El mecenazgo suicida El encanto detrás de Nace una Estrella (A Star Is Born), y la explicación para su vigencia y maleabilidad en lo que atañe a las diversas adaptaciones a lo largo de 81 años desde la versión original de 1937, reside en una fórmula narrativa doble atemporal basada primero en el artesano/ artista novel superando a su maestro/ mecenas y segundo en el clásico devenir autodestructivo del ser humano por frustraciones varias consigo mismo o con su entorno. Esta nueva relectura cortesía de Bradley Cooper y Lady Gaga, quienes vienen a suceder a aquellos recordados Fredric March/ Janet Gaynor de 1937, James Mason/ Judy Garland de 1954 y Kris Kristofferson/ Barbra Streisand de 1976, en esencia nos ofrece una versión más pulida del trabajo de Frank Pierson, definitivamente un vehículo comercial para Streisand, la película más floja del lote y el film que terminó de llevar a la premisa de base desde la coyuntura hollywoodense y los actores hacia el ámbito musical mainstream y toda esa colección de fantasmas que arrastran los cantantes que se paran en un escenario. El esquema vuelve a ser el mismo y nos presenta la relación sentimental entre un músico veterano y de cadencia bastante suicida y una joven promesa del circuito independiente, y en paralelo el despegue decisivo hacia la masividad de esta última, suerte de testigo de las adicciones e incapacidad de recuperarse de su pareja. Aquí Jackson Maine (Cooper) es el rockero reventado de turno y la señorita es Ally (Gaga), una chica que él conoce cuando luego de un recital ingresa en un bar que resulta ser queer y allí la escucha interpretar La Vie en Rose, enamorándose y al mismo tiempo convenciéndose del talento de la mujer. Eventualmente Ally graba un disco y emprende una serie de conciertos cuando después de acompañar a Jackson en vivo un productor/ manager bien cínico y despiadado, Rez (Rafi Gavron), la conduce hacia la comarca del pop prefabricado. Mientras el dúo se consolida casándose y la lucha de Maine contra el alcohol, las pastillas y la cocaína continúa adelante, las casi antagónicas concepciones y períodos profesionales de ambos terminarán chocando. No sólo el proyecto es de por sí ambicioso porque retoma una de las estructuras retóricas más antiguas/ por antonomasia de la industria cinematográfica norteamericana sino también debido a que constituye el debut como director y guionista de Cooper, quien aquí apuesta a un tono mucho más realista y menos pomposo que su homólogo del opus de 1976, detalle que genera un atractivo contrapunto entre la austeridad y el naturalismo de las secuencias que retratan la intimidad de la pareja y la grandilocuencia “rebajada” de las presentaciones en público, más cerca de la desnudez emocional que del mega show paradigmático del enclave mainstream yanqui. En cierto sentido el realizador y actor compensa la ausencia de aquella efusividad del glorioso Kristofferson, esa que lo llevaba a conducir una moto arriba del escenario o a dispararle con un arma a un helicóptero, a través de un influjo sensible y sutilmente astuto que pone a la sinceridad expresiva en un lugar de privilegio como pocas películas hoy por hoy lo hacen, casi siempre presas de poses a las que se les ven los hilos. Más allá del despliegue paulatino de la fuerza condensada en la historia, las otras dos columnas vertebrales de Nace una Estrella (A Star Is Born, 2018) son el gran desempeño del elenco -con los dos protagonistas a la cabeza, por supuesto- y la eficacia de las canciones, las cuales no son precisamente una genialidad absoluta aunque cumplen con las necesidades dramáticas del film en general: Cooper parece una mezcla de Neil Young, Willie Nelson y Johnny Cash y la verdad es que construye un personaje muy rico con cuentas pendientes con su pasado que curiosamente lo alejan de los tics formales del artista autoindulgente, el magnífico Sam Elliott compone a su hermano mayor Bobby, otro ser conflictuado aunque con menos presiones que Jackson, Gaga sale muy bien parada en todo el espectro anímico que recorre su personaje y los temas juegan con el grunge, el country más aguerrido, las baladas y las canciones con base techno/ hiphopera (en este último caso para ella). Quizás lo más interesante de la película sea la oposición más o menos explícita entre la honestidad promedio del rock y la pantomima mitómana promedio del pop, eje de las crisis de la dupla y de una obra que critica el canibalismo de la industria cultural y la artificialidad impuesta desde las cúpulas a los creadores, enfatizando la paradoja de tener a una Gaga en el elenco que podrá cantar como los dioses pero que en realidad no pasa de ser otro ejemplo más de producto pop desechable en el que ya no se puede identificar qué elemento de su propuesta artística es sincero y cuál responde a la dictadura del mercado…
La primera versión de Nace una estrella (A Star is Born) se remonta a 1932 con el film de George Cukor, Hollywood al desnudo. Años después, la misma historia sería reinterpretada, ahora sí bajo el famoso título que, hasta la fecha, continúa siendo llevado una y otra vez a la pantalla grande. La quinta y, hasta ahora, última versión del film supone el debut en la dirección del actor Bradley Cooper (también co-protagonista) y el primer protagónico de la artista musical Lady Gaga. Nace una estrella pareciera ser una historia que, sin importar las veces que sea adaptada y modernizada según los tiempos que corran, respira esa identidad clásica que perdura desde aquella primera versión de los años treinta. Y eso se debe a que tal vez el eje de su historia reside en una de las historias más viejas del mundo del arte: el ascenso y caída de una estrella (o dos en este caso). Situada en el ambiente de la escena musical, la ópera prima de Bradley Cooper se desenvuelve de una manera correcta, sustentándose entre dos pilares. Por un lado, gracias a la destacada interpretación actoral del director, el personaje de Jackson Maine es una suerte de Eddie Vedder en desgracia, el cual fortalece al film con sus momentos en pantalla gracias al carisma y el aspecto trágico de su historia. Por otro lado, la artista en ascenso que es Ally, el personaje de Gaga, deslumbra en cada momento musical del film, aunque no demasiado en lo que refiere a actuación. Teniendo en cuenta que Lady Gaga no posee una formación actoral, uno como espectador debe tener esto en consideración a la hora de juzgar su interpretación. Lady Gaga es Lady Gaga, y es por ello que cuando la historia decide centrarse en su personaje lo hace destacando especialmente su talento musical. Es así como desde el nivel interpretativo de las dos figuras protagónicas, y su química a la par, el film disfruta de un balance adecuado para su disfrute. Ello sumado a la gran banda sonora original que de seguro le brindará su lugar dentro de los premios de la Academia. La presencia de los temas compuestos por Gaga e interpretados junto a su co-protagonista es lo que permite que la historia, si bien es bastante clásica y no trae nada nuevo en forma y contenido, se destaque de manera moderna y dinámica, al menos todo lo que refiere a la primera mitad de su narración, ya que si bien el film sabe sacar lo mejor de sus protagonistas, desde la dirección se percibe por momentos una mano no tan experta en la materia. La larga duración se hace presente en la experiencia del espectador, debido a ciertos problemas de un ritmo y desarrollo narrativo que decide irse por las ramas, lo cual hace que la reiteración de ciertos puntos de la historia termine resultando agotadora. La inclusión de algunas situaciones o personajes solo sirve de manera caprichosa como herramienta que una vez utilizada es desechada sin volver a recurrir a ella. Esto hace que el film comience a perder mucho del dinamismo que en principio supo demostrar que tenía. Sin embargo, en ningún momento la historia cae estrepitosamente, pero sí denota cierto caos narrativo en su desarrollo, una variación entre puntos álgidos y otros no tan buenos que conforman un paralelismo con la temática del film sobre el ascenso y caída artística. El título Nace una estrella podría indicar el comienzo de una nueva etapa en la carrera tanto de Bradley Cooper como de Lady Gaga. Cada uno intenta algo nuevo dentro de a las luces de la industria, manteniendo de todas formas como eje principal su mayor talento: la actuación y la música, respectivamente. El riesgo que toman al alejarse un poco de la zona de confort tiene como resultado ciertas fallas que, lejos de ocasionarle un fracaso, los hace destacar como los artistas que son, y les auguran grandes posibilidades. Nacieron dos estrellas… ahora solo les resta seguir creciendo.
Un cuento de hadas Nace una estrella (A Star Is Born) tuvo su origen en 1937 y luego le siguieron dos adaptaciones más, interpretadas por Judy Garland (1954) y Barbra Streisand (1976). La tercera es la vencida, dicen, aunque esta vez hay lugar para una más. Dirigida y protagonizada por Bradley Cooper, es la cuarta versión de Nace una estrella, y esta vez interpretada por Lady Gaga. Jackson Maine (Cooper) es un reconocido cantante, exitoso y famoso. Arriba del escenario despliega su arte y deja satisfecho al público. En cambio, abajo del escenario su vida es completamente distinta: se refugia en el alcohol y las drogas. A veces, toda persona necesita de una motivación para seguir adelante. Llámenle destino o como quieran, pero Jackson conoce a Ally (Gaga) y ahora ella será su refugio. Es una joven camarera, que está cansada de la rutina y lo único que desea es llegar al bar donde le permiten un lugar para hacer lo que más le gusta: cantar. Maine la descubre allí y le asegura que tiene potencial para dedicarse a eso. Ella, sin embargo, le retruca que no podrá hacerlo porque tiene una nariz fea y eso no cumple con el estereotipo establecido dentro de la industria musical, donde todo tiene que ser estéticamente bonito y perfecto. A partir de ahí, comienza la historia que los hará estremecer. ¿La fama tiene un costo? Claro que si. El talento puede ser apreciado, pero también bastardeado. Ally logra meterse en el mundo de la música con algunas condiciones a cumplir, que le cambiará la vida para siempre. Si bien es la cuarta adaptación, esta versión tiene su impronta y se asemeja más a la coyuntura actual. Parte desde la mirada de un artista que sufre y a pesar de creer que “lo tiene todo”, mantiene los mismos miedos que cualquier otra persona. Son humanos también, no por ser artistas hay que olvidarse de eso. Cooper y Gaga tienen una química increíble y eso se nota en la pantalla. A Cooper lo vieron haciendo comedía, drama, comedia romántica y todo le sienta bien. Como actor y, ahora director, no tiene nada que envidiarle al resto. La elección de Gaga fue acertada porque esa mujer desborda talento en todo lo hace. ¿Habrá algo que no le salga bien? Además de la química entre personajes, los planos y las interpretaciones de todos los que forman parte, hacen que la película sea digna de ser apreciada en pantalla grande. Punto aparte para la música. Los temas y las historia detrás de cada canción hará que sientan mucha empatía por Jackson y Ally. También sentirán esa sensación de agobio y encierro constante que viven los protagonistas. Quizás resulte un poco larga, hay escenas que son innecesarias y sirven de relleno. Sin embargo, todo eso se compensa con lo anterior mencionado. Una historia que invita a la reflexión y profundiza sobre cómo los productores ven a los artistas, que en vez de cuidarlos terminan exprimiéndolos a su conveniencia.
Hay tantas versiones de Nace una estrella que hasta es difícil que los expertos se pongan de acuerdo en cuantas son. Lo cierto es que con el título de Nace una estrella la película que se estrena ahora sería la cuarta. La primera, la de 1937 estaba claramente inspirada en un film de 1932 llamado What Price Hollywood? a un punto tal que hubo acusaciones de plagio. Pero las nace una estrella norteamericanas siguen siendo cuatro, ni una más, ni una menos. La India, que no quiere sentirse menos es lo que a cantidad de películas se refiere, no hizo una, sino dos versiones de Nace una estrella, aunque no uso el título ninguna de las dos veces. Entonces ya no serían cuatro, serían seis y siete si consideramos aquel film de 1932. Pero hay otra cosa que las diferencia, la obra maestra de 1937 y su remake de 1954 transcurrían en el mundo del cine y la protagonista era actriz. A partir del film de 1976 el centro de la trama no son actores sino cantantes. Por eso Nace una estrella 2018 es muchísimo más una remake de la película protagonizada por Barbra Streisand que de los films anteriores. Las películas de la India toman un poco de todas, como suele ocurrir con las películas de ese país. Por otro lado, cada una de las películas tiene una identidad que le otorga la época en la que fue hecha, siendo claramente, la actual, la peor de todas las que se hicieron en Estados Unidos. A Star Is Born 2018 mantiene la historia central intacta en lo que se refiere a la relación de sus dos protagonistas. Jack (Bradley Cooper, también director de la película) es un cantante exitoso pero decadente, alcohólico y problemático que en una escapada fuera de las luces ve cantar a una joven camarera llamada Ally (Lady Gaga). Inmediatamente se da cuenta del talento gigantesco de ella y en poco tiempo ambos estarán enamorados. Ella tiene todo por delante, él ya no tiene nada. Es digno de análisis el nivel de superficialidad narrativa que tiene esta nueva versión. Qué no logra que sea creíble toda la curva dramática para creernos todo lo que le ocurre a los protagonistas y que no puede evitar subrayar el momento más famoso del film volviéndolo un poco más escatológico y desagradable de lo que hubiera soñado cualquiera de los films anteriores. El guión y su necesidad de ser algo nuevo es lo que destruye finalmente a la película. La pareja protagónica es carismática y si hubieran hecho un musical sin explicaciones psicológicas de jardín de infantes tal vez podrían haber logrado ellos solos sacar a flote a la película. Pero tal vez sin proponérselo A Star Is Born dice algo de los tiempos que corren. Una super estrella de la música como Lady Gaga convierte al film en un evento y de ese evento nadie quiere quedar afuera. Una mirada acrítica y complaciente posiblemente ampare y perdone las falencias que esta película tiene. Todos ganan, las canciones funcionan y no hay que arruinar la fiesta diciendo que hay muchas cosas que no funcionan. Incluso el tema final, tan bien cantado por la protagonista, termina perjudicado por las obviedades del director. Nuevamente, ellos tienen todo el carisma necesario, pero nunca, ni en 1937, ni en los cincuenta, alcanzó solo con eso. Es una triste ironía que la primera versión, la protagonizada hace ya ochenta y un años por Janet Gaynor y Fredrich March, siga siendo la mejor de las muchas que se han hecho.
Por amor a la música La construcción de los ídolos musicales siempre ha funcionado en el cine. El interés de los espectadores por ver en la pantalla grande el épico ascenso a la fama ha generado varias propuestas siendo Nace una estrella (A star is born, 2018), un clásico dentro de este subgénero. Si en las primeras versiones el amor era el impulso narrativo, la música convertiría más adelante a la pasión en un drama musical, el cual en esta oportunidad es revisado por Bradley Cooper con varios méritos delante y detrás de cámara. Uno de ellos es la elección de Lady Gaga (histriónica, una bestia cantando) como en su momento se escogió a Barbra Streisand. Estratégica decisión para evitar justificar playbacks o paupérrimas interpretaciones que demuestran que la historia de amor entre un músico famoso que se topa por casualidad con una joya en bruto a la que ayudará a brillar, es apasionante en la época que se la cuente. En el desarrollo de la trama, con una potente mirada acerca de las relaciones tóxicas, necesarias y a la vez peligrosas, hay espacio y tiempo para empatizar con los dos protagonistas, uno con su lucha por salir adelante, el otro con el dolor que lleva en silencio. No hacen falta, eso sí, en esta puesta al día, los grandes diálogos o demasiados movimientos de cámara, ni mucho menos juegos estilísticos (travellings y paneos), al contrario en Nace una estrella, la música y el vínculo entre los protagonistas marcarán el ritmo de un relato previsible y ya visto una infinidad de oportunidades, pero que funciona gracias al compromiso de los actores. Lady Gaga emociona y transmite su fuego como Ally, una mujer que aún vive con su padre, trabaja en algo ajeno a su vocación por la música y conoce a la megaestrella Jack (Bradley Cooper), un perdido intérprete, con un pasado oscuro y que cae continuamente en situaciones complicadas. Nace una estrella recorre con solvencia los mecanismos de producción de los ídolos populares y los caminos en los que se incluye a los mismos con un registro íntimo de los personajes. El guion de Eric Roth, Will Fetters y el propio Cooper enfatiza en la artificialidad con la que Ally comienza a dar sus pasos en el mundo de la música y su exposición mediática, pero también en el abismo en el que Jack cae al instante por celos y odio. Con un arranque potente, en el que la música atrapa y envuelve al espectador, esta producción de Clint Eastwood no hace otra cosa que contar la pasión desde la crudeza, desde el sentimiento más visceral con el que se identifican Ally y Jack. Esa potencia inicial se diluye a medida que la cotidianeidad toma lugar en el relato, tal vez una innecesaria necesidad de humanizar aún más a los personajes. Cooper transmite el amor entre ambos con oficio en su debut como director. Pero también los miedos y las miserias que acompañan al éxito: Las ausencias, las mentiras, el ridículo (atención a la escena en los premios Grammy) desplazan el foco de las versiones predecesoras.
Son muy pocas las veces en el año en las cuales una película te llena. Cuando un film te pega fuerte y se queda con vos luego de salir de la sala de cine (y por mucho tiempo más también). Nace una estrella cumple con todos los requisitos que una gran película debe tener: una buena historia, gran puesta en escena, interpretes brillantes y mucha épica. Pese a ser una remake, (yo vi la de 1976 protagonizada por Barbara Streisand pero no las dos anteriores), es muy original y se distancia bastante. Se beneficia mucho de un ritmo vertiginoso y estilo de música compuesta. Todo muy al palo, directo, y con la euforia propia de los personajes. Gran labor la de Bradley Cooper en su debut como director, no solo por el trabajo que ello implica sino también por protagonizar. La película no parece una ópera prima en ningún momento. Cooper genera bien los climas y la narrativa. Hay planos verdaderamente hermosos. La fotografía está a cargo del experimentado Mattew Libatique, quien también trabajó en la nefasta Venom, pero a su vez es el principal colaborador de Darren Aronofsky. Así que queda claro de que su buen desempeño depende de quien lo dirige, y Cooper hizo un gran laburo. Lo mismo que demuestra delante de la cámara para componer a este cantante famoso, con un gran problema de adicciones. Su acento, postura y miradas, valen la nominación al Oscar, pero es cuando canta y en las secuencias bien dramáticas cuando te conquista. Y hablando de conquistas, Lady Gaga robó mi corazón para siempre como Ally. Porque su talento como cantante era bien conocido por todos y está muy bien utilizado en la película, pero sus dotes como actriz nunca habían sido explotadas de esta manera. Emociona hasta las lágrimas. La dupla que componen estos dos hace que el mundo se pare. Los sentís y querés respirar, querés que sean reales e ir a un recital a verlos. Su química traspasa la pantalla. La música original es estremecedora, no puedo dejar de escucharla. Me encantaría comentar escenas puntuales, pero sería spolier. Pero en cuanto al climax, si viste la película de 1976 ya sabés como termina pero aquí lo hicieron diferente, y el impacto que genera no solo es otro, sino que más fuerte. Nace una estrella se metió derecho a mi top ten de 2018, con una fuerza increíble. Una película hermosa, que te deja mucho.
