Fellini reciclado y recargado En 1982 se estrenó en Broadway Nine, musical libremente inspirado en 8 y 1/2, el clásico rodado en 1963 por Federico Fellini, con Raul Juliá en el papel de Guido Contini, el director ególatra, torturado, mujeriego y con la inspiración perdida que hiciera el gran Marcello Mastroianni. El espectáculo obtuvo varios premios Tony y fue repuesto en 2003 con Antonio Banderas como protagonista, hasta que el productor Harvey Weinstein y el director Ron Marshall (ganador de varios Oscar con otra incursión en el género como Chicago) decidieron llevarlo al cine con una producción a gran escala y un elenco plagado de estrellas. En esta ambiciosa e irregular versión (tiene algunos buenos pasajes, varios poco inspirados y otros que directamente dan vergüenza ajena), Guido Contini es interpretado por Daniel Day-Lewis (un trabajo aceptable, pero lejos del lucimiento), un famoso cineasta que, luego de dos fracasos artísticos y comerciales, intenta volver a los primeros planos, pero sufre un bloqueo creativo que le impide iniciar en el plazo de 10 días que tiene el rodaje de un proyecto para el que cuenta con un importante apoyo financiero pero para el que ni siquiera ha desarrollado un mínimo guión. En ese tortuoso proceso lleno de presiones debe lidiar además con todas las mujeres de su vida: su esposa (Marion "Edith Piaf" Cotillard), su amante (una estereotipada Penelope Cruz), su musa y estrella nórdica (Nicole Kidman, en plan Anita Ekberg), su confidente y vestuarista (Judi Dench), una periodista norteamericana de moda (Kate Hudson), una prostituta (Fergie, del grupo Black Eyed Peas) y hasta el fantasma de su madre (Sofía Loren). La transposición de Michael Tolkin y el fallecido Anthony Minghella no es nada del otro mundo, pero tiene una estructura sólida que resiste ciertos lugares comunes pintoresquistas sobre la italianidad al palo y los excesos kitsch. Pero el problema es que, por momentos, Marshall parece filmar y editar con piloto automático (hay un número musical para cada estrella, mucho montaje paralelo entre canciones y diálogos, una obvia mixtura entre el color y el blanco y negro) y algunas letras imposibles que, en medio del artificio más absoluto, ¡reivindican por ejemplo al neorrealismo! Los segmentos musicales tienen todo el despliegue de luces, vestuarios, escenografías, coreografías y glamour que los fans del género (yo no lo soy) pueden esperar. Hay varios logrados y dos o tres (como Cinema Italiano, a cargo de Kate Hudson) que mejor olvidarlos. El elenco tampoco está del todo aprovechado, pero Marion Cotillard, en un personaje a-la-Audrey Hepburn, se luce porque jamás entra en la grandilocuencia de otros personajes. Si la película alcanza aquí la calificación de "buena" no es sólo por los apuntados hallazgos parciales sino también porque el final (con todo el elenco en pantalla) alcanza una emoción y una eficacia que el resto de la trama había extrañado bastante.
Las curvas de la vida Luego de consagrarse con Chicago (2002) y dar un paso en falso con Memorias de una geisha (Memoirs of a Geisha, 2005), el realizador Rob Marshall transpone la obra teatral Nine, basada en el film de Federico Fellini 8 y medio (1963). Sin ser una película sólida, su ritmo se impone y consigue transformarse en un buen pasatiempo. “¡Sé italiano!”, proclama una prostituta en una de las canciones más pegadizas del film. El sujeto al que va dirigido el consejo es al realizador Guido Contini (Daniel Day Lewis), quien ha perdido la inspiración, y necesita comenzar a rodar cuanto antes. En plena época de oro de Cineccità, aquel emporio de la cinematografía italiana, podía concebirse la idea de un “director-estrella”, un bon vivant aclamado y rodeado de las mujeres más bellas. Un creativo, por sobre todas las cosas, capaz de largarse a la aventura de filmar sin tener un guión escrito. Sin dudas, esa imagen está ligada a la del propio Fellini, quien tuvo a sus pies a las actrices más codiciadas de aquel entonces, dueño de una iconografía tan inolvidable como… italiana. En aquella súplica están inscriptas las motivaciones del propio film, visibles en su “italianismo for export” que enfatiza varias cuestiones. A saber: las tentadoras mujeres pulposas, el poder eclesiástico (represor siempre), la imagen contenedora y a la vez legislativa de la mamma (¡que acá es ni más ni menos que la Loren!), y –finalmente- la propia esposa, la matrona, la que sufre las infidelidades del macho italiano. Aquellos componentes funcionan, en parte porque la película misma pareciera guiñarle el ojo al espectador para que no se tome nada demasiado en serio. Con un ritmo vertiginoso, el relato muestra a un Guido Contini que alterna la desesperante visión de la realidad con imágenes extraídas de su mundo imaginario, íntimamente ligadas a un cine monumental, plagado de mujeres bellas luciéndose en coreografías implacables. Algunas más sensuales que otras (lo que equivale aquí a decir “algunas mejores que otras”), Marshall acertó con Penélope Cruz (la amante), Kate Hudson (una periodista precursora de la revolución sexual), y una contenida Nicole Kidman (la estrella del film). Brilla Fergie como la mencionada prostituta, mientras que ver a la Loren equivale a ver a esa diva que ya no es, y Marion Cotillard (la esposa) es creíble cuando sufre, pero no convence cuando deviene femme fatale. Es irreprochable la capacidad del realizador de amalgamar los pasajes “realistas” con los imaginarios, en donde vuelve a demostrar que es un artesano de las secuencias coreográficas. La fotografía se encarga del resto, merced a esos rojos furiosos y pasajes de un blanco y negro de ensueño (acá no hay neorrealismo ni de casualidad) a un azul más azul que el cielo. Con algunos diálogos efectivos, un Daniel Day Lewis que baila bien y canta mejor, y una historia previsible pero a la vez atractiva, Marshall consigue un sólido film pasatista. Al final, queda claro que la inspiración vuelve, porque como en toda actividad artística es antojadiza y a la vez curvilínea.
En este teatro que yo llamo mi alma En el musical, Daniel Day-Lewis y Marion Cotillard están un escalón más arriba de un elenco de estrellas. El hombre, de traje y encorvado, no sabe qué hacer. No sólo es un artista, que se siente agobiado porque no le surge una sola idea para su nueva película, y está a pocos días de comenzar a rodar, con toda la producción avanzada. Por ahí, Guido Contini balbuceará que las películas son sueños, y explicar los sueños es algo así como traicionarlos. Guido tiene sueños. Lo que no tiene es la fe, ni la fuerza para volcarlos en una hoja que se transforme en guión. Tampoco parece poder convencerse a sí mismo de cómo llevar adelante el filme... ni su vida. Nine se basa en 8 1/2, la película de Fellini con Marcello Mastroianni como Guido Contini. Nine primero fue un musical, montado en Broadway en los '80 en los que el revival era moneda corriente en la Meca del género, y ahora que se convierte en filme, el encargado de plasmar esas canciones -varias quedaron en las veredas de la Gran manzana y no alcanzaron a llegar a la pantalla- es Rob Marshall, el director que acertó con Chicago. Y ése sí que era un desafío mayúsculo. Marshall hizo una adaptación mayor que cuando tomó el musical de Bob Fosse, que fue premiado con el Oscar y auguraba una época de musicales por venir. A Guido sigue obsesionándolo lo mismo -el bloqueo creativo-, pero también las mujeres que pasaron y forman parte de su vida. Porque si detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, en este caso hay varias. El muestreo es parecido al de la escena original, con cada personaje femenino teniendo su momento en pantalla. Está la madre muerta -que revive con Sophia Loren, de vestido largo-, la prostituta que conoció cuando era un niño e iba a un colegio de curas -Fergie-, su amante esposa -Marion Cotillard-, su amante -Penélope Cruz-, su actriz y musa -Nicole Kidman-, su confidente y diseñadora de vestuario -Judi Dench- y, personaje creado para la ocasión, una periodista de Vogue -Kate Hudson-, nuevo disparador para que el latin lover de los años '60, cuando transcurre la película, se autodescubra perdido, confundido y sin horizonte. Aquí Guido se aproxima a los 50, la edad que tendrá Marshall el próximo 17 de octubre. Fellini tenía 43 cuando dirigió 8 1/2. Si esto es un síntoma de que la madurez -o la famosa crisis que atraviesan los hombres- varió con el paso de los años es sólo anecdotario. Lo que preocupan a Fellini y a Marshall es que su alter ego no quiere mentir más -en el cine y en la vida real-, y la relación con su entorno más íntimo, pero también consigo mismo. Mucha fama lo envuelve, pero en ese escenario que es su alma, Guido juega siempre el papel principal. Y se siente tan solo... Daniel Day-Lewis sorprende cuando canta y, más que bailar, se trepa a los andamios en Cinecittá. Porque que el irlandés componga a Guido desde lo más profundo de su ser, con o sin acento alla italiana, y nos emocione, a esta altura no puede causar sorpresa a nadie. Entre las actrices, lejos se destaca Cotillard, no sólo por el papel que juega, sino por los matices que sabe sacarle, así como Cruz es la misma de siempre y Kidman, no, en parte por esa naricita diferente, y porque Claudia, la musa, tiene escaso peso específico en la trama. El lujoso despliegue visual, el montaje y la escenografía son buen soporte para que Nine cautive en sus mejores momentos.
Muchas estrellas, poca imaginación El film de Rob Marshall sufre por su libro inconexo y sus canciones olvidables. Nine tiene su origen en el cine: créase o no viene de 8 y medio y ha pasado por sucesivas transformaciones hasta llegar a hacer de las ensoñaciones y los fantasmas personales de un cineasta en pleno bloqueo creativo este musical superpoblado de estrellas, de brillos decorativos, de lugares comunes del género, de números musicales con coreografía y vértigo de clip, de brochazos de italianidad tomados de un manual del estereotipo. Es cierto que hay un elenco de famosos que se toma en serio el compromiso, que a la fotogenia de Roma se suman otros seductores paisajes italianos y que el diseño de producción (más allá del barroquismo abrumador de las escenas musicales) se ha preocupado por asegurar imágenes vistosas. Pero no se hace un film sólo con la popularidad de sus actores y el centelleo de sus imágenes, sobre todo si se cuenta con un libro tan inconexo y una estructura narrativa tan intermitente. A cada escena (melo)dramática le sigue una canción y a cada canción otra breve escena, con el agravante de que las canciones, ninguna de ellas muy memorable, interrumpen la acción en lugar de hacerla progresar. Siete mujeres pueblan la realidad y la fantasía del protagonista: su esposa (Cotillard, lo mejor del elenco); su musa (la reciclada Kidman); su amante (Cruz, en plan vamp); su confidente (Judi Dench): su santa mamma , tan diva como Sophia Loren; la ahora estilizada prostituta de la playa (Fergie, de Black Eyed Peas), y una periodista de Vogue (Hudson). Cada una tiene su número musical y lo resuelve con oficio, a pesar de que nadie es especialista en el género. Y es un trabajo como mínimo decoroso el de Daniel Day-Lewis como el cineasta vacío de ideas y colmado de zozobras existenciales. Se diría que quien padece en este caso el bloqueo creativo es Rob Marshall, que no se aparta demasiado de la concepción teatral, aplica la misma fórmula que en Chicago para que las canciones se desarrollen en el imaginario terreno del pensamiento de cada uno (aunque aquí todo debería formar parte de la interioridad del atormentado creador) y termina dándole al film el aspecto de una sucesión de episodios aislados, o mejor -visto el nervioso ritmo de su montaje- en una sucesión de trailers. Claro que sería injusto echarle toda la culpa a Marshall: la dispersión del anodino libro colabora, y las letras -las de las canciones originales y las que Maury Yeston agregó, como la que Kate Hudson dedica al cine italiano- son de una chatura alarmante. Nine quiso ser un homenaje a Fellini; parece casi una parodia.
