Las remakes live action de Disney no terminan de despegar y ésta puede considerarse como su peor incursión en este terreno. Un pésimo guion, números musicales sin alma y un elenco que no transmiten absolutamente nada son las principales características de esta película que no le hace honor al material original. Hace ya unos años Disney Studios está apostando a volver a cautivar al público con sus historias más populares y aquellas que supieron marcar las diferentes épocas de oro de la empresa del ratón. Ya lo había hecho con La Bella y la Bestia (2017) y más temprano en éste mismo año le toco a Dumbo una remake con humanos de carne y hueso. Una de las primeras películas que vio luz verde para esta nueva senda de los estudios fue Maléfica (2014) que si bien no sirvió como una remake, funcionó bastante bien teniendo en cuenta que no era otra cosa que la historia de la bruja de La Bella Durmiente (1959) a la gran pantalla, todo esto en forma de precuela/spin-off. Pero el 2019 aparenta ser el año en el que Disney apuesta por este nuevo movimiento de volver a despertar al público con sus películas mejores valoradas previamente, porque si tenemos en cuenta el resultado de esta movida, aún no han tenido la mejor de las valoraciones en cuanto a la crítica y tampoco la mejor recepción con el público. A pesar de ese vaivén en la opinión general, los ejecutivos encargados del desarrollo de diferentes proyectos siguen apostando a estas producciones. En este año aún hay historias por ver y son de esas que nos dan justo en la nostalgia como lo son en julio con El Rey León y la película que ahora nos compete: Aladdín (2019). Esta remake está dirigida por Guy Ritchie (Sherlock Holmes, 2009) y cuenta la historia de Aladdín (Mena Massoud) un ladronzuelo que vive en las calles de Agrabah con su pequeño amigo Abú, un mono con el que comparten profesión y así logran sobrevivir a los días y noches de la ciudad arábica. Pero para Aladdín todo empezará a cambiar cuando de pronto el Gran Visir del Sultán, Jafar (Marwan Kenzari) le propone recuperar una peculiar lámpara de aceite de la Cueva de las Maravillas, un lugar escondido en el medio del desierto que alberga una gran cantidad de tesoros pero que solo aquel que es digno puede entrar. Aladdín, obnubilado por querer ser parte de la alta sociedad y así poder conquistar a la princesa Jasmín (Naomi Scott), accede a este trato pero se ve traicionado por Jafar y abandonado sin escapatoria dentro de la cueva. Allí encontrará la lámpara y se dará cuenta de que en ella habita un Genio (Will Smith) que le concederá tres deseos con los que podrá, entre otras cosas, escapar de la cueva y hacerse pasar por un príncipe para intentar ganarse el corazón de Jasmín y la aprobación del Sultán (Navid Negahban) mientras que Jafar ideará un plan para quedarse con el reino a cuesta de todo. ¿Hasta cuando? Debe ser la pregunta que el mundo cinéfilo se hace cuando se anuncian, por año, un mínimo de 2 remakes de clásicos de Disney en versiones live action. Evidentemente las ideas no abundan en las oficinas del monopolio audiovisual más grande y poderoso del mundo y del estudio que una vez supo marcar tendencia por su creatividad y originalidad, mucho no parece quedar. Bajo ese panorama es que se estrena esta película que no solo no hace honor al material original sino que tampoco cumple con las condiciones mínimas que debería presentar una película del género (musical) que pretende ser. El guion está escrito con un desgano evidente y en aquellos puntos fuertes, que supuestamente deberían tener, es donde menos capacidad narrativa tienen y menos emotividad producen. El director, que más que nada es reconocido por hacer películas de acción con abuso de slow motion, no es capaz de formar una historia convincente y si bien se nota que mete mano en lo que puede, no logra generar momentos de empatía, diversión, drama, ni de suspenso. Claro que las culpas son compartidas porque del guion donde también forma parte John August, uno de los colaboradores fetiches de Tim Burton, no logra imponer su calidad haciendo que aquellos momentos que podrían haber sido destacables se conviertan en quimeras. El humor es muy poco efectivo y si alguna risa se escapa es más por vergüenza que porque verdaderamente haga reír. Aspectos positivos hay muy pocos pero valen la pena ser destacados. La paleta de colores utilizada y la fotografía están correctas, pero da la sensación de que podrían haber logrado una mejor labor si hubiesen puesto el foco en ese aspecto. En los números de baile si bien las coreografías se notan carentes de alma, en lo estrictamente coreográfico son bellas a simple vista y por lo menos el entretenimiento está asegurado. Ese debe ser el gran acierto de esta película que a pesar de sus fallas tan notorias, y al tener una duración de dos horas y diez, el tiempo pasa rápido y no se sufre. Otro aspecto positivo, a medias, es la utilización del CGI en el de desarrollo de algunos personajes que en casos puntuales está utilizado de una manera muy eficaz pero en otros no lo están tanto. Las actuaciones tienen un nivel mediocre y van con el desarrollo de todos los personajes. A diferencia de la película original, en esta oportunidad hay más personajes con el simple hecho de alargar la trama, una diferencia que no está mal pensada pero si está ejecutada de la peor manera. La inclusión de Will Smith en el reparto fue uno de los temas que más ruido hizo cuando se dio a conocer el elenco y todo lo que se sospechaba que iba a suceder, terminó sucediendo. Las vueltas de guion para mostrarlo de manera humana abundan, se le da un arco argumental propio que roza lo lamentable y las canciones que él interpreta, hasta tiene una propia, abusan del recurso del rapeo y hip-hop. Una intención claramente intencional por su conocido pasado rapero. Otro de los puntos más flojos es el de el antagonista en manos de Marwan Kanzari, un actor que no demuestra ningún dote actoral como para ser el villano principal de una película que esta pronosticada como blockbuster. El resto pasa desapercibido. Esta remake de Aladdín quedará en el olvido inmediatamente después de ser vista. Obviamente que sea una historia ya conocida y con bastante arraigo en la cultura popular facilitará a Disney recuperar un poco de su inversión, pero si se esperan un éxito en taquilla, podrá, seguir recaudando billetes por parte de otro de sus quioscos ya que Avengers: Endgame la sigue levantando en pala. Le deseamos mejor suerte a Timón y Pumba en El Rey León.
¡Larga vida al príncipe Ali Ababwa! Desde que la casa del ratón comenzó a lanzar versiones live-action de sus clásicos animados, estas siempre fueron bien recibidas sin siquiera haber visto un adelanto y Aladdin (2019), sin duda alguna, fue la excepción a la regla. La película de Guy Ritchie fue la adaptación que más odio despertó en sus primeros avances y se convirtió en el blanco fácil de las redes sociales sufriendo todo tipo de críticas. Ya sea por su primer póster, sus personajes o su banda de sonido, nada ni nadie se salvó de las burlas y cabe aclarar que todavía faltaban meses para su estreno. La nueva versión, basada en el largometraje animado de 1992, nos introduce en la historia casi de la misma manera que lo hacía la original. Al ritmo de “Arabian Nights” conocemos los escenarios donde se desarrollarán las aventuras del anti-héroe y ya desde el prólogo podemos reconocer que esta película está ubicada dentro de los remakes al estilo copy paste de la productora. Tal como pasó con La cenicienta (Cinderella, 2015) o la aclamada La Bella y la Bestia (The Beauty and The Beast, 2017), sufre pequeñas modificaciones, incluyendo dos nuevas canciones, pero fuera de esto, sigue los pasos exactos del film animado. Toda la trama recae sobre un más que efectivo cast encabezado por Will Smith y Mena Massoud, pero quien más sobresale de todo el elenco es Naomi Scott en el rol de Jasmín. Nuestra princesa toma las riendas más de una vez y nos regala algunos de los momentos más destacables de la película. Quizás el punto más flojo sea el villano, acá sí estamos ante un problema, pero no tan grave como para opacar toda la magia que se vive a través de la pantalla. Marwan Kenzari, en el rol antagonista, no logra explotar el potencial que debería tener Jafar y si bien va creciendo al transcurrir la historia, nunca llega a despegar y convertirse en el poderoso hechicero que debía ser. A pesar de esto, ¿es Aladdin la catástrofe que todos esperan? La respuesta es no. Aladdin tiene muchos puntos a favor que la convierten en una película disfrutable y transcurre de una manera tan dinámica que nos atrapa sin ningún esfuerzo. Desde sus paisajes épicos, con una estética diferente a lo que veníamos viendo en las últimas producciones de Disney, hasta sus grandiosos momentos musicales, Aladdin es un largometraje que entrega más de lo que promete y los contemporáneos a las aventuras del ladrón de corazón noble no debería dejarla pasar.
Sin dudas nos encontramos en plena época de las remakes live-action de Disney, cuyo objetivo es volver a traer las historias animadas más exitosas de la compañía para atrapar a los nostálgicos y cautivar a las nuevas generaciones. A principio de año tuvimos el estreno de “Dumbo”, la cual no tuvo muy buena recepción por parte de la crítica y el público, ahora es el turno de “Aladdín” y en julio llegará “El Rey León”. “Aladdín” llegó a la pantalla grande por primera vez en 1992, otorgándonos una historia animada musical basada en el cuento homónimo de “Las Mil y Una Noches” centrada en Aladdín, un joven de bajos recursos que se las rebusca para poder sobrevivir con su mono Abu. Un día conoce a Jasmine, la princesa que se escapó del palacio, y se enamoran, pero ella solo puede casarse con un príncipe. Es así como cuando obtiene una lámpara mágica, obligado por Jafar, el visir del sultán, Aladdín pide el deseo de convertirse en un príncipe para poder cumplir con su objetivo. Si bien existía un temor mundial ante la llegada de este nuevo film live-action, que se generó a partir de las imágenes y tráilers durante su promoción, “Aladdín” consigue superar las expectativas que podíamos tener, debido a que logra mantener la esencia de la historia original y de sus personajes, pero a la vez nos ofrece un elenco que cumple con su tarea, nos divierte y emociona. Para aquellos que tienen presente la versión de 1992, se darán cuenta que si bien se repite la misma trama copiando algunos bailes o ciertos instantes importantes dentro de la historia, ésta no es idéntica a la animada. Esto se debe, también, a que acá nos encontramos con una cinta bastante más larga, decisión que podría haber perjudicado al argumento, pero en este caso no se siente estirado o con escenas de relleno, sino que la historia es armónica, con algunos momentos nuevos incorporados y otros conocidos que se terminan de desarrollar aún más. Ejemplo de ello es la mayor profundidad que se le otorga a Jasmine, una de las modificaciones mejor logradas. Si bien el personaje original se mostraba rebelde y que cuestionaba los mandatos sociales, ya que no se quería casar con un príncipe cualquiera solo por tradición y buscaba continuamente su libertad, en esta oportunidad se hace mayor hincapié en estas cuestiones. Incluso se incorpora una canción original propia muy poderosa, fuerza que se ve plasmada no solo en la letra sino también en la interpretación de la actriz Naomi Scott que nos provoca emoción, la cual habla sobre este empoderamiento femenino que transita la joven. Siguiendo con los personajes, podemos decir que mientras que el de Jasmine está más elaborado, el de Jafar como villano se encuentra un poco más desdibujado que en la versión animada, no se lo siente tan poderoso o temible; no tiene tanto peso como antagonista como pasa en la original. Tal vez tenga que ver con su confección desde el guion o directamente recaiga en la interpretación de su actor Marwan Kenzari que no puede transmitir el alma del personaje. Tampoco Iago, su loro, consigue plasmar la esencia de su par animado, volviéndose menos gracioso y efectivo. Pero el mayor de los temores venía de la mano de la recreación del Genio, papel que supo hacer maravillosamente bien Robin Williams, y cuya interpretación vocal quedó para la historia, y que ahora este desafío se encuentra en manos de Will Smith. El actor realiza una buena labor a la hora de componer este personaje, otorgándonos los momentos más divertidos del film. Se lo siente natural y divertido, aunque por momentos el CGI no termina de convencer del todo. Por su parte, Aladdín está muy bien caracterizado por Mena Massoud, recreando el espíritu del protagonista, quien junto con Naomi Scott tienen muy buena química en pantalla. Nuevamente tenemos a Alan Menken como el encargado de la banda sonora de la película, que mantiene las mismas canciones del film original, con la incorporación de, como mencionamos, del tema de Jasmine. Tienen el mismo efecto y brindan la misma emoción que la versión animada. Las coreografías también están bien implementadas, con gran despliegue de producción sobre todo en aquellas que integran al Genio, la magia está bien plasmada. Con respecto a la ambientación, la misma también está bien lograda, recreando aquel universo de Agrabah, donde predominan los colores vivos, como también el CGI de los animales, los cuales se ven bastante reales. Podemos destacar el vestuario bien característico del mundo árabe, con estampados y bordados despampanantes. En síntesis, “Aladdín” termina siendo mucho mejor de lo que esperábamos. No solo mantiene la esencia del film original, con buenas canciones y coreografías, sino que mejora algunos aspectos como la profundización del personaje de Jasmine, con una excelente interpretación de Naomi Scott. Sin embargo, algunas cuestiones son superadas por la versión animada, como la composición de Jafar, acá un poco menos efectivo, y la caracterización visual del Genio, que de todas maneras Will Smith hace una labor correcta al mantener su espíritu cómico.
Son muchas las veces que este cronista se pregunta el porqué de algunas producciones, y en este caso la respuesta sigue sin aparecer. Guy Ritchie despliega todo su conocimento cinematográfico para adaptar a live action el clásico animado, pero excepto Will Smith (que la rompe) el fantasma, en todo sentidos, de Robin Williams merodea en una producción que fascinará a aquellos nuevos espectadores, y decepcionará a quienes nos apasionamos con el dibujo que marcó un antes y un después en los Estudios Disney
Disney da otro paso en su idea de reciclar grandes clásicos del estudio con remakes con actores. Así pasaron, entre otras, Alicia en el país de las maravillas, La Cenicienta, La Bella y la Bestia, El libro de la selva y Dumbo. A esa nómina se le suma esta nueva versión de Aladdín a cargo del británico Guy Ritchie. Como en todas esas películas, la fórmula es similar y consiste en tomar las coordenadas básicas aunque con pequeñas modificaciones acorde a los tiempos que corren. Así como en La Bella y la Bestia se incluyó a un personaje gay, ahora hay una mujer mucho más fuerte que su predecesora. El resto es más de lo mismo: la historia romántica interclasista entre el ladrón Aladdín (Mena Massoud) y la princesa Jazmín (Naomi Scott); el monito capuchino Apu, el genio azulado y bonachón (Will Smith) y, desde ya, el malvado Jafar (Marwan Kenzari) que intentará quedarse con el trono del sultán. Con media hora más de duración que la película original, Aladdín recorre el mismo cauce marcado hace 27 años. Lo hace manteniendo gran parte de la banda de sonido original y sumándole un despliegue visual antes ausente. En ese sentido, Guy Ritchie –cada día más lejos de la promesa indie que supo ser hace dos décadas– apuesta por un paleta de colores recargada, de tonos intensos y contrastados, dándole a la película aire entre grasa y kitsch. El resultado es un entretenimiento eficaz y pasatista que se olvida pocos minutos después del fin de los créditos.
La tan esperada “Aladdin” live-action llegó a nuestras pantallas. Después de tantos comentarios maliciosos sobre si el Genio, protagonizado por Will Smith le iba a hacer justicia, podemos decir que llega a buen puerto. La historia, situada en Arabia es muy conocida, pero va la sinopsis: Aladdin, (Mena Massoud) es un huérfano que vive prácticamente en la calle, aunque se haya armado un cuasi-hogar junto a su fiel amigo Abu, un monito muy simpático que cada vez que puede, ayuda a su amo. Agrabah tiene a su Sultán (Navid Negahban) sobreprotector de su única hija Jazmine, (maravillosa Naomi Scott) quien casi no sale del Palacio. Como toda historia de amor y poder, hay un villano, encarnado por el Gran Visir llamado Jafar (Marwan Kenzari) quien aconseja al Sultán para su conveniencia. Lo que más desea Jafar es una lámpara que al frotarla, haga salir al Genio que le podrá conceder tres deseos para convertirse en el hombre más rico y poderoso del mundo. Como la lámpara está en la “Cueva de las Maravillas” a la sólo pueden entrar las personas con un corazón puro y él no lo posee, manda a Aladdin a cambio de hacerlo rico para conquistar a la Princesa, su objeto de deseo. Aladdin y Jazmine se habían conocido en el pueblo por casualidad, sin que uno lograra saber quién era el otro en realidad. Lo que sigue es la resolución del conflicto, la eterna lucha del mal contra el bien y muchas canciones ya conocidas por todos, de Alan Menken y Howard Ashman (ya fallecido) que son las clásicas, con el agregado de dos canciones originales. La voz de Jazmine es dulce, igual que su personaje, además de valiente y decidido. Aladdin pasa de ladrón de poca monta a héroe de su amada al pasar las diferentes pruebas que van entorpeciendo su camino. Lo mejor que tienen sus 123 minutos son las secuencias en donde impacta lo visual, aunque sabemos que se abusa del CGI, se disfruta que estén a la vanguardia en lo que respecta a dirección de arte, vestuario exquisito, química entre la pareja protagónica y para los amantes del género, su música. Jafar es el único que no me terminó de convencer como el malvado de turno, pero la película dirigida por Guy Ritchie entretiene, es pochoclera, y de eso se trata: diversión, pasar un buen momento y siempre una moraleja atrás de cada película de Disney: cumplir las promesas y que prevalezcan los buenos sentimientos, ya que un buen corazón es lo que importa, más allá de cualquier posesión material. ---> https://www.youtube.com/watch?v=1xouVEZ9lnU DIRECCIÓN: Guy Ritchie. ACTORES: Will Smith, Naomi Scott, Mena Massoud. ACTORES SECUNDARIOS: Billy Magnussen, Nasim Pedrad, Kamil Lemieszewski, Navid Negahban, Marwan Kenzari, Numan Acar. GUION: Guy Ritchie, Vanessa Taylor. FOTOGRAFIA: Alan Stewart. MÚSICA: Alan Menken. GENERO: Comedia , Aventuras . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 123 Minutos CALIFICACION: Apta para todo público con leyenda DISTRIBUIDORA: Buena Vista FORMATOS: Imax, 2D. ESTRENO: 23 de Mayo de 2019 ESTRENO EN USA: 24 de Mayo de 2019
Guy Ritchie es un director al que yo tengo muy arriba. Sus películas sobre el bajo mundo británico brillaban por sus historias y por su forma visual de llevar la historia, de hecho ‘REVOLVER’, protagonizada por un pelilargo Jason Statham y Ray Liotta, es una de mis favoritas. Su estilo tan marcado le llamo la atención a los cabecillas de Hollywood, en donde se lanzó a los blockbusters con ambas entregas de ‘SHERLOCK HOLMES’ (con una tercera en desarrollo), protagonizada por las superestrellas Robert Downey Jr y Jude Law. En la primera de estás el director prefirió correr menos riesgos, y se mando a hacer una película mas generica. Recién en su secuela ‘A Game of Shadows’ se le dejo meter mas sus planos subjetivos y veloces, generando un film medio flojo de guión pero visualmente genial. Ahora con Disney Ritchie hizo lo mejor que pudo, sinceramente con todas las limitaciones creativas que Disney pone en sus películas defiendo al director porque se nota que hizo lo mejor que pudo, sacando adelante una remake divertida pero fácil de olvidar. La historia suena parecida a la de la película original, pero el intento de modernizar la historia fracasa fuerte. Un ladroncito arabe llamado Aladdin (Mena Massoud) es manipulado por el hechiero Jafar (Marwan Kentari) para que éste entre a la caverna de las maravillas y le lleve la lampara de EL GENIO, interpretado por un Will Smith exageradamente alegre. El pibe frota la lampara y el azulado personaje le cuenta que tiene tres deseos, los cuales planea usar para sorprender a la princesa Jasmín. Para empezar el personaje de Jafar ni siquiera está cerca de cumplir con la espectativa que uno tenía con ver, en acción real, una versión de éste personaje tan bien diseñado. El personaje es como uno de esos villanos genericos de los años 30, con antifaces, galera y bigote, hasta una risa macabra y todo incluido. El actor elegido no es Jafar ni de cerca, no me lo creí ni por un segundo, la motivación del personaje en la película original era mucho mas clara, acá empieza queriendo ser el numero uno del sultan para despues quererse convertir en sultan y despues en emperador y despues casarse con Jasmín y convertirse en Dios y llega un punto en el que te perdes. Encima tenemos a una Jasmín que es pura bajada de linea progresista, sin ningun tipo de disimulo. Lo único que ella busca es ser sultana, algo ridículo no por el hecho en sí, una historia así podría ser buena, pero acá se convierte en una subtrama totalmente de relleno y con una peste política muy obvia. Will Smith como EL GENIO es básicamente eso, Will Smith haciendo de un genio. Es Will Smith, vestido de genio y nada más. Los poderes y comentarios del personaje son practicamente los mismos a los de la versión de Robin Williams, no hubo un gran cambio de estilo al respecto. La música es regular, se le agregan temas que la verdad que ya ni recuerdo, pero los covers de las canciones originales son bastante rítmicos y el ojo de Ritchie los acompaño con una dirección muy energica y fluida. La puesta en escena se nota muy artificial, lo mismo con el CGI en muchas escenas. La cara de Will Smith en el cuerpo de El Genio parece mas un filtro de snapchat que un personaje motion capture. Si comparo ‘Aladdin’ con ‘Dumbo’, definitivamente me quedo con ésta primera, a pesar de ser mediocre al menos es entretenida. Aunque siendo franco poner esa comparación solo deja en evidencia mis ganas de levantar este bodrio solo porque lo hace mí querido Guy Ritchie, la verdad les recomendaría que se queden con la versión animada en la mente y dejen pasar éste proyecto. ¿¿y la remake de ‘El Rey León’?? Creo que es momento de paniquearnos.