Nace una estrella tiene la particularidad extraordinaria de ser una película que con solo una toma puede arruinar el resultado final del producto. Esto no quiere decir que la obra, que ejerce con ritual precisión las fórmulas de los dramas románticos, suponga una total impericia fílmica. Al contrario. Nace una estrella cuenta, al menos, con un par de buenos protagónicos (Cooper-Gaga-Elliot), un ritmo para nada denso y algunas ideas bien definidas. Jackson Maine (Cooper) es una estrella de rock que, a pesar de su rotundo éxito, parece hallarse emocionalmente en descenso por el alcohol y las drogas. Su vida crepuscular, atormentada por la muerte de su padre, lo obliga a deambular por bares nocturnos de mala muerte luego de sus multitudinarios shows. Una de esas noches conoce a Ally (Gaga), gran intérprete de pequeños escenarios, con quien queda flechado desde el primer momento. Jackson ve el enorme talento que hay en la joven, por lo que le propone acompañarlo de gira con su banda. Ally al principio se muestra reacia frente semejante propuesta, pero considerando lo gris de su vida, acepta. Ambos comienzan un apasionado romance, y mientras ella se transforma de la noche a la mañana en una estrella, él cae en una espiral de autodestrucción y oscuridad. Si hay algo interesante que destacarle al Cooper director es su enorme énfasis en la fisicidad. No solo respecto de la inseguridad de Ally (algo muy presente en Gaga, quien en muchas de sus letras se define como una mujer totalmente insegura), sino también de la tormentosa figura de Jackson (Cooper actor), una especie de Bob Dylan mutante con resabios de Keith Richards. Los movimientos pausados, casi de seductor involuntario, medio vampíricos por el efecto del alcohol y las drogas, nos acercan bastante a esas estrellas de rock emocionalmente inestables y decadentes de los salvajes 70. Sam Elliot, que compone al hermano mayor de Jackson, nos retrotrae a viejos personajes del western: rostro impávido, sereno y justo, curtido por la vida. Gaga está bastante bien (su voz descuella por momentos), pero Cooper reclama una atención inmediata, casi hipnótica. La química entre ambos es innegable y por poco lo mejor de la película. Cooper empieza bien el relato, mostrando algunas formas interesantes (las formas son todo lo que puede decir en el cine) bajo la tradición del relato clásico (el protagonista atormentado por la figura paterna, una historia familiar de terratenientes que entiende las bondades del melodrama, etc.), pero es en el final donde todo se desbarata. Los últimos minutos (incluyendo una última y pésima canción, raro viniendo de dos muy buenos intérpretes), especialmente la última toma, destituyen las formas clasicistas y honestas que el relato fue construyendo en dos horas y pico. Esa toma final, que tiñe de una ambición desmedida por su subrayada y alegórica intención, parece sacada del manual del director pretencioso; nada tiene que envidiarle a las torpes ideas audiovisuales de Tarkovsky cuando hacía mirar a sus personajes a la cámara, reclamándole al espectador una imposición tan solemne como acostumbrada. ¿Se puede pasar de un relato ameno y tradicional a esto? La respuesta es sí. La canción antes mencionada se vuelve contradictoria, teniendo en cuenta el discurso sobre la libertad de la mujer que suele expresar Gaga en sus canciones. Por momentos, bajo el disfraz de un romanticismo perenne, nos trae un alegato más anclado en el patriarcado que en el feminismo. Si bien sabemos que Nace una estrella cree fervientemente en el American Dream, este no molesta ya que ilustra con aciertos trágicos que para llegar alto hay que dejar o perder cosas en el camino. Esa ilusión de perfección y de vida color de rosas que suele tener la música Pop se desvanece. Es un camino duro como la vida misma, como la de todos.
Quinta versión (si contamos como primera a What Price Hollywood, que George Cukor dirigió en 1932) de esta irresistible historia de amor, surgimiento, caída y redención, la ópera prima como director de Bradley Cooper y el consagratorio debut como protagonista de Lady Gaga tiene sobrados argumentos para convertirse en un éxito comercial a gran escala. La opera prima como director de Bradley Cooper no tiene reparos en ser un melodrama romántico digno de la mejor tradición hollywoodense del género, sin otras aspiraciones que conmover con su historia de amor, adicción y fama. Tener a Lady Gaga como protagonista fue la gran apuesta del realizador y ambos salieron ganando. El carisma de la cantante, la potencia de su voz y la química que logra con Cooper como pareja son el corazón de la película, cuya banda de sonido tiene un par de temas que se quedan con el espectador después de la función. Cooper también ofrece una muy buena interpretación de un famoso cantante de country/rock alcohólico y solitario que recupera la inspiración y encuentra el amor gracias a una mesera cantautora con verdadero talento y visión artística. A pesar del buen trabajo del también director y de los grandes intérpretes secundarios está claro que la estrella del título es Gaga. Con todo lo necesario para convertirse en un éxito, Nace una estrella no es apta para cínicos. Como una canción romántica clásica, la película apela a tocar el corazón de quien está del otro lado usando desde una escena enternecedora de Cooper jugando con un perrito o una en la que la protagonista y su mejor amigo parecen dos chicos cuando se suben por primera vez a un jet privado; y hasta la desgarradora interpretación final de la cantante. Pero, aunque muchos recursos sean algo obvios y haya decisiones estéticas al borde de lo cursi, el film entretiene y genera emociones genuinas.
A las muchas preguntas que cabían hacerse ante esta nueva versión de Nace una estrella, clásico con Barbra Streisand y Kris Kristofferson (1976) y antes, en 1954 con Judy Garland y James Mason, y originalmente en 1937 con Janet Gaynor y Fredric March, estaba la de cómo iba a hacer Lady Gaga para borrar el recuerdo de Barbra, de Judy, y de Janet... También, si Bradley Cooper daba para el rol del músico exitoso que mientras cae en espiral decadente conoce y promueve a la cantante que será el amor de su vida. Pues bien, señoras y señores, esta dupla hace que Nace una estrella tenga una nueva versión que será considerada un clásico. Algunas cosas han cambiado, y se adivina la mano del coguionista Eric Roth (Oscar por Forrest Gump) en el personaje ahora llamado Jack. Una, ahora tiene un background que explicaría o al menos le da un trasfondo a su historia personal, para ayudar a comprender al artista exitoso que se diría que lo tiene todo, pero cae en la adicción al alcohol y las drogas Otra, y no hay spoiler, la famosa escena en la que (ahora, Ally) recibe un premio y él la avergüenza. Cooper, que iba a protagonizar esta cuarta versión del filme ya cuando iba a dirigirlo Clint Eastwood, no sólo lo hace a la maravilla, sino que también se encargó de dirigirlo, coescribirlo y coproducirlo. Hay que apreciarlo en los momentos de agonía, no sólo en el comienzo, donde en la relación con Ally todo pinta color de rosa. La primera aparición de Lady Gaga delante de un micrófono es cuando da una devastadora versión de La vie en rose en un local donde cantan drag queens y al que llega Jack después de un concierto country en busca de alcohol. Gaga se mete al público -el que está en el cine, también- en el bolsillo y no solamente cuando canta. Su interpretación de Ally está llena de matices, de cambios de humor y aunque en primera instancia parece que no tiene la prestancia o la fiereza y el porte de Streisand, de decir aquí estoy yo, conmueve también en los momentos mas románticos. Que son muchos a lo largo de los 136 minutos de una proyección que se vive con enorme placer, que se disfruta, y en la que se sigue con deseo cada escena, cada momento y cada encontronazo entre los protagonistas. Lo que un hombre es capaz de hacer por amor, sea o no un artista, está plasmado en una canción, la del final. Allí Gaga vuelve a hacer estrujarnos el corazón. ¿Que es un melodrama? De acuerdo. ¿Que hay líneas del guión que parecen no estar del todo desarrolladas? También. Pero el conjunto, el combo es prácticamente inolvidable.
Cuarta remake de una historia original que data de 1932 (en un principio ambientada en el universo del cine, luego en el de la música), esta Nace una estrella modelo 2018 no tiene nada que envidiarles a sus ilustres predecesoras. Al contrario: la dupla compuesta por Bradley Cooper y Lady Gaga se ubica entre las mejores y eso que la estamos comparando nada menos que con las que conformaron Lowell Sherman y Constance Bennett, Fredrich March y Janet Gaynor, James Mason y Judy Garland y Kris Kristofferson y Barbra Streisand (la versión de 1976 es la que más puntos en común tiene con esta). La propuesta es irresistible por donde se la analice. Bradley Cooper (también director y coguionista) interpreta a Jackson Maine, un veterano rockero (algo así como una combinación entre Tom Petty y Eddie Vedder) aún exitoso, pero que, producto del desgaste de los años, la acumulación de giras, la rutina y los efectos del alcoholismo, empieza a caer por una pendiente sin fondo a la vista. Una noche, en un bar de drag-queens, conoce a Ally (mientras ella interpreta "La vie en rose"), una joven que sería algo así como su opuesto: ingenua y versátil cantautora, con toda la energía y la fascinación del mundo. Tras el flechazo inicial, Jackson -a pura generosidad- la invita a compartir el escenario. En tiempos de viralización de videos, el impacto es inmediato. El ascenso de ella será vertiginoso; la decadencia de él, también. Nace una estrella cumple con todos los ítems que el espectador puede pedir de un crowd-pleaser y de un tear-jerker: la película atrapa y emociona. Si a eso se le suman nobles personajes secundarios como Andrew Dice Clay (el padre de ella) o Sam Elliott (el hermano de él) para construir las subtramas familiares, estamos ante un film que se ubica muy por encima de la media de la producción actual. No apta para cínicos, la película regala excelentes números musicales, una historia de amor de proporciones épicas y momentos que van de la comedia romántica al melodrama. Y lo hace con recursos sólidos, sin maquillar sus orígenes ni sus búsquedas, que algunos podrán minimizar por "grasas". Un Cooper cada vez más maduro delante y ahora también detrás de cámara y una Lady Gaga en un debut consagratorio consiguen la química justa para que nos consustanciemos con sus triunfos y derrumbes. Una película clásica, un engranaje perfecto, una historia sentida. Hollywood en estado puro.
Luego de tres versiones, (la primera fue en 1937 y la última en 1976 con Kris Kristofferson y Barbra Streisand), llegó la cuarta, nueva y moderna versión interpretada por Bradley Cooper en su multifacético rol de protagonista, director, productor y guionista. Pero pudo con todo. Cooper toma el toro por las astas y se convierte en el famoso cantante de música country Jackson Maine, el que llena estadios, es reconocido en cualquier lugar adonde va y trae aparejado consigo lo que toda rock-star que se precie carga en su haber: los lamentables excesos. Alcohol, drogas y mujeres son moneda corriente. Una noche después de un recital, Jackson decidió que la noche no había terminado y fue a un bar que resultó ser de “drags” Allí conoce a Ally (Lady Gaga, en su primer protagónico) adonde llega por casualidad. Ally trabaja allí como mesera pero la dejan cantar una vez por semana. Esa noche interpreta de manera magistral “La Vie en Rose” donde no sólo demuestra su gran caudal vocal sino su histrionismo. Jackson se enamora a primera vista y la espera para tomar algo, Ally no puede creer que semejante celebridad haya reparado en ella y acepta. Es una chica insegura. Pero ya es tarde, no pueden separarse. Sin dudarlo, Jackson lleva a Ally a su gira, la “empuja” al gran público, que descubre a una estrella y a partir de allí todo cambia. Comenzamos a vivenciar el ascenso de Ally en contraposición a la caída de Jackson quien no puede salir de la rueda de excesos. Para colmo de males, el representante de Ally, Rez (Rafi Gavron) mete la cola para empeorarlo todo. El elenco es excelente, desde Cooper que maneja todos los hilos de manera increíble, hasta Gaga, con una voz que todo lo puede y con ganas como espectadora de pedirle siempre una más. La pareja oscila entre el amor desenfrenado y romántico hasta el descenso a la oscuridad de Maine. Su hermano mayor, Bobby (Sam Elliot) hace un gran trabajo también. Una película redonda por donde se la mire, fotografía, recreación de época, y un alerta del mundo musical, brillo y miseria por igual. Lo mejor, la banda de sonido y una hermosa historia de amor. --->https://www.youtube.com/watch?v=yfzKSGTVhUE ACTORES: Bradley Cooper, Lady Gaga. Sam Elliott. GENERO: Romance , Musical , Drama . DIRECCION: Bradley Cooper. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 136 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 11 de Octubre de 2018 FORMATOS: 2D.
Un artista famoso sumido en la oscuridad y el alcohol, una joven talentosa a la que nunca se le dio la oportunidad. Se enamoran y tienen que superar todos los obstáculos que se les van presentando. Es un cuento viejísimo y para que resulte interesante tiene que estar bien contado. Con A Star Is Born, Bradley Cooper logra darle vida y originalidad a una de las historias con más remakes en Hollywood.
Cuando Jack conoció a Ally. Voz ronca y carraspeante, andar cansino, mirada triste, algún que otro trago en medio y una sensibilidad a flor de piel. Esta es la actitud de Jack (Bradley Cooper), un reconocido cantante que sale todas las noches al escenario, porque lo único que calma el dolor que arrastra su alma es la música. Su fuga, su escape de esa sensación permanente de carencia que no le permite ser feliz, pero a su vez lo hace un artista único. Imposible no quererlo. Y un día conoce a Ally (Lady Gaga) en un bar de drags queens, mientras interpreta La Vie en rose con una voz apabullante. No solo queda pregnado de su talento, la química que surge entre ambos es instantánea y natural… como si se conocieran de toda la vida. Ella será un bálsamo para Jack, quien con una generosidad, autenticidad y fidelidad pocas veces vista, impulsará su carrera como cantante hacia lo más alto. Si, la cosa suena cursi, pero así va la trama de Nace una Estrella, cinta en la que Bradley Cooper debuta como director. Él no reniega del melodrama, y tiene el poder de que lo genuino traspase la pantalla. Realmente sentimos una empatía casi aprehensiva con los personajes. Le creemos todo, su Jack adicto y solitario quien aconseja a Ally sin pedirle nada a cambio, más sororo que cualquier mujer; y el acierto de convocar a la diosa de Lady Gaga, que interpreta a una cantante novata que tal esponja absorbe lo mejor de él, y prodiga talento y amor… aunque este sentimiento a veces no alcance. Para quienes tuvieron la oportunidad de ver el remake, sabrán que la historia vira dramática y apela a conmover, y lo logra. Una historia cercana a un registro más realista, alejada de la espectacularidad de la fama y el capricho; con actuaciones que la mantienen en eje, y canciones que cumplen el cometido de acompañar el tono. La película es esto y muestra esto… ni más ni menos, y Cooper lo tiene bien claro, por lo que logra conceder al film estilo propio. Amamos mucho a Bradley, y sin dudas seguiremos de cerca su carrera como realizador.
Sinfonía agridulce. Cuarta versión de ‘Nace una estrella’, esta historia de amor y fama que sigue demostrando ser inoxidable. Bradley Cooper debuta con el pie derecho en la dirección de la mano de una Lady Gaga estupenda. Adaptada a los tiempos que corren, ya será este clásico propio de una nueva generación. De qué se trata ‘Nace una estrella’ Ally (Lady Gaga) trabaja en un restaurante y sueña con ser cantante. Jackson (Bradley Cooper) es un rock star que lidia con sus propios demonios y adicciones. Una noche, ambos se conocen en el bar donde ella canta, cambiando para siempre sus destinos. El ascenso y la caída transitan por carriles opuestos, al tiempo que la maquinaria marketinera musical queda expuesta en primer plano. Una remake con la mística intacta Bradley Cooper debuta como director en esta película que también protagoniza y qué bien le sale todo. ‘Nace una estrella’ se va a ver con la sensación de que es algo especial. No es otra película más, no es olvidable. Primero, porque es la cuarta versión de una historia que en sus últimas dos remakes protagonizaron Judy Garland y Barbra Streisand. O sea, estamos hablando de gente que de tan grossa no tiene nadie por encima. Y ahí va Lady Gaga a intentar mantener viva esta mística. ¿Saben qué? Lo logra. No porque sea como ellas -eso lo dirá el tiempo- sino porque es su (casi) debut cinematográfico en un rol que no podría caberle mejor. La química entre Lady Gaga y Bradley Cooper no podría funcionar mejor, sobre todo en la primera mitad de la película. Todo el proceso en que se conocen y empiezan a trabajar juntos fluye y dan ganas de volver a eso, una y otra vez. Cuando esa magia se rompe, también hay algo en “Nace una estrella” que parece perder encanto. Quizás se hace un poco larga hacia el final, ante la necesidad de ahondar en cuestiones del mercado musical. Y está bien. Porque, si viste alguna vez los Grammys, los premios MTV y demás, habrás visto que la industria musical estadounidense tiende a sobrevalorar el hit del momento y ponerse de pie ante el famoso de turno. Es solo el tiempo -la Historia- la que coloca en un lugar destacado a quien traspasa ese fervor momentáneo, la trampa del éxito fácil y plástico, para cantar con su propia voz. Y esto la película lo dice. Y está bueno que lo diga, porque no es tan habitual que el mundo del entretenimiento -sobre todo, el musical- se cuestione a sí mismo. ¿Nace un clásico? Con un relato intenso, ‘Nace una estrella’ parece destinada a ser, otra vez, el clásico de una generación. Una película sobre la música que no es un musical, para los que huyen del género. Es, finalmente, una historia de amor. Pero también es el retrato de ese ascenso a la fama (o de victoria personal) que parece intrínseco a la condición humana. Por eso los clásicos son clásicos y trascienden generaciones. Porque, en el fondo, todos queremos lo mismo. Como los grandes artistas, ‘Nace una estrella’ no será perfecta, pero tiene lo necesario para trascender. Puntaje: 8/10 Título original: A star is born Duración: 134 minutos País: Estados Unidos Año: 2018
Bradley Cooper es Jackson Maine, un astro del rock que estaría en su mejor momento si no fuera por su adicción al alcohol y las drogas, y una sordera progresiva. Una noche, en un bar de drag queens, Jackson escucha la voz maravillosa de una chica que trabaja como camarera y el romance explota de inmediato. La chica, que no es otra que Lady Gaga, tiene una carrera promisoria, pero mientras ella está en ascenso la del rockero empieza a declinar. Esta historia que se filmó varias veces y con varios títulos distintos, desde "What Price Hollywood" de 1932 a las versiones con Janet Gaynor y Fredric March (1937), Judy Garland y James Mason (1954) y Barbra Streisand y Kris Kristofferson, sigue funcionando como la quintaesencia del drama romántico-musical, y Bradley Cooper, aquí también director, le saca provecho al aggiornar los detalles musicales. En estos casos, muchas veces, los actores no convencen como cantantes y las cantantes no convencen como actrices, pero aquí lo sorprendente es que ambos protagonistas funcionan bien a todo nivel, y éste es el factor ganador en un excelente melodrama repleto de buena música. Sobre todo la primera hora de esta nueva "Nace una estrella", que plantea el contraste entre el estilo entre rocker y country de Bradley Cooper y el pop de una Lady Gaga que, si bien está en personaje, interpreta canciones con su sello inconfundible. Luego, la trama sigue el derrotero de esta historia conocida y pierde un poco de fuerza, pero no tanto como para no recomendarla. Los públicos se renuevan.
