El Invasor Invadido La ciencia ficción seria tiene mala fama. Es una verdadera lástima que a veces, el género sea tan subvalorado solamente porque son producciones que le dan más cabida a los efectos visuales y el entretenimiento, que a la historia y los personajes. Sin embargo, Invasión a la Tierra: Batalla Los Ángeles, es en este sentido, una agradable e inesperada sorpresa. No vale la pena indagar en la trayectoria de Liebesman como realizador o de Bertolini como guionista. Definitivamente, sus precedentes no anunciarían que esta producción podría llegar a tener varios puntos de interés cinematográficos y políticos, que viendo a simple vista el trailer, uno no llegaría adivinar. La historia no es demasiado original, pero tiene una interesante metáfora: los extraterrestres llegan a la tierra por todas partes. Sus naves caen como meteoritos en el agua y pronto invaden las costas, cuál desembarco en Normandía, arrasando con todo lo que encuentran a su paso, tanto en forma terrestre como aérea. ¿Qué vienen a buscar? El agua, nuestro agua. Por lo tanto, dejan Los Ángeles, como los estadounidenses dejaron Bagdad, cuando fueron a buscar petróleo. Pero Liebesman (La Masacre de Texas: El Comienzo) y Bertolini (La Hija del General), deciden no hacer una metáfora romeriana de esta invasión extraterrestre, ni tampoco una sentimentalista Guerra de los Mundos spielbergriana. Optan por un punto de vista más interesante: un escuadrón perdido, liderado por un Teniente dubitativo y un Sargento degradado por haber dejado que maten a su pelotón en Irak. deambulando por una Los Ángeles destruida, depresiva. De repente, a los Marines y Rangers del ejército estadounidense se les da vuelta la cara, y deben sufrir frente a sus ojos, lo que ellos realizaron en la última guerra. Pero como esta es una propuesta industrial y pochoclera, no una versión cínica, ácida dirigida por algún autor marginalizado y exiliado (llámese DePalma) o por un europeo rencorizado (llámese Von Trier), lo que vamos a ver durante casi dos horas, es como un grupo de soldados y apenas unos civiles, ponen cuerpo y alma para sobrevivir, luchar contra los extraterrestres, descubrir sus debilidades, transmitirlas al resto del mundo, y echarlos de Los Ángeles. Más allá de esta incoherencia ideológica / política (criticar la guerra pero defender los soldados), hay que admitir que durante 75 minutos de metraje, estamos ante un film bélico muy entretenido, un poco solemne, con un punto de vista definido: el de los soldados y nada más. Los extraterrestres se ven difusos, lejanos, en fuera de foco. A pesar de que cada soldado es un estereotipo de otros soldados vistos en películas como Nacido para Matar, Pelotón o La Caída del Halcón Negro, no se puede negar, que es un film mucho más humano… que Avatar, por decir un ejemplo. Los personajes, sufren y les creemos. Sienten miedo e inseguridad… y salen adelante (fiel al espíritu estadounidense). La estética elegida es la cámara de noticiero, cámara en mano, y la recreación de Los Ángeles destruida fue mayormente construida en ser. Ambas decisiones estéticas permiten que la película se parezca más a Sector 9 (pero con los extraterrestres definitivamente en el rol de “villanos” y no de víctimas del racismo) o a La Caída del Halcón Negro (en montaje, pero sin la fotografía publicitaria de los Hnos. Scott) que a Día de la Independencia, con la cuál debe tener mayores semejanzas temáticas-narrativas. Lamentablemente, la acción y las escenas de batalla, deben frenar en algún momento para que el espectador tenga tiempo para respirar, y aquí, el relleno sentimentaloide, está completamente de más. Por suerte no dura mucho, y el enfrentamiento final, permiten que el film tenga un desenlace digno y fiel al espíritu del 75% que nos habían mostrado en primer término. Sólidos efectos visuales, una banda de sonido que acompaña y mantiene la tensión al máximo, adrenalina, buenas dosis de suspenso, inteligentemente generado, que no busca el efecto sorpresa, sino más bien, mantener en vilo al espectador. Acaso, de este ejemplo, lo mejor que se haya hecho con extraterrestres es Señales (en la etapa que Shyamalan entendía como se debía poner una cámara). Aaron Eckhart al frente del pelotón es una excelente elección, y sorprende, que para ser una producción de tal calibre, con fines simple y llanamente, de entretener, el actor de Gracias por Fumar, dé una personificación austera y dura, verosimil, comparable a la que hizo en Batman: El Caballero de la Noche. Ese doble tamiz se vuelve a repetir: el hombre duro que por dentro reprime sus sentimientos, pero que cuando tiene que explotar, explota. El resto del elenco está conformado por actores desconocidos de diversas etnias, Se puede reconocer en el medio a Michelle Rodríguez en un rol similar al de Avatar, También aparecen Bridgette Monynahan y Michael Peña en discretos roles secundarios. Fábula Pro ejército pero criticando lo que fueron las verdaderas intensiones acerca de la Invasión a Bagdad, y al mismo tiempo (como sucede en Rango también), una preocupación acerca de cual va a ser el futuro de la humanidad, si seguimos robando el agua unos a otros. Es hora de cierta autocrítica y evaluación acerca de lo que pasó en la última década. Aun con sus lugares comunes, clisés y estereotipos, se trata de un producto digno, entretenido, intenso, que se escapa del género ciencia ficción propiamente dicho, para asumir una identidad bélica. No existe en este noticiero de invasión extraterrestre un atisbo de querer imitar el estilo de Blair Witch, Cloverfield o Rec, sino recrear las persecuciones de las II Guerra Mundial o Vietnam. Pero más allá de la estética, personajes y elementos negativos en cuando a lo narrativo, debo admitir que la obra me atrajo, por el retrato de una ciudad en escombros que se vuelve protagonista de las más sangrientas y violentas batallas… ya sea con personas de otro mundo, o entre los críticos que deciden abrir su cabeza a nuevas propuestas, y aquellos que ni bien se enteran que se trata de una obra fantástica, ya le están dando la espalda… más o menos como se hace en Estados Unidos, con los inmigrantes ilegales. Pero, acá los extraterrestres, vienen con más armas.
Invasores peligrosos Quedaron atrás los años en los que los extraterrestres venían en misión de paz y ahora regresan con mas violencia que nunca (como en las épocas de la Guerra fría) en esta superproducción que mantiene una estética similar a la de Sector 9. Una cámara vertiginosa y de tono documental que ayuda a hacer creíble lo que el espectador está viendo desde el comienzo (en el que se muestra poco a través de diferentes televisores): la irrupción del caos en un mundo aparentemente tranquilo. La ciudad de Los Angeles y otras son atacadas por fuerzas desconocidas. Y los encargados de salvarla son marines norteamericanos. Un sargento (Aaron Eckhart) que es nuevamente llamado a la acción y enfrenta, junto a su pelotón (Michelle Rodríguez otra vez como soldado después de AVATAR), a un enemigo poderoso. El director Jonathan Liebesman (La masacre de Texas: el origen) echa mano a los recursos visuales que tiene (que no son pocos) y privilegia a personajes que se mueven entre el honor, el valor y los códigos del trabajo en grupo. ¿Quién podría salvar al mundo sino ellos?. Con ecos de La guerra de los mundos y Skyline: la invasión, la película presenta un desarrollo explosivo y agobiante que no da tregua (aunque unos minutos menos no hubiesen venido nada mal) y hasta se cae en sentimentalismos y lugares comunes. Entre vuelos de helicópteros, naves que cruzan el cielo y un colectivo plagado de militares y civiles, los protagonistas intentarán por todos los medios de salir con vida en medio de una trama cuyo desenlace se asemeja a la de Día de la independencia.
Extraterrestres que odiaban a los surfistas Finalmente llega a los cines Invasión del Mundo - Batalla: Los Ángeles (Battle: Los Ángeles, 2011), la nueva película distribuida por Sony Pictures, que supo crear expectativa en la platea más aventurera y pochoclera. Ya hacia fines del último año varios trailers estuvieron circulando, con imágenes que anticipaban grandes explosiones, disparos y muchas corridas en plena ciudad de Los Ángeles entre soldados y extraterrestres. Y en este sentido, aquellas imágenes mostraban una dosis justa de lo que luego su público ve en la película. El sudafricano Jonathan Liebesman, que dirigió entre otros títulos La Masacre de Texas (The Texas Chainsaw Massacre: The Biginning, 2006) o The Killing Room (2009), que fuera directo al dvd, nos trae en esta oportunidad una historia simple y entretenida para la taquilla. El film narra la llegada de una poderosa raza alienígena, que quiere invadir y hacerse de los recursos naturales del planeta. El relato se centra en la odisea de un grupo de valerosos marines que deberán a salvar a civiles atrapados en medio de la devastada ciudad. La receta para estos films combina acción y ciencia ficción con elementos de cine catástrofe, todos en un tono dramático, e incluso épico. Nada nuevo si consideramos algunos ejemplos recientes como Distrito 9 (District 9, 2009), Skyline (2010), Monsters (2010), no estrenada aun en nuestro país. Para Invasión del mundo - Batalla Los Ángeles, su director crea un film con los elementos antes mencionados, y le agrega el efecto de realismo que deviene de la adrenalínica y belicosa cámara en mano que su colega Ridley Scott utilizó en La Caída del Halcón Negro (Black Hawk Down, 2001). El resultado es un film que no decrece nunca en tensión y que mantiene expectante a su público. El actor Aaron Eckhart es el líder del pelotón de rescate que, tras ser cuestionado por sus subordinados, debe demostrar su capacidad liderazgo y conducir al grupo fuera de la ciudad del título. Ciertamente este rol no permite a Eckhart desplegar la capacidad interpretativa que viéramos en otros de sus films, tales como Erin Brockovich (2000), La Dalia Negra (Black Daliah, 2005), Gracias por Fumar (Thank you for Smoking, 2005), Batman: El Caballero de la Noche (The Dark Knight, 2008), o la aclamada y próxima a estrenarse, Rabbit Hole (2010), junto a Nicole Kidman; pero si le permite ubicar su nombre más próximo al grupo de actores estrellas de Hollywood. El otro nombre conocido es el de Michelle Rodríguez, la joven actriz encasillada en roles de mujer ‘marimacho’, tales son los casos de Girlfight (2000), Rapido y Furioso (The Fast and The Furious, 2002), S.W.A.T. (2003) o Avatar (2009). Los grandes estudios conocen el interés creciente de la platea más aventurera por las historias bélicas entre humanos y extraterrestre, y son varias las películas que en los últimos años dan cuenta de esto. Invasión del mundo - Batalla: Los Ángeles es un ejemplo más de la inacabable máquina de entretenimiento hollywoodense, que distrae sin caer en la total inverosimilitud de algunos toscos films del género.
Batalla: Los Ángeles es una película estúpida. El gran problema de este estreno es que se trata de un film que se tomó muy en serio a si mismo y utilizó el concepto de la invasión alienígena con el único propósito de glorificar a los marines norteamericanos y toda la parafernalia militar de ese país. Esta película es el resultado de algún ejecutivo trasnochado de los estudios Sony, quien creyó que combinar La caída del Halcón Negro con Día de la Independencia era una idea fantástica, cuando se generó totalmente lo opuesto. El film tiene una estructura muy similar a la de aquella película bélica con la diferencia que en lugar de somalíes los ultra valientes y sacrificados soldados yankees pelean con extraterrestres. En ese sentido, la última escena donde intervienen Aaron Eckhart y Michelle Rodríguez es una falta de respeto absoluta a Ridley Scott y a lo que hizo en aquel trabajo sobre la batalla de Mogadishu. En el pasado las historias clásicas de invasiones extraterrestres, como La Guerra de los Mundos o la serie V funcionaron porque tenían como protagonistas a personas comunes. Seres ordinarios que se enfrentaban a situaciones extraordinarias. En Batalla: Los Ángeles los únicos héroes de la trama son los corajudos marines, quien aparentemente son los únicos seres humanos que pueden salvar al planeta. La población civil siempre se muestra aniquilada o como individuos débiles y atemorizados que buscan refugio en los valientes militares. La verdad que esta película da vergüenza ajena. Hay una escena patética donde muere el padre de un pibito y Aaron Eckhart se acerca a consolarlo. Sus palabras son contundentes y retratan el espíritu de este film: “Tienes que ser valiente amigo. Ahora eres mi pequeño marine y los marines nunca dejan a nadie atrás” Acto seguido el protagonista se pone a recordar a sus camaradas muertos con una música que trae al recuerdo los peores momentos de Pearl Harbor, de Michael Bay. La ciencia ficción brilla por su ausencia, nunca llegamos a saber demasiado de los invasores, ya que la película parece una campaña descerebrada para limpiar la imagen de los marines, los mismos tipos que en la vida real en los últimos años hicieron desastres en Irak. Todo este enfoque de la historia es tan irritante que los realizadores lograron que como espectador te pongas del lado de los extraterrestres!! Por otra parte, la dirección de Jonahan Libiesman (La masacre de Texas: el origen) es lamentable. Otro caso de un cineasta que sufre el “síndrome Jason Bourne” Prácticamente no hay una maldita escena donde la cámara se quede quieta. Todo el tiempo se mueve como si el operador sufriera Parkinson. Le quisieron dar a la historia un aspecto documental y salió mal porque inclusive hay escenas de acción desprolijas donde no se entiende nada. El final es un capítulo aparte. Si se hacía un concurso abierto en escuelas con chicos de sexto grado para que le dieran una conclusión al conflicto de esta historia estoy convencido que hubieran surgido ideas más inteligentes. Los que se quejaron del cierre de Skyline no vieron nada todavía. ¿Hay algo positivo para destacar? Sí, en varios aspectos técnicos hubo gente que hizo muy bien su trabajo. Principalmente en los efectos visuales y el sonido, pero no hay mucho más. Los diseños de las naves también estuvieron muy logrados. Pero bueno, la película es un gran collage de escenas de acción sin parar, que solo se dedica a enaltecer al ejército norteamericano, más que entretener con una buena historia de fantasía. Comparado con esto Infierno al volante 3D es una obra de Arthur Miller.
