Compañeros de armas. No resulta difícil diferenciar los distintos tipos de “fan retro” que pululan en el contexto cinematográfico contemporáneo. Partiendo de la base de que no necesariamente hablamos de señoritas y/ o señores entrados en años, podemos identificar muchos subgrupos de cinéfilos que atesoran momentos específicos del mainstream -en esencia- estadounidense: en pos de nombrar sólo un puñado de cofradías melancólicas, pensemos en el amante del período mudo, el obsesionado con el Hollywood clásico, los que añoran la contracultura e insurgencia de la década del 70, los diletantes aniñados de los productos familiares de los 80 o el que derrama sus lágrimas por aquellas carnicerías de la “súper acción” fascistoide. Precisamente a esta última “congregación” apunta la franquicia de Los Indestructibles (The Expendables), un sector del público que recuerda con cariño la testosterona y el gore que ofrecían los cuchillos y las ametralladoras de antaño, antes de que la actual pasteurización de la violencia volcase la balanza hacia la parafernalia tecnológica, la sobreabundancia de CGI y una estructura dramática símil thriller de espionaje. Lamentablemente en el tercer eslabón de la saga Sylvester Stallone parece haber decidido que era necesario “ampliar” el abanico de espectadores a captar, ya sea por ambición o argumentos económicos, lo que derivó en una suerte de contradicción interna entre el “ideario” original y las “novedades”. Así las cosas, hoy nos encontramos con un “elenco de reemplazo” plagado de jovencitos carilindos, aparecen los primeros signos de ardides “high-tech” y descubrimos que en conjunto se bajó sustancialmente la intensidad sádica de las secuencias de acción (no vaya a ser que queden fuera de la sala los niños, los adolescentes, las mujeres y los hombres de corazón blando). Recurriendo a uno de esos infaltables “manotazos de ahogado” a nivel narrativo, el relato gira alrededor de la caza del malévolo Conrad Stonebanks (Mel Gibson), cofundador a la par de Sly del escuadrón de mercenarios, quien se dedica al tráfico de armas e hirió de gravedad a Caesar (Terry Crews), otro compañero adicto a las masacres. Desde ya que Barney (Stallone) le ordena a sus subordinados que no lo secunden porque están un tanto ajados y les desea una “vida normal”: de allí surge la excusa para reclutar “carne fresca” y obtener el ansiado PG-13. Si bien la primera película resultó un auto homenaje simpático y hasta consiguió ironizar acerca de una coyuntura industrial estancada que celebra el “término medio” discursivo, ya la secuela había perdido en parte el impulso. Una vez más se extraña la presencia de un actor en serio, léase Mickey Rourke, aunque las adiciones de Harrison Ford, Antonio Banderas y Wesley Snipes son más que bienvenidas en una propuesta que sólo en el excelente combate final justifica realmente su existencia…
Tipos rudos Patrick Hughes le da vida a esta tercera entrega netamente pochoclera, orientada a un público específico, ese que viene aguardando hace tiempo para volver a verle las caras a viejas y prestigiosas estrellas que han dejado su huella en el mundo del cine. Los Indestructibles 3 no es para todos los gustos, sin embargo abarca y cubre un gran porcentaje de espectadores que se acercan a las salas a simplemente dejarse llevar por los estruendosos sucesos que se desarrollan y exhiben a base de explosiones, tiroteos, derroche de municiones, saltos y golpes. Una saga que comenzó bajo la manga del propio Stallone, como director y además como líder de la batuta en el protagónico. Quienes la critican acusan una alta previsibilidad y un guión pobre; con otra vara la miden sus seguidores, justificando que lo importante en este tipo de proyecciones radica en el simple hecho de observar a grandes íconos de la industria cinematográfica, juntos y en acción. La base está. Se mantiene el mismo equipo de mercenarios que prevalecía y propinaba golpizas en las ediciones anteriores, esto es, con Stallone, Jason Statham, Terry Crews, Dolph Lundgren y Randy Couture. Lógicamente, también Arnold Schwarzenegger conserva su rol. Aquí tampoco se pierde la inclusión de nuevos y reconocidos rostros; así como entre la primera y la segunda parte figuras de la talla de Van Damme, Bruce Willis, Chuck Norris y Mickey Rourke hacían sus apariciones, en Los Indestructibles 3 le toca el turno a Harrison Ford, Wesley Snipes, Antonio Banderas y Mel Gibson, este último como Stonebanks, conformando una agradable y carismática interpretación como el villano de la historia. En la película no hay sorpresas, acontecimientos inesperados ni ingeniosos giros argumentales. Todo se mueve al son del desparrame de cartuchos, metrallas y a aquellas cuestiones que permiten otorgarle dinamismo y adrenalina a la narración, algo que ya desde el arranque se hace presente con una entretenida secuencia. No hay nada novedoso o que se salga de la vaina respecto de los episodios precedentes. Los diálogos, entre sencillos y con algunos que otros leves momentos de chispa, simplemente cumplen con la función de ocupar algunos minutos más y darle un respiro a las escenas de acción. No hay demasiada tela para cortar en el film. Una saga que llama la atención y atrae a partir de la parafernalia que acarrean los nombres que constituyen el elenco. Los Stallone, los Schwarzenegger, los Statham y los Gibson son los que le dan ese toque distintivo y es gracias a ellos que el producto suena algo mejor que si se tratase de actores menos afamados. Los Indestructibles 3 acaba siendo más de lo mismo, casi una suerte de placer culposo que cobra mayor dimensión por las mencionadas glorias del cine. LO MEJOR: el reparto, la dinámica de la historia. La aparición y performance de Mel Gibson. LO PEOR: no aporta nada nuevo. Es más extensa que las anteriores, algo que le juega en contra a la hora del enlace con el espectador. PUNTAJE: 6
Los indestructibles 3 es una imperdible y espectacular película de visión obligatoria en pantalla grande para su pleno disfrute. A mi gusto, esta nueva entrega es la mejor de la saga: tiene impactantes y adrenalínicas escenas de super acción, luchas y armas de todo tipo, persecuciones en variados medios de transporte, diálogos irónicos y de humor, un excelente...
Lo primero es la familia… Una definición básica de “mito”, que nos podría dar cualquier diccionario que encontramos escondido entre otros antiguos libros de nuestro hogar, nos dirá que es la construcción de un relato maravilloso protagonizado por seres sobrenaturales y/ o extraordinarios. Si reemplazáramos la palabra “mito” para colocar en su lugar a “Los Indestructibles”, nadie podría decir que esta sentencia es falsa o errónea. En el relato mítico las situaciones que se desarrollan suelen ser extremadamente fantasiosas, exageradas, estereotipadas, sin dificultad de comprensión y fácil anticipación. Entonces no deberíamos esperar ver en esta tercera entrega de la saga una gran historia, descollantes actuaciones ni emocionantes finales inesperados. Ya todos deberían conocer hacia dónde desembocará el relato. El camino que se tomará para llegar a él es lo único que resta saber. ¿Es esto poco en el cine actual? En absoluto. El mito de Los Indestructibles aún permanece y en este capítulo de la historia Patrick Hughes, su director, lo hace “crecer” aún más. En la primera secuencia de la cinta vemos un espectacular enfrentamiento que resume el alma de la -hasta ahora- trilogía: acción, muerte, disparos y compañerismo. “Helicóptero versus Tren” nos regala grandes escenas, velocidad, adrenalina y los gags de siempre. Allí el temerario equipo, liderado por Barney (Sylvester Stallone), rescata a un enigmático y letal Wesley Snipes, para sumarlo en la lucha por atrapar al malvado Conrad Stonebanks (Mel Gibson), quien se creía muerto. En ese primer encuentro Gibson-Stallone los resultados arrojados no son los esperados. El grupo es diezmado y la muerte, paradójicamente, estuvo más cerca que nunca. Barney llega a la reflexión de que el equipo ha cumplido un ciclo por lo que decide que, por el bien de todos y para prevenir futuras pérdidas, ha llegado el momento de la separación. En una “escena de la vida conyugal”, el veterano líder reunido con sus compañeros de trabajo casi sin dolor expresa su irrevocable decisión. Statham, despechado y en desacuerdo con el “rompimiento”, le reprocha a Barney sus palabras. Pero no logra modificar nada. La separación es un doloroso hecho. Es entonces cuando comienza el reclutamiento de una nueva generación de “Indestructibles”, donde Barney además de líder, se convierte en padre. “Yo peleo junto a mi familia”, dice la femenina y sensual incorporación al conjunto (Ronda Ronsey). El equipo queda ahora conformado con ágiles mentes, caras bonitas y tecnología de punta. Pero para atrapar a Stonebanks la experiencia, tarde o temprano, será vital. Los Indestructibles 3 nos presenta dos historias. Una de acción, la búsqueda del malvado Gibson. La otra sentimental, la separación del viejo grupo y la conformación de un nuevo. Del cruce de ambas coyunturas resultará una trama rápida, sin complicaciones ni sorpresas para el espectador amante de esta “mítica” saga.
Equipo nuevo y viejo enemigo Sin la dirección de Sylvester Stallone, vuelve el equipo de mercenarios con más estrellas y con una misión que los lleva a descubrir los orígenes de su formación. Sin Bruce Willis, el film reúne una vez más a Jason Statham, Arnold Schwarzenegger, Dolph Lundgren, Randy Couture, Jet Li, a los que se suman Wesley Snipes, Antonio Banderas, Harrison Ford, Mel Gibson, Kelsey Grammer y Kellan Lutz (Crepúsculo), entre otros. El choque entre lo nuevo y lo que queda de la "vieja escuela" impulsa el relato dirigido por Patrick Hughes, rodado en Bulgaria, que enfrenta a Barney (Stallone) con su propio equipo cuando decide formar una unidad con sangre nueva, rapidez y equipos de alta tecnología (¿Qué llevas en tu muñeca, una computadora?) para salir tras los pasos de un peligroso traficante de armas (Gibson) al que se creía muerto. El guión de Creighton Rothenberger y Katrin Benedikt (La caída de la Casa Blanca) juega con la acción espectacular (la secuencia del edificio sobre el desenlace), los diálogos chistosos que no se detienen sólo en bromas sobre la edad, sino en situaciones que afrontan los personajes en la vida real (Wesley Snipes liberado de prisión tras su evasión impositiva) y en un verborrágico Antonio Banderas que posa para la cámara, baila y enloquece a todo el grupo con sus relatos. Aunque sigue siendo efectiva en sus escenas de gran despligue, el film ya muestra algunos síntomas de cansancio y queda un escalón por debajo de sus antecesoras. Una vez más, las estrellas disparan, se suben a un tanque de guerra y corren en medio de una serie de explosiones para mantener vivo el género.
