SENDAS TORCIDAS. Hay alguno único y movilizador en la filmografía de Ben Affleck. La potencia moral de su cine se mueve en carriles no habituales para la producción cinematográfica actual. Sus personajes protagónicos -en tres casos interpretados por él, pero en su primera película por su hermano Casey- se enfrentan a dilemas morales y a decisiones que más tarde o más temprano tienen un precio. Salgan victoriosos o no tanto, ninguno puede salir indemne. Sin duda el más feliz de todos sea el de Argo, su película menos melancólica y oscura. Pero en su cine la vida siempre enfrenta a las personas a las decisiones que lo definen todo. Por supuesto que es cine y por lo tanto esas decisiones morales son notables e incluyen drama, violencia y muerte. Acá estamos lejos de la ambigua simpatía que sienten por los gángsters o los violentos otros cineastas. Joe Coughlin (Ben Affleck) va mucho más allá de los personajes, en él el realizador transmite su mirada del mundo, su idea del mundo. Como siempre en Affleck, nada es gratuito, ningún acto carece de consecuencias. Cuando la nobleza es recta, el triunfo es grande, pero cuando en el camino el personaje antes de decidir lo correcto atraviesa un infierno, el precio finalmente lo pago. En Gone Baby Gone, The Town y Live By Night el protagonista debe vivir con las consecuencias. En The Town una frase define al personaje protagónico: “No importa cuánto cambies, todavía debes pagar el precio por las cosas que hiciste. Así que es un largo camino. Pero sé que nos veremos nuevamente, de este lado o del otro”. Esta mirada de una segunda oportunidad tiene clara connotaciones religiosas, pero acá el camino de la redención debe completarse en esta vida. “Este es el paraíso, aquí mismo. Estamos en él ahora.” dice el personaje de una actriz frustrada devenida en poderosa oradora religiosa que termina admitiendo que no sabe si existe Dios, que ojalá exista. Sin duda se ven elementos en común entre los cuatro films de Affleck pero también en el material que da origen a Gone Baby Gone y Live By Night, que son dos libros de Dennis Lehane. Se parecen mucho –más allá de las muchas diferencias, claro- los desenlaces de ambos films. La frase de The Town se podría aplicar a ambos films, podría cerrar ambas películas, aunque la marcada diferencia religiosa saltaría a la vista. Como director Affleck prefiere contar historias intensas con un estilo completamente clásico. No asoma ni el más mínimo vestigio de cinismo en su cine, no hay un humor burlón que permita distanciarse emocionalmente. Hay una fuerte moral y convicciones que podrían ser consideradas fuera de moda. Sus películas son sobre la decencia y hacer lo correcto. Bajo el amparo de los géneros la historia conduce por caminos que obviamente no pueden ser tomados literalmente. Live By Night no es un film sobre gángsters, sino con gángsters. Gángsters es el género, los temas son universales y no pueden dejar indiferente a los espectadores. Quien prefiera no verse reflejado en nada, podrá escudarse en el género, pero lo más enriquecedor es buscarse en los dilemas del personaje principal. Lo mismo que ocurría en los tres films anteriores dirigidos por Ben Affleck. Tan sobrio y tan sólido es el trabajo de Ben Affleck como actor y aun más como director que podría cualquiera caer en el error de no resaltarlo. Como actor ha logrado un estilo al que años atrás parecía no llegaría jamás. Como director es de un clasicismo impecable, a la altura de los maestros del cine clásico de las últimas décadas y claramente por encima de todos los demás directores de narración clásica surgidos en el siglo XXI. La firmeza con la que resuelve cada escena, desde los diálogos a los momentos de acción, lo hacen ver como un director veterano que hace décadas que filma. Aun en su cuarta película me sigue resultando admirable. Y aunque las varias conexiones con cineastas clásicos como John Ford aparezcan, Affleck no permite jamás que estas le ocupen un espacio central, son solo las conexiones subterráneas que le dan más solidez a su cine. El cine es cine por maestros como Ben Affleck.
Vivir de Noche Amado y odiado en partes iguales. La carrera actoral de Ben Affleck marca esa clara división de aguas, no así la de director, con obras que han sido celebradas por la crítica y el público sin distinciones. En “Vivir de Noche” (2017) Affleck juega con varios géneros, la acción, el drama, el cine de gangsters, y trata de la misma manera a todos y cada uno de esto. Un hombre que regresa de la guerra ve cómo sus anhelos de mantenerse al margen de la corrupción que está desbordando en su ciudad natal se truncan al verse involucrado emocionalmente con la mujer de un mafioso. Traición mediante por parte de ésta, pasará un tiempo en la cárcel y rearmará su vida al salir como puede. Su honor se verá vapuleado, al aceptar ser el segundo de un gangster que ni siquiera le permitió un tiempo para poder atravesar el duelo por la muerte de su padre, un subcomisario afectado por las decisiones de su hijo. Y en el transitar la noche para poder reposicionarse, algunos negocios que no salen del todo bien, por culpa de un policía y su hija, una especie de “iluminada” que pondrá el grito en el cielo cuando Joe (Affleck) intente terminar la construcción de un casino. El amor, la desdicha por la pérdida, la pasión, la mala vida, todo en un mismo plato, que merece ser visto ya sólo por una trepidante escena de persecución automovilística, su reconstrucción de época y sublimes secundarios, como la joven y ascendente Elle Fanning, que actúa cada día mejor.
Érase una vez en Florida Ben Affleck ha demostrado una y otra vez ser un director capaz desde su ópera prima. Empezando con los thrillers policíacos/criminales Desapareció una noche (Gone Baby Gone, 2007) y Atracción Peligrosa (The Town, 2010) y culminando con la ganadora del Oscar Argo (2012), podría decirse que mejora con cada nueva película. Vivir de noche (Live by Night, 2016) es su primer traspié - una película de género a veces entretenida que deja entrever halos de genialidad pero que a fin de cuentas resulta demasiado complaciente y divagante para su propio bien. Affleck interpreta a Joe Coughlin, un veterano de la Gran Guerra que regresa a su Boston natal determinado a “jamás volver a cumplir órdenes” y se convierte en un ladrón de bancos y aquelarres mafiosos. Se enamora de Emma (Sienna Miller), amante del gánster irlandés Albert White (Robert Glenister), y termina en prisión tras ser traicionado. Al salir años más tarde el país se encuentra en medio de la Gran Depresión. Joe se enlista bajo el capo mafioso Pescatore (Remo Girone), quien lo envía tras los pasos de White a conquistar el crimen organizado de Florida. El comienzo de la película sugiere una trama acotada construida en torno a una historia de venganza. En la práctica, Vivir de noche es una épica criminal que cubre varios años y varias tramas, entre las cuales se vuelve más y más difícil distinguir la central del resto. Joe se codea con la policía local, se alía con los cubanos y ofende a la vieja guardia de racistas que monopolizan el contrabando en plena Ley Seca (incluyendo la KKK). En medio de todo hay tiempo para una trama que involucra al jefe de policía Figgis (Chris Cooper) y su hija Loretta (Elle Fanning), que en tiempo récord: 1) va a buscar fama a Hollywood, 2) cae en la degradación absoluta, 3) se convierte en una cristiana renacida cuyos sermones complican los negocios de Coughlin. Coughlin no lo puede creer, la audiencia tampoco. El ascenso de Joe al poder se convierte en una especie de cruzada social en la que Ben Affleck viene a defender los intereses de las minoridades étnicas por virtud de ser irlandés, trabajar para italianos y cortejar a la cubana Graciela (Zoe Saldaña). Se entrevista con burócratas e inversores y otros recalcitrantes defensores del status quo social y se embarca en reflexiones sobre el futuro de EEUU y su crisol de razas que por más nobles que sean - ahora más que nunca - serían más efectivos si fueran menos sermoneros y el apologista en cuestión no fuera el caucásico Affleck. El personaje de Joe en sí es una enorme hipocresía por parte del guión. He aquí un criminal que una y otra vez insiste en que es un forajido antes que un gánster (la película termina reafirmando su idealismo con imágenes de vaqueros, ícono americano de la justicia por mano propia por excelencia) pero manda a matar como cualquier otro hampón y cuando le toca tampoco tiene mucho problema. En un momento de coqueteo Graciela le dice que no posee “la crueldad necesaria para ser poderoso”, lo cual podría decirse del propio Affleck sobre su papel. En otra época el papel del metódico criminal autoexiliado habría ido para Humphrey Bogart, el tipo rudo con corazón de oro por excelencia. Affleck interpreta el estereotipo con el corazón palpitante expuesto, sin ningún velo de misterio que lo cubra. Quizás es más un problema de casting que de actuación, aunque Affleck se muestra un director más que competente cuando tiene que dirigir a los demás. El elenco entero es envidiable. El papel de Zoe Saldaña normalmente sería accesorio, pero logra conjugar un personaje en su propia ley. Los dos personajes más intrigantes son Remo Girone como el tenebroso padrino de la mafia italiana y Matthew Maher como un sociópata del Klan, ambos tan enérgicos e impredecibles que reaniman la película en lo que tienen de pantalla. Vivir de noche podría haber sido tanto mejor que su resultado final. Hay mucho talento en juego. El elenco, la ambientación, la fotografía de Robert Richardson e incluso la base literaria (una novela de Dennis Lehane, que también escribió Desapareció una noche) prometen mucho más de lo que rinden, que es una película entretenida pero floja y no particularmente memorable.
Vivir de noche: Hombre hostil. No dejemos atrás al cine de Ben Affleck que nos presenta su cuarta entrega con mucha prosa arriesgada pero emocional. Cuarta película y segunda adaptación de una novela de Dennis Lehane que realiza el director norteamericano. Además de protagonizar, escribir y producir la cinta en cuestión. Esta vez será un gangster con artilugios ya vistos en su filmografía anterior, todo listo para reconocer su mano inamovible que viene acechando hace varios años ya. Cuando pensamos en la ley seca (prohibición de vender bebidas alcohólicas) delegada en 1920 en EEUU, y que estuvo vigente por más de una década, automáticamente nos salta la imagen de uno de los mafiosos más importantes de la historia: Al Capone. No es el caso de la cabeza de Ben Affleck quien decidió no sacar a tal figurar en su film, ni siquiera mencionarlo. Ambientada en los bullicios años `20 en la ciudad de Boston, un humilde excombatiente de la Primera Guerra Mundial, Joe Coughlin , se mete constantemente con los mafiosos más temido de la ciudad ¿Para qué y Por qué? No otra cosa que para hurtarlos y saquearlos. Pero su vida dará un giro cuando su novia/amante lo traicione y lo deje en jaque con una vida tortuosa y solitaria de nuevo. El exladrón decidirá cambiar el curso de su vida al no tener lo que más apreciaba en ella. Para concretar tal transformación tendrá que irse sacudiendo en pequeñas pruebas que pondrán al cuestionamiento su moral. No será sencillo teniendo a un padre policía, varios enemigos logrados en su existencia anterior y una carga empática con los acusados que no podrá controlar. El trío femenino de Zoe Saldana, Elle Fanning y Sienna Miller serán las amenazas más importantes que deberá superar el obsesivo de la acción para saber realmente lo que quiere. Las mujeres sabrán las verdaderas debilidades de Coughlin quien no podrá evitar la seducción y trampas que ellas dejarán. El hilo conductor que llevará a este antihéroe hacia su final será su propia autodisciplina que no tardará en explotar en varias escenas del largometraje. Se guiará en un camino de “uno crea su propia suerte”, hasta replantearse así sí mismo como un hombre que ha tenido mucho infortunio o solo una persona que ha abusado de su fortuna. La acción no está afuera de este melodrama (casi) existencial que marcará en el comienzo uno de los principios más excitantes del año. La primera parte es jugosa y equilibrada en tensión de la trama. Es el propio Aflleck quien propone de nuevo una recreación con voz en off y una presentación de sus protagonistas a través de sus propios actos. La sinuosa fotografía y la dirección de arte recrean a la perfección el ambiente cínico y taciturno en lo que se desarrolla el drama, símil al cine de Clint Eastwood. El actor de Town (2010) se vuelve a lucir como director pero en esta ocasión no se impone de tal manera que las piezas queden totalmente cubiertas. Hay una carencia importante en los personajes que abundan y hacen un juicio final entre todos. Como una reunión general de todo el equipo para saber qué fue lo que aprendieron. Demostrando que su mayor dificultad en sus producciones es su propia actuación. Sin embargo, no faltarán los homenajes al cine clásico, diálogos ingeniosos y alguna que otra escena genuina que nos mantendrán tenso durante las dos horas y quince minutos que dura la función. Después de Argo (2013), la espera de “Vivir de noche” a la pantalla grande debería ser uno de los acontecimientos más esperados. No lo será. Aunque eso no quitará que la obra nos de varios minutos de entretenimiento de alta calidad y nos brinde una experiencia absorbente y resonante.
