Uno de los principales acontecimientos del 76° Festival de Venecia ha sido la presentación de Guasón, cuya exhibición no ha desmentido en absoluto las expectativas, y que le saca ventaja a Toronto, donde se verá una semana más tarde. No es, se sabe, la primera vez que se lleva al cine al personaje de Arthur Fleck, como lo demuestran versiones anteriores con actuaciones sobresalientes de Jack Nicholson, treinta años atrás, y de Heath Ledger. Pero algo nos dice que el de Joaquin Phoenix quedará en la historia como el más memorable; además de casi no haber alusión a las películas anteriores, donde Batman era el personaje central. Phoenix ha sido tres veces candidato al Oscar, pero nunca lo ganó aunque esta vez sus chances son muy grandes (y merecidas). Todd Phillips, a quien uno recuerda por la trilogía de ¿Qué pasó ayer?, ha cambiado el tono de su filmografía al presentar un drama, casi podríamos decir un thriller. A lo largo de casi dos horas el crescendo es continuo, y de no conocer al personaje uno podría sorprenderse por la evolución que va sufriendo. En el inicio vemos imágenes de televisión de una Gotham City devastada por tragedias como un creciente desempleo, precios del petróleo en constante ascenso y sobre todo la invasión de “Big rats”, que llevan a un periodista a afirmar cuán bueno sería conseguir “Big cats” para combatir el flagelo. Esas imágenes las está viendo Arthur junto a su madre en un viejo televisor y se pueden también leer como una crítica social. Además dicha escena sirve de introducción al estado físico (se lo ve muy flaco) y mental del aspirante a comedian y más precisamente de ejecutante de stand ups. Una emisión de la televisión mostrará a un popular animador de nombre Murray Franklin (Robert de Niro) con público presente festejando las entrevistas del programa. Y un día entre los espectadores se encontrará al propio Arthur, cuya estruendosa risa motivará a que Murray lo invite a salir en pantalla. Pronto surgirá la explicación de esa incontenible risa (gran logro de Phoenix), producto de un daño cerebral sufrido por viejos golpes. Una psicóloga que lo atiende regularmente no le presta mucha atención y él en algún momento le recrimina textualmente (y con razón): “Usted en verdad nunca me escucha, aunque Yo realmente existo”. La primera escena violenta tendrá lugar en un subte de Gotham City (digamos Nueva York) y de allí en mas ya nada será igual para nuestro personaje. Habrá importantes revelaciones sobre su madre, Penny, quien trabajaba en la casa del candidato político Thomas Wayne. A la casa del potentado intenta entrar Arthur pero un guardia le impide hacerlo, y sabremos que el niño que acompaña en ese momento al custodio no es otro que Bruce Wayne. La última media hora del film nos muestra en plena vorágine a miles de manifestantes “anti Thomas Wayne” en las calles, ataviados con máscaras de payaso. Allí descubriremos al verdadero Joker, buscado por la policía pero difícil de distinguir del resto. La frutilla del postre es la invitación que recibe de parte del conductor televisivo Murray a su programa, una de las escenas más impactantes, producto de un guion preciso y coherente. Sin duda lo mejor de Guasón está en los treinta minutos finales, en lo que bien podríamos calificar como un verdadero descenso a los infiernos. El cierre de la película, antes de los créditos, reserva aún alguna otra sorpresa.
A veces el todo y la suma de las partes son cosas distintas. Como ocurre con Joker, la historia de origen del archienemigo de Batman dirigida por Todd Philips y protagonizada por Joaquin Phoenix. Philips sintoniza al Martin Scorsese de los 70s – en donde Nueva York era un pozo putrefacto de corrupción y violencia, un escenario tóxico que terminaba por engendrar a dementes como Travis Bickle y Rupert Pupkin (de Taxi Driver y El Rey de la Comedia respectivamente) – pero no tiene el nivel de Scorsese. He aquí un melodrama urbano sobre la agresión diaria y constante que sufre un perdedor con aspiraciones excesivas (ser un comediante exitoso de stand-up) y que terminan por empujarlo al abismo… y mas allá. Tomando nota de The Killing Joke, la vida de Arthur Fleck es un infierno hasta que un día su cerebro estalla. Basta tener un mal día para que uno se convierta en el mas violento de los sicópatas. Cómo encaja Joker en el canon del Batman fílmico es un misterio. Ambientada en 1981 – en las épocas de las andanzas de Bickle y Pupkin -, los 38 años de diferencia con la próxima versión del encapotado suenan abismales… pero, vista como una aventura stand alone del villano mas popular del mundo del comic, la idea no es mala. Lo que sí, el ambiente de época está logrado tomando no solo notas de la fotografía de los títulos ya mencionados de Scorsese sino también de Contacto en Francia y Shaft. Es un thriller setentoso en donde la Nueva York histórica / Ciudad Gótica de turno es un infierno plagado de basura, graffitis y carteles de neón de los cines para adultos. visita Portal SSSM / Arlequin - critica de cine fantastico y de culto - click aqui Ciertamente Joker no está libre de clichés. Que Fleck esté al borde de la insanía mental por los abusos sufridos cuando era niño y que ahora, sin un dolar en el bolsillo, vive en pensiones de mala muerte y acude al servicio comunitario en busca de soporte sicológico (que es cortado por una huelga) es algo de manual. Sobreviviendo como payaso, viviendo con su madre inválida y teniendo sentimientos contrapuestos con la madre soltera que tiene de vecina (Zazie Beetz), su vida sufre un vuelco cuando una pandilla de menores lo asalta y lo golpea. Un compañero de trabajo le da un arma para defenderse y, al tener un entredicho en el metro, termina asesinando a tres corredores de bolsa. Claro, son los tiempos de Reagan, de los yuppies, de los devoradores y descuartizadores de empresas quebradas como Donald Trump, y la muerte de los brokers, de pronto, lo vuelve una figura popular. Hay una guerra subterránea entre pobres y tipos asquerosamente ricos y Fleck ha tocado esa fibra sensible sin querer. Obteniendo un tipo de atención que le resulta desconocido (el candidato a alcalde Thomas Wayne lo menciona como “el payaso asesino” y, de pronto, una multitud de gente sale a solidarizarse con la masacre portando máscaras de payaso, generando un masivo movimiento anarquista y espontáneo a lo V de Vendetta), Fleck se siente excitado. Recargado con una energía que nunca tuvo, que desconoce pero que le agrada, Fleck se siente capaz de lanzarse a tomar revancha de aquellos que lo humillaron. Candidatos para vengarse no le faltan, comenzando por el cínico conductor del talk show nocturno (Robert DeNiro) que le dió la oportunidad de debutar y, ante lo fallido de la rutina de Fleck, se dedicó a defenestrarlo sin compasión alguna. Joker no es la crónica del origen de un supervillano sino una fábula urbana sobre un individuo terriblemente dañado que se convierte en un peligroso criminal. Es la historia de su venganza contra el mundo que lo ha lastimado, y en lo patético de su situación logra despertar empatía. Es un pobre tipo que se reconoce como causa perdida y que sabe que no puede conectarse con los demás; por eso camufla todo como si fueran bromas – retorcidas, bizarras – riéndose a cada rato para llamar la atención y generar una simpatía que carece. Con una figura cadáverica Phoenix se pasea por la pantalla, mostrando a un actor entregado completamente a su papel. ¿Que la perfomance de Phoenix es muy buena?. Por supuesto. ¿Que ésto se siente como el Joker de los comics o que es superior a la icónica interpretación de Heath Ledger en El Caballero de la Noche?. Eso ya es tema de un acalorado debate. Phoenix sobresale en este thriller setentoso de claro corte nihilista y es muy bueno en sus propios términos, pero debe verse como una versión alternativa de un personaje reconocido. El payaso diabólico tiene terreno de sobra para cientos de interpretaciones y ésta está lograda, aunque quizás mas en los términos de un público de cine arte que en los del fan comiquero a ultranza.
Todd Phillips nos presenta una historia de origen oscura, perturbadora, violenta y muy necesaria para el Payaso Príncipe del Crimen. Sin un ápice de CGI, y con un enfoque profundo en la psicología del personaje, Joker podría indicar el camino hacia una nueva forma de narrar las adaptaciones cinematográficas de las historias de los cómics.
La risa puede ser contagiosa o perturbadora, nerviosa o catártica, alegre o irritante, amable o incómoda. Y todo eso se siente (a veces al mismo tiempo) cuando el Guasón de Joaquin Phoenix lanza a cámara cada una de las decenas de carcajadas que muchas veces se terminan confundiendo con llantos, angustia, resentimiento y desesperación. Esas respuestas tan disímiles, incluso opuestas, son las que genera también la película en su conjunto, que algunos creen (creemos) es poco menos que una obra maestra y que muchos críticos, como por ejemplo alguien que respeto como Stephanie Zacharek destruyó en Time con los términos más indignados que se recuerden. Así de profunda es la grieta cinéfila que, seguramente, se potenciará todavía más cuando el film se estrene en todo el mundo y los amantes de las películas de cómics se sientan directamente estafados. Podrá gustar mucho, poco o nada, pero lo primero que hay que decir sobre Guasón es que es una auténtica anomalía en el Hollywood actual. No solo porque no tiene nada que ver con la producción previa de DC sino porque subvierte todas las fórmulas, los cánones, los dictados y los lugares comunes del cine contemporáneo a gran escala. Es un film sobre el surgimiento de un villano psicópata que -a nivel narrativo, interpretativo y visual- le escapa a la estructura, el ritmo, el tono, la acción, el perfil psicológico y la búsqueda de empatía e identificación a la que apunta hoy el 99,9% de la producción mainstream. No hay aquí vértigo ni demagogia, sino deformidad y provocación. Mucho se ha escrito ya sobre las vinculaciones entre este film de Todd Phillips y el primer Martin Scorsese (sobre todo Taxi Driver y muy en especial El rey de la comedia), pero me parece que Guasón dialoga en general con la bravura, el delirio y la audacia de ese Nuevo Hollywood que reinó entre mediados de los '60 y principios de los '80. La película arranca con una escena en la que unos muchachos le roban al Arthur Fleck disfrazado de payaso un cartel que él sostenía para ganarse unos dólares como “publicidad humana”. Nuestro antihéroe los persigue, pero -cuando se los topa en un callejón- será víctima de una feroz golpiza. Y a los golpes, en medio de un mar de mentiras, con una madre postrada, con siete medicamentos psiquiátricos distintos para contener sus trastornos mentales, vive (subsiste) este hombre que sueña con ser un cómico de stand-up y lo único que recibe son decepciones o directamente agresiones físicas. Si es cierto eso de que los mimos y payasos son los favoritos para las burlas, al de Joaquin Phoenix no le sale una bien. Ni siquiera cuando en plan Patch Adams va a un hospital infantil con enfermos terminales. El contexto de Ciudad Gótica también es fundamental para entender el agobio social y los desequilibrios mentales. Una urbe roñosa, degradada, plagada de ratas gigantes, con paredes y vidrios grafiteados, llena de vecinos descontentos, dominada por profundas y crecientes diferencias de clase. En ese marco, Arthur y su risa incontinente e inoportuna (lleva incluso una tarjeta para explicar que sufre de un desorden de comportamiento que no puede controlar) se irá desinhibiendo y liberando de las represiones internas para transformarse de ese tipo contenido que se dedicaba a lavar y alimentar a su madre Penny (Frances Conroy) a un vengador desatado que encuentra una inesperada legión de seguidores. No importa aquí demasiado la mitología de DC ni la tradición del cómic (aunque la ligazón con el Thomas Wayne y su hijo Bruce sí está trabajada) porque lo que en verdad le interesa al director de ¿Qué pasó ayer? (aquí también coguionista) es ahondar en los condicionamientos sociales (un Estado que abandona toda asistencia a los más desfavorecidos por recortes presupuestarios), exponer el creciente odio al “raro” o distinto; y lo fácil que es hacerse de un arma y embarcarse en un raid de ojo por ojo. Cualquier analogía o paralelismo con la realidad no es pura coincidencia... Si bien el film propone una actuación larger than life de Joaquin Phoenix (con rienda suelta para bailar como en un musical o clavar unas tijeras como en un giallo), lo cierto es que Guasón es mucho más que un ego trip de un actor mayúsculo. La forma en que Phillips filma los sueños proyectados y alucinados del protagonista (como la relación con la vecina Sophie que interpreta Zazie Beetz) o la participación de Robert De Niro como el popular conductor de un talk show televisivo Murray Franklin (en un juego de espejos opuestos con su Rupert Pupkin y el Jerry Langford de Jerry Lewis en El rey de la comedia) van construyendo un relato fascinante y portentoso en su dimensión y alcances psicológicos. ¿Que por momentos la crítica al “sistema” resulta un poco subrayada? Puede ser, pero Phillips trabaja siempre la denuncia con acidez y apelando a elementos puramente cinematográficos: lo visual siempre está por delante de la bajada de línea. Además, la fotografía de Lawrence Sher, la música original de la islandesa Hildur Guðnadóttir y la extraordinaria selección musical también ayudan a construir climas que fascinan e impactan, pero sin los estímulos efímeros de tanta producción mainstream sino con las desgarradoras desventuras de un personaje que nos hace pasar por todos los estados de ánimo imaginables: un ser detestable pero en algunos pasajes querible, un hombre patético pero con ciertos sesgos entrañables, una víctima que se convierte en victimario. El que ríe último...
Pobreza, descontento y ratas gigantes son algunos de los problemas que plagan a Ciudad Gótica, inspirada en la Nueva York de la década de 1970. Allí vive Arthur, el hombre que se convertirá en Joker/Guasón. Esta historia sobre el origen de un súper villano, tal vez el más famoso del mundo del cómic, pone el acento en el papel que juega la sociedad en el desarrollo de una persona violenta. Lo que la película subraya, una y otra vez, hasta que quede más que claro, son las injusticias que llevan a que alguien como Arthur se convierta en un asesino y en un símbolo de rebelión (los ecos respecto de la actualidad son evidentes). La primera parte de la película se encarga de mostrar el sufrimiento del personaje, su enfermedad mental y la especie de síndrome de Tourette que le provoca una risa incontenible en cualquier circunstancia. Vive con su madre, que no parece gozar de muy buena salud, y apenas puede sobrevivir con un trabajo de payaso de alquiler, mientras sueña con ser comediante stand up. Con cada nuevo revés y humillación, Arthur está más cerca de reaccionar violentamente. Cuando finalmente lo hace, ni todo el sufrimiento del personaje resulta suficiente para justificar la violencia, aunque la película insista con su comentario social. Todd Phillips demuestra que es un director muy capaz de generar tensión a través de la cámara y la estética del film resulta muy atractiva, pero es una pena que el realizador se haya olvidado de sus orígenes en la comedia para darle a a la película algo de sentido del humor, en vez de una solemnidad que se expresa en planos desesperados por encontrar poesía en este Guasón infinitamente triste. Es curiosa la relación de Guasón con El rey de la comedia, de Martin Scorsese. Arthur quiere ser comediante de stand up y es fanático de un programa tipo late night show, conducido por Murray Franklin, interpretado por Robert De Niro, a quien ahora le toca el lugar de la leyenda que antes ocupaba Jerry Lewis. Pero el film de Scorsese jugaba con un humor que se iba poniendo cada vez más oscuro. En Guasón sólo hay oscuridad. El centro de la película es el trabajo de Joaquin Phoenix, que tiene grandes posibilidades de recibir una nominación al Oscar como Mejor Actor (la película es casi un compilado de clips del trabajo del actor para mostrar durante la ceremonia). Tiene momentos brillantes que, no casualmente, son los mejores de la película. Pero en otros su intensidad dramática resulta difícil de soportar. Casi se puede escuchar al Joker de Heath Ledger preguntar: "¿Por qué estás tan serio?".
El que ríe siempre, ríe mejor A lo largo de la historia, se inventaron muchos personajes que han generado una fascinación desbordante en la cultura popular. El Joker (o Guasón) no es la excepción. Es por esto que, cada vez que se realiza otra película con este peculiar personaje del universo de Batman, todas las miradas están puestas aquí. En esta ocasión, es Joaquin Phoenix quien se encarga de hipnotizar a la audiencia en un estudio de personaje formidable dentro de un film oscuro y con personalidad propia, en contraste con DC o el mismo Hollywood actual. Con una estética y narrativa similares a las del mejor Martin Scorsese, Todd Phillips (The Hangover) nos regala una cinta auténtica, finísima y deliciosa. Las charlas y lecturas de guión que el director tuvo previamente con Scorsese (estuvo por ser productor del film) sin dudas tuvieron su impacto para la posterior realización de la obra. Ciudad Gótica ambientada como Nueva York de los '70, una puesta en escena tétrica y fenomenal, y un soundtrack imponente son condimentos fundamentales en la película. Cada escena permite entrever una inspirada dirección y pareciera que nada está de más. Así como nos enamorábamos de esos posters y avances de la cinta por su belleza visual, lo mismo sucede con el film en cuestión. Cada fotograma es digno de encuadrar. En cuanto a la historia, está delicadamente llevada a cabo, alejada de algunos estándares propios de películas basadas en cómics, y más cercana al cine de autor, con una profunda mirada y análisis de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix). Poca acción y excelente desarrollo. Al igual que Travis Bickle en Taxi Driver, Arthur es infinitamente triste y apesadumbrado por su propia mente. Un Joker más real que choca con una sociedad egoísta y clasista constantemente durante todo el metraje. Es en esto último donde se enfoca el mensaje. En la indiferencia social. Más allá de cuestionamientos de moralidad que se le puedan atribuir a la película por la violencia que engendra, motivo por el cual Warner emitió un comunicado en el que explica que no incita a ella ni a colocar al Joker en posición de héroe, la naturaleza del film reside en dejar a trasluz y criticar la despreocupación por los marginados, el no ponerse en los zapatos del otro, y en revaluar cómo nos relacionamos con los enfermos mentales. El guión nos regala alguna sorpresa y transita caminos insospechados para llegar a un clímax con una tensión avasalladora. Los espectadores terminarán agarrados del asiento para aterrizar en este demencial viaje del hombre que ríe y se disfraza de payaso. ¡Ah! Y Joaquin Phoenix. Como si le faltara algo a su carrera, vino a romper todas las barreras a sabiendas de que iba a caer en comparaciones con Heath Ledger, tal como lo sufrió Jared Leto. Pero su Joker es muy distinto al de Heath. Hizo su versión personal, melancólica y triste, profundamente afectado por sus demonios internos y externos. Y demostró la talla de actor que es. Su trabajo es inigualable. Brillante desde todos los sentidos. Digno de Oscar. Desde principio a fin, nos envuelve en una locura oscura y hermosa que nos destroza la cabeza. Joker es una de las mejores cintas del año. Ahora entendemos por qué ganó el León de Oro en el Festival de Venecia. No es una película más de cómics, es cine en su estado más puro. Oscura como pocas, desde la actuación de Phoenix y una magistral dirección, se apodera de la audiencia y no la suelta hasta su bulímico final. Puntaje: 10/10 Manuel Otero
De la locura a la gloria Pocos personajes tan complejos como misteriosos logran en el espectador lo que consigue el Joker, personaje creado en la década del cuarenta por Jerry Robinson, Bill Finger y Bob Kane basado en la caracterización que le dio Conrad Veidt a su interpretación de Gwynplaine en “The Man Who Laughs” (1928) y que inmediatamente se convertiría en el némesis de Batman y modelo de la antítesis a la hora de contar la dualidad de dos personajes tan opuestos como semejantes. Una relación que es sujeto de análisis en obras destacadas del mundo del cómic, prácticamente no existe guionista que no quiera contar una batalla entre el caballero de la noche y el payaso príncipe del crimen. A lo largo de la historia hemos tenido varias adaptaciones en cine, otras muchas en series; algunas que quedan en la historia de sus intérpretes, otras un tanto menos logradas pero lo que sí podemos decir es que Joker es un personaje que cuenta con un dato clave a la hora de describirlo, y es que nadie sabe bien su origen a pesar de tener como canon varios relatos que han servido como punta para tener en cuenta en una posible historia de origen. Esto también hizo que el personaje cobrara aun mayor interés en los seguidores de las historias ya que en la variación del relato se construye un mito, ese mito de un hombre que en su locura es capaz de cualquier cosa, un hombre que es fruto del miedo, de la desesperación, obra de una ciudad corrupta, un verdadero agente del caos. Allá por el año 2017 Warner Bros y DC Films, tras los pocos alentadores sucesos que precedieron el estreno de Liga de la Justicia (Justice League), dan a conocer los planes para producir una película centrada en los orígenes del Joker pero que no estuviera relacionada al ya conocido DCEU. Para esto es que eligen a Todd Phillips, un director que venía de dirigir varias comedias (Roadtrip, The Hangover, etc.), elección que desalentó bastante a los fans pero que no logró incomodar a los ejecutivos que seleccionaron a Scott Silver para coescribir junto a Phillips el guion y a nada más que al maestro Martin Scorsese en la coproducción. Para la elección del protagónico se barajaron dos nombres: Leonardo Dicaprio y Joaquin Phoenix, siendo este segundo el indicado por el director. La película mantuvo un rodaje normal: tuvimos el primer vistazo del look que iba a tener esta nueva adaptación del Joker más cercana a aquella que supo caracterizar a César Romero en la serie BATMAN de 1976, pero todos empezamos a elaborar hipótesis de cuál origen iban a contar, si realmente iban a tomar la obra de Alan Moore y Brian Bolland en “The Killing Joke” o si se iban a inclinar en algo nuevo. Hubo un trailer y todos quedamos boquiabiertos, pero luego la película tuvo su estreno el 31 de agosto pasado en el Festival de Cine de Venecia, donde la directora salteña Lucrecia Martel entregó el León de Oro, siendo el mayor premio del jurado y ahí todo fue una locura, no paraban de llover elogios y nosotros no podíamos esperar por ver esto mismo que se convertía en un éxito antes de llegar a su estreno comercial. Tuve la suerte de asistir a una de las funciones privadas que se realizaron en nuestro país a cargo de Warner Bross Argentina en su microcine. Llegué un poco nervioso dado que solo había visto un solo trailer y no quise saber más y evité todo tipo de spoilers: quería llegar al día del visionado lo más fresco posible y que cada fotograma me golpee como sucedió cuando las luces se apagaron. Estamos ante una película majestuosa por donde se la mire. Todd Phillips logra contar una historia que es un efectivo y contundente reflejo invertido del camino del héroe, una película que te interpela desde su concepción, te hace parte de un problema como hace rato no se ve en una pantalla, la historia de Arthur Fleck, un hombre que vive en una ciudad en ruinas, una Gotham corrupta que ya nos mete de lleno en ese universo que reconocemos de inmediato y que es imposible despegar de Batman. Este hombre agobiado por la pobreza intentando salir a flote teniendo a una madre enferma a cargo siendo objeto abyecto de una sociedad mezquina que hace la vista gorda para los que menos tienen mientras los empresarios prometen soluciones a cambio de votos, una crítica social muy presenta en todo el relato hace que uno interpele las decisiones que atravesarán la vida de Arthur pero que convertirán su camino en un viaje casi ineludible con la locura. El trabajo actoral de Joaquin Phoenix es fundamental desde todo punto de vista, pienso que partiendo del trabajo vocal con el tema de las risas (sí, las risas), ese enajenamiento que supimos verle en más de una oportunidad y que es un rasgo característico que lo enaltece, una tristeza que no solo es visual hacen que sea imposible no apenarse por todo lo que le suceda, su actuación es directamente proporcional al resultado general de la película , me es imposible pensar que alguien más haya podido lograr poner voz, cuerpo y alma y acercarse levemente a este resultado actoral. A los fans solo voy a decirles que Joker no escapa a las referencias con Batman, aunque no lo veamos vamos a saber que él está ahí, hay escenas en las que tuve que ahogar gritos, créanme. La puesta y fotografía son brutales pero algo que hace que la experiencia gane muchísimo es la banda de sonido compuesta por la islandesa Hildur Guðnadóttir que acierta en cada acorde que suena de fondo y por momentos cautivan profundamente. Hay guiños a grandes clásico del cine fácilmente detectables y un Robert De Niro en un papel conciso pero no menos efectivo. Los últimos 20 minutos de la película son sencillamente aplastantes, de repente las piezas van encastrando en este enorme rompecabezas y nada quedará librado al azar, todo es reconocible, la historia cobra vida el mito se dimensiona y uno no puede dar crédito a lo que está viendo. La película terminó y yo quedé sentado intentado procesar lo que acababa de ver, Joker no es un festín de sangre sin sentido, es el ocaso de un hombre con serios problemas mentales cayendo a los más profundo que se puede caer cuando la sociedad te empuja por todos lados, los hechos no justifican las decisiones pero eso es la ficción, un personaje acosado por grandes problemas intentado resolver; a veces con finales felices y otras abrazando la locura felizmente siendo parte de que lo que puede provocar el mal siendo parte de una solución dramática. Joker expone a mi gusto inteligentemente el eje de que el Joker está mas allá del mal común, Joker puede ser cualquiera en su peor día. El mal, una peligrosa idea de la sociedad en reinante desesperación. “Le verdadera broma es tu persistencia, tu profunda convicción qué de alguna manera, en alguna parte, todo esto tiene que tener sentido.” Grant Morrison (Batman R.I.P)
Viví lo suficiente para convertirte en un villano Hasta ahora, Todd Phillips era conocido por dirigir comedias. Viaje censurado, Old School (una de las mejores de su generación) y las ¿Qué pasó ayer? son todas películas sobre grupos de hombres con un humor basado en el descontrol y los excesos. Nada de eso parece relacionado con Guasón, un relato oscuro con un único protagonista central, pero, pensándolo un poco, en la carrera de Phillips pueden encontrarse algunos rastros de lo que vemos en su nueva película: ya había jugado a reconstruir los setentas en Starky & Hutch, mientras que Todo un parto no era otra cosa que una remake de Mejor solo que mal acompañado, la película de John Hughes de 1987. Los setentas y el tema de la reversión, la de construir una película tomando como modelo una obra anterior, son dos aspectos fundamentales de Guasón. Para crear un nuevo mito de origen para el personaje, Phillips tomó a la Nueva York decadente de finales de los setentas y principios de los ochentas como escenario, y se sirvió de Taxi Driver y El rey de la comedia, ambas filmadas en el lugar y la época que lo inspiraron para ambientar Gotham, para definir el camino de la locura de su protagonista y teñirlo con la misma oscuridad y obsesión que Robert De Niro irradia en esas dos películas de Martin Scorsese. Arthur Fleck tiene trastornos mentales, vive con su mamá enferma y trabaja como payaso contratado por una agencia. Su sueño es ser comediante, hacer reír a la gente y aparecer en su programa de televisión favorito. Además, tiene una enfermedad rara que lo hace reírse en contra su voluntad, lo cual completa su cuadro como freak. La gente lo rechaza mientras él documenta el crescendo de su odio contra la sociedad en un cuaderno (al mismo tiempo, en Gotham hay elecciones, otro guiño a Taxi Driver), hasta que termina encontrando la felicidad en un arma humeante. La primera vez que Arthur usa una pistola es la primera vez que siente poder y el momento en el que deja de ser Arthur para empezar a convertirse en el Guasón. Acá es donde tenemos que hablar sobre Joaquin Phoenix, un actor que se siente cómodo con la locura y que sabe abrazar al dolor. Phoenix ya había hecho de un freak meláncolico y frágil en Her, y en No te preocupes no irá lejos le había tocado interpretar a un personaje que tiene que reinventarse para superar sus traumas. Esos dos papeles son de alguna manera los antecedentes inmediatos de su Guasón. Phoenix actúa transmitiendo su estado de ánimo con todo el cuerpo, reluciendo su clavícula deforme, moviéndose como practicando un arte marcial. Su transformación es un camino lento que lo lleva a cambiar su mirada de nene de mamá por el andar sensual y potente de un líder. El punto exacto en el que lo vemos por primera vez como el Guasón es en la escena del subte. Cuando se enfrenta a los tres yuppies aparece la mirada sombría, el oscuro en los ojos. Lo que reluce ahí es el dolor convirtiéndose en furia. Finalmente, cuando desciende a puro baile las mismas escaleras que subía con pesadez es como si su personaje hubiera entendido que las puertas del cielo están cerradas para él y que su única redención posible está en el infierno. Que la transformación definitiva de Arthur se complete con el uso de una pistola (“Pero si yo no puedo usar armas” le dice, con lucidez, al compañero de trabajo que se la entrega) es, además de otra conexión con Taxi Driver, un comentario sobre el uso de las armas en Estados Unidos y también funciona como índice de otra de las dimensiones importante de la película. Esa pistola es el inicio de una revolución, la revolución de los que desprecian a la clase alta, a los millonarios Wayne, de los que están cansados que se aprovechen de ellos, de los que se levantan como una horda de payasos que perfectamente podría ser una pandilla más de The Warriors (la escena en el tren es un guiño más que evidente a la película de Walter Hill). Por su historia y su personaje, Guasón pertenece a un género, el del cine de superhéroes, y lo primero que hace con ese género es romper su paradigma actual. Es todo un gesto que mientras Marvel canonizó al cine de superhéroes como un espectáculo de batallas digitales que iguala a sus películas con las nuevas Star Wars (no casualmente ambas franquicias pertenecen a Disney), Guasón tenga su inspiración en el cine de los setentas. Sabemos que el universo de Batman no es igual al de otros superhéroes, pero también es cierto que DC quiso parecerse a Marvel con La Liga de la Justicia y le fue muy mal. Guasón es una película que puede ganar un festival prestigioso como el de Venecia, y que también va enamorar al público que viene de los cómics (las escenas que la vinculan con Batman son simplemente estremecedoras). No sé cuántas películas pueden lograr eso. El mérito queda para Todd Phillips que, ensamblando dos clásicos de Martin Scorsese para imprimirles una matriz nueva, se terminó de inscribir en la tradición de los grandes directores cinéfilos.
Vamos a ser honestos, desde que Joaquin Phoenix firmó para protagonizar una película de autor centrada en los origenes de EL JOKER, eterno nemesis de Batman, sabíamos que algo bueno estaba cocinandose. Phoenix es un actor con un criterio similar al de Daniel Day Lewis, el tipo no se mete en proyectos sin futuro, siempre elige películas que lleven su carrera mas y mas lejos. A esto se le sumó que Todd Phillips, director de comedias (‘¿Que Paso Ayer?’ ‘Todo un Parto’), fue el encargado de diseñar la historia y dirigir con excelencia éste futuro clásico del cine de cómics. Al principio nadie creyó que de verdad la idea iba a tratarse como cine de autor, la apuesta general era que probablemente se intente hacer algo distinto pero sin salirse del estandarte hollywoodense, pero tras ver la película tengo que admitir que no solo la película es diferente para ser de un personaje de cómics, sino que es diferente hasta para los estandares del cine actual. Arthur Fleck (Phoenix) labura en una agencia de payasos, su sueño es ser comediante para llevarle risas y alegría al mundo. El problema es que éste muchacho sufre una enfermedad que lo hace reir de forma insana ante situaciones de estrés. El entorno, la Gotham City ochentosa elegida por Phillips, fue un elemento ideal para desencadenar la locura del principe payaso del crimen. La ciudad se encuentra al borde de una guerra civil en plena epoca electoral, idea que nos permite revistar personajes como Thomas Wayne, padre de Batman, al cual se lo presenta como un candidato a alcalde. También nos presenta otros como Murray Franklin (Robert De Niro), un showman televisivo que es clave en el descenso de Fleck hacia la locura. Todos los personajes, todos los planos, todos los dialogos funcionan para que Phoenix brille. La película funciona para el, todo esta hecho para la necesidad de este único protagonista, no hay subtramas, no hay coprotagonistas, todo es sobre y para el personaje. El estilo claramente se acerca a ‘Taxi Driver’ o ‘The Master’, películas centradas en el conflicto interno del personaje, al cual se lo vive como si fuese un avión en plena turbulencia, nosotros estamos adentro de este personaje y vibramos con el sufrimos con el y, por ese rato, nos volvemos locos con y como el. A ustedes les encanta preguntar cosas como ¿¿Phoenix es el mejor Joker?? Por lo que les voy a dar el gusto de caer en esas comparaciónes respondiendo que no, no creo que sea el mejor. ¿¿Heath Ledger es el mejor Joker?? Respondo lo mismo, no. Lo mismo con Nicholson, Monaghan, Hamill y Leto … bueno, no, Leto no. Mí respuesta suena tibia y sin huevos, pero es la realidad. Éste es un personaje tan marcado, tan rico para jugar que no se puede poner una encarnación por encima de la otra, todos y cada uno otorgaron visiones del personaje diferentes al igual que los cientos de autores que escribieron al personaje en los cómics, es un concepto que sirve para reinterpretar una y otra y otra y otra vez. El Joker de Phoenix es brillante pero no es mas que un nuevo enfoque, no es superior, sino diferente. “JOKER” es una de las películas mas completas, creativas e interesantes del año. Que se haya tratado como un film de cine negro, como un capítulo aparte y separado de un universo cohesionado le dio una identidad única y fresca. Si me pongo en jodidito solo puedo mencionar como defecto la víctimizacion excesiva en algunas lineas del Joker en el tercer acto del film, pero al tratarse de un producto masivo es entendible que el espectador necesite sentir identificarse con el personaje y se valora la creatividad y la objetividad con la que trataron el asunto. Colaboren con hacer de este proyecto un éxito en taquilla, necesitamos que el subgenero de cine de cómics vuelva a brillar y se vuelva a sentir distinto. No esperen secuelas, no esperen ver a Phoenix peleando contra el Batman de Pattinson, esto es una película para gente que ama el cine clásico y esta decidida a dejar una marca y a ser la gran estrella del año. Gracias Warner. Gracias Phoenix. Gracias Phillips. Calificación 9.5/10
La risa que duele Todos los que deseaban una adaptación en live action más o menos explícita de La Broma Asesina (The Killing Joke, 1988), de Alan Moore y Brian Bolland, sin duda la historieta por antonomasia centrada en el origen del Guasón y sus múltiples puntos en común con su eterno contrincante, Batman/ Bruce Wayne, deberán seguir esperando porque el opus de Todd Phillips que hoy nos ocupa es una remake camuflada de Taxi Driver (1976), que incluso aglutina elementos varios de Network (1976), El Rey de la Comedia (The King of Comedy, 1982) y hasta Réquiem para un Sueño (Requiem for a Dream, 2000) en un collage digno y atrapante aunque también literal y por momentos algo burdo; detalle que se explica por la tendencia del mainstream contemporáneo a recuperar fórmulas de antaño desde cierto reduccionismo que pareciera no poder escaparle a las poses, los automatismos y la repetición de las mismas situaciones ad infinitum, por más que éstas respondan -en mayor o menor medida- a planteos contraculturales y/ o de base nihilista, justo como en este caso. Desde el vamos conviene aclarar que la película se sostiene casi exclusivamente gracias a la enorme actuación de Joaquin Phoenix como el protagonista, un representante conspicuo y muy talentoso de la larga tradición de actores anglosajones un tanto desquiciados que son capaces de bajar muchísimo de peso -entre otras transformaciones físicas aledañas- con vistas a mimetizarse con una criatura sufrida en plena espiral descendente hacia la locura, ahora con un surtido de catalizadores que incluyen el maltrato que padece en su trabajo el Arthur de Phoenix (se desempeña como payaso de publicidades y eventos), robos cíclicos en la calle (palizas salvajes incluidas), una madre convaleciente obsesionada con escribirle cartas al millonario Thomas Wayne (para quien supo trabajar años atrás), frustraciones profesionales y románticas (el hombre se enamora de una hermosa vecina afroamericana y pretende construir una carrera dentro del ambiente del stand up) y hasta un tic nervioso que lo lleva a reírse sin parar en cualquier momento (gran malambo psiquiátrico de por medio). Desde los golpes del inicio símil La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange, 1971) hasta el remate a lo Shock Corridor (1963), Guasón (Joker, 2019) funciona como una interesante colección de lugares comunes del enclave indie internacional orientados a retratar a un antihéroe torturado por la sociedad y llevado al extremo de querer vengarse/ ajusticiar a sus verdugos de la manera más brutal posible, ya sin la paciencia demostrada hasta ese punto y con la furia del que no soporta más las constantes faltas de respeto que padecen a diario los marginados del capitalismo, esas mayorías que pasan hambre y frío ante la mirada apática y egoísta del Estado y la oligarquía empresaria y financiera. Se podría decir que como obra de barricada o denuncia el film no va mucho más allá del cinismo de nuestro días -por más que aparentemente transcurre en la década del 80- no obstante si pensamos a la propuesta dentro del paupérrimo ecosistema creativo de la basura de Marvel y DC Comics, el asunto mejora ya que la valentía de fondo quiebra la monotonía pueril y nos acerca al terror freak. Phillips, el paparulo responsable de la horrenda saga cinematográfica de ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover), no es precisamente un genio del séptimo arte ni logra entregar una mísera idea original en serio, sin embargo es más que loable su intento de aggiornar los retratos suburbanos deprimentes de Paul Schrader a un pasado que se parece mucho a nuestros días, donde la desconfianza, los prejuicios, el odio y la ausencia de esa curiosidad fundamental para entablar cualquier diálogo provocan un ambiente aún más enrarecido y violento que aquel retratado en Hardcore (1979) o la citada Taxi Driver. La noción de encarar una “película de historietas para adultos”, que además incluye planteos antitelevisivos muy semejantes a los de Network y Réquiem para un Sueño, aquí se complementa con el eje retórico de El Rey de la Comedia, con Robert De Niro intercambiando su rol para ponerse en los zapatos del comediante famoso que supo encarnar Jerry Lewis, ese que ninguneaba al protagonista a pura soberbia y de paso servía para señalar la idiotez e ingenuidad detrás del culto a la celebridad, el marketing masivo de “lo cool” y todas las mentiras que la execrable industria cultural despliega para atrapar a los consumidores más desesperados. Sinceramente de La Broma Asesina sólo quedó un mínimo catálogo algo mucho abstracto de escenas que en el último acto ensayan una parábola sobre la creación de Batman a manos del Guasón y de éste último cortesía del clan Wayne, enfatizando que los traumas de ambos se parecen y que el origen del legendario villano está vinculado a la pobreza y al sentirse acorralado por una Ciudad Gótica injusta que bien podría ser Nueva York u otra metrópoli gigantesca y caníbal del planeta. Como decíamos con anterioridad, si tenemos en cuenta que hablamos de un producto del fofo Hollywood actual la película y su tono oscuro resultan de lo más bienvenidos, en especial debido a que la falta de novedades hoy está compensada con crueldad, asesinatos, rebeliones populares contra los ricos, psicopatía en ascenso y hasta un olvido estatal muy verosímil; todo asimismo simbolizado en la paradoja del tic de Arthur/ Guasón vía una carcajada que se confunde con los espasmos de dolor de un cuerpo repleto de cicatrices físicas y psicológicas que no han sido atendidas a tiempo, de esas que piden a gritos socorro y sólo reciben la abulia de una coyuntura plutocrática que empuja a la vehemencia y al anarquismo tácito a un adalid de los excluidos del sistema…
Guasón: El payaso mecánico. Mucho se ha hablado de esta nueva versión del Joker (Guasón, según nuestra traducción), quizás uno de los antagonistas más conocidos del mundo moderno. Pero en este film, hay una perspectiva distinta. El antagonista es el protagonista. El enemigo es igual que nosotros. Y ahí, justo ahí, es cuando entra el arte. Históricamente se ha asociado el universo de superhéroes como un lugar cómodo. Casi un sub-genero aparte, los héroes siempre suelen explorar los mismos tropos. Ni siquiera en obras tan bien logradas como la trilogía de Nolan sobre el caballero oscuro o el cierre de Logan (2017) en su último film pudieron alejarse de contar historias similares, pero con un tono distinto. Aquí, en cambio, la historia no tiene nada que ver con lo que se suele narrar y claramente se aleja del asiento acomodado. Hay un personaje que, tal como se ve en el tráiler, está marginado de la sociedad y desde ese lado, desde el lado más oscuro del ser humano, se construye la locura. Eso no significa que hay un montaje sucio o una dirección de arte tenebrosa, ya que este film tiene una belleza visual enorme y una composición exquisita. Esto se debe a que el hecho de contar una historia de oscuridad no requiere que la iluminación o el vestuario sea oscuro. La oscuridad está en la caracterización, en la ideología que propone un personaje que por momentos está extremadamente insano pero por otros, vemos enormes rasgos de racionalidad. Este juego que plantea el guion, ese ir y venir entre la demencia y la realidad, es uno de los puntos más fuertes de esta película, y algo que no hemos visto en el cine comercial hace mucho tiempo. Esto no significa que nunca se haya hablado de este tópico en la historia del cine, pero el enorme cuidado de jugar en ambos bandos, de plantear una película que pueda ser mirada por un público amplio y que pueda dejar un sentimiento tan profundo es algo único y que no se puede dejar pasar. Stanley Kubrick, Luis Buñuel o el mismísimo Salvador Dalí son los artistas que más se acercan a lo que transmite esta obra. La emoción por el final del metraje es tan alta que es difícil de analizar y de deconstruir sin hablar con spoilers, pero estamos hablando de uno de esos momentos que van a quedar grabados en la retina del espectador, y mucho de ello se debe al enorme trabajo de Joaquin Phoenix, un clarísimo competidor para la academia. La interpretación de este Guasón es tal que compararlo con trabajos previos hacia el personaje (Heath Ledger es el primero que puede venir a la cabeza) es innecesario e irrespetuoso. No voy a decir quién hizo un mejor o peor personaje, pero lo que acaba de hacer Phoenix es una de esas actuaciones que van a ser recordadas por mucho, mucho tiempo. Y para agregar de yapa… ¿Qué más pedir del glorioso interprete que es Robert De Niro? Los pocos minutos en su película son gigantes, y que este pedazo de actor pueda seguir trayéndonos personajes tan ricos es algo que se agradece. Sonrisa asegurada. Me arrodillo ante la existencia de esta obra. Me arrodillo ante Warner Bros. dándole luz verde a algo tan fuerte. Y sobre todo, me arrodillo a que esta película será, sin lugar a dudas, un antes y un después en la historia del cine comercial. Faltan las palabras y sobran las emociones para describir lo que es ver Guasón (2019). Su acercamiento al cine es la definición más pura de una obra maestra. El arte plantea preguntas, pero nunca deja respuestas. Al salir de la sala, el espectador pregunta a la película, pregunta al espectador de al lado y se pregunta a si mismo; Y eso, mis amigos, es arte.
