Si el espectador va a ver una película de boxeo, de deporte, verá eso. No hay expectativas de otro tipo si sabemos que la premisa es así. La historia se centra en la vida de Billy “The great” Hope, un boxeador y campeón junior de peso medio. Cuando un tragedia personal golpea su vida tendrá que luchar más que antes, y dar la última pelea. Jake Gyllenhaal (Hope), como siempre, perfecto en cualquier rol que interprete, compenetrado en su totalidad, más allá del entrenamiento físico que realizó durante meses para prepararse. Y Whitaker, acompaña muy bien en el rol de entrenador, con los típicos sabios consejos que lo ayudarán a salir adelante. Algo más que golpearse y sangrar, debe pasar en una película de este tipo, y de dos horas de duración, y sí, hay una historia de amor, hay una familia, hay emoción. No, Jake no gritará “Adriannn”. El trabajo actoral es lo que se destaca en este film.
Una vez más el boxeo usado como obvia metáfora de la vida, peleamos, nos caemos, nos levantamos y como decía Bonavena cuando suena la campana hasta el banquito te sacan. Faqua inexplicablemente se convirtió en un director de estudio con prestigio, colgado aún de la fama de la única buena película que hizo (Training Day, 2001) continúa atrayendo buenos actores a producciones que siempre fallan en el guión. En este caso todos los clichés que un film de boxeo puede tener, los tiene Revancha. La novia sufrida, la redención, el entrenador honesto, la guita, el personaje latino malo, el pibe querible que indefectiblemente muere, el manager garca, el héroe se llama Hope (esperanza) y claro…la pelea que cierra el film con resultado cantado. Ni el gravitas que siempre impone Whitaker a sus personajes, ni la actuación+maquillaje de Gyllenhaal salvan al film del camino predecible que decide tomar, encima dura dos horas. Raging Bull y Rocky permanecen intocables.
Billy Hope es el Campeón Mundial de los Semipesados, con una racha de invicto desde que es profesional; pese a que su estilo de pelea es básicamente inmolarse en el ring y terminar casi igual de golpeado que su rival. Tras una discusión bastante violenta con el ascendente boxeador Miguel Escobar, la esposa de Billy muere, haciendo que Billy entre en un espiral de autodestrucción que le costara todas sus posesiones y la tenencia de su hija. Ahora queda en el ex campeón rehacer su vida y recuperar a la única familia que tiene. Sinceramente, esta era una de las películas que mas esperaba este año. En especial porque en una opinión muy personal, Jake Gyllenhaal me parece uno de los actores de mejor rendimiento de los últimos años; además que el boxeo y el cine parecen estar en un eterno romance donde rara vez veremos un mal film. Es por esto que mi decepción al salir de la sala fue rotunda. Revancha Por un lado tenemos una historia mil veces vista. Ya sabemos que las tramas de auto superación, donde dan ganas de que uno mismo salga a correr y llevarse la vida por delante, suelen rendir. El tema es que el film no trata de proponer ningún enfoque nuevo. ABSOLUTAMENTE TODO lo que va a pasar, ya lo sabemos con bastante anticipación. Los momentos dramáticos no sorprenden porque son obvios, las partes de progreso personal solo quedan en cliché, y solo se rescatan algunos gags bien puestos entre tanto melodrama prefabricado. Sorprende entonces cuando vemos que el guionista es Kurt Sutter, la mente creadora de las (muy recomendables) series The Shield y Sons of Anarchy; que ya demostró saber narrar historias violentas de redención, pero acá parece que no sabía como encarar el proyecto, y decidió “inspirarse” demasiado en un film que todos conocemos: Rocky 3. Así es, si usted es fanático de la saga del Semental Italiano, vera miles de paralelismos entre Revancha y Rocky 3, hasta situaciones particulares que no hacía falta copiar (por citar una, el protagonista termina entrenando mejor en un gimnasio de los bajos fondos). Si la película se mantiene a flote y al espectador aun con atención en la pantalla, es obra y gracia únicamente del enorme Jake Gyllenhaal, que pareciera ser que personaje que le tiran, personaje que le sale a la perfección. Por suerte el no cae en los clichés al interpretar al violento y autodestructivo Billy Hope. Además desde el momento en que (tardíamente) aparece Forest Whitaker, tiene con quien tirar pases de actuación frente a cámara. Una lástima que la relación entre ambos no se desarrollara de forma más natural, ya que se la nota bastante forzada en post de querer conmover al espectador y seguir con la película adelante, sin indagar en como sus personalidades pasan de chocar a coincidir prácticamente desde la nada. Revancha La dirección del irregular Antoine Fuqua tampoco ayuda demasiado en hacer mas atractivo o vendible la película. Su decisión por filmar todo muy limpio, muy brillante y claro, se contrapone bastante con el guion escrito por Sutter que propone algo mas visceral, violento y lleno de sangre. Pareciera que cada uno hizo la suya en su apartado, y nunca se consultaron sobre que se quería hacer con la película. Revancha (Southpaw en su nombre original) es una película floja. Aquellos que esperen ver un buen drama ambientado en el mundo del boxeo, y esperan ver lo que parecía una de las mejores propuestas del año, van a salir igual de decepcionados como quien les habla. Ahora, si solo esperan pasar dos horas viendo una historia ultra conocida, y no les molesta estar viendo Rocky 3 pero con más sangre y mejores actores, seguramente no les importe demasiado todo lo comentado y salgan complacidos del cine, aunque a la semana se les olvide la película.
Un gancho izquierdo al destino. En Revancha Billy Hope, interpretado por Jake Gyllenhaal, es un exitoso boxeador que se ha criado de forma marginal pero que logró revertir su historia al crear su propia familia junto a Maureen (Rachel McAdams), con quien tiene una hija. Todo va de maravillas en su vida hasta que un sorprendente infortunio volverá a cambiar su destino por completo. Gyllenhaal sigue demostrando que es un actor versátil, en este caso interpretando a un héroe que se levanta frente a la adversidad con humildad y tenacidad, mostrando -como dice Osvaldo Príncipi- que el boxeo es un deporte de “narices chatas y espíritus ganadores”. Este film es más que una película de boxeo, es acerca de los valores y los vínculos afectivos. Tal como el tatuaje de pájaro en el cuello de los protagonistas, esta historia analiza el resurgir de las cenizas como un ave fénix. Porque mientras que en los largometrajes de Scorsese vemos a sus héroes descender de la cima hasta caer por completo debido a su hibris, aquí tendremos un héroe que comienza desde el éxito, pasando por los escombros, hasta revertir ese destino tal como lo indica su apellido, Hope: con “esperanza”. Veremos tres peleas en Revancha y cada una de ellas simboliza uno de los momentos anteriormente mencionados. Este film dirigido por Antoine Fuqua, conocido sobre todo por Día de Entrenamiento (2001), tiene todo lo que una película de entretenimiento debe tener: adrenalina, intriga, emoción, una historia de amor y el espíritu triunfador de su protagonista. Debido al excelente uso de los travellings, las tomas subjetivas y el montaje, puede pensarse que el director ha tenido en cuenta varias películas de boxeo de antaño. Una evidencia de ello es la caracterización del entrenador interpretado por Forest Whitaker, el cual remite al personaje de Morgan Freeman en Million Dollar Baby (2004), no sólo por su ojo celeste, sino por la historia detrás del mismo. El director quería que las escenas fuesen lo más realistas como fuese posible. Para cumplir este objetivo, Gyllenhaal entrenó dos veces al día durante cinco meses logrando incluso prescindir de dobles en las escenas en el cuadrilátero. Mediante un excelente manejo de la intriga, Fuqua nos sumerge en la historia de redención de este boxeador, quien deberá aprender muchas cosas o volver a aprender algunas, como por ejemplo a boxear. Billy Hope deberá manejar su ira no sólo en el ring sino también en su vida, aprendiendo cómo ser padre. Su hija cambiará repentinamente de actitud y los roles entre ambos se confundirán, pues ella ha tomado como su madre un rol protector. En consecuencia, este relato cinematográfico -a través de las figuras femeninas del mismo y de la propia historia de Billy- tendrá una circularidad constante. Revancha está llena de altibajos que nos llevan desde lo sentimental hasta la adrenalina, siempre acompañada del soundtrack a cargo de Eminem. No es casual la participación del rapero en el film, ya que en un principio él fue pensado como protagonista e incluso inspiró al guionista a través de su historia de lucha símil 8 Mile (2002). Finalmente Eminem decidió no aceptar el papel pero sí ser parte del largometraje de otra forma y así comenzó a componer las canciones después de ver el primer corte de la película. Puede concluirse entonces que Revancha utiliza al mundo del boxeo como excusa para hablar de diferentes adversidades de la vida, sobre todo en torno a los vínculos afectivos. Por lo tanto cada pelea y cada golpe contienen un significado en sí mismo, y con cada uno de ellos el boxeador entregará una parte de su vida.
Los films de boxeo conforman un género que suele repetir la fórmula del luchador humilde rodeado de un ejército de sanguijuelas que viven de su éxito y se escapan en el momento de la caída del otrora héroe. Este personaje del héroe individual -que hoy está de moda- es el que atrae las miradas de las productoras y saca del negocio multimillonario del box su tajada para dejarnos algunas buenas películas y otras no tan buenas como la presente. Revancha (Southpaw, 2015), la última película del desparejo director Antoine Fuqua y del guionista Kurt Sutter, autor de varios capítulos de The Shield y Sons of Anarchy, es un drama que narra la vida de Billy Hope (Jake Gyllenhaal), un campeón mundial de boxeo millonario que salió de la pobreza para convertirse en un ícono de este deporte. Su estilo es atrevido y poco recomendable. Con un defensa siempre baja, se deja golpear de forma salvaje hasta que la ira se apodera de él y sacude a su contrincante noqueándolo en todas sus peleas. Tras un episodio traumático bastante absurdo en un evento de caridad, cae de su pedestal y tras perder todo y a todos debido a su comportamiento errático, comienza a entrenarse para volver a boxear y consigue una pelea con el nuevo campeón mundial, que estuvo implicado en la reciente muerte de su esposa. La cinta incurre en una serie de golpes bajos innecesarios uno tras otro que impiden que la acción avance. De entrada, el guión se estanca en la introducción para dar lugar a una historia anodina sobre la responsabilidad, la necesidad de alguien en quien apoyarse en tiempos difíciles y las posibilidades de revancha que da la vida cuando uno se propone romper con el círculo de autodestrucción. La música de hip hop, que podía llegar a hacer pensar en un abordaje de la relación entre el mundo de la música y del deporte, funciona tan solo como un fondo alrededor del círculo de 50 Cent, que actúa también en el opus sin demasiado brillo. Emulando a la conmovedora El Campeón (The Champ, 1979) de Franco Zeffirelli, con Jon Voight y Faye Dunaway, Revancha intenta emocionar al espectador con la caída y la resurrección del héroe, pero solo consigue un poco de aire con la tardía introducción de Forest Whitaker como un entrenador de boxeo barrial que prepara a jóvenes humildes para sacarlos de las calles y enseñarles algo de la disciplina que el deporte transmite. Desgraciadamente la dupla de Fuqua y Sutter no logra salir del barro del tedio en el que se sumerge debido a un guión demasiado previsible, que derrapa por la necesidad del director de extender secuencias y darle lugar a escenas innecesarias y hasta personajes que solo funcionan en tanto que ejemplifican hasta el hartazgo que el boxeo es un negocio cruel y despiadado, la droga es causante de la violencia familiar, los niños deben crecer en un ambiente sano y los managers de los principales boxeadores profesionales casi siempre son seres humanos deleznables. Revancha deja en el camino una gran oportunidad de meterse al menos entre las películas del mismo calibre que apuntan hacia el mismo público y que trabajan estos mismos tópicos con gran maestría, como El Ganador (The Fighter, 2010) de David O Russell, o la obra cumple del género, Toro Salvaje (Raging Bull, 1980), por mencionar solo un par. Las grandes actuaciones de Gyllenhaal y Whitaker no logran salvar al film del desastre, pero al menos los susodichos dejan en claro que son grandes actores y merecen mejores colaboradores del otro lado de la cámara.
Golpes básicos. En El Justiciero (2014), el director Antoine Fuqua se plegaba al mini fenómeno del resurgimiento del thriller centrado en un héroe que se involucra en la lucha contra poderosos simplemente por principios: ayudar a los más débiles, lo mismo sucedía con la gran Jack Reacher, del tándem Tom Cruise/ Christopher McQuarrie. Fuqua recurría a una vieja fórmula pero le imprimía esa cuota de frescura narrativa apoyada en la figura de un veterano de la buena acción como Denzel Washington. Aquí el director de Día de Entrenamiento más que apoyarse se recuesta en los estereotipos del cine de boxeo, el cual lejos de ser un género basado en lo deportivo se ubica más dentro de una atmósfera épica sobre ascenso, caída y redención (prácticamente siempre en ese orden, al menos desde Rocky para adelante). Jake Gyllenhaal es Billy Hope, un boxeador que ha hecho numerosas defensas de su título mundial. Tiene una esposa (Rachel McAdams), una hija y todo lo que un deportista famoso posee: casa, autos de lujo y demás. Su arrogancia arriba del ring es indirectamente proporcional al sentido común en su carrera profesional, para ello necesita de la asistencia de su mujer, la que lo ubica en la realidad de sus próximos movimientos. Para sumarle más lugares comunes, está el manager chupasangre, interpretado por Curtis “50 Cent” Jackson (una suerte de Rey Midas del mundo bizarro), quien alimenta su ego con comida chatarra. Hacia el final del primer acto viene el acontecimiento dramático, un golpe bajo que también parece ser propio de este tipo de cine como una variable imprescindible para cumplir con las tres instancias mencionadas de este género. A una distancia abismal de tener la estructura sutil de Rocky, película que en su guión abrazaba además el contexto del protagonista sin exponerlo de manera grosera en un primer plano de la acción, Revancha va para el frente siempre como el personaje de Billy: “golpe por golpe”, sin medir las consecuencias. Hacia la segunda mitad aparece otro personaje en busca de redención, un entrenador de Brooklyn al que el protagonista recurre para levantar su carrera y volver a los primeros planos pero especialmente para recuperar a su hija, en manos de los servicios infantiles. Sí, esa parte del tránsito del boxeador a la deriva es cubierta y es su único motor-objetivo, por eso es que nunca se escapa de lo lacrimógeno y poco se hace hincapié en el deporte, incluso en el espectáculo que resulta ser el box, a pesar de su actualidad errante en los primeros planos. Fuqua acentúa aún más su irregularidad por su falta de elegancia en los matices y por carecer de un estilo que atraviese los géneros. Tan solo se destaca el esfuerzo de Jake Gyllenhaal, el cual sorprende ya que el año pasado en la increíble Primicia Mortal se lo veía en la mitad del peso que exhibe en esta película algo simplista, que nunca decide con firmeza desmarcarse de la mediocridad o al menos inocularle al género cierta inventiva.