La tentación de retirarse del cine. En Batalla: Los Ángeles, Aaron Eckhart es un sargento que se siente viejo. Los marines entrenando en la playa no tienen problemas en superarlo físicamente. La invasión extraterrestre llega y también su oportunidad para lucirse. Nosotros sabemos que en realidad la experiencia y los años cuentan. No lo sabe la película ni el director. En primer lugar, porque comete los peores errores del cine de ciencia ficción: situaciones incomprensibles e inverosímiles, diálogos irritantes, personajes unidimensionales, extraterrestres mal diseñados… es como si hiciera caso omiso a la historia del género. Y miren que desde Viaje a la luna, de Meliés, hay varias películas como para ver cómo hacer bien las cosas. ¿Es necesario hablar de la experiencia de Jonathan Liebesman, el director? No, porque tiene poca y entre sus antecedentes se encuentra La masacre de Texas: El inicio. Los mal pensados suponen que la invasión en Los Ángeles es porque bueno, cada vez que Estados Unidos está en problemas, significa que el mundo lo está. Ya saben: un superhéroe salva a Nueva York pero en realidad está salvando al mundo entero. Los otros mal pensados dirán que la invasión es en Los Ángeles porque bueno, filmar en Hollywood no debe ser muy caro y además, que el campo de batalla sea una ciudad gris y monótona destruida por CGI no es tan exigente como filmar algo un poco más “sucio”. Ya saben: meterse en el verdadero campo de batalla (si no entienden, vean el documental Heart of Darkness: A filmmaker’s apocalypse, sobre la filmación de Apocalypse Now). Yo creo que invadieron L.A. para encontrar buenos diseñadores. De allí salieron los aliens, E.T., Gort y mucho otros más. Estos son mezcla de orgánico e inorgánico. Con cuerpos recubiertos de metal. Imaginen cuánto deben pesar. Sin embargo, salvo en situaciones donde la narración lo requiere, son extremadamente ágiles en relación al peso que tienen. Parece que las buenas ideas se fueron a Sudáfrica, con los langostinos de Sector 9 y allí se quedaron. Para colmo de males, la película es un rejunte de los estereotipos (clichés) del cine bélico. El sargento viejo pero experimentado, el novato joven que se guía por el entrenamiento y los libros, el cobarde, etcétera. El que resulta más molesto es el civil, que al principio es una carga hasta que por fin, haga algo útil y tome las armas. Porque cuidado: no hay inocencia ni humor (aunque sea una parodia) en el tono, los diálogos y las situaciones de Batalla: Los Ángeles. Es una película de propaganda, me atrevería a decir inefectiva, pero de propaganda al fin y al cabo. Si el Tío Sam apareciera en pantalla y nos señalara con el dedo para decirnos “I want YOU to join the U.S. army!” sería más sutil. Incluso la corrección política me harta: allí está Michael Peña, el mexicano bueno por excelencia para Hollywood. Vale recordar sus roles en Crash: vidas cruzadas y World Trade Center, aquel bodrio insufrible también de Oliver Stone. Aquí hace del civil mexicano. Lo que sigue (lo que comienza, lo que finaliza) es puro ruido, con una cámara movediza digna del peor Michael Bay. Es como si nos quisieran meter en el campo de batalla. Está bien: hay modos y modos de lograrlo. Algunos con fines estéticos, otros con fines puramente efectistas. Esta no logra ninguno de los dos. El personaje de Aaron Eckhart utiliza al principio, ni bien comienza la “acción” un leit motiv con su tropa: Retreat, hell! (algo así como “¡Retirarse, jamás!”). Debería saber que en ciertas ocasiones es mejor retirarse. Si ustedes aguantan las dos horas que dura Batalla: Los Ángeles sin irse del cine, ni lo duden. Merecen la Medalla de Honor. O al mérito.
VideoComentario (ver link).
Marines vs. Extraterrestres Un sólido relato de acción, con Aaron Eckhart, en medio de un filme de propaganda militar. El título lo dice todo: el campo de batalla, interestelar en este caso, es Los Angeles, ciudad anti-humana por excelencia. Nuestro punto de vista no es menos inhumano: un marine tan lindo como puede serlo Aaron Eckhart, traumado, a quienes sus anabólicos subordinados le desconfían el rango de Sargento debido a un incidente en una misión reciente. Natz (Eckhart) estaba a segundos de retirarse cuando, desde otro planeta, comienzan a caer en Santa Mónica una serie de meteoritos que, cuando la cámara de TV hace foco, no son otra cosa que extraterrestres con más municiones que un juego de PlayStation 3. Sabemos, como tercer mundo, que la palabra Extraterrestre nos causa menos resquemor que la palabra Marine . Invasión del mundo - Batalla: Los Angeles , nacionalista y miope, lo desconoce. Y ese es un factor que infecta y corroe la furia, el nervio y sabio uso de la cámara en mano. Un niño pierde a su padre y la emoción se crea con Natz diciéndole: “Un marine no se rinde.” El tufo a panfleto, a publicidad de los marines, molesta en la medida en que podría haber sido otra película, y lo muestra. Y cuando lo hace, tiene una fuerza salvaje, cinematográfica. Antes de la visita armada, el director Jonathan Liebesman pierde tiempo presentando personajes, traumas, bebes que vienen, hermanos muertos y así. Pero la licencia clase B que el mainstream americano saco hace rato (ver si no Piraña 3D o Infierno al volante 3D como pruebas) le da el beneficio de la duda. Cuando Eckhart marine sale del terreno de la cámara en mano sin sentido, ahí Batalla... sabe aprovechar el recurso de la subjetiva. Ese aspecto inhumano de Los Angeles hace presencia, y entre humo, muertos, escombros, el filme se convierte en un reverso de Vivir al límite : ya no interesa el hombre, sino el realista espectáculo de estar en un balacera sin saber que diantres está sucediendo. Cuando pierde la brújula marine, cuando se pone más muscular que militar, Batalla: Los Angeles suena, se ve y corre con un nervio físico extraordinario.
Que a los estudios de Hollywood los seducen las historias con extraterrestres es algo que se puede comprobar repasando su producción década por década. Las invasiones alienígenas pueden ser pacíficas y aleccionadoras (las menos) o decididamente hostiles y violentas (casi siempre). Así como hace poco lo hicieron Sector 9 o Skyline: la invasión , Invasión del mundo -Batalla: Los Angeles propone otro relato de tono apocalíptico con mejores resultados visuales que dramáticos. La trama -sencilla, contundente y previsible- no elude prácticamente ningún clisé de los géneros de acción y ciencia ficción. El protagonista de este film dirigido por el sudafricano Jonathan Liebesman ( La masacre de Texas: El inicio ) es el sargento Michael Nantz (Aaron Eckhart), un veterano marine que está a punto de retirarse luego de un confuso y trágico episodio en Irak que terminó con la muerte de varios subalternos. Sin embargo, pocos minutos después de recibir la notificación de su baja comienza la masiva y agresiva llegada de naves extraterrestres y todos los militares disponibles son llamados al campo de batalla: las propias calles de Los Angeles. Así, Nantz deberá luchar no sólo contra los poderosos alienígenas sino contra la mala reputación que tiene entre los miembros de su propio pelotón. Será un largo y tortuoso camino hacia la redención. El film -más allá de su apego a todo tipo de fórmulas (como la reivindicación del heroísmo de los civiles, que aquí en su mayoría son latinos)- arranca de forma bastante convincente con los soldados resistiendo el ataque de los invasores dentro de una comisaría, con una apuesta al western urbano que recuerda a Asalto al precinto 13 , de John Carpenter. Sin embargo, en su segunda mitad el relato opta por un tono mucho más grandilocuente y se desbarranca a partir de diálogos dominados por apelaciones al patriotismo que parecen escritos para un institucional para el enrolamiento de nuevos conscriptos de las fuerzas armadas estadounidenses y que -en la comparación- convierten a Día de la i ndependencia casi en un film intimista y de cámara. Si el espectador está dispuesto a obviar cualquier tipo de análisis del discurso y una lectura ideológica del film, Invasión del mundo? regala muy buenas escenas de acción rodadas con cámara en mano (con un estilo vertiginoso y urgente que por momentos recuerda a Vivir al límite , de Kathryn Bigelow) y, claro, con un amplio despliegue de sofisticados efectos visuales generados por computadora que permiten ver a la ciudad de Los Angeles en llamas y luego en ruinas. La vieja pero siempre eficaz atracción del apocalipsis? ahora.
El Tío Sam te necesita (pero no se te ocurra ir) De un tiempo a esta parte se ha perdido un poco la mirada ingenua que el cine fantástico empezó a tener del arquetipo del extraterrestre como entidad amigable, para retomarlo como alegoría de distintos procesos políticos y militares. Si a partir de sus alienígenas maltratados, la sudafricana Sector 9 sorprendía con una metáfora simple y contundente del Apartheid sudafricano, Invasión del mundo: Batalla Los Angeles retrocede casi 60 años, cuando en medio de los horrores velados de la Guerra Fría, las civilizaciones del exterior sólo podían ser monstruosas, dañinas e invasoras. Pero como esta Batalla es, ya desde su título, “una de guerra”, le toca, también, heredar el tono panfletario de las películas bélicas de la helada posguerra. Con algo de la estética de la mencionada Sector 9 y mucho de la taquillera Día de la Independencia (pero sin el tono a veces paródico que se podía encontrar, con buena voluntad, en el film de Roland Emmerich), Batalla Los Angeles es la historia del sargento Nantz (Aaron Eckhart). Atribulado héroe de Irak sobre quien pesa la sospecha de haber dejado morir inútilmente a varios hombres de su batallón, Nantz está a punto de concretar su retiro del cuerpo de Marines. Pero justo unos días antes de que la baja se concrete, a los extraterrestres se les ocurre asaltar el mundo otra vez. Si a los invasores les toca repetir un viejo cliché, no son menos repetidos los miembros del nuevo batallón del sargento Nantz: no faltan el que está a punto de casarse; el que deja en el hogar a su mujer embarazada; el novato sin experiencia; el que arrastra problemas psicológicos; el que perdió un hermano en combate o el inmigrante que con la ilusión de ganarse la limosna del imperio –la carta de ciudadanía– se une al ejército (frase clave para entender el trasfondo de la película). La misión del escuadrón de Nantz consiste en rescatar algunos civiles ocultos en la comisaría de un suburbio costero de Los Angeles, antes de que la fuerza aérea arrase la zona con bombas de alto poder, tratando de diezmar a las incontenibles fuerzas del espacio. Pero acá la anécdota es lo de menos: lo fundamental es el componente propagandístico. Porque si Batalla Los Angeles se asume como una película de guerra medianamente entretenida, no es menos evidente su rol de lamentable panfleto. La referencia a unirse al ejército es clave en la estructura del film: el famoso slogan “Join The Army” es uno de los elementos de la cultura popular yanqui, asociado históricamente a las campañas de reclutamiento en tiempos de guerra. Y eso es todo lo que parece haber detrás de Batalla Los Angeles. Pero el objetivo de esta campaña no es el público ABC1 WASP, claro, sino los inmigrantes latinos. El gran héroe de la película es el teniente Martínez (el que dejó en casa a su mujer embarazada), quien no duda en inmolarse al modo talibán para salvar a los hombres a su cargo. Igual de sugestiva (y casi bochornosa) es la escena en que Nantz consuela al pequeño Héctor Rincón, cuando debe enfrentar la también heroica muerte de su padre, Joe Rincón, uno de los civiles a los que los marines debían rescatar. Nantz dice cosas como “necesito que seas mi pequeño marine” o “los marines no nos damos por vencidos”. Hace cosa de un mes se dio a conocer una noticia tan interesante como oportuna en este caso: según la tendencia actual, para el año 2050 los Estados Unidos se convertirían en el país con mayor cantidad de población hispanoparlante del mundo. Y si 1+1 siempre arroja el mismo resultado, tal vez así se entienda mejor a quién y por qué se le está diciendo una vez más: ¡Join The Army, güey!
Los marines de siempre Extraños meteoritos caen sobre el planeta y pronto se descubre que son naves extraterrestres decididas a atacar a la raza humana. Varias ciudades del planeta son destruidas sin piedad y la ciudad de Los Ángeles no será la excepción. Es entonces cuando un grupo de élite tiene la misión de evacuar un sector antes de que los alienígenas arrasen con todo. Esta tarea es llevada adelante por un grupo de hombres comandado por el teniente martínez, secundado por el sargento Nantz (Aaron Eckhart). Nantz carga con la muerte de varios de sus muchachos en Irak y esto genera desconfianza por parte de los actuales soldados que dependen de él para sobrevivir en la batalla. Un acierto del director es presentar a los personajes desde el inicio con agilidad y de manera verosímil, con fluidez introduce a los protagonistas no sin cierto toque de humor. La idea es ir rápido a la acción, no hay lugar para suspenso alguno. Los meteoritos pronto se revelan como naves enemigas de otro planeta y la misión comienza de inmediato. Obviamente no faltan las analogías patrioteras y los lugares comúnes del género. Con ritmo semi documental, cámara en mano, vértigo en el montaje y buenas actuaciones, la propuesta no tarda en diluirse ante la falta de sorpresa. El director quema los cartuchos muy pronto, la resolución se hace evidente y no queda más que ver la artillería de efectos especiales utilizada para destruir Los Ángeles a la espera del final.