Fellini se debe estar revolviendo en su tumba Pobre Fellini. Pobre cine. ¿Con qué necesidad? ¿Con qué derecho? Cavilaciones y preguntas que surgen ante las tortuosas dos horas que propone Nine, una vida de pasión, nuevo musical de Rob Marshall que, como ocurriera años atrás con Chicago, vuelve a trasponer las coreografías de Broadway a la pantalla grande. En este caso, se trata de la obra homónima estrenada en los años ’80 y que, con Raul Juliá en el rol protagónico, resultara ganadora de varios premios Tony. Tanto la pieza original como el film se basan libremente en 8 ½, cumbre de la modernidad en la obra de Federico Fellini, aunque aparezcan aquí y allá detalles que remiten a otros largometrajes del maestro italiano. En otras palabras, Nine narra la historia de un cineasta en pleno bloqueo creativo, al tiempo que expone sus miserias afectivas, particularmente aquellas que involucran a las mujeres de su vida, llámense éstas esposa, amante, madre o vedette. Pero si en 8 ½ su creador lograba plasmar en pantalla una pesadilla autobiográfica sublimada por el poder del cine, el medio punto necesario para llegar a este “nueve” no hace más que restar y restar y restar. Poco importa el aporte de grandes estrellas como Daniel Day-Lewis (el ególatra realizador Guido Contini), Penélope Cruz, Marion Cotillard, Nicole Kidman, Sophia Loren, Judi Dench y Kate Hudson. Tampoco el hecho de haber rodado una parte del film en los legendarios estudios Cinecittà, posible ámbito inspirador. Vaya uno a saber qué clase de recomendaciones, de haber existido, incluía la adaptación de Michael Tolkin y el de-saparecido Anthony Minghella. Lo cierto es que el aspecto más destacable en Nine es la impericia narrativa y el dudoso gusto estético del realizador Rob Marshall, quien confunde ritmo con acumulación y desea hacer pasar por kitsch lo que en buen criollo suele llamarse grasada. Los números musicales nunca se sienten integrados al resto del film, más bien lo contrario: parecen pegoteados con alguna cola de mala calidad; pero incluso tomados de manera independiente solo pueden ser descriptos como perezosos acercamientos a un arte cinematográfico que hoy parece perdido para siempre. Marshall plantea la puesta en escena tomando el proscenio teatral como punto de partida, trasladando la cámara constantemente hacia los costados y disponiendo objetos diversos (elementos de utilería, paneles de escenografía) entre la cámara y los bailarines para lograr la impresión de movimiento, olvidando por completo que existe algo llamado “espacio cinematográfico”. Los momentos no musicales no elevan precisamente el promedio y están construidos en base al más básico de los artificios: aquel que descree de la inteligencia del espectador y se arropa en la más absoluta de las simplificaciones. Y si bien, seguramente, no sea otra cosa que un resabio de la obra original, resulta bastante molesto escuchar hablar a los personajes en un inglés con fuerte acento italiano. Pero todo en Nine es así, chabacano y simplón, más cerca del ridículo que del escarnio. No por nada, en el que quizás sea el momento más vergonzoso de la película, la letra de la canción le hace decir a Kate Hudson una paparruchada sobre el “neorrealismo”. Que Cesare Zavattini los perdone.
¿Cinema italiano? Un gran director de cine, ahora algo venido a menos por sus últimos fracasos, se debate en medio de una crisis que afecta desde la producción de su próxima película hasta su vida personal y las distintas relaciones que tiene con las mujeres de su vida… ¿no vimos esto antes en alguna parte? Ese es uno de los primeros problemas que enfrenta “Nine”: no sólo está basada en un excelente musical de Broadway (que también se realizó en Argentina en 1998, con una interesantísima puesta), sino que, encima, ese musical estaba inspirado en la joya de Federico Fellini, “8 y ½”. Demasiada presión: aún cuando la película tal vez no esté tan mal, siempre saldrá perdiendo frente a sus predecesoras. Y es que Rob Marshall está muy (muy muy muy) lejos de ser Fellini, y Daniel Day-Lewis, por más que ponga a trabajar todas esas grandes dotes de actuación que tiene, se parece más a Godard que a Mastroianni. Pero no todo está perdido. Ese juego entre realidad donde sucede la acción y mundo paralelo imaginario de recuerdos y/o expectativas donde tienen lugar los números musicales funciona mucho mejor que en “Chicago”. Será porque ese juego de trastienda del cine dentro del cine da más lugar para que los mundos se mezclen. Los números musicales son impresionantes, aunque, quizá, un poco demasiado cliperos. El elenco está lleno de grandes nombres. De Fergie a la Loren, de Penélope Cruz a Nicole Kidman. Las distintas musas del director, cada una con su canción. Pero poco se ve de sus cualidades actorales y, encima, errores de iluminación hacen que todas parezcan, por momentos, viejas y muy mal operadas. Hasta a la divina Marion Cotillard (una joya, la única que tiene dos números musicales, los mejores de la película) aparece con bolsas bajo los ojos. Solo se salva de esto Judi Dench (la otra joya), quien lleva toda su edad con la misma presencia y gracia de siempre. De todas maneras, la película es llevadera. Siempre y cuando usted guste de los musicales, y pueda olvidarse por un ratito de la enorme magia de Guido Anselmi.
Otro derroche de nuevo rico Del mismo director de Chicago, llega una nueva colección de cuadros musicales filmados, con un elenco de lujo totalmente desaprovechado. Digamos que el espectador elige ver una película por razones como la cara de una actriz, el escalofrío que le causa la interpretación de un actor, los paisajes que se pueden ver en pantalla grande, un par de piernas/senos/ojos/labios –o todo junto–, cierta nostalgia, o porque uno de los secundarios le recuerda a un tío al que quiso mucho. Cualquiera de esas razones es válida para ver cualquier cosa: después de todo, una entrada de cine es una inversión en busca de un poco de placer (que puede darse por la risa, por el llanto, por la reflexión o por el motivo que sea: se sabe que hasta el dolor causa placer a algunos). Ahora bien: si de lo que se trata es de que el film en cuestión forme parte del arte cinematográfico, entonces la elección no debería recaer en Nine, nuevo despropósito de Rob Marshall. La invicta carrera de Marshall, que aún no ha hecho un film más o menos pasable, cuenta con tres largometrajes: Chicago –buen mentís para quien aún cree que “Oscar” es sinónimo instantáneo de “calidad”–, la inenarrable Memorias de una geisha –historia de mujeres japonesas donde no hay una sola actriz nipona, colmo del racismo despreciativo– y esta Nine. Que es la versión cinematográfica de un espectáculo teatral basado en 8 ½, el film de Federico Fellini. En realidad, es incluso menos que teatro filmado: apenas un montón de cuadros musicales filmados sin que alguien se parase a pensar cómo se usa una cámara de cine. En la –por decir algo– puesta en escena que perpetra Marshall se sienten las huellas de Bob Fosse. Pero Fosse, que nunca fue un gran cineasta aunque realizó la siempre apreciable All that jazz –y que, curiosamente, debutó en el largometraje con una remake musical de un clásico de Fellini: Sweet Charity está basado en Las noches de Cabiria–, lograba darles a sus películas nervio no sólo a fuerza de montaje crispado (una de sus herramientas) sino de dejar la cámara quieta para captar, de modo casi documental, el acontecimiento. Los primeros minutos de All That Jazz bastan para confirmar ese talento. En cambio, los primeros minutos de Nine alcanzan para saber que ni un solo plano de la película nos dará algún destello de belleza. Nine es como esas casas de nuevo rico donde la dueña, carente de gusto pero no de dinero, decide colocar lo más caro sin pensar en la armonía. Su elenco rebosa de ganadores del Oscar (la Kidman, la Cruz, la Dench, la Hudson, la Cotillard, la Loren, el Day-Lewis), de nombres prestigiosos (¡Oh, Fellini!), pero sin el más mínimo sentido. Nadie sabe realmente qué sucede en el film; aparentemente ni siquiera sus responsables. Nadie pide aquí una historia a la manera clásica, porque el material de base no va por ese lado. Pero sí que, dado lo que se involucra, haya al menos un fotograma con algo bello. Nada: el montaje corta danzas en su mejor momento, confundiendo ritmo con atolondramiento, las mujeres bellas están sobreiluminadas de tal modo que se vuelven caricaturas de sí mismas, y las –vergonzosas– canciones se llaman algo así como “Sea italiano” y “Neorrealismo”, una prueba de que nadie entendió nada. Ni a Italia, ni a Fellini, ni, sobre todo, al cine.
Nine: Final cantado A pesar del traspié inicial, "Nine" es un musical que convence, con la marca de Broadway en cada canción. Se destacan Penélope Cruz y Fergie. Para una película que viene con tanto ruido por detrás, que destella con tantos nombres célebres y expectativas ídem, al comienzo Nine no termina de convencer: la mitad de los personajes habla en inglés pero con un artificioso acento italiano (para romper con toda verosimilitud, la otra mitad del elenco no lo hace) y aunque Daniel Day Lewis puede cantar, eso no significa que pueda sostener más de un número musical en todo el filme. Por suerte, no lo hace, y en lo que queda de los 120 minutos se dedica a lo que mejor hace: actuar. Después de esos primeros minutos un poco decepcionantes, la película empieza a cobrar más fuerza y energía, y a entrar en el clima estético, sentimental y musical que la definirá hasta el final. Desde entonces, el peso musical y coreográfico recae en sus actrices, que encarnan a las mujeres que rodean a Guido Contini, que aparecen en su vida, sus recuerdos, sus momentos oníricos. El paso de una a otra de esas dimensiones narrativas se hace a través de los números musicales de la película, algunos de ellos material original de la obra de Broadway y otros creados especialmente para esta ocasión. Entre la troupe de divas se destacan Marion Cotillard, quien integra canto y actuación con delicadeza interpretativa; Penélope Cruz, que pone el toque de voluptuosa intensidad italiana; y sorprende Fergie (sí, la misma de Black Eyed Peas) como la curvilínea Saraghina, la prostituta que desvela a Guido en su niñez en las escenas que más evocan al clásico de Fellini. Justamente, la canción de Fergie, Be italian, es la que mejor resume el espíritu del filme y la más poderosa del repertorio. Muy por detrás quedan las interpretaciones de una inmóvil Sofía Loren o, en el otro extremo, una hiperactiva Kate Hudson. Por lo demás, tanto el vestuario como el arte de Nine evocan la Roma de entonces como una pintura cinematográfica, en la que la reproducción de los estudios Cinecittá completa el panorama. Así, a pesar del traspié inicial, Nine es un musical que convence, con la marca de Broadway en cada canción y con una combinación lograda de lenguaje cinematográfico y teatral, de melancolía y felicidad.
Sin alma No son buenos tiempos para el cine musical, que quedó atrapado en el pasaje a la pantalla de algunos éxitos de Broadway. Y si, a veces el truco funciona mejor y otras decididamente no funciona. Nine, una vida de pasión es la versión musical de 8 1/2 de Felllini. Transforma al director en un cliché, a su cine en un pavada, y a sus obsesiones en un chiste. Si ya la obra de teatro dejaba que desear, el paso a la pantalla grande con grandes figuras y con la matrona de matronas, Sophia Loren, en una reaparición triunfal cual Mirtha Legrand del primer mundo, es directamente una catástrofe. Nine, una vida de pasión tiene varios problemas, pero el principal es su falta de alma; después le siguen la pretensión y la falta de vuelo, en donde Daniel Day-Lewis debería ser la quintaesencia Mastroianni, o de Fellini, y termina siéndolo de la nada. Penélope Cruz baila insinuante y se toca un poco, Kate Hudson tiene a su cargo el mejor momento musical y Judi Dench hace un número sobre el Folies Bergère, en su rol de vieja francesa degenerada: lo de vieja le sale pero todo lo otro no aparece. En este punto es donde se tendría que haber parado todo y donde alguien tendría que haber dicho que algo está mal en una película en la que la Dench, que hace una excelente M en la serie Bond, tiene que hacer de madama franchuta. Alguien debería haber parado esa filmación y preguntarse y preguntarle a la producción en qué estaban pensando. El cuadro final donde posan todas las mujeres que rodean al personaje central me hizo acordar a otro dislate pero del cine vernáculo que se llamaba Frutilla y en el que Enrique Carreras se daba el gusto de homenajear a grandes figuras de la escena nacional, haciendo aparecer a Luis Sandrini al final, sin que tuviera nada que ver con la película, con Mercedes Carreras lo anunciara mirando a cámara mientras un teatro lo aplaudía. En ese nivel está Nine…
Luego de seguir toda su gestación, ayer, por fin, me dispuse a disfrutar de Nine. Soy un gran admirador de los musicales y como aclaré en la crítica de Across the universe, considero que Moulin Rouge cambió por completo la esencia de este género acercándolo al público general. Rob Marshall es un director muy capaz que tiene en su filmografía la irregular Chicago, por la cual ganó el Oscar a Mejor película. En esta cinta vuelve a reincidir en el principal error que tuvo su anterior obra de este estilo y es que le falta espíritu, realmente no sabía bien como describir esa falla y encontré en esa palabra lo más cercano. Nine tiene un reparto lleno de estrellas, una estética oscura pero hermosa, coreografías increíbles, canciones muy bien logradas y demás cualidades, pero no consigue que uno se sienta dentro de la película. Lamentablemente en ningún momento me sentí viviendo la vida de Guido Contini y eso es un detalle que no es menor porque yo creo que un musical debe meterte adentro de la pantalla, conmoverte y hacerte vivir la pasión que trata de inculcarnos el realizador desde las labores de los intérpretes. Más allá de lo mencionado arriba la cinta entretiene, pero da cierta bronca que no se haya podido lograr algo mejor porque realmente había demasiado material para hacerlo. Las canciones están muy buenas y es difícil no salir de la sala coreando "Contini's Cinema Italiano, I love his Cinema Italiano". Quiero resaltar por encima del resto la espectacular coreografía de "Be italian" interpretada por la cantante de Black eyed peas. Me encantaron las locaciones elegidas tanto de Roma como de otras ciudades italianas ya que le dieron mucho color a una película predominada por los ambientes oscuros. Las actuaciones están todas muy bien y hay que destacar que el nivel tanto en el baile como en el canto de todo el elendo es excelente. Voy a comenzar por Fergie quien me sorprendió con su actuación, dado que ella es cantante. Nicole Kidman, Marion Cotillard, Judi Dench, Sophia Loren y Kate Hudson cumplen muy bien sus caracterizaciones y es sabido que tanto la primera como la segunda tienen un gran talento para cantar, pero sinceramente me encandió la última porque no conocia que cantara y bailara tan bien. Dentro del elenco femenino emerge por encima de ese gran reparto la española Penélope Cruz, que sacude la pantalla con sus sensuales apariciones en el comienzo y manteniendo un gran nivel en sus pocas pero intensas escenas. Como en su momento afirmé Daniel Day-Lewis es en mi opinión el mejor actor de la actualidad y obviamente como era de esperar vuelve a regalarnos otra gran interpretación llena de carisma que no será recordada entre sus mejores labores por el poco brillo final de la película, pero no por eso deja de ser elogiable. Nine es un musical de recomendable visión para los amantes del género, pero para los primerizos dentro de este estilo les recomiendo debutar con Moulin Rouge para que puedan enamorarse de este tipo de películas.
