Un vuelo cinematográficamente impactante Hacia doce años que el destacado realizador Robert Zemeckis no realizaba un film que no fuese animado, ya que tras hacer Náufrago en 2000 se dedico a dirigir películas en motion capture como El Expreso Polar, Beowulf y Cuento de Navidad...
Una propuesta que empieza de manera contundente y que finaliza sin la fuerza de los primeros minutos. Una cinta que va más allá de contar las causas y las consecuencias de un desastre aéreo, y que presenta un gran trabajo interpretativo por parte de Denzel Washington. Una destacable, aunque no espectacular, vuelta de Robert Zemeckis al live-action.
Un alcohólico con alas. Si alguien todavía tenía esperanzas en el regreso de Robert Zemeckis al cine tradicional, hoy puede comenzar a revaluar sus expectativas para eventualmente abandonarlas del todo. El norteamericano viene de realizar una más que lamentable “trilogía animada” compuesta por las mediocres El Expreso Polar (The Polar Express, 2004), Beowulf, la Leyenda (Beowulf, 2007) y Los Fantasmas de Scrooge (A Christmas Carol, 2009), tres epopeyas millonarias que le demandaron una década de trabajo y dejaron en claro su obsesión para con la “motion capture” en general y el mimetismo bobalicón de aquellos maniquíes tiesos...
Puede que no sea tan talentoso como Spielberg o tan marketinero como George Lucas, pero Robert Zemeckis es un peso pesado del firmamento hollywoodense. Fue responsable de Volver al futuro y de Forrest Gump, eso debería bastar para hacer de su nombre una leyenda. Más allá de los dos hitos mencionados, el hombre realizó ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, La muerte le sienta bien, Contacto y Náufrago , títulos seguros en la filmografía de cualquier cineasta. Durante la última década Zemeckis se volcó al cine animado (El expreso polar, Beowulf, Un Cuento de Navidad), por lo que El Vuelo constituye su esperado regreso a la acción en vivo. La trama se centra en Whip Whitaker (un impecable Denzel Washington), capitán de avión alcohólico y drogadicto. En la primera escena nos enteramos de todo: después de una noche de reviente, el protagonista se esnifa unas líneas de cocaína y encara hacia el aeropuerto. Es evidente que su estado está lejos de ser óptimo, pero más preocupante aún resulta ser, una vez en el aire, el estado del vehículo. Whitaker, un as al volante, dibuja unas maniobras espectaculares, incluyendo una pirueta que deja la nave en posición invertida, para aterrizar dificultosamente en medio del campo. El saldo es de seis muertos, que podrían haber sido cientos. El piloto es reconocido como un héroe nacional, por lo menos hasta que se revele el resultado de su análisis de sangre. Una vez finiquitada la escena del vuelo, la película se convierte en el doloroso retrato de los tormentos de Whitaker. Menos mal que al director se le ocurrió llamar a John Goodman para encarnar al dealer, un detalle simpático en medio de tanta angustia. Porque el relato parece regocijarse con el fracaso y el sufrimiento del adicto, que no puede ni quiere dejar de arruinarse la vida. Su infierno personal es llevado hasta las últimas consecuencias, y bien sabemos con qué fin Hollywood suele hacer este tipo de cosas. Porque cuando parece que todo está perdido, cuando parece que nuestro héroe va a salirse con la suya a la hora del interrogatorio, Zemeckis nos despabila con el campanazo de la redención. Dicho de otra manera: El vuelo prefigura un espectador cómplice de su endemoniado personaje principal; un sujeto discursivo que, aun sabiendo diferenciar lo correcto de lo incorrecto, desea esto último: el pobre tipo estaba borracho y drogado, pero su desempeño como piloto ante el mal funcionamiento de la nave fue brillante, por lo tanto no debe pagar. El final, como era de esperarse, llega con toda la energía de un cachetazo aleccionador.
Otra que MacGyver: con un destornillador te resuelve una emergencia. No hay nada más aterrador que un miedo real y no hay miedo más real que el error humano. No hace falta que haya ni un terrorista, ni a serpientes en un avión. Eso es lo que propone con mucha inteligencia y virtuosismo narrativo El Vuelo. Aquí Zemeckis se basa en casos reales de aviones que tuvieron el mismo tipo de falla mecánica que sufre el vuelo al mando del Capitán Whitaker. Lo que más asusta de esta película no es el hecho de que un avión se estrelle, sino todo lo que puede llevar a que eso suceda...
Todas las películas en una Hacía más de una década que Robert Zemeckis (el mismo de Volver al futuro, La muerte le sienta bien y Forrest Gump) no hacía una película 100% con actores. Luego de Náufrago, el director y productor incursionó en animaciones computarizadas no del todo convincentes como El Expreso Polar, Beowulf, la leyenda y Los fantasmas de Scrooge. Ahora, vuelve al cine "clásico" con El vuelo, una muy curiosa, ambiciosa e interesante (sobre todo para discutir) película que contiene múltiples mini películas en su interior. Si hubiese que sintetizar el film en un concepto podríamos decir que El vuelo es la historia de un piloto adicto a las drogas y al alcohol (el siempre convincente Denzel Washington, alejado por completo de sus habituales héroes nobles) que se convierte en figura mediática al aterrizar un avión en las condiciones más adversas imaginables. Sin embargo, -para bien y para mal- es mucho más que eso. El largometraje arranca con un desnudo de la hermosa Nadine Velazquez muy poco habitual en el mojigato panorama hollywoodense. Luego, vendrá la larga secuencia con el accidente aéreo que resulta un notable exponente de cine-catástrofe. Y, a partir de alli, Zemeckis no dejará género sin abordar: desde el drama familiar (el protagonista no tiene contacto con su ex esposa y su hijo ya adolescente) hasta la comedia pura (con otro genial personaje secundario a cargo del inmenso John Goodman como el dealer y asistente de Washington o el aporte de Don Cheadle como el cínico abogado), pasando por una subtrama romántica (con otra adicta interpretada por la bella Kelly Reilly) y un desenlace a puro thriller de juicio (con un buen aporte de Melissa Leo). En el medio, notables escenas a fuerza de diálogo (como la de los tres personajes fumando en un pasillo de hospital) y un desenlace moralista y aleccionador más propio del telefilm de la semana que no le hace honor a lo provocativo de la propuesta inicial. De todas formas, más allá de que está lejos de ser una película sólida y redonda. se agradece que El vuelo tenga tantas ideas, búsquedas y riesgos. Aunque termina cediendo a ciertas fórmulas y convenciones, es un film que plantea dilemas éticos y morales con inteligencia, sin tomar al espectador de rehén ni despreciarlo. Es una historia rica en matices y contradicciones, con hallazgos y logros suficientes como para perdonarle sus excesos y sus peores momentos. Bienvenido, entonces, el regreso de Zemeckis al cine "de verdad".
La salvación Denzel Washington, nominado al Oscar por este papel, interpreta a un piloto alcohólico que aterriza un avión defectuoso salvando la vida de 96 personas: ¿héroe o villano? Tal dilema ético plantea El vuelo (Flight, 2012), la nueva película de Robert Zemeckis para elaborar un postulado acerca de la salvación. Whip Whitaker (Denzel Washington) se encuentra en la cama de un hotel con una hermosa azafata desnuda (Nadine Velazquez). Entre alcohol y drogas se preparan para un último viaje antes del merecido descanso laboral. Pero el avión comienza a tener fallas y el accidente fatal es inminente cuando Whip recurre a todas sus habilidades y logra un aterrizaje forzoso. La prensa lo considera un héroe mientras que la compañía lo indaga por su adicción que intentará ocultar hasta las últimas consecuencias. En los primeros minutos de película descriptos más arriba, Robert Zemeckis rompe con toda la ingenuidad que caracterizaba su cine desde Forrest Gump (1994) hasta El Expreso Polar (The polar express, 2004). El vuelo es una película dura sobre un hombre enfermo que niega su condición sin aceptar una cura. Hecho que explica las diferentes caras que adquiere la idea de la salvación en la película (el milagro del aterrizaje, el avión rompiendo la cúpula de una iglesia al caer, las reuniones de autoayuda, la creencia del copiloto y su mujer, etc.). Porque si hay algo que si está presente en el cine de Zemekis y podemos comparar con El vuelo es la idea del destino, del encuentro fortuito, casual, que desenmaraña sucesos inesperados y cambios bruscos en la vida de una persona. La cuestión va más allá de Dios, tiene que ver con el ser humano tomando decisiones trascendentales. El vuelo es un drama profundo pero con una narración sensorial, donde toda la maquinaria cinematográfica sirve para trasmitir emociones. El accidente aéreo está filmado con maestría, al igual que ciertas recaídas del protagonista. La banda sonora con clásicos rockeros de los años setenta ayuda a graficar tales sensaciones. De esta manera Zemekis redondea un film potente sobre la figura de un alcohólico en caída libre, con varias lecturas acerca de un tema existencial como lo es la salvación.
El vuelo es entretenimiento garantizado de principio a fin. La tensión, la calidad y la fuerza que tiene todo el tramo que sucede en el avión ya vale la entrada al cine. La forma en que Denzel personifica a un alcohólico es espléndida y muy, muy creíble. El guión está muy bien construido y los personajes están muy bien elaborados. El desenlace quizás no...
Darlo vuelta. Lo primero que vemos en la película es el breve plano de un avión en ascenso. Y luego, un pezón. Una mujer se levanta de la cama, mareada, inestable, y camina totalmente desnuda por una habitación, buscando sus prendas. Su cuerpo llama la atención, no sólo porque es bellísimo, sino porque el tiempo que el relato le dedica a esa desnudez no es algo común dentro del cine mainstream. Hablamos de unos segundos apenas, y en ese momento quizás no seamos del todo conscientes, pero esa decisión de puesta en escena intenta trascender la simple sensualidad (o la provocación, si quieren) para imponerse como un acto de franqueza, un pacto de cercanía que anticipa el verdadero tema de El vuelo (Flight): el dolor de estar irremediablemente expuestos, sin abrigos, ni control, ni consuelo. La inversión de expectativas es sólo una de las diversas maniobras sorpresivas que contiene la película, pues el trailer nos había preparado para las curvas de un film catástrofe y de repente uno se encuentra sumergido en la desolación de un hombre adicto al alcohol. Y no hay secuencia de acción que pueda superar el espectáculo de esa primera y caudalosa lágrima que vierte Denzel Washington cuando despierta en el hospital y le comunican quiénes murieron en el accidente. Act of God. Más allá de este bienvenido desplazamiento de géneros (agreguemos que John Goodman aparece dos veces trayendo la comedia pura en su mochila), toda la narración de la película es absolutamente diáfana y sincera. Y ya desde el comienzo, a través de un montaje paralelo, el film advierte que por allí también ronda Nicole (Kelly Reilly), una chica adicta a la heroína que terminará involucrada con el protagonista. Al explicitar ese cruce dramático Zemeckis asume que como demiurgo detrás de la fábula él puede conocer los destinos de los personajes, mientras la historia en sí misma sugiere que en lo real sucede justamente lo opuesto: hay que convivir con el azar y el vacío. La narración jamás especula ni oculta la información esencial sobre la conducta del capitán Whip Whitaker (Washington), y es por eso que uno se siente tan absorbido por este relato, que logra convencernos siempre, incluso frente al delirio del vuelo invertido. Es lícito pensar que el vodka y la cocaína fomentaron en parte el arrojo y la lucidez del héroe para franquear los límites de lo factible. O tal vez no, quién sabe. Lo que queda claro -para el espectador agnóstico, al menos- es que casi cien personas se salvaron gracias a un hombre que tomó las decisiones correctas en el instante preciso. Otros prefieren hablar de milagro. ¿Qué tuvo que ver Dios en esto?, se pregunta Whip mientras en el fondo del cuadro vemos la cúpula de la capilla que quedó destruida por el aterrizaje forzoso. Y ahí recordamos la escena en que el ala del avión le arranca literalmente la cruz a la iglesia, un momento que Zemeckis elige mostrar en cámara lenta, aun cuando eso implica frenar el ritmo de la vertiginosa caída. Podría deducirse que con ese gesto la película anula la posibilidad de la fe religiosa. Pero también podría ser todo lo contrario. Wilson. Debe ser que a Dios lo necesitamos en la ficción, aunque sólo sea como un personaje más, como función o compulsión. Dios mete su cola en esta historia y se calza distintos trajes con sigilo, casi sin que nos demos cuenta. Para algunos, los mortales no somos más que dados sacudidos en un cubilete planetario, y lo único que Dios puede darnos es la certeza del azar, como dice el joven enfermo de cáncer en una de las escenas más memorables de la película (“Perdemos demasiado tiempo intentando controlarlo todo”). Para otros, hay que rezarle al Señor porque él es gran organizador, el tapón del caos: para muchos sobrevivientes el accidente fue un prodigio divino que hay que leer desde la lógica de la predestinación. Whip Whitaker no cree en nada ni en nadie, y sin embargo en su desesperación final también recurre a Dios. Pero el dios del protagonista, junto con todos los otros dioses que deambulan por el film, no hacen más que replicar aquí el rol que la pelota Wilson cumplía en Náufrago: simplemente, se trata de inventar un amigo con quien hablar. Imaginar que estamos un poco menos solos. Denzel. Y así y todo, Wilson también se alejaba, y Tom Hanks volvía a estar solo y a la deriva. En Náufrago Zemeckis suprime a Wilson para confirmar la intangibilidad del símbolo frente a la soledad ontológica del ser humano. Hoy es una pelota, mañana será una fotografía, mucho antes fue el sol. Pero ningún símbolo se sostiene sin voluntad, y a esto también se refiere El vuelo. Y aquí es cuando el director decide hacer foco en el cuerpo, pues frente a todos los discursos que buscan darle peso al espíritu, en este film la voluntad no puede disociarse del cuerpo y su obstinada materialidad. ¿Qué puede hacer la razón cuando el cuerpo se empecina en tironear para el otro lado? Nunca lo habíamos visto a Denzel Washington así. Tan titánico y a la vez tan frágil, con tanta tristeza y con tanta necesidad de hundir la cabeza como una tortuga. Él, un actor de porte volcánico, de grandes parlamentos, sonrisa insuperable y dicción contundente, aquí muchas veces se ve obligado a hablar entre dientes, avergonzado, como cuando le pide a una colega que mienta por él, cuando no lo vemos directamente mascullar incongruencias mientras agita una botella de whisky. Es extraordinaria toda la secuencia en el hotel previa al temido interrogatorio, porque allí es donde el actor traduce en cada temblor la ansiedad del personaje y su subversiva abstinencia, para llegar finalmente a ese plano brutal que lo muestra tumbado en el baño, con un rastro de sangre que certifica su estado de inconsciencia. Denzel nos da la espalda, apenas vemos su cara, pero uno no puede dejar de sentir sobre los propios hombros la gravedad de ese físico inmenso y vencido que desde algún lugar callado clama por auxilio, y que a la vez sólo tiene resto para entregarse al abandono. Es así nomás, algo hay que hacer, porque de este mundo no podemos caernos.
Bienvenido regreso de Robert Zemeckis al cine de acción en vivo, con este thriller dramático que no se queda en la anécdota del género catástrofe. Esta no es una película de la saga Aeropuerto, ni Turbulencia. Es un filme de enorme impacto un drama intimista sobre la autodestrucción de un hombre que pasa de héroe a villano. A pesar de lo ambiguo de su personaje, Denzel Washington, en una de sus mejores interpretaciones, logra que el espectador empatice con él y lo acompañe en un descenso a los infiernos del alma humana, un viaje que corta la respiración. Además del manejo de los climas y la tensión, la puesta en escena de Zemeckis es soberbia, rodando cada plano justo y necesario para el buen desarrollo de una historia que crece en intensidad a medida que avanza el metraje. Atrapante, intensa, conmovedora… una gran película.