Balada triste del Guasón. Crítica de “Joker” de Todd Philips.I La pasión de Arthur Fleck, un hombre ignorado por la sociedad, es hacer reír a la gente. Sin embargo, una serie de trágicos sucesos harán que su visión del mundo se distorsione considerablemente convirtiéndolo en un brillante criminal. La espera terminó, finalmente llega a la salas de cine la película que refleja el pasado de uno de los mejores villanos del mundo del comic. Varios se han puesto en la piel del némesis de Batman, desde César Romero en la lisérgica serie de los 60 hasta el oscuro villano interpretado por Jack Nicholson en “Batman” de Tim Burton. Pasando por el increíble y premiado post morten Heath Ledger en “The Darh Knight”, hasta el decepcionante Jared Leto en “Suicide Squad”. Muchos son los que han dado vida al mítico archienemigo del encapotado murciélago. El propio peso del personaje cada vez que aparecía en acción en las diferentes películas, lo hacían merecedor de su propia película y la misma llegó de la mano de un director que, llamativamente, viene de la comedia. Todd Philips cobró relevancia dentro del género con películas como la exitosa saga “The Hangover” (“¿Qué pasó ayer?”), “Due Date” (“Todo un parto”) y la nueva versión del clásico de los setenta “Starky & Hutch”. La elección no despertaba grandes expectativas en un principio, si la aparición de Joaquín Phoenix para interpretar al payaso, quién deslumbró en películas como “Her” o por ponerse en la piel del músico Jhonny Cash en “Walk the line” (por la cual ganó el Globo de Oro por su actuación). Pero el rol donde podría ser un personaje de los denominados villanos y nos acercaría más al actual, era el de “Gladiator”, interpretando al despreciable Comodo, enemigo de Máximo Décimo Meridio. Todos esos condimentos generaban cierta expectativa, pero nada hacía esperar la experiencia que significa “Joker”. Como primera medida y tomando el antecedente del director, esto no es una comedia, es puramente un drama intimista y pesimista. Por otro lado, y teniendo en cuenta el rol de villano que interpretó el actor en “Gladiator”, el Guasón no es un villano que encierra maldad por que sí ni un dictador, sino todo lo contrario. El Guasón es una víctima de la sociedad, forma parte de los excluidos. Esa parte de la sociedad que Bane utilizaba en “The Dark Knight Rises” para generar el caos en Ciudad Gótica. “Un payaso” (como los llama el sorpresivamente despreciable Thomas Wayne) que no encuentra su lugar en el mundo, al que la gente le pasa por al lado y no registra, un invisibilizado. Resulta inevitable no hacer la comparación con “Taxi Driver”, sobre todo en la transformación de Arthur Fleck hasta convertirse en el supervillano de DC. El carácter revolucionario que adquiere el personaje, más algunos detalles que mejor no adelantar, nos acercan a “Fight Club” de David Fincher. Pero “Joker” es una historia que se vale por sí misma, un producto que, al igual que “Logan”, va por fuera de las historias de superhéroes, cuyo peso argumental y metafórico encierra muchas aristas que nos permite disfrutar de la misma sin saber nada acerca del personaje. Desde el plano actoral, es magnífico el desempeño de Joaquín Phoenix. Las expresiones del actor, sus diálogos con la terapeuta y su viaje mental a través de sus alucinaciones son extraordinarias. El actor logra darle cuerpo a un Guasón entrañable por momentos, siniestro en otros, un revolucionario antihéroe que nos pone en aprietos, ya que uno no puede evitar sentir empatía y lástima por él. Robert de Niro, como Murray Franklin, un exitoso presentador de televisión, da cátedra como representante de los medios que banaliza el caos en Ciudad Gótica, que entretiene a esa clase burguesa, el opio que sodomiza a la sociedad y se burla de “los payasos”, pero le dará lugar cuando se transforme en un producto de consumo masivo. Indirectamente, uno de los responsables de la transformación de Arthur Fleck. Todos esos factores hacen de “Joker” un film duro; lleno de violencia, explícita y simbólica.. Con una problemática muy actual, que abarca temáticas como la desigualdad social y la concentración de la riqueza en unos pocos. Mientras “los payasos” la ven pasar y nadie se pone en sus zapatos, sufriendo la exclusión de una sociedad ciega y egoísta. Una balada triste e incómoda que nos interpela de manera magistral y con un arte visual notable. Puntaje: 100/100.
OBRA MAESTRA. Joker es lo que merece el personaje. No se guarda nada. Joaquin Phoenix con una clase impresionante de actuación, casi que no tiene rivales para el Oscar. Todd Phillips hace el mejor film de su carrera y la mejor película de DC Comics. Desde hace muchísimos años, ha sido una interminable batalla en la historia cinematográfica de DC Comics el tono que deberían llevar sus películas. Desde la visión y estética de Tim Burton a finales de los 80 con la primera aparición de Jack Nicholson, hasta la interpretación de Jared Leto en Suicide Squad (2016), el universo DC y más precisamente, la gallina de huevos dorados de Warner (Gotham City) tuvo varias representaciones, que para bien o mal, siempre han generado polémica en todo el ambiente que rodea al cine. Ahora en 2019, el director Todd Phillips parte de la interesante idea de presentar una historia basada en un personaje de DC, pero que en ningún momento se siente como una película de las denominadas comiqueras. Los últimos años en este género como lo saben, han sido abrumadores en cuanto a la oferta que a lo largo de los meses, superhéroes de cualquier tipo supieron copar la parada de la industria (incluso ganando Oscars) y se instalaron durante todo el calendario para que siempre exista una opción familiar y amigable de disfrutar una película divertida, cargada de acción, emociones alegres, explosiones y heroísmo, entre otras cualidades positivas de los personajes con trajes ajustados. Joker es el trueno que viene a destrozar al árbol perfecto que creció por mucho tiempo y nunca se movió de su tierra firme. Una película que apuesta una vez más a la humanización de este maravilloso mundo, pero a niveles supremos. Ni siquiera el respetado Chris Nolan y una de sus máximas obras The Dark Knight (2008) pueden acercarse al excelente film que logró Phillips, quien venía con un historial de películas cómicas, muy buenas por cierto, pero que como mínimo levantaron sospecha por agarrar al príncipe del crimen en su primera e histórica película individual. Si bien el director ha mostrado cosas muy positivas en War Dogs (2016), su última película antes que Guasón, en este film que además es el primero del sello DC Dark y juega a ser un elseworld, se puede notar un cambio rotundo en todos sus cualidades, algo tan notable que rápidamente la posiciona por muy lejos como su mejor película hasta la fecha. Este film funciona tan bien y es algo tan increíble de ver porque es de esas películas que ya no se hacen. Ya sea por las capacidades técnicas de los realizadores, por la sensibilidad en la sociedad que vivimos o por restricciones de los estudios. Las posibilidades y causas pueden ser infinitas, el hecho es que Joker se siente como algo premium, de una calidad abrumadora con un curado perfecto y es una radiografía que muestra talentos en todas sus líneas. Sin dudas los que crecieron viendo clásicos de los 70s y 80s como Taxi Driver (1976) o The King of Comedy (1982) repetirán un éxtasis cinematográfico y todos aquellos que la descubran, será como romper una barrera en sus formas de ver películas. Es un film que incita al espectador a una clara evolución. A un paladar más fino. Desde un primer momento, Phillips le presentó esta idea cruda, sucia y realista a Warner que de manera increíble aceptó (¡Gracias!) para realzar una vez más la imagen del villano más pesado e importante de la historia de los comics. Parte del plan era volver a las raíces que se vieron con Heath Ledger y de una buena vez explotar todo el potencial que un personaje tan complejo e indescifrable como el Joker puede tener. Joker es una película que no quiere caerte bien, en ningún momento. Desde los inicios se siente absolutamente como un film de varias décadas atrás. Es incómoda, dolorosa, sufrible, angustiante, terrorífica, excitante y magnífica. No estoy exagerando, de hecho podría seguir sumando adjetivos, pero quedó claro el punto. Todo esto se debe a un perfecto guión que sabe llevar de manera excelente la historia y la transformación del personaje, a una dirección sublime que con planos maravillosos transmite de manera poderosa la trama y sí, claramente a Joaquin Phoenix, el hombre que tiene una cita con el Oscar dorado en los próximos meses. Es increíble la dedicación y la transformación de Phoenix para interpretar a un personaje que venía de una lamentable última aparición, haciendo olvidar rápidamente el paso en falso del Mr. J en Escuadrón Suicida para conectar directamente con el concepto del querido Heath Ledger (1979-2008) y validar una vez más que ese es el Guasón que queremos. Un criminal sin precedentes, una ruleta rusa de posibilidades, una mente maestra y un símbolo del caos. El terror de Gotham, el tipo que con su rostro pintado puede hacer lo que quiera. A diferencia de otras apariciones del villano, acá están sus orígenes, o al menos uno de los tantos que podría tener el Guasón. La película no da muchas vueltas, es precisamente la historia de Athur Fleck, un comediante que vive junto a su madre en una Gotham muy picante y consumida por la violencia, la discriminación social y más que nada, la mala leche que caracteriza a esta ciudad. Estéticamente, más allá de que tiene un altísimo grado de negatividad, es una de las mejores Gotham representadas en el cine. La desolación es real, se puede sentir que vivir en esa ciudad es realmente una selva, del que sobrevive el más apto y Phillips una vez más rescató de su libro de inspiraciones un poco de toda esa locura que se vive en Taxi Driver. Una Gotham que se aleja de lo gótico y el neón, para quizás acercarse un poco más a la que se puede ver en Batman Year One (1987) de Frank Miller y David Mazzucchelli. ¿Joker Year One? Lo hermoso de este film es que no hay mafia ni nada que se robe muchos minutos con personajes secundarios, es simplemente una obra íntegramente dedicada a A. Fleck, el hombre que está destinado a grandes cosas. La dirección, Joaquin Phoenix en un nivel superlativo y un soundtrack descomunal se dividen todo el oro que merece esta película, pero también hay que prestar mucha atención a un sublime guión que toca puntualmente temas complicados y reales, situaciones que se presentan diariamente en la sociedad. No es una película para todos, lo aclaró el director en recientes entrevistas y de hecho tiene mucha razón. Es un drama impresionante que sin anestesia arroja sin parar situaciones realmente incómodas y de fácil procesar. Es de esas películas que generan constantes cuestionamientos. ¿Está bien lo que hace el Joker? ¿Está bien lo que hizo la sociedad con Arthur? Son algunas de las preguntas que se generan viendo este film que cuenta con actuaciones perfectas, compañeros de reparto que acompañan con altura a Phoenix como Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy, Brett Cullen, Brian Tyree Henry, Glenn Fleshler y Shea Whigham, entre otros. Todos juntos hacen de este film, un inmediato clásico. JOKER es por muchísimas razones la mejor película de DC Comics de toda su historia. Así de simple. Todd Phillips entendió de manera perfecta al personaje y lo llevó a niveles que rompe absolutamente con todo lo que se hizo antes. Sus orígenes son muy dolorosos, pero el premio es el nacimiento de un poderoso e hilarante símbolo. Todo el film maneja un potencial increíble, pero más que nada, su última media hora es por lejos, lo mejor del año.
La grieta atraviesa fuertemente cualquier conversación digital (y no) hoy en día, y el cine no está exento. Que sí Avengers, que sí Batman, que sí el mostacho de Superman, que sí copiar esquemas que funcionaron… El estreno de Guasón (Joker para les amigues) puede leerse de dos maneras: como un elemento más para agrandar la grieta, o cómo una manera de saltarla, evitarla, achicarla… Lo que Todd Phillips (The Hangover, Old School, War Dogs) hizo es de otro planeta, aprovechando el rugir económico de las películas de superhéroes, se puso la capa para hablar sobre la demencia, el pobre sistema de salud estadounidense, la violencia armamentística, el espectáculo morboso, etc… Tenemos que hablar de Arthur Fleck El Guasón (a partir de ahora, Joker) es un personaje reconocido en la cultura pop. A niveles sintéticos es el antagonista principal de Batman, pero como su contracara los niveles de complejidad que conlleva el personaje, su destrozada psiquis, y esa sensación de libertad (tan explotada por Ledger en la trilogía de Nolan) lo convierten en un entretenimiento por sí mismo. Piensen lo siguiente: ¿recuerdan más las películas de Batman con o sin Joker? ¿Recuerdan todos los personajes que interpretaron a Batman en cines y series? ¿Y del Joker? Esa misma complejidad permite a los actores abordarlo desde diferentes aristas (no olvidemos que en universo de los comics, puede que existan 3 Jokers conviviendo al mismo tiempo), y a nosotrxs esperando a ver con qué nos sorprende el nuevo intérprete. Esta simpleza en la complejidad posicionan al Joker como un personaje “evergreen”, cómo dicen las empresas de medios: es un personaje vigente todo el tiempo y que puede acomodarse a cada coyuntura. Es en este escenario que la jugada de Phillips parece ser maestra. Pudiendo caer en un error de forzar la conexión con un universo expandido de DC algo confuso, decide llevar adelante un proyecto separado (o no…) y explotar sus filias y fobias desde allí. Ofreciendo un espectáculo amargo, espeso, incómodo… villanesco. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es un hombre con transtornos psiquiátricos, tiene una enfermedad que lo hace reir compulsivamente aunque no quiera hacerlo. Su madre se encuentra postrada en un departamento desvencijado y él se gana la vida vendiendo publicidad disfrazado de payaso y soñando con ser comediante de stand up. Su pasado es algo incoherente y su futuro no parece tener mucho vuelo. Pequeños sinsabores diarios y cachetadas burocráticas van a comenzar a convertir a este pobre hombre en un sociópata asesino que con su accionar va a poner de pie a una parte de la sociedad de Gotham (Ciudad Gótica para los que veían la serie de Adam West) que ya no aguanta más que los ricos gobiernen solo para ellos, olvidando a los de abajo. Todo esto engalanado por artistas como Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy o Brett Cullen. Que no es un antihéroe… es un villano Las primeras impresiones de la película levantaron polvareda: que aprueba la violencia, que no es de superhéroes, que Marvel lo hace mejor, que el Oscar a Phoenix, y un largo etcétera. Joker no es una película sencilla. No es “divertida” y simple. No es pasatista. No es para ver de reojo en la gran plataforma de la N mientras hacemos otra cosa para luego contar en redes que vimos toda una temporada de un tirón. Joker es una película que te requiere atento, activo, pensante, sintiente. Te genera dudas, te cambia el punto de focalización, te demuestra que sólo existen los grises… no es una película de superhéroes entendida como Infinity War. Es el siguiente paso de la evolución, eso que se demostró tibiamente con Logan, el género superheroíco se estableció tan fuertemente que ya comienzan a surgir productos que fusionan los géneros. Pasó con Brightburn y el terror, pasa con Joker y el thriller policial / drama. Y recordando siempre lo más importante: el Joker es un VILLANO, no es un antihéroe, no es Punisher… que gane él es que gane el mal. Y eso en tiempos tan edulcorados es un poco molesto… incómodo. ¿Hay conexiones con Batman? ¡Pues claro! Algunas mas inteligentes que otras. ¿Se puede leer como parte de otros Jokers y Batmans que hemos conocido? ¡Por supuesto! Pará… ¿puede incluso relacionarse con el Batman de Pattinson? ¡Para que te digo que no, sí si! Tantas capas, tantas aristas, tanto a la interpretación… Phillips decide no cerrar las puertas a un universo expandido y en eso saltea totalmente la grieta, aprovechando para hablar de cosas que quería. Robert De Niro es un presentador televisivo, usado para una crítica de los medios incluso en tiempos de los 70s/80s. Zazie Beetz es el “interés romántico” que muestra lo que le sucede a la gente común. Frances Conroy es su madre, y sufre ante la falta de ayuda del estado ante un problema de salud, mientras evita escarbar en el pasado de ambos: madre e hijo. Y Brett Cullen es el meritócrata que buscar ser gobernador, que cree que puede sacar adelante a Gotham City a pesar de venir de un stablishment alejado de “la gente común”. Interpreta a un personaje conocido, y como tal, aprovecha la poca información para mostrar todos sus matices. Puede ser un faro de esperanza, o un garca neoliberal. El show del payaso Dolor, muerte, asesinato, medios, corrupción, problemas en los sistemas de salud estatales, personajes profundos, claroscuros, justicia… La grieta va a existir desde siempre, pero la existencia de películas como Joker puede ser la gasa que cure este mal que nos aqueja. Y a la vez nos permite sentirnos interpelados de manera oscura y adulta con un personaje que podría considerarse infantil. Pero tengamos en cuenta: el payaso homicida nunca debería tomarse a la ligera…
La nueva película de Todd Phillips presenta al personaje antagónico de “Batman” en una violenta Gotham City en 1981. Arthur Fleck ( Joaquin Phoenix), es un aspirante a comediante de stand-up, pero tiene un daño cerebral producto por varios golpes sufridos en la niñez que lo hacen reír de manera involuntaria, sin motivo aparente y sin control (gran logro del actor), lo que deja perplejo al que está enfrente. Para eso, él lleva una tarjeta explicando su dolencia y una libreta con chistes que no dan resultado cuando se presenta. Vive con su madre Penny (Frances Conroy), una mujer mayor e inválida a quien él cuida con esmero y quien trabajó durante 30 años para Thomas Wayne, millonario aspirante a Alcalde de la Ciudad y padre de Bruce. Penny llama “Happy” a su hijo porque dice que debe ponerse una sonrisa y hacer reír y juntos ven todas las noches el programa de entretenimientos de Murray Franklin (Robert de Niro). Arthur se imagina triunfante en el show, pero el mundo lo lastima tanto que, despedido de su trabajo de payaso y golpeado varias veces por pandillas en la calle transforma su furia en venganza y así se transforma en “Joker”. En el medio hay una vecina, Sophie (Zazie Beetz) que aporta algo de luz a su humanidad dañada, y a su vez tiene sesiones de terapia que poco aportan con una trabajadora social (Sharon Washington). Hasta en lo físico se vislumbra su tristeza y agonía, su aislamiento social y desquicio, víctima de una trágica historia familiar. Es impresionante su delgadez y como usa su cuerpo, brazos y cara, contorsionándolos de manera inusual. En una de las emisiones de Franklin se burlan de Fleck por un video que llega al canal de manera casual, pero a su vez lo invitan al programa, y hasta ahí llega mi sinopsis, porque no quiero spoilear lo que sí o sí tienen que ver, su historia y los descubrimientos posteriores. Ahora me voy a detener en el individuo que se convirtió en un peligroso criminal y que, dentro su patetismo logra que uno sienta compasión y empatía, aunque no debería ser el caso. Será porque el actor Joaquin Phoenix se entregó en cuerpo y alma? Sííí, él ofrece su actuación más intensa, perturbadora, brutal, sangrienta, despiadada, física y emocional que se ha visto de Joker hasta el momento. Comprometido a cada momento, logra que el personaje sea oscuro e inquietante, maravilloso, cruel, frágil y herido, todo eso junto. Realmente logra una interpretación compleja y completa que hizo que el Guasón le pertenezca, sin copiar a ninguno de sus predecesores. Es SU película. Creado en 1940 por el dibujante Jerry Robinson (1922-2011), Joker ya fue interpretado por César Romero (serie “Batman”, años 60), Jack Nicholson (1989), Heath Legder (2008) y Jared Leto (2016). Ninguno como Phoenix. La banda sonora del compositor Hildur Guonadottir acompaña de manera impecable. La dirección, edición y dirección de arte son sencillamente perfectas. Una de las mejores películas del año. ---> https://www.youtube.com/watch?v=GShOSM9ihZc ---> TITULO ORIGINAL: Joker ACTORES: Joaquin Phoenix, Robert De Niro. Zazie Beetz, Frances Conroy. GENERO: Policial . DIRECCION: Todd Phillips. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 122 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 03 de Octubre de 2019 FORMATOS: Imax, 2D.
La película que ganó el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia llega a las pantallas grandes de todo el mundo, y ahora sabemos por qué es que fue tan ovasionada.
Joaquin Phoenix nos brinda un Guasón épico en la cinta dirigida por Todd Phillips. Quizá soy un oído que solo escucha el murmullo de la calle; o un brazo que se extiende y se mueve al ritmo de la música; un par de piernas delgadas que dan pasos hacia el abismo; un torso desencajado que se retuerce de dolor; o una boca que provoca espasmos como carcajadas para liberar la pena de un cuerpo sin pasado… Nos ponemos algo líricos para captar la esencia de este film que tiene al Guasón como figura central, claro está que hablamos del archienemigo de Batman (EL héroe de DC Comics). Es cierto también que han pasado varios tipos del también llamado Joker por la pantalla grande, desde uno jocoso y más naif, de origen mafioso, interpretado por Jack Nicholson; o un oscurísimo Heath Ledger, quien supo reinventar el personaje otorgándole anarquía y una sonrisa desfigurada; hasta uno más ¿cool? o ¿pandillero?, un rebelde sin causa encarnado por Jared Leto. O sea que para llegar al Guasón de Joaquin Phoenix, hubo una evolución del personaje. Aquí Todd Phillips, su director, decide indagar los orígenes de este ser confiriéndole un pasado difícil y una psicología de lo más compleja; alejado del imaginario fantástico de la típica película de superhéroes, por el contrario otorgándole terrenalidad, cotidianidad… humanidad. Ambientada en los 70´, en una imaginaria Ciudad Gótica, Arthur Fleck (el Guasón) divaga por las calles trabajando de payaso en un lugar de mala muerte, para un jefe abusivo. Tiene solo a su madre Penny, con quien vive en una pocilga, pero toda la ciudad parece estar imbuida en halo de miseria, la diferencia de clases es muy notoria. Él solo quiere amar, tener la admiración de los demás. Desde el momento que lo vemos reír sin una causa aparente, una risa anómala y dolorosa, nos damos cuenta que nuestro chico es una bomba de tiempo emocional. Una especie de “freak” con comportamientos extravagantes, sumada una postura deformada y una mirada que de tan inocente y sufrida no reconoce límites de moralidad. No queremos spoilear, pero nuestro Joker es producto de una sociedad enferma que invisibiliza a ciertos sectores. Dentro de su peligrosa ingenuidad, él tiene como propósito en la vida hacer sonreír a la gente, quiere ser un comediante. Pero detrás de la carcajada también puede haber angustia y emociones descontroladas, involuntarias, disociadas de los sentimientos internos. Este es el caso. Por lo que en esta cinta el Guasón ira atravesando una transformación gradual, hasta devenir en un poderoso antagonista; que será fuente de inspiración de un pueblo descontento, trayendo caos y anarquía a una anestesiada Ciudad Gótica. Llega un momento que, inconscientemente, se transforma en un fenómeno social, su locura se vuelve colectiva. Todd Phillips va más allá de lo psi y nos propone una desconstrucción de este “villano”, indagando sus orígenes y el porqué de sus conductas, involucrando todo el contexto. Más allá de la excelente interpretación de Phoenix, logra un Joker épico, aquí el relato también acompaña con un guion incisivo y reflexivo. Los planos cortos en su cuerpo malformado y en su rostro, así como una música constante y perturbadora, dan cohesión al estado mental del protagonista. Un estado que transita entre los límites de la realidad y el delirio… que se materializa en sangre dibujando la sonrisa patológica tan característica de este ser con un pasado y un presente trágico, que reconstruye como puede su identidad.
A priori, cuando se anuncio la película del Guasón, mi reacción fue la de muchos: “Por dios, no la arruinen”. Después de Jared Leto, todos quedamos temerosos. Heath Ledger había llevado al personaje a un lugar inalcanzable, básicamente transformándose en el único que lo iba a poder interpretar… algo así como Marlon Brando con El Padrino, creando un icono y al mismo tiempo retirándolo. A todo esto se sumaba Todd Phillips, conocido por películas como “Que paso ayer 2”, y “Todo un parto”, comedias de verano estadounidenses con poco contenido y tan básicas, que no parecía compatible con la profundidad que necesitaba un personaje como el protagonista de la película. Y si le sumábamos la seguidilla de películas de DC, básicamente, lo único que rescataba es la elección de Joaquin Phoenix como protagonista. Todos esos miedos, fueron destrozados en las dos horas que duro la proyección del lunes en el IMAX. Lo que ha logrado el equipo entero de Joker, es, para decirlo simplemente, una obra de arte. Es, sin dudas, la mejor película de origen de la historia y Joaquin Phoenix supero a Heath Ledger. Sin entrar en detalles, la cinta nos muestra el lento descenso a la locura de una persona rechazada por la sociedad. Un hombre abandonado por una sociedad violenta, tapada por los problemas, dividida entre ricos y pobres, cínica y apática. Un hombre que esta inundado por la tristeza, superado por sus circunstancias, y ha sufrido toda su vida, encuentra la fuga de la realidad en la locura, y una vez que entra en ese plano, solo quiere ver al mundo arder. No hay mucho más que decir sin entrar en detalles, pero nada en la película desentona. La dirección, el guión, la reproducción de época, la música, el maquillaje, los actores que acompañan a Phoenix (Robert De Niro haciendo un homenaje a “El Rey de la Comedia” esta maravilloso), todo, absolutamente todo esta perfecto. Pero lo que sinceramente lleva todo al nivel de obra maestra, es Joaquin. No merece un Oscar, merece un premio Nobel. La sutileza de su interpretación es maravillosa. El Guasón de Heath Ledger nos mostró la cara de la locura, acá, vemos todo. La génesis de esa locura, con todo lo que ello conlleva. Como lucha con eso, como detiene sus demonios, como trata de contenerlos con fantasía, pero a medida que la tristeza y el mundo lo asfixia, poco a poco empieza a aflorar hasta que se hace incontenible. Básicamente, lo de Joaquin Phoenix es hipnótico. Véanla en el cine. Disfrútenla. Es de lo mejor que vi en años.
La vida de Arthur Fleck no podría ser peor. Padeciendo un trastorno mental, vive con su madre enferma, es el hazme reír de sus compañeros de trabajo, su carrera como comediante no despega, y para colmo, la ciudad donde vive esta sumergida en el caos y la violencia. Será esto último lo que termine de desequilibrar la poca estabilidad mental de Arthur. Antes de comenzar con la review, tenemos que aclarar que no vamos a entrar en el debate sin sentido de echarle la culpa a una película por la violencia de una sociedad. Este no es el sitio, así que, si esperan ver polémica por ese lado, ya les avisamos que no la van a encontrar. Y respondiendo a la gran pregunta de la mayoría, sobre si estamos ante una obra maestra, debemos decir que no. Pero si presenciamos una de las mejores cintas de lo que va en el 2019; así que pasaremos a analizarla, con una aclaración final: NO ES UNA PELICULA DE SUPERHEROES, si están esperando ver la formula DC, ya les avisamos que no. Guasón es una exploración al interior de un ser humano quebrado tanto física como mentalmente, mientras a los espectadores se nos plantea la duda sobre si un psicópata nace o se hace. En este sentido el film tiene una postura clara que hasta se toma la molestia de mostrar en pantalla, porque es que el protagonista termina cometiendo determinadas atrocidades. Aunque vale decir también, que a veces el guion peca de exagerar demasiado, haciendo ver a Arthur Fleck como alguien con peor suerte que el Coyote de los dibujos animados. Quizás eso ultimo y el tratamiento que se le dio a determinado personaje, sea lo único malo de Guasón, porque del resto, solo nos quedan halagos. Por empezar la fotografía y la música son impresionantes. La primera nos transporta a una Ciudad Gótica ochentosa, carcomida por la desigualdad social y en el que cada fotograma de las calles, sentimos que se está ante un polvorín a punto de estallar. Todo esto viene acompañado por una banda sonora potente, que nos pone los pelos de punta al ver cada maltrato que sufre Arthuresperando que este hombre se canse y termina convirtiéndose en el personaje que da nombre a la película. Para finalizar, lo que todo el mundo suponía que iba a ser lo mejor, termina siendo lo mejor, y es la actuación de Joaquín Phoenix. Poco queda para decir de una de las mejores labores interpretativas vistas en el 2019 (a gusto personal el único que se le acerca un poco es Taron Egerton como Elton John). No exageramos si decimos que el actor ya debería ir haciendo lugar en su estantería de premios para su más que seguro Oscar. Guasón termina siendo una de las mejores películas del 2019 por mérito propio, y sin necesidad alguna de las polémicas absurdas que se están desatando. Con una actuación soberbia de su protagonista, una fotografía y música tan potente que habla por sí misma, sin necesitar que los personajes expresen sus emociones. En conclusión, estamos ante una magnifica exploración a la mente de un psicópata y que es lo que lo conlleva a ser así.
Tan lejos y tan cerca del mundo del comic. A este payaso atacado en plena calle por una bandita de adolescentes que terminan pateándolo sin piedad, a ese hombre que le dice a su asistente social que necesita más remedios porque ya no puede “sufrir más”, a ese señor lacerantemente sufriente que recibe un arma de fuego de un compañero de trabajo y termina desocupado, sin asistencia del estado, con su madre revelando secretos desquiciados, solo le queda estar en carne viva. Sufrir en la oscuridad de una ciudad sórdida e indiferente, desclaso, patético, con su humanidad solitaria sacudida por risas compulsivas resultado de un toc particular. Tan lejos del comic y sus reglas, tan cerca de una oscuridad que le duele al espectador, porque lo que ve no le es fantástico, es tan cercano que no permite la indiferencia. El camino que eligió el director Todd Philips que escribió el guión con Scott Silver, es audaz, acertado, de gran impacto. El director es uno de los productores junto a Bradley Cooper, unidos hicieron la hazaña de reinventar “Nace una estrella”. Juntos edificaron un Guasón que homenaje al de Head Ledger, pero más jugado aún, que desciende los círculos del infierno, con tributos a Martin Scorsese en su “Taxi driver” o “El rey de la comedia”. Con el papel reservado a un Robert De Niro como comediante televisivo, ídolo de ese payaso que lo idolatra como una figura paterna que nunca tuvo. El ritmo del film es infernal, no decae nunca, y construye con esa rebelión popular y violente de gente vestida como payasos, un telón de fondo al nacimiento de una mente criminal que no tiene retorno, en la locura y la lucidez, en la comprensión de una realidad que por fin revela su ferocidad y termina de moldear a esa alma en pena que todos despreciaron. Se sintoniza con el caballero oscuro de Nolan, sin dudas, quizás por convención necesaria de los estudios, con un final que enlaza lo que vendrá o que se burla definitivamente de la levedad del comic por más oscuridad que le agreguen. Este es otro camino. Y el trabajo de Joaquín Phoenix es impresionante, flaco, fibroso, esa triste figura, tiene al intérprete justo, portentoso, digno de todos los premios.
“Guasón”, de Todd Phillips Por Jorge Bernárdez - Cuenta Todd Phillips que llevó el proyecto de una película sobre el Joker a la Warner, cuando hace un par de años se encontró que no había forma de escribir comedia sin que algún grupo social no se sintiera ofendido. Ahora con su película sobre el mejor villano del universo de Batman ya estrenada, Phillips dice en cuanto reportaje le hacen que la comedia está muerta. Habrá que agradecerle a los asesinos de la comedia entonces por empujar al director de la serie de películas que nacieron en Qué pasó ayera encarar una película feroz llamada Joker, que en Argentina no podía llamarse más que Guasón. Joaquin Phoenix es el socio indispensable de Phillips, ambos crearon a este Joker que no tendrá secuelas, que pertenece al universo de DC, pero no tanto. De hecho, este Joker no está pensado para compartir pantalla con el que se supone es su principal enemigo, es decir Batman. Muchos creen que nunca hubo explicaciones sobre el origen del personaje, pero la realidad es que existe un comic que puede tomarse como la base de esta película, aunque es apenas un esbozo de lo que se ve en pantalla. Así que acá estamos, parados casi frente a la nada, con un esbozo de personaje que nace de la triste historia de un comediante al que nadie le presta atención y no mucho más. Los primeros y desconcertantes minutos de la película sirven para mostrar al solitario y desagradable Arthur Fleck. Es una persona que nos incomoda a todos, a los que estamos en la butaca del cine y a los que comparten su vida diaria. Para los que vemos la película la incomodidad se vuelve más angustiaste a medida que vamos conociendo al patético personaje que trata de hacer reír, cuando lo único que puede provocar es un rechazo casi visceral. Uno trata de sentir empatía por Arthur porque lo ve vivir con su madre que claramente tiene algún desequilibrio y lo ve entregar una tarjeta donde explica su complicada enfermedad psiquiátrica, que lo hace reír en situaciones donde no debería. La risa de Arthur parece un llanto y su sonido provoca lo que provoca pasar las uñas sobre un pizarrón, por poner un ejemplo. Arthur y su madre dependen de la asistencia pública pero la ciudad está pasando por un mal momento económico, así que la servicios penden de un hilo, es más, a los pocos minutos una asistente social que lo recibe periódicamente le dice que no vaya más porque el gobierno de Ciudad Gótica suspendió todos los programas sociales a gente como Arthur y su madre, además de echar a la asistente social porque a los poderosos de la ciudad no les importa nada de esa gente que está fuera del sistema. Arthur es una bomba de tiempo, pocos se dan cuenta de eso y por eso tiran de la cuerda. Guasón entonces es bella pero y a la vez incómoda, Phoenix crea un personaje al que no se le puede sacar la mirada de encima, su cuerpo se ve golpeado, esmirriado, lacerado, su cara parece una máscara de goma. Sus actitudes son mal entendidas y reciben rechazo. Todo conspira contra Arthur hasta su admirado Murray Franklin (Robert de Niro), un presentador de televisión al estilo de Johnny Carson que lo convoca a su programa para verlo hacer su rutina. La bomba se va armando y finalmente va a explotar en una noche descontrolada que hará estallar Ciudad Gótica a la manera de un Big Bang que creará todo un nuevo universo. Volvamos a lo de la belleza y la incomodidad de Guasón. El elenco es sólido, la puesta en escena y la dirección de arte son perfectas, las referencias cinéfilas se disparan en direcciones imprevisibles (con base en Taxi Driver y El rey de la comedia, ambas de Martin Scorsese), la música combina temas clásicos con una banda de sonido plena de distorsión que junto a la fotografía con una técnica propia de un corresponsal de guerra, hace que por más cómoda que sea la butaca de la sala el espectador nunca se sienta distendido. Todd Phillips se puso en el centro de la controversia con un relato que pone muy nerviosos a unos cuantos, dejó la comedia pero resulta que también se puede incomodar contando de cierta forma la historia de un villano de historietas. Es que en Guasónconviven ese universo de historieta con un mundo violento que se parece demasiado al mundo real. Mientras nos metemos en la vida de este personaje mítico, vemos a la sociedad actual, una actualidad opaca y sórdida en que los que gobiernan cortan los servicios sociales porque no les importa nada de los gobernados -son fundamentales detalles como el peinado de un candidato a alcalde que se parece llamativamente al de Donald Trump- y donde todo pende de un hilo porque un don nadie puede estallar al punto de borrar todo lo conocido. Mientras se ve alGuasón, es inevitable que en algún callejón o en un barrio del Gran Buenos Aires cualquiera puede estar recibiendo la noticia que lo haga estallar o al que lo estén golpeando de tal manera que lejos de quebrarlo le estén poniendo el percutor que lo hará estallar.Guasónes la película que anuncia que anda por ahí una bomba cuyo reloj ya empezó a hacer tic tac. Y eso es inquietante. GUASÓN Joker. Estados Unidos, 2019. Dirección: Todd Phillips. Intérpretes: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Frances Conroy, Zazie Beetz, Brett Cullen, Brian Tyree Henry, Marc Maron, Dante Pereira-Olson, Douglas Hodge y Sharon Washington. Guion: Todd Phillips y Scott Silver. Fotografía: Lawrence Sher. Edición: Jeff Groth. Música: Hildur Gudnadóttir. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 122 minutos. Apta para mayores de 16 años.