Días de entrenamiento Billy Hope (Jake Gyllenhaal) es campeón de peso semicompleto. Tiene todo: fama, una mujer hermosa que lo acompaña en su carrera, una hija, dinero… sin embargo su carácter lo lleva a consecuencias que lo golpean más fuerte que cualquier rival, y por las cuales deberá aprender. El destino (o tal vez su propia decisión) lo lleva a reinventarse para recuperar lo perdido. Tenemos muchas películas de género con las que comparar a Revancha (Southpaw), pero si hay algo en lo cual se diferencia de clásicos como Rocky y Racing Bull (Toro Salvaje, 1980) es la interpretación de Gyllenhaal, quien a esta altura ya no hace falta decir que es uno de los mejores actores de los últimos años. En este film realiza posiblemente su papel más fuerte, para el cual más transformó su cuerpo. Pasó de bajar kilos para Nightcrawler a abdominales diarios, entrenamiento y dieta estricta para lograr fortalecer sus músculos. Y es quien más se destaca en esta película. El elenco que lo acompaña no se queda atrás: Rachel McAdams como su mujer y musa, la pequeña Oona Laurence como su hija (emociona y estremece en cada una de las escenas) y Forest Whitaker como el entrenador disciplinado, quien rememora al personaje de Morgan Freeman en Million Dollar Baby. El trabajo de cámara, la edición de las peleas cuidadosamente coreografiadas y el soundtrack a cargo de Eminem (quien fuera elegido en principio para llevar adelante el rol de Hope) hacen que este film dirigido por Antoine Fuqua nos lleve por un camino tumultuoso y constante entre la adrenalina y el sentimentalismo. Hay altibajos, sí (como el mensaje de auto superación o la necesidad de conmover continuamente al espectador), pero resulta ser como en la vida de este campeón que se enfrenta al cuadrilátero de su propia vida. El espíritu triunfador del protagonista a merced de los duros golpes que recibe y su evolución, hacen que Revancha, una película que podríamos catalogar de tradicional, resulte eficiente, y que desde su comienzo a su fin no dejemos de prestarle atención.
El round definitivo Southpaw/Revancha cuenta lo que ocurre luego de la caída de los grandes boxeadores, cuando la lupa mediática y económica enfocan a un nuevo “dios” del ring, que todo lo equipara y puede. Se trata de la crueldad, corrupción e hipocresía que gira en torno al mundo del boxeo en sí. El film cuenta con una de las escenas más duras e impactantes que vi en lo que va del año, gracias a la química entre Hope (Jake Gyllenhaal) y el personaje que interpreta Rachel McAdams (The notebook, True Detective) . La dirección y fotografía actúan de manera acorde y monovalente en el ambiente oscuro, golpeado y desolado en el que Hope se encuentra. El gran rival a vencer para este boxeador, su némesis, no es su retador sino él mismo. De manera similar a su forma de pelear, Hope necesita caer de manera abrupta en su vida personal, como en la profesional, para volver a liberarse y encontrar la redención. McAdams es la voz de su consciencia, quien lo ayuda a actuar de manera correcta y acorde a sus responsabilidades para mantenerlo centrado. Ella es, a su vez, la moral en sí misma, actuando sobre el luchador, quien no se imagina el mundo sin un faro que ilumine cada paso que da. Buenos diálogos, junto a una gran simbiosis entre los actores, provoca que los personajes salgan del plano superficial para ser más reales y tridimensionales para el espectador. El guionista, Kurt Sutter (Sons of Anarchy) crea en el personaje que interpreta Gyllehaal un antihéroe que necesita abrirse camino, a prueba y error entre todas sus limitaciones. Southpaw-2015-after-credits-hq Las consecuencias de los errores y malas decisiones que Hope tomó causan repercusiones en su familia que ni los puños ni golpes pueden reparar, provocando el mal que atormentó durante años a su propia hija, Leila (Oona Laurence). Justamente Leila es la única que lo mantiene cuerdo y le da un motivo para que cambie el camino y la manera de visualizar las cosas. Por otro lado, Tick Willis (Forest Whitaker) cumple a la perfección en el papel de mentor y sensei que le muestra un nuevo camino al héroe, que debe cambiar su filosofía tanto en el ring como en su vida para recobrar todo lo que le fue arrebatado. Hace tiempo atrás Gyllenhaal declaró que solo filmaría películas cuyo guión lo seduzcan, y no definiría sus proyectos por dinero. Con Prisioners (2013), Enemy (2013) y Nightcrawler (2014) esto quedó en evidencia. En Southpaw, es impactante la transformación física a la que se somete para rodar la película, logrando un cuerpo similar a un boxeador de élite. Como curiosidad, les dejamos un link a un video en el cual Antoine Fuqua y su protagonista entrenan, mostrando un compromiso aun mayor entre director-actor. La música de Eminem le pone vida y ritmo a los trastornos que circulan por la cabeza de Hope. Con el clip original para el film, “Kings Never Die”, resume a la perfección la esencia que Fuqua y Sutter propusieron para Southpaw. Quedará para la anécdota que el músico era quien iba a ser el protagonista original del film. A su vez, otros temas de hip hop musicalizan de manera elocuente , como “Drama Never Ends” del propio 50 Cents -que también actúa en la película- o “Phenomenal” otra canción de Eminem que acompaña a Hope en grandes momentos en el cuadrilátero. Mención especial para el mítico compositor James Horner, nominado en diez ocasiones a los Oscars, fallecido el pasado 22 de junio a los 61 años tras estrellar el avión que piloteaba, por lo que Southpaw fue uno de sus últimos trabajos. Revancha sobrepasa los límites convencionales de una película de boxeo, con deportistas absurdos y carentes de temperamento más allá de lo superficial que los rodea, como las drogas, el dinero y las mujeres. En definitiva, el film exhibe una historia basada en el amor por la familia y la autosuperación a partir de momentos dolorosos y traumáticos, como objetivo principal. Por Alan Schenone
Revancha representa la primera incursión en el drama de Antoine Fuqua, un realizador que hasta la fecha siempre estuvo asociado con el género de acción. Desde su debut a fines de los ´90 con The Replacement Killers (Chow Yun-fat), los estudios de Hollywood siempre lo convocaron para brindar propuestas de ese estilo como Día de entrenamiento, Lágrimas del sol, Shooter, Ataque a la Casa Blanca y más recientemente El justiciero, con Denzel Washington. Como hizo en el 2004 con Rey Arturo, en esta ocasión el director se tomó un descanso de los tiros y las intrigas policiales para hacer algo diferente. Revancha no era un proyecto sencillo de desarrollar ya que la historia se relaciona con el boxeo, un deporte que cuenta con un subgénero aparte. Desde los orígenes del séptimo arte las historias de pugilistas siempre capturaron la atención del público y ninguna otra disciplina brindó tantas películas como el boxeo. En consecuencia, no es sencillo narrar este tipo de historias debido a la enorme cantidad de antecedentes que existen. Salvo que se trate de alguna biografía en particular como fue Cinderella Man (Russell Crowe), Alí o más recientemente The Fighter (Christian Bale), los relatos de ficción suelen ser bastantes similares. En este punto encontramos la mayor debilidad de Revancha, que reúne todos y cada uno de los lugares comunes que se te puedan llegar a ocurrir en materia de cuentos de boxeadores. Pese a todo, el director Fuqua logró brindar una propuesta que entretiene y se disfruta gracias al reparto de primer nivel que tiene esta producción. Las interpretaciones de los protagonistas, muy especialmente las de Jake Gyllenhaal y Forest Whitaker, son lo que generan que el film valga la pena. Gyllenhall en este caso interpreta a Billy Hope, un personaje que parece haberse escapado del universo de ficción de Alejandro González Iñárritu debido a todas las tragedias y miserias que sufre a lo largo de la historia. El apellido del personaje por momento parece una chiste de los guionistas. A través del boxeo Billy finalmente encuentra una oportunidad para encaminar su vida y redimirse antes los errores que cometió. El director Fuqua hizo un gran trabajo con las secuencias de box, que para variar, tomaron como referencia algunos episodios de Rocky. La estrategia de combate que planifican Gyllenhaal y Whitaker en la pelea final, por ejemplo, es muy similar a lo que hizo Sylvester Stallone en Rocky 2 y 3. Revancha no es lo mejor de las filmografías del director y su protagonista pero es un drama deportivo que se deja ver si te atraen este tipo de historias
Una que sepamos todos Experto en cine de acción físico, el director de Día de entrenamiento, Tirador, Ataque a la Casa Blanca y El justiciero narra el apogeo, decadencia y resurgimiento de un boxeador (Jake Gyllenhaal) en una historia que apela con toda conciencia a los tópicos habituales de este subgénero. El resultado es una épica noble, por momento emocionante y disfrutable, que pega directo al corazón. Existen pocos subgéneros con normas narrativas, temáticas e ideológicas tan estancas y afianzadas en su mecanización como el de las películas de boxeo. Al fin y al cabo, en nueve de cada diez casos se trata de historias de auto superación y redención protagonizadas por hombres mayormente provenientes de la pobreza que se rodean de personas dispuestas a todo con tal de morder un porcentaje de las ganancias y que huyen despavoridas al primer síntoma de una caída, dejándolo solo para el glorioso resurgimiento final. Revancha se encuadra a la perfección en los tópicos habituales de estas películas, apelando a todos ellos con plena conciencia. El que está en lo más alto es el campeón Billy Hope (Jake Gyllenhaal), un hombre felizmente casado, millonario y dueño de una personalidad magnética que después de una situación que no conviene adelantar inicia un largo descenso moral y espiritual. Largo en tiempo (más de la mitad del metraje) como en profundidad. Puede achacársele a Antoine Fuqua cierta saña para con su protagonista, al que no le basta con dejarlo solo y en bancarrota, sino que también le quita a su hija y lo envía a los bajofondos neoyorquinos. La aparición de un viejo entrenador tanto o más golpeado por la vida que él (Forest Whitaker) será el puntapié para el regreso a la gloria y, con esto, la mejor parte de un largometraje que no será novedoso, pero que honra con creces al cine de boxeo, incluyendo, claro está, la clásica secuencia de montaje de entrenamiento. Fuqua es un viejo conocido del cine de acción físico (Día de entrenamiento, Tirador, Ataque a la Casa Blanca, El justiciero) de cuerpos sudorosos y en contacto constante, y se luce filmando las escenas sobre el ring con partes iguales de realismo y épica. Aún rugosa en su narración (el ascenso es mucho más meteórico que el descenso) y con una pátina religiosa siempre latente pero nunca protagonista, Revancha logra evitar todos los posibles golpes bajos para convertirse en una de esas películas nobles, emocionantes, disfrutables, conocedoras de su materia prima y con una seguridad apabullante para saber cómo contar y entretener con una historia mil veces vista. Es, en fin, una película que pega directo al corazón.
De vuelta a la vida Revancha (Southpaw, 2015), dirigida por Antoine Fuqua, es un thriller que trae nuevamente al boxeo como metáfora del héroe que lo pierde todo y tiene que resurgir para recuperar su honor. Jake Gyllenhaal vuelve a sorprender en un film oscuro y dramático en el que su personaje lo es todo, en una transformación que sigue demostrando su versatilidad. Billy Hope (Jake Gyllenhaal) es el boxeador campeón en su categoría y uno de los mejores del mundo. Con la cara destrozada y sangrante, paradójicamente completa su mundo perfecto: tiene el dinero y las mejores comodidades, el éxito asegurado, a Maureen (Rachel McAdams), su hermosa mujer que lo alienta y le ordena la vida. Ambos tienen una pequeña hija con la cual se completa el círculo de la felicidad. Sin embargo, aparece un retador extranjero, que lo hace caer a Billy en lo más profundo para quedarse con su corona. En un hecho accidental pero develado al espectador, Maureen muere asesinada en una conferencia de prensa. A partir de ahí comienza el derrotero de Billy, que termina en la pobreza extrema y sin la posibilidad de volver al ring hasta que aparece Tick Wills (Forest Whitaker) quien lo prepara para volver por todo. Es notable como el suceso trágico cambia totalmente la película. Antes había tranquilidad y pasividad, incluso uno podía perder cierto interés en lo que venía sucediendo. Una vez que llega el inesperado punto de giro, el mundo armonioso con dosis de violencia deportiva se revela en la oscuridad, cuerpos que generan sombras y un vacío existencial, donde el regreso del héroe parece ser lo más complicado. La idea de pérdida absoluta se trasmite con la noción de pozo profundo en toda sus dimensiones. Uno se siente familiarizado pues sabe que Billy volverá y recuperará su honor, al recordar con este género muchas películas que han tocado este tema. Ejemplos sobran pero hay uno en particular y que estéticamente viene rápidamente a la memoria: Toro Salvaje (Raging Bull, 1980) de Martin Scorsese. Aunque no está al nivel de aquella obra maestra, se pueden hallar en Revancha el cómo los problemas del protagonista exceden al box, un sinfín de cuestiones se complican para entonces darle a la recuperación y duelo final el carácter de redención. Además, la violencia del boxeo se presenta también de manera estética. Eso se ve en los primeros planos, silencios, ojos amorotoneados, sangre en las sogas del ring, cámaras rápidas y lentas en cada golpe, los rostros en los espectadores, etc.; para darle un ritmo propio que Antoine Fuqua consigue en su trabajo. Este film no tendrá aire de “película que rompa esquemas” pero se encierra en la expectativa de ver a Billy revivir para volver a ser el campeón. No obstante todo lo definen las actuaciones -definitivamente lo mejor- con un Forest Whitaker que se vuelve muy importante en la segunda parte de la historia, y un Jake Gyllenhaal cuya metamorfosis genera buena empatía para mantener al relato emocionante hasta el final.
Película sobre boxeador superexitoso que cae, pierde todo, y su resurgimiento. Así de simple y visto en el género que atrae y atrajo a muchos directores talentosos. La mirada de Antoine Fuqua (el mismo de “Día de entrenamiento”) es la de un especialista en acción que, usando todos los elementos del género, le aporta escenas de peleas tan contundentes que duelen en el espectador. Pero también aporta verdad a una historia que no por conocida igual entretiene con buenas armas. El trabajo de Jake Gyllenhaal y su tranformación física le aseguran una nominación al Oscar. Otro talentoso de siempre, Forest Whitaker. Igual de convincente el resto del elenco.