Robert Zemeckis ("Náufrago"), director que comenzó a ser reconocido por haber dirigido la trilogía "Volver al Futuro" y por alzarse con un premio Oscar por su labor como tal en "Forrest Gump", regresa al cine de acción en vivo tras una seguidilla de películas animadas entre las que se destacan "El Expreso Polar" (2004), "Beowulf, la leyenda" (2007) y "Los Fantasmas de Scrooge" (2009). "El Vuelo", que definitivamente en el contexto general no representa lo mejor de este director, introduce al espectador en la historia del Capitán Whip Whitaker (Denzel Washington), un experimentado y más que arrogante piloto de una arolínea comercial que padece serios problemas de alcoholismo y drogadicción sobre los que, de ninguna manera, se hace cargo. Ya desde los primeros minutos, somos testigos de eso y de los problemas que ésto ha provocado en su entorno familiar, ya que está divorciado de su esposa y su hijo, a quien casi no ve, prácticamente lo odia. La cuestión es que, a pesar de haberse emborrachado -y aspirado cocaína- la noche anterior, además de pasar la noche junto a su novia la azafata (papel a cargo de Nadine Velázquez), toma los mandos del vuelo cuyo trayecto le fue asignado, pero tras despegar y lograr atravesar una violenta turbulencia -que Whip sobrelleva de una manera chocante y poco convencional- consigue evitar, más adelante, que la aeronave se estrelle a causa de una serie de fallas mecánicas que surgen a 9000 pies de altura; yendo en picada y con una maniobra nunca antes vista... una que sólo él podría haber hecho. Pero claro, gracias a sus habilidades se salvan 96 de las 102 vidas que iban en ese vuelo. Luego del accidente, Whip se convierte en un héroe, pero a medida que avanza la investigación sobre las causas del siniestro, llevada a cabo por la Junta Nacional de Seguridad del Transporte, surgen más dudas que respuestas. Mientras tanto, al permanecer en tierra tras salir del hospital, se traslada a una cabaña familiar, es aconsejado por un abogado (Don Cheadle) que intenta ser lo más honesto posible y conoce a Nicole (Kelly Reilly), una joven en proceso de desintoxicación con la se involucra en una relación y que lo ayuda a luchar contra sus propios demonios. Sin duda, la película promete, pero sólo al comienzo. Las secuencias de "el vuelo" que "milagrosamente" el protagonista logra aterrizar son las que más tensión generan y las más captan nuestra atención. A partir de ese momento, promediando la media hora de film, el relato (guionado por John Gatins) comienza a decaer y a tornarse tedioso. Igualmente, logra salvarse, por momentos, gracias a la destacada interpretación de Denzel Washington (nominado al Oscar como Mejor Actor Protagónico por este papel), quien se carga el peso de una historia laaaaaarga que bien podría haber concluído a los 45 minutos.
Después de pasar varios años experimentando con el arte de la animación, el director Robert Zemeckis regresó a los cines con el film más oscuro y dramático de su carrera. Algo interesante de El vuelo es que presenta una historia que uno no hubiera asociado con este director ya que es una propuesta que no tiene nada que ver los trabajos previos de su filmografía Es evidente que Zemeckis necesitaba hacer algo diferente y eligió este proyecto que se apoya principalmente en la interpretación de Denzel Washington. Lo interesante de El Vuelo es que es una película que logra abordar varios temas en un mismo relato. Por un lado tenés la lucha de un piloto con sus demonios personales y las adicciones, pero también se refiere a la corrupción en la aviación comercial y la falta de controles que luego ocasionan desastres. Esta es la primera vez que Zemeckis narra una historia con un personaje protagónico que no es precisamente un héroe simpático y se encuentra estancado en sus conductas autodestructivas. Si bien la película no puede escaparle a cierta resolución hollywoondense de esta enfermedad hacia el final, El vuelo tampoco aborda la temática con el excesivo melodrama que tuvo Adiós a Las Vegas, con Nicolas Cage. Si sos seguidor de Zemeckis este film ya de por si vale la pena por los primeros 20 minutos que son tremendos. Después de realizar en Náufrago uno de los accidentes aéreos más impactantes que se vieron en la historia del cine, el director levantó la apuesta y en este trabajo brinda otra secuencia escalofriante que sobresale por su realismo. El aterrizaje de emergencia que filmó en esta historia es una secuencia de acción brillante que tiene más tensión y dramatismo que varios largometrajes del cine catástrofe. Pese a que la trama cae luego en algunas situaciones innecesarias que se podías haber evitado, como el romance del protagonista con otra adicta a la heroína que no aporta nada, en términos generales esta colaboración entre Zemeckis y Denzel Washington ofrece una muy buena película con la que este cineasta vuelve a destacarse en el cine.
VideoComentario (ver link).
En un colosal regreso al live action desde Náufrago luego de incursionar en territorio animado con El expreso polar, Beowulf y Los fantasmas de Scrooge, Robert Zemeckis vuelve más controversial que nunca en este relato que no se parece en nada a lo que ya haya hecho en su destacada filmografía. ¿Queda algo más que decir cuando la escena inicial de Flight nos muestra al capitán Whip Whitaker en la cama durante la mañana, acompañado de una belleza desnuda y tomando el primer trago de cerveza y la primera línea de cocaína del día? Dicha escena nos demuestra varias cosas: que Zemeckis está jugando fuera de su zona de confianza, que está delimitando territorio dentro de la rota psiquis de su personaje principal, que nos presenta la penosa calidad de vida del mismo, y por que derroteros se conducirá la película. Claramente un estudio tridimensional de un personaje conflictivo y aquejado por sus propias elecciones de vida, Flight nos introduce rápidamente al quid de la cuestión, el detonador de la trama, con el malfuncionamiento del vuelo del que Whitaker es piloto. En una escalofriante demostración del poderío visual que puede captar en cámara, el director entrega una de las escenas más recordadas del año: el accidente del vuelo y el casi milagroso rescate por parte del piloto conforman un trago muy duro y angustiante que es sin lugar a dudas el detalle más recordado del film, por el que sólo vale la entrada para disfutar y aterrorizarse en la pantalla grande. A partir de allí, las repercusiones del accidente afectarán al explosivo papel que tiene en sus manos un Denzel Washington en plena forma como no se lo veía hace años, desde Man on Fire; el capitán Whitaker es un personaje enfermo, cuyo espiral no parece tener final, y se necesitaba de un actor de peso para conformarlo, y Washington lo logra con creces; ya sea sintiendo pena o disgusto por las situaciones en las que se ve inmersas el piloto, la composición del papel es impecable y al guión de John Gatins no le tiembla el pulso para enfrentarlo contra momentos difíciles de ver, pero conducidos con maestría por un actor que con apenas gestos dice historias completas. Es para notar que el guión se disuelve un poco cuando entra en escena la fotógrafa drogadicta de una brutal Kelly Reilly (cuyo papel tranquilamente podría haber estado nominado este año), pero recupera su potencia cuando llega el esperado momento de la audiencia en la que Whip deberá encontrarse cara a cara contra su demonio más grande al defender sus acciones heroicas mientras estaba alcoholizado y drogado. Aunque el epílogo se sienta forzado y algo blando, el viaje no desmerece la labor del guionista, que mezcla una visión descarnada del alcoholismo y las adicciones con pinceladas espirituales y religiosas en el camino. Así como Washington tiene el control de la pantalla durante toda la película, ciertos secundarios son bastante vistosos, como la antes mencionada Reilly, y también el dúo de Bruce Greenwood y Don Cheadle (el uno amigo de Whitaker y el otro el abogado defensor) mientras que John Goodman se roba las escenas en las que interpreta a un proveedor de droga amigo de Whip (a quien se lo presenta con la oportuna Sympathy for the Devil de los Rolling Stones) y James Badge Dale conecta a los personajes principales mediante una interesante escena en la cual es el eje como un paciente terminal de cáncer. Robert Zemeckis logra así en Flight un viaje turbulento en el que vuelve a un plano que nunca debió abandonar; con un protagónico explosivo y duro por parte de Denzel Washington, el drama presenta un estudio de un alcohólico cuyo peor enemigo es él mismo.
El latigazo de los excesos La historia de un héroe de la aviación, con una gran actuación de Denzel Washington. Whip significa látigo en inglés. Y el director Robert Zemeckis sabía bien lo que hacía al ponerle este sobrenombre a William Whitaker (Denzel Washington), un piloto de avión comercial que produce una verdadera hazaña aeronáutica: un aterrizaje forzoso en un campo de Atlanta luego que la aeronave falle mecánicamente a 9.000 metros de altura y se vaya en picada. Un par de horas antes del grave incidente, el alcohol y las drogas habían lacerado el organismo del capitán aunque su imperturbable destreza en el manejo del avión no se condecía con los excesos. Las impactantes imágenes del jet volando cabeza abajo a solo 150 metros del suelo hablan por sí solas. Hacen sudar las manos. Denzel Washington se come la película desde el primer minuto con un personaje duro, algo impune, que tiene una sensibilidad escondida. Las lágrimas del actor se cruzan con su coraza. Los sentimientos lo chocan y confunde. Con un guión candidato al Oscar, El vuelo es varias películas en una y acepta múltiples lecturas: el del fantasma del bebedor y sus consecuencias, el de la lucha de una persona que no asume su condición y entra en el sombrío mundo del aislamiento dinamitando vínculos, la creación de una artificial omnipotencia de querer (¿poder?) llevarse todo por delante cayendo en los inevitables ocultamientos. “No te curás mintiendo”, le dicen a Whitaker. Es un clic, aunque el realizador del filme no te baja un tratado moral sino que deja que cada personaje decante en su condición y choque con la cruda realidad. El peso de la ley será uno de los latigazos al alma. El vuelo además tiene su costado religioso (no por nada el avión impacta en un ala contra una iglesia bautista) que le da un guiño milagroso, incluye chispazos de humor (atención a Harling Mays, el dealer amigo de “Whip”), la acidez de la ironía (el paciente con cáncer del hospital) y cómo se vive la metamorfosis del personaje, construyéndolo de menor a mayor con un Washington sólido, firme candidato a levantar su segundo Oscar como actor principal. Mención aparte para la actriz inglesa Kelly Reilly que encarna a Nicole, una adicta en rehabilitación que conoce a Whitaker en el hospital y luego buscará ayudarlo. Y ni hablar de Hugh Lang, el pétreo pero eficaz abogado encarnado por Don Cheadle. Luego de sus últimas -y polémicas- incursiones animadas ( El expreso polar, Beowulf y Cuento de Navidad), Zemeckis vuelve a brillar en la dirección actoral al igual que como lo hizo con Tom Hanks en Náufrago y Forrest Gump o con Michael Fox en las inolvidables sagas de Volver al futuro. Es inentendible como El vuelo solo tuvo dos nominaciones a los premios de la Academia (actor y guión original) y se la dejó afuera como película y director. Sin dudas, un filme de altísimo vuelo para pensar.
Si es posible disfrutar de una película y al mismo tiempo sentirse desconcertado por su desarrollo, entonces El vuelo, de Robert Zemeckis, sea tal vez uno de los films más sorprendentes y sí, también disfrutables, que haya salido de Hollywood en los últimos tiempos. Con algo de film catástrofe de esos que ya no se producen, bastante de drama intimista y una pizca de intriga judicial, esta película tiene un tono tan cambiante como los ánimos de su personaje central, el piloto Whip Whitaker, que interpreta Denzel Washington. En un viaje directo al lado oscuro de la condición humana, el actor -nominado al Oscar por este papel- se anima a encarnar a uno de los protagonistas más crudos, complejos y humanos de sus últimos años de carrera. Si en Gángster americano y Día de entrenamiento Washington demostró que no temía encarar al villano de la historia y que su talento y su presencia escénica podían superar la antipatía de sus personajes, aquí se atreve a mucho más. Porque este piloto capaz de maniobrar exitosamente un avión a punto de estrellarse (una escena con virtuosa dirección que Zemeckis resuelve en el prólogo del relato), también es un hombre repleto de conflictos, un irresponsable y un alcohólico que va por la vida con una liviandad que destroza a los que se cruzan en su camino. Así, después de la pública tragedia aérea comenzará el calvario, privado primero y bastante público después, del piloto que se aferra a la convicción de que está del lado de los buenos, aunque no tenga forma de probarlo. SI TE DICEN QUE CAÍ En su espiral descendente, Whip ( interpretado por Washington con tanta sutileza y humanidad que por momentos resulta incómoda de ver), se cruzará en el camino de Nicole (Kelly Reilly), una adicta a las drogas en un camino tan autodestructivo como el suyo, aunque con una conciencia de su enfermedad de la que el omnipotente piloto carece. Así, si algo le faltaba a este film del director de Náufrago era el elemento romántico, que aporta la presencia del personaje que interpreta la actriz británica. Claro que el guión de John Gatins, nominado al Oscar, nunca pierde de vista que antes que una historia de amor, ésta es una tragedia humana, de vidas partidas por conflictos emocionales y adicciones. Aun cuando el inocultable carisma de Washington consiga generar empatía por un personaje que en manos de otro actor sería irredimible, lo cierto es que la película no se desvía de su objetivo: mostrar la caída de un hombre habituado a vivir al borde del abismo. Claro que en el desarrollo del relato, Zemeckis no transita el camino más directo sino que opta por tomar desvíos que obligan al espectador a cuestionar sus propias reacciones ante lo que está viendo. Así, cuando todo se vuelve demasiado denso, aparece el amigo de aventuras tóxicas del piloto, un personaje que John Goodman dota de un humor que en principio parece ir a contrapelo de lo que se está contando. Sin embargo, será cuando lleguen los tramos finales del relato que la irreverencia del amigo fiel demuestre su funcionalidad en la tragedia de Whip. Todo indica que luego de una docena de años dedicado a films realizados gracias a los avances de la animación digital -El expreso polar, Beowulf y Cuento de navidad-, Zemeckis decidió que si tenía que volver a poner a actores en pantalla lo iba a hacer con los protagonistas más dolorosamente humanos que pudiera encontrar. Tarea cumplida.