A veces se le escapa la tortuga a los productores de Hollywood y ese es el caso de The Expendables 3. Es probable que hayan preparado la presentación del filme a nivel internacional y que, al mandar una copia al mercado asiático, ésta se deslizó hacia las manos de los piratas de turno, los cuales la publicaron en Internet en cuestión de horas y con calidad HD. Si bien el gigantesco mercado chino es tentador, también es cierto que están pegados al lado del mayor negocio de piratería de películas, juegos y musica que exista en el mundo, los cuales manotean cosas frescas todo el tiempo. Algo así como intentar poner un negocio legal al lado de una sucursal de La Salada. Como la copia se encuentra circulando libremente por la web, resulta imposible no verla - aún con un mes de anterioridad a su estreno en cines -. No es el borrador con efectos especiales sin pulir al estilo de X-Men: Origenes: Wolverine, sino que se trata de un filme terminado, hecho y derecho. Ciertamente esta entrega de Los Industructibles está bastante mas prolija, aunque los libretos siguen dejando bastante que desear. Toda la historia se resume en 3 puntos: 1) los Indestructibles ejecutan una operación, descubren al maloso de Mel Gibson detrás de la operación (un antiguo fundador del equipo, y un tipo mas malo que pisar estiercol descalzo), y éste les propina una paliza de campeonato; 2) Stallone jubila a los viejos, arman un equipo suicida lleno de talentos jóvenes, y se va a capturar infructuosamente a Gibson; 3) como le vuelven a dar la biaba, no le queda otra que llamar a los viejitos, los cuales son implacables y - si hubieran ido de movida - la película se hubiera terminado en menos de media hora. En lo técnico, Los Indestructibles 3 está filmada con mucho mas brío que las entregas anteriores. La secuencia inicial, que involucra el complicado rescate de Wesley Snipes - quien va prisionero a bordo de un tren blindado - es excitante, y está rodado como los dioses. Acto seguido, Snipes se burla de sí mismo - dice que el dictador de turno lo puso preso "por evadir impuestos" (cuando Snipes se pasó 3 años en chirona en la vida real, precisamente por evasión impositiva!) - y las cosas pintan bárbaro... hasta que comienza la exposición de la historia de turno, y el asunto empieza a empantanarse. No es que la trama sea un galimatías, pero el melodrama de estos musculosos aburre. Cuando Stallone fleta a los veteranos, arma un equipo de pibes con todas estrellas frescas - artistas marciales, fisicoculturistas, chicos lindos en buen estado -, y el grueso del filme lo pasamos en la tarea de reclutamiento y entrenamiento. Lo que sigue es un capricho - ir con un grupo de amateurs a enfrentarse al genocida Gibson y sun banda de tipos malos -, con lo cual le pegan otra paliza. Para rescatar a los benjamines, Stallone vuelve a llamar a los jubilados, a los que se suman Harrison Ford, Schwarzenegger y Jet Li, el cual pasaba por la puerta del estudio, vió luz y subió. Las batallas y las peleas están realmente muy buenas; el problema es que el 70% del cast se ven horrendamiente viejo. El peor ofensor de los sentidos es Harrison Ford (ocupando el lugar de Bruce Willis, el que pedía una obscenidad de dinero para rodar su papel en tan sólo 3 días), el que se ve como un bisabuelo escapado del geriátrico. Ford se saca chispas con Arnold, quien sigue con su racha de espantosos teñidos - le quedaba mucho mejor un canoso o un grisado como en Escape Imposible -; y hasta Stallone luce el cogote de una momia, eso sin contar que el resto parece achicharrado en salmuera. El otro punto es que algunos papeles resultan superfluos - el de Arnold es tan genérico que su interacción con Stallone se ve forzada y sus escenas bien podrían haber quedado en el piso del cuarto de edición; Ford tiene cinco minutos de disparos; lo de Jet Li no es mas que un cameo silente - y el filme decide dedicarle demasiado tiempo a los novatos, los cuales son bastante troncosos... aún al lado de Stallone. Y el otro que descolla es Antonio Banderas, no necesariamente por buenas razones: su carácter es tan charlatán que resulta irritante y anodino. El día que decidan contratar a un libretista como la gente, la saga de The Expendables podrá generar una película destacable. Tienen una horda de tipos con carisma, y a veces - como ésta - la pegan con un director con talento para filmar balaceras de manera diferente; lástima que los scripts son tan genéricos y huecos que no terminan de generar algo memorable, algo que deberían concretar en algún momento en vista de todo el talento involucrado. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/expendables-3.html#sthash.Thpq2rgW.dpuf
El género de acción en el cine es probablemente uno de los más sobreexplotados de toda la historia. Ver historias de peleas (primero mano a mano, luego con espadas y finalmente con los avances de la tecnología, desde balas hasta computadoras), son atractivas por el estereotipo del héroe: aquel que desinteresadamente hace el bien y pelea contra el mal para salvar a los inocentes. Y como es una historia muy trillada, cuando vamos al cine a ver una película de estas, sabemos perfectamente a que vamos: golpes, balazos y sangre al por mayor, con efectos de explosiones controladas, héroes intocables y un malo memorable. Hace 4 años, surgió una idea interesante de la mano se Sylvester Stallone, un ícono de películas de acción de los 80 y 90: juntar a varias leyendas de su misma época y ponerlos a matar gente mala en una misma pantalla. Así, Schwarzennegger, Couture, Statham, li y Lungdren formaban parte de la primera parte de los indestructibles. Unos más, otros menos, llega la tercera parte con tanta gente que ya ni siquiera caben en un cartel, entre los viejos y los nuevos "talentos". Y creemos que, por la evolución de la historia, introducir a gente "actual" no es tan malo. Lo malo es que esa gente no es completamente identificable con éste género. Salvo la presencia de Ronda Rousey, conocida por ser la mejor peleadora actual de la UFC, las otras jóvenes promesas no generan identificación, y es un enorme problema. Por que estas películas están totalmente dirigidas a un público adulto, no por la temática, sino por los protagonistas. Grammer, Gibson, Banderas son nombres importantes a quienes se les otorga un tiempo mínimo en pantalla saturada de personajes que no lucen, que no ejecutan sus mejores movimientos, y lo que es peor, los efectos y la edición parecen de nivel amateur a pesar de tener un presupuesto inflado: los dobles son demasiado evidentes, las explosiones ya no sorprenden y la verdadera acción, se tarda mucho en llegar hasta el escape del edificio y cuyas secuencias dejan mucho que desear. Honestamente, no sabemos si fue por la presencia de la mayor leyenda de todas, Chuck Norris, pero la segunda parte fue infinitamente superior a esta aburrida tercera parte. Ni siquiera Rousey en sexy vestido rojo sostiene el peso de pagar un boleto por el filme.
La tercera entrega de Los Indestructibles se debate entre fantásticas escenas de acción y la auto-parodia. Barney (Stallone), Christmas (Statham) y el resto del equipo se enfrentarán cara a cara con Conrad Stonebanks (Gibson), quien algunos años atrás fundó The Expendables junto con Barney. Stonebanks se convirtió en un despiadado traficante de armas a quien Barney se vio obligado a matar… o al menos eso pensaba. Stonebanks, quien ya engañó una vez a la muerte, pretende llevar a cabo su misión de destruir a The Expendables… pero Barney tiene otros planes. Este decide que la mejor forma de luchar contra un viejo oponente es sumando a nuevos reclutas a su equipo. Estos nuevos reclutas son mas jóvenes, rápidos y con conocimientos técnicos. Esta nueva misión propondrá un choque entre la vieja y nueva escuela y será la batalla mas personal que les haya tocado pelear hasta el momento. Reload Stallone siempre tuvo muy en claro lo que quiso hacer con su franquicia de Los Indestructibles y, les guste o no, lo consigue una y otra vez, película tras película. Creo que a esta altura del partido, con la tercera entrega estrenándose en cines, nadie entra a la sala esperando algo muy distinto a lo que va a terminar viendo. Es cierto que en esta oportunidad algunas cosas cambiaron, pero el resultado final no se termina alejando demasiado de lo que ya pudimos ver. Para algunos eso puede ser algo bueno, y para otros no. Es que al fin y al cabo, el disfrute de Los Indestructibles pasa en gran medida por recordar el cine que uno veía de chico, o ya de grande si tenías la suficiente edad en la década del 80 o 90. Si nunca en tu vida disfrutaste con una película de Stallone, Schwarzenegger, Wesley Snipes o Dolph Lundgren, solo por nombrar algunos, seguramente esta no sea la mejor manera de empezar. Es que acá “los expandables” ya rozan el retiro y estas películas se sienten como un fuerte abrazo y un gracias por todo que se va extendiendo en el tiempo. Así como un grupo de amigos se junta en un bar a tomar una cerveza, Sylvester Stallone y compañía hacen una película. Y es exactamente ese el sentimiento con el que uno se queda cuando las luces de la sala se encienden y los créditos empiezan a correr en la pantalla, que acaba de pasar un lindo rato con amigos. En esta oportunidad Los Indestructibles convocan sangre joven y bajan un cambio en lo que a violencia respecta. Eso no quiere decir que haya menos tiros, explosiones y combate cuerpo a cuerpo (hasta es posible que sea el film que más tiene de eso en toda la saga), pero aquí la violencia es menos gráfica que en la segunda parte y sobre todo en la primera. No les voy a mentir y voy a admitir que todo eso le juega un poco en contra a la película. Expendables siempre se basó en la idea de revivir una época y aquí pareciera que quieren darle un giro hacia el nuevo milenio y ganar jóvenes adeptos. Los nuevos reclutas, entre los que se destacan Kellan Lutz (La Leyenda de Hércules) y la luchadora profesional Ronda Rousey, no hacen más que servir de carnada a pesar de su participación en algunas de las mejores secuencias de la cinta. Por el lado de los veteranos la cosa viene mucho mejor, aunque se empiezan a notar las complicaciones de juntar a todos estos actores en una misma película. Tan es así que a veces se hace demasiado obvio que dos actores que están manteniendo una charla no la filmaron juntos ni en el mismo momento. Esto también se hace sentir en algunos detalles de la trama cuando, de repente, un personaje deja de aparecer por el resto de la película. Pero lo cierto es que todos los actores hacen su trabajo como es debido. De las nuevas incorporaciones vale la pena destacar a Mel Gibson como el villano de turno, quien tiene uno de los momentos más memorables de la película gracias a un genial monólogo. También es digno de celebrar el regreso de Wesley Snipes, quien a pesar de los años en prisión no perdió ni una pizca de su carisma y habilidad. Arnold Schwarzenegger tiene mayor participación en este película que en las dos anteriores y es su personaje quien tira uno de los mejores latiguillos de la película y que hace eco de otro de sus clásicos. Y si esperaban ver a Harrison Ford en acción… buena suerte con eso. En lo que a temas de guión respecta, no voy a entrar mucho en detalle. Si uno va a ver Los Indestructibles 3 esperando que todo tenga sentido, entonces debes replantearte algunas cosas. Lo importante del caso es que cumple su función de mantener la acción ágil e interesante. La mayoría de los chistes van por el lado de la auto-parodia y obviamente ayuda conocer sobre los actores y sus viejos personajes para poder entenderlos todos. Conclusión Los Indestructibles 3 es una película que en muchos sentidos queda en el medio de sus antecesoras. No es tan brutal como la primera parte ni tan graciosa como la segunda (y eso lo digo como algo bueno). Podríamos decir que el fuerte de esta nueva entrega está en la secuencias de acción que fácilmente se ubican entre las mejores de la saga. Si te gustaron las anteriores, muy probablemente también disfrutes de esta.
Los indestructibles 3 es una buena película de acción que entiende el género a la perfección, que no busca innovar sin necesidad, que no apuesta a reírse de sus convenciones (como sí hacía la anterior), que se toma en serio a sus personajes pero sin volverse solemne. Es decir, como película es bastante más segura de sí misma que la segunda, que oscilaba entre la parodia del género y el intento de hacer verdadero cine de acción (uno de los puntos más altos era el villano sanguinario de Van Damme, que escapaba al tono autoconsciente general). Pero la última tampoco no tiene la inteligencia y el corazón de la primera, en la que el relato podía articular sin problemas la celebración de la violencia coreografiada, los disparos y las explosiones junto con el desarrollo de los personajes: es que Los indestructibles era también una exploración sobre las secuelas físicas y psicológicas de la vida de un mercenario (o de un protagonista de cine de acción) que podían llevar al cansancio y a la locura, y donde lo único parecido a una familia eran los propios compañeros, igualmente desquiciados, peligrosos y solitarios. La tercera entrega sobresale en el diseño de las escenas de combate: desde la inicial, en la que puede verse a un helicóptero asaltar un tren que se dirige a una cárcel militar y que termina con ese mismo tren siendo estrellado intencionalmente contra la prisión (un poco como en el prólogo de Relatos salvajes), queda claro que la película sabe cómo aprovechar las condiciones materiales de su universo. Los diálogos y los vínculos entre los personajes, en cambio, pierden en comparación con las anteriores: las frases se escuchan mal y las conversaciones se sienten forzadas por el montaje, como si el ensamblaje de la edición tratara de disimular sin éxito problemas de guión. Los chistes, en especial los que surgen entre Barney (Sylvester Stallone) y Christmas (Jason Statham), no funcionan bien y se extraña la aceitada relación entre cómplice y paternal que mantenían antes. Algunas apariciones, como las de Wesley Snipes y Antonio Bandera, parecen querer sumar dinamismo a la historia y tapar las falencias, pero ninguno de los dos acaba por entrar realmente en el mundo de Los indestructibles: más bien parecen dos gags fallidos y poco elaborados que solo rompen con el clima general de la serie. La mejor decisión que toma esta tercera entrega es la inclusión del traficante de armas Stonebanks interpretado por Mel Gibson, un villano de esos que al cine le cuesta cada vez más dar. Que Gibson es una de las personalidades más importantes del cine norteamericano no es ninguna novedad: son pocos los directores capaces de engendrar una locura tamaño XL como Apocalypto y, a su vez, pocos los actores que sepan poner el cuerpo como en las injustamente ignoradas Revancha, Al filo de la oscuridad o la extraordinaria Vacaciones en el infierno (Get the Gringo). De hecho, viene de componer a un malo todavía más excesivo y megalómano en Machete Kills, la pobre secuela de Robert Rodríguez que gana interés sobre el final únicamente gracias a la presencia magnética de Gibson. En Los indestructibles 3, su Stonebanks combina hábilmente la sofisticación y la crueldad de los mejores villanos; incluso se interesa por el arte moderno y llega a comprar un cuadro por varios millones (en Get the Gringo, simulando ser otra persona, se atrevía a explicar el significado de un cuadro colgado en una oficina justo antes de hacerla estallar por los aires). Con un registro actoral ambiguo capaz de seducir tanto como de impactar por su sadismo, la entrada de Mel Gibson es el cimiento que termina de apuntalar la tercera parte de Los indestructibles, una serie cada vez más regular que parece ir estabilizándose y volviéndose predecible, como si el género, en cierta forma, fuera devorando las particularidades de la primera película hasta despojarla de cualquier originalidad y dejar como resultado un cine efectivo pero también un poco rutinario.