Vivir de Noche: Enemigo público. Ben Affleck nos trae su cuarto film como director, el cual también escribe, produce y protagoniza. Ben Affleck se está presentando como un artista bastante completo. Si bien empezó su carrera delante de la cámara, su fuerte y lo que mejor le sienta es estar detrás del lente. En esta ocasión, dirige, produce, escribe y protagoniza Vivir de Noche (Live By Night). La cinta adapta una novela de Dennis Lehane, al igual que con la primera película del director “Desapareció Una Noche”. La historia se sitúa en Estados Unidos, entre Boston y Miami, durante los años ’20 en la época de la ley seca. Todo gira en torno a un hombre que se adentra en el mundo del crimen organizado. Joe Coughlin (Ben Affleck) ex soldado de la Primera Guerra Mundial, descubre que ha sido engañado para luchar en un conflicto que solo le traería beneficios a la gente poderosa. A raíz de esto decide “no volver a seguir las reglas” nunca más. El veterano de descendencia irlandesa e hijo de un capitán de policía (Brendan Gleeson) integra una banda dedicada a robos a mano armada. Joe se enamora de la amante del líder de la mafia Irlandesa en Boston (Robert Glenister). Dicha mujer, Emma Gould (Sienna Miller), termina engañando a Coughlin en un evento que luego traera fatales consecuencias para la amante. Pese a su origen irlandés, el protagonista terminará trabajando para la mafia italiana liderada por Maso Pescatore (Remo Girone) con el objetivo de vengarse de Albert White, el mafioso irlandés. Joe deberá mudarse a la zona de Tampa, en Florida, donde intentará no sólo dominar el lucrativo negocio del contrabando de alcohol sino también el del juego. La resistencia no llegará tanto del lado de los gánsteres irlandeses sino especialmente del Ku Klux Klan. En el medio Joe volverá a encontrar el amor en Graciela Corrales (Zoe Saldana), una mujer perteneciente a la comunidad cubana establecida en Florida. Por otro lado deberá resolver algunos asuntos con el Sheriff del lugar Irving Figgis (Chris Cooper) y su hija Loretta (Elle Fanning). La película tiene un comienzo avasallante que muestra lo mejor del realizador en algunas secuencias impresionantes. En la primera media hora se puede disfrutar del poder narrativo de Ben Affleck a la hora de describir situaciones que apremian y presionan a los personajes. Su pulso no le tiembla y el manejo de la cámara es impecable haciendo del espectador un personaje más, en especial en el pequeño plano secuencia del asalto durante la partida de póker. Pasada la primera media hora, la película va sufriendo algunos altibajos que son la consecuencia de un guion inconstante, desigual y por momentos accidentado. Pareciera que Affleck intento recuperar el espíritu de los clásicos de gánsters de la década del ‘30 y se enfoco más en eso que en desarrollar una historia menos atropellada. Uno de los principales inconvenientes es que la película intenta ser muchas cosas producto de la mezcla de géneros. En algunas partes busca ser un melodrama romántico donde se intenta mostrar la vida afectiva del protagonista, pero por otro lado también busca ser una película de gánsters con toques de Film Noir, a través del empleo de algunos elementos como el de la femme fatale (El personaje de Sienna Miller que pone en peligro a nuestro protagonista). Vivir de Noche tenía todos los elementos para ser una gran película como por ejemplo una brillante reconstrucción de época a través de la dirección de arte y el vestuario, un excelente despliegue visual del experimentado director de fotografía Robert Richardson (Django Sin Cadenas, Los Ocho más Odiados, Hugo, Shutter Island, Casino, Pelotón), y un gran elenco que acompaña a todo lo mencionado. Sin embargo, el film se queda a medio camino y termina siendo una historia entretenida con algunos aciertos y equivocaciones.
Más allá de sus indudables atractivos visuales y de algunos hallazgos artísticos, esta incursión de Affleck como director, guionista y actor en el género de gánsteres está por debajo de las expectativas previas. Con tres notables películas previas como director (Desapareció una noche, Atracción peligrosa y Argo), Ben Affleck no sólo había sorprendido a los cinéfilos de todo el mundo sino que además se había convertido en uno de los mejores cultores del clasicismo que todavía enarbolan maestros como Steven Spielberg y Clint Eastwood. Por eso, este regreso al universo del escritor Dennis Lehane (en el que ya había incursionado una década antes con su ópera prima Desapareció una noche) era muy esperado. Sin ser una mala película, Vivir de noche resulta un paso atrás en sus facetas como actor, guionista (se encargó de la transposición de la novela publicada en 2012) y director. Es que su intento por recuperar el espíritu de los clásicos de gánsteres de la Warner luce demasiado forzado, subrayado, sin los climas, el suspenso y la potencia de aquellos films de la década de 1930 con James Cagney, Paul Muni o Edward G. Robinson. Tampoco consigue acercarse a los logros que realizadores como Martin Scorsese o Brian De Palma sí tuvieron a la hora de recuperar ese género. Affleck interpreta a Joe Coughlin, ex soldado de la Primera Guerra Mundial e hijo de un capitán de policía (Brendan Gleeson) en la Boston de 1926 que integra una banda dedicada a robos a mano armada. Pese a su origen irlandés, el protagonista terminará trabajando para la mafia italiana liderada por Maso Pescatore (Remo Girone) en la zona de Tampa, en Florida, donde intentará no sólo dominar el lucrativo negocio del alcohol sino también el del juego. La resistencia no llegará tanto del lado de los gánsteres irlandeses sino especialmente del Ku Klux Klan. Vivir de noche tenía en principio todos los elementos y condimentos que podrían haber desembocado en una película notable: una brillante reconstrucción de época (la Era de la Prohibición y la Gran Depresión), un impecable despliegue visual cortesía del director de fotografía Robert Richardson (habitual colaborador de Quentin Tarantino, Oliver Stone y Martin Scorsese), tres personajes femeninos fuertes a cargo de Zoe Saldana, Sienna Miller y Elle Fanning, buenos secundarios (también aparecen Robert Glenister, Anthony Michael Hall, Chris Messina, Chris Cooper) y varias escenas de acción (persecuciones automovilísticas, sangrientos enfrentamientos), pero eso no alcanza para convertirlo en un film del todo logrado y entretenido. Los diálogos altisonantes, los constantes subrayados, la narración por momentos algo confusa y caótica, y sobre todo la pobre actuación de Affleck (en uno de sus peores trabajos delante de cámara) hacen que Vivir de noche vaya perdiendo consistencia, tensión y capacidad de seducción. Es una película irregular, espasmódica, con algunas pocas secuencias logradas y un medio tono casi permanente. Demasiado poco para un director que venía “invicto” y que aquí tiene el primer traspié de su carrera.
Sacrificios de la vida criminal. La nueva película de Ben Affleck en modalidad director y actor, un señor que se ganó su lugar en ambos rubros a fuerza de persistencia y talento, es quizás su opus más flojo detrás de cámaras, no obstante vale aclarar que el nivel de la propuesta en cuestión es muy bueno y que sus trabajos previos fueron en verdad excelentes (toda comparación debe ser ajustada a parámetros precisos). De hecho, Vivir de Noche (Live by Night, 2016) -en términos cualitativos- se ubica en una zona relativamente cercana a Argo (2012), la cual a su vez cayó un peldaño por debajo de su maravilloso díptico inicial, conformado por Desapareció una Noche (Gone Baby Gone, 2007) y Atracción Peligrosa (The Town, 2010). Este regreso a los dramas delictivos no se condice del todo con lo que se podría esperar de Affleck, quien en esta ocasión reemplaza el realismo sucio de antaño por un clasicismo algo insólito. Sin duda el rasgo distintivo de la obra pasa por sus diálogos anti naturalistas -cargados de una retórica barroca y autocontenida- sobre los sacrificios y la deshumanización paulatina que conlleva la vida criminal. Esta interesante jugada, típica de los guionistas que se entusiasman en demasía con determinados segmentos de los libros que adaptan (aquí Affleck, como en Desapareció una Noche, vuelve a firmar un guión basado en una novela de Dennis Lehane), deja de lado el argot de los suburbios de Boston y la decisión parece ratificada por el devenir de la propia historia: luego de un prólogo contextualizado en la ciudad de los dos primeros films del cineasta, la acción se traslada a Tampa, Florida. Todo gira en torno a Joe Coughlin (Affleck), un ex soldado de ascendencia irlandesa que trata de abrirse camino mediante robos varios en el tramo final de la década del 20 del siglo pasado. Como consecuencia de un asalto a un banco que termina con tiroteos, policías muertos y él arrestado, Coughlin va a parar a prisión por tres años -gracias a la intervención a su favor de su padre Thomas (Brendan Gleeson), Capitán de la Policía de Boston- y al salir libre decide pedirle trabajo a Maso Pescatore (Remo Girone), un “capo mafia” italiano que tiempo atrás intentó chantajearlo para matar a un rival, Albert White (Robert Glenister), cuya amante era amante de Coughlin también, una tal Emma Gould (Sienna Miller) que para colmo terminó traicionándolo al entregarlo a White. Determinado a empezar desde cero, acepta el encargo de Pescatore orientado a apuntalar el tráfico de alcohol en Tampa y hacerse fuerte en una zona bastante ajetreada. Allí se enamorará de Graciela Corrales (Zoe Saldana) y luchará contra cielo y tierra -literalmente- para instalar un gran y lujoso casino. Affleck es un realizador muy autoconsciente como para tomarlo a la ligera, lo que en términos prácticos significa que los cambios de tono a lo largo del desarrollo de la película son premeditados: el relato combina distintos elementos de las tragedias gangsteriles de forma un tanto caótica a simple vista (si nos paramos en la vereda del tradicionalismo), ya que empieza con el melodrama exacerbado para luego virar hacia la fábula de expiación y finalmente a la denuncia de las utopías alrededor del amor, la familia, la hegemonía política y el “progreso económico” en el capitalismo. Lo curioso del caso es que la experiencia resulta gratificante en todo momento porque logra construir coherencia a partir de un fluir narrativo algo errático aunque sólido, aprovechando el encanto freak de fondo como un puente entre la turbación de la trama y las sorpresas que depara por esos mismos desajustes. Uno como espectador no puede dejar de celebrar que en un sistema de estudios tan aburrido como el actual, donde sólo priman la profesionalidad más insípida y el reciclaje ad infinitum de premisas del pasado, aparezca una anomalía difícil de encasillar como Vivir de Noche, un trabajo sosegado e inesperadamente sensible que esquiva de manera contundente la dialéctica de los códigos criminales, las revanchas, los “problemas de polleras” y las carnicerías por las carnicerías en sí (de hecho, la historia da por sentado todo ello al principio, amaga con profundizar el sustrato por antonomasia del film noir y de inmediato pega un volantazo hacia otros rumbos). El opus de Affleck hasta se permite instantes de humor negro que complementan a la perfección este esquema de “menos furia y más corazón” que analiza la bola de nieve de la corrupción social y las ofrendas que reclama…
Mis problemas con la justicia Si hay algo de lo que no carece “Vivir de Noche” es de un mensaje concreto y aleccionador. La moral y la visión de su director, en relación con la vida, está más que plasmada en Joe Coughlin (Ben Affleck), un gángster clásico, de los de la ley seca. Excombatiente, hijo de policía, un renegado que tiene problemas de identidad para ser considerado gánster. Sobre esto gira toda la película y quizás es un error compararla con otros filmes con misma temática de los últimos tiempos. Si es más comparable con esa narrativa más orientada a lo clásico. No busquen en Coughlin el típico antihéroe, tan de moda en la actualidad. Por el contrario, su pose está mejor ubicada en la categoría de “tipo bueno que hace cosas malas porque no sabe hacer otra cosa”. Y ahí está el primer problema que nos genera esta película porque no termina de ser ni un antihéroe, ni un héroe clásico. Toma la actitud de buen tipo, no termina de convencer su papel de matón, como muy bien se lo aclara su esposa Graciela (Zoe Saldana), y tampoco se ve, hasta el final, en la disyuntiva moral frente a su trabajo. En ese sentido, es una visión humana del matón, pero más romántica que verosímil. Con un gran trabajo de arte, vestuario y de ambientación, el film empieza con el protagonista viviendo durante los agitados años veinte en Boston. Es hijo de un importante oficial de policía que comete sus fechorías para la mafia irlandesa, liderada por Albert White (Robert Glenister), que se encontraba en guerra con la mafia italiana, comandada por Maso Pescatore (Remo Girone). Joe tiene un amorío prohibido con Emma Gould (Sienna Miller), amante de White. Al ser descubierto por Pescatore, se encuentra frente a la espada y la pared por primera vez, elegir sus principios o su conveniencia. No será la única vez que tendrá este dilema. Los hechos se desencadenan y el protagonista es encarcelado por el crimen previo de dos policías, mientras que a Gould se la cree muerta. Así pasa solo 3 años en la cárcel, por la colaboración de su padre y al salir de allí se asocia a Pescatore para trabajar en Tampa (Florida), y encontrar la venganza frente a White. Todo esto ocurre en los primeros 15 o 20 minutos de la película. El rol del némesis principal (White) es casi tan efímero que no se llega a percibir emocionalmente como un enemigo. Luego aparecen otros escollos en la Florida, de la mano del KKK, mientras hace su vida con la comunidad cubana de la cual Graciela, su esposa, es parte. Affleck es el personaje de peso en el film, el resto acompaña y genera demasiado poco. No es que los interpretes hayan hecho un mal papel, sino que sucede desde el lado de lo emocional. Ni siquiera su amor con Graciela es lo suficientemente intenso como para que el espectador se enamore de la pareja. Sin embargo, hay otro personaje que realmente genera algo definitivo en Joe y en la trama, y es Loretta Figgs (Elle Fanning). La culpa aparece como el verdadero movilizador del protagonista para dar con las acciones y lo que empieza por mostrarse como un film políticamente correcto, contra el racismo y la tradición obtusa, termina exhibiendo, simbólicamente, su ranciedad. ¿Era Figgs el verdadero amor de Joe Coughlin? ¿El enojo del padre de Figgs con Coughlin es, en realidad, por no haber tenido relaciones con su hija? No tiene nada que ver con lo que ocurre, es simplemente en el plano simbólico. Pero el film termina mostrando que la mano de Dios fue lo que movió el tablero en la Florida y en la vida de nuestro protagonista. Quizás peco de ser un inconformista con este tipo de relatos, por eso tiene un mensaje concreto y aleccionador, pero se hace un poco ambiguo en determinados puntos que actúan en un plano simbólico confuso y poco claro que choca con lo concreto que ofrece el film. Más allá de esa visión personal, Vivir de Noche no logra cautivar con sus intenciones. Es una película que carece de emotividad cuando la necesita como el agua para llegar a su público. Le falta desde el plano emocional, le falta drama para ser clásico. Ni aún con la gran escena de la confrontación final conforma. A pesar de eso, tiene una estructura interesante que permite estudiar varios subtextos, pero no son lo suficientemente atractivos como para volver a este film. Una lástima Ben, venías bien. No importa, levántate y anda.