Un (melo)drama hollywoodense más Todo indica que en la próxima ceremonia del Oscar El vuelo –dirigida por el cada vez menos confiable Robert Zemeckis, que pasó de Volver al futuro a Beowulf– deberá conformarse con su par de nominaciones e irse silbando bajito. En la categoría Mejor Actor Protagónico, Denzel Washington terminará aplaudiendo a Daniel Day-Lewis, mientras que en Mejor Guión Original, John Gatins saludará desde su butaca a Michael Haneke, Quentin Tarantino o Mark Boal, autores de los guiones de Amour, Django sin cadenas y La noche más oscura. Esta inminente doble derrota no es de lamentar: de la actual cosecha de nominadas, El vuelo es una de las más chorreantemente hollywoodenses, en el peor sentido de esa mala palabra. La nominación de Washington es de esas que “van de cabeza” al Oscar: su personaje es un adicto a toda clase de excesos –sexo, droga y música soul–, sospechado de responsabilidad criminal, abrumado por la culpa, arrepentido y, claro está, en resuelto camino a la regeneración. La postulación para Mejor Guión es casi escandalosa. El de John Gatins (cuyo mayor antecedente se reduce al film de pugilismo robótico Gigantes de acero) tiene, gracias a su extenuante despliegue de burdas oposiciones entre la idea de condena moral y la de salvación (explícitamente religiosa, incluso), el grosor de una Biblia. Washington es Whip Whitaker, piloto aeronáutico veterano, muy talentoso pero muy pagado de sí mismo. Whitaker se sube a un avión después de haber pasado la noche en vela, curtiendo con una azafata latina que no cualquiera, y de haberse tomado de todo, rematando con una raya de cocaína en el hotel y un shot de oxígeno en la cabina. Al subir al avión, otra azafata intenta convencerlo de asistir a la iglesia evangélica. El copiloto, que resulta ser todavía más chupacirios que ella –la película parece escrita por el Ned Flanders de Los Simpson–, lo mira con horror. Y cuando ocurre el accidente –debido a fallas mecánicas y no al estado del piloto, lo más parecido a un matiz dramático que el guión ofrece–, un ala de la pecaminosa nave, ya en caída, derrumba la torre de... una iglesia. En paralelo se asiste al via crucis de una chica adicta (la pelirroja Kelly Reilly), que se arrastra entre sets de films porno, nidos de traficantes y tugurios, rogando por unos gramos de heroína para inyectarse. Si alguien supone que el piloto y la chica cruzarán sus caminos, entre botellas e intentos de recuperación, es que vio demasiadas películas de Hollywood: acertó. Junto con el (melo)drama de conciencia y regeneración circula el drama judicial, a partir del momento en que se descubre que cuando subió al avión, Whitaker tenía en sangre todo lo que podía tener. Hay un abogado defensor, de esos que se saben todas las tramoyas (Don Cheadle, siempre un grande), un representante del sindicato de pilotos que intenta tapar la condición de adicto del protagonista (Bruce Greenwood, buenísimo también) y una investigadora con fama de implacable (otra grande, Melissa Leo). Unico detalle celebrable, la aparición del inmenso John Goodman, como dealer personal de Whitaker, con colita, camisas floreadas y dándoles órdenes a gritos a abogados, sindicalistas y hasta a los ursos de seguridad de la compañía aérea.
Dicen que uno aprende a valorar lo que tiene una vez que lo pierde. Digo esto porque yo era una de esas personas que renegaba en cierto modo del cine que apuntaba directamente al impacto visual y de escaso contenido que últimamente venía realizando Denzel Washington (sobre todo de la mano del recientemente fallecido Tony Scott, con quien realizó cuatro films). Hoy tras ver "The Flight", extraño esas películas que al menos nos brindaban dos horas de puro entretenimiento, requisito que este film no llega a cumplir del todo principalmente por su excesivo metraje de 140 minutos y que Robert Zemeckis en su regreso al cine con actores después de doce años (tiempo en el que realizó tres films de animación mediante el sistema motion capture), evidencia ciertas dificultades para darle fluidez y ritmo al relato. Claro que no estamos ante un mal film, pero esa necesidad del director de intentar abarcar varios géneros al mismo tiempo, le resta puntos al resultado final. Por momentos tenemos un excelente ejemplo de cine catástrofe que pasa de repente al no tan convicente drama familiar, así como de una interesante sub trama romántica que se vuelca al ya tan transitado terreno del drama judicial que termina siendo uno de los puntos de menor acierto, sobre todo en su pobre resolución. La historia, muy simple, es la del piloto de avión Whip Whitaker (Washington) y ya en la primer escena vemos cual será el principal problema que tiene y futuro detonante para el resto del relato, su adicción al alcohol y a las drogas. A horas de abordar un vuelo con un centenar de pasajeros, lo vemos despertar, beber, fumar hierbas y aspirar cocaína. Lo sabe disimular y en ese estado se siente muy capaz de volar, sabe como hacer su trabajo. Pero un desperfecto técnico provoca que pierda el control y el avión caiga en picada. En la escena mejor realizada de todo el film y no apta para cardíacos, vemos como Whip mediante una increíble (en todo sentido) maniobra logra aterrizar, salvando a casi la totalidad de los pasajeros. Apenas llegado al hospital, una muestra de sangre revela el estado en que este piloto condujo su vuelo y dado que de las seis personas que perecieron cuatro eran pasajeros, se abre una investigación sobre si fué o no responsable de la tragedia. Mientras está internado conoce a Nicole (Kelly Reilly), adicta como él pero con la diferencia de que sí está dispuesta a rehabilitarse y comienzan una relación en el que ella tratará de ayudarlo. Hasta bien entrado el film, la estructura se sotiene gracias a la pareja central, a la impecable, pero breve labor de John Goodman como el dealer personal de Whip y a alguna que otra escena bien lograda (como la charla que tres pacientes mantienen en las escaleras del hospital mientras fuman a escondidas). Pero cuando llega la segunda mitad y se abre la investigación a cargo de un correcto Don Cheadle, se pierde fuerza, el relato se estanca, volviéndose un denso, previsible e intentando dejar un aleccionador, forzado y discutible mensaje sobre ética y moral. Denzel está bien, aunque ha estado mejor y no sé si esta vez se justifica su nominación al Oscar a mejor actor y sin dudas una impecable banda de sonido que incluye temas de Joe Cocker, Bill Withers, Rolling Stones, Red Hot Chilli Peppers, Marvin Gaye y John Lee Hooker, entre otros se convierte en lo mejor de un film desparejo y demasiado pretencioso, pero que no siempre cumple. Tal vez si Zemeckis hubiera apuntado intentado no volar tan alto y hubiese elegido una ruta más directa, sin dudas este vuelo hubiera llegado mucho más lejos.
"INTERESANTE REGRESO DE ZEMECKIS AL CINE CON ACTORES" Ya desde “Días sin huella” de Billy Wilder se ha explorado un tema tabú como el alcoholismo. Mucho antes de que ir a “Alcohólicos anónimos” fuese una práctica asumida para los bebedores empedernidos arrepentidos, el tema del vicio de beber no era un tópico al que el cine haya recurrido todo el tiempo. Obviamente luego vinieron gran cantidad de filmes haciendo alusión a esta temática; cabe recordar algunos exponentes cinematográficos como “Adiós a Las Vegas” de Mike Figgis, con el premio Oscar para Nicholas Cage; “Barfly” de Barbet Schroeder, con Mickey Rourke; “Cuando un hombre ama a una mujer” de Luis Mandoki, con Meg Ryan; y más recientemente “Loco corazón” de Scott Cooper, con el merecido Oscar para Jeff Bridges. La Academia de Hollywood suele tentarse con estos roles, y esta vez le toca a Denzel Washington ser de la partida: está nominado como Mejor Actor en este nuevo filme del creador de “Forrest Gump”, la trilogía de “Volver al futuro” y “Náufrago”, entre tantas otras: Robert Zemeckis.Tras una década dedicado al cine de animación, el director regresa con una honda trama dramática, con un antihéroe que no la pasará nada bien a lo largo del guión que lo tiene como centro. En este caso, el tema del alcoholismo aparece unido a un hecho catastrófico que tiene lugar arriba de un avión. Whip Whitaker (Washington) es un experimentado piloto al que le gusta beber antes y durante el vuelo comercial que debe pilotear. Por una falla en su avión consigue realizar un milagroso aterrizaje, salvando a casi todos los pasajeros de su vuelo; pero luego del accidente, las investigaciones de rigor irán comprometiendo a Whip que, a pesar de haberse tornado casi en un héroe, se verá convertido en un peligroso chivo expiatorio, y su condición de bebedor no lo ayudará para nada. El filme tiene un prólogo atrayente: además de presentarnos a Whip, el personaje principal y excluyente del guión de John Gatins, su primera media hora recorre, principalmente, las instancias previas del accidente aéreo que luego se presenta ante nuestros ojos en tiempo real y pone los pelos de punta, haciendo que el espectador se aferre a su asiento como si estuviera a bordo de ese fatídico vuelo. La labor actoral de Denzel Washington es irreprochable, aunque tampoco sobresale demasiado de su extensa filmografía. Es cierto que el guión (y por ende, la cámara) casi no se aleja nunca de él; salvo en las primeras escenas en que vemos al personaje coprotagónico femenino en la piel de Kelly Reilly, la presencia de Washington es constante y toda la acción avanza con él como protagonista, y ello dota de sustancial peso a su performance. Sí es de destacar la actuación de Reilly que, con su triste y extenuada mirada delineada de negro, su personaje pide ayuda a gritos, a pesar de su aguda y frágil voz. El elenco se completa con los correctos Bruce Greenwood, Don Cheadle y Melissa Leo, pero una mención aparte merece el gran John Goodman que, a pesar de tener poquísimas y breves apariciones, cuando asoma es para dar un poco de aire fresco ante tanta densidad dramática, aportando su histrionismo en un rol que, en la vida real, no sería para nada simpático y hasta podría ser comparado con el mismísimo diablo. Sin embargo, Goodman saca las pocas risas que puede provocar esta nueva (e inusual) apuesta de Zemeckis. Lamentablemente, los últimos 5 minutos se tornan extremadamente moralistas y edificantes, alejados del planteo propuesto a lo largo de los 133 minutos previos, que no le hacen honor a lo sugerente de la propuesta general (de hecho, en el guión original escrito por Gatins, no figuraba este final). Sin embargo no llega a arruinar la película, que logra ser entretenida y nos hace sufrir con los altibajos constantes de su personaje central.
Un héroe herido y culposo La idea de la salvación, presente desde siempre en el cine, es la vara rectora de la vuelta de Robert Zemeckis –Forrest Gump, Volver al futuro y sus incursiones por la animación como Los fantasmas de Scrooge y El expreso polar–, con una película que demuestra que está en su mejor forma y que su mirada sigue siendo piadosa con sus criaturas, aunque las muestre desesperadas, confusas y hasta culpables. La idea de la salvación, presente desde siempre en el cine, es la vara rectora de la vuelta de Robert Zemeckis –Forrest Gump, Volver al futuro y sus incursiones por la animación como Los fantasmas de Scrooge y El expreso polar–, con una película que demuestra que está en su mejor forma y que su mirada sigue siendo piadosa con sus criaturas, aunque las muestre desesperadas, confusas y hasta culpables. El vuelo es la historia sobre Whip Whitaker (Denzel Washington, nominado al Oscar por su excelente trabajo), veterano piloto comercial, alcohólico y adicto a las drogas, una vida que podría dar paso a un conflicto lineal, esto es, cómo las miserias del ámbito privado funcionan como la preparación para la tragedia. Sin embargo, luego de un comienzo con el personaje en un festival de excesos, que da paso al estremecedor colapso de un avión de pasajeros en pleno vuelo y la maestría del piloto para evitar el accidente, el relato se complejizas y aborda cuestiones tales como el peso de la verdad, el juego entre los organismos de control, el sector privado y los sindicatos. Porque Whitaker es un héroe pero también es alcohólico y adicto, una combinación letal para el responsable de decenas de vidas. Mientras rehuye la atención de los medios, el protagonista sigue sin tener relación con su hijo, batalla con su ex esposa y parece dispuesto a tocar fondo aferrado a la euforia de las drogas suministradas por un excéntrico dealer (enorme John Goodmano) y el comienzo de una relación amorosa con una heroinómana (Kelly Reilly). Un héroe herido, que parece querer hundirse. Lo que hasta ese momento el film había presentado como una historia llena de meandros, barro, agachadas y contradicciones morales, que había logrado sortear las interpretaciones fáciles y de manual del cine mainstream, desemboca en un final aleccionador que no se corresponde con el resto del relato. El vuelo es una interesante película, que la mayoría de las veces arriesga y sorprende.
Catástrofe aérea que atrapa hasta que se vuelve melodrama Esta es la segunda película de Zemeckis con catástrofes aéreas. La otra, "Náufrago" era bastante mejor, aunque por suerte ésta no tiene escenas ridículas con Denzel Washington hablando con alguna pelota de básquet. Aquí, Washington es un piloto de vida, por lo menos, disipada. Tiene que llevar un jet de línea desde Orlando a Atlanta cargado con más de cien personas, pero la noche anterior se la pasa de juerga con una azafata, y como desayuno se toma un poco de cocaína y unas botellitas de vodka del avión, más un café con un par de aspirinas. El tiempo es malo y el avión, se ve en seguida, está en malas condiciones. La primera parte del film, con el accidente aéreo contado junto a una historia paralela de una adicta a la heroína (Kelly Reilly) mezclada con oscuros personajes del negocio del cine porno parece anunciar algún tipo de thriller, pero pronto el argumento va dejando de lado todo atisbo de suspenso para convertirse en un melodrama de lo más anticuado sobre la lucha del piloto contra su alcoholismo. Este clima un tanto obvio se sostiene por la presencia de Denzel Washington y por la subtrama que de-tonan sus problemas emocionales. La investigación sobre el accidente aéreo, permite la intervención en el film de dos grandes actores, Bruce Greenwood como el encargado del sindicato de pilotos y, especialmente, un brillante Don Cheadle como el abogado que tiene que eliminar del expediente el análisis toxicológico del comandante del vuelo, cuya pericia sin duda salvó muchas vidas pese a no estar en la mejor forma aquella mañana. John Goodman aporta un poco de humor en las breves escenas que aparece como el dealer de drogas del protagonsta, cuya presencia se vol-verá imprescindible en la mejor escena del film. En cambio, toda la historia de amor con la adicta a la heroína que el piloto conoce en el hospital donde está curando sus heridas es de lo más típicamente sensiblero que haya abordado un director como Robert Zemeckis, que a veces se muestra totalmente convencional y sin el pulso de antaño. El argumento tampoco lo ayuda mucho, ya que no sólo parece digno de algún telefilm moralista, sino que por momentos es francamente inverosímil. El talento involucrado, la tensión de las escenas de la catástrofe, y lo interesante del tema de la investigación de un accidente aéreo salvan el resultado, que de todos modos se puede dejar de ver perfectamente hasta que el film sea editado en DVD o lo pasen por el cable.
Un accidente que deja secuelas El filme tiene una admirable secuencia de cine catástrofe, una de las mejores de las realizadas en cine y la ratificación de un Denzel Washington, interpretativamente imbatible con un impecable diseño de producción. Su protagonista es Whip Whitaker (Denzel Washington), un piloto adicto a las drogas, de vida bastante movida. Hay una impresionante catástrofe en un vuelo de Orlando a Atlanta, con él en los comandos, que pone en riesgo mortal a sus más de cien pasajeros, una actitud increíble que le permite controlar al avión y llegar a tierra, con el mínimo de consecuencias mortales y el desmadre de la masa mediática eleva a Whitaker, a la categoría de héroe. Si a esto se suma el escándalo posterior al descubrirse en qué condiciones viajó, el caos es completo. CINE CATASTROFE El piloto Whip Whitaker pasa de héroe a antihéroe, de antihéroe a paria y a varios estados más, recorriendo manifestaciones de cine catástrofe, drama psicológico, ronda de terapia, comedia sentimental y juicio final. La película del polifacético Robert Zemeckis ("Volver al futuro", "Forrest Gump"), un director que acostumbra presentar al hombre común, cambiante, ante la fuerza de las circunstancias, juega con la tensión y el suspenso tratando de mantener el equilibrio en un filme con una primera parte verdaderamente impactante. Su estructura mantiene el concepto de variedad y ritmo que lo caracteriza, agregando el dilema ético moral y la frágil y veleidosa incorporación de la presión social. Denzel Washington se zambulle en un personaje rico y polifacético que puede capear las condiciones de héroe-antihéroe, mostrando la soberbia inicial del hombre que se cree superpoderoso y al que el destino le tiende una trampa, o una excusa para la salvación. MARIDO Y AMANTE El carismático actor, a través de su papel, pasa con admirable seguridad de la disipación al thriller, sin disimular su condición de problemático ex marido, padre o amante. A su lado revolotean un abogado hábil, un representante sindical, una ex drogadicta con alma de redención, una fiscal absorbente y un amigo traficante, Harling Mays (el imperdible John Goodman), todos en una ronda que no termina de desbordarse y arriba a un final no del todo convincente. "El vuelo" tiene una admirable secuencia de cine catástrofe, una de las mejores de las realizadas en cine y la ratificación de un Denzel Washington, interpretativamente imbatible con un impecable diseño de producción. Un buen drama, con algunas simplezas narrativas y varios minutos de más no impiden que la película atrape y cumpla con el imprescindible mandato de entretener.