Un empujón hacia el éxito “Nace Una Estrella” (A Star Is Born, 2018) es una película musical dramática que constituye el debut en la dirección de Bradley Cooper, el cual también la produjo, protagonizó y co-escribió junto a Eric Roth y Will Fetters. La cinta es la tercera remake que se realiza de la original, estrenada en 1937. Completan el reparto Lady Gaga, Sam Elliott, Dave Chappelle, Andrew Dice Clay, Anthony Ramos, Michael Harney, Bonnie Somerville, entre otros. Fue presentada tanto en el Festival de Venecia como en el de San Sebastián. Luego de dar un concierto, el consagrado cantante Jackson Maine (Bradley Cooper) decide meterse en un bar de drag queens a beber y escuchar música. La primera que sale a escena es Ally (Lady Gaga), una joven mujer súper maquillada que con su voz e interpretación deja maravillado a Jack. Luego de conocerla en el backstage, el único propósito de Jack será que Ally tenga la carrera musical que merece. Los dos comenzarán una historia de amor marcada por el ascenso artístico de ella y el derrumbe de Jack debido al alcoholismo. Estamos ante un filme que, aunque muchos ya sepan la trama, cautiva al espectador desde las interpretaciones de los protagonistas, los temas musicales, la iluminación, el sonido y la posición de cámara, donde uno también se logra sentir arriba del escenario. La historia de amor es lo principal en este relato, por lo que la relación que se va forjando entre Jackson y Ally debía lucir creíble desde el comienzo. Por suerte, esto se logra al punto de que al estar en pantalla, los actores logran que nos olvidemos de sus nombres reales y nos metamos de lleno en lo que les sucede a sus personajes. Lady Gaga sorprende al ser éste su primer largometraje. La reconocida cantante se luce en todo momento al ser Ally, una joven vulnerable que en un comienzo no se anima a cantar sus propias canciones o a mostrarse tal cual es por miedo a ser juzgada por su apariencia. Una persona como Jack es lo que ella necesitaba para triunfar; a él lo único que le importa desde que la observó cantar esa noche es que Ally muestre al mundo la gran artista que ya es. La química entre ellos, sumado a lo hermoso que resulta apoyar al otro sin esperar nada a cambio y la caballerosidad de Jackson, es lo que nos hace empatizar con la pareja al instante. Como era de esperarse, la música tiene un gran peso en el filme. Aparte de descubrir la magnífica voz que tiene Bradley Cooper, las letras no quedan descolgadas con lo que está pasando en la historia por lo que es fácil dejarse llevar y disfrutar. Lady Gaga no solo canta sino que gracias a los primeros planos podemos ver cómo siente cada frase, cómo brilla al dar todo de sí. Por otro lado también se hace una pequeña crítica a la industria, que pretende moldear al cantante como mejor le convenga, perdiendo autenticidad. No se puede dejar pasar la adicción al alcohol que sufre Jackson. El director no cae en golpes bajos al mostrar la decaída del protagonista, por lo que en ciertos momentos el espectador también querrá hundirse y desaparecer en la butaca a la vez que sentirá tristeza genuina por él. “Nace Una Estrella” consigue ser más que un buen primer paso en la carrera como director de Bradley Cooper, lo que da ganas de ver cuáles otros proyectos llevará a la pantalla grande. Aunque contenga algunos minutos de más y no sea arriesgada, la cinta logra emocionar y tiene lo que se necesita para ser nominada en las próximas premiaciones.
Jackson Maine, un cantante de música country se encuentra en el borde de su decadencia cuando descubre a Ally, un talento desconocido. Paralelamente que inicia un tórrido romance entre ellos, Jack empuja a Ally a brillar en los reflectores, catapultando su estrellato Nace una estrella ( A Star is born, 2018) es la tercera adaptación que se hace desde la original allá por el 1937, dirigida en ese entonces por William A. Wellman. En esta ocasión está escrita y dirigida por Bradley Cooper, quién también la protagoniza junto a Lady Gaga, Sam Elliot y Anthony Ramos, entre otros y producida por Clint Eastwood. Bradley Cooper junto a Lady Gaga Parte en la vida de Jackson Maine (Bradley Cooper), un cantante de country/rock en el auge de su carrera, que (casi) sin querer una noche termina bebiendo en un bar queer y se topa con Ally (Lady Gaga). Rápidamente se pierden en miradas que dicen más que mil palabras pero Jackson alcanza a percibir el talento de Ally en cuestión de segundos. Lo que lo empuja a insistir a Ally, en mostrar ese talento escondido que supieron herir al decirle que no era lo suficientemente “linda” para triunfar en los escenarios. Impecables Cooper y Gaga Rápidamente consolidan su amor, y luego de subir a cantar junto a él en varias ocasiones, la carrera de Ally despega paulatinamente pero Jackson comienza a verse eclipsado por su éxito y comienza una lucha consigo mismo adentrándose (aún más) en su lucha contra el exceso de alcohol y las drogas de manera cruda y triste. Si bien es un arco argumental que abunda en la historia hollywoodense, es destacable el trabajo de Cooper y por su puesto de Lady Gaga, a quien vemos por primera vez en pantalla grande y logra transmitir absolutamente todo lo que atraviesa Ally de una manera conmovedora. Impecables ambos, pero debo destacar también a Sam Elliot quien cumple un papel importantísimo en la piel del hermano mayor de Jackson, tratando de cuidar de su hermano lo que más se lo permita. Lady Gaga junto a Anthony Ramos, mejores amigos en la película La banda sonora es inmaculada, cada canción e interpretación es totalmente increíble, de nuevo gracias a los dos protagonistas. Sin dudas no es una película más del montón, trae a flote temas delicados como las adicciones, el manejo de la fama y la depresión. Conmovedoramente realista y hermosa.
Nace una estrella, y otra comienza a apagarse. ¿Una pareja puede sobrevivir a eso sin pagar el precio siempre alto de la fama, y las presiones omnipresentes de una industria despiadada que antepone ese éxito a todo? Ya sabemos la respuesta. La vimos en otras tres ocasiones, el tema es como se cuenta, como se pone piel y huesos, alma y latidos furibundos, verdad y dolores profundos a ese cuento que nunca muere. Y porque Bradley Cooper para debutar como director tomo muchas decisiones inteligentes como para transformar otra vez en un éxito la anécdota de “Nace una estrella” sin temor a los fantasmas de Judy Garland y especialmente las actuaciones de Bárbara Streissand con Kris Kristofferson. Enumeremos: agiornó la historia a nuestros días, aprovechó la puerta abierta que le dejo Clint Eastwood para dirigirla con todo. Eligió con convicción a Lady Gaga (la primera opción de Clint fue Beyoncé). Escribió hermosas canciones con su co-estrella. Decidió grabarlas en vivo para otorgarles verdad y alma. Entrenó durante meses para lograr esa voz cascada increíble. Se inspiró para su personaje en muchos músicos desde Bono a Lenny Kravitz. Le sumó los elementos psicológicos de la trama que pueden dejar intuir alguna explicación de comportamientos del protagonista. Tener un casting excepcional para todos los roles. Y, por supuesto, el talento y la sensibilidad. Esa mirada al detrás de escena, desde la escena al público, desde la intimidad a la explosión pública. Y por supuesto la química perfecta entre Bradley Cooper y Stefani Joanne Angelina Germanota, en su debut en un protagónico. Y esa historia de amor y tragedia que hace llorar hasta las piedras. El enorme negocio de la música y la fragilidad a flor de piel. Nadie puede jugar a ser indiferente a lo que ocurre en la pantalla, a la emoción verdadera que le esquiva al golpe bajo. (G.M.)
Stefani Joanne Angelina Germanotta va por el Oscar A mediados de los años 50 –edad de oro del melodrama hollywoodense– la Warner presentó la primera remake de una película de los 30, de cuyo guion había participado la sofisticadamente viperina Dorothy Parker: Nace una estrella. Esta segunda versión la dirigió el sensible y exquisito George Cukor, la protagonizaron una rediviva Judy Garland y James Mason y la fotografió un maestro poco conocido llamado Sam Leavitt, que hundió en la oscuridad el rechinante Technicolor de la época. El resultado fue una obra maestra desesperada, en la que el deseo de muerte es tan imperioso como la destructividad de la maquinaria hollywoodense. Se la reconoce como la mejor de las cuatro versiones de aquella historia original de 1937, contando la que ahora presenta Bradley Cooper, haciendo su debut como realizador y reservándose el protagónico masculino, mientras Lady Gaga asume su primer papel de importancia en cine. Estamos en octubre, y en dos meses cierran las candidaturas al Oscar. ¿Alguna ambición en ese sentido? Sin duda, y enseguida se verá por qué. En primer lugar está, justamente, el efecto melodrama, que encoge el músculo al que Hollywood más corteja, y el que menos vale en sus oficinas y bulevares. Luego, lo que permite el melodrama: actuaciones visibles, extremas, llenas de dolor y colirio. Que son las que más les gustan a académicos y a muchos espectadores. Y además, la ventaja de que se trate de un melodrama musical, lo cual permite que todo lo anterior ocurra entre escenarios y canciones, cuestión de disfrutar un poco también. ¡Y encima con el debut de una cantante a la que conocemos todos! De los dos debuts, el de Bradley Cooper (protagonista de ¿Qué pasó ayer?, El lado bueno de las cosas y Francotirador, entre otras), como coguionista y realizador, es técnicamente correcto: podrá seguir haciéndolo. A su turno, Stefani Joanne Angelina Germanotta (okey, Lady Gaga) desparrama carisma y de ella depende iniciar o no una carrera paralela a la de cantante pop. Muy astuta, la celebrity que hizo del disfraz su marca diferenciadora ahora hace de la carencia absoluta de máscara su nueva identidad artística, mostrando a pleno su nariz italiana, convirtiéndola incluso en motivo de autoburla. La historia de Nace una estrella es básica y conocida. Actor o cantante consagrado (según la versión de la que se trate; en este caso Cooper es un famoso cantante country-pop) descubre a actriz o cantante amateur (esto último en las tres últimas versiones), la apadrina, ella ingresa al show business y se convierte en superestrella. Al mismo tiempo que ella asciende, él, que siempre tuvo problemas de alcoholismo, hace el viaje contrario (un Freud aquí) y el melo va derivando a tragedia. Ahora bien, para que el melodrama trascienda a la historia, y eso es lo que sucedía con la versión-Cukor, tiene que sonar a cuestión de vida o muerte (más allá de que la puesta en escena sea de una exquisitez versallesca). Porque de eso se trata: de vida o muerte. Acá Cooper se pide un whisky y es como si pidiera una naranjina: no hay sensación de riesgo, de muerte, de destrucción, todo da la sensación de ser solucionable. Y sucede que no lo es.
Ally (Lady Gaga) entona "La Vie en Rose" mientras se pavonea por el drag bar. En el fondo también está Jack Maine (Bradley Cooper), borracho, con la cara arrebatada por el sol y el pelo grasiento. El músico de rock-country se siente impresionado por el talento de la joven camarera y en la escena siguiente, la va a ver al camarín y le pide que se saque parte de su maquillaje, algo similar a lo que tuvo que hacer Lady Gaga fuera de cámara para componer a Ally. Porque la cantante pop en "Nace una estrella" usa su color de pelo natural y deja de lado todo tipo de disfraz estrafalario. Luego de pasar una noche conociéndose, Jack invita a Ally a su próximo recital, que se transformará en una gira y finalmente en el ascenso de la artista. La película es la ópera prima de Bradley Cooper -dirige, actúa y canta- y la cuarta remake. Las dos primeras fueron protagonizadas por Janet Gaynor y Judy Garland, pero en vez de girar alrededor del mundillo de la música, se centraban en Hollywood y las crudas imposiciones del star system. Barbra Streisand, en cambio, encabezó la tercera, la menos lograda de todas. DE ORUGA A MARIPOSA El melodrama retrata una historia de amor inmersa en los vaivenes de la música (ascenso, fama y adicciones), con algún que otro cliché, pero no por eso deja de ser fresca, honesta y delicada. Lady Gaga demuestra que no sólo es virtuosa en el canto sino también en la actuación. Es magnética y en cada plano que aparece dan ganas de seguir viéndola. Por su parte, Cooper, con acento sureño y apariencia de cowboy del rock, consigue un personaje sólido y sensible. Mientras que detrás de cámara sabe cómo dominar la puesta y enfatizar en lo verdaderamente importante. Sin embargo, lo más fascinante de la película es la química que logran los protagonistas. El vínculo romántico y artístico de la pareja traspasa la pantalla y posiblemente resuene en las nominaciones de la próxima entrega de los Oscar.
Historia musical de pasión y obsesión "Cualquiera puede tener talento, pero no todos tienen algo para decir”, dispara Jackson Maine (Bradley Cooper) a Ally ( Lady Gaga) cuando charlan por primera vez. Esa es la diferencia principal que el cantante ve en la música y, por qué no, en el arte en general. Ally cantó “La vie en rose”, clásico francés, pero a pesar de haber versionado una canción, para Jackson es suficiente, sabe que el mundo debe escuchar lo que Ally tiene para decir. A sus ojos, ella tiene mucho para ofrecer y por ello Maine le regalará su público, en sus propios conciertos, para que exprese todo eso que tiene adentro. Así comienza “Nace una estrella”, versión 2018, la cuarta remake de una historia clásica de amor, música, confianza y excesos, en un marco dramático hasta las lágrimas. Jackson conoce a esta joven promesa cuando, en busca de un bar tras su concierto, cae en un pequeño antro de drag queens, en donde a una camarera le permiten cantar a pesar de ser mujer. Flechazo instantáneo, él la invita a su próximo recital y desde ese momento se hacen inseparables. Desde su entorno evidencian el cambio de Jackson y todo el tiempo le dicen que “volvió a ser el mismo de antes” desde que Ally llegó a su vida. De alguna manera, ella puede salvarlo de la decadencia y el autoboicot por un tiempo, aunque eso termina cuando la joven es descubierta por un productor y decide comenzar su propia carrera. La historia será de pasiones que se transforman en obsesiones, cuando en el vínculo romántico y de compañerismo se juegan las posibilidades y también las imposibilidades de lograr la felicidad. El filme estuvo a cargo del mismo Bradley Cooper, que se pone por primera vez en la silla del director. Él decidió también convertirse en músico (aprendió a tocar la guitarra y a cantar) para no desentonar con Gaga, porque entre los secretos de este largometraje se puede advertir que los músicos decidieron cantar en vivo en muchas ocasiones para lograr el efecto de espontaneidad que requiere la música (compuesta también por Gaga y Cooper). Más emotivo que correcto (se notan fallas de montaje y un libreto infantil por momentos), “Nace una estrella” es una escalada musical y romántica que no deja de asombrar por la fuerza artística con la que fue creada e interpretada.
Una particularidad de Nace una estrella es que sus tres versiones previas, estrenadas en 1937, 1954 y 1976, terminaron con varias nominaciones al Oscar y probablemente suceda lo mismo con esta nueva remake que representa la ópera prima de Bradley Cooper. Al menos en la categoría de Mejor Canción Original le sobran temas musicales para ser destacados, gracias a una tremenda banda de sonido que queda en el recuerdo luego de ver la película. Otra ventaja con la que cuenta este clásico es que siempre llegó a los cines con una brecha de tiempo considerable entre las diversas producciones, algo que ayudó a que el desgaste de la trama no se sienta tanto en el público. Pasaron 42 años desde que Kris Kristofferson y Barbra Streisand recrearon esta historia de amor en los años ´70 y actualmente hay toda una generación de espectadores que recién descubrirá este relato con la película de Cooper y probablemente sean quienes más la disfruten al no tener referencias de las entregas anteriores. El debut como cineasta del actor es realmente muy bueno y aunque su obra no ofrece nada nuevo ni tiene el interés de reinventar este clásico con algún ingrediente interesante, el film funciona de maravillas al brindar un gran espectáculo que se apoya en la química que tienen los dos protagonistas. Bradley Cooper quien antes de involucrarse en este proyecto, jamás había tocado una guitarra en su vida, sorprende en las secuencias musicales con sus interpretaciones y Lady Gaga como era de esperarse la rompe cada vez que toma las riendas de una canción. En los momentos más dramáticos ella ofrece una composición muy correcta de la talentosa Ally, si bien tiene como red de contención el hecho que su rol presenta numerosos tintes autobiográficos. Algo que de todos modos no desmerece en absoluto su labor con un personaje icónico que en el pasado fue interpretado por Judy Garland y Barbra Streisand y no es tan sencillo de sacar adelante. Lo que ocurre con Gaga es que no se pierde por completo en el rol de Ally como lo hace Cooper con su interpretación del músico Jackson Maine, donde inclusive llegó cambiar el tono de su voz original y acento. La entrega de Bradley en el papel es admirable y aunque el personaje remite bastante al alcohólico que compuso Kris Kristofferson en el ´76 también tiene su propia personalidad. La primera hora de Nace una estrella es sublime y construye con mucha solidez la relación que surge entre los dos protagonistas. De entrada se gesta una empatía absoluta por ellos y el romance se aborda de un modo natural sin exceso de melodrama. Luego en la segunda mitad, a partir del momento en que el personaje de Gaga empieza a cumplir su sueño artístico, el relato de Cooper se vuelve más acelerado y de repente la pareja quema un montón de etapas como si el director hubiera estado apurado por llegar al acto final. No obstante, en esta cuestión juegan un papel clave las secuencias musicales que contribuyen a levantar muchísimo el film, sobre todo cuando el romance entra en el terreno del cliché. Hay dos cuestiones que no se pueden dejar de destacar de esta versión de Nace una estrella. En primer lugar el soberbio trabajo que hicieron con el sonido, donde en más de una ocasión la película te hace sentir que estás dentro de un concierto. Resulto un enorme acierto del director registrar los números musicales en vivo donde las canciones logran sobresalir con más fuerza en la historia. Por otra parte, hay que darle el crédito a Bradley Cooper por haber capturado una de las mejores interpretaciones en la carrera de Sam Elliot, quien encarna al hermano del protagonista. Elliot, quien siempre fue un gran remador de Hollywood, rara vez tiene la chance de sobresalir con un personaje de este modo y en el film se roba cada escena en la que aparece. De hecho, me quedé con ganas que su personaje tuviera un peso mayor en la trama. Si bien a esta historia le sobran 15 minutos que estiran el relato más de lo necesario el balance general creo que es muy positivo. Sólo por las secuencias musicales es una película que merece ser disfrutada en una pantalla de cine. Más que una estrella lo que nació con esta producción es un director prometedor al que habrá que seguirle los pasos en el futuro.