Joe Caughlin vuelve de la Primera Guerra Mundial con un plan, no volver a recibir órdenes de nadie. Así es como inicia una carrera de ladrón de poca monta, que sin proponérselo, termina siendo reclutado por el capo mafia irlandés de la ciudad, Albert White. Pero cuando Joe comienza un romance con la novia de Albert, todo se descontrola y tras una estancia en prisión, termina trabajando para la competencia, bajo el mando de Maso Pescatore. Ahora Joe deberá liderar el negocio ilegal del alcohol en Tampa, mientras intenta rehacer su vida. Si la sinopsis parece un poco caótica, es que Vivir de Noche hasta pasado sus cuarenta minutos iniciales y en grandes tramos de sus dos horas, lo es. Y quizás, y aunque nos duela decirlo, estamos ante el film más flojo dirigido por Ben Affleck hasta el momento. El gran problema de Ben Affleck (ahora hablamos de él en su rol de guionista) es que jamás se decide qué nos quiere contar, y una trama termina molestando a la otra en vez de convivir. Por un lado tenemos la historia de amor y venganza de Joe Caughlin, quien lo pierde todo y debe rehacerse desde cero; por otro lado está su rol de casi cabecilla de la mafia en Tampa y cómo va sorteando los diferentes problemas tanto legales como ilegales que se le presentan. Este segundo apartado es quizás lo más interesante de Vivir de Noche, ya que nos muestra una historia de gánsters pero alejados de Chicago y Nueva York, centrando todo en Tampa, con la presencia de afroamericanos y cubanos, incluso hasta el mismísimo y temido Ku Klux Klan. Pero cuando la otra trama de amor y venganza vuelve a hacerse presente y recordamos que en realidad Joe es un peón entre dos capos mafia y tiene que vengarse, la historia se vuelve molesta, o peor aún, algo absurda y molesta. Como suele suceder en los films dirigidos por Ben Affleck, la dirección de actores es soberbia y en esta ocasión se vuelve a repetir. Quien destaca por sobre la mayoría es el inoxidable Chris Cooper en un rol con bastantes grises que explotar, lo mismo que Elle Fanning, quien vuelve a demostrar que es la mejor actriz de su generación. Pero también es una pena ver a otros buenos intérpretes desperdiciados en papeles que se pierden en la irregular trama y que al final nos olvidamos de ellos. Si hablamos de gánsters sí o sí hablamos de tiroteos, y Affleck vuelve a mostrar un gran pulso a la hora de dirigir escenas de acción (algo que ya había mostrado en The Town). Con un estilo que recuerda bastante al mejor Michael Mann, cualquier fanático de DC debería estar frotándose las manos para ver la más que posible Batman dirigida por Ben Affleck. Vivir de Noche es hasta el momento lo más flojo que dirigió Ben Affleck. Pese a tener varias cosas interesantes y buenas actuaciones, lo irregular de la historia y el no saber qué se quería contar termina jugándole muy en contra y es entendible ver porqué se quedó afuera de todos los premios. Pese a estar lejos de ser una mala película, podríamos decir que es la primera muestra de que el Ben Affleck director no era infalible. Y sí, algún día tenía que pasar.
Un titulo flojo por la carencia de un objetivo claro. Ben Affleck como director siempre siguió una línea clásica a la hora de narrar, y la misma requiere de tener un conflicto claro. Fue así con la chica desaparecida de Gone Baby Gone, fue así con los robos y la historia de amor de The Town, y fue así con los diplomáticos a los que tenía que rescatar en Argo. Las comparaciones son odiosas, pero me veo obligado a traerlas a colación porque es precisamente este el error del que padece Vivir de Noche. El que las hace las paga ¿pero cómo? : Son los años de la Ley Seca en Estados Unidos, y Joe Coughlin es el hijo de un capitán de la policía que se abocó a los asaltos bancarios. Al cometer el error de acostarse con la novia del capo de la mafia irlandesa, este lo muele a palos y mata a la chica en cuestión. En respuesta a esto, Joe buscará vengar la muerte de su amada uniéndose a los rangos de su competidor en la Mafia Italiana. Joe progresivamente se convierte en un valioso aliado de dicho capo mafioso en el tráfico de alcohol y el manejo de las apuestas ilegales, negocios que le traerán no pocos obstáculos para prosperar. Aunque tiene personajes bien trabajados y un tema muy claro a desarrollar (“el crimen no paga” o “el que las hace las paga”), el problema del guión de Vivir de Noche es que no cuenta con un conflicto claro, y por ende, tampoco cuenta con una línea de acción clara. Inicialmente todo está armado para que sea una historia de venganza dentro del mundo del crimen organizado, pero luego pasa a ser una historia de cómo se hacen negocios dentro del mismo. Esto contribuye a que las escenas funcionen bien autónomamente, pero impide que se luzca como un todo. Por ejemplo, cuando el objetivo parece ser la venganza del personaje, todas las escenas fluyen con continuidad, ritmo y coherencia acorde a ese objetivo; mas cuando vira a la historia de sus negocios, lo hace aplicando las mismas virtudes, pero deja el primer objetivo inconcluso y en el aire por demasiado tiempo para que el espectador lo pueda interpretar como una subtrama. Hay un trabajo actoral muy lúcido de Ben Affleck, también de una cada vez más creciente Elle Fanning, y un Chris Cooper con mucha solidez. El costado técnico, por otro lado, es impecable; una sensación constante de estar observando una foto en tono sepia, cortesía de la afilada dirección de fotografía y diseño de producción. También debe decirse que las escenas de acción las desempeña con la misma eficacia que la exhibida en The Town, todo gracias a un montaje inteligente que sabe cuándo debe sostener un plano y cuando intercalarlo con otro. Conclusión : Si bien floja, sería una exageración calificar a Vivir de Noche como mala; la película es más un tropiezo que una falla. Aunque tiene grandes aciertos actorales y visuales, y goza de agraciadamente ejecutadas escenas de acción, su falta de claridad en sus objetivos narrativos termina quitándole lustre a dichas virtudes.
GÁNGSTERS, LEY SECA Y AMORES Ben Affleck que tiene sólidos antecedentes como director, vuelve otra vez a una novela de Dennis Lehane y se arroga múltiples tareas: ser el protagonista, el realizador y el guionista junto con el autor. Y si bien esta historia de gángsters, que funciona entre guerras, con un ex combatiente que prefiere mantenerse al margen de las mafias irlandesa e italiana que dominan su vida tiene muchos atractivos, el conjunto no funciona bien. El pulso de director se luce en escenas de acción, en fiestas, en escenarios fastuosos y sombríos, pero en su larga duración la acción se estanca. Queda enganchada en muchas subtramas y pierde efectividad. El guión es el principal problema. Los momentos de “bajada de línea”. Los actores se lucen: el gran Brendan Gleeson, Elle Fanning, Sienna Miller, incluso Affleck, apenas un correcto actor no luce mal. Las idas y vueltas del libro, lealtades y traiciones, muertos que no están muertos y hasta la aparición siniestra del Ku Klux Klan es demasiado para una historia que exigía mas concentración y fuerza en una dirección determinada mas que un fresco de la época. No es una película fallida y tiene algunos momentos muy bien resueltos Y con una ambientación perfecta que quiere rendirle homenaje a las viejas películas de gángsters.
Un enemigo público muy sentimental. El cuarto largo del director de Argo busca su fuente de inspiración en el cine de gangsters clásico, pero su protagonista, interpretado por el propio Affleck, se rinde fácil ante rubias y morochas. Primero, fue una revelación indie a mediados de los 90, premiado con un Oscar al Mejor Guión (compartido con Matt Damon) por En busca del destino. Después, fue comidilla de la prensa amarilla y hazmerreir de la industria a raíz de su romance con Jennifer López y participaciones en títulos infumables como Pearl Harbor y Daredevil , a principios de la década pasada. Se repuso y a volvió a ser tomado en serio, en este caso como un realizador dueño de un capacidad narrativa transparente y de un dominio del espacio y la puesta en escena que sorprendieron a varios, por no decir a prácticamente todos. Y alcanzó su pico máximo con un nuevo reconocimiento de la Academia, esta vez por su dirección en Argo. Aquella noche fue quizás la cumbre de un Ben Affleck que –con su primera interpretación de Batman en la nueva etapa del encapotado y el estreno de su cuarto largometraje como director– da la sensación de haber trajinado el 2016 por la ladera descendente. Segundo título de su filmografía basado en una novela del aquí también coproductor Dennis Lehane (después de su ópera prima, la muy buena Desapareció una noche), Vivir de noche encuentra su principal fuente de inspiración en el cine de gánsters de la primera etapa del Hollywood clásico, recreando los habituales periplos dramáticos de esos bandoleros que hicieron de las suyas durante la Ley Seca. El de Affleck, responsable no sólo de la dirección sino también del guión y el peso actoral de prácticamente todas las escenas, es quizá el forajido más romántico del mundo. Carente de la habitual misoginia de los (anti)héroes de este tipo de films, y desencantado con el mundo después de su servicio como soldado en la Primera Guerra Mundial, su Joe Coughlin es tan brutal en sus métodos de “negociación” como sentimental a la hora de vincularse con las mujeres. Ellas serán, entonces, las responsables de los (demasiados) quiebres de guión que ofrece el relato, a la vez que encargadas –primero de varios puntos de contacto con Atracción peligrosa (2010)– de puntuar los estadios emocionales y marcar, con mayor o menor grado de evidencia, los límites éticos del protagonista. Con Leonardo DiCaprio en la numerosa lista de productores, Vivir de noche encuentra a Coughlin en la década del 20, cuando el control del alcohol de Boston –el lugar de Affleck en el mundo, de donde proviene y también donde filmó sus dos primeras películas– se dirime entre irlandeses e italianos. Joe tiene sangre verde, pero su nihilismo posbélico lo hace mantener un status de outsider, alguien que juega para sí mismo robando bancos con su banda. Hasta que no tiene mejor idea que involucrarse con la amante del capo de los primeros (Sienna Miller), aventura que culmina con una golpiza inolvidable y unos años guardado tras las rejas. La libertad lo encontrará con una sed de revancha que saciará poniéndose al servicio del líder italiano, quien justo en ese momento anda con ganas de expandir la producción, circulación y venta de ron ilegal a Tampa, Florida. Y allí irá, entonces, el buenazo de Coughlin, siempre con el anguloso rostro de Affleck impertérrito, listo para encarar la segunda parte de una parábola de descenso-ascenso-caída. Segunda parte cuyo punto cero será, otra vez, la aparición de una mujer, en este caso Graciela (Zoe Saldana), la hermana del socio local. A partir de allí, Vivir de noche mostrará el derrotero rumbo a la cúspide del mercado apelmazando situaciones que van desde la irrupción de los muchachos del Ku Klux Klan, a quienes no le gusta demasiado que haga negocios con negros y esté juntado con una trigueña cubana, y las momentáneas apariciones de rivales, hasta el surgimiento de una jovencita líder religiosa (Elle Fanning) que se opone a su intento de construir un casino y, para colmo, es el hija del comisario local. Todos estas situaciones serán resueltas con métodos psicológicos y físicos cada más violentos que el director contrastará, tanto desde sus elecciones formales como de guión, con el refugio que significa su vínculo amoroso. Es cierto que Affleck tiene un innegable talento para situar la cámara y maneja las numerosas elipsis con claridad y sentido narrativo, pero también que nunca quiere ir un poco más allá de la acumulación dramática. El film navega aguas poco profundas a la hora de exponer y desglosar las contradicciones de Coughlin, relegando a los estímulos externos que podrían afectar su comportamiento y poder de reflexión (el catolicismo de sus orígenes, el peso simbólico de su padre comisario, el protestantismo del entorno, el New Deal, la segregación racial) a la condición de esbozos o, en el mejor de los casos, de meros obstáculos. Sobria y convencida de la verosimilitud de sus múltiples subtramas, Vivir de noche no es una mala película; sí una fallida. Y cruda, a la que no le hubiera venido mal un último golpe de horno.