También vi Nine, de Rob Marshall (que tiene en su prontuario Chicago). Esto es de lo peor del año. Fellini releído por alguien que tiene feas ideas sobre el cine y feas y tilingas ideas sobre Fellini. Una película para los que creen en el divismo más bobo y en las pavadas más pavotas sobre “los artistas”. Idiota, vergonzosa, indigna y con algunas de las canciones más feas que se puedan escuchar. Kate Hudson repitiendo “cinema italiano” puede provocar pesadillas, y también Daniel Day-Lewis repitiendo “Güido, Güido, Güido”. Algo así como un desfile de modelos canoras pero con ínfulas existencialistas y ofendiendo a Fellini a más no poder. (Además, Fellini ya hizo varias películas sobre sus procesos y bloqueos creativos, ¿para qué hacer esta porquería?). La felicidad del musical le pasa a kilómetros de distancia a este Marshall, que filma todo con frontalidad teatral y sin verdadero movimiento, sin ritmo, sin vitalidad. Y también le pasa a mucha distancia el erotismo cinematográfico.
Invocación fallida Antes que nada explicitemos el origen de la paupérrima Nine (2009) para tomar conciencia de hasta dónde puede llegar Hollywood en su infinita voracidad comercial. Aparentemente el mismo Federico Fellini dio el visto bueno para que a principios de los ’80 su obra maestra 8 ½ (1963) se transformase en un típico musical de Broadway, el cual resultó ser un verdadero éxito tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido. Tres décadas más tarde y como era de esperar, hoy arriba la adaptación cinematográfica de aquel espectáculo. La dirección quedó en manos de Rob Marshall, responsable de la interesante Chicago (2002) y la aparatosa Memorias de una Geisha (Memoirs of a Geisha, 2005). Aquí literalmente apuesta a seguro y reproduce el esquema de su opera prima: elenco saturado de estrellas, meticulosidad formal, tono tragicómico, citas múltiples y cuadros musicales en un set estable, apenas con algún que otro cambio de canción en canción. El problema principal pasa por el hecho de que toda la propuesta está impostada y carece del encanto necesario. Quizás los “detalles” más patéticos los encontramos en el idioma elegido, un inglés con un ridículo acento italiano, y el contexto general de la historia, la producción de un film intitulado nada menos que “Italia”. Pero como si esto fuera poco en esta ocasión en vez de analizar la crisis profesional y existencial de Guido, un cineasta muy parecido a Fellini, se ha decidido privilegiar la vertiente melodramática vinculada al triángulo amoroso con su mujer y su amante: el proceso creativo casi desapareció, sólo hay devaneos románticos. Llama la atención que Daniel Day-Lewis, quien viene de la extraordinaria Petróleo sangriento (There Will Be Blood, 2007), se haya prestado para semejante despropósito sin pies ni cabeza. Aunque cumple con lo justo y se notan sus buenas intenciones, los zapatos del gran Marcello Mastroianni le quedan demasiado grandes. Sus “chicas” también dignifican dentro de sus posibilidades: Sophia Loren, Judi Dench, Nicole Kidman, Marion Cotillard, Penélope Cruz, Kate Hudson y “Fergie”, la cantante de The Black Eyed Peas. El guión de Michael Tolkin y Anthony Minghella no tiene la más mínima magia y da vueltas ensimismado alrededor de la corrección política, el homenaje bobo cinéfilo y la repetición hueca de una trama- exploración ya clásica, a la cual no renueva en ningún sentido. Las canciones de por sí son lamentables, las interpretaciones funcionan en piloto automático y las coreografías aburren por lo rudimentarias. En el pasado Marshall invocó con éxito el aura de Bob Fosse: con Fellini, un extranjero, se equivocó a más no poder...
Como se sabe, “Nine” fue un exitoso musical durante varias temporadas, inspirado en el film “8 y medio”, de Federico Fellini. El director italiano no vio la puesta en Broadway pero, gran amante de los musicales americanos, le complacía que se adaptaran sus historias a un género que tuvo sus momentos de gloria en los `40 y `50. Años atrás, Bob Fosse había llevado a la pantalla “Sweet Charity”, basada en “Las noches de Cabiria”. En el film original de 1963, Marcello Mastroianni se metía en la piel de Guido, un director de cine que padece un bloqueo creativo cuando está a punto de lanzarse a rodar su última película y, en plena crisis, se abandona a sus fantasmas y obsesiones, mezclando recuerdos de infancia y fantaseos, mientras los productores lo apuran para que empiece a filmar. Todo eso está en “Nine”, pero no conviene olvidar nunca que estamos frente a un musical y que Rob Marshall no es Fellini. Las mujeres siguen teniendo una importancia capital en la obra. En este torneo femenino disputándose la atención del protagonista, se destacan Marion Cotillard como la esposa de Guido, Penélope Cruz como su amante, Fergie como la Sarracena, Nicole Kidman como su musa inspiradora y Sophía Loren como la madre (el tema pedía a gritos un personaje italiano). Fellini era un mago, un ilusionista que desconfiaba de la realidad: creía que todo era territorio de los sueños. Daniel Day-Lewis se juega el resto en una tarea muy exigente. Todo está en su lugar, la coreografía, las canciones y los intérpretes. Seguimos creyendo, sin embargo, que el último musical memorable fue “All that jazz”.
Evocar a Federico Fellini y a su película “8 y 1/2” es una tarea riesgosa de la cual “Nine” y su director, Rob Marshall, salen indemnes. El acierto radicó en no imitar al director italiano sino en hacer su camino. Para eso eligió como referente la comedia musical estrenada en Broadway en la década del 80 y apeló a canciones, coreografías y un elenco integrado por algunos grandes actores a los que sometió a una dirección rigurosa. La trama gira en torno a un director de cine bastante inmaduro, presionado para que comience a rodar un nuevo filme. Pero el hombre no tiene una sola idea. Lo rodean un grupo de mujeres, reales e imaginarias, que él supone que le complican la vida con celos, culpas e insinuaciones de sexo, mientras evita asumir la responsabilidad que le corresponde por sus decisiones.
Así como disfruto del Cine, disfruto de la buena música, razón por la cual, me gusta muchísimo ver musicales (ya sea en la pantalla grande, o en el teatro). Y desde que ví los trailers de "Nine" hace algunos meses atrás, agendé a esta película como uno de los estrenos más esperados del año para mí. La película está dirigida por Rob Marshall, quien anteriormente dirigió "Chicago", y así que seguramente noten ciertos puntos en común entre las dos películas, aunque no son completamente iguales. Una de las apuestas fuertes, sin dudas radica en el elenco, que está compuesto por varios ganadores de un premio Oscar: Daniel Day-Lewis (ganó dos premios Oscar a falta de uno), Nicole Kidman, Marion Cotillard, Judi Dench, Sophia Loren, y Penélope Cruz. Kate Hudson y Fergie, también tienen bastante participación, pero ninguna ganó un Oscar. Quienes vieron los trailers, conocían de qué se trataba la película, o minimamente leyeron algún artículo o nota sobre la misma, saben que tiene gran relación con Italia, y con su idiocincracia. Lo cual me fascinó! Ya que tengo una estrecha relación con aquel país europeo, y sin dudas, me gustó muchísimo escuchar temas como "Quando Quando Quando" o "Io Baci, Tu Baci", ver que Daniel Day-Lewis (Guido Contini) manejaba un Alfa Romeo o que el mismo personaje principal, Guido Contini, tuviera la personalidad justa. "Nine", además de ser un muy buen musical, es la oportunidad de verlo al gran Daniel Day-Lewis nuevamente en la pantalla grande, lo cual no sucede tan seguido como (yo) quisiera. Y si algo le faltaba a este actorazo, era hacer un musical, y animarse a cantar. La verdad que antes de entrar a ver la película, dudé un poco acerca de si iba a cantar bien o no, y la verdad que me sorprendió! Ojo! con esto no quiero decir que mañana ya podría sacar su propio disco, pero canta bastante bien! Al parecer no hay nada que Daniel no haga bien, si de actuación hablamos, sólo habrá que esperar a ver si algún día se anima con el baile también... El acento italiano que le imprime Daniel Day-Lewis a su personaje Guido Contini, es otra cosa para destacar, ya que es simplemente genial! Y demuestra con esos "pequeños" detalles porqué es el actorazo que es. En cuanto a los temas musicales que vamos a poder escuchar y ver (ya que cada uno tiene su correspondiente coreografía e historia) a lo largo de la película, puedo decirles que están muy bien relacionados con lo que va pasando, y me gustaron mucho. En especial "Cinema Italiano" interpretado por Kate Hudson y "Be Italian" de Fergie, que tienen su correspondiente remix al final. Para finalizar, durante los créditos del final, podrán ver algunas imágenes del "Behind the scenes" de la película, en donde vemos a Daniel Day-Lewis, y a cada una de las actrices practicando las distintas escenas. Lo cual fue una linda sorpresa, porque siempre me gusta que los créditos sean amenos, y "entretenidos" dentro de lo posible. "Nine" es una película que me encantó, y que seguramente esté entre mis favoritas, más allá de su éxito o fracaso, me ofreció durante dos horas, todo lo que quería ver y escuchar, y eso vale mucho más que el precio de la entrada o de un dvd. Pero teniendo una visión un tanto más objetiva, creo que es un buen musical, que principalmente logra entrelazar muy bien la historia con cada una de las canciones. Si disfrutan del género, saldrán más que satisfechos! ;) DATOS CURIOSOS: Originalmente Javier Bardem iba a interpretar a Guido Contini, hasta que Daniel Day-Lewis tuvo la maravillosa idea de mandarles un video de él cantando a los productores, lo cual les fascinó y lo terminaron eligieron como protagonista!! :D "Nine" es la versión cinematográfica del musical de teatro que lleva el mismo nombre, y que está inspirado en "Otto e mezzo", película de Federico Fellini.
Hace 10 años decía lo mismo que el 90% de la gente “no me gustan los musicales”, pero con el tiempo, y por culpa de Moulin Rouge aprendí a valorarlos y ahora hago lo posible para no perderme ninguno. Chicago fue un buen musical en el cine, no superior a Moulin, pero si lograba aprovechar el salto de las tablas a un teatro. Visualmente era muy bueno y estaba muy bien filmado. Nine al ser del mismo director, generaba en mi un interés mayor. Pero lamentablemente Nine es para olvidar. Es aburrida, no tiene historia, no tiene eje, las canciones son aburridas, no se entiende semejante elenco, se hace lenta, no hay buenas coreografías... Hasta podria decir que Marion Cotillard me salvó de quedarme dormido un viernes por la noche... tarde definitivamente para ver Nine en una butaca cómoda. Marion tuvo la suerte de tener una canción con ritmo y su presencia y fuerza hace que uno se despabile de todo lo que vió previamente. Nicole Kidman está como si fuera de porcelana o abotoxonada demasiado... definitivamente perdió “la sal” y cada vez es más desabrida. Penélope Cruz demuestra que es una muy buena actriz.... solo con Almodovar. Kate Hudson está bien, canta y se mueve muy bien, podrá lograr el 2º lugar. Daniel Day Lewis está muy bien, como es habitual, pero no alcanza para un buen promedio final. La fotografía y las tomas de los musicales son muy buenos, y realmente lo tengo que destacar, pero obviamente falta el relleno Nine podrá haber sido mucho mejor, pero casi es para ponerla a la altura de “Los productores”, uno de los musicales más aburridos que tuvo el cine de este siglo. Una lástima.