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Sobreviviendo El avión está a punto de despegar, es un vuelo de apenas cincuenta minutos y obviamente todos desean llegar a destino sanos y salvos. Lo que los pasajeros ignoran es que el piloto de la nave viene de una noche de sexo, alcohol y drogas, pero además es uno de los mejores en lo suyo. "Whip" Whitaker (Denzel Washington), el piloto, debe lidiar con una gran tormenta apenas a minutos de despegar, la que gracias a su pericia y experiencia logra sortear satisfactoriamente y dejar entonces el avión en manos de su copiloto. Pero un desperfecto técnico pone nuevamente en apuros a la tripulación y obliga a Whitaker a tomar el control nuevamente, y sacar lo mejor de sí para salvar a los 102 pasajeros que lleva a bordo. Luego de un inicio que remite a lo mejor del cine catástrofe, el relato deviene en la investigación de los hechos que provocaron la caída del avión y en el drama personal que sufre el protagonista por ser alcohólico. Washington vuelve a lucirse en una actuación estupenda, secundado por un desopilante John Goodman que aporta los momentos más divertidos del filme, y una Kelly Reilly deslumbrante en su rol de adicta en busca de redención. Zemeckis sabe contar historias, suele administrar los relatos con inteligencia, pero en este caso se empantana en la mitad, se vuelve reiterativo y provoca cierto tedio que afortunadamente no tarda en reemplazar con algo de tensión, la que acompaña la resolución del conflicto. De final algo moralizante, pero sin faltar el respeto al espectador, "El Vuelo" ofrece un buen rato de cine industrial, entretenido, y de calidad.
Robert Zemekis pone toda su experiencia al servicio de un entretenimiento que mantiene en vilo al espectador. Un piloto, que ha tomado de más y esta drogado, salva a casi todos los pasajeros y tripulantes de un avión en problemas. Lo tratan como a un héroe hasta que se descubre cuál era su estado. Adicciones, arrepentimientos, manejos legales, y la eficacia de un Denzel Washington con todos sus matices. La escena del accidente es aterradora, el film entretiene. (###)
El predicador Zemeckis Luego de 12 años de estar alejado del cine de carne y hueso, años que dedicó a producir algunas películas y a dirigir una trilogía animada que no conformó a nadie (El Expreso Polar, Beowulf y Los Fantasmas de Scrooge), volvió Robert Zemeckis a la dirección de películas no animadas. El Vuelo (Flight) es la película elegida para este esperado y demorado regreso. Esperado regreso potenciado por la historia de este director, que antes de este último tenía solo 12 largometrajes de ficción no animados (al menos no 100% animados), entre los que se cuentan varios nuevos clásicos como la trilogía de Volver al Futuro (Back to the Future I, II y III), Quién engañó a Roger Rabbit (Who Framed Roger Rabbit), Forrest Gump y El Náufrago (Cast Away). El resultado es una película dispar. Cuenta la historia de Whip Whitaker (Denzel Washington), un piloto de avión que bajo los efectos del alcohol y las drogas, logra maniobrar el avión que conducía salvándole la vida a 96 personas. El problema es que mueren 6, y que más allá de que los estupefacientes no parecen haber influido en el accidente, el piloto será investigado por la justicia para esclarecer el hecho. En los aspectos formales la película parece funcionar de maravilla. Por más que se haya alejado un tiempo Zemeckis sabe lo que hace, y sabe como contar una historia. Ahora, en otro aspecto la película molesta y mucho. Hay un tratamiento algo obsceno de la religión y la fe que me desconcertó un poco. En todo momento esperé que esa catarata de simbologías religiosas desemboque en una ironía que nunca llegó. Ojo, no importa qué religión sea, lo importante es la fé... pff. La película se torna tremendamente aleccionadora con un final casi ejemplificante. Aunque cerca del final la película parece querer cambiar de rumbo en lo que representa el mejor momento del film. Aquel en el que el personaje de Washington tiene la recaída final, que parece el momento más dramático de la película, con un primer plano de una botella de vodka de minibar, como el gran villano. En ese instante, cuando la película se termina de transformar en una propaganda, el drama se resuelve con una escena humorística protagonizada por John Goodman que nos saca de lugar y nos permite reírnos de todo lo que estábamos viendo. Ese simple momento le da aire a una película a la que no le quedaba aliento. Lamentablemente esa escena es solo una escena y la película cierra como un libro de autoayuda. El Vuelo es una película que no termina de caerme bien, pero que no me cae del todo mal. Un poco menos de Paulo Coelho le habría venido bien, muy bien.
Un regreso digno pero con altibajos Con El Vuelo se produce el esperado retorno del consagrado Robert Zemeckis a la dirección de films no animados. Al bueno de Robert lo habíamos dejado en penitencia luego de que nos defraudara con sus últimos trabajos rodados con la técnica de captura de movimiento. Ni El Expreso Polar (2004) ni Beowulf, la leyenda (2007) ni Los Fantasmas de Scrooge (2009) han estado a la altura de un realizador que en los 80 y 90s nos deleitó con algunos de los títulos más emblemáticos del cine estadounidense (¿es necesario recordar cuáles son?). De algún modo es como si Náufrago (2000) fuera la última película que uno recuerda con cierto cariño y respeto. Encaprichado con la animación para Zemeckis la década pasada transcurrió con más pena que gloria. Para colmo su entusiasmo provocó un efecto contagio en su antiguo mentor Steven Spielberg quien asociado con Peter Jackson incursionó en el rubro sin mucho éxito artístico con Las Aventuras de Tintín (está planificada una segunda entrega para el 2015). Lo importante en todo caso es que hay una buena y una mala noticia. La buena es que El Vuelo nos muestra a nuestro admirado Zemeckis en pleno uso de sus capacidades, que no son pocas, para contar una historia con su reconocido pulso narrativo intacto. La mala es que el material escogido es de un interés relativo, al menos para mí, y sufre del síndrome “telefilme de la semana”. El paquetito es lindo, la envoltura también, pero el contenido no genera ninguna emoción en particular. Un avance modesto sería la conclusión más justa. El director de la trilogía de Volver al Futuro ha logrado reunir a buena parte de su equipo habitual (entre ellos el DF Don Burgess y el compositor Alan Silvestri) y se ha rodeado de un estupendo plantel de actores para plasmar un relato que prioriza el estudio de caracteres y se desentiende de innovar o sorprender desde el plano argumental. El guión de John Gatins toca varias cuerdas del género pero no profundiza mucho en ninguna de ellas: hay algo de cine catástrofe, una innecesaria subtrama romántica con la colorada Kelly Reilly (la inglesita descubierta en Eden Lake), un esbozo de drama familiar, toques de humor y una secuencia final con una audiencia símil juicio que permiten el lucimiento de varios intérpretes secundarios (John Goodman, Don Cheadle, Melissa Leo) y no mucho más. La diversidad de elementos puestos en pantalla no terminan de cohesionar como deberían y estiran una trama cuyo ritmo de a ratos se resiente sin llegar al extremo de aburrir. En los 25 minutos iniciales tenemos una presentación de alto impacto con el accidente de aviación que dispara el drama concreto del Capitán William “Látigo” Whitaker (un tremendo Denzel Washington): el hombre es adicto a las drogas y un borracho perdido. Que en estado de ebriedad consiga la hazaña de aterrizar de emergencia una nave con más de 100 pasajeros a bordo salvando la vida de casi todos no quita la gravedad de su condición y una alarmante falta de profesionalismo. Por extraño que parezca, aún alcoholizado, Whitaker exhibió recursos notables para pilotear el avión cuando nadie hubiese podido hacerlo ni siquiera estando sobrio. Este ser atormentado que ha perdido a su mujer e hijo debido a sus excesos con la bebida se convierte de la noche a la mañana en una figura mediática ensalzada por propios y extraños. La situación cambia drásticamente cuando se revela la presencia de sustancias prohibidas en los resultados de los análisis de toxicología que le efectúan en el hospital donde se recupera de sus heridas. Aquí entran en juego su amigo del sindicato Charlie (Bruce Greenwood) y el abogado Hugh Lang (Don Cheadle) que interviene para intentar salvarlo del escarnio público y, todavía más importante, de evitar que la Justicia lo condene penalmente. John Goodman, en un rol muy pobre para un actor de su estatura, encarna a un “dealer” cool siempre listo para “ayudar” a Whitaker. Kelly Reilly, por su parte, es Nicole, una heroinómana que el piloto conoce en el hospital y a la que invita a pasar una temporada con él en su granja oculta al escrutinio de la prensa. El último personaje que voy a mencionar es el de la investigadora Ellen Block, un papel que Melissa Leo resuelve con suma autoridad pero que carece de desarrollo. Esta representante de la National Transportation Safety Board (Junta Nacional de Seguridad del Transporte) es, apenas, la amenaza visible para que la película cuente con un antagonista humano. Porque para Witaker hay un solo rival a vencer y es él mismo. Zemeckis narra esta lucha interna con su proverbial solvencia técnica y un buen gusto innegociable para la puesta en escena. Con algunos ajustes más de guión el saldo final sería mucho más satisfactorio. Tal como están las cosas, El Vuelo es un filme menor y correcto con una nominación al Oscar lógica para Denzel Washington y otra para el escritor John Gatins francamente incomprensible.
Días de vino y vuelos Luego de más de una década y de tres problemáticas incursiones en el cine animado bajo el método de la captura de movimiento (El expreso polar, Beowulf y Los fantasmas de Scrooge), Robert Zemeckis retorna al cine de acción en vivo y demuestra que si bien el tiempo pasó desde Náufrago, aún mantiene su mano firme como narrador. Y esto es más que necesario en una película que parece estar integrada por varias mini-películas que se fusionan entre sí, con una mirada que resulta contradictoria sobre los temas que aborda (la autosuperación, la fe, las adicciones, la familia, el heroísmo) y donde siempre, una y otra vez, Zemeckis logra volver al hueso del relato: el conflicto de un hombre, Whip Whitaker, un piloto de aviones alcohólico y drogadicto, y su insuperable espíritu autodestructivo. Es que así como Whip logra mantener un avión que se va en picada, haciendo un inverosímil loop en el aire, para salvar a casi toda la tripulación, Zemeckis mantiene a flote un relato que con otra mano detrás de cámaras podría haberse estrellado. Reconozcamos que finalmente se llega a buen (aero)puerto, aunque siempre queda algún herido en el camino. Antes que nada, sorprende Zemeckis en este regreso por la explicitud en la manera de mostrar algunas cosas: referente del ala más blanca de Hollywood de las últimas cuatro décadas (aunque La muerte le sienta bien lo muestre como el hermano revoltoso), el director arranca El vuelo con desnudeces y drogas, expuestas sin contemplaciones. Esto, que no debería llamarnos tanto la atención, hace ruido en el ojo acostumbrado al habitualmente mojigato registro del cine industrial norteamericano. Claro, también podemos entenderla como la mostración del lugar desde el cual parte el personaje principal: un infierno al cual cae en picada y del que le costará salir. Sea como sea, Zemeckis tanto aquí como en otros pasajes, no parece tener muy en claro qué decir sobre lo que tiene que decir. O, para mejor, todos estos años en los que estuvo alejado del cine de acción en vivo, le quitaron algunos filtros y en el regreso se permite mostrar un poco más desinhibido. El vuelo parece una película que tiene sólo fe en el relato y en la capacidad del mismo como constructor de historias: un poco, también, lo que le ocurre a Whip y su erigirse como héroe. Decíamos de las varias mini-películas que van dándole identidad a El vuelo. El arranque es casi de cine catástrofe y suspenso (otra vez después de Náufrago Zemeckis como pocos filmando un accidente aéreo), pero hay pasajes de drama familiar, otros de drama sórdido sobre adictos, alguno más reflexivo sobre el heroísmo falso y la culpa, también sobre romances autodestructivos, y hasta una última parte que es como una mini película de juicio. De todos estos destinos que Zemeckis transita con su nave, el último, es el peor: es el del intento de redención del personaje, que lo termina convirtiendo muy a su pesar en el drama edificante de la semana. Y esto ocurre a los muy pocos minutos de una de las secuencias más osadas del mainstream hollywoodense en años: la recuperación de una noche de borrachera con un par de rayas de coca. En todo caso, repetimos lo anterior: todo está en El vuelo, lo virtuoso y lo vulgar, y uno puede elegir por aquello que más le interese (la forma en que aborda la adicción al alcohol del protagonista es por demás acertada y sin contemplaciones). La película cuenta con muchos simbolismos religiosos como para creerla un tratado sobre la fe, pero a la vez nos demuestra que sólo la virtud del autodestructivo piloto impidió el accidente. También está la moralina sobre dejar los vicios, pero a la vez se muestra a esos vicios como lazos que no son más que cuestiones constitutivas de nuestro ser. Y si eso somos nosotros, ¿por qué dejarlo atrás? Por eso una de las escenas más interesantes es aquella en que tres enfermos se encuentran en la escalera del hospital donde están internados, y charlan sobre la vida, la muerte, sobre lo correcto y sobre lo que no lo es. Es un diálogo sin certezas, un poco como el film mismo. Y de refilón vemos algunas internas empresariales y sindicales atractivas en su manipulación de la verdad. El vuelo es en definitiva la película de un agnóstico que no se decide del todo, pero que a la vez deja en stand by la posibilidad de una entelequia, de una mano invisible que controle y ordene. Como en todo el cine de Zemeckis, los personajes son un poco presas de su propio genio, mientras la historia los atraviesa.