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Vivir de noche es la cuarta película de Ben Affleck como director y -lamentablemente- su obra más floja. No obstante, ni por casualidad es merecedora de las malas críticas de la prensa extranjera porque es un buen film. El mayor problema que tiene es que trata de abarcar mucho al principio planteando un abanico grande de personajes y situaciones donde algunas no se resuelven. Es luego de la segunda mitad donde todo comienza a fluir mejor. Si analizamos el film por separado todo es brillante: la fotografía, el montaje, el arte, el vestuario, etcétera. El inconveniente radica en la confluencia de todo esto y el tiempo que se demora. A pesar de lo enumerado nos encontramos con una muy buena película de gánsteres para ver y muy entretenida. Los años de la Ley Seca son terreno fértil para desarrollar obras y aquí el director no se privó de nada porque combinó el policial con el drama, el amor y el existencialismo. Su voz en off traslada al espectador a una época que hoy en día parece que solo es ficción pero que fue muy real. La vara estaba muy alta desde Argo (2012), es muy difícil para un realizador replicar algo así en poco tiempo. Sin embargo Affleck omnipresente como director, guionista, productor y protagonista, tarea que muy pocos han logrado con éxito y que él hace desempeña muy bien, mantiene excelencia en todos los aspectos. Te enganchás con su personaje pero no como deberíamos porque su rol de director opaca al de actor. Encarnando a Joe Coughlin es facíl encontrar paralelismos con los papeles que ha interpretado en sus propias películas y como ha crecido como interprete. El resto del elenco está muy bien pero destaco a Elle Fanning como la joven aspirante a actriz que cayó en las adicciones y que luego predica, y a Chris Cooper como su padre y jefe de la policía. Hay muchos personajes más, muchos actores de reparto y cada uno cumple a la perfección sin desentonar. Es ahí también donde vemos la mano de un buen director. Otro gran aspecto para destacar son la secuencias de acción, sobretodo un tiroteo que ocurre en el climax. Vivir de noche peca por querer abarcar mucho al principio pero ese es su único pecado, todo lo demás es excelente.
La cuarta película dirigida por Ben Affleck, lo reúne nuevamente con el novelista de su opera prima, (Desapareció una Noche), Dennis Lehanne, y todos esperábamos que la formula diera los mismos resultados. Vivir de Noche trata de un oriundo de Boston, que al volver de luchar en Francia en la Primera Guerra Mundial, comienza una vida criminal en esa ciudad, en medio de una lucha entre las mafias italianas e irlandesas, pero sin querer meterse ni trabajar para ninguna de ellas. Básicamente así empieza este tipo de homenaje al film noir americano, que desgraciadamente falla. Es innegable que Ben Affleck es un muy buen director. Las escenas de acción de la película están muy logradas, y la reproducción de época también. El casting es más que bueno, con actores de la talla de Elle Fanning, Brendan Gleeson, Sienna Miller, Zoe Saldana, Chriss Copper, Robert Glenister, etc. Y entonces la pregunta es, porque falla? Desgraciadamente por dos motivos: el guión, no solo básico sino previsible y hasta por momentos infantil, y la actuación del director mismo. En un esfuerzo para mostrar un hombre roto, lo que logra Affleck es tener cara de nada, y parecer no solo apático sino también desconectado e impávido, cuando el personaje en realidad trata de mostrar sentimientos, y no mostrarlos. Ese pequeño detalle, que parece tonto, automáticamente nos aliena y nos aleja de el, al punto que no genera empatia, y no nos interesa seguir viendo que le pasa, o siquiera sufrir por ello. Es una lastima, si bien no leí la novela en la que se basa la película, viniendo del autor de Río Místico, Desapareció una Noche, The Drop y La Isla Siniestra, calculo que debe ser muy buena, pero al pasarla por el colador de Ben, el alma del libro quedo en el mismo y no llego a la pantalla.
SUPERFICIAL MORALIDAD Si había algo que no se podía decir del cine de Ben Affleck como director era que dejaba indiferente: tanto Desapareció una noche como Atracción peligrosa y Argo son películas que, aún con sus desniveles e imperfecciones, son vitales y cautivantes, despliegues de energía a todo nivel, con un montón de ideas estéticas, narrativas y hasta políticas. Son también películas que necesitan de espectadores activos e involucrados, con los que entablan diálogos permanentes y productivos. Por eso llama la atención que, luego de años de gestación, Affleck termine entregando un film tan inocuo y vacuo como Vivir de noche, que no parece tener nada para ofrecer más allá de su superficie lustrosa. Y eso que había una historia (basada en una novela de Dennis Lehane) que prometía bastante, porque el viaje -literal, pero también psicológico y social- que emprende el protagonista, Joe Coughlin (un Affleck sin la potencia necesaria para generar empatía), es cuando menos particular: hijo de un policía, vuelve desencantado de su experiencia como combatiente durante la Primera Guerra Mundial y emprende una carrera como criminal que lo llevará a enfrentarse con el jefe de la mafia irlandesa de Boston, para luego trasladarse a Florida y terminar trabajando a las órdenes del jefe de la mafia italiana, supervisando el contrabando de alcohol durante la Era de la Prohibición. En Vivir de noche pasa y hay de todo, como para completar una temporada entera de Boardwalk Empire: romances frustrados e interraciales, lazos de amistad puestos a prueba, policías corruptos pero honestos, chicas lindas, hombres violentos, choques entre gángsters, discursos religiosos y trágicos, tiroteos, persecuciones, explosiones y hasta el Ku Klux Klan. Y también mucha voz en off de Coughlin explicando todo, porque pareciera que Affleck, a pesar de todo el despliegue audiovisual del film, no puede encontrar la forma de narrar a través de las imágenes y se dedica sólo a exponer, que no es lo mismo que contar. Pero no sólo eso: hay una multitud de diálogos y hasta monólogos dedicados a explicitar la tesis de la película referida a lo trágico de todo el asunto y los niveles de responsabilidad que atraviesan los distintos sucesos y acciones. De hecho, Coughlin es un personaje marcado por la culpa, lo cual le termina quitando todo atractivo y credibilidad: el problema no es la culpa en sí, sino el hecho de que es un poco inexplicable que el personaje haga todo tipo de actos bastante terribles pero siempre con una dosis culposa y explicándose a través del contexto, incurriendo en un nivel de corrección política un tanto ridículo. Vivir de noche es un film que no sólo pierde la oportunidad de ir más allá y pensar y exponer la criminalidad que va de la mano de la amoralidad, sino que encima incurre en una discursividad para hablar de la culpa que se pretende trascendente pero que en unas cuantas ocasiones cae en un humor involuntario. Hay en Vivir de noche unos cuantos planos y encuadres espléndidos, pero no hay personajes de carnadura que los habiten. Se nota que Affleck es capaz de encuadrar muy bien y que le saca el jugo a la notable fotografía de Robert Richardson, quien por algo ha trabajado a las órdenes de Martin Scorsese y Quentin Tarantino. Pero no se puede rescatar a un film por su fotografía u otros rubros técnicos. Vivir de noche es una película donde se notan demasiado el diseño y las costuras, que sólo acumula referencias genéricas y estéticas, sin llegar nunca a profundizar. Affleck aparece aquí regodeado en los recursos técnicos a su disposición pero perdiendo la capacidad para narrar y decir algo sobre el mundo mediante herramientas verdaderamente cinematográficas. De ahí que sólo quede una fuerte señal de alarma para un cineasta que todavía tiene el crédito abierto.
Boston en tiempo de gángsters Desde su festejado debut como realizador en 2007 con Desapareció una noche, y su también afortunada incursiones en otra historia bostoniana de Dennis Lehane igualmente bien recibida (Atracción peligrosa) y coronada por el Oscar de Argo, Ben Affleck se ha mostrado, si no como un gran creador, como un cineasta probadamente competente. Esta nueva experiencia puede no haber resultado similarmente lograda. Pero sin duda, aunque Affleck no ha perdido el buen ojo para seleccionar sus proyectos, los resultados no alcanzan aciertos estilísticos comparables, en parte por la sobreabundancia de material argumental, en parte también por cierto desorden narrativo que conspira contra la claridad de la narración. Al mismo tiempo, el film plantea ciertos conflictos para el futuro de la sociedad autoral, cuyo trabajo tan bien recibido fue por los amantes del cine de gángsters, ya porque aquí acusa cierta pereza creativa (la herencia de otros títulos del género es visible) como porque conduce a la historia a un final como mínimo problemático. El tributo al memorable cine de gángsters de la Warner de los 30 -el de los Cagney y los Bogart- no consigue siempre transmitir aquella fuerza ni su poderosa unidad estilística a pesar de sus aciertos de ambientación y sus abundantes y ricos personajes. muchos de los cuales bien hubiesen merecido mayor desarrollo, en especial porque cuenta con un elenco generoso en talento.
El gángster de buen corazón Ben Affleck dirige y protagoniza este policial que homenajea a las películas de delincuentes de los años '30. Ben Affleck ya demostró su capacidad para contar historias desde detrás de las cámaras, como guionista o director (con En busca del destino y Argo como los ejemplos más recordados). Pero no se resigna y también insiste con la actuación: acá, además de haber dirigido y escrito el guión –basándose por segunda vez en una novela de Dennis Lehane, autor de Desapareció un noche, otra película de Affleck, y de Río Místico- se pone en la piel de Joe Coughlin, un gángster que florece al calor de la Ley Seca. Y, si bien vuelve a lucir su célebre inexpresividad, el galán con cara de nada no llega a arruinar esta historia, tan convencional como bien narrada, sobre el ascenso de un jefe intermedio del crimen organizado en las décadas del ’20 y el ’30 en Tampa (Florida). Lo que Affleck se propuso, según contó en diversas entrevistas, fue rendir homenaje a aquellas primeras películas de gángsters protagonizadas por Edward G. Robinson, James Cagney, Paul Muni. Con la particularidad de que su Joe Coughlin tiene más características de héroe que de villano. Es leal a sus compañeros, escrupuloso, caballeroso con las damas, romántico, no mata a menos que sea estrictamente indispensable y, cuando lo hace, sólo liquida a tipos despreciables. Es casi un empresario de buen corazón, con la única salvedad de que se dedica a un negocio ilegal (a fin de cuentas, nada demasiado grave en el mundo capitalista). Su nobleza llega a tal punto que su propia mujer duda de que tenga la crueldad necesaria para prosperar en su rubro. Con esa inquebrantable ética criminal, se enfrenta a la mafia irlandesa, al Ku Klux Klan, a la policía y a su propio jefe. Pero Affleck no abusa de las escenas de acción, que son sobrias y tienen, efectivamente, un sabor retro, de otra buena vieja época, incluyendo una persecución a bordo de antiguos Ford A. Los tiros matizan el sobrio relato, que triunfa cuando se atiene a las pautas del género y fracasa cuando intenta dejarnos una enseñanza. Hay muchos diálogos sentenciosos, con frases que pretenden ser memorables y sólo logran acartonar a los personajes. Y ahí volvemos al galán con cara de nada: un poco más de mugre no le hubiera hecho ningún mal, ni a él ni a la película.
La cuarta película de Affleck como director es la más floja de su filmografía Ambientada en los años veinte, en plena ley seca. Joe es el hijo del Superintendente de Boston. A diferencia de su padre, vive al margen de la ley como atracador de bancos y tratando con la mafia. Tras enamorarse de la novia de un capo, debe buscar refugio en el clan rival. Así comienza su carrera en el bajo mundo del delito en Tampa, Florida. El arranque del filme (de largas dos horas de metraje) promete. La escena de persecución entre delincuentes y policías tras un robo es pura adrenalina y tensión. Lamentablemente, esta secuencia poco tiene que ver con el resto de la trama (demasiado discursiva y laberíntica) que atenta contra la agilidad de la historia. El ritmo recién vuelve a retomarse en el último acto, con momentos de acción y balaceras muy logradas. A diferencia de Atracción Peligrosa o la fundamental Argo, aquí el guión se estanca y se transforma en un monólogo ególatra de Ben Affleck, que parece no aprovechar el excelente elenco que lo acompaña: Brenda Glesson, Siena Miller y Zoe Saldana, entre otros. Obviamente, en los rubros técnicos la cinta es irreprochable, vestuario, locaciones de época, lucen creíbles. La dirección de arte es fabulosa, pero el corazón del filme es su guión y poco importa que las paredes estén pintadas del color correcto. Para ser un filme de gangster, con "olor" a homenaje al género, resulta demasiado pulcro y light. De todas maneras, el nuevo Batman, tiene suficiente crédito como director para seguir probando en el futuro, después de todo, vivir de noche no es para cualquiera.