La sobria dirección de Cooper, una narración clásica, la cuidada fotografía y una increíble banda sonora demuestran que las buenas historias pueden volver a contarse una y otra vez sin perder su impacto y efectividad. Nace una Estrella (A Star is Born) es una de las historias del Hollywood clásico que más veces se han vuelto a contar. La primera versión oficial de la película data del año 1937 dirigida por William A. Wellman y protagonizada por Fredric March y Janet Gaynor (y digo oficial porque tiene enormes similitudes con Hollywood al Desnudo (What Price Hollywood?), película de 1932 dirigida por George Cukor). El propio Cukor tendría la oportunidad de dirigir una nueva versión de Nace una Estrella con la legendaria Judy Garland y el británico James Mason en los roles protagónicos. Dos décadas más tarde llegaría el momento de Barbra Streisand y Kris Kristofferson bajo la dirección de Frank Pierson. Es en la versión de 1976 cuando se cambia el trasfondo de la historia. Mientras las primeras dos versiones nos mostraban a una aspirante a actriz que triunfa en el mundo de los musicales cinematográficos, en el film de Streisand vemos como ella ingresa por la puerta grande a la industria de la música. Con esta nueva base es que el actor Bradley Cooper (Silver Lining’s Playbook, 2012) toma la historia clásica y le agrega un giro moderno en esta nueva versión. Jackson Maine (Bradley Cooper) es un talentoso y afamado cantante de country/rock con problemas de bebida que al caer en un bar de drags termina siendo cautivado por la voz de Ally (Lady Gaga), una camarera y aspirante a cantante que nunca tuvo su oportunidad para brillar. Juntos iniciarán un apasionado romance y Jack ayudará a Ally a forjar su carrera, pero a medida que la fama de Ally crezca la lucha contra los demonios internos de Jack se volverá cada vez más difícil. Nace una Estrella es una película fascinante. Desde la fotografía y la música el film se plantea como un gran espectáculo emocional potenciado por el carisma y el talento de los intérpretes. Tanto Cooper como Gaga la descosen en el escenario (ambos cantando de verdad nada de lipsync) y se ponen la película al hombro. A pesar de que su papel no la exige demasiado en el aspecto dramático (parece ser un rol hecho a medida para que se luzca), la popular cantante triunfa en su primer protagonico en cine. Cooper (más allá de una actuación sin fisuras) logra probarse como un director más que competente con una carrera a tener en cuenta. Su primera película no se siente como una opera prima sino como el producto de un cineasta experimentado, con ayuda de la fotografía de Matthew Libatique (colaborador habitual de Darren Aronofsky) que captura unos planos naturalistas de gran belleza visual. Sam Elliott cumple en un papel de reparto como el hermano mayor de Jackson Maine y protagoniza algunos de los momentos emocionales más contundentes y mejor actuados de la película. Cooper y Gaga tienen una química innegable y transmiten una sensación de amor y admiración mutua que traspasa la pantalla. La historia toca las mismas notas que la película de Streisand y Kristofferson pero con un instrumento más moderno y armonioso. Además vuelve a traer a la mesa el debate sobre la música de corte más clásico donde el artista expresa sus sentimientos versus el pop prefabricado y superficial, motivado por las ambiciones comerciales de la industria. La música es el alma de la película y las canciones quedarán sonando en la cabeza del espectador durante días. Pese a que la historia peca de ser predecible por momentos y narrativamente se siente algo desbalanceada (hay momentos en que los acontecimientos se apresuran innecesariamente), Nace una Estrella es una gran película con mucho corazón y excelentes interpretaciones. Que no les sorprenda verla nominada a muchos premios el próximo año.
Jackson Maine (Bradley Cooper) es un cantante de música country cuya carrera va en decadencia debido a su adicción al alcohol. Luego de un concierto conoce a Ally (Lady Gaga), una aspirante a cantante con un talento fuera de serie y se enamora perdidamente. Ambos comienzan a compartir shows y componer, aunque con el tiempo ella se convierte en una artista pop famosa mientras que él se dirige irremediablemente al ocaso de su carrera. La historia de Nace una estrella no es novedosa ni original (esta es la tercera vez que se adapta la película de 1937), pero en su debut como director, Bradley Cooper logra actualizar el clásico demostrando que vale la pena volver a contar la misma historia. La película tiene muchas cualidades y de seguro la encontraremos nominada a varios premios Oscar, pero si hay algo que se destaca es el trabajo de Lady Gaga. Si acaso hay una estrella, adelante y atrás de pantalla, es ella. Su mérito no sólo está en los momentos en que canta, aunque ahí es cuando brilla en todo su esplendor, sino también en los matices que le da a su personaje y a la transformación que va experimentando a lo largo del filme. Ojo, que no por eso la artista opaca a su coprotagonista. Bradley Cooper sorprende con sus performances sobre el escenario y conmueve en las escenas más dramáticas del filme. Los intercambios con Sam Elliott, que interpreta a su hermano, son para destacar. Porque si bien la participación de Elliott es menor en cuanto a minutos en pantalla, es enorme en términos actorales. Nace una estrella tiene una primera media hora perfecta y de ahí en adelante va perdiendo un poco de encanto, a la vez que el tono melodramático va ganando lugar. Sin embargo, el director demuestra una capacidad notable para narrar una historia de amor a través de los años y se toma su tiempo para hacerlo. En el primer tramo se destacan algunos toques de humor y sobre todo la química perfecta entre los protagonistas. El chispazo se siente desde el minuto uno, la tensión sexual y amorosa flota en el aire y las escenas que ambos comparten sobre el escenario son electrizantes. Bradley Cooper concibe escenas claves del filme con una sutileza que se agradece, como la primera vez que los personajes tienen sexo o un momento crucial al final. El director plantea una película que de a ratos se vuelve íntima, con logrados primeros planos de los personajes. Los picos más altos de la cinta están en los conciertos. Los actores interpretaron los temas en vivo durante el rodaje y eso se nota en el resultado final, ya que le da naturalidad a las performances y más libertad a los actores. Tanto Cooper como Gaga participaron en la creación de la banda sonora y hay varios temas que dan ganas de salir corriendo a escuchar tras salir del cine. Shallow sin lugar a dudas es la gran canción de la película.
Como todos sabemos, los principales equipos de guionistas han emigrado vorazmente hacia las cadenas televisivas y las plataformas online donde se están produciendo todo tipo de series y de material exclusivo, quedando el cine mainstream de Hollywood bastante huérfano de escritores. Es así como productores, guionistas y directores, echan mano a secuelas, precuelas y remakes de diverso calibre ante una importante escasez de ideas innovadoras. Sólo en ese contexto puede entenderse un producto como la tercera remake musical (cuarta versión, en rigor de verdad) de “NACE UNA ESTRELLA” en este caso, con el dúo protagónico de Bradley Cooper y Lady Gaga. No sólo es el contexto del refrito de ideas ya probadas sino también el de lanzarla en el momento oportuno de abrir la temporada de premios en donde la corrección técnica, las recetas probadas y las actuaciones con giros importantes en las carreras de los protagonistas, huelen tempranamente a nominación al Oscar. “NACE UNA ESTRELLA” se presentó por primera vez en el año 1937 protagonizada por Janet Gaynor y Fredric March. La icónica Judy Garland junto a James Mason, protagonizan la primera remake, totalmente virada al género musical, en el año 1954, dirigidos por el gran George Cukor. Pero quizás la versión que hoy todos tengamos más presente es la de 1974 donde una joven Barbra Streisand aparecía en la pantalla en una nueva entrega, acompañada por Kriss Kristofferson y de la mano de Frank Pierson, un director finalmente dedicado al mundo de la televisión, de la que nos quedó el eterno recuerdo de la canción ganadora del Oscar: “Evergreen -tema de amor de 'Nace una Estrella'”. En esta nueva remake, Bradley Cooper no solamente asume el rol protagónico sino que además es su debut en la dirección y ha participado en el guion y la producción del filme, una propuesta multifacética que si bien no desentona en absoluto, tampoco le permite brillar completamente. En este caso se aplica perfectamente lo dicho en el refrán de “el que mucho abarca, poco aprieta”. Cooper se pone en la piel de Jackson Maine, un talentoso y famosísimo cantante de música country/melódica quien, en la cima de su carrera y después de uno de sus mega-recitales, hace una parada para emborracharse en pleno Los Ángeles, encontrando refugio en un bar de drag queens. Allí se cruzará con Ally, una joven mesera con aspiraciones dentro del mundo de la música y a partir de ese encuentro, todo se verá modificado. Mientras Ally/Lady Gaga interpreta en el bar una extraordinaria y sensual versión de “La vie en Rose” –canción inmortalizada por Edith Piaf-, Jackson siente un instantáneo flechazo, además de quedar subyugado por su voz, su presencia y su talento. A partir de ese mismo instante, comienza esta clásica historia de amor en donde él intentará ayudarla a cumplir su sueño al mismo tiempo que vaya perdiendo paulatinamente el control de su propia carrera. La película está divida en tres partes bien diferenciadas y con una marcación bien tradicional: una primera parte donde se conocen y ella comienza a penetrar en su mundo, no sólo sentimentalmente hablando sino también formando una explosiva y taquillera pareja artística con Maine. Una segunda parte en donde Ally emprende su carrera como solista, al mismo tiempo que la de Jackson se despedaza frente a su incapacidad de lidiar con sus graves problemas con el alcohol y otros desbordes para adentrarnos en una etapa final –una tercera parte-, en donde se subrayan los ribetes de melodrama clásico, en donde Jackson intentará volver a tomar las riendas de su carrera y de su vida en plena rehabilitación. Con un arranque visualmente brillante y una potencia musical que arrasa en toda la primer parte, en donde se luce el tema “Shallow” interpretado con una química perfecta entre Cooper y Lady Gaga, la película comienza a hundirse en las arenas movedizas de una segunda parte en donde Gaga gana protagonismo pero la película no logra sostenerse por sí misma. Allí donde “NACE UNA ESTRELLA” se vuelve el vehículo para el supuesto lucimiento de Lady Gaga y se centra en el ascenso de Ally, la trama se vuelve morosa, aporta poco y repite demasiado y aún con un trabajo actoral interesante –su registro vocal es impactante y perfectamente funcional a la historia-, a Gaga le es difícil sostener por sí sola toda la película. Pasada esta fallida segunda parte, Cooper como director y como protagonista, logra recuperar el empuje y el interés del espectador y retoma convincentemente las riendas del relato para completar esta historia de amor y redención con un tercer tramo en donde las piezas vuelven a su lugar y el cierre tiene la potencia que la historia necesitaba. Si bien Bradley Cooper tiene el talento suficiente como para darle vida a un Jackson Maine con los claroscuros que su personaje requiere, en las escenas de mayor carga dramática en donde el alcoholismo y la adicción arrasa con su carrera, cuesta creerle a pesar de todos sus esfuerzos. El personaje parece construido de afuera hacia adentro –más cáscara que alma- y pierde en la comparación con otras composiciones memorables (no tanto de las versiones anteriores), cercanas en estilo y temática, como la de Jeff Bridges en “Loco Corazón”. Sam Elliot como Bobby, el hermano de Maine que representa un permanente fantasma de su pasado y del tormentoso vínculo con su padre, se luce nuevamente en su composición que se sumará a la galería de brillantes participaciones secundarias como lo hizo recientemente en “Grandma” y en “Te veré en mis sueños”. De todos modos, la química que logran en pantalla Cooper y Lady Gaga es tan impactante y superlativa, que salva cualquier desnivel y cualquier detalle. Ambos tienen una presencia magnética y brindan dos interpretaciones con matices y que se lucen sobre todo en la primera parte. Cooper, en su rol de director, logra un producto visualmente atractivo y se apoya fundamentalmente en brindar dentro del esquema tradicional (sin virtuosismos de cámara o rarezas técnicas), una historia potente que encuentra su pilar fundamental en sus dos protagonistas con una acertada elección de Lady Gaga quien, por si todavía quedaban algunas dudas, cierra esta nueva versión de “NACE UNA ESTRELLA” con el tema “I'll never love again” en un verdadero huracán emocional del que es imposible resistirse (y si… el Oscar a Mejor Canción se lo lleva seguro!).
Quinta versión de What Price of Hollywood?, "Nace una Estrella", sólo se diferencia, y mucho, de sus anteriores versiones, por la presencia de sus protagonistas. El star system (no sólo hollywoodense) funciona de un modo tal que, determinadas películas no se valen tanto por lo que cuentan, sino por quienes se ubican delante de la pantalla. Hasta el cómo se cuenta puede estar influenciado en gran medida, por el peso de sus intérpretes. "Nace una estrella" es, valga la redundancia, una película de estrellas, no sólo cinematográficas, también, y principalmente, del mundo de la música. No es la primera vez, ni será la última, en que un ícono musical haga su camino dentro del mundo del cine. Por el contrario, es casi una regla. Desde las películas de los Beattles (en realidad desde muchos antes en los inicios sonoros, por ejemplo, en Argentina, los films de tangueros), pasando por Madonna, David Bowie, Cher, Britney Spears, o las Bandana; todos tuvieron su “película del cantante”, más allá de que luego afianzaran sus carreras como actores, o no Nace una estrella no es la primera vez que Lady Gaga actúa por fuera de sus videoclips. La vemos en la serie "American Horror Story", y la vimos de la mano de Robert Rodriguez en "Machete 2" y "Sin City 2" haciendo uso de su extravagante presencia (y antes de ser famosa hizo un extra en la serie de TV Los Soprano). Sin embargo, esta es su “película del cantante”, vale decir, la película en la que vamos a ver a Lady Gaga, con un plus, verla naturalmente, sin toda la parafernalia usual que la rodea. También hablamos de un remake, y ni siquiera, el primero, el quinto. Por lo que esto opera como un recorrido de doble vía. Para los outsiders, ver a su ídola pop cantando dentro de una historia. Para los cinéfilos, ver otra versión de un clásico de Hollywood. En la puja entre ambos, estará el resultado final. Agreguemos otro dato (no tan) de color, es la ópera prima como director, guionista, y productor de Bradley Cooper, quien también protagoniza; por lo que el término “película de estrella” se subraya. Nace una estrella cuenta la historia de Jackson Maine (Cooper), y Ally (Gaga). El primero es un cantante folk, o de música country, de otrora éxito, pero que ya hace un tiempo pasó a la segunda plana, sucumbido entre las adicciones al alcohol y otras drogas. Ally es una camarera temperamental. Hija de un músico amateur, devenido en chofer; tiene el deseo de triunfar. Mientras tanto, se pelea con su pareja mayor aparentemente adinerado, y despunta el vicio del canto en un bar drag queen (al mejor estilo Mi novia el…). El destino está marcado en las estrellas, y querrá que Jackson termine en el bar en el que actúa Ally. El flechazo es inmediato, y prácticamente desde que la va a esperar al camarín, no se separan. Ally se convierte de la noche a la mañana en el proyecto que Jackson moldea, y cuando aparezcan los productores indicados, la alumna comenzará a superar al maestro, poniendo a prueba más de una vez el amor entre ambos. ¿Originalidad? ¿Alguien habló de originalidad? La historia de Nace una estrella no sólo fue adaptada ya tres veces con el mismo título (protagonizada por Janet Taylor-Fredric March, Judy Garland-James Mason, y Barbra Streisand-Kris Kristofferson), data de un original de 1932 conocido como What Price of Hollywood? Con Constance Bennet y Lowell Sherman; y en sí mismo, lo que cuenta no deja de ser la típica historia de la doña nadie que se enamora de su tutor, triunfa, y ve peligrar su amor (hasta Nelly Furtado canta esta historia en su conocida canción Shit on the radio). El guion, adaptado por Cooper, el experimentado Eric Roth (Forrest Gump), y el meloso Will Fetters (Lo mejor de mí), se encarga de repasar uno por uno, todos los lugares comunes de este tipo de películas. Todo lo que uno puede suponer que va a pasar – aún sin haber visto las otras películas –, va a pasar, y del modo más tradicional posible. Hasta la típica caminata de la aspirante sobre un callejón vacío en el que despliega su talento para el baile liberador. Ni hace el intento de no ser un cliché. El remate del asunto llega cuando uno inspecciona un poco sobre la propia vida de Lady Gaga. Sí, Nace una estrella es bastante autorreferencial. En todo caso, el logro será el de transparentar la historial real, sobre las bases de la ficción de la historial original. Tenemos a la camarera, que canta y baila (La vie in Rose) en un bar rodeado de gays y drag Queens (en su mayoría sacados de Ru Pauls Drag Race), a la que tildan de fea, que se transforma, y triunfa como estrella con cierta parafernalia. Es tanta la insistencia sobre el tema “me consideraban fea y gané” que uno espera que de un momento al otro Gaga entone Born this way. En innecesarias dos horas y cuarto, la propuesta comienza endeble, muy endeble. Gaga tiene una primera escena en la que pediremos vuelva a cantar. Pero luego irá mejorando, tanto la película como su performance, aprovechando el detalle de verla “al natural”. No es casualidad que la propuesta mejore cuando comience a focalizarse más en Cooper, que además despunta como buen cantante. El ícono de una cantante pop que actúa, siempre lleva a Madonna. Siguiendo el ejemplo, allí donde la Ciccone nunca fue una tremenda actriz, siempre se repuso en base al suficiente carisma. Aquí Gaga no logra desplegar con fuerza ese carisma que se le vio a la chica material en Buscando a Susan. Quizás por ser un rol demasiado dramático. No obstante, su labor interpretativa termina siendo correcta, hasta logra llorar. Repetimos, acá el carisma es de Bradley Cooper, como este ser autodestructivo que no podemos no querer. Sam Elliot, como el hermano y manager de Jackson es otro punto a favor. Cooper además, sorprende como un director que, sin salirse de la media, muestra ciertas inquietudes estéticas, utiliza cámara en mano, y lentes de ángulos borrosos para demostrar el declive de su personaje; y una fotografía más brillosa y de primeros planos estelares para con Ally. Probablemente, esta nueva Nace una estrella no sea un clásico como sus antecesores de Garland y Streisand. Es una típica propuesta de una cantante probándose en otras aguas. El término que mejor la define es ese, típica, para bien y para mal. Fanáticos de Gaga a por ella, seguidores del Hollywood dorado, cada tanto dan las otras versiones en Tv Cable.