Lo que parece ser una lluvia de meteoros pronto muta a la primera fuerza de avanzada de una invasión alienígena que pretende colonizar el planeta por sus recursos hídricos. Como suele pasar, quien pega primero pega dos veces. Y si su guante es mucho más pesado, eficiente y tecnológicamente superior entonces su piña cuenta por mucho más. Antes de gritar retirada las principales ciudades costeras del mundo quedan a merced de los extranjeros. Uno de los pocos bastiones humanos es la ciudad californiana de Los Ángeles, epicentro de la acción. En el medio de este quilombo mundial esta el crisol de razas que es la unidad de marines del Sargento Hantz (Aaron Eckhart), una de las tantas enviadas en la búsqueda de civiles que hayan sobrevivido el primer ataque. A ver, si podemos poner de lado la corrección política y el propagandismo escrito con lápiz de carpintero tenemos enfrente una pieza de acción bastante bien calculada. Estamos en una de guerra, y en una de guerra intergaláctica. Que las cosas queden claras, desde el vamos nos ponen en situación de combate. Todo va escalando en explosiones y muertos hasta llegar al inevitable showdown, ese último tiroteo donde se juega el azar de la raza entera. Poco interesan las subtramas de cada soldado planteadas de manera somera al comienzo. Algunas siguen durante toda la película y otras no. Como si Liebesman se hubiese dado cuenta durante la filmación que rendía (padre latino solterno sobreviviente junto con el hijo) y cual era pólvora mojada (el novato en batalla o el joven ascendente recién salido de la academia militar). Asimismo, hay errores o escenas innecesarias. ¿De qué sirve conocer el punto débil físico individual del invasor cuando lo que interesa es eliminar la base central? Desde que Spielberg homenajeó a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial en Rescatando al Soldado Ryan (Saving Private Ryan,1998) la forma de filmar la guerra es la cámara en mano, nerviosa, embarrada, ensangrentada, con balas razantes, inmiscuida. Liebesman tomó nota de esto y nos brinda algunas de las mejores balazeras desde La Caída del Halcón Negro (Black Hawk Dawn, 2001). Personalmente, a Eckhart le compro un auto usado. Desde Erin Brocovich (2000) tiene mi voto de confianza más allá de algún que otro desliz en su camino. Acá esta muy creíble como el marine experimentado y atribulado que esta disparando sus últimos cartuchos. Su principal problema, y el de la Invasión… en general, es el último tercio sentimentaloide de película. Así y todo con no mucho cinismo podemos decir que Invasión vendría a ser un video institucional de reclutamiento largo con mucho presupuesto del Cuerpo de Marines, donde se le destaca su fidelidad por el país, la familia, la unidad de grupo, el nunca rendirse, su profesionalismo y el éxito en sus misiones. Una especie de primo de las películas de Michael Bay, pero sin tanta cámara girando sobre el eje, plano picado o cámara lenta. Decíamos que el último tercio es cuando la película decae, pero es por su excesiva corrección política (esta tan repetida en esta nota como en todo el film) y los discurso redentores de turno junto con todo el tono institucional que la embarran.
Oda a los marines Desde hace tiempo que no nos topábamos con una película tan nauseabunda como Invasión del Mundo- Batalla Los Angeles (Battle: Los Angeles, 2011), dicho esto tanto a nivel formal como ideológico. Estamos ante un film militarista que de ciencia ficción tiene poco y nada ya que está construido como si se tratase de una cinta bélica patriotera de la década del `50, hoy con aliens en el lugar de aquellos simpáticos nazis demonizados hasta el hartazgo. A partir de miles de primeros planos registrados con una cámara en mano hiperquinética, el insignificante Jonathan Liebesman aburre a lo largo de 116 minutos. Combinando a lo bestia las ridiculeces varias de La Caída del Halcón Negro (Black Hawk Down, 2001) y los rasgos estilísticos de la trilogía de Jason Bourne, el guión de Christopher Bertolini rankea en punta entre los más trillados de los últimos años: el protagonista central es el Sargento Michael Nantz (Aaron Eckhart), quien debe lidiar con los fantasmas de su pasado y con un nuevo pelotón comandado por el joven Teniente William Martínez (Ramón Rodríguez). En el contexto de un ataque extraterrestre, la misión de turno es rescatar a unos civiles que quedaron varados en una zona que pronto será bombardeada. Vale aclarar que no existe ni una idea original y/ o valiosa dentro de este cúmulo por momentos insoportable de estereotipos, latiguillos y salidas francamente patéticas: a cada escena de escaramuzas con los señores del espacio (por cierto caracterizadas por una enorme torpeza y coreografías bastante confusas) le sigue una secuencia de relax plagada de diálogos bobos y rostros compungidos (el desarrollo de personajes es nulo porque el verosímil quedó sepultado bajo la estupidez general). La catarata de disparos y explosiones no compensa la pereza hasta en el diseño de los alienígenas, vistos siempre desde lejos. De hecho, Invasión del Mundo- Batalla Los Angeles más que realizada con el beneplácito de los marines parece financiada por la fuerza, así la moraleja se vincula a una lucha eterna: como ocurre con otras obras hollywoodenses que justifican la intervención imperialista de los Estados Unidos en plan “policía global”, resulta vomitivo ver a Eckhart solicitándole a un nenito que se sobreponga a la muerte de su padre porque ahora necesita que sea “su pequeño marine”. Lo más gracioso de todo es que este engendro ineficaz y pedante se ubica por debajo de productos clase B como la reciente Skyline: La Invasión (Skyline, 2010)…
Basada en un hecho real (!) Si bien este dato no surge de la película en internet encontramos que esta basada en un hecho real durante la segunda guerra mundial, un 24/25 de febrero de 1942, en Los Angeles. La guerra había empezado tres meses atrás para USA con Pearl Harbor y todos estaban muy nerviosos, vieron en el cielo "algo" (ovnis o japoneses) y le dispararon durante toda una noche. Termino siendo una falsa alarma, no le dieron ni vieron nada, pero los medios la llamaron "La batalla de Los Angeles". Y a partir de ahi le pusieron un poco de pimienta a la historia hasta la película actual. Mas allá de esta trivia peculiar, tenemos una película interesante dirigida por Jonathan Liebesman (The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning) y protagonizada por Aaron Eckhart (Dark Knight, Thank you for smoking), Michelle Rodriguez (otra vez de soldado como en Avatar), Bridget Monayhan y varios mas que integran el escuadrón de Marines liderado por Eckhart. Eckhart es un sargento que después de su última misión en Irak, donde perdió a todo sus soldados, debe asistir a un teniente en un batallón de marines que no lo quiere por su pasado. Con la invasión extraterrestre en curso mediante un ataque de meteoritos a ellos les toca intervenir en LA en su misión de rescate de civiles y enfrentando un enemigo desconocido a la vez. La película es facilmente comparable con varias películas como Día de la Independencia, pero difiere en que esta intenta ser real, sin presidentes manejando aviones o Will Smith en el espacio. También nos recuerda a La caída del Halcón Negro por como esta filmada, por la acción del combate urbano y por la historia de un grupo de soldados pasándola mal contra miles y miles de enemigos. Además, respecto a los aliens, mantiene un suspenso que hace recordar por algunos momentos a Señales, cuando todavía queríamos a Night Shyamalan. Obviamente como toda película yanqui incluye sus momentos patrióticos (traídos a Uds. por el US Army/Air Force como hacen en Iron Man por ejemplo) y emotivos pero no empañan el producto final. Resumiendo, si uno entiende que va a ver una película pochoclera sobre todos los géneros mencionados (acción, suspenso, militares y aliens) no le va a fallar y se va a entretener por 2 hs. Pero si uno va con pretensiones de encontrarse con una película de Oscars o buscando una trama profunda y con twists en la historia entonces directamente búsquense otra cosa para ver.
Con Invasión del Mundo. Batalla: Los Angeles vuelve la ciencia ficción a nuestras salas con una nueva propuesta sobre una invasión alienígena que pone en peligro la población de nuestro planeta. La historia transcurre en la actualidad, donde unos destructivos extraterrestres intentan arrasar con todo lo que se cruza en su camino. Cuando la ciudad de Los Angeles queda totalmente citiada por los hostiles aliens un grupo de marines debe salir al rescate de los sobrevivientes que han quedado atrapados en el fuego enemigo. Estos soldados son comandados por el experimentado Sargento Michael Nantz que se encuentra en pleno proceso de retiro, luego de perder a toda su unidad. Mientras los marines intentan recuperar el terreno perdido comenzarán a sufrir los embates de una fuerza superior, de una fuerza aparentemente inquebrantable; es decir que están tomando una muestra de su propia medicina. Es así que este grupo de valientes soldados debe bancar la parada para lograr salvar sus vidas y la de los ciudadanos que aún se encuentran con vida. Para disfrutar Invasión del Mundo. Batalla: Los Angeles uno deberá "ignorar" o "soportar" por completo los innumerables clichés -el soldado experimentado que se retira, el soldado inexperto que se rige por el reglamento-, lo insoportablemente predecible y el incesante mensaje panfletario sobre el heroísmo de los marines yankees. De acuerdo a como cada uno ignore a esas cuestiones mencionadas dependerá el resultado final del film. Vale decir que a tal punto se glorífica la presencia de los soldados en combate, que solo en contadas ocasiones veremos claramente a los extraterrestres. Hay escenas realmente espectaculares donde se ve un gran trabajo de los encargados de los efectos especiales, aunque lamentablemente muchas secuencias de combate se ven altamente opacadas por el incesante e insoportable movimiento de cámara que implementó Jonathan Liebesman. Más allá de los aspectos mencionados más arriba, Invasión del Mundo. Batalla: Los Angeles tiene como cuestiones destacables un ritmo arrollador a lo largo de sus 100 minutos, un puñado de escenas que manejan muy bien el suspenso y varias secuencias que generan una adrenalina bastante complaciente en nuestros cuerpos. Otro aspecto positivo del film es la buena labor de Aaron Eckhart, que por momentos se calza la trama en los hombros aportando toda la credibilidad que pueda llegar a presentar esta historia. Michelle Rodriguez también aporta algunos momentos dramáticos con una interpretación que no difiere demasiado a lo que hizo en Avatar. Invasión del Mundo. Batalla: Los Angeles es un regular film de Ciencia Ficción que si bien entretiene, se ve influenciado negativamente en el resultado final por sus insoportables mensajes patrióticos y sus miles de clichés.
ALIENS, NO SE METAN CON LA MARINA NORTEAMERICANA Las invasiones extraterrestres han sido protagonistas últimamente de varias cintas ("Sector 9", "Monsters" y "Skyline", solo para dar algunos ejemplos), y muchas de ellas no lograron crear, ni se acercaron, un villano que sea temeroso y que produzca miedo. Aquí no solo no sucede esto, sino que se demuestra como una cinta no llega a complementar el espectáculo visual que propone sin un guión atrapante, diferente y astuto. La Tierra está siendo invadida por seres extraterrestres. Uno de los puntos de contacto es Los Ángeles, por lo que un grupo de la Marina van a tener que tratar de salvar a la humanidad y a las pocas personas que quedan con vida. Esta es una de esas películas que no se entiende qué fue lo que quisieron mostrar, pero no visualmente, sino con respecto a la moral y al argumento. "Batalla Los Ángeles" tiene una primera lectura plenamente basada en el entretenimiento, muy bien logrado, por cierto, que se destaca en cada una de las escenas de guerra y en el planteamiento visual sorprendente y ensordecedor. Se utiliza mucho la cámara en mano, que si bien le aporta realismo, en muchas de las oportunidades un plano quieto y una vista general sobre la situación hubiese sido mucho más eficaz que el continuo movimiento que no deja ver con detallismo lo que sucede en escena. Los efectos visuales son espectaculares; la creación de cada una de las máquinas que van acompañando a esos extraños seres; las escenas al aire libre son majestuosas y poseen un desarrollo dramático imponente y muy atractivo; los colores son sucios, muy similares a los utilizados en "The Hurt Locker"; la utilización de cada una de las armas y esos pocos planos aéreos tomados de los helicópteros, son visualmente una maravilla. Son bastantes las escenas de acción y todas están muy bien planteadas y desarrolladas. Hay una mezcla que funcionó muy bien que junta el estilo del film de Kathryn Bigelow, con la idea de "La Caida del Halcón Negro" y "El Día de la Independencia", que aunque tiene sus planteamientos algo irrespetuosos (la escena final del personaje de Aaron Eckhart es vergonzosa), cobra efecto y permite la creación de situaciones muy bien resueltas. Vale destacar dos momentos muy bien filmados y dramáticamente impecables: todo el conflicto en el puente, con esa máquina extraña; y la destrucción cerca del final. Por otra parte, la cinta merece una segunda lectura, otra que simplemente se sostiene en querer dejar un mensaje político y reivindicar el trabajo de la Marina Norteamericana, que es cansador y vergonzoso. El ejército aquí es la única solución y son las únicas personas que tienen las agallas para enfrentarse a los seres. Al hombre común y corriente se lo perfila como miedoso, que se esconde y está esperando la aparición de los marinos para poder salvarse. Hay un continuo discurso militar y político que cansa y que no aporta nada a la historia, que está presente en casi todos los momentos en los que no hay acción y en los que se permite el diálogo entre los personajes (momentos aburridos que alargan la duración y que no fueron usados para explicar las causas del ataque, en mostrar sentimientos realistas, o crear momentos interesantes que justifiquen diferentes actitudes). No hay historia que complemente el espectáculo visual, es una seguidilla de escenas de acción muy buenas pero carentes de profundidad y de una coherencia que se entienda y que se logre disfrutar. Los estereotipos son muchos, pero por suerte se puede decir que tiene muchas situaciones que valen la pena ser vistas y que, si bien se olvidan rápidamente, la manera en la que fueron realizadas en muy valiosa y merece su reconocimiento. El trabajo de los actores es correcto, pero el guión, al no permitir explorar las personalidades de cada uno de los roles, produjo que las actuaciones se tornasen simples y sin profundidad. El papel de Aaron Eckhart no puede mostrar algo más que su amor por la patria y su discurso político que interrumpe situaciones que pudieron ser mucho más interesantes (la primera vez que habla con la familia que encuentran; la muerte del padre y su diálogo con el niño; y ese espantoso final). "Batalla Los Ángeles" es una película espectacular visualmente, pero con un guión que no se sostiene y que no aporta nada nuevo al género. Una película con escenas de acción impresionantes, muy bien filmadas y con una carga dramática muy bien resuelta por el director, pero que entra en la carencia de explicaciones, en la falta de una historia que atrape y, principalmente, se convierte en un discurso a favor de la Marina Norteamericana que cansa. Una cinta que disfrutarán mucho los amantes de los videojuegos. UNA ESCENA A DESTACAR: puente.