Antoine Fuqua se ha caracterizado en los últimos filmes de su filmografía por lograr, a través de su cámara, capturar la esencia en el relato en imágenes del microuniverso que desea narrar con tan solo reposarse en él y detenerse un instante. “Revancha” (USA, 2015), su última película, no es la excepción a la regla, con una historia, que, enmarcada en el mundo del boxeo, tantas veces trabajado por otros autores, y en la urgencia de los acontecimientos que se van desarrollando (la de los hechos que llevan a la acción de la que habla el título comercial local), en realidad toca el nacimiento, auge y caída de una estrella de una manera cruda, directa y realista, y también de la comercialización del deporte y las personas que reina en él. Porque en el relato del devenir en el mundo del box de Billy Hope (Jake Gyllenhaal), desde que logra a fuerza de una exigente rutina posicionarse como una de las más prometedoras estrellas pugilísticas, hay un paralelo con la clásica historia del Pigmalión que termina conquistando la cima pero que también cae prontamente de ella. Todo lo que sube rápidamente también se desploma tan rápido, y más en el mundo del cine, Billy ve como su imperio, pequeño, de oropel, de ficticios sueños, con su bella y manipuladora mujer (Rachel McAdams) con la que mantiene una relación tan intensa sexualmente como tensa por los reclamos que ésta diariamente le realiza. Y entre ambos está su pequeña hija Alice (Clare Foley), una luchadora de la vida, que lidia a diario con los egos de los padres y que intenta comprender la serie de sucesos que desencadenarán la tragedia en la vida de todos. Cuando en medio de un infortunado accidente la mujer de Billy fallece, el mundo de apariencias que tenía comienza a desmoronarse y debe seguir luchando no ya por su vida y sus triunfos, sino, principalmente para poder obtener la custodia de su hija, que fue llevada a un hogar de tránsito debido a la conducta desbordada de Billy. Fuqua filma con intensidad esos momentos de desamparo y congoja, de angustia y dolor, pero sin caer en el lugar común de la víctima, al contrario, encuentra un tono justo que equilibra su primera vertiginosa media hora de combates en el cuadrilátero con la digresión en la que luego la narración se topa para poder contar cómo, cual ave fénix, Billy volverá a la cima. Buscando el reparo en un viejo entrenador tradicional (Forest Whitaker), aquel que en el salto de soga y los golpes a la bolsa de arena encuentra el mejor training para poder recuperar la forma, Billy comenzará el camino hacia no sólo poder relacionarse con los demás, sino que, principalmente, podrá ver su verdadero destino con otros ojos. Las escenas de pelea, con una cámara dentro y fuera del cuadrilátero, dotan de un verosímil único a cada lucha, generando adrenalina en la butaca e introduciéndonos como nunca antes se lo ha hecho, al mundo del box. La entrega de Gyllenhaal a su personaje es total, y no sólo físicamente, sino que principalmente habla de cómo logra el tono justo para poder transmitir la montaña rusa de emociones que Billy va encontrando con el correr de la narración. Historia efectiva sobre la pérdida y la posibilidad de recuperación, “Revancha” quiere ubicarse en un lugar privilegiado sobre el mundo del boxeo, y lo logra con una relato vívido sobre la aceptación de las circunstancias que la vida va colocando en el camino del protagonista y cómo los va superando para volver a encontrarse con su hija.
Antoine Fuqua, el director de "Revancha" suele incursionar en este género con drama combinado con acción y violencia, en donde las caras bonitas se afean ante las realidades que les toca vivir ("Día de Entrenamiento", "El Justiciero"), mucho tiro y piña pero también algo de moraleja. Para este título, la pareja elegida para protagonizar está compuesta por Jake Gylenhaal y Rachel McAdams que se enfrentarán a algo más que trompadas en el ring. Es una especie de Rocky del siglo XXI, -ahora que pulula tanta remake-, que incluye el submundo del boxeo, un deporte bien controvertido del que no se puede explicar el porqué del magnetismo y la fascinación que ejerce sobre audiencias mundiales que esperan los combates entre 2 hombres y hasta con mujeres que se pegan, eso sí con guantes, pero con mucha violencia. Hasta hubo casos de la vida real en que los púgiles terminaron en el hospital, demás está decir el daño a largo plazo que arruina toda humanidad que se suba al cuadrilátero. Retomando el hilo del filme escrito por Kurt Sutter (guionista de 17 episodios de la serie The Shield, ¿se acuerdan?), se pondrá en evidencia el sistema de arreglo de peleas y los millones que genera y mueve este negocio nada santo y que se abusa de luchadores que le van tomando el gustito a la fama y a la adrenalina que las peleas le generan. El circo que se monta en derredor de los modernos gladiadores. Jake Gylenhaal, se mete en la piel de Billy Hope, un huérfano que llegó a la cima de su carrera, que pudo salir del pozo y ahora es la "gran esperanza blanca". Es el múltiple campeón que tiene una familia. A su esposa, Maureen, (McAdams) la conoció en aquélla época difícil del barrio bajo y la orfandad. Leila es la pequeña hija del matrimonio, criada como una princesita y a la que no dejan ver las peleas del papá en vivo para que no sufra, ella, de todas maneras, siempre lo espera para abrazarlo y felicitarlo. Maureen quiere que Billy deje de pelear antes de que esto le afecte seriamente su salud. Su manager, no opina lo mismo y lo empuja a Billy a seguir en la lucha extorsionándolo con que perderá su bienestar económico lo que perjudicaría, sobre todo, a Leila. Jordan Mains, habla del campeón como si fuera de su familia mas no dudará en buscar carne fresca si es necesario. El cuento es que una noche, frente a una provocación de Miguel "Magic" Escobar, un joven boxeador que busca su lugar y llegar a la pelea soñada a través de la chicana, Hope no se contiene y se desencadena el mayor drama. Desde este punto deberá decidirse si se hunde y desaparece de la escena sin dejar rastro o tratar de rehabilitarse por Leila y que la revancha del título no sea venganza sino redención. Para ello contará con un viejo boxeador retirado, Tick Wills (el genial Forrest Whitaker), que no entrena a profesionales sino que rescata a los chicos de la calle. Sus reglas son muy estrictas, el plan será que Billy las cumpla para recuperar su dignidad y a su hija. Me gustó como se trabajó el tema social, todas las aristas de los que ingresan al box y lo hacen como una forma de subsistir y los que llegaron y presumen de lo que consiguieron. Por otro lado, abren la ventana a la frialdad de los procesos judiciales en los que están involucrados niños, que muchas veces son necesarios cumplirlos de esta manera para hacer entrar en razón a los adultos. Si ya sufríamos con Sylvester Stallone, gritando: "Aaaadriannn" y los golpes en su rostro, las imágenes de de los combates de esta película son todavía más impactantes y reales: los rostros ensangrentados, desfigurados, como en la Pasión de Mel Gibson y algo que tiene que ver con ella, ya que la crucifixión de Hope se produce en la catedral del box, el Madison Square Garden y su resurrección comienza en la catedral de Saint Mary, todo un símbolo. Una mención especial para el trabajo de Oona Laurence como Leila Hope que lidiará con una pérdida muy importante mientras se defiende cual tigresa para no perder a su papá. Si Sly mirara esta peli desde la platea podrá sentirse orgulloso de haber inspirado a Sutter y a Fuqua para darle una vuelta de tuerca a Rocky, que ya no se entrenará en las escalinatas de un edificio público ni le pegará a las reses en un congelador aunque no la tendrá para nada fácil. Creo que hasta tal vez derramaría una lágrima por no ser él el que se sube al ring (no es Arnold que hace de androide). Un melodrama con acción y contenido. Para no dejar pasar.
Triunfo, ocaso y redención en el boxeo Jake Gyllenhaall interpreta a Hope, un púgil de esos que son golpeados hasta la desfiguración pero que se recuperan para vencer heroicamente a su rival. En el medio, tragedia personal, familia y ángel redentor en dosis sentimentalistas. El recetario argumental con todos los clisés de films que retratan el mundo del boxeo tiene su apotegma en las imágenes de Revancha del menos que discreto cineasta Antoine Fuqua (Día de entrenamiento; El justiciero). No está mal, se aclara, que dentro de una película se trabajen los lugares comunes de un género, o en este caso, a partir de un tema ya transitado en docenas de títulos en donde se describe el triunfo, ocaso, caída y redención de un púgil del ring. En esos códigos se desarrolla la historia de Hope (Gyllenhaall en una labor de riguroso sacrificio corporal antes que actoral), su esposa (McAdams) y la pequeña hija de ambos (Laurence). En esa particular estrategia de Hope por ser golpeado hasta casi caer demolido por las piñas y luego vencer al rival pese a que termine con el rostro machucado, Revancha propone su primera "metáfora realista" que luego convergerá a la tragedia personal -no conviene contarla- que padecerá el protagonista. En la segunda mitad, ya con una narración inclinada a la obviedad sin retorno, surge el clásico perdedor del mundo del box, el futuro consejero y el ángel redentor del golpeado Hope; en ese sentido, la aparición de Tick Wills (el negro Forest Whitaker), pese a lo fagocitado de su personaje (recordar a Morgan Freeman en Million Dollar Baby de Clint Eastwood), transmite un poco de valiosa humanidad a una película que apunta a la emoción con armas discutibles. En tanto, en más de una oportunidad, la música de Eminen (en un principio, era el encargado de encarnar a Hope), entrega una dosis extra cinematográfica de características retro-videocliperas que recuerda a los buenos años de MTV. En esa ensalada de golpes, castigos, dolores, sacrificios y martirologios que recorre la agitada vida del fajador Hope, la trama invita a la comparación con otros títulos donde se describe ese pasaje tan repetido en la vida de un boxeador de ficción. En ese punto, Revancha está más cerca de Rocky, pero no de la primera, sino de las siguientes a la obra inicial con Stallone y Balboa, debido a su pirotecnia visual y a las tragedias que, en este caso, ocurren arriba del ring. Eso sí, sería casi irrespetuoso para la gran historia del cine colocar al film de Fuqua como heredero de El toro salvaje de Scorsese o de Gatica, el mono de Leonardo Favio. Mientras Hope vive un vía crucis con ecos de la aborrecible El campeón de Franco Zeffirelli, aquellos registros sobre Jake La Motta y el guarango boxeador puntano tomaban como pretexto al film de boxeo para hablar de otras cosas, mucho más importantes que una pelea con ganadores y perdedores del ring, y de la vida.
Boxeo y melodrama Los films de boxeo suelen proponer metáforas de la vida: historias que, con mayor o menor fortuna (y mayor o menor habilidad), mezclan lucha, resistencia, empeño, consagración, triunfos pasajeros, declive, castigo, recuperación, mudanza, entereza, redención. Precisamente la redención, en este caso, sumada al condimento siempre eficaz de la revancha, resulta el asunto central de este melodrama deportivo que escribió Kurt Sutter, atento a no apartarse del camino que señala gran parte de la tradición fílmica en la materia. ¿Por qué desafiarla si su eficacia está probada?, se habrá preguntado el guionista. Y probablemente también el director Anthony Fuqua, sabiendo que existe una vastísima colección de clichés que están al alcance de la mano. Quizá -supongamos que reflexionó- bastaría con actualizar un poco la forma inspirándose levemente en Scorsese para las sanguinolentas escenas del ring y fortalecer el costado deportivo de la historia, ya que el guión tendía a robustecer el drama humano. Claro que Revancha está más lejos de Toro salvaje que de los capítulos de Rocky, pero aun así la obra de Stallone le saca ventaja. Por lo menos no exhibe la declinación que padece este film originalmente concebido para Eminem. A partir de una primera parte impetuosa y convincente que presenta a los personajes -el huérfano que se ha abierto camino en la vida y ha logrado la fama y la riqueza que hoy ostenta gracias a sus músculos y su bravura, y las dos mujeres a las que más ama en el mundo, su mujer (la estupenda Rachel McAdams) y su hija-, después, una vez que se produce el drama y se precipita la decadencia (personal, profesional, material y moral del gran campeón hasta allí imbatible), la película va decayendo en la misma medida en que se multiplican los lugares comunes. Por comprometido e intrépido que sea el desempeño de un actor (tanto en lo interpretativo como en lo puramente físico), el esfuerzo de Jake Gyllenhaal, sin duda notable tanto en el ring como fuera de él, no es suficiente para disimular las flaquezas (tal vez debería decirse la pereza) de un guión que recurrió a todos los clichés típicos del film de boxeo. El diseño de los personajes responde a esa receta, del doloroso pasado del protagonista, su incontrolable violencia y su devoción de padre y esposo a la serena sabiduría del entrenador (Forest Whitaker), lleno de frases sentenciosas, y desde la poco creíble trayectoria deportiva del protagonista hasta las alternativas de la pelea final, a la que se llega dejando a un lado cualquier afán de verosimilitud. No obstante es precisamente el trabajo de Gyllenhaal lo que aporta el principal atractivo del film, y no sólo por el sacrificio al que debió someterse: el actor está habituado a estas metamorfosis físicas; en este caso fue un intenso entrenamiento gracias al cual ganó alrededor de 7 kg de músculos, quizás una compensación para los 9 kg que debió perder para Primicia mortal (2014). El film fue dedicado a la memoria del compositor James Horner, fallecido en junio último.
Por algo se llama Esperanza La impresionante actuación de Jake Gyllenhaal como Billy Hope sobresale en este filme de redención casi incondicional. Las películas con un boxeador en el centro (de la historia, no necesariamente del ring) suelen ser convencionales, más o menos así: el púgil se esfuerza, asciende, pierde (el orden de los factores no altera el producto), tiene una mujer que lo ama, en su rincón, un entrenador inspirador, hay un manager inescrupuloso y en medio el filme aparecen peleas mejor o peor coreografiadas. Revancha puede encuadrarse en este subgénero deportivo, pero lo que la rescata es la construcción de Billy Hope (Billy Esperanza), el personaje, y que sea Jake Gyllenhaal quien lo interprete. Hope es un tipo sufrido, un sangrador en el ring pero con un punch terrible. De los ítems arriba mencionados tiene todos, pero Revancha es más una tragedia que un filme deportivo o sentimentaloide. El boxeador con su esposa (Rachel McAdams) viven en una mansión soñada, que ni siquiera hubieran imaginado cuando salieron de orfanatos del Hell’s Kitchen, muy cerca del Madison Square Garden donde Hope defiende su título mundial en la primera pelea que vemos. Tienen una hija adorable. Tenían, porque Hope -que es parco para hablar y expresarse, aunque no a la manera de Rocky- lo perderá todo. Aquí el orden lo pondrá le espectador: su mujer, su título, su casa, la tenencia de su hija (Oona Laurence). Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) conoce el mundo del boxeo, y cuando decidió contratar al actor de Secreto en la montaña le avisó que lo fajarían de verdad. Gyllenhaal habrá esculpido su físico, pero también le esculpieron la cara. Aunque, insistimos, es Gyllenhaal el motor sobre el que camina Revancha. También están Forest Whitaker, filosofando y con aire melancólico, McAdams como la voz que intenta poner a Hope con los pies en la Tierra, un tema de Eminem, y está 50 Cents, y la música del fallecido James Horner, a quien le dedican el filme. Todo suma, pero el espectáculo está en Gyllenhaal, en cómo este tipo es capaz de convertir un guión poco verosímil en un alarde de talento. Porque aquí el personaje supera a la ficción, y cada uno sabrá si eso es lo más recomendable.
