El ascenso de Skywalker Atrás quedan las disputas políticas que desencadenaron la guerra entre la república y la federación de comercio, el otorgamiento de poderes extraordinarios al caciller Palpatine. Atrás quedan las guerras clon, el exterminio Jedi tras la Orden 66, atrás queda la búsqueda de esos dos droides a Obi Wan Kenobi, la batalla de Yavin y la destrucción de la estrella de la muerte. Atrás queda la pelea entre Luke Skywalker y Darth Vader y la revelación de ser nada más y nada menos que su padre. Atrás queda el entrenamiento de uno de los dos últimos Jedis con vida de toda la galaxia y el fin de la guerra tras la batalla de Endor y la restauración de la fuerza al balance galáctico. Todos estos sucesos y muchísimos más conformaban las primeras dos trilogías de lo que es tal vez la saga que más ha calado en el inconsciente colectivo de varias generaciones, un verdadero fenómeno de la cultura pop en sus más de cuarenta años de vida que va desde juguetes, libros, videojuegos e incluso productos de belleza que invaden absolutamente todos los mercados. Hablamos de un fenómeno tan grande que prácticamente no existe persona en el planeta que no sepa quién es Luke, Leia, Chewbacca o Han Solo y esto es debido a que la cultura popular es precisamente eso, entrar al corazón de las personas y transgredir toda norma. Corría el año 2012 y la megaempresa de medios Walt Disney Company se hacía con los derechos de la popular saga creada en la década del 70 por George Lucas y una de las más rentables de la historia. Y es así que el mismo mes en que se hace la adquisición de la franquicia se anuncia una nueva trilogía, esta vez de la mano de Kathleen Kennedy, Bryan Burk, escrita por Lawrence Kasdan y dirigida por J. J. Abrams en una coproducción para su productora Bad Robot. La película se llamaría Star Wars: El despertar de la fuerza y nos venía a plantear una historia treinta años posteriores a los hechos de El regreso del Jedi donde los vestigios del imperio resurgen como la Primera Orden con la intención de acabar con el los últimos Jedis encontrándose en el camino a una pequeña resistencia liderada por Leia Organa en una búsqueda desesperada del paradero de Luke, quien parece ser nuevamente quien podrá restablecer el balance a toda la galaxia. La primera película cosechó buenas críticas y estableciendo un parámetro decente respecto al fandom con los nuevos personajes Rey, Finn, Poe Dameron, BB-8 y Kylo Ren, pero sin embargo el director JJ Abrams abandonaría la dirección de la saga que caería en manos de Rian Johnson (Looper, Knives Out) y dejaría la película más polémica al menos de esta trilogía haciendo a un lado un camino previsto anteriormente por Abrams y tomando algunas decisiones controvertidas (para bien para mi gusto). Necesitaba armar este mapa hasta llegar a Episodio IX porque siento que es imposible hablar de una película que llega para cerrar una saga tan importante para muchos sin recordar el camino transitado. El ascenso de Skywalker iba a ser dirigida por Collin Trevorrow pero la película cayó en manos de quien inició la saga: JJ Abrams. Es innegable destacar lo que despierta Star Wars en el público, uno llega a la sala y sabe que el clima es otro, se ven nervios, hay ansiedad y todo eso se magnifica cuando las letras en amarillo empiezan a ascender con esa música intrínseca del maestro John Williams que hace acallar gritos y suspiros en los presentes. El ascenso de Skywalker no puede dejarte indiferente. Es el cierre digno de una saga que a mi modo de ver cumplió con las expectativas de muchos fans, que vino a despejar muchas incertidumbres generadas en la anterior entrega, que vino a rendir los homenajes de una manera imperativa y con un contundencia muy propia del director. Es imposible meterse en el plot sin spoilear algo; así que me voy a detener en algunas cuestiones técnicas y de sensaciones que me quedaron finalizada la película. Lo más destacable es por escándalo el laburo actoral de Adam Driver construyendo un personaje con una dualidad muy compleja y que saca adelante con una potencia abrumadora. No hay dudas que estamos ante un actor que va a destacar mucho a futuro ya en lo que va del año tiene dos actuaciones muy soberbias: en esta película y en A Marriage Story de Noah Baumbach. Obvio que todo esto es complementado a lo que Daisy Ridley logra, y me detengo a decir que al fin vemos al personaje explotar y abandonar por momentos ese halo dubitativo que tuvo en las enteagas pasadas. Vamos a encontrar a una Rey mucho más segura de sí misma aceptando quién es y confrontando siempre que debe hacerlo sin huir, pero a la vez entendiendo cuál es su rol en esta historia, y creo que la película hace hincapié en eso, convertirte no solamente en lo que todos esperan de vos y explotar lo inesperado. Los homenajes son muy eficaces y en momentos muy precisos. Todos vamos a estar esperando esa despedida y sepan que va a llegar resuelta muy bien y en el momento justo de la trama. Por supuesto que hay momentos donde todo parece caer en clichés típicos de la saga y en algún que otro momento se cae, pero no de una manera redundante. La película tiene fallos, no es perfecta, y admito que hay una escena del tercer acto que debo rever y procesar con mayor atención ya que me sorprendió, y no para bien. Hay cameos muy celebrados (uno en particular es breve, estén atentos), los efectos no desentonan y me parecieron correctos casi que sin nada para achacarle. Y respecto al soundtrack, ¡Qué puedo decirles! La leyenda John Williams quemando sus últimas chispas de genialidad dejando todo un legado imprescindible para la narrativa de esta historia es esa clase de arte que enaltece a una obra. Déjenme decirles que no existiría Star Wars sin esa gran tilde que es la obra musical de Williams. Para todo lo demás voy a dejar que se sorprendan ustedes mismos, que viajen por toda la galaxia buscando esas respuestas seguramente va a haber lágrimas, despedidas, sorpresas y muchas cosas más para finalizar esta epopeya de nueve películas. Llega un nuevo cierre, vívanlo de la manera que quieran vivirlo sin que nadie opaque el despertar de una nueva Star Wars pero recuerden siempre que la fuerza está ahí, que nada se pierde para siempre, que la chispa despierta grandes rebeliones y que el cine que logra emocionar es el cine que debe prevalecer por sobre el gusto y la opinión de alguien.
Luego de 42 años de historia llega a su fin la saga de ciencia ficción más icónica de la historia del cine. «Star Wars» es un fenómeno de culto que traspasó cualquier tipo de barrera, trascendiendo más allá de su medio para ofrecer todo tipo de contenidos y mundos expandidos derivados de aquella obra pergeñada por George Lucas a finales de los ’70. Decimos que la saga llega a su fin, ya que la línea principal (compuesta por tres trilogías) que desarrollaba la historia de los Skywalker alcanza su culminación con “Star Wars: The Rise of Skywalker”, dejando una página pseudo en blanco donde Disney “promete” no volver a meter mano en este grupo de personajes, para dedicarse a otros contenidos que involucren nuevas historias con nuevos protagonistas, y algunos relatos con héroes del universo de «Star Wars» pero que no pertenezcan al clan antes mencionado. Es por ello, que se anunciaron dos series a estrenarse en los años venideros en la plataforma Disney+, que son la del famoso Obi Wan Kenobi (pedida infinidad de veces por el público) y la de Cassian Andor (personaje de “Rogue One: A Star Wars Story”). El camino que viene atravesando la compañía del ratón es bastante sinuoso y está marcado por diferencias creativas con algunos realizadores (que desembocó en el despido de los mismos) y ciertas críticas que provienen del núcleo más duro del fandom el cual acusa a la famosa compañía de “arruinar” la saga. En especial el descontento comenzó con la segunda parte de esta nueva trilogía dirigida por Rian Johnson (“Knives Out”, “Looper”), titulada “Star Wars: The Last Jedi”, la cual fue vapuleada por los espectadores y aclamada por la crítica. Un film de los más interesantes que se pudo ver en esta última etapa pero con el cual los fans no pudieron conectar debido a los cambios que fueron realizándose como consecuencia del pasaje de posta de los personajes viejos a los nuevos. Esta decepción generalizada hizo que la audiencia no acompañe a “Solo: A Star Wars Story” (uno de los spinoffs que realizó el estudio) sumado a que en la mitad del rodaje, Disney decidió reemplazar a la dupla directora de Phil Lord y Chris Miller para optar por una dirección más conservadora y clásica representada en la figura de Ron Howard. Esta tercera película también vio la salida de su director (aunque en etapas tempranas de la preproducción), Colin Trevorrow y se decidió volver a contratar a J.J. Abrams («Star Trek», «Super 8»), quien había dirigido la primera entrega de esta nueva saga (“Star Wars: The Force Awakens”) con una repercusión bastante importante tanto en taquilla como en recepción del público. Su tarea era tan dificultosa como ciclópea ya que debía concluir una saga de más de 40 años de historia, moldear un nuevo capítulo en la era moderna de la franquicia, volver a contentar a los fans, ofrecer un relato coherente que en mayor o menor medida acepte las correcciones que hizo su colega Johnson en la segunda entrega y volver a encauzar sus planes dispuestos en su primer capítulo. Como era de esperar, no logra acertar en todos aspectos pero digamos que le da un cierre bastante correcto a estos personajes entrañables que tanto tiempo vienen acompañándonos. Para ser breves y no entrar en spoilers, el largometraje retoma donde dejó el film anterior con una rebelión bastante vapuleada por la Primera Orden. Los rebeldes se organizan y planean una contraofensiva cuando se enteran por medio de un infiltrado en el bando enemigo, que el temible y presumido muerto, Emperador Palpatine (Ian McDiarmid), planea un formidable ataque con una infinidad de naves en su poder. Así es como Rey (Daisy Ridley), Finn (John Boyega), BB-8, C3PO (Anthony Daniels), Chewie, Leia (Carrie Fisher) y compañía desarrollan un apresurado plan para descubrir el paradero del viejo y poderoso Lord Sith. Al mismo tiempo, Kylo Ren (Adam Driver) y los Knights of Ren intentarán frustrar los planes de nuestros héroes y volver a erigir el aterrador imperio galáctico. Como mencionamos anteriormente, Rian Johnson buscó revolucionar un poco la dinámica de la saga por medio de la sorpresa y la búsqueda de nuevos horizontes que desafíen el paradigma establecido. Si bien lo logró, el descontento de la mayor parte de la audiencia hizo que J.J. Abrams y Chris Terrio (la dupla encargada del guion) se vean obligados a volver a los orígenes en esta épica conclusión. La tarea de desenmarañar esta red de apremios desembocó en una obra de 155 minutos que atraviesa por varios infortunios (al igual que los personajes) en un trepidante e intenso viaje. Se nota que J.J. Abrams quiso corregir algunas cuestiones presentadas en «The Last Jedi» para contentar a sus fans, al igual que retomar otros planteamientos que sugirió en «The Force Awakens» pero que descartó su sucesor. Inevitablemente esto produjo que la cinta se encuentre sobrecargada de cosas e intente darle un cierre a una saga de nueve películas cuando la intención no era la misma en el principio. El principal problema se encuentra en el primer acto del relato cuando se introduce nuevamente al personaje del Emperador Palpatine (Darth Sidious), intentando dar las justificaciones necesarias de su ausencia en los dos capítulos previos. Al mismo tiempo, se incorporan nuevos personajes, algo que realmente no era necesario considerando la gran cantidad que ya tenía la saga, como por ejemplo los personajes de Dominic Monoghan («Lost», «Lord of the Rings») y Keri Russell («The Americans»), quien interpreta a Zorii Bliss, cuyo objetivo principalmente es el de la sobreexposición de información vital para el desarrollo de la trama. Algo en lo que también incurren personajes relegados como Rose Tico (Kelly Marie Gran) y Maz Kanata (Lupita Nyong’o). No obstante, en la segunda mitad, el relato comienza a cobrar vuelo propio y pese a algún que otro Deux Ex Machina, las secuencias de acción, las logradas coreografías de las peleas de sables, al igual que un tremendo diseño de producción de Rick Carter (habitual colaborador de Steven Spielberg y un destacado trabajo de fotografía de Dan Mindel («Star Trek», «Savages») hacen que se nos olviden momentáneamente los problemas narrativos, sumergiéndonos de lleno en el disfrute. Otro punto alto que explota el relato luego de su tambaleante comienzo, radica en la relación entre Rey y Kylo Ren, una de las más trabajadas de esta trilogía que no solo ofrecen un maravilloso duelo interpretativo sino grandes momentos en lo que concierne a la historia. Principalmente tenemos que mencionar el soberbio trabajo de Adam Driver que demuestra ser uno de los grandes exponentes de su época, al igual que uno de los personajes más desarrollados e interesantes de esta trilogía. Daisy Ridley comprende la heroína irrefutable de esta nueva generación que culmina su «camino del héroe» volviendo a la dictómica relación entre luz/oscuridad en lugar de esa zona más gris y no tan totalizadora sugerida por Rian Johnson. Si la cinta hubiera enfocado sus esfuerzos en contar una historia en lugar de complacer a los fans, seguramente estaríamos ante la mejor secuela de la saga. Al no ser ese el caso, probablemente no llegue ni a los fans más fervientes, ni al núcleo más duro de la crítica. «Star Wars: El Ascenso de Skywalker» representa una épica conclusión a una saga de más de 40 años, con todo lo que eso conlleva. Algunos aciertos, algunas inconsistencias narrativas pero mucha tripa y corazón. Un emocionante y nostálgico viaje plagado de fan service y algunos momentos que están al filo del absurdo pero que son dignos de sorpresa. La película más esperada por los fans que provocará tanto amor como odio pero que en definitiva comprende un entretenimiento digno, con varios momentos emotivos y un cierre más que decente.
Que yo recuerde, ninguna película en la historia del séptimo arte, tuvo este nivel de expectativa. En pocas palabras, llegaba el fin de una saga que comenzó en 1977, creo universos en cada medio creado y existente, y atravesó generaciones de padres e hijos… Hoy, a un día después de haber visto la película, y haber digerido con ella más de 40 años de previa, puedo decir que tengo un sabor agridulce en la boca. El gran problema, a mi entender, es que la historia no tiene ningún sentido. No solo no sigue los cánones del universo Star Wars, sino que fuerza situaciones y manipula de manera infantil a la audiencia para llegar a un lugar que sorprenda, pero de la peor manera. Es imposible hablar de este problema sin spoilear, pero básicamente se podría ejemplificar como si en el Padrino 3, Michael Corleone desarrollara la telequinesis y se pusiera una ferretería. Todos nos sorprenderíamos, pero nadie quedaría satisfecho. A los inmensos e irrisorios problemas del guión, se suman los personajes de exposición como no se han visto desde las precuelas (gente que aparece de la nada, explica la trama de manera cuasi narrativa en off, y desaparece sin peso alguno), y los diálogos forzados para generar dinámicas inexistentes, como amistades, camaraderías, y hasta relaciones amorosas sin ningún sustento en la trama o siquiera ingerencia en el arco dramático de la historia. Pero para que no sean todos palos, fotográfica y técnicamente la película es superlativa, con todo lo que uno debe esperar de una película de Star Wars, y la nostalgia, aunque a veces forzada, cumple y es necesaria por lo que decía al principio, hace 40 años que venimos esperando esto. En conclusión, si bien la película falla en muchos niveles, siempre es un buen día cuando nos podemos sentar en una sala oscura, leer en la pantalla “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…” y sabemos que lo que sigue, será algo que nunca vimos.
No se puede hacer una buena película con tanto miedo a dar un paso en falso.
La última película de la nonalogía más famosa de todos los tiempos le rinde honor a su título: la trama va en constante in crescendo desde el término de la primera hora hasta el último de sus aproximadamente ciento veinte minutos. En ese tramo de filme, en donde termina el segundo acto y comienza el tercero, J.J. Abrams oficia de director de orquesta y ofrece de todo: desde gags cómicos capitaneados por Finn y Poe y giros de tuerca insólitos hasta escenas fan service y una secuencia que coquetea con el terror como nunca antes en toda la saga. La utilización del término fan service como único argumento para quitarle cualidades a un film resulta un poco vago , teniendo en cuenta que uno al hacerlo se pone automáticamente en una suerte de penoso rol de falso guionista. Si el conformar a los fanáticos de una película efectivamente estuvo en los planes de el o la encargada de llevar a cabo los acontecimientos de una trama, deberá analizarse de qué manera se intentó llegar a ello y cómo quedaron las “situaciones favor” incrustadas en la historia. En el Episodio IX hay varias escenas que invitan a reflexionar sobre el fan service, pero, a fin de cuentas, no hay muchos planos que estén fuera de lugar o queden expuestos como deus ex machina. En este sentido, el ejercicio, quizás lúdico, de tratar de dilucidar de qué manera podría haber sido mejor tal o cual cosa aplicaría a todo el film y no solo a las escenas tildadas de fan service. Como toda película de Star Wars, la secuencia de títulos inicial introduce al espectador en una historia que está trotando. Episodio IX enseguida revela a gran parte de los protagonistas y coloca a cada uno de ellos en una carrera contrarreloj de la cual surgirán nuevos personajes (uno de los cuales es muy adorable) y muchísimos enfrentamientos en diferentes locaciones de variadas texturas. La vuelta de J.J. Abrams a la cancha es bastante notoria, más aún teniendo en cuenta el resultado arrojado por Rian Johnson en la película anterior. El director de Entre navajas y secretos ofrece una Star Wars límpida, algo poética y desordenada, mientras que el de El despertar de la fuerza unifica de manera sólida la historia de las tres últimas películas, otorgándole a esta última la presencia espiritual de la primera trilogía. Aunque hacer una rigurosa comparación entre El ascenso de Skywalker y los episodios V y VI resulta inviable por los diferentes contextos que las envolvieron, esencial y formalmente las tres películas andan de la mano. Es recién en el cierre de la nueva Star Wars cuando Rey, más allá de la resolución de su historia, alcanza su mayor estatus “Luke Skywalker” y cuando la trilogía se permite, a modo de evocación puramente nostálgica y de sostén dramático, entregarse a muchísimas reminiscencias de una saga plagada de acontecimientos épicos que viven en las memorias de diferentes generaciones. Es en El ascenso de Skywalker cuando todas las películas que convirtieron a Star Wars en lo que es aparecen como fantasmas transparentes y permiten que la última, así como todas ellas, se esfume en paz para unirse a la exclusiva perpetuidad que tiene la saga en la historia del cine. POR QUE SÍ: «J.J. Abrams oficia de director de orquesta y ofrece de todo: desde gags cómicos capitaneados por Finn y Poe y giros de tuerca insólitos hasta escenas fan service y una secuencia que coquetea con el terror como nunca antes en toda la saga»
J.J. Abrams cerraba los últimos segundos de El despertar de la fuerza (2015) con una escena en la que la joven Rey llegaba a la cima de una montaña secreta, donde residía Luke Skywalker, para entregarle a este su legendario sable láser. El plano final de la película era el brazo estirado de esta, esperando que Luke aceptara la oferta. Rian Johnson abre Los últimos Jedi (2017) retomando ese momento, y rematándolo con un chiste: Luke finalmente toma el sable y lo revolea al mar sobre sus hombros sin mirar, desactivando la épica que antecedía a ese instante. Dos años después, superada la mitad de El ascenso de Skywalker, Rey lanza furiosa y desilusionada el sable al fuego, del que aparece un fantasmagórico Luke para evitar el desplante y aleccionarla: “un arma jedi merece un poco más de respeto”, le dice. Es tentador pensar que se trata del mismísimo Abrams desacreditando el arrojo de Johnson de anular su épica para rematar una broma, poniendo las cosas en su lugar. Quizás haya algo de eso. Porque ahí donde Johnson probaba nuevos caminos y conceptos –lo que hacía de su película un objeto desparejo pero auténtico en su riesgo–, sin apoyarse demasiado en el terreno nostálgico del universo Star Wars, Abrams en la nueva y última entrega de la saga endereza el timón hacia aquello que tan bien le funcionó en la remake solapada del film de George Lucas de 1977: volver a ahondar en la mística, en la iconografía, en la identificación del fan, revisitar ese lugar emocional que el espectador guarda para siempre y que espera una caricia ante cada nueva entrega. Hay que entender que lo que Abrams tiene entre manos es muy grande: el final de todo; el final de tres trilogías. No era una tarea fácil. Y da la sensación de que el director plantó mojones a los que había que llegar para cerrar ideas y contentar a todos, pero que en la práctica el relato se vuelve difuso, apresurado como para poder desarrollar sus conceptos, los nuevos personajes y terminar de delinear los ya conocidos. En esa reorganización de elementos aparece el viejo emperador Palpatine, que por alguna razón está vivo, y tiene algún tipo de relación con la Primera Orden, una correspondencia que no se entiende del todo pero ahí está. Lo interesante de su aparición es que el fan puede dejar descansar la mueca fastidiosa ante la debilidad de Kylo Ren y sus debates de identidad: ahora hay un malo de verdad, al que hubo que recurrir porque el villano nuevo era una especie de emo inseguro (hay que decir que Rian Johnson le dio un peso mayor al costado oscuro de este y casi que consiguió convencernos de su maldad) que lucha con sus fantasmas internos. De todas maneras, Kylo Ren termina siendo el personaje más complejo e interesante de la trilogía (su relación con Rey expone una química en pantalla que es lo mejor de la película), que quizás necesitaba un poco más de desarrollo. Entonces hay que derrotar a Palpatine. Para eso hay que encontrarlo. Para eso hay que hallar una especie de pirámide brújula que los guiará hasta él. Para eso hay que recuperar una nave que está en algún planeta. Para llegar a ese planeta hay que… Y así. Los personajes deben emprender un recorrido por distintos planetas, salir airosos de batallas y problemas mientras dejan en el camino voluntades del guion (sin spoilear: deshacer cuestiones que se exhiben como terminantes es trampa, J.J.) Pero también hay que saber quiénes son los padres de Rey y qué pasó con ellos para descubrir el origen y la verdadera identidad de la nueva Jedi. Demasiados ítems, misma responsabilidad. Es en su último tercio donde El ascenso de Skywalker se propone resolver todas sus demandas y echa mano de todos sus recursos para intentar estar a la altura del mito. Revelaciones, reapariciones, conversiones, autorreferencias (hay planos que reproducen fotogramas que el fan atesora) y una épica estimulada a todo volumen por la música de John Williams, utilizada a repeticiones de los leitmotivs más gancheros, terminan por instalar la sensación de ser testigos de un momento importante de la historia del cine (de hecho lo es: ¡es el final de Star Wars! Al menos hasta que Disney necesite espabilar la marca). Quizás sea así, o quizás sea el efecto shock de esa media hora en la que Abrams nos tira con todo lo que sabe que va a funcionar. En esa confusión entre el corazón contento y el cerebro desconfiado estará el destino de El ascenso de Skywalker. Veremos qué hará la distancia en el tiempo con todo esto.
Qué difícil decir adiós después de 42 años. Qué difícil escribir esta reseña sin spoilear nada para que cada uno de ustedes, sean fanáticos o no se sorprendan como yo con cada aparición/homenaje. Comencé viendo Star Wars en 1977 siendo una niña, los amé al minuto y nunca dejaré de hacerlo, lamento mechar un sentimiento personal en ésta crítica pero hay sagas que nos traspasan, ésta es una. El viaje duró cuatro décadas y éste es el último capítulo, dirigido por el gran J.J. Abrams, quien supo unir el pasado y el presente y rendir su merecido homenaje a cada uno de los personajes que pasaron por la historia. Con la más absoluta reserva sobre lo que nos esperaba al entrar a la sala, todo era sorpresa, pero el guión cierra para dejar a sus fans más que satisfechos, el Emperador Palpatine (Ian McDiarmid) hace su regreso y Rey (Daisy Ridley, excelente en ésta última parte, siempre al borde de la emoción y totalmente comprometida con su personaje) está terminando su entrenamiento bajo la tutela de Leia Organa (Carrie Fisher, secuencias filmadas e integradas de manera inteligente en la trama). Entonces, cuando Rey se entera de la aparición de Palpatine, decide ir en su búsqueda y su grupo de pertenencia no la deja sola, así que Chewbacca (Joonas Suotamo), C-3PO (Anthony Daniels) Dameron Poe (Oscar Isaac), Finn (John Boyega) y BB-8 entre otros, enfrentarán una lucha que significará también, indagar en su pasado. Deberá enfrentarse nada menos que con Kylo Ren (Adam Driver, magnífico actor que encuentra un desdoblamiento de su rol que es puro disfrute). Díficil explicar más sin caer en spoilers, pero confíen en mi palabra: tiene mucho humor, es visualmente impactante, nos regala batallas, todas las persecuciones en el espacio a las que podamos aspirar y más, la música de John Williams que tanto esperamos y apariciones estratégicas que los van a sorprender y emocionar. Adiós...(adiós?) Que la Fuerza los acompañe, siempre. --->https://www.fandango.lat/ar/peliculas/star-wars-el-ascenso-de-skywalker-12528?utm_source=disney&utm_medium=argentina&utm_campaign=starwars-2019&gclid=Cj0KCQiAuefvBRDXARIsA ---> TITULO ORIGINAL: Star Wars: The Rise of Skywalker ACTORES: Daisy Ridley, John Boyega, Adam Driver. Lupita Nyong'o, Oscar Isaac, Billie Lourd, Domhnall Gleeson, Keri Russell, Mark Hamill, Carrie Fisher, Richard E. Grant, Ian McDiarmid, Dominic Monaghan, Greg Grunberg. GENERO: Fantasía , Aventuras , Acción . DIRECCION: J.J. Abrams. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 142 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años FECHA DE ESTRENO: 18 de Diciembre de 2019 FORMATOS: 2D.
La canción de Ignacio Copani podría haber sido el soundtrack perfecto para incluir durante los créditos finales de este film, ya que retrata de un modo preciso la esencia de cinematográfica de esta conclusión de la saga Skywalker. El destino final al que llega la historia probablemente despertará una acalorada discusión entre los fans de la saga, debido a ciertos conceptos que no entusiasmarán a todo el mundo. El tema con este estreno es que brinda una propuesta amena que logra ser muy entretenida durante las horas que pasás en la butaca del cine. Sin embargo, en el momento en que decidís analizarla con la cabeza más fría todo se desmorona como un castillo de arena porque se trata de una entrega final atada con alambre. J.J.Abrams dentro de todo consigue darle un cierre decoroso a una trilogía muy desorganizada en la que los productores jamás tuvieron un plan definido a la hora de trabajar los nuevos personajes. El director le da una respuesta a las incógnitas que se habían establecido en la trama, a través de un carnaval carioca de fan service, que funciona como una red de contención de los nuevos héroes que no despertaron pasión de multitudes. La desventaja de esta cuestión es que al mismo tiempo conduce la película por un terreno seguro, sin ideas interesantes, que además resultan muy predecibles. No hay grandes sorpresas porque en cierta manera todo esto ya lo vimos en otras películas, Estrella de la muerte incluida. La primera hora es prácticamente un video juego de Tomb Raider, donde los héroes deben recolectar objetos en diversos escenarios antes de llegar a la fase final. No ayuda tampoco que durante la aventura todo les salga demasiado bien ni enfrenten situaciones de peligro importantes. La última trilogía de Star Wars hizo muy poco por evadir los temas de siempre con la batallas entre los sith y los jedis, motivo por el cual este arco argumental se vive también como el cuento de la buena pipa. En episodio VIII Rian Johnson tiró por la borda los conceptos que se habían introducido en El despertar de la fuerza y ahora Abrams regresa para desechar la visión de Johnson con un enfoque diferente de la narración. Dentro de los aspectos positivos se puede resaltar que en esta oportunidad despojaron al film de todo el humor Marvel que tenía la entrega previa, algo que se percibe especialmente en el tratamiento más serio que tuvo el personaje de Domhnall Gleeson, quien dejó de ser una caricatura. Una cuestión muy loca de esta producción son los constantes pases de factura y palos al director anterior que se incluyen en el relato, algo que no recuerdo haber visto en ninguna otra franquicia. Johnson se había cargado de un modo implacable al villano Snooke y en este capítulo Abrams convierte a Rose, un personaje que aspiraba a ser relevante y un emblema de la agenda de diversidad de Disney, en una miserable extra. Todas sus escenas en Los últimos Jedi al final fueron una pérdida de tiempo debido que JJ la considera intrascendente y la margina a unos simples cameos, para establecer sus propios personajes femeninos que salen de la nada. Una situación similar se da con la labor de Mark Hamill, cuya representación de Luke Skywalker parece un pedido de disculpas a los fans. La primera frase que expresa el personaje en este capítulo no es otra cosa que la versión jedi del clásico "yo me equivoqué, pero la pelota no se mancha" de Diego. Uno de los tantos tiros por elevación dirigidos hacia Johnson en esta producción. Esto es muy loco de ver porque nos encontramos con un director que le tira palos al colega que pasó previamente por la saga. Las visiones radicales de los cineastas en torno al tratamiento que deberían tener los relatos explican muchos problemas que tuvo esta trilogía. En lo referido a la puesta en escena en general la calidad del espectáculo es correcto, salvo por unas secuencias digitales donde el rejuvenecimiento facial de un personaje es penoso de ver. También es justo destacar que en materia de batallas espaciales, las secuencias de Rian Johnson fueron más atractivas. La acción de Episodio IX no está para nada mal pero se vive como un espectáculo genérico. Por esa razón en este film el fan service y la apuesta a la nostalgia genera que durante el visionado muchas cosas se pasen por alto. El tiempo dirá que lugar ocuparán Rey y sus amigos dentro de la franquicia, junto con los artistas que los encarnaron, quienes fueron víctimas también de un manoseo de la trama, producto de la falta de planes y claridad para construir una trilogía sólida. Se despide finalmente la familia Skywalker del cine, si bien queda la sensación que ya lo habían hecho hace 36 años en El regreso del Jedi. Lo que vino después fue un espectáculo diferente pensado para una nueva generación de espectadores.