Joker es una obra maestra. Tan sencillo (y tan complicado) como eso. Es una obra que patea por completo el género de superhéroes y/o films basados en personajes salidos del comic. En vano es justamente ese debate, de que si se trata de una película de superhéroes o no. Porque la respuesta es ambigua, por un lado sí lo es, porque se basa en el villano de la cultura pop más famoso (junto a Darh Vader) de todos los tiempos. Y por el otro no, porque no sigue ni las fórmulas de Marvel, y ni siquiera de DC en cuestiones narrativas. Desde su anuncio y a medida que fueron largando info, los realizadores se encargaron de aclarar que sería algo distinto e incluso deslizaron que “los fans de los comics podrían enojarse”. Si bien creo que en esa oración hay un concepto para tener en cuenta, no estoy de acuerdo en su totalidad. Los que leemos comics y conocemos al personaje sabemos que Joker no tiene un origen definitivo y que su canon ha cambiado a lo largo del tiempo. Motivo por el cual, tenemos que considerar a ésta una interpretación más. Una adaptación que sucede en una obra contenida y que no forma parte ni de un Universo Compartido ni de una franquicia. Pero lo grandioso acerca del personaje Joker es que ha tenido un montón de orígenes e identidades, y está tranquilamente puede ser una más. Y esa aclaración poco importa, porque la película es apabullante. Te pasa por arriba en todo sentido, te descoloca, te deja pensando, te incomoda. De la misma manera en la cual te hace llorar e incluso alterar. Muy pocas veces me había pasado que un film me inquietara a nivel físico y mental. Joker logra eso, y se queda con vos un buen rato luego de salir del cine. ¿Pero por qué ocurre todo esto? La respuesta a es una sola: Joaquin Phoenix. Nos encontramos ante una de las mejores interpretaciones de los últimos años y sin dudas la mejor de la carrera del actor. No solo su transformación física a través de la pérdida de kilos y los movimientos que logra con sus huesos (lo cual es impresionante), sino su completa inmersión en el personaje. La icónica carcajada es una anécdota en comparación a lo que transmite su cara y, por sobre todo, sus ojos. El actor lleva al personaje a otro nivel, con una locura y desarrollo pensado al milímetro. Nada de lo que escriba le puede hacer justicia a su performance, es algo para experimentar, que te sorprenda y luego volver a ver para encontrarle más capas. Justamente son esas capas lo que hacen a la película única en el género. Porque tiene un montón de lecturas y paralelismos para hacerle. El director Todd Phillips deja bien atrás la saga Hangover, y tras la genial War Dogs (2016), tiene la magnífica idea de homenajear a Taxi Driver (1976) pero con un personaje de comics. Así fue el plan y así se cumplió. Disfrazar New York de 1981 de Gotham y teñir todo de desesperación y depresión. La fotografía es excelente, lo mismo que el montaje y el score. Gran musicalización en escenas trascendentales que acompañan muy bien la historia. Está todo pensado para incomodarte, desde los detalles como que en cada plano callejero haya basura, hasta el gran mensaje político que hay. Porque por más ficción que sea tiene un correlato muy grande con la marginalización actual, el manejo de los medios, el poder e incluso Donald Trump. Tampoco es casual que el mismísimo Robert DeNiro tenga un papel tan clave y una escena tan catalizadora en eco perfecto con lo que se busca. En cuanto a la violencia, algo que se viene hablado bastante y que causa polémicas absurdas en Estados Unidos… Hay algunas escenas fuertes, pero no más que en otras películas y ni hablar si la comparamos con la saga John Wick o la próxima Rambo. Lo que sucede aquí es que a diferencia de esos otros dos personajes irreales, a este le creés que existe. Lo cual -obviamente- no quiere decir que incite al espectador a la violencia. Y con respecto a Batman, el canon de los comics y otros debates que han surgido. Sin spoilear puedo decir que la conexión está y es importante, pero es diferente a lo que estamos acostumbrados los comiqueros. No es menor la controversia que está causando, los premios que recibió y los que recibirá. Sin dudas es un punto de inflexión en el género de superhéroes (y villanos) y poco importa el hate que está teniendo en las redes, tanto el genuino como el que es por pose. Si no te gustó está fantástico, no es una película para todo el mundo y está bien que así sea. No todo tiene que ser para todos, ya lo he dicho muchas veces, y en esta oportunidad me alineo con el director, quien en una entrevista al colega Alexis Puig le dijo: “Si hacés algo para todos corrés el riesgo de que no sea para nadie”. Joker es una obra definitiva para los que consumen cine maintream, para los que se criaron con todas las franquicias y le piden más y más al género de Superhéroes. Es una obra maestra y necesaria para poder introducir otros conceptos, y otro tipo de narrativa a los espectadores que ven siempre la misma fórmula. Ojalá haya más películas así en el futuro, que los Estudios se animen a experimentar ideas osadas y darle rienda suelta a directores con buenas ideas. Joker hizo escuela.
El hombre que ríe En 2019 se cumplen 70 años de Batman - creado por Bob Kane y Bill Finger - y 30 desde la epónima película de Tim Burton. Desde la aparición del primer tráiler de Guasón (Joker, 2019) que circula por las redes el chiste: para crear a Joker en 1989, arrójenlo a un tanque de ácido; para crearlo en 2019, arrójenlo a la sociedad. Es una buena síntesis de la premisa del film de Todd Phillips, que propone una versión realista de los orígenes del súper villano y su descenso a la locura, aunque no del todo exacta. Para empezar, la historia se enraíza firmemente a comienzos de los 80s, en una Gótica que no disimula su parentesco con la New York de la época: mugrienta, descuidada, deprimente y colmada de indigencia e inseguridad. Gótica abandona la desvanecida gloria del art deco a cambio de algo igualmente anticuado pero más burdo y sórdido. No es sólo estética: el descontento social es palpable y se protestan las políticas laissez-faire del libre mercado republicano. Hasta el oligarca principal de Gótica, Thomas Wayne, tiene un dejo reaganesco. El contexto se define vívidamente, evocando un momento y un lugar precisos que no son el presente ni podrían ser otra cosa. Pero por más discurso sociopolítico que baraje la película, su protagonista es flamantemente apolítico. No cree en nada y no representa nada, salvo una sensación básica de insatisfacción, lo cual es suficiente para inspirar un movimiento en el cual sus integrantes se proyectan a sí mismos. Es verdad en todo nivel posible: Joker es tan sólo un payaso. Rebautizado Arthur Fleck, es interpretado por Joaquin Phoenix con una corporalidad magistral. En principio es un comediante fracasado, un payaso de alquiler que vive con su anciana madre (Frances Conroy) y se nutre de delirios de grandeza en los que es gracioso y por lo tanto querido. Quebrado, amanerado, poseído por un tic desternillante y lentamente perdiendo una mediocre batalla por encajar en sociedad, su Joker es un ser lamentable; tanto más patético porque su única posibilidad de catarsis termina siendo la violencia. Sus fantasías a menudo lo tienen de invitado en el show del capocómico Murray Franklin (Robert De Niro), lo cual suscita la obvia comparación con El rey de la comedia (The King of Comedy, 1983). La otra referencia clave es Taxi Driver (1976). Guasón amalgama los seminales films de Martin Scorsese, presentando un antihéroe desechado y desestimado por el más bajo nivel del inframundo en el que vive miserablemente. Su único consuelo es la fantasía y la violencia, a menudo confundiéndolas. La película se arma de referentes excelentes y rinde un muy buen estudio de personaje, aunque en su búsqueda por validarse a sí misma se parece un poco a su protagonista, que termina obsesionado con la vieja realeza representada por los Waynes (lo cual rinde una escena entre tierna y espeluznante con su futuro némesis). Guasón es de lo mejor que han aportado los cómics al cine en años, pero lo que eleva el material es la impecable actuación de Phoenix, que supera los detalles menos verosímiles o convincentes del guión y crea algo único y distinguible de las otras versiones que ha tenido el personaje. Su recorrido es tan tortuoso como plausible. Se ha inventado una suerte de controversia banal entorno a la película con la que se la quiere promocionar. No es más osada o sugestiva que un montón de películas “controversiales” que en otros tiempos ni conseguían calificación para ser exhibidas. Guasón es tan controversial como se lo puede permitir el cine comercial: es decir, incluye algo de humor negro y a veces roza el mal gusto. Nada que Joker no haría.
Una revolución dentro del mainstream hollywoodense, Guasón, de Todd Phillips, toma como punto de partida al conocido villano de Batman, para ir mucho más allá en una película que llegó para cambiar cómo se supone debe ser un tanque taquillero. Lentamente vamos cerrando 2019, y ya podemos decir que tenemos a la mejor película comiquera del año. El mundo de los comics se internalizó ya hace varios años con el del cine más industrial, y todos los años, son varias las películas que pueden disputar el trono de la mejor producción en esa especie. Este año ya no hay dudas, hay una ganadora indiscutida; y esa es Avengers: Endgame. Es que la nueva película de Todd Phillips, que adapta al personaje creado por Jerry Robinson, Bill Finger y Bob Kane, para ser el villano principal de Batman, ni siquiera hace el intento de adentrarse en ese terreno. Puede tener en los comics sus orígenes, o mejor dicho, algo de su iconografía, pero como obra en sí, en nada es deudora del mundo de las viñetas superheroicas. Es más, en el mundo que plantea Guasón, no hay lugar para las actitudes heróicas. Guasón es la minuciosa y cruda radiografía de un personaje oscuro, humillado, maltratado, ignorado, menospreciado; no (solo) por su familia, o por un grupo en particular, por toda la sociedad… o por lo menos es lo que Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) siente. Hollywood nos tiene acostumbrado, sobre todo en sus producciones más grandes, a esquivar los bultos, mirar para otro lado, entregar miradas compasivas, edulcoradas, simplistas, edificantes, poco comprometidas. Nada de eso hay en Guasón, una experiencia arrolladora y perturbadora como pocas veces se vio surgir del corazón de los grandes estudios. Algunos podrán decir que entrega una mirada compasiva y hasta aceptable/comprensible, de un personaje, en definitiva un sociópata, como lo es el Guasón. El guion del propio Todd Phillips y Scott Silver, lo que hace es interpelar a la sociedad, poner el acento en lo incisivo, demostrarnos que los monstruos tienen a su Dr. Frankenstein, y que ese personajes podemos ser nosotros frente a conductas “imperceptibles”, y quizás ni siquiera en conductas que dependan específicamente de nosotros, sino de un Estado que elige a sus privilegiados y a sus marginados. Pero nunca llega a decir hay un bien, y un mal, y ese bien es el de Arthur/Guasón tomando la revancha por sus manos, ahí está el quid de la cuestión. En todo caso, a la violencia no se la debería combatir con más violencia. Arthur es un cuarentón que vive con su madre (Frances Conroy), y tiene el sueño de triunfar como comediante de stand up. Mientras tanto, trabaja en una agencia de “alquiler de payasos” para fines varios, desde “payamédicos” a repartidores de volantes. Arthur quiere hacer reír con sus rutinas. Rutinas que anota en un cuaderno en el que también podemos ver algún recorte de mujeres desnudas, y frases muy oscuras remarcadas en tinta negrísima. Pero sólo logra que se rían de él, y no con él. El mundo fue y es cruel con Arthur. Como espeta en algún tramo, no fue feliz ni un solo momento de su vida; y sin embargo, está “obligado” a sonreír y reír gracias a ¿un trastorno psiquiátrico? Que lo lleva reírse a carcajadas cada vez que se pone nervioso. “Hermosa” burla del destino a la clásica (y nefasta) frase “Sonreír ante las adversidades”. Son muchos los anhelos de Arthur, y en realidad uno sólo, poder tener aunque sea un mínimo rayito de luz. Pero no, Guasón es toda oscuridad. Tiene una suerte de ídolo, un presentador de late show, Murray Franklin (Robert DeNiro), al que adopta casi como una figura paterna, esa que es un gran faltante en su vida. Aquel que lo rescate, y al que quiere conocer para poder alcanzar su estrella dorada. Guasón es una película de sueños rotos. Un caldo de cultivo que se va acumulando, en el que no se lo ve afortunado en el juego, ¿y en el amor? Ese payaso obligado a sonreír, que se maquilla y se siente como una navaja que lo marca, que acumula ira, se va llenando como un tanque; y del proceso de explosión habla Guasón. Cristalizando que la sonrisa puede ser de bondad y felicidad; o de tristeza, bronca, y perversidad. Arthur ya no será el mismo, pero de una forma u otra, seguirá riéndose. ¿Qué necesita una figura frágil para terminar de quebrarse? ¿Hasta cuándo puede doblegarse? ¿Es Arthur el único? ¿Qué pasa si aparece una voz que los convoque aunque sea involuntariamente? Parecía una ironía que alguien como Todd Phillips se encargue de una película como Guasón. Con más de diez películas en su haber, Phillips es un especialista en comedias. Mientras Judd Appatow despegaba como director de la comedia más agridulce de los “pasados 40”, Phillips lo emparentó en el target etario pero en comedias más zafadas y livianas. No parecía alguien muy cercano al mundo de la oscuridad. Quizás por esta razón, entre otras, Guasón es su consagración definitiva como director y guionista. Lejos de tomar como referencia el mundo de los comics (aunque su Ciudad Gótica caótica pueda tener algo de la presentada por Nolan aunque menos efectista y más cruda, y su Guasón esté emparentado desde la caracterización con Heath Ledger y desde su génesis y comportamiento a futuro muy lejanamente al Jack Nicholson de Burton); se nota la fuente del Martin Scorsese – que estuvo involucrado en la producción de Taxi Driver y El Rey de la comedia. También de películas como Henry: Portrait of a Serial Killer, Christine (2016), Mad City, o ambas versiones de El que recibe las bofetadas (Lon Chaney/Narciso Ibáñez Menta), ¿Por qué no a El hombre que ríe, la trágica novela de Victor Hugo llevada al cine también por Lon Chaney? Cargada de violencia, no pasa tanto por lo visual, que no le huye a la sangre espesa, como por el lenguaje cinematográfico. Es una película necesariamente violenta para que sintamos la humillación y el destrato que sufre Arthur, no es un mundo color de rosa para él, ni es un lecho de rosas para nosotros como espectadores. Guasón logra sostenerse como un gran entretenimiento mainstream que no aburre nunca en sus dos horas, y también ofrece todo tipo de lecturas capas, y análisis para quienes quieran ir más allá. Es un desafío mayor para un Hollywood que logra equipar el cine de tanques con aquel más ambicioso desde lo cinematográfico. Sus tonos opacos, sus luces que se cuelan entre el verde podrido, el tono nauseabundo, y la pesadez del montaje; nos hablan de una película que no deja ningún asunto al azar. Más allá de que en algún tramo parezca dispersa, para sobre el final recoger todas las piezas y armar lo que ya tenía pensando desde su inicio. Joaquin Phoenix no necesitaba confirmar su talento, en Guasón lo reafirma y lo eleva. Su transformación física es sorprendente (esas costillas dan miedo ya de por sí), y le suma una caracterización muy comprometida desde lo emocional. El Arthur Fleck de Joaquin Phoenix genera una triste empatía más allá de que nunca abandonemos la idea de que se está gestando un monstruo incontrolable. Sus lágrimas se sienten en la pantalla y la queman para traspasar. Si hay un dolor del alma, el actor de Todo por un sueño lo expresa en esta película. Cualquier galardón que se lleve por su performance, es merecido. Los secundarios de Conroy y DeNiro son formidables, cada uno alcanza grandes momentos en compañía de Phoenix, y son un lujo extra que se permite esta película. Hay películas que terminan y quedan ahí. Guasón nos acompaña, se presta al debate, al análisis, externo e interno, nos deja zumbando, inquieta y perturba. Genera el peor de los miedos, el real; y nos hace mirar a nosotros mismos como sociedad. Si se puede hablar de films que son de culto instantáneo, Guasón pareciera destino a ello. De ser afortunados, puede ser una guía a futuro para imitar un modelo de como un cine equilibrado entre lo industrial y lo artístico debería ser. Es cine mayúsculo.
Ante la enorme escasez de ideas en Hollywood aparecen y proliferan remakes, precuelas, secuelas, relecturas, re-inicio de las nuevas franquicias. Todo eso tiene olor a refrito, a tratar de generar un nuevo negocio con lo ya hecho, lo ya escrito, lo ya visto. Es por eso que hay múltiples motivos para celebrar una película como “JOKER” que seguramente será recordada en mucho tiempo no solamente como el gran volantazo en la carrera de Todd Phillips (que venía del mundo de la comedia alocada como “¿Qué paso ayer…?” “Road Trip” “Todo un parto - Due Date” y que ya se había destacado creando una de las mejores películas basadas en series televisivas como “Starsky & Hutch”) sino un gran viraje en el cine de superhéroes. Lo más curioso de la película de Phillips, con un guion escrito por el propio Phillips y Soctt Silver (de “The Fighter” con Mark Wahlberg y Christian Bale y “Patrulla Juvenil”, entre otras) es que escapa rápidamente del mundo de los superhéroes y del comic, para adentrarse en lecturas mucho más subyacentes, mucho más complejas, más profundas y más interesantes. Obviamente “JOKER” atrae en un primer momento porque para los fans del género, narrar el nacimiento de un gran villano y su implicancia con la familia Wayne claramente ya es un atractivo en sí mismo, sobre todo cuando el origen de este personaje nunca había sido tan claro ni con una presencia tan excluyente. Pero Phillips podría haberse detenido sólo en esa idea, en ese puntapié inicial y construir su película prácticamente con una única lectura. Es por eso que ante tanto reciclado de ideas sin ninguna nueva mirada, este “JOKER” marca completamente la diferencia. Phillips apuesta a más y ya desde esta narración que abre la posibilidad de encontrarse con múltiples lecturas, construye una película inquietante y movilizadora. Ciudad Gótica puede ser una ciudad surgida de un comic, alguna ciudad de Estados Unidos, un barrio de Nueva York o podría ser cualquier otra ciudad de mundo en completa crisis, hasta podría ser nuestro conurbano bonaerense, nuestra propia Buenos Aires. Atravesada no solamente una crisis económica, sino por una crisis de valores, Ciudad Gótica es un espacio en donde las reglas no parecen ser claras: ya desde un planteo de una huelga de recolectores de basura, el paisaje y la geografía se muestran como un gran basural donde todo tipo de roedores y alimañas tanto literalmente como simbólicamente, han logrado cooptar cada espacio de la ciudad. Es así como se nos presenta una ciudad en completa decadencia, en una constante descomposición, un ámbito que pareciera facilitar y cobijar naturalmente ese descenso a los infiernos del personaje protagónico, abriendo de esta manera, otra de las tantas lecturas que puede tener el filme. Lo más interesante es que “JOKER” funciona en múltiples planos, independientemente de la historia a la que supuestamente remite y que el público pretende encontrar. Obviamente está presente Wayne / Ciudad Gótica / Guasón pero en cualquier lectura, aún la más liviana y apresurada, el filme de Phillips propone mucho más. Por un lado es interesantísima la alegoría del poder, los movimientos políticos, la meritocracia y la inoperancia del poder político, la corrupción y la insensibilidad de ciertas clases sociales frente a las crisis. Wayne es poderoso y su perfil empresarial y de figura política lo hace ver tan similar a ciertas figuras poderosas que aparecen en cualquier tapa de diario de nuestro cotidiano, que es casi imposible pensar que sólo estamos hablando de un mundo de superhéroes. Por otra parte, Phillips se toma el tiempo de mostrar al Guasón en la piel de Arthur Fleck: un personaje que tiene un vínculo complejo con su madre, con su identidad, con su historia familiar en donde el límite de la sanidad mental aparece difuso en forma permanente y donde se borrar el registro realidad/fabulación. Fleck-Guasón lidia con sus propios problemas psiquiátricos, al borde de la locura, un personaje sin anclaje, sin un lugar de pertenencia, objeto de múltiples burlas y descalificaciones, en donde va anidando un germen de violencia, emparentando más a “JOKER” con los trabajos de Gus Van Sant como “Elephant” o “Paranoid Park”, o la negrura del desequilibrio de “Tenemos que hablar de Kevin” más que con un cine de superhéroes. La construcción detallada que hace el guion sobre estas aristas, hace que el personaje de Arthur Fleck tenga diversos puntos de atracción, mucho más allá de la historia más convencional de contar la génesis de un villano. Si bien estas múltiples lecturas, en capas superpuestas que dialogan entre sí es uno de los principales atractivos de volver sobre una historia ya contada y es justamente donde una nueva lectura a través de un nuevo filme se hace valiosa, nada de esto tendría sentido si la presencia omnipresente de Joaquín Phoenix no estuviese en pantalla. Seguramente Phoenix obtendrá un gran reconocimiento en la temporada de premios, por más que ya todos sabemos que es un gran actor que ha entregado trabajos de todo tipo con los mejores directores del cine contemporáneo. Vale recordarlo en su emblemático personaje en “Gladiador” de Ridley Scott, imposible olvidarlo en “Her” de Spike Jonze, “The Master” de Paul Thomas Anderson, “Hombre Irracional” de Woody Allen o “No te preocupes, no irá lejos” del mencionado Van Sant. Su trabajo es absolutamente magnético, arrollador, de esos que parecen diseñados para quedar en la historia del cine, e inclusive habiendo tenido otros grandes actores que han dado vida a este mismo personaje, Phoenix supera ampliamente los trabajos anteriores porque no sólo logra darle vida desde lo exterior, lo gestual, lo más expresivo sino encontrarle el tono exacto a un alma oprimida, oscura, enferma. No hay demasiadas palabras para describir la precisión que Phoenix logra en escenas complejas y aun trabajando en un filo peligroso y completamente plausible para el desborde, logra contener y estallar en el momento preciso. Varias escenas sorprenden, shockean, tienen una resolución inesperada o violentamente sorpresiva: otro de los grandes méritos de una historia que pretende escapar a todas las convenciones, dejar guiños y señales para que se vayan abriendo diversas interpretaciones y después de dos horas de un ritmo irrefrenable, sabemos que “JOKER” además de ser una de las películas más esperadas del año, se ha convertido en uno de esos tanques comerciales que logran que sigamos pensando que un entretenimiento masivo no tiene porqué renegar de la calidad, rozando absolutamente la perfección.
Una sociedad hipócrita “Guasón” (Joker, 2019) es un thriller psicológico dirigido y producido por Todd Phillips, que también se encargó de escribir el guión junto a Scott Silver. Basada en los personajes de DC Comics, la película está protagonizada por Joaquin Phoenix. Completan el reparto Frances Conroy, Robert De Niro, Zazie Beetz, Brett Cullen, Marc Maron, Shea Whigham, entre otros. El filme tuvo su premiere mundial en el Festival Internacional de Cine de Venecia; allí obtuvo el León de Oro, máximo galardón del festival. Ciudad Gótica, 1981. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) pasa sus días trabajando en las calles disfrazado de payaso y cuidando a Penny, su trastornada madre. Como Arthur sufre de una enfermedad mental caracterizada por producir una risa incontrolable en los momentos más inoportunos, la gente prefiere mantenerse lejos de él, lo que conlleva a que Fleck se sienta solo e ignorado. A pesar de que su vida va de mal a peor, un sueño específico mantiene una llama de esperanza dentro de Arthur: el transformarse en un comediante de stand-up. Sin embargo, diversos hechos violentos y descubrimientos sobre su pasado inevitablemente llevarán a que Arthur se convierta en el mayor criminal psicópata de la región. Transgresora, dura e impactante, “Guasón” resulta toda una rareza dentro del cine comercial de superhéroes ya que no se parece a ninguna película que hayamos visto antes. Todd Phillips, el cual sorprende teniendo en cuenta que la mayoría de su filmografía está compuesta por comedias, aquí realiza con maestría una exploración psicológica de un hombre marcado por el abandono, el bullying y las injusticias. De esta manera, la película contiene una gran crítica social y política que, gracias a su buen manejo, funciona a la perfección y consigue dejar pensando al espectador en lo mal que está el sistema en general (en este caso, por dar la espalda al individuo con problemas mentales). Ya estamos acostumbrados a que Joaquin Phoenix brinde gloriosas interpretaciones, no obstante lo que hace aquí realmente está en otro nivel. El actor se mete en un 100% dentro del dañado Arthur Fleck y, para lograrlo, tuvo que perder 20 kilos y generar una risa tan única como perturbadora. Desde su mirada, forma de moverse y manera de hablar, Phoenix construyó a un Arthur impredecible con el que por momentos resulta fácil empatizar, pero a la vez no deja de ser un hombre enfermo que incomoda como también genera tristeza y desazón. En cuanto a los aspectos técnicos, la música de la chelista islandesa Hildur Guðnadóttir, que también se encargó de la banda sonora de la miniserie “Chernobyl”, ocupa un rol fundamental al ayudar a crear esa atmósfera sombría y oscura que caracteriza a la obra. La fotografía apagada de Lawrence Sher está a la altura de las circunstancias y la iluminación es exquisita, en especial en una secuencia trepidante que ocurre dentro de un subte. Además, que la ciudad donde se desarrolla la trama esté repleta de basura, ratas y habitantes cansados de sus respectivas situaciones laborales funciona como reflejo de que, en cualquier momento, algo va a detonar y explotar violentamente. Arriesgada y brutal, “Guasón” despliega su máxima locura en su tercer acto, el cual no va a dejar indiferente a nadie. Con llamadas de atención hacia los empleadores que nunca se ponen del lado del trabajador, los terapeutas que en realidad no escuchan a sus pacientes y las personas que, en vez de respetar, prefieren burlarse y hostigar al prójimo solo por ser distinto, la película retrata de una manera muy convincente el origen del villano más despiadado de DC Comics.
Guasón (Joker, 2019). Dirección: Todd Phillips. Elenco: Joaquin Phoenix, Robert De Niro. Zazie Beetz, Frances Conroy. Guion: Todd Phillips, Scott Silver. Fotografía: Lawrence Sher. Música: Hildur Guðnadóttir. Género: Thriller, Drama. Origen: Estados Unidos. Duración 118 minutos. Calificación: Apta mayores de 16 años con reservas. Los primero que hay que decir es que quien vea esta película esperando una “de cómics” se va a encontrar con otra cosa. Se va a encontrar con una de las obras maestras del año. La película se llama Guasón, y si, cuenta el origen del personaje que todos conocemos como el archienemigo de Batman, pero pocas son las referencias al mundo del encapotado (Sabemos que transcurre en Gotham y aparece un muy joven Bruce Wayne y su padre Thomas) pero tranquilamente esta película podría estar protagonizada por un personaje X, en una ciudad X y así y todo tendríamos una gran película con una gran historia. Arthur Fleck es un comediante fracasado con una extraña enfermedad que le impide dejar de reírse, se gana la vida como payaso de alquiler y vive con su madre enferma. Su vida es un infierno. Pero debido a su inocencia y delirios de grandeza cree que puede triunfar. Claro que, para la sociedad no es más que un fracasado y un marginado al cual irá corrompiendo y con el transcurso de la historia descubrirá que su vida no es el cuento de hadas que él se imagina, lo que provocará el nacimiento de una nueva personalidad llena de ira y violencia, la del Joker. La historia es atrapante y angustiante por igual. Es tal la incomodidad que genera que el director Todd Phillips en esta película (el mismo que dirigió la trilogía de ¿Qué pasó ayer?) que logra que por momentos empatices con este personaje y con su vida, pero al mismo tiempo lo odies por sus decisiones. La historia es completamente original (si fuera un cómic podría ser considerado “Elseworld”, historias ambientadas fuera del canon) y en ningún momento busca atrapar al espectador con guiños comiqueros ni easter eggs, sino que lo logra desde la crudeza de su relato. En este origen no veremos ni capuchas rojas ni residuos químicos. Ni siquiera veremos a Batman. Y esto es algo que desde el vamos generaba controversia. ¿Puede existir el Joker sin Batman?, de hecho existe una dicotomía “¿los villanos crean a Batman o Batman crea a sus villanos? “(Algo que queda explícito en la película Batman, 1989 de Tim Burton). Acá no hace falta de un encapotado para que se origine su villano, hace falta una sociedad que lo corrompa hasta llevarlo al límite de su ira. Un párrafo aparte se merece Joaquin Phoenix y su interpretación de este enfermo y desquiciado Arthur Fleck. Sin dudas, el mejor papel de su carrera y digno para llevarse el Oscar. Se nota un arduo trabajo del actor en la postura, físico y hasta el tono de voz del personaje. Las comparaciones son odiosas, pero este nuevo Joker no tienen nada que envidiarle al de Heath Ledger en The Dark Knight y por el cual ganó su Oscar a mejor actor de reparto. La película tiene claros rasgos scorsesianos (Scorsese es productor) y se nota una clara inspiración en Taxi Driver, 1975 (en la evolución del personaje) y de El rey de la comedia, 1982 (en la trama). De hecho, Robert De Niro, actor de ambas películas, tiene una participación con un rol muy similar al de Jerry Lewis en la película de 1982 Con Guasón, DC encontró una nueva formula para que sus película sean exitosas. Alejarse del universo extendido “a lo Marvel” y hacer películas centradas en personajes. Oscuras como este caso, si lo amerita, y enfocarse en la calidad y no en su clasificación.
Son pocas las veces que recuerdo haber esperado tanto una película. La expectativa generada en torno a "Joker" nos hizo delirar con cada avance y póster que se publicaba. Llegó la hora de la verdad. Un viaje dentro de la cabeza de uno de los criminales más icónicos del cine. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es un hombre que a pesar de la crueldad y el desprecio de la sociedad tiene una sola meta: hacer reír a la gente. Es un payaso por las mañanas que se esfuerza por convertirse en un comediante por las noches. Pero de a poco descubre que la broma siempre parece ser él. Esta no es una película de superhéroes y villanos. Es más, ni siquiera es de DC. "Joker" es un relato oscuro sobre el origen de este infame personaje. Todd Phillips nos trae una pieza magnífica que poco tiene de envidiarle al Nuevo Hollywood de mediados de los 60 y principios de los 80. Vemos una clara influencia de Martin Scorsese con fotogramas que nos hacen acordar a "Taxi Driver" o "El Rey de la Comedia" y un tono, ritmo y forma de plantear el argumento característicos del director. Phillips, quien dirigió la saga "¿Qué pasó ayer?", acá se puso serio y sorprendió. Denota un trabajo experimental previo y una excelente dirección de actores. El arte del film es para aplaudir de pie. La elección de colores, vestuario y locaciones nos termina de transportar al mundo distópico de Ciudad Gótica. "Joker" es poesía y cada plano está por algo, nada es azar. La exploración de Phillips de Arthur Fleck, que es impecablemente retratado por Joaquín Phoenix, es la de un hombre que lucha por encontrar su camino en una sociedad fracturada. "La sociedad moldea villanos" y la crítica social está muy instalada (de a ratos quizás demasiado). Hay un enfoque real sin baños químicos que mágicamente disparan la violencia. Phoenix no solo se sumerge minuciosamente en la psicología del personaje, sino también realiza un trabajo físico admirable. Lo vemos sutil, orgánico, cautivador y nos deja una actuación sin excesos, riesgo muy presente al retratar personajes de estas características. Pocas palabras, una excepcional banda sonora que lo acompaña en todo momento y mucha presencia. Aprovecha todo a su alrededor haciendo encajar a la perfección momentos de baile a lo musical (Alguno lo sentí como un homenaje a Heath Ledger) con otros de violencia extrema. "Joker" es diferente y provocadora. Te modifica. Es verdad que hay una crítica dividida a raíz de la humanización de un asesino psicópata, pero en el film se dice "La comedia es subjetiva", a lo que agrego "el arte también" y es un reflejo de la sociedad, no al revés. Hay películas que por alguna razón me hacen sonreír más allá de lo que suceda. Este fue el caso y los invito a experimentarlo. "Put on a happy face" y a disfrutar una de las experiencias cinematográficas más conmocionantes de los últimos años.
Sí, es el Guasón. Y sí, aparecen referencias -escasas y hasta elegantes- a Batman. Pero esta no es una película de cómics y superhéroes; tampoco de supervillanos. El director Todd Phillips hizo una "película de cine": quizá suene raro, pero este emprendimiento truculento, grotesco, vital y mortuorio está hecho con cine, con dolor y gloria y con pasión y deseo verdaderos. O, mejor aún, mentidos con el arte del cine, cada vez más olvidado en una industria llena de modos nerds, corporativos y, sobre todo, de cobardías extremas escondidas detrás de lanzamientos en modo agresivo y militar. Guasón ofrece, prima facie, las texturas más evidentes de Taxi Driver y El rey de la comedia, de Martin Scorsese, pero hay mucho más: luz alejada de cualquier laqueado brillante, fobia al minimalismo melifluo y perezoso, narrativa briosa pero segura de que no necesita fingir velocidad, energía podrida y modos cortantes, violentos, ásperos y contundentes; algunas de las claves de los setenta, la mejor década del cine estadounidense. Cada golpe, cada choque, cada tiro, cada mueca es aquí lacerante y conmovedora porque Guasón, con su parafernalia discursiva obviamente obvia -un decorado más-, va más allá de lo que se lee en su hipnótica superficie: el director de ¿Qué pasó ayer?, Old School y más comedias había ya demostrado que era un realizador osado y valioso con esas películas. No hay un nuevo gran director con Guasón, ya lo había. ¿Qué pasó ayer? sorprendía, descolocaba, el humor estaba salpicado de formas extrañas, desplazado, no surgía en los momentos tradicionales, los que uno espera según la construcción más clásica de los gags, o según el armado de las secuencias de crescendo cómico. Era un humor agazapado, un humor monkiano (por Thelonious Monk), un humor que atacaba de formas imprevistas. Todo eso puede aplicarse a Guasón, en la que el humor es tan extraño como en ¿Qué pasó ayer? pero está, además, en modo de guerra, porque estamos ante un director que no renuncia al humor. Guasón está cargada de chistes que a veces no hacen reír porque hace reír el chiste de al lado, o porque la negritud del ambiente está trabajando para otros temblores asociados, o para que entendamos que las risotadas del Guasón son la última protesta ante un mundo que le pide explicaciones al cine cada vez que intenta ser cine, un mundo que está por matar a la comedia de tanto reprimirla. Y la comedia reprimida, claro, suele terminar en tragedia. Y a veces, como es el caso, en comedias trágicas inolvidables y hechas con sangre, inteligencia y convicciones.
Atípica, mugrosa, lumínica. Así es Guasón. Que no incita a la violencia, ni vanagloria o glamoriza a un personaje que se convierte en un asesino, serial o no. Pelo verde, traje rojo, chaleco amarillo, camisa verde. Arthur Fleck se disfraza, pero todo lo que lleva dentro lo expulsará a borbotones. ¿Qué es Guasón? Una película brutal sobre un personaje que sufre, y sufrió, en carne viva el desprecio, el maltrato, la burla de una sociedad en decadencia. Que es la que muestra el filme de Todd Philips, un aspecto que muchos parecen olvidar, o al menos obviar. Es un filme angustiante. Crudo. Una de esas películas que golpea de entrada y no deja un minuto para tomar aire. Iba a decir aire puro, pero en los ambientes de Guasón lo puro está escondido, encubierto cuando no guardado. Arthur Fleck ansía ser un comediante. Prueba suerte en un stand up, pero no todos entienden su humor. “¿No tendrías que ser gracioso para ser comediante?”, recibe de parte de alguien que debería apoyarlo en vez de inquirirlo. Aquí, la risa no es remedio infalible. Arthur, que sí tiene un trastorno mental, y sufre una extraña enfermedad por la que se ríe en momentos inoportunos y no puede impedirlo, se gana la vida como un payaso, en distintos eventos o presentaciones. Puede promocionar rebajas de un comercio, o animar cumpleaños infantiles. Se le hace cuesta arriba. Como subir esa empinada escalera en la calle para ir a su hogar. ¿Hogar? Una casa que se habita puede o no ser un hogar. Vive con su madre. Y hay algo oscuro, perturbador en quien ha sufrido bullying ya de pequeño, una historia no muy clara de abusos y de paternidad. Cuánto de pesadilla hay en Guasón -es una afirmación-, y cuánto de fantasía en la cabeza de Arthur. “Ya no quiero sentirme tan mal”, dice el protagonista. Ese pedido de ayuda no será escuchado o interpretado por nadie. Ni por la asistente social que lo trata. “¿Es mi idea o está peor ahí afuera?” La película transcurre en una ciudad en la que el todopoderoso es Thomas Wayne -el padre de Bruce, luego Batman-, quien se postula como alcalde. Pero Guasón no tiene a Batman como contrafigura -OK, hay un guiño al batitubo- . No es una película de superhéroes, sino de un villano, o mejor, de un tipo que terminará siendo vil. Por lo que es, por lo que fue, lo que padeció y por cómo lo que lo rodea influyó en su sensibilidad. En su ser. En sus sentimientos. Por eso, Guasón seguramente será malinterpretada o incomprendida por quienes busquen una de superhéroes. Guasón no puede incluirse en el universo de DC Comics, por más que su personaje sea el villano más conocido de todos los cómics. Es un filme que tiene acción, peleas, pero no en el sentido clásico. Es un drama. Las referencias al cine de Martin Scorsese que marcamos hace unas semanas, son claras y laten en muchos momentos de la proyección. La trama en la que Arthur Fleck, como Travis, se ve metido y donde encuentra una única salida tiene alusiones aunque no citas, porque Philips no homenajea sino que toma prestado, a Taxi Driver y a El rey de la comedia. O no en vano habrá llamado a Robert De Niro para el personaje del host, el conductor de ese talk show que Arthur tanto admira. Pero Guasón no sería lo que es si no tuviera a Joaquin Phoenix en el 99% de las tomas. Aquí hay que hablar de interpretación, de composición de un personaje. Y hasta de apropiación. La transformación que va teniendo Arthur impresiona, y Phoenix lo trabaja con el cuerpo, sí, pero miren la expresión de sus ojos. Con o sin maquillaje, este payaso asusta. Mucho más que el de It, porque éste es un personaje de verdad.
Arthur hace terapia a diario, pero parece no ayudarlo con sus conflictos: se sentía mejor cuando estaba internado en el hospital psiquiátrico que en medio de la sociedad. Toma siete medicaciones, las cuales se cortan abruptamente por recortes presupuestarios en el área de servicios sociales de Gótica. “Ya no me quiero sentir mal” es lo que repite todos los días, en medio de los brotes de carcajadas repetitivas, inexplicables y psicóticas debido a su lesión cerebral. Las mismas se vuelven insoportables en situaciones de tensión extrema. Arthur, a quien se madre apodó Happy, vive ensimismado en fantasías de una vida perfecta y fuera de su alcance. La violencia del mundo, su intolerancia y la falta de empatía lo llevan al borde del abismo. Como él mismo dice, cuando se mezcla todo ese contexto con una persona quebrada emocional y psicológicamente, el resultado es explosivo.
Este Joker es una construcción de estos tiempos: serio, solemne, triste, empujado por la fragilidad de su alma, lo que genera empatía con el pueblo que lo alaba y sacraliza. Esta construcción de Joaquin Phoenix junto con el director Tod Phillips evoca al Segismundo de “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca, que vive en una prisión. Alterna su vida entre ilusión y frenesí, entre sombra y ficción, su locura lo impulsa a vivir como en una comedia, con bromas que nadie es capaz de entender y que le generan esa risa frenética y patológica. Más cerca del thriller psicológico sobre un sociópata que del clásico villano de comic, el exceso de psicologismo para desentrañar el trauma también abre el juego a los principios básicos del psicoanálisis freudiano y hasta lacaniano: un padre abandónico y una madre fabuladora y psicótica, y más huellas espantosas que irrumpen en la miserable vida de este Joker al que su madre llamó “Feliz”, pero que él niega y denuncia no haberlo sido ni un sólo segundo de su existencia. El Joker de Joaquin Phoenix, que desde la primera escena se estira las comisuras de los labios al máximo para conseguir una sonrisa tan inmensa como siniestra, siente que nunca exisitió para nadie y lucha por hacerse visible aunque sea a través de la criminalidad. “Lograr que mi muerte sea más interesante que mi vida”, lleva anotado en su libreta de reflexiones, “Todo lo que tengo son pensamientos negativos”, le explica a la asistente social, pero este Joker es víctima también de un sistema expulsivo que recorta tratamientos a los enfermos psiquiátricos. Transcurre en una Ciudad Gótica contaminada y revulsiva, pero bien podría ser en cualquier parte. Por eso, este Joker en busca de la inclusión traza una delgada línea entre el querer salvarlo o condenarlo. Como Segismundo, sueña que una mujer lo ama, que su madre no le miente y lo acuna, que su padre está presente. Sueña que recibe aplausos de sus fanáticos. Sueña con salir en televisión y de hecho lo logra, pero lo caricaturizan, una vez más. “Todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende”, reza Segismundo. “No puedo contarte de qué me río porque no lo vas a entender”, responde el Joker a Franklin Murray en TV, antes de dar su toque final.