La pasión y los sueños no aparecen El director Rob Marshall se propone revisitar el mundo cinematográfico y personal plasmado en 8 y 1/2. Números de baile fastuosos y un reparto de prestigio en un film vacío de sensibilidad, en el que ninguna escena escapa a la corrección. Del cine a Broadway. Y de Broadway al cine. La fuente de origen se vuelve obligada para la nota: 8 y ½ (1963), de Federico Fellini. Uno de los títulos mejores del director italiano, y también uno de los mayores de la historia del cine. No supone riesgo tal corroboración; en otras palabras: valdrá la pena recordar, una vez y otra, el nombre del querido Federico, capaz de evocar una manera de hacer cine que, por personal y ensoñadora, sabe ser irremplazable, en el marco de una cinematografía -no sólo italiana que añora poesía semejante. Tan profunda es su huella en la pantalla grande. Tanto como el peso emotivo que embarga a generaciones de espectadores. El film emblema de Federico Fellini ahonda en el mundo creativo de un director de cine (Guido Anselmi) dispuesto a su obra próxima. Lo agolpan productores y chismes de periodismo. Pero, también, 8 y ½ es plasmación de un realizador atrapado en su propio mundo. El de sus sueños. Es Marcello Mastroianni quien interpreta. El actor tantas veces elegido por Fellini. Como si, en última instancia, Fellini se filmase a sí mismo, atrapado en este espejamiento que podría resolverse con una de las tantas máximas que nos ha legado: "la única vida real es el mundo de los sueños". Si 8 y ½ tiene o no que ver con la vida de Fellini, poco importa. Será motivo de desvelo para quienes no se permitan perderse en su encanto. Ahora bien, en Nine es Daniel Day Lewis quien compone a Guido. Otro actor extraordinario. Y el desfile femenino es deslumbrante. Allí donde interpretaran actrices bellas y magníficas como Claudia Cardinale y Anouk Aimée, aparecen ahora, respectivamente, Nicole Kidman y Marion Cotillard. Más otros nombres tanto o más sonoros, entre los que destacan, por calidad compositiva y capacidad de comunicar, aunque sea, un ápice de sensibilidad, Penélope Cruz y Judi Dench. Porque lo que luce desde el desborde y la megalomanía -algo por lo demás habitual en el realizador, Rob Marshall, responsable también de Chicago y de esa gran tarjeta postal vacua de título Memorias de una geisha adolece, valga la paradoja, de alma. Sobre todo, de alma felliniana. Vale decir, el invitado principal es el primer ausente. Nada hay en Nine que pueda emular o siquiera recordar el espíritu fílmico de Federico Fellini. ¿Y en qué consiste esta ausencia? Habrá que buscarla en Federico. En sus sueños de una Roma como sólo él pudo filmar (ambos términos -filmar, soñar son análogos dentro del mundo de Fellini), mientras que Nine necesita de la palabra de Sophia Loren para poder expresarlo pero, eso sí, no sentirlo. Nada hay en esta producción fastuosa acerca de la mirada incorrecta y satírica del realizador italiano. Otra vez, entonces, el recurso de la palabra. Como en el caso de las referencias de Nine a la religión católica, por lo demás correctas, medidas y, aunque casi graciosas, incapaces de provocar molestia, rasgo todavía intacto en cualquiera de los films italianos. Además, en el cine fellinesco no se practican moralismos ni prédicas que aleccionen, sino sólo el divertimento peligroso de los sueños. Este riesgo, está claro, queda ignorado por la frivolidad de Nine. Es decir, la mirada supuestamente crítica sobre la religión o la industria misma del cine ("los productores tienen prohibida la entrada aquí", dirá la vestuarista que interpreta Judi Dench) no son más que elementos decorativos y vacíos. En Nine hay mucho escenario vacío de alma, pero lleno de lucecitas y lentejuelas, mientras que en Fellini era la farsa el corazón mismo del relato. Tanto es así que la música original de Nino Rota permanece hoy intacta, con una frescura imposible de emular, aún cuando mucho haga en su contra la utilización indiscriminada y torpe de la televisión. Parafrasear el último título de Federico Fellini podría servir al contenido de esta nota. Porque lo que brilla por su ausencia en Nine es, justamente, la voz de la luna. Sí podrá encontrase un número de baile más espectacular que otro. Pero todos a la manera del espectador teatral. Con un escenario en el que la cámara no se permite ingresar. Sólo observar. Nunca participar. Mucho lujo, mucho cuidado escénico, pero nada del circo de la vida con el que Fellini nos propuso escapar para siempre.
La película de las estrellas El musical de Rob Marshall cuenta con un elenco súper: Daniel Day Lewis, Nicole Kidman, Penélope Cruz, Sophia Loren, Kate Hudson y más. El film desborda en glamour, pero no tiene nada que ver con "8 y 1/2", de Federico Fellini. Por nombres propios, por despliegue visual y por inversión, "Nine" llega a la cartelera porteña con mucha pompa y hasta se la mencionó como una de las películas del año. De lo primero no hay duda; de lo otro, tampoco. Es que el film satisface más por los ojos que por la cabeza y los oídos. El avezado Rob Marshall, conocido por "Cabaret" y "Chicago", decidió tirar la casa por la ventana y armó un elenco galáctico para este film musical inspirado en "8 y 1/2", el recordado clásico de la dupla Fellini-Mastroianni, de 1963. Aunque recaer en una comparasión sería un craso error. Aquí, aquel papel del gran Marcello lo encarna el indiscutible Daniel Day Lewis, rodeado de un séquito de beldades: Penélope Cruz, Nicole Kidman, Sophia Loren, Kate Hudson, Judi Dench, Marion Cotillard y la cantante Fergie. Con un marco ambicioso, "reloaded", y un argumento sencillito, la trama gira en torno a Guido Contini (Daniel Day Lewis), un cineasta petulante, mujeriego, quien, luego de arrastrar dos fracasos tiene la obligación de reivindicarse. Pero lo acecha un insistente bloqueo creativo que lo paraliza, lo transforma en un ser paranoico y huidizo. Encima, presionado por los tiempos y por un productor insistente, sufre (y disfruta) del múltiple acoso de las mujeres de su fluctuante vida. En ese peregrinaje, aparecen su amante, en la piel de una Penélope Cruz fatal, que alterna buenas y malas a la hora de cantar; luego una periodista de revista de glamour, que interpreta Kate Hudson, que sorprende -por lo flojo- de su segmento musical "Cinema italiano". La veterana Judi Dench vuelca su sabiduría en el set como la confidente vestuarista de Contini. Nicole Kidman personifica a la musa del director: tiene nombre escandinavo, lo que podría resultar un homenaje a Anita Ekberg. Da la sensación que Nicole, en su breve participación, está desperdiciada. Fergie, integrante del grupo Black Eyed Peas, desparrama toda su sensualidad en esa prostituta que sale bien parada, sobre todo en la faceta musical. No pasa desapercibida Sophia Loren, que personifica a la dominante "mamma" de Contini, aunque lo más importante es su sola presencia. Marion Cotillard, conocida por su soberbia y recordada labor en Piaf. La francesa, por sobriedad, caudal vocal y justeza, es la que redondea una sólida labor. Finalmente, a Daniel Day Lewis le basta con su carisma y presencia escénica para no defraudar, aunque dio la sensación que podía haber dejado algo más sustancioso en materia musical. Llamativamente, el británico Day Lewis fue la segunda opción, ya que Marshall le había ofrecido el papel a Javier Bardem, quien se bajó sin dar muchas explicaciones (ya había dejado colgado a Francis Coppola para "Tetro"). "Nine" es de esas películas que llaman la atención y despiertan la curiosidad más por su cáscara que por su contenido. En tiempos en que los musicales no abundan, bienvenido éste, que tuvo su premiada versión teatral con Antonio Banderas como protagonista. Además de insistirse en la subyugante puesta, amerita pagar la entrada la amplia gama de diosas, mientras que "ellas" disfrutarán del galán maduro Daniel Day Lewis.
Desastre del desastre. Borges, sobre Borges para millones: era una sarta de disparates. Me llevaron a un estudio, me hicieron sentar en un sillón y me anunciaron: "Ahora usted va a ver pasar sus fantasmas". Yo no tengo fantasmas, les dije. "Sí, sí —me insistieron— esos fantasmas que recurren en su obra". Y entonces me dijeron que había un señor disfrazado de bucanero, otro disfrazado de vikingo, otro disfrazado de compadrito y una mujer disfrazada de odalisca, que representaba el libro de Las Mil y Una Noches. Y esos... no sé... giraban... y yo tenía que mirarlos. "No ponga cara de asombro" me dijeron. "Sí —dije yo— estoy efectivamente asombrado y me retiro inmediatamente. Qué tengo yo que ver con esta murga". Me levanté y me fui. Citar a Borges para la crítica de esta bazofia "oscarizable" parace ser demasiado. Pero la verdad es que mientras veía Nine, una película basada en la obra homónima de Broadway ganadora del premio Tony que a su vez se basa en el clásico de Fellini, 8 1/2, no podía dejar de recordar al célebre escritor. Todo lo que tenía de sutil la película de Fellini está exagerado aquí. O mejor dicho, banalizado. Desde el bloqueo creativo de Guido Contini (Daniel Day-Lewis, que para hacer su papel sólo tuvo que pensar en qué estaba trabajando), un director italiano cuya relación con las mujeres siempre fue significativa para su obra y su vida. En el enfoque del musical de Broadway/Marshall cada relación con una mujer adquiere aires solemnes insoportables. En 8 1/2 hay una secuencia (memorable, como toda la película) donde Guido, en un sauna, "doma" a sus mujeres. Es cómica e ingeniosa. La música es importante (cómo olvidar los compaces de Saraghina en medio de la rebeldía...) es más: 8 1/2 es musical. Nine, en cambio, arranca con Kidman, Cruz, Hudson, Fergie, Dench, Cotillard y Sofia Loren mirando con cara de pavas (pero ojo, una mirada con reproche incluído) a Guido. La falta de imaginación a pleno. Es más, pareciera que la revolución estética del film de Fellini sólo incluye un par de anteojos y sacos (que, por las dudas, se encarga de repetir infinidad de veces una canción) y los sets a medio terminar. ¿Los sets? En Nine utilizan siempre el mismo pero con distinta iluminación. Ok. La película está basada en la obra de Broadway más que en 8 1/2. No veo, entonces, por qué no puede tener canciones memorables. Para más datos: La canción más "pegadiza" es un injerto innecesario de los guionistas (entre ellos, el fallecido Anthony Minghella) sobre una periodista de Vogue (bueno, la película tiene tanta trascendencia como una tapa de revista de modas) que, claro, seduce a Guido, y repite "Cinema italiano" hasta que nos entre por los poros. Ah, y más vale que se acostumbren a la gracia de esta película (y a la sutileza), porque, como "il cavaliere" italiano, parece que si uno es italiano (y no tiene bigotes y no es Mario Bros) es un latin lover. Y sino, queda claro con la canción "Be italian" (otra de las "mejores": ¡qué nivel!) que se encarga de repetirlo, también, infinidad de veces. Hay, claro, panderetas. Y chicas que gritan "hey". Todo tan italiano como Aldo Raine hablando con Hans Landa en Bastardos sin gloria. Y si hablamos de acentos, el efecto "teléfono" del tema "A call from the Vatican" que introduce el personaje de Carla (o Penélope Cruz) suena terriblemente a auto-tune. Y ya que está, Claudia Cardinalle era 100% más sexy que Penélope Cruz haciendo acento italiano en inglés. Ah, en Nine son todos ganadores del Oscar (o nominados). Y la dirige Rob Marshall (director del musical que le ganó el Oscar a El pianista y Las dos torres, Chicago). Mientras que por el lado de los actores Marion Cotillard lleva la delantera, no sólo porque es hermosa, sino porque la cámara asesina de Marshall (se viene un milagro) captura su belleza y la vuelve el único personaje más o menos real. El resto está para ser un adorno más. Adornos que a decir verdad, uno no puede apreciar mucho. El montaje es rápido. Quiere seguir el ritmo de la música. Y así termina por: (1) agotar al espectador y (2) mutilar cualquier escenario/coreografía/detalle que se encuentre en pantalla. No importa dónde está la cámara. Importa que se mueve. Así como tampoco importa qué hacen los actores en pantalla. Importa que están. Así tenemos a una inexplicable Sofia Loren que parece moverse sólo con ayuda de otra persona delante (así lo demuestra cada vez que extiende los brazos como imitando a la criatura del Dr. Frankenstein). Nine no tiene mucho cerebro. Aunque a fin de cuentas, tampoco le importe demasiado a su(s) realizador(es). Ahí lo que prima es la estética. Lástima que para apreciar la estética, también tiene que haber algo de contenido que nos haga querer ver toda la película. Es el travesti del 2009 en el cine.