Que difícil hablar sobre este estreno sin spoilear. Prometo que no lo haré. Y al escribir la palabra “difícil” reflexiono un poco sobre la magna tarea que tenía JJ Abrams y el guionista Chris Terrio. Porque no solo tenían que tratar de dejar contentos a la mayoría de los fans (cosa imposible) sino cerrar toda la saga Skywalker. La primera tarea era tratar de achicar un poco la grieta que ocasionó The Last Jedi, y un algo lo logra. Pero llama la atención como en un par de escenas puntuales parece que se le canta “retruco” a Ryan Johnson. Ambas películas discuten en lugar de dialogar. La trilogía está atada con alambre, se nota que cambiaron los planes sobre la marcha y la falta de coherencia. Y The Rise of Skywalker también sufre de eso. En su afán por resolver y contentar, suceden varias trabas en su narrativa. Son muy inconexas varias escenas, aunque te explican bien del principio el -muy vago- hilo conductor. El Fan service es lo mejor del film, pese a quien le pese. Allí están los grandes momentos y todas las emociones. Lloré en más de una escena, tanto por angustia como por alegría. Y si bien esas lágrimas intentan ser tapadas por las respuestas a todas las preguntas que se plantearon en esta nueva trilogía, todos sabíamos que nada iba a alcanzar para acallar la sed del fan. Van a haber nuevas grietas e interminables discusiones sobre la legitimidad de varias de las cosas planteadas. Y así será por mucho tiempo. Ahora bien, en términos cinematográficos, es la más floja de las tres. Abrams había hecho un mejor laburo en la puesta de The Force Awakens que aquí. Seguramente por los demasiados condicionamientos que tuvo en esta oportunidad. Desde lo visual es impecable y nos regalan excelentes secuencias de acción espacial y duelos de espadas lazer. Pero eso tampoco sorprende, es lo que corresponde. Pero volviendo a la historia, la misma es arbitraria e incluso predecible en varias cuestiones. Y muchos sinsentidos y grandes habilidades de Rey que no cuadran con lo que vimos en las ocho películas anteriores. Pero bueno, dar detalles es spoiler. Daisy Ridley sigue estando muy bien como Rey, tal vez menos inocente. Y la dupla Finn/Poe se aprovecha más. Gran acierto no separar al trío protagónico y no crear subplots que no le importan a nadie, tal como fue el del casino en la película anterior. Otra cosa que llamó la atención es la disminución de peso de ciertos personajes secundarios, pero era lo que muchos fans querían. Pero molesta mucho que Maz Kanata esté allí solo para explicarle al espectador cosas obvias y que no necesitan que alguien las verbalice. Lando está viejo pero digno. Y Leia… Párrafo aparte para la utilización de material rodado por Carrie Fisher para The Force Awakens y injertado aquí sin precisión quirúrgica. Algunas escenas hacen mucho ruido y te das cuenta que es una doble o que se armó de esa manera para poder utilizar sus diálogos. Amen de eso, es emocionante verla y despedirse de ella. Y así llego al final de esta reseña, justamente con la despedida. La despedida de una parte muy importante de la vida de un cinéfilo y/o un fan. Star Wars atraviesa todo mi ser, es mi infancia y mi adolescencia. Es mi joven adulto. Esta trilogía no habrá sido la mejor, y este cierre tal vez no es el ideal. Pero es muy bueno, es satisfactorio y las lágrimas que te genera son genuinas. Me puedo quejar de estructuras de guión y caprichos de director, pero poco importan cuando los personajes creados por George Lucas se despiden de mí. No será la última película ni lo último del universo. De hecho, está más vivo que nunca gracias a Disney Plus y los films que se vienen. Pero es un adiós a una etapa muy larga. Y una que permanecerá conmigo, con nosotros. Siempre.
Fin de ciclo: heredarás tu saga Star Wars: Episodio IX - El Ascenso de Skywalker (Star Wars Episode IX: The Rise of Skywalker) es el cierre de la tercer trilogía de lo que podríamos llamar el canon "clásico" del universo creado por George Lucas, dejando de lado los spin-offs, miniseries, dibujos animados y toda la andamiada de productos asociados de una saga que ya lleva más de 40 años insertada en la cultura popular, la cual desde que pasó a ser propiedad del monopolio Disney piso aún más fuerte el acelerador comercial. Continuando la línea argumental de los episodios VII y VIII, Rey (Daisy Ridley) va tras los pasos de Kylo Ren (Adam Driver) quien acaba de unir fuerzas con Palpatine, el sith más poderoso y viejo antagonista de la trilogía original, devuelto al ruedo de forma curiosa y con algunas "magias de guion". Cuestión que estos dos últimos planean combinar todo su poderio para acabar de una vez por todas con las fuerzas rebeldes y en especial con Rey, la última esperanza de los Jedi. Pero hay otro eje de conflicto importante, el verdadero origen de la propia Rey... ¿Es hija de Luke Skywalker?¿Quiénes son sus verdaderos padres?¿Por qué la abandonaron misteriosamente cuando era una niña? J.J. Abrams vuelve a agarrar las riendas de la dirección, como lo hizo en Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza (2015), intentando volver a insuflar ese aire nostálgico a la franquicia que tan buenos resultados le había dado. Se nota que tanto el director como su equipo de guionistas tomaron nota tras las críticas despiadadas que recibió la malograda Star Wars: Episodio VIII - Los últimos Jedi (2017), algo que al mismo tiempo genera cierto agujeros argumentales y saltos en la lógica interna que probablemente pasen desapercibidos para el espectador promedio, más no para el fan avezado. Abrahms vuelve a filmar en 35 milímetros como lo hizo anteriormente en la saga, y sin necesidad de ser un experto desde lo técnico percibimos algo especial en el tratamiento de imagen, algo que está ahí por más que no podamos identificarlo. Star Wars: Episodio IX - El Ascenso de Skywalker se ve distinto de todas las películas mainstream que llegan a las salas, filmadas en formato digital. Ese look and feel analógico potencia una producción que de por si es impecable desde lo visual. Dentro de una franquicia donde las actuaciones no suelen ser de lo más pulidas, Daisy Ridley se sigue destacando en el papel de Rey, dándole forma a un personaje que vive un conflicto interminable entre el secreto de sus orígenes y el augurio de su destino. Aunque por desgracia -y al igual que sucedió en su momento con la producción de la trilogía original- se nota que muchos cambios de guión fueron sucediendo sobre la marcha para apagar distintos incendios y acallar voces críticas, lo que provoca que el personaje de Rey no termine siendo aquel con el arco dramático más interesante sino otro que inicialmente parecía construído de forma mucho más esquemática... pero no se preocupen, no vamos a espoilear nada. Las dos horas veinte minutos de duración no pesan, en especial gracias a una primera mitad con mucho dinamismo. La trama nos lleva de un punto de la galaxia al otro escena tras escena, con múltiples conflictos desarrollándose al unísono. La segunda mitad es un tanto más previsible, siguiendo con más fidelidad el template de la franquicia. Si bien estamos hablando de una película que es entretenimiento puro y constante de manera inobjetable, al pensarla en conjunto con Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza y Star Wars: Episodio VIII - Los últimos Jedi deja la sensación de no ser un cierre tan épico como debería. ¿Está a la altura? seguramente... pero le falta mística. Los momentos emocionantes y lacrimógenos abundan, pero pareciera que no se los termina de exprimir debidamente. Llevándolo a términos pugilísticos, gana la pelea por puntos pero nos deja sin el golpe de knock out. Como final de un nuevo ciclo seguramente deje a la mayoría satisfechos y pase la prueba, pero hilando fino también deja el sinsabor de que podría haberse ido con un estallido más grande, un bigger bang... será hasta el próximo reinicio entonces.
La última orden Con Star Wars: El Ascenso de Skywalker (Star Wars: The Rise of Skywalker, 2019), la saga llega a su final… nuevamente, algo que siempre conlleva definiciones, y por lo tanto, polémicas y problemas que generan críticas. Debido a la popularidad de Star Wars, un icono cultural de su época, la nueva saga generó distintas recepciones y expectativas, y la mirada siempre estuvo puesta en la comparación con las dos trilogías anteriores. La primera trilogía había logrado cautivar a un público que anhelaba la combinación de ciencia ficción y aventura, mientras que la segunda, enteramente dirigida por George Lucas a diferencia de la primera, que solo había tenido a Lucas en la primera entrega, había generado opiniones divididas y una andanada de críticas, reforzando el fanatismo de algunos y defraudando a otros a pesar de contar con un casting envidiable. Claramente la nueva trilogía se definió por un alejamiento de la estética, el estilo narrativo y las decisiones de la segunda trilogía, entablando una relación de correspondencia muy fuerte, y por supuesto polémica, con la saga original. Así como El Despertar de la Fuerza (The Force Awakens, 2015), el opus de J.J. Abrams, se correspondía con La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), Los Últimos Jedi (The Last Jedi, 2017), la película de Rian Johnson, se referenciaba en El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, 1980). El Ascenso de Skywalker no es la excepción y sin duda alguna funciona bajo la égida de El Retorno del Jedi (The Return of the Jedi, 1983), la película de Richard Marquand que finalizaba la primera trilogía. Sería absurdo acusar de plagio a la nueva trilogía, ya que en realidad La Guerra de las Galaxias era prácticamente una remake casi escena por escena -ambientada en el espacio en lugar de en el Japón medieval- de The Hidden Fortress (1958), una de las obras maestras de Akira Kurosawa, algo de lo que George Lucas nunca renegó, y la nueva saga abraza a la primera trilogía con fuerza y pasión aferrándose a ella para despertar la nostalgia de la belleza del producto original. En este sentido El Ascenso de Skywalker no sorprende ni defrauda. J.J. Abrams, un experto en la industria cinematográfica de la nostalgia, recupera el tono de El Despertar de la Fuerza, que tuvo muy buena recepción, y deja un poco de lado Los Últimos Jedi, que recibió algunas críticas feroces, para intentar resolver algunas de las preguntas que las ocho películas anteriores habían dejado en el tintero. Mientras que Kylo Ren (Adam Driver) busca el planeta olvidado de los Sith, Rey (Daisy Ridley) se entrena como Jedi con la Princesa Leia (Carrie Fisher) para enfrentarlo y controlar sus poderes. Por otro lado, Poe (Oscar Isaac), Finn (John Boyega), Chewbacca (Joonas Suotamo) y los androides luchan contra las naves de la Primera Orden para llevar a las fuerzas de la República la información obtenida de un infiltrado. Rey a su vez también emprenderá junto a sus amigos -o nueva familia, o más bien, meros acompañantes- la odisea de encontrar el planeta de los Sith, Exagol, para descubrir si es verdad que el Emperador Palpatine (Ian McDiarmid) ha regresado con una flota imperial capaz de destruir los planetas libres. Al igual que en toda la saga hay un trabajo estético impecable, excelentes efectos especiales y actuaciones flojas, impostadas, demasiado expuestas por primeros planos que no favorecen a la mayoría de los personajes, salvo a Adam Driver y Daisy Ridley, que se destacan como dos caras de una misma moneda. El Ascenso de Skywalker contiene a su vez un sinnúmero de contradicciones, pero cuando de nostalgia hablamos Abrams es el maestro. Lando Calrissian (Billy Dee Williams) tiene un nuevo regreso con gloria, Han Solo (Harrison Ford) no podía quedar afuera del convite al igual que Luke Skywalker (Mark Hammill), y hasta hay un cameo de John Williams en un bar. También C-3PO, A2-D2 y BB-8 son parte de un film que necesita del humor androide que imita a los autómatas de antaño para cautivar y traer a la memoria la sorpresa de nuestros antepasados ante las maravillas de la mecánica. La película tiene humor, tiene aventura, tiene ciencia ficción, no tanta como Los Últimos Jedi pero suficiente, tiene batallas con sables de luz y hay una síntesis dialéctica entre los Jedi y los Sith, el lado luminoso y el lado oscuro, como todos esperan. De ninguna manera se puede considerar que esta entrega tenga profundidad, sí cierta emoción, más producto del final de toda la saga que de la película en sí, pero tampoco se puede negar que Abrams logra conmover con algunas escenas. Si Rian Johnson había tomado riesgos que le habían costado caro entre los fanáticos, Abrams es su opuesto, un partidario de no asomarse ni de casualidad al abismo de las posibilidades y jugar siempre a la mano segura. El principal problema del film es la enorme cantidad de dispositivos narrativos ad hoc insertados para hacer cerrar la historia, por ejemplo la capacidad de Rey de sanar otros seres con el uso de la fuerza, cuestión a todas luces innecesaria, al igual que la capacidad de volar por el espacio de la Princesa Leia en Los Últimos Jedi era un capricho que podía ser evitado. Más allá de esto, y de todos los ad hoc múltiples que esta última entrega contiene, Abrams falla en la dinámica narrativa, sobrecarga demasiado todo el relato, se empantana en su afán de borrar toda la trama del film anterior y se detiene demasiado en tomas de personajes secundarios que no desarrolla, lo que tiene consecuencias -por ejemplo- sobre la pobreza del papel de la República, de su derrotero y del resurgir de los Sith, de la historia del regreso de Palpatine o del devenir de La Primera Orden. También hay un desperdicio inexplicable de los personajes y las actuaciones de Richard E. Grant y Domhnall Gleeson en papeles deslucidos y sin el protagonismo necesario, equiparándolos a personajes sin importancia dentro de la historia. El guión, que se centra en reencauzar la saga al espíritu nostálgico de El Despertar de la Fuerza y borrar las propuestas de Rian Johnson de Los Últimos Jedi, estuvo a cargo del propio Abrams junto a Chris Terrio, responsable del guión de Argo (2012). Colin Trevorrow y Derek Connolly también aportaron a una historia con vaivenes, que por momentos se centra en su foco, que es imitar a El Regreso del Jedi, pero que se pierde a veces en escenas y batallas que duran demasiado y tienen más que ver con la combinación de acción y aventuras del cine actual que con la ciencia ficción y el espíritu mitológico y simbólico que George Lucas había rescatado de los libros de Joseph Campbell. Por supuesto que todos los errores y problemas son aplacados por la música de John Williams, ya que apenas comienza su maravillosa sinfonía ya no importa nada más, y por lo que La Guerra de las Galaxias representa en la cultura popular, y por la voluntad de al fin y al cabo ofrecer una nueva trilogía a los consumidores hambrientos de más y más Star Wars. La chispa de la trilogía original definitivamente no está en El Ascenso de Skywalker, tan solo una copia, correctamente realizada a simple vista, al igual que la reproducción de un cuadro, con retazos de la originalidad que propusieron las tres primeras películas, pero sin la fuerza suficiente que otorgan los riesgos. Tal vez el espíritu de la trilogía original sí estuvo en El Despertar de la Fuerza, o tan solo fue un espejismo que todos quisimos creer, un simulacro que aceptamos. El tiempo dirá si El Ascenso de Skywalker será un final digno para la saga más popular de la historia del cine o si la moda de la nostalgia será un viento pasajero que arrastrará el film bajo pilas de estudios de mercado.
La saga que comenzó un intrépido George Lucas en 1977 mezclando space opera con western llega a su final luego de 11 películas (incluyendo trilogía original, precuela, secuela y spin off), varias series animadas, y una infinidad de cómics, novelas y videojuegos. Fiel al estilo de la franquicia, El ascenso de Skywalker llega no solo a ponerle fin a la saga sino también a generar polémica y dividir a todos los fans, tal como viene sucediendo en la franquicia hace 42 años. Es un poco dificil hacer una crítica o review de una película tan esperada y con tantos fanaticos que pueden considerar una coma de más como spoiler. Y claro, yo también soy un fanático de la saga y no me hubiera gustado enterarme de nada antes de ver la película. Por lo que lo mejor es dar una opinion sin ningun detalle de la trama (al menos ninguno que no haya estado ya en los tráilers y promocionales). Para empezar, voy a considerar El ascenso de Skywalker como la película más espctacular, al menos de esta nueva trilogía. Y por espectacular me refiero tanto a la trama como a nivel visual. Además, recupera mucho de la escencia y mitología Star Wars que parecía ya muerta. Estamos en prescencia de una película que tiene varios momentos sorpresivos y gloriosos, algo de fan service y también algun que otro paso en falso. Lo que queda claro a medida que la trama avanza es que J.J. Abrams (director de Episodio VII y de está película) y Rian Johnson (director de Episodio VIII) tienen una visión muy distinta de la trilogía, lo que genera varias incongruencias. Este conflicto de visiones entre los directores se ve tanto en pequeños detalles como la ropa de Rey, que vuelve a utilizar la misma que El despertar de la fuerza, la poca participación de algunos personajes que llegaron a tener nivel de protagonista anteriormente e incluso EL momento importante que contarlo sería como contar que Darth Vader es el padre de Luke. Si algo se caracteriza negativamente esta trilogía es la falta de una cabeza con una visión unica y ordenada para generar mayor armonía entre estas tres películas (algo así como un Kevin Feige en Marvel). Es sabido, y ya se vió en tráilers y artes promocionales (por lo cual no es spoiler), que el Emperador Palpatine regresa (¿Será en un mensaje?, ¿será un clon?, ¿será force shadow?, ¿será un farsante?, veanla y sabrán) y posiblemente si este regreso hubiera tenido su adelanto ya en la película anterior hubiera calzado mucho mejor y no sería sido tan chocante para la trama. En lo personal, no había llegado a tener una empatía con los nuevos personajes de esta trilogía (hablando tanto de Rey, Finn y Poe como de Kylo Ren), como con los personajes de la trilogía original y los de las precuelas, pero esta película logró generar una mayor conexión, que estoy seguro que le sucederá lo mismo a aquellos que tienen mi misma posición. Quien tiene una gran reivindicación luego de haber pasado casi desapercibido en las dos entregas anteriores es C3PO, quien incluso tiene un papel más importante que en toda la saga funcionando como el alivio cómico. Si bien no es la película perfecta ni la mejor de toda Star Wars (e incluso habrá que analizar con el tiempo si es la mejor de la trilogía o está un paso detrás de The Last Jedi en mi opinión) y aún con varias fallas, El ascenso de Skywalker es un cierre muy digno y emocionante que la saga de Skywalker se merece. Este es el ¿final? de la saga que lo inició todo, pero no de la franquicia que está más viva que nunca, con mucho material saliendo en distintos medios, varias series anunciadas y por los menos dos trilogías de películas en el horizonte. Brindemos por Star Wars y que la fuerza nos acompañe para lo que viene.
Todo comienza, por supuesto, con los inconfundibles acordes del gran John Williams, la frase "Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana" y el rodante con enormes letras amarillas que nos explica el contexto de la historia. Un ritual que se inició hace 42 años y que con esta novena entrega llega a su fin. Imposible entonces no ponerse algo solemne y bastante nostálgico con una saga que marcó a varias generaciones de cinéfilos y generó un negocio multimillonario que incluye infinidad de spin-offs, producciones animadas, nuevas series como The Mandalorian y merchandising de todo tipo. Con J.J. Abrams nuevamente en el guion y la dirección (ya había rodado el Episodio VII, titulado El despertar de la fuerza), y luego de un octavo film (Los últimos Jedi) que, con Rian Johnson al frente, decepcionó a buena parte de los fans, El ascenso de Skywalker resulta un cierre acorde con los deseos de todos: convincente, impecable, cristalino, contundente, eficaz. Pero, al mismo tiempo, parece tan diseñado, tan subrayado, tan calculado, incluso por momentos tan demagógico, que se extraña una dosis mayor de audacia. Una película que ya es parte de la historia grande del cine por darle cierre a una de las sagas más populares del planeta, pero que está lejos de hacer historia por sus atributos estrictamente artísticos. Dicho de otro modo, es casi imposible no conmoverse con ciertas escenas, ante determinadas revelaciones, con los diversos desenlaces que se producen en los últimos minutos, pero en muchos casos esa emoción surge a partir de cuestiones más simbólicas o afectivas que cinematográficas. Sin entrar en detalles ( spoilers) que puedan enturbiar la experiencia más gozosa, puede decirse que Rey ( Daisy Riley) es ahora sí la auténtica protagonista de esta entrega final. Más allá de la permanente tensión entre ella y el Kylo Ren de Adam Driver (que incluye conexiones a distancia, duelos con sables de luz, una contradictoria relación de amor-odio y la tentación que comparten a la hora de acercarse al lado oscuro de la fuerza), es Rey quien carga con el peso dramático del relato para convertirse en una heroína moderna. Sí, hasta la clásica Star Wars se adaptó a las exigencias de estos tiempos. Como quedó dicho, El ascenso de Skywalker tiene un poco de todo: algunos momentos de heroísmo y humor con los personajes de Finn ( John Boyega), Poe Dameron ( Oscar Isaac) y Lando Calrissian (el veterano Billy Dee Williams), la presencia de los queribles robots (R2-D2, C-3PO, BB-8 y hasta alguna flamante incorporación), los aportes menores pero decisivos de dos mitos como Leia Organa (se reciclaron y adaptaron viejas tomas hechas con Carrie Fisher) y Luke Skywalker ( Mark Hamill), alguna que otra sorpresa como muertos que reaparecen en escena a partir de visiones trascendentales, ciencias oscuras o clonaciones, y las vueltas de tuerca finales que permiten cerrar todos los círculos y que los distintos viajes internos y externos se resuelvan de manera satisfactoria. Así, sin demasiado riesgo ni sofisticación, pero con indudable solvencia y profesionalismo, puede decirse que J.J. Abrams llega a la meta sorteando todos los obstáculos y las presiones en tiempo y forma. Misión cumplida.
El ascenso de Skywalker, el capítulo final a la saga galáctica, el adiós a la dinastía Skywalker tras 42 años, tiene acción, claro, humor, revelaciones y respuestas. ¿Es divertida? Es divertida. ¿Es entretenida? Lo es. ¿Tiene todo lo que quieren los fans? Tal vez, no todo. O no todo tan así. Pero la satisfacción está garantizada. Tiene una primera mitad, o una primera hora, para ser exactos, hasta “la revelación”, en la que la película ofrece como nuevas subtramas y es, a la vez, la más simple y aniñada de las tres de esta última trilogía. El ascenso de Skywalker es, hasta allí, lo que El regreso del Jedi fue a la trilogía original. Lo que sigue no es spoiler, porque sucede al comienzo: Palpatine vuelve de la muerte (¡!) y le promete todo a Kylo Ren, el nuevo Líder Supremo, para rearmar un gran Imperio contra la Resistencia, que ya era mínima al final de Los últimos Jedi. “La llama Sith emergerá”, se dirá más adelante. La Orden Final está por armarse. La Primera Orden fue sólo el comienzo. Palpatine está obsesionado, parece, con que Rey muera. ¿Quién es esa chica? Desde El despertar de la Fuerza nos preguntamos por sus padres. Kylo la quiere pasar al Lado Oscuro. Lo que muchos sienten es que el problema de la nueva trilogía es que los nuevos personajes (Poe Damron, Finn, Rey), a excepción de Ben/Kylo, no tienen el mismo carisma que tenían Luke, Han y Leia hace 42 años. Por más que Leia le dé el sable de su hermano Luke a Rey, y que le diga “Nunca tengas miedo de ser quién eres”. Después de todo, tenemos un ex traficante de especies, un ex stormtrooper y una ex carroñera. Con ese linaje, ¿adónde vamos a llegar? Bueno, con la mala puntería de los stormtroopers, quizá… Entre presentimientos y visiones, los mundos virtuales que se cruzan (algo muy del director J.J. Abrams, de Lost a esta parte), tal vez haya demasiados encuentros entre la rebelde Rey y el oscuro Kylo Ren. Como en todas las películas de la saga creada por George Lucas, El ascenso de Skywalker está trabajada, cosida de acuerdo a misiones por realizar. Aquí, entre otras, hay que ir a Exegol para derrotar a Palpatine, pero para ello hay primero que encontrar un orientador Sith, el mismo que Luke había ido a buscar, para poder llegar a Palpatine. Hay un momento western, hay un espía entre los malvados. Hay una reaparición (además de la de Palpatine, y la del querido Lando Calrissian), una revelación que lo cambia todo, o casi, y otra muerte. Hasta que llegue, como todos sabemos y esperamos, el combate final. ¿Entre quiénes? Será por la galaxia. Y por Leia. Así como los stormtroopers ahora pueden realizar otra cosa con sus cuerpos, no todos sabíamos, aunque lo intuíamos, que la energía de la Fuerza puede sanar cuerpos y tal vez alma o espíritus. Es que El ascenso de Skywalker debe dar muchas respuestas, cuando El despertar de la Fuerza nos llenaba de nuevas preguntas en el relanzamiento de la saga. Y suele ser más atractivo preguntar que responder. En esta película se hace más evidente que en otras cómo John Williams editorializa con los acordes musicales. Y la pelea, una de las tantas, entre Rey y Kylo, en las ruinas de lo que fue la Estrella de la muerte, con olas altísimas azotando el lugar, es uno de los momentos cumbres de la película. El ascenso de Skywalker da el cierre. J.J. Abrams, desde el guión, sorprende, claro con la revelación, y luego ofrece lo que los fans desean. Esa adrenalina mezclada con tristeza, esa emoción porque se acerca el final. Es un digno cierre, más a tono de la primera saga que lo que fue la trilogía precuela a los Episodios IV, V y VI. Para que la Fuerza nos siga acompañando.
Tras 42 años, finalmente los seguidores de Star Wars van a ver el final de la historia de los Skywalker y si bien Luke, con su sabiduría Jedi nos diga que nadie se va realmente para siempre y hayamos visto a los fantasmas de Annaquin, de Obi Wan Kenobi y de Yoda, ya estamos lo suficientemente grandes para saber que la gente se muere por más Fuerza sobrenatural que los mueva. Llega Episodio lX: El ascenso de Skywalker de la mano de J.J. Abrams que ya había dirigido el Episodio Vll pero había sido separado, porque su mirada no coincidía con la CEO de Disney, Kathleen Kennedy, la responsable de la historia una vez que George Lucas vendiera la saga y quedara apenas como consultor pero sin compromiso real por parte de la empresa. Pero para que no caigamos en la obviedad de pensar que Lucas fue traicionado, digamos que al realizarse la venta de todo el negocio, Lucas fue integrado a la empresa a través de una compra de acciones. El capítulo final de los Skywalker viene a cerrar esta última fase pero además necesita arreglar lo que se hizo en el Episodio Vlll, con Rian Johnson como director. Lo cierto es que Johnson fue un tanto desmesurado y algo irresponsable, pero tenía algo interesante y era que parecía dispuesto a ir para adelante, así lo primero que hace es poner a Luke Skywalker tirando a la miércoles su espada láser, y algo aún peor, se lo vio tratando de matar a su sobrino por pensar que estaba definitivamente ganado por el lado oscuro. Keylo Ren, sobrino de Luke e hijo de Han Solo le dice a Rey, una chica que nadie sabe de donde salió, que se una a él y que se olvide de todo porque están todos muertos y que dominen la galaxia mientras luchan hombro a hombro contra los guardias del que parece el gran villano de esta historia. Semejante fuerza vital, que termina con una imagen hermosa de un chico de una galaxia muy lejana que mueve algo con la sola intención de moverlo -mostrando que la Fuerza puede estar en cualquiera- enloqueció a los fans a quienes todo eso les pareció demasiado y de esta manera EVlll fue denostada de tal manera que todo el proyecto tambaleó. Acusaciones, enojos, alejamientos y los haters que no soportaron tanto. Lo que hubo durante un tiempo fue una verdadera ola de rumores que provocaron que una película de aventuras muy divertida como el spin off de Han Solo pagara los platos rotos. Con ese fracaso a cuestas Disney llamó de nuevo a Abrams y le dejó el final de la historia. Desde el comienzo la nueva película recupera el tono oscuro del comienzo de la saga pero también el espíritu aventurero. Concentra la historia en el villano y cómo Snoke había sido pasado a valores por Keylo Ren, dejando a la nueva etapa huérfana de villano, así que hubo que ir por un villano que no se dejara engañar por un imberbe que si no se pone casco no asusta a nadie y de entrada nomás vuelve… el emperador Palpatine! No estamos adelantando nada porque su presencia se veía en los distintos trailers, así que hay que decir que la mayor parte de lo que se ve pertenece a la primera mitad de la película. Desde esa apertura en que Keylo va al encuentro de Palpatine para enterarse de algunas cuestiones, la historia empieza a avanzar y no para, es una montaña rusa de emociones. Poe Dameron y Finn recuperan status de héroes, Rey sigue su búsqueda de saber quién es, porque está claro que en la película anterior Keylo Ren le mintió a ella y a los espectadores diciendo que los padres de Rey no eran nadie. Sin dudas J.J. Abrams sabe del género de aventuras y no será tan arriesgado como Rian Johnson pero respeta la tradición y no se priva de filmar un par de momentos que claramente son respuestas al director de El último Jedi. Por supuesto que la película tiene lo que se suele llamar Fan service (guiños a los seguidores), pero a la vez anuda la historia y hace volver a Lando Calrissian, además de inventar nuevos personajes y un nuevo droide medio cachucho y muy simpático que anda en tándem con BB8. La película es despareja porque el director, que es además uno de los autores del guión, va para adelante y medio a los tumbos prefiere dar explicaciones de algunos temas sin detenerse a pensar demasiado en la congruencia o en la verosimilitud -hay un par de decisiones que va a quedar en cada espectador decidir si son verosímiles o no- pero se llega al final sin aliento y con muchos momentos emocionalmente fuertes. Mientras vemos el final de los Skywalker dentro de la historia de Star Wars en el canal Disney plus se desarrolla otra historia que es la de The Mandalorian, donde un Yoda bebé está haciendo las delicias de nuevos espectadores y se sabe que ya se está trabajando en la película sobre Obi Wan Kenobi también hay fuertes rumores sobre el peso de Jon Favreau en Disney gracias a The Mandatorian. Los Skywalker han ascendido y han pasado cuatro décadas desde que George Lucas cambió la historia del cine con una película de bajo presupuesto que empezaba como empiezan todos los grandes cuentos con la frase: Hace muchos años en una galaxia muy, muy lejana. No es poca cosa para los que siguieron esta historia extraordinaria. STAR WARS EPISODIO IX: EL ASCENSO DE SKYWALKER Star Wars: The Rise of Skywalker. Estados Unidos, 2019. Dirección: J.J. Abrams. Guion: Chris Terrio, J.J. Abrams. Intérpretes: Adam Driver, Daisy Ridley, Billie Lourd, Keri Russell, Carrie Fisher, Oscar Isaac, Billy Dee Williams. Producción: J.J. Abrams, Kathleen Kennedy, Michelle Rejwan. Distribución: Disney. Duración: 141 minutos.