Quien tenga pruritos ideológicos respecto de los marines de los EE.UU. –por otro lado, ampliamente justificados por la realidad– quizás consideren gran parte del metraje de este film una especie de propaganda. Ellos se lo pierden. La historia es simplísima: unos extraterrestres invaden la Tierra, se organiza más o menos una defensa y, en una misión de rescate de civiles, un grupo de soldados queda aislado tras las líneas enemigas y hay que volver. Hay alguna cosa más, pero básicamente es eso. Lo malo del film es simple de describir, también: sabemos quién va a salvarse y quién va a morir desde el primer fotograma. Pero lo que importa siempre es la forma: aquí se combina el rodaje urgente de “Rescatando al soldado Ryan” con las inmensas posibilidades creativas de las computadoras para generar un realismo absoluto, que sumerge al espectador en la acción de modo tan eficaz que termina entendiendo cada movimiento y cada decisión de los personajes. Después de todo, si a uno le caen unos aliens que no se mueren nunca y tiran con munición pesada y a matar, qué otra cosa se puede hacer más que correr y disparar. Las secuencias de acción –claras, comprensibles, algo infrecuente en el cine de hoy– son en algunos casos de una enorme sofisticación (la batalla en la autopista, por caso, es un ejemplo de lo mejor que puede dar el cine de acción bien realizado) y la sensación de estar en medio del acontecimiento es absoluta. El film es, de principio a fin, todo lo que usted imagina. Eso sí, muy bien hecho.
Ya desde los ’50, el ataque a Estados Unidos y al mundo por parte de extraterrestres con intenciones de conquista y destrucción servía como una metáfora de la amenaza comunista de aquel entonces. De por sí, las alegorías son parte importante del género de ciencia-ficción. Pero no por eso la películas dejaban de ser, como mínimo, entretenidas. Es verdad que Invasión a la Tierra... tiene una doble lectura marcada: los personajes más heroicos son marines de los Estados Unidos, que en el campo de batalla (Santa Mónica, Los Ángeles) pronuncian frases del tipo “¡Rendirnos, jamás!” y se pone énfasis en el sentido del sacrifico y el compañerismo. Como una propaganda de dos horas. Y hay lugares comunes, empezando por Michelle Rodríguez haciendo de marimacho. De todas maneras, la película es muy entretenida y frenética gracias al estilo cinema verité que le imprime el sudafricano Jonathan Liebesman. Una estética similar a la de los films bélicos de los últimos quince años (a esta altura ya fueron nombradas por todos los medios posibles). También es muy creíble que los Ets pretenden apoderarse de nuestra agua, marcando una gran diferencia con la fallidísima e inverosímil Señales, de M. Night Shyamalan. Además, abundan los casos de grandes películas con ideologías polémicas. Tropa de Élite es considerada profascista (aunque en realidad crítica el accionar de BEPE, las fuerzas policiales de la policía brasileña). Lo mismo sucede con los policiales como Harry el Sucio y las del estilo El vengador Anónimo y Hombre en Llamas. Hasta Top Gun, una publicidad encubierta para alistarse a la Fuera Aérea, sigue funcionando principalmente como una gema pop ochentosa. Invasión a la Tierra... no es una maravilla y es difícil precisar si se convertiré en un clásico, pero bien valía la pena aclarar cierta cuestiones sobre cine e ideologías. (Un genial y atípico ejemplo de film sobre batalles de humanos contra alienígenas es Invasión —título argentino de Starship Troopers—, dirigida por el holandés Paul Verhoeven, en la que se satiriza ferozmente el universo militar en el que viven los protagonistas, uno de ellos nativo de Buenos Aires). Sin dudas, uno de los puntos altos es Aaron Eckhart. Su personaje es un marine peso pesado que carga con terribles culpas por una misión fallida en Irak. En las pocas escenas en las que no hay tiros ni explosiones ni persecuciones (incluso dentro de esas mismas partes) este gran actor sabe darle humanidad y carácter a su rol. No importa el film, que Eckhart sabe darle credibilidad. Invasión a la Tierra... puede ser comparada con otro opus reciente, muy similar, también ambientado en la mencionada ciudad de California: Skyline: La Invasión. De hecho, sus directores, Colin y Greg Strause, trabajaron en los efectos especiales de la obra de Liebesman, y casi se desayunan un juicio por parte de Sony. Sin embargo, el tono es distinto. Skyline tiene un espíritu más trash, menos propagandista, y está contada desde personas comunes y corrientes tratando de escapar. Más allá de controversias y comparaciones, Invasión a la Tierra... demuestra que el de las invasiones marcianas sigue siendo uno de los subgéneros más populares del cine fantástico.
Poco y nada queda de los gloriosos años 50s para el sci-fi, cuando en esa época los extraterrestres invadían por miles de razones (algunos, para castigarnos por negligencia, como el caso de Klatu en El Día que Paralizaron la Tierra, otros por colonización por años premeditada, como La Guerra de Los Mundos), al menos tenían pretextos para hacerlo o, en el peor de los casos, un muy elaborado plan.Por supuesto que tampoco mucho queda del Hollywood de esa época en la megaindustria actual: mientras que ante la falta de efectos especiales, antes se premiaba la originalidad, hoy día parece que la sobredosis de los mismos no hace más que castigar a la figura del guionista. En la era del CGI (computer generated image), todo es posible, salvo quizás la concepción de una buena historia. Pero, ¿qué se le puede pedir a un film que ya en su trailer adelanta el 90% de su contenido (es decir, tiros, explosiones, cámara en mano y navecitas)? Se le podría pedir, al menos, un respiro entre tanta redundancia belicista. Describir el argumento de Batalla: Los Angeles resulta una tarea tan dificil como imaginar a un guionista detrás de este engendro. Podríamos suponer, no obstante, y para continuar con la idea de que quizás hubo realmente un escritor detrás, que el tratamiento guionado podría resumirse de esta manera: “ESCENA 1 – EXTERIOR – GUERRA CON LOS ALIENS (REPITE HASTA EL FINAL)”. Para condimentar un poco este producto vencido (las escenas de invasión ya se vieron, y mejor, en films como Día de la Independencia, una verdadera obra maestra en comparación), se encuentra en el rol principal el actor Aaron Eckart, quien tristemente no puede hacer demasiado con su papel de Sargento heroico, puesto que frases como “¡no hay promesas en la guerra!” y “¡estos hombre están dispuestos a ir al infierno y más allá por usted, teniente!”, resultan harto conocidas, casi al punto de caer accidentalmente en la autoparodia. Llega un momento que hubiese sido más sincero de parte de los realizadores simplemente reemplazar las líneas de diálogos por sonidos guturales u onomatopeyas. Al menos dejaría bien claro el target al cual apunta la película. ¿Y los alienígenas/enemigos? Bien, gracias. Cada tanto se muestran visibles, y cuando lo hacen despiertan más dudas que amenazas: ¿son robots? ¿híbridos? ¿cómo es eso de “armas incorporadas al cuerpo”? ¿no les dificulta la cotidianidad (asumiendo que no pelean las 24hs, claro)? ¿Cómo se las ingenian para comer o diseñar las máquinas que utilizan? ¿Tienen algún otro plan aparte de la destrucción frontal, o su comandante apenas se limitó en decirles “duro y a los bifes”? Todas esas preguntas resultan infinitas veces más divertidas que los 117 minutos de Batalla: Los Angeles, a medida que este subproducto de la industria armamentist... perdón, cinematográfica, se hunde en secuencias que parecen salidas de cualquiera de los últimos videojuegos de la saga Call Of Duty (o de todos ellos al mismo tiempo). Esas secuencias que se inician automáticamente antes de comenzar a jugar, y que hacen que uno presione start para saltear la pantalla y dejar atrás el video. Lástima que dicho botón no pueda encontrarse en las butacas de las salas durante la proyección de Batalla LA.
Join the army La moral está baja en los Estados Unidos. Después de sendos fracasos en las campañas de Irak y Afganistán, parece que el ejército del país del norte necesita nuevas formas de motivar a la gente a enlistarse en sus filas. No basta con la ayuda de Michael Bay y sus Transformers y Pearl Harbors, hay que meterle en la cabeza a los jóvenes yanquis que ser un soldado americano puede ser una experiencia similar a la de jugar un videogame de guerra en vivo y en directo ¿Qué mejor propaganda entonces que una película en donde “nuestros valerosos Marines” tienen que vérselas con una invasión alienígena? Señores, bienvenidos a Invasión del mundo: Batalla Los Ángeles. Ok, dejemos de lado el hecho de que se trata de un obvio panfleto pro-militar y pasemos a analizar la película en sí. El comienzo no puede ser más prometedor, con el batallón subido a un helicóptero y a punto de entrar en acción, en medio del miedo y la incertidumbre de no saber a qué se están enfrentando realmente. Esa mezcla de euforia y pánico entre los soldados al ver la destrucción provocada por cientos de naves extraterrestres que invaden la tierra no puede ser menos que contagiosa. Lamentablemente, luego viene un corte a negro y un cartel que dice “24 horas antes de la invasión”. Sí, es hora de conocer un poco a nuestros futuros héroes: el sargento a punto de retirarse, el otro que se quiere casar, uno que está esperando un bebé, el que tiene traumas psicológicos y la lista de clisés sigue y sigue. No tengo problemas con el hecho de jugar con ciertos estereotipos del cine bélico, pero la poca originalidad del guión es demasiado evidente acá. Y más todavía cuando lleguemos al centro de la acción una vez empezada la batalla, en donde es prácticamente imposible diferenciar un personaje de otro, gracias a una cámara en mano vertiginosa salida de la escuela de Paul Greengrass. Sin embargo, en el plano de la acción en sí es donde el film encuentra sus méritos. El enfoque del director es muy claro; se trata de recrear La caída del halcón negro con bichos en vez de somalíes, usando auténticas tácticas militares y un tratamiento más cercano al cine bélico que a la ciencia ficción más humana de La Guerra de los mundos o la reciente Skyline. Y aunque por momentos tanta cámara movediza nos distancie un poco de la acción, también sirve para acrecentar la sensación de pánico que se vive en la pantalla. Qué lástima entonces que semejante labor técnica tanto en imagen como en sonido (les recomiendo una sala con mucho surround para disfrutarla en su plenitud) quede a veces aplastada por un guión pobre que obliga a un actor sólido como Aaron Eckhart a tirar frases como “De ahora en más eres mi pequeño Marine” (esto dicho a un pequeño latino que acaba de perder a su padre). En conclusión, Batalla: Los Ángeles entretiene y no es un desastre absoluto, pero sí una oportunidad perdida. Si se hubiera asumido más como película tonta de acción y menos como video de reclutamiento militar, el resultado podría haber sido mejor. Con lo que hay, prefiero prender mi Playstation y seguir jugando al Call of Duty.
Marciano vete a casa Un ataque extraterrestre a escala global. Una gran ciudad de Estados Unidos, último bastión para soñar con una salvación, por la vía del coraje de sus habitantes y militares. La fórmula es repetitiva, pero funciona, en la medida en que la historia sea contada con habilidad. Y así ocurre con Invasión del mundo. Batalla: Los Ángeles. Esta megaproducción combina con destreza elementos del cine de ciencia ficción, catástrofe, bélico, de acción, suspenso, terror y hasta dramático. En este sentido, pueden notarse varias líneas argumentales, dentro de un paquete que, de los 116 minutos que dura el largometraje, sólo le suelta la garganta al espectador para que respire durante menos de un cuarto de hora. Toda la paleta de efectos visuales y sonoros que vienen manejando los filmes de guerra y ciencia ficción desde hace unos años a esta parte, están puestos, y bien puestos, en el filme que protagonizan Aaron Eckhart, Bridget Moynahan y Michelle Rodríguez como figuras más conocidas. Eckhart es el sargento marine Nantz, un tipo con mala reputación en las FF.AA., a punto de retirarse del servicio. Se murmura alrededor de él, por ser el único sobreviviente de una misión en la que murieron todos sus hombres. El plan de Nantz se ve alterado cuando una lluvia de meteoritos se convierte en un ataque exterminador de fuerzas extraterrestres. Lo citan de emergencia y queda como segundo al mando en un pelotón con misión humanitaria: rescatar a un grupo de civiles aislados tras las líneas enemigas. Durante la incursión Nantz se reencuentra con sus fantasmas: prueba casi tan dura como sobrevivir a los aliens desparramados por las calles de Los Ángeles. El filme combina elegantemente escenas monumentales con otras, más abundantes, en las que todo se reduce a una escala más pequeña, y donde aparecen la sensación de asfixia y de zozobra vividas por los personajes. Los recursos fílmicos empleados son las cámaras al hombro, los primerísimos planos (se ven sólo los rostros y parte de los hombros) y un montaje más frenético, junto a una paleta sonora propicia. El guión ayuda, porque está repleto de situaciones imprevistas, que hacen que la atención avance cuando parecía que iba a trabarse, se mantenga alerta cuando iba a adormilarse, o se entretenga con detalles cuando parecía que ya no había que esperar otra cosa.