Publicada en edición impresa.
La mayoría de las películas pugilísticas encierran historias de superación personal, el anhelo del sueño americano, el ascenso y/o caída del ídolo o, en definitiva, una combinación de todas ellas. “Revancha” no es la excepción, un nuevo capítulo, bien ejecutado, de un subgénero que no se despega de sus lineamientos habituales. “Revancha” (Southpaw, 2015), la nueva película de Antoine Fuqua –director de Día de Entrenamiento (Training Day, 2001)- calza a la perfección en el subgénero de films de boxeo. No es otra cosa, ni intenta serlo, el problema es que se apega tanto a los convencionalismos que va perdiendo efecto por el camino y, al final, no nos conmueve como quisiera, en parte, porque sus lugares comunes y sus golpes de efecto le terminan jugando una mala pasada. Billy Hope (Jake Gyllenhaal), campeón de peso liviano, está en la cima de su carrera profesional. Habiendo superado una infancia marginal, este huerfanito se construyó a sí mismo gracias al apoyo y el amor de su esposa Maureen (Rachel McAdams) y de su pequeña hija Leila (Oona Laurence), que no sólo lo ayudan a mantener los pies sobre la Tierra, sino a centrar el foco en aquello que es más importante. Una tragedia desestabiliza todo y, de la noche a la mañana, su vida se transforma en un pequeño infierno. Billy pierde su fortuna, su casa, su carrera y la custodia de su hija y, su existencia, tan feliz y controlada, cae de golpe en una espiral autodestructiva de violencia, alcohol e intentos de suicidio. Sí, todo mal, pero la redención esta a la vuelta de la esquina. Este luchador no piensa bajar los brazos y hará lo que sea necesario para recuperar a su pequeña. Así, Billy decide agachar la cabeza y empezar de cero con la ayuda de Titus "Tick" Wills (Forest Whitaker), un ex entrenador de campeones que ahora maneja un gimnasio para socorrer a chicos en desventaja y mantenerlos alejados de la calle. Todo muy altruista. Hope hace trabajos de limpieza mientras utiliza el gimnasio para volver a estar en forma, pronto le llegará una segunda oportunidad y esta en él aprovecharla o dejarla pasar. No hay mucho más para agregar sobre esta historia plagada de clichés. Gyllenhaal se carga al hombro (súper ejercitado) la película, pero a pesar de sus grandes esfuerzos, no le alcanza para conmover. En el fondo es sólo un film de boxeo del montón, con toda la violencia y cámaras lentas que esto implica para captar a la perfección cada uno de los golpes, ya sean sobre o fuera del ring. Uno podría esperar algo más de un guión a cargo de Kurt Sutter –creador de “Sons of Anarchy” (2008-2014)-, sobre todo si sabemos que pasó casi siete años pergeñando está trama con la intención de que sea protagonizada por Eminem (sí, el rapero), ya que según él la escribió teniendo en cuenta la lucha personal del músico a lo largo de su carrera. La metáfora es más interesante que la película en sí, pero igual no deja de ser un exponente correcto del cine pugilístico que en el pasado nos ha regalado grandes hitos y clásicos instantáneos. “Revancha” entretiene, cumple con el objetivo de mostrar el intercambio de golpes reglamentario con una cámara vertiginosa y toda la parafernalia que esta disciplina se merece, pero falla a la hora de conmovernos con su sufrido protagonista y esa lucha personal que lo debe sacar del fango para devolverlo al Olimpo de los campeones, de la vida y de los deportes. Dirección: Antoine Fuqua Guión: Kurt Sutter Elenco: Jake Gyllenhaal, Forest Whitaker, Rachel McAdams, Naomie Harris, Victor Ortiz, Curtis "50 Cent" Jackson
REVANCHA es la historia de Billy Hope, un boxeador surgido de la pobreza mas extrema, que ha logrado el sueño de triunfar, convirtiéndose en campeón, consiguiendo fama, dinero y una familia soñada. Pero la tragedia golpea su vida, y todo a su alrededor se desmorona como un castillo de naipes. Jake Gyllenhaal, confirma que es uno de los grandes actores de su generación, logrando una composición emocionante, física y psíquicamente contundente. Esta película del interesante Antoine Fuqua, es mucho más que un drama boxistico, es una historia de amor familiar, de superación personal y redención contada con todos los tópicos del cine de género. Técnicamente es apabullante, rodada pensando en el montaje, el director ofrece su marca de autor, esa que lo llevó a hacer grandes cintas como Día de Entrenamiento o El Justiciero. Párrafo aparte para Forrest Whitaker como el entrenador de Billy, un personaje brillante cargado de humanidad.
Crítica emitida por radio.
REVANCHA es un melodrama de boxeo a la antigua. Tanto, que si uno le saca detalles específicos de la época, tranquilamente podría haberse hecho en los años ’30. La película de Antoine Fuqua puede tener ritmos de montaje actuales, los gadgets tecnológicos que quieran, la cultura del show que hoy tiene el boxeo, pero nada logrará sacarla de ahí. La película abraza el formato, el cliché, el viaje de caída y redención del boxeador de EL CAMPEON a ROCKY pasando por casi cualquier otro filme sobre el tema y lo hace sin vergüenza alguna, sin intentar alterar nunca un formato probado, celebrado y que, bien hecho, funciona a la perfección. Y REVANCHA consigue lo que se propone: es una película de boxeo hecha y derecha, de esas que cuando están bien realizadas, funciona como un buen golpe aplicado al corazón. En el filme del director de DIA DE ENTRENAMIENTO y EL JUSTICIERO, entre otras, un realizador de la escuela clásica directo al grano, Jake Gyllenhaal encarna a una de esas “grandes esperanzas blancas” (de hecho, se llama Billy Hope) en un deporte dominado por los afroamericanos. Es un irlandés criado en un orfanato de Hell’s Kitchen que llegó a campeón peleando de la manera más salvaje y callejera posible. Su estilo de boxeo no es recomendable para nadie. Es un golpe a golpe en el que siempre termina ganando pero a la vez queda física y facialmente desecho. El concepto de defensa le es completamente desconocido. southpaw75Casado con una mujer (Rachel McAdams, distinta en aspecto pero no tanto en intensidad respecto a TRUE DETECTIVE 2) que sabe controlar sus impulsos más autodestructivos (ella tiene un similar origen social), pero con un manager (el rapero 50 Cent) un tanto más cínico que busca hacer dinero a costa de sacrificar a su boxeador estrella, Billy tiene además como centro de su vida también a su hija, Leila, a quien tratan de proteger de las zonas más complicadas y dolorosas de la profesión. La historia se enreda para mal cuando un boxeador colombiano empieza a desafiarlo en público, diciendo que Billy no se atreve a enfrentarlo. Una cosa llevará a la otra y se producirá una situación trágica que conviene no adelantar y que lleva a Billy a perder todo lo que tiene: dinero, manager, hija, esposa, salud mental, lo que sea. El campeón, de golpe, tiene que volver a empezar de la nada, pasando de la mansión lujosa a la pensión de cuarta. Y no le será fácil. Como la tradición lo indica, habrá un viejo entrenador de box de un club de barrio (Forest Whitaker) que, a su manera un tanto KARATE KID, tratará de sacar al boxeador de su pésimo momento y devolverle, sino el título, al menos un poco de dignidad. southpaw5Salvo una sola cosa, todo lo que se imaginan que puede pasar en REVANCHA pasa. De la fiesta y el bardo a la soledad y el abandono. De las drogas recreativas a las totalmente destructivas. Del amor, el cariño y el reconocimiento a la marginación absoluta, ésa que sucede cuando todos los que te apoyaban cuando eras exitoso deciden mirar para otro lado cuando estás, literalmente, en la lona. Pero Billy peleará con el sistema, con sus fantasmas y con los clichés de las películas de boxeo para salir adelante. Fuqua y el guionista Kurt Sutter (de la serie de TV, SONS OF ANARCHY) toman esos clichés y los elevan a la altura de máximas. Y logran que REVANCHA funcione casi en todo momento. Aparenta ser realista en sus detalles, pero no lo es: es Hollywood clásico de pura cepa y con un actor como Gyllenhaal que hace su propio y un tanto excesivo proceso “Actor’s Studio” para convertirse en un boxeador poderoso pero torpe, que murmura palabras incomprensibles casi todo el tiempo pero que, bajo esas capas de machismo cabeza, tiene, digámoslo, “un corazón de oro”. Southpaw-2Si el espectador logra no ponerse cínico o irónico respecto a lo old fashioned de la propuesta de Fuqua, seguramente la disfrutará muchísimo, a la manera de las primeras ROCKY. No es, claro, TORO SALVAJE, no intenta subvertir la mitología del boxeador bruto pero noble ni busca profundizar demasiado en esas contradicciones, pero es una película que, si lográs acomodarte a su propuesta clásica, nostálgica y al borde de lo demodé, se aprecia y emociona muchísimo. Los golpes siempre están en el límite de darnos por abajo del cinturón, eso es seguro, pero sea así o no, logra sacarnos lágrimas a lo loco…
Ganar por puntos y en fallo dividido El cine se ha constituido con elementos de la literatura, el teatro y la fotografía, pero también con otros de una disciplina ajena al universo creativo como el deporte en general, y el boxeo en particular. Al fin y al cabo, el arte del cuadrilátero se maneja con partes iguales de la valentía, perseverancia e instinto de autosuperación, tres de los valores predilectos de Hollywood. Enésima derivación de Rocky, con la clásica secuencia de montaje de entrenamiento incluida, Revancha transita todos y cada uno de los tópicos esperables de una de boxeo sin jamás renegar de su condición de refrito, convirtiéndose en un exponente cuya autoconciencia se manifiesta no tanto en el guiño canchero como en el aplomo y seguridad a la hora de tematizar por enésima vez la parábola llena de sangre, sudor y lágrimas del hombre caído dispuesto a todo con tal de levantarse antes del campanazo final.Más cerca del drama telenovelesco de la fallida Cinderella Man que de los pasos de comedia de El ganador, Revancha arranca, como nueve de cada films pugilísticos, con el protagonista de turno, Billy (Jake Gyllenhaal, con una intensidad y transformación física que piden a gritos una nominación al Oscar), tocando el cielo con las manos. Esto es, reteniendo una vez más el título mundial. Su vida encarna el arquetipo habitual del deportista millonario e iletrado pero de físico fuerte y sentimientos nobles: allí está, entonces, volviendo a su mansión con la cara molida a golpes y la voluntad inquebrantable de saludar a la hija. Una vuelta de guión tan forzada como funcional desata el principio del fin.Los antecedentes de Antoine Fuqua no lo muestran como un director habitualmente preocupado por la suerte de sus personajes. Es, por el contrario, uno que generalmente los considera meros vehículos para motorizar la narración, aun cuando esto implique someterlos a situaciones rayanas con la saña. Aquí avala la tendencia empujando a Billy a un derrotero de penurias que culmina en lo más parecido al infierno en la Tierra. Infierno en el sentido más cristiano del término, ya que Revancha es también una épica religiosa. No es casual que en algún momento Billy intente autoconvencerse de que “Dios debe tener un plan para enseñarle algo” ni mucho menos que la pelea amateur que marca su regreso sea en una iglesia e incluya algún plano en contrapicado de un Cristo crucificado. Pero a diferencia de otra película sobrevolada por el espíritu de Ned Flanders como El vuelo, aquella en la que el personaje de Denzel Washington iniciaba un vía crucis judicial después de estrolar el avión que pilotaba, Revancha no pierde jamás su rumbo original, dejando ese componente en un segundo plano.Lo anterior no impide que la espiral descendente funcione a la perfección en términos dramáticos, ya que favorece a lograr una de las claves del género como es la empatía del espectador. Porque, ¿quién no podría desearle un poco de suerte a un tipo que perdió todo, incluso a su mujer (Rachel MacAdams, impecable en su finísima ordinariez) e hija y que, para colmo, se apellida Hope (Esperanza)? La aparición de un viejo entrenador tanto o más machacado que él (Forest Whitaker) marca el primer paso del meteórico ascenso rumbo a la revalidación personal y deportiva y, con esto, a los mejores momentos de una película que no será novedosa, pero que sabe qué quiere contar y, sobre todo, cuál es la mejor forma de mostrarlo. Fuqua no se lleva bien con la intimidad y la psicología pero sí con la vertiente más sudorosa y demodé del cine de acción, convirtiendo al último tercio del vía crucis de Billy en un emotivo compendio de golpes filmados con pulso, brutalidad y realismo. Al igual que el estilo pugilístico de su protagonista, Revancha tiene menos cabeza que corazón. Con eso le alcanza para ganar por puntos y en fallo dividido.