Un viaje de ida y vuelta La metáfora se impone: el vuelo despega muy bien. Suena el despertador, después el teléfono. "Látigo" Whitaker atiende para discutir con su ex mujer mientras Katerina, completamente desnuda, busca su ropa interior. El desnudo es frontal y la cámara sigue el movimiento del cuerpo en el reducido espacio de la habitación sin cambiar de ángulo. Extraña decisión de puesta en escena. "Látigo" es un experimentado comandante de una línea aérea; Katerina, una de las azafatas. La relación que tienen va más allá de encamarse en un hotel de aeropuerto. Tal vez se aman y comparten un amor ilimitado por el alcohol. Tras una noche de sexo y esplendor etílico, antes de alistarse para un nuevo vuelo, nivelarán la resaca con unas líneas de cocaína. Es un día lluvioso. Después de un despegue complicado por la tormenta, Whitaker y su tripulación parecen haber conquistado la normalidad. Los pasajeros aplauden. Pero la suerte no está del todo a su favor (o los designios de Dios son demasiado misteriosos) y el avión perderá estabilidad y se irá a pique. La secuencia no es menos que alucinante, y una vez más la metáfora es precisa aunque paradójica: la película sigue levantando vuelo. Gracias a la pericia de "Látigo", la tragedia será menor: seis víctimas fatales en un vuelo de más de cien pasajeros. Un milagro dirán algunos, acaso Dios se ha convertido en piloto, pensarán otros. Con seguridad, El vuelo no será uno de los filmes del menú de entretenimiento de los vuelos comerciales, pero es muy probable que se convierta en título obligatorio entre las asociaciones de alcohólicos anónimos. Después del gran accidente, El vuelo no será otra cosa que un drama de superación en un contexto jurídico con giros teológicos. Poco importa que quienes investigan el accidente descubran o no la alta dosis de alcohol en el organismo de Whitaker, ya que el centro dramático pasa por la redención y su secreto vínculo con la verdad. El regreso de Zemeckis al cine de carne y hueso (después de tres películas de animación) no tiene el vuelo de Náufrago, su mejor película hasta la fecha. Whitaker es también un sobreviviente, pero la película no sobrevive al accidente. De ahí en adelante El vuelo se transforma en una demostración forzosa de las debilidades de un alcohólico. La ilustración esquemática de un vicio y sus trampas podrá ser convincente para un moralista o un terapeuta, pero insuficiente si se trata de filmar el sufrimiento de un hombre.
ATERRIZAR EN LA REALIDAD Buen entretenimiento y otro gran trabajo del enorme Denzel Washington, aquí dándole vida a un piloto alcohólico y drogón que se vuelve súbitamente famoso al lograr aterrizar un avión en condiciones absolutamente adversas. Pero claro, si salen a la luz sus adicciones, todo se derrumbará. La culpa, la responsabilidad, la desesperación la mentira y la soledad del vicioso se alternan en este relato que es cine catástrofe, thriller y un melodrama sobre la recuperación y el remordimiento. Es una historia bien presentada, pero el libro deja algunos cabos sueltos y apuesta a un final facilista y con mensaje superador. Hay suspenso (la escena en el avión es impecable), buenos personajes (el abogado, el proveedor, el amigo) y sostiene el interés. Pero no es un gran filme. En lugar de aprovechar el juicio para abordar el tema desde sus varias aristas, apela a un desenlace poco convincente. Washington está magnífico: manipulador, culposo, soberbio. “Nadie me puede enseñar a mentir. Soy alcohólico y siempre he tenido que mentir”, explica. Pero al final, cuando se encuentra con la verdad, su vida tocará tierra.
El reconocido director Robert Zemeckis, responsable de la inolvidable trilogía de Volver al Futuro, clásicos del cine como La muerte le sienta bien o Forrest Gump, y que en los últimos años se dedicó a dirigir películas animadas con la técnica del motion capture (El Expreso Polar, Beowulf, la leyenda y Los fantasmas de Scrooge), vuelve a trabajar con actores en pantalla en un film que demuestra una vez más su manejo del lenguaje audiovisual y arriesga un poco más, en un relato que a través de su temática pasa magistralmente de un género inicial a otro. El vuelo se centra en Whip Whitaker (Denzel Washington), piloto de avión que tras un aterrizaje de emergencia salva la vida un centenar de pasajeros y es agasajado como un héroe nacional. Sin embargo, cuando se pone en marcha la investigación para determinar las causas de la avería, se descubre que, probablemente, fue precisamente el piloto quien puso en peligro la vida de los pasajeros debido a su alcoholismo. Ya desde el comienzo, Zemeckis se anima a transgredir visualmente en una escena con desnudos, resaca de alcohol y rayas de cocaína que preparan el terreno para una secuencia de acción brillante, con la tensión y dramatismo propias del cine catástrofe pero con un realismo y verosimilitud, ya sea por la puesta en escena pero fundamentalmente por la habilidad de un piloto que parece invencible y demuestra que tiene el control incluso cuando el avión se va de picada, que hacen que el espectador viva la experiencia con más realismo. Una primera media hora, grandiosa, en la que nos muestra al personaje, su pecado y sus incuestionables virtudes como piloto. Cuando el piloto despierte del accidente, el relato vira hacia el drama de un hombre que no cree en nada ni en nadie, adicto a las drogas y alcohólico irremediable que se convierte en figura mediática al aterrizar un avión en las condiciones más adversas imaginables, y cuya adicción le ha costado su esposa y su relación con su hijo adolescente. Zemeckis propone un vuelco a su historia y la desplaza hacia el drama de este piloto que convencido de su acto heroico (en el que es válido pensar que fue posible gracias a las drogas más su capacidad como piloto) y negador de su enfermedad, deberá afrontar también el juicio del accidente. La película explora dramáticamente sobre el alcoholismo, las adicciones, el proceder de las compañías aéreas, los manejes legales y la idea del destino, del encuentro casual que da lugar a sucesos inesperados y que llevan al ser humano a tomar determinadas decisiones. Pero también invita a la reflexión sobre una sociedad que juzga con ojos mediáticos, donde lo que importa es el resultado y al cual muchas veces se llega de la manera menos pensada. Denzel Washingto realiza una estupenda actuación, dando vida a este complejo personaje y dotándolo de una expresión y realismo tal que logra la mimesis del espectador, aun en sus momentos más terribles. Lo acompañan un gran reparto, donde también se luce John Goodman, que con un papel algo estereotipado pero con su explosiva personalidad y jerarquía, deslumbra en las dos veces que aparece y contribuye con dosis de comedia a un relato que sabe presentarlos en el momento justo. El Vuelo es un film que comienza transgresor, con acción y adrenalina, con logradas escenas, una historia verosímil con personajes cuyos conflictos internos parecen no resolverse nunca y una gran dirección que mantiene el hilo narrativo de una manera atrapante. Pero sobre el final, inexplicablemente, Zemeckis opta por la típica resolución hollywoondense donde prima la corrección política, tirando por la borda mucho de lo interesante que el relato fue dejando.
Robert Zemeckis pudo pasar por autor hace unos años (gracias a sus tres Volver al futuro, o a la aún a la espera de revaluación Forrest Gump). Después se dejó llevar por la versión más fea de la tecnología de captura de movimiento (Beowulf, olvidemos) y ahora viene con un drama-aventura-comedia con Denzel Washington que confirma que es un gran director de actores, que sabe manejar el aparato cinematográfico para lograr tensión y emociones variadas, y que en el fondo sabe penetrar en el alma de sus criaturas. Aquí se trata de un vicioso piloto de avión que aterriza milagrosamente un avión y se vuelve famoso, aunque las cosas no son ni tan heroicas ni tan claras. Y se trata, también, de un personaje complejo que se muestra menos por sus palabras que por sus acciones, especialidad de la casa para Washington. El problema con Zemeckis es que le interesan más las secuencias aisladas que el film total, un defecto que a veces no se nota (Volver al futuro II, por ejemplo, o la complementaria a El Vuelo, Náufrago) pero aquí deja huecos para el tedio.
Una experiencia religiosa Gracias a Dios por Robert Zemeckis. Siempre el cine de Zemeckis tuvo una interesante faceta religiosa. Sin embargo, fue a partir de La Muerte le Sienta Bien, donde Zemeckis empieza a incluir en su cine elementos relacionados con las segundas oportunidades, la redención y… los milagros. De acuerdo, el tono era de comedia negra y satírica, pero poco a poco el humor se fue volviendo más serio, y si tenemos en cuenta el lugar que ocupa la religión para Forrest Gump (antihéroe creyente) o la disputa entre creencia divina y ciencia en Contacto, nos vamos dando cuenta que el “tema” destino versus fe, que el azar no existe y todo pasa una razón “misteriosa” forma parte de la ideología del director, que desde Volver a Futuro confía en que los accidentes no existe, e incluso el amor puede ser planeado. Sin embargo, Zemeckis fue interesándose cada vez menos en la ciencia, y más en la fantasía o filosofía más básica. No por nada Naúfrago, no es solo una historia de supervivencia, sino una lección moral sobre nunca perder la fe ni la esperanza. Después vino la trilogía “caption motion” que posiblemente, se haya tratado del mayor paso en falso de su director, donde las convicciones religiosas de Zemeckis se confirman con dos cuentos que celebran los íconos navideños en gran expresión (El Expreso Polar, Los Fantasmas de Scrooge) y una tercera obra, donde los protagonistas – a pesar de ser escandinavos – se guían por los dioses (Beowulf). No es que yo rechacé el “caption motion” de Zemeckis, de hecho las tres películas, especialmente Beowulf, me han gustado bastante. Pero lo cierto, es que eran obras que el mismo director con actores de carne y huesos, hubiese convertido en películas mucho más vívidas y menos artificiales. Quedó claro tras el fracaso de Marte Necesita Mamás, que es una tecnología a la que todavía le falta desarrollarse mejor. Es necesario que los personajes respiren un poco más. Aún así, si todavía le tengo fe a esta herramienta audiovisual es gracias a Las Aventuras de Tintín y el sabio uso que supieron darle Spielberg/Jackson para la adaptación de las novelas de Hergé. Volviendo a Zemeckis, el estreno de El Vuelo nos muestra el perfil más evangelista del realizador. Seguramente el guión de John Gatins en manos de otro director se hubiese convertido en una película para televisión más o en esas obras financiadas por la Iglesia Universal (como la saga Left Behind con Kirk Cameron). O sea, el elemento eclesiástico está presente en toda la obra. Teniendo en cuenta las convicciones religiosas de su protagonista, Denzel Washington, no quedan dudas porque eligió este proyecto. Se trata de una historia que condena todo tipo de vicio (llámese alcohol, marihuana, cocaína, heroína, sexo promiscuo) de la forma más obvio y didáctica posible. Acaso la inteligencia de Zemeckis es que esto esté escondido, tenga una sutil inferencia. Pero si nos fijamos en los detalles, no es en realidad la gran habilidad del protagonista lo que lo salva de morir, sino en el hecho de que cada vez que está en peligro hay una “intervención” divina, llámese el rezo de algún compañero, un “Dios mío” librado supuestamente al azar, o la presencia de alguna iglesia o panfleto evangelista. Son detalles que construyen el mensaje subliminal de la historia. Para salvarse, es necesario tener fe y creer. Claro, que un maestro de la narración como Zemeckis hace magia, pilotea la trama, le da ritmo, suspenso, intriga, incorpora numerosos elementos humorísticos (prestar mucha atención al “dealer” de John Goodman, pensar que representa a partir del tema que su director elige para presentarlo en escena, acá la sutileza ya no existe). El Vuelo – ya su título tiene una metáfora evangelista – es una película intensa, atrapante, que conmueve gracias a que detrás de cámara se ubica un autor, un hombre que ha sabido entretenernos como los mejores cineastas de la década clásica, ocultando sus convicciones con inteligentes símbolos visuales. Zemeckis siempre fue un detallista de la puesta en escena y sabe como incorporar la redención de manera que sea parte de la coherencia del film y no como un simple panfleto. Pero esto no oculta que lo sea. Hay numerosos puntos en común entre los personajes del El Vuelo y Forrest Gump o Naúfrago. Especialmente, las analogías entre Nicole y Jenny. No solamente porque ambas sean adictas, sino incluso en la forma en que irrumpen y salen constantemente de la vida del protagonista. Aun con sus golpes bajos, sentimentalismo más clásico y moralina mediante, El Vuelo, es también una película que confirma el talento de su realizador para llevar adelante una historia con transparencia e inteligencia. Las soberbias actuaciones de un convincente Denzel Washington, demostrando su versatilidad para hacer creíbles las situaciones más críticas del personaje, la siempre maravillosa y sensible Kelly Reilly (ver Eden Lake) acompañados por grandes secundones con Bruce Greenwood, Don Cheadle, Melissa Leo (en una pequeña pero esencial participación) y el gran John Goodman poniendo la cuota de humor, consiguen un película destacable, más allá del mensaje y la propaganda religiosa subliminal. Bienvenido Zemeckis, nuevamente, en la tierra de los mortales.
¿Héroe o villano? Tras un aterrizaje de emergencia en medio del campo gracias al cual salvan la vida un centenar de pasajeros, el comandante Whip Whitaker (Denzel Washington), que pilotaba el avión, es considerado un héroe nacional por la aerolínea y los pasajeros. Pero cuando comienza la investigación para determinar las causas de la avería, se averigua que el capitán tenía exceso de alcohol en la sangre y que puede ir a la cárcel si se demuestra que estaba en estado de embriaguez. “El vuelo”, dirigida por Robert Zemeckis (“Volver al futuro”, “Forrest Gump”, Náufrago”) es una película que centra su importancia en la trama y logra cautivar al público con una sorprendente historia de valentía. Basada en una tragedia que enlutó a toda una sociedad, el filme captura la atención del espectador durante la primera media hora de manera ininterrumpida, aún sabiendo que el final es feliz. “El vuelo” comienza con una intensa escena de acción en la que el piloto salva milagrosamente a la tripulación con una maniobra maestra, que lo consagra como un héroe. Paradójicamente, el filme no logra levantar vuelo y planea en un cielo de lugares comunes que hasta incluye una historia de amor. Por su parte, Denzel Washington, nominado al Oscar por este papel, interpreta a un piloto alcohólico y drogadicto que debe enfrentarse con él mismo y con todo un país donde de víctima pasa a ser victimario. De este modo, mientras se lleva a cabo la investigación para dilucidar la culpabilidad o no del piloto, éste debe tratar con su doble condición de salvador del vuelo y profesional negligente, a la vez que le hace frente a su vida solitaria, en la que alterna relaciones transitorias con una pareja también adicta y conflictiva (Nicole, interpretada por Kelly Reilly) y con su ex esposa e hijo adolescente. Una película que muestra cómo el heroicismo de un piloto que con su maniobra logró superar un problema técnico, se diluye con el resultado de un análisis de sangre que da positivo en alcohol y cocaína. Lo destacable, además de la impecable interpretación de Washington, es que Whip Whitaker demuestra su doble triunfo, salvar a la mayoría de los pasajeros de la muerte y sincerarse con él mismo para descubrir su verdadera esencia.
Tras diez años dedicados al motion capture (El expreso polar, Los fantasmas de Scrooge) Robert Zemeckis no podría haber encontrado mejor protagonista que Denzel Washington para volver al ruedo sin preocuparse por la calidad de la actuación de su principal protagonista. El ganador del Oscar por “Día de entrenamiento” interpreta al experimentado piloto Whip Whitaker, un hombre divorciado, conflictivo, alejado de su hijo y con claros problemas de alcoholismo y drogadicción. Casi por milagro, instinto dirá él al momento de defenderse en el posterior juicio por negligencia, logrará aterrizar un avión con fatídico destino de accidente. Para algunos héroe, para otros irresponsable, el informe toxicológico de Whip revela más de tres veces del alcohol permitido en sangre a la hora de volar el avión. Las fallas mecánicas y los deslices humanos se conjugan y se confunden al momento de determinar qué fue lo que ocurrió durante el aterrizaje forzoso en el que casi cien personas lograron salvar sus vidas. El vuelo pone sobre el tapete el tema del consumo de drogas y alcohol por parte de aquellos que deben garantizar la seguridad de los pasajeros. ¿Hasta qué punto es meritorio que haya logrado salvar a casi todo el pasaje si lo hizo estando bajo la influencia de la cocaína? Este debate se plantea no sólo en pantalla, fuera del cine las opiniones también son muy disímiles. Si el choque se produjo por un error mecánico, ¿por qué culpar al único hombre capaz de resolver la situación? Si el alcoholismo no fue la causa de la catástrofe, ¿se lo debe juzgar por su adicción? Washington interpreta con tanta sensibilidad a este hombre enfermo que uno siente lástima por él, en ningún momento podemos ponerlo en el lugar del villano de la historia. Ahora sí, entre “Catástrofes aéreas” de NatGeo y esta película se borran por completo las ganas de subirse a un avión.