Después de tres muy buenas películas como director, el impredecible Ben Affleck recupera el género de gángsters en tiempos de ley seca y al escritor Denis Lehane, a quien ya había adaptado en su debut, la muy buena Gone Baby Gone/Desapareció una noche. Lamentablemente, las razonables expectativas chocan aquí rápidamente, con una narración desorientada, torpe, falta de ritmo, que atenta pronto contra el interés por la historia de Joe Coughlin (Affleck con más cara de póquer que nunca), un ladrón hijo de policía que se mete con la amante de un capo y debe aterrizar en la Florida para hacerse cargo del negocio -bebida, juego-. Hay una buena cantidad de personajes secundarios, interpretados por una buena cantidad de buenos actores, que no pueden evitar que el relato aburra, con su exceso de voz en off que se superpone a los diálogos explicativos, literales, poco inspirados. Una lástima cuando el material tenía tantos atractivos: la época, reconstruida con detalle en vestuario, automóviles, objetos; el género, que ha sabido revisarse con mucha gracia desde el cine contemporáneo y la acción, comandada por tipos capaces de matar a quemarropa sin que se les mueva el ángulo del sombrero. Vivir de noche deja la sensación de que Ben Affleck no hace todo bien, como parecía.
El hombre y la antítesis La nueva película de Ben Affleck como director se llama Vivir de Noche (Live by Night), pero gran parte de ella se desarrolla de día, incluso los grandes acontecimientos dramáticos que presenta tienen lugar en horarios diurnos. Más allá de esta antítesis, el título responde a un estilo de vida que adopta Joe Coughlin (Affleck) al regresar de la Primera Guerra Mundial, el cual es vivir como un forajido en el plena Ley Seca. Hay otra antítesis en esa elección porque Joe es hombre bueno desempeñándose en una actividad criminal; esa dualidad es parte del cine noir, que abraza Affleck en otro intento por seguir explorando los géneros, en tiempos en los que el cine de superhéroes tiene casi monopolizado el accionar de los grandes estudios, los mismos que en otros tiempos llenaron sus arcas beneficiados por los géneros y el Cine Clásico. La dinámica del cine negro pasea al pobre de Joe por las redes de una femme fatale de turno y un retroceso a cero, en su carrera de marginal durante épocas turbulentas de las primeras décadas del siglo XX en Boston. Tras salvarse de una muerte segura (y de pasar un corto tiempo en la cárcel), la sed de una venganza latente lo lleva a Florida para estructurar el contrabando de ron cubano perteneciente a un jefe de la mafia italiana, a pesar de ser un irlandés. Affleck toma nuevamente una fuente textual perteneciente a Dennis Lehane, como lo hizo en su ópera prima Desapareció una Noche (Gone, Baby, Gone, 2007) para encausar una nueva mirada moral dentro de un contexto de violencia y corrupción -quizá la única que se despega de esta recurrencia temática sea Argo (2012)-, pero a la que le suma la variable de la Ley Seca como experimento sociológico y antropológico sobre el accionar de los ciudadanos comunes ante un disparate semejante para disminuir la tasa de criminalidad. El vector del protagonista está sellado por hacer el bien en un mundo que se lo impide con diferentes obstáculos: el odio racial del Ku Klux Klan, el fanatismo religioso y la codicia de sus rivales hampones. La habilidad de Affleck se halla en su capacidad narrativa, aprehendida del cine clásico más puro, al que logra adosarle sus propias ideas estéticas a partir de recursos formales en el uso de la cámara, identificados de manera más transparente en el puñado de escenas de acción que el film tiene: la persecución policial luego del robo al banco y la pistoleada final, aunque a toda esta numeración hay que darle también crédito al gran fotógrafo Robert Richardson. Ciertos pasajes de confusión nublan el relato cuando se inmiscuye el personaje de Elle Fanning, interpretando a la hija de un jefe policial (Chris Cooper) reconvertida en líder religiosa que obstaculiza el crecimiento de Joe en su perspectiva por dejar el contrabando de alcohol para dedicarse al juego legal, como visión futurista de un negocio sin riesgos de ningún tipo. De la misma manera en la que el protagonista no puede escapar de sus actos de bondad, esos que se transforman en una sentencia de muerte, Aflleck reafirma que los personajes que se mueven en círculos de violencia, sin importar sus intenciones, tienen un final inevitable al momento en el que deciden tener una mínima demostración de piedad. Podría interpretarse, como una segunda lectura, que estos hombres nunca terminan impolutos, que no hay jubilación que les permita vivir en el paraíso con las ganancias de una vida dedicada a los negocios. Este axioma del cine negro se apodera de la cuarta película de Ben Affleck, porque en este género no hay salida desde el primer momento en el que se entra en él; sus criaturas viven al filo porque no pertenecen a un sistema, tampoco hay lugares para volver a empezar, así es que esta tesis del hombre ambiguo entre el bien y el mal se vuelve a poner de manifiesto en un film cargado de clasicismo bien entendido e interpretado.
Joe Coughlin nunca quiso ser un gángster. Tampoco convertirse en un asesino. No le gusta la violencia. Pero la vida parece haberlo llevado a ese lugar cuando le es arrebatada la mujer de la cual se enamoró. Y de a poco, Joe Coughlin va inmiscuyéndose en un mundo que no le agrada pero en el cual logra desenvolverse, y convirtiéndose en alguien que no termina de gustarle. Somos el resultado de las decisiones que tomamos, y Coughlin no va a ser la excepción. Cuando se está dentro de ese mundo, ¿hay posibilidad de un final feliz? La nueva película de y con Ben Affleck, adaptada de una novela literaria de Dennis Lehane (a quien Affleck ya adaptó en su primera y mejor película, Gone baby gone), pone en foco al mundo gángster desde la perspectiva de un soldado de la Primera Guerra Mundial que tras robar bancos y enamorarse de la mujer (Sienna Miller) del mafioso local más poderoso, termina convirtiéndose en aquello que odia para poder vengarse. A medida que Coughlin se torna más poderoso, su mundo se torna más violento y sanguinario. Pero también logra volver a enamorarse y con aquella mujer (Zoe Saldana) se encuentra una vez más frente a aquello que quiere ser vs. aquello en lo que se está convirtiendo. Adaptada por el propio Affleck, el guión bucea entre diferentes temas y tonos, la religión, el amor, la moral, la venganza, la amistad, la ambición y en algún momento se pierde entre tanto que quiere abarcar. Algo parecido sucede en los últimos veinte minutos, con un último tramo recargado de falsos finales. Affleck sabe de cine y acá como director es donde mejor se desenvuelve, entregando algunas secuencias realmente buenas, especialmente aquellas de acción, ya sean las de persecuciones como las de los tiroteos. Hay en general también un muy buen trabajo con los diálogos, siendo los de las escenas románticas los que menos se lucen, mientras que junto a Messina y a Elle Fanning (del reparto femenino, es la que mejor logra destacarse), por separado, se consiguen momentos inolvidables. Resumiendo, Vivir de noche es una película que en cierto grado le queda grande a Ben Affleck. Así como el actor ya pudo demostrar una sólida faceta como realizador con una filmografía no muy extensa, en Vivir de noche nos entrega una buena película que sin dudas podría haber aspirado a más. Quizás en su afán de querer abarcarla desde cada costado (como director, como guionista y como protagonista) perdió un poco el eje. De todos modos, no deja de ser un film rico e interesante.
Ben Affleck ha demostrado ser un gran director y saber protagonizar sus propias películas. Lamentablemente Vivir de noche no le hace honor al resto de su filmografía y resulta el peor de sus trabajos. Una película que homenajea a los clásicos de gángsters pero que se pierde entre todo lo que quiere abarcar. Affleck interpreta a Joe Coughlin, un ex soldado de descendencia irlandesa devenido en forajido.
El que mucho abarca poco aprieta el gatillo Si hay un subgénero del policial al que uno pensaría que no se le puede agregar nada original es el de los gangsters de la época de la Ley Seca. Por eso, la gran cualidad de "Vivir de noche" es aportar algún giro nuevo a la mafia de fines de los "roaring twenties", vinculando a su antihéroe con los contrabandistas cubanos de ron de Tampa, Florida, e inclusive enfrentándolo con el Ku Klux Klan. Justamente, igual que en aquel film con Humphrey Bogart y James Cagney dirigido por Raoul Walsh (en la Argentina se llamó "Héroes olvidados"), Ben Affleck va a la Primera Guerra Mundial como soldado y vuelve como un forajido, aunque trata de cometer sus atracos de manera independiente, sin participar de la Cosa Nostra italoamericana ni de la mafia irlandesa, lo que obviamente es imposible. El problema es que Affleck, director y protagonista, está lejos de Cagney y Walsh. Adaptando él mismo una novela de Dennis Lehane (autor de "Río místico", de quien Affleck ya había adaptado un libro en su opera prima, "Desapareció una noche"), el film tiene una brillante media hora cuando describe el ascenso y caída del antihéroe del hampa de Boston -hay una persecución automovilística que paga por sí sola el precio de la entrada-, pero luego se distiende demasiado cuando la acción se traslada a Florida y se vuelve permeable a múltiples factores étnicos, sociales, románticos y hasta teológicos. Es que la historia, por momentos, le escapa al cine de gangsters para convertirse en un melodrama que relaciona al protagonista con tres mujeres muy distintas, incluyendo sus dos grandes amores y una predicadora ex drogadicta que complica la instalación de un casino. Gracias a estas múltiples subtramas, la película tiene muy atractivas actores de reparto, empezando por el trío femenino formado por Elle Fanning, Sienna Miller y Zoe Saldana, además de incluir un gran trabajo de Chris Cooper como un jefe de policía que trata de encontrar algún equilibrio entre la corrupción y su ética personal. El que mucha abarca, poco aprieta el gatillo, y si bien aquí hay dos o tres fuertes escenas de acción, falta suspenso y cohesión dramática. La música ofrece todo tipo de ritmos relacionados con el jazz, el blues y la salsa, y otro punto fuerte es la notable fotografía del maestro Robert Richardson.
Un protagonista que afronta complicados dilemas morales y se ve obligado a tomar decisiones capaces de cambiar el rumbo de su vida y la de las personas que lo rodean. Suburbios, personajes secundarios construidos con maestría, historias laberínticas. Esos son los ingredientes de la ensalada que prepara Ben Affleck en cada una de sus películas como director. Live By Night es la cuarta historia que trae a la pantalla y, aunque no está exenta de esas características que lo hicieron triunfar, es la más débil de su filmografía.
Un film con mucho potencial, buenos intérpretes y correcta ambientación que termina tropezando por su floja narración, que no profundiza en ningún tema y resuelve conflictos de forma torpe. En el año 2007 el actor Ben Affleck (The Accountant, 2016) sorprendió al mundo demostrando su habilidad como director en su cinta debut Desapareció una Noche (Gone Baby Gone). El film, basado en el libro homónimo de Dennis Lehane —autor de Shutter Island, The Drop y Mystic River, novelas que también fueron adaptadas al cine—, nos contaba la historia de dos detectives privados (Casey Affleck y Michelle Monaghan) que toman el caso de una niña desaparecida. En 2010 volvió a dirigir una historia de crimen: Atracción Peligrosa (The Town), esta vez adaptada de la novela de Chuck Hogan Prince of Thieves. Si a estas dos le sumamos la oscarizada Argo (ganadora del premio a Mejor Película), la carrera de Affleck como director viene siendo impecable hasta el momento —a diferencia de sus roles como actor, donde no siempre sale airoso—. Para Vivir de Noche (Live By Night, 2017) Affleck vuelve a sumergirse en la obra de Dennis Lehane, un drama criminal de gángsters que sigue la escalada de su protagonista en el mundo del crimen organizado de Boston, pero en este caso no lo hace tan bien como en sus trabajos anteriores. La película sigue a Joe Coughlin (Affleck), un irlandés que tras regresar de la Primera Guerra Mundial se enamora de Emma Gould (Sienna Miller) la mujer de Albert White, el líder de la mafia irlandesa. A través de ella Joe empieza a incursionar en el crimen organizado, para preocupación de su padre (el capitán de la policía de Boston, interpretado por Brendan Gleeson). White acaba por descubrir el affaire de su amante, manda a matar a Emma y muele a golpes a Joe, que jura venganza contra White y se une al bando de su contrincante Maso Pescatore (Remo Girone), el capo de la mafia italiana. Coughlin, junto a su amigo y mano derecha Dion (Chris Messina) deberá gestionar el imperio de Pescatore en Tampa, Florida —principalmente contrabando de alcohol— y se les encarga la construcción de un casino. Joe deberá enfrentarse a una fuerte oposición de la comunidad religiosa encabezada por Loretta Figgis (Elle Fanning), la puritana hija del Sheriff local (Chris Cooper) además sufrir constantes ataques de los fanáticos del Ku Klux Klan a sus clubes poblados de latinos y afroamericanos. También iniciará una relación con Graciela Suarez (Zoe Zaldana), la hermana de un empresario cubano. La película se destaca principalmente por su elegante reconstrucción de época (aplausos para los encargados del diseño de vestuario y producción), una correcta fotografía y las excelentes secuencias de acción y persecuciones. Ben Affleck vuelve a demostrar su habilidad con la cámara y nos traslada a los tiempos previos a la gran depresión con pulso experto desde lo visual, pero las principales flaquezas de Vivir de Noche se encuentran en el papel. El film no tiene en claro que quiere ser, la interesante trama de venganza que vemos al comienzo es rápidamente descartada para introducirnos en la historia de crimen y negocios sazonada con algo de romance; la vendetta es retomada cerca del final de la película, pero a este punto ya dejó de interesarnos. Esto hace que la narración de la película sea caótica. También tiene problemas a la hora de establecer temas, por ejemplo: nuestro protagonista es demasiado bueno para ser un gangster de temer, pero no termina de cerrar como héroe por tener las manos sucias. Los diálogos por momentos se hacen pomposos y rebuscados innecesariamente. Este conjunto de fallas, que se manifiestan más en el segundo acto, hacen que la película poco a poco se desgaste y vaya perdiendo su encanto inicial. En materia de actuaciones todos los intérpretes están bien —aunque algunos tienen muy poco para hacer en la película—, especialmente los personajes de Elle Fanning y Chris Cooper, que tienen un interesante arco para desarrollarse. También es bastante simpático el sidekick de Joe Coughlin encarnado por Chris Messina. La contracara de ellos es nuestro protagonista: Affleck da una de sus más inexpresivas y acartonadas interpretaciones hasta el momento, contrastando con su labor de director en el film. En general Vivir de Noche no es una película mala: por momentos entretiene, pero su irregularidad narrativa y demás falencias hacen que se mantenga en un nivel medio y la sensación de que Ben Affleck podría haber logrado un producto de mayor calidad.