Balas por cabezas Esa parece ser la premisa principal de Invasión del mundo. Batalla - Los Ángeles. Ofrecer un relato plagado de disparos, secuencias grandilocuentes y puro efecto generado por computadora, a cambio de dar una inmensa publicidad sobre la importancia de formar parte del ejército norteamericano. Vale decirlo, la película cuenta con secuencias realmente logradas y un impecable trabajo técnico a cargo del equipo que encabeza el director sudafricano Jonathan Liebesman (responsable de La masacre de Texas: El inicio). Aunque eso es lo único que ofrece. La historia muestra al sargento Michael Nantz (Aaron Eckhart) como un marine dispuesto a retirarse tras 20 años de servicio, que incluyen un trágico hecho del cual fue el único sobreviviente y, para algunos, responsable. Poco después de recibir la notificación de su baja, una serie de naves comienzan a aterrizar en distintos puntos del planeta con intención de conquistarlo. Allí es donde Nantz deberá realizar una última misión, que también sirva para redimirlo de las culpas que carga. Entre la enorme cantidad de títulos sobre el advenimiento alienígena que existen, Invasión del mundo. Batalla - Los Ángeles realmente brinda poco. De hecho, su estructura narrativa, un montaje híper estimulante (por momentos confuso) y el manejo de la cámara, recuerda más a cintas bélicas que a otros títulos de ciencia ficción pura. Para colmo de males, el guión de Christopher Bertolini no deja de lado ningún estereotipo: el sargento con un pasado cargado de culpas, los soldados que dejan a sus mujeres embarazadas por luchar contra la amenaza en cuestión, el inmigrante que pierde la vida tras un acto heroico, y hasta un personaje que se inmola para salvar al resto. Con una primera parte mucho más interesante por su formalidad técnica, Invasión del mundo. Batalla - Los Ángeles tomará caminos de supuesto drama, como una ridícula bandera del moralismo con mensaje subliminal –o no tanto- de los poderes sociales más importantes de Estados Unidos. Queda dicho. Si en décadas atrás las constantes intimidaciones europeas servían al Tío Sam para promover un mensaje pro-belicoso, hoy los malos vienen de otro planeta. Sin pensar demasiado en el entretenimiento banal que puede resultar la película, sí resulta más fácil asimilar la idea del “join the army” para honrar a la patria. En fin, la oportunidad de mostrar un par de balas para sumar algunas cabezas.
Semper Fi Se podría decir fácilmente que Invasión del mundo. Batalla: Los Angeles atrasa unos setenta u ochenta años. Pero en realidad no está estancada tanto tiempo atrás. Más bien unos 9 o 10 años. Si retrocedemos esa cantidad de tiempo, nos encontraremos con que acababan de tener lugar los atentados del 11 de septiembre y Estados Unidos tenía a la mayoría del mundo de su lado: la corrección política estaba en su punto álgido y todos se lamentaban por la suerte de las víctimas; se trataban de evitar los discursos revanchistas para con el pueblo norteamericano; Bush gozaba del apoyo de Italia, España y Gran Bretaña, o llamaba “la Vieja Europa” a Francia y Alemania cuando estos se negaban a dar su apoyo y nadie parecía ofenderse demasiado; Paul McCartney escribía una canción que decía aproximadamente 800 veces “freedom”; se intuían cincuenta mil negociados en las invasiones a Afganistán e Irak, pero pocos prestaban atención a eso; y hasta George podía darse el lujo de decir “misión cumplida, ganamos la guerra” desde un portaaviones y muchos ingenuos se la creían. La imagen que proyectaba Estados Unidos hacia el mundo era no sólo la de potencia única y eterna represora, sino algo más similar –mal que le pese a la izquierda- a la del “sheriff del mundo” en el mejor de los sentidos, como garantes de la paz, la democracia, los derechos humanos y las virtudes del capitalismo. Ellos eran la aldea global, los referentes inmediatos a nivel social, cultural, político y económico. Eso también era comprendido por el cine del mundo. Por eso eran posibles películas como Día de la Independencia (con su patriotismo de juguete traspasando toda barrera del ridículo) o La caída del Halcón Negro (que reconvertía un episodio que demostraba el fracaso del intervencionismo en un éxito de esa misma política). O que Roberto Benigni nos plantara en La vida es bella un tanque yanqui como un símbolo de tranquilidad, restablecimiento de los valores democráticos y por sobre todas las cosas, amor. Muchos nos podíamos indignar o criticar esas tendencias complacientes de la derecha norteamericana militarista y neoliberal. Pero también estábamos obligados a analizar las metodologías discursivas de esa ideología, porque era claramente la dominante y las mayorías las apoyaban. El camino que se presentaba entonces no era criticar el discurso en sí, sino sus herramientas, para luego sí poder deconstruirlo y ponerlo en crisis. Pero claro, ya no estamos en los noventa. Tampoco en los primeros años post-11 de septiembre. Ya han pasado diez años, y no pasaron en vano. Corrió mucha agua bajo el puente y ese discurso derechoso extremo se encuentra, lo quiera o no, en una innegable crisis. En el medio se destaparon todos los negocios corporativos non-sanctos con la guerra; las violaciones de derechos humanos explícitas en Abu Ghraib y Guantánamo; el regreso sin gloria a sus hogares de los soldados con toda clase de traumas físicos y psicológicos; la mentira de las armas de destrucción masiva; Osama Bin Laden vivito y coleando vaya a saberse dónde (si es que en realidad existe ¿no?); el desastre de Katrina; el colapso de Wall Street… Mucha gente sigue creyendo en ese faro de libertad y esperanza que vendría a ser la nación estadounidense, pero la luz indudablemente está titilando. Esa imagen impoluta puede recuperarse, pero va a costar un largo tiempo y muchos ya se dieron cuenta. Obama se avivó bastante de eso y por eso sigue practicando una política militarista y capitalista (Estados Unidos siempre va a ser así, no hay con qué darle), pero con variantes y abordajes bastante más sutiles y flexibles, consciente de que ya no se puede entrar a las patadas a cualquier lado en este momento, porque se corre el riesgo de que las patadas vuelvan como un boomerang. Hollywood también comprendió eso, adoptando una mirada decididamente crítica sobre los procesos militares, políticos, financieros y económicos. A lo sumo hay un punto de vista objetivo, distanciado, sin grandes excesos. Pero un filme como Invasión del Mundo. Batalla: Los Angeles no parece tener nada de esto en cuenta. El discurso que enarbola no sólo es maniqueo hasta la exasperación, sino que además no tiene en cuenta el contexto político. Pretende combinar elementos estéticos y narrativos de Día de la Independencia, La caída del Halcón Negro y Guerra de los mundos, pero en ningún momento alcanza a estructurarse de tal manera que pueda ser apreciada como una parodia, una aventura pura y dura, un retrato de profesionales enfrentados a situaciones extremas o una metáfora socio-política. Ni siquiera ofende. Es, sencillamente, un filme imposible. La única línea de defensa con la que cuenta este relato acerca de un grupo de marines en una misión de rescate durante una invasión alienígena –en la que van descubriendo sin prisa y sin pausa las bondades del servicio militar, el compañerismo y la valentía de ser marine, cómo los marines son superiores a los civiles, cómo los marines no tienen la culpa de nada, cómo los marines tienen los méritos de todo, cómo los marines son el sostén de la patria, etcétera, etcétera- es Aaron Eckhart. Ese pedazo de actor te hace todo creíble y puede decir sin pestañear monólogos insostenibles. El tipo te hace la venia, y uno hasta por ahí le responde y empuña un fusil. Del resto mejor ni hablar, porque ni siquiera califica como cine. Es más, no se sabe qué demonios es.
“Battle: Los Angeles”, el más breve título original de la aquí conocida como “Invasión del mundo – Batalla: Los Angeles”, al menos no oculta la verdadera propuesta que hay detrás de esta película básicamente del género bélico. Los amantes de la ciencia ficción no se sentirán del todo engañados ya que extraterrestres hay, y en buena cantidad. Lo que al inicio parecía una lluvia de meteoritos pronto se revelará algo diferente, cuando del agua (costa de California) emerjan los invasores. Habrá que esperar media hora, pero la película dura dos, hasta que se perciba que aspecto tienen los alienígenas. Gran decepción pues no son bastante originales ni muy diferentes de los ya vistos en tantas otras versiones de una invasión del espacio exterior. Pero en verdad poco a poco el espectador irá comprobando que le vendieron una de ciencia ficción, cuando en realidad es una de “guerra”. Esto no sería tan grave ya que hay relatos bélicos que logran mantener el interés, aunque aquí lo que prevalece es el tedio que produce el “déja vu”. Por momentos uno piensa en películas filmadas muchos años atrás, sobre conflictos que van desde la Segunda Guerra Mundial, pasando por Corea e incluso Vietnam. Muchas de esas producciones tenían un denominador común, que aquí son el eje de la historia: los Marines norteamericanos. Incluso, y para que no quede ninguna duda, en algún momento un teniente le dirá a un soldado que su acción salvadora “fue como la de John Wayne”. Lo cómico es que el soldado le preguntará: “Who the Hell is John Wayne”? (verdadero blooper). Aaron Eckhart, un ex actor secundario que últimamente ha venido encarnando roles protagónicos en forma exitosa (“Gracias por fumar”, “Sin reservas”, “Batman, el caballero de la noche”) es aquí el sargento Nantz. A punto de retirarse, recibe la mala nueva que debe quedarse ante la invasión de Los Angeles. Arrastra la mala fama que lo tiene como culpable de la muerte de algunos soldados por decisiones riesgosas y quizás equivocadas durante la guerra de Irak. Será asignado a un grupo de soldados, que al principio lo recibirán con desconfianza. El pelotón está integrado por latinos, negros y orientales mayormente y sin duda el mensaje dirigido, sobre todo a esas comunidades norteamericanas, podría resumirse con “Join the Marines”. Algunos de los actores protagonistas, todos desconocidos, llevan nombres tan insólitos como Ne-Yo, James Hiroyuki Liao o Adetokumboh M’Cormack!. Proliferan los golpes bajos, sobre todo cuando un civil de nombre Joe Rincón es herido mortalmente y su hijo Héctor llora su muerte, hasta que éste recibe las palabras reconfortantes del sargento Nantz. Textualmente le dice “Tu papá trató de quedarse contigo. Pero tú eres un hombre valiente. Necesito que seas mi pequeño Marine”. Y el chico parece renacer de las cenizas. “Invasión del mundo – Batalla: Los Angeles” fue dirigida por el sudafricano Jonathan Liebesman (“La masacre de Texas: el inicio”) y lo único rescatable son los efectos especiales que hoy en día ya no pueden considerarse un mérito mayor. La música de fondo, solemne y difícil de soportar, está a la altura del resto. Es de Brian Tyler, al que se le deben bandas sonoras de títulos recientes como “Los indestructibles”, “Rápidos y furiosos”, “Rambo – regreso al infierno” o “Alien vs. Depredador 2”. Como se ve en general films de clase B, nunca nominados al Oscar en el rubro musical.
Paisaje después de la batalla. Invasión del mundo – Batalla: Los Angeles es, en principio, el espectáculo terrible y fascinante de un mundo que se cae, que se derrumba sobre sus propios cimientos. Desde hace unos años, conforme los efectos especiales alcanzan un nivel superlativo de verosimilitud, la ciencia ficción en su variante “invasión del planeta Tierra por parte de fuerzas extraterrestres” cuenta con esa capacidad para impactar la retina con la visión de cómo lo que luce familiar se ve dado vuelta, arrasado, convertido en la ruina ardiente de lo que supo ser. Haciendo honor al mandato de ese linaje reciente, la película muestra sobre todo los efectos devastadores de la llegada de los invasores interplanetarios –primero en televisión, que es el modo en el que se establece el principio aceptado de realidad–, como si nuestro pobre hábitat no estuviera ya suficientemente vapuleado. Se organiza entonces la resistencia. En una serie de planos enloquecidos, en los que se reproduce el estado de desquicio con el que las fuerzas armadas se justifican a sí mismas, se puede apreciar el ambiente donde se desenvuelven los marines, con su carga ritualizada de tensión contenida, de músculos en busca de una razón de ser, de miedo listo para convertirse en odio ante la primera señal de alarma. En el medio de ellos se destaca el sargento Nantz, que tiene una mancha en su conciencia por una actuación desafortunada en el pasado, y que se ve obligado a hacerse cargo de un batallón destinado al epicentro de los hechos, situado en algún lugar de la ciudad que prescribe el título de la película. Al introducir el elemento humano en el remolino casi abstracto de las imágenes precedentes, lleno de caras y cuerpos anónimos, no se llama a filas a la alegría sino al dolor. Con exactamente dos planos de la bandera de los Estados Unidos que parece ondear contra un cielo convulsionado se despacha la cuestión nacional para, en seguida, instalar al espectador en el clima de terror reinante que resulta ser la módica clave de disfrute de la película. En este ejército nadie goza, se sufren la persecución y el exterminio. La película vuelve vívidas las pesadillas de un país invadido en donde todo lo conocido trastoca su aspecto y se vuelve el rostro ominoso del abismo al que nos precipitamos cuando dejamos de reconocer lo que está a nuestro alrededor. Una notable secuencia, en la que se derriba en el aire a un extraterrestre que termina cayendo dentro de la pileta de una casa deshabitada, culmina con un marine aterrorizado apuntando con su rifle el agua burbujeante, como si de ella fuera a emerger en cualquier momento la criatura monstruosa de una película fantástica de los años cincuenta. En otra, el sargento se lanza a una perorata bastante cursi en la que se intenta reforzar con palabras el humanismo dudoso que la película pretende arrogarse, al menos como telón de fondo. La escena es larga y particularmente torpe en su carácter de injerto catequizador dentro de un conjunto en el que prima el sentimiento básico de extrañamiento y horror, ya que de lo que se trataba hasta el momento era de seguir a ese grupo humano inmerso en el desconcierto y el espanto que le tocaban, de mostrar el curso errático de sus aventuras en las que ninguna alusión externa venía a horadar la fuerza centrípeta de esa pasión llamada supervivencia. La película no pierde el equilibrio pero el olor a moralina se siente como una estafa. Invasión del mundo – Batalla: Los Angeles se revela pronto como un destilado de géneros populares que no se excluyen mutuamente sino que se asumen como parte de una historia moldeada por el pulso de una ideología común. Hacia el final, el coraje individual y el trabajo en equipo parecen establecer una ética a partir de la que el campo devastado después de la batalla puede observarse con el pecho lleno de la dulce satisfacción del deber cumplido. Al sargento Nantz se le habrá muerto un soldado en el pasado pero ahora ha salvado a varios. La acusación a Invasión del mundo – Batalla: Los Angeles del cargo de ser una “película de reclutamiento” resulta tan apresurada como improcedente. Más bien, de lo que se trata es de machacar con una lección. La contrapartida del esfuerzo y la superación personal es, si no la prosperidad material, la tranquilidad del espíritu.