Los traidores No es un hecho frecuente, pero -al menos por una vez- la taquilla estadounidense es consecuencia de algo más que una buena campaña de marketing. Estrenada en agosto de 2010, Los indestructibles había sorprendido a propios y extraños recaudando la friolera de 35 millones de dólares durante el fin de semana de su debut. Dos años después, el lanzamiento de la secuela había rozado los 29 millones en ese mismo periodo. Hace un par de semanas, la tercera debutó con discretos 16 millones de verdes ¿Es justo atribuirle la culpa a la piratería (una copia en alta calidad se filtró bastante antes del estreno mundial) o la competencia desaforada por el monopolio del mercado? En parte sí, pero lo cierto es que el desinterés del público puede explicarse también como un síntoma del agotamiento de una franquicia cuyos méritos basales (la sorpresa, la autoconciencia, la rabiosa maleabilidad física del dispositivo, la sensación de divertimento generalizado en el set) no sólo se diluyen entrega tras entrega, sino que ahora empieza a quebrar aquel juramento hipocrático tácito de revalidación ochentosa. El film comienza con un par de escenas que marcan el rescate y la posterior incorporación de Doc (Wesley Snipes) al grupo de marginales. Son, además, recortes de un mundo alocado y anárquico similar al de Rápido y furioso, un mundo donde todo, incluso embocar una lancha sobre la caja de una camioneta en movimiento, es físicamente posible. La introducción servirá de puntapié para la presentación de una premisa consabidamente básica que consiste, cuándo no, en la caza del malvado de turno. Malvado que no es un dictador latinoamericano ni un militar soviético despiadado, sino un tal Conrad Stonebanks (interpretado por un Mel Gibson felizmente desaforado), cofundador años ha del escuadrón protagónico junto a Barney Ross (Sylvester Stallone) y ahora devenido en traficante de armas. Hasta aquí, entonces, todo más o menos igual que siempre. Las diferencias –y los problemas– surgen cuando Barney decide no trabajar con sus habituales compañeros (Jason Statham, Randy Couture, Dolph Lundgren), sino recurrir a la sangre fresca. Que esto equivalga a la incorporación de un grupo de actorcitos genéricos, con Glen Powell y Kellan “Crepúsculo” Lutz a la cabeza, todos ellos de belleza etéreamente ruda y musculatura trabajada, marca un desapego de las particularidades larvales de la saga. La “traición” es aún mayor si se tiene en cuenta que ellos llegan con una serie de dispositivos hi-tech que difícilmente cuadren en la -perdón por la cacofonía- lógica analógica del ex Rocky y compañía. Quizás consciente de esa contradicción, la película se reservará el regreso de los viejos para el “todos contra todos” final, lo que a fin de cuentas no hace más que reducir el subtexto argumental a un enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo, tema varias veces trabajado en mejor forma –y con mayor generación de placer para el espectador– por Clint Eastwood en, por ejemplo, la no del todo valorada Jinetes del espacio. Llegado a este punto, es válido responder una pregunta fundamental ante este tipo de propuestas: ¿Es Los indestructibles 3 una buena película de acción? Ni siquiera eso: el director Patrick Hughes, elegido para la remake norteamericana de The Raid, apuesta a construir las peleas a puro corte de montaje y con planos mayormente cerrados, impiendo cualquier atisbo de emoción e imposibilitando al espectador de algo tan básico como saber quién le pega a quién. Así, el resultado final es un exponente demasiado parecido a tantos otros de la coyuntura cinematográfica. Coyuntura que, para peor, es la presente y no la pasada.
Un desgaste evidente Los signos de decadencia del cine de acción, o de súper acción, con el avance aplastante de la tecnología configuraron un panorama complicado para esos relatos que otrora conformaban el imaginario de muchos espectadores y que fuera inteligentemente reflotado por Los indestructibles, una jugada suspicaz de Silvester Stallone en una suerte de autoparodia que convocaba íconos del género como Arnold Schwarzenegger con, por ejemplo, Jason Statham, un producto ideal para una tarde de pochoclos y nada más que eso. El resultado fue poco feliz con la secuela Los indestructibles 2, film que se agotaba en sí mismo al haberse consumado la novedad retro a pesar de recurrir a las mismas figuritas repetidas para llenar un álbum de lugares comunes sin gracia y con un guión bastante flojo. Sin embargo, la nueva intentona de Stallone y compañía (previa filtración de un DVD por internet que hizo la delicia de millones de piratas) naufraga en el recurso de apelar a la nostalgia aunque busque mixturar sangre vieja con sangre nueva al incorporar jóvenes a la trama. El hecho de atemperar la violencia simplemente con el fin de ampliar la calificación para convocar un público más amplio es un arma de doble filo para Los indestructibles 3 con un Antonio Banderas insoportable, elegido como alivio cómico que tampoco funciona entre toda esa acumulación digresiva de situaciones, donde el villano de turno en la piel de Mel Gibson trafica armas y se mete con un amigo de Stallone, motivo suficiente para que el creador de Rocky lo tome como algo personal y la vendetta implique el abandono del viejo grupo para darle cabida al nuevo, jóvenes que además conocen de tecnología y lo sacarán de su anacronismo incipiente. Las escenas de acción no deslumbran pero tampoco generan vergüenza, sin embargo no hay una sola secuencia que vaya a quedar en el recuerdo al menos como botón de muestra para los nostálgicos de siempre. La franquicia cada vez menos sólida en lo que a trama se refiere, repetitiva hasta en los guiños entre personajes demuestra al igual que sus actores signos de fatiga y un futuro poco claro si es que no se corrige el rumbo en lo que a concepto de película de acción ochentosa aggiornada se refiere.
Glorias (no tan) pasadas. Los Indestructibles 3 (de la misma manera que sus dos películas predecesoras) no viene a hacerse cargo de los problemas actuales de Hollywood en el cine de acción, más bien refuerza la idea de que las nuevas tecnologías -al menos en este género- no pueden suplantar los valores humanos, aquellos por los que esta saga se ha convertido en un éxito. Es cierto que en la entrega anterior Stallone forzaba de más los procedimientos nostálgicos, al punto de desgastar el concepto de recuperación de glorias pasadas, porque el desfile de nombres ya no sólo no sorprendía sino que transformaba esa frescura inicial de autoconciencia en pequeños segmentos sin cohesión narrativa; lo cual no es precisamente uno de los requerimientos fundamentales para esta clase de productos. El engranaje luce más aceitado en esta tercera parte: las incorporaciones de Ford, Gibson y Grammer suman más por calidad actoral que por simple presencia física (lo que sucedía en la segunda parte) y las escenas de acción sortean con gracia la limitación del PG-13, que le quita toda la carga hiperbólica de las muertes ultra sangrientas (rasgo de los ejemplares más trash de la acción ochentosa). La presencia de Ford -con su cara ajeada y cuello colgante- enaltece el papel que Bruce Willis hizo en las partes anteriores porque extrae de los diálogos bidimensionales un tono perfecto para su voz y su sonrisa estirada hacia un costado. En el caso de Mel Gibson, su villano Conrad Stonebanks es una suerte de Martin Riggs (el personaje de la clásica Arma Mortal) pero diabólicamente seductor bajo una sobredosis de histrionismo aunque sin perder la ferocidad exigida por su rol de traficante de armas, en esa ambigüedad está su fortaleza. Kelsey Grammer (quien muestra gran química con Stallone) es la rueda de auxilio a la que acude Barney Ross en busca de reclutas con sangre joven para conformar un nuevo grupo de Indestructibles, luego de despachar a sus viejos amigos tras la misión casi trágica del inicio. Es en la grandilocuente secuencia final que Stallone y cada una de las viejas glorias pone todo de sí en situaciones que involucran desactivar bombas, asaltar tanques, tirarse de las alturas más temibles, combatir cuerpo a cuerpo con más de un hombre a la vez y atravesar capas de diferentes superficies para salir simplemente con algunos rasguños; todo lo que se espera de este séquito que no necesita innovar vacuamente ni apelar a artilugios digitales de estos tiempos para entretener. De algún modo esta última idea llevaría a pensar que poco hay de hollywoodense en Los Indestructibles 3, más que la presencia de otrora estrellas de la industria, porque la acción de los Stallone, los Schwarzenegger, los Gibson y otros de menor renombre deambula actualmente por las esferas marginales. Basta con ver cómo sus últimas producciones fueron esquivadas por los estudios: de más está decir que Bullet to the Head (no estrenada en Argentina), Escape Imposible y Get the Gringo se ubican entre las mejores películas de género de los últimos años.
Los héroes de acción clásicos nunca fueron lo mío. Obvio, el más mentado fue Arnold Schwarzenegger con sus icónicas Terminator, pero del resto no puedo decir que alguna vez haya encontrado momento para ver una película suya al completo. Stallone, Norris, Lundgren, Li, realmente no se me viene a la mente una adolescencia donde haya completado de la primera escena a la última un clásico de acción de sábados por la tarde en Canal 13. Con decir que para el momento de la función de prensa de The Expendables 3 no había visto ninguna de las anteriores... por lo que hubo que imponer una maratón acelerada de las otras dos. La primera testeó las aguas con un grupo reducido de mercenarios descartables y un par de cameos sabrosos, pero con gusto a poco y un resultado amable. Ya para la segunda entrega el elenco se dobló y el efecto autoparódico y la acción ganaron terreno en una secuela que finalmente encontró el tono que debió seguir desde un principio. Ya con el comienzo de esta tercera -¿y ¿última?- aventura, los tiros -ejem- van muy bien encaminados, en un asalto a un tren en movimiento que introduce acción de alto octanaje y la carta de presentación del nuevo directo a bordo, Patrick Hughes. Con la inclusión de un nuevo Indestructible veterano -atentos a la excelente causa de su encierro-, el hilo argumental presenta al villano de armas tomar: si en la primera era un ignoto general muy parecido a Fidel Castro y un corrupto agente americano, y la segunda ya tenía al eximio Vilain en la piel de Van Damme, en esta ocasión la venganza es el motor primordial con la aparición del feroz Conrad Stonebanks de Mel Gibson, muy a gusto con papeles de villano -también interpretó a uno en la secuela Machete Kills-. Por miedo a perder a sus amigos de toda la vida enfrentando a este antiguo enemigo, el líder de la banda elige hacer a un lado a su equipo original y contratar a sangre fresca, porque si hay algo que sobran son las luminarias jóvenes dispuestas a morir por una causa que les es ajena. Entre las caras conocidas, quizás los que tomen la posta para una nueva trilogía, están Kellan Lutz, la explosiva Ronda Rousey y el hilarante Galgo de Antonio Banderas, uno de los puntos álgidos del film. Y así el rocoso Sylvester Stallone sale a terminar lo que empezó hace muchos años, con varias vueltas de tuerca previsibles pero no por ello menos disfrutables, nuevas caras -Kelsey Grammer como un recluta de jóvenes prodigio y Harrison Ford supliendo a un cameo en las previas entradas- y mucha pero mucha más acción, como si las entregas uno y dos combinasen su potencia armamentística. Llega cierto momento, sin embargo, donde tanto cascoteo de un ejército completo frente a un puñado de expertos mercenarios genera una desensibilización impresionante y los escombros en pantalla abruman un poco, pero todo está dentro de lo permitido en una continuación del estilo. Quiero creer que el pobre éxito en taquilla nativa de The Expendables 3 tuvo que ver mayormente con la filtración de un "workprint" días antes del estreno y no con la calidad final de la película, que finalmente encuentra el equilibrio entre la parodia de todos los involucrados y la acción ochentosa y noventosa que se espera de un producto con estilo. Y si este es el fin de un capítulo de la saga, al menos se despidieron a lo grande y con redoble de tambores.
Expendables 2 fue una de las películas de acción más divertidas que se estrenaron en los últimos años. Cuando la historia llegó a su fin quedaba claro que no iba a ser fácil superarla. El film había sido una fiesta nostálgica para los amantes del género de acción y la continuación tenía la presión de ser mejor todavía para extender esta propuesta en una saga. El desafío que presentaba la tercera entrega no era sencillo pero nadie podía imaginar, debido al reparto reunido, que esta producción resultaría tan decepcionante. La visión de Expendables 3 deja cierto sabor amargo debido a la codicia de Sylvester Stallone, el principal productor responsable de estos filmes. Sly se empachó con el éxito que consiguió en los capítulos anteriores y en esta ocasión tomó malas decisiones que fueron fatales para esta película. En primer lugar fue una pésima idea desarrollar este film para un público adolescente con el objetivo de recaudar más dinero. La película presenta un tratamiento de la acción mucho más light con el objetivo de conseguir la calificación "Prohibida para menos de 13 años". Esta cuestión también afectó la trama del film donde Stallone destruyó como guionista el espíritu que habían tenido las historia de los Expendables. El principal atractivo de estas películas pasa por ver juntos a los grandes veteranos del género. En la nueva entrega, los personajes que conformaban el equipo original de mercenarios quedaron relegados a un rol secundario porque Stallone prefirió enfocarse en una nueva generación de Expendables más jóvenes. Personajes aburridos y sin carisma que son interpretados por actores olvidables como Kellan Lutz (La leyenda de Hércules). La película comienza fuerte con la fabulosa presentación del personaje de Wesley Snipes, quien luego queda en el olvido dentro del conflicto. Los únicos que logran destacarse un poco más son Antonio Banderas con su interpretación live action del burro de Shrek y Mel Gibson, quien representa lo mejor de esta película. Cada una de sus escenas levanta por completo el tedio de la historia. Es el único actor del reparto que parece haberse divertido en serio durante el rodaje y eso lo transmitió en su interpretación. El resto están ahí porque tenían que cumplir con un contrato. Espero que Jet Li haya cobrado un buen sueldo ya que es lamentable la manera en que se lo desaprovechó nuevamente en esta saga. Su personaje aparece un minuto y ni siquiera interviene en escenas de artes marciales. Simplemente lo convocaron para sumar un nombre en el afiche. Debe andar con problemas financieros, ya que de otro modo no se entiende que un artista de su nivel se preste para esto. Estas cuestiones no ayudaron a que Expendables 3 fuera la buena película que uno esperaba y las cosas empeoraron más todavía con la decepcionante dirección de Patrick Hughes. Un realizador australiano que se destacó con el film independiente Red Hill y acá ofrece una película vergonzosa en materia de realización. La culpa no es completamente suya sino de los productores que desean generar plata en la taquilla con el menor gasto posible. En consecuencia, reducen costos abusando de la animación computada en las secuencias de acción. Hay escenas de este film que son un insulto al género. Al comienzo de la historia Stallone hace explotar un helicóptero con un control remoto. La explosión la hicieron con efectos digitales y se ve tan trucha que parece un dibujo animado. Uno recuerda que en Arma Mortal 3 el director Richard Donner demolió un edificio en serio para la secuencia inicial de la película y la verdad que te dan ganas de llorar al ver como se aborda la acción en Hollywood por estos días. Hacia el final la batalla en helicópteros en la que interviene Harrison Ford es tan artificial, debido a los malos efectos de CGI, que Sharknado parece una producción de Spielberg. Si el director John Milius (Red Dawn) llega a ver como quedó esa escena le agarra una úlcera. Por el elenco reunido con tantas figuras grossas del género, los films de Expendables deberían presentar películas de mayor calidad en los aspectos visuales en lugar de estos filmes baratos que son penosos de ver. Esto es responsabilidad de los productores que eligen ir por este camino. En materia de acción, Escape imposible, la última que hicieron juntos Stallone y Arnold Schwarzenegger es completamente superior a Expendables 3. Ahí tenías muy buenas secuencias de peleas y tiroteos donde no se abusaba de la animación computada para recrear una explosión. Si te gusta el cine de acción este estreno de todos modos zafa y te entretenés un rato. No puedo decir que me haya aburrido, pero la verdad es que no fue la película que hubiera esperado disfrutar. Me habría gustado ver más participación de Wesley Snipes en la historia y un duelo final entre Stallone y Gibson que no pareciera el típico cierre de un episodio de Walker Texas Ranger. Así se dieron las cosas. Expendables 2 fue una fiesta. La nueva entrega es una película regular que tiene algunos momentos divertidos.