Las aventuras de Dios Denzel Washington es el actor perfecto para hacer que hasta el personaje más intragable del cine nos caiga, si no simpático, al menos interesante, convincente y entrador. Tiene una forma de presentarse similar a la de Ricardo Darín: por más moralmente corruptos que sean sus personajes, uno se pone de su lado, ve sus dificultades, los acompaña en sus procesos. Son simpáticos por inercia, aún sin que hagan nada para caernos así. Esto –que también puede ser una carga- es lo que hace funcionar muy bien, al menos durante buena parte de su metraje, a EL VUELO, el retorno al cine con actores de Robert Zemeckis, que se había pasado al cine de animación desde NAUFRAGO, a fines de 2000. Washington es un piloto de aviones con mucha experiencia y talento, pero muy poco profesional en su trabajo. Lo vemos levantarse, tomar una cerveza, cocaína y luego partir hacia el vuelo que debe pilotear. flight1Lo curioso es que esa sensación de invencibiidad que él tiene, la transmite de manera creíble. Sabemos que, aun así, será capaz de manejar ese avión. De hecho, cuando el vuelo empieza a tener problemas serios para aterrizar, él decide una maniobra complicadísima que le permite al avión aterrizar al revés y salvar la vida de casi todos los pasajeros. Y uno cree que, sin la ayuda del alcohol y la cocaína, tal vez no hubiera intentado esa maniobra suicida. El problema es que, paralelamente, el hombre se convierte en un héroe nacional, pero él (y pronto muchos otros) se enterarán revisando su sangre y los residuos del avión que él hombre no estaba en condiciones sensatas de pilotearlo. Que esa misma insensatez sea la que los salvó es, en este caso, secundario. ¿O no? flight3La película seguirá su vida posterior al accidente, sus intentos de escapar al alcoholismo y sus regresos, su aislamiento, su relación con una mujer igualmente dañada y la posibilidad de elegir entre dos “salvaciones”: la legal o la personal, que en este caso se oponen entre sí. Washington se luce, tornándonos creíble a un tipo bastante despreciable, que maltrata a su ex, a su hijo, a sus compañeros de trabajo y abogados, que no ve más allá de la próxima botella. Retrato más de un alcohólico que película de suspenso, EL VUELO crece gracias a él, aunque Zemeckis estira las escenas demasiado y al final el filme termina volviéndose algo repetitivo. Otra vez, el director de VOLVER AL FUTURO y FORREST GUMP vuelve a mostrarse como un hombre que usa muy bien los efectos especiales (la escena del choque de avión es tremenda) en pos de contar una historia humana, y en ese sentido EL VUELO no es tan distinta a NAUFRAGO, en su historia de “salvación” de un hombre aislado del mundo. flight 2La película tiene un final excesivamente “blanco” y simplificador, que da por el suelo con las ambigüedades más interesantes que se abren durante la película. La escena previa a ese cierre, sin embargo, es fantástica, con la aparición del dealer que encarna muy bien John Goodman (en un gran año) manejando una situación ambigua, como varias de la película. Es que se puede decir que el piloto es más creíble, lúcido y presentable con alcohol y drogas en su cuerpo que sin ellas, lo cual presenta una situación muy rica dramáticamente de observar y analizar. Si un hombre salvó a cientos de personas de la muerte tomando un riesgo que no habría tomado sobrio, ¿podemos condenarlo precisamente por eso? Es una lástima que EL VUELO no se atreva a llevar esa “ironía” hasta sus últimas consecuencias y decida convertirse en un tracto de autoayuda, poniendo las cosas en blanco y negro y olvidándose los grises.
Un capitán de avión después de haber salvado a un centenar de pasajeros en un aterrizaje de emergencia, puede ir a la cárcel con una sentencia de cadena perpetua. Esta historia tiene varios puntos a su favor porque llega de la mano del director Robert Zemeckis, estos son algunos de sus últimos trabajos: “Los fantasmas de Scrooge” (2009) "Beowulf, la leyenda" (2007); "El expreso polar" (2004). Ahora llega a la pantalla con un buen guión y la acertada elección del actor Denzel Washington (58),quien recibió su sexta nominación a los Oscar por su protagónico en “El vuelo”, (ya ganó uno, con “Día de entrenamiento”, 2001 y otro como Mejor Actor de reparto por “Gloria”1989). Este film no es uno más porque va a quedar grabado en la memoria de muchos. Narra la vida de un experimentado piloto de una aerolínea comercial, Whip (látigo) Whitaker (Denzel Washington), quien unas horas antes de volar, tiene sexo, consume alcohol y drogas. Suele tener mujeres ocasionales, pero esa noche estuvo con una compañera de trabajo, la azafata Katerina “Trina” Márquez (Nadine Velázquez). Todo indicaba que iba a ser un vuelo tranquilo de 52 minutos de duración junto al copiloto Ken Evans (Brian Geraghty). Las primeras imágenes muestran un cielo despejado, pero surge una tormenta y todo se complica, aparecen las escenas de nerviosismo, la excitación, la tensión (esto cinematográficamente es increíble como se viven cada uno de los detalles) y milagrosamente maniobra a la perfección y puede aterrizar, estuvo a punto de estrellarse. Ante tantas intranquilidades todos respiran incluyendo los espectadores, se salvan varias personas pero 6 mueren, el piloto Whip Whitaker, entre otros, se encuentra internado, y luego de este hecho se convierte en principio en un héroe, pero comienza la investigación para descubrir que paso realmente y surgen las preguntas, ¿Fue una falla mecánica o Humana? ¿Qué paso en ese vuelo? ¿Qué hará este piloto? ¿Se esconderá por siempre en la granja de su abuelo? ¿Qué está dispuesto a perder? Pero a medida que avanza la investigación se revelan serias adicciones al alcohol y las drogas, se encontraron en la cabina del avión restos de sustancias tóxicas y los análisis no lo ayudan, ahora tiene una demanda judicial en su contra. Es cuando llegan quienes le convienen que se salve y lo ayudan Hugh Lang (Don Cheadle) y Charlie Anderson (Bruce Greenwood) el abogado y el representante sindical, quieren borrar todo y que no vaya a la cárcel. En medio de todo esto conoce a una adicta y conflictiva Nicole (Kelly Reilly), quien en las primeras escenas le da además una cuota de humor y se va mezclando con las dificultades de ambos. A parte Whitaker tiene problemas con su ex esposa e hijo adolescente. Todo su relato resulta atrapante, inquietante, interesante, emociona, es intensa, se encuentra muy bien filmado, su guión (John Gatins), es sólido, (tomo como ejemplo el aterrizaje milagroso del Hudson de US Airways, por el heroico piloto Sully Sullenberger), no es un film lineal, hay que prestar mucha atención a cada una de las escenas porque después sirve para armar mejor el juicio y su desenlace. En base de algunos puntos el espectador se encuentra frente a una dicotomía es culpable o inocente. A lo largo del film nos encontramos con la memorable actuación de Denzel Washington, donde el protagonista se pasa lidiando con sus propios demonios, para perfeccionar su papel habló con un piloto y estuvo en la cabina de un avión. Estudió hasta el último detalle, cada uno de sus gestos (cerca del final hay que prestarle atención a su mirada) y sus movimientos son creíbles; todas las actuaciones se destacan pero tiene un toque muy especial la de John Goodman como Harling Mays.
Luego de una década dedicada al cine de animación, el otrora bienamado director de la trilogía “Volver al futuro”, retorna al cine de ficción con actores de carne y hueso. Convengamos que de aquella triada cinematográfica la única realmente valedera es la primera, realizada allá por el año 1985, las dos posteriores (1989 y 1990) están muy por debajo, y ello sólo se debió, en principio, a que el impacto de ideación se había acabado en la original. Luego vendría, tal como debe suceder en la gente que responde al cuerpo orgánico de la industria del cine de hollywood, específicamente al riñón de Steven Spielberg, la obtención de premios “Oscar” que Robert Zemeckis, de él estamos hablando, con ese pastiche recontra sobrevalorado que fue “Forrest Gump” (1994), toda una oda a la estupidez humana. Luego, como corresponde a todo cine hollywoodense que se precie de tal, se pudo sostener con otra película del montón en cuanto a estructura, búsqueda estética, transformaciones del lenguaje etc., pero que para llenar las arcas contaba entre sus bienes más preciados la actuación del gran actor Tom Hanks, quien se puso sobre sus hombros “Naufrago” (2000). En esta ocasión Robert Zemeckis vuelve a recurrir a un actor taquillero, muy bien secundado por otros actores, pero con un guión con muy poca autonomía de vuelo. El filme abre con una escena de sexo, drogas y rock and roll. Whip Whitaker (Denzel Washington) se da con lo que tiene a mano, marihuana, alcohol, cocaína, y lo comparte con Kathy Marquez (Nadine Velazquez), una latina que raja la tierra que, a la postre, sería una compañera de trabajo. No cualquier trabajo, Whip es un capitán piloto de aviación comercial. Para poder asumir sus responsabilidades y llevar a buen aeropuerto el avión llama a su mejor amigo Harling Mays (John Goodman), un personaje entre siniestro y jocoso, entre trágico y payasesco (lo mejor del filme) un dealer vestido con camisa hawaiana, colita, anteojos oscuros, para quien las autoridades están puestas sólo para ser degradadas.. Harling llega con la medicación salvadora, aquella que hará que el capitán recupere la compostura que debe tener un hombre que cargara con la responsabilidad de más de cien vidas a bordo del avión. Paralelamente conocemos a Nicole, (Kelly Reilly), una joven adicta, más cerca de un cementerio que de un centro de rehabilitación. Dos secuencias que nada tienen que ver en principio a una historia común, en segundo lugar a un espacio común, si podemos inferir a un tiempo contemporáneo. Así, dadas las cosas, comienza el día como cualquier otro, son un despegue complicado del que sale airoso el hasta ahora nuestro héroe. Decide dormir una siesta dejando todo en manos de su debutante copiloto, pero el avión falla, comienzan los problemas y todo se va para abajo. La nave esta descontrolada, el capitán se despierta y resuelve hacer una maniobra impensada para todos, y de esa manera salva a la mayoría de los pasajeros, sólo se deben lamentar 6 fallecidos, entre ellos se encuentra la buena de Kathy. Esta es la escena mejor rodada del filme, toda una lección de cómo mostrar respetando el género al que se adhiere, en este caso podría ser el famoso cine “catástrofe”, tan en boga en los ‘70, pero con una temporalidad narrativa más cercana al cine de acción, y salir airoso. El problema es que todo esto sucede, incluyendo la presentación de los personajes, en los primero 20 minutos. Allí se termina la vertiente acción/catástrofe/aventura para adentrarse en un meloso drama judicial cotidiano. En el hospital, mientras se recupera de sus heridas, conoce a Nicole, que llego con las dos piernas hacia delante por sobredosis de heroína, pero pudo ser rescatada. El encuentro se produce en las escaleras de incendio del hospital, donde los internos van a fumar, cigarrillos. Las imágenes captadas por aficionados de las maniobras durante el vuelo realizadas por el comandante lo instalan como el héroe del momento, nada importa más que el haber salvado vidas. Pero ante la duda la compañía tomo muestras de sangre de toda la tripulación, entonces comienza el vía crucis de nuestro héroe alcohólico, drogadicto, cuyo pecado más inocuo es la soberbia, que se debate entre la caída más estrepitosa, que incluiría la cárcel, y la posibilidad de redención, que le plantea Nicole. El filme entra en una meseta narrativa donde todo, o casi todo, es previsible, por ende aburrido. Se suma la aparición de Hugh Lang (Don Cheadle), un abogado traído por su amigo del sindicato, Charlie Anderson (Bruce Greenwood), para aliviar las consecuencias de los desbordes del piloto. El gran Denzel Washington hace maravillas para que su personaje sea creíble, querible y odiado, todo al mismo tiempo, pero como su desarrollo tiene una resolución no trabajada, no justificada, todo lo que hizo el actor no sirve, se desbarranca. Lo mismo ocurre con los restantes intérpretes ya nombrados. Lastima que el gran John Goodman aparezca sólo dos veces en toda la narración. En cuanto a los rubros técnicos, todos de impecable factura, es verdad, pero todos en función del producto como tal. Se destaca el diseño de montaje, sobre todo el de sonido y la banda musical Demasiado poco como para justificar las más de dos horas de proyección.
El Combo Zemeckis Vuelta a la dirección de filmes con actores reales de Robert Zemeckis (Volver al futuro, Forrest Gump, Naúfrago), quién jugó hasta que se cansó (o vió) que ya sus propuestas no eran lo que entonces, habiéndose abocado a la animación con expresos polares, Beowulf y Dickens repitiéndose en "Scrooge". Ahora se centra en la experiencia que vive un piloto comercial (Denzel Washington en "piloto automático"..cuak!) que salvará su vida al aterrizar su avión exitosamente, aunque se sucederán cosas -que aquí no hay que adelantar para que no sean "spoilers"- que harán pegar un giro de 90 grados a la trama. Zemeckis arma así un combo a disfrute y gusto del espectador, a saber: la cosa empieza como si fuese un filme de excesos orgíasticos (se ven drogas, alcohol y desnudo femenino), luego el guión trae un filme con diseño del legendario género "Catástrofe" -accidente aéreo-,al rato hay reminiscencias del cine de Frank Capra -aunque devaluado- con su propuesta "Héroe del mes", para determinar su parte final como un "thriller de juicio". Igual en el medio hay algo de romance, intriga, luchas personales contra las adicciones, cierto cinismo y actuaciones calificadas(John Goodman hace un dealer genial, Don Cheadle un "boga" especial), de todas maneras no se negará que el director sabe meter muchas ideas en una misma pelicula, el tema es saber cuál será lo que conforme o acepte el espectador. Eso sí, no hay forma de agregar al combo dicho, un género más dentro de la historia por 2 pesos con 50 centavos más....
