedida del personaje (Jackman y Stewart declararon que no volverán a interpretar a Logan y Charles Xavier). Un escenario adecuado para mostrar revelaciones, un gran homenaje a las películas del viejo oeste, pero sobre todas las cosas, una muy interesante reflexión sobre encontrar el sentido de lo que hacemos, especialmente cuando entra en confrontación con lo que somos. El director logra una eficaz combinación entre road movie, western, película de superhéroes y drama familiar. Como dice Shane: … matar no es vida. No hay vuelta atrás. Por suerte o por desgracia, yo llevo esa mancha… imborrable. En esta entrega veremos esa mancha en todo su esplendor, acompañaremos a Logan a cargarla a cuestas, la confrontaremos y la reconoceremos. Logan tendrá un final como solo él lo merece. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
Un cierre potente que hace perdonar pecados pasados "Logan" es el final de una trilogía bastante irregular cuyo protagonista es uno de nuestros X-Men favoritos, Wolverine. Recordemos que "X-Men: Origins" no fue un film de los más recomendable y su secuela "The Wolverine", dirigida por James Mangold quien también estuvo a cargo de este final, tampoco era un producto de gran calidad. A muchos críticos les gustó, pero la verdad es que no me pareció la gran cosa, seguía la dinámica de una película de superhéroes común y corriente, y los villanos que puso Mangold como contraparte parecían sacados de la galera a último momento, sin contundencia ni llegada al público. Este tercer y último trabajo se redime de todos esos errores (al menos de la mayoría) y parece realizada por otro director, con un enfoque y dinámica totalmente distintas, con una historia amarga y oscura que a la vez es la más dulce y esperanzadora. Para muchos seguidores de los X-Men será una experiencia rara ya que tiene pocos elementos de todas sus antecesoras. En primer lugar tenemos muchos menos mutantes en juego. Esto puede ser un problema para algunos. En mi caso hubiera preferido ver algunos más, pero con el resultado final que tuvo el film no me quejo. Por otro lado, tiene un tinte mucho más adulto y oscuro que todas las X-Men pasadas. Su calificación fue "R" debido al alto contenido de violencia explícita e insultos que tienen sus diálogos. Esto también me pareció fresco y entretenido. Está bueno que nos salgamos un poco de la pulcritud familiar y exploremos superhéroes más reales y viscerales. Por último quiero resaltar ese aura de western que le imprimieron a este cierre de trilogía. Lo hizo elegante, creíble y mucho más empático con el público. Es más un homenaje sentido y romántico de Logan que una película de acción y super poderes. Por supuesto tiene algunas cositas que no la dejaron convertirse en un excelente producto, como algunas escenas forzadas en las que se buscó torpemente el golpe bajo, pero nada grave que no permita disfrutar al máximo de un nuevo tipo de film de super héroes, más jugado, más personal y que se destaca entre tanta fórmula efervescente que cambia de protagonista pero mantiene el modus operandi. Linda manera de cerrar esta historia que espero no comiencen a refritar inmediatamente. Denle por lo menos unos 15 años.
Sin dudas “Logan” fue la mejor película basada en un comic de este 2017. Ya es una tendencia hace algunos años contar con por lo menos cinco propuestas de esta índole anualmente. Esto está conduciendo a un agotamiento del género y del público ante la gran oferta y la poca originalidad reinante. Sin embargo, cada tanto aparecen algunas cintas que sorprenden por su frescura, su rebeldía y la incomparable confección de una historia superheroica. El año pasado, “Deadpool” fue la ganadora de esta visión tan distinguida y en esta ocasión, “Logan” es el gran cóctel comiquero, transgresor y original que esperábamos. El film nos presenta un futuro cercano donde vemos a un Wolverine (Hugh Jackman) envejecido cuyos poderes comienzan a desvanecerse. Un individuo realmente vulnerable. Después de una vida de dolor y angustia, sin rumbo y perdido en el mundo donde los X-Men son leyenda, su mentor Charles Xavier (Patrick Stewart) lo convence de asumir una última misión: proteger a una joven que será la única esperanza para la raza mutante. Este capítulo final de la historia del mutante favorito de todo el mundo, compuesto por el actor australiano que lleva 17 años interpretándolo, marca el cierre de una etapa para Fox y para el propio Jackman. James Mangold (“3:10 to Yuma”, “Walk The Line”) fue el responsable de dirigir esta especie de western moderno de acción donde Logan deberá emprender un arduo camino que lo lleve a la redención. La película está muy ligeramente basada en el comic “Old Man Logan” de Mark Millar (“Kick Ass”), y se presenta como un western post-apocalíptico donde los mutantes fueron diezmados al punto de que rozan la extinción. “Logan” nos presentará su aventura más cruda, violenta, y visceral, haciéndole justicia al material de origen, logrando alcanzar una calificación R. Esta cinta se coloca en el olimpo de los films de superhéroes gracias a un guion sencillo pero sólido, una impecable dirección de Mangold, consiguiendo buenas interpretaciones del elenco, entre los que se destacan Stewart y Jackman, pero principalmente obteniendo una revelación actoral en el personaje de X-23, compuesto por la debutante Dafne Keen. La actriz española de 12 años se anima a actuar de igual a igual junto a Hugh, poniéndole el cuerpo a un personaje muy físico y de pocas palabras. Su composición de la pequeña mutante sorprende y augura una interesante carrera por venir. Resulta realmente atractivo el enfoque adulto y maduro que le dieron a esta historia, logrando que este producto se separe de la media de relatos inspirados en historietas y novelas gráficas. Wolverine es uno de esos personajes que pedían a gritos una mirada distinta y más violenta, siendo finalmente Fox quien se anime a dar un salto a nivel narrativo. En síntesis, “Logan” representa una gran carta de despedida para Hugh Jackman, que consigue retirarse del universo X-Men a lo grande. Un film cargado de secuencias de acción espectaculares, con buenas actuaciones, una lograda dirección de fotografía de John Mathieson (“Gladiator”) y una estupenda dirección de James Mangold. Un relato épico y emotivo que no economiza ni en espectacularidad ni en una narrativa interesante. La película de superhéroes diferente que esperábamos hace tiempo.