La pandilla musculosa regresa. El cúmulo de héroes de acción a los que ya se les paso el cuarto de hora (salvo Jason Statham) vuelve con más de lo que el fanático espera: acumulación de estrellas del género, testosterona y explosiones. Hagamos el repaso rápido: Stallone, Schwarzenegger, Statham, Lundgren, Crews, Couture y Jet Li. En esta tercera parte se cambia al apático Bruce Willis por un gruñón Harrison Ford. Se suman Antonio Banderas, Mel Gibson (malo de turno) y Wesley Snipes. Después se meten algunos jóvenes para formar un “baby team” que ni vale la pena nombrar. Todo en Los Indestructibles 2 funcionaba mediante el delirio. Uno entraba de lleno en la descerebrada acción ochentosa con puro histrionismo, apartado en el que aportaba el gran JCVD y el invencible Chuck Norris. En esta tercera parte se busca el mismo nivel de locura pero se le notan los hilos. Las secuencias resultan inconexas dentro de una estructura que por momentos intenta ser tensa y trágica. La autoconciencia y parodia de la anterior queda sepultada en guiños tan repetidos que quedan en offside. Las frases de Arnie (y sus camisas hawaianas) no fustigan nuestra memoria de cine de superacción, más bien suenan al tío pasado de copas que pega una anécdota graciosa y ahora nos codea para que la sigamos celebrando. Los Indestructibles 3 comete un error imperdonable. En su necesidad de acumular gente nueva elije barrer a los que ya tenían su lugar. Lundgren, Li, Couture y Crews ni siquiera tiene un momento para su lucimiento. Hasta Statham queda medio perdido en esa maraña de nuevos personajes. Llevar a un genio de las artes marciales como Jet Li para que ni levante una pierna es una falta de respeto. El hecho queda agravado porque, con excepción del Doc (Wesley Snipes) y Stonebanks (Gibson), la incorporación de nuevos personajes es groseramente fallida. El joven equipo que reemplaza temporalmente a los viejos produce un desinterés casi tan enorme como el brazo de Sly. Los Indestructibles 3 comete un grave error en barrer a los que ya tenían su lugar para acumular nuevos protagonistas. Stallone siempre se guarda el rol principal, está bien que así sea, él es el alma de este grupo. Pero cuando se fuerza al humor, al drama y a la acción, uno siente que está tensando demasiado la cuerda. En el duelo verbal con el malo de Gibson pierde. Mel es una animal de cine, su poderosa presencia lo opaca de forma natural. En su duelo físico (y rústico), Sly logra equilibrar los tantos. Después está Wesley Snipes. Su aporte es festivo, Doc es un desquiciado. Arranca con todo pero sufre el mal de toda la película, queda perdido en la confusión explosiva. ¿Qué se espera de Los Indestructibles? Bomba y más bomba. Por eso uno se siente esperanzado por el comienzo con dos divertidas secuencias: el rescate del Doc y una misión en un puerto (de esas digitadas para demostrar que el nuevo integrante, en este caso Snipes, se vea groso). Aunque no sean una maravilla, logran al menos meter riesgo y descaro, todo lo que viene después es puro barullo. Se nota el agotamiento de la fórmula de “viejos (y musculosos) son los trapos”. El tercer acto de Los Indestructibles resulta pasada de anabólicos, una expansión imprecisa y deforme.
Un padre sospechado de asesinato Filme de efectos y reacciones pasionales, con un argumento que no pudo elevarse, pero que sin embargo llega y emociona a veces. Replantea temas como las relaciones familiares, la cuestión ética en el ámbito jurídico y los sistemas de evaluación de la vida que realizan padre e hijo. La historia no es nada original. Un abogado joven, consagrado en la ciudad a defender los intereses de los más poderosos y no siempre inocentes, enterado de la muerte de la madre vuelve al pueblo natal donde su padre, juez de la ciudad va a ser sometido a juicio por sospecha de asesinato. Reconocer los problemas familiares, reiniciar su relación con el padre y distinguir la verdad son las tareas que se propone Hank Palmer. A su alrededor los otros hermanos, el mayor que pudo ser un buen jugador de béisbol, el más chico, a media máquina en todo, hasta en la mente, la cantinera, ex novia de Hank, con una buena dosis de sentido común, el abogado defensor, un peligro latente. VIEJA ESCUELA Película filmada como en la vieja escuela con mucho diálogo y quizás un metraje excesivo, "El juez" sin embargo interesa por la problemática humana de fácil reconocimiento, ciertos clichés atractivos dentro del género policial y de juicio y por el talento de sus intérpretes, especialmente la dupla que integran Robert Downey Jr. y Robert Duvall, dos peso pesados de diferentes épocas, capaces de enfrentarse a cara descubierta y exhibiendo todas las armas. Ver a Duvall-Downey y también al defensor Dwight Dickham (Billy Bob Thornton) en esa suerte de ring es un espectáculo especial en esa ciudad. Ciudad de la que Hank (Robert Downey Jr.) quiso deshacerse y olvidar y por la que Joseph, juez en el pasado, se jugó la vida sin dudarlo. Filme de efectos y reacciones pasionales, con un argumento que no pudo elevarse, pero que sin embargo llega y emociona a veces, "El juez" cuenta con un elenco de primer nivel, fue producida por el mismo Downey y replantea temas como las relaciones familiares, la cuestión ética en el ámbito jurídico y los sistemas de evaluación de la vida que realizan padre e hijo.
El líder de la manada Los Indestructibles 3 (The expendables 3, 2014) es la más floja de la saga que reúne a las estrellas del cine de acción de los años ochenta. Su principal problema es que no agrega nada nuevo a la idea original, salvo las apariciones de Mel Gibson, Harrison Ford, Wesley Snipes y Antonio Banderas que nos es poco pero tampoco suficiente. La película comienza con una espectacular escena de acción al igual que sus antecesoras: Los indestructibles van en un helicóptero y atacan un tren en pleno movimiento, con el fin de rescatar a un ex compañero de equipo detenido hace 15 años (Wesley Snipes entra en escena). En otra misión hieren de gravedad a uno del viejo equipo (lo de "viejo" se repetirá en varias ocasiones) y aparece el villano de turno: Mel Gibson. Para combatirlo Barney (Sylvester Stallone) recurre a un equipo de jóvenes reclutas y se dirige bajo órdenes no del habitual Church (Bruce Willis, que no está en este episodio) sino del nuevo jefe: Harrison Ford. Entre los nuevos soldados es desestimado el español: Antonio Banderas, que aporta la cuota de humor al relato. Cuando las cosas se complican aparece la manada, el grupete de amigos musculosos en escena nuevamente para salvar a su líder y compadre Barney. Sylvester Stallone se las ingenia nuevamente para ser el protagonista absoluto de esta historia que tiene tantos nombres importantes como presencias potentes en escena: Basta que aparezca Harrison Ford como Arnold Schwarzenegger para adueñarse del momento. Entonces Stallone -que en los títulos de crédito firma la historia- jubila en un determinado momento a su equipo de astros y va por un grupo renovado. Pero él jamás cede el podio, sigue siendo el protagonista y figura absoluta de la historia. Lo mismo sucedió en la saga Rocky, cuando en la quinta parte el famoso boxeador parecía cederle el puesto a un joven deportista entrenado por él, para luego dar un vuelco y adueñarse de la escena otra vez. Los temas de la película son los mismos: cofradía de “machos”, con códigos varoniles inquebrantables (de esos que el personaje de Mel Gibson no respeta, por ende villano), la amistad ante todo y la resistencia de la experiencia ante la destreza de novatos. Los “chicos” enseñan a Barney nuevos modos de actuar, por ejemplo un plan de inteligencia para capturar al villano y no entrar golpeando y despertar al ejército contrario, aunque será el mismo Barney quien en el final termine por “aconsejar” a los jóvenes y no al revés. Los Indestructibles 3 vale sólo por las presencias mencionadas y no deja de ser correcta como film de acción que es, pero pierde la fuerza de sus antecesoras al tener un guion poco sólido, presentar demasiados personajes (cada uno con “su” escena) y plantear escenas de alto impacto no muy bien filmadas, en extensas dos horas de duración.
¿Por qué reformular un chiste que funciona? Si algo habían tenido de muy bueno las dos primeras películas de esta agradable saga de comedias de acción que es Los indestructibles había sido justamente su capacidad para hacer equilibrio no en una, sino en varias cuerdas flojas a la vez. Capaz de caminar por la cornisa de la violencia sin caer al vacío de la apología tanto como de jugar con el humor sin convertirse en una payasada, esas dos primeras entregas, y sobre todo la segunda, hacían pie con mucha convicción en la autoconciencia. Una palabra (una idea) que se ha vuelto recurrente dentro del cine contemporáneo, como recurso para validar aquello que de otro modo sería inverosímil en pleno siglo XXI. De ese modo, los héroes anabolizados de la década de 1980, igual de invulnerables pero con la piel un poco más floja, regresaron 30 años después sin perder el nervio cinético e invirtiendo con inteligencia la carga ideológica, que en plena Guerra Fría solía restar más de lo que sumaba. Con esa lección aprendida, estos Indestructibles modelo 2014 vuelven a mostrar algunas de las virtudes de las dos entregas anteriores y en esa insistencia está lo mejor de esta tercera parte. Sin embargo, la película parece partida muy claramente en pedazos de calidad desigual. El comienzo es de lo mejor: diálogos filosos, chistes pavos que muestran a estos viejos musculosos como adolescentes chicaneándose en el recreo de la escuela, escenas de acción imposibles coreografiadas a ritmo de slapstick y el encanto de ver a actores como Jason Statham, Dolph Lundgren, Wesley Snipes y, sobre todo, Sylvester Stallone tomando a sus propios estereotipos en solfa. La aparición de Mel Gibson marca el punto más alto de este primer tramo, esbozando los primeros trazos de un villano a la altura del que había compuesto estupendamente Jean Claude van Damme en el film anterior: un tipo de maldad sin límites, pero con encanto cinematográfico de sobra como para ofrecer el contrapeso que todo héroe necesita para sostenerse con dignidad. La película parece encaminarse a cumplir lo que la saga promete. Pero un giro de guión (¡ay!, los giros de guión...) hace que Barney Ross (Stallone) decida prescindir de la tropa de veteranos que lo acompañó hasta acá con una fidelidad literalmente a prueba de balas, para formar un nuevo equipo de mercenarios capaz de acertar donde el otro, por una vez, no pudo. El cambio de dirección resulta un paso en falso: hasta acá la saga ofrecía disfrutar viendo a una caterva de héroes old school rebuscándoselas a pesar de las arrugas, de los achaques y hasta de estar físicamente imposibilitados de tirar siquiera una patada al aire como Dios manda (tal el caso del inmortal Chuck Norris en Los Indestructibles 2). Un retroceso para incorporar a media docena de jóvenes sin ningún carisma, y cuyo único punto a favor es haber conseguido que Antonio Banderas entregue su mejor personaje (dicho con absoluta convicción y sin ironías) desde el Gato con Botas de Shrek.