Un musical atrapante con sabor italiano A la vida del director Guido (Daniel Day Lewis) parece habérsele acabado el rollo de película cuando está punto de comenzar su nueva producción: Italia. Rodeado de un explosivo panorama femenino, él intentará buscar la inspiración y su propia salvación. Ambientada en el histórico estudio 5 de Cinecittá, en Roma, iluminado por las apariciones fantasmagóricas de sus mujeres, Nine recupera la memoria del cineasta Federico Fellini y su creación 8 y ½ (con Marcello Mastroianni y Giuletta Masina) y está basada en el musical homónimo de Braodway. El espíritu de fantasía musical es recuperado, recreado y trasladado a la pantalla por Rob Marshall (Chicago) con los mejores recursos cinematográficos que se instalan en una puesta deliberadamente teatral, al mejor estilo All tha jazz, de Bob Fosse. Sin grandes pretensiones, entrega un producto visualmente potente y lúcido, que transpira lujuria, inspiración y conflictos del corazón, además de ser una inspirada mirada al mundo del cine dentro del cine. Las piezas femeninas (impactantes cuando aparecen en las primeras tomas) de este rompecabezas son su amante Carla (Penélope Cruz); su esposa Luisa (la excelente Marion Cotillard); su musa inspiradora (Nicole Kidman); su diseñadora de vestuario y amiga (otra vez impagable Judi Dench); una periodista de Vogue (una irreconocible Kate Hudson), una instructiva prostituta de su niñez (Stacy Ferguson) y su madre (Sophia Loren). Todas habitan de alguna u otra manera en la cabeza de este realizador de ficción preocupado por su próxima película y con el corazón en standby. Todos están magníficos en sus roles y resulta una gloria ver a Sophia Loren, con su gran presencia en la pantalla grande. Al menos, Guido no tiene motivos como para quejarse y gritar "Acción!".
En algún momento cuya exactitud no defino no por impreciso sino por que prefiero olvidar a esta película cuanto antes, el “atribulado” personaje de Marion Cotillard (Luisa) tiene una “sensible” y “profunda” discusión con su también “atribulado” esposo, el director de cine interpretado por Daniel Day-Lewis (Guido, nombre inolvidable tras oírlo unas quinientas veces a lo largo de las dos inacabables horas de metraje). Con el hermoso par de ojos refulgurantes que ni siquiera la pésima mano de ese pésimo director que es Rob Marshall puede arruinar, supuestamente cargados de lágrimas más de ira e impotencia que por tristeza, ella le espeta un “dardo” venenoso que funciona como broche de oro para el ida y vuelta de reproches y sinceramientos voraces: “Sos como un estomago, y si dejás de ser voraz, te morís”. La frase, quizá la más estúpida, hueca e incoherente que recuerde, funciona a la perfección como síntoma del insulto al cine y a la inteligencia del espectador que es Nine. Enterrada varios metros bajo una capa de gravedad tan grande como todo elemento del planeta Marshall (a no confundir a Rob con Frank, un experto en la creación de cine pochoclero más respetuoso de la esencia del entretenimiento y la alegría del cine), la película narra el derrotero de Guido Contini, director de cine que ha filmado una sucesión de bodrios que ponen en tela de juicio su pertenencia al circulo del éxito y talento en el que la prensa y el público lo había colocado (¿alguien dijo Rob Marshall?). Bloqueado, sin ideas, con la maquinaria industrial funcionando en su esplendor para rodar una película cuyo guión del que ni siquiera tiene un renglón, busca inspiración en las lejanas tierras del mediterráneo. La “trama” gira en derredor a su vida marcada por la fuerte presencia femenina que, desde su madre hasta su actual esposa y amante, no ha dejado de perseguirlo. ¿Thriller psicológico? No, qué va. ¿Drama lacrimógeno patinado con una bruta capa de misoginia? Ojalá. Nine es la recopilación de esas mujeres pertenecientes al universo Contini que, cual prostitutas en pasillo de cabaret, desfilan una tras a la espera que el espectador-cliente opte por una de ellas. Allí está su madre encarnada por Sophia Loren, a quien el obnubilado Marshall mitifica y adora deteniendo cualquier vestigio de narración o movimiento de cámara en pos de iluminarla y contemplarla, encandilado por la presencia de la italiana. Está su mujer, la ya mencionada Cotillard, para quien su número musical funciona como liberación de la opresión marital. La prostituta que marcó el inicio de Contini en la vida sexual también tiene su lugar de la mano de Fergie, quizá la única que supere el bochorno más por tenacidad y garra propia que por el pulso de Marshall: es inevitable ver el cuadro de la periodista de la revista Vogue que interpreta la siempre luminosa Kate Hudson, sin recordar la chatura escenográfica, la pobreza artística y coreografía de un estética propia de Susana Jiménez (hasta los bailarines, estoicos e invisibles ante la atención de la estrella, remiten a los inefables susanos). Y así se suceden una tras otra, episódicas e indiferentes, escenas donde todos bailan con ínfulas de Apocalipsis inminente. Todos retratados desde la frontalidad del proscenio, a media altura, con el ojo electrónico desplazándose de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. El eje vertical, el plano picado y el contrapicado son sólo conceptos teóricos que el director parece desconocer. Ultimo párrafo para Penélope Cruz y un comentario puramente machista: el cuadro musical de la española tiene la única función de calentar a la platea masculina, objetivo que no sólo logra sino que lo hace con creces. La cuestión es la forma embustera con que lo consigue: vestirla de portaligas, dándole una soga para que frote su sexo, haciéndole un plano cuasi-quirúrgico rayano con lo pornográfico a la porción de tela que cubre su vagina al tiempo que la “canción” (demás está decir que es apenas un susurro cachondo) reza algo así como “te espero con las piernas abiertas”, primeros planos de la lengua lambeteando; bastante poco para una película de las ambiciones de Nine. Para escenas eróticas, vean el streap tease de Vanessa Ferlito en A prueba de muerte, donde el espectador se calentaba a fuerza de la trabajosa labor de la imaginación a la que nos inducía Tarantino y no por la pura trampa, simplismo y misoginia de este director, el Marshall fallido.
¿Por qué Rob Marshall abandonó las tablas como coreógrafo y director teatral para dedicarse a la dirección cinematográfica? No es una pregunta retórica. Realmente quiero saberlo. Hay directores que supieron dar ese salto y salieron indemnes: supieron diferenciar uno de otro medio, saben poner la cámara, armar un plano, un cuadro y distinguir una estética de otra. Especialmente dirigir actores. Pero Rob Marshall parece que sabe poco o nada de cine. Casos: Sam Mendes, Mike Nicholls o ni hablar de David Mamet. Pero no Marshall. Definitivamente no sabe narrar, no sabe darle personalidad a una película y se aferra a todos sus conocimientos escénicos y a la influencia de Bob Fosse. Influencia, mal interpretada vale aclarar, además de una intuición bastante floja para elegir los elencos, basado más en un nombre, que en el hecho de que esa persona SEA la correcta para dicho rol. Se cree que por agarrar la posta de Fosse en Chicago, puede ser Fosse, y está lejos. Una dimensión de distancia. Mientras que Fosse tenía de vida, volumen, sentimientos, personalidad, controversia, lirismo a sus películas, Marshall se queda con los aspectos más superficiales. Posa sus películas en los hombros del australiano Dion Beebe para la fotografía, la dirección de arte de John Myhre y el vestuario de Coleen Atwood. ¿Algo más? El elenco, hace el resto de la publicidad. 8 y Medio de Fellini es una declaración de amor al cine y las mujeres. Es la dicotomía del pensamiento de un director y sus fantasías por complacer sus impulsos y la de los demás. Esta propuesta reflexiva y semi autobiográfica de Fellini, impulsó a dos grandes cineastas a recrear 8 y Medio, a medida de su personalidad y sus filmografías. El primero fue Bob Fosse, quien en 1979 con All That Jazz creo su propia versión (también musical) de 8 y Medio. Un director de cine y teatro, que quiere abarcar sus pasiones (cinematográficas y teatrales) y al mismo tiempo poder conformar a sus esposas y amantes, lo que lo lleva a enfermarse seriamente. No muy distinto a lo que le pasaba al personaje de Mastroianni en la película de Fellini. Pero con la personalidad, la gracia, el desafío con que Fosse encaraba cada proyecto. Pero esa no fue la primera adaptación del director de Cabaret al mundo de Fellini. Su ópera prima, Sweet Charity con Shirley Maclaine estaba inspirada en Las Noches de Cabiria. Pero, Fosse entendía a Fellini y sabía como diferenciarse. En 1982, llegaría una visión mucho más similar a la fellinesca, en cuanto a lo estructural e incluso estética: blanco y negro, flashbacks, etc. Se trató de Recuerdos. Una visión completamente humorística de 8 y Medio escrita y dirigida por Woody Allen, donde obviamente, él se interpretó a sí mismo con el tono paródico que la caracteriza, pero con un verdadero amor cinéfilo hacia Fellini, sin por ello hacerlo obvio. Pero Nine, empieza con Recuerdos, sigue con 8 y Medio y amaga en el final imitar a All That Jazz. Sin embargo no lo logra. Se queda a mitad de camino. Justamente los finales de las dos últimas son maravillosos, históricos, conmovedores. De lo mejor de la historia del cine. Pero Marshall decide unir estas tres obras en una para construir un collage muerto, sin vida, sin sentimientos, sin coherencia. El amor del protagonista por el cine, a pesar de las citas cinéfilas extranarrativas, queda injustamente relegado, debido a las telenovelescas relaciones románticas. Los despliegues musicales están poco inspirados. ¡Todos los números suceden en un escenario! Y la cámara nunca se aleja del eje del público. Todos los números alternan con la realidad de Guido en un montaje previsible, monótono, rutinario. Marshall le agrega un glamour forzado, impuesto. El acento italiano, y las palabras italianas que vuelan, acompañadas por la geografía romana es tan artificial como los japoneses (chinos y coreanos) hablando en inglés de Memorias de una Geisha, que a comparación de Nine, por lo menos era más vistosa e inspirada en la puesta de cámara, sin números musicales previsibles. Y el final es lo más frío y austero, pero en un pésimo sentido que haya visto en mucho tiempo. Nada suena real en Nine. Desde la primera escena donde aparecen todas las actrices juntas algo hace ruido. Y cuando Marshall parece no saber de que agarrarse para que el espectador siga enganchado, mete números, vira la estética a blanco y negro, más por una justificación cinéfila que por otra cosa. La falta de imaginación es alarmante. Sí, el fanático de Fellini, sabrá hallar decenas de citas durante el metraje, especialmente a La Dolce Vita y Roma. Sí, suenan acordes similares a los de Nino Rota, pero no. Marshall no es Fellini, no es italiano y definidamente no tiene a Rota detrás de la banda sonora. El homenaje a lo “italiano”, se mantiene en lo superficial y lo vox populi. ¿Por qué Sofia Loren cayó tan bajo? Sí, verla cantar es un placer, pero tengo vergüenza por observar como es solo un ícono más de la idea que Hollywood tiene del cine italiano de los ´60s. Miren La Princesita que Quería Vivir de Wyler, si quieren ver un digno homenaje a Roma Por momentos densa e inconexa, el guión del finado Minghella y Tolkin tiene bastantes arbitrariedades y subtramas que no cierran (la de la periodista de Vogue, la relación con el productor). Además de personajes e intérpretes mal aprovechados. Daniel Day Lewis demuestra que la comedia musical no es lo suyo. Mientras Mastroianni trataba de ser austero y tímido al igual que Woody Allen, Lewis es eufórico, sobreactúa, demasiado gestual. Quizás Antonio Banderas, que interpretó el personaje en Broadway era mejor opción. Por algo no aceptó. El elenco femenino sobre sale un poco más. Marion Cotilliard se lleva todos los aplausos en la única interpretación creíble y moderada del elenco, además de deslumbrar en un número musical donde no se destaca la puesta en escena. Judi Dench, brilla, pero su personaje no alcanza a tener la profundidad y participación que merecía. Kate Hudson es sensual, se mueve y canta bien en un personaje que no debió estar siquiera. Nicole Kidman pone su grano de arena, pero aparece desaprovechada también. Lo mismo que la Loren. El desparpajo es Penélope Cruz. Excepto con Vicky Cristina Barcelona y La Elegida, nunca pudo amoldarse al cine estadounidense, y si, en las anteriores se destacó era porque interpretaba a una española vista con ojos españoles (Woody Allen no es estadounidense) A pesar de moverse bien y mostrar su voluptuoso cuerpo, da pena verla tan mal, a comparación de los trabajos que hace con Almodóvar. Por más que quiera ocultar su acento español con un inglés con acento italiano, no le sale, por lo tanto cada frase que dice, suena risible para el oído de habla hispana. La cantante Fergie, sale mejor parada en su número, gracias a que Marshall logra copiar meticulosamente, cuadro por cuadro, se podría decir, el flashback de Guido con la prostituta Saraghina en 8 y Medio, y combinarlo con la coreografía de “el tango de las celdas” de Chicago. No muy inspirado, pero sin duda el mejor momento de la película, además de que “Be Italian” es también el mejor tema de la obra. Poco y nada para destacar. El despliegue técnico no sobresale tanto como la primer obra de Marshall, en donde por lo menos el guión de Bill Condon era superior, y todavía se respiraba la influencia de Fosse. Nine es un híbrido, en cambio, una película que como la película que dirige Guido Contini está destinada a ser olvidada y nunca debió hacerse. Una falta de respeto al cine italiano, de Fellini y de Fosse. No se trata aún así de una película mala, que no pueda llegar a gustar a un público no demasiado exigente. Al igual que las obras anteriores de Marshall el paquete es atractivo y está bien armado. Pero a un cinéfilo no se lo puede engañar. “Al final de cuentas, un director es aquel que solo debe decir “sí” o “no” a lo que le pregunten” dice Lilli (Dench) en un momento. Eso no es dirigir para mí. Aunque parece que sí debe ser la opinión de Marshall. Es por esto que debería haberse quedado en el mundo teatral y no saltar al cine, para caer al vacío. Como diría San Martín: “Serás lo que debas ser o serás nada”.