Se acercan las vacaciones de invierno y las carteleras de cine dan cuenta de ello: este jueves llega a los cines “Aladdin”, la nueva “live action” de Disney, dirigida por Guy Ritchie (Sherlock Holmes, The Man from U.N.C.L.E.), escrita por John August (Dark Shadows, Big Fish) y Ritchie, y protagonizada por Will Smith, Mena Massoud, Naomi Scott, Marwan Kenzari, Navid Negahban, Nasim Pedrad, Billy Magnussen, Numan Acar. Basada en el clásico animado de Disney de 1992, Aladdin narra la historia de amor que surge entre un joven que vive en las calles y se rebusca la vida robando objetos junto a su simpático y pícaro mono y la princesa Jasmín, única hija de su padre, el Sultán de Agrabah. Para cumplir su sueño de estar junto a la bellísima Princesa, el joven Aladdin deberá contar con la ayuda de un ser extraordinario y poderoso, que además se convertirá en uno de sus mejores amigos (al ritmo de la canción “Friend like me”): el Genio, interpretado en esta entrega por Will Smith (Ali, Hombres de negro). De las gratas sorpresas que tiene esta película destinada al público infantil, no cabe dudas que la actuación de Smith es la principal. El reconocido actor admitió que se inspiró en ‘EL PRÍNCIPE DE BEL AIR´para componer este personaje, a la vez que confesó tener miedo de no ser tan bueno como el Genio que en su momento compuso el inolvidable Robin Williams. Lo cierto es que Smith crea un Genio divertido, sensible, y con mucha energía que no decepciona. Otro de los personajes que logra lucimiento en varias escenas es el de la princesa Jasmin, interpretada por Naomi Scott: la actriz, modelo y cantante indio-inglesa tiene un rol fundamental, pues el poder de la mujer es representado con su potente y hermosa voz en una de las escenas más emotivas de la historia. Naomi Scott is the beautiful and self-determined princess jasmine in Guy Ritchie’s live-action adaptation of Disney’s animated classic ALADDIN. Esta versión, mas allá de algunas licencias artísticas, no se aleja demasiado de la película animada y eso es una garantía: el relato es efectivo, tierno y con un mensaje que atraerá a los más chicos. El ritmo, no solo de la película, sino también de la música de Alan Menken mantiene al público con una sonrisa esbozada durante varias escenas del filme. Con rubros técnicos de primer nivel e impecables efectos visuales, Aladdín tiene un background que la favorece: La película animada de 1992 fue protagonizada por Robin Williams y presentó canciones tan memorables como la ganadora del premio Óscar “A whole new world” (“Un mundo ideal” en español) y “Friend like Me” (“Un amigo fiel” en español). Recaudó más de 502 millones de dólares de taquilla mundial, lo que llevó a exitosas producciones teatrales en Broadway y en el extranjero, como también a giras por Norteamérica. Veremos que pasa con esta nueva versión que tiene gran encanto y divertidos momentos. Opinión: Buena +.
Jasmine toma el mando en la reversión del clásico de Disney. Las mil y una noches se materializan en la nueva adaptación de acción real del clásico animado de Disney, Aladdín. De la mano del británico Guy Ritchie nos sumergimos en un universo colorido, atractivo, colmado de humor, amor y muy eléctrico. Claro que la historia versa sobre Aladdín (Mena Massoud), un joven huérfano que recurre al robo callejero para sobrevivir en Agrabah; ciudad liderada por el Sultán (Navid Negahban), quien tiene una hija tan inteligente como atractiva, Jasmine (Naomi Scott). La vida Aladdin, siempre acompañado de su fiel compañero Abu (un pequeño mono cómplice de sus fechorías), cambiará no solo cuando conozca a la princesa en una situación atípica y quede flechado; sino también cuando recurra al malvado Jafar (Marwan Kenzari), quien lo guiará hasta la lámpara mágica. El joven querrá conquistar a Jasmine, y Jafar convertirse en Sultán... su ambición no tiene límites. No tardará en aparecer el Genio de la lámpara (Will Smith), que le concederá tres deseos a nuestro habilidoso muchacho de corazón puro. Entre aventuras y cuadros musicales transcurre esta cinta colorida y graciosa, en la que Will Smith se luce como genio, a pesar de la crítica y los memes recibidos; también hay una química mágica entre la triada protagonista. Si bien narrativamente hay altibajos, el film gana en frescura y desparpajo. Por momentos las escenas son tan desmedidas, que trascienden lo real para involucrarnos de lleno en el terreno de lo fantástico. Otra cuestión a destacar es el rol que cumple Jasmine. Todo gira en torno a ella: el amor de su padre y de Aladdin, y hasta el propio poblado. Nada de princesas pasivas señores, aggiornada a nuestra era femenina ella tiene voz y voto, y a pesar de la negativa de su padre quiere gobernar la ciudad, sucederlo en el trono. No necesita casarse con un príncipe que no ama, dado que tiene todo lo necesario para hacerse cargo del asunto, y así lo demuestra en el desenlace de la trama donde es indispensable para restablecer el orden. Hasta le crearon su propia canción, todo un manifiesto feminista. Te recomendamos sacarte el chip racional y conectarte con el emocional, para disfrutar de una película donde priman el amor, la diversión, los acordes musicales y las buenas intenciones. Basta solo con frotar la lámpara mágica, pedir tres deseos y dejar volar la imaginación.
El bueno, el malo y el genio Guy Ritchie es claramente un director desparejo y su fuerte es el género de acción, donde ha desarrollado su particular estética de filmación y edición de tomas que combina cámaras lentas y rápidas, acercamientos inesperados y tramas entrelazadas. Las mejores representantes de esta marca registrada son sus dos primeras películas, Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000), films de gran calidad sobre la violencia y la marginalidad retratada por una cámara brutal donde el talento de Ritchie para construir historias y generar una acción vertiginosa y atrapante se destaca sin lugar a dudas. Después de sus dos primeros films Ritchie intentó dinamitar su carrera con Insólito Destino (Swept Away, 2002), una remake de Insólita Aventura de Verano (Travolti da un Insólito Destino Nell’azzurro Mare d’agosto, 1974), el aclamado film de la realizadora italiana Lina Wertmüller, para regresar unos años después a su marca registrada con Revolver (2005), film que no colmó las expectativas. Con RocknRolla (2008) y Sherlock Holmes (2009) Ritchie pareció haber combinado por primera vez su estética con las grandes producciones y recuperó algo de su originalidad bajo una producción más edulcorada y rimbombante. La secuela del detective londinense y la remake de El Hombre de Cipol (The Man from U.N.C.L.E., 1964), una serie de espionaje internacional de mitad de los años sesenta, no defraudaron al nuevo público masivo de Ritchie, tarea designada para El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (King Arthur: Legend of the Sword, 2017), donde el humor cínico devendría finalmente en socarronería necia. Aladdin (2019) es una apuesta inesperada para un director como el presente, acostumbrado a otro tipo de films. Si repasamos la carrera de Rithcie, rehacer con personajes reales el clásico de animación de Disney de 1992 de Ron Clements y John Musker no parece la mejor tarea para un realizador de estas características. He aquí el primer problema de esta remake. Al igual que en la versión animada, Aladdin (Mena Massoud) es un joven delincuente que roba para vivir en la ciudad de Agrabah, pero su vida de forajido queda trastocada cuando conoce accidentalmente a la princesa Jazmín (Naomi Scott) y es capturado en el palacio por Jafar (Marwan Kenzari), el Gran Visir del Sultán, quien lo obliga a apoderarse de la lámpara mágica para cumplir sus anhelos de poder. Tras frotar la lámpara mientras se encuentra atrapado en una cueva, Aladdin descubre al Genio de la Lámpara, que le concede tres deseos al bandido enamorado, que pedirá convertirse en príncipe para cortejar a la princesa en el palacio. Salvo algunas escenas que cambian ligeramente y algunas más introducidas, el film es casi una copia de la versión animada de Disney que comenzaba en la década del noventa con la apuesta de una estética infantil más moderna que tendría en La Bella y La Bestia (The Beauty and The Beast, 1991), Aladdin (1992), El Rey León (The Lion King, 1994) y Pocahontas (1995) sus mayores éxitos. La voz de Robin Williams como el Genio de la Lámpara de la historia de Las Mil y una Noches tiene su correlato aquí en la presencia física de Will Smith, el protagonista de films como Yo, Robot (I, Robot, 2004) y Soy Leyenda (I am Legend, 2007). Smith es el encargado de sostener el film con su sola presencia pero ni tiene el histrionismo de Williams ni puede hacer el milagro de salvarla de las malas decisiones de la producción y de Ritchie, que parece encadenado al film animado original a su pesar. Marwan Kenzari no logra componer a un villano carismático y Mena Massoud y Naomi Scott no consiguen hacer demasiado en una obra que hace agua en su idea nuclear de rehacer el opus de antaño hasta en sus canciones. Las nuevas versiones de las viejas composiciones no conmueven ni sorprenden y queda claro que el musical y Ritchie no se llevan demasiado bien. El director claramente no encuentra ningún reducto para desarrollar sus ideas y su estética, salvo en algunas escenas introducidas de persecuciones que no le agregan nada a la trama pero extienden innecesariamente la duración. Ya sea en sus colores, en su imaginación o en la utilización del humor como herramienta narrativa, y no como sucedáneo de la falta de ideas, el film original animado demuestra mayor valentía y seriedad en sus decisiones y al final de cuentas en cada una de las escenas comparadas la película animada demuestra más originalidad y vitalidad que su remake. Aladdin es así un musical deslucido que reproduce y hasta exacerba todos los problemas generados por las decisiones basadas en el marketing cinematográfico actual que pone de rodillas a la creatividad de los grandes escritores y directores. El intento completamente descarado y abierto de imposición de la idiosincrasia y la cultura de las clases empresariales actuales en toda la sociedad, el abuso de la situación cómica para ocultar los evidentes problemas narrativos, la tesitura adolescente que atenta contra la propuesta infantil y la adultez de los protagonistas, y finalmente, la introducción de características y comportamientos de la época actual y particularmente de Occidente en la Arabia de la Edad Media, son algunos de los elementos que alejan al film de una genuina obra producto del talento y la creatividad para colocarla a cada paso en un intento de agradar a públicos diversos con la finalidad de generar más recaudación, fórmula que, paradójicamente, la mayoría de las veces no trae los resultados esperados. El Aladdin de Ritchie, que es una copia casi exacta del Aladdin de Ron Clements y John Musker pero con todas las decisiones narrativas mal encaradas, es en sí una fórmula remachada, parte de un plan empresarial de reeditar viejos éxitos que ya tuvo su farsa en La Bella y La Bestia y ya tiene preparada también la nueva versión de El Rey León. Desgraciadamente este Aladdin no logra construir un buen producto para el consumo cultural infantil, ni tampoco un producto de mínima calidad para los adultos o adolescentes, ni siquiera un producto nostálgico que recuerde lejanamente con cariño a la maravillosa película de la infancia.
Aladdin es un joven ladrón de un reinado árabe. Un día conoce en las calles a una misteriosa chica, de la cual se enamora, sin saber que en realidad es la Princesa Jasmine. Intentando conquistar el corazón de la muchacha, termina conociendo primero al malvado Yafar, y luego al Genio de la Lámpara, quien lo ayudará a cumplir sus verdaderos deseos. El hate que tenía el live action de Aladdindesde que fue anunciado, pocas veces se había visto. Ya sea por la elección de Guy Ritchie como director, o por la obvia ausencia de Robin Williams como el Genio, casi nadie quería ver esta película. Más aun cuando las primeras imágenes surgieron, y vimos el aspecto de Will Smith. Y pese al desastre que se podía esperar, estamos ante un film que cumple al menos, con entretener al espectador. Lo primero que debemos decirles, es que de hecho Will Smith es lo mejor de la película; y quizás, quien termine salvando a Aladdin de todo lo malo que se esperaba de ella. Ya sea porque es el mejor actor de todo el elenco, por carisma y porque de verdad sus chistes causan gracia, su Geniono tiene mucho que envidiarle al de Williams. Si quizás se abusa bastante de ver a Smith como una persona más y no en su forma azulada y mágica, pero tampoco molesta demasiado. Aunque lo del carisma es relativo, porque, así como mencionamos lo positivo, hay que recalcar lo malo, personificado en los dos protagonistas. Tanto Mena Massoudcomo Naomi Scott es de lo peor que hemos visto estos meses en lo referente a la actuación. Ambos son atractivos y logran aguantar las escenas de canto y baile, pero es que en toda la película siempre tienen la misma cara, no importa lo que les esté pasando a sus personajes. De todas formas, esto no termina por tirar abajo el resto del film. Nunca tendremos momentos muertos donde no pase nada; y siempre algún personaje está actuando para hacer avanzar la trama. Y si bien a nivel argumental no se nos ofrece nada muy distinto a lo visto en la cinta animada, podemos decir con toda seguridad que Aladdin no aburre. Aladdin termina siendo una película entretenida, pero que tampoco propone nada nuevo con respecto a su versión animada. Si son muy fanáticos de esta última, o no la vieron, están ante una opción más que segura; sino, hay otras propuestas en las salas.
Con humanos y con un despliegue de color y escenografía para hacer caer la mandíbula, esta versión de Aladdin avanza como una nueva estrategia de integración, corrección política, empoderamiento de las heroínas y el uso del exotismo para explotar lo recargado de dorado y el color que uno puede imaginar en una producción hollywoodense de antaño sobre Arabia. La historia del ladrón callejero que se enamora de una princesa sin saberlo y cuando lo descubre se resigna a perderla hasta que encuentra esa lámpara y a su genio único para cumplir sus deseos. Lo mejor del film tiene que ver con ese poderoso Will Smith. Es el que le aporta el ingenio, el humor, los efectos más divertidos lo tienen como protagonista, su transformación a la criatura azul es un hallazgo, pero además participa de la acción, baila y canta. Nadie mejor que él. Lo demás es despliegue vistoso y barroco, una historia que por momentos empalaga, demasiado romántica y unos discursos para las protagonista femeninas muy a tono con el tiempo actual. Las princesas pasivas y dolientes esperando que las libere su enamorado ya pasaron definitivamente a la historia. Cuando el ladronzuelo le pide al mago transformarse en príncipe, todo lo que sucede en pantalla es la parafernalia de la vieja escuela multiplicada, como en los musicales históricos, que fascinaron a generaciones en el pasado y que llenaran de nostalgia a los adultos y sorprenderán a nuevos públicos. Cundo el visir se apodera de la lámpara todo lo vistoso será oscuro pero siempre grandilocuente. Un poco excesiva la duración, pero el entretenimiento funciona muy bien.