EL DUELO ACTORAL ENTRE JAKE GYLLENHAAL Y FOREST WHITAKER ESTÁ ENTRE LO MEJOR DE "REVANCHA" Melodrama boxístico muy bien filmado y actuado “Revancha” es un sólido film, un poco anticuado y algo cargado de tintas, pero sin duda con algo que aportar a la tradición del cine de boxeo. Este film es un temible dramón, pero un dramón muy bien filmado y actuado. El experto en policiales y films de acción Antoine Fuqua (el de "Día de entrenamiento" y "Asesinos sustitutos") elabora un melodrama boxístico casi con más melodrama que boxeo: durante las dos horas de proyección, hay sólo cuatro peleas, aunque todas logran una intensidad como para recomendar la película. Jake Gyllenhaal es Billy Hope, un campeón con una esposa y una hija que disfrutan de sus millones y una vida de ensueño lograda a base de exponerse a los golpes en el ring. Una situación confusa con un retador termina con la muerte de su esposa, y sus actitudes autodestructivas, con detalles suicidadas -algo que en una oportunidad incluso lleva al ring- terminan provocando que las autoridades le quiten la tenencia de su hija. El título original "Southpaw" se refiere a un golpe de zurda, pero la revancha del título local se refiere al esfuerzo del protagonista por retomar el control de su vida, para lo que necesita obligatoriamente volver a triunfar en el ring. Para eso necesita un nuevo entrenador totalmente alejado de la corrupción del negocio del boxeo, que es en parte lo que provocó su caída. Aquí entra en la película Forest Whitaker, que ofrece otra de sus grandes actuaciones y ayuda a darle su excelente nivel al film. Si bien "Revancha" en muchos momentos se pasa de vueltas en su escalada melodramática, lo cierto es que está bien construida narrativamente con picos de intensidad en las escenas de boxeo, filmadas con un realismo impactante que demuestra cabalmente la crudeza de este deporte (el personaje de Jake Gyllenhaal ayuda a exacerbar este aspecto del boxeo ya que se trata de un campeón que logró sus triunfos exponiéndose como ninguno a los golpes de sus rivales). El resultado es un sólido film, un poco anticuado y algo cargado de tintas pero sin duda con algo que aportar al cine de boxeo. La música, especialmente sutil, marcó el último trabajo del prolífico James Horner, quien merece una dedicatoria en los títulos del final.
Un “grandes éxitos” de la saga Rocky que ni un comprometido Jake Gyllenhaal puede salvar. Madura en K.O. Billy “The Great” Hope (Jake Gyllenhaal) tuvo una infancia difícil. Abandonado de pequeño, se crió un orfanato mientras recorría las oscuras y peligrosas calles de Hell’s Kitchen, en Nueva York durante la década del 80. Ya en su adolescencia logró encaminar su vida con la disciplina que le entregó el boxeo, donde fiel a su estilo de ir siempre hacia adelante se hizo un nombre dentro del deporte, llegando incluso a coronarse campeón mundial y cobrando bolsas millonarias. Se casó con Maureen (Rachel McAdams), su novia de toda la vida, y tuvieron juntos una hija. Hoy la vida de Billy es la de una estrella. Pero las cosas cambian de un momento a otro cuando, comenzando con la muerta accidental de su mujer Maureen, Billy pierde absolutamente todo: sus títulos, su dinero, sus amigos y la tenencia de su hija, por la quien luchará a toda costa para recuperar. Para esto buscará volver a poner en marcha su carrera y contará con la ayuda de Tick Wills (Forest Whitaker), un experimentado entrenador de boxeo que le hará repensar su estrategia tanto, en el deporte como en su vida. Revancha (o Southpaw en su idioma original, término que se usa para definir a los deportistas zurdos) es una de esas películas que entrega menos de lo que promete. No es que lo nuevo de Antoine Fuqua (Día de Entrenamiento, El Justiciero) sea algo imposible de ver, incluso es hasta todo lo contrario. Está filmada al mejor estilo documental como tanto le gusta a su director, con mucha cámara en mano que se mete de lleno en la historia y hace que las secuencias de pelea sean fácilmente de los mejores momentos que tiene para ofrecer el metraje. Tampoco decepciona por el lado de las interpretaciones. Tenemos a un Jake Gyllenhaal claramente comprometido con su papel de Billy Hope, quien aparte de lograr un increíble cambio físico (sobre todo si tenemos en cuenta como estaba en su anterior film Primicia Mortal) entrega realmente una buena interpretación, cargada de desafíos físicos y emocionales de los que sale airoso. Lo mismo podemos decir de sus compañeros Rachel McAdams y Forest Whitaker. La primera en un papel que, al igual que a Gyllenhaal, le da la oportunidad de crear un personaje vistoso y de los que no abundan en su filmografía. Mientras que Whitaker no tiene ningún problema con su rol de entrenador que, a fuerza de experiencia y sabiduría, deberá ayudar a Billy a volver a encaminar su vida. Pero los problemas llegan por el lado del guión, o más bien de la historia. Kurt Sutter venía de participar en dos de las mejores series que vió la televisión norteamericana -y mundial- en los últimos años. Por un lado escribió varios libretos para el policial The Shield, y por el otro creó Sons of Anarchy. Por lo que podemos afirmar que no es ajeno a las historias con personajes atormentados y/o de moral ambigua, y que busca empujar un poco más allá los limites de lo establecido. Pero muy poco de ese estilo que lo volvió un guionista a tener en cuenta se traslada a la película. Es cierto que Revancha toca todas las teclas correctas, nos emociona cuando nos tenemos que emocionar y nos exalta cuando nos tenemos que exaltar, y los arcos argumentales están bien definidos al igual que sus personajes… pero todo el tiempo se siente familiar. Es una historia que ya vimos, protagonizada por gente que ya conocemos y a la que nos podemos adelantar y adivinar paso a paso todo lo que va a suceder. Sin ir más lejos podemos tomar la saga de Rocky Balboa, de la cual esta película parece una suerte de “grandes éxitos”. Todo lo que veremos en Revancha ya se vio a lo largo de los seis films protagonizados por Sylvester Stallone. Incluso hasta con escenas casi calcadas, como en la que Clubber Lang irrumpe una nota que está dando el Rocky en Rocky III y le reclama que pelee contra él. Hasta deja en evidencia y resalta todavía más lo importante que fue Rocky para el mundo del cine, ya que a casi 40 años de su estreno sigue siendo un modelo a seguir -demasiado al pie de la letra en este caso- de como crear un montaje de entrenamiento y pelea. Conclusión Quizás si la película no hubiera tenido a su favor el compromiso de un actor de la talla de Jake Gyllenhaal. O las buenas labores en el reparto de secundarios como son las de Rachel McAdams y Forest Whitaker. O la expectativa creada por el debut de su guionista Kurt Sutter en el mundo del cine luego de una más que exitosa década en la televisión. O las simples ganas de verla que pueda causar teniendo al a veces errático pero siempre entretenido Antoine Fuqua detrás de la cámara. Quizás si Revancha no tuviera todo eso a su favor, no hubiera dejado ese terrible gusto a poco que deja en la boca cuando empiezan a correr los títulos. O peor aun, esa sensación que nos queda de que esto ya lo vivimos en otras películas. Se le agradece a Fuqua el look visceral, casi documental, que le aplica al film. Pero eso simplemente el envoltorio de algo que, cuando se termina revelando, es mayormente una decepción.
Con una impresionante transformación física de Jake Gyllenhaal como principal punto de interés, parecía que Southpaw estaba destinada a sumarse a los grandes films de boxeo de la historia. Y sin embargo queda solo en la promesa. No por falta de intentos, seguro, dado que su director Antoine Fuqua lanza todos los golpes que puede, muchos de los cuales impactan por debajo del cinturón. Parafraseando a uno de sus personajes, usa más el corazón que el cerebro, con lo que se acaba por arrojar un gancho detrás de otro a la espera de provocar un nocaut emocional que no va a llegar, en vez de proponer una historia creíble y sensible de redención dentro del ámbito del deporte. Fuqua es un realizador que consiguió un film notable como Training Day temprano en su carrera, por lo que todos sus proyectos posteriores apelaron a una fórmula de acción y emoción que tiende a tomarse demasiado en serio. King Arthur, Brooklyn’s Finest, Shooter, Olympus Has Fallen o The Equalizer son ejemplos de películas de un realizador que siempre aspira a más y se queda corto, sin tanto pulso para las escenas dramáticas pero que compensa con las secuencias en las que la adrenalina sube. Lamentablemente, Southpaw sigue ese mismo recorrido. Su guionista Kurt Sutter (Sons of Anarchy) sabe mucho de tipos rudos y propone a un gran personaje en Billy Hope, un boxeador que pelea más fuerte cuando las cosas se ponen peor. Y como su vida es una parábola de lo que ocurre dentro del ring, en su camino para recuperar la gloria enfrentará todo tipo de penuria, al punto de que se acerca más a una telenovela que a un drama real. Pero antes que nada este es un film de boxeo y, en ese sentido, se luce lo suficiente. El director filma combates de esos que amamos gracias a la gran pantalla -al estilo Rocky, de palo y palo-, aquellos que se muestran como imposibles en la realidad del Madison Square Garden. Tiene a un Gyllenhaal en el mejor momento de su carrera, en una seguidilla de actuaciones destacadas –End of Watch, Prisoners, Enemy, Nightcrawler- que a fuerza de trabajo lo pondrán en la mira de los grandes premios tarde o temprano. Cuenta con una banda sonora de primera nivel gracias a uno de los últimos trabajos del fallecido James Horner (Titanic) y también está Forrest Whitaker en un buen nivel, como un ex peleador centrado y medido capaz de enseñarle a Hope que tiene que tener la cabeza fría en cada round. Así, no solo hay sangrientas peleas para valorar, sino también una gran secuencia de entrenamiento para que Billy se redima –algo que en más de una oportunidad dice la voz del presentador, por si el público no estaba atento a que esta es una historia de redención-. No obstante, todo queda corto cuando se tiene que subir al cuadrilátero con las tragedias personales del protagonista, cerca de una decena a lo largo de la película. El peso dramático que se le insufla a este film es desmedido, al punto de que algunas de las mayores desgracias se adelantaban en los avances como si se quisiera prevenir al espectador. Había un gran film dentro de Southpaw, pero así como en el boxeo un error puede costar un título, una serie de decisiones fallidas socavan todo el potencial que tenía. Queda al menos la interpretación cruda y salvaje de un Gyllenhaal totalmente comprometido con la causa, quien entusiasma y conmueve al servicio de un guión lacrimógeno.
"Revancha": ¡Maldito Stallone! ¡Maldito Sylvester Stallone! Sí, maldito. Es que el actor puso la vara muy alta con Rocky (1976): 10 nominaciones al Oscar de las cuales obtuvo 3, incluido Mejor Película. Nunca se han visto peleas en pantalla grande como las protagonizadas por el Semental Italiano, y pocas veces un personaje logró que lo alentaran y vitoreasen al unísono en un cine. Es que Rocky, hace casi ya 40 años, enamoró al público, no sólo como boxeador sino también como persona. Los personajes, la historia, el contexto, todo funcionó perfectamente en ese filme. Poca gente recuerda, o sabe, que el guión fue escrito por el propio Stallone. Por eso lo maldecimos. Y lo hacemos porque todas las películas sobre el ring que han venido después viven bajo la sombra de ese largometraje (y su saga), en mayor o menor medida. A este "flagelo" está sometido "Revancha", la nueva película del gran director Antoine Fuqua. Billy Hope (Jake Gyllenhaal) es un boxeador que se hizo de abajo. Nació en un barrio pobre y al no tener familiares pasó su infancia en instituciones para menores, pero allí su suerte cambiaría. Comenzó a boxear como deporte y conoció a Maureen (Rachel McAdams), quien se convertiría en su esposa. Pronto se hizo un boxeador profesional y Billy se convirtió en campeón mundial de peso semipesado invicto. Amasó una fortuna, compró una mansión, autos deportivos, se rodeó de lujos y con su mujer le dieron todos los gustos a su adorable hija Leila (Oona Laurence). Pero un buen día, el destino golpea la puerta de Billy y una inesperada tragedia ocurre: su mujer es asesinada en un episodio confuso, pierde su fortuna, le quitan su licencia de boxeador, su manager (50 Cent) lo abandona a su suerte y descuida tanto a su hija que ella termina en el servicio de protección a menores. Billy Hope toca fondo. Para tratar de recuperarla (y recuperarse a sí mismo) acudirá a Tick Willis (Forest Whitaker), un boxeador retirado, dueño de un austero gimnasio, que lo ayudará a recobrar y a entender cuáles son las cosas importantes de la vida. "Revancha", por la trama, hace que se nos venga a la memoria al menos dos películas de Rocky: la tercera y la quinta parte. Billy tiene un rival llamado Miguel Escobar (Miguel Gómez) que lo busca para arreglar una pelea. ¿Se acuerdan de Clubber Lang (Mr. T)? Billy pierde absolutamente todo y debe volver a las calles. A Rocky le pasa lo mismo en Rocky V(1990), con la única diferencia que se hace entrenador. Ya lo dijimos: es culpa de Stallone por haber hecho tantas películas. Pero eso hace ruido. Es que la trama se hace previsible y todo lo que pueda llegar a ocurrir, el espectador ya lo intuye. Hay varias cosas para destacar en la película. Una es Antoine Fuqua, el director, que tiene una facilidad y sabiduría magníficas para saber dónde poner la cámara para contarnos la historia. Además, las escenas de las peleas son bastante originales. Otro punto a favor son los actores: hay que destacar a la nena, Oona Laurence; y rendirse ante el duelo actoral que nos proponen en pantalla Gyllenhaal (¿estará nominado a algún premio?) y Whitaker. Conmueve verlos trabajar a estos muchachos. Dato inútil: en una escena lo nombran a Sergio "Maravilla" Martínez… Argentina potencia. Para que quede claro. La película entretiene, es llevadera, no abusa de golpes bajos y tiene mucho talento en pantalla. Lo que le quita un par de puntos y no logra que nos noquee es ese tufillo a "ya conozco esta historia". Es que ya lo dijimos: ¡Maldito Sylvester Stallone!