Una de acción a lo bestia Que quede claro, establecido de un solo golpe seco: la mejor de la serie de películas de Los indestructibles es, hasta ahora y por lejos, la segunda. Tenía el mejor villano: el Vilain de Jean-Claude Van Damme, buena variedad de escenarios y colores, rítmica combinación de escenas calmas y de acción y -lo más difícil de lograr- la integración del cast multiestelar sin que se notara forzado el circo. Y mucho sentido del humor y un nivel de disparate para la acción que lograban encauzarse y combinarse sin derrapar. El director de esa segunda entrega fue el inglés Simon West, especialista en delirios con explosiones (Con Air, por ejemplo). En esta tercera entrega a Stallone -que es el jefe de todo esto, evidentemente-, se le ocurrió cambiar de director: ahora es el australiano Patrick Hughes. Con nuevo director -y aún más figurones- Los indestructibles 3 va en modo bestia. Empieza en movimiento y a los pocos minutos rescatan a Wesley Snipes de una cárcel (en claro chiste sobre la vida y la carrera real del actor, que estuvo preso), con una secuencia que exhibe el conocimiento de grandes secuencias de acción -quizás esté por ahí la referencia a Escape en tren de Andrei Konchalovsky- y que además termina con la aparición de otro de los nuevos figurones: Mel Gibson, desquiciado como villano malísimo. Bien. Después a Stallone -o al guion de Stallone y otros- se le da por ponerse sentimental y quiere dejar de lado a los clásicos indestructibles (consejo: si tenés a Jason Statham, hay que usarlo todo lo que se pueda) y va en la busca de nuevos valores: algunos jovencitos musculosos y adaptados a las nuevas tecnologías, una chica que pega fuerte y, lamentablemente, Antonio Banderas, que no es tan bueno como Mel Gibson para sobreactuar y se lanza a un festival "latino ridículo". Stallone se va de viaje con los nuevos y hay otra buena secuencia de acción en un museo. Y sigue otra que se nutre de un Gibson desafiante. Y después llega el momento de necesitar a los viejos indestructibles. Y está claro que habrá lugar y acción para todos. Pero el gran final, cuando había que lucirse, no llega. Es decir, sí llega: con una secuencia de "rompan todo" demasiado larga, con demasiados actores a los que hay que hacerles un lugar (un poco como le pasaba a George Clooney en Operación monumento), sin sensación de peligro y con una acción que se apila, pero no crece. Los indestructibles 3 se monta sobre sus leyendas, sobre sus nombres, sobre su espíritu cascado-festivo y le alcanza durante parte del trayecto. Que la energía se agote sobre el final no arruina por completo toda la fiesta, pero esta gente curtida ya debería saber que en el cine de acción lo mega gigante -esa secuencia final, esa ambición por la suma de nombres antes que por sumar personajes- suele ser enemigo de lo grande.
Crítica emitida por radio.
El músculo que no duerme y la ambición que no descansa El viejo Stallone encontró el filón, se aferró a él con uñas y dientes y ahora presenta la tercera entrega de algo que no debió pasar de la primera. Como si no hubiera suficiente cine para descerebrarse, Sly aporta el suyo con la ayuda de veteranos nostalgiosos de los tiempos de Reagan, gloriosos ochentas donde el patrioterismo musculoso dominaba, y ser "americano" bastaba para despacharse a cuanto enemigo del capitalismo existiese. En esta ocasión hay que soportar la primera media hora, soporíferamente abundante en balazos y explosiones, para encontrar algo parecido a una trama. El grupo de mercenarios liderado por Ross (Stallone) debe lidiar con un peligroso traficante de armas conocido como Stonebanks (Mel Gibson). En medio de un enfrentamiento, un hombre de Ross es gravemente herido; por ello, y ante la culpa que siente por la baja, Ross decide dejar de lado a sus compañeros de siempre y emprender la búsqueda de nuevos integrantes para el grupo. Así inicia una larga secuencia donde se presentan a los candidatos y sus cualidades. De todos ellos, es Galgo (Antonio Banderas) el que sobresale, y lo hace en todas sus participaciones, robando escenas literalmente con su personaje verborrágico y divertido, en tanto Gibson se luce como el villano, con mucho en común con Ross. El resto hace lo suyo, especialmente Harrison Ford, quien definitivamente no parece tomarse muy en serio el asunto. Y hace bien. Este tercer filme bien podría ser el final de la saga. Queda expuesta la falta de ideas y solo termina ofreciendo un desfile de viejas glorias del cine cargado de testosterona, y nuevas figuras menos trascendentes. Para nostalgiosos y amantes del ruido que se conforman con poco.
La vieja escuela contra la nueva escuela en una batalla a muerte. Otro capítulo de la auto parodia que STALLONE y sus colegas ochentosos pergeñaron para beneplácito de los amantes del retro, la acción anfetaminica y nostálgicos del doble programa barrial. Se agradece el fichaje de nuevos iconos como WESLEY SNIPES, HARRISON FORD, ANTONIO BANDERAS y sobre todo MEL GIBSON, cada uno de ellos jugando su momento de gloria en un filme tan básico desde la estructura como sinceró en su deseo de solo entretener. Quien busque algo más que eso en este verdadero festival de súper acción, sin dudas se habrá equivocado de película.
La nueva “Indestructibles” tiene la acción y la diversión justas A los cinco minutos de película, explota un tren. Veinte minutos más tarde, explota un puerto entero. Los primeros tres actos de las nuevas andanzas del equipo de mercenarios maduros liderado por Stallone vienen recargados con toda la acción necesaria para justificar otra secuela del inesperado éxito en el que el actor de "Rocky" empezó a juntar a los héroes musculosos típicamente ochentistas. Y justamente esta nueva yunta es de lo mejor, ya que aprovecha especialmente bien a los nuevos indestructibles Wesley Snipes, Antonio Banderas, Harrison Ford y Mel Gibson, quien como el villano funciona bastante bien entrando en el juego que propone la saga de mezclar los chistes autorreferenciales relacionados con cada astro invitado. Por otro lado, el argumento es divertido, ya que el asunto es que a Stallone se le están destruyendo los indestructibles, por lo que todo empieza con la liberación del ex coequiper Wesley Snipes encarcelado desde hace años en una prisión africana, que casi queda de paso del destino de la misión, para recuperar una bomba nuclear en la costa de Somalia (en la vida real, el viejo camarada de Stallone en "Demolition Man" estaba desaparecido desde hace un par de años, encarcelado por evadir impuestos, detalle que también es aprovechado con humor). Pero ante los resultados adversos en la formidable escena portuaria (el uso intensivo de containers como escenografía está magistralmente apovechado por el director Patrick Hughes y la cámara del talentoso Peter Menzies Jr) Stallone decide jubilar a su equipo original y dedicarse a un casting de jóvenes descerebrados hasta lo kamikaze. Estas escenas, si bien tienen sus buenos pasos de comedia, ralentan un poco el vertiginoso ritmo original, ya que van presentando uno a uno a los chicos nuevos, Kelsey Grammer, Victor Ortiz, Glen Powell, Kellan Lutz y a la que mejor de estos reclutas, la experta en artes marciales Ronda Rousey, toda una revelación, con algo del kitsch de las semiolvidadas películas ochentistas de la karateca Cynthia Rothrock. Por supuesto, jóvenes y veteranos terminarán uniendo fuerzas para combatir al ejército personal del criminal de guerra que interpreta Mel Gibsoncon bastante humor negro pero menos maldad de lo esperable; de hecho, esta película es muy violenta, pero tiene menos gore que las otras dos. La sorpresa es la aparición realmente divertida de Antonio Banderas como un ex legionario que se quedó sin guerras donde pelear, y de un Harrison Ford (reemplazando al contratista de la CIA Bruce Willis, que enojó a Stallone por pedir un dineral para participar en este film), que realmente parecer divertirse a lo grande bombardeando tanques desde un helicóptero mientras pone las mismas caras y hace el mismo tipo de chistes del legendario Han Solo de "Star Wars". Obviamente no se le puede pedir a "Los indestructibles 3" cosas que no pretende ofrecer, pero como divertimento de superacción no sólo no defrauda, sino que incluye algunas escenas impactantes para ver más de una vez.
Diversión con parodia ochentosa Stallone frente Gibson, en un duelo en el que importa más el choque que la trama o la forma. Hace cuatro años, Los indestructibles sorprendió, si el término fuese posible, contingente, porque era una combinación de espíritu ochentoso con cine de acción y humor. Con Sylvester Stallone a la cabeza, las figuras de Dolph Lundgren, Jet Li y un astro nuevo del cine de los golpes, Jason Statham, era divertida, o daba para la diversión. La saga ya va por la tercera entrega (Los indestructibles 2 se estrenó en 2012, ya con Chuck Norris, Jean-Claude Van Damme y Bruce Willis, que no están en la 3, y Schwarzenegger que la sobrevivió, a bordo) y el espíritu reinante es el mismo. Nadie puede decir que los gags o las situaciones disparatadas -los saltos acrobáticos de Barney Ross (el personaje de Stallone, líder del grupejo de elite), por ejemplo- no tengan parangón con la saga de Rápido y furioso, o la ¿terminada? de Duro de matar. Y la cuestión tampoco pasa por la trama, que es más o menos la misma de siempre -rescate de un compañero, en el caso Doc (Wesley Snipes), más salvatajes y duelo con el malvado de turno, aquí un Mel Gibson que fue iniciador de Los indestructibles, pero se pasó al lado oscuro y ahora es traficante de armas-. Ni porque se sume un grupo de jóvenes -nunca novatos- luchadores del lado de los buenos (sin olvidar que actúan contratados por el Gobierno de los Estados Unidos, pero fuera de la ley). La cuestión principal no es de forma, sino de choque. Los indestructibles los matan bien muertos a los malos, pero en toda película de acción el personaje que se viste de malvado tiene que ser fuerte, no en su musculatura sino en su sapiencia. En su maldad. Del Guasón de Jack Nicholson que ensombrecía al Batman de Michael Keaton en el filme de Tim Burton al presente hay cientos de ejemplos. Mel Gibson da con el rol del maquiavélico, cruzando de vereda, y ya poco importa que del lado de los buenos estén Jet Li y Dolph Lundgren, que fueron antagonistas de Gibson en Arma mortal 4 y de Stallone en Rocky 4. Esto es el siglo XXI y si vamos a reciclar, reciclemos bien. La película entretiene en su ley, no tiene la violencia desatada ni descabellada de otras producciones de Stallone, porque por momentos más que una parodia a los ‘80 se asemeja a un cómic, o a un episodio de un dibujito animado de acción, puro diversión.
Más acción, humor y adrenalina en pantalla grande. En esta nueva entrega nos lleva a conocer más los orígenes del grupo, sin el personaje de Bruce Willis, ahora se encuentra conformado por: Stallone (siempre como líder), Jason Statham, Arnold Schwarzenegger, Dolph Lundgren, Randy Couture, Jet Li, e ingresan nuevas figuras: Wesley Snipes, Antonio Banderas, Harrison Ford, Mel Gibson, Kelsey Grammer y Kellan Lutz, entre otros. Como es de prever todo comienza a toda acción; un tren blindado con una fuerte custodia, un helicóptero rondando la zona, una cárcel altamente protegida, y todo termina entre luchas, tiros, explosiones y una huida. Todo se precipita cuando Barney Ross (Sylvester Stallone) y su banda son enviados en una misión de la CIA, allí se vuelven a ver las caras con un personaje al cual creían muerto, Conrad Stonebanks (Mel Gibson), co-fundador de Los Indestructibles, ahora devenido en un despiadado traficante de armas, pero durante esta tarea Hale Caesar (Terry Crews) resulta gravemente herido y esto da como consecuencia la disolución del equipo. Ahora Barney Ross debe armar un nuevo equipo más joven, y así comienza su intensa búsqueda, contando con la ayuda de su amigo Bonaparte (Kelsey Grammer). Nos vamos encontrando con las habilidades de cada uno de estos, Ronda Rousey (propietaria de un club nocturno), Víctor Ortiz (experto en armas), Glen Powell (experto en informática), Kellan Lutz (ex marine) y Antonio Banderas, este último un reglón aparte, ya que se presenta entre acrobacias al estilo de su antiguo personaje el zorro, no para de hablar, baila, bromea y constantemente juega con la cámara. No hay sorpresa, ni un gran guión, todas las escenas son a pura acción y adrenalina, contiene mucha pirotecnia, luchas, armas, vehículos, tanques de guerra, persecuciones, explosiones, demoliciones, diálogos llenos de humor, ironía, hasta chistes sobre sus edades, se burlan de ellos mismos, se hace alguna alusión a la ausencia de Willis y al espectador no le dan respiro, bien pochoclera se constituye en la más extensa de las tres. Quien tiene más participación que en las dos anteriores es el personaje de Arnold Schwarzenegger con ocurrentes comentarios, bien jugados los personajes de Harrison Ford (maestría y toda la aventura) y Wesley Snipes (mucho carisma), excelente la elección de Mel Gibson que compone un villano inolvidable y monólogos a su medida. Por último solo nos resta esperar la cuarta entrega hay un rumor donde se dice que tendrá a: Sylvester Stallone, Pierce Brosnan y Randy Couture.