Aladdín: ¿Otro remake más? Un nuevo film de Disney llega a nosotros y en esta ocasión se trata de la versión live-action de Aladdin. Vivimos en la era de las remakes. En particular, los últimos años han visto la era de las adaptaciones de animación a live-action. Esto por sí mismo puede dar lugar a muchos debates, pero la realidad es que ha permitido a muchas personas reconectarse con los clásicos de su infancia. Podemos discutir de acá al fin de los tiempos si eran necesarios o no, pero la realidad es que los clásicos de Disney están aquí para quedarse (en un estilo u otro). Esta vez, es el turno de Aladdín. El clásico infantil que nos trajo a un ladronzuelo de buen corazón, un genio azul un poco loco y una princesa muy vivaz con un tigre de mascota que quiere ver el mundo más allá de las paredes del palacio. Toda una mezcla de ingredientes muy distintos. En este caso, la llegada del film nos hace sentir varias cosas distintas: curiosidad, dudas y, principalmente, preocupación. Al fin y al cabo, se supone que apunta a las fibras sentimentales de los espectadores pero sus predecesoras no han sido exactamente brillantes que digamos y las primeras imágenes que hemos ido viendo han sido cuestionables en algunos sentidos. Primero y principal, la música. Aladdín es reconocida por algunas de sus canciones, como la inolvidable Un Mundo Ideal (A Whole New World). Y la verdad es que las nuevas versiones de las canciones clásicas son impresionantes. Es con las nuevas, las creadas específicamente para esta remake, que te dejan un poco dubitativo. No son malas, pero no están al nivel del resto (quizá sea simplemente nostalgia, pero afecta). Segundo, el foco que se le puso a otros temas, como la posición de la mujer en esa ciudad. Jazmín debe enfrentar directamente (o más obviamente) el hecho de que debe casarse para que alguien más reine y que las mujeres en su sociedad deben «ser vistas y no oídas», según el mismísimo Jafar. No que la temática no estuviera ahí desde un principio, después de todo la búsqueda de Jazmín por un marido se debe a una ley en cualquiera de las versiones, pero se siente como si quisieran forzar la temática al centro del escenario un poco abruptamente. No es necesario, especialmente si tu audiencia está compuesta de mujeres. Créannos que lo entendemos. El tema está bien, es actual e importante, la forma en que le dan protagónico es el problema. Aunque debemos admitir que la conversación final de Jazmín con el Sultán nos gustó (no decimos más). Tercero, Will Smith. ¿Recuerdan lo que se mencionó al principio sobre el genio siendo algo dudoso? Bueno, cambiamos de opinión apenas empezó a cantar estando atrapados en la cueva (Friend Like Me) y es increíble lo bien que, para variar, usan los efectos especiales. Si no te enamorás del genio ahí, fallaste como genio. Y Will Smith sabe traer a la vida el personaje que todos amamos mucho más allá de su piel azul. El genio vive. Se mete en su personaje y, a pesar de traer todo el encanto y locura que asociamos con el personaje, lo hace suyo, a tal punto que quizá hay un momento o dos donde dudás si es el genio o Will Smith mismo, pero logra que lo quieras. Ah, ¿y se acuerdan del genio vestido de mujer para la escena del príncipe Alí? Si, eso. Piénsenlo. Cuarto, el elenco en general es impecable. Jazmín (Naomi Scott) es hermosa, tanto física como humanamente. Es Jazmín en el segundo que la vez, no te cabe duda. Insistimos con que a alguna de sus canciones nuevas parece que les faltó algo, pero no por ella. Y Aladdín (Mena Massoud) es la rata de alcantarilla que todos amamos y sabe robar algo más que fruta en Agrabah. Jafar (Marwan Kenzari) está bien logrado, porque su personalidad se le escapa por cada poro y es imposible no querer odiarlo. El film apunta alto, tanto estilísticamente (el diseño de set, de vestuario, el cuidado a los detalles, la elección de elenco, el uso de los efectos especiales) como narrativamente. No es 100% el film que se estrenó originalmente en 1993, pero no debe serlo tampoco. Lo qué sí hace perfectamente es capturar la esencia de lo que Aladdín representa y lo que genera en los espectadores: como la chica en la audiencia que estuvo todo el film al borde de asiento aplaudiendo y cantando a la par. Eso deben lograr este tipo de films y, acá por lo menos, es un objetivo más que cumplido.
Un mundo no ideal. Siguiendo con el proceso de traducir los clásicos de Disney a versiones live-action, ahora le llegó el turno a Aladdin, uno de los films más queridos de la casa del ratón y de los más importantes de su época dorada de los años 90. Esta nueva adaptación, a cargo de Guy Ritchie, falla en todo su cometido de trasladar la gracia de la aventura animada a su artificiosa realidad. Los elementos que arruinan el bello relato basado en el cuento de Aladino y la lámpara maravillosa se encuentran en el intento de realizar una adaptación fiel al film de 1992: no todo lo que funciona en la animación tiene por qué funcionar con actores de carne y hueso… y CGI. Y eso es lo que pasa a ejemplificar una y otra vez esta nueva versión. Una de las fallas más notables del film de Guy Ritchie es que dentro de la fábula narrada hay grandes problemas al recrear escenas calcadas del original. Pero lo que no ha sido tenido en cuenta es que mientras que el primer film jugaba con un humor muy de caricatura y con un tono muy autoconsciente, si se trasladan muchos de esos gags o presencia cómica a una estética dentro de todo más realista que está lejos de funcionar. Por un lado, esto se da principalmente con la presencia del poderoso genio de la lámpara (antes interpretado por el hilarante Robin Williams con su humor tan característico, ahora con un Will Smith carente de gracia y carisma), personaje a través del cual ocurre la mayoría del estrepitoso humor. Por otro lado, el resto de los personajes principales tampoco fluyen de manera natural dentro de la creación del mítico reino árabe de Agrabah. Los roles protagónicos están divididos entre el experto ladrón Aladdin (Mena Massoud) que desea convertirse en príncipe y la bella princesa Jasmine (Naomi Scott) quien anhela ser la futura sultán del reino sin necesidad de tener que estar casada con un igual para ello. Si bien es una buena elección tener como protagonistas a un actor y actriz poco conocidos, lo cierto es que la artificialidad estética y actoral que rodea al desarrollo de la historia impide enérgicamente que se puede empatizar con estos personajes con tan poco carisma como química entre sí. De manera curiosa, el mejor personaje que funciona es uno que no pertenece al film original, y es el de la criada del palacio Dalia (Nasim Pedrad, actriz de SNL) que con su cómica presencia ofrece algunos de los mejores momentos. Sin embargo, por más pequeños momentos que hagan más amena a la aventura musical que ofrece el director, es la totalidad del conjunto y la unión del mismo lo que sale perdiendo. Una escena clásica como lo es el vuelo sobre la alfombra mágica al son de la canción Un mundo ideal, aquí se ve representada con escaso virtuosismo y sentimiento en pantalla. Y no es que momentos como éste salen perdiendo en comparación con el film original, sino que visto por sí solo, el remake no posee un atractivo alguno que pueda interesar a toda la familia, como a lo que bien se supone que están dirigidos este tipo de producciones. Para los más pequeños indudablemente es un film que va a funcionar, pero no es uno que vaya a perdurar en la memoria de los más grandes, mucho menos a una mirada analítica, no tanto en relación a su contenido sino a su forma. A pesar de que la variedad de números musicales, ligados a las canciones de la versión animada, no funcionan en pantalla, logran remitir nostálgicamente a lo bien logrados que estaban en la original. La inclusión de dos temas nuevos interpretados por Jasmine, si bien son fuertes en su intención haciendo oír la voz de una mujer que no dejará su destino a manos de los hombres, lamentablemente tampoco llegan a funcionar dado que se encuentran en discordancia con los momentos del film en que se encuentran. Todo lo mencionado es lo que termina haciendo que haya una falta total de intención en lo realizado y en sus descuidos estéticos y narrativos. Sin mencionar en los problemas de identidad étnica que posee el film al retratar el tono del film como una producción india cuando la historia se centra en personajes árabes. Ni la relación de amor de Aladdin y Jasmine, ni los momentos humorísticos ligados al Genio, ni las malévolas intenciones del visir real Jafar (Marwan Kenzari), son situaciones llevadas a cabo de forma eficaz, también afectadas con un despliegue visual que sobrecarga constantemente a las imágenes sin poseer un elemento vital: entretenimiento. Así, mientras que Aladdin tiene tres razones para utilizar los deseos que el Genio puede cumplirle, el film de Guy Ritchie tiene razones de sobra para ser un producto fallido.
Para quienes fuimos niños en los 90s, Aladdin fue más que una película. Fue algo que nos fascinó. Veníamos de La sirenita (1989) y La Bella y la bestia (1991), dos fantásticas películas, pero sin la dosis de aventura que tenía la historia de la Lámpara Mágica. Eso, sumado al gran videojuego de consolas caseras, marcó a una generación. Amén de su excelente banda sonora. Ahora bien, había mucha reticencia con este estreno. Primero y principal, porque lo que se veía en los trailers no convencía, y segundo, porque había una aparente falta de carisma en sus personajes. Por lo que debo decir que me sorprendió para bien. Los trailers no le hacen justicia. La película es buena, pese a sus fallas. El primer acto es muy bueno, sobre todo los primeros 25 minutos. Que, casualmente, son los que tienen la identidad y sello de Guy Ritchie. Luego da la sensación de que el director abandonó su puesto y que otro ocupó la silla, dado a que el resto del metraje es bien de fórmula Disney y sin personalismos. La banda de sonido sigue siendo impresionante, pero con un par de temas nuevos que no están a la altura y que desentonan un poco. La historia es la misma, pero con algunas variaciones que le suman. Ahora bien, el alma de Aladdin siempre ha sido El Genio, y si bien Will Smith hace un buen laburo, tampoco se luce. Aunque en Argentina no disfrutamos a Robin Williams como el personaje en su momento con motivo del doblaje, los que nos convertimos en cinéfilos nos hicimos fans de lo que había logrado. Smith no intenta imitarlo, lo cual está bien, y hace suyo el papel, pero en la comparativa sale perdiendo. Y tampoco lo ayuda el CGI azul. Ese es otro tema, los VFX. Por momentos son alucinantes, y por momentos parece que no los terminaron. En cuanto al resto del elenco, salvo Naomi Scott, quien interpreta a la princesa Jazmín con mucha frescura y acorde a los tiempos actuales, el resto no convence. Jafar (Marwan Kenzari), quien era un gran villano en el film animado, aquí no inspira nada. Pero lo más grave es que el titular de la historia y por la cual la película lleva el título, no posee carisma para ese personaje. Mena Massoud no me causó nada, y eso le resta bastante a todo. En definitiva, Aladdin no es la mejor adaptación live action de Disney, pero tampoco la peor. No va a defraudar a los que crecimos con la original y atraerá muy bien a las nuevas audiencias.
Aladdin, exotismo oriental Ha llegado uno de los remake de Disney del gran conjunto que se estrena este año Aladdín (2019), recientemente se ha estrenado Dumbo (2019) y en julio llegará El Rey León (The Lion King, 2019) y el año próximo Mulan. Recordemos que las nuevas versiones live action comenzaron con Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland, 2010) y siguieron con La Cenicienta (Cinderella, 2015), El libro de la selva (The Jungle Book, 2016) y La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 2017). Pero si nos extendemos un poco más en el tiempo ya hubo previamente un trabajo de “acción real” en Disney con la versión del clásico animado 101 Dálmatas (101 Dalmatians,1996), más cercano a la propuesta actual y salvando las distancias Maléfica (Maleficent, 2014). Por último, es importante mencionar que en su contexto de producción la versión animada Aladdin (1992) fue exitosa, volviéndose uno de los filmes más recordados del periodo de “renacimiento” de los Walt Disney Studios. Aladdín inicia sorprendentemente con un barco pirata en donde uno de sus personajes narrará la historia como un cuento infantil, con un tono más familiar que en el original de 1992. Así se da paso a un gran paneo por la noche de Arabia que sitúa al espectador dentro de sus tres escenarios principales: el palacio en donde viven Jasmine y su padre el Sultán de Agrabah, las calles de la ciudad territorio del pobre Aladdin y la “Cueva de las Maravillas” con forma de cabeza de tigre donde se esconde la lámpara mágica que desea el villano Jafar, el asesor político del sultán. En esta adaptación dirigida por Guy Ritchie, especialista en películas de los géneros de acción y criminal, es notoria su impronta en las escenas de persecución mediante sus típicas cámaras rápidas, que remiten y recuerdan que la animación estaba basada en el cuento homónimo perteneciente a “Las mil y una noches”, y al film El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, 1924/1940). Su propuesta pese a las pocas expectativas que generaron los avances de la misma, logra ser digna y entretenida, y en ella se destacan principalmente las escenas apoteóticas musicales características de las animaciones entrañables de Disney. En dichas escenas musicales se enaltece el filme, sobre todo en las interpretadas por el actor y cantante Will Smith en el papel del Genio, que había sido vociferado originalmente por el carismático Robin Williams, presentando en consecuencia un gran desafío. Además, no es casual que el genio, que representa una forma de esclavitud, sea ahora interpretado por un actor negro. Aladdín mediante los colores estridentes y las formas del diseño de vestuario, y un resaltado feminismo en el estatuto de personaje de Jasmine, hacen notorios sus cambios con respecto a la versión previa. En esta ocasión el carácter rebelde de Jasmine en la película animada es potenciado constantemente, e incluso ella es menos cosificada a través de su vestuario, el cual exhibe menos su figura. Sin embargo, a pesar de ese empleo positivo de su vestimenta, uno quizás negativo es que su formalismo y su excesiva saturación del color remite al exotismo oriental del cine clásico para el cual todo oriente parece ser una misma cosa homóloga. Cuando es sabido que lo árabe y lo hindú no son lo mismo, aunque se diga desde la producción que esta decisión está vinculada a los orígenes de la madre de Jasmine, si bien se reconoce que el aspecto hindú ya estaba presente en la versión de 1992 desde la arquitectura. En consecuencia, lo hindú es enfatizado en esta ocasión, incluso desde algunos cuadros musicales que parecen escenas de una película de Bollywood. Finalmente, respecto a las madres y el pasado tanto de Aladdin como de Jasmine en este largometraje se hacen más presentes de diversas formas, mientras que en la versión original estaban ausentes. En consecuencia, hay un cambio respecto del lugar social que ocupa la mujer en el filme, también plasmado en el deseo de Jasmine de gobernar por sí misma. Las actuaciones de ambos jóvenes casi desconocidos –Mena Massoud y Naomi Scott- muestran su talento sobre todo a nivel vocal. Sin embargo, la interpretación del también poco famoso actor Marwan Kenzari resulta ineficiente y también su caracterización es poco convincente para un villano animado de la envergadura de Jafar. En conclusión, Aladdín resulta entretenida y correcta pero seguramente no sea una película que perdure a lo largo del tiempo. Al igual que Dumbo (2019), da una pequeña vuelta de tuerca al final con un mensaje más acorde a la corrección política actual, aun así, sigue siendo un clásico del amor interclasial característico del melodrama, modelo que siempre parece funcionar.
El clásico animado de Disney llega con actores de carne y hueso, dirigido por Guy Ritchie y escrito junto a John August. Así como alguna vez Guy Ritchie decidió hacer una película con y para su mujer en aquel momento, Madonna, esta vez eligió hacer una para sus hijos. Y el proyecto que llegó a sus manos fue ni más ni menos que la versión live action de uno de los últimos clásicos animados de Disney: Aladdin, que se suma a la lista de estas películas reversionadas junto a La bella y la bestia, Cenicienta, Dumbo y la próxima El rey león, entre otras, que no hacen más que poner en foco la falta de originalidad de los grandes estudios en la actualidad. La historia es conocida porque cualquier persona a la que le guste el cine debe haber visto la versión animada ya muchas veces. A la larga, la historia de amor entre esa “rata callejera” y la princesa también se ha mantenido viva gracias a otros factores: por un lado la presencia de Robin Williams en el personaje del Genio de la lámpara mágica, y por el otro el buen puñado de canciones que se quedaban con uno hasta mucho tiempo después de escucharlas. En esta nueva versión tenemos, nuevamente, a los dos protagonistas enamorándose y a las canciones (aunque algunas reversionadas de una manera que pretende ser moderna), lo que no tenemos es ni a Robin Williams ni a nadie que hubiese logrado llenar sus zapatos. Es difícil imaginar quién y cómo podría haber funcionado en una versión live action, pero definitivamente Will Smith no era el adecuado. El actor, que es carismático, hace demasiado de sí mismo y eso sumado a unos pobres efectos especiales deriva en algunas escenas de humor muy forzadas. En cambio, Mena Massoud y Naomi Scott, logran convertirse en los creíbles Aladdin y la princesa Jazmín. Ambos se desenvuelven con confianza y talento, tanto juntos como por separado (ella hasta se permite una escena a lo Elsa de Frozen con una canción nueva). Se puede decir que la parte de “A whole new world” (Un mundo ideal) tiene mucha de la magia necesaria. Pero también es el personaje femenino un retrato más actual, alguien cuya meta no radica en quedarse esperando a conseguir un marido, sino en ocupar el rol que se supone debería ser del hombre: ser sultan(a). El otro personaje fuerte con el que contaba la película original era el de Jafar, el terrible villano. El actor Marwan Kenzari no consigue esa presencia, ni lucir nunca lo suficientemente temible y el personaje cumple con su función argumental y poco más. El guion no apunta a grandes cambios, más bien a algunos agregados que, a la larga, no hacen más que incluir otra innecesaria historia de amor. También, al ser una película con actores de carne y hueso, los personajes animales pierden peso argumental: sucede con el loro, el mono y el tigre. La dirección es desprolija, sin mucha inspiración, sin el sello del director (también nos podríamos preguntar: ¿cuál es el sello de Guy Ritchie?) a excepción de algún plano ralentizado de manera innecesaria, con una edición muchas veces acelerada y una dudosa elección de muchos planos. Más allá de eso algunas de las icónicas escenas (como cuando encuentran la famosa lámpara mágica entre otros tesoros y mucha arena) lograron ser bien traspasadas. Así, Aladdin funciona por momentos, generalmente en sus escenas más íntimas, no obstante en los números musicales grandilocuentes todo se siente tan artificial como la creación de ese país, Agrabah, que desde su comienzo es difícil de ver como algo distinto a un estudio.