Había una vez una película de Federico Fellini llamada 8 ½ , producida en el año 1963. La misma se inscribía como una obra desdoblada, en donde el film aparecía en el film, que se reflejaba sobre si mismo. Ya desde su título nos encontrábamos ante una clara referencia al cineasta: 8 ½ , la obra que se situaba entre la octava y la novena realización de Fellini. A lo largo de toda la película había una sucesiva deconstrucción de la realidad que sumada al desplazamiento de la mirada distanciaba al espectador de los personajes. Porque la obra estaba conformada por fragmentos, recuerdos, proyecciones internas, etc. No había continuidad narrativa, o al menos era asiduamente interrumpida por los sentimientos de los protagonistas. Fue así como 8 ½ se convirtió en una de las películas más impresionantes y apabullantes de la toda la historia y metáfora absoluta sobre lo que el cine es. Por ello, no fue para nada extraño que en 1982 se estrenara en Broadway la versión teatral, con libro de Arthur L. Kopit y música de Maury Yeston titulada Nine y protagonizada por el actor Raúl Julia. El éxito de esta producción devenida en musical provocó a su vez una nueva versión, ahora cinematográfica, que nos llega de la mano de Rob Marshall, director de Chicago y Memorias de una Geisha. Nine nos cuenta a cerca de Guido, un director de cine angustiado y bloqueado ante la presión de crear una nueva obra que lo aleje de sus últimos fracasos y vuelva a consagrarlo como artista. Perseguido por productores, guionistas, actrices y periodistas debe lidiar también con sus crisis personales. Su debilidad por las mujeres será a su vez, problema y solución a su bloqueo creativo. Protagonizada por Daniel Day Lewis este musical es impactante, no solo por la ostentación del vestuario, de la escenografía, de las luces, de las locaciones, sino también por el desfile de primeras figuras femeninas que dan vida a las “mujeres de Guido” que van desde Nicole Kidman hasta la cantante Fergie, o de Penélope Cruz a la mismísima Sofía Loren. Como en todo buen musical, los momentos dramáticos más importantes se resuelven mediante cuadros musicales, y aunque si bien es cierto que todos son visualmente soberbios algunas canciones se notan bastante impuestas, como forzadas a dar sentido a una obra que se pretende caótica y desordenada. Por supuesto que mucho menos confusa de lo que fue 8 ½ , Nine posee una estructura más clara, despojada ya de sus elementos surrealistas, por lo que resulta mucho más accesible al espectador tipo. Day Lewis es lo suficientemente brillante no solo para crear a un Guido convincente, de quien cualquiera de nosotras podría enamorarse, sino que también lo es para no caer en torpes imitaciones de aquel primer e inolvidable Guido que interpretara nada más ni nada menos que Marcelo Mastroianni. Rob Marshall homenajea implícita y explícitamente a Fellini en muchas de sus escenas, y aunque ciertos aires felinescos se pueden respirar a lo largo de su película, aunque en ciertos momentos los personajes hablen un poco de italiano, aunque se intenten rescatar el glamour y el estilo romano -creados a fuerza de creaciones cinematográficas de los años `50 y `60 principalmente- un viento seco y cálido, tal vez semejante al Siroco, pero proveniente de las colinas de Hollywood termina invadiéndolo todo. No al punto de ya no poder respirar y caer en el sopor, pero si de añorar una y otra vez a los verdaderos maestros italianos: Federico, Marcelo…
Es difícil catalogar a un film como Nine, Una Vida de Pasión, una obra que ha dejado en mí más interrogantes que certezas. ¿Es un musical? ¿Un homenaje al director Federico Fellini? ¿Un relato semi-biogràfico? ¿Una libre inspiración del film 8 ½? Luego de aceptar y sumergirme en la experiencia de ver Nine…, he quedado con la impresión de haber visto dos films contenidos en uno, con marcadas diferencias, resultado de una muy pobre conjunción entre lo que podríamos diferenciar como una narración musical y una cinematográfica. ¿Pueden plasmarse ambos tipos de relato?. Claramente si, muchos films musicales ya lo han logrado, sin ir màs lejos, el anterior de Rob Marshall: Chicago. Tanto Nine como Chicago han sido obras musicales estrenadas en Broadway, exitosas ambas. Pero en Nine, algo no ha funcionado, quizás esa fusión. Partimos de un director de cine italiano, denominado Guido Contini (Daniel Day Lewis), en un acto donde nos dan a conocer bajo un acto musical a un grupo de mujeres que entra de maduro, han de tener que ver algo con su vida, entre ellas, actrices de la talla de Sophia Loren, Judi Dench, Nicole Kidman, Penelope Cruz, Marion Cotillard, secundadas por Fergie, la cantante de Black Eyed Peas o Kate Hudson. La agilidad que teníamos en Chicago, aquí se ve debilitada, donde los números musicales no son “en” función del film, si no, apartados videoclips, uno para cada protagonista femenina, algunos inclusive con estilo MTV, rondando lo ridiculo. El mensaje de “ser italiano” como si esto fuese una moda. El tema “Cinema Italiano”, el más desechable de todos, a cargo de Kate Hudson. Contini pasa todo el tiempo queriendo concretar una nueva obra luego de sus ultimos dos flops cinematogràficos, intercalando entrevistas punzantes de las que sale aireoso, sus escapadas con amante, una vida glamorosa, que tanto Marcello Mastroiani ha demostrado bajo la dirección de Fellini en films como La Dolce Vita y 8 ½. El problema de Contini, es que no comienza a rodar su film para el cual cuenta con una amplia producción y equipo de trabajo, al igual que en 8 ½, la experiencia se convierte en una pesadilla para el director - a quien en su momento Fellini se habría autoreflejado -, no hay rodaje por que no hay guión, ni una musa inspiradora como antes, no hay visión, bloqueo de autor. El Guido Anselmi de 8 ½ es Mastroiani haciendo de Fellini, y ahora el Guido Contini de Nine es Daniel Day Lewis haciendo de Mastroiani y Fellini al mismo tiempo. Federico Fellini ha sido uno de los mejores directores en la historia del cine mundial, surgiendo del movimiento neorealista, junto a Visconti y De Sica, si bien, un tipo de estilo, glamour, inadvertiblemente podría pasar por un mundo como es el de la publicación Vogue. Pensar que el tipo era un mujeriego tampoco sería novedad, sus films transitan esos aspectos una y otra vez, los rotos tabúes, controversia, su admiración excesiva por las mujeres voluptuosas y lo banal. Ha sido un director de repercusión mundial, de desencuentros religiosos y contado a su lado como esposa a la gran actriz Giulietta Masina con quien habría colaborado, aquí caracterizada gracias a Marion Cotillard (La Mome – La Vie En Rose), ampliamente el rol femenino más consolidado dentro del film, reminiscente a tantos otros ya vistos, con emotiva frialdad, un rol que acapara miradas siempre, la esposa que banca a su adultero esposo, ver si no, los pocos minutos ejemplares de Beatrice Straight en Network. Sophia Loren es la actriz más desaprovechada, sabiendo de su imponente figura, sin dialogos, utilizando únicamente su fina presencia con un abrir de brazos, como un fantasma, su madre, en recuerdos. Hay personajes que si luego de ver el film, recordamos sus participaciones bien podríamos decir que su presencia o ausencia dan lo mismo, no intervienen en el resultado final, sea Nicole Kidman, Kate Hudson o Fergie, en un rol cuasi cuadro por cuadro tomado de 8 1/2, rememorando a la infancia de Fellini. Penelope Cruz, es agil, nuevamente como una femme fatale, amante, demasiado estereotipada. ¿Qué destacar de Nine? El amor hacia el cine y el personaje de Fellini. Cada aspecto del film donde no nos encontramos con escapes musicales, son muy cuidados, con una fotografía, ambientacion y banda sonora reminiscente a los grandes trabajos de Nino Rota. Eso es el “sentir italiano”, donde parte del film lo ha sabido captar, donde el multifacético Daniel Day Lewis ha sabido sumegirse, y de donde lastimosamente el director Marshall ha demostrado alejarse por momentos. Nine es un film glamoroso, de ello no hay dudas, su calidad visual es ejemplar, tiene un elenco de estrellas inmejorable (mal utilizadas), tiene destellos de emotividad siempre que Lewis aparece en pantalla, su actuación es creible en su totalidad. Se desentiende el objetivo del film.
Amo los musicales. Y amo a Daniel Day-Lewis. Y les juro que quiero ser objetiva, pero no puedo. Traté de no crearme grandes expectativas antes de ver esta película y tal vez por eso es que me llevé más sorpresas de las que imaginé. Ante todo, Nine es un musical de Rob Marshall. No es el mejor, ni es una “remake” ni un homenaje a Fellini ni nada de eso, así que por favor, no vayan al cine esperando ver arte y vuelvan chillando porque vieron otro producto pomposo hollywoodense. Porque Nine tiene todo el lujo que se le puede pedir a un musical y más. Un elenco de diosas para todos los gustos y un protagonista que sigue siendo un sex-symbol. Sí, Nine es una película muy sensual. Y la verdad es que tiene muchas cosas objetables: salvo por el personaje protagónico masculino, las figuras femeninas parecen por momentos reducirse a un cuadro musical para cada una y nada más, se siente como que nunca llegamos a conocer a ninguna de ellas en profundidad. En especial sucede esto con el personaje de Kate Hudson, que no forma parte del musical original, y que acá no se entiende con qué propósito aparece, porque realmente si no estuviera la trama no varía en nada. También se podría decir que algunas secuencias musicales parecerían repetir estructuras estandarizadas ya en Chicago. Pero prefiero no focalizar en lo negativo, y por el contrario, realzar la belleza y la personalidad de esta película que tiene un ritmo muy particular, porque no avanza todo el tiempo sin descanso como Chicago, sino que se mueve a una velocidad muy dispar, conforme a las sensaciones del protagonista. Simplemente basta con prestar atención a la cantidad de veces que se pronuncia “Guido” (el nombre del protagonista) para darse cuenta que el centro de esta película es él, lo demás son complementos. Y Day-Lewis podrán decir que no está en su mejor papel tal vez, pero hace una excelente performance – sin dudas, mucho más digna que la de Richard Gere en Chicago. Incluso me atrevo a decir que algo del espíritu de Fellini hay en esta película. Quizás no necesariamente de 8½, pero en algún momento sentí ver (muy a lo lejos) alguna reminiscencia de La Dolce Vita – Guido huyendo en el descapotable perseguido por los paparazzi y una escena en una fuente con una blonda Nicole Kidman enfundada en pieles. Un punto elevado de la película: la actuación de la cantante Fergie. Si bien su personaje tiene una aparición muy breve, su cuadro es arrollador, tiene uno de los temas musicales más pegadizos y la voz y el imponente físico de la vocalista de Black Eyed Peas le aportan la fuerza y la cuota de sexualidad justa para el personaje que interpreta. Lo dije al principio y lo retomo al final: no puedo ser objetiva. Nine reavivó mi sueño de ser estrella de comedia musical. Les aseguro, mujeres, que no van a poder evitar sentir ganas de cantar y bailar como alguna (o todas) esas divas, porque además… ¿quién de nosotras no estuvo alguna vez en el lugar de alguna las mujeres de Guido? De más está aclarar que si los hombres quieren acompañar a sus chicas, no la van a pasar nada mal. Hay mujeres hermosas para todas las preferencias. Pulgares arriba para Nine, una de las grandes candidatas a los Oscar.