"Los indestructibles 3": veteranos con sentido del humor El 21 de noviembre de 1976 se realizaba en la ciudad de Nueva York la premiere de Rocky. Esta excelente película tuvo 10 nominaciones al Oscar de los que se llevó tres, incluyendo el de Mejor Película. El filme llevó a la fama a Michael Sylvester Gardenzio Stallone (Sly, para los amigos), que fue el protagonista y que le dio a Hollywood a uno de los personajes más icónicos del mundo del celuloide. Lo que no muchos recuerdan es que Stallone fue el que escribió el guión. Lo cierto es que este descendiente de italianos hace casi 40 años que viene dando qué hablar en Hollywood, ya sea actuando, dirigiendo, escribiendo o produciendo. Lo puedan aceptar o no, pero el hombre tiene talento para el Séptimo Arte. Cuando todos pensaban que su ingenio y originalidad se estaba apagando por volver a resucitar a Balboa y John Rambo la década pasada, nos regaló "Los Indestructibles" (2010). Varios puntos para destacar del porqué tuvo éxito: una trama inverosímil con villanos irreales, explosiones y muertes sangrientas innecesarias, un elenco de estrellas de acción de décadas pasadas: Jet Li, Dolph Lundgren, Mickey Rourke, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger (eterno rival y con quien compartía pantalla por primera vez) y, el punto máximo, todo esto tomado con humor y riéndose de ellos mismos. No tardó tanto en verle la veta y dos años después llegó la secuela. Lo importante era ver qué viejos actores se incorporaban, en este caso fueron Jean-Claude Van Damme y el mítico Chuck Norris. Ahora nos llega "Los Indestructibles 3" en donde la solemnidad peligrosamente opaca un poco a esta saga. La trama del filme se resume en una línea: el grupo liderado por Barney Ross (Stallone) se enfrenta al traficante de armas Conrad Stonebanks (Mel Gibson). Esto no sería nada especial si no fuera porque Stonebanks fue el fundador de los Indestructibles junto a Ross. Barney, por temor a perder a alguien de su viejo equipo, decidirá ir por sangre joven para enfrentar a su ex amigo. En esta tercera entrega vuelve a haber un nuevo director. La primera la dirigió Stallone, la secuela el práctico Simon West y ésta lo hace el joven Patrick Hughes, que no desentona mucho para lo que requiere la trama. El problema principal que tiene el filme es que el chiste redundante de "los vejestorios peleando" ya no es tan fresco, así que decidieron darle una vuelta incorporando jóvenes como nuevo grupo de comando. Es decir, se nota la preocupación de que el gancho de "viejas estrellas de acción" no sea suficiente y se le agrega esto que termina perjudicando al filme. Lo que hace que la saga incurra en algo que la desmerece: se toma demasiado en serio. En las dos anteriores existía este guiño con el espectador de que todo era un gran chiste, y que acá desaparece casi en su totalidad. Vale decir que llena de emoción que aparezcan Kelsey Grammer, Harrison Ford, Wesley Snipes, Gibson y Antonio Banderas (estos dos últimos valen por sí solos el precio de la entrada). ¿Vale la pena verla? Por supuesto. Con tanto largometraje hecho casi por completo con efectos por computadora, unas buenas explosiones, peleas y disparos a granel realizados a la vieja escuela no vienen nada mal. Ojalá podamos ver una cuarta parte -eso sí, un poco más relajada-. Y el deseo es porque todo fanático de las películas de acción se merece ver juntos, al menos una vez más, a todos sus ídolos de la infancia. Si Dios y la osteoporosis lo permiten, claro está.
VideoComentario (ver link).
Una sorpresa que ya no es tal A esta altura, con la tercera entrega de la saga ideada por Stallone, no alcanza con armar un casting (impresionante, por cierto) de viejos y nuevos valores del cine de superacción. Los indestructibles 3 comienza con el rescate de Doc (Wesley Snipes), uno de los viejos integrantes del team de mercenarios liderado por Barney (Sylvester Stallone), que esta vez –y a diferencia de las dos películas anteriores de la saga– no tendrá que luchar contra el dictador de una república bananera o algún remanente de la Guerra Fría, sino que deberá enfrentarse a un ex camarada: Conrad Stonebanks (Mel Gibson), uno de los fundadores del emprendimiento de los soldados de la fortuna que abandonó las causas nobles y ahora se dedica al tráfico de armas a escala global. Pero el primer round del enfrentamiento sale mal, Barney hace una evaluación rápida y llega a la conclusión de que el negocio cambió y que hay que incorporar sangre nueva a la ecuación, así que parte en plan de reclutamiento por el mundo buscando nuevos talentos, aunque por ahí se cuela Antonio Banderas, no precisamente un mozalbete. El nuevo grupo desplaza a los veteranos pero claro, Stonebanks es un zorro viejo que se las arregla para seguir dando pelea y de paso demostrar que sólo con jóvenes no se gana la pelea y los dinosaurios todavía son útiles. Con el estreno de Los indestructibles, hace apenas cuatro años, se concretó la anunciada reunión de Sylvester Stallone, Jason Statham, Mickey Rourke, Jet Li y Dolph Lundgren, un interesante rejunte de héroes del cine de superacción, algunos en franca decadencia y otros directamente caídos del mapa cinematográfico. Una mezcla deliciosa que daba como resultado un irresistible anzuelo para ver sin culpa a la testosterona (aunque fuera un poco rancia), los chistes sobre el paso del tiempo, cuántos villanos podían despedazar en pantalla, e incluso por ahí había una dosis inconfesable de voyeurismo canalla de ver la decadencia de los viejos ídolos. El éxito de la película dirigida por el propio Stallone dio lugar a la saga y en 2012 llegó el segundo film, que incorporaba a Chuck Norris, Jean-Claude Van Damme, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger y ahí sí, el chiste adquiría proporciones gigantescas bajo las órdenes de Simon West, un correcto artesano de Hollywood, responsable de títulos como Lara Croft: Tomb Raider o Con Air. Lo cierto es que en Los indestructibles 3 la sorpresa ya no funciona como en las dos películas anteriores, los veteranos que se incorporaron apenas hacen lo suyo con oficio (aunque como siempre, Mel Gibson pasado de rosca siempre tiene un atractivo adicional) y los nuevos valores aportan poco y nada, apenas un par de músculos más lozanos.
Crítica emitida por radio.
Empezar a dejar de ser Los indestructibles es un concepto al que se aferró un Sylvester Stallone que en 2010 estaba de vuelta de estar de vuelta. Ya había vuelto a hacer Rocky y Rambo (una buena y una fea) y sobre todo había hecho olvidar un poco algunos de esos desastres que casi terminan con su carrera. Los indestructibles es un chiste tamaño familiar que viene a decirnos: nosotros somos los desechables de USA, nosotros hicimos las películas que amaban en los 80 y que ahora tildan de fascistas, ahora vamos a hacer explotar todo de nuevo. Con una primera parte divertida, aunque algo irregular, que se la pasaba subrayando el chiste de la vejez de los protagonistas; una segunda parte extraordinaria, de narración más fluida y con chistes más disparatados (imposible olvidar la aparición de Chuck Norris, debe ser lo mejor que ha hecho Simon West); esta tercera parte queda un poco relegada al status de episodio simpático, primero porque nunca logra la espectacularidad y el desenfreno de la segunda parte y también sufre el desgaste lógico de una propuesta que ya no es novedad, sobre todo cuando religiosamente se estrena una cada dos años. Uno de los principales atractivos a priori de esta franquicia son sus exagerados elencos, en este caso con una cantidad ridícula y despareja de grandes glorias. Por ejemplo el gigantesco Harrison Ford que viene a reemplazar al personaje de Bruce Willis, con quien Stallone (el que dirige toda la batuta) tuvo algún fuerte entredicho, que mas allá de hacer unos cuantos chistes que funcionan a la perfección da la sensación de estar cargando dolorosamente sus 72 años. De hecho, en su estructura, Los indestructibles 3 es: una buena secuencia inicial, una mejor secuencia final y en el medio Stallone dialogando con sus estrellas invitadas, un casi insoportable Banderas, un más amable y divertido Kelsey Grammer. Los indestructibles 3 a diferencia de sus predecesoras se sostiene casi exclusivamente en sus estrellas, lo cual es entendible si se piensa que es la que más actores reconocidos acumula. Es excelente cada aparición de Wesley Snipes que entiende la dinámica de estas películas a la perfección, pero quien está mejor que todos es Mel Gibson que hace un malo despreciable y tiene un buen combate mano a mano con Stallone. Se agradece esta vocación de Mel Gibson por burlarse de su bien ganada fama de ser despreciable con talento. También hay que mencionar la buena predisposición de Schwarzenegger que a esta altura hace de actor que no sabe actuar (lo cual es mentira sabe actuar y ha hecho grandísimas películas) y tiene ridículas participaciones con algunos buenos chistes fuera de timing. El resto del elenco son el viejo equipo de Barney (Stallone) con el siempre rendidor Statham a la cabeza, y el nuevo equipo, un montón de jóvenes ignotos e intercambiables para futuras continuaciones de la saga. Es momento de decir también que Los indestructibles como idea han entrado ya en la zona de la duda. Puede pasar que se sigan haciendo por un tiempo más episodios parejos y simpáticos, y en algún momento desaparecer más o menos dignamente; o los puede alcanzar la decadencia como tanto a sucedido en la carrera de Stallone y terminar con alguna desastrosa cuarta o quinta parte. La esperanza es volver a ver lo que hicieron en la segunda. El bueno de Sylvester ha sufrido públicamente el paso del tiempo, como Bianchi, como Riquelme, y como los hinchas de Boca y como todos en general, nadie quiere dejar de ser, ni glorioso, ni campeón, ni casi nada.
El recreo de los duros Alguien dijo una vez que ver Los indestructibles (cualquiera de las tres, a elección) es como recibir una patada en el escroto. La frase, sin firma local, es menos acertada que graciosa. Más bien, ver Los indestructibles (nuevamente, cualquiera de las tres) es como ver a los campeones del mundo jugando un torneo de Fútbol 5: todo depende de que uno disfrute el fútbol. Indestructibles 3 arranca cuando Barney Ross (Stallone) y su banda descontrolada rescatan a Doc (Wesley Snipes) de una cárcel rusa de máxima seguridad. En la siguiente misión descubren que Stonebanks (Mel Gibson), el indestructible renegado, sigue vivo; Caesar (Terry Crews) recibe en el escroto algo más que una patada y Ross, con ayuda del Mayor Drummer (Harrison Ford), planea armar una nueva brigada, cambiando a sus colegas por sangre joven. A diferencia de las anteriores, Indestructibles 3 juega más que nunca con la idea (inspirada en cómics como Watchmen) de héroes retirados, oxidados (y lo oxidados que están: a 30 años de sus grandes hits, tipos como Ford y Schwarzenegger parecen encargados de un relicario o conserjes de un hotel en Tuscaloosa). Es el recreo de los duros, el “hasta la vista baby” de Arnie en versión extra large. Si le divierten esas cosas y le gusta la acción, Los indestructibles 3 es su película.
"Los Indestructibles 3" es uno de los estrenos de acción de esta semana y sí, tiene mucha acción... Desde su comienzo, con escenas al límite en un tren, hasta un edificio abandonado que sirve de escenario para que todos los actores que viste en el poster, se muestren trabajando en equipo. Hay momentos (muy pocos) de humor, efectos especiales a más no poder (hasta por momentos se nota que hay helicópteros agregados por compu) y explosiones (que tienen sentido y otras que no). Una peli para ver a Stallone, Stathan, Schwarzenegger, Ford, Gibson, Snipes, Banderas, Li y muchos más, juntos en un sinfín de escenas que funcionan y otras que no. Esta si es una peli 100% pochoclera.
Y la banda siguió luchando Esta película en EE.UU. se tituló The expendables, lo que literalmente se puede traducir como "Los prescindibles", pese a lo cual en la Argentina se estrenó como Los indestructibles. El nombre original está relacionado con la ironía que sobrevuela la película y la realidad detrás de ella. Los héroes del cine de acción de las décadas de 1970, 1980 y parte de 1990, tanto como los personajes que ellos representaban (llámense veteranos de Vietnam, Afganistán, Nicaragua y otras batallas del siglo pasado) se convirtieron en unos matones vetustos que el gobierno norteamericano quiso barrer bajo de la alfombra lo mismo que los empresarios de Hollywood. Pero los muchachos se reagruparon en una especie de "y la banda siguió tocando" y resisten de la manera que mejor saben, literalmente, dando batalla en el set, tratando de aggiornarse a los tiempos actuales, y por suerte riéndose un poco de sí mismos. La tercera entrega de la saga es un poco larga, pero lleva un ritmo interesante. Combina escenas más o menos tradicionales de acción, con otras más modernas, sin llegar a alcanzar el nivel de las últimas tendencias. Atraviesa distintas atmósferas. Algunas parecen réplicas de aquellas películas de hace 30 o más años, congeladas en el tiempo; los efectos especiales, las coreografías, las actuaciones y los encuadres remiten a una época ya perimida. Hay un intento de juego con eso. El personaje de Antonio Banderas, un español parlanchín que ruega para ser incluido en el escuadrón de súper soldados, rompe un poco con el cartón de las otras figuras. Pero no alcanza. El humor no está tan desarrollado en el guion como para convertir la historia en una parodia en la que los íconos se rían de sí mismos, del costado ridículo de toda idealización de este tipo. Pero la intención vale, y ayuda todavía más la inclusión de actores jóvenes entre estos próceres (Stallone, Statham, Schwarzenegger, Gibson, Ford, Snipes, Li son los próceres, claramente). Los más lozanos le dan un lavado de cara al relato, con sensaciones renovadas. Eso más una relajación de la premisa original de unir fuerzas y darle para adelante como sea. Lo que siempre hicieron esos muchachos que ahora no quieren jubilarse con la guardia baja.