El dilema de Pagliacci. “Así es la vida”. Con esa línea de diálogo finalizan las emisiones del show televisivo del comediante Murray Franklin (Robert De Niro). De igual manera, la búsqueda del film de Todd Phillips, donde hay tanto grandes logros como fallas, es sumergirse en los lugares más sucios de la mente y la sociedad para reflejar la tragedia detrás de la risa. Para ello, el director se sirve de la imagen, o más bien del nombre, del icónico antagonista de Batman. El payaso del crimen nacido en las páginas de historietas es una mera excusa, o un simple atractivo comercial, para dar forma a una cruda lectura sobre alguien con un desequilibrio mental. De esta manera, la historia del Guasón, aquí con el nombre propio de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), retoma a un conocido personaje del imaginario popular y lo deposita en un terreno realista, delicado y frágil donde el único camino posible es la caída hacia el infierno. La realidad del film, que se sitúa en algún punto entre fines de los 70 y comienzos de los 80, recorre las calles de una ciudad en constante conflicto, que sufre entre los abusos que se dan día a día entre sus habitantes, así como también entre la gente de poder que tiene el medio para hacer de la ciudad un lugar mejor en el que vivir y que sin embargo lo hunde aún más en el caos desesperanzador de la suciedad y el crimen. Aquí, la injusticia social no será ajusticiada por un caballero de la noche, sino que se plantea una imposibilidad de escape, sobre todo cuando se trata de una persona que sufre de trastornos mentales. Arthur, que hace lo que puede con su vida trabajando como payaso para cuidar a su anciana madre Penny (Frances Conroy), también aspira a convertirse un reconocido comediante, además de ser una persona con un fuerte conflicto interno que padece de un trastorno de risa patológica —en los momentos de mayor ansiedad y angustia, el protagonista no puede evitar reír a carcajadas. Mientras que ante los ojos ajenos se ve como alguien que ríe descontroladamente, para la mirada del espectador el gran trabajo actoral de Phoenix expresa la mayor de las tristezas en forma de risa. De allí surge esa atmósfera envolvente que posee el film entre la locura y la tragedia, en un drama que utiliza el humor para que el comediante se presente ante su audiencia de la forma más vulnerable. El clásico teatral Pagliacci relata el drama de un artista de la comedia; el film de Phillips hace lo mismo con un crudo realismo que sacude a personaje y espectador. La dolorosa risa de Arthur deviene en la enajenación producida ante una sociedad que no ayuda a los menos favorecidos y que al intentar prevalecer pese a ello, la respuesta siempre será un escupitajo violento que coarta toda posibilidad de prosperar. Y si bien esto no trae nada nuevo, se trata de entender, más no justificar, lo que ocurre cuando algo así se da ante alguien con problemas psicológicos y con un historial de constantes abusos que el personaje afronta día y día y se agravan al indagar sobre su pasado e identidad. Así, cuando todo deviene en un brote que grita basta y termina con la muerte de tres personas, el relato entra en una mayor vorágine de caos en la sociedad que no solo refleja el hartazgo anárquico de la población, sino que también refleja el goce de Arthur con un baile que se lee como una liberación emocional. El film en ningún momento intenta celebrar el comportamiento de su protagonista ni la idea de acabar con los poderosos, sino que lo que hace es plantear la raíz, el hecho de tratar con una persona desequilibrada demostrando lo que el mal social puede provocarle a alguien a quien se le quitó el debido cuidado. De esta manera, el factor criminal de sus actos más monstruosos es, al igual que su inquietante risa, la única manera de exteriorizar el enojo y la tristeza de una vida sin futuro o mejoría alguna. El film trabaja muy bien sobre todas sus temáticas, casi enteramente gracias a la excepcional labor actoral de Joaquin Phoenix. Sus emociones y expresiones le brindan matices más profundos a una historia que sería mucho menos impactante sin su presencia. El actor se pone el film sobre los hombros y lo eleva a un mayor nivel, mucho más significativo que todo lo que logra cinematográficamente, ya que el relato no evita sufrir unos cuantos tropiezos narrativos y una desprolijidad estética que varía entre la hermosa recreación de época y su paleta de colores que emula al cine de la década del 70, con un caprichoso cambio de tono fotográfico en el cual se pierde por completo el reflejo temporal de la historia. En ese sentido, cada uno de los momentos que hacen que el film pierda fuerza se deben a inclusiones caprichosas, como lo es un flashback o una mala elección musical. Y eso hace que por momentos se perciba una falta de conocimiento narrativo o una indecisa búsqueda del relato. Cuando dichos momentos ocurren, es su protagonista una vez más quien se pone el film a cargo para deslumbrar y generar esas sensaciones de nerviosismo y tristeza que, más allá de las fallas narrativas, nunca dejan de estar presentes. En resumen, Guasón es un film que impacta, para bien o mal, y nos invita a ser parte de los sentimientos de Arthur, a la vez que nos obliga a no celebrar la figura del personaje, pero tampoco a condenarla. Unos labios manchados de sangre forman una sonrisa, pero así como el problema patológico solo es una exteriorización de los peores sentimientos del personaje, es tras ver el film que en el público se dibuja una sonrisa invertida, para expresar su estado emocional.
Destinada a ser amada u odiada (dos apreciaciones que surgieron en la crítica mundial), Guasón (Joker, 2019) presenta un universo hasta ahora pocas veces bien explorado por el cine: la génesis de un villano y el vínculo que entabla con la sociedad que le da forma. - Publicidad - ¿Quién podía esperar de un director como Todd Phillips –responsable de las comedias Viaje censurado y la trilogía de ¿Qué pasó ayer?- una película capaz de poner a la cinefilia a hablar sobre ella? Luego de consagrarse con el León de Oro en la Mostra de Venecia (presidido, ni más ni menos, por esa gema del cine de autor que es la salteña Lucrecia Martel), Guasón tuvo su estreno en Estados Unidos y generó una ola de admiradores y detractores; entre los últimos, aquellos que sostienen que este relato sobre el hombre de la sonrisa siniestra más famoso del mundo podría arengar a que surjan episodios de violencia social. La idea es desmesurada, desde ya, pero señala en buena medida su cualidad especular; el relato funciona como una radiografía de las entrañas de una sociedad corrupta, en donde los pobres y los locos ven a los ricos construir su propio poder gracias a sus sentidas, profundas desgracias. Ya se sabe: cualquier similitud con la realidad… Mucho también se habló sobre las variables en torno al personaje, tal vez el más famoso archienemigo de Batman, que fue interpretado con euforia kitsch (César Romero, de la serie de los ’60), histrionismo macabro (Jack Nicholson) o a partir de una vinculación con el imaginario en torno al terrorismo (Heath Leadger, quien obtuvo un Oscar póstumo por su actuación). Hay que decir que el trabajo de Joaquin Phoenix es único: no se parece a ninguno. Más allá de que configura un verdadero tour de force emocional (de esos tan cercarnos a la aprobación de jurados), lo que hace el intérprete de Gladiador y Los amantes, entre otros trabajos, es prodigioso. Los momentos más álgidos en términos dramáticos quedan plenamente justificados, porque emergen de las propias premisas con las que trabaja el relato. No hay golpes bajos, ni maniqueísmos; hay una perfecta organicidad entre este descenso al infierno que atraviesa Arthur Fleck (tal es su nombre ahora) con el espacio en donde se desarrolla; una Ciudad Gótica llena de almas en pena. Su progresión va desde la precariedad más sórdida hasta su coronación como amo y señor de la sublevación popular. En Guasón, la cosmovisión de Batman queda acotada al rol de su padre, Mister Wayne, un empresario multimillonario que se postula como alcalde de esa ciudad afeada, deslucida, en donde las ratas gigantes amenazan como una plaga de difícil extinción. Es un mérito que una major como Warner haya habilitado una faceta más oscura y renovada del imaginario del hombre-murciélago, yendo mucho más hacia atrás de lo que ya había hecho Cristopher Nolan con su trilogía. La imagen deforme de la familia Wayne es la familia Fleck, con una madre demente (la gran Frances Conroy), a quien Arthur cuida y de la que parece haber heredado su condición enferma. Lo singulariza una risa que es (como le advierte a la gente, con una tarjeta) “incontrolable”; una suerte de acto reflejo que se prolonga y mezcla patetismo, fragilidad y dolor. Sobrelleva su vida con la ayuda de siete psicotrópicos y la asistencia de una asistente social que dejará de atenderlo (aunque él le diga que no lo escucha) cuando el Estado desfinancie el área de su incumbencia. Parte de la dialéctica entre la forma (del villano) y el contenido (establecido a partir de las diferentes formas de constricción que le impone la ciudad y el núcleo familiar) se nutre del cine norteamericano de los ’70, al que la crítica señaló –con justa razón- muy próximo a dos de las mejores películas de Martin Scorsese: Taxi driver y El rey de la comedia. No es casual, entonces, la elección de Robert de Niro en la piel de un personaje que funciona como bisagra, como puente entre una sociedad enferma y el poder, aquí resuelto bajo la fórmula de un conductor de talk-show tan admirado por Arthur porque representa todo lo que él querría tener. Esencialmente, fama y la posibilidad de ser respetado, de dejar de ser ese payaso que porta el cartel de un anuncio (con el que un grupo de matones lo golpea, para luego robarle y seguir golpeándolo) y convertirse, por primera vez, en alguien admirado. Pero, claro, nada de eso ocurrirá. Un encuentro bastante casual con un revólver aquí funciona como la mecha de una bomba que se enciende y hace explotar la contenida ira social. Lo más interesante de la propuesta de Phillips (también co-guionista) es que el personaje en pocas ocasiones demuestra tener un contacto con la realidad que él mismo generó; apenas lo hace, lo celebra, pero cuesta determinar cuán consciente es de ese afuera enardecido, si realmente comprende que inauguró un movimiento o tan sólo “disfruta su número” y baila. Guasón deja al espectador afectado; tal vez, indagando en qué hubiera pasado si el personaje no daba ese “paso más”. Si la mecha no se hubiera encendido. Mirá también nuestro comentario de Guasón durante el Festival de Venecia
Guasón no se parece a ninguna de las películas se superhéroes de la última década. Ninguna de las realizadas en el mainstream y basada en personajes conocidos. Aunque hubo varios intentos de un cine más adulto, ninguno se atrevió a llegar al corazón de uno de los personajes más populares que existen: The Joker. Claro que en un sentido estricto no se trata de un film de Batman, pero sí de su universo y con Bruce Wayne como personaje secundario. Al centrarse en el villano la libertad para plantear un mundo oscuro se vuelve más aceptable, aunque hay que repetir que no se trata de un film de superhéroes parecido a lo que hoy está de moda. Quienes se hayan criado viendo los films de Marvel y su inagotable y agotador universo cinematográfico, Joker puede ser un golpe en la mandíbula. Este impacto puede producir que la película se convierta en la película favorita de toda una generación o que sea odiada de forma absoluta. Posiblemente logre un poco de ambas cosas. Pero todo esto es para reforzar la idea de que las búsquedas de este film son más cercanas al cine de los setenta que al del siglo XXI. Dejemos de lado por un momento a Batman y todo lo que sabemos de él y de DC Comics. Dejemos descansar al incomparable César Romero, al burtoniano Jack Nicholson y al memorable Heath Ledger. Y no por capricho, sino porque esta película se podría haber llamado de otra manera y poco y nada nos hubiera hecho reconocer al personaje del Guasón. Aunque hay muchas pistas de narrativa contemporánea, en muchos aspectos la película, por ambientación y estética, parece filmada en la época en la que transcurre. No solo por ser una relectura de Taxi Driver (1976) y El rey de la comedia (1982) de Martin Scorsese, sino también por su herencia de El vengador anónimo, Tarde de perros, Network, Los guerreros y tantos otros títulos del cine norteamericano de los setenta y principio de los ochenta. El remate de citas es que la familia del joven Bruce Wayne sale del cine de ver La última locura del zorro (Zorro: The Gay Blade, 1981) del gran Peter Medak. Sabemos que el personaje del Zorro es el origen del personaje Batman. Una pequeña cita para el nacimiento del más grande de los héroes del comic. Pero las citas no hacen el cine. Guasón no cita a Taxi Driver y El rey de la comedia. Guasón sostiene todo su mundo en esos dos títulos. Sin esos dos títulos la película no existiría, de hecho no tiene grandes ideas propias, solo construye a partir de las ideas de esos dos films. Robert De Niro ahora en lugar de ser el payaso que persigue a la estrella en El rey de la comedia se ha convertido en el personaje que allí interpretaba Jerry Lewis. La historia de amor también parece calcada y así las conexiones son muchas. No está prohibido hacer eso si luego se llega a algo y Guasón elige su propio camino en algún momento. Otras tantas escenas, aunque menos, provienen directamente de Taxi Driver. Pero como un mérito inesperado Guasón reivindica a El rey de la comedia, uno de los mejores films de la historia del cine y posiblemente mucho menos conocida que el resto de la filmografía de Martin Scorsese. Todd Philips, director de comedias de dudosa calidad, aunque indudable efectividad, se lanza aquí a un trabajo de reconstrucción de clásicos como lo han hecho otros grandes cineastas de la historia del cine, incluyendo en algunos aspectos al propio Scorsese, o Brian De Palma, Quentin Tarantino y otros tantos. La historia busca explicar –tal vez en exceso- el origen de todos los traumas, abusos y violencia que han llevado a Arthur Fleck a un camino de locura ya comenzado antes de la cronología del film, pero que estalla a lo largo de la trama. Este Guasón no es un bromista, sino un stand-up fracasado, un payaso que acepta changas y golpea una y otra vez contra un mundo hostil y violento. Fleck no tiene sentido del humor como tampoco tiene una noción clara de la realidad. No entiende los chistes, no comprende muy bien lo que pasa, su risa es una mueca monstruosa y molesta, no una risa feliz o inteligente. Este personaje psiquiátrico se desarrolla a lo largo del largometraje y la narración coquetea con su mente enferma y la realidad a la hora de representar a Fleck. Pero Todd Philips se equivoca –o nos manipula- en algunas escenas donde el ingenio, una canción entradora y una puesta en escena linda nos llevan más a una mirada banal de lo que pasa que a la oscura construcción del personaje que tanto ha intentado mostrarnos. Su conexión chaplinesca es tan forzada como falsa, dicho sea de paso. Pero a Guasón no le falta potencia. Aunque es despareja e incoherente, aunque cambia de discurso y finalmente no tiene ninguno, lo cierto es que logra algunas buenas escenas, filmadas con un estilo clásico y seco, como se filmaba en la época donde transcurre la historia. El protagonista Joaquin Phoenix juega con sus propios límites, pasando de ser insoportable, pretencioso y sobreactuado a conseguir instantes genuinos y profundos. Su personaje es patético y al actor le queda el rol, aunque no pueda dominarlo el director. Si volvemos al comienzo y comparamos a este título para público adulto con las interminables sagas marvelianas, sin duda Guasón cae del lado del cine. No es una obra maestra, no es perfecta, pero busca el camino del cine. Ojalá no la destrocen con la lógica de las secuelas, esperemos que brille como una película única, sin exprimir sus méritos hasta romperlos. Y si acaso su único legado es que volvamos a hablar de El rey de la comedia (The King of Comedy, 1982) de Martin Scorsese con Robert De Niro y Jerry Lewis, entonces también habrá valido la pena. Cine vinculado con el cine, películas que pueden conversar entre sí, historias de un arte que no ha muerto.
El hombre que ríe Como el villano más inherente al mundo de Batman, el Joker (el Guasón para el público latinoamericano) tiene su mayor atractivo en los misterios de su origen. Desde su primera aparición en 1940, el personaje nunca tuvo una razón real y contundente para con su locura, caracterizándose por ser la personificación más pura del mal sin lugar a muchas explicaciones. En muchas ocasiones fueron distintos autores los que se tomaron el atrevimiento de darle un contexto a su naturaleza errante, pero nada evita que estos posibles orígenes no sean una mera excusa para contar una historia ya preconcebida. En lo que sí podemos estar de acuerdo es que el Joker no tiene una única respuesta para definir su comportamiento anárquico, como que tampoco se rige bajo ningún código moral ni ético para decidir sus acciones. Esto lo convierte en uno de los personajes más perturbadores que pueden existir en la ficción, encarnando el mayor temor de cualquier persona: la impredecibilidad. No existe nada peor que no poder leer a una persona, no poder entender ni anticipar de lo que es capaz un otro. Intentar definir un punto de partida y una motivación en el Guasón — además de darle una identidad — es una tarea valiente, si se tiene en cuenta la gran base de expertos en el comic dispuestos a poner en duda cualquier tipo de decisión artística que no tenga su contraparte en la historieta. Pero más osado aún es intentar dotar de sentido a un ideal del caos que tampoco tiene explicación. Él no tiene razones para hacer lo que hace; ni siquiera desde lo más intrínseco como es el instinto de supervivencia, y eso es lo que lo hace más aterrador. No obstante, el mero hecho de imaginar una posible génesis de este villano, de poder descubrir las razones detrás de la enajenación más radical, es un poco intentar comprender el mundo en el que vivimos. Ese mismo universo que el realizador Todd Phillips (más conocido por su trabajo en comedia y en la trilogía The Hangover) intenta explicar a la hora de situar este Joker como la consecuencia directa de una sociedad individualista y despiadada, a contramano de la impronta conservadora de toda saga de superhéroes dispuesta a falsear cualquier disrupción social como una amenaza al orden y al statu quo. Por esta razón es que Joker (2019) sea probablemente una de las mejores re-interpretaciones de la esencia del personaje hasta la fecha, principalmente porque ya no importa de donde provenga el material de referencia, sino porque es en primer lugar un film sobre la desigualdad, sobre el abandono, sobre la violencia simbólica que produce marginados a escala industrial, que se vale de la profundidad de la historieta de DC para hacer su propio comentario. Principios de los 80’ en Ciudad Gótica. Una especie de Nueva York en plena explosión del crack en donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. La basura se acumula en las esquinas debido a una huelga de recolectores de residuos, las ratas invaden las calles y los sin techo buscan refugio donde pueden. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), aspirante a comediante de stand-up y payaso de profesión, se prepara para comenzar su día de trabajo maquillándose frente al espejo, delineando su sonrisa roja mientras se le escapa una lágrima por la mejilla al mejor estilo del trágico Pagliacci italiano. Aquí no hay efectos especiales ni explosiones colosales ni raptos de perversidad innata, solo un hombre deprimido. No es casual que la imagen del payaso — un símbolo de alegría aunque siempre bastardeado — sea la máscara ideal para escapar de sus fantasmas. Arthur toma siete tipos distintos de medicación y sufre de un trastorno mental que lo obliga a reírse incontrolablemente en situaciones de estrés. Una serie de carcajadas sin felicidad que se transforman en un grito de auxilio. También dice entre susurros que ya no quiere sentirse mal, que nadie repara en él, pero ni su psicóloga lo escucha. Todos sabemos que Arthur se terminará convirtiendo en el Guasón dos horas más tarde, pero no existe manera de no empatizar con este hombre devastado. Phoenix hace un esfuerzo descomunal para ponerse en la piel de Fleck, llegando al límite de bajar de peso hasta lo enfermizo, ofuscando su postura y su cadencia al hablar, para terminar mutando en la forma de moverse y de reaccionar frente a los golpes que lo van llevando a la locura. Algo que remite a su personaje en You were never really here (2011), donde también interpretaba a un hombre que sufre las consecuencias de una sociedad que lo margina. Su porte y fisicalidad es completamente opuesta a la de otras versiones del Joker, por lo cual resulta imposible y hasta innecesario tener que compararlo con los hitos creados por Heath Ledger y Jack Nicholson (el resto ni cuentan). Se podría decir incluso que en este caso vemos más a Arthur que al Joker, al ser humano que podría llamarse de cualquier otra manera y seguiría siendo igual de complejo. Esta interpretación no se parece ni por lejos a lo que era el Guasón de Dark Knight (2008), el cual representaba más una idea de anarquismo caótico que a un individuo, como tampoco tiene la teatralidad exagerada de la versión de Tim Burton al pensarlo como la contracara perfecta de la solemnidad de Batman. Justamente la ausencia de un héroe que lo antagonice en esta historia es la razón por la que ni siquiera se lo podría considerar un villano, sino tan sólo una víctima. Y es así que su enfermedad y sus propios traumas lo condenan, lo convierten en un sujeto incapaz de conectar con el mundo que lo rodea y lo desprecia, por más que intente encajar y ser normal. La única persona en la vida de Arthur es su madre Penny (Frances Conroy), una mujer postrada para la cual no existe nadie mejor y más feliz que su hijo. Ambos viven en un edificio mugroso donde las condiciones son pésimas, pero es unicamente en esas noches de televisión con su madre que Arthur puede sonreír de forma genuina, soñando con algún día participar del programa de Murray Franklin (Robert De Niro), un viejo comediante de late-night al cual idolatra como una figura paterna. El personaje de De Niro es claramente la última ficha en el rompecabezas de Joker, haciendo patente la gran influencia del primer Martin Scorsese a la impronta del film. Ya no sólo el fantasma de Travis Bickle de Taxi Driver (1976) se hace más nítido a la hora de compararlo con la discapacidad de emocional de Arthur, sino que sus anhelos de cómico son los mismos que el Rupert Pupkin de De Niro tenia en The King of Comedy (1983) con el personaje de Jerry Lewis, solo que aquí el guiño cinéfilo termina poniendo al veterano actor del otro lado de la obsesión. Por otro lado, esta Ciudad Gótica es un lugar en pleno estado de ebullición, con manifestaciones y conflictos sociales que acompañan el espiral de violencia que sufre el protagonista en su vida cotidiana. La realidad ficticia se llega a mimetizar con la vida real a la hora de ver cómo surge un tal Thomas Wayne — millonario filántropo y padre de Bruce, quien eventualmente se terminaría convirtiendo en Batman — como la figura política que promete ajustar la economía y erradicar a los salvajes que generan disturbios en nombre de una mayor repartición de las riquezas. Un claro comentario a los distintas personalidades de derecha que vienen a banalizar cualquier reivindicación de derechos, pero que en cierto punto viene a cambiar también la forma en que vemos a ciertos personajes, por lo que no resultaría extraño empezar a ver a los Wayne como responsables de la desigualdad en Gotham y ya no como una familia aristocrática de generosos benefactores. Es así que esta tensión política es un elemento que el film va cocinando a fuego lento, al mismo tiempo que Arthur comienza a ceder cada vez más frente a su alter ego desquiciado, hasta el punto de unir ambos planos en un mismo frente reaccionario. El Joker no cree en nada ni se embandera bajo ninguna consigna, y sin embargo, la misma sociedad que lo excluye es la misma que lo adopta como símbolo de resistencia. Algo que, parafraseando a Lucrecia Martel al momento de premiar la película en Venecia, no deja de ser remarcable, siendo la misma industria mainstream la que incita a reflexionar sobre los antihéroes y en donde el enemigo no es un hombre, sino el sistema. Joker (2019) podría no ser considerada como una película de superhéroes, independientemente del origen del material de referencia, por el simple hecho de desligarse de la fórmula lavada y efectista de otros films basados en comics. Es una obra que destila personalidad propia y claras intenciones de decir algo por encima de la narrativa, a pesar de que en contadas situaciones llegue a perder la sutileza. Todd Phillips (en conjunto con su co-guionista Scott Silver) logra resignificar de una manera cruda y visceral a uno de los personajes más emblemáticos de la cultura popular, gracias a la sublime dirección de fotografía de Lawrence Sher y un excelente desarrollo que transmite la fragilidad emocional del guasón en su proceso de transformación, a la par de una interpretación magistral de Joaquin Phoenix. Pero no por eso sin dejar de realizar una crítica social al mismo modelo individualista que se escandaliza más por la violencia en el cine que por la desigualdad y la falta de oportunidades. Es probable que esta reflexión sobre las injusticias de un sistema brutal e implacable no genere ninguna revolución ni cambio de paradigmas, pero sí nos hace comprender por un momento que no estamos tan lejos del Joker y su locura como pensábamos.
El que recibe las bofetadas. Uno más entre los muchos desposeídos de una ciudad donde la crisis económica está provocando una crisis social, Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) intenta ganarse la vida haciendo una de las pocas cosas que puede: llevar alegría a los demás. Además está convencido de que ese su destino en el mundo. Sin embargo, no parece tener los recursos ni el talento para dedicarse a la comedia de forma profesional. Lo intenta, pero claramente hay algo elemental que se le escapa y no logra encontrar: el qué es eso que hace reír a la gente. Por lo tanto debe conformarse con oficiar de payaso para una empresa de poca monta, donde gana apenas lo suficiente para sostener a su madre. En el creciente clima de desolación que abruma a la ciudad, solo falta una chispa para que el polvorín detone. Algo similar le sucede personalmente a Arthur, no solo porque debido a su estado psiquiátrico no está en las mejores condiciones para enfrentarse a un mundo tan agresivo y desestabilizado: también porque ese mismo caos externo expone algunos secretos de su pasado que subvierten su visión del presente, haciendo que aflore su verdadera identidad como Joker. Nadie se ríe ahora. El contenido político e ideológico de esta película es amplio, y hay tanto más para decir que no va a entrar en este reseña. Además correría el riesgo de caer en los odiados spoilers; es mejor dejarlo aparte por ahora. Si es como dicen algunos y el cine de superhéroes es un género de por sí, entonces Joker se diferencia lo suficiente como para quedar afuera. Con muy poco fanservice y sin la corset de encajar en un universo compartido, Todd Phillips (¿Qué pasó Ayer?, Todo un Parto) se concentra en hacer una buena película, confiando en que para tener éxito no necesita tachar los ítems de la lista que hoy parecen obligatorios para contentar al público masivo, sorprendiendo con un producto bastante lejano a los que le dieron fama. El resultado es una historia sólida y sin más cabos sueltos que los intencionales, impecablemente realizada también desde la fotografía, el diseño de arte y el sonido. Cada área encaja armoniosamente para construir en conjunto una narración contundente que se atreve a incomodar, pero que no lo hace por la transgresión misma sino con un propósito: no hay forma de contar con tibieza la historia de un villano y salir bien parado, menos aún la de uno tan famoso. Phillips no tiene miedo de hacer alusiones a sus referentes, sea con alguna elección de plano que trae al recuerdo otra película o copiando el maquillaje del que podría haber sido la primera inspiración del personaje original. Solo por eso, Joker ya era una apuesta peligrosa desde que se anunció. Ahora que llega a las salas podemos ver que, más allá de toda la controversia previa y aunque se le borraran las conexiones con su origen comiquero, seguiría siendo una excelente película por mérito propio, logrando mezclar arte y entretenimiento en las dosis justas como para impactar en todo sentido. Y todavía queda hablar de otro de los puntos más altos de esta película, que es la esperada interpretación de Joaquin Phoenix (No te preocupes, no irá lejos, Ella) como la más reciente de las caras del mítico villano. Su talento no sorprende hace rato, pero mantener verosímil a la locura es uno de los mayores desafíos que enfrenta cualquier intérprete. Su Arthur Fleck no solo va derrumbándose con el pasar de los minutos, se transforma dentro de una misma escena. Con un leve cambio en la mirada es capaz de pasar de transmitir tristeza o frustración, a causar miedo y gracia en simultáneo, convenciendo que es un personaje verdaderamente imprevisible del que nunca se puede estar seguro si su arma carga balas o agua. El resto del elenco, hasta el experimentado Robert De Niro, gravitan a su alrededor sin interponerse ni causar nada que lo saque del centro de la escena. Queda mucho por hablar y seguramente el debate previo al estreno va a continuar despertando pasiones encontradas, pero será difícil que Joker no quede recordada como una de las grandes película de este año.
"Guasón": tiembla Ciudad Gótica La sorpresiva ganadora del León de Oro de la Mostra de Venecia es algo así como la gran tragedia americana, pero vista a través de un vidrio oscuro, de un espejo deformante, una suerte de "Pagliacci" made in Hollywood. Es temprano por la mañana, se filtra una luz cansada, mortecina, por las ventanas, y la radio ya escupe sus primeras malas noticias: por una huelga en el servicio de recolección de residuos, se acumulan más de diez toneladas de basura por día en las calles de Ciudad Gótica, las ratas se están haciendo un festín y el peligro de una peste es inminente. Pero cuando Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) sale finalmente a enfrentar ese infierno, lo que se ve, sin embargo, no tiene nada que ver con otras Gotham City, brillantes y estilizadas, que tanto han fatigado el cine derivado del mundo cómic. Se diría más bien que es como una Nueva York de los años ’70, a la manera de Taxi Driver: hay allí un abigarramiento sórdido, un húmedo calor humano, que va más allá de los modelos de los autos y la dirección artística de la época. Arthur no parece del todo ajeno a ese mundo, a pesar de su atuendo, el único colorido de una paleta amarronada: va vestido y maquillado como un payaso y con una pancarta con la que se supone promociona la bondad de algún producto al que nadie presta atención. Salvo un grupo de adolescentes que se la roban, salen corriendo con Arthur detrás y al que en un callejón le preparan una brutal emboscada, moliéndolo a golpes y patadas y dejando a ese triste clown llorando de impotencia y dolor entre la basura. Así empieza Guasón, la película escrita y dirigida por Todd Phillips que sorpresivamente se alzó con el premio mayor de la Mostra de Venecia . Y de allí en más, sólo será un constante y progresivo descenso a los infiernos. En este Joker hay una novedad que es también una virtud. Se trata, como su mismo título lo indica, de una película y un personaje salidos del universo de DC Comics, debidamente acreditado en los títulos. Pero que a diferencia de casi todo lo anterior surgido de esa franquicia, se toma la libertad de construir una ficción que --sin dejar de ser tributaria de la saga a la que pertenece-- cobra una autonomía infrecuente en este tipo de producciones. Esa es la novedad. La virtud estriba en que la película escrita y dirigida por Todd Phillips –un director a quien hasta ahora se asociaba sólo con la Nueva Comedia Americana, particularmente con la exitosa saga ¿Qué pasó ayer?— está a la altura de su ambición, que es mucha, desmedida, desusada. El Joker de Phillips es algo así como la gran tragedia americana, pero vista a través de un vidrio oscuro, de un espejo deformante.Una suerte de ópera trágica, un Pagliacci –el prólogo remite al de la ópera de Leoncavallo: ¿acaso los payasos no tienen sentimientos?— pero concebida en Hollywood en base a sus tradiciones, a las que no vacila en subvertir. ¿Qué es sino un Guasón en el que no aparece Batman? El célebre encapotado no es mencionado aquí ni una sola vez, aunque se cita fugazmente su mito de origen, su trauma original. Peroen la película de Phillips los traumas que importan son los del Joker, que son muchos y que tienen que ver tanto con una disfuncionalidad estrictamente familiar (los padres terribles) como con una sociedad violenta, sectaria, individualista, al borde de su disolución. Hay ganadores (muy pocos, los que operan en Wall Street) y muchísimos perdedores, la clase prestadora de servicios, entre ellos Arthur, a quien su madre postrada se empeña en llamar “Happy”, aunque ese hombre que parece hecho de alambres retorcidos carga sobre sus espaldas con una tristeza infinita. “Creo que no fui feliz ni un solo instante en toda mi vida”, le confiesa Happy a su terapeuta, quien a su vez le informa que el gobierno ha decidido recortar todos los servicios sociales y que ya no lo podrá atender ni recetarle medicación. Que esa dependencia pública para personas carenciadas se cierra sin más (¿les suena? Quien quiera percibir allí un eco actual y local, podrá hacerlo). Happy encontrará, sin embargo, por pura casualidad, un remedio que ni siquiera sabía que existía, un revólver, con el que provoca una masacre, después de haber sido golpeado y humillado una vez más. De pronto, descubre que ya no necesita su medicación y que puede, por fin, bailar casi tan ligeramente como su admirado Fred Astaire. Y para su sorpresa y sin siquiera tomar conciencia de ello, se sorprende al verse convertido en un justiciero por mano propia, en un vengador anónimo, al que muchos consideran un héroe. Serán muchos más incluso cuando el candidato a alcalde Thomas Wayne --un multimillonario de ideología meritócrata, que como el Rudy Giuliani de NY promete tolerancia cero-- afirme por televisión que “quienes hemos hecho algo con nuestras vidas siempre consideraremos a esa gente unos payasos”. Las máscaras de payasos, entonces, se multiplicarán en Gotham City. Las referencias a Taxi Driver en particular y al cine de Martin Scorsese en general se van acumulando en Joker de manera gradual pero incesante. La ciudad desnuda, la fantasía con una novia, los juegos de autoestima con un arma, el coqueteo con el suicidio, la violencia súbita como válvula de escape, el realismo sucio con que la notable fotografía de Lawrence Sher filma las calles... Pero se trata, claro, de un realismo sucio transfigurado, teñido por la irrupción de ese payaso tan sensible como siniestro, que pone en cuestión la noción de “normalidad”. Es allí donde aparece en Guasónotra película de Scorsese que funciona como inspiración de la de Phillips: El rey de la comedia. Que Robert De Niro--en el que sin duda es su mejor trabajo en años-- sea aquí el animador de un popular programa de televisión a quien Arthur admira hasta la obsesión, es mucho más que un guiño cinéfilo. Es la constatación de que el director Todd Phillips encontró en esa película injustamente olvidada de Scorsese un modelo a seguir en cuanto a lo que significa ser o no ser normal en una sociedad que todavía sigue bajo el influjo de una televisión que no cesa de imponer la ideología dominante. Un poder mediático que crea falsas expectativas de éxito y fama y que no duda en burlarse o demonizar al diferente, al “otro”, en su constante afirmación del conformismo y el status quo. Si en algún momento, hacia el final, el Joker de Todd Phillips amenaza con naufragar, si diera la impresión de que sus excesos pudieran llegar a provocar una fisura y hacer tambalear su estructura, y que ciertas reiteraciones (aunque el film opera conscientemente por acumulación) se pueden interpretar como subrayados, allí está el enorme Joaquin Phoenix para mantener todo en pie. Ya se sabe que Phoenix es un actor extraordinario, el Marlon Brando de su generación, y su Guasón –que logra opacar incluso al de Heath Ledger, lo que no es poca cosa— no hace sino confirmarlo. Hay toda una humanidad sufriente en su Joker, que no por ello deja de ser intrínseca, patológicamente violenta. Su cuerpo se retuerce víctima de sus propias contradicciones y conflictos psicológicos, mientras que su rostro ya de por sí es una máscara inquietante aún cuando no lleva maquillaje. Hay algo profundamente perturbador en el Joker de Phillips que le debe mucho al complejísimo “Happy” de Phoenix, capaz de reír y llorar al mismo tiempo, y de bailar al ritmo suave de la versión de “Smile” que popularizó Jimmy Durante, una de las muchas excelentes elecciones de la banda de sonido que incluye también el uso dramático de las siempre conmovedoras versiones de “That’s Life” y “Send in the Clowns” de Frank Sinatra, aquí resignificadas en una clave que seguramente nunca imaginó “Ol' Blue Eyes”.
Alguien decidió contar la historia del Guasón, el Joker que enfrenta a Batman como su enemigo declarado. Ambos son personajes de historieta. Su éxito a lo largo del tiempo los ha hecho aparecer en recordables series televisivas, largometrajes animados o superproducciones como la que dirigió Tim Burton, hace treinta años, con Michael Keaton (Batman) y Jack Nicholson (el Guasón). Aquí, Arthur Fleck, el futuro Guasón (Joaquin Phoenix), aspira a ser un comediante. Hasta ahora sobrevive en una agencia que lo utiliza como payaso en avisos callejeros o entretenedor en los hospitales. Algunas noches intenta hacer stand up en un mohoso bar, donde nadie lo escucha. Es que Arthur no puede controlar sus problemas psicológicos, que terminan en una risa incontrolada, y más ahora, cuando Ciudad Gótica se declara en crisis y decide terminar con los ayudantes terapéuticos y los medicamentos gratuitos para gente pobre como él. En ese mundo caótico, sucio (los basureros están en huelga), de callejones grafiteados y ratas gigantes se inicia la película de Todd Phillips. DRAMA PSICOLOGICO ¿Cuál es la propuesta de Phillips y sus coguionistas? Indudablemente, con el peso de ese increíble actor que es Joaquin Phoenix, Phillips estructura un drama psicológico, elige un personaje del cómic, como podría haber hecho con otro personaje de otro formato, y lo desmenuza de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro. Como si lo diera vuelta con ropa y todo. Eso sí, lo ubica en Ciudad Gótica, que sería la peor Nueva York, aquella donde la belleza emigró, el progreso se estancó, el trabajo está desapareciendo, el que no factura lo suficiente puede morir en las calles, igual que el que es diferente o no lo suficientemente fuerte. La película da cuenta del itinerario de este inquietante personaje al que se compadece viendo la saña con la que lo castigan unos chicos de la calle o los señoritos que se inician en Wall Street y aún viajan en subte. Pero también se lo siente humillado por el animador televisivo que admira (el Murray Franklin de Robert De Niro) o el compañero que le da un arma para que se defienda, generando algo así como su adicción. Nadie imagina la espiral de violencia que se genera en los minutos finales al compás de su perturbadora risa maníaca y cómo su juego de masacre se contagia a los cientos de disfrazados que testimonian la disconformidad con el candidato político, Thomas Wayne, y las diferencias sociales. La figura de esta suerte de Calígula desarrapado, vivado por seguidores, estremece y sorprende. COMPOSICION Lo que hace Phoenix con el Guasón es algo que recuerda las composiciones inolvidables de Marlon Brando ("Apocalypsis Now") o Jhonny Depp en "Sweeney Todd", una combinación animal y humana que deviene en algo que casi no es de este mundo. Cómo explicar esa manera de erguir y modular el cuerpo como un bailarín o de bajar las escaleras del Soho con la elegancia de un Fred Astaire (sus viejas películas ven el Joker y su madre en la televisión). Pocas veces puede el espectador asistir a una composición que raya en la locura. La escena en el show de Murray Franklin presidida por la muy tierna y anciana doctora, también forma parte de esa ambigüedad entre la locura y la ternura, que coinciden en la película de Todd Phillips. Como el mejor cine de David Cronenberg, Hollywood sorprende con una criatura genéticamente modificada, que enfatiza el horror con música de la cellista islandesa Hildur Gudnadottir y una soberbia composición del próximo ganador del Oscar, Joaquin Phoenix.
Todd Phillips dirige, se arriesga y escribe –junto a Scott Silver – una controversial historia de origen sobre uno de los villanos más amados de la historia de los comics, tv, videojuegos y cine; Joker es un logro conseguido por el cuidado de sus responsables. Joaquin Phoenix da vida a Arthur Fleck, un cómico fracasado cuya vida es una suma de mala suerte y falta de autoestima. Fleck es un saco de boxeo humano, el aspirante a Standupero recibe todo tipo de burlas, golpes y maltratos de parte de toda persona que lo rodea, en muy contadas situaciones habla – con una fragilidad y dulzura escondida – y cada vez que trata de pertenecer, de encajar en un entorno fracasa monumentalmente por culpa de un desorden neurológico que hace que se ría en las situaciones menos indicadas. Arthur Fleck es atraído constantemente hacia un mundo que no lo quiere, que lo mastica y escupe… una y otra y otra vez; pero la vida de Arthur cambia gracias a Bruce Wayne (Brett Cullen), Murray Franklin (Robert De Niro) y una pistola. Hay que aclarar que a pesar de todo el abuso que sufre Fleck, su personaje no trasmite compasión alguna ya que con cada oportunidad Fleck recurre a realizar una acción propia de un trastornado sin cura. Por circunstancias de la vida, un compañero de trabajo (interpretado por el excelente Glenn Flesher) le ofrece un arma para defenderse de posibles futuros altercados, Arthur sabe que no debe tener un arma cerca y alerta a su proveedor sobre ello, pero en cuanto su piel hace contacto con ese instrumento de caos nada bueno sale; hay baile, juegos, intento de suicidio y lo inevitable… muerte. Toda decisión que toma Arthur en Joker es una mala decisión de una persona que hace mucho tiempo necesitaba ayuda y ahora es una bomba de tiempo libre y a punto de estallar. La actuación que ofrece Phoenix es majestuosa. Él ya se encuentra lejos de lo que sería un Tour de Force porque cada interpretación que realiza es un peldaño más de un nivel de excelencia continuo. Joaquin Phoenix es, actualmente, el mejor actor de cine del momento y su Arthur Fleck/Joker es digno de cada premio, cada aplauso y alabo posible. Lejos ya de Cómodo, de Johnny Cash, o de Freddie Quell, Joaquin Phoenix logra un nuevo Joker que supera, mezclando distintos tonos, homenajeando a los pasados príncipes de los payasos y creando algo propio, nunca imitando sino innovando en la actuación, en su entrega, compromiso y profesionalismo. El actor de actores ése es – y lo demuestra con cada película – Joaquin Phoenix con un Guasón frágil pero terrorífico que desde su primera escena asoma un monstruo a punto de salir. Con una clara influencia por el cine de Martin Scorsese – en un primer momento productor de este film – Joker se congracia en su controversia con el espectador. Vemos penurias pero nos sentimos ajenos a ella, ¿buscamos tener una experiencia de locura en primer plano? Podemos divisarla con total facilidad gracias al trabajo de Todd Phillips tras la cámara y su disposición de contar una historia que no necesita “un poco más”. Puede ser que la mayoría de espectadores se encuentren desalentados con lo que van a ver, estamos en tiempos en que la exposición de factores cinéfilos no permiten dejar nada a la imaginación no obstante Phillips muestra, engaña realidades con maestría y su relato es solo una mirada a la otra cara banal de la moneda, una que cuenta verdades subjetivas ocultas, que quita la belleza del misterio pero lo hace de una forma cuidada con personajes que raspan – a pesar de todo – solamente la superficie. Joker ganó el León de Oro en el festival de Venecia, tuvo una ovación de pie de ocho minutos y por culpa de medios sensacionalistas se recibe como una película que incita al taboo; Joker no es perfecta, con todos sus factores positivos y negativos, con su deslumbrante elenco y el perfeccionismo de su actor principal la película pone nuevamente a prueba el ¿qué vemos en el cine? y mi respuesta es simple: una gran película, la prueba final es si resiste al tiempo. Valoración: Muy Buena.