El estudio del ratón insiste con sus remakes en live action, y esta vez se mete con un "clásico" y con el Genio interpretado por Robin Williams. No vamos a poder escapar del aluvión de adaptaciones live action de los clásicos animados de Disney, así que, como dice el refrán, habrá que unirse a esta nueva moda de películas musicales (y no tanto) para toda la familia, que intentan captar a dos tipos de público muy diferentes: las viejas generaciones que crecieron con estos films, y las nuevas que siempre se suman. Después de la tibia acogida de “Dumbo” (2019) de la mano de Tim Burton, llega “Aladdín” con un Guy Ritchie ATP detrás de las cámaras, sin tanto espíritu rebelde, ni la verborragia visual a la que nos tiene acostumbrados. En cambio, se deja llevar por la parafernalia de los espectaculares numeritos musicales, un traje que no le sienta para nada cómodo. “Aladdín” no es el desastre que anticipan la mayoría de sus adelantos, pero está lejos de ser una obra bien lograda del estudio del ratón y su impecable atención a los detalles, arrancando por un conjunto de efectos visuales que jamás están a la altura del resto de la producción, desluciendo una historia muy digna y bien llevada por la pareja protagonista, y más aún a un personaje tan central como el Genio, acá interpretado por Will Smith. Y sí, no hay forma de que el Príncipe del Rap se vea bien en color azul, y a pesar de que el actor le impregna su propio tono y características al famoso otorgador de deseos, la impronta (y la genialidad, je) de Robin Williams llegan desde el más allá para desbancarlo. La comparación es odiosa, pero innegable, y Smith pocas veces logra acercarse a sus niveles de comicidad. La historia ya la conocemos -por la versión animada, adaptada de uno de los relatos de “Las Mil y una Noches”, además de “El Ladrón de Bagdad” (1940)-, y a pesar de que el oscarizado Alan Menken suma nuevas canciones, y el guión de Ritchie, John August (“El Cadáver de la Novia”), Vanessa Taylor (“La Forma del Agua”) encausa mejor a los personajes y se corre de algunos estereotipos raciales mal llevados, esta reimaginación no aporta nada nuevo y sólo intenta recrear muchos de los momentos más icónicos de la película de 1992, pero con actores de carne y hueso… y mucho CGI. Estas escenas y sus respectivas canciones son lo más destacado de “Aladdín”, un film que necesita agarrarse de la nostalgia (y el buen recuerdo de los fans) para no fallar del todo. Por suerte, Ritchie deja que el peso de la historia se pose en sus jóvenes protagonistas, Mena Massoud y Naomi Scott, la rata callejera de Agrabah que aspira a ser algo más que un simple ladronzuelo, y la hija del sultán, una prisionera en su propio palacio, quien quiere esquivar matrimonios por conveniencia y tomar el control de sus propias decisiones. Aladdín y Jasmin se cruzan por primera vez en el bazar y este encuentro va a cambiar sus vidas, aún más, cuando el muchachito se encuentre con la lámpara mágica y un Genio que le puede conceder tres deseos. Claro que la historia tiene un villano, y otro desacierto en la figura de Marwan Kenzari como Jafar, el visir del sultán que sólo quiere crear discordia entre el reino y sus países vecinos, además de quedarse con el poder. Para ello necesita un “diamante en bruto” capaz de atravesar la cueva de las maravillas y hacerse con la lámpara, un tiro que, obviamente, le termina saliendo por la culata. Kenzari nunca convence con su maldad y megalomanía, y se convierte en uno de los tantos arquetipos deslucidos que tiene la película. Incomprensible la incorporación de Billy Magnussen como el príncipe Achmed, un rubio tonto y exagerado que viene a pedir la mano de la princesa; o Nasim Pedrad como Dalia, la doncella de Jasmin que, a diferencia de su ama, sólo quiere enamorarse y tener hijitos. O sea, la función de compañera (algo que la protagonista no tiene en la versión animada) sólo sirve para reforzar los mismos anhelos femenino de los que quiere escapar la princesa. ¿Nos ponemos de acuerdo Disney? ¿Nos empoderamos o no? Un tema que la compañía del ratón viene trabajando película a película, pero nunca se anima a dar el verdadero volantazo. Cuidado con lo que deseas Dejando estos “detalles” de lado y lo mal que luce Smith en versión genio azulado (de los perores efectos que van a ver en pantalla), “Aladdín” sigue ofreciendo la misma y simpática historia de amor y superación que el clásico animado, una gran recreación de “A Whole New World”, y la frescura y buena química de sus protagonistas. Abu y la Alfombra se suman a la magia, pero no todos los números musicales dan en el clavo (de ahí la poca experiencia de Guy en estas cuestiones) como sí ocurría en “La Bella y la Bestia” (Beauty and the Beast, 2017). Agrabah y el resto de los escenarios lucen tan teatrales como en la película de Bill Condon, pero el director no sabe aprovechar todas las posibilidades visuales que le da la historia. Así, “Aladdín” se asemeja mucho más a una extraña versión de Bollywood, a sabiendas que la India NO tiene nada que ver con este relato árabe. *emoji de hombritos levantados. Tanta crítica puede sonar a desastre, pero el conjunto es mínimamente positivo, porque a pesar de las fallas la aventura se disfruta, Will tiene la posibilidad de aportar lo suyo aunque nunca brilla como Williams, y visualmente tiene grandes momentos que remiten a la película animada, sobre todo cuando Mena y Naomi están en escena. Pulgar para abajo para el villano y sus motivaciones de manual, algunos personajes que no aportan nada y la poca experiencia de Ritchie para el musical. “Aladdín” nos da la excusa perfecta para hablar de la necesidad de estas remakes en live action y darnos cuenta de que no siempre funcionan, porque la naturaleza de ambos medios no es tan compatible como parece a simple vista. Tal vez, podrían repensar estas historias (algo parecido a lo ocurrido con “Maléfica”), en vez de intentar copiar escena por escena en función de la nostalgia que tanto dicta los gustos del esta segunda década del siglo XXI.
«Aladdin» llega en un año en el que las películas live-action de clásicos del cine animado de Disney prometen ser protagonistas. ¿Cuánto recordamos de aquella historia? El genio azul, por supuesto, una alfombra voladora y un romance entre un muchacho y una princesa de nombre Jazmín. Un joven ladrón callejero conoce a una muchacha que resulta ser la hija del Sultán. En medio de una lucha por el poder, es obligado a buscar una lámpara mágica que le ayudará a conquistar a la princesa. La magia justa Con un deslumbrante despliegue de color, música y baile, «Aladdin» nos recuerda que sí es posible hacer una película que equilibre en su punto exacto el romanticismo, el poder, la aventura y la emoción. Es absolutamente disfrutable. A veces, necesitamos magia. ¿Quién mejor que Disney para ofrecerla? Ni demasiado ingenua como para ser meramente infantil, ni demasiado moderna para perder la esencia: «Aladdin» es justo lo que tiene que ser. Mena Massoud (Aladdin) y Naomi Scott (Princesa Jazmín) interpretan una poderosa dupla en pantalla, más cerca de la complicidad que del romance edulcorado. Y los acompaña Will Smith como el genio de la lámpara: un contrapeso ideal -y estelar- para acompañar a la casi ignota pero talentosísima pareja protagonista. Smith aporta carisma, simpatía y su talento musical, superando con soltura el desafío de ponerse en los zapatos que Robin Williams llevó en la original. La música es una maravilla. No faltan el clásico «A whole new world», pero también se suman canciones como «Speechless», a cargo de una Jazmín empoderada y llena de agallas. ¿Saldrá nominación al Óscar para esta canción? Debería. En lo visual, la película tampoco falla, destacando los impecables trajes a puro color de todo el elenco y los atinados efectos especiales. «Aladdin» es un espectáculo maravilloso a todo lujo. Es aire fresco, para volver a casa feliz y renovado, porque si salís del cine cantando, algo funcionó muy bien. Imperdible. Puntaje: 9/10 Duración: 128 minutos País: Estados Unidos Año: 2019
Junto con su mono, un joven recorre las calles de Agrabah ganándose la vida como mejor sabe hacerlo: robando para sobrevivir. Un encuentro con la princesa cambiará su destino. Aladdin es una remake del querido clásico animado y, bajo la dirección de Guy Ritchie, intenta aggiornar la historia de 1992 pero queda a mitad de camino.
Aladdin 2019 es la versión con actores del clásico animado de Disney de 1992. Aquella película tenía, además de sus excelentes canciones, la voz de Robin Williams en un papel hecho a su medida. No es metafórico, estaba dibujado a su medida. Gracias a aquel título en Argentina comenzaron a estrenarse los films de animación de Disney con copias en idioma original. Hoy con el estreno de esta remake, las copias en idioma original están en franco retroceso. Pero eso sí, quien la vez en castellano igual tendrá la imagen de Will Smith como el genio de la lámpara. La historia es conocida, el ladronzuelo Aladdin (Mena Massoud) y su fiel compañero el mono Abu viven en las calles de Agrabah donde accidentalmente cruzan su destino con la princesa Jasmine (Naomi Scott). Pero ella se hace pasar por su sirvienta, lo que le permite andar por las calles sola. El flechazo instantáneo entre ambos choca contra la realidad de que una princesa no puede casarse con alguien de clase baja sin títulos de nobleza. Pero capturado por Jafar, el visir del reino, Aladdin debe ir a buscar una lámpara mágica a una cueva donde, además de la alfombra mágica, encontrará al genio. Esta remake tiene en la dirección a Guy Ritchie, quien por primera vez en su carrera hace un film para niños, aunque ya hizo algunos films para adultos bastante infantiles. Varios de los vicios visuales este director asoman en la película y demuestra, aunque parezca imposible, capacidad incluso para poder filmar números musicales sin aportarles un poco de sus trucos más insufribles. Pero también es el responsable del ritmo de la película, de la parte que sí funciona de esos mismos números musicales que obviamente se sostienen por las canciones y por una dirección de arte, vestuario y efectos especiales espectaculares. Lo mejor que se puede decir de Aladdin es que por momentos parece un film de Bollywood y que estos son momentos deslumbrantes. Los actores están bien y la pareja protagónica también tiene esa química bien del cine de la India donde la protagonista femenina es de una belleza apabullante y el protagonista masculino es un simpático tarambana. Will Smith hace su show, aunque este no tiene –para bien o para mal- el descontrol absoluto del papel de Robin Williams en 1992. El personaje es más completo y la historia decidió no excederse en los anacronismos ni las citas cinematográficas. Despareja en serio, pasando de malos momentos a otros muy buenos, Aladdin es claramente una de esas producciones gigantes con muchos responsables, con decisiones que van en direcciones opuestas y de ahí los momentos de incoherencia. Pero la sensación final es de simpatía y entretenimiento fuera de época. Algo de Bollywood, algo del cine de los estudios, algo de Disney, algo de Guy Ritchie, algo de Will Smith. Si las canciones del film les gustaron, pueden ver sin problemas y disfrutan de esta nueva versión que trae alguna actualización sorpresa.
Disney y sus live action pueden no ser perfectos pero hacen sentir al espectador un poco más cerca de aquellos clásicos que alguna vez lograron emocionar a chicos y grandes por igual, una cosa es segura… lo siguen haciendo. Más allá de toda reacción previa a su lanzamiento el live action de Aladdin deja en claro una cosa: el mundo de Agrabah está más vivo que nunca. Mena Massoud y Naomi Scott tienen una buena química personificando a Aladdin y Jazmin. La joven pareja funciona y el juego del romance se encuentra presente; eso sí, la gran sorpresa de la película es Will Smith. Smith ofrece un nuevo aire como el querido personaje todopoderoso. El pasado príncipe del rap se divierte como nunca en la piel que alguna vez perteneció a Robin Williams. Con un toque diferente y no tan improvisado que encuentra la tirada de pelos fácil a la hora de poner referencias actuales, el personaje de El Genio se la banca gracias a Will Smith. Si Aladdin es buena es porque la maquinaria la pone en marcha «el gran azul». Ahora sí, los villanos de la película fracasan completamente en presentar una verdadera amenaza. Iago (voz de Alan Tudyk) es un simple loro entrenado que no tiene la presencia necesaria para ser ese personaje memorable en lápiz y papel y para el broche de oro de la infamia lo tenemos a Marwan Kenzari como Jafar. Kenzari fracasa en todo los aspectos y se pone en ridículo al intentar imponerse frente a todos los amados personajes como el maquiavélico Visir – uno de los mejores villanos que la gran firma del ratón creó-, Kenzari no tiene la presencia, ni el carisma y hasta produce inadvertidamente escenas hilarantes que en realidad no buscan serlo, la selección de este actor es un completo fracaso encontrado por el departamento de casting, es la antítesis de lo que Will Smith logra ser en este film. A todo esto Guy Richie vuelve a realizar un film competente después de fracasar con Rey Arturo y la menospreciada Man from U.N.C.L.E (esta nueva versión merece más reconocimiento). Richie es el diseñador y su estilo – con algunos desacierto cuestionables – se reconoce fácilmente por el uso de trademarks -sellos de autor- propios. Obviamente todo este proceso y trabajo terminado es acompañado por la mirada atenta del ratón taquillero. Con grandes números musicales (a destacar Arabian Nights interpretada por Smith) hay un alma consiente en esta película que tal vez no sea ideal en su perfección como lo fue aquel clásico animado de 1992, pero en algo no falla y no hay cuestionamiento alguno: Aladdin es ideal para disfrutarla en familia. Valoración: Buena.
El ladrón y la princesa Aladdín (Aladdin, 2019) es una película cómica, musical y de aventuras dirigida y co-escrita por Guy Ritchie (Sherlock Holmes, El Rey Arturo). El filme funciona como una remake live action del clásico homónimo de Disney estrenado en 1992, el cual estaba basado en el cuento árabe Aladino de la colección Las Mil y Una Noches. Protagonizada por el canadiense Mena Massoud, el reparto se completa con Will Smith, Naomi Scott (Power Rangers), Marwan Kenzari, Nasim Pedrad, Navid Negahban, Numan Acar, entre otros. En la ciudad de Agrabah, Aladdín (Mena Massoud) se las ingenia para robar alimentos del mercado junto a su compañero mono Abú. Debido a un altercado entre el dueño de un negocio y una mujer encapuchada que agarró pan para dárselo a dos niños pobres, Aladdín no pierde tiempo y decide ayudar a la joven para que escape del problema. Lo que Aladdín no sabe es que esa chica es la princesa Jasmín (Naomi Scott), la cual decidió escaparse ya que dentro del palacio se encuentra aprisionada con la numerosa presentación de pretendientes príncipes. Una vez que Aladdín descubre la verdadera identidad de la señorita, él se da cuenta que nunca podría estar con ella debido a su condición social. De esta manera, el chico callejero será manipulado por Jafar (Marwan Kenzari), consejero del padre de Jasmín, para ingresar a la Cueva de las Maravillas y obtener una lámpara mágica que lo ayudará a ganarse el amor de la princesa. No obstante, las intenciones de Jafar no son lo que aparentan y la traición está a la vuelta de la esquina. Hay películas de Disney que no deberían ser convertidas en live action porque simplemente con la versión original ya estábamos satisfechos. Aladdín no necesitaba ser adaptada otra vez, en especial porque la historia tiene elementos que solo funcionan en el ámbito de la animación. Como ya se podía prever por los tráilers y clips que salieron antes del estreno, en esta versión la magia brilla por su ausencia. Con escenarios que lucen completamente falsos, números musicales ultra forzados y un vestuario que no convence, los protagonistas no tienen ni un ápice de química entre sí. El guión pretende ser cómico pero en ningún momento lo consigue, en especial porque más que creernos esta versión del Genio, lo que no podemos evitar es pensar que Will Smith está haciendo de sí mismo. Por otro lado, el factor slow motion característico de Guy Richie aquí da vergüenza ajena y el guión está muy mal estructurado, principalmente con respecto al personaje de Jafar. Aunque el mayor cambio con respecto a la versión original consiste en que en esta producción se agrega un personaje nuevo llamado Dalia (Nasim Pedrad), confidente de la princesa, lo demás no logra atrapar al espectador en ningún momento y el filme termina siendo visto por inercia. Al no dar buenas actuaciones y no tener un guión acorde, los personajes no podrían importarnos menos. La ingenuidad y ternura del padre de Jasmín directamente acá no están presentes y el mensaje sobre la importancia de la libertad no está bien transmitido. Aladdín se posiciona fácilmente como el peor live action que hizo Disney hasta la fecha. Sin hacerle justicia a la versión original y con efectos que dejan mucho que desear, la adaptación de Guy Ritchie está destinada al olvido.