“Nace una estrella”, de Bradley Cooper Por Jorge Bernárdez Bradley Cooper eligió debutar como director con un relato clásico, que ya sirvió como vehículo de lucimiento de dos grandes artistas en épocas muy diferentes: Judy Garland en los cincuenta y Barbra Streisand en los setenta. Justamente en 1976, Streisand junto a Kris Kristofferson sacaron del ámbito del teatro la historia original y la ubicaron en el mundo de la canción, donde la relación entre descubridor y la estrella naciente tenía como uno de los temas centrales cómo se contaminaba la relación de pareja por estos desniveles. Ahora la misma historia seduce a una estrella que hace rato que dejó el sitio de cantante pop para determinado mercado y hace varios discos que viene demostrando que es una artista completa y es Lady Gaga la protagonista de esta nueva versión de este melodrama que se ubica otra vez en el mundo de la música. En el comienzo vemos a Jackson Maine (Bradley Cooper) terminando una presentación y saliendo de bares. Jackson está con la energía desatada y necesita una pasada por algún lugar donde poder tomar una copa y eso es lo que hace, en un bar donde pasada la medianoche se instala un escenario para que distintas artistas transformistas o Drag Queens desarrollen su arte. Allí Jackson escucha a una cantante que por su amistad con las chicas del lugar tiene su espacio desarrollar su repertorio que no es propio. El cantante estrella se ve deslumbrado por la versión de “La vie en Rose” de Ally, que a partir de ese momento conecta con él y de ahí al romance hay un paso, claro. Los que conocen la historia no necesitan que ahondemos en el desarrollo y los que no vieron las versiones anteriores, preferirán seguramente descubrir lo que va pasando, así que no se asusten que no vamos a arruinarles nada contando a grandes rasgos de qué va el asunto. Cooper como director toma una decisión que es bastante sabia y le carga dramatismo a su personaje lo que seguramente intenta no poner sobre Lady Gaga el peso de la película. El asunto es que la relación entre ambos va avanzando al igual que sus carreras, que por supuesto, toman rumbos contrarios y mientras la de él declina, la de ella se afianza. Hay distintos momentos de lucimiento para ella que realmente le saca provecho y hay posibilidad de que Bradley Cooper desarrolle ese personaje alcohólico y cargado de problemas familiares. El relato se asienta en el melodrama y desde el momento en que la lucha de Jackson con sus adicciones toma el centro de la escena, se vuelve un poco sombría, con Bradley que entra en convulsiones múltiples que no le hacen mucho favor al conjunto, pero bueno, si uno es director y productor, seguramente también quiere lucirse, así que el actor-director se da el gusto. Nace una estrella es un entretenimiento sólido, con un descubrimiento que es el de Lady Gaga como jugadora de toda la calle y digna heredera de Judy Garland y de Barbra Streisand, a la hora de pisar el escenario o copar el centro de la pantalla en el cine. Así que desde aquí vaticinamos que Gaga, que es una estrella desde hace rato, tiene un futuro promisorio en el terreno del cine. NACE UNA ESTRELLA A Star Is Born. Estados Unidos, 2018. Dirección: Bradley Cooper. Guión: Bradley Cooper, Eric Roth y Will Fetters. Intérpretes: Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliott, Rafi Gavron, Dave Chappelle, Anthony Ramos, Bonnie Somerville, Andrew Dice Clay, Michael Harney, Willam Belli. Producción: Bradley Cooper, Bill Gerber, Lynette Howell Taylor, Jon Peters y Todd Phillips. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 135 minutos.
TODAVÍA UNA CANCIÓN DE AMOR Más allá de la molesta intensidad de algunos pasajes y de cierto tono grueso en un giro clave de la película, el debut en la dirección de Bradley Cooper es más que promisorio, básicamente porque a partir de Nace una estrella recupera para los espectadores esa noción fundante del cine clásico sobre cómo la simpleza en las formas ayuda a generar emociones cinematográficas más genuinas. Contada infinidad de veces, tanto remake o como inspiración libre, la historia de Nace una estrella es un simple chico conoce chica, hiperbolizado a través del vínculo entre artistas y una mirada sobre cómo el arte nos modifica: un cantante consagrado pero en decadencia (más personal que artística) descubre a una joven intérprete, desconocida pero de enorme talento. La relación será de consejero, pero también sentimental, y al amor continuará la tragedia a partir del comportamiento autodestructivo de él. Lo que hace Cooper con todo esto es simple: no esquivar ni tenerle miedo a los lugares comunes de este tipo de historias, darle el tiempo suficiente a cada escena para que la verdad surja, sostener el conflicto en personajes amables más allá de su dobleces (salvo cierto productor musical un poco ladino que aparece por ahí) y confiar en un elenco mayúsculo, donde sobresalen viejos como Sam Elliot y Andrew Dice Clay, y revelaciones como Lady Gaga. El trabajo de Cooper en la dirección se hace evidente en decisiones formales puntuales, en cómo usa la cámara en mano para estar bien cerca de los movimientos y la respiración de sus personajes, y convertir cada instancia en una verdadera experiencia. Sobresale en cada recital, sobre el escenario, vibrando con Jack (Cooper) y Ally (Gaga), pero además en los momentos de intimidad que comparten ambos. Cada secuencia se estira lo justo y necesario, atraviesa el arco dramático indispensable para que cada reacción de los personajes esté justificada. Hay dos momentos hermosos que hablan de esa precisión dramática de la película: cuando Jack y Ally, con la mano rota, charlan en la calle y comparten canciones que todavía no han sido compuestas, y están a la espera de esa experiencia de vida que las termine de decodificar y darles un sentido; o cuando Jack y su hermano Bobby (Elliot) se reconcilian y se confiesan y se demuestran un amor tan fraternal como incómodo. Es en esos pasajes, cuando el componente humano mejora la perfecta maquinaria del melodrama, que Nace una estrella se vuelve emotiva y real en su forma de exponer el amor y lo deseos de sus criaturas. Como actor, Cooper es una estrella más contemporánea que clásica. Su Jack es un personaje creado a partir de cierta noción metódica, y no tanto desde el minimalismo dramático de intérpretes clásico como Jeff Bridges o Kevin Costner, por poner dos ejemplos. Sin embargo, como director, el protagonista de ¿Qué pasó ayer? parece haber aprehendido mucho de los directores con los que ha trabajado: Nace una estrella iba a ser dirigida por Clint Eastwood, y la película tiene mucho del clasicismo reposado del director de Los imperdonables. Pero el entorno familiar de Ally se parece a la forma en que David O. Russell retrata a sus clases medias y obreras. Sin embargo, Cooper sabe que Nace una estrella es un poco un cuento de hadas (es interesante la forma en que Ally se integra a la vida de Jack, en primera instancia como cumpliendo un sueño y con absoluta ingenuidad) pero también una historia de amor tan amarga como trágica. Por eso que las canciones tienen que estar ahí para decir aquello que los personajes no podrían decir sin caer en lo mundano. Y las canciones son hermosas, y las interpretaciones de ambos, a dúo o en solitario, son increíbles, y la historia se va articulando alrededor de ellas. Canciones conscientes de que sin la experiencia de vida no son nada, pero también de que son eso y no buscan ser otra cosa. Con total coherencia, Cooper se anima a decir que todavía, con una canción de amor, alcanza para enamorarse.
Bradley Cooper se inicia como director con una nueva versión del clásico Nace una estrella, un drama romántico y musical que además coprotagoniza junto a Lady Gaga y que desde su estreno se proyecta como uno de los firmes candidatos a las nominaciones para el Oscar. Cuando Hollywood relata las miserias de la fama casi siempre acierta porque conoce eso que cuenta. Y esta cuarta versión de Nace una estrella no es la excepción. Vehículo para el lucimiento de sus protagonistas se juega por el clasicismo y por el amor antes que por las explosiones de locura y oscuridad que también las tiene. Jackson (Cooper) es una estrella de la canción. Lo tiene todo en cantidades insondables: fama, dinero, mujeres y soledad que ni el alcohol logra menguar. Después de un recital se detiene en un bar de drag queens para beber y conoce a una joven que lo deslumbrará con su talento vocal y su especial belleza. Ally (Gaga) entra en su vida cantando La vie en rose y, a partir de ese momento, su carrera -que él apoya y en la que colabora en un principio- comienza su ascenso, mientras en un reverso perfecto la suya empezará a declinar. Los protagonistas pondrán a prueba eso de que el amor es el salvoconducto para derrotar todas las caídas humanas, mientras las adicciones, los traumas familiares del pasado (gran aporte de Sam Elliott como ese hermano referente e idealizado que batalla entre ayudar y ser ayudado) y el mundo discográfico que todo lo transforma en busca del mayor rédito económico, se interpondrán entre ellos. Aunque en la construcción de la historia aparezca cierta repetición o previsibilidad y algunas resoluciones facilistas o que se apoyan demasiado en el género para conseguir resultados, Cooper evita los esperables problemas de egoísmo entre colegas como obstáculo de pareja y sostiene al amor por encima de todo -algo que en tiempos de cinismo y posmodernidad es toda una posición ética-, además de volcar el protagonismo en su personaje y sus conflictos por encima de los de su contraparte femenina (aunque no la abandona a un mero objeto de deseo). La química entre los protagonistas trasciende la pantalla pero no en un grado de sexualidad sino de pura entrega amorosa. Las canciones se convierten en parte imprescindible de la trama acompañando y contando a través de la música y la letra lo que se va viviendo. Y si bien Cooper vuelve a demostrar que es un actor además de una cara bonita (y acá debemos agregar director, productor, coguionista, compositor y cantante), lo de Lady Gaga, a cara lavada y con una naturalidad apabullante, en su primer rol como actriz supera con creces el desafío.
Nace una estrella: Remasterizado para tiempos modernos. Lady Gaga en su primer protagónico de cine y Bradley Cooper en su ópera prima como director le ponen música a esta nueva versión de una historia eterna de Hollywood. Siendo ya la cuarta o quinta versión de esta historia que llega a la pantalla grande, sin dudas iba a hacer falta unas cuantas cosas para que esta última logre destacarse. Un moderno híbrido drama musical, liderado por una dupla como esta, definitivamente hace el trabajo. Desde el vamos, el hecho de que un relato anterior a la Segunda Guerra Mundial se sienta tan naturalmente contemporáneo es un gran mérito para el director debutante. Aparte de su trabajo detrás de cámaras como guionista, productor y director, Bradley Cooper interpreta a una superestrella con varias décadas de éxitos encima (con todos los demonios que ello puede traer) que cruza caminos con una talentosa cantante desconocida, interpretada por supuesto por Lady Gaga. La película se centra totalmente en la relación que se forma entre ambos, incluyendo el ascenso de uno y la caída del otro. Aunque los detalles sirvan para modernizar el relato y hacerlo apto para estos tiempos, terminan por darle a la simple trama un relieve que no termina sumando demasiado en lineas generales más allá de eso. El guion hace todo el trabajo para la audiencia, introduciendo eficientemente a los protagonistas como para que la trama se dispare inmediatamente y sobre todo dejándolos muy bien establecidos, a pesar de que al mismo tiempo se guarda algunas cartas para que ambos vayan descubriéndose mutuamente en el camino. Se siente esa lucha que muchas biopics musicales tienen entre mostrar el glamour y la felicidad de estos astros imperfectos, intercaladas con el drama y la tragedia inherentes de este tipo de figuras. El hecho de que justamente sea un trabajo de ficción llega hasta jugarle un poco en contra, porque no tiene esa red de seguridad que las biopics sí, para que la audiencia acepte fácilmente todos los hechos que se muestran sin cuestionamientos. Ya en lo particular, hay que decir que el factor más importante para que la película funcione o no, es su protagonista femenina. Cuando tiene un micrófono enfrente no hay nada que decir, Gaga ofrece sin problemas todo el impacto que debe tener su tímido y poderoso personaje. A eso hay que sumarle que de forma natural el guion la deja bien parada en ese rol de pura simpatía que tantos protagonistas requieren pero tan pocos son capaces de aprovechar. El tan eficiente uso que Cooper le da a una actriz novata como Lady Gaga es un gran mérito, especialmente teniendo en cuenta que fuera de las secuencias musicales la múltifacetica artista nunca demuestra flotar cómoda en las profundas aguas de la gran pantalla. Lamentablemente cuando una escena no le pide a Gaga cantar, realmente se ve la lucha detrás de cámara para mostrarla en la mejor luz posible. Definitivamente estos momentos puntuales no son algo que ensucie demasiado la película. Aunque el film puede tomarse como el ascenso de una joven o la historia de una pareja, resulta inevitable que consciente o inconscientemente es el experimentado músico al borde del abismo quién termina eclipsando todo lo demás. La notable interpretación de Cooper, gran candidato al Oscar al llegar ya con 3 nominaciones previas en el bolsillo, vuelve al personaje algo verdaderamente especial. La emoción y tragedia del mismo se ve amplificada por una actuación que merece cualquier halago posible. Además de servir como centro de gravedad para todo el film, todo lo que tiene que ver directamente con su personaje esta realizado de forma impecable y entregando un drama pochoclero de la más alta jerarquía. En cuanto a la dirección, el manejo de sus interpretes denota bastante que se trata de la ópera prima como director de un actor. Hay secuencias enteras que transcurren en planos cerrados, evidenciando que Cooper prefiere este estilo tan centrado en lo actoral, en lugar de elegir momentos que podrían impactar de mejor manera si la cámara estuviese mostrando algo más que las caras de los actores. También hay que señalar que, aunque el montaje realizó un buen trabajo para minimizarlo lo más posible, se nota en varias ocasiones que hay escenas editadas de forma rápida como para esconder una falta de material. Hay mucho contraste entre escenas importantes, planeadas puntualmente desde lo visual, y secuencias más “crudas” que terminaron realmente extrañas en el corte final. Unos cuantos detalles de este estilo están presentes de forma continua en la cinta, pero no terminan distrayendo demasiado. En resumen, la actuación de Cooper y su trabajo detrás de cámara convierten lo que definitivamente es “una historia más” en algo que bien vale la pena ver. Especialmente si uno no es tan adverso a los musicales, al melodrama bien entendido y por supuesto, a Lady Gaga. Un film interesado principalmente en llegar a la mayor cantidad de gente posible, y aunque afortunadamente no se siente para nada cínica, va a satisfacer a una gran masa dejando de lado a cualquier minoría que pida algo más.
Nuevo abordaje de una historia que tuvo su primer paso en la pantalla en 1937, alcanzando más tarde su pico de excelencia artística en 1954 con la versión protagonizada por la dupla Judy Garland /James Mason, luego su batacazo de taquilla en 1976 con Barbra Streisand / Kris Kristofferson; y ahora dando en el blanco con un notable doble debut: el de Bradley Cooper como director (también coprotagonista del flamante estreno), y el de Lady Gaga en su primer rol estelar para cine, con la mira puesta en una asegurada nominación al Oscar. Desde tiempos inmemoriales, se ha comprobado la fascinación que ejerce en el público la fórmula del ascenso a la fama y caída al ocaso de toda estrella real o ficticia. Cientos de películas sobre glorias del espectáculo o íconos deportivos, han amasado fortunas en boleterías siguiendo a rajatabla este esquema. Nace una estrella logra desdoblar ese recorrido a través de la ruta inversa que hacen sus protagonistas. Jackson Maine (Bradley Cooper) es un ídolo del country pop en declive, sumido en su adicción al acohol y la cocaína. Ally (Lady Gaga) es una virtuosa cantautora descubierta accidentalmente por Jack, que queda deslumbrado por una performance de la magnética artista en un bar que ofrece shows de drag queens, y pronto la invita a compartir escenario frente a una multitud. La química entre ambos es inmediata, y la empatía que logra trazar la pareja con el público es cristalina desde el primer momento. Ally ha aparecido para traer una bocanada de aire fresco y motivación al abatido astro. Jack se transforma en el trampolín para que ella salte de moza y cantante vocacional del mencionado bar, a las grandes ligas de los charts y a los mismísimos premios Grammy. Más allá del calculado, y por momentos esquemático guión, los personajes resultan creíbles y queribles; siendo esa la gran conquista de Nace una estrella, versión 2018. La película no necesita narrar a alta velocidad, como lo hace cualquier serie promedio de Netflix. Se toma su tiempo para que Jack y Ally confiesen sus penas, se miren a los ojos, canten canciones completas y vivan en su burbuja de amor; mientras a su alrededor la maquinaria del negocio de la música hace meticulosamente lo suyo. Cooper - en su cuádruple rol de coprotagonista, director, coproductor y coguionista - explicita que su personaje viene de una paulatina caída en desgracia por eventos que datan de su infancia, pero se asegura de que ni la bajada de línea psicologista, ni el melodrama romántico; se impongan sobre el norte de la música como fuerza absoluta. Y no se trata aquí del canto como experiencia salvadora, sino del imperativo de vibrar en el escenario como pulsión vital. En varios pasajes de la historia, Jack le dice a Ally que será considerada por el público a partir de lo que ella tenga para decir. Y si bien es cierto que tanto las letras de las canciones, como la linealidad del guión no destilan originalidad o sofisticación, esta película logra algo bastante inusual en el Hollywood actual, que consiste en brindar un entretenimiento con cartas de nobleza cinematográfica, durante poco más de un par de horas de cine genuino que elude el desborde lacrimógeno; y que a su vez mantiene la atención del espectador sin derivar en un amontonamiento de subtramas y múltiples personajes secundarios. En el marco de simplificaciones, tal vez la que más ruido hace es cuando la película subraya más de la cuenta conceptos como qué tipo de expresión musical es más auténtica, cuando Ally se desplaza de sus canciones acústicas al territorio del pop masivo, con cambio de look impuesto y una amenazante parafernalia de producción. Es inevitable trazar aquí un paralelismo en dirección opuesta, entre el personaje que se mueve de un repertorio más orgánico a otro más sintético, y la verdadera Lady Gaga, que mutó de la arenga dance-pop de discos como Born this way, a un registro más intimista en una grabación junto a Tony Bennett, o en su último material de estudio (Joanne), embebido de texturas soft rock con aires de música country. En tiempos en que cualquier cantante sacrificaría a su madre con tal de conseguir un single exitoso, Ally se muestra tenaz en su lucha por no distorsionar su identidad artística, y más allá de algunos fuertes cruces con Jack; la película no se pierde en los laberintos del ego y el oportunismo. Nace una estrella está lejos de ser una obra maestra, pero es un film disfrutable que consigue elevarse por encima del promedio de la producción de Hollywood, que lleva un largo tiempo deambulando entre la chatura y el cinismo. A star is born / Estados Unidos / 2018 / 135 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Bradley Cooper / Con: Lady Gaga, Bradley Cooper, Sam Elliott, Andrew Dice Clay, Rafi Gavron.