El film sería algo así como si tomaras una secuencia de batalla de una película bélica y la harías durar casi dos horas, cambiaras al poderoso enemigo de turno por alienígenas, la llenaras de buenos efectos y animaciones, diseñaras unas...
Este engendro, posiblemente en la doble acepción de obra mal concebida y de criatura informe, es lo más parecido a los designios que le atribuía al cine Joseph Goebels, ministro de propaganda durante la Alemania nazi. En este caso, el objeto de la publicidad, la “entidad” a “enaltecer”, es el cuerpo de pilotos de la armada yankee, los mundialmente famosos “Marines”. La historia se desarrolla, tal como predice el subtitulo, en la ciudad de Los Ángeles, (espero para bien de todos que no haya una Batalla de Nueva York, Miami o Chicago”). El muy buen actor que es Aaron Eckhart personifica al sargento Michael Nantz, quien tiene una deuda consigo mismo. Su última misión en Irak termino con todos los soldados a su cargo muertos. Relegado a la función de instructor de futuros marines, debido a un acontecimiento imprevisto y sorpresivo, una invasión de extraterrestres de procedencia desconocida, apremia a los altos mandos a recurrir a sus hombres de mayor experiencia en combates, por lo que es designado como segundo al mando de un grupo de soldados que deberán forzar la resistencia contra el invasor. En el grupo se encuentra, por casualidad, la sargento Elena Santos (Michelle Rodríguez), una “científica” del ejercito. Ellos y sus valerosos compañeros, decirles camaradas sería faltarle el respeto a la palabra misma, constituyen la última línea de defensa. Su misión no es solamente salvar al mundo de la intrusión alienígena, sino antes salvar a la mayor cantidad de civiles posibles, todos una parva de inseguros párvulos, tanto los adultos como los niños, quienes necesitan para sobrevivir que el generoso ejercito de la madre patria los proteja, hasta de su propia impericia. Pero la carga que lleva el sargento a cuestas no será gratuita. Los soldados saben de su pasado, es más, uno de ellos es hermano de uno de los muertos en Irak que sospecha de la pericia del sargento, culpándolo por su muerte. En el transcurso del relato nuestro héroe deberá cambiar ese prejuicio. Lo obvio de lo obvio puesto de manifiesto. Todo es tan previsible, tan ya visto, que a los 10 minutos querés que termine, entonces el resto del metraje se torna soporífero, salvo por los ruidos que emanan de la pantalla, y quizás lo único rescatable, en el sentido de estar bien hecho, que es el diseño de sonido y la banda sonora, no así la música. Tanto la estructura del filme como lo específicamente estético está plagado de tintes, en principio, de dos géneros cinematográficos bien definidos, por un lado el cine fantástico, en tanto y en cuanto fantasía, muy en boga, y no en relación a una calificación de magnifico, y por otro el cine bélico, en este caso tomando prestados muchos elementos clásicos. Son reconocibles, a primera vista, infinidad de producciones que aportaron ya sea argumentos, esto es soluciones a los conflictos o actos fundacionales del relato, a los tradicionales puntos de quiebre para hacer avanzar en el recorrido a nuestro héroes, sino también una idea política bastante reaccionaria por cierto. El primer gran problema, entonces, ya no es la conjugación de géneros, sino las realizaciones a las que se intentan homenajear, o literalmente plagiar, todas del orden de regular a malas, o decididamente fascistas. A la sazón, nos encontramos con elementos de “Día de la Independencia” (1996) o “La Guerra de los Mundos” (2005), pero adjuntándole visos de realidad que las anteriores no tenían, asimismo “Rescatando al soldado Ryan” (1998) o “Vivir al limite” (2009) en el rubro de discurso retrogrado y propagandístico. Si a esto le sumamos que los extraterrestres muñidos de armas sofisticadas, avanzadas tecnológicamente, son al finalizar el relato un cardumen de idiotas, y toda la violencia desplegada por las imágenes tienen como únicos objetivos excitar al espectador, manipularlo empaticamente e instalar discurso. Merece un párrafo aparte el diseño de montaje, que uno podría confundirse y pensar que viene de la mano de la moda, pero nada sería más ingenuo que pensarla de esta manera, el montaje de cortes rápidos, que le imprimen vértigo a cualquier imagen, viene acompañado de una dispositivo visual, que en la mayor parte del filme esta trabajada como lo que se conoce “cámara en mano”, que tiene a mi entender el firme propósito de darle a la imagen características de documental, por ende de realidad.
Filme menor... muy menor. ¿Vivir al límite mezclada con Sector 9? ¿Qué no? ¡A que sí! El problema de Invasión del mundo – Batalla: Los Angeles es que de sus referencias sólo incorpora lo esencial, despolitizando el resto. O, en todo caso, allí donde aparece la política, siendo ramplonamente militarista. De todos modos el film de Jonathan Liebesman tiene un único acierto, que sostiene medianamente la estructura y salva la ropa de lo que, de otra forma, hubiera sido un bochorno: Invasión del mundo… se centra exclusivamente en su grupo de marines que intentan repeler un ataque extraterrestre. Se centra tanto, que pierde de vista totalmente el entorno de cada soldado: así, nos evitamos el llanto de la novia o del papá de turno, y nos quedamos sólo con la masacre, la sinrazón del combate. Nombrábamos a Vivir al límite y a Sector 9, pero hay mucho más en la película, que se asume como una fusión de la estética del cine bélico reciente con las historias de alienígenas, que parecen haber resurgido en los últimos tiempos: por ejemplo, hay también mucho de La caída del Halcón Negro o de Guerra de los mundos. Pero de sus referencias principales, ¿qué absorbe Liebesman? De Sector 9, fundamentalmente, su estética urbana, su fisicidad en el combate, aunque ni de casualidad le da algo de entidad a esos alienígenas. De Vivir al límite lo adrenalínico que resulta para los marines el combate, el estar continuamente en movimiento, la acción que no para. Y el problema de Invasión del mundo… -además de ser aburrida y estar llena de personajes con los que es imposible generar empatía- es que nunca hace el viraje de aquella compleja película de Kathryn Bigelow: estos marines también terminan de pelear y en vez de volver a su casa, siguen en el campo de combate. Pero aquí lo hacen no como una forma inconsciente de justificarse sino porque creen firmemente en los valores que ha inculcado el cine panfletario y belicista de Hollywood: la libertad, la hombría, el compañerismo y todo lo que el campo de batalla puede otorgar. Que todo sea una fantochada y los enemigos sean extraterrestres y no coreanos, japoneses o alemanes no le quita peso a la celebración de las fuerzas armadas que ejecuta Liebesman, con algunos diálogos bochornosos. Como decíamos al comienzo, el film sólo se salva del desprecio absoluto porque el director elige poner la cámara pegada al cuerpo de sus soldados y nunca separarse de ellos, con lo que el film incorpora por ósmosis un inevitable punto de vista militar. Otra cosa que le juega en contra es que nada suena aquí divertido -como sí ocurría en la tontería esa de Día de la independencia- y la gravedad se traga, incluso, hasta a un actor habitualmente correcto como Aaron Eckhart.
Cuando los Marines vienen marchando. Controvertida si se quiere, algo alejada del puro género Ciencia Ficción y rotundamente del "bélico", obvia de a ratos, abrumadora por tanta cámara móvil, y eso si: de lectura ideológica algo irritante. Imaginar una nueva invasión al cascoteado planeta nuestro por estos días puede resultar tirado de los pelos, pero bueno en plan de producción pochoclera se realizan estos filmes del tipo impacto -hay que decir que los efectos y animaciones de Los Angeles hecha bolsa por los ataques alienígenas es destacable-, y asi se sucede otra vez que los extraterrestres vienen por estos lares pero por el agua. En verdad es curioso que nunca se sabe bien, o casi nada acerca de los visitantes, solo los une con los marines, el polvo de las explosiones y el espanto reinante. Pero poco parece importar al director Liebesman, total con hacer propaganda de las infanterías americanas está todo ok, a los marines se lo vé con todos sus méritos favorables: son valientes, jugados, determinantes, patriotas, decididos, y si tienen que ir de frente manteca con los aliens...ahi van!. Debo reconocer que por momentos me recordaba más a "Los Boinas verdes" de John Wayne que al otro mamotreto de los 90: "Día de la Independencia". pero bueno el cine es el cine y a veces no hay que pedirle más que entretenimeinto y mera distracción, con estas salvedades antes expuestas se puede disfrutar de un apenas discretito cine de entretenimiento pasajero.
SOLO LOS ANGELES TIENE HÉROES Estamos aquí frente otra de las muchas fusiones entre la ciencia ficción y el cine bélico. La invitación a la lectura política del film es tan obvia como errónea. La película habla de valores mucho más allá de los personajes que los detentan. Invasión del mundo. Batalla: Los Angeles posee, desde su título, una ambición bélica que la enmarca dentro de un género con reglas propias, fáciles de emparentar con otros títulos famosos de la historia del cine. Las películas bélicas siempre han quedado asociadas a ideas políticas, pero lo cierto es que analizadas desde el género, estas ideas se descubren como secundarias o confusas en relación al peso que los códigos genéricos poseen. Por eso, independientemente de las ambiguas y hasta contradictorias lecturas políticas que se puedan hacer del film, Batalla: Los Angeles persigue a la vez un objetivo más universal. Es la historia de alguien que tiene una cuenta pendiente, de su culpa y de su coraje. Este personaje, el sargento Michael Nantz (muy convincente Aaron Heckhart en el papel), tiene una sorpresiva misión frente a una descomunal invasión alienígena. La ciudad en la que él y su grupo deben actuar para rescatar a los últimos civiles es, obviamente, Los Angeles. La película combina entonces la estética que imita el registro documental de algunos films de género fantástico recientes, como Sector 9, y también del cine bélico contemporáneo, como Rescatando al soldado Ryan o Vivir al límite. Pero sería demasiado comparar Batalla con el film de Spielberg o el de Bigelow, ambos cargados de una sofisticación y ambición muy distintas. Acá estamos frente a una película que intenta generar adrenalina todo el tiempo –algo que casi siempre consigue– y que se sostiene en emociones genuinas pero también elementales. No hay un gran mapa filosófico aquí, tan solo un grupo de personas que van volviéndose cada vez más unidas y cuya lealtad crece a la vez que el sargento comienza a mostrar su verdadero valor como líder y como persona. No hay sorpresas en la trama, pero sí potencia en las imágenes. Quedará solo como un problema más complicado resolver el excesivo elogio a los marines como tales –podrían ser marines, pero no es necesario que se lo recalque en cada escena-, que puede, comprensiblemente, distraer a los espectadores. Pero el cine de Hollywood se las ingenia para complicar las lecturas. El film, después de todo, narra un intento de colonización, y el lugar que ocupan estos marines y los civiles junto a ellos es el de defensores de un país invadido por un ejército poderoso en busca de combustible. Los villanos colonizan para quedarse con un recurso natural. ¿El film es entonces una historia pro-marines o anti-colonialista? Tal vez sea ambas cosas. Lo cierto es que el énfasis no está ahí, sino en este grupo leal y valiente, cuyo compromiso con el deber resulta, hasta el final, conmovedor.