Un acto de dios Robert Zemeckis vuelve al cine con actores y parece que perdió algo de su práctica después de tantos años en la animación. A través de una trama llena de historias paralelas bastante diferenciadas, "El vuelo" narra las desgraciadas de un piloto alcohólico y drogadicto desde un accidente aéreo hasta el juicio por su responsabilidad. Un potente drama diluido en múltiples historias que nada aportan a la trama y provocan la duda sobre la necesidad de contar con tan particular choque aéreo. "El vuelo" comienza de la mejor manera cuando un genial Denzel Washington presenta a su personaje tal cual es, alguien despreciable pero carismático cuyas actitudes inmorales son ignoradas por sus colegas debido a su arrolladora personalidad. Mientras, todos los sucesos ocurridos durante el viaje son impecables con una impresionante narración de Zemeckis quien demuestra que no olvidó como manejar los efectos especiales y vuelve a dar una clase magistral sobre como usarlos, sin que estos se transformen en el centro de atención y, por ende, la historia brille. Lamentablemente, luego del accidente la trama se va a pique en situaciones bastante absurdas e inocentes. Si bien la gran mayoría de las escenas pudieron haber funcionado por si solas, ninguna parece tener demasiada cabida en un relato sobre una fuerte investigación judicial. Aquí hay un fuerte drama sobre el alcoholismo, un romance algo forzado con otra adicta, un drama familiar bastante básico y un debate sobre si todo fue otra obra de dios. A pesar de que el alcohol sea la tangente que recorre a todas estas sub-tramas, la película comete un error fundamental al no asociarlo con las causas del accidente. Si "El vuelo" presentaba algo único, era la ambigüedad de no saber si los excesos de Washington era lo que él necesitaba para lograr semejante maniobra; lo cual al no relacionarlos, indefectiblemente trae consigo el cuestionamiento de cual es el fundamento detrás de semejante hazaña. Es indudable que a los efectos de la trama era lo mismo que halla sido un accidente automovilístico o cualquier otro incidente causante de muertes inocentes. Algo muy positivo de la película es el circulo de "amigos" de Washington: John Goodman interpreta fantásticamente a un dealer imponente y desprejuiciado, mientras Don Cheadle proporciona todo su cinismo como el eficiente abogado en busca de cualquier agujero legal para proteger a su cliente y, finalmente, aparece Bruce Greenwood como su colega del sindicato de pilotos quien no solo cumple su rol de delegado sino que también está harto de la actitud de Washington. Todos estos personajes son los que evitan que la película no caiga en un total infantilismo, ya que a través de ellos la trama se vuelve más original, el alcoholismo es puesto a prueba y más importante son el motor de la historia. Aunque "El vuelo" concluye con un apasionante juicio comandado brillantemente por Melissa Leo, la película termina padeciendo la falta de un firme relato y, por lo tanto, solo resulta ser un reducto de muy buenas escenas. De no haber sido por sus continuas referencias simplistas hacia la presencia de Dios o una mirada bastante ingenua sobre el alcoholismo, la historia podría haber alcanzado la excelencia.
Zemeckis vuelve al live-action con un film fuertemente temático pero no por eso menos narrativo. Hay un director del cual debo decir que es uno de los pocos, poquísimos exponentes de lo que considero un uso RESPONSABLE de los Efectos Visuales, y cuando digo RESPONSABLE digo utilizarlos como herramientas narrativas en pos de acciones que no puede hacer la cámara, (No como otros). Ese director es Robert Zemeckis. Sólo por Volver al Futuro, ¿Quién Engañó a Roger Rabbit? y Forrest Gump ya merece estar en el panteón de los grandes. Después de Náufrago, Zemeckis se dedicó a hacer películas en Motion Capture como El Expreso Polar, Beowulf y A Christmas Carol. Justo cuando pensábamos que Zemeckis iba a hacer estas películas el resto de su carrera, hace un giro de 180 grados, respecto de TODO el cine que hacía hasta ahora y nos entrega, con una narración ingeniosa, una historia sobre la adicción y la responsabilidad. ¿Cómo está en el papel? Es la historia de Whip Whitaker (Denzel Washington), un piloto de aerolínea que gusta del alcohol y las drogas ––claro está, en exceso––, y que sin embargo salva con sus maniobras a 102 pasajeros de morir en un horrendo accidente aéreo. El tipo es consagrado como un héroe por cuanto medio de comunicación se te ocurra, pero ––que siempre lo hay–– cuando le hacen unos análisis, le encuentran un nivel elevadísimo de alcohol en sangre; lo que complica in extremis su situación ya que con el pasar de los días se mueren seis de los pasajeros. Dichas muertes podrían costarle a Whip la cárcel por homicidio no premeditado. El guión es una enorme travesía temática, que más que tratar sobre las dificultades de la adicción; trata sobre la responsabilidad que uno debe asumir ante sus acciones. Es una travesía donde Whip constantemente se convence a si mismo que es un héroe, y tiene razones para verse como tal, pero las utiliza como una excusa para seguir bebiendo y drogándose (excursus: no sé por qué se me ocurre un ejemplo argentino que da exactamente con este perfil), cayendo en una espiral descomunal de autodestrucción y mentiras a rolete que le cuesta amigos viejos, amigos nuevos, romances viejos, romances nuevos, al punto de llegar a una conclusión inevitable. Este guión tiene una GRAN cosa a favor y una GRAN cosa en contra. Lo que tiene a favor, y es un ejemplo digno de comparación con la mejor viveza criolla, es como nos meten en esta historia de adicción y responsabilidad. Porque este personaje y este conflicto son dignos de una de esas películas que pasan en Historias del Corazón con Virginia Lago, o un calco de Adiós a Las Vegas. Cualquier otro guionista, confiado de tener a un actor de peso en el protagónico, hubiera asimilado alguno de estos dos modelos, pero no John Gatins. Una maniobra inteligente del guionista de esta película (y de Zemeckis, pero ya llegaremos al rol que tuvo en este truco de magia) fue el hacer al espectador cómplice de Whip durante una gran parte de la misma. ¿Pero cómo conseguir esa complicidad? Sencillo, agarra al adicto en cuestión y lo pone en una profesión donde la adicción te puede costar todo, profesionalmente hablando, y lo pones a hacer una maniobra de salvataje ––compleja y bordeando en lo inverosímil, pero no por eso imposible–– digna del mejor cine catástrofe. Inicialmente, uno compra eso y lo apoya a Whip, deseando que se salga con la suya. ¿Pero qué pasa? A medida que se desarrolla la trama, el salvataje se vuelve menos un genuino acto de heroísmo y más una justificación para seguir con sus excesos y evadir sus responsabilidades, convirtiendo a Whip en un antihéroe en la más categórica definición de la palabra. Lo que tiene en contra es como se retratan esas adicciones. Están hechas de un modo tan grosero que bordean en la parodia. La película no tiene ni cinco minutos de empezada y Whip toma, fuma un “porro”, aspira cocaína y se da con el oxígeno de los aviones. Esto es por decir una sola escena. Comentaba, jocosamente, con la gente del staff que lo único que le faltaba al personaje es tomar vodka de un zapato de mujer como hizo Krusty el Payaso en una ocasión. Esta falta de sutileza es la que hace que la historia pierda una cuota razonable de credibilidad y lleva a la película a convertirse menos en un retrato dramático serio sobre la responsabilidad respecto de las adicciones y más a una publicidad de Luchemos por la Vida. Pero a pesar de las abolladuras arriba mencionadas, este avión llega a buen puerto. La manera ingeniosa en la que nos supieron meter en la historia nos hace disfrutar el viaje a pesar de todo. ¿Cómo está en la pantalla? Zemeckis es uno de esos directores que, en sus mejores títulos, ha entregado películas donde el viaje emocional del personaje va a la par de la estructura argumental. En El Vuelo, el viaje emocional lo es todo, y uno podría pensar, a priori, que a Zemeckis no le da el pine para dirigir un trabajo tan introspectivo. Les puedo decir con toda seguridad que Zemeckis sale más que airoso, y por más razones de las que se puedan imaginar. La palabra clave para definir el trabajo de Zemeckis en esta película es sutileza. Zemeckis elige sus puestas y mueve la cámara de un modo muy sutil, cosa que aplica a su dirección de actores; claro ejemplo de esto es una escena en donde Denzel Washington tiene una conversación en las escaleras de un hospital con un enfermo de cáncer y la que será su interés romántico. Dicha escena esta entre lo mejor de película. Pero claro, a esta película no le llaman El Vuelo porque sí. La escena del accidente no es una como Máxima Velocidad, donde un vehículo hace un giro increíble se mantiene por un segundo y luego vuelve a donde estaba. No, no, no, Zemeckis pone panza arriba el avión y te mantiene ahí con una tensión que solo un narrador hecho y derecho sabe pilotear. El cómo ejecuta esta tensión y como la sostiene, es su parte en el truco de magia que John Gatins concibió en el papel, y nos vuelve inmediatamente cómplices de Whip Whitaker, hasta que este cruza la línea. Cabe destacar el fundamental uso de la música que hay en esta película. Pero no hablo solamente de ritmo para acompañar el montaje, sino de jugar con el volumen (metiéndonos en la percepción del personaje), y sobre todo si uno presta atención a las letras se da cuenta que esas canciones no están ahí por accidente. Las letras reflejan claramente por lo que está pasando Whitaker. En el apartado actoral, tenemos una interpretación brillante de Denzel Washington en un rol muy complejo, cuya personalidad gana y pierde al espectador al mismo tiempo. Un antihéroe de aquellos, cuya dificultad para empatizar es lo que lo hace definitivamente solvente, probando por enésima vez su descomunal rango como actor. Por otro lado tenemos buenas interpretaciones de Don Cheadle, Kelly Reilly (a la que recordaran de Sherlock Holmes) y un John Goodman en el rol de un dealer que se roba la película cada vez que aparece. Conclusión: Un regreso triunfal al cine de carne y hueso de un director, que a pesar de elegir una historia muy “enrostrante” en su retrato sobre la adicción, no se puede evitar aplaudirlo por ir en un camino radicalmente opuesto al de toda su filmografía. Por elegir este camino menos transitado y una vez terminada la película, rogás que Zemeckis continúe en esta senda más adulta que ha adquirido; solo que con un guion que sea tan sutil como la dirección que efectuó en esta película.
Whip Whitaker (Denzel Washington) ha pasado una noche de alcohol, sexo y drogas con su pareja Katerina Marquez (Nadine Velazquez). Tratándose de sobreponerse a la resaca y con los trucos que le ha dado el entrenamiento en esconder sus problemas con las adicciones, emprende el rumbo a su trabajo, previa discusión con su ex y habiendo lidiado con el despertador. En la próxima escena, y con el atuendo que lo caracteriza, sabremos que él es un piloto con rango de Capitán y ella es una azafata de la misma aerolínea, amantes y compañeros de trabajo. Lo que parece ser un simple vuelo de rutina, comienza a experimentar diversos problemas. A las turbulencias iniciales, se suma posteriormente una serie de fallos mecánicos que hacen que literalmente el avión comience a ir en picada y quede totalmente descontrolada la parte que en el tablero, corresponde al co-piloto. Whitaker, experimentado, diestro, con una habilidad singular, decide hacer una maniobra sumamente personal, arriesgada, peligrosa, pero que a su juicio será la única para enderezar el avión y lograr aterrizar en un campo abierto. El resultado obtenido es más que positivo, allí donde cualquier piloto se hubiese estrellado en cuestión de minutos, Whip ha aterrizado de manera segura aún cuando el golpe provocado por ese aterrizaje hace que se despierte en la habitación de un hospital en donde se le informa que (sólo) seis personas han muerto, dos de ellas pertenecientes a la tripulación. Hasta aquí Whip es un héroe y su maniobra ha salvado muchas vidas. Es indudable que nadie lo podría haber hecho como él. Pero como una tremenda contracara, los análisis arrojan toda la verdad. Whip había consumido alcohol, drogas y tiene un serio problema de adicciones. Se plantea intrínsecamente una pregunta: Héroe o demonio? Sobre esta premisa, el guión de John Gatins nominado al Oscar, profundiza en el infierno personal del adicto. La autodestrucción que va erosionando paulatinamente al protagonista y su imposibilidad de reconocer que está frente a un serio problema, hace que "El vuelo" no se quede en la superficie sino que empiece a bucear en los pliegues de un personaje continuamente ambivalente. Desde la brillantez de efectuar impecablemente su trabajo, hasta la soberbia y la impunidad con la que se maneja, su falta de límites y su constante caída cada vez más bajo aún a riesgo de perder todo. Esa mirada sobre el protagonista es justamente lo que hace que "El vuelo" salga del mecanismo convencional de una película de accidentes aéreos o mismo de estrados judiciales, para entrometerse en el terreno personal, llegar a las profundidades de este Whip tan rico en matices. Y lo hace acompañándolo de notables personajes secundarios: Nicole (la bella Kelly Reilly de "Las muñecas Rusas" y "Sherlock Holmes") a quien conoce en el hospital y es con quien tendrá una situación amorosa atravesada por las adicciones de ambos y la búsqueda diferente que emprende cada uno para poder salir del problema, su abogado (Don Cheadle), un dealer "amigo" (pequeña y genial intervención de John Goodman) y Tamara Tunie como una de las azafatas que presenció su maniobra y se salvó en el accidente (soberbia en su contradicción en la escena del funeral). Zemekis maneja majestuosamente las escenas de acción tanto en los momentos de las turbulencias como la del aterrizaje forzoso, impregnándolas de nervio y realismo. También acierta en la construcción del personaje central, sus momentos más íntimos y el dueto que forma con Denzel Washington es notable, logrando una sintonía en algunos simples gestos, captados en unos primeros planos profundos y develadores de los quiebres que el personaje central se niega a exteriorizar. La dualidad que maneja el guión, dejando entrever el costado heroico sin olvidar todo lo que esconde la superficie, es otro de los puntos a favor del film. Ante un inicio sumamente eléctrico, se contrapone inteligentemente un momento más calmo del film en donde el personaje comienza a atravesar el infierno personal mientras se va desarrollando la etapa judicial. Si bien este proceso judicial es momento muy esperado dentro del film, porque será en donde se decida el destino del personaje, las escenas del juicio son breves y contundentes, sin mayor extensión ni detalles del proceso. Allí, en el estrado es cuando se logra una síntesis perfecta del proceso que ha recorrido nuestro personaje, nuestro héroe-antihéroe. Pero Zemekis junto con el guionista deciden en una especie de epílogo del film, no solamente agregar más minutos a un metraje de por sí extenso (138 minutos en su totalidad) sino que además se vuelca hacia el lugar más común del cine americano. Detrás del uniforme y los anteojos negros, hay otro Whip Contraponiéndose a la oscuridad del personaje central, en este epílogo innecesario, Gatins elige echar mano al monólogo, a la sentencia discursiva y aleccionadora para darle un cierre completamente fuera de tono con el resto del film y perdiendo la credibilidad y la fuerza con la que el guión había trabajado a Whip (y que Denzel Washington logra magnificar en cada oportunidad de mostrar tanto la miseria, la vulnerabilidad como la soberbia que habita en él). Un tic complaciente y tranquilizador, para una película que había ganado terreno justamente en manejarse segura en cualquiera de los dos carriles. Angel y demonio, héroe desbordado y tremendamente frágil, Zemeckis y su guionista prefieren sobre el final, darle un giro, una pequeña vuelta de tuerca que empaña lo que habían construido anteriormente. De todos modos, un enorme trabajo de Washington, excelentes secundarios y una mano diestra para manejar los momentos más impactantes del film, hacen que "El vuelo" sea un producto sólido e interesante, bien construido, sobresaliendo con recursos nobles y con un relato atrapante. Y sin los últimos diez minutos, hubiese sido brillante.