¿Cómo es que una película como “A Star is Born” llega a tener tres remakes? La respuesta es sencilla, presenta una historia de corte clásico con una temática muy atractiva y cuyos valores o asuntos son de carácter universal. Además, resulta ser un combo infalible y seductor para que vayan descubriendo las nuevas generaciones que no tuvieron acceso a las versiones anteriores. El film original data del año 1937 y tenía a Janet Gaynor y Fredric March como la pareja protagónica. Aquella cinta dista mucho de la actual, ya que los personajes eran actores y el camino que transita el personaje principal hacia el estrellato es en el mundo del espectáculo, buscando un lugar como actriz en Hollywood. Luego en 1954, hubo una adaptación que se acerca un poco más a la actual que presenta a James Mason y a Judy Garland como la dupla actoral y que explota el talento vocal de Garland a lo largo de varias canciones que tienen lugar durante el metraje. Por último, la reinterpretación más cercana a la moderna es la que protagonizan Barbra Streisand y Kris Kristofferson, donde los personajes ya pertenecen al mundo de la industria musical, haciendo que se vincule directamente con la que hoy nos toca ver. Bradley Cooper hace su debut como realizador en este largometraje que inicialmente iba solo a interpretar, pero cuya dirección iba a caer en Clint Eastwood. Cuando el reconocido director decide dar un paso al costado, Cooper, que ya estaba definido como el protagonista, decide hacerse cargo del film dirigiendo, coproduciendo y participando también en la coescritura junto a Eric Roth (“Forrest Gump”, “The Curious Case of Benjamin Button”). Viendo el resultado final, podemos decir que Cooper da justo en la tecla prácticamente en todos los aspectos. Desde la dirección se nota todo su bagaje como actor, priorizando las actuaciones en términos de manejo de cámara, pero a su vez le sirven como un complemento perfecto para exteriorizar los conflictos internos de los personajes. El papel de Jackson Maine (Cooper), estrella de música consagrada que se encuentra en plena decadencia producto de una vida llena de abusos a las drogas y al alcohol, hace su presentación en la cinta por medio de planos realizados con cámara en mano que sacan a relucir toda esa borrachera que ya es moneda corriente en su vida. Todo lo relacionado a las secuencias musicales representan un triunfo a nivel técnico (ya desde el registro que en muchas ocasiones son grabados en vivo y no en estudio), que demuestran la astucia y pericia del director debutante para relatar los acontecimientos. Por el lado narrativo, si bien la historia es bastante tradicional y común, la misma está armónicamente balanceada, presentando ciertos aspectos nuevos respecto de sus versiones anteriores que enriquecen al relato. Asimismo, el encuentro entre los protagonistas se da de manera más natural y motivada que en la película original, introduciéndolos tempranamente en el relato para pasar a contar aquella historia de ascenso/descenso de cada personaje y cómo ese vínculo resulta ser lo más trascendental para ambos. Esto da lugar a que Lady Gaga pueda lucirse a nivel musical en las diferentes canciones que le toca cantar, y un poco menos a nivel actoral donde todavía se la nota dubitativa para hacerse cargo del protagónico. No obstante, suele salir bien parada gracias a la enorme química que presenta con su contrapartida, el enorme Bradley Cooper, que seguramente logre obtener una nominación al Oscar por su sentida y desgarradora interpretación de Jackson Maine. Una de las sorpresas que nos brinda el film es el rol secundario de Sam Elliot (“The Big Lebowski”), que siempre tuvo papeles pequeños en los que nunca desentonó como actor, pero, en esta ocasión, su composición del hermano mayor de Jackson Maine le dio la oportunidad de sacar a relucir su talento por medio de momentos dramáticos llenos de matices. Muchos considerarán a “Nace una Estrella” como un producto convencional y poco creativo, y en parte tendrán mucha razón, pero la película demuestra ser un largometraje excelentemente realizado, con grandes secuencias musicales y una excelsa interpretación de Bradley Cooper. Un drama de proporciones épicas que transita desde la comedia romántica hasta el melodrama con gran pericia sin caer en la exageración o el desvarío tonal.
Hay una escena en la primera mitad de la película donde Jackson Maine (Bradley Cooper), un famoso cantante, mezcla de rocker y músico country, celebridad desgastada por el alcohol y las drogas, empuja a Ally (Lady Gaga), cantautora ignota, a compartir la escena con él para cantar una canción escrita por la muchacha. La cámara nunca abandona el escenario mientras el dúo actúa; sigue a los intérpretes, los rodea, los acompaña. No posicionarse desde el público y, en cambio, elegir el punto de vista desde el escenario permite dar cuenta tanto de la generosidad de Maine para con la novata y de su admiración por su nueva partenaire como de la timidez de Ally al enfrentarse a una enorme audiencia y de la emoción que la embarga al saberse apreciada por un veterano de la música. Filmada en un tempo preciso, esta escena –que posee la canción más linda de todas las interpretadas en el film, “Shallow”– exuda con absoluta naturalidad (algo por demás valioso para un director primerizo como Cooper) la transición de la protagonista de oruga a mariposa y registra la paulatina consolidación del vínculo amoroso de la pareja. En simultáneo, la cámara pispea los entretelones de un espectáculo, la adrenalina que genera una actuación en vivo, y, metamorfoseada en los ojos de los espectadores cinematográficos, nos convida la experiencia única de sentirnos parte del show. Tan solo con esta escena –que vale el film todo– Bradley Cooper superó con creces el reto de filmar su ópera prima. Por otra parte, no poco desafío fue para Lady Gaga interpretar un papel que antes, en las otras versiones de esta misma película, caracterizaron nada menos que Janet Gaynor, Judy Garland y Barbra Streisand. Seguramente mucho de su trabajo como actriz estuvo marcado por la necesidad de insuflar de frescura a un personaje tantas veces transitado. Esta es una nueva remake de la clásica y atemporal historia sobre una joven promesa artística y su curtido y decadente patrocinador. A medida que el triunfo de la joven se hace más evidente, su pareja va cayendo de forma irremediable en el abismo de la vacuidad. Amores desbordados, impedidos. Fama y degradación. Melodrama puro. En líneas generales, para nada difícil es admitir que el resultado sorprende. Así como durante el transcurso de la película uno se olvida de que es la primera de su director, también se olvida de que es el primer protagónico de la superestrella pop. La Ally de Lady Gaga es algo digno de ver: su rostro, su expresividad, su capacidad de traslucir sin forzamiento alguno todo un amplio espectro de sentimientos, desde su inseguridad inicial hasta la más infinita tristeza del final, son la consecuencia de un fino trabajo interpretativo que más de una actriz consagrada envidiaría. Además de los excelentes actores secundarios (todos justos, acordes y armónicos), la química Cooper/Gaga en pantalla es la fórmula ganadora de un relato que privilegia la historia de amor -un amor profundo y verdadero- por sobre todo lo demás. Puestos a elegir una parte de la película, sin dudas, será elección de muchos la primera mitad del film. Allí se constituyen los lazos más sólidos entre los personajes –la relación de amor entre los protagonistas pero también la relación de Jackson con su hermano y representante (Sam Elliott)–, entre la película y su público, entre la narración y su tono. La segunda mitad está más volcada a los estereotipos, por ejemplo, la cada vez más marcada aparición de la encarnación del “malo” hecho personaje (Rafi Gavron en el rol del representante de Ally quien, según su pareja, la conduce a perder su “esencia”). Es también en esta etapa del film cuando el relato siente la necesidad de dar (gruesas) explicaciones psicológicas para la conducta de los personajes y pierde, entonces, un poco de ese encanto lleno de vitalidad que supo construir al principio. A pesar de estas pocas deficiencias, Nace una estrella es una película sólida, que consigue lo que muchas apenas sueñan: palpitar, vivir. Como director, coguionista y protagonista, Bradley Cooper logra renovar una historia canónica del cine y lo hace, en algunos momentos mejor que en otros, a partir del trabajo con las convenciones del melodrama, sin someterse enteramente a ellas pero tampoco descartándolas por completo. Claro está que gran parte de su acierto se forjó desde antes de comenzar a rodar: no podría haber elegido mejor coprotagonista. Lady Gaga es una estrella e hizo de Ally una estrella aún mayor.
En los últimos años, a falta de guiones originales, Hollywood se volcó mucho a las remakes. Pero los resultados no siempre fueron los mejores. El caso de "Nace una estrella" es una excepción. Se trata de la cuarta remake de este clásico que nació en los años 30, resucitó en los 50 y tuvo su versión más taquillera en los 70 con Barbra Streisand y Kris Kristofferson. Esta vez la dupla es un golazo: Bradley Cooper ("¿Qué pasó ayer?", "El lado luminoso de la vida") y Lady Gaga, una de las mayores estrellas pop de la última década. Igual había dudas porque aquí Cooper debuta en la dirección y Gaga se mide por primera vez en un protagónico. Sin embargo, ya en las primeras escenas de la película, cualquier tipo de duda se evapora. El está perfecto como un rockero alcohólico y de tendencias autodestructivas, y ella se mueve como pez en el agua en la piel de una cantante y compositora talentosa que nunca pudo triunfar y que trabaja en bares. La historia va del romance a la tragedia: él la conoce en un bar, se enamoran, y él la convence para debutar en un gran escenario. Ella se vuelve famosa, brilla y se transforma, mientras él lucha contra sus fantasmas y se hunde en su decadencia. Es una estructura clásica y algo vetusta, pero Cooper logra renovarla con personajes más terrenales, lejos del artificio y la pomposidad de la versión de 1976. Además introduce muy buenos personajes secundarios, que apuntalan el eje dramático. Más allá de los esquematismos, uno termina comprando a la pareja protagonista por la naturalidad que le imprimen Lady Gaga y Bradley Cooper. Además la dupla tiene química, y el director supo captarla con la cámara. Las canciones, la voz de Gaga y la sensibilidad de Cooper (que también canta) completan lo mejor de esta historia de amor aggiornada al siglo XXI.
Ser la cuarta remake de un filme de trayectoria histórica no es un peso menor para llevar en las espaldas, y “A star is born/ Nace una estrella” versión 2018 sufre en muchos aspectos este lugar con un dolor cervical notorio frente a la larga lista de remakes que sumadas unas a otras construyen una torre de más de 50 años de historia del cine. Si lo decimos de manera metafórica la enfermedad que padece Nace una estrella reloaded no es de orden genético, ya que sus síntomas disfuncionales no los hereda de las obras anteriores sino que son propia cosecha de su re interpretación actual de la misma historia de siempre. Aunque una remake está hecha de pura relación metatextual no es la misma narración la actualizada que la original del 1937 escrita por Dorothy Parker, producida por David Selznick y protagonizada por Janet Gaynor junto a Fredric March. La trayectoria de esta historia mínima que podríamos parafrasear así es: la de una joven que hace carrera hasta el estrellato gracias el encuentro con un hombre que declina en su carrera hasta la muerte. Están unidos por el amor y en ese juego de caminos cruzados donde nace una nueva estrella otra muere. Punto. Ese es el núcleo duro de este cuentito adaptado una y otra vez, cuya matriz germinal surge de Hollywood al desnudo (¿What Price Hollywood?, 1932), un filme de Georges Cukor que se basó en un cuento de Adela Rogers. Entonces el drama romántico no tenía el lugar que le fue dado a partir de la primera remake. En A star is born (1937) se transformó la descarnada historia de ambiciones desmedidas y ascensos sin escrúpulos del filme de Cukor por un relato romántico, trágico y emotivo hasta las lágrimas. Esas mini historias de amor, y muerte que el espectador ha eternizado en su memoria admirando a cada una de sus figuras puestas en pantalla como Janet Gaynor en la piedra fundamental de la lista, luego la maravillosa Judy Garland junto a Charles Mason en el 54 a puro Technicolor, para seguir enredados en la pasión de Barbra Streisand y Kris Kristorferson en el 76 y rematar en el 2018 con la voz de Lady Gaga y la apuesta al novel director (también protagonista) Bradley Cooper. Pero hacer una remake, no es solo un rehacer la misma obra. Si vemos cada una de ellas los cambios de situaciones, personajes, estilos, puestas en escena, temas musicales, expresiones de la idea del amor, y hasta el tema femenino /masculino de los roles de poder en la sociedad mutan una y otra vez agregándole cada versión más fuerza narrativa a un aspecto diferente. En la versión de 1954, también dirigida por Cukor, Judy Garland se entrega a la puesta del musical Hollywoodense, llenando el filme de situaciones cantadas como un juego del personaje en escena o como puestas de pura comedia musical donde la vemos lucirse en todos los estilos y en todos los tonos emocionales a la protagonista. Logrando poner a la luz una Judy cual estrella metamórfica y a un Charles Mason como el actor de carácter que lleva las riendas dramáticas del relato con un pulso perfecto. La de 1976 trae pasión, un amor más explícito y sin censura, apostando con más fuerza a lo vincular, a un romanticismo más real, construyendo una pareja llena de conflictos pero ante todo llena de deseo. Barbara Streisand se expande tanto cuando canta como cuando pone el cuerpo en su personaje y el drama que ahí habita, mientras Kristoferson logra ser un excelente compañero de equipo manteniendo el ida y vuelta con soltura en las escenas de amor y con su personal gracia y realismo en las escenas musicales. Vívida y tangible. ¿Qué aporta la nueva versión? ¿Una mirada contemporánea sobre el amor? ¿Una experiencia resignificada sobre la música en el cine? Definitivamente hay escenas emblemáticas que en la película de Bradley Cooper quedan como centrales. Una de ellas es la aparición en escena de Lady Gaga cantando en una suerte de cabaret trans “La vie en rose” de La Piaff. Seductora, fatal y con una voz prodigiosa nos seduce radicalmente. Pero su fuerza en la pantalla no pasa de esta presentación fuerte que no se sostiene en el resto del filme. Su actuación como star rock es tibia de a momentos o inconsistente de a otros, y el problema mayor no yace solo en su calidad como artista sino en la fallida adaptación del personaje a la actualidad. El guion no tiene personajes tan fuertes como en otras versiones y eso se hace visible tanto en el personaje femenino como en el que encarna el propio Bradley Cooper. El guion agrega temáticas desde lo coyuntural, como la imposición del mercado y la industria a la hora de inventar una star rock, que se muestra como una máquina de picar carne donde la identidad de la artista parece desaparecer en 30 segundos. Pero el problema mayor del libro cinematográfico es la curva dramática ya que que el cruce clásico de todas las versiones donde a la vez que ella asciende el personaje masculino cae en una fosa y un callejón sin salida lo lleva a la muerte aquí esta pintado de saltos sin transiciones ni progresiones consistentes. El problema mayor que Bradley Cooper enfrenta en este filme no es ni su capacidad para componer el personaje, ni su estilo “carilindo sin bañarse” – que puede gustar más o menos y ser creíble o no – sino el trabajo en la escritura del guion y cómo eso termina plasmado en la pantalla. El resultado es débil y desparejo, con un ascenso atractivo al inicio y luego una eterna meseta que va cayendo para rematar en un final sin fuerza dramática que cierra con un tema de Lady Gaga – del tipo canción emocional- como en el caso de la versión del 76, pero que no salva por eso el resto de la película. La cámara navega en los espacios inquieta, moderna, el sonido estalla en el dolby 7.1 y la fotografía es muy sugerente en varias secuencias en especial las de escenario, recital, etc. De amor real, poco y nada, de conflictos internos creíbles apenas la cáscara. Demasiadas ambiciones inconclusas para crear una nueva remake que no da con la talla de la historia que tiene detrás. Algo que nos empuja a una inevitable comparación donde no sale para nada favorecida. Por Victoria Leven @LevenVictoria
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Lección de actuación ante cámaras en una obra sutil, sensible y potente Primero fueron Janet Gaynor y Frederich March en 1937, pero luego la dupla cambió a Judy Garland y James Mason en 1954, en ambos casos para contar la historia de una aspirante a actriz que llega a Hollywood con sueños de triunfar y ser una gran estrella. Su potencial es descubierto por un actor con problemas de alcohol que tuvo su momento de gloria y la ayuda en ese camino al ascenso mientras su carrera desciende irremediablemente. La explosión total fue con Kris Kristofferson y Barbara Streisand en 1976, y este año es el turno de Lady Gaga haciendo pareja con Bradley Cooper, y aunque en ambos casos las profesiones hayan trocado de actores a cantantes de música country respecto de las dos antecesoras, la historia de “Nace una estrella” sigue cautivando por su simpleza y contundencia para hablar del resentimiento por un lado y del vínculo nocivo entre el ser humano y la fama por el otro. El amor siempre está, por supuesto. Con todo esto dicho, lo que queda por averiguar de la dirección de Bradley Cooper es cuanto puede aportar en esta era digital para justificar su mirada al clásico. Vaya si vale la pena estar con ojos y oídos atentos a ambos lados de la pantalla, porque si algo logra la dirección, del también protagonista es que, sin poder ponerlo en palabras todavía, el espectador pueda entender la sutileza instalada en esta primera secuencia. Justamente en la voz de Ally (Lady Gaga) primero, en la de Jackson Maine (Bradley Cooper) después, y en el bello cruce de miradas entre ambos mientras cada uno canta su canción es donde buscamos y descubrimos de qué se va a tratar todo esto. Una lección de actuación frente a cámara son esos primeros 10, 12 minutos, pero también de cómo el cine puede ser sutil, sensible y potente a la vez utilizando los elementos básicos. Por más que uno haya visto las versiones anteriores, la profundidad con la cual todo el elenco trabaja en pos de la construcción del vínculo entre los personajes cautiva desde el comienzo hasta la toma final, pero en esa primera parte, si el lector mira bien, frustración, adicción, resignación, enamoramiento, melancolía disfrazada en sonrisas y acaso admiración, son el conjunto de sensaciones que aparece y sirve como timón de proa de un viaje simbiótico entre el ascenso y la caída. El desarrollo de la historia transita por andariveles clásicos pero a su vez éstos son lo suficientemente flexibles como para esquivar las versiones anteriores con otros argumentos dramáticos que, sin salirse del libreto original, logran tener vida y entidad propia. Tema aparte es la música con una selección que arranca con una demoledora versión de “La vie en rose” por Lady Gaga. De ahí en adelante cada tema que suena tiene su razón de ser y resultan igual de hipnóticos. “Nace una estrella” es el romance amargo por antonomasia, apuntalado en este caso por la música. El tiempo dirá cuanto tendrán de clásicos renovados para esta generación pero lo cierto es que si la emoción aflora difícilmente tenga su base en una impostación acaramelada. Más bien surge de la profundidad del corazón. Allí donde se juntan todos los abismos para hacer surgir lo poco que queda de uno y empezar una construcción distinta. Si hay o no redención para Jackson, habrá de descubrirlo el espectador, y vaya que valdrá la pena el recorrido.