Satisfacción Garantizada. “Star Wars: EL Ascenso de Skywalker” de J. J. Abram Novena y última entrega de la saga ‘Star Wars’, y cierre de la nueva trilogía iniciada con “El despertar de la Fuerza”. Rey, Finn, Poe y el resto de los héroes tendrán que encarar nuevos retos al tiempo que se enfrentan a una nueva amenaza. Por Bruno Calabrese. No se discute la saturación que puede llegar a generar Star Wars con tantos productos que salen año a año asociado al universo Jedi, pero no se puede negar que cuando las luces se apagan, comienza a correr las letras y suena la música de John Williams uno se inserta en un hipnótico mundo de fantasía inigualable. Con productos de menor calidad, como “Episodio I y II” o “Han Solo” y otros de mayor factura como “Rogue One” y “El despertar de la fuerza”, la saga creada por George Lucas igualmente siempre tiene algo para rescatar. Escenas antológicas como la carrera de vainas y personajes como Darth Maul en el Episodio I o la batalla de Geonosis en el II, todas tienen algo que las hace disfrutable, sobre todo a los fanáticos de la saga. Esta vez estamos ante el cierre de la saga final, que dió comienzo con “El Despertar de la Fuerza” y continuó con la subvalorada “El Último Jedi”. Luego de que Kilo Ren (Adam Driver) tome el mando de la Primera Orden al asesinar a su maestro Sith, Snoke, Rey (Daysi Ridley) se retira junto a la Princesa Leía y su ejército para realizar su entrenamiento. Indicios que el malvado Senador Palpatine sigue vivo lleva al líder imperial a salir en su búsqueda para llevar a los Sith a apoderarse de la galaxia. La única forma de llegar hasta él es a través de una pirámide rastreador, de las cuales solo hay dos. Una quedará en poder del hijo de Leía, ahora convertido al lado oscuro y la otra es la que buscará Rey junto a Dameron (Oscar Isaac), Finn (Jon Boyega) y Chewie (Joonas Suotamo). Pero la búsqueda no será tan fácil, la Primera Orden respirandole la nuca y el pasado de la discípula de Skylwalker saliendo a la luz obligan a los héroes a enfrentamientos que pondrán en riesgo sus vidas y la de toda la galaxia. Bajada toda la adrenalina generada por el entusiasmo de este estreno, se puede decir que estamos ante la mejor película de la nueva trilogía. Nuevamente en manos del director J.J. Abrams, quien ya se había hecho cargo de la primera. La fórmula utilizada por el creador de Lost fue sencilla pero efectiva, apelar sutilmente a pequeños homenajes a la primer trilogía. Si uno se pone a analizar puede encontrar múltiples referencias a “El Imperio Contraataca” o a “El Regreso del Jedi”, a través de planos, citas o la aparición de algunos personajes. La película puede parecer desprolija, trata de abarcar todo lo que no se tocó en “The Last Jedi” en dos horas y media. Recorre planetas e introduce nuevos personajes que no tienen un correcto desarrollo por los tiempos y la cantidad. Atenta contra el producto final, pero no lo arruina, por momentos marea pero la aventura es igualmente atractiva y no le sobra ninguna secuencia. El conflicto central está enfocado en Kylo Ren y Rey, y tanto Adam Driver como Daisy Ridley están a la altura de las cirscunstancia, sobre todo él, que carga con los mejores momentos dramáticos de la película con sus conflictos emocionales. Y ambos en conjunto protagonizan una de las mejores peleas de sables laser de toda la saga, en las ruinas de la Estrella de la Muerte en la luna de Endor. En toda esa desprolijidad, el poder del Lado Oscuro aparece de la manera más fantástica y espeluznante de toda la saga. Un Palpatine más poderoso captura el alma de las viejas Star Wars y condensa de una manera terrorífica la dimensión del poder de los Sith. Este capítulo es el más oscuro de la nueva y eso ayuda a acercarnos al mejor cine de fantasía pura cercana al horror. Párrafo aparte para uno de los mejores C3PO de la saga, resignificado de una manera divertida y eficaz, no satura y cobra un protagonismo que no se le había dado en otras películas anteriores. Al igual que el final que se le da a Leia Organia, un emotivo y merecido homenaje a Carrie Fisher que sacará más de una lágrima para una de las mejores heroinas del cine de ciencia ficción. J. J. Abrams sabe como darle al fan lo que el fan quiere, lo demostró en la primera y lo vuelve a demostrar ahora, “Star Wars: El Ascenso de Skywalker” es un gran cierre para la nueva trilogía. Una aventura clásica con el sello de Lucas Films, arriesgada y con mucha acción. Con momentos sorpresivos que convienen no spoilear, el film es nostálgico y emotivo para los más fanáticos de la saga, pero con un ritmo trepidante y visualmente hermosa para los menos fans. Puntaje: 90/100.
Hace mucho tiempo, en una galaxia lejana, muy lejana, cada estreno de una película de estas que hoy se consideran tanques hollywoodenses, era una pequeña fiesta. Había que esperar varios meses para que un gran éxito llegara a nuestro país. Era una época dorada donde Lavalle era la calle de los cines y un sábado a la noche era imposible conseguir una sola entrada si no se compraba con la suficiente anticipación. Los cines se llenaban no solamente en la platea sino todo el pullman e inclusive algunos contaban con superpullman, con largas filas circundando todas las escaleras. Por suerte, Lavalle era (y lo sigue siendo…) peatonal, porque era imposible atravesarla en la hora pico en donde todos los espectadores intentaban incorporarse a las largas filas frente a cada uno de los cines, mientras una muchedumbre intentaba, a su vez, salir de las funciones que terminaban. En ese contexto de esplendor de la pantalla grande (ahora interpelado por la piratería, el streaming y tantas otras opciones de ver “cine” en casa o en la propia compu o cualquier otro dispositivo) somos muchos los que pudimos encontrarnos con la creación de un director hasta entonces prácticamente desconocido –sólo había presentado “American Graffitti”-, George Lucas. En 1977, Lucas revoluciona absolutamente el mundo del cine con una de las sagas más famosas de toda la historia del séptimo arte que ha logrado atravesar varias generaciones y tener un innumerable grupo de fanáticos alrededor del mundo. Así, subiendo varios pisos, en el superpullman del cine “ALFA”, uno de los emblemáticos cines de aquella calle Lavalle, en uno de esos multitudinarios sábados a la noche, pude ver en pantalla grande “LA GUERRA DE LAS GALAXIAS”, este ícono del cine que después sería revisitado una y otra vez cuando saliesen sus secuelas y cuando el cine de barrio la pasara en doble programa con algún otro estreno del momento. Allí estaban unos jovencísimos Harrison Ford, Mark Hamill y Carrie Fisher en los personajes que los marcarían a fuego en sus carreras y en el reparto aparecían, entre otros, dos estrellas de la talla de Sir Alec Guiness y Peter Cushing. Mucha, muchísima agua bajo el puente ha pasado en esta galaxia, tanto como que aquel adolescente ávido de cine de super acción ha devenido en un señor maduro, con más de medio siglo encima y esta saga, que en principio se había presentado como una trilogía, ha atravesado unas cuántas entregas más, llegando ahora a la cartelera lo que se presenta como el capítulo de cierre de la historia, la novena película de la franquicia: “STAR WARS: El ascenso de Skywalker”. El terceto protagonista Hamill – Ford – Fisher, pasa la posta a otro trío que componen Ray (un excelente acierto de casting al haber elegido a la carismática Daisy Ridley para este papel), Poe (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega, también conocido por su trabajo en “Pacific Rim” y algunas series televisivas). Fundamentalmente en lo que acierta J. J. Abrams, es en recuperar el tono de la trilogía inicial y dotar a este último capítulo de la saga no solamente de una estética y un diseño de arte notable, sino también de un ritmo que no decae en ningún momento, luego de la presentación inicial de los personajes, hasta un final a pura batalla. Durante casi dos horas y media de película, Abrams demuestra que tiene oficio, que sabe lo que hace y conduce una historia que tiene todos los elementos que tanto los fans como el público en general esperan de una película de la franquicia: hay humor, hay comedia, hay drama, romance, persecuciones, batallas, efectos especiales, aparece también el drama en los conflictos que se presentan y en la ética y la moral de cada uno de los personajes, pero por sobre todo hay nostalgia en abundantes dosis. Abrams hace aparecer no solamente a los tres protagonistas icónicos (aunque quizás haya un poco de abuso en la utilización de la Leia diseñada digitalmente) sino que también aparecen otros personajes emblemáticos de los diferentes momentos de la saga que ya nos interpela a la emoción y el recuerdo desde la secuencia de títulos iniciales en donde nos permitimos sumergirnos en un universo que ya forma parte de la memoria colectiva de varias generaciones. Sumado a esto, aparecen grandes hallazgos en los nuevos personajes que presenta este episodio –a R2D2, C3PO y BB8 se le suma un nuevo integrante de la troupe de robots- y un necesario aggionarse a los tiempos que corren con un mensaje -algo obvio- si se analiza la diferencia de lo que han logrado las figuras femeninas a lo largo de toda la saga, llegando en este último tramo a un protagonismo central, presentándose como figuras fuertes y de poder dentro del rol que presentan cada uno de los personajes. El bien y el mal, la oscuridad que habita dentro de cada uno, el lugar que uno ocupa dentro de una estructura familiar y el peso de los antepasados, vuelven a ser los grandes temas de la saga, con un peso fuerte e insoslayable sobre la figura del padre y sus mandatos ancestrales. Todo eso vuelve a estar presente una vez más en este último capítulo, deconstruido y redefinido acorde a estos nuevos tiempos, pero el espíritu de la saga está intalterablemente presente y no solamente en su temática y su apego a las fuentes, sino también en la galería de personajes secundarios que recorre “STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER” en donde se percibe el gran homenaje, el sentido de resumen y la apelación absoluta a la nostalgia y a repasar el tránsito de estos más de cuarenta años que han transcurrido desde que Lucas presentase por primera vez a todos sus personajes. Otro de los grandes aciertos de esta última entrega es la combinación de la épica con la historia de amor de los dos “héroes”, opuestos que se atraen, que generan una impactante tensión y una gran química en pantalla con el Kylo Ren de Adam Driver (nuevamente en un gran trabajo), y el mencionado gran acierto de casting que significa Daisy Ridley en el rol de Ray. No hay mucho más para decir, mucho más para analizar que no sea invitar a que cada uno que en algún momento haya visto algunas de las entregas de la saga, se deje llevar por ese espíritu que nos mueve el cine, por ese niño interior que se despierta cuando las luces se van apagando y disfrutar de más de dos horas en una galaxia muy muy muy lejana donde los Jedi seguirán buscando la fuerza e impartir la luz frente a tanta oscuridad.
El episodio que promete poner fin a la saga de los Skywalker por fín está entre nosotros. "Star Wars: Episodio IX: El ascenso de Skywalker", de J.J. Abrams recupera bastante de la magia que se creía perdida y lleva el asunto a un ¿final? feliz. Antes de seguir, voy a hacer una aclaración fundamental. Este texto está escrito por un fanático (y como todo fanático, incondicional) de Star Wars. No pretendan en esta oportunidad objetividad porque me resultaría imposible, más allá de tratar de controlar mi emoción tribunera a la hora de escribir. ¿Con cuántas películas, o mejor dicho sagas, hay posibilidades de encontrarse con una aclaración como la que hice en el párrafo anterior? Star Wars tiene la mística de ser una saga que atraviesa generaciones. Se mantiene en plena vigencia hace más de cuarenta años, y su hype a veces descansa, pero nunca se muere Vamos rápido. Hasta 1999 se mantuvo casi como una trilogía sagrada e intocable, hiper respetada hasta por los medios que excepcionalmente ni siquiera la transmitían con regularidad en televisión, ni contaba con tantas ediciones en video. A partir la segunda trilogía, precuelas, ese cascarón comenzó a romperse; y con la llegada de la adquisición de la franquicia por Disney, lo que se logró fue una “popularización” de eso que antes se veía como especial. Disney nos invadió de Star Wars, con los pro y los contra del caso. Por un lado, tenemos más y más para nuestros gustos, y en abanico muy amplio y expandido. También significa que cuando algo deja de ser sagrado, algo lo mancha. Todo venía más o menos bien hasta que en 2017 se estrenó "Star Wars: Episodio VIII: El último Jedi". A partir de entonces, haya gustado o no la película, las aguas se dividieron fuertes, y todo se desmoronó para el estreno de "Solo", a la que prácticamente no le dieron chance (y deberían, es excelente). El paso de Ryan Johnson por la franquicia movió el avispero, básicamente porque cambió partes esenciales de la franquicia; cosas que uno creía intocables. Como los fan y, básicamente, la taquilla hablan; "Star Wars: Episodio IX: El último Skywalker" viene precedida por todo el peso de tener que mejorar lo que sucedió hace dos años, con bastante desconfianza por un sector grande. Por suerte, el nombre clave está de regreso como en 2015. J.J. Abrams, uno de los directores que mejor entiende el cine de aventuras en la actualidad; y el resultado es digno de esa categorización. Sí El último Jedi buscaba complejizar el espíritu aportando sensaciones nuevas, y cambiando el tono de raíz; "El ascenso de Skywalker" intenta llevar las cosas hacia donde estaban, priorizar la aventura clásica, centrarse en la época, hacerle guiños a la nostalgia, y traer algo de la inocencia peplum que siempre caracterizó a Star Wars. En su anterior paso por la franquicia, con "Star Wars: Episodio VII: El despertar de la fuerza", Abrams había dejado bases sólidas para continuar explorando. Más allá de los que dicen que es un reboot de Episodio IV, los pilares de un “nueva” historia estaban sembrados. Los mismos que Johnson en el episodio siguiente decidió dirigir hacia otro lado. Abrams se las ingenia para, lógicamente sin ningunear lo que sucedió, tomar los hechos de su antecesora, y encausarlos hacia un espíritu similar a lo que originalmente se tenía planeado. Sí, los parches se notan, digamos que se hizo lo que pudo. Tómenlo o déjenlo. De la historia no conviene contar demasiado. Simplemente que sigue la historia de la búsqueda personal de Rey (Daisy Ridley) tratando de lidiar con sus orígenes y enfrentando lo que cree puede ser un oscuro destino. En la vereda contraria, Kylo Ren (Adam Driver) que trata de imponerse como líder y le es asignada la misión de aniquilar a Rey, a la cual tratará de manipular con fines que no diremos por acá. La química entre Ridley y Driver es un pilar fuerte del film, y se nota más fortalecida que en las entregas anteriores. Individualmente, Ridley es algo más convincente que un Driver que no puede dejar de recurrir al puchero. Las fuerzas del nuevo Imperio se están despertando y planean ataques masivos a varios planetas para desestabilizar el orden. La rebelión a cargo de Leia (Carrie Fisher en un CGI casi impecable) debe impedirlo, y para eso, deben descubrir la ubicación de la nueva base imperial en un desconocido planeta llamado Exogol. Finn (John Boyega) y Poe (Oscar Isaacs) recuperan el protagonismo perdido, y junto a Rey forman un trío aventurero muy sólido, acompañados por Chewbacca y C3PO que vuelve a estar en su mejor forma (se lo extraña un poco a R2D2 que participa bastante menos). Hay también droide simpático nuevo D-O de forma simple y casera (¡como para hacer el muñequito en casa!), además del ya clásico BB8. Hay nuevos personajes, regreso de antiguos, y un ritmo que, sin apurar las cosas, ofrece aventura constante. Boyega e Isaacs tienen el carisma necesario para hacer crecer sus personajes en tándem, funcionan muy bien como dúo. Entre los nuevos, Zorii Bliss, una cazarecompensas enmascarada, interpretada por Keri Russell, es quien más destaca, y queremos más de ella. Sí, si El despertar de la Fuerza era Una Nueva Esperanza, y El último Jedi era El Imperio Contraataca, los cultores de esa teoría pueden ver en "El ascenso de Skywalker" a "El regreso del Jedi". Como en aquella, abunda la aventura terrestre, hay que dirigirse a un planeta desconocido, impedir un ataque, y se dirimen los orígenes de los personajes. Hasta se permite “reírse” de esa teoría con un regreso que algunos pedíamos… y otros no. Hay mucho para recordar, y es que Abrams apunta a que los fans se sientan cómodos; pero también le da de comer a las nuevas generaciones. Se abren puertas a futuro, se presentan nuevos e interesantes personajes, y hay alguna vuelta de tuerca para celebrar. Es llamativo y celebratorio un clima de terror espacial gótico, entre "Alien" y "Event Horizon", inédito en la saga, que implanta Abrams, y diferencia, para bien. "El ascenso de Skywalker" toma varias decisiones que nuevamente dividirán las aguas. Pueden ser polémicas para los fans. Hechos algo abruptos, cambios ¿inesperados?, algunas cosas que salen de la galera (el clásico Deux ex Machina). Pero siendo sinceros, Star Wars siempre se caracterizó por una lógica interna en donde las sorpresas constantes pueden ocurrir, son parte de la magia de una saga pensada para el más puro entretenimiento. Otro dato positivo es el regreso de un humor clásico, alejado de la modernidad videoclipero, de sitcom o film de superhéroes actúa. Ese humor más simple, inocente, y efectivo vuelve de la mano de un C3PO que nos recuerda por qué lo amamos. En equilibrio con el humor, sobran los momentos emotivos, para fans y para los que están siguiendo la historia como nóveles. Todo envuelto en un gran halo de épica que abrazamos felices. "Star Wars: Episodio IX: El ascenso de Skywalker" puede no ser perfecta, pero es un más que digno final luego de las dudas que se nos habían planteado. Abrams sabe entregar lo que estábamos buscando, y dentro de sus posibilidades, recupera la magia como si la tormenta no hubiese sucedido. Podemos aplaudir, reír, y llorar, y aferrarnos a la butaca. Celebremos, la Fuerza aún está viva.
Cierre a una saga que marcó, y seguirá haciéndolo, a generaciones. Herencia y mandatos se ponen a prueba en esta oportunidad, fuerzas opuestas encontradas, en un relato que hace honor a la historia, que tiene una primera etapa morosa, pero que luego vuela directamente hacia las emociones y recuerdos.
El Ascenso de Skywalker es una película que vuelve a traer a la mesa conceptos que parecían quedar en el olvido con la entrega anterior. El desarrollo de esta ultima parte de la historia intergaláctica más famosa de todos los tiempos dejará sabor a poco, por lo que pudo haber sido y por lo que la franquicia se merecía. La franquicia más redituable y trasgresora en la historia de la ciencia ficción llega a su fin. O por lo menos de la manera tal cual la conocemos, ya que sabemos gracias a producciones como The Mandalorian (2019) que las variables para seguir investigando lo largo y ancho de la galaxia están lejos de ser finitas. Pero lo que tuvo un comienzo ahora debe tener un final, y lo que termina ahora es el arco principal de estas aventuras intergalácticas que solemos conocer como Star Wars o La Guerra de las Galaxias, en la que un apellido ha logrado repetirse a través de las épocas, los años y las generaciones: Skywalker. La historia que empezó con un joven esclavo vendedor de repuestos en Tatooine, que luego se centró en su hijo rebelde y más tarde en su nieto que eligió el camino equivocado llegó a su fin. A lo largo de 9 películas que desarrollan la trama principal de Star Wars es imposible no tener una cinta favorita, ya se en la trilogía original, en las precuelas (increíblemente) o en esta nueva saga de secuelas que comenzó en 2015 ya de la mano de Disney; y si bien todas tienen sus momentos buenos y otros que no lo son tanto, quienes consumen Star Wars saben que éstas películas van más allá de la aventura espacial. Amistad, esperanza, familia y legado son los pilares fundamentales con los que George Lucas logró establecer su imperio de aventuras espaciales, merchandising colorido y adeptos que supieron aprenderse cada nombre de cada especie de los personajes que supieron aparecer en cada película. Pero todo debe terminar y a la “Saga Skywalker” le llegó su momento. Luego de idas y vueltas en cuanto a quien sería su realizador y después de que el rumbo de la saga haya cambiado en su entrega número ocho de la mano de Rian Johnson, con quejas de muchos fanáticos incluidas, J. J. Abrams, quién fuera una pieza fundamental en ésta continuación de franquicia, regresa a la silla de dirección para darle el cierre definitivo a la historia de Anakin, Padmé, Obi-Wan, Leia, Luke, Han, Rey, Kylo Ren, C3PO y R2-D2 en Star Wars: El Ascenso de Skywalker (2019). Luego de los sucesos que acontecieron en Los últimos Jedi (2017), la Resistencia a cargo de Leia Organa (Carrie Fisher) está más diezmada que nunca y estos se encuentran planeando un último ataque contra las fuerzas de la Primera Orden. Ahora con la asunción de Kylo Ren (Adram Driver) como el Líder Supremo, Poe Dameron (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega) deberán encontrar en las tropas de la Primera Orden un espía que pueda brindarles la información necesaria para poder terminar con la opresión en toda la galaxia. Pero mientras todo este conflicto bélico sigue creciendo, una grabación empezará a hacer eco por todos los rincones del universo ya que dicho mensaje es enviado ni más ni menos que por el presuntamente muerto Emperador Palpatine (Ian McDiarmid). Kylo Ren intentará resolver el misterio que ésta grabación trae consigo y mientras todo esto tiene lugar, Rey (Daisy Ridley) continua con su entrenamiento Jedi, perfeccionando sus habilidades y esperando que la guerra no la lleve por el camino que conduce al lado oscuro. Si había algo que rescatarle a Los Últimos Jedi era el hecho de querer cortar con la solemnidad que se tenía con respecto al legado, a la polarización de los puntos de vista y a cortar con algunos términos y conceptos que venían quedando medio desactualizados para poder crear un punto y a parte y desde ahí crecer y renovar el universo Star Wars. Pero como a gran parte del fandom más riguroso de la franquicia esos cambios no fueron recibidos de buena manera, los ejecutivos decidieron regresar a lo que J. J. Abrams logró plasmar en El Despertar de la Fuerza (2015). Con un estilo mucho más clásico que rupturista y con mucha más cercanía a los momentos clásicos que a otros innovadores con ideas frescas. Con la vuelta de Abrams a la dirección y a su colaboración en la escritura del guión junto con Chris Terrio, El Ascenso de Skywalker (2019) baja el nivel narrativo de sus partes previas de manera considerable, tratando de borrar todo lo que sucedió en la película anterior e intentando crear un nexo directo entre la primera entrega de esta nueva trilogía salteando la que le siguió. Básicamente Abrams logra de una manera muy burda y descarada, borrar todos aquellos aspectos que bien supo construir Johnson en su película y vuelve a dedicarse a homenajear a la trilogía original más que a plantear escenarios nuevos que puedan servir como bases para un futuro en el “Universo Star Wars”. No contento con esto, la película tiene un arranque en donde el montaje muestra escenas que no tienen ningún tipo de relación con la trama que se venía manejando y de buenas a primeras se presenta una historia que desde el arranque está muy mal contada. Esas cuestiones que parecieran tener poco sentido, continúan a lo largo de toda la película y una vez establecido este escenario no tardan en llegar los huecos argumentales y personajes nuevos con poco sentido argumental y que para colmo están pésimamente desarrollados. Durante casi todo el relato Abrams pretende convencer al espectador utilizando la nostalgia como herramienta principal. Todos los momentos que pretenden ser emotivos, la mayoría no lo consiguen, van acompañados una vez mas de la banda sonora de John Williams y es sólo por esos maravillosos acordes que la emoción puede atravesar la pantalla. Algo similar pasa con el humor, un aspecto más que valorable de la trilogía original que supo envejecer de la mejor manera con el paso del tiempo, pero que en ésta última trilogía ha ido cayendo de una manera muy notoria. ¿Se deberá ese último aspecto a la intervención de Disney? quedará en cada espectador si las risas que le producen, pocas o muchas, son verídicas y memorables o pasajeras e inducidas. Algo muy positivo y rescatable de la película es que nunca se torna aburrida en sus casi dos horas y media de duración. En base eso se debe al montaje vertiginoso que tiene pero por sobre todas las cosas a una decisión plenamente de guion que es el de abocarse estrictamente a la aventura cómo pocas veces antes dentro de toda la franquicia. La cantidad de naves, criaturas, soldados, batallas y combates hacen de la película un entretenimiento garantizado más allá de todas las fallas que se puedan tener en la estructura. Eso sí, el replanteamiento de la obra una vez finalizada la función va a ser inevitable hasta para el fan más devoto. En lo estrictamente cinematográfico la puesta en escena, la fotografía y el manejo de cámara no logran estar al nivel que venían teniendo. Ni siquiera vale la comparación con Johnson, puesto que él es un autor hecho y derecho y eso se vio plasmado desde un primer momento en su película, sino que tampoco con los trabajos previos del propio Abrams. El aspecto visual es algo en lo que Star Wars siempre ha sido precursor, en cuanto a la implementación de nuevas tecnologías para crear escenarios, criaturas y demás, siempre han estado a la vanguardia. Osado sería decir que lo visual en ésta película no está a la altura pero si hay que marcar que no es la mejor versión de lo que el CGI o efectos pueden lograr. Hay partes en particular en las que lamentablemente rozan lo vergonzoso. Las actuaciones vienen por el mismo camino que las entregas anteriores teniendo a Adam Driver y Daisy Ridley como principales exponentes y aprovechando sus minutos en pantalla, que dicho sea de paso, tienen bastante menos que en las otras dos cintas. El resto del elenco no termina de convencer por cuestiones estrictamente de guion y desarrollo de personajes. Decisiones que se toman, cambios en personalidades y demás se adhieren a los actores y actrices y no se logra generar ni el mas mínimo vínculo con ellos. El desenlace de la histórica saga de Skywalker no logra ser el cierre que se venía prometiendo ni el que la propia historia venía pidiendo. Con factores que atentaron contra la realización concreta de la trilogía y con más de un cambio “ejecutivo” en el medio, el desarrollo de la trama para la finalización de una historia que engloba más de 40 años no logra ser el indicado y deja mucho que desear. Aún así la película logra entretener y es disfrutable pero inmediatamente cuestionable y debatible por los caminos que se tomaron para llegar a un final que busca más conmover desde los conceptos del pasado que abriendo las puertas hacía nuevos destinos. El futuro de Star Wars, en teoría, está lejos de la familia Skywalker veremos que rumbo toma la franquicia y que sector de esta galaxia muy, muy lejana veremos después.