El hombre y la moral No hace falta decir que Ben Affleck es uno de los mejores de su generación. Con los años ha sabido elegir en qué proyectos embarcarse y sobre todo de cuáles hacerse cargo como realizador Con cuatro largometrajes en su carrera como director, Vivir de noche es su film menos logrado (la vara quedó muy alta con Argo), pero no quita que no prestemos atención. La historia se centra en la década de los años 20, en plena Ley Seca. Joe Coughlin (Ben Affleck), hijo de un eminente capitán de la policía de la ciudad, es un ex-soldado que aún sufre las consecuencias de su participación en la Primera Guerra Mundial. En plena era de la Prohibición, Coughin decide no seguir precisamente los pasos de su padre y se une al crimen organizado, para convertirse en un contrabandista que trafica con alcohol. De a poco su ascendente carrera en el mundo de la mafia lo convierte en un importante gangster de la Costa del Golfo. En su camino se cruzará una mujer, Emma Gould (Sienna Miller), que cambiará para siempre su vida. Pero todo peligrará cuando la ambición ponga en riesgo a su familia y a su propia reputación. Affleck protagoniza, dirige, produce y escribe la película, la cual resulta muy sólida al contar con un guion difícil y pretensioso, con personajes que entran y salen todo el tiempo. El elenco es notable y cada uno se ensambla en la historia de manera ejemplar. Brendan Gleeson tiene una destacada participación hacia el comienzo en una breve aparición y es Chris Cooper quien despliega todos sus dotes actorales hacia el final. El vestuario, la música, las ambientaciones son impecables. Y no faltan escenas de acción muy bien logradas: van a encontrarse con una persecución que factiblemente sea una de las mejores filmadas al momento. Posiblemente la historia sufre algunos embates hacia la segunda parte, donde surgen varios conflictos y no se tiene demasiado en claro hacia dónde va la película. Si continuar con el conflicto del tráfico o centrarse en analizar a ese hombre que está en busca de ser perdonado. Y es notorio que algunas situaciones no llegan a resolverse. Aun así, Vivir de noche es una película que cuenta acerca de personajes, los hace sentir y contar sus problemas. No van a encontrarse con una historia prefabricada, donde tres tiros son el único motivo para pasar dos horas frente a la pantalla.
La nueva película del director de “Argo” es una clásica historia de gangsters que transcurre en las décadas del ’20 y ’30 en Boston y en la Florida, con Affleck como un ladrón metido, a su pesar, en medio de una guerra entre la mafia italiana y la irlandesa. Zoe Saldana, Brendan Gleeson, Chris Cooper, Sienna Miller y Elle Fanning lo acompañan en esta producción correcta, cuidada y prolija pero que no logra ser del todo atrapante. Hay cierto deja vu que se apodera del espectador apenas arranca VIVIR DE NOCHE, la nueva película del director de ARGO, Ben Affleck. Hemos visto ya incontable cantidad de veces películas sobre mafiosos en la primera mitad del siglo XX y, de entrada, está no parece diferenciarse mucho de aquellas. La película adaptada de una novela de Dennis Lehane se centra en un ex combatiente de la Primera Guerra Mundial convertido en ladrón de poca monta, un outsider que termina viéndose involucrado en medio de una guerra entre la mafia italiana y la irlandesa de Boston, en los años ’20. Hay un robo que no sale bien (notablemente filmado), un affaire amoroso con la amante de Albert White –el jefe mafioso irlandés– por el que se mete en problemas, y unos años en la cárcel. Y al salir de allí, el ladronzuelo Joe Coughlin (interpretado por el propio Affleck) es reclutado por la mafia italiana ya que, pese a ser de origen irlandés, su principal enemigo es el tal White. Esto es solo el acto inicial de un filme que parece seguir de manera prolija, aunque un tanto anticuada, los pasos clásicos del cine de gangsters de los años ’30. Pero todo cambia cuando a Coughlin el capo italiano lo envía a manejarle los negocios a Florida. Más precisamente a Ybor, en las afueras de Tampa, considerado entonces una suerte de tierra de nadie donde las mafias (las mismas de Boston) se manejan libremente ante una policía (Chris Cooper) que hace la vista gorda. Coughlin llega y logra imponer su ley en el lugar, manejando a propios y extraños, como así también a los inmigrantes cubanos y de otras partes de América Central, que tienen peso y poder allí. Una de ellos es Graciela Suárez (Zoe Saldana), una inmigrante cubana de la que se enamora. Para los que hemos visto cientos de filmes de gangsters esta es sin dudas la mejor parte del filme ya que describe un universo de mafias raramente mostrado en el cine. Hemos visto gangsters en Florida de los años ’80 para acá (la remake de SCARFACE, por ejemplo) o, en los años ’50 (como en EL PADRINO II), pero descubrir este mundo de mafias en este pueblito de calles de tierra, pantanos, casitas que dan a ríos y con una mezcla étnica y racial curiosa es algo inusual. Y por un rato la propia lógica de adentrarse a ese mundo (bares donde tocan música caribeña, mucho ron y diálogos en castellano) le da al filme un plus de curiosidad que el inicio no tenía. Affleck, evidentemente, quiere contar una historia que se despegue del probado relato gangsteril. Los logros y problemas del filme de aquí en adelante tienen más que ver con dificultades de guión y con un personaje central que intenta, de modo poco creíble, mostrarse como un “buen tipo” en medio de las diferentes masacres, peleas y negociaciones que van transcurriendo allí, en un relato que cubre la época de la llamada Ley Seca y la Depresión económica. Hay evangelistas que quieren sacar a los mafiosos y sus casinos de ahí, aparece en escena el Ku Klux Klan y no hay un momento en el que Coughlin pueda sentarse a disfrutar los beneficios de su en principio exitosa operación. La película se resiente especialmente en su última media hora, donde da la impresión que el Affleck guionista se topó con una novela inabarcable para sus dos horas de relato y empieza a resumir y pegotear subtramas y escenas de una manera un tanto torpe, al punto de tener casi cinco posibles finales distintos. VIVIR DE NOCHE (título que no parece tener mucho que ver con la película, tomando en cuenta la gran cantidad de escenas diurnas del filme y sí ser un homenaje a un filme clásico del género) no termina de crecer dramáticamente y sus distintas subtramas pelean entre sí por un lugar en la narración. De todos modos, como filme de gangsters old fashioned tiene unas cuantas escenas valiosas, como la citada persecución, un posterior tiroteo y algunos otros enfrentamientos de impactante resolución. Affleck sigue siendo un actor demasiado poco expresivo como para permitir al espectador entender más a su personaje (y tampoco lo ayuda un vestuario, peinado y maquillaje que parecen presentarlo como un muñequito de cera) y son algunos de los secundarios los que levantan la temperatura en el filme, en especial Chris Cooper, Sienna Miller, Zoe Saldana y, en menor medida, Brendan Gleeson, Elle Fanning y la decena de mafiosos, religiosos y racistas de ambos bandos que circulan por las peligrosas callejuelas de tierra de Ybor. Pero Coughlin es un poco el hueco que hace caer al filme: un ladrón bueno, un gangster con corazón de oro, un tipo supuestamente noble metido en un trabajo peligroso. Pero es difícil creer su discurso (la película está relatada por su voz en off). Con un personaje un tanto más atractivo –y un actor un poco más relajado–, VIVIR DE NOCHE podría haber sido una mucho mejor película. Así es apenas un pasable pero discreto filme de un director del que todos esperamos mucho más.
“Argo” y “Atracción peligrosa” han demostrado que Affleck es un muy buen director y narrador. Aquí no llega a derrapar del todo, pero la ambición es demasiado grande y el espectáculo muchas veces se le va de las manos. La historia del hijo de un alto jefe policial que empieza a involucrarse con el hampa, se ve envuelto en una tragedia y vuelve por venganza, está ambientada en los años 20 y recuerda al gran cine de gánsteres de aquellos tiempos. Pero la mezcla de suspenso, melodrama y paisaje social un poco subrayado muchas veces parece poco cohesiva, como si grandes escenas quedaran desconectadas o como si el andamio del guión tuviera algunos faltantes. Pudo haber sido una gran película y queda como un “gran film enfermo”. Pero mucho de lo que hay es mejor que la mayoría del mainstream contemporáneo, así que queda recomendada incluso por sus defectos.
A Ben Affleck sin ninguna duda le gusta estar frente y detrás de cámara y en esta ocasión además es guionista y productor. Cuenta una historia de gángsters en las décadas del ’20 y el ’30, transitando por el amor y el melodrama. La actuación de Affleck es lineal, poco expresivo, resultan muy buenas las actuaciones de: Brendan Gleeson, Chris Cooper y Elle Fanning. No se encuentran dentro de los puntos más logrados: algunos diálogos, el romance y las escenas de los cabecillas mafiosos bastante trillado, al igual que la venganza. Hay que destacar la fotografía, la banda sonora, la ambientación y la dirección de arte.
La cuarta película del famoso actor e interesante director Ben Affleck es otro film entre los cientos que existen sobre la mafia. Ni se la recordará como una novedad en el género ni como un hito en la carrera de su director La fascinación por los retratos de la mafia en el cine se explica por la posibilidad de espiar el funcionamiento del poder económico y el espurio origen de las riquezas sin la parodia de un mundo que pretende estar regido por leyes y sujetos obedientes. La voluntad de poder y acumulación se desnuda desvergonzadamente y apenas queda en pie el valor más egoísta y visceral de todos: el cariño por la descendencia. El dinero es un absoluto insustituible, pero el amor a un hijo también.