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HASTA LA CIMA NO PARAMOS A nosotros no nos pegó el amor. Qué cosa rara cuando al resto de los mortales les encanta una película y uno también espera caer en ese influjo. Qué decepción cuando esto no pasa, obligándonos a preguntarnos es un problema nuestro (¿tendremos algún cosito roto?), o si el hype que se genera alrededor tiene más peso que los gustos personales. Este es un planteo para otra ocasión, pero le cabe muy bien a “Nace una Estrella” (A Star Is Born, 2018), la ¡cuarta! remake de esta historia romántico musical que se viene repitiendo desde el año 1937. Tras varias idas y vueltas, y los desplantes de Clint Eastwood, Beyoncé y tantos otros, Bradley Cooper tomó la posta y se plantó detrás de las cámaras para su debut como realizador. También, agarró el protagónico masculino como Jackson Maine, el músico famoso, baqueteado y alcohólico que encuentra un poquito de luz en la voz celestial y las letras de Ally Campana (Lady Gaga), joven y talentosa aspirante a artista cuyos sueños se venían apagando. Tras descubrirla en un club nocturno, Jack queda hipnotizado, no sólo por el carisma de la chica, sino porque ve en ella una continuación de sus propias ambiciones y anhelos musicales que, seguramente, se fueron perdiendo con los años de giras, grabaciones y demasiados vicios. La conexión es inmediata, y antes de darse cuenta, Ally ve como se empiezan a concretar sus sueños cuando Jack la invita a uno de sus conciertos y a interpretar juntos una de sus canciones sobre el escenario. El éxito del “dúo”, y el amor, llegan al mismo tiempo, tal vez demasiado rápido para la trama, pero esta es una historia harto conocida y (algunos) ya sabemos por dónde viene la mano. Lo que queda son más de dos horas de película (dos horas y pico que se sienten demasiado) donde la parejita va a luchar por mantener el amor y las convicciones a flote, en medio de las presiones de la industria, la fama inesperada, los celos y las constantes recaídas de Maine que, además, está perdiendo su audición poco a poco. Cooper, que también metió mano en el guión -junto a Eric Roth y Will Fetters-, la producción y la composición de los temas musicales, hace un gran trabajo desde la silla del director en cuanto a captar la vertiginosidad del mundillo musical y las performances en los escenarios. Nadie puede negar su talento actoral, aunque acá cae en demasiados estereotipos, ni la facilidad con la que Gaga logra deslumbrar con cada interpretación de una banda sonora 100% original para este film, de la cual también ella también es responsable. Lo de su actuación es un tanto más debatible y no importa cuánto lo intente, sus caritas sin maquillaje no llegan a conmover cuando el argumento más lo requiere. El principal problema de “Nace una Estrella” es su cadencia, la falta de química entre los protagonistas y una trama demasiado fantasiosa en principio que, al poco tiempo, empieza a chocar con el drama irrefrenable. En los primeros veinte minutos atestiguamos un cuento de hadas donde todo es rosas y “vivieron felices para siempre”, demasiado inverosímil para el planteo de film que no tarda en cambiar de rumbo. Cooper arranca bien arriba, se apura a sentar las bases de esta historia y el romance, y luego mete todas las canciones y numeritos musicales imprescindibles para que se destaque su estrella femenina… y para vender montones de CDs de la banda sonora, obvio. Ahí es donde más sufre el argumento, y los personajes, cuyas actitudes se empiezan a contradecir con el primer acto. Se entiende que, ante todo, esto es un romance musical, más precisamente una “jukebox movie” -una película que se afirma en su banda sonora sin ser un musical propiamente dicho-, y no deberíamos esperar ningún tipo de análisis o crítica sobre el mundo del espectáculo y las exigencias (y diferencias) cuando se trata de intérpretes masculinos y femeninos. En un punto (mejor dicho, varios puntos) el planteo flota en el aire, pero los guionistas desaprovechan esta oportunidad de sumar un poco de reflexión sobre un tema que sigue muy vigente hoy en día, a pesar de la igualdad de la que tanto se jacta la industria. Seguramente, la historia de amor no me haya convencido demasiado y es ahí donde se caen el resto de las estructuras. “Nace una Estrella” no se sostiene más allá de los números musicales, más presentes en la historia que la relación y los conflictos entre Jack y Ally o, en su defecto, entre Jack y su hermano (y manager) Bobby, un siempre genial Sam Elliott que le agrega verdadera humanidad al relato, a pesar de lo breve y conciso de su papel. Por lo demás, esta remake esta recargada de momentos y personajes bizarros y desconectados que entran y salen de la trama, a veces como comic relief fallido (hablamos del padre de Ally), o el caso de Dave Chappelle como George Stone, músico y amigo de Jackson, que le tiende una mano cuando más lo necesita. Si vamos a ser sinceros, esta nueva versión del clásico de William A. Wellman no aporta mucho más que un contexto más moderno donde se destaca brevemente, y a grandes rasgos, el contraste entre los artistas “maduros” y los emergentes que deben vender su alma para alcanzar el estrellato. Y claro, una banda sonora que escucharemos hasta el hartazgo, o hasta que Gaga, Mark Ronson, Anthony Rossomando y Andrew Wyatt alcen la estatuilla dorada por “Shallow”. Listo, me voy a ver “Once” (2007) que, encima, es mucho más deprimente. LO MEJOR: - Cooper filma MUY bien. - Gaga haciendo de Gaga. - Y sí, la banda sonora. LO PEOR: - La química nula entre los protagonistas. - Lo chicloso y desbalanceado de la historia.
Este largometraje ya tuvo varias remakes de la película desde la primera adaptación de 1954 y del segundo de 1976, protagonizada por Barbra Streisand y Kris Kristofferson (el filme original data de 1937 con Janet Gaynor y Fredric March). Es el debut como director de Bradley Cooper (cuatro veces nominado a los Premios Oscar) quien además protagoniza, es parte de la producción y coguionista, y hasta trabaja su perro Charlie. Esta es una historia que nos habla sobre: las pasiones, los excesos, el precio de la fama, los fans, el egoísmo y hasta dónde puede llegar el amor, entre otros temas. Se mantiene la relación de amor entre los protagonistas, uno famoso, el otro no y de cómo se enamoran apasionadamente, tiene sus momentos románticos, melodramáticos, tensión y la tragedia. La actuación de Bradley Cooper es excelente, se nota la entrega, no solo crea un personaje, además canta y le da matices, logran muy buena química con Lady Gaga, (nominada a los Oscar y premiada con múltiples premios), en su primer papel como protagonista en una película. Es maravilloso como utilizan el juego de las miradas, se nota que han ensayado mucho y elaboraron juntos varias escenas, hasta ella canta a capela en algún pasaje del film. Dentro de los personajes secundarios se encuentran: Andrew Dice Clay (padre de ella) y Sam Elliot (el hermano de él), cuyas actuaciones son acotadas. Cuenta con una buena dirección, montaje y la fotografía de Matthew Libatique (“Pi”, “Cisne negro”), la cámara se mueve bien, con planos en picados y contrapicados, entre otros utilizados para destacar algunas escenas. Nos ofrece varios números musicales a tal punto que parece que estas en un concierto, sobresalen varios temas musicales: “Black Eyes”, “Always Remember Us This Way”, “I’ll Never Love Again” y “Shallow” este tema es posible que gane el Premio Oscar, además seguramente obtendrá varias nominaciones al Globo de Oro. Una historia que apunta al corazón, para preparar los pañuelos, quienes ya vimos las anteriores conocemos su final trágico (en todas fue diferente), pero tiene momentos que resultan repetitivos, con escenas que se alargan demasiado, haciendo que decaiga un poco por lo tanto le sobran algunos minutos.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Sublime actuación de Lady Gaga La película que marca el debut como director de Bradley Cooper es sencillamente conmovedora. Jackson Maine (Bradley Cooper) es un músico veterano cuya carrera se encuentra en decadencia. Al borde del abismo personal descubre a una talentosa cantante llamada Ally (Lady Gaga), una joven de hermosa voz que sueña con triunfar en el apasionante mundo del espectáculo. Mientras el primero decide convertirse en mentor de la muchacha, entre ambos nacerá una apasionada relación que se verá corrompida por el carácter autodestructivo de Maine. Cooper ha elegido para hacer su ópera prima una historia ya recreada en varias oportunidades para la pantalla grande. Sin embargo, esta versión luce fresca, original y apasionada, superando ampliamente las adaptaciones anteriores. El filme es una metáfora sobre "el precio de la fama" en el mundo del espectáculo, pero a la vez es una intensa historia de amor. Un argumento que se sostiene en la increíble performance de Lady Gaga, alejada de la imagen extravagante que la ha convertido en un icono, quien durante el metraje no solo nos regala su voz de ensueño, sino que además nos logra conmover gracias a una interpretación en la que se muestra tímida, vulnerable, frágil, una actuación para El Oscar (tiene que ganarlo). La Banda de sonido, que nos descubre también a un más que entonado Cooper es "la frutilla de la torta", en una película donde no hay un solo punto bajo. Doble mérito del interprete/director que no contento con conseguir una cinta impecable, también nos ofrece su mejor actuación de su ya muy interesante carrera. Sin dudas, ha aprendido del veterano Clint Eastwood con quien compartió El Francotirador, cómo hacer ambas cosas de manera excelente. Ha nacido una Estrella, merece todos los premios y el aplauso del público. El largometraje que nos marca que también "Ha nacido un director". Ovación de pie.
Talento y decadencia Existen incontables versiones de Nace una estrella. Quizá por tratarse de una historia universal, simple, de un clasicismo pertinaz que alterna hábilmente las fórmulas de la comedia romántica y del melodrama, es que los productores de cine han decidido relanzarla una y otra vez. Es verdad, son solamente cuatro las películas que llevan este mismo título: una de 1937 dirigida por William Wellman, con Janet Gaynor y Frederic March como protagonistas; otra de 1954, de George Cukor, con Judy Garland y James Mason; una tercera, de 1976, dirigida por Frank Pierson con Barbara Streisand y Kris Kristofferson; y ésta que se acaba de estrenar, debut en la dirección de Bradley Cooper y protagonizada por él mismo y la popstar Lady Gaga. Pero lo cierto es que la “original” de 1937 estaba inspirada en una película de 1932 que se llamó What Price Hollywood?, y las concomitancias fueron tantas que hasta hubo una demanda por plagio. Por otro lado, han existido múltiples versiones de la historia estrenadas en otros puntos del planeta, y es sabido que en India se filmaron no una sino al menos dos remakes (en ambos casos con diferentes títulos). Turquía también hizo su propia adaptación, por lo que es probable que el cine mundial esté plagado de hijas bastardas, reediciones más o menos asumidas de la misma vieja anécdota. Como sea, ya es prácticamente un “comodín” de Hollywood; todas las Nace una estrella “oficiales” fueron éxitos de taquilla, obteniendo varias nominaciones al Oscar.
Estas son el tipo de historias que a Hollywood le encanta contar una y otra vez. Tramas de superación, gloria, estrellato y decadencia en el mundo de la industria musical y cinematográfica. No por ello es casualidad que “Nace una estrella” sea la quinta versión de un argumento que se inició en los años 30′, y que ha tenido remakes en los 50′ y hasta en los 70′. La fórmula nunca falla, solo hace faltar actualizar los personajes, el contexto y la música. Grandes duplas han pasado, desde Judy Garland y James Mason, pasando por Barbra Streisand y Kris Kristofferson. Por eso, esta versión 2018 tenía un gran desafio por delante, presentar un duo que estuviese a la altura de las circunstancias. La ópera prima de Bradley Cooper como director, lo tiene también como co-protagonista junto a la cantante norteamericana Lady Gaga. El guion fue elaborado entre el especialista de films románticos, Will Fetters (“Lo mejor de mi”),el propio Cooper, y Eric Roth (“Forrest Gump”, “El curioso caso de Benjamin Button”). -Jackson Maine es una estrella consagrada de la música que se encuentra sumido en la adicción a las drogas y el alcohol. Tras un intenso concierto, conoce de casualidad a Ally, una cantante que lucha por salir adelante. Justo cuando Ally está a punto de abandonar su sueño de convertirse en artista, Jack decide ayudarla en su carrera hacia la fama. Pero el camino al estrellato no sera nada sencillo. La cinta de Bradley Cooper deja a un lado el mundo del cine (presente en las versiones anteriores), para enfocarse plenamente en el de la música, y eso la acerca mucho más en intenciones al film de 1976. Acá seguimos la vida de dos cantantes que van en sentidos opuestos, uno en decadencia, y la otra al estrellato total, chocando también tipos de música opuestos: por un lado en country/rock, y por otro el pop. “Nace una estrella” quiere criticar el ritmo de vida de los músicos, las adicciones, pero también la superficialidad de las canciones modernas, la hipocresia de la industria musical, entre otras cosas. Y el resultado es siempre muy convincente, aún incluso cuando quiere emular la fórmula de la exitosa “LA LA Land”. Los primeros minutos del film ya dejan en claro el estilo de película que Cooper intentará plasmar en pantalla. Hay una cámara movediza que se envuelve entre los movimientos que hace el músico Jackson Maine arriba del escenario, los flashes de las luces que entorpecen la visión y una adrenalina propia de los conciertos. Este continuo movimiento de planos (que no se detiene nunca, o lo hace pocas veces) plantea ya de entrada un problema complejo: ¿Cómo se puede mantener el foco de la imágen en un film lleno de velocidad? A veces la película sufre esto, porque el foquista no llega a tiempo, y ese es un conflicto que se lo genera el propio director desde su decisión de rodar la película a puro teleobjetivo, y con una cámara en mano que muchas veces no ocupa un valor estratégico dentro de la puesta en escena. De todas maneras, uno supone que al tratarse de una ópera prima, todos estos detalles se irán puliendo en futuras experiencias como cineasta. “Nace una estrella” tiene números musicales vibrantes, dignos de ser escuchados y vistos en pantalla grande. Todo eso es cierto, pero nada sería igual si no estuviesen en pantalla Bradley Cooper y Lady Gaga, que muestran una química extraordinaria y despliegan unas interpretaciones notables. Hace rato que Cooper viene teniendo buenos papeles, sin embargo, la revelación es Gaga, quién luce 100% natural en buena parte del largometraje, y se aleja del divismo que uno podría esperar de este tipo de artistas. Centrando toda la fuerza en el dúo principal, es cierto que los personajes secundarios quedan un tanto relegados y poco desarrollados (incluso algunos no aportan absolutamente nada a la trama), y es en esos momentos donde la película pierde un poco de precisión. Tras una primera mitad muy buena, aparece una segunda (no tan redonda) que intenta forzar la lágrima fácil y llegar a los puntos mas comúnes de los films románticos, algo que curiosamente estaba esquivando bastante bien Cooper como director. Ya entrando a la recta final del año, se empiezan a dilucidar algunas de las producciones que dirán presente en los próximos Oscar, y esta nueva “Nace una estrella” tiene todos los boletos para estar ahí. Una película clásica, con Hollywood en las venas. Pura fórmula bien ejecutada que rescata la nobleza de los musicales antiguos, y lo mixtura con un poco de los aciertos que ya presentaba “LA LA Land”. Excelente música, interpretaciones, lo cual la hacen merecedora de ser vista en pantalla grande. Altamente disfrutable. Calificación: MUY BUENA (Escribe Fabio Albornoz, para Ociopatas)
Hay cuatro (oficiales, también hay varias “copias”) versiones de este cuento, de los años treinta en adelante. La mejor era la de George Cukor con Judy Garland y James Mason. Para quienes no conozcan la historia: artista célebre pero en decadencia por enormes problemas con sustancias encuentra chica cantante excelente, se transforma en su mentor, se enamora, ella lo supera y él no puede soportar eso. Melodrama absoluto, y quintaescencial porque habla de la vocación artística, esa cosa inexplicable, y del negocio a su alrededor; de la irresoluble dicotomía entre fama y vida cotidiana. Dijimos “era” porque esta versión de Bradley Cooper la emparda (no la supera, es cierto). Es cierto: tiene sus desprolijidades; Cooper, primerizo con la cámara, decide hacer todo lo que puede con ella y a veces se pasa de rosca, etcétera. Pero amigos, Lady Gaga es aquí de esas cosas que justifican la existencia del cine (Cooper como actor también está muy bien). No solo canta como nunca, sino que hace de su rostro un paisaje cinematográfico, logra que cada gesto se vuelva no expresivo (no se habla de histrionismo aquí) sino pertinente, lleno de sentido. Y Cooper encuentra cómo capturar ese sentido y transmitirlo. Hacía mucho que no veíamos un gran melodrama y aquí está. Por cierto, viene del pasado, pero ciertas historias tradicionales lo son porque nunca pierden su peso, sobre todo cuando el rito -la película, la remake- es respetuoso del mito. De paso: vean lo bien que está siempre ese secundario de acero inoxidable que es Sam Elliott. Las canciones son excelentes.
Bradley Cooper, vuelve a la pantalla grande, con una gran y clásica historia. La yapa es que viene acompañado con su coprotagonista Stefani Germanotta, o como la conocerán todos, Lady Gaga. Con su debut protagónico en la película (Aunque hizo una participación pequeña en la película de Robert Rodriguez “Sin City”, y fué protagonista en la Serie American Horror Story: Hotel y Roanoke) nos lleva a la historia de Ally, donde de día trabaja en un lugar que no es para ella, pero de noche, canta en un bar, haciendo lo que le apasiona. Allí inesperadamente conoce a Jack, un cantante famoso en decadencia y alcohólico, que al verla y escucharla, quedó maravillado por ella y su canto. Entonces, decide llevarla al estrellato. Es interesante los nuevos descubrimientos que se plasman este proyecto. En primer lugar, Cooper debuta como director de esta película, involucradose también en el guion y la producción. Por segundo, es la tercera adaptación de Nace una Estrella. La primera película se hizo en 1937, y su segunda adaptación con Barbara Streisand como protagonista en el año 1976 (ambas fueron un éxito). Por tercer lugar, ya antes mencionado, Lady Gaga debuta en la gran pantalla con un buen rol, con muy buenas criticas y ovaciones en los Festivales de Venecia y San Sebastian. Y por cuarto lugar, la música, que fue escrita para esta película mayormente por Gaga y Cooper, se grabó únicamente en vivo, para una mayor interacción en la actuación. Con una semana de diferencia, se estrena este jueves en todos los cines argentinos una muy buena película, con una gran actuación e historia y, la gran cantidad de temas originales, muy variado entre el Country, Rock y Pop. Me paso de salir y buscar los temas para escucharlos nuevamente. Muy recomendable de ver y escuchar el film en el cine, por lo visual, y por el sonido para apreciar la banda sonora. ¿Se vendrá algún Oscar para esta película?
Esta es una de esas películas que te llegan. Por más frío que seas, algo te llega. Algo te produce ver este film y te deja algo, ese algo sólo va a depender de cada uno de nosotros. No todas las personas sentimos lo mismo, pero te puedo asegurar que algo te mueve. Arrancamos por la espectacular banda sonora. Temas hermosos, el comienzo con un solo de guitarra, la voz de Bradley Cooper (que yo no tenía idea que cantaba así de bien) y por supuesto la imponente e increíble vos de la bella Lady Gaga. Es una banda sonora que va a quedar dando vueltas por muchos años y le pongo mis fichitas para que gane algún que otro Oscar, y todos sabemos que una historia así son las que a la academia le gusta. Ahora hablemos de la fotografía. Increíbles tomas, y no te hablo de paisajes hermosos (que es por lo general a lo que algunos críticos hacen referencia con esto), te hablo de tomas que dicen muchísimo si le prestas un mínimo de atención. Hay una en particular de la cual voy a hablar en la zona de spoilers que dice un montón. El uso del reflejo para generar más belleza en una toma, el desenfoque, la cámara en mano, los movimientos de cámara. Todo eso me pareció fantástico, tan así que harté a quien estaba mirando la película conmigo diciéndole: “Que locura esas tomas”; “Son geniales las tomas”; “¿Viste esa toma?”. Tiene un elenco repleto de actores de renombre. Dave Chappelle, Sam Elliot entre otros. Todo el elenco es fantástico. Ninguno queda por debajo de los otros. Pero los que se destacan son los protagonistas. No cabe duda de que Cooper es un gran actor, que hace todo bien. En este caso logra componer un personaje en el cual no lo vemos a él, si no que vemos a Jackson Maine. Me sorprendió mucho la actuación de Lady Gaga, no la había visto actuar antes y como la mayoría, pensé que iba a ser un fracaso, pero por suerte me equivoqué. Le creo todo. Le creo cuando se enoja, cuando está triste, cuando está feliz, cuando pone cara de orto, TODO. He leído por ahí que actúa muy mal. Déjenme decirles que lo hace muy bien. La sorpresa mayor fue cuando empezaron los créditos y vi que el mismísimo Bradley Cooper era el director. Un trabajo impecable por parte de él. Se nota que hay alguien comprometido en este lugar porque un guion que no es el mejor, logra ser muy bueno. Las escenas de charlas o discusiones no se ven forzadas, los personajes se pisan logrando el efecto “vida real”. En 135 minutos de film pasan muchísimos años dentro de la película y Cooper nos lo muestra de forma sutil, pero siempre lo muestra. Mi recomendación: Hermosa película que vale la pena ser vista. Una banda sonora muy buena y actuaciones para aplaudir de pie. Zona de spoilers: La escena de la cual quería hablar sucede casi al comienzo del film, minutos antes de que Cooper se encuentre con Gaga. Él le dice a su chofer “No quiero ir a casa” y el auto frena, detrás de la cara de Bradley podemos ver por la ventana del auto un anuncio que muestra 4 sogas atadas de la forma cuando alguien se ahorca. Claro signo de lo que iba a suceder luego con el personaje. Puede ser rebuscado lo que digo, pero escenas como esta, hay muchas en el film.