Daniel Day Lewis compone un excelente personaje, tanto en lo externo como en lo interno, en contraposición con Nicole Kidman, cuyo trabajo es bastante insípido y fácilmente olvidable. Pero, la historia...
UN MUSICAL CON POCAS LUCES Un gran elenco puede ayudar a que una historia logre cautivar el interés del espectador, también puede ser el complemento perfecto para que una narración se entienda y la misma cobre otro sentido, puede que gracias a las actuaciones a un film se lo designe como recomendable y hasta un actor puede quedar encasillado en un rol y con el paso de los años le cueste desprenderse del mismo. En “Nine” sucede algo muy curioso, el film tiene un elenco deslumbrante pero solamente dos de ellos logran destacarse, desnivelando totalmente las otras figuras y dejando una insatisfacción al terminar la función. Un famoso director de cine está por empezar el rodaje de su última película titulada “Italia”, pero lamentablemente no ha terminado, ni empezado, con la escritura del guión. La prensa lo persigue y seis mujeres lo van a arrinconar en un dilema por el verdadero amor y la vocación. Si bien hay dos actores que se lucen en todas las escenas en las que están presentes, hay otros que dejan un sabor amargo por su inexpresión y sus cortas apariciones. Daniel Day-Lewis, como el inquieto Guido, está muy correcto en todas sus apariciones. Su personaje está muy bien desarrollado y las emociones que el mismo presenta están muy bien interpretadas. Esto mismo sucede con la mejor actuación de la película, por parte de Marion Cotillard, en el rol más complicado, fuerte y emocional de la misma, que no solo presenta los mejores diálogos, sino que es la protagonista de las más interesantes piezas musicales de todo el relato, gracias a su increíble postura frente a la cámara y el realismo que libera con cada movimiento. Pero mientras los minutos van pasando y los fotogramas van corriendo, las regulares interpretaciones aparecen de la mano de: Nicole Kidman, a quien se le debía un poco más de protagonismo y una canción un poco más fuerte en presencia; Fergie, totalmente desalineada del centro de la historia; Sophia Loren; Kate Hudson, protagonista de un interesante musical, pero que no tiene conclusión ni introducción; Judi Dench, que hace lo posible por hacer de su personaje destacable y Penélope Cruz, que lamentablemente no logra salir del personaje sufrido y esquizofrénico que tan bien interpreta en las cintas de Almodovar. Buenas actrices pero muy descuidadas y desaprovechadas. La historia, que dura casi dos horas, se puede resumir en muy pocas lineas, por lo que lo que justifica la duración es el implemento de escenas largas, sin sonido, que en cierta manera descolocan al espectador del género y aburren. La cronología de los hechos es básicamente lo más interesante de toda la cinta. Cada uno de los problemas que Guido debe superar y principalmente la estética visual que estos momentos, presentan un despliegue narrativo que no complementa cada uno de los musicales. Aquí las canciones no forman parte de este desarrollo, sino que se ubican en sueños y pensamientos de los protagonistas, logrando así que cada una de estas pierdan interés e importancia. Hay tres canciones que son muy interesantes, por un lado “My Husband Makes Movies” y “Take It All”, las dos interpretadas por Marion Cotillard, la única que le pone el hombro a la situación, y por otro lado “Cinema Italiano”, el momento de Kate Hudson, que es muy divertido pero que no presenta conclusión alguna respecto al hilo narrativo central. Por el lado técnico el vestuario y el maquillaje son las dos características que más se destacan, el diseño artístico y cada una de las puestas en escenas son muy buenas. Lamentablemente esta no es la película que el elenco y principalmente el famoso musical de Broadway se merecían. Canciones poco interesantes, una historia aburrida y demasiado larga para su intensidad y un cast que en su mayoría no actua son los condimentos que hacen de este film un musical desaprovechado e insatisfactorio. Rob Marshall incursionó muchísimo mejor en el género en el film del 2002 titulado “Chicago”. UNA ESCENA A DESTACAR: “Take It All” y el desarrollo de toda la escena, el mejor momento de la película, con la actuación perfecta de Marion Cotillard.
Siguiendo con la nueva tendencia en Hollywood de adaptar todos los musicales de Broadway al cine ("Hairspray", "Chicago", "The Producers"), ahora es el turno de "Nine", la obra de teatro inspirada en el film "8 1/2" de Fellini. Cuenta la historia del director de cine Guido Contini, quien no consigue inspirarse en el guión y creación de su nueva película. El director de "Nine", Rob Marshall, debe haberse identificado mucho con este personaje ya que tampoco tuvo la mínima inspiración para adaptar este musical al cine. Reconozco que no disfruto los musicales. Sacando clásicos como "Singin´ in the Rain", "High Society" o "An American in Paris" que son excelentes, cuando se estrena uno lo veo pero al momento de las canciones me duermo. Rob Marshall dirigió el ganador del Oscar "Chicago" que, junto a "Moulin Rouge!", es de lo mejor realizado en este genero en el ultimo tiempo. Pero este nuevo trabajo es muy flojo, con una historia pobre y muchas canciones aburridas. Cada una de las actrices tiene su musical, algunas mejores que otras, pero la puesta es demasiado teatral y se utiliza casi siempre el mismo escenario, resultando repetitivo y denso. Estando en el cine dan ganas de poder apretar "fast forward" a cada rato. El elenco es importante, con 6 ganadores del Oscar entre ellos. Daniel Day-Lewis interpreta a Guido Contini, papel que en "8 1/2" hizo Mastroianni. Day-Lewis es un excelente actor que cumple un gran trabajo, mientras no canta. Su aporte en los musicales es terrible, con poco baile y desafinado. Quizás haber elegido un actor con experiencia en canto y baile hubiera resultado mejor. Javier Bardem era el elegido originalmente (se bajo antes del inicio de filmación), aunque tampoco sé si era el indicado. Entre las mujeres, Marion Cotillard es la mejor del grupo, con una buena actuación dramática y musical. Penelope Cruz confirma que solo actúa bien en películas españolas, italianas o cualquiera que no hable ingles. Realmente su interpretación vale una candidatura al Oscar como Actriz de Reparto? No lo creo. Nicole Kidman es de porcelana y parece haber perdido todo su encanto como actriz. El resto del elenco se completa con Judi Dench, Kate Hudson y Sophia Loren. Este es un buen ejemplo del por que no me gusta este genero.
Guido Contini acaba de anunciar que dirigirá una nueva película que se llamará “Italia”. Sin embargo, aún no tiene ni siquiera escrito el guión. Obsesionado con sus últimos fracasos cinematográficos, el director no logra concentrarse y encontrar la punta del ovillo para comenzar a escribir la historia de su nueva película. Y eso lo agobia, lo enferma. Las mujeres de su alrededor, se transformarán en sus musas inspiradoras para encontrarle una solución a este mal que lo aqueja. Su actriz principal, su amante, su asistente, una periodista, una prostituta, su madre y su esposa, estarán allí para hablarle, aconsejarle o torturarle. Pero será finalmente el verdadero amor el que lo impulsará a tomar una decisión. Nine fue dirigida por el mismo director de Chicago (2002), Rob Marshall. Ésa experiencia en musicales se nota ampliamente en el film, que derrocha glamour, excelencia y majestuosidad en la puesta en escena, y perfección en los cuadros teatrales. Pero es el impecable uso de la retórica lo que hace de éste, una pieza única. Ésta película es una versión del musical teatral del mismo nombre, inspirado en el film Otto e mezzo de Federico Fellini. Muchos dicen que Otto e mezzo sería un autorretrato encubierto del propio Fellini. Por ello, si bien el cineasta italiano dio su aprobación para la realización del musical, lo hizo con la condición que no se lo nombrara y que no utilizaran el mismo título de su película. Debido a esto, el musical se llamó Nine.
Be Italian, pero no en inglés Rob Marshall, luego de que asombró al mundo con el despliegue en Chicago, lo vuelve a hacer con esta impresionante puesta en escena de Nine, una película que dramatiza la vida de Federico Fellini y sus fantasmas amorosos, así como también materializar la falta de creatividad que el otrora director de 8 1/2 (de ahí el nombre de la película que nos compete) atravesó en cierto momento de su carrera. El guión, basado en un musical de Broadway de los '80, es bastante frío, sólo rescatado por las escenas musicales interpretadas por el reparto de lujo que compone la obra. Tenemos a Sophia Loren expuesta como diva y diosa intocable (casi ni aparece, y cuando lo hace deslumbra, aunque no tanto como las demás); a una Nicole Kidman para el olvido, pero bella como siempre; una sobrevaloradísima Penélope Cruz, que no pincha ni corta; una atractiva y explosiva Kate Hudson cantando "Cinema Italiano", uno de los mejores tracks del cine del 2009, así como también la coreografía; Fergie de los Black Eyes Peas haciendo de una prostituta en la niñez del protagonista, interpretando la canción que más resume la idea central de la trama -"Be Italian"-, con la escena de mejor despliegue coreográfico y fotográfico del film; una deslumbrante Marion Cotillard cantando y actuando genial, como siempre; Judi Dench en un papel que no la deja lucirse, aunque se agradece su participación; y finalmente, un galante Daniel Day-Lewis haciendo del supuesto Fellini, Guido Contini. Lo más raro de la película es ver a Day-Lewis prestándose para esta producción luego de hacer There will be blood. Las escenas en que a este prodigioso actor le toca cantar mejor ni mencionarlas, porque son casi de risa, pero impresiona la elasticidad para hacer papeles del dos veces ganador de un Oscar a mejor actuación (nadie olvida My left foot). Pero lo más molesto es ese acento italiano en el inglés, lo que demuestra que Hollywood sigue sin desprenderse de ese detestable etnocentrismo para denostar obras que apunten hacia afuera. Por suerte no se ve ninguna bandera de cincuenta estrellas, pero era lo que faltaba. Si hay tres frases en italiano es mucho decir, y eso pinta a pata de palo para un director tan artístico como Marshall. El "lo atamo' con alambre" es algo que se está volviendo costumbre en los estudios angelinos, lo que se lamenta. Sin embargo, las canciones, las coreografías, la sensualidad y el despliegue de vestuario y decorados logran ponerse por encima de la tediosa historia, que de ser un drama común y corriente se hubiese llevado la medalla a "Bodrio de la década".