La nueva adaptación live action de los clásicos animados de Disney, "Aladdin", de Guy Ritchie traspasa correctamente el espíritu del original animado haciendo especial hincapié en el musical y la aventura clásica. Desde que Disney decidió adaptar en versiones live action sus clásicos animados; cada “nueva entrega” despierta incertidumbre sobre cómo resultará el traslado, cuánto se respetará (el clásico “no arruinen mi infancia”), y cuánto tendrá de impronta propia. Un dato llamativo es que la empresa del ratón contrate directores de prestigio para realizar estas adaptaciones (dejamos afuera a "101 Dálmatas" y su secuela porque fueron hechas hace años, antes de proponerse adaptar todos o varios clásicos), lo cuál también plantea la duda sobre si ese director tendrá la libertad de plasmar su estilo, o es un mero trabajo por encargo. Hasta ahora, hubo de todo, las más fieles ("La Bella y la Bestia", parcialmente "La cenicienta"); y las que más cambios introdujeron ("Mi amigo el dragón", "Dumbo"). Así, llegamos a "Aladdin". La adaptación del clásico animado de 1992 implica un desafío extra sobre el que apuntaron todos los cañones. A diferencia de las anteriores, aquella tiene un personaje central muy identificado con un actor; el Genio tenía la voz e impronta de Robin Williams. ¿Cómo remplazarlo? Con todas estas dudas, es el inglés Guy Ritchie el designado para hacerse cargo de la adaptación, probablemente pensando en un film más de aventura que los anteriores. En efecto, "Aladdin" (2019) desborda en aventura y en esencia de musical. Por supuesto, la historia es mucho más fiel al film de Ron Clements y John Musker que al anónimo cuento de "Las mil y una noches" al que apenas se hace mención en la canción de introducción Arabian Nights. En el ficticio pueblo de Agrabah, Aladdin (Mena Massoud) es un ladronzuelo huérfano que roba pequeñas mercancías junto a su mono Abu; y desde el vamos queda claro su noble corazón en solidarizarse con los desvalidos. En una de esos recorridos por el mercado, defiende a una mujer que es acusada de robarse un pan para dárselos a los pobres. La química entre ellos nace al instante, y ella se presenta como Dalia, la doncella de la princesa; aunque en realidad es la propia princesa Jasmine (Naomi Scott) en una de sus escapadas para relacionarse con la plebe. Aladdin queda prendado de Jasmine, pero ella sólo puede formalizar con un príncipe para que este pueda heredar el trono de sultán. Cuando el destino quiera que se cruce en el palacio con Jafar (Marwen Kenzari), el pérfido visir del Sultán, este tienta a Aladdin con darle las monedas suficientes para que deje de ser un ladrón, a cambio de que consiga un preciado tesoro dentro de una cueva, una lámpara. Una vez adentro de la cueva, Abu comete un error, y en medio de la cueva desmoronándose, frotarán accidentalmente la lampara de la cual despertará un genio (Will Smith) que le concederá tres deseos. El primero de ellos será convertirlo en príncipe de Ababwa para ir a conquistar a su amada Jasmine… Con ligeros cambios, la historia es la misma; con canciones nuevas, y otras que no están, o no son exactamente iguales. Los mayores cambios vendrán desde es el aspecto visual, y en el guion con una bajada de línea más acorde a la coyuntura actual. Tal como había sucedido con "La Bella y La Bestia", ahora Jasmine es más importante que entonces, y tiene un ímpetu más fuerte e independiente. En sus 128 minutos son pocos los minutos de descanso de "Aladdin". La movediza cámara de Guy Ritchie acompaña la aventura, lo cual hace que nunca aburra y el tiempo pase rapidísimo. Ritchie es un director acostumbrado a los films de acción modernos. Al contario de lo que se podía esperar (recordar su completamente fallida "Rey Arturo"), su versión de "Aladdin" es de aventura bien clásica. El protagonista salta de una tienda a la otra, entre los techos, por los toldos, corre, se escabulle, se escurre entre sables; pero nunca lo hace de un modo convulsivo, sí muy dinámico. La impronta del director apenas se notará (sobre todo en el último tercio del film) con algún ralentí, y algunos encuadres y movimientos con su sello. Por el resto, es un film por encargo. Hay en estos momentos de aventuras homenajes al videojuego de Sega Génesis, uno de los mejores juegos de plataforma de aquella consola. "Aladdin" respira el aire de Bollywood, a la aventura le suma coreografías, cuadros de danza, y mucho musical enfático. En el contraste de colores llamativos que encontramos tanto en la escenografía como en el vestuario, no sólo recuerda a la industria fílmica de la India (sí, es en Arabia, pero todo huele a India imperial) sino a un espíritu clase B pretendido y muy logrado. Las canciones invitan a mover el pie en la butaca, y la comicidad es muy bienvenida. Siempre se ve con una sonrisa amplia, como un buen musical alegre. Sorpresivamente, esta "Aladdin" es el live action que mejor ha captado el espíritu de la animación original, cuasi caricaturesco. Hay entre los personajes quienes ganan y quienes pierden. Mena Massoud tiene el carisma necesario para encarnar al protagonista, siempre simpático, y creíble en su torpeza de querer actuar como príncipe. La química tanto con Jasmine como con el genio es correcta. Jasmine gana espacio, es más decidida que antes, pelea más por sus derechos. Naomi Scott se luce como una notable cantante, pero también tiene la suficiente presencia escénica como para que posemos los ojos sobre ella. Es la perla de la película. Su interpretación de la nueva canción Spechless (que refuerza el feminismo del film) es uno de los puntos más altos de la película, y podría escalar al status de canción Disney clásica. Ahora, el meollo de los comentarios, Will Smith haciendo de genio. No, no es Robin Williams, tampoco lo intenta. Will Smith hace lo suyo: cuando no intenta ganar un Oscar haciendo insufribles dramas, logra buenos roles en comedia, y este es uno de ellos. Desborda en carisma, le pone su sello (es un genio de Arabia con modismo afroamericanos, no busquen nada de verosimilitud, está bien que sea así), y hasta se permite homenajear en una secuencia a sus inicios en la serie "Fresh Prince of Bell Air." Estéticamente está bien, no abusa del CGI que le hubiese restado el carisma natural del actor. El código de amistad entre Aladdin y el Genio es creíble, y arrancar varios momentos de humor efectivo. Entre los secundarios, Nasim Pedrad como Dalia es quien más se luce a puro histrionismo. Por desgracia, los villanos no están a la altura del original. Jafar es uno de los villanos más recordados del Disney post "La sirenita"; y en esta ocasión Marwan Kenzari no logra destacarlo, y el guion tampoco le da demasiado espacio. Más llamativa es la poca participación de Iago, el perico de Jafar, otrora comic relief, que ahora apenas si hace algunas apariciones. El sultán de Navid Negahban tampoco tiene las características humorísticas de antes. Sin embargo, estos personajes que no consiguen equipararse al original, sólo flaquean ante la comparación; si el film es analizado individualmente, todos son funcionales a lo que "Aladdin" (2019) propone. Aladdin supera las expectativas, es una propuesta muy divertida, atractiva, con buenos homenajes, y siempre en el clima correcto. Quienes tengan más presente al film original le encontrarán algunos detalles, nada que afecte en demasía al resultado final. Ante tanta superproducción bombástica, esta es una de esas películas que nos ofrece una historia sólida y un ritmo de aventura clásica bien sostenido, no se le puede pedir más.
El príncipe ladrón pasó de la bidimensionalidad al live action y volvió a las pantallas de cine.
Remake para la nostalgia adulta La película toma los lineamientos principales del relato original para recubrirlos de una pátina de espectacularidad. Disney continúa en su cruzada de apelar a la nostalgia de los adultos sin descuidar la búsqueda de nuevos públicos, en este caso con una remake con actores de Aladdín. Una fórmula que la empresa de ratón más famoso del mundo viene aplicando en los últimos años con indudable éxito comercial -el artístico, en todo caso, es otra cuestión-, tal como demuestra una nómina que va desde Alicia en el país de las maravillas (2010) hasta las más recientes La Cenicienta (2015), La Bella y la bestia (2017), El libro de la selva (2017) y Dumbo (2019). En todas ellas la mecánica es similar: tomar los lineamientos principales del relato original para recubrirlos de una pátina de espectacularidad visual y algunos tópicos temáticos propios de estos tiempos. Así ocurría en La Bella y la bestia, que incluyó a un personaje gay en la estructura dramática, y así ocurre con esta remake de aquel film animado de 1992 dirigido por Ron Clements y John Musker, basado en Las mil y una noches y otras historias relacionadas con la cultura árabe, en la que la princesa Jazmín (Naomi Scott), lejos de la sumisión, se convierte en una potencial sucesora al trono de la ficticia ciudad de Agrabah. Más allá de eso, no hay demasiadas novedades respecto a la película original, empezando por una estructura narrativa centrada nuevamente en la historia amorosa de la princesa con Aladdín (Mena Massoud), quien niega su condición de ladrón para agradarle a la señorita, en lo que es el principio de una serie de enredos que la película irá intercalando con números musicales que se clavan directo en la memoria emotiva de los mayores. También se mantiene el monito capuchino Abu; Jafar, el asistente del sultán con ambiciones de poder que devendrá en malvado, y, desde ya, el genio azul a cargo de Will Smith. Había temores, fundados luego de la aparición de los primeros trailers, sobre la performance del protagonista de Hombres de negro. Pero Smith, si bien no dignifica, se adecúa a la liviandad generalizada del relato, funcionando como comic relief cuando se lo necesita y corriéndose a un segundo plano cuando no. Quizás el factor más llamativo del último trabajo del cada día más funcional Guy Ritchie –el mismo que hace veinte años asomó como una de las voces más disruptivas del cine indie británico gracias a Juegos, trampas y dos armas humeantes– es que, por primera vez desde el 11 de septiembre de 2001, el cine de Hollywood disocia los turbantes de la idea de maldad: Aladdín, entonces, como una película que se permite incluir árabes buenos. Claro que hubiera sido imposible hacerlo de otra forma, en tanto se trata de una película amable, dinámica, llevadera y colorida. En ese sentido, una huella visible del estilo del director de Snatch: Cerdos y diamantes es la apuesta por una paleta de colores recargada, como si se tratará de un ejercicio kitsch y estilizado. Así, Ritchie es el timonel de un barco que termina amarrado en el puerto del entretenimiento eficaz luego de un viaje de rigor, sin sobresaltos ni grandes rugosidades.
Aún no sabemos bien si la elección de humanizar los clásicos dibujitos de Disney es por falta de ideas o porque creen que con esos guiones eternos pueden realizar nuevas joyas de colección. El caso es que "Aladdín" dista un abismo del regular paso que resultó ser "Dumbo" y deja abierto el crédito y la vara más alta todavía, para lo que será la nueva versión de "El Rey León", anunciado su estreno para julio de este año. Lo que queda claro con esta adaptación del cuento árabe "Aladino" es que en el cine actual se puede contar y realizar lo que se desee por más fabuloso e irreal que sea. Si antes lo imposible se resolvía sobre un papel, con un lápiz a mano alzada, hoy la tecnología materializa todo lo que se pretende a la perfección. Así, "Aladdín" se instala como una celebración del género de ficción, con verdaderos y espectaculares cuadros musicales, como cuando, por ejemplo, el Genio convierte al simple ladrón de mercados en el Príncipe Alí intentado cautivar a la Princesa Jasmín. Tanto las vertiginosas escenas de persecución como el vuelo de la alfombra mágica y el elefante transitando las calles de Agrabah mientras ñandúes corren por su lado, muestran que estamos presenciando otro estadio en la historia del séptimo arte. TODOS SABEMOS Lo único que desmotiva del filme es su falta de sorpresa. Porque la historia es la mil veces vista, primero en cine, luego en VHS -hasta la aparición del DVD- y por último por el canal oficial de la compañía. El guion no se corre ni un centímetro de su versión original, la cual fue estrenada en 1992. Aunque para aquellos que jamás la vieron será algo sin igual, su público fiel, por más efusivo que se muestre, sabe con detalle todo lo que irá sucediendo con el transcurso de los minutos. Solo una pequeña introducción y la escena final salen de lo conocido, pero no hacen al todo. Con un elenco hasta hoy desconocido pero con la certera elección de Will Smith como el Genio de la Lámpara, "Aladdín" funciona de principio a fin. Sus canciones visten todo de emoción, sobre todo "A Whole New World" ("Un mundo ideal", que ganó un Oscar a Mejor banda de sonido), equilibrando el humor y el deleite que irradia el Genio cada vez que sale de su ""dorado hogar"". Mena Massoud como Aladdín y Naomi Scott como Jazmín entonan a la perfección y hacen armónicas todas sus escenas. Por su parte, Marwan Kenzari como el villano Jafar impone el miedo con su impronta arábiga. De esta forma, "Aladdín", veintisiete años después, vuelve a arrasar con todo; logro absoluto del director Guy Ritchie, quien tomó un éxito del arcón de los recuerdos y lo multiplicó por varios niveles, con una asombrosa destreza fílmica para divertir por igual a todos los integrantes de la familia.
Esta adaptación en live-action del clásico animado de 1992, tan querido por el publico, vuelve a sonar varias de las míticas canciones e introduce algunos pequeños cambios que convierten aquella historia naíf en una aventura en la que Disney ve la oportunidad de apegarse a la nueva deriva de diversidad, igualdad de géneros y otros tintes. Las calles de Agrabah, los desiertos de arena y los pasillos del ostentoso palacio invitan a retrotraerse al pasado para revivir las sensaciones de entonces en esta nueva versión que opta por mantener los temas originales, aportando pinceladas de novedad en las letras, y donde las coreografías y temas musicales protagonizados por Smith son lo mejor de la película. Con buen ritmo, dosis de humor bien aprovechadas y unas pocas escenas que sacan a relucir el frenético estilo de Guy Ritchie -como en las persecuciones-, el relato pone el acento en las escenas de mayor carga emocional, como el encuentro de la lámpara, la presentación del príncipe y el vuelo en alfombra mágica, para exponer sus tintes de fábula manteniendo el tono familiar clásico de Disney pero aggiornandolo a las nuevos cánones culturales, sobre todo respecto a la princesa Jasmine. Naomi Scott potencia el lado más decidido y feminista del personaje, teniendo incluso una nueva canción pensada ex profeso en esa dirección, y logra buena química con Mena Massoud, que sale airoso componiendo a ese chico soñador y bondadoso. Marwan Kenzari resulta anodino y monótono componiendo al clásico villano y es el genio quien exprimiendo el carisma de Will Smith, aunque por momentos ligeramente forzado, se roba el espectáculo cargando sobre sus hombros toda la atención y permitiendo a Ritchie soslayar la falta de desarrollo de los otros personajes. Con un marcado interés por explotar la nostalgia esta nueva versión desaprovecha aventuras, pero no defrauda.
Una búsqueda por diferenciarse que resulta en un desacierto. Thomas Meehan fue un célebre libretista de Broadway, de su pluma salieron musicales como Los Productores y Annie. Una virtud que le celebraban era su habilidad de saber el momento específico donde ubicar un número musical. Una virtud que se prueba fundamental y es necesario traer a colación a la hora de encarar uno de los muchos defectos que aquejan a esta versión live-action de Aladdín. Un mundo completamente distinto… pero no para mejor Antes de profundizar, saquemos del camino una cuestión que varios lectores seguramente desean saber: Will Smith. El actor, que fue el blanco de todas las controversias imaginables, es el menor de todos los males. A la hora de analizar su performance, es menester pasar por alto lo logrado por Robin Williams y su genio del ’92. No solo porque no le llega a los talones, sino porque Smith no pretende igualarlo, superarlo o siquiera tomarlo como modelo. Difícil no sentirse tentado por hacerlo y, sin embargo, su curso de acción fue inteligente: su interpretación no tiene mucho para elogiársele, pero tampoco hay cosas para recriminar. Aladdín es una propuesta fallida por razones que exceden al Príncipe del Rap. Su propuesta visual no está a la altura de la situación. Su uso del espacio, por ejemplo. Agrabah se supone que es un reino imponente (con sus barrios bajos, desde luego) pero esto es apenas un pueblo muy pequeño. Uno no puede pretender una ciudad a escala real, claro está, pero con todo el dinero que Disney tiene a su disposición, ¿no podían vender mejor esa ilusión? ¿Acaso todo el presupuesto de efectos visuales fue a parar para convertir a Will Smith en el Genio? En su uso del color, la película no mejora: la influencia bollywoodescaes incuestionable. Si esto fuera la India, se podrían haber salido con la suya, pero esto es Arabia; lo que allá puede pasar como una paleta de colores exótica, acá parece una piñata. El contexto es clave. En materia guion, pueden apreciarse las intenciones de reemplazar ciertas situaciones respecto de la original, pero en el resultado final esos reemplazos son reducidos a reveses dramáticos apresurados. Como que quisieron cambiar el lugar de desarrollo de algunas escenas respecto de la original, y para cuando se dieron cuenta que el cambio hacía más daño que beneficio ya era demasiado tarde, tenían que terminar la escena (y la evolución de la trama) de alguna manera. Como si el flujo narrativo del guion no fuese suficiente inconveniente, su desarrollo de personajes no es mejor. El protagonista no tiene mucho carisma: su enamoramiento no es creíble y su viveza de la calle se percibe improvisada más que natural. A la Princesa Jasmine de esta versión se la percibe un poco más asertiva e inteligente. Es una mujer que va más lejos que su predecesora animada: no solo desea su independencia, sino que se muestra determinada a gobernar. Todos estos rasgos de personaje, razonablemente establecidos, se echan a perder por enrostrarnos una agenda de empoderamiento que pudo haber sido manifestada de forma más sutil y orgánica. El Jafar de este Aladdín no manifiesta intimidación alguna que pueda hacerlo comprensible como villano. Más que un visir manipulador, esta versión del villano está escrita con la lógica de un niño que se quiere vengar de los padres por no cumplirle un capricho. Respecto a los números musicales de la película, debe decirse que aquellos que hereda del film original no consiguen cautivar, mientras que los números originales están puestos de relleno o son cuanto menos desubicados, sin sentido de la progresión dramática.
La tegia de marketing es elogiosa: los niños de 1992, año en que se estrenó la versión animada de Disney, ahora tienen hijos. Dos sectores etarios: uno menor de edad –quizás poco interesado en una fábula de Las mil y una noches– será arrastrado por otro financieramente activo, víctima del chantaje nostálgico del live-action (nombre dado a las películas con actores reales, en oposición a las animadas). Ojalá el problema se redujese a la fantasía de descubrirle poros y vellos faciales a los dibujos de infancia. Cuando la bidimensionalidad del lápiz se transforma en la maña del CGI (Imágenes Generadas por Computadora), lo que se pone en jaque es la confusión de la memoria, el retorno traumático a una educación sentimental que nos constituyó pero que ya no nos representa. ¿Aladdín sigue siendo el héroe que anhelamos ser? ¿Un joven forzado al hurto que literalmente resigna sus deseos para obtener el beneplácito de la realeza? La historia de Aladdín, al igual que la de La Bella y La Bestia, nunca dejó de tener como partículas elementales el amor romántico y la humillación de clase. El live-action es un género histérico que se nutre del pasado pero que lo niega con otros modales pictóricos. El espectador adulto sufre la encrucijada de revivir una moraleja disonante e imponérsela a las nuevas generaciones. Los mismos realizadores notan este colapso de épocas e intentan parcharlo con ribetes argumentales fuera de lugar. Suscribirme CARTELERA AGENDA CINE MÚSICA TEVE PERSONAJES ESCENA COMER Y BEBER MIRÁ ARTES MEDIOS LA VOZ MUNDO D Inicio Lo último Popular Perfil Micael CINE COMENTARIO DE CINE Una moraleja disonante para las nuevas generaciones: nuestro comentario de "Aladdín" La remake del clásico de Disney, esta vez con actores reales, repite esquemas de amor romántico y humillación de clase. lmoreno LUCAS ASMAR MORENO Viernes 24 de mayo de 2019 - 16:33 Actualizado: 24/05/2019 - 17:00 La estrategia de marketing es elogiosa: los niños de 1992, año en que se estrenó la versión animada de Disney, ahora tienen hijos. Dos sectores etarios: uno menor de edad –quizás poco interesado en una fábula de Las mil y una noches– será arrastrado por otro financieramente activo, víctima del chantaje nostálgico del live-action (nombre dado a las películas con actores reales, en oposición a las animadas). Ojalá el problema se redujese a la fantasía de descubrirle poros y vellos faciales a los dibujos de infancia. Cuando la bidimensionalidad del lápiz se transforma en la maña del CGI (Imágenes Generadas por Computadora), lo que se pone en jaque es la confusión de la memoria, el retorno traumático a una educación sentimental que nos constituyó pero que ya no nos representa. ¿Aladdín sigue siendo el héroe que anhelamos ser? ¿Un joven forzado al hurto que literalmente resigna sus deseos para obtener el beneplácito de la realeza? La historia de Aladdín, al igual que la de La Bella y La Bestia, nunca dejó de tener como partículas elementales el amor romántico y la humillación de clase. El live-action es un género histérico que se nutre del pasado pero que lo niega con otros modales pictóricos. El espectador adulto sufre la encrucijada de revivir una moraleja disonante e imponérsela a las nuevas generaciones. Los mismos realizadores notan este colapso de épocas e intentan parcharlo con ribetes argumentales fuera de lugar. La caracterización de Jazmín es la más hipócrita: una princesa del Medio Oriente que con el don de la palabra revierte un sistema político. Hasta le compusieron una canción llamada Sin palabras, en donde a medida que canta desaparecen los hombres. Y al mismo genio, en un afán de humanización, le inventan un affaire con una acompañante de Jazmín. Estos revoques a contramano no dejan de enfatizar el anacronismo de las partículas elementales. Aladdín, pese a su look hippie-chic y su talento para el parkour, nos sigue adoctrinando sobre la plenitud del amor romántico. ¿Acaso viajar de noche en alfombra al son de un bolero sigue siendo la clave del enamoramiento interclasista? Disney también creó Frozen, una pieza que desde su génesis se atrevió a otra estructura sentimental. Ése será el camino a seguir y no éste, de remakes técnicamente vanidosas pero coyunturalmente ridículas. Es elocuente que la Aladdín de Guy Ritchie encuentre su único momento desenfadado tras la leyenda “The End”, cuando ya desligado del clásico animado, homenajea a Bollywood con una coreografía. El triunfo del sinsentido, no obstante, es apenas una limosna.
Esta no será la película que logre demostrar que este tipo de remake, de animación a acción real, vale la pena. Pero tampoco será la que convenza a Disney de abandonar este lucrativo uso de su propiedad intelectual. El mundo fantástico de Aladdin, repleto de influencias árabes sin ningún atisbo de realismo cultural o histórico, era ideal para la animación, como se puede ver en la muy buena película de 1992. Replicado con decorados y personas, aunque con muchos efectos CGI, resulta un poco empalagoso y con una artificialidad no muy atractiva. Sin embargo, el film es entretenido y tiene suficiente encanto. Guy Ritchie aprovecha su expertise en las escenas de persecuciones por las callecitas de Agrabah y otras secuencias de acción muy dinámicas. El guion de John August tiene importantes cambios en cuanto a la princesa Jasmine, ahora un personaje más completo, con autonomía y deseos propios que van mucho más allá de encontrar al príncipe azul. En estos cambios y la inclusión de Dalia, otro personaje femenino que es una aliada para la princesa, se puede encontrar un motivo genuino para volver a contar esta historia. Los ases en la manga de Aladdin son las canciones de Alan Menken, que siguen teniendo el poder de conmover, y las actuaciones. Will Smith está correcto como el genio de la lámpara, pero los que se ganan la atención son Mena Massoud y Naomi Scott, cuyos carisma y química le dan sentido a la trama romántica.
Del viejo cuento de Aladino existen decenas de versiones cinematográficas, incluso indias, y una italiana con Bud Spencer como un genio grandote y resoplón. La primera, de sólo 5 minutos, la hizo en 1899 el inglés George A. Smith, en Brighton. La última, esta que vemos de extensos 128, la hizo otro inglés, Guy Ritchie, pero en Hollywood, Reino Unido y Jordania. Este Ritchie es el que empezó filmando “Juegos, trampas y dos armas humeantes” y “Cerdos y diamantes”. Derivó luego a unas flojas pero vistosas revisiones de Sherlock Holmes, el agente de Cipol y el rey Arturo, y ahora con esta película se aseguró la vejez sin necesidad de frotar mucho la lámpara ni exprimirse el marote. Lo suyo es una remake con seres humanos del exitoso dibujo de Ron Clemens y John Musker. Bueno, con seres humanos, canciones de la anterior película y algunas nuevas, un despliegue enorme de escenografía, vestuario y efectos especiales, y un par de actualizaciones políticamente correctas para quedar bien con el público femenino y el mercado árabe. A señalar, de los humanos, el coguionista John August, la diseñadora de producción Gema Jackson, ganadora de un Emmy por “Juego de tronos”, el enorme y talentoso equipo de efectos digitales, una multitud de extras y bailarines, un carilindo que actúa bien y canta flojo, una bonita que canta bien y actúa flojo, y Will Smith que salva las papas. Para Latinoamérica lo dobla el mexicano Arturo Mercado Jr.
UN MUNDO IDEAL NO ES SINÓNIMO DE BUENA PELÍCULA Ver remakes está siendo bastante habitual en 2019. Es por eso que podemos pensar en algunas lógicas erradas que se toman a la hora de realizar esta vuelta al clásico. Una de ellas es, sin dudas, no generar grandes cambios en la historia. Este es el caso de Aladdín. Aunque sin dudas, Disney tiene dos cosas muy en claro: que los tiempos han cambiado y, en consonancia, los discursos también, y cómo hacer imponentes shows musicales. El film mantiene una estructura narrativa muy parecida a la versión de 1992. Aladdín es un joven huérfano que ha aprendido habilidades y destrezas para el robo, para poder sobrevivir ante la pobreza. En una de las escapadas a escondidas que hace la princesa Jasmín al pueblo, ellos se conocen y tienen un enamoramiento casi inmediato. Paralelo a la historia de amor, Jafar, el consejero del sultán, planea obtener una lámpara mágica que le permita un poder absoluto. Pero para esto se necesita de una persona de mucha astucia, ya varios han muerto en el intento. El camino a la lámpara está lleno de pruebas. Observando las habilidades de Aladdin, Jafar decide convocarlo a pasar la prueba, ofreciéndole cierta recompensa. Tras obtener el objeto mágico y darse cuenta del engaño de este hombre de la realeza, el joven toma para sí los deseos. Junto con el deseo de Aladdín, de ser un príncipe, aparece la reflexión de la importancia de las personas más allá de lo que tienen. El personaje empieza a perderse a él mismo cuando cambia de vestuario y de título. Pero como toda adecuación a la actualidad, no podría quedarse al margen de todas las críticas que ha recibido Disney por el lugar en el que siempre ha quedado la mujer. Es por eso que el protagónico es compartido con Jasmin. Ella ya no será la princesa que espera ser salvada, sino que peleará por tener un lugar en la historia. La princesa mucho más empoderada, ya no está relegada a acompañar las hazañas de los hombres, ella decide cambiar el rumbo de la historia siendo la primera sultana. Uno de los puntos fuertes de la película son algunos de los musicales en donde se pone en juego un gran despliegue tanto en vestuarios como en cantidad de gente bailando. Es indudable que el lugar, con referencias al mundo árabe, tiene grandes virtudes para mostrar un escenario peculiar y colorido. Pero a su vez, más allá de la belleza que sabe trabajar esta compañía, tienen buenos momentos de humor a través del baile. Para esto, el personaje de Will Smith es quien se lleva los mejores momentos, dándole un toque personal a su personaje. Es una realidad que el hecho de tener una línea bastante marcada de lo que va a suceder, por mantener una historia muy similar a la anterior, rompe el encanto en lo que tendrían que ser nudos de tensión. La canción que marcó una época con Un mundo ideal pasa un tanto desapercibida, por no haber un gran impacto en cuanto a los vínculos.
Desde el vamos, esta remake live-action de Aladdín nació con muchos cuestionamientos. Desde la elección del siempre polémico Guy Ritchie como director de la cinta hasta las primeras imágenes que se dieron a conocer, especialmente por el aspecto de Will Smith como El genio. A medida que se iban conociendo más detalles de la película, cada vez las personas de la generación que se criaron con la película animada desconfiaban más y más de esta versión, llegando a generar tan pocas expectativas como ningún otra película de Disney hasta el momento. Ahora que Aladdín ya se encuentra en los cines es momento de hablar con todo el material disponible y no solo con pequeños vistazos y especulaciones. Lo primero que hay que aclarar es que la película animada de 1992 es una de las películas más clásicas y representativas de Disney, de aquellas que desde hace unos años tienen el afán de querer realizar adaptaciones con personas reales. Esta nueva película es prácticamente una adaptación fiel de la original, tal es así que las canciones son las mismas y están utilizados en el mismo momento. Los únicos y pequeños cambios en la trama sirven para ayornar la historia con varios aspectos que han cambiado en los últimos años, como por ejemplo la cuestión de género. Al respetar gran parte de la historia original y su música, Aladdín logra pegar desde lo emocional y nostálgico que genera volver a ver en cine esas escenas con las que muchas personas crecieron. Sin embargo, hay varias cuestiones que en una película animada, desde su mayor inverosimilitud, quedan mejor y son mas aceptables a que si suceden en una película con personas reales. Además las películas animadas suelen ser mas cortas por lo cual en esta nueva versión, para adaptarla a tiempos normales, se la nota un poco estirada con escenas un tanto aburridas. En cuanto a la interpretación de Will Smith como El genio, quizás uno de los puntos más cuestionados previamente, termina siendo sin duda de lo mejor de la película. Con todo su humor, carisma y pasos de bailes logra robarse el espectáculo. Las interpretaciones de Mena Massoud como Aladdín es bastante correcta al igual que la de Naomi Scott como la princesa Jasmín quien a su vez juega un papel un papel un poco más importante que en la versión original. Quizás, Marwan Kenzari como el villano Jafar haya sacado la peor parte, propia del rol monótono y serio del personaje. En resumen, Aladdín es una película que merece ser vista por su experiencia, nostalgia y por Will Smith que logra sacar adelante una película que por momentos se vuelve aburrida.
Serás lo empoderada que debas ser… o no serás nada. El relato pretende replicar casi punto a punto la versión animada de 1992: misma música, misma estructura dramática, mismo diseño de personajes, que presentaba la gran producción del tándem Clements- Musker. El fracaso de ese objetivo puede explicarse a partir de múltiples factores, pero todos ellos se sintetizan en una carencia completa y sideral de ideas, sumado a la incapacidad de aprovechar algunas líneas narrativas que podrían haber hecho del relato un producto de mayor dignidad, sino artística, al menos narrativa. El principal defecto es, a mi modo de ver, la dependencia estructural, ya no del argumento sino de todo el diseño del film del ‘92, respecto del cual esta producción no consigue emanciparse, ampliar, o hacer siquiera justicia. Y esta debilidad se hace especialmente notoria en el personaje que debiera sostener la comicidad a lo largo del relato, a saber: el personaje del genio que encarna Will Smith. A favor del actor de Hombres de Negro, debemos reconocer que no es gran cosa lo que éste ha podido hacer con un corset tan fuera de tono para su psicología; el diseño de este personaje fue creado para el actor Robin Williams, quien con su increíble histrionismo y capacidad especial para el humor absurdo, hizo de la película animada un festival de gags que eran especialmente adecuados para el tipo de recursos que disponía Williams, que no son del mismo tipo de los que dispone Will Smith. Pedirle que realice los mismos diálogos, y que encarne a un mismo tipo de carácter ha sido una torpeza, no sólo por lo que no podía hacerse, sino por lo que no se ha podido/sabido aprovechar de los recursos con que esta producción sí contaba (un defecto que encontramos también en el aspecto argumental, como mencionaremos a continuación). El único aspecto que la película presenta como desvío de la producción anterior está asociado con el personaje femenino de Jazmín, y su deseo de gobernar para el bien de su pueblo. Y en este sentido, creo que se da el único aspecto realmente interesante que se puede analizar del film. Esta línea narrativa, que pudo servir como plataforma para reencauzar el argumento, queda sin embargo sin efecto alguno. Se nos muestra de entrada a una Jazmín que sale del palacio para conocer cómo vive el pueblo, pero esa experiencia se agota con la persecución inicial, y del pueblo ya no sabemos más nada. El pueblo, que es la aparente principal preocupación de la princesa, es el gran ausente del relato; al enunciador del film no le interesa la motivación de Jazmín, y por eso no le brinda ningún espacio narrativo para su desarrollo. En este aspecto, el enunciador como Jaffar parecen cortados por diseñados por la misma tijera de Disney; la misma insensibilidad que manifiesta el Visir, la ostenta el enunciador que se hace cargo del relato, y que mantiene al pueblo marginado de todo lo que no sea un elemento del decorado, un contexto políticamente correcto para el desarrollo del romance individual. Si se trata de desarrollar la motivación interna de un personaje femenino fuerte y comprometido, no alcanza con las manifestaciones de panfleto que enuncia la muchacha, hubiese sido necesario mostrar la miseria del pueblo, las injusticias sociales del sistema de castas. En este punto creo que aparece una cuestión significativa en torno a la dupla Jazmín/ Aladdín. Tanto en la película animada como en la versión que nos ocupa presentan lo que en términos narrativos podemos llamar personajes gemelos, cuya destinación a la unidad amorosa parece estar justificada por la identidad de los caracteres. Esta identidad se presenta en dos niveles: ambos personajes son esclavos de su circunstancia de clase, ninguno de ellos es realmente libre para estar/realizar su deseo personal; ambos ponen en acto una simulación de identidad para transgredir esa ley ancestral que les impide entrar en contacto. En los dos casos, la simulación de Aladdín no sólo resulta más exitosa, sino que ocupa mayor tiempo en el relato, pues se ve fortalecida y ampliada dramáticamente con el elemento mágico que le aporta la presencia del genio. Esta asimetría en la simulación no es sólo material sino también valorativa, pues hay una relación inversamente proporcional entre peso narrativo de la simulación y juicio moral negativo por el aparentar ser quien no se es. Todo el relato tematiza el pecado de vanidad de Aladdín de aparentar ser lo que no es, y es este engaño el que aparentemente lo deja mal parado frrente a Jazmín y el Sultán, quienes no obstante finalmente reconocerán el valor de aquel diamante en bruto. Sin embargo, no se menciona nada en absoluto de algún tipo de enojo u ofensa por parte de Aladdín al enterarse éste de que Jazmín tampoco es quien dijo ser. Hasta aquí lo que ambas películas tienen en común en torno a la pareja protagonista. La película anterior presentaba todavía una identidad más: para ambos la motivación era el encuentro amoroso, y eventualmente la libertad individual frente a la imposición social que la concreción de ese amor les significa. Sin embargo, en la versión actual esto queda alterado; Aladdín presenta las mismas motivaciones amorosas que su versión animada, pero Jazmín exhibe ahora una complejidad que la versión del dibujo no manifestaba. Jazmín anhela el gobierno y tiene unas motivaciones políticas muy alejadas de las motivaciones pasionales que manifiesta Aladdín. De hecho, Jazmín realizará las dos motivaciones (política y amorosa), puesto que deviene Sultana, mientras que Aladdín cumplirá una sola, ser el esposo de la sultana. Esta curiosa asimetría que plantea el film queda, no obstante, truncada por su falta de organicidad en la estructura. Ya hemos dicho que el relato no da lugar a esa parte política que aparentemente es el motor (si no principal, al menos compartido) del personaje. A esto cabe agregar un dato significativo. En el film animado la unión amorosa era lograda porque el Sultán decide cambiar la ley a puro esfuerzo de voluntad; aquí en cambio, se designa a Jazmín Sultana para tener injerencia en la ley. Ahora bien, resulta que su primera actividad como legisladora es una modificación puramente personal que atiende a su interés amoroso, dejando todo lo que la movía del pueblo al que dice amar, en segundo término. En este sentido, hallamos una solidaridad de casta entre este film (y su mundo diegético) y aquel que representa la película rusa La princesa encantada. Ambas narraciones manifiestan una misma intolerancia a la excesiva libertad del personaje femenino, para ambas parece ser cierto que aquellas motivaciones femeninas que escapen al espíritu canónico y patriarcal donde la mujer debe ser objeto del varón, no merecen ser tomadas en serio. Se dirá que de haber tomado en serio estas decisiones del personaje femenino (haber dado lugar a su motivación política) hubiese alejado al film de ese tono Disney con el que la empresa pretende encarar cualquier relato. Es verdad. Y, de hecho, somos conscientes de que el mejor Disney (como gran parte del mejor cine de Hollywood) se realiza cuando sólo se preocupa de su propio Mundo Construido, cuando huye de todas las contingencias y deviene en ese mundo de hadas de la modernidad. Pero esto nos pone delante de un dilema interesante: o bien ese Mundo debe desaparecer para que tenga lugar esta otra realidad en la que se empodera a la mujer, en la que intervienen las minorías étnicas, etc. o quedar condenado a una representación autocentrada y conservadora. ¿Cómo reproducir ese relato conservador en un mundo contemporáneo donde las mujeres reclaman otros mundos para ellas; donde los pueblos piden mayor espacio que el que los poderosos quieren darles cuando hablan en nombre suyo? ¿Puede la mujer contemporánea tener un lugar propio en el Mundo de Disney? ¿Puede Disney seguir siendo en el mismo mundo que la mujer contemporánea pretende producir para sí misma? Ser o no Ser: ésa es la cuestión.
Disney recicla y gana con poco poco conozcan la verdad acerca del protagonista y su lámpara mágica. Desde su trailer, muchos temían por la caracterización de Will Smith como Genio, que es el alivio cómico dentro de la película, pero con mucha preponderancia en la historia. Si bien en esta versión podría decirse que algunas situaciones tienen un aire a “La máscara” debido a lo inaudito de sus escenas, Smith hace un buen papel, no tan exacerbado como se creía que sería. “Aladdin”, dirigida por Guy Ritchie, entretiene, sus musicales son pegadizos -afortunadamente las canciones no son largas- y, como otros tanques rehechos de la factoría en esta nueva etapa (“La bella y la bestia”, “Mary Poppins”, “Dumbo”) aprueba pero tampoco descolla, pues es tan disfrutable para nuevas generaciones como innecesaria para las viejas.
Aladdin quedará en el recuerdo como la primera película impersonal y desapasionada de la filmografía de Guy Ricthie. Un artista que a lo largo de su carrera siempre impuso la impronta del cine de autor en todos los proyectos que abordó. Ya sea que trabaje el género gánster, el thriller de espionaje o la fantasía, en sus obras se puede reconocer con facilidad un estilo propio de realización. En esta oportunidad Ritchie realizó el film bajo el látigo del ratón Mickey, quien fue el verdadero director de esta remake. A lo largo de la trama el cineasta inglés muestra una mínima rebeldía ante el yugo del ratón y en ocasiones aparecen pinceladas de su arte pero son muy escasas. El panorama que ofrece esta producción es muy decepcionante porque ante un artista de estas características se podía esperar un poco más. Podemos resaltar una secuencia de acción donde Ritchie incluyó una linda referencia a El Ladrón de Bagdad (1924) con Douglas Fairbanks, pero en general se nota que esta película no es suya. Aladdin no deja de ser otro exponente que consolida la peor crisis creativa en la historia de los estudios Disney. Con toda la plata del mundo no se les cae una idea y acuden a estos refritos insulsos, destinados a un segmento del público que alaban estas cosas por la nostalgia de su infancia. En Dumbo, que era otra remake innecesaria, al menos tenía las características del arte de Tim Burton y el director trabajó al personaje con una historia completamente diferente. Había cine, ideas y momentos emotivos. En esta producción siguieron el mismo camino que La bella y la bestia, donde se limitaron a copiar el clásico de 1992 sin aportar nada relevante y lo poco que agregaron encima resultó fallido. El lenguaje cinematográfico de los dibujos animados tiene características propias que son imposibles de clonar en un espectáculo live action. Por ese motivo las secuencias de acción, las personalidades de los protagonistas o el clímax de la trama, que era emocionante en la versión original, acá se recrea de un modo forzado. En Aladdin todo se ve falso y la narración jamás consigue conectarnos con la magia de la obra original. Más que una película este estreno parece un espectáculo teatral de los parques temáticos de Disney filmado para una pantalla de cine. Esa es la sensación que tuve durante el visionado. El protagonista se desenvuelve en un mundo donde las calles de Bagdad lucen demasiado limpias y el resto de los personajes, hasta los comerciantes pobres, aparecen impecablemente vestidos. Resulta increíble que con un presupuesto de 183 millones de dólares, en pleno 2019, no pudieran lograr que las secuencias de vuelo con la alfombra mágica se vieran reales. Los efectos digitales en generan se perciben muy artificiales. En lo referido al reparto, las actuaciones son de medio pelo salvo por dos excepciones. Will Smith es la gran figura que levanta por completo el aburrimiento que genera este film donde no hicieron nada creativo con este clásico personaje de Las mil y una noches. Smith tuvo la inteligencia de no copiar la emblemática interpretación de Robin Williams y construyó un personaje diferente que no se apega al genio de la versión animada. Sus intervenciones son muy amenas y es una pena que el resto de la película no siguiera el mismo camino. Naomi Scott como Jazmín sobresale con una gran interpretación vocal en las secuencias musicales, pese a que Disney arruinó el personaje con la ya irritante agenda progresista. En esta película la protagonista tiene toda una subtrama de empoderamiento femenino que resulta un lugar común innecesario. En la historia de esta compañía la princesa Eilonwy de El caldero mágico (1985) y Jazmín, en Aladdin, fueron las pioneras en romper con los arquetipos femeninos en largometrajes de animación. En el caso de la princesa árabe ella ya era un personaje empoderado, independiente y autosuficiente. Resaltar esto con la nueva canción Speechless, de un modo tan burdo, es un lugar común que se siente completamente forzado por la agenda política del estudio. La canción es buena pero parece pertenecer a otra película. La verdad que cuesta mucho entender las alabanzas a este film cuando convirtieron a Jafar, uno de los mejores villanos que brindó el estudio en su filmografía, en un personaje tonto que además terminó completamente desdibujado en la remake. La culpa no es del actor Marwan Kezari, que es un buen artista, sino del guión y la dirección que no le dieron el espacio para sobresalir un poco más en el rol. Quienes busquen una salida de karaoke para cantar los clásicos de esta banda de sonido tal vez la disfruten más, ahora como propuesta cinematográfica Aladdin es de lo más olvidable que brindó la filmografía live action de Disney en el último tiempo.
La nueva versión con ambientación farolera y cámaras que se mueven “porque se puede” es, figura humana mediante, lo contrario de lo que fue la original En cada época aparecen directores de cine a los que podemos definir con la frase “mirá, mamá, filmo sin manos”. Son los exhibicionistas de movimientos raros, de imágenes decorativas o “simbólicas” en el sentido más torpe posible. En tal estante, sobresale en el mundo anglosajón Guy Ritchie, que tiene al menos el tino de buscar la diversión y, por eso y ocasionalmente, hacer películas que se pueden ver con alguna sonrisa (El agente de CIPOL, la primera Sherlock Holmes). Paralelamente, Disney ha decidido que el dibujo animado es una cosa horrible y descartable, y por eso “rehace” sus clásicos –y no tanto– animados con actores. Esta versión de Aladdin es por momentos divertida. Pero es necesario compararlo todo porque la nueva versión políticamente correcta con ambientación farolera y cámaras que se mueven “porque se puede” es, figura humana mediante, lo contrario de lo que fue la original. La original era un cartoon, la creación de comicidad a partir del absurdo y el movimiento, de las ganas de jugar de Robin Williams, de no tomarse nada en serio. (Te puede interesar: Cine: cuáles son las películas imprescindibles que hay que ver) Aquí Guy Ritchie se toma a Disney y a “la vieja” Aladdin en serio y eso vuelve todo un poco más solemne, un poco más redundante, un poco más pesado (de menos de 90′ a más de dos horas de una versión a la otra, ejemplo de inflación que lastra todos estos artefactos “aggiornados”) que el original (que no era “genial”, no, tampoco). En fin: Guy Ritchie filma sin manos. Así le sale.
Disney sigue (y seguirá) apostando a las remakes en live action de los clásicos. Y esto trae tanto cosas buenas, como malas aparejadas. Principalmente, nos moviliza desde la nostalgia y el reencuentro con las historias; pero a su vez, pone una vara muy alta en cuanto a la expectativa de lo que esperamos ver. En definidas cuentas, para recrear una icónica cinta animada, hay que estar muy seguro de la calidad que tendrá. AladdínEn esta ocasión, Aladdín debe haber sido uno de los films de esta nueva ola, más criticados antes de su estreno. Ya fuese por el póster, la personificación del genio, el reparto o incluso por las canciones. Personalmente, tampoco le tenía grandes expectativas, pero debo decir que me agradó. La caracterización del Genio por Will Smith, es lo que más destaco. Al tener tan arraigado el dibujo con la voz de Robin Williams, era incómodo pensar en una nueva versión de él. Pero resulta una actuación que sorprende al lograr plasmar la simpatía, la amabilidad y la picardía típica del adorado personaje. A Smith se lo ve tan fresco y con tanta naturalidad, que pareciera el papel con el que más a gusto se siente. Donde tiene la posibilidad de cantar, hacer chistes y desestructurarse, casi como un Príncipe del Rap, pero en Arabia y no en Bel-Air. Aladdín El resto de las actuaciones, también son muy destacables. Los dos protagonistas, Aladdín y Jasmín, nos convencen de su conexión, y la complicidad entre cada uno de ellos, con sus amigos, le aporta chispa a la trama. Si bien hay algunos cambios entre la original de 1992 y ésta, es una adaptación bastante fiel. En referencia a la música, podremos reencontrarnos con las canciones que ya conocemos, e incluso con un par de temas nuevos. Resaltando que las interpretaciones y las voces de los actores, son muy amenas. El único detalle que no compartí en los cuadros musicales, fue el efecto de aceleración que parecieran tener, por momentos. Aladdín Por su parte, hablar de lo bien realizados que están los efectos visuales, en estos tiempos, sería redundante. Pero, no se puede dejar pasar el siguiente comentario. La mayoría de los que crecimos con Aladdín, siempre añoramos y vimos encantados el viajar en una alfombra mágica. Gracias a esta entrega, podemos sentirlo más real que nunca.
¿Lo bueno, si es viejo, es dos veces bueno? Dicen los que saben que todas las historias ya han sido contadas y que las que creemos nuevas son las mismas historias de siempre pero recicladas. Disney pareciera ser un defensor acérrimo de esta idea, ya que no para de estrenar remakes de sus propias películas, sólo que en versión live-action: lo hizo primero con Cenicienta (2015), después con La Bella y la Bestia (2017) y ahora le tocó el turno a Aladdín. Todos conocemos la historia: Aladdín, un pibe pobre que se enamora de una princesa; un villano con ganas de dominar el mundo porque sí; un sultán que es un inútil; un Genio de la lámpara bastante histriónico que viene a rescatar a Aladdín de su pobreza; Aladdín que se salva pero, carente de conciencia social, se olvida de sus orígenes y comienza su vida de rico junto a la princesa; una princesa que se queda bien callada mientras un flaco que no sabe nada de gobernar un reino termina siendo sultán, lugar que le correspondería a ella si no fuera porque vive en una sociedad patriarcal y ella es mujer. Menos mal que cuando la vimos éramos chicos y sólo nos quedó el recuerdo de la fantasía y la magia, ¿no? Por suerte tuvieron el buen tino de traer a Aladdín al siglo XXI y “modernizaron” la historia: ahora tenemos al mismo pibe pobre pero con conciencia social; al mismo genio que viene a salvar a Aladdín (Mena Massoud) pero que es un poquito menos histriónico; un sultán menos inútil (aunque sigue siendo bastante inútil, la verdad); un villano que quiere dominar el mundo pero que tiene sus razones y por fin, una princesa empoderada (Naomi Scott) que no se calla más (y que lo deja bien en claro cantando a los cuatro vientos). Para ser completamente sinceros, el cambio en la historia es bienvenido. Si bien a aquellos que crecimos mirando las películas de Disney no nos termina de gustar que hagan tantas modificaciones a las historias originales, es un cambio positivo para los públicos más jóvenes. Otro gran acierto de Aladdín es que los actores saben CANTAR. Esto parecería ser un dato menor gracias a las maravillas que puede hacer la tecnología con las voces menos pudientes, pero la verdad es que hay mucha diferencia entre un actor que intenta cantar y otro que sabe cantar. El mejor ejemplo lo podemos encontrar en La Bella y la Bestia: no importa cuánto amemos a Emma Watson (nadie podría haber interpretado mejor a Bella), no sabía cantar y se notó. En Aladdín, todos los actores CANTAN (¡y cómo!). Ésto, sumado a la puesta en escena, la coreografía y el vestuario al mejor estilo Bollywood, hacen de los momentos musicales de Aladdín un festival de colores vibrantes que es verdaderamente impactante. Uno de los puntos más cuestionados de Aladdín y que recibió críticas negativas incluso antes de haber sido estrenada fue sin dudas, el Genio. Pero contra todo pronóstico y superando ampliamente las expectativas, resultó ser lo mejor de la película. Interpretado por Will Smith (Men in Black), obviamente no se trata del mismo Genio que hizo Robin Williams (porque intentar imitarlo habría sido un grave error), pero la verdad es que como «comic relief» está bien logrado. De la dirección se encargó Guy Ritchie (responsable de las dos Sherlock protagonizadas por Robert Downey Jr.), un director con un estilo muy característico y claramente visible en Aladdín: fan de las cámaras ralentizadas, de la persecusiones con planos temblorosos y un humor un tanto absurdo. Todo esto hace que se pierda la fantasía y la magia a la que Disney nos tiene acostumbrados y por momentos, Aladdín pareciera ser una película de Guy Ritchie con algunas canciones. Pero el verdadero problema que tiene Aladdín es el villano. La elección de Marwan Kenzari como Jafar no es la más acertada, ya que la actuación resulta exagerada, incluso forzada por momentos y poco creíble. Para ir cerrando, las películas live-action de Disney terminan siendo una especie de armas cinematográficas de doble filo. No importa cuán buenas sean, nunca serán tan buenas como las originales. O mejor dicho, nunca estarán a la altura de los recuerdos que tenemos de ellas. Y a pesar de esta necesidad que parece tener la industria del cine -Disney especialmente- de revivir y reversionar una y otra vez las mismas historias, quizás sea hora de poner la energía (y los enormes presupuestos) en crear nuevas. Por Mariana Van der Groef
Aladdín cuenta con Will Smith como el Genio que tiene el poder de conceder tres deseos a quien posea su lámpara mágica; Mena Massoud como Aladdín, el desafortunado pero agradable joven callejero que está enamorado de la hija del Sultán; Naomi Scott como la Princesa Jasmín, la hermosa hija del Sultán, que quiere decidir cómo llevar adelante su vida; Marwan Kenzari como Jafar, un malvado hechicero que crea un plan perverso para derrocar al Sultán y gobernar Agrabah; Navid Negahban como el Sultán, líder de Agrabah, que espera ansiosamente hallar un esposo adecuado para su hija; Nasim Pedrad como Dalia, la doncella y confidente de la Princesa Jasmín; Billy Magnussen como el Príncipe Anders, un pretendiente de Skanland y potencial esposo de la Princesa Jasmín; y Numan Acar en el rol de Hakim, la mano derecha de Jafar y líder de los guardias del palacio. Mi Opinión: Esta nueva versión nos introduce en la historia que casi todos conocemos, llena de amor y nostalgia, los recuerdos de muchos están allí, a cargo del británico Guy Ritchie (en una adaptación de Disney en la dirección y coautor del guión. Más larga que la original de 1992), en una propuesta de comedia musical con una buena elección de actores. El personaje de la princesa Jasmín lo interpreta Naomi Scott (“Power Rangers”) quien se luce muchísimo, tiene encanto y su cara angelical traspasa la pantalla, la acompaña el actor que nació en Egipto pero creció y adoptó la nacionalidad canadiense, Mena Massoud (serie de Tv Jack Ryan) como Aladdín, ingenioso y correcto; sigue siendo un momento notorio cuando juntos cantan en la alfombra voladora «un mundo ideal»; y Will Smith es el Genio de la lámpara, es estupendo, brilla con luz propia y en distintas secuencias está magnifico (canta, baila, rapea y actúa). Dentro de los personajes secundarios encontramos un pequeño y muy simpático mono llamado Abu (que ya aparece en “Piratas del Caribe del capitán Barbosa”, entre otras) y algunos otros que resultan algo esquemáticos. Como suele ocurrir con otras películas de este género toca temas relacionados con el amor de padres a hijos, de los temores, de la sobreprotección, los peligros, el rechazo social, la búsqueda de tu lugar en el mundo, de la amistad y el amor verdadero. Los rubros técnicos son majestuosos, posee grandes escenas de acción, con números musicales vistosos. Resulta una aventura musical divertida y para disfrutar en familia.
Las mil y un caras del Genio en Aladddín. Crítica ADELANTOS, CRITICA, ESTRENOS, UNCATEGORIZED La película estadounidense gira alrededor del carismático actor Will Smith quien compone al notable personaje salido de la lámpara color azulado. La mítica historia animada pasó a la pantalla grande ahora encarnada por intérpretes reales y giran un relato oral parte de un compendio de cuentos con un autor anónimo. Por Florencia Fico. El filme contó con la producción de Walt Disney Pictures con un tinte propio del emporio cinematográfico la gran escala de animación en los típicos animales de la historia animada tanto el león que defiende a Jazmín como el mono capuchino que es guardián de Aladdin fueron piezas más que dulces donde se pudo ver una relación muy tierna y contenedora de los animales con los actores. El guión de John August y Guy Ritchie se basa en la historia de un entrañable pero sin fortuna ladrón enamorado de la hija del sultán, la princesa Jasmine. Conseguir tener un acercamiento con ella, lo hará por medio del hurto que le propone Jafar(Marwan Kenzari). Se trata de ingresar a una cueva dentro del desierto y así obtener una lámpara mágina que le dará tres deseos. Ahí es donde Aladdín se reune con Genio y emprende una exploración a sus más íntimos sentimientos y travesías. Zenzari compone al visir real que es un hechicero malvado pero pasa desapercibido; un personaje que quiere el poder absoluto del territorio árabe. Sólo lo destaca su bastón en forma de cobra que le da sus poderes y un ave cómplice de sus perversiones. En remakes de Clásicos de Disney el nuevo giro fue en rememorar la unión entre Genio y Aladdín, cuando Aladdín casi muere Genio aparece y busca los grises para salvarlo, también cuando quiere acceder al trono y quiere aparentar ser príncipe entre ambos hay un constante consejo entre los dos. El guión es un ida y vuelta entre los sueños de Genio y Aladdín. La energía está cargada en Will Smith como genio, convertido en: asistente de moda, sirviente de aladdin, bailarín de danza árabe, cantante de rap, una voz de la que uno no se pude escapar. Es un ser que propaga alegría y concede fantasías. En torno a la fotografía a cargo de Alan Stewart reflejaron con tomas panorámicas grandes instantes en desiertos, selvas, ciudad en ruinas y majestuosas tomas en el palacio del sultán. Hubo un momento brillante cuando intentó romper con la cuarta pared cuando Will Smith en personaje de “Genio” habla con los espectadores. En las acrobacias de Aladdin (Mena Massoud) se vio la capacidad de entrega al papel pero no brilló; se trata del personaje central el contaba con experiencia en “Let’s Rap” como gran promesa de transferirle a su protagónico la virtud de ponerse al frente de las coreografías. Sin embargo, el guión lo desplazó a ser un simple títere del Genio. En cambio Naomi Scott como Jazmín obtuvo un carácter más pronunciado por ahí por tomas en contrapicado aunque en éste filme se repite en su cabeza y en canciones “no me dejarán sin palabras”, es una nueva postura de la princesa, alza su voz, es terca, desconfiada y rompe con el esterotipo de mujeres de la realeza. La dirección de Guy Ritchie acostumbrado al género de crímenes y comedia pudo acompañar con suspenso y humor las apariciones descabelladas y locas de Will Smith y Mena Massound. Ritchie afirmó su estilo en duetos cómicos como lo hizo en Sherlock Holmes(2009) con: “Genio” y “Aladdin”; desarrolló en ellos una dupla chistosa, familiar y de hermandad. La música de Alan Menken se vio muy influenciada por la cultura árabe, ritmos típicos del lugar, pop y rap. Además tuvo los instrumentos típicos como panderetas, platillos, timbales, chinchines, tambores de copa como el: “derbake” y laúd. El ritmo fuertemente marcado por cuerdas y percusión, asimismo, se agregó guitarras más occidentales. Lo que delimita la melodía árabe es el estado de ánimo de los personajes. Los temas abarcaron temáticas más referidas al conflicto social entre clases más altas y bajas, los anhelos, el empoderamiento femenino y la fantástica canción originaria “A Whole New World” en la voz de Zayn y Zhavia Ward. Los cantantes con chasquidos y agudos recorrieron la teatrelidad del conflicto en mundos idealizados que cuando se confrontan trascienden las leyes de la tradición. Puntaje: 60.
Posiblemente lo mejor de esta producción de Disney sea el mantener el carácter lúdico de la original, se sabe que la transposición del cine de animación a una producción con actores en vivo, no es fácil. La animación despliega posibilidades que con actores, que tienen que dar visos de una realidad inexistente, se pierden. En este caso la yuxtaposición de los efectos especiales disminuye esas ventajas, llamémosle libertades. La otra variable positiva es que el Genio, (Will Smith) no es el mismo que construyo hace más de dos décadas Robin Williams, sólo con la voz. Por suerte para el actor, y en beneficio del filme, el actor pone su cuerpo y su impronta nunca intentando y/o queriendo imitar al original. Hay una clara modernización del texto, sobre todo en lo referente a la presentación, construcción y desarrollo del personaje femenino, ya no es, solamente la ingenua hija del Sultan, ésta es emprendedora, curiosa y conocedora de sus derechos. Los personajes laterales de la historia pierden peso, los secuaces del héroe y su opositor, pues tanto Abu, el mono de Aladin, como Lago, el loro de Jafar, han perdido el protagonismo que sí tenían en la antecesora. Por lo demás, el filme es demasiado fiel al original, sí hay algunos cambio en tanto acciones y canciones, algunas ausentes, otras modificadas, otras nuevas. En este punto se nota la presencia de Guy Ritchie como responsable de la dirección del filme, el inglés puede otorgarle su impronta al texto, sobresale en las escenas de acción, lo hace con decoro en las escenas musicales, donde desborda de colores brillantes, esto desplegado en la escenografía y el vestuario. Que todo indique que estamos más cerca del cine hindú en tanto vestuario, colores, iluminación, estructura narrativa, cuadros musicales, las lateralidades del relato y el espacio físico donde se desarrolla la mayor parte de la historia, parece más una producción de “Bollywood” que la arábiga “Agrabah”. Por todo lo demás historia conocida, la princesa Jazmine (Naomi Scott) en una de sus escapadas del palacio, deambulando por la ciudad, es rescatada por Aladin (Mena Massoud), un huérfano timador y ladrón de poca monta, pero ella no se da a conocer como la princesa sino como Dalia (Nasim Pedrad), su sirviente. La química entre ambos es inmediata, el enamoramiento de Aladin más rápido. Es tal su deseo de conquistarla que no da cuenta de los peligros a los que se deberá enfrentar, el primero es su antagonista, el ambicioso Jafar (Marwan Kenzari), el visir asesor del Sultan (Navid Negahban) padre de Jazmine. El segundo escollo a sortear es la diferencia de clases entre ambos, es ahí en donde la propuesta de Jafar convence a Aladin de ir a la cueva de las Maravillas, y a su regreso lo hará rico. Deberá ir a buscar una lámpara maravillosa que encierra al genio que tiene la prerrogativa de otorgar tres deseos a quien lo saque del ostracismo. El problema que salvo los personaje del genio y la princesa, todos los demás quedan desdibujados, el actor nacido en Egipto nunca le da a su Aladin demasiada carnadura, queda desdibujado, no aparece demasiado creíble a lo largo del filme. En tanto los personajes de Jafar y el Sultán no poseen peso propio desde la construcción y desarrollo de los mismos, el primero ya sea por problemas desde el guión, sumado a una actuación no muy convincente, no se acerca en ningún momento al malvado por excelencia que impulsaba las acciones de los demás personajes en la original. En tanto el Sultan termina siendo casi una figura decorativa. Sí, en cambio, brilla la actriz nacida en Londres, canta, baila y actúa, haciéndolo todo bien, se podría decir que es la verdadera heroína de ésta versión. Este “Aladin” posiblemente no defraude a quienes se acercan por primera vez a ésta historia, con los que fuimos atravesados por la anterior, esta quedó en deuda.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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La inolvidable historia de Aladdin, film de Disney estrenado en 1992, ahora vuelve a la pantalla grande pero en formato live action, bajo la dirección de Guy Ritchie. En esta oportunidad, Mena Massoud interpreta al protagonista de esta historia, Aladdin, un chico solitario y bondadoso sin familia que vive con su simpático mono Abu y se gana la vida vendiendo objetos de valor que no provienen de buena fe. En una de sus travesuras conoce a Jazmín, interpretada por Naomi Scott, quien interpreta a una hermosa chica que se hace pasar por una doncella del palacio. En ese lugar hay mucha codicia, en este caso de la mano de Jafar (Marwan Kenzari), el segundo Sultán. Dato importante porque él quiere ser el primero y tener todo el poder de Agrabah, por lo que busca entrar en guerra con otros países. Empecinado con esta misión, busca obtener la lámpara mágica que concede tres deseos y para ello elige a Aladdin, quien acepta buscarla pero no toda sale como estaba planeado. La preciada joya queda en manos del joven pero ahora bien: ¿qué pedirá?. Nuestro protagonista va a estar guiado por su concededor de deseos, “el Genio”, interpretado por el reconocido actor Will Smith. Pero Jafar, junto a su fiel seguidor Lago (Alan Tudyk), no se quedará con los brazos cruzados y juntos, cueste lo que cueste moverán cielo y tierra hasta tener en sus manos la famosa lámpara. Hasta ahora, Massoud no ha tenido la oportunidad de protagonizar un film, y en este caso, por ser la primera vez, el resultado fue excelente. El personaje va mucho con su estilo y además la dupla que hace con el mono nos recuerda a “Piratas del Caribe”, más que nada por lo simpático. Ahora bien, la interpretación de Smith como el Genio es fantástica; su participación en este live action de Disney era la más esperada de la película, ya que es él el responsable de dar color y humor a la historia, y lo logra. Además, Scott se encuentra impecable como Jazmín. Interpreta un papel que da un mensaje importantisimo en estos tiempos, como ser la lucha por ser escuchada porque su voz también vale. Se nota mucho su compromiso con este papel en el que no sólo actúa sino también interpreta musicalmente canciones nada fáciles pero que el fruto de su esfuerzo demuestran un preciado resultado. Cabe destacar que los efectos especiales sobrepasan todas las expectativas, utilizando muchos colores, lo cual es digno de un film de Disney. Las canciones están interpretadas muy bien y mantienen la esencia de la primer versión, por lo que resulta emotivo volver a escucharlas en una nueva película. En cuanto a los vestuarios, si vamos a las comparaciones, hay ciertos cambios pero nada que no sea a favor, sino que suman perfectamente a la estética de este cuento. “Aladdin” es un film que se esperaba con muchas ganas y cumple con todas las expectativas. “Un mundo ideal”, épica canción de Disney, va a seguir en tu cabeza por un largo tiempo después de ver esta gran película que, sin ninguna duda, es para reírse y disfrutar en la butaca.
Otra remake de un clásico animado de Disney al cine de acción real con actores famosos y presupuesto grande. Después de La Bella y la Bestia o El Libro de la Selva y antes de El Rey León. Y una remake muy pegada a la original, tanto que casi la imita. Un ladrón que quiere dejar de ser ladrón, una princesa que quiere dejar de ser princesa, con la modificación más sustancial en torno del nuevo acento feminista y empoderado. El tema tiene una canción, Speechless, sobre las que ya no se callan más, que subraya esta diferencia sustancial: en lugar de estar preocupada por su casamiento, la princesa quiere ser sultana. Gracias al CGI, también siguen por allí el loro y el tigre, interactuando con Mena Massoud (Aladdin), un actor simpático que hace lo que puede. Porque la estrella de Aladdin es el genio de Will Smith, que funciona mejor sin la intervención de los efectos, y da una impresión extraña cuando se convierte en genio. Hay buenos cuadros musicales, pero la película que dirige Guy Ritchie no se sale de la fórmula. En este caso, de una actualización discreta.
Las remakes de acción real (con actores) de los clásicos animados de Disney no se han caracterizado por brillar. Basta recordar la reciente "Dumbo", dirigida por Tim Burton: una película por encargo, impersonal (más allá de los pergaminos del director), con poco margen para la sorpresa, bajo la pesada mirada de los estudios. Lo mismo pasa con esta nueva versión de "Aladdin" que se acaba de estrenar. El director es Guy Ritchie, que acumuló mucho prestigio a principios de este siglo pero después se fue desdibujando. Y ahora está acá, al servicio de una maquinaria millonaria. Ritchie revive la clásica película animada de 1992 con una estética más bien kitsch, saturada de colores. Los actores casi desconocidos que forman la pareja central (Mena Massoud como Aladdin y Naomi Scott como Jazmín) tienen buena química, y Will Smith milagrosamente funciona en el papel del Genio, aunque por momentos se pasa de registro. Si bien a Ritchie le cuesta encontrar un tono unificador (la película parece fragmentada en todo momento), el ritmo narrativo es ágil y está bien aceitado por el humor y por los cuadros musicales. Otro acierto (calculado y muy previsible, sí) es el cambio de la princesa Jazmín, que acá renace como una mujer segura y empoderada.
Hace 27 años se estrenaba la película animada "Aladdin" que se coronaba como una de las más aclamadas cintas de este maravilloso mundo de Disney, con una banda sonora y canción original que marcarían una época. En tiempos de remakes, Guy Ritchie trajo su propia versión live-action del clásico. El joven Aladdin es un ladronzuelo que se enamora de la princesa Jasmine, hija del Sultán, Para conquistarla, aceptará el desafío del maligno Jafar, pero en su camino conocerá a la lámpara mágica y al querido Genio, que cambiarán totalmente esta aventura. Si bien hay algunas diferencias en la historia (ya las contaremos), la base de la trama y los personajes son casi idénticos, con algunas escenas tomadas directamente de la original y otras reversionadas con algunos toques de dirección de Ritchie que, aunque se pueda notar su toque característico en determinados momentos, no tuvo la libertad que ha tenido en otras cintas para filmar con su electrizante estilo. A pesar de las dudosas expectativas de esta remake, la película cumple con entretener, divertir y contar esta historia con algo de la magia que había tenido la original. Mena Massoud (Aladdin) y Naomi Scott (Jasmine) están muy bien elegidos para los personajes, pero el que verdaderamente se luce es Will Smith en la piel (azul) del Genio. Muchos temían cómo sería encarnar al mítico personaje animado que había tenido la voz de un talentoso Robin Williams hace tiempo, pero Smith se llevó todos los aplausos. El film tiene una primera hora magnífica, con muchos gags y chistes que hacen reír, con el mismo aire de la original, con un Genio que cada vez que aparece engrandece la película. Los momentos musicales y las coreografías, incluyendo la hermosa "Un mundo ideal", quedaron brillantes y cautivantes, con mucho colorido. Sin embargo, hay un peligroso pozo después del viaje de Jasmine y Aladdin en la alfombra mágica, en el que la cinta se torna aburrida y cansadora, a tal punto que la audiencia desea que ya llegue el final. Por suerte, en el último acto recupera la posta para finalizar con un clímax bien logrado. La razón de este bajón narrativo puede haber sido el excesivo metraje de la película; la animada dura una hora y media, mientras que ésta se estira una media hora más. En cuanto a las diferencias con la cinta de 1992 dirigida por John Musker y Ron Clements, las principales se tratan de correcciones políticas según los tiempos que corren hoy en día. El más notorio es el de Jasmine, que persigue una meta más personal y no tan dependiente de su prometido; una decisión acertada por parte de la productora. También existe un trasfondo más desarrollado de la historia de cada personaje que, si bien nos sirven para empatizar más, termina haciendo excederse en exposición a determinadas escenas. En síntesis, "Aladdin" es una lograda remake que entretiene, emociona y divierte a toda audiencia, y aunque carezca de la sorpresa de la original y se sobrepase en metraje, es una buena excusa para hacer un revisionado de esta maravillosa historia de Disney. Puntuación: 7/10 Manuel Otero
Color y magia en el Medio Oriente Llegó un nuevo live action de Disney y el turno esta vez fue para "Aladdín". Película que tuvo su cuota de polémica en la elección de Will Smith en el rol del famoso Genio de la lámpara, y por otro lado sobre lo poco conocidos que son la pareja de actores que encarnan a Aladdín y Jazmín. Hubieron comentarios negativos acerca de cómo se veía el genio, que el trailer no mostraba demasiado, que los actores no eran conocidos, etc. La verdad es que fui a verla con una expectativa baja. El resutado final terminó siendo bastante mejor de lo que me esperaba. "Aladdín" es un entretenido film que emula de manera muy fiel lo que fue la película animada de 1992, con algunos retoques de trama que la convierten en una historia un poco más vigente para los tiempos que corren. La princesa Jazmín ya no sólo quiere poder casarse por amor fuera de la tradición real, sino que ahora también quiere ser Sultán. Y está bien que Disney empiece a convertir a sus princesas en mujeres fuertes y con deseos propios. Para los detractores de Will Smith, debo decirles que es de lo mejor de la propuesta. Divertido, empático y eléctrico como el personaje animado de Robin Williams, se roba la mayor parte de las escenas en las que aparece. Su versión animada está bastante bien de efectos especiales excepto la parte de los ojos que parecían un tanto desorbitados, pero eso no es culpa de Will Smith claramente. La pareja protagonista, Mena Massoud (Aladin) y Naomi Scott (Jazmín) están bien, aunque creo que no logran del todo convencernos de su química y como que les faltó un poco más de carisma, sobre todo a él. Ella me recordó a una Catherine Zeta-Jones más joven. El villano Jafar, en esta ocasión encarnado por un joven político, creo que también está muy correcto, pero no llega a desbordar. De los 4 personajes principales diría que es el más débil de todos. Todo lo demás, está muy bien. La puesta musical en escena es tan impactante, colorida y fastuosa como podíamos imaginar. Están esos momentos que todos esperábamos ver, como por ejemplo el paseo romántico en alfombra voladora bajo la luz de la luna de Aladín y Jazmín con el super hit "un mundo ideal", el descubrimiento de la lámpara en la Cueva de las Maravillas, los efectos histriónicos del Genio al conceder los deseos y más. La alfombra mágica es de lo más simpático. La producción es excelente y sus efectos especiales son muy buenos también, excepto como mencioné anteriormente el tema de los ojos del genio en su etapa azul... eso se vio medio raro. Un nuevo clásico de Disney para disfrutar en live action. Si bien no es de lo más destacado de lo que vienen sacando, cumple con lo que promete y entretiene a lo grande.
Príncipe de Persia: The Live Action Movie. Bah, ¿no había una película del príncipe de Persia con el chompiras ése de mandíbula cuadrada que hace de Mysterio en la última del Hombre Araña?. Sip. Y mientras mis iracundos lectores preparan las antorchas para incinerarme a lo bonzo, yo diré que Aladdin 2019 es una de las mejores remakes que ha hecho Disney en los últimos años (mientras les alcanzo de motus propio un bidón de gasolina). Oh, si, la gente está indignada con otra película que ultraja su infancia pero, rayos, la versión live action de Aladdin de más que potable… siempre que haga un poco de sicoterapia y olvide por un momento a la versión animada con Robin Williams. Acá hay un discurso feminista anacrónico (¿mujeres sultanes en una cultura tan machista como la árabe? ¿canciones inspiradas en el #MeToo?), expresiones anacrónicas (“he vivido huérfano y solo con un mono como mi única figura paterna” “¿no eres un genio omnisciente?”), horrendos genios digitales con mirada zombie y un villano con pinta de porteño que no asusta a nadie, pero es un filme innegablemente divertido. Sip, hay patinadas gruesas pero el resultado es entretenido… siempre y cuando no lo compare, fotograma a fotograma, con la versión animada de 1992. El primer WTF es preguntarse qué diantres hace un tipo – que sólo saber filmar a mafiosos londinenses – en el puesto de mando de una película de fantasía para niños. Pero Guy Ritchie es un genio en lo visual – ¿recuerdan el escape de la fábrica de armas de Robert Downey Jr, Jude Law y Noomi Rapace en Sherlock Holmes: Juego de Sombras? – y acá no hay fotograma que no te queme los ojos por la opulencia, el ritmo o el colorido. Cuando hay acción, está bien filmada y cuando la escena es estática, siempre hay algo que deslumbra, sea el vestuario, la escenografía o incluso el maquillaje. Los números musicales son muy buenos y gran parte del éxito del filme es el trío central que posee un enorme carisma. No se trata todo de Will Smith calzándose los zapatos de Robin Williams; Naomi Scott es hermosa, sensible y poderosa, y Mena Massoud está brillante como el pillo de esta fábula de las Mil y Una Noches: simpático, canchero, emotivo, conflictuado. Es una lástima que Jafar se lo hayan dado a un tipo tan anónimo; hubieran trocado roles con Numan Acar – el actor que hace de Jakim, el jefe de la guardia real y un tipo con mas presencia amenazante – y el resultado hubiera sido mucho mejor (¿dónde estás, Christopher Lee, cuando mas te necesitamos??. Ups, en el cielo…). Pero, claro, todo el mundo que ahora me rodea (con antorchas encendidas) – mientras estoy atado a un palo cubierto de ramas y escribo esta review con el dedito meñique en mi smartphone – clama por lincharme por decir que ésto es una buena película y que incluso es mejor que el filme de 1992. Nadie dijo eso. Ciertamente el original de 1992 tiene otro mojo pero estaba plagado de anacronismos (¿el genio imitando a Jack Nicholson? ¿alguien sabrá quién era Jack Nicholson dentro de 30 años, especialmente el público infantil?) y, por otra parte, la animación le permitía una libertad infinita. Era un filme que descansaba íntegramente en los hombros de un loco genial, un maníaco que desbordaba energía y verborragia como era Robin Williams, y posiblemente sea el filme mas auténtico sobre su persona cinematográfica. Incluso llegaba a un punto donde deseabas hacer fast forward y saltearte todo el romance de Jasmín y Aladdin hasta la próxima aparición en pantalla del genio (en mas de un sentido) de Williams. Pero si lográs despegarte de ese filme y podés ver esto como una versión alternativa – algo que le pido encarecidamente a los fans de ultranza de filmes como Ghostbusters, que defienden su recuerdo histórico en vez de poder ver la versión moderna y valorarla en sus propios méritos -, verás que no sólo no es tan mala sino que es muy divertida. Will Smith como un muñeco Michelin azul con ojos de muerto es chocante, pero despegate de eso y verás que su perfomance es muy buena simplemente porque no sintoniza a Williams sino que hace su propia versión del genio, con su humor y con la personalidad canchera de Smith. Es menos esquizofrénico, igual de simpático y cuando hace los números musicales te divertís, aunque sabés que pierde por goleada contra Williams y la versión animada. Pero si comparo esto con otros muertos vivientes que Disney ha engendrado últimamente (sea La Bella y la Bestia o Dumbo), Aladdin 2019 es superior a la media. A mí me gustó y la defiendo, y creo que merece una oportunidad con las advertencias correspondientes. Si uno no busca inmortalidad sino entretenimiento seguro encontrará acá a un producto sólido del cual no se arrepentirá de haber pagado la entrada.