JUEGOS DE PODER Y SENTIMENTALISMO La vida del mafioso parece fácil: a hierro mata, a hierro muere. Se preocupa, en el mejor de los casos, sólo por su familia y algunos amigos, mientras que todo el resto es negociable. Ben Affleck (Desapareció una noche, Atracción peligrosa, Argo) viene a mostrar lo profunda o sentimental que puede ser una persona a pesar de haber elegido el delito como modo de vida. Joe Coughlin (Ben Affleck) es un ex soldado sobreviviente de la Primera Guerra Mundial. Cuando vuelve a su casa en Boston se transforma en un forajido que asalta bancos. Pronto se encuentra trabajando para el líder de la mafia irlandesa para sobrevivir, pero un traspié lo hace cruzar de bando y estar al frente de los trabajos de la mafia italiana en Tampa, Florida. El negocio del alcohol ilegal es próspero en tiempos de la Ley Seca, pero sabe que cualquier paso en falso puede costarle la cabeza. Ben Affleck vuelve a adaptar una obra del escritor Dennis Lehane –la primera fue su ópera prima, Desapareció una noche, 2007- que se complejiza cada minuto, con giros que son verosímiles pero a veces difíciles de seguir. El preludio –que toma buena parte de la primera hora- es una historia en sí misma –con su principio, nudo y desenlace-, que sirve para poder retorcer cada vez más el resto del relato trayendo detalles del principio. La mayoría de las veces el ritmo es bastante dinámico, ya que incluso las partes más tranquilas se ven interrumpidas por la violencia que atraviesa toda la película. Sin embargo, se vuelve bastante tedioso cuando se abusa de la narración para hacer avanzar la cinta. Visualmente es excelente, no sólo por los paisajes logrados sino por la impecable ambientación en la época de la Gran Depresión. Inclusive se puede disfrutar de una persecución de autos antiguos y vestimentas cuidadas hasta el detalle. Es una lástima que Ben Affleck se haya cargado con tanta responsabilidad al hombro: ser director, guionista, productor y protagonista le cobró factura. Si bien la película está orquestada alrededor Joe Coughlin, la actuación deja bastante que desear y da la sensación de que otros actores podrían haberlo hecho mejor, y darle los matices necesarios a un personaje que busca ser complejo pero no logra demostrarlo. Lo más interesante son los juegos de poder que atraviesan no sólo las bandas del crimen organizado, sino también las fuerzas del Estado y organizaciones como el Ku Kux Klan. Lo que separa la vida de la muerte es una decisión acertada en el momento justo y cualquier pieza fuera de lugar puede derribar un imperio. Queda en cada uno ver de qué forma va a hacerse cargo de sus actos. VIVIR DE NOCHE Live by night. Estados Unidos, 2016. Dirección: Ben Affleck. Guión: Ben Affleck (adaptación de una novella de Dennis Lehane). Intérpretes: Ben Affleck, Sienna Miller, Zoe Saldana, Elle Fanning, Chris Cooper, Brendan Gleeson, Remo Girone, Robert Glenister, Matthew Maher, Chris Messina, Miguel J. Pimentel, Anthony Michael Hall, Titus Welliver, Chris Sullivan, Max Casella, Kristen Annese, Larry Eudene, Derek Mears. Edición: William Goldenberg. Música: Harry Gregson-Williams. Duración: 129 minutos.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
Si Clint Eastwood pudo sobrevivir como director ese bodrio infumable que hizo en The Eager Sanction (1976), la carrera de Ben Affleck como realizador no decaerá en absoluto por el hecho que su última película no entusiasme al público como sus trabajos previos. Affleck es un realizador estupendo y en esta película vuelve a demostrarlo con una correcta adaptación de la novela homónima de Dennis Lehane. El mismo autor de Gone, baby gone, que fue el material en el que se basó la ópera prima del director. Vivir de noche no es para nada una mala película y en Estados Unidos los críticos me parece que la castigaron de manera exagerada. La única debilidad de este film es que la historia no llega a ser tan atrapante como los conflictos de The Town y Argo. En esta oportunidad el director abordó las historias de gángsters a través de una propuesta que presenta un excelente retrato histórico de la etapa final de Ley seca en los Estados Unidos que tuvo un gran impacto en el mundo del crimen organizado. Affleck interpreta al clásico delincuente que vio demasiada violencia en su vida y desea establecer una vida más normal. Sin embargo, los personajes nefastos con los que que se codea le impiden encontrar una salida en ese mundo donde nadie llega a superar los 40 años de vida. Para los seguidores del policial negro este es un conflicto familiar que fue trabajado numerosas veces en el cine y la literatura y la historia de Lehane no ofrece nada nuevo en esta temática. Vivir de noche tiene un gran comienzo con la presentación del personaje principal durante la primera media hora del film. La película comienza con mucha fuerza en el primer acto donde Affleck introduce al espectador en el mundo de violencia en el que se desenvuelve el protagonista. Lamentablemente la narración luego se estanca en un drama que tarda una eternidad en construir el clímax con el que se pretende cerrar la historia. El problema no pasa tanto por el argumento, que tiene algunas subtramas interesantes, sino el tono que le dio el directo a la narración que por momentos resulta densa. La película se hace larga y el atractivo inicial que tenía el conflictode a poco se va desvaneciendo. En Vivir de noche el trabajo de Ben Affleck se luce especialmente en las secuencias de acción donde muestra su talento como realizador. La persecuciones automovilísticas y el tiroteo final que filmó en esta producción son momentos fabulosos que contribuyen a darle un poco más de emoción a la historia. Dentro del reparto Sienna Miller, Ellen Fanning y Chris Cooper, especialmente, también tienen muy buenos momentos a lo largo del conflicto. Reitero, no todo es tan negativo en Vivir de noche. Lo que ocurre con esta producción es que Affleck dejó la vara demasiado alta con Argo y su nueva película simplemente no genera el mismo entusiasmo. Será interesante ver que hace con la próxima película de Batman donde abordará un género muy diferente al que trabajó hasta el momento como director.
Una película pasable con más falencias que hallazgos. El cuento está demasiado visto y el desenlace tampoco tiene nada de impactante, pero dentro de todo, aquellos que gustan del cine negro o Neo-noir no lo van a...
A la deriva El cuarto largometraje de Ben Affleck, esta vez a cargo de la dirección, el guión, el rol protagónico y parte de la producción, lo encuentra primero en Boston –donde también se situaban sus dos primeras películas- en la década del ’20, como un ex combatiente de la Primera Guerra Mundial devenido en ladrón de poca monta, un outsider que no está asociado a ninguna banda criminal, envuelto en un romance con la amante de un capo de la mafia irlandesa. Esto último es lo que le pone un punto final a sus andanzas en Boston y da inicio a la segunda parte de la película, pero también a otras películas dentro de la misma, solo que ahora en Tampa, Florida, donde el ladrón convertido en gángster irá a hacerse cargo del negocio de ron de la mafia italiana. Pero la historia de venganza que prometía esta segunda mitad queda desdibujada ante la acumulación de subtramas que parecen provenir de otras películas y desentonan en Vivir de noche. La trama que transcurría de manera más o menos prolija en Boston –a excepción de una persecución en la que se entiende poco y nada lo que sucede, quién dispara a quién y dónde, la ubicación de los personajes resulta confusa y tampoco es clara la distancia entre perseguidor y perseguido– es dejada de lado en Florida y reemplazada por una serie de discursos sociales, religiosos y racistas; aparecen inmigrantes cubanos, evangelistas, el Ku Klux Clan y las dificultades de guion. El mayor problema de Vivir de noche es que se estanca dramáticamente, no desarrolla a ninguno de sus personajes más allá de dos o tres características, y resulta digresiva y arbitraria en cuanto a sus resoluciones –un ejemplo es la muerte de su esposa– y a los objetivos del protagonista que, llegado un punto, dejan de existir y las acciones ya no responden a un objetivo unificador, sino vaya a saber a qué. A esto se le suma la falta de conexión entre las escenas por la cantidad de películas diferentes que conviven dentro de la misma –la historia de la chica que sueña con triunfar en Hollywood y luego de una breve adicción a las drogas resurge convertida en líder religiosa desentona dentro de la trama gangsteril–. que a su vez llega a tener al menos tres finales distintos antes del definitivo. El discurso social subrayado se hace cada vez más evidente hasta terminar tapando por completo la narración principal, aquella interesante historia sobre un criminal traicionado por su amada que ahora buscará venganza bajo el ala de la mafia italiana. De esta segunda parte, que además parece mucho más extensa de lo que realmente es, no hay mucho más para rescatar que la escena del tiroteo a lo Scarface en una mansión de lujo. Si hay alguien que entiende perfectamente la tradición del cine americano es el director de Atracción peligrosa y de Argo, un tipo que era capaz de recrear el brillo del cine de gángsters de los ’30 y ‘40. Y tenía todo para hacerlo, simplemente se desvió; Vivir de noche es la prueba de que un director notable también puede derrapar de vez en cuando. Y aunque eso le cueste que una parte de la crítica ahora lo considere un director mediocre, un tropezón no es caída, y menos para un gran narrador como Ben Affleck.
Amor entre balas y alcohol Ben Affleck ya mostró su dominio de la dirección en "Desapareció una noche" y "Atracción peligrosa", pero fue "Argo" la que en 2013 llamó la atención mundial en esa faceta del actor luego de ganar tres Oscar, uno de ellos como mejor película. Affleck, también guionista de "Vivir de noche" vuelve a mostrar su preferencia por la acción y la intriga, y en este caso se remonta a las primeras décadas del siglo pasado cuando en Estados Unidos imperaba la Ley Seca. Affleck, que también protagoniza el filme, interpreta al líder de una banda de asaltantes de Boston que después de un mal golpe, termina relacionándose con los capos de la mafia que lo quieren a su servicio. El filme está dividido en dos partes. La primera, con un ritmo y un guión fluidos, que avanzan a golpe de diálogos breves y contundentes, persecuciones, balazos y un diseño de arte que reproduce los menores detalles de la época. Pero luego, el relato pierde impulso, aunque no interés, cuando el protagonista se muda de Boston a la periferia de Miami para organizar el tráfico de alcohol y el policial se interna en el romance. Affleck, cuyo personaje además de delincuente y gángster tiene buen corazón, rinde un sólido tributo a los clásicos del género y lo hace con estilo y una producción impecables y buenas actuaciones de un elenco en el que se lucen hasta los personajes secundarios.
Historias de un corazón fuera de la ley. Vivir de Noche muestra la historia de Joe Coughlin y su introducción al mundo del hampa luego de volver de la guerra, de la primera. Empieza trabajando para el mafioso Albert White pero comete el error de enamorarse de la amante de su jefe. En realidad enamorarse no puede ser considerado un error, el error es estar besándose de día a la vista de todos. Esto lo lleva a que le den una amable y sangrienta paliza y, por su puesto, a perder a la chica. Como la policía lo busca porque él mató a un policía vehiculizado llega a pasar tan solo 3 años en prisión ya que, para colmo, es hijo del comisario. Joe Coughlin intenta rehacer su vida trabajando para el mafioso de la oposición, Maso Pescatore. Allí emprenderá un negocio en Florida, con cubanos y la venta de ron. Conoce un nuevo amor, Graciela (Zoe Saldana), hermana de su socio cubano. Así transgrede de nuevo la ley, se enamora de una cubana en medio del auge de Ku Klus Klan. Lo más atractivo de Vivir de Noche es que nuestro personaje principal parece combatir principalmente contra dilemas del bien y el mal, que contra balaceras. Su mayor problema es cuestionarse, no esquivar tiros. Ben Affleck ya había dirigido 3 grandes películas: Desapareció una Noche, Atracción Peligrosa y Argo. Como actor también es muy querible, pero sigue siendo un poco de parqué. “Interpretar estos personajes exige concentración, pasión y la mejor actuación que pueda dar. Ha quedado claro que no puedo hacer ambos trabajos al nivel que requieren” dijo Affleck, pero hablando de la próxima secuela de Batman, explicando por qué no la dirigirá. En línea con esta idea en Vivir de Noche parecen resentirse mínimamente los dos roles. Ya no están las escenas de tensión de Argo y la función más cómoda de encargarse de un personaje casi secundario. De todas maneras, Vivir de Noche (adaptación de la novela de Dennis Lehane, también escritor de Desapareció una Noche, La Isla Siniestra y Río Místico) es una hermosa película. Ben Affleck juega a ser Coppola y Scorsese sin ningún tipo de timideces. Así que preferimos que dirija la próxima Batman, si es que a Batman lo interpreta preferiblemente Michael Keaton.
El mafioso más bueno del mundo Hay un grupo de personas con aspiraciones de provocar que confunde la corrección política con la puesta en práctica y la promoción de ciertos valores cristianos, humanistas, a veces también compartidos con las izquierdas. Según esa idea, un progresista (como antagonista de un reaccionario) vendría a ser un estúpido. A su vez, también se suele confundir la provocación (casi siempre bienvenida) con la simple agresión. Las nuevas derechas supieron conseguir gracias a estas confusiones y al marketing del cinismo, una renovación de imagen. De todos modos, este preámbulo no es para negar que hay, en ocasiones, una búsqueda de corrección hipócrita que exaspera, ni para bancarle la parada al último Affleck y su -en este caso sí- corrección política, sino simplemente para no caer en la bolsa de los que se inflan el pecho de una supuesta incorrección cuando, en realidad, simplemente promulgan viejas ideas tanto de derechas liberales como conservadoras. Decimos que en Vivir de Noche (Live by Night, 2016) sí hay una corrección buscada que molesta porque Affleck quiere interpretar al mafioso más bueno del mundo; un capo que sería aprobado por los que cranearon el código Hays. Desde su elección como protagonista, con esa cara de bonachón, hasta sus enfrentamientos con detestables miembros del Ku Klux Klan, el actor/director nos pretende vender a su mafioso bueno al que podemos aplaudir desde nuestra zona de confort, no vaya a ser cosa que sintamos empatía con un criminal de verdad. Es la antítesis de un Tony Montana, desde lo moral hasta lo corpóreo; porque no sólo presenciamos la limpieza espiritual y política de Affleck, sino la falta de cuerpo, de sudor, de sangre, de mugre. Los asesinatos son tan estériles como el sexo. La forma en cómo está encarado el dilema moral y lo aséptico de la propuesta no representan los únicos inconvenientes; hay otro gran problema en lo narrativo -y seguramente sea un problema más importante aunque en este breve texto se lleve menos caracteres-. Si algo había demostrado Affleck, sobre todo con la muy buena Atracción Peligrosa (The Town, 2010) pero también con Argo (2012), es la potencia narrativa. Por el contrario, Vivir de Noche parece estar sostenida sólo desde la dirección de arte y la fotografía; el gran trabajo pareciera estar puesto en el cuidado estético superficial. A diferencia de sus trabajos previos, no logra generarnos un interés continuo porque no logra generar la cohesión ni la acción que sí conseguía en las anteriores, en las que también (nos) ahorraba tanta oralidad y tanta musiquita melosa tan de señora correcta y aburrida.