Cuarta versión de la clásica historia de amor entre una celebridad veterana y algo decadente que se enamora y lanza a la fama a una joven talentosa e inexperta, la película cuenta con grandes actuaciones, sólidos números musicales, pero va perdiendo su fresco y natural tono inicial por uno más propio del melodrama clásico que el realizador no parece poder manejar del todo bien. Cuarta versión de la misma historia, NACE UNA ESTRELLA tiene una propuesta tan contundente como indestructible. La historia de un artista veterano que se enamora de una colega más joven, la ayuda a triunfar en el mundo del espectáculo para luego ser testigo del crecimiento y la popularidad de ella a la par de la decadencia suya. En sus dos primeras versiones (la de 1937, con Janet Gaynor y Fredrich March; y la de 1954, con Judy Garland y James Mason) el universo era el del cine, actores y actrices. Ya en la de 1976 (con Kris Kristofferson y Barbra Streisand) y la actual (con Lady Gaga y Bradley Cooper), todo sucede en el mundo de la música. Es una serie de películas que ha contado con los mejores guionistas y escritores de Hollywood, de Dorothy Parker a Joan Didion, pasando por William Wellman. Y muy buenos directores, como el propio Wellman, George Cukor (en la que para mí.es la mejor de todas, del 54) y Frank Pierson. La versión dirigida por Cooper es bastante similar, en más de un sentido, a la de 1976. No solo porque transcurre en el mundo de la música (una suerte de country rock mezclado con baladas pop que es lo que hacían Kristofferson y Streisand, solo que acá hay un poco más del pop bailable propio de Gaga) sino que hasta los looks son parecidos, con Cooper caracterizado un poco como ese actor y otro tanto como Eddie Vedder, el lider de Pearl Jam, y Gaga, especialmente en la primera parte del filme, muy al natural y bromeando sobre su nariz, uno de los atributos más reconocibles, después obviamente de su voz, tanto de ella como de Barbra. La película no altera en demasía en modelo narrativo, pero sí un poco el estilo. Y eso hace que se sienta como un film partido al medio. Es que en su primera mitad —la que va desde que el artista famoso y alcohólico conoce a una chica talentosa pero sin suerte en el espectáculo hasta que se establecen como pareja—, Cooper usa un registro más moderno y fresco, que por momentos parecen casi improvisados por los actores, con escenas muy sueltas, naturales y encantadoras, especialmente en la larga secuencia en la que se conocen. Y si bien la película sigue así durante un buen rato, cuando ella empieza a sumarse a sus espectáculos y a crecer con peso propio, hay un punto de inflexión promediando el relato en el que NACE UNA ESTRELLA se convierte en otra cosa. ¿En qué? A partir de la aparición de un manager que la quiere contratar a ella, llevar su carrera en otra dirección musical y alejarla de la casi siempre alcoholizada estrella de rock (bah, country rock), los mecanismos más tradicionales del melodrama empiezan a hacerse sentir. Este no es un problema per se, pero como esa primera mitad era tan naturalista y hasta indie de estética, el choque estilístico se vuelve fuerte. Y todo lo que antes parecía natural y convincente pasa a convertirse en algo mucho más estructurado que, tengo la impresión, que ni el guion de Eli Roth ni Cooper como director consiguen llevar bien adelante. El problema, aún con el cambio de género, de todos modos es otro: es que lo que al principio hacían bien, luego lo hacen mal. Y uno siente que la película ya no fluye como antes. Y ni las esperables lágrimas surgen naturalmente. Es una pena que esa magia se pierda (da la sensación, además, por ciertos huecos en el relato o saltos muy pronunciados en el tiempo, que hubo que cortar algunas cuantas escenas) porque la primera mitad es extraordinaria, con Lady Gaga, en especial, funcionando a la perfección como está chica trabajadora que canta en un bar de “drag queens”, que se engancha con Cooper una noche que él cae borracho al bar después de un show. Fresca, vital, bromeando sobre sus dificultades para triunfar por su look no muy tradicional (y su gran nariz), Gaga la rompe ante un Cooper que la mira admirado (como colega y director) y enamorado (como personaje). El también está muy bien como el sufrido y decadente músico con traumas infantiles y apegado al alcohol y las drogas. Su voz carrasposa y de llevar siempre algo de alcohol en la sangre lo torna parecido a Vedder pero su música, más cercana al pop-rock con acento country es más heredera de la de Kristofferson. En su segunda mitad gran parte de esta naturalidad se pierde. Hay toda una cuestión de elecciones musicales que quedan de lado de la trama (ella deja las baladas y el tono de cantautora para transformarse, cual Taylor Swift o similares, en una estrella pop de atuendos llamativos rodeada de bailarinas) y el giro entre su ascenso y la decadencia de su marido se vuelve demasiado veloz, sin el desarrollo necesario. Da la impresión, en algunos momentos, que todo fluiría mejor en el marco de una miniserie de 6/8 episodios. A esto habrá que sumarle las decisiones musicales específicas (la banda sonora es un elemento importante del film) y si bien Gaga responde a los géneros que trabaja fuera de la ficción, los estilos elegidos para Cooper atrasan 20 años. Pudiéndolo volver un rockero más puro y duro (mejor idea habría sido un romance entre estrellas de hip hop), eligen para él una onda tipo Eagles o esas bandas de rock sureño con influencias country de los ‘70 que si bien se siguen escuchando hoy (o hay bandas nuevas, similares) suenan un poco fuera de época. Pero eso es cuestión de gustos musicales. El problema real de la segunda hora no es necesariamente de música ni de actuación sino de guión (de Eric Roth y el director) y hasta de la capacidad de Cooper como cineasta para manejarse en esas zonas donde las emociones son más grandilocuentes y clásicamente hollywoodenses, algo que no parece manejar del todo bien. O, al menos, no tan bien como el tono de la primera parte. Allí, NACE UNA ESTRELLA derrocha parte de su frescura y su potencia, prefiriendo caminar paralela y perezosamente al lado del guion sin ponerle demasiados condimentos propios. Y es una lástima, porque tenía todo para ser una gran película. En especial, una gema actoral como Lady Gaga, que va camino a seguir haciendo grandes cosas.
Si algo queda bien claro después de ver la nueva versión de Nace una estrella, es que Lady Gaga realmente puede brindar una interpretación memorable, y no solo como cantante (eso ya se sabía) sino, también, como actriz. Algo que se intuía desde que encarnó a La Condesa, la seductora y letal reina de los vampiros de Hotel, la temporada 5 de American Horror Story. Muchos dijeron que sí se lucía tanto era, básicamente, porque el papel estaba hecho a su medida. Supongamos que sí, que fue un papel pensado para ella. ¿Acaso solo por eso lo iba a interpretar tan bien? No necesariamente. Por otra parte, ¿quién hubiera pensado que tiempo después Lady Gaga iba a ser la cantante desconocida que deviene estrella que (casi) todos conocimos gracias a Judy Garland? ¿Era éste un papel hecho a su medida? ¿No era, acaso, una elección riesgosa? Claro que la versión de Nace una estrella de Cukor de 1954 con Judy Garland no es la primera, aunque sí la mejor, sin duda alguna, y por eso la más recordada. Antes estuvo la de William Wellman de 1937, con Janet Gaynor, y después la de Frank Pierson de 1976, con Barbra Streisand. La de Wellman no conmueve mucho, pero narra bien su historia y tiene algunas escenas muy rescatables. La de Pierson es, en sí misma, bastante poco interesante, pero están la voz y la presencia de Streisand. Entonces ya pasa a otro nivel. Y ahora tenemos la de Bradley Cooper y por partida triple: la dirige, la co-guiona y la co-protagoniza, con Lady Gaga en el centro del escenario. Como la película de Pierson, la de Cooper es apenas una película correcta. Pero está protagonizada por una estrella extraordinaria. Es eso, casi solamente eso, lo que le da su fulgor irresistible y la hace, en ocasiones, decididamente inolvidable. La trama, con sus pequeñas variantes, es bien conocida por todos. En esta versión, se trata de un cantante de música country consagrado (Bradley Cooper) que descubre a una talentosa, pero ignota, cantante amateur (Lady Gaga), la ayuda a posicionarse profesionalmente y, eventualmente, también a hacerse famosa. A la par, la carrera del cantante va de mal en peor, en parte por su alcoholismo y en parte por otros conflictos irresueltos. Aún así, el amor los une contra viento y marea. Como en todo melodrama, el amor siempre es más fuerte. Pero hasta un punto. Después, los amantes quedan librados al destino construido por sus decisiones. Destinos que hasta pueden ser trágicos. Como en todo melodrama. En tanto director y actor, Cooper sabe manejar con prolijidad la historia de la estrella que nace. Aunque no intenta hacer nada fuera de lo común, respeta los puntos más importantes de la historia, le da motivaciones y una identidad a sus personajes. Sus conductas tienen sentido. Nada sobresale pero nada está mal hecho. Hasta se podría decir que todo es demasiado correcto. Todo muy medido. Y eso sí que es un problema. Porque un melodrama correcto no conmueve demasiado. Es que el género pide una buena cuota de desmesura, de emociones y pulsiones que desbordan, de amantes que viven y mueren por su amor. Aún en los melodramas de Wong Kar Wai - donde los personajes reprimen sus deseo, se retraen, y no se animan a amar – se siente una tensión subterránea y el desgarro de la represión de los afectos. En cambio, en esta nueva versión de Nace una estrella el amor se percibe un tanto desapasionado, ensayado y no muy vivido. Sobre todo con el personaje de Bradley Cooper. Porque Lady Gaga va más allá de lo que el guión le proporciona, construye matices, y así le da a su estrella la intensidad que merece. Se puede pensar, también, que Cooper haya optado por un registro más realista, más cercano al drama y lejano de la pasión desmesurada. Pero si ése es el caso tampoco le dio en la tecla. Porque para ser un drama convincente es demasiado plano, con muy pocas capas. En cambio, cuando Lady Gaga es el centro de la escena – y eso pasa muchas veces, por suerte – todo se vuelve más creíble y más emotivo. Porque ella sí tiene sangre en las venas. El punto es que necesita un amante que la acompañe, en vez de uno que queda rezagado, a mitad de camino. Si no, la película como un todo pierde magnetismo. Incluso se hace difícil involucrarse con el trágico final de esta historia de amor ya tantas veces contada. Y mucho mejor contada. Nace una estrella (Estados Unidos, 2018). Puntaje: 6 Dirigida por Bradley Cooper. Escrita por Eric Roth, Bradley Cooper, Will Fetters. Con Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliott, Andrew Dice Clay, Rafi Gavron, Dave Chappelle. Fotografía: Matthew Libatique. Montaje: Jay Cassidy. Duración: 135 minutos.
No hay reglas para vivir”, canta Jack (Bladley Cooper) con una carraspera country ante una multitud, el comienzo de Nace una estrella, es potente y entusiasta, ese exordio de recital, breve, describe a este personaje desalineado, mega estrella de la música folk, que canta canciones de amor desahuciado. Ya sabemos desde ese compás de autoflagelación que la película será pesada, dramática. Hubo tres versiones, una primogénita del 1937 del libro de Robert Carson y dirigida por William Wellman, la que bancamos todos, la de Cukor – ¿quién podría manejar mejor el timing del melo?- y la de Streisand que es recordada con nostalgia por los jóvenes que consumieron una década de películas de amor trágico (Love Story, Endless Love). Esta Nace una estrella, la contemporánea, la que tiene seis nominaciones a estatuilla – creemos que sólo va a ganar por Shallow, debería, digo en vos alta- arranca con todo el poder, la presentación de Jack es impecable, esos minutos de Black Eyes, lo redescubren como un eximio cantante – ¿acaso ustedes sabían que cantaba tan bien?- ese pelo encerado, aspecto desalineado mugriento de baladas de bares y excesos, pinta bien Nace una estrella. La presentación del personaje de Ally (Lady Gaga) no es tan afortunado, ella haciendo berrinche por un novio que deja en el baño del trabajo, no otorga al espectador una actuación muy afortunada. Gaga sale como derrotada, aunque no abatida cantando el mejor pasaje de “Somewhere over the rainbow” y ahí con los títulos un poco nos enamora: “Cuando todo es un desorden trágico y la lluvia cae por doquier”. Ally y Jack están en pleno desorden, en ese caos, se encuentran en una ronda nocturna en donde ella canta La vie en Rose, con esa cejas postizas que nos hace acordar el tufillo a burlesque de Cabaret de Bob Fose, se miran y se enamoran (esta escena es lo mejor de Nace una estrella). La mirada naif y la sonrisa bobalicona de Gaga, resulta graciosa, como si su personaje estuviera apoderado de una fuerza cannabica, eso me gusta, menos en ese berrinche de presentación – léase con fuerza el primer párrafo-, Gaga está bien. El romance entre Ally y Jack empieza con fuerza, él la invita a uno de sus shows y cantan Shallow (temazo). Las escenas se suceden, se gustan, se aman, se calientan – muy bien las escenas de sexo- pero las adicciones de él comienzan a delinear el melodrama. Cooper con su inocencia de novato, parecería querer meter toda la carne al asador, la timidez de una mirada la transforma en opulencia, mucho, mucho – ¿cuántas veces nos vas a decir que Gaga es narigona?- y el montaje de Jay Cassidy, -raro porque el tipo es bueno y nos dio muchas alegrías de la mano de David O’ RuselL y Bennet Miller- llevan la película en picada: dos ejemplos imperdonables, la secuencia del compromiso, y el insert final. Juro que esperaba la película y aunque no soy fanática de Gaga, si lo soy de Cooper, aun así, los árboles me permitieron ver el bosque, y aquí me encuentro poniéndole un tímido Bueno.
En una era de remakes, secuelas y spin offs ineludibles, es fácil encasillar el amor de Hollywood por transformar las mismas historias, arquetipos y convenciones de género. El estancamiento artístico que rodea los éxitos de taquilla de Hollywood puede parecer un fenómeno moderno, pero la industria cinematográfica se ha basado en reciclado de fórmulas y actualizaciones modernas de los clásicos desde su concepción. En el pasado mes de Octubre, llegó a las salas un nuevo “A Star Is Born”, coescrito y dirigido por Bradley Cooper. Aquí, el talentoso actor también interpreta a Jackson Maine, un músico country en decadencia que se enamora de una joven y prometedora cantante interpretada por Lady Gaga, en el primer papel importante en la película de la estrella del pop, un personaje femenino con un devastador conflicto interno por resolver. Incluso en medio de una larga saga de remakes en Hollywood, pocos se destacan como la película que hoy nos ocupa. El debut como director de Bradley Cooper es la última de cuatro apariciones totales de “A Star Is Born” que abarcan 80 años de cinematografía. Estrenados en 1937, 1954, 1976 y 2018 respectivamente, cada película cuenta la historia icónica de una estrella masculina hastiada de sí misma que anima a una artista femenina a seguir una carrera musical y cinematográfica. Bajo dicho vínculo, los dos artistas se enamoran, su éxito se dispara y los excesos que rodean a la vida de todo artista amenazan con poner en peligro el reconocimiento conseguido. Quizás una de las razones que hacen que “A Star is Born” se mantenga imperecedera al paso del tiempo sea ese poder magnético para atraer a una audiencia y llevarlos a un viaje de sueño hollywoodense: romance, música y aventura. Claramente, después de cuatro adaptaciones a la gran pantalla y en el contínuo despertar de nuestro interés, el film sigue obligando a los críticos y al público, por igual, a preguntarse: ¿por qué seguimos volviendo a esta fábula? ¿Dónde radica su atractivo tan duradero? La película de Cooper nos demuestra cómo un punto de vista moderno puede renovar incluso la historia más familiar, haciendo pertinente una nueva adaptación que se adapta a las modas, costumbres y hábitos del siglo XXI. “A Star is Born” es la prueba de la perdurabilidad de algunas historias: lo verdaderamente atemporal radica en el sentido auténtico que brindan al examinar aspectos intrínsecos de la condición humana, sin importar en qué tiempo se desarrollen.
Entretenida pero inflada de más Me acuerdo que estaba en Buenos Aires y fui el jueves de su estreno. Le tenía bastante poca fe... Un drama musical romántico con Lady Gaga en rol protagónico y la dirección de un recién estrenado Bradley Cooper... ¿Qué más da? me dije y me metí a verla. La verdad es que me sorprendió para bien, aunque no me pareció una joyita cinematográfica como vienen diciendo por ahí. Luego de unos días de haberla visto, me percato de que se fue armando una campaña para inflarla un poco vergonzosa. Algunos críticos se desarmaban en odas y hasta fue nominada a un Oscar como Mejor Película del 2018... Entiendo que Lady Gaga es un ícono moderno que representa la lucha femenina y que Bradley Cooper empienza su carrera de director con el pie derecho, pero separando estos aspectos de la calidad del film, creo que se dio uno de esos casos en los que se infló demasiado algo que es bueno y entretenido, pero no magnífico. Si hablamos de la trama, la misma se centra en dos personas con realidades muy distintas cuyos caminos se entrecruzan por esas casualidades mágicas de la vida y comienzan un tórrido y apasionado amor. Digamos que hasta acá no hay nada nuevo con respecto a otros dramas románticos ¿verdad? De hecho quizás hasta les suena esa historia... ¿Saben por qué? Porque "A Star is Born" modeo 2018 es una remake de una película que se hizo varias veces antes, una de las versiones con Barbra Streisand y Kris Kristofersson. Sigamos. Jack (Cooper) es el cantante principal de una famosa banda de rock con varias adicciones en su haber y Ally (Gaga) es una chica de barrio con aspiraciones musicales que trabaja de moza en un hotel y por las noches hace performances en clubes donde tiene un pequeño grupo de seguidores. Por casualidad se cruzan en un bar gay en el que Ally hace una de sus performances y a partir de ahí comienzan una relación de irá creciendo en intensidad a medida que avanza el metraje. Con el avance de la trama él comienza a ver el ocaso de su carrera mientras la de ella empieza a tomar un vuelo altísimo. Como pueden ver, la fórmula no tiene nada de original o espectacular. Lo bueno de este proyecto y que creo llevó a mucha gente a enamorarse de él, es que es una historia bien contada con dos protagonistas que lograron una química excelente en pantalla. Lady Gaga sorprende como actriz y Bradley Cooper desborda de presencia y carisma en pantalla. La dupla nos conquista y hace creer en su amor. A esto se le suman los momentos musicales ideados por Gaga, que demuestra una vez más, que es una genia para crear singles que son todo un éxito. Punto. No hay mucho más para resaltar o decir en líneas generales sobre la calidad de la película. Todo lo demás, creo que fue simplemente una de esas operetas que se arman para enaltecer un producto que se puso de moda y que, si bien está bien construido y es bastante entretenido, no aporta nada nuevo al mundo del séptimo arte.
Crítica emitida por radio.
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