La responsabilidad que J.J Abrams asumió a la hora de dirigir The Rise of Skywalker fue titánica: no sólo tenía que hacer honor a la saga original de George Lucas, sino también reparar los errores cometidos en The Last Jedi (que fueron unos cuantos) y al mismo tiempo darle un final satisfactorio a esta nueva saga que comenzó allá por el año 2014 con The Force Awakens. Ciertamente no pudo haber sido tarea fácil, pero se las arregló bastante bien. La historia arranca bien arriba: Kylo Ren (Adam Driver), ahora Líder Supremo de la Primera Orden, recorre los lugares más recónditos de la galaxia buscando el origen de una misteriosa grabación que parece provenir del difunto ex Emperador Palpatine. Rey (Daisy Ridley), por su lado, entrena duramente para convertirse en una Jedi y así poder ganarse el sable láser de Luke (Mark Hamill), bajo la mirada atenta de la General Leia Organa (Carrie Fisher). Pero no consigue lo que quiere, porque la carcome una contradicción interna que no termina de comprender… The Rise of Skywalker no es una película de Star Wars: es LA película de Star Wars. ¿Qué significa esto? Que hay más Star Wars en esta última película que en todas las demás juntas. Y tiene sentido, ya que viene a cerrar un arco narrativo que lleva construyéndose por más de 40 años. Tenía que ser, por lo menos, un final ÉPICO. Y realmente lo es. J.J. Abrams logró volver a capturar esa mística característica del universo Star Wars, que se había perdido en la entrega anterior (The Last Jedi). Y si bien una de las grandes críticas que ha recibido The Rise of Skywalker es que parece sólo hecha para sus fanáticos (y es cierto), no veo porqué esto tiene que ser algo negativo. Star Wars es una historia que traspasa la pantalla y que ha acompañado generaciones de fans a lo largo de sus vidas, ¿por qué no hacer una película para dejarlos satisfechos y felices? Además, no todo es “fan service”: también se toma su tiempo para contestar una gran parte de las incógnitas que habían dejado las entregas anteriores; resuelve satisfactoriamente los puntos más criticados de The Last Jedi e introduce nuevos personajes e historias que podrían continúen en futuras películas. ¿Tiene problemas? Claro que sí. Como cualquier película de Star Wars, no tiene un guión muy elaborado ni una historia muy compleja: por momentos puede parecer predecible y hasta inocente; los malos son siempre muy malos y los buenos siempre muy buenos; y el bien siempre debe triunfar sobre el mal. ¿Pero a quién le importan estas nimiedades cuando podemos volver a ver a Lando Calrissian (Billy Dee Williams) pilotando el Millennium Falcon por última vez? Y para ser justos, también tiene algunas sorpresas que son realmente emocionantes (aún más si sos fanático de la saga, claro). Me atrevo a decir que tanto aquellos que crecieron con la historia como los nuevos fanáticos que se sumaron en estos últimos tiempos, van a disfrutar muchísimo y quizás hasta derramen un par de lágrimas con este gran final digno de Star Wars. (Por lo menos hasta que Disney decida reiniciar la historia otra vez.) Por Mariana Van der Groef
En 1977 llegaba a las salas de cine la primera entrega de una saga de películas que tendría un impacto único en la cultura pop. 42 años más tarde, llega el momento de darle un final épico, pero «Star Wars: Episodio IX – El ascenso de Skywalker» parece no estar a la altura de su historia. Nada que reprocharle a la realización. Cuando suena la mítica música algo retumba por dentro. Cuando aparecen R2-D2, C-3PO y Chewbacca, algo nos recuerda que no es una película más. Pero, qué lástima, lo es. El amor vence al odio pero… No importa demasiado de qué va la historia: el amor vence al odio con distintas estratagemas. Sería una buena película entretenida -porque que entretiene no se le puede negar- si no fuera por todo lo que trae detrás. Es la última de Star Wars, por el momento, y eso debería implicar un esfuerzo extra, una motivación para hacerla memorable. La película tiene algunas sorpresas tiradas de los pelos así como lanza líneas de diálogo a las que cualquier espectador se adelanta. «Star Wars: Episodio IX – El ascenso de Skywalker» se regocija en que su nombre alcanza y se desliga de todo ingenio, de todo intento por no licuar el peso de la historia. Desde las anteriores hay algo con el casting que hace ruido. Adam Driver es un actor de la ostia, con una voz estupenda para hacer «de malo», pero , ¿era el indicado para ser Kylo Ren? La Rey de Daisy Ridley tiene fuerza, claro, pero tampoco es Leia. Desprovista de mística, «Star Wars: Episodio IX – El ascenso de Skywalker» se queda en un resultado promedio. Para quien la vea como una película más, funciona. Hay relato, hay ritmo, grandes efectos, buena música. Nada falla demasiado. Pero, para el resto, queda sabor a poco. ¿Cómo es que sucede eso con una película de tal magnitud? Pasa. El temor a correr riesgos, aquellos que George Lucas no temió tomar hace 42 años, convierte a este noveno episodio en un producto complaciente sin demasiadas pretensiones. La ves, te entretiene y punto. Pasar a la historia es otra historia. Puntaje: 6 / 10 Título original: Star Wars: Episode IX – The Rise of Skywalker Duración: 141 minutos País: Estados Unidos Año: 2019
La trilogía de La guerra de las galaxias se completó en 1983 con la película El regreso del Jedi. En aquella época no era común que los espectadores siguieran trilogías o sagas. Tampoco que significaran dichas películas algo tan importante en su formación como personas. George Lucas pudo soñar muchas películas, pero La guerra de las galaxias (1977) fue concebido sin la certeza actual de la franquicia que se abre. Ahora Harry Potter, El señor de los anillos o el Universo Cinematográfico Marvel llevan a los espectadores a experiencias de varios años y muchas horas de películas. Los espectadores crecen durante esos años y generan un vínculo muy fuerte que le pasa muy por encima a la lectura de las películas desde el punto de vista cinematográfico. Ese cambio notable de paradigma hace que la Trilogía Original de Star Wars (Episodios IV, V y VI) se vea muy distinta a las otras dos trilogías. Llega Star Wars: Episodio IX: El ascenso de Skywalker (2019) y se busca generar la idea de que el universo de nueve películas que nación en 1977 llega a su fin luego de cuarenta y dos años de emociones y experiencias colectivas. Pero aunque hay mucha emoción en juego, lo que es más discutible es que se trate de una saga de nueve películas. Demasiadas diferencias estéticas, estructurales, temáticas, incluso los guiones tienen tantas diferencias que se difícil concebirlas como un todo. En todo caso se trata de tres trilogías diferentes, separadas por mucho tiempo, con cambios generacionales, tecnológicos, ideológicos y artísticos. Sí, se conectan, y esa conexión produce en el espectador diferentes interpretaciones a las que podría tener si no fueran nueve films. Sin embargo, estudiarlas por separado permite disfrutarlas o denostarlas de forma más justa, una trilogía a la vez. Así que hay mucho en Episodio IX que emociona, pero a la vez no es una emoción de cuarenta y dos años de acumulación, sino de una trilogía en particular y de un film dentro de dicha trilogía. Lo otro, la emoción de la saga, la ceremonia, el culto y la devoción, podrán ser mejores o peores, pero no tienen mucho que aportar a la hora del análisis cinematográfico. Siento que yo formo parte de las dos cosas: la emocionalidad del seguidor de Star Wars y la capacidad de aun así trata de analizar las películas. La emoción no puede olvidarlo o negar que existe. En la trilogía final de Star Wars, conformada por Episodio VII: El despertar de la Fuerza (2015), Episodio VIII: Los últimos Jedi (2017) y Episodio IX: El ascenso de Skywalker (2019) los cambios estéticos son notables. La tecnología permitió que el asombro que producía una película como Star Wars llegara a niveles increíbles. Claro que lo hizo cuando todo el cine había empezado a alcanzar esos mismos picos. Episodio IV: Una nueva esperanza (1977) significaba para el espectador de su época algo jamás visto, algo que no podía ser comparado con nada, en eso los films finales no representan revolución alguna y eso se siente. J.J. Abrams dirigió los Episodios VII y IX y se nota, porque Episodio VIII tiene algunos aires sobradores y cancheros que le cayeron bastante mal al tono de la trilogía. En El ascenso de Skywalker la estructura es más coral que nunca. Porque incluso en las subhistorias los personajes están separados. Por un lado tenemos a Kylo Ren, hijo de Han y Leia, por el otro a Rey –verdadera protagonista de la trilogía-, por el otro al grupo formado por Poe, Finn, Chewbacca, C3PO y BB8. Más los villanos del Imperio, los secundarios de la resistencia que están con Leia y así todo. Muchos personajes con muchas líneas de diálogos y escenas. Sin excesos de guión en lo que a información refiere, está claro que no posee la simpleza de la trilogía original y por lo tanto no se le parece demasiado tampoco en eso. Este mundo de personajes dificulta un poco la identificación, más bien la destruye, y sólo Rey consigue tener una atención completa de sus conflictos, ninguno de los otros, excepto Kylo Ren, un paso más atrás, permite interpretar algo alrededor de su figura. El timing actoral en general es bueno, no completamente acertado, porque hay varios personajes que no dan en el clavo, pero Poe, Finn y Rey combinan bien en la comedia y Rey y Kylo Ren combinan bien en el drama. Los gags de C3PO también funcionan y hay algunos hallazgos memorables, como el personaje de Zorii Bliss, cuyas escenas con Poe Dameron son puro Hollywood clásico, Hawks en estado puro: comedia, tensión sexual y aventura. Un nuevo robot aparecerá para dar humor y ternura, dejando a R2D2 un poco fuera del centro. A la película no le falta ambición. Algunas locaciones evocan a las ya conocidas y la Estrella de la muerte a medio hundir en un océano es inolvidable. ¿En dónde falla El ascenso de Skywalker? En las vueltas de tuerca. Los golpes de efectos de una escena que en la siguiente ya no tienen valor. Es muy tramposo este recurso y la película lo usa varias veces. Creemos que pasó algo irreversible y luego o no pasó o es reversible. Una segunda visión de la película tapa esta característica porque ya no hay sorpresas y porque uno ve los recursos que el director usó para cubrirse. Los movimientos de personajes de un lado al otro tienen algunos disparates que no podemos dejar pasar. Aceptamos la inverosimilitud, pero algo muy distinto es que se pueda hacer cualquier cosa. Tampoco quedar muy real la agenda de integración e inclusión que la película propone. Primero hay que preocuparse por la calidad del film, luego veremos que todos estén representados correctamente, estos son los problemas que tienen todas las grandes superproducciones del cine actual. Si El despertar de la fuerza era una especie de versión nueva de Una nueva esperanza (1977), queda claro que acá se busca hacer una nueva El regreso del Jedi (1983). La conexión es notable. Elementos de la estructura del guión, locaciones y personajes hacen pensar en aquel título. Pero es tan descomunal todo aquí que parecen films independientes del festival Sundance los tres títulos originales producidos por George Lucas. Descomunal es la palabra de define a la trilogía final. A diferencia de Avengers o El señor de los anillos, no tendremos aquí un cierre largo, tedioso y lleno de tonterías sensibleras. El cierre es verdaderamente sobrio y hermoso. Daisy Ridley interpretando a Rey es una elección de casting de esas que quedan en la historia. No hay malos actores en esta trilogía, aunque sí algunos personajes desdibujados. Pero Rey es un personaje perfecto. Su conflicto es interesante y su final está a la altura. El carisma de Daisy Ridley permite todo. Humor, drama, aventura, incluso oscuridad. Lo peor que tuvo la trilogía de las precuelas es no poder dar con un elenco adecuado, acá por suerte ocurrió todo lo contrario. Rey salva a la saga porque ella es, además, la protagonista de la saga. La ceremonia de Star Wars anuncia acá su final, pero como ya dijimos, es el final de una trilogía, no nueve películas. Como ocurre con la mitología, ya hay versiones diferentes sobre los mismos personajes. Cambios de tono, estilo, ediciones especiales y ramificaciones. No seamos puristas, si es una mitología, hay que dejarla ser. De tanto en tanto dará alguna maravilla suelta como Rogue One (2016) y muchas otras veces serán derivaciones menores. Los fans pueden reclamar, festejar, coleccionar, hacer todo lo que quieran. Las películas pueden ser juzgadas y analizadas como cualquier otra obra de la historia del cine. Qué tenga un significado profundo para una generación no le da inmunidad pero tampoco es un defecto. Star Wars ya es parte de la historia. La música de John Williams tiene mucho mérito en el éxito y la vigencia de la saga y está en nuestra memoria para siempre. Tres trilogías, varios spin-off y probablemente muchas cosas más por venir. Qué la fuerza los acompañe.
Pastiche retrogaláctico El nuevo eslabón de la interminable Star Wars, una franquicia propiedad de Disney que ya tiene confirmadas dos nuevas trilogías, no sólo es la peor película a la fecha de J.J. Abrams, un director y guionista que había trabajado con eficacia la nostalgia popular más inofensiva especialmente en Star Trek (2009), Súper 8 (2011) y Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015), sino uno de los films más aburridos y redundantes que haya dado el Hollywood reciente, una colección de lugares comunes de la saga que no tienen la pretensión de quiebre de la igualmente fallida Star Wars: Los Últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi, 2017) ni aquella sorpresa melancólica de El Despertar de la Fuerza, la que nos permitió recuperar el ímpetu símil western de la obra original de 1977 de George Lucas y dejar atrás la catarata de problemas de las precuelas, esas que -por cierto- vistas desde el presente por lo menos respondían a una visión autoral que perdió la brújula, algo que no podemos decir de Star Wars: El Ascenso de Skywalker (Star Wars: The Rise of Skywalker, 2019) porque se nota a leguas que el precario producto final responde a una negociación entre la Disney y su pomposidad y un Abrams que recurre más a la referencia barata y la torpeza narrativa que al amor para con un pasado que sin duda jamás regresará. La historia nos ofrece una seguidilla de puntos muertos retóricos que se debaten entre las situaciones ridículas, las vueltas de tuerca hiper forzadas, las contradicciones más burdas, los delirios extrarelato y esos infaltables estereotipos propios de un universo como el de Star Wars que obedece al melodrama bélico, las aventuras en tierras inhóspitas y las intrigas gubernamentales o palaciegas, amén de esa iconografía del “Lejano Oeste en el espacio” que marcó los mejores pasajes de la saga. Abrams, en vez de desarrollar una típica trama de conjunción de personajes como la de El Despertar de la Fuerza, aquí retoma lo peor de las precuelas y de El Regreso del Jedi (Return of the Jedi, 1983), léase un ardid/ catalizador facilista cual película de espionaje con pocas ideas -ahora la misión de los paladines de hallar el planeta donde se esconden las huestes de un reaparecido Emperador (Ian McDiarmid), Exegol- y desde allí bombardearnos con supuestos peligros que nunca se sienten como tales porque una y otra vez “algo o alguien” se cruza en el camino de los personajes para salvarlos de la manera más caprichosa, pueril e improbable posible, no sólo dinamitando el verosímil sino acercándonos tristemente a la comarca bien estúpida de los superhéroes ya que hoy por hoy los Jedi vuelan, sanan a terceros y abusan de la telepatía. El reemplazo de Luke Skywalker (Mark Hamill) dentro de esta trilogía, la anodina Rey (Daisy Ridley), nunca consiguió despertar algo de verdadera simpatía por el hecho de que sabemos poco y nada de ella y no pasa de ser una nenita/ modelito insertada en el devenir para aggiornarlo, que encima de un momento a otro se transforma en la guerrera más grande del mundo mundial, como diría Torrente (desde ya que la falta de carisma y la cara de piedra de Ridley tampoco ayudaron demasiado…). Oscar Isaac tiene presencia escénica pero no le dejaron suficientes escenas o diálogos que lo aparten del rol nada disimulado de su Poe Dameron, el de ser un reemplazo literal del mítico Han Solo de Harrison Ford; algo que también ocurre con el Finn de John Boyega, quien aquí más que nunca queda fuera de lugar debido a que estaba destinado a iniciar una relación romántica con Rey, asimismo más interesada en coquetear con el único personaje potable, ese Kylo Ren (el genial Adam Driver) sumergido en una ciclotimia pendular entre la culpa por haber matado a papi Solo y su ambición de convertirse en un megatirano mediante un “lado oscuro” que cada día queda más desdibujado porque siempre aparece ultra poderoso para después terminar derrotado en combates inflados que se resuelven a través de nimiedades o latiguillos de último momento. Para colmo en Star Wars: El Ascenso de Skywalker están muy en primer plano recursos desesperados como la autoasumida obligación de intentar contestar todos los interrogantes, el vomitar despedidas lacrimógenas para los muertos históricos y el incluir en el metraje los descartes que la ya fallecida Carrie Fisher llegó a filmar para las dos propuestas anteriores, circunstancia que también se condice con el choque conceptual de fondo entre la intentona reformista algo mucho baladí de Rian Johnson en ocasión de Los Últimos Jedi por un lado y el fundamentalismo macro y el apego para con los clichés de Abrams por el otro, aquí sin ninguna idea realmente novedosa que justifique tanta nostalgia atada con alambre y con mucha menos convicción que en El Despertar de la Fuerza. El diseño de producción está bien y se agradece la participación de Billy Dee Williams para el pequeño regreso de Lando Calrissian, no obstante la odisea incluye tantas soluciones convenientes, giros tontos y vínculos forzados entre los personajes protagónicos y esos secundarios que aparecen de la nada que el hastío no tarda en darse cita y el desinterés nos ubica frente a lo que en verdad estamos, un pastiche retro sin pies ni cabeza donde todo ocurre “porque sí” sin que haya una construcción humanista previa o alguna cohesión en sintonía con esta absurda faena…
2019 va a ser un año bisagra para el cine: además del regreso de Tarantino a la pantalla grande y de Scorsese a la pantalla (no tan) chica, fuimos testigos del fin de un proceso de entretenimiento transmedia que se llamó Avengers: Endgame, y ahora mismo volvemos a darle un cierre a una saga que definió para siempre el cine de entretenimiento y acompañó a varias generaciones desde su estreno (cuando no era Episodio IV) allá por 1977. Star Wars cierra su derrotero de la ahora llama “Saga Skywalker” con su novena entrega: El Ascenso de Skywalker, habiendo cambiado para siempre el paradigma del negocio audiovisual a través del merchandising, los productos satélites y el concepto de precuelas/secuelas. Entender la novena parte de esta saga en un todo en el tiempo es esencial para un análisis certero, porque al igual de lo que sucedió con Endgame esto ya no es sólo una película, es una franquicia, una maquinaria ideada por Disney para perpetuarse en el tiempo jugando en una lógica entre lo melancólico y lo nuevo. La idea ya no es contar historias nuevas, sino vivir en un hilo finito y endeble entre vender muñecos nuevos, videojuegos, comics, novelas y a la vez intentar mantenerse jovial para que el demográfico no sea +45. Y ahí veo necesario detenerse, y analizar un poco el bloque de cada una de las tres trilogías por separado… (pueden saltearse todo el análisis e ir a la reseña si así lo desean). Tres veces tres La trilogía “original” y la que todos aman surgió en 1977. A pesar de estar avanzada en su tiempo, los efectos visuales no sólo son impresionantes sino que fueron la vara en la que se midió todo el cine de verano de ahí en adelante. ¿La historia? Una Soap-Opera Espacial (género arbitrario por demás) que seguía las peripecias de un granjero (Luke Skywalker) en un planeta olvidado y distante que se convertía en un caballero poderoso para derrotar al Imperio del mal que tenía como lugarteniente principal a su padre (Darth Vader). En el medio, una hermana princesa revolucionaria (Leia Organa-Skywalker), un antihéroe carismático con un amigo peludo (Han Solo y Chewbacca) y por sobre todas las cosas un concepto new age que modificaría para siempre la sensación al pararse frente a una puerta corrediza automática: LA FUERZA. La trilogía tuvo continuación en 1980 y tercera parte en 1983, y la segunda parte es considerada por la mayoría como la mejor. Se vendieron millones de muñecos, Marvel publicó cientos de comics y todo fue alegría. Su creador, George Lucas, decía todo el tiempo que esto formaba parte de una saga de seis partes, o nueve, de acuerdo en qué momento de la vida hacías la pregunta. En 1999 fue momento de reavivar la llama y de volver a meterse en esta galaxia muy muy lejana. Los efectos visuales ya eran moneda corriente y el tío Spielberg había demostrado con Jurassic Park que había con qué. Pero George Lucas se dejó llevar por los cantos de sirena de los VFXs y no estuvo a la altura de las circunstancias. En este caso conoceríamos el nacimiento y caída de Anakin Skywalker, quien en el futuro se convertiría en Darth Vader por odiar la arena (eso entendimos). También vemos la caída de los Jedi (una orden antigua que usaba la fuerza) y el ascenso de el Imperio en manos de los Sith (enemigos naturales de los Jedi). Todo esto aderezado con discusiones parlamentarias, efectos visuales defectuosos y muy malas actuaciones. Las precuelas (como se llamaron) se estrenaron en 1999, 2002 y 2005, fueron escritas y dirigidas por Lucas y terminaron llevando la saga a un ostracismo total hasta que llegó… Disney. En 2012 Disney compra Lucasfilm, quedándose con el negocio millonario de Star Wars y produciendo una nueva trilogía que se desarrollaría en 2015, 2017 y 2019. Continuaría a lo que sucedía en la trilogía original e intentaría atraer a toda una nueva generación de futuros compradores de merchandising. Esto no era tarea fácil ya que: muchos habían abandonado el bote luego de las precuelas, y por otra parte el elenco original estaba cansado o en otra. Peeeeeeero… llegó el Sr. Billetín y con él El despertar de la Fuerza. En este caso seguíamos las peripecias de una suerte de pepenadora (Rey) en un planeta olvidado y distante que se convertía en una caballera poderosa para derrotal al Imperio del mal que tenía como lugarteniente principal a un chico con el que tiene mucha conexión (Kylo Ren). En el medio, una princesa revolucionaria (Leia Organa-Skywalker), un antihéroe carismático con un amigo robótico y redondo (Poe Dameron y BB8) más un antihéroe carismático con un amigo peludo (Han Solo y Chewbacca) y un desertor del Imperio (Finn). La fórmula tenía muchos parecidos a la primera película y esto dividió las aguas tanto entre los que gustaron de esto, como los que creyeron sentirse estafados por la repetición. Eso cambió en 2017 con Los últimos Jedi, donde la polémica se hizo mas potente que la fuerza del maestro Yoda: un cambio de paradigma total, ideas jugadas que sacaban del lugar de comodidad, una cantidad gigantesca de agujeros de guión y un final que llevó al paroxismo la discusión en redes sociales bajo el lema: “Not my Luke” (no es mi Luke). En este escenario, se desacralizaba la idea de los Jedi, la fuerza y Luke Skywalker; se relativizaba el pasado de Rey (era una don nadie) y se instauraba la idea que nada era tan blanco o negro. Claro que esto enervó a jóvenes y grandes por igual, colocando en un lugar incómodo a Disney que volvió a contratar a J J Abrams (el director del Episodio 7) para hacerse cargo del final de la saga y ver de volver a encontrar ese fino límite entre lo conocido y lo… nuevo. Una despedida que lleva años La saga de Star Wars, entonces, se resiente del mismo problema que los comics: tiene que mantenerse igual a través de todo el tiempo y al mismo tiempo reinventándose. Bruce Wayne tiene que seguir siendo Batman a pesar que tiene buenos personajes para que lo sucedan, pero “para la gente común” no serían Batman. En el universo de SW estamos en una Galaxia Muy Muy Lejana, GIGANTESCA, pero siempre encontramos a los mismos personajes y todos por una cuestión u otra están relacionados. El inicio de El Ascenso de Skywalker actúa como una respuesta a los fans y a Rian Johnson (director de Episodio 8), se plantea un “nuevo” villano que maneja los hilos desde el fondo y qué cuál Mago de Oz fue el responsable de Snoke, de Kylo Ren, de Rey, y de la devaluación luego de las PASO. En el medio de todo esto Rey se encuentra entrenando con Leia para ser más poderosa en la fuerza y la Resistencia está diezmada. A diferencia de Los Últimos Jedi, acá tenemos a todo el equipo nuevo junto durante casi toda la película, el trinomio Finn / Rey / Poe crece y se consolida con una trifecta nostálgica telonera compuesta por C3PO (en su mejor participación en años), Chewbacca y Lando Calrissian, que vuelve para despedir la saga como corresponde (y no es el único). ¿El objetivo? Derrotar a la armada definitiva: La orden final. Una legión de naves espectrales con la capacidad de destruir un planeta (ya ni es necesario otra Estrella de la Muerte, ahora son todas). En el medio de esto, Rey va a descubrir su origen y objetivo final, Kylo Ren va a ser lo mejor de la cinta mostrando matices y contradicciones, Finn va a tener algo que hacer en lugar de sólo huir y van a aparecer un par de personajes nuevos con potencial pero muy poco tiempo en pantalla cómo para destacar (o sea, es la novena película gente). Hurgar más sería entrar en detalles, pero si sos amante incondicional de la saga, la última hora va a ser un viaje emotivo que te mantiene con un nudo en la garganta y del que no te conviene estar al tanto antes de sentarte en la butaca. Pero claro, el viaje emotivo también tiene sus turbulencias: todo es casual, todo esta puesto para forzar la narración en una dirección. Las sorpresas no son tales, porque huelen más a bálsamo para el humor de los fans que buscaban a su Luke maestro groso, a Leia no volando por los aires y a Kylo y Rey casándose entre flores como Anakin y Padme en Episodio 2. El villano parecía conocer al detalle todo lo que iba a suceder, pero a su vez parece no estar en control total. Dos puntos interesantes y que la separan de otras películas de la saga: el tono terrorífico es algo que nunca vimos y que se agradece enormemente, algo heredado de los comics donde se cuentan historias de los Siths, y por otro lado el tema de la aventura. Una aventura más cercana a Indiana Jones que a la espada y hechicería espacial, y que le da un toque diferente al cierre de la saga, que a su vez puede emparentarse (un poco, no se asusten) con lo que fue Episodio 6. Star Wars Episodio 9: El Ascenso de Skywalker es difícil de analizarse como película unitaria, si así se hiciese sería ilógica, irracional, imperfecta, hasta en algunos puntos intentendible. Pero si tomamos la foto de una historia que arrancó en 1977 vamos a ver el gran entramado que hay detrás, una narración mítica donde el bien y el mal se enfrentan entre generaciones, y las postas se van pasando de abuelos a nietos. Así como en la vida, pero con sables laser y en una galaxia muy muy lejana. Esa misma que no volveremos a ver con los ojos de Skywalker nunca mas.
Enfrentar los miedos “Star Wars: El ascenso de Skywalker” (Star Wars: Rise of Skywalker, 2019) es una película de ciencia ficción espacial dirigida, co-escrita y producida por J. J. Abrams. Basada en los personajes creados por George Lucas, la cinta funciona como conclusión de la trilogía que comenzó en el 2015 con “Star Wars: El despertar de la Fuerza” (Star Wars: The Force Awakens) y siguió en el 2017 con “Star Wars: Los últimos Jedi” (Star Wars: The Last Jedi). En el reparto vuelven a estar presentes Daisy Ridley, Adam Driver, Carrie Fisher, Oscar Isaac, John Boyega, Domhnall Gleeson, Joonas Suotamo, Mark Hamill, Kelly Marie Tran, entre otros. Un año después de los eventos ocurridos en “Los últimos Jedi”, la galaxia vuelve a correr peligro debido al regreso del más oscuro de los villanos, el cual se creía extinto. Con el beneficio de contar con un espía dentro de la Primera Orden, la Resistencia liderada por la princesa Leia Organa (Carrie Fisher) tendrá que ponerse en marcha rápidamente para hallar el orientador de los Sith, instrumento que contiene las coordenadas de Exegol, planeta donde se encuentra el enemigo. Durante esta travesía, las amenazas serán diversas para todo el grupo pero en especial para la chatarrera Rey (Daisy Ridley), joven que debió interrumpir sus lecciones de Jedi y a la que Kylo Ren (Adam Driver) le está pisando los talones. Luego de una trilogía iniciada en 1977 donde conocimos a personajes que se volvieron íconos de la cultura popular, y después de las dudosas tres películas dirigidas por George Lucas que funcionaron como precuelas, llega el final de otra camada de filmes dentro de este vasto universo intergaláctico. Como podrán recordar, “El despertar de la Fuerza” fue bien recibida tanto por la crítica como por el público gracias a que, a pesar de no contar con originalidad, supo mantener el espíritu de la franquicia. No sucedió lo mismo con “Los últimos Jedi”, producción dirigida por Rian Johnson que dividió las aguas entre los fanáticos. Con el regreso de J. J. Abrams, si hay algo que está asegurado es que “Star Wars: El ascenso de Skywalker” va a dar que hablar. Empecemos por lo negativo: desde el guión la película presenta situaciones muy beneficiosas para sí misma, en donde justo cuando se está en un momento que ya no tiene vuelta atrás aparece un personaje de la nada para salvar el día. Si esto sucediera una sola vez no habría problema, sin embargo cuando son tres o más escenas en las que pasa lo mismo, el efecto sorpresa ya no se consigue. Por otro lado, el guión también falla a la hora de darnos explicaciones sobre los sucesos. Al ser apresurados, Chris Terrio y J. J. Abrams nos dan poca información que debe ser aceptada de inmediato ya que la aventura no se detiene por nada ni por nadie. Además, algunos chistes se sienten sumamente desencajados y no consiguen causar ni siquiera una sonrisa (por suerte el humor no predomina en el filme). Dicho esto, los aspectos positivos son muchos más y, a mi parecer, consiguen opacar a los errores. Con un nivel técnico que supera a sus antecesoras gracias al buen uso de la iluminación, escenarios deslumbrantes y una paleta de colores bellísima donde se destacan los colores celeste, blanco y negro, la cinta mantiene una épica digna de un episodio final. Las coreografías de las batallas hacen que sea imposible apartar los ojos de la pantalla, el ritmo no decae en ningún momento y la potencia que tiene la voz del villano principal impone respeto de inmediato. Pero, por sobre todo, la película se destaca por su protagonista y todo el mensaje que gira a su alrededor. Daisy Ridley en las entregas anteriores había demostrado que el personaje de Rey le calzaba a la perfección, sin embargo aquí es donde verdaderamente podremos conocer su interior, el cual está cargado de miedos que tienen que ver con su destino. Rey no necesita de muchas palabras para que entendamos lo que le pasa: sus gestos hablan por sí solos (Ridley tiene una expresividad increíble). Lo que ella atraviesa es un claro referente para cualquier persona que se siente marcada por su pasado, dando la pauta de que los lazos de sangre no tienen por qué definirte como ser humano y que la solución no está en recluirse del mundo, sino que hay que salir y enfrentar los temores por más difícil que sea. El coraje de la joven carroñera, que está en una encrucijada súper complicada, resulta admirable y es por ello que el plano final del filme emociona, ya que está cargado de fuerza y significado. Con cameos de personajes entrañables, un C-3PO que sigue dándonos comentarios graciosos, un Adam Driver que le otorga a su Kylo Ren la mayor dualidad y una heroína tan vulnerable como poderosa, “Star Wars: El ascenso de Skywalker” logra que sus 141 minutos de duración se pasen volando. Entretenida de principio a fin, la película es una cita obligada al cine para cualquier persona que disfrute de la ciencia ficción.