La furia del humillado. Cuando Lucrecia Martel, como presidenta del jurado del Festival Internacional de Cine de Venecia, leyó los argumentos que justificaban el León de Oro para Joker, hizo referencia a “una reflexión muy valiosa sobre los antihéroes, donde los enemigos no son los hombres sino el sistema”. Allí está, precisamente, el principal valor de esta curiosa apropiación del personaje del Guasón –el exuberante enemigo de Batman–, devenido víctima de injusticias varias que lo conducen a estallidos de irracional violencia. “¿Me parece a mí o afuera las cosas están cada vez peores?”, le dice Arthur (Joaquin Phoenix) a su terapeuta al comienzo, mientras Ciudad Gótica aparece desbordada de basura por una huelga de los recolectores de residuos. Pronto se quedará sin su terapia, por recortes del gobierno en los servicios sociales, y sin su trabajo de payaso, por un incidente ocurrido mientras intenta animar a chicos internados en un hospital (uno de los mejores momentos del film). Pero si el Estado parece desligarse de su situación de desprotección, tampoco ayudan mucho quienes lo rodean, empezando por su familia, por motivos que no conviene adelantar aquí. Sólo en unas pocas personas (un amigo enano, una vecina negra), y en su fantasía, encuentra algo de alivio a una vida durísima. Para colmo, desea destacarse en un programa de TV como standupero y hasta la madre le dice “¿Para eso no deberías ser gracioso?” Obstáculo con el que cualquier mortal puede sentirse identificado, el de esperar vanamente el éxito con una actividad que podría deparar dinero y respetabilidad. El sueño americano, como quien dice, aunque aquí dado vuelta como un guante. La progresiva trasformación de Arthur en Joker (o Guasón) implica, de algún modo, la del brote de algunas formas de resistencia, de reacción, de ajuste de cuentas, también (y fundamentalmente) de locura desbordada. Como ya muchos vienen señalándolo, la estética de Joker tiene menos de los abundantes productos actuales con superhéroes dirigidos al público infanto-juvenil que del cine estadounidense de los años ’70. Si bien asoman referencias no específicamente vinculadas a esa época (Blow out y Zorro, the Gay Blade en una marquesina, un plano de la mirada del protagonista similar a la de Antnoy Perkins en el cierre de Psicosis), mucho de Joker remite a films de Martin Scorsese, Sidney Lumet, Walter Hill o Sam Peckinpah, mientras ropa, televisores y teléfonos ambientan la acción en aquellos agitados tiempos. No debería importar demasiado el discutible prestigio de los trabajos anteriores del director Todd Philips: aquí hay secuencias admirablemente orquestadas, como la del ataque y defensa en el subte, o la del encuentro en una sala de cine con el odioso candidato a alcalde (que incluye una fugaz identificación de Joker con Chaplin). Hay raptos de humor que traen alivio y, aunque el guión escrito por Phillips junto a Scott Silver cae en una que otra ingenuidad (como hacer que la madre del desdichado protagonista lo llame Feliz), hay entrelíneas que permiten varias lecturas. Cuando, por ejemplo, el altivo candidato se diferencia de los delincuentes diciendo “Quienes hemos hecho algo con nuestras vidas siempre consideraremos a esa gente unos payasos” resulta inquietante la posición social desde la que habla y cómo consigue que muchos se asuman entonces, orgullosamente, como “payasos”. Si la risa del Guasón fue siempre, en series y películas previas, señal de malicia, aquí es también tic, descarga emocional, enajenación, sufrimiento. Algunas ideas sobre rebelión, desobediencia civil, venganza y líderes “apolíticos” palpitan sobre el final, estimulando la discusión. Hasta el destino que sufre el showman interpretado por Robert de Niro –teniendo en cuenta el peso del actor en el cine de los ’70– puede ser objeto de distintas interpretaciones. La angustiosa música, interceptada por canciones varias, y la luz áspera, aportan lo suyo en este film que, aún sin la madurez de Taxi Driver (1976, Martin Scorsese) o The Warriors (1979, Walter Hill), derrocha casi en todo momento solidez y energía. En cuanto a la composición de Joaquin Phoenix como Guasón, cabe señalar que tuvo entre manos uno de esos personajes que invitan al exceso y la divertida adhesión de los fans (como había pasado ya con Heath Leadger en Batman – El caballero de la noche asciende); a su favor, hay que reconocer que el dúctil actor lo hace creíble y turbador. Y al respecto vale agregar un dato: en el mismo Festival de Venecia donde recibió este año, junto a Phillips, el premio principal, su hermano River había sido premiado también, en 1991, como mejor actor por su recordado Mike –otro marginado del sistema, aunque menos peligroso y estridente– en Mi mundo privado.
Retrato de un loco. Guasón es la historia magistral de un enfermo mental. Me gustaría dejarlo claro desde el principio ya que no estamos ante una nueva película de superhéroes y villanos dentro del universo DC. Joaquin Phoenix construye un marginado, un paria, que se ve rechazado sistemáticamente por la sociedad. Sus carcajadas nerviosas y burlas no son más que el resultado de la esquizofrenia y la falta de una correcta medicación. “Los hombres como tú no interesan al sistema” le confiesa la psicóloga de un centro médico en un momento de la película. Es decir, estamos ante la cronología y caída de un desequilibrado mental en un mundo ruidoso y violento que no comprende. Todo lo demás es adorno. Un adorno muy elaborado, pero solo eso. Poco importa que por la película desfilen los padres de Bruce Wayne o que todo se desarrolle en una Gotham caótico. Este Joker está más cerca del Travis de Taxi Driver que de la franquicia de Batman. Los espectadores que vengan buscando acción y efectos especiales se sentirán muy defraudados. Todd Phillips dirige un relato brutal y visceral sobre el ocaso de un hombre y la caída de la civilización. Nada tiene que ver con el tono sencillo y ameno de sus anteriores trabajos (Véase la trilogía Qué pasó ayer?), Guasón es una película madura, seria, que se toma muy en serio desde el comienzo y en la que nada parece sobrar. Chistopher Nolan definió a Batman como un vigilante oscuro y adulto dentro de un mundo mucho más real. Todd Phillips mantiene esa línea y la desarrolla hasta sus máximas consecuencias. Propone además algunas reflexiones muy interesantes sobre la actual lucha de clases y decadencia que vive la sociedad. Es una cinta muy actual en su discurso político y funciona muy bien como espejo de la espiral de violencia y cinismo que vivimos. Guasón es una película redonda en muchos sentidos. Todo confluye por sus dos horas de duración con una absoluta normalidad. Phillips le da además a la historia un tono ochentero e icónico que la acaba definiendo como un clásico. Hay muchas escenas, la mayoría ya presentes en el tráiler, que pueden convertirse en iconos modernos. En este sentido funciona muy bien la banda sonora a cargo de Hildur Guðnadóttir, que transmite una sensación de ahogo y locura en cada plano. El resto del reparto está muy bien, como ese locutor sin escrúpulos interpretado por un convincente Robert de Niro (Travis está muy presente en cada plano). Todo la película se sostiene sobre un Joaquin Phoenix en estado de gracia. El actor perdió más 20 kilos y estuvo trabajando durante meses para dar vida a este personaje. El resultado es un hombre demacrado, en los huesos y lleno de dudas que deambula por la pantalla como si de un muerto viviente se tratara. Una creación que le define como uno de los mejores actores del panorama y le sitúa en un nuevo rango como actor. Raro será que no se lleve el Oscar, aunque realmente da lo mismo. Es un personaje con el que pasará a la historia. Es el Joker más intenso y visceral creado hasta la fecha, superando con creces al de Heath Ledger. La clave es que este “villano” no es cruel o despiadado por esencia, sino como fondo de su enfermedad. Es además un hombre que quiere ser amado y comprendido pero que no entiende cómo funcionan los sentimientos. La propia sociedad le dará la espalda antes de que pierda definitivamente la cabeza. Una esquizofrenia que podemos seguir y entender y que acaban humanizando y definiendo al personaje. La sonrisa, la mirada o esa carcajada nerviosa son el resultado de un hombre que no está medicado. Finalmente este Joker puede competir en presencia con villanos de la talla de Norman Bates, Darth Vader o Hannibal Lecter. En definitiva la película funciona muy bien gracias a que se aleja del universo de Batman. Es una historia independiente y su éxito radica en que nos ofrece un mundo nuevo lleno de posibilidades. El León Oro ganado en Venecia la define como una rareza destinada a ser una película de culto.
Muchos fueron los Guasones en el cine: Cesar Romero fue el primer actor que le dio vida a este personaje, en Batman (1966), luego siguió Jack Nicholson, en Batman (1989), llego Heath Ledger, Batman: El caballero de la noche (2008), tiempo más tarde aparece Jared Leto, Escuadrón suicida (2016) y ahora Joaquin Phoenix que muestra sus orígenes y como se formó su personalidad. La trama muestra a Arthur Fleck antes de convertirse en el Guasón; un ser solitario, incomprendido y que es ignorado, despreciado, al que le hacen bullying en la calle y en su trabajo. Él tiene trastornos mentales y en distintas ocasiones, no importa ni el lugar ni la ocasión, comienza a reírse sin parar aunque este mal. Arthur se gana la vida animando fiestas y eventos, siempre pintado o con cara de payaso, cuida a su madre con dedicación y en sus ratos libres, solo o acompañado, mira por televisión a Murray Franklin (Robert De Niro). La historia trascurre en una ciudad oscura, sucia, con baños sórdidos, llena de bolsas de basura y personas violentas, solo falta encender una chispa para desatar el caos. Se muestra la miseria y pobreza pero también personas poderosas y millonarias. Quien se postula para alcalde es Thomas Wayne (Brett Cullen) quien tiene un hijo, el joven Bruce Wayne (Dante Pereira-Olson) que cuando crezca será Batman. Al film se le pueden señalar ciertos desniveles de ritmo, por momentos es claustrofóbica, asfixiante, perturbadora, violenta e incómoda. Suma algún que otro sobresalto, hay tensión, con momentos perturbadores, con una interesante critica a la sociedad llena de hostilidades, también con su toque político, todo acompañado por una gran paleta de colores, su música estupenda, una gran estética y un elenco secundario acorde a su trama. Este es el origen de Guasón (Joaquin Phoenix, vemos sus cambios emocionales, un gran trabajo corporal y una buena composición de personaje) como fue su vida, que esconde detrás de esa cara de payaso, porque se convierte en un temible villano, cuanto te puede ayudar una asistente social, que modelo te da la sociedad, quien lo crió, que traumas atravesó y que significó en su vida Thomas Wayne. La película deja algunos interrogantes y hechos para analizar, además de plantear la posibilidad de qué se puede generar el caos en Ciudad gótica o en cualquier otro lugar.
LOS DILEMAS DEL CONTROL Primero lo primero: toda la polémica alrededor de si Guasón es una apología de una violencia no solo ficticia sino también real (y los supuestos efectos que tiene en el público) es de un nivel de estupidez importante. Es un poco agotador que todavía se deba seguir aclarando que la realidad es distinta a la ficción; que el cine (y el arte en general) es un ámbito que funciona con reglas propias; y que la gente, si copia conductas de personajes cinematográficos, es porque ya tiene componentes personales previos que le permiten verse reflejados. Es retornar a la vieja discusión de la influencia de los videojuegos en los jóvenes, sin hacerse cargo de que hay una violencia inherente en muchos individuos que se alimenta y construye con múltiples componentes sociales, y que solo está buscando una excusa para salir a la luz. Y es una confirmación de que estos tiempos de corrección política extrema funcionan para muchos sujetos como pretexto para ejercitar un rol de policía ideológico largamente anhelado. Dicho esto, Guasón es una decepción, pero solo ligera –realmente no me siento ofendido o enojado con la película- porque su visionado confirma ciertos peligros latentes que ya estaban presentes cuando se anunció el proyecto y después al conocerse los trailers. Su relato de construcción de villano, centrado en Arthur Fleck (un Joaquin Phoenix perfecto en su sobreactuación), un comediante fracasado con problemas psiquiátricos y una historia familiar decadente que va encarrillando un proceso de creciente locura y violencia, hasta transformarse en ese alter ego que es el Guasón, es una gran suma de cálculos y estructuras pre-fabricadas, con el fin preciso de generar la mayor cantidad de asociaciones e interpretaciones posibles. Eso de por sí no está mal -¿qué película no tiene componentes de planificación para buscar un público determinado?-, pero el gran problema del film de Todd Phillips es cuánto se nota ese diseño previo, a tal punto que se puede enumerar todas sus herramientas como si fuera una lista de compra para el supermercado. Ahí tenemos entonces la narración de tonalidades vinculadas al cine de Martin Scorsese, con elementos claramente reconocibles de El rey de la comedia y particularmente Taxi driver; la Ciudad Gótica con evidentes reminiscencias de la Nueva York sórdida de los setenta desde una ambientación planificada al detalle; la lectura sociopolítica sobre un tejido urbano plagado de desigualdades y a punto de estallar; el drama materno-filial, con una madre extraviada que explica desde su propio derrotero la psicología de su hijo; la figura femenina (encarnada por Zazie Beets) como un interés romántico que va precisando los estados de ánimo del protagonista –y que cumple un rol muy similar al de Cybill Sheperd en Taxi driver-; y la presencia de Robert De Niro como una especie de certificado de pertenencia a un cine ambicioso y la iconografía scorsesiana, pero también como un disparador para giros claves del guión. El cálculo atraviesa todo el metraje de Guasón e incluye no solo vueltas de tuerca bastante manipuladoras (particularmente en los minutos finales) sino también una discursividad que se pretende disruptiva pero en verdad es tranquilizadora –la violencia íntima y social no dejan de ocurrir en unos difusos y lejanos setenta, con lo que la interpelación al presente es limitada-; y la utilización de personajes emblemáticos de DC como una herramienta algo culposa, pretendiendo atraer a un público más “culto” que de otra manera no se acercaría a un producto masivo, mientras se colocan guiños puntuales a los fanáticos de los cómics. La lucha entre anarquía y control es ganada por el segundo, y quizás eso tenga mucho que ver con Phillips, que al fin y al cabo ha desarrollado una carrera donde la dialéctica entre control y descontrol es el gran dilema a superar: Amigos de armas, Todo un parto, la trilogía de ¿Qué pasó ayer?, Aquellos viejos tiempos y Viaje censurado giran alrededor de instancias donde el orden de los personajes entra en crisis pero en las que, en mayor o menor medida, se busca un retorno culposo a la “normalidad”. Y lo cierto es que Phillips suele manipular las circunstancias para posibilitar esa vuelta a lo que se considera “normal”, y en Guasón cimenta otra normalidad, pero desde un mensaje bastante superficial, en el que no queda claro del todo su posicionamiento. Al mismo tiempo, es la visión de Phillips la que salva a Guasón de ser un desastre al estilo Birdman. Podrá manipular situaciones y tomar decisiones improcedentes, pero nunca desprecia a los protagonistas de sus historias, algo que ratifica con su seguimiento de Arthur Fleck, al que pareciera entender como una versión oscura y trágica del Will Ferrell de Aquellos viejos tiempos, el Zach Galifianakis de Todo un parto y ¿Qué pasó ayer?, o el Tom Green de Viaje censurado. Todos seres incómodos, incomprendidos y que ocultan una gran angustia existencial. Cuando Phillips se deja llevar por la comedia que conoce y toca esas cuerdas inestables –por ejemplo, en una gran secuencia de humor horroroso alrededor de un enano-, aparece esa gran película que podría haber sido Guasón pero que no llega a concretarse más que tímidamente.
El film que nos propone Todd Philips, artífice de la saga “The Hangover”, es algo sin precedentes en el mundo de las películas basadas en comics. Obviamente que Christopher Nolan fue un paso en esta dirección que plantea “Joker”, con su trilogía de Batman que introducía a un héroe más terrenal y verosímil. No obstante, la obra de Philips lleva el concepto aún más allá, entregando un film intenso, angustiante y crudo. No es de extrañar que la cinta haya logrado el máximo galardón en el último Festival de Cine de Venecia pero ciertas cuestiones empezaron a empañar el gran largometraje que nos otorga Warner/DC en esta oportunidad. Cabe destacar que el origen de este súper villano no busca vanagloriar, ni justificar o incitar a la violencia sino justamente todo lo contrario. Es un relato que propone reflexionar sobre cómo el sistema o la sociedad lleva a marginar a ciertos individuos o simplemente dejarlos de lado sin comprender que pueden ser tanto un peligro para ellos mismos como para el resto de las personas. El largometraje se sumerge en el mundo que rodea a Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), un hombre ignorado por la sociedad, despreciado y maltratado cuyo gran anhelo es hacer reír a la gente. La cuestión es que el personaje padece un trastorno mental (como producto de una infancia llena de abusos y un entorno familiar complejo), que desemboca en un padecimiento que lo lleva a reírse en momentos inadecuados. Como no logra establecerse como un comediante de stand up, se gana la vida haciendo de payaso en hospitales, en negocios que lo usan como medio para la promoción y en distintos ámbitos correspondientes, hasta que una serie de trágicos acontecimientos lo llevarán a ver el mundo de otra forma. La cinta resulta bastante atípica siendo que se llevó a cabo dentro de la gran maquinaria hollywoodense. Un film oscuro y violento que nos propone profundizar en la psiquis del protagonista más allá de ser uno de los villanos más importantes de todos los tiempos. Quizás eso resulta ser uno de los datos más atractivos, que la película podría ser sobre cualquier otra persona con trastornos mentales y no llevar el nombre del Joker. En sí, no estamos ante un espectáculo superheróico sino más bien en un profundo drama con tintes de thriller psicológico. Y es que nunca terminamos de entender, una vez que entramos en la dinámica de pensamiento de Arthur, qué cosas son reales y qué cuestiones son fantasías producto de la imaginación o del desequilibrio mental del protagonista. Es por ello que “Joker” es una experiencia cinematográfica muy interesante y sumamente inspirada. Un relato que también se toma el tiempo para homenajear al cine de Martin Scorsese, en especial a “Taxi Driver” y a “The King of Comedy”, no solo en ciertos elementos narrativos sino también con algunos recursos estilísticos. Por otro lado, cabe destacar que Joker no sería el gran film que es si no fuera por Joaquin Phoenix y su intensa composición del personaje. Uno de los grandes exponentes interpretativos de su generación que no solo le pone la voz, la risa (la cual tardó aproximadamente 4 meses en perfeccionar) sino también su cuerpo, hasta tal punto que bajó cerca de 26 kilos para el papel. Un trabajo sublime y extremadamente complejo donde se tuvo que sumergir en la mente del psicópata. Probablemente su labor lo lleve a conseguir una nominación en la próxima entrega de los Oscars, y no resultaría sorprendente que se alce con la estatuilla. El elenco secundario también está muy bien elegido y se destacan el enorme Robert DeNiro (que recuerda a su papel en la mencionada “The King of Comedy”) y la talentosa Zazie Beetz (“Deadpool 2”). Asimismo, el film se nutre de un diseño de producción soberbio que recuerda a la New York de los ’70 plasmada en “Taxi Driver” y una magnífica fotografía de Lawrence Sher (habitual colaborador de Philips) que añade angustia mediante su sobria frialdad a la hora de retratar a la anárquica Gotham donde Thomas Wayne se postula como alcalde y donde va creciendo la desigualdad, la intolerancia y la criminalidad. En el plano sonoro, no podría ser más que acertada la elección de Hildur Guðnadóttir, una chelista islandesa que nos trasmite nerviosismo y un continuo estado de alteración mediante sus pesadas cuerdas. “Joker” es un film tremendo que será amado por muchos y odiado por otros. Lo que no se puede negar es la inspirada dirección de Todd Philips, la maravillosa interpretación de Joaquin Phoenix y lo estupendamente narrada que esta la película. Un drama potente, agudo y despiadado que no dejara indiferente a ningún espectador.
Cuando recibió el León de Oro en el 76º Festival de Cine de Venecia, Todd Phillips les agradeció a Warner Bros. y a DC Comics por haber abandonado “su zona de confort” con Guasón. Las palabras del realizador estadounidense son muy justas: la ocurrencia de dedicarle un largometraje a uno de los enemigos de Batman se convirtió en excusa para filmar una propuesta que trasciende el universo elucubrado por Bill Finger y Bob Kane, y adaptado ¿doscientas veces? para televisión, cine, videojuegos. Joker se ubica bien lejos de la zona de confort de la usina de entretenimiento, tanto que se permite resignificar películas como El hombre que ríe de Paul Leni, Tiempos modernos de Charlie Chaplin, El rey de la comedia de Martin Scorsese; figuras emblemáticas como el mencionado Carlitos, Fred Astaire, el conejo de las pilas Duracell, ¿acaso Michael Jackson?; canciones como Smile, That’s life, Send in the clowns; las nociones de éxito y felicidad made in Hollywood. El guionista Scott Silver cuestiona incluso la presunta probidad de la familia Wayne –sobre todo de papá Thomas– y los pormenores del asesinato que provocó la bati-disociación del joven Bruce. Guasón es una fábula sobre la violencia que el statu quo inocula en la sociedad contemporánea. “Nos dicen qué está bien y qué está mal, y qué es gracioso y qué no” sostiene el protagonista después de haber sufrido golpizas físicas y anímicas. Los medios auspician y reproducen humillaciones ejecutadas o avaladas en nombre de una falsa meritocracia que desprecia a los individuos “incapaces de hacer algo con sus vidas” según Wayne Sr. Cuando desaparece definitivamente detrás de su alter ego, Arthur Fleck se convierte en líder espontáneo de esos “payasos” denunciados por el millonario grandote y prepotente como Donald Trump. Pero el malestar social que deriva en caos es anterior a la irrupción de este nuevo criminal en una Ciudad Gótica cubierta de basura e invadida por ratas gigantes. Todd y Silver deslizan un ensayo político en el retrato de una criatura con peso propio, es decir, nunca condicionada por su vinculación con el Hombre Murciélago. Pronunciada sin un ápice de ironía, la reflexión “Nadie se pone en el lugar del otro” sintetiza el diagnóstico de individualismo patológico que se extiende más allá de los límites ficcionales de Gotham City. Joaquin Phoenix le pone literalmente el cuerpo a esta víctima de ciudadanos menos o nada vulnerables y, peor todavía, de instituciones que desprecian y desechan a los más débiles. Sin dudas, éste el mejor trabajo de quien supo llamar la atención del público y de la crítica un cuarto de siglo atrás con el Jimmy Emmett que compuso para Todo por un sueño de Gus Van Sant. La fotografía de Lawrence Sher y el equipo de maquilladores, vestuaristas, peinadores contribuyen a la caracterización de un personaje rico en matices e irreductible a la definición clásica de Villano. El arte de Laura Ballinger lo sitúa en una Ciudad Gótica ambientada a principios de los años ’80, más mugrienta y sórdida que en otras adaptaciones para cine. Los fanáticos de El rey de la comedia aplaudimos a rabiar la conversión de Robert De Niro en una reversión más repelente del Jerry Langford que Jerry Lewis interpretó en 1981 bajo las órdenes de Scorsese. Asimismo, los seguidores de la serie Six feet under celebramos que se le haya confiado el rol de la madre de Arthur/Joker a Frances Conroy, es decir, a la actriz que durante cinco años se lució como la impredecible Ruth Fisher. Phillips, Silver y Phoenix concibieron un Guason subversivo por donde se lo mire. Ojalá la usina de entretenimiento se mantenga –al menos con este personaje– alejada de la zona de confort, y evite transformarlo en protagonista de una secuela o, peor todavía, de una saga.
El Guasón de Joaquin Phoenix es una de las películas más esperadas del año, con un retrato crudo de uno de los villanos más icónicos.
Guasón, retrato de un marginado social Después de ganar tres premios en el reciente Festival de Cine de Venecia, se estrena comercialmente Guasón (2019), una nueva versión del personaje del Joker de DC Comics, en un tono totalmente distinto a las transposiciones anteriores. Por Denise Pieniazek Ha llegado el estreno comercial de Guasón (Joker, 2019), una de las películas más esperadas del año cargada de expectativas tanto en el ámbito del cine como de los fans de las historietas de super-héroes. Recordemos que la primera aparición del Guasón fue en 1940 dentro de la historieta de Batman, en la cual se establecía una clara rivalidad entre ambos a través de la tradicional dicotomía entre buenos y malos, caracterizando al Guasón como su “archienemigo”. Esta transposición dirigida por Todd Phillips (Viaje Censurado, Starsky & Hutch, ¿Qué pasó ayer?, Amigos de armas) y co-escrita con Scott Silver(8 Mile, The Fighter) se centra únicamente en el personaje del “villano” en cuestión, quien es el único protagonista del relato. Guasón (Joker, 2019) a diferencia de la mayoría de las películas sobre comics, tiene una profundidad emocional distinta alejándose de los elencos corales y efectos especiales a los que el género tiene acostumbrado a sus fanáticos. Por esa misma razón a diferencia de las películas del genero de los últimos años, Guasón no está dirigida únicamente a los fans, sino que puede resultar atractiva para toda clase de público y es sin dudas lo más interesante en la filmografía de Phillips mostrando un gran crecimiento. Guasón nos presenta una “Ciudad Gótica” ambientada entre 1970-1980 cuya arquitectura y urbanismo son muy similares a la New York de aquellos años. Esto se debe a que como ha mencionado el director en varias entrevistas aquellos años fueron de inspiración para el ambiente que se deseaba crear como entorno del personaje, pero aún más porque la intención (sin dudas lograda) de Phillips era reproducir el contexto de producción de películas estrenadas entre 1970-1980, no solo en cuanto a la estética de la película sino a las condiciones de realización de los mismos. Es por ello que directores como Martin Scorsese (Taxi Driver, 1976; King of comedy, 1982), Sidney Lumet (Dog day afternoon,1975; Network,1976) y Arthur Penn (Penn & Teller Get Killed, 1989) fueron inspiradoras en este proceso y poseen relaciones intertextuales con Guasón, al igual que más distanciadamente otros largometrajes del periodo mencionado anteriormente como por ejemplo The Warriors (1979) y One Flew Over the Cuckoo's Nest (1975). En consecuencia, como el entorno y su atmosfera son un aspecto central narrativamente, el film comienza con una descripción de esa ciudad la cual al igual que la New York de Taxi Driver, es representada como un lugar putrefacto, en este caso con un estado de sanidad preocupante, sucia y con una violencia social y un resentimiento de clases en ascenso. Por esa misma razón no es casual que el Guasón deambule por las calles de la ciudad, y sobre todo que varias de las escenas transcurran en el subterráneo o que su apogeo como Guasón/Joker sea descendiendo una escalera, con un baile triunfal cuando el personaje ha llegado a su clímax de autoconocimiento. Asimismo, otro acierto del filme es el excelente desarrollo de la psicología del protagonista, su emocionalidad y sus motivaciones. Sin dudas esto no es para nada frecuente en películas del género de comics, como tampoco su tratamiento formal, alejándose de las repeticiones esquemáticas del mainstream. Arthur Fleck (Guasón) es un hombre que posee una enfermedad psiquiátrica y aspira a ser comediante. El problema es que debido a sus peculiaridades no encaja en las normas sociales y se encuentra en un sistema hostil que lo expulsa constantemente hacia los márgenes. Arthur Fleck es víctima de la violencia cotidiana y urbana, pero más profundamente es perjudicado por la “violencia simbólica” (en términos del filósofo, sociólogo y psicoanalista Slavoj Zizek) de la sociedad en la que vive. Esto es evidente en una escena donde Arthur asiste a un programa de ayuda social, el cual será cancelado debido a un recorte presupuestario, pues aparentemente personas como él no son una prioridad o una preocupación para esa comunidad… ¿Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia? En un entorno que como dice el protagonista es cada vez peor, Arthur Fleck se convertirá en el Guasón/Joker. El espectador podrá ser testigo cercano de ello mediante una excelente dosificación de la información y de la acción que construirán una narración en crescendo al igual que el proceso de autoconocimiento del personaje. Mediante la risa tan peculiar del Guasón, interpretado mediante una composición precisa y maravillosa de Joaquin Phoenix, entenderemos fácilmente que el no poder controlarla o el que se produzca de forma adversa a lo esperado socialmente, que Arthur siempre se sale de la “norma”, pues en términos freudianos el chiste es una expresión del inconsciente y como tal resulta satisfactoria. En adición, la acción interna del personaje cuyas capas emocionales logran salir todas hacia la superficie, debido nuevamente al magnífico trabajo interpretativo de Phoenix mediante su expresividad y gestualidad. Porque el actor sin dudas acertó reflexivamente, que para poder entender el proceso y al Guasón hay que primero entender al hombre, a Arthur. El filme es entonces, un retrato, un estudio de un hombre ignorado y marginado por la sociedad cuyo sueño de ser comediante no sólo no puede llevarse a cabo, sino que además es violentado en el intento. En dicho sentido hay una evidente relación intertextual con El rey de la comedia (King of comedy, 1982) la cual era protagonizada por Robert De Niro, también un aspirante a comediante quien con el afán de salir en un masivo programa de televisión es capaz de cualquier cosa. Lo interesante es que en Guasón, Robert De Niro interpreta a Murray Franklin un anfitrión de un programa televisivo con una larga trayectoria y a quien Arthur siempre ha admirado. En este sentido, al igual que varias películas de los ´70 y ´80, se expresa la importancia y alcance de los medios masivos de comunicación en la vida cotidiana. El personaje interpretado por De Niro en El rey de la comedia, Rupert Pupkin, decía al final de la misma: “Mejor ser rey por un día que un schmuck toda la vida” vistiendo un traje color rojo, al igual que el Joker en cuestión. Por último, a través de la búsqueda de identidad de Arthur/Guasón se construye un “villano” mucho más humano que en otras adaptaciones, sin embargo, con el acierto de no generar necesariamente empatía con el espectador sino representándolo como una víctima del cruel sistema posmoderno. Es importante recalcar que, si bien la película en general tiene un gran nivel narrativo y estético, y que sin ánimos de realizar un spoiler las alucinaciones producto de la patología del personaje están muy bien utilizadas y debido a la dosificación de la información que se mencionó anteriormente son formalmente ingeniosas. Sin embargo, la explicación de las mismas puede objetarse es un desacierto ya que se subestima la inteligencia del espectador o clausura su sentido y lectura sobre las mismas, aunque por otro lado es porque hay una clara intención del filme de caracterizar al guasón y su enfermedad psiquiátrica y sus problemas hereditarios. Mientras que el Guasón interpretado por Heath Ledger (The Dark Knight, 2008) buscaba voluntariamente la anarquía, el Guasón encarnado por Joaquin Phoenix la producirá de forma inicialmente involuntaria, en una sociedad en donde “la violencia genera más violencia”. En dicho sentido, además de las relaciones intertextuales que poseen vínculos temáticos y por sobre todo que componen la estética de una época, en medio del relato se explicitan referencias mediante proyecciones públicas que resulta pertinente destacar porque poseen un significado con respecto a la trama. En principio, la inicial manifestación pública de la clase popular con máscaras de payasos, transcurre frente a un evento de la clase alta en el cual se proyecta Tiempos modernos (1936), lo cual no es casual porque en ella Chaplin expresaba las consecuencias del sistema capitalista y realizaba una fuerte crítica al sistema de producción en serie industrial. La segunda, tiene que ver más bien con una característica principal del comic de Batman y el brutal asesinato de sus padres, cuando Bruce Wayne es un niño. Este acontecimiento es narrado en Guasón a la salida de una sala de cine, y la película allí proyectada parece ser Zorro: The gay blade (1981) cuyo protagonista es igual que Batman otro héroe enmascarado de negro. En conclusión, la idea central que parece regir toda la película es la subjetividad de dicotomías tan antiguas como la humanidad misma, el bien y el mal, y la comedia y la tragedia. A través del personaje del Guasón y de la utilización de su rostro como máscara, intentará deconstruir las dicotomías y valores establecidos por la norma. Por todas estas razones se celebra la propuesta de Guasón dentro del popular universo cinematográfico de los comics, porque también nos recuerda que, aunque la producción y transposiciones de las historietas de super-héroes estén en ascenso o sean masivas en el público, no justifica la superficialidad de la psicología de los personajes, ni la baja calidad narrativa en sus producciones.
Siempre conocimos al Joker o Guasón como uno de los grandes enemigos de Batman, pero esta película se centra solamente en él y en sus orígenes, desde una perspectiva mucho más psicológica, cruda e impactante, algo que sin dudas traerá polémicas. Pero no podemos negar que estamos frente a un film que provocará un montón de sentimientos y no dejará indiferente al espectador. “Joker” nos presenta a este personaje con un trastorno mental que lo hace ser diferente, con una risa incómoda en momentos inoportunos, y que será víctima de una sociedad que lo ignora y lo maltrata, provocando su transformación hacia un psicópata. También se toma el tiempo para homenajear al cine de Martin Scorsese, en especial a “Taxi Driver” y a “The King of Comedy”, no solo en ciertos elementos narrativos sino también con algunos recursos estilísticos. Además del buen tratamiento que se le da a la historia, tenemos que subrayar el magnífico trabajo que hace Joaquín Phoenix a la hora de retratar al Joker. No solo bajó 26 kilos para ponerse en su piel y pasó 4 meses practicando la emblemática risa, sino que logra llegar a los lugares más profundos del personaje, haciendo que uno pueda ponerse en sus zapatos y empatice con un villano. Completan el elenco Robert De Niro y Zazie Beets, a quien vimos en “Deadpool”, dos personajes que ayudan a detonar la personalidad del protagonista. También el trabajo técnico está muy bien realizado, con una música nostálgica y poderosa que acompaña a la historia y una buena ambientación para retratar a ese Gotham caótico que presenta el film. “Joker” es una película angustiante, cruda, realista, impactante y perturbadora, que va mostrando la transformación de un marginado de la sociedad, que por cuestiones propias y ajenas a él va mutando hacia un ser peligroso. Un relato que impactará, para bien o para mal, a todos.
Hay algo que es como un signo de los tiempos: ir a buscar personajes del pasado para comentarlos desde el presente, despojarlos de su misterio, volverlos maleables. Héroes o villanos, es lo mismo: la caricatura, el enigma, la ficción desbordada, eso no está tan bien visto hoy y hay que domesticarlo, explicarlo, hacer brotar la significación allí donde alguna vez hubo solamente estereotipos gozosos. El más curioso de estos ajustes de cuentas para mí está en Skyfall, cuando a James Bond, prisionero de su enemigo, le leen un informe psiquiátrico que perfila su personalidad. James Bond, un alma atormentada que actúa de la manera en que lo hace para lidiar con recuerdos de la infancia. ¿Se imaginan? Ahora le tocó el turno al Guasón, un villano que cifraba su aura de fascinación en la vacilación del sentido, en una ambivalencia que caracterizó al personaje durante décadas de televisión, cine y animación. Todd Phillips asegura que la corrección política imperante hace que sea casi imposible filmar comedias: ya lo sabíamos, pero viniendo de parte del director de las tres ¿Qué pasó ayer? todo suena una derrota cultural estrepitosa. Dice Phillips que lo más parecido a la incorrección política de la comedia (de la buena, al menos) en el mundo que nos toca puede ser meterse con el universo de los superhéroes y subvertirlo, hacer algo diferente con esos materiales. Se equivoca: hoy nada resulta más sencillo que atacar a las películas de superhéroes por su masividad, su contrato de entretenimiento sin culpas ni dobleces, por su exageración formal y narrativa que cancela cualquier posible seriedad (excepto, claro, por algunas películas de Nolan y por la trilogía de Shyamalan, reconocidas evidentemente por hacer “otra cosa”, o “algo más”, que el cine de superhéroes). Como sea, más allá de esa red de tensiones, Guasón es el retrato de un personaje quebrado narrado con una potencia inusual. Phillips rencuentra en las calles herrumbadas de Ciudad Gótica y de sus seres rotos la fuerza física que conocimos en sus comedias: todo parece al alcance de la mano, como si pudiera tocarse, ya sea el cuerpo destrozado de Arthur, la basura que atesta los callejones o el humo de los cigarrillos que llena las habitaciones. Esa carga material balancea en parte el énfasis puesto en la psicología: después de todo, no pasa ni una sola escena en la que la película no nos recuerde que el protagonista es un tipo con problemas, abandonado por todos, que regula mal sus psicosis, y que es allí donde hay que buscar el corazón del problema. El relato no hace más que trabajar sobre ese núcleo de locura que es el pasado y el presente psíquico de Arthur y en sus síntomas: si muchos de los Guasones anteriores estaban tocados por una demencia misteriosa e inescrutable que los volvía una pura fuerza del mal, acá solo hay explicaciones, causas y efectos lineales. El de Heath Ledger, por ejemplo, el último Guasón memorable, era un monstruo inconcebible que escapaba a cualquier intento de explicación; en diferentes momentos de la historia, el personaje llegaba incluso a dar versiones contradictorias de su pasado. Se trataba de jugar a la evasión, de abrir una incertidumbre y de sostenerla hasta sus últimas; Todd Phillips, en cambio, está por las explicaciones, por darle al protagonista un marco social y psicológico: la duda, si la hubiera, es un residuo que debe evacuarse y dar paso a la comprensión. La operación, a grandes rasgos, es la siguiente: una sociedad desigual, dirigida por millonarios insensibles que dejan librados a su suerte a sus gobernados, produce monstruos y va camino a algo así como una especie de aniquilación total. Pocos temas más gastados como ese. Phillips no renuncia a la estereotipia fuerte: el villano, que alguna vez fue un eterno signo de interrogación, ahora es el fruto de una comunidad injusta, un tema tan viejo como la cultura. No hay entonces la novedad absoluta que festejan muchas críticas de la película, solo un enroque de lugares comunes. Suerte de película performance, Guasón oscila todo el tiempo entre los momentos de contención y de explosión de Joaquin Phoenix: el director deja todo en sus manos, le entrega la película para que el actor gestione ritmos y tonos, para que la lleve hacia donde mejor le parezca. Se sabe que desde hace décadas Phoenix trabaja en proyectos que parecen diseñados a su medida: acá es como si él mismo fuera el director. El tipo está en casi todos los planos, no debe ser fácil sostener ese nivel de exposición. Previsiblemente, el destino de la película está atado al del actor: las escenas más potentes son aquellas en las que Phoenix le imprime mayor contundencia a los gimoteos de Arthur; pero cuando Phoenix está menos inspirado, cuando tiene a su cargo líneas subrayadas y no encuentra la manera de restituirles algo de potencia (“usted no escucha: todo lo que tengo son pensamientos negativos”), el conjunto cruje. Es posible, de todas formas, que la película posea una escala distinta a la que proyectan fans y críticos, que lo que tengamos ante nosotros sea un objeto con ambiciones en el fondo discretas, que lo que busque Guasón sea apenas la reinvención dramática de un villano popular. La película sugiere en parte eso: jugar a interpretar el personaje como un Travis Bickle contemporáneo que viene a ser exponer las hipocresías de una sociedad desigual. Todo se condensa en la entrevista en el programa de televisión, cuando el relato adquiere la forma de un manifiesto for dummies, una explicación sobre el conflicto social contada a los niños. Para que este objetivo más bien pobre funcione, es necesario que el Guasón pierda cualquier posible misterio que haya tenido alguna vez, debe borrarse su historia como villano ambivalente y transformarse en un personaje legible en el que todos seamos capaces de rastrear los signos de una corrupción avanzada y de su consiguiente rebelión. Poca cosa, a fin de cuentas, el corset del realismo aplicado una vez más a algún objeto ubicado fuera de su alcance, nada que no se haya hecho mil veces.