Toro salvaje Revancha, la película de Antoine Fuqua, es una destacada pieza del subgénero pugilístico del cine. Para transgredir las reglas de un género o un subgénero, primero hay que conocerlas y demostrar que se las conoce. Lo que hace Antoine Fuqua está basado en esa clase de respeto. Para el director de El justiciero, saber filmar un (sub) género y entenderlo es respetarlo. El respeto es su método y su originalidad reside en repetir lo que ya hicieron los grandes maestros pero introduciendo pequeñas variaciones. Revancha, su nueva película, es un compendio del subgénero pugilístico y cuenta la historia del campeón de los semipesados Billy Hope, protagonizado por un tallado Jake Gyllenhaal, quien tuvo que someterse a un duro entrenamiento para el papel. Y ahí están la gloria y los millones de dólares y su esposa Maureen (Rachel McAdams), la mujer de fierro que lo sostiene y sin la cual nunca podría haber sido el campeón que es, y Leila (Oona Laurence), su hija. Vienen la crisis, la caída y la pérdida fatal de su mujer, a quien matan de un disparo accidental. Y para colmo de males, la justicia determina que por su inestabilidad, su violencia, su continuo comportamiento de toro salvaje, su adicción a las drogas y su facilidad para enfurecerse, no puede vivir con su hija. El desastre se hace presente. Luego vienen la recuperación, la obligación de sentar cabeza, de pensar, de ubicarse, y la aparición del entrenador mítico, esa figura que tanto se le debe a la saga Rocky con su Mickey. Billy tiene que empezar de cero, volver a las bases. Sólo así recuperará lo único que le queda: su hija. Para eso tendrá que ir al gimnasio del barrio en busca del mejor entrenador, Tick Wills (Forest Whitaker). Lo que sigue es el consabido entrenamiento y el trabajo desde abajo, la pelea amistosa, que sirve para que el resto del mundo vea su avance, que sigue pegando duro, y para que reaparezca su exmánager chupasangre y arregle la pelea final. La relación que tiene Hope con su entrenador y con su hija demuestra lo talentoso que es Fuqua para dirigir actores y para narrar, para ir al hueso y resolver rápido los puntos básicos de la trama, para usar los tópicos y los lugares comunes obligatorios sin engañarse con falsos optimismos. En cuanto a la música hay que destacar dos cosas: el uso que hace de lo diegético (que sólo escuchan los personajes) y extradiegético (música añadida) y cómo los combina, y la banda sonora original compuesta por James Horner. Fuqua vio todo lo que había que ver y lo resume con maestría. Sabe dónde y cómo hacer los cortes, las elipsis, dónde poner la cámara, cómo usar los ralentíes, siempre con un ojo puesto en el subgénero y su tradición y el otro en la historia que está contando. Revancha entra como un jab y hace llorar de la emoción, quizás porque entrega de la mejor manera y con respeto lo que el espectador va a ver.
Antoine Fuqua (“Día de Entrenamiento”, “Tirador”, “Ataque a la Casa Blanca”, “El Justiciero”), especialista en el género de acción, incursiona en el drama deportivo de boxeo que, como toda película de este tipo, desarrolla una historia de vida y de superación personal. En “Revancha” es la de Billy Hope (qué casualidad, se apellida esperanza), un hombre que se crió, al igual que su esposa Maureen (Rachel McAdams), en un orfanato del Hell’s Kitchen de Nueva York, y que en la actualidad lo tiene todo: una mujer hermosa y cariñosa que lo alienta y le organiza la vida; una hija adorable, Leila (Oona Laurence ); un lujoso estilo de vida y es campeón mundial de peso semipesado. Pero su ascenso hacia el éxito se ve interrumpido cuando la tragedia lo golpea así como un gancho que te deja knockout (vale la pena la metáfora boxística). En una cena de caridad para recaudar fondos por los niños huérfanos (lo cual se muestra en el trailer), su esposa recibe un balazo y muere en un muy confuso episodio que involucra al entorno de un rival, llamado Escobar (Miguel Gomez), un tipo que insiste en meter cizaña para retarlo a una pelea. Billy queda tan desvastado que genera un problema con su hija Leila, quien queda al cuidado del servicio de protección infantil porque queda imposibilitado -tanto psicológica como monetariamente- para criarla y mantenerla. Para peor, no puede pelear; y su manager y amigo de toda la vida (papel a cargo de Curtis ‘50 Cent’ Jackson) lo abandona porque ya no genera ingresos. Al tocar fondo, el protagonista acude al gimnasio local de un boxeador retirado, Tick Wills (un genial Forest Whitaker) para que lo entrene y lo ayude a emprender la batalla más difícil de su vida mientras lucha por recuperarse a sí mismo y recobrar la confianza, y la tenencia legal, de su hija. Una vez más, Jake Gyllenhaal se compromete al cien por ciento con el personaje que le toca interpretar. En este caso, uno que involucró un arduo entrenamiento para lograr la transformación, no sólo física sino también mental (Hope pasa de una emoción a otra). A pesar de su poco tiempo en pantalla, Rachel McAdams ofrece un buen desempeño al igual que la pequeña actriz que encarna a la hija de ambos. En lo que respecta a lo técnico, Fuqua filma de manera impecable las escenas desarrolladas dentro y fuera del ring, porque es allí donde se inicia el camino hacia la redención (hacia esa revancha a la vida misma a la que hace alusión el título). Muy buena.
Lo primero que se puede decir, a modo de anticipo, y ya que está atravesado por el mundo del box, es que éste filme se debería descalificar por golpe bajo. Dicho esto, pasemos a enumerar. En cuanto a construcción es una realización de formula, la previsibilidad hecha relato, una historia con todos los ingredientes de este cuasi subgénero del cine: boxeador humilde, huérfano él, Billy Hope (Jake Gyllenhall), ¿será casual el apellido esperanza?, actual campeón mundial, casado con Maureen (Rachel McAdams), padres de una hija entrando en la pubertad. Maureen es su cable a tierra, el equilibrio entre su explosivo mal genio y la tranquilidad, luego de una defensa exitosa, en medio de una cena de beneficencia, y ante la provocación de un posible retador a la corona que él sustenta reacciona irracionalmente, producto del cual termina muerta su esposa. De ahí a la decadencia absoluta. Nada es lo que parece, su imperio se sostenía en las deudas acumuladas, su estado depresivo por la perdida irreparable lo sumerge en un duelo patológico, alcohol incluido, que deriva en perderlo todo. Absolutamente todo. Caída y, como no podía ser de otra manera, el camino hacia la redención: su objetivo principal es recuperar a su hija. Es aquí que hace su aparición Tick Willis, un ex boxeador que ahora es entrenador, casi un clon de Burgess Meredith, el Mickey de “Rocky” (1976), salvo que no es tan viejo, es negro y corpulento. Él es quien ayudará a Billy en el recorrido a recuperar lo que es suyo. El director Antoine Fuqua, fluctúa en la búsqueda de algo que no encuentra, casi como lo podría demostrar su heterogénea filmografía, pasar de buenas películas como “Día de entrenamiento” (2001) o “El justiciero” (2014), a bochornos como “Lagrimas al sol” (2003) o ésta misma que nos convoca. En ningún momento termina por definirse si estamos viendo un drama y ahondar sobre el tema, o desnudando el mundo del box, o simplemente una nueva versión anodina de la mencionada “Rocky”, “El campeón” (1979) o “El estigma del arroyo” (1956), y miles de ejemplos que se pueden encontrar en la historia del cine, pero mejor realizados. La respuesta a la pregunta de la necesidad de retorno sobre lo mismo se encuentra en las boleterías. El boxeo vende, tanto en pantalla como en la vida cotidiana, de ahí a ser una buena realización o considerarse un deporte… Hay en ambos casos una distancia considerable. Tanto Jake Gyllenhaal como Forest Whitaker componen de maravilla sus personajes, muy buenas actuaciones, creíbles, incluida la siempre eficaz (hermosa) Rachel MacAdams, pero esto no le alcanza a la producción para salvarla del incendio, ni siquiera la corrección del montaje, o la buena banda musical puesta en función meramente empática. Falla el guión y eso es insalvable.
La vida es un puño Pelear. No hay metáfora más expresiva que el box para representar la vida. Y si la vida del personaje retratado fue dura, el ring, y la superación por el esfuerzo y las ganas de dejar la pesadilla atrás, y dar vuelta la página- es el lugar adecuado. Es lo que cuentan (casi) todas las películas que abordan ese deporte. “Revancha” se ajusta a la regla. Pero el director Antoine Fuqua lo hace contando dos películas en una. La primera parte es ante todo un estudio de caracteres. Billy Hope, en una composición milimétricamente estudiada por Jake Gyllenhaal, creció en un orfanato de Hell’s Kitchen (La cocina del infierno, barrio del centro oeste de Manhattan elegido con frecuencia por el cine, la literatura y el cómic para retratar infancias y vidas difíciles: “Los hijos de la calle”, 1996, de Barry Levinson; “La cocina del infierno”, de 1978, con Sylvester Stallone). También su mujer (a cargo de Rachel McAdams, impecable en su breve intervención) a quien conoció en el mismo lugar cuando ella tenía 12 años. Cuando empieza el filme Billy es el campeón en su categoría, tiene una relación perfecta con su familia y vive en una mansión impresionante. Pero un día pierde la mitad de su felicidad, y también su dinero y luego sufre el rechazo de su hija. A partir de allí comienza la segunda parte que refleja la lucha de Billy por recuperar algo de todo lo que perdió. Y allí “Revancha” entra por lo carriles más convencionales, algo que salva el trabajo de Gyllenhaal, y también en -menor medida- el de Forest Whitaker, como el entrenador que le hará comprender que antes que pegar (y buscar revancha y canalizar con puñetazos su frustración y su dolor) tendrá que aprender a pelear contra sí mismo para encontrar el camino de regreso.
Un exitoso boxeador, con buena vida y todo eso, lo pierde todo por una tragedia. Encuentra entonces su fuerza interior y vuelve a empezar desde abajo hasta reencontrarse con el éxito (más o menos) y con la vida. Seguramente ha visto un millón de films similares y no es casualidad: Revancha es una especie de revisión de los lugares comunes de las películas de boxeadores por lo menos desde Rocky -y la tradición es mucho más extensa. De algún modo, estos relatos se han convertido en bastidores para dos elementos: la actuación y la capacidad de los realizadores de transmitir sensorialmente lo que les sucede a los personajes. En el primer campo, la película está bien, con Jake Gyllenhaal transformando su cuerpo (es un poco zonzo eso de elogiar la transformación física de un actor, algo más deportivo que artístico) y con un Forrest Withaker que flirtea con la sobreactuación sin caer en ella, más una Rachel McAdams precisa. En el segundo campo, el artesano ocasionalmente interesante Antoine Fuqua narra de modo impersonal pero le imprime sangre y fuerza tecnológicas a las secuencias de peleas, que en última instancia son las que sostienen el interés de la película. El film es, de todos modos, tan apegado a sus fórmulas de base que la única manera de describirlo es utilizando uno de esos horribles lugares comunes de la crítica. Revancha es un “sólido entretenimiento”.
CRECER A LOS GOLPES Melodrama recargado de piñas. Trágica historia de amor en un mundo lleno de sangre. El argumento apela a todo los lugares comunes del género luchador redimido. Crónica triste sobre un púgil ganador criado en un orfanato que conoce el cielo y el infierno. Pero que al final, después de tocar los bordes, se subirá al ring para empezar otra vez. No le falta nada. Pero está bien contada y la historia se sostiene. Hay detalles, buenos semblanzas humanas, peleas espectaculares, remates sobre la hora. La escena inicial, la del vendaje, ya nos avisa que el que está detrás de la cámara sabe lo que hace. La publicidad hablaba de la historia de redención de un campeón que lo tenía todo y de golpe todo se le viene abajo. Con culpa y dolor, este guapo peleador intentará el regreso. Lo ayuda esa hija que lo rechaza y un viejo entrenador que le da buenos consejos y buenos ejemplos El boxeo, que alguna vez lo llenó de lágrimas, le dará la chance de volver. Es una revancha, porque en su match final ajustará varias cuentas. Gran actuación de Jake Gyllenhaal y soberbia, aunque breve, aparición de Rachel McAdams, una actriz estupenda, versátil, intensa, de esas que le dan vida a cada plano.
Un boxeador debe luchar por su felicidad y la de su familia, fuera y dentro del ring. Cuenta las vivencias de Billy Hope (interpretado por el nominado al premio de la Academia Jake Gyllenhaal, por “Secreto en la montaña”) campeón mundial de peso semipesado que lleva una vida feliz con su esposa Maureen Hope (Rachel McAdams, “Sherlock Holmes”). Son fieles, ella es una mujer bella, que lo quiere, cariñosa, ordenada, se llevan bien, tiene una hija encantadora Leila Hope (Oona Laurence) y tienen una vida llena de lujos. A él en distintas oportunidades lo vemos como un hombre generoso con sus amigos y con aquellos que se encuentran a su alrededor, como tantos otros deportistas conoció la pobreza y con su profesión ha logrado ser una estrella y ganar bastante dinero. Pero una noche cuando sale junto a su esposa y otros amigos sucede una tragedia inesperada. Vemos de golpe como toda su vida se desmorona no solo en lo económico sino también espiritualmente. Se sumerge en una gran depresión, se dedica al consumo de drogas, alcohol y protagoniza ataques cargados de violencia que provocan que pierda todo, incluso la tenencia de su hija. A veces cuando un ser se encuentra en las malas todos desaparecen. En este caso se acabó la fiesta, su manager y amigo de toda la vida Jordan Mains (Curtis Jackson, alias “50 Cent”), cuando este toca fondo, lo abandona. Cuando el barco se hunde las primeras que huyen son las ratas. Se debe enfrentar solo a la vida y resurgir como el ave fénix. Es aquí cuando entra en acción su nuevo entrenador Tick Willis (interpretado por el ganador del Oscar Forest Whitaker, por “El último rey de Escocia”), ellos juntos emprenden una gran batalla para recuperarlo todo. Este film tiene como director a Antoine Fuqua (Día de Entrenamiento) y al guionista Kurt Sutter (“Sons of Anarchy”), contiene algunos elementos y situaciones similares a “Toro salvaje”. Todo lo que va sucediendo resulta bastante previsible, aggiornado con toques conmovedores y melancólicos. La historia va ofreciendo mensajes, entre ellos la fuerza de superación y que se puede salir de las malas situaciones. Muy buena la preparación física para este personaje de Jake Gyllenhaal (podría ser nominado al Oscar), una vez más vuelve a brillar Forest Whitaker, acompaña una buena fotografía, montaje y banda sonora. Algunos la relacionarán con un “Rocky” pero más moderno.