Cuarenta y dos años pasaron desde el día en que George Lucas dio a conocer al mundo la space ópera que tiempo más tarde se convertiría en la saga cinematográfica de ciencia ficción transgeneracional más importante de la historia. Tras esa innovadora primera trilogía que comenzó en 1977 y continúo luego en 1999 con la tan cuestionada trilogía de precuelas dirigidas por Lucas, nadie hubiera creído que la historia de la familia Skywalker sería llevada nuevamente al cine de la mano de nada menos que el imperio Disney. Con cambios en la estética, el humor, nuevos protagonistas que respondían a las demandas de mayor inclusión en la ficción y el entrañable trío de Luke, Leiay Han Solo otra vez reunidos, la última aventura espacial tenía como misión volver a introducir a los espectadores en la eterna lucha entre el bien y el mal sin perder la esencia de la saga, pero creando una identidad propia a base de un relato fresco, verosímil y a todas luces coherente. En este sentido, los resultados no estuvieron a la altura. Star Wars: El Ascenso de Skywalkerrepresenta no solo la conclusión de una trilogía bastante desarticulada sino el decepcionante final de un culto que supo marcar a fuego para siempre nuestra cultura pop. Uno de los problemas más notables de Episodio IX es la falta de conexión con su antecesora, la polémica Star Wars: Los Últimos Jedi dirigida por Rian Johnson. En el último film, J.J. Abramspropone una secuela de lo que había iniciado con Star Wars: El Despertar de la Fuerza, desterrando del universo cualquier hipótesis deslizada en el octavo episodio. Del mismo modo que Johnson decidió darle a la saga su propia visión sin tener en cuenta que debía mantener una cohesión con el inicio de la tercera trilogía y, sobre todo, respeto y coherencia con los personajes y la mitología creada por Lucas hace más de cuarenta años, Abrams a cada paso se encarga de aclarar que lo ocurrido en Los Últimos Jedi debe ser dejado atrás si se quiere disfrutar de este final. Algo que resulta bastante difícil. El segundo y quizá mayor defecto del filme tiene que ver con el guion escrito por Abrams junto a Chris Terrio(guionista de Batman v Superman) y basado en una historia de los escritores de Jurassic World. Al igual que sucedió con El Despertar de la Fuerza, aquí nuevamente se vuelve a apostar por lo seguro, es decir, el reciclaje de historias. Era algo más que previsible teniendo en cuenta la división que generó la película de Johnson que la compañía del ratón presionara por un final que supiera contentar a todo el fandom. Sin embargo, el problema no reside tanto en la originalidad sino en la cantidad de dispositivos forzados e inverosímiles que el equipo de guionistas desata en el afán de crear su propio Retorno del Jedi. Hablamos del villano Palpatine(Ian McDiarmid), el más importante de la saga, traído hasta nosotros de vuelta sin ningún tipo de explicación convincente. Una sucesión de muertes y resurrecciones llevada hasta el absurdo (acá ninguno siquiera termina el curso de Jedi pero tienen el poder curativo de la raza de Yoda). Una amenaza colosal que pone en peligro el destino del universo entero y que se termina resolviendo con una batalla insustancial, entre otros aspectos. En este inexplicable composé, el que mejor sale parado sin duda es el personaje de Kylo Ren con un arco narrativo redondo y notablemente construido. El puchero ocasional de Adam Driver y su invariable registro actoral pánfilo más cercano a un filme indie que a una saga de este tipo, nos hace seguir pensando que lo peor que pudieron hacer desde un comienzo fue quitarle el casco. En cuanto a Rey, su viaje de autodescubrimiento y la lucha interna que debe enfrentar quizá provoque la molestia de aquellos que esperaban que el filme no fuera por el lado más fácil. Aún así, es imposible no sentir empatía por este personaje que se ganó el visto bueno desde el minuto cero. De todo el casting de esta nueva trilogía, Daisy Ridley ha sido el verdadero gran hallazgo y algo nos dice que probablemente la sigamos viendo en futuras entregas. Entre los puntos fuertes de Episodio IXse destaca la incorporación del terror, la mesura en el humor y el despliegue de las escenas de acción que nos regalan algunas de las mejores peleas con sables que hemos visto. Y por supuesto, la música del maestro John Williams, tal vez el 80% de Star Wars y uno de los máximos responsables en otorgarle a la saga la épica que la caracterizó siempre. Más allá de la polémica que generará dentro de la comunidad de fanáticos a través del tiempo, Star Wars: El Ascenso de Skywalker quizá sea un buen pie para que la industria en general deba replantearse a la fuerza la idea de continuar generando remixes repletos de fan service para un publico que, evidentemente, de a poco comienza a mostrar su inconformismo.
Después de la muerte del Líder Supremo Snoke, un misterioso mensaje, por parte de un peligroso ser, se hace presente en la galaxia. Kylo Ren y Rey, junto con sus respectivos aliados, irán tras dicho mensaje para develar la verdad, mientras La Primera Orden y la Rebelión están a punto de tener su encuentro final. Luego del fiasco que fue Los últimos jedis, y con la salida del proyecto de Colin Trevorrow en pos de que retorne J.J. Abrams, la expectativa por esta película había crecido un poco, porque pese a dividir algunas opiniones, El despertar de la fuerza había sido una entretenida película de Star Wars, y era lo lógico que quien comenzó esta nueva trilogía, la cierre. Y tenemos que decir que el resultado, va a dejar satisfecho a la gran mayoría. Star Wars: El ascenso de Skywalkerintenta arreglar los fallos de su predecesora, pero a la vez es consciente de que si los ignora, también estaría insultando a los fans de dicha cinta; así que decide usar algunas premisas establecidas, pero centrarse más en lo realizado por el propio Abrams en El despertar de la fuerza. Y quizás ahí radica uno de los aciertos (sino el mayor) de esta nueva Star Wars, el buscar contentar a todos, pero de una forma coherente. Así que gracias a dios ya no tenemos tramas de relleno, y la historia se centra en los personajes nuevos de la saga, dejando a los viejos conocidos solo para la cuota necesaria de fanservice que debe tener todo film que cierra una trilogía. De hecho, en Star Wars: El ascenso de Skywalkersentimos menos abuso de nostalgia que con la primera parte creada por Abrams. Pero, de todas formas, no estamos ante un film perfecto. Algunas tonterías siguen estando, como el de cortar momentos dramáticos con algún chiste, o el de sacarse cosas de la jalara porque si, sin dar demasiadas explicaciones, pero haciendo que la trama avance, dándole un buen y sostenido ritmo a la historia. Y ese es otro acierto, pese a que en algún momento las dos horas y veinte se sienten, la trama avanza de forma constante, logrando, que, pese a que la película pueda gustar o no en líneas generales, nadie pueda decir que se aburre ya que no suceden cosas. Star Wars: El ascenso de Skywalker es un digno cierre para una trilogía demasiado irregular. Con una aceptable primera parte que sentaba buenas bases pese a abusar del fanservice, y una segunda que tiraba todo el canon a la basura por mero capricho del director, este final de una era, estamos seguros, va a contentar a los más fanáticos como al público casual. Algo que ya vimos, es bastante difícil de lograr, sobre todo si pensamos en cierta serie medieval vista a inicios del 2019.
Se termina el suspenso y los interrogantes. Están todas las respuestas, lo que se esperaba y más. Esta entrega número nueve de la saga que empezó hace 42 años, ¿termina?, concluye con mucha acción, una primera hora un tanto complicada y con un poquito de humor, con el dúo de los personajes de Oscar Isaacs y John Boyega afianzados, con personajes nuevos, con reapariciones y las últimas escenas de Carrie Fisher en escenas no vistas, que nos dejan con ganas de ver más. Pero en acento, lo dramático y emotivo esta en esa pareja de actores atrayentes e inspirados que son Adam Driver y por sobre todo Daisy Ridley. Para Driver las dudas y tentaciones del lado oscuro que los transforma en una suerte de Hamlet intergaláctico. Para Ridley revelación tras revelación. Ella luce determinada, poseída y marca definitivamente el ascenso de las mujeres para la saga. Que JJ Abrams haya tomado nuevamente el timón en dirección y escribiera el guión con Chris Terrio significa que se empeño en cerrar como se debe toda la historia, pero por sobre todo, además de lo esperado, otorgarle emoción- hasta las lágrimas- escenas memorables, y una mirada hacia el poder oscuro que puede identificarse fácilmente con el avance de fuerza fascistas en el mundo. Algo que no es menor. El coctel tiene todos los ingredientes, la épica avanza, un poquito de humor – los nostálgicos recuerdan esos elementos frescos y sorpresivos- atisbos de romances, peleas que cortan el aliento, un trabajo de efectos especiales, diseños de arte, que funciona perfecto, y las convenciones y lugares comunes que aceptamos de buen grado. El resultado es gratificante.
El Ascenso de Skywalker está finalmente entre nosotros, pero antes de comenzar dejemos algo en claro: Una Nueva Esperanza, El Imperio Contraataca yEl Retorno del Jedi son las Star Wars que genuinamente son historia del cine, y de un modo descomunal. Ellas y no otras. Estas tres películas sacaron adelante el blockbuster moderno. Presentaron una metodología innovadora de efectos visuales, e introdujeron las enseñanzas mitológicas de Joseph Campbell a cualquier estudio profundo sobre cómo escribir películas de aventuras de gran octanaje. Dicho eso (y aunque los fanáticos del núcleo duro quieran disparar sobre quien estas palabras escribe), si las precuelas y secuelas que llegaron después son «historia del cine», es por simple herencia, por simple asociación, por la convocatoria innegable de un producto que demostró su valía e innovación hace ya más de cuatro décadas. Sin embargo, lo que está en juego aquí no es lo asociativo o su valor histórico, sino los valores de entretenimiento en los que se inscribe. Eso es lo mínimo indispensable que debe cumplir una película de Star Wars en cuanto a legado, si se lo quiere llamar así. Tenemos entonces la obligación de decir que, incluso con las desventajas que podemos encontrarle, Star Wars: El Ascenso de Skywalker es, de hecho, una película entretenida. Es un final y basta… Desde el vamos, a la película se la acusa de tener que parchar lo que muchos alegan son errores cometidos en la anterior entrega dirigida por Rian Johnson. También se le suma el hecho de que J.J. Abrams debió lidiar con la historia que Colin Trevorrow le dejó antes de abandonar el proyecto (cuya acreditación final no sabemos hasta qué punto es profunda y hasta qué punto es obligación sindical). Además tuvo que bordear la inesperada muerte de Carrie Fisher, en cuya Princesa Leia iba a estar anclado este último episodio, dependiendo así de retazos no utilizados en episodios anteriores para componer su presencia en el mismo. No fue una tarea fácil, era caminar sobre hielo delgado. Por eso, que de todos estos problemas salga una película medianamente entretenida, es una virtud para nada menor. A nivel argumental posee un ritmo muy fluido, carente absolutamente de tiempos muertos. Hay escenas de acción hechas con gran dinámica, más una química de los personajes que rebosa de complicidad entre ellos y con el espectador. La comedia es reducida a lo mínimo indispensable, pero cuando llega consigue sacar una sonrisa, casi siempre a causa de un problema que sufre C3PO en orden de que los personajes puedan salir adelante con la trama. Es grato ver cómo le dieron un papel más extendido en la función de comic relief que tuvo desde el principio de la saga. La presencia de la Princesa Leia en la historia es resuelta con muchísima dignidad y coherencia con el universo establecido. A la presencia de Palpatine, anticipada en el trailer, no se le da más espera o misterio del que verdaderamente merece, cosa que se agradece. A pesar de que le reconocemos el enorme logro de no aburrir, no todo son rosas para este último episodio. Donde lo argumental, el obstáculo físico, se muestra sólido, el emocional no lo es tanto. Las emociones de las dos figuras protagonistas, Rey y Kylo Ren, no son acopladas adecuadamente a lo físico, obligando muchas veces a tener que explicar lo que se podría manifestar en acciones. Dichas explicaciones, y algunas de sus resoluciones, son demasiado expositivas, convenientes. No pocas veces apuntan a una nostalgia que llega a hacerles más daño que beneficio. Esto le quita profundidad, impacto, y hasta el asombro que supo cosechar El Despertar de la Fuerza, algo que no pudieron extender a las películas siguientes. El ejemplo más claro de lo que quiero decir está en una simple comparación. Sí, las comparaciones son odiosas, pero inevitables cuando se trata de una franquicia establecida: en El Despertar de la Fuerza, LA gran revelación es percibida como una genuina sorpresa, mientras que LA gran revelación de El Ascenso de Skywalker no lo es tanto. Su explicación, aunque lógica, no deja de ser apresurada y poco satisfactoria. En cuanto a visual no hay mucho que agregar, es la carta de presentación más fuerte que tuvo la franquicia desde siempre, y aquí eso no cambia mucho. El nivel actoral es adecuado y a la altura de las circunstancias. Si hay algo histórico que le podemos llegar a deber a estas secuelas, es haber puesto a Adam Driver en el mapa de muchos espectadores. El actor tiene un gran lucimiento y compromiso en su papel de Kylo Ren. Igualmente es necesaria una mención especial a Richard E. Grant, quien entrega una lograda interpretación, como un gélido General, en el poco tiempo de pantalla que le dan.
"El ascenso de Skywalker", final de una era El epílogo del principal arco narrativo de la historia ideada por George Lucas tiene lo necesario para poner un digno moño. Y aunque en estas cuestiones nunca hay unanimidad, muchos fans terminarán lagrimeando. ADVERTENCIA: Si bien esta reseña pone especial cuidado en no revelar información sensible, incluye algunos SPOILERS menores sobre Star Wars – El ascenso de Skywalker. Encontrar un buen final para cualquier obra artística es un asunto difícil; dibujar el moño para una saga de nueve películas parece misión imposible. Quizá por eso JJ Abramsdecidió retomar las riendas que había aferrado en El despertar de la Fuerza(2015) y delegado en Rian Johnsonpara Los últimos Jedi (2017). Si la nave terminaba estrolándose en el hiperespacio o volaba triunfante como el Halcón Milenario, debía ser él, encargado por Disney para reactivar la franquicia que George Lucas dejó en los desparejos Episodios I, II y III, quien asumiera la responsabilidad. El fandom puede respirar –y moquear- en paz: Abrams entendió todo. The Rise of Skywalkerviene a cerrar con honores el arco narrativo principal de una de las marcas cinematográficas más rendidoras de la historia. Es sabido que todo continúa, que termina esta saga pero no la franquicia, que habrá más spin offs, que incluso ya existe un subproducto de altísima calidad como The Mandalorian. Pero aquí termina la historia iniciada en un desértico planeta con dos soles, y esa es una de varias decisiones acertadas del director y coguionista. Porque el paquete incluye necesarias referencias a la “segunda trilogía”, pero aquí hay muchos más guiños a la original, la que arrancó en 1977, la que enamoró a millones. Y eso significa la mugre de los planetas perdidos, el humor de los androides comunes en situaciones extraordinarias, el espíritu de aventura y la desesperación de un grupo de rebeldes contra un poder infinitamente superior ("Nos ganan haciéndonos creer que estamos solos. No estamos solos"), en pulseada épica. Y un par de apariciones que –es todo lo que se dirá- son golpes maestros. Como en los viejos seriales que inspiraron a Lucas, la fanfarria de John Williams y el logo amarillo dejan paso a los clásicos tres párrafos que sitúan la historia. Y en la galaxia está todo mal. Luke ya no está, la Primera Orden –ahora al mando de Kylo Ren- hace estragos y, para colmo de males, una grabación disemina por todos los planetas la voz del ¿extinto?Emperador Palpatine. Sobre ese mar de fondo, el trío que hereda el protagonismo aventurero de la primera trilogía –Rey, Finn y Poe Dameroncomo nuevos Luke Skywalker, Han Solo y Leia Organa- deberá ir a enfrentar un poder que supera todo lo conocido. Por fortuna, esta vez Abrams elude el recurso fácil de “volamos la nueva Estrella de la Muerte y ganamos”, e incluso mete una referencia explícita a esa resolución narrativa que le valió no pocas críticas. Esta vez todo es bastante más complicado, como es más complicada la puja entre el Lado Oscuro y el Luminoso de la Fuerza, con Rey y Kylo Ren en fase avanzadísima de sus habilidades. A pesar de la edad de sus protagonistas, ya no hay aprendices en The Rise of Skywalker: todos son jóvenes veteranos que saben que están jugando el último chico. Y a pesar de ello, nada tiene el peso excesivo que a veces arrastra a las sagas fantásticas en pos de la “gravedad” del momento. Como en los viejos tiempos, Star Warssigue entreteniendo. Sigue divirtiendo. Sigue estimulando la eterna, invaluable experiencia de olvidar el mundo exterior en una sala a oscuras y cabalgar la aventura. Vuelve a sorprender con un par de giros inesperados aun para el conocedor. Y sí, emociona: en los próximos días se verán fans ya creciditos de ambos sexos que en los últimos minutos no podrán –no querrán- contener las lágrimas. Por supuesto que a la hora de hilar fino aparecen las incongruencias y los caprichos narrativos: en una trama tantas veces emparchada por Lucas y el mismo Abrams eso se vuelve inevitable. Las redes ya arden en discusiones, pero es sabida la utilidad de algunos debates virtuales. El reciente ejemplo del descontento por el desenlace de Game of Thrones da cuenta del talibanismo que puede alcanzar el fandom de un artefacto cultural. Pero JJ y la histórica productora Kathleen Kennedyencontraron la manera de ponerle el moño a una historia medular del entretenimiento para masas del siglo XX y XXI. Reactualizó una saga que comenzaba con algo tan apolillado como el rescate de una princesa por parte de dos gallardos caballeros, y en su final tiene a Leia como comandante de los rebeldes y a una joven mujer como gran protagonista. Honró y despidió a personajes icónicos, mantuvo en el aire a la chatarra más veloz de la galaxia y a los X-Wing. Volvió a darle a R2D2 y C3PO un rango mejor que el de meros sidekicksdecorativos. Al fin, encontró el equilibrio en la Fuerza. Entonces, cuando todo está resuelto y los soles de Tatooine se ponen sobre el horizonte por última vez, la emoción es natural y genuina. Y eso también es cine.
La eclosión de la carrera espacial ya prácticamente había terminado en Estados Unidos cuando surgió en 1977 "Star Wars", el inicio de la saga del mago George Lucas, y sin embargo, el éxito de la primera ficción protagonizada por habitantes de una galaxia desconocida fue una realidad. Hoy Estados Unidos y Rusia dejaron de ser los únicos antagonistas de la carrera espacial; países como China, India o Japón también tienen programas espaciales y la carrera hacia el espacio exterior toma otros rumbos. Sin embargo, el sentido de aventura, la eterna lucha del Bien y el Mal, el misterio de la condición humana siguen siendo móviles de interés en cualquier tiempo y lugar. Y ese es el objetivo de la saga "Star Wars", y por supuesto de este final, con los mismos personajes y algunos nuevos (el droide forastero, el Baby Yoda o el Babu Frik en cuanto a los fantásticos, o la chatarrera respecto de los humanos). Es la chatarrera, surgida de "El despertar de la fuerza" (Daisy Ridley), que representante del empoderamiento femenino tan publicitado, se convierte en la protagonista del final de la saga "Skywalker". Una protagonista capaz de concentrar en sí la Fuerza de los Jedi y el poder de conducción de los grupos de la galaxia, siempre enfrentados a fuerzas negativas. Rey, favorita de la princesa Leia Skywalker (Carrie Fisher), líder de la Resistencia, estará al frente en este capítulo final, de la lucha contra el Mal, representado ancestralmente por la Primera Orden, el grupo imperial tiránico. Personajes tradicionales como Chewbacca (ciudadano de ignota galaxia, con pelambre hirsuta y singular inteligencia) y los deliciosos droides R2- Dw y C-3PO, compañeros en la Resistencia del hermano de Leia, Luke Skywalker, también formarán parte del grupo de Rey en su enfrentamiento con el Mal, sumados a sus amigos Finn y Poe. CRUCES EPICOS Esta vez la historia tendrá connotaciones que evocan a Shakespeare y sus grandes dramas cuando los enfrentamientos con el guerrero oscuro Kylo Ren (Adam Driver), hijo de Leia y Han Solo, o un fantasmal Palpatine se desafíen en brutales peleas o diálogos sinuosos con Rey, que una y otra vez cuestiona su identidad y excede sus fuerzas en agotadores entrenamientos. La película de Abrams amplía el campo visual de los enfrentamientos épicos con singulares tomas de locaciones desérticas, mares abismales o el Averno de los malos. A esto se suman combates tumultuosos a pura espada luminosa, más las revelaciones, que no exponemos para mantener la dosis de suspenso que el espectador descubrirá. El tema de la integración, la unión como Fuerza, el Amor y la Memoria en tanto combustible emocional y la necesidad de asumir la propia identidad en la lucha diaria se transforman en constantes de un ideario de final de saga. Motivos como la familia, las generaciones como aporte integrador de la fuerza que ayuda a vivir al hombre y la consideración de la Muerte como un estado vivo a través de la memoria ("en el fondo nadie se ha ido") son conceptos que ayudan a comprender ciertos hechos. Es el caso de la utilización, en este capítulo final, de escenas de Carrie Fisher (Leia), fallecida en 2016, filmadas, pero no proyectadas en "El despertar de la fuerza". GRAN HEROINA "Star Wars. El ascenso de Skywalker" no se caracteriza ni por su mesura, ni por su poder de síntesis, pero aporta buenos diseños, escenas de acción de nivel y cumple con su mensaje humanitario, recurriendo al universo de personajes de la saga. Sin olvidar el aporte de una nueva heroína, la intensa Daisy Ridley, que con Adam Driver (Kylo Ren), el recuerdo de Leia y el siniestro Palpatine son lo mejor de la película. Sin descuidar la cuota de humor con la tríada de droides y los nuevos monstruitos encantadores.
Que la fuerza nos siga acompañando... Luego de haber dirigido el relanzamiento de la histórica saga de Star Wars con "El despertar de la Fuerza" y tras ser productor ejecutivo de "Los ültimos Jedi", J.J. Abrams vuelve a tomar las riendas de la última película de la saga, esta cinta que cierra muchos años de historia y nos revela el legado de la familia Skywalker. A pesar de las críticas y polémicas que ha rodeado a las anteriores obras de la nueva trilogía, "El ascenso de Skywalker" tiene tantos aciertos como errores. Rian Johnson había querido abrir nuevos caminos para esta aventura en "Los últimos Jedi", pero Abrams decidió no prestarle mucha profundidad y le dio un final a la historia ofreciéndole un poco a "todos" lo que esperan sin asumir riesgos. Homenajes, clímax épicos, revelaciones, regresos, antiguos personajes y el protagonismo de los nuevos. La primera parte de la película no da lugar ni tiempo para el análisis: en un montaje hiperdinámico las escenas se suceden unas a otras derrochando acción, efectos especiales de punta y cumpliendo misiones para enfrentar a la Primera Orden o morir en el intento; pero dando ciertas explicaciones para que la narración tenga sentido, ya que la cinta de Johnson ofrecía más preguntas que respuestas. La química entre Rey (Daisy Ridley), Poe (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega) funciona y fluye entre las peleas y el humor -aunque algunas de las bromas están prefabricadas con el sello Disney-. Hay que señalar la relación entre la chatarrera y Kaylo Ren (Adam Driver), uno de los atractivos más altos de la nueva trilogía. Y en este punto destacamos a Driver: si las actuaciones en el universo de películas de Star Wars nunca fueron de lo más destacadas, el actor de films como "Paterson" e "Historia de un matrimonio" rompe con esa tendencia y dota a su personaje, el sucesor de Darth Vader, de emociones de todo tipo que reflejan una lucha interna similar pero más virulenta que la de la heroína actual. Quizás el mayor problema de "El ascenso de Skywalker" sea su intención de subsanar todo lo que se había realizado en el Episodio VIII, pero hay que admitir que el último tercio de la película es deslumbrante y nos lleva a un tono que quiere "volver a la fuente". Debo admitir que algunas apariciones de los legendarios personajes -físicas y no- me han emocionado mientras que otras pasaron sin pena ni gloria. Es interesante pensar qué es lo que ha quedado después de estas tres nuevas películas de una saga histórica, que nació a fines de los ´70 y atrapó a generaciones. Las originales eran arriesgadas, no tenían fórmulas escritas e innovaban en varios aspectos. En las precuelas del nuevo milenio, George Lucas creó productos irregulares pero tan suyos que mantenían una esencia. Ahora, luego de que Disney se hiciera con su creación, y a pesar de que todo luzca prefabricado, los que amamos "Star Wars" nos quedamos con el encanto de descubrir. Ya sea un nuevo planeta, nuevas formas de vida, droides y seguir a un grupo de héroes imperfectos con una meta en común, todo hilvanado por la emoción de escuchar la banda sonora del maestro John Williams. Puntaje: 6/10 Por Federico Perez Vecchio
Conclusión… ¿épica? “Voy a terminar lo que empezaste” oraba Kylo Ren al casco chamuscado de Darth Vader en El despertar de la fuerza. Tal como esa frase J.J. Abrams no solo tuvo la tarea de continuar un final que ya estaba establecido sino también la trilogía que había comenzado. Tenía demasiada presión, entre ellas redimir lo que había ocurrido con Los últimos Jedi, por lo que optó por reducir a cameos aquellos personajes introducidos en aquella entrega y como no, redefinir el origen de Rey, pero eso ya es terreno de spoilers, que no les quiero arruinar. Sumado a esa tarea, debía darle un final correcto al arco de los Skywalker, una franquicia que había comenzado en 1977, una trilogía de trilogías. Demasiada presión para el pobre de Abrams. Como recurso, el factor nostalgia; algo que vimos en las entregas previas fue uno de los tantos elementos: introducir personajes nuevos con el fin de dejar posibles pistas hacia más entregas fueron su fuerte. Sin embargo esa fórmula funcionó bien en El despertar de la fuerza, pero dos episodios después eso se vuelve un tanto previsible, seguido por una muerte importante y un viaje a lo Indiana Jones. Todo ya lo vimos. Es difícil analizar el filme por sí solo, sin pensar en trilogía. Aunque debo decir que al menos a nivel argumento supera apenas a Los últimos Jedi. Pero luego, esta nueva trilogía no deja de ser la más floja de las tres. La magia de Star Wars era las entregas correlativas, relacionadas entre sí, que podías disfrutarla como una película dividida en tres partes. Si cambiás eso, matás la mística de la serie. No sólo no había relación sino que parecía que entre los directores nunca hubo acuerdo y en este aspecto Disney otorgó demasiadas libertades a la hora de explayarse. En cuanto a los personajes, se suponía que debían ser quienes continuaran el legado que les habían dejado. Rey logra salir airosa, seguida de Kylo Ren, aunque Poe y Finn no dejan de ser personajes metidos como para contentar a ciertos sectores. De hecho no me molesta eso, sino que nunca logran despegarse por sí solos por lo que siempre se recurre a la dependencia de los personajes ya conocidos. Pero no todo es malo en esta saga, debo decir que la magia de Abrams por resucitar a Carrie Fisher es algo aceptable aunque tampoco es la genialidad que fue la “resurrección” de Peter Cushing en Rogue One. Las secuencias de acción y como digo, el factor nostalgia, dedicado a aquellos fans clásicos, son el fuerte de esta entrega, donde las nuevas generaciones pueden quedarse un tanto excluidas. Y por último destaco que al menos la entrega tenga un poquitito más de personalidad en quitar los chistes que nos remitía a las películas Marvel. Conclusión, no es uno de los mejores trabajos de Abrams; sí es un gran director y sigo amando El despertar de la fuerza, que tuvo impacto en los revivals de Jurassic Park y Terminator.