Hay que decirlo sin vueltas y de entrada, Guasón es la más estimulante y provocadora anomalía que haya sido lanzada desde las entrañas de Hollywood en más de dos décadas. Una película que se encarga de subvertir de un bofetón todos los paradigmas de los films de superhéroes y villanos, que han sido meticulosamente forjados por expertos en marketing y luego concretados por directores que simplemente han oficiado como operarios de las decisiones de ejecutivos con gran interés en el rendimiento financiero y poca pasión por el verdadero cine. Exceptuando autores como Tim Burton o Christopher Nolan, el resto de los realizadores han puesto su oficio al servicio de una maquinaria que funciona a motor de fórmulas tan alienantes como previsibles. El universo de Batman parece entonces ser el único refugio posible para creadores con una fuerte impronta autoral, y con Guasón Todd Phillips, mentor de la saga ¿Qué pasó ayer?, da rienda suelta a un a un elegante ejercicio de estilo con una libertad afiebrada que la gran industria del cine raramente suele otorgar. El primer eslabón de consagración para esta joya de Hollywood se produjo recientemente en el Festival de Venecia, cuando Joker se llevó León de Oro, es decir el galardón máximo, el premio a mejor película. Luego siguió la aclamación casi unánime de la crítica a nivel mundial, y en estos días la concurrencia masiva de público a las salas, con una clara división de aguas entre quienes adhieren fervorosamente a esta propuesta y quienes salen indignados frente a una película que consideran demasiado densa y violenta. A diferencia de decenas de tanques sobre superhéroes que han sido despachados con el solo objetivo de embolsar una recaudación millonaria, en Guasón tenemos una obra maestra orquestada plano a plano por un realizador que se muestra comprometido con la misión de subir la vara de la apuesta artística del cine industrial, sin descuidar su vocación por el gran espectáculo. En este film no hay una catarata de datos vacíos destinados a satisfacer la voracidad de todo nerd del comic, sino un relato que parte de una premisa concreta: la ira de un hombre que vive con su madre enferma mientras aspira a ser una figura del stand up, sobreviviendo como puede a la hostilidad de una Ciudad Gótica tan sucia como decadente. Para transitar este tour de force por el infierno, Todd Phillips concibe un guión sin fisuras que conquista una tensión dramática que va en implacable in crescendo, mientras se abstiene del abuso de una parafernalia de efectos especiales y focaliza en un puñado de escenas de enfrentamiento rodadas con absoluta precisión y una visceral contundencia. Mucho se ha hablado de la relación entre este esperado estreno y films de Martin Scorsese como Taxi driver y El rey de la comedia. Lo cierto es que más allá de algunos puntos de conexión narrativos y climáticos con aquellas joyas del legendario neoyorquino, Guasón está íntimamente ligada con el cine de la ultraviolencia que tuvo su mayor auge a comienzos de los '70 a través de exponentes icónicos como La naranja mecánica. Aquella corriente de películas no solo proponía historias salpicadas de escenas explícitamente agresivas, sino que versaba sobre la violencia como núcleo temático. De esta manera, Joker no es solo una anomalía de Hollywood que se atreve a ir por secuencias descarnadas, sino una creación que postula sobre un universo violento que atraviesa los más diversos niveles, que van de lo familiar a lo social, todo atravesado por la codicia del poder político y mediático. Ambientando la acción algunas décadas atrás, Todd Phillips habla del presente de un mundo que se debate entre la destrucción y el autoritarismo. Es cierto que el dolor crónico del protagonista por momentos está presentado con algunos subrayados y bajo el manto de cierta solemnidad, pero lejos del mero panfleto discursivo, aquí estamos frente a una película de enorme nobleza cinematográfica, donde la excelencia de todos sus rubros artísticos y técnicos se impone sobre la tentación del ejercicio pretencioso. En Guasón no hay pose, hay ferocidad. Un film catártico, oscuro, crítico e hipnótico. Con un enorme Joaquin Phoenix, deslizándose con maestría de la angustia a la explosión, dando en el blanco con una actuación que pendula entre la empatía y la revulsión de la platea. Esta película freak y rabiosa podría transformarse en la más estimulante bisagra dentro del adormecido panorama de Hollywood. Como siempre, los números determinarán el destino. Después de más de dos décadas haciendo mayormente un cine pochoclo tan inflado como repetitivo, tal vez la gran usina del espectáculo esté lista para una nueva camada de éxitos que tiendan a renovar aquella esperanza con la que tanto soñaron hacedores como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Brian De Palma y Steven Spielberg. Aquel trunco deseo de dar con una producción que concilie el entretenimiento taquillero con la libertad creativa, podría estar en la puerta de la más anhelada revancha. Joker / Estados Unidos-Canadá / 2019 / 121 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Todd Phillips / Con: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy
Desde lo que parecen tiempos inmemoriales, el Joker -o Guasón, como lo conocemos localmente-, fue, es y será uno de los villanos más vitales en el folclore de Batman y Ciudad Gótica. Habrán pasado otros antagonistas en la historia comiquera del Hombre Murciélago, pero es el imprevisible lunático que se disfraza con ropaje de payaso el que tanta fascinación ha creado en el público consumidor, y al que finalmente se la da su momento en solitario con Joker, el gran viraje hacia terreno dramático del director de comedias Todd Phillips (Road Trip, Old School, The Hangover), que desde su glorioso paso por el Festival de Cine de Venecia ha cosechado tantos laureles como detractores en un film más que interesante, pero complicado de deconstruir y, mucho más, de debatir. Sería importante aclarar de entrada que Joker no es una película de superhéroes, por más que pertenezca al universo de DC Comics. Es un desprendimiento puro y duro, con apenas algún que otro lazo conector, más por obligación contractual de la casa matriz que por otro motivo. La historia que se cuenta es un estudio psicológico realista sobre la mitificación del Guasón a través de los tumbos personales de su protagonista, una persona desequilibrada mentalmente arrojada a los feroces fuegos que se cuecen en la desorganizada y roñosa Ciudad Gótica, que atraviesa una crisis a punto de estallar. No esperen ver grandes escenas de acción ni héroes en spandex, mucho menos comedia desternillante á lá Marvel. Todo lo contrario, con pocos detalles de entretenimiento es un adentramiento que puede resultar deprimente. Lo que hace Joker es centrarse en la demoledora vida de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) un hombre cuarentón que padece severos trastornos psicológicos. Cuidando de su anciana madre casi postrada (Frances Conroy) y trabajando como payaso a sueldo, él sueña con convertirse en comediante, impulsado por la adoración al anfitrión de talk show Murray Franklin (Robert De Niro) y los constantes comentarios de su madre, quien dice que su tarea en este mundo es esparcir alegría allí donde vaya. Pero es más fácil decirlo que hacerlo en medio de una ciudad al borde del abismo, con una brújula moral girando sin sentido, y un problema de huelga con los recolectores de basura que dejan acumular pilas y pilas de desechos en las enfermizas calles de Ciudad Gótica. La ciudad está sucia y corrupta, tanto interna como externamente, y en ese caldo de cultivo, en esa tormenta perfecta de caos y locura, es que nace un villano a la fuerza. La reimaginación áspera y cruda del origen del Guasón cuenta con un apartado visual espectacular. Phillips parece que ha estudiado fervientemente el cine de Martin Scorsese y entrega una aproximación bastante acertada del mismo, en donde se respiran aires tóxicos de una ciudad en pedazos a partir de una magnífica fotografía, y una banda sonora que abruma y aplasta con cada toque musical. En este escenario turbulento es donde se maneja Arthur, yendo de la mano de un guion escrito por el mismo Phillips y Scott Silver, quienes constantemente arrojan a su protagonista a través de un mar de azotes físicos y psicológicos. Es un proceso para nada agradable de ver, con apenas algunos destellos de luz en medio de tanta oscuridad, y es un esquema repetitivo donde se pone el dedo en la llaga tantas veces que puede terminar por aburrir. Es el costado más polémico del film, uno que propone revisar el papel de la violencia tanto en la trama como en la vida real, y esgrime el interrogante de si un asesino despiadado se nace o es el producto natural de una vida de maltratos constantes. Joker puede parecer capaz de contestar un tópico tan al rojo vivo como éste, pero si la miramos de cerca nunca termina de responderse a sí misma. Donde realmente se esconde su brillantez es en la brutal interpretación de Phoenix, que mediante el método actoral que lo caracteriza se mete de lleno en papel, piel y hueso mediante. Joker es una máquina de clips introductorios a la multitud de premios que sin duda cosechará a partir de su estreno comercial, ya que su trabajo es descomunal y hace olvidar completamente cualquier traspié narrativo. Era de esperar, ya que Joaquin es uno de los mejores actores de su generación y cada nuevo rol es una oportunidad para demostrar sus dotes camaleónicas. Basta nomás el ver la primera escena para entrar en calor con su Arthur Fleck, y conforme transite su camino irá transformándose poco a poco en el asentado villano que ya conocemos. La revisitada fachada de payaso que tanto se difundió en el proceso de marketing es el punto de quiebre, uno que me gusta equiparar a la labor de Natalie Portman en Black Swan. Una vez que los protagonistas se deshacen de sus ataduras, es una pura clase maestra de actuación de antología, por más regodeo que Phillips haga de su demacrada figura. Sé que muchos lo compararán al legendario Heath Ledger, pero hay que entender que son diferentes versiones y que ambas pueden coexistir dentro del mismo medio. Una película como Joker debe haber sido difícil de vender como proyecto, pero el resultado es de alguna manera fascinante. ¿Es una película de superhéroes? No lo creo, solo toma un personaje del canon para explorar el costado más dramático y humano del mismo. ¿Es un drama de prestigio? Sin dudas quiere serlo, a toda costa, y tiene las herramientas para lograrlo, pero de no ser por la emblemática interpretación de Phoenix, sus constantes y repetitivos actos de violencia verbal, psicológica y física no serían tan llevaderos como lo son en un film de dos horas que pretende iniciar una conversación madura, cuando no tiene por sí sola la madurez necesaria para lograrlo. Es un avance dentro del universo cinematográfico de DC porque recurrió a un camino nada transitado y le abre la puerta a adaptaciones más maduras, pero su pesimismo constante y el peligro latente en su mensaje no la dejan convertirse en el legado al que apunta llegar.
Una ciudad sumida en el caos y el abandono, una sociedad cansada del día y día y un paciente psiquiátrico que sólo necesitaba un pequeño empujón para convertirse en el mayor villano que Gotham jamás conoció. Joker es una película diferente en el género, la primera protagonizada por un villano. Oscura, retorcida, por momentos macabra y brillante, es uno de esos films difíciles de olvidar. Arthur es un payaso, trabaja en las calles de la ciudad más peligrosa del país y no puede hacer reír a nadie. Luego del frustrante trabajo vuelve a su casa y cuida a Penny, su madre (Frances Conroy), obsesionada con las cartas que le envía a Thomas Wayne, sin jamás recibir respuesta. Arthur Fleck debe tomar medicaciones en forma constante, ir a terapia y, debido a una lesión, puede estallar en carcajadas en cualquier momento sin importar qué es lo que esté sintiendo. Sus aspiraciones como comediante y su sueño de aparecer en el programa de Murray Franklyn (Robert De Niro) son sus cables a tierra y el fino hilo que lo mantiene cuerdo, pero varios sucesos lo empujarán sobre esa delicada línea y desatarán el caos. La película es bella de ver, técnicamente es virtuosa: cada toma se siente inspirada, creativa. La iluminación es precisa y acompaña cada momento emocional del personaje. La fotografía de Lawrence Sher es impecable; el soundtrack, compuesto por Hildur Guðnadóttir, combina perfectamente con la historia y sumerge al espectador dentro de este viaje hipnótico. Todd Phillips formó un grupo técnico envidiable para darle vida y consigue que cada segundo de las casi dos horas de película sean disfrutables, aunque sea en estos aspectos. Joaquin Phoenix hace una de las mejores interpretaciones de su carrera, su análisis de este personaje perturbado es una de las más acertadas que se han visto en la pantalla y lo acerca a sus primeras apariciones en los cómics, allá por 1940. La risa característica del Joker se escucha casi desde el primer momento y eriza la piel. Su mirada, su forma de caminar y bailar. El histrionismo que lo separa del resto de la galería de villanos del encapotado, todo está allí, latente, esperando ese momento que lo lleve a la locura y todo eso salga a la luz. Zazie Beetz, la actriz que se hizo muy conocida gracias a su papel en Atlanta, interpreta a Sophie, la vecina y el interés romántico de Arthur, y se luce al lado de un Phoenix en lo más alto de su filmografía y logra estar a la altura en cada momento. La película es divisiva y no sorprende, tiene una mirada bastante cínica del mundo que puede rozar con la pereza del guion a la hora de tomar postura frente a lo que muestra. «Soy apolítico», repite una y otra vez el personaje de Phoenix, pero esto no quiere decir que la película debería serlo. Este es quizás su mayor problema. No toma postura en los temas tan complicados que aborda y está bien, es arte y esto le da ciertas libertades, pero por momentos esas libertades pueden sonar como falta de responsabilidad. Lo que el espectador no debe olvidar al ver esta película es que es la historia del malo. No es una película de superhéroes, ni siquiera de un antihéroe, es la historia de origen del mayor supervillano de la cultura pop y que todo lo que sucede se da en el marco de una ciudad ficticia que lejos está de la peor metrópolis de nuestro mundo. Las escenas de violencia son gráficas y crudas pero no morbosas, esto se encuentra en otros momentos y parece ser más ideológico. Joker es una película diferente, corre al espectador de su zona de confort y puede incomodar, pero por momentos parece que esta búsqueda toma la posta y el resto se deja de lado. Fuerte, hipnótica, inolvidable; una película que promete dar de qué hablar y quizás abrir el camino a nuevas historias de villanos.
El hijo vomitado por el sistema El film es sin duda uno de los mejores el año. El film cuenta la historia apócrifa del Joker interpretado por Joaquin Phoenix. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) sube la escalera que va hacia su casa, en Ciudad Gótica, apesadumbrado, sin esperanza. Pero Joker, ya maquillado, descubriéndose a sí mismo, desciende con alegría, como si estuviese feliz de hundirse en la profundidad. La historia apócrifa del Guasón, el villano más famoso de “Batman”, cuenta la metamorfosis de Fleck a villano. De ser un payaso indefenso golpeado por adolescentes en un callejón, a convertirse en el líder de la maldad. ¿Por qué es el Guasón el malo más reconocido? Quizás tenga que ver justamente con esa dualidad de la felicidad y la maldad, por la que también los payasos se han convertido en íconos del cine de terror, como en la recientemente estrenada “It: Capítulo 2”. Detrás de una máscara, con muchos colores y una risa contagiosa, hay un alma perdida que se cansó de buscar su lugar en el mundo, y desea que el mundo se convierta en lo que es él. Todd Phillips, cineasta que tiene entre sus grandes éxitos películas del tenor de “Qué pasó ayer” y “Proyecto X”, sorprende con esta libre interpretación sobre los inicios de este personaje. Su colega argentina Lucrecia Martel describió en el festival de cine de Venecia -donde este filme fue el gran ganador- que “es una reflexión sobre los antihéroes, donde el enemigo no es un hombre, es el sistema”. Es difícil que alguien llegue a ver esta película sin alguna de las referencias y polémicas que anduvieron dando vueltas por los medios del mundo. Que es una obra maestra y que hace apología de la violencia, que busca la sorpresa o el escándalo fueron los más enunciados. No por ser una obra maestra -porque sería difícil describir una obra maestra en la actualidad- y al mismo tiempo, exhibir algo como obra maestra al lado de otras ya consagradas quizás nos ponga en una situación difícil. En un tono reflexivo, vale la pena mirar “Guasón” porque es una manera de enfrentarnos a nosotros mismos, como víctimas y culpables, y hablando estéticamente, el trabajo de Phoenix es superlativo. Él es toda la película, de inicio a fin. Pero “Guasón” vale la pena porque toma a un personaje nefasto y lo hace parte de nuestro equipo, algo que va a generar incomodidad. En los últimos tiempos, el feminismo se ha encargado de demostrar que los abusadores y acosadores no son “monstruos” sino “hijos sanos del patriarcado”. En “Guasón”, la transformación de Arthur no se da en una habitación aislada. Son varios los factores que van haciendo de Happy (apodo que le puso su madre) ese ser horrendo, y son todos dentro del mundo que vivimos. “Se preocupan por tres hombres muertos. Si yo me hubiese muerto en la calle me pasarían por al lado sin darse cuenta”, dice Fleck ya personificado como Guasón, consciente de su inconsciencia, sabiendo que es un cero a la izquierda por culpa de actos y la indiferencia de terceros. Se podría trazar un paralelismo entre estos “hijos de patriarcado” y este “hijo no querido del sistema” de Ciudad Gótica (atención a las referencias a Batman, que hay varias y bien elaboradas), el expulsado, el vomitado por la sociedad, no la causa de los males sino la consecuencia de una red de maldad.
Mucho hablan de esta película y pensé que eso podía jugar en contra. Pero la realidad es que se banca toda la expectativa que le puse, porque es una buena historia. Es creíble como se degenera ese personaje y como tantos locos en el mundo a lo largo de la historia han logrado fascinar a algunas personas. Acá muestran exactamente eso. Y al conocer como termina ese personaje en las historias ya conocidas, uno acompaña el desarrollo de la película de manera natural, sin por eso perder el suspenso o la tensión que logra el director. Y todos hablan de Phoenix, totalmente merecido en esa construcción tremenda que hizo, pero como hacemos para hablar del director, Todd Philips, el mismo de ¿Qué pasó ayer? o que arrancó con Viaje censurado. ¿Cómo pasó a este drama? ¿Cómo logró el clima de este personaje siquiátrico? Mis aplausos son para el. Dura el tiempo justo, tiene los guiños necesarios para no defraudar a nadie y crea un clima que dejará muda a la sala durante toda la proyección. Guasón es una historia para vivir en el cine.
La comprometida e intensa labor de Joaquin Phoenix levanta por completo una película que no es otra cosa que la remera del Che Guevara del cine de DC. Es decir, una producción que pretende ser controversial e irreverente a través de una postura más que una expresión artística genuina que explore con profundidad los temas que aborda. Más allá de la composición extraordinaria que presenta el protagonista, el film de Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?) no está a la altura de ese hype exagerado que vende a esta propuesta como una obra maestra que marca una bisagra en el séptimo arte. Un disparate que no tiene ningún tipo de sostén y genera expectativas desmedidas. Guasón tiene la particularidad de explorar la psicología de la mente de un psicópata con un relato anclado en la realidad, que toma todos los elementos cotidianos de las biografías de los asesinos seriales. Muchas de las situaciones que vive Arthur Fleck en la trama se pueden encontrar en casos de criminales famosos que vivieron las mismas experiencias. Por ejemplo, la desidia y el abandono que presentan las autoridades de Gotham frente a las personas con problemas mentales, en la vida real fue un factor clave para que surgiera en los Estados Unidos un asesino como Richard Chase, el vampiro de Sacramento. El desarrollo que tiene Fleck a lo largo del film está muy bien trabajado en ese sentido y en esta cuestión jugó un papel clave la intensa labor de Phoenix. Toda la transformación física a la que se sometió y el modo que retrata el desequilibrio emocional que padece el Guasón es escalofriante. El film logra ser interesante por su presencia y la tensión e incomodidad que genera con el rol. El actor desaparece por completo en la composición del psicópata con una de las mejores interpretaciones de su carrera. Se nota que le puso mucho corazón a su trabajo y todos los premios que reciba en el futuro son merecidos. Lamentablemente la dirección de Phillips no está a la misma altura y en este campo sobresale la mayor debilidad de la película. El problema con Guasón es que no logra construir una identidad propia, debido a que el relato se encuentra estancado en el permanente recuerdo de los clásicos del pasado. El concepto de sutileza no existe en la mente de este realizador y todas las referencias a Taxi Driver, El rey de la comedia y Contacto en Francia (William Friedkin) las trabaja de un modo burdo y obsceno. El gran origen del villano no deja de ser una combinación obvia de las películas mencionadas de Scorsese. Por eso también el discurso de “la obra maestra que marca una bisagra en el género” se cae enseguida porque ya vimos la misma película en numerosas oportunidades. Sin ir más lejos, la productora Troma (El vengador tóxico) la hizo hace más de 30 años en Combat Shock. Un obra mucho más jugada y perturbadora que esta, con la diferencia que tenía a un veterano de Vietnam con problemas mentales como protagonista. El resto es exactamente lo mismo. La realidad es que no hay nada remotamente nuevo y revolucionario en esta producción. Más allá de dividir el mundo de un modo simplista, entre los pobres sacrificados que necesitan ayuda y compasión y los ricos malvados y caretas que solo buscan poder (no falta el obvio guiño a Donald Trump), el film no expresa ninguna idea interesante sobre la violencia y la cultura que produce un criminal de las características del protagonista. Por otra parte, el conflicto central se ve contaminado con una innecesaria Wayne dependencia que se podía haber evitado ya que el título del film es Guasón. Joaquin Phoenix manifestó en una entrevista que él hubiera preferido que no hubiera ninguna mención a esos personajes en la trama y tenía razón porque hubiera sido más interesante. El vínculo de Fleck con los Wayne se siente forzado y el director empeora esta situación con la inclusión del más grande cliché relacionado con Batman en el cine y la televisión. Una escena que arruina un gran momento de Phoenix, cerca del final, con el objetivo de entregarle todo bien explicado al espectador que no puede pensar por su cuenta. De esta película me quedo con la labor del protagonista y toda la puesta en escena que presenta Phillips en los campos estéticos. Sobresale la fotografía que evoca el cine de los años ´70 y el regreso de esa Gotham decadente y depresiva que es tal vez el elemento que más abraza la identidad del cómic. De todos modos, más allá de las objeciones que se le pueden hacer a la película, Guasón no deja de ser una adición positiva a la franquicia de DC. El concepto de gestar estas historias independientes que no dependen de la conexión con otros filmes y un universo compartido abre la puerta a que se puedan trabajar los personajes de la compañía desde perspectivas diferentes. En resumen, una buena producción que se disfruta más cuando uno la corre del hype ridículo que la rodea.
Mérito extraordinario: el bromista por excelencia de la cultura pop no produce risa. Y no es que exista una sobredosis de solemnidad en esta adaptación de Todd Phillips; el humor está enterrado y se vislumbra su reverso amargo. Lo cómico aquí es lo inevitable, concepción básica de la tragedia: saber que Arthur Fleck, pese a luchar con toda sus fuerzas, está predestinado a ser el Guasón. La película es un rompecabezas con piezas de angustia que una vez completado expone su broma maestra: el retrato de Arthur fue el de un hombre bueno, compasivo y sufrido, que supo distinguir el bien del mal, pero que en su accionar derivó en un monstruo. Guasón nunca hace reír, fuerza la sonrisa pese a que nuestros ojos desborden de melancolía. Como ese pequeño Bruce Wayne obligado a estirar sus labios, aunque nada del número cómico le haga gracia. Si Guasón parece encaminada a convertirse en un hito cultural es porque sabe comulgar con la cinefilia y con las ciencias humanas. Mientras homenajea al cine de la década de 1970 en sus modales, desde lo conceptual traza una cartografía que abarca la psiquiatría, la política, el espectáculo, la sociología, la filosofía y quién sabe cuántas disciplinas más. Película diseñada para estudiarse, multifacética, amoldable a papers académicos. Existen, sin embargo, dos componentes que la redimen: su grandiosa sensibilidad y su alucinante atrevimiento. Cada vez que el guion se torna programático, Joaquin Phoenix suprime la obviedad imponiendo su cuerpo como poesía contaminante. Cada decisión de cámara cae bajo el encanto siniestro de Phoenix. Guasón es un cine epidérmico, capaz de transmitir texturas, temperaturas y formas. Cuando la cadena causa-efecto amenaza con entorpecer el espíritu del filme, Todd Phillips apuesta por la atmósfera, aprovecha ese mapa sensorial que ofrenda el actor. Miradas colapsadas, convulsiones risueñas, gestos espasmódicos; exageraciones que Phoenix, cual experto alquimista, convierte en sutilezas. Afortunadamente, no todo es mórbido: a este cuerpo nervioso se le contrapone un cuerpo armónico que en arrebatos místicos baila una suerte de danza contemporánea. Arthur en estas escenas comunica una felicidad que jamás podrá comunicar con palabras. Un contraste tristemente luminoso. La osadía de la película concierne al campo político. Su mensaje es incendiario, provocador a ultranza. Arthur se define como apolítico, pero en contra de su voluntad se transforma en ícono de una revuelta. La desesperación por encontrar una identidad dentro de su psiquis fragmentada lo priva de entender que la identidad también se halla escondida en el tejido social. Guasón, símbolo del descontento, no será un fenómeno aislado de Arthur, individuo marginal y torturado. Esta revelación llega como un mensaje redentor en la instancia neurálgica del filme y dispara la polémica: ¿el crimen es la última chance de reivindicación social cuando el dolor moral se torna insufrible? Lo psicopatológico y la ruptura del contrato social son dos esferas que se ensamblan. En Guasón el terror emerge como desfiguración de la bondad y de la alegría, como el abismo de ambas instancias. Podría decirse que el Guasón de Phoenix es la antítesis del Guasón de Ledger: mientras este último era la ausencia del sentido, aquí estamos ante la inevitabilidad de un pasado histórico. "¿Cuál es el chiste?", le preguntan a Arthur ante uno de sus ataques de risa. "No lo entenderías", responde. Porque lo incomprensible de Guasón, lo profundamente incomprensible y desesperanzador, es que un villano sepa amar y bailar.
Joker estrenó hace casi una semana. Hasta la gente que va al cine cada muerte de obispo hizo algún tipo de reseña, opinión o comentario en redes sociales. Así que, en plena conciencia de la saturación de reflexiones sobre la película que tienen todos los usuarios de internet, hago la reseña igual. ¿Por qué? Porque vivimos en una sociedad. Elijo arrancar con un chiste malo porque parte de la composición del personaje propuesto por Phillips e interpretado con una precisión asombrosa por Phoenix tiene que ver con eso. Arthur Fleck es un personaje gris y mediocre, a quien convencieron que había nacido para hacer reír y persigue ese objetivo casi enceguecido. Ahora bien, si estuviésemos hablando de un ser de luz, perseverante, lleno de bondad, que quiere cumplir sus sueños, Joker sería una película tontona más. Lo interesante es que justamente se planta en la vereda de enfrente. Arthur no es un ser del bien. Es una criatura oscura, deformada por la sociedad y por sus propios trastornos mentales. Es interesante detenerse sobre este punto. Joker no plantea al enfermo psiquiátrico como un monstruo per sé. Lo dibuja como alguien con una condición que puede mejorar con contención y ayuda, pero que cae en su propio pozo oscuro por encontrarse solo y desamparado. Arthur comienza su periplo con una asistente médica y estando (quizás muy) medicado. Un ajuste estatal desmantela el sistema que podía ayudarlo y, sumado a otros hechos fortuitos, el personaje no solo se sume en la locura, sino que arrastra a muchísimos más con él. El hundimiento del personaje en su propia locura está dado por una serie de hechos y revelaciones que sentimos espesas, pero en realidad están perfectamente equilibradas. Si alguno de los problemas eran más grandes o alguna de sus obsesiones más profundas, la película se pasaba para la parodia o para el melodrama. Y no lo hace: sabe explotar aquello que es doloroso, oscuro o dramático al límite, pero sin pasar nunca sus propias fronteras. Muchos se sorprenden de la capacidad de Todd Phillips de construir un mundo tan angustiante, lo suficientemente pequeño como para albergar los vaivenes emocionales de su protagonista pero a la vez tan amplio como para permitir que nos sumerjamos en él y salgamos llenos de angustia. La sorpresa pasa por el historial de comedias que comprende su filmografía. Y acá es donde radica una de las tantas lecciones que nos da la película: los prejuicios en el orto :) Lo mismo que noté en esta suerte de ola de críticas es la catalogación como “obra maestra”. Pocas veces gran parte del público está de acuerdo en un concepto tan preciso. Y creo que lo hacen porque, efectivamente, Joker tiene una potencia que la posiciona como tal. No solo la narración de la caída del antihéroe (o de su nuevo inicio) es fuerte y profunda, también lo son todos los elementos de la puesta (¡esas paletas de colores por favor!) y el mensaje que deja. Porque muchas veces (y repito algo que digo demasiado seguido) vemos una película de alto impacto visual, pero salimos de la sala pensando en qué vamos a comer. Con la obra de Phillips uno deja la sala perturbado, desolado, pensando en lo solo que está y en lo loco que puede volverse. Leí, en este alud de apreciaciones, que el error más grande de Joker es generar empatía con un personaje que nunca se pretendió empático con nadie. Desconozco en profundidad las intenciones del personaje original, pero creo que la versión fílmica no apunta a que uno se identifique con él: hace una translación de identidad un poco más compleja y profunda, donde uno termina reconociendo en él falencias propias, pero no queriendo ser cómo él, sino temiendo seguir su camino. No se empatiza en todo caso, desde el querer ser: la identificación pasa por el temer ser, Y por esta vuelta de tuerca en la intención es que se convierte en una película necesaria, te gusten o no los cómics, conozcas o no a los personajes. Si: obra maestra. Obra maestra popular, sin caer en simbolismos o referencias para público snob o especializado. Por más Jokers para el pueblo y menos pavadas pseudo lyncheanas.
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Hay una escena en Guasón en la que el protagonista entra a la casa donde una mujer intenta dormir a su hija. Asustada, ella lo reconoce y le indica que se ha equivocado de puerta. Es un buen momento, ingenioso, que resignifica algunas cosas que vimos antes. Pero el director y guionista Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?) se siente obligado a explicarla, con una secuencia de flashbacks modificados. En la que lo que habíamos visto hasta ese momento resulta que no era tan así. Con un protagonista psicológicamente deshauciado, la triste historia de origen del enemigo de Batman parece casi obligada a jugar con el cruce entre la realidad y aquello que se cuece en su cabeza. Pero esa escena debe ser explicada, como si no bastara, o no se confiara lo suficiente, en la elocuente síntesis de esa imagen, de ese diálogo breve. Joker -ganador del León de Oro a Mejor Película en el Festival de Venecia, todo un hito para un film de superhéroes- es todo lo oscura esperable. Como corresponde a la sucesión de desgracias en que se basa su historia: la de un tipo solitario llamado Arthur Fleck (Joaquín Phoenix), que sueña con ser comediante de stand up pero se gana la vida como payaso de ocasión. Vive con su madre, a la que baña y atiende, y lleva una tarjeta que explica su risotada maniática como condición mental, para evitar malentendidos y represalias. Sin embargo, desde la primera escena de la película, cuando unos chicos malos le dan una paliza vestido de payaso, parece claro que su condición de freak provoca más rechazo que compasión. Entre sucesivas humillaciones y desgracias, el tipo irá acumulando enojo, porque como sabemos, es la semilla del Guasón. Y matar tendrá para él un efecto liberador. Lo cierto es que, además, las víctimas se lo merecen, como emergentes de esa sociedad brutalizada que lo ha hecho así. Y la película invita (como tantas con protagonista perturbado, seamos justos) a ponerse de su lado o leerlo como una especie de justiciero deforme. Gotham es una ciudad parecida a la Nueva York de los setenta, azotada por las mega ratas, la basura y la violencia gratuita. Allí no hay presupuesto ni para la asistencia de tipos como Fleck, y la irrupción de un criminal disfrazado de payaso provoca una especie de gran revuelta. Una revolución. Contra los ricos, culpables de todo aunque sean buenas personas. Como los padres de un tal Bruce Wayne. Por un lado, los apuntes sociales marcan, sin grandes sutilezas, el camino para entender a Guasón como un síntoma distorsionado de (esta) época. Una especie de despojo. Por otro, el drama que suma, al paria marginal, a la Taxi Driver, traumas de origen con madre y padre (otra que falta de cariño). En el centro, está Joaquín Phoenix. En una actuación tan terriblemente intensa, y agotadora, que uno tiene ganas de pedirle que se tome unos minutos, que haga un respiro. La mueca retorcida, las risotadas agónicas, el atragante, la danza espasmódica, el caminar encorvado, el cuerpo escuálido y puntiagudo: no hay segundo de paz para su Fleck. Que incluso cuando calla está, con su mirada dramática, rabiosamente presente. Toda esa intensidad va al servicio de una historia atractiva, filmada con recursos, que se sigue con la expectativa lógica y viene a poner una nueva marca en el camino de las historias basadas en cómics de superhéroes. Pero que, al final, deja la sensación de que su penoso protagonista, como emblema del vacío y la deshumanización, es una construcción más declamada que transmitida. En este caso, a través de un statement sobre la indiferencia hacia el otro, en la secuencia climax, más básico y trillado que profundo. Tampoco la música que la ensalza es demasiado inspirada: una lista de extraordinarios clásicos sobre sonrisas, felicidad y payasos, en la voz de La Voz. Con el homenaje directo a Scorsese (El rey de la comedia, Taxi Driver y la presencia de Robert de Niro) y al cine de finales de los setenta, Guasón es una película potente y capaz de impactar. Aunque quizá, para ser importante, no baste con vestirse de importancia.
El éxodo de los directores de la nueva comedia americana continúa. El año pasado Peter Farrelly había abandonado el humor chabacano para rodar una feel-good movie políticamente correcta como “Green Book”, que acabo siendo la gran triunfadora en los Óscar (mejor película, mejor guión). Este año probó suerte otro viejo conocido de la comedia: Todd Phillips, realizador de películas como “Viaje censurado”, “Todo un parto”, y la trilogía devenida en clásico instantáneo, “¿Qué paso ayer?”. Lo que nadie esperaba era que terminará dirigiendo “Joker”, el film sobre el mítico villano principal de Batman. La competencia entre Marvel y DC la venía ganando hace años la primera, no solo con films muy taquilleros, si no también superiores. DC había registrado una gran cantidad de tropiezos cinematográficos como “Batman vs Superman”, “La liga de la justicia” y “Escuadrón suicida”, entonces ese flojo curriculum hacía pensar que esta “Joker” andaría por la misma senda. La presencia en el festival de Venecia, así como su posterior triunfo del León de Oro, empezaron a levantar sospechas de que definitivamente esto sería otra cosa bastante alejada de lo que estamos acostumbrados a ver en el universo de los héroes/villanos. Y así fue. La muy elogiada interpretación de Joaquin Phoenix como el nuevo Guasón lo metió rápidamente en la carrera seria por llegar a los Óscar, y con el premio principal el propio film exigió ser tomado en serio. Recordemos que “Logan”, de James Mangold había hecho un gran movimiento por desplazar al comic y transformarlo en una especie de western moderno. Pero lo de “Joker” es todavía más radical. Acá directamente Todd Phillips se libera de cualquier atadura y fórmula predecible para utilizar al personaje del Guasón como soporte de una crítica sagaz al estado de las cosas: El resultado es una cinta magnifica y revulsiva que pone a Estados Unidos al desnudo, tanto social como políticamente. Un riesgo maravilloso dentro de una industria que se ha acostumbrado a ir por lo seguro. No hay mucho secreto dentro de la trama. Phillips hace del Guasón un hombre con severos problemas mentales que vive en una ciudad donde intenta sobrevivir como puede a la discriminación y las injusticias. Esa Gotham City/Nueva York es retratada de una forma sucia, llena de violencia, crueldad, depresión, caos, con enormes desigualdades sociales, el ascenso de una televisión chatarra, el sistema de salud desfinanciado, un estado ausente y un clima de revueltas sociales. El director teje el panorama de fines de los 60’ comienzos de los 70’, con un espíritu anárquico y pesimista. JKR_DAY056_120418_1251888.dng Es cierto que por momentos pueda pecar de subrayar algunas situaciones con musicalización y escenas desmedidas, pero es una cinta admirable que funciona perfectamente cuando debe –por obligación- presentar puntos de contacto con el universo DC, y también cuando es la construcción del nacimiento de un demente devenido en psicópata. “Joker” es una película que funciona para los dos espectadores: el que no sabe nada de los comics la podrá ver como un drama social, y el fanático de los comics la podrá ver como una extraordinaria y gloriosa génesis digna del villano que retrata. Si una película incomoda es porque algo bueno ha generado. Phillips expone al psicópata en sus actos atroces, así como también en los maltratos que sufre. Entonces en “Joker” se activa algo que cada vez se hace más difícil de encontrar, nosotros como espectadores somos puestos en jaque: ¿empatizamos con un asesino? ¿sentimos pena? ¿queremos que triunfe o que sea vencido? Ya nos habíamos olvidado eso de que el cine industrial cuestionará al espectador, por eso esta cinta es una especie de bálsamo en el panorama cinematográfico. No hay una pizca de gracia. Todo está filmado con mucho realismo y crudeza. La gigante fotografía de Lawrence Sher acentúa una atmósfera oscura, con un poder en sus encuadres brillante. Es por momentos una autentica película de terror. Por último, no podemos pasar de largo la interpretación de Joaquin Phoenix, quien vino directamente a cerrar toda grieta posible entre Jack Nicholson o Heath Ledger. Su Guasón es el más humano, terrorífico y enfermizo de la historia. La representación perfecta de una psiquis desequilibrada y perturbada. Completó los casilleros del Óscar por transformación física, pero lo de Phoenix es mucho más que esa extrema delgadez, lo suyo es lo interno, lo que genera en el personaje. Esa risa que esconde detrás la tristeza, el llanto, la alegría, el nerviosismo, o vaya uno a saber que, porque Phoenix canaliza una personalidad totalmente quebrada. Una de esas actuaciones tan gloriosas como inolvidables. Todd Phillips se ajusta a la camada de esos cineastas de los 60’/70’ (Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, William Friedkin, etc) que hartos de la plasticidad de las historias en las que había quedado estancada la industria, plasmaron realidades crudas y brutales. “Joker” es claramente una colosal reescritura de “Taxi Driver” y “The King of Comedy”, pero su espíritu se expande más allá: es una película que se inscribe en ese cine guerrillero en total extinción. Aquel llamado Nuevo Hollywood está más vivo que nunca en estas calles de Gotham. Calificación: Excelente.
Se estrena Guasón, la imprevista ganadora de la Mostra de Venecia, y demuestra, otra vez, que las películas de superhéroes pueden ser más que un entretenimiento vacuo. ¿Por qué será que los villanos atraen tanto nuestra atención? O quizá mejor sería preguntarse ¿por qué ver el lado oscuro de las personas nos encandila? Porque debemos admitir que hasta los héroes nos caen mejor cuanto más sufridos y más humanos. Desde los mitos griegos ver a los dioses comportarse como simples mortales con celos, amoríos, revanchas, engaños, nos constituyó, de alguna manera, como sociedad occidental. Cuando nació Batman para los cómics, hace ya 80 años, también nació el Joker (o nuestro latinoamericanizado Guasón). Su némesis, el rival más temible. Sin más arma que su propia locura, esa misma que tiñó el origen del hombre murciélago. Dos caras de una misma moneda. El ying y el yang. Por eso no resulta extraño que semejante personaje se haya independizado (al menos lo bastante como para que su enemigo sea una nota al pie, un actor secundario en la trama) y consiga su propia película. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es un hombre que trabaja de payaso para una empresa que lo convoca para distintas actividades: promocionar negocios o realizar animaciones en hospitales y reuniones. Sueña con ser un comediante y hacer reír a los demás. Vive con su madre y de la asistencia social (hasta que esta ayuda es cancelada por el gobierno). Sufre una enfermedad que le provoca carcajadas sin motivos y sin poder evitarlo, lo que le hace pasar incómodos momentos. Ciudad Gótica se parece a la Nueva York de los 80: llena de suciedad y de ratas, insegura y violenta, donde vivir, para la inmensa mayoría, es apenas sobrevivir y la brecha social se va abriendo cada vez más. Sus ciudadanos parecen danzar en la cubierta del Titanic, entre la ignominia y la caridad cristiana y meritocrática. Y cada vez más enfurecidos. Nada podrá detener lo que se está cocinando a fuego lento. Víctima de una sociedad que lo empuja a la soledad y la rabia, Arthur va comenzando a abandonar toda alegría y confianza en los cambios posibles. Y cuando la esperanza equívoca de descubrir quién es su padre se rompa violentamente y, por otra parte, cruce la frontera de la justicia por mano propia, ya no habrá retorno. Siendo objeto de la burla de sus ex compañeros de trabajo y del conductor (que admira) de un programa televisivo de gran rating e influencia, sintiéndose traicionado por su madre y, finalmente, desempleado, Fleck se volverá el Guasón. Todd Philips (¿Qué pasó ayer?, Amigos de armas) va construyendo una trama en donde todo tiene su justo espacio y desarrollo. La risa que nunca se ve plena y victoriosa se va tornando carcajada mortal, enigmática y doliente. Y la tensión se adueña de la pantalla. La ciudad no es sólo un paisaje sino un elemento más que, junto a la revuelta social, va forjando a sangre y fuego a lo «asocial» que se encarnará en ese hombre llevado a sus límites. Pero dejándonos sospechar que cualquiera de nosotros puede terminar siendo él. El uso de ciertas claves de un pasado que el protagonista descubre a la par que el espectador, no son más que apuntes individuales que no se plantean como condición sine qua non para la criminalidad ni como justificación y tampoco se agotan en la superficial lectura «psicologista» que, en general, sirve para aportar tranquilidad al público por su excepcionalidad única. De hecho, esas calles que cada vez se van llenando más de hombres con máscaras de payasos nos hablan de otra cosa. De todo lo contrario. Si el elenco está ajustadísimo en sus roles (De Niro regresa para demostrar que no es sólo el recuerdo de quien fuera; y por otra parte su participación hace más patente la ligazón que este Guasón tiene con el cine norteamericano de los 70 y, especial y particularmente, con Scorsese y Taxi Driver y El rey de la comedia), lo de Phoenix es definitivamente consagratorio. Su expresividad corporal, sus gestos desolados, su rictus y su máscara aún antes del maquillaje, su locura galopante, sus bailes liberadores (esas escenas coreografiadas en las escaleras son superlativas) conforman a un hombre que después de luchar con sus demonios y abandonado a la buena de Dios, sólo puede ser lo que es: Guasón. Una película que detrás de un villano de cómics se revela oscura y adulta. Que nos interpela como sociedad y postula preguntas incómodas. Phoenix, sin duda, uno de los mejores actores de la actualidad, se encamina a llevarse todos los premios de esta temporada.