La nueva película de Ben Affleck, Vivir de noche (Live by Night), no había tenido buena recepción en la crítica estadounidense. En ese sentido, y a juzgar por el delirio de elogios superlativos hacia una película tan mediana como Luz de luna (Moonlight), había esperanzas. Pero, por sobre todas las cosas, los antecedentes de Affleck como director -Desapareció una noche (Gone Baby Gone), Atracción peligrosa (The Town) y Argo- mostraban a un realizador tan seguro como sorprendente, alguien que podía entender el clasicismo y que se animaba a seguir las huellas de Clint Eastwood, Michael Mann y hasta el cine americano de los setenta. Vivir de noche empieza con un brillo especial y un ritmo sostenido: Affleck parece dominar también los sellos distintivos de películas cruciales con Humphrey Bogart y con James Cagney. Los diálogos secos y breves, la velocidad cortante, la falta de sentimentalismo. Todo eso está, o parece estar, en un principio. Hay una alarma, que es el propio cuerpo de Affleck, incómodo en un rostro demasiado reluciente y en trajes demasiado pensados por el diseño de vestuario. Affleck se mueve con poca prestancia. Pero el problema principal, la gran decepción, no reside en su figura. A medida que el relato avanza, notamos su impronta episódica, sin gran tensión, que resuelve una situación tras otra sin nada que las coesione más que la biografía del personaje, que está construida con no pocas fallas (hay un ethos extraño, que se nos intenta imponer como petición de principios, pero sin sustento en sus acciones). Así, Vivir de noche -extraño título para una película muy diurna, por más que el libro original sea muy nocturno- termina y recomienza, una y otra vez. Como sucedía en la tercera parte del Señor de los Anillos, hay aquí unos 40 minutos finales que no son de cierre sino de múltiples intentos de cerrar, como si se agregaran finales uno tras otros, rompiendo cualquier posibilidad de climas y de clímax. Cuando se llega al punto final, encima, este se hace brusco y hasta arbitrario. No por lo que nos cuenta, sino por cómo llegó a contárnoslo. Para peor, Affleck -guionista en solitario por primera vez en su carrera- se permite, en una película que transcurre en los años veinte y treinta del siglo pasado, sentencias preclaras y con resonancia actual obvia y machacona sobre el Ku Klux Klan y los dueños de Estados Unidos.
Violencia…Y nada más… Ben Affleck es un reconocido director hollywoodense, dirigiendo películas tales como Argo o Desapareció una Noche, Ben se ha ganado el respeto de los cinéfilos en su faceta como director. Pero lamentablemente, quizás hoy estemos ante su película más floja. Vivir de Noche cuenta la historia de Joe, un hombre que luego de la guerra se convierte en un gangster, aunque él mismo lo niegue. Siguiendo sus desventuras, veremos su caída y posterior resurgimiento para levantarse más poderoso que nunca, gobernando el negocio del alcohol en un pequeño pueblo del sur americano. El film tiene una narrativa poco atractiva que hace uso y abuso de los diálogos expositivos y de la voz en off para relatar situaciones. Además, cabe destacar que los estereotipos rebosan en este film, siendo los personajes más interesantes el del propio Affleck y de la joven y talentosa Elle Fanning. El film rebosa de estereotipos La trama demanda mucha atención al espectador y esa atención no siempre es recompensada. El film cae en baches que resultan muy aburridos. El romance es manejado de una manera muy burda y por momentos da vergüenza ajena. Un gran error en la dirección de este film. Más allá de eso, la dirección de fotografía es preciosa y lo que más destaca de este film es su manera de retratar la violencia, que recurre a una estética dura y sangrienta. De cierta manera es lo más entretenido del film, ya que las escenas con violencia están entre las mejores dirigidas de la película. Vivir de Noche es un traspié en la carrera de Ben como director, esperemos, no se vuelva a repetir en su próxima película, The Batman.
Antes de volver a ponerse el traje de Batman, Ben nos trae una de gangsters. Hace casi una década Ben Affleck sorprendió a propios y ajenos con “Gone Baby Gone” (2007), la adaptación de la novela homónima de Dennis Lehane. Affleck, hasta entonces uno de esos actores que el público ama odiar, de repente se convirtió en un artista serio, tocando el cielo con “Argo” (2012), que la Academia eligió como la película del año. Y para su cuarto proyecto, el actor y director vuelve al autor que lo puso en boca de todos adaptando el segundo libro de la trilogía Coughlin, “Vivir de noche” (“Live by Night”). Desgraciadamente esta vez el realizador no consigue trasladar el peso y la densidad emocional de las historias de Lehane a la pantalla – y quizá sea la elección del protagonista el gran problema. Affleck interpreta a Joe Coughlin, un veterano de la Primera Guerra que vuelve a su Boston natal con un nuevo sentido de la ley y la cadena de comandos. Habiendo prometido “no besar más anillos”, se dedica a realizar pequeños robos esquivando a las dos mafias que se disputan la ciudad: la irlandesa, liderada por Albert White (Robert Glenister) y la italiana, con Maso Pescatore (Remo Girone) a cargo de los hilos. Pero, siendo un romántico, Joe no puede evitar enamorarse de Emma (Sienna Miller), la amante de White, y cuando son descubiertos Joe (después de comerse una buena paliza) termina pasando un par de años en prisión y alimentando su sed de venganza. Ya libre, decide dejar de lado sus promesas y unirse a Maso para llegar a Albert, quien escapando de los italianos terminó controlando pequeños negocios en Florida. Joe entonces se traslada a Tampa, donde junto a su viejo compinche Dino Bartolo (Chris Messina) y la comunidad cubana local, liderada por Graciela (Zoe Saldana) y Miguel (Esteban Suarez), se harán cargo de la zona. Joe se muestra como un tipo inteligente y rápidamente no solo se vuelve la autoridad en Florida, aumentando las ganancias y la influencia de Maso entre fanáticos religiosos, bandas enemigas y una facción local del Ku Klux Klan, sino que además empieza a proyectar a futuro, para subsistir cuando la Ley Seca vigente ya no rija y haya que buscar un nuevo negocio. “Vivir de noche” no es una mala película, pero es una experiencia inconsecuente, en gran medida por la ausencia casi completa de real emoción en la interpretación de Affleck. “Gone Baby Gone”, “Mystic River” (Clint Eastwood, 2003) y hasta “The Drop” (Michael R. Roskam), todas adaptaciones de obras de Lehane, presentan un grupo de protagonistas (Cassey Affleck, Sean Penn y Tom Hardy, respectivamente) cuyo sufrimiento y constantes conflictos morales son palpables para el espectador. Affleck es un buen actor, pero nunca termina de meterse del todo en la piel de Joe Coughlin, más allá de sacarle lustre a su afilada quijada y mostrar un par de momentos de introspección y arrepentimiento. Quizá estar de ambos lados del mostrador le haya pasado factura – en “The Town” (2010) Jeremy Renner se llevó todos los aplausos y en “Argo” el sólido elenco sostenía la historia sin problemas. Y aunque en este caso el actor se vuelve a rodear de talento, el espacio que se le otorga a cada uno es mínimo. Brendan Gleeson como el padre de Joe y comisario de Boston y Chris Copper como el jefe de la policía de Florida (ambos haciendo la vista gorda a las actividades del protagonista) tienen grandes momentos, pero a esta altura no sorprende de ninguno de ambos. Zoe Saldana comienza con grandes aspiraciones y termina siendo un papel puramente de soporte. Elle Fanning se come la pantalla en dos escenas particulares, pero cuando sus acciones son realmente relevantes y afectan la trama se siente pequeña y perdida. Chris Messina y Max Casella (que interpreta al hijo del capo italiano) son casi una caricatura y les falta por lo menos una escena a cada uno que los asiente en el rol que pretenden cumplir. Joe insiste en que no es un gangster, aunque sus acciones digan lo contrario. La brújula moral se mueve en cada asesinato, cada intimidación y cada búsqueda de resolver los conflictos dialogando y cediendo terreno. Sin embargo, al final de la película el personaje se siente más como un falso boy scout en traje de diseñador que como un delincuente con conflictos reales. Aunque técnicamente la película está muy bien, y Affleck cumple en su rol detrás de cámara, sí voy a tener que cuestionar (y quizá en esta esté solo) al actor como “hombre representativo de la década del 20”. Después de prepararse para ponerse el traje de Batman el actor quedó enorme, algo que ya habíamos notado en “Gone Girl” (David Fincher, 2014), pero que en este caso por momentos es muy difícil de esconder (y justificar), por más talle XXL que sean los trajes. “Vivir de Noche” no es la mejor película de Ben Affleck, y quizá sea la peor, pero eso no necesariamente significa que sea mala: todos los elementos que uno espera del género están en su lugar y las dos horas nunca se sienten densas. Sin embargo, le falta la profundidad emocional del protagonista sobre la cual descansan todas las obras de Lehane, que resulta en una experiencia poco memorable.
La obra maestra que no fue Las películas de Ben Affleck se han caracterizado por ser simples a nivel narrativo. Buenas historias, con buenos personajes, pero siempre con hilos argumentales fáciles de seguir. Live by Night, de alguna manera, se aleja de ese estilo e intenta incursionar en una trama compleja, con múltiples aristas y plagada de personajes. El resultado no es malo, pero sin dudas ésta es la propuesta más débil que hasta ahora ha estrenado el director. La virtud más evidente de Live by Night se encuentra en su cinematografía y en su capacidad de sorprender al espectador con grandes escenas de acción y tomas elocuentes. Quizás sea, de hecho, la mejor obra de Affleck en cuanto a lo técnico, quien demuestra su enorme capacidad de dirección y su involucramiento en todas las etapas de la producción, desde las cámaras hasta la sala edición. Sin embargo, el problema esta vez radica en el guión. El director tal vez haya pecado de ambicioso a la hora de contar una historia con demasiadas bifurcaciones argumentales y, en su intento de abarcarlo todo, termina empaquetando una historia caótica y resuelta a los apurones. Live by Night brilla por momentos y siempre entretiene, pero su acelerado ritmo y barroquismo narrativo impiden que la historia alcance profundidad. La ansiedad de filmar una obra maestra en el cine de gangsters a Affleck le terminó jugando en contra. Es una buena película, pero lejos está de destacarse.
Después de grandes aciertos como director en “Desapareció una noche” o “Argo”, película ganadora del Oscar en 2013, Ben Affleck vuelve al ruedo con “Vivir de noche”, pero no solo como director, sino también como protagonista, guionista y productor. Basándose nuevamente en una novela de Dennis Lehane, Affleck cuenta la historia de Joe Coughlin, un ex soldado e hijo de policía que decidió aplicar sus propias reglas y dedicarse a la delincuencia. Luego de una traición, Joe deberá recomenzar su vida de la mano de Maso Pescatore, un mafioso italiano que compite con Albert White, líder de la mafia irlandesa, por el manejo del alcohol en plena Ley Seca. Podríamos definir a “Vivir de Noche” como una película interesante y entretenida, pero que con el correr del relato va bajando su calidad. Empezamos a tener una narración un tanto más confusa, la cual quiere abordar varias temáticas, como la religión, los pecados, la vida criminal, el amor, y que se queda a mitad de camino, con un desarrollo caótico. El ritmo que mantiene el film tiene sus altibajos. En sus mejores momentos tenemos grandes secuencias de acción, buenos diálogos y actuaciones a la altura de las circunstancias. Nuevamente Ben Affleck encarna un personaje digno de su personalidad, como ocurrió en otras oportunidades como en “Perdida” o “El Contador”. Son personajes pintados a la perfección para el actor. Además, está acompañado de gran manera por mujeres poderosas como Sienna Miller, Zoe Saldana y Elle Fanning, como también por personajes masculinos encarnados por Brendan Gleeson, Robert Glenister, Chris Messina o Chris Cooper. Mientras que en sus momentos más flojos tenemos una sucesión de escenas que tratan distintas temáticas o acciones, algunas de ellas un tanto innecesarias y otras que pueden confundir al espectador. Cabe resaltar la fotografía del film, a cargo de Robert Richardson, con tonos oscuros y antiguos, recalcando esta época en particular. También se destaca enormemente la ambientación de la década del 20 y 30 (plena época de la Ley Seca, la Gran Depresión y la previa de la Segunda Guerra Mundial). Probablemente “Vivir de noche” no se trate de la mejor película de Ben Affleck como director o como protagonista, pero nos ofrece un film cargado de acción, persecuciones y tiroteos. Una película entretenida para pasar un buen rato en el cine. Puntaje: 3,5/5