"Star Wars" y el servicio al fan, a la orden del día Llega el final de una etapa, la tercera trilogía de Star Wars. La que comenzó con la era de internet y redes sociales haciendo fuerza para que crezca la expectativa mucho más allá de lo imaginado y que creó una nueva legión de fans en todo el mundo. También es especial porque esta fue la primera trilogía de la saga realizada por Disney, luego de que George Lucas, creador y director de este universo, diera un paso al costado con varios billetes en el bolsillo al vender Lucas Films al ratoncito más popular. Kylo Ren sigue peleando con su dicotomía entre el bien y el mal. Cuando se estrenó Episodio VII: El despertar de la fuerza en 2015, todo era pura emoción, ya que los rituales, la música y la mística de la franquicia volvía a la pantalla grande tras una década de silencio provocado por el aburrimiento que provocó la trilogía del nuevo milenio, los episodios I, II y III. Luego de La venganza de los Sith, querer hacer algo con SW era agarrar una papa caliente, y nadie quería quemarse. Tras el largo hiato, la nueva entrega fue un renacer para algunos, una copia para otros (la trama era un reciclaje de la versión original), pero el alivio de tener algo nuevo de Star Wars era muy poderoso. Sin embargo, la sobreexposición que vivió la saga en los últimos cuatro años, con spinoffs como la excelente Rogue one y la olvidable Solo, la nueva serie de Disney+, The mandalorian, y todo lo adyacente a La Guerra de las Galaxias, desde merchandising, fan art, hasta memes, lograron que el filme final, El ascenso de Skywalker sea el más esperado pero también les jugó en contra. Ahora, hay gente más preocupada porque haya una referencia entendible para ellos mismos, o algo relacionado a la nueva serie, que al puro disfrute del desenlace. Odisea final La historia comienza un año después de los acontecimientos vistos en Los últimos Jedi (2017) y volveremos a ver a los héroes de la Resistencia, Finn (John Boyega) Poe (Oscar Isaac) y Chewbacca (Joonas Suotamo) en esta ocasión buscando información sobre los próximos pasos de la Primera Orden, mientras Rey (Daisy Ridley) entrena para algo más importante que presiente muy cerca: su pelea final con Kylo Ren (Adam Driver). Cuando la generala Leia (Carrie Fisher) se entere de que el plan del villano es unirse a los Sith que tienen un nuevo ejército dispuesto a destruir miles de planetas, decidirá junto a su equipo adelantarse en la ofensiva para evitar que la Primera Orden tome el control de todo. Por ello Rey, Finn, Poe, Chewbacca junto a los droides C3PO,BB-8 y R2-D2 irán en búsqueda de un localizador para hallar el escondite de los Sith. La batalla será de la Primera Orden versus la Resistencia, pero, como siempre, la lucha será entre el bien y el mal, representados por los Jedi y los Sith. Con algunas cuestiones existenciales, como la búsqueda de identidad de Rey, que entenderá que hay cosas más poderosas que la sangre, y la pelea interna que Kylo Ren tiene en su árbol geneálogico,sobre si seguir sus pasos de su abuelo o no, el filme transita algunos pasajes interesantes, pero que nunca llegan a trascender. J.J Abrams, a pesar de tener en sus manos un largometraje bastante simple, logra entretener y su duración (apenas sobrepasa los 120 minutos) ayuda a que todo concluya de manera eficaz, pero por desgracia sin la épica que se esperaría para esta ópera espacial.
Lo primero que hay que agradecerle a J. J. Abrams es que sea fiel al espíritu alegre –a pesar de las tristezas propias de cualquier cuento de fantasía– de la serie. Después de todo, se trata de persecuciones, carreras, peleas y aventuras en un mundo inventado: la gravedad artificial de “Episodio VIII” cargó todo de una pesadez imposible. El film está lleno de peripecias, respeta eso de parecerse a un serial clásico y cierra todos los hilos abiertos en las películas anteriores. Aunque se nota que hay reescrituras varias, que hay imágenes que no se sabe qué hacen (hacia el final, unos planos desde el “Halcón Milenario” totalmente inexplicables) y que ciertos momentos parecen sacados de otras películas (de hecho, la resolución de uno de los conflictos centrales se parece –con diálogo y todo– demasiado a la situación similar de “Avengers-Endgame”). Pero al menos no nos aburrimos ni nos atosigan con esa idea de que más vale inmolarse cruelmente que pelear por la bondad con una sonrisa. También, por suerte, nadie retomó el tema de los niños rebeldes con el que parecía cerrar la película anterior y que tenía un tufillo a “los rebeldes nos volvemos ISIS” o “los niños van a salvarnos a sablazos cuando llegue el momento” más que preocupante. En fin: cierre digno y sin problemas para una galaxia que influyó mucho y ahora está demasiado al alcance de la mano. PD: ¿Cómo puede ser que en un universo tan lleno de planetas todos sean hijos, hermanos, nietos o primos de las mismas personas?
El apagón de la fuerza. Hace mucho tiempo, 42 años para ser más precisos, en una galaxia muy lejana se comenzó a explorar todo el universo cargado de elementos fantásticos que creó George Lucas. La ópera espacial que aterrizó en 1977 es, al día de hoy, una de las mayores franquicias que sigue generando millones año tras año, junto a una multitud de fans que siguen abrazando sus historias y personajes. No obstante, si bien los films continúan siendo pasión de multitudes con su gran poder de convocatoria, lo cierto es que su fuerza comienza a agotarse, no porque no mantenga los valores y elementos que la saga sabe enaltecer, sino porque en la reiteración de una fórmula efectista dicha fuerza es la misma pero con un menor brillo. El noveno film de la saga es también el final de la nueva trilogía creada por J.J. Abrams en 2015, y que ahora vuelve detrás de cámara para darle su cierre tanto a lo que él comenzó, como también a los 42 años de historia de Star Wars. El film pone a las fuerzas del bien y el mal una vez más en conflicto, esta vez con la oscuridad siendo liderada por el regreso del emperador Palpatine (Ian McDiarmid), personaje clásico de la saga que se mantuvo perpetrando sus planes desde las sombras. Uniendo sus fuerzas con la del conflictuado líder supremo Kylo Ren (Adam Driver), el escenario deposita a todas las piezas para conformar la mayor amenaza para la galaxia… aunque a fin de cuentas todo se reduzca al mismo conflicto clásico y los riesgos de siempre. Del lado de las fuerzas del bien se encuentra, como siempre, la resistencia, con el liderazgo de la general Leia (Carrie Fisher en una actuación post-mortem gracias a material no utilizado en los films anteriores), y a la leal cofradía de los ya conocidos y queridos protagonistas. Lo que logra el film en esta última aventura es aprovechar mucho más la camaradería nacida entre la amistad de Rey (Daisy Ridley), Finn (John Boyega) y Poe Dameron (Oscar Isaac), e incluso las intervenciones en el grupo de personajes más entrañables como C-3PO (Anthony Daniels) y Chewbacca (Joonas Suotamo). Su mayor tiempo en pantalla juntos, más la variedad de lugares recorridos y conflictos en el camino hacen que se sienta ese gran sentido de aventura que casi no se detiene hasta el final. Es cierto que, por momentos, la aventura puede resultar demasiado clásica y repetitiva al conocer los episodios anteriores, pero en ningún momento pierde su valor como entretenimiento. El drama interno tanto de Rey como de Kylo Ren es lo que liga de manera tan cercana, pero en veredas opuestas, a la relación de estos personajes. El peso de sus responsabilidades se ve conectado intrínsecamente al valor del legado y la identidad. La ira y el carácter descontrolado de Kylo responde a la culpabilidad de los actos cometidos, alguien que mientras intenta honrar la memoria de su abuelo siente en su ser la traición a la sangre al haber asesinado a su padre. Las grietas que surcan el casco con el que oculta su rostro se presentan como las heridas abiertas de su atormentada alma y el resquebrajar que se produce en su lucha interna por escoger el bien. Por otro lado, Rey es quien debe lidiar con el significado de los lazos sanguíneos, luchando entre la pérdida de sus padres a temprana edad y la ira de descubrir que su origen y falta de identidad se ven estrechamente relacionados a la figura de Palpatine. El film se encarga de colmar cada nuevo planeta visitado, cada peligro afrontado y cada plan organizado, uniendo la aventura con todos elementos que expresan y exploran la importancia de la identidad y los lazos en torno al conflicto de sus personajes. De allí que se pueda apreciar el sentido de amistad y familia que hay entre los tripulantes del Halcón Milenario, con la búsqueda nostálgica que unifica y diferencia a la vieja generación de la nueva. Esto mismo muchas veces se excede en su utilización y hace que en gran parte se sienta como un intento de contentar en todo a los más fanáticos de la saga, lo que hace que en definitiva no haya riesgos tomados. El recaer constantemente en ello, más una construcción de historia que en sus mejores momentos se ve en su mejor forma pero que cuando intenta forzar las cosas decae demasiado, hace que muchas de las elecciones narrativas tomadas se vuelvan simplistas. Uno de los mayores problemas de este último episodio es que el planteo de la historia y el desarrollo de sus eventos, si bien se disfrutan y entretienen, parecen ser pensados como ocurrencias sobre la marcha y no como algo que estaba ideado desde la hora de comenzar y contar una nueva trilogía. Tal vez por eso se los denomine como episodios y no partes, algo que existe en su propia forma sin relacionarse demasiado con lo que lo precede o sucede. La (re)invención de villanos en cada episodio y las contrariedades discursivas de ciertos personajes entre un film y el otro, hacen que al llegar a éste último se perciba la historia como algo que funciona de manera independiente en partes pero no en su totalidad. La diversión y lo emotivo siempre están presentes, sobre todo para los más fanáticos que crecieron con esta saga, y es allí donde más brilla El ascenso de Skywalker, cuando no estaciona el relato simplemente para ofrecer algo efectista, sino para hacerlo crecer y avanzar con sus aventuras. La elección de intensidad que acompaña una familiar puesta de soles demuestra que el film de J.J. Abrams tiene la fuerza necesaria para crear una buena historia. Pero ya va siendo hora de mirar otros cielos y conocer que más hay para contar.
Star Wars: Episodio IX cierra la historia de los Skywalker La saga más famosa de todos los tiempos llega a su fin y es probable que la galaxia vuelva a convulsionarse con las opiniones divididas. or más que nos pongamos el traje de ‘crítico profesional’ y nos comprometamos a enarbolar la bandera de la objetividad a toda costa, el trabajo en sí se hace difícil cuando nos llega el momento de pararnos ante un producto que nos toca de cerca en las pasiones. Así y todo, hacemos el esfuerzo para mantener el entusiasmo a raya y la integridad a tope, en beneficio de la obra, del espectador y de nuestra propia credibilidad como comunicadores. Ahora, ¿qué pasa cuando las expectativas se interponen en el camino? (Porque las expectativas SIEMPRE lo hacen). También hay que dejarlas de lado, pero mantener el contexto. La saga de los Skywalker comenzó hace 42 años en esa galaxia muy, muy lejana pergeñada por un joven y entusiasta George Lucas. Un realizador del ‘Nuevo Hollywood’ que quiso amalgamar todas SUS pasiones en una sola epopeya espacial, mezclando el camino del héroe con samuráis intergalácticos, entre muchas otras cosas. La historia del hijo (Luke) se transformó en la del padre (Anakin) para completar un relato de redención que conquistó a varias generaciones. Pero Star Wars no quería quedarse con su trilogía original y sus precuelas, por eso, en 2015, el plan inicial de Lucas -el de los nueve episodios- empezó a concretarse y con él, el final de este recorrido que arrancó en 1977. Ningún desenlace, sobre todo el de una franquicia tan amada, puede dejar a todos contentos, pero hay cierta expectativa (por parte de los críticos y de los espectadores) por cumplir algunos ‘requisitos’. Lamentablemente, “Star Wars: El Ascenso de Skywalker” (Star Wars: Episode IX - The Rise of Skywalker, 2019) cae en los mismos vicios (y errores) que el final de “Game of Thrones” (2011-2019), donde sus responsables decidieron actuar en beneficio del ¿fandom? y no de las necesidades de su propia narrativa. El resultado es una historia desprolija y apresurada que cree que debe enmendar los deslices de su antecesora, y en ese choque de visiones, los que más sufren son los protagonistas y sus propósitos. A J.J. Abrams -creador de “Lost” (2004-2010)- le tocó dar ese puntapié inicial con “Star Wars: El Despertar de la Fuerza” (Star Wars: Episode VII - The Force Awakens, 2015) cuando Disney adquirió los derechos de Lucasfilm y se encaminó hacia el final de la saga. Rian Johnson tomó el testigo con “Star Wars: Los Últimos Jedi” (Star Wars: Episode VIII - The Last Jedi, 2017), construyendo sobre la historia de Abrams, Lawrence Kasdan (guionista legendario de la franquicia) y Michael Arndt, y otorgándoles muchísimos más matices a esos mismos personajes y sus motivaciones. Los ‘cambios’ implementados por el realizador no cayeron tan bien entre los fans de la vieja escuela y dividieron las aguas. La partida forzosa de Colin Trevorrow -realizador original de Episodio IX- tampoco ayudó al convulsionado futuro de la trilogía, por eso el regreso de J.J. se lee como la jugada salvadora (y segura) para la compañía del ratón. Abrams y el guionista Chris Terrio -ganador del Oscar por “Argo” (2012) y responsable de “Liga de la Justicia” (Justice League, 2017)- tomaron la decisión consciente de descartar casi todas las ideas de Trevorrow, y mucho (mucho) de lo planteado por Johnson, para retomar el camino de Episodio VII, una senda menos agitada y más recargada de esa nostalgia que conecta mejor con el fandom. A todos nos gustan los guiños y las referencias que entrelazan aquel pasado con este presente, pero los realizadores se empachan a tal punto que la historia en sí ya no importa, sino rellenar todas esas casillas antes de llegar al cierre. La primera hora de “El Ascenso de Skywalker” es un compendio de escenarios que recorren nuestros héroes y villanos en busca de pistas o soluciones para esa batalla final que se avecina y es inevitable. El relato arranca ahí donde nos dejó Johnson, con una Resistencia diezmada y necesitada de ayuda, Rey (Daisy Ridley) intentando terminar su entrenamiento ¿jedi? bajo la atenta mirada de Leia (una Carrie Fisher que vuelve con imágenes que no se utilizaron en la entrega anterior) y Kylo Ren (Adam Driver), ahora autoproclamado Líder Supremo, queriendo eliminar cualquier amenaza que se interponga en su ascenso total al poder. Uf, justo en el corazón Apenas unas horas nos separan de una destrucción segura, ya que la Primera Orden tiene una nueva flota capaz de eliminar cualquier planeta que no se arrodille a sus pies. La misión de Poe (Oscar Isaac), Finn (John Boyega), Chewbacca y Rey es encontrar la ubicación de este ejército (bien escondido en un lugar recóndito e inaccesible de la galaxia), una tarea plagada de aventuras, reencuentros y peligros porque Kylo y sus Caballeros de Ren (Knights of Ren)-básicamente, un grupo de mercenarios a sus órdenes- les siguen los pasos. El joven Solo insiste en convencer a la aspirante a Jedi para pasarse al Lado Oscuro, un tire y afloje que los conecta más allá de su relación con la Fuerza. No podemos entrar en muchos detalles si queremos mantener los spoilers en cero, pero este lineamiento, así de básico como parece, también suma sus vueltas de tuerca (no todas satisfactorias), sus momentos emotivos, sus batallas épicas con navecitas a montones, sus duelos de sables de luz y todos los condimentos que uno quisiera esperar de semejante desenlace (porque esto es Star Wars). Pero la construcción de Abrams y Terrio es torpe y demasiado confiada en esa nostalgia que se empecinan en rescatar escena tras escena. Ya no caben dudas de que resolvieron saltear los conflictos (internos y externos) de “Los Últimos Jedi” y seguir adelante como si esta fuera una continuación directa de “El Despertar de la Fuerza” con sus blancos y negros bien determinados, sus héroes y villanos sin tantos problemas y esa redención inevitable que no puede faltar a lo largo de la epopeya. Abrams, como un rebelde sin esperanza, se rindió a los pies de los fans más tóxicos y cumplió sus caprichos sin entender que esta no es la solución para ‘agradar’ a todos. En el proceso, menospreció a grandes personajes (los que esos mismos fanáticos odiaron en la entrega anterior) y los mandó al rincón de la vergüenza, rellenando su historia con momentos bien propios de un fan fiction. El duelo de las Fuerzas Escribo esto con pesar porque no hay nada más triste que tener que criticar (negativamente) algo que nos gusta y nos acompaña desde siempre. Admitir que este no es el final más satisfactorio y es solamente un final, no malo, pero tampoco bueno. La magia no se pierde, cada secuencia esta abarrotada de épica y algún golpecito bajo para sacudirnos del letargo, pero la falta de riesgo y originalidad es lo que más termina afectando a este relato. La ‘comodidad’ estaba bien para Episodio VII después de las tumultuosas precuelas, pero J.J. no se animó a correrse de su zona de confort y ahí perdió la última oportunidad para brillar dentro de la franquicia. Ahora, a la distancia, podemos seguir reprochándole a Lucas muchas de sus decisiones (¡esos midiclorianos!), pero al menos intentó algo diferente en el camino de Anakin. “El Ascenso de Skywalker” no es “El Regreso del Jedi” (Return of the Jedi, 1983), pero las similitudes tampoco pueden dejarse a un costado, ni tampoco las posibilidades que se perdieron. Igual, Abrams nos deja un par de momentos para la foto y nuevos personajes como Zorii Bliss (Keri Russell), los cuales queremos volver a ver en el futuro. A él también le debemos esta nueva camada de protagonistas que supieron agarrar el testigo de Luke, Leia y Han, aunque no lleguen al estatus de ‘leyendas’ después de tanto manoseo narrativo. J.J. sumó diversidad, aunque por momentos se sienta forzada, y supo reescribir ciertos convencionalismos apolillados dentro de la franquicia. Su aporte no deja de formar parte del legado, pero (seguramente) será recordado como el director que se rindió ante el Lado Oscuro del fandom.
LOS CIERRES Y SUS PROBLEMAS Ya pasaron unos cuantos días desde que la vi y todavía me dura la ambivalencia respecto a Star Wars: el ascenso de Skywalker. Quizás se deba a las múltiples tensiones que atraviesan a una película que se obliga a sí misma a cerrar la historia no de una sino de tres trilogías; y a la vez corregir ciertas decisiones que se habían tomado en la anterior entrega de la saga, Star Wars: los últimos Jedi. Todo esto mientras procura sostener un valor propio y distintivo, con un plan narrativo que en algunos aspectos luce un tanto improvisado. Otra razón posible para el cúmulo de sensaciones encontradas sea que J.J. Abrams sea un realizador capaz de crear películas o series que funcionan muy bien como Frankensteins conceptuales pero que también suele encontrarse con dificultades para cerrar sus propuestas. Si Star Wars: el despertar de la Fuerza, Star Trek, Super 8 o Lost son notables mecanismos de reciclaje y reversión, En la oscuridad: Star Trek, Misión: Imposible III o la misma Lost no consiguen redondear sus conflictos de las formas más satisfactorias, aun cuando tengan potencia e interés. Y algo parecido sucede en Star Wars: el ascenso de Skywalker, que posiblemente sea el film menos atractivo y estimulante de Abrams, aun cuando tenga unos cuantos momentos realmente muy buenos. Lo que vemos en El ascenso de Skywalker es una película que es muchas películas, aunque narrativamente está claramente partida en dos. La primera mitad procura en buena medida revertir los acontecimientos de Los últimos Jedi, volviéndole a dar relevancia al enigma de los orígenes de Rey, mientras construye otro gran antagonista que en realidad es notoriamente una reconstrucción: ahí lo tenemos a Palpatine reapareciendo en escena, amenazando tanto la supervivencia de la Resistencia como el liderazgo de Kylo Ren. Esa primera parte del film es de misterio y aventura frenética, de viajes de un lado a otro, que mira de reojo El regreso del Jedi pero también esa obra maestra que es Indiana Jones y la última cruzada. Pero tantas idas y vueltas, tanto vértigo acumulado, no terminan de darle entidad a los protagonistas, que hasta en un punto deambulan buscando un sentido para sus recorridos más allá de los enigmas que plantea la trama. Es a partir de un giro argumental que El ascenso de Skywalker empieza a tener un rumbo más claro para sus personajes, aunque el mayor protagonismo se lo lleva Rey con sus dilemas identitarios, su ambiguo vínculo con Kylo Ren y su lucha interior entre el Bien y el Mal. En cambio, los recorridos de Finn y Poe Dameron –que intenta tomar la posta del componente aventurero de Han Solo, pero solo lo logra a medias- se quedan un poco a mitad de camino, casi dando a entender que el objetivo de largo plazo es que tengan relatos propios. En la película hay muchas líneas de conflicto que se abren y no todas se terminan de cerrar con solidez, incluso cayendo en algunas resoluciones apresuradas. Lo cierto es que el final al cual arriba El ascenso de Skywalker tiene su fuerte dosis de lógica, por más que no llegue a ser totalmente satisfactorio o que no llegue a explotar todo su potencial. De hecho, a pesar de su extensión, no aburre en ningún momento, presenta algunos personajes atractivos –principalmente el interpretado por Keri Russell, que encaja perfecto en la trama- y entrega algunas secuencias visualmente notables. Pero también es verdad que no llega a ser un film con una personalidad propia y solo la sostiene su naturaleza de acontecimiento para los fanáticos. De ahí que esta nueva trilogía pergeñada por Disney, aunque correcta en su balance general, no llega a darle a Star Wars el salto de calidad que insinuó inicialmente.
[REVIEW] Star Wars: El ascenso de Skywalker. «He vivido lo suficiente para ver los mismos ojos en diferentes personas«. Maz Kanata – Episode VII: The Force Awakens Cuando George Lucas estrenó allá por 1999 la trilogía precuela, en que narraba los hechos ocurridos en tiempos de un joven Obi-Wan Kenobi y un niño Anakin Skywalker, daba continuidad a una suerte de epopeya «familiar» que redujo el vasto universo a las peripecias de unos pocos. Rogue One (2016) y Solo: A Star Wars Story (2018) intentaron sin mucho éxito esa expansión que a los más radicalizados seguidores les sonaba a poco sin los Skywalker de por medio. Así que la continuidad era más que obvia, había que cerrar la odisea familiar para al fin poder narrar otras historias. Ciertamente ellos son la columna vertebral de Star Wars y su lejana galaxia, no cabe ninguna duda. Aunque era posible darle un respiro introduciendo, por qué no, otra perspectiva; una mirada ajena al núcleo familiar. Así lo advirtió Rian Johnson con su por demás criticado y detestado intento. Él pareció comprender el estancamiento e intentó librarlo dando paso a una nueva perspectiva, siempre dentro del canon, en el que jugaba a introducir nuevos personajes, como Rey, que no pertenecían a la genealogía de Jedis y Sith. Poco y nada valió el intento, uno que hasta parece haber enredado la trama en una suerte de laberinto que J.J. Abrams y Chris Terrio intentan en casi dos horas y media desenrollar con algunos aciertos y mucha, pero mucha intensidad. La sombra del emperador se yergue sobre la pobre y diezmada resistencia, como también sobre la galaxia toda. El regreso de Palpatine/Darth Sidious es el puntapié inicial a una reconfiguración del tablero en la guerra por la supremacía que lleva a los protagonistas a una carrera contrarreloj en busca del equilibrio. Porque el film no olvida que el camino del héroe siempre reinterpretado, desde que George Lucas creó a Luke Skywalker, es la búsqueda de la total aniquilación de la oscuridad. Ya no hay un después o tercera posición tan promocionada por Kylo Ren en el film anterior. Es un matar o morir que originará un revuelo sideral que irá hasta los mismos confines del espacio conocido. La aventura también traerá solaz a los seguidores, puesto que intenta responder muchas de las incógnitas planteadas en el Episodio VII: The Force Awakens, que la siguiente entrega evitó, lo que en cierta manera carga al film y ralenta el espectáculo que, de más está decir, es soberbio. J.J. Abrams comprende perfectamente el ritmo de una aventura y guarda para ese apresurado tercer acto una solemnidad inusitada en las producciones de Disney. Es un show caro, apoteósico y desprovisto de todo riesgo. No hay en ninguno de los personajes la ambigüedad anteriormente planteada, como si retomara la historia, en lo introspectivo y reflexivo de los mismos, en lo planteado en The Force Awakens. La carencia total de riesgos en la construcción de la trama lo torna por momentos de una previsibilidad que estropea el acervo logrado. Ninguno, y repetimos, ninguno de los personajes es capaz de escaparle a la cada vez más oscura sombra del Episodio VI: Return of the Jedi (1983) que se cierne sobre ellos, y no solo por los regresos ya propuestos en los adelantos como Palpatine y Lando Calrissian. El camino del héroe se traza sin mácula, sin reveses o dudas. Haremos un alto para mencionar a Adam Driver y su Kylo Ren, que de alguna manera cumple con el desarrollo propuesto en el film anterior, además de la interpretación destacada que hace el actor. Esto ayuda, claro, a que el espectador, nosotros, podamos mínimamente congeniar y comprender sus acciones por muy rocambolescas que sean en esta entrega. Rey, Daisy Ridley, carga con el indiscutido protagónico, alimentado con las nuevas noticias que recibe, y logra una criatura que en su fragilidad encuentra la fuerza; y aunque puede que por momentos se antoje solo un comodín argumental, tal vez no sea tan grosero como sí sucede con otros. Kelly Marie Tran, Lupita Nyong’o, Dominic Monaghan y Keri Russell, por nombrar algunos, son extensos cameos que anclan la narrativa con refuerzos en textos expositivos, redundantes. Poderosa, visualmente impactante, técnicamente no se podía esperar menos con la fotografía de Dan Mindel (Star Trek Into Darkness, Star Wars: Episode VII – The Force Awakens) y el diseño de producción de Rick Carter (un colaborador frecuente de Steven Spielberg) y Kevin Jenkins. Ciertamente el tramo final es paroxismo puro y donde más se acerca a lo esperado en un final de este tipo. Uno verdadero e inequívoco, por lo menos con respecto a los Skywalker. Star Wars: El ascenso de Skywalker es un final digno que conecta al espectador con la totalidad de la saga, que lo pasea por ese universo excepcional que George Lucas inició en 1977. Cuarenta y dos años de la mejor space opera jamás filmada, que retoma esa candidez, en el mejor de los sentidos, que supo tener en esas primeras entregas y que lleva al público a un viaje final lleno de nostalgia. Por mi parte, ha sido un placer un tanto empañado por la corrección y las ganas de gustar, que también sea dicho, son la finalidad de tales producciones.
J.J. Abrams dirige Star Wars: el ascenso de Skywalker, el último capítulo de la saga creada por George Lucas. Entre el fan service y la emoción, se cuela una gran película de aventuras que rememora el espíritu serial clase B con el que nació la franquicia. ¡Los fans hablan! Después de todo el debate que armó el muy comentado, e injustamente criticado, Star Wars: los últimos Jedi, escrito y dirigido por Rian Johnson, J. J. Abrams retomó el timón de la trilogía que él mismo inició con Episodio VII: el despertar de la fuerza (tras el despido de Colin Trevorrow) y cierra con Star Wars: el ascenso de Skywalker, no solamente esta tercera trilogía intergaláctica, sino también, aquella que George Lucas iniciara en 1977, cuando decidió crear una historia de ciencia ficción que combinara las épicas de samuráis de Akira Kurosawa, con las series clases B de los años 30, como Flash Gordon. Lamentablemente, ese espíritu inicial de aventuras, acción y humor con estereotipos de las narraciones e historietas clásicas del siglo XIX y principios del XX, se fue perdiendo a medida que la mitología iba cobrando vida propia, que el melodrama de culebrón le ganaba a la aventura, y la política barata y los avances tecnológicos eran de mayor interés para un George Lucas más maduro (el de los episodios I, II y III) que ya no quería filmar historias de piratas, jóvenes héroes y princesas rebeldes. Por supuesto que toda esta mitología es, ahora, la verdadera base del universo Star Wars. Romper con eso simboliza un pecado para cualquier fan. Democratizar la fuerza es una falta de respeto para la elite de seguidores que piensan que solo los Jedi y los Sith pueden hacer uso de los poderes sobrenaturales. Rian Johnson hizo una sátira y, a la vez, un cambio de rumbo, pero sin perder la esencia. Lamentablemente, los fanáticos que solo ven lo que tienen de frente, no supieron apreciar esa mirada. Quieren que todo siga el manual que ellos mismos fueron escribiendo. Le echan la culpa a la venta de Lucasfilm a Disney, cuando lo más probable es que si Lucas hubiese retomado el mando de la trilogía, habría sido mucho peor de lo que es. Abrams y Johnson, en cambio, volvieron a las raíces. Raíces que quedaron difusas, creando divisiones entre los fanáticos que ya no saben si seguir las historias de las novelas, los videojuegos, las series animadas o los spin off. Por suerte, ambos directores, obviaron todo lo que se apartara de los episodios originales, y fueron fieles a la narración central: la historia de los Skywalker. Y aunque Rey, la heroína de esta historia, aparentemente, no se relaciona sanguíneamente con Luke o Leia (como se verá en este episodio), tiene su protagonismo completamente justificado. Sin dar detalles del argumento, porque la sorpresa es el gran fuerte de este episodio, se puede decir que Abrams junto a su guionista Chris Terrio, le encontraron la vuelta a la narración para dejar conformes a aquellos que no quedaron a gusto con el guión de Johnson, pero tampoco contrariando completamente la historia del episodio VIII, sino continuándolo, con un par de vueltas de tuerca que, en realidad, derivan del Episodio VI: el regreso del Jedi. Es muy irónico, pero todo aquello que resulta más incoherente o inverosímil con respecto a esta trilogía (hay deus ex machina por todas partes) termina teniendo coherencia con la nonalogía completa. O sea, sí, los muertos hablan y aparecen. Los fantasmas de un viejo imperio resurgen de las cenizas como si el nazismo volviera de un día para el otro a sembrar el terror en toda Europa. Y esta comparación no resulta arbitraria. La película que sirve de mayor referencia para comprender la estructura de El ascenso de Skywalker es… Indiana Jones y la última cruzada. Acaso una de las mejores terceras partes jamás hechas, en la que Spielberg y, justamente, George Lucas, vuelven a cruzar (tras el hiato de El templo de la perdición) al héroe con el ejército nazi. Abrams también lleva a sus protagonistas a buscar diferentes objetos que, a su vez, los lleven a localizar una ciudad perdida y mitológica, que es custodiada por una figura centenaria. Rey, Finn y Poe atraviesan el mismo desierto (misma locación) en la que filmaron el film con Harrison Ford de 1989, después viajan a un pueblo que parece Polonia en medio de la segunda guerra y finalmente… Bueno, no vamos a revelar nada, pero hay un pequeño guiño para todo aquel que es fan de ambas sagas. Básicamente, en medio de todas las inverosimilitudes y todo el fan service, en medio de coherencias generales e incoherencias particulares, de algunas salidas narrativas forzadas, y un par de efectos no demasiado convincentes (todas las intervenciones de Carrie Fisher no terminan de ser diegéticas con las acciones o diálogos de otros personajes, salvo cuando se acude a dobles), se encuentra un film de aventuras clase B, conscientemente ridícula y muy lúdica. El fan y cierto sector de la crítica, e incluso de la industria, se ha tomado tan en serio la mitología, que se han olvidado que no se está frente a la representación de un texto sagrado y dogmático, sino de una obra de entretenimiento puro. De acción, romance cursi, amistades simples y villanos acartonados. Y pareciera que sólo Abrams, como fan y cineasta al mismo tiempo, se ha dado cuenta de ello. Es sólo cine, chicos. Es sólo una película. Disfrútenla.