Para ser precisos con esta película, habría que compararla con la obra musical de Broadway. Lo cierto es que, al no haber visto dicha obra, es inevitable establecer una comparación entre Nine y 8 ½, la gran película de Fellini que la origina. Difícil saber cuál fue la razón que motivó a los gestores de la obra de Broadway a adaptar esta película de 1963, que está en las antípodas de cualquier tipo de musical. La adaptación al cine de Rob Marshall, que responde directamente a la versión musical, tal vez posea muy pocos defectos en relación a aquella (para esta, Marshall calca elementos de su versión cinematográfica de Chicago, con algún que otro capricho adicional), por lo que deberíamos achacarle a la versión de Broadway los males que repite esta mediocre traslación del film de Fellini. En primer lugar, hay que saber disfrutar de los códigos que propone el género musical para poder criticar a sus malos exponentes. Nos guste o no el género, hay un elemento concreto que afecta a algunos de estos ejemplares, la banalización del material que los origina. Por ejemplo, uno de los elementos que ponen en tela de juicio el valor de un musical como Evita, es la superficialidad con la que se trata el aspecto político del personaje. Esto es lo que hace que esta obra funcione mucho más en otros países que en Argentina. Si nos detenemos en 8 ½ de Fellini, una de sus películas más autobiográficas y una de las obras más geniales en su abordaje del acto creativo, difícil es apreciar la esencia de aquel film en esta adaptación musical. La notoria voluntad reduccionista de este musical consigue que de aquel drama sobre un realizador que sufre un bloqueo creativo y se refugia en el historial de mujeres que dejaron una huella en su vida, haya quedado un director italiano del mismo nombre, y alguna que otro escena copiada del original (el recuerdo de Saraghina es idéntico, sólo que Fergie es una versión demasiado pasteurizada de aquella voluptuosa prostituta). El eje de Nine no pasa por el bloqueo creativo del director, sino por su harén, inolvidable en 8 ½, pero que, a fin de cuentas, respondía a los conflictos internos del protagonista, y no intentaba valerse por sí mismo, como sucede aquí. El director de Nine es simplemente un mujeriego que pasa de cama en cama, mientras recuerda a su madre (una olvidable Sophia Loren, presa de sus muchas cirugías) y a alguna que otra mujer significativa en su vida. Del bloqueo o del acto creativo, apenas un par de escenas intrascendentes. Este conflicto jamás llega a tener en Nine la presencia que tiene su séquito de mujeres y su carácter de amante latino, tal vez una de las excusas imbéciles que llevaron a hacer una versión teatral de la obra maestra de Fellini. Ahora bien, adaptar una película como aquella al universo del teatro musical, implicaba no quedarse en un gesto supuestamente celebratorio y preguntarse por cuestiones puntuales de la original. ¿Cómo hacer de una película que hasta en la propia trama habla del cine, una obra musical? Evidentemente, esto no se cuestionó en la versión teatral, y mucho menos aquí, que al volver al medio cinematográfico, termina acercándose más a una obra teatral musical filmada, que a una película con identidad y valores propios. Podríamos ser generosos y no comparar este musical con las dos obras que le dan origen, la versión de Fellini y la teatral. Lo cierto es que esta comparación es ineludible porque Nine no deja de dialogar con 8 ½. Sin embargo, si hiciéramos ese esfuerzo y la evaluáramos como lo que es, un musical, diríamos de entrada que es muy aburrida, que sus canciones son absolutamente olvidables, que los conflictos y dilemas del protagonista nunca llegan a ser del interés del espectador y que acumula estrellas femeninas en papeles ínfimos (de ellas, sólo se destacan Penélope Cruz y Marion Cotillard), entre muchas otras cosas. Para peor, la canción interpretada por Kate Hudson, tal vez el lema de la película (por algo se repite en los créditos finales), supuestamente pretende homenajear al cine italiano, pero la repetición, estética publicitaria de por medio, de las frases “Cinema italiano”, “Bianco e Nero”, difícilmente puedan pasar por un homenaje digno, ni a Fellini, ni a todo el cine italiano. Lejos de eso, esa secuencia musical carece de homenaje alguno y es otro exponente de la habitual visión yanqui e irreflexiva de fenómenos y obras que le son totalmente ajenas. Dejar en manos de una fan el homenaje a todo un cine, es subirse a caballo de una banalización manifiesta y explícita. En el apartado de méritos se encuentra un valiente Daniel Day Lewis, cuya carrera parece demostrar que está dispuesto a todo. Sin embargo, allí se terminan las virtudes de una película que podría haber sido una celebración de una obra maestra, o una traslación al género musical de los planteos estéticos y/o narrativos expuestos por aquella obra. Ni una cosa, ni la otra, apenas una muestra más de cómo Broadway puede meter en su coctelera cualquier cosa y lanzar engendros insufribles, que, en este caso, además confronta con los innumerables valores de una gran obra como 8 1/2.
Basada en una pieza que a su vez tuvo su origen en un film de Federico Fellini, esta recreación fílmica de Rob Marshall propone un deslumbrante y melancólico homenaje al cine en formato de comedia musical. El curioso trayecto de esta obra que tuvo su punto de partida en el cine y que ahora vuelve con renovado formato al celuloide, no tiene una trama definida porque es precisamente una semblanza del bloqueo creativo de un director de cuya crisis salió la inmortal 8 y medio y muchas décadas después nos depara esta espléndida Nine. La manera en la que Marshall, responsable de una brillante adaptación del género con Chicago pero también de un gran film como Memorias de una geisha, aborda su despliegue narrativo y visual, es a través de quiebres permanentes. Desarrolla su trama con un estilo expresivo claramente europeo, y traslada de pronto al espectador a un escenario con toda la puesta en escena correspondiente el espectáculo, para luego volver a las calles, los estudios o los hoteles de Roma donde prosigue una historia escasa y a veces inconexa pero sustanciosa glamorosa, irresistible y por momentos emocionante. Daniel Day-Lewis, Marion Cotillard, Sophia Loren, son algunos de los nombres que iluminan la pantalla a puro carisma y talento.
Última obra de Rob Marshall, luego de la afamada "Chicago" (2002) y "Memorias de una geisha" (2005). En esta oportunidad aborda la adapatación cinematográfica de la obra musical homónima. "Nine" se centra en la figura de Guido Contini, un director de cine italiano de los 60´s en plena crisis de identidad que, para poder escapar de sus temores existenciales, recuerda la importancia de las mujeres más determinantes de su vida. En sus recuerdos aparecen su desaparecida madre (Sophia Loren, en emotiva aparición cinematográfica), su musa (Nicole Kidman, de breve participación, aunque su rostro siglo XXI no "pegue" con la época retratada), su amante (intensa Penélope Cruz), su fiel esposa (la gran Marion Cotillard, la mejor de todas en este reparto, por sus diversos matices dramáticos), la prostituta que lo inició sexualmente a los 10 años (la cantante Fergie, impactante en su número musical y... ¿engordada para este rol?), y una reportera de la revista Vogue (Kate Hudson protagonizando un atractivo y poderoso cuadro musical). También está Judi Dench, como la vestuarista que siempre tiene la frase justa y anima el rol de amiga fiel del controvertido Guido, papel que Dench domina sin demasiado esfuerzo extra. Daniel Day-Lewis da cuenta de su amplio rango intepretativo y cuesta creer que es el mismo actor de "Mi pie izquierdo", "En el nombre del padre" o "Petróleo sangriento"; realmente demuestra su versatilidad, hasta en una película musical. Sin la intensidad de su gran obra "Chicago", esta "Nine" peca de tener una historia menos interesante, donde el conflicto principal reposa sobre el comportamiento del protagonista, un conflicto interno y psicológico, en eclosión consigo mismo y sus mujeres. Los números musicales y su puesta en escena resultan descollantes, pero el cine también reclama una historia interesante, que atrape, y Marshall no lo consigue del todo.
Retrato de un creador en crisis “Nine, una vida de pasión” se inspira en “8 y ½”, que Federico Fellini realizó en 1963, protagonizada por Marcello Mastroiani, con Claudia Cardinale, Anouk Aimée, Sandra Milo, Rossella Falk, Barbara Steele. La historia se desarrolla en la Roma de los años 60, cuando el director Guido Contini esta por empezar el rodaje de su nueva producción, en momentos que sufre una crisis creativa, perseguido por los periodistas (léase paparazzi), su productor y las mujeres con las que estuvo vinculado sentimental y profesionalmente. Vive un presente desorientado, vacío de ideas para plasmarlas en un nuevo proyecto acosado por su productor, mientras sus días se suceden con una existencia cada vez más confusa, tanto lo que hace a su carrera como a los acontecimientos personales más allá de los sets. La realidad se le confunde con el pasado, con los sueños, los delirios y los fantasmas de los que no puede desprenderse. “Nine, una vida de pasión” es un gran musical con un potencial de importantes intérpretes, con un Daniel Day Lewis (Guido) que se brinda en una actuación impecable, mientras Marion Cotillard (Luisa) compone con mesura y sensibilidad a la esposa del realizador, sin desentonar Judi Dench (inolvidable Lillí su cuadro musical), Penélope Cruz, Kate Hudson, Nikole Kidman y la presencia señorial de Sophia Loren, como la madre del protagonista. Escenográficamente logra el marco apropiado para que las acciones trasmitan al espectador el mundo del creador. La música es agradable, en tanto la coreografía aporta dinamismo y reflexión a la atmósfera ideada por Rob Marshall y plasmada visualmente por la fotografía de Dion Beebe. En algunos momentos me trajo algunas reminiscencias, salvando distancias, de “All That Jazz” (1979), de Bob Fosse.
Mundo real y mundo poético confundidos en la vida íntima de un creador En 1963 Federico Fellini filma “Otto e Mezzo” (8 1/2), para muchos su mejor realización. En ella se basó el musical “Nine” (9 en inglés) y en ambas se inspiraron los guionistas para la producción fílmica que conocimos como “Nine, una vida de pasión”. Rob Marshall tenía tres años cuando Fellini concretaba “8 1/2” y 48 al asumir la responsabilidad de dirigir el guión inspirado en aquella producción, con tres antecedentes como cineasta “Annie” (1999), “Chicago” (2003) y “Memorias de una Geisha” (2006), las dos primeras adaptaciones de obras musicales estrenadas en Broadway. El realizador Marshall logra en su cuarto largometraje narrar de forma impecable la historia del imaginario director Guido Contini (inspirado en Federico Fellini), dividiendo el relato en capítulos, apoyándose en canciones para describir las distintas etapas del proceso que experimenta al poner en ejecución el proyecto y durante su rodaje. Vive el presente, se reencuentra con su pasado, fundiéndose ambos en sus sueños y delirios. La narración se estructura sobre la base de una simbiosis en el juego de los tiempos (presente-pasado-condicional-abolido) en el cual se conjuga la existencia de Guido a partir de su adolescencia y el descubrimiento del sexo, proyectándose en todos los personajes claves enhebrados de los acontecimientos que le suceden. Entre ellos se destaca su esposa Luisa (impecable Marion Cotillar) entonado “My Husban Make Movie” (“Mi marido hace películas”), melancólica manera de decirle adios. Marshall denota un buen manejo de los tiempos cinematográficos, de la escenografía, el guión, el color y las luces, con lo que trasmite la sensación opresiva que le asisten al directo Contini (meticulosa composición Daniel Day Lewis como el creador delirante). Los cuadros musicales van in crescendo, siempre hacia arriba, así cada una de las interpretaciones trasmiten una energía increíble. En el final cuando cada una de las mujeres de la vida de Guido están presente de forma tal que él no las ve en el set donde está filmando, el Guido-niño se sienta en el regazo de Guido-adulto como fundiéndose, cerrando en cierta forma esa etapa de su atormentada existencia. Una muy buena selección del elenco secunda sólidamente el mundo poético del protagonista, entre quienes se destacan Judi Dench (Lilli, magnifica en el número musical), el señorío de Sophia Loren (la madre), Penelope Cruz (Carla), Kate Hudson (Stephanie), Nicole Kidman (Claudia). Todos factores que suman méritos para tenerla muy en cuenta.
Nine: lo más atractivo es el afiche... El director de "Chicago", Rob Marshall, vuelve a adaptar otro musical a la pantalla. "Nine", musical conocido en Broadway y basado en la película "8 y medio" de Federico Fellini, a diferencia de otros musicales, no tiene ni canciones pegadizas ni grandes cuadros donde desplegar vistosas coreografías o grandes escenografías. Sin embargo, hay algo de "Nine" que es interesante, sobre la vida un director de cine tratando de reflotar su carrera mientras intenta estabilizarse también en su vida emocional. Pero definitivamente Marshall desacierta que desacierta en más de un sentido. En cuanto a la puesta, plantea a Guido Contini, este director italiano viviendo en Italia, pero hablando inglés con una molesta e impostada tonada italia al mejor estilo cocoliche. Además, se desaprovecha enormemente la posibilidad que da el cine de "airear" la historia, sometiéndola a una misma locación para los cuadros musicales, resaltando su teatralidad. Intercalados con estos cuadros musicales se van mostrando fragmentos de la vida de Contini, atormentado ante la falta de ideas para su próxima película mientras lo visitan en cuerpo o en alma las mujeres que lo han marcado durante su vida. Desfilan entonces, unidas por una trama sumamente deshilachada que no logra darles cohesión, su mujer (Marion Cotillard), su amante (Penélope Cruz), su madre (Sophia Loren), una entrevistadora de una revista americana (Kate Hudson), una prostituta que marcó su infancia (Ferguie, algo lejos de la matrona de Amarcord), su musa inspiradora, Claudia -quizás un homenaje a lo que fue Anita Ekberg para Fellini en un cuadro musical al borde de una fuente que hace recordar a "La Dolce Vita" (musa a cargo de Nicole Kidman) y la diseñadora de vestuario de sus films (Judi Dench). Cada una de ellas por separado tendrán la posibilidad de cantar y "bailar" como en todo musical que se precie de tal. Sólo logran brillar Marion Cotillard y Penélope Cruz (extremadamente sensual con una cámara que parece secucida por sus embrujos en el cuadro musical más logrado del film) y acompaña Judi Dench en un cuadro homenaje al Folies Berger muy pintoresco aunque absolutamente anti-funcional a la trama y totalmentre prescindible. Nicole Kidman sigue absolutamente tan gélida como siempre y el mayor desacierto del elenco esel protagónico de Daniel Day-Lewis a quien no se le cree ni cuando canta ni cuando intenta bailar, pero sorprendentemente tampoco logra darle carnadura a las partes dramáticas que juega entre cuadro y cuadro musical. La conjunción de un elenco de estrellas de este calibre y el oficio que había demostrado Marshall para el musical, hacían esperar de "Nine" una adaptación a la pantalla, cuanto menos, interesante. Sólo logra algunos destellos (las escenas de la niñez de Guido, el diseño de arte de los cuadros musicales de Loren y Dench, la sensualidad irrefrenable de Penélope Cruz y el talento de Cotillard en una canción emocionante) y nos deja el sabor amargo que a la entrada del cine, el afiche, fue lo más atractivo de todo.