"Antes de hablar quesería decir una palabra" decía el gallego Alberto Irízar de "Polémica en el bar". Y aunque el universo Sofovich no tiene nada que ver con el de los cómic, vale la digresión para arrancar esta crítica y advertir algo a los fans de la saga de superhéroes. Si van a ver "Guasón" con la idea de ver el "chash" "bang" "boom" de Batman o los efectos especiales de la saga del Hombre Murciélago, se van a llevar un chasco. Ahora, si buscan la oscuridad que atravesó "El Caballero de la Noche", de Christopher Nolan, o están dispuestos a ver la cara nunca vista del Joker no se pierdan esta película maravillosa. Joaquin Phoenix rebajó 20 kilos para componer a este personaje y esa mutación física la trasladó a su criatura no sólo desde lo gestual sino también en lo que tiene que ver con la psiquis de este villano. Es imposible no meterse en la piel de Arthur Fleck, un pobre diablo que vive en Ciudad Gótica junto a su madre y se gana la vida disfrazado de payaso con un cartel gigante del producto que toque vender esa semana. Nada más impersonal. Ese producto no es él, esa cara no es la suya, esa no es la vida que él quiere hacer, nada más lejano a la felicidad, aunque su mamita lo llama "Feliz", en otra metáfora de la irrealidad que le toca atravesar a diario. Ciudad Gótica supuestamente es una ciudad imaginaria de Estados Unidos en los años 80, pero Todd Phillips, el mismo director disparatado de la saga de "¿Qué pasó ayer?", le aplica a ese espacio una dosis terrible de verosimilitud. La violencia, la injusticia, la voracidad mediática, la crisis laboral, la desigualdad social, la mirada despiadada al diferente y la impunidad del poder político hacen que esta Ciudad Gótica no sea la del comisionado Gordon que veíamos en los 70 en blanco y negro, sino que se parezca mucho a la Buenos Aires de Macri, a la Nueva York de Trump o a la Brasilia de Bolsonaro. Es en este contexto donde Arthur, que sueña con ser una figura del stand up, se vinculará con una estrella de la TV como Travis Bickle (Robert De Niro), en una relación que desnuda las miserias de los famosos y la fragilidad de los que quieren un minuto de fama. Arthur no aparece como el Guasón hasta el último tramo de la película, justamente cuando se expondrá ante las cámaras, el único lugar donde podrá confirmar que él es real, porque como reza el apócrifo manual de comunicación de masas "si no estás en la tevé no existís". Pero antes de llegar a la pantalla chica mostrará esa lucha por superar su risa nerviosa patológica, sus fantasías amorosas, su vínculo de amor-odio con su madre y hasta aparecerá en escena cara a cara con un chico llamado Bruce Wayne (sí, Batman). Hay derramamiento de sangre, una revuelta popular contra los poderosos y un Guasón que detrás del maquillaje es víctima y victimario. Imperdible.
Ese chiste ya no da gracia El Guasón (Joker) como personaje es uno de esos casos particulares en los que un villano de cómic logra convertirse en un icono pop y en una figura tan importante como el héroe protagonista. La relación simbiótica entre Batman y su némesis más íntimo probablemente sea el conflicto más interesante del mundo de las historietas y las novelas gráficas, siendo The Killing Joke (1988) el análisis más crudo y maduro de este vínculo al retratar a los dos personajes como diferentes caras de la misma moneda, poniendo en igualdad de condiciones sus desvaríos mentales. Cinematográficamente, las versiones encarnadas por Jack Nicholson en Batman (1989) y Heath Ledger en The Dark Knight (2008) son distintas pero igualmente emblemáticas: el primero realizando un acercamiento más caricaturesco pero con todo el humor ácido de un artista homicida; y el segundo con un enfoque algo más realista, brindando la interpretación consagratoria de un anarquista sociópata con cicatrices faciales de dudoso origen que observa la moral y la civilidad de los ciudadanos de Gotham como un mal chiste. No hace falta desarrollar demasiado sobre la penosa decisión actoral tomada por Jared Leto de convertir al personaje en un pseudo trapero con aires proxenetas en la olvidable y frívola Suicide Squad (2016). Que Joaquin Phoenix haya sido el elegido para darle nueva vida al Guasón no necesariamente es algo sorpresivo, ya que su trabajo como un sicario sufriendo estrés postraumático en You Were Never Really Here (2017) tiene varios elementos en común con la psiquis malograda del, ahora, antihéroe de DC. El metraje se centra en la densa vida de Arthur Fleck, un desclasado que sufre abusos y, literalmente, palizas en su día a día dentro de una Gotham en plena decadencia generada por una brecha gigantesca entre los estratos sociales altos y los bajos, el marcado interés de la clase política dominante expresado por Thomas Wayne, fuertes recortes en los servicios de asistencia social y, como si todo esto fuera poco, una invasión de ratas gigantes como resultado de una huelga llevada a cabo por los recolectores de basura de la ciudad. Si todo esto suena muy familiar a nuestros tiempos es porque la película está impregnada de un realismo (que iba a calificar como turbio, pero creo que sería redundante) extremo, llegando a niveles que la trilogía del Caballero de la Noche, ejecutada con gusto por Christopher Nolan, nunca pudo alcanzar. Fleck está en una lucha encarnizada contra lo cotidiano, contra la forma enfermiza de relación que establecen los ciudadanos de Gotham con ellos mismos y con el contexto que los rodea, además de padecer una condición psicofísica que le provoca carcajadas incontrolables como respuesta a las sensaciones de angustia producto de una existencia de por sí tóxica. Su vida transcurre entre trabajos inestables y desgastantes, la toma de siete medicaciones psiquiátricas por día, su sueño de ser comediante y participar en el programa de su ídolo Murray Franklin (Robert De Niro), y el cuidado de su vulnerable madre en una relación con reminiscencias al vínculo entre el Padre Karras y su progenitora en El Exorcista (The Exorcist, 1973). El personaje se transforma entonces en una bomba de tiempo repleta de una ira narcisista aguardando a ser expulsada y, cuando finalmente ocurre, los arrebatos de violencia son impactantes, no tanto por un elemento gore sino por la tridimensionalidad y la empatía incompleta, característica de un verdadero antihéroe, que Fleck provoca durante la historia. Durante las dos horas del largometraje, somos privilegiados testigos de un tour de force actoral por parte de Phoenix, impregnando a Fleck de una cantidad de tics nerviosos que van desde lo extremadamente detallista hasta la más pura parafernalia carnavalesca digna del villano clásico que todos conocemos. La manera en la que Phoenix trasmite el dolor mental y hasta físico que Arthur Fleck soporta debido a su incontrolable risa patológica, que llega hasta provocarle arcadas y ahogos, es la marca de calidad de uno de los mejores intérpretes de su generación. La comparación con Ledger es completamente absurda e innecesaria, ya que los dos retratos son diferentes entre sí pero también icónicos y elevan la vara al máximo para futuras reencarnaciones actorales (si es que alguien se anima a buscarle otra vuelta de tuerca al personaje después de esto). Gotham es la Nueva York decadente construida por Scorsese a finales de los 70, y la influencia de Taxi Driver (1977) y El Rey de la Comedia (The King of Comedy, 1982) es notoria al grado de la obviedad. La razón de estos escasamente sutiles “homenajes” se debe a la presencia de Todd Phillips como director, y es que no se puede esperar demasiada sutileza del responsable de películas como la trilogía de ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover, 2009) o Viaje Censurado (Road Trip, 2000). Sin embargo, puede que algo de la intensidad de Guasón (Joker, 2019) sea producto del cinismo y la antipatía impune de los trabajos pasados de un director que, para ser justos, aquí realiza un cambio de registro sorprendente teniendo en cuenta su trasfondo cinematográfico. Hasta determinada escena cruenta dentro del hogar del protagonista hace recordar en esencia a Henry: Retrato de un Asesino (Henry: Portrait of a Serial Killer, 1986) por su sadismo y realismo. Pero es indudable que el punto débil de Guasón probablemente sea la forma por demás evidente del director al momento de explicitar sus influencias. La película ha logrado levantar una serie de cuestionamientos moralistas acerca de las acciones extremas realizadas por Arthur Fleck y en relación al uso de armas en su país de origen, lo cual significa que otra vez comenzó a dar vueltas la idea de que un producto artístico puede incitar a la violencia social, sea individual y/ o colectiva. La respuesta es tan simple y vieja como el cuestionamiento mismo: el cine, la música, la pintura y demás expresiones solo se encargan de reflejar el contexto vivido por los artistas en determinado tiempo. Si un disco, una obra o una película en particular influye a personas a realizar actos de violencia desorganizada e individual contra pares deberíamos someter al análisis nuestra forma de relacionarnos con el arte y con nosotros mismos holísticamente hablando. Guasón es una película “políticamente incorrecta” porque se pone en la óptica de un marginal inadaptado que es pasado por encima en el día a día y por la ausencia de un Estado con conciencia social que pueda brindar oportunidades equitativas y sentido de pertenencia. Habría que preguntarse por qué algunas personas consideran incorrecta una historia sobre cómo un individuo decide levantarse contra la hipocresía opulenta de todo un sistema de medios de comunicación y relaciones sociales. Esas personas deberían quedarse tranquilas, es imposible que Guasón inicie un movimiento sociopolítico de clase; aunque tal vez sí logre lavarle la cara al cine acartonado de superhéroes en favor de relatos algo más humanos, realistas y punzantes. Después de todo, así es la vida.
Psicópata americano Después de pasarse la mayor parte de su filmografía dirigiendo comedias, el realizador Todd Phillips decidió pegar un volantazo en su carrera con “Guasón”, una película basada en los orígenes del célebre villano de DC Comics, pero manteniendo el tono corrosivo que es sello del director. Con ecos a clásicos de Martin Scorsese como “Taxi Driver” y sobretodo a “El rey de la comedia” (el papel de Robert De Niro es una clara referencia al presentador televisivo que interpretaba Jerry Lewis), el antihéroe que compone Joaquin Phoenix explora la metamorfosis de un ciudadano depresivo y a punto de explotar. Con su mezcla de thriller psicológico, comedia negra y debate social, “Guasón” es una obra a contramano de las propuestas más cotidianas en la cartelera cinematográfica (considerando el aluvión de estrenos provenientes de la factoría Marvel), tanto por el guión a manos de Phillips junto a Scott Silver, como por la actuación de Phoenix (candidato a convertirse en uno de los favoritos en la próxima temporada de premiaciones), en un plano más introspectivo del que propuso Heath Ledger hace una década atrás. Entre las múltiples relecturas que ofrece la propuesta, muchos se refieren a “Guasón” como un antes y un después en el cine de superhéroes contemporáneo. El tiempo dirá. Por Enrique D. Fernández
Guasón: la encarnación absoluta del caos Una película dominada por una extraña perfección a la hora del encuadre y el montaje que denota una gran colaboración entre director y acto. Da la impresión de que la única forma hoy, en Hollywood, de hacer una película densa y de personajes con una historia compleja es adaptarla a personajes de historieta. Guasón narra el origen del villano arquetípico en el mito de Batman (de hecho, narra un poco también el origen de Batman), pero podría contar solo cómo un tipo con la peor suerte del mundo, un ser destrozado y abandonado por absolutamente todos quienes lo rodean, se transforma en una encarnación absoluta del caos (y, por extensión aunque no sea lo mismo, del Mal). Eso es lo que sucede en Guasón, una película dominada por una extraña perfección a la hora del encuadre y el montaje que denota una gran colaboración entre director y actor (lo de Joaquin Phoenix puede ser excesivo, pero cuaja perfecto con la película). El gran mérito de este descenso infinito al infierno interior de un gran personaje consiste en que no haya un solo plano que no nos despierte incomodidad o miedo. En ese sentido, este drama -que carece de hasta la mínima cuota de humor y no porque no pueda sino porque es programáticamente desechado- se acerca más al cine de terror. Es cierto que homenajea a El rey de la comedia y Taxi Driver, dos de los más grandes films de Scorsese, y que el cine de los setenta es la matriz de la película. Pero importa más la angustia constante y la catarsis final de esta criatura que los ecos de otras ficciones, incluso si tanta tristeza y tanto miedo se huelen algo prefabricados.
Ascenso y caída del gran payaso Con una entrega descarnada de Joaquin Phoenix, el tradicional enemigo de Batman se erige como una película lúcida y crítica. Si no se oxigena, el cuerpo se muere. Podría pensarse en Guasón de esta manera, como un acto reflejo, en la forma de una película que devuelve brío a un cine (de)caído. No se trata de números, taquillas y similares, sino de un cine consecuente con su propia historia. En otras palabras, el (alguna vez) gran cine norteamericano. Dentro del todavía nuevo "cine de superhéroes", Guasón es una anomalía. Una alteración consciente. Algo así ocurrió también con Logan, tal vez una de las mejores películas del último cine estadounidense. Con Logan, Guasón comparte cinefilia. Ahora bien, no se trata de alusiones y guiños: lo que una y otra película hacen es buscar reparo en una genealogía que les haga respirar. En Logan, se trata de la nodal Shane, el desconocido (1953); en Guasón, de El rey de la comedia (1982), de Martin Scorsese, en donde un comediante amateur (Robert De Niro) persigue el reconocimiento tras los pasos de la televisión. Este respirar produce el efecto benéfico de repensar el cine, sea en relación a lo hecho como en virtud de su porvenir. Lo curioso es cómo Logan y Guasón se sitúan en una temporalidad difusa. En el primer caso, el cine mismo parece extinto (Logan vive en un futuro cercano, en donde las salas de cine son un recuerdo); Guasón, por su parte, se ambienta en una iconografía lindante con los '70. De este modo, la duda misma se instala: ¿cuál es el lugar, hoy, del cine? ¿El cine de superhéroes? Guasón es un ejemplo problemático. Está más cerca de Milos Forman que de Marvel o DC. Más allá, o a propósito de esto, la película de Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?, Starsky y Hutch, Todo un parto) actualiza una problemática nunca más urgente: la decadencia de una sociedad cada vez más contaminada, habitada por ratas, de pobreza que desborda y maltrato cotidiano. Un orden podrido sobre el que se erigen los millonarios de siempre. Al respecto, hace mucho -¿cuándo fue la última vez?- que el cine no se pronunciaba con tanta fuerza. Guasón desnuda la decadencia de una sociedad cada vez más contaminada, habitada por ratas, de pobreza que desborda y maltrato cotidiano. Y lo hace desde la apelación a sí mismo: mientras una función de gala para empresarios y adinerados proyecta la película Tiempos modernos, una manifestación indignada ruge puertas afuera. Inadvertido, el Guasón de Joaquin Phoenix se mete en la sala, y la cámara de Phillips vuelve metonímica su figura a la par de la de Chaplin. Como si se viniera a reclamar lo propio. Es decir, ¿cuándo fue que el cine, arte popular por excelencia, se volvió divertimento de la clase alta? (De paso, ¿de qué se ríen los ricos?, ¿de la pantomima chaplinesca?, ¿de los pobres?). Es sintomático que los desclasados sean quienes amenacen con reventar la seguridad de los acomodados, el bienestar de quienes usurparon lo que les corresponde. El Guasón, entonces, como un paladín surgido de esa misma proyección fantasmática. Un justiciero demente. Un fantasma desheredado. Sólo él, no los ricos, sabe del arte de Chaplin. (Y habrá que estar atento a que lo mismo podría decirse de la historieta -a fin de cuentas, el Guasón surge de allí mismo-, otro proyecto integral y social, hoy absorbido por los sectores acomodados, con sus lectores de origen marginados.) De manera consecuente, también hace tiempo que el cine no ataca de modo tan visceral a la televisión. Justamente, es éste el divertimento estipulado, del cual todos abrevan en Guasón. Desde ya, la referencia que el film sugiere es la de Network, poder que mata (1976), de Sidney Lumet, y lo hace de manera imbricada con el film de Scorsese, con De Niro de algún modo reinterpretando el rol original de Jerry Lewis. La televisión, entonces, como herramienta-gendarme del (des)orden social, garante de los sectores acomodados, vehículo a través del cual victimizar y ridiculizar a quienes convenga. Televidentes sumidos en la oscuridad de sus habitaciones solitarias, mientras las salas de cine son ahora disfrutadas por la élite económica. De veras, hacía bastante que el cine no se pronunciaba así, a la altura del televisor arrojado desde la ventana por Pink, en Pink Floyd: The Wall. Como se trata, entonces, de una película consciente de sí misma, en diálogo con el cine que le precede, Guasón posee una sensibilidad profunda y dolorida. El personaje de Phoenix asume la risotada contradictoria, un llanto traducido en lágrimas reídas, con un modelado corporal del que afloran huesos encrespados, en la línea de los freaks de Tod Browning. Su risa es la mueca metafísica del Gwynplaine de Conrad Veidt (en El hombre que ríe) y del Tito de Lon Chaney (en Ríe, payaso, ríe), pero en sintonía con el Travis Bickle de De Niro (en Taxi Driver) porque, a no olvidar, se trata del psicópata más demente del universo de Batman. Por último, sí vale cuestionar algunas decisiones narrativas, de evidente concesión. Una de ellas es el breve flashback que "aclara" lo que la psicosis dicta, entre Arthur (Guasón) y su "novia", algo innecesario. Así como el parlamento televisivo del propio Guasón, dedicado a evidenciar lo que las imágenes hacen mejor, acerca del desprecio de los ricos y una psicosis que dista mucho de ser un problema personal sino, antes bien, social. Es cierto, eso sí, que dicha alocución invierte la lógica televisiva: lo inteligente pasa a estar en boca del marginado. Como corolario, la locura asumida -como una carga que el personaje decide para sí- y la asunción de unos pasos de comedia. Una gracia desatada, que se comunica con la pantomima chaplinesca. El gag funciona, se lo ha visto en innumerables películas, con el ladrón perseguido. El rastro que deja detrás, eso sí, es sangriento.
Joker (2019), o Guasón en su versión local, es un film que no pasará desapercibido y no ha dejado ni dejará indiferente a nadie. He leído desde críticas sumamente laudatorias y alabanzas pródigas en adjetivaciones y comentarios remarcables a cuestionamientos integrales acerca del sentido último del film. ¿Pero no debería comenzarse por intentar comprender cuál fue la valoración y el encuadre ideológico que Todd Phillips, su director, le otorgó a su iniciativa a la hora de pergeñar esta propuesta fílmica? La pregunta es pertinente ya que Phillips es uno de los co-guionistas de la película, y la concreción visual partió de manera casi exclusiva de su propia decisión. En primer lugar merece destacarse que este film rompe con el paradigma de los films de superhéroes, hechos casi todos a la medida del gusto de los productores y de las reglas de la taquilla hollywoodense. Un poco a la manera de Nolan, aquí se presenta a Ciudad Gótica en su versión más oscura, realista y descarnada, respetando la fidelidad de la historia del comic pero otorgándole a su Joker todo el vuelo creativo y toda la libertad expresiva a la que le adosa la estética de los 70´s. Es precisamente esa sagrada década en materia cinematográfica que conllevó un rupturismo conceptual interesante y pleno de ideas y que marcara el surgimiento de nombres como Martin Scorsese, la que aparece aquí homenajeada y revisitada a través de numerosos guiños. No es casual la aparición de Robert De Niro, a quien Arthur Fleck, (tal el nombre del personaje que encarna Joaquin Phoenix) emula en la corporización de aquél de Travis Bickle (el protagonista de Taxi Driver) y al igual que Bickle emerge como sujeto pasivo y recipiendario de la violencia social más contundente. De Niro aquí se metamorfosea en Murray Franklin y en otro notable guiño, esta vez al opus de Scorsese de El Rey de la Comedia, encarna precisamente el opuesto de su Rupert Pupkin de aquel film, permitiendo que Phoenix asuma dicho rol y generando ambos tal vez la escena más impactante del film. Hace tiempo que una película no producía tanta sensorialidad en el espectador y tanto deseo de volver a las fuentes, a la época en la que se filmaba con criterio de cine y no de éxito comercial. Tal vez porque desde hace un tiempo considerable, en “la Meca del cine” se venía filmando siempre de la misma manera y el concepto de “villano” se tornaba pasteurizado, con trazo grueso y sin apelar a miradas más profundas ni ambiguas, sin contrastes ni claroscuros. Joker lo ha logrado.
Era 1989, en la calle Corrientes a la altura de Suipacha se emplazaba una enorme estructura con el logo de Batman, la película. La fila para entrar al cine teatro Gran Rex daba vuelta la calle. Dentro la emoción y ansiedad se disipaba rápidamente, para bien, con el universo que Tim Burton había imaginado para el héroe encapuchado. Michael Keaton, Kim Basinger y el enorme Jack Nicholson, desplegaban magia, la psicodelia pop, las máquinas y sintetizadores de Prince, los loops, la parafernalia de Hollywood desplegada para el inicio de una nueva era de franquicias y comics. Eso era casi el fin del siglo XX, Batman lideraba las adaptaciones cinematográficas, y ya en el XXI, con Christopher Nolan como impulsor, otro Guasón, interpretado por Heath Ledger, acercaba una visión completamente diferente a la colorida y hasta bizarra, pero lograda, actuación de Nicholson. Film póstumo de Ledger, ni siquiera su premonitorio Oscar advertirían sobre la locura de transposiciones y adaptaciones que se precipitarían luego. El Batman de Tim Burton se estrenó en 35 salas en simultáneo en todo el país, recientemente Avengers Endgame lo hizo con 500. A una velocidad de casi una película cada mes, o cada dos meses, héroes de todos los colores y tamaños, heroínas, ensambles, ofrecieron inspiración para seres grises que veían en ellos la concreción de sueños y aspiraciones, pero también imposibilitaban la llegada de otros cines, monopolizando cuotas y pantallas. Y ahora llega Guasón, de Todd Phillips, especialista en bromances y comedias, un director del que nadie esperaba la oscura épica de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), un ser despreciado por la sociedad, que hace lo que puede con su enfermedad, se ríe en los momentos menos oportunos, y recibe golpes (literal) de cada uno que se le acerca. No la vimos venir, no lo imaginamos, pero Phillips construye un opus doloroso sobre los vínculos, la sociedad, y si bien la sitúa a comienzo de los ochenta, habla de la actualidad con una vigencia única. Guasón es un mazazo de realidad. Hay manifestaciones espontáneas que exigen un llamado a las armas por ahí, y si bien el director asegura entrevista tras entrevista el no haber querido configurar un film político, Guasón lo es, político y radical, y habla de un emergente posible y concreto en momentos en donde hay países en los que ni siquiera existen Ministerios de Salud, como el nuestro. La peor pesadilla de Fleck, paciente psiquiátrico, que toma siete medicamentos para sus trastornos, e intenta cumplir con sus sesiones de terapia, es la de que se acaben esos “servicios”, ese giro es tan real, como universal y trasladable a cualquier geografía y economía, incluida la nuestra. Entonces, en la vividez del relato, en la urgencia con la que habla de una violencia piramidal apabullante, de cuerpos, como el del Fleck, deformados, encorvados, cadavéricos, impulsados por mandatos, como en este caso, subrayados por su madre “pon siempre tu mejor cara y sonrisa”, hay una dosis de realidad que trasciende su origen de viñetas. No hacía falta pintarse la cara y hacer muecas para que el Guasón de Phoenix transmita el dolor que tiene. Cada baile, la elección de temas como el de Gary Glitter, la entrada triunfal al late show que conduce Robert De Niro, son solo motivos dentro del gran plan narrativo que presenta Phillips, en donde la risa es dolorosa y no contagia. Que haya sido premiada en la última Mostra de Venezia, con Lucrecia Martel presidiendo el jurado, es tal vez la confirmación de su relectura, cualquiera puede ser el Guasón, pero que en la exageración de las múltiples reflexiones que se han hecho sobre la película, como así también la necesidad de la productora de emitir un comunicado sobre su intención de no “respaldar la violencia del mundo real”, no hay nada más que agregar, sólo que hay veces que la ficción supera la realidad, y viceversa.
Extraordinaria actuación de Joaquin Phoenix en esta obra maestra del cine La película de Todd Phillips es el retrato de un hombre con una mente alienada y psicótica que debe lidiar con la incomprensión y la falta de empatía de quienes lo rodean. Lo primero que hay que saber cuando uno se sienta en la butaca para ver esta película es que si bien el personaje principal esté basado en el villano más popular de los cómics, el filme se aleja por completo de la estética y la fórmula de las adaptaciones clásicas de las historietas. En realidad, que el protagonista sea el Joker (Acá, el Guasón) es una mera excusa, un punto inicial para desarrollar una trama profunda, con muchas capas, cargada de sordidez y momentos de alto impacto. Joaquin Phoenix se pone en la piel de Arthur Fleck, un aspirante a comediante que sobrevive trabajando de payaso para una agencia muy turbia y que debe lidiar con algunos problemas mentales y una vida bastante miserable. Fleck habita una Ciudad Gótica corrupta, abandonada y a punto de explotar. En un contexto de locura y violencia se enfrentará cara a cara con su destino, un destino marcado con sangre. Extraordinario trabajo interpretativo de Phoenix, quien está en escena casi en la totalidad del metraje y cautiva con su composición física y emocional. Verlo en pantalla resulta hipnótico, un papel que atrapa al espectador y no lo suelta jamás, llevándolo a través de una montaña rusa de escenas perturbadoras. El director Todd Phillips, enamorado también de su protagonista, le deja lucirse y lo ubica en un escenario que remite inequívocamente a Taxi Driver de Martin Scorsese, quien es además productor de la película. Inspirado por la estética del cine de los 70, el director transforma Gotham en la Nueva York sucia, grafiteada, violenta y peligrosa de filmes como Calles Salvajes. Además, retrata al futuro Joker en una relación enfermiza con su madre, al estilo Norman Bates, y lo coloca cara a cara con su ídolo televisivo, personaje que compone Robert de Niro, hecho que cierra un círculo alrededor de otra obra de Scorsese, nada menos que El Rey de la comedia. También hay que decir que el espectador encontrará algunos guiños que acercan el libreto a su origen en las viñetas, pero son apenas unos instantes que no distraen y en realidad ayudan a que la olla de presión en la que habita el payaso triste termine de hervir. Este guasón no es megalómano como en otras versiones, ni una mente maestra del crimen; es un delirante peligroso pero cotidiano, el vecino freaky al que podemos cruzar en el ascensor y que un día termina en las portadas de los diarios ante la sorpresa de todos. Estamos sin dudas frente a una producción osada y original, arriesgada y hasta seminal, una pieza fílmica difícil de encontrar en las salas comerciales, una apuesta por la calidad y las emociones que no puede dejar a nadie indiferente. Cine adulto, que cala hondo y que nos invita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la maldad y a preguntarnos quien es realmente el villano de la historia. Una verdadera “broma asesina”.
El que ríe último Con sabia intuición del director Todd Phillips, Joaquin Phoenix compone al mejor Guasón en una soga invisible que une a la comedia con el terror. El futuro Joker, acá llamado Guasón, se presenta frente a un espejo. Arthur, interpretado por un Joaquin Phoenix con el cuerpo consumido, le sonríe a su reflejo de payaso. Como ese espejo no le devuelve la felicidad que ambiciona agranda su sonrisa ayudado por sus dedos. Estirando la mueca, forzando la alegría. ¿Cuánta cantidad de labial rojo necesita para ocultar la tristeza que carga sobre su espalda huesuda? Arthur es un pobre hombre con trastornos mentales, bajo tratamiento psiquiátrico, que día a día tolera situaciones de violencia e injusticia mientras cuida a su madre enferma. En El hombre que ríe, la película dirigida por Paul Leni en 1928 que inspiró a Jerry Robinson a crear la sonrisa del Joker en los años 40, el Rey Jacobo II se venga de su enemigo Lord Clanderlie deformándole el rostro a su hijo con una sonrisa escalofriante. Conrad Veidt se sentaba por horas todas las mañanas para que la estrella del maquillaje Jack Pierce le aplicara el set de dentaduras postizas con ganchos metálicos que trababa en las esquinas de su boca, convirtiéndolo en el fenómeno de circo Gwynplaine. La fealdad era el castigo. Sin embargo, Jack Pierce solo podía ver en ese rostro demasiado expresivo la belleza del monstruo. Aquella que lo vuelve diferente a los demás, y por ende fascinante. “Eres un payaso afortunado, no tienes que desmaquillarte tu risa”, le dice un compañero a Gwynplaine al terminar la función. Ese colega que admira la singular característica de Gwynplaine podría ser Arthur, quien se obliga a sonreír pese a su vida miserable. El castigo del Rey Jacobo II en realidad no era la fealdad sino estar obligado a sonreír, sin importar que por dentro este muriendo de pena. Arthur comparte la misma tragedia: debido a su fragilidad mental no puede controlar la risa. En las situaciones más impensadas una avasallante carcajada lo ataca, del mismo modo que el demonio posee a Linda Blair en El exorcista. Arthur se ríe hasta ahogarse en su desmedida carcajada, como si el llanto no fuera una posibilidad para liberar la angustia que lo oprime. Cuando la gente se siente ofendida por su risa, él saca una tarjeta de un bolsillo que explica su trastorno mental. La risa como respuesta al drama cotidiano, la receta para sobrevivir en una sociedad hostil con la que Todd Phillips cocinó cada una de sus comedias desde su primera ficción que abrió el nuevo milenio hasta la anterior película a Guasón, Amigos de armas (2016). Pero fueron mucho más que dieciséis años: el debut cinematográfico de Phillips sucedió en 1993 con el documental Hated: GG Allin & the Murder Junkies. Un acercamiento al excéntrico músico punk GG Alvin, entre performances extremas y enfrentamientos con la policía. “Mi mente es una ametralladora, mi cuerpo son las balas y el público es el objetivo”, decía GG Allin. Hay en ese hombre border, que cagaba en el escenario y se comía su propia mierda, la materia prima de los personajes inadaptados de Phillips. Desde el Tom Green que se metía un hamster en la boca en Viaje censurado hasta el Zack Galifianakis de ¿Qué pasó ayer? Parte III, que estrellaba una jirafa contra un puente, luego de robársela de un zoológico. El Guasón de Joaquin Phoenix tiene mucho de todas las criaturas de Phillips que viven jugando con el límite e infringiendo la ley. Pero este personaje que cambió la caminata en ralenti del pasillo del aeropuerto por un baile estilizado y psicótico sobre unas escaleras al ritmo de “That´s Life” no solo es una víctima, también es un victimario. El primer gran villano de Phillips, y el Guasón más imponente del cine que hemos conocido. Tinta verde al por mayor Desde los años 60, el Guasón se presentó en el cine y la TV de diversas formas: Cesar Romero abandonó su rol de galán para usar trajes color púrpura con una pisada elegante en la serie Batman y Robin; Jack Nicholson dejó grabada su huella como el archi enemigo del murciélago con aquella secuencia cómica donde irrumpía en el Museo de Arte interviniendo las obras de Rembrandt con latas de aerosol y pintura vinílica; Mark Hamill le dio color a la risa del desquiciado villano en la serie animada de los 90; Heath Ledger se despidió del mundo de los mortales con un Guasón de maquillaje corrido que volaba un enorme hospital vestido de enfermera; Jared Leto se pintó ojeras, tatuajes y cambió la clásica sonrisa roja de payaso por unos dientes metálicos. El Guasón de Joaquin Phoenix no tiene el estilo de ninguno de ellos, pareciera una fusión de todos los personajes que interpretó el actor a lo largo de su carrera. Como si en el medio de su pecho hundido se hubieran anudado cada una de sus criaturas desequilibradas, desde el Jimmy Emmett de Todo por un sueño (Gus Van Sant, 1995) hasta el Larry “Doc” Sportello de Vicio propio (Paul Thomas Anderson, 2014). Pero hay un mayor protagonismo fantasmal de una de las interpretaciones más desquiciadas y profundas de Phoenix: el Freddie Quell que en The Master (Paul Thomas Anderson, 2012) esculpía en una playa, vestido de marinero, una mujer con arena mojada que luego fornicaba delante de sus compañeros. Un joven vagabundo perturbado que estaba incapacitado de calmar sus impulsos y falta de moral, entregado a sus constantes explosiones violentas sin importar el momento y el lugar. “Sonrían”, le dice a unos niños en un centro comercial antes de sacarles una foto. La obsesión por sonreír del Guasón que interpretaría siete años después ya se colaba en esa película que también ganó premios en el Festival de Venecia. Entre otros, el de Phoenix como mejor actor. Arthur recoge parte de su locura y la mezcla con la melancolía del personaje que interpretó en Los amantes (2008). El director James Gray fue quien supo encontrar y sacar a relucir toda la oscuridad que guardan las heridas del actor, aquellas que se condensan en la cicatriz que asoma con soberbia en su labio superior. Pero si en Los dueños de la noche (2007), su personaje Bobby Green elegía, tras el asesinato de su padre, abandonar la cocaína y el reviente para buscar justicia en un uniforme de policía, en Guasón, Arthur se para en la vereda de enfrente de la ley, como si fuera una extensión del camino que podría haber tomado Bobby Green antes de continuar el legado de su padre, que aborreció durante toda su vida. La fuerza trágica de los personajes que interpretó en el cine de Gray se hace presente en la película de Todd Phillips. Una mezcla de la tristeza agobiante de Leonard Kraditor (el hombre depresivo y mamero de Los amantes) fusionada con la maldad de Willie Gutierrez en La traición (2000). El Guasón de Joaquin Phoenix nace de un payaso que se asemeja más a la locura indescriptible de las criaturas de los Hermanos Chiodo en Payasos asesinos del espacio exterior que al susto atractivo pornográfico que puede provocar It de Andy Muschietti. Es esa soga invisible que une a la comedia con el terror, el amor por el artificio que comparten los directores de ambos mundos, sea por el tono o puesta en escena. Cuando Jerry Robinson creó a sus 17 años al Joker, se puso como desafío que el personaje tenga una presencia extraña y memorable, que dejara una impresión imborrable en los lectores de cómics como consiguió el Jorobado de Notre Dame. Ese logro que alcanzó Robinson, Phillips lo traslada al cine eligiendo a Phoenix, porque sabe que solo él podía darle ese peso físico, capaz de narrar una vida completa de penas marcando su columna vertebral al ajustar los cordones de los enormes zapatos de payaso, o desnudando la amargura que lo aflige cada mañana al esconderse en el interior de una heladera. La transformación del personaje sucede a partir del primer asesinato, una larga secuencia en el subte donde, vestido de payaso, le dispara a tres hombres de Wall Street que se burlaron de él tras quitarle la máscara. Como en el comienzo de la película, Arthur se descubre en el espejo, esta vez bajo una nueva mirada. La fotografía de la película juega con luces intermitentes, tubos de luz fría que se prenden y apagan por hacer falso contacto. Unos tubos que pueden explotar en cualquier momento como la rabia contenida de Arthur tras ser pisoteado por todas las personas que lo rodean. “Hasta hace poco nadie me veía, ni sabía que yo existía”, dice Arthur luego de debutar como asesino en el último encuentro con una terapeuta del servicio social. Su actitud no es la misma, y seguirá cambiando aún más a partir de que el Estado ya no le provea sus siete medicamentos psiquiátricos. Una crítica política que se imprime sobre el plástico de cada una de las máscaras de payaso que se ponen los ciudadanos de Ciudad Gótica cuando salen a las calles a sembrar el caos, protestando contra los dichos del candidato a alcalde Thomas Wayne. La magia de saber contar un chiste “En la agridulce comedia de la vida, se ha dicho sabiamente que quien ríe último, ríe mejor”, exclaman los intertítulos de la película muda de 1924 El hombre que recibe las bofetadas, donde Lon Chaney, dirigido por Victor Sjöström, interpreta a una víctima que se convierte en payaso de circo. El Guasón de Phoenix tiene muchas similitudes con el personaje Paul Beaumont, quien, cuando un malvado Barón le quita todo lo que tiene, se entrega a la risa y la convierte en su medio de vida. De científico intelectual para a ser el hombre que recibe más de cien cachetadas por noche, provocando histéricas carcajadas del público, hasta que el destino le brinda la oportunidad de vengarse del señor despiadado que lo dejó sin nada. Arthur también elige su venganza, pero con un estilo más desalmado. Es, en ese sentido, un Joker semejante al escrito por Alan Moore en La broma asesina, donde el guionista, sin justificar las atrocidades del hombre de traje violeta, devela el crudo pasado que lo arrastra a la locura. La portada del cómic es el Guasón con una cámara en mano, a punto de disparar una foto, diciendo “Smile” (Sonríe). Igual a aquella escena de Joaquin Phoenix en The Master. ¿Casualidad o presagio? Todd Phillips también le da coyuntura al villano, pero en este caso no hay un héroe como contrafigura. Bruce Wayne es demasiado niño para ponerse el traje de murciélago. Sin embargo, Phillips filma un encuentro entre ambos que es tan conmovedor como aquel que Brian Bolland dibujó en la historieta de 1988. En la película, Arthur, antes de convertirse en el Guasón, visita la casa de Bruce. Una reja lo separa del niño, a quien, para captar su atención, le muestra un truco con su varita mágica. En el cómic La broma asesina, Batman intenta ayudar al Guasón, pretende salvarlo de su propia locura y así proteger a Ciudad Gótica de su inabarcable perversidad. “Cuando te encuentres trabado en un desagradable tren del pensamiento, dirigiéndose a lugares en tu pasado donde el gritar es inaguantable, recuerda que siempre hay locura. La locura es la salida de emergencia”, le grita el Guasón al Comisionado Gordon mientras lo hace ingresar desnudo a un tren fantasma, siendo arrastrado de una cadena al cuello por un conjunto de enanos, en una de las escenas más impactantes de la historieta. En esas páginas, Batman y el Guasón discuten acerca de quién va a matar a cuál, y ese círculo vicioso de nunca acabar queda plasmado en la última página, en las gotas de lluvia circulares que atestiguan esa eterna lucha en forma de reflejo. Guasón, de Todd Phillips, juega de manera constante con el sistema de reflejos. A través de los espejos, pero también de los vidrios. Cuando una dupla de policías busca a Arthur en el hospital, donde está agonizando su madre, para interrogarlo por el asesinato del subte, las puertas automáticas de la clínica le niegan el ingreso. Como un clásico chiste de una comedia de Phillips, Arthur se estampa la cara contra el vidrio, provocando en el espectador una risa inesperada. Es la representación de hasta qué punto el personaje, Arthur o el Guasón, está excluido del mundo. Si bien Guasón no es una comedia, los chistes de Phillips atraviesan toda la película como una ruta de caramelos. Es el camino de dulces que realizan Hansel y Gretel hasta la casa de la bruja, para que no olvidemos el origen del director que hizo correr en culo a Will Ferrell en Aquellos viejos tiempos (2003). Sus gags se hacen presentes en ese enano que necesita huir del departamento de Arthur, ya convertido en Guasón, para que no lo mate como a su compañero. Arthur le otorga el permiso para escapar, perdonándole la vida, pero cuando quiere correr la cadena del pasador descubre que no llega debido a su baja estatura. La desubicada risa de Arthur/Guasón recuerda a una de las escenas más extrañas de Todo un parto, el largometraje de Phillips estrenado en 2010. En una escena emotiva, el personaje de Robert Downey Jr. (Peter Highman) le cuenta a un Galifianakis con permanente (Ethan Tremblay) cómo lo abandonó su padre cuando era niño. Es un momento serio, contenido, donde las lágrimas asoman, hasta que una carcajada descontrolada de Ethan irrumpe en la sensible anécdota desoladora de Peter. Una secuencia alienada, tan graciosa como atroz. Es, como suelen ser todas las películas de Todd Phillips, feroz. Y Guasón no es la excepción. “La comedia es subjetiva. Ustedes deciden qué está mal y qué no, al igual que ustedes deciden qué es gracioso y qué no”, le dice el Guasón al conductor de TV Murray Franklin (Robert de Niro). En esa frase hay toda una declaración de principios del director, quien aseguró abandonar por el momento las comedias de reviente porque hoy es muy difícil escribir chistes con tanta corrección política. Sin embargo, Guasón es, en el fondo, una comedia de reviente. Todos esos hombres con máscaras de payaso prendiendo fuego patrulleros se parecen bastante al carácter sacado del grupo de amigos que dejaba patas para arriba la ciudad de Las Vegas en una despedida de soltero. Y es que las películas de Phillips siempre hablaron de lo mismo: de personas que toman malas decisiones. Guasón es el extremo de esta idea, y justo cuando Phillips creía que no tendría problemas con la corrección política le saltaron a la yugular, acusándolo más o menos de respaldar la violencia en el mundo real. “¿Sabés que me hace reír? Yo creía que mi vida era una tragedia, pero ahora me doy cuenta de que es una comedia”, le confiesa el Guasón al conductor de TV Murray en una de las mejores y más violentas escenas de la película. Suele decirse que es mucho más complejo hacer reír a las personas que provocarle llanto. La risa es más misteriosa que las lágrimas porque no todos nos reímos de lo mismo. Kurt Voneggut dijo que reír y llorar pueden ser respuestas al agotamiento y la frustración, pero que él prefería reír simplemente porque tiene menos que limpiar después. Phillips logra que la risa ensucie más que el llanto, como el maquillaje de payaso de Arthur que parece derretirse cuando llora o transpira, o la sangre que salpica sobre su pálido rostro blanco. Existe una clave. Si el Guasón es tan aterrador es porque no anticipa sus acciones. Al igual que Todd Phillips al lanzar sus chistes.