Mandíbula de cristal Round 1: hay un nombre en toda la concepción de Revancha que por ahí no es demasiado nombrado pero no deja de ser clave, y es el del guionista Kurt Sutter, quien cuenta entre sus antecedentes con el hecho de haber sido el creador de la serie Sons of anarchy. Vi solamente el piloto de aquel show que terminó durando siete temporadas y debo decir que era un primer capítulo poderoso, que sentaba con gran fluidez e impacto las bases para toda una serie de conflictos de diversa índole que giraban alrededor del verdadero tema central del programa, que eran los dilemas de un treintañero atrapado entre la lealtad a la pandilla de motociclistas a la que pertenece y su reciente paternidad. El film de Antoine Fuqua en cierta manera repite este conflicto, porque al fin y al cabo también cuenta la historia de un padre y su hija, de un vínculo que se irá construyendo frente a toda un conjunto de frentes de mayor o menor importancia. Es como un boxeador con antecedentes, con una carrera marcada por los riesgos pero que a priori promete. Round 2: claro que una cosa es un piloto de una serie que luego tendría casi un centenar de capítulos y otra cosa es una película de algo más de dos horas, y ahí es donde la estructura de Revancha empieza a crujir fuertemente. Es que el film necesita establecer el drama, y para eso acumula más y más conflictos. Ahí tenemos al boxeador Billy Hope (Jake Gyllenhaal), quien ha logrado llegar a la cima dando (unos cuantos) y recibiendo (muchos) golpes, pasando de la pobreza a la riqueza ostentosa, hasta que a partir de la trágica muerte de su mujer (Rachel McAdams) todo se le empieza a derrumbar como un castillo de naipes: pronto pierde su casa y todas sus propiedades por culpa de las deudas, pierde su invicto y su título, los que antes lo adulaban le dan la espalda, cae en la droga y los comportamientos autodestructivos y finalmente pierde a su hija, que termina en las mismas instituciones de cuidado infantil de las cuales él había logrado escapar. De por sí esa sucesión de capas conflictivas, temas y situaciones no está mal, y un film como La última pelea, con su retrato equilibrado sobre las penurias de la clase trabajadora estadounidense, la guerra como trauma permanente, los lazos paterno-filiales explosivos y el deporte como posible salida tanto económica como psicológica, lo comprueba. Pero en el guión de Sutter no hay un balance apropiado, no se percibe una construcción cuidada de las historias de los diversos personajes y todo se va sucediendo a través de lugares comunes repetidos, estereotipos y una historia que sólo sabe respaldarse en diálogos, pero jamás en imágenes poderosas. Para colmo, Fuqua es un narrador hábil -lo demostró por ejemplo en El justiciero- pero no exuda personalidad, y en ningún momento es capaz de establecer un giro propio en lo que está contando. Revancha pronto parece quedarse sin argumentos, con demasiadas ideas pero sin saber llevarlas a cabo, tirando puñetazos sin destino y agotando sus energías muy pronto. Round 3: no deja de ser llamativo que en un film que debería concentrar su mayor impacto en los extremos, al principio y al final, lo mejor de Revancha está en el medio, a partir de la aparición de un Forest Whitaker que como el entrenador Tick Willis -quien ayuda a Billy a reencaminarse, adoptando otra forma de combate, más calculada y precisa- recupera la mejor de sus formas actorales, esa que apareció en films como Bird y La habitación del pánico. Allí la película parece tomar consciencia de que los conflictos están presentados, que ya no hay necesidad de seguir forzando la nota e ingresa en una narración más reposada, concentrándose en la evolución física y moral de Billy, en su relación de maestro-discípulo con Willis y en sus paulatinos intentos por recobrar -en todo sentido- a su hija. Es decir, empiezan a hacerse notar los personajes, sus dilemas internos y contradicciones que los hacen humanos, imponiéndose a los giros arbitrarios del guión. Ese peleador que es el film recupera algo de oxígeno, sale de las cuerdas, lanza un par de golpes certeros. Parece que algo tiene, que ha recibido muchos golpes pero está en condiciones de plantarse firmemente en el ring. Round 4: pero esa recuperación que insinúa Revancha en su segundo tercio se extingue por completo cuando el relato debe cerrar los conflictos. Ahí todo se decide y ejecuta de manera brusca, apurada, sin ninguna clase de sutileza, como tiene que cerrar los conflictos y lo hace de manera apurada, brusca, como si no supiera realmente qué contar. Y es entonces que sucede otra muerte sumamente arbitraria, sólo en función del alegato social, el conflicto paterno-filial se resuelve sin establecer transiciones apropiadas y hasta la historia deportiva fracasa, con una pelea final anodina, vacua, carente de emoción. El boxeador que representa Revancha empieza a tirar manotazos de ahogado, se queda sin aire, sin piernas, recibe impactos por doquier y no tiene manera de responder. Round 5: nocaut.
Sangre, sudor y lágrimas El comienzo de Revancha presenta a un Billy Hope abstraído, rodeado de gente pero solo, concentrado únicamente en la música que proviene de sus auriculares minutos antes de una pelea decisiva. Se trata de una secuencia inicial que muestra la preparación previa a la sangrienta pelea que le sigue y al luchador en un profundo estado de meditación del que sólo saldrá con la llegada de su esposa, que lo despierta de su ensimismamiento y le recuerda cuál es el sentido de esa lucha. El director que sorprendió hace ya más de diez años con la notable Día de entrenamiento –a la que le siguieron películas menores que nunca pudieron alcanzar el nivel de su tercer largometraje– filma por primera vez una película de boxeo, más interesada en el melodrama familiar que en el deporte en sí mismo. Un deporte que no solo es el que mejor sabe brillar en cine, sino que también funciona como una fuente inagotable de superhéroes que, con sus puños, le hacen frente a todo tipo de adversidades. Fuqua se nutre de todas las historias de ascensos y caídas y de tentaciones y redenciones que le ha ofrecido el combate cuerpo a cuerpo a la historia del cine y le añade su correspondiente toque de acción urbana a lo Tirador, sumado a cada uno de los ingredientes que no podrían faltar en ninguna tradicional película de boxeo. Revancha narra la historia de un campeón mundial que en solo cuestión de minutos recibe el peor golpe de su vida fuera del cuadrilátero, al que le sigue uno más fuerte y otros peores que lo llevan a perder todo. A partir de ese momento, el cineasta da rienda suelta a la debacle emocional y profesional del boxeador, pasando por un proceso de humillación que se extiende demasiado tiempo en pantalla y que se precipita con la misma velocidad a la que decae el personaje mientras los lugares comunes del subgénero se multiplican unos tras otros. Esto no quiere decir que el uso de clichés sea un problema, de hecho no lo es; la narración avanza, de forma desigual pero segura, y a pesar de que la segunda mitad de la película, la del descenso, funciona mucho menos que la primera, el relato termina ganándose al espectador en el último round. Esto sucede un poco porque el director se vale de dos campeones de la actuación como un Jake Gyllenhaal rapado, tatuado y musculoso, y de la siempre extraordinaria Rachel McAdams, cuya interpretación es mucho más sutil que la de su coestrella. También cuenta con la presencia de Forest Whitaker, que llega en el momento justo para devolverle un poco de esperanza al relato, a Billy y al espectador. Pero el motivo por el cual Revancha funciona a pesar de sus excesos es porque su director abraza al género como lo hace la pequeña Leila enroscada en el cuerpo de su padre en un final genuinamente emotivo como pocos. Si bien las escenas se suceden como si Fuqua siguiera un manual, es justo ahí donde radica el punto más fuerte de la película: en su honestidad a la hora de construirse recurriendo a todos los códigos ya establecidos por el subgénero pugilístico. Una de las virtudes de Revancha es que no intenta parecerse a Rocky ni a Toro Salvaje. Fuqua sabe que no se trata simplemente de imitar o de ceñirse a una fórmula infalible, sino de nunca perder de vista la esencia de la historia. La música –en especial una memorable secuencia de preparación física al ritmo de “Phenomenal” de Eminem– logra disimular algunos elementos que pueden resultar molestos, como la solemnidad de algunos ralenti y el constante coqueteo con el golpe bajo. Pero felizmente lo que prevalece es la sensibilidad –sin llegar a ser forzadamente lacrimógena– del relato por sobre todas las cosas. El resultado es una película perezosa pero noble que, como el propio Billy, se va abriendo paso un poco a los bifes y otro poco a más corazón que cabeza. Punto para Fuqua por knock out emocional.
Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más. ¡No te lo pierdas!
Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más. ¡No te lo pierdas!
Si acaso hay un deporte cinematográfico, ese es el boxeo. Un cuadrilátero donde la gloria queda en las propias manos. Donde el hombre (usualmente sacrificado) se juega, no solo la vida, sino el futuro de su familia. Las historias de boxeo pueden ser imaginadas o verídicas, pero siempre son cruzadas por la desgracia y la brutalidad. Además, entregan esa idea de la batalla como posibilidad de redención con un golpe de suerte. Y como si fuera poco, es un universo infiltrado por la mafia y los abusos, la violencia cotidiana, donde cada caída puede ser la última. La gloria o el infierno. Ese abismo que se dibuja en cada película es por la que uno se siente arrastrado por la temática del sufrido luchador. Desde Rocky (Rocky, 1976), El Campeón (The Champ, 1979) y Toro Salvaje (Raging Bull, 1980), hasta Million Dollar Baby (Million Dolar Baby, 2004), El Luchador (Cinderella Man, 2005), otra vez Rocky Balboa (Rocky Balboa, 2006), y El Ganador (The Fighter, 2010), el ring siempre se vive con una intensidad cinematográfica única. La cuestión es cuando querés meter casi todo eso en dos horas sin sutileza alguna. Antoine Fuqua, director de Día de Entrenamiento (Training Day, 2001) y El Justiciero (The Equalizaer, 2014), es un tipo al que se ve le gusta regodearse un tanto en la miseria. Sus films no ahorran en situaciones angustiantes y manipuladoras. Si se puede echar sal a la herida, a darle. En Revancha (Southpaw), el toque Fuqua se ve de lejos. La historia de Billy Hope (Jake Gyllenhaal) y su meteórico descenso (posta, detona la vida de un campeón de boxeo en treinta minutos) y posterior regreso a la gloria abunda en la explotación de los lugares comunes. Es por ese exceso de clisés y golpes bajos, a través de los cuales se pretende construir un viaje descomunal de gloria-caída-redención, que uno nunca se cree por completo lo que pasa en la pantalla. Con circunstancias forzadas e impactantes, se hace difícil procesar todo el tsunami de emociones que se intenta generar. El principal problema de Revancha es la ausencia de los tiempos necesarios para asimilar los acontecimientos dramáticos. Una de las fallas más palpables de Revancha es la ausencia de los tiempos necesarios para asimilar los acontecimientos dramáticos. Duele digerir el mazacote lanzado contra nosotros con la intención de emocionar. Lo que si hay que reconocer es la confianza de Fuqua para ir a fondo con esos excesos dramáticos, su idea de no bajar un cambio logra sostener el ritmo de la narración. Aunque por mi parte, se me hizo imposible abandonar la mirada escéptica por la explotación de la vida del “boxeador”. Es cierto, uno le cree a Gyllenhaal. Lo cree tan sacado como se muestra, reconoce que puso el cuerpo para crear a este mártir traumado y desbocado. Él funciona para que nos quedemos atentos hasta en situaciones que huelen calculadas en emoción y compasión. La tardía aparición de Tick Wills (Forest Whitaker), como entrenador de barrio marginal (que enseña de la vida y de boxeo conjuntamente, un Sr Miyagi meets Morgan Freeman) para el regreso a la gloria de Billy, con su humor, y cierta conciencia de los roles jugados, permite olvidarnos un rato de la manipulación de purgatorio pugilístico. Él nos hace pensar que otra película era posible. Hasta que el director decide pegar otro golpe bajo el cinturón. Así no Fuqua. Cada uno elige su propia aventura. Yo me quedo con Rocky Balboa.
El último uppercut Southpaw, el flamante trabajo de Antoine Fuqua (Training Day, The Equalizer) es un drama de boxeo casi estereotipado que aparenta beber de varias fuentes propias de obras cinematográficas similares. Se trata de una historia tal vez poco novedosa, pero volcada en la gran pantalla de forma correcta, prolija e incluso entretenida, que se sostiene principalmente por la soberbia actuación (otra vez) de Jake Gyllenhaal. El acompañamiento de los secundarios conforma también un lugar importante. Billy Hope (Jake Gyllenhaal) es un boxeador en ascenso que, tras mucho esfuerzo (y sangre derramada durante cada noche de pelea arriba del ring), vive en una mansión con su esposa Maureen (Rachel McAdams) y su pequeña hija Leila (Oona Laurence). De a poco, todo comienza a complicarse desde el aspecto económico hasta el relacionado con los afectos. Además (lo más significativo) un trágico episodio da vuelta por completo las cosas, desmoronando la vida de Billy, quien deberá comenzar de cero para sobreponerse y salir a flote. Fuqua aborda un relato predecible, tal vez con muchos lugares comunes y situaciones que dan la sensación de que ya las hemos visto antes. Los diálogos en Southpaw tampoco son memorables; se trata simplemente de una narración acentuada por el intenso dramatismo que supone el hecho de perderlo todo de un momento a otro, de caerse y tocar fondo. El desafío radica en volver a levantarse. La esperanza, la fe en uno mismo, los valores y los códigos aparecen en una buena cantidad de pasajes para remarcarnos la lucha constante de nuestro protagonista ante una realidad que lo ha golpeado más duro que cualquier otro adversario dentro del cuadrilátero. El director, aprovechando lo que caracteriza a la narración y a la temática en sí, toma algunos elementos de proyecciones (y personajes de estas) semejantes y los planta en escena, permitiendo así que el espectador, casi de forma automática, pueda encontrar en Southpaw referencias o ciertas similitudes en relación a films tales como Rocky o Million Dollar Baby, por citar dos ejemplos. Mención especial merece Jake Gyllenhaal, puesto que su labor aquí es tan grande y sentida que deja en evidencia que sin su colaboración la cinta sería mucho más olvidable e intrascendente de lo que en verdad se percibe. El actor de Brokeback Mountain supo conquistar como un detective con tics nerviosos en Prisoners, así como también cautivó a través de un doble juego de personalidades en la intrigante Enemy. Ni que hablar del sociópata ojeroso e inescrupuloso que compuso para personificar a Louis Bloom en Nightcrawler. En esta oportunidad y con un nuevo cambio físico, Gyllenhaal encarna a un boxeador parco, hundido en la angustia y con una ira acumulada que amenaza a cada instante con salir a la luz. Lo admirable no radica sólo en su virtuosa, sobresaliente y conmovedora interpretación, sino además en la capacidad que posee para no repetir siquiera un gesto de los roles que le hayan tocado desempeñar con anterioridad. Más allá de una continua inclinación hacia lo dramático e incluso a pesar de pasarse un poco de la dosis justa de acontecimientos en los que emerge el golpe bajo, Southpaw convence y entretiene. La emotividad se fusiona con la tensión y la adrenalina que poseen las secuencias de boxeo (muy bien rodadas). LO MEJOR: la brillante actuación de Gyllenhaal. Sólida tarea de Forest Whitaker, principalmente, y secundarios. Conmovedora, una historia bien narrada. LO PEOR: predecible. Tiende a abusar de las situaciones dramáticas. PUNTAJE: 7,6
Revancha es una película que merece su visión no sólo por su relato en sí, sino que también para poder disfrutar de una actuación impecable y desde las entrañas de Gyllenhaal. La historia no tiene mucho que ya no se haya visto dentro de un film que narre la historia de un boxeador, pero es atrapante y bastante...