Piloto del destino “El vuelo” es una película bastante inclasificable que podría pensarse de muchas maneras. Una de ellas es verla como un homenaje al fallecido Tony Scott: al hermanito de Ridley le gustaba trabajar con Denzel Washington y ponerlo a construir antihéroes, personajes que salvan el día pero que tienen facetas reprochables: las dos últimas películas de Scott fueron “Rescate del Metro 123” e “Imparable”, en las que el actor interpreta a un controlador de trenes y a un maquinista, respectivamente. Alguno dirá también que desde “Blow” de Ted Demme que no se tomaba cocaína con tanta displicencia en un filme. Pero otra forma de ver este regreso de Robert Zemeckis al cine de acción real es como un cruce de géneros y de diferentes climas. Porque en ella se juntan la catástrofe aérea, algo de “película de tribunal”, historias convergentes un poco a lo “Más allá de la vida”, mucho de “filme de superación (o no) con minita vulnerable que buscar redimir al protagonista” (pensemos en “El luchador”, “El ganador”, o incluso en “El lado luminoso de la vida”) hasta escenas risibles más propias de una de las “¿Qué pasó ayer?”, aunque insertas en un trasfondo de tragedia personal con pocas salidas. El peor héroe El planteo central del relato (con guión de John Gatins) podría resumirse así: ¿Qué pasa si el piloto que logra un casi imposible aterrizaje de emergencia (que según las simulaciones nadie más podría haber hecho), salvando innumerables vidas, está intoxicado de alcohol y cocaína, después de una noche de sexo y marihuana? ¿Es menos héroe, menos hábil, menos meritorio? ¿Cómo debe juzgárselo, y cómo debe juzgarse a sí mismo? Ésas son las tribulaciones por las que debe pasar Whip Whitaker, el héroe que la televisión busca, pero también un alcohólico que ha perdido a su familia en la negación de su problema. Escapar para adelante siempre es una salida, hasta que una situación límite lo pondrá frente a frente consigo mismo. Zemeckis usa toda su expertise para manejar justamente todos esos tiempos diferentes: desde el casi inocuo inicio a la tensión del accidente, para pasar a la lucha interior del protagonista (aparejada a la larga investigación de los hechos) y un crescendo que se resolverán en el final. Pero nada de esto podría hacer sin el descomunal trabajo de Washington, tal vez uno de los mejores de su carrera (y por el que está nuevamente nominado por la Academia). Desde su ya célebre risa socarrona entre dientes, hasta un mínimo temblor en la mandíbula inferior, es su sumatoria de pequeños y grandes recursos interpretativos lo que anima todo el filme: la blandura de la borrachera y la rigidez del clorhidrato blanco, los recursos del negador y la grandeza del que no quiere ensuciar a quien quiso, todo está allí. Redentores Kelly Reilly no se queda atrás: la inglesa viste con soltura la piel de Nicole, alcohólica y heroinómana como un pasado de mucho dolor, que de todos modos tiene más clara las cosas en su vida que Whip, cuya redención buscará. A ella le toca el rol de antiheroína frágil pero decidida, y en su interpretación pone todas las marcas de quien (aun sobrio) ha pasado por el exceso y ha visto la muerte a los ojos. Lo de John Goodman es imperdible, en su caracterización de Harling Mays, proveedor de todos los vicios de Whip. Ya con verlo entrar diciendo que está “en la lista”, escuchando a los Rolling Stones, cambia el tono del relato, y su escena del “rescate” está más para una comedia descontrolada a lo Todd Phillips o Judd Apatow que para un drama: tal vez porque lo bizarro se inserta sin problemas en la tragedia... Como contrapartida está Don Cheadle como el abogado Hugh Lang, casi un personaje de la vieja serie “Ally McBeal”: en la era en que un jurista negro egresado de Harvard gobierna Estados Unidos, Cheadle compone a un abogado afroamericano de modales primorosos, traje y zapatos impolutos y guantes de cuero. No por que le toque jugar con menos cartas Bruce Greenwood es menos actor: su Charlie Anderson del sindicato de pilotos (uno de los pocos amigos saludables de Whip) es mesurado, un creíble puntal para un edificio en ruinas. Como complementarios, podemos destacar la presencia de Tamara Tunie como la comisaria de a bordo Margaret Thomason, el pequeño pero humano papel de Melissa Leo (aquella detestable madre de “El ganador”) como la investigadora del accidente Ellen Block, y a la escultural Nadine Velázquez como la azafata Katerina “Trina” Márquez, compañera de juergas de Whip y a fin de cuentas por quien el piloto cederá a su destino. Porque el destino es un tema subyacente todo el tiempo. No a la manera inexorable de las “Destino final”, pero sí por momentos como designio divino. Y en buena medida a la manera griega: cuanto más busca el héroe escapar a lo que le está destinado, más se acerca a cumplirlo. A fin de cuentas, ése es el insumo básico de la tragedia
Entretenimiento de alto vuelo "El Vuelo" de Robert Zemeckis es un drama atrapante de principio a fin, con ese toque de alta producción que siempre caracteriza a su trabajo, pero sin dejar que el despliegue pomposo lo desvíe del objetivo que tiene trazado. Leí algunos comentarios que la ponderaban como una de las producciones más desafiantes y reveladoras del año, cuestión con la que no coincido y considero un poco exagerada, pero sí podemos decir que se trata de un drama muy bien logrado y con algún toque de irreverencia en la personalidad de los protagonistas que forman parte de la historia, lo que hace a la propuesta más atrayente. Recordemos que Zemeckis ha dirigido películas fundamentales como "Forrest Gump", "Volver al Futuro" 1, 2 y 3 y "Contacto". También estuvo a cargo de otros trabajos muy populares como "Náufrago" y "La muerte le sienta bien", por lo que estamos al frente de un gran realizador, de vasta experiencia y un sentido del entretenimiento muy poderoso. En "Flight" se vuelca sobre una historia que se podría señalar como menor, sin tantas referencias a las máximas de la vida como lo hizo en "Forrest Gump" y más centrada en un relato específico, en el que observamos el descenso de una persona perdida por los vicios. Denzel Washington interpreta a un piloto de vuelos comerciales cuya vida ha sido condicionada por su adicción al alcohol y las drogas. Hasta el momento nunca había tenido algún problema grave provocado por sus adicciones, pero un día el avión que piloteaba falló y se produjo un accidente que terminó con la vida de 6 personas. La trama juega con las propuestas de que el accidente se haya producido por negligencia del piloto o que en realidad, nadie habría salido vivo si no fuera por las maniobras que llevó a cabo el mismo, más allá de que su estado para pilotear no era el óptimo. Hay 2 pilares fuertes que sostienen este film, en 1er lugar, el trabajo de los actores es buenísimo, creíble, bien compuesto y con mucho carisma, sobre todo su protagonista Denzel Washington, que sin perder esa característica pose de "soy un tipo muy cool", logra involucrar y generar sensaciones encontradas acerca de los desafíos que debe enfrentar en la trama. Las cortas pero interesantes intervenciones de John Goodman son muy disfrutables también. El 2do pilar tiene que ver con el formato narrativo que propone Zemeckis, manejando a la perfección los distintos momentos, generando tensión y angustia en la medida justa. La verdad es que los 138 minutos que dura el film se me pasaron bastante rápidos, consecuencia seguramente de la gran dinámica que le imprimió el director. Un drama de alto vuelo para disfrutar, que consolida la experiencia interpretativa de Denzel y reafirma el buen ojo de Zemeckis para entretener con calidad.
Una película con doble moraleja "¿Quién eres?". La pregunta le es formulada al capitán William Whitaker por un estudiante universitario y aunque aparece hacia el final, la película está dedicada a dar respuesta a ese interrogante, una tarea que requiere más tiempo de lo que se podría suponer. Whitaker también es conocido con el apodo de Whip, que en inglés significa "látigo". Es un hombre arrogante, mendaz, irresponsable, mujeriego y el típico sabelotodo. Está separado, tiene un hijo al que hace años que no ve y, además, es moderadamente alcohólico y drogadicto. Whip trabaja como piloto de una línea aérea comercial. En el inicio del relato aparece en calidad de comandante de un avión que une a las ciudades de Orlando y Miami. Emprende vuelo en una mañana tormentosa, atraviesa algunas turbulencias y lo hace sin mayores contratiempos. Pero a nueve mil metros de altura, Whip y su copiloto deben afrontar algunas fallas mecánicas que los obliga a realizar un aterrizaje forzoso en un campo. En la emergencia mueren cuatro pasajeros y dos azafatas, aunque la destreza de Whip ha logrado que la operación no se haya convertido en una catástrofe total. La empresa y los medios de comunicación califican el aterrizaje como una hazaña y a Whip como un héroe nacional. Pero por las pericias y análisis que realiza la NTSB (Junta Nacional de Seguridad del Transporte), se descubren algunas cuestiones que oscurecen su perfil heroico. Las investigaciones demuestran que Whip consumió alcohol y drogas la noche anterior. Y aquí comienza el segmento central de la historia y lo que realmente interesa de este filme: la lucha íntima de Whip entre ocultar, disimular, rechazar o aceptar la realidad y la culpa por lo ocurrido. En ese itinerario, Whip alterna distintos momentos y circunstancias con varios personajes secundarios. Por caso, Harling Mays (Goodman), un dealer acostumbrado a llevarse el mundo por delante; el abogado Hugh Lang (Don Cheadle), que canaliza la intriga judicial; y Nicole (la británica Kelly Reilly), una adicta que procura rehabilitarse y ayudar a Whip. Pero quien soporta el mayor peso es Denzel Washington y lo hace con su solvencia habitual, que le permitió forjarse un lugar destacado en el universo de Hollywood. El director utiliza a su personaje para indagar en el flanco más contradictorio y oscuro del ser humano. Abundan los tópicos y estereotipos que ya son característicos en el cine de Hollywood, y también cierta artificiosidad en el desarrollo de la historia, que lleva al espectador a adoptar una postura ambivalente respecto de la verosimilitud de la historia. Pero finalmente lo que en las primeras secuencias aparece como algo extemporáneo va adquiriendo un sentido, hasta arribar a un doble final y una doble moraleja, que también nos debe hacer reflexionar en cuanto atañe a nuestras propias tareas cotidianas.
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Dado vuelta estás vos Robert Zemeckis vuelve a la ficción con actores tras Náufrago (gran película) y doce años de experimentar con la animación 3D. El resultado final de su último trabajo es, irónicamente, un nuevo naufragio. Una caída en un mar de moralina que aún así tiene un par de rasgos redimibles, sobre todo por el lado de las interpretaciones. Denzel Washington está perfecto en su rol porque en el fondo siempre compone el mismo personaje, dueño de una nobleza interior que lo salva de sus ocasionales desvíos. El tema es que siempre termina haciendo lo mismo y entonces uno puede anticipar cualquier resolución de una trama que lo incluya. En este caso es un piloto tan talentoso como descarriado que no tiene ningún problema en realizar su trabajo bajo los efectos del alcohol y las drogas. Hasta que un accidente aéreo lo pone en el centro de una investigación que amenaza con hacer públicas sus adicciones. Un punto a favor del argumento (prácticamente el único, pero importante) es que el accidente no guarda relación con una mala praxis del piloto. Don Cheadle y Bruce Greenwood son dos grandes actores que cumplen como siempre en sus roles secundarios. Y el personaje compuesto por John Goodman (dealer del protagonista) parece trasplantado de algún film de los hermanos Coen, y con eso le alcanza para quedar como lo más destacado. El problema es el enfoque que se le da a un tema muy interesante, esa búsqueda de redención que tan bien saben plasmar cineastas como los hermanos Dardenne, y tantos otros. Pero la propuesta, en este caso, simplemente no está a la altura, y termina transformándose en una víctima más de su propio vuelo bajo.
Y un día Robert Zemeckis volvió al cine tradicional. Luego de realizar El Expreso Polar (The Polar Express, 2004), Beowulf, la Leyenda (Beowulf, 2007) y Los Fantasmas de Scrooge (A Christmas Carol, 2009) retorna al live action y lo hace de una manera espectacular. En El vuelo (Flight, 2012) Zemeckis comienza con una secuencia imponente. Whip es un experimentado piloto que logra un aterrizaje teóricamente imposible luego de que el avión que comanda tenga un desperfecto mecánico. Hasta ahí no sucede nada que ponga en peligro la reputación de Whip pero ya al inicio de la cinta se vislumbrará que sufre de alcoholismo y adicción a las drogas. La secuencia del accidente es impecable. Cargada de suspenso, Zemeckis logra el mejor accidente aéreo que se haya visto en el cine. Los efectos especiales son impecables y los de sonido están a la misma altura. Y, si bien el accidente está presente durante toda la película, el tema central son las adicciones que padece el personaje interpretado por Denzel Washington. El ganador del Oscar por Día de Entrenamiento (Training Day, 2001) realiza un trabajo impecable y sin lugar a dudas ofrece una de las mejores actuaciones de su carrera. La narración a cargo también de Zemeckis es dinámica durante la primera hora de metraje y tal vez lo único criticable de la cinta sean sus extensos 138 minutos. Se podría haber acotado lo que se cuenta y entregado un producto que no eclipse una buena historia con interpretaciones sobresalientes. Completan el elenco Kelly Reilly, quien interpreta a Nicole, una adicta que le demuestra que es posible recuperarse y redimirse. John Goodman tiene dos apariciones muy breves pero son suficientes para demostrar que es un gran intérprete. Además, Bruce Greenwood encarna al delegado del Sindicato de Pilotos y Don Cheadle es el abogado encargado de asesorarlos en la investigación del accidente. Merecen un párrafo aparte la banda de sonido compuesta por temas de Alan Silvestri, colaborador usual de Robert Zemeckis, y clásicos de leyendas del rock como Sympathy for the Devil y Gimme Shleter de The Rolling Stones, Ain´t No Sunshine de Bill Withers y What´s Going On de Marvin Gaye, entre otras. En conclusión, El vuelo es una buena película que trata sobre las adicciones, tomar el control de nuestra vida y asumir los problemas para no quedarnos en el camino. Y, si bien no pasará a la historia como la mejor película del director de la trilogía de Volver al Futuro (Back to the Future), Forrest Gump (1994) y Náufrago (Cast Away, 2000), es un buen regreso al live action de un realizador que conoce la industria a la perfección. 3/5 SI Ficha técnica: Dirección: Robert Zemeckis Guión: John Gatins Estreno (Argentina): 7 de Febrero de 2013. Género: Drama, Suspenso. Origen: Estados Unidos. Año: 2012 Duración: 138 minutos. Distribuidora: UIP. Reparto: Denzel Washington, Kelly Reilly, John Goodman, Don Cheadle, Bruce Greenwood, Melissa Leo. Web: http://www.paramount.com/flight/
Publicada en la edición digital Nº 5 de la revista.
Publicada en la edición digital #248 de la revista.
Publicada en la edición digital #248 de la revista.
Viaje de ida Después de dedicarle diez años al cine de animación (Beowulf, El expreso polar), el legendario Robert Zemeckis vuelve en un film atípico para su carrera. El vuelo narra, literalmente, el ascenso y caída del piloto Whip Whitaker, un adicto a la bebida y otras sustancias que debe recomponer su vida tras un accidente aéreo. Pero solamente en esa escena, bisagra para el desarrollo del personaje (un fantástico Denzel Washington que, si no interfiriera el Lincoln de Daniel Day-Lewis, tendría el Oscar asegurado), Zemeckis vuelca sus más de tres décadas de experiencia y crea una descomunal tensión, con realismo y hasta dosis de humor, que supera cualquier instancia de su filmografía, desde Volver al futuro hasta Forrest Gump. El resto de El vuelo es la lucha interna de Whitaker hasta llegar a su redención, 100% Hollywood, mientras Zemeckis intenta vender un personaje mucho más audaz, con cierta atmósfera tarantinesca (como recurrir a canciones de soul y una brillante escena inicial donde destaca la fotografía de Don Burgess, que recuerdan a Jackie Brown). En ese viaje con moraleja, El vuelo pierde gran parte de su potencial.
"...Tomando un poco el lenguaje que se usa en los reactores nucleares, digamos que este personaje vive en un estado de criticidad, [...] es como una explosión pero contenida, entonces él vive como en un estado de criticidad del alcoholismo, grave pero contenido, no descarrilado..." Escuchá la crítica radial en el reproductor (ver link).