Los Indestructibles del título, cuando iniciaron su explosivo camino allá por el año 2011, eran el improbable sueño del pibe (crecido en los 80s/90s). Es decir, un cocktail letal de violencia y acción ininterrumpida, puesta en marcha a través de los nombres más importantes del rubro dentro del cine que nuestros padres a menudo simplificaban bajo la calificación extraña de “una de tiros”. Ya veteranos y retocados por el bisturí -y los anabólicos en exceso-, estos duros de extinguir demostraron que aún les quedaban un par de miles de balas en la cartuchera. Lamentablemente, no demostraron mucho más que esa anécdota puesto que, la primera parte de esta saga, fue también la más floja a nivel narrativo y, lo que es peor - o directamente “pecado” en este tipo de productos- también fue casi nula a nivel entretenimiento. Afortunadamente la secuela, ya sin Sylvester Stallone en el rol de director sino “apenas” como guionista (aunque indiscutible alma máter detrás del proyecto), fue enormemente superior. Además de ser una buena película de acción gracias a la dirección del experimentado Simon West (Con Air), funcionaba como excelente parodia al mismo cine que homenajeaba. Un chiste de Chuck Norris por boca de Chuck Norris era apenas uno de los tantos grandes momentos del film. ¿En dónde queda ubicada esta tercera parte entonces? Por fortuna, lejos de la primera ya que es divertida y, aunque demasiado extensa, de una fluidez por demás necesaria para un film de acción, pero por desgracia muy detrás de su segunda parte. El espíritu lúdico de su predecesora está intacto pero no así el humor disparatado, que se ve aquí mucho más contenido, y el relato coral de este equipo de irrompibles tristemente no siempre funciona: Wesley Snipes, que es fácilmente uno de los mejores actores del reparto, tiene una introducción que promete ponerlo en acción en primera fila del batallón, pero luego el film avanza y el hombre que supo interpretar a Blade desaparece sorpresivamente. Stallone trastabilla con un plan que no tiene demasiado sentido: jubilar a los menos “jubilables” y reclutar a jóvenes que sabemos de antemano no podrán cargar todo el peso de una alocada misión a cuestas. “El equipo necesita sangre nueva”, dice, e irónicamente ése es otro elemento que falta: nueva o vieja, la sangre brota fuera de cuadro, donde el “apta para mayores de trece años” parece contentarse. No sería tan malo de no ser que se nota la ausencia por capricho del marketing y no por decisión artística. Los Industructibles 3, de todos modos, no es una mala película y se beneficia del carisma de la mayor parte de sus protagonistas, pero especialmente del de Mel Gibson en el papel del villano de turno que, si bien no llega a alcanzar el delirio diabólico del Jean Vilain de Jean Claude Van Damme en la anterior entrega, sobreactúa deliciosamente elevando su rol por encima de lo que el cliché requiere. No sucede lo mismo con Antonio Banderas, una incorporación bienvenida aunque un poco desaprovechada por la obviedad del estereotipo, ni Harrison Ford, meramente decorativo como reemplazo de Bruce Willis. Este tercer y, a juzgar por su floja recaudación, quizás último episodio es un cierre agridulce para una saga imperfecta que sólo pudo aprovechar un fragmento de su enorme potencial. Una lástima, porque el sueño del pibe habrá quedado algo trunco para cuando la última proyección cierre las puertas a un cast de musculosos que probablemente jamás vuelva a reencontrarse.
Tras una primera entrega pasable, la cual nos sorprendió con su premisa (la reunión de grandes estrellas de acción de los años ’80); una segunda que superó ampliamente a ésta (fue perfecta en todo sentido); esta tercera película de la exitosa franquicia cinematográfica ideada por David Callaham y Sylvester Stallone, sobre un grupo de mercenarios llamados “Los Indestructibles” (Los Precindibles como indica su título en inglés), es la más floja de todas. Al igual que sus antecesoras, los elementos de acción (algunos ridículos pero no nos importa porque precisamente en ésto recae lo llamativo de estas películas) y chistes autorreferenciales de los clásicos de aquella década (“Rocky”, “Rambo”, “Terminator”, “Duro de Matar”, “Arma Mortal”), están incorporados pero en menor medida, ya que parece que “Sly” quiso darle un toque de seriedad a la historia de estos personajes que conforman un grupo con mucho código y que viajan por el mundo cumpliendo misiones a cambio de una buena paga. El film, al igual que en los dos primeros, da inicio con una espectacular secuencia de acción que aquí incluye un helicóptero y un tren en movimiento. Es así que Barney Ross (Stallone), Lee Christmas (Jason Statham) y el resto del equipo conformado por Toll (Randy Couture), Gunner (Dolph Lundgren), Caesar (Terry Crews) y Yin Yang (Jet Li) entran en escena para rescatar a un antiguo miembro del equipo llamado Doc (Wesley Snipes), un experto en cuchillos y equipo médico que estaba preso y a quien necesitan para llevar a cabo una misión que los lleva a enfrentarse al malvado traficante de armas Conrad Stonebanks (papel a cargo de Mel Gibson), antiguo camarada y co-fundador de “Los Indestructibles”, quien se creía muerto. Un hecho hace el líder de estos indestructibles decida inyectarle un poco de sangre nueva a la sangre vieja (de hecho así se siente Barney), por lo que decide reemplazar a sus antiguos y amados camaradas por nuevos reclutas para renovar energías. Con la ayuda de un contacto llamado Bonaparte (Kelsey Grammer), comienza una búsqueda de jóvenes más rápidos y con más conocimientos técnicos (interpretados por Kellan Lutz, Glen Powell, Víctor Ortíz, Antonio Banderas -cuyo personaje es un poco cansador- y la campeona de Artes Marciales Mixtas Ronda Rousey). El nuevo equipo opera bajo las órdenes del agente de la CIA Max Drummer (Harrison Ford), quien ocupa el lugar de Church (Bruce Willis acá no aparece a diferencia de Arnold Schwarzenegger que repite su divertido papel de Trench Mauser). Buena parte del metraje se dedica a mostrarnos el proceso de reclutamiento y se torna un poco aburrido, ya que aquí la batalla es más personal para el protagonista principal de esta producción que ahora cayó en manos del director novato Patrick Hughes. Mientras que en las otras dos cada uno de los integrantes del elenco, como de las estrellas invitadas que realizaban pequeños cameos, tenían dosis justa de protagonismo… en ésta… no es así. Si bien no deja de entretener y, por momentos, divierte, el argumento se va diluyendo con el objetivo de darle protagonismo a “figuras” más jóvenes que toman el lugar del elenco original y que no aportan absolutamente nada al verdadero sentido de esta saga.
La explosión de testosterona definitiva Si buscamos el signficado de testosterona el diccionario nos dirá que es una hormona esteroide del grupo andrógeno, sin lugar a dudas habrá explicaciones científicas sobre su comportamiento y reacciones, pero lo cierto es que alrededor de ella también existe una mágica alquimia que cuando se activa hace que su fuerza y brío sea indomable. Algo muy similar ocurre con Expendables en sus tres presentaciones. Es posible (inconducente, pero posible) analizarla desde un lugar catedrático, calculador, pero al hacerlo estaríamos ignorando su premisa principal: es un producto cinematográfico ideado para el disfrute de un determinado grupo etario. Expendables siempre significó para los amantes del cine de acción de los ochenta la concreción del sueño húmedo máximo: el poder ver en la misma pantalla a todos sus referentes juntos. Un proyecto tan anhelado como imposible por las apretadas agendas de cada uno de ellos y también los abultados costos. Esta tercer entrega reafirma todos los postulados estéticos autoconcientes de la dos anteriores y además nos trae un par de refuerzos nostálgicos : Harrison Ford ,Mel Gibson , Kelsey Grammer y Wesley Snipes. Junto a ellos tendremos una renovación de rostros menos colagenados,pero bastante desconocidos que completarán el grupo de tareas. En el nuevo relato aparece también, con una importante eficacia, el maravillosamente arquetípico villano interpretado por Mel Gibson que con su presencia escénica agrega un ingrediente importante al combo La inclusión de sangre nueva en esta misión tal vez diluya un poco la fuerza motora del espíritu de la saga ( nadie va a ver Expendables para ver jovenes promesas ,sino para revivir glorias pasadas) , pero no logra desvirtuar totalmente la idea rectora de Stallone.Los jovenes están subordinados al mando de los maduros que son los que los dirigen, casi como una metáfora de la visión de Sly sobre como debería funcionar el mercado cinematográfico en estos días. BRAY_20130903_EXP3_7701.dng Otro elemento que tal vez haya perjudicado la impronta del film es su adecuación a la califación PG 13, lo que posiblemente morigeró el nivel del violencia explícita al que nos tienen acostumbrados nuestros héroes ochentosos.Más alla de estos detalles la propuesta de Expendables está tan vigente como en las dos entregas anteriores , siendo quizás ésta última la menos autoconciente de las tres lo que le brinda un tono un poco más serio a su planteo Los indestructibles 3 es divertimento puro, un pastiche pochoclero con todos los protagonistas de un paradigma que no deja de estar presente en aquel público que supo poblar las salas de cine en la década de los ochenta. Un sueño hecho realidad e ideado por los mismos protagonistas de un cine de acción que aún en nuestros días no ha encontrado su legítimo heredero.
Acción en grandes dosis Acción desenfrenada y diversión en su justa medida. Esa es la fórmula desarrollada en la tercera entrega de esta saga que, a cuatro años de su lanzamiento, sigue teniendo un enorme éxito en la taquilla. La apuesta es la misma que la de los dos filmes anteriores: viejas glorias del cine de acción que se reúnen para hacer lo que mejor saben en una producción hecha exclusivamente para entretener. No hay grandes planteos filosóficos ni cuidadas reflexiones sociales. Sino entretenimiento puro. Al fin y al cabo ésa es la concepción del cine de Sylvester Stallone, principal responsable del proyecto y director de las dos primeras entregas. Esta vez la conducción de la historia corre por cuenta de Patrick Hughes, un experto en explosiones sofisticadas y persecuciones insólitas. El filme, rodado en Bulgaria, reúne una vez más a Jason Statham, Arnold Schwarzenegger, Dolph Lundgren, Randy Couture, Jet Li y Stallone. A ellos se les suman Wesley Snipes, Antonio Banderas, Harrison Ford, Mel Gibson, Kelsey Grammer y Kellan Lutz (el vampiro de “Crepúsculo”), entre otras. Una combinación perfecta de glorias pasadas y nuevos galanes que son los que aseguran justamente el éxito de la producción. Y si en las anteriores películas el planteo estaba reducido a las misiones imposibles de estos mercenarios retirados, en esta oportunidad la historia es impulsada por el choque entre lo nuevo y lo que queda de la vieja escuela. Así Barney (Stallone) se ve enfrentado con su antiguo equipo cuando decide formar una unidad con sangre nueva (jóvenes expertos en nuevas tecnologías) para poder perseguir de manera eficaz a un peligroso traficante de armas (Gibson), que antes de pasarse al lado oscuro había sido el iniciador de Los indestructibles. Precisamesente Gibson se destaca en su rol maquiavélico, mientras Banderas muestra un lamentable exceso de estética latina. Fuera de esto, no hay demasiadas sorpresas. No sobrevienen acontecimientos inesperados ni giros argumentales que quiten el aliento. La película entretiene en su ley: cumple su propósito. Y eso alcanza para llenar la platea.
Uno piensa en Sylvester Stallone y no queda mucho lugar para el análisis porque así son los íconos. Es ese tipo de gente que “está más allá del bien y del mal” haga lo que hagan, porque si bien es cierto que estamos a casi treinta años del folleto propagandístico de “Rocky IV” (1985) y “Rambo II” (1985) - serviles al capitalismo-nacionalismo salvaje de la era Reagan -, también estamos a casi 40 de la primera “Rocky” (1976), la que obtuvo tres Oscar, e incluso una nominación a Mejor Actor. Luego se fue descubriendo que la capacidad interpretativa Sylvester era funcional a determinados roles. No estábamos frente a otro ejemplo de grandes actores italo-americanos como Pacino, De Niro o Pesci entonces, de nominado al Oscar a ícono del cine de acción, Stallone entendió a la perfección para qué estaba. Era él. Él es el producto. Los fanáticos de “una de tiros” lo querían ver a él. Por eso la repetición. Por eso tomó el clásico de 1976, la historia del perdedor que triunfa y la convirtió en franquicia ¿Será el rey de las secuelas éste hombre? No debe estar lejos de serlo: seis del boxeador, cuatro de Rambo (y una más en camino) y (con éste estreno) tres de “Los indestructibles” (con dos más en, incluida la versión femenina con ¿Sigourney Weaver? cómo líder). El último giro en la carrera del actor es un rejunte de casi todo lo hecho anteriormente en su momento de esplendor. Pero Sly sabía que esta era digital de efectos especiales y no podía solo. Todos sus contemporáneos debían participar. Sus ex – competidores debían formar parte, porque la unión hace la plata pero, además, siempre quedó en el top ten de los cinéfilos de la década del ochenta el deseo de verlos a todos juntos. Barney Ross (Sylvester Stallone) anda nostálgico. Al comienzo de “Los indestructibles 3” vemos como él junto a Lee (Jason Statham), Gunner (Dolph Lundgren), Toll (Randy Couture) y Caesar (Terry Crews) van, en una espectacular cacería helicóptero-tren, a rescatar al viejo Doc (Wesley Snipes). La familia unita ante todo. Un miembro más se une al grupo de veteranos de mil batallas. La siguiente misión encomendada por Drummer (Harrison Ford) consiste en impedir que suceda algo en otro lugar, que no viene al caso. Se une el viejo Trench (Arnold Schwarzenegger) como para que no falten balas. Para sorpresa de todos, alguien a quién creían muerto está vivito, coleando, y haciendo negocios nucleares. Se trata de Stonebanks (Mel Gibson), un ex miembro de grupo devenido en mercenario. Como “algo” sale mal (aquí el giro hacia nuevas franquicias), Barney decide desmantelar la organización y reclutar sangre nueva. Como para no tener que sufrir mucho si se le muere alguno. Así entran Thorn (Glen Powell), Mars (Victor Ortiz), Luna (Ronda Rousey) y Smilee (Kellan Lutz). También se suma el personaje más interesante de la secuela, Galgo (Antonio Banderas), un hombre de armas ansioso por entrar en acción a como de lugar. En esta tercera entrega ocurre algo curioso respecto de la propuesta original, más exactamente con el nivel superlativo alcanzado por la segunda. Una gran combinación entre grandes dosis de acción y un humor basado en el sano ejercicio de reírse de ellos mismos aplicado en diálogos, en su mayoría autoreferenciales. Por el contrario, aquí aparece en cuentagotas y no por una cuestión de dirección. El casi debutante Patrick Hughes tiene buen pulso para la acción. No es menos que Stallone o Simon Wincer, los directores anteriores. Da la sensación que el ideólogo de todo esto estuviera virando para otro rumbo con este barco, o simplemente se distrajo esporádicamente. Por ejemplo hay un gran gag referido a la situación de Wesley Snipes en la vida real (realmente estuvo preso por evasión de impuestos), pero se desperdicia la referencia a que Stallone y Banderas trabajaron juntos hace años en una de accióm, “Asesinos” (1995). Con un “te conozco de algún lado” bastaba para mantener la idea fresca. Al dejar de lado esta faceta del guión que parecía ser la marca registrada, la película se transforma en una más de acción, por cierto muy bien realizada que, de todos modos, mantiene el concepto artesanal esquivando los efectos digitales y el CGI a favor del viejo oficio de dobles de riesgo, explosiones y destreza física en la lucha cuerpo a cuerpo. Gran participación de Mel Gibson, mientras que lo de Harrison Ford está bien, pero no hizo olvidar a Bruce Willis al tener que ocupar su lugar.