Confieso que lo único que he visto de Jonathan Liebesman ha sido Darkness Falls (2003) y me pareció una idiotez total, pero de aquel acontecimiento hasta ahora han pasado 8 años y, por lo tanto, se merece el beneficio de la duda. Liebesman también ha rodado La Masacre de Texas: El Origen (2006), de la cual abundaron las buenas críticas. Ahora llega Invasión a la Tierra, Batalla Los Angeles, la que se supone es la película evento de este momento (bah, todos los filmes sobre invasiones alienígenas masivas lo son). Pero es un filme afectado por problemas tales como falta de originalidad y erróneo enfoque creativo, terminando en una experiencia ruidosa, mareante y hueca. Usualmente las invasiones alienígenas a gran escala sirven como reflexión alegórica sobre un tema en particular, o como descerebrados espectáculos pochocleros. La Guerra de los Mundos, en su versión 1953, representaba el temor de una invasión comunista. Cuando llegó la versión de Steven Spielberg, era la materialización de la ansiedad de la sociedad americana por los ataques terroristas del 11 de Setiembre de 2001. Por contra, shows monumentales como Dia de la Independencia sólo servían como excusa para desplegar CGIs en abundancia y excelentes coreografías de acción, lo que compensaban la tontería de otras escenas que figuraban en el libreto. Si hay algo que se le debe achacar a Invasión a la Tierra, Batalla Los Angeles es que se queda a mitad de camino de cualquiera de las dos opciones. Los invasores vienen a apoderarse del agua, ya que la usan como combustible para sus máquinas (¿alguien dijo Irak y petróleo?), pero la idea nunca termina de ser desarrollada como corresponde. Por otro lado, el tema es la excusa para plasmar masivas secuencias de destrucción ... que nunca terminan por ser satisfactorias en pantalla, debido a las terribles decisiones artísticas de Liebesman. El tipo adoptó la perspectiva Proyecto Blair Witch - cámara movediza rodando en primer plano todo el tiempo -, lo cual no estaría mal si no fuera porque el director desconoce las reglas de cómo se debe utilizar. La técnica Blair Witch implica: a) hay un idiota rodando todo el tiempo, sin importar lo apremiante que sea la situación; b) hay una sensación de inmersión, ya que estamos en la piel de uno de los protagonistas y tenemos la acción en primerísimo plano; c) hay un punto de vista continuo (el del camarógrafo) que, aunque se mueve, no termina por marear. Pero aquí Liebesman se despacha no con una sino con una docena de cámaras, con lo cual el efecto final es lo más parecido a ver una versión de El Proyecto Blair Witch rodada por Michael Bay: cada cinco minutos saltamos de un punto de vista a otro - siempre con la cámara sacudiéndose - y, al cabo de poco tiempo, uno termina con una migraña monumental. No sólo arruina el efecto de documental de guerra que se pretendía (Liebesman debería haber visto las escenas de combates de Dr. Strangelove para tener una idea de cómo imitar dicho estilo), sino que liquida la sensación de inmersión y continuidad. Pero además del hecho de que la fotografía apesta, Invasión a la Tierra, Batalla Los Angeles tiene otros problemas. Hay 20 larguísimos minutos iniciales utilizados para una supuesta definición de personajes que no sirven para nada. No sólo los personajes son un cliché tras otro (soldado atormentado por una tragedia que le achacan y que debe redimirse nuevamente en la acción; el latino de buen corazón; el moreno simpático, etc, etc) sino que, al usar una decena de cámaras Blair Witch, cuando comienza la acción uno no tiene ni la más pálida idea de quién muere ni cómo. Bah, tampoco es que nos importe demasiado ya que los personajes están perfilados como el demonio. Y el otro problema del filme es el propósito de la historia. Esto es La Caída del Halcón Negro, con extraterrestres en vez de somalíes. ¿Es acaso una oda a la valentía del soldado norteamericano promedio, sólo que luchando en esta ocasión contra un enemigo políticamente correcto?. El punto es que los alienígenas son tan anónimos que carecen de misterio y sólo funcionan como una fuerza opositora hecha con gráficos por computadora. Por contra, la historia se centra en los soldados, en sus conflictos internos, en sus ardientes discursos sobre el coraje y la defensa del suelo patrio ... con el detalle de que son personajes absolutamente insulsos que terminan por aburrir en el corto plazo. Quizás el mayor pecado de Invasión a la Tierra, Batalla Los Angeles es que se siente rutinaria y no entretiene. Es un compendio de clichés de filmes de guerra en donde reemplazamos a Al Qaeda, el Viet Cong y los Nazis por aliens, y el combate está en suelo norteamericano. Las refriegas están mal rodadas, la acción no es excitante, los monstruos están filmados desde 10 km de distancia, los villanos carecen de misterio, los dialogos son cliché puro reciclado por enésima vez, y la fotografía sólo da dolores de cabeza. Y la verdad es que dudo mucho que alguien puede entretenerse con un espectáculo armado de semejante manera.
Este institucional sobre los marines poco tiene que ver con el cine, incluso con el género catástrofe en su vertiente perversa articulada con encuentros del tercer tipo. En agosto de este año lo que temíamos se hará realidad: extraterrestres militarmente poderosos vendrán por nuestra agua; es una invasión, dice un experto, pues toda colonización comienza con la eliminación de la población. Como siempre en este tipo de producciones millonarias, el inconsciente ideológico está expuesto, pues esta pesadilla intergaláctica parece la elaboración culposa y fallida de las recientes aventuras castrenses norteamericanas en Irak y Afganistán, facticidad histórica que funciona como sombra simbólica de la psicología del sargento interpretado desvergonzadamente por Aaron Eckhart. El marine siempre debe tomar decisiones, y los marines, jóvenes del mundo, es hora de saberlo, nunca se rinden, dos máximas que se repiten como una cifra didáctica y un eslogan seductor para posibles postulantes en la audiencia. El héroe americano alcanza aquí su máxima expresión de pureza (y primitivismo) entre los dirigidos por Eckhart, un héroe capaz de llorar y ejercitar su costado sensible ante la orfandad de un niño (y un soldado a sus órdenes cuyo hermano perdió la vida en Irak bajo su mando). Los planos generales digitalizados de Los Ángeles en llamas poseen la creatividad y sensibilidad propias del ejército norteamericano, y aunque Liebesman se esfuerce en registrar los combates cuerpo a cuerpo como si se tratara de un documental o una transmisión en vivo desde Bagdad, Invasión del mundo jamás propone algo que se parezca a cine. Aquí todo es propaganda, imbecilidad y patriotismo retrógrado.
Realizada con notable pulso cinematográfico, acción trepidante e impecable tecnología, Invasión del Mundo. Batalla: Los Ángeles no se destaca en cambio por su idea, su guión ni por el tratamiento que le da a su remanida trama. Además, por momentos se vuelve irritantemente pronorteamericana y militarista. La escasa historia arranca, precisamente, en un campo militar, donde un veterano marine (Aaron Eckhart), decide retirarse del servicio tras un luctuoso operativo en Irak. Paralelamente una invasión masiva de naves extraterrestres asola a diversas urbes del mundo, incluyendo, claro está, a Los Angeles, donde el oficial en cuestión volverá al ruedo y se tomará revancha. Hay que decir que el film se despega de los códigos clásicos de la ciencia-ficción y se acerca más a una película de guerra, aunque standard. Aún así luce emparentada con la reciente Skyline La Invasión, probablemente debido a las tendencias que genera Hollywood, por no hablar de copias descaradas, mientras que los aliens y las naves recuerdan bastante a los diseños de Sector 9. El director Jonathan Liebesman tiene un par de interesantes antecedentes y aquí vuelve a demostrar su gran capacidad narrativa. Pero no contó con un buen sustento, y los tiros, explosiones y combates descarnados terminan por abrumar.
Vomitando al viento Mira que pensé, Una de ciencia ficción. Pensé, No me va a importar la propaganda de nuestros soldados son buenos. Pero la puta che, le pusieron ganas a este panfleto. Es que ver a un niño llorando por la muerte del padre, "un civil", y ver al marine (Aaron Eckhart que no la pifia al menos) diciéndole tienes que ser mi pequeño marine... es demasiado. Ya cansaba con la introducción melosa, obvia e imbécil, con la cámara en mano en un intento vulgar de imitar el vértigo de Paul Greengrass (Bourne Ultimatum, Vuelo 93) de este director al que su pericia solo le alcanzo para ser un Micahel Bay con parkinson, pero ver a todos estos héroes americanos emperrados en salvar el mundo sacrificando la vida filmados con una música solemne y épica fue demasiado. Algunas secuencias de acción levantan la película y nos hace creer que en algún momento es entretenida, pero el espejismo dura solo unos mísiles. Fue triste ver convertidos a esos extraterrestres invencibles y veloces del comienzo en patitos de feria al promediar la película. Y le hago esta pregunta a los extraterrestres (que espero lean esta página)...si viajan tanto para invadir un planeta... ¿no podrían dejar de unificar en un solo lugar su punto débil? Un misil y a la bolsa. Por fortuna los extraterrestres entienden a los americanos (por algo no existe el empate en sus competencias), sino, alguna vez quizás van a ganar ellos.
Aquella roja insignia Stephen Crane utilizó una imaginaria escaramuza de la batalla de Chancellorsville, en la Guerra Civil Estadounidense, para ambientar “La roja insignia del coraje”. Allí narra la historia de un conscripto que se enfrenta a un enemigo al que casi no ven, tras el humo y la niebla, y cómo construye su valor en el campo de batalla, algo que es transhistórico, pues va más allá de las propias causas del conflicto: sólo está el alma del soldado frente a la situación límite. Esto la convierte en la cumbre de la literatura bélica, y convirtió a su autor (que la escribió a los 25 años) en corresponsal de guerra (nunca había pisado un campo de batalla cuando la hizo). Ya en el terreno de la ciencia ficción, Robert A. Heinlein craneó la novela “Tropas del espacio”, el diario de un soldado de un régimen militarizado del futuro terrestre, en guerra con una raza de “bichos” intergalácticos. De allí sacó algunas ideas Paul Verhoeven para hacer “Starship Troopers”, muy superior a la novela, que muestra las andanzas de los Roughnecks de Rasczak, un escuadrón en la guerra contra esa rara “civilización” insecta. Otro subproducto inspirado por Heinlein fue la serie “Space, above and beyond”, que ya desde epígrafes de apertura reconocía también su herencia en la obra de Crane. Contraataque “Invasión del mundo-Batalla: Los Ángeles” transita por ese camino. Es en este punto la contracara de “Skyline”, el filme de los hermanos Strause estrenado hace pocos meses. Si “Skyline” retrataba la vivencia de una invasión extraterrestre por civiles comunes, “Invasión del mundo...” muestra la resistencia militar contra el invasor desconocido. Pero tampoco es “Día de la Independencia”, con su presidente piloto, sus científicos y sus batallas cruciales. Acá se narra la historia de una compañía de marines con poca acción encima y un teniente recién salido de la escuela de oficiales. A ellos se les unirá un veterano sargento en retirada, al que muchos miran mal por haber perdido a sus hombres en una misión. Son movilizados ante una lluvia de meteoritos que resulta ser mucho más que eso. Rápidamente los invasores hacen cabeza de playa en Santa Mónica (y simultáneamente en otras ciudades del mundo) y la compañía debe evacuar a un grupo de civiles antes de que la zona tomada sea bombardeada. Así, el teniente Martínez, el sargento Nantz y sus hombres deberán dejar de lado diferencias y desconfianzas y lanzarse a una incursión frente a un enemigo desconocido, al que apenas se ve en medio del fuego cruzado (casi como los confederados de Crane). La misión tomará rumbos inesperados, incluido el encuentro con nuevos personajes (como los civiles Michele y Joe Rincón, con sus correspondientes sobrinas e hijo, y la sargento Santos de la Fuerza Aérea). Los diferentes sucesos llevarán a una nueva misión, que será fundamental para el curso de la guerra, a partir de ciertos descubrimientos extrapolables (en eso también recuerda a “Starship Troopers”). Despliegue Jonathan Liebesman dirige un relato conciso, basándose en el guión de Christopher Bertolini. Desde el recurso de los noticieros (algo muy Verhoeven) hasta un crescendo típico de los filmes bélicos (podemos pensar en La delgada línea roja), el filme mantiene en ascuas al espectador. Se apoya en el diseño de producción de Peter Wenham y la fotografía de Lukas Ettlin para generar un clima que se mueve entre “Vivir al límite” y “Distrito 9”, con unos alienígenas humanoides, más aptos para un combate cuerpo a cuerpo que los de “Skyline”, por ejemplo. Es difícil en una película de acción, y con tantos personajes, el lucimiento actoral, pero en definitiva siempre el cuerpo del actor termina siendo la base del relato. Entre los nombres célebres del cartel, Aaron Eckhart compone un creíble sargento Michael Nantz, cansado veterano de mil batallas, que guarda en la memoria a cada uno de sus compañeros caídos. Bridget Moynahan tiene bastante poco que hacer como la rescatada Michele, y Michelle Rodríguez vuelve a interpretar el personaje que se sabe de memoria: la aguerrida guerrera que pelea a la par de los hombres. De los menos conocidos, tienen espacio para lucirse Ramón Rodríguez como el segundo teniente William Martínez, Cory Hardrict como el cabo Jason Lockett y Gino Anthony Pesi en la piel del cabo Nick Stavrou, entre otros. “Semper Fi” Seguramente muchos se enojarán ante una nueva película donde los marines, odiados en muchas partes de mundo, son los héroes. A otros les podrá molestar que el héroe central sea el sargento anglosajón, por sobre toda la sarta de latinos y negros que forman el equipo. Pero hay que reconocerle que la historia reparte heroísmo entre los diferentes personajes (toda película sobre una compañía militar suele ser un filme coral, en cierto punto), y de paso refleja con veracidad la composición actual de las fuerzas armadas estadounidenses, plagadas de minorías y recién llegados al país. Y en definitiva, vuelve al punto que remarcó el maestro Crane: el soldado y su circunstancia, más allá de la coyuntura. El soldado que pelea por su patria, pero también por su familia en casa, por sus compañeros de armas, por el honor, por probar el propio coraje, por la sola retribución de la roja insignia de la sangre.
En los últimos años algunos estrenos buscaron dar vida a un género como el de la ciencia ficción con invasiones extraterrestres que ya estaba agotado. Películas como Cloverfield y District 9 trataron de recuperar aquello que se había perdido a fuerza de repetición. El caso de Battle: Los Angeles lejos está de ser revolucionario, más allá de tener algún toque de distinción en las secuencias de acción o en la narrativa, no deja de ser una historia más que se suma a una larga lista de relatos parecidos. Esta se enfoca en un grupo de marines, liderados por un Aaron Eckhart que ya es actor suficiente como para rodearse de desconocidos en un papel así, los cuales van en misión de apoyo y quedan atrapados en medio de la zona caliente del conflicto momentos antes de que esta sea arrasada por bombas propias. La pelea entre humanidad y extraterrestres se ve reducida entonces a sólo una faceta, la lucha de los soldados para salir con vida de esa situación, aspecto que tendrá un giro y otra resolución hacia el final. Es que si hay un componente extra que ofrece la película es el de transpirar patriotismo estadounidense por cada uno de sus poros. Lo sabemos, en la última década se produjo el golpe más duro, una invasión externa sobre suelo norteamericano que más allá de las bajas los mostró vulnerables, entonces qué mejor metáfora que un ataque extraterrestre para que el espíritu de los Estados Unidos surja en el interior de cada marine, incluso del más insignificante, dispuesto a entregar todo por su país. Este aspecto quedará en evidencia con una larga introducción a cada personaje, que tienen sus vidas, esposas o hijos en camino, pero que llegado el momento del combate ninguno pensará en ellos y se ofrecerá en bandeja a la causa nacional, incluso un civil llegará a hacerlo, regalando un desenlace como en The Hurt Locker / Vivir al límite sólo porque sí. Jonathan Liebesman sigue su propio ritmo a la hora de construir Invasión del mundo, mezclando buenas secuencias de acción a toda marcha con escenas del peor sentimentalismo militar. No se trata de una película especialmente lograda, pero teniendo en cuenta que el guión de Christopher Bertolini es inexistente, mucho debe apoyarse en los combates y estos están bien realizados. El cine de ciencia ficción ha demostrado que puede ser mejor y, especialmente en los últimos años, que aún puede ser original. Para esto hace falta una buena idea que se aleje del clásico tradicionalismo y que deje de incluir banderas rojas, blancas y azules en cada cuadro, volviendo cada pieza musical un himno nacional.