El director Todd Phillips y el actor Joaquin Phoenix encabezan este drama basado en el villano de Batman que va a dar que hablar (y actuar) Un premio en un festival, un actor de renombre, un personaje de leyenda. Esos tres elementos le han bastado al director Todd Phillips para que su nuevo film esté en boca de todo el espectro cinéfilo y encabece los tópicos de las redes sociales. Claro que el premio es el León de Oro del Festival de Venecia, una ciudad europea en la que no suelen ganar films norteamericanos, el actor es el prestigioso Joaquin Phoenix (que misteriosamente nunca gana) y el personaje es nada menos que el Joker, o Guasón, como insisten en llamarlo en Latinoamérica gracias a los comics y la serie de TV de 1966. Y es que ese nombre no le queda nada bien a este payaso psicópata (entre otras cosas) que asola Ciudad Gotham, pero en setenta años nadie fue capaz de borrarlo y así fue que llega a las salas una de las películas más perturbadoras que verán en sus vidas. Porque el de Todd Phillips es una película que engaña, como el personaje vuelve loco a Batman en las viñetas. Primero porque va guiando al espectador por un camino, sólo para decirle más tarde “era por allá pero te hice venir por acá”. Y el viaje a nada menos que a la mente de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), un hombre que sufre de un daño neuronal que lo dejó con una risa nerviosa que se activa cuando se exalta, y le trae no pocos problemas. Arthur vive con su madre, y recurre a varios trabajos para tratar de mantenerla, entre ellos como payaso de eventos, mientras sueña con convertirse en un comediante de stand up y se muere por participar de un “late night show” conducido por su ídolo Murray Franklin (Robert De Niro). Pero además a lo largo del film, el espectador va descubriendo que no se metió en el cine a ver una de Batman, mucho menos una de superhéroes. Entro a ver una película en la que absolutamente todos los involucrados son personas oscuras, depresivas, terribles en una ciudad a la que tiñeron con sus emociones. La película ve al personaje en una versión muy parecida a la de la película Batman El Caballero de la Noche (The Dark Knight, 2008) aunque esta es la historia del origen del personaje, por lo que todo está en modo primaveral, es decir con la semilla a punto de brotar aunque nunca llegaremos a ver la flor. En una serie de idas y vueltas de una astucia inusitada en el género al que Guasón intenta pertenecer, el director de la trilogía de ¿Qué Pasó Ayer? logra un espesor dramático sin precedentes en la vida de Fleck, que es el protagonista absoluto del film ya que no hay escena en la que no aparezca durante las dos horas que dura el film. Y entonces todo estalla. Surge el Guasón (o Joker, esto ya parece un diálogo entre el Inspector y el Sargento Dodó) y se convierte en un factor de cambio para los ciudadanos de Gotham, como lo será Batman en un futuro. Sólo que el resultado de esta transformación no es el que espera el espectador, distraído por los fuegos artificiales de Phillips, que en algunos momentos, y contra lo que es de esperarse, puede llegar a empatizar de manera preponderante con el villano. ¿Es eso posible? Bueno, no hace falta ir muy lejos para darse cuenta de que en Hollywood la movida es justificar a los tipos malos, desde el Walter White de Breaking Bad a Maléfica (Maleficent, 20014), pasando por el Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016), Escobar el Patrón del Mal (2012) y Groo, de Mi Villano Favorito (Despicable Me, 2010), entre muchos otros. Esto hace presuponer a muchos críticos que la película intenta glorificar al personaje, ensalzando su violencia o su condición de enfermo mental, y quizá la persona que la vea en el cine o quien lea esta crítica así lo entienda pero nada más lejos de la realidad. O bien vio sólo una parte de la película y desechó el resto, o quizá o vive en la Argentina, donde no apareció un Guasón de casualidad. Esto es porque, en paralelo a las vivencias de Fleck, en la ciudad se enciende una mecha de un polvorín que amenaza con estallar de un momento al otro. Y teniendo en cuenta el lugar donde todo esto ocurre, es mejor comprarse un pasaje a Metrópolis antes de que eso ocurra. Phillips construye un trasfondo sociopolítico para el Guasón que, si bien está ambientado a comienzos de la década de 1980, en plena era de Ronald Reagan, no dista mucho de la actualidad. Y si a eso le sumamos que este entorno influye tanto en la pocilga en la que vive Fleck con su madre, así como también en su tratamiento. ¿Qué pasa si a un hombre con tratamiento psiquiátrico le quitan sus píldoras? En definitiva, por una causa (¿el peso dramático?) o por otra (¿su supuesta incitación a la violencia?), Guasón marca un nuevo punto en el catálogo de películas de DC Comics, que a esta altura de los acontecimientos ya aprendió la lección y trata de sacar películas sobre sus personajes (Aquaman, Shazam, etc) en lugar de tratar de armar un intrincado rompecabezas como lo hizo de manera majestuosa Marvel Studios. Un gran film, con una actuación digna de nominaciones en múltiples aspectos, y que llevará a debatir allí en donde sea exhibida las consecuencias de una sociedad que deja atrás a sus semejantes sin contar con el efecto bumerang.
El anticipo del estreno de la película de “Guasón” otorgaba al histórico villano de la saga de Batman protagonismo propio, ofreciendo el enésimo spin off sobre el transitado mundo de héroes de historieta que puebla el cine mainstream hollywoodense. Un estilo de películas que no es lo que solía ser hace décadas. Hace algún tiempo, sagas como “Superman” o “Batman” poseían una presencia en pantalla y una contundencia que hoy día no se encuentra, pareciendo que el traje de superhéroe se lo calza cualquiera. El rejunte de héroes del cómic que ‘súper’ transitan la cartelera por estos tiempos en “The Avengers” y sus infinitas reencarnaciones, parece más un intento taquillero, furioso y desmedido que un proyecto serio, consecuente y acabado. Tan impensado como el desaprovechado talento dramático de Robert Downey Jr. y su reiterativa etiqueta de héroe de acción del cómic, una desproporción gigantesca. Ante semejante panorama, el éxito de esta novedosa apuesta sobre el temible Joker debía sortear más de un prejuicio acerca de su éxito. La chatura que moldea el cine genérico contemporáneo destinado a adolescentes resulta el signo más que evidente para estos héroes desangelados se eternicen en éxitos pasados sin aparente fecha de vencimiento. Pero, cualquier héroe -si bien invencible- sabe con resignación que la taquilla dictamina el pulso de la industria. Tampoco favorecía los pronósticos el hecho de que, detrás de las cámaras y comandando el proyecto, se encontrara Todd Phillips, un cineasta relacionado a una de las sagas que mejor prefiguran el humor burdo y facilongo sobre el que se estructura el canon de la nueva comedia americana. “¿Qué pasó ayer?” resultó la consabida muestra de que, salvo contadas excepciones -como la vigencia de Woody Allen-, el género americano ha perdido picardía, originalidad y agudeza, situándose en un período plena decadencia y repetición. El caso de la citada trilogía también conocida “Hangover” y su innumerable cantidad de variantes por generación espontánea, demuestran que cuando Hollywood se propone hacer películas de bajísimo vuelo está también a la altura de su propia parodia. Los pergaminos de Phillips también cuentan con la adaptación cinematográfica de la popular serie televisiva setentista “Starsky & Hutch”, estrenada en 2004. Sin embargo, a no desanimarse ni confundirse: abordando una temática adulta, “Guasón” evita todos los lugares comunes habidos y por haber en el cine de superhéroes del nuevo milenio, al tiempo que el mencionado Phillips renueva credenciales para transformarse en uno de los directores americanos más atractivos y a tener en cuenta. Su nueva criatura resulta una subyugante exploración cinematográfica acerca de la recóndita psiquis humana. Este portentoso estudio psicológico sobre los traumas de un perdedor y anti-social desplazado por el sistema, se convierte, también, un provechoso abordaje sobre síntomas sociales que emergen en el caos político y la anarquía generalizada, espejándose con la cotidianeidad que nos rodea. Como si fuera poco, ofrece una mirada nada condescendiente con los medios masivos de comunicación y sus nulos valores éticos a la hora de exponer miserias y mezquindades, aquí el humor que más reditúa es el que ridiculiza al más débil y la vida humana se cotizará en valores de rating como en la recordada “Network” (1976), de Sidney Lumet. Despertando simbolismos más que inquietantes y controvertidos sobre sus derivaciones y el impacto de los medios de comunicación, “El Guasón” adquiere una profundidad intelectual poco frecuente en el cine de superhéroes para interpelarnos acerca de la malvada manipulación a la hora de crear héroes para una sociedad necesitada de éstos. En una Ciudad Gótica violenta y atestada de vandalismo, Phillips disecciona la atormentada mente de un postergado social traumado emocionalmente: anulado en sus vínculos sociales, quebrado el ego en su interior y cubierta su existencia de una tenebrosa oscuridad que erosiona, día a día, cualquier rastro de cordura de su ser, nada tiene que perder. A medida que la locura y las tribulaciones de su conciencia se apoderan de él, su lado malvado emergerá, como contenida respuesta y necesario acto de protección ante las amenazantes criaturas que lo rodean, pertenecientes a un tejido social resquebrajado. Esta metrópoli americana está inmersa en un lodo corrupto que involucra a la clase política y también a una juventud violenta y segregada. Mientras tanto, pequeñas pinceladas nos recuerdan que estamos en un mundo devastado, que le pertenecerá -en un futuro cercano- al héroe encapuchado: vemos a un joven Bruce Wayne que todavía ni sueña con convertirse en Batman, confrontando cara a cara con su incipiente némesis como excusa argumental para sostener la credibilidad de un dilema familiar con dimensiones de culebrón, quizás el único cabo suelto de todo el metraje. Pero, acaso, el golpe gracia que recibe el más popular de todos los payasos para convertir los restos de su autoestima en una sanguinaria máquina de matar que parece haber probado -y gustado- del goce que le otorga su falta de piedad. Como aquel que devuelve, sin justificar los medios, la injusticia que le fuera perpetrada con alevosía y reiteración. “Guasón” es una poderosa maquinaria cinematográfica, cuya clave del éxito radica en el centro convergente del presente en sombras trazado: en la piel de un gigantesco Joaquin Pohenix, en la mueca perturbada de Arthur Fleck se vislumbran los dobleces tenebrosos de un ser escindido de su cauce natural. Podemos visibilizar su temblor y su angustia, no obstante ¿comprenderemos su accionar? Allí reside gran parte de su atracción, y el camaleónico hermano mayor de River (quien bajó más de 20 kilos de peso para componer semejante rol) muta hasta cubrirse de lobreguez. Phillips acierta en utilizar angulaciones que aportan notoria profundidad a la gramática cinematográfica y nos convidan de sutiles detalles, si es que estamos atentos a percibir. A quienes pensaron insuperables los “Joker” compuestos por Jack Nicholson, Jared Leto y Heath Ledger, el bueno de Phoenix los hará cambiar de parecer. Su poderosa interpretación es un viaje hacia el centro de la oscuridad del alma humana y una de las mejores actuaciones en la gran pantalla que se hayan visto en años. Si la catarsis de furia que experimenta el Guasón puede intuirse como un fiel espejo de la sociedad americana convertida en un pandemonio, y donde un villano se convierte en el líder prototipo que guiará a la masa descontrolada. Citando en el título que precede a esta crítica la referencia intertextual de la recordada película de Ingmar Bergman, resulta interesante el estudio que hace el autor sobre la violencia y su naturaleza, casi instintiva y animal. Esa pulsión que pareciera evolucionar, para que la razón ceda lugar y se apodere el descontrol. Esta hondura filosófica convierte a Phillips en un impensado sociólogo contemporáneo, dictaminando el nacimiento de un villano como respuesta al caldo de cultivo de una violencia que crece de forma endogámica.
No participamos del entusiasmo generalizado. Una película con buenos momentos pero también con demasiado cálculo y que se queda en las referencias sin rozar nunca la altura de aquellos homenajes...
Impactante y muy distinta a casi todo el cine reciente de superhéroes, la ganadora del León de Oro del Festival de Venecia retoma los temas y el imaginario de clásicas películas de Martin Scorsese para hacer una nueva exploración sobre las distintas formas de la agresión y la locura. Con una actuación descomunal de Joaquin Phoenix en lo que es prácticamente un angustiante y maniaco unipersonal. Quizás JOKER no se parezca a ninguna otra película de superhéroes pero sí se parece a muchas otras. Un crítico norteamericano imaginaba un futuro en el que se hicieran remakes de todas las películas convencionales que conocemos pero protagonizadas por superhéroes. Y el concepto era tan espeluznante como posible. Si bien ya está bastante instalado el concepto de que cada superhéroe se acerca a un género específico (comedia, thriller, western, policial, etc.), en general existe un punto determinado en el que todas esas películas vuelven a ser sobre su propio y particular subgénero. Hasta LOGAN, acaso la experiencia más radical en esto de escaparse de lo previsible en el tema hasta llegar a este JOKER, no abandonaba del todo el fantástico. Phillips, en cambio, se libera casi por completo cualquier conexión con el subgénero. Pero no necesariamente en pos de la originalidad sino para tener, en otro lado, una base firme sobre la que sostener su andamiaje. JOKER es, de manera evidente, una relectura del cine clásico de Martín Scorsese, fundamentalmente de películas como EL REY DE LA COMEDIA y TAXI DRIVER, de quienes toma el tipo de personaje, la trama principal y las secundarias, su mítico actor y hasta el universo y paisaje visual. Todo eso que está en JOKER y que llama la atención a muchos espectadores, puede ser llamativo o inesperado al estar aplicado a un personaje de cómics, pero no lo es para cualquiera que haya visto esos clásicos. De hecho, es tan fuerte y clara su influencia que Scorsese debería cobrar algún tipo de derecho de autor. No es cita, referencia ni homenaje. Por momentos es facsímil. Imitación. Joker Aquí es donde el asunto se enreda. Pese a todo lo dicho antes, JOKER es una película por momentos apasionante, brutal, cruda y espeluznante. Los motivos están a la vista. Por un lado el film en sí es cinematográficamente muy potente y, más allá de algunas torpezas de puesta en escena (el formato “ante la duda, música y cámara lenta” aparece varias veces para resolver problemas y crear climas), Phillips toma al espectador del cuello y se lo lleva a la rastra. Por otro, la actuación de Joaquin Phoenix en un rol para el que parece haber nacido, es conmovedora y brutal. Y por último, el tema quizás más inasible e interesante de todos los que propone de JOKER: su inquietante y ambigua lectura política, algo que también traían aquellos films de Scorsese. JOKER es una “origin story” como tantas del género y, en ese sentido, puede ser comparable a las decenas que vimos en el mundo de los superhéroes y sus villanos. Solo que al salir de este costado específico del universo DC, el de Batman, que en general trabaja personajes sin superpoderes más allá sus enrevesadas psiquis, la historia se presta mucho más para ser contada en un contexto realista. Cuando arranca la película y un personaje dice, en broma, que en Gotham (o Ciudad Gótica, cómo le decíamos décadas atrás) hay una plaga de super ratas que sólo puede ser combatida con súper ratones, es lo más cercano a un guiño al género. Acá no hay ningún súper nada. Más bien al contrario. Es un submundo de subhumanos que poco y nada pueden hacer para escapar del infierno. Batman todavía no ha llegado y no hay quien pueda ayudarnos. Ni parece haber a quién ayudar. Joker Gotham es la Nueva York de fines de los ‘70 y principios de los ‘80, la que vimos en las películas antes citadas o en la actual serie THE DEUCE, antes de que se transformara en un parque de diversiones de sí misma. La misma mugre, peligro y depresión. Los mismos personajes a punto de estallar por el caos que los circunda y por su propia inestabilidad mental. Arthur Fleck, antes de querer llamarse “Joker”, podría haber usado el nombre de Travis Bickle o Rupert Pumpkin, los antiheroicos protagonistas de TAXI DRIVER y EL REY DE LA COMEDIA. Es ese tipo de personaje que lleva su tortura a cuestas y que se siente negado y ninguneado por casi todos. En el caso de Arthur, los frentes son varios. Están sus colegas que trabajan como payasos callejeros y se burlan de él, la gente en la calle que lo ignora o agrede, las autoridades que no lo atienden o lo echan a patadas, los presentadores de televisión que se mofan de su falta de talento (Arthur es un aspirante a stand up comedian que no hace reír a nadie), las mujeres que no le prestan atención alguna. Y así. Los severos problemas psicológicos de “Happy” (el sobrenombre que le puso la madre, la única que parece quererlo) hacen combustión enfrentados al agresivo mundo real. Y el tipo es una bomba de tiempo, capaz de explotar en cualquier momento y ante cualquier situación. Hay un aspecto de Arthur que es particularmente problemático. Por algún motivo que conoceremos más adelante, el hombre tiene una extraña “condición” que lo hace reírse en los momentos más inapropiados, generalmente ante una situación incómoda o que lo enerva. Esa risa salvaje, que puede ser llanto o las dos cosas a la vez, genera un igualmente incontrolable fastidio o furia en quienes lo escuchan. Y ese suele ser el metafórico disparador de muchos de sus tensos encuentros con casi todo el mundo. Es un freak literal: lleva su extravagancia en la cara. Joker Uno de los mayores méritos del film es evitar el clásico conflicto central con un villano (o un héroe, en este caso), lo que suele ser el gran problema de estas historias originarias. Fleck tiene varios problemas alrededor y es la suma de todos la que va haciendo aumentar su locura exponencialmente. Los ligados a su pasado familiar, un encuentro violento en un tren subterráneo y su conflictiva relación de amor-odio con un famoso conductor de televisión (Robert De Niro, protagonista de los clásicos de Scorsese aquí revisitados pero en el rol que ahora hace Phoenix) corren en paralelo en un mundo en el que no hay ningún enemigo específico porque todos lo son. Al hacernos “entender” solo la patología y los problemas de Fleck (los demás, para el espectador, son malos porque sí), el film nos pone de su lado. Y ahí es donde JOKER entra en esa zona problemática en la que también entraban los films de Scorsese que cita. ¿Es audaz, peligroso y problemático poner al espectador, especialmente algunos de los que ven este tipo de films, en la cabeza de un demente que, sin quererlo, podría hasta liderar una revolución de los desposeídos y marginados del sistema a punta de pistola? Phillips sigue la lógica del cine que homenajea: cada quien ve lo que quiere ver. Algunos sentirán que es una defensa de los oprimidos y ninguneados por el sistema y el poder político/económico, otros lo verán como una crítica a cierto brutal empoderamiento de esos hombres blancos que sienten que pierden su lugar en el mundo (una revolución más bien reaccionaría, con Joker como una suerte de Trump liderando a los “deplorables”), algunos se centrarán en la locura y la falta de un sistema de salud que proteja a las personas con problemas, otros en la facilidad con la que cualquiera puede conseguir y usar armas. Y así. Phillips no juzga ni dice cómo interpretar lo que vemos. Y esa libertad de acción puede ser considerada bienvenida pero también una forma de no jugarse ni tomar partido. Joker En medio de todo eso está el elemento humano, el que nos hace sentir todas estas ideas en el cuerpo. La película no sería más que una tesis universitaria sobre cómo transformar películas clásicas en films de superhéroes de no ser por la actuación abrumadora de Phoenix. Todos sabíamos que lo podía hacer pero, de todos modos, nos sorprende ya que no solo lleva sus heridas emocionales en el rostro sino que en todo el cuerpo. Es una especie de solo de danza, un ballet unipersonal trágico y violento en el que un hombre se dobla y contorsiona tratando de esquivar el dolor, liberar la furia y soltar amarras de una vez por todas del mundo real. Y es conmovedor y repulsivo a la vez, un psicótico de actitudes repudiables con el que no podemos evitar, por momentos, sentirnos identificados. Y esa es la incomodidad central de la película. La que la hace fascinante y complicada. Este Joker no es un “agente del caos” como lo era el de Heath Ledger en THE DARK KNIGHT. O al menos no lo es en forma consciente. No puede ser líder de nada ni posee cualidades de mando, ni siquiera de sus propias y extemporáneas reacciones. Es un tipo con un severo daño psicológico que siente que el mundo le debe un reconocimiento que claramente no merece. ¿Qué se hace con gente como Fleck? Es algo para lo que ni el cine ni la sociedad (especialmente la estadounidense) parecen tener respuestas. En un mundo sin héroes, los villanos son lo más parecido que existe a los rebeldes. Esto dicho como la propia película: ni a favor ni en contra, sino todo lo contrario.
Joker por Nahuel Tulian "¿Herramienta o arma?" El 3 de abril de 2019 nos llegaba el primer trailer de un film que promete marcar una diferencia en el cine de “superhéroes”, haciendo referencia a personajes basados en cómic, por suerte esta película se aísla de cualquier mundo compartido, dándole una libertad creativa y narrativa para poder llevar las cosas al lugar que quiere. Así Todd Phillips, Director de la trilogía “The Hangover” (2009), nos trae su visión de este Gotham de los años 70, en Dirección y guión, y nos muestra una sociedad que se podría plasmar en cualquier época. Joker (2019), nos trae una crudeza social que hoy en día puede ser observada a simple vista, la distinción de clases, la separación de uno de los otros, el abandono del estado hacia personas necesitadas, la pérdida de la gente que menos tiene, son todos temas que hoy en día tienen un fuerte impacto en las clases medias y bajas. Por otro lado, también, se observa el morbo de los medios que sin duda alguna hoy día siguen tratando de crear personajes que luego no pueden controlar, por esto mismo, por esta realidad que plasma el director y se transmite tan bien al espectador, es tan fácil empatizar con nuestro protagonista, Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), posteriormente Joker, y así poder ingresar de lleno en la historia. En el aspecto técnico, se puede observar una esencia en la cinematografía que opta por iniciar el relato con matices más oscuras y apagadas, para en el último acto darnos color y esplendor, acompañando de alguna manera las sensaciones del personaje. Viene acompañada con un OST que es de lo mejor de la película y esta misma nos trae unos bailes de Phoenix que quedarán en el recuerdo. En las actuaciones, Phoenix, nos ofrece su mejor papel hasta la fecha, trayendo a un personaje que nos produce desde tristeza, ternura, miedo, alegría o incomodidad, atraviesa cada una de esas matices de manera genial. Luego lo acompaña un elenco que se comporta de forma correcta para lo que exige la película, entre ellos Robert De Niro, Zazie Beetz o Frances Conroy. En la dirección, teniendo sus aciertos así como el acierto en las locaciones, las tomas memorables, las escenas impecables, tiene un error y es la falta de innovación, en todo momento se siente como un si fuera una versión nueva de Taxi Driver (1976), donde se nota la inspiración en este film, y eso le quita un poco de visión personal al director. En conclusión Joker es una película que se disfruta mucho más en una 2da y hasta 3era vista, por todo el debate que puede atraer su temática y resolución, y al fin y al cabo es lo que tiene que generar un film, debate, diferentes miradas y opiniones, y acá hay mucho para recabar con lo que se plantea a lo largo de la película, por eso se puede decir que esta película puede ser una herramienta para observar a los que más pasan desapercibidos en la sociedad, o un arma para gente más sensible a los temas que trata y así pueda ser más fácil defenestrar la misma. Calificación: 8/10 Título original: Joker Año: 2019 Duración: 121 min. País: Estados Unidos Dirección: Todd Phillips Guion: Todd Phillips, Scott Silver Música: Hildur Guðnadóttir Fotografía: Lawrence Sher Productora: DC Comics / DC Entertainment / Warner Bros. / Village Roadshow / Bron Studios / Creative Wealth Media Finance / 22 & Indiana Pictures. Distribuida por Warner Bros. Género: Thriller. Drama | Crimen. DC Comics. Cómic. Payasos. Drama psicológico. Años 80
TIEMPOS DIFÍCILES 1. Guasón es una película perturbadora, un diagnóstico demoledor sobre el mundo, esa manzana podrida donde abunda la indiferencia, la injusticia, la desigualdad y la falta de amor, porque, en definitiva, todo nace allí, en la carencia de afecto. Sin embargo, a diferencia de cientos de títulos del cine contemporáneo, la clave acá pasa por otro lado. Es como The Future, la canción de Leonard Cohen: el diagnóstico es terminal, pero a un ritmo bailable. Todd Philips lo sabe, por eso, nunca pierde de vista a la comedia, al musical, y al humor, esa herramienta capaz de corroer cualquier cimiento de la moral más victoriana. Sin caer en la solemnidad del canon legitimado por los circuitos festivaleros (sí, ganó el premio mayor en Venecia, pero eso no quiere decir nada; allí también obtuvo el galardón una bazofia como El ciudadano ilustre), ni circunscribirse estrictamente a la lógica expresiva de los cómics en su veta más chapucera, Guasón encuentra el equilibrio para no caer ni en el mensaje ni en la vacuidad. Su territorio es el del cine. De ahí extrae sus herramientas principales. Y el resultado es sumamente estimulante. Achacarle su genealogía al cine de su productor, Martin Scorsese, es la misma pavada de quienes diseccionan el cine de Tarantino buscando desesperadamente las fuentes originales. En la época del botonismo informático, la policía cultural está a pleno. 2. Joaquin Phoenix encarna a Arthur Fleck en el papel de su vida. La actuación sobrecargada es ese horizonte al que todo actor desea llegar, la consumación del ego en estado puro. El tipo es un perdedor que se disfraza de payaso para trabajar, pero que tiene una vida de mierda. Se sabe: los payasos son patéticos y tristes. Además, lo cagan a palos, lo cargan, lo humillan, y encima vive con su madre en un departamento oscuro y sucio. La locura arrastra a los personajes en todas sus dimensiones. La exacerbación está justificada por el marco mismo del cómic. Acá no hay burgueses insatisfechos, sino una caricatura que condensa todos los males que padecen aquellos que son arrastrados por un poder político ajeno, encerrado en su burbuja de cristal, sedimentando el odio en quienes pertenecen a la casta de los olvidados. En Ciudad Gótica, como en Buenos Aires y tantas capitales del mundo, los poderosos dan la espalda, mientras afuera la realidad azota. En una de las mejores escenas, Arthur se cuela en un cine para estar cerca de su supuesto padre, el magnate Thomas Wayne. Ese mundo no le pertenece, está claro. Mientras el caos de huelgas, basura y ratas se desata en las calles, un centenar de tipos vestidos de etiqueta se ríen con Chaplin en pantalla en esa burbuja de poder. Cambiemos los rostros y las circunstancias y obtendremos la misma escena con otros delirantes jactándose de organizar eventos primermundistas mientras el hambre se multiplica. Lo peor es el enfrentamiento entre pares. Hay una violencia que parece invisible, la peor, la que no distingue clases. En otra escena tremenda que transcurre en un ómnibus, Arthur ve en un niño negro la posibilidad de agradar con sus payasadas. Enseguida interviene indignada, a la defensiva, la madre. Arthur comienza a reír y le muestra una tarjeta que explica su trastorno. No hay caso. El miedo y la indiferencia también envuelven como una ola a todos, a los pobres, todos contra todos. Otra vez Cohen: “He visto el futuro hermano, y es asesinato”. 3. En un momento clave de la película, la gente aplaude. Es una reacción lógica. Ha pasado miles de veces en el cine, ese lugar catártico donde los espectros de la tragedia griega pasean. Creer que eso pueda generar violencia en la gente ya es parte de una discusión estéril e infantil. ¿Qué se aplaude en todo caso? Un momento de justicia, más allá de quien lo lleva a cabo. Se aplaude que un ser de ficción haga algo que nosotros no nos atrevemos. En el cuerpo de la víctima están todos esos verdugos televisivos que hay que soportar, mercenarios de la información, oportunistas del poder de turno, esos que se burlan a diario y tratan como idiotas a la gente, sosteniendo un discurso acorde a las viejas que “tocaron a un pobre alguna vez” y quieren comer flan a toda costa. Por eso la gente aplaude en esa escena. No obstante, la cuestión no es tan fácil y lineal. Guasón no es Relatos salvajes, y Arthur no es Bombita, uno de los tantos estereotipos que circulan en la película de Szifrón. Arthur es un tipo insano, sin embargo, es un eslabón en la cadena de insania que atraviesa a una sociedad de gente de mierda, como esos mamones de Wall Street que se arrogan el derecho de molestar a una chica en el subte y que desencadenará la furia sin retorno del protagonista, el inicio de ese disfraz de bromista que lo termina de pasar para el otro lado (junto con la negativa institucional/estatal de continuar proporcionándole los medicamentos). El verdadero Guasón son los otros, los que ríen y multiplican sus fortunas a costa de la gente honrada en nombre de los mercados. En este sentido, el derrumbe humano es inevitable y la aldea se transformará en esa tierra de zombies vivos que es Ciudad Gótica, pero que podría ser cualquier lugar del mundo asediado por los azotes económicos. 4. Entre los otros, aquellos que se ríen impunemente, se encuentra el personaje de Robert De Niro, Murray, el conductor de un programa exitoso de entretenimiento a quien Arthur toma como el padre que nunca tuvo (su madre está más loca que él). El programa es parte de la pesadilla naturalizada en un mundo de burlas y chistes fáciles. Una porción de la triste imbecilidad de Arthur es querer ser como él, otro imbécil del cual no conocemos nada más que su entidad como carne de la pantalla televisiva. Es vacío absoluto (el porte de De Niro, al borde de la caricatura, es notable al respecto), un tipo sin alma que no tiene más que un estado de show, una imagen que condensa la maquinaria mediática que lo engloba. ¿Es el villano? La respuesta es tan incierta como considerar al Guasón un héroe. Todo es parte de la subversión que propone Philip desde la meca hollywoodense para que se escandalicen todos aquellos que no soportan verse en el espejo de las miserias. Aquí tienen a EE.UU, al mundo del capitalismo salvaje y todo lo que fabrica para destruir. Después hay que bancarse a quienes quieran rendir cuentas. Tomar al Guasón ya constituido como un villano justiciero es tan demencial como sus propios actos porque el triunfo no es individual. El triunfo es el de la alienación y la desesperación frente al olvido, a la indiferencia y la carencia de amor. 5. En un tiempo donde los superhéroes se multiplican en franquicias infinitas, otro acierto de Phillips acaso sea crear una realidad autónoma a partir del universo de los cómics. La película parece ser esa hoja misteriosa de enciclopedia que descubren los personajes de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” en el glorioso cuento de Borges. Es como un injerto desprendido de un imaginario saturado de nombres y relatos que están dando dividendos monstruosos. Aquí la estilización no está al servicio de repetir la lógica de lo mismo, sino de cruzar elementos de las fantasías góticas originales con un marco urbano propio de la Nueva York de los años setenta. En la construcción del espacio se inscribe también esa zona de confluencia entre una y otra estética, un cruce que se aguanta el peso del realismo como de la fantasía comiquera, que puede ser tomado tanto en serio como en broma, sin que se desbarranque para un lado u otro. Es tan fuerte el personaje que hace olvidarnos de Batman, apenas sugerido en su infancia. Y cuando parece que el trazo grueso se desborda hacia el final, aparece la única señal sana dentro de todo ese mundo enfermo: unos pasos coreográficos al ritmo de Frank Sinatra para que no olvidemos que, a fin de cuentas, lo único que siempre nos salvará es el musical. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
Un personaje tan rico que hipnotiza Esta versión, rara y fuera del universo cinematográfico de DC, fue anunciada en pleno declive de la factoría luego de algunos fracasos de crítica como ''Suicide Squad'' y ''Batman v Superman''. Cuando leí que esto iba a suceder recuerdo que pensé: Este puede ser el fin del universo cinematográfico DC en todas sus formas o en realidad podría significar una bocanada de aire refrescante que puede llegar para patear el tablero. Por suerte, terminó siendo más lo segundo. No se si pateó el tablero, pero definitivamente puso a DC nuevamente en pié cosechando buenas críticas, ganando un Oscar por la actuación de su protagonista y rompiendo varios récords de taquilla, como por ejemplo, convertirse en la película clasificación R más exitosa de la historia. DC ya se estaba componiendo bastante bien con sus últimos títulos que habían tenido recepción positiva como ''Wonder Woman'', ''Aquaman'' y ''Shazam'', pero esta nueva película llegó para dar el empujón que hacía falta hacia arriba. De hecho, ya se está evaluando armar un universo paralelo cinematográfico que pueda seguir la historia del Guasón y enfocar, de manera dramática y no tanto desde la acción, la vida de otros personajes del mundo DC. Conociendo el palo, en mi opinión avanzaría con mucho cuidado y sin apresurar tiempos. Si los guiones son realmente buenos, den luz verde. Si dudan un poco... no se apuren al vicio. Pasando particularmente a esta nueva propuesta centrada en la historia de origen del rey del crimen en ciudad Gótica, creo que hubo tres aciertos muy fuertes. Por un lado, armar un buen guión con enfoque dramático que se salga de la lógica de películas típicas de superhéroes. Creo que por este lado sorprendió y atrajo a una parte del público que ya venía hinchado las bolas con tanto estreno de acción basado en héroes de Marvel y DC. El segundo acierto fue centrarse en un villano y no en un héroe. Sí, es verdad que ya otros lo habían hecho como Sony con ''Venom'' o algo intermedio como el caso de ''Deadpool'' de Fox. Pero la verdad es que ninguno de esos casos se centró en un personaje tan popular, querido e importante como el Guasón. Esta decisión creo fue muy acertada, aunque no hubiera sido un éxito si no fuera por el punto anterior, un guión consistente y entretenido, y el punto que sigue, un protagonista de primera clase. Sobre Joaquin Phoenix en su vida diaria podrán decir lo que quieran. Podrá caerles bien o no, pero es innegable que el tipo es un excelente actor además de tener un carisma único. Creo que estuvo incluso mejor que Heat Ledger en ''The Dark Knight'', sí, me la banco a la declaración. Es como si hubiera nacido para llevar a cabo ese rol, y por supuesto nosotros los fans de DC, fascinados con la química que logró con el personaje. Cuando se juntan guión de calidad, con una idea disruptiva y un protagonista que la rompe en pantalla, se logra una bomba como esta. Lo único que tengo para criticarle y por lo cual le bajo un puntito, es que el perfil de persona desequilibrada mentalmente que le dieron por sobre la malicia del personaje original, que también estaba desequilibrado, hace que pierde un poco de fuerza como villano. El desenlace de revelación de su ser interior llega más accidentalmente que por un búsqueda personal del personaje. Sí, quizás me puse muy fino en esta, pero bueno, es algo que me hizo un poquito de ruido. Lo demás, un entretenimiento de alta calidad que quedará en la historia del cine de ''superhéroes''.
UNA PELICULA DE SUPERHEROES DISTINTA Antes de hablar del joker aclaro que dejare de lado las comparaciones obvias con “Taxi Driver” y “The king of comedy” que claramente se reflejan en el film. Y ademas ya fueron analizadas por otros colegas. Para empezar primero tenemos el juego de los dobles. El plano inicial lo vemos a Arthur Fleck, sentado mirándose al espejo, sacándose una sonrisa estando triste. Y a lo largo del film vamos a ver muchos planos de Fleck mirandose al espejo, tratando de encontrar su personalidad y su objetivo en el mundo, que es ser comediante. Por ejemplo: el cambio mas notorio se da luego de que asesina a los tres ricos en el subte(camino al infierno mental), ingresa al baño, y hace su baile filmado de forma fenomenal por el director. Luego otro momento con el juego de los espejos tenemos en el teatro, Thomas Wayne estando en el baño, se mira en el espejo y detrás de el tenemos a, si se quiere, el mal o la otra realidad, estando por delante, el rico o la realidad que se muestra. A Murray también puede ser un posible doble del personaje que interpreta De niro en “The king of Comedy”, solo que aqui pudo haber cambiado su nombre por uno artístico, como lo hace Arthur antes de ingresar al programa al decirle que lo llame Joker. Tambien es interesante el reflejo una ciudad gotica devastada por la mugre y basura que existe en ella. Y esto se refuerza mas una vez que en la televisión se menciona sobre la cantidad de ratas asociando a las personas que habitan en la calle como Fleck. La television sera la otra realidad, lo que obvia lo que pasa en las calles, el lugar donde Arthur querra estar, y mas bien, estar en el lugar de Murray. Este es observado como un padre para Arthur ya que carecia de figura paterna. Y ademas toda su vida fue engañado por su madre la cual siempre fue cuidada por Arthur. Por esto, justamente, Arthur decide asesinar a quien consideraba un padre, ademas de reirse de el por televisión. Las escaleras también, es el ascenso y caída del personaje. Las primeras escenas lo vemos subir escaleras, y luego de los asesinatos, cuando descubre la verdad, lo vemos descender ya vestido de Joker para ir al programa de Murray. El joker es el provocador de la revolucion contra los ricos pero el dice no serlo, que no tiene nada que ver con eso. Son sus seguidores los que arman disturbio y matan al padre de Bruce. El unicamente es el mito que se creo en television luego de ir al programa de Murray. Es la referencia contra el sistema. El final es sublime. El joker siendo levantado por sus seguidores como un líder que se cree ajeno a este movimiento, superando todos los problemas y secretos de su infancia para asi convertirse en un villano o antiheroe contra el sistema. Mientras que Bruce recién empezara a vivir su infancia traumatica para convertirse en héroe. La decadencia para uno, y el inicio para el otro.