El único campeón es Jake Gyllenhaal La transformación a la que se sometió Jake Gyllenhall para protagonizar “Revancha” va más allá de los 10 kilos de músculo puro que luce sobre el cuadrilátero. Gyllenhaal se convirtió en un boxeador. Propinó y recibió infinidad de golpes y esas huellas le decoran el gesto durante las dos horas de película. Gyllenhaal replica en el vocabulario limitado, la cabeza gacha y la ira que lo domina las tundas que la vida le regaló a Billy Hope. Es un trabajo excepcional de Gyllenhall, devenido línea de flotación de “Revancha” cada vez que la historia se abraza a los lugares comunes, que ciertamente son demasiados. Es que las películas de boxeo propenden a esquematizarse: chico pobre que sale del barro montado a sus puños, la gloria, la caída, la redención. En torno a ese esqueleto se engarzan los matices. Será por haber escapado a esa linealidad que “El luchador” y “Toro salvaje” son las mejores de todas. En honor a la verdad, y tomando esas elevadas referencias, el Billy Hope de Gyllenhaal homenajea con altura al Stoker Thompson de Robert Ryan y al Jake La Motta de Robert De Niro. Eso es mucho decir. Abandonado por su manager (50 Cent) y por un entorno que huyó como bandada de cucarachas apenas se acabó el dinero, a Hope sólo lo motiva recuperar a su hija (Oona Laurence). Hay un sólo modo posible: a los golpes. El entrenador Tick Wills (Forest Whitaker) lo pone en vereda. Tal vez si hubiera estado a su lado desde un principio las cosas habrían sido diferentes. A la carga dramática de “Revancha” la alimentan algunos golpes bajos. Rachel McAdams, espléndida, se corre de ese lugar porque es una actriz enorme. Antoine Fuqua, moderno artesano del thriller, dirige con nervio y maestría las escenas sobre el ring. Allí Billy Hope se jugará su destino contra un temible colombiano de apellido Escobar. Hablando de lugares comunes...
Tocar fondo y volver Las películas de boxeadores son un género en sí mismas: desde “Rocky” a “El ganador” y “Cinderella Man”, de “Toro salvaje” a “Million Dollar Baby”, hay una épica eminentemente cinematográfica plasmada en una lucha arriba y abajo del ring; una autosuperación y redención personal ganada literalmente a las piñas, en vistosas escenas llenas de sangre, sudor y dinamismo. A esto se atreve Antoine Fuqua (el que se hizo famoso con “Día de entrenamiento” e hizo una subvalorada “Rey Arturo”) en “Revancha”, una cinta que cumple con muchos de los tópicos inevitables (gloria, caída en desgracia y redención; escenas de combate realistas y sangrientas) pero al mismo tiempo se mete con aspectos menos visitados: desde la exacerbación de las secuelas del combate (el sangrado por horas, los dolores por días) hasta la soledad del ídolo: los argentinos podremos pensar en la figura de un Diego Armando Maradona (el representante que se cuelga del éxito, la esposa que le maneja vida y carrera, el entorno de amigotes, los relojes caros). Campeón caído Billy “The Great” Hope (se puede leer como ‘la gran esperanza’) es un campeón semipesado blanco, salido de un orfanato de Hell’s Kitchen; por el barrio podemos deducir que es descendiente de irlandeses, que han sido grandes boxeadores. Siempre fue de los que pegaban más de lo que se defendían, por lo que suele terminar bastante maltrecho. Su esposa Maureen, otra huérfana a la que conoció a los 12 años, sabe que quizás el retiro esté cerca, porque a ese ritmo va a terminar mal. Tras una defensa difícil pero exitosa, un boxeador colombiano llamado Miguel Escobar empieza a provocarlo para obtener una pelea. La persecución seguirá hasta terminar en un confuso episodio en el que perderá a Maureen en la peor de las formas. Tras esto vendrá la caída deportiva, económica y familiar; sólo después de tocar fondo estará listo para volver a emerger, de la mano del entrenador Tick Wills, un especialista en rescatar chicos en situación de riesgo. Por supuesto, esa recuperación atraerá a su ex representante, Jordan Mains (ahora encargado de la carrera de Escobar) a generar la pelea decisiva entre los dos púgiles: las imágenes del entrenamiento de uno y otro recuerda un poco al de la pelea Balboa-Drago de “Rocky IV”, pero sin exagerar tanto la diferencia de recursos. El tramo dedicado a la pelea final no tiene tanto que envidiarles a algunos clásicos en cuanto a la crudeza de la pelea. Fuqua mitiga algunos lugares comunes y unos cuantos golpes bajos (la relación con su hija Leila) renovándose con una cámara movediza en planos cortos, un poco al estilo de lo que hizo Darren Aronofsky en “El luchador” o David O. Russell en “El ganador”, con algunas imágenes impactantes, como la del protagonista tirado desnudo en la ducha con las medias puestas, después de perder su corona. Por el lado de la música, más allá del score de James Horner en uno de sus últimos trabajos (falleció en un accidente el pasado junio) lo más intenso es el omnipresente hip hop, que marca el ritmo y el clima del ambiente. También es omnipresente, como referencia mediática, la de HBO como dueña de derechos de transmisiones, de la mano del célebre anunciador Jimmy Lennon Jr. Póker de actores Nada de lo antedicho sería posible sin actuaciones de fuste como la de Jake Gyllenhaal en la piel de Hope; quizás en un registro diferente para él, que siempre ha hecho personajes más luminosos o más oscuros, pero siempre bastante “piolas”. Acá le toca construir un hombre inmaduro, irascible, quebrado, pero a la vez muy sensible y capaz de cambiar. No menor a este desempeño está su compromiso a la hora de preparar su cuerpo (tarea que le valió un elogio del mismísimo Arnold Schwarzenegger en “The Graham Norton Show”), de la mano de una formación boxística con el fin de dar mayor veracidad a las peleas, que no fueron precisamente indoloras, por lo que se cuenta. Del otro lado de la justa actoral está Forest Whitaker haciendo gala de una medida economía de recursos. Su personaje es el encargado de rescatar a Billy cuando todos lo abandonen, y enseñarle en lo estrictamente boxístico todo aquello que nunca supo: ser menos autodestructivo en el ring. A su vez tiene sus propias vulnerabilidades y sus límites: no es ni el irlandés duro de Clint Eastwood en “Million Dollar Baby” ni un sabelotodo como el señor Miyagi de “Karate Kid” o el Nick Nolte de “El guerrero pacífico”. En el caso de Rachel McAdams, vuelve a demostrar que es una actriz eficaz, quizás un poco escondida detrás de su bella estampa: ¿quién no querría una esposa así, con el vestido y las llamativas sandalias con las que asiste a la primera pelea? (y que se las saque para acompañarlo descalza hasta los aposentos, destacaría alguno por ahí). Lamentablemente, la historia la restringe a un tercio del metraje. Aporta lo suyo Curtis Jackson, conocido como 50 Cent en el mundo del hip hop, como un Jordan Mains de sonrisa socarrona y poco confiable, bajo el lema de “si significa dinero, significa algo”. Y de yapa tenemos la sorpresa de Oona Laurence como Leila, una niña dotada de una gestualidad creíble (cuando llora moviendo los labios, o revolea los ojos, por ejemplo). Que regresen aquí varios mitemas e imágenes conocidos no hace al cóctel menos potente, encontrándoles alguna vuelta de tuerca nueva. Quizás al box como tema en el cine, y como metáfora de lo mejor y lo peor de lo humano, le quede todavía bastante cuerda.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Él es un boxeador que lo tiene todo. Esta invicto, aunque su estilo de pelea es bastante criticado. Sin embargo, en el mundo del deporte profesional, de la noche a la mañana lo puedes perder todo, por lo que, después de una tragedia, lo pierde todo, y deberá volver a lo básico y a lo más bajo, para volver a escalar y recuperar su propia vida. Aunque la sinopsis lo parezca, no es una reseña de la saga Rocky, sino de revancha, la nueva película del director Antoine Fuqua, quien hace mancuerna de nueva cuenta con Jake Gyllenhall, luego de la maravillosa Primicia Mortal (Nightcrawler). Ahora, Gyllenhall da vida a Billy Hope, el boxeador, que lo pierde todo después de una tragedia en su familia. Southpaw es de esas películas hechas específicamente para que el actor en cuestión se luzca, y Gyllenhall lo hace, entregando una excelente actuación que lo confirma como uno de los mejores actores de nuestra generación. Acompañado de nombres como Rachel McAdams, Rita Ora o Forest Whitaker, Southpaw no deja de ser una película genérica, de esas que hemos visto muchas veces a lo largo de los años no solo en el box, sino con muchas otras tramas en general. Desconocemos si este año lo hecho por Gylenhall sea suficiente para merecer la nominación al oscar que el año pasado no le entregaron. Es un hecho que tras trabajos como Enemy, Nightcrawler y esta que reseñamos, merecería incluso premios, pero no somos quienes entregamos los reconocimientos. Solo podemos recomendar la película para un fin de semana en familia
De zurda. Antoine Fuqua carga con una mochila pesada en su cinematografía: luego de su temprana obra maestra, Training Day, jamás ha podido repetir tan grato resultado. Lo ha intentado varias veces, con diversas variantes argumentales en las que siempre predomina la acción, y si bien nunca derrapó, hasta hace poco no había podido entregar una experiencia verdaderamente contundente. Southpaw revierte esa tendencia, para convertirse, probablemente, en la segunda mejor pieza de su filmografía. Fuqua cambia la fórmula y esta vez va por un drama, que si bien está lejos de ser original, es altamente efectivo. Hemos visto ya muchas veces la trama del boxeador que busca redimirse, pero quizás sea ésta otra prueba más de que una historia conocida bien contada paga la entrada. Southpaw es un drama al estilo del director, quien suele manejarse en un plano intermedio entre la realidad y la ficción. Con esto último quiero decir que la propuesta no es ni la primera Rocky, ni Rocky 4, sino que se mueve narrativamente entre lo verosímil y lo espectacular, con muy buenos resultados. Es una película cinematográficamente impecable, como todas las entregas del director, y magníficamente contada. Párrafo aparte merecen las actuaciones de Gyllenhaal y Whitaker. El primero vuelve a demostrar que no hay papel que le quede grande, sin importar el desafío del que se trate. El segundo, a esta altura de su carrera no tiene nada que demostrar, y siempre es un placer verlo en pantalla. Entre los dos logran buena química, y aunque tal vez la relación entre ambos no sea el tema preponderante de la película, se los disfruta en pantalla. Es para celebrar que un un director tan sólido en lo técnico vuelva a dar en el clavo después de mucho tiempo. Southpaw es un muy buen drama que entretiene y engancha de principio a fin. Su falta de originalidad es de sobra compensada con narración y fotografía. Después de todo, el cine es el arte de entretener, sin necesariamente tener que sorprender.
Con una mención especial hacia James Horner, exitoso compositor de la banda sonora de incontables películas, que falleció hace unos meses a causa de un accidente con su avioneta, pasó Southpaw por nuestras salas. La película, que dura aproximadamente dos horas, cuenta con las actuaciones principales de Jake Gyllenhaal - Billy Hope, Rachel McAdams - Maureen Hope, Forest Whitaker - Tick Wills y Oona Laurence - Leila Hope. Cada uno de los nombrados representa su papel de forma maravillosa, teniendo un lugar preponderante en la historia y con mayor o menor participación, no así importancia, no dejando espacio a la crítica en sus representaciones. El nivel de actuación es alto, principalmente de la joven Oona Laurence, que aunque es pequeña se maneja en las escenas con una actitud sorprendente y comparable con actrices de varios años de experiencia, dejándonos en varios momentos con la boca abierta. El papel de Billy también esta también muy bien representado, siendo algo complejo de acuerdo a las características sentimentales cambiantes que tiene el personaje a lo largo de la historia. En tercer lugar lo ubico al incansable Forest Whitaker, que pasan y pasan los años y sigue sin decepcionar, siendo un tipo muy leal a sus personajes, que normalmente tienden a tener un perfil parecido en las distintas producciones. Finalmente en último lugar está la bella Rachel McAdams y su papel de Maureen, que tampoco desentona con el resto. Esta producción nos trae una historia fuerte, de esas que realmente nos llegan y muchas veces nos ponen a pensar y recapacitar sobre la vida, y ni nombrar de hacernos caer unas largas lágrimas. Billy Hope, campeon mundial de peso semipesado que lo tiene todo, una carrera impresionante, una mujer hermosa y cariñosa, una hija adorable y un lujoso estilo de vida, una vida donde nada parece salir mal hasta que algo pasa, una tragedia que le da el golpe más duro que pudo recibir en cualquier pelea, una tragedia que lo inmersa en un limbo del que no puede salir y lo obliga a tocar fondo. Una vida que cuando parece perdida, como bien dice la sinopsis, recibe una vuelta de tuerca cuando Hope acude a Tick Willis, y junto emprenden una alucinante aventura que llega muy de cerca al público, usando varias situaciones más de relleno que acompañan perfectamente una línea principal, a la cual realmente no hay nada para reprocharle. El extenso guion diría que va de la mano con las actuaciones, presentando líneas simples y claras, que llegan directamente al espectador y donde cada una de ellas no actúa como relleno sino que marcan algo de lo que se intenta transmitir hacia el público. Juntando el guion con las actuaciones se genera algo muy satisfactorio que muchas veces nos hace sentir que estamos casi dentro de la escena viviendo lo mismo que los actores y compartimiento los sentimientos. Si, van a mover las piernas mucho por los nervios. Me gustaría encontrar un punto débil de la película pero realmente no hay muchos, ya que si nos adentramos en la calidad de producción artística/escenográfica o sonora, tampoco desentonan. El uso de las cámaras es espectacular, principalmente en las peleas, generando planos desde las distintas perspectivas y hasta en primera persona, además del buen uso del recurso de cámara lenta, dejando una calidad fotográfica alucinante y con nada que envidiarle a las peleas de boxeo que vemos normalmente por la TV. Por el lado del aspecto sonoro, nos encontraremos con una banda sonora que presenta canciones principalmente instrumentales y que suenan a lo bajo en las escenas, generando aún más ese sentimiento de drama que transmite la película de por sí. Veredicto final "Southpaw es una película que se disfruta de principio a fin, haciendo llegar claramente su mensaje al público. Es de esas películas que no pueden dejar pasar, ya que te deja algo más allá de la gran calidad de producción"