Dejando de lado el furor y el fanatismo que esta histórica saga despertó alrededor del mundo entero, es sabido que cada estreno de “Star Wars” resulta un evento especial, constituyendo un universo con entidad propia alrededor del cual George Lucas construyó un imperio cinematográfico inconmensurable. Impensado destino le esperaba al fundador de la productora Lucasfilm Limited, que comenzara su carrera como director con un título tan representativo del cine independiente neo-hollywoodense como “American Graffiti” (1973). A lo largo de los últimos 40 años, esta obra perdurable ha conseguido romper los esquemas clásicos del relato, conformándose en un estandarte de la manera de contar posmoderna del Hollywood comercial, paradigma del cine indisociable de su estrategia de merchandising que por aquellos años tomaba el nombre de ‘películas high-concept’ según la corriente teórica estética. En cada entrega de la saga, Lucas (o el cineasta elegido para colocarse detrás de cámaras al frente del proyecto) nos presenta una aventura que plantea ambiguas relaciones entre sus protagonistas alteradas por engaños, sospechas y venganzas. Estos conflictos contrastan la oscuridad amenazante del orden social, al lado más luminoso que sus personajes ofrecen como antídoto último al mal: la poderosa filosofía detrás de la fuerza. La suma de estas partes conforma una arquitectura perfecta de despliegue monumental que auguró la revolución tecnológica digital de fines del siglo XX, convirtiendo a “Star Wars” en una perfecta maquinaria de brillante arquitectura ideológica. Por su elenco, supieron desfilar figuras de fuste del Hollywood del último cuarto del siglo XX, como Harrison Ford, Mark Hammitt, Carrie Fisher y Alec Guiness. Desde su inicial premisa, Lucas exhibió el tecnicismo al servicio de la galaxia de celuloide ideada con un detallismo sin igual. Inclusive incorporando guiños a típicos recursos gramáticos del género de los años ’30, como su estilo clásico de encuadre y barrido que remite a las producciones de culto de antaño. Estos elementos convierten a la saga en una experiencia única e imprescindible; tanto comercial como culturalmente su gran aporte a la meca cinematográfica excede a los fanáticos del género. Hasta aquí la historia de un legado incuestionable. Bien, cabe preguntarnos, ¿cómo se inserta la maquinaria Star Wars dentro del vertiginoso relato cinematográfico de nuestro presente? A comienzos del nuevo milenio, George Lucas colocará el legado de su creación al servicio del entretenimiento, consiguiendo un digno producto a la altura de lo esperado con “La Amenaza Fantasma” (1999), “El Ataque de los Clones” (2002) y “La Venganza de los Sith” (2005), cerrando la segunda parte de la trilogía con los Episodios I, II y III. “Star Wars” representa una profunda mirada al universo de un creador único, obsesivo y apegado a su preciada criatura. Este enjundioso cineasta hizo de su galaxia una obra cinematográfica íntegra, entregándole por completo su vida artística, a cambio de hacerse dueño de su propio cosmos inter espacial. En búsqueda de nuevas aventuras, le seguirían muy promocionadas incursiones, sucediéndose en un vértigo de generación espontánea: “Episodio VII” (2015), “Star Wars: Los últimos Jedi” (2017) y hasta dos celebrados spin-off: “Rogue One” (2016) y “Han Solo” (2018), acoplándose a las modas imperantes de reciclar historias y personajes hasta más no poder. La orfebrería visual ideada por el gestor de la saga “Star Wars” se transformó en un producto cinematográfico al que le dedicó su carrera entera, sobrepasando la dimensión audiovisual para convertirse en auténticas obras que excedían el acontecimiento cinematográfico. No resulta menor observar estos universos (y su merchandising alrededor) que han ido evolucionando, a la par de su creador, a lo largo de los años hasta diseminarse en diversos formatos, para retornar a la gran pantalla una y otra vez, aún sin la magia de antaño. En este marco histórico se inserta la nueva creación de J.J. Abrams (“Misión Imposible III”, “Super 8”), un cineasta que hereda una pesadísima carga (también hordas de fans ultra exigentes) y busca estar a la altura del legado galáctico, en busca de darle un cierre digno a la última trilogía de la antología creada por Lucasfilm. Unas primeras observaciones sobre este nuevo ejercicio “Star Wars” otorgan crédito al creador de las exitosas series de TV “Alias” y “Lost”, quien demuestra absoluto profesionalismo al desenvolverse como un auténtico artesano en el género, revalidando credenciales expuestas en la saga “Star Trek”, que adaptara al cine en 2009 y 2013. Ofreciendo divertimento a granel (tal y como los fans incondicionales de la saga esperan), y aún conociendo sus limitaciones en comparación con la trilogía original, “Star Wars: El ascenso de Skywalker” se propone como un viaje nostálgico al corazón de una saga que atravesó cuatro décadas y varias generaciones. Sin alcanzar el nivel épico y emotivo, ni la precisión narrativa de la que gozaban las primeras entregas autoría de George Lucas, este episodio epílogo se aventura como un satisfactorio muestrario del universo y la mitología tan hiperbólica como pasatista que encandilara, por décadas, a incondicionales de la franquicia que se convirtiera en un fenómeno de la cultura popular sin parangón en la historia del cine. La novena puerta se cierra y jóvenes adultos despertarán a una perenne fantasía galáctica. Que la fuerza los acompañe…
J.J. Abrams (Lost, Super 8, Cloverfield) encuentra la tarea de remendar los restos de una saga herida por las decisiones corporativas y el accionar un director enclenque – Rian Johnson – para lo que se necesitaba; Abrams demuestra correspondencia entre la pasión del fandom y realizar un trabajo sin traicionar las bases ni a él mismo no obstante, si bien The Rise of Skywalker es un paso adelante de lo que fue The Last Jedi en el 2017, los errores están a simple vista y ese poderoso final que tanto se esperaba queda en un tono bajo. Daisy Ridley, John Boyega y Oscar Isaac regresan como el trío principal de la nueva trilogía; cada uno de ellos tienen su momento a destacar (en especial Ridley, que por obvias razones el nuevo capítulo de la saga cae en sus pies), sin embargo, la química entre estos actores se ve distante en todo momento a pesar de que compartan pantalla. Este fin de trilogía muestra realmente que no se trata de encontrar amistad o un lugar en el mundo, sino de descubrimiento personal. Richard E. Grant, Keri Russell, Naomi Ackie son nuevos nombres – de reconocidos talentos – que se añaden a este universo de forma correcta. De todas formas el encargado de elevar la situación es Adam Driver interpretando nuevamente a Kylo Ren/Ben Solo. Driver se distancia de aquel «malcriado» que vimos en The Force Awakens (2015) y deja ver un lado maduro puro cuyo desarrollo en esta trilogía es digno de mención. Driver es el que más se benefició tras la explosión de esta nueva trilogía y lo demuestra en cada oportunidad; como Kylo, atrae el conflicto pero como Ben las situaciones se elevan llevando al espectador a disfrutar de las mejores escenas que The Rise of Skywalker. Pero las fallas en The Rise of Skywalker se presentan en cantidades alarmantes. Un guión pobre y el uso extremo de deus ex machina imposibilitan que este «último» capítulo sea una experiencia a la altura de las circunstancias. Además «La Fuerza» se adapta a la conveniencia, todo llega por un fin, y la inserción de un cierto «teletransporte de materia» destruye misticismos y arruina la capacidad de demostrar innovación en las bases, sacado por la pura idea de una «galera intergalactica». El inminente retorno de Palpatine (Ian McDiarmid) sucede de modo directo y sin vueltas. La satisfacción por el regreso del personaje de McDiarmid se consigue aunque la autoridad se pierda por la busqueda de «la salida fácil» que tanto Terrio y Abrams, en guión, dan. Con tantas opciones al alcance el evitar lo arriesgado seduce más y en Star Wars es un error fatal. 141 minutos que buscaban concluir de manera monumental consiguen un final tibio y pasajero; la llamada de hordas de fanáticos es fuerte y clara, pero hay que reconocer cuando el viaje llega a su fin y a Star Wars le llegó el turno. Hay un futuro claro y optimista en la saga y el mismo gira en torno a las spin-off, las pequeñas historias de galaxias, los héroes anónimos que merodean por el espacio pueden lograr conseguir nuevamente las viejas glorias… sólo es cuestión de buscar en el universo. Valoración: Buena.
Tras 42 años, la más icónica saga de la historia del cine llegó a su fin. Años de relatos, personajes inolvidables, momentos que quedarán en la eternidad y cantidades infinitas de literalmente todo tipo de consumo que puedas imaginar, culminaron en este film. La pregunta es: ¿tuvo el cierre digno y memorable que tal obra merecía? Este último episodio nos presenta una nueva aventura que marcará el final de la historia Skywalker. Palpatine volvió y es necesario adentrarse en el camino de los Sith para poder llegar hasta él y destruirlo. Mientras tanto, Rey y Kylo Ren siguen luchando con su identidad, cuya decisión de si aceptarla o no definirá el destino de toda la galaxia. Ahora, me gusto la película? La verdad que sí, pero la realidad es que el film está muy mal realizado. La historia, los personajes, el tratamiento del mismo. Todo fue maltratado. Y es por la grieta que se formó tras el lanzamiento de The Last Jedi, entre quienes dicen que Rian Johnson arruino la saga, y quienes no. Personalmente, The Last Jedi es una de mis películas favoritas de la saga, tiene una realización hermosa, llegando a niveles cinematográficos que ninguna de las películas anteriores había siquiera intentado alcanzar. Aunque sí es cierto que maltrató bastante toda la historia de Star Wars, los planes que tenían con ella y el simbolismo que el fandom le dio a algunos elementos/personajes de la saga. Pero nada de esto justifica lo que hizo J. J. Abrams, quien se considera un amante de Star Wars que se supone vino a rescatar la saga luego de The Last Jedi, pero lo único que hizo fue hundirla aún más con su soberbia. Es verdad que era difícil restaurar lo planeado y fue directo a lo seguro: el fanservice, hablando únicamente del porcentaje de seguidores que odiaron el episodio 8. Dentro de esto, utilizo la película para fomentar la lucha entre ambos, priorizando momentos donde atacaba a Johnson, olvidándose que lo fundamental era finalizar correctamente la saga más importante de la historia del cine. La nostalgia excesiva presente en toda la película, siendo una incógnita cómo sería la misma sin toda esa cantidad de referencias. Los mejores planos están en el trailer que creó una expectativa de calidad enorme y no lo supera. El guión está repleto de errores, huecos y arcos inconclusos. Maltrataron a casi todos los personajes secundarios inexplicablemente, metiendo a otros que no aportan nada relevante a la trama. Agregaron a Palpatine como villano final sin gastarse muchos segundos en una justificación coherente más allá del hecho de que Abrams quería molestar un poco más a Johnson por haber matado e inferiorizado a su villano. La dinámica entre Poe, Finn y Rey funciona como el trío principal de las secuelas y es entretenida, aunque repitan una fórmula ya gastada, pero al mismo tiempo estos dos primeros no se terminan de desarrollar nunca, creando arcos poco interesantes que no concluyen en nada y pasando a ser un acompañamiento plano que sirve para aliviar la tensión con un poquito de humor Disney. Y con Rey sucede que Kylo Ren es una personaje mucho más interesante con una evolución e historia superiores a la de ella, por lo cual queda opacada. La triste realidad es que la verdadera lucha final se encontraba detrás de cámaras y por desgracia los cambios de decisión y la pelea por el poder afectaron a la nueva trilogía, explotando innecesariamente en el final, arruinando la experiencia de un gran porcentaje de fans. Teniendo en cuenta que el fandom de Star Wars es uno de los más grandes del mundo (por no decir que lo es) y que la saga tiene más de 40 años, es bastante insultante que hayan tenido que terminar la historia así. Además de que este mismo es su único apoyo y el motivo por el cual pudieron seguir haciendo películas puesto que los cineastas del mundo que no son admiradores no aceptan la baja calidad de las mismas. Por otro lado, es necesario destacar los aspectos favorables que rescatan la película. Las escenas de batalla de Rey y Kylo son probablemente las mejores de toda la saga, y la relación entre ambos fue algo hermoso, nuevo y necesario en Star Wars, que te deja con ganas de más además de tener el cierre perfecto. La inclusión de detalles de objetos que estuvieron presentes en el multiuniverso de Star Wars (Star Wars Rebels, The Mandalorian y todas las películas antecesoras de la saga) e incluso las voces de algunos actores que participaron del mismo en la escena final (Hayden Christensen, Ewan McGregor, la voz de Ahsoka Tano quien fue la padawan de Anakin en la serie Rebels). Los cameos históricos, entre ellos de John Williams que realizó por última vez el soundtrack para la película y no pudo haber sido mejor. La evolución total del personaje de Kylo Ren/Ben Solo, quedando este como la imagen final de la nueva trilogía, con la espectacular interpretación de Adam Driver; y el cierre de Leia Organa, honrando la memoria de Carrie Fisher y la historia de su personaje. En cuanto a la trilogía en general, resulta triste la influencia de Disney, siendo la primera película en la que más se nota. Diálogos que dejan mucho que desear, momentos que deberían ser serios y tienen la necesidad de convertirlos en una comedia que claramente no funciona, personajes inconclusos, planos y estereotipados, esa tibieza a la hora de arriesgarse, shippeos innecesarios que ni siquiera se terminan de desarrollar, la influencia del contexto histórico y lo políticamente correcto. Pero, no podemos negar los rasgos a destacar de esta trilogía: la nostalgia en aquellos momentos donde fue bien utilizada, algunos diálogos icónicos, el cierre de los personajes de las películas originales (Luke, Leia, Han Solo aunque sigo considerando que este último fue maltratado y terminaron con su personaje demasiado rápido), el desarrollo de Kylo Ren, el increíble soundtrack que nunca falla y es esencial en Star Wars, la hermosa representación de algunos mundos, nuevas naves, escenarios y especies (aunque este último influenciado por la adorable necesidad de Disney de hacer todo bello y merchandiciable) y algunos momentos cinematográficos que quedarán en la historia como los mejores de toda la saga, entre ellos el desenlace de las ultimas dos películas. 42 años después las aventuras de la familia Skywalker llegaron a su fin, un fin que apenas logra funcionar comparado a su exitoso inicio en 1977, algo que ni la historia ni los fanáticos merecían. Y aunque los cineastas quedaran disgustados con la misma, los fanáticos que odiaron el episodio 8 amaran este final, convirtiéndose probablemente en uno de sus favoritos de la saga. Ahora solo queda agradecer por este universo hermoso que quedará en la eternidad formando parte de la historia del cine y habiendo marcado un paradigma en el mundo, dejando un legado inigualable. Solamente gracias, and may the Force be with you, Star Wars. Por Estefanía Da Fonseca
42 años atrás comenzó una de las franquicias que marcaría la historia del cine, traspasando distintas generaciones para ofrecernos un universo de ciencia ficción que juntaría millones de fanáticos. Y como en cada conclusión, es muy difícil poder contentar a todos, sobre todo teniendo en cuenta que las opiniones de las críticas y de los fans fueron muy dispares a lo largo de las 8 películas de la saga. Si bien “El ascenso de Skywalker” nos brinda un entretenimiento de dos horas y media de duración, donde el ritmo no decae en un solo segundo, existen un montón de cuestiones que no permiten que la conclusión de la saga sea la mejor posible. J. J. Abrams trata de corregir el rumbo del film, luego de las críticas que tuvo la cinta anterior, pero al hacerlo genera nuevos inconvenientes. Ejemplo de ello es la poca profundización de personajes interesantes que aparecieron anteriormente, como es el caso de Rose, una mujer poderosa, que acá tuvo pocas líneas y casi ninguna intervención. También trajeron nuevos personajes a una conclusión que no aportan mucho a la trama y que solo sirven para explicar lo que está sucediendo en la historia. A pesar de que la revelación final es sorprendente y no avala las teorías más populares de los fans, puede sentirse forzada, ya que en ningún momento tuvimos algún acercamiento a esta idea, sino parece que por impactar al público inventaron una resolución sin mucho sustento. Además, existen soluciones más pequeñas a distintas tramas que no tienen mucha más lógica que simplemente hacer avanzar la historia. Obviamente no podemos objetar nada con respecto a los aspectos técnicos del film, porque como bien nos tiene acostumbrado “Star Wars” nos proporciona buenas peleas con sables, persecuciones y explosiones galácticas que nos dejarán boquiabiertos. Como decíamos anteriormente, es muy difícil poder cerrar una historia de más de 40 años, contentando a todos, pero al tratar de hacerlo “Star Wars: el ascenso de Skywalker” nos deja un sabor agridulce. Nos impacta, nos sorprende y nos entretiene, pero también está llena de personajes poco aprovechados, conexiones incoherentes y resoluciones fáciles. Sin duda nos deja reflexionando y pensando sobre lo que acabamos de ver.
Es lo que hay Después de 42 años concluye la historia que George Lucas comenzó para dar lugar a toda una nueva dinastía "made in Disney" Después de 6 años en su poder, parece mentira lo mal que Disney ha tratado a la franquicia de Star Wars, con todo el dinero que tuvo que pagar para quedarse con Lucasfilm. La cosa había comenzado más que bien con la llegada de J.J. Abrams (productor y director de Lost, Star Trek y Super 8, entre otras), el regreso del reparto original y también del guionista Lawrence Kasdan y del compositor John Williams, que dejó grabada en la memoria del colectivo imaginario los temas que compuso para los 6 films anteriores. Pero hasta en los mejores equipos las cosas pueden salir mal y por eso El Despertar de la Fuerza (Star Wars The Force Awakens, 2015) fue algo que muchos consideraron un “homenaje” al film original de 1977 –que George Lucas ya había hecho con el Episodio I (1999)- pero terminó siendo una “remake” en la que quedó bien en claro que los actores de las películas originales nunca volverían a interactuar todos juntos en pantalla. Primera decepción para los fans Después de este “amague”, llegó la caprichosa Los Últimos Jedi (Star Wars The Last Jedi) de Rian Johnson, un director que considera que hacer “fan service” está mal y que desea ser cuestionado por el público. Lo logró, masacrando no sólo a una buena cantidad de los personajes que había creado Abrams, sino también profundizando en el objetivo de impedir la reunión de los actores originales con “la nueva generación”, algo a lo que contribuyó la muerte real de varios intérpretes como Carrie Fisher (Leia) y Kenny Baker (R2-D2). En definitiva, Johnson se limitó a hacer una “remake” de El Imperio Contrataca (Star Wars The Empire Strikes Back, 1980) pero con las secuencias en desorden, para que nadie se diera cuenta. Segunda decepción para los fans De tal manera lo manejó Johnson que el director que lo iba a suceder, Colin Trevorrow (el de Jurassic World, 2015) decidió dar un costado. Disney decidió darle una trilogía a Johnson para que desarrolle él solo pero ante la crítica respuesta de los fans, dio marcha atrás y lo dejó libre. Ahora, con un panorama desolador, el único que se animó a retomar la tarea fue Abrams, que decidió seguir los designios de los fans y abordar la historia por el lado del denominado “fan service”, que no es otra cosa que darle un gusto tras otro a los seguidores de Star Wars. Después de todo... ¿para quiénes se hacen estos films? El regreso desde “El Regreso” Es por eso que en este Episodio IX, denominado El Ascenso de Skywalker (Star Wars the Rise of Skywalker), lo primero que se pregunta el espectador es… ¿qué Skywalker ascenderá si el linaje está extinto? Bueno, no tanto ya que la generala Leia sigue viva en la ficción gracias a escenas escritas especialmente por él junto al guionista Chris Terrio –de Argo (2012), Batman v Superman (2016) y Liga de la Justicia (Justice League, 2017)- para utilizar metraje de El Despertar… que quedó inédito. De esta manera, comienza la historia que tiene como villano, a falta del Líder supremo Snoke que Rian Johnson asesinó de una manera insólita en la anterior entrega, al fallecido Emperador Palpatine (Ian McDiarmid), que sin explicar muy bien cómo es que volvió de la muerte, anuncia su regreso a la acción con una gigantesca flota oculta en los confines de la Galaxia conocida. Así las cosas, los rebeldes se lanzan a una carrera para dar con el paradero de Palpatine antes de que éste logre poner en marcha su plan maestro y reconquistar el trono que le fue arrebatado por Luke Skywalker (Mark Hamill) décadas atrás. De esta manera, Rey (Daisy Ridley), Finn (John Boyega), Poe (Oscar Isaac), C-3PO (Anthony Daniels) y Chewbacca (Joonas Suotamo) emprenden un nuevo camino que los llevará de planeta en planeta, mientras siguen una pista que Luke dejó en su búsqueda del planeta originario de los Sith, los malos más malos del universo. En el medio se cruzarán con el flamante Líder Supremo Kylo Ren (Adam Driver), ahora aliado del emperador, y personajes clásicos como Lando Calrissian (Billy Dee Williams) y “nuevos” de la “factoría Abrams” como Snap Wexley (Greg Grunberg, que ya apareció en las dos entregas anteriores), Beaumont Kin (Dominic Monaghan, de “Lost”) y Zorii Bliss (Keri Russell, la protagonista de “Felicity”). “Ayúdanos Bebé Yoda, eres nuestra única esperanza” Abrams hace malabares durante dos horas para que el espectador no se aburra (la acción no decae en ningún momento), mueve sus piezas de acá para allá y genera intrigas por doquier y consigue un film muy entretenido que, sin embargo, no logra despegarse de la maldición y se convierte en una “remake” de El Regreso del Jedi (Star Wars Return of the Jedi, 1983) con luna de Endor y osito Ewok incluido. Todo esto no deja lugar a dudas de que futuro de la franquicia quizá ya no esté en el cine, donde anunciaron que no estrenarán más trilogías (¡que la fuerza los acompañe!), sino en la TV o el streaming, como lo demuestra la sensacional recepción de The Mandalorian, un western que sigue los pasos de un cazarrecompensas que viaja de aquí para allá junto a un personaje que conquistó Internet: el bebé Yoda. ¿Faltan cosas? Seguro que sí, y el director se podría haber jugado con un final más espectacular que el que logró, pero así y todo la historia llega a su fin y cierra un círculo abierto hace 42 años en un planeta al que iluminan dos soles gemelos en una galaxia muy, muy lejana...
Ya hemos visto todos los altos y bajos posibles en las distintas sagas de Star Wars, desde pésimos guiones y pobres direcciones hasta terribles huecos de trama con horribles explicaciones; y Star Wars: Episodio IX - El ascenso de Skywalker, cuenta con todo eso.
Indudablemente estamos frente a uno de los íconos cinematográficos más importantes de la historia del cine, pero además Star wars es un símbolo que trasciende el séptimo arte para instalarse como ícono cultural mundial. Nadie que dentro de (juguemos un poco) mil años analice la historia de la humanidad en profundidad podrá soslayar éste producto cuando llegue al capítulo del arte hecho industria. Pesado precedente para hablar de esta última entrega que se anuncia como el final de la saga. Mentira. No es el final de nada, salvo que alguno de los espectadores que concurran al cine piense que quienes están detrás del nuevo negocio de Disney van a renunciar a seguir ganando millones y millones de dólares. Imposible. Eso sí, nobleza obliga, este vendría a ser el final del linaje de uno de los apellidos más ilustres de esta industria: Skywalker. Desde que J.J Abrams se hizo cargo del timón los episodios vistos en 2015, 2017 y este año cobraron frescura, vida propia, ritmo (trepidante, lejos de la carreta de bueyes que dirigió George Lucas en la trilogía de la precuela), y sobre todo una inteligente instalación de personajes que de ahora en adelante serán los favoritos de esta nueva generación porque hay que decirlo: desde 1977 a este jueves han pasado más de 42 años, es decir más de dos generaciones de espectadores que desde aquel entonces a hoy muchos son abuelos. Como es habitual, cada episodio arranca con un rodante de letras amarillas que nos aclara el cuadro de situación, es decir de qué la va el estreno de marras, para que todos estemos en tema. Una pequeña trampita, porque sin este inicio escrito habría que ver cuántos episodios sobreviven en sí mismos como película. “Star Wars: El ascenso de Skywalker” no es la excepción, así que. banda sonora clásica de John Williams mediante, sabemos lo que se viene. El lado oscuro, la fuerza detrás de la creación El Imperio Galáctico venía de capa caída cuando Darth Vader se carga al Emperador Palpatine en el episodio VI. Pero un resurgimiento de esta fuerza oscura viene amagando con cobrar predominancia a partir de la reaparición de Palpatine (Ian McDiarmid) en las sombras de un planeta secreto llamado Exegol, al cual quiso llegar Luke (Mark Hamill) antes de pasar a mejor vida. Mientras tanto, Rey (Daisy Ridley), la heroína de la esta trilogía, entrenada por el propio Luke, siente cada vez más fuerte la conexión con Kylo Ren Skywalker (Adam Driver), el nuevo Darth Vader, digamos, quién, por supuesto, quiere llevarla al lado de los malos convenciéndola que es su destino. A su vez, la resistencia a cargo de Leia Organa Skywalker (Carrie Fisher) y los nuevos líderes, Finn (John Boyega) y Poe (Oscar Isaac), acompañados por los eternos robots C3PO, R2-D2 (Arturito para los amigos) y B-B 8; encara la misión de conseguir un artefacto que permitirá a todos encontrar el famoso planeta para acabar definitivamente con la creación de la Nueva Orden. Esto es, más o menos, el esqueleto de un guión que en todos los episodios ha sostenido el ritmo narrativo en una misión a cumplir, y del éxito o fracaso de esa gesta surgían las continuaciones. Desde ese punto de vista, la aceleración de las acciones y el rebote de los escenarios de estas remiten a las viejas máquinas de flipper, en donde la bola plateada rebotaba veloz y repentinamente contra palancas y resortes, o sea: por momentos podemos seguirla con la vista, por momentos no (la persecución entre naves saltando ocho veces por el hiperespacio sería una muestra). De los últimos tres, El ascenso de Skywalker tiene la carga más pesada porque no sólo debe cerrar los cabos de toda la historia, sino además tratar de contentar a la mayor cantidad de fans posible apelando a la emotividad que provoca ver por última vez a los queridos personajes de las tres originales. Es tan grande la obsesión por asegurarse que estén todos en la fiesta que por momentos deja de importar si estas apariciones sirven o no para contar la historia. Tanto es así que la justificación de las voces de Yoda u Obi Wan es más concreta que la aparición del querido Lando Calrissian (Billy Dee Williams). Por querer llegar al meollo de la cuestión, que es la emoción por el cierre de esta historia, la dirección de J.J. Abrams se precipita. Como un corredor olímpico de carrera de obstáculos que sí llega al final triunfante, pero se lleva puestos un par. Por eso es casi imposible analizar ésta película sin entenderla como un fenómeno cultural. Quedarán de lado algunas licencias narrativas y la parte atolondrada de la narración, “Star Wars: El ascenso de Skywalker“ es una suerte de despedida, y como tal lo más recomendable es abrazarse a ese tinte nostálgico y emotivo que propone. Ya habrá tiempo de sacar nuevamente el sable láser.