El combate ideológico parece ganado de antemano! Hay varios colegas que abordaron su enfoque de "Battle Los Angeles" tratando la película exclusivamente por sus valores cinematográficos, despojándola de su ideología y centrándose en su grandilocuencia visual. En este debate acerca de los valores de esta cinta, es difícil ser objetivo ya que el tinte elegido por los productores y guionistas es muy difícil de disfrazar: se la amará o se la odiará, simplemente., sin medias tintas Esto se produce porque "Invasión del mundo...Batalla Los Angeles" es un propuesta de ciencia ficción contaminada de propaganda pro-americana ,al límite de lo tolerable. Es decir, vemos una película de ciencia ficción, pero es tan fuerte lo que aparece como el contexto en el que se da la historia, que a algunos de nosotros termina por vencernos y perdemos la línea de análisis que intentamos venir trabajando. "Battle LA" me puede. A ver, trato de ser objetivo pero pasado cierto punto en el transcurso de la película, uno comienza a sentir que el peso que tienen ciertos diálogos es superior a cualquier valor técnico que pudiera ostentar la cinta en cuestión...En pocas palabras, sentí que me adoctrinaban para alistarme!!! Y la verdad es que son cosas que uno no puede, o debe dejar pasar. Ideológicamente (perdón que vuelva sobre el tema, pero es inevitable), es muy fuerte ver esta película y no estoy convencido que haya razones suficientes para equilibrar su discurso y que sea una más del montón (para bien o para mal). "Battle LA" es la historia de una invasión extraterrestre. Una colonización bien ejecutada y simultánea en varias ciudades del mundo. En pocos minutos nos vamos enterando de que viene la cosa, un grupo de meteoritos se aproxima a la tierra, los militares esperan lo peor y sus hipótesis se confirman en horas: lo que sucede, es, nada menos, una monstruosa invasión de seres del espacio exterior . Organizada y sanguinaria. El sargento Michael Nantz (Aaron Eckhart) será el protagonista de nuestra historia: representará el ideal del sacrificio marine para todos los espectadores desde su misma en escena. Nantz viene golpeado, estuvo en Irak y todo su pelotón fue exterminado, goza de dudosa reputación y nos enteramo que pide la baja porque ya no tiene fuerzas para seguir adelante, el peso del fracaso lo aplasta y quiere abandonar la fuerza. Junto a él, conoceremos a todos los miembros de una unidad dirigida por el teniente Martínez (Ramón Martínez). Cada uno de ellos tiene una situación familiar determinada, movilizante, que los ubica como hombres de bien en la víspera de una poderosa tragedia. Al comenzar la invasión propiamente dicha, todos los cuerpos marine de Los Angeles comienzan a operar en la zona de emergencia, primero como grupo de rescate, luego intentando detener a los alienígenas. Martínez se ve obligado a trabajar junto a Nantz, a pesar de que no confía mucho en él, y junto a un pelotón se adentrarán en territorio enemigo (la ciudad, pero devastada) para investigar algo sucedido en una estación de policía y traer a zona segura a los civiles que hayan quedado con vida. A poco de adentrarse en el foco del combate, se les unirá una sobreviviente de un escuadrón especial, la sargento Santos (Michelle Rodríguez), hábil tiradora que posee informacion útil acerca de lo que pasó en los frentes de batalla de las afueras. El grupo comando marine luchará a brazo partido para cumplir los objetivos fijados y regresar a la base sanos y salvos. A los grandes estudios les gusta esta veta: son películas que recaudan mucho y funcionan siempre, sino fijense en "Skyline! Costó 10 millones de dólares e internacionalmente recaudó más de 60... Y todos sabemos que es malísima. Es más, se hizo con parte del equipo técnico que Sony contrató para esta "Battle LA" (hubo un problema legal hace contra los directores de Skyline). Hay que asumirlo: este tipo de films funciona. El guión de Christopher Bertolini ("La hija del general") está pensado para servir de sostén y coyuntura a las escenas de lucha que encontraremos a cada paso en la cinta. No tiene profundidad, no aporta nada interesante y encima, en los momentos complicados resuelve con sentimentalismo barato o propaganda marine cualquier conflicto. Claro, no podíamos pedirle a la dirección de Johnathan Liebesman grandes cosas (es el hombre detrás de las cámaras en "La masacre de Texas: el incio"), todo se debería subordinar a las arengas patrióticas dichas en tono alto y la bandera flameando como estandarte. Y eso es fuerte de ver. Encima, elige una cámara nerviosa tipo documental para seguir las acciones y llega un momento en que buscamos la bolsita de papel madera para poder descargar tanta nausea generada por el movimiento: es un enfoque cansador, innecesario e inútil. Esto no es "Saving Private Ryan"... Quienes van a salvar al mundo de la invasión extraterrestre serán entonces los marines norteamericanos, hombres plenos de lealtad y patriotismo que dejarán la vida para proteger a la población civil y cumplir con las directivas de su superior. Nos ponemos de pie y aplaudimos. Estados Unidos vuelve a proclamarse la policía del mundo y publicita globalmente su capacidad para enfrentar cualquier ataque que reciba y repelerlo con la peor violencia imaginable. El cuerpo de Marines hace todo bien, riega el terreno de combate con su sangre para convencernos de las bondades de su sistema y deja lugar para que la emoción por su labor crezca y se comparta a lo largo de toda la duración de la película. Hay escenas que son patadas en el hígado para cualquiera y que está bien que sea cine, pero que no podemos aprobar ideológicamente. No amigos, es un film descarnadamente pro-yanqui mal, en el cual el espectador se siente mal por no estar protegido y cuidado por el ejército norteamericano! No se puede hablar mucho de la caracterización que se hace de los alienígenas porque es casi inexistente. Corramos la visión y prendamos las luces de alarma: esta vez, tanto discurso conspira contra el andamiaje de la película y tira por la borda el trabajo técnico del equipo que editó "Battle LA". Sí, tiene muy buen sonido, efectos especiales de primera y buen ritmo de narración. Si pueden abstraerse por completo del discurso, hasta puede que les guste. Quiero decir, quizás pasen un rato entretenido y nada más. A mí, la catarata de mensajes proamericanos me supera. Anula lo que se podría rescatar del film. En definitiva, para quienes buscan una película de acción bien filmada, y pueden "verla" sin prestar atención a los poderosos mensajes que se proyectan para enaltecer el ser norteamericano, es una alternativa. Si son espectadores sutiles que leen entre líneas y ponen en la balanza la intencionalidad del film, es mejor dejarla pasar (y advertir a los distraídos de los valores del film!!!!)...
Invasión de cursilerías militares Battle: Los Ángeles es la nueva producción hollywoodense sobre marcianos que quieren exterminarnos para quedarse con nuestro planeta, una historia que al parecer causa una excitación incontrolable entre los grandes estudios situados en la misma ciudad que dicidieron destrozar en esta película de poca monta. Como si cambiar la ciudad que vienen a destruir significara algún tipo de innovación, en este caso, cambian de New York (ciudad que hemos vista ser destruida en pantalla de mil maneras distintas) a Los Ángeles, que es atacada de manera indiscriminada tanto por los aliens que nos invaden como por los marines estadounidenses que pelean por salvar la Tierra. El film es sin duda, una propaganda cursi, empalagosa y decorada del cuerpo de Marines de los Estados Unidos, con diálogos estúpidos, dignos de alguna película destruye neuronas como las que suele dirigir Michael Bay (Transformers, Armageddon, Pearl Harbor), director obsesionado con el poderío bélico norteamericano. En este caso pareciera que es Bay también, pero en cambio el director es Jonathan Liebesman, responsable de otras basuras como Texas Chainsaw Massacre: El Comienzo, y para pena de muchos, es el responsable de la próxima entrega de la franquicia de Furia de Titanes, que con el primer director le erró tremendamente, y con este nuevo no hay muchas expectativas si nos basamos en sus trabajos previos. La cinta está protagonizada por Aaron Eckhart y Michelle Rodriguez, dos famosos actores que la verdad no entiendo como aceptaron semejante producto propagandístico, de mal gusto y que a mí por lo menos, me resultó hasta pesado, largo. Los efectos especiales, el sonido y algunas técnicas de filmación son buenos, incluso Eckhart le da un poco de credibilidad, pero para que una producción se convierta en una buena película debe tener un guión que atraiga, que innove, que atrape, que se mimetice con los aspectos técnicos. En este caso se comete el mismo error de muchos otros films de acción y ciencia ficción, que es concentrarse en efectos y explosiones, dejando de lado lo que realmente encanta al espectador que es la historia, la trama, el desenlace. La película por momentos parece ser uno de esos videos juegos de salón donde uno tiene una ametralladora conectada a la maquina y debe disparar a los malditos marcianos invasores, con la gran diferencia que aquí no somos nosotros los que participamos, sino que estamos viendo un demo del juego accionado por la computadora que dura 110 minutos aproximados, algo aburridísimo. El llamado de atención más grande es que si este tipo de película se sigue repitiendo año tras año, es porque que rinde beneficios monetarios a quienes se encargan de ponerla en pantalla, es decir, somos nosotros mismos los que nos conformamos con explosiones y naves espaciales. Es como esos programas de TV de los que nos quejamos, que decimos que son vulgares y atrofian la mente, pero que en los sondeos de ratings siempre están primeros. Yo les diría, esperen a que salga en el Cine canal y estén un domingo a la noche en su casa sin otra cosa interesante que hacer.
En lo que parecía ser una lluvia de meteoritos fuera de lo común y totalmente desprevenida para la NASA, un grupo de marines son alertados por el Departamento de Defensa, el cual les revela que lo que está a punto de ocurrir es una invasión extraterrestre. Las ciudades más importantes del planeta, entre ellas Nueva York, Buenos Aires, Berlín y París, son destrozadas, pero Los Ángeles se convierte en la última resistencia del pueblo norteamericano. Las armas humanas son incapaces de detener el poderío alienígena, y un grupo de combatientes deberá usar toda su inteligencia para encontrar el punto débil de los invasores y acabar con ellos. Este film protagonizado por Aaron Eckhart y Michelle Rodríguez llega a nuestro país un día antes que a las salas de Estados Unidos, un hecho casi sin precedentes para su distribuidora Sony Pictures. La historia no tiene mucho más para ser contada aquí que lo dicho en el párrafo anterior, sin embargo cabe destacar que en este caso los realizadores privilegiaron un desarrollo de los efectos visuales por sobre cualquier tipo de peso dramático o relato sólido. Los casi 120 minutos que dura el filme también atentan contra su efectividad.
"Explosiones y no pretensiones" El joven realizador sudafricano Jonathan Liebesman regresó a la pantalla grande con “Batalla: Los Ángeles“, un film bélico con tintes de ciencia ficción que no pasará a los cánones del cine, pero que entretiene y de gran forma en sus casi dos horas de duración. Pese a contar con algunos clichés básicos del genero bélico, como ser las enemistades entre los miembros del grupo, un capitán inseguro liderando soldados demasiados jóvenes para la batalla y muchísimos sacrificios heroicos, la película es brutalmente honesta desde el arranque: hagan lo que hagan, estos soldados no van a salvar a todo el mundo de semejante invasión extraterrestre. A medida que avanza el film la cámara se vuelve únicamente testigo del accionar de un pelotón de soldados, dejando fuera de nuestro alcance muchos detalles de la invasión. Y en ese plano reducido de acción en el que se desenvuelven nuestros protagonistas, donde reinan la incertidumbre y la desolación, es donde reside lo mejor que tiene para ofrecer esta propuesta. Minimizar el marco sobre el que se centra la cámara le da a muchísimo respaldo a esta producción que aspira todo el tiempo a contar una historia chica dentro de un contexto demasiado grande con un presupuesto inferior a los 90 millones de dolares (cifra relativamente baja para el género). Filmada al mejor estilo cinema vérité, con cámara al hombro y siguiendo a unos pocos personajes, “Invasión del mundo: Batalla Los Ángeles” ofrece escenas de acción cargadas de vertiginosidad que mantienen al espectador atornillado a la butaca. En el plano visual, el trabajo es impecable. Lo mismo se puede decir de lo realizado con el sonido y la edición del mismo (más una banda sonora de proporciones épicas como la compuesta por Brian Tyler), ya que son aspectos claves para películas bélicas como esta. La experiencia de este film en el cine es, fue y será soberbia desde el punto de vista técnico. “Batalla: Los Ángeles” es de las películas que, sin dudas, merecen ser disfrutadas dentro de una sala de cine gracias a escenas como la del aterrizaje de la flota de helicópteros en la ciudad. Quizás el punto más flojo del film radica en un trabajo de elenco bastante pobre, que salvo por Aaron Eckhart, tiene poco para ofrecer. Pero vamos a ser sinceros; ¿Qué es lo que buscamos en películas de este tipo? “Batalla: Los Ángeles” es una gran apuesta, que sin dudas podría haber dado para muchísimo más, pero al fin de cuentas ofrece un producto redondo, bastante honesto con sus pretensiones y lejisimos de ser aburrido. Para aquellos que disfrutan del cine bélico, aquí hay una muy buena opción que no deberían dejar pasar.