Chicos y viejos La tercera entrega de "Los indestructibles" incorpora, para acompañar a los veteranos, un grupo de jóvenes actores. Cuando hace unos años se conoció que Stallone estaba metido en la producción de una película donde iban a actuar los exponentes del cine de acción ochentoso más duro, todo el mundo pensó que se trataba de una gota más en esa moda de juntar a un grupo de actores amigos para pasarla bien y de paso facturar unos mangos. Pero cuando finalmente Los indestructibles llegó a los cines, causó sorpresa porque además de divertirse, los viejitos le pusieron el pecho a una cinta honesta en sus fines, que entretuvo a los nostálgicos de cuarenta sin llegar a ser una gema, claro. Poco después se estrenó la segunda parte, que superó los objetivos de la primera en calidad y entretenimiento valiéndose de las armas que los protagonistas usaban en sus mejores épocas: piñas, sangre, explosiones de las buenas, capacidad para reírse de sí mismos y mucho huevo. Pero como suele suceder cuando el éxito económico llega a la puerta, la ambición pudo más que la fuerza por apegarse a las raíces, y con el afán de meterse en el bolsillo una mayor cantidad de público y de dinero, la tercera parte resultó una versión edulcorada y timidona de lo que realmente se esperaba por parte del público entusiasta. El espectador que gustosamente fue a ver las dos anteriores debe estar preguntándose donde quedaron los héroes de la acción. No es que Los indestructibles 3 no la tenga, sucede que la muestra diluida bajo los artificios de la imagen por computadora y le falta la garra, la ingenuidad y el riesgo de las escenas filmadas con dobles y con pólvora. Mucho píxel para estos viejitos. Vino el nene. Otro error que cometieron en esta película es haber alejado del centro de la trama a los veteranos que le dieron de vivir a la saga. Porque la historia cuenta que Barney (Stallone) debe enfrentar a un antiguo camarada que fundó Los indestructibles junto a él, pero que por esas cuestiones que tienen los guiones se dedicó a la mala vida, el muchacho. Interpretado nada menos que por Mel Gibson (lo mejor en las dos horas de película), Conrad Stonebanks será el villano a vencer, y no se les ocurrió mejor idea que reclutar a caras frescas para la misión. Ahí entran a jugar los imanes para la franja 15/20, que son los nombres de Glen Powell y Kellan Lutz (el otro Cullen de la franquicia Crepúsculo). Si bien en el segmento final los vejetes vuelven a retomar el protagonismo, no es lo mismo. Además, hay nombres que están prácticamente al cuete y que resuelven su participación con poco más que un cameo, como el caso de Jet Li. Igual, es innegable que el gancho de verlos a todos juntos tira un poco y basta con enumerar las firmas: Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Mel Gibson, Jason Statham, Antonio Banderas, Wesley Snipes, Dolph Lundgren y Harrison Ford. Los amantes del género de acción poco pretenciosos tendrán un producto que quizá les haga valer la entrada, pero es probable que los más grandecitos salgan con un gustito de decepción. Faltó transpirar la camiseta.
Tras una primera película cuya gracia retro sorprendió a más de uno, LOS INDESTRUCTIBLES llega a su tercera y previsiblemente última entrega (teniendo en cuenta su fracaso comercial en EE.UU., aunque es cierto que estas películas suelen triunfar en el “resto del mundo”) con cierto cansancio y confusión, convertida en una franquicia engordada por la aparición cada vez de una mayor cantidad de estrellas (o pseudo estrellas) del cine de acción en roles más y más breves. Al filme de Patrick Hughes cuesta distinguirlo de otras películas de acción (su última media hora es una tediosa y repetitiva serie de enfrentamientos), pero tiene un punto a favor interesante en esa confusión, ligada a dos tradiciones cinematográficas no del todo reconciliadas. Más allá de una trama intrascendente de ex agentes de la CIA enfrentados entre sí (un episodio inicial está dedicado a Wesley Snipes, que luego casi desaparece del filme, mientras que Mel Gibson tiene un rol mucho más importante de lo que parece por la publicidad del filme), traiciones y enfrentamientos, y de una estructura deforme armada a base de apariciones especiales (un rato Snipes, un rato Harrison Ford, un rato Antonio Banderas, otro Kelsey Grammer y así), esta tercera parte de la saga es en realidad un enfrentamiento entre el grupo “old school” de héroes de acción y otro más nuevo, de jóvenes actores en su mayoría muy poco conocidos. El “choque” entre esos bandos queda claro cuando Stallone tiene que armar una misión casi suicida para capturar al criminal de guerra que encarna Gibson (cuya intensidad maníaca se extrañaba y es digna de verse aquí) y decide dejar de lado a los “viejos” y armar un grupo de jóvenes mercenarios. Las diferencias son previsibles: los viejos son mañosos, están gastados, no entienden de tecnología ni ganan batallas descifrando códigos, pero a la vez tienen algo que los jóvenes –el propio Stallone parece decirlo sin decirlo, al elegir un elenco de prototipos anodinos– no tienen: gracia, personalidad, onda. Mística, si se quiere… exp3La película, igual, no se decide a ser otro homenaje a esa sensibilidad “old school” porque cree que necesita al público joven y envuelve ese postre de veteranos con este grupete de actores de Central Casting que parecen rebotados de audiciones para películas de Kathryn Bigelow. Pero, en su interior, deja en claro que hay un gran desprecio de Sly hacia esa “nueva escuela” y un cariño casi corporativo por sus viejos y gastados compinches, que no solo rescatan a los jóvenes cuando se meten en problemas sino que tienen un carisma personal (aun desgastado, o asumidamente insoportable como en el caso de Banderas) que los otros jamás tendrán, escondidos detrás de sus gadgets. Sí, de “la boca para afuera” la película intenta unir generaciones (ver sino el final con el tema de Neil Young “Old Man” cantado via karaoke por algunos de los jóvenes y su letra “I’m a lot like you were”), pero en el resto de las decisiones ligadas a la película en sí, Stallone (el verdadero autor de esta saga) los mira como si fueran la nada misma. Una lástima que ni él ni Hughes se animen a ir más lejos con ese discurso de choque y el filme en su trama y puesta en escena quede a mitad de camino entre lo que fue (el cine de acción de los ’80, digamos) y lo que es (el de 2014). Una película, digamos, de 2001…
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Testosterona pura. Así podría definirse a esta tercera entrega de Los Indestructibles, con algunas salidas- Mickey Rourke, por ejemplo- y algunas "entradas". Estos irrompibles se renuevan invitando a rostros y cuerpos más jóvenes, pero a no desesperar... no desaparecen los originarios. En una de sus tantas misiones, el grupo de Barney Ross (Sylvester Stallone) casi pierde a uno de sus integrantes, César. El líder decide así dejar de lado a los "viejos" indestructibles y convocar a reclutas nuevos que estén más a la altura de las circunstancias, al menos en cuanto a edad se refiere. Así viaja a diferentes partes del mundo para conocerlos. Un ex marine, la propietaria de un club nocturno, un experto en informática, un profesional de las armas y un francotirador parkourista (por Parkour) parecen ser los indicados para el trabajo. La idea oculta de Barney en realidad es poder vengarse de un antiguo enemigo. Destacando siempre el enorme acierto de Stallone en cuanto a juntar a los mejores y más grandes iconos del cine de acción de los años 80, en esta entrega hay otras incorporaciones más: Robert Davi, a quien recuerdo en mi infancia por Los Goonies (1985); Wesley Snipes (super villano en la película futurista El Demoledor -1993), quien aquí interpreta al "Doctor Muerte"; Harrison Ford, con un papel pequeño y poco interesante y Antonio Banderas, un personaje por demás sobresaliente y que le adiciona más humor a la trama. Sin ánimo de spoilear, se puede decir que la mejor escena de Los Indestructibles 3 es aquella en la que Barney y Stonebanks (un villano bastante creíble encarnado en esta oportunidad por Mel Gibson) se despojan de sus armas de fuego para pelear cuerpo a cuerpo en un charco de agua. Este es sólo un pequeño elemento que funciona como innovador en la película. Un Indestructible que puede arrojar su arma y pelearse como en un ring. ¿Les resulta familiar?. Si bien esta última es la más floja, la trilogía encierra a las mejores películas de acción que hablan de películas de acción. Ya la primera parte fue todo un éxito entre los fanáticos, con las dosis justas de humor-¿qué mejor que ver a los grandes veteranos del género riéndose de sí mismos?-. Pero lo interesante es que se hace una parodia fina de ese cine, un homenaje acertado, una película que no se presta para las burlas y que toma con respeto a estos personajes fundamentales de los famosos films llamados "de tiros". Una película acorde para las mujeres también, aunque faltaría un poco más de carne desnuda, pero la idea de Stallone fue ir más allá de los símbolos sexuales y de los "viejos sensuales". Una vez más el creador de Rocky (1976, 1979, 1982, 1985, 1990) y Rambo (1982, 1985, 1988) dio en la tecla para brindarnos un producto correcto, un verdadero show de adrenalina, músculos y tatuajes. Quizá estas películas no queden la memoria como sus grandes clásicos, pero imposible olvidar a estos tipos rudos llenos de humanidad. 3/5 SI
Para los que buscan acción desmedida, llega ésta testosterónica producción con los más grandes ídolos del cine de acción de los ochentas y noventas nuevamente juntos tras dos filmes previos y dispuestos a destruir todo a su paso. A Sylvester Stallone, Dolph Lundgren,Jet Li, Jason Statham y Arnold Swarzenegger se suman Antonio Banderas, Wesley Snipes, Harrison Ford y Mel Gibson entre otros. Más de los mismo, pero con grandes dosis de irrealismo, el filme es una hiper pochoclera aventura Hollywoodense, irreverente, bizarra y con mucho humor y violencia. Ideal para escaparse con amigos, tomar una cerveza helada y unas buenas pizzas despues de la función. Calificación: 8 Pochoclos
Los Indestructibles 3 no es una película mala, simplemente es un filme mediocre y decepcionante. Con los intérpretes que tiene, debió haber sido un Dream Team olímpico y en cambio fue un picadito después del asado. Debieron haber tirado la casa por la ventana, en cambio ahorraron en gasto y se nota. Entretiene, pero no satisface; mucho ruido y pocas nueces. Escuchá la crítica completa en el link.
Los héroes vuelven a la carga: ahora son dieciséis Para su tercera, Los indestructibles sigue convocando figuras de acción y abre el juego a los jóvenes. Armarse de una buena carga de pochoclo y rendirse a un show de golpes, patadas, corridas, autoparodias y gags nunca nuevos pero siempre efectivos, es la clave para disfrutar de Los indestructibles, que va por su tercera entrega. Si viene vencida, se debe al escaso suceso que ha tenido en su país de origen, donde estrenó el 11 de este mes, y el vago eco que obtuvo a nivel internacional. La fórmula es la misma que en las dos anteriores: reunir a los héroes de acción de las décadas de los ´80 y ´90 para conformar un grupo de elite que combata contra los malos que amenazan la vida en el planeta. Si la primera entrega captó interés, y la segunda, cuando menos, divirtió con el agregado de reconocidos hombres de acción, en ésta se intenta hacer lo propio y abrir la puerta a un cartel de figuras que participaron de títulos más recientes, porque, de los "viejos" ya figuraron todos. La trama no es el fuerte de este título. Resulta difícil creer que cuidarla en exceso haya sido la intención. La historia sigue al grupo de mercenarios conocidos como "Los indestructibles" que entran en conflicto con uno de los cofundadores del grupo y ahora despiadado traficante de armas Conrad Stonebanks (Mel Gibson). El hombre, que se volvió más malo que la peste, está decidido a destruir a sus excompañeros, pero estos contarán con refuerzos para evitarlo. Después de todo y como versaba un título ochentoso, Retroceder nunca, rendirse jamás, aquél que protagonizó Jean Claude Van Damme, uno de los primeros convocados por Stallone para Los indestructibles, pero que finalmente apareció en la 2.