Mala. El ascenso de Skywalker es una película mala. Esto no debería importar demasiado: la seducción de Star Wars siempre gravitó en la apropiación que los fans hicieron del folklore galáctico a lo largo de cuatro décadas. El universo de George Lucas se convirtió en una subcultura que múltiples industrias (videojuegos, series, cómics, merchandising) alimentaron bajo un oportunismo legítimo. El problema concierne a la dificultad del visionado: la película es incomprensible, carece de orden, cada escena busca su propio virtuosismo sin la menor percepción del conjunto. Es como si J. J. Abrams no hubiese filmado con un guion, sino con una lista de supermercado: los clips están destinados a funcionar en YouTube para la posteridad. Son átomos inspirados en Star Wars sin concatenación dramática. El espectador transita dos horas y media con el ceño fruncido: ¿por qué está pasando esto?, ¿de dónde salió este personaje?, ¿cómo llegamos acá? En los ocho episodios anteriores podíamos apreciar altibajos de calidad, pero jamás un carácter esquizofrénico. J. J. Abrams no cuenta una historia: divaga entre íconos. Más que medir la calidad cinematográfica, uno debe escuchar con extrema atención el relato de un loco. El desafío es entender por qué se produjo tal desatino en lo que debió ser una fiesta planetaria. Sabemos que J. J. Abrams es un narrador prolijo, con astucia plástica y algunas ideas para la puesta. La intención narrativa de Disney se vislumbraba con claridad en El despertar de la fuerza: una fusión entre remake y reboot tomando como referente a la trilogía original. El despertar de la fuerza era una película simple, pero simpática e inobjetable. A J .J. Abrams se lo veía cómodo como vocero del fan-fiction. Hasta que llegó Rian Johnson con su energía hereje y filmó Los últimos jedis, obra que se animó a romper con los automatismos de la saga y a dotar a la historia de complejidad psicológica (la tensión erótica entre Kylo y Rey era fascinante) y de una sofisticación narrativa inédita: por primera vez, un episodio se pensaba como una persecución en tiempo real. J. J. Abrams busca volver al plan inicial de remake y reboot, pero bajo un desbarajuste sináptico. El ascenso de Skywalker es una negación histérica de Los últimos jedis: desconoce la densidad dramática, pero no tiene otra alternativa que continuar con el orden de acontecimientos. La evolución propuesta por Rian Johnson es rechazada por J. J. Abrams. Ni siquiera estamos ante una guerra dialéctica, se trata de una negación caprichosa. Por eso el visionado es confuso: J. J. Abrams retoma a sus personajes tal como los dejó en El despertar de la fuerza, empeñándose por reinventar con un vértigo cinematográfico absurdo un nuevo plan narrativo. ¿Y el final agónico de Los últimos jedis, en el que un puñado de sobrevivientes de la resistencia quedaba a la deriva? ¿Y el poderío militar de la Nueva Orden? ¿Y el lazo ambiguo entre Kylo y Rey? Todo parece comenzar de cero bajo un pensamiento mágico que crea subtramas imposibles, varias rompiendo la barrera del ridículo, como el impeachment que se autoejecuta el líder de una secta. La desesperación por aglutinar la totalidad de elementos de Star Wars termina en una malformación que hasta traiciona la filosofía de la saga. Esa idea del balance se simplifica bajo fórmulas que eliminan matices. Los fálicos sables láser, las líneas geniales de C3PO y los leitmotivs de John Williams crean la ilusión de estar ante un producto puro y duro de Star Wars. Pero es sólo eso: una ilusión que al desvanecerse nos deja huérfanos de épica.
Critica emitida en radio. Escuchar en link
Critica emitida en radio. Escuchar en link
Critica emitida en radio. Escuchar en link
La mística por sobre la historia El capítulo final de la historia iniciada por George Lucas en 1977 funciona como epílogo de la saga Skywalker Es difícil analizar este Episodio IX como una película única, disociada de El despertar de la fuerza y Los últimos Jedi, después de todo se trata de una trilogía. J.J. Abrams abrió un camino (que con sus más y sus menos) intentaba emular el espíritu ideado por Lucas a finales de los setenta. Presentó una nueva generación de personajes y los hizo interactuar con algunos emblemáticos, aunque es imperdonable que no pusiera juntos en la pantalla por última vez a Han Solo y Luke Skywalker. Después llegó Rian Johnson y tiró por la borda lo hecho por su predecesor. No respetó la mitología, ni a los personajes icónicos, trazó un argumento en tiempo real que no resultaba creíble, desenmascaró al villano de la historia y lo presentó como un “niño caprichoso” y eliminó a una entidad que se suponía súper poderosa (Snoke) de una manera anticlimática y sin razón. Intentando reparar todo esto, Abrams volvió al ruedo y se embarcó en El Ascenso de Skywalker, con una premisa: borrar con el codo lo que Johnson había escrito. Así este capítulo final ignora gran parte de lo narrado en el Episodio VIII e intenta contentar y emocionar a los fans con imágenes impactantes y algún que otro golpe bajo, pero con poco rigor argumental. Rey, la heroína que conocimos en El despertar de la fuerza sigue siendo el motor, el corazón de la historia. Desde que la presentaron, los espectadores fueron testigos de su búsqueda por saber quién es, por descubrir su identidad. Tras muchas especulaciones, la respuesta es contestada en este largometraje, pero no es ni convincente, ni efectiva, parece un manotazo de ahogado que no tiene sentido si se revisiona las películas anteriores. Kylo Ren, un malo que nunca estuvo a la altura de Darth Vader, ni de Darth Maul, Conde Dooku o el General Grievous, se pasea por el metraje desorientado, con o sin casco, nunca termina de ser ni temible, ni carismático. Y es una pena por Adam Driver, un gran intérprete que ha sido desaprovechado por la poca profundidad del personaje. El arco argumental de Finn, un Stormtrooper desertor es un ejemplo de la poca sincronía que hay entre los tres filmes finales. En la anterior película se insinuaba una relación con Rose, la chica asiática con la que ahora apenas si cruza palabras. Además de que esta última, como Maz Kanata o Capitan Phasma (¿alguien se acuerda de ella?), son parte de una galería de personajes que pulularon sin sentido a lo largo de los tres largometrajes, una prueba más del descontrol argumental que sufrió esta trilogía. Hay varios momentos del largometraje que no suenan naturales, entre ellos los protagonizados por Carrie Fisher, la eterna princesa Leia, fallecida antes del estreno del Episodio VIII, cuyos parlamentos no hacen avanzar la trama y están claramente insertados utilizando metraje antiguo que luce artificial y desconectado del resto de las escenas. O la aparición de Lando Calrissian (Billy Dee Williams), una efectista participación que apela a la nostalgia y que está destinada a los fans que superan los cuarenta y son los más reacios a las nuevas películas. No es el único “fan service”, a lo largo de las dos horas y veinte de película abundan las referencias y clichés que buscan maquillar la incoherencia dramática. El lado positivo es que visualmente El ascenso de Skywalker es mucho más poderosa que sus dos predecesoras. Los escenarios en donde se desarrollan algunos de los combates con sable láser le otorgan una épica que al ritmo de la banda de sonido de John Williams logran conmover. El vértigo y la acción trepidante confirman que el realizador tiene muy claro cómo rodar las secuencias extremas, de persecuciones y batallas. Pero todo esto son pinceladas en una tela que tiene muchos sectores en blanco. Como epílogo, sin exigir que todas las subtramas cierren, puede generar emoción, pero no por las virtudes del filme, sino por la mística que rodea al Universo. Después de todo, más allá de la fallida experiencia que resultan estas tres producciones, La Fuerza es poderosa y estará por siempre.
Tensión al 25% Hace ya 42 años que, con grandes dosis de creatividad y audacia, George Lucas daba inicio a una de las sagas más influyentes y representativas del cine hollywoodense. Desde entonces, muchísima agua ha pasado por abajo del puente; un par de décadas después la franquicia continuó con una segunda trilogía bastante floja (1999-2005) en la que Lucas demostraba que la mayor parte de su talento tras de cámaras se había extinguido, y que enfrió los ánimos de los productores durante un buen tiempo.
Deus Ex Machina: la Película. En general siempre he defendido la nueva trilogía de la Guerra de las Galaxias – con todo lo reciclado, lo bueno y lo malo – porque estaba salpicada de momentos emocionantes, cosa que la trilogía de precuelas (aclaro!) by George Lucas (a) “el Padre de Todo” siempre careció debido a su pésima escritura y desarrollo de personajes. Y siempre he amado a Rey, no sólo por el carisma y la sensibilidad de Daisy Ridley para con el papel, sino por los retos emocionales que le suponía el camino desde chatarrera a suprema Jedi de toda la galaxia. Pero acá ni Ridley ni John Boyega, ni Oscar Isaac ni la tanda de gerontes históricos de la saga, ni el revivido Billy Dee Williams, ni los cameos ni los nuevos personajes… ni la mar en coche pueden redimir a este Frankenstein cinematográfico, un producto lleno de parches, saltos de lógica y continuidad y conejos salidos de la galera que sólo ocurren porque a los popes de Lucasfilms y Disney no les gustó Los Ultimos Jedi y decidieron deshacer todo lo que había hecho Rian Johnson – que entre lo bueno y lo malo, al menos quiso hacer algo distinto -. ¿Si emociona Episodio IX?. Sip, hay algunos momentos muy buenos. ¿Si es satisfactoria?. No, en absoluto. Está ok pero dudo que alguien hable de ella dentro de 5 o 10 años, al contrario de lo que ocurrió con El Regreso del Jedi que, comparado con esto (y eso que era una película mediocre en su momento), parece Shakespeare. Disney no entiende Star Wars. Claro, cuando compraron Marvel se quedaron con todo el staff, gente que entendía el producto y los personajes desde hacía décadas pero, cuando se quedó con Lucasfilms, lo primero que hicieron fue echar al único tipo que entendía la saga. Ok, George Lucas venía metiendo la pata hace rato, pero lo que precisaba Star Wars es poner a Lucas a hacer lineamientos generales y que otros directores / guionistas escribieran cosas potables en vez de los engendros que redactaba Jorgito. Se mandaron con otra trilogía para descontar los 4 billones que le pagaron al barba con el drama de que no pusieron a nadie como centro creativo de la nueva franquicia, un tipo que trazara un plano mínimo de lo que debía pasar argumentalmente en las costosas tres películas que iban a rodar en los siguientes 5 años. Así que lo que siguieron fueron tres películas completamente independientes en cuanto a filosofía, unidas argumentalmente por un lazo muy débil. Y claro, llega el momento de pagar las cuentas y cerrar el boliche, y ahí es cuando todos se ponen en apuros porque tienen que remixar el reciclado salvaje de J.J. Abrams de El Despertar de la Fuerza con la visión iconoclasta de Rian Johnson en Los Ultimos Jedi para darle un cierre, con la contra de que se quedaron sin villano principal ya que a Snoke lo cortaron en fetas. El Ascenso de Skywalker tiene muchísimo menos reciclado que El Despertar de la Fuerza – algunas escenas perdidas y el duelo final que parece la batalla en el trono de Palpatine en El Regreso del Jedi -, pero es mas por el emparche forzado no sólo para corregir los sacrilegios que Johnson hizo en Los Ultimos Jedi sino también para lidiar con la inesperada muerte de la que iba a ser la principal protagonista – Carrie Fisher -, con lo cual tuvieron que aplicar cirugía de emergencia. La cantidad de elucubraciones con las cuales se despacha el libreto es demasiada y agota. Balizas creadas hace 30 años para ubicar un templo secreto que no estaba en el pensamiento de nadie – ni siquiera de Palpatine – (además, ¿para qué inventar brújulas para ir a un lugar secreto si todos los que querían ir ya están allá?; y, por otro lado, es un reciclado del McGuffin del secreto mapa perdido para ubicar a Luke en El Despertar de la Fuerza); el regreso del WhatsApp espacial que ahora te permite hacer transferencia de objetos (!); Palpatine, salido totalmente de la nada, sin la mas mínima pista sobre su existencia dada en los dos filmes anteriores y un alevoso emparche de la historia (por mas que Abrams cacaree que siempre planeó revivir al emperador); Lando, estancado en un planeta durante décadas en busca de algo que estos tipos vienen y lo encuentran en dos segundos; dagas con inscripciones secretas que un robot multilingüe no puede leer, ni siquiera pisando su programación o haciendo caso a su dueño; pases libres para entrar en cruceros imperiales (!!); altos funcionarios imperiales devenidos espías (!!!); una revelación de parentesco tan absurda que uno debería estar revolcándose en el piso de la risa; golpes de efecto a rolete (como la visión de Rey versión Sith); cruceros imperiales materializados de la nada… ¿y operados con qué gente?; y el nuevo don de curar y dar vida que tienen los Jedi, que solo lo tomo por válido porque se lo vi a Baby Yoda en The Mandalorian. Pero no, El Ascenso de Skywalker es una máquina de despachar fruta y, si no cae en la hoguera, es porque hay buenas escenas de acción, muchos chistes, un par de escenas formidables (como los nuevos poderes de Rey), la actitud de Daisy Ridley, y C3PO convertido en un constante ladrón de escenas. Debo admitir que, aún con todas su incongruencias, el duelo final es impresionante – el planeta donde mora Palpatine, una especie de clon moribundo del emperador atachado a una máquina de vida a lo Braniac, es la versión perfecta del Infierno en el espacio – y que el filme tiene su cuota de momentos emocionantes (y creo que Richard E. Grant debería haber entrado mucho antes a la franquicia en vez de Domhnall Gleeson); pero creo que es mas por la calidad de los actores que por el libreto que va a los ponchazos todo el tiempo. Es posible que Lucasfilms empiece a encontrarle la vuelta al universo Star Wars “marvelizando” la franquicia – como pasa con The Mandalorian, trayendo a veteranos como Dave Filoni y a artesanos Marvel como Taika Waititi, Jon Favreau, e incluso la participación directa de Bob Iger, CEO de Disney, en los papeles ya que lo de Kathleen Kennedy bordea el desastre a esta altura – y que los productos que vengan de ahora en mas sean mejores (cosa curiosa, a Disney le pasa con Lucasfilms lo mismo que a la Warner con DC, en donde terminaron volando toda la plana gerencial y poniendo a gente del palo, creativos y no burócratas en los puestos decisorios). Lo que precisa Disney / Lucasfilms es abandonar por completo a la familia Skywalker y sus aliados, y utilizar el universo Star Wars para contar historias de todo tipo, en cualquier planeta y con otros personajes. Lo hizo Rogue One – lo mejor que ha dado la franquicia en este milenio – y lo hace The Mandalorian, aunque ahí van a los tropezones y no se animan a despegarse por completo de la nostalgia y el fan service. Quizás cuando entiendan esto, podrá ser que puedan crear algo único, original y excitante en el universo Star Wars. Porque se trata de todo un universo, ¿no?, así que es imposible que vengan con la excusa de que no existen otras historias que no tengan que ver con los Skywalker y su prole.
Darle cierre a un relato que lleva contándose casi cuarenta y tres años parece una responsabilidad enorme. Más con la expectativa extra cinematográfica, casi de Gran Acontecimiento Global, que produce cada nueva película de lo que antes llamábamos La Guerra de las Galaxias. Y con el marco de un relanzamiento que vino a levantar la vara de su, digamos, segunda fase, reconectando la saga con sus orígenes. En manos de este heredero de Spielberg, JJ Abrams (El despertar de la fuerza), Rian Johnson (Los últimos Jedi) y ahora, de nuevo Abrams. El ascenso encuentra a la Resistencia debilitada, con sus sobrevivientes en una especie de selva donde Rey (la estupenda Daisy Ridley) entrena bajo la atenta mirada de Leia (Carrie Fisher). Pero resulta que Kylo Ren (Adam Driver) no está solo, puesto que el emperador Palpatine vive y quiere quedarse con todo. Para impedirlo, Rey y sus amigos (Finn, Poe, Chewbacca y los robots) deberán encontrar una brújula que lleva al corazón del mal. Y la empresa los llevará por distintos planetas, en una serie de aventuras subordinadas que incluyen algunos amagues tramposos y subtramas que podrían no haber estado sin que nada se modificara. El intríngulis acerca de la identidad, tanto de Rey como de Kylo Ren, atraviesa el relato. Mientras la relación entre los dos descubre tensiones tan interesantes como el nuevo arco del personaje de Driver, que con Palpatine en juego ya no es exactamente el villano. El ascenso es, probablemente, la más "para fans" de todas las entregas. Lo cual era esperable: si el episodio anterior ofrecía desvíos y tomaba algunos riesgos, este final, sobre todo en su último tramo (la dictadura del spoiler impide hacer hasta chistes, pero vos te imaginás), absolutamente todos los homenajes, reapariciones, citas y reencuentros con la mística y la nostalgia con mayúsculas. Y si esos fans se enojaron con la película de Johnson, menos ortodoxa, parece que Abrams escuchó sus reclamos, tomó nota, y ejecutó en consecuencia. Fan service, le dicen. Todo sazonado por la música icónica de John Williams, cuyo leit motiv para el bien y el mal pauta las secuencias, como una gran sinfonía de auto homenaje. Los fans derramarán sus lágrimas de rigor. Pero los no tan fanáticos, más allá de los obstáculos argumentales, pasarán un buen rato. Gentileza del relato fluido de Abrams, la simpatía de todo el asunto, la belleza de algunas imágenes, y esa sensación gozosa, casi privilegiada, de que están invitados, por un rato, a ser chicos otra vez.
El supuesto último capítulo de la saga creada por George Lucas intenta por todos los medios cerrar la mítica historia iniciada hace 42 años dejando contentos a los fans. ¿Lo logra? ¿O se nota demasiado el esfuerzo? Crítica publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires. Hay dos maneras de acercarse a la saga “Star Wars”: desde la pasión del fanático o desde una cierta distancia que pueda tener un espectador/cinéfilo no especialmente devoto, o uno que ya perdió los juguetes de la infancia hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana. Pasa lo mismo con muchos fenómenos culturales actuales y éste es, junto a las héroes con calzas de Marvel, el caso más claro de todos. Hay una zona en la que el deseo del fan de ver cumplidos sus sueños y respetadas sus expectativas se choca con cualquier atisbo de originalidad o de desviación de una fórmula probada. Y el fandom es hoy tan poderoso a la hora de determinar el éxito o fracaso de una película que hasta Disney parece tenerle miedo antes de lanzar cada producto. Si se preguntan qué significa pasarse al lado oscuro de la Fuerza sólo tienen que mirar allí. Da la impresión que “El ascenso de Skywalker” es una película hecha por algún tipo de comité, una suerte de negociación entre las partes involucradas: los dueños de los derechos y los apropiadores del legado. Imagino, a la manera de las precuelas, una suerte de Senado de fans, guionistas y productores debatiendo el devenir de los personajes en el supuesto último episodio de la saga, con los ejecutivos del estudio tomando nota de cada deseo. “No nos gustó lo que Rian Johnson hizo con Luke”. Ok. “Tampoco lo que dijeron sobre el linaje familiar de Rey”. Entendido. “Queremos que vuelva tal o cual personaje”. Así será. “No queremos problemas”, contestan del otro lado. Bienvenidos a “El ascenso del fanático”, la nueva fórmula de Disney para “acertar el aterrizaje” de sus productos más venerados. La lógica es simple y hasta comprensible. “Star Wars VII: El despertar de la fuerza”, la película que revivió a la saga y que era casi una remake de la original de George Lucas, fue clonada por J.J. Abrams a medida del imaginario heredado de los fans de varias generaciones y recaudó 2.100 millones de dólares en todo el mundo (en Estados Unidos es la más taquillera de la historia). La siguiente, “El último Jedi”, se tomó varias libertades con el “canon” y fue, en términos relativos, un fracaso: recaudó 1.300 millones, un 35% menos que la anterior. Pero, sobre todas las cosas, fue odiada por los fanáticos, que dejaron una clara muestra de su manejo de la Fuerza en esa diferencia de taquilla, fruto de la viralización online de su profundo disgusto. Para Disney fue una clara señal: despidieron al anunciado director del “Episodio IX”, Colin Trevorrow, y volvieron a convocar a J.J., el hacedor del milagro del “Episodio VII”. Y Abrams entregó algo que probablemente se parece mucho a lo que la mayoría de los fans esperaban y exigieron: un producto funcional, respetable, hecho con indudable talento y profesionalismo, un homenaje de “Star Wars” a su propia mitología que, pese a no tener un gramo de originalidad en ninguno de sus apresurados fotogramas, tiene la potencia heredada de su propia y luminosa genética. “El ascenso de Skywalker” es un Grandes Exitos de “Star Wars”, un episodio en el que las nuevas aventuras que hay para contar importan muy poco o solo en relación a lo que puedan aportar a la hora de cerrar, con un gigantesco moño, más de cuatro décadas de expansión narrativa de una saga que, más allá de un sólido núcleo central familiar y de un eje temático poderoso (la Fuerza, en todas sus posibles interpretaciones), se ramifica hasta lo imposible. Como esa misma cultura del temor a la ira del fanático impide ya que los críticos podamos siquiera contar qué es lo que sucede en una película sin molestar u ofender a alguien (el spoiler en estos casos ya no tiene que ver con contar cosas fundamentales de la trama sino hasta decir, por ejemplo, lo que se lee en el clásico texto inicial), solo diremos lo que ya está preanunciado en los trailers: que regresa Palpatine como enemigo principal, que la hoy protagonista absoluta, Rey (Daisy Ridley), sigue en la búsqueda de sus orígenes familiares (que quizás no sean los sugeridos en “El último Jedi”), que Kylo Ren (Adam Driver) avanza en camino a ser el villano más torturado de la historia del cine y que los un poco relegados Poe (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega) siguen aportando su cuota de humor, acción y amor por la aventura. Y que hay un espacio para varios de los personajes clásicos que, de algún u otro modo, aportan su fantasmagórica presencia. A diferencia de lo que sucedió en el “Episodio VIII” en el que cada protagonista parecía hacer su camino por separado casi sin cruzarse entre sí (acaso el único error serio de Rian Johnson entre los riesgos que tomó), Abrams prefiere aquí que los tres héroes principales, junto a nuestros queribles androides y variopintas criaturas amigas viejas y nuevas, funcionen como un equipo unido en la búsqueda del misterioso y oscuro lugar donde se oculta el reaparecido Emperador. Es una decisión que sirve, fundamentalmente, para darle a tres personajes (y actores) que parecen tener buena química entre sí, más oportunidades de conexión, humor y emoción, algo que también les toca de cerca a Chewbacca, C-3PO, R2D2 y como sea que se llame la simpática pelota de fútbol esa con cabeza. De los aportes del capítulo anterior acaso el más importante de los que continúa en el “Episodio IX” es el de la conexión telepática que fluctúa entre lo virtual y lo real entre Rey y Kylo, conexión que le permite a Abrams crear algunas escenas de intrigante complejidad espacial. Y ya verán lo que sucede con la trama familiar de Rey… La primera hora, centrada en las idas y vueltas de esos recorridos (distintos y apilados McGuffins que hacen girar y girar a los personajes en su misión por llegar a Chez Palpatine), no aporta demasiado y, salvo algunas sorpresas narrativas y el habitual buen manejo de la tensión de parte de Abrams, es bastante tediosa. Da la impresión de que hasta ellos mismos lo saben, o se dieron cuenta, y en algún punto –como pasa también en los últimos episodios de series de televisión que llevan muchos años en el aire— la película nueva da paso al homenaje que la saga se hace a sí misma. Eso no quiere decir que no haya resoluciones dramáticas importantes o muy buenas escenas en esa segunda hora. Hay varias y, en algunos casos muy potentes, como es el caso de un par de espectaculares escenas de combates individuales –las grupales son más caóticas y bastante incomprensibles desde la gramática cinematográfica—de poderoso impacto visual. Pero gran parte del tiempo se va en atar cabos, en convocar a los fantasmas del pasado (personas, objetos, locaciones, criaturas y miles de “easter eggs” que seguramente se le pasan por alto a la mayoría de los mortales) y en armar un bis con mucho de “Gracias totales”: la presunta despedida de una banda que acompañó a varias generaciones de espectadores y que en este concierto no le queda otra que tocar los temas más conocidos de su carrera. Se podrá discutir hasta el hartazgo esos modelos de acercamiento a la propia historia de parte de una saga cinematográfica o, si se quiere usar como ejemplo, de una banda de rock. Hay creadores que prefieren seguir arriesgando e intentando ser originales aún a punto de alienar a sus fans. Y están los que asumen su status de mito y eligen fabricarse sus propias estatuas en vida. Lo importante, llegado el caso, es que la decisión sea de los propios artistas y no una consensuada con los tesoreros y los representantes de la hinchada. Pero me temo que, en la mayoría de los casos, lo que prevalece es esto último. “Star Wars: El ascenso de Skywalker” es fan service puro y duro, un producto que parece armado por un refinado algoritmo que recogió los aparentes deseos de todos los amantes de la saga y los puso en una multiprocesadora de significados y de emoción sonsacada a puro reflejo condicionado. Eso no quiere decir que el “Episodio IX” no sea disfrutable ni mucho menos. Está hecho con el ingenio y la creatividad de un equipo que, encabezado por un director indudablemente talentoso, tiene muy en claro cuáles son esos deseos y dónde están esos puntos sensibles de todo espectador que alguna vez haya manejado un sable láser de juguete. Y, a la velocidad de la luz, va en búsqueda de su reacción emocional. Seguramente la consiga. No será el broche de oro soñado pero es una imitación bastante convincente que reluce con buena parte del brillo de las joyas del abuelo George.
El cierre de una trilogía muy Disney Desde el inicio de esta nueva trilogía que comenzó allá por 2015, ya se notaba ese aura Disney con todo lo que eso significa, lo bueno y lo malo. Lo bueno tiene que ver por supuesto con todo el talento que pone la empresa para lograr que sus productos, desde los guiones hasta los efectos especiales del film, sean por lo menos buenos, y de ahí para arriba. Es muy raro que Disney nos entregue un producto cinematográfico malo o pobre en el balance general. Puede ser un producto irregular y desordenado, pero casi nunca malo. Por lo general están por encima de una línea mínima de calidad que los convierte a casi todos en buenos productos. Estos aspectos se pudieron ver a lo largo de estas últimas tres entregas de Star Wars. La historia general que ofrece el relato es interesante, la producción que lleva a cabo para meternos en esa galaxia muy, muy lejana es de excelencia, con grandes efectos visuales y una banda sonora que deleita, con muchos personajes nuevos y algunos de los clásicos que tanto nos gustaron en su momento. El problema con esta nueva entrega, y en mi opinión, con ''The Force Awakens'' también, es que son dos películas que se posicionan un poquito por encima de esa línea de calidad. ¿Son buenos productos? Son buenos productos. ¿Son excelentes y te vuelan la cabeza? Mmmm, no. Y esto significa un problema para una saga tan popular y expuesta al escrutinio . Las expectativa son tan altas, que no te basta con ver una peli buena de Star Wars, te quedás esperando que te vuele la cabeza. El trailer final de esta última entrega recuerdo que me emocionó, y aún incluso cuando lo veo hoy se me pone la piel de gallina. Pero cuando después ves la película completa, te levantás con una sensación dividida. Por un lado te contentás de haber disfrutado del final de esta trilogía, habiendo vivido una vez más ese universo cinematográfico que tanto nos gusta a los fans de la ciencia ficción. Ver la evolución de los personajes y toda la acción que siempre ofrecen estas propuestas. Pero por otro lado, te das cuenta de que en cierta forma se cumple el dicho ''Mucho ruido y pocas nueces''. Cuando vemos que quizás nos sorprendan con algún giro muy inesperado, como sucedió en algunas partes de ''The Last Jedi'', luego nos damos cuenta de que era un amague y en realidad el río sigue el cause que estaba marcado desde el inicio. Es decir, no se arriesgan demasiado y se vuelven muy predecibles. Te ponen una escena donde se divisa una pareja homosexual 2 segundos en pantalla, y creen que con eso ya se volvieron unos locos revolucionarios. En el caso del cine, con la cantidad de propuestas que hay, creo que se aplica ese dicho que dice ''El que no arriesga, no gana''. Ese es el principal problema de esta nueva saga. No se animan a ser verdaderamente diferentes, a abrir la puerta a un universo nuevo. En cambio se quedan con la historia anclada en lo familiar y el desenlace final deja gusto a poco. Todo lo demás que podamos decir es lo estándar. Muy buenos actores, efectos especiales fenomenales, un universo de extraterrestres y robots que son espectaculares para la vista y la posibilidad de desfrutar de personajes que nos marcaron de chicos y que simplemente nos gustaron mucho. El problema está en tener una historia poco audaz, que se ubica un poco por encima de la línea de calidad, miedosa de lo que puedan decir de ella. Prefiera gustar en menor medida pero de manera masiva que jugársela y gustar muchísimo a un grupo de personas un poco menor. Es un buen cierre de trilogía, pero no es uno espectacular.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio