Figurita repetida Películas como esta funcionan únicamente en su cualidad de pochocleras, para un público que busque disparos y explosiones en demasía y al cual no le importe o no se detenga demasiado en la absurdidad de sus resoluciones. Con una trama súper trillada, White House Down nos vuelve a sumergir en el peligro de que la Casa Blanca sea tomada por un grupo portentosamente armado, dispuesto a todo y despilfarrando municiones por doquier. El máximo mandatario (Jamie Foxx) debe ser salvado y mantenido a resguardo de los paramilitares, siendo el encargado de la riesgosa y destacadísima misión alguien que ni siquiera forma parte del equipo contratado por el gobierno (Channing Tatum). Cualquier similitud con Olympus has fallen es mera coincidencia. En este carnaval de sucesos poco creíbles, Roland Emmerich parece querer sacar chapa de su experiencia en efectos especiales e intenta impresionarnos con unas repetitivas y agotadoras muestras de detonaciones, mientras que, por otro lado y curiosamente, las balas impactan sobre las víctimas sin generar el derrame de siquiera una gota de sangre. Los films suman puntos y sorprenden por brindar o incluir, en determinadas instancias, algún que otro giro o elemento distintivo que le dé aunque sea un motivo al espectador para recordar la obra al menos favorablemente en algún sentido, pero lamentablemente White House Down tiene una performance tan sosa y previsible que hasta el más distraído puede verse venir y acertar qué va a ocurrir, quién se va a salvar y quiénes serán los que operen como traidores en el transcurso de los acontecimientos. Si Gerard Butler pudo solo contra un ejército en la resquebrajada Casa Blanca, Tatum también, y entonces todo cobra el aspecto de una copia más mala aún que la ilógica y mencionada precedentemente Olympus has fallen. LO MEJOR: el reparto se las rebusca para no desafinar tanto como la orquesta narrativa. LO PEOR: la constante sensación de “esto ya lo hemos visto”. Lo ridícula y absurda que resulta. Prácticamente igual a la protagonizada por Butler y Morgan Freeman. Dura dos interminables horas. PUNTAJE: 3,5
El ataque te ofrece puro entretenimiento visual y aunque no es la mejor película sobre un ataque al presidente de los Estados Unidos, felizmente tampoco es la peor. Si bien la mayoría de las situaciones son bastante inverosímiles y la historia ya se ha contado miles de veces, tiene un buen ritmo, secuencias de destrucción de gran calidad técnica y una narración...
Un presidente cool Cuesta enumerar las razones por las cuales valorar -si es que ese atributo correspondiera- alguna de las características positivas de este nuevo despropósito industrial hollywoodense que llega a nuestras salas bajo el título de El ataque (White house down) y que tiene entre sus directores responsables al alemán Roland Emmerich y a un elenco demasiado interesante para subirse a este avión sin piloto que se precipita en la primera mitad, con una explosión y detonación de cursilería que salpica y enchastra durante dos horas. No voy a concentrarme en el argumento porque es inexistente, sólo basta apuntar que el teatro de operaciones donde suceden las cosas más inverosímiles y absurdas no es otro que la Casa Blanca; que los villanos de turno tienen cara de malos; que el traidor tiene la palabra marcada en la frente desde el minuto uno y que todos los lugares comunes sin excepción a la regla se respetan a rajatabla, además emana una atmósfera de melodrama familiar putrefacto cuando no la sorna a la propia historia, los personajes más planos que una pista de aterrizaje y la subestimación del espectador por partidas equitativas. Para poner las cosas en su lugar, cabe agregar que estamos en presencia de una mega producción, cuyo costo ascendió a 150 millones de dólares mientras que Olympus has fallen llamativamente parecida a este film costó 161, aunque al producto de Emmerich y equipo le falta todo: acción, vueltas de tuerca, dirección e ideas. Tampoco funciona desde su impronta bizarra o su dejo de incorrección política absolutamente lavada por el más pulcro patriotismo y la reiterada marca de la presidencia Obama detrás. Por eso no es de extrañar que este presidente afroamericano, interpretado por Jamie Foxx, sea un prolífico defensor de la paz mundial que debe cuidarse del enemigo interno, escudado en ese patriotismo recalcitrante y peligroso y el héroe un padre divorciado, a la sazón guardaespaldas de un alto funcionario de gobierno que anhela dar el gran salto y cuidar al presi y que pretende recuperar el corazón de su hija pre adolescente -nunca vi una pre adolescente tan informada y menos aún con ese sentido nacionalista a flor de piel como esta- jugando su carta de rambo con sensibilidad social, personaje que en la piel de Channing Tatun aporta esa cuota de inverosimilitud que el film no necesitaba. Incluso si se buscara alguna bondad desde el aspecto visual por el despliegue de los ataques al edificio cuando el servicio de seguridad presidencial parece extraído de un entrenamiento de cualquier ejército de tercer mundo con las explosiones y la balacera incluida da toda la sensación de fallas de continuidad o un insólito reblandecimiento a la hora de la violencia en una película donde los muertos se cuentan a la velocidad de la luz pero en la que no aparece ni una gota de sangre, ningún cuerpo mutilado, decapitado o algo para la platea pochoclera y morbosa de siempre. Lo cierto es que Roland Emmerich confirma con El ataque una obsesión que ya había sugerido en Día de la independencia (1996) hace varios años atrás que no es otra que su sueño por ver estallar el Capitolio o cualquier símbolo norteamericano que se precie. Eso sí: el presidente sigue siendo cool.
Esta película ya la vi (y hace poco), pero igual me gusta Rey Midas del cine apocalíptico (o, como me gusta definir, del “rompan todo”), el alemán Roland Emmerich regresa con un film con todos los vicios de sus trabajos (patrioteros, elementales), pero al mismo tiempo bastante divertido y entretenido. Estamos ante un producto básico y eficaz, que en otro contexto funcionaría sin demasiadas contraindicaciones, pero el lector deberá estar advertido que la propuesta se parece mucho (demasiado) a la de Ataque a la Casa Blanca (Olympus Has Fallen), film de Antoine Fuqua con Gerard Butler que se estrenó en los cines argentinos hace cuatro meses. El de Emmerich, de todas maneras, es bastante mejor. No es la primera vez que el cine norteamericano nos regala dos películas “calcadas” (si hasta se hicieron casi pegados dos films sobre Truman Capote o dos sobre Alfred Hitchcock…), pero llama la atención las similitudes entre aquel film y este guión de James Vanderbilt, responsable de esa joya que es Zodíaco y de la nueva saga de El Hombre Araña, entre varios otros aportes. El “nuevo” Butler es aquí Channing Tatum (probándose como héroe de acción a-la-Bruce Willis en Duro de matar con resultados irregulares), un veterano de la guerra de Afganistán divorciado y padre de Emily (Joey King), una conflictuada preadolescente a la que vive decepcionando, que intenta -sin suerte- ingresar al Servicio Secreto. Pero justo cuando lleva a su hija a la Casa Blanca se desata el ataque del título pergeñado ya no por norcoreanos como en el film de Fuqua sino por sectores de la ultraderecha política, grupos paramilitares, hackers y lobbystas de la industria armamentista. Y, entonces, el John Cale de Tatum deberá defender al presidente (Jamie Foxx en plan Obama) y redimirse a los ojos de su hija. ¿Sutilezas? ¿Profundidad psicológica? No le pidan nada de eso al creador de Día de la Independencia, Godzilla, El día después de mañana y 2012, pero el relato de acción (con unos malos malísimos que ponen en riesgo la paz mundial con una amenaza nuclear) funciona razonablemente bien (léase nervio, tensión y humor básico). Si les molestan las banderas estadounidenses flameando, si los discursos de ocasión les generan urticaria, ahórrense la plata y eviten esta película. Pero, si nada de eso les complica la existencia, El ataque y su parafernalia de efectos y explosiones (150 millones de dólares de presupuesto) es un Emmerich (o sea, Hollywood) en estado puro. Tómelo o déjelo.
No es una novedad que en Hollywood, cada tanto, salen dos películas con muchas similitudes entre sí. Uno se pregunta cómo se generan estos casos, ya que nada es secreto en la industria. Es evidente que no se ponen de acuerdo (una debería cancelarse antes de empezar) y luego empieza una carrera contra el tiempo para ver quién llega primero. Pero aún así, es insólito. No sólo porque las dos películas tienen un tema general en común como el ataque a la Casa Blanca, sino que hasta los detalles de la trama son muy pero muy parecidos. Da la impresión, de hecho, que algún guionista echado de un proyecto se fue a escribir el otro, y para no perder tiempo lo dejó más o menos igual. Los ejemplos que recuerdo vienen de los años ’90: IMPACTO PROFUNDO vs. ARMAGGEDON, VOLCANO vs. LA FURIA DE LA MONTAÑA, HORMIGUITAZ vs. BICHOS y así. Todas estrenadas con muy poca diferencia entre ellas. Pero ninguna de esas duplas tenían el grado de similitud que tienen EL ATAQUE A LA CASA BLANCA con… EL ATAQUE. La primera, dirigida por Antoine Fuqua y protagonizada por Gerald Butler se estrenó aquí en mayo. La segunda, dirigida por Roland Emmerich y protagonizada por Chaning Tatum, se estrena este jueves. Aquí no sólo el tema general es similar, sino muchísimo detalles de la trama. Las dos tienen a un agente del Servicio Secreto con necesidad de redimirse que, un poco casualmente, termina siendo la única conexión interna en la Casa Blanca para salvar al Presidente una vez que la toma se produce. En ambos casos hay un niño que es muy importante para el héroe (acá es una niña, la hija del protagonista). En ambos casos hay uno o varios traidores internos que trabajan en el Servicio Secreto y en los dos, también, el Vocero de la Casa Blanca es un personaje clave. Obvio que en ambos hay ataques aéreos a la Casa Blanca, misiles, helicópteros y todo lo demás también. White_House_DownHay diferencias, sí: los enemigos son distintos y aquí el Presidente (Jamie Foxx) se escapa por los pasillos de la Casa Blanca junto al protagonista (la otra es un poco más DURO DE MATAR, con el protagonista solo la mayor parte del tiempo) por lo que Butler allá tiene un protagónico un poco más excluyente. El filme de Emmerich, también, es más espectacular en cuanto a efectos especiales y acción, mientras que el otro se acomoda a un menor presupuesto centrándose más en acciones a menor escala. El tono es parecido. Si bien el anterior filme es más crudo y violento, ambos tienen esa mezcla de acción y comedia típicas de un cine que ya casi no se hace. La de Fuqua, en un punto, bebe más del cine de los ’80 -más crudo, violento y con espíritu clase B-, mientras que la de Emmerich apuesta a lo que Emmerich hacía en los ’90, en películas como DIA DE LA INDEPENDENCIA: similar mezcla de humor y acción pero en un marco menos crudo y más “espectacular”, más para toda la familia… si se quiere. A la hora de elegir me quedo con la de Fuqua: más intensa, brutal y “grasa”. Es casi un remedo gracioso de las películas de género “a escala humana”. La de Emmerich es a la de Fuqua, digamos, como DURO DE MATAR 3 es a DURO DE MATAR 1: más grande, más ruidosa, más desorganizada, menos clara, más sentimental y con un intento más obvio, por momentos, de ser “graciosa”. Aquí hay tanto puesto en la relación entre padre e hija (la niña es clave para el filme) que pierde todo sentido la lógica, si se quiere, geopolítica del filme. De hecho, los peores diálogos de la película son los que tratan de explicar los motivos del ataque: causa gracia ver a las personas más poderosas del planeta explicándose unas a otras banalidades acerca de “el complejo industrial militar” y cosas por el estilo… White-House-Down-25Ambas películas tienen muy buenos elencos y acá están desde Maggie Gylenhaal a Richard Jenkins, pasando por James Woods, Jason Clark y Lance Reddick. Sin embargo, la película no crece debido a eso, sino que apenas se hace más tolerable. El humor (y los “one-liners” están muy mal ensamblado en una trama que debería ser durísima -por los riesgos que conlleva- y la lógica del guión es absurda aún considerando la lógica siempre absurda que tienen este tipo de películas. En mi pequeña comparación, gana EL ATAQUE A LA CASA BLANCA. A juzgar por la taquilla internacional (aquella recaudó 160 millones de dólares con un costo de 70, mientras que la nueva anda por los 140 millones… pero costó 150), la gente también la prefirió. O, simplemente, vio la primera que se estrenó y le alcanzó con eso. Para vencer en la contienda, la de Roland Emmerich debería ser mucho mejor o muy distinta o más sorprendente. Pero no es ninguna de las tres cosas.
Años después de su polémica 2012, el director Roland Emmerich vuelve al ruedo cataclísmico con una película que lo encuentra en el medio de una controversia de temáticas similares. Olympus Has Fallen, de Antoine Fuqua, se produjo al mismo tiempo que la presente White House Down pero, por cuestiones de la vida, la primera llegó antes a los cines y la susodicha la alcanzó meses después, con la consiguiente baja en las taquillas dado que mucha gente no iba a repetir el mismo esquema dos veces. Admito acá que no vi todavía el film de Fuqua, pero difícilmente pueda superar al festival de estupidez patriota que promete Emmerich, una sucesión de clichés, explosiones e imágenes icónicas, fiel a su estilo de infante destructor. Desde el mismo comienzo de la trama sabemos que estamos ante algo francamente imposible de que suceda en la vida real. Ni remotamente se puede tomar la Casa Blanca con una cantidad mínima de personal y, si se compra el boleto de atracción de feria que ofrecen Emmerich y el guión de James Vanderbilt -responsable de Zodiac, la pequeña joya de David Fincher-, el entretenimiento está asegurado. La clave para disfrutar de esta propuesta de acción es encontrarle la vuelta, tal como lo hizo el realizador. Roland decidió hacer un espectáculo relleno de fuegos artificiales y sacarle una sonrisa al espectador a base de perder el sentido común y la seriedad de anteriores experiencias catastróficas, como la antes mencionada 2012 y The Day After Tomorrow. Volviendo un poco a las raíces de lo que fue el éxito de Independence Day y agregándole un poco de la chispa de las Die Hard, el cóctel explosivo -aunque un poco extenso, una marca personal del alemán- no se toma nunca más en serio de lo que se debería. Gracias a esto, la pareja que conforman el policía de Channing Tatum y el presidente americano de Jamie Foxx logran una química a base del ridículo y de sus situaciones improvisadas, arrojándose bromas el uno al otro, mientras que el resto del elenco flota entre el registro grave y los arranques de histeria colectiva, siempre en un tono ameno y agradable de ver. Tatum no será Bruce Willis, pero la fuerza y el carisma le están llegando poco a poco, mientras que Foxx sigue ganando más y más territorio, esta vez con un mandatario cool y progresista. Tengo que mencionar si o si el gran empuje que le están dando en Hollywood a esa pequeña actriz que es Joey King (The Dark Knight Rises, Oz the Great and Powerful, The Conjuring), que se está haciendo un nombre entre tantos gigantes y acá es la extravagante hija del personaje de Tatum, una adicta a la política que resulta más que convincente. De haberse estrenado antes, White House Down hubiese generado un poco más de ruido en la taquilla mundial, pero al mostrar ideas parecidas pero con tonos diferentes -léase Mirror Mirror y Snow White and the Huntsman- es entendible el resultado. Aún así, Emmerich ha logrado nuevamente su cometido: destruir iconos americanos, diezmar civiles inocentes y, en el camino, entretener a su platea, algo más que suficiente para un servidor. Para verla y flamear una bandera enfrente de la Casa Blanca.
Extraterrestres, monstruos gigantes, fenómenos climáticos… Cualquier excusa es buena para que el director alemán Roland Emmerich ocasione destrozos en los Estados Unidos. Sin duda, uno de sus objetivos predilectos suele ser la Casa Blanca. Para más datos, chequeen Día de la Independencia y 2012. Como no hay dos sin tres, vuelve a arremeter contra el icónico edificio en El Ataque. Parece un día más en Washington DC. John Cale (Channing Tatum), un ex marine y ahora oficial de policía del Capitolio, aspira a ser uno de los agentes secretos que protegen al presidente Sawyer (Jamie Foxx). El mismo día de la entrevista decide llevarse consigo a Emily (Joey King), su hija, para que pueda conocer la Casa Blanca. Mala idea: justo en ese momento, un grupo de terroristas invade el lugar. Emily es tomada como rehén, pero John escapa. Ahora deberá ingeniárselas para proteger al presidente, rescatar a su hija y detener a los intrusos...
El ataque es claramente la mejor película de Roland Emmerich desde que hizo El Patriota, con Mel Gibson, en el 2000. Después de tantos bodrios fallidos como 10.000 A.C, El días despues de mañana y 2012, acá volvió un poco a sus raíces con una decente propuesta pochoclera que está claramente en sintonía con lo que fue Día de la Independencia. Esta producción es a las historias sobre atentados terroristas lo que el film con Will Smith representó a las aventuras de invasiones extraterrestres. El gran acierto de este estreno es que a diferencia de los que fue la patética Ataque a la Casa Blanca, el director no se toma la temática en serio y la trabajó con bastante humor que ofrece muy buenos momentos. Emmerich nunca cae en discursos patrioteros impresentables sino que se rie de ellos con personajes como el de la hija de Channing Tatum que tiene momentos fabulosos. La película en un punto no deja de ser una sutil parodia de lo que fue el cine de acción de los años ´90 que presentaba este tipo de conflictos en serio. En la última película de Gerard Butler. que compartía la misma temática, lo políticos se revelaban contra los terroristas citando la Constitucion estadoundiense con algunos diálogos patéticos. En cambio en El ataque lo tenés a Jamie Fox como el presidente de los Estados Unidos que ataca los criminales con una bazooka! No es tan distinto a lo que hizo Bill Pullman en Día de la Independemcia cuando se subia a un avión y lideraba la resistencia terrestre. La propuesta se apoya más en las situaciones absurdas y el humor de Emmerich y por eso la película resulta muchísimo más entretenida. Hasta Channing Tatum hace un buen trabajo medido que se potencia por la buena química que tuvo con Jamie Foxx. Por otra parte, el reparto cuenta con actores de excelentes nivel en roles secundarios como James Woods, Maggie Gyllenhall, Jason Clarke (Los ilegales) y Richard Jenkins. El ataque no es una joya del género que va a ser recordada con el tiempo pero está bien hecha y zafa si buscás entretenerte un rato con una propuesta de acción. Me parece que el director Emmerich no tuvo más pretensiones que eso y con su nuevo film cumplió esos objetivos.
El ataque es una película loca. Su director, el alemán Roland Emmerich, pasó de ser un director de bodrios apilados y caóticos en el siglo XX (su Godzilla de 1998 como máximo ejemplo, pero también Stargate) a ser el responsable (palabra poco indicada) de películas gigantes y amantes del disparate, aptas para ser disfrutadas como entretenimientos gigantescos y trepidantes, pero ya sin la confusión del bochinche y el ruido clase A de su cine anterior. El Emmerich siglo XXI, menos preocupado por hacer un cine "de efectos especiales", construyó una gran película con ellos y el fin del mundo, otra película loca: 2012. Era imposible tomarla en serio, y para eso bastaba con observar al estrafalario personaje de Woody Harrelson. Es conveniente acercarse a El ataque con una actitud apta para presenciar un relato chiflado. Una película de 150 millones de dólares de costo, pero de espíritu clase B, o menos. Un guardaespaldas (policía del Capitolio) que estuvo en Afganistán y que está divorciado y que tiene una hija de once años. Con la hija tiene problemas de relación, por supuesto. Y la hija es fan -como se es fan de Justin Bieber- de la Casa Blanca y del presidente al estilo Obama interpretado por Jamie Foxx. Sí, fanática de esos temas. El guardaespaldas en cuestión es Channing Tatum, bonito y fortachón. Y quiere entrar en el Servicio Secreto, pero tiene una entrevista y una ex de la facultad que ahora es jefa allí (Maggie Gyllenhaal) no lo acepta. Pero nuestro héroe se queda con su hija a la visita guiada de la Casa Blanca, justo cuando unos tipos muy armados toman el lugar. La película se pone en llamas, literal y metafóricamente hablando: tiros, tiros y tiros (con un verosímil balístico muy bajo), hackeos, intrigas de "alta política" con un nivel de complejidad digno de un póster adolescente. Es tan bestial y tan simplona la trama de intereses y de intenciones que cualquier proyecto de tomarla en serio choca con planos de banderas, chistes toscos, arsenales nucleares a punto de reventar el planeta con claves anotadas en papelitos y un largo etcétera. El ataque tiene toda la apariencia de una gran broma muy autoconsciente guionada por James Vanderbilt (el mismo de Zodíaco, es decir, son pocas las chances de que haya escrito esto desde la ingenuidad), con el agregado de actores extraordinarios en los papeles secundarios: la mencionada Gyllenhaal, más los enormes James Woods y Richard Jenkins. Y si la película no hace un aporte mayor al gran arte del disparate es principalmente porque las peleas cuerpo a cuerpo no son todo lo potentes e imaginativas que prometían y porque después de la secuencia de la persecución automovilística en los jardines de la Casa Blanca (digna del Coyote y del Correcaminos) ya nada llega a esas alturas. El ataque, finalmente, es una de esas películas sobre las que es más lógico preguntar si está buena antes que si es buena.
Amigos a los tiros en la Casa Blanca Puede parecer una copia descarada de Ataque a la Casa Blanca, pero Emmerich tiene mejor muñeca para el gran espectáculo que Antoine Fuqua. Así, el ataque terrorista al núcleo del poder geopolítico mundial es un viaje a una acción felizmente caricaturesca. Es casi imposible saber, al menos desde estas inhóspitas tierras, quién le robó a quién. Lo único claro es que El ataque es prácticamente igual a Ataque a la Casa Blanca. La inocultable presencia de un papel carbónico se marca en ambos delineamientos generales (hombre musculoso dispuesto a salvaguardar la integridad de Estados Unidos), pero también en las iconografías elegidas para las campañas de prensa y las traducciones locales. El estreno de la primera cuatro meses después de la segunda invitaba a pensar en un mediocre combo de grandilocuencia visual y manifiesto político similar al de su predecesora. Pero El ataque no está dirigida por el irregular Antoine Fuqua, sino por el alemán Roland Emmerich, un tipo con probados pergaminos en timonear armatostes ruidosos (Día de la independencia, El día después de mañana, la bombástica 2012) sin tomárselos en serio, y siempre con la acumulación desaforada de sinsentidos como principal característica. En esa línea, El ataque es un Emmerich clásico: una película tan absurda e inverosímil como gozosamente disparatada (¡el presidente de Estados Unidos a los tiros por la Casa Blanca!), hecha con partes iguales de oficio, elementalidad, humor, eficacia y desmesura. Plenamente consciente de sus limitaciones e intereses, el guión de James Vanderbilt (Zodíaco, El sorprendente Hombre Araña) casi que ni se gasta en presentar a los protagonistas. Lo hace de forma simple y directa, definiéndolos con sus acciones en la cotidianidad matutina. Allí está el Ejecutivo norteamericano (Jamie Foxx) volviendo de hacer las tablas con todo Medio Oriente, para disgusto generalizado de los popes de la industria armamentística. También Cale (Channing Tatum), veterano de Afganistán y obcecado patova del vocero (Richard Jenkins), y el jefe de la seguridad presidencial (James Woods). Todos ellos confluirán en la majestuosa Casa Blanca, cuyo interior Emmerich no se priva de retratar, ya que casualmente ese día Cale llevó a su hija fanática del presidente (?) para una visita guiada. Por allí también andan unos técnicos que, oh sorpresa, son terroristas provenientes en su mayoría de la ultraderecha autóctona dispuestos a tomar el lugar con el inédito objetivo de bombardear medio mundo. Esto dicho en el sentido más literal del término, sobre todo con un director habitualmente fascinado con la destrucción masiva como el alemán detrás. Concretado el golpe, Cale buscará a su hija, pero su patriotismo tirará más que la sangre cuando se cruce con el desamparado presidente y juntos traten de salvarse. A ellos y al mundo, claro. La diferencia fundamental con el film de Fuqua radica en los fines detrás de la narración. Si el derrotero de la fuga en Ataque a la Casa blanca era el disparador para una bajada de línea que llegaba con un recurso facilista como un monólogo final, en El ataque sintomatiza la apuesta por una torsión de lo real rayana a lo caricaturesco que desplaza la interpretación política a un lejanísimo segundo lugar: los terroristas son nerds con aires de revanchismo, cómicos frustrados o paramilitares con pocas luces; los políticos son devotos y serviciales pero poco dotados para la praxis cotidiana, y el presidente emana bonhomía, cordialidad y heroísmo, llegando al extremo de tirar un bazucazo por la ventana de su limousine durante una persecución en pleno jardín del palacio. Esa escena, junto con las de los distintos intentos de escape, rompe con cualquier atisbo de verismo, mostrando que Emmerich se preocupó menos por ser pro o antiyanqui que por filmar una buena buddy movie. Buddy movie que podría ser la involuntaria secuela de Arma mortal. Eso sí, más hipertrofiada y en pleno núcleo del poder geopolítico mundial.
Un nuevo conflicto en la Casa Blanca A menos de cuatro meses del estreno de un film similar con Gerard Butler y Morgan Freeman, ahora llega otro atentado a la residencia del presidente de los Estados Unidos, con el ascendente Channing Tatum y Jamie Foxx. Cualquiera que preste un poco de atención a la ficha técnica de la película y cuente con un mínimo de memoria cinéfila, notará que Roland Emmerich tiene una particular inclinación por las destrucciones terminales y nuevos comienzos a partir de algún cataclismo (Día de independencia, El día después de mañana). Entonces, ¿qué mejor elección que el director alemán cooptado por Hollywood para que se haga cargo de una película centrada en la toma a sangre y fuego de un grupo paramilitar a la Casa Blanca, en un capítulo más del corazón simbólico del imperio sometido a un ataque despiadado para controlar su poderoso arsenal nuclear? Allí gobierna los destinos del mundo el presidente Sawyer (Jamie Foxx), convenientemente negro según la rabiosa actualidad, dispuesto a retirar sus tropas de Oriente Medio y llegar definitivamente a un acuerdo de paz. Pero en el riñón mismo del servicio secreto hay un halcón que no está dispuesto a que esto suceda, un poco por una triste pérdida y otro tanto por su desaforado patriotismo. El héroe del relato, en este caso involuntario, está a cargo de Cale (Channing Tatum, la estrella del momento), un muchacho tan buenazo como abatido por no haber podido entrar al servicio secreto y que justo en el momento del asalto se encuentra en la magna residencia con su hija para hacer un recorrido por los pasillos del poder. De vuelta al principio y siguiendo con la hipótesis de que el posible espectador cuente con una módica reserva de memoria, hace menos de cuatro meses se estrenó en el país Ataque a la Casa Blanca, un film de Antoine Fuqua con Gerard Butler, Aaron Eckhart y Morgan Freeman, donde la amenaza era un comando norcoreano, el nuevo y temible enemigo de Occidente. La cita por obvia no deja de ser cierta, porque las similitudes entre ambos títulos es evidente, pero hay que decir que aunque El ataque cuenta con estrellas más cotizadas y un director que se supone es un especialista en el género de acción, la reciente película de Faqua es más osada, menos seria y más desprejuiciada en el camino del rompan todo. El ataque tiene momentos entretenidos, los efectos son muchos pero no tanto para abrumar, la niñita introduce en la acción el papel de los medios en la era de Youtube y el cuentito se esfuerza en mostrar a Foxx lejos de ser un héroe de acción, para ubicarlo como un político que depende de su ocasional guardián para sobrevivir. Es decir, unos poquísimos elementos para diferenciarse de la nutrida lista de films del mismo tipo, destinados al consumo rápido y sin mayores consecuencias para el espectador. Aun cuando cuente con una memoria de elefante.
Patriotismo a las piñas Estamos ante otra más de esas películas al estilo "Duro de Matar" donde un hombre solo puede contra una banda entera de terroristas armados hasta los dientes. Recientemente vimos "Ataque a la Casa Blanca" de Antoine Fuqua, con una trama muy similar, aunque la que nos ocupa tiene un toque más de intriga, lo que vuelve más interesante al guión. La historia se centra en el personaje de John Cale (Channing Tatum), quien luego de haber estado en la guerra de Afganistán consigue un trabajo como custodio de un político. Está separado de su esposa, y tiene una hija (Joey King) preadolescente a la que ha visto muy poco, y a quien busca acercársele nuevamente, pero le resulta complicado. Como la niña es una fanática del presidente, la lleva con él a la Casa Blanca, donde tiene una entrevista para trabajar en el servicio secreto, puesto al que aspira con ansias. Lo demás, es lo esperable: la Casa Blanca es atacada, y Cale se convierte en la única persona que puede proteger al presidente (Jamie Foxx), y además salvar a su propia hija. Como en toda película de Rolland Emmerich, abundan las escenas de acción despampanantes, con explosiones, armas, y peleas coreográficas. Los personajes principales, Tatum y Foxx, quienes comparten la mayoría de las escenas, tienen buena química y logran buenos diálogos de humor en el medio de situaciones tensas y supuestamente trágicas. Ambos están correctos en sus roles, aunque quienes mejor llevan sus personajes, dentro de lo acartonado de los diálogos, son Maggie Gyllenhaal y Richard Jenkins. Es una película entretenida, con mucha acción y algo de humor, pero sostenida por un guión nacionalista, que por momentos resulta un poco ridículo, y obviamente con un final que ya conocemos.
Los miedos de los norteamericanos después del atentado del 9/11 tienen que ver con los ataques internos. Lo vimos la semana pasada en “Amenaza roja”, con invasión de coreanos a Estados Unidos, superpatriotera. Pasó con “Ataque a la Casa Blanca” cuando, otra vez los coreanos, toman la mismísima Casa Blanca. En el “Ataque”, Roland Emmerich, enemigo de las sutilezas, imagina un ataque a la Casa Blanca por parte de enemigos internos que odian a un presidente que busca el desarme del mundo. Ironías del destino con este tiempo histórico. Siempre lo mismo: un muchachito, en este caso Channing Tatum, cuota de acción superlativa. Entretenimiento garantizado. No pidan otra cosa.
Roland Emmerich hace gala de todo su andamiaje destructivo para regalarnos una cinta 100 % pochoclera. La acción a raudales, las explosiones y una trama trillada pero llevadera, hacen de EL ATAQUE una opción ideal para los amantes del género. Jamie Foxx como el primer mandatario de los Estados Unidos, toma la posta del presidente de color que tiene que salvar a su nación y el mundo. Sin pretenciones, logra su cometido y va directo al hueso: entretiene de principio a fin.
Traición recargada Señor espectador: antes de mirar esta película se recomienda ver Ataque a la Casa Blanca. Aunque parezca un chiste, cuatro meses atrás, el director Antoine Fuqua también sembraba miedo en la sede de gobierno estadounidense. Convengamos que la originalidad escasea en las cabecitas de la industria y el realizador Roland Emmerich vuelve hacer lo que más sabe: destruir. Y la Casa Blanca parece ser su obsesión como lo hizo en Día de la Independencia o El día después de mañana. Lo lúdico que tiene El ataque es poder comparar personajes con su antecesora: al actor Jamie Foxx en la piel del atlético (usa zapatillas) e implacable presidente James Sawyer con el papel de Aaron Eckart como Benjamin Asher. O al ex agente de seguridad John Cale (Channing Tatum) con el custodio Mike Banning (Gerard Butler) en plan de “yo contra el mundo”. Ante esta clonación fílmica podremos ver algunos puntos sobresalientes. El ataque trepa apresuradamente a la acción cuando una traición en el entorno presidencial desemboca en la toma de la Casa Blanca. La pregunta es ¿cómo sostener sin aburrir tanta tensión a base de balas, sangre, negociaciones y (des) lealtad en las casi dos horas restantes? Ahí se luce otra vez la muñeca del alemán. Asesinatos a tiro limpio (no hay tanta quiropraxia mortal como en el otro filme), un completo tour cinematográfico por cada rincón del palacio gubernamental (incluido los túneles por donde “JFK metía a Marilyn”) condimentan un filme donde el presidente estadounidense deja de ser impávido, sino que es enérgico y atlético: trepa junto a su agente por el hueco de un ascensor, dispara (y mata), pelea a puño limpio, etc. La caída de la cúpula del Capitolio, puede recordar al 11-S, aunque Emmerich llame a no tomar muy en serio a sus películas. El uso y abuso de la cámara lenta en las explosiones (que las hay en cantidad), la loca persecución de la limusina presidencial por el parque o un helicóptero clavándose en uno de los salones de la sede de gobierno mide el grado de frenesí de un filme donde los malos actúan más por despecho y venganza familiar que por dinero. Mención aparte para la pequeña Joey King (Emily, la hija de Cale), quien lloró más que en El Conjuro y hasta filmó y desafió a sus captores. En Hollywood, todo vale.
La sostienen la acción y un villano de lujo Ultimamente hay mucha inseguridad en Washinton D.C.. Hace unos meses, unos terroristas norcoreanos irrumpieron a sangre y fuego en "Ataque a la Casa Blanca", y ahora vuelve a pasar lo mismo en "El ataque", que por lo menos se toma menos en serio a sí mismo, y cuenta con la dirección de Roland Emmerich, todo un certificado de superacción a granel. Esta vez, también hay un villano de lujo, James Woods, que comanda un grupo de militares de ultraderecha hartos de que el presidente Jamie Foxx se empecine en evitar todas las guerras que podrían tener a mano. Y el encargado de salvar al Presidente es Channing Tatum, un aspirante al servicio secreto que estaba haciendo la visita guiada con su hijita a la casa de gobierno. La película empieza muy lentamente, pero cuando explota la acción, lo hace a lo grande, con imágenes tan impactantes como las de la otra película en la que Emmerich, con ayuda de los marcianos, destruía la Casa Blanca: "Día de la independencia". Más allá de que "El ataque" se estira demasiado, y muchos de sus tiroteos en pasillos y túneles de la Casa Blanca empiezan a volverse un tanto repetitivos, Jamie Foxx es un excelente actor que le da un toque divertido a este Presidente que trata de escapar de los tipos malos de todas las maneras posibles, incluso poniéndose zapatillas. Y a diferencia de otras películas de política ficción vistas recientemente, ésta al menos no sólo está mejor filmada, sino que luego de exterminar docenas de personas, lntenta imprimirle a todo el asunto un mensaje pacifista. El film deja una gran lección: nunca darle el trabajo de Jefe del Servicio Secreto a un tipo con los malos antecedentes de James Woods.
Tirando la Casa (Blanca) por la ventana… de nuevo. Para el canon del cine de súper acción, la situación es típica: un villano tiene acorralado al presidente de Estados Unidos, y decide explicarle su diabólico plan, mezclando su visión patriótica con burlas y negando que “la pluma sea más poderosa que la espada”. Tras un largo discurso digno del manual básico del antagonista, el líder del mundo libre ofrece una reinterpretación de las palabras de Edward Bulwer-Lytton; en otras palabras, le da un plumazo en el cuello. Si bien el remate es gracioso, no quita la fatiga y la solemnidad fallida de la escena. Esos momentos resumen tanto todo lo bueno y malo de El Ataque (White House Down, 2013) como la carrera de su director, Roland Emmerich. Y, aún con varios de los elementos favoritos del realizador presentes en este último esfuerzo, se puede notar que el rey de la destrucción no aprende de sus errores. La película porta varios de los fetiches del responsable por Día de la Independencia, El Día Después de Mañana y 2012, arrancando con el padre que tiene que volver a conectarse con su familia. En este caso, él es John Cale (Channing Tatum), veterano de Afganistán y policía, quien no para de decepcionar a su hija Emily (Joey King). Por suerte, él consigue una chance de redención al concertar una entrevista de trabajo con el Servicio Secreto. Por supuesto, esto atrae a su nena, fanática de la Casa Blanca a un nivel enfermo: a la tierna edad de 11, se levanta temprano para ver las noticias políticas, mientras compila datos de WikiLeaks y demás enciclopedias virtuales. Pero cuando la visita a la residencia de Washington es interrumpida por la visita nada amistosa de un grupo paramilitar, el será forzado a probar su valentía al tener que rescatar a su hija, acompañar al presidente James Sawyer (Jamie Foxx) y detener un complot que podría resultar en una guerra nuclear mundial. Todo, claro, entre un sinfín de explosiones, tiroteos, peleas, escombros y cenizas. Si piensan que esta sinopsis suena bastante familiar, entonces deben estar pensando en Ataque a la Casa Blanca (Olympus Has Fallen, 2013), estreno que pasó hace apenas meses por las carteleras del mundo. El choque de proyectos similares ya es costumbre en Hollywood: un año son comedias sobre amigos con beneficios, el otro son reversiones de la historia de Blancanieves y, este, son calcos de Duro de Matar en la Oficina Oval. Pero, aunque el film de Antoine Fuqua con Gerard Butler como salvador de la bandera roja, blanca y azul salió primero, en realidad la preproducción de la película del alemán arrancó antes, con la compra del guión de James Vanderbilt por la friolera suma de tres millones de dólares (cantidad bastante cuestionable al ver el resultado en pantalla). Vale la pena comparar brevemente estos dos proyectos: la película de Fuqua es una visión más directa, sangrienta, conservadora (allá, los malos eran rebeldes norcoreanos, y había cantos patrios por doquier) y barata (70 millones de dólares), que la versión de Emmerich, que presume de forma limpia su presupuesto de 150 millones a un público más amplio, valiéndose de la excusa políticamente correcta de enemigos internos para darle rienda suelta a la extinción de todo edificio, vehículo o persona al alcance. De todas formas, la mayoría del film se basa en las espaldas de Tatum, quien tras probar su rango con Comando Especial y Magic Mike hace una buena transición al rol de líder de tanque pochoclero, y Foxx, quien sigue manierismos y tics para entregar a un Obama que tiene siempre listo el discurso de paz, pero que también está más que dispuesto a tomar las armas (cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia). La química entre los dos es apoyada por algunos eternos intérpretes rendidores, como Maggie Gyllenhaal, James Woods y Richard Jenkins. Todo esto divertiría bastante, si la mayoría de la película no insistiera en meterse en terreno que no conoce. La obstinación en subtramas sobre un trato de paz en Medio Oriente y las maquinaciones de las industrias armamentísticas de defensa hace ver a la película con la mentalidad de un chico de 9 años que ve CNN e insiste sin éxito en repetir lo que acaba de escuchar, y la devoción a la bandera norteamericana cansa bastante. Es por eso que el film solo vuela cuando abandona la lógica y se divierte, como cuando se burla del uso de la herramienta expositiva/narrativa/emotiva que es la hija del protagonista, o cuando muestra al hombre común y al presidente esquivando balas y dando vueltas en una limusina por el jardín de la avenida Pennsylvania al 1600, antes de empezar a disparar un lanzacohetes. Por eso, la autoconciencia de Emmerich es lo que salva a El Ataque de caer completamente en el adormecedor territorio del protocolo nacionalista, o del mismo cliché. Esta es la tercera vez en la que el director destroza la Casa Blanca pero, aún con ese simbolismo básico, uno no puede evitar volver a tener simpatía por la destrucción.
La ruta de la reivindicación Un hombre que arriesga su vida para salvar a otro, es lo que pone de manifiesto este nuevo filme de trepidante acción del veterano Roland Emmerich, del que se admiró "Día de la Independencia". La responsabilidad del agente secreto John Cale (Channing Tatum), es gigantesca si se la tiene que definir en palabras. Cuando una imprevista patrulla toma como rehén al presidente de los Estados Unidos en la misma Casa Blanca y la vida del primer mandatario parece estar en las manos de Cale, el ex agente de policía del Congreso de la Nación, que justo estaba de visita en el bunker presidencial, la historia que cuenta Roland Emmerich cobra una relevancia inusitada. EL CUSTODIO Todo comienza cuando Cale es rechazado para formar parte de los agentes especiales que custodian al presidente. El hombre que viene de un fracaso matrimonial y tiene una hija adolescente que lo admira tanto como padre, que casi lo considera un héroe, su vida parece derrumbarse. Pero Cale que ha sido entrenado en el ejército, no es de rendirse fácilmente y decide ir con Emily (Joey King), su hija, de visita a la Casa Blanca para que ella conozca algunas de las salas que se permite ver al público, que no son las privadas del presidente. Reina la calma, padre e hija se encuentran entusiasmados visitando ese emblemático edificio de Washington. Pero de repente todo se modifica, se escuchan gritos y la sensación es que el lugar va a estallar. El presidente fue secuestrado por un grupo terrorista, la Casa Blanca se desaloja de inmediato, pero Cale y su hija deciden esconderse y ahí permanecen hasta que toda la atención se centra en el rehén; el presidente. UN ESTALLIDO En ese momento Cale se da cuenta que tendrá que convertirse en un héroe. De él depende cuidar y salvar al presidente James Sawyer (Jamie Foxx), al menos hasta que el ejército y la policía encuentren la manera de filtrarse en el interior de la Casa Blanca. A partir de esto el tiempo parece convertirse en algo eterno y Cale finalmente ubica al primer magistrado, con el que emprende una loca carrera de escape, mientras la Casa Blanca parece volar en pedazos. Con escenas de una acción apabullantes, muy bien resueltas por Roland Emmerich, en las que las fuerzas aliadas y los terroristas parecen no querer rendirse ni unos, ni otros, el filme resulta entretenido, en su descripción de esa especie de viaje del héroe, que realiza el agente John Cale. Channing Tatum logra una valiosa actuación en el papel de Cale. A su lado tiene un sobrio desempeño Jamie Foxx, en el personaje del presidente James Sawyer.
El estreno inoportuno. Dos desafortunadas referencias a las noticias más actuales coinciden en los estrenos de este jueves, uno mencionado por mi colega Rodolfo Weisskirch en la crítica de Séptimo y otra aquí, de la mano de El Ataque, en donde un presidente norteamericano personificado de manera inequívoca como Barack Obama es un mandatario pacifista que propone un tratado de paz con todo el Medio Oriente, mientras su referente real se encuentra en una cruzada “democrática” para “civilizar” -a bomba limpia- un país de esa misma región. Para colmo de males, al tratarse de un filme del pochoclero apocalíptico de Roland Emmerich, sabemos de antemano que el patrioterismo exacerbado está al orden del día, no solo en escenas heroicas y mensajes explícitos, sino también en insólitas frases como la que dice el personaje de Maggie Gyllenhaal cuando le preguntan cómo es que aún sigue trabajando después de tantas horas seguidas y responde: “cafeína y patriotismo”...
Justo en el momento en que Estados Unidos se encuentra en un duro ataque bélico hacia la Nación de Siria por “supuestas” armas biológicas y nucleares; desde Hollywood nos siguen llegando estos títulos que tienen como premisa “Norteamérica es un país pacífico que respira libertad y es invadido por grupos insurgentes que buscan terminar con la paz para instalar un régimen tirano”. Más allá de estas connotaciones chocantes, lo que tenemos en "El Ataque" es un producto conocido, reiterado, que no podría sorprender a nadie... de no ser porque va aún por más. El director Roland Emmerich pareciera ya no saber qué hacer para poner a EE.UU. (el hombre es alemán) bajo ataque permanente; puso a sus militares atacados por un imperio egipcio futurista, invadió al país con extraterrestres, con lagartos gigantes, contra los ingleses en los albores de la independencia, atacado por condiciones climáticas extremas, y ante un inminente apocalipsis... y ahora le llegó el turno a los grupos paramilitares. John Cale (Channing Tatum) es un policía que sueña con formar parte del Servicio de Inteligencia Secreta como guardaespaldas del presidente de su país; pero la fortuna no está de su lado y es constantemente rechazado. Como además de tener la vocación nata de héroe es un buen padre, decide llevar a su hija a una visita guiada a la Casa Blanca, y justo ese día un grupo armado irrumpe en el lugar rompiendo todo a balazos. Desde ese momento nuestro héroe oportuno protegerá y unirá fuerzas con el Presidente Sawyer (Jamie Foxx) para salvar al país de un ataque mayor y también salvar a la nena. Más allá de encontrarnos con un título muy similar a la también estrenada este año Ataque a la Casa Blanca, y con una ideología parecida a la aún en cartel Amenaza Roja; "El Ataque" es un film digno de toda la filmografía de su director. Los ataques son espectaculares (se estrena también en salas IMAX), la acción una vez que arranca no se detiene, y el argumento es imposible tomárselo con un mínimo grado de seriedad. Los paramilitares son malos porque sí, Cale y Sawyer arman una especia de buddy movie en donde Foxx compone a un personaje torpe que cuesta entender cómo llegó a presidente aunque sea de un club, y la balacera es tan inverosímil como para no mostrar heridos graves ni sangre de ningún tipo. En los años ochenta abundaban los films patrióticos protagonizados por héroes de acción, y a la par proliferaron las parodias que se reían de todos los lugares comunes con situaciones deliberadamente increíbles y risueñas. En "El Ataque" encontramos las mismas escenas, pero por más que haya un buscado tono de “comedia de acción” como "Arma Mortal", no estamos ante una parodia. Tatum tiene carisma y la cámara parece quererlo, aunque el porte de estrella de acción sigue quedándole grande. Lo mismo sucede con Jamie Foxx, de interpretación sólida para un rol que no lo vale. En los secundarios podemos encontrar grandes nombres como el de Maggie Gyllenhall, Lance Reddick o Richard Jenkins, todos tristemente desaprovechados. En donde sí se destaca, obviamente,es en los rubros técnicos, con todo el presupuesto para efectos y grandilocuencia (aunque la banda sonora resta). Pero esto no alcanza a tapar los inmensos baches y errores que inclinan a una risa involuntaria. "El Ataque" es un producto trillado, y siempre hay un público dispuesto a ver este tipo de películas que no ofrecen novedad sino un lugar seguro, quizás así puedan disfrutarla, se les ofrece lo mismo y en mayor desbordante cantidad.
VideoComentario (ver link).
Hace algunas semanas reseñábamos un filme de un título semejante: La caída del olimpo. Vayan ustedes a saber si fue cuestión de derechos, de guiones o de ideas recicladas, pero aquella película, con Gerard Butler en el protagónico y dirigida por Antoine Fuqua, se parece mucho a esta de Channing Tatum y Roland Emmerich. Creo que, por los nombres, uno podría adivinar cual tuvo mejor presupuesto o cuál se enfoca mejor en la acción. Lejos de hacer un comparativo, nuestra reseña se enfoca en el filme del director de "El día después de Mañana". John Cale es un policía del capitolio que sueña con trabajar para la seguridad especial del presidente. Divorciado, su hija es fan absoluta de la casa Blanca y la lleva a dar un paseo dentro del recinto. Ahí, se suscita un evento que pone en peligro la seguridad de los presentes y amenaza la vida del presidente James Sawyer (Jamie Foxx). Desde fuera, seguridad nacional intenta coordinar rescates fallidos, mientras que desde dentro, Cale intenta sacar a su hija y al presidente con vida. Thriller de acción, lleno de explosiones y situaciones que desafían las leyes de la física y la resistencia humana. ¿Cuánto puede aguantar un héroe de acción entre balazos, cuchillos, granadas y helicópteros que caen del cielo? Nunca lo sabremos. Lo que si sabemos es que el guión de Emmerich falla estrepitosamente. Aunque bueno, tampoco es que el Alemán se distinga precisamente por dar buenas historias a sus desastres. Digamos que Emmerich, si me lo permiten, es como el Michael Bay de la naturaleza. Solo que aquí se enfocó en otro ataque terrorista (muy al estilo El Día de la Independencia) contra unos terroristas que... bueno, me parece que debieron haber profundizado mucho mas en sus motivaciones. No les voya contar de que va la historia, pero los giros narrativos son tan pobres que nos preguntamos si, contrario a lo que expusimos en el primer párrafo, no fue Emmerich quien copió la idea y terminó haciendo todo un bodrio de película. Los efectos y las explosiones, cosa extraña, también parecen de ficción. Como que ya se le olvidó a este señor hacer buenas películas de desastres. La Caída de La Casa Blanca es un intento barato de vender explosiones y ataques terroristas sin motivos. Solo por gastar el dinero y por intentar ganar un poco. Ni eso logra.
Conflicto interno Hay una diferencia entre El ataque (White House Down, 2013) y las películas de acción de resurrección patriótica de reciente estreno (Ataque a la Casa Blanca o Amenaza Roja). La respuesta está en su director: Roland Emmerich. Si, el tipo que hizo Día de la independencia (Independece Day, 1996), El día después de mañana (The Day After Tomorrow, 2004) y 2012 (2009), siempre mantuvo en sus films un sentimiento patriótico yankie tan ridículo que jamás podría tomarse en serio. El centro de sus relatos está en las relaciones entre los personajes y los valores del buen ciudadano americano. Y todo tomado desde la construcción fantástica/simbólica de la historia (por eso siempre son grandes monumentos americanos los derribados en sus films). Emmerich jamás recurre al realismo ni trata de dar un discurso serio. Cuestión que hace posible la existencia de chistes a lo Arma Mortal (Letal Weapon, 1987) en el medio de una situación de peligro como la que aquí se desarrolla. El presidente de los Estados Unidos (Jamie Foxx) acaba de retirar sus tropas de Medio Oriente en busca de la paz mundial. Pero no todo el universo norteamericano está de acuerdo con él y su idea demócrata de gobierno. Y así como si la oposición fuera homogénea, se juntan entre indignados, miembros de la industria armamentista, padres dolidos por la muerte de sus hijos en combate, y republicanos, para dar un golpe de estado tamizado de robo a la reserva federal con forma de ataque terrorista. Por otra parte, la subtrama menos politizada y más clásica: un ex marine (Channing Tatum) que quiere acceder al servicio secreto y lleva a su hija pre adolescente –con quien no tiene una buena relación- a La Casa Blanca. Dato no menor: la niña es más patriótica que Lincoln, y necesita que su padre vuelva a ser un héroe para ella. ¿Adivinen que pasa? Uno de los tipos que se cuestiona su actitud patriótica es el jefe del Servicio Secreto (James Woods) que se torna villano producto de una venganza personal, y junto a un grupo de mercenarios –que unifica la oposición mencionada, algunos muy divertidos- invaden y toman las rindas del simbólico edificio. Pero la gran diferencia entre esta y otras películas del estilo, decíamos es Roland Emmerich. El tipo sabe contar las historias. Utiliza la estructura de la “montaña rusa”: la historia va desarrollándose lentamente durante la primer parte, construyendo relaciones entre personajes, con los anhelos y conflictos de cada uno, para en la segunda ir acumulando situaciones cada vez con mayor intensidad. Para cuando la acción empieza a volverse inverosímil, ya queremos a los personajes y nos divertimos con ellos de manera tal que aceptamos que sobrevivan a cómo de lugar. Como película de acción entretiene y tiene un par de escenas muy bien filmadas. El patriotismo yankie es tan ridículo que ni siquiera vale tomárselo en serio. O sino tratar de pensar las imágenes del terrorista que dispara al cuadro de George Washington, o la del presidente pacifista empuñando un cañón. Ante tales parodias debemos agradecer que, al menos esta vez, el mal sea interior.
La hora de los héroes El probado talento de Roland Emmerich (El día de la independencia, El día después de mañana, 2012) para imaginar catástrofes de gran escala vuelve a manifestarse en toda su dimensión en El ataque. Esta vez no se trata de una invasión extraterrestre, ni de una glaciación, ni de una inundación planetaria, sino de un ataque a la Casa Blanca, la residencia del presidente de los Estados Unidos. Pero el principio es el mismo: cuando las cosas van realmente mal, suena la hora de los héroes. Emmerich sabe hacer muy bien lo que quiere hacer. Lo que podría objetársele, siguiendo con el juego de palabras, es si lo que quiere hacer está bien. La exaltación del heroismo en la figura del presidente del país más poderoso del mundo resulta difícil de tolerar, incluso como ficción absoluta, cuando el mandatario real sobre el que se basa ese personaje está a punto de dar la orden de invadir Siria. No deja de ser por lo menos paradójico, para no decir cínico, que se le atribuya a ese presidente ficticio interpretado por Jamie Foxx la voluntad de retirar todos los ejércitos estadounidenses de Medio Oriente. Por fortuna ideológica y narrativa, en la era de Barack Obama Hollywood ha abandonado parcialmente la paranoia del ataque exterior árabe, sostenido sobre el modelo del atentado contra las Torres Gemelas, y prefiere abonar otra paranoia: la conspiración interna. La industria del armamento y los nacionalistas blancos son los enemigos tradicionales en este caso, siempre aliados con algún ruso cruel y ambicioso, como si en esa figura anacrónica del mal se concentrara la nostalgia por aquellas guerras justas contra el fantasma del comunismo. Pero por más invasiva que sea la actualidad política internacional, Emmerich conoce todos los artilugios para mantenerla fuera de la sala. Ofrece un espectáculo total (casi en el sentido de totalitario), no compuesto por un solo plato, sino por un variado menú de situaciones y emociones que van desde la relación de un padre con su hija preadolescente hasta una persecución en los jardines de la Casa Blanca. Y aun cuando inevitablemente el desarrollo de la historia siga siempre la línea de máxima exageración, la habilidad del director para combinar los distintos componentes dramáticos le confieren a El ataque la cualidad de una sinfonía hecha con explosiones y sentimientos básicos. Curiosamente, ni el versátil Jamie Foxx ni el unidimensional Channing Tatum convencen en sus roles protágonicos, pero esa falla de casting –no tan grave en una película de acción– es compensada por las buenas actuaciones de Maggie Gyllenhaal, Joey King y James Woods y Richard Jenkins, quienes le imponen una dimensión humana a esta versión espectacular del apocalipsis de la democracia norteamericana propuesta por Emmerich.
Otra fantasía yanqui Difícil pensar a El ataque sin pensar en otros dos estrenos de este año: el primero fue Ataque a la Casa Blanca y el otro Amenaza roja. En los dos casos los norcoreanos, con o sin aliados, invaden Estados Unidos con planes poco menos que inverosímiles, como una incursión “relámpago” o el uso de un arma fantasiosa que parece sacada de alguna serie de ciencia ficción. Dos películas olvidables que fallaban tanto en plantear una historia interesante como en hilvanar secuencias de acción, en algunos casos destacables y en otros innecesarias. ¿Qué tiene que ver todo esto con El ataque? Bueno, no es novedoso lo de la carencia de ideas de Hollywood, pero se trata de otra película que implica un ataque a la Casa Blanca. Sin embargo el resultado es mucho más redondo y entretenido. Hasta se permite unos saludables toques de humor. El ataque no tiene nada que no tengan otros representantes del cine de acción. Pero lo hace de forma genuina, sin preocuparse por retomar clichés o planteando la trama desde una notable ingenuidad, evitando el trasfondo dramático tan severo que se pretendía en los otros dos estrenos mencionados (que es lo que les daba el tono propagandista). Otra diferencia es que ya no se trata de norcoreanos con planes extraños. Al contrario, son grupos paramilitares bastante disconformes con las políticas “pacifistas” del presidente vigente en EE.UU., quien parece dispuesto a realizar un tratado en Medio Oriente que pondría fin a las guerras e intervenciones militares. El golpe es entonces solventado por el lobby armamentista y grupos de extrema derecha decididos a llamar la atención, además de un alto funcionario con una venganza personal en juego. Si Amenaza roja o Ataque a la Casa Blanca planteaban un mapa sociopolítico de la derecha más recalcitrante, aunque atado de los pelos, aquí se tiene una película “progre” bastante ingenua donde todo, hasta el ridículo giro del final, parece puesto como la excusa de una película de acción. Sin embargo, con todo lo fantasiosa que puede resultar El ataque, no deja de ser más verosímil que las otras dos propuestas. Pero además, El ataque es una película con personajes que, dentro de los estereotipos que representan, son sólidos. Si bien el agente oportunista de ChanningTatum no es igual de efectivo que Bruce Willis o el mismo Gerard Butler (que vieron en Ataque a la Casa Blanca), sostiene la película lo suficiente como para que no notemos la brecha actoral; además de aprovechar un timing de comedia que brilló en la gran Comando especial. Pero además el film tiene un elenco sólido que dentro de las limitaciones del material entrega una serie de antagonistas carismáticos y secundarios (como Richard Jenkins o Maggie Gyllenhal) cumplidores que no se pierden en las lagunas de la, por momentos, confusa trama. Y este es uno de los puntos más flojos de la película de Emmerich. A la longitud un tanto extensa de las tramas y subtramas, hay que sumarle giros cada vez más absurdos que se condicen con, por ejemplo, la atención a detalles como el cuadro de la Casa Blanca incendiándose o la secuencia que introduce al antagonista interpretado por James Woods, que se revalorizan a menudo avanza la película. Por otro lado Emmerich, un director acostumbrado a efectos mastodónticos, demuestra su solvencia para filmar secuencias de acción que, si bien no son sutiles o mínimas en función del generoso presupuesto, resultan memorables sin ser tan desproporcionadas como la persecución de la limusina presidencial en el jardín de la Casa Blanca. Sin estar a la altura de joyas como Duro de matar, El ataque no se va a destacar por ser una película memorable cuando termine el año, pero la recordarán por hacerles pasar un buen momento, cosa que pocos estrenos de acción han logrado el último año.
Cerca del fin del mundo Mientras una computadora amenaza con una Tercera Guerra Mundial y los arsenales nucleares están a punto de volar el planeta, un policía fortachón, el presidente de EEUU y un grupo paramilitar se están disputando el control de la Casa Blanca a las piñas. No es una comedia absurda. No. Es una de las secuencias de "El ataque", la nueva película de Roland Emmerich ("Día de la Independencia", "El día después de mañana", "2012"). El argumento es simple (y muy parecido al de "Ataque a la Casa Blanca", que se estrenó hace sólo cuatro meses): un policía que sueña con formar parte de la seguridad del presidente de EEUU se encuentra en la Casa Blanca haciendo un tour con su hija. De golpe todo se transforma en un caos: un grupo de terroristas domésticos ataca el edificio, toma rehenes y va en busca del primer mandatario que (adivinen) será defendido por el policía solitario y valiente. "El ataque" tiene momentos entretenidos y podría haber sido una buena película de un solo hombre (al mejor estilo "Duro de matar"), pero el director se pierde entre sus desbordes de cine catástrofe y los disparates de la trama, que incluyen a una niña impidiendo un ataque aéreo ante cientos de cámara de TV y a servicios secretos resolviendo intrigas en un jardín como si estuviesen de picnic.
Desde hace muchos años se viene produciendo un hecho singular en la industria cinematográfica de los Estados Unidos de América, específicamente en la maquinaria trituradora de ideas como lo es Hollywood. Para esta cuestión de una idea fija sobre algo que presagiar, contar, futurismo o revisionismo, se recurre a la duplicación, y en algunos casos más, en las producciones que versan sobre un mismo tema o idea. Cuando, por ejemplo, la idea era la devastación de la tierra por cuestiones espaciales surgieron “Armagedon” e “Impacto profundo”, ambas de 1998, ambas meteoritos que destruirían la tierra, como si lo que hacemos los humanos no alcanzará. Antes, sólo un año antes, surgieron “Dante´s Peak” y “Volcano”, en ambas un volcán hacia estragos en una población, la primera en un pueblito en medio de la montaña, la segunda en medio de una gran ciudad como Los Ángeles. Otros ejemplos claros al respecto, pero que se diferencian de estos, se suscito en 1978 en producciones con diferentes miradas sobre un mismo hecho, como “Regreso sin gloria” y “El francotirador, las que compitieron por los premios “Oscar”, y un año después llegaría, a mi entender, la mejor del “género” respecto de la guerra en Vietnam, “Apocalipsis now” de Francis Ford Coppola. Bien. Unos meses atrás se estreno en Argentina “Ataque a la Casa Blanca”, en la que un grupo extremista norcoreano invadía “El nuevo Olimpo”, no sin una pequeña ayuda de algún amiguito desde adentro, corrompido o no. Ahora, el presidente es el negro Jamie Foxx, como hace unos meses lo era el blanco caucásico Aaron Eckhart. Claro, como corresponde actualmente, Obama de por medio, pero en esta ocasión el enemigo intimo es la extrema derecha recalcitrante, amante de la armas y favorecida por la fabricación y comercialización de las mismas, para lo que es necesario implementar, o continuar, con las guerras a como de lugar. Pero el negro quiere la paz. Es tan bueno que hasta peca de ingenuo, juega como un niño para hacer su ingreso a la Casa Blanca, y además de tener tiempo para mostrarse como marido y padre preocupado, dispone de tiempo para darle la bienvenida a los turistas visitantes de la mansión con historia donde, en esta oportunidad, se encuentran en la función de paseo nuestro protagonista y su hija. En este punto se cruzan las dos historias que nunca más se podrán desprender la una de otra. La primera, la del héroe verdadero, esta centrada en John Cale (Chaning Tatum), un policía, ex militar condecorado, parte de la custodia personal del secretario de estado Raphelson (Richard Jenkins), pero que no es el adalid de los padres, que separado de su mujer peca de incumplidor con las promesas que le hace a su hija de once años, Emily (Joey King). Paralelamente Cale quiere ingresar al servicio secreto para ser custodio del presidente, que es el ídolo de su hija, por lo que mejoraría su status y sería mejor mirada por ella, quien constantemente demostrará que no parece ser hija de ese padre por los niveles de instrucción, como el saber e inteligencia que refleja. Pero vamos, que es sólo una película de acción dirigida por Roland Emmerich. No ansiemos en demasía que saldremos frustrados. Lo que desde el titulo aparece como premonición, se cumple: mucha acción, montaje acelerado, tiros y explosiones, por ende los efectos especiales están a la orden del día. Desde lo narrativo, clásico del género, como una historia que ya nos la contaron mil veces, la ultima, la más parecida, realizada por Antoine Fuqua (el citado ”Ataque a la Casa Blanca”), posiblemente con mucho menos presupuesto, sólo que ahora tiene un dejo políticamente correcto ya que la “traición” se produce por la idea del presidente de retirar las tropas de Medio Oriente, como demostración de su deseo de paz… Desde el guión se intenta, sin lograrlo, giros que nada tiene de imprevisto, ni sorprendentes, cuando se presenta el jefe de los extremistas sabemos que no es el último, hasta lo dicen “no lo hace por el dinero”. Luego se dan tiempo para desarrollar la construcción de cada uno de los personajes, todos muy de libreto, respetando los cánones a pie juntilla, los malos muy malos y los buenos lo son por definición, por eso el mejor, el que más empatia produce es el personaje de Emily, ya que, si bien no es original, es ella la que introduce la tecnología en el conflicto y casi se propugna como la verdadera heroína. En cuanto a las acciones, son las ya vistas en infinidad de filmes de este estilo, con persecuciones de autos, bombas, helicópteros, aviones y la inminente destrucción de la Casa Blanca, y se puede reconocer a lo largo de toda la narración, y muy fácilmente, entre muchas otras “Duro de Matar” en las versión que quiera. Esta producción entretiene, no decae en la acción, el arte y la fotografía son de muy buena factura, y el diseño de sonido sólo impedirá que se duerma. La violencia es glamorosa y excitante, las historias de amor tontas y pueriles, las familiares un cliché. Si busca otra cosa…
Hollywood contra la Casa Blanca El policía del Capitolio John Cale lleva a su hija adolescente a hacer un tour por la Casa Blanca, justo cuando el edificio es sorprendido por un grupo paramilitar fuertemente armado. Mientras el gobierno de la nación está en medio del caos y el tiempo corre, dependerá de Cale salvar al presidente, a su hija y al país y a su futuro. El tema es igual al que se estrenó hace un mes: un tipo solitario, medio tiro al aire, que solito se encargará de salvar al país, rescatar al presidente y poner en caja a unos golpistas que, hasta allí, le venían ganando por goleada a unos uniformados que llegan tarde o tienen mala puntería. Muy parecido a lo ya visto, aunque este es mejor porque detrás de cámaras esta el alemán Emmerich, un artesano que sabe mirar la violencia y que también mira con ganas a la Casa Blanca, porque en “El Día de la Independencia” ya la había destruido. La única diferencia es que en lugar de apelar a los terroristas de siempre, esta vez el horror lo provee nada menos que el jefe del Servicio Secreto (impecable James Woods), un halcón de aquello que armó el complot para que los fabricantes de armas puedan seguir haciendo buenos negocios a cosa de matanzas lejanas. Ellos son los villanos que se quieren cargar al presidente (negro y pacifista) y a todo el sistema. Por fortuna aparece el agente John Cale, que da una lección de coraje y suerte: el solito saca el presidente del infierno, salva el pellejo, se reivindica como padre y se asegura el puesto de jefe del Servicio Secreto. Aunque para eso tuvo que esquivar balas, misiles, granadas, bombardeos y piñas. El filme tiene el realismo de un play station, pero es entretenida, los personajes funcionan (la nena está bárbara) y enseña que, en el ítem seguridad, los muchachos de aquel lado tampoco atajan mucho. (*** BUENA) Leer más en http://www.eldia.com.ar/edis/20130914/Hollywood-contra-Casa-Blanca-espectaculos9.htm
Los traductores suelen ser geniales. Cuando hace dos meses se estrenaba la película Olympus has fallen, los tituladores rioplatenses decidieron llamarla Ataque a la Casa Blanca. Hoy, llegada la nueva película del subgénero de “ataques terroristas a la casa blanca con secuestro de presidente” llamada originalmente White house down, decidieron que, como no podían titular de la misma manera dos filmes estrenados con tan poco tiempo de separación, debían ponerle solamente El ataque. Y sí, efectivamente salió otra película más de embestida contra la casa blanca: terroristas, secuestro, un guardia de seguridad que a su vez es el héroe, un niño que merodea suelto como para agregar tensión al asunto (acá es una niña), muchos tiros y el protagonista escondido que se dedica a eliminar a los malos uno a uno, a lo Duro de matar. Los puntos en común con su predecesora son demasiados y uno ya empieza a sospechar de robo de ideas, de hackers de una productora birlándose los guiones de la otra, de datos filtrados y de una carrera por finalizar la posproducción antes. Pero para qué: no hay un ápice de originalidad ni en una película ni en la otra. Está claro que lo que le va al director alemán Roland Emmerich es la destrucción: Día de la independencia, Godzilla, El día después de mañana, 2012. Pero a diferencia de su colega Michael Bay, el hombre sabe contar una historia, mantener un ritmo digno y, en este caso en particular, hacer que los 150 millones de dólares de presupuesto aparenten estar bien distribuidos. El problema es que El ataque recurre en demasía a los estereotipos (la adolescente sabelotodo, el guardia de seguridad atento y servicial, el terrorista irritable, el hacker demente) y a la emoción impostada (sin ir más lejos el viaje en helicóptero final, con personajes que deberían estar exhaustos y necesitados de primeros auxilios no tiene sentido alguno). El presidente, encarnado por Jaime Foxx, viene de hacer esfuerzos denodados por el retiro inmediato de tropas de Afganistán y por la paz en Oriente Medio (no, evidentemente no es Obama) y acá los malos de turno son ultraderechistas y psicópatas varios. Todo este rollo correcto y progre parecería compensar la majadería de estandartes, símbolos patrios, del exabrupto de la caída de la Casa Blanca como símbolo del fin de los tiempos y del mismísimo presidente de los Estados Unidos como defensor del día, con metralleta y lanzamisiles incluido. El ataque es de esas películas que quizá sirvan para pasar el rato, pero que cuando terminan dejan un imperante gusto a nada, a espectáculo perfectamente frívolo e intrascendente, a llana pérdida de tiempo. Publicado en Brecha el 15/8/2013
Mucha acción, adrenalina y donde un solo hombre puede ser el héroe. En algunos momentos parece que Hollywood se pone de acuerdo en realizar dos películas similares como ocurre con esta y “Ataque a la Casa Blanca” con Gerard Butler, Aaron Eckhart, Morgan Freeman, entre otros, que se estrenó en Argentina el 9 de mayo de este año. Llega de la mano del guionista, productor y director de cine alemán Roland Emmerich, un conocedor del cine catástrofe y de acción ("El día después de mañana"; "Día de la Independencia"; "Godzilla"; "2012"). Con el guión de James Vanderbilt ("El Sorprendente Hombre Araña; "Zodíaco") y con un buen elenco: Jamie Foxx como Presidente de los Estados Unidos algo así como un Barack Obama; como héroe Channing Tatum quien aspira a ser un agente del servicio secreto y debe recomponer la relación con su hija, y un elenco secundario compuesto por: Richard Jenkins, James Woods, Jason Clarke y Maggie Gyllenhaal. Todo comienza mostrando al Presidente de los Estados Unidos James Sawyer realizando casi todas las mañanas una recorrida alrededor de la Casa blanca con su helicóptero algo que se conoce como “La cosa” y no tarda en proponer un tratado de paz y retirar sus fuerzas militares del Medio Oriente. Por otro lado esta John Cale (Channing Tatum ), que quiere ser un agente secreto pero es rechazado, en la entrevista con Carol Finnerty (Maggie Gyllenhaal) y luego para recomponer la relación con su hija Emily (Joey King) le ofrece una visita guiada por la Casa Blanca. Pero justo ese día un grupo de paramilitares fuertemente armados y organizados invade dicho lugar, justo en ese momento Emily abandona al grupo para ir al baño y ella también se transforma en una heroína (acá se podría decir “hija de tigre”).Todo se convierte en un caos, con la toma de varios rehenes y con el país, la vida del presidente y la de la adolescente Emily en peligro, ahora John (un similar John McClane “Duro de matar” hasta se llama casi igual), debe mostrar sus habilidades, para salvar a todos y tiene poco tiempo. La película no es original, es muy previsible con actores que se destacan más que otros, una vez más vemos la importancia que tiene la tecnología y los medios hasta donde pueden ayudar. Hay traidores, tensión, sarcasmo, mentiras, secretos, escenas de patriotismo, una amenaza nuclear, se tocan varios temas políticos , contiene algo de humor, explosiones, luchas, tiros, todos los clichés del género, la acción no para, escenas espectaculares, puro entretenimiento, para pasar el rato, bien pochoclera y queda abierta para continuar la historia.
Menos que Olympus has fallen "White House Down" es la revancha del director Roland Emmerich, que finalmente pudo destrozar la Casa Blanca estadounidense área por área. Recordemos una secuencia famosa en su película "Día de la Independencia" en la que sus aliens explotaban el Capitolio y la Casa Blanca como si fueran estructuras hechas de cartas. Bueno, parece que se quedó con las ganas de ahondar en la destrucción de los emblemas de poder norteamericanos y se le ocurrió hacer este trabajo, que dicho sea de paso, tuvo una competencia que le ganó de mano con el timing, la también fallida "Olympus has fallen" de Antoine Fuqua. En mi crítica sobre esta última, hice referencia a que el director Antoine Fuqua parecía poseído por Roland Emmerich por el nivel de pirotecnia y patriotismo light que le había puesto a la producción y que esperaba que se produjera la situación inversa con "White House Down"... bueno, esperé en vano. Este nuevo trabajo de Emmerich es muuuy "Emmerich noventoso", con despliegues enormes de armamento bélico y muchas explosiones para tapar la debilidad de un guión sonso y repetitivo. Como dije antes, ya fueron las pelis de acción centradas en salvar al presidente de los Estados Unidos a través de un veterano o rebelde agente del FBI, Servicio Secreto y demás entidades de protección. Los efectos visuales y sonoros son muy buenos, lo sabemos, usted Emmerich es un genio de la pirotecnia, pero queremos otra cosa, que su cine evolucione, que nos de algo de calidad e innovador como lo hizo con "Anonymous" sobre la figura de William Shakespeare. Las comparaciones son odiosas, lo sé, pero si tuviera que elegir entre "Olympus has fallen" o "White House Down", claramente me quedo con la primera, que le gana en guión, crudeza de las secuencias de acción e interpretaciones de los protagonistas, y eso que tampoco en una joyita. Jamie Foxx es un tipo talentoso, pero como presidente de los Estados Unidos, su interpretación fue tragicómica. El perfil que le imprimieron fue erróneo, parecía un rapero-nerd a cargo del país más poderoso del mundo...muy inverosímil. Si la intención era meterle un poco más de humor al rol, el resultado no fue efectivo. Con Channing Tatum aún tengo dudas... no estoy seguro de sus habilidades interpretativas. Es como que le falta profesionalismo, carisma... no impresiona. Para ir cerrando: a los fans acérrimos de las películas de acción ligeras y buenos efectos explosivos, les va a gustar bastante. La historia de fondo no es del todo ridícula y para un espectador poco exigente enfocado en la acción, basta y sobra. Para el que va buscando algo innovador, distinto, con una historia que combine efectivamente guión y acción, se va a encontrar con uno de esos productos que ya ha visto seguramente más de 10 veces.
Hace unos meses se estrenó en la Argentina “Ataque en la Casa Blanca”. En esta columna, confundimos su director: era Anton Fuqua y dijimos que era Roland Emmerich. Pues bien, es que Roland Emmerich tenía para estrenar, y aquí está, otra película sobre un ataque a la Casa Blanca, que se llama (sí, bueno, qué decirles…) “El ataque”. La diferencia entre ambas es que en ésta todo es mucho más colorido, más espectacular y más disparatado, dado que a Emmerich, el tipo detrás de “Día de la Independencia” (film que arranca excelente y termina paupérrimo) o la muy interesante “2012” (toda una fábula política en sordina) nada le produce demasiados escrúpulos. Especialista en reventar el símbolo del poder estadounidense, aquí utiliza el escenario para una trama a lo “Duro de Matar” (muchacho armado que sin querer anda por ahí cuando todo revienta, sí, bueno, es igual a la otra) bastante dinámica y tensa. El ejercicio interesante es que, ante films similares, se pueden descubrir esas filigranas que solemos llamar “estilo”, y que evidentemente para los estadounidenses, a una década del 11-S, no hay lugar libre de peligro. Por lo demás, será la seguidilla de tiros y explosiones espectaculares que adivina, como dice Hollywood, “un caramelo para la vista”, que a veces empalaga un poco.
Definir "una película mala de Roland Emmerich" es un contrasentido. ¿Alguna vez filmó una película buena?.Si uno aplica el criterio cinematográfico más objetivo del mundo, es inevitable llegar a la conclusión que Roland Emmerich jamás logró manufacturar una cinta decente. Ha hecho pastiches festejables como Dia de la Independencia o 2012 - la cual creo que es su obra maestra, ya que los disparates que ocurren allí son imposibles de creer -, pero ninguna de ellas ha resultado en un espectáculo con la calidad y altura de un clásico; y no hablo de un Ciudadano Kane sino de un Duro de Matar o un Terminator, que son películas de acción, formidables espectáculos recargados de explosiones, y matizados por tramas inteligentes. Pero si un artesano del espectáculo pochoclero - como lo es Roland Emmerich - empieza a manufacturar shows aburridos, es una clara muestra de que su carrera está en serios problemas. Eso es lo que ocurre con White House Down, la cual aparece semanas después que estrenaran otra película con idéntica temática - la invasión terrorista a la Casa Blanca de Olympus Has Fallen, con Gerard Butler -. Aún cuando ambos filmes clonan descaradamente a Duro de Matar, el título de Antoine Fuqua era mucho más potable y entretenido que el engendro de Emmerich. ¿La razón?. Pirotecnica mejor inspirada, diálogos algo mas decentes, y una historia menos aburrida. Acá la cosa va excesivamente dialogada y, lo que es peor, los parlamentos que abundan no son lo que se dicen interesantes. Hay media hora de aburridísima exposición previa, la que intenta tridimensionalizar al personaje de Channing Tatum y hacer entrar en el juego a dos toneladas de caracteres secundarios. Cuando Tatum y su hija entran en un tour a la Casa Blanca y ésta resulta atacada, sabemos - desde millones de kilómetros de distancia - cómo va a seguir la historia. Tatum por un lado, la hija por el otro. Tatum custodiando, a regañadientes, al presidente (su primera intención era salvar a su hija pero el destino lo puso a cargo del primer mandatario). Juego del gato y el ratón por toda la Casa Blanca. Regurgitación masiva de los clichés creados por Duro de Matar y sus dos millones de clones, los que incluyen duelo de ingenio con el villano, hacker pasado de listo que quiere robar millones de dólares (y toneladas de secretos), autoridades demasiado idiotas que no quieren entrar en el recinto tomado por los secuestradores (¿alguien me puede decir por qué diablos los tanques M1 Abrams no se abren paso por los jardines de la Casa Blanca? ¿Los afectó el congelamiento de presupuesto de Obama? ¿O tienen una burocracia tan estúpida que, para ponerse en acción, necesitan una autorización expresa del presidente... el cual es el mismo tipo al cual deben rescatar?. Imagino el diálogo: "señor Presidente, ¿usted está ahora secuestrado?. ¿Sus captores son amables o agresivos?. ¿Son terroristas? Si quiere que lo liberemos (y no puede hablar), presione 1. Si puede hablar pero no quiere hacerlo porque está enojado con nosotros, presione 2. Si no puede hablar porque le han lavado el cerebro, presione 3. Si no puede hablar porque los terroristas lo han asesinado, presione 4."), comunicaciones furtivas con el único tipo inteligente que está en el control, ataque aéreo al edificio secuestrado que termina en desastre (y en otro duelo en el techo), revelación de la identidad de la pariente de turno - la cual cae en manos de los terroristas y los cuales pretenden negociar con el héroe su rendición incondicional -... Por Dios!. Al guionista le pagaron miles de dólares para regurgitar algo que el 99% del público de todo el planeta puede anticipar porque han visto hasta el cansancio Die Hard!. ¿No había un desarrollo más fresco e inspirado a mano?. El problema con todo esto es que hay abundancia de tiempos muertos, momentos en que los personajes hablan porque las palabras de los actores son menos costosas que las escenas plagadas de carísimos efectos especiales. El problema es que todo lo que dicen es aburrido. Ni siquiera hay frases de remate que resulten inspiradas, a excepción del guía turístico - el cual debe ser el mejor personaje de toda la película, y está interpretado por un ignoto actor -. Para colmo cuando llega la acción, la misma está plagada de pavadas; como una persecución automovilística en circulos alrededor de la única fuente que yace en los jardines de la Casa Blanca, o monótonas balaceras en los pasillos del edificio, o un subito arrepentimiento de un trío de aviadores en el momento menos pensado. A medida que se acerca el final la escasa credibilidad que tenía el filme se resiente... y mucho. No sé si El Ataque es un bodrio insufrible, pero seguramente es decepcionante. Alquile mejor Ataque a la Casa Blanca: está un 5% más inspirada que este pastiche de Emmerich. El problema aquí es que el show no cumple con el entretenimiento prometido, empantanándose con dialogos aburridos y soluciones traídas de los pelos, detalles que terminan hundiendo al filme como pasatiempo válido y, mucho menos, recomendable. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/white-house-down.html#sthash.efee97rJ.dpuf
La casa está en desorden Cerca. Aunque no cosechará aplausos, el experto en cine catástrofe Roland Emmerich hizo una razonable adaptación sobre un hipotético ataque terrorista a Washington. Si bien la reciente Ataque a la Casa Blanca, que replica exactamente la misma receta (con la casa de gobierno bombardeada y el presidente en jaque, un soldado duro de matar lo rescata de los escombros), ganó la partida por apenas dos meses, en cuestiones técnicas y de guión no hay comparación posible (en una lista de las 1001 peores películas, la cinta de Harvey Fuqua merece el top ten). Emmerich, incluso, se supera a sí mismo en esta película, altamente más digerible que la tristemente célebre y vituperada Día de la Independencia, junto a otros títulos olvidables de su historial como El día después de mañana y 2012. Desde luego, hay varios puntos flacos en la película. John Cale (Channing Tatum), el Rambo de esta superproducción, es un ex soldado cuyo reingreso a las fuerzas le es negado, y que casualmente se halla en una visita guiada con su hija por la Casa Blanca cuando un grupo paramilitar toma por asalto la sede de gobierno. El resto es un calco del film de Fuqua. Encerrado, Cale deberá rescatar al presidente (esta vez, un mandatario negro, encarnado por Jamie Foxx) y liquidar a los atacantes, demostrando de paso su valía de soldado. En suma, El ataque es otra exhibición de patrioterismo apenas aliviada por las actuaciones del confiable James Woods como el agente Walker y de Tatum, que cimenta en este film sus dotes para el cine de acción.